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Jesuitas nº 101

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Jesuitas nº 101

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El laberinto de la pastoral juvenil

Slumdog Jesuit

Vocación de fraternidad

El laberinto de la pastoral juvenil

Slumdog Jesuit

Vocación de fraternidad

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a llamada a ser fiel, de una manera crea-tiva, a las “polaridades ignacianas” es el princi-pal reto al que nos enfrenta el decreto sobre la identidad del jesuita de la C.G.35. Es muy difícil ser contemplativo y activo al mismo tiempo sin impulsar un aspecto más que el otro. Aquí, insiste el decreto, está el corazón de la identidad jesuita: estar siempre enraizado en Dios y simul-táneamente inmerso en el mundo. Idealmente, los jesuitas viven de una gracia desbordante que nos inclina a ver el mundo con los ojos de Cristo, amándolo con su corazón y sirviéndole con su compasión. No se trata de responder a las necesidades, hacerlo bien o actuar de un modo justo, pero solos. Ni se trata de que tengamos fe, de orar o vivir de un modo contemplativo, pero solos. Más bien se trata de hacerlo juntos con Él.

Cuando estamos con Él, estamos activos en el mundo y cuando estamos activos en el mundo estamos con Él. El reto está en que no se rompa esta unión creativa… Nuestro servicio a los pobres ha profundizado nuestra fe tanto indivi-dual como corporativa. El reto de las polaridades ignacianas se hace presente aquí: en los pobres encontramos a Dios; con Dios encon-tramos a los pobres. Aquí están la fe y la justicia juntas: la oración y la acción, Dios y el mundo, misticismo y servicio. El núcleo de la identidad jesuita se encuentra en la unión fruc-tífera entre estos “pares”.

El decreto sobre la identidad lleva consigo otros retos -polarida-des-. Por ejemplo, ir a las fronteras y, a la vez, permanecer en el corazón de la Iglesia. La misión jesuita es acogida por la Iglesia, desarrollada en obediencia al Papa y con fidelidad creativa al Magisterio. Esto requiere una manera fructífera de vivir las tensiones que surgen entre la tradi-ción y la innovación, entre vivir de lo que se recibe y transmitirlo en nuevos sitios y de nuevas maneras, en el reto de hablar de Cristo en las

culturas en las que su presencia tenga profundas raíces aunque su rostro hoy sea irreconocible, y también en el reto de hablar de Él donde la reli-gión cristiana sea una minoría reducida, y que no pueda ser presentado de un modo que pase por alto la profunda fe religiosa que le rodea. O piénsese cómo nuestra opción por los pobres sig-nifica en muchos lugares oponerse a la pobreza, pero no en sentido simplista, materialista, como si pensáramos que nos bastamos solos, ni en un sentido simplista espiritualizado, como si la obli-gación de compartir los bienes del mundo pudie-se ser de alguna manera ignorada...

Redescubrir nuestro carisma significa que hay que ser conscientes de qué aspectos de este carisma han sido algunas veces peor articula-dos. Los jesuitas hacemos mucha oración, pero no somos monjes; los jesuitas hacemos mucha labor social, pero no somos trabajadores socia-les; lo que de verdad nos impulsará hacia delan-te es la oración y el servicio: devoción total a Dios y devoción total al mundo de Dios. Nosotros y nuestros inseparables compañeros en la misión no podemos hacer esto solos, sino a través de un don divino. No somos nosotros quienes encendemos el mundo, sino más bien el calor del amor de Dios, con preferencia por aquellos que están marginados o rechazados. En sus rostros encontramos el rostro de Dios, y en el rostro de Dios encontramos los de ellos. Y ésta es la única forma de avanzar.

Director: Vicente Marqués

Consejo de RedacciónJosé María Bernal David GuindulainCarlos MorazaVicente PascualAngel A. Pérez GómezWenceslao Soto

Redacción: INFORSI ARAGÓN La Cenia 1046001 Valencia.Tel 96–3916104 96–3916105 Fax 96–3920754E–mail:[email protected] Edita:INFORSI Av. Moncloa 6 28003. Madrid Tel 91–5344810Fax 91–5335596E–mail: [email protected] Depósito legal: B. 8.068–1960.

Diseño:Laura de la IglesiaMaría José Casanova

Imprenta:Grafman, Bilbao

Portada:Participantes en los talleres del Casal Lluís Espinal (Manresa) Esta revista quiere ser un lazo de unión de la

Compañia de Jesús España con familiares, amigos y colaboradores.

Jesuitas nº 101 – Verano 2009

DIRECCIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN ESPAÑA

Provincia de España: Avda Moncloa, 6 – 28003 MADRID Tfno: 91 534 48 10 Fax: 91 533 55 96 [email protected] ■ www.jesuitas.es

Provincia Aragón (Aragón, Baleares, Valencia): La Cenia, 10 – 46001 VALENCIATfno: 96 391 61 05 Fax: 96 392 07 [email protected] ■ www.jesuitasaragon.es

Provincia Bética (Andalucía, Canarias): Avda Manuel Siurot, 61 – 41013 SEVILLATfno: 95 429 62 30 Fax: 95 429 62 31 [email protected] ■ www.jesuitas.info

Provincia Castilla (Galicia, Asturias, Cantabria, La Rioja, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Extremadura, Madrid, Murcia): Avda Moncloa, 6 – 28003 MADRID Tfno: 91 534 48 10 Fax: 91 533 55 96 [email protected] ■ www.jesuitascastilla.org

Provincia Loyola (Euskadi, Navarra): P. Lojendio 2, 3º – Apdo 566 – 48080 BILBAO Tfno: 94 479 49 40 Fax: 94 479 49 [email protected] ■ www.jesuitasdeloyola.org

Provincia Tarraconense (Cataluña): c/. Roger de Llúria, 13 – 08010 BARCELONATfno: 93 318 37 36 Fax: 93 317 87 04 [email protected] ■ www.jesuites.net

Los artículos de Jesuitas pueden reproducirse en cualquier medio de difu-sión, citando la procedencia y enviando dos ejemplares a Inforsi, Aragón.

- LA CARIDAD BIEN ORDENADA HA DE COMENZAR POR UNO MISMO.- PERO ÉL DIJO QUE POR LOS DEMÁS.- PUES, MIRA, YA LE ESTÁN BUSCANDO LAS VUELTAS.M

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Promotio Iustitiae 98-99,2008/1 Fragmentos de un artículo de James Corkery, SJ

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Jesuitas participantes en la CG 35

monjes trabajadores socialesNi

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na enseñanza personali-zada es aquella que se adapta a cada alumno y a sus capaci-dades, y pretende una forma-ción integral.

La atención personal y la formación integral son dos de las grandes preocupacio-nes de la enseñanza de los jesuitas desde la Ratio Studiorum (1599) hasta los modernos documentos Características (1986) y Pedagogía Ignaciana (1993). Acomodarse a tiempos y lugares, con una relación interpersonal para conseguir que cada uno rinda de acuerdo con sus talentos, es una de nuestras expre-siones características. Y es sabido que el objetivo último de la educación de la Compañía es el crecimiento global de la perso-na que lleva a la acción, una acción inspirada por el Espíritu y la presencia de Jesucristo, el hombre para los demás.

Nuestra preocupación por la atención personal va más allá de la relación profesor-alumno. Los directores se entrevistan fre-cuentemente con todos los educadores para animarles en su misión educativa, atender sus expectativas personales y profesionales, y manifestarles un reconocimiento personal por sus realizaciones positivas.

Esta personalización se concreta en cada una de las cuatro funciones o dimensiones educativas de nuestros proyectos de centro.

La enseñanza

Durante estos últimos años el panorama educativo ha cambiado mucho en nuestro país. Desde la LOGSE de 1990, los alumnos deben

aprender en fun-ción de sus capa-c i dades e intereses, y deben seguir un currículo común hasta los dieciséis años.

Se empezó a hablar y seguimos hacién-dolo de la atención a la diversidad. La LOGSE nos hizo pasar de una pedagogía de la selec-ción o exclusión a una pedagogía comprensiva; de un sistema educativo “darwinista”, en que los alumnos que no aprendían lo iban abando-nando, a uno en que todos los alumnos deben seguir adelante. Este cambio tan significativo ha marcado profundamente nuestros claustros y nuestra organización.

Nos estamos desplazando desde la ense-ñanza al aprendizaje, dándose más prota-gonismo al alumno. Esto requiere un mayor grado de personalización. Se ha pasado de una enseñanza magistral y expositiva a metodolo-gías más basadas en el trabajo cooperativo y el aprendizaje por descubrimiento.

La incorporación de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) son un apoyo importante para potenciar la comu-nicación, el trabajo cooperativo y la perso-nalización. El PPI (Paradigma Pedagógico Ignaciano) está actualmente inspirando dichos procesos en línea con la personaliza-ción de la enseñanza.

Pastoral

El trabajo pastoral busca conciliar la aten-ción a todos con la personalización y atención a la diversidad. Cada alumno y cada familia tienen cultivos y sensibilidades religiosas muy diversas. Unas se acercan al colegio de jesui-tas esperando poder encontrar una profundi-zación en la fe cristiana; otras participan de un cristianismo sociológico en los momentos señeros de la vida (la muerte, la boda, la pri-mera comunión, la fiesta del pueblo...) pero que se vive descomprometidamente, y otros, sencillamente lo desconocen casi todo de la fe. Han “caído” en un colegio de jesuitas por cer-canía de domicilio, porque “ahí preparan bien a los chicos”.

Por una parte, tratamos de presentar un proceso de crecimiento, constituido por una oferta plural de actividades donde todos se encuentren a gusto, la vean atractiva y les sirva para crecer espiritualmente. Que respon-da a sus intereses, moldee sus ideales, evan-gelice sus valores. Esa oferta es más o menos explícitamente religiosa. Campañas, campa-mentos, voluntariados, excursiones... garanti-zan y cuidan unos mínimos litúrgicos (oración de la mañana, sacramentos, espacios de ini-ciación religiosa), y actitudes (silencio, con-templación, compromisos), que hagan posible el encuentro consigo mismo y con Dios.

Por otra parte, desarrollamos una pedago-gía del acompañamiento tanto personal como grupal que ayude a los alumnos en la cons-trucción de su identidad, toma de decisiones y definición de la vocación a la que cada uno está llamado. En esa oferta, Jesucristo está explícita o implícitamente presente, como referencia últi-ma, como amigo y confidente, como Salvador al que se le responde entregando la vida toda.

La acción tutorial

La entrevista, junto a la formación huma-na en grupo, son las dos intervenciones espe-cíficas de los tutores. Los educadores no sólo dialogan con los alumnos antes de tomar las decisiones que les afectan, y atienden a los alumnos cuando estos acuden a ellos infor-malmente, sino que los centros asignan y comunican por escrito a los tutores los tiempos concretos por semana para que llamen a los alumnos y sus padres.

Para ello, cuentan con sistemas de recogida de datos y otros protocolos. Los Departamentos de Orientación elaboran infor-mes técnicos en varios momentos de la esco-laridad, que se comunican a los padres y en su caso a los alumnos. Existe un plan de forma-ción de tutores para capacitarles en la ayuda personal y sus otras responsabilidades.

Actividades paraescolares

Los monitores-entrenadores promueven la formación integral de los chicos y chicas a través del deporte, música, arte, etc., desde una capacitación y ayuda individual. Los alum-nos se integran sin discriminación en las acti-vidades de acuerdo con sus necesidades cultu-rales y psicológicas.

Los grupos, generalmente reducidos, favorecen esta atención. El éxito de un coro, un equipo deportivo, un grupo teatral, depen-de de que cada persona consiga realizar lo mejor posible su papel según sus habilidades personales y su carácter.

El reto más importante

Educar la integridad de la persona, inclui-da su dimensión transcendente, y adaptarse a los ritmos, necesidades y estilos de aprendi-zaje individuales, es el reto más importante y crítico de nuestros centros hoy, especialmente en una sociedad cada vez más intercultural e interreligiosa. Estamos ahí. En este desvelo ilusionado. En los 67 centros SJ de España, nuestros 5.000 profesores laicos, y los pocos jesuitas que les acompañan e inspiran en cada centro, saben que esto es la clave de la cali-dad. Una calidad que cada vez piden con más insis-tencia las familias que nos buscan.

Fernando de la Puente, SJ

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EDUCACIÓNPersonalizada

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o recuerdo por qué mi vida desembocó en esto de la pastoral juvenil. Nunca pensé que acabaría dedicándome a ello. Mi voca-ción, después de muchas vueltas y revuel-tas, se definió como ser jesuita y sacerdote. Supongo que la obediencia a que nos debemos los religiosos facilitó el camino. Ya había trabajado con jóve-nes, anteriormente, pero aquellos tres años de Burgos fueron una total inmersión en ese mundo.

¿Cómo definía entonces el mundo juve-nil? Como un “laberin-to”. “¡En qué laberinto me he metido!”, exclamaba a menudo, contrariado. Desgraciadamente esta metáfora cobra en nuestros días más relieve. Ser adolescen-te hoy no es cosa fácil y ¡cuánto ha crecido nuestra desorienta-ción a la hora de acceder a ellos!

Ariadna recomendó a Teseo no soltar el hilo que ella le proporcionó, para salir del laberinto del Minotauro. ¿Qué hilos no deberíamos soltar nunca para acceder a ese

mundo juvenil sin perdernos en él?

Empezaba por entonces mi expe-riencia de trabajo en un colegio. A las ideas preconcebidas y proyectos trazados de pastoral que llevaba, les ocurrió lo mismo que al conjunto de apuntes y esquemas que durante todo el verano había elaborado para dar mis clases: bastó el primer contacto con mis alumnos para saber que de nada servían, que tocaba empezar de cero. Esta fue mi primera lección a aprender: hay que partir siempre de la realidad de nuestros adoles-centes. Horas y horas perdidas en mi des-pacho escuchándoles y no pocas dedicadas a lecturas sobre la juventud llenaron la mayor

parte de mi tiempo en esos años, cambiando la orientación de mi trabajo con ellos.

Ahora descubro que a ese cambio de rumbo le faltaba todavía algo que sigo echando de menos en muchos estudios y prácticas pastorales: la mirada creyente. San Ignacio, que antes que analista social era un convertido, lo tenía claro: para él, el mundo y las personas no eran nunca lugar de lamento o de con-dena, sino oportunidad de encuen-

tro con Dios.

Tomo de ahí el primer hilo que no deberíamos soltar en pastoral juvenil: hay que mirar la vida de nuestros ado-lescentes viéndola cargada, y no vacía, de Dios y remitirles a ella constantemente, pues ahí empieza a emerger un Dios con parámetros nuevos y desconcertantes, para ellos, y sin duda para nosotros.

Una frase de la Biblia ha acompañado siempre mi trabajo con niños y adolescentes: Y si los hijos de Israel me preguntan cuál es tu nombre, ¿qué les digo? (Éxodo 3, 13). La misma desorientación de Moisés es la que yo experimento a menudo. El imperativo de tener que anunciarlo (1 Corintios 9, 16) choca una y otra vez con la vergüenza y la falta de pala-bras al hablar de Él y, aún más, con el miedo al rechazo o la indiferencia. Éste último senti-miento es el que muchas veces me ha llevado a silenciar a Dios en mis actividades pastorales y a culpabilizarme por ello, ante mi falta de con-vencimiento en lo que hago y en lo que creo.

Pues bien, me ha llevado tiempo con-vencerme que este esquema es falso en su comienzo y en su final. En su comienzo, por-que la iniciativa de la evangelización no es mía ni depende en última instancia de mí. Es Dios, como diría san Ignacio, el que quiere comuni-carse con la criatura y hacerlo de forma direc-ta, sin intermediarios, como un amigo habla a

otro amigo. En su final, porque la respuesta de la evangelización no depende tampoco del acierto o desacierto, valentía o vergüenza de mi anuncio, sino de la libertad con que cada persona responde a esa invitación de Dios.

Encuentro en esta experiencia el segun-do hilo que no deberíamos soltar en pastoral juvenil. Nuestro papel, antes que anunciar, es poner a la escucha de Dios. Es decir, posi-bilitar o facilitar que ese encuentro inmedia-to entre Dios y nuestros niños y adolescen-tes pueda darse, que puedan tener expe-riencias de Dios, a su nivel, ayudar a crecer en ellos las disposiciones humanas que ésta necesita.

A un último hecho me gustaría remitir-me. Por más que los análisis de la juventud constatan que la socialización religiosa de las nuevas generaciones se ha roto por la falta de credibilidad (en el caso de la Iglesia y la escuela) y de fe (en el caso de la familia), algo se resiste dentro de estas institucio-nes y de los que trabajamos en ellas a dar por bueno este diagnóstico. Y ahí seguimos haciendo la transmisión como siempre, en la parroquia, la escuela, el grupo de catequesis, el adoctrinamiento, la sacramentalización.

Mientras tanto, nuestros adolescentes siguen gritándonos que no les gustan los caminos prefijados, que odian las instancias absolutas y dominantes que desde fuera inten-

tan marcarles itinerarios a seguir o metas a alcanzar, que sólo están dispuestos a aceptarse a sí mismos como “centro de operaciones y decisiones” sobre su vida.

Si de verdad nos creemos que la vida de nuestros jóvenes está cargada, y no vacía, de Dios, tendríamos que apostar por la persona-lización de la fe y apoyarla desde esa distan-cia justa en la que el adolescente no se sienta ni invadido ni ignorado. Justo en ese equilibrio opera la pedagogía del acompañamiento y ésta diría que es el tercer hilo que no debería-mos soltar en nuestro trabajo con ellos.

Rota en mil pedazos la transmisión social de la fe, sólo queda la vía personal. El camino de la fe ya no es único ni igual para todos, los itinerarios se diversifican, los ritmos los marca no la institución ni el proceso diseñado, sino el propio adolescente. ¿Cómo estar cerca de ellos para que no nos vean como una amenaza, sino caminando a su lado y con la puerta siempre abierta a sus problemas? Una “pedagogía del acompañamiento personal” tendrá que salir siempre a su encuentro, operar desde el pro-fundo respeto al joven y la confianza absoluta en él y no señalarle nunca el camino a elegir ni la meta a alcanzar, porque eso es cosa suya y de Dios. ■

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El laberinto de la pastoral juvenil

Seve Lázaro, SJ

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ací en 1976 en Habbalchincoli, una peque-ña aldea en el Estado indio de Karnataka. Mi padre era hindú, de casta brahmán. Aunque casado y con tres hijos, se enamoró de una mujer de casta baja, y se casa-ron en secreto, por la diferen-cia de castas y porque su primera mujer aún vivía. Yo fui el fruto único de este segundo matrimonio. La situación en casa se hizo muy tensa y difícil porque mi madre no fue aceptada por su suegro, a causa de su baja casta, y mi padre no pudo así vivir con mi madre y sólo se podían ver a escondidas.

La situación familiar se fue agravando hasta que mis padres se separaron defi-nitivamente. Quedarme sin padre supuso un trauma para mí y una tragedia para mi madre que tenía que cuidar a su vez de su madre, medio paralítica, y de mí. Pero era una mujer muy fuerte, capaz y valiente, e hizo mucho por nosotros. Recuerdo una vez que el río se había desbordado y no se podía cruzar. Se arremangó el sari, me puso sobre sus hombros y nadó contracorriente hasta la otra orilla. ¡Así era mi madre! Sin embar-go cuando yo tenía cuatro años, mi madre murió. Cuando me percaté, me sentí abru-mado, perdido y terriblemente solo.

Entonces la responsabilidad de atenderme recayó en mi abuela.

Aún la veo ir de casa en casa cojeando, pidiendo comida para mí y para ella. Con apenas cinco años tuve que encargar-me de pastorear un rebaño de

búfalos: cuando tenía hambre mamaba de las ubres de las búfa-

las, cuando me cansaba cabalgaba sobre ellas. Pasado un año una tía mía decidió acogerme, pero pronto

me di cuenta de que era otra su inten-ción, pues no cuidaba de mí y me uti-lizaba como un esclavo. No pude tole-rarlo y al cabo de un año me escapé.

Una familia, en otro pueblo, al ver mi situación, me acogió encar-

gándome del ganado. ¡Me lo pasaba en grande! Un día esta familia tuvo que

ir a la ciudad y me llevaron con ellos. La ciudad, la primera que yo veía, me fasci-nó, y sin decirles nada me quedé allí. Al ver un tren por primera vez, me metí en él, sin billete, sin la menor idea de adónde me lle-varía. Me dormí, y al despertar me encontré en Bombay a unos mil kilómetros al norte.

En la gran ciudad, me sentí comple-tamente perdido. Un hombre al verme me invitó a acompañarle como vendedor calle-jero. Pero poco después me llevó a un sitio solitario, me ató, e intentó agredirme sexual-mente. Un policía que pasaba por allí me salvó. Quedé traumatizado. Acurrucado en un tren suburbano me pasé aquel día yendo y viniendo de sur a norte, y de norte a sur de Bombay. Por la tarde estaba hambriento. Recogí todas las pieles de plátano desecha-das que encontré y me las comí. Después empecé a mendigar.

Me uní a una pandilla de chiquillos que vivían debajo de un puente y se ganaban la vida como limpiabotas, recogiendo trapos y papeles, y robando lo que podían. Pronto aprendí yo también a robar, fumar, tomar droga y adquirir toda clase de vicios. Tenía sólo ocho años y durante tres o cuatro años ésta fue mi vida. Me llamaban ”Chottu”, el pequeño.

Después decidí descubrir el mundo. De ciudad en ciudad recorrí en tren, sin billete, casi toda la India de norte a sur y de este a oeste, evitando a la policía y sobreviviendo como pude y de lo que pude. Con mi expe-

riencia podría dar clases de geografía sin ayuda de libros. Bombay lo conocía como la palma de mi mano. Siempre en la calle, siempre al margen, siempre solo o con gente igual que yo. Una vez me atrapó la policía y me metió en un reformatorio, pero pude escapar.

Tuve toda clase de experiencias. De las muchas ciudades en donde viví como pude, dos han dejado en mi mente una huella de terror imborrable. Estaba en Delhi cuando se produjeron el asesinato de Indira Gandhi, los disturbios y las matanzas de cientos de inocentes, secuela insensata del magnicidio. Estando en Bhopal me libré de la terrible tragedia del escape masivo de gases tóxicos que mató casi a 30.000 personas, e inca-pacitó a más de medio millón. Aterrado por estos espantosos acontecimientos, decidí regresar a Bombay.

En una de mis anteriores estancias en Bombay, había pasado por “Snehasadan”, (Hogar de la Amistad), que dirigen los jesuitas para niños de la calle. Entonces no pude adaptarme a una vida tan ordenada y me escapé. Ahora, harto de rondar por el mundo, y asqueado de cómo vivía, decidí volver a Snehasadan por no saber qué hacer de mi vida. En seguida me sentí a gusto y a salvo. Tenía entonces unos 15 años.

Allí me aconsejaron que empezase a estudiar. Sin haber ido a la escuela durante tantos años y después de una vida tan aje-treada, me costó mucho, muchísimo. Pero gracias a los consejos y cariño del P. Placie, Director de Snehasadan, lo conseguí, y en marzo 1994 acabé, por fin, el Bachillerato. Después me hice aprendiz de carpintero y de mecánico, estuve contratado en la indus-tria del cine como extra y por un tiempo trabajé también en un bar. En todos estos sitios en donde trabajé fui muy apreciado porque era muy mañoso.

El ejemplo del P. Placie me influyó mucho. Su dedicación a nosotros, su paciencia, cariño y su buen humor me hicieron mucho bien. Empecé a soñar en ser como él. Un día le dije que quería ser jesuita. Sonrió y me dijo: -“Para ser jesuita, Raju, hay que ser católico y tú eres hindú.”- “Pues, ¡me haré católico!”, le respondí.

Puesto que mi deseo era sincero y firme, y yo era ya mayor de edad, me matriculé en un cursillo de formación reli-giosa para los que desean el bautismo. Aprendí la fe pero, más aún, me enamoré de Jesucristo. Así pues el 31 de julio de 2000, fiesta de san Ignacio de Loyola, recibí el

Bautismo, la Confirmación e hice mi Primera Comunión. Meses más tarde me admitieron en el Prenoviciado de los jesuitas.

Entré de lleno en la formación espiritual y humana que se da a los prenovicios y al mismo tiempo seguí estudiando para sacar la Licenciatura en Económicas. El ajuste a esta nueva vida de disciplina, silencio, oración y estudio no me fue fácil. Tuve problemas, y dada mi anterior vida libre y despreocupada, me costó mucho. Pero, con la gracia de Dios y los consejos de los me guiaban, perseveré. En marzo de 2005 saqué por fin el título y el 20 de junio ingresé en el Noviciado. El 21 de junio de 2007 fue el gran día cuando, con profunda alegría y agradecimiento a Dios, pronuncié mis votos religiosos en la Compañía de Jesús.

Ésta es, brevemente, mi historia, aza-rosa pero, por caminos bien extraños, amo-rosamente guiada por Dios. Mi sueño de ser jesuita, de entregarme por completo al Señor, y de prepararme para dedicar un día toda mi vida al servicio de los demás se ha hecho realidad. A. M. D. G.

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Slumdog JesuitDe niño de la calle a jesuita

Raju Anappa, SJ

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i vocación de hermano jesuita es un tesoro cuya perla es la fraternidad, por la que he “vendido” todo (Mateo 13, 44-46). Me gusta que mis compañeros y alumnos me llamen siempre “hermano”.

Trabajo actualmente en el Colegio de Nuestra Señora del Recuerdo (Chamartín), como profesor de Religión y encargado de Pastoral de los tres últimos cursos de Primaria. La tarea colegial empieza cada día con el saludo de “¡Buenos días, Hermano Pedro!” A veces bromeo: “¡Buenos días, Hermana Pati!”, “¡Buenos días, Hermano Luis!” Tengo en el despacho una imagen de San Alonso Rodríguez, un hermano jesuita, cuya oración habitual cuando llamaban a la puerta era siempre: “¡Ya voy, Señor!”, “Señor” en mayúscula, porque veía a Jesús en el que llamaba. Vivir mi vocación de fraternidad es, también, acoger a todos como a nuestro Hermano y Señor Jesucristo: a los niños, de quienes Jesús quiso que aprendiéramos, a mis compañeros en el trabajo de educar juntos, a los jóvenes de mi comunidad, a mis “amigos en el Señor”, a toda persona y especialmente a los más pobres,

predilectos del Padre. Todos somos hermanos, de la familia de Dios. La fraternidad es participar en las alegrías y en las penas de los demás, hacérmelas mías.

El día a día de la fraternidad

Tres niñas se me acercan acompañando a otra que, sin decir nada, abre la boca y me

mira esperando no sé qué. Sus compañeras se ríen. De repente caigo en la cuenta: le han quitado los brakers y querían que me alegrara por el gran acontecimiento: tres años llevando esos odiosos aparatos y, por fin, una boca perfecta...

Otro día repartía la comunión en una misa de curso. Era poco antes de comer. Un niño, de los del remolino en el flequillo, me mira y me dice: “¿Qué hay de comer hoy?” Le respondí: “El cuerpo de Cristo”, “Amén”. Pensé reprenderle al final de la misa. Pero luego me di cuenta de que había identificado la comunión con comida. Mucho sabía el chaval. San Agustín decía: “En la Eucaristía os convertís en lo que coméis: en “Cristo”.

Vivo la fraternidad en lo cotidiano. Me sé hermano del hermano y los miro así, con mirada cariñosa, familiar, no como extraños, a los que me acompañan en el trayecto del metro. Nadie me ha de ser ajeno. Hay que ser prójimo, hacerse próximo, como en la parábola, del repartidor de periódicos, de los vecinos del 2º, de mis amigos Chelo y Luis que, además de amigos, son mis hermanos. Hermano

también de los niños o niñas de mi clase, encantadores, y del preadolescente que se va haciendo pretencioso y difícil. Y hermano de los ancianos de la residencia Jesús Nazareno donde vive mi anciana madre.

Así soy feliz en mi vocación de her-mano: sonreír, apoyar, rezar por el otro, servirlo y, lo maravilloso, amarle; amar que es creer, esperar, excusar, comprender, y soportarlo todo (no por un precepto, como una carga, como un “pesado”, sino porque lo quiero y entonces mi yugo es suave y mi carga ligera).

Mi comunidad jesuita

En mi comunidad convivo con jesuitas jóvenes de muy distintos países que vienen a estudiar a España. Y esto me ayuda a abrirme a una fraternidad universal apreciando culturas diversas y perspectivas distintas desde donde mirar el mundo. Claro que a todos nos une el haber descubierto la persona de Cristo en el solar común de los Ejercicios; y el vivir como familia: poner la mesa, fregar..., tomarse el pelo y cortárselo con el peligro de llegar a la Universidad Comillas como unos adefesios… Con frecuencia invitamos a comer o cenar, y a nuestra eucaristía comunitaria, a familiares y amigos. A muchos les impresiona el ambiente cálido de fraternidad que vivimos (lo leemos en lo que han escrito en nuestro “Libro de visitas”). No debe ser moneda corriente y es signo de que se añora.

Confraternizar con la naturaleza

Es bonito vivir el “Cántico de las criaturas” de San Francisco de Asís, o mirar las estrellas y pararse ante unas florecitas, como San Ignacio, porque es saberse criatura entre criaturas del mismo Creador, y que tanto nos ayudan y nos sirven: el hermano sol y la hermana agua, el árbol y la montaña, el mar, los animales... Y también a los hombres y mujeres que el Señor ha hecho creadores y al servicio unos de otros: gracias por el metro y su conductor, el tendero de la esquina, y los inventores de la electrónica.... Me contaba una catequista de un niño de 1º de primaria (6 años) que, en una convivencia en, se quedó mirando, con las manos en los bolsillos, una pradera cubierta de “lirios de pastor” (una flor morada muy bonita) y exclamó: “¡Qué buen “ingeniero” es Dios!”. Mi atracción por la naturaleza me viene de mis paseos de niño por las dehesas extremeñas donde nací. Completé mi formación de hermano en Raimat (Lleida), Valencia y Ciudad Real.

Me presento

¡Tanto hablar de fraternidad y no me he presentado! Mi vocación de hermano la vi clara en la Facultad jesuita de Filosofía, en Alcalá de Henares, en un grupo que se la planteaba, como yo. En Ciudad Real me hice maestro y dirigí tres años Enseñanza ECCA para adultos desde Radio Popular. Luego en la Escuela Profesional Hermano Gárate como encargado de la rama Administrativa. Luego dos años en Aranjuez como Director de Primaria. Desde 1985 vivo en Madrid, en

casas de formación de jesuitas jóvenes, y trabajo en el Colegio de Chamartín.

Mi vocación de hermano jesuita es el resultado de muchos regalos y dones: el saberme, de verdad, hermano de los hijos de Dios que nos ama como a su Hijo Jesús y nos entrega y une a Él como hermano mayor y así caminamos en buena compañía; el poder vivir una vida feliz que puede dar sentido a otros. Doy gracias por esta mi vocación de hermano, vivida en comunidad, y con el ejemplo, en la larga historia de la Compañía, de bastantes hermanos jesuitas que la Iglesia reconoce como santos o beatos. Soy feliz: “Amar a Dios en todas las cosas y a todas en Él. En todo amar y servir”.

Vocación de fraternidad

Monitores del campamento con el hermano Pedro

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Pedro Díaz Risco, SJ

Bert, jesuita belga, con el Hno. Pedro

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n Manresa (Barcelona), compartiendo espacio con la Casa de Espiritualidad de la Cueva de San Ignacio, hace ya cuatro años que comenzó una aventura llamada “Casal Lluís Espinal”. El Casal, como todos los proyectos, tuvo un “antes”: En el año 2000 el entonces superior y director de la Casa de Espiritualidad, el P. Estanislau de Balanzó, y la comunidad de jesuitas, buscaban diferentes formas de abrir más la casa a los jóvenes, propuestas que resultaran interesantes para ellos. Ya entonces la apuesta incluía no sólo buscar un equipo de personas que pudieran llevar a cabo un trabajo de pastoral juvenil adecuado, sino también la atención a las refor-mas que se requirieran para adecuar la casa a tal labor. Fue en el 2003 cuando aquellas primeras conversa-ciones, intuiciones y sueños, comenzaron a tomar forma real.

¿Qué es el Casal Lluís Espinal? Una apuesta fuerte por la pastoral juvenil, pero es mucho más. En primer lugar el comienzo de la andadura de este espacio joven de la Casa de Espiritualidad ha supuesto una colaboración estrecha entre laicos y jesuitas. El equipo del Casal está formado por Victoria Hernández, María Ángeles Ciprés, Ana Alonso, Carmen Jalón y Elena Andrés, bajo la dirección de Josep María Bullich, SJ. Madrid, Huesca, Lugo, Zaragoza y Bilbao confluyen en Manresa,

ya que cada uno de los miembros del equipo es de una de estas ciudades. Por ello el Casal ha supuesto una hermosa forma de cristalizar los anhelos pastorales de cinco personas que en diferentes puntos de España ya ponían en práctica formas renovadas de acción pastoral con niños, adolescentes, jóvenes y adultos. Y éste es uno de los aspectos más hermosos del proyecto: se convierte en un “lugar” de encuentro de intuiciones y búquedas comunes.

Estas intuiciones y búsquedas han dado origen a lo que llamamos una pedagogía de la interioridad. Uniendo la peculiaridad de cada miembro del equipo y la espiritualidad ignaciana, ha ido tomando forma propia una metodología dirigida especialmente a los adolescentes que busca educar la interioridad en unas edades en las que los

educadores cristianos experimentamos una especial dificultad para llegar a ellos y ellas.

Líneas pedagógicas del Casal

• El Casal es un espacio para la experien-cia, es decir, “nos pasan cosas”.

• Después de la experiencia, la palabra compartida intenta ilumi-nar “lo que nos ha pasa-do”.

• La experiencia se genera a partir de múlti-ples técnicas que forman parte de una metodología dinámica y plural. Utiliza un lenguaje y una forma de hacerla comprensible y cercana a los adoles-centes y jóvenes.

• Son tres los ejes que vertebran esta peda-gogía de la interioridad:

- El trabajo corpo-ral: el cuerpo es el lugar en el que nos pasa lo que nos pasa, se potencia,

pues, el equilibrio físico unificando el cuerpo con la dimensión interior de la persona.

- La integra-ción emocional: se busca aportar las herramientas que permitan el auto-conocimiento y el descubrimiento de la individualidad del otro.

- La apertura a la Trascendencia: a partir de la expe-riencia interior generada en el tra-bajo, se coloca a los adolescentes y jóvenes ante el planteamiento y/o profundización de las cuestiones fun-damentales de la condición humana.

• Dos son los objetivos que per-filan el horizonte de esta propuesta:

- Experimentar y entender que la persona es una, es decir, descubrir la posibilidad de unificación de las dimensiones física, psicológica y espiritual.

- Construir la unidad con los otros, la naturaleza y Dios.

Esta pedagogía de la interioridad, en el contexto de los colegios de la Compañía, la podemos considerar como la “semana cero” de los Ejercicios Espirituales. Generar este proceso que lleva al adolescente de fuera hacia dentro para regresar al “exterior” cargado de con-tenido, luz, preguntas, algunas respuestas, etc… Conlleva un antes y un después que tiene como lugar irrenunciable la escuela. En este sentido, la colaboración con cada uno de los jesuitas y laicos responsables de la pastoral de los colegios jesuitas, va dando origen a una metodología compartida que se adapta cada vez más a la idiosincrasia de cada centro, una forma de hacer equipo en la que todos salimos enriquecidos, todos somos maestros y discípulos a la vez.

Pero al Casal vienen también alumnos de colegios de otras congregaciones y grupos de parroquias, y es ahí donde vivimos la alegría de la comunión. El enriquecimiento mutuo aumenta y, a la vez, confirmamos que todos los educadores buscamos hoy cómo ayudar a los adolescentes y jóvenes a entrar en su santuario interior venciendo sus rechazos y prejuicios.

“Lo que pasa” en el Casal

En estos cuatro años los pasillos y salas del Casal se han llenado de las voces, cantos, juegos y silencios de más de cuatro mil adolescentes. Desde 1º de la ESO hasta 2º de Bachillerato, se han sucedi-do las experiencias a través de Talleres de interioridad, Talleres de acción tutorial, convivencias y retiros. También tienen su espacio los cursos de formación para el profesorado y agen-tes de pastoral y da gusto ver disfrutar de lo lindo a los adultos.

En muchos de los encuentros con los chava-les, utilizamos los hermosos elementos que nos ofrece esta “Manresa ignaciana”, cruzamos el puente que cruzó Ignacio meditando en la forma de unir nues-tras orillas distanciadas, nos sentamos a escuchar el murmullo del río intentando descubrir los recodos del río de nuestra vida, contem-

plando Montserrat evocamos nuestros caminos de ascenso, recreando con la imaginación una cueva nos adentramos en nuestra gruta interior para encontrarnos allí con todo los que nos habi-ta… Cantamos, pintamos, bailamos, nos rela-jamos, debatimos y siempre hay un momento para visitar “la Cova”, el corazón de la casa.

Uno de los frutos más sabrosos de todo ello es ver en los chicos y chicas una sonrisa que refleja que “se lo han pasado bien”, que esto de conocerse a uno mismo, a los demás y de abrirse a Dios no tiene por qué ser algo sesudo y desconectado de su lenguaje, sino que puede convertirse en una experiencia que esconde mil sorpresas, que nos adentra en territorios inexplorados donde encontramos tesoros escondidos que nos llenan de alegría. Junto a ello el adolescente descubre lenguajes nuevos que pueden enriquecer su camino personal: el lenguaje del cuerpo, de la respiración, de la música, de los colores y del movimiento, el lenguaje del silencio al que se llega poco a poco, sin prisa.

Una mochila, una esterilla, una libreta, un boli, ropa cómoda y ganas de vivir una peque-ña-gran aventura, son los elementos impres-cindibles, el equipaje con el que tantos adoles-centes van llegando al Casal Lluís Espinal. ¡Os esperamos!

Una aventura llamada Casal Lluís Espinal

Equipo del Casal

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Una voz de denuncia en el control de inmigrantes

El Servicio Jesuita a Mi-grantes-España (SJME), con ocasión de las elec-ciones al Parlamento Europeo del 7 de junio, ha presentado el documento Control democrático para la gestión de la Frontera Sur, para que los euro-diputados/as, conozcan la realidad de la Frontera Sur de Europa, situada actualmente en los países norteafricanos. Se pide que se ajuste el discurso político a los datos de realidad, y que se haga efectivo el enfoque global sobre migraciones: cana-les de migración regular, políticas de cooperación coherentes, y un control de fronteras respetuoso con los derechos huma-nos. En la primera parte, el texto desmonta la idea que se tiene en España sobre la población inmi-grante africana, distor-sionada por las imáge-nes de los cayucos, que en realidad es sólo un pequeño porcertanje de la población extranjera. A continuación, se denun-cia que los mecanismos de control de fronteras son cuestionables jurí-dicamente y generan injusticia, inseguridad y falta de libertad para los inmigrantes. Y, en tercer lugar, cuenta de primera mano, las condiciones de vida de los migrantes que viven “atrapados”, muchos durante años, en esa Frontera Sur.

Experiencia de renovación religiosa

El domingo 1 de febrero se inició la pri-mera experiencia Dos

meses de renovación, organizada por dos insti-tuciones de la Compañía de Jesús en Cataluña: la “Cova Sant Ignasi de Manresa” y el centro de estudios “Cristianisme i Justícia”. En la casa de Ejercicios manresana, los participantes han podido reflexionar sobre los gran-des retos de hoy, combi-nando sesiones de trabajo personal con otras de reflexión teológica, social y espiritual, conducidas por expertos. Todo esto se complementó con una aproximación a las sensi-bilidades de nuestro tiem-po, con la proyección de películas y forums sobre ellas, visitas a centros de relevancia por su sig-nificación cultural, social o espiritual, y el cono-cimiento práctico de los nuevos lenguajes para la expresión religiosa, entre otras cuestiones. Los 36 participantes en esta pri-mera edición procedían de 20 países diferentes, entre ellos Japón, Cuba, Canadá, USA, R.D. de Congo, Suiza, Alemania, y de varios países de América Latina. Un tercio han sido jesuitas, un ter-cio religiosos/as de otras congregaciones y otro ter-cio son laicos/as.

Centro de atención familiar

Ha nacido en Gijón, el Centro de Atención Integral a la Familia (CAIF), un proyecto de los jesuitas de esta región, que ya cuenta con referentes cercanos en otras ciudades españolas con presencia jesuita (A Coruña, Madrid, Valencia, Sevilla). Su objetivo es prestar ayuda integral a la familia y hacerlo de forma gratuita. El Centro ha

comenzado su andadura ofreciendo: “Encuentros de Padres”, Talleres para prevenir problemas fami-liares, aprender pautas educativas básicas y proporcionar habilidades para comunicase mejor en familia, y "Servicio de Orientación Familiar", con los mismos objetivos que en los talleres, pero ya cuando existen problemas o dificultades concretas en la familia, que requie-ren una atención exclu-siva y un seguimiento en el tiempo. En el futuro pretende ir poniendo en marcha otros programas como la mediación fami-liar y escolar y un servicio de terapia familiar, para procurar una atención integral a la familia, entendida de la forma más amplia posible.

Beatificación de Bernardo de Hoyos SJ:

En un futuro próximo la Iglesia tendrá cinco nuevos Beatos entre los cuales se encuen-tra el Siervo de Dios Bernardo Francisco de Hoyos, de la Compañía de Jesús. Nacido el 21 de agosto de 1711 en Torrelobatón, un pue-blo a 25 kilómetros de Valladolid, murió de tifus el 27 de noviembre de 1735, a la edad de 24 años. Su fama de san-tidad está ligada a los extraordinarios fenóme-nos místicos en su vida, y a la difusión de la devo-ción al Sagrado Corazón de Jesús. La Causa del P. Hoyos (1711-1735) se inició en 1895 por inicia-tiva del P. General Luis Martín. Como el proceso se detuvo en Roma, ha sido necesario rehacer la “positio historica”, redactada tras diez años

de una investigación exhaustiva. A partir de ahí llegó el reconoci-miento de las “virtudes heroicas”, y finalmente la aprobación del milagro. Es el momento de dar a conocer la figura del P. Hoyos, joven de 24 años, muerto durante la Tercera Probación, y primer após-tol del Corazón de Jesús en España.

Formación por la radio

La Real Sociedad Económica Amigos del País de Gran Canaria ha concedido a Radio ECCA la distinción Medalla al Mérito, en categoría de plata. La entidad pretende así premiar la labor que viene realizando Radio ECCA desde hace 44 años en la formación continua. Además de la Directora de ECCA, Mª del Carmen Palmés y componentes de los diferentes depar-tamentos, asistieron tres profesores fundadores jubilados a los que la Real Sociedad cursó invitación especial. Este recono-cimiento se suma a los muchos premios que ECCA ha recibido y que estimula así a la institu-ción para seguir traba-jando a favor de quienes necesitan promocionarse culturalmente en cual-quier ámbito geográfico.Oración Oración Oración

Señor mío, yo no soy mío sino vuestro. Vos me habéis hecho y dado el ser que tengo. Hacienda vuestra soy. Yo me pongo y

entrego todo en vuestras manos. Haced de mí, a vuestra volun-tad, que de eso me gozaré yo, ejercitando interiormente el

corazón y voluntad para la entrega de mí mismo con alegría y contento, descansando con tranquilidad y paz en lo que el Señor querrá hacer de mí, porque fidelísimo es Dios y tanto mayor es la fidelidad de Dios que la del hombre, cuanto mayor es la bon-

dad de Dios que la del hombre.

Tomadme Vos a vuestro cargo y por hacienda vuestra y no mía. Mi Señor, tened misericordia de mí, porque no hallo en mí

ningún remedio, sino en Vos. Apartad de mí, Señor, todo lo que os desagrada y hacedme

hombre según vuestro corazón.

San Alonso Rodríguez, SJ(Portero en el Colegio Montesión

de Palma de Mallorca)

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an sólo pretendía una experiencia pas-toral de dos meses con indígenas antes de finalizar mi formación como jesuita. Así es como llegué a Santa María Chiquimula en Guatemala. No tenía más pretensión que la de colaborar en lo que me pidiesen duran-te ese tiempo. Y así fue como, además de visitar comunidades, fui acompañando a José Miguel Clemente, jesuita navarro, en su empeño por llevar la energía eléctrica a lugares donde, a día de hoy, todavía no llega.

Santa María es un pueblo al noroeste de Guatemala, con 36 comunidades a su alrededor, en un territorio de 230 km2. Se estima que la población total es de unas 45.000 personas, de las cuales el 97% per-tenecen a la etnia quiché. El 93% de esta población vive en zona rural y es ahí donde mayor pobreza existe, por la escasez de recursos y el poco acceso que tienen a los servicios básicos.

La Compañía de Jesús está presente acompañando a la población en su dimen-

sión religiosa, sanitaria, educativa y la promoción de la justicia y el desa-rrollo. Ésta es la labor de Josemi desde hace cuatro años.

Sorprende ver cómo en el siglo XXI aún queda mucha población sin acceso a la energía eléctrica. Me pregunto yo cómo cambiaría nuestra vida, ahí en

España, si tuviéramos que pres-cindir de la electricidad. Sin embargo, es un bien del que gran parte de esta población no puede aún disfrutar de él. Y peor es cuando empre-sas, encargadas de realizar

las instalaciones, abusan de la sencillez y buena voluntad de los indígenas haciéndo-les pagar mucho más por la instalación o incluso cobrarles por anticipado y no regre-sar más a la zona. Muchos casos podría contar Josemi de estafas y abusos a comu-nidades de Santa María, por eso, desde sus conocimientos de ingeniería eléctrica ha decidido servir a los indígenas asesorán-dolos e incluso dando la cara a compañías eléctricas para que cumplan correctamente con lo establecido.

Fui muy afortunado al llegar justo en el momento que se inició la puesta en marcha del proyecto de electrificación de Xol´ja´. Un paraje situado en un valle atra-vesado por el río Xol´ja´ y rodeado por bosque y campos de maíz. Acompañando a Josemi, en una de las primeras reuniones a esta comunidad, pude intuir que lo que se iba a realizar era mucho más que una sim-ple instalación para el abastecimiento de energía eléctrica a 40 familias. El modo de llevarlo a cabo trascendía la materialidad del proyecto. Era aún demasiado pronto para poder formular lo que iba intuyendo. Necesitaría casi dos meses para ser real-mente consciente de ello.

Una vez aprobado el proyecto, comen-zamos con una celebración al lado del río, donde se suele reunir la gente. Allí se cavó un hoyo para plantar el primer poste eléc-trico, pidiéndole permiso a la Madre Tierra por ese y por todos los demás hoyos que se plantarían para la instalación. Seguimos en procesión hasta el oratorio situado en lo alto del cerro, acompañados por la música y los cantos de la gente. A partir de ese momento toda la comunidad, tanto católica como evangélica, se puso en marcha y bien coordinada para realizar todos los trabajos, pues la comunidad ponía la mano de obra para que saliera más barata la instalación. Todo este tiempo de acompañar a la comu-nidad en sus trabajos fue una auténtica experiencia de lo que es trabajo en equipo,

cada cual haciendo lo que sabía y podía. Unos cavan hoyos para los postes y los anclajes, otros acarrean piedras desde el río hasta los anclajes, otros transportan los postes montaña arriba, las mujeres pre-paran el almuerzo para los hombres, y los niños llevan la comida allí donde estaban trabajando.

Lo más impresionante fue ser testi-go de las caras de la gente en el momen-to en que se daba de alta la instalación y llegaba por primera vez el fluido eléctrico a sus casas. Era la primera vez que una bombilla alumbraba la realidad de sus hogares y no tenían palabras para expre-sar la emoción que sentían. Se hacía rea-lidad un sueño por el que llevaban luchan-do más de diez años.

De manera espontánea toda la comuni-dad se congregó al lado del río Xol´ja´ para poder decir todos juntos las únicas palabras que salían de sus bocas: “gracias padre Josemi”. Josemi, emocionado también, improvisó unas palabras proféticas y que yo me atreví a bautizar como el “Sermón eléc-trico de la montaña”, dada la actualización tan real y viva de las bienaventuranzas. Por fin podían ver el fruto de sus luchas y des-velos, el llanto y la impotencia ante tanto abuso y fraude era compensado por la ale-gría y el júbilo desbordante, la justicia se hacía realidad en aquel momento, la paz y la unidad reinaba entre los miembros de la comunidad, sin diferencias entre católicos o evangélicos. El evangelio se hacía tan real

como la vida misma, sin necesidad de exége-

sis ni teologías, tan sólo desde

la vida vivida con la senci-llez de los pobres.

El comité de energía hizo los preparati-vos para inaugurar oficialmen-te el proyecto. A las dos semanas se hizo una gran celebración eucarística de acción de gracias a orillas del río. En ella partici-pamos todos como una sola familia, para después compartir la comida que habían preparado las mujeres.

Cinco días después nos sorprendió el asalto que sufrió Josemi en la cumbre, a 15 km de Santa María, cuando regresaba de hacer unas compras para la Navidad, pues era el 20 de diciembre de 2007. En el asal-to, Josemi perdió el ojo izquierdo debido a la explosión de los cristales de la ventana, y una herida fuerte en el brazo izquierdo con la pérdida de 3 cm de hueso y destro-zo de los nervios que controlan la movili-dad de los dedos de la mano. Actualmente Josemi se recupera en Pamplona, cerca de su familia, pero aquí sigue la estela del espíritu que sembró en estas tierras.

El 13 de enero hubo una gran concen-tración en el lugar del asalto pidiendo paz y justicia. Católicos, evangélicos e indígenas de religión maya rezaron juntos por una misma causa, aunque cada grupo tuvo su propia oración. Sin embargo, el 29 de junio de 2008 volvimos a concentrarnos en el mismo lugar, y ya no con tres celebraciones diferentes sino una sola de manera ecumé-nica, pues la paz, la justicia y la fraternidad no distinguen razas, confesiones ni credos. Dios es Padre y Madre de todos. Y así es como Josemi lo ha transmitido por medio de sus proyectos de electrificación y nos ha enseñado a ver cómo todo puede estar al servicio de la evangelización y de la unidad de las personas.

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Natxo Blasco, SJ

Sermón eléctrico de la montaña

Manifiesto de los jesuitas con ocasión de las elecciones

El objetivo del manifiesto publicado por los jesuitas en India con ocasión de las eleccio-nes del Parlamento Federal, que se han tenido en los diversos Estados del 16 de abril al 13 de mayo, es reafirmar los derechos económicos, sociales y culturales de los ciudada-nos junto con los derechos civiles. Va especialmente dirigido a los futu-ros gobernantes, que son invitados a garantizar con mayor empeño los derechos de los más débiles, los marginados y discriminados, a proteger y conservar la vida, y a promover la paz, junto con la convi-vencia, en defensa de los derechos humanos. El documento, largo y detallado, fue hecho público durante un seminario en Nueva Delhi en el que participaban numerosos sectores de la sociedad civil. Entre las priori-dades indicadas por los jesuitas se mencionan defender y ayudar a los que carecen de casa, y a la población indígena, promover una coexisten-cia pacífica en el país, garantizar la libertad religiosa y asegurar a todos la satisfacción de las necesidades primarias, sobre todo en zonas rura-les. Se pide también en el manifiesto la mejora del sistema de justicia.

Ordenado el primer jesuita paquistaní

En la catedral de Lahore fue ordenado

sacerdote, el 28 de marzo, el primer jesuita paquistaní desde la llegada de la Compañía en el país hace 48 años. Se trata de Imran John, de 34 años, que está concluyendo sus estudios de teología en Filipinas. Los jesuitas llegaron por primera vez a Lahore, de la colonia por-tuguesa de Goa, en el siglo XVI, invitados por el rey Akbar (1556-1605), considerado el mayor de los reyes mogoles que gobernaron en el sur del continente indio de 1526 hasta 1761. En 1597 existía ya en Goa una gran iglesia, y en 1604 Akbar, con una declaración escrita, permitió a sus súbditos adoptar el cristianismo. Pero sus sucesores no fueron tan favorables, la iglesia fue destruida en 1650 y la misión se acabó. Fueron los jesuitas alemanes

los que regresaron al Pakistán actual en 1961 y empezaron el Loyola Hall (actualmente Loyola Jesuit Centre), en Lahore, como centro de espiritua-lidad con una gran biblioteca. Ahora son únicamente tres los jesuitas en el país, todos en Lahore, donde se ocupan de dos escuelas, una para chicos y otra para chicas, con un total de 900 estudiantes aproxima-damente. La misión de Pakistán per-tenece a la Provincia de Sri Lanka.

Película sobre mártires

Los cristianos del Japón, martirizados en

el siglo XVII, es el tema de la pelí-cula que está preparando el director italoamericano Martin Scorsese. Se basa en la novela “Silencio” (Chinmoku) del escritor católico Endo Shusaku, en la que describe la persecución de los cristianos japo-neses, sobre todo en la región de Nagasaki. Escrita en 1966, la novela narra la historia de un misionero jesuita portugués, a comienzos del siglo XVII, en plena persecución. El título, “Silencio”, evoca el silencio de Dios delante de la cruz, donde muere Cristo, y que parece repetirse ante la apostasía del misionero en medio de terribles sufrimientos. En la novela, Endo Shusaku refleja su peculiar interpretación del futuro que aguarda al cristianismo en la cultura oriental, y de la fragilidad humana que se debate entre el pecado y la gracia. El anuncio de la nueva ver-sión fílmica llega poco después de la beatificación, el 24 de noviembre de 2008 en Nagasaki, de 188 mártires (entre ellos cuatro jesuitas). El roda-je de la película comenzará en Nueva Zelanda hacia finales de este año.

La Fundación “Instituto Mayor Campesino”

Durante más de 20 años, la Fundación Instituto Mayor Campesino (IMCA) ha promovido proyectos relacionados con el desa-rrollo sostenible entre los habitantes de la región central del Valle del Cauca, en Colombia. Se ha dado prioridad a los recursos humanos y materiales, sin olvidar las estructu-ras logísticas. A partir de 2007 se ha ampliado el plano de intervención,

del cual los campesinos son los primeros beneficiarios. El objeti-vo es ofrecer la posibilidad de una formación completa para lo cual la Fundación cuenta con la colabora-ción de un equipo de profesionales que establecen una estrecha rela-ción entre los campesinos. Los 14 municipios, que actualmente están interesados, llegarán a 17 en la nueva fase del plano institucional, que se desarrollará hasta 2011, con el objetivo principal de consolidar el encuentro entre las organizaciones sociales, corporaciones, instituciones públicas y privadas, para que la vida de todos los habitantes de la zona se base en los principios de solidari-dad, justicia y equidad social.

Recuperación de una Reducción

Mediante una sim-ple firma al final de un decreto de 1767, el Rey Carlos III puso fin a uno de los procesos de civilización más singulares en la historia de la humanidad: las Misiones jesui-tas, conocidas como Reducciones, en América del Sur. Doscientos años después las autoridades del Patrimonio Mundial, recuperadas las Misiones de Brasil, Argentina y Paraguay, abordan restaurar las Misiones de Uruguay. Calera de las Huérfanas es el nombre de una anti-gua misión jesuita, junto a la ciudad de Carmelo y muy cerca, pocos kiló-metros arriba por el río de la Plata, de Colonia de Sacramento, tal vez la ciudad más hermosa de Uruguay. La misión y estancia de Calera de las Huérfanas está rodeada de vegeta-ción y campo abierto, con infinidad de recursos agrícolas y ganaderos, cuya explotación organizaron y opti-mizaron los jesuitas españoles. Los jesuitas importaron viñas del País Vasco-francés, origen del cada vez mejor vino uruguayo. La misión de Calera es hoy una auténtica ruina, con una gran capilla que apenas se mantiene en pie; del resto de las edificaciones sólo se conservan los cimientos.

Crecimiento de un “ministerio igna-ciano”

No hay una igle-sia en Escocia que no haya estado en contacto con el Grupo Epifanía,

que nació como un compromiso de las personas que tomaron parte en un seminario sobre la forma de dar los Ejercicios Espirituales, cele-brado en Edimburgo en 1998-99. La experiencia de la participación en el Seminario suscitó la llamada, como grupo, a comunicar a otros las propias experiencias ignacianas, que habían cambiado sus propias vidas de forma tan radical. Casi diez años más tarde el Grupo Epifanía tiene más de 50 miembros en toda Escocia, que cumplen los objetivos de su asociación, en especial haber hecho los Ejercicios Espirituales y comprometerse a extender su formación en el acompañamiento espiritual, dedicándose a trabajar ecuménicamente en toda Escocia. A través de su desarrollo el Grupo Epifanía ha recibida la ayuda gene-rosa de los jesuitas, y su ministerio de espiritualidad ignaciana está rela-cionado con los Centros jesuitas de Edimburgo y Glasgow.

Nuevo responsable de la comunidad católica hebrea

David Neuhaus, SJ es el nuevo responsable de la comu-nidad católica de lengua hebrea en Israel. El nombramiento lo hizo el Patriarca Latino de Jerusalén, Fouad Twal, el 17 de marzo. Sucede a Pierbattista Pizzaballa, Custodio de Tierra Santa, que ha llegado al término de su mandato. El nuevo Vicario Patriarcal es israelí, tiene 41 años y a partir de 2007 ha sido el responsable de la comunidad de lengua hebrea en Haifa. También enseña Sagrada Escritura en el Seminario del patriarcado latino en Beit Jala, y en la Universidad de Belén. “En Israel hay muchos cris-tianos latentes a los cuales quere-mos ayudarles a vivir en la cultura hebrea”, ha dicho el P. Neuhaus a la Agencia de Información de la Conferencia Episcopal Italiana (SIR). “Para poder ofrecer esa ayuda es necesario tener una gran sensibi-lidad religiosa, y respeto tanto por los hebreos como por los palesti-nos. Nuestra comunidad –son, en realidad cuatro: Haifa, Beersheva, Jerusalén y Tel Aviv- puede ser un puente entre los habitantes de esta tierra. En este trabajo es funda-mental saber guardar silencio y la oración oculta por toda la sociedad israelí”.

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n un rincón privilegiado de nuestro mundo, se encuentra Rutshuru, en Kivu Norte, en el Este de la R D del Congo, en el corazón de la región de los Grandes Lagos. Pero este valle extremadamente fértil que da tres cosechas por año, con un clima agradable, entre 18 y 30º todos los meses, y rico en recursos naturales y minerales, humanos y culturales, es también un lugar sacudido y pisoteado por diversos grupos armados, y escenario de una guerra silen-ciada que ha producido más de 200.000 desplazados en los últimos 6 meses que se suman al casi un millón desde los últimos 6 años.

Tras cuatro años de trabajo pastoral con universitarios y jóvenes, el JRS Grandes Lagos me ha permitido servir de otro modo, a otras gentes, en otro contexto. Durante los cinco meses que he podido trabajar como responsable de un proyecto de escolarización de niños desplaza-dos en la zona, he podido compartir muchas de las cir-cunstancias y sen-timientos de tan-tas personas que sufren la violencia de la guerra.

Llegué en agosto del 2008 en un momento en que el proceso de paz, AMANI, balbuciente pare-cía abrir paso a

un retorno próximo de las 70.000 personas desplazadas que se encontraban en casas de familias de acogida, en 6 campos de des-plazados y en otra docena de lugares públi-cos (escuelas, centros de salud, etc.) en Rutshuru y alrededores.

Para muchos de ellos, como Joseph (45 años, padre de cinco hijos, en el campo de Nwenda), ésta era la tercera vez en los últimos diez años que tenían que huir de sus hogares. Vivir sin techo no sólo es vivir expuesto, sino también desarraigado y dependiente.

En espera de que esa paz se conso-lidara, JRS quería apoyar a estas familias de desplazados ofreciendo a sus hijos la posibilidad de asistir a la escuela y no per-der un curso escolar. El reto sobrepasaba las posibilidades del proyecto financiado, las necesidades eran mucho mayores que los recursos disponibles, y con la ilusión del recién llegado por ayudar y solucionar un

problema fue apa-reciendo un senti-miento de limita-ción e impotencia. Me sentí como aquellos discípulos, delante de la mul-titud hambrienta de oyentes, a los que Jesús les dijo: dadles vosotros de comer. Ellos busca-ron por todos lados y solo encontraron 5 panes y 2 peces… Nosotros estira-mos el proyecto hasta el límite de nuestras posibilida-des para asistir de algún modo a 16 escuelas cercanas a los campos de desplazados. Pero, ¿qué son 16 escue-

las, muchas de ellas sin locales siquiera, para escolarizar a casi 20.000?

Con el comienzo del curso escolar llegaron también los combates y se reanudaron las hostilidades a princi-pios de septiembre. Las dificultades se multiplicaban cada semana primero, cada día, después. La seguridad en la carretera era cada vez más incierta y en dos ocasiones tuvimos que des-plazarnos a Goma para no quedar atrapados en zona de enfrentamien-tos. Pero al mismo tiempo, el proyecto se iba haciendo “pole pole” (lentamente) realidad y casi tres mil niños desplazados compartían aula con otros más de cinco mil del lugar.

El 26 de octubre los combates se recrudecieron y extendieron hasta llegar a Rutshuru y alrededores. Con el ejército rebelde ocupando la zona, los campos de desplazados fueron desmantelados bajo amenaza y la actividad escolar (como casi todas las demás) quedó paralizada duran-te varias semanas. En este momento pude descubrir que más inhumano que la falta de techo y de hogar es la falta de paz y de seguridad. “Pole pole” (despacio) nueva-mente pudimos apoyar a las escuelas que reabrían sus puertas y a los profesores que

volvían a enseñar. Los alum-nos tardaron en incorporarse y muchos de ellos no volverían más: desplazados de nuevo en otros luga-res al norte, refugiados algunos tras la frontera de Uganda, retornados los menos a sus aldeas de origen. Otros llegaban tras un duro viaje de ida y vuelta, de días en la selva escondidos y vuelta a sus casas saqueadas. Pero todos con el futuro por delante y el deseo de retomar la vida “normal”, una vida en paz.

El sentido de nuestro trabajo JRS lo descubrí, o mejor dicho, me alcanzó

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Juanjo Aguado, SJ

Vivir sin techo ni paz

como si fuera un cañonazo. Me sobre-cogió encontrar en un graffiti de una pared de plástico de una escuela (EP Gahinga), a un hombre disparando indiscriminadamente y matando a otro indefenso bajo la mirada de un niño a lo lejos Esta es la realidad que se vive fuera de la escuela, la que experimen-tó en algún momento el niño que hizo ese dibujo con un trozo de carbón.

Por eso es tan necesario y urgente que los niños puedan entrar y continuar en la escuela. En cierto modo, ésta se convierte en un espa-cio “sagrado” en el que se aprende no

sólo matemáticas o geografía, historia o cali-grafía.

En primer lugar, la escuela es como un “espacio de protección” frente a la inde-fensión que se experimenta en la calle. En segundo lugar, es como un “centro de salud” en el que se aprenden hábitos de higiene y se ofrece un suplemento nutricional, al mismo tiempo que se arropa al niño con la escucha y se atiende a sus necesidades y sentimientos. Pero sobre todo, la escuela es también como un “taller de humanidad” en el que se reparan las actitudes violentas cróni-

cas y se aprende a convivir en paz con los demás.

Al terminar esta experiencia veo que Rutshuru se ha convertido para mi en una escuela de espera y esperanza y los desplazados me han enseñado a tener paciencia, a confiar en la buena voluntad de los vecinos y en la genero-sidad de los amigos, a buscar siempre nuevos signos de esperanza con los que vivir en pie y con autenticidad.

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G. M. Verd Conradi, SJ

Íñigo e Ignacio

s sabido que San Ignacio se llamaba Íñigo de nacimiento y que después cambió su nom-bre por Ignacio. Primero hay que saber que se trata de dos nombres distintos. Muchos creen que Íñigo es una variante del segundo, como una forma familiar, así como existen los duplicados Raimundo/Ramón, etc. Pero Íñigo e Ignacio solo comparten cierto parecido fonético.

A San Ignacio lo bautizaron como Íñigo. Íñigo era en la Edad Media un nombre pan-hispánico muy popular. Existió profusamente bajo formas distintas en todas las lenguas peninsulares, el mozárabe, el gallego-portu-gués (Énego), el leonés, el castellano (Íñigo), el vascuence (Éneco), el aragonés, el catalán, etc. Todos proceden de la forma latina o lati-nizada Enneco, -onis con acento en la primera sílaba. Es el nombre de San Íñigo, arago-nés de nacimiento (Calatayud) y abad de Oña (Burgos), muerto en 1068.

Íñigo no solo es panhispánico, sino un nombre ancestral de España, puesto que aparece en el bronce de Ascoli del 18 de noviembre del 90 a. C., en una lista de équites hispanos de un escuadrón zaragozano. Su difusión por toda la península y estos testimonios arago-neses dificultan la hipótesis de que sea un nombre vasco, pudiendo ser, por el bronce de Ascoli, de origen celta, o bien ibérico. Por su forma original Enneco, toda relación etimológi-ca de Íñigo con ignis («fuego» en latín) carece de fundamento.

Ignacio es un nombre latino, pero su forma clásica y original no era Ignatius sino Egnatius. Por tanto, tampoco podía provenir de ignis, aunque esa fue una opinión muy popu-lar, que servía para relacionar a San Ignacio con el fuego del amor divino. Egnatius se deri-va de gnatus «nacido, hijo», y significa «hijo legítimo, bien nacido, noble de nacimiento».

San Ignacio no cambió de nombre con su conversión. Sus devotas de Manresa eran llamadas «las íñigas». Y así se siguió llaman-do en Barcelona, en su ida a Tierra Santa, en Alcalá de Henares y Salamanca, o sea, en España, donde era un nombre conoci-do. El cambio se produjo en la Universidad de París. Allí fue inscrito como Ignatius. Sin duda los franceses, extrañados por el nombre, lo normalizaron por otro parecido. Pero San Ignacio siguió llamándose Íñigo en Francia y cuando pasó a Italia, sobre todo cuando trataba con españoles. Pero al mismo tiempo usaba el nombre de Ignacio en los documentos oficiales de Francia e Italia, y en su correspondencia con italianos. De modo que los dos nombres se simultanearon hasta casi el final de su vida. Aunque el nombre de Ignacio fue suplantando paulatinamente al de Íñigo, sobre todo como hombre público y General de la Compañía de Jesús.

¿Por qué se cambió de nombre? Por acomodarse al extran-jero. No hubiera ocurri-do de haberse quedado en España. Lo dice el P. Ribadeneira: se cambió de nombre «por acomodarse al común», «tomó el nombre de Ignacio por ser más uni-versal; y en fin —añade con ecos paulinos— se acomo-dó en las cortesías al uso común, porque omnia omni-bus factus est, ut omnes lucrifaceret» («se hizo todo a todos para ganarlos a

todos» a Cristo).Por otra parte, hay indicios que indican

que era una opinión común entonces que Íñigo e Ignacio eran variantes de un mismo nombre, como el Ramón/Raimundo, o como la falsa unificación de Diego y Yago (San-t-iago). De modo que el P. Diego Laínez fir-maba a veces en latín como Iacobus (Yago, Santiago). De ello se deduce que San Ignacio no intentó cambiarse de nombre (como tampoco Laínez), aunque de hecho se pro-dujera una suplantación al final. Es lo que atinadamente dedujo el P. Astrain: “el santo no creyó mudar de nombre al apellidarse Ignacio, sino simplemente adoptar la forma que veía usada fuera de España”.

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