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JHS. En el fondo, yo creo que h ici m os lo que deb i- mos hacer. Tal ve z no lo que hubiéran1 os q uérido. Se diría que nos em p ujaron bruscamente, que no nos dejaron p ensar. Hoy comprendo que fue El. iTantas veces como abri m os la puerta! Nos la n- zábamos p or el aire, con m edia consci encia. La g ente nos miraba seria. P ero en nuestros es p í- ritus sonaba la gran carcajada. Er a un eco cons- tante, como cuando la cama res ponde a nue stro cora z 6n. ¿Te acuerdasJ. No, quizá ya no te acuer- das, quizá te has olvidado por que lo grandes plátanos g uen llorando hojas y los ni ñ os com- pran barquillos a la ilusi6n. La bar q uillera. iQ inm enso bom bo de la vi- da! Yo lo tentaba, lejos de tí, y siempre me res- p ondía con una flor marchita. M uc has vec es sen- tía deseo de abrirme al poniente desa ng ra do, de sentir la humedad del río a mis pies y el cie lo deshaciéndose en g ritos de soledad. Resistía casi si empre. Lue go el mundo se hundía entre la g entee apresurada, o el inm enso vahi do de carne morosa qu e se arrastraba por colorines de asfal- to. En el co me dor de casa, encontr2ha. una luce- cita, y dab a un beso a mi madre. Me acuerdo de aquellas tardes de frescas g o- Digitalizado por Biblioteca "P. Florentino Idoate, S.J." Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas"

iTantas veces como abrimos la puerta! Nos lan€¦ · de los bueyes, de los arados, de la il.i.lla, de la hera! Despu~s, si quieres, vuelve al suelo. Yo seguiré mi camino. Ni siquiera

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Page 1: iTantas veces como abrimos la puerta! Nos lan€¦ · de los bueyes, de los arados, de la il.i.lla, de la hera! Despu~s, si quieres, vuelve al suelo. Yo seguiré mi camino. Ni siquiera

JHS.

En el fondo, yo creo que hicimos lo que debi­

mos hacer. Tal ve z no lo que hubiéran1 os q uérido.

Se diría que nos empujaron bruscamente, que no

nos dejaron pensar. Hoy comprendo que fue El.

iTantas veces como abrimos la puerta! Nos lan­

zábamos p or el aire, con media consci encia. La

gente nos miraba seria. Pero en nuestros espí­

ritus sonaba la gran carcajada. Er a un eco cons­

tante, como cuando la cama res ponde a nuestro

coraz6n. ¿Te acuerdasJ. No, quizá y a no te acuer­

das, quizá te has olvidado porque lo grandes

plátanos séguen llorando hojas y los niños com­

pran barquillos a la ilusi6n.

La bar quillera . iQué inmenso bombo de la vi­

da! Yo lo tentaba, lejos de tí, y siempre me res­

pondía con una flor marchita. Muc has veces sen­

tía ~l deseo de abrirme al poniente desangr a do,

de sentir la humedad del río a mis pi e s y el cie

lo deshaciéndose en g ritos de soledad. Resistía

casi si empre. Lueg o el mundo se hundía entre la

gentee apresurada, o el inmenso vahi do de carne

morosa que se arrastraba por colorines de asfal­

to. En el comedor de casa, encont r 2ha. una luce­

cita, y dab a un beso a mi madre.

Me acuerdo d e aquellas tardes de frescas go-

Digitalizado por Biblioteca "P. Florentino Idoate, S.J." Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas"

Page 2: iTantas veces como abrimos la puerta! Nos lan€¦ · de los bueyes, de los arados, de la il.i.lla, de la hera! Despu~s, si quieres, vuelve al suelo. Yo seguiré mi camino. Ni siquiera

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londrinas, cuando me asomaba al mirador y los

silencios se colaban por las torres de mi pa­

rroquia. Dulce vigía del desfile, un des file

lento, separ ado, chill6n, triste. Def' pronto,

la inquietud, el •sal to:g Ttí., te sonreías para

adentro, y mezclabas tu cara con tu alma. Así,

pequeña, granito de trigo ••• así.

Luego, hemos regresado a nuestros senderos.

Más vale. Había que ranper las nubes, luchar

con las flores en una batalla perdida de antema­

no. Te sepulté entre pétalos.

iSácala, Di os mio! Desde el tren llliro las

parvas, y el aventar azul. iVuela pajilla, mi

pequeña pajilla, vuela! iArrebata el perfume

de los bueyes, de los arados, de la il.i.lla, de

la hera! Despu~s, si quieres, vuelve al suelo.

Yo seguiré mi camino. Ni siquiera pensar6 en

'tí. Porque así tiene que ser, así hay que mar­

car al ganado. Soy pastor de la meseta, amigo

de los álamos, y llevo en mis hombros una pesa­

da manta. Ahora, los horizontes me abrazan. Tal

vez, un día, me besen las estrellas. En todo

caso, tengo que volar.

22-V-1962

Digitalizado por Biblioteca "P. Florentino Idoate, S.J." Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas"