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57 57 Vol. 11, n.º 21 ene. - jun. 2016 · ISSn ImpreSo 1909-230X · en lÍneA 2389-7481 /pp. 57-91 | Este artículo está publicado en acceso abierto bajo los términos de la licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 2.5 Colombia. La agroecología como opción política para la paz en Colombia Agroecology as a Political Option for Peace in Colombia Laura Mateus Moreno Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia [email protected] ARTÍCULO DE REFLEXIÓN Fecha de recepción: 3 de marzo de 2016 · Fecha de aprobación: 16 de marzo de 2016 Cómo citar este artículo: ApA: Mateus, L. (2016). La agroecología como opción política para la paz en Colombia. Ciencia Política, 11(21), 57-91. mlA: Mateus, L. “La agroecología como opción política para la paz en Colombia”. Ciencia Política 11.21 (2016): 57-91.

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5757Vol. 11, n.º 21 ene. - jun. 2016 · ISSn ImpreSo 1909-230X · en lÍneA 2389-7481 /pp. 57-91|

Este artículo está publicado en acceso abierto bajo los términos de la licencia Creative Commons

Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 2.5 Colombia.

La agroecología como opción política para la paz en Colombia

Agroecology as a Political Option for Peace in Colombia

Laura Mateus MorenoUniversidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia

[email protected]

ARTÍCULO DE REFLE XIÓN

Fecha de recepción: 3 de marzo de 2016 · Fecha de aprobación: 16 de marzo de 2016

Cómo citar este artículo:

ApA: Mateus, L. (2016). La agroecología como opción política para la paz en Colombia. Ciencia Política,

11(21), 57-91.

mlA: Mateus, L. “La agroecología como opción política para la paz en Colombia”. Ciencia Política 11.21

(2016): 57-91.

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LAURA MATEUS MORENO

ResumenEste artículo aporta elementos para visibilizar la agroecología como opción política para

la construcción de paz en Colombia, en el marco de los acuerdos de tierras y desarrollo rural

que se adelantan en La Habana, Cuba. A partir del uso de documentos de análisis académicos

y políticos y del trabajo de campo realizado en el sur del Tolima, este documento se propone:

(1) realizar una aproximación teórica al concepto de agroecología; (2) contextualizar la cues-

tión agraria en el marco del conflicto colombiano y el modelo agroindustrial extractivista;

(3) analizar las implicaciónes de los problemas agrarios en la región del sur del Tolima y las

expresiones de resistencia comunitaria y (4) reflexionar sobre las fortalezas y limitaciones de

la agroecología para la construccion de paz en Colombia.

Palabras clave: agroecología, conflicto armado, desarrollo rural, extractivismo, posconflicto.

AbstractThis article contributes elements to view agroecology as a political option for peace

building in Colombia within the framework of the land and rural development agreements

made in La Habana, Cuba. The proposals resulting from using academic and political analysis

documents and from fieldwork carried out in the south of Tolima are: (1) to carry out a

theoretical approximation of the agroecology concept; (2) to contextualize the agricultural

issue within the framework of Colombia’s conflict and the extractivist agro-industrial model;

(3) to analyze the implications of the agricultural problems present in the southern region of

Tolima and the manifestations of community resistance, and (4) to ponder on the strengths

and limitations of agroecology as a means of peace building in Colombia.

Keywords: agro-ecology, armed conflict, extractivism, rural development, post-conflict.

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La agroecoLogía como opción poLítica para La paz en coLombia

1. La agroecología: de un escenario en disputa a una propuesta políticaEl término agroecología se ha transformado a través del tiempo. Des-

de sus inicios en 1950, la agroecología se ha posicionado en el campo de

la ciencia como una disciplina que comprende desde los agroecosiste-

mas hasta el sistema agroalimentario. Dotada de menor capital políti-

co, la agroecología se distancia filosófica, metodológica y políticamente

respecto a la agronomía al cuestionar el orden establecido y plantear

formas distintas de abordar las problemáticas de la agricultura actual.

La investigación de Wesel y Soldat titulada “A Quantitative and Qua-

litative Historical Analysis of the Scientific Discipline of Agroecology”

(2009), hace una aproximación histórica a la agroecología. El surgimien-

to del concepto se da en el año 1928, gracias al agrónomo ruso Bensin,

quien sugirió el termino agroecología para describir el uso de los méto-

dos de la ecología en cultivos de plantas comerciales, definiéndola como

la aplicación de los principios de la ecología a la agricultura. Entre 1930

y 1960, se publicaron importantes trabajos relacionados con agroecolo-

gía como el de Friederich, en 1930, que relacionaba los principios de la

ecología con los factores ambientales que inciden en la protección de

plantas. Esta investigación a su vez planteaba diferentes estrategias para

el manejo de plagas, incluyendo el control biológico, el rol de los hábitats

naturales y el impacto económico generado por el daño de los plaguici-

das al ambiente (Wesel y Soldat, 2009).

Posteriormente, Tischler publica el libro titulado Agroecología en

1965, en el que se analizan los diferentes componentes de los agroecosis-

temas (plantas, animales, suelos y clima) y sus interacciones, así como el

impacto que genera el manejo agronómico convencional sobre estos. Por

su parte, en 1979 las investigaciones de Cox y Atkins hacen un análisis de

los diferentes factores y las dinámicas en los agroecosistemas, relacio-

nándolas con las cuestiones políticas, económicas y energéticas, respec-

to a los sistemas de producción agrícola de los países desarrollados y en

vías de desarrollo (Wesel y Soldat, 2009, pp. 9-10).

Sin embargo, en la década de 1980 la agroecología toma una fuerza

considerable en su número de publicaciones y trabajos relacionados, de-

bido al surgimiento de los debates sobre el desarrollo sostenible. Desde

entonces, la disciplina emerge como un marco metodológico y concep-

tual para el estudio y manejo sostenible de los agroecosistemas con au-

tores como Brauns y Altieri, que incorporan dentro de la agroecología el

análisis de la industrialización de la agricultura y los impactos ambien-

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LAURA MATEUS MORENO

tales generados por el uso de herbicidas, fertilizantes y la contaminación

asociada a las prácticas de producción agrícola.

Otras orientaciones del enfoque agroecológico han surgido desde

investigaciones basadas en los sistemas agrícolas tradicionales y en los

agroecosistemas de los países tropicales. Investigaciones como las de

Arrignon en 1987 y las de Mendoza en 1981 han reconocido en esos paí-

ses, los diversos ejemplos de manejo tradicional de agroecosistemas de

base ecológica para la producción agrícola y un fuerte relacionamiento

entre cultivos, producción animal y manejo de recursos naturales (Wesel

y Soldat, 2009).

Los métodos agrícolas desarrollados por los pueblos indígenas y co-

munidades campesinas le aportan a la agroecología las bases para la for-

mulación de hipótesis y para el diseño de sistemas de producción alter-

nativos (Altieri, 1992). Por tanto, la agroecología desde su enfoque teórico

y práctico, asume una postura crítica frente al modelo de producción

dominante, puesto que se basa en los aportes de los pueblos indígenas y

campesinos y en las innovaciones de la producción alternativa, para el

desarrollo propio de las comunidades rurales.

Durante la década de 1990, la relevancia de la agroecología se forta-

leció en el contexto de las discusiones relacionadas con la agricultura

sostenible, especialmente en la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río

de Janeiro en 1992 y los convenios posteriores como el de la Diversidad

Biológica en 1994. En ese momento, se visibiliza como una práctica fun-

damental para alcanzar el desarrollo sostenible y la protección del am-

biente por su impacto en la soberanía alimentaria, la generación de em-

pleo e ingresos, la protección de los bienes naturales, la reducción de la

vulnerabilidad del sector agrario y el reconocimiento de los derechos de

los agricultores.

Es entonces cuando la agroecología adquiere especial relevancia en

los debates del desarrollo rural, especialmente en los Estados Unidos y

América Latina, al cuestionar la insostenibilidad del modelo de agricul-

tura industrial y plantear una visión alternativa de la producción, cer-

cana a la agricultura orgánica y a los sistemas tradicionales indígenas

y campesinos.

En esta construcción histórica, la agroecología pasa a comprender

el conjunto de relaciones entre los procesos de producción agropecua-

ria, los aspectos culturales, sociales y económicos que influyen en ellos,

abarcando el conjunto de relaciones e interdependiencias de lo agrario

e incorporando todos los elementos necesarios para contribuir a la sos-

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La agroecoLogía como opción poLítica para La paz en coLombia

tenibilidad del desarrollo rural, desde una perspectiva ambiental. Por

lo tanto, crea nuevas formas de conciencia social y política, nuevas he-

rramientas conceptuales y metodológicas –de campesino a campesino,1

diálogo de saberes–, para la comprensión integral de los problemas am-

bientales, económicos y territoriales y la generación de propuestas alter-

nativas que mejoren la calidad de vida, reivindiquen el conocimiento

ancestral y fortalezcan la participación política de las organizaciones en

el marco de la defensa del territorio.

La agroecologia se entiende entonces como un enfoque sistémico

que permite comprender integralmente el funcionamiento de los agro-

ecosistemas, analizar las problemáticas agrarias desde una perspectiva

ambiental y construir alternativas comunitarias para dar respuesta a ne-

cesidades concretas con autonomia, especialmente en la disponibilidad

de alimentos y agua. En este sentido se convierte en un referente para

el reconocimiento de nuevos sujetos políticos con capacidad para actuar

frente a las condiciones sociales, económicas y políticas que han desfa-

vorecido históricamente los territorios rurales.

1.1. La dimensión política de la agroecología: la resistencia de las agriculturas alternativas La expresion del desarrollo en la agricultura se ha plasmado con el

modelo de la Revolucion Verde. El nobel de paz Norman Borlaug, desta-

cado por sus contribuciones en el mejoramiento genético de variedades

de trigo e impulsor de este modelo, argumenta que la agricultura indus-

trial depende del uso de insumos químicos, de fertilizantes y plaguici-

das, del mejoramiento genético de variedades y de sembrar zonas exten-

sas con un solo cultivo, estos son elementos absolutamente necesarios

para enfrentar el hambre en los países en vías de desarrollo (1972).

El modelo hegemónico actual de agricultura industrial se difunde

bajo una dinámica económica dominante, compuesta por una variedad

de unidades regionales y nacionales interconectadas a redes de merca-

dos que alimentan el proceso de acumulación de capital. Estas redes es-

tán controladas por intereses económicos empresariales, respaldados

por gobiernos nacionales dentro de un marco institucional que fortale-

1 Metodología que se usa para promover el desarrollo de la agricultura sustentable a

partir de la difusión en las redes informales de intercambio de las prácticas diseña-

das por agricultores y promotores locales para aumentar la productividad y la resi-

liencia agroecológica en las parcelas.

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LAURA MATEUS MORENO

ce el dominio sobre las economías locales, nacionales e internacionales

(Barkin y Lemus, 2015).

A partir de argumentos como la erradicación del hambre y la pobreza,

los modelos industriales en la agricultura han implicado la transforma-

cion de vastas extensiones de tierra para la instalacion de cultivos de

alta competitividad, cuyo manejo requiere del uso de tecnología de pun-

ta y la aplicación de grandes cantidades de agroquímicos. Al respecto,

de acuerdo con la FAO (1996), durante el período 1963-1983, la produccion

total de arroz, trigo y maíz en los países “en vías de desarrollo”, aumen-

tó en un 3.8% anual que obedece principalmente a la ampliación de la

superficie cultivada. Asimismo, Altieri (2009) manifiesta que durante los

primeros años del siglo XXI, de las 1.500 millones de hectáreas agrícolas,

el 91% se dedicaba a cultivos extensivos de maíz, soya, arroz y trigo.

El caso del cultivo de la soja en el contexto latinoamericano muestra

un aumento significativo en el área cultivada, pasando de ocupar 15,28

millones de hectáreas en 1991 a 46,76 millones en 2010, es decir, un au-

mento del 203,98%; siendo Argentina, Brasil y Paraguay los países que

concentran el 96,4% del total de la superficie cultivada de soja en la re-

gión (Catacora, 2012). Esta instensificación de la agricultura ha sido posi-

ble gracias a políticas comerciales gubernamentales que promueven este

tipo de producción agrícola. De acuerdo con el Servicio Internacional

para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas (ISAAA, 2015)

para 2014, los cultivos transgénicos alcanzaron 181.5 millones de hectá-

reas a nivel mundial y un total de 18 millones de agricultores (grandes y

pequeños) insertos en esta tecnología.

La agroindustria se impone a través de un sistema de producción ba-

sado en variedades mejoradas, controladas por empresas como Monsan-

to, Bayer, Syngenta, Dow y DuPont, las cuales producen el 60% de ferti-

lizantes y herbicidas en el mundo y el 30% de las semillas certificadas

(Santamarta, 2004). Estos insumos producen más ganancias a las indus-

trias de agroquímicos que a la aplicación y manejo de las energías gra-

tuitas y no patentadas que ofrece el entorno. Es por esto que el modelo

agroindustrial no reduce el uso de insumos químicos y por el contrario,

requiere mayores cantidades para sostener los rendimientos, lo cual ge-

nera a su paso la homogenización del paisaje y efectos de distinta índole

y magnitud, tanto a nivel ecosistémico como social que afectan a agri-

cultores, campesinos y consumidores.

Dichas condiciones se mantienen bajo el postulado de que los países

en vías de desarrollo deben optar por un modelo basado en variedades

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La agroecoLogía como opción poLítica para La paz en coLombia

mejoradas (híbridas y transgénicas), en el uso de fertilizantes y plaguici-

das con el fin de producir más eficientemente y proporcionar una provi-

sión adicional de alimentos a la población y la economía, sometiéndolos

al uso de agroquímicos como único método para la producción, descono-

ciendo la aplicación y manejo de energías gratuitas y no patentadas que

ofrece el entorno natural (Mejía, 2014a).

Recientes investigaciones lideradas por Martínez-Allier y Pérez, han

identificado un aumento significativo en el número y la intensidad de

conflictos por el desarrollo agroindustrial, basado fundamentalmente

en la aplicación de agroquímicos en los campos de cultivo como método

principal para la producción de alimentos y energía, favoreciendo los

intereses de industriales, investigadores y fabricantes de insumos quími-

cos, involucrados dentro del proceso.

Las estrategias utilizadas por los modelos de producción dominante

para imponer su visión de mundo, están encaminadas a relegar los co-

nocimientos y prácticas tradicionales de las comunidades campesinas y

étnicas, lo que ocasiona su repliegue pues son vistas por los estamentos

científicos y políticos como una fuente inválida de saberes (León, 2014).

Esta desvalorización incide directamente en los procesos de acultura-

ción que han impactado históricamente a las comunidades rurales, lo

que implica una fuerte dependencia de la agricultura hacia los paquetes

tecnológicos. Esto es posible porque el modelo dominante asume que los

problemas agrarios pueden ser resueltos al margen de los agricultores,

sus maneras de pensar y de los entornos culturales y ecosistémicos que

les rodean (León, 2014). Al dejar esto de lado y con la ayuda de la ciencia

occidental, esa visión de mundo ha construido e impuesto unas formas

de producción que han disminuido el papel estratégico de las comuni-

dades rurales en la producción de alimentos sanos, en el cuidado del en-

torno natural y en la preservación de los conocimientos ancestrales y la

posibilidad de construir modelos alternativos para su propio desarrollo.

1.1.1. El rol de los Estados en el gobierno corporativo agroindustrial Los Estados, como actores fundamentales en la promoción o debi-

litamiento de modelos de desarrollo, de gobernanza y construcción de

política pública, han tenido un papel relevante en la configuración de

los modelos dominantes de agricultura industrial al promocionar incen-

tivos para la inversión extranjera y al implementar leyes de propiedad

intelectual y regulaciones de seguridad alimentaria que favorecen a las

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LAURA MATEUS MORENO

corporaciones y debilitan los medios de vida campesinos y sus sistemas

alimentarios locales. A su vez, la estrategia principal de las corporacio-

nes globales de alimentos para consolidar el modelo de agricultura in-

dustrial, desde la época de la Revolucion Verde, ha sido la adaptación a

los requerimientos del sistema mundo, ajustados a las caracteristicas del

sistema político de los Estados a nivel mundial.

Durante los años sesenta y setenta, la tendencia general entre las cor-

poraciones globales de alimentos fue apartarse de la producción directa

para dominar la agricultura mediante los insumos, controlando la venta

de semillas, fertilizantes y maquinaria, mientras que en los ochenta y

noventa se promovió el desmantelamiento generalizado de las compa-

ñías y agencias estatales. Entre tanto, con la creación de la Organización

Mundial del Comercio en 1995 y luego con los tratados bilaterales de co-

mercio, se impuso un amplio paquete de reglas neoliberales a todos los

países del mundo, que derivó en un enorme poder en manos de las cor-

poraciones transnacionales del negocio agroalimentario (GRAIN, 2012).

Las transformaciones políticas, económicas y sociales en América La-

tina a finales de los años ochenta, especialmente derivadas del Consenso

de Washington, modificaron la acción pública y las formas de organiza-

ción social e institucional de manera que se dirgieron a un modelo polí-

tico orientado por el mercado, de apropiación privada de la naturaleza,

del conocimiento y la producción (Toro Pérez, 2006). La gobernabilidad

determinada por la economía global, transformó el rol de los Estados

que, ante las presiones corporativas, redefinieron el tipo de regulación

sobre los recursos biológicos, los modos de producción y comercializa-

ción, configurando una acción pública marcada por la liberalización y

desregularización de la economía (Kloppenburg et al., 1988).

Esta intervención de lo global en las decisiones políticas se expresa

en la adopción de discursos, normas y mecanismos de acción que con-

solidan el nuevo modelo de control social, marcado por la exclusión de

las poblaciones de las instancias de decisión política, acorde con la nue-

va “gobernabilidad global sin gobierno” (Toro Pérez, 2006, p. 47). Como

consecuencia, el siglo XXI muestra un crecimiento del poder corporati-

vo de tal magnitud, que actualmente acapara la mayoría de relaciones

y eslabones de las cadenas agroalimentarias –produccion y control de

semillas, agroquímicos, siembra, cultivo, cosecha, transporte, transfor-

mación, refinación, distribución y venta– al punto de fijar las regulacio-

nes o éstandares globales de producción, mientras los Estados siguen sus

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La agroecoLogía como opción poLítica para La paz en coLombia

directrices, en una integración vertical del sistema controlado por un

reducido número de empresas (GRAIN, 2012).

La integración vertical que promueve el surgimiento de operaciones

corporativas a gran escala en diferentes países, tiene como efecto la ex-

pansión de los monocultivos. Sin embargo, como señala la organización

catalana GRAIN (2012), esta expansión no implica la producción de alimen-

tos para consumo humano, ya que la mayor área agrícola tiene que ver con

soja, plantanciones forestales, maíz y caña de azucar, sembrados con fines

industriales, que afectan principalmente los sistemas de producción cam-

pesina y la permanencia de las comunidades rurales en sus tierras.

1.1.2. La agroecología comunitaria: un nuevo enfoque para el ámbito agrarioComo respuesta a la hegemonía corporativa privilegiada como polí-

tica pública de corte neoliberal, se han gestado alternativas como la de

Albert Howard de agricultura orgánica en 1940, así como las diversas es-

cuelas agrícolas alternativas de la mano de Schumacher, Roger, Aubert,

Fukuoka, Mollison, en el contexto de la crisis energética mundial de

1970. Este también es el origen de la escuela agroecológica comunitaria,

que tendría una amplia difusión en América Latina, proveniente de la

corriente orgánica europea (Mejía, 2013c).

La importancia de las agriculturas alternativas radica en la convic-

ción de que todo ser es un proyecto de la naturaleza, y por lo tanto se

les debe respeto y derecho a la existencia. Al sentirse como parte de la

naturaleza, diversas comunidades étnicas y campesinas le otorgan prio-

ridad al cuidado del agua, de los suelos, los animales, las plantas, por ser

elementos esenciales para la alimentacion, el territorio, la cultura y la

vida (Mejía, 2013b). En esta lucha por la reivindicación de la naturaleza,

las agriculturas alternativas se visibilizan como opciones viables frente

a los modelos de producción dominantes impuestos en muchos territo-

rios. La agroecología como parte de estas, desafía la hegemonía de los sa-

beres científicos convencionales y los postulados de la agricultura indus-

trial y recoge el extenso descontento de comunidades y organizaciones

contra la exclusión, la pobreza, la desigualdad, la depredación del am-

biente y las políticas que sustentan el modelo de desarrollo dominante.

Concretamente, la agroecológía ha asumido preocupaciones y accio-

nes en temas fundamentales: gestión del agua, conservación de semillas

criollas, manejo adecuado de los suelos, sanidad de los cultivos, organi-

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LAURA MATEUS MORENO

zación de redes de comercialización, acercamiento entre productores y

consumidores, oposición a los organismos genéticamente modificados,

a las transnacionales de los agroquímicos, a los agrocombustibles, in-

cursionando en ecología política y proclamando la solidaridad entre los

pueblos (Mejía, 2014b).

En la actualidad se encuentra una gran diversidad de experiencia al

respecto, algunas documentadas por Altieri y Toledo:

[…] la manera como la agroecología ha generado y está generando una

revolución epistemológica, tecnológica y social a partir de proyectos, ini-

ciativas y movimiento en Brasil, la región Andina, México, Centroamérica

y Cuba, abre nuevos derroteros políticos para las sociedades agrarias de

Latinoamérica y conforma una alternativa totalmente opuesta a las polí-

ticas neoliberales basadas en la agroindustria y en las agroexportaciones.

(Como se citó en León, 2014, p. 233)

El surgimiento y la evolución de la agroecología como enfoque teó-

rico-práctico han abierto la posibilidad de reconocer que los saberes an-

cestrales son valiosos para entender el comportamiento del territorio y

contribuyen especialmente a la construcción de alternativas económicas

y ecológicas mucho más apropiadas que las propuestas por la ciencia y la

cultura hegemónica. Puesto así, el énfasis en los agroecosistemas tradicio-

nales, los recursos e insumos locales disponibles, en las prácticas cultura-

les y productivas tradicionales, tienen como propósito la adaptación al en-

tono natural y social; por ello las escalas, los contextos sociales, políticos

y económicos resultan determinantes para definir el tipo de agroecología

que se puede practicar en cada territorio (Kleiche-Dray y Waast, 2015).

Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente, es importante resaltar

que al ponerle el adjetivo de “comunitaria”, la agroecología pasa de ser

una opción técnica y desde la parcela, a convertirse en un paradigma

político y filosófico capaz de dinamizar las formas de organización de

los campesinos sobre sus territorios y de restaurar los ecosistemas severa-

mente amenazados y deteriorados por el modelo de agricultura industrial

(D’Alessandro, 2015), por lo que no debe ser usada como un nuevo instru-

mento demagógico dirigido hacia el mercado y la acumulacion de capital.

2. La cuestión agraria en el marco del conflicto colombianoHistóricamente, en las zonas rurales de Colombia la población ha es-

tado involucrada en la agricultura tradicional –que en general compren-

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La agroecoLogía como opción poLítica para La paz en coLombia

de el uso eficiente del entorno natural, redes de intercambio y mercados

locales para el auto sustento–. Sin embargo, las transformaciones del sec-

tor agropecuario hacia la agricultura moderna han incidido de manera

negativa en las dinámicas sociales y económicas del campo, pues debili-

tan la producción de alimentos de consumo directo, deterioran las con-

diciones de vida rural y contribuyen con la profundización de conflictos

sociales y armados (Fajardo, 2014a).

Estas transformaciones se han dado en el marco de una elevada con-

centración de la propiedad agraria, que ha estimulado el conflicto con

especial severidad en términos de muertes, destierros y despojo por

más de 50 años. Estas situaciones se relacionan con el nivel de concen-

tración de la propiedad agraria que muestra un coeficiente de Gini de

0,85 y con el uso inadecuado de las tierras, como consecuencia de una

institucionalidad frágil, permeada por los poderes terratenientes, de la

exclusión de las comunidades rurales al acceso a la tierra y por la parti-

cipación política de los sectores interesados en perpetuar las relaciones

políticas de control de la tierra y de la fuerza de trabajo; todo esto impi-

de que dichas situaciones puedan resolverse por la vía de una reforma

agraria (Fajardo, 2014a).

La violencia histórica ha condicionado el accionar de las institucio-

nes locales (estatales y comunitarias), la organización política de las co-

munidades, la configuración de redes de intercambio y la provisión de

alimentos y semillas, lo que compromete la disponibilidad y acceso a

alimentos, las prácticas de producción agrícola tradicional y la agrobio-

diversidad. Esto tiene como consecuencia múltiples desplazamientos de

las comunidades rurales y el empobrecimiento rural y urbano (Zuluaga

y Arango, 2013).

Estas consecuencias del conflicto son visibles en los casos de despla-

zamiento forzado. Según las cifras del 2014 del Registro Único de Vícti-

mas (RUV), entre los años 1990 y 2013 se registraron más de 5.085.692 de

estos casos en el país. De acuerdo con el informe ¡Basta Ya! Colombia:

memorias de guerra y dignidad (2013), el fenómeno del desplazamiento

forzado dejó un saldo de 6.000.000 de hectáreas abandonadas, gran par-

te de ellas pertenecientes a pequeños propietarios cuyos predios tenían

un área promedio de 13 hectáreas.

La apropiación desigual de tierras y territorios no solo ha tenido im-

plicaciones de tipo social y económico en las zonas rurales, sino que ha

presionado los ecosistemas, con pérdidas de biodiversidad, de hábitats,

deforestación, fragmentación, homogenización del paisaje, afectación a

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LAURA MATEUS MORENO

las culturas y saberes tradicionales, que se dan como una imposición

de determinados intereses económicos y políticos sobre los territorios.

Y son estos intereses, enmarcados en unas relaciones de poder que asu-

men a la tierra como un bien apropiable, los que suscitan un relaciona-

miento vertical y colonial con los territorios y todos los elementos que

lo componen (ecosistemas y culturas).

Concretamente, la pérdida total de bosque natural en Colombia en-

tre 1990 y 2010 fue de aproximadamente 6.206.000 hectáreas (5.4% de la

superficie del país), ubicadas principalmente en las regiones de los An-

des y la Amazonía, en función de los procesos de deforestación, instala-

ción de sistemas productivos –especialmente ganaderos–, expansión de

la frontera agrícola, colonización y concentración de tierras aptas para la

agricultura (Cabrera et al., 2011). Este proceso afectó principalmente las

interrelaciones entre las culturas y los ecosistemas, y las formas de pro-

piedad colectiva que de acuerdo al DANE (2014) representan el 30% del

territorio nacional.

El poder terrateniente y empresarial agrario en alianza con la po-

lítica tradicional, ha concentrado la tierra e impedido, mediante con-

frontaciones políticas y armadas, los intentos de reforma agraria y de

ordenamiento de la propiedad territorial a cargo del Estado, con el fin

de perpetuar las relaciones políticas propias del latifundio. A su vez,

la debilidad del Estado frente a este poder, sumado a un modelo de

producción agrícola que lo beneficia, ha incidido en la profundización

de los problemas de desigualdad y violencia, lo que genera un progresi-

vo debilitamiento de las comunidades étnicas y campesinas, percibidas

como un grupo social atrasado, ineficiente e incapaz de aportar al país

mediante la concreción de sus propios sistemas de vida. En este senti-

do, en lugar de solucionar los problemas de desigualdad, concentración,

pobreza y violencia, el modelo de desarrollo rural ha beneficiado a los

grandes propietarios bajo la idea de que la tecnificación e industrializa-

ción son el camino hacia el desarrollo.

Por tanto, las estrategias hacia el campo desde la apertura económica

en 1990, han avanzado sin que disminuyan las condiciones de pobreza y

marginalidad, lo que facilita, entre otras, el ingreso del país al mercado

mundial de drogas ilícitas (Fajardo, 2014b). Con la ampliación de la in-

fluencia de esta economía se profundizaron los impactos sociales, espe-

cialmente en la concentración de la propiedad de la tierra rural, el fortale-

cimiento de estructuras armadas ilegales, el aumento de la violencia y el

desplazamiento de la población hacia los centros urbanos (Thoumi, 2002).

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11 (21) 2016 • pp. 57-91 69

La agroecoLogía como opción poLítica para La paz en coLombia

En Colombia, el proceso de modernización de la agricultura ha man-

tenido un nivel importante de exclusión social, asociado a un desarrollo

agrícola que busca mantener los rendimientos en niveles significativos,

centralizando los procesos de producción, teniendo como consecuencia

el aumento del conflicto armado, social y ambiental que vive el país.

Esta situación obedece a que la tierra y la naturaleza en Colombia han

sido concebidas como un símbolo de poder. A través de contrarreformas

agrarias se ha determinado su acaparamiento mediante instrumentos de

política como incentivos para la empresarización, estímulos a las rentas,

transferencia de tecnología, infraestructura, apertura a mercados inter-

nacionales y las desregulaciones a la propiedad rural.

De acuerdo con Fajardo (2014a), el fenómeno de despojo de tierras a

los campesinos se ha llevado a cabo por vía de instrumentos legales de

política y el desarraigo por medio de la violencia, la militarización, la

ausencia de garantías al acceso a tierras adecuadas y el desplazamiento a

zonas inhóspitas que han expandido la frontera agrícola. Esta expansión

como consecuencia de la concentración de la propiedad rural ha genera-

do impactos ambientales:

Entre 1984 y 2011, la superficie registrada de la frontera agraria pasó

de 35.8 a 40.2 millones de hectáreas, área que fue apropiada en cerca del

24% por las fincas superiores a las 1.000 hectáreas, las cuales capturaron

más de un millón de hectáreas de la nueva frontera, cifras que solamente

representan los predios registrados. (Fajardo, 2014a, p. 40)

Las tierras despojadas, los desplazamientos forzados, masacres, ase-

sinatos y demás consecuencias del conflicto armado se han dado en un

contexto de política pública agropecuaria que privilegia las economías

del extractivismo, los proyectos de emprendimiento productivo y los es-

quemas de asociación entre campesinos y empresarios, lo que afecta al

uso y circulación de las semillas, las prácticas tradicionales, los modos

de comercialización y consumo de alimentos, vía instrumentos legales

de política, que profundiza las desigualdades sociales generando todo

tipo de violencias.

Por lo tanto, el crecimiento de las agroindustrias en detrimento de las

comunidades rurales y los ecosistemas –agravado por la extensión de la

actividad ganadera que controla la mayor cantidad de tierras con poten-

cial agrícola en el país– ha tenido como consecuencia histórica un acu-

mulado de medianos y pequeños productores con tierra insuficiente, un

debilitamiento de las economías campesinas, la persistencia de elevados

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70 Universidad nacional de colombia • FacUltad de derecho, ciencias Políticas y sociales • dePartamento de ciencia Política

LAURA MATEUS MORENO

niveles de pobreza, la permeabilidad del sistema político a las economías

ilegales y prolongación y profundización de la guerra (Fajardo, 2014b).

Estas problemáticas alcanzan mayor complejidad por la internaciona-

lización de la economía que impulsa el desarrollo de grandes proyectos

de tipo extractivista. Como consecuencia se presenta una disminución

en el abastecimiento de alimentos de producción nacional y un aumento

en las importaciones. Muestra de ello es que Colombia, en la década de

1980, contaba con una disponibilidad de más del 90% de alimentos bási-

cos y ya para la década del 2000, pasó de importar cerca de 5 mil millo-

nes a casi 9 mil millones de ellos (Fajardo, 2012, p. 36).

En estas circunstancias, la agricultura tradicional resulta minoritaria

en los usos del suelo, lo que afecta la provisión de alimentos para el con-

sumo nacional, el sustento de las familias y las economías campesinas.

De acuerdo con las Evaluaciones Agropecuarias Municipales del período

2007-2014, los cultivos de maíz, arroz, fríjol, frutales y hortalizas presen-

tan tendencias a disminuir, específicamente por las débiles políticas de

protección y la continua expansión de la agroindustria de los agrocom-

bustibles, como es el caso del cultivo de caña de azúcar en la zona plana

de los departamentos de Cauca y Valle o de la palma de aceite en el Mag-

dalena medio y la Orinoquía.

Es así como el crecimiento de las agroindustrias a partir de la gran

propiedad y la actividad ganadera avanza en detrimento de las comuni-

dades, inmersas en unas condiciones históricas desfavorables de acceso

a tierras, recursos productivos, pobreza, desarraigo forzado y conforma-

ción de una oferta de mano de obra disponible y barata en los mercados

rurales y urbanos (Fajardo, 2014b).

En estas circunstancias, el tema de la soberanía alimentaria, el recono-

cimiento político de las comunidades rurales, el cuidado de la naturaleza y

la desconcentracion de la propiedad, son estratégicos para construir paz te-

rritorial, siendo la agroecología la referencia para el proceso de transforma-

ción de las realidades del campo, por sus caracteristicas ya mencionadas.

3. La agroecología en Colombia: experiencias de resistencia frente al modelo agroindustrialLas preocupaciones por fomentar modelos de producción distintos

a la Revolución Verde han suscitado en Colombia desde la década de

los años noventa, el surgimiento de diversas iniciativas de asociaciones

de productores orgánicos. La conformación de organizaciones como el

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11 (21) 2016 • pp. 57-91 71

La agroecoLogía como opción poLítica para La paz en coLombia

Instituto Mayor Campesino (IMCA), Fundación Hogares Juveniles Cam-

pesinos, Instituto Cristiano de Formación Campesina (ICPROC), Aso-

ciación para el desarrollo campesino (ADC), Asociación Colombiana de

Agricultura Biológica y Ecodesarrollo (ACABYE), Corporación Ecológica

y Cultural Penca de Sábila y Red Colombiana de Agricultura Biológica

(RECAB), mencionadas por Tello (2011), son antecedentes de los procesos

gestados desde los territorios para confrontar las consecuencias del mo-

delo agroindustrial, el hambre y la pobreza, en el marco de la defensa

territorial, la soberanía y autonomía alimentaria.

Por la misma época empiezan a proliferar las experiencias de certi-

ficación y comercialización de productos orgánicos, lo que facilita que

los pequeños agricultores y productores empezaran a involucrarse en la

agricultura orgánica. A nivel nacional los arreglos más comunes cerca-

nos a la producción agroecológica son los agrosilvopastoriles –en zonas

costeras, de sabana, boscosas y planicies–, policultivos, huertos caseros,

sistemas de terrazas, fincas tradicionales, que involucran procesos de

abonamiento orgánico, manejo integrado de plagas, labranza mínima,

control de arvenses, diversificación, rotación de cultivos y manejo de las

áreas de conservación.

De acuerdo con el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, para

el 2010 existían 157 experiencias de agricultura ecológica certificada y

49.084 hectáreas certificadas, distribuidas en 4.731 unidades producti-

vas de pequeños agricultores (Tello, 2011). Sin embargo, como se men-

cionó anteriormente, los esquemas de certificación aplicados en Co-

lombia han sido construidos sin reconocer los contextos específicos

de las regiones y ecosistemas del país y solo dan cuenta de iniciativas

de agricultura con enfoque comercial, lo que deja de lado experiencias

agroecológicas que no hacen parte de las cifras oficiales porque no se

encuentran certificadas.

El informe de agricultura familiar agroecológica campesina de Tello

(2011), a través de un mapeo de actores, calcula que en Colombia existen

por lo menos 86.000 fincas vinculadas a procesos agroecológicos. Espe-

cíficamente, la Corporación Ecofondo ha apoyado unas 1.134 fincas agro-

ecológicas, que suman 2.525 hectáreas en todo el país, que benefician a

familias y organizaciones étnicas, de mujeres, juveniles, asociaciones,

juntas de acción comunal de origen campesino, indígena y afrodescen-

diente (Tello, 2011, p. 30).

Es así como desde un enfoque ambiental y agroecológico, en Colom-

bia se han desarrollado importantes acciones de formación, desde el co-

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72 Universidad nacional de colombia • FacUltad de derecho, ciencias Políticas y sociales • dePartamento de ciencia Política

LAURA MATEUS MORENO

nocimiento tradicional que, unido al conocimiento sobre agroecología,

educacion popular y ambientalismo, ha permitido generar procesos de

tranformación rural en el país (Acevedo, 2011). Este es el caso de las co-

munidades indígenas del sur del Tolima y las afrocolombianas del norte

del Cauca que desde la década del 2000 han incorporado prácticas agro-

ecológicas que transforman el acceso a los bienes naturales del territorio

y promueven su reapropiación.

En estos procesos de formación y práctica agroecológica el papel de

las comunidades y las ONG ha sido esencial, pese al gran desconocimien-

to de las instituciones públicas sobre este tipo de procesos en el país y la

poca participación de la academia, debido a la influencia que actualmen-

te ejerce el sector privado sobre los procesos de investigación, con fines

industriales y comerciales en las facultades de agronomía de algunas

universidades (Toro Pérez, 2014).

Puede decirse entonces que los procesos de formación y prácticas

agroecológicas en el país son una iniciativa popular que está generando

nuevas oportunidades a la población rural, a partir de la valoración del

conocimiento tradicional, la construcción colectiva de nuevos aprendi-

zajes en el marco de la cooperación para la construcción de una agroeco-

logía desde las bases (Acevedo, 2011).

De acuerdo con Acevedo (2011), la agroecología comunitaria en Co-

lombia, plasmada en una red de escuelas campesinas y de promotores

rurales, representa la iniciativa de educación rural más importante para

generar capacidades de producción agroecológica, proteger el ambiente,

la cultura y el fortalecimiento de los procesos de organización en agri-

cultores, porque cuenta con personas de las mismas comunidades como

formadores y formadoras de los procesos de transformación productiva

y social. La importancia de este proceso en el país radica en el enrique-

cimiento de los agroecosistemas gracias a la gran cantidad de agrobiodi-

versidad que se maneja, lo que mejora no solo la calidad del suelo, agua

y aire, sino la producción de alimentos, la soberanía alimentaria y en

general los medios de vida de las comunidades.

Así, cumple una función que va más allá de la producción agrícola.

Sus implicaciones políticas frente al cuidado y apropiación del ambien-

te, la recuperación del tejido social, la dignificación del trabajo y los sa-

beres, la defensa de la soberanía alimentaria y el fortalecimiento a los

procesos organizacionales a nivel local, son estratégicas para la reconfi-

guración del campo colombiano hacia nuevas formas de justicia social

y ambiental.

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La agroecoLogía como opción poLítica para La paz en coLombia

4. La región del sur del Tolima: encuentros y desencuentros de un territorio en disputa La aproximación a la región del sur del Tolima se realizó a través de

un trabajo de campo que recopiló evidencia empírica sobre el proceso

agroecológico y territorial desarrollado por la comunidad indígena Pijao.

En una estrecha relación con la organización Grupo Semillas, este traba-

jo se basó en la aplicación de entrevistas semiestructuradas a líderes de

las organizaciones indígenas y campesinas de la región y el acompaña-

miento a las sesiones de la Escuela Agroecológica y Territorial Manuel

Quintín Lame durante los ciclos del año 2014 y 2015.

Esta región está dividida entre un paisaje de sierra donde se ubican

las comunidades pijao en el municipio de Ortega, en la cordillera cen-

tral y un paisaje de valle comprendido por los municipios de Coyaima

y Natagaima (ver Figura 1). De acuerdo con el DANE (2007) hay 58.810

personas autorreconocidas como pijaos del sur del departamento del To-

lima, de las cuales el 51,3% son hombres (30.160) y 48,7% mujeres (28.650),

siendo Coyaima, Natagaima y Ortega donde se concentra el 90,1% de la

población reconocida como pijao.

Figura 1. Mapa político administrativo del departamento del Tolima. Elaborado

a partir de http://espanol.mapsofworld.com/continentes/mapa-de-sur-america/

colombia/tolima.html

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74 Universidad nacional de colombia • FacUltad de derecho, ciencias Políticas y sociales • dePartamento de ciencia Política

LAURA MATEUS MORENO

Estos municipios tienen más del 60% de su territorio en las zonas de

bosque muy seco tropical y matorral desértico y a la vez están sobre un

gran acuífero, tal y como lo describe el mito de origen del pueblo Pijao

(Castrillón y García, 2014). Su principal cuenca es la del río Saldaña, ubi-

cada al sur del departamento en límites con el departamento del Huila,

seguida del río Chenche y el río Anchique, de menor tamaño pero de

igual importancia para el abastecimiento de los acueductos urbanos y

veredales de la región y para la agricultura.

La vocación del suelo de la región del sur del Tolima es esencialmen-

te agropecuaria; es la principal productora de arroz, algodón y sorgo del

Tolima y cuenta con otros cultivos importantes como el plátano, maíz,

caña panelera, frutales y pasto. De acuerdo con información de la Go-

bernación del Tolima (2013), los usos del suelo más representativos del

sur del Tolima están comprendidos por la ganadería que ocupa un total

de 1.167.557 hectáreas de pasto y 673.294 bovinos, seguido del cultivo de

arroz con 101.110 hectáreas, maíz con 37.938 hectáreas, algodón con 10.967

hectáreas y sorgo con 9.500 hectáreas.

Las tierras de los valles del rio Saldaña y Magdalena donde se encuen-

tran las comunidades pijao de Coyaima y Natagaima tienen una fuerte

inclinación a la erosión, al ser terrenos con afloramiento rocoso, salinos

y ácidos, expuestos a extensos períodos de sequía y fuertes aguaceros que

arrasan las capas del suelo. A su vez, el manejo inadecuado de la ganade-

ría extensiva, la agricultura mecanizada, el uso intensivo de agroquími-

cos, la tala, quema y la concentración de tierras productivas, son factores

que han propiciado un deteriorado ambiental severo en la región.

El despojo territorial y exterminio ocurridos desde la colonia y la

apropiación de tierras por parte de terratenientes en el periodo republi-

cano, han determinado la situación actual de tenencia y uso de la tierra

y han propiciado profundas transformaciones en la región del sur del To-

lima. Concretamente, la lucha por la tierra es el factor que, incluso antes

de la invasión española, ha dado sentido a la existencia física y espiritual

de las comunidades pijao que habitan actualmente estos municipios.

La resistencia histórica al despojo, junto con los procesos de adapta-

ción a las condiciones ecosistémicas, determinan las formas en que el

pueblo pijao se identifica y apropia el territorio. Muestra de ello es el en-

tendimiento que tienen sobre las dinámicas del agua y la organización

de sus sistemas de vida en torno a ella, el trabajo comunitario y la siem-

bra de alimentos propios en una zona con vocación agrícola, pese a la

presencia de grandes extensiones de ganadería, la porcicultura y pesca.

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La agroecoLogía como opción poLítica para La paz en coLombia

En palabras de un médico ancestral de la comunidad indígena Chapine-

ro Loany Toy, en el municipio de Ortega:

En la cosmovisión pijao la tierra es el sustento…ahí nace la cultura, la

historia, el alimento… la tierra se siembra en canales con forma de espiral

o de serpiente, para que el agua fluya de sur a norte por todo el rededor.

Se debe sembrar en horas de la mañana o la tarde para darle la espalda

al sol. En estas se siembran las hortalizas como la remolacha, zanahoria,

lechuga, el repollo. Se hacen debajo del Iguá porque es un árbol que crece

y permite crecer debajo al cachaco, al maíz, refresca y alimenta el suelo.

(Médico ancestral, 2015)

Concretamente, los periodos de guerra desde 1950, produjeron el des-

plazamiento de la mediana y pequeña propiedad y decaimiento de la

producción agrícola en las regiones aledañas al Tolima, lo que da paso al

establecimiento de ganaderías extensivas y a la acumulación de capital

por la vía del despojo que influiría en el auge posterior de la agricultura

mecanizada productora de materias primas (Fajardo, 2014b).

Adicionalmente, la región ha sido objeto de las ocupaciones militares

a cargo del Frente 21 de las FARC y el Bloque Tolima de las AUC, que des-

ataron la violencia contra la población y ocasionaron el desplazamiento

entre 1985-2015 de por lo menos 34.530 personas (campesinos e indíge-

nas), de acuerdo con el RUV. Esto incentivó la concentración de tierras en

manos de los grandes propietarios de la zona que a 2015 tuvo un índice

de Gini entre 0,74 y 0,8, en el que los municipios de Coyaima y Natagai-

ma presentan grados más altos de concentración de la propiedad de la

tierra en esta región (INCODER, 2012).

El modelo regional de desarrollo económico y productivo promueve

el crecimiento de los sectores industriales que mantienen relaciones la-

borales precarias con la población campesina e indígena. En la región, se

afianza la gran propiedad a causa de que en la estructura agraria predo-

mina la figura del latifundio –al igual que en el país– y que hacen falta

políticas públicas sociales y económicas coordinadas, sumado a proce-

sos de segregación y violencia armada que trastocan a los territorios pi-

jao y a sus figuras de ordenamiento.

Esta situación ha dado paso a conflictos históricos entre los grandes

propietarios y los campesinos e indígenas por la distribución de la tie-

rra, la desconcentración del poder político y el reconocimiento de las

distintas territorialidades que allí convergen. Las comunidades pijao, en

concreto, están organizadas en 77 resguardos coloniales en un total de

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76 Universidad nacional de colombia • FacUltad de derecho, ciencias Políticas y sociales • dePartamento de ciencia Política

LAURA MATEUS MORENO

24.450 hectáreas. De estos, solo 21 están formalizados con título privado

y colectivo, lo que resulta insuficiente para satisfacer las necesidades te-

rritoriales de los indígenas. En un contexto de presiones históricas por

parte de inversionistas externos por la propiedad de las tierras producti-

vas de la región, hay un grueso de la población indígena que está a la es-

pera de que le sean reconocidas y adjudicadas sus tierras (Acevedo, 2013).

Esto explica, en parte, que las políticas de gobierno departamental se

centran en la promoción de los factores para el crecimiento económico

de la región, encabezadas actualmente por las locomotoras para el desa-

rrollo, la estrategia nacional de consolidación territorial, la atracción de

capital y tecnología del sector privado, el crecimiento de la infraestruc-

tura, las figuras de alianzas públicas-privadas y los esquemas de asociati-

vidad entre empresarios y pequeños productores.2

Muestra de ello es el megaproyecto del Distrito de riego del triángulo

del Tolima que abarca 34.143 hectáreas en los municipios de Coyaima,

Natagaima y Purificación y la extracción de 2.899.837 barriles de crudo

en el municipio de Ortega desde 2012 a cargo de Ecopetrol y en 2015 en

cabeza de la empresa estadounidense Hocol. Estas iniciativas hacen par-

te de las locomotoras de desarrollo nacional que buscan, por un lado, el

crecimiento agroindustrial de la región, priorizando a sectores exporta-

dores, a la conformación de clústeres y cadenas productivas que adopten

paquetes tecnológicos y, por otro, explotar los recursos no renovables del

sur del Tolima con el fin de alcanzar las metas de crecimiento económi-

co departamentales y nacionales.

En este sentido, las políticas extractivas minero-energéticas, de in-

fraestructura y agroindustriales en la región, se constituyen como una

amenaza para las comunidades pijao y sus derechos al territorio, la con-

sulta previa, al ambiente sano y a su pervivencia cultural, al verse limita-

das por las nuevas dinámicas que estas actividades introducen.

No obstante, la persistencia de estos sistemas productivos tradiciona-

les indígenas, caracterizada por el uso de una gran variedad de especies

criollas resistentes a la sequía, los cultivos comerciales de ciclo corto y

la ganadería extensiva se ha dado en un contexto adverso. De acuerdo

con Acevedo (2013), durante los años sesenta y setenta predominaron los

cultivos de tabaco y ajonjolí; en los años ochenta y noventa los cultivos

2 Véase Gobernación del Tolima: “Ahora sí, oportunidades para el crecimiento y la

competitividad del Tolima. Fortalecimiento de los sectores estratégicos para, el de-

sarrollo económico del departamento” (2013, pp. 247-310)

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La agroecoLogía como opción poLítica para La paz en coLombia

de algodón y sorgo; y, a partir del 2000, tuvo auge los cultivos de arroz

bajo riego, algodón y maíz transgénico que aún persisten en la actuali-

dad. Al respecto, de acuerdo con información de Agro-Bio (2015), en el

Tolima el área sembrada de maíz transgénico resistente a insectos (Bt),

tolerante al herbicida glifosato (RR) y el Bt/RR es de 15.504 hectáreas y el

algodón transgénico, con las mismas características, ocupa un total de

7.343 hectáreas.

El contexto ambiental de la región ha estado marcado por afectacio-

nes relacionadas con el crecimiento económico, urbanístico, de infraes-

tructura, la concentración de tierras, el aumento de cultivos industriales

de arroz, algodón y sorgo, el uso desmedido de agroquímicos y la imple-

mentación de organismos genéticamente modificados, que para el año

2015 sumaban 22.847 hectáreas.

De acuerdo con la Corporación Autónoma Regional del Tolima (Corto-

lima, 2016), debido a las altas temperaturas y a la reducción de lluvias en

un 70%, durante los primeros meses de 2016 los principales ríos del de-

partamento redujeron su caudal en un 50%, siendo las fuentes hídricas

de Natagaima, Coyaima, Ortega, Chaparral y Purificación las más afec-

tadas, comprometiendo el riego de cerca de 10.000 hectáreas de cultivos

anuales, transitorios y los pastos. Esta situación se ve agravada por el au-

mento en la ocurrencia de incendios forestales –1.906 casos reportados

en el año 2015–, transformación del paisaje, procesos de desertificación

–clasificados por Cortolima como muy alto (10% del territorio)– y tránsi-

to de climas húmedos a áridos y semiáridos. A su vez por conflictos en el

uso del suelo en 1.305.285 hectáreas, principalmente por deforestación,

aumento de la ganadería extensiva, ampliación de la frontera agrícola y

uso inadecuado de los suelos de ladera (IGAC, 2014).

En síntesis, el modelo de desarrollo rural de la región, basado en tec-

nologías que deterioran el ambiente, el paisaje y la base natural represen-

tan un gran riesgo para la permanencia de las comunidades pijao en el

sur del Tolima, así como sus procesos organizativos. En este sentido, el

apoyo a nuevas propuestas de desarrollo rural alternativo, basadas en un

enfoque territorial y ambiental, pueden constituir la base para construir

un proceso local, de reivindicación comunitaria que busque el bienestar

para la región (Acevedo, 2013).

4.1. Proceso agroecológico y territorial en el sur del Tolima Los municipios de Coyaima, Natagaima y Ortega en el sur del Tolima,

albergan el 90% de la población indígena pijao. La mayor parte del terri-

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78 Universidad nacional de colombia • FacUltad de derecho, ciencias Políticas y sociales • dePartamento de ciencia Política

LAURA MATEUS MORENO

torio está en las zonas de vida de bosque muy seco tropical y matorral

desértico. Los indígenas pijao han habitado el territorio del sur del To-

lima milenariamente, lo que les ha permitido adaptarse a las condicio-

nes naturales, a partir de técnicas y estrategias de subsistencia, como la

definición de las actividades de siembra y cosecha a partir de las épocas

de lluvia y las fases lunares, la rotación y asociación de cultivos tradicio-

nales como el maíz, yuca, plátano y fríjol, así como el trabajo en minería,

pesca y fabricación de artesanías durante el verano.

En la región del sur del Tolima, gran parte de los suelos se encuentran

degradados y los efectos de las sequías son cada vez más frecuentes y

prolongados, lo que agudiza la pobreza de las familias y los impactos del

conflicto armado, social y ambiental en la región, lo que limita no solo

el acceso a tierras suficientes para los pijao, sino las posibilidades de sub-

sistencia de las comunidades indígenas y campesinas que dependen de

la ganadería y de la agricultura tradicional.

Conscientes de las consecuencias de esta situación ambiental, en

compañía de la Corporación Unidades Democráticas para el Desarrollo

(CEUDES), las comunidades indígenas pijao desarrollaron una propues-

ta de tejido social, ambiental y económico, basado en la capacidad de

transformación de las mujeres de los resguardos indígenas. Esto permi-

tió la conformación en el año 2.000 de una organización de mujeres de

los municipios de Coyaima, Natagaima, Ortega y Chaparral, denominada

Manos de Mujer, que agrupa alrededor de 2.000 mujeres de la región (AS-

FUMUJER, 2014).

Esta organización estableció un conjunto de estrategias organizativas

para la gestión del territorio y la satisfacción de necesidades concretas.

La construcción de acueductos comunitarios para los cabildos de Colo-

po y Chenche Agua Fría, fue el inicio de las iniciativas en defensa del

territorio y recuperación de las tradiciones pijao, como el cuidado del

ambiente, la recuperación de las semillas criollas y la producción local

de alimentos.

Es desde allí que el trabajo de la tierra, a partir de principios agro-

ecológicos empieza a tomar relevancia para la producción de alimentos

sanos, ya que se empiezan a involucrar el uso de insumos locales, con su-

ficiente disponibilidad para el autoconsumo y para el intercambio local,

evitando deteriorar la base natural, pues se entiende que la agricultura

depende del uso racional del agua, el suelo y la agrobiodiversidad.

Los conocimientos en agroecología se han adquirido en el marco de

proyectos de asociación con ONGs presentes en la región. Este proceso

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La agroecoLogía como opción poLítica para La paz en coLombia

ha permitido crear sinergias y construir espacios de transformación polí-

tica y cultural a través de la reivindicación del quehacer pijao en el terri-

torio del sur del Tolima y los medios de vida de los indígenas, constitu-

yendo sujetos políticos que se apropian de las realidades que los afectan

y las alternativas viables para superarlas.

La experiencia agroecológica que tuvo Manos de Mujer es la base para

la configuración del proceso de la Escuela Agroecológica y Territorial

Manuel Quintín Lame en el sur del Tolima. A partir del año 2012, la ONG

Grupo Semillas junto con las organizaciones regionales: Consejo Regio-

nal Indígena del Tolima (CRIT), Asociación de Cabildos Indígenas del

Tolima (ACIT), Federación Indígena de Cabildos del Tolima (FICAT), Aso-

ciación para el Futuro con Manos de Mujer (Asfumujer), Asociación de

Mujeres Indígenas y Campesinas de Coyaima (Manos de Mujer), Asocia-

ción de Usuarios del Distrito de Riego Triángulo del Tolima (UTRITOL),

implementaron esta estrategia para la formación de líderes y represen-

tantes de diversas organizaciones para la adquisición de herramientas

conceptuales y técnicas que les permita defender el territorio frente a las

amenazas de los modelos de producción insostenible.

Esta escuela de formación agroecológica es una propuesta de articu-

lación e investigación local que reconoce los saberes ancestrales de las

comunidades indígenas, con enfoque de género y basado en la metodo-

logía Investigación-Acción-Participativa (IAP). A su vez involucra el aná-

lisis de las políticas rurales y ambientales asociadas al modelo de desa-

rrollo económico y aporta una visión territorial de la región que permite

dimensionar las implicaciones políticas de las transformaciones socia-

les, ambientales y económicas del territorio.

La formación de alrededor de 100 líderes que hacen parte de las or-

ganizaciones regionales, no solo brinda herramientas y capacidades pro-

ductivas y políticas para la defensa del territorio, también se constituye

en un espacio de convergencia y articulación de estas y de la inclusión en

sus agendas políticas de estrategias relacionadas con la gestión del agua,

la recuperación de semillas criollas, la adaptación al cambio climático y

la producción de alimentos sanos, entre otras.

Pese a las limitaciones técnicas de las organizaciones para el trabajo

coordinado, el espacio de la Escuela ha permitido que los líderes visi-

bilicen desde una perspectiva política las condiciones, problemáticas y

realidades de las comunidades y las potencialidades de cada uno de los

territorios que hacen parte del proceso. Adicionalmente ha permitido

reforzar el sentido de pertenencia con las formas tradicionales de pro-

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ducción plasmados en el huerto pijao y las innovaciones que aporta el

enfoque agroecológico, adaptado a las condiciones y a la cultura del te-

rritorio del sur del Tolima.

Es de resaltar que en el año 2014, la consolidación de los resultados

del proceso de formación de la Escuela Agroecológica Manuel Quintín

Lame, permitió implementar estrategias de tipo organizativo y produc-

tivo en los resguardos de Ilarquito (Coyaima) y Pocará (Ortega) por 43

familias (235 personas), tendientes a frenar la degradación del ecosiste-

ma y a transformar el territorio desde una perspectiva ambiental. Las

prácticas de reordenamiento productivo de la ganadería de doble pro-

pósito mediante la adopción de sistemas silvopastoriles, la adaptación

de los huertos tradicionales al cambio climático mediante las cosechas

de agua, los abonos verdes, el aumento de la agrobiodiversidad y la re-

cuperación de semillas criollas resistentes a la sequía, son evidencia del

proceso de apropiación territorial, concientización y reivindicación de la

cultura pijao, a partir del trabajo comunitario y organizado.

La agroecología se ha convertido en un enfoque estratégico indispen-

sable para lograr la sostenibilidad ambiental, la gestión de los ecosiste-

mas, el territorio y la producción local de alimentos sanos para la conse-

cución de la soberanía alimentaria. A partir de técnicas agroecológicas

de producción agrícola y pecuaria, la recuperación de suelos, gestión del

agua, uso y manejo de semillas criollas y nativas, adopción de sistemas

silvopastoriles y agroforestales como estrategia adaptativa al cambio cli-

mático, se ha evidenciado un aumento en las coberturas de los suelos y

en la diversidad de los agroecosistemas.

En la actualidad no se cuenta con una cuantificación de las coberturas

establecidas, ni un inventario completo de las variedades de semillas que

se maneja en los huertos pijao. Sin embargo, los resguardos indígenas, con

el apoyo del Grupo Semillas y la organización alemana GIZ, han definido

un sistema de monitoreo a partir de indicadores productivos para medir

el impacto de las prácticas agroecológicas en términos de gestión del agua,

recuperación de semillas criollas, adopción de sistemas silvopastoriles,

fertilidad de los suelos y planificación predial, aplicados a nivel de finca.

El manejo de los sistemas productivos agrícolas ha prescindido pro-

gresivamente del uso de abonos químicos, plaguicidas y semillas forá-

neas, no solo porque representan mayores costos de producción, sino

porque restan autonomía a los agricultores e implican contaminación

de suelos, agua y alimentos. En cuanto a la producción pecuaria, la ga-

nadería bovina es la principal actividad, por lo que se busca a través de

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La agroecoLogía como opción poLítica para La paz en coLombia

sistemas silvopastoriles, hacer un cambio del paisaje y de la funcionali-

dad del mismo, sin tener que erradicarla, ya que se ha vuelto parte de la

cultura y del territorio pijao. Se destaca también la producción de galli-

nas y pollos criollos a través de empresas comunitarias, especialmente

en los resguardos de Tamirco y Pocharco en el municipio de Natagaima.

Con este conocimiento se busca generar valor agregado a la produc-

ción y comercialización de productos como el maíz, yuca, plátano, arroz,

hortalizas, sábila, gallinas, huevos, entre otros, para generar ingresos y

sostener sus sistemas de vida pijao o simplemente para hacerlos más

viables y eficientes en el contexto actual de la región. Sin embargo, el

modelo de desarrollo rural en el sur del Tolima, basado en el crecimiento

económico, en el uso y extracción ilimitada de los bienes naturales con-

tinúa impactando negativamente los territorios, la cultura indígena, los

ecosistemas y los medios de vida de las comunidades pijao y campesinas

que allí habitan.

4.1.1. El rol de las mujeres en las prácticas de agroecología comuntaria en el sur del Tolima La situación de las mujeres pijao en el sur del Tolima no escapa de la

realidad en la que viven la mayoría de mujeres en Colombia y en América

Latina. La falta de reconocimiento del trabajo que hacen desde la casa, la

parcela, la comunidad y toda la responsabilidad que se les atribuye no se

visibiliza en el ámbito familiar y comunitario ni su aporte al desarrollo

regional y nacional.

En la práctica, las mujeres pijao del sur del Tolima intervienen direc-

tamente en la producción de alimentos y son un pilar fundamental en la

agricultura, además de ser las responsables de las actividades domésticas

y la crianza de los hijos. Son las mujeres las que asumen el papel de selec-

cionar las semillas, de criar los animales menores, de conservar el agua,

de cosechar los alimentos, prepararlos, comercializarlos en los mercados

locales y de fabricar las artesanías.

La relación entre la tierra y las mujeres pijao se caracteriza por las

continuas luchas territoriales de los indígenas, que han determinado la

estructura social y cultural de estas comunidades en términos del tejido

social, el arraigo territorial, las prácticas productivas y espirituales. Una

de ellas argumenta que “la tierra nos da la vida, nos alimenta, nos cuida;

es una mujer. Así como la mamá alimenta a sus hijos, los amamanta, así

hace la tierra con nosotros”.

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La resistencia al despojo y al desplazamiento a través de la produc-

ción de alimento, ha sido la principal estrategia de las mujeres pijao para

defender y permanecer en el territorio. Con los periodos de violencia ar-

mada en la región, el asesinato de los hombres, el desplazamiento de las

familias y el debilitamiento de las dinámicas organizativas, las mujeres

pijao asumieron el papel de cabezas de hogar, de madres solteras y se

apropiaron el territorio a partir del alimento como garantía de supervi-

vencia, como estrategia de retorno y de transformación territorial. Así lo

expresa una de las estudiantes de la Escuela Agroecológica y Territorial

Manuel Quintín Lame:

La alimentación basada en la comida tradicional es una práctica por

parte de los pijao que permite la subsistencia, la construcción de comuni-

dad, porque mantiene el pensamiento y la espiritualidad de los indígenas.

La diversidad de cultivos juega un papel muy importante en este pro-

ceso, porque permite garantizar el autoconsumo, la cría de animales y la

generación de ingresos para las familias. A través de la siembra asociada

en los huertos tradicionales pijao, las mujeres obtienen cilantro, yuca,

arracacha, zanahoria, frijol, cebolla, tomate, habichuela y plantas medi-

cinales, que se utilizan principalmente para el consumo en las casas, al

igual que el maíz y el plátano que también se destinan para el intercam-

bio y la comercialización en las plazas de mercado local.

Con la conformación de la organización Manos de Mujer en el año

2000 y de la Asociación para el Futuro con Manos de Mujer –Asfumu-

jer– en el 2010, que agrupan más de 2.000 mujeres de los municipios de

Coyaima, Natagaima, Ortega y Chaparral en torno a la producción de ali-

mentos sanos con enfoque agroecológico, las mujeres del sur del Tolima

han hecho visible su papel en la defensa de la soberanía y la autonomía

alimentaria dentro de sus comunidades, de manera que recuperan el te-

rritorio sembrándolo.

Pese a que las oleadas de violencia paramilitar en la zona desde el

2002 afectaron el proceso agroecológico adelantado por la organización

Manos de Mujer, ellas continuaron con la reivindicación de la agroecolo-

gía y la soberanía alimentaria como estrategias de resistencia que deben

ser reconocidas por el Estado e incorporadas dentro de las exigencias del

movimiento indígena.

En este contexto, la agroecología para las mujeres del sur del Tolima

ha permitido satisfacer las necesidades familiares y de las parcelas, prin-

cipalmente con la disponibilidad de alimentos y de agua. Para las indí-

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La agroecoLogía como opción poLítica para La paz en coLombia

genas que la practican, la agroecología tiene múltiples sentidos y benefi-

cios. En palabras de una custodia de semillas de Coyaima, esta filosofía

siempre ha hecho parte del quehacer pijao:

…el principal aporte de este proceso es que nos enseñó las técnicas agro-

ecológicas a las mujeres y hombres pijao... nosotros desde mucho antes te-

níamos claro que había que abonar naturalmente, que había que tener mu-

cha cantidad de cultivos, juntarlos, desde nuestra cosmología… pero con

la técnica se empoderó a la comunidad y se le dio más fuerza al proceso.

La construcción del concepto de agroecología popular y desde la base

por parte de las comunidades pijao ha sido esencial para la apropiación

de sus principios, prácticas y su sentido político transformador, como la

han descrito Manos de Mujer y la Asociación para el futuro con Manos

de Mujer Asfumujer:

La agroecología es una alternativa de construcción de vida para el pue-

blo pijao que permite mejorar la calidad de vida y la relación entre las

comunidades, su medio natural y espiritual; permite hacer un uso res-

ponsable de los bienes naturales garantizando la permanencia de las co-

munidades en el territorio, fortalecer la cultura y prácticas ancestrales a

partir de la agricultura, mantener la economía familiar y ejercer autono-

mía. (2014, p. 6)

El pensamiento agroecológico en el sur del Tolima se alimenta de

los saberes de las mujeres para la producción de alimentos, la medici-

na tradicional, la conservación de las semillas criollas de frijol, plátano,

yuca, caña, coca y maíz, del uso de abonos orgánicos en los huertos y del

manejo de los espíritus frío y caliente, propios de la cosmología pijao.

Es también el principal referente para la recuperación de los ecosiste-

mas deteriorados por la agricultura industrial, la ganadería extensiva y

el acelerado proceso de desertificación que se presenta en la región. En

palabras de una indígena pijao del municipio de Coyaima, el trabajo co-

munitario, la producción local de alimentos y el cuidado de la naturale-

za son la clave para resistir y pervivir:

El trabajo familiar y colectivo nos da la subsistencia. El papel de no-

sotras las mujeres ha sido el de cuidar las huertas, las gallinas criollas, el

bosque, el agua, las semillas…porque no hay nada más bello que trabajar

con la conservación de las semillas, las plantas; ese amor de trabajar la

tierra, porque se garantiza que se van a producir los alimentos propios en

nuestros territorios.

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Las enseñanzas de Manos de Mujer han permitido que las comunida-

des pijao comprendan la importancia de abordar las temáticas ambien-

tales, territoriales, sociales y económicas de forma integral, para la for-

mación, capacitación e implementación de propuestas alternativas agro-

ecológicas que mejoren la calidad de vida, reivindiquen el conocimiento

ancestral y fortalezcan la participación política de las organizaciones en

el marco de la defensa del territorio.

En este contexto, la reflexión al interior de la comunidad indígena

que identifica las necesidades y fortalezas desde lo local en la generación

de alternativas que dignifiquen la presencia étnica en el territorio, ha

sido crucial en el camino de revertir los resultados del modelo de ocu-

pación territorial de actores externos (terratenientes, ganaderos, agroin-

dustriales) que han asumido el control político y económico de la región.

Las mujeres en este sentido, desde su condición pijao, han asumido

la responsabilidad de transferir los saberes, costumbres y el significa-

do de ser indígena a niños y jóvenes, para propiciar su inclusión en las

actividades comunitarias de aprendizaje, producción, transformación y

esparcimiento, con el fin de que las nuevas generaciones asuman un rol

protagónico en la preservación de la cultura pijao. Una de las lideresas

más importantes del cabildo Chenche Agua Fría, en el municipio de Co-

yaima, manifiesta lo siguiente:

El territorio se lleva en la mente, en el corazón…la chicha, las vasijas,

las totumas hacen parte de nosotros como comunidad, nos hace nativos

del territorio, del espacio mayor que hay que defender, no solo entre los

mayores sino con los jóvenes también.

Con la agroecología se ha reivindicado el papel de las mujeres en la

construcción indígena del sur del Tolima, a partir de la medicina tradi-

cional, la defensa de las semillas criollas, del agua y el alimento. Tam-

bién como las referentes de memoria y recuperación de la identidad pi-

jao por ser las sobrevivientes de los procesos de violencia, desplazamien-

to y despojo.

En este sentido, la agroecología en el sur del Tolima en cuestión de

dieciséis años no solo ha recuperado parte de los sistemas de producción

tradicional de alimentos para el autoconsumo y la comercialización lo-

cal, sino que ha reivindicado el ser pijao dentro de las mismas comunida-

des, el papel protagónico de las mujeres, la filosofía del trabajo comuni-

tario, la organización social y el reconocimiento de sujetos políticos con

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La agroecoLogía como opción poLítica para La paz en coLombia

derechos y capacidad de transformar el territorio teniendo en cuenta sus

referentes de bienestar y desarrollo.

De acuerdo con estas reivindicaciones, los indígenas pijao están for-

taleciendo la organización social ante las amenazas del latifundio ga-

nadero, los megaproyectos de riego y extracción petrolera y en general

ante las políticas de desarrollo agroindustrial contrarias a los sistemas

de vida indígena. Como parte de sus reivindicaciones y apuesta por la

construcción de paz territorial, adelantan la declaratoria de territorios

libres de transgénicos y agroquímicos, la ampliación y legalización de

los territorios colectivos, el fortalecimiento de las organizaciones de pro-

ductores agroecológicos, redes de comercialización en los mercados lo-

cales y la generación de oportunidades, especialmente para las nuevas

generaciones (Acevedo, 2013).

5. Fortalezas y limitaciones de la agroecologia para la construccion de pazLa construcción de paz en el post-acuerdo requiere afrontar el con-

flicto ambiental, social y armado, desde el desafío político de promover

la democracia, la participación efectiva en la elaboración de una agenda

agraria, la garantía de la soberanía alimentaria, la dignidad y autonomía

de los pueblos históricamente marginados, la protección de la naturale-

za y la adaptación a las nuevas dinámicas climáticas y ecológicas.

Teniendo en cuenta lo expuesto anteriormente, la agroecología es

una opción política para las comunidades indígenas, campesinas y afro-

colombianas, porque visibiliza los conocimientos tradicionales, hace

uso eficiente de los bienes naturales, se adapta a las necesidades concre-

tas de producción de alimentos, de gestión del agua, a las condiciones

climáticas, a través del trabajo comunitario y organizado con miras a

fortalecer los sistemas productivos y medios de vida rural.

La agroecología ha sido pionera en visibilizar los conocimientos tra-

dicionales, la relación armónica con el ambiente y el desarrollo alterna-

tivo desde los principios del bien vivir3. Una de sus mayores fortalezas y

3 De acuerdo con Mejía el buen vivir es un concepto distinto al desarrollo. Es una no-

ción que apunta a reforzar la vida en comunidad sobre la base de la equidad. Es decir

que en la organización de cada sociedad “cada cual pueda acceder a un mínimo vital,

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LAURA MATEUS MORENO

aportes para la construcción de paz es su capacidad para adaptarse a las

características productivas, culturales y ecosistémicas de cada territorio,

mediante técnicas y métodos sencillos, fáciles de asimilar, para respon-

der con autonomía a las necesidades concretas de las comunidades.

En la región andina, con alta presencia de comunidades étnicas y

campesinas y de producción tradicional, muchos agricultores y agricul-

toras se han organizado en torno a la agroecología, con el apoyo de es-

cuelas de formación, proyectos solidarios con ONGs, y esfuerzos locales,

para hacer manifiesto los proyectos de vida alternativos de resistencia

frente al modelos de desarrollo rural insostenible y el conflicto.

La experiencia del sur del Tolima es una muestra del impacto am-

biental, social y político que tiene la agroecología para transformar los

territorios desde la producción de alimentos propios, el uso eficiente de

los bienes naturales y el trabajo comunitario como base para la organiza-

ción social y política. A su vez, porque ha generado las condiciones para

la recuperación del territorio y del tejido social a partir de la siembra, el

alimento, la gestión del agua y la cosmovisión, pese a las amenazas de

los modelos productivos insostenibles y la violencia armada que padece

la región.

No obstante, para que la agroecología logre aportar a este proceso, se

requiere de una estructura del Estado y un funcionamiento orientado

hacia la sostenibilidad del desarrollo rural. Es decir, que las políticas

agrarias estén dirigidas a la protección de las economías campesinas, las

comunidades rurales y sus sistemas de vida y no solo a incentivar los es-

quemas empresariales y el libre comercio, como sucede en la actualidad.

Sin embargo, la agroecología como proyecto político en Colombia en-

cuentra su mayor limitante en el actual contexto político que favorece

las agroindustrias, la ganadería extensiva, el acaparamiento de tierras y

el extractivismo. De hecho, las políticas públicas para el desarrollo rural

perfiladas para el periodo del post-acuerdo ni siquiera incorporan las

consideraciones ambientales y distributivas necesarias para la descon-

centración del poder político, económico, por el contrario, estimulan el

crecimiento de las actividades industriales y la expansión de las zonas

destinadas a la explotación de la naturaleza.

Muestra de ello es el aumento de las áreas sembradas con cultivos

transgénicos, el impulso a los paquetes tecnológicos, la implementación

para que el colectivo no se debata entre extremos abismales de riqueza y carencia”

(2013a, p. 5).

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La agroecoLogía como opción poLítica para La paz en coLombia

de leyes de propiedad intelectual a las semillas, el incentivo a la pro-

ducción de agrocombustibles y plantaciones forestales comerciales, así

como el aumento de los proyectos de extracción minera como base para

el crecimiento económico y desarrollo nacional, lo que amenaza la base

natural y social del campo y pone en riesgo la agricultura campesina y

comunitaria, en lugar de fortalecerla.

En este punto, Fajardo (2014a) puntualiza cómo los procesos de apro-

piación de tierras campesinas y baldías han beneficiado a la agroindus-

tria, al extractivismo y a los proyectos de infraestructura. En consecuen-

cia, la senda del post-acuerdo está dirigida a perpetuar la hegemonía de

los grandes dominios territoriales mediante iniciativas como el Plan Na-

cional de Desarrollo 2014-2018: Paz, equidad, educación y la figura de las

Zonas de Desarrollo Rural, Económico y Social (ZIDRES), que se encuen-

tran alineadas a las directrices de la política económica global.

En estas circunstancias y pese a que se continúe haciendo uso del

discurso de la reforma agraria y la restitución de tierras, los proyectos

de vida campesinos, indígenas y afrocolombianos siguen condicionados

por la desventaja que tienen para disputar en el escenario político, con

los poderes del sistema de producción empresarial. Este contexto plan-

tea interrogantes fundamentales sobre la capacidad de las comunidades

para defender sus territorios.

Los escenarios de desarrollo futuros prevén un modelo que incentiva

los proyectos extractivistas, que amenaza los ecosistemas y la existencia

misma de las comunidades, quienes cuentan solo con apoyos asistencia-

les que los marginalizan y aíslan a una vida de oportunidades limitadas.

De los esfuerzos que las comunidades realicen para implementar estra-

tegias alternativas para el cambio social, de transformación de las relacio-

nes de producción, que incorporen el cuidado del ambiente en el proceso,

dependerá el alcance del proyecto político campesino, étnico y popular

como una realidad en Colombia, pese al dominio que mantiene el modelo

de desarrollo hegemónico en los espacios de construcción de país.

Por último, mientras que la dominación del mercado mundial conti-

núe devastando al ambiente y acentuando conflictos sociales, las agricul-

turas alternativas como la agroecología seguirán siendo una opción políti-

ca válida para el país por el beneficio que representan para las poblaciones

locales, especialmente en el cambio en las relaciones sociales de produc-

ción, el manejo adecuado de los ecosistemas, el fortalecimiento de la auto-

nomía y soberanía alimentaria y la reivindicación de conocimientos tradi-

cionales y comunitarios como estrategia para la defensa territorial.

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LAURA MATEUS MORENO

à ReconocimientosEste artículo es producto del trabajo final de maestría en Medio Ambiente y Desa-

rrollo del Instituto de Estudios Ambientales IDEA, dirigido por la profesora Catalina

Toro Pérez y el profesor Tomás León Sicard. Hace parte también de los resultados

del proyecto Extractivismo y conflictos socioambientales en el contexto de las nego-

ciaciones de paz en el sur del Tolima, del grupo de investigación Derecho y Política

Ambiental de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales.

à Laura Mateus MorenoProfesional en Ciencia Política de la Universidad Nacional de Colombia y candidata

a magister en Medio Ambiente y Desarrollo (2016). Experiencia de trabajo de campo

con comunidades rurales y actores institucionales, aplicación de metodologías par-

ticipativas, análisis de políticas públicas ambientales, agropecuarias y procesos de

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