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COBRE el Círculo de Viena ha escrito Bertrand ^ Russell: «La escuela es admirable por su decisión de hacer filosofía científicamente, por su inflexible amor a la verdad y por su trabajo técnico en lógica, sintaxis y semántica». Sus puntos de partida están en el campo de la física (Planck), en el de las ciencias exactas, en el de la nueva lógica (Russell) y en el de la filosofía del lenguaje (Wittgenstein).
Víctor Kraft
taurus
VI CTOR KRAFT
EL C I R C U L O DE V I E N A
Versión española de FRANCISCO GRACIA
taurus
Título original: Der Wiener Kreis © Springer Verlag, Viena
Primera edición: 1966 Reimpresiones: 1977, 1986
© 1966 T aurus Ediciones, S. A. Príncipe de Vergara, 81. 28006 Madrid
ISBN: 84-306-1045-6 Depósito legal: M. 4.098-1986
PRINTED IN SPAIN
P R O L O G O
El Círculo de Viena fue (junto con la Sociedad de Filosofía empírica, de Berlín) el punto de partida de un movimiento filosófico internacional que ha producido una renovación y reforma del positivismo y el empirismo. El neopositivismo se encuentra hoy en el primer plano filosófico, sobre todo en los países anglosajones y escandinavos. Ha de ser considerado como el fenómeno filosófico más importante y serio del intervalo entre ambas guerras. Sin embargo, es precisamente en el área cultural alemana donde la obra del Círculo de Viena ha sido rechazada, en la medida en que ha sido conocida. Y este conocimiento era y es muy insuficiente, extendiéndose sólo a los comienzos. A este respecto es significativo que Gerh. Lehmann en su historia de la Filosofía alemana actual, aparecida en 1943, trate sólo a Camap e incluso de éste no tenga en cuenta más que los primeros escritos: su tesis doctoral, un tratado sobre Eigentliche und Uneigenttiche Begriffe de 1927, Der logische Aufbau der Welt y los Scheinprobteme, de 1928, y el Grundriss der Logistik de 1929, sin considerar ninguno de sus escritos posteriores tan importantes. Además, los trabajos citados por él son juzgados erróneamente, ya que no compren-
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de lo esencial. También Del Negro, cuya Historia de la Filosofía alemana de la actualidad se publico sólo un año antes, caracteriza todavía como la obra fundamental de la dirección, Der logische Aufbau der Welt de Carnap. Los numerosos e importantes escritos aparecidos posteriormente, los estudios de los ocho volúmenes de Erkenntnis, la Logische Syntax der Sprache de Carnap, los Gesammelte Aufsatze de Schlick, con los que acaban el desarrollo y los progresos del Círculo de Viena, no han sido tenido en consideración. Ellos y el movimiento entero fueron dejados de lado y reprimidos por la orientación espiritual del nacionalsocialismo. También en la nueva visión de conjunto de la Filosofía europea de la actualidad (1947) de Bochenski, obra por lo demás valiosa, se presenta al neopositivismo y al Círculo de Viena desde luego bastante mejor que en los estudios anteriores mencionados, pero en forma no del todo satisfactoria y muy brevemente. (Hay traducción castellana de esta última obra: Fondo de Cultura Económica, Breviarios, núm. 16. México, 1949 y siguientes.)
Son sobre todo las exposiciones extranjeras las que se ocupan detenidamente del Círculo de Viena. En primera línea está la gran monografía de J. R. Weinberg An examination of Lógical Positivism, Londres, 1936 *, muy bien documentada, que, sin embargo, trata fundamentalmente la primera etapa, dependiente de Wittgens- tein. El Círculo de Viena ha sido objeto posteriormente de una detenida consideración en la acertada exposición del neopositivismo de G. H. von Wright Den logiska Empirismen, Helsingfors, 1943, pero debido a estar escrita en sueco no ha adquirido mucha difusión. Las
1 Hay traducción española: Examen del positivismo lógico. Traducción de J. L. Fernández de Castillejo. Aguilar, Madrid, 1959. (N. del T.).
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restantes exposiciones extranjeras proceden en parte de los primeros tiempos del Círculo de Viena, como el extraordinario trabajo de Kaila Der logische Neupo- sitivismus, que apareció ya en 1930, y el informe de Petzall, entonces exacto, pero ampliamente superado luego, Der logische Positivismus de 1931 y su crítica de las proposiciones protocolarías Zum Methodenpro- blem der Erkenntrtisforschung de 1935. Parte de ellas son visiones de conjunto muy breves, como la de Voui- llemin La logique de la science et l'écóle de Vienne, 1935, y la de C. W. Morris Logical Positivista, Pragmatista aad Scieatific Empiricism, 1937. (Por desgracia no he podido conseguir, a pesar de mis esfuerzos, el estudio de Blumberg y Feigl.) Entre las exposiciones extranjeras de las doctrinas del Círculo de Viena hay que mencionar también el libro de Ayer: Laaguage, Truth and Lope (1938, 2? ed. 1946). (Versión castellana:: Leaguaje, verdad y lógica. Editorial Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA).)
Por ello me ha parecido indicado exponer de modo sintético los trabajos filosóficos del Círculo de Viena, sus problemas y resultados; no sólo para que con ello no se pierdan en el olvido, sino sobre todo para presentar de este modo las ideas fundamentales de este movimiento a la filosofía alemana de nuestro tiempo, filosofía que sólo las conoce en forma insuficiente.
El Círculo de Viena pertenece al pasado, al menos en Viena. Su trabajo, en el que yo mismo participé, ha terminado. Por ello mi exposición llega sólo hasta su diáspora en 1938. Tampoco hubiese sido posible lograr, durante el aislamiento del extranjero ocasionado por la segunda guerra mundial, un conocimiento suficiente de la literatura aparecida desde entonces en otros países y producida por antiguos miembros del Círculo de Viena o relacionada con ellos. Por tanto, no ha sido posible
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referirse a ella, con excepción de las nuevas obras de Carnap.
No hay que perder de vista al juzgarlo, que el trabajo del Círculo de Viena no concluyó, sino que fue interrumpido bruscamente cuando se hallaba en su plenitud. Más de una simplificación excesiva, mucho radicalismo se explican como un planteamiento inicial. Igual que variaron reiteradamente las opiniones en el Círculo de Viena, del mismo modo que Carnap ha superado después la unilateralidad de la consideración puramente sintáctica, también en el Círculo de Viena se hubiese llegado a soluciones más maduras, si se hubiese podido seguir trabajando. Si se quisiesen sacar formulaciones y consecuencias extremas, se podría presentar sus resultados a una luz totalmente distinta de lo que sigue. Pero con ello se habría hecho injusticia a su obra. Su gran significado positivo es indudable. De ningún modo podría defender por completo' las opiniones del Círculo de Viena; he añadido incluso una crítica en algunos puntos importantes. Pero el Circulo de Viena se preocupó por poner en claro con profundidad y amplitud lo fundamental del conocimiento y demostró un grado de claridad y rigor lógico que no se encuentra en la filosofía alemana de la última generación. Incluso quienes se hallen en una posición distinta de la del Círculo de Viena pueden aprender también mucho de él.
Viena, marzo de ¡950. V. Kraft
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PRIMERA PARTE
LA HISTORIA DEL CIRCULO DE VIENA'
Desde 1895 hubo en la Universidad de Viena una cátedra de filosofía de las ciencias inductivas, que fue creada para Emst Mach, quien la ocupó hasta 1901. Después se encargó de ella L. Boltzmann (de 1902 a 1906). Más tarde la obtuvo el original Adolf Stóhr. Había con ello en Viena una larga tradición de una filosofía em- pirista que se ocupaba principalmente de las ciencias naturales. Ya antes se habían impuesto en cierto sentido tendencias empiristas a través de Franz Brentano. Theodor Gomperz y Jodl habían defendido una filosofía antimetafísica. En 1922 fue nombrado Moritz Schlick para desempeñar la cátedra de filosofía de las ciencias inductivas. Igual que sus predecesores, habían llegado a la filosofía desde la física. Había hecho su tesis doctoral con Planck sobre la reflexión de la luz en un medio no homogéneo, y fue el primero en valorar filosóficamente la teoría de la relatividad en su obra Raum und Zeit in der gegenwartigen Physik (1917). Tenía relaciones personales con los hombres más importantes dentro de las ciencias exactas, tales como Planck, Einstein, y Hilbert. Pero a diferencia de sus predece-
> Cfr. Wissenschaftiiche Weltauffassung. Der Wiener Kreis. Viena, 1929. Neurath: «Den logiska Empirismen och wiener krctsen.» 1936. (Theoria, vol. II, p. 72 s.).
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sores, no sólo de Boltzmann, sino también de Mach, tenía un profundo conocimiento de la filosofía.
Pronto se formó en Viena, alrededor de Schlick, un círculo no sólo de alumnos, sino también de estudiosos interesados en la filosofía. Lo constituían los más adelantados de sus discípulos —entre los que Fr. Waismann tenía un lugar destacado—, pero también doctores como O. Neurath, E. Zilsel, H. Feigl, B. v. Jubos, H. Nei- der, algunos de sus colegas, los profesores R. Camap, V. Kraft, F. Kaufmann, y no sólo filósofos «puros», sino también matemáticos con intereses filosóficos: el catedrático H. Hahn y los profesores Menger, Radako- vic y Gódel. Esta composición trajo consigo un nivel desacostumbradamente alto. La orientación matemática —también Camap, Waismann, Zilsel, Neurath y Kaufmann tenían una formación matemática— fortaleció la tendencia hacia el rigor y la pureza lógicos. En breves informes y largas discusiones se debatían cuestiones lógicas y gnoseológicas, mediante lo cual y gracias a la preparación y el pensamiento independiente de los miembros más importantes2 —particularmente Schlick, Camap, Neurath, Waismann, Hahn, Zilsel— se consiguieron abundantes resultados. Era un trabajo intelectual de construcción conjunta, no la aceptación de las tesis de un maestro. Schlick no marcaba en modo alguno la pauta. De Wittgenstein partieron influjos profundos, aunque él mismo no estuvo nunca presente. Fueron transmitidos por Schlick y Waismann, quienes se hallaban en contacto con él, que entonces estaba en Viena. De este modo llegaron mucho más allá de su Tractatus logicophilosophicus *. De este trabajo con
* Véase una bibliografía de los participantes en Wissenschaftl. Weitauffassung. 1929. También en Erkenntnis, vol. I, p. 315 y ss., y en Einheitswissemchaft, cuaderno 1, p. 30; cuad. 3, p. 21-22.
* Ver, p., ej., la constatación expresa {le Schlick en el ensayo «Meaning and Verification» (Cesammelte Aufsützc, p. 340), de que debe su caracterización del significado a conversaciones sostenidas con Wittgenstein, que influyeron profundamente sus
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junto se derivó un progreso tan rápido como el que únicamente se produce en las ciencias especiales. Por tanto, resulta natural que tal desarrollo tuviese' como consecuencia varios cambios y que más de una concepción inicial demasiado simplista fuese superada más pronto o más tarde.
En 1929 Schlick fue llamado a Bonn, pero renunció después de algunas vacilaciones. En la primavera y el verano del mismo año marchó como profesor invitado a la Universidad de Stanford en California. En esta época, la amenaza de la pérdida primero y la larga ausencia de Schlick después, hicieron tomar conciencia a los miembros de este círculo de que constituían una comunidad espiritual de cuño especial, un grupo filosófico peculiar. El congreso de la Sociedad alemana de Física y de la Asociación de matemáticos alemanes, que tuvo lugar en Praga a mediados de septiembre del mismo año, proporcionó la ocasión exterior de intervenir allí como un grupo autónomo, que, junto con la Sociedad de Filosofía empírica de Berlín, a la que pertenecían Fr. Kraus, H. Reichenbach, A. Herzberg, A. v. Parseval, W. Dubislav, K. Grelling, organizó simultáneamente un congreso sobre gnoseología de las ciencias exactas. Al mismo tiempo se publicó un pequeño escrito programático Wissenschaftliche Weltauffassung. Der Wiener Kreis, realizado por Carnap, Hahn y Neurath, que exponía brevemente el origen y los miembros, la actitud y los fines de esta sociedad de trabajo. Estaba dedicado a Schlick y le fue entregado a su vuelta a Viena en octubre de 1929 «en señal de agradecimiento y de alegría por su permanencia en Viena», como se decía expresamente en el prefacio. El «Círculo de Viena» entraba así en la .vida pública.
Esto se manifestó también en que el Círculo consiguió su propio órgano de publicación al hacerse cargo
propias consideraciones sobre la materia. «Difícilmente puedo exagerar mi deuda respecto de este filósofo.»
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Camap y Reichenbach en 1930 de los Armalen der Phi- losophie, que continuaron bajo el título de Erkenntnis. El Círculo encontró una posibilidad ulterior de publicación en los pequeños escritos Veroffentlichungen des Vereines Ernst Mach, editados por la asociación «Ernst Mach», que había sido fundada en 1928 por varios miembros del Círculo con la tendencia de la popularización *; y además, en la serie Einheitswissenschaft, editada por Neurath, 1934.
El «Círculo de Viena» se dio a conocer rápidamente en medios cada vez más amplios. En septiembre de 1930 volvió a organizar junto con el grupo berlinés de filosofía empírica un congreso de gnoseología de las ciencias exactas, en el que se trataron los problemas fundamentales de la matemática y de la mecánica cuántica*, congreso que se celebró junto con la Asamblea de físicos y matemáticos alemanes en Konigsberg.
La designación de Carnap en 1931 como profesor extraordinario de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de Praga significó una sensible pérdida para el Círculo de Viena, pero Carnap formó con el catedrático de física Philipp Frank una ñlial del «Círculo de Viena» en Praga. Ambos grupos entraron en relación con pensadores extranjeros orientados en el mismo sentido: con Jorgensen, catedrático de Filosofía en Copenhague, con Rougier, entonces catedrático en Besangon y El Cairo, con Morris, catedrático en Chicago, con Miss Stebbing, catedrático en Londres, etcétera. Se estableció también contacto personal con las
* Una tendencia política, tal como la que Neurath intentó introducir a veces en las publicaciones y como la que reprochó Dingler al «Círculo de Viena» en el prólogo de sus Grundlagen der Geometrie (1933), no tenía nada que ver con los esfuerzos del «Círculo de Viena», que eran puramente filosóficos. Reichen- bahc la rechazó (Erkenntnis, vol. 4, p. 75 s.) y también el profesor Schlick la rechazó expresamente ante mí.
3 Un informe sobre él en Erkenntnis, vol. 2, p. 86 s.
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escuelas logísticas de Vársovia y Lemberg*. De aquí surgió un congreso internacional de Filosofía científica, que fue preparado en 1934 por Rougier, Reichenbach, Carnap, Frank y Neurath en una conferencia previa en Praga y que tuvo lugar en París en septiembre de 1935 en las aulas de la SobornaT. Fue promovido por el Gobierno francés y por Institutos científicos internacionales de París; Russell y Enriques pronunciaron discursos de apertura; participaron aproximadamente 170 miembros de más de 20 países, viniendo de Alemania, aparte del grupo de Berlín, solamente el catedrático Scholz de Münster. Constituyó un gran éxito. La orientación del Círculo de Viena, que encontró todavía una fuerte resistencia en el Congreso de Praga de 1929, fue ahora ampliamente reconocida. Enriques y el general Vouillemin advirtieron del peligro del dogmatismo y de un nuevo escolasticismo, Morris sobre la unilateralidad y Reichenbach sobre el peligro de aplicar precipitadamente a algo el calificativo de metafísica; algunos participantes formularon objeciones contra concepciones aisladas. A propuesta de Carnap se nombró un comité para la unificación internacional del simbolismo lógico y en primer lugar de la terminología alemana; ef Congreso se declaró también dispuesto a promover y cola- 6 7
6 Una bibliografía de estas escuelas en Erkenntnis, vol. 5, p. 199 s.
7 Informe sobre la conferencia previa de Praga: Einheit der Wissenschaft, 1934. Informe sobre el primer congreso en París: Philosophie scientifique, París, 1935 y «Actes du Congris intern a r de philosophie scientifique». (Actualités identifiques et industrielles, núm. 378-395, París, 1936). Informe sobre ambos congresos en Erkenntnis. vol. 5, p. 1 s., p. 377 s. Para este congreso aparecieron como introducciones: Vouillemin, La logique de la Science et l'école de Vienne. y Neurath, Le développement du cercle de Vienne et l'avenir de Vempirisme logique; ambas en París, 1935.
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borar en la Enciclopedia internacional de la ciencia unificada, propuesta por Neurath*.
Al año siguiente, en julio de 1936, tuvo lugar un segundo Congreso internacional «para la unidad de la ciencia» en Copenhague, que estuvo dedicado especialmente al problema causal, sobre todo en relación con la física y la biología cuánticas". Participaron unos cien miembros, provenientes de la mayoría de los países europeos, siendo particularmente grande el número de los americanos; N. Bohr pronunció la primera conferencia. En el discurso de apertura Jorgensen puso de relieve que la iniciativa de este Congreso y de los anteriores había partido del «Círculo de Viena» y que era éste el que había desarrollado las ideas fundamentales del nuevo movimiento filosófico. Al año siguiente, en julio de 1937, se volvió a celebrar en París y en la Sorbona el tercer Congreso para la unidad de la ciencia, que sirvió para las discusiones de la proyectada Enclopedia10. Y de nuevo un año después, en julio de 1938, se organizó un cuarto Congreso para la Unidad de la Ciencia en Cambridge, en el que se trató del lenguaje científico11. G. E. Moore pronunció el discurso de apertura, siendo también esta vez internacional la concurrencia. El último de tales Congresos tuvo lugar en septiembre de 1939 en América, en Cambridge, Mas- sachusetts. La guerra señaló entonces el fin. Fue un ascenso fulminante. El Círculo de Viena se había convertido así en un movimiento filosófico internacional: el neopositivismo o neoempirismo.
Pero mientras tanto el Círculo de Viena había sufrido dolorosas pérdidas. Feigl obtuvo en 1931 una cá
* Aparecida ya en parte como Encyclopedia of Unified Science, Chicago, 1938 s.
* Informe en Erkenntnis, vol. 6, p. 275 s., y Das Kausalpro- blem, Leipzig y Copenhague, 1937.
10 Informe en Zur Enzykiopadie der Einheitswissenschaft, La Haya, 1938.
11 Informe en Erkenntnis, vol. 7, p. 153 s.
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tedra en la Universidad de Iowa, de donde pasó posteriormente a la Universidad de Minnesota. En 1934 murió inesperadamente el profesor Hahn. Camap marchó en 1936 a América, nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Harvard, y aceptó un nombramiento en la Universidad de Chicago 12. Y en el mismo año recibió el Círculo el golpe más fuerte: el profesor Schlick fue muerto a tiros en la Universidad por un antiguo discípulo, un psicópata con manía persecutoria. Fue una pérdida irreparable que Schlick fuese arrebatado de este modo al trabajo fecundo y se truncase su evolución, pues dejó mucho material incompleto e inacabado. Cesaron las reuniones del Círculo y éste se disolvió por completo en 1938 después de la anexión violenta de Austria a Alemania. Sus miembros se dispersaron en todas direcciones. Waismann y Neurath marcharon a Inglaterra, donde Waismann fue profesor universitario primero en Cambridge y luego en Oxford, y donde murió Neurath en 1946; Zilsel y Kaufmann se fueron a Norteamérica, donde Zilsel murió en 1943; Menger y Gódel habían aceptado ya anteriormente invitaciones para ir allí. Erkenntnis se trasladó en 1938 de Leipzig a La Haya, donde tomó el título The Journal of Unified Science (.Erkenntnis) en el volumen 8, pero a causa de la guerra hubo que suspender su publicación en 1940. Se prohibió la compra de las obras del Círculo de Viena por razones políticas, ya que entre sus miembros había algunos judíos y porque la actividad de la Asociación «Ernst Mach» se consideraba «disolvente».
En Viena ya no había Círculo de Viena. Pero su orientación se defendía ahora en el extranjero, donde había ganado cada vez más terreno, sobre todo en los Estados Unidos, donde existía ya una orientación se
12 Por tanto, Camap no «emigró a América», como lo interpreta G. Lehmann en Die deutsche Philosophie der Gegen- wart, 1943, p. 293.
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mejante con Morris, Langford, Lewis, Bridgman, Na- gelu, donde Reichenbach y R. v. Mises encontraron sitio y donde ahora Camap en Chicago y Feigl en Minnesota continúan el trabajo. En Inglaterra, donde vive Russell como antepasado de todo el movimiento, el Círculo de Viena se continúa por Waismann en Oxford y por Ayer y, en lo esencial, también por Pop- p er1* bis) en la Universidad de Londres, donde también Miss Stebbing (f 1943) defendió una tendencia semejante u . Una continuación muy notable de su labor la encontró el Círculo de Viena en Finlandia, con Kaila, quien, como Ayer, participó personalmente de vez en cuando en los últimos tiempos del Círculo, y con G. H. v. Wright, que fue su discípulo y luego su colega en la Universidad de Helsinki y actualmente es catedrático en Cambridge. Por supuesto, los que entonces pertenecieron al Círculo de Viena no han permanecido en la antigua posición, sino qué han continuado avanzando y en parte la han superado.
Con el Círculo de Viena están vinculados también el profesor Jorgensen, de Copenhague, y el profesor Dürr, de Zürich; en Francia, el profesor Rougier, el general Vouillemin, M. Boíl, etc. Hubo igualmente relaciones con el Círculo de Viena/ allí donde se profesase la misma tendencia, al menos en parte; así con la escuela empirista de Upsala y el profesor Tegen de Lund1*, con las escuelas logísticas de Gottingen y Münster y 11 * 13 14 15
11 Que tiene su expresión en la revista Philosophy of Science,Baltimore, 1930 s., y en el Journal of Symbolic Logic.
13 bis El Dr. Popper no participó en los últimos tiempos del Círculo de Viena, pero estuvo en contacto personal con varios miembros (Camap, Feigl, Kraft). El Dr. H. A. Lindemann, miembro del Círculo, volvió a Buenos Aires, donde había vivido anteriormente y donde continúa escribiendo.
El Dr. Tscha Hung, que participó también en el Círculo de Viena, es ahora profesor en la Universidad Wuhan, Wuchang, China.
14 A la que servía la revista Analysis, Oxford, 1933 s.15 Que se expresa en la revista Theoria, Lund, 1935 a.
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con las efe Varsovia y Lemberg ,8, si bien ambas fueron disueltas por la guerra igual que el Círculo de Viena.
Sólo en Alemania no encontró difusión la orientación del Círculo de Viena. Mientras Russell, por ejemplo, emite sobre ella un juicio de gran aprecio17 e incluso personas alejadas no han desconocido su significación 1S, en Alemania ha sido rechazada de modo despectivo y decidido, en la medida en que ha sido tomada en consideración **.
16 Con la revista Studia Philosophica, Lemberg. 1934-38. De las revistas extranjeras citadas, el autor no ha podido disponer más que de Theoria.
17 Russell, «Logical Positivista, 1946 (Polemic, vol. I). P. 7: El Circulo de Viena, «que proporcionó un raro ejemplo de colaboración fecunda entre filósofos», es caracterizado, igual que la escuela de Varsovia, como «del más alto nivel». «La escuela es admirable por su decisión de hacer filosofía científicamente, por su inflexible amor a la verdad y por su trabajo técnico en lógica, sintaxis y semántica.» «Pero, siendo tan grandes los méritos de la escuela, tienen una cierta estrechez y una cierta ceguera frente a algunos problemas de considerable importancia», como respecto de la psicología, etc., (p. 12).
18 Asi Weinberg, An Examination of Logical Positivism, 1936, p. 294, dice después de una crítica: «Las investigaciones de lógica, matemáticas y de la esencia de los sisteméis científicos realizadas por los positivistas lógicos son a pesar de esto de la mayor importancia. Parece justificado afirmar que estos estudios nos han proporcionado la visión más clara hasta hoy de la lógica y de los sistemas científicos y es aquí donde hay que ver el mérito más evidente del positivismo lógico.» Y Petzall, «Der logische Positivismus», 1931 (Giiteborgs Hogskolas Ars- skrift. 37), p. 36: «Las objeciones aqui formuladas no nos impiden creer que una revisión del lenguaje científico, tal como la que intenta el Círculo de Viena para la concepción científica del mundo, sería de un valor extraordinariamente alto.»
18 Así por Heimsoeth en el Lehrbuch der Geschichte der Philosophie de Windelband, publicado nuevamente por él, 1935, p. 574 (trad. española: Manual de Historia de la Filosofía, Ed. Ateneo, México, 1960, p. 599): «El hombre, el espíritu, la historia son considerados desde una pretensión metódica y cognoscitiva fijada de antemano y supuestamente libre de todo dogma onto- lógico y, en último término, son ignorados en lo esencial». Y por
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Schlick discutió las acusaciones contra el Círculo de Viena en su ensayo «L’école de Vienne et la philosophie traditionelle»30: «Se reprocha frecuentemente a la escuela de Viena el que no está compuesta por filósofos, sino por enemigos de la filosofía. Las doctrinas de esta escuela, se dice, no contribuyen en nada al desarrollo ni al progreso de la filosofía, sino más bien a su disolución.» Pero sólo puede hablarase así si se equipara la filosofía con la metafísica. Y la negación de la metafísica es claro que no fue inventada por el Círculo de Viena31. Las comprensivas palabras que tiene Schlick en el mismo ensayo para con la filosofía histórica son un testimonio de que el reproche de menosprecio de la filosofía no es exacto33: «Los 'anti-metafísicos' son injustos muchas veces con la fiosofía tradicional al declarar que es simplemente una colección de pseudo- problemas. Yo pienso, por el contrario, que tenemos pleno derecho a estar orgullosos de que nuestros pen- somientos sean el resultado de un largo desarrollo histórico del espíritu humano.» «Frente a los sistemas del pasado mostraremos una comprensión histórica; sus dogmas ya no nos alteran; podemos admirar con la conciencia tranquila las épocas grandiosas de una humanidad que en la búsqueda y en la equivocación de-
Del Negro en Die deutsche Philosophie der Gegenwart, 1942, p. 8: «El neopositivisino emprendió la lucha más violenta no sólo contra la metafísica, sino contra todo esfuerzo filosófico en general.» «Intenta dar a sus afirmaciones la apariencia de exactitud insuperable mediante la vestidura logística. La novedad respecto a Mach se halla en el fondo solamente en el campo del formalismo.» Y por Gerh. Lehmann en Die deutsche Philosophie der Gegenwart, 1943, que sólo trata de Camap (ver posteriormente la cita en la p. 119) y también por Bochenski. Euro- paische Philosophie der Gegenwart, 1948, p. 62 s. Sólo el juicio de E. v. Aster, Die Philosophie der Gegenwart, 1935, p. 177 s., constituye una excepción.
24 Gesammelte Aufsdtze, 1938, p. 390.*» tbid., p. 391.22 Ibid., p. 394.
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muestra una voluntad profunda para la verdad.» No debe juzgarse la posición del Circulo de Viena respecto de la filosofía tradicional solamente por las manifestaciones de los radicales. Es indudable que quien vea en la filosofía la confesión de una sabiduría personal sobre el mundo y la vida, de una interpretación subjetiva sobre ellos, o quien busque en ella la construcción especulativa de un principio oculto e inexperímen- table del mundo o la poesía conceptual de una novela cósmica, éste no podrá considerar a la filosofía tal como la entiende el Círculo de Viena más que como una degeneración. Pues en este sentido, la filosofía excluye todo lo que no puede obtenerse por la vía científica. Pero sólo entonces se puede superar la diversidad y variabilidad subjetiva y sólo entonces se puede pretender lograr generalidad y resultados duraderos.
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SEGUNDA PARTE
LA LABOR DEL CIRCULO DE VIENA
Debido a su composición, el Círculo de Viena no estaba dominado por concepciones tan uniformes como las de un mero círculo de discípulos que aceptase simplemente las opiniones del maestro, pues al menos sus miembros más importantes eran pensadores independientes. Había una orientación radical, representada sobre todo por Neurath, qüe actuó por eso muchas veces como estímulo y a veces indujo a error, orientación a la que se adherieron frecuentemente Hahn y también Carnap, y una más moderada a la que pertenecía Schlick. Había toda clase de diferencias de detalles, algunas de las cuales se aluden en el ensayo de Schlick «L'école de Vienne...»1. Tampoco era unánime la posición frente a las tesis de Wittgenstein ni lo era en la teoría de la probabilidad. Pero se estaba de acuerdo en lo fundamental.
Existía una orientación fundamental común: la cien- tifícidad de la filosofía. Las rigurosas exigencias del pensamiento científico han de valer también para la
1 Véase, p. ej.. la polémica de Schlick contra el radicalismo de Neurath en lo relativo a la filosofía, en el estudio «L'école de Vienne et la philosophie traditionelle», 1937, (Gesammelte Aufsdtze, p. 391, 392, 395); y la polémica de Neurath contra la «constatación» de Schlick en «Radikaler Physikalismus u. "Wirkliche Welt’’.» (Erkenntrds, vol. 4, 1934, p. 346 s.).
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filosofía. La claridad unívoca, el rigor lógico y la fun damentación suficiente son imprescindibles en ella, como lo son en las restantes ciencias. Las afirmaciones dogmáticas y las especulaciones incontroladas, tan extendidas todavía hoy en la filosofía, no deben presentarse en ella. Con ello venia dada también la oposición contra toda metafísica dogmático-especulativa. La metafísica había de ser eliminada por completo. Esta era la razón de que el Círculo de Viena estuviese vinculado con el positivismo.
Pero por encima de esta actitud general había también una amplia coincidencia en las concepciones fundamentales. Así en el empirismo, tal como era defendido por Russell principalmente, y en la repulsa del apriorismo unida a él. En este sentido, no puede haber juicios sintéticos a priori. Los enunciados sobre hechos sólo pueden valer en virtud de la experiencia. Una comunidad todavía más estrecha en cuanto a los fundamentos la proporcionaba la nueva lógica, tal como la habían desarrollado Whitehead y Russell hacía más de diez años. La filosofía del lenguaje desarrollada por Ludwig Wittgenstein en su Tractatus logico-phitosophi- cus, 1922 *, partiendo de la obra de Russell y Whitehead, constituía otro punto de partida común. En la discusión de sus pensamientos, en la que éstos fueron perfeccionados, transformados y en parte superados, se desplegó una gran parte del trabajo del Círculo de Viena.
De acuerdo con esto, el interés se dirigía en primer término hacia cuestiones lógicas, de teoría del conocimiento y de filosofía del lenguaje, pero también se trataron cuestiones relativas a una imagen científica del mundo. Debido a esta amplia coincidencia no hubo
3 Publicado primero como «I.ogisch-philosophische Abhand- lung» en los Annalen der Naturphilosophie, año 1921. (Versión española de E. Tierno Galván; Madrid, 19S7.)
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necesidad de realizar previamente la larga y penosa tarea de ponerse de acuerdo sobre los fundamentos de la discusión y se pudo entrar directamente a las cuestiones especiales. Esta fue la razón de la desacostumbrada fecundidad de esta comunidad de trabajo.
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A. EL LOGICISMO
I. LOGICA Y MATEMATICA
La nueva lógica tenía un significado especial para el Círculo de Viena, cosa que se pone de manifiesto en las designaciones que se han dado al Círculo de Viena: «neopositivismo logístico» o «empirismo lógico» l.
Desde la segunda mitad del siglo xix la lógica experimentó una transformación y una ampliación que la colocaron lejos de la lógica tradicional. Aquello en lo que se diferencia la nueva lógica de la antigua1 2 consiste, por una parte, en la utilización de símbolos en la logística, por analogía con las matemáticas, y por otra, en una ampliación de la lógica con un campo completamente nuevo: las relaciones y las funciones preposicionales, es decir, proposiciones con lugares vacíos que se designan mediante variables, aparte del campo de las propiedades, que era el único considerado hasta ahora. La reconstrucción material de la lógica partió
1 Véase posteriormente pp. 35-36.2 Véase para esto Carnap, «Die alte und die neue Logik»,
Erkermtnis, vol. 1, 1930/31, p. 12 ss.; K. Menger, «Die alte u. die neue Logik», 1933, en Krise u. Neuaufbau in den exakten Wis- senschaften, fascículo 1; Jorgensen, A treatise on Formal Lope, vol. I, 1931. (El artículo de Carnap está recogido en la obra El positivismo tógico, compilada por A. J. Ayer. Versión española publicada en México, en 1965, por Fondo de Cultiva Económica.)
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de los matemáticos, a los que les resultaba insuficiente la lógica tradicional para la elaboración rigurosa de la matemática. Las proposiciones matemáticas no con- cuerdan con el esquema del juicio de la lógica clásica: sujeto-cópula-predicado, ya que expresan relaciones. Los enunciados que atribuyen un predicado a un sujeto son sólo idóneos para propiedades, para clases. Las relaciones, que consisten en la conexión de dos o más miembros, no pueden expresarse adecuadamente de este modo. Y las series, tan importantes en matemáticas, sólo pueden construirse mediante relaciones (irreversibles transitivas). Por tanto, había que desarrollar una teoría lógica de las relaciones. Al realizar la construcción lógica de la matemática surgieron también dificultades lógicas al producirse antinomias que en parte eran de carácter lógico general, razón por la cual resultaba también necesaria una reforma de la lógica. La nueva forma de la lógica encontró su realización amplia y definitiva en la gran obra Principia mathema- tica de Russell y Whitehead, vol. I-III, 1910-13, 2í edición, 1925-7. La nueva lógica es cultivada y proseguida no sólo por los discípulos de Russell (Wittgenstein, Ramsay), sino también por las escuelas logísticas polacas de Varsovia, Lemberg y Cracovia, y también por Hilbert y sus discípulos, por H. Scholz en Münster y K. Dürr en Zürích, por Jórgensen en Copenhague, Kaila en Helsinki, y en los Estados Unidos.
La nueva lógica, la logística, es muy superior a la lógica tradicional, tanto material como formalmente. No sólo está incrementada con ámbitos esenciales, sino que los antiguos están también concebidos de un modo más riguroso y sistemático. Y con el simbolismo se ha creado una forma de exposición mediante la cual se fijan los conceptos y enunciados y las reglas de su conexión con precisión matemática. De este modo se hace posible un puro operar formal sin tener en cuenta el contenido, un cálculo con conceptos y enunciados. Mediante esto se logra una claridad y un rigor que
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están excluidos al utilizar el lenguaje natural. Se evitan los equívocos, se descubren los supuestos inadvertidos, se garantizan el rigor y la consecuncia. Verdad es que la utilización de la logística tiene unos límites sensibles en el hecho de que sus fórmulas se hacen muy pronto demasiado complicadas. «Sería prácticamente imposible dar a toda deducción la forma de una inferencia completa en el cálculo lógico, es decir, analizarla en pasos concretos de tal tipo que cada paso sea la utilización de una de las reglas de transformación del cálculo, incluida la definición. Una reflexión usual de un par de segudos requeriría entonces días enteros. Pero lo esencial es que esta resolución es teóricamente posible y también lo es prácticamente para una pequeña parte del proceso. De este modo, cualquier punto crítico puede ser colocado bajo la lupa lógica.» «Si varias personas quieren ponerse de acuerdo sobre la corrección formal de una inferencia dada, pueden dejar de lado todas las diferencias de opinión sobre cuestiones materiales o cuestiones de interpretación. Sólo tienen que investigar si la serie de fórmulas dada cumple las reglas formales del cálculo»*.
Partiendo del sistema de la nueva lógica, se deriva la matemática por Russell y Whitehead en los Principia mathematica. Sólo con los conceptos lógicos primitivos y en virtud de los principios lógicos, con la adición de dos nuevos, el axioma de infinitud y el axioma de elección, se constituyen los conceptos primitivos matemáticos, los números, naturales y ampliados, y los conceptos del análisis y de la teoría de conjuntos. Se desarrolla así la matemática como una rama de la lógica y, en consecuencia, lo qué es válido para la lógica, es válido también para la matemática.
La nueva lógica y su relación con la matemática tu-
* Camap, «Foundations of Logic and Mathematics», 1939. (International Encyclopedia of Unified Science, vol. I, núm. 3.)
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vieron un significado decisivo en la actitud filosófica del Circulo de Viena. Consiguió así la comprensión adecuada de la peculiaridad de la lógica y de la matemática, comprensión que hasta entonces le había faltado al empirismo. Este había creído, en la formulación clásica de J. St. Mili y Spencer que todavía tiene defensores4, que tenía que fundamentar también la matemática y la lógica en la experiencia. Estas son solamente sus generalizaciones supremas, las leyes del ser y del pensar, completamente abstractas y formalizadas. De este modo, contendrían también leyes naturales, con lo que serían inductivas y, por tanto, ¡refutables por la experiencia!
Esta concepción es completamente insostenible. Si las proposiciones matemáticas y la experiencia no coinciden, a nadie se le ocurre considerar refutadas las proposiciones matemáticas y corregirlas de acuerdo con la experiencia. Más bien consideramos los teoremas como más seguros que nuestras cuentas y mediciones, pues si éstas salen de otro modo, pensamos que las mediciones no son suñcientemente exactas y que las cuentas están equivocadas. Esto demuestra que la matemática no descansa en la experiencia, sino que tiene validez de un modo completamente autónomo. Por su parte, la lógica puede inferirse de la experiencia en una medida igualmente escasa, pues está ya presupuesta en toda experiencia metódica. Por tanto, la lógica no podría modificarse nunca por nuevas experiencias. Lógica y matemática pueden reducirse genéticamente a experiencias, es decir, a conjuntos de vivencias; éstas habrán proporcionado el estímulo para su formación; pero al hacerlo se han construido sistemas completamente autónomos, independientes por completo de la
4 P. ej., Bross y Bowdery, «A realistic criticism oí a contem- porary philosophy of logic», 1939 (Philosophy of Science, ved. 6, p. 105 s.); sobre ello, V. Kraft, «Logik u. Erfahmng», 1946 (The»■ ña, vol. 12, p. 205 s.).
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experiencia en su validez. Valen a priori, siempre que con esto no se entienda más que «independiente de la experiencia». Esto no puede pasarse por alto.
Comprender esto significó hasta entonces una objeción decisiva contra el empirismo, que se hacía insostenible para quien pensase así. La salida del dilema: abandono del empirismo o interpretación errónea de la lógica y de la matemática, fue el Círculo de Viena el primero en señalarla*: la lógica y la matemática no enuncian nada sobre la realidad experimentable. La lógica no contiene ningún conocimiento, no proporciona los principios del ser, sino los fundamentos del orden de los pensamientos. Las relaciones lógicas son relaciones meramente mentales; no existen como relaciones fácticas dentro de la realidad, sino sólo como relaciones dentro del sistema de representación. Por ejemplo, las clases no son nada real, sino que son la reunión en el pensamiento. Y a la negación no le corresponde tampoco en el mundo circundante un hecho peculiar que se halle junto al positivo. Puesto que las relaciones lógicas son puramente formales, pueden comprobarse con completa independencia del significado especial de las frases, del hecho concreto. Por tanto, no pueden enunciar absolutamente nada sobre el ser. Lo que contiene la lógica son los principios de la ordenación dentro de la representación simbólica. En el pensamiento formulado verbalmente se coordinan a los objetos y a sus relaciones símbolos y conjuntos de símbolos. Estas coordinaciones no son unívocas, de tal modo que a cada objeto y a cada relación le corres- 1
1 Sobre esto, Hahn, «Logik, Mathematik u. Naturerkennen», 1933 (Einheitswissenschaft, fase. 2) y en Erkenntnis, vol. 1 (1930- 1931), p. 97 s., vol. 2 (1931), p. 135 s. Que la lógica y la matemática no enuncian nada sobre el mundo, siendo reglas de transformación y relaciones internas del simbolismo, es cosa que se remonta a Wittgenstein. (Parte del trabajo de Hahn mencionado en esta nota está recogido en el libro El positivismo lógico, citado en pág. 27, nota 2.)
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ponda sólo un símbolo y viceversa, sino no uniformes, de tal modo que al mismo objeto le corresponden varios símbolos o complejos de símbolos, pero no a la inversa. Es posible, pues, transformar entre sí los complejos de símbolos que designen todos el mismo objeto o el mismo hecho. Lo que la lógica contiene son las reglas de tales transformaciones. Como lógica pura, formula leyes dentro del simbolismo únicamente, no leyes del mundo de la experiencia. El conocido principio lógico «lo que es válido para todas las cosas, es válido también para cada una en particular» se limita a describir el mismo hecho mediante dos simbolizaciones diferentes, a saber, mediante «todas» y «cada una en particular». Pero «no es una propiedad del mundo que lo que vale para todas las cosas sea válido también para cada una de ellas»8.
Puesto que la matemática puede s.er derivada de la lógica, participa de su carácter. Tampoco la matemática enuncia ningún hecho. Los números no significan en pura matemática, sin tener en cuenta su aplicación, objetos del mundo de la experiencia y la geometría no describe el espacio real, pues hay varias geometrías mutuamente excluyentes. No puede decidirse de antemano cuál de ellas es válida en el mundo de la experiencia. Se desarrollan, pues, por sí, con independencia de si son válidas allí o no. Tampoco se ocupan de objetos empíricos, sino de creaciones ideales, tales como el punto inextenso, etc. Una igualdad como el conocido ejemplo de Kant 7 + 5 = 12 no se refiere a ningún hecho real, proporcionando solamente una transformación de los grupos de unidades en un grupo único según las reglas del cálculo. Ni estas unidades son cosas de la realidad ni las reglas del cálculo son sus leyes naturales, sino que en los números se reúnen clases de elementos posibles cualesquiera y las reglas del cálculo son las reglas de transformación de tales clases en •
• Hahn en Erkenntnis, vol. 2, 1931, p. 137.
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otras, reglas que han sido establecidas por Dosotros Con ello sólo se agrupan de otro modo las mismas unidades. Se permanece, pues, por completo dentro del sistema de representación, dentro de un orden puramente ideal8.
Entendidas de este modo, la lógica y la matemática no presentan ya ninguna dificultad por su validez a prio- tí. Puede aceptarse sin más tal validez porque no se refiere en modo alguno a la experiencia, sino a la representación simbólica. Las proposiciones de la lógica y de la matemática no pueden tomarse como conocimientos de la realidad, sino sólo como modos de transformación dentro del simbolismo, a los cuales corresponde o debe corresponder siempre en la realidad uno y el mismo hecho. Su validez apriorística descansa en decisiones que sólo se extienden al campo de la simbolización y por eso pueden alcanzar validez objetiva, ya que no establecen ninguna regularidad del mundo de la experiencia, sino sólo las de la representación.
Las proposiciones de la matemática no son sintéticas, como pensaban Kant y Mili, sino analíticas; puede saberse que son verdaderas (o falsas) en virtud únicamente de las definiciones de los conceptos de que están formadas; contienen meras tautologías, como llama Wittgenstein a las proposiciones que puede saberse que son verdaderas sólo por su forma lógica. El carácter analítico de la matemática resulta ya con toda claridad de su estructuración en sistemas deductivos, tal como se ha realizado desde la segunda mitad del siglo xix. Su validez apriorística se explica por su carácter analítico. La matemática se refiere solamente a la conexión 1
1 Cuando Schlick (Gesammelte Aufsatze, p. 145 y 222) lo expresa diciendo que la matemática sólo tiene que ver con la combinación de «signos», lo que estos signos designan son precisamente grupos de unidades, o más exactamente: clases de clases (o conjuntos).
■ Sobre esto también V. Kraft, Mathematik, Logik u. Er- fahrung, 1947.
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de pensamiento, no a la realidad experiencial. No se necesita, por tanto, buscar una razón de la validez de los juicios sintéticos a priori ni recurrir para ello a la «razón pura» ni a la «intuición pura», ni a la intuición o la evidencia, ni a la experiencia. Las relaciones analíticas son relaciones lógicas, no relaciones empíricas, y las relaciones lógicas son únicamente relaciones dentro de un sistema de representación. La validez independiente de la lógica se comprende por el hecho de que no contiene los principios del mundo, sino los del pensamiento sobre el mundo. Se hace así justicia sin dificultad a la autonomía de la lógica y de la matemática frente a la experiencia.
Es claro que el Círculo de Viena no fue el primero en descubrir la validez autónoma de la lógica y de la matemática; la idea es antiquísima. También se encontró ya con el conocimiento del carácter analítico de la matemática. Couturat lo expuso detalladamente* y ya antes lo había defendido Brentano>0. Pero los filósofos que reconocieron antes que él el carácter apriorístico de la lógica y de la matemática, defendieron también usualmente un apriorismo y un racionalismo dogmáticos para el conocimiento de la realidad. Por su parte, el empirismo desconoció su. carácter apriorístico. Sólo el Círculo de Viena supo unir este conocimiento con el empirismo. Es esta una solución de extraordinaria significación11. El empirismo experimenta con ello una corrección fundamental. Su anterior pretensión de derivar y fundamentar todo conocimiento y toda ciencia en la experiencia queda abandonada. El empirismo se
* Couturat, Les principes des mathématiques, 1905. Die Prin- zipien der Mathematik, 1908.
10 Brentano, Versuch iiber die Erkenntnis. Publicado por Kastil. 1925.
11 Schlick designa la comprensión de la esencia de la lógica, de su «relación con la realidad y la experiencia» como «el progreso más importante de la filosofía» (Gesammelte Aufsatze, P- 223).
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limita al conocimiento de hechos. Todos los juicios sintéticos no pueden tener validez más que en virtud de la experiencia; no hay para ellos ningún otro fundamento de validez. Este núcleo del empirismo es el que se conserva. El reconocimiento de la validez apriorís- tica de la lógica y la matemática, por el contrario, no tiene como consecuencia ningún racionalismo en el conocimiento de hechos, pues ninguna de ambas enuncia nada sobre hechos. Con ello se realiza una reforma trascendental del empirismo, sólo mediante la cual queda establecido sobre fundamentos sostenibles. En cierto aspecto, de este modo se conserva el dualismo de racionalismo y empirismo; hay dos clases fundamentales de enunciados: la de los que valen con independencia de la experiencia y con necesidad; son válidos únicamente en virtud de la lógica; son siempre proposiciones analíticas, pero que no enuncian nada sobre hechos —y hay enunciados sobre hechos, proposiciones sintéticas, que sólo valen en virtud de la experiencia, refutables. Pero no se trata de ningún dualismo absoluto, como anteriormente. El conocimiento racional no abre a otro mundo distinto del empírico; no es ningún racionalismo metafísico. La lógica misma puede volver a ser introducida en el ámbito empírico considerándola pragmáticamente como un tipo determinado de comportamiento metódico12 *.
Esta limitación del empirismo se expresa en la designación de la orientación del Círculo de Viena como «empirismo lógico»u. A su favor se declararon también sus miembros más importantes, como Schlick14
12 Véase Morris, Ch. W., «The Relation of the Forma] and Empirical Sciences within Scientifie Empiricism», 1935 (Erkennt- nis, vol. 5, p. 6 s.).
J* Así G. H. v. Wright, Den logiska empirismen, Helsing- fors, 1943.
14 Gesammelte Aufsatze. p. 342: «Preferiría llamarle empirismo consistente.»
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y Carnap ,s. Este objetó contra la denominación de «positivismo lógico»l#, o también «neopositivismo»1T, con la que suele designarse esta orientación, que «sugiere una dependencia demasiado estrecha respecto del antiguo positivismo, especialmente del de Comte y Mach»ls. Pero una objeción completamente análoga podría hacerse también contra la designación como «empirismo». La diferencia frente al antiguo empirismo no es aquí menos significativa. Sin embargo, con el positivismo histórico tiene en común el Círculo de Viena la atribución de todo conocimiento positivo a las ciencias particulares y la de la filosofía a la teoría de la ciencia 1#.
II. EL ANALISIS LOGICO DEL LENGUAJE
La nueva lógica se desarrolló para la elaboración teórica de la matemática; en el Círculo de Viena se convirtió en el instrumento de la teoría de la ciencia en general. En cuanto lógica aplicada, frente a la lógica pura, dio precisión al método de las investigaciones filosóficas *. El modo y manera de sus investigaciones
» «Testability and Meaning», p. 422: «Tal vez sea adecuada la designación de 'empirismo científico'.»
IS Así Morris, Logical Positivism, Pragmatism and Scientifit Empiricism, 1937. Der logische Positivismos, 1931. Weinberg, An Examination of Logical Positivism, 1936. Blumberg y Feigl, «Logical Positivism», 1931 (Journal of Philosophy, 28).
11 Kaila, Der logische Neopositivismus, 1931; también en Aster, Die Philosophie der Gegenwart-, 1935.
18 «Testability and Meaning», p. 422.»• Weinberg (loe. cit., p. 2 s.) hace una investigación más
detallada de la preparación histórica del neopositivismo. (Versión española, p. 17 s.)
> Sobre esto. Carnap, «Die Aufgabe der Wissenschaftslogik», 1934 (Einheitswissenschaft, fase. 3); Carnap, «Von der Erkennt- nistheorie zur Wissenschaftslogik» (Actes du Congrés infernal.
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le venía determinando al Círculo de Viena por la exigencia de la cientificidad de la filosofía. Dos eran principalmente los grupos de problemas de que se ocupaba: el análisis del conocimiento y los fundamentos teóricos de la matemática sobre todo, pero también los de las ciencias naturales y los de la psicología y de la sociología.
La teoría del conocimiento era hasta entonces normalmente una confusa mezcla de investigaciones psicológicas y lógicas, y también lo fue inicialmente en varios trabajos del Círculo de Viena mismo. Las investigaciones psicológicas pertenecen al conocimiento de hechos y, por tanto, han de realizarse con los métodos de la ciencia empírica, razón por la que se separan de la teoría del conocimiento. Esta sólo puede consistir en el análisis lógico del conocimiento, en la «lógica de la ciencia», como se la designó en el Círculo de Viena por razones de claridad.
Los fundamentos y los conceptos fundamentales de las ciencias particulares se refieren al espacio y el tiempo, a la causalidad y el determinismo, etc. Por ello no puede tratarse de un análisis empírico de estos conceptos, pues tal análisis es asunto de las ciencias particulares, sino únicamente de un análisis lógico. Las contestaciones a las preguntas que conciernen a los hechos pertenecen a una ciencia particular; no son, pues, preguntas filosóficas. Las preguntas de la filosofía sólo pueden ser las que se hacen acerca de la estructura lógica del conocimiento científico.
Investigar el conocimiento científico en su estructura lógica significa investigar cómo se relacionan entre sí sus conceptos y enunciados, cómo unos conceptos están incluidos en otros, cómo los enunciados pueden
de philosophie scientifique. Parts, 1935. I. Phitosophie scientifí que et Empirisme togique. 19361; Carnap, «Die Methode der logische Anaiyse» (Actes du Se Congris intem. de Phitos., 1936, p. 142 s.); Waismann, «Was ist logische Anaiyse?» (Erkenntnis, vol. 8, 1939-40, p. 265 s.).
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inferirse unos de otros, y cuestiones semejantes. En tales investigaciones, en el análisis lógico de los conceptos, proposiciones, demostraciones, hipótesis y teorías de la ciencia consiste la tarea de la teoría del conocimiento y de la filosofía en general. Sólo aquí tiene su campo propio. Con ello queda determinada por su objeto, su tarea y su método. Y este campo es más amplio que el de la teoría del conocimiento usual. Contiene preguntas del tipo de2: ¿tienen el mismo significado dos conceptos C, y Cz definidos de modo distinto? ¿Tienen el mismo significado las dos proposiciones distintas P, y P_? ¿Se deduce la proposición Pa de la proposición P, de modo puramente lógico? ¿O en virtud de una ley natural? ¿Es o no compatible la teoría T, con la teoría Tz? Si son compatibles, ¿está contenida T„ en T, o excede T2 a T,? Y si sucede esto último, ¿mediante qué elementos? O con ejemplos concretos: «el principio de la constancia de la velocidad de la luz en la teoría de la relatividad, ¿es una estipulación o una frase sobre hechos?, ¿contiene la teoría general de la relatividad una contradicción lógica?» «¿Cuál es el sentido de las proposiciones probabilita- rias?» Y puesto que la ciencia presupone el conocimiento cotidiano, usual, en su base experimental, la lógica de la ciencia equivale al análisis lógico del conocimiento en general.
El conocimiento se expresa en formulaciones lingüísticas. Sólo mediante ellas se fija y objetiva su contenido intelectual, adquiere una forma fija y duradera y se hace comunicable. Pero el lenguaje no tiene simplemente la función de la comunicación, no se limita a servir a la comprensión intersubjetiva, sino que es ya indispensable de un modo puramente solipsista como medio de representación. Sin el lenguaje no podría desarrollarse y dominarse la pluralidad de los conceptos y de los contenidos enunciativos. El lenguaje cons-
2 Camap, Die Aufgabe der Wissenschaftslogik, 1934, p. 6.
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tituye por así decirlo el cuerpo del conocimiento. Sólo con su ayuda puede elaborarse éste. El análisis lógico del conocimiento científico ha de realizarse, por tanto, sobre su formulación lingüística. Si la investigación de los hechos, es decir, de aquello que se representa mediante el lenguaje, corresponde a las ciencias particulares, el análisis lógico se orienta hacia cómo se representan en el lenguaje los hechos mediante conceptos y enunciados. El análisis del lenguaje constituye el campo propio de la lógica de la ciencia. El análisis lógico de una expresión consiste en incardinarla en un determinado sistema lingüístico, sistema que ha de estar ñjado mediante la indicación de sus determinaciones esenciales*.
Naturalmente, en este análisis no se investiga el lenguaje en el sentido de la lingüística. No se trata de uno de los lenguajes utilizados realmente, sino de un lenguaje con una forma simplificada y perfeccionada. Es la estructura de un lenguaje en general, lo que se necesita en cualquier lenguaje para la expresión de los pensamientos. El lenguaje sirve, aparte de para la representación, también para lo expresión de sentimientos y actitudes. El análisis lógico sólo tiene que ver con la representación. No se considera el lenguaje ni psicológica ni sociológicamente, sino respecto de las condiciones de un sistema de representación en general. Es esto lo que aquí quiere decirse con «lenguaje».
Lenguaje en este sentido es representación de un campo de objetos mediante un sistema de signos, sobre todo mediante formas orales y escritas, pero también mediante gestos, como en el lenguaje de los sordomudos, mediante señales con banderas, etc. Los signos tienen un sigificado y precisamente por ello son signos y no meramente sonido o figura. Remiten fuera de ellos mismos, se refieren a contenidos conceptuales y
* Camap, «Die Methode der logischen Analyse» (Actes du Se Congrés internet, de Philosophie á Prague, 1934, 1936), p. 124 s.
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enunciativos, los representan. Por esta razón, una investigación del lenguaje no representa todavía una separación de lo esencial, del contenido intelectual, pues en la estructura del lenguaje se muestra la estructura del pensamiento, por lo cual ésta puede ser comprendida en aquélla. Y esta captación será tanto más clara cuanto más precisamente se formulen los pensamientos sobre el lenguaje. La significación de la logística para el análisis del lenguaje consiste en este resultado. Es así como se justifica su aplicación; no se limita a ser una mera «vestidura».
El lenguaje como sistema de signos puede considerarse bajo dos puntos de vista: por una parte, teniendo en cuenta que el lenguaje representa algo y lo que representa; por otra parte, desde el punto de vista del cómo, de qué modo representa algo. En el primer caso se trata del contenido significativo de los signos, de su función semántica; en el segundo, del modo de combinarse, de sus reglas sintácticas. El primero se ocupa también del vocabulario de un lenguaje; el segundo sólo de su gramática. Ambos son imprescindibles para é l4.
Pero a veces puede considerarse también un lenguaje sin tener en cuenta su función significativa, de un modo puramente exterior, atendiendo a la forma de sus signos y combinaciones de signos. Frente a la consideración material aparece entonces la formal. Mediante ella se ponen de relieve sus propiedades estructurales formales, sobre las que se basa su función de representación.
Cuando se explica la construcción de un lenguaje, cuando se indican sus formas esenciales mediante defi
4 Camap distingue ahora en una investigación del lenguaje los puntos de vista «pragmático», «semántico» y «sintáctico». (Introduction to Semantics, 1942; vol. 2, 1947). (Versión española en preparación por el Patronato de Publicaciones del Instituto Politécnico Nacional, de México.)
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niciones y reglas, se está hablando sobre el lenguaje mismo. Saber si es siquiera posible hablar sobre el lenguaje y cómo es posible, es algo sobre lo que varió mucho de la opinión en el Círculo de Viena. El lenguaje mismo ocupa entonces el puesto que en los demás casos tienen los objetos sobre los que se hacen enunciados. Por tanto, se consideraba necesario, junto al lenguaje que se representa, otro segundo lenguaje por medio del cual pueda ser representado el primero, un «metalenguaje». Pero para determinar la construcción del metalenguaje se necesita ahora un nuevo lenguaje y para hablar sobre éste, otro más, y así hasta el infinito. En cambio, Wittgenstein declaró imposible que se pudiesen hacer siquiera enunciados sobre el lenguaje ®. Lo formal del lenguaje no puede ser enunciado; se muestra meramente. Que las proposiciones se contradicen o que una resulta de otra, es algo que se muestra en su estructura lógica. Sólo es posible mostrar la forma que es común a ciertas proposicipnes. Pero si es imposible hacer enunciados sobre el lenguaje, entonces todo el análisis lingüístico no puede consistir más que en pseudoproposiciones carentes de significado, que no pueden ser más que medios prácticos para lograr claridad sobre el significado de las proposiciones verdaderas, como Wittgenstein dice de las proposiciones de su Tractatus mismo* *, pero no enunciados teóricos. Nos hallamos entonces ante la paradójica tesis de que una teoría del lenguaje no puede formularse en modo al- gupo con proposiciones signiñcativas.
Pero Carnap eliminó todas estas dificultades en su Logische Syntax der Sprache. Mostró que la construcción de un lenguaje puede representarse con la ayuda
s Tractatus logico-philosophicus, 1922, p. 78. (Vers. esp., p. 81).• Loe. cit., p. 188 (vers. esp., p. 191): «Mis proposiciones son
esclarecedoras en la medida en que quien me comprende se da cuenta al final de que carecen de significado.»
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de este lenguaje mismo. El metalenguaje es entonces un lenguaje parcial del lenguaje investigado. (Ver posteriormente p. 77 s.) Con ello se colocó por primera vez todo el análisis del lenguaje sobre un fundamento firme y se hizo posible por vez primera formular de un modo científico una estructura lógica general del lenguaje.
1. An á l isis ' semántico
a) Significado, carencia de significado y metafísica
Uno de los primeros esfuerzos del Círculo de Viena fue el de poner en claro la función significativa del lenguaje'. Indicar el significado de un signo quiere decir establecer una relación simbólica entre un signo, o sea, una clase de objetos, y un designado, esto es, un objeto o una clase de objetos (en su sentido más amplio), de tal modo que el signo señale a lo designado y lo represente. Para ello hay que conocerlos a ambos, al signo y a lo significado, ha de poderse indicar cada uno de ellos. Por lo tanto, no puede establecerse ningún significado cuyo objeto no pueda indicarse de alguna manera. El significado de una palabra puede establecerse mediante una definición, es decir, transcribiéndola mediante otras palabras cuyo significado ya está dado, de tal modo que la palabra en cuestión pueda ser sustituida por las otras. Pero puesto que esto no puede proseguirse indefinidamente, hay que llegar finalmente a palabras indefinibles, a conceptos primitivos, cuyo significado no puede establecerse más que de la manera como se aprende un lenguaje en la prác- 1
1 Sobre esto, Schlick, «Meaning and Verification», 1936 (Ge- sammelte Aufsatze, p. 338 s.), frente a Lewis, «Experience and vteaning», 1934 (The Philosophical Review, vol. 42).
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tica: mostrando lo que se designa con esa palabra, lo que cae bajo ese concepto. Esto no es siempre tan sencillo como en el caso de la palabra «azul» o «caliente». Lo que hay que presentar para hacer comprensible el significado de palabras tales como «accidente», «porque», «inmediato» son situaciones complejas en las que se utilizan estas palabras. Así, Einstein determinó lo que significa «simultáneo en lugares alejados» indicando un método experimental para el establecimiento de esta simultaneidad. Indicó con ello bajo qué circunstancias ha de utilizarse esta palabra. Estableció de este modo la «gramática» de esta palabra, como dijo Wittgenstein, a quien se remonta este tipo de consideración.
En el caso de una proposición, la locución «cómo se utiliza» quiere decir: qué hecho se designa con ella, y esto significa lo mismo que: bajo qué circunstancias constituye un enunciado verdadero o falso. El significado de una proposición se determina por el método de su verificación2. No se trata con ello, sin embargo, de la verificación efectiva de una frase, sino sólo de la posible, de la verificabilidad en principio, no de su verificación de hecho. Esta sólo es exigible para su verdad, pero no para su significado. El significado de una proposición no puede obtenerse después de que se la ha verificado, pues para poder efectuar la verificación hay que saber ya bajo qué circunstancias es verdadera.
Incluso respecto de la posibilidad de verificación hay que distinguir todavía entre verificabilidad empírica y lógica. Una verificación es posible empíricamente si sus condiciones no contradicen las leyes naturales. Una verificación es posible lógicamente si la construcción de
2 El origen de esta fórmula está en Wittgenstein, cuyo Trac- tatas togico-philosophicus constituyó el punto de partida de la concepción del significado y la carencia de significado en el Círculo de Viena.
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la frase no contradice las reglas lógicas, si no contradice las reglas de aplicación de sus palabras. El significado de una proposición depende sólo de su verifica- bilidad lógica, no de la empírica. El enunciado «en la cara oculta de la luna hay una montaña de 3.000 metros de altura» no podemos verificarlo, pero no por ello carece de significado, pues la imposibilidad de la verificación es sólo accidental, empírica, no de fondo, lógica. Igualmente, los enunciados de la física newto- niana sobre el movimiento absoluto no carecen de significado, porque esta física indica criterios para saber cuándo estos enunciados son verdaderos o falsos. La posibilidad de verificación fue no sólo racional, sino también práctica en el experimento de Michelson. Por el contrario, una proposición como «hay un mundo en sí, pero es completamente incognoscible» carece de significado real; parece meramente que lo tiene porque las palabras aisladas «hay», «mundo» y «cognoscible» tienen significado. Pero cuando se priva a este mundo de la cognoscibilidad, se hace imposible por principio determinar si existe tal mundo. De este modo se excluye lógicamente la verificación, pues no pueden indicarse circunstancias de ningún tipo bajo las cuales resultase verdadera esta proposición. Es cierto que tal proposición suscita imágenes, tal vez también sentimientos, pero con ello no expresa ningún hecho, no tiene contenido teórico alguno, pues es contradictoria en sí, ya que afirma conocer al menos la existencia de este mundo a pesar de su incognoscibilidad. (No es necesario dar por supuesto que las proposiciones contradictorias tienen significado para poder conocer la contradicción; antes bien, la contradicción ha de inferirse ya de la mera forma sintáctica de la proposición.)
Esta distinción de significado y carencia de significado ha de entenderse, por tanto, referida al contenido teórico, es decir, representativo de las proposiciones. «Carente de significado» significa, pues, solamente: sin
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tal contenido, carente de significado teórico, pero no «sin sentido».
Las definiciones descansan en última instanciá en la mostración de lo designado. Sólo puede mostrarse lo que está presente de modo inmediato, es decir, sólo lo perceptible. El significado posible de los enunciados queda vinculado de este modo a la experiencia, no puede sobrepasarla. A lo que no puede ser reducido a la experiencia no se le puede atribuir significado alguno. Es esta una consecuencia extremadamente importante, pues mediante ella se obtiene un criterio claro para la delimitación entre el pensamiento científico y la metafísica11, criterio que preocupó profundamente al Círculo de Viena desde el comienzo. Por «metafísica» se designa una pretensión de conocimiento no accesible a la ciencia empírica, de conocimiento que la sobrepasa. No puede indicarse ningún procedimiento de verificación de sus proposiciones, no son reductibles a lo ex- perimentable. Por tanto, carecen de significado expre- sable. Son meras reuniones de palabras que aparentan ser proposiciones significativas; son meras pseudopro- posiciones. '
Tales proposiciones pueden originarse de dos modos: el uno consiste en que contengan una palabra a la que no le corresponde ningún significado, que representa únicamente un pseudoconcepto; el otro consiste en reunir palabras con significado de un modo tal que contradiga las reglas de la gramática lógica. Una palabra designa un pseudoconcepto cuando para ella no se cumplen las condiciones de la indicación significativa, es decir, de acuerdo con lo dicho: cuando no pueden indicarse características empíricas del objeto conceptual. Tales palabras son, por ejemplo, «fundamento ori- *
* Sobre esto, Camap, «Überwindung der Metaphysik durch logische Analyse der Sprache», 1931 (Erkenntnis, vol. 2, página 219 s.). (Recogido en El positivismo lógico, compilado por A. J. Ayer. Versión castellana. Fondo de Cultura Económica, México, 1965.)
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ginario» («Urgrund»), «lo incondicional, lo absoluto» «ser-en-sí», «anonadar». Surge también un pseudocon cepto cuando, por ejemplo, se utiliza una palabra como «nada» como si fuese el nombre de un objeto, cuando la verdad es que ella no puede servir legítimamente más que para la formulación de una proposición exis- tencial negativa. Por eso se obtienen pseudoproposicio- nes al querer hacer enunciados sobre este objeto «nada».
Son pseudoproposiciones aquellas proposiciones que no violan las reglas gramaticales en sentido filológico y, por tanto, tienen la apariencia de proposiciones verdaderas. Por ejemplo, «César es un número primo» se parece a «César es un general». Con ello se pone de manifiesto que la gramática usual, la filológica, es insuficiente. Su distinción de los tipos de palabras en substantivos, adjetivos, verbos, etc., necesita ser completada por distinciones ulteriores dentro de ellos en categorías sintácticas, de acuerdo con las clases designadas por tal tipo de palabras: cosas, propiedades de cosas o relaciones de cosas, números, propiedades de números o relaciones de números, etc. Las propiedades numéricas no pueden ser atribuidas a las cosas en virtud de su definición. Por ello la proposición «César es un número primo» no puede formularse en un lenguaje lógicamente correcto. En tal lenguaje no pueden construirse tampoco proposiciones metafísicas de tipo semejante.
Es esta la razón por la que las pseudoproposiciones de la metafísica no son aptas en modo alguno para representar hechos, pero tienen una función completamente distinta: expresan un sentimiento vital; con ellas se manifiestan las actitudes sentimentales y volitivas frente al medio, a los otros hombres, a las tareas vitales. Por eso tiene la metafísica tal valor para tanta gente. El sentimiento vital puede encontrar también su expresión por la vía de la creación artística. En esto la metafísica es análoga a la obra de arte. Pero en ella el sentimiento vital se expresa en un conjunto de pro
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posiciones que aparentemente se hallan relacionadas lóigcamente entre sí, en relaciones deductivas, y de este modo se aparenta un contenido teórico.
El significado de una proposición consiste en aquello que en ella es verificable. Sólo pueden ser verificados los enunciados sobre hechos de experiencia, razón por la que las proposiciones sobre algo que por principio es inexperimentable no tienen significado alguno. De este modo se dividen con precisión las proposiciones científicas de las metafísicas, en cuanto proposiciones significativas y proposiciones carentes de significado, respectivamente. Pero con ello se abandona una concepción del antiguo empirismo, que pensaba, como Hume, que la metafísica era imposible debido a la insolubilidad de sus cuestiones. Pero no hay cuestiones insolubles en el sentido de que sean incontestables por principio \ Es cierto que hay preguntas que pueden no ser contestables prácticamente debido a dificultades técnicas, tal como la pregunta por la geografía de la otra cara de la luna, o por falta del conocimiento de los hechos correspondientes, como la pregunta: ¿qué hizo Platón en su 50 cumpleaños? Las preguntas pueden ser incontestables por estas razones, bien de momento o también probablemente para siempre. Pero esto no quiere decir que no permitan por principio, esto es, lógicamente, una respuesta, pues pueden imaginarse sin más las condiciones bajo las cuales las respuestas a tales preguntas serían enunciados verdaderos. Pero si esto no es posible, entonces la pregunta carece de significado. Y puesto que el significado de una proposición viene determinado por su verificabilidad en principio, las preguntas se dividen en significativas y carentes de significado, dando un rodeo a través de sus contestaciones. No puede haber cuestiones que sean incontestables por principio, ya que tales cuestiones no pue- *
* Sobre esto, Schlick. «Unanswerable Questions», 1935 (Ge- sammelte Aufsatze, p. 369 s.).
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den plantearse significativamente. Las cuestiones que tiene planteadas la filosofía desde sus comienzos o pueden ser presentadas significativamente mediante una formulación cuidadosa o, en caso contrario, no se puede preguntar sobre ellas significativamente.
Pero la determinación del significado por medio de la verificabilidad tiene todavía otra consecuencia. Sólo las proposiciones empíricas tienen significado, pues sólo éstas son verificables. Las proposiciones matemáticas y lógicas, por el contrario, no tienen significado. Esta consecuencia se extrajo también en el Círculo de Viena, lo cual se comprende sin más si se tiene presente que se identifica significado con contenido representativo. Las proposiciones matemáticas y lógicas no dicen nada sobre hechos, no son conocimientos de este tipo, sino reglas. Las proposiciones matemáticas son reglas para el uso de signos —con lo cual se considera a la matemática como un puro cálculo— y las proposiciones lógicas son reglas para la transformación de unas proposiciones en otras \ Pero de este modo, las proposiciones de la lógica de la ciencia misma pertenecen también, como lógicas que son, a las vacías de contenido. Esta consecuencia radical de este concepto de significado la extrajo ya Wittgenstein. «Mis proposiciones son esclarecedoras en la medida en que quien me comprende se da cuenta al final de que carecen de significado, cuando mediante ellas —por ellas— las haya supera- *
* Cfr. Schlick, Gesammelte Aufsatze. p. 222: «‘5 + 7 = 12' no es en modo alguno una proposición; es una regla que nos permite transformar una proposición en la que entran los signos de 5 + 7 en una proposición equivalente en la que entra el signo 12. Es una regla relativa al uso de signos.» [En los dos últimos casos, debe decir «fórmula» en lugar de «proposición», para evitar una contradicción con «proposición» en la primera parte.] «Las reglas aritméticas tienen carácter tautológico; no expresan ningún conocimiento. Esto es también verdad respecto de todas las reglas lógicas.»
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do*.» Las proposiciones de la lógica de la ciencia son sólo indicaciones que han de dirigir la mirada a lo que se muestra en el lenguaje mismo. En cuanto tales no tienen contenido teórico.
Pero esta caracterización del significado por la ve- rificabilidad experimentó pronto una crítica radical. Petzall fue el primero en llamar la atención sobre las insostenibles consecuencias de este concepto de significado T, luego Ingarden explicó en el congreso de Praga de 1934 que de este modo las proposiciones «meta- lógicas» carecerían de significado *, y luego también lo hizo Weinberg *. Lewis objetó contra la «exigencia de significado empírico» que mediante ella el Círculo limitaría la discusión filosófica de modo intolerable* 7 * * 10 11 12. También Nagel u, Stace 13 y Reichenbach 13 hicieron objeciones. En el Círculo de Viena fue Neurath el primero que se volvió contra las declaraciones de carencia de significado. En su Logik der Forschung, de la que partieron muchos estímulos importantes, hizo valer Popper contra la determinación entera del significado el hecho de que se trataba de una decisión arbitraria. «No hay nada más fácil que desenmascarar un problema como ’pseudoproblema carente de significado’: sólo se nece
* Tractatus logico-philosophicus, p. 188 ívers. esp., p. 191). También Schlick utiliza con frecuencia (Gesammelte Aujsatze, p. 159, 166, 168, 170, 206) proposiciones por las que pide disculpas, ya que propiamente carecen de significado, haciéndolo con el propósito de dirigir la atención hacia un punto determinado.
7 A. Petzall, «Logistischer Positivismus», 1931, p. 34, 35 (Go- teborgs Hogskolas Arskrift, vol. 37).
* Actes du huitiéme Congres internal. de Philosophie, 1936, p. 203 s.
* Weinberg, An Examination oj Logical Positivism, 1936, página 195. (Vers. esp., p. 260.)
10 Lewis, «Experience and Meaning», 1934. (The Phiíosophical Review, vol. 42).
11 Nagel, «Verifiability, Truth and Verifícation», 1934 (The Journal of Philosophy, vol. 31).
12 Stace, «Metaphysics and • Meaning», 1935 (Mind, vol. 44).13 Reichenbach, Wahrscheinlichkeitslehre, 1935.
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sita concebir el concepto de 'significado' de un modo suficientemente estricto, para que se pueda decir de todo problema incómodo que no se le puede encontrar 'significado' alguno; y al aceptarse como 'significativas' las cuestiones de la ciencia empirica únicamente, todo debate sobre el concepto de significado se convierte también en carente de significado: una vez entronizado, este dogma del significado está libre para siempre de todo ataque, es 'intangible y definitivo'»14, como dice Wittgenstein en el prólogo de su libro. Carnap criticó luego a fondo este concepto de significado y lo formuló de nuevo en su tratado Testability and Mean- ingla, cuya importancia es fundamental en varios aspectos. Reconoce que la definición del significado mediante la verificabilidad es demasiado estrecha, pues de acuerdo con ella carecerían también de significado proposiciones a las que difícilmente se Ies puede negar significado. Así, una proposición analítica (p. ej., el ejemplo kantiano: «todos los cuerpos son extensos») se volvería carente de significado al ser negada, pues se transforma entonces en contradictoria y las proposiciones contradictorias son inverificables por principio. A la inversa, una proposición contradictoria carente de significado (p. ej., «la altura total de la torre del Ayuntamiento de Viena es tanto 50 m. como 100 m.») se haría significativa mediante su negación, al hacerse ve- rificable. Dos proposiciones sintéticas, cada una de las cuales sea significativa, aunque sean incompatibles entre si (p. ej., «la torre del Ayuntamiento de Viena mide en total 50 m. de altura» y «la torre del Ayuntamiento de Viena mide en total 100 m. de altura»), unidas en una conyunción originarían una proposición carente de significado, ya que sería una contradicción inverífica-
14 «Logik der Forschung», 1935 (Schriften tur wissenschaftl. Weltauffassung, vol. 9), p. 21. (Trad. esp. de V. Sánchez de Za- vala, Madrid, 1962, p. 50.)
18 Philosophy of Science, vol. 3, 4, 1936-7.
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ble. Con esto se pone de manifiesto que la definición del significado mediante la verificabilidad no puede proporcionar un criterio suficiente para la distinción entre proposiciones significativas y carentes de significado.
Se logra aclarar el concepto de significado mediante un análisis detenido del lenguaje en lo que a su función semántica se refiere. Un sistema semántico, un sistema de representación, consta de signos como elementos y de sus combinaciones. Los signos pueden ser palabras, o banderas, o golpes de tambor, o cualesquiera otros elementos. Hay sistemas semánticos, lenguajes, que constan sólo de signos y combinaciones con una significación establecida, fija, p. ej., los lenguajes de banderas o tambores. Los lenguajes animales contienen también únicamente señales para determinados tipos de hechos. En tales lenguajes sólo pueden ser representados los hechos para los que han sido establecidas combinaciones determinadas de signos. Lo distintivo'del lenguaje humano respecto de los lenguajes animales consiste en que mediante la combinación de signos es capaz de expresar un significado siempre nuevo, sin determinación para el caso concreto; es decir, que puede representar con un número limitado de signos un número ilimitado de hechos, combinando los signos de modo siempre nuevo. Esto viene posibilitado por el hecho de que el significado de una combinación de signos no descansa en una determinación especial, sino que se obtiene de acuerdo con las reglas generales de la combinación. Estas reglas están consignadas en la gramática de un lenguaje.
En tal lenguaje, los signos se dividen en dos clases según su sign ificado : signos descriptivos, que desig- 18
18 Véase para esto: Carnap, «Foundations of Logic and Ma- thematics», 1939. (International Enciclopedia of Unified Science, vol. I, núm 3.) Schachter, «Prolegomena zu einer kritischen Grammatik», 1935. (Schriften zur wissenschaftl. Weltauffassung,
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nan cosas, propiedades, relaciones, y signos formativos o lógicos, que sirven para la conexión de los signos descriptivos en proposiciones y para la caracterización de sus condiciones de verdad. Los signos descriptivos son o nombres (de cosas) o designaciones de propiedades o relaciones —predicados monódicos o poliádicos—. Los signos lógicos son o constantes como «no», «y», «o», «si-entonces», «es», «todo», o variables, que designan lugares vacíos para la inserción de nombres, predicados o proposiciones.
Mediante las reglas semánticas de formación se determina cómo con tales signos pueden componerse sucesiones de signos que designen hechos, es decir, que sean enunciados. Dan por resultado la vinculación de un nombre (de varios en el caso de una relación) con un predicado, el enunciado negativo, la conyunción, la disyunción, la implicación, el enunciado existencia! y el general. La forma más sencilla de enunciado consiste en la vinculación de nombres con un predicado; las otras formas tienen enunciados como componentes. Pertenecen también a las reglas de formación aquellas que resultan de una teoría lógica de los tipos, referentes a la posibilidad de vinculación de clases de signos descriptivos. El significado de las constantes lógicas puede determinarse mediante las reglas de formación indicando en general lo que designa una frase construida con una constante lógica. Por ejemplo, la vinculación de un nombre S con un predicado P mediante «es» designa que la cosa designada por S muestra la propiedad o relación designada por P ,T. O bien: «no» P designa la diferencia respecto de lo designado por P.
Con ello están dadas las condiciones mediante las cuales se determina el significado de una combinación * 17
vol. 10.) Schlick, «Form and Content», 1932. (Gesammelte Auf- s'átze, p. 152 s.)
17 Cfr. Camap, Foundations óf Logic and Mathematics, página 11.
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de signos que constituya una proposición. Estando establecido el significado tanto de los signos descriptivos como de los lógicos y estándolo también su vinculación en proposiciones mediante las reglas de formación, queda determinado de modo completo el significado de una combinación de signos, de un enunciado. Consiste en aquello que es designado por la combinación, de acuerdo con los significados establecidos de los signos y las reglas de formación establecidas. Con otras palabras: el significado viene determinado simplemente por el vocabulario y la gramática —¡lógica!— de un lenguaje l®.
Esta determinación del significado se obtiene también, a decir verdad, partiendo de su definición mediante la verificabilidad de una proposición. Si se trata solamente de la posibilidad lógica de la verificación, ésta depende de las definiciones de las palabras de la proposición y son entonces estas definiciones, junto con las reglas de formación establecidas para la construcción de proposiciones, las que sirven para establecer el significado de la proposición.
Pero con esto resulta también claro que el que una proposición sea significativa o no, depende de las reglas sintácticas y semánticas establecidas para un lenguaje. Un signo carece de significado cuando no se le ha coordenado nada mediante una asignación; y una combinación de signos es una pseudoproposición cuando de acuerdo con las reglas semánticas o sintácticas establecidas no da lugar a ninguna coordinación. Puesto que estas reglas pueden establecerse de modo diverso, una proposición que carece de significado en un lenguaje puede ser significativa en otro lenguaje construido de otro modo. Una proposición como «el cielo ríe», toma- 18
18 Schlick, que por lo demás definia el significado mediante la verificabilidad, se vio llevado también una vez a esta consecuencia (Gesammette Aufsatze, p. 157): «El significado de una proposición se obtiene por si mismo simplemente con que se conozcan el vocabulario y la gramática del lenguaje.»
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da literalmente, puede considerarse tan carente de significado como la proposición «la piedra está triste», si las reglas sintácticas excluyen la atribución de predicados anímicos a la clase de lo inorgánico. Si, por el contrario, no sucede esto, representa una proposición significativa que simplemente es falsa. Y si «ríe» no designa aquí, mediante un desplazamiento de significado, un estado anímico, sino la aptitud para producir un estado anímico (el de estar de buen humor), entonces es una proposición significativa y verdadera. No puede decidirse sin más, para una proposición aislada, si tiene significado o carece de él, pues esto depende de la constitución del lenguaje. El significado no es absoluto, sino meramente relativo a un sistema semántico y sintáctico determinado.
Vuelve a ser éste un conocimiento importante, pues con él cae la distinción, tan sencilla originariamente, entre conocimiento científico y metafísica. Ya no se puede eliminar a las proposiciones metafísicas simplemente como carentes de significado. Más bien hay que conceder que puede erigirse también un sistema semántico en el que las proposiciones metafísicas sean significativas, cosa que los logísticos polacos sostuvieron desde el principio. Pero con ello la separación entre metafísica y ciencia sólo ha dejado de ser una separación dictada por el lenguaje, ya que no hay solamente un único lenguaje, sino una pluralidad de lenguajes posibles según las distintas reglas semánticas y sintácticas. De entre estos lenguajes se destaca uno que viene determinado por las exigencias fundamentales del empirismo: aquel en el que 1. para el significado de los signos descriptivos se exige en último término la mos- t rabil idad de aquello que se coordina a un signo, y concretamente su mostrabilidad en lo vivencialmente dado, y en el que 2. se exige de los enunciados sobre hechos que sean contrastables mediante la experiencia, lo que vuelve a querer decir en última instancia mediante la posibilidad de mostración en lo vivencialmente dado.
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Mediante el establecimiento de estas condiciones se limita el significado de las palabras y los enunciados a lo experimentare, se le vincula a lo dado en las vivencias. En tal lenguaje, las proposiciones de la metafísica trascendente a la experiencia siguen siendo no significativas e inverificables y están así escindidas claramente de los enunciados científicos. El criterio de la delimitación entre ambas no se obtiene de las condiciones del lenguaje, de cualquier lenguaje posible, pero se conserva en el lenguaje especial del empirismo
b) Contenido y estructura
Para la comprensión de la función significativa del lenguaje es esencial esclarecer lo que puede ser designado y comunicado mediante el lenguaje. Este problema se trató también detenidamente en el Círculo de Viena'. Lo que designan los componentes de la proposición, las palabras, consiste en último término en algo mostrable, o sea, en lo dado en la experiencia. Se trata, pues, de algo de tipo cualitativo, como las cualidades sensoriales o sentimentales o cualquier otro tipo de cualidades psíquicas. Pero este contenido cualitativo es inaccesible a la comunicación lingüística. No se puede participar a nadie un contenido cualitativo mediante palabras y proposiciones. Es una perogrullada que a un ciego no se le puede hacer comprender lo que es el color mediante palabras, ni tampoco lo que es nostalgia a uno que nunca haya salido de casa. Cuando describimos lo cualitativo, p. ej., el matiz de un color, lo hacemos indicando las relaciones en que se encuentra el contenido cualitativo con otros semejantes. Decimos, p. ej., * 1
’® Véase también, posteriormente, p. 177 s.1 Sobre esto, Schlick, «Form and Contení» (Gesammelte Auf-
satze, p. 151 s.), «Positivismus u. Realismus» (ibid., p. 17 s.). (Este último trabajo está recogido en el libro El positivismo lógico, citado en la nota 3 de la pág. 27.)
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que es el color propio de un determinado tipo de cosas (rojo de teja o gris paloma), o que se parece a un color determinado de un atlas de color, o que es algo más claro o más oscuro o más saturado que otro color determinado. Un contenido cualitativo se describe así mediante su posición dentro de un conjunto, incardinán- dolo en él, mediante una «estructura». Sólo se le puede determinar por sus relaciones, sólo implícitamente; el contenido cualitativo como tal no puede establecerse unívocamente. No es él mismo lo que se comunica mediante su designación lingüística («azul», «dulce»), sino su posición en un orden intersubjetivo.
Esta es la razón de que no se pueda tampoco comprobar si dos personas que perciben el mismo objeto, p. ej., un elemento verde sobre fondo rojo, experimentan o no el mismo contenido cualitativo. Si alguien lo investiga con todos los medios de la psicología experimental, nunca podrá encontrar más que las personas reaccionan del mismo (o de distinto) modo, que hacen enunciados coincidentes (o divergentes); es decir, sólo puede comprobar que las cualidades que vive cada una de las personas se hallan en las mismas (o en distintas) relaciones con otras. Si esta investigación arroja como resultado que una de ellas tiene una visión normal y la otra es ciega para el rojo y el verde, no se ha logrado conocer con ello el tipo de las cualidades mismas, sino sólo que se hallan en relaciones diferentes. El contenido cualitativo como tal no puede ser controlado, pertenece a la esfera privada de cada uno y es inaccesible para cualquier otro*.
2 En el fondo, es esta una idea antigua. Como indica H. Berg- mann («Zur Geschichte und Kritik der isomorphen Abbildung», en Actes da Congrés international de philosophie scientifique, VII, p. 67) sobre la base de una alusión de Kuntze (Erkenntnistheo■ ríe, p. 64), fue* manifestada ya por S. Maimón, quien en sus Streifereien, p. 100, partiendo de Leibniz (Nouveaux Essais, Livr. II, Chap. 9), observa que en la comunicación se abandona lo material del sujeto y el predicado y se conserva sólo lo for-
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Por tanto, Jo cualitativo no es comunicable, sino solamente experimentable. Y lo vivido o experimentado se limita siempre a uno mismo (salvo que hubiese una co-vivencia telepática). Lo que puede ser comunicado es sólo la posición de lo cualitativo dentro de un orden. Sólo en la medida en que se refieren a este orden, contienen las designaciones de lo cualitativo algo que pueda ser común a todos; sólo de este modo son intersubjetivas. «Color» designa intersubjetivamente algo vinculado a la función de los ojos, «tono» algo unido a la función del oído, «sentimiento» algo que tiene determinados síntomas expresivos. Esto es válido también para la psicología y no sólo para la experimental, sino también para la introspectiva. Sus enunciados no pueden contener tampoco intersubjetivamente más que relaciones de orden, «estructuras».
No sólo las proposiciones de la ciencia, sino también todas las demás proposiciones intersubjetivas, incluso las de la poesía, no pueden comunicar nada más que estructuras. Es cierto que para la poesía son esenciales las intuiciones y los sentimientos, o sea, contenidos cualitativos, pero la poesía no los comunica, sino que los provoca. Mediante lo que comunica hace surgir en el lector u oyente las intuiciones o sentimientos mismos. Y éste es también el modo de proceder de la exposición histórica cuando no quiere meramente describir y explicar causalmente el comportamiento de las grandes personalidades y el ambiente espiritual de una época, sino hacerlos comprender. Quiere entonces que vuelvan a vivirse, quiere provocarlos como contenidos cualitativos en el lector en virtud de los conocimientos históricos *.
Pero no debe perderse de vista que al decir esto se
mal. También Poincaré aludió a esto, así como Russell (Ein- fiihrung in die mathemat. Philosophie, p. 63). (De esta última obra hay traducción española.)
3 Cfr. Schlick, loe. cit., p. 211 s.
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trata siempre de la función comunicativa del lenguaje. Esta limitación no vale para su función de designación en general \ Designación es «un tipo de correspondencia entre dos cosas» tal que una reemplace a la o tra5, o mejor una correspondencia entre dos clases de fenómenos, una clase de formas orales o escritas, en lo que consiste una palabra, y una clase de objetos (en el sentido más amplio), en lo que consiste lo coordinado a la cosa. Esta coordinación se establece en último término mediante la mostración de algo vivencialmente dado. Con ello se explica el lenguaje de palabras por gestos, mediante los cuales se señala a lo vivencialmente dado, o sea al contenido cualitativo, cuyas relaciones se muestran. En su utilización intersubjetiva en la comunicación, el significado de lá designación se determina sólo mediante estas relaciones. Lo que se encuentra en estas relaciones sólo puede ser representado mediante variables (igual que están determinados los elementos geométricos en los Grundlagett der Geome- trie de Hilbert, únicamente como miembros de las relaciones axiomáticas). Pero al comprender la designación se introducen por cada uno en estas variables los contenidos cualitativos de su propia vivencia, que están determinados por estas relaciones. De este modo, la designación se vincula para cada uno personalmente con un contenido cualitativo subjetivo, y no meramente con una estructura. La designación tiene así junto a su significado intersubjetivo otro subjetivo individual; designa para cada uno un contenido cualitativo, contenido que cada cual conoce por su vivencia. Y cada cual con-
Schlick no pasó esto por alto, pero no lo manifestó con claridad, produciendo más bien la impresión contraria al utilizar «expresar» i*ausdrücken», «express») desde el punto de vista de la comunicación únicamente (p. 159, 169, 177: •incommuni- cability as the criterion of inexpressibility*). Pero distingue con precisión entre enunciado y designación («Aussage», «expres- sion» y «Bezeichrtung», •representaron*) (p. 154).
5 Schlick, loe. cit.
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sidera las designaciones de cualidad contenidas en una comunicación como refencia a las cualidades vividas por él mismo. Cada cual las comprende en su sentido. Esta comprensión consiste en una interpretación de las designaciones mediante el contenido cualitativo corres* pondiente a la estructura comunicada. Lo que diversas personas se comunican entre sf está determinado por formas estructurales y éstas son comunes para todas ellas, que coinciden en ellas. Esto se debe a que todas ellas viven en un mundo común, o bien a la inversa: por esto es por lo que viven en uno y el mismo mundo. Pero cada una de ellas inserta en esta forma sus cualidades vividas personalmente y establece asf la conexión con su propio mundo de vivencias. No puede decidirse si coinciden también en esta interpretación, pues lo cualitativo es privado y no puede compararse*. La conexión de las designaciones con las cualidades vividas por uno mismo es indispensable y fundamental. Las comunicaciones intersubjetivas constituyen solamente un sistema estructural. Este sistema se hace significativo y utilizable para cada uno sólo por el hecho de que puede relacionarlo con su propio vivir. Cada cual ha de poder unir el mundo común intersubjetivo con el suyo privado, subjetivo. Sólo mediante esto obtienen los miembros de las relaciones en que consiste el significado intersubjetivo una determinación material y unívoca. De lo contrario, son meras variables. El contenido cualitativo subjetivo constituye asi el fundamento de todo lo intersubjetivo y objetivo. Por eso no se le puede eliminar7.
Pero, como refiere Waismann en el prólogo a los Gesammelte Aufsatze de Schlick (p. XXVII, XXVIII), Schlick intentó superar la doctrina de la no comunicabilidad de lo cualitativo, que había desarrollado deteni-
• Schlick, loe cit., p. 164, 208, 209.T Schlick manifestó también esto claramente: loe. cit., p. 194,
y 205.
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damente y con especial insistencia. «Dos trabajos posteriores —"Ober die Beziehung zwischen psychologischen und physikalischen Begriffen” y "Meaning and Verifica- tion"8 * 10— muestran cómo Schlick se liberó interiormente de esta distinción de contenido y estructura. Pinta en ellos —de nuevo bajo el influjo de Wittgenstein— posibilidades particulares imaginables bajo las cuales nos sería accesible el 'contenido' de la vivencia ajena. Y con ello perdió su sentido originario la distinción de 'comunicable' y 'no-comunicable'.»
En el estudio «Form and Content», Schlick había considerado como una imposibilidad lógica que un hombre pudiese experimentar las vivencias de otro y que, por tanto, estaba radicalmente excluido el comprobar si los contenidos cualitativos son iguales o distintos cuando dos personas perciben el mismo objeto*. Ahora veía en ello una mera imposibilidad empírica. Es simplemente un hecho que los hombres no pueden experimentar las vivencias de otro, pero no tendría por qué ser así. Para mostrarlo —dentro de otro orden de ideas: la refutación del solipsismo, no respecto de la comunicabilidad de lo cualitativo— analiza la proposición «yo sólo puedo sentir mi dolor» en su significado,0. Cuando una vivencia está caracterizada como «mía» lo es por su realización con un cuerpo determinado, «mi» cuerpo. Por tanto, la proposición puede precisarse: «yo sólo puedo sentir dolor cuando a mi cuerpo le pasa algo». Pero puede imaginarse otra posibilidad, que es lógicamente posible porque puede describirse: yo podría sentir también dolor cuando le sucede algo al cuerpo de otro. Schlick considera esto como equivalente con la proposición: «yo puedo sentir el dolor de otro». La comparación de los contenidos cualitativos de perso-
8 Cesammelte Auisáatze, p. 267 s., 337 s.» Gesammelte Aufsatze, p. 166.10 Loe. cit., p. 359.
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ñas distintas sería con ello-posible al menos lógicamente, si no empíricamente.
Pero mediante este razonamiento especulativo no se demuestra todavía esto. Si se define «yo» y la caracterización como «mío» mediante la relación a un cuerpo determinado, entonces el dolor de otro es aquel que depende del cuerpo de otro. Para que yo sienta el dolor de otro, esta sensación de dolor tiene que depender también de mi cuerpo; de lo contrario es sólo el dolor del otro y no un dolor sentido también por mí. De este modo el dolor de otro sentido por mí depende de procesos en dos cuerpos, mientras que el dolor del otro depende solamente del cuerpo del otro. En el caso de Schlick sirve como base el presupuesto tácito de que el dolor de otro que yo siento es exactamente el mismo que el dolor que el otro siente. Pero este presupuesto es arbitrario y, por tanto, no puede ser aplicado. Pues el dolor del otro se halla entonces en una doble relación: con un cuerpo y con dos cuerpos y habría que aceptar más bien que se modifica con los distintos modos de dependencia. De acuerdo con esto, sigue siendo incierto si los contenidos cualitativos de distintas personas son comparables o no u .
2. Análisis sintáctico
a) Sintaxis y lógica
La otra cara del lenguaje, contrapuesta a su función significativa, la constituye el edificio formal, la estructura del sistema de representación. Camap ha producido en este campo trabajos fundamentales. En su obra Die íogische Syntax der Sprache, 1934 *, proporcionó * 1
11 Cfr. Kaila, «Det frammande siálvslivets kunskapsteoretis- ka problem», 1936 (Theoria, vol. II, p. 128 s.).
1 Schriften zur wissenschajtl. Weltauffassung, vol. 8. (Versión española en preparación, UNAM, México.)
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por primera vez una exposición sistemática de ella. En esta obra le interesa no sólo la estructura esencial del lenguaje, sino también su conexión con la lógica. Witt- genstein fue el primero en llamar la atención sobre la conexión de lógica y lenguaje2. Las reglas de la lógica se manifiestan como reglas del lenguaje; son al mismo tiempo reglas fundamentales en la construcción de un sistema de signos. La estructura de un lenguaje y la conexión de la lógica con él se perciben con especial claridad cuando ambos, lenguaje y lógica, se consideran en su configuración formalizada. Del mismo modo que la lógica ha sido expuesta de acuerdo exclusivamente con las formas generales, prescindiendo del significado particular (desde la simbolización medieval de la cantidad y la cualidad de los juicios y de los conceptos de sujeto, predicado y término medio de los raciocinios, basta el sistema de los Principia mathematica), igualmente puede formalizarse el lenguaje tomando en consideración exclusivamente su forma general, prescindiendo de su significación. Una consideración formal del lenguaje, de un sistema de representación, fue emprendida por Hilbert en su Meíama- thematica y por los logísticos polacos (Ajdukiewicz, Tarski, Lukasiewicz, Lesniewski) en su Metalogica. Carnap recibió también estímulos de estos últimos a través de Tarski.
Desde el punto de vista formal, se toman los signos como meras formas, visibles o audibles, y su conexión en proposiciones como meras sucesiones de signos, como fórmulas, y la inferencia de unas proposiciones partiendo de otras como la transformación de tales sucesiones de signos en otras. Es el lenguaje como un puro cálculo. Se presenta entonces como un juego con 3
3 Según la indicación de O. Kraus (IVege u. Umwege i i r Phi- losophie, 1934), estimulado por la filosofía del lenguaje de Bren- taño y Marty (v. Carnap, Die Aufgabe der Wissenschaftslogik, 1933, p. 24, 25).
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figuras realizado de acuerdo con reglas establecida El sentido y el valor de tal formalización consistí como de costumbre, en que aquello que interesa se separa de aquello que no interesa, y puede ser comprendido claramente por sí solo y formulado con precisión. Lo que no interesa es el significado especial de las proposiciones. Aqui se trata sólo de relaciones del tipo más general. Carnap designa la estructura de un sistema de representación como «sintaxis», aunque la «sintaxis» en sentido filológico contenga sólo las reglas de conexión. Teniendo en cuenta que lo que en los sistemas formalizados corresponde a la etimología son los tipos de signos, la expresión análoga para designar la estructura de un sistema de representación sería propiamente «gramática». Pero puesto que en el sistema formalizado del lenguaje son especialmente importantes las reglas para la conexión de signos, las sintácticas, interesan sobre todo las reglas de conexión y transformación, la sintaxis.
Por tanto, no se trata de la sintaxis de un lenguaje empíricamente dado, de sintaxis «descriptiva», sino de sintaxis «pura», es decir, de la «estructura de las posibles ordenaciones en serie de elementos cualesquiera3». Para explicar esto no se puede partir del análisis de la sintaxis de un lenguaje corriente, pues esto sería demasiado complicado. Por esta razón, Carnap construye primeramente dos modelos lingüísticos muy simplificados para explicar la sintaxis sobre ellos. En estos lenguajes, los objetos no se designan mediante palabras, sino mediante números, como se designan las casas mediante números en lugar de hacerlo como antes mediante nombres propios, o como se hace con los puntos del espacio mediante coordenadas * *. Las propiedades
* Die logische Syntax der Sprache, p. 6.* La aritmetización, como un método exacto de tales inves
tigaciones, fue introducida por Godel, que participó en el Circulo de Viena («Über formal unentscheidbare Systeme der Princi-
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y relaciones, los predicados, que se atribuyen a estos objetos pueden determinarse también mediante números, a los cuales se les anteponen signos según el tipo de las propiedades o de las relaciones. (Por ejemplo, «te (3) = 5» designa: la temperatura en el lugar 3 es 5; o «te dif (3,4) = 2» designa: la diferencia de temperaturas entre los lugares 3 y 4 es 2. Los functores se dividen en descriptivos, tales como los que acabamos de mencionar, y lógico-matemáticos, como por ejemplo «sum (3,4)», es decir 3 + 4.)
El primero de ambos lenguajes formalizados contiene 11 signos aislados, constituidos en primer lugar por los signos lógicos primitivos y además por variables numéricas (x, y ,...) y constantes numéricas (0, 1, 2...), predicados (designados mediante letras mayúsculas o grupos de letras con iniciales mayúsculas) y functores (designados mediante grupos de letras minúsculas). Una sene ordenada (finita) de tales 'signos, una «expresión», viene determinada por el tipo de los signos y por su sucesión, por su forma sintáctica. Lo que en el lenguaje usual se presenta como una proposición total o como una proposición existencial, se designa mediante operadores, como es corriente en la logística. En el primero de los dos lenguajes sólo entran operadores limitados, i. e. expresiones totales y existenciaics que sólo se refieren a un ámbito de posiciones limitado, y no a todas las posiciones en general. Por el contrario, la generalidad ilimitada, que no se refiere a posiciones, sino a signos, puede expresarse mediante variables. Por ejemplo, «sum (x, y) = sum (y, x)» designa: para dos números cualesquiera, la suma del primero y el segundo es siempre igual a la suma del segundo y el primero. Finalmente, se introduce todavía un operador descriptivo, que sirve especialmente en ambos lenguajes para la descripción unívoca de números y relaciones numé-
pia Mathematica u. verwandter Systeme», 1931, Monatsch. /. Mathematik u. Physik, año 38).
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ricas. Mediante el establecimiento de todos estos signos y de sus reglas de conexión están dados los elementos y las determinaciones formales de este lenguaje.
Se necesitan también, aparte de esto, reglas de transformación, mediante las cuales se establece hasta qué punto puede deducirse una proposición de otra. Las reglas de transformación consisten en axiomas (propiamente en esquemas de axiomas, ya que en este lenguaje no se dispone de las variables para «proposición», «predicado» y «functor», necesarias para los axiomas) y reglas de deducción. Los axiomas proporcionan en notación logística las reglas para el cálculo proposicional, para los operadores, para el signo de igualdad y para las propiedades fundamentales de la serie numérica. Mediante las reglas de deducción se define el concepto de «inmediatamente deducible», que es algo más estricto que el concepto de «inferencia», diferencia que la lógica moderna ha sido la primera en realizar claramente3. La ventaja y la finalidad del modelo de lenguaje simplificado es que facilita esencialmente la definición de la deducibilidad inmediata y de la inferencia. Una proposición es inmediatamente deducible si resulta de otra mediante substitución (en este caso de una expresión numérica en lugar de una variable numérica) o reemplazando una parte de una proposición mediante una conexión de proposiciones (p. ej., una implicación por «no ... o ...») o cuando es implicada por otra proposición o en virtud del principio de la inducción matemática (puesto que aquí se trata de expresiones numé. ricas).
La deducción inmediata es el modo de proceder fundamental para toda deducción ulterior. Una deducción
3 Verdad es que actualmente Carnap no concede ya tanta importancia a la distinción entre deducción e inferencia, puesto que entre tanto ha llegado a la conclusión de que puede utilizarse para ambas el mismo procedimiento de construcción de una secuencia de proposiciones (Introduction to Semantics, 1942, p. 248).
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de este tipo consiste en una serie finita de proposiciones tales que cada proposición es o una premisa o una definición o es deducible inmediatamente de una proposición precedente. En virtud de la definición de «deducible» pueden definirse los conceptos lógico-sintácticos fundamentales «demostrable», «refutable», «inde- cidible». Estos conceptos se refieren en este lenguaje sólo a un número finito de premisas. Son, por tanto, más estrictos que los conceptos lógicos usuales de «inferencia», «analítico», «contradictorio»9, pues estos pueden referirse también a clases de proposiciones, clases que no tienen por qué agotarse mediante una serie finita. Las clases de proposiciones son formas sintácticas de expresiones. Mientras que una deducción es siempre una serie finita de proposiciones, una inferencia puede ser una serie finita de clases preposicionales infinitas. En virtud de la deducibilidad y con ayuda de las clases preposicionales puede definirse también la inferenciaT, cosa que Carnap ha emprendido por primera vez en una formulación rigurosa. En virtud de la definición de inferencia pueden definirse entonces los importantes conceptos «analítico», «sintético», «contradictorio», «compatible» e «incompatible». Una cosa que sólo comprendió el siglo xx —Weyl la manifestó por vez primera *, luego Wittgenstein insistió sobre ella9— es que puede conocerse si una frase es analítica o contradictoria con independencia de su significado, en virtud solamente de su estructura lógica. Por tanto, en el caso de todas las proposiciones lógicas puede conocerse si son verdaderas o no por su mera configuración simbólica, si están dadas las reglas sintácticas del lenguaje
* Sólo el concepto de «analítico» comprende todo lo que es válido en virtud de la mera lógica, mientras que el concepto de «demostrable» comprende sólo lo que es lógicamente deducible; pero esto no agota todas las relaciones lógicas.
7 Loe. cit., p. 36.8 Das Kontinuum, 1918.8 Tractatus logtco-philosophicus, 1922.
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correspondiente. Con ayuda del concepto de inferencia puede determinarse también de modo puramente formal el contenido lógico de una proposición, sin tener que entrar en su significado. Consiste en la clase de las proposiciones no analíticas que se infieren de esta proposición. Se caracteriza con ello de modo formal lo que quiere decirse al hablar del significado de una proposición en la concepción material. De este modo pueden representarse también formalmente relaciones de contenido (como la igualdad de contenido).
El sistema de signos construido de este modo es llamado por Camap un lenguaje «definido», porque sólo contiene operadores totales y existenciales limitados. (Corresponde aproximadamente a la aritmética de los números naturales en la limitación del intuicionismo matemático).
El segundo sistema de signos construido por Camap es un lenguaje «indefinido». Contiene los mismos signos que el primero, aumentados sólo en uno, pero también operadores ilimitados. Por otra parte, es más rico al contener nuevos tipos de functores y predicados y variables. Por consiguiente, las expresiones tienen que ser diferenciadas de acuerdo con su tipo lógico y divididas en grados. Los distintos tipos de expresiones de este lenguaje se establecen de modo análogo a las del primer lenguaje; sólo que los axiomas han sido aumentados como corresponde a la mayor existencia de símbolos en el segundo lenguaje y también por nuevos axiomas para los operadores ilimitados, aparte del principio generalizado de elección de Zermelo y dos axiomas de extensionalidad. Mediante dos reglas de deducción, la de la implicación y la del operador total, se determina cuándo una proposición puede deducirse inmediatamente de otra: cuando es implicada por otra o cuando se construye a partir de una proposición mediante un operador total. La definición del concepto de inferencia es mucho más complicada que en el primero, debido a la mayor riqueza de este lenguaje, y por ello
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Carnap sólo indica el método de la definición y no esta misma. A la inversa que en el caso anterior, aquí se definen primeramente los conceptos «analítico» y «contradictorio» y sobre su base «inferencia» y «sintético», «compatible», «incompatible». A continuación puede demostrarse que toda proposición lógica es o analítica o contradictoria. Con tal lenguaje puede expresarse toda la matemática clásica y toda la física clásica.
En virtud de esta extensión puede resolverse la verdadera tarea: formular una sintaxis general para cualquier lenguaje. Pues no hay sólo un lenguaje, al modo en que Wittgenstein hablaba del lenguaje sin más, sino distintos lenguajes, como se ha puesto de manifiesto en los dos lenguajes construidos. Una sintaxis general quiere decir un sistema de difiniciones de los conceptos sintácticos que sean aplicables a todos los lenguajes. Como hace notar Carnap mismo (IV, p. 120), su sistema es sólo un esbozo, un primer intento, para el que hasta ahora se disponía únicamente de pocos alementos,#.
Para la exposición de la sintaxis son indispensables conceptos indefinidos. Un signo lingüístico es «indefinido» cuando en su definición entra un operador ilimitado. Los conceptos fundamentales de la transformación: «deducible», «demostrable», «analítico», «contradictorio», «sintético» son definidos sólo en sistemas muy sencillos, siendo en otro caso indefinidos. Los conceptos «inferencia* y «contenido» son siempre indefinidos. Pero la admisibilidad de los conceptos indefinidos es una cosa discutida. Una propiedad que se expresa mediante un predicado lógico definido de primer grado es siempre decidióle en lo relativo a su existencia. Por el contrario, no hay ningún procedimiento general de decisión para un predicado indefinido. Por esta razón los conceptos indefinidos han sido considerados por 10
10 Sobre todo de Tarski: «Fudamentale Begriffe der Metho- dologie der deduktiven Wissenschaften», 1930 (Monatsch. f. Math. u. Phys., año 37).
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Poincaré, Brouwer y Wittgenstein como carentes de significado e inadmisibles. Pero frente a esto, Carnap mostró que son significativos y admisibles.
Los conceptos indefinidos se han considerado carentes de significado en virtud de la definición según la cual el contenido significativo de un concepto está dado, cuando existe, por el método de su verificación. No conocemos tal procedimiento de decisión general para los conceptos indefinidos y ésta es la razón de que se los considerase carentes de significado. Pero sabemos muy bien bajo qué condiciones habría que realizar una decisión sobre la existencia de una propiedad que viene dada mediante un concepto indefinido. Esto es lo.que sucede cuando encontramos una demostración de la existencia o inexistencia de la propiedad. Saber si una serie de proposiciones constituye tal prueba es algo que puede determinarse de modo definido. Por tanto, los conceptos indefinidos son significativos, puesto que se sabe cuándo son verdaderos. Tampoco puede discutirse entonces su admisibilidad, si se establece la exigencia restrictiva de que tiene que ser decidible en cada caso concreto si la propiedad dada mediante un concepto indefinido existe o no. Para demostrar que es válida una proposición con un operador ilimitado, una proposición general, no es necesario ni tampoco posible, debido a su número infinitq, demostrar que son válidas todas las proposiciones concretas que se obtienen de ella por inserción de constantes. Si fuese esto necesario, toda proposición general sería ciertamente indeci- dible y carente de significado. Pero la demostración de la validez puede realizarse mediante la ejecución de una única prueba para la proposición general misma. El ejercicio de una demostración es una operación finita y, por tanto, los proposiciones con operadores ilimitados son también demostrables. Por eso «también para los conceptos indefinidos existe... la posibilidad de encontrar una decisión sobre su existencia o no existencia en un caso concreto, si bien no tenemos ningún proce-
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dimiento de producir siempre este descubrimiento» (páginas 116, 117). Como consecuencia de esto, no es necesario excluir los conceptos indefinidos.
El concepto más importante de una sintaxis general es el concepto de inferencia. Con su determinación se fijan todas las relaciones lógicas dentro de un lenguaje y pueden ser definidas. La definición de la «inferencia inmediata» consta de las reglas sobre los signos del lenguaje correspondiente, de las reglas de formación y las reglas de transformación. Vuelven a distinguirse las reglas establecidas sobre la base de la «inferencia» de las reglas establecidas sobre la base de la «deducción», en las cuales las propiedades exigidas a la proposición deducida y a la clase proposicional de la que se deduce son propiedades definidas. Según que la definición de un concepto sintáctico se refiera a las reglas de inferencia o sólo a las reglas de deducción, los conceptos sintácticos se dividen en conceptos de inferencia y conceptos de deducción. Se definen de modo formal una serie de conceptos de inferencia fundamentales —válido y contraválido, determinado (o válido o contraválido) e indeterminado, compatible e incompatible, dependiente e independiente, completo e incompleto, el contenido y sus relaciones.
Al hacerlo, Carnap toma en consideración las reglas de transformación bajo un punto de vista completamente general. En los lenguajes simbólicos se formulan usualmente sólo reglas de transformación fundamentadas lógico-matemáticamente. Por el contrario, Carnap admite también reglas de transformación extralógicas y también pueden admitirse entre los axiomas leyes naturales o proposiciones empíricas en general. De acuerdo con esto, se distinguen los lenguajes con reglas de transformación exclusivamente lógico- matemáticas y los lenguajes que tienen también reglas de transformación «fisicalistas» (en el sentido más amplio, es decir, empíricas) («L»-lenguajes y «P»-lengua- jes). Los conceptos sintácticos formulados bajo el pun
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to de vista más general, el de un lenguaje con ambos tipos de reglas de transformación —válido o contraválido, determinado, etc.—, son más generales que los conceptos «analítico», «contradictorio», «sintético». Si entre los axiomas los hay también de origen empírico, entonces una proposición sintética puede estar determinada por ellos en lo relativo a su validez y, por tanto, ser reconocida como verdadera o falsa meramente en virtud de su forma simbólica, cosa que de lo contrario sólo sucedía con una frase analítica. «Analítico», «sintético», «contradictorio» son conceptos de un sistema lingüístico que no contiene más que reglas de transformación lógicas. La diferencia entre reglas de transformación lógicas y «fisicalistas», que parte del significado de las proposiciones, es conocido igualmente por Carnap de un modo puramente formal.
Pero Schlick objetó con razón, respecto de las reglas de transformación extralógicas, que resulta engañoso hablar de una aceptación de leyes naturales como axiomas. En la medida en que se considera como regla sintáctica a una proposición que bajo los presupuestos de la gramática usual expresa una ley natural, se le da a esta serie de signos «un significado completamente nuevo..., o mejor, propiamente se le despoja de significado. 'La proposición' ya no es una ley natural, ni en general un enunciado, sino una regla simbólica. Toda la reinterpretación parece ahora trivial e inútil. Toda forma de exposición que tienda a borrar diferencias tan fundamentales es altamente peligrosa»n .
Además, la distinción entre signos lógicos y descriptivos, que descansa en primer término sobre su significado, según que designen algo lógico o algo extralógico, empírico, se caracteriza también formalmente, teniendo en cuenta que toda proposición construida exclusivamente por signos (expresiones) lógicos está determinada respecto de su validez. Luego se definen. 11
11 Schlick. Gesammelte Aufsatze, p. 320.
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también de modo puramente formal, la distinción entre variables y constantes y los distintos tipos de operadores y las conectivas preposicionales (conyunción, disyunción, implicación) li. También la traducción de un lenguaje a otro puede concebirse de modo puramente formal sin entrar en el significado, como coordinación multiforme de expresiones o de proposiciones o de clases preposicionales. Tal traducción es entonces una traducción conforme al significado cuando las expresiones, etc., tienen el mismo contenido lógico en ambos lenguajes.
Finalmente se define también el concepto «extensional» y su contrario «intensional» con ayuda de las definiciones anteriormente establecidas, sustituyendo en la definición usual de la extensionalidad como función de verdad el concepto «verdadero» por el concepto «de igual contenido», ya que el primero no es un auténtico concepto sintáctico. De este modo, una proposición es extensional respecto de una proposición parcial cuando conserva el mismo contenido al sustituir la proposición parcial por otra del mismo contenido. Wittgens- tein afirmó que toda proposición es una función de verdad de proposiciones elementales, esto es, que es extensional respecto de las proposiciones parciales. Pero no es este el caso en todos los lenguajes posibles, pues hay proposiciones que no son una función de verdad de sus proposiciones parciales: las proposiciones intensionales. De este tipo son, por ejemplo, las proposiciones que informan sobre hechos pensados o manifestados o creídos por personas, tales como «mucha gente ha creído que Federico Barbarroja vive todavía en Kyffháuser». «Federico Barbarroja» puede ser sustituido en ella por la descripción «el Emperador 12
12 Pero Camap ha reconocido que estas definiciones son insuficientes para ser válidas para todos los tipos de cálculos y en Meaning and Necessity, 1947, las ha ofrecido de un nuevo modo con ayuda de nuevos conceptos sintácticos.
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que se ahogó en el río Saleph». Pero que «el Emperador que se ahogó... vive todavía...» no es lo que mucha gente ha creído. Del mismo modo, las proposiciones modales que enuncian una necesidad, una imposibilidad, etc., y las que enuncian una inferencia lógica han sido tomadas en consideración por Lewisw y otros como proposiciones intensionales. Hay, pues, lenguajes extensionales y lenguajes intensionales. Pero Carnap cree poder hacer la suposición de que para todo lenguaje intensional puede construirse uno extensional al que puede traducirse el primero. (Esta tesis de la ex- tensionalidad la mantiene todavía actualmente de modo expreso* 14; pero la completa mediante una definición semántica de la extensionalidad en la que «de igual contenido» es sustituido por «equivalente por su significado».)
Si al principio se pensó analizar «eí» lenguaje, como Wittgenstein, el análisis puso de manifiesto que no hay sólo un lenguaje, sino lenguajes de distinta configuración. Un lenguaje viene determinado por el tipo de sus signos, por las formas de construcción de las proposiciones y por las reglas de transformación de éstas. Todo esto descansa en decisiones y las decisiones pueden adoptarse libremente. Pueden introducirse signos con significado dado y aceptar o excluir formas preposicionales, según parezca conveniente. El establecimiento de las reglas de formación y de transformación tiene que hacerse de tal manera que mediante ellas se obtengan resultados adecuados a los significados de los signos primitivos. En este aspecto, la sintaxis no puede elegirse libremente, sino que viene co-determinada por el significado de los signos. Pero incluso estas decisiones pueden realizarse también libremente si se formula primero un sistema de signos sin significado establecido, un puro cálculo, y se busca luego un significado
,s A Survey of Symbolic Logic, 1918.14 Introduction lo Semantics, p. 249, 43.
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adecuado para los signos lógicos primitivos, y se le encuentra. Pueden construirse lenguajes de distinta forma lógica y de distinta amplitud lógica, como se ha puesto ya de manifiesto en los dos lenguajes construidos por Carnap. En el trabajo «Testability and Meaning»” ha bosquejado una serie de lenguajes posibles que va hasta el infinito.
No tiene sentido preguntar por una justificación o licitud de las formas lingüísticas, pues no hay ninguna instancia que pudiese proporcionar una decisión unívoca, ya que éstas no son preguntas sobre la verdad o falsedad, sino sobre decisiones y su conveniencia. Lo que puede hacerse es desarrollar las consecuencias a que conduce una u otra decisión, una exclusión o una admisión, y se elegirá sobre su base teniendo en cuenta la conveniencia, esto es, en la medida en que cumplan las finalidades prácticas. No pueden pronunciarse prohibiciones generales de formas preposicionales o modos de inferencia (como lo hicieron Brouwer con el principio de tercio excluso y Wittgenstein con las proposiciones generales ilimitadas), sino que en lógica del lenguaje hay que acatar un principio de tolerancia ia. Se ve claro el significado de un sintaxis general, tal como la ha desarrollado Carnap, frente a las múltiples posibilidades de formas lingüísticas lógicas. Mediante ella se explica lo esencial de un lenguaje en cuanto formalizado. Mediante ella se hace posible reducir lenguajes de cualquier forma a un denominador común, comprenderlos como configuraciones especiales
ls Phiiosophy of Science, vol. 4, 1937, p. 25.l* K. Menger fue el primero en hacerle valer en la polémica
sobre los fundamentos de la matemática («Der Intuitionismus», 1930. en Blátter /. deutsche Philosophie, año 4); Popper le defendió luego de hecho para la lógica de la ciencia (Die Logik der Forschung, 1935, p. 19 s., 195; trad. esp., p. 48 s.). Se expresa mejor lo esencial en la designación de «principio de convenció- nalidad» (•Prinzip der Pestsetzbarkeit», •conventionality»), preferido actualmente por Carnap (Introduction to Semantics, página 247).
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de una estructura general e indicar con precisión sus propiedades y diferencias características.
Carnap se vio llevado a la reducción del análisis lingüístico a la sintaxis al partir de la determinación del significado mediante la verificabilidad y al tratar de conservarla para las proposiciones del análisis lógico. Ingarden había objetado en el congreso de Praga w que en virtud de esta definición del significado las proposiciones metalingüísticas serían carentes de significado o no significativas, ya que por principio no podían verificarse, cosa que ya había expresado Wittgenstein al final de su Tractatusw. Una verificación sólo puede tener lugar mediante hechos físicos perceptibles, pero lo que en el lenguaje es perceptible, físico, los signos escritos y las vibraciones sonoras, es una cosa distinta de aquello de lo que hablan las proposiciones metalingüísticas, ya que lo esencial del lenguaje está en el significado. Para evitar esta objeción, Carnap tuvo que intentar separar el análisis lingüístico del significado y dirigirlo hacia lo externo y perceptible del lenguaje, hacia los signos y su conexión, a la sintaxis. Sus proposiciones serían entonces verificables y con ello significativas.
Morris fue el primero en manifestar1' que con la sintaxis no se abarca todavía la totalidad del lenguaje y Carnap mismo lo ha reconocido desde entonces y lo ha puesto de relieve. Ahora ve también claramente su lado semántico, mientras que al principio no reconocía, aparte del sintáctico, más punto de vista frente al lenguaje que el psicológico, que designa ahora de modo más general como pragmático. Se ha apartado de la * •
lr «Der logistische Versuch einer Neugestaltung der Philo- sophie» (Actes du 8e Congrés internat. de Philosophie, 1936, p. 203 s.).
•8 Tractatus logico-phiíosophicus, p. 188 (vers. esp., p. 181).18 «The Concept of Meaning in Pragmatism and Logical Po-
sitivism» (Actes du 8e Congrés de Philosophie á Fragüe 1934, 1936, p. 103 s.).
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unilateral idad radical del primer esbozo, en el que pensaba poder concebir todavía todo lo lingüístico y lo lógico de modo puramente sintáctico, y ha concedido también sus derechos a la función significativa del lenguaje. En una Iníroduction to Semantics (1942, 2? edición., 1947) la ha desarrollado sistemáticamente.
Pero con este giro se ha modificado fundamentalmente la relación de la lógica con la sintaxis. En la Logische Syntax der Sprache expuso la lógica como una parte de la sintaxis y constituyó las relaciones lógicas como sintácticas. Definiendo la relación de inferencia de modo puramente sintáctico, como una relación entre la forma sintáctica de las proposiciones, la independizó del significado de las proposiciones. De este modo se la puede establecer entre proposiciones sin necesitar recurrir a su significado, únicamente en virtud de la sintaxis. Todos los conceptos y relaciones de la lógica pueden y deben expresarse de modo puramente formal, incluso el contenido lógico de una proposición. La lógica formalizada es completa; no hay ninguna parte de la lógica que sea sólo posible en una lógica fundada en el significado; tal tipo de lógica lo consideraba superfluo.
Pero Camap ha comprendido ahora una idea de importancia fundamental: la de que la formalización de la lógica es sólo una cosa secundaria y que la lógica descansa primariamente sobre el significado, es decir, sobre las reglas semánticas. C. I. Lewis había puesto ya de relieve !0 que la inferencia lógica es algo distinto de la implicación, de la relación si-entonces, en la forma en que se contiene en los Principia mathematica de Russell y Whitehead, y que no es posible en modo alguno expresar en este sistema la relación de inferencia lógica21. Camap ha rectificado ahora radicalmente en
*« A Survey of Sytnbotic Logic, 1918.*> También Jórgensen consideró indispensable una lógica del
significado: «Über die Ziele und Probleme der Logistik», 1932 (Erkenntnis, vol. 3, p. 73 s.).
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el sentido de que la sintaxis no basta por sí sola para la constitución de la lógica. La distinción entre los signos lógicos y los descriptivos no puede hacerse en último término más que en virtud de su significado22, y del mismo modo, verdad lógica no quiere decir frente a verdad fáctica más que: verdadero en virtud de las reglas semánticas. La sintaxis sola no puede garantizar que en un concepto sintáctico esté formulada la correspondiente relación semántica, pues esto depende de las relaciones del sistema formalizado, del cálculo, con el correspondiente sistema semántico. Ya no parece posible en general definir conceptos sintácticos que correspondan en cada caso a los conceptos tal como vienen definidos en virtud de las reglas semánticas. Camap ya no mantiene, por tanto, las definiciones sintácticas de los conceptos lógicos tal como las dio en la sintaxis general, al menos como generalmente válidas, si bien son aplicables en muchos cálculos. En una nueva obra, The Formalization of Logic (1943, 2? ed., 1947), ha emprendido la formalización de la lógica a modo de cálculo de una manera perfeccionada.
b) Proposiciones cuasi-sintácticas
Al exponer de esta forma la sintaxis de los lenguajes, se cuenta siempre con dos lenguajes: 1. El lenguaje cuya sintaxis se expone, el «lenguaje-objeto»; 2. El lenguaje mediante el cual se expresa esta sintaxis, el «lenguaje- sintaxis». Este no tiene por qué ser necesariamente un lenguaje peculiar, pudiendo ser también un lenguaje parcial del lenguaje-objeto. Los enunciados del lengua-
22 Camap había reconocido ya en la Logische Syntax der Sprache que para la realización del formulismo lógico es necesaria una lógica que tenga en cuenta el significado, ya que para el establecimiento de las relaciones lógicas tienen que comprenderse materialmente, según su significado, los enunciados sobre las figuras y fórmulas del metalenguaje.
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je-sintaxis son entonces proposiciones lógicas del lenguaje-objeto. Pero en el lenguaje-objeto no pueden expresarse todos los enunciados sintácticos. Por ejemplo, los conceptos «analítico» y «contradictorio» no pueden definirse con los medios de un lenguaje-sintaxis que sea un lenguaje parcial del lenguaje-objeto, sino únicamente en un lenguaje más rico1.
Cuando el lenguaje-sintaxis, como sucede la mayoría de las veces, es un lenguaje parcial del lenguaje-objeto, la distinción entre ambos ha de ponerse de relieve claramente, pueá con una designación (por ejemplo, «Uno») puede quererse decir o el objeto designado (la Organización de las Naciones Unidas) o la designación misma (por ejemplo, en: «Uno» es una abreviatura de «United Nations Organisation»). Si el objeto designado es también una expresión lingüística, como sucede precisamente en las designaciones sintácticas, para evitar la confusión, se hace necesario dar a conocer la expresión lingüística como tal, colocándola entre comillas o caracterizándola de otro modo (por ejemplo, mediante un nombre como «Omega»). Cuando una expresión se mienta a sí misma (es «autónima»), se le atribuye propiamente un nuevo significado; se utiliza como una designación de algo nuevo, concretamente de signos, mientras que normalmente designa un objeto. Esta diferencia se destaca claramente en un ejemplo dado por Carnap (p. 109): cu es un tipo ordinal; «u>» es una letra; omega es una letra; «omega» es una palabra de cinco letras. Frege fue el primero que distinguió consecuentemente entre una designación de objeto y una designación de designación y, siguiendo su modelo, también la escuela de lógicos de Varsovia. Pero no es raro que todavía hoy se descuide esta distinción (así por Heyting, Chwistek, etc.), debido a lo cual pueden surgir equívocos.
1 Cfr. Carnap, «Formal Wissenschaft u. Real wissenschaft» (Erkenntnis, vol. 5, p. 36).
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Ahora bien, hay correspondencias entre las propiedades de los objetos designados y las propiedades de sus designaciones, tales que si a un objeto le corresponde una propiedad determinada, a la expresión que designa al objeto le corresponde una determinada propiedad sintáctica. Así, al enunciado sobre objetos «cinco es un número» le corresponde el enunciado sintáctico: «cinco» es un numeral. Cuando a una proposición que atribuye una propiedad a un objeto le corresponde una proposición que atribuye a una designación de este objeto una propiedad sintáctica coordinada, aquella proposición puede traducirse a ésta. Tal proposición es llamada por Carnap una proposición «cuasi-sintác- tica». Las proposiciones cuasi-sintácticas permiten una doble interpretación. Pueden concebirse como enunciados sobre una propiedad del objeto; por ejemplo, «cinco es un número». Lo designado mediante la palabra «cinco» se incardina con ello en una clase de objetos. En esto es en lo que consiste el «modo material de hablar». Pero pueden entenderse también en el sentido de que con ellas se mienta la propiedad sintáctica de la designación del objeto —«cinco es un numeral»—, al designar la expresión (cinco) no a un objeto, sino a ella misma; se utiliza entonces «autónimamente», lo que lleva consigo la equivocidad. Si en lugar de proposiciones cuasi-sintácticas se utilizan proposiciones puramente sintácticas —'«cinco» es un numeral', donde «cinco» está caracterizado expresamente como una designación—, se utiliza entonces el «modo formal de hablar». Este modo es valioso porque permite que se destaque inequívocamente el carácter lingüístico de aquello de que se trata.
La clase de las proposiciones cuasi-sintácticas juega un papel significativo. Constituye una zona intermedia entre las puras proposiciones sobre objetos y las puras proposiciones sintácticas. En el modo material parecen proposiciones sobre objetos, pero por su contenido son propiamente proposiciones sintácticas, pues se refieren
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propiamente a la designación de los objetos sobre los que parecen hablar. Son pseudo-propiedades de objetos, son propiedades que están «disfrazadas en cierto modo como propiedades de objetos», pero tienen «carácter sintáctico por su significado»2.
La comprensión de esta situación le ofrece a Camap un medio para aclarar toda clase de problemas, al darse cuenta de que se trata en ellos de proposiciones cuasi- sintácticas. Así se esclarece la relación entre la implicación y la inferencia lógica. Lewis, igual que Russell, consideró la implicación y la inferencia como relaciones ambas entre proposiciones, o sea como homogéneas en este punto, y distinguió la inferencia como implicación estricta («sfricí») de la implicación material. Pero la implicación y la inferencia son radicalmente distintas. La inferencia lógica es una relación entre proposiciones, pero la implicación, no. Pues la implicación no dice nada sobre las proposiciones que están conectadas entre sí, sino sobre los objetos de estas proposiciones. La implicación «si uno ayuna, adelgaza» no enuncia nada sobre ambas proposiciones, sino sobre dos tipos de procesos La relación de inferencia se da, por el contrario, entre proposiciones y no entre procesos. Es, pues, una relación sintáctica. La relación entre objetos expresada por una implicación es una relación sintética. La proposición «si» y la proposición «entonces» están simplemente conectadas de hecho entre sí, pero la segunda no se puede inferir de la primera. Sin embargo, en el caso especial en el que la relación de implicación no es sintética, sino analítica, tiene el mismo contenido lógico que una relación de inferencia. Pero incluso en este caso no se identifica con la inferencia, porque continúa siendo siempre una relación entre objetos. Pero le corresponde entonces una relación entre proposiciones, una relación sintáctica, que es precisamente la inferencia lógica, mientras que esto no su-
2 Camap, Die logische Syntax der Sprache, p. 177, 211.
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cede en el caso de una implicación sintética, fáctica.Por tanto, la implicación sólo coincide con la infe
rencia cuando es una relación analítica, no cuando es una relación sintética como sucede normalmente. Tiene entonces el mismo contenido que una relación de inferencia, es decir, entonces es una proposición cuasi- sintáctica. Parece enunciar una relación entre objetos, pero propiamente enuncia una relación entre proposiciones.
Igualmente claro se hace el carácter peculiar de los conceptos modales (necesario, contingente, posible, imposible) al descubrir que son cuasi-sintácticos *. Tradi- cionalmente se distingue la necesidad, la imposibilidad, etc., lógicas de las reales. Es claro que las modalidades lógicas expresan sólo el carácter de la inferencia lógica, de la contradicción, etc. Pero lo mismo es válido también para las modalidades reales. Estas se refieren a los objetos, enuncian que un hecho es necesario o posible... Pero la necesidad natural no es ninguna otra necesidad distinta de la necesidad de la inferencia lógica a partir de una ley natural. En la naturaleza sólo hay facticidad. Los organismos se mueren simplemente. Que tengan que morir, que la muerte sea necesaria para todo organismo, esto sólo es válido en la medida en que se determina mediante leyes biológicas, esto es, en la medida en que se infiere de ellas. Si no sucede esto, entonces no existe ninguna necesidad de que sea así; entonces es también posible que los organismos sean inmortales. Así, pues, «posible» sólo quiere decir: en no contradicción con las leyes naturales. E igualmente, imposibilidad real no quiere decir otra cosa que: en contradicción con una ley natural. Un perpetuum mobile es imposible porque contradice al segundo principio de energía. La contradic
* Wittgpnstein fue el primero en comprender la conexión de las modalidades con la forma lógico-sintáctica de las proposiciones.
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ción es una relación puramente lógica, una relación entre proposiciones. En la naturaleza le corresponde solamente un no-existir; lo contradictorio sencillamente qo existe. Cuando se consideran los objetos y procesos como necesarios o contigentes, como posibles o imposibles, esto sólo puede tener el sentido de que pueden ser inferidos partiendo de leyes naturales o que son compatibles o incompatibles con ellas. Las caracterizaciones modales dicen relaciones entre objetos sólo aparentemente, pero dicen verdaderamente relaciones entre proposiciones, ya que pueden ser traducidas a proposiciones puramente sintácticas. La proposición p, «todos los organismos tienen que morir» corresponde a la proposición sintáctica: «p, es una proposición analítica» (dando por supuestas las definiciones y leyes). La proposición p2: «un perpetuum mobiíe es imposible» corresponde a la proposición sintáctica: «pa es contradictoria». Y la proposición ps: «es posible que los organismos sean inmortales» corresponde a la proposición sintáctica: «p# no es contradictoria». La proposición p4: «las constelaciones de estrellas y el destino humano marchan juntos de un modo completamente casual» corresponde a la proposición sintáctica: «p4 no es ni analítica ni contradictoria y tampoco su negación es contradictoria; es sintética». Los enunciados modales son, por tanto, proposiciones cuasi-sintácticas.
Del mismo modo que para la inferencia lógica, Lewis (toe. cit.) exigió también una lógica basada sobre el significado para los conceptos modales. La necesidad de la validez de una proposición tampoco puede expresarse en el sistema de los Principia mathematica. Consideró por esta razón a los conceptos modales como conceptos no-extensionales, como conceptos que exigen una consideración del significado de la proposición. Introdujo por ello un nuevo signo para «posible», como concepto primitivo, y definió luego los conceptos «imposible» y «necesario». Después se ha desarrollado por
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sus discípulos y por otros * un sistema peculiar de lógica modal como ampliación del sistema de Russell.
Ahora bien, Carnap ha mostrado que también los conceptos modales pueden ser formulados como lógico- sintácticos, de forma que los enunciados modales pueden ser concebidos como cuasi-sintácticos. Sólo que en ellos se trata en primera línea del carácter lógico y no del sintáctico. Los enunciados modales, pareciendo ser enunciados sobre relaciones de hechos, son propiamente enunciados cuasi-lógicos. Puesto que la lógica descansa primariamente sobre la semántica, la lógica modal ha de desarrollarse primariamente como una lógica de las relaciones de significado sobre la base de la semántica, como efectivamente lo ha hecho Camap en una nueva obra: Meaning and Necessity (1947). Pero, aun con todo, la explicación fundamental de la Logische Syntax der Sprache se conserva en pie, explicación según la cual los enunciados modales no hablan propiamente de relaciones de hechos, sino de relaciones lógicas. Y en la medida en que la lógica puede expresarse sintácticamente, no requieren ningún tipo especial de lógica. Todo sistema lógico modal puede ser traducido a uno sintáctico. Desde luego, esto no impide construir una lógica modal propia; no queda excluida por lo anterior. Pero no es inevitable, como se pensaba hasta ahora.
Se obtienen también proposiciones cuasi-sintácticas al utilizar como predicados los conceptos que Carnap llama «predicados totales» o «palabras totales». Estos conceptos indican una propiedad o relación «que les corresponde analíticamente a todos los objetos de cualquier género» (p. 219). Si en una proposición que tenga uno de estos predicados se sustituye el sujeto por otro 4
4 Así O. Becker, «Zur Logik der Modalitáten», 1930 (Jahrbuch für Phanomenologie, vol. 111); Lukasiewicz, «Untersuchungen über den Aussagenkalkül», 1930 (Comp. Retid, de la Sociité des Sciences de Varsovie, T. 23, Cl. IJI, 1930).
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miembro cualquiera del mismo género, vuelve a obtenerse una proposición analítica. Por ejemplo, un perro es una cosa, la luna es una cosa; o bien, siete es un número, cero es un número, y así sucesivamente para cualquier otra cosa y para cualquier otro número. Por el contrario, si el sujeto se toma de otro género, no se obtiene una proposición significativa. Por ejemplo, la mentira es una cosa, César es un número. Tales «palabras totales» son: cosa, objeto, propiedad, relación, hecho, estado, proceso, espacio, tiempo, número, etc. Son las especies de conceptos o de palabras que distingue la gramática lógica dentro de los géneros filológicos de los sustantivos, adjetivos, verbos, etc., especie que fue Wittgenstein el primero en conocer* *. Son «categorías sintácticas» •.
Estos «predicados totales» pueden utilizarse de doble manera: 1. Para caracterizar el género sintáctico de una expresión por razones de claridad; por ejemplo, «el estado de amistad» a diferencia de «la relación de amistad»; o para facilitar la comprensión o simplemente para poner de manifiesto; por ejemplo, «el proceso de calentamiento». En esta utilización el predicado total no es independiente, es sólo un. índice gramatical de otra expresión, especialmente de una variable, como lo son las palabras «un», «algo», «cada», «todo». Puesto que con estas palabras no se determina qué objetos particulares han de colocarse en su lugar, el género de los argumentos permitidos en las proposiciones totales y existenciales y en las preguntas tiene que darse a conocer expresamente. Por ejemplo «Si un número cualquiera... entonces...» o bien «Hay una relación tal que...», o «¿En qué tiempo...?» Tales proposiciones son auténticas proposiciones sobre objetos y no proposiciones cuasi-sintácticas.
5 Tractatus logico-philosophicus, p. 84. (Vers. esp., p. 87.)* Camap, «Überwindung d. Metaphysik durch log. Analyse
d. Sprache» (Erkenntnis, vol. 2, p. 228).
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2. Pero las palabras totales pueden utilizarse también como predicados independientes; por ejemplo: cinco es un número, la amistad es una relación. Se les puede coordinar entonces un predicado sintáctico (de una propiedad o relación) que corresponda a todas las designaciones del respectivo género de objetos; por ejemplo, «cinco» es un numeral, «amistad» es un término relativo. La palabra total es aquí un predicado cuasi-sintáctico y se trata de proposiciones cuasi-sin- tácticas.
(Una proposición tal como «César es un número» no tiene por qué considerarse necesariamente como carente de significado. Como Camap ha reconocido posteriormente T, una proposición como «la piedra piensa en Viena» puede considerarse o como carente de significado o como falsa, según sean las reglas sintácticas de un lenguaje. Las proposiciones con un predicado total que tienen al mismo tiempo un sujeto de otro género carecen de significado cuando las palabras totales constituyen categorías sintácticas. Pero la distinción entre cosa y número, entre cosa y propiedad, etcétera, es propiamente de tipo descriptivo. Luego los predicados totales no tienen por qué representar necesariamente categorías sintácticas. Si no lo hacen, tales proposiciones no carecen de significado, sino que son falsas y ya no son proposiciones cuasi-sintácticas. Por tanto, no son cuasi-sintácticas más que bajo la suposición de que los predicados totales están incluidos en las reglas sintácticas.)
Las proposiciones cuasi-sintácticas tratan sólo aparentemente de objetos extralingüísticos tales como números, propiedades, el espacio, etc., haciéndolo en realidad de designaciones, de expresiones numéricas, de designaciones de propiedades, de coordenadas espaciales, etc. Son únicamente «pseudo-proposiciones de ob- 7
7 En «Testability and Meaning», V, IV. Véase, anteriormente, pp. 50-51.
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jetos». Una vez que se ha reconocido como tales a las proposiciones cuasi-sintácticas, se logra claridad sobre la problemática y la situación verdaderas, con lo que muchas veces se obtiene también la solución. Las proposiciones cuasi-sintácticas adquieren así un significado gnoseológico especial. Si se las traduce a proposiciones puramente sintácticas, si se pasa de la forma de hablar «material» a la «formal», no sólo se evitan oscuridades engañosas, sino que muchas veces ya no subsiste ningún problema. Así, el famoso dicho de Kro- necker «Los números naturales los creó Dios, los quebrados y los números reales, por el contrario, son obra humana» puede expresarse de modo prosaico pero preciso de la siguiente forma: los signos de los números naturales son signos primitivos, las expresiones de los quebrados y de los números reales se han introducido mediante definiciones. (Cfr. posteriormente pp. 93 s.).
Puesto que con las proposiciones cuasi-sintácticas se mientan propiamente proposiciones sintácticas, dependen de la estructura del lenguaje. Por tanto, no se las puede considerar por sí, sino que exigen la indicación del lenguaje en el que son válidas: en el lenguaje usual de la ciencia o en un lenguaje de otro tipo o en todos los lenguajes. Y por ello no se considera tampoco en tales proposiciones su verdad o su falsedad, sino solamente la conveniencia de una decisión lingüística y de sus consecuencias. Nos encontramos, pues, ante una situación completamente distinta que en el caso de auténticas proposiciones sobre objetos, por las que puede tomárselas fácilmente en el estilo material.
Camap considera aquí también como proposiciones cuasi-sintácticas a proposiciones que expresan un significado. El significado de una palabra o de una proposición se indica ordinariamente transcribiendo el objeto o el hecho designado mediante otras proposiciones. Como consecuencia de esto, se pueden formular los enunciados sobre significados como enunciados sobre relaciones sintácticas de sus designaciones. Por
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ejemplo, «estrella diurna» significa el sol; esto quiere decir: las palabras «estrella diurna» son sinónimas con la palabra «sol». «Sinónimo» es un concepto formal, sintáctico, definido mediante la igualdad formal de contenido entre proposiciones que contienen las designaciones correspondientes. De este modo, pueden expresarse también de modo formal, sintáctico, las relaciones entre el significado de distintas expresiones y el objeto designado mediante ellas. Por ejemplo, «la estrella de la tarde» y «la estrella de la mañana» tienen distinto significado, pero designan el mismo objeto. A esto le corresponde la proposición sintáctica: las palabras «estrella de la tarde» y «estrella de la mañana» son sinónimas, pero no en virtud de su definición, como lo son, ejemplo, «asno» y «burro», sino en virtud de la experiencia. En el caso de proposiciones, a la proposición «dos proposiciones tienen el mismo significado» le corresponde la proposición sintáctica «tienen el mismo contenido lógico» (según la definición de «contenido lógico»), e igualmente ya de modo puramente lógico o solamente empírico.
Pero Carnap mismo ha comprendido desde entonces que los enunciados sobre el significado no son propiamente cuasi-sintácticos, sino que tienen más bien carácter semántico*. Su transcripción mediante relaciones sintácticas es una cosa secundaria, ya que sólo puede tener lugar en virtud del significado. Lo primario son las relaciones semánticas. La transcripción sintáctica del significado tampoco puede realizarse más que si se da por supuesta la validez de la tesis exten- sional. Las expresiones que tienen distinto significado, pero designan el mismo objeto, y las proposiciones que tienen distinto significado, pero representan el mismo hecho, no son ni cuasi-sintácticas ni cuasi-lógicas, sino puramente semánticas, como rectifica ahora el mismo Carnap (loe. cit.). Del mismo modo, ya no considera
• In troduction to Sem antics, 2? ed ., 1947, p . 250.
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ahora las proposiciones que contienen proposiciones parciales que manifiestan un hecho creído o pensado o expresado por alguien, y en general las proposiciones con proposiciones parciales en estilo indirecto, como proposiciones cuasi-sintácticas, ni tampoco como puramente semánticas, sino como pragmáticas, como proposiciones que se refieren a la conducta de personas, en las que se utilizan también conceptos semánticos (toe. cit.).
En la Logische Syrttax der Sprache tuvo Camap por cuasi-sintácticas a todas las proposiciones no extensio- nales (intensionales). Pero el punto de vista entero de las proposiciones cuasi-sintácticas experimenta una modificación radical mediante la comprensión que ha logrado posteriormente del significado de la semántica, comprensión que se expresa en la Introduction to Se- mantics y en Meaning and Necessity. Los que contienen realmente las pseudo-proposiciones objetivas, que sólo aparentemente hablan sobre objetos, son relaciones lógicas. Pero la lógica, tal como Camap reconoce ahora, descansa en primera línea sobre la semántica y no sobre la sintaxis. Por tanto, las proposiciones pseudo- objetivas se designan mejor como cuasi-tógicas que como cuasi-sintácticas. Hay que formularlas, pues, en primer término como proposiciones semánticas y sólo posteriormente traducirlas a proposiciones sintácticas *. Es ésta una aclaración de importancia fundamental. Mediante ella se hacen superfluas los objeciones que se levantan contra la utilización por Camap de las proposiciones cuasi-sintácticas, sobre todo contra su papel en filosofía, pues Camap estableció en la Logische Syn- tax der Sprache una conexión estrecha de la filosofía con las proposiciones cuasi-sintácticas y con la sintaxis del lenguaje científico.
Las proposiciones y cuestiones de cualquier campo se refieren o a los objetos del mismo, sus propiedades
* In troductitm to Sem antics, p. 249.
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y relaciones, o a las relaciones lógicas de los conceptos, proposiciones y teorías relativos a estos objetos. Una proposición tiene que ser o una auténtica proposición objetiva o una proposición sintáctica o tiene que poder transformarse, como proposición cuasi-sintáctica, en una puramente sintáctica. Si esto no es posible, la proposición no tiene entonces ningún contenido científico. La traducibilidad a una proposición sintáctica constituye la piedra de toque del carácter significativo de toda proposición que no sea ni una auténtica proposición objetiva ni una puramente sintáctica.
De la aplicación de este punto de vista a la filosofía resultó una determinación nueva y precisa de la filosofía como ciencia. La filosofía no tiene que ver con puras cuestiones objetivas, ya que éstas corresponden a las ciencias particulares y un campo de objetos propio de una metafísica trascendente a la experiencia es algo que no entra en consideración. Las cuestiones filosóficas no pueden ser, pues, más que cuestiones lógicas, tales como el análisis lógico de la ciencia>0. Camap mostró en la sintaxis general que todas las relaciones lógicas pueden formularse formalmente, como relaciones concernientes meramente a la «sucesión y tipo (sintáctico) de los signos de las expresiones lingüísticas», como relaciones sintácticas. Camap llegó como consecuencia de esto a la conclusión «de que todos los problemas significativos de la filosofía», por lo menos los problemas de la filosofía no metafísica y no referida a valores, «pertenecen a la sintaxis» M. Fue nuevamente Wittgenstein el primero que manifestó una concepción semejante de la filosofía en su relación con la lógica de la ciencia y con la sintaxis (en el Tractatus logico- philosophicus), pero sin equiparar lógica de la ciencia y sintaxis. Según él, sólo las reglas sintácticas han de 10 11
10 Se refiere críticamente a esto Petzáil en Theoria, 1936, p. 359 s.
11 Die logische Syntax der Sprache, p. 206, 207.
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formularse sin referencia al significado; las proposiciones de la lógica de la ciencia se refieren, por el contrario, al significado de los conceptos y proposiciones científicas.
Pero la filosofía suele ocuparse poco de las cuestiones puramente formales del sistema de representación. Normalmente se trata de cuestiones que se refieren aparentemente a objetos, espacio, tiempo, cosas, números..., especialmente en los problemas filosóficos de funda- mentación de las ciencias particulares. Pero en realidad se refieren a conceptos y proposiciones y teorías, a su carácter lógico. Son, por tanto, cuestiones cuasi-sintác- ticas. Filosofía es lógica de la ciencia y lógica de la ciencia es sintaxis del lenguaje científico. Todas sus cuestiones han de plantearse como cuestiones sintácticas en una formulación precisa. Por eso pensaba Car- nap que muchas cuestiones filosóficas, que se tienen por cuestiones objetivas sólo como consecuencia del modo material de hablar, pero que realmente son cuestiones cuasi-sintácticas, podrían en consecuencia ser esclarecidas y solucionadas mediante su formulación en el modo formal de hablar. Así puede eliminarse la oposición entre la concepción formalista y la logicista de los números en la disputa sobre los fundamentos de la matemática. Esta última define los números como clases de clases de cosas, aquélla como una especie peculiar, originaria, de objetos. Expresadas formalmente, estas concepciones enfrentadas entre sí rezan simplemente : por una parte, las expresiones numéricas son expresiones de clase de segundo grado; por la otra, las expresiones numéricas son expresiones de grado cero. Y el conflicto puede solucionarse al poderse construir un sistema de aritmética tanto en virtud de la una como de la otra definición (p. 227). Así se formula también más claramente la proposición de Wittgens- tein «el mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas», si se la sustituye por la proposición sintáctica
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coordinada: la ciencia es un sistema de proposiciones, no de nombres (p. 230).
Las cuestiones filosóficas contienen de ordinario «palabras totales» y hablan, por tanto, de especies de objetos. Pero esto induce frecuentemente a plantear pseu- docuestiones sobre la esencia de estas especies de objetos, de los números, del tiempo, de los universales, etc. Se escapa a tales pseudocuestiones si se utilizan, en lugar de las palabras totales, las correspondientes expresiones sintácticas (expresiones numéricas, coordenadas temporales, predicados). Mediante su traducción a proposiciones sobre las designaciones se destacan claramente las contradicciones y faltas de significado. Los enunciados sobre lo «indecible», como los que se encuentran incluso dentro del Círculo de Viena por influencia de Wittgenstein, se presentan mediante ello como afirmaciones de que hay objetos y hechos inexpresables, esto es, designaciones de objetos que no pueden designarse y enunciados sobre hechos que no pueden describirse: con lo que dan pruebas de que son contradictorios.
«En cualquier campo de la ciencia sólo puede hablarse o con proposiciones del campo o sobre las proposiciones del campo» Las auténticas proposiciones son o proposiciones sobre objetos o proposiciones sintácticas. Pero no están adscritas a ámbitos separados, a las ciencias especiales por un lado y a la lógica de la ciencia por otro, sino que ambas se ofrecen juntas tanto en las ciencias especiales (en las que se tratan, aparte de los objetos, también los conceptos y proposiciones, como sucede siempre que se manejan relaciones lógicas) como también en la lógica de la ciencia cuando, junto a la investigación sintáctica, se discuten también circunstancias psicológicas, sociológicas e his-
12 Camap, Log. Syntax d. Sprache, p. 210.
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tóricas del uso del lenguaje. Cuando la lógica de la ciencia trabaja en el campo de las ciencias particulares, lo hace con otra orientación que éstas: atiende a las conexiones lógico-sintácticas 1S.
Pero estas precisiones de la filosofía, limitada a las proposiciones sobre la sintaxis, esto es, sobre la «sucesión y especie (sintáctica) de los signos de las expresiones lingüísticas», son demasiado estrictas. El mismo Camap se ha dado cuenta de ello posteriormente. Concibe ahora la tarea de la filosofía de un modo completamente general como análisis «semiótico» (que no hay que confundir con «semántico») del lenguaje de la ciencia y de la parte teórica del lenguaje usual. La «Semiótica» abarca el análisis del lenguaje en tres direcciones: en lo relativo al uso del lenguaje, es decir, en consideración pragmática; en relación con el significado de los signos lingüísticos, consideración semántica; y en lo relativo a la relación de los signos sin tener en cuenta su significado, consideración sintáctica. En filosofía suelen presentarse unidos los tres tipos de investigación. En la teoría del conocimiento y en la filosofía de las ciencias (filosofía natural, fundamentos de la matemática) se trata, por una parte, de la adquisición de conocimiento formulado lingüísticamente mediante percepción, comparación, confirmación. Tales investigaciones pertenecen, por tanto, a la pragmática. Son investigaciones psicológicas, sociológicas, históricas, o sea, empíricas. Por otra parte, se trata de análisis lógicos. Si este análisis se refiere al significado de las expresiones lingüísticas, se mueve en terreno semánti- 19
19 Cuando Carnap dice (Logische Syrttax d. Sprache, p. 210, 260) que la lógica, de la ciencia no constituye ningún ámbito peculiar, ningún ámbito nuevo junto a las ciencias especiales (o a la ciencia unificada), pues la sintaxis pura y la descriptiva «no son más que la matemática y la física del lenguaje», hay que reconocer que constituiría al menos una nueva rama de la matemática, como, p. ej., la teoría de los grupos.
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co. Sólo cuando se realiza de un modo puramente formal, como cálculo, pertenece a la sintaxis u .
Pero como consecuencia de esto ya no puede seguirse diciendo que la filosofía tiene que ver sobre todo con proposiciones cuasi-sintácticas y que mediante su traducción a proposiciones puramente sintácticas se resuelven los problemas o al menos se aclaran, sobre lo que Carnap había insistido tanto en la Logische Syntax der Sprache. Pues si bien no son en absoluto proposiciones puramente semánticas, en vez de ser cuasi-sintácticas son propiamente proposiciones cuasi-lógicas. Tales proposiciones han de formularse primeramente como semánticas y sólo entonces pueden formalizarse como sintácticas. Por tanto, no puede excluirse la consideración del significado, de la relación con los objetos. Los problemas no pueden aclararse en general partiendo de la sintaxis, mediante el análisis de meras relaciones de signos, por el paso del estilo material al formal.
Por el contrarío, las formulaciones lingüísticas dependen más bien de la medida en que se esté en claro sobre las relaciones de los objetos. Si la famosa afirmación de Kronecker sobre los números naturales y los ampliados (v. anteriormente), parece lograr una aclaración inmediata por su traducción a una proposición sobre la diferencia entre signos primitivos y signos definidos, esta aclaración descansa únicamente sobre el hecho de que Weierstrass y Meray descubrieron la reductibilidad de los números ampliados a los naturales. Respecto al pretendido resultado del estilo formal sobre el material, esto es, del sintáctico sobre el semántico, resulta válida la crítica de Mili al «conocido aforismo de Condillac, según el cual una ciencia es poco o nada más que una langue bien faite, o sea, con otras palabras, según el cual la única regla suficiente para el descubrimiento de la naturaleza y propiedades
14 Introducción to Sem antics, p . 245.
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de los objetos consiste en una denominación adecuada de los mismos; como si la inversa no fuese cierta: es imposible denominarlos de un modo apropiado si no se los conoce, como hacemos nosotros, en lo relativo a su naturaleza y sus propiedades. ¿Será necesario decir que no podría conseguirse nunca el menor saber relativo a las cosas mediante cualquier manipulación imaginable de meros nombres y que lo que podemos aprender de los nombres no es más que lo que el que los utiliza sabía ya de antemano?»11. El mismo Caraap dice1*: «Una propuesta de reestructuración sintáctica de un punto determinado del lenguaje científico es, considerada fundamentalmente, una convención que puede elegirse libremente. Pero sólo puede lograrse tal convención de un modo fecundo y utilizable prácticamente si se tienen en cuenta los resultados empíricos existentes de la investigación de las ciencias especiales.» El establecimiento de signos primitivos mediante los cuales pueden definirse los demás es siempre una reestructuración sintáctica de este tipo (si bien en la matemática lo determinante para ello no son resultados empíricos).
Pero Carnap consideró también como cuasi-sintácti- cas muchas proposiciones que propiamente no tienen el significado de enunciar algo sintático, es decir, relaciones de designaciones, pues en el caso de una proposición cuasi-sintáctica su formulación en el modo formal de hablar no está meramente coordinada a su formulación en el modo material, sino que tiene su significado particular,T. Así, la proposición «cada tono 19
19 Mili, System der deduktiven und induktiven Logik, vol. I, libro 2, cap. 2, 2. Trad. de Schiel, p. 211.
*• Die logische Syntax der Sprache, p. 211.11 S( designa una proposición del modo material de hablar,
si S( enuncia de un objeto una propiedad respecto de la que hay una propiedad distinta de ella y concretamente sintáctica que, por asi decirlo, corre paralela con ella, es decir, que le corresponde a una designación de un objeto si y sólo si aquella propiedad corresponde a este objeto» (Carnap, Die logische Syntax der Sprache, p. 213). P. ej., la proposición S , : «cinco no
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tiene una altura determinada» no quiere decir propiamente : «cada expresión de tono contiene una expresión de altura de tono»1*, o la proposición «las cualidades sensoriales, por ejemplo, colores, olores, etc., pertenecen a lo originariamente dado» tampoco quiere decir la proposición sintáctica «los signos de sensaciones, por ejemplo, signos de color, de olor, etc., pertenecen a los signos descriptivos primitivos» l*. Con ello no se hace más que adosar a las proposiciones sobre hechos proposiciones sobre sus designaciones. Estas no constituyen el verdadero significado de aquéllas, sino que mediante ellas se ejecuta un cambio en el significado de las proposiciones; con ellas se habla de otra cosa: en lugar de hablar de los objetos, se habla de sus designaciones. Las proposiciones como «la luna es una cosa», «cinco es un número» enuncian algo sobre clases de objetos; por el contrario, «luna’ es un substantivo», «'cinco' es un numeral» enuncian algo sobre las designaciones correspondientes. Está claro que cuando asi se pasa del estilo material al formal, los problemas objetivos desaparecen* 18 * 20; pero no porque queden des
es una cosa, sino un número». Aparentemente en esta proposición se enuncia una propiedad del cinco, igual que en la proposición «cinco no es un número par, sino impar» (S2). En realidad, sin embargo, S, no se refiere al cinco, sino a la palabra «cinco»; esto lo pone de manifiesto la formulación Sn, que tiene el mismo contenido que S| : 'Cinco no es una sustancia, sino un numeral'. Mientras que Sg es una auténtica proposición objetiva, S( es una pseudoproposición objetiva; S( es una proposición cuasi-sintáctica (del modo material de hablar), Sx es la proposición sintáctica coordinada (modo formal de hablar). (Ibld., p. 211.)
18 Loe. cit., p. 234, ejemplo 48.18 Ibld., ejemplo 43.20 «Todos los pseudoproblemas de este tipo desaparecen si
se utiliza el modo formal de hablar en lugar del material, o sea si en lugar de las palabras totales (p. ej„ número, espacio, universal) se emplean las palabras sintácticas correspondientes (numeral, coordenadas espaciales, predicado)». (Die logische Syntax der Sprache, p. 238).
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enmascarados como pseudocuestiones, sino porque con ello se les da de lado. Naturalmente, si se habla de los signos numéricos en lugar de hablar de los números no hay ningún problema acerca de qué sean los números. Pero subsiste desde el punto de vista semántico, al preguntar qué es lo que designan los signos numéricos. Carnap consideró en la Logische Syntax der Spra- che la proposición «los números son clases de clases de cosas» como una proposición cuasi-sintáctica, cuyo significado consiste propiamente en la proposición sintáctica: «las expresiones numéricas son expresiones de clase de segundo grado»21. Pero no se haría justicia a la gran conquista intelectual de Frege y Russell si no se quisiese ver en ella más que una determinación lingüistica, frente a una determinación como «las expresiones numéricas son expresiones de grado cero»22. Igual que Carnap mismo previno contra el uso «despreocupado» de la palabra «carente -de significado»2i, hay que prevenir contra el uso despreocupado de la expresión «pseudoproblema». Es demasiado sencillo suprimir las cuestiones incómodas diciendo que carecen de significado o que son pseudocuestiones y hablando de las designaciones —es decir, de otra cosa— en lugar de hablar de los objetos.
En conexión con la exclusividad del punto de vista sintáctico y la exclusión del semántico se halla el que Carnap, y en parte también el Círculo de Viena, no esté libre de la forma más radical del nominalismo, del mero vocalismo. Se encuentran una vez y otra formulaciones según las cuales parece como si los conceptos
21 Ibid., p. 227, ejemplo 21.22 Ibid., ejemplo 22. También Weinberg (An Examination of
Logical Positivism, 1936, p. 250; trad. esp., p. 339) hace notar que «la cuestión acerca de la naturaleza del número... puede ser tratada en el lenguaje-objeto como una cuestión sobre el análisis de los términos matemáticos».
22 «Testability and Meaning» (Philosophy of Science, vol. IV,P- 5).
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y enunciados no consistiesen en otra cosa que en sus designaciones, porque se ha abandonado la consideración de su significado. Por ejemplo, «el nombre de un objeto físico (por ejemplo, la palabra «luna») es redu- cible a predicados de datos sensoriales»* 24. Un nombre —una palabra— no puede reducirse en absoluto; sólo puede reducirse un concepto.
Tal vocalismo se pone de manifiesto sobre todo en la concepción de la lógica y de la matemática. La primera «consta sólo de reglas convencionales sobre el uso de signos. Y, por tanto, los signos de la lógica y de la matemática no designan objetos, sino que sirven sólo para la ñjación simbólica de aquellas reglas» 2S. «’5 + 7 = 12' no es en modo alguno un enunciado; es una regla que nos permite transformar una proposición en la que entran los signos 5 + 7 en una proposición equivalente en la que entra el signo 12. Es una regla sobre el uso de signos»2#. «Las proposiciones aritméticas están compuestas de signos de tal y tal tipo en tal y tal forma; son válidas tales y tales reglas de transformación.» «Al utilizar el estilo formal, que no habla en modo alguno de 'números', sino de signos numéricos', desaparece la pseudocuestión» de saber qué objetos son los números11. La matemática trata sólo del modo «como queremos hablar sobre los objetos»24, o sea, sólo del lenguaje. De acuerdo con esto, los números no consisten en nada más que en los signos numéricos y en los numerales y éstos sólo designan sus propias reglas de aplicación. Esto es válido únicamente para la construcción puramente formalista de la matemática, pero no para la logicista y la intuicionista. Las proposiciones de la lógica y de
34 Loe. cit., vol. III, p. 429.** Carnap, Der logische Aufbau der Welt, p. ISO. Igualmen
te, Schlick, Gesammelte Aufsatze, p. 147.2* Schlick, loe. cit., p. 227.2T Carnap, Erkenntnis, vol. 2, p. 436.24 Hahn, Logik Mathematik u. Naturerkennen, p. 17.
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la matemática consisten en meras series de signos sólo cuando están formalizadas, sólo en un cálculo. Pero junto a un cálculo existe también un sistema semántico, como ahora ha puesto claramente de relieve Car- nap. Es indudable que la lógica y la matemática no se ocupan de los hechos de la realidad; pero no por ello tienen que tratar meramente de signos. También sus signos tienen un significado, designan algo. Un número, por ejemplo 3, no consiste simplemente en el signo numérico o en el numeral; lo que ambos designan es un múltiplo determinado de la unidad: 1 + 1 + 1, concebido unitariamente. Esta es también la razón por la que un enunciado sobre un número no puede sustituirse por un enunciado sobre el numeral. Y lo que enuncia la proposición «cinco es un número» no tiene, por tanto, el significado de «'cinco’ es un numeral».
La lógica tampoco tiene que ver en la logística formalizada más que con meros signos. Pero el establecimiento de sus reglas descansa sobre un significado propio de las constantes lógicas. Así, la tabla de las funciones de verdad corresponde a los significados de los signos conectivos («y», «o», etc.). Estos significados pueden definirse o mediante ciertos conjuntos de valores de verdad o pueden darse por supuestos como originariamente dados para la fijación del tipo de las funciones de verdad.
Pero todas estas objeciones se refieren a un punto de vista ahora superado. Carnap ha vencido en sus nuevas obras la unilateralidad de la consideración meramente sintáctica y ha concedido todo su derecho a la semántica. Él mismo ha señalado en un apéndice de la Introduction to Semantics (p. 246 s.) las modificaciones que experimenta con ella Die logische Syntax der Sprache y ha abandonado la limitación de la filosofía a la sintaxis del lenguaje de la ciencia.
Lo que Carnap ha aportado con su Logische Syntax der Sprache puede caracterizarse con las palabras que
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le dedicó en su reseña2* uno de los más eminentes lógicos de la actualidad, Jorgensen: «Este nuevo libro de Carnap forma parte sin duda de las publicaciones más importantes de la literatura filosófica de nuestro tiempo... Es probable que se le considere en el futuro como uno de los hitos en el penoso camino de la verdadera filosofía científica.»
29 Erkenntnis. vol. 4, p. 419. Kaila, «Rudolf Carnap. Logische Syntax der Sprache», 1936 (Theoria, vol. II, p. 83 s.).
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B. EL EMPIRISMO
I. EL SISTEMA DE CONSTITUCION DE LOS CONCEPTOS EMPIRICOS
Puede indicarse el significado de una palabra o, en general, el de un signo definiéndolo con ayuda de palabras (signos) cuyo significado está ya establecido. Este es el modo corriente de determinar el significado mediante una definición. Pero los límites del proceso de deñnición consisten en que en último término hay que determinar también el significado de las palabras (signos) utilizadas en la definición, porque de lo contrario nos moveríamos en un círculo de meras palabras (signos). Hay que relacionar las palabras (signos) con algo distinto. Esto se realiza estableciendo la coordinación de lo designado con el signo mediante la presentación inmediata de lo designado, mediante una «definición ostensiva». Lo que se muestra puede ser no sólo una cosa o un proceso, sino también una situación, por ejemplo, aquella en la que haya que utilizar «sí» o «aquí» o «pero». Pero sólo puede mostrarse algo que esté presente de modo inmediato. Por tanto, ha de ser siempre, si no algo perceptible, sí algo dado en una vivencia. Las palabras (signos) obtienen de este modo por una parte un significado subjetivo, designan un contenido cualitativo, y por otra un significado intersubjetivo para la comunicación, en cuanto designan sólo la estructura de lo dado en la vivencia, tal como se discutió anteriormente (pp. 51 s.).
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Según esto, lo dado en la vivencia tiene que constituir el fundamento de la significación de todas las palabras. Tenemos aquí uno de los puntos claves del empirismo. Los sinificados han de descansar en última instancia en una mostración de lo designado y, por tanto, todos los significados tienen que acabar por poder reducirse a lo vivencialmente dado como lo único que puede mostrarse. Y esto quiere decir que todos los significados conceptuales pueden ser constituidos sobre la base únicamente de lo vivencialmente dado.
Carnap emprendió en su libro Der logische Aufbau der Welt, 1928, el intento, esbozado en líneas generales, de tal constitución de los conceptos. Pero su sistema de constitución de los conceptos no quiere ser un sistema definitivo, sino sólo un proyecto; sólo ha de «ilustrar a modo de ejemplo» la tarea de la construcción de tal sistema (p. 209). Ha de servir sobre todo para la comprobación lógica de los métodos utilizados para ella y ha de «mostrar la posibilidad radical de un sistema unitario de todos los objetos (conceptos) científicos» (p. 209). Carnap ha intentado hacer con los conceptos y concretamente con las clases capitales de conceptos de toda la ciencia lo que se realiza en la axiomática de un modo tan brillante con las proposiciones de campos concretos: su deducción lógica y, por consiguiente, su reducción a sus fundamentos lógicos.
«Constituir» un concepto quiere decir establecer una regla según la cual hayan de sustituirse todos los enunciados que contienen este concepto por enunciados que contengan otros conceptos. En esto consiste la «definición constitucional» de un concepto. No todos los conceptos son definibles, sino sólo los conceptos de nivel más alto. Los conceptos primitivos indefinibles que constituyen su fundamento son los significados que sólo pueden mostrarse en las vivencias. De acuerdo con esto, todos los enunciados sobre objetos de orden superior han de poder transformarse en enunciados
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que ya no contengan más que los conceptos primitivos y conceptos lógicos, esto -es, formales.
La constitución de los conceptos se realiza gradualmente, constituyendo conceptos ulteriores sobre la base de los conceptos que se han constituido en primer término a base de los conceptos primitivos, y otros en virtud de éstos, etc. Una constitución de este tipo compone los conceptos uno tras otro del mismo modo que ellos se presuponen entre sí. Así, por ejemplo, «aceleración» se define con ayuda de los conceptos «incremento de velocidad» y «tiempo»; y «velocidad» se define a su vez con ayuda de los conceptos «trayectoria» y «tiempo». Ahora bien, Carnap determina qué conceptos están presupuestos por otros, por los superiores, teniendo en cuenta qué conceptos son primarios desde el punto de vista cognoscitivo. De este modo, la gradación de los conceptos así constituidos está ordenada de acuerdo con su relación cognoscitiva. Para ello han de investigarse las especies de conceptos en su reducibilidad y ésta se obtiene en virtud de los conocimientos científicos especiales del ámbito de objetos correspondiente. «El sistema de constitución es una reconstrucción racional de toda la construcción de la realidad que se efectúa en el conocimiento de modo principalmente intuitivo» (p. 139). El objetivo es, por tanto, una genealogía lógica de los conceptos a base de lo dado en la vivencia.
Nadie puede adoptar como vivencialmente dado más que lo que él mismo ha vivido, pues la valoración de vivencias ajenas sólo puede realizarse en virtud de una percepción propia de manifestaciones ajenas. La base del sistema de constitución está formada, por tanto, por el «psiquismo propio», esto es, por aquellos objetos que sólo pertenecen a un sujeto y precisamente como conscientes, sin que entre también lo inconsciente. Carnap ha designado esta fundamentación como «solipsismo metódico». Esto se ha interpretado equivocadamente en el sentido metafísico de que sólo se
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aceptan como reales un sujeto y sus vivencias, aunque él rechazó esto expresamente (p. 86). No quiere decir, sin embargo, otra cosa que la limitación del fundamento a lo realmente vivido. Pero lo vivido no puede ser caracterizado en modo alguno desde un principio como «de mi psiquismo propio», es decir, como «psíquico* y como «mío», perteneciente a mi yo. Pues el yo no pertenece al «estado de cosas primario de lo dado» y el yo presupone la oposición del «tú» y de otros «yos* y lo psíquico la oposición de lo físico. Por tanto, lo vivencialmente dado, de lo que se parte, sólo puede ser determinado como «del psiquismo propio» después de la constitución de estos conceptos, o sea, sólo en un nivel superior de la constitución. Esta caracterización sólo se obtiene posteriormente, después de saber en qué campo de objetos entra, dentro de este sistema. En el origen es sencillamente lo dado de hecho, ni «mío» ni «psíquico», sino algo completamente neutral. Todos los conceptos mediante los cuales podría ser determinado han de ser constituidos primeramente a partir de aquí. Al construir un sistema de Constitución de los conceptos ha de distinguirse claramente aquello que es fundamento y aquello que es elaboración.
Lo que Camap toma por base como vivencialmente dado no son elementos cualitativos discretos, elementos de sensación, como hacia el positivismo más reciente (Mach, Ziehen). Pues estos elementos son sólo el resultado de una abstracción llevada muy lejos, de una reiterada construcción conceptual. Lo que se vive son totalidades: percepciones, pensamientos, sentimientos, tendencias, disposiciones, enlazados unos con otros como un todo unitario, un «cual» específico en cada caso. Lo originario es la corriente continua de vivencias, que cambia constantemente. Las «vivencias elementales» son unidades que no pueden descomponerse.
Realizar un análisis consiste en buscar partes integrantes en un complejo, en descomponerlo en elemen
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tos. No es posible un verdadero análisis de lo vivencialmente dado en partes integrantes, porque no está compuesto de partes integrantes reales. Para su tratamiento conceptual Carnap sigue otro camino, un camino propiamente sintético. En la corriente vivencial pueden distinguirse posiciones y entre tales posiciones pueden encontrarse relaciones, por ejemplo, la de que una posición es semejante a otra en un aspecto determinado. Todo lo que puede enunciarse sobre la corriente vivencial es que en ella una posición se encuentra en una determinada relación con otra. Lo que Carnap designa como «vivencias elementales» no son elementos cualitativos en sentido psicológico; no son otra cosa que miembros relaciónales de la corriente vivencial, puntuales y carentes de propiedades. No pueden hacerse enunciados sobre las vivencias elementales más que en lo relativo a sus relaciones entre sí, pero no por su determinación cualitativa, ya que para esto habrían de constituirse primeramente los conceptos. Las percepciones visuales o auditivas no son partes integrantes de la corriente vivencial, sino que se segregan de ella mediante las operaciones de puesta en relación y comparación. No son nada originariamente dado, sino que son extraídas mediante una relación de semejanza con otras posiciones de la corriente vivencial, distinguiéndose dentro de ella del mismo modo que dentro de un acorde de tres notas no puede aislarse un tono más que por su semejanza con tonos únicos. Son un resultado abstracto de la construcción conceptual, como la altura del tono. En ellas se consignan solamente relaciones de semejanza entre posiciones de la corriente vivencial. La base del sistema de constitución la forman, por lo tanto, no las clases primitivas de elementos, sino las relaciones primitivas sobre las que descansa el orden de las vivencias. Los conceptos primitivos indefinidos no representan a los elementos primitivos, sino a las relaciones primitivas. Los elementos
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primitivos se constituyen más bien partiendo de las relaciones primitivas, como miembros suyos.
Carnap cree —no puede afimarlo definitivamente mientras no se haya realizado por completo el sistema de constitución— que para su construcción basta una única relación fundamental: la semejanza entre vivencias elementales; y puesto que se reconoce la semejanza comparando una vivencia elemental actual con una anterior, o sea, con una vivencia recordada, es el recuerdo de la semejanza el que constituye la relación fundamental.
Mediante ella se constatan relaciones de parentesco entre las vivencias elementales y en virtud de estas relaciones se obtienen círculos de semejanza, que son idénticos con las clases de las cualidades que fundamentan la semejanza de las posiciones entre sí. Estos círculos de semejanza sustituyen conceptualmente a las partes integrantes, las cuales se obtienen normalmente por división. Conceptualmente proporcionan el mismo resultado, funcionan como «cuasi-elementos» y este procedimiento como «cuasi-análisis».
El «cuasi-análisis» consiste en la disposición de una vivencia elemental en relaciones de parentesco en virtud del recuerdo de semejanza, con lo que se conserva indivisa la unidad de la vivencia. De este modo pueden distinguirse «cuasi-elementos» en la vivencia elemental. La relación entre las vivencias elementales es o bien la de la igualdad parcial en un aspecto determinado o bien la de la mera semejanza parcial. En el primer caso, los círculos de semejanza se excluyen mutuamente; en el segundo se superponen de diversas maneras. En el primer caso, los círculos de semejanza mismos constituyen cuasi-elementos; en el segundo caso, éstos tienen que ser deducidos primeramente de los círculos de semejanza, «como las clases parciales máximas que no son divididas por la intersección de los círculos de semejanza» (p. 101). De este modo se obtienen clases de semejanza, luego relaciones entre tales clases, ulte-
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nórmente clases de tales clases y clases de tales relaciones y todavía clases y relaciones superiores de este tipo. Así se obtienen ámbitos cada vez más reducidos de coincidencia y de este modo se consigutn construcciones conceptuales cada vez más especiales. Todos los cuasi-elementos se han conseguido así mediante abstracción. todas las determinaciones son construcción lógica a partir de la totalidad vivencial.
El primer resultado del cuasi-análisis comparativo son clases de vivencias elementales que tienen una semejanza parcial entre sí, círculos de semejanza. De ellos pueden aislarse clases parciales, las «clases de cualidades», que representan cualidades sensoriales o emotivas. Las clases de cualidades son semejantes entre sí, si todo elemento de la una es parcialmente semejante a todo elemento de la otra. Si entre dos clases de cualidades hay una serie de cualidades que progresa continuamente de una cualidad a otra semejante, entonces las dos clases de cualidades pertenecen al mismo ámbito sensorial (de las cualidades viáuales o auditivas o calóricas o emotivas). La clase de las clases de cualidades semejantes entre sí es una «clase sensorial». Dentro de una clase sensorial se determina el orden de las cualidades en lo que a su semejanza se refiere mediante su relación de vecindad. Esta relación tiene un número determinado de dimensiones, mediante el cual puede caracterizarse el correspondiente campo sensorial de modo puramente formal, sin ayuda del contenido cualitativo. Para el sentido de la vista son cinco, porque el color manifiesta tres dimensiones (tono cromático, saturación y claridad) y dos dimensiones el campo visual por razón de la extensión. Como clases de clases de cualidades de un campo sensorial pueden distinguirse finalmente los componentes de las cualidades: cualidad en sentido más estricto, intensidad, señal local en los sentidos cutáneos, componentes de dirección de los sentimientos...
Por tanto, la construcción conceptual no parte aquí
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de lo más especial, las sensaciones, como es corriente tanto en psicología como en teoría del conocimiento, ascendiendo desde aquí hacia lo que es cada vez más general, las cualidades como clases de sensaciones, de aquí a los campos sensoriales, etc., sino a la inversa: primero se constituyen las clases más generales de cua- si-elementos y sólo desde aquí se construyen las más especiales: partiendo de las clases de las cualidades, las clases de los campos sensoriales, y sólo desde éstas, las sensaciones. Una sensación es un «par ordenado formado por una vivencia elemental y una clase cualitativa a la que la vivencia pertenece» (p. 130). Así los colores, como lo más especial, sólo se constituyen muy en último lugar. La posición del campo visual se constituye como una clase de clases de cualidades del sentido de la vista y la posición de vecindad como una clase de posiciones del campo visual. Partiendo de aquí se constituye la igualdad de color de posiciones vecinas como una relación de clases cualitativas del sentido de la vista y solamente desde aquí los colores como clases de igualdad de color. Este pesado rodeo es necesario si se quiere tener claramente ante sí los presupuestos lógicos de la definibilidad. Si no se quiere dar por supuesto sencillamente el concepto de elemento de sensación de Mach (por ejemplo, azul) como concepto primitivo indefinible, porque es ya un producto de la abstracción, se necesitan conceptos más generales (el de color) para poder definirlo, y para la definición de éstos, otros más generales (el de lo visible), hasta que se llega finalmente a uno último, el más general (el de corriente vivencial).
La ordenación bidimensional de las posiciones de vecindad da como resultado el campo visual. Con ello se establece una primera ordenación espacial, la del campo visual. Del recuerdo de semejanza puede derivarse también una relación temporal de las vivencias elementales, porque el miembro recordado está caracterizado como anterior frente al actual y partiendo de
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aquí puede construirse una primera ordenación temporal provisional —provisional porque todavía no carece de lagunas, ya que sólo puede ser completada posteriormente mediante inferencias de regularidades.
Los conceptos de los objetos del psiquismo propio se constituyen de este modo. Estas definiciones constitucionales se ofrecen en una cuádruple exposición, en cuatro «lenguajes»: primero, en el simbolismo logístico para lograr precisión; en segundo lugar, en su traducción al lenguaje natural; tercero, en lenguaje realista, como descripción de objetos conocidos, para lograr la comprensión material y, mediante esto, para la comprobación material; cuarto, como reglas de operación para una construcción ficticia, mediante la cual se indica la estructura formal de la constitución de los objetos, que sirve para la comprobación de la corrección formal de la constitución. La constitución de los niveles superiores, los cuales se construyen sobre el nivel del psiquismo propio, sólo se ofrece, por el contrarío, en un lenguaje, en el lenguaje natural, porque ya no se lleva a cabo rigurosamente, sino que sólo se esboza.
El primero de estos niveles superiores es el del mundo perceptivo. No se constituye primero como fundamento suyo el espacio visual subjetivo, sino que se constituyen simultáneamente el espacio físico objetivo de las cosas perceptibles y el tiempo objetivo. Al hacerlo no interviene la cualidad específica de lo espacial y de lo temporal; espacio y tiempo se constituyen con ayuda de «puntos del mundo» (Weltpunkten) como su orden tetradimensional. Un punto del mundo viene dado por sus coordenadas (tres espaciales y una temporal) como un grupo de números de cuatro miembros. Los puntos del mundo con la misma coordenada temporal son «simultáneos». Todos los puntos del mundo que son simultáneos entre sí constituyen una «clase especial». Una «línea del mundo» es un «arco de curva» continuo «del cual corresponde exactamente un
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punto del mundo a cada valor de la coordenada temporal» (p. 167). De este modo, esta ordenación espacio- temporal es sólo una estructura de relaciones numéricas (de las coordenadas).
A los puntos del mundo se les atribuyen colores (como clases de cualidades visuales) y, mediante éstos, se definen las «cosas visuales» como clases de puntos del mundo con relaciones constantes de vecindad durante un largo espacio de tiempo, dentro de un haz de líneas del mundo. Del mismo modo, se atribuyen a los puntos del mundo clases cualitativas del sentido del tacto que concuerdan en la señal local y de aquí se obtienen las cosas táctiles, y, de la combinación de ambas, las cosas simultáneamente visuales y táctiles.
La cosa visual y táctil más importante es «mi cuerpo». El cuerpo sólo consigue una superficie cerrada mediante la atribución de cualidades táctiles junto a las cualidades visuales (puntos cromáticos), porque una gran parte del mismo no es visible y sólo puede percibirse por el tacto. Sólo en virtud de su constitución conceptual pueden constituirse completamente especia- lizaciones ulteriores de los campos sensoriales y, en virtud de ellos, las cosas del mundo perceptivo. Los órganos de los sentidos pueden caracterizarse constitucionalmente como partes del cuerpo y de este modo pueden constituirse, a su vez, los restantes sentidos (oído, olfato, gusto).
Las cualidades de los restantes sentidos pueden atribuirse del mismo modo que las cualidades visuales y táctiles a los puntos del mundo, mediante lo cual se completan las propiedades de las cosas perceptibles. Pero las cualidades no se les atribuyen todas del mismo modo. «Las cualidades de ciertos sentidos (por ejemplo, del sentido estático, del sentido cinético, de las sensaciones orgánicas) no pueden atribuirse apenas o en modo alguno a determinadas líneas del mundo o a determinados haces de las mismas, es decir, a las cosas visuales. Sin embargo, no hay ninguna frontera
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precisa entre cualidades sensoriales atribuíbles y no atribuíbles» (p. 177), en el sentido de la antigua distinción de cualidades primarias y secundarias. Del mismo modo que el azúcar se califica de dulce porque provoca tal sensación gustativa, puede llamarse también «alegre» a una melodía, «dolorosa» a una carta, «escandaloso» a un hecho, porque mediante ellos se provocan estos sentimientos. Sólo que debido al hecho de que los sentimientos provocados por el mismo objeto varían gradualmente de persona a persona con mayor intensidad que la mayoría de las sensaciones y, por tanto, sus atribuciones a un mismo objeto por parte de diversas personas conducen a contradicciones, es por lo que normalmente, pero no en el pensamiento infantil ni en la lírica, se les adjudica al mundo interior más bien que al mundo exterior.
Para completar el mundo perceptivo realiza Carnap desarrollos de significado trascendental. Introduce puntos cromáticos no vistos y puntos táctiles no tocados, junto a los vistos y a los tocados, al atribuir a ciertos puntos de su espacio numérico cualidades visuales y táctiles, y efectúa en general una atribución de cualidades sensoriales a los puntos de un ámbito espacio-temporal que carezcan de atribuciones de este tipo, por analogía con los puntos correspondientes de otro ámbito espacio-temporal con el que aquél coincide en un ámbito parcial mayor. Esto quiere decir en lenguaje realista: si de una cosa percibida anteriormente vuelve a percibirse una parte espacial, pero no la parte restante, se supone entonces que esta parte de la cosa existe en el ámbito espacial no percibido, parte que corresponde a la misma parte de la cosa anteriormente percibida —siempre que esto no esté contradicho por otras conclusiones; y si vuelve a percibirse la mayor parte del curso temporal de un proceso ya conocido, pero no la parte restante, se supone —en ausencia de razones en contra— que el proceso se ha desarrollado también de modo análogo en el tiempo
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marginal no observado. El sentido de este modo de proceder es claro: con él se constituyen al punto las partes no percibidas de las cosas y de los procesos, tales como las caras ocultas, lo interno, o los efectos Estas atribuciones por analogía sirven para establecer un postulado de la sustancialidad y un postulado de la causalidad o a la inversa: «Las dos categorías de la causalidad y de la substancialidad significan la aplicación de la misma constitución analógica en distintos sentidos de las coordenadas» (p. 180).
Mediante la atribución de cualidades sensoriales a los puntos del espacio numérico tetradimensional se constituye el mundo perceptivo —por sus conceptos—. Eliminando las cualidades sensoriales y mediante la atribución de números como magnitudes físicas de estado, se obtiene el mundo físico. Con esta constitución se crea un ámbito en el que pueden establecerse leyes formulables matemáticamente, en virtud de las cuales pueden deducirse unas determinaciones de otras dadas y que es completamente intersubjetivo, mientras que el mundo perceptivo no está libre de contradicción como consecuencia de la variabilidad de persona a persona. Pero entre el mundo físico y el perceptivo se da una coordinación recíproca: biunívoca entre los puntos del mundo físico y los del mundo perceptivo, multiforme entre las cualidades y las magnitudes de estado, al corresponder determinadas cualidades en un punto del mundo a las magnitudes físicas de estado, mientras que, por el contrario, a una cualidad determinada en un punto del mundo sólo le corresponde una clase determinada de magnitudes de estado.
El nivel de constitución siguiente en el orden de elevación lo constituye el de la conciencia ajena. Dentro del mundo preceptivo puede constituirse, sobre la base de su coincidencia con la cosa «mi cuerpo», una clase «otros hombres» como cosas físicas por su cuerpo. 1
1 Cfr. las observaciones críticas de las pp. 119 s.
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Además puede coordinarse a una clase de procesos del psiquismo propio una clase de procesos físicamente perceptibles de mi cuerpo, que frecuentemente se presentan simultáneamente con ellos, con lo que se constituye la «relación de expresión». Además puede constituirse también el concepto «manifestación significativa» en virtud de la relación de signo (si bien con dificultades) y con ello el fundamento para la comprensión de los signos como comunicaciones por parte de los otros. En virtud de estas constituciones se define constitucionalmente el concepto de psiquismo ajeno. Son procesos del psiquismo propio que se conectan al cuerpo de otro hombre, pues las vivencias de otro, incluso si son muy distintas de las propias, sólo pueden ser construidas con cuasi-elementos de las vivencias propias, ya que los procesos expresivos de otro no pueden interpretarse más que partiendo de lo que a uno mismo le resulta conocido. Y la vida psíquica ajena sólo puede ser conocida a través de la mediación de un cuerpo por el que se manifiesta. Esta atribución se completa para series enteras de vivencias en virtud de las leyes psicológicas estáticas y dinámicas que se han encontrado en las vivencias propias, relativas a un mismo suceso y a la sucesión de elementos vivenciales. Tampoco en el caso de la constitución de la vida psíquica ajena «se abandona la base del psiquismo propio» (p. 194).
Partiendo dé las vivencias de un prójimo puede construirse un nuevo sistema de constitución, del mismo modo que se ha realizado hasta aquí partiendo de las vivencias propias: con ayuda de una relación primitiva entre las vivencias ajenas «recuerdo de semejanza (del prójimo)» y con las mismas formas y pasos de constitución. Será el mundo del prójimo. Pero este sistema de constitución es sólo un sistema parcial del sistema de constitución propio, lo que se refleja en una cierta analogía. Esto es posible porque ambos son sistemas inacabables. Esta es la razón de que para cada
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objeto de vino de los sistemas pueda constituirse un objeto correspondiente en el otro, «si este sistema está construido con la suficiente amplitud» (p. 198). Esto es una representación exacta de cómo con los mundos interiores de los prójimos se construye conceptualmente en una conciencia singular la idea de un mundo exterior objetivo.
Entre el sistema total y el sistema parcial ajeno que forma parte de él, esto es, entre mi mundo y el de un prójimo, existe una analogía muy amplia, pero en modo alguno completa. A los conceptos constituidos originariamente —psiquismo propio, cosas perceptivas, mundo físico espacio-temporal, psiquismo ajeno— les corresponden generalmente los mismos conceptos en el nuevo sistema de constitución. Pero en casos concretos resultan distintos. La cosa física «mi cuerpo» no es en abosluto la misma en el sistema de constitución de un prójimo determinado, como vivida por él, que la cosa «cuerpo del prójimo NN» en el sistema de constitución total. También otras cosas «comunes», esto es, mutuamente correspondientes en ambos sistemas de construcción, diñeren parcialmente entre sí, por encontrarse con el cuerpo del prójimo en una relación distinta que con mi cuerpo. Pero entre el mundo físico en el sistema total y los mundos físicos de cada sistema parcial ajeno puede establecerse una coordinación biunívoca: entre los puntos del mundo coordenados entre sí se dan las mismas relaciones espacio-tempo- rales y también las mismas relaciones cualitativas, esto último de modo mediato, como consecuencia de. la atribución. Con ello está dada una coordinación intersubjetiva. La clase de los objetos coordinados intersubjetivamente entre sí puede definirse como «el mismo» objeto, tal como es experimentado y conocido por mí y por los otros. La intersubjetividad concierne en primer término sólo a los distintos mundos físicos. Pero puede establecerse también más allá de ellos, en el campo de lo psíquico. El psiquismo ajeno, lo que se
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atribuye en el sistema total al cuerpo de un prójimo determinado, corresponde al psiquismo ajeno que se atribuye en los sistemas parciales a los cuerpos análogos.
Completando las posiciones vacías de los distintos sistemas de constitución a base de atribuciones hechas en otros sistemas, se hace posible una coordinación universal, biunívoca general, intersubjetiva, entre los sistemas de constitución, se constituye un mundo intersubjetivo. En consecuencia, las propiedades de los objetos intersubjetivos, que coinciden en todos los sistemas de constitución, y los enunciados sobre ellos pueden transmitirse intersubjetivamente; por el contrario, las propiedades que se dan sólo en sistemas de constitución aislados y los enunciados sobre ellas son subjetivos.
El siguiente nivel superior de constitución, el último, lo representan los conceptos de lo espiritual o de los objetos culturales. Carnap se limita aquí a mostrar con ejemplos la posibilidad de su constitución, sin exponer la forma exacta de la misma. Los objetos espirituales se constituyen a base de los físicos. Esto no es ningún psicologismo, ya que los objetos de un nivel lógico superior constituyen una nueva esfera de objetos. Objetos espirituales primarios son aquellos que no presuponen ya objetos espirituales para su cons-, titución. Se constituyen «a base de aquellos procesos psíquicos en los que se presentan», a base de sus «manifestaciones», como, por ejemplo, el saludo por el levantamiento del sombrero. Los objetos espirituales restantes, los superiores, los de la sociedad, de la economía, del derecho, etc., han de constituirse sobre la base de los primarios. Por el contrario, los valores no se constituyen en virtud de los objetos espirituales o del psiquismo ajeno, sino partiendo de vivencias psíquicas valorativas propias, de modo semejante a como se constituyen las cosas físicas partiendo de vivencias perceptivas. Tales vivencias valorativas son las de de
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ber, de responsabilidad, de la conciencia, del sentimiento, etc. En el caso de los valores, como en el de las cosas, no hay tampoco psicologismo.
Finalmente se constituye también el concepto de la realidad empírica, a diferencia de la metafísica. La realidad metafísica, una existencia independiente de la conciencia, no es constituíble. Las características de la realidad empírica frente a lo irreal (sueño, poesía) consisten en que todo objeto real tiene una posición en el orden temporal, en que es intersubjetivo o al menos da ocasión inmediata para la constitución de un objeto de este tipo y en que pertenece a un sistema regular amplio. Así, las cosas físicas son reales «cuando están constituidas como clases de puntos físicos que se encuentran en haces conexos de líneas del mundo y están incardinadas en el sistema tetradimensional total del mundo físico espacio-temporal» (p. 237). Y los objetos psíquicos son reales cuando están incardi- nados en el sistema psíquico de un sujeto. Con ello se constituye la diferencia entre realidad e irrealidad enteramente sobre la base del psiquismo propio, sin que haya que dar por supuesto para ello la trascendencia.
Del conocimiento de la construcción de los conceptos resultan varias explicaciones filosóficas.
Así, en primer lugar, se hace claro en qué consiste la diferencia entre lo ittdividual y lo general. Puesto que todos los conceptos se constituyen como clases o relaciones de vivencias elementales, no hay ningún concepto propiamente individual, sino sólo conceptos generales. La individualización de los objetos se realiza más bien determinándoles temporalmente y a veces también espacialmente, esto es, incorporándolos a un orden temporal y, eventualmente, espacial. Lo que se halla en otras ordenaciones es, por el contrario, un objeto general. La diversidad de las ordenaciones temporal y espacial respecto de las restantes ordenaciones radica en que hay dos tipos distintos de relaciones entre clases de cualidades —como, por ejemplo, en el
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caso del sentido de la vista, tener la misma posición o tener el mismo color—. La ordenación del campo visual descansa sobre la primera y con ello, indirectamente, también la ordenación espacial. Sobre la segunda descansa la ordenación cualitativa de los colores en el cuerpo coloreado. En lo que el primer tipo de relaciones aventaja a los demás es en la propiedad lógico-formal de que clases distintas de cualidades situadas en la misma posición no pueden pertenecer nunca a la misma vivencia elemental, pero sí pueden hacerlo las del mismo color. Este es el último fundamento de la individualización.
Entonces puede formularse con precisión el concepto de la identidad lógica. Resulta de la pregunta sobre «cuándo dos designaciones distintas designan el mismo objeto». El criterio para ello consiste en su sustituibi- lidad: cuando al insertar tanto una como otra de ambas designaciones en una función proposicional se obtiene una proposición verdadera. Pero en la mayoría de los enunciados de identidad la designación de «el mismo» no se refiere al objeto nombrado (por ejemplo, esta mariposa) como individual, sino a su especie (esta especie de mariposa), o sea, a un objeto de nivel superior. Comprendida en este sentido, sí se da identidad en sentido estricto, tal como se la acaba de definir. Si, por el contrario, la identidad se refiere al objeto como singular, entonces no es propiamente identidad, sino que son solamente relaciones de igualdad (coincidencia en cualquier propiedad, continuidad u ordenación intersubjetiva). Es sólo una identidad impropia.
Mediante la separación del lado lógico y el metafí- sico, el dualismo de lo físico y lo psíquico y la relación psico-física reciben una versión carente de problemati- cidad. Al no ser propiamente las especies de objetos constituidos más que formas distintas de ordenación del mismo tipo unitario de cuasi-elementos de la corriente vivencial, las dos especies objetivas de lo físico y lo psíquico no son las únicas formas de ordenación,
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sino que junto a ellas se hallan otras: los objetos biológicos, los espirituales, los valores. Dentro del sistema de constitución no hay, por tanto, un dualismo, sino un pluralismo de especies de objetos constituidas.
Respecto de la relación de dependencia entre lo físico y lo psíquico, Camap toma por base la hipótesis del paralelismo: a todo proceso psíquico le está coordinado de modo regular un' proceso fisiológico simultáneo en el sistema nervioso central. Esto quiere decir desde el punto de vista constitucional: dos series de cuasi-elementos de una sucesión de vivencias (las observaciones en las que se constata esta relación) marchan paralelas. Pero tal decurso paralelo de cuasi-elementos no se da únicamente en el caso de lo físico y lo psíquico, sino también en varias otras series de elementos; por ejemplo, «si un cuerpo tiene una configuración visual determinada, tiene también simultáneamente una configuración táctil análoga» (p. 234). El decurso paralelo de lo físico y lo psíquico no se distingue fundamentalmente de estos otros y no es más problemático que ellos. La cuestión de cómo se realiza tal paralelismo, de cómo ha de explicarse, puede plantearse del mismo modo para todos ellos. Pero ya no cae dentro del campo de la ciencia, sino en el de la metafísica, donde se la contesta mediante suposiciones de realidad. La ciencia sólo puede comprobar el decurso paralelo de las series de elementos en general.
Este sistema de constitución de los conceptos es sólo un intento, un primer esbozo, cosa que el autor pone de relieve expresamente y que solamente resulta comprensible por la magnitud de la tarea. Pero con ello se ha empezado realmente la tarea fundamental de explicar los fundamentos y el modo de proceder en la definición de los conceptos. La reducción de todos los conceptos a la percepción interna y externa,' a las impresiones inmediatas, es un postulado antiguo. Locke y Hume le afirmaron y sirve de base a su teoría del conocimiento. Pero esta reducción no se emprendió nun
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ca de hecho. Carnap ha llevado a cabo realmente el temerario intento, al esforzarse por mostrar en sus líneas fundamentales la construcción definitoria, al menos de los conceptos fundamentales, sobre la base exclusiva de las vivencias. Lo ha hecho con una claridad y minuciosidad sobresalientes y que dan un significado fundamental a su intento, a pesar de su carácter incompleto. Es indudable que no merece un juicio tan despectivo como el que le dedicó Gerh. Lehmann en su Deutsche Philosophie der Gegenwart, 1943 (p. 299): «La ingenuidad de la pretensión de constituir el mundo con tales medios (insuficientes) es evidente para todo el mundo.»
Kaila hizo una crítica aguda, sistemática y radical de la teoría de la constitución3 4, de la que Carnap mismo dice*: «Un escrito como el presente, que ha considerado a fondo y ha examinado la conexión de los problemas, constituye una valiosa incitación para nosotros por su crítica penetrante y comprensiva», en oposición a otras críticas de las que Kaila dice justamente (p. 29): «No merece la pena entrar en objeciones hechas a la ligera, tales como las planteadas por Króner» *. Kaila considera como la falta fundamental de la teoría de Carnap el hecho de que la constitución de los conceptos se realiza demasiado pronto, desde el punto de vista gnoseológico, cuando le faltan todavía los presupuestos necesarios para ello. Su base la constituyen los cortes transversales en la corriente de vivencias, que Carnap concibe como totalidades cualitativas sin variedad ni articulación interna, para no pensarlas compuestas de elementos psíquicos como en la antigua psicología del mosaico. Sin embargo, con ello se encuentra en contradicción con la moderna psicología de la configuración (.Gestaltspsychotogie), que ha pues
3 «Der logistische Neupositivismus», 1930 (Atinóles Universi- tatis Aboensis, Ser. B, tom. XIII).
1 Erkenntnis, vol. 2, p. 77.4 Die Anarchie der philosophischen Systeme, 1929, p. 289 s.
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to de manifiesto que lo vivencialmente dado está configurado, articulado, estructurado. Si todas las determinaciones de lo vivencialmente dado sólo pueden tener Júgar en virtud de las constituciones conceptuales, toda la diversidad interna de lo mismo sólo puede resultar mediante su elaboración conceptual. Falta entonces en lo vivido la variedad interna en la que puedan constatarse las relaciones de semejanza en general. Entonces sólo pude haber semejanzas entre las totalidades vivenciales en conjunto, pero no habrá ninguna semejanza ni ninguna diversidad dentro de ellas a las que puedan aplicarse la puesta en relación y la comparación del cuasi-análisis. Que en lo vivencialmente dado se dé una variedad interna analizable, es algo que constituye un presupuesto necesario para ello y la constitución conceptual mediante cuasi-análisis sólo puede asentarse sobre un nivel más elevado.
Así, la vivencia del tiempo no puede ser constituida, teniendo que darse ya por supuesta su división en presente, pasado y futuro. Según Kaila, también la dirección de una relación, esto es, el hecho de que .sus miembros no sean intercambiables sin más, descansa en la dirección vivida del tiempo. En su réplica a la crítica de Kaila*, debilita Camap esta objeción señalando que no se trata realmente de una dirección de una relación, sino sólo de su designación, de que tenga que ser cognoscible la diferencia de los signos y su posición recíproca.
Tampoco el espacio de la percepción (o de la representación) puede constituirse cuasi-analíticamente, pues es ilimitado, no por no tener ningún borde, sino porque todo punto en él tiene una zona circundante tridimensional continua. Pero, como fundamento de la constitución, sólo se dispone de un número limitado de posiciones distinguibles con carácter espacial; por tanto, toda espacialidad constituida tiene que tener un borde; 5
5 Erkenntnis, vol. 2, pp. 75-77.
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tiene que tener un comienzo y un fin. Si se toma como base un protocolo concluso de vivencias, no pueden constituirse a partir de él sistemas susceptibles de ampliación ilimitada, como el espacio y el tiempo, ni tampoco toda la realidad. Carnap hace notar frente a esta objeción que de un número finito de elementos puede constituirse perfectamente un conjunto infinito; así, de las diez cifras, la serie infinita de los signos numéricos.
Kaila sigue objetando: existe una diferencia fundamental entre diversidades «reales», como el espacio y el tiempo, y diversidades «ideales», como los colores, diferencia que Carnap ha pasado por alto. Un color como posición en el orden del cuerpo cromático es sólo una clase; por el contrario, una posición en el campo visual, en el orden espacio-temporal en general, no es una clase, sino algo individual. Pero Carnap constituye también la posición en el campo visual como una clase parcial de una clase de vivencias elementales. De acuerdo con su teoría de la constitución, toda diversidad es sólo una abstracción conceptual de la corriente vivencia!; consiste sólo en clases de semejanzas dentro de ella y sólo se dan las diferencias formales de ordena- bilidad de las clases, en clases de clases, clases de relaciones, relaciones entre clases, etc. Pero, como consecuencia, el sistema de constitución no puede poner de manifiesto otra cosa que relaciones de las semejanzas dentro de mi corriente vivencial; no puede obtenerse nunca nada nuevo, todo se limita a ser una ordenación y reordenación cada vez más complicada de los mismos elementos primitivos. Con ello no puede superarse nunca el ámbito de las vivencias propias transcurridas.
De aquí resultan «consecuencias catastróficas». En modo alguno son posibles en él enunciados sobre la vida psíquica ajena en el sentido usual, pues éstos tampoco pueden contener más que relaciones entre mis vivencias; todo lo demás es sólo contenido imaginativo científicamente inexpresable. Los enunciados so
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bre el psiquismo ajeno son equivalentes a enunciados sobre sus síntomas expresivos corporales, que se constituyen en el nivel de lo físico partiendo de mi corriente vivencial. Y las predicciones sobre lo futuro no pueden ser más que enunciados sobre lo pasado, pues el concepto de futuro ha de constituirse también primeramente a partir de las vivencias, no estando dado originariamente en ellas. Con ello se vuelven carentes de objeto todas las generalizaciones inductivas hechas sobre el futuro desde el pasado. «Con esto se alcanza de hecho el fin de toda filosofía» (p. 53).
Pero esta profunda crítica se une a la suma aprobación: «Incluso el esbozo existente hasta la fecha del sistema de constitución representa un resultado admirable caracterizado por la máxima precisión abstracta y una hermosa pureza lógica» (p. 29).
Camap admite en su contestación {loe. cit.) que quedan abiertas todas las cuestiones de contenido y psicológicas, y, en consecuencia, la de si las vivencias son unidades indivisibles o manifiestan una diversidad interna primaria, y, como consecuencia de esto, también la de si ha de aplicarse el cuasi-análisis y en qué nivel. Concede también que la diferencia entre una ordenación ideal y una real es una cuestión abierta, por depender igualmente de la diversidad interna de las vivencias.
Weinberg sometió también Die logische Aufbau der Welt de Camap a una crítica radical concebida con mucha claridad ®, la cual conduce igualmente a la exposición de «consecuencias catastróñcas». Consisten en que no puede justificarse un mundo físico que sea independiente de la experiencia propia, en que los enunciados sobre las vivencias ajenas carecen de significado y en que la comunicación y con ello la intersubjetividad son imposibles. Si sólo son significativos los enun- •
• An Examination of Logical Positivista, 1936, pp. 200-226. (Trad. esp., pp. 276-296.)
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ciados que tratan de mis vivencias, las afirmaciones sobre entidades físicas inferidas no pueden ser significativas, ni tampoco los enunciados sobre las vivencias del prójimo. En su lugar, pueden enunciarse los tipos del comportamiento exterior de otro. Estos son equivalentes lógicamente con aquéllos y, por tanto, pueden sustituirlos lógicamente. Si al hacerlo se piensa en las vivencias ajenas al modo como se piensa en las propias, esto no pueden ser más que imágenes concomitantes sin relevancia. Los enunciados de otro hombre no pueden concebirse tampoco más que como hechos externos de su comportamiento, pero no como símbolos utilizados por otro (p. 219). En consecuencia, es completamente imposible una comunicación por parte de los otros hombres y, por tanto, no hay tampoco intersubjetividad (p. 222). (Trad. esp., pp. 294 y 295.)
Al juzgar Die logische Aufbau der Wclt de Carnap no hay que perder de vista que en todo el sistema de constitución sólo se trata de definiciones de conceptos. Carnap dice expresamente en el prólogo (p. II, III): «Aquí se trata... de la cuestión de la reducción de unos conocimientos a otros» y «que la respuesta a la cuestión de la reducción conduce a un sistema reductivo unitario, en forma de árbol genealógico de los conceptos manejados en la ciencia, sistema que sólo necesita pocos conceptos primitivos.»
Las deñniciones no han de contener en último término más que relaciones entre las vivencias de una corriente vivencial determinada («la mía»). Este es el sentido y la finalidad de todo el sistema de constitución. Los objetos conceptuales constituidos de este modo son solamente formas de las disposiciones de estas vivencias y sus designaciones no son más que abreviaturas de ello. Saber si además designan algo existente en sí «es una cuestión de la metafísica que no tiene cabida dentro de la ciencia» (p. 220).
Ahora bien, el sistema de constitución de Carnap no ha explicado en modo alguno si todos los conceptos
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de la ciencia pueden ser constituidos mediante una mera reorganización de las vivencias o cuáles de ellos pueden serlo, pues él realizó la constitución de modo riguroso sólo respecto de los conceptos del psiquismo propio. Que éstos han de construirse únicamente en virtud de lo vivido, es algo que está fuera de duda desde un principio. Pero para todos los niveles superiores de la construcción conceptual la constitución no se realiza de modo completo y, por tanto, no se alega nin-* guna prueba concluyente de que hayan de descomponerse únicamente en relaciones de vivencias.
El sistema de constitución de Carnap ha de cumplir dos exigencias: ha de proporcionar una reconstrucción racional de la construcción conceptual que se da realmente en la ciencia y en la que se construye el mundo; y no ha de utilizar para ello más que relaciones de vivencias. Para conseguir esto último se sirve de la equivalencia lógica. Dos proposiciones son lógicamente equivalentes cuando ambas tienen el mismo valor de verdad, esto es, cuando son siempre las dos verdaderas o las dos falsas. Sólo se tiene en cuenta su valor de verdad, pudiendo ser su significado completamente distinto. Pero, desde este punto de vista, no pueden definirse conceptos mediante relaciones de vivencias más que cuando estas definiciones son lógicamente equivalentes a los otros modos de definición. Esto parece posible porque uno tiene que poder conectar de algún modo el contenido conceptual con vivencias, si con él han de ser posibles enunciados decidibles sobre el mundo. Por tanto, pueden utilizarse en su fijación de- finitoria estos criterios suyos de la experiencia. Pero resulta claro que de este modo no pueden constituirse los conceptos más que en el sentido de que contengan meras reorganizaciones de vivencias. Por esta via no es constituible otro sentido con el que pudiesen ser equivalentes estas definiciones; aquél se convierte en una mera «imagen concomitante», que es lógicamente irrelevante, y queda fuera de la consideración lógica. Pero
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en el concepto del psiquismo ajeno, de lo futuro y de lo inconsciente, se pone de manifiesto que hay conceptos con este sentido distinto, que contribuyen a la construcción del mundo. Sólo pueden construirse conceptos de objetos «que no se presenten inmediatamente en las vivencias» (p. 180) en la medida en que contengan meras reorganizaciones de cuasi-elementos de vivencias. En el sistema de constitución de Carnap se pierde necesariamente cualquier otro sentido. La base solip- sista no es demasiado esencial para ello. Incluso si se toman por base varias comentes de vivencias, no pueden deñnirse conceptos de lo extraconsciente, aunque sí el psiquismo ajeno.
Tratándose en todo el sistema de constitución sólo de construcción conceptual, o sea de definiciones, los enunciados existenciales no tienen lugar alguno en él, lo que tiene como consecuencia:
Las atribuciones de cualidades sensoriales a los puntos del mundo no percibidos superan completamente el marco de una definición constitucional. La afirmación «de que en la parte de espacio no observada... existe una parte análoga de la cosa» (p. 180) es, sin embargo, un enunciado existencia!, o sea, algo completamente distinto de una definición. Es una extrapolación, no una mera «reorganización de los objetos inmediatamente presentes» (p. 176), en lo que únicamente pueden consistir estas constituciones de conceptos. Saber si algo definido existe, es cosa que tiene que ser siempre expresamente probada, pero tal demostración estaría aquí fuera de lugar, ya que no es asunto de una constitución conceptual. En ella no se trata en modo alguno de una realidad. Lo mismo sucede con la atribución de objetos inconscientes, que se constituyen a base de los conscientes como «elementos generales de las vivencias» (clases cualitativas, componentes de cualidades, configuraciones más complejas de éstas) y que se atribuyen de modo especial, análogamente a los puntos cromáticos no vistos, a puntos
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temporales (no a puntos del mundo en general). Con esto tampoco puede constituirse el concepto de lo inconsciente, pero, en todo caso, con ello no puede completarse mi consciencia con la finalidad de poder establecer así en el ámbito total del psiquismo propio una regularidad más completa, si bien no universal, que en el ámbito parcial de lo consciente.
Es igualmente indudable que el psiquismo ajeno no puede ser otra cosa que un concepto obtenido mediante una mera «reorganización de mis vivencias»' (p. 193), pero que sólo es tal mientras se considera su definición constitucional, pero no como enunciado existencial.
También para el mundo intersubjetivo vale lo mismo que para los niveles de constitución particulares: todas «estas constituciones no consisten en la inferencia hipotética ni en una posición ficticia de lo no dado, sino en una reorganización de lo dado» (p. 200). Completar lo vivido está en contradicción con la condición de la mera reorganización y, por tanto, es ilícito.
Un sistema de constitución de los conceptos no tiene que hacer enunciado alguno sobre el mundo, ni sobre la vida psíquica ajena ni sobre el futuro, sino que simplemente tiene que construir conceptos. Pero puesto que todos los conceptos del sistema de Carnap sólo pueden ser reorganizaciones de cuasi-elementos de la propia corriente vivencial, con estos conceptos, y por falta de otros, no pueden hacerse tampoco enunciados en sentido usual. Sin embargo, la teoría de la constitución de Carnap tiene el mérito no despreciable de que de ella resultan con toda claridad las consecuencias y la limitación de una construcción de los conceptos que sea puramente inmanente a las vivencias.
Ha sido esta obra la que se ha tenido en cuenta exclusivamente, o al menos en primera línea, en los in- *
* «Por tanto, toda la serie de vivencias de otro hombre no consiste en otra cosa que en una reorganización de mis vivencias y de sus partes integrantes.» (D. log. Aufbau d. Welt, p. 186.)
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formes de las historias de la filosofía sobre el Círculo de Viena. No se ha tenido conocimiento de las numerosas publicaciones salidas posteriormente del Círculo de Viena. Sin embargo, esta obra está ya superada en parte. El mismo Carnap efectuó en su estudio «Testa- bility and Meaning»*, importante en tantos aspectos, una corrección fundamental.
Hay conceptos como los de visible o soluble, conceptos de propiedades de disposición, cuya definición en la forma del sistema de constitución tropieza con dificultades. Una propiedad de este tipo consiste en una disposición para una reacción en condiciones determinadas. Por tanto, una propiedad de disposición no puede observarse directamente —no puede verse la solubilidad de una sustancia—, pero, sin embargo, sólo puede comprobarse mediante observaciones. Una sustancia es soluble cuando puesta en un líquido adecuado se disuelve. Mediante una proposición condicional de este tipo, una implicación, que indica bajo qué circunstancias se da la correspondiente propiedad de disposición, y una segunda implicación que indica cuándo no se da —pudiendo estar ambas unidas en una sola implicación—, puede reducirse el concepto de una propiedad de disposición a vivencias.
Pero no puede definirse mediante esto. Mediante tal par de proposiciones de reducción, o también mediante una proposición reductiva doble, está determinado el concepto de una propiedad de disposición sólo para aquellos casos en los que se cumpla la condición de verificación que se establece en la implicación. Pero en aquellos casos en los que esta condición no se cumple, la propiedad de disposición correspondiente no puede ser ni atribuida ni negada. Cuando un objeto no ha sido puesto nunca en el líquido correspondiente, no se puede decidir sobre su solubilidad. Hay que buscar entonces nuevas condiciones de verificación en una nueva
» Philosophy of Science, vol. 3, 4, 1936. 1937.
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implicación con la que el concepto quede determinado y sea posible una decisión, incluso en tales casos. Con esta finalidad puede formularse, p. ej., la implicación de que cuando de dos objetos de la misma sustancia el uno ha dado pruebas de que es soluble, el otro ha de considerarse también soluble, aunque no se halle bajo la condición correspondiente. Pero de este modo sólo se puede reducir cada vez más el ámbito de indeterminación, nunca eliminarlo completamente. En el fondo sigue siendo siempre cuestionable si estas implicaciones valen también para tipos de casos distintos de aquellos para los que se encontraron. Por el contrario, una definición fija un concepto de una vez por todas, para todos los casos. Si se quisiesen utilizar las proposiciones reductivas como definiciones, se determinarla con ello que fuesen válidas más allá del ámbito para el que fueron establecidas originariamente. Estas implicaciones suelen ser leyes naturales descubiertas empíricamente y de aquí se deriva el que no sean válidas para un nuevo tipo de casos. Habría que abandonar entonces esta definición; por el contrario, tomadas como meras proposiciones reductivas para su ámbito empíricamente fijado, siguen siendo válidas y sólo tienen que ser completadas mediante otras nuevas. Sólo cuando están determinadas las condiciones de reacción para todos los casos puede construirse una definición partiendo de las proposiciones reductivas, de las implicaciones. Pero, en general, debido a la incom- pletitud de las condiciones de verificación, cuando se introduce un concepto como el de una propiedad de disposición mediante proposiciones reductivas no es posible sustituirlo por éstas y eliminarlo de este modo. Por tanto, hay conceptos que son reducibles a relaciones de vivencias, pero no son definibles mediante ellas.
Esto origina una corrección de radical importancia en la concepción primitiva. El sistema de constitución de Camap estaba sustentado por la concepción positivista y empirista de que todo concepto empírico de la
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ciencia ha de ser reducible a conceptos de relaciones de vivencias y, en consecuencia, ha de ser también definible mediante ellos. Su intención al elaborar el sistema de constitución era precisamente ponerlo de manifiesto. Esta tesis experimenta ahora una limitación fundamental. Se conserva la reductibilidad, pero tienen que abandonarse la definibilidad ilimitada y, con ello, la sustituibilidad mediante relaciones de vivencias.
Frente a esto, Kaila emprendió el intento* de restablecer la definibilidad en toda su extensión. La implicación, una relación si-entonces que realiza la reducción de una propiedad de disposición a lo observable, no puede utilizarse como definición de esta propiedad, ya que se hace inaplicable cuando no se da en modo alguno la condición de reacción que ella indica. Por tanto, Kaila establece la exigencia adicional de que el antecedente de esta relación si-entonces no ha de estar vacío, que han de existir siempre observaciones efectivas para poder enunciar tal propiedad. Pero esto no es suficiente para solucionar completamente la dificultad, pues sigue dándose todavía la circunstancia de que las proposiciones reductivas no pueden indicarse de ordinario todas completas, circunstancia que no se vence de este modo.
Los conceptos de las propiedades de las cosas y los de las magnitudes físicas de estado son del mismo tipo que los conceptos de disposición. El enunciado: la cosa D se encuentra en el tiempo t en el lugar O, no puede sustituirse por un enunciado si-entonces sobre relaciones de vivencias del tipo de: si alguien está en el tiempo t en el lugar O, tiene tales y tales percepciones. Pues lo que tendría que contarse como tales percepciones no son sólo las percepciones visuales de todos los aspectos posibles de la cosa y todas las percepciones táctiles posibles de ella, sino también todas las percepciones realizadas en virtud de comprobaciones indirec-
• «Wenn-so» (Theoria, vol. XI, 1945, p. 88 s.).
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tas, mediante fotografías, etc. Incluso si el número de estas percepciones posibles no es infinito, no pueden indicarse todas completamente en una conyunción gigantesca, ya que no pueden preverse de antemano todas las posibilidades de percepción. Lo mismo sucede, por ejemplo, respecto de la intensidad de una corriente eléctrica. Puede determinarse por la desviación de una aguja magnética o por el calentamiento de un conductor o por la cantidad de hidrógeno que separa del agua y de otros varios modos. Cada uno de estos métodos de medición puede describirse mediante un sinnúmero de percepciones posibles y es evidente que está plenamente excluido indicar de modo completo las implicaciones: si se dan tales y tales circunstancias, entonces se dan tales y tales percepciones. Sólo una conyunción interminable de tales implicaciones es equivalente al concepto de tal propiedad. Por tanto, es imposible definir estos conceptos de propiedades mediante percepciones, mediante relaciones de vivencias, es decir, sustituirlos y eliminarlos mediante ellas. No todos los conceptos pueden, pues, definirse de este modo y, por tanto, es inevitable la introducción de conceptos mediante proposiciones inductivas.
De acuerdo con esto, en un lenguaje hay que distinguir tres tipos de signos: 1. Signos primarios que se introducen sin ayuda de otros signos. 2. Signos introducidos indirectamente: a) Mediante definición, b) Mediante proposiciones reductivas. Pero la introducción de conceptos mediante proposiciones reductivas es necesaria no para un grupo de conceptos pequeño y carente de importancia, sino precisamente para los que son fundamentales para la ciencia. Con ello queda al descubierto una situación de significación trascendental que no ha sido valorada todavía suficientemente.
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II. LOS FUNDAMENTOS DE LA VERIFICACION DE LOS ENUNCIADOS EMPIRICOS
1. LOS ENUNCIADOS VERIFICADORES
Así como el Círculo de Viena tuvo siempre presente como una tarea fundamental del empirismo la explicación del contenido de los conceptos empíricos mediante su reducción a lo vivencialmente dado, emprendió también la otra tarea fundamental de explicar el contenido y la validez de los enunciados empíricos mediante su reducción a enunciados elementales. También aquí se partió del Tractatus de Wittgenstein, cuya orientación se siguió en principio. Wittgenstein tomó de los Principia mathematica de Russell la división fundamental de los enunciados en compuestos y simples, en proposiciones «moleculares» y «atómicas». Se define negativamente una proposición atómica como una proposición singular que, a su vez, no contiene una proposición como elemento suyo ni tampoco contiene los conceptos «todos» o «algunos». Una proposición molecular es igualmente una proposición singular, pero consta de dos o más proposiciones atómicas. Tales proposiciones compuestas tienen la forma de la conyunción o de la disyunción o de la implicación o de la negación. Una proposición negada es también una proposición compuesta, pues contiene dentro de ella a la proposición que se niega.
Ahora bien, Wittgenstein aportó la idea nueva e importante de que la verdad de las proposiciones compuestas depende únicamente de la verdad de las proposiciones simples, que son sus partes; es una «función de verdad» de éstas. Como consecuencia, sólo importa la verdad de las proposiciones simples, de las proposi-
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dones atómicas, de las que ha de deducirse de modo puramente lógico la verdad de las proposiciones compuestas.
La condición de verdad de los enunciados que tienen la forma más sencilla puede formularse directamente: son verdaderos cuando al objeto designado mediante el nombre le corresponde efectivamente la propiedad o relación designada mediante el predicado. Las condiciones de verdad de las otras formas de enunciados, las compuestas de elementos, se determinan indirectamente. Wittgenstein mostró cómo se relaciona la verdad de una conyunción, de una disyunción, de una implicación y de una negación con la verdad y la falsedad de las proposiciones singulares como consecuencia del significado de «y», «o», «si», «no», de las «constantes lógicas». En una conexión de dos enunciados, su verdad y su falsedad pueden combinarse de cuatro maneras; en el caso de n enunciados, de 2°. Es fácil ver que una conyunción de dos enunciados es verdadera cuando son verdaderos los dos enunciados singulares que se han vinculado; si, por el contrario, uno de ambos o los dos son falsos, la conyunción es también falsa. La disyunción del «o» no exclusivo, a diferencia del «o ... o ...», sólo es en cambio falsa cuando los dos enunciados singulares son falsos. Del mismo modo, una implicación es verdadera en tres casos y sólo es falsa cuando el primer enunciado, el implicante, es verdadero y el segundo, el implicado, es falso. Un enunciado negativo es verdadero cuando el enunciado negado es falso, y a la inversa. Pero, a la inversa, estas formas conectivas pueden volverse a definir por el tipo de su función de verdad, mediante la indicación de qué combinaciones de las proposiciones singulares son verdaderas y cuáles falsas. Así, p. ej., la disyunción de las proposiciones p y q se determina diciendo que es verdadera cuando ambas proposiciones o al menos una de ellas es verdadera, y falsa sólo cuando ambas son falsas. No se necesita entonces recurrir al significado de estas for-
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mas conectivas, x con ello pueden determinarse las constantes lógicas de un doble modo: o por su significado, como las palabras, o por su función de verdad.
La verdad de un enunciado general es una función de la verdad de todos los enunciados singulares que caen bajo este enunciado general y que están determinados por una condición de verdad directa. Por tanto, un enunciado general tiene que poder formularse como una conyunción de enunciados simples1.
Por tanto, la tarea siguiente y más importante era investigar las proposiciones atómicas y caracterizarlas por su forma lógica. Wittgenstein las identificó con las proposiciones a las que llamó «proposiciones elementales a». Son éstas proposiciones que pueden ser comparadas inmediatamente con la realidad, es decir, con lo dado en las vivencias. Tiene que haber tales proposiciones, ya que de lo contrario el lenguaje no tendría relación con la realidad. Todos los enunciados que no son ellos mismos proposiciones elementales tienen que ser funciones de verdad de proposiciones elementales. En consecuencia, todos los enunciados empíricos tienen que poder reducirse a enunciados sobre lo viven- cialmente dado, tienen que poder traducirse a ellos, si ellos mismos no son ya enunciados de este tipo. Todos los enunciados que no pueden ser reducidos de este modo se consideran carentes de significado, ya que uno no sabe entonces de qué se trata en ellos. La reducción se facilita mediante un árbol genealógico de los conceptos, a través del cual se reducen a relaciones de vivencias, tal como el que se esboza en el sistema
1 Véase posteriormente p. 137 s.3 Pero Wright (Den logiska Empirismen, Helsingfors, 1943,
p. 56) ha expuesto con razón que «proposiciones atómicas» y «proposiciones elementales» no son idénticas según sus definiciones, pues la mayoria de las proposiciones atómicas expresan varios hechos, ya que de cada una de ellas son derivables varias proposiciones no analíticas, en lo que consiste precisamente su contenido lógico.
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de constitución de Carnap. Así se acoplan entre sí la teoría empirista del significado, la de los conceptos y la de los enunciados.
Partiendo de aquí, de que las proposiciones elementales o atómicas son enunciados sobre vivencias, en el Círculo de Viena se creyó encontrarlas en las llamadas «proposiciones protocolarias 5». Las proposiciones protocolarias deben describir los hechos cognoscibles más sencillos, de tal modo que no se contenga en ellas ninguna proposición conseguida mediante elaboración. Por tanto, han de designar los contenidos inmediatos de las vivencias. Pero sobre lo que no había claridad alguna era sobre qué proposiciones son las que responden a tales exigencias. Se las considera como enunciados sobre lo «dado». Pero el positivismo anterior veía lo «dado» en cualidades sensoriales y sentimentales, Carnap lo veía en vivencias totales con relaciones entre ellas y Neurath partía de hechos materiales. Con ello quedaban en la incertidumbre precisamente los fundamentos del conocimiento empírico. En primer término se pensó en protocolos de vivencias, especialmente de percepciones. En lugar de la forma subjetiva inicial
3 En el Circulo de Viena hubo una viva discusión sobre la cuestión de las proposiciones protocolarias: Carnap, «Die phy- sikalische Sprache ais Universalsprache der Wissenschaft» (Er- kenntnis, vol. 2, 1931-32, p. 437 s.). En sentido contrario, Neurath, «Protokollsatze» (Erkenntnis, vol. 3, 1932-33, p. 204 s.). Carnap, «Über Protokollsatze» (Erkenntnis, vol. 3, p. 215 s.). Zilsel, «Bemerkungen zur Wissenschaftslogik» (Erkenntnis, vol. 3, p. 413 s.). Réplica de Carnap, ibíd., p. 177 s. Juhos, «Kritische Bemerkungen zur Wissenschafts-Theorie des Physikalismus» (Erkenntnis, vol. 4, 1933-34, p. 397 s.). Se encuentra una exposición sobre las teorías del Círculo de Viena acerca de las proposiciones protocolarias en el trabajo de Petzall: «Zum Methoden- problem der Erkenntnisforschung» (Goteborgs Hogskotas Ars- skfrift, vol. 41, 1935). Este trabajo originó una discusión entre Petzall y Neurath: «Physikalismus und Erkenntnisforschung», 1936 (Theoria, vol. II, p. 97 s., 232 s., 359 s.). (El trabajo de Neurath «Proposiciones protocolarias» está recogido en el volumen El positivismo lógico, citado anteriormente.)
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con «yo», «ahora» y «aquí», Neurath promovió una forma objetiva, conteniendo el nombre del que va a hacer el protocolo e indicaciones espaciales y temporales y con un concepto perceptivo. Por ejemplo: «NN percibió esto y esto en el tiempo t en el lugar O». Los protocolos de las pruebas psicológicas proporcionan ejemplos adecuados de ello. Aunque en los experimentos biológicos o físicos no se establecen frases protocolarias de este tipo, se sabe sin embargo que pueden reconstruirse tales proposiciones protocolarias como sus fundamentos últimos. «Si un investigador anota, por ejemplo, 'en tales y tales circunstancias el indicador se halla sobre 10,5', sabe que esto significa: 'dos rayas negras coinciden’ y que las palabras ’en tales y tales circunstancias...' se descomponen igualmente en determinadas proposiciones protocolarias * *».
Tales proposiciones protocolarias (enunciados perceptivos) se consideraron primeramente como absolutamente válidas. Son «proposiciones que no necesitan confirmación, sirviendo como fundamento para todas las proposiciones restantes de la ciencia ’». Neurath impugnó este carácter de la validez absoluta#. Las proposiciones protocolarias pueden considerarse también inválidas en caso necesarioT, pues nunca están libres de elaboración, no son más originarias que otras proposiciones empíricas, son tan hipotéticas como éstas y, por tanto, son corregibles. Los enunciados no pueden compararse en modo alguno con lo dado, con vivencias, con algo extralingüístico. Los enunciados sólo pueden compararse con enunciados. Carnap se adhirió también a esta opinión de Neurath. Las proposiciones
4 Schlick, «Das Fundament der Erkenntnis» (Erkenntnis. vol. 4, 1934; Gesammelte Aufsdtze, p. 291). (Recogido en el volumen El positivismo lógico, citado anteriormente.)
* Carnap, Erkenntnis, vol. 2, p. 438.• Erkenntnis, vol. 3, p. 209 s.7 Como ya habia defendido Reininger para los enunciados
sobre vivencias (Metaphysik der Wirklichkeit, 1931, pp. 132-34).
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protocolarías no tienen ningún rango privilegiado sobre las otras proposiciones Ciertas proposiciones concretas se toman como proposiciones protocolarías, esto es, como puntos ríñales de la reducción. «No hay proposiciones iniciales absolutas para la construcción de la ciencia.»* Es cuestión de resolución, de decisión, el saber dónde se quiere parar. Fue ésta una transformación decisiva en la concepción de las proposiciones protocolarías. Con ella volvió a alejarse un residuo de absolutismo de la teoría del conocimiento.
Pero se estaba entonces ante una gran cuestión nueva. Si las proposiciones protocolarias ya no son absolutamente seguras, sino que son corregibles, ¿cómo se determina cuándo ha de abandonarse una proposición protocolaría y cuándo no? Neurath formuló como criterio para ello la coincidencia de las proposiciones empíricas entre sí. Pero esto abre el paso a la arbitrariedad. Si una proposición protocolaria contradice al sistema de las proposiciones admitidas hasta la fecha, se puede o bien «tacharla» o bien aceptarla «y modificar para ello el sistema de tal modo, que incrementado con esta proposición siga estando libre de contradicción ,0». Pero de esta manera puede conservarse cualquier sistema de proposiciones, tachando simplemente las proposiciones protocolarías antagónicas. El experimento de Michelson no hubiese dado ocasión entonces a la formulación de una nueva teoría, la teoría de la relatividad. Si se deja a la arbitrariedad el decidir si es válida o no una proposición protocolaría incompatible, se cae entonces en el convencionalismo y se abandona el empirismo.
Aquí intervino Schlick con su estudio «Über das Fun-
• «Toda proposición del sistema lingüístico fisicalista puede servir como proposición protocolaría en determinadas circunstancias», dice Carnap: «Über Protokollsatze» (Erkeimlnis, vol. 3, p. 224).
» Ibid.10 Erkenntnis, vol. 3, p. 209.
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dament der Erkenntnis11*. Coincidencia de las proposiciones empíricas entre sí significa ausencia de contradicción, pero ésta sólo es suficiente en el caso de un sistema puramente ideal, como la matemática; para el conocimiento de hechos no puede tratarse simplemente de ausencia de contradicción sin más, sino de ausencia de contradicción con proposiciones perfectamente determinadas, que no pueden elegirse libremente, ya que están caracterizadas por no ser corregibles. Son los enunciados sobre percepciones propias en el presente. Pero estos enunciados no son las proposiciones protocolarias que se hallan al comienzo del conocimiento; éstas son el origen del conocimiento, pero no su fundamento. Aquellos enunciados señalados son los que constituyen el término del conocimiento. Son los enunciados de observación que producen la verificación (o la falsación).
La verificación se realiza al comprobar la coformidad de un hecho predicho con uno observado. Del hecho a verificar se deduce una consecuencia observable y ésta se compara con el hecho a observar efectivamente. Un cálculo astronómico arroja como resultado, por ejemplo, que en tal y tal tiempo y en un telescopio orientado de tal y tal forma se habrá de ver una estrella. La observación practicada puede rezar entonces: aquí coinciden ahora un punto claro y un punto oscuro (la estrella con el centro de un retículo). El enunciado de tal observación tiene siempre la forma: «aquí y ahora asi y así», designando el «así y así» un dato vi- vencial inmediatamente presente y no su interpretación objetiva; p. ej., «aquí contiguo ahora negro y blanco» o «aquí duele ahora». Estos enunciados de observación están caracterizados porque las palabras demostrativas «ahora», «aquí» y «esto» pertenecen esencialmente a su
11 Erkenntnis, vol. 4, 1934. Ges. Aufsatze, p. 290 s. Cfr. Come- lius, «Zur Kritik der wissenschaftl. Grundbegriffe» (Erkenntnis, vol. 2, 1931, p. 206 s.).
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forma lógica. Mediante estas palabras no se designa ningún contenido determinado, sino que refieren a una cosa inmediatamente presente, actual. El significado de una proposición de este tipo sólo puede comprenderse siguiendo esta indicación y dirigiendo la atención a lo mostrado. Pero como consecuencia, al comprender esta proposición se conoce también si es verdadera, pues lo que constituye su significado se halla inmediatamente presente. Mientras que en los casos normales de verificación la comprensión del significado del enunciado y la comprobación de su verdad son dos fases completamente distintas, aquí están reunidas. Al conocer el significado de tal enunciado, que Schlick llama una «constatación», se conoce simultáneamente su verdad. Esto sólo sucede normalmente en el caso de las proposiciones analíticas. También en éstas se sabe que son verdaderas tan pronto como se ha comprendido su significado, porque su verdad ha de conocerse por la proposición misma. Por el contrario, en el caso de las proposiciones sintéticas, cuando se las ha comprendido no se sabe todavía si son verdaderas o falsas. Esto sólo se decide mediante la experiencia, mediante la comparación con enunciados de observación. El hecho de que al comprender una constatación se conozca ya también su verdad es el que hace a un enunciado semejante absolutamente verdadero y cierto, como una proposición analítica. Es definitivo e irrevocable y, por tanto, el fundamento del conocimiento empírico I2.
Pero por muy aguda y tentadoramente que esté desarrollado este concepto de la constatación, no se ha encontrado con él todavía una solución definitiva. Lleva unida una insuficiencia de gravedad. Las constataciones
12 B. Juhos ha defendido y desarrollado la «constatación»: «Negationsformen empirischer Sátze» (Erkenntnis, vol. 6, 1936, p. 41 s.); «Empirische Sátze und logische Konstanten» (The Journal of Vnified Science [ErkenntnisL vol. 8. p. 354 s.); «Principies of Logical Empiricism» (Mind, vol. 46); «Theorie empirischer Sátze» (Archiv f. Rechts- u. Sozialphilosophie, vol. 37, 1945).
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no pueden tener su validez absoluta más que en presencia de la vivencia que enuncian. No se las puede utilizar- como enunciados duraderos, pues entonces se vuelven falsas a consecuencia de las palabras demostrativas «aquí», «ahora» y «esto» con su significado que apunta al respectivo presente. Pero tampoco se las puede formular como proposiciones protocolarias: «NN percibió esto y esto en el tiempo í en el lugar O». Pues entonces pierden su validez absoluta y se convierten en hipótesis. Una constatación es algo completamente distinto de una proposición protocolaria. Esto se infiere de que una proposición protocolaria incluye una constatación, pues la proposición protocolaria anterior puede formularse también así: «NN hizo en el tiempo t en el lugar O tal y tal constatación». La proposición completa no puede querer decir lo mismo que la proposición incluida. Las constataciones dan ocasión para la constitución de proposiciones protocolarias, pero a ellas mismas no se las puede protocolizar. No son intersubjetivas, sino un monólogo. Y sólo tienen una validez momentánea. Por eso no puede utilizárselas como proposiciones iniciales y seguir construyendo sobre ellas. Sólo pueden hallarse al fin y verificar. Esto no perjudicaría su valor; pero las constataciones son enunciados que no pueden fijarse en modo alguno, son enunciados meramente momentáneos. «Una auténtica constatación no puede escribirse, pues tan pronto como yo anoto las palabras mostrativas ’aquí’, 'ahora', pierden su significado 13». Tales enunciados no pueden utilizarse en modo alguno en un sistema de proposiciones. Sólo pueden dar ocasión para la construcción de otros enunciados, que ya no podrán ser más que enunciados protocolarios hipotéticos.
La constatación de Schlick sufrió en seguida la crítica en el Círculo de Viena. Neurath fue el primero que se enfrentó críticamente con la constatación, con su
13 Schlick, Ges. Aufsatze, p. 309, 303.
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oscuro carácter, con su certeza absoluta y su coincidencia con la realidad u . En su importante libro Die Logik der Forschung, 1935 14 1S, que ejerció un influjo decisivo en el desarrollo intelectual del Círculo de Viena, planteó Popper graves objeciones y expuso un nuevo punto de vista. Popper opone a la concepción fundamental que encontró su expresión en la doctrina de Wittgenstein de las proposiciones elementales y en la de las proposiciones protocolarías del Círculo de Viena una concepción completamente nueva. Las proposiciones sobre las que ha de construirse la ciencia y a las que ha de reducirse y que constituyen su significado propio no son en modo alguno proposiciones singulares sobre vivencias.
Pues toda proposición científica supera ampliamente lo que sabemos con seguridad en virtud de vivencias inmediatas, ya que utiliza conceptos generales, universales. Estos no son reducibles a clases de vivencias, son indefinibles y sólo están fijados por el uso lingüístico. Popper niega radicalmente que haya en general conceptos constituibles, esto es, definibles empíricamente, o sea, niega la teoría de la constitución, aunque sin explicación más detallada. Por tanto, no es posible hacer un enunciado que exprese realmente un dato vivencial determinado en cuanto único, individual, por lo cual los enunciados perceptivos no pueden pretender una posición preferente. En consecuencia, todos los enunciados en general son hipótesis. Todo intento como el de Schlick de fundamentar la ciencia mediante enunciados de vivencias de convicción le parece psicologismo y que está equivpcado de antemano. Las vivencias de convicción, como la evidencia perceptiva, son algo meramen-
14 «Radikaler Physikalismus und "Wirkliche Welt’’» (Erkennt- nis, vol. 4, 1934, p. 346 s.).
15 Schriften zur wissenschaftt. Weltauffassung, vol, 9. También Petzall criticó a Schlick: «Zura Methodenprobiem der Er- kenntnisforschung» (Góteborgs Hógskolas Arsskrift, vol. 41, 1935, p. 37 s.).
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te psicológico, lo que efectivamente Schlick pone también de relieve. Él describe como lo característico de una constatación «un sentimiento de realización» de nuestra expectativa y dice «que las constataciones o proposiciones de observación han cumplido su verdadera misión tan pronto como se ha producido en nosotros esta satisfacción peculiar1*». La constatación de Schlick es así más una mera vivencia que un enunciado, algo más bien psicológico que lógico. La percepción, la vivencia nos proporcionan ciertamente el conocimiento de hechos, pero sólo psicológicamente conforme a su' origen; no pueden justificar su validez. La verdad de los enunciados no puede garantizarse mediante vivencias, pues los enunciados científicos son intersubjetivos y no pueden justificarse tampoco en su validez más que por fundamentos intersubjetivos, no por vivencias subjetivas.
Un enunciado dice más de lo que está dado de hecho en una vivencia verificadora, pues para ello es siempre necesario que la vivencia se produzca en determinadas circunstancias. Unicamente un punto de luz en tal y tal vecindad en un tiempo determinado y en un lugar determinado verifica un tránsito de una estrella por un retículo y constituye una observación astronómica válida. Estas circunstancias ¿ienen que volver a ser comparables en lo que a su exactitud se refiere y de este modo un enunciado implica una pluralidad de enunciados distintos1T. Por tanto, la validez de un enunciado se comprueba deduciendo de él, en conexión con enunciados ya válidos, consecuencies tales que se comprueben lo más fácilmente posible. Estas consecuencias han de ser proposiciones singulares que enuncien que en una posición espacio-temporal determinada hay esto y esto, o sea, han de ser enunciados existenciales singula- * 11
>• «Das Fundament d. Erkenntnis». Ges. Auftsatze, p. 30*.11 Cfr. Schlick, «Positivismus und Realismus» (Ges. Aufsdtzt,
pp. 95, 96).
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res. Saber si sucede realmente lo que enuncian, es algo que ha de poder ser comprobado intersubjetivamente mediante observación; el objeto o proceso correspondiente tiene que ser, por tanto, observable. A diferencia de «observación», «observabilidad» no es un concepto psicológico, sino gnoseológico y Popper lo introduce como concepto primitivo indefinible. Popper conserva también de este modo la conexión del conocimiento empírico con las vivencias perceptivas. A las proposiciones sobre procesos observables las llama «proposiciones básicas». No son en absoluto lo que quería significarse con las proposiciones protocolarias. Estas son enunciados sobre percepciones efectivas, sobre hechos vividos. Por el contrario, las «proposiciones básicas» de Popper no enuncian nada efectivamente vivido. Tampoco son proposiciones ya aceptadas, siendo sólo constataciones concebibles de hechos, las cuales se derivan de una hipótesis. Hay que decidir en primer lugar si los hechos responden realmente a ellas, si son verdaderas o falsas. Las proposiciones básicas concebibles, lógicamente posibles, proporcionan el material para la comprobación de una hipótesis; las proposiciones básicas aceptadas proporcionan los fundamentos para su corroboración o refutación. Pero ésta no puede producirse por una proposición básica única cuando enuncia un acontecimiento único no reproducible, pues tal acontecimiento no puede comprobarse. Tiene que ser un proceso repetible intersubjetivamente. Un proceso de este tipo constituye ya una hipótesis de generalidad inferior Por tanto, los enunciados sobre los que descansa la validez del conocimiento empírico se alejan en esta misma medida de los enunciados sobre vivencias.
Las proposiciones protocolarias no pueden comprobarse fácilmente, entendidas como enunciados sobre percepciones. Es más difícil comprobar las perecepcio- nes individuales que, por ejemplo, los enunciados sobre cosas o procesos del mundo exterior. Esta es la razón de que las proposiciones básicas decisivas sean en gene-
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ral enunciados de este tipo y no proposiciones protocolarias.
Puesto que las proposiciones básicas no son válidas absolutamente, sino que son meramente hipotéticas, primeramente tiene que comprobarse su validez, o al menos tiene que poder comprobarse. Pero esto tiene que volver a ser posible respecto de las proposiciones utilizadas para su comprobación y así in infinitum. Pero este regreso infinito no conduce esta concepción ad absurdum, puesto que no es necesario que cada proposición que sirva para una comprobación vuelva a ser comprobada, teniendo que ser únicamente comprobable. Se puede y se debe detenerse en una proposición que aparezca suficientemente asegurada e interrumpir la comprobación. No hay proposiciones últimas absolutas, ni proposiciones elementales, ni proposiciones que no tengan ya que ser comprobadas por ser absolutamente seguras e incorregibles. Las proposiciones básicas que aceptamos como decisivas lo son solamente porque puede obtenerse del modo más fácil un acuerdo intersubjetivo sobre su aceptación, porque son muy fácilmente comprobables. Pero esto quiere decir que las proposiciones terminales de la fundamentación de la validez descansan sobre un acuerdo. Son válidas, pues, únicamente por decisión.
Se toman como proposiciones básicas decisivas aquellas que enuncian lo intersubjetivamente observable, o sea, las que recurren a las vivencias. Pero no se justifican lógicamente mediante estas vivencias. Las vivencias sólo motivan su aceptación, su decisión. Verdad es que Popper no se ocupa más detalladamente del tipo de relación con las vivencias, dándose por satisfecho con la fórmula general de «que la decisión de aceptar una proposición básica está relacionada con vivencias» (loe. cit., p 62). Mediante esta relación conserva Popper un resto de empirismo u . Pero él mismo confiesa defender
>■ En verdad, Popper no adopta una posición univoca frente
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una teoría semejante a la del convencionalismo, pues al ser aceptadas las proposiciones básicas decisivas por estipulación, la validez de una hipótesis descansa en último término sobre una estipulación realizada por razones de conveniencia. «Las proposiciones básicas se aceptan por decisión, por convención; son estipulaciones. El alcance de la decisión está regulado,sobre todo por el hecho de que no podemos aceptar proposiciones básicas singulares, aisladas lógicamente unas de otras, sino que contrastamos una teoría» (toe. cit., p. 62). La caracterización de una teoría como válida «no se produce mediante la reducción lógica a la experiencia; se prefiere aquella teoría que mejor se mantiene en el concurso, en la selección de teorías, la que puede contrastarse del modo más riguroso y ha resistido hasta ahora las pruebas rigurosas realizadas» (loe. cit., p. 64). La diferencia entre la concepción de Popper y la del convencionalismo se halla en que las que se estipulan no son las proposiciones más generales, como sucede en el caso del convencionalismo, sino las básicas. La concepción de Popper se separa del positivismo y también del empirismo en que la aceptación de las proposiciones básicas no se justifica mediante vivencias, siendo desde el punto de vista lógico solamente una estipulación arbitraria, una decisión que sólo psicológicamente está determinada por las vivencias (loe. cit., p. 65).
Pero, frente a esto, puede conservarse en pie el empirismo en la medida en que mediante la estipulación arbitraria se determina únicamente en qué proposiciones
a la determinación por lo vivencialmente dado. Por una parte, admite una «conexión» de las proposiciones básicas que han de ser aceptadas con los enunciados sobre vivencias, pero, por otra, vuelve a tener la tendencia a fundamentar la corroboración sobre relaciones lógicas únicamente. Se desliza, pues, desde el empirismo a un convencionalismo. Dice de las proposiciones básicas (loe. cit., p. 203): «Podemos interpretar su aceptación como decisión convencional y las proposiciones aceptadas como convenciones.» (Versión española, p. 256. Las restantes citas se encuentran en las pp. 100, 101, 103 y 104 de la versión española.)
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básicas detenemos la contrastación. Pero la aceptación de determinadas proposiciones básicas como decisivas es algo que sucede en virtud de enunciados sobre vivencias. Se las considera válidas porque coinciden con ellas todos los enunciados sobre vivencias tomados en consideración. Los enunciados verificadores tienen que ser enunciados de observación o al menos han de poder reducirse a ellos. Y se considerarán válidos en tanto que no haya ninguna razón para ponerlos en duda. Se da una de estas razones cuando entran en contradicción con proposiciones aceptadas. Entonces se comprueban del mismo modo aquélla o éstas. Pero la decisión se realiza siempre por coincidencia (o contradicción) con enunciados sobre vivencias que concuerdan no sólo con las proposiciones básicas a verificar, sino también intersubjetivamente. De este modo son enunciados sobre vivencias y no estipulaciones arbitrarias los que constituyen el fundamento de validez de los enunciados empíricos. Todavía entra una componente convencional, al depender de nuestra decisión el que consideremos una proposición básica como suficientemente asegurada o como necesitada de comprobación. Pero con ello se decide solamente sobre su comprobación; sin embargo, el resultado de la misma o la validez admitida sin comprobación no se determinan mediante estipulación, sino mediante enunciados sobre vivencias La estipulación se refiere únicamente a la renuncia a una comprobación, pero no a una elección en cuanto al contenido de las proposiciones verificadoras. Este se determina más bien por su relación con enunciados sobre vivencias. Las teorías que mejor se confirman son precisamente aquellas que concuerdan mejor con los enunciados de observación intersubjetivamente coincidentes.
En toda la cuestión de las proposiciones protocolarias se trata de que el lenguaje tiene que ser puesto
i» Asi también Camap, Die logische Syntax der Sprache, p. 426.
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en relación con algo extralingüístico no sólo porque es así únicamente como adquiere un significado, sino porque es el único modo de hacer determinable un sistema de proposiciones que ha de ser caracterizado como conocimiento de la realidad. Este fue el motivo de Schlick. La verificación tendría que poder ser justificada de un modo puramente lógico, puramente formal, si al realizarla hubiese que permanecer por completo dentro del lenguaje. Pero la verificación no puede abarcarse con la mera sintaxis, como se puso de manifiesto en los esfuerzos de Carnap. En el puro análisis formal no puede obtenerse ningún distintivo de las proposiciones empíricas porque éstas no pueden caracterizarse mediante su forma lógica20 (como creía Wittgenstein). Neurath quiso superar esto con ayuda de la teoría de la coherencia, pero con ella no se obtiene univocidad alguna; se entrega uno a la arbitrariedad y se abandona el empirismo. El problema de la verificación se hizo insoluble mediante la consideración puramente sintáctica, porque en ella no se tiene en cuenta ninguna relación con lo extralingüístico. Sólo el punto de vista semántico proporciona base para ello. Pero el problema de las proposiciones verificadoras en su relación con las vivencias perceptivas no ha encontrado todavía una solución completa en el Círculo de Viena, complicándose más mediante el fisicalismo 21.
Hay que abandonar la concepción de los enunciados sobre vivencias como fundamentos del conocimiento, en la forma en que predominaba en el empirismo anterior y a la que Popper combate como «inductivismo». De acuerdo con ella, los enunciados sobre vivencias se hallan lógicamente al comienzo y el conocimiento em-
20 Cosa en la que también Weinberg insiste reiteradas veces (An Examination of Logical Positivism, 1936, pp. 254, 255, etc.). Pero puesto que Carnap ha abandonado la exclusividad de la consideración sintáctica y atribuye todo su derecho al punto de vista semántico, ya no hay más dificultades en ello.
21 Véase posteriormente pp. 159 s.
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pírico y las proposiciones generales se obtienen por su ordenación y síntesis en la inducción. Pero la inducción sólo puede justificarse como procedimiento lógico riguroso si está dada una premisa de la máxima generalidad que permita la deducción lógica de proposiciones generales a partir de las particulares, si está dado un principio de inducción. Este principio tendría que ser un enunciado general sintético sobre la realidad, sobre la uniformidad del acontecer natural. Naturalmente, tal principio no puede ser justificado a su vez inductivamente, pues esto isería una petitio principii. Pero tampoco puede introducirse axiomáticamente, porque quedaría refutado al ser refutada la primera generalización ulterior22. Una de las primeras ideas fundamentales del Círculo de Viena fue que la inducción no puede justificarse deductivamente ni, en general, lógicamente. Incluso cuando Schlick dice que las leyes de la ciencia se originan a partir los enunciados sobre vivencias «paulatinamente mediante aquel proceso... que se llama 'inducción' y que no consiste en nada más que en que yo, estimulado e inducido por las proposiciones protocolarias, formulo por vía de ensayo proposiciones generales Chipótesis’), de las cuales... se deducen lógicamente aquellas primeras proposiciones», se da cuenta perfectamente del carácter no-lógico, meramente psicológico de este proceso: «la inducción no es más que una adivinación conducida metódicamente, un proceso psicológico y biológico cuyo tratamiento es indudable que no tiene nada que.ver con la lógica» 23. La validez de los enunciados empíricos no descansa sobre la inducción, sino sobre la verificación
22 Popper, Die Logik der Forschung, p. 188. (Vers. esp., página 236.)
a «Ober das Fundament d. Erkenntnis» (Ges. Aufsdtze p. 303). Yo mismo he criticado detalladamente el procedimiento inductivo desde el punto de vista lógico-gnoseológico en mis «Grund- formen der wissenschaftlichen Methoden» (S. B. d. Wiener Aka- demie der Wissenschaflen, Phil.-hist. KL, vol. 203, 1925).
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ulterior de las hipótesis establecidas por vía de ensayo. Si las proposiciones que se deducen de éstas «enuncian lo mismo que proposiciones de observación posteriores, las hipótesis se tienen por confirmadas, en tanto que no se presenten también enunciados de observación que se hallen en contradicción... con proposiciones deducidas de las hipótesis» (ibíd.). Respecto del «inductivismo» y el «deductivismo», en el Círculo de Viena se estaba de acuerdo con Popper.
Esto significa una nueva reforma fundamental del empirismo. Su fundamentación usual en la inducción tiene que ser abandonada, partiendo de la base de la lógica rigurosa. No es así como se habían imaginado J. St. Mili y Mach y también Wittgenstein el conocimiento empírico. Ellos pensaban que descansa sobre enunciados singulares de vivencias, enunciados que son ciertos cada uno de por sí y de cuya síntesis resultan las leyes naturales. Con esto no se ha descrito ni siquiera su surgimiento psicológico, pero en todo caso su validez no puede justificarse así2*. Todo conocimiento empírico consiste en que construimos hipótesis que exceden lo vivencialmente dado, que quieren decir siempre más que esto, incluso en proposiciones singulares. Una hipótesis no adquiere su validez de una vez por todas mediante las observaciones que la preceden, sino que tiene que confirmarse constantemente en la verificación ulterior. Su verificación depende de la concordancia con enunciados de observación aceptados intersubjetivamente. A consecuencia de la posibilidad siempre renovada de comprobación, en el caso de los enunciados empíricos no hay una validez definitiva, sino una validez siempre provisional, revocable. La validez empírica no se reduce a convención porque una **
** Pero con ello, la función de verdad pierde también su significado fundamental para el conocimiento, ya que éste no puede construirse simplemente como conyunción de proposiciones elementales.
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de las condiciones es la intersubjetividad de la posibilidad de comprobación. No es un convenio arbitrario de aceptar estos enunciados de vivencias y aquéllos no, sino que es una regularidad en los hechos vivenciales comprobables por los distintos sujetos, regularidad por la que se determina la verificación. Así se determina la validez «en virtud de la experiencia», a diferencia de como se hacía en la concepción inductiva.
2. La v er ific a c ió n db enunciados generales
La validez de los enunciados generales constituye un grave problema, incluso para la concepción no inductiva. De acuerdo con su descubrimiento de la dependencia de la verdad, Wittgenstein quiso interpretar la verdad de las proposiciones generales como una función de verdad de proposiciones singulares. Para ello tiene que poder resolverse una proposición general en una conyunción de proposiciones singulares. Pero esto no es posible la mayoría de las veces. Hay dos tipos de generalidad: «todo» puede significar, por una parte, un conjunto finito determinado en su totalidad, una cantidad determinada cuyos elementos pueden ser contados individualmente, por ejemplo, todos los habitantes de Viena, contados en un censo de población en un día fijo. Pero «todo» puede significar también una clase definida únicamente mediante características determinadas (propiedades o relaciones) y, por tanto, representar un conjunto indeterminado, no cerrado, sino abierto, cuyos elementos no pueden, pues, ser enumerados completamente. Esta es la generalidad que corresponde a las leyes de la naturaleza. En consecuencia, sólo las proposiciones del primer tipo pueden transformarse en una conyunción y conseguir validez como su función de verdad. Por el contrario, esto no puede realizarse con las proposiciones del segundo tipo. Esta
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es la razón de que Wittgenstein, y siguiéndole a él Ram- say1 y Schlick *, no admitan como auténticas proposiciones del conocimiento más que las proposiciones atómicas y las proposiciones moleculares compuestas de ellas, pues se suponía todavía que podían verificarse definitivamente, pero no admitan proposiciones de generalidad ilimitada. Pero esto tiene consecuencias considerables. Con ello se excluye naturalmente no sólo el infinito actual de la matemática —Fel. Kaufmann intentó tenerlo en cuenta*—, sino que las leyes naturales no pueden entenderse tampoco en su sentido usual, como enunciados de generalidad ilimitada. Pero si se conciben las leyes naturales como proposiciones moleculares, esto es, como mera reunión de proposiciones singulares en una conyunción y como su función de verdad, sólo contendrían constataciones conocidas, con lo que no habría predicciones para casos nuevos. Por esta razón, Schlick consideró las proposiciones generales que expresan leyes naturales únicamente como instrucciones o fórmulas para la construcción de enunciados*, a saber, de los enunciados particulares que han de derivarse de un enunciado general (una ley natural), como, por ejemplo, «bajo tales y tales circunstancias la aguja de un aparato determinado se detendrá sobre una determinada raya de la escala». Según esto, las leyes naturales y con ellas el contenido teórico de las ciencias exactas y los fundamentos de la técnica no representarían conocimiento alguno, no 1 2 * 4
1 «General Propositions and Causality», 1929 (The Founda- tions of Mathematics, New York, 1931).
2 «Die Kausalitat in der gegenwa<"igen Physik» (Naturwis- senschaften, 1931; Gesammelte Aufsatze, p. 55 s.).
2 Fel. Kaufmann, Das Unendliche in der Mathematik und seine Ausschaltung, 1930; véase la reseña de Carnap en Deutsch. Literaturieitung, 1930, p. 1674 s.
4 Ya anteriormente Weyl, «Die heutige Erkenntnislage in der Mathematic» (Symposion, I, 1925, p . 19); «Un juicio general no es un auténtico juicio, sino un esquema de juicio.»
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enunciarían nada sobre el mundo de los objetos, siendo sólo una especie de reglas sintácticas5. Una ley natural representa, según esto, únicamente un esquema pronosicional, una «función proposicional», que naturalmente no puede expresar nada real. Sólo contiene una regla metódica. Sirve para construir enunciados determinados partiendo de ella, mediante la inserción de datos concretos. Sólo estos enunciados pueden ser verificados; esta posibilidad está excluida por sí misma para el esquema proposicional.
Kaila se ha opuesto a esto®, argumentando que no hay que exigir la verificabilidad completa de una proposición total para que sea significativa, pues el significado de una proposición existe con independencia de su verificabilidad, bastando para ello con que se conozcan las expresiones que entran en ella y con que la sintaxis sea correcta. Sólo los enunciados concretos que se derivan de una proposición total tienen que ser verificables, pero no su totalidad. Las proposiciones totales son esenciales para el conocimiento, precisamente como no verificables de modo completo, pues sólo entonces expresan algo de los casos futuros, lo que no sucedería si se agotasen en un número finito de casos.
Mediante el análisis del lenguaje realizado por Car- nap se ha puesto en claro que la exclusión de los enunciados generales ilimitados no es una necesidad, * *
5 Tampoco Camap admitió en Aufbau der Welt proposiciones de generalidad ilimitada, sino únicamente proposiciones moleculares, pero interpretó las leyes naturales como conjunciones de las experiencias particulares conocidas hasta la fecha, inducidas a partir de ellas (como en el caso de Mach se las interpretaba como abreviaturas de la lista de las mismas).
* «Über die All-S3tze»(Actes du Se Congrés intemat. de Phi- tosophie d Prague 1934, 1936, p. 187 s.). El significado de las proposiciones de generalidad ilimitada depende entonces de que se pueda introducir significativamente el operador total ilimitado, como totalidad de un conjunto ¡limitado, frente al limitado, como enumeración en una conyunción.
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sino una estipulación que puede hacerse también de otro modo. Es una estipulación que se refiere a las reglas de formación de un lenguaje y puede ser elegida libremente de un modo muy diverso. Camap ha esbozado toda una escala de lenguajes en la cual se admiten o se excluyen proposiciones de determinada forma, en diversa gradación T.
Las proposiciones de la forma más sencilla, las proposiciones atómicas o elementales, son proposiciones singulares con un predicado «primitivo». Es éste un predicado que es observable o ha sido introducido mediante una cadena de proposiciones reductivas atómicas. Frente a ellas se hallan las proposiciones compuestas. Dentro de ellas existe una distinción fundamental según el tipo de operaciones por las que se construyen. Con ayuda de las conectivas preposicionales (convunción, implicación, etc.) se originan las proposiciones moleculares; mediante operadores totales y existenciales, las proposiciones generalizadas. Cuando éstas se limitan a campos finitos, pueden transformarse en conyunciones o disyunciones, o sea, en proposiciones moleculares. Las discutidas son las proposiciones de generalidad ilimitada. Entre ellas hay todavía muchas diferencias/ según que contengan operadores totales o existenciales o ambos y según el número de los mismos. Se origina así una serie infinita de lenguajes de complicación creciente.
El lenguaje más sencillo es aquel en el que sólo pueden construirse proposiciones de generalidad limitada, proposiciones moleculares. La forma lingüística inmediatamente superior, esto es, más rica, es aquella en la que se admiten proposiciones generales ilimitadas de la forma más sencilla, o sea, con un operador total. La siguiente es aquella en la que se admiten también proposiciones existenciales de la forma más sencilla, o sea, con un operador existencia!. La siguiente vuelve
T «Testability and M eaning», vol. IV , p. 24 s.
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a ser aquella en la que se introducen proposiciones totales ilimitadas con un operador existencia!. Las formas lingüísticas superiores se obtienen mediante la aceptación alterna de operadores totales y existenciales (con dos operadores totales y uno existencia!, luego con dos operadores existenciales y uno total, etc.) y así, mediante el número creciente de operadores, pueden construirse formas lingüisticas siempre nuevas y más ricas, teóricamente en número infinito, pero limitado prácticamente por la complicación descomunal. El valor de esta reflexión consiste en que por ella se ve cómo está determinada la construcción de un lenguaje por estipulaciones arbitrarias.
La exclusión de la generalidad ilimitada, tal como la emprendieron los «finitistas», Wittgenstein, Ramsay, Schlick y Kaufmann, no puede calificarse de errónea, pues la elección de la primera forma lingüística, de la más sencilla, hecha por ellos, es tan libre como cualquier otra. Pero esta elección es completamente inadecuada, puesto que no concuerda con el lenguaje real de la ciencia, que en las leyes naturales utiliza abundantemente enunciados de generalidad ilimitada y los utiliza en unión de proposiciones singulares, o sea, de indudables proposiciones «auténticas», en las formas de la implicación, la conyunción, etc., es decir, los utiliza como proposiciones auténticas y no como reglas sintácticas8. Esta es la razón de que sea mejor elegir una forma lingüística con enunciados totales ilimitados. De este modo, se soluciona de un modo claro y completo la cuestión de la licitud de tales enunciados.
Pero sigue existiendo el problema de la verificación de los enunciados totales ilimitados. Los «finitistas» querían excluirlos de los auténticos enunciados porque no pueden interpretarse como funciones de verdad de proposiciones singulares. No pueden ser sustituidos por una conyunción finita de enunciados singulares, porque
* Carnap. «Testability and M eaning», vol. IV , p . 26.
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no se conocen todos sus casos particulares y, por tanto, no se les puede enumerar ni poner a prueba. Esta es la razón de que los enunciados totales ilimitados no puedan ser verificados de modo completo. Esto es indiscutible.
La verificación de los enunciados totales ilimitados no puede realizarse más que comprobando enunciados singulares, derivados de ellos con ayuda de otros enunciados, en lo relativo a su concordancia con enunciados ya aceptados y, en última instancia, con enunciados sobre vivencias. Si la comprobación resulta positiva en todos los casos y no se obtiene ningún enunciado contradictorio, el enunciado total ilimitado queda con ello verificado para estos casos, los conocidos; pero su validez sigue estando pendiente todavía respecto de los casos desconocidos, para los futuros, pues nunca puede excluirse el que posteriormente se encuentren enunciados concretos contradictorios. Esta verificación parcial se designa mejor como «corroboración» * o como «confirmación» ,#.
Los enunciados generales ilimitados, si bien no pueden verificarse completamente, pueden ser refutados por la aceptación de un enunciado contradictorio. Pop- per ha expuesto esto con especial ahinco. Recurrió para ello a la correlación que existe entre los enunciados totales y existenciales. A un enunciado total positivo le corresponde un enunciado existencia! negativo; por ejemplo, «todos los animales de rapiña felinos tienen garras retráctiles* y «no hay ningún animal de rapiña felino con garras fijas». A un enunciado total negativo le corresponde un enunciado existencial positivo; por ejemplo, «no todos los cisnes son blancos» y «hay cisnes que no son blancos». En un enunciado existencial singular se constata un hecho; por esto, y a la vea por su correlación lógica con un enunciado total, es * 10
* Popper, Dte Logik der Forschung, p. 185.10 «Confirmation» en Camap, «Testability and Meaning», vo
lumen III, p. 420, 425.
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por lo que resulta idóneo para la comprobación de éste. Un enunciado total positivo se refuta mediante un enunciado existencial positivo válido, cuya negación sea el correlato del enunciado total positivo. Los enunciados generales son, pues, refutables de modo completo (falsables). Pero esto, aparte de para las proposiciones moleculares, sólo es válido para las proposiciones totales y existenciales con un operador, pero no para las proposiciones de forma más complicada. Pero, según esto, los enunciados generales negativos son falsables, mediante un enunciado existencial singular positivo; consecuencia que Popper no extrajo, pero que explicó Carnap u . A la inversa, respondiendo a su co relación con los enunciados totales, los enunciados existenciales son verificables por enunciados perceptivos, pero no falsables. El enunciado «hay serpientes marinas gigantescas» podría verificarse mediante una proposición existencial singular, pero no se le puede refutar, pues no pueden registrarse completamente todos los mares para comprobar que no ha de encontrarse ninguna de ellas. La negación de un enunciado existencial no singular indeterminado de este tipo no es, por tanto, verificable, pero sí falsable.
Las condiciones que ha de cumplir una proposición concreta, una proposición básica, para ser idónea como fundamento de una falsación vienen dadas, según esto, por determinadas relaciones lógicas de tal proposición: 1. Una proposición falsadora no debe derivarse de la proposición a comprobar sin ayuda de otras proposiciones (sin condiciones iniciales especiales), porque de lo contrario no la puede contradecir. 2. Para poder contradecirla, la negación de la proposición básica tiene que ser deducible lógicamente de la proposición a comprobar. Por tanto, una proposición falsadora y su negación tienen que tener distinta forma lógica. Esto lo ofrece la correspondencia de una proposición gene-
11 «T estability and M eaning», vo l. III , p . 438.
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ral y de una existencial: de una proposición general no puede deducirse una proposición existencial singular incompatible (de acuerdo con 1); pero por generalización de su negación puede deducirse una proposición total que la contradiga (de acuerdo con 2). A esto se añade todavía una condición material: una proposición falsadora tiene que enunciar un proceso observable. Esto está relacionado con el hecho de que la «existencia» ha de verificarse únicamente mediante la relación con vivencias.
Según esto, existe una asimetría entre verificabilidad y falsabilidad: no hay veriñcabilidad completa, pero si completa falsabilidad; y con ello hay una falta de deci- dibilidad plena de la validez y existe únicamente una decidibilidad parcial. Pero incluso ésta se da sólo bajo determinados presupuestos. Se puede evitar la contradicción entre una proposición general y una singular no sólo de la manera primitiva consistente en no aceptar el enunciado singular contradictorio, sino introduciendo hipótesis auxiliares que «ilustran» y eliminan la contradicción, como sucedía con la hipótesis de la contracción de Lorentz y Fitz-Gerald frente al experimento de Michelson, o bien practicando en las suposiciones determinadas modificaciones que hagan desaparecer la contradicción. La comprobación de un enunciado, sea general o singular, exige siempre la ayuda de otros enunciados generales o singulares. Estos presupuestos pueden configurarse de tal modo que ya no se produzca ninguna contradicción, por ejemplo, mediante la modificación de las definiciones de coordinación. Esto ha sido puesto de relieve sobre todo por el convencionalismo. Si la medición de un triángulo empírico (como la famosa realizada por Gauss) diese como resultado una suma de ángulos distinta de dos rectos, esto no contradiría el carácter euclídeo del espacio empírico, si se supusiese que los rayos de luz utilizados
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como líneas de mira son curvos en lugar de ser rectos 12. Por tanto, sólo puede confirmarse o refutarse un sistema completo de enunciados, y para que sea posible hacerlo con un enunciado aislado (una nueva hipótesis) hay que considerar la parte restante del sistema como firme y segura. Si no se quiere abandonar el empirismo en favor del convencionalismo, tal eliminación de una contradicción entre una consecuencia de la hipótesis a comprobar y una proposición básica aceptada no debe realizarse más que bajo determinadas condiciones. No deben introducirse hipótesis auxiliares o modificaciones arbitrarias en los presupuestos, si no sirven más que para esta eliminación y carecen de toda otra justificación. Son arbitrarios todos aquellos recursos que no pueden comprobarse independientemente, mediante nuevas observaciones, o que no pueden inferirse de proposiciones ya aceptadas. Son éstas reglas metódicas que favorecen y justifican el empirismo **. No están establecidas arbitrariamente, sino que son necesarias, porque sólo entonces se obtiene la univocidad en el conocimiento de los hechos y un máximo de regularidad
Las hipótesis o teorías no son todas comprobables en la misma medida. Lo son tanto más cuanto mayores posibilidades de falsación contienen. Popper ha intentado determinar exactamente el grado relativo de comprobabilidad (falsabilidad), de una doble manera: 1. Mediante una comparación de las clases de las posibilidades de falsación de dos proposiciones. Una proposición es falsable en grado mayor, o mejor comprobable que otra, cuando la clase de sus posibilidades de falsación contiene a la clase de las posibilidades de
** Así Poincaré, cWissenschaft und Hypothese», p. 75-77. (Hay trad. esp. Col. Austral, núm. 379.)
»* Popper, Die Logik der Forschung, p. 42 s. (Vers. esp., páginas 78 s.)
>4 Véase para esto V. Kraft, Mathematik, Logik und Erjahr- ung, 1947, p. 88 s.
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falsación de la otra como una verdadera clase parcial. Lo es en el mismo grado cuando ambas clases tienen la misma extensión. Pero si no se da una de estas relaciones de clases, si las clases de las posibilidades de falsación son inconmensurables, entonces este tipo de determinación resulta imposible. Popper trata de obtener un segundo tipo de mensurabilidad del grado de comprobación distinguiendo una clase de proposiciones como proposiciones «relativamente atómicas». Las define como aquellas que se originan por inserción en una función proposicional arbitrariamente establecida (que contenga, por ejemplo, el esquema de la lectura de una medición). Si una proposición sólo puede ser falsada por una conyunción de n proposiciones distintas de una clase de tales proposiciones atómicas, pero no por una conyunción de n-1, el número n designa entonces el grado de complejidad de la proposición respecto de esta clase de proposiciones atómicas y su grado de contrastabilidad, si se definen las proposiciones básicas mediante las proposiciones atómicas ls.
Popper tiene así posibilidad de dar una forma precisa al concepto de sencillez. La sencillez juega un papel fundamental en el empirismo a partir de Kir- choff, como «economía del pensamiento» en el caso de Mach y Avenarius, e igualmente en el convencionalismo desde Poincaré. Es ella la que ha de determinar la elección de una hipótesis, de una teoría. Pero todos los intentos realizados hasta la fecha para indicar en qué consiste propiamente la sencillez y para establecer una medida de la sencillez, no tuvieron éxito. Lo que se caracteriza como sencillo se hace, en parte, desde el punto de vista práctico (como con la economía del pensamiento), en parte desde el estético, es decir, en todo caso desde un punto de vista extralógico. Popper inten
i» Véase Popper, loe. cit., p. 80 s. y apéndice I, p. 210 s. (Vers. esp., p. 107 s. y apéndices 1 y VIII.)
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ta determinar con ayuda del grado de falsabilidad lo que quiere significarse lógicamente con sencillez. Verdad es que por sus breves explicaciones al respecto no queda suficientemente claro en qué medida sea realmente aplicable tal concepto de sencillez, por lo que se necesitaría una investigación más detenida.
3. Verdad y confirmación
Puesto que un enunciado general sobre hechos no es nunca completamente verificable, no puede obtener su validez más que al irse verificando constantemente los enunciados deducidos de él. De este modo no puede asegurarse nunca definitivamente la validez de un enunciado general de este tipo; sólo va estando corroborado por un número de contrastaciones y no se halla excluida la posibilidad de que sea refutado por una nueva contrastación. De un enunciado general no puede decirse, por tanto, que sea verdadero. Puede ser verdadero, pero no puede saberse si lo es. Puede saberse, por el contrarío, a causa de la asimetría entre verificabilidad y fálsabilidad, que es falso, por haber sido refutado. Esta es la razón de que en el caso de los enunciados generales sólo pueda hablarse de su corroboración y su confirmación en lugar de su verdad.
Menos claro resulta cómo suceden las cosas respecto de los enunciados especiales, particulares y singulares, pues éstos se nos presentan frecuentemente como indudables.
De que los objetos que uso están hechos de tales y tales materias, de que mi vivienda tiene tantas habitaciones, de que lo que veo ante mí son tales y tales objetos determinados, brevemente, de que ciertas percepciones están interpretadas correctamente, de esto estamos completamente seguros; ponerlo en duda sería un escrúpulo ridículo. Esta es nuestra convicción
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subjetiva, pero es sólo una cosa psicológica. ¿Podemos estar también seguros de ello gnoseológicamente? Sí, pero sólo bajo ciertas condiciones. Tales enunciados indudables son siempre enunciados sobre hechos bien conocidos, sobre el medio usual, sobre objetos o clases de objetos con los que estamos familiarizados. La seguridad proviene de que estos hechos han sido contrastados innumerables veces y han sido confirmados. Por el contrario, si los enunciados especiales se refieren a hechos desacostumbrados, extraños, nuevos, ya no estamos tan seguros, tenemos que cercioramos primero, esto es, tenemos que contrastar.
Si podemos juzgar como indudable un enunciado sobre un hecho comprobado muchas veces es sólo porque damos por supuesto que entre tanto no han variado sus relaciones, que en el mundo hay uniformidad, esto es, que en el mundo hay regularidades *. Pero esto no es por sí mismo un conocimiento indudable, puesto que es un enunciado general ilimitado y, por tanto, un enunciado sobre lo desconocido, sobre lo que no podemos saber nada. No tenemos ninguna certeza sobre el hecho de que estemos a cubierto de sorpresas. Es una creencia tan firme que en virtud de ella arriesgamos incluso nuestra vida, pero no es ningún conocimiento demostrable. Los enunciados sobre hechos bien conocidos, que han sido contrastados y confirmados muchas veces, es como si fuesen completamente ciertos, bajo la suposición de regularidades, puesto que pueden deducirse 1
1 Popper quiere resolver el principio de la constancia del acontecer natural en la exigencia metódica de la invariancia espacial y temporal de las leyes naturales. Este principio es para él una «reinterpretación metafísica de una regla metodológica» (p. 187). Según él, se define lo que es una ley natural mediante la exigencia de la invariancia. Pero una exigencia metódica y una definición no bastan para el conocimiento de la naturaleza. Hay que probar también que existe lo definido; la exigencia metódica tiene que poder cumplirse en lo dado. Lo que quiere decirse con la constancia del acaecer natural es que esto es lo que sucede de hecho.
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lógicamente de ellas. Pero de este modo sólo son verdaderos condicionadamente, no absolutamente verdaderos. Los enunciados especiales de este tipo no tienen gnoseológicamente ninguna preferencia; no son indubitables y, debido a su dependencia lógica de enunciados generales, que son fundamentalmente inseguros porque no puede demostrarse definitivamente que son verdaderos, son en el fondo tan poco ciertos como éstos en lo que a su verdad se refiere. Si se trata de la demostrabilidad de su verdad, están tan corroborados y confirmados como sus presupuestos generales, sólo que en mayor medida.
Cuando tienen que contrastarse enunciados especiales se hace del mismo modo que en el caso de enunciados generales: se deducen de ellos consecuencias que se contrastan por comparación con proposiciones básicas aceptadas. Tampoco es aquí posible una contrastación de todas estas consecuencias y, por tanto, tampoco es posible la verificación completa para los enunciados especiales * *.
Al ser contrastabas los enunciados en distinta medida, pueden confirmarse también mejor o peor. El grado de confirmación crece con el número de las confirmaciones, pero no depende tanto del número de los casos en los que se confirman como del rigor de la contrastación. El grado de confirmación depende así también, pero no sólo, del grado de contrastabilidad.
Camap ha desarrollado las condiciones y tipos de la confirmación de modo preciso y sistemático 3. Distingue la contrastabilidad de un enunciado de su aptitud para la confirmación. Un enunciado es apto para la confirmación si pueden indicarse las circunstancias bajo las cuales el enunciado es verdadero. Un enunciado
* Cfr. Camap, Testability..., vol. III, p. 425. Asi también Lewis, «Experience and Meaning» (Philos. Review, vol. 43, 1934, p. 137, nota 12) y Nagel, «Verifiability, Truth and Verification» (Journ. of Phiiosophy, vol. 31, 1934, p. 144 s.).
* En «Testability and Meaning», vol. III, p. 431 s.
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puede ser confirmado con ayuda de otros al ser reducido a éstos, sea directa o mediatamente, de modo completo o incompleto. Un enunciado empírico es apto en general para la confirmación si su confirmación puede reducirse a la confirmación de un predicado observable. Una proposición molecular (compuesta de proposiciones simples), que no tenga más que predicados capaces de confirmación, puede ser confirmada tanto respecto de su afirmación como de su negación; es capaz de una confirmación de doble sentido. Lo mismo sucede con una proposición compuesta de predicados capaces de confirmación con ayuda de conectivas pro- posicionales (y, o...) y operadores totales o existen- ciales.
Que se puedan indicar las circunstancias bajo las cuales un enunciado es verdadero no quiere decir todavía que puedan comprobarse también estas circunstancias, esto es, que pueda contrastarse efectivamente el enunciado y decidir sobre su validez. Un enunciado puede ser capaz de confirmación sin ser decidióle de hecho. Para que haya un método de contrastación hay que poder indicar, en primer lugar, la condición de contrastación, esto es, una situación experimental determinada, y, en segundo lugar, la condición de verdad, esto es, un posible resultado experimental de ella. Pero esto no basta. Tiene también que poderse realizar la condición de contrastación. Y hay que poder contrastar a su vez el cumplimiento de la condición de verdad misma. Por tanto, ésta tiene o que estar determinada por un predicado observable o que ser definida mediante él, pues sobre un predicado observable puede decidirse sin indicación de un método de contrastación, y, en caso contrario, hay que indicar un método de contrastación.
Ahora puede determinarse, de acuerdo con esto, en qué medida pueden cumplirse estas condiciones por cada uno de los géneros de enunciados según su esencia. Las proposiciones para las que estas condiciones
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se indican mediante proposiciones de forma atómica o molecular pueden confirmarse completamente —lo que no es lo mismo que verificarse completamente— y pueden contrastarse completamente. Por el contrario, las proposiciones para las que las condiciones de contrastación están indicadas mediante proposiciones con operadores totales o existenciales sólo pueden contrastarse y confirmarse incompletamente. Cuanto mayor es el número de operadores en una proposición, tanto más incompletamente se la puede confirmar. Sólo las proposiciones existenciales afirmativas y las proposiciones totales negativas de la forma más sencilla pueden contrastarse completamente. Por esto Wittgenstein y sus seguidores quisieron admitir solamente proposiciones moleculares y excluyeron las proposiciones generales ilimitadas. Y también por esto formuló Popper el principio de la falsabilidad, ya que la negación de una proposición general, y sólo ella, puede confirmarse completamente. Pero la falsabilidad unilateral se limita así a un lenguaje cuyas proposiciones no superen la forma de proposiciones totales con predicados mo- nádicos; pero no vale para lenguajes más ricos, que contengan también proposiciones existenciales y totales con predicados poliádicos.
Ahora puede verse también claramente de qué modo pueden formularse los principios fundamentales que originan el empirismo. No consisten en verdades, ni en constataciones de hecho relativas a «los» fundamentos o condiciones «del» conocimiento de la realidad, sino en exigencias respecto a la capacidad de confirmación y la contrastabilidad de los enunciados; se trata de la construcción de un lenguaje. La exigencia fundamental del empirismo es la de que todas las proposiciones sintéticas y los predicados descriptivos tienen que hallarse en una conexión determinada con lo observable. Esta conexión puede entenderse de un modo más o menos estricto, más riguroso o más liberal. La concepción más estricta, la exigencia
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más rigurosa y que va más lejos, es la de exigir con- trastabilidad completa para toda proposición sintética. Para todo predicado descriptivo tiene que ser conocido y ser realizable un método de contrastación que permita saber si la propiedad o relación expresada en él corresponde o no a una posición espacio-temporal. Esto sólo puede cumplirse si se admiten exclusivamente proposiciones moleculares, como hacía Wittgenstein. La exigencia mínima, la concepción más liberal, exige meramente que toda proposición sintética tiene que ser confirmable, aunque sea sóló de modo incompleto. Entre ellas hay todavía diversas gradaciones de la exigencia, relativas a las diferencias de contrastabilidad y capacidad de confirmación y, dentro a su vez de cada una de éstas, respecto a la manera más o menos completa de realizarse.
Si al empirismo le interesa únicamente deslindar el conocimiento científico de la metafísica trascendente, basta entonces plenamente con la exigencia más liberal. Las proposiciones metafísicas no pueden ser confirmadas de este modo, ni siquiera incompletamente, si bien con ello queda claro al mismo tiempo que no está excluida la construcción de un lenguaje para la metafísica. Pero éste sólo puede ser un lenguaje que renuncie a la relación con lo observable y con ello a la contrastación y a la confirmación en el sentido de la ciencia. Debe formular para ello otros criterios de validez. La metafísica, si no quiere obrar irracional, intuitiva y dogmáticamente, sino que quiere proceder todavía de un modo racional y lógico, tiene que establecer así sus fundamentos.
Ahora bien, ¿cómo se comporta la confirmación respecto de la verdad? La verdad es algo distinto de la confirmación. La diferencia entre ambas calificaciones la ha formulado Popper claramente'*: la verdad y la falsedad son intemporales; la confirmación, por el con-
* Loe. cit., p. 203. (Vers. esp., p. 255 s.)
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trario, es válida únicamente hasta un momento determinado; tomada rigurosamente, tiene que ser completada siempre con un índice temporal. De un enunciado empírico np puede afirmarse definitivamente y de una vez por todas que es verdadero, sino sólo que hasta ahora se ha confirmado. La confirmación es un modo de validez de variación gradual, que sólo le corresponde a un enunciado temporal y nunca definitivamente, siendo siempre relativa. Un enunciado no está confirmado sin más, sino que se halla sólo confirmado respecto de un conjunto determinado de proposiciones básicas aceptadas. La confirmación es también intemporal en la medida en que representa una relación lógica entre una teoría y sus proposiciones básicas, pero la suma de estas proposiciones básicas no es constante, modificándose con el tiempo. La relación lógica no se da siempre, por tanto, entre tas mismas proposiciones, dentro de uno y el mismo sistema proposicio nal. Esta es la razón de que no se pueda identificar verdad con confirmación, como hace el pragmatismo. Pero éste tiene razón al sostener que de una teoría empírica, y en general de un enunciado empírico, no puede afirmarse más que su confirmación relativa en un grado mayor o menor, pero nunca su verdad absoluta. Por esto quería Popper, como ya antes Neuraths, renunciar al uso de «verdadero» y «falso» y sustituirles por la «confirmación». Confirmación significa para él una calificación autónoma, propia de los enunciados empíricos, completamente independiente del concepto de verdad. Confirmación no significa entonces el grado de probabilidad de que un enunciado sea verdadero. Pero si se distinguen verdad y. conocimiento de la verdad, tal como ha hecho Camap recientemente®, la •
• «Radikaler Physikalismus und "Wirkliche Welt"» (Erkennt- nis, vol. IV. 1934. p. 346 s.).
• «Remarks on Induction and Truth» (Philosophy and Phe- nomenolog. Research, vol. 6, 1946, p. 590 s.).
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confirmación se refiere al conocimiento de la verdad. No sabemos con seguridad si un enunciado empírico es verdadero, pero tenemos una medida de la probabilidad de su verdad en cómo se confirma.
Si bien la colocación de la confirmación en el lugar de la verdad no la realizó el Círculo de Viena por primera vez —el pragmatismo había puesto de relieve este punto de vista ya mucho antes—, sin embargo en él se investigó lo esencial de esta calificación con una profundidad y una integridad tales que constituye un resultado completamente nuevo.
4. Probabilidad
a) Probabilidad gnoseoíógica (de enunciados)
Los enunciados empíricos se designan usualmente como probables porque no puede constatarse su verdad, sino sólo su confirmación, y se ha intentado determinar el grado de probabilidad con ayuda del cálculo de probabilidades. Pero este concepto de la probabilidad está muy necesitado de explicación y ocupó mucho por ello al Círculo de Viena * *. La probabilidad de los enunciados parece claramente determinable si se la equipara con la probabilidad matemática, aplicando ésta a enunciados en lugar de hacerlo a acontecimientos. Si se define para ello la probabilidad matemática como frecuencia relativa de dos clases de acontecimientos en una serie más amplia*, la probabilidad de enun-
1 La discusión sobre la probabilidad ocupó gran espacio ya desde la primera reunión en Praga. Véase Erkenntnis, vol. I, 1930/31, p. 158-285.
* Así por Reichenbach. Wahrschelnlichkeitstehre, 1935: «Wahr- scheinlichkeitslogik» (S.B d. preuss. Akad. d. Wiss., Phys.-Math. Kl„ vol. 29,1932). Con anterioridad por R. v. Mises, «Wabrschein- iichkeit. Statistik, Wahrheit», 1928; 2? ed., 1936 (Schriften z. wiss. Weítauffassung, p. 3). (Hay trad. esp.)
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ciados expresa entonces la frecuencia relativa de la verdad de un enunciado frente a su falsedad en los casos concretos de su contrastación. La frecuencia de verdad puede fijarse asf numéricamente en un que* brado.
Popper ha sometido esta concepción a una crítica detallada*. Ante todo, resulta oscuro mediante qué enunciados ha de ser construida la serie dentro de la cual han de determinarse la frecuencia de verdad y, con ella, la probabilidad. Si los miembros de esta serie los constituyen las diversas proposiciones básicas que están de acuerdo con una hipótesis o que la contradicen, la probabilidad de una hipótesis seria siempre 1/2, aun cuando la contradijesen la mitad de las proposiciones básicas por término medio. Pero si la serie la constituyen las proposiciones básicas negativas derivables de una hipótesis, es decir, proposiciones básicas que la contradicen, y se determina entre ellas la relación de las no falsadas con las falsadas y, con ello, la frecuencia de la falsedad en lugar de determinar la frecuencia de la verdad, se obtiene la probabilidad 1, incluso con un gran número de falsacionps, pues pueden deducirse infinitas proposiciones básicas negativas de la forma «no hay...», pero sólo un número finito de ellas falsa (produce la falsación). Y no hay otro camino disponible, si se define la probabilidad como la relación entre enunciados verdaderos y falsos en una serie. Por esta razón se hace imposible determinar con precisión, mediante la aplicación del cálculo de probabilidades, la «probabilidad» de los enunciados, que ha de designar la medida de su confirmación. Por tanto, hay que distinguir la probabilidad gnaseoíógica de la matemática 4.
* Loe. cit., p. 188 s. (Vers. esp., p. 237 s.).* Carnap intenta desarrollar ahora de modo formal la pro
babilidad gnoseológica análogamente a la probabilidad matemática, pero con completa independencia de su teoria de la frecuencia. «On Inductive Logic» (Philosophy of Science, vol. 12, 1945,
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b) Cálculo de probabilidades
Pero con independencia del problema de su aplicación gnoseológica, el cálculo de probabilidades fue objeto por sí mismo de una profunda investigación en el Círculo de Viena en lo relativo a sus fundamentos teóricos. La razón de esto estaba en que la teoría de la probabilidad es todavía asunto de controversia —la teoría de la frecuencia, la teoría del campo y la teoría de la probabilidad de Reichenbach se encuentran en lucha recíproca— y en que gnoseológicamente hay relaciones importantes entre ella y la ley de los grandes números y el criterio del azar. El cálculo de probabilidades estaba desarrollado desde hacía tiempo como un formalismo mediante el cual partiendo de probabilidades dadas pueden calcularse otras. Pero la interpretación primitiva de la probabilidad como la relación de los casos «favorables» a los «igualmente posibles» ya no es sos- tenible, porque con «igualmente posible» no se quiere decir otra cosa que «igualmente probable». De lo que se trata ahora es de saber lo que se determina propiamente en el concepto de la probabilidad matemática.
Una concepción es la de que probabilidad significa el límite de la frecuencia relativa en la distribución de características dentro de una serie irregular. No enuncia entonces nada sobre un miembro aislado de la sucesión, sino sólo sobre la sucesión entera y concretamente sobre la relación numérica de la presencia de las características dentro de ella. Esta concepción del cálculo de probabilidades la ha desarrollado fundamentalmente Rich. v. Mises* 1. Mises caracterizó una suce-
p. 72 s.); «The Two Concepts of Probability» (Philosophy and Phenomenotog. Research, vol. 5, 1945, p. 513 s.).
1 «Wahrscheinlichkeit, Statistilc und Wahrheit», 1928; 2? ed., 1936 (Schriften zjur wissenschaftl. Weltauffassung, vol. 3).
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sión de probabilidad, un «colectivo», mediante dos exigencias: por su irregularidad o aleatoriedad y porque lo frecuencia relativa tiende siempre a un límite en todas sus secciones, y lo hace tanto más cuanto madores sean las secciones.
Feigl 2 y Waismann * * hicieron notar frente a esto que la convergencia hacia un límite significa una regularidad, a saber, que desde un lugar determinado de una serie en adelante las desviaciones de la frecuencia relativa media tienen que permanecer por debajo de una magnitud elegida que sea arbitrariamente pequeña. Convergencia e irregularidad se hallan, pues, en contradicción. La convergencia hacia un límite sólo puede afirmarse de una sucesión establecida por una ley de formación —pues el límite es una propiedad de la ley de formación— y, en consecuencia, no puede afirmarse de una serie que, debido a la condición de irregularidad, no puede tener ninguna regla de formación *. Feigl discutió además la dificultad fundamental que constituye el afirmar la convergencia en una serie estadística. Pues todo complejo, por muy divergente que sea, tiene una probabilidad calculable, si bien muy pequeña, y podría presentarse con la frecuencia correspondiente. Como consecuencia, siempre podría suponerse una convergencia, incluso para secciones que difieran ampliamente de la frecuencia calculada, ya que podría concebirse la divergencia como una sección rara, de probabilidad muy pequeña, que se compensarla en el resto de la sucesión. Waismann señaló todavía otra objeción fundamental contra la teoría frecuencial de la probabilidad. El cálculo de probabilidades trabaja con sucesiones infinitas, pero las series estadísticas sólo son finitas. Por tanto, no es lícita la identificación de una
* «Wahrscheinlichkeit und Erfahrung» (Erkenntnis, vol. I, p. 249 s.).
* «Logische Analyse des Wahrscheinlichkeitsbegriffs» {.Erkenntnis. vol. I, p. 228 s.).
* Así Popper, loe. cit., p. 115, 116, 101. (Vers. esp., p. 137 s.)
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frecuencia relativa con un límite y la probabilidad estadística no puede definirse como límite de una frecuencia1 relativa.
Frente a la teoría frecuencia! de la probabilidad, Waismann {loe. cit.), siguiendo a Wittgenstein, proporcionó una fundamentación lógica rigurosa a la concepción de la probabilidad desarrollada por Bolzano, v. Kries y recientemente por Keynes, como perfeccionamiento de la teoría combinatoria clásica de la probabilidad. El concepto clásico de la probabilidad se define como el cociente de los casos favorables sobre los igualmente posibles. Se necesita precisar primeramente lo que se entiende por posibilidad objetiva.
Tomada rigurosamente y entendida adecuadamente, a un acontecimiento no le corresponde probabilidad alguna, pues sobre la realización de un acontecimiento no hay ninguna inseguridad; está unívocamente determinado si sucede o no. La probabilidad corresponde propiamente al enunciado en el que se ha de predecir, en virtud de otros enunciados, la realización de un acontecimiento. La probabilidad expresa con ello una relación lógica entre enunciados. A diferencia de la deducibilidad univoca de un enunciado partiendo de otros, a diferencia de su posibilidad de inferencia rigurosa, esta relación sólo está determinada parcialmente y no completamente, y la magnitud de la determinación origina la gradación de la probabilidad.
Generalmente, un enunciado no está determinado tan individualmente que establezca un único hecho. El estado de cosas por el que es verificado puede variar dentro de ciertos límites. Al enunciado «NN habita en Viena» le corresponde una pluralidad de estados de cosas posibles: puede habitar en este o en aquel barrio, casa o piso. Un enunciado designa generalmente sólo un ámbito de hechos aislados, un campo. En el caso de dos enunciados (o de varios) estos campos pueden excluirse o uno puede incluir al otro o pueden intersecarse. Si se introduce una medida de la magnitud
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de los campos mediante una estipulación adecuadamente establecida, estas relaciones de los campos pueden determinarse cuantitativamente, numéricamente: la exclusión por O, la inclusión por 1 y la intersección por un quebrado. La magnitud del campo común en relación a la magnitud del campo de uno de los enunciados es la probabilidad que el último enunciado da al otro. Si en vez de este último enunciado se tienen en cuenta todos los enunciados verdaderos conocidos, se obtiene la probabilidad que todo el saber actual da a un enunciado. Cuanto mayor sea el campo común, tanto mayor es la probabilidad. Partiendo de esta base «pueden desarrollarse de modo puramente formal y sin adición ulterior todas las proposiciones del cálculo de probabilidades» (p. 239).
Esta determinación de la probabilidad responde a la circunstancia de que la probabilidad sólo se aplica cuando las condiciones de un acontecimiento son conocidas parcialmente y no en detalle, o se consideran de tal modo que no bastan para un enunciado completo, es decir, determinado individualmente. La inseguridad gradual respecto a la verdad de tal enunciado se expresa en la probabilidad. A pesar de todo, la probabilidad no es meramente subjetiva, porque con ella se determina la relación lógica entre los enunciados. Partiendo de las condiciones, conocidas parcialmente, de una clase de enunciados puede calcularse una probabilidad determinada en virtud de una métrica para la magnitud de los campos y deducir de aquí relaciones de frecuencia como predicciones para las series estadísticas. Esto constituye una gran ventaja sobre la teoría frecuencia! de la probabilidad, que tiene que tomar como base las series estadísticas sencillamente como dadas. En cierto sentido, pues, la teoría de la frecuencia está incluida en la teoría del campo, con la cual, sin embargo, se evitan las dificultades de la teoría de la frecuencia. Si la experiencia confirma la predicción pro- babilitaria, esto quiere decir que los acontecimientos
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están determinados únicamente por las condiciones que se han puesto como base al principio del cálculo de probabilidades y que son independientes de circunstancias ulteriores y no conocidas. Pero si la experiencia no confirma la predicción probabilitaria, entonces buscamos una explicación mediante una dependencia ulterior. La probabilidad está asi relacionada con la dependencia, esto es, con la ley y el azar. Esta fundamen- tación de la probabilidad encontró la adhesión de Camap5. y Schlick •.
Frente a esto, Popper mantiene la teoría frecuencial de la probabilidad, teniendo en cuenta las objeciones contra ella y dándole una forma perfeccionada. Esto se realiza mediante la idea original de sustituir la exigencia de la irregularidad, que como tal es necesaria, por una exigencia puramente matemática, a saber, la de que la frecuencia relativa de una sucesión ha de conservarse para toda selección arbitraria de miembros según • determinados predecesores. En lugar de poner como base sucesiones estadísticas irregulares, construye así sucesiones matemáticas que tienen la forma dé las azarosas, sucesiones que reproducen el carácter de irregularidad de las sucesiones azarosas mediante sucesiones matemáticas determinadas por una regla. Una sucesión de características es de tipo azaroso cuando los límites de frecuencia de sus características fundamentales son insensibles a las selecciones según grupos cualesquiera de n predecesores. La irregularidad se sustituye así por una hipótesis frecuencial. Consigue con ello un fundamento puramente matemático.
Puesto que las sucesiones azarosas empíricas son finitas, hay que renunciar en su imitación matemática a un límite de la frecuencia relativa, ya que tal límite no se da más que en sucesiones infinitas. Popper introduce por ello en su lugar el concepto de un punto de * •
5 Erkenntnis, vol. I, p. 268, 269.• Gesammelte Aufsütze, p. 73.
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acumulación de las frecuencias relativas de una sucesión. Con ello quiere decirse que para toda sección de una sucesión hay siempre secciones cuya frecuencia relativa difiere arbitrariamente poco de una frecuencia determinada, que constituye el punto de acumulación. Si una sucesión sólo tiene uno de tales puntos de acumulación y no varios, una única frecuenia media que es también la frecuencia media de toda selección de miembros, entonces este punto sustituye al límite de la frecuencia relativa7. Esta frecuencia media única representa la «probabilidad» de la distribución de las características. Con lo cual, las sucesiones de tipo azaroso se comportan como las de forma convergente.
Popper ofrece entonces la prueba de que el teorema de Bernoulli es independiente de la existencia de un límite y sólo presupone la insensibilidad de la frecuencia relativa frente a toda selección. Esta demostración se realiza deduciéndole únicamente de esta suposición, incluso para sucesiones de tipo azaroso sin límite de frecuencia. El teorema de Bernoulli reza en la interpretación de la probabilidad como frecuencia relativa: la frecuencia relativa de la distribución de las características en secciones finitas suficientemente largas de una sucesión de tipo azaroso difiere de la frecuencia media de toda la sucesión arbitrariamente poco conforme aumenta su número, haciéndolo mucho más ampliamente, por el contrario, en secciones cortas. Cuanto más pequeñas son las secciones, tanto mayores son sus desviaciones de la frecuencia media; cuanto mayores son aquéllas, tanto menores son éstas, tanto más se comportan de forma convergente. Pero esto no es otra cosa que la ley de los grandes números, con lo que ésta resulta ser una transformación tautológica del teorema de Bernoulli y una consecuencia lógica de la propiedad de una serie de casos de mostrar una frecuencia media que no se altera mediante selecciones de tipo determi-
» Dic Logik d. Forschung, p. 94 s. (Vers. esp. p. 144 s.)
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nado. Se soluciona así la paradoja de que a pesar de la «irregularidad» de tales series se produzca una «regularidad» en grandes números, pues de aquella propiedad de ordenación resulta de un modo puramente lógico que una serie de este tipo está todavía desordenada en ámbitos pequeños, pudiendo manifestarse un orden, en el sentido de una convergencia, sólo en los grandes.
La teoría subjetiva del cálculo de probabilidades no puede interpretar el teorema de Bernoulli como enunciado de frecuencia en el sentido de la ley de los grandes números y, por tanto, no está en condiciones de explicar la aplicabilidad del cálculo de probabilidades a las sucesiones estadísticas, el éxito de los pronósticos probabilitarios. Por el contrario, la teoría de la probabilidad por la frecuencia relativa, que era la existente hasta entonces, postulaba ya una regularidad a gran escala mediante la introducción de un límite. Popper dedujo la ley de los grandes números como una proposición matemática. Pero está relacionada con una condición de las series estadísticas empíricas. La ley de los grandes números describe el estado empírico de cosas siguiente: hay series de acontecimientos que en pequeño están desordenadas y en grande son casi convergentes. Pero ahora, cuando el carácter azaroso de una sucesión, incluso de una sucesión estadística, puede ser expresado por una condición matemática de la misma —insensibilidad frente a la selección—, se le puede deducir lógicamente de aquí y, por tanto, vale también necesariamente para tales series empíricas. El cálculo de probabilidades, junto con la ley de los grandes números, es entonces una teoría matemática de un ámbito empírico; y también a la inversa: si se han constituido sucesiones matemáticas de carácter azaroso, hay series estadísticas empíricas que corresponden a ellas y, por tanto, realizan también la ley de los grandes números. Las series matemáticas y la ley de
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los grandes números, en cuanto es matemática, encuentran así aplicación empírica.
Los enunciados sobre la probabilidad matemática no pueden ser verificados ni falsados en su aplicación empírica, esto es, ni ellos ni sus negaciones pueden confirmarse de modo completo. No pueden verificarse porque los enunciados del cálculo de probabilidades conciernen a series infinitas, mientras que las series empíricamente dadas son siempre finitas. Incluso cuando una de estas series haya respondido bien a un enunciado probabilitario matemático, sigue siendo completamente incierto e indeterminado si esto seguirá siendo válido de su continuación. Se produce el mismo impedimento de la confirmación a causa de lo desconocido que en el caso de los enunciados generales ilimitados. Pero, por esta misma razón, una serie empírica no puede contradecir tampoco a un enunciado probabilitario matemático. Las desviaciones de una probabilidad calculada pertenecen al carácter de una sucesión probabilitaria. Sólo hay que suponer que se compensarán en el transcurso ulterior. Por tanto, los enunciados probabilitarios son indecidibles teóricamente. No pueden confirmarse empíricamente en modo alguno (loe. cit., p. 194). Pero entonces carecerían de significado para la experiencia. Popper confiesa (p. 133) que por esta razón tendrían que considerarse «propiamente como 'no significativos empíricamente' o como 'carentes de contenido empírico’», si bien no como carentes de contenido lógico; «sin embargo, contra tal concepción habla... el gran éxito predictivo que obtiene la física con proposiciones probabilitarias hipotéticas»8. Aquí se las supone, pues, como confirmadas prácticamente o como refutadas por inútiles.
Esto se comprende por la forma lógica de los enunciados probabilitarios y por su relación con las proposiciones básicas. De premisas probabilitarias pueden *
* Loe. cit., p. 133. (Vers. esp., pp. 244, 178.)
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deducirse conclusiones, o sea, enunciados existenciales relativos a los miembros y secciones de una serie, por ejemplo, el de que hay secciones que difieren arbitrariamente poco de la frecuencia media. Estas proposiciones existenciales son generales: «vuelve a haber siempre miembros de tal y tal tipo; son hipótesis existenciales y, por tanto, no son verificables ni falsables». Pero los enunciados existenciales singulares obtenidos de ellas pueden verificarse. Según que esto suceda con muchas o pocas o ninguna de estas conclusiones de «hay», el enunciado probabilitario se confirma más o menos bien o de ningún modo.
Pero esto no es suficiente. Los enunciados probabi- lítanos no deben utilizarse ilimitadamente, pues todo tipo de regularidad podría considerarse como una sección rara de una serie azarosa. Precisamente por esto no son refutables los enunciados probabilitarios. La utilización de las hipótesis probabilitarias ha de limitarse, pues, mediante una regla metodológica. Esta regla prohi- be considerar predecibles o reproducibles en una serie azarosa las secciones que más ampliamente divergen de la frecuencia media * en una dirección determinada, pues tales secciones no pueden mostrarse como predecibles y reproducibles, precisamente por su improbabilidad y rareza. Para la confirmación de una premisa probabilitaria no es suficiente una concordancia mejor o peor con las proposiciones básicas, sino que se requiere la concordancia óptima dentro de la precisión alcanzable en las mediciones. Las hipótesis probabilitarias pueden ser utilizadas de este modo como las otras hipótesis. *
* Popper defíne el azar por el hecho de que no puede deducirse ninguna predicción que le sea aplicable. El carácter azaroso de una serie no excluye todavia la regularidad de sus acontecimientos particulares. En oposición a Schlick (Ges. Aufsat- zé, p. 72).
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III. EL AMBITO DE LO COGNOSCIBLE
1. Ciencia unificada y lenguaje universal
La realización de la unidad del conocimiento constituye una de las tareas históricas de la Filosofía *. El Círculo de Viena tuvo también claramente presente esta tarea. Los sistemas conceptuales de la física, de la biología, de la psicología, de la sociología, de las ciencias históricas, no pueden hallarse uno al lado del otro sin posibilidad de comparación. Estas ciencias no pueden hablar cada una en su propio lenguaje. Si se consideran las ciencias particulares como heterogéneas en sus objetos, métodos y condiciones de validez, entonces no existe ninguna relación entre ellas, sobre todo entre las ciencias naturales y las culturales (o del espíritu), y no resulta claro cómo se comportan entre sí sus conceptos y leyes. Pero hay que estar utilizando constantemente los conceptos y leyes de un campo en otro. Si hay que explicar, y no meramente describir, un proceso psíquico como la percepción, sólo es posible hacerlo si se sale del sistema conceptual psicológico, ya que tal proceso tiene que ponerse en relación con un estímulo físico y un proceso fisiológico. Pero toda predicción es un proceso singular transcendente de este tipo, por estar condicionado complejamente. La deducción de una de ellas, que tanta importancia reviste, exige recurrir a leyes de diversas ciencias particulares, leyes de la naturaleza y del comportamiento de los hombres. Pero para ello las leyes y conceptos de las ciencias especiales tienen que pertenecer a un sistema, no deben hallarse desco- 1
1 Sobre esto, Diirr, «Die Einheit der Wissenschaften» (Erkennt- nis, vol. III, p. 65 s.).
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nectadas unas junto a otras. Tienen que constituir una ciencia unificada con un sistema conceptual común (un lenguaje común), sistema en el cual los sistemas conceptuales de las ciencias particulares sean sólo miembros, lenguaje en el cual sus lenguajes particulares sean únicamente lenguajes parciales2.
£1 lenguaje unificado de la ciencia tiene que cumplir dos exigencias. Tiene que ser: primero, intersubjetivo, lo que en el aspecto formal quiere decir: tiene que ser un sistema común de signos y reglas, y en el aspecto semántico: tiene que designar lo mismo para cada persona. Segundo, universal, es decir, toda proposición de cualquier lenguaje tiene que poder ser traducida a él, tiene que ser un sistema conceptual en el que pueda expresarse cualquier hecho. Neurath y Camap consideraron en primer lugar a la física como tal lenguaje, como tal sistema conceptual, por lo que esta teoría recibió el nombre de «fisicalismo».
Los enunciados de la física describen cuantitativamente el estado de una posición espacio-temporal, pero pueden incluirse también determinaciones cualitativas, como las que se dan a las cosas del mundo perceptivo, si se las puede coordinar a estados o procesos físicos. Por esto Camap ha modificado esta tesis de la unificación * en el sentido de que en ella no se trata del sistema conceptual de la física, sino de propiedades y relaciones observables de cosas. El nombre de «fisicalismo» se hace con ello inexacto y debería ser sustituido por el de
2 Camap, «Die physikalische Sprache ais Universalsprpche der Wissenschaft» (Erkenntnis, vol. II, p. 432 s.). Camap, «Psycholo- gie Ln physikalischer Sprache» (Erkenntnis, vol. III, p. 107 s.). Neurath, «Empirische Soziologie», 1931 {Schriften z. wissenschafti. Weltauffasstmg, vol. V). Neurath, «Physicalism» {The Monist, vol. 41, 1931). Neurath, «Physikalismus» (Scientia, V, 50, 1931). Neurath, «Einheitswissenschaft und Psychologie», 1933 (Einheits- wissenschaft, fascíc. 1). La Encyclopedia of Unified Science, Chicago, 1938 s., tiene como misión realizar el punto de vista de la ciencia unificada.
* «Testability and Meaning», vol. 3, p. 466 s.
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«lenguaje del mundo corporal» o «lenguaje de cosas». No es el lenguaje fisicalista cuantitativo el que constituye el lenguaje unitario de la ciencia, sino el lenguaje cualitativo de cosas. Esto quiere decir: todos los enunciados sobre hechos cualesquiera pueden traducirse a enunciados sobre estados o procesos del mundo corporal. Las determinaciones de las cosas no pertenecen exclusivamente a un ámbito sensorial determinado; las oscilaciones de un diapasón no sólo pueden oirse, sino también verse y tocarse. Las determinaciones de las cosas son intersensoriales. Pero, a la inversa, determinadas cualidades sensoriales están coordinadas unívocamente a determinados procesos corporales. A un tono determinado le corresponden oscilaciones de una determinada frecuencia fundamental y determinadas frecuencias superiores con amplitudes determinadas. Por tanto, las cualidades sensoriales pueden caracterizarse unívocamente mediante relaciones de cuerpos y, en consecuencia, los enunciados sobre aquéllas pueden sustituirse por enunciados sobre éstas. La constatación de las relaciones de cuerpos no sólo es independiente de un determinado ámbito sensorial, sino también de un sujeto determinado. En el fondo, siempre es posible establecer una concordancia entre diversas personas respecto de estados y procesos del mundo corporal, precisamente porque el mundo corporal es intersubjetivo. Por tanto, el lenguaje de cosas, la descripción mediante propiedades y relaciones observables, es también intersubjetivo.
Mediante este lenguaje no sólo puede exponerse el campo de la física, sino también todos los restantes campos de las ciencias naturales. Si bien puede haber leyes específicas de la biología, o sea, aunque no se pudiesen reducir todas las leyes biológicas a leyes de la física, sin embargo, los conceptos biológicos son reduci- bles en última instancia a propiedades y relaciones observables de cuerpos. Si esto no sucede con conceptos como «dominante» o «entelequia» es porque a base de
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estos conceptos no pueden deducirse consecuencias contrastares. Pero también por ello tales conceptos no son admisibles en modo alguno en la ciencia 4.
2. E l fisicalismo
Los enunciados de las ciencias naturales son ya en y por sí enunciados sobre relaciones reales, espacio- temporales. Los enunciados de otros campos tienen que poder traducirse al menos a tales enunciados. La matemática y la lógica pueden expresarse en este lenguaje, considerándolas como puros cálculos, como combinaciones de meras figuras-signos. Pero el verdadero problema del lenguaje «fisicalista» unitario se halla en si con él puede representarse también el campo de lo anímico; versa sobre la posibilidad de traducción de los enunciados psicológicos a enunciados sobre estados y procesos corporales. Neurath y Carnap, para fundamentar la posibilidad de traducción, formularon una tesis que da como resultado un «fisicalismo» en sentido estricto.
Originariamente consideraron todavía que los enunciados psicológicos y los fisicalistas eran dos tipos distintos de enunciados, en el sentido de que los enunciados psicológicos hablan de las vivencias como de hechos no físicos. Así dice Carnap con toda claridad en el primer estudio sobre el tema * 1: «cualquiera puede comprobar bajo qué condiciones físicas... vive él una cualidad determinada»; o bien: «los procesos de reacción pueden ser, en parte, procesos de los llamados físicos y, en parte, procesos psíquicos; ahora bien, en caso de que sea válida la tesis antedicha de que los conceptos y proposiciones psicológicas son reducibles a conceptos y
4 Kaila. «Det frammande siálvslivcts kunskapteoretiska problema, 1936 (Theoria, vol. II, p. 128 s.).
1 «Die physikalische Sprache ais Universalsprache der Wis- senschaft» (Erkenntnis, vol. II, 1931, p. 445).
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proposiciones fisicalistas, se trata siempre de procesos físicos» (p. 451). La tesis fundamental se formula a continuación con toda claridad2 3 4: «No ha de entenderse el fisicalismo como si quisiese prescribir a la psicología que trate sólo hechos expresables de modo'fisicalista. Quiere decirse más bien: la psicología puede tratar lo que quiera y formular sus proposiciones como quiera. Estas proposiciones son, en todo caso, traducibles al lenguaje ñsicalista». Pero hablar de una traducción de los enunciados psicológicos a enunciados fisicalistas, únicamente tiene sentido si son enunciados distintos.
Pero simultáneamente se abandona esta concepción dualista por la conclusión «de que todas las proposiciones de la psicología hablan de procesos físicos (en el cuerpo y especialmente en el sistema nervioso central del sujeto en cuestión *). El único significado captable científicamente en los enunciados sobre fenómenos anímicos no puede consistir en otra cosa que en enunciados sobre estados corporales, pues sólo estos enunciados son intersubjetivos y contrastables. Si se interpretan los enunciados sobre lo anímico en un sentido no físicalista, escapan por principio a la contrastación, pues la vida psíquica no es accesible de modo general. En consecuencia, los enunciados sobre lo psíquico se excluyen expresamente del lenguaje de la ciencia. «Si se habla en forma dualista —como es usual en filosofía casi siempre— de 'contenidos de vivencias’ y de 'hechos físicos' (... de lo psíquico y lo físico...), son inevitables las contradicciones *». Las representaciones de las vivencias psíquicas de otro son únicamente representaciones accesorias superfluas. El contenido lógico de los enunciados sobre lo psíquico consiste sólo en
2 «Psychologie in physikalischer Sprache» (Erkenntnis, vol. III, p. 108). (Recogido en el volumen El positivismo lógico, citado anteriormente.)
2 «Die physikal. Sprache ais Universalsprache d. Wissenschaft» (Erkenntnis, vol. II, p. 450).
4 Erkenntnis, vol. II, p. 456, 457.
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enunciados sobre lo físico. «Fundamentalmente sólo hay una especie de objetos, a saber, los procesos físicos9». Todos los enunciados de las ciencias positivas no pueden versar más que sobre lo corporal", pues sólo los enunciados sobre ello son intersubjetivamente comprensibles y contrastabas. En consecuencia, el lugar de la psicología al uso debe ocuparlo un behaviorismo radical, como la única forma científicamente posible de la psicología. «La psicología es una rama de la física» T. Las proposiciones sobre vivencias psíquicas carecen según esto de significado científico, esto es, de contenido teórico. Las representaciones de las vivencias psíquicas de otro son únicamente representaciones concomitantes superfluas 9. La suposición de que los hombres tienen vivencias aparte de su comportamiento corporal no puede expresarse fisicalistamente y, por tanto, tampoco científicamente. Constituye una mera pseudopro- posición. Es metafísica. De este modo, se devino desde la tesis originaria a una mucho más radical.
Este fisicalismo radical causó generalmente extrañe- za y chocó desde el principio con una fuerte resistencia. Pero en él se extraen con inexorable rigor lógico consecuencias de la exigencia de la contrastabilidad, que parecen inevitables. Este radicalismo sin trabas vuelve a tener aquí el significado de plantear problemas legítimos e importantes.
Los enunciados sobre la vida psíquica ajena no pueden contrastarse directamente, ya que los procesos psíquicos ajenos no pueden percibirse directamente. Si se afirma, como Scheler, que pueden leerse de modo inmediato en el rostro de otro los procesos psíquicos 4
4 Erkenntnis, vol. III, p. 108.* Kotarbinski defiende también una concepción completamen
te análoga con el «Reismus». Véase R. Rand, «Kotarbinskis Phi- losophie» (Erkenntnis, vol. 7, 1937/38, p. 97 s.).
1 Erkenntnis, vol. III, p. 142.* Erkenntnis, vol. II, p. 459 s. Camap, Scheinprobleme, 1928,
p. 36 s.
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como la cólera, la alegría, la confusión, «leer en el rostro» quiere decir precisamente: poner como base de la diagnosis psíquica la expresión del rostro, o sea, procesos corporales. Tiene que haber siempre comunicaciones lingüísticas o síntomas corporales expresivos o el comportamiento general en una situación determinada o procesos fisiológicos en la percepción. Sin tales indicios del mundo corporal, no es posible en modo alguno una contrastación de los enunciados sobre fenómenos psíquicos, salvo que haya telepatía. Y esto es válido no sólo para los estados psíquicos ajenos actuales, sino también para los estados propios pasados. Pero si todo enunciado sobre ellos tiene que estar basado en enunciados sobre estados corporales, a todo enunciado psicológico de este tipo le tiene que corresponder otro sobre el mundo corporal y partee posible en consecuencia eliminar los enunciados psicológicos en general y sustituirlos por los enunciados coordinados del mundo corporal, pues, como consecuencia de esta correspondencia, lo anímico puede ser caracterizado mediante lo corporal coordinado. Con ello no queda definido en su particularidad, sino únicamente ñjado unívocamente según su extensión. Pero precisamente por esto, los enunciados psicológicos y los «fisicalistas» correspondientes son equivalentes, tienen el mismo contenido teórico. No existe entonces diferencia alguna teóricamente relevante, ni siquiera indicable teóricamente, entre ellos. Los enunciados sobre lo «psíquico» no pueden consistir, pues, científicamente más que en los enunciados sobre lo corporal, que son los únicos contrastabas. Con ello el fisicalismo radical es behaviorismo radical. No hay enunciados sobre las vivencias psíquicas. Los enunciados «psicológicos» únicamente tienen un significado contrastable como «fisicalistas». La tesis radical del fisicalismo se hace así no sólo comprensible, sino aparentemente inevitable.
Pero hay que darse cuenta ahora de lo que el fisicalismo radical encierra consecuentemente dentro de sí
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mismo. Los enunciados sobre la vida psíquica ajena, en cuanto algo no-físico, son pseudoproposiciones carentes de significado, ya que no son contrastables por principio. Esto tiene como consecuencia que también son incomprensibles y carentes de significado desde el punto de vista intersubjetivo los enunciados mismos de otro hombre sobre sus estados psíquicos, en la medida en que por ellos se entienda algo distinto de estados de su cuerpo. «Si la proposición ’A estaba enojado ayer a mediodía' no tiene para mí ningún significado porque... no puede ser comprobada por mí, no se convertirá tampoco en significativa por el hecho de que de la boca de A provenga un fenómeno sonoro con la configuración de esta proposición»*. Son sólo actos de su comportamiento corporal «verbal».
Pero, finalmente, tampoco los enunciados sobre las vivencias propias pueden contener en el lenguaje científico intersubjetivo otra cosa que fenómenos corporales, si han de ser contrastables. «Ayer estaba irritado» sólo quiere decir «mi cuerpo tenía ayer el estado físico que se acostumbra a designar como 'irritación’» **. El lenguaje de los protocolos de vivencias se convierte con ello en un «lenguaje parcial del lenguaje fisicalis- ta>". Esto tiene también como consecuencia que la base del sistema de constitución, constituida por el psi- quismo propio, se viene abajo. Los conceptos del mundo de las cosas no pueden ser constituidos mediante la reorganización de lo vivencialmente dado, sino que, a la inversa, el sistema de constitución tiene que ser construido sobre la base de conceptos «fisicalistas», de conceptos de cosas propiamente. Con ello se realizó un giro esencial en la fundamentación del conocimiento empírico desde el inmanentismo de la conciencia al materialismo.
• Erkenntnis. vol. III, p. 122, 124. 10 Erkenntnis, vol. III, p. 136.** Erkenntnis, vol. III, p. 458.
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La crítica de este fisicalismo no puede efectuarse, como suele suceder **, partiendo de la hipótesis dualista de que hay vivencias psíquicas que son distintas de los procesos del cuerpo respectivo. Hay que analizar la afirmación fisicalista de que los enunciados que son psicológicos en este sentido no pueden formularse en modo alguno científicamente, es decir, de manera que sean contrastables.
Para hacer la crítica del fisicalismo radical hay que contestar primero la pregunta fundamental: ¿cómo se puede hablar entonces científicamente, de modo comprensible intersubjetivamente, de las vivencias del psi- quismo ajeno en general? ¿De qué modo puede construirse en general científicamente el concepto de lo psíquico como algo no corporal? Pues dado que el psiquismo ajeno no puede constatarse directamente, dado que no es inmediatamente accesible, no puede captarse en modo alguno por sí mismo, sin sus síntomas corporales. Este es el argumento fundamental del fisicalismo. No niega la existencia de vivencias psíquicas; pero afirma que de ellas no puede hablarse en absoluto, puesto que son metafísica. Las proposiciones sobre ellas carecen de significado, pues no son contrastables por principio. Las vivencias psíquicas no pueden comunicarse intersubjetivamente y, por tanto, no pueden comprobarse. Si los enunciados psicológicos le hacen pensar a uno en vivencias psíquicas, esto sólo son representaciones concomitantes que no pertenecen al contenido teórico de los enunciados,f. En consecuencia, no puede indicarse de ninguna manera mediante un enunciado objetivo en qué consiste la diferencia entre un enunciado sobre lo psíquico en sentido usual y un enunciado sobre los procesos corporales coordinados, qué es lo que aquél dice distinto de lo que dice
12 En el fondo también se hace asi por Duncker, «Behavioris- mus und Gestaltpsychologie» (Erkenntnis, vol. III, p. 162 s.).
11 Erkenntnis, vol. II, p. 459, 460.
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éste *\ Según el fisicalismo, el concepto de lo psíquico en sentido específico no puede en absoluto formularse científicamente.
Pero surge entonces en primer lugar la cuestión de qué sucede con los conceptos del lenguaje de cosas, del fisicalismo. En él hay que introducir conceptos primitivos indefinibles. Estos conceptos primitivos no pueden determinarse tampoco mediante la mostración de aquello que aíslan mentalmente, pues lo que puede ser mostrado no es intersubjetivo, como debe serlo lo corporal; son los datos subjetivos de la percepción, si no se es partidario del realismo ingenuo, que confunde los cuerpos objetivos con los contenidos de percepción subjetivos. Pero es cierto que ahora no puede afírmarse que los conceptos del mundo corporal sean gnoseológicamente tan claros e incuestionables que sin determinación ulterior se les pueda dar por supuestos como fundamentos de la ciencia. Lo que ha de entenderse por «cuerpo» ha sido reducido de las cualidades secundarias a las primarias y de éstas a los números concretos de las magnitudes físicas de estado, donde se inserta la problemática gnoseológica, cosa que la física conoce perfectamente: realidades extraconscientes como los electrones, etc., con su «complementarie- dad» de partículas y ondas de materia o únicamente conexiones regulares de lo perceptivamente dado **. Los conceptos del lenguaje de cosas representan, pues, una suposición completamente problemática y, por tanto, difícilmente se les puede introducir asi sin más como conceptos primitivos indefinidos.
Para constituir el concepto de lo psíquico en sentido usual se necesita tomar como base únicamente lo que a cada uno le resulta conocido por su experiencia propia. Por su género cualitativo no es comunicable, pues el contenido intersubjetivo de los enunciados consiste
14 Caraap, Scheinpróbleme, p. 40. 14 Véase posteriormente p. 189 s.
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en la «estructura», en las relaciones de ordenación en que se hallan los contenidos cualitativos1*. Pero los miembros subjetivos de estas relaciones intersubjetivas son indispensables e ineliminables. En los contenidos subjetivos de las vivencias están dados los hechos en virtud de los cuales puede construirse el concepto de lo psíquico como un concepto intersubjetivo comprensible. Es el concepto de la especie general de lo vivencialmente dado, la esencia de lo cromático, de lo frío, de lo doloroso, de lo desagradable, etc. Estas cualidades se fijan intersubjetivamente mediante la caracterización de su ordenación, si bien el contenido cualitativo puede diferir individualmente. El concepto general de algo de especie semejante a aquello que cada uno vive subjetivamente, de algo que llena cualitativamente las relaciones intersubjetivas, puede constituirse así como un concepto intersubjetivo.
Hay que demostrar además la comunicabilidad de lo psíquico. La comprensión de enunciados sobre el psi- quismo ajeno se produce ya por el hecho de que lo psíquico ajeno está fijado por su relación de ordenación (estructura), al estar diferenciado suficientemente y determinado unívocamente por ella. Pero esta estructura basta plenamente para producir una comprensión intersubjetiva. Quien recibe una comunicación puede llenar de contenido la estructura con elementos de su propia experiencia y representarse de este modo los procesos psíquicos ajenos según su tipo general. Se sabe entonces lo que se quiere decir con ello: algo del mismo tipo que el color vivido por uno mismo o que el dolor vivido por uno mismo, si bien no de la misma peculiaridad exactamente. Por tanto, los enunciados sobre fenómenos psíquicos son significativos sin tener que interpretarlos como físicalistas.
Pero tal concepto de lo psíquico seria además inútil, por ser superfluo, si para todo proceso psíquico hu- ••
•• Véase anteriormente p. 51 s.
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biese también procesos corporales que no sólo pudiese suponerse que están coordinados, sino que se comprobase siempre que lo están. Pues entonces podría hablarse realmente de los procesos psíquicos, ya que ambos enunciados son equivalentes; si uno es verdadero, el otro también lo es.
Para la crítica ulterior del fisicalismo se trata de saber, pues, si lo que normalmente se consideran como vivencias psíquicas puede describirse íntegramente mediante enunciados sobre hechos corporales y, en consecuencia, si puede sustituirse por ellos. Pero esto tropieza con dificultades de principio. Hay un gran conjunto de fenómenos psíquicos (en sentido usual), sobre todo en los campos del pensamiento y la imaginación, pero también en los de las impresiones sensoriales y orgánicas, cuyos síntomas corporales de expresión son extremadamente escasos y muy inseguros o completamente insuficientes para una determinación más detallada. Generalmente, el hecho de que alguien piensa en algo determinado, o lo recuerda, o lo desea, o lo ve, se expresa tan poco y con tan poca claridad en su comportamiento que no se lo puede determinar mediante ello ni siquiera aproximadamente y mucho menos claramente. Los procesos que se desarrollan en el sistema nervioso central al hacerlo no los conocemos en detalle. Los únicos fundamentos perceptivos para ello son los enunciados de las personas que experimentan.
Para poder describir tales fenómenos psíquicos en lenguaje fisicalista, Camap se ve obligado a designar el estado corporal coordinado a ellos no de un modo directo, sino mediante un rodeo consistente en servirse de expresiones psíquicas. Le caracteriza como el estado corporal que se da cuando alguien hace un enunciado sobre una vivencia determinada, el cual, sin embargo, ha de tomarse únicamente como un fenómeno meramente físico (voz, escritura). Por ejemplo, la descripción ñsicalista de que alguien ve rojo viene dada por
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el hecho de que el estado corporal del sujeto correspondiente se designa como «viendo rojo». Pero «viendo rojo» no significa, utilizado de este modo, una sensación, sino una clase de reacciones corporales (movimientos orales, gestos como el de señalar a un objeto rojo) que se producen regularmente en virtud de estímulos (preguntas como sonidos verbales, signos escritos). La vivencia psíquica «ver rojo» ha de sustituirse en la descripción mediante un estado corporal de «estar viendo rojo» y este estado corporal se caracteriza por estar ligado a una clase determinada de reacciones del sujeto que ve ro jo17.
Para poder caracterizar unívocamente «de modo fisicalista» un fenómeno psíquico determinado tendrían que poder indicarse todas las reacciones que podrían servir como distintivo del estado corporal correspondiente, pues si esto no fuese posible habría que suponer que en una persona no pasa nada, cuando de hecho sucede. Las reacciones mediante las cuales se hace de- terminable el estado corporal «estar viendo rojo» pueden ser movimientos orales o escritos del tipo más diverso, o sea, enunciados que recen de modo diverso en distintos lenguajes. Pero también pueden faltar tales reacciones. No es necesario que uno exteriorice toda sensación. Los procesos fisiológicos que se producen en el cerebro no son suficientemente conocidos. Las reacciones mediante las cuales se haga determinable el estado corporal «estar pensando la proposición p» («p» puede ser, por ejemplo, « 2 x 2 = 4») serán muy escasas, si puede comprobarse alguna en general. Pero incluso estas escasas reacciones serán completamente inexpresivas. Serán características sólo del pensar en algo en general, pero no permitirán conocer el contenido especial de la proposición. Una proposición psicológica no tiene el mismo contenido que una proposición fisicalista única, sino únicamente el mismo que
,T Erkenntnis. vol. II, p. 458.
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una conyunción de proposiciones fisicalistas. Pero esta conyunción de- las reacciones corporales posibles no puede fijarse de modo suficiente y completo ni mediante una clase, definida por una propiedad o una relación, ni por enumeración. Se construye sólo recogiendo los síntomas corporales expresivos de una determinada clase de fenómenos psíquicos. Pero en modo alguno puede decirse de antemano cuáles son todos los estados corporales que pertenecen a ella, cosa que no es posible por la imprevisible diversidad de su variación **. Esto sólo puede concebirse unitariamente mediante una coordinación con una especie de vivencias psíquicas. Con lo cual no puede eliminarse lo psíquico en sentido específico.
Esto es válido con especial claridad para el ámbito de la comprensión de signos, cuya importancia es fundamental. La comprensión de un significado, de una significación, no está1* «determinada completamente por la condición física de los estímulos que alcanzan nuestros órganos sensoriales». Si se hace una señal con banderas a un barco, los estímulos físicos (ópticos) están dados allí del mismo modo para todas las personas, pero la señal será comprendida por la dotación del barco, o al menos por una parte de ella, mientras que la mayor parte de los pasajeros no la comprenderá. La comprensión no depende meramente de la condición del estímulo, de los objetos como signos, sino también de la preparación de los sujetos. Para comprender la significación de un signo hay que haberla aprendido. Es esta segunda condición subjetiva la que obliga a Carnap a recurrir a la persona que comprende en su intento de fiscalización de la comprensión. Un signo o un comportamiento significativo es caracterizado por él
** Rougier ha argumentado de un modo semejante: «Le lan- gage de la physique est-il universel et autonome?» (Erkennt- rtis, vol. VII, 1937/38, p. 189 s.).
19 Como dice Carnap, «Psychologie in physikalischer Sprache» (Erkenntnis. vol. III, p. 126).
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como comprensible cuando un sujeto reacciona a él con una proposición protocolaria correspondiente. Al hacerlo, el sujeto ha de jugar únicamente el papel de un detector orgánico; su vivencia comprensiva no entra en la caracterización, haciéndolo únicamente su enunciación de la comprensión. Carnap cree permanecer con ello al hacer la caracterización completamente dentro del campo fisicalista, pues considera el enunciado como un fenómeno físico (voz o escritura).
Pero en cuanto tal no es suficiente. Este mismo enunciado tiene, a su vez, que ser comprendido, pues no se pueden indicar todas las posibles combinaciones orales o escritas mediante las cuales puede expresarse una comprensión determinada. Incluso si no son infinitas, son imprevisibles. Sólo podría eliminarse la vivencia de la comprensión si estuviésemos en condiciones, no sólo de definir fisiológicamente el aprendizaje mediante la creación de reflejos condicionados, sino también de caracterizar unívocamente del mismo modo lo aprendido en concreto. Mientras esto no sea posible, no puede transcribirse, caracterizarse ni definirse el comprender de un modo puramente fisicalista. Mientras tanto, lo psíquico sigue siendo indispensable e in- eliminable en cuanto fenómeno no fisicalista. El lenguaje fisicalista o lenguaje de cosas no sirve, pues, para la representación de lo psíquico. Por tanto, se conserva el dualismo originario de lo psíquico y lo corporal y, con ello, también el de lenguaje de vivenr cias y lenguaje de cosas.
Nos hallamos, por tanto, en la siguiente situación: si se tiene por inconstituíble el concepto de lo psíquico en sentido usual y se consideran imposibles los enunciados sobre ello, la ciencia tiene que renunciar a un gran número de sus enunciados actuales y se suprimen la mayor parte de las ciencias culturales.
Para poder incardinar acciones dadas en un contexto causal o teleológico, tenemos que referirlas o a sus motivos psíquicos o a sus fenómenos corporales paralelos.
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Pero estos últimos no los conocemos ni con mucho de modo suficiente para poder inferirlos de acciones dadas. Por el contrario, las relaciones psíquicas las conocemos mucho mejor. Por tanto, cuando se desconocen los procesos corporales coordinados, no podemos prescindir de la motivación psíquica. Tales situaciones se producen abundantemente en la investigación histórica y en los procesos judiciales.
Pero ¿cómo pueden contrastarse intersubjetivamente los enunciados sobre el psiquismo ajeno en este sentido, en los casos en los que no se dispone para ello de ningún indicio corporal directo? Nos hallamos ante un caso de este tipo, por ejemplo, cuando se discute ante un tribunal si un homicidio ha sido el resultado de un propósito de matar o constituye un homicidio no intencionado. Si se ha ocultado la intención de matar, no existen indicios corporales directos de ella (manifestaciones del asesino). Para averiguar la intención se tiene en cuenta sobre todo si la situación total puede motivar una intención de asesinato. Puede deducirse de acciones preparatorias. Pueden ser acciones que en sí y por sí no indiquen en modo alguno una intención de asesinar y sólo adquieran este significado en el contexto total, como, por ejemplo, informaciones previas sobre la presencia o ausencia de personas. O bien se inñere que se trata de un mero homicidio por el hecho de existir un profundo afecto entre los sujetos. Tales razonamientos descansan, por una parte, en que las acciones nacen de un conjunto de motivaciones, en que son miembros de un contexto psíquico de fines y medios para su realización; por otra parte, se fundan en regularidades exclusivas de la vida psíquica, de modo que el gran afecto excluye la premeditación y un impulso violento lleva consigo las acciones. Por tanto, los fundamentos para la constatación del psiquismo ajeno, como, por ejemplo, de una intención, están dados por relaciones regulares entre procesos corporales y psíquicos (acciones e intenciones) y entre procesos psíqui-
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eos (afecto y premeditación). Estas regularidades se inducen de la experiencia propia y ajena y se utilizan para la interpretación de la conducta ajena, habiendo sido confirmadas una y otra vez. Los enunciados sobre el psiquismo ajeno son contrastabas intersubjetivamente en virtud de estas regularidades, incluso cuando no hay ningún indicio corporal directo de él. Lo que sólo indirectamente está relacionado con lo corporal perceptible mediante leyes psicológicas, que son leyes probabilitarias meramente estadísticas, puede también ser justificado como hecho psicológico válido. Los enunciados sobre el psiquismo ajeno son enunciados científicos legítimos.
Por consiguiente, no puede mantenerse que el lenguaje ñsicalista o lenguaje de cosas pueda servir como lenguaje universal de la ciencia unificada, pues los estados y procesos psíquicos no pueden traducirse completamente a él. El lenguaje de vivencias y el lenguaje de cosas, el sistema conceptual de lo psíquico y el de lo físico se mantienen autónomos uno al ladQ del otro. La ciencia no puede prescindir de ninguno de ellosí0.
*» Contra el lenguaje fisicalista unificado de la ciencia se han levantado también objeciones desde otro punto de vista: por Kokoszynska, «Bemerkungen über die Einheitswissenschaft» (Er- kenntnis, vol. VII, p. 325 s.). No todas las proposiciones científicas pueden expresarse en el mismo lenguaje; no puede hacerse concretamente esto con las proposiciones que se refieren a la verdad, la denotación, la definibilidad en un lenguaje. Esta objeción, que se apoya únicamente sobre las proposiciones lógicas, ya no es válida cuando al hablar de la unidad del lenguaje de la ciencia se trata sólo de las proposiciones extra-lógicas, como explica Carnap («Logical Foundations of the Unity of Science» [Encyclopedia of Uitified Science, vol. I, núm. 1]). Lo que importa únicamente es saber si todas éstas son reducibles a proposiciones fisicalistas. Frente a esto, Kaila ha.emprendido un ingenioso intento de comprender de modo behaviorista la función simbólica («Physikalismus u. Phánomenalismus» [Theoria, vol. VIII, 1942]).
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3. R ealidad
De las condiciones de la confirmación resulta el ámbito de lo que es cognoscible. La confirmación de un enunciado empírico tiene que fundarse en la percepción y, en última instancia, en la percepción propia. También la posibilidad de utilización de las experiencias ajenas descansa sobre la percepción propia. Uno tiene que oír o leer lo que otro le comunica. Pero no por esto es cognoscible únicamente lo vivido por uno mismo, ni tampoco meramente lo que puede experimentarse en general, sólo lo inmanente a la conciencia, como se defendió por parte del positivismo. Ciertamente, no hay que negar que también en el Círculo de Viena, en parte y a veces, se consideró como real 6ólo lo vivencialmente dado *. Según el sistema de constitución de los conceptos de Carnap, el significado de los enunciados sólo puede consistir en transformaciones de lo vivencialmente dado, lo corporal en regularidades de lo perceptible y todas las demás especies de objetos sólo en relaciones entre vivencias. Por miedo a la metafísica no se osaba salir del ámbito de las vivencias. Pero esta concepción se abandonó completamente en el fisicalismo y Schiick rechazó expresa y detalladamente la equiparación con cualquier idealismo o solip- sismo teóricos en su ensayo «Positivismus und Rea- lismus» *.
El principio defendido por el Círculo de Viena de que todos los enunciados, incluso los que versan sobre la realidad, tienen que ser contrastados y confirmados con lo vivencialmente dado, resulta completamente mal- interpretado cuando se ve en él la afirmación de que 1 2
1 «Las cosas* que se constituyen partiendo de las percepciones no corresponden a ninguna realidad existente fuera de las percepciones*, dice Ph. Frank (Erkenntnis, vol. II, p. 186).
2 Erkenntnis, vol. III, 1932; Ges. Aufsatze, p. 83 s.
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sólo lo dado es real, de que las cosas corporales sólo son conceptos auxiliares para la ordenación de lo vivencialmente dado, que el mundo exterior sólo es una construcción lógica. Esta opinión se defendió a veces realmente por el positivismo y otras veces se le ha imputado por una falsa interpretación. Puede vacilarse acerca de si sucede lo uno o lo otro cuando J. St. Mili caracteriza los cuerpos como «posibilidades permanentes de sensaciones». Por el hecho de que lo vivencialmente dado se considere como el contenido de la conciencia de un sujeto, se llega de la exclusiva realidad de lo dado a la exclusiva realidad de lo consciente; no hay nada fuera de la conciencia. Si al hacerlo se supone que lo dado se distribuye en una pluralidad de conciencias, se mantiene uno en el idealismo; pero si se limita lo dado a lo que me está dado a mí mismo, se viene a parar al solipsismo. Pero, en ambos casos, se halla uno ante doctrinas metafísicas, pues se afirma con ello que fuera del mundo empírico no existe nada más, que detrás no se halla ningún ser trascendente. Pero esto es algo que no puede comprobarse y decidirse empíricamente, igual que la afirmación del realismo metafísico de que junto al mundo empírico existe todavía otro distinto, absoluto; es secundario que éste sea cognoscible de un modo especial o sea incognoscible.
Pero al contenido de la conciencia no le corresponde ninguna posición excepcional respecto de la realidad empírica. Lo esencial no es que lo dado sea una cosa neutral, como en el caso de Mach y Avenarius, y que tanto lo psíquico como lo físico se constituyan a partir de ello, sino que lo que importa es que un estado de conciencia, un sentimiento, un dolor, sólo pueden ser afirmados como objetivamente reales en el mismo sentido que un objeto físico. «Ser-real significa siempre hallarse en una relación determinada con lo dado.» {Loe. cit., p. 105). Pues sólo entonces puede contrastarse y confirmarse un enunciado sobre la realidad.
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La realidad objetiva no viene garantizada por una vivencia única, sino sólo por conexiones regulares. Cuando es dudoso si en mi cuerpo hay un lugar doloroso aquí o allí, en el apéndice o en el hígado, tienen que encontrarse indicios de ello (palpando o por métodos semejantes). Y del mismo modo puede demostrarse la realidad de los estados de conciencia ajenos. En virtud de conexiones regulares entre procesos corporales y psíquicos puede probarse que es real —o también que no es real— que alguien tenga una vivencia determinada, por ejemplo, que se alegra. Las manifestaciones lingüísticas, las comunicaciones del otro, síntomas corporales expresivos, conocimiento del carácter del otro y de su situación instantánea establecen una conexión entre estados corporales perceptibles y estados psíquicos no perceptibles para mí, pero que, a pesar de todo, han de aceptarse como reales en virtud de esta conexión, si bien sólo de modo hipotético, como todos los enunciados empíricos.
Y del mismo modo puede demostrarse la realidad de objetos y procesos corporales no percibidos ni perceptibles. Si se los conjetura en virtud de leyes naturales unidas a estados de cosas dados en la percepción, si son incardinables en el sistema espacio-temporal del mundo exterior, entonces estas suposiciones son igualmente válidas que los enunciados sobre cueipos y procesos percibidos. «Estamos, pues, en posesión de criterios empíricos determinados para saber si las casas y los árboles estaban ya ahí cuando no los veíamos y si ya existían antes de nuestro nacimiento y existirán después de nuestra muerte; es decir, la afirmación de que aquellas cosas 'existen con independencia de nosotros’ tiene un significado completamente claro y comprobable y evidentemente ha de ser admitida. Podemos distinguir perfectamente de una manera expresable estas cosas de aquellas que existen sólo 'subjetivamente', ’de-
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pendiendo de nosotros’»*. En este sentido no cabe duda de la realidad de la cara de la luna siempre oculta para nosotros * ni tampoco de que las estrellas continuarían en sus órbitas incluso cuando toda conciencia se extinguiese en el mundo *. Y del mismo modo se demuestra la realidad de los átomos y campos eléctricos mediante las regularidades descubiertas por la física. «Positivismo lógico y realismo no son, por tanto, antagónicos»*. «Por tanto, ha de rechazarse la formulación utilizada por algunos positivistas según la cual los cuerpos 'sólo son complejos de sensaciones’»*. Es este un reconocimiento claro e inequívoco del realismo empírico. Pero con ello no debe afirmarse, ni tampoco negarse, una realidad absoluta trascendente a la experiencia, pues tal realidad no puede ser discutida *.
Ser-real quiere decir en sentido empírico: estar in- card inado en el sistema espacio-temporal de lo Ínter- subjetivamente comprobable. No puede plantearse en modo alguno la cuestión de si esto es sólo una construcción ideal o le corresponde una realidad absoluta subsistente por sí. Esta es la pregunta por su «idealidad o realidad trascendental», una cuestión metafísica. Evidentemente, saber si lo que aceptamos como real es «verdaderamente» real, si aquello que suponemos independiente de nosotros y existente fuera de nuestra conciencia, existe realmente por sí con independencia o si a nuestras suposiciones no les corresponde en modo alguno una realidad absoluta, «existente en sí», es colocarse en un punto de vista metafísico. Es una
• Ges. Aufsdtze, p. 107, e igualmente p. 102.« Ibid., p. 352.» Ibid., p. 365.• Ibid., p. 115.1 Ibid., p. 114. Cfr. anteriormente nota 1, p. 160.• Caraap, Scheinprobleme der Philosophie, 1928. Ph. Frank,
«Das Kausalgesetz», 1931 (Schriften z■ wissenschaftt. Weltauffas- stmg, vol. VI, cap. 10). Cornelius, «Zur Kritik der wissenschaft. Grundbegriffe» (Erkennínis, vol. II, p. 191).
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pregunta que se sale* por completo de lo científicamente cognoscible. No puede definirse lo que quieren decir «realidad» y «absoluto* en este sentido, ya que no puede indicarse ningún criterio para ello. Por esta razón se caracterizaron tales proposiciones sobre la existencia metafísica como carentes de significado*.
¿Cuándo hemos de poder decir que a la realidad empírica le corresponde una absoluta y cuándo no? Una realidad que no exista actualmente en una vivencia no podemos hacer más que pensarla, afirmarla, suponerla, pero nada más. Formulamos la hipótesis de una realidad independiente de nuestra experiencia e indicamos criterios para su contrastación en la medida en que una afirmación de existencia implica determinados enunciados perceptivos. Si se trata de la realidad empírica, por ejemplo, de si una cordillera de una región desconocida es real o sólo legendaria, esto se decide con segundad mediante la vista. Ahora bien, a la realidad introducida idealmente fuera de nuestra conciencia no le podemos contraponer además otra realidad que no estuviese introducida igualmente de un modo ideal. Su realidad tendría que alcanzarse de otra manera. ¿Cómo se llegaría, pues, a tal realidad absoluta? Querer medir nuestras suposiciones de realidad en una realidad absoluta de este tipo es un deseo absurdo. Respecto de una realidad o idealidad absolutas no hay ninguna posibilidad de decisión. Por esto se caracterizó la pregunta por la realidad o idealidad del mundo exterior como un pseudoproblema, pues sólo se la puede comprender en este sentido metafísico, ya que una idealidad empírica del mundo exterior, esto es, una limitación de lo real a lo consciente, a la conciencia actual, es una afirmación que no puede mantenerse. La realidad empírica es una hipótesis necesaria. Todas las tesis históricas sobre la verdadera realidad: el idealismo
• Caraap, Die logische Synlax der Sprache, p. 237; Scheinpro- bleme der Phiiosophie, 1928.
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metafísico y el realismo metafísico, el fenomenalismo, el solipsismo, y también el antiguo positivismo con su limitación a la inmanencia de la conciencia, caen fuera del campo del conocimiento empírico, pues quieren contestar una pregunta imposible.
4. Valores
También las cuestiones del valor se trataron en el Círculo de Viena, si bien sólo en la medida en que son accesibles a una investigación científica. Carnap era también radical en este aspecto y excluyó los juicios de valor en general de un tratamiento teórico, pues lo que constituye el carácter específico de los juicios de valor no puede formularse teóricamente. «O se dan criterios empíricos para Tsueno’, 'bello' y los restantes predicados utilizados en las ciencias normativas o no se dan. En el primer caso, una proposición con un predicado de este tipo será un juicio empírico sobre hechos, pero no es un juicio de valor; en el segundo caso será una pseudoproposición; no puede construirse en modo alguno una proposición que enuncie un juicio de valor»1. Y posteriormente: «La validez objetiva de un valor o de una norma no puede verificarse empíricamente o deducirse de proposiciones empíricas (tampoco en la opinión de los ñlósofos de los valores); por tanto, no puede expresarse de ningún modo (mediante una proposición significativa)» (ib íd .)* .
A esto le sirve todavía de base la deñnición inicial del significado por la verificabilidad, que luego el mismo Carnap encontró demasiado estrecha. Según ella, sólo los enunciados descriptivos pueden ser significa- 1 2
1 ■Überwindung der Metaphysik durcta logische Analyse der Sprache» (Erkenntnis. vol. II, p. 237).
2 También Ayer (Language, Truth and Logic, 1936, cap. 6) concibe los enunciados de valor como expresión de sentimientos y no como afirmaciones.
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tivos, porque sólo ellos son verifícables. Todos los demás enunciados: preguntas, exhortaciones, reglas, valoraciones, carecen de significado, pero sólo en este sentido: no tienen ningún contenido representativo, teórico. Por el contrarío, si el significado se defíne semánticamente, tales proposiciones son también significativas, pues mediante ellas se designan determinados modos de comportamiento. En particular, a las designaciones valorativas les están coordinadas relaciones de objetos (relaciones entre estados objetivos y actitudes), relaciones que pueden expresarse empíricamente *.
Schlick emprendió una fundamentación de la ética4. Lo que la ética puede realizar científicamente es únicamente una descripción y una ordenación sistemática de las normas morales, y no el establecimiento de normas. La ética puede justificar las normas inferiores por las superiores, pero las normas supremas no las puede justificar, pudiendo únicamente hacerlas constar como fácticas. No hay criterios para los valores absolutos. Todos los valores son relativos a un sujeto. Por otra parte, la ética puede explicar las normas mediante condiciones extraéticas más generales; puede derivar el comportamiento moral de las leyes naturales del comportamiento en general.
Schlick considera como ley general de motivación del comportamiento la ley hedonista, según la cual la decisión de la voluntad se efectúa conforme al motivo más placentero o al menos desagradable. «Bueno» en sentido moral es un predicado que se refiere, a las decisiones de la voluntad y expresa una aprobación por la sociedad. Lo que una sociedad regula como moral y por qué lo regula es cosa que viene determinada
• Véase V. Kraft, «Grundlagen einer wissenschaftl. Wertleh- re». 1937 (Schriften z. wissenschaftl Weltauffassung, vol. XI). (Segunda edición aumentada, Springer, Viena, 1951. N. del T.)
4 «Fragen der Ethik», 1930 (Schriften z. wissenschaftl Wettauffassung, vol. 4).
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por las consecuencias placenteras y dolorosas que resultan para una sociedad de determinados modos de comportamiento, o mejor: las que ella considera que resultan. El individuo actúa moralmente porque lo que le parece útil a la sociedad puede ser también placentero para él mismo. Este carácter placentero es provocado por sugestión en la educación y mediante el premio y el castigo impartidos por la sociedad, en ambos casos desde fuera. Pero un comportamiento realizado en el sentido de las exigencias sociales puede tener también por s( mismo e inmediatamente un carácter placentero para el individuo. Igualmente puede proporcionar placer el presenciar una situación placentera y de este modo se hace también valioso el comportamiento altruista y no sólo el egoísta. Pero la colocación del placer como fundamento del valor exige una explicación del hecho de que el dolor no tiene siempre como consecuencia una valoración negativa, ya que el sacrificio se valora de un modo más alto que la felicidad. Schlick lo explica porque el dolor es entonces o bien una condición previa del placer o bien contiene ya en sf mismo placer en cuanto estado complejo, pudiendo ser placentera la fuerte excitación que se produce en él.
Schlick contrapone su ética de la bondad a la ética de la obligación. Es una ética de la «buena persona» que quiere por inclinación lo que la sociedad impone como obligación. Es una meta muy lejana puesta a la evolución. Por ahora, como demuestran el pasado y el presente, sólo tiene significación práctica una ética de la obligación.
He intentado explicar detalladamente en mi Wert- tehre que el hedonismo es insuficiente para la explicación y justificación de los valores*. Sólo una parte de. lo valioso descansa sobre el carácter placentero y el desagradable. Junto a ellas hay todavía otras fuentes
5 «Grundlagen einer wissenschaftl. Wertlehre», 1937 (Schriften z. wissenschaftl. Weltauffassung, vol. XI, p. 95 s.).
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no menos importantes de valor, sobre todo la aptitud para la satisfacción de necesidades condicionadas biológicamente, de una tendencia, de un deseo. Lo decisivo aqui no es la representación del placer que se derivará de la satisfacción, sino el impulso inmediato y su acabamiento por la satisfacción de la necesidad.
En mi Werílehre he investigado de modo general el campo de los valores y los fundamentos para hacer enunciados científicos sobre ellos y he intentado explicarlos psicológicamente, por una parte, y lógico-teóricamente, por otra. Los conceptos valorativos tienen un contenido descriptivo unido a su carácter propiamente valorativo, salvo en pocas excepciones: los conceptos valorativos más generales, tales como «valioso», «excelente», etc.4. Es este contenido el que se indica en la definición de un concepto valorativo; por ejemplo, cuando se define «moralmente bueno» por la concordancia de la voluntad con una ley moral o por la voluntad orientada hacia la felicidad de todos o por el sentimiento de simpatía, y cuando se define «bello» por la ordenación armónica de las partes en el todo. Los juicios de valor tienen por ello un contenido objetivo, teórico. Por tanto, también los juicios de valor —y lo mismo puede decirse de las normas— pueden someterse a un análisis lógico y no sólo psicológico. Gracias a este contenido objetivo, los juicios de valor pueden hallarse en relaciones lógicas entre sí; mediante las relaciones de clase de sus conceptos puede existir entre ellos la relación de subsunción, se puede comprobar la incompatibilidad entre ellos, se pueden deducir lógicamente de los juicios de valor generales otros más especiales T. Sobre esto descansan, por una parte, *
* IjOc. cit., p. 24 s. Casi simultáneamente formuló Jorgensen la distinción análoga para los imperativos (normas): «Imperad- ves and Logic», 1937/38 (Erkenntnis, vol. VII, p. 288).
7 Asi también Jorgensen, «Imperatives and Logic» (Erkennt- nis, vol. VII, p. 288 s.) y Rose Rand. «Die Logik der Forderungs- satze» (Intemat. Zeitschr. f. Theorie d. Rechts, 1939).
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los sistemas de ética y de estética y, por otra, toda crítica positiva. Pero los juicios de valor que pueden deducirse de este modo son siempre condicionados. Presuponen siempre otros juicios de valor más generales.
El específico carácter valorativo, aquello por lo que lo bueno y lo bello definidos de tal y tal forma se caracterizan como «valiosos*, hace referencia a la actitud para con el contenido objetivo definido. Puede ser una actitud amistosa u hostil, de tendencia o de recusación, de aprobación o de desaprobación. El carácter valorativo fija tal actitud. Es algo no teórico: una señal para el comportamiento práctico. De este modo la designación del carácter valorativo es también significativa; se sabe cómo ha de emplearse.
El juicio valorativo lo constituye la atribución de un carácter valorativo a un objeto o a una clase de objetos. Los juicios valorativos son, pues, significativos en su totalidad, no sólo en su contenido descriptivo'.
Pero un juicio valorativo no expresa meramente la actitud personal del que juzga, sino que incluye también una exhortación a quien lo comprende para que adopte una actitud igual, pues un juicio valorativo no quiere ser meramente una confesión subjetiva, sino que pretende uqa validez general.
Pero la exhortación para que se adopte la actitud expresada por el carácter valorativo no tiene por qué ser obedecida. No hay ninguna instancia que haga necesario en general su reconocimiento, tal como la verificación hace necesario el reconocimiento de un enunciado descriptivo, pues no hay valores absolutos ni imperativos categóricos, sino sólo hipotéticos. Lo que se tiene por tales son únicamente aquellos valores e imperativos que se han hecho naturales en un círculo cultural. Sólo suponiendo principios valorativos aceptados pueden de- *
* Frente a Jórgensen, loe. cit. — si no se Umita «significado» precisamente al contenido descriptivo.
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ducirse juicios valorativos más especiales con validez objetiva. En este sentido es válida toda crítica objetiva; sólo así puede afirmarse una validez objetiva de los juicios de valor: en cuanto deducidos y condicionados. Sin supuesto alguno, en cuanto incondicionados y absolutos, los juicios de valor no pueden tener ninguna pretensión de validez general, ya que ésta no puede justificarse de ninguna manera.
5. F ilosofía
La exigencia fundamental del Círculo de Viena, el fundamento de su unidad interna, era que la filosofía ha de proceder científicamente. Se estaba de acuerdo con el positivismo en que la filosofía no investiga un campo propio de la realidad. Mientras se trata de la realidad empírica, ésta se halla repartida entre las ciencias especiales; y una realidad no empírica, trascendente, no puede ser objeto del conocimiento. Los objetos tradicionales de la metafísica, un ser absoluto y también valores y normas absolutos, no pueden proporcionar un ámbito científico propio, pues las cuestiones y afirmaciones relacionadas con ellos no tienen ningún contenido objetivo; son únicamente pseudo- cuestiones y pseudoproposiciones. La filosofía, en cuanto metafísica, es imposible científicamente *.
Pero no estaba igualmente claro cómo había de concebirse la filosofía positivamente. En un ensayo programático con el que se inició el primer año de Erkenttt-
1 Si bien, por esta razón, en el Circulo de Viena algunos radicales. sobre todo Neurath, pero también Carnap (en la Logi- sche Syntax der Sprache, p. 205, 206), no se oponían a renunciar a la designación de «filosofía» e incluso'a la de «teoría del conocimiento», sin embargo, Schlick protestó contra esto en el ensayo «L’école de Vienne et la philosophie traditionelle» (Ges. Aufsdtze, p. 391 s.).
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nis3 determinó Schlick de una nueva forma la tarea de la filosofía, forma que se remonta a L. Wittgenstein. La filosofía tiene que poner en claro el significado de palabras y enunciados, mostrando y eliminando los que carecen de significado. De acuerdo con esto, ella no formula proposiciones propias, sino que explica proposiciones dadas. La filosofía no es un sistema de verdades y, por tanto, no constituye una ciencia peculiar, sino «aquella actividad mediante la cual se fija o se descubre el significado de los enunciados. La filosofía explica las proposiciones, las ciencias las verifican. En el caso de éstas se trata de la verdad de los enunciados, pero erf’él de aquélla se trata de lo que los enunciados quieren decir propiamente» *. Según esto, la filosofía no es una ciencia con un campo propio, sino un método que se aplica a las ciencias particulares allí donde hay oscuridades. Nos hallamos así ante el resultado paradójico de que partiendo de la aspiración hacia una solidez científica se niega la filosofía como ciencia.
Pero a través de los trabajos de Carnap se precisó luego que la filosofía ha de ser «lógica de la ciencia», que investiga la sintaxis lógica del lenguaje científico. Hay dos grandes campos distintos: el de los objetos, sus propiedades y relaciones, y el de la representación de los objetos, es decir, el del lenguaje y de la lógica. El campo entero de los objetos corresponde a las ciencias especiales, que le cultivan completamente. El campo de la filosofía es el de la representación de los objetos; sus objetos son los conceptos, proposiciones y teorías de la ciencia. Esta determinación de la filosofía la realizó Wittgenstein por primera vez.
En la Logische Syntax der Sprache, Carnap determinó el trabajo de la filosofía diciendo que es investigar la sintaxis lógica del lenguaje. Su contenido lo for-
* «Die Wende der Philosophie», Ges. Aufsatze. p. 31 s. (Recogido en El positivismo lógico, citado anteriormente.)
* «Die Wende der Philosophie» (Erkenntnis, vol. I, 1930/31, p. 8; Ges. Aufsdtze, p. 36).
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man en parte proposiciones inmediatas sobre esta sintaxis y en parte proposiciones cuasi-sintácticas o pseu- doproposiciones de objetos (ver anteriormente p. 88 s.). Esto es lo que sucede frecuentemente en los problemas de fundamentación de las ciencias especiales. Se presentan como problemas relativos al mundo de los objetos, pero su análisis muestra que se trata de cuestiones de lenguaje, de relaciones sintácticas. En vez de comprenderlos como filosofía de la naturaleza, de lo orgánico, del alma, de la historia, hay que hacerlo como análisis lógicos de la ciencia natural, de la biología, de la psicología y de las ciencias históricas. Los problemas de fundamentación de la física, como, por ejemplo, la cuestión acerca de la estructura del espacio y el tiempo, los consideraba Caraap como cuestiones de la sintaxis de las coordenadas del espacio y del tiempo. Los problemas de fundamentación de la biología, concernientes sobre todo a la relación de la biología con la física, son cuestiones acerca de la posibilidad de traducción del lenguaje biológico al lenguaje de la física. Los problemas de fundamentación de la psicología, por ejemplo, el problema psicofísico, son igualmente los problemas de la relación entre dos lenguajes parciales del lenguaje científico general, el psicológico y el fisi- calista, son los de saber «si cada dos proposiciones paralelas de los mismos tienen el mismo contenido siempre o sólo en ciertos casos»4. También los problemas de fundamentación de la matemática, formalismo o logi- cismo, conciernen a la construcción de un sistema formal que se incorpore al lenguaje total de la ciencia. Puesto que la sintaxis puede tratarse de un modo puramente formal, sin referencia al significado y sólo respecto de las relaciones de las designaciones, las proposiciones de la filosofía pueden tener carácter puramente formal. En cambio, Schlick, como Wittgenstein, había
4 Die logische Syntax der Sprache, p. 252.
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vinculado la filosofía al significado de las proposiciones científicas.
Pero Carnap se ha apartado desde entonces de esta concepción sintáctica de la filosofía, como ya se explicó anteriormente (p. 92 s.). Si bien la filosofía es análisis lógico del lenguaje de la ciencia, este análisis no versa sobre su sintaxis, porque la lógica no es cosa de la sintaxis, sino de la semántica. Por tanto, el análisis lógico no ha de separarse del contenido significativo del lenguaje. Se abandona con ello su tratamiento puramente formalista. La filosofía como análisis lógico del lenguaje de la ciencia no se aleja ya de. la investigación gnoseológica de las ciencias. Abarca así todo lo que se trata en la teoría no psicológica del conocimiento y en los problemas de fundamentación de las ciencias particulares. El Circulo de Viena se ocupó reiteradamente de estos problemas; así de la fundamentación gnoseológica de la matemática, en el congreso de Kónigsberg en 19305; de la relevancia biológica de la física cuántica, en la conferencia previa de Praga en 1934 •; del problema causal del concepto de totalidad*. Los problemas filosóficos tradicionales o pueden formularse como cuestiones empíricas, que corresponden entonces a las ciencias especiales, o como cuestiones de la representación, del lenguaje, del significado y también de la sintaxis, o son cuestiones metafísicas, que se hallan fuera de todo tratamiento científico.
En la concepción de la filosofía que defendió el Círculo de Viena no hay en absoluto ninguna innova-
» Véase Erkenntnis, vol. II, p. 91 s.• Véase Erkenntnis, vol. V, p. 56 s., 178 s.7 Schlick, «Die Kausalitát in der gegenwártigen Physik» (Ges.
AufsStze, p. 41 s.); Frank, «Das Kausalgesetz und seine Gren- zen», 1932 (Schriften z. wissenschaftl. Weltauffassung, vol. VI) y en el congreso de 1936 en Copenhague (Erkenntnis, vol. VI, p. 293 s.).
* Schlick, Ges. Aufsütze, p. 251 s.
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ción revolucionaría. Kant redujo ya la filosofía a teoría del conocimiento, en tanto deba ser conocimiento', y el positivismo atribuyó todo conocimiento objetivo a las ciencias especiales. Pero la concepción del Círculo de Viena le supera al reunir todas las ciencias en la ciencia unificada, pues con ello los problemas de una concepción unitaria del mundo, que constituían un problema capital de la filosofía anterior, se conservan como problemas de un sistema unitario del conocimiento científico, o sea, como científicamente legítimos. Y en el Círculo de Viena encontró también su expresión precisa el método de la teoría del conocimiento como análisis lógico del lenguaje. Por eso una investigación del conocimiento ha de realizarse en el lenguaje.
Aquello de lo que la filosofía se ha ocupado hasta ahora se divide en tres tipos: en primer lugar, hay cuestiones relativas a hechos empíricos, las cuales han de contestarse por medio de las ciencias experimentales; en segundo lugar, hay cuestiones que conciernen a la representación, al lenguaje, las cuales se solucionan en una explicación de conceptos y enunciados; y en tercer lugar, hay cuestiones metafísicas. Estas no pueden contestarse en modo alguno, no pueden formularse en el lenguaje de la ciencia, con conceptos científicos. Por tanto, no se pierde ninguno de los problemas significativos, científicamente legítimos de la filosofía.
Si ahora recapitulamos lo que produjo filosóficamente el Círculo de Viena, se trata de resultados que
> Cfr. Windelband, Lehrbuch der Geschichte der Philosophie, publicado por Heimsoeth, 1935, p. 3: «La filosofía, que se hallaba en esta situación de conciencia de si misma, fue sacudida por Kant, quien puso de manifiesto la imposibilidad de un conocimiento filosófico (metaffsico) del mundo al lado o por encima de las ciencias particulares. Tras esta renuncia, el ámbito de la filosofía como ciencia particular se redujo precisamente a aquella reflexión critica de la razón sobre sí misma.* (Hay trad. esp., México, 1960.)
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han hecho avanzar ampliamente a la teoría del conocimiento sobre la situación en que se encontraba. Se explicó la esencia de la lógica y de la matemática, se descubrió por primera vez la relación de la lógica con el lenguaje, se analizaron y explicaron el método y los fundamentos del conocimiento experimental tan detenidamente como no se había hecho nunca hasta ahora. Es indiscutible que se mezclaron varias simplificaciones excesivas, más de una unilateralidad radical y que todavía no han sido superadas. La labor del Círculo de Viena no concluyó, sino que fue interrumpida. El movimiento del neopositivismo, que él inauguró, continuará su trabajo. Pero ciertamente tampoco ha de discutirse que desarrolló puntos de vista nuevos y fecundos y que sus resultados significan profundizaciones y explicaciones valiosas. En una época en la que imperaban en el ámbito alemán las tendencias metafísicas y la construcción dogmática, él trató la filosofía de modo científico. Realizó sus estudios con la claridad, profundidad y solidez que exige la cientificidad, frente a la vaguedad e inconsistencia usuales en las afirmaciones filosóficas, aunque hay que reconocer que a sus estudios les afecta también la inevitable sobriedad de la ciencia, sin que hablen al corazón ni satisfagan secretos deseos. Sin duda las fantásticas poesías conceptuales son más interesantes para la generalidad de la gente y la sabiduría vital de una personalidad eminente es sin duda más importante humanamente. Pero son subjetivas, controvertibles e indecidibles. Les falta la generalidad. Son asunto de convicción personal, pero no son conocimiento.
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I N D I C E
Prólogo......................................................................................... 7Primera parte: LA HISTORIA DEL CIRCULO DE VIENA. II Segunda parte: LA LABOR DEL CIRCULO DE VIENA ... 23
A. EL LOGICISMO ... .............................................................. 27I. LOGICA Y MATEMATICA ............................................. 27
II. EL ANALISIS LOGICO DEL LENGUAJE ................... 361. Análisis semántico............................................................. 42a) Significado, carencia de significado y metafísica ........ 42b) Contenido y estructura .................................................... 552. Análisis sintáctico............................................................ 61a) Sintaxis y lógica ................................................................ 61b) Proposiciones cuasi-sintdcticas ........................................ 77
B. EL EM PIRISMO ................................................................. 101I. EL SISTEMA DE CONSTITUCION DE LOS CON
CEPTOS EMPIRICOS...................................................... 101II. LOS FUNDAMENTOS DE LA VERIFICACION DE
LOS ENUNCIADOS EMPIRICOS.................................. 1311. LOS ENUNCIADOS VERIFICADORES........................................... 1312. La VERIFICACIÓN DF. LOS ENUNCIADOS GENERALES.................. 1493. Verdad y confirm ación...................................................... 1594. Probabilidad........................................................................ 166a) Probabilidad gnoseológica (de enunciados) .................. 166b) Cálculo de probabilidades .............................................. 168
III. EL AMBITO DE LO COGNOSCIBLE......................... 1771. C iencia unificada y lenguaje universal ........................ 1772. E l fisic a lism o .................................................................... 1803. Realidad .............................................................................. 1944. Valores................................................................................ 1995. F ilo sofía .......................................................... 204
Los componentes de este grupo de filósofos, entre los que cabe destacar
a Carnap y a Schlick,y cuyo trabajo floreció entre las dos guerras mundiales,
orientaron su filosofía por derroteros científicos, enfrentándose con la reforma
del positivismo y del empirismo.No puede buscarse en sus textos
ni confesiones de sabiduría personal sobre el mundo y la vida,
ni la interpretación subjetiva de éstos, ni la práctica de la filosofía como poesía conceptual
que termina por componer una novela cósmica.Tanto en la elección de los temas
como en el tratamiento con que los elaboran, los miembros de esta escuela propugnan
la claridad unívoca, el rigor lógico y la fundamentación suficiente
como condiciones imprescindibles del filosofar válido. El Círculo de Vicna
queda dispersado violentamente en 1938 al producirse la anexión de Austria
a la Alemania nacionalsocialista; pero su semilla sigue haciéndose árbol
en el actual ejercicio filosófico.