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Jacques Revel. Un momento Historiográfico

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-HISTORIA Y CIENCIAS SOCIALES:

LOS PARADIGMAS DE LOS ANNALES

El éxito es un tiempo difícil. Sin duda, los Annales nunca fueron tan citados,utilizados e imitados. Se le consagran coloquios, estudios.' Un poco en todaspartes, en el extranjero, y en último término en el mundo anglosajón (largo tiem-po reticente, sin embargo), se reivindica su herencia. Hay incluso algo inquie-tante en este renovado interés: por todos lados se analiza, se diseca un movi-miento que pretende estar vivo todavía. ¿Vivo? ¿Seguro? En el mismo momentoen que la revista y quienes se reclaman como sus herederos eran objeto de estu-dios historiográficos, la crítica se volvió más severa. En ocasiones, apunta almismo éxito de la empresa, a la que, precisamente, se le reprocha no ser másque una empresa. Más profundamente, a menudo cuestiona la fidelidad de losAnnales al programa de sus fundadores; o bien, a la inversa, imputa a tal progra-ma las dificultades, los atolladeros que hoy identifica.? Por lo menos, estos de-

1. Desde hace cinco o seis años, la multiplicación, a un ritmo acelerado, de libros y artículos tor-na ilusoria y parcial cualquier elaboración bibliográfica. En todo caso, vamos a recordar a TraíanStolanovich, French historical method: the Annales paradigm, con un prefacio de F. Braudel, Lon-dres, Ithaca, Comell University Press, 1976; L. Allegra, A. Torre, La nascita della storia sociale inFrancia. Dalla Commune alle Annales, Turín, Fondation L. Einaudi, 1977; M. Cedronio, M. DelTreppo, F. Díaz, C. Russo, Storiografia francese di ieri e di oggi, Nápoles, Guida, 1977. Una refle-xión general en M. de Certeau, "L'opération historiographique", en L'écriture de l'histoire, París,GaIlimard, 1975, págs. 63-120. Por último, se encontrarán elementos útiles en las actas de un colo-quio consagrado al impacto de los Annales en las ciencias sociales publicadas en Review, I, 3-4,1978; en ese encuentro se presentó una primera versión de este texto.

2. Se encontrarán ilustraciones simétricas de esta crítica en artículos de Josep Fontana, "Ascens idecadencia de l'Escuela deis Annales", Recerques, Barcelona, [974,4, págs. 283-298; Tony Judt,HA clown in regal purple: social history and (he historians", History Workshop, 7, 1979, págs. 66-94;

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bates y estudios tienen un mérito: nos invitan a interrogamos acerca de la unidadde un movimiento intelectual que se prolonga desde hace medio siglo -de hechodesde hace más tiempo; volveré sobre esto-, aun cuando esta unidad parecieraevidente tanto a sus participantes como a sus adversarios.

La interrogación es tanto más necesaria en la medida en que tal vez se termi-na por olvidar que los Annales no sólo tienen un origen -la ruptura fundadora de1929- sino también una historia. Los programas, las declaraciones de intenciónbien pueden dar la imagen de una continuidad sin problemas; en cincuenta años,el oficio del historiador ha cambiado, y en esa evolución, por otra parte, la inter-vención de los Annales no fue desdeñable. El campo disciplinario, el papel socialdel historiador, la naturaleza del trabajo científico se transformaron en profundi-dad: ¿cómo se podría creer que el discurso histórico permaneció intangible?

Sin embargo, el análisis de estos cambios es dificultoso. Ante todo porque lahistoria de los Annales fue marcada muy tempranamente por una doble leyenda.Una leyenda negra, que, desde los primeros años, se vinculó con una revista agre-siva, irritante, que de buen grado se dedicaba a impartir lecciones, y que se habíafijado la tarea de llevarse por delante las reglas y los usos establecidos por la co-munidad de historiadores. Esta hostilidad dio marcha atrás ante el éxito de la em-presa. Vano sería creerla totalmente abolida, y debates recientes se ocuparon derecordado. Pero también, y acaso sobre todo, leyenda dorada, vehiculizada por eléxito intelectual e institucional, que consagra en su conjunto el gesto de los padresfundadores, Marc Bloch y Lucien Febvre, y la continuidad de una 'tradición. Queno se vea aquí la menor ironía: después de todo es notable y, para quienes preten-den estar en su proxinúdad, no es indiferente que un movinúento intelectual colec-tivo se haya otorgado una identidad tan explícita ni que reivindique con tanta per-severancia su origen y su unidad. En la revista, editoriales, aniversarios ysemblanzas durante mucho tiempo fueron motivo para recordar, incansablemente,la existencia de un proyecto continuado, sostenido por una comunidad científica.Nada lo expresa mejor que la presentación de los "nuevos Annales" por FemandBraudel, hace diez años: "Una vez más, los Annales mudan la pieL De este modopermanecen fieles al espíritu de Lucien Febvre y de Marc Bloch, que los fundaronhace ya cu~renta años. Su objetivo siempre fue servir a la historia y las cienciasdel hombre, pero -en la medida de lo posible y aceptando todos los riesgos- lle-gando al mismo límite de las innovaciones que se bosquejan. Existen otras revis-tas, además de la nuestra, que se consagran a nuestro oficio y mantienen sólida-mente las tierras ya conquistadas. Su papel nos parece importante, decisivo,irremplazable. Y nos permite representar otro diferente en la coyuntura intelectualde nuestra época".3 Todo está a la vista en este texto, que culnúna con la esperan-

y por otra parte en Furia Díaz, "Le stanchezze di Clio", Storiografia, op. cit., págs. 73-162. Por su-puesto, estas referencias sólo son indicativas, y se podrían multiplicar.

3. Fernand Braudel, Annales ESe, 1969,3, pág. 571.

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za de ver pronto "otros nuevos Annales": la afirmación de una fidelidad que nuncase pone más de manifiesto que en la innovación, la voluntad de inscribir la conti-nuidad y la coherencia del movimiento bajo el signo de una diferencia esencial. Ydan fe de ello otros indicios más dispersos, pero no menos significativos: el hechode recurrir a la referencia legitimante -a la que dicho texto tiene conciencia de noescapar-, el uso del "nosotros", o, más aún, del colectivo impersonal-los Annales,sujeto de nombre colectivo- entre aquellos que tienen la responsabilidad de la re-vista, pero también entre cantidad de colaboradores ocasionales. Esta identifica-ción repetida llegó incluso a ocultar verdaderos desacuerdos.

Porque esta comunidad proclamada plantea más preguntas que explicacio-nes. ¿Qué pueden tener en común el grupito de profesores de la Universidad deEstrasburgo que, a fines de los años veinte, intentan la aventura de una revista yse lanzan a enfrentar la ciudadela universitaria, y la poderosa red que desde ha-ce veinticinco años se constituyó alrededor de los Annales y la École de HautesÉtudes? ¿O entre esa red todavía homogénea y las ramificaciones difusas quehoy proliferan y que, en ocasiones mucho más allá del campo científico, la ma-yoría de las veces escapan a la iniciativa y el control de la revista? O incluso,¿qué hay en común entre el programa muy unificado de los primeros años y laaparente fragmentación de las orientaciones más recientes? Únicamente una his-toria del movimiento podría dar aquí respuestas seguras. Que en la actualidad noexiste, y por una doble razón. Por un lado, la mayoría de los ensayos que lesfueron consagradosparten del discurso que los Annales sostuvo sobre sí mismo.Desde el vamos, admiten su continuidad y coherencia, y a menudo se contentancon ilustrarlos. Plantean la existencia de una "escuela" allí donde sobre todo hayun movimiento, una sensibilidad, estrategias: una actividad, a la que en el fondono le preocupan demasiado las definiciones teóricas. Por lo demás -y cuantomenos de manera aproximativa, a través de los textos de método y los testimo-nios-, conocemos las corrientes de ideas que convergen alrededor de la revista.Pero no nos proponen más que una historia ideológica y, sin embargo, abstracta.¿Parroquia? ¿Agrupación informal? ¿Sindicatos de intereses? ¿Holding, comoen ocasiones se expresa en estos tiempos? A pesar de algunos elementos ya reu-nidos," lo ignoramos casi todo de la sociología del movimiento, de la composi-ción de las redes sucesivas y sedimentadas que, en uno u otro momento, en todoo en parte, fueron asociadas a los Annales; apenas conocemos la organización yel funcionamiento del campo de las ciencias sociales tal y como lo definieron yreacondicionaron, desde el inicio del siglo, las instituciones universitarias, losrecortes científicos, pero también las relaciones concretas de fuerza o de presti-gio que jerarquizan las disciplinas y los grupos. Sólo una investigación sistemá-tica permitirá señalar el lugar de la historia en el seno de las ciencias sociales en

4. Por T. Stoianovich, y sobre todo por J. H. Hexter, en un ensayo crítico y lleno de humor: HF.Braudell et le monde braudellien", Journal of modem history, 1972,4, págs. 480-539.

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Francia, y el papel que tuvo en su desarrollo. Y también comprender mejor laforma que adoptó ese desarrollo -con sus avances, sus retrasos, sus bloqueos-,analizar las condiciones de innovación, recepción, reproducción del trabajo cien-tífico. Esta investigación no se hizo. Y será larga y compleja debido a la inter-vención multiforme de los Annales a lo largo de medio siglo. Hasta entonces -ylas reflexiones que siguen son un ejemplo- habrá que contentarse con hipótesisdemasiado generales y proposiciones empíricas.

Historia y ciencias sociales, historia ciencia social: estas palabras son usadaspor la retórica académica. Sin embargo fueron nuevas, y nos esforzaremos pormostrar que definen desde su origen el corazón del programa de los Annales. Pe-ro un programa cincuentenario tiene una historia. Se pone en ejecución en unentorno intelectual cambiante, en condiciones que no dejaron de transformarse,sobre todo si desde el inicio proclama estar abierto a todas las solicitudes delpresente. Aquí insistiremos precisamente en esas transformaciones, y en lasadaptaciones que intentan darle respuesta, sin tratar de probar por la fuerza sucontinuidad y su unidad. Lo que equivale a decir que no plantearemos de entra-da la existencia de un "paradigma" general de los Annales en el que ya nadiecree. Al tratar de deslindar una serie de paradigmas particulares que se fueron

._sucediendo (sin por otra parte eliminarse siempre), más modestamente nos gus-taría reflexionar sobre las condiciones prácticas del trabajo del historiador.

***

Sin duda, el nacimiento de los Annales marca en profundidad la reflexión delos historiadores, tanto sobre su disciplina como sobre su oficio. El programa in-telectual que postula la revista resulta entonces nuevo, agresivo. Se organiza al-rededor de una proposición central: es urgente sacar la historia de su aislamientodisciplinario, hay que abrirla a los interrogantes y los métodos de las otras cien-cias sociales. Esta reivindicación, que afirma claramente la unidad de lo socialmás allá de las aproximaciones de que es objeto, corre a través del medio siglode los Annales: hace a la unidad del movimiento, y probablemente exhibe suverdadera identidad; aunque, como veremos, se puso en funcionamiento a travésde modalidades bastante diferentes. Sin embargo, en 1929 esa exigencia no estotalmente inédita.

Una evocación nos introducirá en esa más larga duración en que se inscribela empresa de Marc Bloch y de Lucien Febvre. En 1903, en la muy joven Revuede synthése historique, el sociólogo Francois Simiand presenta bajo el título"Méthode historique et science social'" una crítica ceñida del discurso tradicio-nal del método histórico, en particular de la última versión que acaba de darSeignobos en La méthode historique appliquée aux sciences sociales (1901); allí

5. Revue de synthése historique, 1903, t. VI, págs. 1-22 y 129-157.

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desarrolla al mismo tiempo un programa que situaría la historia en el seno de lasotras ciencias sociales -o de la ciencia social, para hablar como el propio Si-miand-, de las que nada, fundamentalmente, las separa ni en cuanto al proyectoni tampoco en cuanto a los métodos. Por lo demás, el artículo de 1903 no estáaislado. Constituye uno de los documentos del gran debate que, en Francia, en-frenta a historiadores y sociólogos." Además, el texto es de buen grado provoca-tivo, y en ocasiones injusto: con excepción de P. Lacombe, en él Simiand no semuestra muy atento con aquellos que, por el lado de los historiadores, y con losmedios de que se disponía, entablaron una crítica epistemológica o institucionaltímida, parcial, pero no siempre desdeñable. Realmente se trata de un manifies-to, y tiene las ventajas del género. Sin duda, endurece las oposiciones, simplificalas posiciones, las que escinde enérgicamente, pero formula con toda claridad losdesafíos de la polémica. Sin embargo, ese manifiesto es importante por varias ra-zones. A título indicativo, aquí no evocaremos más que el lugar de Simiand y desu obra en la reflexión de los AnnaZes, a L. Febvre, comentador perspicaz delCours d'économie politique, a E. Labrousse y, todavía muy recientemente, a J.Bouvier. Pero, más profundamente, llama la atención sobre el papel representa-do por la escuela francesa de sociología en la generación de Bloch y de Febvre.Papel complejo, por otra parte: a sus colegas historiadores, los durkheimianosproponían, todo junto, un proyecto, un estilo de intervención y un modelo de so-ciabilidad intelectual ilustrado por el primer Année sociologique.' Por último, sidamos tanta importancia al texto de Simiand es porque él fue explícitamente rei-vindicado. Bajo la dirección de F. Braudel, en efecto, los Annales lo volvieron apublicar tal cual en 1960, en una rúbrica significativa -Debates y combates-,acompañado simplemente por una nota que evocaba su importancia para los his-toriadores que se formaron antes de la Segunda Guerra Mundial. Por eso, ese ar-tículo de circunstancia, fechado, escrito en el corazón del combate durkheimia-no, aparece como una suerte de matriz teórica. Las relaciones entre la historia ylas otras ciencias sociales son definidas allí en términos que, setenta y cinco añosdespués, todavía son admisibles, por lo menos formalmente.

Simiand escribe contra una concepción de la historia que él llama "histori-zante", y que nosotros adoptamos la costumbre de llamar positivista. Ninguna

6. Por lo demás, el debate no es estrictamente francés. Se encuentran otras versiones en Alema-nia, Italia, Estados Unidos. No obstante, en Francia adquiere una coloración muy particular porque esun momento esencial de una discusión más amplia sobre el papel de las ciencias sociales en la univer-sidad y la sociedad, cuyo desafío político es conocido en los orígenes de la III República: porque tam-bién se ubica en la difícil época inmediatamente posterior al caso Dreyfus. Sobre las implicacionesmúltiples -políticas, institucionales, epistemológicas- de esta polémica, remito al excelente análisisde Madeleine Reberioux, presentado en el coloquio consagrado a "La naissarnces des Annales" (Es-trasburgo, octubre de 1979). Este estudio se publicó en las actas del coloquio en 1980.

7. Véase John E. Craig, "The durkheimians and the Annales school", comunicación inédita al 90

Congreso Mundial de Sociología, Upsala, agosto de 1978; R. Chartier y J. Revel, "Lucien Febvre etles sciences sociales", Historiens et géographes, febrero de 1979, págs. 425-442.

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de las dos etiquetas es satisfactoria, y sin duda fue un error aceptarlas sin tratarde identificar mejor el conjunto complejo de concepciones y prácticas agrupadasbajo tales denominaciones.f Sin embargo, como ocurre a menudo, el adversarioes amalgamado por las necesidades de la polémica. En lo fundamental, la histo-ria criticada por Simiand es sin embargo la que se da, como medio y como fin,la ejecución de un método proclamado como científico "que debe servir a todosde centro de reunión y de información"? y que, por sí solo, define las ambicio-nes y los privilegios del conocimiento histórico. Para esta "escuela metódica", latarea esencial es establecer los hechos (según las reglas de la crítica erudita),planteando que se trata de datos cuyo sentido, precisamente, está dado de ante-mano. Por lo tanto, basta con restituir su realidad primera. Cada uno de tales he-chos, por lo demás, constituye una unidad suficiente, y todos vienen por sí mis-mos a ordenarse en el interior de un relato objetivo, una intriga -el tiempocronológico de la evolución y del progreso- que sólo al historiador le correspon-de hacer visible y segura. Para Simiand, sin embargo, las técnicas críticas de lahistoria de ninguna manera definen una ciencia positiva, no son más que un"método de conocimiento": de hecho, el empirismo reivindicado por los histo-riadores descansa en opciones que jamás son explícitas. La constitución de unaverdadera ciencia social pasa por nuevas exigencias conceptuales, y ante todopor la elección de hipótesis que deben ser verificadas. En esta perspectiva, el he-cho aislado no significa nada: no está dado, sino construido de manera de inte-grarse en series que permitirán determinar regularidades y sistemas de relacio-nes. Aquí, por lo tanto, la dimensión temporal ya no ofrece el marco coercitivode una cronología lineal sino uno en el cual se pueden estudiar variaciones y re-currencias: sirve de laboratorio para una investigación que desde el inicio afirmala necesidad de la comparación. Así, la clasificación construida sobre hechos so-ciales debe desembocar en la identificación de sistemas: "Si el estudio de los he-chos humanos tiende a explicar, en el sentido científico de la palabra [... ] sepropone como tarea dominante deslindar las relaciones estables y definidas que[... ] pueden aparecer entre los fenómenos". Al releer el texto de 1903, bien seve lo que los Annales sabrán encontrar en el programa de Simiand: la primacíade la historia-problema, la búsqueda de modelos, la convergencia de las cienciasdel hombré, y hasta la invitación al trabajo colectivo, a la investigación, cuyaimportancia en la historiografía posterior es conocida.

y sin embargo, ¿de dónde viene ese manifiesto que propone de manera tanclamorosa replantearse la investigación en ciencias sociales? De un sociólogo

8. Elementos de crítica en el artículo de Ch. O. Carbonell, "L'histoire di te 'positiviste' en Fran-ce", Romantisme, número especial sobre "Le(s) positivisme(s)", 21-22, 1978, págs. 173-186; y enGiuliana Gemelli, "Tra due crisi: la forrnazione del metodo delle scienze storico-sociali nella Fran-cia repubblicana'', Atti della Accademia delle scienze dell'Istituto di Bologna, Rendiconti, 1977-1978, págs. 165-236.

9. G. Monod, "Du progres des études historiques en France", Revue historique, 1. 1, 1876.

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durkheimiano, por lo tanto representante de una práctica científica nueva, con-quistadora, pero arrinconada -y por mucho tiempo todavía- en la marginalidaduniversitaria y social. 10 En el cambio de siglo, la sociología sólo está débilmenteinsertada en el sistema académico francés, pero tiene el dinamismo de las em-presas nuevas. Con los historiadores, los sociólogos mantienen relaciones ambi-guas de solidaridad y rivalidad: a menudo tienen orígenes universitarios, intelec-tuales y políticos comunes, y, desde el comienzo, la historia ocupa un lugarpreferente en las críticas bibliográficas de L'Année sociologique. Pero la socio-logía, todavía muy minoritaria, frente a las otras ciencias del hombre -y singu-larmente a la historia- reivindica un status preeminente y un derecho de controlconceptual cuyo ejemplo y tono está perfectamente ejemplificado en la polémicade 1903. Sin duda, no es indiferente que sea desde la periferia del sistema uni-versitario donde se proclame la necesidad de lograr -de un modo voluntarista-la unidad de las ciencias sociales, proposición tras la cual pronto se denunciaráun imperialismo sociológico. Porque precisamente desde el punto de vista delsociólogo los aislamentos disciplinarios son menos admisibles: carecen de vali-dez epistemológica, pero representan un papel intelectual institucional coerciti-vo y retrógrado al prohibir toda reformulación del debate científico.

A la historia se le atribuye un lugar específico en el nuevo dispositivo de laciencia sociaL Si nada distingue en principio la práctica del historiador de la delsociólogo, el economista o el geógrafo, a la historia se le asigna además el papelde un banco de pruebas empírico para verificar hipótesis forjadas fuera de ella.Ocurre que la dimensión temporal, en el fondo, propone la única posibilidad deexperimentación a ciencias que, por definición, estudian hechos que no son re-productibles; por lo menos en el sentido en que lo entienden las ciencias exac-tas. Por lo tanto, a la historia le asignan un doble papel: el de una aproximacióna lo social entre las otras, más particularmente encargada de dar cuenta de losfenómenos pasados; y el más específico de una ciencia social experimental, ane-xo o prueba, como se prefiera, de las demás ciencias sociales. Su posición es im-portante, pero no centraL

Ahora ubiquémonos en 1929, en la creación de los Annales. La advertenciainaugural de Marc Bloch y de Lucien Febvre '! coincide con bastante exactitud

LO.Sobre estos puntos, remito a los notables estudios de Victor Karady: "Durkheim, les scien-ces sociales et l'université: bilan d'un serni-échec", Revue francaise de sociologie, 2, 1976, págs.267-312; "Recherches sur la morphologie du corps universitaire littéraire sous la Troisierne Républi-que", Le Mouvement social, número 96,1976, págs. 47-79: "Stratégies de réussite et modes de fai-re-valoir de la sociologie chez les durkheimiens", Revue francaise de sociologie, 1, 1979, págs. 49-82; y, más ampliamente, a los dos números especiales que la Revue francaise de sociologie consagróen 1976 y 1979 a Durkheim y los durkheimianos.

11. M. Bloch, L. Febvre, "A nos lecreurs", Annales d'histoire économique et social, 1, 1929,págs. 1-2.

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con los términos de Simiand. A su vez, y para criticarlas, evoca las barreras dis-ciplinarias que todavía separan a los historiadores de todos aquellos que se con-sagran "al estudio de las sociedades y las economías contemporáneas"; asigna ala revista la tarea de unificar empíricamente ("con el ejemplo y los hechos"), nosólo el campo de la investigación histórica, demasiado aislado, según las espe-cialidades, sino aquel de las ciencias sociales en su totalidad.

Las opciones de la revista explicitan dicho programa. Primero, la eleccióndel título: en la fórmula "historia económica y social", retornada de la gran re-vista alemana Vierteljahrschrift fiir Sozial-und Wirtschajisgeschichte, lo quepronto va a predominar es lo social. Primero, porque "no existe una historia eco-nómica y social. Sólo existe la historia en su unidad", como lo recordará L.Febvre, a partir de 1933, en su lección inaugural en el Collége de France. Lue-go, y quizá sobre todo, porque lo social está hecho a la medida de las ambicio-nes ecuménicas y unificadoras de la empresa. Una vez más, Febvre lo dice cla-ramente: "Una palabra tan vaga como social [... ] parecía haber sido creada paraservir de estandarte a una revista que pretendía no rodearse de murallas". 12 Lasopciones intelectuales de los Annales, también, son significativas. Reclutan asus colaboradores mucho más allá del círculo de los historiadores y hasta de losuniversitarios. La información y la reflexión sobre los fenómenos contemporá-neos -en particular sobre las sociedades en vías de transformación rápida y vo-luntaria- están asombrosamente presentes. Principalmente, sobre el modelo deL'Année sociologique, la lectura crítica de los trabajos de sociología, economía,geografía, psicología, al lado de las reseñas más estrictamente históricas, ocupaun lugar esencial, excepcional si se comparan los sumarios de los primeros An-nales con los de las otras revistas históricas de la época, y probablemente conlas de nuestro tiempo. Inéditos todavía en las publicaciones históricas, tambiénse encontraban los programas de investigaciones colectivas que reúnen compe-tencias e intereses pluridisciplinarios. Las múltiples aproximaciones de lo social,las más de las veces inspiradas por cuestiones del presente, se hallan en el cora-zón de la renovación historiográfica de los años treinta.

La juventud de la revista es el tiempo de los descubrimientos y las aventuras.Unos y otras son permitidos porque se inscriben en la perspectiva unificadora deuna ciencia de las sociedades humanas. Las relaciones bosquejadas entre la his-toria y las ciencias sociales parecen ubicarse cómodamente en el proyecto quepropone Simiand, una generación antes. Pero no es seguro que sus implicacio-nes y su sentido sean los mismos. Aquí tenemos una larga nota crítica que Lu-cien Febvre consagra en 1930 al Cours d'économie politique de Simiand. Muyelogiosa, termina con estas palabras: "Historiadores, ¿qué hay aquí para noso-tros? ¿Resultados para utilizar tal cual? ¿Procedimientos de investigación paratransportar del presente al pasado, sin modificaciones, o, por lo menos, con la

12. Texto retornado en Combats pour l'histoire, París, 1953, pág. 20.

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preocupación de modificarlos lo menos posible? Evidentemente, no".13 Se pue-de, y sin duda se debe, leer este texto como una evocación de la función heurís-tica consentida por Simiand a la experimentación histórica en el seno de unaciencia social unificada. Pero, ¿no se lo traicionará en demasía viendo tambiénen él la impaciencia de un historiador, que reivindica la especificidad de suaproximación y la necesidad de una dimensión histórica en toda reflexión sobrelos objetos sociales?

Como historiadores de formación, de carrera, Bloch y Febvre se preocupansobre todo por entablar confrontaciones empíricas, a las que desde el principioabren los Annales. La apertura disciplinaria que predican y se esfuerzan por ilus-trar en la revista no se identifica exactamente, ni en sus intenciones ni en su eje-cución, con el modelo durkheimiano. Pronto se comprende lo que conservan ylo que rechazan de este modelo. Lo que conservan: la voluntad de una mejor efi-cacia intelectual a través del incesante cuestionamiento de las nociones admiti-das, de los recortes instituidos: "Cuando a los veinte años, con sentimientosmezclados de admiración y de rebeldía instintiva, leíamos L'Année sociologi-que, una de las novedades que más nos llamaba la atención ¿no era acaso ese es-fuerzo perpetuo de reacondicionamiento, de readaptación de los marcos clasifi-catorios que, de volumen en volumen, se flexibilizaba, se modificaba, y siemprepor razones que los colaboradores de Durkheim exponían, discutían, formulabanclaramente?" .14 Y ~ambién lo que rechazaban, al menos por omisión: toda laconstrucción teórica que sustentaba la empresa de una ciencia social. Porque enellos la afirmación de una unidad de lo social no parte tanto de una posiciónepistemológica sino que se funda sobre su convicción de historiadores. En elmomento en que se dispone a convertirse en la depositaria de lo social-como enel siglo XIX había sido de lo nacional-, la historia sintomáticamente encuentralos acentos y la imaginería románticas: para Bloch, para Febvre, como lo era pa-ra Michelet, como lo será para Braudel, su unidad es "la de la vida". Referenciaorgánica fundamental sobre la cual encontraremos cien variaciones en las pági-nas de los Annales: sin duda, es más un acto de fe que rigurosamente una funda-ción de las nuevas ambiciones de los historiadores. Sin embargo, resultará por-tadora de un formidable dinamismo, de un insaciable apetito, para retomar ellenguaje carnívoro tan apreciado por Febvre y Bloch: apetito de lecturas, de ini-ciativas, de experiencias: dinamismo unificador, que muy pronto sitúa a la histo-ria en el centro de las ciencias del hombre.

Más adelante volveremos sobre esa vocación unificadora de la historia. Ahoradestaquemos que se hace en nombre de lo concreto contra el "esquematismo", latentación de la "abstracción": "La historia vive de realidades, no de abstraccio-

[3. L. Febvre, "Histoire, éconornie el statistique", Annales d'histoire économique el sociale, II,1930, págs. 581-590.

14. L. Febvre, arto cit., pág. 583.

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nes"; los términos del debate, sin lugar a dudas, son fechas. Sin embargo, durantevarias décadas, caracterizan la historiografía que se constituye alrededor de la re-vista, y explican en parte la fuerza de atracción de un movimiento que, más alláde sus opciones intelectuales, y en esas mismas opciones, sigue siendo profunda-mente acogedor, hasta ecléctico. Una vigilancia crítica incesante, una retóricacombativa no impiden, muy por el contrario, que los Annales se conviertan en unlugar hospitalario. En el cambio de siglo, la geografía de Vidal de la Blanche ha-bía dado el ejemplo de un cuestionario abierto, de una investigación al mismotiempo multiforme e integrada, pero también de una búsqueda concreta, inscritaen una región, en grupos humanos, en un paisaje: Marc Bloch, y todavía más Lu-cien Febvre, con bastante frecuencia reivindicaron su herencia para que sea nece-sario detenerse en esto más tiempo. Es precisamente la experiencia que los Anna-les se dedican a encontrar y a orquestar a mayor escala.P La aprehensión delhecho social, precisamente porque debe ser global, se prohíbe toda exclusión, yhasta rechaza toda jerarquía entre las aproximaciones particulares de que es obje-to. Aquí, la (relativa) dominante "económica y social" de los primeros años de larevista no debe inducir a error: lo económico es privilegiado ante todo porque suestudio, hasta entonces, había sido demasiado descuidado; luego y principalmen-te porque en él las relaciones sociales son más densas y visibles que en otras par-tes; pero en ningún caso representa el papel de una instancia que determine elconjunto de los funcionamientos sociales, en el sentido en que 19entiende el aná-lisis marxista, con el cual Bloch y Febvre, por lo demás, desde los Annales man-tienen relaciones reservadas y a menudo francamente críticas. 16

Las razones de sus reticencias fueron varias veces explicitadas, aunque nun-ca hayan sido expuestas de manera sistemática. Radican en una desconfianzainstintiva hacia toda construcción teórica que correría el riesgo de volverse coer-citiva. Ellas remiten a una aproximación a lo social que es globalizante en suproyecto, pero fundamentalmente empírica en su desarrollo. Porque lo social ja-más es objeto de una conceptualización sistemática articulada; más bien, es elsitio de un inventario, siempre abierto, de las correspondencias, de las relacionesque fundan la "interdependencia de los fenómenos". La Société féodale de Marc

15. Por supuesto, es vano jerarquizar retrospectivamente las influencias; sin embargo, el modelogeográfico parece más determinante en los orígenes de los Annales que el de la Revue de Synthésehistorique de Henri Berr: precisamente debido a la integración efectiva de las aproximaciones en elseno de una investigación concreta, ilustrada por el Tableau géographique de la France de Vidal deLa Blache y las grandes tesis regionales de sus discípulos; pero también porque la ideología de lasempresas de Berr está marcada por un evolucionismo social fundamental que permanece ajeno aFebvre y a Bloch, al igual que a sus sucesores. Por lo que respecta a la Síntesis, los Annales son másdeudores de una red y de una forma de sociabilidad intelectual cuyo papel es importante, por lo me-nos en los primeros años de la revista.

16. Sobre estas relaciones, véanse las interesantes observaciones de Marina Cedronio en su con-tribución "Profilo delle Annales", en la recopilación colectiva Storiografiafrancese di ieri e di og-gi, op. cit., en particular págs. 10-18.

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Bloch: "El análisis y la explicación de una estructura social con sus relacio-nes".17 y Lucien Febvre: "La tarea del historiador no es encontrar y desplegarentre los agrupamientos y las sociedades una cadena ininterrumpida de filia-ciones sucesivas [ ... ] sino captar en el pasado toda la serie de combinacionesinfinitamente ricas y diversas". La tarea de las ciencias del hombre es hacercomprender lo social, no por simplificación o abstracción, sino, por el contrario,complejizándolo, enriqueciéndolo de significaciones alumbradas por la madejaindefinida de las relaciones. Sin duda, hay que distinguir, clasificar; pero la ta-xonomía es sobre todo agrupadora, y el mejor punto de vista es siempre el quepermite confrontar la mayor cantidad de fenómenos.

Empirismo, apertura de principio a todas las confrontaciones: la dinámica delos Annales se explica tanto por una aptitud reivindicada para la innovación co-mo por el prestigio de una actitud metodológica nueva. Pero la sociología acadé-mica de Francia en el período entre las dos guerras, también, ayuda a compren-der el éxito de la empresa. Los Annales no son el primer intento de organizar lasciencias sociales alrededor de la historia. Alrededor de la Revue de synthése his-torique, del Centro internacional de síntesis, de su colección "L'évolution del'humanité", Henri Berr había intentado la constitución de una red de la que for-maban parte Febvre y Bloch, y en la cual pudieron abrevar, llegado el momento.La Síntesis, sin embargo, se situaba al margen de las instituciones universitarias,y siempre le faltó la legitimidad académica. Que, por el contrario, de entrada esuna conquista de los Annales. En el momento en que ellos la emprenden contralas concepciones historiográficas que dominan en la universidad, lo hacen a par-tir de una posición universitaria. Sus fundadores son historiadores reconocidos,cuya carrera, en gran parte, ya está realizada, que de ningún modo son margina-les; sus primeros colaboradores, los que dieron su fisonomía a la revista, fueronreclutados en una universidad de Estrasburgo que fue brillante e innovadora enel período inmediatamente posterior a la victoria; y se benefician con el padri-nazgo prestigioso de Henri Pirenne.

Sin embargo, entre las ciencias sociales, la historia -y en un grado menor lageografía, con la cual, por otra parte, mantiene una relación al mismo tiempoprivilegiada y jerarquizada- se beneficia con un status favorecido. La sociologíaatraviesa entonces un largo purgatorio. Los jóvenes durkheimianos fueron dis-persados por la guerra; el jefe de la escuela desapareció y, con él, el proyectosistemático cuyos espíritu y estilo no sabrá (o no querrá) recuperar el segundoAnnée sociologique. Con la psicología (cuya inserción, de lejos, no es exclusiva-mente producto de la facultad), la sociología permanece vinculada a la enseñan-

17. Y todavía Febvre reprocha allibro, en el análisis crítico que le consagra (Annales d'histoiresociale, 1940, págs. 39-43, y 1941, págs. 125-130), ser demasiado esquemático y señalar un retornohacia "lo sociológico, que es una forma seductora de lo abstracto". Las posiciones de los directoresde los Annales, por otra parte, no coinciden exactamente, y evolucionan en sentidos diferentes en losdiez primeros años de la revista.

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za filosófica en las facultades de letras; las cátedras son escasas, además, y másbien se las encuentra en los grandes establecimientos, en las secciones de laÉcole des hautes études o en el Collége de France. La etnología permanece en-cerrada en el Museo del Hombre hasta después de la Segunda Guerra Mundial.La economía permanece aparte, en facultades de derecho mucho más temprana-mente diversificadas en sus enseñanzas y en las formaciones que proponen, pe-ro que tienen poca comunicación con la enseñanza "general" de las facultadesde letras. 18 La historia, por su parte, aprovecha el prestigio tradicional de las dis-ciplinas clásicas. Tradicionalistas e innovadores mezclados, posee numerosascátedras, ofrece carreras, rentabiliza competencias intelectuales. Administra uncapital social, institucional, mucho más gravoso que las otras disciplinas, y dis-pone de una legitimidad científica y simbólica mucho más fuerte. Precisamenteen ese dispositivo universitario viene a deslizarse la innovación historiográfica,que es la ofensiva de los Annales. Del que saca provecho, y al mismo tiempo lorefuerza. Sin duda, es eso lo que explica la conformación muy particular delcampo de las ciencias sociales en Francia: por lo menos durante treinta años, és-te se organiza alrededor de la historia.

Todo lo demuestra: en primer lugar el éxito, y el efecto de arrastre de la re-vista conducida por Bloch y Febvre: el proyecto de la Encyclopédie francaise,confiado a Febre, desde 1932, por Anatole de Monzie; la construcción de la VISección de la École pratique des hautes études, el sitio donde la enseñanza y lainvestigación en ciencias sociales se concentraron más fuertemente en Franciaen el período inmediatamente posterior a la guerra alrededor de un núcleo dehistoriadores; dos de ellos, Febvre y Braudel, se hicieron cargo entonces de sudirección, y los historiadores no dejaron de representar allí un papel determinan-te, aunque, desde hace tiempo, ya no son mayoritarios, y se convirtió en Écoledes hautes études en sciences sociales. Y hoy, cuando, con la demora habitual,los medios de comunicación -desde los manuales escolares hasta los programasde televisión- descubren las ciencias sociales, de manera muy desigual y en oca-siones escandalosa, es a través de la historia como más en general la encaran, talvez también porque ella propone su más fácil acceso. Remodelado, renovado,incesantemente regenerado, el imperialismo de los historiadores dominó lasciencias sociales en Francia de manera casi indiscutida durante por lo menos unageneración. En el mismo tiempo, las otras disciplinas, entre otras cosas, se rede-finieron con relación a la historia, y a veces en contra de ella. Detengámonos unmomento en este cambio de perspectiva.

A comienzos del siglo XX, algunos sociólogos, en nombre de una concep-ción unificada, integrada, de las ciencias sociales, proponen un programa de uni-

18. Desarrollos muy interesantes en V. Karady, "Durkheim, les sciences sociales ... ", op. cit.,particularmente págs. 275-288.

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ficación. Treinta años más tarde es retornado y desviado desde el interior por ungrupo de historiadores universitarios en una revista, primero marginal y luego,progresivamente, reconocida -algunos dirán institucionalizada-, en todo casodotada de una autoridad intelectual importante. El programa inicial -el de losdurkheimianos- resulta bastante deformado. La confrontación deseada se ha rea-lizado, parcialmente, pero ni en sus modalidades ni en sus fines evoca la cons-trucción voluntarista y casi transparente anunciada por Simiand en 1903. En to-do caso, nunca adopta la figura de una integración, ni siquiera de unareorganización disciplinaria. La consigna de la segunda posguerra es la interdis-ciplinariedad. Frente a la proliferación de las especialidades y a su lenta institu-cionalización, se trata de constituir instituciones de recepción nuevas, espacioscientíficos abiertos donde el encuentro sea posible. Mientras que el proyectodurkheimiano proponía una reformulación radical del cuestionario de las cien-cias sociales, en adelante se trata de inventar estructuras de concentración, de co-laboración, de distribución comunitaria de los métodos y los resultados; de ma-nera característica, se lo imagina en términos espaciales cuya tonalidad está dadapor un informe oficial, redactado en 1957: "[ ... ] cualquiera que sea su edad (o suéxito), todas las ciencias humanas son 'entrecruzamientos' o, si se prefiere, pun-tos de vista diferentes sobre el mismo conjunto de realidades sociales y humanas.Como consecuencia, al capricho de la coyuntura intelectual, hubo y debe haberfases de aproximación y fases de segregación de las diversas ciencias humanas.Las fases de segregación, donde cada uno, sumiéndose en su campo particular, lodefiende contra su vecino, corresponden al nacimiento de nuevas ciencias, valedecir, nuevos métodos y nuevos puntos de vista: la demografía, la sociología, laetnografía, para citar los ejemplos más recientes. Las fases de aproximación per-miten que las ciencias ya establecidas asimilen esos nuevos resultados [... ] En laactualidad, tras el desarrollo bastante desordenado de varias ciencias nuevas, seimpone una aproximación global, vale decir, una distribución en común de todolo adquirido y una superación sistemática de las posiciones antiguas".'? El desa-rrollo de la VI Sección de la École des hautes études, los proyectos de una casade las ciencias del hombre en la década de 1950 (cuya historia algún día habráque contar), ilustran claramente esta concepción.

En todas estos emprendimientos, los historiadores representan un papel mul-tiforme de iniciadores, de aglutinadores, de coordinadores. Durante mucho tiem-po son los principales beneficiarios de las ganancias de las ciencias sociales, cu-ya introducción en Francia, de hecho, no data más que de unos veinte años. Asíse comprueban extrañas demoras, sorprendentes desfasajes. La reflexión antro-

19. H. Longchambon, "Les sciences sociales en France. Un bilan, un programme", AnnalesESe, 1958, 1, págs. 96-97. El artículo, publicado con un caluroso comentario de la revista, fue ex-traído de un informe sobre las ciencias sociales presentado al gobierno en junio de 1957. HenriLongchambon era entonces presidente del Consejo Superior de la Investigación Científica y el Pro-greso Técnico.

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pológica representa hoy un papel central, casi referencial: pero la obra de Clau-de Lévi-Strauss, más allá del círculo de los especialistas, no encuentra su públi-co intelectual ni con la tesis sobre los Nambikwara (1948), ni siquiera con lasEstructuras elementales del parentesco (1949), sino con Tristes trópicos (1955),y sobre todo con la publicación de Antropología estructural (1958). Para otrosdesarrollos, los plazos de reconocimiento serán mucho más largos todavía. A lasdificultades de recepción se añaden los problemas ligados a la institucionaliza-ción tardía, a menudo parcial, de las diversas ramas de las ciencias sociales en elsistema universitario: también aquí, unas y otros reforzaron por mucho tiempo laposición de los historiadores. Compréndase bien que, por parte de estos últimos,no se trata de un gran designio maquiavélico con los fines de regentear las cien-cias del hombre. Basta con recorrer, a través de innumerables informes y notascríticas, el abanico de las lecturas y los intereses de Lucien Febvre para estarpersuadido de ello. Al mismo tiempo, Femand Braudel se esfuerza por proseguirun diálogo difícil con el sociólogo Georges Gurvitch, con el economista Fran-cois Perroux, y muy pronto será uno de los primeros en saludar, en los Annales,la importancia de los primeros trabajos de Michel Foucault. Sin duda, muchomás que las intenciones o las personas, lo que hay que cuestionar son los efectosinducidos por el recorte y la valorización académicas, la jerarquía más o menosacostumbrada de las disciplinas.

Esta minoridad demasiado prolongada de las ciencias sociales, por otra par-te, estuvo a punto de costar un alto precio a la historia todavía reinante a co-mienzos de los años sesenta. La extraordinaria violencia de la reacción estructu-ralista en Francia, hace aproximadamente veinte años, se expresó en lostérminos de un anti-historicismo en ocasiones terrorista. Aquí confluían varioselementos: la definición de métodos nuevos, que establecían procedimientos detrabajo relativamente homólogos en varios campos hasta entonces separados; lareivindicación (legítima) de campos teóricos particulares, sin duda; también eldesengaño de una intelligentsia decepcionada por las astucias de la historia real,como lo mostró F. Furet;20 pero también -y tal vez no se insistió lo suficiente enesto hasta ahora- una voluntad de emancipación intelectual e institucional.

Un texto de Fernand Braudel da la medida del debate incluso antes de que sehaya entablado verdaderamente. Se trata del artículo clásico sobre "La larga du-ración", publicado en los Annales en 1958, el mismo año que apareció Antropo-logía estructural. Sin que sea necesario volver sobre esto, es sabido la repercu-sión que tuvo. Sobre todo se destacó y discutió la sistematización del análisisdiferencial de las temporalidades sobre el cual estaba construido Mediterranée.Aquí también -y los dos aspectos no están reunidos por azar- podemos leer unasituación de la investigación en ciencias sociales, y más en particular una refle-xión sobre las relaciones que mantiene la historia con las otras disciplinas. El

20. Francois Furet, "Les intellectuels francais et le structuralisme", Preuves, 1967, págs. 3-12.

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texto se abre con la verificación de una "crisis general de las ciencias del hom-bre", al mismo tiempo "agobiadas bajo su propio progreso" y tentadas por el re-pliegue sobre sí mismas en nombre de su respectiva especificidad. Detrás delcuadro, pues, como entre líneas, corre la nostalgia de una unidad que los durk-heimianos habían identificado con el método sociológico y que los Annales deFebvre y Bloch habían deseado realizar alrededor de una historia sin fronteras.Sin embargo, treinta años después, ¿qué lugar se propone a la historia? Braudello presenta como "una de las posibilidades de lenguaje común con miras a unaconfrontación de las ciencias sociales". Y, más explícitamente todavía: "Ya setrate del pasado o de la actualidad, una clara conciencia de esta pluralidad deltiempo social es indispensable para una metodología común de las ciencias delhombre't.t' Aquí, la exigencia de una perspectiva histórica en toda interrogaciónsobre lo social es evocada con fuerza: sin duda, la historia conserva la vocaciónunificadora de que estaba investida, aunque ya no sea la única que ofrece un"lenguaje común" a la comunidad de especialistas. Pero ¿cómo no sentir que eltono ha cambiado, y cómo no presentir, detrás de la inquietud explícita, que estáoperando una reorganización del campo científico? Así, en el momento en queel dispositivo institucional que organiza las ciencias sociales está acaso más po-derosamente organizado alrededor de la historia, un historiador escoge los An-nales para proponer una revisión necesaria que, tal vez, en un principio se habíadescuidado.

Por lo tanto, se ha abierto una crisis; crisis larvada y de la que no se tomaráclara conciencia, comoa menudo ocurre, sino cuando haya sido en parte resuel-ta, cuando las relaciones entre la historia y las otras ciencias del hombre se ha-yan redefinido empíricamente. Entonces se descubrirá que las modalidades deltrabajo científico cambiaron al mismo tiempo que el proyecto pluridisciplinario.Y tardíamente se inquietarán de la fidelidad de los historiadores al programa ini-cial de los Annales, como si un programa fuera indiferente de las condicionesintelectuales en que fue pensado.

Sin embargo, en lo inmediato, raros son aquellos que saben reconocer las re-novaciones en curso. Esta miopía tiene razones evidentes. Antes de que el recha-zo de la historia, por algunos años, se convierta en una consigna polémica, algu-nos lazos reales se tejieron entre las diversas prácticas disciplinarias, y laexigencia de una dimensión histórica es patente en muchos trabajos en cienciassociales emprendidos en Francia. Nada lo muestra mejor que la organización delas investigaciones (y de las instituciones de investigación) sobre las áreas cultu-rales, concebidas de manera sensiblemente distinta de las area studies norteame-ricanas, de las que, por otra parte, no son exactamente contemporáneas. Simétri-camente, la historiografía asociada a los Annales salió al paso -si puede decirse-

21. Femand Braudel, "Histoíre et sciences sociales. La longue durée", Anuales ESe, 1958,4,págs. 752-753.

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de esas evoluciones, privilegiando el estudio de los sistemas respecto del estudiodel cambio. La comprobación es evidente cuando se trata del análisis de una es-tructura social en Bloch (La société féodalei, de la definición de los sistemas cul-turales y de la noción de civilización en Febvre (Le probléme de l'incroyance auxvte siécle), o de la larga duración en Braudel. Atentos a las permanencias, lassolidaridades, estos historiadores no buscan tanto restituir evoluciones comomarcar las rupturas que señalan el paso de un sistema a otro, o que, más exacta-mente, identifican el desvío entre dos sistemas sucesivos: "revoluciones" tecno-lógicas, económicas, mentales que tan a menudo evocaron. Sin duda, se objetarátodo el esfuerzo de análisis de la coyuntura -de las coyunturas económica, so-cial, cultural- que los Annales desde el principio acogieron y alentaron, y quecontinúa hasta nosotros. Pero ¿cómo no ver que, detrás de lo que se llama la co-yuntura en la historiografía francesa, lo que primero uno trata de comprender esla intervención reiterada de fenómenos cíclicos cuya compleja disposición carac-teriza un modelo? Así, como el estudio de los hechos repetitivos designa enBloch un nivel de permanencias casi estructurales, los retornos cíclicos definenen Labrousse un modelo socioeconómico (el Antiguo Régimen económico); yenMeuvret y Goubert, el sistema de las fluctuaciones y los mecanismos de la crisis,de igual modo, caracterizan un antiguo régimen demográfico. Sin duda, convie-ne no forzar demasiado la oposición: de Simiand a Labrousse y a Vilar, el análi-sis coyuntural también inviste "el tiempo económico que aparece como creador,y como creador por sus propios ritmos [... ]".22 Ytoda una reflexión sobre el cre-cimiento (por lo demás muy diverso en sus inspiraciones) se hace eco de talespreocupaciones. Sin embargo, la mayoría de las veces, ¿no tomó la interrogaciónsobre el crecimiento económico la forma de un análisis de las condiciones de po-sibilidad del crecimiento, en un sistema determinado? Y ¿cómo no ver que, en laimpresionante posteridad de la obra de Ernest Labrousse, el Esquisse representóun papel más determinante que la Crise?

Con frecuencia se repitió que la voluntad sistemática de los Annales era co-mo una defensa ideológica frente a los desórdenes reales de un mundo difícil-mente inteligible, en la época de la Gran Depresión, de la que su nacimiento escontemporáneo. Como vimos, su inspiración era más antigua. Pero sigue siendonotable comprobar hasta qué punto la historia mayoritaria en los Annales es aje-na a todo análisis del cambio social, e incluso a toda explicación del pasaje deun sistema histórico al sistema siguiente. Significativamente, los que se arriesga-ron en esto fueron a buscar a otra parte sus modelos de análisis, por el lado deesos teóricos cuya historiografía, entre nosotros, es tan alarmante: en Marx paraGeorges Lefebvre, sobre todo para Pierre Vilar, y muy recientemente para GuyBois; en un Malthus revisitado para Emmanuel Le Roy Ladurie (pero para en-

22. Pierre Vi lar, La Catalogne dans l'Espagne moderne. Recherches sur les fondements écono-miques des structures nationales, París, Sevpen, 1962,1. 1, pág. 17.

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contrar ahí la negación del cambio en el corazón de cinco siglos de historia in-móvil). Esta orientación, con más frecuencia funcionalista que estructuralistaprecoz, hace comprender que la historia como disciplina, en un principio, superóno demasiado mal la crisis de los años sesenta. Cuanto menos, a las "nuevas"ciencias sociales les ofrecía un terreno donde identificar otras organizaciones,otras lógicas; es lo que ilustran, de manera muy diferente, el desarrollo de la an-tropología histórica o el éxito de una arqueología de sistemas de pensamientocuyo iniciador fue Michel Foucault. Pero estos elementos de continuidad -deconciliación, hay que decir- no deben ocultar discontinuidades esenciales.

Porque las secuencias que acaban de ser rápidamente localizadas bien pue-den evocar la unidad de un proyecto continuado desde hace ochenta años. Cadauna de ellas, sin embargo, remite a una organización no sólo de la práctica de lainvestigación histórica sino, más ampliamente, del campo de las ciencias socia-les en su totalidad. En la definición de los paradigmas que se prosiguen y se en-cadenan, dos puntos se hallan en el centro del debate: la misma unidad de esecampo, por un lado, y las modalidades del trabajo interdisciplinario por el otro.Retornemos nuestros ejemplos. Para Sirniand, a comienzos de siglo [XX], launidad era definida como una unidad de método. Él proponía que la historia sealineara sobre las otras ciencias sociales (o, más exactamente, que entrara contodas las de la ley en la ciencia social), reformando su método de manera deproducir, según reglas hornólogas, objetos de estudio comparables a los queconstruye el sociólogo; y, con él, el economista, el geógrafo, etc. El problema dela interdisciplinariedad, por lo tanto, no se planteaba en cuanto tal. Simiand for-mulaba de entrada como evidente la existencia de un modelo de referencia uni-ficado: "[ ... ] creo que, de hecho, en el propio trabajo de los historiadores actua-les, en la elección y la disposición muy estudiadas de sus trabajos, en supreocupación manifiesta por renovar su obra aprovechando los progresos reali-zados por las disciplinas contiguas, ya se manifiestan muchas tendencias parasustituir progresivamente la práctica tradicional por un estudio positivo, objeti-vo, del fenómeno humano susceptible de explicación científica, para dirigir elesfuerzo esencial sobre la elaboración consciente de una ciencia social".

Una generación más tarde, el modelo ha cambiado. Ya insistimos en el he-cho de que, alrededor de 1930 y durante treinta años, el campo de las cienciassociales se había reorganizado en Francia alrededor de la historia. Pero aquí loque más importa es que el referente fundamental no es ya un método sino un ob-jeto: el hombre. La universidad francesa conservó ese hábito, creo que original,de llamar ciencias del hombre (o ciencias humanas) lo que ella misma llamabaen el pasado -y en el extranjero se sigue llamando- ciencias sociales. La unidaddel campo interesado, en consecuencia, ahora se ubica del lado del objeto apre-hendido por las diversas prácticas científicas, objeto supuestamente común y so-bre el cual se funda la posibilidad de una investigación colectiva. El modelo delintercambio y de la circulación interdisciplinarias, por lo tanto, deja de ser el deuna normatividad metodológica para convertirse en el del préstamo, préstamo

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conceptual y fáctico. Las prácticas científicas ya no tienen que alinearse unassobre otras sino que deben capitalizar un fondo común donde provisionalmentecada uno se defiende como puede. Esta capitalización se efectúa en una perspec-tiva optimista donde la supuesta unidad del hombre permite esperar, por lo me-nos de manera asintótica, una reconciliación general. Tal esquema parece implí-cito en la famosa concepción del zusammenhang, que Lucien Febvre siempredefendió y quiso ilustrar.P Él propone una suerte de interdisciplinariedad flexi-ble --en ocasiones se dice blanda-, de la que no es sorprendente que la historiahaya sido la principal beneficiaria, tanto a favor de su apertura intelectual comoa causa de su dinamismo institucional. Ella ofrece el más amplio campo de ex-perimentación a la comparación y la importación conceptual, al mismo tiempoque el discurso científico menos codificado, y, por consiguiente, el más acoge-dor. Una vez más, Femand Braudello escribió con mucho coraje, en un momen-to en que los prestigios y las realizaciones de la historia invitaban más bien altriunfalismo, en su artículo de 1958: "l...] la historia -acaso la menos estructu-rada de las ciencias del hombre- acepta todas las lecciones de su vecindad, y seesfuerza por que tengan eco".24

Esta constelación del saber se disuelve bajo nuestra mirada desde hace unosveinte años. Entonces el campo de la investigación en ciencias sociales se frag-menta, se disgrega. El hombre, figura central del dispositivo precedente, deja deser el referente fundador para convertirse en el objeto transitorio, fechado, deuna disposición particular del discurso científico. Desde este punto de vista, essignificativo que, en la obra obstinada, devastadora, de Michel Foucault, Las pa-labras y las cosas ocupe un lugar emblemático: publicado en 1966, el libro pro-pone precisamente una arqueología (vale decir, una deconstrucción) de las cien-cias humanas. Pero, perdida por el lado de su objeto, la unidad de las cienciassociales tampoco será encontrada ya por el lado de un improbable método gene-ral del que, en el mismo momento, nos recuerdan que precisamente carecería deobjeto. En consecuencia, lo discontinuo hace irrupción en las ciencias sociales.En efecto, todo ocurre como si la hipótesis de una unidad global fuera reempla-zada por la constitución de unidades parciales, locales, definidas por procedi-mientos científicos, o sea, por un trabajo. En secuencias limitadas, en adelanteno se ·trata tanto de reconciliar aproximaciones diferentes en una aproximaciónúnica como confrontar prácticas y medir desvíos en tomo de la construcción deobjetos particulares. Pero entonces, quizá lo que ocurre es que ha comenzado unverdadero trabajo interdisciplinario. Los aislamientos disciplinarios son cuestio-nados no tanto en nombre de un proyecto unificador de conjunto como de unaproducción específica. Bien podría ser que hayamos empezado a asistir a una

23. Excelentes textos de Febvre en el estudio de H. D. Mann, Lucien Febvre, la pensée vivanted'un historien, Cahiers des Annales, 31, París, Armand Colin, 1971, págs. 93-122.

24. F. Braudel, "La longue durée", arto cit., pág. 726.

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reorganización del recorte disciplinario donde las viejas circunscripciones insti-tucionales serán reemplazadas por campos definidos por prácticas.

Se trata de la evolución que, desde hace unos diez años, en ocasiones se hadescrito como Un "estallido de la historia", o que se denuncia más severamentecomo una "historia en migajas". Por el momento, dejemos la polémica de lado.Ninguna de estas caracterizaciones es totalmente pertinente, porque tanto unacomo la otra parece identificar dos aspectos de naturaleza sensiblemente distin-ta: por un lado, la vitalidad de una investigación que no deja de diversificar susintereses, que multiplica sus campos de trabajo y que se abre -bien o mal, pocoimporta eso aquí- a todas las sugerencias; y por el otro, las condiciones episte-mológicas de esta investigación: el territorio del historiador, y la naturaleza deun trabajo. De hecho, lo que ha cambiado es la relación que mantienen entre sí.La exigencia de una práctica más local, pero que se esforzaría por experimentarde manera más explícita los procedimientos científicos a los que recurre, ¿cues-tiona la perspectiva de una historia global, tan esencial para las dos primeras ge-neraciones de los Annales?

La pregunta no deja de aflorar desde hace algunos años, y de buena gana sir-ve para expresar la inquietud o la irritación suscitada por la reciente evoluciónde la investigación histórica, tal como la presenta la revista en particular. Por lodemás, no existe ninguna seguridad de que, en términos tan generales, el proble-ma pueda estar bien planteado; pero al menos tiene el mérito de invitar a la re-flexión acerca de los paradigmas de los Annales.

La reivindicación de una historia global -o total, como se ha dicho en oca-siones, sin que el uso de ambos epítetos sea claramente especificado- traducía almismo tiempo un rechazo y una convicción. Como vimos, el rechazo era el de ladivisión demasiada estricta entre los saberes y las competencias disciplinarias, elde las especializaciones abusivas en el interior de una disciplina. La convicciónafirmaba que entre las aproximaciones de lo social debían existir una coherenciay una convergencia, y que la integración de las ciencias sociales era posible, ypor tanto necesaria. Desde hace cincuenta años, estas opciones son la originali-dad de los Annales; pero tuvieron consecuencias que acaso no sea inútil evocar.

A falta de poder decirlo todo (aunque con frecuencia conservara la nostalgiade una resurrección integral del pasado), el historiador decidía no prohibirse na-da de entrada. Poco más o menos, ya era geógrafo; también se convirtió en eco-nomista, demógrafo, antropólogo, a veces lingüista, otras, naturalista. En su in-vestigación importaba nociones, hipótesis, elementos inéditos de comparación.Esta inventiva casi no tuvo descanso desde hace medio siglo, y, a un ritmo ace-lerado, suscita nuevos campos. ¿Es esto suficiente para definir una "historia glo-bal"? Más bien, da la impresión de haber procedido por yuxtaposición de apro-ximaciones diversificadas en el interior de un trabajo cuya definición no eracuestionada. Los grandes estudios monográficos (que, bajo la apariencia de latesis, siguen siendo en Francia el género historiográfico dominante) ilustran cla-

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ramente esta evolución ambigua: los resúmenes, siempre sobrecargados, mani-fiestan el enriquecimiento constante del cuestionario y los métodos; pero el mar-co de la investigación -el "tema", como se sigue diciendo-las más de las veceses extrañamente repetitivo y como inerte. Aquí conviene tener en cuenta lascoerciones del oficio y de las condiciones concretas en las que se efectúa un tra-bajo que, por lo general, resulta de una empresa individual; y también las coer-ciones universitarias y de los hábitos. Por otra parte, grandes libros recientes (yno tanto) están presentes para recordamos que un objeto tradicional puede serrenovado de arriba abajo tanto en su definicion como en su construcción. Mayo-ritariamente, la discordancia entre el objetivo y los medios, sin embargo, es evi-dente. Todo transcurre como si el programa de historia global no ofreciera másque un marco neutro para la adición de historias particulares, y cuya disposiciónno parece suscitar ningún problema.

Sin embargo, la parte que corresponde a la inversión metodológica no dejóde recargarse, las técnicas de análisis y de tratamiento de los datos se hicieronmás complejas, hasta bosquejar nuevas especialidades con sus competencias ysus fronteras. Sin duda, esta evolución es inevitable desde el momento que sesale del programa para emprender su ejecución. Al reducir el campo de sus in-vestigaciones, al especificar sus hipótesis, afirmando sus procedimientos, algu-nas de esas historias sectoriales llegaron a resultados por lo menos verificables,en ocasiones acumulativos, como por ejemplo la demografía histórica, o ciertasformas de la historia económica. Pero esas tentativas, como ocurre con todo de-sarrollo científico, no progresaron sino especificando su objeto y limitando susambiciones. Su misma articulación con la disciplina-madre -cuyo objeto, funda-mentalmente, sigue sin estar definido- ya es problemática. Por lo tanto, no hayque sorprenderse de ver surgir nuevos baluartes, y hasta exclusiones. Esta frag-mentación del campo histórico es alarmante en la medida en que manifiesta latentación de un repliegue sobre sí, y, a la larga, confirma situaciones adquiridas.Pero ¿no es más que eso? Sin duda, la unidad de las ciencias sociales no resultatan evidente como podía serio hace veinte años.P Pero una vez más, lo que pa-rece perdido en el nivel del programa tal vez esté en vías de ser reconquistadoen el trabajo efectivo. En el análisis de los hechos sociales, la interdisciplinarie-dad deja de ser invocada como la panacea universal para ser experimentada lo-calmente, en los campos mejor definidos donde se borran las prerrogativas dis-ciplinarias. ¿Historia "fragmentada" o historia en construcción?

Por último, hay que recordar que, en su origen, la historia global fue una in-terrogación sobre la propia historia. El historiador renunciaba a la lógica y a ladinámica del relato; revocaba la perspectiva evolucionista y las interpretaciones

25. Claude Levi-Strauss fue uno de los primeros que lo expresó claramente; véase "Criteresscientifiques dans les disciplines sociales et humaines", Revue internationale des sciences sociales,1964,4. págs. 579-597.

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finalistas; en lo sucesivo, al igual que el presente, el pasado dejaba de estar ga-rantizado; el historiador inventariaba el espesor y la complejidad del tiempo so-cial. Contra la tentación de las síntesis demasiado armoniosas, demasiado esque-máticas, la aproximación global sugerida desde el vamos por los Annalespretendía estar atenta a la diversidad de los espacios, a las evoluciones desfasa-das, discordantes, a las temporalidades múltiples, a las discontinuidades; y, sinduda alguna, no es un azar si el Mediterrannée de Femand Braudel sigue siendohoy en día la obra emblemática de toda la empresa: en su proyecto, en su arqui-tectura, el libro habla claramente de la voluntad de aprehender lo social a travésde todo un sistema de diferencias. También aquí, las formas y el estilo del traba-jo cambiaron. Sin embargo, más allá de la multiplicidad y la dispersión aparentede los campos de trabajo, en condiciones transformadas en profundidad, los An-nales siguen dando testimonio de una forma de historia que se preocupa, no porreducir a la fuerza desvíos y discontinuidades, sino por convertirlos en el objetoprivilegiado de su interrogación, por situarlos y comprenderlos.