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8/2/2019 JUAN GOYTISOLO Todos Podemos Ser Bosnios 250892 http://slidepdf.com/reader/full/juan-goytisolo-todos-podemos-ser-bosnios-250892 1/5 Pág. 1 JUAN GOYTISOLO Todos podemos ser bosnios 25 AGO 1992 El papel desempeñado por el sector de la Iglesia que podíamos denominar fundamenta- lista -si ello no fuera un anacronismo tratándose de pasadas épocas- en antiguas y aun recientes persecuciones de las minorías étnico-religiosas aclimatadas en el espacio eu- ropeo es un hecho tan conocido y probado que me exime de la necesidad de demorarme en él. Las prédicas antijudías de san Vicente Ferrer y los dominicos al pueblo menudo de Castilla y las de los clérigos alentados por el patriarca Ribera dos siglos más tarde fueron el caldo de cultivo en el que se gestaron las medidas adoptadas por los Reyes Católicos y Felipe III para resolver la situación anómala de sus reinos con la expulsión masiva de los judíos reacios a convertirse al cristianismo y de los moriscos bautizados  por fuerza. Las formas de convivencia creadas durante siglos de vecindad enriquecedora y fecunda se derrumbaron de súbito por obra de una doctrina belicista, excluyente y  purificadora. Acusados a la vez de ser diferentes y de pretender, no obstante, integrarse, los moriscos, como muestra Francisco Márquez Villanueva, se vieron atrapados en una nasa. El destierro colectivo decretado por el Rey, pese a la resistencia de numerosos segmentos y capas de la sociedad hispana, contó con el aval vergonzante del futuro san- to de la Iglesia: los moriscos arrojados de España, dijo Ribera, se disolverían como la sal en el agua”. Estas decisiones salutíferas, pintadas por sus artífices como el justo cas- tigo a un crimen inexpiable -el deicidio atribuido al pueblo judío- o el desagravio de una vieja e incurable afrenta -la caída del reino visigodo y llegada de los musulmanes a la Península-, expresan la voluntad de rehacer la historia -varios siglos de historia- en nombre de unos valores fantásticos -"la noble y limpia sangre de los godos"- y un pasa- do reinventado y mítico. No es casual así que dicho fenómeno se reproduzca en los paí- ses que fueron las marcas de Europa con el islam otomano y los pueblos oriundos de Asia central; nada recuerda más a la aguerrida y marcial Iglesia española perpetuada hasta la cruzada de Franco que la de los patriarcas y monjes griegos, serbios y rusos.  Nuestros paisanos transformaron a Santiago -un humilde pescador de Judá- en un per- sonaje ecuestre- y guerrero -un matamoros de oficio-, e idéntica militarización del san- toral cristiano se reproduce en las Iglesias ortodoxas de Oriente enfrentadas a los tárta- ros y turcos. Los valores primitivos del evangelio dieron paso a una mezcla de odio, temor y desprecio que, en palabras de Blanco White, transmutó la diferencia de credos en una fuente imaginaria de polución e hizo de la ortodoxia el fundamento de una pre- sunta superioridad de naturaleza sobre el adversario vencido. Los prejuicios tienen la vida muy larga y subsisten aún, como sabemos, cuando las causas que los originaron desaparecen: el subconsciente hispano, como el serbio, griego, búlgaro o ruso, no se ha desembarazado todavía del fantasma tenaz del islam. Muchas veces, desde la llegada al poder de Slobodan Milosevic en Serbia -cuando trocó hábilmente su viejo uniforme de aparátchik e ideología comunista en quiebra por el nuevo uniforme acerbo de un nacionalismo expansionista, discriminatorio y mesiánico-, he trazado mentalmente un paralelo entre su discurso y el de nuestros antiguos frailes, obispos y santos embebidos de odio antijudío y furia antiislámica. En ambos casos asis-

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Pág. 1

JUAN GOYTISOLO

Todos podemos ser bosnios

25 AGO 1992

El papel desempeñado por el sector de la Iglesia que podíamos denominar fundamenta-lista -si ello no fuera un anacronismo tratándose de pasadas épocas- en antiguas y aunrecientes persecuciones de las minorías étnico-religiosas aclimatadas en el espacio eu-ropeo es un hecho tan conocido y probado que me exime de la necesidad de demorarmeen él. Las prédicas antijudías de san Vicente Ferrer y los dominicos al pueblo menudo de Castilla y las de los clérigos alentados por el patriarca Ribera dos siglos más tardefueron el caldo de cultivo en el que se gestaron las medidas adoptadas por los Reyes

Católicos y Felipe III para resolver la situación anómala de sus reinos con la expulsiónmasiva de los judíos reacios a convertirse al cristianismo y de los moriscos bautizados

 por fuerza. Las formas de convivencia creadas durante siglos de vecindad enriquecedoray fecunda se derrumbaron de súbito por obra de una doctrina belicista, excluyente y

 purificadora. Acusados a la vez de ser diferentes y de pretender, no obstante, integrarse,los moriscos, como muestra Francisco Márquez Villanueva, se vieron atrapados en unanasa. El destierro colectivo decretado por el Rey, pese a la resistencia de numerosossegmentos y capas de la sociedad hispana, contó con el aval vergonzante del futuro san-to de la Iglesia: los moriscos arrojados de España, dijo Ribera, se disolverían como lasal en el agua”. Estas decisiones salutíferas, pintadas por sus artífices como el justo cas-tigo a un crimen inexpiable -el deicidio atribuido al pueblo judío- o el desagravio de unavieja e incurable afrenta -la caída del reino visigodo y llegada de los musulmanes a laPenínsula-, expresan la voluntad de rehacer la historia -varios siglos de historia- ennombre de unos valores fantásticos -"la noble y limpia sangre de los godos"- y un pasa-do reinventado y mítico. No es casual así que dicho fenómeno se reproduzca en los paí-ses que fueron las marcas de Europa con el islam otomano y los pueblos oriundos deAsia central; nada recuerda más a la aguerrida y marcial Iglesia española perpetuadahasta la cruzada de Franco que la de los patriarcas y monjes griegos, serbios y rusos.

 Nuestros paisanos transformaron a Santiago -un humilde pescador de Judá- en un per-sonaje ecuestre- y guerrero -un matamoros de oficio-, e idéntica militarización del san-toral cristiano se reproduce en las Iglesias ortodoxas de Oriente enfrentadas a los tárta-

ros y turcos. Los valores primitivos del evangelio dieron paso a una mezcla de odio,temor y desprecio que, en palabras de Blanco White, transmutó la diferencia de credosen una fuente imaginaria de polución e hizo de la ortodoxia el fundamento de una pre-sunta superioridad de naturaleza sobre el adversario vencido. Los prejuicios tienen lavida muy larga y subsisten aún, como sabemos, cuando las causas que los originarondesaparecen: el subconsciente hispano, como el serbio, griego, búlgaro o ruso, no se hadesembarazado todavía del fantasma tenaz del islam.

Muchas veces, desde la llegada al poder de Slobodan Milosevic en Serbia -cuando trocóhábilmente su viejo uniforme de aparátchik e ideología comunista en quiebra por elnuevo uniforme acerbo de un nacionalismo expansionista, discriminatorio y mesiánico-,he trazado mentalmente un paralelo entre su discurso y el de nuestros antiguos frailes,obispos y santos embebidos de odio antijudío y furia antiislámica. En ambos casos asis-

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timos a la invocación de unas esencias milenarias amenazadas por una nebulosa conjuray la presencia interior de una quinta columna al servicio del enemigo exterior.

Un núcleo de intelectuales de

la Academia de Ciencias deBelgrado, autoerigido en por-tavoz de las esencias más pu-

ras de la nación, elaboraronen el positivismo la doctrinaexpansionista de la Gran Ser-

 bia, destinada a asegurar su predominio, en caso de desin-tegración de la federaciónyugoslava, sobre los demásmiembros de ésta; dicha doc-

trina preveía asimismo la eli-minación del caballo de Troya

 bosnio-albanés en el interior del nuevo espacio vital. Comovio muy bien William Pfaff enun reciente artículo (Europa

 frente al reto de Serbia -ELPAÍS, 10 de agosto de 1992-), la "agresión visionaria" de dichos enderezadores de en-tuertos históricos arraiga "en la memoria y resentimiento atormentados del pueblo ser-

 bio desde que fuera derrotado por los turcos en la batalla de Campo Kosovo en el añol389".

A la realidad de un país vencido y sujeto, a menudo con provecho, al poder otomano,algunos profesores del fuste de los poetas y cronistas medievales incluidos en la Flores-

ta de leyendas heroicas españolas de Menéndez Pidal, opusieron la historia convenien-temente amañada del sacrificio y muerte del príncipe serbio Lazar -algo así como la deun Rodrigo épico, no obstante el desastre de Guadalete-, esgrimiéndola como emblemay símbolo nacional. Poco importa que después de su derrota los serbios colaboraran conlos otomanos enfrentados a las huestes de Tamerlán ni que el territorio sagrado de Ko-sovo, "cuna de la nación serbia", fuera abandonado voluntariamente por su población afinales del siglo XVII para instalarse en la fértil planicie de Belgrado, facilitando de estemodo su repoblación por los albaneses: los historiadores míticos no se detienen en se-

mejantes pelillos.Los ensueños y ambiciones imperialistas de estos eruditos sedentarios -empleo lafórmula acuñada por Américo Castro- encontraron en Milosevic y Dobrica Kosic losinstrumentos idóneos para la realización de sus planes. Demoler las ciudades y pueblosmusulmanes de Bosnia, purgarlos de esos compatriotas eslavos que traicionaron hacesiglos su fe para abrazar la del enemigo -formando así una quinta columna similar a lade los moriscos-, equivalía a lavar el agravio de Maritza y Campo Kosovo, salvar deuna vez para siempre la Europa cristiana de una fantasmagórica amenaza turca.

Los procedimientos empleados para esta purificación religiosa (tocante a los bosnios) yétnico-religiosa (respecto a los albaneses) difieren, con todo, de los utilizados hace si-

glos en nuestra Península. Si cabe imaginar una expulsión masiva -a costa, claro está, deuna guerra exterminadora- del 90% de los habitantes de Kosovo a la vecina Albania, los

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 bosnios, privados por la naturaleza de una salida al mar, no pueden ser embarcados ennaves de desguace a ningún país, esperando que se disuelvan como la sal en el agua:forman parte de ese archipiélago musulmán diseminado en los Balcanes sin una madre

 patria común. Como los albaneses y otros grupos minoritarios, no son étnicamente tur-cos. El modelo seguido debía, pues, venir de otro lado.

El planteamiento y resolución del problema indio por los descendientes de los peregri-nos del Maiflower -conquista, colonización, apartheid y hacinamiento final en reservas- fueron adoptados con éxito, como señaló Rafael Sánchez Ferlosio en un sugestivo yesclarecedor artículo, por los terroristas de Irgún y Stern para colonizar y expulsar desus tierras a los palestinos, y, añado yo, por el coronel Grivas y grupos. paramilitares dela EOKA contra los turco-chipriotas hasta la intervención militar de Ankara y derrumbede su sueño homogeneizador. Hoy, dicho método tiende a generalizarse en los Balcanes.El papel de cruzados de la cristiandad de los jerarcas de la Iglesia e intelectuales al ser-vicio -de la Gran Serbia procura también una legitimidad religiosa e histórica al des-arraigo brutal de poblaciones extrañas, actualmente en Bosnia y pronto tal vez en Ko-

sovo, en nombre de un revanchismo alimentado de delirios de grandeza y providencia-les designios.

Este breve repaso histórico resulta indispensable para entender la situación actual de los pueblos de la ex Yugoslavia. El enfrentamiento entre los otomanos y el Imperio Aus-trohúngaro dividió en dos a sus habitantes: los croatas y eslovenos, católicos, dependíande Viena; los serbios y eslavos islamizados de la actual Bosnia-Herzegovina, de Cons-tantinopla. Cuando los serbios reconquistaron su independencia, sus relaciones con loscroatas fueron durante el siglo XIX, como subraya el historiador yugoslavo Djuric, de

 buena vecindad. Sólo la fusión de los dos pueblos en un Estado común en 1918, con unabsoluto predominio serbio, sentó las bases de la futura discordia. Los croatas, oprimi-dos, crearon la organización nacionalista Ustachi, copiada del fascio de Mussolini, y

aprovecharon el ataque hitleriano a Belgrado del 6 de abril de 1941 para tomar el poder en Zagreb, proclamar la independencia de su Estado e iniciar una sangrienta purifica-ción étnica contra serbios y judíos. Más de medio millón de personas fueron así exter-minadas conforme al modelo nazi. La guerra entre el fascista croata Ante Palevic y elultranacionalista serbio Mijaflovic dejó heridas difíciles de cicatrizar.

El mayor mérito de la dictadura comunista de Tito fue, sin duda, el establecimiento delequilibrio entre las diferentes comunidades y etnias de una federación que gobernó du-rante 35 años con mano de hierro. La minoría magiar de Voivodina y los albaneses deKosovo vieron reconocida su autonomía político-cultural respecto a Serbia. En Bosnia-Herzegovina, musulmanes, serbios y croatas fraguaron un modus vivendi pacífico y

fructuoso. La literatura y el cine surgidos en Sarajevo son el mejor testimonio de la fe-cundidad de esta osmosis abolida a fuego y a sangre.

Leer, como leemos, que la responsabilidad de los acontecimientos es múltiple, Yugos-lavia un avispero y la situación inextricable avala con una especie de fatalismo la resig-nación a las matanzas, limpiezas étnicas y campos de muerte, pone en un mismo saco aagresores y agredidos, a víctimas y verdugos. No voy a analizar aquí las contradiccionese incoherencias de la política europea: su inhibición en el desmembramiento de la exfederación yugoslava y precipitación en el reconocimiento de la independencia de Eslo-venia, Croacia y Bosnia-Herzegovina sin haber asegurado antes con medidas efectivasla intangibilidad de sus fronteras. El mal está hecho, la guerra serbio-croata ha causado

decenas de miles de bajas, y hoy, los musulmanes de Bosnia, "sin duda el pueblo más pacífico de los Balcanes" -en palabras del corresponsal de EL PAS Hermann Tertsch,excelente conocedor del tema-son expulsados de sus casas, despojados de su patrimo-

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nio, asesinados fríamente en siniestros campos de concentración, como los de Omarskay Ternopolje, a causa de una política de segregación y terror, planificada desde haceaños por Milosevic y los responsables de la actual dirección serbia.

El proyecto bosnio de una república garante de la igualdad de sus ciudadanos indepen-dientemente de su etnia fundado en los valores de la tradición republicana y laica de laRevolución Francesa- choca desdichadamente con las ambiciones convergentes yopuestas de Belgrado y Zagreb, de Milosevic y Tudjman. Los dos adversarios discutenya abiertamente la creación de cantones étnicos: un eufemismo destinado a disimular elfuturo reparto entre ambos de un Estado independiente, reconocido por la comunidadinternacional. Con el mayor cinismo, Radovan Karadzic, el líder de las brutales miliciasserbias en Bosnia, y Mate Boban, dirigente fascista de la minoría croata en esta repúbli-ca, han acordado presentar un programa común de división cantonal en la conferenciaque comienza mañana en Londres.

Con la excusa de salvar la paz, ¿asentirá la Europa de los Doce a un acuerdo criminal dedos Estados para repartirse un tercero? De ser así, la comunidad musulmana, aunque

mayoritaria en Bosnia, tras sufrir el genocidio y arrasamiento de sus ciudades y pueblos,se vería apriscada en reservas sin viabilidad alguna: "El pachalik (bajalato) de Zenica yuna parte del de Sarajevo",. según revela la voz autorizada del coronel Bogdan Subotic,comandante en jefe de las fuerzas serbias en Bosnia, utilizando muy significativamenteel término administrativo en vigor en tiempo de los otomanos para subrayar la índolehistórica de este triunfal desquite. Las zonas de limpieza, aunque habitadas desde hacesiglos por musulmanes, "son profundamente serbias", repiten los artífices de la depura-ción. Los bosnios, como nuestros judíos y moriscos, descubren hoy con dolor e impo-tencia que su mundo se ha desplomado. La sociedad plural de tres castas, que prolongóen los Balcanes el milagro de España, está siendo hecha añicos por los émulos de Isabel,Cisneros, Felipe III y el arzobispo Ribera.

¿Puede la Europa que aspira al horizonte de Maastricht contentarse con ayudas humani-tarias y gesticulaciones diplomáticas, cruzarse de brazos ante semejante tragedia?¿Cómo explicar esta impotencia tras su alineamiento de recluta a la petrocruzada libera-dora de Kuwait? ¿Pertenecen los bosnios, bien europeos, a la lista de pueblos que se

 pueden aniquilar impunemente, como a los libaneses, kurdos y palestinos? Después dela experiencia crucial del nazismo, ¿no incurren los Doce en un delito de no asistencia auna nación amenazada de dispersión y exterminio?

Cuando Jacques Delors se pregunta cómo "conjurar la epidemia de locura del ultrana-cionalismo, la busca escandalosa de una pureza étnica" y expresa su temor de que dichaepidemia pueda "extenderse al resto del continente" sus palabras no son, en modo algu-no, alarmistas: reflejan una realidad. Las guerras civiles han dejado de ser una especia-lidad del mundo subdesarrollado para arraigar otra vez en Europa.

 No me refiero sólo a la previsible extensión de la purga y conflicto bélico a Kosovo yMacedonia, cuyo no reconocimiento exterior, aplazado por el inadmisible veto griego asu nombre (¡otra vez la invocación a las milenarias esencias!), no hace sino agravar lascosas. Pienso en los repliegues identitarios y nacionalismos agresivos que socavan por doquier el concepto de ciudadanía inherente a la democracia, en la propagación de unracismo y xenofobia que infectan a todas las sociedades desde los Urales hasta Gibral-tar.

¿Serán las comunidades musulmana y gitana de la casa común europea las próximasvíctimas propiciatorias? La multiplicación de atentados, agresiones e incendio de vi-viendas de los que son diariamente víctimas me hace temer que sí. A las fuerzas irracio-

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nales que difunden el fanatismo y la intolerancia debemos oponer, la conciencia y luci-dez forjados por las amargas lecciones de la historia. Todos somos potencialmente bos-nios.

Juan Goytisolo es escritor.