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Actas XIV Congreso AIH (Vol. IV). Rosario REXACH. Jorge Mañach y su «Examen del quijotismo» - Jorge Mañach y su Examen del quijotismo Rosario Rexach ACADEMIA NORTEAMERICANA DE LA LENGUA CUANDO EL 23 DE abril de 1947 se celebró en todo el mundo hispánico el cuarto centenario de Cervantes, La Habana participó en las ceremonias. Y de ellas, la más interesante tal vez, es la que tuvo lugar en el pequeño parque de San Juan de Dios donde había una estatua de Miguel de Cervantes Saavedra. En el acto disertó sobre el Quijote el profesor de Historia de la Filosofía de la Universidad de La Habana, Jorge Mañach. Su trabajo se enfocó centralmente en el concepto de quijotismo. Mañach estaba desde niño familiarizado con la estatua del escritor porque había nacido en 1898 en Sagua la Grande, una pequeña población de la parte norte y central de Cuba, había pasado un muy breve tiempo de su niñez en una casa de la calle de San Juan de Dios aledaña al parque, antes de marchar con su madre y hermanos a España a reunirse con su padre, muy español, que había regresado a la tierra natal tras el establecimiento de la República, después de la independencia. Estos datos no son superfluos, pues ayudan a comprender cómo, desde muy pronto, se fue forjando la personalidad del profesor y del crítico. Por el nacimiento en Sagua dentro de una familia de gran raigambre criolla por parte de su progenitora, Consuelo Robato, se sintió desde niño muy cubano. Pero por la parte del padre se vinculó a sus raíces españolas. Pues D. Eugenio Mañach, gallego de nacimiento y muy encariñado con su tierra, había venido a Cuba después de hacerse abogado, siendo muy joven, en busca de un porvenir y no contando con el triunfo del movimiento independentista. Cuando sus esperanzas como abogado en Sagua lo colmaron de alegría, se casó y disfrutó del calor familiar y criollo. Pero no se adaptaba al nuevo régimen político, por lo que decidió volver a España con la esperanza de establecerse allí y traer a su familia. Después de largo tiempo y denodados esfuerzos lo logró al obtener la posición de Notario en Tembleque, una pequeña población de La Mancha toledana. Cuando la familia llega, el niño que es Mañach apenas cuenta nueve años. Su educación primaria la termina allí en manos privadas. Luego es enviado a los Escolapios de Getafe y de allí al Liceo de Madrid adonde la familia se ha trasladado. Han pasado varios años y esa educación en España deja profunda huella en el espíritu del ya adolescente. A ello contribuye mucho la influencia del padre que estimula sus lecturas y las comparte. Pero al aproximarse la Guerra Europea en 1914 la familia completa regresa a Cuba. Y Mañach es enviado a continuar sus estudios en los Estados Unidos hasta graduarse en Harvard con honores y una beca para estudiar en París. La prematura muerte del padre impide que el joven complete sus estudios en La Sorbonne y regresa a Cuba. Poco antes, todavía en París, habia comenzado a escribir artículos periodísticos. -1 .. Centro Virtual Cervantes

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Actas XIV Congreso AIH (Vol. IV). Rosario REXACH. Jorge Mañach y su «Examen del quijotismo»-

Jorge Mañach y su Examen del quijotismo Rosario Rexach

ACADEMIA NORTEAMERICANA DE LA LENGUA

CUANDO EL 23 DE abril de 194 7 se celebró en todo el mundo hispánico el cuarto centenario de Cervantes, La Habana participó en las ceremonias. Y de ellas, la más interesante tal vez, es la que tuvo lugar en el pequeño parque de San Juan de Dios donde había una estatua de Miguel de Cervantes Saavedra. En el acto disertó sobre el Quijote el profesor de Historia de la Filosofía de la Universidad de La Habana, Jorge Mañach. Su trabajo se enfocó centralmente en el concepto de quijotismo.

Mañach estaba desde niño familiarizado con la estatua del escritor porque había nacido en 1898 en Sagua la Grande, una pequeña población de la parte norte y central de Cuba, había pasado un muy breve tiempo de su niñez en una casa de la calle de San Juan de Dios aledaña al parque, antes de marchar con su madre y hermanos a España a reunirse con su padre, muy español, que había regresado a la tierra natal tras el establecimiento de la República, después de la independencia.

Estos datos no son superfluos, pues ayudan a comprender cómo, desde muy pronto, se fue forjando la personalidad del profesor y del crítico. Por el nacimiento en Sagua dentro de una familia de gran raigambre criolla por parte de su progenitora, Consuelo Robato, se sintió desde niño muy cubano. Pero por la parte del padre se vinculó a sus raíces españolas. Pues D. Eugenio Mañach, gallego de nacimiento y muy encariñado con su tierra, había venido a Cuba después de hacerse abogado, siendo muy joven, en busca de un porvenir y no contando con el triunfo del movimiento independentista. Cuando sus esperanzas como abogado en Sagua lo colmaron de alegría, se casó y disfrutó del calor familiar y criollo. Pero no se adaptaba al nuevo régimen político, por lo que decidió volver a España con la esperanza de establecerse allí y traer a su familia. Después de largo tiempo y denodados esfuerzos lo logró al obtener la posición de Notario en Tembleque, una pequeña población de La Mancha toledana. Cuando la familia llega, el niño que es Mañach apenas cuenta nueve años. Su educación primaria la termina allí en manos privadas. Luego es enviado a los Escolapios de Getafe y de allí al Liceo de Madrid adonde la familia se ha trasladado. Han pasado varios años y esa educación en España deja profunda huella en el espíritu del ya adolescente. A ello contribuye mucho la influencia del padre que estimula sus lecturas y las comparte. Pero al aproximarse la Guerra Europea en 1914 la familia completa regresa a Cuba. Y Mañach es enviado a continuar sus estudios en los Estados Unidos hasta graduarse en Harvard con honores y una beca para estudiar en París. La prematura muerte del padre impide que el joven complete sus estudios en La Sorbonne y regresa a Cuba. Poco antes, todavía en París, habia comenzado a escribir artículos periodísticos.

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Pero su regreso trae con él, muy entrañablemente, no sólo sus raíces cubanas sino también las de la cultura y la vida de España, así como sus experiencias en Harvard y en París.

No extrañe, por tanto, su devoción al Quijote, que culmina en el acto del cuarto centenario ya mencionado y que se continúa con una serie de conferencias sobre el tema en el Aula Magna de la Universidad que constituyen la matriz del libro y que su autor tituló muy acertadamente Examen del Quijotismo publicado en Buenos Aires en 1950 y recientemente editado en Madrid, en 1997.

En sus páginas confesó Mañach:

Mucho se ha escrito sobre la filosofia del Quijote. Lo que ellas se proponen no es eso sino la filosofia del quijotismo, entendiendo la palabra filosofia con rigurosa modestia como una búsqueda amorosa de explicación1

Y más adelante dirá que lo que intenta es como una «fenomenología del quijotismo». Pero todo expuesto en una prosa de gran claridad que evita toda retórica y erudición innecesaria.

Le basta al crítico decir lo que honradamente ve por sí mismo en el tema. Está claro que pudo hacerlo por el hábito que tenía, como periodista de muchos años atrás, de llegar a sus lectores. Eso no obsta para que el libro sea el de más dificil lectura de todas las obras de Mañach. Se comprende. El análisis que intenta se mueve en una extensa zona de la cultura y con conceptos más allá de las experiencias de cada día. No sólo hay que emplear abstracciones sino fundamentarlas en lo filosófico y en las creencias precedentes que se explican muy claramente sin abrumar al lector y para ayudarlo a la comprensión de las ideas que se exponen. El libro tuvo al publicarse una gran difusión y promovió elogiosos juicios com el de Alberto Zum Felde2

Ya se señaló que Mañach admitió que su estudio era como una fenomenología del quijotismo. Es decir, un esfuerzo para calar a fondo en la novela cervantina más allá de su aparente sencillez y encanto. La tarea no era fácil pues la obra está llena de equívocos y puede promover, y ha promovido, los más diversos comentarios. Prueba de ello son los múltiples estudios que se le han dedicado dentro de la cultura de occidente y aun en algunas otras.

Pero Mañach, aunque no era filósofo, tenía por la filosofia una honda devoción y una gran intuición para hurgar en sus secretos sin contar con la responsabilidad con la que, por muchos años, la había enseñado en su cátedra. Añádase a ello su vasta cultura y su dominio de varios idiomas, además de su insaciable curiosidad por llegar a la entraña de la verdad por su propio esfuerzo, sin atenerse a las verdades consabidas que siempre degeneran en algún tipo de retórica. Por ello se dedicó a la lectura repetida del Quijote y de las demás obras de Cervantes para hallar nuevos horizontes en su interpretación.

La lectura atenta de este ensayo, pues es un ensayo, ofrece al lector las muchas

1 Jorge Mañach, Examen del Quijotismo, Editorial Sudamericana, Colección Ensayos breves, Bue~s Aires, 1950, 12. ,

Alberto Zum Felde, Indice crítico de la literatura hispanoamericana, 1, México, 1954, 536.

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fuentes de que se asiste. Algún día se emprenderá la tarea de enumerar los autores que se citan y cómo se los interpreta. Pero hay que destacar otro aspecto. La peculiar personalidad del autor, que era un intelectual con un sentido de misión hacia la comunidad no sólo de su pueblo sino también de todos los pueblos hispánicos y aun de todos los hombres. Y esto, a tal punto, que me atrevería a decir que la verdadera esencia de su interpretación del «quijotismo» radica en esa idea de servicio al hombre por la cultura, como lo demostró muy pronto en su vida, en las palabras inaugurales de la primera época de la Universidad del Aire, en 1932, cuando dijo:

Generalizar los conocimientos para que lleguen a todos y para fecundar la curiosidad es la gran necesidad ... A eta tarea quisiera contribuir la Universidad del Aire en su modesta medida ... aspiramos a sacar la enseñanza del coto privilegiado de las aulas y ponerla ... donde todos puedan alcanzarla3

.

Lo que explica su dedicación responsable al periodismo y también, aunque muchos no lo crean, sus actividades en lo político, siempre guiadas por su afán de servicio.

Con estos antecedentes pasemos a la interpretación que ofrece Manach del libro de Cervantes. Y lo primero a señalar es cómo el critico adivina, desde el principio, el secreto motivo que impele a Cervantes a escribir su obra fundamental, a la presentación de Don Quijote y de Sancho, no para particularizarlos sino para universalizarlos. Porque de la lectura queda claro que hay una sustancia humana fundamental en el Quijote y esto es lo que se pretende analizar en el Examen ...

Para hacer evidente esta idea comienza el crítico por presentar al héroe de la historia y hacer obvio lo que ya sabe: que no es un ser inventado sino real. Ha nacido de Alonso Quijano el bueno, quien habiendo sido un hidalgo sin tareas ya que cumplir obligatoria-mente en su solar manchego, se ve agobiado en lo íntimo por la soledad y por la nostalgia. Y, para superarlas, se da a la lectura de libros de caballerías. Y, como se sabe, del mucho leer y del poco dormir «se le secó el cerebro» como dice Cervantes.

Y es, en este trance, donde nace don Quijote que aspira a ser de nuevo hidalgo y caballero andante. Muy pertinente el titulo que se le da, el de «ingenioso hidalgo». Y Mañach se detiene morosamente en sustanciar el adjetivo. Pues se puede ser ingenioso de varios modos. En el Quijote significa hombre con inteligencia activa, por lo que el crítico, con su profundo saber de la lengua, dice que don Quijote no es un loco sino que está loco. O sea que su locura no es esencial sino circunstancial.

Porque su hacer es loco en cuanto a sus pretensiones de logro, a su ilusión de poder que sobreestima, pero no en las razones muy bien concertadas que inspiran sus andanzas. En otras palabras, el «quijotismo» está en las metas que se pretenden, no en los medios que se usan, alejados de la realidad, realidad que el personaje se niega a aceptar invistiéndola de magias y engaños, pues como el crítico reitera, don Quijote desconfia

3 Jorge Mañach, «Propósitos y método», Universidad del Aire (Primera época), diciembre, 1932, 9. Debo este impreso a Teté Casuso, cuyo esposo, siendo preso político en Cuba antes de la caída del régimen de Machado, ordenó encuadernarlo. Es posible que existan más números de esta edición.

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siempre de las apariencias. Y es que la obra surge en una época en que la contraposición entre el idealismo y el realismo se ha ido abriendo paso para llegar a una síntesis. No otra cosa fue el Renacimiento.

En España este proceso de síntesis no fue fácil por la resistencia de la Contrarrefor-ma a una revisión de los problemas de la fe. Es muy valioso el análisis que se hace en el ensayo de este proceso en que, para ilustrarlo, se citan muchos episodios del libro. Tal vez el más destacado sea el de la cena en casa de los duques, en la que don Quijote es objeto de una singular burla por parte de un eclesiástico ensoberbecido a quien el personaje burlado responde con bien hilvanadas razones. En síntesis, para Mañach, el «quijotismo» aparece respondiendo a la idea cervantina de que el dogmatismo en cualquier área alimenta la injusticia y vicia también a la Iglesia, aunque su héroe se proclame siempre buen cristiano.

Y esta convicción queda clara cuando al instruir a Sancho para el gobierno de la ínsula Barataria le dice: « ... hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre; pero no más justicia que las informaciones del rico.»4 O dicho de otra manera. El libro que se comenta es todo un dilatado argumento por la justicia y la libertad del hombre. Algo de eso confirmó Octavio Paz al recibir el Premio Cervantes.

Y esto es lo que no deja de destacar el crítico. El conflicto, entonces muy vivo, entre el realismo y el idealismo del cual forma parte la presentación del personaje que es Sancho. Pues el escudero es la imagen del otro aspecto que tiene la vida, lo impositivo de lo factual que nadie puede soslayar sin caer, como don Quijote, en una especie de locura, lo que es siempre todo quijotismo que no se articula con la realidad para obligarla a superarse. De ahí que, como dice Mañach con gran sagacidad, don Quijote y Sancho se lleven a las mil maravillas, pues ambos se complementan. Pero lo que buscan no se puede lograr sin heroísmo, sin voluntad de sacrificio. Y sólo algunos seres excepcionales lo poseen. Y esos seres se sienten guiados siempre por el ideal, por la Norma-así, con mayuscula--que los impulsa a la búsqueda de las metas que se han trazado sin reparar en esfuerzos y sacrificios. Pero fiel a su interpretación cree el ensayista que esta Norma hay que personalizarla, de acuerdo con la tradición caballeresca, en una mujer. Y esto fue la Dulcinea del Toboso, a quien por tales razones se la inviste de todas las perfecciones.

La lectura del libro de Mañach tiene varios aspectos en que debe repararse. El primero, que no hubiera sido posible si España se hubiera sumado a la corriente de unidad renacentista entre realismo e idealismo. Al no ocurrir así, una profunda disensión en las conciencias dio origen a angustias y ansiedades. Muchas de las obras previas al así llamado Siglo de Oro nacieron de estos sentimientos. La Celestina, la novela picaresca, mucho del romancero y de la lírica tuvieron esa génesis. El Quijote culminó el proceso como la gran obra representativa.

Pero Mañach fue hombre negado al desaliento y al pesimismo y continuó buscando los elementos optimistas de la obra. Por esto destacó la gran admiración de Sancho por «el caballero andante», la necesidad de que las aspiraciones ideales se conjuguen con la realidad y enfatizó el valor de la voluntad como agente de realización sosteniendo que en

4 Examen ... , pág. 91.

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España se hace casi ley humana la frase «querer es poder». Y no se olvide que el querer proviene de la fuerza de voluntad. O sea, es la voluntad

la que lleva al hombre a ser lo que debe, de acuerdo con la Norma. Por algo dijo Karl Vossler que España era maestra moral de Europa. Hay, pues, un optimismo implícito en Examen del Quijotismo. Y esta idea la aplica Mañach a América, cuyo descubrimiento tanto enalteció el alma dolorida de España propiciando un nuevo sentido de grandeza y un afán de bienes materiales que muy sutilmente dieron al traste con el sentido de la realidad y alimentaron la vanidad excesiva, sin real sustancia, que luego degeneraría en el denominado «señoritismo.»

Pero el critico cree muy firmemente que la época en que escribe su libro esta impregnada de criterios ideales con alto contenido ético y que el hombre de su tiempo tiene el deber de viabilizarlos. Pues el hombre no se ha hecho de una vez, sino que puede en cada momento de su historia, lograr un nivel más alto. Porque el hombre evoluciona. De aquí que al hablar del «quijotismo» en América diga, con su gran amor a España-nunca desmentido-, que nuestra América lleva en lo hondo las raíces del quijotismo, pero hay que superarlas. Y por lo mismo declara que «América es una vocación de libertad, y no hay dignidad verdadera que prospere sin ella»5

.

La afirmación es muy importante y convalida el juicio que se hizo al principio de este trabajo al referirme a los valores éticos que orientaron la obra del escritor que fue Mañach y que de nuevo se manifestaron en la ceremonia del Día del idioma en la Habana, el 23 de abril de 1959, cuando disertó sobre «El sentido trágico de La Numancia», acto que fue presentado por el notable crítico José María Chacón y Calvo.

El texto de la disertación es riquísimo en aciertos que no son del caso señalar. Pero sí decir que en dicho trabajo se exalta, casi poética y ejemplarmente, al heroísmo sin el cual no hay quijotismo válido, sino sólo lo que el crítico llamó despectivamente «quijotería».

Quede, en la conclusión, que la obra que se ha comentado exhibe una gran densidad de pensamiento y de cultura y que, además, está escrita en una prosa de alta calidad que, a veces, alcanza niveles poéticos. Y esto es lo que la constituye en un gran ensayo, como señaló Gastón Baquero: «Es en los grandes temas de la literatura clásica española domnde Mañach das la máxima intensidad artística de su prosa y de sus conocimientos litera-rios» 6. Y Andrés Valdespino, en su excelente libro Jorge Mañach y su generación en las letras cubanas, advierte que «representa este trabajo un serio, noble y laborioso esfuerzo de interpretación de la clásica obra cervantina y su personaje central»7

.

Más recientemente, Elio Alba Bufill escribía: «Luminoso es el ensayo de Mañach por la aportación que hizo a esa obra maestra tan analizada a través de los siglos» 8.

Con todo, el libro de Mañach ha sido poco comentado, particularmente en lo que concierne a los críticos españoles. Tal vez influya en ello el haber sido su autor un

5 6 Examen ... , 161.

cf «Jorge Mañach o la tragedia de la inteligencia en la América Hispana» Revista Cuba Nueve¡, Miami, Florida, setiembre 1962, 27.

8 Ediciones Universal, Miami, Florida, 1971, 93. Elio Alba Buiffill, Cubanos de dos siglos: Ensayistas y críticos, Ediciones Universal,

Miami, Florida, 1998, 129.

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exiliado que murió en Puerto Rico hace cuarenta años, el 25 de junio de 1861. A los trabajos de autores cubanos ya citados, puede añadirse el estudio de Amalia V de la Torre de 1978.9

9 Jorge Mañach, maestro del ensayo, Ediciones Universal, Miami, Florida.

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