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El Dios sufriente
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JESÚS EN GESTSEMANÍ Jn 14,1-21; 27-31 Mc 14, 32-42 Introducción:
¿Un relato sin testigos?
Se plantea el problema de la historicidad del pasaje. Efect ivamente, surge la
cuestión del valor de los testigos. Podemos preguntarnos: s i los apóstoles estaban
profundamente dormidos ¿Cómo iban a ser testigos oculares del suceso? ¿o hay que
pensar que su sueño era tan l igero que les permit ió captar al menos algunas
palabras de Jesús? Algunos especial istas han negado de plano la historicidad del
relato.
Dibelius lo considera una construcción l iterar ia realizada con material procedente
del AT. Bultmann lo elimina considerándolo “un relato completamente legendario ”.
Goguel habla de “narración alegórica”.
Más equil ibrada resulta la posición de R. Schnackenburg: “…Se lanzó la hipótesis de
que Marcos había fundido a la vez dos narraciones anteriores. Pero también puede
explicarse de otro modo este singular y no siempre escurridizo relato. Por ejemplo,
por la acumulación de nuevos motivos y por la necesidad de darles un orden
racional. Estas cuestiones de crít ica l iteraria t ienen para nosotros menos
importancia que al caer en la cuenta de que no estamos ante una narración de
testigos oculares.
Quedan, por tanto, al margen los intentos de otro t iempo para explicar de qué
forma pudo la comunidad tener conocimiento de las palabras con que Jesús oró. Los
narradores más antiguos no se preguntaron si los discípulos dormidos (y
especialmente Pedro) pudieron afinar el oído y captar alguna palabra de Jesús. Se
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conocía una angustia mortal y también su intimidad con el Padre y sobre esta base
pudo configurarse la oración pronunciada por él en su angustia. En su conjunto, la
narración pudo también enriquecerse más tarde con elementos nuevos y, así
elaborada, ser s ituada antes del prend imiento de Jesús”.
Sea como fuere el relato no es pura y simple invención. En la iglesia pr imit iva debía
conservarse un recuerdo muy vivo de la agonía experimentada por Jesús la víspera
de su muerte y de la lucha sostenida por él para no romper en esta h ora decis iva el
vínculo que lo unía al Padre y que hasta entonces había presidido toda su historia
terrena.
De él se habla con real ismo y sin concesión alguna a la piedad, en un pasaje de la
Carta a los Hebreos (5,7): “Y Cristo, en los días de su carne, o freciendo ruegos y
súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía l ibrar de la muerte, fue oído a
causa de su temor reverente”.
Estamos analizando los últ imos momentos de la vida terrena de Jesús para tratar de
descubrir el significado que ellos t ienen en nuestra propia vida, en nuestra propia
histor ia. Esos últ imos momentos nos revelan al Cristo, nos muestran quien es el
Señor en el que creemos, pero también nos revelan al hombre, al hombre que
somos cada uno de nosotros y al hombre que estamos l lamados a ser. La histor ia de
la pasión (de la cena a la resurrección) fue lo primero que escr ibieron los
evangel istas, fue lo central para las comunidades crist ianas durante sus primeros 30
años de vida, después se añadieron los elementos de la vida públ ica, y finalmente
los evangelios de la infancia.
He aquí una de las páginas más difíci les de toda la Biblia, una de las páginas más
desconcertantes, viene narrada por los cuatro evangel istas aunque nosotros vamos
a seguir la versión más cruda de todas que es la del evangel io de Marcos, una
versión que al mismo Lucas le incomodó y decidió suavizarla. Estamos hablando de
la noche del huerto, la noche de Getsemani, la inversión de la Transfiguración, una
escena que provoca vértigo. Aquí estamos ante uno de los más grandes misterios de
nuestra fe, una página nueva y única en todos los l ibros sagrados de la humanidad,
jamás escritor alguno hizo descender tan hondo a su campeón y menos si veía en Él
a un Dios.
Veamos pues el momento de la oscuridad que embarga el cora zón del hijo, y que
junto con la cruz t ipif ican todo sufrimiento humano, siempre que ese sufrimiento se
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viva al seguimiento, a la obediencia y a la apertura irrestr icta a la voluntad del
Padre por difíc i l que esta parezca.
Desarrollo: Van a un campo o prop iedad, nos habla en presente histórico, lo que
hace referencia a real idades que continúan presentes en la Iglesia, que el Cristo
sigue viviendo esas real idades y siguen sucediendo en sus discípulos.
Getsemani , Getsemaní (griego Γεθσημανἰ, Gethsēmani hebreo תג:arameo ,םינמש תג:
htaG ,שמני-Šmânê, s iriaco ܢ ܡ ܕܣ Gat Šmānê, l ,ܓ it. "prensa de aceite") fue el jardín
donde, según el Nuevo Testamento, Jesús oró la últ ima noche antes de ser
arrestado. Donde se tritura el ol ivo, donde Jesús es triturado y el corazón del
Padre.
¿Qué significa esta página? La imagen del Dios Todopoderoso, creador del universo,
Señor de la historia y conocedor de los destinos de los hombres se hace pedazos
con esta imagen; aquí tenemos a un hombre débil , aterrorizado, figura de alguien
que tiembla como un chiqui l lo asustado en la noche. ¿Puede un Dios gemir, temer,
temblar? Es la idea de Dios la que tiene que ser transformada, nuestra imagen
griega de Dios se hace pedazos, la imagen del Dios todopoderoso, perfecto,
impasible, inmutable, ina lcanzable en su mundo.
La imagen bíbl ica de Dios es diferente, es un Dios que puede cambiar, que conoce
el sufr imiento, no es el sabio de los griegos que no le importa nada del mundo ni
del sufr imiento, no se conmueve con nada ni vacila.
Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, tomar consigo hace referencia a alguien
que se apoya en otros, por el cuel lo o el brazo, el débi l apoyando todo su cuerpo en
una persona fuerte; el que se abandona o suelta en el otro, depositar todo el ser
frágil en el otro, le toma consigo. Cuando alguien confiesa algo, suelta sus cargas
en el otro, le esta tomando consigo y esta generando un vínculo. Cicerón lo
menciona también así:
“Si no quieres vincularte a alguien, jamás escuches sus confidencias, porque el día
que ese alguien te abra el corazón, ya no te perteneces a t i mismo, le perteneces a
él”.
Los tres apóstoles representan a la comunidad de discípulos, ha desaparecido
Andrés ( la ambigüedad del discipulado), y su presencia impl ica una relación con los
textos de la transfiguración y la resurrección de la hi ja de Jairo. Cf. Lc 22,39 -46.
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Comenzó a sentir pavor y angustia , representan por un lado, la pérdida total del
control, y por otro lado, la angust ia que es un miedo tal que te quita el habla, es el
pánico.
Triste esta mi alma hasta la muerte, una tristeza insoportable como nunca la había
sufrido, una oscuridad total. Ladisl aus Boros psicólogo de la cr istología
dice:“Tenemos que entender lo que el Cristo esta sufr iendo aquí y que nosotros
jamás podríamos vivir, nosotros nunca vivimos nada de manera totalizadora o
unitaria, nuestra experiencia de cualquier cosa es fragmentaria; tú nunca estas
totalmente fel iz, tenemos pequeños ratos de fel icidad pero es momentánea y
l imitada, jamás conocemos la fel icidad como estado permanen te, la experiencia es
siempre fragmentaria porque el pecado ha fragmentado nuestra psicología, no
conocemos el dolor total ni nunca pecamos totalmente, nunca amamos
perfectamente, todo lo experimentado es fragmentario.
No permanecemos nunca en el mismo estado de ánimo, nuestros mismos
sent imientos cambian a cada instante. Pero en el Hijo de Dios, sólo existe una
experiencia totalizadora y unitaria; cuando Él esta alegre esta totalmente alegre, Él
es la alegría y la fuente de todo gozo, la alegría en todas s us dimensiones tanto
como puedan existir . Por eso cuando conoce esta tristeza la conoce totalmente, le
provoca muerte”.
Claro que le provoca tristeza la traición de su mejor amigo Judas, pero aquí hay
algo mucho más fuerte: Jesús expresa una oración de con fianza (“todo es posible
para t i” , el Padre es el que t iene fuerza no Él), y de súplica ( “aparta de mi esta
copa”). Se dir ige al Padre como ABBA, expresión única y totalmente histórica que
Jesús uti l izó, y que nos habla de una intimidad tal entre Él y su P adre, que nadie
jamás l lamaba a Dios con semejante término, Papito, papi. Los judíos la
consideraban una ofensa pues expresaba una cercanía extrema con Dios, era
sacrí lega, estaba prohibido uti l izarla; la misma expresión Padre es rar ísima en el
judaísmo, aunque si hay algunos textos que la contienen, pero como Padre de la
comunidad, Padre nuestro, Padre de Israel, nunca Padre mío, mucho menos ABBA.
Sólo la usaban los niños con su papá, por lo tanto es como colocarse en la más
remota infancia, en la más recóndita incapacidad y fragil idad, Jesús esperando la
protección del Padre. Su propio al imento es hacer la voluntad del Padre, siempre ha
vivido de cara al Padre. Cuando el los aman, aman dándolo todo no como el hombre,
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su experiencia de amor es superior a la que conocemos los hombres, es de total
salida, casi se vacía por completo; el Hijo la totalidad receptividad, y el Espír i tu
como fuerza de unión que los mantiene unidos. En Jesús no hay ser humano, sólo
ser div ino; pero el ser divino se hace hombre, lo que hay es persona humana, es la
naturaleza humana del ser div ino, la naturaleza no le da el ser, es el sustrato del
ser. Por tanto, es el ser divino con su propia conciencia o yo el que experimenta la
encarnación, el dolor, el sufrimiento y la muerte en cruz .
Lo que sucede en Getsemaní es lo más aterrador que puede imaginarse, por
primera vez el Hijo no ve al Padre, el Padre no contesta y lo abandona en el
silencio; el abandono de los discípulos desgarra su corazón, pero el
abandono del Padre lo hace pedazos por completo, lo aniquila.
Quédense conmigo, significa el quedarse con Él anímicamente no f ísicamente, el
empatizar, el acoger y compartir espiritualmente, el compartir lo que se sufre.
Caía en tierra, Jesús se azota o desploma contra el suelo, un término fuerte, más
que sólo postrarse, el Jesús del huerto es un Dios sufriente, venido a menos,
convertido a nada, sumergido en la miseria, vuelto él mismo una miseria. El
Jesús de los evangelios es alguien que va hundiéndose en la realidad del
hombre hasta asumirla en toda su plenitud en la agonía del huerto.
Celso, enemigo del crist ianismo decía: “esto es la prueba de que Jesús no puede ser
Dios, ¿porqué gime y se lamenta? ¿Porqué busca apartar la muerte que le espanta?”
Todas las páginas del evangel io hasta este momento nos han mostrado a Jesús:
sereno, una alma transparente, seguro de sí mismo, dueño de la situación, l íder,
jamás duda o tiene miedo; hasta que aparece este relato, el de un Cristo poseído
por la tristeza, angustiado en su mente y corazón, confu ndido, t ímido, vaci lante,
casi histérico.
¿Quién este Cristo? ¿Dónde queda la unión entre Cristo y su Padre?
Lo que esto significa es que la gloria y la cruz no son cosas distintas, y que el
miedo no es contrario a la fe. ¿Qué significa este Dios al revés, un Dios que pasa a
través del abatimiento? Jesús que acaba de hablar de no turbarse y de la paz, ahora
esta turbado y parece no tener paz.
Aparta de mi este cáliz , el cáliz aquí es la ira de Dios, castigo y destrucción del
mundo, Jesús siente en la total idad de las total idades la ira de Dios (Is 51,17; Jer
25,15-38). ¿Cómo pudo Dios abandonar a su propio Hijo? ¿Qué clase de Dios es
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ese? ¿Cómo es que Cristo se l lenó de miedo como dice el evangelio y los mártires
no? Jesús enfrenta el cáliz
Cristo es todo lo contrario a las imágenes de heroísmo delante de la
muerte, esto significa que el miedo es también una experiencia de Dios.
Los halló durmiendo , los discípulos no velan mientras Jesús sufre, sino
duermen, es decir, rompen con Jesús, es decirle no estamos de acuerdo, no
significas nada para nosotros, no queremos un Mesías cobarde, un Mesías
que se tira al piso, ¿dónde esta nuestro gran líder y el Mesías político que
esperábamos todos? Jesús esta en la total soledad, va y viene, los demás
no se mueven hasta el final, pero sólo para huir, mientras ahora Jesús sólo
se queda quieto.
Jesús no se separa de ninguno de los dos polos que está totalmente enemistados,
los polos de la historia: por un lado el Padre con su voluntad de cáliz (el hijo debe
morir), y por otro lado los discípulos, que se niegan a esa muerte (Pedro comenzó a
reconvenirle).
Si Jesús fuera sólo fiel al Padre los discípulos quedarían sin esperanza, atrapados
en su propia visión del poder; si fuera sólo fiel a los discípulos Jesús sería un
demonio, rompería con la voluntad del Padre. Pero no, por eso Jesús se la pasa en
movimiento, de un extremo al otro, uniendo dos mundos que parecen no querer
estar unidos, dos mundos irreconci l iables, el mundo de Dios y el mundo del hombre,
el mundo del amor y e l mundo del odio, el mundo de la vida y el mundo de la
muerte, el mundo de la entrega y el mundo del poder.
Hans Urs von Baltasar dice: “No creas que no se te presta atención, todos nosotros
te miramos, todos nosotros vemos en t i nuestra afrenta y en ti la despreciamos, no
puedes desprenderte del asco que sientes pues ahora tú mismo eres la repugnancia
(Jesús se hizo pecado por nosotros), todo lo vulgar ha hecho presa de ti y ahora no
sólo a t i mismo, sino a todos nosotros nos causas espanto; nosotros somos la
sociedad de los hombres decentes, tú estas fuera; nosotros podemos excusarnos
mutuamente nuestras
pequeñas debil idades y volvernos a quitar el sombrero unos ante los otros, de ti
sólo podemos apartarnos con desprecio, const ituimos una sociedad, un ani l lo
cerrado, y sería
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intolerable pensar que alguien como tu pertenece a nuestro círculo. Te sobreviene
finalmente el temor, temor del que los hombres nada saben, no el temor ante el
infortunio que amenaza, ni ante una catástrofe determinada. Una angustia como la
nuestra es l imitada, t iene su objeto, y la conciencia del hombre se ve conducida
hacia ella siempre movida por la esperanza. No, lo que tu sufres no es una angustia
con una forma concreta, es un mar de angustia sin ori l las, la angustia que es el
núcleo del pecado, la angustia el temor ante el juicio ineludible de Dios, el temor de
no ver ya más la faz del Padre”.
Karl Rahner agrega: “En Jesús de Nazaret el crecer progresivo hacia el pleno
dominio de su yo psicológico, no es otra cosa mas que ir des cubriendo la presencia
de su Padre en su propio interior, es el Hijo que había vivido toda la eternidad
contemplando al Padre; pero por primera vez eso no existe, el Padre ha
desaparecido de su conciencia, esto es lo que causa el terror a Jesús”.
Nosotros estamos acostumbrados a lo contrario, a la ausencia, al silencio y
una momentánea experiencia de su presencia. Jesús sólo sabía lo que era
presencia.
Por eso se cae al suelo como una persona que pierde todos los estribos ( l ibro
conocido en Roma llamado “La Histeria de la Mujer”).
Balthassar dice: “Tu caes en el abismo sin fondo estás perdido, este temor no esta
l imitado por el tenue rayo de la esperanza pues en que podrías esperar todavía,
¿esperar a que el Padre te conceda la gracia del perdón? No va a ha cerlo, no puede
ni quiere hacerlo, y sólo por el precio de tu sacri f icio perdonará al mundo no a t i.
Tu temor es todo el temor del mundo, ¿misericordia? Pero si tu eres la misericordia
de Dios y esa misericordia consiste en que tu perezcas, uno tiene que c argar con el
pecado y ese eres tú, tu mismo lo has querido. ¿Quieres apartar de los hombres el
rayo de Dios? Así el rayo se dirige precisamente sobre ti, tu clamas al vacío, has
caído demasiado abajo, ¿cómo van a oírte arriba en el cielo? El Padre se ha pa sado
a tus enemigos, ha amado tanto a tus asesinos que te ha traicionado a t i, su hi jo
unigénito, te ha abandonado a ti como un hijo perdido, ¿estas seguro de que existe
Dios? Si exist iera Dios sería el amor, no podría ser la dureza más hermética que una
pared de bronce, s i exist iera Dios debería al menos manifestarse en su majestad,
deberías sentir al menos un al iento de su eternidad.
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Ahora pasas vacilante hacia los hombres para reanimarte con su calor animal, ya
que el eterno amor esta muerto para ti y el frío del mundo te rodea con su háli to
helado, pero
los hombres duermen, deja que duerman, deja que tus discípulos duerman, nunca
comprenderán que Dios ya no ama”.
Getsemaní es lo más duro, la crucifixión ya es sólo una expresión externa y física,
la muerte del hi jo, pero es que la muerte ya se ha dado en Getsemaní y ha caído al
más hondo de los abismos, donde el Padre no está.
No se haga mi voluntad sino la tuya , por primera vez las dos voluntades están
confrontadas, por primera vez su voluntad no es la de su Padre, quis iera salir
corr iendo y no como cuando enfrento al demonio. Es como si quisiera que la
voluntad del Padre fuera modificada, esa no puede ser la salida. ¿Habrá otra forma
de salvar al mundo que no sea la lóbrega experiencia de tu ausencia?
No es el terror a la cruz lo que lo tiene así, es el terror de la ausencia del
Padre, no son la misma voluntad. ¿Qué nos espera entonces a nosotros los
pobres mortales? Es que nosotros estamos cargados de pecados, pero Él es
el pecado mismo, ahí no puede estar Dios, la divinidad le ha abandonado,
parece como si Dios hubiera abandonado a Dios y hubiera habido una
fractura. Por eso el Hijo lo que hace es vencer al Padre, ¿cómo?
venciéndolo con su obediencia, abandonándose a su voluntad, como si
estuviera aunque no esté , el salto de fe, creer en su Padre aunque sea
repugnante creer en un Dios que te abandona en el momento más difíc i l. En ese
momento, cuando Dios no merece que creas en Él, cuando merece que escupas a su
rostro por haberte traicionado, por haber p isoteado todo aquello que te había dicho
durante toda la eternidad, en ese momento Jesús da el más grande salto que se
haya dado en la historia, creyendo otra vez en su Padre: “No se haga lo que yo
quiero, sino lo que tú”. Finalmente, no estás pero estás, no te siento pero no
puedes no estar, ser ía absurdo que no estuvieras.
Carta a un pastor que abandonó su ministerio y la fe :
“La única manera de vencer el miedo, la oscuridad de la fe, el si lencio de Dios,
aquello que nos parece absurdo y que contradice nuestra razón y nuestro sentir, la
única forma de vencer es vencer, ¿cómo se vence venciendo? Creyendo que Dios
está donde no parece estar, creyendo que tiene sentido lo que parece absurdo, no
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pierdas lo que más amas, y lo que más amas quizá no sea tu minist erio, lo que más
amas es el amor, no pierdas el amor; el amor que compartimos cuando
estudiábamos en el seminario, el amor que bri l laba en tus ojos cuando hablabas de
los pobres y de los jóvenes de tu iglesia a quienes les hablabas del evangelio y que
encontraban en ese evangel io el sentido de sus vidas, no pierdas el amor aunque no
recuperes tu pastorado, no pierdas el amor. Ama all í donde estas, y cree que el
amor t iene sentido aún en un país donde existe la violencia y la tortura, el hambre,
la desnutric ión, la persecución”.
Carta a los matrimonios de años pero fracturados:
“A ustedes justamente, que han dejado de creer que el amor es posible, que han
dejado de creer que ese amor de la juventud puede renacer de las cenizas que hoy
comparten
en la vejez, a ustedes les invito a creer que el amor siempre es posible, que el amor
se puede reinventar donde parecía absurdo, que el amor puede volver a encender
los
corazones que parecían totalmente apagados por la nieve de la distancia del
t iempo, recordad incluso que cuando más urge el fuego es precisamente cuando cae
la nieve, cuanta falta nos hace el fuego en la chimenea, encended nuevamente el
amor donde parecía imposible, creed que vuestra pareja puede volver a vibrar como
vibró en el pasado, creed que el amor, no el amor vuestro, el amor que Dios sembró
en vuestros corazones y que viene de lo alto y no brota de un corazón humano, que
sería incapaz de rescatar nada y de resucitar nada, el amor si fue de Dios, y fue de
Dios créanlo, si fue auténtico, si fue más que sentimiento, fue deseo de sufrir con
el otro y compart ir lo todo, ese amor es capaz de resucitar a los muertos, es capaz
de levantar a los tul l idos, es capaz de ahuyentar todas las lepras y de disipar toda
la cegueras que se hayan hecho presentes en vuestro amor, permitid que el amor
sea la fuerza del mundo, permitid que el amor cambie no sólo el corazón de vuestra
pareja, sino vuestro rostro ya surcado por la angustia, por el fastidio, por el
aburrimiento, por la derrota ya aceptada como definit iva, permitid que sea el amor
el que transforme esas arrugas en senderos de esperanza y de nuevo gozo, permitid
que el amor os rescate aunque sea ahora, en la últ ima etapa de vuestra vida”.
Este es el mensaje que Jesús nos deja en el huerto, y en este “hágase lo que tu, no
lo que yo”, porque finalmente sobreponiéndose al terror que acaba de experimentar
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por la ausencia de su Padre, decide creer que eso no es posible, Dios no puede
haber desaparecido, y entonces decide amar el si lencio de Dios, amar el absurdo d e
ser Él, el pecado que el Padre rechaza como repugnante y la víctima inmolada por
los hombres: “hágase tu voluntad y no la mía”, no hagas caso de lo que te acabo de
decir, venga este cál iz, lo abrazo, lo asumo si eso es lo que tu quieres.
Veamos finalmente la relación con sus discípulos, el los están dormidos, y el estar
dormidos no era porque habían tomado mucho vino, sino porque el los rompieron
con Jesús, eso significa aquí el sueño. Pero, acaso no estamos dormidos todos
los
cristianos, porque esta es la experiencia de fe que la mayoría tiene,
estamos dormidos porque pocos de nosotros estamos dispuestos a amar a
nuestros
enemigos . Estamos dispuestos a ir al culto a veces, a asist ir a la cena, a orar en la
noche, o a tomar un curso de Bibl ia tal vez, darl e algo de lo que nos sobra a los
pobres
pues eso nos hace sentir bien y buenos en la sociedad, pero no estamos dispuestos
a la otra parte de la moneda, al verdadero crist ianismo que Jesús exigió a sus
discípulos:
Amar al que no se lo merece, al que te ha traicionado, al que te ha perseguido,
amar al enemigo, poner la otra meji l la, vencer al odio a través del amor, vencer al
mal a través del bien y sólo a través del bien, construir la paz a precio de la propia
sangre y no a precio de la claudicación del ot ro, a eso no estamos dispuestos y eso
significa quedarse dormido; quedarse dormido es no estar de acuerdo con un
Mesías que se derrumba, con un cobarde que pide al Padre que aparte el
cáliz, con un líder que aquí no parece líder, con un Mesías que asume el
fracaso como único camino para llegar a la victoria; nosotros queremos la
victoria de entrada, por el mejor atajo que haya, no nos gusta ese largo
camino que nos parece inadmisible, absurdo e inhumano, la cruz, no
queremos saber nada de sacrificio, no queremos saber nada de dolor, nada
de que nuestro nombre sea pisoteado, no queremos saber nada de esto,
estamos dormidos.
Jesús no se separa de ninguno de los dos polos que están totalmente enemistados,
por un lado el Padre con su voluntad de cál iz, el hijo d ebe morir; por el otro están
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los discípulos que se niegan a esa muerte, son como dos fuerzas que tiran de Él
destrozando su corazón. Los discípulos enemigos del Padre, el los no quieren la
voluntad del Padre que es la muerte del hijo, el los quieren un Mesía s que triunfe y
conquiste a los pueblos con la fuerza y el poder, no quieren el ridículo Mesías que
el Padre propone.
Simón, duermes y ni una hora has podido velar , Jesús lo l lama Simón, Marcos es el
único que pone esto, es el reclamo más doloroso del todo el evangel io, Pedro
(piedra), era el mote que Jesús le inventó a Simón y que expresaba esa relación tan
especial y bel la que tenían ambos, fue el discípulo que más trabajo le costó de
todos sus discípulos, que era testarudo e impulsivo. Jesús ya no lo l lama Pedro,
sino Simón, es como decir: te has quedado dormido, no has sido capaz de estar
conmigo, es como si nuestra historia no existiera, eres el mismo Simón que
encontré un día remendando redes, es como si no hubiera pasado nada después de
esa mañana, no has estado conmigo porque no has sido capaz de velar y orar
conmigo, es echar atrás la histor ia.
El que no quiere asumir el sufr imiento, la cruz, el desgarrón de la entrega, no tiene
nada que ver con Jesús, aunque vaya a la iglesia todos los fines de s emana.
Agustín dice en uno de sus sermones:
“Nosotros también hemos recibido otro nombre el día de nuestro bautismo, Jesús
nos puso otro nombre, hijos de Dios, discípulos suyo, templos del Espír itu; ese otro
nombre que hemos recibido desaparece cuando no somos capaces de velar y orar
con el Maestro, cuando nos estrellamos con el fracaso de la cruz, cuando no
estamos dispuestos a sufrir por el evangelio, cuando no estamos dispuestos a
entregarnos en totalidad por la causa del reino. Estamos desconociendo nu estro
propio nombre, el nombre que Él nos puso, es como si desconociéramos toda
nuestra historia, toda nuestra amistad, toda nuestra relación con Él, desaparece
nuestro mote, nuestro apodo el que Él nos puso y volvemos a ser los simples y
mediocres hombres que éramos, antes que Él apareciera esa mañana en Gali lea
provocándonos a ser pescadores de hombres, nuestra vida vuelve a ser la
insignificante friega cotidiana de remendar redes e ir a buscar los peces para comer
día a día, desaparecen todos los sueños y todos los ideales, el proyecto del reino, la
posibil idad de transformar el mundo, de conquistarlos a todos para el amor, todo
desaparece porque has sido capaz de quedarte dormido, y has sido incapaz de
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acompañar al Maestro en el momento crucial”.
Velad por tanto porque no sabeis cuando viene el dueño de la casa .. . Lo único que
genera vinculación con Jesús es ser capaz de velar, velar es estar atento a la
voluntad del Padre, la vigi lancia es estar atento a la l legada de Dios a la propia
histor ia.
Los cuatro momentos de la pasión son los cuatro momentos de la historia y son:
Al atardecer, Jesús se entrega en la cena y traición de Judas en respuesta; a
medianoche, Getsemaní, Jesús se entrega a la voluntad de su Padre para salvar a
los hombres y sus discípulos rompen la comunión con Él quedándose dormidos; al
cantar del gal lo, Jesús es entregado en manos de quienes vienen a prenderlo y
l levado a juicio, mientras los discípulos huyen todos; y al amanecer Jesús es
entregado a la muerte y los discípulos están totalmente ausentes. Es como si la
histor ia fuera pulsionada por estas
dos fuerzas, la entrega permanente de Jesús y el abandono permanente de la
comunidad crist iana, el fracaso permanente de la iglesia.
Velad y orad para que no caigas a la hora de la tentación, se trata de no caer
cuando se presente la prueba (palabra para describir la resistencia de una tela), la
tentación es t irar de alguien para probar su resistencia, la vida tira de nosotros,
hay experiencias que tiran de nosotros como una enfermedad o un sufr imiento; sólo
el que ora y esta atento, y sabe escrutar cada momento de su vida como una
intervención o visita de Dios en los diversos momentos de la noche puede responder
a la intención de Dios con fidelidad (el estar con Jesús), y esto es amar como Él,
optar por la pequeñez como Él, entregarse como Él, desafiar las estructuras como
Él, abrazar a los marginados como Él.
Ahora ya podéis dormir y descansar , la entrega de Jesús provoca el descanso de la
humanidad, Él va a padecer para que nosotros podamos descansar.
Por eso, Getsemaní nos cuestiona a todos, nos provoca a todos y nos reta a vivir
constantemente el r iesgo de la fe, a superar el crist ianismo cómodo, tranqui lo y
hasta simpático que vivimos actualmente.