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JAJARUJICUENTOS

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Homenaje a la Compañía de Teatro PitiRamecú, a todos sus integrantes, a las historias aquí soñadas.

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JAJARUJICUENTOS Marcelo Mallea H.

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JAJARUJICUENTOS

Marcelo Mallea H.-

© Es Marca Registrada y Propiedad Intelectual.

Se prohíbe la reproducción de este libro por cualquier medio impreso o virtual sin permiso expreso del autor. Cualquier violación a estos Derechos, dará paso a acciones legales, según Ley Vigente

de protección a derecho intelectual. Ilustraciones y Diseño Portada: Marcelo Mallea H.- Cuento “El jardín Gigante”, inspirado en la historia de los autores Erwin Rubilar y Balbina Morales

Representados por la Compañía de Teatro PitiRamecú creada por Erwin Rubilar y Balbina Morales [email protected]

San Bernardo, Región Metropolitana de Santiago – Mayo de 2010

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A Javier, el pequeño capitán…

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ESTE ES UN JAJARUJICUENTO…

La Semilla

Una mañana, muy temprano, Jajaruji caminaba como de costumbre

por los jardines de su casa, llevando una hermosa y nueva semilla

para plantar.

- Aquí dejaré mi semilla y pronto la cubriré con tierra. Luego la

regaré y con el paso del tiempo la arrullaré, cantaré, hablaré

y…seremos los mejores amigos de este bosque

Dijo el alegre Jajaruji e inmediatamente puso manos a la obra.

El sol contribuyó a abrigarla y el canto de los pájaros a animarla.

Jajaruji terminaba su tarea. Sólo debía esperar con paciencia y

dedicación el resultado, fruto de su esfuerzo, trabajo y amor.

- Aquí te quedarás hermana semilla. Crecerás bajo la mirada del

Bosque.

Cuando seas adulta vendremos a deleitarnos con la sombra de

tus grandes brazos de árbol.

Cobijarás a muchos de nuestros animales y alimentarás a otros

tantos.

La semilla había sido depositada en tierra fértil y sería alimentada

con agua-feliz, un componente muy importante en el Jajarujibosque.

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La Ciudad

El bosque estaba rodeado por una ciudad que avanzaba cada vez

más rápido, ganando terreno que antes pertenecía a sus habitantes.

Cuando esto sucedía, los animales debían mudarse a otros árboles y

acomodarse en casas de amigos.

Era triste para ellos saber que cada año tendrían menos espacio

para sembrar y que los árboles no podrían crecer de mejor forma

ya que las raíces no obtendrían un área más extensa.

La ciudad era ruidosa, con muchos automóviles viajando veloces por

grandes autopistas grises. El humo era visible a mucha distancia y

sus efectos contaminantes interrumpían la vida del Jajarujibosque.

Muchas personas caminaban de un sitio a otro con rapidez, entrando

y saliendo de enormes edificios construidos de cemento y cristal.

Ningún árbol, planta o animal podría vivir felizmente en esas

condiciones tan extremas.

Era común ver colonias de animales llegando al Jajarujibosque,

buscando refugio y seguridad.

Eran recibidos sin mayores problemas, pero debían adaptarse a la

falta de espacio, compartir un techo, una comida, por ejemplo.

Jajaruji cuidaba de todos ellos junto a su familia y dedicaba horas

a escucharlos, aconsejarlos y ayudarlos si estaban heridos o

hambrientos.

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La Ciudad creció y creció, arriba y abajo, en un escenario amplio,

extendiendo su territorio sin importar donde.

La llegada de “Mister P”

Cierto día llegó al Jajarujibosque un curioso personaje que era

conocido como “Mister Pesimista”, ya que siempre andaba de mal

humor. Nada era divertido o valía la pena para él.

Dedicaba muchas horas a su trabajo que consistía en buscar nuevas

tierras para la construcción de casas, edificios y estacionamientos.

Mister Pesimista o “Mister P” medía el terreno con sus

instrumentos, tomaba algunas fotografías y escribía un informe a

sus interesados futuros compradores, recomendando o rechazando

las ofertas.

Mister P paseó por el bosque, buscando indicios de casas o

habitantes, ya que según las ordenanzas nadie debía construir sin un

permiso y mucho menos en un lugar como este.

Miró hacia todas direcciones y mientras más se adentraba, menos

era el ruido de la ciudad.

Llegó hasta un claro de río. Se sacó los calcetines, luego los zapatos

y mojó sus pies en el agua.

Imaginó la construcción de un centro turístico, proyectando un

cómodo edificio con aire acondicionado y calefacción en medio de

dos árboles. Campos de golf, piscinas temperadas, juegos para niños

y lugar de pic-nic.

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Imaginó también a todas esas familias mojando sus pies en esas

aguas que tanto disfrutaba en medio de la soledad.

Sin dudas, pensó en un enorme negocio que no existía en la Ciudad,

por lo tanto reclamaría el bosque de su propiedad, luego de la firma

de papeles y planos.

- ¡He encontrado el paraíso! – dijo para sí mismo y cerró sus

ojos

Al cabo de cinco minutos de relajo, comenzó a sentir un cosquilleo

en la nariz que lo hizo estornudar en tres ocasiones.

Manoteó de derecha a izquierda, muy fuerte, con una de sus manos,

espantando al supuesto insecto que tanto lo molestaba.

Abrió uno de sus ojos, con visión borrosa distinguió un rostro

conocido; de un hombrecito.

Jajaruji, aprovechándose de la situación acercó una ramita por la

nariz de Mister P, causándole risa, sólo por diversión.

- ¿Quién eres tú…niño?...¿por qué me molestas?

Mister P se puso inmediatamente de pie, sintiéndose incómodo y

molesto por la broma.

Calzó otra vez, sacudió su ropa, arregló su corbata, tomó el maletín

y modeló el sombrero.

- ¿Ahora se siente mejor? – dijo Jajaruji

No tuvo respuesta de Mister P que preparó el regreso a la ciudad.

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- Lo mejor es escuchar la voz de estas aguas. Relatan todo lo

que ha pasado montaña arriba, susurrando las noticias del

bosque.

¿Escuchó el canto de cristal?

- ¿Qué hace un niño sin la tutela de sus padres en el bosque?

Deberías regresar a tu casa, hacer tus tareas

- ¿Niño?...no soy un niño señor, me llamo Jajaruji

- ¡Vaya!...otra vez me estás tomando el pelo. Inventando una

historia increíble.

- Seguramente viene de la Ciudad, ¿no es cierto?

- ¡Y de dónde más voy a venir!...de la ciudad, cierto

Jajaruji, muy inquieto, caminó a un costado de este personaje, sin

despegar la mirada.

Mister P detuvo su marcha y muy molesto dijo:

- ¿Por qué me sigues, niño?. ¿Te has perdido en el bosque?

Jajaruji notó que aquel malhumorado señor no tenía tiempo que

perder y que sus intenciones no eran buenas.

Debía estar alerta y citar a una reunión de emergencia a todos,

para prevenirlos.

- ¿Quién es usted, señor?. ¿Por qué ha venido de visita al

bosque?

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- ¿Visita?...¿de quién es este bosque?

- De nadie y de todos, señor. Todo lo que usted ve aquí no nos

pertenece.

- ¿Quién los autorizó a vivir aquí?

- No comprendo. ¿Es necesaria una autorización para vivir en el

bosque?

- ¡Desde luego!...por quién me has tomado. Conozco las leyes muy

bien.

En la Ciudad necesitas un permiso, una licencia para vivir.

Por lo que veo, eres un pequeño salvaje. ¿No es así?

Las palabras de Mister P fueron poco encantadoras, proyectaban

mucho enojo y desánimo.

Este efecto fue notado por él y aumentó para provocar una

sensación de incomodidad. De esta manera lograría su objetivo de

alejarlo.

- Supongamos que no eres un niño, lo cual…no creo. ¿Por qué

seguir viviendo en el pasado?. Tal vez, en la Ciudad encuentres

a muchos de tu especie

- No necesitamos de la Ciudad, señor. Para que usted sepa, en el

bosque contamos inclusive con una escuela

- No me hagas reír, porque eso hace ponerme feliz y la risa en

un hombre como yo es algo prohibido. ¿Conoces a algún

hombre de negocios risueño?

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- ¿Por qué no?, si los negocios que hace son buenos y no causan

problemas a los demás. Eso…¡es motivo de felicidad y orgullo!

- Justamente he venido a este bosque a buscar la felicidad

escondida en él. Un poco de cemento vendría muy bien, una

muralla que separe el mundo real del imaginario.

Ese es el mejor negocio de mi vida, un sitio para el deleite de

todos esos apesadumbrados habitantes que trabajan noche y

día.

Una obra de caridad que me reportará mucho dinero

- No me refiero a eso, señor. La naturaleza es imposible de

imitar, igualar o perfeccionar. No puede ir contra eso

Mientras Mister P comprendía esto, a lo lejos se escuchaban las

risas del bosque.

Alertado, Mister P apuró el paso, pero se dio cuenta que estaba

irremediablemente…perdido.

- Risas…escucho risas…¿de dónde vienen todas esas risas?. No

veo el motivo de gracia. ¿Dónde está la salida?

- Es fácil perderse en el bosque, señor. Parece que sus

instrumentos no servirán para salir de aquí

- ¡Esto es un problema!, el tiempo es oro y debo volver a la

Ciudad. Ahora, dime, señálame la salida por favor y deja ya de

jugar

- Me temo que eso es imposible de conceder

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- ¡No importa!...saldré con mis medios. ¡Ya verás!

Las risas intensas fueron apreciadas en todo el bosque,

consiguiendo la furia de Mister P.

El pajarito Bobó

Repentinamente, bajó de un árbol un pajarito llamado “Bobó”; practicando un difícil aleteo.

Llegando a tierra, sus patas inician un gracioso andar, sacudiendo

las alitas, picoteando, girando y emitiendo un fuerte sonido

“pajarístico”:

- Cué…cué…cuaaaa…cuaaa…cuí…cuí…cooooooo

Jajaruji rió a más no poder al ver este espectáculo, en idioma

pajarístico.

- ¿Quién es este ridículo pájaro?...¿por qué ríes?...ver a este

pajarraco me indigna, me causa tristeza

- Bobó, el pajarito se llama Bobó y nos está diciendo que ha

encontrado un nuevo hogar. Por eso está contento

- ¡Ridículo!, los pájaros no hablan

- Eso es lo que usted cree. Demuestra, Bobó, tus condiciones

lingüísticas

- Có….Có…cú…cú…cuuuuu

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- Dijo que hoy está feliz

Mister P no comprendió las guturales y divertidas intenciones del

extraordinario pajarito bailarín.

Bobó batió sus alas para elevarse a pocos metros del suelo y luego

picoteó una de las manos de Mister P.

- ¡Pájaro malo!...¡qué espectáculo más desagradable has dado.

¡Aléjate de mí y no vuelvas a mover tu pico porque soy capaz

de arrancarlo!

Seguramente eras un feo huevo que al momento de nacer fue

abandonado.

No sabes bailar y menos…hablar. ¡Vete de aquí!

Estas palabras muy feas entristecieron a Bobó y comenzó a llorar

desconsoladamente.

Su llanto fue escuchado en todo el bosque e inmediatamente las

risas cesaron. El silencio invadió todos los rincones de la floresta.

Lentamente, algunos animales curiosos se acercaron a ver la escena.

También, fueron testigos de cómo el pobre pajarito dejó de batir

sus cortas alas.

Jajaruji apenas logró consolarlo, mientras que esta triste escena

pareció deleitar a Mister P.

Pero lo que este Mister ignoraba, es que todo el bosque se

alimentaba de risas. Sin esta cualidad, el equilibrio se rompía,

poniendo en riesgo a todos por igual.

Mister P sonrió satisfecho, producto de su fechoría.

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Continuó su camino, desconociendo el sufrimiento de aquella noble

ave y sus amigos. Rápidamente se internó en el bosque buscando la

salida.

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- No te preocupes amigo Bobó. Aquel hombre no es parte de

este bosque. Todos te queremos y apreciamos.

Ahora, deja de llorar. Vamos a tu nueva casa.

Ya era tarde. El equilibrio había sido roto.

Las flores se marchitaron, las hojas de los árboles cayeron

prematuras al vacío, el pasto adquirió un color amarillo, los pájaros

dejaron de cantar.

Sin dudas, fue una escena muy dolorida.

La única alternativa posible para liberarse de esta influencia

funesta consistió en un llamado vigoroso y libertador.

Usando toda su energía aclamó a…Jajarujijaja.

Jajarujijaja

En menos de un santiamén, Jajarujijaja, se hizo presente en el

lugar.

Una gran y poderosa luz cubrió todo el lugar, llenándolo de energía

positiva; percibida y recibida por nuestros afligidos amigos.

Jajarujijaja observó de manera pasiva.

- ¡Qué ha pasado mis amiguitos bellos!...¿por qué llora este

hermoso pajarito?...¿quién lo ha atormentado?

Jajaruji relató lo vivido, pidiendo socorro.

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- Todo tiene solución. La vida es linda y hay que vivirla con amor.

Ahora, dejen de lamentarse porque ese gris y pesimista

hombre tendrá una lección que jamás olvidará.

No podemos permitir esta injusticia, ¿verdad?.

La risa pura aleja todos los males, es el mejor remedio contra

la tristeza.

Bobó y Jajaruji escucharon muy atentos sus consejos. Al instante

comenzaron a sentirse mucho mejor.

- ¿Qué tal?, ¿cómo se sienten ahora? – preguntó Jajarujijaja

- ¡Muy bien!...estoy feliz nuevamente, ya no siento tristeza –

contesta Jajaruji risueño

Lo mismo sucedió a Bobó, batió sus alas y emitió sonidos agudos,

señal inequívoca de recuperación.

- ¡Muy bien!, ya todo está solucionado. Ahora, pensaremos en un

plan para darle su merecido a ese pesimista

- ¿Qué nos ha sucedido? – pregunta Jajaruji

Jajarujijaja carcajeó ante aquella pregunta.

- ¿No sabes?, ¿de verdad no sabes?

- No, pero tengo muchas ganas de reír

La risa era incontenible, con sólo mirarse a los ojos asomaban

carcajadas agudas.

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- Les he dado un mensaje feliz encubierto. Únicamente quienes

han probado la felicidad son capaces de descifrarlo – contesta

Jajarujijaja con enormes carcajadas

Fue tal el impacto de estas risotadas, que éstas penetraron en todo

el bosque y de esta manera sosegaron su delicado espíritu.

Mister P se alejó buscando una salida en medio de un tupido bosque

caprichoso. Sus pasos fueron devorados por la hierba.

Fue entonces cuando Jajarujijaja comentó su plan:

- Bueno, bueno…descansemos unos minutos de esta alegría. Los

efectos de la risa descifrada son muy poderosos.

Esperaremos a este Mister Pesimista, como se hace llamar y

le daremos a beber la medicina

Esto provocó más risas. Imaginar al pálido hombre gris sonriendo

era algo curioso y divertido.

El plan fue el siguiente:

Disimularían una honda tristeza con llantos por doquier. Esta acción

lo atraería y en aquel momento lo convencerían.

Jajarujijaja dirigió un coro de “ayes” y lamentos falsos fuera de lo

común. La tarea fue seguida por un grupo profesional de perros

aulladores y silbidos del viento sur.

Como una melodía de invierno se esparció esta triste canción que no

demoró en llegar a oídos de Mister P.

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Al llegar a este lugar, se encontró con un multitudinario llanterío el

cual aplaudió emocionado:

- ¡Bravo…bravo mis querubines amigos!...veo que tenían una

sorpresa guardada sólo para mí. ¡Gracias!...es un espectáculo

sublime, bello, como miel deleitando el paladar.

Escucharlos llorar y lamentarse es amargo, ruinoso, concreto,

musical.

Mister P se sentó a disfrutar de esta falsa representación,

cerrando sus ojos para imaginar y sentir de mejor manera la

entonación.

Jajarujijaja se acercó presurosa, lagrimeando y chillando:

- Querido amigo, acérquese un poco más. Venga a llorar con

nosotros

- No, gracias. Prefiero ser espectador.

¿Puedo preguntar, por qué tanta tristeza?, ¿cuál es el motivo?

- Estamos muy tristes. Este bosque es tan monótono. Creemos

que necesita un arreglito por aquí y por allá. Los colores, tan

vivos, siempre igual…¿comprende?

- ¡Sí, sí, sí!...de eso se trata mi estadía en vuestro bosque. Un

poco de cemento no vendría nada de mal

- Estamos de acuerdo, por eso bebemos lágrimas de cocodrilo.

Dicen que ayuda mucho a aumentar la tristeza

- ¿Lágrimas de cocodrilo?

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- Sí, las auténticas lágrimas de cocodrilo

Jajarujijaja extendió su mano con la botellita, dando de beber a

Mister P.

Incrédulo a un comienzo, quitó la tapa del recipiente, olió y sorbió

paulatinamente todo el contenido.

Entonces, el santo y seña fue activado en todo el Jajarujibosque.

Un asombroso show ocupó aquel sitio, como en una pista de circo

ambulante.

Jajarujijaja chasqueó sus dedos, alzándose una voz presentadora,

acompañada de una festiva música de espectáculo internacional.

Un silencio general cubrió todo el contorno. El llanto dio paso a la

expectativa.

Jajarujijaja hizo lo suyo con una desopilante coreografía payasa,

girando como un trompo, modelando caras exageradas, con pasos

agigantados y erróneos que sólo permitieron el desplome de todo su

cuerpo de baile.

El improvisado anunciador avisó la actuación de dos clowns que

apenas entraron causaron explosiones de risa.

Uno de ellos estaba caracterizado como un camello cuyas jorobas se

desinflaban y caían como bolsas de agua, mientras que el otro

intentaba subir sin éxito.

A continuación se hizo presente una “troupe” de comediantes

desenfrenados, corriendo de un lado a otro, imitando una fallida

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rutina circense plástica. Cada movimiento fue aprovechado al

máximo para alargar el efecto del carcajeo.

Todos estuvieron pendientes de los resultados obtenidos, pero nada

se reflejó en el rostro de Mister P, limitado a mirar con ademán

paralítico y ojos saltones.

¿Qué había ocurrido?. Tal vez su gélido cuerpo no soportó dosis tan

severas de risas.

Pasados dos minutos, sus ojos emitieron un leve brillo y la comisura

de sus labios tembló. La lengua quedó atrapada entre sus dientes,

las manos sufrieron un extraño cosquilleo y todo el cuerpo fue

irrumpido por un crepitar volcánico de risas.

Jajarujijaja chasqueó sus dedos y entonces…ocurrió el milagro;

Mister P cayó al suelo, rió compulsivamente, apretando su estómago,

conteniéndolo del flujo espasmódico incontrolable.

El silencio se convirtió en bailes, cantos y más risas, uniéndose por

doquier en una fila extensa y festiva.

- ¡Nunca me había sentido mejor!...¡esto es indescriptible!...¡no

puedo parar de reír! – exclamaba el otrora Mister P, danzando

al ritmo de los demás.

Jajarujijaja caminó hacia el lecho del río y desapareció frente a

aquellas agradecidas miradas.

Los árboles abrieron paso, develando el camino de regreso hacia la

ciudad.

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Mister Sonrisa expelió una lágrima de felicidad y vergüenza,

preocupado por actitudes pasadas.

Antes de caminar, ofreció un abrazo a Bobó y Jajaruji, quienes

aceptaron gustosos el regalo.

Miró la ciudad irguiéndose ruidosa y monótona, comprendiendo que

el sabor de la risa era el más poderoso remedio para el alma.

Pensó en sus tareas al llegar a casa y en cómo enfrentaría su vida.

Cada paso por aquel sendero significó reflexión y duda. Era tarea

primordial recuperar el tiempo perdido.

La última visión, fue el bosque cerrándose frente a sus ojos,

disipándose en forma de alfombra verde.

Al cabo de cinco minutos de relajo, comenzó a sentir un cosquilleo

en su nariz que lo hizo estornudar en tres ocasiones.

Manoteó de derecha a izquierda, muy fuerte, con una de sus manos,

espantando al supuesto insecto que tanto lo molestaba.

Abrió uno de sus ojos, con visión borrosa distinguió un rostro

conocido…el de un hombrecito riendo…

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EL REINO FELIZ DE CIUDAD AZUL

Dice que se era y que era que se decía un Reino Azul, muy

particular, habitado por aritméticos y gramáticos, gobernado por

dos reyes; Mateo Tercero y la Reina del Abecedario.

El Paje Mayor anunció la llegada de ambos a Palacio, en forma

sublime, acompañado del repicar de trompetas y decoro lustroso de

guardias, vistiendo uniformes en común, mezclados con túnicas y

cascos azules y rojos por igual, con enormes lanzas terminadas en

banderitas con escudos reales.

Ambos reyes aparecieron en Palacio discutiendo acaloradamente:

- Mateo…¡eres un calculador!, detesto tus mases y tus menos.

Sólo queda una solución por delante, para enfrentar el futuro

de este Reino

- ¡Lo mismo digo, Reina del Abecedario!, eres una enciclopédica,

detesto tus puntos y tus comas

- ¿Qué sería de este mundo sin letras, sin palabras?

- ¿Y qué sería de este mundo sin números y ecuaciones?

- ¡Números y letras no deberían mezclarse!, es un error, nada

tenemos en común. Puedes quedarte a vivir en Ciudad Azul. Yo,

me marcho a Ciudad Roja, lugar de donde nunca debí salir –

sentenciaba la Reina.

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Estas discusiones eran cada vez más frecuentes y lamentablemente

dividían al reino en dos.

Al día siguiente, la Reina del Abecedario empacó sus cosas,

ordenando a todos sus súbditos a iniciar el camino hacia Ciudad

Roja.

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Numerosas carrozas fueron ordenadas y alistadas con las

pertenencias de la Reina, agregando una calesa repleta de

diccionarios y libros, apilados por doquier.

Mateo Tercero ordenó a todos sus empleados, guardias y súbditos

mantenerse en sus lugares.

Una ordenanza fue emanada de Palacio prohibiendo el uso del color

rojo en todas las casas, en los uniformes reales y la quema de todos

los libros relacionados con el uso de la lengua, la gramática y en

general de las palabras.

Desde ese día, el Reino quedó dividido en dos ciudades.

Todo aquel que fuera sorprendido leyendo sería expulsado del

pueblo y enviado sin retorno a Ciudad Roja.

Uno de los decretos reales decía lo siguiente:

“Yo, el Rey Mateo Tercero, prohíbo severamente el uso de la gramática en este Reino. Cualquier indicio de rebeldía o desacato a la justicia será reprimido, y castigado con la expulsión”.

Por su parte, la Reina esperó lo mismo de sus pares. Una de las

primeras medidas fue quitar el uso de números y cálculos

matemáticos, por encontrarlos inútiles.

El tiempo transcurrió sin mayores novedades. Al cabo de dos meses

la calma y la normalidad parecían apoderarse de ambos Reinos,

excepto por el dolor silencioso de Mateo y su Reina que sufrían las

inclemencias de su porfía.

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Mateo Tercero, sentado en su trono llamó a Aritméticus, su

ayudante de confianza. Éste apareció en el acto, reverenciando, con

la mirada hacia el suelo en claro gesto de respeto y sumisión.

- Aritméticus, estoy sumido en un profundo sentir. ¡Cómo

resolveré esta ecuación tan complicada!.

Reconozco, que sin mi Reina, esta azul ciudad no es la misma.

Tengo dificultades en el habla. Por las noches sueño con el

susurrar de misteriosas palabras, entrando en mis oídos.

¿Estaré enfermando lentamente?

Si sumamos a eso, que ella se fue para siempre a Ciudad Roja y

si restamos que estamos divididos…¡mis problemas se

multiplican!.

Me siento tan solo, desdichado.

Dentro de poco quedaré sin habla, olvidaré para toda la

eternidad el uso de esas palabras.

No quiero romper las reglas que yo mismo he impuesto,

pero…debo acudir a un resultado matemático complejo.

- ¿Qué puedo hacer por usted mi cuadradísima,

matematiquísima Majestad?

- ¡No adules tanto!, eso aumenta mi problemática

- Ordene usted entonces su Majestad que todo lo sabe y todo

lo puede

- Necesito pedir un favor secreto. Nadie en el Reino puede

saberlo. Tendrás una misión única que deberás cumplir sin

fracciones ni raíces. ¿Entendido?

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Aritméticus asintió sin vacilación, prestando atención a las palabras

del Rey Mateo.

- Viaja esta noche al pequeño pueblo de la colina del “Sin Saber” y quiero que hables con su mensajero. Un hombre que no sabe

sumar ni restar.

Ofrécele de mi parte dos favores reales, pagaderos en

tierras, animales o comida.

Es simple. Su trabajo será entrar al Reino de Ciudad Roja y

traerme el gran diccionario enciclopédico de la Reina del

Abecedario.

Él, deberá arreglárselas para cumplir con su misión.

En caso contrario, en un par de semanas olvidaré

completamente hablar.

- ¡Quedará mudo, mi Señor!

- Técnicamente, me temo que sí. Es imperioso el buen logro de

esta oferta que hago sin remordimientos, porque el destino de

estas tierras está en peligro.

¡Íd rápido que ya olvido hasta mi nombre!

Aritméticus preparó su ligero equipaje, aguardó la noche para

cumplir con su tarea y viajar diez kilómetros para hablar con aquel

personaje que vivía en un apartado pueblo donde nadie sabía leer,

escribir, sumar, multiplicar o restar.

Mateo Tercero quedó conforme con la confianza depositada en

Aritméticus. Esa misma noche, como era costumbre, probó una rica

sopa de números y a continuación se puso el pijama real, contando

las ovejas y entrando en un profundo sueño matemático.

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Sin embargo, al otro lado del Reino, en Ciudad Roja, la Reina hizo lo

suyo, mirando por la ventana de palacio, perdiendo la noción del

espacio y el tiempo.

Antes de tomar su sopa de letras y leer cuentos para dormir, llamó

a su fiel ayudante; Gramatilde. Ésta, avanzó por los pasillos,

alertada por auxilio de su Reina.

- ¡Ordene su agudísima, esdrújula, conjugadísima, verbalísima, y

adjetivísima Majestad!

- ¡No me adules!...he tenido que soportar muchos mareos esta

semana.

Un ahogo octosilábico ha penetrado en mi verbo.

No puedo dormir, deambulo sin conocimiento del tiempo, ni de

las horas.

Extraño a mi Mateíto, aunque no lo creas.

Pero, algo misterioso me está sucediendo.

Escúchame en silencio, por favor.

La Reina del abecedario tomó aire con dificultad, entrecortando las

palabras, sufriendo lo que ella llamaba “el mal del punto aparte”.

Sin embargo, se recompuso para continuar:

- Estoy olvidando las operaciones básicas; sumar, restar,

dividir, multiplicar.

No puedo ser justa y reinar sin saber estos cálculos. Debo

admitirlo. Soy letrada, pero la justicia y el bien, también se

basan en los números.

Gramatilde, no ocultó su asombro al escuchar esto de su Reina. Una

confesión disparatada, pero muy sincera.

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- Si no resuelvo esto, quedaré sin cálculos. Debo poner punto

final a esta composición. De lo contrario, seré como palabras

sin acento, me convertiré en un punto suspensivo.

Gramatilde, te pediré un favor ultra-secreto. Nadie, pero

nadie, en el Reino puede saberlo.

Viaja esta noche al pequeño pueblo de la colina del “Sin Saber” y habla con su mensajero. Un hombre que no sabe leer ni

escribir.

Ofrécele de mi parte dos favores reales, pagaderos en

tierras, animales o comida.

Entre-paréntesis, su trabajo será entrar al Reino de Ciudad

Azul y traerme la Calculadora Real.

Él, deberá arreglárselas para cumplir con su misión, al pie de

la letra.

Gramatilde asintió con su cabeza, recibiendo de la Reina un papel

con las instrucciones y un plano del lugar donde el Rey guardaba la

cotizada calculadora.

Pronto marchó hacia el sitio sin hacer mayores preguntas.

Esa noche, el silencio y las sombras acompañaron a Aritméticus y

Gramatilde, desconociendo la aventura que estaban a punto de vivir.

El sentido del deber los llamó a cumplir sus promesas. Nadie podía

sospechar que ambos reyes se necesitaban ciegamente y que uno

dependía del otro, incluso para su propia subsistencia.

El destino de ambos reinos estaba amenazado por estos

desencuentros y peleas.

Las palabras eran necesarias para redactar leyes, comprender,

comunicarse, aprender. Mientras que los números eran necesarios

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para realizar cálculos precisos de alimentos, precios, horarios y

distancias, entre muchas otras cosas.

No era posible separar para siempre dos aguas que llegan a un

mismo cauce. El Universo entero está construido y sustentado por

un solo reinado.

A medianoche, mientras todo el pueblo dormía, dos conocidas

sombras deambularon entre los arbustos, más los perros anunciaban

con ladridos sus presencias.

El Mensajero, alertado por estos extraños ladridos decidió

levantarse de su cama e ir a la ventana.

Descorrió las cortinas y miró, pero no vio nada anormal.

Al voltear su mirada para regresar, se produjo un crujido de

maderas, luego pasos hasta la puerta y dos golpeteos.

Caminó hasta la puerta y gritó:

- ¿Quién vive a estas horas de la noche?. Diga su nombre y

cruzará por la puerta. De lo contrario vuelva por donde vino

Estas duras palabras no amedrentaron a Aritméticus que increpó:

- Soy Aritméticus. ¡Abra la puerta, en nombre de su Excelencia,

el Rey Mateo Tercero, del Reino de Ciudad Azul, Ilustre y

Potenciado de las Matemáticas, creador de todo número hasta

el infinito!. ¡He dicho!

- ¡Vuestro Rey no es mi Rey!...camine de regreso a casa y no

vuelva a molestar. Nada se de matemáticas y no me interesa

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- Tengo un negocio que proponerle. Ganará una fortuna si

accede a mis favores. Se lo prometo. He venido desde muy

lejos para obtener su palabra

La situación económica de este Mensajero era muy mala como para

rechazar tan generosa oferta. El no saber leer, escribir, sumar,

restar o multiplicar era una desventaja en sus posibilidades de vida.

Lentamente asomó por la rendija de la puerta:

- ¿Vino solo?

- Sí, totalmente solo. No tema

Aritméticus comentó el verdadero motivo de su visita, a lo cual el

Mensajero interrogó:

- Es un trabajo difícil. Deberé urdir un plan y esto…tomará

tiempo. No es fácil entrar así como así en un castillo, sacar un

libro para llevárselo a tu Rey.

Desde otro ángulo, este insignificante trabajo podría

reportarme ganancias por el resto de mi vida.

Las cosechas han disminuido, las ventas de mi chacra se han

ido perdiendo…

- ¡No tenemos tiempo que perder!, comprenda que el Reino

peligra. El trabajo que ofrezco debe hacerse a más tardar

pasado mañana

- ¡Imposible!, me pide algo que no puedo cumplir

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32

- ¿Prefiere su pobreza e ignorancia entonces?

El trato había variado, transformándose en una exigencia de tonos

amenazantes.

Ambos se miraron, sin saber qué hacer. Las instrucciones eran

objetivas y no cumplirlas significaba un inminente fin. Lo que estaba

en juego era demasiado importante para dejarlo en estado de

pausa.

Los perros retornaron a sus lastimeros aullidos, marcando la

presencia de otro afuerino.

¡Toc…toc…toc…!, la puerta otra vez:

- ¿Dijo que había venido solo?

- Así es – respondió Aritméticus, muy extrañado

- ¿Quién vive a estas horas de la noche?. Diga su nombre y

cruzará por la puerta. De lo contrario vuelva por donde vino

- Soy Gramatilde. ¡Abra la puerta, en nombre de su Excelencia,

la Reina del Abecedario, del Reino de Ciudad Roja, Ilustre y

Potenciada de la gramática, creadora de todas las palabras

hasta el infinito!. ¡He dicho!

- ¡Esto es una broma!...o se han vuelto ustedes locos…

El Mensajero abrió la puerta de su casa, logrando que ambos

enviados se encontraran frente a frente.

Page 33: JAJARUJICUENTOS

33

- ¿Gramatilde?...¿qué haces aquí, a estas horas de la noche, en

este lugar?

- ¿Aritméticus?, lo mismo digo

Para el Mensajero estas visitas eran totalmente inusuales y percibió

en ambos el rostro de la mentira.

Gramatilde y Aritméticus mantuvieron el hermetismo de sus

verdaderas intenciones. Ninguno cedió a decir la verdad.

- He venido a hablar con mi querido amigo…de algo muy

personal. ¿Por qué no te retiras? - alega Aritméticus

- Pero él me recibirá a mí, es más importante que lo tuyo –

Sostiene Gramatilde

Entonces, los dos jalaron las ropas del Mensajero, tironeándolo de

un lado a otro.

Esta acción provocó su ira:

- ¡Basta, suficiente!, dejen sus zamarreos y digan la verdad de

una vez por todas

Los tres quedaron paralizados, mirándose en silencio por algunos

segundos, antes de proseguir o al menos intentar convencer y

aparentar.

El Mensajero comprendió el tremendo lío organizado en su casa,

provocado por esas visitas “non gratas”:

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34

- Ambos, de distintos Reinos habéis venido a pedir el mismo

favor. Esa clase de encomiendas de la cual nadie estaría

orgulloso, aprovechándose de mis necesidades.

No soy un esclavo, soy hombre libre y tengo el derecho de

negarme a participar de vuestros planes.

Coincidentemente, para sorpresa mía, vuestros reyes quieren

algo que el otro no tiene y que es de vital uso. ¿Estoy

equivocado?

Gramatilde y Aritméticus agacharon la cabeza, apenados y

avergonzados de sus gobernantes.

Meditaron ante estas sabias y sencillas palabras. Ya no fue posible

seguir mintiendo.

Sus corazones, aún tibios y sonrojados sonrieron ante la esperanza

de liberarse en sus cometidos.

- ¡Ambos se necesitan!...¡se aman!, pese a todas las diferencias

- Tiene razón, buen hombre. Desde que la Reina se fue de

Ciudad Azul, mi Rey no es el mismo. Me lo ha confesado

- ¡Y mi Reina también!. Extraña a su “Mateíto”

- ¡Pues, entonces, no hay nada más que hablar!. Dense la mano y

regresen a sus hogares

Esto no fue fácil, ya que el egocentrismo y el orgullo de estos reyes

los cegó, no aceptando ceder en sus reivindicaciones.

No quedó otra solución que urdir un plan para sorprenderlos y de

esta forma unirlos para siempre.

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El gallo cantó, anunciando el comienzo de un nuevo día. Los tres

planificaron entusiasmados esta sorpresa.

Al despuntar la madrugada, desde distintos Reinos, los Reyes

miraron al sol, aguardando ansiosos la llegada de sus Sirvientes de

confianza.

Mateo Tercero vio acercarse, entre las colinas a Artiméticus y

mandó su mejor caballo a recogerlo.

Al entrar a Palacio, Mateo preguntó, nervioso y con cierta dificultad

para hablar:

- ¿Me…has..has…tra…tra…ido…lo, lo, lo que te,te,te pedí?

Aritméticus hizo una ligera reverencia ante el Rey, tomándolo de la

mano…

- Majestad, debéis acompañarme, pronto, antes que todo el

pueblo despierte y lo vea en ese estado

- Don….don..de…has…de…de…deja…dejado el libro

- No puedo decirle su Majestad. Si queréis lo que tanto

anheláis, es imperioso que lleguemos al bosque

Sin mediar más palabras, Aritméticus y Mateo Tercero avanzaron

hacia el bosque, cada uno en su caballo.

Mientras tanto, la Reina del Abecedario esperó a Gramatilde.

También la vio llegar desde lejos, pero sale a su encuentro.

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- ¡Gramatilde!...¿Has traído lo que te pedí?, ¿cómo pudiste

conseguir la calculadora tan rápidamente?, ¡explícame!

- Todo a su tiempo mi querida Reina. Su problema está

solucionado. Debe acompañarme…ahora

- ¿Cómo?...¿qué significa esto?. Sabes que apenas puedo

caminar

- Ensillemos dos caballos y pongámonos en marcha

Cuatro jinetes y sus caballos llegaron al bosque limítrofe entre

ambos Reinos.

En forma paralela y casi al unísono, Gramatilde y Aritméticus

jugaron sus cartas, siguiendo el plan con mucha fe.

Pidieron a sus Reyes vendarse los ojos y dejarse llevar por ellos.

Aceptaron, sin disimular incomodidad y extrañeza.

En el río se dieron cita nuestros protagonistas, acercándose, paso a

paso hasta quedar uno frente al otro, silenciosos y sin la facultad

de la visión.

Gramatilde y Aritméticus no daban más de felicidad.

Contaron hasta tres y procedieron a quitarles las vendas.

Los Reyes abrieron sus ojos, la Reina emitió un fuerte grito, el Rey

resopló:

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- ¿Qué es todo esto?...dejé muy claro que no quería volver a

verte nunca más. ¡Esto es una ofensa, un atrevimiento muy

grande, Aritméticus!

- ¡Gramatilde!...ven acá. Me has engañado. Volvamos a Ciudad

Roja, pronto, pronto

Mateo y la Reina descargaron toda su ira contra sus valientes

ayudantes, soportado heroicamente posibles represalias y castigos.

Cada uno tomó ubicación hacia los costados sin decir palabra alguna.

Los reproches iban y venían. Quién lastimaba a quién era el

ingrediente principal en este juego.

Vociferaciones, increpaciones salían a relucir en medio del pacífico

bosque.

Cuando esto ocurrió, un hecho cambió el rumbo de los

acontecimientos.

De reojo, los enfurecidos reyes se percataron que Gramatilde y

Aritméticus se miraban fijamente a los ojos, tomados de la mano,

suspirando.

Esto último no era parte del plan, acaso algo espontáneo y hermoso

que coronó el cielo. El amor se hizo presente una vez más.

Detrás de un árbol, el Mensajero apareció para remarcar el acto

solemne de paz y amistad:

- ¿No les da vergüenza a sus majestades, pelear sin razonar?.

Observen aquel ejemplo. Esto debería ser el espejo donde

mirarse.

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Depongan el orgullo, vean qué cosas tienen en común y vuelvan

a dirigir un Reino feliz.

Si ustedes están felices, todos sus habitantes lo estarán.

El testimonio de este hombre sabio que no sabía leer, escribir,

sumar, restar y multiplicar los hizo recapacitar.

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Mateo y la Reina fundieron sus cuerpos en un gran abrazo.

La vida comenzó a reescribirse, sumando el perfecto país de

igualdad y oportunidades.

Esa noche, un banquete fue dado en honor de los Reyes.

Si os gustó esta historia, miren al cielo y observen la alianza que

está en las estrellas, sobre un Universo infinito e incontable se

escriben los nombres de las Pléyades y sobre éstas la figura de dos

reyes tomados de la mano.

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Page 41: JAJARUJICUENTOS

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ZUM…ZUM

Abereina es la mayor y más importante de su especie. Protagonista

absoluta de esta dulce historia.

Todos los habitantes de la colmena la saludan, rindiéndole pleitesías

y respetos.

Cuando la ven pasar, una serie de aguijones son levantados en señal

de compromiso, esfuerzo y voluntad.

Todas las abejas forman un fabuloso equipo que sorprende, gracias

a la perfecta ingeniería de las celdas de sus panales.

Abereina llama presurosa a Abejardo, un zángano dormilón y flojo

para darle instrucciones en su ausencia.

- ¡Abejardo!, no olvides limpiar la colmena y las celdas de los

bebés. ¿Entendido?

- ¡Sí Señora!...entendido

- Te pasas todo el día durmiendo, ¿cuándo aprenderás a

trabajar?

¡Debes ganar el alimento con el sudor de tus alas!

- ¡Sí Señora!

- ¡Dime Madre!

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- ¡Sí…Mami!

- ¡Eres la vergüenza de las Apis Mellificas. Nuestra producción

de miel y cera han disminuido considerablemente

Mientras Abereina llama su atención, Abejardo comienza a dormir

sin importarle las instrucciones

- …y nuestros consumidores y nuestra supervivencia dependen

exclusivamente de lo que produzcan nuestras Obreras.

Tú, como Secretario Oficial de esta Colmena entregarás un

reporte diario. ¿Escuchaste bien?

Entonces, Abereina se percata de la total indiferencia de su

Secretario que emite fuertes ronquidos.

La Reina zumba para despertarlo y continuar con su tarea

- ¡Cuentas, quiero cuentas Abejardo!.

¿Consumo de los huevos?

- Perdí la cuenta Mami

- Extracción de polen

- Ya no quedan flores en el Bosque

- ¿Producción de miel, cera, etcétera, etcétera?

- Cero

- ¡Cero!...¿has dicho…cero?

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- Cero, mami, redondito, redondito

Abereina se intranquiliza, bate sus alitas en señal de desapruebo,

adivinando un grave peligro que afectaría a toda la especie.

- ¡Es el fin de nuestra colmena!. Necesitamos más producción,

zángano flojo

- Las Obreras han buscado nuevas flores para extraerles el

polen, pero no las han encontrado – contesta Abejardo

mientras lleva una de sus patitas a un recipiente de miel para

comer

Abereina, disgustada le arrebata el recipiente y come, mientras

habla golpeadamente

- ¡No podemos darnos el lujo de comer en tiempos de

crisis!...¡necesitamos flores, flores!

Cambia el tono de sus palabras y mira fijo a los ojos de Abejardo,

sorbiendo el néctar del recipiente

- Confío en ti Abejardo. Si no hay miel…¡te vas!

Luego, entrega un gran huevo a Abejardo y ordena alimentarlo.

Abereina emprende el vuelo hacia su habitación Real, turbada por

aquellas malas noticias.

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Rápidas y Elásticas

En otro extremo del bosque encontramos a las Avispas, habitantes

de una Colonia Social e insertas en un nido, muy diferentes a las

Abejas.

Madame Von Avispuda y Avispado cantan y bailan al ritmo de una

estrofa pegajosa que las identifica

“Las Avispas somos rápidas y elásticas No queremos perdedores.

Las avispas somos las mejores No queremos perdedores”.

Se dan tiempo incluso de batirse a duelo de aguijones,

demostraciones de fuerza y habilidad, creyendo ser invencibles,

superiores a sus naturales, las Abejas.

Madame Von Avispuda planea secretamente un ataque furtivo y

fulminante, con el fin de dañar a las Abejas.

- ¡Tenemos en Jaque Mate a esas tontas Abejas!. Hemos

cortado todas las flores del Bosque para que no busquen más

el polen y de una vez por todas se vayan lejos, lejos de aquí.

No podrán aguantar más tiempo la escasez de éstas, quedando

una sola opción por cumplir

- Su retirada Madame – asiste Avispado

- ¡El Reino absoluto de las Avispas!, extendido más allá de este

aburrido valle.

Esta batalla es por el manejo de los recursos disponibles, por

el espacio y el poder de gobernarlos.

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Nada es más sublime que el sometimiento de una especie

sobre otra.

Queda demostrado que no hay lugar para enemigos naturales.

Esta brutal aseveración de Madame Von Avispuda suponía una dura

lucha, soportada por las desesperadas Abejas que veían la extinción

de su principal fuente de alimento y progreso.

Y era efectivo. Ya casi no quedaban flores en el bosque que en

estaciones pasadas se extendían sobre coloridos prados, abriendo

sus pétalos generosamente.

Un ejército de Avispas era el encargado de cortarlas desde el tallo,

derribándolas sin piedad.

El Plan

El plan maestro sería ejecutado sin más, aumentando el número de

soldados cortadores. Era hora del temido…”Plan Zum Zum” que

consistía en el arranque sin piedad de la totalidad de flores, en un

área nunca antes explorada.

Este acto dejaría además sin hogar a muchos insectos; obligados a

marcharse junto a las Abejas.

Madame Von Avispuda daba una vez más instrucciones para el

procedimiento correcto de la rutina

- Pero, Madame, las arrancaremos y volverán a crecer – inquiría

Avispado

- ¡Y tú, las volverás a arrancar, aunque sea lo último que hagas

en tu vida!.

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Desde que las Avispas llegaron a este mundo, su deber ha sido

y será derrotar a las Abejas. Ellas, son nuestras enemigas

naturales.

Ahora soldados, esperen mis instrucciones. Vamos a

alimentarnos.

Madame Von Avispuda, Avispado y todo el ejército se retiraban,

para comer y reunir fuerzas para el ataque final.

El Espíritu de Abejardo

Abejardo llegaba volando raudamente hasta la Colmena, alertando a

todos del peligro que estaba por venir.

Apenas Abereina era informada de los sucesos, un ejército de

Zánganos y Obreras tomaba ubicación en sus puestos.

Los huevos eran colocados en un lugar seguro para evitar posibles

daños frente a la terrible arremetida impuesta por las Avispas.

Las exploradoras hacían lo suyo desde la entrada de la Colmena,

obstaculizando el paso a todo extraño.

Abereina imponía el estado de emergencia, aplicable en estas

circunstancias especiales.

Por si fuera poco, debían encargarse de la vigilancia y protección de

las últimas flores del bosque que rodeaban la Colmena. Por ningún

motivo éstas debían caer en manos de las Avispas.

La tarea sería gigantesca. Las Avispas eran fuertes y muy

agresivas. No darían tregua, en su afán por conquistar.

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- ¡Todo listo mis valientes Abejas! – arengaba Abereina

Las abejas batían sus alitas emitiendo el Zum Zum característico, a

tono, para formar un sólido escudo.

Abejardo se ubicaba en la primera línea, dando el ejemplo a todos

los demás.

- ¡Ese es el espíritu que queremos, el de Abejardo! – decía la

Reina

Por fin un Zángano daba clases de valentía y lucha, aventajando

incluso a las fieras Abejas Soldado que esperaban pacientemente a

lo largo y ancho de la Colmena.

El silencio era un presagio para indicar el acercamiento de las

Avispas. El sonido del viento ululante, el arrojo de las hojas de los

árboles, la falta de croas, también eran signos conocidos por las

Abejas.

A lo lejos, un ejército de Avispas avanzaba amenazante, cubriendo

el cielo de pequeños puntos sinuosos, quebrando todo a su paso,

desolando bella la comarca.

- ¡Destruyan las últimas flores del campo! – gritaba Madame Von

Avispuda mientras volaba cerca de sus discípulos

La vista de aquellas Avispas era contundente. Rugían como motores

poderosos en una sola dirección, la Colmena.

Pensaban en ella como un botín, una vez superada la fase inicial del

choque inevitable con las Abejas.

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A toda velocidad, las Avispas entraban en la Colmena, debatiéndose

en primera instancia con osadas Abejas guerreras.

Lamentablemente, muchas de ellas perdían sus aguijones, sin

posibilidad de recuperarlos.

La escena era un impresionante despliegue de fuerzas sin ceder,

invisible, por cierto, a ojos humanos.

Madame Von Avispuda daba la orden de atacar las flores de la

Colmena, pero antes que dijera esto, Abereina se interpone,

poniendo en riesgo su vida.

- ¡No pasarás Madame Von Avispuda!, regresa por donde viniste,

nunca exterminarás las últimas flores del bosque

- ¡Eso es lo que crees Abereina!, estás rodeada. Es hora de

rendirse e irse de este lugar que ahora nos pertenece

- Las flores pertenecen al bosque, no son propiedad de las

Avispas

- ¿Quieres pelear, Abeja cobarde?. ¡En guardia!

Ambas Reinas medían fuerzas en el aire, chocando, enroscando sus

cuerpos, en una danza dolorosa.

Las Abejas miraban con desasosiego esta inútil e injusta pelea.

Abereina era azotada contra el suelo, quedando malherida y a punto

de la inconsciencia.

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Madame prepara la última carga, girando en derredor con la cola en

posición de ataque, zumbando velozmente.

Viendo esto y sin pensarlo dos veces, Abejardo interrumpe la

acción, empujando a Madame, quien se estrella contra unas celdas

vacías.

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Este acto heroico dejó muy mal al valiente Abejardo, terminando

herido justo al lado de su Reina.

Una exclamación general detuvo por instantes la batalla.

Ambas Reinas yacían en el suelo, inmóviles, con signos evidentes de

golpes y agotamiento.

La hostilidad cesó. Ambos bandos, preocupados por sus líderes

trataban de reanimarlas, sin éxito.

El pobre Abejardo había puesto su vida al servicio de la causa y era

uno de los más heridos.

Repentinamente, comienzan a caer gotas de lluvia, como un

tremendo llanto fluyendo desde el cielo disgustado.

Un milagro ocurría en aquel pequeño territorio desamparado.

Las Avispas comenzaron a refugiarse en el Panal de las Abejas,

resguardándose de la lluvia que adquiría tintes de aguacero.

El espacio se empequeñeció frente al crecimiento de la población.

Y, tal vez, por primera vez en la historia, Abejas y Avispas debían

convivir, aquejadas por una función natural.

Luego de la lluvia vendría el descanso de la tierra, el brote

instantáneo desde el subsuelo, el acomodar de las raíces, el viaje

del agua desde y hacia la superficie.

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Este era el mayor temor de las Avispas. Por más que intentaran

quitar las flores del bosque, siempre la madre naturaleza buscaría

surgir como Ave Fénix, reponiéndose infinitas veces.

Por ende, las Avispas nunca ganarían la batalla y las Abejas nunca se

irían de la Colmena.

Abereina despierta de su letargo, abre sus ojos y siente el pesado

cuerpo de Abejardo encima.

Distingue a Abejardo sin sus sentidos. Lo abraza, para darle calor y

llora por su suerte.

Él, que siempre había sido tachado de inútil ahora ocupaba un

puesto de héroe. Era el responsable por la vida de la Reina.

- ¡Vosotras, las Avispas!...cuándo aprenderán a valorar la vida.

¿Sólo les importa su bienestar?

¿Y nosotras las Abejas que nunca les hemos hecho daño?

¿Por qué somos perseguidas y maltratadas?

Miren al pobre de Abejardo que prefirió dar su vida para

salvar la mía.

¿Acaso eso no es un ejemplo de amor y humildad?

Hay suficiente espacio para todos en este bosque. Cada

especie tiene su sitial que debemos respetar y cuidar.

Las flores, esas frágiles criaturas coloridas, no sólo nos

alimentan, sino también nos protegen de las inclemencias del

tiempo. Como las habéis cortado todas, ahora, en castigo, sus

casas serán llevadas por la corriente de las aguas.

Las que se irán del bosque serán ustedes. ¿Comprenden?

El llanto ahogado de Abereina era apagado por el rugir inflexible

del viento y la lluvia inagotable.

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Madame Von Avispuda, se pone de pie, sacude su traje, las alas.

No dice una sola palabra. Ve a su ejército rendido, empapados por el

agua, refugiados en la Colmena que antes procedían a atacar.

Ahora, eran huéspedes poco gratos de las Abejas Melíferas.

Madame, no ocultó su vergüenza, pero el orgullo no la hacía

recapacitar. Era mayor.

En el exterior, la lluvia remarcaba esta moraleja, que la tierra no

les pertenecía, pero que era heredada a aquel que la trabaja con

respeto.

Madame sintió en su interior que ya era tiempo de marcharse.

Salió de la Colmena con apuro, seguida de todos sus fieles, con

rumbo desconocido.

¿Habrá aprendido la lección Madame Von Avispuda?.

Nadie lo sabe.

Lo que puedo aseverar, es que nunca volvió a atacar a las Abejas.

Finalmente, la lluvia trajo tras de sí el brote de nuevos pastos y

flores.

Gracias a las flores que no alcanzaron a eliminar, las Abejas

pudieron reconstruir la Colmena y mantener su producción de miel.

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Abejardo, recobró el conocimiento y gracias a esto pudo ser

ascendido a “Abeja-Mayor”, rango que sólo él poseía, con una

condecoración brillante sobre su pecho.

Abereina siguió con su labor, pero aquejada de un severo dolor de

alas.

Las hormigas colaboraron en la recolección de semillas, sacando

algunas de sus bodegas; esparciéndolas por todo el bosque, para el

crecimiento de flores perdidas.

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ESTRELLITA…¡CATAPLUM!

El niño Javier miraba las estrellas como de costumbre, con un

telescopio, regalo de sus padres, el día de cumpleaños número

nueve.

Era el atardecer, pero Javier terminaba de ajustar el poderoso

lente que apuntaba hacia la Luna.

Cerró los ojos para pedir un deseo y al abrirlos divisó entre dos

nubes el paso de una estrella fugaz.

- Tal vez es un pequeño cometa – pensó

El objeto luminoso había surcado los cielos, por encima de su casa,

cayendo un par de metros más allá de una alambrada.

- Puedo encontrar un meteorito – exclamó

Corrió veloz hasta un pequeño cerro que se alzaba frente al pueblo.

No pensó en sus padres, únicamente deseaba con el corazón

descubrir el objeto espacial y guardarlo en un balde metálico.

- El meteorito estará caliente – pensó

Imaginó sacando una piedra espacial desde un foso, enseñándosela a

todos sus compañeros de clase, a sus profesores…¡el gran

descubrimiento del año!.

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Sería mirado como un científico modelo, fotografiado junto al

objeto, acapararía portadas de revistas, invitado a la NASA, en

fin…un futuro brillante lo esperaba.

Caminó con su balde, silbando una canción, guiado por una humareda,

visible desde su posición.

Nada entorpeció su andar ligero entre arbustos y espinos. Escaló y

rodeó el cerro hasta bajar a una quebrada, guiándose por la señal

antes prevista.

Se acercó más y más hasta quedar a unos metros del sitio del

suceso.

Debía apurarse, ya que seguramente vendrían otras personas a

reclamar el tesoro cósmico.

Lo que vino a continuación escapaba a toda lógica, maravillando al

niño que abría sus ojos sin poder creerlo.

La estrella caída del cielo tomaba una forma muy conocida,

haciéndose perceptible a la mirada e insinuando características

similares a un humano, específicamente de una niña, casi de la

misma edad de Javier.

Ésta, brillaba en todo el contorno, dejando una estela refulgente a

su alrededor.

Javier reconoció en esta figura los dos ojos de la niña

resplandeciente, manos, cabeza, dedos, piernas, etcétera.

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Sin embargo, su colorido variaba de tonos, pasando de solferino a

amarillo, naranja y viceversa, casi como un maniquí en llamas, pero

totalmente vivo.

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Javier soltó el balde por la impresión y su sonido hizo alertar a la

“estrellita errante”.

Ambos se miraron sorprendidos, pero la estrellita hizo un ademán

identificable. Llevó uno de sus dedos a los labios e insinuó un gesto

de “silencio”.

- ¡Shhhhhh! – le dijo

Miraba hacia todas direcciones, escondiéndose de algo o alguien.

- ¡Escóndete!, pueden descubrirnos y el juego se acabaría

¿Quieres que eso pase? – dijo la estrellita

Javier, tomó esto como un signo de normalidad y junto a la

estrellita buscaron un refugio.

Curiosamente, a pesar del resplandor de aquella niña, todo lo que se

acercara a su radio no se quemaba.

Javier se agachó junto a la estrellita atrás de una roca.

- ¿A qué estás jugando? – preguntó Javier

- A las escondidas, por supuesto

- ¿De quién te arrancas?

- De mis amigas y amigos. No te preocupes, aquí nadie nos

descubrirá. ¿Verdad?

- ¿De dónde vienes?

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Estrellita apuntó hacia el cielo. Ambos miraron.

- ¿Eres una estrella fugaz?

- Sí, soy una estrella fugaz y me llamo Cataplum. ¿Tú, cómo te

llamas?

- Me llamo Javier y soy un niño terrícola

- ¿Un qué?

- Un niño terrícola

- ¿Qué es eso?

- Estás en el planeta Tierra

- ¿Dónde estoy?

- En el planeta Tierra

Cataplum no podía creer esta aseveración. Por jugar a las

escondidas con sus amigos había caído en un planeta que no le era

familiar, alejándose de su normal órbita.

- Esta no es mi órbita, me he alejado de mi casa. No medí mi

fuerza.

Ahora, ¿cómo regreso a mi casa?

- Fuiste atraída por la fuerza de gravedad de la Tierra, es muy

poderosa.

Por lo menos no te desintegraste, es lo que pasa con la mayoría

de los meteoritos

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Cataplum analizaba las consecuencias de su osadía, temiendo lo

peor; nunca regresar a su casa.

Las lágrimas de Cataplum eran pequeños carbones encendidos

desparramándose por sus ojos.

- No llores Cataplum. Sólo tienes que idear un despegue y listo

- Eso no es posible. Cuando caemos a un planeta nunca más

volvemos a levantarnos

Javier sabía, recordando una clase de ciencias, que era imposible

despegar los pies de la Tierra a causa de la fuerza de gravedad.

La única manera de ponerla en órbita sería rompiendo esta ley

natural con una fuerza opuesta, para resistirla hasta alcanzar la

estratosfera.

Javier consolaba a la estrellita, pidiendo su calma, aunque su

empatía era superior, ya que no podía imaginar estar lejos de sus

padres por mucho tiempo. Esto le recordó un urgente retorno al

hogar.

- Cataplum, debo ir a casa. Si te mantienes cerca puedo

ayudarte. Ya pensaremos en algo

- No me dejes sola, por favor. Alguien podría verme

- Sólo…¡sígueme!

La confianza y amistad que Javier daba a Cataplum era suficiente

para crear un lazo de unión.

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La tarde daba paso a la oscuridad de la noche en medio de

escarpados cerros y laderas, iluminadas por la piel brillante de la

estrellita.

- Esa es mi casa. Aquí vivo. Puedes quedarte bajo ese antiguo

pozo de agua. No es muy profundo ya que mi Papá lo cubrió

hasta la mitad.

Estarás a salvo, hasta mañana.

Cataplum agradeció a su amigo la ayuda. Entró al pozo que luego fue

cubierto por un latón.

Los padres de Javier reclamaban a viva voz la falta cometida de

salir sin consentimiento. Él, trató de explicarles lo sucedido, pero

fue en vano.

- No me creerán, aunque les diga la verdad – pensó

Se acostó en su cálida cama, pero antes su Mamá, como era

costumbre, le leyó un cuento.

- Mamá, ¿tú, me crees?

- Mañana hablaremos de eso. Tienes una imaginación muy

desarrollada.

Ningún telescopio puede atraer a una estrellita fugaz a la

Tierra, es imposible.

- ¡No fue el Telescopio, Mamá!. Ella se llama Cataplum y está

perdida. Jugaba a las escondidas y se alejó de su órbita.

- ¿Ves lo que sucede por desobedecer a sus padres?

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62

- ¡Entonces me crees!

- No quiero decir eso, es figurativo nada más

- ¡Me crees!

- Mejor, vamos a dormir. Mañana saldrás a jugar y verás que

todo fue producto de tu imaginación

Javier dudó por algunos segundos, pero todo era tan nítido, tan

real, que era imposible el descrédito.

Mamá comenzó a leer un cuento. Javier cerró los ojos y durmió.

Mientras tanto, Cataplum intentaba conciliar sus pensamientos,

sintiéndose culpable, deseosa de ver a sus padres, a sus hermanos y

amigos que estarían buscándola por todo el cinturón de asteroides.

Descorrió la lata que cerraba la entrada del pozo y miró las

estrellas. Vio pasar a otras estrellitas fugaces como ella, rayando el

cielo con sus estrellas precipitadas.

Sintió un ahogo morando sobre su pecho ardiente al saber que su

vida corría peligro. En menos de setenta y dos horas sus llamas, su

brillantez se apagarían para siempre, quedando como una roca dura,

gris y sin existencia.

Un Policía Espacial

A varios kilómetros de ese lugar, otro fenómeno ocurría,

indiferente a los ojos de todo el pueblo que descansaba bajo el

manto de la noche.

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63

Una nave espacial aterrizaba y de ella descendía una figura,

vistiendo un traje platinado con un casco rojo terminado en dos

antenitas, botas azules y lentes oscuros proveídos de una cámara

especialmente diseñada para ver en la oscuridad o captar indicios

de luminosidades estelares.

Su misión era encontrar la estrellita perdida y llevarla a su hogar,

poniéndola en órbita.

La tarea no sería fácil pues no tenía muchas coordenadas,

exceptuando el manejo de sus sensibles instrumentos sofisticados.

Bajó de la nave y comenzó el rastreo de la estrellita.

Esta búsqueda era secreta, ningún humano podía verlo, por eso

prefirió una caminata sigilosa valiéndose de árboles, arbustos y

piedras para esconderse.

Su trabajo era uno de los más importantes. Debía velar por la

seguridad de todos los objetos espaciales que circulaban libres por

todo el cinturón de asteroides, desviándolos hacia su lugar habitual,

encaminándolos y evitando que éstos se cruzaran con la Gravedad

de los planetas del sistema solar.

La búsqueda

Apenas hubo amanecido, Javier se apronta a vestirse y probar su

desayuno.

Los días de vacaciones estaban por llegar a su fin y este hecho le

permitía tener más tiempo para el juego, pero obedeciendo ciertas

reglas impuestas en la casa.

Page 64: JAJARUJICUENTOS

64

Mamá lo inculca a ordenar su habitación para obtener el permiso

correspondiente.

- Javier…¿hiciste tu cama?, ¿ordenaste tus juguetes?

- Sí Mamá. ¿Puedo salir a jugar?

- Está bien, pero no te alejes demasiado. No quiero que se

vuelva a repetir lo de ayer. ¿Entendido?

Javier asentía y corría hasta el pozo para ver a su amiga Cataplum.

Al llegar notó que el latón no sellaba el pozo y que Cataplum no

estaba allí.

- Mamá tenía razón. Todo fue un sueño – analizó

¡Pero…no!, un rastro de quemazones circundaba el sitio del suceso,

unas pisadas se dirigían hacia los cerros.

Las siguió, pero de repente éstas no continuaban, como si la

estrellita hubiese conseguido volar.

La llamó repetidamente, pero nada pasó.

Se sentó sobre el pasto y meditó:

- Es imposible de creer, pero estrellita consiguió el vuelo.

Ahora, debe estar en su órbita.

Siento alegría por ella, era injusto que estuviera más tiempo

en un planeta desconocido.

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Miró hacia el cielo y vio pasar una nave espacial que aterrizaba a

escasos metros de él.

Corrió vigilante hasta la nave hasta encontrarse con el conocido

Policía espacial.

La tecnología les permitió comunicarse. Un traductor de mundos

contenía la información de este idioma.

Javier no sintió miedo, presintió que el arribo de esta nave estaba

relacionado con Estrellita.

- Vengo en paz.

Eres clasificado como un niño, por lo tanto no temo y se que

tampoco me temes. ¿Por qué?

- ¿Usted busca a Cataplum?

- ¡Exacto!...¿la has visto?

- Sí, sabía que era verdad.

Anoche, cerca de este cerro cayó a toda velocidad.

También la busco. La dejé oculta, en mi casa, pero

desapareció.

- Mis instrumentos ópticos detectan rastros de polvo cósmico.

Eso muestra que has tenido contacto con ella.

Vamos al lugar del encuentro.

Javier y el Policía recorrieron y buscaron, pero nada hallaron. Las

pistas no servían de mucho.

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- Es vital que demos con su paradero. Le quedan pocas horas de

vida. Cataplum se apagará en esta atmósfera adversa.

Subieron a la nave. Javier no podía dar crédito a sus ojos, pronto

estaba a bordo de una máquina voladora que no era de este planeta.

¡Gran historia!, pensó, pero luego observó el interior, prácticamente

tapizado de instrumentos desconocidos, sofisticados, modernos.

- ¡No toques nada! – le dijo el Policía

Además, indicó que se sentara y mirara por una ventana, avistando a

la errática estrellita. Sería un trabajo en equipo. Esto, lo llenaba de

orgullo, jamás pensó, en su vida, ser parte de una persecución,

transportándose en una nave alienígena.

El despegue fue muy suave, casi imperceptible, ascendiendo a una

velocidad difícil de calcular, pero en cosa de segundos volaban de

una manera invisible, confundiéndose con la forma de las nubes.

- ¿Ves algo, niño?

- No, todo pasa muy rápido, señor

- Ponte estos lentes. Te permitirán ver con mayor nitidez y a

velocidad normal. Usamos esta forma de pilotaje para evitar

ser descubiertos

Javier se puso los lentes y comenzó a distinguir el relieve a muchos

metros de distancia, pero era difícil acostumbrarse a ellos.

La nave giró en varias ocasiones, perdía altitud, maniobraba tras

una nube, a ras de suelo, grácil. La sensación era única e irrepetible,

un prodigio del avance tecnológico.

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67

De pronto, divisaron un camión que en la parte trasera de su

carrocería expelía chispas, saliendo por una de sus ventanas

descubiertas y entre las rendijas del acoplado.

- ¡Es ella!...¡estoy seguro! – decía el Policía

Bajaron y se mantuvieron encubiertos atrás del camión mientras

pensaban en la manera de rescatarla.

¿Dónde era llevada Cataplum?, ¿quiénes eran sus captores?.

La solución a este enigma no podía esperar más. El Policía manifiesta

una decisión radical, la cual es comunicada a su Copiloto, Javier:

- Tendré que romper el código de seguridad y protocolo que

establece la Federación, pero dada las circunstancias, es

importante y merece el riesgo

- ¿Cuál es esa regla? – preguntó Javier

- Aterrizaré frente a ese camión, aprovechando el camino

desierto y dejaré que estas personas me vean

Javier, recordó todas aquellas historias fantásticas de seres

extraterrestres, bolas de fuego, luz con formas circulares,

pequeños hombrecitos con forma de reptil y ojos grandes.

La nave se adelantaba, después dejaba de moverse. Toda la cabina

se iluminaba, destellaba por dentro y por fuera, girando un disco

plateado en su exterior, levantando polvo al aterrizar frente al

camión.

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Los hombres que iban al interior de éste, quedaron perplejos. El

miedo se apoderó de ellos. Comprobaron que los instrumentos del

camión no funcionaban, deteniéndose contra su propia voluntad.

El Policía le dijo a Javier que se quedara al interior de la nave,

observando, sin tocar ningún instrumento.

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El Policía se acerca a los hombres casi paralizados e impresionados

por tan repentina aparición que no relacionaban con el rapto de la

Estrellita.

Sin tiempo para reaccionar, una luz incandescente bañó toda el

área, deteniendo todo el movimiento natural de las cosas,

congelando con un aparato parecido a un control remoto y a

voluntad la escena.

El Policía camina decididamente hacia la parte posterior del

acoplado.

Con fuerza sobrehumana dobla las dos pesadas puertas metálicas,

dejando libre a Estrellita Cataplum que lloraba contenida,

expresando felicidad al ver a su héroe.

Al tocar tierra, estrellita se desploma, débil aún por la falta de

aire, espacio y energía.

El Policía la conduce a su nave y mientras caminan un rastro de polvo

ceniciento augura un regreso sin mediar trámites.

Javier, que ha sido testigo del procedimiento, no retiene sus

emociones y llora continuamente junto a su querida amiga.

- No te preocupes por ella, niño. Ella estará bien. Se recuperará

cuando lleguemos a la estratosfera.

Está agotada y estoy seguro que el único deseo es volver a

encontrarse con sus seres queridos.

No te pongas triste. Debes estar orgulloso por tu desempeño,

valentía para colaborar en esta búsqueda.

- Ha sido la mejor aventura de mi vida, señor Policía.

Le contaré esto a mis padres.

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- ¿Crees que ellos atenderán tu historia?

- No, pero es mejor decirles la verdad

- Tengo la solución para esto. No nos tomará mucho tiempo.

Cataplum era recostada en una camilla iluminada y conectada a

máquinas recuperadoras de vitalidad.

Cuando la nave ascendió, las personas volvieron a recuperar su

movilidad, pero…no recordaban nada de lo sucedido.

Javier dio un último vistazo a Estrellita a través de un ventanal y se

preparó a bajar de la nave.

- ¿Y, bien, Javier?. ¿Esa es tu casa?

- Sí y aquellos son mis padres. Deben estar muy intranquilos por

mi ausencia. Me van a castigar

- ¿Y si les dices que saliste a dar un paseo en una nave espacial

- Es inútil, no me creerán

Fue entonces cuando ocurrió lo inexplicable.

Los padres de Javier mirando al cielo fueron testigos de cómo

aterrizaba aquella nave en el patio de la casa.

Una escotilla servía como rampa para abrir paso nada menos que a

su propio hijo que movía sus manos en señal de aprobación y

despedida.

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- ¿Ahora me creen?

Como es de suponer, los padres le hicieron muchas preguntas y

Javier las respondió todas, al menos lo vivido y aunque el Policía

había roto algunos protocolos, cumplió con su misión.

Cataplum regresaba a su hogar, prometiendo nunca más alejarse de

su órbita, recordando los consejos que acababa de ganar.

A la noche siguiente, Javier y sus padres salieron a mirar el cielo

despejado y vieron pasar una estrella muy particular que dejaba en

su estela un halo multicolor, diferente a todas las otras.

Ella, era Cataplum.

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DOÑA SUCIEDAD Y CHONCHON S.A.

Un gran basural se alzaba sobre extensos terrenos, en las afueras

de la Ciudad.

Desde la carretera era posible divisar inmensos pináculos o cerros

de desperdicios de la más variada procedencia, mezclando todo

heterogéneamente, uniendo materiales orgánicos e inorgánicos,

recolectados y apilados durante largos años.

Para la Ciudad, este vertedero representaba un logro moderno. Los

habitantes pagaban por el retiro de sus sobras domiciliarias a una

Corporación legalmente constituida, que poseía el capital (dinero)

necesario para desplazarse por toda la urbe, en camiones al estilo

de contenedores, todos los días del año.

El problema, que nadie quería remediar, era la constante falta de

espacio de almacenamiento y orden de esta basura.

La Ciudad crecía a niveles incontrolables. Cada mes eran

proyectados nuevos edificios y proyectos inmobiliarios, con el fin de

sostener a una población que demandaba mayores necesidades.

Por lo tanto, el aumento de basura hacía presagiar lo peor y esto a

nadie le importaba.

Subsistía en medio de la metrópoli una franja de parque minúscula

en comparación a todo el conjunto de concreto y fierro, planificado

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74

por urbanistas y arquitectos, convencidos de las ventajas creativas

y económicas de estas mega-estructuras.

La Corporación “Basuras Anónimas Incorporadas”, era dirigida por

una dama muy elegante. Pocos conocían su verdadera identidad, su

nombre era sinónimo de misterio y poder.

Nadie interfería en sus negocios lucrativos, sólo importaba el fin,

que era deshacerse de la basura lo más rápido posible.

Pero esta industria peligraba al no poseer nuevos territorios

adaptados para verter los desperdicios.

Se esperaba que en el plazo máximo de una semana, el vertedero

cerrara sus puertas para siempre, por haber alcanzado el límite de

tolerancia y capacidad operativa.

En todos los rincones le eran negados los permisos para trasladar su

empresa. Absolutamente nadie quería un basural cerca de sus

elegantes y bien decorados edificios.

Por el contrario, la producción de contaminación no paraba.

La crisis que estaba por venir era inminente si no se resolvían a la

brevedad.

La llegada de Chonchón

Cierto día, una sonajera descomunal interrumpió el normal trajín de

los habitantes.

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Vieron desplazarse a desacostumbrada velocidad una limusina de

color marrón con sus vidrios polarizados, emitiendo rugidos

exagerados provenientes del gran motor, casi como un espectáculo

circense de mal gusto, expeliendo un olor nauseabundo. Poderosos

golpeteos salían de la cajuela, humos negros eran despedidos de dos

tubos de escape, cubriendo la carrocería casi por completo.

La limusina se detuvo frente al parque donde curiosas miradas

siguieron el andar de un curioso personaje “rechoncho” vestido con

elegancia, pero de tonos desperfilados y coronados por un sombrero

de copa, pasado de modas.

Camina fuera del vehículo, pisando el césped con propiedad y

arrogancia.

Los niños dejaron de jugar, intimidados por aquel espectro con

rostro de “chancho”.

Los presentes, notaron que mientras comía un bocado, lanzaba al

suelo un envase de dulce, luego uno de chocolate y dos cáscaras de

bananas.

Luego rió pesadamente frente a los niños y escupió.

- ¡Hermoso parquecito este!... tendré que ajustarlo a mis

medidas.

El mercado pagará muy bien por este…futuro chiquero

despampanante.

Uno de sus colaboradores le pasó un maletín repleto de planos y

papeles. Algunos cayeron y otros volaron por los aires.

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- ¡No importa, dejen que esos papeles vuelen!, tengo más copias

en el auto

Llama a otro de sus ayudantes, pidiendo opiniones técnicas:

- ¿Este terreno, resistirá el asfalto?

- Sin lugar a dudas, es un suelo firme, compacto, donde drenará

muy bien el desagüe y contendrá los tubos que unirán a futuro

las plantas productivas con la Terminal, la matriz mayor con la

matriz menor

Esta noticia pareció gustarle al personaje que lanzó una risa

potente y desaliñada, falta de gracia, casi enfermiza.

Todos suben a la limusina parsimoniosos con rumbo…conocido.

Doña Suciedad

La siguiente parada eran las oficinas centrales de “Basuras

Anónimas Incorporadas”, un búnker corporativo ubicado al costado

del relleno de basura.

- ¿Quién es usted? – preguntó uno de los guardias al personaje

- Soy Mister Chonchón y buscó a la dueña de este hermoso

lugar – dijo, al bajar el vidrio polarizado

- La dueña de este recinto no permite visitas sin previo aviso.

Lo siento, dudo que pueda recibirlo

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- Ella me recibirá con los brazos abiertos. Dígale que Mister

Chonchón ha llegado. ¡Anúncieme como es debido!

El guardia dudó por algunos segundos, pero al percibir la elegancia

de todo el aparatado estacionado, concluyó dejarlo pasar.

Un largo camino se extendía desde la entrada principal hacia la

mampara lustrosa del hall, decorada con macizos motivos de

animales labrados en granito y mármol.

Pese a todo, Chonchón en conminado a detenerse. Un guardia mayor

lo induce a devolverse.

- Lo siento señor, tenemos órdenes expresas de no dejar pasar

a desconocidos. La Señora no desea ver a nadie.

- Bien. No veo por qué tanto protocolo con mi honorable

persona.

Dígale a su Jefa, que me iré en el acto, pero ofreceré el

negocio de las cien hectáreas a mejor postor. ¿Entendió?

El guardia mayor asiente, sin retroceder, mirando fijamente al “non

grato” personaje.

Chonchón, dio media vuelta, pero antes de llegar a la salida, una voz

conocida se escucha:

- ¡Alto!. ¿A quién debo esta ilustre visita?

Chonchón, emite una leve sonrisa de triunfo. Giró quedando frente a

la Dama.

- Chonchón mi queridísima Dama.

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- No es necesario que regrese a sus negocios. ¿Entiende,

verdad?.

Me mantengo alejada de los curiosos, no es nada personal.

Usted, es una de las pocas personas que conoce mi verdadero

rostro.

- Es un rostro verdaderamente bello, natural y olfativo

- ¿Dijo usted, olfativo?

- Sí, el negocio de la basura es muy, pero muy olfativo.

La basura huele a dinero y eso cuenta para mí.

A continuación subían hasta el último piso, lugar donde se

encontraba la oficina general, impenetrable a todo el mundo.

Estando una vez en este lugar, le pide a Chonchón discreción total,

comenzando por sus empleados que debieron esperar afuera.

- ¿Se sirve algo, Mister Chonchón?

- Gracias, mi bella Dama. Con un vaso de agua. Basta

- Que modesto es usted

- Así es. Soy fiel a mis principios. Los negocios deben ser

transparentes como el agua

- ¡Bella metáfora!

- Como el progreso

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- ¡Como el progreso!

- ¿Cómo debo llamarla, mi bella Dama?

- Ahora, que estamos en privado, puede llamarme…”Señora Suciedad”

Esta señal de confianza dio el pie para un tipo de conversación más

distendida.

- He venido a ofrecerle un trato – replica Chonchón

La Señora Suciedad intuye la proposición, basada en el interés por

obtener a toda costa una nueva propiedad.

- Como iba diciendo, tenemos un interés común. Yo, crezco hacia

arriba y usted…hacia abajo. ¿No le parece paradójico?

Señora Suciedad, sin interrumpir, escuchó atentamente cada

palabra de Chonchón.

- Ambos, necesitamos de esa delgada pero apetitosa franja

verde que se proyecta por el centro de la ciudad. Territorio

virgen e inexplorado, mal ocupado, por cierto. No es posible

que sea donado generosamente a niños ociosos que sólo saben

jugar, mientras crece en la población un sentimiento por el

progreso y el almacenaje de la basura.

- Siga, continúe, por favor

- Mi Doña Suciedad, usted posee el único lugar para botar la

basura derivada de ese progreso. Usted, libera culpabilidades,

las transforma en soluciones.

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A nadie le importa cómo, dónde, cuándo sus deshechos son

eliminados. Caso contrario, tendríamos que luchar y pugnar por

una batalla muy dura en las calles.

La raíz de esta alianza es unirnos en pro de estos principios.

Usted, tiene la infraestructura y yo, el capital.

Pronto, seré dueño de esa franja verde y construiré hermosos

edificios de concreto, fierro y cristal. Además, levantaré una

fábrica de plutonio.

¡Aquí, entra usted!...

- Siga, siga

- Dividiremos la franjita en dos. De la mitad para allá, fábricas,

edificios y plutonio. De la mitad para acá, basura, depósitos

y…lo más importante, su experiencia contribuirá a crear redes

y canales para el desecho resultante de todo esto.

La basura de mis cloacas, alcantarillados y recipientes irá a

parar justo a su lado. Negocio redondo, ¿qué opina?

Señora Suciedad cayó rendida frente a la batería de argumentos y

“creatividad” de Chonchón. Suspiró.

- Llamaremos a nuestro “nidito”…”Lluvia Ácida Incorporated”

- ¡Hermosa lluvia verde!

Los dos personajes rieron, imaginando este plan. Estaban hechos el

uno para el otro; progreso-basura, basura-desechos tóxicos.

Juntos, manejarían la totalidad de este negocio, impondrían sus

pareceres y estilo de vida a todos los demás.

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El comienzo del fin

Cierto amanecer llegaron las máquinas retroexcavadoras, las grúas,

los camiones y demás.

Avanzaron por la calle principal, dando la impresión monstruosa de

brazos y cuchillas metálicas junto a cabezas robóticas

destructoras.

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El chirrido metálico era poderoso. Paralizó toda la actividad

productiva, aunque nadie sabía exactamente las razones de esta

procesión.

La gente escuchó rumores del levantamiento de nuevos edificios

dotados de estacionamientos, pero nada más.

Cuando llegaron a la plazoleta principal, un grupo de niños debió

protegerse y quienes pasaron por allí presintieron un serio peligro.

Cuadrillas de hombres vestidos de amarillo portando palas, chuzos,

picotas, cascos descendieron de los camiones, tomando ubicación a

lo largo y ancho de la franja verde.

El parque quedó a merced de cientos de trabajadores organizados.

Ocurrido esto, la limusina marrón de Chonchón se acercó al punto

principal de las operaciones, junto a la Señora Suciedad.

Miraron los planos una y otra vez, analizando cada detalle.

Bajaron del vehículo, escoltados por diez fornidos hombres-

guardaespaldas.

- ¿Bien?, ¿por dónde comenzamos?

Señora Suciedad señaló con el dedo un conjunto de columpios y

juegos infantiles.

- Okay. Acabas de señalar el punto cero de la operación. En ese

sitio será instalada la unión de las tuberías de drenaje

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Chonchón ordenó a una cuadrilla de trabajadores acercarse al

cuadrado señalado. Éstos, alistaron las herramientas para cumplir

con el mandato simbólico que daría comienzo a las faenas oficiales.

La primera horadada era ejecutada con prisa, la segunda, tercera y

cuarta con eficacia.

Al cabo de quince minutos podrían notarse algunos hoyos simétricos

alrededor de los juegos.

Los aplausos no se hicieron esperar. Era el comienzo de un camino

hacia la primera piedra que modificaría para siempre la Ciudad.

Después de esto, nada volvería a ser lo mismo, no había marcha

atrás.

A muchos, les agradaba la idea de contar con mejores edificios, a

otros disfrutar de los beneficios de una nueva planta receptora de

basura, pero nadie conocía las intenciones de inaugurar una planta

para el tratamiento de Plutonio y quizás…otras cosas más.

La faena se siguió con estricto rigor hasta finalizar con todo el

terreno alisado, sin las estructuras que en otrora albergaran juegos

infantiles.

Árboles fueron arrancados de raíz, bancas, césped, todo terminó

convertido en una serie de hoyos, montones de tierra y piedras.

Nadie pudo impedir tal acción. Aquellos que pasaban por allí

simplemente quedaban perplejos.

Muchos observaron desde las ventanas de los edificios o desde el

interior de sus autos.

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El fin del comienzo

Frente a esta oleada de “progreso”, un milagro comenzó a gestarse

desde lo alto.

La primera gota de lluvia cayó y las demás esperaron su turno para

transformarse en un tremendo aguacero que empapó los planes. Una

tras otra desfilaron velozmente, resbalando, mojando todo a su

paso. Granizos golpearon como afiladas piedras el techo de los

contenedores y demás vehículos de carga. La limusina no alcanzó a

moverse y sufrió aquel embate feroz.

Todos los asistentes corrieron a refugiarse, extrañados de tal

fenómeno climático en plena estación estival.

Relámpagos cruzaron de extremo a extremo con estelas palpitantes

y refulgentes, acrecentando la incertidumbre y aguando

definitivamente el plan maestro.

Pasada media hora, la excavación se convirtió en lodo, resbaloso,

traicionero.

- ¡Esto no estaba en los planes, mi bella Dama!

- No, mi estimado Chonchón. Regresemos mañana, cuando haya

escampado este desagradable fenómeno y este lodazal

afirmado

Un milagro ocurrió, pero era sólo la excusa perfecta para llamar la

atención de toda la ciudad que pudo definir el contraste entre

pasado, presente y futuro.

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Las máquinas eran dueñas del entorno, ya nada podría quitarlas.

Ninguna fuerza en el mundo era capaz de enfrentarse a toda esa

unión de poderes, liderados por el dinero que Chonchón había

puesto sobre la mesa.

Los niños, al llegar a sus casas comenzaron a preguntar a sus

padres, por qué habían permitido la destrucción del único lugar que

contaban para jugar en toda la ciudad.

Los padres, no sabían qué responder. Se habían habituado al

despegue económico y sistemático del progreso, gozando del

privilegio de habitar lujosos y acomodados departamentos, oficinas

y casas.

“Es el costo del bienestar”, decían algunos, pero otros, no

conformes, comenzaron a sentir una honda culpa.

¿Era justo el sacrificio?. No, no era justo.

Más que Ciudad, lo construido parecía más una Ciu-ciedad, liderado

por el gran Consorcio de la basura y el progreso.

Las lluvias continuaron ininterrumpidamente durante una semana,

las calles estuvieron intransitables.

Esto obligó a cerrar escuelas, puentes y adoptar planes de

contingencia, pues muchos de los sumideros no resistieron la

crecida de los caudales de agua.

El río principal se desbordó y transformó toda la avenida principal

en un nuevo lecho, llevándose consigo a muchas de las maquinarias

estacionadas.

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Para Chonchón y Señora Sucia, esto era un verdadero desastre

económico, un revés difícil de sobrellevar.

La otra arista de este “desastre”, era la imposibilidad de retirar la

basura de las calles y la saturación de su recinto para almacenarla.

La Señora estallaba en cólera, culpando a su socio por haber traído

“mala suerte” a su negocio.

- ¡Llevamos más de una semana encerrados en este lugar!. ¿Qué

vas a hacer al respecto?

- ¿Yo?, pero si no tengo la culpa de esta aguada

- Sí, eso veo. Puedes comprar todo lo que quieras, invertir tu

dinero en todo lo que te apetezca, pero no te sirve de nada si

no puedes comprar la naturaleza

Esto último fue el colmo para la simple y distorsionada lógica de

Chonchón, pues la Doña tenía la razón. El dinero no podía comprar

siquiera un rayo de sol.

Si bien ellos tenían sus planes bien escondidos, la naturaleza

preparaba lo suyo.

Las lluvias siguieron por una semana más y ya todo era caos en la

Ciudad. Todo estaba inservible.

Las calles comenzaron a heder y esto molestó a sus habitantes que

se las ingeniaron para deshacerse de sus desechos domiciliarios.

Comenzaron a separar sus basuras en distintas clases de

materiales, dependiendo si éstos eran orgánicos o inorgánicos.

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Pronto, comenzó a correr la voz de “Reducir, Reutilizar y Reciclar”, o más conocidas como “Las Tres Erres”.

Cada vez que consumían algún producto, inmediatamente era

separado en recipientes especiales.

Latas de bebidas, vidrio en uno, en otro papeles y cartones. Las

cáscaras, por ejemplo de papas o tomates, tallos, iban en una

cajonera. Este método venía muy bien para quienes poseían un gran

patio ya que simplemente haciendo un hoyo en la tierra, apilando los

desechos orgánicos, oreándolos cada cierto tiempo, fabricaban un

estupendo abono orgánico.

Los ciudadanos descubrieron las perdurables ventajas de reciclar,

recordando las “Tres R”.

Esto, llegó a oídos de la Corporación, causando pánico, activando una

baja en el valor de las acciones. Ya no era atractivo y rentable el

negocio antes floreciente del botadero.

- ¡Tres Erres!...¿quién inventó todo eso?. ¡Es una calumnia!,

¡pamplinas!, la ciudad me necesita. Ellos, no son nada sin mí.

Vendrán, clamarán, pedirán por favor que les envíe más

camiones, pero…a cambio, ¡doblaré la tarifa!. En castigo

pagarán más por este gran error.

Chonchón, cansado de escuchar los berrinches de su “socia”, decidió

marcharse, explorando mejores perspectivas y rumbos para invertir

su dinero.

La lluvia cesó. El sol dejó entrever un segundo milagro. Todo estaba

cubierto de una delicada alfombra de pastos y flores multicolores.

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El basural no escapó al milagro y se tornó en un policromo espacio,

agradable a la vista.

Este período de prueba, había servido a los habitantes para

recapacitar y generar recursos con el reciclaje de la basura,

aplicando siempre las mágicas “Tres R”.

No existe mejor epílogo para esta historia.

La Señora Suciedad debió cerrar la Corporación, el negocio fue

clausurado por falta de liquidez y escaso interés de inversionistas

de seguir invirtiendo, ya que todos reciclaban sus desechos.

El basural se transformó en un parque modelo, rodeado de boscosos

árboles, todo muy verde, con senderos para caminar y correr.

De Chonchón, nada se supo.

Si saben algo de él…¡deténganlo!. Es el mal progreso, llegando en una

elegante limusina.

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LAS MENTIRAS DE LALA

Lala ha comido muchos dulces y su Mamá dice “¡Basta!”, es

suficiente por hoy.

Le explica que no es bueno comer más de la cuenta porque puede

enfermar del estómago.

Los dulces en grandes cantidades no son saludables ya que además

contribuyen a la aparición de caries, dañando los dientes.

Mamá guarda el frasco de vidrio con todos los dulces en la alacena.

Lala llora y no comprende estas razones.

Lala está muy triste, Mamá muy molesta con la actitud de porfía de

su hija.

- Has comido veinte dulces. Por tu bienestar es bueno que

entiendas.

Ahora, quiero que laves tus dientes y hagas las tareas del

colegio

Lala se cruza de brazos, frunce el ceño y desobedece ciegamente.

Mamá insiste, pero Lala no cede en sus demandas.

Este comportamiento sólo significaba una cosa, el riesgo de ser

castigada, sin comer dulces por el resto de la semana.

Lala no correría este riesgo. Sabía muy bien que desobedecer era

malo y que su Mamá…tenía la razón.

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Sube a su habitación y cierra la puerta.

- ¡Primero cumple tus deberes, luego puedes salir a jugar!.

¿Entendido?

- ¡Sí Mamá! – dice Lala refunfuñando

Abre sus cuadernos y comienza a repasar las materias. Toma un

lápiz, escribe, borra, escribe, borra y dibuja.

Mira desde su ventana el andar de las personas, el paso veloz de los

vehículos, la cantidad y variedad de colores, texturas, formas de

este espacio escénico, extendiéndose por anchas cuadras, creando

callejones, pasajes, parques.

En un momento de distracción, tomó su lápiz especial de dibujo y en

una hoja en blanco comenzó a dibujar toda la escena que veía a

través de la ventana, desde el segundo piso.

Trazó líneas rectas, paralelas, rayó sombras, bosquejó siluetas,

objetos y finalmente…personas.

El cuadro era una especie de proyección dimensional, percibido

gracias al sentido de la vista.

Al colorear el boceto notó dos figuras muy particulares. Lala no

recordaba haberlos dibujado.

Contrastó su creación original con la realidad, mirando el papel y la

calle.

- No recuerdo haber dibujado a estas dos personas – pensaba

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En el dibujo aparecían dos elegantes individuos vestidos de blanco;

una señora y un caballero.

Tomó su goma de borrar y la deslizó por la hoja de papel hasta

hacerlos desaparecer por completo.

Lo curioso fue que al mirar nuevamente por la ventana hacia el

exterior, estas dos personas…ya no estaban.

No prestó mayor importancia, colocando su obra de arte en la

pared, pegada con cinta adhesiva.

Bajó por las escaleras y avisó a su Mamá:

- Mamá…¿puedo salir a jugar al parque?

- ¿Hiciste tus tareas, Lala?

- Sí, todas. ¿Puedo?

- Como siempre. Ten cuidado, donde pueda verte.

De esta manera, Lala corrió hacia el columpio y comenzó la rutina de

impulso y balanceo, yendo y viniendo de un lado a otro.

El parque estaba vacío, sólo ella jugaba muy animada, dejándose ver

desde su casa, distante pocos metros de los juegos.

Toma impulso con todas sus fuerzas, haciendo gala de destrezas y

el columpiarse se transforma en un poderoso motor que da rienda

suelta a su imaginación, sintiendo el abordaje en una verdadera nave

espacial.

Page 93: JAJARUJICUENTOS

93

Repite la operación varias veces, contando desde

10…9…8….¡despegue!.

Inesperadamente, detiene “en seco” su columpio y vuelve a ver a

estas dos personas que la miran.

Cruzan la vereda hasta llegar al lado de Lala.

Ambos, albos e impecables, más parecen vendedores de productos

para la limpieza que seres comunes y corrientes.

- ¿Lala?...¿eres Lala? – dice la señora

Lala, creyó estar en un sueño. Sin embargo, responde atenta:

- Sí, soy Lala. ¿Quiénes son ustedes?

- No temas, hemos venido a ayudarte. Me llamo Blanca Piadosa y

él es mi ayudante…

- …Piadoso, para los amigos – contesta

- Ahora que nos conocemos, hablemos pues de ese…problemita

tuyo

- ¿Cuál?, mi Mamá dice que no hable con desconocidos – dice

Lala

- ¿No tienes problemas?

Lala piensa, cuál es “ese” problema al que Blanca Piadosa se refiere,

pero no lo encuentra.

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- No, no tengo problemas

- Todos en esta vida tenemos problemas, ni querida niña.

Algunos cargan grandes problemas, otros…pequeños e

insignificantes problemas. Esto nos hace vulnerables.

Las soluciones no son fáciles de conseguir y por esta razón

muchos acuden a nosotros. ¿Verdad, Piadoso?

- Sí. Damos consejos sin importar a quién, ni cómo, cuándo o por

qué.

Viajamos por todo el país buscando esos “problemillas” para

aconsejar y resolver

Lala no sabía que responder, creyó estar en presencia de dos

charlatanes, pero muy serios y profesionales.

Piadoso abre una maleta, saca un papel y se lo entrega a Blanca

Piadosa.

- Tu expediente dice claramente, que sufres por no poder

comer todos los dulces que deseas

- ¡Es verdad!, ¿cómo lo sabe?

- Es secreto profesional – murmulla Piadoso

- ¿Qué piensas hacer al respecto?

Lala recuerda las palabras de su Mamá:

- Mi Mamá dice que no es bueno comer más dulces de la cuenta.

Si desobedezco enfermaré y se caerán todos mis dientes

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- ¡Falso!. Todos los niños de este mundo tienen derecho a comer

los dulces que quieran. La felicidad está en riesgo.

¿Esto te hace enojar?

- Bueno, no, sí, no, sí…¡Sí!

- ¿Por qué comer sólo uno, dos o diez?...¿Por qué no comerlos

todos de una vez, para tener más al día siguiente?

¿Por qué compartirlos si puedes comértelos tú, sola?

Blanca Piadosa dio una docena de argumentos, intentando convencer

a Lala.

- ¿Quiere decir que mi Mamá está equivocada?

- ¡Más que eso mi niña!, ella te ha ocultado la verdad.

¿Sabes que hace ella cuando no estás en la casa?

Lala se inquieta y sólo escucha.

- ¡Se come tus dulces!. Los quiere para ella

- ¡Mi Mamá no haría eso!

Y sale al ruedo Piadoso que anima más la conversación.

- Sabes el lugar donde tu Mamá guarda los dulces. Puedes tomar

unos pocos, comértelos y no se enterará.

Por eso no ha querido esconderlos.

Esto, le pareció muy cuerdo a Lala. Su Mamá dejaba los dulces en la

alacena, sitio de fácil acceso. Nunca los escondió.

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- ¡Anda!, saca diez o quince, o los que quieras. Será un secreto.

- ¿Y si me pillan?

- Ah, entonces, le dices una mentira poca, chiquita, digamos una

“mentira piadosa”

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- ¿Mentira piadosa?

- ¡Sí!, es cuando justificas un acto propio y lo transformas en

algo positivo, a tu favor. Es como mentir y no mentir.

- No entiendo, pero…

- ¡Los dulces son tuyos!, ve por ellos

De esta conclusión, nada interfería entre los dulces y Lala. Un

razonamiento de dudosa procedencia, que por primera vez le era

dado.

Finalmente, Piadoso extiende su mano para entregar a Lala una

tarjeta de visitas:

- Si tienes algún problema sólo llámanos. Aquí están nuestros

teléfonos. Siempre que no sepas qué decir a tu Mamá, no lo

pienses dos veces, estamos aquí por un propósito especial y es

nuestro trabajo, aconsejarte.

Los dos personajes daban media vuelta, caminando con rumbo

desconocido.

La Mamá llama a Lala desde el umbral de la puerta. Acude rápida,

mirando de reojo la tarjeta que luego guarda en uno de sus bolsillos.

- ¿Por qué tienes esa cara, hija?, parece que hubieras visto

fantasmas

- Nada Mamá, no me pasa nada

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- Iré a comprar al almacén. Si alguien llama por teléfono, dile

que no demoro en llegar. ¿Entendido?

Lala aprueba con gesto de atención y camina hacia su habitación,

pero apenas pone un pie en la escalera, el teléfono suena.

Se queda en silencio, inmóvil, resoplando, temiendo por algo

desconocido.

Dirige sus pasos hacia el living, levanta el auricular y contesta:

- ¿Sí?, ¿quién?

Al otro lado de la línea, un respirar profundo la sorprende:

- Lala, los dulces. Estás sola, cómetelos

Lala cuelga el teléfono enseguida, ahuyentando a la voz de Blanca

Piadosa.

- ¿Cómo sabe mi número de teléfono? – fue la primera

observación lógica

En su mente proyectó el frasco de dulces, sintió una atracción

poderosa hacia el sitio prohibido, pero fue más fuerte la voz de su

madre recomendándola.

Siguió con su rutina pasando de largo hacia la escalera, sin embargo

el teléfono volvió a sonar.

Levantó por segunda vez el auricular, esta vez asustada y

temblorosa:

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- ¿Cómo sabe mi número de teléfono?

Hubo una larga pausa, luego respondió:

- Está en tu expediente mi niña. ¿Recuerdas?.

Ahora, aprovecha de comprobar lo que digo. Nada te pasará,

son tus dulces.

Saca el frasco de la alacena, toma los dulces que quieras y

bota el recipiente en el patio.

Si tu Mamá pregunta, sólo dile que no sabes.

¡Ah!, no olvides dejar la puerta de la cocina entreabierta,

pensará que alguien entró furtivamente y los sacó.

¿Qué te parece?, es un plan genial.

Lala colgó, poniendo fin a la llamada. Fijó sus ojos en la despensa y

sopesó las dificultades que tendría para hacerlo.

La situación era muy incómoda. Sintió ganas de comer dulces y

resistió esta tentación. Por otra parte vivió un deseo de

complacencia y apoyo.

Quedó suspendida entre dos mundos, debiendo escoger entre

caminos distintos, cada uno conducente a un solo final.

Finalmente, optó por abrir la despensa.

Subió las escaleras casi corriendo y puso los dulces bajo la cama.

Apenas esto sucedía, su madre entraba en la casa. Demoró sólo

segundos en notar que algo extraño había sucedido. En el acto subió

a la habitación de Lala.

- ¿Qué pasó en la cocina?, la puerta estaba abierta. Alguien

trajinó la despensa.

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¿Dónde estabas?

- En mi habitación, Mamá – respondió Lala

- ¿Escuchaste a alguien entrando por esa puerta?

- No, nada, Mamá

- ¡Qué misterioso!

El ring del teléfono se hizo sentir nuevamente.

Mamá baja las escaleras hacia la mesita del teléfono. Levanta el

auricular para contestar. Lala se queda mirándola, con la boca

abierta y un dolor de estómago, producto de su nerviosismo.

Escucha la llamada sin originar gestos, luego muestra la bocina a

Lala.

- Es para ti, Lala

- ¿Quién es…?

- Contesta

Carraspea y responde.

- Dí…diga

Afortunadamente era su amiga Natalia, llamando para pedirle un

favor.

Mamá advirtió en el comportamiento de su hija un notorio estado de

incomodidad mientras ponía todo en orden.

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- Naty, no puedo ir a tu casa, estoy enferma. Adiós. – Cuelga.

Lala percibió la aguda mirada de su madre, temiendo un

interrogatorio. Más, se limitó a decir:

- ¿Por qué le dijiste a tu amiga que estabas enferma?.

Recuerda que hoy prometiste ir a su casa para terminar la

tarea de matemáticas

Errática, en un tiempo corto, mentía por segunda vez.

- Me voy a quedar en la casa, Mamá. Tengo dolor de cabeza y

estómago

El centro de atención variaba hacia esta supuesta enfermedad.

- Entonces, ve a tu cama y recuéstate

Cerró la puerta de su habitación, sudando, presintiendo un final

adverso en esta seguidilla de mentiras.

Lo peor, era que Lala dependía de esta nota en matemáticas para

subir su promedio. Natalia era su única esperanza frente al mérito

de realizar esa importante tarea.

No podía presentarse en la escuela sin estudiar y sin haber hecho la

tarea.

Pensó en una solución, una salida rápida al problema.

Fingió un malestar generalizado, recostándose en la cama, llevando

sus manos hacia la frente, después hacia la barriga, chirriando

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- ¡Vaya!, esto ha sido repentino y fulminante – dice la madre,

auscultándola

- ¡Me duele todo, me siento mal, muy mal

- Tendré que llamar a un Doctor. Es una lástima que no esté aquí

tu padre

El padre de Lala es médico, pero se encontraba de viaje en un

Congreso Médico.

Las posibilidades de Lala para aparentar una enfermedad eran

escasas, sabiendo que había un profesional en casa difícil de

engañar, por lo tanto sus síntomas eran bastante exagerados.

- ¡No es necesario que llames a un doctor, Mamá!. Si me quedo

en cama, es posible que mejore

- Eso no puedes saberlo, no eres experta. Espera, no demoraré.

¿Qué hacer?, el doctor descubriría su mentira. Parecía estar todo

perdido. Era cuestión de minutos para desenmascarar su treta.

- ¿Cómo pudo pasar esto? – pensaba

Mientras tanto comenzó a comer los dulces que estaban escondidos

bajo su cama. Fácilmente probaba sin pausa cinco de una sola vez,

temiendo ser descubierta.

Lala no disfrutaba el sabor de aquellos dulces, contrariamente,

sintió la responsabilidad de deshacerse de ellos.

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Para colmo, estar entre la espada y la pared representaba el

despliegue de inútiles versiones y contradicciones.

Pronto, preocupada del asunto, su amiga Natalia se hacía presente

en casa, para comprobar el real estado de enfermedad.

Al entrar en la habitación observó su rostro intranquilo, marcado

por el arrepentimiento.

- ¿Cómo te sientes, Lala?. Por lo que veo, no muy bien.

Si no te recuperas, no podrás ir a la fiesta este fin de semana

¡La fiesta!, Lala lo había olvidado por completo. Sus méritos de buen

comportamiento a cambio del tan codiciado permiso, se esfumaban,

por culpa de sus mentiras.

- ¿Por qué tienes esa cara?. Más que enferma, pareces

asustada.

¿Quieres contarme algo?, dime, para eso están las amigas –

dice Natalia

No obstante, Lala permanecía rígida, mirando hacia el techo,

detenida, en un estado de trance, sin saber qué decir.

Natalia llama a su madre, sin sospechar que Lala padecía estos

males por culpa de las mentiras.

Pasos en la escalera anuncian la presencia solícita de la madre que

viene acompañada por dos personajes muy conocidos. Se trataba de

Blanca Piadosa y Piadoso.

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- ¡Lala!, tenemos suerte. Estas dos personas son doctores y

vienen a examinarte. Confío en que no sea algo grave – dice la

madre

- Eso lo sabremos en un par de minutos. Necesito que nos dejen

a solas con la paciente, si no les molesta – aduce la falsa

Médico

- No es problema, saldremos inmediatamente

Natalia distinguió en la mirada de aquella mujer un misterio

indefinido, difícil de describir, pero fácil de presentir.

La madre la interroga, sintiendo un escalofrío en el ambiente.

- ¿Por qué miraste de esa forma a los médicos?

- No puedo decirlo, es…una “corazonada”, me parece haberlos

visto en otro lugar

Mientras tanto, en la habitación, Lala era presa de aquellos dos

nefastos personajes, ambos ubicados en las esquinas de la cama.

- ¡Bravo, bravo! – aplaudían despacio, para no ser descubiertos

Blanca Piadosa sonreía y Piadoso sacaba de su maletín un diploma de

honor.

- Por tan honroso primer lugar en mentiras blancas y piadosas,

te has hecho acreedora de este insigne presente

- Eres insuperable. Aprendiste muy bien tu lección, ahora estás

lista para continuar mintiendo

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- Aunque debes atar ciertos cabos sueltos, pero son detallitos

inútiles. Con el paso del tiempo aprenderás trucos para no ser

descubierta

Los ojos de Lala se llenaron de lágrimas. Ahora, sabía con certeza

que esas dos figuras eran estafadores profesionales,

embaucadores, mentirosos, portadores de problemas y ruinas por

doquier.

Empeorando la situación, había enfermado de verdad, por comer

tantos dulces, sin medir consecuencias.

Los dolores de barriga eran tan agudos que punzaban como docenas

de agujas en su interior.

- Si parece que estuvieras enferma de verdad. Por poco caímos

en tu trampa. Casi nos engañas – le dice Piadoso

Lala se quejaba de verdad e inclusive presentaba síntomas de

fiebre y vómitos.

Blanca Piadosa la examina, movida por su curiosidad de entender la

mudez de Lala, es así como pregona:

- ¡No puede ser!, su mentira ha llegado a tal punto que mimetiza

los síntomas a nivel corporal. ¡Extraordinario!

- ¡Esto merece más que aplausos y diplomas!...merece un

ascenso. Podemos declararla…”Mentirosa Mayor”

Todavía indefensa, presa de dos seres frenéticos, Lala decide

enfrentarlos, adoptando una postura valiente y enérgica:

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- ¡No les creo!

Los dos callaron, encogiéndose de hombros la miraron como

verdaderos doctores:

- ¿Qué no, que…no nos crees? – enfatiza Blanca Piadosa, a lo que

interpone Piadoso:

- ¿Cómo dices?. Después que te hemos ayudado…

- …que hemos engañado a tu Mamá

- …que hemos colaborado en elaborar un plan

- ¿Dices que no nos crees?

Lala comprendió que ellos sufrían un mal incurable, el de la mentira.

Mitómanos y embaucadores, se alimentaban de las historias que

ayudaban a planificar de común acuerdo con sus víctimas.

Si las mentiras crecían, ellos obtenían poder y energía para seguir

“vendiendo” ú ofreciendo sus servicios al mejor postor.

Por lo general, preferían incautos o desprevenidos. Los observaban

durante horas, sabían cuáles eran sus rutinas, puntos débiles y

cómo podían fabricar una historia creíble.

Las mentiras se alimentaban de más mentiras, creciendo y

evolucionando, atrapando a más personas en estas redes difíciles de

desenrollar.

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No obstante, pensaron que Lala no poseía fuertes lazos de verdad o

franqueza, como una “presa fácil”.

Lala comenzó a gritarles fuerte, escandalizando a todos en

derredor…

- ¡No les creo, váyanse perdedores!, le diré toda la verdad a mi

Mamá. Hablaré con mi mejor amiga y les diré que ustedes son

peligrosos.

¡No tengo necesidad de mentir a mis padres!

¡No tengo necesidad de mentirme a mí misma!

Cada frase, cada letra los debilitaba aún más, debiendo tapar sus

oídos a la verdad.

Mamá y Natalia entraban a la habitación, descubriendo una escena

curiosa.

Lo primero que se les vino a la mente fue que Lala había entrado en

cólera al resistir una inyección, pero luego vieron a los otros en un

rincón, en cuclillas, con las manos puestas en sus oídos, afligidos,

casi al borde de un colapso.

Natalia, fijándose en ciertos detalles se acordó de quiénes eran.

Advierte, apuntándolos e increpándolos:

- ¡Ellos no son doctores!. Recuerdo bien.

Son…¡la “Mentira” en persona!.

Intentaron engañarme para que mintiera a mis papás.

No los escuchen, no son de fiar.

Lala abraza a su madre, luego a su amiga, pide perdón y les cuenta la

verdad.

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Les dice que está arrepentida, que nunca volverá a repetir esas

feas mentiras.

Así, aprendió una lección difícil de olvidar. Era mejor actuar con la

verdad, por más difícil que esta fuera, enfrentando las

consecuencias, pero recibiendo el perdón y la comprensión que son

virtudes humanas.

Blanca Piadosa y Piadoso chocando entre sí corrieron hacia la

escalera, dando pasos en falso, rodando y difuminándose al llegar al

exterior.

Mamá felicitaba a Lala por tan valiente actitud.

El médico recetó medicinas de rigor, pero asoció el malestar a un

estado de nerviosismo y exceso de dulces.

Como premio a su honestidad, a la semana siguiente, una gran barra

de chocolate era degustada, sin apremios o restricciones.

Lala se había liberado para siempre de la mentira, pues decir la

verdad era saludable y concedía mayores beneficios.

Blanca Piadosa y Piadoso nunca regresaron a aquel barrio, el solo

rastro de verdad los enfermaba.

Nunca encontrarían buenos clientes en ese sector.

Ya ven. Las mentiras parecen “blancas”, pero son muy, muy

“oscuras”.

Si los ven por ahí, no los escuchen.

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EL JARDIN GIGANTE

Cuenta una leyenda de días lejanos, que fue visto en el bosque un

pequeño y gracioso Grillo llevando una semilla hasta su nuevo hogar.

¡Una nueva habitante del bosque! – pensó sin dejar de rodarla entre

las hojas hasta depositarla en un lugar seguro, donde estaría libre

de todo peligro.

Exhausto por el largo viaje se animó a descansar al lado de su

amiga, la semilla, poniendo fin a su misión especial.

El Grillo precisó de un voluntario para continuar las labores de

cuidado que ella necesitaba, dada la importancia de tan noble tarea.

La semilla en sí, era un regalo para el bosque, una señal

esperanzadora que albergaría belleza y estilo.

Justamente, al cabo de un par de minutos, la desprevenida Oruga

Huga, caminaba rumbo a su hogar.

El Grillo la saludó, como de costumbre e iniciaron una simpática

conversación de amigos:

- ¡Oruga Huga!...¿qué haces caminando en el bosque tan

temprano!

- Amigo Grillo, acostumbro a pasear de madrugada, disfrutando

de los beneficios primaverales

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- Es una alegría inmensa encontrarte amiga Oruga. Necesito

alguien de confianza para encargar una misión única, que

requerirá paciencia, dedicación y compromiso

- ¿Qué es? – contestó Huga

- Veo que eres la única y valiente oruga que puede llevar a cabo

esta tarea

- ¿De qué se trata?

Inmediatamente, el Grillo enseñó la semilla a la oruga, con la

finalidad de encomendar esos cuidados.

- Se trata de…¡esto!

- ¿Qué es esa cosa redonda?

- ¿No sabes?, es una semilla

- ¿Una semilla? – contestó con curiosidad, la Oruga

- Sí, una semilla.

La he traído a este sector del bosque para cubrirla con tierra

y esperar el nacimiento de un regalo que cambiará, o más bien

dicho…revolucionará nuestras vidas

- ¿Por qué?, ¿qué es ese regalo?

- Deberás alimentarla, trayéndole agua, vigilarla, protegerla y lo

más importante…amarla

- ¿Yo?, pero no puedo hacer eso

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112

- ¿Por qué no?, eres la indicada para esto

- Y…¿por cuánto tiempo deberé hacerlo?

- Lo sabrás, uno de estos días lo descubrirás.

Ahora, si me permites, debo arreglar algunos asuntos. Hasta

aquí llego. Me marcho. Te deseo suerte.

El Grillo, muy decidido y sin escuchar más preguntas, tapó la

desnuda semilla con tierra fértil y se alejó misteriosamente, sin

predecir su futuro paradero.

La Oruga Huga, no entendió las precisas instrucciones, se limitó a

observar aquel montón de tierra que servía de hogar provisorio a la

semilla.

Luego, meditó esas palabras, asimilándolas.

- Cuidar, amar, regar, proteger…¡esto es extraño!. No tiene

sentido verter agua sobre esta tierra.

¿Por qué habrá enterrado esta…cosa?

El compromiso era mayor, no podía dejar a merced de animales

mayores el destino de “aquello”.

El Grillo volvería y reclamaría el estado de las cosas. Si estás no se

cumplían, ella sería la única responsable.

- Cumpliré. No te preocupes. Oruga Huga responde y esta no

será la excepción.

Ignoro qué eres, pero el Grillo no gastaría su tiempo en

cuestiones superficiales.

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Tampoco entiendo qué clase de regalo eres. Pareces un huevo,

pero pequeño.

Huga, puso lo mejor de sí, ingeniándoselas para traer agua desde un

pozo formado por las lluvias.

Iba y venía, con esfuerzo y voluntad, hasta dejar la tierra húmeda y

compactada, descansando sólo para alimentarse.

- No me moveré de aquí hasta que llegue el Grillo

Huga, no tenía certeza de cuándo ocurriría. El ritmo de trabajo era

incesante y dificultoso.

Continuó de la misma manera durante una semana, regando la

semilla, protegiéndola de otros insectos, cubriéndola con ramitas,

para evitar el frío, acompañándola e incluso conversando con ella.

Su cariño y entrega hacia la labor encomendada crecía día a día.

Huga sabía que algo yacía bajo la tierra, tal vez latiendo o

durmiendo.

Cierto día, la Oruga se quedó dormida, cansada de tanto quehacer.

Cerró sus ojos, acomodó la cabeza y se preparó para un corto sueño.

Las horas pasaron y un milagro ocurrió.

Desde el interior de la tierra, la semilla comenzó a abrir paso entre

la hojarasca, subiendo hasta alcanzar el manto fértil.

Un brote partió la cáscara en dos y de esta nació una hermosa flor

de pétalos amarillos, sostenida por un hilo verde en forma de tallo,

con tres hojas en sus costados.

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Todo esto sucedió mientras la Oruga dormía plácidamente.

La nueva habitante sacudió su verdor, luego se desperezó emitiendo

un largo bostezo.

La flor, antes semilla, despertó de un sueño, gracias a los cuidados

de la oruga, sus raíces crecieron firmes, bien pegadas al suelo.

Apenas abrió los ojos de flor, contempló el cálido paisaje bañado en

rayos luminosos y a sus pies un personaje que era familiar.

Poco rato después, la Oruga Huga despertó, contorsionando su

cuerpo, doblando las patitas, para ponerse en marcha rumbo a la

fuente de agua.

Pero cuando abrió bien sus ojos, una flor ocupaba el espacio de la

semilla.

Emitió un grito de desesperación e increpó a esta desconocida:

- ¡Dónde está mi semilla!...¡Te la has comido!, flor malvada y

hambrienta.

Di la verdad…¿por qué lo hiciste?.

Llamaré al Grillo, para que te ponga en tu lugar, ¡ya verás!,

responderás por tan horrible acto.

Huga llamó al Grillo con todas sus fuerzas, esperando que éste

llegara rápidamente y viera lo acontecido.

La pobre, vio su trabajo desvanecerse, en vano, sufriendo por la

pequeña semilla.

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La flor no emitió palabra alguna, más bien no entendió el motivo de

todo ese escándalo que ya tomaba proporciones.

El Grillo, al escuchar este llamado de alerta, brincó y brincó hasta

llegar de improviso.

- ¡Grillo, grillo!...esta flor se ha comido la semilla, no es mi culpa,

sólo dormí un poco para recuperarme del agotamiento, pero le

juro que no dejé sola al pobre regalo que usted confió que

cuidara.

Hice todo, tal como lo pidió, pero…¡mire esto!, es un desastre

total.

La Oruga Huga no encontró consuelo, lloró y lloró, desbordando sus

ojos en lágrimas culposas.

Contrariamente, el Grillo rió sin parar, apretando su estómago,

lanzando una risa exagerada.

- ¡Es usted un malvado, Grillo!. Primero, me entrega una misión y

ahora…no entiendo su actitud. Algo grave ha ocurrido. Es

insensible con mi dolor y fracaso.

- ¡No es eso Oruga, no entiendes nada! – exclamó el Grillo,

riendo por tan tamaño enredo

Al calmarse los ánimos, ya entrando en razones más concretas, el

Grillo contó la verdad.

- Oruguita Huga, mi amiga querida. Agradezco tus cuidados y

preocupación, pero debes estar orgullosa.

Gracias a ti esta linda flor será parte de este bosque.

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- ¿Qué quiere decir?

- Quiero decir que la semilla que tanto regaste, cuidaste,

protegiste y amaste se ha convertido en lo que ahora vez

- ¿Cómo?

- Sí. La semilla era la flor. En su interior terminaba de gestarse

y germinar, como todas las flores en este bosque

- Entonces, ella es…y yo…y la flor…

Huga miró hacia arriba el hermoso regalo que el Grillo había traído

al bosque.

Recordó ciertas transformaciones; cómo las mariposas salían de sus

capullos o cómo las hormigas dejaban atrás sus huevos.

La Flor, agradeció y saludó a sus nuevos amigos, a los cuales, en

cierto modo, comprometió su vida.

- Ahora, que todo está solucionado, me retiro. Tendrán tiempo

para conocerse mejor.

Grillo, dio un brinco, traspasó los arbustos, cantó dichoso el milagro

de la vida, la perfecta ingeniería de la creación.

- ¿Cómo te llamas? – preguntó la Oruga

La Flor pensó, sin saber su identidad o especie, desconociendo el

reino donde se encontraba.

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- No hay muchas como tú. Es primera vez que veo una flor tan

hermosa

Mientras, pensaron en un nombre, congeniando las ideas, para

concluir en una identidad especial. La Flor se llamó…”Florlinda”.

Durante el esfuerzo por crecer y desarrollarse, Florlinda sintió un

leve dolor en sus raíces, acudiendo a su protectora:

- Oruga Huga, tengo hambre, estoy débil.

¿Puedes traerme un poco de agua?

- ¡Inmediatamente! – pronunció

Florlinda aprovechó ese instante para observar todo a su alrededor.

Los árboles, las hojas, el canto de los pájaros y esencialmente de

insectos, deambulando, admirando de reojo sus colores, formas,

texturas y elegancia.

Presintió los ecos y murmullos caprichosos de cientos de insectos,

comentando su estado natural de exhuberancia.

- No existe nadie como yo – pensó

Florlinda se sintió grácil, estupenda, mimada, querida, era una flor

aislada en el tiempo, habitando un espacio del bosque destinado sólo

para ella.

Huga, de manera habitual la alimentó.

- ¿Te sientes mejor, Florlinda?

- Sí, gracias. Esto es refrescante, pero insuficiente

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118

- ¿Quieres más agua?

- Sí, necesito más agua. No quiero marchitarme, mi trabajo es

conservar la belleza en medio de este oscuro lugar.

Huga, la oruga, obedeció sin quejarse, yendo otras cinco veces más.

Florlinda, atrapó el agua con sus raíces hasta quedar satisfecha. Vio

cómo la pequeña oruga sintió fatiga a causa del enorme esfuerzo

realizado.

- ¿Por qué estas echada?. En cualquier momento puedo sentir

hambre y si no estás disponible, desesperaré.

¡Ponte en marcha!, no seas floja.

Sin darse cuenta, Florlinda comenzó a mostrar sus caprichos,

preguntando a cada visitante quién era la flor más bella de todo el

bosque.

Todos, sin excepción, respondieron que ella era la más hermosa flor,

que su figura no se comparaba con ninguna otra.

Florlinda, al escuchar estas frases, deliraba de felicidad. Era esa

exclusividad el mejor regalo que ella podía dar.

Con el paso del tiempo, Huga y la flor cultivaron una relación de

beneficio laboral.

Una cuidaba de la otra, logrando un equilibrio que era repetido en

todo el bosque; las especies dependían de los demás para

perpetuarse y reproducir un ciclo cada estación del año.

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Florlinda, ya robustecida, sintió libertad para independizarse. Ya

sus raíces tocaban bien la tierra. Los elementos de la naturaleza la

ayudaron a sobrevivir, aprovechando brisas, niebla, luz de sol,

humedad, entre otros, para autoabastecerse.

Los servicios de la noble Oruga Huga llegaron a su fin.

- ¡Oruga!, deja de traerme agua. Cada día necesito menos de ti.

Vete a casa

Para la Oruga, estas razones eran insuficientes, no todo era

alimentarse, existían cosas insustituibles, importantes. El amor, la

amistad, la solidaridad, la comprensión.

Más que sentirse defraudada, Huga se mostró agradecida, pese a la

arrogancia de Florlinda. Había sido útil, contribuyendo a desarrollar

vida y servicio al prójimo sin esperar nada a cambio.

Dicho esto, la flor no esperó a los insultos, como una manera de

librarse pronto de la oruga:

- ¿Sabes, Oruga?, he notado que todos vienen a este lugar a ver

mi belleza. Yo, no se los impido, he nacido para esto.

He llegado a la conclusión, que sería mejor si te fueras,

porque…no eres bonita.

Sin ti, el camino quedaría despejado.

¿Qué opinas?

Huga calló. Las palabras eran campos de hielo causando dolor

intenso.

Caminó en silencio hacia la espesura del bosque, volteó para mirar

por última vez a la flor y regresó a su casa.

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- ¡Por fin!, esta fea oruga se ha ido. Nunca pensé que llegaría

ese día.

Ahora, nada se interpondrá en mi vida. Mejor sola que mal

acompañada.

Florlinda estaba equivocada en su razonamiento, pues una serie de

acontecimientos adversos estaban por venir.

El primero de ellos sucedió al día siguiente. Un ejército de abejas

se desparramó por los campos en busca del tan preciado polen.

Muchas de ellas intentaron posarse para rescatar el vital elemento,

más la flor opuso resistencia tenazmente, expulsando a todas las

abejas que de forma insistente volvían una y otra vez.

- ¡Déjenme en paz!, insectos desagradables, no les daré lo que

quieren. Vayan a otro lugar, no osen posar sus patas sobre mis

delicados pétalos

Esta furia fue incomprendida por todos. Jamás en el bosque una

flor se había negado a colaborar en la polinización.

Las abejas, al retirarse indignadas, comentaron la difícil tarea de

acercarse a esa flor “mezquina” y caprichosa.

Horas más tarde, una ligera lluvia se dejó caer en el bosque,

protagonizando un desastre.

Para la flor, que nunca había experimentado este fenómeno

climático, cada gota representó un sufrimiento individual.

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Se quejó reiteradamente, resistiendo el embate de varias nubes

negras que al pasar depositaron sobre ella el líquido en forma de

estampida, ganando terreno e incluso rompiendo uno de sus pétalos.

Sintió vergüenza de sí misma, presenció la forma de cómo todos los

animales, insectos y plantas del bosque se guarecían, protegiéndose

de singulares maneras.

Un pedazo de belleza cayó al suelo en forma de pétalo, adivinando el

único fin posible…desaparecer.

Luego de largas horas, la lluvia viajó al sur, apaciguando el quehacer

gracias a la escampada, todo había resistido con normalidad,

recuperando tonalidades, formas, olores.

Florlinda, con un pétalo menos, sola, aún mojada, comenzó a

experimentar un sentimiento de abandono. Ya no era la flor más

bella de todo el lugar, otras tomarían ese trono.

Su corola se debilitó, también sus anteras y estambres que antes

eran majestuosas, perdían brillo y fuerza.

Algo le faltó. No era agua o calor, aire o humedad.

Extrañó la compañía de la Oruga, más bien esa amistad ilimitada que

la hizo sentir más segura y…especial.

Pero eso no era todo, el bosque fue presa de la depredación. Cada

día los leñadores cortaban árboles para sustentar el fuego, fabricar

casas, artefactos, en fin, una serie de productos, sin mencionar las

miles de flores arrancadas de raíz.

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El peligro fue advertido, avanzando a paso veloz, produciendo

cambios en el bosque. Criaturas refugiándose, muchas huyendo

asustadas, alejándose de la mano del hombre.

Se escucharon gritos de alerta:

- ¡Flores!, vienen los cortadores de flores

El campo dejó de presentar un aspecto colorido, esos “gigantes”

demolían la floresta.

Todos sabían que este ciclo se repetía cada cierto tiempo y no

había forma de hacerle frente, tal vez era el sentido mismo de la

existencia o una ley natural.

Florlinda presintió lo inevitable, pequeños temblores en la tierra,

ruidos de pastos y ramas quebrándose, pájaros volando hacia otros

nidos, el malestar de lo desconocido tenía formas de manos

humanas.

Alguien la observó; siendo capaz de tapar el sol con su sola

presencia, vistiéndola con una sombra alargada.

Florlinda gritó con el lenguaje desconocido de las flores, suplicó

ayuda, pero nadie la escuchó, excepto el Grillo que fue en su auxilio,

tomando fuerzas inconcebibles, saltó justo hasta el ojo de aquel

humano y luego se introdujo abriéndose camino entre sus ropas.

Esta treta dio resultados, ya que provocó una picazón e hizo seguir

de largo al “cortador” de flores.

El Grillo, con su astucia, salió entre el pliegue de las mangas, luego

se escondió entremedio de la maleza.

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La flor, al ver esta acción tan heroica de su amigo, no tuvo más que

palabras entrecortadas y arrepentidas.

Él, una criatura astuta, pequeña, pero con una gran fuerza de

voluntad había salvado del peligro de muerte a la flor, a cambio de

nada.

Sólo se miraron con profunda tristeza por lo acontecido.

El bosque debió esperar un tiempo para recuperarse y así seguir

albergando numerosas vidas.

Pero, el lugar único donde una flor, un grillo y una oruga sellaron un

pacto de devoción, jamás fue tocado por mano alguna.

Florlinda continuó abatida, preocupada por la Oruga y el mal trato

injusto del cual fue objeto.

- Amiga Flor, no te preocupes por Huga. Ella, estará bien.

Pronto llegará el momento que la tengamos con nosotros.

Debemos esperar pacientes su arribo.

Ni tú, ni yo podemos acercarnos.

El misterio fue revelado poco tiempo después, cuando en uno de sus

pétalos, una bella mariposa reposó sus patitas.

- ¿Quién eres tú? – preguntó Florlinda

La mariposa, de alegres colores respondió:

- ¿No te acuerdas de mí?

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- ¿Nos conocemos?

- Soy la Oruga Huga. Vengo despertando de mi sueño.

Ambas, compartieron una particularidad, más allá de la simple

hermosura, una inseparable amistad irradió en todo el paisaje.

Esta lección quedó marcada en Florinda, sabiendo que todo el

bosque era parte de una cadena, un ciclo de memorias, pulsos,

trabajo y colaboración.

Ya las abejas pasaban a saludarla, dejando un rastro amarillo en

todo su cuerpo.

Ese fue el comienzo de todo, la multiplicación que permitió el

despertar de la primavera.

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126

GUIA DE PALABRAS

Estas palabras aparecen en el libro.

1.- Encuéntralas

2.- Busca su significado en el diccionario y aprende más sobre ellas

3.- Busca nuevas palabras y convierte los tiempos verbales para

saber su significado

¡Las palabras son divertidas, nos abren un mundo nuevo de

posibilidades!

Aseveración (Aseverar)

Estratosfera

Brillantez

Inculca (Inculcar)

Adversa (o)

Errática (o)

Incandescente

Ceniciento (a)

Augura (Augurar)

Escotilla

Halo

Alzaba (Alzar)

Pináculos

Metrópoli

Verter

Sonajera

Expeliendo (Expeler)

Rechoncho

Despampanante

Parsimoniosos

Conminado

Pugnar

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Chirrido

Horadada (Horadar)

Embate

Lodazal

Contingencia

Sumideros

Heder

Entrever

Frunce (Fruncir)

Ceño

Refunfuñando (Refunfuñar)

Furtivamente (Furtivo)

Sopesó (Sopesar)

Treta

Aduce (Aducir)

Insigne

Doquier

Pregona (Pregonar)

Embaucadores (Embaucar)

Encomendada (Encomendar)

Tenazmente (Tenaz)

Guarecían (Guarecerse)

Depredación (Depredar)

Floresta

Irradió (Irradiar)

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CANCIONES JAJARUJICENSES

Estas canciones nos ayudarán a comprender mejor a los personajes.

1.- Descubre el ritmo y melodía de cada canción

2.- Cántalas, grábalas en una radio

3.- Acompaña las canciones con instrumentos musicales

CANCIÓN DE LA ORUGA HUGA

Hola yo soy

La Oruga Huga

Y no soy una tortuga

Ug, ug, ug…Oruga Huga

Ug, ug, ug…Oruga Huga

Hola yo soy

La Oruga Huga

Y no soy una lechuga

Ug, ug, ug…Oruga Huga

Ug, ug, ug…Oruga Huga

Hola yo soy

Tu amiga Oruga

Y no tengo ninguna arruga

Ug, ug, ug…Oruga Huga

Ug, ug, ug…Oruga Huga

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THE CHONCHON SONGS

Esta es la historia de Chonchón

Un hombre muy ricachón

Vende bosques

Ríos y montañas

Todo por el gran billetón

No le importan los animales

Ni la vegetación

Todo…todo sea por la producción

¡Sí…yo soy Chonchón!

Vendo…vendo…vendo

No regalo

Venga aquí el mejor postor

Vendo…vendo...no regalo

No me importa su intención

Porque todo está en liquidación

Vendo bosques

Ríos y montañas

Todo por el gran billetón

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RAPIDAS Y ELASTICAS

Las avispas somos rápidas y elásticas

No queremos perdedores

Las avispas somos las mejores

No queremos perdedores

Las avispas somos ágiles…grandiosas

Maravillosas…musicales y simpáticas

Las avispas avispadas

Preparadas

Buena vista

No queremos perdedores

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CANCION DE LA ESTRELLITA CATAPLUM

Estrellita Cataplum…plum…plum…

Estrellita Cataplum…plum…plum…

Viajas por el cielo azul

Con un manto de algodón

Muy perdida estás

Estrellita Cataplum

Muy de lejos de tu casa estás

Muy distante de la estrella estás

Viajas de la Tierra al mar

Conociendo la amistad

Dime quién te buscará….plam…plam

Quién te encontrará…plam…plam…

Estrellita azul azul

Vuelve a tu naviluz

Estrellita Cataplum…Plum…Plum

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INDICE DE JAJARUJICUENTOS

Página

Este es un Jajarujicuento… 4

El Reino Feliz de Ciudad Azul 22

Zum Zum 40

Estrellita Cataplum! 54

Doña Suciedad y Chonchón S.A. 72

Las Mentiras de Lala 89

El Jardín Gigante 109

Guía de Palabras 125

Canciones Jajarujicenses 127

Page 133: JAJARUJICUENTOS

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Y…Colorín Colorado…estos cuentos han terminado