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CUADERNOS DE PERIODISTAS, ENERO DE 200719 CARLOS G. REIGOSA S i yo dijese que eso que llama- mos la actualidad informativa es el duro paredón ante el que cae fusilado cada día el verda- dero periodismo, seguro que muchos me descalificarían como autor de un despropósito o un exabrupto de más que dudoso gusto, ni siquiera salva- ble por la vía metafórico-simbólica. En cambio, si me limito a decir que la actualidad se ha convertido en una tupida malla que nos impide ver –a los periodistas y a todos los ciudada- nos– la realidad sobre la que se debe- ría informar, quizá todo suene me- nos belicoso y más políticamente co- rrecto, sin provocar innecesarios re- chazos de partida. Y, por supuesto, creo que nadie considerará excesiva a estas alturas la aseveración –que no es mía sino del académico Francisco Rodríguez Adrados– de que vivimos en un ambiente presentista, en el que se desprecia el ayer –el conocimien- to de nuestra propia historia– y sólo tiene valor el presente. (Como el pro- pio Rodríguez Adrados escribió, “mu- chos ya no saben diferenciar a Alejan- do Magno de Carlomagno, no saben qué es la Revolución Francesa, ni si- quiera saben quién es Franco”). Inten- taremos movernos con templanza en- tre las afirmaciones más comúnmen- te aceptadas para avanzar en estas re- La actualidad contra el periodismo Los periodistas ya no controlan la agenda cotidiana, ni eligen los contenidos, ni jerarquizan la información. Hoy la información está ‘precocinada’ por gabinetes de prensa y direcciones de comunicación. Para que esa ‘actualidad’ no esté contra el periodismo, el informador-periodista ha de recuperar los valores y prácticas de su oficio y atender la agenda informativa desde el interés general de sus lectores. Carlos G. Reigosa es director de Publicaciones, Análisis y Estilo de la Agencia Efe.

La actualidad contra el periodismo · el día en que su mensaje es la actua-lidad. Sin que el medio de comunica-ción que la difunde haya alterado –al menos aparentemente– su

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CUADERNOS DE PERIODISTAS, ENERO DE 2007—19

CARLOS G. REIGOSA

S i yo dijese que eso que llama-mos la actualidad informativaes el duro paredón ante el quecae fusilado cada día el verda-

dero periodismo, seguro que muchosme descalificarían como autor de undespropósito o un exabrupto de másque dudoso gusto, ni siquiera salva-ble por la vía metafórico-simbólica. Encambio, si me limito a decir que laactualidad se ha convertido en unatupida malla que nos impide ver –alos periodistas y a todos los ciudada-nos– la realidad sobre la que se debe-ría informar, quizá todo suene me-nos belicoso y más políticamente co-rrecto, sin provocar innecesarios re-

chazos de partida. Y, por supuesto,creo que nadie considerará excesivaa estas alturas la aseveración –que noes mía sino del académico FranciscoRodríguez Adrados– de que vivimosen un ambiente presentista, en el quese desprecia el ayer –el conocimien-to de nuestra propia historia– y sólotiene valor el presente. (Como el pro-pio Rodríguez Adrados escribió, “mu-chos ya no saben diferenciar a Alejan-do Magno de Carlomagno, no sabenqué es la Revolución Francesa, ni si-quiera saben quién es Franco”). Inten-taremos movernos con templanza en-tre las afirmaciones más comúnmen-te aceptadas para avanzar en estas re-

La actualidad contra el periodismoLos periodistas ya no controlan la agenda cotidiana, ni eligen los contenidos, ni jerarquizan la información. Hoy la informaciónestá ‘precocinada’ por gabinetes de prensa y direcciones de comunicación. Para que esa ‘actualidad’ no esté contra el periodismo, el informador-periodista ha de recuperar los valores y prácticas de su oficio y atender la agenda informativa desde el interés general de sus lectores.

Carlos G. Reigosa es director de Publicaciones, Análisis y Estilo de la Agencia Efe.

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��� La actualidad contra el periodismo

flexiones. Y veremos has-ta dónde nos llevan.

Lo cierto –lo iremosviendo en este texto– esque la ‘actualidad infor-mativa’ ya no nos deja verlo que ocurre. Ni nos lodeja ver ni nos lo permi-te contar. Porque la actua-lidad, concebida como elresultado diario de múl-tiples estrategias de co-municación urdidas en elseno de la sociedad, cre-ce en progresión geomé-trica, y a la misma veloci-dad se aleja de lo real (aveces sólo por la vía delenmascaramiento o eldisfraz). La misión de susprogramadores es hacer-nos creer que el señueloes la verdad y que detrás de él no seoculta nada. De este modo, la actua-lidad-señuelo nos ciega a satisfacción,es decir, nos impide ver y, lo que espeor, investigar y entender. El resul-tado es demoledor: los periodistas yano controlan la agenda cotidiana, nieligen los contenidos, ni jerarquizanla información. A esto se enfrenta elperiodismo de hoy. Este es su grandesafío. Y de momento no va ganan-do la partida.

Un periodista sale por la mañanade su casa y se enfrenta a un colosallistado de previsiones y convocatoriasinformativas que, de un modo defen-sivo –surgido sin duda de su propia

indefensión–, acepta eidentifica como la actua-lidad. Eso que tiene de-lante es lo mucho quehay –informativamentehablando– ese día. Sinembargo, todos sabemos–y ese periodista tambiénlo sabe– que está ante unadesmesurada oferta de in-formación ‘precocinada’por gabinetes de prensa ydirecciones de comunica-ción cuyo objetivo es laconquista de los espaciosmediáticos destinados ala actualidad. Y para con-seguir ocupar esos terri-torios periodísticos tie-nen que acertar antes acrear la información (ytambién el hecho infor-

mativo) que se va a convertir en ac-tualidad, es decir, que va a obtenerunos puestos relevantes en los me-dios. Es lo que primero vemos cadamañana en las previsiones del día co-mo surgido por generación espontá-nea de la realidad social, sin que re-flexionemos en que ha sido meticu-losamente premeditado y organizadopor alguien. ¡Pero lo ha sido! Esa ac-tualidad ha sido preparada antes enel laboratorio de comunicación per-tinente, en el que se ha estudiado lamejor forma de presentarla, el díamás conveniente, las ‘otras actualida-des’ con las que va a competir, etcé-tera. Si dejamos a un lado las pági-

La ‘actualidadinformativa’ ya nonos deja ver loque ocurre. Ni nos lo deja verni nos lo permitecontar.

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nas de sucesos, nos asombraría com-probar el altísimo porcentaje de in-formaciones que son hijas de esa la-boriosa ‘espontaneidad’.

Personalmente, me causa asombroel inmenso –y quizá desvergonzado–esfuerzo teorizador que catedráticosy expertos mediáticos están hacien-do para identificar periodismo y ac-tualidad, sin entrar en la evoluciónque cada uno de estos conceptos hasufrido en el pasado reciente y estásufriendo ahora. Sólo unos pocos lú-cidos pensadores parecen haber caí-do en la cuenta del abismo que se es-tá abriendo justamente debajo de esaunidad o fusión aparentes. Me refie-ro a Jean Bothorel, a Furio Colombo,a Gilles Lipovetsky, a Alain Minc, a JeanBaudrillard, a Alvin Toffler y a algu-nos más. Porque la realidad es que, amedida que la actualidad invade des-considerada y abusivamente los me-dios de comunicación, el periodismose debilita y retrocede, sumido en eldesconcierto y dañado; ese mismo ofi-cio que, según definiciones de anta-ño, tenía las responsabilidades socia-les de informar, formar y entretener,y que ahora ve claramente condicio-nadas y menoscabadas sus posibilida-des de ejercer esas funciones.

La situación es tan dramática –apesar de la conjura para no ver el dra-ma– que, hace ya 15 años, el brillan-te periodista francés Jean Bothorel sepreguntó en un apasionante ensayopublicado en la Revue des deux mondes:“¿Puede hoy, en Francia, un periodis-

ta ejercer su oficio?”. Y no tuvo el me-nor reparo en responder: “No”. Y aña-día: “Yo tengo el sentimiento de queel periodista ya no existe. Y en cuan-to a la opinión pública, es demasia-do poco consciente de la extraordina-ria degradación que afecta a este ofi-cio, y de las razones de esta degrada-ción”. ¿Por qué lo decía? Porque em-pezaba a ser consciente, desde unalucidez precoz, de la enorme ‘tran-substanciación’ que se estaba produ-ciendo en el periodismo francés y oc-cidental y que afectaba directa y per-niciosamente a su propio oficio. E in-sistía en lo de oficio, porque lo queestaba viendo era que la nueva deno-minación de ‘profesional de los me-dia’ ocultaba un significado distinto,por no decir –como él dice– casiopuesto, ubicado en las antípodas.

¿Qué había ocurrido? Entre otrascosas, que había llegado la televisión,con “la omnipresencia de la imagen”dictando su ley y creando lo que Fu-rio Colombo llamó “un Disneylandiade las noticias”, cada vez más lejos delperiodismo y más cerca del espectá-culo. Pero, sobre todo, lo que habíacambiado de un modo radical –res-pecto de los años sesenta y setentadel siglo pasado– era la propia nocióndel oficio. El periodista de la objeti-vidad y de la observación comprome-tida, reconocible por su voluntad deindependencia, por sus conviccionesprofundas y por su propia individua-lidad (a veces exacerbada), había sidorelevado por el profesional de la im-

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��� La actualidad contra el periodismo

parcialidad y la neutrali-dad que pretende contarlos hechos situándose(“privilegio de los dioses”,dijo Bothorel con revela-dora ironía) por encima delas informaciones que di-funden. Este cambio esen-cial en el rol del informa-dor llevó a muchos vete-ranos del oficio a hablarde “la muerte del perio-dista”. Y la prueba la en-contraban en que –comoescribió el propio Botho-rel– los medios de comu-nicación “ya no reclutanperiodistas, reclutan pro-fesionales”, es decir, téc-nicos de la ‘informaciónpura’, que ya no es másque una mercancía comocualquier otra. “A partir de lo cual”,sentenció Bothorel, “toda reflexión sevuelve inútil, ya que la informaciónse basta a sí misma”. Estaríamos, se-gún él, en la ideología de la tecnocra-cia, y el periodista ya no sería un tra-bajador intelectual que se indigna,desprecia o maldice; por el contrario,se habría convertido en un profesio-nal sereno, aséptico, pragmático, par-tidario del consenso y defensor de to-dos los conformismos dominantes.

¿Tanto han cambiado las cosas? Ysi han cambiado tanto, ¿por qué hasido? La realidad es que el cambioexiste (somos cambio) y tiene una ex-plicación simple y muy socorrida. El

periodismo vivía en el ex-trarradio de los grandesintereses sociales y era unaditamento de la propiarealidad. Eran los tiem-pos en que los banquerospresumían de no salirnunca en la prensa y al-gunos de ellos habíanprohibido facilitar fotossuyas a diarios o revistas(no ser noticia era unabuena noticia). Pero sonesos mismos tiempos losque han cambiado. Hoytodos quieren verse refle-jados en los medios de co-municación y, sobre todo,quieren ver las marcas desus productos encumbra-das en el capítulo de lasbuenas noticias. Con ello,

la comunicación corporativa se hacargado de valor y de reconocimien-to, hasta el punto de considerarse ya(según un estudio de IBM y Esade) unade las cuatro claves del éxito del di-rectivo del siglo XXI (las otras tres sonla innovación empresarial, la impor-tancia de las personas y el liderazgo).El periodismo abandonó el extrarra-dio y se trasladó al centro de la ciu-dad para convertirse en el eje de lavida pública. Del ‘no querer salir enlos medios’ se pasó al ‘estar en elloscomo sea, porque el que no está noexiste’. Y así abrió sus puertas el flo-reciente negocio de las prácticas co-municativas: en la política, las em-

Cuando lainformación seconvierte en unamercancía más,es inútil todareflexión, ya quela información sebasta a sí misma.

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presas, los municipios, lamúsica, etc., porque na-da queda realmente fue-ra de su –supuesto o re-al– benéfico campo de ac-tuación. Son estos comu-nicadores los que de unmodo más claro se propo-nen incidir en la creaciónde la actualidad y en lacomposición de la agen-da del día. Basta con asis-tir a alguna de sus reu-niones para darse cuentade los múltiples concep-tos que manejan y cómobuscan la eficacia mediá-tica de sus campañas.Muy pronto, los mediosde comunicación empie-zan a sentir su aliento enel cogote y, al poco, llegael día en que su mensaje es la actua-lidad. Sin que el medio de comunica-ción que la difunde haya alterado –almenos aparentemente– su función so-cial, que es informar de lo relevante(o de lo que otros hábilmente han sa-bido convertir en relevante).

No se trata de juzgar el proceso,que no tiene nada de oculto o repro-chable, se trata sólo de describir la nue-va realidad resultante y reflexionarsobre ella. Imagínensela por un ins-tante. Miles de gabinetes de comuni-cación (propios de cada empresa o ex-ternos) se afanan en tejer día tras díauna red cada vez más tupida de ac-tualidades. Tan tupida que empieza

a opacar todo aquello queno se moviliza medianteestas nuevas técnicas.Hasta el punto de que laactualidad prefabricadaes la verdadera actuali-dad mediática, mientrasque una buena parte dela actualidad real simple-mente acaba por no seruna realidad informativa.Y en este trance estamos:con la actualidad (aque-lla de la que se nos infor-ma cada día) en una con-frontación-connivenciacon lo que queda del pe-riodismo tradicional, so-bre todo en el ámbito delos principios.

¿Es una guerra? Noexactamente. La función

del periodismo no ha cambiado, pe-ro sí que se ha alterado la forma enque comparece la actualidad ante elperiodista. Y en ese encuentro está laclave. Porque está claro que no guíanlos mismos intereses al profesionalde un gabinete de comunicación queal periodista de un medio. El prime-ro tiene como objetivo mejorar laimagen de su empresa y ayudarle abeneficiarse de una notoriedad posi-tiva que favorezca su posición en elmercado. El segundo se debe a los lec-tores, oyentes o televidentes y, comointermediario mediático que es, de-be ser un garante escrupuloso de laveracidad de la información que les

El escepticismo esuna virtudnecesaria y, aúnmás, irrenunciableen el mundomediático.

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ofrece. Hablan, pues, de lo mismo, pe-ro no necesariamente de la mismaforma. Por el contrario, ellos encar-nan, en el peldaño más primario ybásico, esa colaboración-pugna quepreside el proceso. La voracidad delprimero versus la vieja ética del oficiodel segundo.

Esta reflexión no parte de ningúnrecelo respecto de los comunicado-res. De haberlo, ese recelo sólo acre-ditaría la estupidez del que escribe es-tas líneas. Muy por el contrario, larealidad que vivimos –nos guste o no–es así porque es moderna y porque,siendo moderna, tiene que ser así. Eslo que hay, y quienes no están en es-ta fase se encuentran peor y menosdesarrollados que nosotros. Pero, di-cho esto –una afirmación casi tauto-lógica–, es cierto que el periodista tie-ne que rearmarse para revitalizar sucompromiso con la sociedad y no ha-cer dejación de sus propios principiosy responsabilidades sociales y deon-tológicos. Pensemos en el daño quele ha hecho al periodismo anglosajón–el mejor del mundo– la credulidadde sus periodistas entre los años 2001-2004 respecto de las causas de la gue-rra de Iraq. Acaba de reconocerlo eldirector de The New York Times, Bill Ke-ller, en una carta a sus lectores: “AlGobierno le gustaría que sólo publi-cáramos la línea oficial y algunos denuestros líderes tienden a ver cualquiercosa como peligrosa para los intere-ses nacionales. Sin embargo, nuestrotrabajo es precisamente publicar in-

formación si estamos convencidos deque es correcta y precisa. Nuestrosmayores fallos han sido los cometidospor no profundizar demasiado o porno informar plenamente”. Y señala-ba como culpable de la mala infor-mación que habían ofrecido la faltade escepticismo de sus periodistas.Porque el escepticismo –a diferenciadel pesimismo y del cinismo– es unavirtud necesaria y, aún más, irrenun-ciable en el mundo mediático.

Recuperar las señas de identidaddel periodismo, ¡he ahí la clave! Por-que el mal no está fuera del oficio,está dentro. Y aflora cuando el perio-dista no valora o no está a la alturade la libertad de prensa con que loha dotado su sociedad, cuando se des-liza irresponsablemente por los tobo-ganes del sensacionalismo, cuandoampara fuentes informativas contami-nadas de intereses espurios, cuandoconvierte en espectáculo –y frivoliza–una información, cuando contagiacon su opinión una noticia, cuandoda por probadas afirmaciones insufi-cientemente acreditadas de algunoscolegas, cuando supura o irriga pesi-mismo, cuando se somete a modas pa-sajeras prestándoles una atención queno merecen, cuando refuerza o am-para alarmas injustificadas y cuandocede a la complacencia de los políti-cos –siempre insaciables– en el podero en la oposición. En todos estos ca-sos, el periodista falla. En todos estoscasos, los vendedores –legítimos– deactualidades contaminadas de inte-

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rés tienen el paso franco(o más franco de lo con-veniente, por más que seaya habitual). En estos ca-sos, la actualidad artifi-ciosa o manipulada triun-fa con más facilidad con-tra el verdadero periodis-mo.

¿Qué es necesario res-catar, entonces? Si le de-jásemos la palabra denuevo a Bothorel, no ten-dría la menor duda en surespuesta: “El periodistano es un mediador profe-sional, no es un testigoneutral y frío. Lo quierao no, el periodista es unobservador comprometi-do. Su lectura de la actua-lidad es tributaria de sutemperamento, de su educación, desu medio, de su pasado. Pero es unobservador comprometido que nocompromete a nadie más que a sí mis-mo, y es así como sus lectores debe-rían leerlo, y como sus oyentes debe-rían escucharlo. Es un agitador deideas, sí, pero situado en el poloopuesto del partidario”. Esto nos di-ría, porque él entiende justamenteque la ausencia de estas característi-cas es lo que hoy explica ‘la muertedel periodista’. Sin ese compromisoradical con el oficio y con la sociedad(y no sólo con los dueños de los me-dios) no es posible detener la pérdi-da de credibilidad y de autoridad de

los medios, como bien se-ñaló Furio Colombo.

¿Cómo se puede retor-nar al buen camino? JeanBothorel simplemente nolo cree posible, pero Fu-rio Colombo, quizá me-nos visceral y ofuscado,ha ofrecido una recetaque considera concluyen-te: la alternativa, para losprofesionales del perio-dismo, es recuperar el ele-vado espacio de notario-avalador de acontecimien-tos comprobados, de fuen-tes identificadas, de razo-nes conocidas, de recons-trucciones independien-tes. Sólo por este caminoes posible afrontar concriterio la avalancha de

actualidades prefabricadas y regene-rar el ejercicio del oficio y el rol delperiodista.

Todo esto está ocurriendo, por otraparte, en una nueva sociedad que Tof-fler llamó de “la tercera ola”, la cualestá impulsando una estructura demedios radicalmente distinta que am-plía sin cesar la capacidad de trans-misión y la interactividad, con inter-net multiplicando la diversidad defuentes y de pensamiento. Y no se ol-vide que la multiplicación de la di-versidad de fuentes y de pensamien-to es el mejor alimento de la demo-cracia. Por eso es tan importante quela red supere la fase de basurero in-

Es importante quela red supere lafase de basureroinformático paraconvertirse en elinstrumento fiabley resolutivo que debe ser.

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formático para convertirse en el ins-trumento fiable y resolutivo que de-be ser.

El periodismo electrónico (y enparticular el ‘periodismo 3.0’ o par-ticipativo, impulsado por millonesde blogs o bitácoras en el mundo en-tero) también ha irrumpido en el ám-bito informativo, y está condicionan-do profundamente todo el sistema.La fase de los monopolios mediáti-cos del periodismo tradicional estáen una clara vía de superación. Yquienes primero se han dado cuen-ta de ello han sido los fabricantes dela actualidad. No en vano internet lespermite actuar, a la vez, como fuen-tes y como medios, sin desdeñar supotencial como terminales posme-diáticas o de consulta vis a vis. Sinembargo, una vez más –y a pesar detodos los cambios habidos y por ha-ber–, la misión social del periodismono ha cambiado. Se ha debilitado for-malmente por cierta falta de rigoren los nuevos medios, pero –en lamedida en que han aumentado lasexigencias de los consultantes– se es-tá produciendo una selección natu-ral que va poniendo a cada uno ensu lugar. Por lo cual, otra vez es ne-cesario volver la mirada hacia aquelperiodista de antes que sólo se casa-ba con sus principios y con sus lec-tores y que comprometía en ello suprestigio y su futuro personal y pro-fesional. El periodismo electrónico,en contra de lo que creen algunos re-celosos, está destinado a devolver y

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��� La actualidad contra el periodismo

ampliar espacios de liber-tad y de democracia quehabían sufrido peligro-sos repartos en el pasa-do. Su llegada, desafian-te y todavía desordenada,hará crujir la cuadernamaestra de las estructu-ras tradicionales y les ha-rá cambiar, pero no lasarrasará o destruirá (encontra de lo que vatici-nan flamígeros gurúsiluminados y apocalípti-cos, extraviados en algúnagujero negro de los nue-vos tiempos). No es, pues,que se vaya a dividir el es-pacio mediático entre to-dos, es que se va a multi-plicar porque en estoconsiste el sino de losnuevos tiempos.

Llegados a este punto es cuestiónde volver la mirada sobre los sutilesprocesos de creación de la actualidad,aunque sólo sea para afirmar quetambién ellos van a ver aumentadassus posibilidades mediáticas. Pero nonos equivoquemos: también la reali-dad-real va a ver aumentada su capa-cidad de abrirse paso y compareceren un espacio informativo creciente.¿Se resolverá la pseudoantinomia ‘ac-tualidad versus periodismo’? Seamosclaros: la única forma de que la ac-tualidad (esa que ya sabemos cómose fabrica hoy) no esté contra el pe-riodismo es que el informador-perio-

dista recupere los valoresy prácticas de su oficio yatienda la agenda infor-mativa desde el interésgeneral de sus lectores (ysin caer en la tentación–tan frecuente– de adue-ñarse de ella para mono-polizarla o establecerprioridades a capricho).A partir de ese momen-to, el ‘contra’ del títulode esta reflexión será fal-so. Y todos saldremos ga-nando. Es un momentoque sólo los pesimistas,los soberbios y los que seapuntan a todas las ce-gueras voluntarias no vis-lumbran en nuestro ho-rizonte mediático. El pe-riodismo se reconciliará

con la actualidad, la cual, a su vez,se armonizará y concordará cada vezmás con la realidad. Con las inevita-bles estridencias, claro. Y el verdade-ro periodismo, regenerándose, deja-rá de ser fusilado contra el paredónde las actualidades prefabricadas… apesar de que estas seguirán existien-do –y creciendo– como parte legíti-ma de la realidad. Porque en esto con-siste el mundo actual. Con la aparen-te contradicción de que sus mallas depresentismo serán a la vez más tupi-das y más transparentes, en un pul-so ininterrumpido e informativamen-te enriquecedor. Es la nueva dialécti-ca del juego mediático. �

El periodismoelectrónicocambiará las estructurastradicionales, perono las arrasará o las destruirá.