John Locke - Carta Sobre La Tole Ran CIA

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    John Locke

    CARTA SOBRE LA

    TOLERANCIA

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    INTRODUCCIN

    Como es usual con los grandes maestros, diversas lecturas emanan de sus obras.Generalmente los argumentos esbozados para defender una postura particular son distintasversiones acerca de "lo que quiso decirnos". A menudo estas reconstrucciones racionales suelentraicionar la compleja realidad historiogrfica. Hoy hablamos de John Locke, sin duda con justasrazones, como el padre del liberalismo, un notable antepasado intelectual de nuestra sociedadcapitalista. No obstante este juicio, sumado a las dificultades que encierran los eptetos "liberal" o"sociedad capitalista" son temas tan complejos que no pueden ser completamente verdaderos.

    Tradicionalmente han existido tres corrientes interpretativas contemporneas que han

    dominado la industria intelectual del legado de Locke. Macpherson (The Political Theory ofPossessive Individualism, 1962) visualiza a Locke como el burgus que desarrolla los cimientos del"individualismo posesivo" que caracteriza al homo economicus del capitalismo moderno. La"escuela de Chicago", destacando la importancia del concepto de propiedad, argumenta que Lockedefiende una posicin conservadora liberal (por ejemplo, Locke on War and Peace, R. H. Cox,1960; Locke's Education for Liberty, N. Tarcov, 1984; John Locke's Liberalism, R. Grant, 1987).Ambas posturas tuvieron relevancia en su momento, pero recientemente la posicin adoptada porJohn Dunn (the Political Thought of John Locke, 1969), enfatizando lo fundamental del carcterreligioso de su empresa, y cmo este compromiso tiene implicaciones en su pensamiento polticoen general, ha dominado el debate de los ltimos aos (ver, por ejemplo, John Locke: Resistance,Religion and Responsibility, J. Marshall, 1994). Sin duda existen slidos argumentos que sustentan

    estas distintas posiciones, y no parece osado argir que todas estas interpretaciones de algunamanera se aproximan a la realidad. Pero para comprender el sentido de "lo que quiso decirnos" y,ms importante an, la intencin que tena Locke al escribir su obra, es necesario situarnos en elcontexto durante el cual le toc vivir.

    John Locke naci en un pueblo al suroeste de Inglaterra en 1632. Su padre era un abogadocalvinista. Pese a que era un profesional independiente, con buena situacin econmica, subienestar bsicamente dependa de una familia parlamentaria. Esta conexin le permiti a su hijoJohn no slo asistir al prestigioso Colegio de Westminster, sino tambin ser aceptado a los veinteaos como estudiante en el Christ Church College, en la Universidad de Oxford. Su carreraacadmica, gradundose como Bachiller y posteriormente como Doctor, hasta ser nombrado"Censor" de filosofa moral en 1664, segua el curso tradicional. Durante sus quince aos en Oxford

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    escribi un par de ensayos acerca de tolerancia religiosa y unas lecciones magistrales en el tema delas leyes naturales. Hasta entonces su vida pareca bastante plana, salvo por el inusual hecho quehaba desistido de seguir una carrera clerical, como era acostumbrado en aquella poca, optando

    por el estudio de la medicina. Gracias a esto ltimo, un hecho fortuito cambiara completamente elcurso de su existencia.

    En 1666, el terrible ao del incendio de Londres y la plaga, Locke conoce casualmente alord Ashley, una figura poltica clave en la corte de Carlos II de Inglaterra, que posteriormente seraconocido como el primer conde de Shaftesbury. El noble ingls padeca de una afeccin al hgadoque era mortal. En una de sus visitas a las aguas termales de Astrop, en Oxford, para aliviar sudolor, las botellas de agua le fueron llevadas no por su doctor habitual, sino por un amigo de ste,que era precisamente John Locke. As comenz esta famosa y afortunada amistad. En menos de unao Locke ya habitaba con la familia como asesor y mdico del poderoso lord Ashley.

    Sin embargo, fue el milagro mdico el que paviment el futuro de John Locke.Personalmente dirigi una osada operacin para remover el absceso que afectaba al hgado de su

    patrn, insertando adems un pequeo tubo de oro por la pared del estmago, con el objeto deevitar futuras malformaciones. Esta hazaa mdica no slo le hizo famoso dentro de la profesin,sino que adems le granje el eterno agradecimiento de lord Ashley, quien nunca olvid que ledeba su vida a John Locke. Por su parte lord Ashley fue satirizado a causa de este tubo en suestmago. En efecto, caricaturas de la poca lo ilustraban conectado por medio de este tubo a unbarril de cerveza. En 1668 Locke, a causa de esta hazaa cientfica y de su vnculo con lord Ashley,es nombrado fellow de la Royal Society.

    Sin lugar a dudas, a no ser por Lord Ashley, Locke simplemente no hubiera sido el JohnLocke que hoy conocemos. Su patrn era un hombre extraordinario; inmensamente rico,inteligente, influyente y, sobre todo, polticamente muy hbil. Si bien habra apoyado a Carlos I conlos realistas, termin del lado del Parlamento antes de que el rey fuera ejecutado en 1649.

    Posteriormente fue ministro de Cromwell, pero con el tiempo se convirti en uno de sus grandesoponentes y, ms an, en uno de los principales arquitectos de la Restauracin de Carlos II en 1660.Entre 1667 y 1683, Locke vivi los aos de la Restauracin bajo el alero de uno de los personajespblicos ms eminentes, participando de la vida poltica, social e intelectual de ese perodo.

    Durante el primer ao de su estada junto a lord Ashley, en 1667, Locke compone su Ensayosobre la tolerancia, publicado en este volumen. En este escrito Locke realiza una defensa polticadel derecho a disentir en materias religiosas. Esto representa un giro importante desde una posicinbastante conservadora en temas religiosos durante su estada en Oxford, acorde con los preceptosliberales que guiaban a su mentor. En efecto, en una carta de 1659 Locke se opone abiertamente ala tolerancia. Adicionalmente dos manuscritos, escritos en 1660 y 1661, respectivamente, sondirigidos contra Edward Bagshawe, quien defenda el derecho a la libertad de conciencia. En estos

    manuscritos, escritos en Oxford, Locke argumenta que el deber cristiano es corregir desviaciones eimponer la uniformidad religiosa, si es necesario, mediante el uso de las armas. Locke concluye quela tolerancia es impracticable, y que en definitiva slo conducira a la guerra civil. Pero, finalmente,con el Ensayo de 1667 el controvertido mutatis mutandi lockeano ya haba tomado curso.

    El Ensayo marca un giro importante en el pensamiento de Locke, que debe ser sopesado ensu contexto. Eran tiempos difciles para aqullos que no comulgaban con las creencias anglicanas.Adems las luchas de poder eran no slo habituales, sino tambin poco escrupulosas. En 1670Carlos II, movido por necesidad financiera, firma un tratado secreto con el rey catlico de Francia,Luis XIV, incrementando el temor antipapista. En 1672, el entonces ya conde de Shaftesbury, esnombrado lord Chancellor. En 1675 Locke, aquejado por una tuberculosis al pulmn, viaja junto alconde de Shaftesbury a Francia. En 1679 regresan a Inglaterra, debido a que los whig (antiguos

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    liberales) obtienen una gran mayora en las elecciones parlamentarias. La oposicin a Carlos II seagudizaba en lo que hoy se conoce como la "Crisis de la exclusin". La idea que mova al partidode los whig, uno de cuyos insignes representantes era Shaftesbury, era defender los derechos del

    elegido parlamento, debilitando el poder real. Una de las importantes razones que subyaca a estacrisis poltica, que se extendi entre 1678 y 1683, era religiosa. Los whig queran evitar a toda costala sucesin al trono del hermano catlico de Carlos II, el futuro Jacobo II. La apuesta era asegurarla sucesin del hijo ilegtimo de Carlos II, el duque de Monmouth, que era protestante y popularentre los disidentes, o sea, todos aqullos que no seguan los preceptos de la iglesia Anglicana. Peseal fracaso de todas estas iniciativas, la ley del habeas corpus, donde el acusado al ser detenido debaser presentado al tribunal, es aceptada, constituyndose en un importante legado para el mundomoderno. En efecto, en 1681 Carlos II disuelve el parlamento de Oxford. Eran tiempos no slodifciles, sino ms bien peligrosos. Shaftesbury debe escapar a Holanda, donde poco tiempodespus muere.

    No slo la muerte de Shaftesbury habra afectado a Locke, sino que un hecho especfico lomarcara profundamente durante esta crisis poltica. El fracaso de la conspiracin, en la que Lockehabra participado, para secuestrar a Carlos II y a su hermano, el futuro Jacobo II, en septiembre de1683, desencaden la lamentable muerte de los republicanos Sydney y Rusell. Uno de losargumentos empleados para condenar a muerte a Sydney fue la existencia de un manuscritosedicioso titulado Discourses on Governments, donde atacaba la posicin ultra-realista que Filmerhaba hecho pblica en su Patriarcha. Esta obra de Filmer se haba transformado no slo en ladefensa del poder del soberano, tesis que comparta con el Leviatn de Hobbes, sino tambin en elescrito oficial de las polticas tories (antiguos conservadores) de la poca. En ese entonces Locke,de acuerdo a los recientes descubrimientos del profesor Ashcroft (Locke's Two Treatises onGovernment, 1987) ya habra escrito sus Dos tratados sobre el gobierno civil (el primer tratado

    entre 1680-1681, y el segundo entre 1681-1682), donde el foco de ataque tambin es Filmer. Antela eventualidad de ser sorprendido encubriendo este escrito, que ciertamente habra sidoconsiderado como un acto de sedicin, en septiembre de 1683 Locke escapa a Holanda. Pocotiempo despus de huir al exilio fue removido, por orden real, de su posicin en Oxford. Durante suestada en Holanda debe encubrir su identidad y tambin participa en la famosa rebelin deMonmouth en 1685. Pero las fuerzas de Monmouth fueron derrotadas. Este fracaso fue seguido porbrutales asesinatos y masivas ejecuciones en la horca. El temor ante este tipo de situacionesacompa a Locke durante el resto de su vida, y se refleja en el celo que siempre mantuvo alpublicar algunas de sus obras ms polmicas annimamente.

    Durante el exilio Locke ya tena ms de cincuenta aos y, pese a que posea una serie demanuscritos en los que haba trabajado como asesor de Shaftesbury, an no publicaba. En Holanda

    conoci a Van Limborch, un famoso telogo holands, con quien trab una amistad que inspirarala composicin de la famosa Epstola de Tolerantia, que tambin se publica en este volumen.Existen buenas razones para suponer que esta Carta sobre la tolerancia fue escrita en Holanda afines de 1685. Su composicin habra estado motivada por las circunstancias. Primero es escritacon una conviccin moral que ciertamente refleja la prdida irreparable de sus amigos y conocidosa partir de 1681. Enseguida, en Francia, el Edicto de Nantes, que desde 1598 garantizaba latolerancia religiosa de los protestantes, haba sido revocado por el absolutismo catlico de LuisXIV. Al mismo tiempo en Inglaterra Jacobo II, que haba asumido el trono ese mismo ao, tratabade imponer el catolicismo, ignorando las demandas del parlamento.

    sta era la turbulenta atmsfera que rodeaba a Locke. Era el regreso a las guerras religiosas,a las ya conocidas y terribles consecuencias del dogmatismo llevado al extremo fanatismo. El

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    problema de la tolerancia entre las diferentes iglesias y de la relacin entre el Estado y la Iglesia entemas de libertad religiosa eran el objeto del dilogo entre Locke y su amigo van Limborch. Esteltimo era Arminio, seguidor de las doctrinas de Jacobus Arminius, un telogo protestante, que, a

    diferencia de los calvinistas, negaba la predestinacin. Ambos compartan los argumentos bsicosde la tolerancia religiosa como base para establecer un marco legislativo necesario que permitierauna pacfica convivencia entre cristianos de distintas iglesias.

    En 1688 otra revolucin sacuda a Inglaterra. Afortunadamente para Locke, el desenlace deesta crisis permiti, al ao siguiente, el regreso al trono del rey Guillermo de Orange, protestante,casado con Mary Stuart. Esta situacin constituira un cambio radical en la vida de Locke. Esemismo ao, en 1689, John Locke debuta en el mundo de las letras publicando su famoso Ensayosobre el entendimiento humano, que se convirti en un xito intelectual inmediato, situndolo comouno de los grandes filsofos de su poca. Ese mismo ao se publica en Holanda annimamente laEpstola de Tolerantia, en latn. Poco despus le sigue una traduccin al ingls, A LetterConcerning Toleration, publicada en Inglaterra. Tambin, como consecuencia de la paranoia

    causada por la agitada vida poltica que le toc vivir, publica annimamente sus Dos tratados sobreel gobierno civil, una obra que ha tenido una influencia enorme en el campo de la filosofa poltica.

    Sus ltimos quince aos de vida, entre su regreso a Inglaterra y su muerte en 1704, fueronmuy activos, asumiendo un rol de liderazgo en el quehacer poltico e intelectual de su pas.Particip activamente en la consolidacin constitucional y poltica del nuevo rey, en lareorganizacin de la moneda inglesa y en la formacin del nuevo Banco de Inglaterra. El autor delEnsayo era una figura cuya influencia poltica y pblica habra enorgullecido a su antiguo patrn, elconde de Shaftesbury. El oscuro acadmico de Oxford, convertido en el leal asesor de Shaftesbury,se haba transformado en una importante e influyente figura intelectual inglesa. Su reputacin comofilsofo era indiscutible y todo lo que escriba era importante para el pblico, simplemente porquel, el Locke del Ensayo sobre el entendimiento humano, lo haba escrito. Era el filsofo whig por

    excelencia, la nueva figura de la "era de la Razn", que no slo sobresala en la vita contemplativa,sino tambin en la vita activa. En este punto existe una curiosa similitud entre Locke y su granamigo Newton. Ambos eran profundamente admirados por el mundo intelectual, ambos eranextremadamente cautelosos acerca de sus verdaderas creencias religiosas, ambos eran frreosanticatlicos, ambos dedicaban parte importante de sus esfuerzos a especulaciones teolgicas,ambos provenan de una tradicin puritana que exaltaba el deber, en fin, ambos, de una u otraforma, representaban la nueva imagen del hombre que forjara el advenimiento de la Ilustracin. ElprofesorJohn Dunn, en su breve monografa Locke(1984), concluye: "Si la Ilustracin fueautnticamente su legado, escasamente fue el legado que l quiso dejarnos. Todos nosotros somoshijos de su fracaso".

    El rango de sus especulaciones intelectuales cuenta, despus de su exitoso debut, con un

    poderoso canal para alcanzar al pblico: la imprenta. En 1694 publica sus Pensamientos sobre laeducacin. Sus escritos referentes a la nueva moneda en Inglaterra, aparecen en 1691 y 1695. Susfamosas polmicas con Stillingfleet en relacin a su Ensayo sobre el entendimiento humano, sepublican en 1697 y 1699. Dos cartas que suceden la famosa Epstola de Tolerantia circulan en 1690y 1692. Su Razn de ser del cristianismo segn resulta de las Sagradas Escrituras es publicado en1695, y su Vindication aparece en 1697. Locke dej tambin una serie de manuscritos, y unacantidad impresionante de cartas, que han sido publicadas en ocho volmenes. Sin embargo, si bienconocemos todos sus escritos y los detalles de su vida, su figura contina siendo el objeto de unincesante debate intelectual.

    Este volumen incluye el Ensayo sobre la tolerancia y una Carta sobre la tolerancia. Ambosescritos difieren en su contexto. El primero, como ya mencionamos, fue escrito en 1667 bajo el

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    alero de Lord Ashley, primer conde de Shaftesbury, y probablemente a peticin del mismo. Encambio la Carta fue aparentemente escrita en 1685, durante su exilio en Holanda, motivada por lossucesos ya mencionados en Francia e Inglaterra, e inspirado por las conversaciones entre Locke y el

    telogo holands Van Limborch. Esta ltima obra, la Carta, es el fruto de cierta maduracin en eltema de la libertad religiosa; el Ensayo es ms bien una visin poltica del problema. Es importanteaclarar, eso s, que pese a que no existe una relacin directa entre ambos textos, existe, comoveremos, una evidente continuidad temtica en base al mismo argumento central entre el Ensayo yla Carta: el polmico problema de la tolerancia en una atmsfera hostil.

    El Ensayo comienza destacando, que en lo referente al tema de la libertad de conciencia,existen dos posiciones irreconciliables, o sea, absoluta obediencia a la verdadera religin o libertadabsoluta en materias de conciencia. El magistrado, en el cual se ha depositado la confianza, elpoder y la autoridad, tiene el deber de mantener la paz en la sociedad. El supuesto bsico delEnsayo es que sin sociedad poltica los hombres no podran vivir juntos en forma pacfica, por ello

    la necesidad del cuerpo poltico. Este argumento, siguiendo al lnea hobbesiana, es contrario a laidea del bon sauvage posteriormente desarrollada por Rousseau. As, tanto para Hobbes como paraLocke, el fin de la sociedad poltica debe ser el mantenimiento de la paz y seguridad. Este supuesto,aunque similar al con trato social hobbesiano, difiere en varios puntos. El fin de ambos es elmismo, la paz y la seguridad de la comunidad, pero la forma de lograrlo es diferente. El Leviatnde Hobbes, a partir del estado de naturaleza de guerra de todos contra todos, posee poder absoluto,incluso en materias eclesisticas. El magistrado de Locke carece de tan amplias facultades. Sudeber simplemente es asegurar la paz civil y la propiedad de los ciudadanos. En fin, no pareceaventurado sugerir que, si ambos abogan por la paz, el llamado de Hobbes es ms desesperado.

    No debemos olvidar tampoco que la publicacin del Leviatn en 1651 produjo un revuelode proporciones en el mundo eclesistico. La sugerencia de que no slo el poder poltico, sino

    tambin el poder eclesistico caa en manos del magistrado, le granje a Hobbes la enemistad delmundo religioso. Por tanto el epteto de "hobbist", durante la segunda mitad del siglo XVII y granparte del siglo XVIII, mantuvo un carcter ms que peyorativo. Implcitamente encerraba lo que enese entonces era considerado ms que un insulto, o sea, la idea de "atesmo". En efecto, cuandoNewton, vctima de su depresin, escribe en medio de su delirio aquella famosa carta de 1693 a suamigo Locke, lo acusa ni ms ni menos que de "hobbista".

    Para Locke el papel del magistrado es claro: la preservacin de la vida. Cualquier accincoercitiva slo debe justificarse ante la eventualidad de este dicho. Esta nueva doctrina sugiere queel magistrado no debe entrometerse en asuntos eclesisticos, limitando el campo de su jurisdiccin.Al gobierno civil le compete las relaciones entre personas dentro de la sociedad civil; los asuntosreligiosos poseen otro carcter. Cmo venerar a Dios, la forma de los ritos y la importancia de

    stos, son todos temas ajenos al gobierno. El mbito del gobierno se limita a lo secular, entendidocomo lo que se distingue de lo eterno, lo que no necesariamente implica un divorcio de la teologa.La solucin al problema es simple: el gobierno debe velar por la conducta en esta vida, pero no enla preparacin a la prxima, que es un asunto completamente personal. La autoridad debe protegerla sociedad, pero en este mundo. En definitiva, la solucin radica en el reconocimiento del Estadocomo un ente secular, cuyo propsito no es velar por las creencias religiosas, sino velar por la vidapresente. Hoy en da esta distincin parece trivial, pero entonces esta propuesta era considerada pormuchos no slo contraria a los preceptos de la verdadera religin, sino ms bien revolucionaria.

    El ambiente durante el cual Locke escribi el Ensayo estaba marcado por el Conventicle Actde 1664, que haba sido seguido por el Act of Uniformity y el Corporation Act. No slo se prohibaa aqullos que no comulgaran con los principios anglicanos, los llamados disidentes, de ejercer

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    autoridad pblica alguna, sino que tambin prescriba penas civiles contra stos. Esta serie demedidas se fueron haciendo cada vez ms estrictas. Su aplicacin y tambin justificacin obedecaen parte a la creencia de que el incendio de Londres, la plaga y la derrota naval antes los holandeses

    eran el simple y tangible reflejo de la ira de Dios ante el pueblo ingls. La intencin del Ensayodebe ser comprendida como una reaccin ante la creciente legislacin a favor de imponer launiformidad de culto, utilizando sanciones civiles. Locke sostena que esta retahla de medidas ibana producir desasosiego social, amenazando el objetivo ltimo del gobierno: "to secure the safetyand peace" (asegurar la seguridad y la paz). Sin embargo, es importante notar que el Ensayo, pese aoponerse a la imposicin de la religin anglicana, est escrito desde la perspectiva de quienbsicamente comulga con los preceptos de la Iglesia inglesa. Por ello Locke se refiere a "nosotros"y tambin a "nuestra iglesia". Adems, explcitamente hace ver su desconfianza hacia los catlicosromanos, a quienes se refiere peyorativamente como "papistas".

    El nfasis del Ensayo es claramente en temas del Estado, no eclesisticos, por ello lapregunta entre "tolerancia o imposicin" juega el rol principal a lo largo de este escrito, sugiriendo

    una preocupacin ms por el Estado que por la Iglesia. En conclusin, el Ensayo es un documentopoltico. Sin embargo, si el Ensayo haba establecido la direccin en la cual el pensamiento deLocke se diriga, an dejaba muchas preguntas sin respuestas, entre ellas la naturaleza de laautoridad civil y de la Iglesia. Si la orientacin es clara, Locke todava no posee el conocimientodel lugar al que aspira llegar. Esto es el fruto de la evolucin de su pensamiento, cuyos resultadosclaramente se reflejan en la Carta.

    La Carta fue publicada primero en latn en mayo de 1689 en Gauda, Holanda, yposteriormente una traduccin al ingls (A Letter Concerning Toleration), realizada por WilliamPopple, fue publicada en octubre del mismo ao. Pese a que ambas publicaciones aparecieron enforma annima, existen razones para creer que Locke particip de alguna manera en la traduccin

    al ingls. Tambin resulta curioso mencionar que, pese a que su amigo Van Limborch, a quien laCarta estaba sin duda dirigida, ciertamente estaba al tanto de la autora de Locke, lacorrespondencia entre ambos detalla la aparicin de la Carta como si fuera un hecho ajeno. Es ms,tal es el celo que Locke ejerci intentando desligar su nombre de la Carta, que una vez vanLimbarch desliz en una conversacin con un amigo el nombre del verdadero autor de esta obra,esto gatill una severa recriminacin escrita por parte de Locke. Al mismo que se publicaba laCarta en latn, en Inglaterra se impona el Acta de tolerancia, que, aunque Locke reconoci en unacarta a su amigo Van Limbarch que ste era un primer paso, estaba an lejos de alcanzar latolerancia por ambos deseada. En efecto, el Acta de tolerancia de 1689 negaba la libertad de cultopara los catlicos y para aqullos que no crean en la Trinidad. Al igual que Newton, Locke crea enla verdad de las Escrituras, y sus especulaciones teolgicas lo hacan ms cercano al unitarismo,

    que abogaba por un solo Dios, pero sin negar la existencia histrica de Jess. Estas creenciasimplcitamente negaban el papel de la Trinidad, por consiguientes ambos, Locke y Newton,permanecan an dentro del grupo de los no tolerados, manteniendo sus verdaderas creencias comoun tema muy secreto. Recordemos tambin que aqullos que no participaban de las creenciasanglicanas no tenan acceso a cargos pblicos. En resumen, los disidentes eran ciudadanos desegunda clase.

    El impacto de la Carta fue inmediato. Era una posicin poltica muy radical durante lapoca. Incluso dentro de los whig, slo un pequeo grupo de radicales defenda tan osadapropuesta. Los poderes que mantenan la hegemona anglicana reaccionaron airadamente ante loque consideraban un complot jesuita para traer el caos y la ruina al pas. Incluso, se argumentabaque esta Carta era una estrategia de los catlicos para facilitar al papa la dominacin de Inglaterra.

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    El establishment reaccion defendiendo la prerrogativa de que el gobierno tena el derecho de usarla fuerza, si era necesario, para que los disidentes reflexionaran acerca de los mritos delanglicanismo, como la verdadera religin. Este debate fue iniciado por Jonas Proast, y en 1690

    Locke responde con A Second Letter Concerning Toleration. Proast contesta, y Locke publica en1692 A Third Letter Concerning Toleration. En 1703 Proast contesta nuevamente, y Locke noalcanza a finalizar su Fourth Letter Concerning Toleration, la que es publicada pstumamente, unavez que en su testamento reconoce la autora de sus obras annimas.

    La Carta es el fruto de ms de treinta aos de maduracin acerca de un tema que siemprepreocup a Locke a lo largo de su vida. Est escrita con la clara intencin de apoyar la resistenciade los disidentes ante la imposicin por parte del gobierno del anglicanismo como la nica religinpermitida. En ese entonces los disidentes comprendan slo cerca del 10% de la poblacin, pero esaminora sufri enormemente durante este perodo. Multas, confiscacin de bienes, encarcelamientoe incluso la muerte, eran el precio que deban pagar los tambin llamados non-conformists.Despus de la Restauracin, en 1660 Carlos II intent aprobar medidas tendentes a la tolerancia,

    producindose una pugna de poderes que slo revel la clara hegemona del poder de la IglesiaAnglicana.

    Popple inicia su traduccin de la Carta con una nota al lector. En sta aparece una frasefamosa que ha sido a menudo errneamente atribuida a Locke, pero que sin duda refleja el nimode su escrito: "Absolute liberty, just and true liberty, equal and impartial liberty, is the thing that westand in need for" (Absoluta libertad, justa y verdadera libertad, igualitaria e imparcial libertad, esoes lo que reclamamos). A diferencia del Ensayo, al comienzo apela a las conciencias de aqullosque han perseguido, atormentado, destruido o matado a otros hombres por motivos religiosos. Estetipo de situaciones son para Locke claramente contrarias a la gloria de Dios, a la pureza de laIglesia, y a la salvacin de las almas. Sus consecuencias son ms dainas que cualquier tipo dedisentimiento en materias eclesisticas. Enseguida, Locke plantea que la tolerancia es compatible

    con las Ecrituras, y que parece increble que los hombres an no vean la necesidad y ventajas desta. Hay que distinguir exactamente entre lo que concierne al gobierno y aquello que concierne ala religin. El gobierno tiene claro su objetivo de procurar, preservar y avanzar en pos de losintereses civiles, pero este objetivo no puede ni debe extenderse a la salvacin del alma.

    El nfasis en la libertad de la persona implica necesariamente que las creencias no puedenser impuestas por la fuerza. El comportamiento religioso individual, si tiene finalidad alguna, estnecesariamente definido en base a la conviccin subjetiva. En asuntos privados, cada uno decidecul es el mejor curso a seguir, as tambin debe suceder con temas de conciencia religiosa. Elcuidado de alma, como el cuidado de lo que es propio, es algo que pertenece al individuo. Ms an,nadie tiene el derecho de obligar a otro a una accin, que de ser errada, no tendra compensacinalguna. En conclusin, todo ser humano tiene el derecho de venerar a su Dios en la forma que le

    parezca correcta.Para Locke la iglesia es una asociacin voluntaria de hombres. Pero, a su vez, estaasociacin tampoco tiene jurisdiccin alguna en asuntos terrenales. De esta forma, la autoridadeclesistica debe ser mantenida dentro de la Iglesia, y no extendida a los asuntos civiles, que son decompetencia del gobierno. ste es el gran punto de la Carta, y el gran legado poltico en cuanto a laseparacin de los poderes del Estado y de la Iglesia. Cada institucin debe atenerse a los papelesque le competen, marcndose as claramente los lmites entre lo eclesistico y lo civil.

    A partir de Locke la tolerancia pasa a ser cada vez menos un problema del Estado, y cadavez ms un derecho humano individual. Pero cabe destacar que la Carta no incluye a quienesniegan la existencia de Dios, ya que ello, en las palabras del propio Locke, "lo disolvera todo". Heaqu el carcter religioso de Locke, que no slo permea su concepcin de la tolerancia, sino que es

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    CARTA SOBRE LA TOLERANCIAJOHN LOCKE

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    inmanente a lo largo de la evolucin intelectual de este controvertido pensador. La Carta estescrita en un lenguaje universal. El tono no es el acento poltico que marca al Ensayo, sino que es lavoz de Locke, que habla como un filsofo moral que ha vivido y sufrido las consecuencias del

    fanatismo religioso.El legado de John Locke presenta el pensamiento de un intelectual que ha ejercido una

    influencia innegable. En particular su defensa de la tolerancia, como respeto al derecho religiosoindividual, representa una llave fundamental para el desarrollo del mundo moderno. El lenguaje deldeber pierde protagonismo frente al nuevo lenguaje del derecho. Una importante consecuencia deeste giro ha sido el hecho de que el ciudadano puede finalmente dar a conocer la voz de suconciencia.

    LEONIDAS MONTES

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    CARTA SOBRE LA TOLERANCIA

    AL LECTOR1

    Esta carta sobre la tolerancia, impresa por primera vez este ao en Holanda2, en latn, ya hasido traducida al holands y al francs. Una aceptacin tan general y tan rpida puede, por estemotivo, presagiar una acogida favorable en Inglaterra. No creo que haya ningn pas bajo el techodel cielo en el que se hayan dicho tantas cosas sobre este tema como se han dicho en nuestro pas.Pero, asimismo, es tambin verdad que no hay ningn pueblo que tenga ms necesidad que el

    nuestro de que se haga algo ms de lo que hasta ahora se dice y se hace sobre este punto.No slo nuestro gobierno ha sido parcial en hechos de religin, sino tambin aqullos quehan sufrido por su parcialidad, y por eso han intentado reivindicar con sus escritos sus derechos ylibertades, generalmente lo han hecho sobre la base de principios restringidos, adaptados slo a losintereses de sus sectas.

    La restriccin del espritu apuntada por todas partes ha sido sin duda el principal motivo denuestras desgracias y confusiones. Pero, a pesar de las ocasiones que ha habido en el pasado, hallegado el momento propicio para buscar una curacin radical. Tenemos necesidad de remediosms eficaces de los empleados hasta ahora para nuestros achaques. No son las Declaraciones deIndulgencia3 ni los Actos de Comprensin4 los que se han llevado a la prctica o proyectado sobrenosotros hasta ahora, que pueden absolver esta funcin. El primero sera simplemente un paliativo

    de nuestro mal; el segundo lo acrecentara.Libertad absoluta, libertad justa y verdadera, libertad igual e imparcial: es de lo que tenemosnecesidad. Ahora bien, aunque se haya hablado mucho, sin embargo yo dudo de que esto haya sido

    1 Es obra de Popple, el primer traductor en ingls de la Carta de Locke2 La Epstola de Tolentia fue publicada en Gouda en mayo de 1689, y la traduccin de Popple, en Londres, en el

    otoo del mismo ao.3 La Declaracin de indulgencia era un acto real, con el que el soberano, valindose de la prerrogativa regia,

    prometa suspender, por lo menos en parte, las leyes vigentes.4Fue aprobado un Toleration Act, que reconoca el primado de la Iglesia de Inglaterra, pero garantizaba cierta

    tolerancia a los no-conformistas, sin embargo exclua a los catlicos, judos, unitarios y ateos.

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    bien comprendido; y estoy convencido de que no ha sido practicado ni por los gobernantes con elpueblo en general ni por los disidentes entre ellos.

    No me queda ms remedio que esperar que este discurso, que trata sobre este tema, aunque

    sea muy breve, sin embargo, con mayor precisin que cualquier otro de los que he visto hastaahora, demostrando que la tolerancia es equitativa y practicable, sea considerado muy oportunopara todos los hombres que tienen el espritu generoso suficiente para preferir el verdadero intersde lo pblico sobre el de un partido.

    He traducido este escrito a nuestra lengua precisamente para aqullos que tienen ese esprituo para infundirlo en aqullos que no lo tienen todava. Pero el escrito en s es tan breve, que nosoporta una introduccin ms larga. Lo dejo a la consideracin de mis compatriotas, desendoles decorazn que puedan hacer uso del mismo en la direccin en que est concebido.

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    Ilustrsimo seor5:

    Ya que usted me pregunta qu pienso sobre la tolerancia mutua entre los cristianos, debocontestarle, con toda franqueza, que estimo que es la caracterstica de la verdadera Iglesia. Aunquehay unos que vanaglorian de la antigedad de sus lugares de culto y nombres o de la pompa de suculto, otros de la reforma de su doctrina6, y todos de la ortodoxia de su fe -ya que cada uno seconsidera a s mismo ortodoxo-, stas y otras cosas de tal naturaleza son ms seales de la lucha delos hombres contra sus semejantes por el poder y por la autoridad sobre ellos que de la Iglesia deCristo. Si alguien posee todas estas cosas, pero est desprovisto de caridad, humildad y buenavoluntad en general hacia todos los hombres sin distincin, no slo hacia los que se profesancristianos, no es todava un cristiano. Nuestro Salvador dice a sus discpulos: Los reyes paganosejercen su dominio sobre ellos, pero vosotros no debis proceder as (San Lucas, 22, 25-26). La

    finalidad de la verdadera religin, que ha nacido no en funcin de una pompa exterior, ni paraejercer el dominio eclesistico, ni tampoco para utilizar la fuerza, sino para regular la vida de loshombres con rectitud y piedad. Quien se aliste en la Iglesia de Cristo tiene, primero y ante todo, queluchar contra sus propios vicios, contra su soberbia y contra su placer, pues de nada sirve usurpar elnombre de cristiano, si no practica la santidad de vida, la pureza de las costumbres, la humildad ybondad de espritu. Nuestro Seor dijo a San Pedro: T, una vez convertido, confirma a tushermanos (San Lucas, 22, 32). Quien no se preocupa de su propia salvacin sera muy difcil quepersuada de que le interesa la de los dems: no puede dedicarse con todas sus fuerzas al trabajo deconducir a otros al cristianismo quien no ha acogido realmente en su nimo la religin de Cristo. Sise da crdito al Evangelio y a los Apstoles, ningn hombre puede ser cristiano, si carece decaridad y de esa fe que acta no por la fuerza, sino por el amor. Pues bien, yo apelo a la conciencia

    de aqullos que, con el pretexto de la religin, persiguen, torturan, destruyen y matan a otroshombres, y les pregunto si lo hacen por amistad y bondad hacia ellos, y creer que sta es ladisposicin de nimo con la que actan, cuando vea que esos fanticos enardecidos corrigen de lamisma manera a sus amigos y familiares por los pecados manifiestos que cometen contra elEvangelio, cuando los vea perseguir a fuego y espada a los miembros de su propia comunin, que,estando manchados por enormes vicios y no se corrijan, se encuentran en peligro de perdicineterna, y, cuando los vea testimoniar, con toda clase de tormentos y crueldades, su amor por ellos ysu deseo de salvar sus almas. Si, como pretenden, por caridad y por deseo de salvar el alma de losdems, les quitan sus propiedades, los maltratan con castigos corporales, los matan de hambre, lostorturan en malsanas y sucias prisiones y, finalmente, hasta les quitan la vida, para que tengan fe yse salven, por qu entonces toleran que la prostitucin, el fraude, la mala fe y otras cosas

    semejantes, que huelen abiertamente a paganismo, como dice el apstol (Romanos, 1, 23-29),crecen impunemente entre sus secuaces? Estas cosas y otras semejantes son ms incompatibles conla gloria de Dios, la pureza de la Iglesia y la salvacin de las almas, que cualquier errneaconviccin de la conciencia contraria a las decisiones eclesisticas o que cualquier rechazo que

    5 El ttulo completo era Epstola de Tolerantia ad Clarissimum Virum T. A. R. P. T. O. L. A. [Theologiae ApudRemostrantes Professorem Tyrannidis Osorem Limburgium Amstelodamensen - Limborch de Amsterdam, profesor deteologa en los Remostrantes, que odia la tirana]. Scripta a P. A. P. O. I. L. A. [Pacis Amico Persecutionis OsoreJoanne Luckio Anglo - John Locke, ingls, amigo de la paz, que odia la persecucin].

    6 La reforma de la doctrina se contrapone a la tradicin (antigedad de los lugares de culto y de los nombres) y ala pompa de las ceremonias, o sea, a los aspectos del catolicismo que tpicamente se oponen a la religin reformada

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    concierne al culto externo, acompaado de una vida sin culpa. Por qu, entonces, me pregunto, esecelo por Dios, por la Iglesia y por la salvacin de las almas, ese celo tan ardiente que llega incluso aquemar a las personas vivas, por qu ese celo olvida y no castiga esas infamias y vicios morales,

    que todos los hombres reconocen que son diametralmente opuestos a la fe cristiana y, en cambio,encaminan todos sus esfuerzos a corregir opiniones, cuya mayor parte se refieren a sutilezas queexceden la capacidad de comprensin de la gente comn, o a introducir ceremonias? Cul de laspartes que discuten sobre estas cosas tenga razn, cul sea culpable de cisma o hereja, si la quesale vencedora o la que sucumbe, tendremos una respuesta, cuando se valoren las razones de laseparacin. Ciertamente, quien sigue a Cristo, abraza su doctrina y aguanta su yugo no es hereje,aunque abandone a sus padres, las ceremonias de su pas, la vida pblica e incluso a todos loshombres.

    Aunque las divisiones de las sectas obstaculicen la salvacin de las almas, el adulterio, lafornicacin, la impureza, la lujuria, la idolatra y cosas semejantes no son menos obras de la carne,sobre las cuales el Apstol ha declarado expresamente que los que las hacen no heredarn el reino

    de Dios (Glatas, 5, 19-21). Por lo tanto, cualquiera que desee sinceramente alcanzar el reino deDios y piense que es su deber tratar de extender sus confines debe dedicarse a desarraigar estasinmoralidades con no menos cuidado y diligencia que a la extirpacin de las sectas. Pero quienhaga lo contrario y, a la vez que se muestra cruel e implacable con aqullos que difieren de susopiniones, es indulgente con los pecados y vicios morales que son indignos del nombre de cristianodemuestra claramente, aunque tenga siempre en sus labios el nombre de la Iglesia, que su meta esten otro reino y no en el del reino de Dios.

    Confieso que me resulta muy extrao, y resultar extrao, pienso, a otros igual que a m,que alguien quiera que el alma, cuya salvacin desea de todo corazn, muera, incluso antes de laconversin, a base de torturas; pero nadie seguramente creer que ese comportamiento puedeprovenir del amor, de la buena voluntad, de la caridad. Si alguien sostiene la idea de que al hombre

    se le debe empujar a sangre y fuego a abrazar determinados dogmas, que se le debe obligar por lafuerza a practicar el culto externo, sin tener en cuenta sus costumbres, si alguien convierte a losheterodoxos a la fe, forzndoles a profesar aquello que no creen y permitindoles practicar cosasque el Evangelio no permite a los cristianos ni a ningn fiel a s mismo, verdaderamente no sepuede dudar de que lo que desea esa persona es un grupo numeroso de gentes que profesen lasmismas cosas que profesa l, pero quin puede creer que quiera la Iglesia cristiana? Por lo tanto,no hay que extraarse que utilicen armas lcitas a la milicia cristiana aqullos que (a pesar de lo quedigan) no luchan por la verdadera religin ni por la Iglesia cristiana. Si, como el gua de nuestrasalvacin, desearan sinceramente la salvacin de las almas, marcharan sobre sus huellas yseguiran el ejemplo perfecto del prncipe de la paz, que envi a sus seguidores a someter a lasnaciones y reunirlas en la Iglesia, armados no con instrumentos de fuerza ni con espadas o por la

    fuerza, sino con el Evangelio del anuncio de la paz, de la santidad de las costumbres y del ejemplo.Sabemos muy bien que, si hubiera querido convertir a los infieles por la fuerza o con las armas, oapartar de sus errores a los que son ciegos o tercos con soldados, le habra resultado mucho msfcil recurrir al ejrcito de las legiones celestiales, que a cualquier protector de la Iglesia, porpotente que sea, emplear sus banderas.

    La tolerancia de aqullos que tienen opiniones religiosas distintas se ajusta tanto alEvangelio y a la razn, que parece monstruoso que haya hombres tan ciegos con una luz tan clara.No reprobar aqu el orgullo y la ambicin de algunos, ni la pasin ni el fanatismo, carente decaridad y humildad, de otros. Son vicios quiz ineliminables de los asuntos humanos, pero loshombres no aceptan que se les imputen; y casi todos los que estn ataviados con estos vicios buscanla aprobacin, encubrindolos con algn disfraz de aparente honestidad. Pero, a fin de que ninguno

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    invoque el bienestar pblico y la observancia de las leyes como pretexto para una persecucin ycrueldad poco cristianas y, recprocamente, otros no pretendan, con el pretexto de la religin, poderpracticar costumbres licenciosas o que se les conceda la impunidad de los delitos, para que nadie,

    digo, como sbdito fiel del prncipe o como sincero creyente, se engae a s mismo o a los dems,estimo necesario, sobre todo, distinguir exactamente entre las cuestiones del gobierno civil y las dela religin, fijando, de este modo, las justas fronteras entre la Iglesia y el Estado. Si esto no se hace,no se puede resolver ningn conflicto entre los que realmente desean, o fingen desear, la salvacinde las almas o la del Estado.

    El Estado es, a mi parecer, una sociedad de hombres constituida para preservar y promoversimplemente los bienes civiles.

    Llamamos bienes civiles la vida, la libertad, la salud, la inmunidad del dolor, la posesin decosas externas, tales como la tierra, el dinero, los enseres, etc.

    El deber del magistrado civil consiste en asegurar, en buen estado, a todo el pueblo, tomado

    en su conjunto, y a cada individuo en particular, la justa posesin de estas cosas correspondientes asu vida con leyes impuestas a todos en el mismo modo. Si alguien pretende violar estas leyes,transgrediendo lo que es justo y est permitido, su audacia debera ser frenada por el miedo alcastigo, que consiste en la privacin o eliminacin de esos bienes que, normalmente, el culpabletendra la posibilidad y el derecho de disfrutar. Pero, como ningn hombre soporta voluntariamenteser castigado ,con la privacin de alguna parte de sus bienes y, mucho menos, de su libertad o de suvida, el magistrado se encuentra, por lo tanto, armado con la fuerza, ms an, con el apoyo de todossus sbditos, para castigar a aqullos que violan los derechos de los dems.

    Me parece a m que lo que vamos a decir demostrar que toda la jurisdiccin del magistradose extiende nicamente a estos bienes civiles, y que todo el derecho y la soberana del poder civilest limitado y restringido al simple cuidado de promover estos bienes; y que stos no deben ni

    pueden, en manera alguna, extenderse a la salvacin de las almas.

    I. El cuidado de las almas no est encomendado al magistrado civil ms que a otroshombres. No est encomendado a l por Dios, porque no consta en ningn lugar que Dios hayadado una autoridad de este gnero a unos hombres sobre otros, o sea, a algunos la autoridad deobligar a otros a abrazar su religin. Ni los hombres pueden conceder al magistrado un poder deeste gnero, porque nadie puede renunciar a preocuparse de su propia salvacin eterna, hasta elextremo de aceptar necesariamente el culto y la fe que otro, prncipe o sbdito, le haya impuesto.Efectivamente, ningn hombre puede, aunque quiera, creer porque se lo haya ordenado otrohombre; en la fe est la fuerza y la eficacia de la verdadera y salvadora religin. Cualquier cosa queprofesemos con los labios, cualquier culto externo que practiquemos, si no estamos completamente

    convencidos en nuestro corazn de que lo que profesamos es verdad y de que lo que practicamosagrada a Dios, no slo todo esto no contribuye a la salvacin, sino que incluso la obstaculiza,porque, de esta manera, a los otros pecados, que deben ser expiados con el ejercicio de la religin,se les aaden, casi para coronarlos, la simulacin de la religin y el desprecio de la divinidad; loque tiene lugar cuando se ofrece a Dios ptimo Mximo el culto que estimamos que no le es grato.

    II. El cuidado de las almas no puede pertenecer al magistrado civil, porque todo su poderconsiste en la coaccin. Pero la religin verdadera y salvadora consiste en la fe interior del alma,sin la cual nada tiene valor para Dios. Es de tal naturaleza la inteligencia humana, que no se lepuede obligar por ninguna fuerza externa. Si se confiscan los bienes, si se atormenta el cuerpo conla crcel o la tortura, ser todo intil, si con estas torturas se pretende cambiar el juicio de la mente

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    sobre las cosas.

    Podra, es cierto, alegarse que el magistrado puede utilizar argumentos para atraer al

    heterodoxo al camino de la verdad y procurar su salvacin. Lo acepto, pero esta posibilidad escomn al magistrado y a otros hombres. Enseando, amonestando, corrigiendo con el razonamientoa los que yerran, el magistrado puede ciertamente hacer lo que debe hacer todo hombre bueno. Noes necesario que, para ser magistrado, deje de ser hombre o cristiano. Y una cosa es persuadir y otramandar; una cosa apremiar con argumentos y otra con decretos: stos son propios del poder civil,mientras los otros pertenecen a la buena voluntad humana. Todo mortal tiene pleno derecho aamonestar, exhortar, denunciar los errores y atraer a los dems con razonamientos, perocorresponde al magistrado ordenar con decretos, obligar con la espada. Queda claro lo que pretendodecir: el poder civil no tiene que prescribir artculos de fe o dogmas o formas de culto divino con laley civil. Pues, efectivamente, las leyes no tienen fuerza, si a las leyes no se les aaden los castigos;pero, si se aaden los castigos, stos en este caso son ineficaces y poco adecuados para persuadir.

    Si alguien quiere acoger un dogma o practicar un culto para salvar su alma, tiene que creer con todasu alma que el dogma es verdadero y que el culto ser grato y aceptado por Dios; pero ningncastigo est en modo alguno en grado de infundir en el alma una conviccin de este gnero. Senecesita luz para que cambie una creencia del alma; la luz no puede venir, en modo alguno, de uncastigo infligido al cuerpo.

    III. El cuidado de la salvacin del alma no puede corresponder, de ninguna forma, almagistrado civil, porque, aunque admitamos que la autoridad de las leyes y la fuerza de los castigossean capaces en la conversin de los espritus humanos, sin embargo esto no ayudara de ningunamanera a la salvacin de las almas. Dado que una sola es la religin verdadera, uno solo es elcamino que lleva a la morada de los bienaventurados, qu esperanza habra de que un nmero

    mayor de hombres llegase, si los mortales tuvieran que dejar a un lado el dictamen de la razn y dela conciencia y tuvieran que aceptar ciegamente las creencias del prncipe y adorar a Dios segn lasleyes patrias? Entre las distintas creencias religiosas que siguen los prncipes, el estrecho caminoque conduce al cielo y la angosta puerta del paraso necesariamente se abriran para muy pocos,pertenecientes a una sola regin; y lo ms absurdo e indigno de Dios en todo este asunto sera quela felicidad eterna o el eterno castigo dependieran nicamente del lugar donde se hubiera nacido.

    Estas consideraciones, omitiendo muchas otras que podran exponerse, me parecensuficientes para establecer que todo el poder del Estado se refiere a los bienes civiles, se limita alcuidado de las cosas de este mundo y nada tiene que ver con las cosas que esperan en la vida futura.

    Ahora consideremos qu es una Iglesia. Estimo que una Iglesia es una sociedad libre de

    hombres que se renen voluntariamente para rendir culto pblico a Dios de la manera que ellosjuzgan aceptable a la divinidad, para conseguir la salvacin del alma.Digo que es una sociedad libre y voluntaria. Nadie nace miembro de una Iglesia, de lo

    contrario, la religin de los padres y de los abuelos pervivira en cada hombre por derechohereditario, lo mismo que sus propiedades, y cada uno debera su fe a su nacimiento: no se puedepensar nada ms absurdo que esto. Las cosas, por tanto, estn como sigue. El hombre, que pornaturaleza no est obligado a formar parte de ninguna Iglesia, ni ligado a una secta, entra de formaespontnea en la sociedad en la que cree haber encontrado la verdadera religin y el culto queagrada a Dios. La esperanza de salvacin que encuentra, siendo la nica razn para entrar en laIglesia, es tambin el criterio para permanecer en ella. Si con posterioridad descubre alguna cosaerrnea en la doctrina o incongruente en el culto, tiene que tener siempre la posibilidad de salir de

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    la Iglesia con la misma libertad con la que haba entrado. Pues, en efecto, fuera de los que estnunidos por la esperanza de la vida eterna, ningn otro vnculo puede ser indisoluble. Una iglesia es,pues, una sociedad de miembros unidos voluntariamente para este fin.

    Tenemos que investigar ahora cul es su poder y a qu leyes se tiene que someter.Puesto que ninguna sociedad, por libre que sea o por banal que haya sido el motivo de su

    constitucin, sea de intelectuales con el fin de saber, de comerciantes para comerciar o de hombresociosos para conversar y cultivar el espritu, puede subsistir sin disolverse inmediatamente, sicarece de todo tipo de ley, es necesario que tambin la Iglesia tenga sus leyes, para determinar lostiempos y lugares de reunin, las condiciones de aceptacin y de exclusin y, finalmente, ladiferencia de las cargas, el orden de las cosas y dems asuntos semejantes. Pero, dado que ella esuna reunin libre (como se ha demostrado), libre de toda fuerza de coaccin, se deducenecesariamente que el derecho de hacer las leyes no puede residir en nadie sino en la sociedadmisma o en aqullos (pero es lo mismo) que la sociedad, con su consentimiento, ha autorizado.

    Pero se objetar que no puede existir una verdadera Iglesia que no tenga un obispo o

    presbiterio, dotado de la autoridad para gobernar, derivada de los apstoles por sucesin continua ynunca ininterrumpida7 .

    I. Pido que me muestren el decreto en el que Cristo ha impuesto esta ley a su Iglesia; y noadmitir un pretexto intil, si pido que en una cuestin de tanta importancia se me presenten laspalabras exactas. Parece sugerir exactamente lo contrario el siguiente paso: Porque donde estndos o tres reunidos en mi nombre, all estoy yo en medio de ellos (Mateo, 18, 20). Ruego que seconsidere si en una reunin en la que est presente Cristo falta algo para ser una verdadera Iglesia.Estoy seguro de que nada falta en ella para alcanzar la salvacin, que es lo que nos basta.

    II. Ruego que se observe, por favor, cun grandes han sido desde el principio las disensionesentre los que pretenden que los regidores de la Iglesia hayan sido instituidos por Cristo y que supoder debe ser trasmitido por sucesin. Esta disputa nos ofrece necesariamente la libertad de elegir,o sea, deja a cada uno el derecho a entrar en la Iglesia que prefiera.

    III. Acepto que se pueda escoger al regidor, considerando necesario que venga designadopor una larga cadena de transmisiones, con la condicin de que yo pueda entrar en la sociedad en laque estoy convencido de que encontrar las cosas necesarias para la salvacin del alma. De estamanera, la libertad eclesistica que l reclama ser preservada para l y para m, y ningn hombretiene un legislador distinto del que ha elegido.

    Pero, dado que existe tanta inquietud sobre la verdadera Iglesia, me sea permitido preguntaraqu, de paso, a la verdadera Iglesia de Cristo no le conviene establecer condiciones de

    pertenencia, en las que se contengan esas cosas, y solamente sas, que el Espritu Santo haenseado claramente en la Sagrada Escritura, con palabras explcitas, que sean necesarias para lasalvacin, ms que imponer como ley divina las propias invenciones e interpretaciones, yestablecerlas con leyes eclesisticas, como absolutamente necesarias a la profesin de cristianismo,cosas de las que la palabra divina no se ocupa o por lo menos no ordena? Quienquiera que exijapara participar en la comunidad eclesistica cosas que Cristo no requiere para la vida eterna puede

    7 Las dos formas de Iglesia protestante que en Inglaterra tenan una organizacin territorial uniforme. La Iglesia deInglaterra se rega por la autoridad de los obispos, considerados los sucesores de los apstoles. A la tradicin apostlicase refera la Iglesia presbiteriana, importada desde Escocia a Inglaterra, que pona la autoridad en el presbiterio oconsejo de ancianos, considerado como el heredero del grupo de los apstoles

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    constituir una sociedad acomodada a su propia creencia y quiz a su propio provecho; pero cmose puede llamar a esa sociedad Iglesia de Cristo, si se funda en instituciones distintas de las deCristo y de la que se excluyen a aqu, los que un da Cristo acoger en el reino de los cielo Aunque

    no sea ste el lugar adecuado para investigar sobre las seales de reconocimiento de la verdaderaIglesia quisiera recordar, sin embargo, a aqullos que con tanto empeo luchan por los principiosde su sociedad y gritan si parar el nombre de la Iglesia con tanto ruido, y quiz con el mismoarrebato de los plateros de feso, que exaltaba a su Diana (Hechos, 19, 23-28); pues bien, a stosquisiera recordarles una sola cosa: el Evangelio declara frecuente mente que los verdaderosdiscpulos de Cristo deben esperar y sufrir persecuciones, pero no recuerdo haber ledo nunca en elNuevo Testamento que la verdadera iglesia d Cristo deba perseguir a los otros o atormentarlos uobligar los a aceptar sus creencias y conducirlos a la fe con la fuerza, la espada o el fuego.

    El fin de la sociedad religiosa -como ya se ha dicho es el culto pblico de Dios y, a travsde l, la adquisicin de la vida eterna. Toda disciplina debe, por lo tanto, tender a este fin, y dentrode estos lmites se deben circunscribir todas las leyes eclesisticas. En esta sociedad no se hace

    nada, ni se puede hacer nada concerniente a la propiedad de bienes civiles o terrenales; en esta sedeno se puede recurrir nunca a la fuerza por ningn motivo, desde el momento que sta pertenecentegramente al magistrado civil y la propiedad y el uso de los bienes externos estn sometidos a supoder.

    Pero se puede preguntar: De qu sancin disponen la,, leyes eclesisticas, si falta cualquiertipo de coaccin? Respondo: De la sancin que conviene a cosas cuya profesin, y cumplimientoexterno no sirven para nada, si no derivar de la profundidad del alma y si no se consigue aqu eltotal consentimiento de la conciencia. Por eso, las exhortaciones, las admoniciones y los consejosson las armas de esta sociedad, sas con las que sus miembros deben mantenerse dentro de loslmites de sus deberes. Si por estos medios los transgresores no se corrigen y los que estn en errorno vuelven al recto camino, lo nico que cabe hacer es expulsar y separar de la sociedad a tales

    personas obstinadas y obcecadas, que no dan esperanza de poder ser corregidos. sta es la ltima ysuprema fuerza a la que puede recurrir el poder eclesistico. Se trata de una fuerza que inflige estecastigo: terminada la relacin entre el cuerpo y el miembro separado, a quien se condena cesa deformar parte de esa Iglesia.

    Establecidas estas cosas de esta manera, busquemos ahora cules son los deberes de cadauno respecto a la tolerancia.

    1. Ninguna Iglesia est obligada, en virtud de la tolerancia, a mantener en su seno a unapersona que, despus de haber sido amonestada, contina obstinadamente transgrediendo las leyesestablecidas en aquella sociedad. Efectivamente, si se permitiese quebrantar impunemente esas

    leyes, la sociedad se disolvera, dado que sas son las condiciones de subsistencia y el nicovnculo de la sociedad. Pero, sin embargo, hay que procurar que al decreto de excomunin no seaada insulto verbal o violencia de hecho, que pueda suponer un dao para el cuerpo o para losbienes de la persona expulsada. Porque toda fuerza -como se ha dicho con frecuencia- correspondeal magistrado y ninguna persona privada debe, en ningn momento, hacer uso de la misma, amenos que sea en defensa propia. La excomunin no priva ni puede privar nunca al excomulgadode ninguno de los bienes civiles o de los bienes que l posea privadamente: stos son todosinherentes a su condicin civil y estn sometidos a la tutela del magistrado. Toda la fuerza de laexcomunin consiste slo en esto: que, una vez declarada la decisin de la sociedad, se corta launin entre el cuerpo y su miembro; y, al cortarse esta relacin, se corta tambin la comunin dealgunas cosas que la sociedad atribuye a sus miembros, cosas sobre las que nadie tiene un derecho

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    civil. Porque no causa dao civil a la persona excomulgada que el ministro de la Iglesia, en lacelebracin de la Cena del Seor, no le d el pan y el vino, adquiridos no con su dinero, sino con elde los dems.

    2. Ninguna persona privada debe, en ningn caso, perjudicar o disminuir los bienes civilesde otro, porque ste se declare extrao a su religin y a sus ritos. ste debe conservarinviolablemente todos los derechos que le corresponden como hombre y como ciudadano; estascosas no pertenecen a la religin. Tanto al cristiano como al pagano se le debe ahorrar cualquiertipo de violencia y de injuria. Ms an, a la medida de justicia se le deben aadir los deberesimpuestos por la bondad y por la caridad. As lo ordena el Evangelio, as lo dicta la razn y lasociedad que la naturaleza ha hecho posible entre los hombres. Si un hombre abandona el rectocamino, es un desgraciado que se perjudica a s mismo, pero para ti es inocuo; no debes, por lotanto, castigarlo duramente, privndolo de los bienes de esta vida, porque supongas que sercondenado en la vida futura.

    Lo que he dicho de la tolerancia recproca entre personas privadas, que tienen creenciasreligiosas distintas, pretendo que valga para las Iglesias particulares, que en sus relaciones mutuasson, de alguna manera, de las personas privadas, y una no tiene una potestad sobre la otra, nisiquiera en caso de que el magistrado civil (como a veces ocurre) pertenezca a una de ellas, ya queel Estado no puede atribuir ningn nuevo derecho a la Iglesia, como tampoco la iglesia al Estado.La Iglesia, tanto si entra en ella un magistrado como si se sale, permanece siempre como era, unasociedad libre y voluntaria: ni adquiere el poder de la espada, porque en ella entre el magistrado, nipierde, si el magistrado se sale, la capacidad, que ya tena, de ensear y de excomulgar. Unasociedad espontnea conserva siempre el inmutable derecho de expulsar de su seno a aqullos queella estime que deben ser expulsados, pero jams podr extender su jurisdiccin a los extraos,porque haya entrado a formar parte de ella un nuevo miembro. Por lo tanto, las distintas Iglesias

    siempre tienen que cultivar la paz, la equidad y la amistad, como entre las personas privadas, enespritu de igualdad, sin ninguna pretensin de tener derechos sobre los dems.A fin de aclarar la cuestin con un ejemplo, vamos a suponer que en Constantinopla hay dos

    Iglesias, una de protestantes, la otra de anti-protestantes8. Puede decir alguien que una de estasIglesias tiene el derecho de privar a los miembros de la otra de sus bienes (como vemos hacerlo enotros lugares), o de castigarlos con el exilio o con la pena capital porque tienen creencias y ritosdistintos? Y todo esto mientras los turcos callan y se ren, al ver que unos cristianos luchan contraotros cristianos con crueldad sanguinaria? Pero, si una de estas iglesias tiene el poder de perseguir ala otra, yo pregunto cul de las dos tiene ese poder y basndose en qu derecho. Me respondern,indudablemente, que es la Iglesia ortodoxa la que tiene el derecho de autoridad sobre losequivocados o herejes. Esto es usar grandes y ampulosas palabras para no decir nada. Cada Iglesia

    es ortodoxa para s misma, y, para las dems, equivocada o hereje; cada Iglesia considera verdaderotodo lo que ella cree y denuncia como error lo contrario a sus creencias. As que la controversiaentre estas dos Iglesias sobre la verdad de las creencias y la correccin de su culto es irresoluble, yno puede resolverse por la sentencia de un juez ni en Constantinopla ni en ninguna parte de la

    8 A los dos grupos imaginarios, que coloca en Constantinopla, Locke da nombres tomados de la vida religiosaholandesa. Los protestantes eran reformadores holandeses que se relacionaban con las enseanzas de Arminio, el cual,en polmica con Francisco Gomar, haba rechazado algunas interpretaciones rgidamente calvinistas de lapredestinacin. Objeto de persecucin por parte de la Iglesia holandesa, ampliamente gomarista, los seguidores deArminio publicaron en 1610 una Protesta, para pedir a los gobernantes de las Provincias Unidas que pusieran fin a lapersecucin. Al documento de los arminianos, los gomaristas respondieron con una Anti-Propuesta.

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    tierra. La solucin de la controversia corresponde solamente al juez supremo de todos los hombres,al cual tambin corresponde exclusivamente el castigo de los que estn en el error. Mientras tantopensemos en la gravedad del pecado de aqullos que, si no al error, ciertamente a su orgullo,

    aaden la injusticia, maltratando ciega y salvajemente a los servidores de otro dueo, que no estnobligados en modo alguno a rendirles cuentas.

    Pero an ms: aunque pudiera ponerse de manifiesto cul de los disidentes tiene la posicin justa respecto a la religin, no por eso la Iglesia ortodoxa tendra un poder mayor para destruir a laotra, ya que las Iglesias no tienen jurisdiccin en las cosas terrenales, ni el fuego ni la espada soninstrumentos adecuados para convencer de su error o para ensear o convertir a los espritushumanos. Supongamos, sin embargo, que el magistrado civil favorece a una Iglesia y quiereofrecerle la espada, para consentirle castigar, como quiera, a los heterodoxos. Quin puede decirque una Iglesia cristiana puede adquirir del emperador turco derecho sobre sus hermanos? Uninfiel, que por su autoridad no puede castigar a los cristianos por los artculos de su fe, no puede dartal poder a ninguna sociedad de cristianos, ni conferirle un derecho que l mismo no posee. Tal

    sera el caso en Constantinopla; las mismas razones sirven en cualquier reino cristiano. El podercivil es igual en todos los sitios, y, si est en manos de un prncipe cristiano, no puede atribuir a laIglesia mayor autoridad que si estuviese en manos de un prncipe pagano, o sea, no puede conferirleninguna autoridad.

    Sin embargo, vale la pena observar tambin lo siguiente: que los ms violentos defensoresde la verdad, los enemigos de los errores, los que no estn dispuestos a tolerar los cismas casi nuncadesencadenan su celo por Dios, del cual dicen sentirse tan ardientemente inflamados, si no alldonde un magistrado civil les apoya. Cuando, por el apoyo de un magistrado, tienen una fuerzasuperior, entonces la paz y la caridad cristianas deben ser violadas; en caso contrario, hay quecultivar la tolerancia mutua. Cuando tienen menos fuerza civil que sus adversarios, pueden soportarpacientemente y sin la menor conmocin el contagio de la idolatra, de la supersticin y de la

    hereja a su alrededor, del cual, en otras ocasiones, tanto temen para ellos y para la religin. Noatacan abiertamente los errores que estn de moda en la corte o gustan al magistrado. Mientrasdenunciar los errores es el nico mtodo para difundir la verdad, cuando al peso de las razones y delos argumentos se une la cortesa y las buenas maneras.

    Nadie, ni las personas individuales, ni las Iglesias, ni siquiera los Estados tienen derechoalguno a perjudicar unos los bienes civiles de los otros y de privarse mutuamente de las cosas deeste mundo con el pretexto de la religin. Aqullos que opinan de otra manera haran bien enconsiderar la infinidad de razones de guerra y de enfrentamientos, las provocaciones para laviolencia, para las matanzas, para los odios eternos que suministran as a la humanidad. Ni la paz,ni la seguridad, ni siquiera la amistad comn pueden establecerse o preservarse entre los hombresmientras prevalezca la opinin de que el dominio se funda en la gracia y que la religin ha de ser

    propagada por la fuerza y con las armas.

    3. Veamos lo que el deber de la tolerancia exige de aqullos que se distinguen del resto de lahumanidad, de los seglares (como solemos llamarlos) por algn carcter o dignidad eclesisticos,ya se trate de obispos, sacerdotes, presbteros, ministros o con cualquier otro nombre con que ellosse presenten'. No es el lugar adecuado para hablar sobre el origen del poder o de la dignidadeclesistica. Sin embargo, digo lo siguiente: a pesar de su origen, puesto que se trata de unaautoridad eclesistica, sta tiene que circunscribirse a los lmites de la Iglesia y no puede de maneraalguna extenderse a las cosas civiles, ya que la Iglesia es distinta y est separada del Estado y de losasuntos civiles. Las fronteras en ambos casos son fijas e inamovibles. Quien pretende confundir lasdos sociedades, completamente distintas por su origen, por el fin que se proponen, por sus

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    contenidos, mezcla dos cosas tan separadas como el cielo y la tierra. Ningn hombre, por tanto,cualquiera que sea el cargo eclesistico que ostente, puede castigar a nadie, afectndolo en la vida,en la libertad o en una parte de sus bienes terrenales, porque pertenece a una Iglesia o profesa una

    fe distinta de la suya. En efecto, lo que no est permitido a una Iglesia en su totalidad no se puedeconvertir en permitido, por algn derecho eclesistico, a alguno de sus miembros.

    Pero no es suficiente que los eclesisticos se abstengan de la violencia sobre los hombres ysobre las cosas y de cualquier tipo de persecucin. Quien se profesa sucesor apstoles y toma sobresus espaldas el compromiso de ensear est tambin obligado a recordar a sus seguidores losdeberes de la paz y de la bondad hacia todos los hombres, tanto hacia aqullos que yerran comohacia los ortodoxos, tanto hacia los que nutre con sus convicciones como hacia los que estn lejosde su fe y no practican sus ritos, sean personas privadas o que tengan cargos polticos (los hay en laIglesia), a la caridad, a la humildad, a la tolerancia, a amortiguar y a sofocar la animadversin y lainflamacin del nimo contra los heterodoxos, sentimiento encendido o por el fanatismo petulantepor su religin y por su secta o por la maquinacin de alguien. No voy a entrar en la cantidad y

    calidad de los resultados positivos tanto para la Iglesia como para el Estado, si los plpitos sehicieran eco de la doctrina de la paz y de la tolerancia, pues no quiero dar la impresin de acusargravemente a aqullos cuya dignidad no quisiera que disminuyera nadie, ni siquiera ellos mismos.Simplemente digo que as debera ser; y si alguien, que profesa ser un ministro del verbo divino yde predicar la paz del Evangelio, ensea otras cosas, distintas de stas, pues bien, ste o ignora laobligacin que tiene o la descuida; pero de todo esto un da tendr que rendir cuentas al prncipe dela paz. Si hay que exhortar a los cristianos de que se abstengan de la venganza, incluso cuando hansido provocados con injusticias hasta setenta veces siete, mucho ms se tienen que abstener de todotipo de ira y de todo tipo de violencia dictada por la enemistad aqullos que non han sufrido nadapor culpa de los dems, y tener gran escrpulo en no perjudicar a aqullos que nunca les hanperjudicado en nada. Sobre todo tienen que tener mucho cuidado de no perturbar a aqullos que

    slo se ocupan de sus asuntos, que simplemente se preocupan de adorar a Dios de la forma que,prescindiendo de la opinin de los hombres, consideran que debera ser la ms aceptable posiblepara Dios y abrazan la religin que les da la mayor esperanza de salvacin eterna. Cuando se tratade asuntos y bienes familiares o de la salud, cada persona tiene pleno derecho a decidir por smismo qu le conviene hacer, y le est permitido seguir lo que a su juicio es lo mejor. Nadie sequeja de la mala administracin de la familia del vecino, nadie se enfada con el que se equivocacuando siembra sus campos y al entregar como esposa a su hija, nadie corrige a quien se come eldinero en la taberna. Destruya, construya, gaste segn su criterio: nadie protesta, todo estpermitido. Pero, si no frecuenta el templo pblico, si all no se inclina de la forma adecuada, si noobliga a sus hijos a que se inicien en los misterios de esta o de aquella Iglesia, entonces haymurmullo, clamor, acusacin: cada uno ya est preparado para vengar este gran delito, y con

    algunas dificultades los fanticos se frenan para no pegarle o despojarle de todo a la espera de quese le conduzca ante los jueces, para que le condenen a la crcel y a muerte o a la confiscacin de losbienes para venderlos en almoneda. Los predicadores eclesisticos de cualquier secta se enfrentan ycombaten los errores de los otros con toda la fuerza de los argumentos de que son capaces, perorespetan a las personas. Pero, si sus argumentos no tienen fuerza, no empuen instrumentos que noles pertenecen, que son de otra jurisdiccin y que no tienen que ser manejados por eclesisticos; noinvoquen, en ayuda de su elocuencia y de su doctrina, las insignias y la fuerza del magistrado;podra suceder que, mientras ellos enarbolan la bandera de su amor por la verdad, su celodemasiado entusiasta de la espada y del fuego, desvelen su ambicin de poder. Porque ser muydifcil persuadir a los hombres razonables de que se desea con todas las fuerzas y con total

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    sinceridad salvar a su hermano en la vida futura y ponerle al reparo del fuego eterno, cuando, sinuna lgrima y con total adhesin, lo entrega vivo al verdugo para que lo queme.

    4. Por ltimo, veamos ahora cules son los deberes del magistrado en materia de tolerancia.Se trata ciertamente de deberes muy importantes.

    Ya hemos probado que el cuidado de las almas no corresponde al magistrado, quiero decir,el cuidado de las almas que se explicite mediante el ejercicio de la autoridad (si as se puedellamar), o sea, que se ejerza con rdenes dadas mediante leyes y con obligaciones que se defiendencon castigos, porque el cuidado de las almas que se explicite con la caridad, o sea, enseando,exhortando, persuadiendo, no se puede negar a nadie. El cuidado, por tanto, del alma de cadahombre le corresponde a l mismo y se le debe dejar solo. Se puede uno preguntar: Y si esnegligente? Yo respondo: Qu pasa si no se preocupa de su salud o de la administracin de supatrimonio? Todas cosas cercanas a la jurisdiccin del magistrado. Quiz el magistrado con unaley expresa impedir que se convierta en pobre o que enferme? Las leyes, en la medida de lo

    posible, intentan proteger los bienes y la salud de los sbditos de la fuerza o del engao ajenos, node la negligencia o de la mala administracin del propietario. A ningn hombre se le puede obligara ser rico o a estar sano contra su voluntad. Ni el mismo Dios salvar a los hombres que no quierenser salvados. Supongamos, sin embargo, que un prncipe deseara obligar a sus sbditos a acumularriquezas o a preservar su salud: se establecer entonces por ley que slo se consulten a mdicosromanos y cada uno est obligado a vivir segn sus prescripciones? No se podr tomar ningunamedicina o ninguna comida que no est preparada en el Vaticano o que no haya salido de unatienda de Ginebra?9 O, para que puedan vivir en la riqueza y en la abundancia, todos los sbditosestarn obligados por ley a hacerse comerciantes o msicos? O todos deberan convertirse enposaderos o herreros, porque con estos trabajos algunos mantienen con bastante facilidad a sufamilia y se hacen ricos? Se me dir: hay mil caminos que conducen a la riqueza, pero slo uno que

    lleva a la salvacin. Eso est bien dicho, sobre todo por parte de aqullos que abogan por que seobligue a los hombres a tomar uno u otro camino: efectivamente, si hubiera ms de uno, no habraningn pretexto para ejercer la coaccin. Pero, ahora bien, si yo me dirijo resueltamente por elcamino que, de acuerdo con la geografa sagrada, conduce directamente a Jerusaln, por qu he deser yo golpeado, si, por ejemplo, no llevo borcegues o si no me he cortado el pelo correctamente ono he realizado las abluciones de una forma determinada, o porque como carne en el camino oalgn otro alimento que le va bien a mi estmago y a mi salud, o porque evito ciertos desvos queme parecen conducir a precipicios o brezales, o porque entre los muchos senderos del mismocamino y que llevan al mismo lugar prefiero caminar por el que a m me parece ms recto y limpio,o porque evito la compaa de algunos viajeros que son menos modestos, o de otros que son msperezosos, o, en fin, porque sigo a un gua que va o no va vestido de blanco o est coronado con

    una mitra? Si lo valoramos correctamente, advertiremos que estas cosas son, en su mayora, cosasde poco peso y que los hermanos cristianos se enfrentan por ellas, pero que estn perfectamente deacuerdo en las creencias religiosas importantes. Por otra parte, son cosas que se pueden observar ose pueden omitir sin perjuicio para la religin o la salvacin de las almas, siempre y cuando en laprctica se hallen ausentes la supersticin y la hipocresa.

    Pero concedamos a los fanticos y a aqullos que condenan todo lo que no reconocen comopropio que, de estas circunstancias, nacen siempre caminos distintos y divergentes. Qu sacan deesto? Uno solo entre stos es el verdadero camino de la salvacin. Pero entre los miles que los

    9 Ginebra, la ciudad en que Calvino instaur el ms riguroso rgimen protestante, se contrapone al Vaticano, sededel papa.

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    hombres inician, cul es el justo? Ahora bien, ni el cuidado del Estado, ni el derecho de hacerleyes muestra con mayor certeza al magistrado el camino que conduce al cielo de lo que no hayamostrado a un ciudadano privado su propia bsqueda. Si yo tengo un cuerpo dbil, si me encuentro

    cansado porque sufro una grave enfermedad, y, suponiendo que exista una sola medicina y esdesconocida, quiz corresponde prescribir el remedio, porque hay solamente uno y ste esdesconocido? Porque solamente hay un camino para que yo escape de la muerte, ser seguro loque el magistrado me mande? No hay que atribuir, como propiedad exclusiva, a hombres que seencuentran en una condicin social nica las cosas que los individuos tienen que encontrar con subsqueda, con su sagacidad, con su juicio, con la meditacin y con mente sincera. Los prncipesnacen superiores a los dems hombres por poder, pero, por naturaleza, son iguales, ni el derecho degobernar o la pericia en el arte de gobierno lleva consigo un conocimiento cierto de otras cosas y,mucho menos, de la verdadera religin; pues, en efecto, si no fuera as, cmo podra ocurrir que enlas cuestiones religiosas los poderosos de la tierra tengan posiciones tan alejadas? Pero inclusoadmitamos que es probable que el camino hacia la vida eterna pueda ser conocido mejor por un

    prncipe que por sus sbditos, o por lo menos que sea ms seguro y ms cmodo obedecer a susrdenes en esta incerteza. Entonces se preguntar: si el prncipe te ordenase que te ganases la vidacon el comercio, lo rechazaras, temiendo que no fuese un trabajo bastante rentable? Creo que mehara comerciante cuando el prncipe me lo ordenara, porque, en caso de que yo fracasara en elcomercio, l se encontrara en disposicin de resarcirme bien de alguna forma por el tiempo yesfuerzos perdidos' en el comercio. Si de verdad, como pretende, quiere alejar de m el hambre y lapobreza, puede hacerlo con facilidad, incluso cuando una racha desgraciada ha destruido todos misbienes. Pero esto no sucede en las cosas que conciernen a la vida futura. Si realizo mal misinversiones, si me encuentro desesperado, el magistrado no podr reparar mis prdidas, aliviar misufrimiento, ni devolverme siquiera una parte, ni mucho menos reintegrarme lo que he perdido.Qu garanta puede darme por el reino de los cielos?

    Quiz usted diga que no al magistrado civil, pero a la Iglesia le atribuimos un juicioverdadero sobre las cosas sagradas, un juicio que todos tienen que seguir. El magistrado civilordena que todos observen lo que la Iglesia ha determinado y, con su autoridad, pretende que nadieacte o crea, en las cosas sagradas, algo distinto de lo que la Iglesia ensea. As que el juicio deesas cosas corresponde a la Iglesia, a la que el mismo magistrado le debe obediencia y requiereigual obediencia que a los otros. Quin no ve cun frecuentemente el nombre de la Iglesia,venerable en tiempo de los apstoles, ha sido usado para engaar a la gente en los siglos sucesivos?En este asunto, por lo menos, recurrir a la Iglesia no nos ayuda nada. Yo sostengo que el nico yestrecho camino que conduce hacia el cielo no es mejor conocido por el magistrado que por laspersonas particulares, y, por lo tanto, yo no puedo seguir sin peligros a un gua que, dado que puededesconocer el camino, como lo desconozco yo, est ciertamente menos interesado en mi salvacin

    que yo mismo. Entre los muchos reyes de los judos, a cuntos de ellos un verdadero israelitahabra podido seguir sin que le condujeran a la idolatra, lejos del verdadero culto de Dios,destinado a caer en la ruina por la obediencia ciega a su rey? Se me pide que est tranquilo, quetodo est seguro y a salvo, porque el magistrado hace observar a su pueblo no los decretosreligiosos suyos, sino los de la Iglesia y' se limita a reforzarlos con un castigo civil; pero yo mepregunto, de qu Iglesia? Sin duda de la que le gusta al prncipe. Como si el que me obliga a entraren esta o en aquella Iglesia con los castigos, con la fuerza, no interpusiera su propio juicio en temade religin. Qu diferencia hay entre que l me gue o me entregue a otros para que me guen? Deambas maneras dependo de su voluntad y es l quien determina, en ambos casos, mi salvacin.

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    Habra sido ms tranquilizador para un israelita, obligado por la ley del rey a adorar a Baal 10porque alguien le hubiera dicho que el rey no ordenaba nada en religin por su propia autoridad nimandaba a sus sbditos en materia de culto divino hacer nada ms que lo que haba aprobado el

    consejo de sacerdotes y los santos de su religin haban declarado ser derecho divino? Si la religinde cualquier Iglesia es verdadera y salvadora porque los jefes, los sacerdotes, los seguidores de esasecta la alaban, la predican y la recomiendan con todos los apoyos que tienen a su disposicin, qureligin podr ser considerada errnea, falsa o peligrosa? Si yo tengo dudas sobre las creencias delos socinianos11, si sospecho del culto de los papistas o de los luteranos, el ingreso en la Iglesiasociniana o pontificia o luterana por orden del magistrado quiz puede resultar ms seguro porqueel magistrado en materia de religin no ordena nada, no impone nada, si no por la autoridad y elconsejo de los doctores de aquella iglesia en la que me ordena que ingrese? Pero, a decir verdad, laIglesia (si tenemos que dar este nombre a un conjunto de eclesisticos que hacen decretos) seadapta ms a menudo y ms facilmente a la corte, que la corte a la Iglesia. Es muy conocido cmofue la Iglesia bajo los emperadores ortodoxos o arrianos12 Pero, si tales sucesos son demasiado

    remotos, la historia inglesa nos suministra ejemplos ms recientes, que demuestran con qudesenvoltura, con qu rapidez los eclesisticos adaptaban los decretos, los artculos de fe, el culto ytodas las cosas a la voluntad del prncipe, durante los reinados de Enrique VIII, Eduardo VI, MaraI e Isabel I13. Y, sin embargo, se trataba de soberanos que tenan ideas tan distintas y ordenaban lascosas ms opuestas en materia de religin, que nadie que estuviese en sus cabales (hasta dira, nadieque no fuese ateo) pretendera que un hombre de bien, y que quiera dar a Dios el verdadero culto,podra, sin violar su conciencia y la veneracin a Dios, obedecer todos aquellos decretosconcernientes a la religin. Pero, por qu continuar insistiendo sobre este punto? Si un rey quiereimponer leyes la religin de los otros, da exactamente igual que las imponga por propiadeliberacin o basndose en la autoridad eclesistica y en la opinin de otros. El juicio de loseclesisticos, cuyas diferencias y disputas son suficientemente conocidas, no es ni ms recto ni ms

    seguro, ni su consentimiento, sean los que sean los eclesisticos que lo hayan emitido, puede aadirnueva fuerza al poder civil. Aunque tambin debe tenerse en cuenta que los prncipes suelen hacercaso omiso de los pareceres y sufragios de los eclesisticos que no apoyan la fe que ellos aceptan yel culto que ellos practican.

    Pero lo ms importante, y que zanja esta discusin, es lo siguiente. Aunque la opinin delmagistrado en materia de religin cuente ms y aunque el camino que l indica sea verdaderamenteel camino del Evangelio, si yo no estoy totalmente persuadido de ello en lo ms profundo de mi

    10 Baal era divinidad masculina adorada entre los cananeos, cuyo culto idoltrico se difundi tambin entre loshebreos (Jueces, 23, 11-13).

    11 Fausto Sozzini (Socinus, 1539-1604) era un protestante de Siena, que desde Basilea, a donde se haba

    desplazado, se traslad a Polonia, en la que se proclam la libertad de expresin por grupos extremistas protestantes.Los socinianos compartieron con otras sectas protestantes el culto de la libertad religiosa y la desconfianza hacia todaintervencin estatal en materia religiosa; rechazaron los dogmas, sobre todo el de la Trinidad.

    12 Los arrianos eran seguidores de Arrio, un sacerdote de Alejandra, que desde el 315-317 empez a sostener unainterpretacin propia de la Trinidad: El Hijo est ntimamente subordinado al Padre, por el que fue creado antes que elmundo y que el tiempo. Por eso el Hijo no tiene la misma sustancia que el Padre y no es semejante a l. En el conciliode Nicea, en el 325, se declar hertica la doctrina arriana y se estableci la doctrina ortodoxa que consagraba lasemejanza substancial entre el Padre y el Hijo.

    13 Los soberanos que ms trabajaron en el ordenamiento religioso de la Inglaterra moderna. Enrique VIII promovila separacin de su pas de la Iglesia de Roma. Eduardo VI, que le sucedi en 1547, puso en marcha la verdaderareforma religiosa, inspirndose en el calvinismo. Subida al trono en 1553, Mara I restaur el catolicismo. Y a sumuerte, en 1558, Isabel I empez a dar el ordenamiento definitivo a la Iglesia de Inglaterra.

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    alma, esto no me servir para mi salvacin. Ningn camino por el que yo avance en contra de losdictados de mi conciencia me llevar nunca al paraso. Yo puedo hacerme rico con un oficio queodio, puedo curarme con medicinas de las que dudo, pero no puedo salvarme con una religin en la

    que no tengo confianza ni con un culto que aborrezco. Un incrdulo adopta intilmente aparienciasexteriores, pero se necesita fe y sinceridad interior para ser grato a Dios. La medicina msmilagrosa y ms experimentada se suministra intilmente, si el estmago la expulsa nada msingerirla, y hacer tragar a un enfermo un remedio que lo toma de mala gana significa convertirlo,por la constitucin particular del enfermo, en veneno. En materia de religin se puede dudar detodo, pero algo es verdad: ninguna religin que yo no estime verdadera puede ser verdadera oprovechosa para m. Por eso es intil que el magistrado obligue a sus sbditos a aceptar su religinbajo el pretexto de salvar sus almas: si creen, vendrn por su propia voluntad; si no creen, aunquese les haya acogido, sern condenados. Por mucho que se presuma de la buena voluntad con losdems, por mucho que se trabaje en su salvacin, al hombre no se le puede obligar a salvarse hechotodo lo que se poda, hay que dejarle consigo y con su conciencia.

    De esta forma tenemos finalmente hombres que, en materia de religin, son libres uno deldominio del otro. Qu deben hacer? Todos los hombres saben y reconocen que Dios debe seradorado pblicamente; por qu, si no, se reuniran pblicamente para este fin? Entre estoshombres libres hay que introducir una sociedad eclesistica, para que puedan reunirse no solamentepara la edificacin mutua, sino para atestiguar pblicamente que adoran a Dios y que ofrecen a ladivinidad un culto del que no se avergenzan y que no consideran que sea desagradable a Dios oindigno de l, para atraer a otros al amor de la religin y de la verdad con la pureza de doctrina,con la santidad de vida, con la modestia y la decencia de los ritos y para realizar aquellas cosas queno podra lograr cada hombre privado por s solo.

    Llamamos Iglesias a estas sociedades religiosas. El magistrado las debe tolerar, porque elpueblo, reunido en asamblea, no hace otra cosa distinta de lo que se le permite hacer a los

    individuos por separado, o sea, se ocupa de la salvacin de su alma. Y ni siquiera en este caso haydiferencia alguna entre la Iglesia regia y otras Iglesias distintas de ella.Pero, como en cada Iglesia hay que tener en cuenta sobre todo dos cosas, o sea el culto

    externo, esto es, los ritos, y las creencias, conviene discutir por separado estas dos cosas, paraaclarar mejor la cuestin de la tolerancia en general.

    1. El magistrado no puede imponer con la ley civil ritos eclesisticos o ceremonias de cultodivino ni en su Iglesia ni mucho menos en la Iglesia de otros. Y esto no slo porque las Iglesias sonsociedades libres, sino porque todo lo que se ofrece a Dios en el culto tiene una razn de ser slo enla medida en que se considera cosa grata a Dios por parte de los que lo practican. Lo que no se hagacon esta conviccin no est permitido, ni puede ser aceptable a Dios. Es contradictorio que al quese le concede la libertad de religin, cuyo fin es agradar a Dios, se le mande disgustar a Dios

    precisamente con el culto. Se me podra decir: niegas que el magistrado tiene poder en las cosasindiferentes, ese poder que todos le conceden? Y, si se le quita, qu materia le queda para legislar?Admito que las cosas indiferentes, y quiz slo stas, estn sometidas al poder legislativo.

    a) De esto, sin embargo, no se deduce que el magistrado pueda ordenar lo que le plazcarespecto a cualquier cosa indiferente. La utilidad pblica es la regla y la medida de las leyes que sedeben promulgar. Lo que no es til a la sociedad, por indiferente que sea, no puede ser establecidosimplemente por ley.

    b) Las cosas que, aunque sean indiferentes por su naturaleza, se trasladan a la esfera de laiglesia y del culto divino se ponen fuera de la jurisdiccin del magistrado, porque, cuando as se

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