32
del Fondo de Cultura Económica ISSN: 0185-3716 Juan García Ponce por Paz, Poniatowska y Serur •Seymour Menton Cuatro novelas •John Lukacs Churchill solo frente a Hitler •Gutierre Tibón entrevistado por Miguel Ángel Muñoz •Paul Bénichou por Jacques Lafaye •Dos visitas al Islam por Lorenzo León Díez y Hernán G. H.Taboada •Poesía de Gonzalo Rojas y Rodolfo Häsler Fabienne Bradu Otras sílabas sobre Gonzalo Rojas

Juan García Ponce por Paz, Poniatowska y Serur · ... El jardín de las delicias de ... memoria, y ha sido tomada del libro de ... bien, con lana de oveja, y en el verano era muy

Embed Size (px)

Citation preview

del Fondo de Cultura Económica

ISS

N: 0

185-

3716

Juan García Poncepor

Paz, Poniatowska y Serur

•Seymour MentonCuatro novelas

•John LukacsChurchill solo frente

a Hitler

•Gutierre Tibónentrevistado por

Miguel Ángel Muñoz

•Paul Bénichoupor Jacques Lafaye

•Dos visitas al Islampor Lorenzo León Díez y Hernán G. H.Taboada

•Poesía deGonzalo Rojas y Rodolfo Häsler

Fabienne BraduOtras sílabas sobre Gonzalo Rojas

del Fondo de Cultura Económica

DIRECTORGonzalo Celorio

SUBDIRECTORHernán Lara Zavala

EDITORFrancisco Hinojosa

CONSEJODE REDACCIÓN

Ricardo Ancira, Adolfo Castañón, Joaquín Díez-Canedo,

María del Carmen Farías, Mario Enrique Figueroa,

Daniel Goldin, Josu Landa, Philippe Ollé-Laprune,

Jorge Ruiz DueñasARGENTINA: Alejandro Katz

COLOMBIA: Juan Camilo SierraESPAÑA: María Luisa Capella,

Héctor SubiratsPERÚ: Germán Carnero

REDACCIÓNMarco Antonio Pulido

DISEÑO, TIPOGRAFÍA

Y PRODUCCIÓN

elδoradoSnark Editores, S.A. de C.V.

IMPRESIÓN

Impresora y EncuadernadoraProgreso, S.A. de C.V.

La Gaceta es una publicación mensual, editada por el

Fondo de Cultura Económica, con domicilio en Carrete-

ra Picacho-Ajusco 227, Colonia Bosques del Pedregal,

Delegación Tlalpan, Distrito Federal, México. Editor respon-

sable: Francisco Hinojosa. Número de Certificado de Licitud

(en trámite); Número de Certificado de Licitud de Conteni-

do (en trámite); Número de Reserva al Título de Derechos

de Autor (en trámite). Registro Postal, Publicación Periódica:

PP09-0206. Distribuida por el propio Fondo de Cultura Eco-

nómica.

Correo electrónico: [email protected]

LA GACETA

2

SUMARIOMARZO, 2002

GONZALO ROJAS: La vuelta al mundo (Fragmento IV) • 3FABIENNE BRADU: Otras sílabas sobre Gonzalo Rojas • 4

JACQUES LAFAYE: Paul Bénichou (1908-2001) • 7SEYMOUR MENTON: Cuatro novelas • 10

OCTAVIO PAZ: Encuentros de Juan García Ponce • 14ELENA PONIATOWSKA: El jardín de las delicias de

Juan García Ponce • 16RAQUEL SERUR: A la salud de Juan García Ponce • 17

RODOLFO HÄSLER: Bogotá • 19JOHN LUKACS: Churchill solo frente a Hitler • 20LORENZO LEÓN DÍEZ: Comprender el Islam • 23

HERNÁN G. H. TABOADA: La sombra del Islam en la conquista de América • 25

MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ: Gutierre Tibón: una vida de investigación • 27

‹ ‹ ILUSTRACIONES: MARCOS LÍMENES › ›

MARZO, 2002SUMARIO

La vuelta al mundo

(Fragmento IV)

��Gonzalo Rojas����

Si ha de triunfar el fuego sobre la forma fría,

descifraré a María, hija del fuego;

la elegancia del fuego, el ánimo del fuego,

el esplendor, el éxtasis del fuego.

Fuego que cierta noche fue fauna y flora frágil

entre mis brazos. Fuego corporal y divino.

Animal fabuloso. Sagrado. Desangrado.

Novia. Animal gustado noche a noche, y dormido

dentro de mi animal, también dormido,

hasta verla caer como una estrella.

Como una estrella nueve meses fijos

parada, estremecida, muelle, blanca.

Atada al aire por un hilo.

Por un hilo estelar de fuego arrebatado

a los dioses, a tres mil metros fríos

sobre la línea muerta del Pacífico.

Allí la cordillera estaba viva,

y María era allí la cordillera

de los Andes, y el aire era María.

Y el sol era María, y el placer,

la teoría del conocimiento,

los volcanes de la poesía.

Mujer de fuego. Visible mujer.

Siempre serás aquel paraje eterno.

La cordillera y el mar, por nacer.

La catástrofe viva del silencio.

—Ésta es la voz que hablabla por mi voz a María,

mi amada, mi perdida sonámbula vidente.

LA GAC

3

• Tomado de La miseria del hombre, Universidad de Playa Ancha Edito

Yo me pondré tu piel como un manto, María.

Yo arrojaré tus ojos a los perros.

Yo buscaré tus besos, y vendrán los gusanos.

Yo les diré a los pájaros:

“Comed de ella. Llevad mar adentro sus pechos,

sus labios, sus rodillas, su corazón partid.

Decidlo desde el aire: —María es una estrella.

—María es una copa. Tomad de ella, y bebed”.

Oh pájaros, oh fieras mías mentales.

Devolvedme este cuerpo que yo sembré en el aire.

Letras envenenadas, devolvedme este nombre

que yo escribí una noche de infierno en mi cabeza.

Dadme esos ojos de doble filo radiante,

aunque yo preparara sus dos radiantes filos.

Contradicción divina. Huesos de viva muerte,

tus rodillas son rocas para romper las olas.

ETA

rial/Refinería de Petróleo CONCON, S. A., Valparaíso, 1995.

Otras sílabas sobre Gonzalo Rojas

� Fabienne Bradu

��En octubre de 2001 murió María McKenzie, quien fuera la primera mujer

de Gonzalo Rojas. La presente selecciónes un modesto homenaje a su

memoria, y ha sido tomada del libro deFabienne Bradu Otras sílabas sobreGonzalo Rojas que el FCE publicará

próximamente.

Cuando en un tono entre envidio-so y acusatorio, los jóvenes su-rrealistas de la Mandrágora fue-ron a decirle a Vicente Huidobro

que Gonzalo Rojas se había marchado debuenas a primeras al norte árido y pedrego-so, Huidobro-Altazor replicó como repu-diándolos a todos: “Déjenlo. Gonzalo es unloco que necesita cumbre”.

* * *

Atacama: una inmensidad abierta por la re-petición de la vocal A, entre la dureza pedre-gosa de las consonantes. Un desierto que seexplaya de una A a otra y a otra y a otra, en-trecortado por las “dignas piedras” que se le-

vantan como un cerco de fuego. En las voca-les de Atacama se oye el sonido horizontaldel desierto y, en las consonantes, las cum-bres donde el aire se enrarece al punto de laasfixia. “Subo a pedir aire a gritos a las cum-bres; el cielo / está más bajo que la tierra.”1

Paisaje de la palabra a un tiempo guerrero ymuelle: asalto y arrullo para el oído; violenciaque acaba amansándose como una fiera re-costándose en la sombra de la noche. “El va-cío indefinido es, por así decirlo, lo sublimepuesto en sentido horizontal”, dice RudolfOtto en Lo santo.2

Obstinado de mí no habré podido avanzar un metro lerdo de burro

de Atacama a Arizona...3

De un desierto a otro, de la década de loscuarenta a la de los ochenta, no hubo sino unmismo aprendizaje en el ejercicio de poeta,que no parece tener fin porque sendos nom-bres prometen otra inmensidad por venir otan sólo dejan vislumbrar la extensión quefaltaría recorrer para llegar a alguna parte.Pero, precisamente dice Gonzalo Rojas conGoethe, se trata de nunca llegar a ningún lado.“Siempre estamos llegando...”, como cuandose camina por el desierto cuyas vocales sincesar difieren los confines.

LA GACETA

4

* * *

“La peregrinación a Atacama no respondía aningún proyecto pensado. Fue una situaciónque se dio y nada más. Podría haberme ido alextremo sur o a cualquier parte. Se me diouna opción de trabajar en algo ajeno a lo lite-rario y a lo profesoral. Yo estaba terminandomis estudios de universidad, me quedaba unaño, más la tesis que se usaba. Sobre los cua-tro años de estudios que había hecho en para-lelo a unos tres años de estudios jurídicos, mehastié porque cuando se me dio la exigenciade entrar en el terreno de lo didáctico y huboque aprender estas tareas didácticas, me dije:no, me harté. Yo me dije: creo que nunca voya ser un profesor de nada. En ese entonces te-nía un trabajillo menor de práctica de profe-sor. Yo atendía desde las ocho hasta las docede la noche en un liceo nocturno. Allí encon-tré a una muchacha que había ido a matricu-lar a su criada. Me gustó tanto María que lainduje a que pensara en unos minutos escasí-simos a irse conmigo. La llevé a un café, lepregunté si estaba feliz, me dijo que nada:‘tengo un marido absurdo y voy a apartarmede él’. Me gustó, me fascinó: entre mutismo yverbalidad, bonita luz, destello de mujer,muy jovencita. Le dije: ‘En este caso, por quéno me acompañas, yo voy para el norte. Meaburrí de esto y me ofrecieron un pequeñotrabajo en la punta de un cerro, en la zona deAtacama’. Ella no me dijo esa cosa fea y abu-rrida que suelen decir las muchachas: ‘lo voya pensar’. En el mismo instante me dijo quesí. Fue precioso: eso se llama un encuentro.Ella era muy preciosamente viva, me iba res-pondiendo con una sagacidad, una gracia yuna ocultación a la vez. Mostraba y no mos-traba un modo de ser y de pensar que me en-cantó. Hubo una fascinación: la fascinaciónexiste. No era solamente física; alcancé a per-cibir a una muchacha secreta. La seguí vien-do en los días sucesivos; advertí que efectiva-mente ese secreto, ese sigilo, ese silencio deella era para mí necesario y se armaba con mipropio pensamiento. Quince días después sa-limos disparados para el norte de Chile. ¿Quéhabrá visto en mí? Un loco, me dijo después.Un hombre con imán, con atracción de joven. Unjoven navegado. Yo le parecí diferente, distin-to. Ella era hija de un inglés que no tenía mu-cho mundo. Se había casado con un señorito deSantiago; no le gustaba el marido, quería apar-

tarse de él. El hecho es que sin que se aparta-ra legalmente, yo me la robé.

”En un tren, de tercera clase por cierto, delínea estrecha, salimos de Santiago de Chile yllegamos a los nortes, provincia de Atacama.Mi trabajo no estaba en un pueblo, sino en lazona alta, en las cumbres. Llegamos a unpueblo pequeño, Vallenar, y tomamos un ca-mión, de esos que llevaban el metal. Habíaque subir por unas cuestas tan procelosas co-mo si se navegara entre peñascos. No habíacamino pero se podía pasar, y los camionesiban y venían trayendo el mineral. No habíaárboles, sino arbustos de espinas. Parecía esoel producto de un gran estallido de mundoque hubiera habido en las cumbres. A mí seme dio ese paraje porque era áspero y limpio,sano, divertido. Además yo, en esa etapa dela juventud, estaba tan alegre. Me había des-prendido de unas cosas que me sonaban atrampa, a falsificación de todo, allí en Santia-go. Yo quería estar solo, solo con mi alma ycon mi María que era una belleza. Para quéquería más. Con mis mineros, mis gentes, mi-rando estrellas: ¡qué luces más prodigiosasen la noche!

”Arriba, había una pulpería como en to-dos los lugares de allí, es decir, un lugar don-de se comía, se vendían los alimentos básicos.Y me dijeron: éstas son las casitas, elíjase una.Entonces escogimos una que nos pareció bo-nita dentro de lo terrible, porque eran unosarenales espantosos y bellos al mismo tiempo,con la gracia que tenía el paraje y la ventole-ra, porque era un viento sin fin, muy fuerte.Entre los dos elegimos una casita de pie-dra que tenía una puerta fuerte como de vi-gas que prácticamente tapiaban la entrada.En el invierno había frío, pero uno se tapababien, con lana de oveja, y en el verano eramuy rica. El pueblo se llamaba El Orito, elnombre de la mina que pertenecía a un señorjudío, de apellido Rosenberg. Él me entrególos libros, una pequeña oficina: tenía que lle-var los papeles. Era un modo de desprender-

me de todo lo que había vivido antes. No tu-ve ningún problema, no era mucho trabajo,era casi nada el trabajo.

”Podíamos haber caído en el hastío máxi-mo por el hecho de estar tan solos. No era so-lamente el amor que nos encendía la vida, si-no que nos parecía precioso vivir en estasaltas cumbres, andar por allí, dialogar con lagente: esto me fascinaba a mí. Eran semiletra-dos, no lo oculto, pero todo me parecía unacuriosidad preciosa: cómo sacaban las pala-bras, cómo decían los matices de todas las co-sas. Había una mujer que se llamaba doñaÁngela, parecía gitana; tendría unos cuarentaaños y era la que dirigía la operación culina-ria, la que daba la comida a los mineros queno eran más de doscientos. Tenía una hijaque la ayudaba y se llamaba Eva. Cuandovolvían los mineros, me iba con ellos a unosmesones donde tomábamos pisco puro quetraían desde la planicie. Muy lindo era salircuando caía la tarde y no había mucho sol, amirar desde estas cumbres enormes haciaabajo. Muy remoto se veía un río y se veíanlos barrancos, los laberintos de la cordillera.En este sistema pétreo, uno se orientaba co-mo en una ciudad.

”Me había llevado unos pocos libros. Éseno era mi juego. Además me iba provisional-mente —pensaba que iría a durar dos o tresmeses—, la idea era más bien ventilarse, ai-rearse y conocer otro viento distinto. Y nosfue resultando más y más, y me sentí bien:como un minero más, como un trabajadormás de allí. María estaba feliz, alternaba conlas otras muchachas que eran las esposas, lasamantes o las amadas de los mineros. La gue-rra mundial sonaba en el fondo y las noticiasse oían por la radio. En esa época, por la ra-dio, aunque no era de primera, se escuchabannoticias de todo el mundo. De modo que eltelón de fondo de mi vida era la segundaGuerra Mundial. Me fui hacia octubre de 1941y estuve hasta 1943, cuando nació mi primo-génito. Fue cuando perdí el trabajo, porque a

LA GACETA

5

•Marcapasos•

Recibimos los últimos números

de Crítica, la revista que desde

hace veintitrés años edita la

Universidad Autónoma de Pue-

bla. En su número 90, corres-

pondiente a los meses de di-

ciembre de 2001-enero de 2002

–antes de que la reforma fiscal

hubiera sido aprobada a somor-

gujo por el Congreso–, Crítica

publica una carta de Mark Twain

a la reina de Inglaterra acerca

del impuesto que la oficina de

contribuyentes le quiso retener

por el pago de sus regalías. El

joven funcionario que hacía el

reclamo impositivo incluía en

su arenga a los autores entre

los causantes de la cláusula D,

sección 14, o sea: “Comercio,

oficinas y fabricación de gas”, y

consignaba como únicas de-

ducciones las restringidas al

párrafo 14: “Desgaste y rotura

de la planta o maquinaria”.

�La respuesta del autor de Tom

Sawyer fue twainiana: “Me

enorgullece decir que mi cere-

bro es mi planta; y no reclamo

ninguna deducción por dismi-

nución de su valor debido a

desgaste o rotura, por la senci-

lla razón de que no se desgasta

ni se rompe, sino que está bien

y entero todo el tiempo. Sí, po-

dría decirle que mi cerebro es

mi planta, mi cráneo es mi taller,

mi mano es mi maquinaria, y yo

soy la persona involucrada; no

NOTAS

1 . Gonzalo Rojas, “Espacio”, en Obra selecta, p.63.

2. Rudolf Otto, Lo santo, 1980, Madrid,Alianza Editorial, p. 101.

3. Gonzalo Rojas, “No haya corrupción”,en Obra selecta, p. 41.

4. Conversación con Gonzalo Rojas, di-ciembre de 2000, Chillán de Chile.

5. Gonzalo Rojas, “La cordillera está vi-va”, en La miseria del hombre, p. 27.

6. Gonzalo Rojas, “Crecimiento de Rodri-go Tomás”, en Obra selecta, p. 173.

7. Gonzalo Rojas, “La vuelta al mundo”,en La miseria del hombre, p. 93.

la hora de ir a inscribir al niño me pidieron lalibreta de casamiento y como no había, meecharon. Tonterías, pequeñas tonteras de losque son dueños de las cosas.

”Allí fue una ruptura con lo libresco (ellargo parentesco entre las cosas ya estaba enmi poesía, no lo descubrí allí). Lo oral me fas-cinó, creo que allí descubrí la oralidad. Allíno escribí nada de poesía. Claro, hice unosesbozos, unas líneas que desarrollé cuandoarmé el libro de La miseria del hombre entre1945 y 1946. En Atacama era el sacudón de ca-da día: se me iba abriendo el mundo cada díamás. Mi primera fascinación por las piedrasviene de allí, y no por la piedra, por la trans-piedra. Hay un ver, un transver, un oír distin-to. Se me dio mágicamente: allí renací. Yo vi-vía poéticamente, aireado, ventilado, y no lopuedo describir pero era mi alma la que esta-ba funcionando. Todo vivísimo, más el en-canto amoroso de una piel bonita. Era unaimaginación plasmada allí entre el cielo, lasluces, los colores, las no-flores, pero tú podíasver flores: se podía ver todo desde allí...

”Un día andaba en burro y estaba cantan-do, y un minero me dijo: no esté cantando,señor, que aquí todo está vivo: la cordilleraestá viva.”4

* * *

¿Cómo no amarte, madre, si me enseñaste a hablar

tu lengua? ¿Si soy viento nacido de tu roca?

¿Si me cegaste para hacerme librecomo tus manantiales errabundos?

¿Si me pusiste tu rayo en la frente,madre mía, lo mismo que mi madre?5

* * *

Un joven de veintiséis años camina por losdurmientes de la vía del tren, con el torsodesnudo, bajo el sol del mediodía, a los tresmil metros de altura de la sierra de Domeyco.Partió de mañana a la busca de un trabajo. En

realidad, lo ha perdido todo de un solo golpe:el trabajo, la casa, la maravilla de El Orito.Porque quiso declarar a su hijo recién nacidoen el registro civil, se descubrió que no habíaacta matrimonial que sellara el “encuentro dedos rayos en lo alto de la tormenta”,6 y loecharon de la mina. Mientras camina por losdurmientes del tren, como en otra fuga hacianinguna parte, rehace la cuenta de lo perdi-do. Sin embargo, no siente miedo ni desespe-ración. Perderlo todo de un solo golpe es vol-ver a sentir la libertad de no tener nada, eldespojo que es la apuesta del desollado. Estode vivir a la intemperie, en el riesgo del per-dedor, el joven Gonzalo Rojas lo siente muyliteralmente sobre su torso y su espalda queel sol pica a estas alturas como el minero ata-ca la veta del mineral. No siente desespera-ción sino el asomo de la confianza que sólo seofrece al que arriesga su apuesta en el “ahoray aquí”. El tiempo se va borrando: el pasadodeja de ser pérdida y el futuro se abre comopromesa infinita. Mientras camina sobre losdurmientes, él es este instante en que arde“hermosura y exceso”.

* * *

En las noches de Atacama, la diversión deGonzalo Rojas y María McKenzie es salir apasear por el desierto con una lámpara decarburo. La cordillera es tan alta y el cielomoteado, tan bajo, que la cabeza se pierde en-tre las estrellas; casi se puede tocarlas con lapunta de los dedos, aunque los pies siganrascando el polvo y el pedrerío. Todo está, aun tiempo, muy oscuro y muy brillante, co-mo en la imposible conjunción que hace al“diamante pariente del carbón”. Gonzalo yMaría salen a jugar con los diamantes del cie-lo, a los que, pálida y malamente, imita elparpadeo de las lámparas de carburo. Losamantes mueven las lámparas como incensa-rios de luz, haciéndose señas sin palabras, le-vantándolas a veces hacia las rivales que con-testan las interpelaciones con su mutismocentelleante. Cuando el vértigo alcanza elvórtice de la luz, cuando las lámparas de car-buro son luciérnagas en el barranco, cuandolos ojos de los amantes se fijan sin verse y fi-

LA GACETA

6

guran diminutos soles negros, cuando se oyela vibración del cielo en la sangre que subepor las venas, cuando la cabeza es otra estre-lla sembrada en el hueco de la bóveda, enton-ces, en el silencio de El Orito, se escucha la ri-sa de María que hiende las tinieblas como unrayo. María ríe, se estremece, mece su lámpa-ra en un ritmo cercano al frenesí, y de lejos seve la llama de la lámpara agitada por la risade María, y de lejos el fuego de María semejauna estrella imperecedera. Y a lo lejos, el marque circunda las altas piedras de Atacama co-mo una visible ausencia en la sal, devuelve eleco de la risa de María en un ronco rompi-miento de olas fosfóricas. “Esa risa lo es to-do.” La risa de María es el hilo de fuego este-lar que la ata a las estrellas sobre la línea desombra que desdibuja el horizonte, a los tresmil metros de Atacama.

Mujer de fuego. Mujer visible.Siempre serás aquel paraje eterno.7

LA GACETA

7

Paul Bénichou (1908-2001)

� Jacques Lafaye

es arrendada a nadie, y por lo

tanto no hay arrendatario obli-

gado a mantenerla y entregarla

en buenas condiciones.” En es-

ta breve y apresurada carta a

Her Majesty the Queen, Mark

Twain concluye que no tiene

por qué causar impuestos, que

todo es error de un funcionario

confundido y que el reino segu-

ramente no echará de menos el

monto de lo que hubiera recibi-

do por concepto de sus dere-

chos de autor.

�Nos enteramos por Juan Ma-

nuel Gómez (Crónica semanal

del 10 de febrero) que la Edito-

rial Aldus ha publicado el Dis-

curso de la servidumbre volun-

taria, de Étienne de la Boètie,

traducido y prologado por José

de la Colina, por cierto, galardo-

nado recientemente con el Pre-

mio Mazatlán de Literatura. Re-

cordamos que la primera vez

que publicó su traducción fue

en La letra y la imagen, suple-

mento de El Universal, en no-

viembre de 1979, con una pre-

sentación suya y un ensayo de

Julián Meza. Aprovechamos es-

te marcapasos para felicitar a

José de la Colina por tan justo

reconocimiento y a Aldus por

haber publicado en atinado mo-

mento este Discurso –también

conocido como Contra Uno– de

Étienne de la Boètie, cuyo ami-

go Michel de Montaigne estuvo

a cargo de la edición de sus

obras y, por alguna extraña ra-

zón, no incluyó el Discurso de

la servidumbre voluntaria entre

ellas.

��Paul Bénichou murió el pasado mes dediciembre en París. Autor de primer

orden en el FCE, de él publicamos tresobras maestras: El tiempo de los

profetas, La coronación del escritor eImágenes del hombre en el clasicismo

francés, todas de la colección Lengua yEstudios Literarios. Asimismo, deJacques Lafaye hemos publicado

Quetzalcóatl y Guadalupe, Los conquistadores, Sangrientas fiestas

del Renacimientoy Mesías, cruzadas y utopías.

Paul Bénichou fue de aquelloshombres que parecen no enveje-cer, ni física ni mentalmente, porlo cual el anuncio de su falleci-

miento, aun a sabiendas de su avanzadaedad, me dejó tan atónito como apesadum-brado. Del hombre y el amigo podría hablarpor extenso, pero me voy a ceñir a evocar suobra en lo esencial, que es lo que interesa pri-mordialmente al lector de La Gaceta del FCE.Con todo, no se pueden pasar por alto algu-nas circunstancias biográficas que influyeronen su trayectoria intelectual. En sus años deexilio a Buenos Aires, durante la segundaGuerra mundial, se hizo amigo de los herma-nos Lida, Raimundo y María-Rosa, de Borgesy Bioy Casares, con los que nunca perdiócontacto. Raimundo Lida, figura señera delnaciente El Colegio de México, fue posterior-mente colega de Paul Bénichou en Harvard,donde estuvo otro argentino ilustre, amigosuyo, Enrique Anderson-Imbert. También tu-vo trato amistoso en México con MargitFrenk; su afinidad tuvo que ver con el ro-mancero, y con el corrido, que es avatar me-xicano moderno del romancero medieval es-pañol. Impartió un curso sobre este tema enEl Colegio de México, en los años setenta. Enrelación con este aspecto cardinal de su obra,tengo muy presente el último viaje que hizoBorges a París, poco antes de irse a pasar susúltimos meses de vida en la Ginebra de su in-fancia. Dio una charla en el Collège de Fran-ce, y fue a cenar con María Kodama a casa dePaul y Gina Bénichou, a una cuadra del par-

que del Luxembourg y a dos del legendariobulevar de Montparnasse. De sobremesanuestro huésped y su hija cantaron romancesviejos, ante un Borges extático, con su miradaal cielo, bajo los párpados cerrados, comoacostumbraba en circunstancias de intensaemoción. No menos notable que el entornointelectual y humano, la obra escrita de PaulBénichou, retirado (retiro fecundo) en París,en la rue Notre Dame des Champs, donde es-tuvo arraigado desde muchos años entre sussemestres de Cambridge, Mass. (en los quealternaba con Octavio y Marie-José Paz, en elmismo apartamento), aquella obra difícil-mente se puede ponderar como lo merece: lovamos a intentar por haber llegado la hora enque “tel qu’en lui-même en fin l’éternité lechange”, según verso famoso de Mallarmé.

Unas advertencias previas al examen desus libros: la primera observación es que, noobstante la aparente dispersión de los temas(que van del romancero español al romanti-cismo francés, del teatro de Molière a la poe-sía de Nerval y la obra historiográfica de La-martine), el opus crítico de Bénichou ofreceuna profunda unidad. La segunda es que, sibien tratan todos de literatura, sus libros re-basan con mucho los límites de lo que se sue-le entender por historia y crítica literarias. Latercera y última advertencia (quizás la mástrascendente en el clima actual) sería quePaul Bénichou ha sido afectado de “discre-ción teórica aguda”, según acertada expre-sión de su discípulo Jean Molino.

La aportación más trascendente de laobra de Bénichou está expresada con escuetanitidez en el título del volumen de homenajeque le han tributado sus colegas y discípuloscuando se jubiló, en 1982: Le Statut de la litté-rature. Entre el tedio que le inspiraba la histo-ria literaria de la escuela de Lanson, y la insa-tisfacción de la sociología literaria marxista,Paul Bénichou ha sido capaz de abrir unaperspectiva novedosa: a la vez psicología dela creación literaria y análisis de la literaturacomo vehículo de valores sociales, que salvaal sujeto y la intersubjetividad; estos caminosse apartan de la nueva crítica, la explosióndel yo, el deconstructivismo y demás teoríasposmodernas o sencillamente à la mode. Deesta forma se puede afirmar propiamente, co-mo lo sugiere el título del libro-homenaje,que su obra ha sido fundadora de un nuevoestatuto de la literatura, a la vez dentro de la

sociedad y dentro de las mal llamadas “cien-cias humanas” y seudo “ciencias de la litera-tura”. En sus propias palabras: “Puede serque la índole de la obra literaria imposibilite queésta sea objeto de una ciencia rigurosa: he-mos de encararlo con resignación antes queagotarnos en simular lo imposible”. El reco-nocimiento tributado a Bénichou en París, en1982, se señala por la excepcional calidad delos contribuyentes, además de una Tabulagratulatoria de más de ochenta nombres deautorizados especialistas de literatura. LaSorbona y la Universidad de Ginebra, famo-sas por sus críticos literarios, son las más re-presentadas en este florilegio; la edición estu-vo al cuidado de Marc Fumaroli, entoncestitular de la Sorbona, poco después incorpo-rado al Collège de France. Quiero destacarpor contraste la modestia de la postura dePaul Bénichou al recibir y agradecer este tri-buto de admiración, acto que se verificó enuna casa del siglo XVII, situada en Le Marais(un instituto de la Sorbona que, en la fecha,estaba a mi cargo), centro de la vida parisinadel grand siècle, prístino objeto de sus investi-gaciones.

De hecho, su primer libro, Morales dugrand siècle, fue terminado por él en la patriachica de Cyrano, en Bergerac, en el momentode peor abatimiento de la Francia moderna,agosto de 1940, en los antípodas de la Franciatriunfante del Rey-Sol, la que se conoce comole grand siècle. Por esta circunstancia, el librono salió a la luz pública (Gallimard) sino has-ta 1948. Esta obra maestra está al alcance delpúblico de habla española, en la traducciónde Aurelio Garzón del Camino, bajo el títulomás explícito de Imágenes del hombre en el cla-sicismo francés, publicación que se ha de tribu-tar a ilustrados escritores que estuvieron a lacabeza del Fondo de Cultura Económica: JoséLuis Martínez y Jaime García Terrés, respec-tivamente director general y gerente literario,dado que su primera edición se remonta a1984 (actualmente el libro está en reimpre-

sión). Según lo declara el título original, setrata de moral, o mejor dicho de los distintossistemas de valores que compitieron en el si-glo XVII francés: la moral heroica de Corneille,la dialéctica de Pascal en relación con el jan-senismo, la revolución de la tragedia que sig-nificó el teatro de Racine, el desnudamientode los prejuicios en la comedia de Molière. Elanálisis de personajes como Don Juan y Tar-tuffe, temas trillados por la historia literariafrancesa anterior, es novedoso en la visiónoriginal de Bénichou. Merecerían citarse to-das sus acuciosas disquisiciones sobre la rela-ción entre la moral cristiana y la moral aristo-crática, la radical diferencia del jansenismocon el luteranismo, la indulgente humanidadde Molière. Valga la siguiente cita como sim-ple muestra: “Lo que hace hoy todavía lagrandeza de los siglos clásicos es el hecho deque en ellos se desarrolló una filosofía mo-ral, que daba a la humanidad su verdaderovalor. [...] El humanismo clásico no perdió ja-más realmente el recuerdo de la caballería.Además, pronto mostró, al desarrollarse, suíndole completamente moderna. [...] El desa-rrollo de este humanismo moderno, con todolo que llevaba en sí de audacia en la conquis-ta de la lucidez y de la felicidad, acabó porponer abiertamente en peligro la suma deideas y de creencias tradicionales sobre lascuales seguía viviendo la sociedad europea”.

Otra de las obras de Paul Bénichou seríamás que suficiente para darle fama a un his-toriador de la literatura o mejor dicho la cul-tura y la sociedad en simbiosis, la que se titu-la: Le Sacre de l’écrivain, publicada en París porCorti en 1973. La Librairie José Corti, situadafrente al jardín del Luxembourg, no tiene nimucho menos la importancia de Gallimardcomo casa editorial, pero ha sido en vida desu dueño el rendez-vous de la vanguardia lite-raria parisina. Entre los habitués se cuentanHenri Michaux, Etiemble, Maurice Blanchot,Gaëtan Picon, Roger Caillois, Michel Leiris,por no hablar de escritores no considerados

LA GACETA

8

extranjeros, como Milosz y Octavio Paz. Serpublicado por Corti fue durante los deceniosde posguerra garantía de calidad y prestigio.La versión española (del mismo traductor)que ha publicado el FCE en 1981 es, como seve, anterior a la del primer libro de Bénichou.Su título: La coronación del escritor (1750-1830).Ensayo sobre el advenimiento de un poder espirituallaico en la Francia moderna (en reimpresión). Yodiría tal vez La consagración del escritor, pues deeso trata propiamente: la sacralización de lafunción del escritor en la sociedad, como sus-tituto del predicador eclesiástico. En otrostérminos, se trata del análisis del fenómenoespiritual y literario que se conoce como elromanticismo, expresión simplificada comolo pone de manifiesto el estudio de Bénichou.Uno no sabe qué admirar más, si la acumula-ción de datos que supone años compulsandorevistas antiguas y libros olvidados de la Bi-blioteca Nacional de París, o el arte de relacio-narlos para revivir cenáculos intelectuales yliterarios de la vida parisina de los primerosdecenios del siglo XIX. Por su riqueza de in-formación, y la variedad y agudeza de susenfoques, este libro sería (si no fuera el se-gundo en la serie de sus iluminadores traba-jos) “la consagración de Bénichou” comopríncipe de la historia literaria. Ejemplar es,entre otros aspectos, la evocación de un fenó-meno generacional, como Les Jeunes France,siguiendo su rastro hasta el movimiento su-rrealista, en su malogrado intento de conse-guir “la fusión entre la revolución de los poe-tas y la de los políticos”.

Sería de desear poder citar páginas ente-ras de aquella obra que constituye una radio-grafía espiritual e ideológica de Francia enuna época en que todo lo francés seguía sien-do, como en los dos grandes siglos, el XVII deDescartes y el XVIII de Voltaire, paradigmacultural y barómetro político de la Europaentera, que era entonces el centro del mundo.Naturalmente una parte del libro está dedica-da a “los comienzos de la gran generación”:Vigny, Hugo y Lamartine; sobre este temaobvio no vamos a detenernos ahora, porqueBénichou lo retoma posteriormente en otroensayo. Su aportación más original ha consis-tido en revelar cómo el romanticismo nacióde la confluencia de una corriente contrarre-volucionaria (procedente de Chateaubriand yBallanche) con otra liberal (la de Senancoury Madame de Staël). Otra gran operación derescate literario que le debemos es la de losllamados “románticos menores” (les petits ro-mantiques): Philotée O’Neddy, Charles No-dier y Gérard de Nerval. Los dos últimosnombrados fueron germanistas y bebieron elromanticismo alemán de la fuente original, lade Novalis, entre otros. En este aspecto sepuede considerar el gran libro de Bénichoucomo simétrico de otra obra maestra de lahistoria literaria: L’âme romantique et le rêve,de Albert Béguin, significativamente publica-

LA GACETA

9

Turner Publicaciones de Espa-

ña y el Fondo de Cultura Eco-

nómica han iniciado la publica-

ción de Noema, colección de

libros de ensayo de cuyo pri-

mer título, Cinco días en Lon-

dres, mayo de 1940. Churchill

solo frente a Hitler, de John Lu-

kacs, reproducimos en esta Ga-

ceta un fragmento. Otros de los

siguientes títulos serán Una fá-

bula del arte moderno, de Dore

Ashton, El caso Freud. Mentira

en el origen del psicoanálisis,

de Han Israëls, Certidumbre y

recelo. Frente a la tradición lite-

raria de Homero a Brecht, de

Gabriel Josipovici, Conversa-

ciones con Picasso, de Brassaï

y Propiedad y libertad, de Ri-

chard Pipes.

�Recibimos algunos de los últi-

mos títulos de Tusquets Edito-

res: El amante de Janis Joplin,

de Élmer Mendoza, La rumba de

Lázaro, de Ernesto Mestre, Vivi-

ré con su nombre, morirá con el

mío, de Jorge Semprún, Por su

nombre, de Álavaro Uribe, y La

escuela del dolor humano de

Sechuán, de Mario Bellatín, a

quien enviamos una felicitación

por haber obtenido este año,

merecidamente, el Premio Xa-

vier Villaurrutia por su novela

Flores, publicada por Joaquín

Mortiz.

�También de Tusquets recibimos

Daniel Cosío Villegas. Una bio-

grafía intelectual, escrita por

Enrique Krauze, autor de las

Biografías del poder, publica-

das por nuestro sello editorial.

Recientemente, el FCE también

do también por José Corti en 1946. El libro deBéguin fue traducido al español y publicadotambién por el Fondo de Cultura Económica,probable sugerencia de Octavio Paz, gran ad-mirador de esta obra que lo ha inspirado.Además, Corti había publicado, en 1945, uncorto ensayo del mismo Béguin sobre Gérardde Nerval; escrito que también salió en el FCE,en los mismos años que las obras de Béni-chou. Pero la obra y la vida de “el pobre Le-lian” (como se autodenominaba Gérard) estema de una excepcional riqueza; Bénichouexploró otros aspectos con otra mirada. Seríavana pretensión reseñar todo lo novedoso deun libro como La coronación del escritor que,tanto por la abundancia de la documentacióncomo por la riqueza de ideas, no se deja resu-mir. De las “Reflexiones finales” del autor,entresacamos la siguiente: “La literatura quellevó en sí una nueva manera de ver el mun-do es también una nueva manera de ver al es-critor. A este respecto los años revoluciona-rios marcaron igualmente un viraje. La Filosofíade las Luces había consagrado al Literato,pensador y publicista. El espiritualismo delsiglo XIX consagra al Poeta”.

Ahí no para la reflexión de Bénichou, da-do que cuatro años más tarde publicó en laprestigiosa colección Bibliothèque des Idées(Gallimard) otra hoja de lo que aparece ya nocomo tríptico sino como tetralogía, como lofue indudablemente en la intención del au-tor; recuerdo, ahora que me lo recuerda Syl-via, que me lo dijo cuando me regaló el se-gundo libro: Le Temps des prophètes. Doctrinesde l’âge romantique (París, 1977), en el que seilustra con figuras ejemplares y se profundi-za al mismo tiempo Le Sacre de l’écrivain. Eltercer análisis del romanticismo francés estádedicado (no podía faltar) a “les grands ro-mantiques”, o los triunfantes: Lamartine,Vigny, Hugo, llamados por Bénichou (reto-mando una famosa expresión contemporá-nea) Les mages romantiques (Gallimard, 1988),libro seguido cuatro años más tarde de lo quese puede considerar la vertiente opuesta delromanticismo, la de los escépticos y los pesi-mistas: Sainte Beuve, Musset, Nerval, Gau-tier, reunidos bajo el título evocador: L’écoledu désenchantement (Gallimard, 1992), esto es,“La escuela del desencanto”. De tal modoque si se consideran sus obras mayores, in-cluyendo Le Grand siècle y la tetralogía ro-mántica, éstas nos aparecen en conjunto comouna historia literaria, moral y espiritual deFrancia, entre el reinado de Luis XIII, iniciadoen 1610, y la Revolución de 1848. El eje de sureflexión en estas etapas sucesivas ha consis-tido en mostrar la continuidad existente entredos siglos, el XVII y el XVIII, que los historiado-res de la cultura solían oponer hasta que éldestacara la evolución moral que conducedel Humanismo renacentista a la Ilustración.Por otro lado, Bénichou sacó a luz las raícesreligiosas de una época, el siglo XIX, que una

tradición laica positivista se había esforzadopor “racionalizar” contra la evidencia. Elinolvidable estudio del mito de Byron, entreotros hermosos capítulos, es muestra esplén-dida del talento de Bénichou como analistade fenómenos de mentalidad.

En otra dirección, desde muy joven PaulBénichou tuvo curiosidad por el romancero,precisamente el romance judeo-español, quesu madre y su tía de Tetuán, de familia sefar-dí, solían cantar en su casa de Tlemcen (Arge-lia), su ciudad natal. De forma por así decircomplementaria se interesó “desde siempreen ‘la vieille chanson française’, debido alprestigio edénico que tenían las estaciones,los pueblos y las figuras femeninas de la me-trópoli en la imaginación de un escolar deOrán, contemplando los grabados de sus ma-nuales” (Réflexions...), en las propias palabrasdel autor. Orán, patria de sus casi exactoscoetáneos Albert Camus y Emmanuel Robles,ambos con antepasados españoles como él;Orán, donde el hermano de Paul Bénichoufundó el colegio laico privado más afamadode aquella segunda capital de Argelia “de ha-bla francesa y de cultura española”. De la pa-sión juvenil de Paul surgieron decenios mástarde tres libros, publicados con poca distanciauno de otro; los dos dedicados al romanceroretomaron o ampliaron artículos anteriores.Así es el caso del Romancero judeo-español deMarruecos, salido en Madrid (Castalia, 1968),y del mismo año: Creación poética en el Roman-cero tradicional, editado por la prestigiosaGredos. Dos años más tarde, Bénichou publi-có, en francés, de nuevo en la editorial JoséCorti, Nerval et la chanson populaire. Así en-troncan sus estudios de literatura españolacon los de literatura francesa. Démosle la pa-labra para aclarar un interés tan distante de“la gran literatura” que fue objeto de susobras más conocidas : “Yo admiraba esta elo-cución sin traba, esta distancia milagrosa-mente anulada entre el habla más común y laprofundidad poética; privilegio, por lo visto,de la sola canción oral, puesto que las velei-dades de imitación de los más grandes, comoLope de Vega y Gérard de Nerval, siempre setraicionan por alguna que otra nota falsa quearruina la ilusión”. Como para concluir suanálisis, afirma que el modo de transmisióndel romance y la chanson, con las incontablesvariantes que introduce, es la creación mis-ma. A contracorriente de las ideas más difun-didas al respecto (véase a Menéndez Pidal y aCoireau) escribe lo siguiente: “Así la impor-tancia particular en esta clase de poesía, deuna materia sujeta a unas modificaciones me-cánicas o fortuitas, no hace más que ponermás de relieve la acción decisiva de un espíri-tu, de un sujeto activo, y responsable al fin yal cabo de lo esencial... Se puede naturalmen-te, imitando una fórmula hoy aplicada a undominio contiguo, decir que la poesía oral ‘sepiensa a sí misma’. El anonimato de la legión

Cuatro novelas

� Seymour Menton

de autores daría buen pretexto a esta fórmu-la hiperbólica y metafórica, pero con todo es-te autor existe, y es él el único que tiene la ca-pacidad de pensar y que nos habla de susobras; como en toda obra humana, habla elartesano y ruega que se le escuche”. ¿Y qué ar-tesano superior, mejor dicho artífice del len-guaje, al que ha pretendido “dar sentido máspuro al lenguaje de la tribu”, el poeta simbo-lista finisecular Stéphane Mallarmé? No fuecasualidad sino desarrollo armónico de suobra crítica, el que el último libro publicadopor Bénichou en los noventa fuera Selon Ma-llarmé (Gallimard), exégesis iluminadora delos famosos sonetos oscuros de Mallarmé, co-mentados uno por uno. Sin pretender resu-mir este insuperable comentario, digamosque ahí se demuestra que la oscuridad de laexpresión no es efecto en Mallarmé de un re-buscamiento de estilo decadentista, sino re-flejo de la oscuridad del ser mismo. Pudieraexclamar al final de la lectura el autor de Uncoup de dés (obra traducida al español comoOtra proeza, por Octavio Paz). “Je ne suis plusle Stéphane que tu as connu.” El Mallarmé deBénichou ha tenido tal éxito que ya se ha ree-ditado en libro de bolsillo (Collection Poche,de Gallimard), hecho insólito para la glosapoética.

En las “Reflexiones teóricas” (su primer yúnico ensayo de esta índole) que encabezanel libro de homenaje, Bénichou ya tendió unpuente entre literatura escrita y poesía oral:“Toda refundición es, primero que nada,emulación y choque de variantes; ahora bien¿qué es una revolución literaria, si no es re-fundición, empresa en escala generacional?¿Y qué es la historia de una literatura, si no esla de sus sucesivas revoluciones?” La cons-tancia de los intereses de Paul Bénichou paraciertos aspectos de la literatura, y su deseo deretomar temas y autores y profundizar másen ellos, me lo confirma una confidencia desu hija, Sylvia: cuando nos arrebató la muer-te a su padre, él seguía dedicando diarias ho-ras de labor a explorar de nuevo la obra deGérard de Nerval, escrito inconcluso del queya quedan unas cien cuartillas, que aparece-rán como su testamento literario.

��Tomado de Caminata por la narrativalatinoamericana, que publicaremos

próximamente. El origen de este textofueron varias conferencias dictadas en

abril de 1998 en la Catholic University ofAmerica y en la University of Maryland.Del autor hemos publicado la antología

El cuento hispanoamericano, Historia delrealismo mágico y La nueva novela

histórica de América Latina, 1979-1992.

Hoy, cinco años después de la pu-blicación de mi libro Latin Ame-rica’s New Historical Novel, losdatos empíricos indican que la

novela histórica sigue en auge. Desde 1993 sehan publicado por lo menos cuarenta novelashistóricas. Además el hecho de que se hayaotorgado en 1997 el Premio Rómulo Gallegosa Ángeles Mastretta por su novela sobre laRevolución mexicana Mal de amores atestiguala alta calidad de algunas de las últimas no-velas históricas.

En vez de intentar una visión panorámicade la novela histórica en el último quinque-nio, prefiero concentrarme en un cuarteto denovelas, dos de las cuales son colombianas.Igual que varios cuartetos de ópera, ésteconsta de dos voces masculinas y dos femeni-nas. Las novelas de los dos hombres cabendentro del registro de la Nueva Novela His-tórica. En cambio, las de las dos mujeres sonmás tradicionales pero también tienen su as-pecto moderno, el feminismo. Las dos nove-las escritas por hombres transcurren princi-palmente en la Europa del siglo XVIII yprincipios del XIX mientras las novelas escri-tas por las mujeres transcurren en la primeramitad del siglo XX, en México y en Colombiarespectivamente. Las dos nuevas novelas his-tóricas son Rasero (1993), primera novela delquímico mexicano Francisco Rebolledo, naci-do en 1950, y El insondable (1997) del crítico ynovelista colombiano Álvaro Pineda Botero,quien nació en 1942 y se doctoró en la SUNY,Stony Brook. Las dos novelas son relativa-mente largas (630 y 460 páginas), complejas ymuy bien documentadas.

En mi libro de 1993 destaco seis rasgos dela Nueva Novela Histórica que la distinguenclaramente de la novela histórica tradicional

LA GACETA

10

basada en la fórmula de Walter Scott. Noobstante, como desconfío de las teorías dog-máticas, tengo que confesar que todos los seisrasgos no se encuentran en cada una de lasnuevas novelas históricas. Uno de los rasgosprincipales es que los protagonistas de lasnuevas novelas históricas son personajesmuy conocidos como Cristóbal Colón, FelipeII, Goya, Maximiliano y Carlota. Por lo tanto,el hecho de que Simón Bolívar sea el protago-nista de El insondable no debe asombrarnosen absoluto. En cambio, ¿cómo me atrevo aponerle la misma etiqueta a Rasero cuyo pro-tagonista es un personaje ficticio? Fausto Ra-sero es un noble español, calvo y libertino,que pasa la mayor parte de su vida en laFrancia del siglo XVIII. La justificación es quesiete de los nueve capítulos llevan como títu-lo el nombre de un personaje histórico quecobra vida en sus encuentros con Rasero: Di-derot, Voltaire, Mozart, Madame Pompa-dour, el químico Lavoisier y Goya.

Los dos capítulos que no siguen esta pau-ta reflejan en el sentido del humor del autory, por lo tanto, contribuyen al concepto bajti-niano de lo carnavalesco, rasgo número dosde las nuevas novelas históricas. El capítulodos se llama Damiens, nombre que casi nin-gún lector podría reconocer. Es el hombreque apuñaló al rey Luis XV, pero sólo con laintención de herirlo. En cambio, el capítulocinco se titula Mariana, nombre de la actrizmexicana ficticia, viuda virgen del virrey vie-jo. Rasero se enamora profundamente de elladurante un concierto del pianista niño Wolf-gang Amadeo Mozart. La importancia deMariana para Rasero es que le enseña la dife-rencia entre el gozo sexual y el amor verda-dero. Antes de conocerla, Rasero disfrutabade una serie de conquistas sexuales relativa-mente fáciles pero con una particularidadcarnavalesca única y muy apropiada para unhombre nombrado Fausto: sus orgasmos vanacompañados de visiones del futuro. Estasvisiones acaban por explicarse en el capítulofinal de la novela por medio de un ejemplode la metaficción, tercero de los seis rasgos tí-picos. Fausto Rasero escribió un libro titula-do Por qué os desprecio, con dibujos de Goya,en el cual expresa su desprecio por la huma-nidad por los estragos que ha causado en elmundo: los excesos de la Revolución france-sa, los horrores de los campos de concentra-ción de los nazis, la destrucción de Hiroshi-

LA GACETA

11

editó en su colección Tezontle

la Iconografía de Cosío Villegas,

uno de sus fundadores, con una

presentación del propio Krauze,

el archivo de Emma Cosío Ville-

gas, la investigación iconográfi-

ca de Alba C. de Rojo y una bio-

bibliohemerografía de Adolfo

Castañón.

�Otra novedad editorial es el li-

bro de Julián Meza, Retrato de

familia con economista, publi-

cado por Ediciones Coyoacán.

Se trata de una serie de textos,

algunos publicados y otros iné-

ditos, reunidos alrededor de las

preocupaciones de los últimos

años del siglo XX. Como algún

otro de sus libros, en éste vuel-

ve a meter en la arena a los cán-

didos y los tartufos.

�Leemos en La Jornada que el

periódico suizo Le Temps mul-

taría con cinco francos suizos

(casi treinta pesos mexicanos) a

sus periodistas por cada falta

de ortografía o sintaxis que co-

metieran durante febrero. Como

editores que somos, difícilmen-

te podríamos lanzar aquí pie-

dras que no nos regresaran de

inmediato. Sin embargo, a costa

de nuestros salarios, valdría la

pena castigar una falta ortográ-

fica o sintáctica siempre y cuan-

do modifique el sentido de un

texto: un no por un nos que

bien puede hacer que la Ontolo-

gía de Hartmann se acerque a la

Fenomenología del espíritu de

Hegel.

ma por la bomba atómica, las atrocidades dela Guerra de Vietnam, la masacre de Tlatelol-co en 1968 y los efectos deshumanizadores detodas las ciudades modernas.

El hecho de que estos desastres ocurran através de los siglos revela un cuarto rasgo dela Nueva Novela Histórica: la novela no se li-mita a la recreación mimética de cierto perio-do histórico. También puede proyectar, comoalgunos cuentos de Borges, ciertas ideas filo-sóficas que se pueden aplicar a todos los pe-riodos del pasado, del presente y del futuro.Además de las visiones orgásmicas del futu-ro experimentadas por Rasero, el tiempo no-velístico hasta se cambia brevemente al futu-ro en los dos últimos capítulos. En el capítuloocho, titulado Robespierre y dedicado a la Re-volución francesa, Rasero se despierta una ma-ñana para encontrarse en el año 1989, justa-mente en el bicentenario de la Revolución, peroeste viaje al futuro termina rápidamente paraRasero. Vuelve a 1789 y se encuentra personal-mente con toda una variedad de personajeshistóricos relacionados con la Revolución: La-fayette, Mirabeau, Marat, Danton, Saint-Just,Robespierre y el pintor Jacques-Louis David.

En realidad, sólo en el capítulo final, titu-lado Goya, se desarrolla ampliamente la al-ternación entre pasado, presente y futuro. Ala edad de ochenta y ocho, en el año 1812, Ra-sero vive en Málaga, y recuerda cómo cono-ció a Goya en 1796 y cómo ha crecido su amis-tad a través de los años. En el futuro, elnarrador Francisco —así se llama el autor—cuenta cómo se le murió el papá en 1966, de-jándole una buena herencia que le permitiráescribir su novela en México, otro ejemplode la metaficción. Su esposa Mariana, igualque la actriz del siglo XVIII, trabaja en el tea-tro. Viajan a un pueblo de España para ver lacasa que Francisco ha heredado y ahí descu-bren los retratos de Fausto Razero [sic] y deotros antepasados junto con el descubrimien-to de una edición del Apocalipsis de SanJuan, ilustrado por el pintor francés del sigloXVIII François Boucher. Estos descubrimien-tos confirman la identificación del personajenovelístico Fausto Rasero con su creador, elquímico y novelista mexicano Francisco Re-bolledo: “Me siento como si estuviese metidoentre dos espejos; voy y vengo, vengo y voy;es el futuro que llega para hacerse pasado,que vuelve a ser futuro” (631-632).

Puesto que casi el noventa por ciento dela novela ocurre en el pasado, este salto finalal futuro no amenaza en absoluto su identi-dad como novela histórica. En cambio, la ca-racterización de Mariana como una mujer li-berada con una tremenda curiosidad porexplorar todos los niveles de la sociedad pa-risiense refleja a la nueva mujer de fines delsiglo XX. Hasta se empeña en hablar con el ca-rretero que recoge los excrementos, sobre to-do de los ricos porque valen más, por la cali-dad de lo que digieren.

En cuanto a los otros dos rasgos de laNueva Novela Histórica que no he identifica-do en Rasero, veámoslos brevemente. Mien-tras Los perros del paraíso de Abel Posse y otrasmuchas nuevas novelas históricas distorsio-nan la historia por medio de omisiones, exa-geraciones y anacronismos, Rasero se destacamás que nada por su recreación convincentede los sucesos y los personajes históricos dela época. La enorme documentación históricanunca llega a abrumar al lector ni empalaganni fastidian las descripciones detalladas, co-mo ocurre a veces, por ejemplo, en El siglo delas luces de Alejo Carpentier, para citar otranovela histórica ubicada en la misma época.El otro rasgo típico que no se encuentra enRasero es la intertextualidad que puede variardesde la participación muy breve de perso-najes de otras novelas, como en Cien años desoledad, hasta el palimpsesto o reescritura to-tal de otra obra, como El mundo alucinante(1969) de Reinaldo Arenas basada en las Me-morias de fray Servando Teresa de Mier y Laguerra del fin del mundo de Vargas Llosa basa-da en Os Sertôes de Euclides da Cunha.

El gran parentesco entre El insondable yRasero proviene principalmente de la re-creación realista de un periodo importantede la historia de Europa. Los protagonistas delas dos novelas asisten a los salones cultu-rales de París donde conocen a algunas per-sonas renombradas y se dejan asediar poruna variedad de mujeres. A pesar de estarlimitada la estadía en Europa de Bolívar aunos cuatro años, de 1802 a 1806, viaja másque Rasero, por Austria, Italia, Inglaterra,España, Portugal y Francia. Lo acompañasu tutor Simón Rodríguez, nombrado JoséCarreño en la novela. Los capítulos narra-dos por Carreño y destinados al canciller deInglaterra llevan el título de “José”. En con-traste con Rasero, no se destacan tanto losotros personajes históricos. Bolívar conocea Beethoven, a Alejandro von Humboldt y aAlessandro Manzoni pero la novela dedicamás páginas a las descripciones de los per-sonajes tanto rurales como urbanos, sobretodo de Francia, Italia y Austria. AunqueBolívar nunca llega a conocer personalmen-te a Napoleón Bonaparte, asiste a sus doscoronaciones (París y Milán) y queda pro-fundamente impresionado e intrigado porel héroe o antihéroe francés. Aunque Bolí-var se disgusta con el “servilismo de los se-ñorones”, en una de las secciones ubicadasen 1830, su alter ego lo critica por haber teni-do la desfachatez de invocar a Napoleón co-mo modelo con el pretexto de “controlar elcaos con la dictadura”. El título de la nove-la, El insondable, se refiere precisamente aese carácter dialógico de Bolívar.

Mientras el carácter experimental de Ra-sero proviene en gran parte de las visiones or-gásmicas del futuro, el carácter experimentalde El insondable refleja la idea filosófica de

Borges de que la historia es inconocible(“Historia del traidor y del héroe”). En efecto,las breves secciones tituladas “Simón”, quese intercalan con frecuencia a través de todala novela, constan de diálogos en 1830 entredos personajes no identificados de nombreque representan al Bolívar glorioso de la his-toria y a su alter ego/contrincante que cuestio-na algunas de sus decisiones y que le recuer-da su lamentable estado de salud. Igual queen El general en su laberinto de García Már-quez y “El último rostro” de Álvaro Mutis,Bolívar evoca ciertos episodios del pasadopero su mayor preocupación es cómo lo re-cordará la historia.

Otra perspectiva sobre Bolívar se en-cuentra en las secciones menos numerosas ti-tuladas “El autor”, en las cuales se comentacómo el canciller británico George Canningcontrató en 1826 a José Carreño para que lerindiera un informe completo sobre el carác-ter de Bolívar. Canning desconfiaba de Bolí-var y quería saber si en realidad Bolívar pen-saba hacerse emperador o dictador de todaSudamérica. El lector también descubre a tra-vés del “autor” cómo éste encontró el diariode María Teresa del Toro, la joven esposa deBolívar, en la Biblioteca Nacional de Bogotá.Las secciones intercaladas del diario se titu-lan “María Teresa” y revelan otra fase de lavida de Bolívar, la del hacendado rico rodea-do de esclavos.

El gran desafío para Álvaro Pineda Bote-ro al emprender todavía otra versión nove-lesca de Bolívar fue establecer su originali-dad. El proyecto se dificultó aún más por lasmuchas escenas ubicadas en 1830 en SantaMarta, también presentes en El general en sulaberinto de García Márquez. No obstante, Elinsondable se destaca por su concentración enlos años preheroicos de Bolívar, 1802-1806, y

por la ágil alternación de los cinco puntos devista.

Las dos novelas femeninas del cuarteto seasemejan todavía más que las masculinas.Las dos novelistas, igual que Pineda Botero,tuvieron que esforzarse por crear una nuevaversión novelesca de un tema ya bastantecultivado. Las dos escogieron el fenómenohistórico nacional más importante del sigloXX: la Violencia para Colombia y la Revolu-ción para México. Aunque ya se habían pu-blicado decenas de novelas y tomos de cuen-tos sobre los dos fenómenos históricos, lasdos novelistas se distinguen de sus anteceso-res famosos en que ellas no presenciaron lossucesos y por lo tanto escriben desde unaperspectiva histórica. La mexicana ÁngelesMastretta nació en 1949 mientras la colombia-na Silvia Galvis debe haber nacido en losaños cincuenta. Aunque las dos novelas cap-tan o aluden a una gran variedad de sucesoshistóricos, también denuncian la violenciahistórica que atribuyen a los hombres y pre-sentan la lucha de sus protagonistas femeni-nas por liberarse.

Entre las novelas de la Violencia colom-biana, ¡Viva Cristo Rey! (1991) se destaca porabarcar un periodo cronológico mucho máslargo. Mientras la mayoría de los historiado-res y narradores colombianos señalan 1946como el comienzo de la Violencia con la elec-ción como presidente del conservador Maria-no Ospina Pérez, ¡Viva Cristo Rey! se remontaa la Guerra de los Mil Días (1899-1902) paratrazar el antagonismo entre los conservado-res apoyados por los terratenientes y la Igle-sia y los liberales anticlericales hasta el pactode 1958 entre los dos partidos. No obstante,conforme con la fórmula de Walter Scott pa-ra la novela histórica, los protagonistas y to-dos los personajes secundarios son ficticios.

LA GACETA

12

Ni se mencionan de nombre las figuras histó-ricas más importantes. A Jorge Eliécer Gai-tán, el líder carismático del ala izquierda delPartido Liberal cuyo asesinato en 1948 provo-có el Bogotazo, se le nombra sencillamente elCaudillo. A Laureano Gómez, el conservadorderechista elegido presidente en 1950, se lellama el Basilisco Exterminador.

A pesar del poco énfasis que se les da a loslíderes políticos nacionales, ¡Viva Cristo Rey!presenta una historia social de Colombia en laprimera mitad del siglo XX concentrada enla historia de dos pueblos ficticios de nombrehumorístico: Onán e Himeneo. Como los li-berales constituían la mayoría de la pobla-ción de Onán, los conservadores se dieroncuenta que nunca podrían ganar una eleccióny decidieron fundar otro pueblo, Himeneo,cuyo nombre fue escogido para recordarconstantemente a los habitantes su necesidadde reproducirse para poder competir con losliberales.

Los personajes ficticios se dividen tantoentre liberales y conservadores como entrehombres y mujeres. Partidaria de los liberalessin ser incondicional, la autora los divide en-tre los Mansos, que son tan moderados queaceptan la autoridad del papa, y los Tercos,que son enemigos declarados de la Iglesia. Ellíder de los Tercos muere a la edad de noven-ta y uno sin haber entrado nunca en una igle-sia. Aun se celebró su matrimonio estando élen el atrio mientras la novia se arrodillaba so-la frente al altar. Los dos grupos de liberalesrespaldan los derechos de los obreros y de lospobres en general. Denuncian el imperialis-mo de los Estados Unidos y abogan por unareforma agraria y por la educación públicalaica. Los conservadores, en cambio, se iden-tificaban con los grandes latifundistas y laIglesia y se empeñan en mantener el statusquo. Su representante odioso es el hacendadoNapoleón Guerrero, que no tiene ningún re-paro en violar esposas e hijas de sus peonessin ningún reconocimiento de los niños ilegí-timos. Sus hijos legítimos, José Beatriz y Fa-raón, llegan a ser respectivamente el senadorconservador más importante y el obispo deOnán e Himeneo.

Aunque el armazón de la novela pareceser el conflicto entre los dos partidos políticosque produjo la Violencia, de cierta manerasería más acertado caracterizar la novela deBildungsroman de Rosalía Plata con reminis-cencias nada disfrazadas de Cien años de sole-dad. La misma narradora afirma al final delcapítulo treinta y ocho: “De que la vida inédi-ta de Rosalía Plata no se pierda en la marañade la historia, es que se trata este relato de re-cuerdos de Onán”. Tanto Rosalía como su fu-turo amigo, novio y marido Alejo Coronado,nacieron en 1898. Alejo, huérfano, se cría encasa de su tía Flora Coronado, maestra delpueblo, quien por su actitud de mujer libera-da, llega a ser modelo para Rosalía. A los

quince años, Alejo se matricula para estudiarleyes y comienza su carrera política comoTerco mientras a Rosalía su mamá la internaen un colegio católico de Bogotá después dedescubrir las cartas apasionadas de Alejo.

Rosalía se queja “con furor uterino” a Flo-ra acerca del régimen y de las enseñanzas delcolegio: una mujer fuerte no sirve ni para es-posa ni para madre. Después de la muerte desu mamá, Rosalía abandona el colegio, lee lapoesía erótica de Alfonsina Storni, de JuanaIbarborou y de Delmira Agustini y emprendela misión de “redimir la pobreza”. Sin embar-go, después de casarse con Alejo, éste, a pe-sar de su liberalismo, insiste en el papel tradi-cional de la esposa. No permite que Rosalíalo ayude en su campaña para senador dicien-do que las mujeres ni tienen el derecho delvoto y que debería respetarse el dicho de:“las señoras en la casa y los hombres en laplaza”. Por mucho que se haya liberado Ro-salía, sigue enamorada de Alejo a pesar desus infidelidades antes y después del matri-monio: “No puedo vivir sin él y con él la vidaes agonía”. Esa contradicción es todavía másasombrosa teniendo en cuenta que Rosalíaaprecia el amor sincero y serio de otro corre-ligionario político.

Una situación paralela en una capa socialmás baja se presenta a través del diario de Vi-sitación Jinete, cuyas selecciones constituyensiete de los cuarenta y ocho capítulos de lanovela. Hija de uno de los peones de Napo-león Guerra, éste la violó cuando tenía cator-ce años. Al resultar embarazada, la interna-ron en el mismo colegio de Bogotá conRosalía, donde se hacen amigas. Luego, unamigo de Alejo la enamora, finge casarse conella en un simulacro de ceremonia nupcial yla abandona después de que resulta embara-zada otra vez. El senador conservador JoséBeatriz “le tiene compasión” y la coloca en elburdel de Onán. Para la sorpresa de los lecto-res, al fin de la novela, Visitación acaba poralcanzar la felicidad: su hija se recibe demaestra y ella deja el burdel para vivir en ca-sa de Rosalía.

La novela termina con una condena im-plícita de los hombres, que son los responsa-bles por la Violencia, y una reafirmación ex-plícita del anticlericalismo de la autora. ElPacto de 1958 se celebra con un abrazo públi-co entre los enemigos a muerte: Alejo Coro-nado, liberal, y José Beatriz Guerrero, con-servador. Al ver el abrazo histórico portelevisión, Visitación, cuya madre fue deso-llada viva, no puede alegrare por la resolu-ción del conflicto. Más bien siente asco por lahipocresía de los hombres. Poco después secomenta la ascensión al cielo de la hermanamonja de Rosalía. La incrédula Rosalía afir-ma con incertidumbre que “Amelia se murióde hambre, de tanto ayunar por el amor delDivino Esposo; lo demás son inventos de lasmonjas para reclutar ingenuas”.

La huella de García Márquez en estas pa-labras es obvia. Para eliminar cualquier du-da, la primera amante de Alejo se llama Sole-dad Márquez. Además, en 1996, la autorapublicó un libro titulado Los García Márquezbasado en entrevistas con nueve de los diezhermanos del novelista. Sin embargo, el se-ñalar la presencia de García Márquez en ¡Vi-va Cristo Rey! no implica una crítica de miparte. Esa presencia no es gratuita; no desen-tona en absoluto con el contenido y la formade toda la novela. En cambio, si por una par-te ameniza la lectura, por otra parte reduce elimpacto dramático de la Violencia, en con-traste, por ejemplo, con otras dos novelas, nohistóricas, totalmente desprovistas de hu-mor: El día señalado (1963) de Manuel MejíaVallejo y Cóndores no entierran todos los días(1971) de Gustavo Álvarez Gardeazábal.

Mal de amores de Ángeles Mastretta, lacuarta voz del cuarteto, también podría con-siderarse un Bildungsroman feminista que tra-za la vida de su protagonista desde fines delporfiriato en Puebla —ella nace en 1892—hasta la presidencia de Álvaro Obregón(1920-1924).

Como Rosalía Plata, Emilia se enamorade su amigo de la niñez, Daniel Cuenca, y tie-ne de modelo a una mujer mayor. Emilia si-gue los consejos de su tía soltera Milagros,quien apoya su amor por Daniel a través detoda la novela. Milagros demuestra su inde-pendencia participando activamente en lapolítica, en este caso, la campaña antirreelec-cionista, y llegando a instalarse en la casa delpoeta Rivadeneira, a quien quiere, aunque lasemana anterior rechazó su propuesta de ma-trimonio con palabras que recuerdan las deAmaranta en Cien años de soledad: “—¡Rivade-neira querido, lamento decirte que ya enveje-cimos!”

Emilia se retrata como una mujer másmoderna y más liberada que Rosalía. A losdiecisiete años se hace amante de Daniel. Loque sorprende aún más es que los padres deella permiten que los jóvenes vivan en su ca-sa. Otro paralelismo con ¡Viva Cristo Rey! esel conflicto entre la vida personal y la vidapública del novio/amante. A Emilia le des-pierta celos la pasión de Daniel por la políti-ca. Él la abandona en distintos momentos dela Revolución, aun después de casarse. Da-niel se distingue, sin embargo, de Alejo Coro-nado, en que no parece ser mujeriego. Ademásde Emilia, sólo le apasiona la Revolución. Encambio, ella, mujer liberada, es capaz deamar a dos hombres. Mientras Daniel andacon las tropas norteñas de Pancho Villa en1910, Emilia se enamora poco a poco de Anto-nio Zavalza, médico inteligente, equilibradoy comprensivo. Ella decide casarse con él pe-ro mientras se está celebrando el compromi-so con una cena en casa de los padres, nopuede resistir la melodía amorosa tocada enla flauta por Daniel y corre a la calle a encon-

LA GACETA

13

trase con él. Después se pone furiosa consigomisma pero, igual que la protagonista colom-biana, por moderna y liberada que sea, nopuede dejar de quererlo. La tía Milagros re-sume concisamente la situación: “—Las mu-jeres no vamos a cansarnos nunca, de perdera los hombres perfectos”. Emilia, no obstante,no pierde a su novio perfecto. Después de va-rios encuentros apasionados pero abreviadoscon Daniel, ella toma la iniciativa y se instalaen casa del médico anunciando a sus padresque es bígama. No sólo sus padres sino tam-bién el doctor Zavalza le perdonan sus bre-ves encuentros con Daniel, que continúan. Enel capítulo final, la narradora revela que para1963 Emilia ya tiene tres hijos pero con ciertotoque de humor, no se revela cuál de los doshombres es el padre.

A pesar del tono de mis últimos comenta-rios y a pesar del título de la novela, Mal deamores, no debería confundirse esta obra deninguna manera con una telenovela. Se tratade una novela histórica seria, muy bien escri-ta, y con una caracterización más desarrolla-da que la de ¡Viva Cristo Rey! El comporta-miento de Emilia puede ser inusitado parauna poblana de esa época. En efecto, es aúnmás atrevido que el de la protagonista deArráncame la vida (1985), la novela anteriorde Mastretta ubicada en los años treinta. Sinembargo, se dan bastantes antecedentes paraque su comportamiento no parezca tan inve-rosímil. A partir de su niñez, Emilia se conge-nia con su papá, farmacéutico autodidacta,criado en una isla por la costa de Yucatán. Supersonalidad alegre y campechana de coste-ño, su gran interés en los sucesos internacio-nales y su liberalismo tanto político como re-ligioso influyen mucho en la formación deEmilia. Su padre, lo mismo que su madre, en-señaban a Emilia de niña que los dioses cató-licos no eran ni mejores ni peores que la dio-sa maya de la luna, que los dioses aztecas oque los dioses griegos. Las ideas de Emiliarespecto a la medicina son también eclécticas.Su papá le enseñó cuanto sabía acerca de lasdrogas farmacéuticas pero también le comu-nicó su respeto por los conocimientos médi-cos de Maimónides. Del doctor Zavalza, Emiliaaprende a aceptar los últimos descubrimien-tos de los médicos austriacos y norteamerica-nos, pero también se informa acerca de lasyerbas curativas que se venden en el merca-do público. Aunque nunca recibe título demédico, Emilia ejerce, sobre todo para ayu-dar a los pobres y a los heridos. Uno de loscapítulos más inolvidables de la novela des-cribe el largo viaje en tren desde Nuevo Leónhasta la capital, durante el cual Emilia coope-ra con una vieja curandera para aliviar el su-frimiento de los soldados.

Igual que en ¡Viva Cristo Rey!, las accio-nes de Emilia como mujer independiente seentretejen con la condena de la muerte y ladestrucción a nivel nacional causadas por

Encuentros

de Juan García Ponce

� Octavio Paz

los hombres. Sin embargo, a diferencia de lanovela colombiana, Mal de amores ofrece unpanorama histórico mucho más detallado yespecífico. Casi la mitad de la novela estáubicada en las dos últimas décadas del por-firiato. El papá de Emilia junto con el papáde Daniel organizan reuniones secretas desu club antirreeleccionista aunque descon-fían del espiritismo de Madero y de sus in-tentos de complacer a las distintas faccionesque integran su movimiento. Se describenlas actividades del maderista Aquiles Ser-dán en Puebla que culminan en su muerte amanos de la policía sólo dos días antes deque estalle la revolución en todo el país. Po-cos meses después, se derrumba la dictadu-ra de Porfirio Díaz y Emilia presencia la en-trada triunfal de Madero en la capital el 7 dejunio de 1911. De ahí en adelante se acelerael ritmo de la novela para reflejar los sucesosrápidos y caóticos de la Revolución. En loscapítulos dieciséis a veintisiete, se describeno se retratan los sucesos claves de la siguien-te década: el golpe militar de VictorianoHuerta seguido del asesinato de Madero; laocupación de la capital por las tropas de Vi-lla y de Zapata; el triunfo final de Carranzay la formulación de la Constitución Revolu-cionaria de 1917; y por fin, la sublevación deObregón contra Carranza, seguida del asesi-nato de éste y la elección de aquél en 1920.

Esta visión histórica de la Revoluciónmuy bien lograda y focalizada a través deuna mujer independiente y liberada comple-menta las visiones masculinas de la Revolu-ción encontradas en las novelas más canóni-cas de México desde Los de abajo (1915) hastaLa muerte de Artemio Cruz (1962)

La continuación del auge de la novelahistórica no se limita a México y a Colom-bia. Argentina también puede jactarse devarias novelas históricas del último sexenio,desde El largo atardecer del caminante (1992)de Abel Posse sobre Cabeza de Vaca y lareescritura en Sevilla de sus Naufragios has-ta Montevideo (1997) de Federico Jeanmaire,novela erótica sobre la estadía de Sarmientoen la capital del Uruguay. En los EstadosUnidos, una novela histórica tradicionalaparece en la lista de best-sellers del NewYork Times desde hace unas cuarenta sema-nas. Se trata de Cold Mountain de CharlesFrazier, que traza la caminata de un solda-do herido hacia su pueblo a fines de la Gue-rra de Secesión. También en 1997 se publicóuna nueva novela histórica de ochocientaspáginas: Mason and Dixon de Thomas Pyn-chon, escrita a las mil maravillas en la retó-rica del siglo XVIII, con retratos carnavales-cos de Benjamín Franklin y de JorgeWashington. Así es que no sólo en Hispa-noamérica sino en todo el mundo sigue pre-dominando la novela histórica. La únicaduda surge del número relativamente redu-cido de nuevas novelas históricas.

La obra de Juan García Ponce esuna de las más vastas de la litera-tura mexicana contemporánea.También es una de las más varia-

das: novelas, cuentos, teatro, ensayos, críticade arte y de literatura. A la diversidad de losgéneros hay que añadir la de los territoriosque explora: el erotismo y la polémica inte-lectual, la crítica de pintura y la metafísica, laespeculación literaria y la reflexión moral, lasdescripciones naturalistas y las reticenciasque dicen sin decir, el relato lineal y el simbó-lico. García Ponce ha escrito con generosidade inteligencia sobre los pintores y escritoresde su generación; asimismo, ha dedicado es-tudios penetrantes a figuras tan distintas co-mo Musil y Klossowski, Lezama Lima y JoséBianco. Su pensamiento crítico, sus descubri-mientos y sus entusiasmos, sus negaciones ysus afirmaciones han ejercido una influenciavivificante en la literatura y el arte de Méxicodesde hace más de veinte años; sin embargo,aunque numerosos, sus ensayos no son sinoprolongaciones y reflexiones al margen de suactividad central: la prosa de imaginación.García Ponce es sobre todo un narrador y suobra crítica depende de sus ficciones novelís-ticas. No es un ensayista que redacta novelassino un novelista que escribe ensayos.

Dentro de sus ficciones los cuentos ocu-pan un lugar aparte. No porque sean de na-turaleza distinta a las novelas; a pesar de lavariedad de formas y de tentativas, el temade García Ponce es uno y está presente, explí-

LA GACETA

14

cito o implícito, en todas sus narraciones. Ladiferencia entre novela y cuento no es desubstancia, sus cuentos dicen lo mismo quesus novelas pero con otra voz y con otra ento-nación. Son recodos en donde la corriente im-petuosa parece aquietarse; sin cesar de co-rrer, murmura en voz más baja y lenta. Elremolino, por un instante, se inmoviliza y en-tonces, límpida, la prosa calla: confidenciasin palabras. En todos los cuentos de GarcíaPonce asistimos al gradual desvelamiento deun secreto pero las palabras, al llegar al bordede la revelación, se detienen: el núcleo, la ver-dad esencial, es lo no dicho. Al escribir estopienso sobre todo en ese pequeño libro que sellama Encuentros, publicado en 1972 y queahora el Fondo de Cultura Económica ha te-nido la buena idea de volver a editar. Estácompuesto por dos cuentos cortos, El gato yLa plaza, y un relato más extenso, casi unanouvelle: La gaviota. Los tres textos cuentanentre los mejores de García Ponce. Podemosdecir de ellos, sin exagerar, que son tres pre-cipitados, en el sentido químico de la pala-bra, de sus fábulas, sus invenciones y susobsesiones.

A pesar de la extrañeza de su asunto, Elgato es el cuento que con mayor fidelidad seajusta a la manera habitual de García Ponce.(Tal vez por eso escribió después otra ver-sión, más extensa y explícita, con mayor ri-queza psicológica, pero menos misteriosa.)Una pareja encuentra a un gato, o más bien,el gato la encuentra. Ellos aceptan con natu-

ralidad la presencia de ese intruso en susjuegos eróticos; casi insensiblemente, el ani-malito se convierte en un talismán: sin “la fi-ja mirada de aquellos entrecruzados ojosamarillos sobre su cuerpo desnudo”, ni ellapuede entregarse a él ni él la desea realmen-te. Su pasión depende de un tercero: una pe-queña presencia animal, enigmática como eldeseo y que, como él, viene de lo obscuro ylos lleva a lo desconocido. El tema de La plazaes también el de un encuentro, no con un en-viado del mundo del deseo sino con el tiem-po mismo. Un hombre viejo busca el tiempopasado, su tiempo, en una plaza de la ciudadde provincia donde ha vivido toda su vida; lobusca al final del día, cuando la sombra des-ciende sobre los árboles y los últimos tran-seúntes abandonan las arcadas, pero lo queencuentra es una felicidad infinita y sin nom-bre: un tiempo más vasto, un tiempo que nopasa aunque esté pasando siempre.

Las dos experiencias, la del gato —sig-no del deseo— y la del anochecer en la pla-za —anulación de los signos— nos enfrentana un misterio que ha sido tradicionalmente eltema de las meditaciones de los filósofos y lasubstancia de las visiones de los místicos.García Ponce no es creyente pero en sus tex-tos más logrados hay un momento en que susensibilidad colinda con una zona magnética;es más fácil sentir la fascinación de esos pasa-jes que definirlos: se trata de una suerte dearrobo religioso que no es inexacto llamarquietista. En otro escritor mexicano, José Re-vueltas, advierto también una vena de reli-giosidad sólo que de sentido distinto e inclu-so contrario: el cristianismo marxista deRevueltas es activo y se realiza en el sacrifi-cio; la religiosidad de García Ponce es eróticay estética: la vía contemplativa.

La gaviota es una obra singular. En primertérmino por su asunto: es la historia del en-cuentro de dos adolescentes en una playa dela costa mexicana. Las historias de adolescen-tes no abundan en las literaturas hispánicas.No se ha reparado bastante en la sequedad yrigidez de nuestros clásicos: el adolescente tí-pico de las novelas españolas no es un Deda-lus, un Gran Meaulnes, un Werther o un TomSawyer sino un Lazarillo de Tormes o unGuzmán de Alfarache. Un antihéroe, un píca-ro. Calixto y Melibea podrían ser la excep-ción pero los dos ya están hechos y formadoscuando se enamoran: no se descubren a símismos al descubrir al amor. El mundo enque se mueven los dos adolescentes de Gar-cía Ponce es un mundo aparte, en el sentidosocial: ambos pertenecen a la alta clase me-dia. La muchacha, además, es una extranjera.Pero el aislamiento de los dos muchachos noes sólo social sino psicológico. Su pasión losaísla de sus compañeros de juegos y esa mis-ma pasión, como el gato a los amantes del pri-mer cuento, los lleva a descubrir una realidadviolenta y sobrecogedora: la de sí mismos.

El relato está escrito en una prosa que flu-ye pausada como el correr idéntico de díasfelices, con remansos de sombras, claridadessúbitas y vibraciones secretas. Luz sobre elmar: palpitación de olas, pechos, espaldas,vientres, muslos. Mundo regido por dos sen-tidos: el tacto y la vista. Ambos son los servi-dores del deseo. La presencia de la naturale-za es constante, a veces como placer (ver ytocar, ser visto y ser acariciado) y otras comoenigma terrible (¿qué hay detrás de las for-mas, qué esconde esa mirada?). Hay un mo-mento inolvidable: el episodio de los dos mu-chachos en el cementerio del pequeño puerto,al lado del mar, tendidos en la hierba y es-piando, bajo la noche estrellada, la apariciónde los fuegos fatuos sobre las tumbas. El de-seo de los dos adolescentes tiene algo de ve-getal: crece, madura, se abre. Es una cristali-zación, no en el sentido de Stendhal sino en elde Lawrence: no es un sentimiento sino uninstinto, algo en lo que no interviene la cabe-za sino la sangre. La revelación final es ins-tantánea y atroz: el sexo es violencia, sangre,destrucción. Los niños dejan de ser niños alrevolcarse en el polvo empapado por la san-gre de la gaviota asesinada por el muchacho.¿El goce es inseparable del crimen?

Hay una palabra que aparece con fre-cuencia en los escritos de García Ponce: ino-cencia. Sin embargo, en casi todas sus nove-las y cuentos la inocencia está siempre aliadaa esas pasiones que llamamos malas o per-versas: la crueldad, la ira, la lujuria, los deli-rios de la imaginación exasperada y, en fin,toda esa gama de placeres que reprobamos yque, al mismo tiempo, nos fascinan. Se tratade inclinaciones que son casi siempre irresis-tibles, como lo dice Racine en un bien medi-do alejandrino: Quel que soit vers vous le pen-chant qui m’attire. ¿Cómo puede ser inocenteel amor si invariable y fatalmente contiene,en mayor o menor grado, una dosis de per-versidad? El beso mismo es una perversiónoral, nos advierten los psicoanalistas. Pero lapalabra inocencia no es realmente un términomoral ni científico sino religioso: la inocencia

LA GACETA

15

es una plenitud de ser, del mismo modo queel pecado es una falta. La inocencia es abun-dancia, el pecado es carencia. Lawrence lo sa-bía perfectamente y, al hablar de sus novelas,en una carta a un amigo, le dice que todas ellasgiran en torno al enigma de la sexualidad “yhan sido escritas desde la profundidad de miexperiencia religiosa”.

En el caso de García Ponce hay que unira la experiencia religiosa otros dos elementos:la mirada y el espectáculo. En sus novelas lavista es el sentido rey, como lo fue entre losfilósofos de la Antigüedad. La mirada perci-be la ambigüedad esencial del universo ydescubre en esa ambigüedad no la dualidadde la moral sino la unidad de la visión reli-giosa: todo es uno y uno es todo. ¿Teologíaunitiva o estética de voyeur? Una y otra: entrelas posiciones lascivas de Julio Romano y losejercicios espirituales de Santa Catalina deSiena, el relato se vuelve alternativamente ce-remonia libertina y misterio sacro. El teatrofue una de las primeras pasiones de GarcíaPonce; pronto lo abandonó pero vive dentrode sus novelas. No sólo, como podría supo-nerse, por la forma en que se sirve de los diá-logos sino por la manera en que están cons-truidos ciertos episodios: el texto se vuelveuna suerte de foro y el lector, convertido enespectador, contempla o, más exactamente,mira la acción. En algún caso (por ejemplo, enla versión ampliada de El gato) se tiene la im-presión no de asistir a un teatro sino de espiarpor la cerradura: los “cuadros vivos” de la por-nografía transformados en un ritual de sig-nos que se asocian y separan para formar, lite-ralmente, figuras de un lenguaje irreductiblea la palabra. Los cuerpos se enlazan como sig-nos, forman frases —y dicen. Pero ¿qué dicen?A esta pregunta trata de responder toda laobra de García Ponce. Pregunta desesperaday quizá sin respuesta: la inocencia se mira, nose piensa ni se dice.

• Texto tomado de Obras completas de Octavio Paz, t. IV, FCE, 1994..

El jardín de las delicias de

Juan García Ponce

� Elena Poniatowska

Desde joven a Juan García Ponce,nacido en Mérida en 1932, le gus-tó escandalizar, pero el mayorescándalo de su vida ha sido su

forma de sobrellevar una esclerosis múltipleque se remonta a 1967. Se trata de una enfer-medad progresiva, una desmielinización detodos los nervios. Por cierto que en 1968, alllevar en su silla de ruedas al periódico Excél-sior una protesta a favor del Movimiento Es-tudiantil, a Juan lo confundieron con el líderMarcelino Perelló y lo condujeron a la cárcel.Hoy, Juan conserva su capacidad de indigna-ción y consternado por el atentado terroristadel World Trade Center en Nueva York, hadecidido escribir en La Jornada en contra de laguerra desatada por Estados Unidos en Af-ganistán.

Hace treinta y cuatro años, en 1967, elneurólogo Mario Fuentes le dijo en su caraque tenía seis meses de vida, un año cuandomucho. “Lo que hice entonces —cuentaJuan— fue dar una vuelta en mi coche y me-ditar. Me estacioné en una calle y pensé:‘¿Qué hago? ¿Me suicido?...’ Como tú sabes,mi defecto es la curiosidad e inmediatamentereaccioné: ‘Me suicido y ¿qué tal si pasa algomaravilloso en este año?’ Decidí quedarme yarranqué mi coche diciéndome: —Vamos aver qué pasa en lo que resta del año.”

Lo que pasó fue que muchos libros vinie-ron a añadirse a Figura de paja, La Noche y Lacabaña. La fortaleza es un impulso natural enel alma de Juan. Nunca quiso ser una víctimade sí mismo, rechazó sentirse acorralado. En1970 aparecieron tres libros: El nombre olvida-do, La vida perdurable y El libro a los que si-

guieron La invitación, El gato, Unión y Crónicade una intervención. Hace nueve años el Fondode Cultura Económica publicó Pasado presen-te, una novela de 347 páginas dictada a MaríaLuisa Herrera, su asistente. Empieza con eltemblor de 1957 y es un canto de amor a laciudad que ya no es la que Juan conoció deniño. Juan rescata a la ciudad, la acuna sobresu pecho, la mece entre sus brazos, la cubrede besos, abraza sus árboles, sus plazas, elParque Hundido, el café Chufas, los heladosde pistache de Chiandoni, los de La Siberiaen Coyoacán y revive con feroz alegría laépoca de Difusión Cultural de la UNAM que di-rigía Jaime García Terrés a mediados de loscincuenta y de Poesía en Voz Alta, en torno aOctavio Paz. Todos los personajes son reco-nocibles: allí están Juan Soriano, José Emilio yCristina Pacheco, Jorge Ibargüengoitia, JuanVicente Melo, Juan José Gurrola, José de laColina, Salvador Elizondo, Rosario Castella-nos, Héctor Mendoza, Tomás Segovia, CarlosValdés, Sergio Magaña, Vicente Rojo, Octa-vio Paz, Leonora Carrington y todas las actri-ces del mundo del teatro que fue el de Juan,quien ganó el Premio Ciudad de México porsu obra El canto de los grillos. Aparece tambiénLuisa Josefina Hernández, la maestra a quienle gustaba, según Juan, tener a su servicio nosólo intelectual sino sentimental a sus alum-nos. Era seductora aunque ella dijera lo con-trario.

Pero sobre todo aparecen las mujeres,muchachas libres y desenvueltas que en elasiento trasero del coche se echan una gabar-dina encima para poder desvestirse y entre-garse así a toda clase de delicias. En las nove-las de Juan, los automóviles estacionados enlugares oscuros son sitios apropiados al actode amor. Cuando Juan no hace el amor se de-dica a leer Contrapunto de Aldous Huxley,Orgullo y prejuicio de Jane Austen, y claro aMusil, a Broch, a Klossowski que él introdujoen México. Las historias de amor de Bataillepalidecen al lado de las de Juan, este granamante regalo de los dioses a la literaturamexicana, este D. H. Lawrence por quien to-das quisiéramos convertirnos en Lady Chat-terley y decirle como la Genevieve de Pasadopresente: “Soy tuya como tú me quieres, tuyahasta cuando sólo soy yo misma porque estoes posible gracias a ti. No sé qué me espera,no sé en qué me has convertido, quizá en na-da más que aquello que fui siempre, sin sa-

LA GACETA

16

berlo. Por ahora mi libertad te pertenece tales su carácter como libertad”.

No sería exagerado afirmar que la litera-tura mexicana le debe su erotismo a JuanGarcía Ponce.

Juan es la mirada más joven, la más libreque le sea a uno posible conocer. Las mujeresfueron su coto de casa, su propiedad privada,su posesión, su campo de batalla porque lasbatallas de amor son exclusividad y Juansiempre anduvo de pleito. De hecho ha vivi-do la vida como un gran pleito, el último con-tra la muerte aquella a la que le ha podidogritar como José Gorostiza: “¡Anda, putilladel rubor helado, / anda, vámonos al diablo!”

¡Cuántos muertos han pasado por la vidade Juan y a todos él los ha enterrado! Su pro-pio hermano Fernando García Ponce, InésArredondo, Juan Vicente Melo, Lilia Carrillo,Jorge Ibargüengoitia, Jaime García Terrés,Rosario Castellanos, Octavio Paz, Jaime Sabi-nes. Él sigue allí, incólume, sentado frente alventanal del jardín de su casa, invocándolos.Envejecer nos hace vulnerables y a Juan lo hahecho más sabio, más definitivo en sus jui-cios y sin embargo más tolerante. Acepta quesus amigos ya no lo visiten como antes. El pa-so del tiempo lo ve en nuestros rostros sinque podamos verlo en el suyo.

A pesar de que no se mueve, Juan es unhombre libre. Su cuerpo, enjuto por la enfer-medad, estalla de fortaleza. Es tan expresivoque a uno se le olvida que Juan sólo puede le-vantar los brazos con el pensamiento. Des-pués de cinco minutos el que se impone es él,el que dicta es él, el que lleva la conversaciónes él. Quizá no pueda sostener su cabeza pe-ro su cerebro se yergue poderoso e iluminacada inerte pensamiento. Manuel Felguérezinventó un dispositivo, una suerte de tela ode collarín adherido a la silla de ruedas en laque Juan recarga su cabeza para que no se lecaiga.

A Juan la palabra adversidad le parececursi y vive su enfermedad como un reto. Laexaltación de su enfermedad lo molesta. Noquiere ni que lo admiren ni que lo compadez-can. Le disgusta que liguen su enfermedad asu literatura. A un periodista que le dijo algoasí como “ante la adversidad tú te has…”Juan respondió: “Todos tenemos adversida-des, eso no tiene nada que ver con la literatu-ra, con lo que yo hago. No es ni mejor ni peormi literatura porque yo esté así”. No le gusta

A la salud de

Juan García Ponce

� Raquel Serur

ni que lo admiren por sobrellevar su enfer-medad ni que se juzgue su literatura comoparte de una vida adversa o problemática.

Juan no vive su enfermedad como unatragedia. ¿Por qué? Por una razón poderosí-sima. Porque Juan puede escribir.

El año pasado fue duro porque Juan se in-toxicó y Meche Oteyza y sus hijos temieronpor su vida. Se recrudecieron sus problemaspara hablar, porque además de hacerlo envoz muy baja y gutural, perdió la capacidadde modular las palabras. Sólo le entendíanMeche, sus hijos y María Luisa Herrera, suasistente. El anuncio de que había obtenido elJuan Rulfo vino a darle bríos inesperados ysus consecuencias han sido benéficas. Desdeun principio Juan dijo que volaría a Guadala-jara a recibir el Rulfo y que no le importabamorirse en el intento. Primero pensó en ir yregresar en un solo día, pero como el lunes 26se va a develar su busto en la Universidad deGuadalajara en la galería Juan Rulfo de Rec-toría General en el que lo esperan desde 1991,Nicanor Parra, Juan José Arreola, Eliseo Die-go, Julio Ramón Ribeyro, Nélida Piñon, Au-gusto Monterroso, Juan Marsé, Olga Orozco,Sergio Pitol y Juan Gelman el pasado año2000, Juan decidió quedarse hasta el martes27. Cuando le preguntaron, a propósito de subusto, si lo esculpían “como él era antes o co-mo ahora” respondió tajante: “Como ahora”.El viaje de Juan, por lo tanto, es heroico.

Juan ve más allá de lo que ven los demás.De tanto contemplar su jardín recupera unantiguo conocimiento de la naturaleza que lohace conocer mejor a los hombres. Observa acada visitante con mucho detenimiento, suscejas cada vez más juntas, sus ojos cada vezmás brillantes, su boca cada vez más firme-mente cerrada. Su jardín estaba separado deljardín del vecino por una barda de adobe so-bre la que había una tela de alambre con en-redadera y el temblor del 85 la tiró. Juan con-vino con el vecino en no reconstruirla y ahorase ven las copas de los árboles. A partir de lasdoce del día, las enfermeras colocan su sillade ruedas frente al ventanal y Juan se entregaa la contemplación.

Si todo lo que hizo Juan de joven fue pe-cado, Juan es hoy un hombre absuelto. Lo ab-suelven su inteligencia y ese largo, ese lentoexamen de su jardín de deleites al que escu-cha crecer hasta que se mete el sol. Ese jardínes ahora su examen de conciencia. Vive al díacomo los que se mueren de amor y está con-tento porque ha besado todas las bocas depúrpura encendida, como dicta la canción. Ynosotros, las mujeres de México, a las que aveces nos duele hasta el aire, necesitamos de-cirle como Acuña el de Rosario que lo adora-mos, lo queremos con todo el corazón y quenuestra primera y última ilusión es besarlocomo las locas que somos y seremos hastanuestro último suspiro.

Juan García Ponce no es, desde lue-go, un escritor marginal, pero sívive en los márgenes de la existen-cia desde hace casi treinta años,

desde el día en que un médico le dijera queno tenía más de seis meses de vida.

Afortunadamente para él como para noso-tros, sus amigos y lectores, este médico se equi-vocó, y la literatura mexicana se ha enriqueci-do con más de cuarenta volúmenes de ensayo,cuento, crítica de arte, novela, etcétera.

La voluntad de acero de Juan García Pon-ce se aferra en crear nuevas realidades re-creando el (o los) mundos vividos por él conuna intensidad poco frecuente.

En algún momento de nuestra largaamistad me dijo algo muy impresionanteque —confieso— no acabo de entender deltodo.

Tengo miedo —me dijo que había anotadoen un cuaderno que hacía las veces de dia-rio íntimo— de que las tentaciones de micuerpo venzan a las tentaciones de mi es-píritu, que mi necesidad de escribir se esfu-me a causa de las imposiciones de micuerpo.

La ironía de la vida, y eso es tal vez lo quesugería Juan en ese momento, está en que hasido el espíritu quien —no venció— pero síha puesto en jaque a su cuerpo. La escriturapara Juan García Ponce es el terreno de juego,donde él juega y se la juega por entero, don-de la lucha entre Eros y Tánatos —que es la

LA GACETA

17

lucha que está en la base de todo proceso crea-tivo— se libra en el terreno de la escritura.

Esto —que de alguna manera es cierto pa-ra todo gran escritor— cobra un significadosingular en el caso concreto de Juan GarcíaPonce.

Pero, ¿cuál es esta relación vida-escrituraen el caso específico de Juan García Ponce?No se trata de una pregunta ociosa; piensoque el intentar responderla nos puede daruna clave para entender mejor su literatura.Lo primero que tenemos que tener claro esque García Ponce no escoge el ser escritor co-mo se escoge un oficio o una profesión. Másbien, llega a la escritura —como lo confiesaen su precoz autobiografía de 1966— por eli-minación. Existe un elemento de rechazo másque una afirmación. Llega a la escritura conla absoluta convicción sobre aquello que nose quiere ser en la vida más que con la actitudafirmativa de quien ha encontrado el caminocorrecto. Llega a la literatura como una formade impugnación de la realidad consagradapor el mundo de la gente que defiende el or-den social y moral establecido. La literaturale permite a García Ponce recrear atmósferasen donde el verdadero Eros, el deseo, se pre-senta como un Eros transgresor e inconteni-ble. Lo mismo escritor que lector, y lo mismopara el joven García Ponce que para el actual,la escritura y su complemento, la lectura, esel lugar de una aventura, de una búsquedapermanente. Aun hoy día, en que Juan ha re-cibido los premios, homenajes y reconoci-mientos que todo escritor desearía, aun hoy,

García Ponce no se siente satisfecho consigo mismo. Duda. “¿Por dón-de va la cosa? ¿Irá, en verdad, por ahí?”, se pregunta cada vez queconcluye un texto. Duda con una perseverancia inimitable y deja paraotro tipo de escritor las certezas autocomplacientes. Es capaz de in-ventar todo un mundo de complejidades, de relaciones, para que revi-va en él una imagen de la infancia, por ejemplo, o es capaz, como enno pocas de sus novelas, de torturar el lenguaje o la trama narrativapara hurgar en los misterios del erotismo femenino. Este rechazo ini-cial del mundo de lo establecido y real va acompañado de la sensaciónde que sólo con el salvoconducto de la literatura se vuelve transitableel mundo. Sus invenciones o sus lecturas no son meros momentos dereposo o vías de escape fuera de un mundo que permanece intocadopor ellas; por el contrario, lo que inventa lo suscribe como forma de vi-da, lo que lee recompone la realidad misma de lo real… Ésta debe serla razón de que, a pesar de su implacable enfermedad, en pocos escri-tores encuentre la vitalidad y la sinceridad que encuentro en Juan Gar-cía Ponce. Si algo se aprende al entrar en contacto con él es que la viday la literatura se necesitan mutuamente al mismo tiempo que se recha-zan la una a la otra; que sin la estetización imaginativa de la vidadiaria la realidad es insoportable, así como sin lo insoportable de éstala estetización literaria carece de sentido. Es una actitud que muchoscompartimos. Pero muy pocos tienen la tenacidad, la voluntad, la per-sistencia, el amor y la curiosidad infatigables de un García Ponce.

Y, dentro de la tradición literaria, ¿qué escritores lo acompañan, dequién se nutre la visión garciponciana de la relación entre literatura yvida? La línea es una, los escritores son muchos pero de entre ellos,junto con Musil, destaca Thomas Mann. De Thomas Mann o, másbien, del romanticismo tardío que penetra su obra, es que García Pon-ce retoma el tema de la incompatibilidad y la contradicción entre viviry escribir. En esta identificación con Mann, García Ponce expresa loque tal vez es lo más propio y genuino de su propia experiencia exis-

LA GA

1

tencial: la contraposición entre la vida pragmática y la vida artística.Dicho de otro modo, Juan hace suyo el dilema irresoluble, contrapues-to, entre el mundo vivido como territorio de la reproducción de la vi-da y el mundo percibido como escenario de la estetización de la vida.¿Es posible vivir, es decir, pertenecer plenamente al mundo de las ape-tencias y los bienes entregados a la reproducción real del cuerpo y dela sociedad, y al mismo tiempo escribir, es decir, pertenecer plenamen-te a la esfera que transfigura o irrealiza al cuerpo y la sociedad, trasla-dándolos a la dimensión de lo imaginario? ¿Acaso el vivir no exige unmínimo de desvíos hacia lo imaginario, mientras el escribir exige, porel contrario, un mínimo de concesiones a lo pragmático? ¿Cómo es po-sible, entonces, elegir a un tiempo la vida y la escritura? García Poncetiene una respuesta muy especial a este dilema planteado en la tradi-ción romántica tardía. García Ponce elige, entre estas dos vías, la de laescritura, la del arte, pero lo hace, curiosamente, de manera paradóji-ca, en nombre de la vida. De alguna manera la elección de García Ponceimplica que la vida sólo es plena cuando alcanza el grado más alto desus posibilidades, que sería el de la negación y transfiguración de símisma en y mediante la escritura, el arte. La vida, es decir, la existen-cia concreta dentro de la familia, la tradición, la moral, la sociedad, lapolítica, parecen ser abrumadoramente insoportables en la experien-cia básica del mundo que tiene García Ponce. Es el arte, y en su casopersonal la literatura, la escritura poética, la que viene al recate de lavida. Sólo como arte, sólo estetizado, el mundo es soportable, disfru-table como lugar de la vida, sólo como arte se convierte en escenariode afirmación y plenitud. Sin él, todo parece volverse mecánico, gris,inconsistente.

Veamos cómo esto es así desde muy temprana edad para GarcíaPonce:

Durante más de dos años dejé por completo la escuela para seguir,por pura inercia, la sugerencia de mi padre de empezar por lo másbajo en su fábrica para llegar a convertirme algún día en industrial.Nunca pasé de lo más bajo. En cambio, en esa época se acentuó co-mo nunca ese sentimiento de rechazo, la sensación de que cual-quier ambición de llegar a ser alguien en ese mundo era irreal y ab-surda; y de ella data ese primer intento inconsciente de escribir uncuento.

Este primer cuento evidentemente se convierte en destino. Susamores, sus obsesiones, sus recuerdos, sus autores, sólo serán tales sipasan por el tamiz de la palabra escrita. Es como si nos dijera todo eltiempo: sólo se vive al recobrar estéticamente lo vivido, al darle forma,al contar historias.

Para concluir, quisiera suponer que estas consideraciones puedenllevar a valorar de una manera enriquecedora la elección del mito y eltema centrales de la obra de García Ponce: el erotismo. Nada represen-ta de mejor manera la vida pragmática que el cumplimiento del actosexual como instrumento de la reproducción del cuerpo, de la familia,de la sociedad, de la especie. La conjunción corporal de la pareja, el sexofamiliar, doméstico —al que, en la época en que García Ponce tradujoa Marcuse, se le denominaba burgués o pequeño burgués— sería paraél la imagen más convincente de ese mundo y esa vida mustios, apa-gados, mecánicos, inconsistentes, en una palabra, repugnantes. El erosviene para García Ponce con el arte de amar, es decir, con la transfigu-ración del sexo puramente animal o burgués en un drama, en unacreación imaginaria, en un hecho estético. La relación erótica es la quemejor demuestra que elegir el arte frente a la vida es lo mismo o equi-vale a elegir la vida pero en su versión más elevada. Perversiones detodo tipo, incestos, engaños, celos, etc., todos estos rasgos incitantesque aparecen en las tramas eróticas de la narrativa de García Ponce noserían así otra cosa, que distintas maneras de mostrar que sólo en la“perversión” o transfiguración del cuerpo y de la vida pragmáticos esposible encontrar la plenitud del cuerpo y la más alta afirmación de lavida. Salud a Juan García Ponce.

CETA

8

LA GACETA

19

Maresmer verdesmeral dardarververdverd smeraldVisio smaragdina.

JUAN EDUARDO CIRLOT

Un manto de materia verde cubre la montaña.

Verde, verde y verde. La alternancia con el rojo

y la rosa que abre entre hojas verdes, el verde helecho arborescente

y la verde piel del lagarto puntiagudo. Un viaje al centro del color verde

con un cuerpo nuevo, relámpago de la tierra que muestra su tesoro,

una savia resbaladiza que todo lo inunda, bella,

pero no hay forma de poderla tocar aunque los dedos

corren hacia el fuego verde de la esmeralda.

La complementariedad entre hombre y mujer,

el hombre rojo y verde, la mujer roja y verde, todo es impulso

en el equilibrio entre vida y naturaleza virginal.

La divina providencia tiene su color en el extremo del mundo

donde decae la flora, el cielo y la tierra

a igual distancia de la superficie

donde lo visible se vuelve la causa más buscada,

el color de la revelación más esperada.

La luz del espíritu de los alquimistas, luz oculta

en la lucha contra las tinieblas.

El camino intenso hacia el peso de la cosecha

de hojas verdes, tallos verdes, bosques verdes,

dominio inescrutable donde lavar la sangre de la herida.

Bogotá

���Rodolfo Häsler

����

Churchill solo frente a Hitler

� John Lukacs

��Fragmento del capítulo siete,“Sobrevivir”, del libro de John LukacsCinco días en Londres. Churchil solo

frente a Hitler, primer volumen de lacolección Noema que publican

conjuntamente el FCE y la editorial Turnerde España.

Tienta a los historiadores exagerarla importancia de los temas y lascuestiones que abordan. Por esoahora me veo obligado a defen-

der mis argumentos. Si Hitler hubiese venci-do en la segunda Guerra Mundial, hoy vivi-ríamos en un mundo muy diferente. Eso esirrebatible. Lo que sí es rebatible es la crucialimportancia de los días 24 a 28 de mayo de1940, esos cinco días en Londres. ¿Fueron ellosla encrucijada del destino? ¿Y si los alemaneshubiesen vencido en los cielos la Batalla deInglaterra? ¿Y si Hitler hubiese tomado Mos-cú? ¿Y si hubiese vencido en Stalingrado? ¿Ysi el desembarco de Normandía hubiese sidoun fracaso? Cualquiera de esos supuestos hu-biese variado el curso de la guerra. Pero mihipótesis es que en ningún momento estuvotan cerca Hitler de obtener la victoria final co-mo durante esos cinco días, en mayo de 1940.Es necesaria una breve explicación.

La batalla aérea de Inglaterra fue muy im-portante, pero no hubiese decidido el resulta-do final de la segunda Guerra Mundial. Unaderrota de la Real Fuerza Aérea hubiese faci-litado el desembarco de los alemanes en In-glaterra, pero aun así, apuntalar con éxito lainvasión del país no hubiese resultado fácil.Hitler lo sabía: en principio se mostró cautoantes de iniciar la ofensiva aérea alemana, y alos pocos días (el 14 de agosto) comprendióya que no sería decisiva. Aún no se sabía en-tonces lo que ya es notorio ahora: que ningúngran país puede ser conquistado mediante eluso exclusivo de la fuerza aérea. A la vez, ladecisión de Roosevelt de alinear a los EstadosUnidos cada vez más cerca del lado británicose había tomado ya antes de la Batalla de In-glaterra.

Si Hitler hubiese tomado Moscú, o hubie-se obligado a Stalin a encontrar alguna fór-mula de capitulación soviética, nada permite

afirmar que Gran Bretaña (y los esta-dounidenses) no hubiesen seguido luchando.Esto también es válido para el caso de unavictoria alemana en Stalingrado.

Si el desembarco de Normandía en juniode 1944 hubiese fracasado, quizá Hitler y Sta-lin hubiesen intentado algún acercamiento;quizá un segundo intento de invasión de Eu-ropa occidental no hubiese prosperado enaquel momento; pero nada da a entender quela alianza anglo-americana hubiese abando-nado su decisión de combatir al Tercer Reich.

Visto en perspectiva, todo esto puede pe-car de un exceso de optimismo y confianza.Subyace sin embargo una condición, o adver-tencia, de esencial importancia e inherente altema de este libro. Si Hitler hubiese vencidoen Moscú, o en Stalingrado o en Normandía,no hubiese vencido su guerra. Pero hubieseresultado invencible. Ambas cosas no son lamisma cosa. Su objetivo era dominar Europay la mayor parte de la Rusia europea —yobligar o forzar a que Gran Bretaña, Rusia ylos Estados Unidos aceptasen la victoria ale-mana en la segunda Guerra Mundial. Pero afinales de noviembre de 1941, Hitler sabía queesto ya no era posible. A partir de ese mo-mento su estrategia se volvió deudora de laestrategia de Federico el Grande: obtener lassuficientes victorias como para romper la an-tinatural coalición de sus enemigos —anglo-americanos y rusos, capitalistas y comunis-tas, Churchill y Roosevelt y Stalin— y asíobligar al uno o al otro a pactar con él. Noocurrió. Pero pudo haber ocurrido. De habertriunfado en Rusia, o en las playas de Nor-mandía, la posición de Churchill y Roosevelt,para decirlo con un eufemismo, se hubiesevuelto extremadamente delicada. Ése era elpunto de vista que Hitler tenía sobre la gue-rra, y no era descabellado. La derrota de laUnión Soviética, o la de los anglo-americanosen las playas, hubiese supuesto para estos úl-timos reconsiderar toda su estrategia; y pro-bablemente hubiese desembocado en unacreciente oposición del pueblo británico ynorteamericano a líderes que se habían decla-rado intransigentes: o la victoria total sobreAlemania, o sea, su rendición, o nada. En su-ma, Hitler podría haber obligado a sus ene-migos a aceptar algo así como unas tablas.

Todo esto son especulaciones, pero nofaltas de fundamento. Debo abundar en esefundamento para defender mi tesis de que

LA GACETA

20

quien se cruzó en los designios de Hitler nofue otro sino Winston Churchill. En mayo de1940 ni los Estados Unidos ni la Unión Sovié-tica estaban en guerra con Alemania. En esemomento, había razones para que un gobier-no británico sopesase la posibilidad de unasalida negociada, al menos temporal, con Hi-tler. Churchill reflexionó y dijo: no, hasta losmás prudentes contactos iniciales implica-rían peligro, caer por una pendiente resbala-diza; tenía razón, y no sólo en sentido moral.Si Gran Bretaña hubiera depuesto las armasen mayo de 1940, Hitler habría vencido suguerra. Nunca saboreó tanto la victoria comodurante esos cinco días, en mayo de 1940. Porfortuna, no llegó a ser consciente de ello. Pen-saba que antes o después (a ser posible an-tes), Churchill tendría que dejar su puesto.En esto Hitler se equivocó, porque fue Chur-chill quien se impuso. Y en este punto deborepetir lo que ya manifesté en la primera pá-gina de este libro: Churchill y Gran Bretañanunca podrían haber obtenido la victoria enla segunda Guerra Mundial; Estados Unidosy Rusia compartirían ese honor. Pero en ma-yo de 1940, fue Churchill quien no la perdió.

Y eso permite explicar muchas cosas, qui-zá todo; incluido el milagro de la salvación(si eso es lo que fue) en Dunquerque, e inclu-so de la Batalla de Inglaterra. Nosotros, losúltimos contemporáneos que vivimos esosdías de mayo, tampoco lo sabíamos. Muchossiguen ignorándolo hoy, y ésa es la razón deque haya escrito este libro. Volveré ensegui-da a Dunquerque. Sólo recordemos de mo-mento que hasta ese mismo 28 de mayo eranmuy escasas las tropas que habían consegui-do escapar de Dunquerque; y, lo que es másimportante, que Churchill había declaradoque los británicos seguirían luchando, pasaselo que pasase en Dunquerque. Lo que ocurrióallí fortaleció su postura; pero lo importanteera su determinación.

El miércoles 29 de mayo, la rutina diariade Churchill volvió a la normalidad. Su nue-vo secretario, John Colville, escribió en sudiario, “la actividad incesante de Winston esimpresionante”. A Churchill le alentó muchola enérgica carta del cardenal Hinsley, prima-do de la Iglesia católica romana de Inglaterra:“El cardenal se muestra firme y enérgico, ycreo que sería muy posible que dejase bienclaro a sus hermanos de allende los maresque, ocurra lo que ocurra, iremos hasta el fi-

nal”. Le alentaron también los avances de no-ticias que llegaban desde Dunquerque, haciadonde, por última vez, dirigiremos ahora lamirada.

***

El momento decisivo en Dunquerque tuvolugar ese día, miércoles 29 de mayo. Gort aúncreía a primeras horas de la mañana que pro-seguir la evacuación podría resultar imposi-ble. Sin embargo, a medida que avanzaba eldía, el panorama se fue despejando. Duranteel día y la noche más de 47 000 hombres zar-paron desde la rada de Dunquerque y lasplayas aledañas, casi el triple que el día ante-rior (el 30 de mayo serían 53 800, el 31 de ma-yo 68 000, el 1 de junio 64 400; a partir de ahílas cifras disminuirían hasta 27 000 para cadauno de los restantes tres días de evacuación).El número de tropas francesas evacuadas porlos barcos británicos no aumentó sustancial-mente hasta el 31 de mayo, y sólo gracias a ór-denes expresas de Churchill. A últimas horasdel día 4 de junio, la suma total era de 338 226soldados evacuados (incluidos más de 125 000franceses). Los ataques aéreos de la Luftwaffefueron muy graves el día 29; además, los ale-manes se habían acercado lo suficiente a Dun-querque como para que su artillería bombar-dease la ciudad, no sólo desde el sur sinotambién desde el oeste. Se produjeron tristesescenas de abatimiento, y también de vio-lenta incomprensión entre británicos y fran-ceses, pero en general la operación se desa-rrolló con un alto grado de disciplina yorganización, lo que no era fácil dadas lascondiciones de retirada casi permanente y elcaos continuo y sin precedentes que se vivíaen las playas. A lo largo del perímetro defen-sivo los franceses se batieron con tanto valorcomo los británicos. Con exceso de optimis-mo, Churchill enviaba al concluir el día unmensaje que Spears debía entregar a Rey-naud: casi 50 000 hombres evacuados y “con-fiamos evacuar otros 30 000 esta noche. El

frente puede derrumbarse en cualquier mo-mento o lugar, playas y navíos pueden que-dar inutilizados a causa de los ataques aé-reos, o por el fuego de la artillería desde elsur y desde el este. Nadie puede precisarcuánto durará la buena viabilidad de este flu-jo, ni a cuántos podremos salvar en el futuro.Esperamos evacuar el mayor número posiblede tropas francesas”. “El frente puede de-rrumbarse…” Churchill empezaba a intuirque los alemanes obraban con cautela, queevitaban una tromba directa sobre Dunquer-que. El 31 de mayo el general Fedor von Bockescribió en su diario: “Cuando al fin entre-mos en Dunquerque, [los ingleses] se habránido”. Buscaba responsabilidades en Runds-tedt; pensaba que estaba influyendo en Hitlerpor el deseo de salvar sus blindados. Quizá lainfluencia era recíproca. Una instrucción deChurchill a sus generales dictada el 2 de junioindica que podía olfatear algo así: a los solda-dos británicos evacuados los define como“hombres aguerridos cuyo valor los alema-nes ya han probado y lo temen, por eso no seatreven a importunar su partida”. Ironsideanotó en su diario ese mismo día: “No consi-go entender todavía por qué los Bosches [sic]han tolerado la partida del Cuerpo Expedi-cionario Británico. Es casi increíble haberloconseguido con todas esas bombas y fuegopor delante”.

Hitler era un hombre reservado. Nunca sa-bremos con qué fin (y mucho menos con quémotivo) dio la orden de interrumpir la ofensi-va el 24 de mayo, para que fuese la Luftwaffede Goering quien tomase la delantera en el si-tio de Dunquerque. Ya hemos visto que tiem-po después proporcionó diversas explicacio-nes —o más bien justificaciones— a personasafectas a su círculo, la última vez antes del finde la guerra, en 1945, cuando declaró que sehabía comportado con Churchill caballerosa-mente, algo que éste no había sabido apre-ciar. Era ciertamente una racionalización.Hitler podía hablar sin pelos en la lengua, pe-ro no era honesto. El 31 de mayo escribió a

LA GACETA

21

Mussolini, que ya le había informado que Ita-lia estaría en guerra el 5 de junio; no dijo unasola palabra sobre las esperanzas que alber-gaba en su mediación con los británicos. Alcontrario. Escribió que los británicos estabansiendo desplazados de Flandes: “Sólo un pe-queño porcentaje de hombres derrotados…alcanza la costa inglesa”. También le pidió aMussolini que retrasase la entrada en guerrade Italia unos pocos días más. Quería toda lagloria de la victoria para él solo.

Churchill era menos reservado, más ho-nesto. “Habiendo sobrevivido a un muy gra-ve desafío a su autoridad —escribí en TheDuel—, y tras haber evitado una catástrofebritánica en Dunquerque, su determinación(quizás aún más que su confianza) era tanfuerte como al principio, si no más”; mientrasque “la confianza de Hitler era mayor que sudeterminación. Seguía especulando sobre lospasos que darían los británicos”. Churchilltelegrafió a Keyes a últimas horas del 28 demayo, después de que el rey belga tomase ladecisión de rendirse a Hitler: “¿Qué pode-mos hacer por él?... Nuestra única esperanzaes la victoria, e Inglaterra nunca depondrá lasarmas hasta que Hitler sea vencido o nosotros de-jemos de ser un Estado”. Las cursivas son mías.Churchill había sobrevivido al desafío de Ha-lifax. Pero su auténtico rival no era Halifax,sino Hitler. Podía tener, quizá temporalmen-te, las manos libres. Pero tener las manos li-bres no significa necesariamente que uno ten-ga suficiente fuerza en el brazo. Churchill eramuy consciente de esto. Lo que atareaba suspensamientos en este momento era la pre-gunta: ¿intentarán los alemanes invadir GranBretaña antes incluso que conquistar Fran-cia? Pensaba que no; y no se equivocaba. Pe-ro se equivocaba al pensar —o más bien, alconfiar— que los franceses podrían resistir alos alemanes, en algún lugar de Francia, encualquier lugar. No sería así. Con todo, esta-ba preparado para lo peor. Un ejemplo de queasí era lo encontramos en la detallada ins-trucción que impartió al general Ismay eseajetreado 29 de mayo, urgiendo impetuosa-mente a una reorganización del ejército enGran Bretaña y estableciendo una radical ydetallada propuesta que puede resumirse encuatro breves párrafos.

Dentro del Gabinete de Guerra nada degran importancia sucedió ese día. Hubo unlargo debate sobre las órdenes que deberíantransmitirse a Gort en Dunquerque, así comosobre la evacuación de Narvik, en el norte deNoruega. Halifax tomó la palabra una solavez: “No le complacían totalmente las clarasinstrucciones que se le habían impartido [aGort]. Estaba de acuerdo en la necesidad deproseguir el sombrío combate, pero deseabaque se le enviase un mensaje a Lord Gort ex-presando la confianza implícita que el go-bierno depositaba en él, y en cualquier acciónque juzgase conveniente adoptar en último

término. No sería un deshonor abandonar elcombate si ello permitía salvar a un puñadode hombres de ser masacrados”. Churchilldijo “que en una situación desesperada, cual-quier hombre está autorizado, en ausencia deórdenes precisas en contra, a valerse de supropia discreción, y que por eso no modifica-ría las instrucciones que se le habían imparti-do a Lord Gort. Nuestro objetivo era asegu-rar la evacuación de todos hasta el últimohombre, y a continuación infligir el máximodaño posible al enemigo. Ganar un día podíasignificar la salvación de otros 40 000 hom-bres. A un comandante, en circunstancias tandesesperadas y angustiosas como en las queahora se encontraba Lord Gort, no debíanofrecérsele complejas elecciones entre resistiro capitular”. Éste fue el último rescoldo deconflicto entre Churchill y Halifax dentro delGabinete de Guerra.

Cadogan, que estuvo presente, dejó unadesolada noticia en su diario: “Malas noti-cias. Hemos evacuado a 40 000 hombres y elporcentaje actual es de 2 000 hombres cadahora. Pero el final será espantoso. Terriblediscusión sobre las órdenes que han de dár-sele a Gort. W. S. C. teatralmente irritado co-mo un bulldog. Se le opusieron Chamberlainy Halifax, que consiguieron hacerle razonarhasta cierto punto. Temo que las relaciones sedeteriorarán. Y es culpa de Winston… la tea-tralidad…” Dos días después: “Hacia el me-diodía habíamos evacuado a 164 000 hombres;¡un milagro!” Y al día siguiente: “Gabinete alas 11:30, la evacuación perfecta”.

Es indudable que el resultado final enDunquerque fue un gran espaldarazo para elprestigio de Churchill. Si los alemanes hubie-sen capturado al grueso del ejército británico,obligándolo a rendirse, el resplandor de estegran triunfo de Hitler hubiese proyectadouna oscura sombra sobre los habitantes de laisla, sobre los cientos de miles de prisioneros,y quizá también sobre la posición y el futurode Churchill. Sin embargo, como hemos vis-to, éste había declarado que Gran Bretaña se-guiría luchando, ocurriese lo que ocurrieseen Dunquerque; y en apariencia contaba conel respaldo de la mayoría de los británicos.Algo similar ocurrió cuando Francia final-mente capituló; el hecho no afectó seriamen-te ni a su prestigio ni a su liderazgo. Por su-puesto sabía que Dunquerque no era untriunfo. Ya el 4 de junio declaró: “Evacuar noes el modo de ganar una guerra”. Por enton-ces trabó las primeras relaciones con el legen-dario general Bernard Law Montgomery, aquien irritaba el modo en que muchas perso-nas parecían concebir Dunquerque como unavictoria. “Criticó los galones con la enseña‘Dunquerque’ que se distribuyeron entre lossoldados. ‘No son héroes —agregó—; si no seentiende que nuestro ejército ha sufrido unaderrota en Dunquerque, entonces nuestra is-la se halla en grave peligro’”. Churchill com-

partía en buena medida esta visión de los he-chos. Comprendía la falta de preparación delejército, de cara a una posible invasión. Lepreocupaba, también, el estado de ánimo delos británicos. Desde ese momento se ha mi-tificado Dunquerque (que unos pocos ya miti-ficaron entonces). Otros lo han visto como al-go equivalente a la Batalla del Marne en 1913.La verdad puede hallarse en algún punto in-termedio entre ambos extremos.

En cualquier caso, el 29 de mayo la incóg-nita de lo que ocurriría finalmente en Dun-querque empezaba sólo vagamente a despe-jarse. Ni el Gabinete de Guerra ni el públicobritánico lo sabían. La reacción popular, co-mo tantas otras veces, no siguió el ritmo delos acontecimientos. Para los fines de este li-bro, que no es una historia militar, su recons-trucción es tan importante como el resumende lo que estaba ocurriendo en Dunquerque,quizá incluso más.

***

Empecé este último capítulo, “Sobrevivir”,con la frase: “Si Hitler hubiese vencido en lasegunda Guerra Mundial, viviríamos hoy enun mundo diferente”. Y ahora, al concluir es-te capítulo y este libro, debo cambiar el tonoy acabar con un fortísimo. A finales de mayode 1940 y durante algún tiempo aún no sóloestuvo cerca el final de la segunda GuerraMundial sino también el de la civilización oc-cidental. Churchill, inspirado como estabapor una conciencia histórica no limitada sóloa la retórica incantatoria, lo sabía. He aquídos ejemplos. El 31 de mayo, cuando voló aParís e impresionó a Reynaud al dar mues-tras de su firme resolución, declaró al térmi-no de la reunión: “Si Alemania derrota a unode los aliados, o a ambos, no tendrá compa-sión; quedaremos reducidos al estatuto devasallos para siempre. Sería preferible en estecaso que la civilización de Europa occidentalse hundiese con todos sus logros en un finaltrágico pero espléndido, que presenciar laagonía de nuestras dos democracias, carentesya de todo aquello que hace de la vida algomerecedor de ser vivido”. Noventa días des-pués, cuando Francia cayó derrotada, recu-rrió al mismo tono y al mismo argumento. SiHitler vence y nosotros caemos —dijo— “en-tonces el mundo entero, incluidos los EstadosUnidos, incluido todo lo que hemos conocidoy amado, se hundirá en los abismos de unaNueva Edad Oscura, más siniestra si cabe, ymás prolongada, porque sólo alumbrará enella la luz de una ciencia perversa”. La cursi-va es mía.

Churchill comprendía entonces algo quemuchos ni siquiera entienden ahora. La ma-yor amenaza para la civilización de Occiden-te no era el comunismo. Era el nacionalsocia-lismo. El mayor y más dinámico poder en elmundo no era el de la Unión Soviética. Era el

LA GACETA

22

del Tercer Reich alemán. El principal revolu-cionario del siglo XX no era Lenin, ni Stalin.Era Hitler. Hitler no sólo había conseguidofundir nacionalismo y socialismo en unafuerza poderosa; él mismo se había converti-do en un nuevo tipo de gobernante, y repre-sentaba un nuevo tipo de nacionalismo po-pulista. Y aún más, los restos del viejo orden(o desorden) no eran capaces de oponerle re-sistencia; de hecho, algunos de sus represen-tantes conservadores, en Alemania y tambiénen otros países, buscaban —por muchas ra-zones, incluido el miedo al comunismo—adaptarse a él. En 1940 cabalgaba la ola delfuturo. Su principal rival reaccionario, Chur-chill, era una especie de rey Canuto, empeña-do en resistirse a la ola y empujarla haciaatrás. Y —sí, mirabile dictu— este rey Canutolo consiguió: gracias a su determinación ygracias también —permítanme este inserto—a la voluntad de Dios, de la que él, comocualquier ser humano, no era más que un ins-trumento. Sin duda no era un santo, ni tam-poco un hombre religioso, y tenía muchosdefectos. Pero así fue como ocurrió.

Si Hitler hubiese vencido, su Nuevo Or-den no hubiera durado tampoco eternamen-te, aunque habría durado mucho tiempo. En1989 escribí un libro sobre el duelo entreChurchill y Hitler a lo largo de 1940. Ahora,diez años más tarde, vemos que en 1989 noera todo un siglo el que concluía (el breve si-glo XX entre 1914 y 1989) sino que toda unaépoca concluía también, una época que se ha-bía iniciado hacía quinientos años y que secaracterizó, entre otras cosas, por la lucha y laprogresiva coexistencia entre la aristocracia yla democracia, la última cada vez más pode-rosa y la primera más débil. Ahora empeza-mos a vivir una época en la que los restos dela anterior son ya recuerdos y en la que lademocracia global —la democracia incuestio-nada, con sus imprevisibles circunstancias,condicionantes y peligros— se impone. No eséste el lugar ni el momento para especularsobre ello. Pero debemos entender que la his-toria de los cincuenta años comprendidos en-tre 1940 y 1990 es inseparable de lo que ocu-rrió en 1940, así como la guerra fría no fuesino consecuencia de la segunda Guerra Mun-dial. En el mejor de los casos la civilización hapodido sobrevivir, y Churchill aportó su pe-queña colaboración a ello en 1940. En el peor,trabajó para darnos —sobre todo a los que yano somos jóvenes pero lo fuimos entonces—cincuenta años. Cincuenta años antes de quese alzasen nuevos tipos de barbarie, barbariesno encarnadas por los ejércitos de Alemaniao Rusia; antes de que las nubes de una nuevaEdad Oscura cubran las vidas de nuestros hi-jos y nuestros nietos. ¡Cincuenta años! Talvez fue suficiente.

Traducción de Ramón García

Comprender el Islam

Los talibanes, la obediencia sagrada y un avión contra Sodoma

� Lorenzo León Díez

EL TRABAJO DE MORIR

En el pabellón D del hospital Mir-vais, de Kandahar, se recupera-ban de sus heridas once muyahi-dim (combatientes por la fe), diez

de ellos habitantes de Arabia Saudita y unmusulmán uighur proveniente de China. Sepasaban los días leyendo el Corán y hablan-do de la Jihad, la Guerra Santa a la que convo-có Osama Bin Laden.

Como parte del ejército talibán y quizá in-tegrantes de la red Al-Qaeda, los musulmanesheridos sabían que estaban en el corazón delodio que sienten los afganos por los árabes yotros extranjeros, quienes operando comouna élite aislada trajeron el desastre a su país.

En su retirada y derrota por la Alianzadel Norte, los talibanes han dejado una estelade prisioneros y heridos, muchos de los cua-les han sido ejecutados, entre ellos árabes, pa-quistaníes y chinos.

Por ello era justificado que los muyahidimhospitalizados, luego de los intensos bom-bardeos desde nueve mil metros de altura,tuviesen atadas a sus cuerpos granadas queamenazaban hacer explotar si veían que co-rrían peligro; así como cuando uno de ellosentraba al quirófano, pasaba sus armas a otrocamarada y las recuperaba al despertar de laanestesia. Los médicos solamente pudieronconvencerlos de que les entregaran sus pisto-las, pero permanecieron con las granadas ylos cuchillos.

Un enfermo comentó que no estaban feli-ces con la perspectiva de salir de allí, algunosde ellos habían llorado diciendo que “su tra-bajo es morir”.

Estos hombres son parte de los miles deguerreros tribales que respondieron al llama-do de la Guerra Santa y desde Paquistán oChina cruzaron a pie la frontera con un extra-ño surtido de armas viejas, creyendo queiban a Afganistán para combatir a los esta-dounidenses, sin embargo, según declaró uncomandante antitalibán en Tora Bora, “Al-Qaeda luchó intensamente al principio, perocuando descubrieron que estaban peleandocontra hermanos musulmanes, no contra es-tadounidenses, suavizaron el ataque y fueronfácilmente derrotados”.

En la oración de estos prisioneros heridospodemos oír la plegaria de los shadid, quequiere decir “el mártir muerto en la guerra

santa”, y en su recitación de las surah (capítu-lo) del Corán comprendemos la esencia deuna cultura que se concibe hoy como ayer alinterior de lo sagrado.

Los seguidores de esta Jidah, se ha dicho,están entre los campesinos y pastores másatrasados, la mayoría no sabe leer ni escribir.Por eso es probable que muchos de ellos seanummis, que saben de memoria el Corán y si-guen la orden más sagrada del profeta a susseguidores, que es conservar su palabra en elmás seguro de los lugares, las “tabletas vi-vientes de su corazón”.

El drama de los guerreros islámicos repi-te un arcaísmo al que solamente nos pode-mos acercar a través del propio lenguaje en elque se pronuncia su lamento, y para ello acu-dimos no solamente al libro sagrado revela-do a Muhammad, sino a algunos autores que aél se refieren para explicar esa cultura.

La recitación de los heridos muyahidim esla voz de una historia no solamente com-pleja por tratarse de una sociedad alejadageográficamente de nosotros, sino porquesu lenguaje no es del todo ajeno y sin com-prenderlo difícilmente podemos penetraren la concepción vital, en la proyeccióncultural, sagrada y ritual de los habitantesde este mundo que hoy aparece en imáge-nes violentas todos los días en la prensa yla televisión.

LA INCOMPRENSIÓN DE UN GÉNERO

Las naciones que constituyen el mundo deAllah (que quiere decir ser que existe necesaria-mente por sí mismo) no tienen una nociónconstitucional como las naciones occidenta-les. El código de Estado no está diferenciadodel código religioso, el Corán es texto legisla-tivo y Biblia, y los controles diplomáticos delas fronteras no ocultan el carácter suprana-cional del Islam.

Se trata de una población distribuida envarios países que basan su orden legal en ellenguaje cifrado en 144 capítulos que inclu-yen 6 226 versículos de un libro escrito en eldialecto de la tribu de los quraish que ha per-manecido intacto tras 1 300 años.

Sin embargo no es un libro fácil. Nos pue-de parecer lo mismo que al célebre escritoringlés Thomas Carlyle: “Una de las másaburridas lecturas que jamás hice; un batu-

LA GACETA

23

rrillo confuso, grosero, indigesto, fastidioso,plagado de repeticiones, embrollos y diva-gaciones interminables; en fin, un libro de lomás informe que darse pueda; el colmo de laestupidez”.

Carlyle, no obstante que presenta a Mu-hammed de manera muy atractiva en su seriede conferencias sobre Los Héroes (pronun-ciadas en 1840 en Londres), no logra explicarla naturaleza genérica del Corán: “Gran par-te del libro dicen que se escribió sobre omó-platos de carnero y que los discípulos de Ma-homa los hallaron amontonados dentro deun arca. Es rítmico; una especie de entona-ción selvática. No es posible comprender có-mo haya habido mortal capaz de creer quesemejante libro se hubiese dictado desde elcielo pues ni aun en la Tierra se le hubiera po-dido dictar peor, ya que no sólo no es un li-bro bien escrito, sino que ni siquiera puedellamársele libro, no siendo más que una rap-sodia desacorde, y tan mal pergeñada comojamás lo fue libro alguno”.

La presentación que hace el escritor in-glés del Islam es entusiasta pero siempremarginal: la religión de Mahoma —dice— esuna especie bastarda y confusa del cristianis-mo. Esta visión del Islam es característica deOccidente y es relativamente hasta hace muypoco tiempo que otros autores y eruditosdespejan el camino hacia el conocimiento ín-timo de esta milenaria cultura.

EL LENGUAJE COMO NATURALEZA Y GRACIA

Escuchemos la recitación de los muyahidim enla clínica de Kandahar. Su oración no ha va-riado en trece siglos. Se ha repetido entre ba-tallas que se pierden en la noche de cruelda-des y heroísmo.

Hay un autor occidental, Louis Mas-signon, que nos permite en su deslumbranteobra dimensionar el dramatismo que significa larecitación coránica de los prisioneros talibanes.

¿Qué significa la muerte para estos gue-rreros islámicos? Como en otras culturas mi-lenarias (recordemos el verso mexica dondela muerte es trabajo y tributo), se trata de unaobediencia sagrada.

Estamos hablando de una santidad, abdal,que personifican estos hombres martirizadosy que Louis Massignon estudió en un ilumi-nado o inspirado sufí del siglo X, Husyan Ibn-

Mansur Hallay, que deseó morir como anatemapor la comunidad musulmana, sacrificar su perso-na a la Ley para ser admitido en la procesión cir-cular de los Ángeles alrededor de Dios.

Como este santo islámico, los prisionerostalibanes podrían decir: “Mi grito de duelo espor vosotros, teniéndoos lástima cuando soyyo el que va a morir”.

EL MARTIRIO Y VERBO MENTAL

Los muyahidim atrapados por las bombasnorteamericanas y la metralla de las tribusconjuntadas en la Alianza del Norte, hablandesde sus camastros el lenguaje de los místi-cos, así su muerte no es un sacrificio que desem-boca en el silencio, sino en una muerte divinizan-te. Un lenguaje —el Corán— cuya existenciaes el milagro de los milagros.

¿Cuál es la definición —desde la teologíade la historia que funda Massignon— del len-guaje? Es una peregrinación, un viaje espiritual,puesto que no se elabora un lenguaje sino para sa-lir de sí hacia otro, para evocar con él a un ausen-te, al Ghayib, el Desconocido, como dice la gramá-tica árabe.

Los muyahidim talibanes están en la sala Ddel hospital de Kandahar, con sus cuerpos ar-tillados, la espada de Muhammad que blandeun ejército de creyentes en el texto puro, un li-bro revelado cuyo género literario no es for-mal, según los criterios estéticos de Occiden-te, pues no tiene ninguna propiedad de lopropiamente literario, sino se trata de un dic-tado de Muhammad durante 23 años (13 en LaMeca y 10 en Medina) a 49 escribas que es al-go más allá de la inspiración poética, es unaLey para la ascensión y una norma para laconducta, un lenguaje que entraña un arpóndestinado a atraer el alma hasta Dios: para su re-gocijo o su daño.

A diferencia de la Biblia que es una escri-tura de muy diversa y variada acumulación,anónima y autoral (como es el caso de losevangelios sinópticos y las cartas de San Pa-blo), el Corán es un lenguaje único, homogé-neo, de una sola voz, la del profeta; no Dioscomo Cristo, pues condena Mohammed quesólo se haya orientado la fe hacia él, sinosiempre se considera un intermediario entreAllah y los hombres y que no realiza milagroscomo condición para ser seguido.

El libro o Kiba, las Páginas Escritas o Su-hu, el Claro Argumento o Burhán, La Explica-ción o Al-Bayán que están organizadas en 30partes para ser recitadas en un mes o en sietemanzils o porciones para recitarse cada día yque los presos heridos en Kandahar pronun-cian en su quibla o reverencia hacia la direc-ción de La Meca, no es solamente un código; per-tenece a ese género de libros muy raros que abrenuna perspectiva sobre los fines últimos del lengua-je que no es un simple instrumento comercial, unjuguete estético o un molino de ideas, sino que

puede hacer mella en lo real, y que, alabeándosesobre la sintaxis como un avión sobre el ala, hacedespegar de tierra.

En parábolas perfiladas como relámpagos, re-cuerda a los creyentes el pacto primitivo de la hu-manidad con su señor, y el pavoroso juicio que laespera, el decreto que la ha predestinado y la san-ción que la amenaza.

Para nosotros la grafía árabe es una tramacompletamente ajena en sus significados,mucho más los versos que pronuncian los ta-libanes heroicos en el hospital de Kandahar;sin embargo, podemos saber que por sí mis-ma, la lengua árabe coagula y condensa, con unendurecimiento metálico, y por veces con una re-fulgencia cristalina, la idea que se quiere expresar,sin ceder la presión del sujeto.

Esto quiere decir que la intención es acer-carnos a las cosas no desde nosotros, sino desdeellas mismas, no un punto de vista humano,sino una manifestación donde se conoce ladistancia entre la naturaleza y la gracia.

Los médicos y enfermeros del hospitalMirvais, tensionados por estos guerreros queparecen salir sin mácula de las gestas más an-tiguas, escuchan un lenguaje primitivamenteinspirado, que desemboca en fórmulas cuasi alge-braicas de una logística con la que pregonan el ro-ce divino que les ha herido sustancialmente.

Estamos, pues, ante un enterramiento ger-minativo y la concepción pura del verbo mental.

EL AVIÓN CONTRA SODOMA

En interpretaciones de la tradición árabe, So-doma aparece como la ciudad que se ama a símisma, que se niega la visita de los ángeles. Lasmodernas pirámides del dominio imperialoccidental que ha cometido un centenarioacoso y desprecio por el Islam eran sin discu-sión las Torres Gemelas y el Pentágono, sím-bolos de un sistema económico, militar y cul-tural que en el Kibal al-jalwa o Libro de lasrevelaciones o Corán, encuentran un sitio;por eso los atentados del 11 de septiembrefueron concebidos por una mentalidad reli-giosa como hechos revelados, según se ex-presa en la conversación de Osama Bin La-den y los jefes muyahidim en el primer videodifundido en diciembre, donde se reconocenlos ataques en premoniciones oníricas deellos mismos, compañeros y familiares, tantoasí que tuvieron que acelerarse los preparati-vos, pues había el peligro de que el sueño co-lectivo del Islam revelara a los norteamerica-nos la inminencia de los ataques, a través deun sacrificio de los Shadid cuyo objetivo formales divino.

(Anotemos que en el Islam existe una le-gislación para los sueños, como por ejemplo:los malos sueños de la mujer pertenecen alhombre).

En efecto, Bin Laden y sus jefes están ha-blando de una santidad y un heroísmo conce-

LA GACETA

24

bido como ascensión y del deseo de morir comoanatema de la comunidad musulmana.

El acto que reconocen los integrantes deAl-Qaeda ante el mundo en ese histórico vi-deo es el sacrificio de los 19 creyentes comouna ascesis mortificadora en la cima del deseodivino.

Escuchemos el rezo de los muyahidim enKandahar e imaginemos los últimos minutosde los secuestradores de las naves estrelladascontra los edificios del imperio de Satán, el ar-cángel caído al que Dios encargó el gobierno delmundo.

Es difícil comprenderlo sin duda paraquienes no vivimos al interior del mito y el ri-to islámico, donde el amor de Dios no es conce-bible sino como deseo, ascensión jamás acabadahacia un Inaccesible incircunscrito.

El ámbito de lo ético judío y sobre todocristiano no puede ser sobrepuesto sobre losvalores musulmanes con fines comparativos,desde el momento que se trata de una reli-gión no personificada, sino que su principio eslo invisible, lo imperceptible.

Este deseo de morir solamente es posiblecomprenderlo en la dimensión de la obedien-cia sagrada. Los secuestradores suicidas ha-cen las veces de una cadena coránica, que esuna sustantivación generacional en relacióncon Allah y el Profeta.

Se realizan dentro de un tejido esférico deurdimbre tridimensional de situaciones dramáti-cas que realizan el diseño divino.

Por eso las víctimas de estas tragedias nopueden considerarse sino como soldados deuna Jidah o Guerra Santa por la preeminenciade las razones y oscuridades que se vislum-bran en los ataques que deben ser leídos co-mo lo quieren sus ejecutores: una venganzacontra el imperio que apoya a Israel contra elmundo islámico y una revancha de este mun-do occidental contra un tejido supranacionalde países que tienen como único eje legislati-vo y espiritual, estatal y cultural, el lenguajede los muyahidim heridos en el hospital deKandahar, que al reconocer que su trabajo esmorir, sintetizan un instante que en sus per-sonas sensibilizadas por Dios, compadecen a loscorazones quebrantados, y que como el sufí delsiglo X Hallay, y los pilotos de las aeronavesnorteamericanas que son ascensión y relám-pago divino, podrían cantar en Kandahar oen los cielos de Nueva York y Washington:Salvadme de Dios.

La sombra del Islam

eenn llaa ccoonnqquuiissttaa ddee AAmméérriiccaa

� Hernán G. H. Taboada

��Fragmentos del libro del mismo nombre que nuestra casa editorial

publicará próximamente en su colección Obras de Historia.

ÁFRICA O AMÉRICA

Contemporáneo de este desvío delos otomanos, se dio el aparta-miento de las energías españolasde uno de sus objetivos históricos:

la conquista de África, es decir, en el vocabula-rio geográfico de la época, el Magreb. Tal cam-bio de política fue en el siglo pasado, en víspe-ras del 98, criticada por Ángel Ganivet:América habría distraído la “vocación africa-na” de España; sin el Nuevo Mundo, la Recon-quista habría continuado en el Magreb, y Es-paña habría ganado territorios que no sehabrían perdido como se perdieron los domi-nios americanos. Más aún: hasta se ha lamen-tado que España, o Europa en su conjunto,perdieran la única oportunidad que tuvieronde europeizar al mundo, dándole una base cul-tural común. Incluso Braudel llega a decir queEspaña faltó entonces a su misión geográfica,haciendo que por primera vez el estrecho deGibraltar se convirtiera en una frontera política.

Descartando el tono colonialista de talesarengas, en términos generales es comproba-ble una relación como la que predican: en unprimer momento, como ya dije, la política is-lámica fue absolutamente primordial, y den-tro de ella la política africana. Girolamo Via-nello había propuesto a los Reyes Católicosuna conquista de África, y más tarde Colóntuvo que enfrentarse con los sostenedores deuna política de este tipo.

***

Con este trasfondo se entienden las referen-cias que hace Colón a la guerra de África pa-ra defender su empresa: la compara con la delos portugueses en Guinea, señala que susdescubrimientos significan “más tierra quenon es África y Europa”. Pero por muchotiempo las necesidades de la guerra contralos muslimes fueron prioritarias e interfirie-

ron con las de la conquista de América: cuan-do Pedro Malaver de Silva estaba por partirpara la conquista de Omagua, le llegó la noti-cia del levantamiento de los moriscos y par-tió rápidamente “recelando no le quitasen lagente por necesidad tan apretada”, desgraciaque en cambio sufrió su compañero de em-presa Diego Fernández de Cerpa. Las Indiasfueron consideradas en función de esta gue-rra: como proveedoras de defensores al prin-cipio, de riquezas posteriormente, por lo quesolían ser dejadas a sí mismas.

Las cosas sin embargo fueron cambiando,la política africana de España fue languide-ciendo en el siglo XVI, a medida que avanza-ban las conquistas americanas; los tres gran-des cronistas de la guerra africana (Mármol,Torres y Haedo) cayeron en el olvido y novolvieron a ser editados, mientras fueron enaumento las ediciones, traducciones y adap-taciones de los cronistas de Indias. Lenta-mente España fue perdiendo sus presidios enel norte de África; en las órdenes imperialesmismas se nota el cambio del interés, cuandose pide trasladar a Indias cañones de algúnpresidio, el arquitecto militar Juan BautistaAntonelli es enviado desde esos presidios aCuba o Guyana o los fondos americanos soncrecientemente utilizados para la defensa yadministración de los lugares donde se re-caudaban. Del mismo modo, es significativoque en 1610 la recuperación de Larache sobrela costa africana ya estuvo destinada a prote-ger la ruta de Indias, y que por este mismomotivo Portugal retuviera Mazagán; cuandoya no fue necesario, la plaza fue abandonadaen 1769, lo cual significó el traslado masivo desus habitantes, 340 familias, a la provinciabrasileña de Pará, a una población que se lla-mó Nova Mazagão; la carta en que se aconse-ja el abandono de la plaza habla de la dificul-tad de sustentarla, aunque “não se seguindofruto algum ao Christianismo”.

Mucho más tarde, el interés español rea-pareció tímidamente a comienzos del siglopasado, con los planes secretos de Godoy y elenvío de Domingo Badía a Marruecos, cuan-do América amenazaba separarse, para des-pués continuar con vigor cuando esta separa-ción fue un hecho, desde mediados del sigloXIX. En vísperas de la pérdida de Cuba yPuerto Rico se dio la prédica de Ganivet an-tes mencionada, y después de ella un reforza-miento de las expediciones y maniobras di-

LA GACETA

25

plomáticas españolas en torno a Marruecos,junto al renacer de los estudios arábigos.

De manera que es comprobable una alter-nancia de políticas africanas y americanas enla corte española, y un primer traslado delcentro de atención en el siglo XVI, debido avarios factores que alejaron de África, y quehan sido resumidos de la siguiente manera:la rivalidad luso-castellana (resuelta median-te bulas y tratados que reservaban África aPortugal); la experiencia negativa portugue-sa; la predisposición bélica de los norteafrica-nos y su resistencia; su utilización de las mis-mas armas y tácticas; la falta de dominionaval en el Mediterráneo; la ayuda turca y“quinta columna” morisca; la inquebrantablefe muslima, la pobreza del Magreb. Yo agre-garía que en África los españoles carecían delmonopolio que tenían en las Indias, y debíansufrir la competencia italiana, lo cual hizofracasar los distintos esquemas para hacereconómicamente viables sus posesiones afri-canas. Tampoco contaban con el arma bioló-gica que facilitó sus operaciones en América:tras siglos de contactos, los muslimes teníanlas mismas inmunidades que los europeos alos gérmenes del Viejo Mundo. Junto a losmotivos de rechazo africano antes reseñadosconviene señalar los de atracción americana:la nobleza de Portugal podía encontrar másconveniente el servicio en Marruecos que enIndia, por la cercanía de sus posesiones pe-ninsulares, pero otros eran los elementos queapreciaban los hombres sin recursos; Gonza-lo Jiménez de Quesada comparaba desdeNueva Granada la situación de los presidiosespañoles en tierra muslima (los había enÁfrica y en los Balcanes, y él los conocía bienpor su actuación previa en esos campos), ase-diados continuamente, sufriendo privacionesy sin poder llevar una vida familiar, con laexistencia de los soldados asentados en terri-torios pacificados, donde la acción guerrerase concentraba en determinados tiempos ylugares, fuera de los cuales era posible unavida apacible y cómoda. También con la vozde la experiencia, Oviedo menciona una hu-milde contribución americana para dicha co-modidad: gracias a las hamacas, “no duermela gente en tierra tendidos, como en los realesde los cristianos en Europa e África e otraspartes”. Una prueba de esta diferencia es quelas deserciones de los presidios del ViejoMundo eran comunes: los soldados huían an-

tes de embarcarse o luego se pasaban al Is-lam: se hablaba de cinco mil portugueses re-negados entre Bengala y Macasar en el sigloXVII; los fugitivos de Orán eran más de cuatromil en la misma época. En cambio, los trámi-tes que requería el traslado a América eranrealizados sin presiones y fue rara la fuga aterritorio de indios. El castigo aplicado a in-dianos como Martín Cortés fue el destierro alos presidios africanos.

Todos estos motivos de rechazo y atrac-ción pueden dar cuenta del cambio de rumboen la política española, pero sólo como metá-fora explicativa puede hablarse de “decisio-nes”: del mismo modo se ha dicho tambiénque Occidente optó (¿equivocadamente?) porel Nuevo Mundo cuando podía haberlo hechopor el extremo oriente, por África o por Euro-pa central; o que España optó por el Atlánti-co y no por el Mediterráneo. Podemos teneruna idea del simplismo de estos planteos silos comparamos con los que ha analizadoAllison para la Crisis de los Misiles de 1962.En nuestro caso no son posibles las explicacio-nes abarcativas como la suya, que tengan encuenta los intereses de los grupos en el poder,pero sí se pueden considerar detalles del pro-ceso histórico, que la lectura de Ganivet y sussucesores dejó de lado y que hacen la realidadmás complicada, sobre todo si atendemos ellado islámico de la cuestión, descuidado en ladivisión de tareas entre los historiadores ame-ricanistas y los dedicados a la acción españolaen África.

Tales consideraciones nos obligan a mati-zar los enunciados anteriores y a reconocerque la política africana no fue nunca formal-mente abandonada como consecuencia deninguna decisión, sino que fue cediendo te-rreno ante los grandes procesos ligados a lahistoria mediterránea de fines del siglo XVI.

LA ESENCIA DE LA DECISIÓN

Una prueba de que entonces no se veía nin-guna “trascendental decisión” en el horizon-te es la opinión sostenida por fray Jerónimode Mendieta: por desgracia los reinos espa-ñoles se han extendido mucho: “tienen porahí la infesta vecindad del turco y moros en

África”, y de los herejes, por lo que ha descui-dado América, que se ha despoblado y arrui-nado; por todo esto España ha sido castigada:lo muestra la rebelión de los conquistadoresen México.

Cuando Mendieta escribía, un cambio dedirección había comenzado a diseñarse, co-mo parte de la constitución de la fronteranorteafricana hacia 1580. Los propagandistasde la lucha en África hicieron en esos años suúltimo esfuerzo por desviar la atención deambas Indias. En las cortes portuguesas de1562 se tocó el tema; algunos planearon adap-tar la aventura africana a los moldes usadosen América: un proyecto portugués de 1573,repetido veinte años después, proponía fun-dar colonias en Guinea para crear un segun-do Brasil mejor que el primero, con mano deobra, bosques y agua abundantes, para sem-brar caña y elaborar azúcar. Los nostálgicos,como Diego de Couto y Camôes, podían en-tonces desear que se volviera atrás, que se de-jaran las empresas descubridoras en favor deun nuevo ataque al moro marroquí. Esto seexpresa en el Soldado práctico de Couto, así co-mo en Los Lusiadas (concluidas hacia 1570).

***

Diego de Torres, español al servicio de Portu-gal, agente secreto en el reino sa’adí y parti-dario de la guerra en Marruecos, también se-ñalaba que en África muchos se haríanvasallos del rey cristiano “si la codicia de ma-yor ganancia no les pusiera mayor deseo a lanavegación a la India”; mencionaba un ha-llazgo de oro en los Montes Claros, y la ordendel jerife marroquí de ocultarlo, “y que nadielo buscase diciendo que si los cristianos su-piesen que allí había tanto oro no lo irían abuscar a las Indias” (lo cual era un mensajepara los compatriotas de Torres). Como yaseñalé, la derrota de Alcazarquivir alejó pormucho tiempo a los europeos de Marruecos.

El alejamiento coincidió con la primeravergonzante tregua entre las monarquías es-pañola y otomana, en 1578, partir de la cual lapaz entre cristianos y muslimes se fue abrien-do camino a fines del siglo XVI. Paz relativa,debe repetirse, ya que la guerra en Áfricanunca cesó y sólo en 1782 ambos imperios re-

LA GACETA

26

nunciarán al estado de guerra continua, ins-talándose un embajador español en Estam-bul. Por motivos ideológicos, los reyes de Es-paña resucitaban periódicamente el motivo;había planes para conquistar el Magreb e in-cluso Jerusalén: en 1619 Miguel Martínez delVillar redactó un proyecto para la conquistade Argel y Bugía; hacia 1640 lo hacía desdePerú fray Gonzalo Tenorio; en 1669 Fajardo yAcevedo diseñaba una estrategia contra Tie-rra Santa. Del lado marroquí, el califa al-Mansur todavía planeaba la invasión de An-dalucía a fines del siglo XVI.

Correlato de la desaparición del muslimde los frentes de guerra fue su omnipresenciaen la literatura y el teatro: el moro y el turcose convirtieron en una moda, como han seña-lado M. Soledad Carrasco Urgoiti y AlbertMas, lo cual contrasta con la borrosidad delos temas americanos; para la propagandamonárquica española, el año 1492 estaba liga-do a la toma de Granada. El giro iniciado po-líticamente a fines del siglo XVI sólo se tradu-cirá en el plano artístico en el XVII, comomuestra un revelador motivo iconográficoseñalado por Bernard Vincent: la rendiciónde Boabdil es el motivo que aparece en elcuadro de Lucas Giordano (1632-1705) dedica-do al hecho central de ese año. Pero su discí-pulo Francesco Solimena (1657-1747) va a pre-sentar otro motivo: para él, como paranosotros, es la empresa de Colón la decisivade 1492. Entre ambos pintores de la corte es-pañola, el segundo discípulo del primero, sehabía dado el último intento otomano de to-mar Viena, en 1683. En literatura, la transiciónes del mismo modo evidente: 1492 es el añode la toma de Granada para la poesía y tea-tro, repletas también de temas muslimes, loscuales casi desaparecen en el siglo XVIII, el si-glo que descubrió literariamente, desde am-bos lados del Atlántico, la realidad de la na-turaleza e historia americanas. En Portugal,el cambio llegó antes: en la Adoração dos Ma-gos de Jorge Alfonso, de la primera mitad delsiglo XVI, el régulo amerindio de turbante deplumas y azagaya ha sustituido al rey negrode la tradición. Por el contrario, en Francia (oen la literatura en francés), América aparecemuy poco en los siglos XVI y XVII, mientras enel XVIII se convierte en el tema de moda, supe-rando a la producción española, hasta enton-ces dominante.

LOS DOS OCCIDENTES

En parte la tregua de 1580 respondió a una di-visión de las zonas de expansión existentes.Hasta el momento de su gran choque impe-rial, españoles y otomanos habían seguidodesarrollos llamativamente paralelos, y lacomparación entre ambas potencias ya la rea-lizó, antes que Ranke, el sultán Mahmud II enel siglo XVIII. Las cuatro monarquías, tres cris-

��A tres años de la muerte de nuestroautor Gutierre Tibón, publicamos este

fragmento del libro que sobre él haescrito Miguel Ángel Muñoz y que saldrá

próximamente bajo el sello del CNCA.

Gutierre Tibón: una vida de

investigación

� Miguel Ángel Muñoz

tianas y una muslima, en que estaba divididoen 1450 el actual Estado español continental,se habían unificado en 1512, y en 1520 consti-tuían el centro del más poderoso reino cris-tiano, así como las monarquías, cristianas ymuslimas, de Anatolia y los Balcanes se ha-bían unificado en el imperio otomano de1480, que en 1520 formaba el más poderosoEstado muslim. Los centros de ambas poten-cias, las penínsulas ibérica y anatólica, enequilibrio en los extremos del Mediterráneo,cerradas de sus continentes por cadenasmontañosas, habían sido hasta el siglo XI te-rritorio de la religión rival, hasta su conquis-ta por obra de monarquías de fuerte ethosfronterizo; en el siglo XVI, en su nuevo papelde campeonas de la cristiandad y del Islam,desarrollaron pretensiones universalistas.Aunque éstas también son rastreables en tor-no a la monarquía portuguesa, en la ebriedadde la expansión, o en el Estado marroquí delos sa’adíes, sólo se hacían creíbles en refe-rencia a los imperios español u otomano. Unalarga historia de conquistas fronterizas hacíacomprensible desde Iberia y Anatolia lo quehoy se reconoce como la primera unificaciónde la ecumene.

Tras estas vidas paralelas, ambas monar-quías chocaron rudamente en el siglo XVI. Nohubo en la confrontación vencedores ni ven-cidos y finalmente las dos potencias se diri-gieron a administrar los territorios conquista-dos. Los contemporáneos notaron que éstostambién guardaban ciertas analogías: el co-mendador mayor de León comparaba el con-voy entre Estambul y Alejandría con la flotade Indias. Los historiadores actuales han no-tado similitudes entre la sociedad de Argel yla de las colonias americanas: la rapidez desu crecimiento urbano, su población de ca-rácter aluvial y fronterizo, con la astucia y elingenio como componentes de la virtú, la ri-queza fácil, el gasto suntuario y la permisivi-dad sexual. Ya la comparación había sido he-cha en la época por cristianos o muslimes,explícitamente o no: Barbarroja, al ver las ri-quezas de Argel, “deseaba pasar ahí como losespañoles a las Indias”, y su vida es objeto,junto con la de Cortés, de unas biografías pa-ralelas (aunque dotadas de un maniqueís-mo no plutarquiano) por obra de Gómara,quien las ve hermanadas por el ascenso apartir de la nada y semejantes hasta en deta-lles como la (legendaria en ambos casos) que-ma de las naves; el régimen berberisco es unavariante del colonial, opinaba Antonio de So-sa, a Argel “llaman los turcos (y con razón)sus Indias y Perú”, y un cautivo evocaba có-mo “en Turquía, Romania, Anatolia y Suriahablan todos de Argel como nosotros acá delas Indias de Castilla y Portugal”.

Ambas potencias habían hallado su FarWest: el Magrib de los otomanos y las Indiasoccidentales de España. Una nueva etapa seabría en las respectivas historias fronterizas.

Para Ricardo Martínez, por los consejos memoriosos

El presente diálogo con GutierreTibón (1905-1999) es el resultadode múltiples conversaciones lle-vadas a cabo, con breves interva-

los de tiempo, durante casi año y medio. Seinició hace más de diez años con una visita asu casa-estudio en la ciudad de Cuernavaca,en el verano de 1990. Nuestra conversaciónquedó grabada en cinta, y después continuóa través de cartas y esporádicas visitas.

Tibón utiliza el lenguaje de un modo muydirecto, a la vez con cautela. Pasión de filólo-go. Quizás por ello se sirve siempre de pala-bras como asombro, magia y evocar. Tal vezes preciso hacer que las afirmaciones evo-quen, que se nos descubran constantemente,pues mucho de lo que Tibón da a conocer du-rante esta conversación es conocimiento, in-trospección, procedente del espíritu de lamística mesoamericana y muy antigua delMéxico precolombino. El lenguaje que cons-tantemente busca, desconfía de conceptospreestablecidos.

Había momentos en que sentí estar fren-te a un sabio alquimista: “Los alquimistasdescubrieron el mundo, eran hombres contanta sabiduría que siempre estaban en cons-tante aprendizaje”. Por momentos interrum-pía la conversación para recordar de un mo-do sensitivo la música que le apasionaba, unasinfonía, por ejemplo, o para mostrar su pri-mer artículo publicado en el diario Excélsior,que con el tiempo se convirtió en su asom-brosa columna “Gog y Magog” que se publi-có durante casi cuarenta años. Ese espacioperiodístico lleva a Tibón al comienzo de mu-chos de sus libros. El registro puntual de sutiempo, de su memoria y desde luego de susinvestigaciones. Muchos de estos textos se re-copilaron tiempo después en dos libros:

LA GACETA

27

Aventuras en México, 1937-1983, donde reúnelo “visto y lo vivido” durante 43 años de es-tancia en México, país que eligió justamentepor sus bellezas y tesoros culturales. El otroes Aventuras en las cinco partes del mundo, don-de deja registrados sus pasos y aprendizajespor América, Asia, Europa, África, Oceanía(y Übeda), que le descubrieron infinidad deterritorios desconocidos, no sólo para él, sinotambién para los ojos de los lectores. Fueronmomentos en los que este estudioso se con-virtió en místico: con los ojos abiertos, las ma-nos gesticulando vivamente, una memoriadeslumbrante, satisfecha, alerta a descubriruna situación para hacerla entendible. Es elseductor del lenguaje.

* * *

M. A. M.: En sus libros se puede hablar de unpropósito constante: amenizar la más severadisciplina intelectual con la amenidad del es-tilo. ¿Cómo ha desarrollado esa amenidaddentro de libros tan rigurosos, como América,setenta siglos de la historia de un nombre o El jadede México?

G. T.: Siempre hay la posibilidad de ver ellado chusco de las cosas y de la vida misma.Hay gente impenetrable al sentido del hu-mor, pero México tiene un pueblo que cons-tantemente inventa frases ingeniosas, comolas de los camiones o los nombres de las pul-querías en algún tiempo, que demuestran lainteligencia e ironía de nuestro pueblo. En-tonces, desde que llegué a este país maravi-lloso en 1940 he tratado de realizar mis libroscon un sabor mexicano y no de un italianoque se preocupa por las cosas tan ricas y ma-ravillosas que existen. Por ejemplo: el estadode Morelos no está totalmente explorado, és-te sería un campo de estudio para toda la vi-da. Siempre he pensado que hay que ver enun microcosmos el macrocosmos, pero desa-rrollándolo con la amenidad muy caracterís-tica de mi estilo.

M. A. M.: Maestro, usted nació en Milán,Italia, en 1905 y desembarcó en el puerto deVeracruz en 1940, ¿cuál era su propósito comoinvestigador y filológo al establecerse, como us-ted dice, en su patria electiva?

G. T.: Debo mi establecimiento en Méxicoa un hombre maravilloso que se llamó IsidroFabela, un abogado que llegó a la cumbremás alta a la cual puede llegar un abogado enel mundo. Él fue quien me convenció de ve-

nir, para estudiar los distintos problemas cul-turales y sociales de este país. México es unanación prodigiosa, destinada a ser en el sigloXXI uno de los países guías del mundo.

M. A. M.: El tema onfálico ha surcado laimaginación de los hombres desde hace mu-chos años y sabemos que el ombligo es un te-ma lateral en la historia de las religiones porsus cosmogonías y rituales, ¿cuál fue la razónpor la que se lanzó a descubrir el ombligo co-mo centro erótico?

G. T.: El ombligo es la segunda sílaba dela palabra México. Mucho me apliqué a estu-diar su significado. Naturalmente la primerapalabra era mextli, que quiere decir luna, y“co” es un sufijo locativo. Entonces, me pusea estudiar el ombligo como centro cósmico,para comprender la razón del porqué el nom-bre de este país existe como sílaba central, ycon esto he logrado descubrir la relación en-tre ombligo y México.

M. A. M.: Llegó el quinto centenario deldescubrimiento de América y usted tenía pu-blicado un libro de ensayos sobre el nombrede América, ¿cuál fue su propósito de descu-brir la raíz del continente?

G. T.: En este estudio expongo las circun-cias determinantes por las cuales este conti-nente se llama América. Me remonté a unaantigüedad pavorosa; buscando los orígenesdel nombre fatídico en el corazón de Asia,hace setenta siglos. Siguiendo su evoluciónen el transcurso de las migraciones de lospueblos indoeuropeos a Escandinavia, Ger-mania, Italia y España. En el libro vemos có-mo el rey de los ostrogodos, Teodorico elGrande, “crea” el nombre que, un mileniomás tarde, habría de perpetuarse en este con-tinente por mediación del italiano Vespucio.También nos enteramos de que entre las ra-zones por las cuales América no se llama Co-lombia, se cuenta una opinión expresada porAristóteles, un cálculo matemático de Marinode Tiro, y el viaje de Marco Polo. La más sin-gular concatenación de hechos para llegar aun resultado: el nombre de América. Queno se me tache de prolijo: el nombre deNuevo Mundo justifica, o mejor dicho exigeuna investigación con profundidad, hastallegar a la última linde de sus aspectos histó-ricos y filológicos.

M. A. M.: Como filólogo ha producido eldiccionario de nombres propios más comple-to, no sólo en lengua española, y su onomás-tica hispanoamericana es el tratado másecléctico publicado sobre apellidos. En am-bos libros hay hallazgos y soluciones de difí-ciles problemas lingüísticos, ¿cómo fue elproceso de desarrollo de ambos libros ya quele costó más de 40 años realizarlos?

G. T.: El Diccionario etimológico comparado delos apellidos españoles, hispanoamericanos y filipi-nos es la primera obra que recopila, organiza einterpreta sistemáticamente los apellidos deuna familia humana de trescientos millones

de miembros (o casi quinientos, incluyendo alos lusohablantes); ellos son los González, losEsparsa, los Ulloa, los García, es decir los due-ños de los apellidos castellanos, catalanes, ga-llego-portugues y vascos. Me costó casi me-dio siglo de estudio este léxico excepcional;creo que satisface la curiosidad que todos tie-nen por conocer el origen y significado de suapellido, lo cual, en la mayoría de los casos,entraña una revelación. Así, por vez primerase puede descubrir el secreto de ese vocabloque nos identifica como personas y que, ade-más, nos vincula con un lazo mágico con lasculturas de Israel, Grecia, Roma, España yAmérica.

M. A. M.: En su libro México 1950 se mues-tra como un sociólogo, donde da un mensajenacional, y se adelanta al tiempo, donde dioalgunas previsiones que se realizaron, ¿cuálsería el objetivo de este libro en la actualidad?¿Lo considera vigente en este nuevo sigloque está por comenzar?

G. T.: Después de medio siglo de haberloescrito, creo que el libro tiene toda su vigen-cia, es decir: toda mi vida he pensado no en elmomento en que vivimos, sino en el mañana.Me interesa siempre lo que va a suceder enun país tan rico, desde su nombre hasta susrincones más lejanos.

M. A. M.: ¿Cuál es su interpretación esoté-rica del jade, el antiguo chalchihuite?

G. T.: Durante 24 siglos el jade fue consi-derado en Mesoamérica símbolo de vida. Porsus altísimos poderes taumatúrgicos se leconceptualizaba como lo más precioso delmundo, es decir: valía mucho más que el oro.Desde 900 años antes de Cristo hasta la Con-quista, los lapidarios olmecas y mayas, teoti-huacanos y mixtecos, crearon joyas de jadede extremado refinamiento, desde estatuillasy hachas votivas, hasta placas casi transpa-rentes y “jícaras del águila”, receptáculos delos corazones humanos en los sacrificios. Eneste volumen traté de interpretar el fascinan-te mundo esotérico del jade para que la gentecomún pueda penetrar en el pensamientomágico del México de ayer.

M. A. M.: En 1963 fundó el Instituto de laEnciclopedia de México, que se propuso pu-blicar todo lo mexicano, ordenado alfabética-mente en diez tomos, ¿cómo arrancó esteproyecto y cuál fue su propósito original?

G. T.: Mi idea original fue que los diccio-narios y las enciclopedias fueran universales.No había ninguna enciclopedia que se dedi-cara a lo mexicano, que recogiera todos losaspectos históricos biográficos de México, co-mo el Diccionario de Porrúa que está bien he-cho, pero no ilustrado. El mío está rigurosa-mente ilustrado y actualizado sobre lasmaravillas de México.

M. A. M.: Maestro, en su último libro Nue-vo diálogo de la lengua, ¿cuál es el objetivo derenovación del lenguaje y cuál sería su papelfundamental en el siglo que comienza?

LA GACETA

28

G. T.: El lenguaje que nos viene de Castillaes, junto con el italiano, la lengua más hermo-sa que hay entre los idiomas. El alemán, ruso,polaco, checo no tienen la riqueza de sonidos,combinaciones y fluidez que tiene nuestroidioma. Entonces, no se puede hablar de unarenovación del castellano, éste se queda co-mo es, pero los señores de Madrid que quie-ren seguir mandando en todos los países delengua española, que son 21, no tienen la elas-ticidad que han tenido los italianos, los cua-les hace cuatro siglos se liberaron de todas las“h” mudas; son mudas y no sirven, decía elfundador de la lengua castellana, Antonio deNebrija. Hay que eliminarlas y si la “y” grie-ga corresponde a la “i” latina, se lee igual, es-to quiere decir que es inútil en el alfabeto.

M. A. M.: ¿Cuál es el término de castella-nización, ya que usted lo utiliza como unaemancipación del latín?

G. T.: Hay dos escuelas: la escuela de cas-tellanizar el castellano quitándole todas lascomplicaciones al lenguaje, por ejemplo, enlugar de decir cuarentavo, dicen cuadragési-mo, que es difícil. Entonces, la castellaniza-ción es limpiar el castellano de latinismosque ya no tienen nada que ver después dedos mil años, y que los señores de la Acade-mia de Madrid conservan como un tesoroque no se puede tocar en los diccionarios.Tengo la vigésima primera edición del Diccio-nario de la Academia y es una verdadera catás-trofe, porque ponen palabras muertas y noponen como en los grandes diccionarios lin-güísticos una cruz para expresar que es unapalabra muerta.

M. A. M.: Usted habla de que México estáa la cabeza del mundo hispanohablante y quetiene una misión, ¿cuál sería esa misión den-tro del lenguaje?

G. T.: Dentro de pocos años el grupo his-panohablante será de 240 millones, de loscuales sólo el diez por ciento está en España ytodo el resto en América. Entonces, necesita-mos esperar los modismos que han nacido.En México, por ejemplo, la influencia del ná-huatl, del mixteco y del zapoteco es definiti-va. La mayor parte de los nombres de lugaresde México no son en español sino en náhuatl.

M. A. M.: Usted dice que el castellano seráesencialmente una lengua americana, la cualhablará el noventa por ciento de hispanos delNuevo Mundo, ¿por qué?

G. T.: Porque es la lengua que ha llegadoal Estrecho de Magallanes, que pertenece aArgentina y Chile. Todos esos países de Suda-mérica, menos Brasil, hablan castellano. Tam-bién porque es una lengua continental. Es co-mo el inglés que de Texas a Canadá todos lohablan y no dependen de Londres, como no-sotros no dependemos de Madrid. Por ello, elcastellano se vuelve la segunda lengua oficialy por eso tenemos el deber no de imponernoscomo una especie de liberalismo, sino comohermanos que hablan una misma lengua.

LA GACETA

29

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA1934 • LIBROS PARA IBEROAMERICA • 2002

Carretera Picacho Ajusco 227. Col. Bosques del Pedregal. Tlalpan, C.P. 14200. México, D.F.Tels.: (5)227-4612, (5)227-4628, (5)227-4672. Fax: (5)227-4698 • Página en Internet http://www.fce.com.mx

Coordinación General de Asuntos Internacionales [email protected] • cvaldes@fce. com.mx • [email protected]én México D. F. Dirección: José Ma. Joaristi 205, Col. Paraje San Juan.

Tels.: (5)612-1915, (5)612-1975. Fax: (5)612-0710FILIALES

Fondo de Cultura Económica deArgentina, S.A.Alejandro Katz El Salvador 56651414 Capital Federal, Buenos AiresTels.: (541-1) 4-777-15-47/ 1934 / 1219Fax: (54-11) 4-771-89-77 ext. 19Correo electrónico: [email protected]

Fondo de Cultura Económica Brasil, Ltda.Isaac VinicRua Bartira, 351 Perdizes, Sao PauloCEP 05009-000 BrasilTels.: (55-11) 3672-3397 y 3864-1496Fax: (55-11) 3862-1803Correo electrónico:[email protected]

Fondo de Cultura Económica Ltda.(Colombia)Juan Camilo SierraCarrera 16, Nº 80-18Barrio El Lago Bogotá, ColombiaTel.: (571) 531-2288Fax: (571) 531-1322 Correo electrónico:[email protected]ágina del FCE-Colombia:www.fce.com.co

Fondo de CulturaEconómica Chile, S. A.Julio Sau AguayoPaseo Bulnes 152Santiago, ChileTels.: (562) 697-2644695-4843 • 699-0189y 688-1630Fax: (562) 696-2329Correo electrónico:[email protected]

Fondo de Cultura Económica de España, S. L.María Luisa Capella C/FernandoEl Católico Nº 86 Conjunto Residencial GalaxiaMadrid, 28015. EspañaTel.: (34-91) 543-2904543-2960 y 549-2884Fax: (34-91) 549-8652Correo electrónico:[email protected]

Fondo de Cultura EconómicaUSA, INC.Benjamín Mireles2293 Verus St. San Diego, CA. 92154, Estados UnidosTel.: (619) 429-0455 Fax: (619) 429-0827 Página en Internet http:www.fceusa.comCorreo electrónico: [email protected]

Fondo de CulturaEconómica de Guatemala,S. A.Sagrario Castellanos6a. avenida, 8-65 Zona 9 Guatemala, C. A.Tels.: (502) 334-3351334-3354 • 362-6563362-6539 y 362-6562Fax: (502) 332-4216Correo electrónico: [email protected]

Fondo de CulturaEconómica del Perú, S. A.Germán Carnero RoquéJiron Berlín Nº 238, Miraflores, Lima, 18PerúTels.: (511) 242-9448447-2848 y 242-0559 Fax: (511) 447-0760Correo electrónico: [email protected]ágina en Internet http://www.fceperu.com.pe

Fondo de Cultura Económica Venezuela, S. A.Pedro Juan Tucat ZuninoEdif. Torre Polar, P.B. Local "E" PlazaVenezuela, Caracas, Venezuela.Tel.: (58212) 574-4753Fax: (58212) 574-7442Correo electrónico: [email protected]

Librería Solano Av. Francisco Solano entre la 2a av. Delas Delicias y Calle Santos Ermini,Sabana Grande, Caracas, Venezuela.Tel.: (58212) 763-2710Fax: (58212) 763-2483REPRESENTACIONES

DISTRIBUIDORES

Los Amigos del LibroWerner GuttentagAv. Ayacucho S-0156 Entre Gral. Anchay Av. HeroinasCochabamba, BoliviaTel.: (591) 4 450-41-50

(591) 4 450-41-51(591) 4 411-51-28

Correo electrónico:[email protected]

Librería Las Américas Ltee.Francisco González10, rue St-Norbert MontrealQuébec, CanadáH2X 1G3Tel.: (514) 844-59-94Fax: (514) 844-52-90Correo electrónico:[email protected]

Librería Lehmann, S.A.Guisselle Morales B.Av. Central calle 1 y 3 Apartado 10011-1000San José, Costa Rica, A. C.Tel.: (506) 223-12-12Fax: (506) 233-07-13Correo electrónico: [email protected]

Librería Librimundi-Librería InternacionalMarcela García Grosse-LuemernJuan León Mera 851P. O. Box 3029Quito, Ecuador Tels.: (593-2) 52-16-06

52-95-87Fax: (593-2) 50-42-09Correo electrónico: [email protected]

Cuesta. Centro del LibroSr. Lucio Casado M.Av. 27 de Febrero esq. Abraham LincolnCentro Comercial NacionalApartado 1241Santo Domingo, República Dominicana.Tel.: (1809) 537-50-17 y 473-40-20Fax: (1809) 573-86-54 y 473-86-44Correo electrónico: [email protected]

Aldila Comunicación, S.A.Aldo Díaz LacayoCentro Comercial Managua. Módulo A-35 y 36 Apartado Postal 2777Managua, NicaraguaTel.: (505) 277-22-40Fax: (505) 266-00-89Correo electrónico: [email protected]

Librería Nuevos LibrosSr. Juan José NavarroFrente a la UniversidadCentroamericana Apdo. PostalEC Nº 15Managua, NicaraguaTel. y Fax: (505) 278-71-63

Grupo Hengar, S.A. Zenaida Poveda de HenaoAv. José de Fábrega 19 EdificioInversiones Pasadena Apartado2208-9A Rep. de PanamáTel.: (507) 223-65-98 Fax: (507) 223-00-49 Correo electrónico: [email protected]

ARGENTINA BRASIL COLOMBIA CHILE

ESPAÑA ESTADOS UNIDOS GUATEMALA PERÚ VENEZUELA

BOLIVIA CANADÁ ECUADOR HONDURAS PUERTO RICO

COSTA RICA NICARAGUA PANAMÁ

REPÚBLICADOMINICANA

Editorial Edil Inc.Consuelo Andino Julián Blanco Esq. Ramírez Pabón Urb. Santa Rita. Río Piedras, PR 0926Apartado Postal 23088, Puerto Rico Tel.: (1787) 763-29-58 y 753-93-81Fax: (1787) 250-14-07Correo electrónico: [email protected]ágina en Internet www.editorialedil.com

Aparicio Distributors, Inc. Héctor AparicioPMB 65 274 Avenida Santa Ana Guaynabo, Puerto Rico 00969-3304Puerto RicoTel.: (787) 781-68-09Fax: (787) 792-63-79Correo electrónico: [email protected]

Difusora Cultural México S. de R. L. (DICUMEX)Dr. Gustavo Adolfo AguilarB. Av. Juan Manuel Gálvez Nº 234 Barrio LaGuadalupe Tegucigalpa,MDC Honduras C. A.Tel.: (504) 239-41-38 Fax.: (504) 234-38-84 Correo electrónico: [email protected]

LA GACETA

30

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA•SUGERENCIAS•

GEORGE STEINER •Después de Babel.

Aspectos del lenguaje y la traducción

Colección Lengua y Estudios Literarios

PETER ACKROYD •T. S. Eliot

Colección Lengua y Estudios Literarios

ALDO FERRER •Nacionalismo y orden constitucional.Respuesta a la crisis económica de

la Argentina contemporáneaColección Economía

LUIS ALBERTO ROMERO •Breve historia contemporánea

de la ArgentinaColección Popular

LOURDES DE ITA RUBIO •Locura e Inquisición en

Nueva España, 1571-1760Colección Historia

NORA LUSTIG •México.

Hacia la reconstrucción de una economía

Colección Economía

ERIC ROLL •Historia de las doctrinas económicas

Colección Economía

JORGE SALVADOR LARA •Breve historia contemporánea

de EcuadorColección Historia

JUAN JOSÉ ARTEAGA •Uruguay. Breve historia

contemporáneaColección Historia

NORBERTO BOBBIO •El futuro de la democracia

Colección Política y Derecho

ALEXIS DE TOCQUEVILLE •La democracia en América

Colección Política y Derecho

• ROMAN JAKOBSONEl marco del lenguajeColección Lengua y Estudios Literarios

• LOIS PARKINSON ZAMORANarrar el ApocalipsisColección Lengua y Estudios Literarios

• JIMMY BURNS MARAÑÓNLa tierra que perdió sus héroes.La guerra de las Malvinas y la transición democrática en ArgentinaColección Política y Derecho

• JOSÉ LUIS ROMEROLa experiencia argentinaColección Tierra Firme

• LUCAS ALAMÁNRecuadro de Nueva EspañaColección Fondo 2000

• RICHARD E. GREENLEAFLa Inquisición en Nueva España: siglo XVIColección Historia

• STEPHEN HABER (COMP.)Cómo se rezagó la América Latina.Ensayos sobre las historias económicas de Brasil y México,1800-1914Colección Lecturas del TrimestreEconómico

• MARIANO BAPTISTA GUMUCIOBreve historia de BoliviaColección Historia

• FRANKLIN G. Y.Breve historia del PerúColección Historia

• GIOVANNI SARTORILa política.Lógica y método en las ciencias socialesColección Política y Derecho

• ALAIN TOURAINE¿Qué es la democracia?Colección Sociología

[ ]

LA GACETA

31

LIBRERÍAS DEL FCE(Visite nuestra página de internet: www.fce.com.mx)

• Librería Alfonso ReyesCarretera Picacho Ajusco 227,Col. Bosques del Pedregal,México, D.F. Tels.: 5227 4681 y 82

• Librería Daniel Cosío VillegasAvenida Universidad 985,Col. Del Valle,México, D.F.Tel.: 5524 8933

• Librería Octavio PazMiguel Ángel de Quevedo 115,Col. Chimalistac, México, D.F. Tels.: 5480 1801 al 04

• Librería Un paseo por loslibrosPasaje Zócalo-Pino Suárez delMetro,Centro Histórico,México, D.F.Tels.: 5522 3016 y 78

• Librería en el IPNAv. Politécnico, esquina WilfridoMassieu, Col. Zacatenco, México, D.F. Tels.: 5119 1192 y 2829

• Ventas por teléfono:5534 9141

• Ventas al mayoreo:5527 4656 y 57

• Ventas por internet:[email protected]

•ALGUNAS DE NUESTRAS NOVEDADES•

EVA CRUZ (COORD.)La forma del asombro.

Narradoras norteamericanas contemporáneas

Poco conocidas en nuestro medio, las narra-doras estadounidenses del siglo xx se handistinguido por explorar nuevos temas congran maestría en el manejo de la estructuray del lenguaje. Sus obras han hecho llegar aun gran público la visión, la experiencia y lasensibilidad de las mujeres contemporá-neas. En la actualidad, el número de escrito-ras cuentistas sobrepasa con mucho al deescritores y la calidad de muchas de ellas esincuestionable. En esta antología aparecenalgunas de las mejores narradoras contem-poráneas de los Estados Unidos.

GIOVANNI SARTORI

Ingeniería constitucional comparada.Una investigación de estructuras,

incentivos y resultados

El autor analiza las formas democráticas degobierno vigentes, examina sistemas electo-rales de mayoría y de representación pro-porcional y da atención especial tanto a larepresentación minoritaria como a las ron-das electorales dobles. Esta edición se veenriquecida con un posfasio dedicado a Mé-xico en el que se discuten los papeles delEjecutivo y del Legislativo en contraste conlos sistemas electorales europeos.

LILIA ANA BERTONI

Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas.La construcción de la nacionalidadargentina a fines del siglo XIX

En este trabajo la historiadora Lilia Ana Ber-toni se propone trazar una descripción delcomplejo proceso de construcción de laidentidad nacional argentina, particularmen-te en un periodo en el que fenómenos comola inmigración masiva y la expansión colonialeuropea, entre algunos otros, repercutieronde modo muy significativo en la concepciónque la sociedad argentina tendría de sí mis-ma en la historia posterior.

B. BLUESTONE Y B. HARRISON

Prosperidad.Por un crecimiento con equidad en el siglo XXI

Ante la inminente desaceleración de la eco-nomía, se ha vuelto indispensable revisar lavigencia del modelo neoclásico de desarro-llo. De acuerdo con los autores de este libro,los riesgos de mantener las exigencias deWall Street pueden desembocar en un fran-co estancamiento económico. Y es que laobsesión generalizada por reducir la infla-ción y el déficit público han desviado la aten-ción de otros sectores con posibilidades rea-les de transformar el potencial de laeconomía.[ ]

[ ]

ORDEN DE SUSCRIPCIÓNSeñores: sírvanse registrarme como suscriptor de La Gaceta por un año

Nombre:Domicilio:Colonia:Estado:

Para lo cual adjunto giro postal o cheque por costos de envío: $150.00, para nacionales; $45 dólares alextranjero. (Llene esta forma, recórtela y envíela a la dirección de la casa matriz del FCE: CarreteraPicacho Ajusco 227, Colonia Bosques del Pedregal, Delegación Tlalpan, C.P. 14200, México, D.F.)

C.P.:País:

• NUESTRA DELEGACIÓN EN GUADALAJARA •

Librería José Luis MartínezAvenida Chapultepec Sur 198,

Colonia Americana, Guadalajara, Jalisco,Tels.: (013) 615-12-14, con diez líneas

• NUESTRA DELEGACIÓN EN MONTERREY •

Librería Fray Servando Teresa de MierAvenida San Pedro 222,

Colonia Miravalle, Monterrey, Nuevo León,Tels.: (018) 335-03-71 y 335-03-19

La Gaceta • digital • La GacetaAhora usted puede consultar nuestros números por internet

ingresando al sitio del Fondo de Cultura Económica: www.fce.com.mx(Se recomienda descargar previamente Acrobat Reader 5.0. Siga las instrucciones que, con este propósito,

le ofrecemos en la página principal de nuestro sitio).

Tres títulos representativos de la magna historia de la literatura francesa que Paul Bénichou —uno de los grandes escritores

del siglo xx— articuló como el más ambicioso de sus proyectos intelectuales.

Paul Bénichou (1908-2001)

�OBRAS EN EL FCE

•Imágenes del hombre en el clasicismo francés••La coronación del escritor, 1750-1830•

Ensayo sobre el advenimiento de un poder espiritual laico en la Francia moderna

•El tiempo de los profetas•Doctrinas de la época romántica