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La alegría del carisma eucarístico - El Granito De Arenaelgranitodearena.com/revistas/granito/EGDA_octubre_15... · 2015. 10. 7. · Del 19 al 28 de septiembre el papa Francisco

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Iglesia hoyEncuentro Mundial de las Familias

Formación UNERCartilla del catequista cabal

Encuentro MundialJóvenes consagrados

La alegría del carisma eucarístico

Encuentro FERen Valencia

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Editorial: El verdadero protagonista

Homilía del papa en el Encuentro Mundial de las Familias

Celebración del Sínodo sobre la Familia

Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones

La liturgia, encuentro con Cristo

Partícula para eucaristizarnos

Convivencia FER en Valencia

Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

Encuentro Mundial de Jóvenes Consagrados

Formación carismática

Orar con el obispo del Sagrario abandonado

Cordialmente, una carta para ti

Con mirada eucarística

Lectura sugerida

Asuntos de familia

Conoce y vive

Familia Eucarística Reparadora

Desde la fe

Sum

ario

11 Mensaje para la Jornada Mundial

de las Misiones30Con mirada eucarística

A Dios hay que amarlo sin hacerle preguntas

18 Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

UNER y misericordia Revista y Editorialfundadas por el Beato

Manuel González Garcíaen 1907

Edita:Misioneras Eucarísticas de NazaretTutor, 15-17, 28008 - MADRIDTfno.: 915 420 887E-mail: [email protected]

Imprime:Azul IbéricaISSN: 2340-1214Depósito Legal: P. 7-1958

En portada: Irati y Paula, durante el encuentro FER que tuvo lugar en Valencia, en el momento en el que reciben su pañoleta RIE, como miembros de la Familia Eucarística.

HacemosEl Granito de Arena

Dirección:Mónica Mª Yuan Cordiviola

Equipo de Redacción

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q Domiciliación bancaria. Los datos de mi cuenta son:Nombre del titular: ___________________________________________________ DNI: _ _ _ _ _ _ _ _ - _Nº de cuenta: _ _ _ _ - _ _ _ _ - _ _ - _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Banco: _____________________________________

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EDITORIAL

El verdadero protagonista

D esde el 4 de octubre y hasta el próximo 25 el Sínodo de los Obispos reflexiona-rá sobre «la vocación y la misión de la

familia en la Iglesia y en el mundo contem-poráneo». Se trata de un acontecimiento de especial importancia no solo para la Iglesia sino para la sociedad en general. Aun cuan-do en la actualidad sean muchos quienes se declaren ateos o indiferentes hacia la fe, el interés que despiertan en los medios de co-municación las declaraciones de la Iglesia y el papa sobre el tema de la familia demues-tra que es un punto de especial relevancia en nuestro días.

Suelen contarse por centenares los perio-distas y medios acreditados para este tipo de acontecimientos. Todos desean dar la noticia más importante o de mayor relevancia. La Ofi-cina de Prensa de la Santa Sede diariamente ofrece un resumen de lo ocurrido en el Aula Sinodal y los medios buscan con especial ahín-co declaraciones de los Padres sinodales pa-ra llevar informaciones a sus lectores.

Puede creerse, si lo observamos de este modo, que los protagonistas de este Sínodo son los Padres sinodales, encabezados por el papa Francisco. Sin embargo, el plan de sal-vación de Dios para nosotros, sus hijos ama-dos, suele parecer de una forma pero trans-currir de otra manera.

Es cierto que los Padres sinodales tienen una especial responsabilidad en estos días. No se trata de luchar a toda costa para sacar adelante ideas personales sino de ser verda-deros pastores, preocupados por el rebaño que les ha sido encomendado. Deben, sobre

todo, estar atentos a la voz del Espíritu, que nunca abandona a su pueblo y desea seguir guiándolo con misericordia.

Es el Espíritu Santo el verdadero protago-nista del Sínodo, como lo es de la vida de ca-da persona que nace en este mundo.

Pero también nosotros, seguidores del Maes-tro, tenemos una misión en este tiempo de gracia sinodal. Debemos, ante todo orar ince-santemente para que quienes son responsa-bles de los trabajos sinodales se abran a la voz de Dios. Es por esto que se realizó la vi-gilia de oración la noche del sábado 3 de oc-tubre, en las vísperas del inicio de la Asam-blea. Miles de personas lo siguieron en la Pla-za de San Pedro. Más aún lo hicieron a través de Internet.

Otra misión inherente en este tiempo es nuestro compromiso evangelizador. Además de orar sin desfallecer somos invitados –nun-ca obligados– a ser misioneros de la miseri-cordia, misioneros del amor, misioneros de la fidelidad. No se trata, sin embargo, de reali-zar acciones extraordinarias. Tal como expre-só el papa Francisco en su viaje a Cuba, esta-mos llamados a seguir descubriendo los mi-lagros de cada día a nuestros alrededor.

Los miembros de la Familia Eucarística Re-paradora, laicos, sacerdotes y consagradas, tenemos, en este sentido, una especial respon-sabilidad. Hemos recibido un carisma, un don, gracias al cual cada día podemos maravillar-nos ante Dios que se queda en el Pan. Reco-nocer esta verdad nos llena de gozo y paz. Seamos transmisores, con nuestra vida, de es-te regalo que cada día se entrega al mundo.«

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H oy la Palabra de Dios nos sor-prende con un lenguaje alegó-rico fuerte que nos hace pen-

sar. Un lenguaje alegórico que nos de-safía pero también estimula nuestro entusiasmo.

En la primera lectura, Josué dice a Moisés que dos miembros del pue-blo están profetizando, proclamando la Palabra de Dios sin un mandato. En

el Evangelio, Juan dice a Jesús que los discípulos le han impedido a un hom-bre sacar espíritus inmundos en su nombre. Y aquí viene la sorpresa: Moi-sés y Jesús reprenden a estos colabo-radores por ser tan estrechos de men-te. ¡Ojalá fueran todos profetas de la Palabra de Dios! ¡Ojalá que cada uno pudiera obrar milagros en el nombre del Señor!

Jesús encuentra, en cambio, hos-tilidad en la gente que no había acep-tado cuanto dijo e hizo. Para ellos, la apertura de Jesús a la fe honesta y sin-cera de muchas personas que no for-maban parte del pueblo elegido de Dios, les parecía intolerable.

El Dios generosoLos discípulos, por su parte, actuaron de buena fe, pero la tentación de ser escandalizados por la libertad de Dios que hace llover sobre «justos e injus-tos» (Mt 5,45), saltándose la buro-cracia, el oficialismo y los círculos ín-timos, amenaza la autenticidad de la fe y, por tanto, tiene que ser vigoro-

Homilía del papa en el Encuentro Mundial de las Familias

Del 19 al 28 de septiembre el papa Francisco realizó un viaje apostólico a Cuba y Estados Unidos de América y visitó la sede de la ONU. El domingo 27, por la mañana, celebró la Eucaristía de clausura del Encuentro Mundial de las Familias que, desde el lunes anterior, se estaba desarrollando en Filadelfia. Ofrecemos, a continuación, el texto completo del santo padre en la Misa que se celebró en Franklin Parkway.

Abrirse a los milagros del amor para el bien

de todas las familias

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Oración del santo padrea la Virgen de la Caridad del Cobre

Quédate con nosotros Señor, acompáñanos aunque no siempre hayamos sabido reconocerte.Quédate con nosotros porque tú eres el Camino,la Verdad y la Vida.Quédate en nuestras familias,ilumínalas y sostenlas en las dificultades.Quédate con nuestros niños y nuestros jóvenes,en ellos está la esperanza y la riqueza de nuestra Patria.Quédate con los que sufren, confórtalos y protégelos.Quédate con nosotros Señor, cuando surge la duda, el cansancio o la dificultad;ilumina nuestras mentes con tu Palabra;aliméntanos con el Pan de Vida que nos ofreces en cada Eucaristía;ayúdanos a sentir el gozo de creer en ti.Quédate Señor con la comunidad de tus discípulos.Renueva en nosotros el don de tu amor.Anímanos y consérvanos en la fidelidad,para que anunciemos a todos con alegría,que tú nos has resucitadoy que nos has dado la misión de ser tus testigos.

Que María de la Caridad, discípula y misionera,Madre de todos, nos acompañe y proteja. Amén.

samente rechazada. Cuando nos da-mos cuenta de esto, podemos enten-der por qué las palabras de Jesús so-bre el escándalo son tan duras. Para Jesús, el escándalo intolerable es to-do lo que destruye y corrompe nues-tra confianza en este modo de actuar del Espíritu.

Nuestro Padre no se deja ganar en generosidad y siembra. Siembra su presencia en nuestro mundo, ya que «el amor no consiste en que noso-tros hayamos amado primero a Dios, sino en que Él nos amó primero» (1 Jn 4,10). Amor que nos da la certeza honda: somos buscados por Él, so-mos esperados por Él. Esa confianza es la que lleva al discípulo a estimu-lar, acompañar y hacer crecer todas las buenas iniciativas que existen a su alrededor. Dios quiere que todos sus hijos participen de la fiesta del Evan-gelio. No impidan todo lo bueno, di-ce Jesús, por el contrario, ayúdenlo a

crecer. Poner en duda la obra del Es-píritu, dar la impresión que la misma no tiene nada que ver con aquellos que no son parte de nuestro grupo, que no son como nosotros, es una tentación peligrosa. No bloquea so-lamente la conversión a la fe, sino que constituye una perversión de la fe.

Gestos mínimos e infinitosLa fe abre la ventana a la presencia ac-tuante del Espíritu y nos muestra que, como la felicidad, la santidad está siempre vinculada a los pequeños ges-tos. «El que les dé a beber un vaso de agua en mi nombre –dice Jesús, pe-queño gesto– no se quedará sin re-compensa» (Mc 9,41). Son gestos mínimos que uno aprende en el ho-gar; gestos de familia que se pierden en el anonimato de la cotidianidad pero que hacen diferente cada jorna-da. Son gestos de madre, de abuela, de padre, de abuelo, de hijo, de her-manos. Son gestos de ternura, de ca-riño, de compasión. Son gestos del plato caliente de quien espera a ce-nar, del desayuno temprano del que sabe acompañar a madrugar. Son ges-tos de hogar. Es la bendición antes de dormir y el abrazo al regresar de una

larga jornada de trabajo. El amor se manifiesta en pequeñas cosas, en la atención mínima a lo cotidiano que hace que la vida siempre tenga sabor a hogar. La fe crece con la práctica y es plasmada por el amor. Por eso, nues-tras familias, nuestros hogares, son verdaderas Iglesias domésticas. Es el lugar propio donde la fe se hace vida y la vida crece en la fe.

Jesús nos invita a no impedir esos pequeños gestos milagrosos, por el contrario, quiere que los provoque-mos, que los hagamos crecer, que acompañemos la vida como se nos presenta, ayudando a despertar todos los pequeños gestos de amor, signos de su presencia viva y actuante en nuestro mundo.

Preocupación por la unidadEsta actitud a la que somos invitados nos lleva a preguntarnos, hoy, aquí, en el final de esta fiesta: ¿Cómo esta-mos trabajando para vivir esta lógi-ca en nuestros hogares, en nuestras sociedades? ¿Qué tipo de mundo queremos dejarle a nuestros hijos? (cf. Laudato si’, 160). Pregunta que no podemos responder solo noso-tros. Es el Espíritu que nos invita y desafía a responderla con la gran fa-milia humana. Nuestra casa común no tolera más divisiones estériles. El desafío urgente de proteger nuestra casa incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la bús-queda de un desarrollo sostenible e integral, porque sabemos que las co-sas pueden cambiar (cf. LS 13). Que nuestros hijos encuentren en noso-tros referentes de comunión, no de división. Que nuestros hijos encuen-tren en nosotros hombres y mujeres capaces de unirse a los demás para hacer germinar todo lo bueno que el Padre sembró.

De manera directa, pero con afec-to, Jesús dice: «Si ustedes, pues, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que

se lo piden?» (Lc 11,13). Cuánta sabiduría hay en estas palabras. Es verdad que en cuanto a bondad y pureza de corazón nosotros, seres humanos, no tenemos mucho de qué vanagloriarnos. Pero Jesús sabe que, en lo que se refiere a los niños, somos ca-paces de una generosidad infinita. Por eso nos alien-ta: si tenemos fe, el Padre nos dará su Espíritu.

Nosotros los cristianos, discípulos del Señor, pedimos a las familias del mundo que nos ayuden. Somos muchos los que participamos en esta cele-bración y esto es ya en sí mismo algo profético, una especie de milagro en el mundo de hoy, que está cansado de inventar nuevas divisiones, nuevos que-brantos, nuevos desastres. Ojalá todos fuéramos profetas. Ojalá cada uno de nosotros se abriera a los milagros del amor para el bien de su propia fa-milia y de todas las familias del mundo –y estoy hablando de milagros de amor–, y poder así supe-rar el escándalo de un amor mezquino y descon-fiado, encerrado en sí mismo e impaciente con los demás. Les dejo como pregunta para que cada uno responda –porque dije la palabra impaciente–: ¿En mi casa se grita o se habla con amor y ternura? Es una buena manera de medir nuestro amor.

Milagro y profecíaQué bonito sería si en todas partes, y también más allá de nuestras fronteras, pudiéramos alentar y va-lorar esta profecía y este milagro. Renovemos nues-tra fe en la palabra del Señor que invita a nuestras familias a esta apertura; que invita a todos a parti-cipar de la profecía de la alianza entre un hombre y una mujer, que genera vida y revela a Dios. Que nos ayude a participar de la profecía de la paz, de la ternura y del cariño familiar. Que nos ayude a participar del gesto profético de cuidar con ternu-ra, con paciencia y con amor a nuestros niños y a nuestros abuelos.

Todo el que quiera traer a este mundo una fa-milia, que enseñe a los niños a alegrarse por cada acción que tenga como propósito vencer el mal –una familia que muestra que el Espíritu está vivo y actuante– y encontrará gratitud y estima, no im-portando el pueblo o la religión, o la región, a la que pertenezca.

Que Dios nos conceda a todos ser profetas del gozo del Evangelio, del Evangelio de la familia, del amor de la familia, ser profetas como discípulos del Señor, y nos conceda la gracia de ser dignos de esta pureza de corazón que no se escandaliza del Evangelio. Que así sea.

Papa Francisco

Al igual que la felicidad, la santidad

está siempre vinculada a los pequeños gestos

La Eucaristía en el viaje del santo padre«Dejémonos mirar por el Señor en la oración, en la Eucaristía, en la Confesión, en nuestros hermanos, especialmente en aquellos que se sienten dejados, más solos. Y aprendamos a mirar como Él nos mira. Compartamos su ternura y su misericordia con los enfermos, los presos, los ancianos, las familias en dificultad. Una y otra vez somos llamados a aprender de Jesús que mira siempre lo más auténtico que vive en cada persona, que es precisamente la imagen de su Padre».

Homilía en la Santa Misa. Plaza de la Revolución, Holguín. 21/9/2015

«No quiero terminar sin hacer mención a la Eucaristía. Se habrán dado cuenta que Jesús quiere utilizar como espacio de su memorial una cena. Elige como espacio de su presencia entre nosotros un momento concreto en la vida familiar. Un mo-mento vivido y entendible por todos, la cena. Y la Eucaristía es la cena de la familia de Jesús, que a lo largo y ancho de la tierra se reúne para escuchar su Palabra y ali-mentarse con su Cuerpo. Jesús es el Pan de Vida de nuestras familias, él quiere estar siempre presente alimentándonos con su amor, sosteniéndonos con su fe, ayudán-donos a caminar con su esperanza, para que en todas las circunstancias podamos experimentar que él es el verdadero Pan del cielo.

Discurso en el Encuentro con las familias.Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, Santiago de Cuba . 22/9/2015

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V arios cientos de personas par-ticiparán en los debates sinoda-les. Al tratarse de una Asamblea

General Ordinaria de los Obispos, participan los Jefes de las Iglesias Orien-tales Católicas sui iuris, los obispos elegidos por el Sínodo de los Obis-pos y por los Consejos de la Jerarquía de las Iglesias Orientales Católicas, los obispos elegidos por las Confe-rencias episcopales, diez religiosos elegidos por la Unión de Superiores Generales y los jefes de los dicaste-rios de la Curia Romana. Además, el Santo Padre también nombra algu-nos miembros, en conformidad con las mismas normas sinodales.

ParticipantesLos Padres sinodales que participa-rán en esta Asamblea ascenderán a 270, divididos en las tres categorías siguientes: 42 de oficio, 183 por elec-ción y 45 por nombramiento papal. La procedencia de los Padres de los cinco continentes es la siguiente: 54 de África, 64 de América, 36 de Asia, 107 de Europa y 9 de Oceanía.

Pertenecen a los miembros de ofi-cio: los jefes de los 15 Sínodos de los Obispos de las Iglesias Orientales Ca-tólicas sui iuris; los Jefes de los 25 di-casterios de la Curia Romana; el Se-cretario General y el Subsecretario.

Entre los 270 Padres sinodales se cuentan : 74 cardenales, 6 patriarcas, 1 arzobispo mayor, 72 arzobispos,

102 obispos (entre ellos 6 obispos auxiliares, 3 vicarios apostólicos y 1 emérito), 2 sacerdotes párrocos y 13 religiosos.

Además, tomarán parte en esta Asamblea sinodal otros invitados de diferentes culturas y naciones: 24 ex-pertos o colaboradores del Secreta-rio especial, 51 auditores y auditoras, 14 delegados fraternos. Además, da-do que la Asamblea se ocupará de la familia, se ha querido dar especial importancia a los cónyuges, padres y jefes de familia, que son en total 18 (17 entre los auditores y una entre los expertos).

Forma de trabajoPor cuanto respecta a la metodología del Sínodo, su Secretario General es-pecificó que gracias a la experiencia adquirida durante la III Asamblea Ge-neral Extraordinaria del pasado octu-bre y teniendo en cuenta varias suge-rencias de diversa procedencia, sobre

todo de los Padres sinodales, la Se-cretaría General del Sínodo ha elabo-rado una nueva metodología para apli-car a la Asamblea General Ordinaria.

Considerada la metodología de los Sínodos precedentes, la mayoría de los Padres sugirió que la Asamblea General Ordinaria fuera más dinámi-ca y participativa a través de la distri-bución de las intervenciones en el au-la de los miembros en un momento sucesivo, para poder dedicar más aten-ción a la aportación de cada uno de ellos. Por otra parte, los Padres soli-citaron que se valorizase el trabajo en los Circulos Menores, donde hay una participación más activa en la discu-sión y un debate más directo e inme-diato entre los Padres en su propio idioma, en el que eventualmente pue-den intervenir los auditores y delega-dos fraternos.

Cronograma de sesionesEl fruto de la primera etapa sinodal, madurado en la pasada Asamblea Ge-neral Extraordinaria, ha sido la Rela-tio Synodi, que se ha convertido jun-to con una serie de preguntas anejas en los Lineamenta de la Asamblea Ge-neral Ordinaria entregados a las Igle-sias particulares y a todos los demás

sujetos que tuvieran derecho. El Ins-trumentum laboris, resultado de la composición de la Relatio Synodi y de las respuestas relacionadas, es el do-cumento base de los trabajos sinoda-les de esta Asamblea.

El programa del Sínodo comien-za con la sesión inaugural, el lunes 5 de octubre. Tras las palabras del Pre-sidente Delegado el papa dará inicio a los trabajos.

Estos se organizarán de acuerdo a las tres partes del Instrumentum labo-ris. Ese mismo día el Relator General presenta los temas de la primera par-te («La escucha de los retos de la fa-milia»; cf. Instrumentum laboris nn. 6-36). Después del testimonio de un matrimonio de auditores, comienzan las intervenciones de los Padres sino-dales en las Congregaciones Genera-les, cuya contribución integra el tex-to de base.

Se abren después las sesiones de los Círculos Menores, donde los Pa-dres reflexionan sobre el texto base enriquecido por las aportaciones efectuadas en el Aula. Al final de las sesiones, el relator de cada Círculo presenta en el aula una breve rela-ción del trabajo desarrollado. Las re-laciones emanadas de los Círculos

Menores se publicarán. El trabajo so-bre la I parte se extenderá hasta el 9 de octubre.

El mismo procedimiento se repi-te en la segunda parte («El discerni-miento de la vocación de la familia»; cf. Instrumentum laboris nn. 37-68; 9-14 de octubre) y en la tercera («La misión de la familia hoy»; cf. Instru-mentum laboris nn. 69 -147; 14-20 de octubre).

El documento finalUna comisión, integrada por Padres de los cinco continentes, será la en-cargada de elaborar la Relación Final. Dicha Comisión tiene la tarea de se-guir cada etapa del proyecto; por lo tanto, se reúne al final de los trabajos, en cada una de sus partes y para la re-dacción final. Al final de las tres eta-pas de trabajo, esa Comisión super-visa la preparación del proyecto de la Relación final, que se presentará en el aula el sábado 24 de octubre por la mañana y será sometida a votación por la tarde.

En conformidad con la naturale-za del Sínodo, este documento, fruto del trabajo colegial de los Padres se entrega al papa a quien competen las decisiones al respecto.

Dado el gran número de personas con derecho a tomar la palabra (318 entre Padres, Delegados Fraternos y Auditores) y el mayor espacio reser-vado a los Círculos Menores (13 se-siones), cada orador tiene la facultad de hablar en el Aula durante tres mi-nutos e intervenir ampliamente en los Círculos. Como en el pasado, en las Congregaciones generales habrá una serie de momentos, de una hora de duración cada uno, dedicados a las

intervenciones libres de los Padres. Además, siempre se pueden presen-tar a la Secretaría General, además de la versión en papel e informática de los textos pronunciados en el Aula, otros textos escritos.

Relación con los mediosConsiderando que la comunicación con los medios y la información du-rante la pasada Asamblea General Ex-traordinaria fueron abundantes y com-pletas, en esta Asamblea General se utiliza el mismo método. En este sen-tido, se tiene presente el criterio fun-damental, recordado varias veces por el Santo Padre: el Sínodo debe ser un espacio protegido, para que pueda ac-tuar el Espíritu Santo, de modo que los Padres tengan la libertad de expre-sarse con parresía.

Durante las tres semanas, como base de la información habrá un brie-fing que se ampliará con una mayor presencia de los Padres sinodales, uti-lizando todos los medios de comuni-cación disponibles. Los Padres tienen la libertad de hablar con los medios de comunicación a su propia discre-ción y responsabilidad. Las diversas fases de elaboración del documento son reservadas, considerando que los textos, durante el proceso sinodal, es-tán sujetos a la evolución continua hasta la redacción final. Se publica-ran, en cambio, las relaciones de los Círculos Menores relativos a las tres partes de los trabajos sinodales. Una comisión especial, junto con la Ofi-cina de Prensa, se ocupa oportuna-mente, como de costumbre, de la in-formación sobre el Sínodo.

Texto adaptadodel Servicio Informativo Vaticano

Del 4 al 25 de octubre, en el Vaticano

El domingo 4 de octubre, con la santa Misa presidida por el papa Francisco, dio inicio el Sínodo sobre la Familia que se extenderá hasta el 25 de este mismo mes. Como ya es sabido, los trabajos sinodales comenzaron hace un año y ahora se retomará lo estudiado en octubre del año pasado junto a las nuevas aportaciones surgidas y elaboradas en este tiempo.

Celebración del Sínodo sobre la Familia

Dos momentos durante la Misa de apertura del Sínodo. Imágenes: Canal YouTube del Vaticano.

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E l seguimiento de Jesús, que ha dado lugar a la aparición de la vida consagrada en la Iglesia, res-

ponde a la llamada a tomar la cruz e ir tras él, a imitar su dedicación al Pa-dre y sus gestos de servicio y de amor, a perder la vida para encontrarla. Y dado que toda la existencia de Cris-to tiene un carácter misionero, los hombres y las mujeres que le siguen más de cerca asumen plenamente es-te mismo carácter.

La dimensión misionera, al per-tenecer a la naturaleza misma de la Iglesia, es también intrínseca a toda forma de vida consagrada, y no pue-de ser descuidada sin que deje un va-cío que desfigure el carisma. La mi-sión no es proselitismo o mera estra-tegia; la misión es parte de la gramá-tica de la fe, es algo imprescindible para aquellos que escuchan la voz del Espíritu que susurra «ven» y «ve». Quien sigue a Cristo se convierte ne-cesariamente en misionero, y sabe que Jesús «camina con él, habla con él, respira con él. Percibe a Jesús vi-vo con él en medio de la tarea misio-nera» (EG 266).

La misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, es una pasión por su pueblo. Cuando nos detene-mos ante Jesús crucificado, recono-cemos todo su amor que nos dignifi-ca y nos sostiene; y en ese mismo mo-mento percibimos que ese amor, que nace de su corazón traspasado, se ex-tiende a todo el pueblo de Dios y a la humanidad entera. Así redescubri-mos que él nos quiere tomar como instrumentos para llegar cada vez más cerca de su pueblo amado (cf. EG 268) y de todos aquellos que lo buscan con corazón sincero. En el mandato de Je-sús: «id» están presentes los escena-rios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia. En ella todos están llamados a anun-ciar el Evangelio a través del testimo-nio de la vida; y de forma especial se pide a los consagrados que escuchen la voz del Espíritu, que los llama a ir a las grandes periferias de la misión, entre las personas a las que aún no ha llegado el Evangelio.

Para muchas congregaciones reli-giosas de vida activa el anhelo misio-nero que surgió del Concilio Vatica-no II se puso en marcha con una aper-tura extraordinaria a la misión ad gen-tes, a menudo acompañada por la aco-gida de hermanos y hermanas prove-nientes de tierras y culturas encon-tradas durante la evangelización, por lo que hoy en día se puede hablar de

una interculturalidad generalizada en la vida consagrada. Precisamente por esta razón, es urgente volver a propo-ner el ideal de la misión en su centro: Jesucristo, y en su exigencia: la dona-ción total de sí mismo a la proclama-ción del Evangelio. No puede haber ninguna concesión sobre esto: quien, por la gracia de Dios, recibe la misión, está llamado a vivir la misión. Para es-tas personas, el anuncio de Cristo, en las diversas periferias del mundo, se convierte en la manera de vivir el se-guimiento de él y recompensa los mu-chos esfuerzos y privaciones.

Testimonio de los jóvenesMe dirijo especialmente a los jóve-nes, que siguen siendo capaces de dar testimonios valientes y de realizar ha-zañas generosas a veces contra co-rriente: no dejéis que os roben el sue-ño de una misión auténtica, de un se-guimiento de Jesús que implique la donación total de sí mismo. En el se-creto de vuestra conciencia, pregun-taos cuál es la razón por la que habéis elegido la vida religiosa misionera y medid la disposición a aceptarla por lo que es: un don de amor al servicio del anuncio del Evangelio, recordan-do que, antes de ser una necesidad para aquellos que no lo conocen, el anuncio del Evangelio es una necesi-dad para los que aman al Maestro.

Hoy, la misión se enfrenta al reto de respetar la necesidad de todos los pueblos de partir de sus propias raí-ces y de salvaguardar los valores de las respectivas culturas. Se trata de co-nocer y respetar otras tradiciones y sistemas filosóficos, y reconocer a ca-da pueblo y cultura el derecho de ha-cerse ayudar por su propia tradición

en la inteligencia del misterio de Dios y en la acogida del Evangelio de Je-sús, que es luz para las culturas y fuer-za transformadora de las mismas.

Dentro de esta compleja dinámi-ca, nos preguntamos: ¿Quiénes son los destinatarios privilegiados del anuncio evangélico? La respuesta es clara y la encontramos en el mismo Evangelio: los pobres, los pequeños, los enfermos, aquellos que a menu-do son despreciados y olvidados, aque-llos que no tienen como pagarte (cf. Lc 14,13-14). La evangelización, di-rigida preferentemente a ellos, es sig-no del Reino que Jesús ha venido a traer: «Existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos» (EG 48). Esto de-be estar claro especialmente para las personas que abrazan la vida consa-grada misionera: con el voto de po-breza se escoge seguir a Cristo en es-ta preferencia suya, no ideológica-mente, sino como él, identificándose con los pobres, viviendo como ellos en la precariedad de la vida cotidiana y en la renuncia de todo poder para convertirse en hermanos y hermanas de los últimos, llevándoles el testimo-nio de la alegría del Evangelio y la ex-presión de la caridad de Dios.

Ayuda mutuaPara vivir el testimonio cristiano y los signos del amor del Padre entre los pequeños y los pobres, las personas consagradas están llamadas a promo-ver, en el servicio de la misión, la pre-sencia de los fieles laicos. Es necesa-rio que los misioneros consagrados se abran cada vez con mayor valentía a aquellos que están dispuestos a co-laborar con ellos, aunque sea por un

tiempo limitado, para una experien-cia sobre el terreno. Son hermanos y hermanas que quieren compartir la vocación misionera inherente al Bau-tismo. Las casas y las estructuras de las misiones son lugares naturales pa-ra su acogida y su apoyo humano, es-piritual y apostólico.

La Obra Misionera del Sucesor de Pedro tiene un horizonte apostó-lico universal. Por ello también ne-cesita de los múltiples carismas de la vida consagrada, para abordar al vas-to horizonte de la evangelización y para poder garantizar una adecuada presencia en las fronteras y territo-rios alcanzados.

Queridos hermanos y hermanas, la pasión del misionero es el Evange-lio. San Pablo podía afirmar: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1 Cor 9,16). El Evangelio es fuente de ale-gría, de liberación y de salvación pa-ra todos los hombres. La Iglesia es consciente de este don, por lo tanto, no se cansa de proclamar sin cesar a

todos «lo que existía desde el princi-pio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos» (1 Jn 1,1). La misión de los servidores de la Palabra –obispos, sacerdotes, reli-giosos y laicos– es la de poner a to-dos, sin excepción, en una relación personal con Cristo. En el inmenso campo de la acción misionera de la Iglesia, todo bautizado está llamado a vivir lo mejor posible su compro-miso, según su situación personal. Una respuesta generosa a esta voca-ción universal la pueden ofrecer los consagrados y las consagradas, a tra-vés de una intensa vida de oración y de unión con el Señor y con su sacri-ficio redentor.

Mientras encomiendo a María, Madre de la Iglesia y modelo misio-nero, a todos aquellos que, ad gentes o en su propio territorio, en todos los estados de vida cooperan al anuncio del Evangelio, os envío de todo cora-zón mi Bendición apostólica.

Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas: La Jornada Mundial de las Misiones 2015 tiene lugar en el contexto del Año de la Vida Consagrada, y recibe de ello un estímulo para la oración y la reflexión. De hecho, si todo bautizado está llamado a dar testimonio del Señor Jesús proclamando la fe que ha recibido como un don, esto es particularmente válido para la persona consagrada, porque entre la vida consagrada y la misión subsiste un fuerte vínculo.

La misión es una pasión por Jesús pero,

a la vez, implica una pasión por su pueblo

El Espíritu susurra «ven» y «ve»Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones

Misionera en Albania.Foto: OMP.

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Apuntes sobre Espiritualidad litúrgicaen el beato Manuel González García (II)

La liturgia, encuentro con Cristo

Desarrollo del temaSu espiritualidad litúrgica la intentaremos desarrollar –tras una introducción– en los siguientes puntos:Introducción

– A cincuenta años del Concilio Vaticano II (2015)– El Movimiento litúrgico en España

(Montserrat 1915)– Pléyade de santos

1. Espiritualidad litúrgica– Opus Trinitatis/liturgia terrena y liturgia celeste– Promoción de una educación litúrgica y

fomento de la vida espiritual– Actio litúrgica

2. El misterio eucarístico (Calvario / Tabor)– Cristo como Kyrios –el Amo– y Cordero –Hostia– La celebración y la concelebración– El culto a la Eucaristía

3. La sacramentalidad en la Iglesia– Participación activa en los sagrados misterios

4. El Oficio Divino o Liturgia de las Horas– Psallite sapienter– Música

5. El Año Litúrgico– El Cronocrator o el Amo del tiempo– El Corazón de Cristo: misericordia desgranada

6. El arte sagrado o Lex agendi– Gaudí, «amigo de la liturgia»– El arte-yedra– Polos celebrativos

7. Corolario– Las consecuencias: Lex vivendi o «apertura

de puertas»– Caminos por recorrer: La ekklesia y la Palabra– Per Matrem Inmaculatam in Ecclesia Catholica

L a liturgia es vida; antes que saber teológico o pastoral es vida en el Espíritu –como diría Nicolás Ca-

basilas– o experiencia del Misterio. Manuel González se revela como un maestro sencillo y popular de vida es-piritual. No podemos encasillarle en una corriente de tantas, válidas y fe-cundas, como hay en la Iglesia. Todas acentúan o muestran específicamen-te un aspecto del insondable miste-rio de Cristo y, por eso, son dignas de elogio y de difusión. Encontramos, no puede ser de otra manera, espiri-tualidades de estado (ministerial, mo-nástica, religiosa, laical, etc.), de es-

cuela (carmelitana, franciscana, do-minica, jesuítica, etc.), de dedicación (activa, contemplativa, etc.) o histó-ricas (primitiva, patrística, mozára-be, medieval, barroca, etc.).

En la obra de nuestro autor, sin embargo, no vemos reflejado, especí-ficamente, ningún maestro espiritual: ha querido ser fiel discípulo del Maes-tro, cuya obra es celebrada en las ac-ciones litúrgicas de la Iglesia. Él mis-mo se ha dejado llevar –y nos condu-ce– de la mano de un ayo universal, que es la liturgia de la Iglesia. Nadie puede superar la eficacia de la litur-gia porque es eficacia sacramental. La

catequesis o pedagogía manuelina se-rá litúrgica porque es en las celebra-ciones litúrgicas (actiones) donde se manifiesta el Espíritu –epifanía– pa-ra realizar la obra interior que lleva desde la conversión a la divinización.

La santidad es una y una es la es-piritualidad fundamental que se ba-sa en la Palabra de Dios y en la pre-sencia operante del Señor resucitado por el Espíritu en la Iglesia. Estamos, pues, ante una Opus Trinitatis. Por eso, la espiritualidad litúrgica no es otra que la espiritualidad cristiana y, por ende, trinitaria. El Amo, es decir, el Señor, que es el dueño de la casa y de las labores, nuestro Señor, consa-gra al ser humano desde el Bautismo y le va guiando por un itinerario de celebraciones litúrgicas –el septena-rio sacramental– y otras celebracio-

nes que jalonan la jornada (laudes y vísperas) durante todo el ciclo del año, durante toda la vida hasta el cie-lo. La liturgia de la tierra, como se ve en la obra del fundador, es reflejo de la liturgia del cielo: participa de la ala-banza al Padre por el Hijo en el Espí-ritu, y santifica al hombre desde la conversión hasta su configuración ce-leste. Así, en la obra de Manuel Glez. García se supera una concepción li-túrgica como simple forma externa del culto o el conjunto de ceremonias. Ciertamente las engloba, de ahí la im-portancia que da a la catequesis y al arte pero, en línea con el Movimien-to Litúrgico (ML) y el magisterio de Pío X, la concibe como fuente indis-pensable del espíritu cristiano por ser el ejercicio del sacerdocio de Cristo, Cabeza y miembros. La liturgia, que tiene su ápice en la Eucaristía, realiza el encuentro del hombre con Dios por medio de signos y símbolos, pa-labras y canto, gestos y silencios, que salvan al hombre por la voluntad de Cristo y la fuerza del Espíritu que en ellos se manifiesta.

Las características de la espiritua-lidad litúrgica, con sus consecuencias para la catequesis y la vida, que apa-recen en la obra manuelina, son:l Bíblica: en los libros sagrados en-contramos la posibilidad de escuchar al mismo Dios, realmente presente, cuando su Palabra se proclama en la ekklesia, en la asamblea litúrgica.l Sacramental: el septenario (Inicia-ción, Sanación y Misión) es el modo de participar en la Redención de Cris-to y donde el Espíritu Santo va mo-

delando al creyente para que el Padre contemple en él la imagen del Hijo; aquí se sitúan los tiempos litúrgicos (el año cristiano y el oficio divino), la Palabra de Dios orada por la Iglesia con las personas (ministros), los sig-nos y símbolos que integran las ac-ciones litúrgicas (arte, música, etc.).l Pascual: en palabras del fundador es espiritualidad de Calvario y Tabor. Por ello, encontramos dos actitudes unidas: la compasión por el pecado y la alegría de una vida nueva.l Escatológica: abarca toda la histo-ria de la salvación, asume el pasado revelado, acontece en el presente de la Iglesia y nos proyecta hacia el futu-ro del Reino que viene. Este dinamis-mo está marcado por los Lecciona-rios de la Palabra, la oración sacra-mental de la Iglesia y el anhelo de, vi-viendo la vida del Espíritu, celebrar un día la liturgia en la Sión del cielo.

Pero, además, ante el abandono y el olvido del Señor entregado, ante la desidia y el desdén hacia el Sumo Sacerdote que es, a la vez, Víctima (en esta perspectiva coincide con la espi-ritualidad de José Mª Gª Lahiguera: Sacerdos et Hostia), el beato se con-vierte en profeta de la compañía y de la memoria. Compañía que se hace compasión con Cristo que padece y memoria que se transforma en pre-sencia reparadora. Para que no se re-leguen ninguno de estos aspectos y para la promoción de una educación litúrgica y fomento de la vida espiri-tual se fundará –modesta pero con pretensiones apostólicas– la revista El Granito de Arena. Es solo un grano

de arena en el desierto, con su amplio campo de significados…

Los escritos consultados –cuyas referencias y citas obviamos para ajus-tarnos a unos apuntes– no solo subra-yan la centralidad de la obra redento-ra de Cristo sino que acentúan la di-mensión sacramental de este Myste-rium Paschalis. Partiendo del aconte-cimiento redentor obrado por Cristo Sacerdote –en línea con la Mediator Dei de Pío XII– la doctrina manueli-na recuerda que la humanidad de Je-sús, unida a la persona del Verbo, fue instrumento de nuestra salvación. Gra-cias a esa mediación en Cristo se rea-lizó plenamente nuestra reconciliación –santificándonos– y se nos dio la ple-nitud del culto divino –para la glorifi-cación del Padre–. Es el doble movi-miento (ascendente y descendente) que se nos presenta al comienzo de la obra Arte y Liturgia. Ahora bien, por el Espíritu enviado por Cristo, que co-mo Sacerdote intercede ante el Padre por nosotros, esa obra redentora se realiza en favor nuestro –hic et nunc / semper et ubique–, en las acciones ce-lebrativas de la Iglesia. Es característi-co de la Iglesia ser, a la vez, humana y divina, visible y dotada de elementos invisibles, entregada a la acción y da-da a la contemplación, presente en el mundo y, sin embargo, peregrina; y to-do esto de suerte que en ella lo huma-no esté ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la ac-ción a la contemplación y lo presente a la ciudad futura que buscamos (SC 2). Las mismas celebraciones litúrgicas proporcionan fortaleza a la Iglesia pa-

Continuamos ofreciendo en las páginas de El Granito la ponencia sobre la espiritualidad litúrgica del beato Manuel González. En esta ocasión, presentamos el primer punto, que lleva por título «Espiritualidad litúrgica».

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ra predicar a Cristo, presentándola an-te el mundo como signo levantado en medio de las naciones.

La Liturgia de Cristo, es decir, su Obra de Redención a favor de los hom-bres y de la glorificación trinitaria, se actualiza en la liturgia de la Iglesia. Es-ta, por la Presencia del mismo Señor y la prolongación de su sacerdocio, es una epifanía de la Iglesia. De ahí la im-portancia de esta idea fundamental. A esos principios se refirió veinticin-co años después del Concilio el papa san Juan Pablo II en la Carta apostó-lica Vicesimus Quintus Annus: «Los principios directivos de la constitu-ción, que sirvieron de base a la refor-ma, son fundamentales para condu-cir a los fieles a una celebración acti-va de los misterios, “fuente primaria y necesaria del espíritu verdaderamen-te cristiano” (SC 14). Dado que la ma-yor parte de los libros litúrgicos han sido publicados, traducidos y puestos en uso, es necesario mantener cons-tantemente presentes estos principios y profundizarlos» (VQA 5).

De hecho, cada reunión de la co-munidad convocada –ekklesia– para celebrar el Misterio de Cristo partici-pa del misterio de la misma Iglesia; por eso es su manifestación más elocuen-te ya que el culto de la Iglesia no es si-no participación en el culto de Cristo. Es lo que la teología de J. Corbon de-nominaría Liturgia con mayúscula (Li-turgia fundamental. Misterio, Celebra-ción, Vida. Palabra. Madrid 2001). La comunidad reunida –ekklesia– no es sino el pueblo de Dios en Cristo (cf. 1 Ts 1,1; 2,1) que, con toda la creación, alaba al Padre en obediencia e interce-de por sus hermanos los hombres.

La primera gran convicción que recorre el s. XX desde los inicios del ML es que en el culto de la Iglesia o liturgia «se ejerce la obra de nuestra Redención». Este principio, aparen-temente sencillo y comúnmente re-petido, contiene una gran novedad: presenta la liturgia a partir de su mis-mo acontecer, es decir, como un prin-

cipio teológico. Un gran logro fue considerar a la liturgia como realidad teológica (cf. J. J. Flores, Introduc-ción a la teología litúrgica, CPL, Bar-celona 2003).

Habitualmente, en los últimos si-glos, el modo ordinario de proceder se refería a la liturgia como elemento culminante de la piedad o como ejer-cicio de la virtud de la religión. Una de las principales conquistas del Mo-vimiento Litúrgico fue la recupera-ción del genuino concepto de la litur-gia superando –al menos en la teo-ría– el esteticismo (que identifica la liturgia con la parte exterior de los ri-tos), el juridicismo (comprensión de las celebraciones como ejecución de meros mandamientos y normas) y el arqueologismo (visión historicista con pretensiones restauradoras de lo antiguo como más genuino, prescin-diendo del multisecular itinerario eclesial en sinergia con el Espíritu).

Sin embargo, los escritos coteja-dos de Glez. García presentan la ac-tio o liturgia como acontecimiento salvífico (theosis) o, lo que es lo mis-mo, el momento de la obra de nues-tra redención inseparable del evento de Cristo (mysterium), que es siem-pre el ejercicio de su sacerdocio (cf. SC 7). La presencia continuada de Cristo en su Iglesia se actualiza de ma-nera única en la liturgia, en la que el Señor –el Amo– «asocia siempre con-sigo a su amadísima Esposa» (cf. M. Glez. López-Corps, «Dimensión teológica de la acción litúrgica», en J. L. Gutiérrez, F. M. Arocena, P. Blanco (ed.), La liturgia en la vida de la Iglesia. Culto y celebración, Eun-sa, Pamplona 2007, pp. 227-240).

En los escritos del beato observa-mos continuamente la relación con la misión, la preocupación por la evan-gelización y la catequesis. La misión de la Iglesia se fundamenta en la mi-sión de Cristo: así como Cristo fue enviado por el Padre, Él, a su vez, en-vió a los Apóstoles llenos del Espíri-tu Santo. Ahora bien, el envío evan-

gelizador no solo consiste en la trans-misión verbal de un mensaje: la pre-dicación de la Buena Nueva a toda criatura anunciando que el Hijo de Dios, con su Muerte y Resurrección, nos libró del poder de Satanás y de la muerte y nos condujo al reino del Pa-dre, sino también en realizar la obra de la salvación. Es decir, en celebrar la liturgia con unas acciones que pro-clamaban, y lo siguen haciendo en la comunión de la Iglesia, el Misterio de Cristo mediante el septenario sacra-mental en torno al cual gira toda la restante expresión litúrgica de la co-munidad cristiana.

Y así, por el bautismo, los hom-bres son injertados en el Misterio Pas-cual de Jesucristo: mueren con Él, son sepultados con Él y resucitan con Él. Reciben el espíritu de adopción de hijos «por el que clamamos: Abba, Padre» (Rm 8,15) y se convierten así en los verdaderos adoradores que bus-ca el Padre. Asimismo, cuantas veces comen la cena del Señor, proclaman su muerte hasta que vuelva.

Por eso, el día mismo de Pente-costés, en que la Iglesia se manifestó al mundo, «los que recibieron la pa-labra de Pedro» fueron bautizados. Y con perseverancia escuchaban la enseñanza de los Apóstoles, se reu-nían en la fracción del pan y en la ora-ción, alabando a Dios, gozando de la

estima general del pueblo» (Hch 2,14-47). Desde entonces, la Iglesia nun-ca ha dejado de reunirse para celebrar el Misterio Pascual: leyendo «cuan-to a Él se refiere en toda la Escritura» (Lc 24,27), celebrando la Eucaristía, en la cual «se hacen de nuevo presen-tes la victoria y el triunfo de su muer-te», y dando gracias al mismo tiem-po «a Dios por el don inefable» (2 Cor 9,15) en Cristo Jesús, «para alaban-za de su gloria» (Ef 1,12) por la fuer-za del Espíritu Santo (SC 6).

Intentamos poner de manifiesto la importancia de la actio celebrativa porque la liturgia renueva la obra de nuestra redención. Esto que la Igle-sia ha creído en el corazón lo ha con-fesado con los labios en la plegaria que el Misal romano reza todavía hoy sobre las ofrendas en el domingo II durante el año y que nos ha legado el Sacramentario Leoniano de Verona, el más antiguo testimonio litúrgico de la celebración de la Urbe: «Concé-denos, Señor, participar dignamente de estos misterios, pues cada vez que celebramos el memorial del sacrificio de tu Hijo, se realiza la obra de nues-tra redención».

Es constante en la conciencia de la Iglesia que, como consecuencia del Se-ñorío de Cristo y de su intercesión sa-cerdotal en la Liturgia celeste, la litur-gia es acción eficaz –mejor, actiones–

por la misma presencia del Verbo. En efecto, él ejerce la obra redentora por-que las acciones litúrgicas –desde la signación al comienzo del catecume-nado hasta las mismas exequias– ga-rantizan la presencia del mismo Cris-to. Esta verdad tiene como consecuen-cia que la misma celebración –actio li-turgica– sea ya acción evangelizadora: Cristo sigue convocando, hablando a su pueblo, entregándose por él para que entre en la comunión trinitaria. Y todo desde la convicción de que la li-turgia es cumbre y fuente de la activi-dad de la Iglesia (SC 10): la «acción sagrada por excelencia».

Sin embargo, para que los hom-bres puedan participar de las accio-nes litúrgicas deben previamente ser evangelizados y, después, vivir como creyentes evangelizando; a la vez, se-gún el ejemplo del mismo Cristo, de-ben expresar la caridad en el espíritu de los mandamientos y las bienaven-turanzas y, desde ahí, participar en la liturgia de manera «consciente, acti-va y fructuosa» (cf. SC 11). Nos en-contramos, de nuevo, con otro de los conceptos importantes del ML que influye en el pensamiento de D. Ma-nuel: la «actuosa participatio».

Esta idea básica aparece en el Mo-tu proprio Tra le sollecitudini (1903) de san Pío X, y será profundizado durante la segunda mitad del s. XX. Enseña Benedicto XVI en Sacramen-tum caritatis 52: «Con esta palabra no se quiere hacer referencia a una simple actividad externa durante la celebración. En realidad, la partici-pación activa deseada por el Conci-lio se ha de comprender en términos más sustanciales, partiendo de una mayor toma de conciencia del mis-terio que se celebra y de su relación con la vida cotidiana».

La participación ha de ser inter-no–externa, de modo que, de una par-te, los elementos sensibles introduz-can en la realidad salvadora de que es portadora la liturgia y, de otra, los sig-nos sensibles –palabras, silencio, mú-

sica, gestos y actitudes del cuerpo– estén vivificados por la interioridad y sean su vehículo de expresión.

Pero para que esta participación sea realmente interno–externa o, lo que es lo mismo, se tome auténtica conciencia del misterio que se celebra y de su relación con la vida cotidiana, es preciso una buena catequesis que prepare al sacramento y profundice mistagógicamente en él. Y esto, te-niendo en cuenta a la persona concre-ta a la que va dirigido el mensaje. Es-te fue el principio regulador en la ac-ción espiritual/pastoral del beato y, luego, de los cambios que han preten-dido, después del Concilio Vaticano II, la renovación o reforma litúrgica .

Mons. González García –en su contexto histórico andaluz y viejo cas-tellano– fue consciente de la impor-tancia de una buena catequesis litúr-gica. Una catequesis que, partiendo de la misma Palabra proclamada, ac-tualizada y acogida, tenga también en cuenta los ritos y oraciones (eucolo-gía) para realizar una auténtica mis-tagogía. Este fue el intento del Movi-miento Litúrgico y esta fue la búsque-da, con anhelo y fervor, de D. Manuel: lograr aquel objetivo prioritario e ina-plazable, indicado por san Juan Pablo II como el cometido más urgente, que es la formación bíblica y litúrgica del pueblo de Dios: de pastores y fieles (VQA 15). Para llevar a la práctica es-te ambicioso e irrenunciable progra-ma, Manuel González García tuvo un doble punto de partida: la centrali-dad de Cristo como Señor, a quien denominaría el Amo, y su celebración en el Misterio Eucarístico como Hos-tia o Cordero. Todo desde una con-cepción sacramental de la Iglesia don-de el septenario, el Oficio Divino (en su época Breviarium) –su oración pú-blica– y la vivencia del Año litúrgico se expresarían plásticamente en el ar-te sagrado: auténtica catequesis para el Pueblo de Dios y expresión visible de su recta espiritualidad.

Manuel Glez. López-Corps, Pbro.

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Procesión con la Palabra. Congreso Eucarístico de Dublín (junio de 2012).

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E l punto de partida fue nuestra parroquia de San Isidro, donde nos reunimos todos los sábados.

También nos acompañó una familia de la parroquia Sagrado Corazón, de Burjassot.

Al llegar a nuestro destino, inicia-mos la acogida con un divertido jue-go ya conocido por todos nosotros: los pistoleros. Al finalizar, nos pusi-mos en un enorme círculo, agarrados todos de la mano, entremezclados los padres y los niños, hicimos una pre-ciosa oración, sentida, emotiva y es-

pontánea, que nos recordó las mara-villas de la creación y nos invitó a com-partir desde el Espíritu de Dios, que es quien nos mueve. Esta oración fue aplaudida por todos y dio pie al co-mienzo de la convivencia.

Tomar en serio la feEl tema que trabajamos tenía como lema la palabra «consolidados», en relación con el texto bíblico «Arrai-gados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (Col 2,7). Profundizamos en la importancia de tomarnos en se-

rio nuestras decisiones y nuestros ac-tos, con el fin de que nos ayuden a crecer y no a debilitarnos; apoyándo-nos para ello en la Palabra de Dios, los sacramentos (muy especialmen-te, la Eucaristía), la oración, el servi-cio a los demás, la familia, el grupo y la parroquia.

Concluimos el día celebrando la Eucaristía en nuestra parroquia. En ella, varios niños y monitores de la RIE recibimos la pañoleta y tres ni-ñas recibieron el pin de la RIE. Estos signos nos dicen que somos amigos de Jesús y que nos comprometemos a crecer junto a Él, siendo testigos de su amor allá donde vayamos y conso-lidándonos cada vez más en la fe vi-vificante.

Alfonso V. Crespo (Monitor RIE)

ConsolidadosConvivencia familiar de la FER en Valencia

El 14 de junio, en Valencia, los niños de la RIE y sus padres, llenos de ilusión e impregnados por la fascinante vida de D. Manuel, participamos en una convivencia familiar en el Parc de San Vicent en Llíria. Fue un encuentro que deseábamos desde hacía tiempo.

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«La gracia ejerce su imperio calmando, perfumando, despertando sonrisas,

dilatando ojos, oídos y corazones, ensanchando horizontes, esparciendo aires de juventud y de vida,

y sembrando semillas de optimismo, de dicha y de paz» (Cartilla del catequista cabal, p. 27)

Partícula para Eucaristizarnos

H oy se habla poco de «estar en gracia». Es una expresión que ha perdido sentido, y ni siquiera la palabra «gracia» tiene para muchos cristia-

nos un valor especial. Sin embargo es la palabra que mejor expresa la bondad, la misericordia, el amor con que Dios invade y llena toda nuestra existencia. Aun-que el hombre sea pecador, no está en desgracia ante Dios (como tantas veces hemos escuchado), siempre contará con su gracia. Más aún, no es verdad que ten-ga que ser bueno para ser amado por Él. Dios le ama porque Él es bueno, porque es amor y «no puede ne-garse a sí mismo». Es imposible que no sea así, siem-pre será amado por Él. Pero también el hombre será bueno en la medida en que se deje transformar por el amor que Dios le tiene.

A pesar de nuestros errores, más aún, de nuestras medianías y mediocridades, Dios sigue estando cerca de nosotros, nuestro pecado no desgasta su amor. «Cuan-do no nos portamos como Él espera, siempre se queda al lado dispuesto a acogernos, a confortarnos, a darnos una nueva esperanza, una nueva oportunidad, una nue-va vida» (Papa Francisco, 18/9/2015). El daño que ocasionan estas actitudes es que son un obstáculo para que la acción de Dios sea eficaz en el hombre, y el hom-bre pueda disfrutar del gozo de una vida más plena.

No es difícil encontrarse con personas resentidas, más aún, todos tenemos en nuestro interior algo que no se termina de sanar, errores que quisiéramos olvi-dar, personas con las que no nos queremos encontrar, situaciones que pensamos que no tendrían que haber-nos pasado. Sin embargo, dice el papa Francisco, «to-do es gracia, todo es don gratuito de Dios y de su amor

por nosotros» (8/12/2014). Esto es, todo está susten-tado y rodeado por el misterio de Dios que es don y mi-sericordia para los hombres, lo cual nos lleva a aceptar toda la vida con gratitud, o sea, a afirmar que tanto lo bueno como lo malo que nos sucede es gracia.

Mirar nuestra vida de esta manera es descubrir que muchas situaciones que nos han parecido un fracaso, una tragedia, una injusticia, no lo han sido tanto; cae-remos en la cuenta de que nos han dado la posibilidad de vivir experiencias y recorrer caminos que quizá no lo habríamos hecho si eso no hubiese sucedido. Creer que todo es gracia es contemplar nuestra vida sin amar-gura, es vivir con paz y mirada positiva. Es ponernos del lado del agradecimiento, de la aceptación, porque «frente al amor, frente a la misericordia, a la gracia di-vina derramada en nuestros corazones, la consecuen-cia que se impone es una sola: la gratuidad» (íb.).

Los que vivieron y trataron al beato Manuel Gon-zález han hablado de su actitud ante las dificultades y el dolor: «¿Cómo recibió el señor Obispo esta prueba? ¿Qué efectos y qué reacciones se produjeron en su es-píritu y en sus sentimientos?

La primera impresión que tuvo al recibir tan rudo golpe fue el dolor de un gran desengaño. Pero si para su naturaleza ultrasensible fue terrible la prueba, la gracia se manifestó espléndida en su espíritu.

De admirar era, ante todo, su paz; una paz admira-ble que ni por un momento dio muestras de faltarle y que comunicaba a cuantos le rodeaban o se le acerca-ban» ( J. Campos Giles, El Obispo del Sagrario aban-donado, 6ª ed., p. 353).

Hna. Mª Leonor Mediavilla, m.e.n.

Octubre 2015

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Así lo expresaba el beato Manuel«¡Ay! Abandono del Sagrario… ¡Qué claro me hiciste ver todo

el mal que de ahí salía y todo el bien que por él dejaba de recibirse!» (OO. CC. I, n. 20).

«¡Tu misericordia! ¡Ese es el secreto de todos tus viajes, Jesús peregrino de la tierra, esa es la fuerza que te impulsaba a escalar montañas y a bajar a valles y playas y a navegar por el mar y a andar sobre sus ondas y a entrar en cabañas de pescadores y en palacios de potentados y a tomar parte en festines de bodas y en duelos de muertos! ¡Tu misericordia! ¡Ese es tu secreto y ése es el único por-qué de todos tus pasos sobre la tierra como es el secreto y el porqué de tu vida de perpetuo inmolado del Altar y del Sagrario!

Ella, tu misericordia inextinguible e incansable, era la que ponía entonces, y sigue poniendo ahora, las palabras de luz y de paz en tu boca, y las bendiciones de salud y vida en cuanto tocaban tus manos o miraban tus ojos» (OO. CC. I, nn. 940-941).

Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

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¿Os parece que puede una persona entender nuestro ideal sin vivir la mi-sericordia? ¿Por qué?Santi (UNER Zaragoza): ¡Imposible! La cercanía con Jesús nos impregna de su vida. Jesús desprendía misericordia cada vez que respiraba. Y esto sigue ocurriendo hoy.

Emi (UNER Valdepeñas): No creo, ya que la misericordia va unida al Sagrario-Eucaristía y la UNER es permanencia ante el Sagrario.

María (UNER Cáceres): Supon-go que no, pues si no vive la miseri-cordia es señal de que su contacto con Cristo o es nulo o muy pobre.

¿Te parece a ti, que eres un miembro de esta Familia que es necesaria la vi-vencia de la misericordia en un ani-mador UNER?Santi: Es imprescindible. Pero ni si-quiera debiera ser un esfuerzo, sino una forma de vivir.

Emi: Totalmente. La misericor-dia, la ayuda, la fortaleza, la unión. Todo ello viene de la misericordia del Señor. El catequista o animador UNER tiene que estar unido a Jesús, que es la misericordia.

María: Me parece necesaria y esen-cial, pues hace ver que nuestra unión con Cristo es íntima y que nuestro trato con Él es rico y constante.

Mª Luisa (UNER Málaga): Con-sidero que es fundamental en la UNER, por lo que nos dice el beato Manuel González. La misericordia es la fuer-za con la que Él nos impulsa. Si so-mos verdaderos creyentes podremos encaminar a los demás y seguir el Evangelio.

Dice el beato Manuel que la miseri-cordia era la fuerza que impulsaba a Jesús a ir en busca de los pecadores. ¿Qué os parece que debemos culti-var, cómo debemos prepararnos pa-ra que el anuncio gozoso del evange-lio de la Eucaristía pueda llegar a mu-chos, cada día a más personas?Santi: No hay mejor caldo de cultivo que la cercanía, la presencia, la con-versación frecuente con Jesús. Ver y comprender su realidad; su soledad; su abandono. ¡Incluso por parte mía, cuando estoy ante el Sagrario! Debe-mos gustar, ver y sentir muy frecuen-temente su presencia en un Sagrario abandonado.

Emi: Sin lugar a dudas, porque nece-sitamos la bondad, el amor desinte-resado, pidiendo la misericordia del Señor para darla a los demás. Tam-bién es muy importante la unión del

catequista con los niños y niñas. Y aunque nos di-rijamos a adultos, siguen siendo necesarios el amor, la unión, la bondad y la confianza para predicar la Palabra de Dios a todo el mundo. Sin misericor-dia del Señor no es fácil vivir y transmitir. Hay que confiar enteramente y dejarse guiar por Dios pa-ra expresar todo lo que sientes a los demás.

María: Yo creo que debemos prepararnos con nuestras visitas constantes a Jesús Sacramentado, pasando largos ratos delante del Sagrario. He leí-do en los escritos de D. Manuel, que es quien más intimidad tenía con Cristo, cómo sabía aplicar bien su misericordia con todos, principalmente con los más necesitados. Nosotros, imitándolo, debemos hacernos cercanos y amables con los que nadie es amable. De esta forma seremos capaces de des-pertar en ellos el deseo de acercarse a conocer ese Evangelio que habla de quien tanto ama.

Mª del Carmen Ruiz, m.e.n.

«¡Cómo deseo que los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al

encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios! A todos,

creyentes y lejanos, pueda llegar el bálsamo de la misericordia como signo del Reino de

Dios que está ya presente en medio de nosotros» (Francisco, Misericordiae Vultus, 5).

Queridísimo don Manuel: Al inicio de este curso, después de haber celebrado, en el

75º aniversario de tu llegada a la casa del Padre, el I Congreso Internacional dedicado

a ti, participamos, en septiembre, del Encuentro de Animadores.

En dos meses comenzaremos el Jubileo de la Misericordia. La misericordia, que llenaba tu corazón, fue la que te hizo trabajar incansablemente para buscar amor a Jesús presente en todos los Sagrarios del mundo y para anunciar a todos esta Presencia salvadora. Ojalá todos los animadores de la FER, presentes en este encuentro, nos llenemos de misericordia como tú para (también como tú) contagiar a muchos la alegría y la belleza de la fe. Entrevisto a algunos de los participantes, aunque estoy segura de que todos estamos en sintonía contigo y con nuestro papa Francisco.

Momento de Adoración Eucarística durante el Encuentro de Animadores. A la derecha, Santi (UNER Zaragoza).

Solo la misericordia nos puede dar la fuerza

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Evangelio Profecía EsperanzaDESPERTAD AL MUNDO

C on profunda alegría y acción de gracias compartimos al-gunas pinceladas del gran re-

galo que hemos recibido en este Año dedicado a la Vida Consagra-da. Un grupo de 18 hermanas Mi-sioneras Eucarísticas de Nazaret (junioras y profesas con menos de diez años de profesión perpetua), junto a la hermana Mª Teresa Cas-telló, Maestra General de Forma-ción, llegamos a la ciudad eterna para participar en el Encuentro Mundial para jóvenes consagra-dos y consagradas, organizado por la CIVCSVA, del 15 al 19 de se-tiembre en la Ciudad del Vatica-no y Roma, con el lema «Desper-

tad al mundo. Evangelio. Profecía. Esperanza».

Allí nos acogieron con gran ale-gría y disponibilidad nuestras her-manas de la comunidad de Roma, a quien agradecemos profunda-mente su cálida hospitalidad y to-do lo compartido durante los días de nuestra estancia en Italia.

Miles de participantesEn el Encuentro participamos al-rededor de cinco mil jóvenes con-sagrados, procedentes de más de un centenar de países de los cin-co continentes y pertenecientes a quinientos institutos y congrega-ciones diferentes. Estas cifras re-

Querida Mª Jesús: Dios te preparaba un camino nuevo y un día de retiro (¡feliz día!) apareciste por los Agus-tinos. Tu presencia nos llenó de ale-gría pensando que teníamos quién nos echara una mano. Al poco tiem-po te propusimos que asumieras la presidencia, a lo que tú respondiste con un «¡Imposible, casi no conoz-co la Obra!». Pero aceptaste.

Nunca vimos una persona con tan-tos deseos de formarse y conocer la UNER más a fondo y para ello no es-catimabas ni tiempo ni dedicación.

Así fue como, muy pronto, fuis-te al Encuentro de Animadores en Madrid y a la Asamblea General en Zaragoza, siempre dispuesta y ale-gre para servir al Señor. No te vimos triste ni una sola vez. En cambio, lla-maba la atención tu gran ilusión por-que la UNER de León siguiera ade-lante. Tu paz interior se transmitía a quienes te rodeábamos. Así transcu-rrieron dos años.

Pero un día (triste día) nos diste la noticia de tu grave enfermedad. A pesar de que sabías sobradamente por tu profesión lo que significaba, no per-diste ni un momento la serenidad. Por eso nos has dado un gran ejemplo a todas hasta el último momento, pues

te fuiste diciendo: «Me voy en paz». Era el 1 de junio.

Dios te lo habrá premiado y confia-mos en que, desde allí, como siempre lo has hecho, nos se-guirás echando una mano y, si es posi-ble, las dos. ¡Gra-cias por todo, Mª Jesús!

Oliva

Carta a Mª Jesús

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Mª Jesús junto a Hna. Mª Julia durante un encuentro de la UNER de León.

velan la riqueza, el colorido carismá-tico, la diversidad de razas y lenguas, la eclesialidad, la alegría y las sorpre-sas que enmarcaron cada jornada. Los temas que trataron las conferencias, los talleres, los momentos de oración y otras actividades previstas para ca-da día fueron: «A la escucha de la lla-mada», «En el corazón de la frater-nidad», «Las esperanzas y las angus-tias del mundo» y «En la Iglesia co-munión».

La propuesta fue, por la mañana, escuchar; por la tarde restituir (com-partir, dialogar); y por la noche cele-brar y testimoniar. También resona-ron las palabras anuncio, encuentro y belleza, que fueron haciendo arder cada vez más nuestro corazón.

Los días previos nos acercamos al Instituto Patrístico Augustinianum, donde recogimos la mochila con to-dos los materiales para organizar ca-da jornada, y en la que también en-contramos un bolígrafo, la creden-cial, un pin, una gorra con signos dis-

tintivos y llenos de color. Las calles de Roma se fueron tiñendo de reli-giosos y religiosas con mochilas y go-rras de colores, por los que nos fui-mos reconociendo y empezamos a sentirnos familia aún antes de comen-zar el encuentro.

El martes 15, a las 20:30 nos en-contramos en la Plaza San Pedro don-de celebramos una Vigilia de oración, presidida por el Arzobispo Secreta-rio de la CIVCSVA, monseñor José Rodríguez Carballo, o.f.m., y anima-da con cantos a cargo de hermanos de la Comunidad de Taizé.

El miércoles 16, y como cada ma-ñana, nuestro encuentro inició en el Aula Pablo VI en el Vaticano, con un momento de oración compuesto de textos bíblicos, reflexiones y cantos en varios idiomas. Luego de la ora-ción se presentaron diversas confe-rencias. En esta primera jornada los temas ofrecidos fueron, en primer lu-gar, «Despertad al mundo: Evange-lio, Profecía, Esperanza», a cargo del

cardenal João Braz de Aviz, Prefecto de la CIVCSVA. Continuó el Arzo-bispo Secretario, monseñor José Ro-dríguez Carballo, o.f.m., cuya exposi-ción giró en torno a las palabras evan-gélicas «Maestro, ¿dónde vives? Ve-nid y lo veréis». Luego de un descan-so disfrutamos de otras dos interven-ciones: «Como una pluma en las ma-nos de Dios. Guiados por el Espíri-tu» (Fabio Ciardi, o.m.i.) y «En la Iglesia, lugar de la escucha y del en-cuentro» (Mary Melone, s.f.a.). La mañana finalizó con algunas pregun-tas de los jóvenes religiosos, que ama-blemente contestaron los ponentes, este primer día relacionadas con el te-ma de la vocación y la llamada de Dios a su seguimiento.

Encuentro Mundial de Jóvenes Consagrados

Del 15 al 19 de septiembre se realizó en Roma un Encuentro Mundial para jóvenes consagrados y consagradas, organizado por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA), en el marco del Año de la Vida Consagrada. Un grupo de Misioneras Eucarísticas de Nazaret participamos en el mismo, y compartimos nuestra experiencia con todos los lectores de la revista.

Más de 5000 jóvenes religiosos, de unas 500 congregaciones se dieron cita junto al papa

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Durante cada tarde se ofreció la po-sibilidad de participar en talleres por grupos lingüísticos para compartir y profundizar los temas escuchados du-rante la mañana, y luego celebrar jun-tos la Eucaristía. A partir de las 19:30. la propuesta era recorrer un camino, que podía ser el camino del anuncio (itinerarios de evangelización y tes-timonio), el camino del encuentro (itinerarios nocturnos por las calles de Roma con Organizaciones socio-eclesiales), el camino de la belleza (itinerarios para vivir la belleza a tra-vés del arte). También se dispusieron iglesias para la adoración eucarística, la alabanza y la intercesión, y con con-sagrados a disposición para la escu-cha y para celebrar el sacramento de la reconciliación.

Encuentro con el papaSin duda, un día especialmente inten-so y emocionante fue el jueves 17 al hacerse presente en el Aula Pablo VI el papa Francisco. La audiencia de es-te día fue inolvidable para todos, al dirigirse de manera directa con un mensaje especial a los consagrados allí reunidos, en un ambiente tan fes-tivo y esperanzador.

Sus palabras, las respuestas que dio a tres preguntas que le hicieron jóvenes consagrados, así como todas las intervenciones, fotos y vídeos del encuentro se pueden encontrar en la web oficial: giovaniconsacrati.che-min-neuf.fr. Uno de sus consejos que compartimos y anhelamos quienes sentimos con fuerza la llamada a se-guir a Jesús Eucaristía fue: «Sed hom-bres y mujeres de adoración».

Luego del encuentro con el santo padre y después de un breve descan-so continuaron las intervenciones de

Paul Bere, s.j., con el tema «Vivir jun-tos y estar unidos (Sal 133,1): raíces bíblicas de la fraternidad religiosa» y Junkal Guevara, r.j.m., que habló de «Una Iglesia en Betania. Familia, Fe y Testimonio».

El viernes 18 se centró en el tema de la misión en nuestro mundo de hoy, y las conferencias fueron: «La misión como mística del hacerse cer-cano a la luz de la Escritura» (Andr-zej Wodka, c.s.s.r.), «La misión de la vida consagrada en la Iglesia hoy: un compromiso socio-ambiental» (Mª Inés Vieira Ribeiro, m.a.d.) y «Pasar por el mundo haciendo el bien. Ins-trumentos del amor de Dios» (Fabio Ciardi, o.m.i.). La mañana finalizó con una mesa redonda donde se abrió un espacio de diálogo muy interesan-

te, con preguntas de los participantes y respuestas de los ponentes.

Música, baile, magiaAl finalizar los talleres y la Eucaristía de esta tarde del viernes nos dirigi-mos a la Plaza San Pedro donde dis-frutamos de un animado encuentro con música, baile, magia, danza y tes-timonios de religiosos jóvenes de di-versos continentes, reunidos en tor-no al lema «Despertad al mundo». Fue un momento de fiesta, de gozo, de testimoniar y contagiarnos de la alegría y creatividad que brotan del encuentro con Cristo y de la vivencia de compartir la fe.

El sábado 19, luego de la oración de la mañana tuvimos un coloquio fi-nal con el Prefecto de la Congrega-

ción, cardenal João Braz de Aviz y el Arzobispo Secretario, monseñor Jo-sé Rodríguez Carballo, o.f.m., cuyas intervenciones fueron muy interesan-tes, iluminadoras y cercanas a nues-tra realidad.

Misa en San PedroEl broche de oro de todos estos días de gracia fue la Celebración Eucarís-tica en la Basílica de San Pedro, pre-sidida por el cardenal Prefecto. Esta se realizó al mediodía, y así se dio por finalizado el encuentro.

Pero aún nos quedaba un regalo extra, ya que una preciosa prolonga-ción del encuentro fue una invitación que nos hicieron a todos los partici-pantes a celebrar la Memoria de los Santos y de los Mártires con una vi-

gilia de oración en los foros imperia-les de Roma, comenzando en el An-fiteatro Flavio y finalizando frente al Coliseo. Este camino lo recorrimos haciendo memoria del Vía Crucis de Cristo y recordando a tantos hom-bres y mujeres consagrados que en este tiempo, como en otras épocas de la historia, han testimoniado al Señor con la entrega de la propia vida. Por-tando nuestras velas encendidas, acom-pañamos la cruz con nuestra oración, con cantos y peticiones organizadas en tres estaciones, escuchando testi-monios de diversos mártires de ayer y de hoy.

Días colmados de graciaAdemás de participar en el Encuen-tro, los días vividos en Roma han si-

do de mucha riqueza para conocer lu-gares importantísimos de nuestra Igle-sia, siguiendo las huellas de los Após-toles, de los Santos y los Mártires, de la tradición cristiana que se conserva en tantas basílicas, iglesias, monu-mentos, museos de esta gran ciudad. Por todo ello, por los momentos com-partidos en comunión y fraternidad, no podemos dejar de cantar al Señor con corazón agradecido y decirle: ¡Gracias! Sí, ¡el Señor ha estado gran-de con nosotras, y estamos alegres! ¡Gracias Señor!

Nos despedimos con unas pala-bras de la Vigilia de oración del mar-tes en la Plaza de San Pedro: «Pre-guntaos si Jesús sigue siendo el pri-mero y único amor. Solo si él ocupa vuestro corazón, podréis amar en la verdad y la misericordia a toda per-sona que encontréis en vuestro cami-no, porque habréis aprendido de él lo que es amor y cómo amar. Solo en-tonces sabréis amar de verdad, amar con mayúscula, porque tendréis su mismo corazón.

María, madre de los consagrados: vuelve a todos los consagrados esos tus ojos misericordiosos y alcánzanos de tu Hijo y Señor nuestro el don de la fidelidad. María, virgen hecha Igle-sia, que nunca nos falte el vino de un amor apasionado por ti y por cuan-tos encontremos en nuestro camino. María, Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa del Espíritu Santo, camina con nosotros por los sende-ros de la vida y alcánzanos del altísi-mo, omnipotente y buen Señor, el don de hacer en todo momento lo que él nos diga. Fiat, fiat, amén, amén». ( José Rodríguez Carballo, o.f.m. Vi-gilia de oración, 15/9/2015).

Mª Andrea Chacón Dalinger, m.e.n.

El santo padre nos animó para que fuéramos hombres y mujeres de adoración

Por la mañana se nos invitaba a escuchar; por la tarde, a restituir; por la noche, a testimoniar

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N osotros, al acercarnos a la figura del Beato y co-mo Familia Eucarística

que ha recibido el mandato del Señor de eucaristizar con pa-labras y obras, es bueno que siempre nos hagamos esta pre-gunta: ¿a quiénes busco?, ¿a quiénes quiero contagiar la ale-gría de creer?, ¿a quiénes voy a servir?

EvangelizadoresEs bueno desde cualquier ins-tancia eclesial plantearse estas preguntas y más al comienzo de un curso pastoral. Don Ma-nuel tenía claro que sus pen-samientos sobre la catequesis iban dirigidos a seminaristas, sacerdotes jóvenes, a los pa-dres y madres de familia, a las Marías y Juanes, a los catequis-tas, a los alejados. Y tú, ¿al co-menzar este curso a quién va dirigida tu tarea evangelizado-ra? ¿A quién te vas a dirigir pa-ra testimoniar tu amor por Je-sús Eucaristía?

Don Manuel, al comenzar este libro que nos ocupa en es-te curso a modo de lectura–formación permanente, no so-lo se pregunta a quiénes bus-ca sino también se formula otra

interesante cuestión: ¿Qué es cate-quizar? Descubriremos que cate-quistas somos todos si escuchamos la respuesta que da el Beato:

«Catequizar es enseñar gradual-mente la letra del catecismo, vivien-do su espíritu y haciéndolo vivir, con gracia sobrenatural y natural, de estos cuatro modos: orando y haciendo orar, narrando y hacien-do narrar, representando y hacien-do representar, practicando por la piedad y la liturgia, y haciéndolo practicar» (p. 14).

Palabra a palabraComo siempre, son muy interesan-tes las palabras que con suma finu-ra enlaza Don Manuel, palabras que nos permiten adentrarnos por los caminos de la misión.

Enseñar gradualmente: ense-ñar quiere decir educar, dar a co-nocer, presentar a alguien algo que no conocía. Es verdad que la fe es un don, que se recibe gratuitamen-te, pero también es algo que se pue-de educar, enseñar, porque la fe se

contagia por el testimonio y la pala-bra. Y enseñar poco a poco, pensan-do en el destinatario y su proceso vi-tal, es decir enseñar gradualmente, será lo que nos permita sentar las ba-ses de lo esencial.

La letra del catecismo, viviendo su espíritu y haciéndolo vivir con la gracia: transmitir la fe no es solo en-señar la letra del catecismo, que es le-tra muerta sino se acompaña de la vi-vencia, sino vivir conforme a la gra-cia, abriéndonos a la presencia de Dios que nos busca y que tiene las respues-tas a los grandes interrogantes de la vida humana. Catecismo, vida y espí-ritu que van unidos por la gracia.

Orando y haciendo orar: la fe se contagia y se transmite desde una vi-da profunda de oración, silencio y escucha de la Palabra. El evangeliza-dor ha de procurar vivir la oración para ser así maestro de oración, acom-

pañando a otros por los caminos del Espíritu.

Narrando y haciendo narrar: ca-da uno estamos llamados a saber na-rrar la historia que Dios va haciendo en nosotros. En la medida que vamos creciendo en vivencia de fe, de comu-nidad y de servicio vamos creciendo en experiencia de salvación. De esta manera narramos y contamos lo que Dios por pura misericordia ha hecho con nuestro barro.

Representando y haciendo repre-sentar: la fe está llamada a hacerse vi-da, vida coherente que interpela y construye. Representar en nuestra vi-

da lo que somos, es decir, hijos ama-dos de Dios, revestidos de una digni-dad que nos hace participar del mis-terio trinitario...

Practicando por la piedad y la li-turgia, y haciendo practicar: es una de las dimensiones fundamentales de la fe, su celebración. Catequizar es sa-borear la liturgia y celebrar la fe de la Iglesia que nos abre el corazón, cono-ciendo y amando cada signo, por pe-queño que sea.

Todos necesariosAl comenzar este curso y con él, la lectura comunitaria de Cartilla del ca-tequista cabal os invito a que descu-bramos que, en la tarea de la evange-lización, todos somos importantes y que catequistas somos todos, porque a todos se nos dirige el mismo man-dato: Id y anunciad.

Sergio Pérez Baena, Pbro.

El beato Manuel González al comienzo de su obra Cartilla del catequista cabal se hace una pregunta que tendría que resonar siempre en el corazón de todo evangelizador: ¿A quiénes busco? Don Manuel, como obispo y primer catequista de su Diócesis, al hacerse esta pregunta está dirigiendo su mirada de buen pastor hacia los destinatarios de su palabra, de su mensaje, de su pastoreo.

Una nueva sección, una nueva oportunidad de formación

Comenzamos una nueva sección en El Granito de Arena dedicada especialmen-te a la formación de los miembros de la Familia Eucarística Reparadora. En sus líneas se irán desglosando, delineando, aclarando y exponiendo los textos más significativos del libro que, cada año, la Delegación General de la FER propone para nuestro estudio. Este año, como se ha informado oportunamente, dedicare-mos nuestro estudio a Cartilla del cate-quista cabal.

Este breve opúsculo, editado por primera vez en 1936, cuenta con seis ediciones. La última (y a la que hacen referencia las páginas citadas) de agosto

de este año. En las Obras Completas del beato Manuel González se encuentran recogidas algunas de sus páginas en los números 4686-4701.

Queremos, de esta forma, poner un nuevo granito de arena para que los miembros de nuestra Familia Eucarís-tica crezcan cada día más en el carisma recibido. Creemos que puede ser de uti-lidad para todos nuestros lectores pero, de manera especial, para quienes son animadores de grupos UNER y para quienes no pueden asistir a las reunio-nes de grupo por diversos motivos.

El responsable de esta sección se-rá D. Sergio Pérez Baena, sacerdote,

asesor UNER de la diócesis de Zaragoza y apasionado Discípulo de San Juan.

Formación carismática

Transmitir la fe no es solo enseñar la letra del catecismo sino vivir conforme a la gracia

Preguntas que esperan nuestra respuesta

Como miembros de la FER, todos estamos llamados a evangelizar

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Orar con el obispo del Sagrario abandonado

A sí lo expresa este salmo que, en los labios de Cristo resucitado, en el  Cenáculo, apareciéndose

a los suyos, se traduce en  el gran anuncio de la misericordia divina y de la misión del ministerio de los Apóstoles: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu San-to. A quienes  les  perdonéis los pe-cados les quedan perdonados; a quie-nes se los retengáis les quedan rete-nidos» (Jn 20, 21-23).

Estamos a las puertas del Año de la Misericordia y Francisco, nuestro actual papa, en la bula Misericordiae Vultus, encomienda a la Iglesia, enca-recidamente, ser instrumento de la misericordia divina: «La misericor-dia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Todo en su actua-ción pastoral debería estar revestido por la ternura con la que se dirige a los creyentes; nada en su anuncio y en su testimonio hacia el mundo pue-de carecer de misericordia. La credi-bilidad de la Iglesia pasa a través del

camino del amor misericordioso y compasivo. La Iglesia vive en un de-seo inagotable de brindar misericor-dia» (MV 12).

Los pastores de la Iglesia, obispos y presbíteros, estamos llamados, de manera especial, a ser instrumento de la misericordia divina a través del Sacramento del Perdón, acudiendo ellos mismo como penitentes, con frecuencia y verdadero dolor de los pecados, a este sacramento. Así lo se-ñala Francisco: «Nunca me cansaré de insistir en que los confesores sean un verdadero signo de la misericor-dia del Padre. Ser confesores no se improvisa. Se llega cuando, ante to-do, nos hacemos nosotros penitentes en busca de perdón. Nunca olvide-mos que ser confesores significa par-ticipar de la misma misión de Jesús y ser signo concreto de la continuidad de un amor divino que perdona y que salva» (MV 17).

Cuando el beato Manuel Gonzá-lez comenta el episodio de la madre cananea que pide a Jesús la liberación

de su hija, poseída por el demonio, nos dice: «Toda la vida de aquella po-bre mujer estaba concentrada en es-tos dos puntos: la gran miseria de su hija y la infinitamente mayor miseri-cordia de Jesús. ¿Quién pondrá en contacto una y otra? ¿Quién traerá la miseria al camino de la misericordia y quién detendrá a esta ante aque-lla?». Continúa explicando cómo se unen miseria humana y misericordia divina: «Esa, esa es la obra grande del Espíritu Santo por medio de la ora-ción. Doblar las rodillas, extender los brazos y abrir las bocas de la miseria y mover los pies y abrir las manos y el Corazón de la misericordia en di-rección y provecho de la miseria de rodillas y con los brazos y la boca abiertos» (OO.CC. I. n. 945).

Nuestra oraciónLa oración confiada, insistente, hu-milde, como la de aquella madre ca-nanea, que busca la liberación de su hija, ha de ser nuestra oración: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de Da-

vid. Mi hija tiene un demonio muy malo» (Mt 15, 22). Cuatro notas esenciales reúne esta oración, según D. Manuel: ¿Cómo ora esta mujer? Con decisión, con fidelidad, con hu-mildad y perseverancia heroicas, con persuasión inquebrantable.

Así ha de ser nuestra oración: de-cidida, fiel, humilde, perseverante, persuasiva. Con una oración así, po-dremos experimentar la acción trans-formadora del Señor interviniendo en nuestra vida, llenándonos de mi-sericordia que perdona todo si vamos a Él humildes y arrepentidos, liberán-donos de todo mal y de los engaños del diablo: «Vosotras, almas con mi-seria y lástimas, ¡de rodillas ante la misericordia, extendedle vuestros bra-zos, abridle vuestras bocas!... y si os parece que se calla, que se pasa o que os deja sin deciros ni daros nada..., más aún, si vuestra miseria aumenta, seguid de rodillas, insistid, discutid..., a más silencio suyo más clamores vuestros, y estad seguras de que ante la misericordia de Jesús el triunfo es siempre de la miseria de rodillas...» (OO.CC. I. n. 946).

Buenísima receta orante nos ofre-ce el beato Manuel González para acu-dir a la oración: ponerse de rodillas ante el Sagrario, pedir con insistencia su misericordia, entender el silencio de Dios como llamada a más súplica, confiar en su eterna misericordia, sa-ber esperar su intervención en nues-tras vidas.

Hoy, delante de Jesús Sacramen-tado, también nos ponemos de rodi-llas ante su Presencia real y sacramen-tal, en gozosa adoración, en confian-

za absoluta en su infinita misericor-dia, porque Él ha venido para ser el Salvador de todos los hombres y no quiere que se pierda ninguno de los que el Padre le ha dado. Adoremos con suma humildad esa Presencia eu-carística de nuestro Redentor; pidá-mosle su misericordia para nuestros familiares y amigos que están lejos de la Iglesia, para los que están poseídos por el maligno y necesitan liberación, para los que explotan a los pobres y los débiles en el trabajo para que se conviertan a la verdad y repartan sus bienes: «Aquel día pediréis en mi nombre y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mis-mo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios» (Jn 16,26-27).

Oración inicialOh Dios, Padre de la misericordia, que no te cansas nunca de perdonar, derrama tu Espíritu Santo sobre la Iglesia y sobre cada bautizado, para que vivamos en permanente cami-no de conversión, nos acerquemos a ti humildes y arrepentidos, y po-

damos gozar de tu abrazo de Padre cada vez que volvemos a tu regazo paterno. PNSJ.

Escuchamos la PalabraMt 15, 21-28.

Escuchemos nuevamente al beato Manuel González«La oración de la madre cananea: La página en que el santo Evangelio des-cribe esta oración y el milagro que por ella se obra, casi no necesita ex-plicación, ya que basta su simple lec-tura. Hagamos, sin embargo, algunas ligerísimas observaciones.

Quién ora. Es una madre con una gran pena: su hija poseída y horrible-mente atormentada por el demonio. Una mujer lo más extraña a Jesús, di-ré más, enemiga de raza y de religión de Jesús, a fuer de cananea y de gentil.

Cómo ora. 1.º Con decisión. Pi-soteando sus odios y prejuicios de ra-za y de religión.

2.º Con fidelidad. En adivinar y aprovechar el paso como escondido de Jesús por su tierra y en hacer caso del Espíritu Santo que por dentro, sin

Sal 118,1

Así canta la Iglesia en la octava de Pascua, a través de este salmo que hizo suyo nuestro Señor Jesucristo a lo largo de su vida («el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación»), salmo que expresa cómo Él ha resucitado de entre los muertos («este es el día que hizo el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo»), cómo pasó toda su vida haciendo el bien y liberando a los oprimidos por el diablo («es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente»).

Letanía de la misericordiaRespondemos: Porque es eterna su misericordia.

u Dad gracias al Creador de todas las cosas.u Dad gracias al que no se cansa nunca de perdonar.u Alabad al Padre que envió a su Hijo como Salvador.u Alabad al Hijo que dio su vida como víctima de propiciación por nuestros pecados.u Bendecid al Espíritu Santo que derrama gracia tras gracia.u Adorad a la Santísima Trinidad que habita en el corazón de cada creyente.u Adorad al Dios Amor que tiende continuamente su mano al pecador arrepentido.u Adorad a la Trinidad Santa que quiere que todos los hombres se salven y lleguen

al conocimiento de la verdad.

«Cristo y la mujer cananea». Pieter Pietersz Lastman (1617). Rijksmuseum, Amsterdam.

«Dad gracias al Señor porque es bueno,porque es eterna su misericordia»

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Apreciado lector: Como seguramente sabrás, astrónomos de la NASA han descubierto recientemente el Kepler-452 b, un planeta situado fuera del Sistema Solar, a una distancia de nosotros de 1.400 años luz y que posee unas dimensiones parecidas a las de la Tierra.

F ue descubierto gracias al telesco-pio espacial Kepler. Dicho pla-neta está girando a una distancia

tal de su estrella que le permite tener agua líquida en su superficie. Las po-sibilidades, pues, de que en él exista vida son muy grandes.

Con motivo de tal descubrimien-to, el P. José Gabriel Funes, astróno-mo y sacerdote jesuita, ha publicado un interesante artículo en L’Osservatore Romano (31/07/2015), en el que afir-ma que «la pregunta sobre la vida ex-traterrestre es una constante en la his-toria del pensamiento filosófico y re-ligioso». Y seguidamente va expo-niendo los criterios que sobre el te-ma sostuvieron algunos pensadores como san Alberto Magno, Nicolás de Cusa o Giordano Bruno, los cuales coinciden en defender la existencia de «otras tierras», es decir, de otros mundos habitados. También hace re-ferencia al astrónomo jesuita del si-glo XIX, el p. Secchi, el cual estaba to-talmente convencido de la existencia de otros planetas habitados por seres inteligentes.

Grandioso y sobrecogedorNo sé, estimado lector, si en alguna de mis anteriores cartas tuve ocasión de decirte que soy un apasionado de la Astronomía. Tengo varios libros con fantásticas fotos del Universo to-

¿Estamos solos en el universo?madas por el telescopio espacial Hub-ble, al igual que bastantes vídeos so-bre Astronomía y un telescopio re-flector que me permite contemplar no solo nuestro Sistema Solar, sino también galaxias situadas a varios mi-llones de años luz de la Tierra. Siem-pre que leo un libro de Astronomía o uso el telescopio me siento impresio-nado por la enorme inmensidad del Universo. Es algo grandioso, sobre-cogedor.

Baste tener en cuenta que nues-tra galaxia (la Vía Láctea) contiene más de 200.000 millones de estrellas de todas las edades. Tiene forma de espiral y es más bien pequeña si la comparamos con otras galaxias del Universo. Alrededor de la mayoría de esas estrellas giran incontables pla-netas, en muchos de los cuales es pro-bable que exista vida. Y si ahora pen-samos que galaxias como la nuestra (y también mucho más grandes) exis-ten miles de millones empezaremos a darnos cuenta tanto de la grande-za del Universo como de la peque-ñez de nuestro planeta, algo así co-mo un simple grano de arena en la mitad del desierto.

Un largo viajePero volvamos, apreciado lector, a la pregunta que encabeza estas líneas: ¿Estamos solos en el Universo? Esta pregunta equivale a plantearse si ha-brá vida (vida con seres inteligentes) en otros planetas. No hay que ser muy sagaz para darse cuenta de que no ten-dría mucho sentido una obra tan in-mensa para que solo existiera vida en un insignificante planeta. Sería algo contra toda lógica.

Ahora bien, deducir que resulta lógico que existan otros planetas ha-

bitados por seres inteligentes no equi-vale a decir que podamos entrar en contacto con ellos, al menos, en con-tacto físico. Piensa, estimado lector, que para poder salir de nuestro Siste-ma Solar es necesario recorrer más de 10 billones (con b) de kilómetros, y esto tan solo equivale a salir de nues-tra casa. Piensa también que para que podamos llegar a planetas posible-mente habitados tendríamos que re-correr distancias de varios miles o mi-llones de años luz, lo que exigiría que una nave espacial tripulada viajase a la velocidad de la luz, algo impensa-ble y de todo punto imposible.

Según declaraciones del director del grupo de científicos de la NASA, el Kepler-452 b es el planeta que, si-tuado fuera del Sistema Solar, «está más cercano a la Tierra». Esto signi-fica que para llegar a ese más cercano planeta serían necesarios 1.400 años, pero… ¡viajando a la velocidad de la

luz! El proyecto de llegar allí hoy por hoy (y quizá en un futuro lejano) re-sulta inviable. Y no digamos nada si queremos visitar planetas, por ejem-plo, de nuestra vecina galaxia Andró-meda, situada a 2 millones de años luz… Así pues, parece lógico y razo-nable que existan en el Universo otros planetas habitados por seres inteli-gentes. La lógica y la razón así lo exi-gen. Pero otra cosa es que podamos visitarlos, dadas las astronómicas dis-tancias a que se encuentran.

Y una última consideración, ami-go lector. Es tan grandioso el Univer-so, es tal su infinita inmensidad, que quien contemplando el cielo en una noche estrellada no sienta la necesi-dad de alabar a Dios, Creador único de tan gigantesca obra, es porque al-go grave ocurre en su cerebro o en su corazón.

Cordialmente,Manuel Ángel Puga

La Vía Láctea vista desde el Observatorio La Silla, Desierto de Atacama (Chile). Foto: ESO/A. Fitzsimmons

duda, la empujaba a Jesús, a quien quizás ni conocería si no era por los rumores de la fama.

3.º Con humildad y perseveran-cia heroicas. Le llama una y muchas veces y a gritos: “Señor, Hijo de Da-vid”. Jesús no la atiende ni tampo-co la intercesión de los apóstoles en su favor, y ella, no obstante, se lle-ga a Él, lo adora y le dice: “Señor, socórreme”. Nueva repulsa de Je-sús: “No es justo tomar el pan de los hijos y echarlo a los perros”. Di-ríase que por un momento y por misterios de sabiduría de Dios, Je-sús se olvida de su ternura inagota-ble de Jesús para hablar como sus compatricios los judíos, que llama-ban perros a los gentiles. ¡Él, tan pa-ciente con los pérfidos judíos, aho-ra tan seco con la humilde y deso-lada madre! La mujer, más humil-de y más perseverante, mientras más rechazada, insiste, da la razón a Je-sús y... sigue pidiendo y esperando.

4.º Con persuasión inquebran-table de dos cosas: de la irremedia-ble miseria de su hija y de la mise-ricordia infinitamente remediado-ra del Corazón de Jesús. Y esta per-suasión, que es amor finísimo de madre y fe viva de hija de Dios, ha-ce y gana el milagro» (OO.CC. I, nn. 943-944).

Para meditar en este AñoLa mujer cananea pertenecía a un pueblo enemigo de los judíos. Si Je-sús la hubiera mirado solo con ojos humanos, la hubiera rechazado de plano. El Señor indica que los pri-meros destinatarios de su Buena No-ticia y de su Salvación eran las ove-jas descarriadas de Israel. Pero, vien-do la fe de aquella mujer y cómo se postró ante Él pidiendo ayuda, se detiene, la acoge y la escucha: «Tie-nes razón, Señor; pero también los perrillos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos».

Viendo la fe de aquella mujer, lo que había en su corazón y cómo

se preocupaba de la sanación de su hija, que tenía un demonio muy malo, Jesús exclamó: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas».

Hoy, que navegamos por mares turbulentos de desaliento, desáni-mo y desesperanza, Jesús se para a recibirnos y escucharnos si le bus-camos de todo corazón. Somos po-bres e inútiles siervos suyos. Somos pequeñez, debilidad, miseria. Pero Él es el rostro de la misericordia del Padre. Él nos invita hoy a fiarnos de su Palabra, como la mujer cana-nea: «Qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas». Y si así nos fiamos, seguro que también en no-sotros, poseídos de tantas esclavi-tudes, acontece como en la hija de aquella mujer: «En aquel momen-to quedó curada su hija».

Esta es la clave: una fe muy gran-de y un enorme deseo de su sana-ción espiritual, de su perdón con-tinuo, de su transformación prodi-giosa, para vernos libres de los en-gaños permanentes del maligno. Así lo rezamos cada día en la oración que nos enseñó Jesús: «No nos de-jes caer en la tentación y líbranos del mal». Pidámoslo con fe, con perseverancia, con humildad. Él nos escucha siempre: «Si el afligido in-voca al Señor, Él lo escucha y lo sal-va de sus angustias» (Sal 34, 7).

Oración finalOh Santa Trinidad, Comunión per-fectísima de las Tres Personas, Amor eterno e infinito en continua comu-nicación, moved los corazones de todos los creyentes en Cristo a acu-dir a la medicina de la misericordia en el seno de la Madre Iglesia, pa-ra que esta se presente ante los hom-bres como madre amable para to-dos, benigna y paciente, llena de misericordia y bondad, acogedora y cercana para con todo los hijos que viven lejos de ella. PJNS.

Miguel Ángel Arribas, Pbro.

Cordialmente, una carta para ti

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Con mirada eucarística

L a sonrisa de los niños sabe a fe. Es una fe pura, no contaminada, que apunta al origen de donde

vienen, sin duda alguna de los brazos del Dios bueno que los deposita en los límites de esta tierra nunca del to-do comprendida y con mucha fre-cuencia desolada. Es una fe que apun-ta al futuro, un futuro que tienen que contestar con su libertad bajo el bra-

zo y las oportunidades que les ofrece el recorrido del viaje, el viaje que les ha tocado ya hecho y que tendrán que hacer en lo que puedan. El misterio de la fe es el misterio del ser humano.

La sonrisa de la feSon felices, están rodeadas de los se-res queridos, sus padres que han pe-dido su bautismo, los familiares que

las miran embobados, los abuelos que recuerdan a unos niños que, hoy adul-tos con destino, hace ya años sonreían de igual forma y con los mismos plie-gues de ternura entre los labios.

Recuerdan que hay otros niños que nunca serán bautizados en tan-tos lugares del planeta Tierra, que se-rán niños soldado, que abrazarán con-tra su pecho un arma de más estatu-ra que la suya y dispararán muerte por sus cañones porque así han sido en-señados, serán niños explotados que trabajarán horas y horas sin luz, sin

distinguir día de noche, en sitios co-chambrosos porque también así han sido enseñados, niños que pasan ham-bre y sed, sucios como el barro, que incluso encontrarán su final buscan-do un mundo algo mejor que el suyo, el que les ha tocado en suerte.

Después del bautizo nos iremos tranquilamente a comer en familia. Daremos gracias a Dios por tantas gracias. Diana y Almudena siguen son-riendo, como cualquier niño del mun-do que ha tenido la suerte de nacer.

Hijos del mismo DiosPorque todos los niños son hijos de Dios. Jesús de Nazaret los amaba con locura: «Dejad que los niños se acer-quen a mí. ¿Por qué se lo impedís? El Reino de Dios es para los que se pa-recen a los niños y os aseguro que quien no reciba el Reino de Dios co-mo un niño no entrará en él» (Mc 10, 14-15). Estas niñas que estamos bau-tizando tienen la dicha de poder co-nocer algún día a Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios.

Pedro, un sacerdote bueno (y ami-go), acaba de convocar en torno a él a todos los niños asistentes al bauti-zo. Quiere mostrarles lo que signifi-ca cuanto estamos contemplando, quiere rememorar con ellos su pro-pio bautismo, quiere decirles que hay dos niñas que, como ellos en su día, pertenecen a la Iglesia de Jesús de Na-zaret, quiere explicarles que son hi-jos de Dios aunque no lo entiendan del todo o entiendan poco o no en-tiendan nada, quiere decirles que un día se preguntarán por el sentido de su existencia, de su vida y de su muer-

te. Sobre todo, quiere manifestarnos a todos, a los niños y a los que un día lo fuimos, que hay un modelo que se llama Jesús de Nazaret, un modelo de carne y hueso que se puede ver, que se puede tocar.

Blancos o morenos, hayamos na-cido en la cristiana Europa o en la cris-tianizada América, creyentes o ateos, vestidos con gala o con harapos, har-tos de comer o muertos de hambre, felices o desdichados, queridos u odia-dos, todos somos hijos del mismo Dios aunque nos cueste saberlo, aun-que no nos lo creamos, el Dios que nos espera al final con sus brazos de eternidad abiertos. Por cierto, la igle-sia del bautizo se llama Iglesia de la Resurrección.

El agua de la vidaEl evangelista Marcos termina el pa-saje citado con estas palabras: «los abrazaba[ Jesús] y luego ponía sus ma-nos sobre ellos [los niños] para ben-decirlos» (Mc 10, 16). Cuando el sacerdote vierte el agua sobre estas dos niñas y pronuncia las palabras «yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo», en ese mismo instante se está produciendo un abrazo bendecido de Jesús de Na-zaret con ellas, en ese momento el agua toma la corriente de la vida au-téntica, la vida que consiste en ser ni-

ño y comportarse como un niño en el camino que se empieza a recorrer.

Sabemos que hay otros caminos, que hay caminos tortuosos, ásperos, mortíferos, incomprensibles. Como bien sabéis, hace poco un niño sirio de tres años, de nombre Aylan, apa-reció en las primeras páginas de to-dos los periódicos, abrió las portadas de todos los noticiarios, estremece-dora imagen de un niño muerto en brazos de su padre que buscaba para él un espacio mejor para su vida. El agua en este caso se convirtió en agua de muerte y sacudió las conciencias de nuestra comodidad y nuestra dis-tendida compostura. Hay preguntas incómodas que tienen difíciles res-puestas. Pero el agua de Dios, agua de Dios que existe en Jesús de Naza-ret, es siempre agua de vida.

Celebramos el abrazo de dos ni-ñas con el Jesús de los niños. Pode-mos hablar de nuestra alegría y de nuestro contento porque afortunada-mente el amor está presente entre no-sotros. El abrazo con Dios es un abra-zo con el Amor, sí, escrito con mayús-culas. En su nombre nos hemos reu-nido más de dos. Desgraciadamente hay muchos niños Aylan que obligan a preguntas que no tienen respuesta o al menos no tienen respuesta des-de nuestra contextura humana.

Almudena y Diana son nuestras nietas. Se han dormido. Su cara de porcelana sonrosada se parece a la presencia de Jesús en la Eucaristía. Pensamos que la vida consiste senci-llamente en amar, amar a todos, amar a Dios sin hacer preguntas.

Teresa y Lucrecio, matrimonio UNER

A Dios hay que amarlo sin hacer preguntasDiana y Almudena acaban de ser bautizadas. Son dos niñas mellizas de apenas seis meses de edad que no han hecho ascos al agua de la vida que les corría por su rostro sonriente.

En cada Bautismo celebramos el abrazo

de los niños con el Jesús de los niños

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Lectura sugerida

C olabora asiduamente en la re-vista La Civiltá Cattolica y es au-tor de varios libros, entre ellos

el que hoy presentamos en la lectura sugerida de nuestra revista, El sabor de la vida.

Partes del libroContiene una introducción, tres am-plios capítulos y una conclusión. Nos presenta algunos signos característi-cos de la experiencia humana, que pueden ser reconocidos en la base de la experiencia religiosa: los afectos, las relaciones, el deseo, la narración, la imaginación, el símbolo.

Según el p. Cucci, es irrenuncia-ble la lectura de aquellos signos que expresan la condición esencialmente corporal de la experiencia religiosa. No en vano la vía bíblica por excelen-cia para el encuentro con Dios es la Encarnación. Y es que entrando en uno mismo se puede reconocer la pre-sencia del misterio en la historia. Pre-

sentamos su libro deteniéndonos en algunos de los términos que él desa-rrolla en profundidad, para hacernos gustar el sabor de la vida.

La escuchaEl p. Cucci explica que hay un ele-mento importante en la vida espiri-tual que nos viene dado por el mun-do de los afectos. Cuando uno se de-cide por Dios, aunque la decisión re-quiera un alto coste, se verá siempre acompañada por la alegría de haber encontrado un bien de inestimable valor (cf. Mt 13,44). Este sentimien-to, esta sensación de paz, es típica de la experiencia religiosa profunda, ca-paz de adentrarse en lo íntimo, unifi-cando mente y corazón. Es algo que cambia radicalmente la vida. El ejem-plo de san Ignacio, santa Edith Stein y tantos otros dan fe de ello.

La Biblia reconoce la necesidad de integrar sentimientos, conocimien-to y voluntad, unificados en lo que se llama corazón-entendimiento como la sede central de la valoración y de-cisiones humanas.

La base de todo cambioEl deseo es la situación que está en la base del profundo cambio de vida, el punto central del encuentro con Dios. Es como una especie de bisagra que une conocimiento, afecto y voluntad,

presentes en el acto de decidir. Del la-tín desidus, significa falta de estrella, evoca una carencia y una tensión di-námica para alcanzar el bien corres-pondiente. El deseo empuja a vivir según una continua expansión y re-vela a la persona su infinito potencial. Abre las puertas a otros deseos, des-conociendo la palabra fin. Es propio de él expansionarse. Por su poderosa capacidad para mover a la acción pue-de constituir también un peligro. El simple sentimiento, aunque sea fuer-te e invasivo, de por sí no es sinóni-mo de verdad. Es necesario aprender unos criterios de interpretación: paz profunda, alegría interior, duración en el tiempo.

Giovanni Cucci nos dice que un deseo auténtico, capaz de afectar en profundidad a nuestro ser, compor-ta unidad, afecto y paz entre pensa-miento y afecto, intelecto y voluntad, y además no se apaga con el pasar del tiempo, sino que por el contrario, cre-ce cada vez más como el grano de mostaza (cf. Mc 4,31).

Las dificultades y los fracasos no suelen sofocar el deseo profundo, al contrario, lo refuerzan y sucede co-mo cuando se tiene sed, que aunque no se encuentra bebida no por eso se renuncia a buscarla, sino que llega un punto en que la sed ocupa todo el pensamiento y los proyectos.

San Gregorio Magno afirmaba que «una señal de que no son verda-deros los deseos es cuando se debi-litan en la espera», de ahí la impor-tancia de la «determinada determi-nación» que enseña santa Teresa de

El antídoto del miedoJesús, en libertad interior, que nace de la plena confianza en Dios y que permite que no reaccione con desáni-mo ante los obstáculos de modo de-masiado humano y violento, sino con serenidad y paz, signos que invitan a obedecer sin temor, con seguridad de que el proyecto se realizará pues-to que viene de Jesús.

La virtud y el miedoEl crecimiento de la virtud es otro cri-terio importante para reconocer el deseo profundo de reformar la pro-pia vida, reafirmándose en el bien. Se experimenta gozo de vivir, fruto de una belleza inesperada, que es carac-terística propia del deseo. En este sen-tido, desear es apostar por lo que es hermoso y merece ser vivido en ple-nitud. La belleza atrae por su capaci-dad para expresar lo que hay en el fon-do del ser.

El autor expresa ideas muy con-cretas sobre la capacidad de vivir la renuncia, la motivación, el valor y el conocimiento, hasta llevarnos al ca-pítulo central en el que nos sumerge en la decisión como mediación de la tierra. En la decisión nos vemos lla-mados a poner a prueba el deseo y, por tanto, a elegir.

Nos describe el miedo como el gran enemigo del deseo. Justamente en la Biblia, el miedo es el sentimien-to que con mayor frecuencia caracte-riza el estado de ánimo del que está lejos de Dios. Es el sentimiento do-minante de Adán, Pilatos o los após-toles antes de la resurrección. El ver-dadero enemigo es el miedo a la fra-

gilidad que no se quiere afrontar, a la intimidad que no se atreve a com-partir, miedo a otorgar confianza sin saber si valdrá la pena hacerlo. Ante esto santo Tomás nos invita al coraje, al valor, a mirar de frente al peligro en su verda-dera dimensión para poderlo afrontar ade-cuadamente. Miedo y valor son los reflejos afectivos de la dimen-sión corpórea de la existencia que tiene como objetivo poner-nos en guardia ante posibles peligros, lí-mites y fragilidades, que son situaciones ordinarias de la vida cuando son asumi-das conscientemen-te como factores de riesgo presentes en toda decisión y pue-den transformarse en ayuda que nos fortalece. La decisión es el antídoto del miedo.

«Quién decís que soy yo»Giovanni Cucci, en la conclusión de su obra nos lanza una pregunta ¿En qué Dios creemos? Y nos confiesa que «si tuviera que escoger un símbolo para representar a Dios habría elegi-do una concha, uno de esos fósiles marinos que, pese a haber estado se-pultado millones de años, cuando se

acercan al oído traen el eco del mar lejano. Del mismo modo, Dios es una voz que me habla de un misterio más grande y que nada puede borrar por-que está impreso en el fondo del al-ma y aflora cuando menos se lo espe-ra» (pp. 100-101). Como dice un gran filósofo y santo: «Está más ínti-mo a mí que yo mismo» (S. Agustín, III, 6,11). Que la lectura de esta obra nos haga gustar y disfrutar el sabor de la auténtica vida.

Mª del Valle Camino Gago, m.e.n.

El sabor de la vidaAutor: Giovanni CucciAño: 2015Páginas: 101Tamaño: 13,6 x 21 cmEditorial: NarceaPrecio: 15,60 €

Giovanni Cucci, es jesuita, licenciado en Filosofía por la Universidad Católica de Milán. Después de estudiar Teología se licenció en Psicología e hizo el doctorado en Filosofía en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, donde actualmente enseña.

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AgendaOctubre

Congreso Internacional de la Fundación Ratzinger

«La oración, fuerza que cambia el mundo» es el tema del V Congreso Internacional promovido por la Fundación Vati-cana Joseph Ratzinger–Benedicto XVI, que se celebrará en Madrid del 28 al 29 de octubre en la Universidad Francisco Vitoria, con el soporte de la Fundación V Centenario de naci-miento de Santa Teresa de Jesús.

El tema del encuentro está estrechamente relacionado con la espiritualidad de la Santa de Ávila y el pensamiento y ma-gisterio de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI.

Más de 300.000 inscritos para la JMJ 2016

Ya suman más de 300.000 los inscritos a la Jornada Mundial de la Juventud que se realizará del 25 al 31 de julio en Craco-via. La inscripción se abrió el pasado 26 de julio y, en un mes

y medio, ya se ha superado esta importante cifra. Tam-bién se pudieron inscribir los candidatos a voluntarios de corto plazo, cuya convo-catoria se hizo desde el mes de septiembre.

Ya hay peregrinos inscri-tos de países como Vanuatu (en Oceanía), Cabo Verde e Islas Cook. Cerca de la mi-tad de los grupos registra-

dos corresponden a grupos polacos. El lema de esta Jornada, coincidente con el Año de la Misericordia, será «Bienaventu-rados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericor-dia» (Mt 5,4)»

Intenciones del papa para el mes de octubre

Universal: Para que sea erradicada la trata de personas, forma moderna de esclavitud.

Por la Evangelización: Para que con espíritu misionero, las co-munidades cristianas del continente asiático anuncien el Evan-gelio a todos aquellos que aún lo esperan.

Asuntosde familia

4Domingo

2Viernes

12Lunes

27Martes

18Domingo

25Domingo

3434

FER: En 1912 el beato Manuel González fundó la Reparación Infantil Eucarística (RIE)

Iglesia: El papa Francisco preside la Eucaristía de inauguración del Sínodo sobre la familia Hasta el 25: Celebración de la XIV Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, dedicada a: «Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización»

FER: En 1935 el beato Manuel González ingresa como Obispo de Palencia

Jornada Mundial de las Misiones. El papa Francisco preside la canonización de los beatos:l Vincenzo Grossi, fundador del

Instituto de las Hijas del Oratorio

l María de la Purísima de la Cruz, religiosa de las Hermanas de la Compañía de la Cruz

l Ludovico Martin y María Azelia Guérin, esposos, padres de santa Teresa del Niño Jesús

Iglesia: El papa Francisco preside la Eucaristía de clausura del Sínodo sobre la familia

FER: En 1922 el beato Manuel González, siendo Obispo de Málaga, realiza su 1ª Visita ad limina y es recibido en audiencia por el papa Pío XI

Bodas de diamanteDies Natalis Beato Manuel González

Su felicidad eterna es continuación

de su gozo terreno por haber descubierto

que Dios mora entre nosotros en cada Sagrario

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¡Si viviéramos

nuestras misas!

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«Familias cristianasy cristianizadoras,verdaderosparaísos terrenales»

Beato Manuel González

4-25 de octubre:

Sínodo sobre la Familia

Fachada del nacimiento. Antonio Gaudí. Templo de la Sagrada Familia. Barcelona.