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Karl Schlogel 64-74

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Spatial turn, al fin

Giros que hagan aparecer bajo una nueva luz todo cuanto hasta enton-ces fuera familiar no se pueden decretar. Se verifican cuando las cosas hanllegado hasta ese punto, ni antes ni después. Esto depende menos de uncierto fatalismo que de la peculiaridad de esos giros, a los que se conoce enla lógica de la investigación y la vida interna de las ciencias como cambiosde paradigma. Lo que puede decirse de un cambio de paradigma es que,en el instante en que se verifica o se hace efectivo, «opera» de tal modoque se diría haber estado el nuevo siempre ahí, sólo que la mayoría no lohabía visto. Su rasgo fundamental es plausibilidad, obviedad y rotundidad.Todo lo artificioso y sofisticado queda eliminado. El tiempo de hacer prue-bas ha pasado. Cuando el cambio se ha cumplido parece como si siemprehubiera tenido que ser así, y nunca hubiera podido ser de otra manera. Unnuevo punto de partida para explicar e interpretar, una nueva clave, unadesvalorización pero no de valores, sino de patrones interpretativos yreglas de lenguaje. Su rasgo principal es ausencia de esfuerzo o coerción,fuerza interpretativa, evidencia. Una vez se ha llegado hasta ahí, un mono-polio de la interpretación se ha terminado, erosionado, depuesto, y otro espuesto en su lugar, sin que se pueda señalar ninguna huella de las pasadasconfrontaciones y luchas. Un capítulo está cerrado, otro se ha abierto. Elángulo de visión ha cambiado, quizás el objeto siga siendo el mismo peroaparece en otra perspectiva, bajo otra luz, y con ello totalmente nuevo,como si se percibiera entonces correctamente por primera vez. Es dife-rente lo que ahora se hunde, cae en la penumbra, a un lado, en la oscuri-dad, en una peculiar caída de tensión en que todo está resuelto. La otracara de tales evidencias nuevas son nuevas oscuridades, con las que secarga fácilmente, desde luego, porque la perspectiva de nuevo conoci-miento es infinitamente atractiva y seductora. Algo semejante pasa cadados años o dos decenios. El hecho de que sobrevenga es una prueba deque el pensamiento está vivo, quizás una prueba de que nosotros lo esta-mos y de que todo sigue adelante. En tales giros se cumple el cambio de

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piel del saber, el crepúsculo y el amanecer del conocimiento. Una vez quese han verificado es como si siempre hubiera sido así. Se puede observarese proceso también en otras esferas, fuera de las ciencias: en la apariciónde un lenguaje nuevo y seguro de sí mismo, de una nueva manera de llevarel pincel, de un sonido totalmente nuevo.

Una vez que se ha llegado a ese punto, queda eliminado todo recuerdode los dificultosos comienzos, de las peripecias desesperadas, de los erro-res. Yeso querrá decir algo, puesto que lo habitual es que todo lo nuevoempiece como movimiento de búsqueda, como inseguridad e incertidum-bre. El principal aliado de esa búsqueda que se va haciendo progresiva-mente más segura de cuál sea su objeto es la circunstancia de que el patróninterpretativo predominante ha envejecido, en el sentido de que ha per-dido en capacidad de explicación e interpretación, de que ha adoptadorasgos de artificialidad y de perpetuación en el tiempo, a veces, a cualquierprecio. Por el contrario, trabaja para el nuevo paradigma todo cuanto seefectúa a espaldas del patrón interpretativo dominante y no puede igno-rarse impunemente a la larga. La transición de la evidencia fulminante ydeslumbrante a esa banalidad que alberga en sí todo lo que tiene éxito y seconvierte en rutina es muy tenue. Pero la victoria está ganada cuando se hacumplido ese paso de lo sensacional a la banalidad, cuando un conoci-miento individualmente deslumbrante que parece casual se ha convertidoen explicación universal y superficial. Hay giros de lenguaje muy extendi-dos para describir ese momento en que a todos «se les cae la venda de losojos» y a todos se les hace claro como una consigna que «el rey está des-nudo». Cuando todos afirman que siempre habrían podido llegar a verloasí, la victoria del nuevo paradigma es ya inevitable, y ya ha pasado. Labanalización es la otra cara del triunfo y el comienzo de una nueva deca-dencia. El patrón de cómo triunfa el nuevo en un cambio de paradigmasincluye que esté cumplido mucho antes de que se hable de él. Algo seme-jante no sale simplemente de la nada, ocurre cuando se da una determi-nada constelación. Y ahí no sirve de nada señalar predecesores que yahabían pensado y preparado todo eso. Quizás su trabajo fuera muy sacrifi-cado y digno de reconocimiento, pero fue en vano. Se les reservará unanota en los anales de la ciencia, pero no como a quienes hacen época, sinocomo predecesores que no dejaron huella, o una totalmente apócrifa quesólo los iniciados pueden reconstruir en mente. Es como las aguas que sevuelven a hundir en el suelo y siguen corriendo un tramo subterráneo por

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algún tiempo, inadvertidas, y en algún momento salen otra vez a la super-ficie, si es que llegan a hacerlo. Puede ser que haya muchos de esos arro-yos, manantiales y corrientes pero no lleguen a encontrarse; puedencorrer paralelos sin saber nada unos de otros. Las chispas intelectualespueden saltar paralelamente, los descubrimientos, hacerse por duplicado.Pero si uno y otro no se reúnen y no se consigue esa masa crítica que algonecesita para descargar, para abrir una puerta o hacer que otra se cierrepara siempre, mientras sea así será débil e ineficaz y se perderá en la arenaincluso el más ingenioso pensamiento. Quizás en algún momento unarqueólogo del saber encontrará su rastro perdido, desenterrará esecurioso fósil y lo guardará.

Es mucho lo que habla en favor de que hoy ya ha madurado esemomento en que mucho se reúne y se encamina todo por la vía de un spa-tial turn: la experiencia penetrante y estremecedora de cambios radicalesen tiempo y espacio durante el siglo xx, la proliferación de procesos deglobalización, el creciente predominio de nuevas tecnologías, la produc-ción sincrónica de asincrónicos en el más estrecho espacio, sin olvidar lasrevoluciones espaciales ocurridas en los dos últimos decenios, 1989y 200l.Esa aceleración se torna en catalizador que activa y pone en marcha cono-cimientos largo tiempo silenciados e inoperantes. Conocimientos que degolpe descargan y producen esa masa crítica que no admite retrocesodesde el punto ya alcanzado. Ahora se da voz a cuanto fuera ignorado osilenciado, ramas tradicionales enteras convergen a la vez en un gran capu-llo. Se topa uno con bibliotecas enteras. Lo que una vez fuera pensamientoen vacío sin aire y sin lugar se toma de pronto en lugar y contexto en quese entrelazan muchos y se refuerzan todos. El nudo está trenzado. Así con-curren tradiciones que a menudo nada sabían una de otra; pongamos lasreflexiones fundamentales del antropólogo norteamericano Yi-Fu Tuansobre Place and Space con la obra de Otto Bollnow Mensch und Raum, aúnpor entero en la tradición ontológica alemana']. La production d'espace socialde Henri Lefébvre abandona el marco de la tradición neomarxista y abreun nuevo capítulo en el pensamiento espacial de relaciones sociales,conectando así con concepciones y áreas de trabajo configuradas en lasciencias literarias o históricas: en el círculo de los «Anales» o en la Poéticadel espacio de Gaston Bachelard", El proceso de análisis de neomarxismo yteoría social crítica en Europa y en Estados Unidos parece haber sido espe-cialmente fructífero a la hora de liberar un pensamiento social reflejado e

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iluminado espacialmente. Con todo, pensadores como Edward Soja, DavidHarvey, Derek Gregory, Allan Pred y otros sólo han llegado a ser figuras depeso en un entorno en trance de disolución, perrneable a la reflexión yaun necesitado de ella: sociedades del capitalismo y la modernidad tardíosen que cerrado el capítulo de las clases trabajadoras y el trabajo industrialtradicionales se abrían horizontes aún oscuros. La crisis de la sociedadindustrial, pero ante todo de centros urbanos y metrópolis, era patente-mente materia prima a la espera de alguien que la hiciera tema. Así, sólo aprimera vista parecen aislados los trabajos de Henri Lefébvre, Yi-Fu Tuan,Edward Soja y David Harvey, que se remontan todos por igual a los añossetenta; golondrinas que en verdad sí hacen verano en un mundo enfren-tado a la crisis de las grandes ciudades y las secuelas de tremendas destruc-ciones ambientales". La rama de un marxismo occidental renovado vienea encontrarse con un movimiento surgido de contexto totalmente dife-rente, los urban studies en Europa y en Norteamérica, a su vez insertos enuna conciencia nueva y en plena propagación acerca del peligro que correel mundo de la vida cotidiana por causa de factores que son obrahumana". De ese haz forma parte asimismo el nuevo interés por los cuer-pos, en su calidad de punto final e irrebasable de individualidad y subjeti-vidad". Por último, las disciplinas se habían vuelto más abiertas y dispues-tas al diálogo: Antropología" o Semiótica", ciencias literarias" o históricas",ciencias de la información o de la tierra y el espacio", en todas por igualpedía la palabra una nueva disposición a arrancarse del aislamiento deunas ciencias sometidas a la división del trabajo sin más culpable que ellasmismas, y aún más de las coerciones y automatismos de la empresa cientí-fica. Todo eso tenía lugar ante un telón de fondo de desestabilización ydisolución de unas relaciones estables por casi medio siglo, la entera épocade posguerra, en un escenario en que los fenómenos más impresionantesfueron precisamente las revoluciones espaciales de los años 1989 y 2001, Yla aceleración del movimiento de globalización.

Cabe conjeturar sin embargo que tal disposición nueva no habríatraído consecuencias, ni alcanzado esa masa crítica necesaria para encarri-lar algo por nuevas vías, de no haberse dado la provocación consistente enla mera subsistencia de un historicismo descolorido e igualmente caídocon los años en patentes dificultades para legitimarse. El historicismo tuvosu gran momento, pero incluso él estaba sentenciado a ocupar un lugar enla historia, no sobre ella. «El ascenso de un historicismo desespacializador,

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cuya existencia no tenía otro sentido que ser examinada y demostrarse,coincide con la segunda modernización del capitalismo y la irrupción deuna época de oligopolios en Estado y economía. Ese historicismo haocluido (occluded), devaluado y despolitizado el espacio en tanto objeto deldiscurso social crítico, y con tal éxito que aun la posibilidad de una prác-tica espacial emancipatoria se ha esfumado de la vista durante casi unsiglo»51.

La crisis del historicismo, de la que no es la menor expresión el dis-curso acerca del «fin de los grandes relatos», tiene una consecuencia inme-diata en el planteamiento de nuestra cuestión. La forma tradicional deescribir historia favorece la duración, la durée, el tiempo, y más que en cual-quier parte en el gran relato. La narrativa histórica ha contribuido esen-cialmente a acallar el espacio, que en la secuencia temporal no cabe traera palabra e intuición sino haciéndolo presente en la yuxtaposición. Esaconmoción de una forma de narrar hasta aquí incuestionada ha relajadoalgo la dictadura del tiempo, ha conmocionado un tanto the prison house o/temporality y creado espacio para probar otras formas y modos en que unopueda hacerse presente algo. La crisis del historicismo afloja la presión dela especialidad, la autocensura de facultades, abre el campo donde con-fluye en adelante cuanto permaneciera hasta ahora separado, fragmen-tado, para sí, y con ello, inoperante. Como propiamente no hay genealo-gía ni desde luego lógica del nuevo pensamiento espacial, es forzosorenunciar a buscar sucesión histórica alguna, y aun a cualquier panoramade influencias mutuas, y sólo cabe enumerar en forma relativamente esque-mática elementos o ramas principales. Más o menos rezaría así:

En Francia, la tradición fundada con la escuela de los «Anales» no sólono se había visto interrumpida, había seguido caracterizándose por unapresencia intensa, casi se diría deslumbrante. En palabras de Edward Soja,«sólo en Francia se había mantenido una tradición sobrevivida a la deses-pacialización de mediados de siglo, y con ella, vivo el pensamiento espa-cial-". En ella se cuentan nombres como Saint-Simon, Fourier, Proudhon,Elisée Reclus o Vidal de la Blache, entre otros. Quienes hicieron escuela,sin embargo, fueron los clásicos de los «Anales», pongamos La Méditerranéede Fernand Braudel, a finales de los años sesenta y comienzos de lossetenta del siglo xx. Ahí tenía uno delante una obra tan fresca y pocomanida en lo metódico como madura ya en el contenido. El pensamientoespacial recibió en los años sesenta el inesperado aflujo de una disidencia

marxista decepcionada pero no resignada. Fue el filósofo marxista HenriLefébvre quien partiendo de una crítica de la economía política en Marxformuló un alegato en pro de espacializar las relaciones de producción oconcebirlas en términos espaciales. El título de su obra La production d'es-pace social puede resumir su en tera crítica posmarxista; yeso que se tratabade uno de los intérpretes ortodoxos punteros hasta su salida del PCF, defirmes lealtades a la URSS y el PCUS. La relación «capital» se concibe enesa obra despliegue antagónico de relaciones espaciales abiertamente físi-cas y corporales, o poco menos. Ese análisis espacial del capital se amplíamás tarde al proceso histórico y se extiende su campo de aplicación a otrasépocas. Con todo, en el centro de los empeños de Lefébvre sigue estandoel capital o, dicho en términos espaciales, el mundo esencialmente urbanode la modernidad. El giro con que Lefébvre sale de una economía políticaabstracta a una crítica inmanente de la producción del espacio social«capitalismo» fue de gran significación para el pensamiento social, la Geo-grafía y la discusión acerca del futuro de las ciudades. Para el primero sig-nificaba que «la dialéctica vuelve a estar en el orden del día ... Para perca-tarse del espacio, para reconocer qué está "teniendo lugar" ahí y con quéuso, hay que recuperar la dialéctica; el análisis traerá a primer plano lascontradicciones del espacios". La intervención de Henri Lefébvre se con-virtió en un elemento clave del desarrollo de un nuevo «materialismo his-tórico-geográfico»>.

También trajo abundantes consecuencias en una disciplina que paten-temente se había apartado de la discusión en tomo a la modernidad: laGeografía. Fue el marxista y geógrafo británico David Harvey quien tendióel puente de la teoría social a la Geografía, de la crítica del capital al análi-sis de espacios geográficos. Al añadir una buena dosis de Marx a la Geo-grafía clásica, formuló todos los temas que solía eludir con grandes rodeosla Geografía: renta inmobiliaria y aprovechamiento del suelo, capital fijo yvariable, formas de entorno construido, asentamientos industriales y rutasde transporte, urbanización y evolución de las formas urbanas de vida,difusión de procesos de modernización, jerarquías funcionales de asenta-mientos, el entero mosaico de desigualdades regionales en el desarrollodel bienestar de las naciones, formación y transformación de paisajes, con-figuración de centros y periferias, tensión entre global y local, todo se con-virtió de golpe en asunto de una Geografía renovada, «crítica». La capaci-dad de absorción de ese torbellino de innovación e intervención fue

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grande, como se desprende simplemente de los nombres que de entoncesa esta parte han practicado un análisis social a la par que espacial: ManuelCastells, Andre Gunder Frank, Immanuel Wallerstein, Samir Amin y otros.En adelante, lo social y lo espacial estaban ligados indisolublemente y sinproblemas, lo que formulaba así Derek Gregory: «El análisis de estructurasespaciales no es derivado y segundo respecto al de estructuras sociales, talcomo sugieren los planteamientos estructuralistas: antes bien se condicio-nan mutuamente. De ahí que las estructuras espaciales no sean mera-mente el ámbito en que se expresan conflictos de clase, sinotambién elcampo en que llegan a constituirse las relaciones de clase, y en parte pormedio de él; algún concepto de espacio ha de tener forzosamente unpuesto en la conceptualización de formaciones sociales determinadas ... lasestructuras espaciales no se pueden teorizar sin las sociales, y viceversa,como tampoco las sociales pueden llegar a ser prácticas sin las espaciales, yviceversa-": Las repercusiones de esa intervención teórica fueron deextraordinaria significación. «La imaginación geográfica ha despertado deun largo sueño, pero su visión sigue siendo limitada y borrosas".

De los análisis de Lefébvre de la relación «capital» en tanto relaciónespacial y su correspondiente crítica no había ni un paso a análisis concre-tos de relaciones espaciales creadas por el capital, concretamente enfigura de ciudad. En opinión de David Harvey, «el capital se representa a símismo en figura de paisaje físico generado como fiel retrato suyo, comovalor de uso con que llevar adelante su acumulación progresiva: el paisajegeográfico, resultado del famoso pasado triunfal de desarrollo capitalista.Pero a la vez expresión del poder del trabajo muerto sobre el vivo: yencuanto tal, algo que encadena y estorba al proceso de acumulación contrabas físicas concretas ... de ahí que el desarrollo capitalista tenga quecaminar por un filo de navaja entre asegurar el valor de cambio de pasadasinversiones de capital y abrir nuevas posibilidades de acumulación. Bajo elcapitalismo hay una lucha eterna en que el capital construye un paisajefísico correspondiente a sus necesidades en un determinado punto deltiempo. El movimiento de flujo y reflujo de inversiones en el entorno cons-truido sólo admite entenderse en términos de ese proceso-". O en pala-bras de Edward Saja: «La ciudad, el entorno urbano construido, estáencastrada en el inquieto paisaje geográfico del capital, y troquelada comoparte de una espacialización social compleja y contradictoria que a untiempo promueve y paraliza, crea espacio y lo encadena, ofrece soluciones

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para revocarlas a poco. La historia del capitalismo, de urbanización eindustrialización, crisis y reconstrucción, acumulación y lucha de clases, seconvierte necesaria y nuclearmente en tópico central de una Geografíahistórica centrada en lugares. En el caso de Harvey la comprensión repen-tina de esa necesidad puso fin a las vacilaciones y abrió una nueva fase enel análisis marxista de lo urbanos".

Este giro impreso a los urban studies, o que lleva a salir de una com-prensión demasiado estrecha de los mismos, es tanto más notable y car-gado de consecuencias por cuanto aquí se trata de mucho más que unestrecho campo de trabajo académico. Urban studies significa estudiar lasformas más complejas de civilización humana en tanto proceso social, cul-tural y económico, de producción, distribución y circulación, de planifica-ción y construcción urbana, de arquitectura, cultura, recreo, transporte,asistencia y educación, etc. Con certeza había sido el incremento y acele-ración del proceso de urbanización el que había hecho de los urban studiesencrucijada de muchas disciplinas dispares, pero también fue preciso quehubiera crecido en cada una de ellas la disposición a salir de la cortedadde miras y la ceguera profesional ligadas a especialización y división deltrabajo. Otro tanto vale y en mayor medida para las «cuestiones ambienta-les», que crecidas en «cuestiones de supervivencia» o aun como simpleadorno sólo podían abordarse por varias disciplinas juntas.

Simultaneidad y similitud de orientación en movimientos intelectualesdiversos han sido siempre indicador francamente bueno de que «algo semueve»: así, que en literatura por ejemplo el trabajo adelantado de GastanBachelard sobre la Poética del espacio halle por fin gran resonancia variosdecenios después"; que por doquier se prueben principios y puntos departida desde donde rebasar un acceso a los textos intertextual y fijado altexto de manera demasiado exclusiva, y que se dejen ver inicios de unatopografía de la literatura; o en fin que un antropólogo que proclama alsiglo XXI «siglo de la Antropología», y llama a estudiar las nuevas civiliza-ciones y culturas, declare que «hemos de aprender de nuevo a pensar elespacío-:", requerimiento que ya dirigieran antes a las ciencias socialesAnthony Giddens y Pierre Bourdieu". De golpe, cuestiones relativas a larepresentación del espacio' han empezado a interesar a la vez a todo ungran círculo que rebasa a los meros estudios históricos de mapas parahacer del cartografiado de culturas motivo central de cultural studies. Ytodo, sin ningún centro que lo dirigiera, ni a instancias de ninguna supe-

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rioridad en ninguna otra parte, sin pensador magistral ni plan modelo:que sea así ha de significar forzosamente que algo se mueve.

Esto vale aun cuando se entienda el discurso acerca de ese turn sin dra-matismo alguno, y aun desdramatizándolo. Y ocasiones no es que fal~endesde que sincrónica y paralelamente se habla de linguistic turn, iconic turny anthropological turno La inflación del término tiene de bueno que mina oironiza cualquier pretensión de singularidad y exclusividad. Yeso estabien. Turns, giros O vuelcos no inventan ni descubren de nuevo el mundo,desplazan puntos de vista y acceso que hasta entonces no permitían verlefacetas poco o nada iluminadas. Son indicadores de una ampliación demodos históricos de percepción, no «lo totalmente nuevo» o «distinto».Así es que nunca puede haber suficientes cuando la cuestión gira en tornoal despliegue de una realidad histórica y compleja. De ahí que spatial turnquiera decir nada más acrecentada atención a la faceta espacial del mundohistórico; nada más, pero nada menos.

En el despliegue de la espacialidad de la existencia o la historiahumana, uno de los aspectos es el descubrimiento de la multiplicidad, dela pluralidad de espacios. Tampoco puede ser de otro modo. Si no, «estánahí» a modo de escenarios pasivos, muertos; si, antes bien, los espacios seconstituyen históricamente y pueden tener génesis, constitución y deca-dencia, y aun final, se desprende también que hay muchos. Hay los de lanaturaleza, esos espacios en cierto modo «suprahistóricos- que han lle-vado a cabo millones o miríadas de años y en que apenas deja huella nota-ble la actividad humana. Hay los históricos en que las generaciones llevana efecto una época o un Estado, más o menos constituidos por grandescolectivos, espacios abarcables a una mirada de conjunto en que el tiempo,medido en siglos o milenios, ha dejado huella. Y hay en fin el espacio vitalconstituido por un individuo y que casi se diría encajado en aquel marcomayor, histórico y suprahistórico. La pluralización de espacios tiene desuyo algo que confunde, lo que Marc Augé llama «sobredosis de espacio»con que nos han obsequiado modernidad y posmoderriidad". Que deentrada aumenta la incapacidad para ver en conjunto, pero aun asídevuelve a nuestras representaciones del mundo, en otro caso condenadasa la simplificación, un atisbo de la complejidad que el mundo es. Podríadecirse sumariamente que hay tantos espacios como ámbitos de temas,objetos, medios o actores históricos. La pluralización de espacios ya seexpresaba en usos lingüísticos que se han vuelto obvios con el tiempo, que

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atraviesan disciplinas, ambientes y esferas culturales sin atender a talesdivisiones. Se habla de espacios del recuerdo y de la memoria, de espaciospolíticos e históricos, de paisajes históricos, de espacios literarios. Enmuchos casos el término «espacio» sin más se ha vuelto sinónimo del viejo«espacio vital», desacreditado por razones conocidas, y del «mundo vital»,término libre de tales cargas y no menos plástico.

Si todo esto no engaña, llegamos a un punto en que la cuestión de la«espacialización» ha quedado vista para sentencia por razones muy diver-sas y en campos muy distintos. Hemos enumerado algunos indicios princi-pales para hacer «objetiva» nuestra impresión y dejamos claro si en el spa-tial turn del que estamos hablando se trata de un proceso comprobableempíricamente, o sólo de una manía ideológica o idéejixe, que mejor seríadejar estar hasta que remitiera por sí sola.

El provisional resultado [mal de las indagaciones aquí emprendidas escompletamente simple: con unas cuantas comprobaciones nada especta-culares ni sensacionales hemos vuelto allá de donde partimos, cierto esque ya no «ingenuamente» y «sin más», sino «entendiendo». Quizás ahoraentendamos mejor que determinados giros de lenguaje, como el lenguajeentero, ofrecen los inequívocos indicios de que hay que tomarse en serioal lenguaje: es quien mantiene firme e indisoluble la unidad de espacio ytiempo. Es claro que sólo un acto de violencia puede romper esa consu-mada amalgama lingüística de la dimensión espacio temporal, que notiene por qué ser aparatosa siempre ni en todas condiciones. Pero en for-mas de pensar y hablar se echa de ver si adoptan esa unidad o la contravie-nen. Sobre el telón de fondo de una historia de separación disciplinaria deespacio y tiempo, recobrar esa unidad es parte de una tarea de reconcilia-ción y restauración. Son a veces las palabras del común, los common places,quienes guardan verdades elementales mejor que las disciplinas eruditas,que sólo quieren sacar lo que meten.

Lo que empezara con conjeturas acerca del spatial turn termina enhablar de simplezas obvias. Sólo hay que confiar en el lenguaje, tomarle enserio; pues con cada sílaba atestigua lo indisoluble de espacio y tiempo:«espacio de tiempo», una expresión de las más hermosas en nuestra len-gua, entre las que se cuenta también «espacio vital», espacio del vivir. Vivi-mos en horizontes de experiencias y expectativas. Salimos al mundo.Hablamos del camino de una vida, de currículum vitae. Escribimos biogra-fías indicando fechas de nacimiento y muerte, pero también lugares. No

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nos arreglamos sin indicaciones de lugar cuando queremos describir unaépoca. Aun cuando solamente queremos hablar de pasado, presente ofuturo en general utilizamos indicaciones espaciales: retrocedemos alpasado, vivimos en el aquí y ahora, o seguimos adelante hacia el futuro.Las más abstractas caracterizaciones siguen haciéndonos necesario el usode términos espaciales: una idea nos resulta cercana o lejana, cuandohablamos de relaciones de dominio distinguimos arriba y abajo, superior einferior, y no nos apañamos sin distinguir entre dentro y fuera. Si quere-mos dar una imagen del mundo precisamos representarnos un centro, unmedio, comoquiera se defina, dondequiera se asiente. Todo nuestro saberde historia está apegado a lugares. Hablamos, pars pro tato, del número 10de Downing Street, del Kremlin o la Casa Blanca. Las fechas históricascoinciden con lugares de los hechos; la batalla de Alejandro en Iso, el pasodel Rubicón, Waterloo, Stalingrado, o el cruce de avenidas de Dallasdonde sucedió el atentado contra Kennedy. Nos «orientamos». No nosarreglamos sin imágenes de un escenario, donde todo ha ocurrido. Historytakes place, la historia tiene lugar. Si hablamos de culturas pensamos enlugares en que cristalizan: en «París, capital del siglo XIX», en el «NuevoMundo» que ha tomado figura en los rascacielos de Manhattan, en los raí-les que van a dar a las puertas de Auschwitz-Birkenau. Hablamos de espa-cios públicos y esferas privadas. Al leer a Proust o a Tolstoi tenemos losinteriores del tiempo perdido ante los ojos. Por tener, tenemos aun nolu-gares, que no tienen ya lugar, que han vuelto a desvanecerse, derruidos, deque nada queda fuera de su recuerdo. No hay historia en Ninguna Parte.Todo tiene principio y fin. Toda historia su sitio.

Explicar cómo puede algo haber ido a caer en el olvido es más difícilque comprender por qué ocurre así. Spatial turn no es sino hablar de loque se da a entender solo, O' en palabras de Yi-Fu Tuan: <<Yahí, en la con-fianza en el proyecto humano, radica el fin último de este ensayo: aumen-tar la carga de una conciencia despiertas".

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