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INTITUTO TECNOLÓGICO DE ESTUDIOS SUPERIORES DE OCCIDENTE Reconocimiento de Validez Oficial de Estudios de Nivel Superior según Acuerdo Secretarial 15018, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 29 de noviembre de 1976 DEPARTAMENTO DE ESTUDIOS SOCIOCULTURALES MAESTRÍA EN COMUNICACIÓN DE LA CIENCIA Y LA CULTURA La construcción del discurso museográfico desde el visitante. Comunicación museográfica sobre Naturaleza en tres espacios con estrategias educativas divergentes: MAP, MIDE, MUSA. . Protocolo de Tesis que presenta para obtener el grado de Maestro en Comunicación de la Ciencia y la Cultura Que presenta: Biól. Marcos Vinicio Gómez Cervantes Asesora: M. Susana Herrera Lima Tlaquepaque, Jalisco, 17 de Noviembre del 2015

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INTITUTO TECNOLÓGICO DE ESTUDIOS SUPERIORES DE OCCIDENTE

Reconocimiento de Validez Oficial de Estudios de Nivel Superior según Acuerdo Secretarial

15018, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 29 de noviembre de 1976

DEPARTAMENTO DE ESTUDIOS SOCIOCULTURALES

MAESTRÍA EN COMUNICACIÓN DE LA CIENCIA Y LA CULTURA

La construcción del discurso museográfico desde el visitante.

Comunicación museográfica sobre Naturaleza en tres espacios con

estrategias educativas divergentes: MAP, MIDE, MUSA. .

Protocolo de Tesis que presenta para obtener el grado de Maestro en Comunicación de la Ciencia y la Cultura Que

presenta:

Biól. Marcos Vinicio Gómez Cervantes Asesora:

M. Susana Herrera Lima

Tlaquepaque, Jalisco, 17 de Noviembre del 2015

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Resumen

El discurso museográfico no pertenece al museo, sino que es el producto de la

comunicación entre el museo y el visitante, donde es este último quien puede

reconstruirlo en su narrativa. Todo museo tiene una o varias expectativas educativas

hacia sus visitantes. Esta expectativa pretende ser alcanzada mediante el reconocimiento

por parte del visitante, de tres elementos paradigmáticos que configuren la experiencia

como museográfica, el ritual, el lúdico y el educativo. Así como el museo, el visitante

también tiene sus propias expectativas al decidir visitarlo, entonces, cómo emerge en el

discurso museográfico del visitante cualquier expectativa del museo y cómo se

construye este discurso museográfico frente a las tres estrategias educativas divergentes.

De tal manera que el estudio esta pensado en un museo enfocado al tiempo ritual, el

Museo de Arte Popular (MAP); uno enfocado al tiempo lúdico, el Museo Interactivo de

Economía (MIDE); y uno enfocado al tiempo educativo, el Museo Subacuático de Arte

de Cancún (MUSA). Los cuales a su vez, coinciden al tener una expectativa educativa

sobre la relación Sociedad/Naturaleza, adyacente a su expectativa educativa central

sobre arte y ciencia.

Palabras Clave

Discurso Museográfico, Estética de la Recepción, Museo, Visitante, Educativo, Lúdico,

Ritual, Horizonte de Expectativa, Naturaleza.

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ÍNDICE

Introducción…………………………………………………………………………..….4

Historia del Museo, El Visitante y La Naturaleza……………………………………….5

Construcción Social de la Naturaleza…………………………………………………..11

Marco Teórico………………………………………………………………………….12

La Propuesta de Lauro Zavala………………………………………………….12

La Estética de la Recepción…………………………………………………….20

Precursores……………………………………………………………...21

Fundadores……………………………………………………………...25

Fortalecimiento de la teoría de Comunicación Museográfica………………….31

Objeto, Problema y Pregunta de Investigación………………………………………...35

Marco Metodológico…………………………………………………………………...36

La Narrativa Museográfica……………………………………………………..36

Propuesta de Trabajo…………………………………………………………...38

Métodos previos a la visita…………………………………………..…40

Horizonte de Expectativa del Museo…………………………...40

Horizontes de Expectativa del Visitante………………………..41

Métodos durante la visita……………………………………………….42

Métodos posteriores a la vista

El mismo día……………………………………………………43

Al menos un día después……………………………………….44

Casos y Criterios de Selección…………………………………………44

Primer acercamiento a campo………………………………………………………….46

Reflexiones metodológicas……………………………………………………..50

Cuestionamientos emergentes………………………………………………………….50

Referencias Bibliográficas……………………………………………………………...52

Anexo…………………………………………………………………………………..54

INDICE DE FIGURAS

Esquema conceptual 1.- Propuesta teórica de Lauro Zavala…………………………...20

Esquema conceptural 2.- Fortalecimiento de la teoría de Comunicación Museográfica

con la Estética de la Recepción………………………………………………………...34

Tabla 1.-Precursores de la estética de la recepción…………………………………….26

Tabla 2.-Fundamentos de la estética de la recepción…………………………………..31

Tabla 3.-Relación de conceptos a materialidades………………………………………37

Tabla 4.-Metodología de la Investigación……………………………………………...40

Tabla 5.-Casos y Criterios de la Investigación…………………………………………45

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INTRODUCCIÓN

A los primeros días de trabajar en un museo surgen varias preguntas respecto a la

operación del mismo, pero uno ha sido central para motivar esta investigación, aun

desde antes de formalizarse como tal, esto es ¿qué se lleva el visitante? Ya sea como

instructor de talleres, guía, curador, museógrafo, directivo e inclusive visitante, es

imposible evitar cuestionarse cosas como ¿Qué habrá entendido ese niño? o ¿qué habrá

aprendido esa chica? Y sobre todo ¿Cómo saberlo?

Esto se transforma en una inquietud constante para los operadores del museo, pues al

final del día, es un enorme trabajo el que conlleva la obtención de fondos para una

exposición, su diseño, montaje y operación, como para no preguntarse ¿Y después de la

visita, qué? Más aún, algo que puede ser verdaderamente frustrante, es que el visitante

salga de una exposición que tanto ha costado producir, sobre el cuidado del medio

ambiente, por ejemplo, sin poder saber si seguirá tirando basura en la calle o peor aun,

verle hacerlo.

Desde mi experiencia laboral, en jardines botánicos, ha sido un reto perseguir un

objetivo de comunicación ambiental para la conservación, ante las contradictorias

políticas ambientales del país y los requerimientos biológicos que exige una colección

que no solo tiene un valor simbólico y económico, sino que además está viva. A esto se

suma la incertidumbre por saber si la persona que también ha gastado su tiempo y

recursos al visitar la exposición, ha alcanzado ese objetivo educativo que el museo tanto

persigue.

Pero el fenómeno no puede ser pensado solamente hacia el exterior de la entrada del

museo, pues sus salas no están libres de culpa y llenas con una colección de buenas

intenciones. Difícilmente el museo se podría desligarse de ser un dispositivo que

visibiliza ciertos conocimientos y obras, para legitimar un discurso hegemónico a la vez

que legitimar a quien dentro de él expone y a quien a el asiste. No puede dejar de ser un

ejercicio de interpretación subjetiva de la realidad, colocado en un espacio que la

presenta como objetiva. Así como tampoco puede dejar de verse como una empresa, ya

sea pública o privada, que obtiene fondos de la sociedad y responde a políticas

específicas que no siempre la toman en cuenta. Si bien el museo no es necesariamente

un ejercicio negativo, existe en dimensiones socioculturales más complejas que la

condición sagrada bajo la que los hemos concebido.

Sin dejar de lado estas críticas, el estudio aborda un proceso comunicativo en el

fenómeno de visitar museos, pero mantiene un interés más allá del medio museístico, la

construcción social de la naturaleza. Y aunque es particularmente complejo querer

definir qué es la naturaleza, bastará con pensar que la concepción que tengamos de ella

se construye desde el individuo inserto en una sociedad determinada; donde los medios,

como el museo, conforman espacios públicos para que los sujetos construyamos

significados respecto a ella de tal forma, que a su manera, influyen en esta construcción.

Así que la investigación no solo busca entender un fenómeno de comunicación

museográfica, sino entenderlo en un contexto de naturaleza.

Finalmente, si el museo pretende alcanzar un efecto en la sociedad, debe comenzar por

entenderla e incluirla, por lo que esta investigación se expone en la sala de la nueva

museología, mirada desde la lógica del paradigma emergente que trabaja Lauro Zavala,

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donde el visitante deja de existir solo como un estadístico, para convertirse en un

productor de significados. Así, el discurso museográfico es terminado por el visitante y

no uno perteneciente solo al museo. Por lo que el acercamiento metodológico es

cualitativo y busca encontrar en la narrativa de visitantes de museos, el entendimiento

de la construcción de este discurso y la manifestación de la dimensión educativa sobre

la naturaleza.

HISTORIA DEL MUSEO, EL VISITANTE Y LA NATURALEZA

Es necesario comenzar esta propuesta describiendo un poco el escenario donde se lleva

a cabo y el contexto histórico que se encuentra tras de ella. Así bien, este apartado

pretende introducir desde un acercamiento a la historia del museo y la concepción de su

público, una reflexión crítica de una institución que pensada como dispositivo de poder,

busca transformarse en dispositivo de educación. Este abordaje sigue principalmente el

pensamiento de Tony Bennett (1995) al respecto de la historia del museo y que a su vez

ha inspirado la mayoría de las reflexiones sobre el museo como dispositivo de poder.

Así mismo se toman citas del capítulo de Eloísa Pérez Santos (2000) sobre los

acercamientos al público en esta evolución histórica.

Estas dos historias son amalgamadas con reflexiones personales de mi experiencia

profesional en el campo museístico, siendo particularmente personales aquellas que

hacen referencia a la naturaleza y el contexto mexicano. Es así este capítulo uno de los

pocos espacios para hablar del discurso museográfico no desde el visitante y de la

semiótica de la exhibición.

Pues bien, manteniendo el tono crítico comenzare citando a Tony Bennett al respecto de

que:

“la evolución de los museos solo puede ser entendida a la luz del desarrollo, donde la

cultura, pensada como útil para el gobierno, fue modelada como vehículo para el

ejercicio de nuevas formas de poder”

A pesar de la pasión que el Museo como espacio de inspiración para este trabajo

presenta, no se dejará de lado su dimensión como dispositivo de visibilización,

legitimación, contemplación y particularmente de poder. Pues este estudio pretende a

través de un inocente estudio de público, detonar la reflexión crítica de la posición del

museo en la actualidad y su implicación en al construcción social de la naturaleza.

El museo adquiere su consolidación a finales del siglo XVIII como resultado de la

formalización del coleccionismo del Renacimiento. Estas prácticas ya concentraban un

conjunto de objetos en las llamadas cámaras de maravillas, las cámaras artísticas y los

gabinetes de curiosidades, creándose un concepto clave para entender al museo como

institución aun en la actualidad, la colección.

Fue así la colección la que se convirtió en el núcleo constitutivo del museo, la condición

ontológica de la existencia del espacio museográfico. Y en su determinación por curar,

cuidar, conservar o estudiar los objetos que la integran, desplazó por completo al sujeto

receptor a un papel de simple contemplador. Y desde mi propia experiencia mexicana,

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debo añadir que este desafortunado rol contemplativo, ha logrado permanecer anclado

al visitante común de museo.

No obstante, el contemplador de la colección no podía ser uno cualquiera. Esta práctica

de contemplación estaba restringida para un segmento particular de la sociedad, aquel

fragmento social al que era necesario hacer llegar el mensaje de la colección, un

mensaje de poder. Y si la contemplación estaba destinada para un segmento pequeño de

la clase alta, la práctica de colección estaba destinada a un segmento aun más reducido,

la monarquía y particularmente, el rey.

Coleccionar no implica únicamente la acumulación y la conservación, implica la

adquisición, la contención y el control de los objetos simbólicos que constituyen a las

fuerzas opuestas al rey. Por un lado, estaban los objetos propios de las civilizaciones

conquistadas, las reliquias y los botines de guerra, que tras la victoria se convierten en

trofeos que puestos en la colección, testifican y legitiman al vencedor de guerra. Los

trofeos y demás reliquias que conformaban las cámaras de maravillas, representaban así,

ante sus súbditos de la corte, el ejercicio de poder del monarca sobre otros, legitimando

su admiración y “lealtad al rey”. Por otro lado la colección también era una carta de

presentación que legitimaba este poder frente a sus pares, otros reyes y príncipes,

dándoles una mirada a la magnificencia del rey que podría ser aliado o enemigo.

La diversidad de la colección testificaba la grandeza del rey y en segundo plano del

reino, donde la diversidad, la rareza, la belleza y el costo de las piezas tenía una relación

directamente proporcional con el poder del coleccionista.

No es raro pensar que este poder simbólico que las colecciones imprimen en sus dueños

hacia la sociedad, es algo que ha viajado a través del tiempo, de alguna manera mediado

por una institución que aun hoy en día reproduce el ejercicio de legitimización del poder

del coleccionista. Así como las colecciones de autos y mansiones, son un ejercicio

simbólico de legitimación de poder, muchos museos que abren hacia el público

colecciones privadas paten de la misma lógica. Es posible darse cuenta de esto en los

museos contemporáneos, cuando una compañía monopólica instaura un monumento a

su propio poder adquisitivo como el Museo Soumaya, donde pueden exhibir una

colección privada de marfil de más de 30 animales, sin ser objeto de la crítica social.

En este mismo sentido, la naturaleza y sus fuerzas también representan un espacio que

debe ser controlado y dominado por el coleccionista a través de la caza y la travesía.

Recorrer el mundo es en cierto sentido coleccionarlo y para el monarca no bastaba el

recuerdo simbólico de la visita, era neceara la toma de una muestra representativa de

esta naturaleza dominada, por lo que la fauna (que incluía a los humanos incivilizados),

la flora y las rocas eran desprendidas de sus ambientes originales para ser expuestas en

los llamados gabinetes de curiosidades. Pero esto no bastaba, ya que al ser el animal

presentado a un público que había que impresionar, éste debía ser taxidermizado de tal

manera que sus fauces y garras se mostrasen en una postura de ataque, capaz de

representar fielmente el peligro de la naturaleza, que ha sido vencida y controlada por el

rey o el coleccionista en todo caso.

La segunda mitad del siglo XVIII vio emerger al museo como institución. Aunque el

primer museo organizado como institución pública es el Ashmolean Museum de Oxford

inaugurado en 1683, el movimiento de los grandes museos de Europa no comenzaría

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hasta 1793 con la inauguración del Louvre. Pero el museo nació con una propuesta

clásica para una época histórica caracterizada por el cambio social y la revolución

industrial. El museo nació siendo viejo y desde entonces ha permanecido con una

caracterización ligada a la antigüedad y a lo clásico.

Dentro del nuevo sistema de gobierno que comenzaba a desplazar el concepto de

monarquía, era necesario el replanteamiento de las formas mediante las cuales se podía

controlar a la población. En el escenario anterior, la tortura y castigo público había

significado una estrategia de control simbólico, pero frente al nuevo esquema

humanista, estos métodos salían de contexto. Fue James Silk Buckingham quien

introdujo el rol que la cultura podría tener en la reformación de las agendas políticas. La

cultura fue entendida como el conjunto de hábitos, morales, formas y creencias de las

clases subordinadas, por lo que la cultura era el objetivo perfecto para el ejercicio de

gobierno.

Ya que la recreación era necesaria para la sociedad civilizada, en el museo como fuente

de recreación sería posible la exhibición de las maneras que constituirían las

construcción del respeto y la obediencia. Los museos eran tan necesarios para la salud

mental como la correcta iluminación de las calles y ya que su existencia era

indispensable, podrían ser potencializadas sus características para el gobierno de la

población.

Los instrumentos de gobernación, en lugar de basarse en leyes instauradas por un

príncipe, consisten en una variabilidad de tácticas. En la soberanía del rey, la cultura era

una representación y espectáculo del poder, ahora para el gobierno, la cultura es un

recurso para cambiar el comportamiento de la población hacia normas aceptables auto

reguladas. Las clases populares habían sido hasta ahora espectadoras de un despliegue

de poder, externo a ellas mismas. De tal manera que la colección privada del rey

expuesta solo a un público selecto de la corte, debía abrirse para hacer llegar los fines

del estado a una población más amplia. El público del museo es ahora más general, pero

sigue siendo igualmente limitado a la contemplación de lo expuesto dentro de él en un

mero proceso de recepción pasiva.

Entendida la importancia del museo para la civilización, se debía atender la desigualdad

cultural existente entre la clases altas y bajas. Esto podría entenderse como una primera

caracterización del público del museo, los visitantes son culturalmente heterogéneos.

Para Buckingham, la alta cultura era una fuente que regulaba el comportamiento social

y producía nuevas capacidades en los individuos para su auto regulación y moderación,

donde los museos podrían auxiliar a aumentar el gusto (taste) de la población de una

baja cultura hacia una alta cultura. La apertura pública de los museos, la bibliotecas, los

teatros, los salones, los andadores y otros espacios de la alta cultura podrían entonces

ayudar a que los ciudadanos se alejaran de espacios y prácticas de la baja cultura como

la taberna.

Como esta investigación, el museo no parte de cero, se concreta por la fusión de

tecnologías diseñadas con fines similares de otros dos dispositivos de control, la feria y

la tienda departamental. Ya que las prácticas de la alta cultura formaban parte de un

aparato jurídico de recursos simbólicos y legales para exaltar la obediencia en la

población, era indispensable imprimir en el museo los lineamientos que buscaran la

construcción de la obediencia a partir de ejemplos a seguir. En este sentido las

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características de las ferias como exposiciones de lo mejor del mundo, aportaron al

entendimiento del museo como espacio de exposición de modelos con cualidades de ser

imitados y en el mismo sentido se tomaron aspectos de la imitación de modelos de la

tienda departamental. Es en este sentido que el museo puede también pensares como

una interfaz.

Ya que los espacios destinados para la mujer eran limitados, el reciente museo podría

añadirse al selecto grupo de lugares como las tiendas departamentales y las casas de té

que podían ser visitados por éstas, con una doble función. La de imprimir en ellas los

modelos estético- culturales a seguir, tal como la vendedora de la tienda lo era en el

departamento y por otro lado atraer a los hombre fuera de los espacios de la baja cultura

hacia estos espacios de la alta cultura, amenizados por la presencia de la mujer. Si bien

el visitante es concebido como pasivo, es curioso pensar que el visitante femenino

además de ser pasivo comenzara siendo un visitante directo, debido a que por su

“feminidad”, se podría atraer al visitante masculino indirecto.

No estará de más mencionar que los problemas asociados al género tampoco se han

quedado en el renacimiento, el mismo Zavala (2012) incluye el dato de que más del

90% de quienes ocupan la dirección en museos, así como más del 90% de las expertas

en educación y museos son mujeres, posible razón por la que el trabajo museográfico

sea menos remunerado que profesiones similares.

La tienda departamental buscaba acercar a la consumidora popular a un modelo a seguir

para elevar su gusto, puesto que la vendedora no es realmente un miembro de la clase

alta, sino un miembro de la clase media o baja que ha adquirido un mayor estatus

cultural a través del gusto fino que vende el centro comercial. Así mismo la mujer de

clase alta, puede convivir con las mujeres de la clase baja y compartir con ellas su buen

gusto. Esta lógica homogenizante de la tienda departamental fue introducida al museo

mediante su apertura al público, donde el visitante común e inculto podría homogenizar

su nivel de gusto y cultura a partir de ser expuesto a las obras de buen gusto que eran

solo de la clase alta.

Esta finalidad de “llevar la cultura a todos” sigue siendo un eje de operación para los

museos, pero en muchos de éstos, particularmente los de arte, el efecto termina

cargándose al sentido opuesto. Ya que el visitante no es una entidad culturalmente vacía

que se llena con la cultura de las obras, sino que tiene un capital cultural determinado

que pone en contacto con la misma, es común que el mensaje que se asume como

integrado a las piezas, no llegue a los receptores, pues estos no necesariamente cuentan

con el capital cultural para entenderlo. En este sentido los museos de arte y las galerías,

al exponer piezas codificadas fuera de las posibilidades capitales del público general, en

lugar de homogenizar algún mensaje determinado, terminan en la producción de élites y

la separación de estratos sociales. Si bien el arte llega a todos, a la vez no llega a todos,

esta es la paradoja del museo.

A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, el museo se articula a una nueva

función política, la de construir el estado-nación. Las políticas culturales miraron así en

los museos, el dispositivo perfecto para anclar y legitimar, los discursos que

constituirían la identidad nacional. De esta manera surgen los Museos Nacionales como

instituciones capaces de narrar el contenido de un territorio que compartía una misma

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identidad. Así, el Museo Nacional de Antropología de México, se funda en 1964 para

decirle al mundo, esto es México a la vez que decirle a los mexicanos, esto somos.

La identidad nacionalista es un discurso creado no arbitrariamente, es por esto que no

sorprende que las salas del Museo Nacional de Antropología, excluyen cualquier

referencia fuera del discurso donde México es una nación constituida por la grandeza

indígena prehispánica, por no decir a-hispánica, por lo que sus contenidos buscan

representar el concepto de nación que se pretende visibilizar al pueblo. Para Habermas

(citado en Bennett, 1995), la representación es hacer algo invisible, visible; desplazar

aquel algo con cualidades de ser visto en la esfera pública a la existencia.

Todas las colecciones se encuentran involucradas en una organización de intercambio

entre lo visible y lo invisible que en ellas se establece. En este sentido, el arreglo de la

colección impone lo que puede ser visto al presentarlo en las salas y lo que no al

ausentarlo de su exhibición. No es casual que el tema menos incluido en todos los

museos de la Península de Yucatán sea la Guerra de Castas, puesto que al tratarse de

uno de los mayores genocidios indígenas del país, no era posible presentarlo en museos

que surgieron en el mismo marco de construcción de una nación orgullosamente

indígena.

Los siguientes estudios sobre museos centraría entonces su atención en el proceso de

representación, donde el visitante continuará siendo un receptor pasivo, cuya praxis

solamente esta en la contemplación del mensaje contenido ya no solo en el objeto, sino

en la representación museográfica del museo completo. Es en este momento que surge

la concepción de otra utilidad del museo, la de representar no solo a un rey o una

nación, sino el orden del universo.

La representación museográfica del orden del universo se centra en la semiótica de sus

contenidos y es una expresión material del discurso histórico que la construye. Es en los

museos de la historia natural donde esta representación del origen y orden del universo

(cosmogonía) tendría mayor influencia. Los gabinetes de curiosidades carecían de un

arreglo ligado al orden del universo, los minerales, animales taxidermizados, semillas y

demás objetos no eran agrupados conforma a categorías dadas por la ciencia, sino por

otras lógicas. Pero es en el nuevo marco del museo moderno del siglo XX, donde el

museo de la naturaleza pasa a ser el museo de la historia natural.

En 1991 Fisher (citado en Bennett, 1995) enuncia la tecnología de series, la cual es un

sistema de representación donde las piezas son colocadas una después de la otra, con el

objetivo de hablar de un proceso que conduce al observador hacia el objeto terminado.

La primer pieza es un recurso o ancestro y la siguiente una consecuencia o

descendiente, tal como los dioramas de la evolución colocan al “hombre de las

cavernas” antes que al “hombre moderno”. Este principio de series es silenciosamente

una estrategia más que se agrega a las técnicas para representar un distanciamiento entre

la naturaleza primitiva y la sociedad civilizada, donde la antesala para la existencia del

hombre culto y avanzado es la naturaleza exótica, impidiendo ver al bosque, la selva o

el mar, tan actual como a la ciudad.

Aunque el museo de la mayoría de los museos de la historia de la naturaleza surgen

también con el siglo XX, los principales hallazgos que aportaron a la reconfiguración de

la representación en función del orden del universo, están ligados precisamente a la

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extensión del tiempo, que ofrecieron los descubrimientos científicos en las áreas de la

geología y la paleontología a partir de 1830, así como de la antropología que permitía

junto con la biología, las construcciones de los “otros primitivos”, como testigos del

paso del tiempo.

Mientras en los gabinetes de curiosidades, las cualidades que permitían a la naturaleza

ser parte de la colección se basaban en la rareza y la diversidad. El nuevo museo de

historia natural, a diferencia del gabinete de curiosidades, incluye en sus exhibiciones

ejemplares pertenecientes al campo de lo común, ya que la nueva epistemología

buscaba entender las leyes de la naturaleza, cuyos efectos se pueden apreciar no en lo

raro, sino en lo común. A la par, entender las leyes de la naturaleza permitiría explotarla

y en este sentido la finalidad educativa del museo de la naturaleza no se basaba en

mostrar cosas clasificadas, sino en entender los principios de clasificación.

Para los primeros directores del Museo de Historia Natural de Londres (citados en

Bennett, 1995) como Richard Owen, esta apuesta también buscaba incluir en la

exposición, la representación completa de la diversidad, es decir que si una especie

podía tener diferentes tallas o colores, el museo debía incluir en su colección al menos

un ejemplar de cada variante. Opuesto a este pensamiento se encuentra la concepción de

G. Brown Goode donde la exhibición debe mostrar en el mínimo de recursos la idea que

pretende hacer llegar al visitante, este es el principio de esparcimiento. En este sentido

las individualidades del objeto de la colección no importan, frente al arreglo con el que

es dispuesto en la exhibición. De tal manera que la colección únicamente sirve para

ilustrar las cédulas.

Este principio desplaza la colección del centro que había ocupado e implica el

replanteamiento de los demás elementos de la exposición, el autor y el visitante. En

1898 Sir William Henry Flower el sucesor de Owen, planteo la idea de que el visitante

no es un elemento inmóvil en la exhibición, sino que para que el discurso se produzca,

el visitante debe desplazarse en el espacio, así como lo hace dentro de la feria. De donde

derivan dos principios que distanciarían nuevamente al museo de arte del de ciencias.

De a cuerdo a Flower el museo de arte sí pretende inmovilizar al visitante frente a la

obra, apartando cualquier ruido que pudiera llamar su atención, cómo el mismo color de

la pared, este es el principio de la contemplación (principle of wonder), por otro lado en

los demás museos, la atención del visitante es atraída a observar la red de relaciones en

las que se inserta el objeto, este es el principio de la resonancia (principle of resonance).

Mientras en el principio de la contemplación el significado esta en la pieza, en el de la

resonancia el significado se encuentra en el sistema de relaciones. En ambos casos el

visitante carece de participación en la producción del significado, pero comienza a

llamar la atención el estudiarlo.

Sin embargo las primeras investigaciones que centran su investigación en el visitante se

darían hasta principios del siglo XX (Pérez Santos, 2000). Comenzando por Benjamin

Ives Gilman en 1916 quien estudia la fatiga de museo como un efecto ligado a la

ergonomía de visitarlo. En 1928 Edward S. Robinson establece la inutilidad de los

folletos guía y establece que durante la visita, existe un “efecto de calentamiento”, que

determina el mejor momento de la exposición para prestar atención a sus contenidos.

Melton en 1933 menciona que la atracción de las piezas hacia el visitante esta

relacionada con el espacio que ocupan en la serie de su recorrido, siendo más atractivas

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las primeras a la derecha de cada sala. O Cummings en 1940 quien enuncia el principio

del Story Line, que hace referencia a la historia que la exhibición pretende contar.

En su mayoría los estudios de visitantes eran realizados por personajes externos al

museo, siendo el Smithsonian, el primer museo en realizar estudios serios de sus

visitantes alrededor de 1969. En este sentido la mayoría de las aproximaciones partían

de planteamientos cuantitativos auxiliados mediante las técnicas de encuesta que no por

ello dejaban de aportar datos interesantes como el hecho de que entre el 55% y 70% de

los visitantes del Smithsonian eran varones menores de 30 años con universidad.

La consolidación de los estudios de visitantes se da entre los años 70s y 90s del siglo

XX, con las aportaciones de Harris Shettel y Chanler G. Screeven quienes comienzan a

estudiar los efectos del museo en función del cambio conductual que los elementos de la

exposición generaban en la conducta del visitante, determinando que el tiempo de visita

en un factor que influye en los datos adquiridos, que las personas mas escolarizadas

aprenden más y que cualquier medio es educativo y se rige por el mismo principio

didáctico del museo.

A pesar de que los estudios de Shettel y Screeven tendían a tener resultados negativos al

estudiar el aprendizaje, e inclusive en sentidos opuestos al objetivo educativo del

museo, enfatizaron el hecho de que el museo es un eminente contexto educativo.

Sin embargo es también en la década de los setenta, que comienza el replanteamiento

del museo como una institución que debe ser económicamente sustentable y

desvincularse del apadrinamiento del estado, surgiendo museos privados que podríamos

evidenciar con la inauguración de EPCOT Center en 1982. Los nuevos museos

privados se enfocaron en el estudio de los visitantes para obtener información de

mercado. Así el visitante pasó de ser contemplador a consumidor.

Aun en la actualidad la encuesta es el método más comúnmente socorrido para el

estudio de visitantes en la mayoría de lo museos, pero es la Estética de la Recepción, la

que vendría a replantear la concepción del receptor de cualquier obra, incluyendo la

pieza y la exposición de museo, para desafiar su pasividad y transformarlo en productor

de significados. De tal manera que este apartado se continúa en el correspondiente a la

Estética de la Recepción.

CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LA NATURALEZA

Como se mencionó previamente, el interés de esta investigación no solo radica en un

análisis del museo, sino que también se centra en la reflexión crítica sobre la

construcción social de la naturaleza, donde también terminan internándose los medios

expositivos. Este interés por la dimensión simbólica de la naturaleza, ha acompañado la

investigación desde el principio aunque desde diferentes acercamientos investigativos.

De tal manera que el siguiente texto aunque pareciera descolocarse del tema

museográfico, funciona mas bien como una sala temporal, que trata un tema peculiar

pero que a la vez funciona para entender los objetivos generales y más amplios de este

estudio.

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Retomando las palabras de Raymond Williams (1980) “naturaleza es el nombre

singular para una multiplicidad de cosas”. El mismo autor habla de una diversidad de

significados, que se imprimen en el concepto y una posición fluctuante del hombre

respecto a ella. La naturaleza es la condición primitiva donde nos reflejamos

civilizados y superiores, es un dios (comunmente diosa) y un espíritu al que

veneramos, es la expresión, el trabajo de un ser divino que a su vez que la pone a

nuestro servicio nos hace sentir con ella su furia o alegría. De aquí pasó a ser una

máquina, un sistema de variables y objeto de estudio de las emergentes “ciencias

naturales”.

La teoría de la evolución le devolvió algo de vida, pues la naturaleza tenía historia y

era capáz de “seleccionar”, casi concientemente, sobre las especies incluyendo al

hombre. Atacada por el desarrollo humano la encerramos en reservas y la construimos

como un espacio salvaje, lejano y solitario distante de las sociedades para en la

actualidad, retomarla como un producto comerciable con la etiqueta de ecoturismo.

El concepto de naturaleza (nature) se encuentra íntimamente ligado, casi al grado de

sinónimo, con el de ambiente (environment) o “medio ambiente”, que pareciera ser

más un pleonasmo. Herndl y Brown (citados en Cox, 2010) argumentan que

“ambiente” es un concepto y un set de valores culturales asociados construidos por el

lenguaje, es decir que no existe un ambiente objetivo, separado de las palabras que

usemos para representarlo. Tanto “naturaleza” como “ambiente” son el resultado de la

combinación de diferentes significados posibles, que van desde el paraje salvaje hasta

el río contaminado. Diferentes sociedades construyen mediante la comunicación,

diferentes signfificados entorno a la naturaleza y el ambiente, así como a la

identificación o no de un problema ambiental (Cox, op cit.).

Que los conceptos de conservación y sustentabilidad surgieran después del siglo XIX,

no significa que no existieran como prácticas en configuraciones culturales

antecesoras. Muchas civilizaciones precolombinas demostraron sistemas sustentables

y tecnologías que incluían los procesos productivos de la naturaleza, como las terrazas

incas y las chinampas aztecas, pero que fueron arrazadas por la oleada colonizadora de

Europa, donde las tecnologías de producción en masa se impusieron a los saberes

locales y a el rey azúcar y los otros monarcas agrícolas consumieron la productividad

de las nueavs tierras (Galeano, 1971).

El mismo concepto de “recurso natural” es resultado de una concepción económica,

donde recurso es “aquello con potencial para satisfacer una necesidad” y es natural

porque “no fue creado por el hombre”, pero lo natural es una construcción social, es

decir, nada es natural per se sino que socialmente se construye natural y lo mismo para

la dicotomía tradicional de recursos renovables y no renovables (Mastrangelo, 2009).

La historia de la relación de la sociedad y la naturaleza nos habla de una serie de

construcciones simbólicas en torno a un contexto totalmente cargado de la historia de la

humanidad. Volviendo a Raymond Williams (1980) “naturaleza es el nombre singular

para una multiplicidad de cosas” y es posible entenderla como un concepto complejo

cargado de la historia del hombre. Pero podemos identificar que ha existido una

tradicional separación entre los estudios de la naturaleza de aquellos de la sociedad.

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Es desde el nacimiento mismo de la sociología que se crea tal distinción

incorruptible La sociología surgió basada en la producción de una línea fronteriza con

los estudios naturales. En su búsqueda de ser una disciplina autónoma e independiente

capaz de proponer análisis a los hechos sociales distantes de aquellos producidos por

las ciencias naturales, mantuvo así a la naturaleza casi como antítesis de la sociedad

(Mcnaghten & Urry, 1998).

A partir de Dunlap y Carton (citados en Macnaghten y Urry, op cit.) surge el término

de “sociología ambiental” que estudia básicamente, las relaciones entre el ambiente y

la sociedad, dando centralidad a las relaciones intrínsecas con la naturaleza de las que

las sociedades dependen para surgir y mantenerse. Pero esta postura aún sostiene a la

naturaleza separada de la sociedad con fines meramente instrumentales para la

prosperidad del humano.

En su trabajo “Contested Natures” Phil Macnaghten y John Urry proponen que no

podemos hablar de “la naturaleza” o “el ambiente” sino que nos encontramos ante

un conjunto de naturalezas en disputa, producidas por procesos socioculturales.

Los autores nos hablan de la existencia de tres doctrinas del pensamiento respecto a las

relaciones de la sociedad con la naturaleza. La primera consiste en aceptar la naturaleza

y el ambiente como un sistema real, perceptible, medible y objetivo, esto se llama

“realismo ambiental”; el segundo es el “idealismo ambiental” que concibe a la

naturaleza como el resultado de procesos culturales que asignan valores a la naturaleza,

los cuales se encuentran por debajo de las acciones hacia ella, son estable y consistente

y se encuentran por debajo de las características físicas y tangibles que pudieran

adscribirse al ambiente; el tercero, como en la sociología ambiental, le infiere a la

naturaleza un carácter instrumental que la caracteriza como el recurso explotable o el

paraje conquistable, esto es el “instrumentalismo ambiental”.

Es la obra de Víctor Manuel Toledo la que aporta el principal acercamiento al contexto

mexicano. En “Ecología, espiritualidad y conocimiento” publicado en el 2003, Toledo

asimila la sociedad del riesgo como un producto de la modernidad, proponiendo que a

partir de los efectos ambientalmente destructivos de ésta, surgen iniciativas sociales que

buscan métodos alternativos para amortiguar, disminuir o eliminar las causas que

ocasionan los riesgos que nos agobian, particularmente los riesgos ambientales. Plantea

que las propuestas, que surgen desde las comunidades rurales e indígenas, retoman las

formas tradicionales de producción, en contraposición a los objetivos

neoliberales, particularmente a los agroindustriales. Son así, la evidencia del paso a una

nueva sociedad, que busca la convivencia armónica con la naturaleza mediante la

recuperación y revalorización de prácticas tradicionales, la sociedad sustentable.

El tema de la diversidad lo retoma en el libro “La memoria biocultural, la importancia

ecológica de las sabidurías tradicionales” publicado en el 2008. Aquí describe a la

diversidad biológica en cuatro niveles: genes, especies, hábitats (tipos de vegetación) y

paisajes (biomas), mientras que la diversidad cultural es dividida en tres niveles:

genética, lingüística y cognitiva. Plantea que la diversidad cultural así como la

biológica son el resultado de expansiones sucesivas u “olas”, observadas en cuatro

eventos: “la diversificación biológica”, donde surge el humano como especie, “la

diversificación del ser humano”, donde surge la diversidad genética tras la migración

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planetaria, “la creación humana de nuevas especies”, donde se domestican las

variedades de animales y plantas y finalmente “la creación humana de nuevos

paisajes”, donde el hombre realiza una domesticación del territorio.

Si bien la naturaleza, en su condición territorial, pudiera haber adquirido una

condición de sagrada desde las culturas nómadas, es en esta cuarta ola que nos plantea

Toledo, donde la domesticación del territorio converge con la sacralización del espacio.

Sin embargo esta relación entre diversidad biológica y cultural es lo que le permite

plantear el concepto de “complejo biocultural” que se definiría como el conjunto entre

la naturaleza (ecosistema, ambiente, territorio natural) y la sociedad que la habita.

El complejo biocultural es también el resultado de una coexistencia de la especie

humana con los demás aspectos de la naturaleza, es la apropiación y producción de

significados en torno a la flora y la fauna, pero también a los componentes abióticos

como los ríos, los lagos, las rocas, el cielo o las estrellas. Es el resultado de la

transmisión oral y escrita de los conocimientos, creencias y prácticas de las sociedades.

Cada complejo biocultural responde a características ambientales y sociales y son el

resultado de las olas de diversificación biológica y cultural mencionadas. Y el conjunto

de complejos forman la memoria biocultural, que es la memoria colectiva de la especie,

misma que se comenzó a perder con la modernidad (Toledo, 2008).

MARCO TEÓRICO

La Propuesta de Lauro Zavala

Lauro Zavala se posiciona en una perspectiva constructivista particularmente desde la

estética de la recepción, donde la interpretación del receptor de todo producto cultural

(intentio lectoris), relativiza el valor del sentido que se desprende de los elementos

formales de un producto cultural (intentio operis) y la intención original del creador del

producto (intentio auctoris). En consecuencia, el receptor siempre tiene la última

palabra en el proceso de interpretación y valoración de todo producto cultural.

Es el individuo, quien a través de su propio capital cultural incorporado, campos

culturales y mercados simbólicos interpreta el producto cultural y construye a la vez sus

propios horizontes de expectativa. A la vez que construye, deconstruye y reconstruye

significados sobre la realidad.

En sus estudios del museo desde la estética de la recepción propone tres

aproximaciones: empírica (enfocada en la experiencia de visita desde la etnoliteratura),

efectual (enfocada en los efectos educativos desde la poética cognitiva) y contextual

(enfocada en las condiciones de posibilidad desde la crítica dialógica).

Sus propuestas surgen desde la teoría de los horizontes de expectativa de Hans Robert

Jauss, las comunidades interpretativas como las concibe Michel Mafessoli, así como de

la teoría de campos de Pierre Bordieu y los estudios culturales de Umberto Eco.

Sus estudios se han centrado particularmente al análisis cinematográfico y literario,

buscando aportar al campo museográfico, al compararlo con otros medios

espectaculares e identificando las características que con estos comparte.

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Lauro Zavala retoma la teoría de Jauss sobre los horizontes de expectativas, aceptando

que toda exposición museográfica busca cumplir los horizontes de expectativas del

propio museo, (en gran parte para legitimar su discurso y justificar su existencia), pero

donde al mismo tiempo, toda persona que decide gastar sus recursos y tiempos en visitar

un museo o una exposición determinada, busca satisfacer sus propios horizontes. Estos

horizontes de expectativas son el sistema de referencias culturales canonizadas,

aprobadas, legitimadas o prestigiadas por una comunidad interpretativa específica y

definido por un contexto histórico determinado.

La interacción entre los horizontes de expectativas del museo y del visitante forma el

proceso de comunicación museográfica. Esto implica que el museo puede proponer

cierto tema, con determinadas estrategias museográficas, pero el discurso solo se

completa mediante la interpretación del visitante, o en palabras del autor “el visitante

tiene la última palabra”.

Desde esta perspectiva el visitante deja de concebirse solo en su dimensión estadística y

se convierte en un productor de significados y un coproductor del discurso

museográfico. De tal manera que el discurso museográfico, no se concibe como algo

propio del museo, sino que es el producto de la comunicación museográfica, es decir, de

la interacción del visitante en el espacio museográfico.

Si bien el museo y el visitante tienen diversos horizontes de expectativas, como pueden

ser la expectativa de ganancia económica o legitimación social, son tres las dimensiones

paradigmáticas comunes a toda experiencia museográfica. Estas son la ritual, la lúdica y

la educativa. Donde tanto el museo como el visitante tienen sus propias expectativas en

estas tres dimensiones, que buscan satisfacer durante la experiencia de visita.

El dimensión ritual del museo supone objetos, espacios y acciones al margen de lo

cotidiano, fuera del sentido común y representativos de lo diferente. Desde el hecho de

trasladarse al museo, el visitante se ubica en un lugar y tiempo lejanos de lo ordinario,

que a su vez contiene objetos alejados de sus tiempos y espacios originales. El museo

pone al visitante en contacto con objetos carentes de su vida original, (el mejor ejemplo

es el esqueleto de dinosaurio, un objeto “supermuerto” menciona Zavala) es decir, la

pieza de museo se encuentra en un plano sagrado y en este sentido toda experiencia

museográfica es similar a la religiosa. El simple hecho de cruzar el umbral de entrada,

pone al visitante en un tiempo y espacios distantes al cotidiano, que no terminan hasta

cruzar el umbral de salida.

Los espacios museográficos que siguen esta estrategia implican la posición del visitante

en un espacio y tiempos extra cotidianos, fuera del sentido común. A la vez de ponerlo

en contacto con objetos con un mismo sentido de rareza y sacralidad. De tal manera que

esta estrategia se encuentra basada en que los objetos dicen algo, es decir, se enfatiza el

tema.

La concepción ritual del museo, es considerada la condición clásica desde la que han

operado los museos concebidos en el siglo XIX y particularmente la seguida por los

museos dedicados al arte.

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A sí como ir al cine, visitar un museo presupone una expectativa en la persona por

alejarse del tiempo común y desplazarse a un plano extra cotidiano para observar un

tema u objetos a los que no se tiene acceso con facilidad, como puede ser una pintura

icónica o el esqueleto de un animal extinto. Así mismo, implica el desplazamiento a un

espacio fuera de su propia normalidad, como un jardín botánico, un zoológico, un

edificio de otro siglo o un inmueble sumamente moderno.

Mientras que la dimensión ritual de la experiencia museográfica esta ligada a la

temática, la dimensión lúdica esta ligada a la retórica. Los elementos lúdicos suponen el

ámbito de la fantasía, la imaginación, el placer y el juego. Durante el juego no

necesariamente se aprenden cosas pero si se experimenta en general, se ejercitan

habilidades y se utilizan conocimientos recién aprendidos.

Los elementos lúdicos de la experiencia museográfica no siempre dependen de los

objetos y espacios, intervienen también el azar, la interacción entre visitantes y el grado

de espectacularidad de lo exhibido. Sin embargo es común que la dimensión lúdica sea

incorporada a partir de elementos de nuevas tecnologías o inclusive actividades

paralelas a la exposición, como desfiles, proyecciones o viajes. Para Lauro Zavala, la

dimensión lúdica y ritual del museo son compartidas con otros medios como el cine y el

teatro, puesto que el visitante se transporta a un espacio y tiempo fuera de lo cotidiano a

la vez que busca divertirse en su visita y es por esto que la dimensión educativa se

vuelve el elemento particular de la experiencia museográfica.

La dimensión educativa esta ligada a la funcionalidad objetiva del museo mismo y ha

sido presentada como el elemento constitutivo de todo museo, a la vez que una

justificación de su existencia (en este sentido el museo es comparado con el

documental). El autor describe la dimensión educativa de la experiencia museográfica

en términos de “el cambio de la visión del mundo que tiene el visitante, es decir en su

sensibilización a determinadas experiencias culturales extra museográficas”.

Mencionando que en los museos menos tradicionales, la dimensión educativa, supone

que el visitante experimente un “desaprendizaje” que le permita asimilar nuevos

conocimientos, perspectivas, actitudes y competencias.

Donde ésta a su vez, es el resultado de la interacción del visitante con los elementos

rituales y lúdicos. Es decir que, al menos en la experiencia museográfica, la dimensión

educativa solo se manifiesta, en presencia de las dimensiones ritual y lúdica.

En este sentido, la estrategia educativa de un museo puede ser entendida en una escala

donde por un lado tenemos a los elementos rituales y en el extremo opuesto, los lúdicos.

Toda estrategia educativa se posiciona en un punto de la escala, así tendríamos por un

lado la estrategia estática, principalmente orientada a elementos rituales, que privilegia

la información sin relacionarla con el contexto de producción. Esta estrategia ofrece

respuestas a preguntas formuladas sin la participación del visitante, reproduce criterios

de valoración, interpretación y jerarquización canónicos; distancia al objeto del visitante

y las únicas respuestas posibles ante el texto son la aceptación el rechazo o la

indiferencia.

La función básica que plantean las estrategias más estáticas, es la de preservar un

patrimonio material, para mostrar lo excepcional y lo ejemplar, explicando desde

“especialistas” para legitimar el valor de los acervos. A su vez, accesibles en sus

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códigos solo a los afortunados que los comparten, presuponiendo así, determinado

capital por parte del visitante, no para tener una experiencia de aprendizaje, sino para

confirmar los valores, conocimientos y verdades que el museo reproduce. Esta es la

primer estrategia con la que inicia el proyecto de museo clásico del siglo XIX y que han

seguido la mayoría de los museos de arte hasta la fecha.

En el otro extremo de la escala, la estrategia educativa dinámica, se orienta hacia la

dimensión lúdica, privilegiando el proceso de adquisición de conocimientos,

relacionando la información con el contexto de producción y el contexto del visitante;

ofrece elementos para entender el proceso de producción y formar sus propias

interpretaciones, respuestas, preguntas y criterios de valoración, además de propiciar la

sorpresa, el asombro, la duda, la incertidumbre y el compromiso afectivo. Propiciando

la interacción del visitante con los objetos y los espacios e inclusive con otros visitantes.

En todo caso, se trata de la construcción de un patrimonio intangible: la imaginación, la

curiosidad, el asombro y el conocimiento, por sobre el patrimonio tangible de la “pieza

de museo”. De tal manera que no basan su función en la conservación de cosas sino en

procurar que en su interior ocurran cosas. Esta es la estrategia de los museos modernos,

particularmente los de ciencia enfocados a niños. Sin embargo la mayoría de los museos

actuales, incorporan en una medida u otra, elementos rituales y lúdicos de forma

simultánea.

Tanto la temática como la retórica de la exposición juegan con la motivación del

visitante, sus competencias culturales, la espectacularidad y la interacción con lo

expuesto. En este sentido, los elementos de la exposición museográfica por si solos, no

definen la experiencia museográfica del visitante. La experiencia museográfica es el

producto de la interacción entre los elementos de la exposición y el/la visitante. Por ello,

la presencia de un objeto cualquiera, por muy excepcional que sea, o la presencia de

espacios lúdicos, por muy participativos que sean, no son suficientes para lograr una

experiencia de visita educativa.

A partir de estas estrategias, se propone una tercera opción, la educativa, donde la

función educativa surge de la integración de elementos rituales y lúdicos en conjunto

con el contexto, capital cultural, comunidad interpretativa y horizontes de expectativas

del visitante (es decir, hacia el centro de la escala). Esta iniciativa responde a su vez a la

necesidad de supervivencia de los espacios museográficos y la adaptación a la nueva

museografía ante la industria del turismo. En este contexto, el nuevo museo imaginario,

como el autor lo ha nombrado, es un espacio donde se ponen en práctica estrategias

orientadas a reconocer la diversidad de públicos y entender la experiencia museográfica

para la búsqueda del equilibrio entre los elementos lúdicos y rituales que se traduzcan

en una experiencia educativa.

Lauro Zavala desplaza la mirada del estudio museográfico al visitante, es solamente éste

quien tiene una experiencia al interactuar con los elementos del espacio, dándose el

proceso de comunicación entre la persona y el museo, y construyéndose así, el discurso

museográfico. Podemos entender entonces que el espacio museográfico es todo aquel

donde una mirada reconoce la puesta en escena de conceptos a través de elementos

rituales, lúdicos y educativos. En este sentido todo espacio es potencialmente

museográfico, siempre que el individuo que lo visita lo reconozca como tal. Los museos

buscan ser espacios museográficos, pero Lauro Zavala pretende reflexionar en el hecho

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de que visitar un área natural protegida, una parroquia, una estación de tren o la

habitación de una persona, puede producir en el individuo el reconocimiento de

elementos rituales, lúdicos y educativos, y convertirse en un espacio museográfico a su

vez. Dicho de una forma simple, toda experiencia es potencialmente educativa.

Los museos propician o debieran propiciar su construcción como espacios

museográficos (ser educativos) a través de la oferta al visitante de estos tres elementos

paradigmáticos, que puedan ser reconocidos por éste y por lo tanto, dejar de ver al

visitante solo como un dato estadístico.

En otras palabras, un espacio museográfico (y en consecuencia un museo) no existe sin

el visitante, pues es este quien lo construye y es por esto, que Zavala afirma que el

patrimonio más importante que debieran procurar y conservar los museos, no radica en

sus colecciones, sino en sus visitantes.

Entendido así, los museos son un tipo de espacios museográfico basados en el formato

de medios expositivos (donde también encontraríamos a las ferias y los festivales), que

a su vez se integran a un conjunto más amplio de medios espectaculares, que compiten

por la atención del visitante. Es decir, que la persona tiene un conjunto de opciones

entre las cuales elegir para satisfacer sus horizontes de expectativas y entre las cuales

puede elegir ser visitante de un museo. Este conjunto de opciones culturales, conforman

el ecosistema cultural del individuo. Y es de aquí de donde surgen otros

cuestionamientos del autor como: ¿qué hace que un individuo decida visitar un museo

sobre otras ofertas culturales?

En este sentido, Zavala propone que la experiencia museográfica se inserta en la

dimensión espectacular que caracteriza toda experiencia en la sociedad actual. Donde la

espectacularidad de un medio es una relación inversamente proporcional entre la

distancia del receptor y la transparencia de los códigos en el proceso de construcción de

sentido de un texto cultural cualquiera. Donde a mayor distancia corresponde menor

transparencia y mayor espectacularidad.

La distancia es la relación que existe entre el mundo familiar de quien observa y el

mundo de lo observado. En otras palabras, mientras más familiar le resulta la

información al visitante, le es menos espectacular. Así, la espectacularidad es el

gradiente de suspenso informativo (lo que el visitante desconoce). Podríamos pensar

que la distancia está ligada a la temática, es decir al elemento ritual de la experiencia.

Por otro lado, a menor distancia, existe una mayor transparencia de los códigos. La

transparencia de códigos es la producción de verosimilitud en el receptor. Es decir a

mayor transparencia, el visitante asimila la información con mayor grado de realidad.

En otras palabras, mientras la información se presente de forma más familiar, le será

más verosímil y menos espectacular. En el mismo sentido, la transparencia se liga más a

la retórica y por lo tanto al elemento lúdico de la experiencia.

El grado de espectacularidad es una característica del espacio museográfico, como de

otros medios espectaculares, donde es también el visitante frente al espacio, quien

determina su grado de espectacularidad. La espectacularidad de cualquier producto

cultural como una exposición de museo, es determinada por el visitante y depende de

qué tan familiar le sea el tema y la forma como se le presenta.

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En este punto se menciona también, que el visitante común del museo, se define como

aquel que no ha participado en la construcción de la exposición ni es experto en el tema.

Es decir, es aquel que le confiere al espacio museográfico mayor distancia y menor

transparencia. Este visitante común es o debiera ser, predeterminado por los objetivos

de la exposición museográfica, que se manifiesta en el nivel de información que

presupone, (como se podría observar en la información de los cedularios), por lo que

también se le denomina, visitante explícito.

Por otra parte, Zavala propone una tipología de los visitantes basada en estudios de

públicos a partir de la etnografía de las rutinas realizado por Eliseo Verón y la recepción

efectual propuesta por Sebeok, quienes tras observar niños en los museos han propuesto

una clasificación que Lauro Zavala fusiona con los elementos paradigmáticos de la

experiencia, proponiendo la siguiente tipología de visitantes: a) visitante hormiga, tiene

un perfil de visita definido como ritual, percibe su visita como una experiencia de

análisis en relación con su horizonte de expectativas; b) visitante chapulín, tiene un

perfil de visita definido como lúdico, percibe su visita como una experiencia de

interacción empática con los demás visitantes y c) visitante mariposa, que tiene un perfil

educativo, percibe su visita como una experiencia pedagógica en relación con sus

horizontes de expectativa.

Zavala aterriza los conceptos utilizados en la estética de la recepción al estudio de los

visitantes de museos, entendiendo que estos son clave en el proceso de comunicación

museográfica y de quienes depende realmente el éxito de una exposición en su

dimensión educativa. Sin embargo, la utilidad de su propuesta para la presente

investigación, radica en la concepción de que el discurso museográfico es resultado del

proceso de comunicación y no uno que posee el museo en ausencia del visitante. De tal

manera, que todo mensaje intencionado o no, que el museo pretenda hacer llegar al

visitante (en este caso, un discurso de naturaleza), a través de determinada estrategia

educativa, pasará por el proceso de interpretación de la persona y se verá reflejado en la

construcción discursiva que ésta haga sobre su experiencia museográfica a través de una

narrativa de la experiencia museográfica.

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Esquema Conceptual 1.- Propuesta teórica de Lauro Zavala.

Tanto el visitante como el museo tienen un horizonte de expectativas, que esperan

cumplir durante la visita. La comunicación museográfica resulta de la interacción de

estos horizontes, que se componen por una dimensión ritual y lúdica, que a su vez

conforman la dimensión educativa. El reconocimiento por parte del visitante, de estas

dimensiones, configura la experiencia museográfica y en consecuencia al espacio, como

museográfico. Así, el proceso de comunicación resulta en la coproducción del discurso

museográfico, que solo puede evidenciarse en la narrativa del visitante. El visitante

asigna cierto grado de espectacularidad al espacio, basado en la distancia y

transparencia con que se presentan las dimensiones ritual, lúdica y educativa de su

horizonte de expectativa.

La Estética de la Recepción

El presente apartado tiene el objetivo de describir a mayor detalle lo que compete a la

estética de la recepción particularmente desde sus dos fundadores Hans Robert Jauss y

Wolfgang Iser. Esto en consideración de que es aquí donde se sitúan las propuestas

teóricas de Lauro Zavala al respecto de la comunicación museográfica.

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A sí mismo este apartado conceptualiza con mayor claridad el concepto de horizonte de

expectativa y propone a su vez ideas que serán incluidas posteriormente para fortificar

los aspectos teóricos ligados a las dimensiones paradigmáticas del proceso de recepción.

La síntesis teórica que a continuación se presenta es resultado del trabajo analítico del

Doctor Adolfo Sánchez Vázquez, quien participó en septiembre del 2009, dentro de un

ciclo de conferencias realizadas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM

(Sánchez Vázquez, 2005).

Las teorías desde las que nace la Estética de la Recepción han sido trabajadas en su

mayoría en referencia a la literatura, por lo que es común que se refieran al texto

literario en sus propuestas, sin embargo es objeto de Sánchez Vázques y de la presente

investigación expandir el texto literario a cualquier otra obra cultural como puede ser la

exposición de museo.

Si bien se pretende revisar a futuro directamente la obra de Jauss e Iser, el excelente

trabajo sintético de Sánchez Vázquez, bastará para este primer acercamiento y refuerzo

teórico.

Precursores

Se parte del hecho de que toda práctica de producción estética implica una relación

tripartita entre el productor, el producto y el receptor. Donde para cada doctrina estética,

el nombre de los elementos cambia; escritor-texo-lector respecto a pintor-cuadro-

espectador; pero la relación de estos tres elementos básicos no.

A lo largo de la historia se ha aceptado esta relación tripartita, pero no ha sido abordada

equitativamente. En la estética, el papel del receptor de toda obra de arte prácticamente

no ha sido tomado en cuenta y cuando lo ha sido se ha caracterizado por su pasividad.

Esto se acentúa en la modernidad, donde la obra de arte adquiere una autonomía

absoluta, un fin en sí, rompiendo con la condición pre moderna del arte, donde la obra

era un medio al servicio de un fin externo a si misma.

Anterior a la modernidad, la pintura rupestre, el altar medieval o la escultura azteca,

fueron obras de arte con una función externa a sí mismas, mágica, política, religiosa o

de cualquier otra índole. En la modernidad, la obra de arte tiene un fin en si mismo y

son las cualidades de sus elementos las que la hacen digna del único fin posible, la

contemplación. Así, la obra se desvincula a cualquier condición de producción

individual o social.

La autonomía de la obra determina su condición contemplativa y para la contemplación

del arte se creo una institución que buscara la contemplación pasiva del receptor, el

museo. Sin embargo en el museo también entran las obras artísticas que tienen

finalidades extra estéticas como la mágica, religiosa o política, pero es posible entender

que el museo desprende estas finalidades a las obras y nos sitúa frente a ellas en un

contexto puramente contemplativo; desvinculando al mural de Siqueiros de su finalidad

crítica política, al calendario azteca de su finalidad cosmogónica o a la caja de Olinalá

de su finalidad utilitaria.

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Haciendo un paréntesis de la síntesis de Sanchez Vázques, cabe destacarse que en esta

lógica contemplativa surge la dimensión ritual de la experiencia museográfica, aunque

como veremos más adelante, inclusive la ritualidad de la obra, no es una condición

inherente a la misma y de la que el receptor no participe activamente.

Como se había comentado anteriormente, desde la modernidad ha dominado la estética

que asigna un papel pasivo al receptor, limitándolo a la contemplación. Si bien el

receptor fue estudiado esporádicamente, la estética de la recepción surgió en la

Universidad de Constanza en Alemania en 1967, fundada por Robert Hans Jauss y

Wolfgang Iser.

Entre los primeros precursores de la reflexión sobre el papel del receptor se encuentra

Platón, quien expulsa a los poetas de la política, pues según él, la poesía aparta al lector

de la contemplación de la verdad política, asignándole cierto carácter negativo a la

recepción activa. Por otro lado Aristóteles le reconoce la misma capacidad en el

receptor, pero le imprime una condición positiva al librar al espectador de sus pasiones

a través de la obra.

Marx es otro precursor cuyo pensamiento ha detonado la reflexión del papel activo de la

recepción, particularmente en sus tratados sobre la dialéctica de la producción y el

consumo, donde uno y otro proceso se implican profundamente, puesto que sin

producción no hay consumo, pero sin consumo no hay producción.

Al trasladar esto a la estética, se implica que no solo la producción de la obra determina

su consumo, sino que la recepción participa activamente en esta producción.

En las reflexiones del poeta francés Paul Valéry se encuentra una concepción crucial

para entender la estética del receptor:

“Mis versos tienen el sentido que el lector les quiera dar”

De esta manera se rompe la idea de que la obra tiene un sentido propio e inquebrantable

por el receptor. Según Valéry:

“El poema solo es una serie signos ligados por estar trazados materialmente unos

después de otros y es solo en el acto de la recepción donde es posible interactuar con el

espíritu de la obra”.

Walter Benjamin comienza el cuestionamiento sobre la relación temporal del receptor

con la obra, postulando que la crítica de una obra, es la actualización de su recepción.

Donde la recepción no es un efecto de la interacción con la obra hoy, sino la suma de

efectos que han llevado hasta esta recepción.

Alrededor de los años treinta Paul Sartre expone ideas sobre la recepción en su ensayo

“Qué es la literatura”, donde sostiene una separación entre producción y recepción. Para

Sartre, escribir y leer son mutuamente excluyentes, pero a la vez sostiene que la

producción necesita de la recepción en tanto que el escritor tiene que dejar de serlo para

poder leerse. Así, aun siendo procesos excluyentes, escribir implica leer, donde quien

escribe guía a quien lee, pero quien lee no es guiado pasivamente.

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Esto lo explica al mencionar que al escribir, el productor deja vacíos que el lector llena

en su lectura. Para Sartre, la literatura desempeña un papel liberador al no negar lo

fáctico y real con lo imaginativo. De tal manera que la realidad que ha sido plasmada en

el texto, se complementa con la imaginación de quien la lee. En este sentido, leer y

escribir se necesitan mutuamente, y el escritor exige al lector hacer pasar a la existencia

objetiva lo que el escritor ha emprendido por medio del lenguaje.

A diferencia de los autores mencionados como precursores, Sánchez Vázquez identifica

a tres pensadores que han sido fuente para la posterior creación de una teoría estética de

la recepción. Estos son Roman Ingarden desde su teoría de la literatura, Jan

Mukarovsky en el caso de la teoría del arte y Georges Gadamer respecto a la teoría de la

filosofía hermenéutica. De sus pensamientos son tomadas las reflexiones que

posteriormente utilizarían Jauss e Iser para la fundación de la estética de la recepción.

Roman Ingarden desarrolla una teoría de la literatura que se expone principalmente en

“La Obra Literaria” publicada en 1931. En su teoría de la estructura literaria, la obra es

a la vez, lenguaje, significados, estructuras perceptivas y objetos; que como parte de la

obra, están en ella, independientemente de su recepción por el lector.

Sin embargo, estos elementos son esquemáticos, pues no pueden representar la totalidad

de lo que pretende. Por ejemplo, es posible que en una obra se represente a un

personaje, pero la misma podría no decir nada sobre el color de sus ojos, sobre su

personalidad, su trayectoria, sus pasiones y enfermedades o sobre algún acto

determinado en otro momento histórico.

El conjunto de aspectos del objeto representado, se atienen a la estructura esquemática

de la obra, dejando espacios vacíos denominados “puntos de indeterminación”. Estos

puntos de indeterminación no pueden ser percibidos y no se debe a un error de

producción, sino a que la estructura esquemática no puede representar la totalidad de

ningún objeto.

Ya que la indeterminación es algo forzoso e ineludible, determinado por la estructura

esquemática de la obra, es el receptor quien determina lo que en el texto permanece

indeterminado. Este proceso es denominado por Ingarden “concreción”, es decir el

proceso donde el receptor (lector, radioescucha, televidente, espectador o visitante)

llena los puntos de indeterminación.

Esto implica a su vez, que la concreción no depende únicamente del receptor, este no

llena arbitrariamente los puntos de indeterminación, sino que lo hace en función de las

posibilidades que ofrecen las cualidades objetivas de la obra. Así la concreción depende

de dos referentes, la obra y el receptor.

Las circunstancias de concreción varían en cada recepción y las recepciones de un

mismo texto varían en cada lectura. Ya que cada recepción implica la aportación de

nuevos elementos que completan los puntos de indeterminación, el receptor se convierte

en un “cocreador”. Esta es la tesis de la estructura indeterminada de la obra y el proceso

de concreción.

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La siguiente fuente, según Sánchez Vázques, es la obra de Jan Mukarovsky quien

considera a la obra de arte como un signo, un hecho semiológico, donde se distinguen

el significante y el significado. Como todo signo estético, el significante es el vehículo

del significado, esto distingue al arte-facto del objeto estético.

El artefacto es el soporte material que funciona como significante, en tanto que el

objeto estético funciona como significado. El artefacto (la canción, la escultura, el libro)

carece de significado, éste se da en el proceso de conciencia del receptor, del que resulta

el significado que Mukarovsky llama “objeto estético”.

El artefacto es invariable y permanece tal como lo produjo su autor, mientras que el

objeto estético es variable y depende de las recepciones dadas ante diferentes trasfondos

y contextos socioculturales. Así, el receptor tiene un eminente papel activo, pues el

artefacto carece del significado.

Así mismo, el objeto estético que se da en la conciencia del receptor, depende del

artefacto fuera de su conciencia. De tal manera que existe una dependencia entre el

artefacto y el objeto estético, pero también, hay una dependencia al contexto donde se

da la recepción. Esta dependencia del contexto determina las normas y valores literarios

que producen un objeto estético determinado, es decir que cada contexto literario dará

significados diferentes.

A la vez, el contexto implica normas y valores extra literarios, morales, religiosos,

económicos, sociales, nacionales, entre otros; que influyen en los cambios de las normas

y valores y por lo tanto en las recepciones del artefacto. Cada periodo histórico tiene

normas y valores dominantes, que delimitan la atención que se da a ciertos elementos

del artefacto por ejemplo, y que determinan la recepción. Esta es la tesis de la

dependencia de la recepción al contexto histórico.

La tercer fuente corresponde a la filosofía, en la hermenéutica de la interpretación,

expuesta por Georges Gadamer en su obra “Verdad y Método”, donde se reflexiona

sobre el proceso de comprensión de un texto. De acuerdo a Gadamer, en toda

comprensión se involucran, consciente o inconscientemente, los contextos históricos de

recepción. La comprensión de cualquier texto producido en un tiempo determinado,

depende de la situación histórica desde la que se pretende comprender.

El concepto de situación es la base para uno de los conceptos clave en la teoría de la

estética de la recepción, el horizonte de expectativa. Pero para Gadamer, el horizonte es

el círculo de visión que abarca o circunscribe todo desde un punto determinado, es decir

desde cierta situación.

Existe un horizonte del presente que se comprende y un horizonte del pasado que se

pretende comprender. El horizonte del pasado no es inmóvil y se desplaza y cambia

hasta llegar al horizonte del presente. El horizonte del presente no se da

independientemente al horizonte del pasado y tampoco es inmóvil ni cerrado.

Esto significa que cuando un receptor se enfrenta a una obra del pasado, para

comprenderla, tiene que situarse en el ámbito de la obra, es decir, en su horizonte del

pasado, pero sin abandonar su horizonte propio del presente. Para Gadamer la

comprensión implica este proceso de fusión de horizontes.

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A esta comprensión se suman los prejuicios de la situación, que bien pueden ser

positivos o negativos. El prejuicio es literalmente lo previo a un juicio, al conocimiento

o la razón, es una validez intersubjetiva asignada por la comunidad al imponerse

mediante la tradición y la autoridad. Para Gadamer, la comprensión no puede prescindir

de la tradición. La obra es un acontecimiento en la tradición que la envuelve.

La tradición es la presencia activa del pasado en el presente, que se manifiesta en lo

pasado como modelo y norma. Es decir, al concebir una obra clásica como modelo y

norma, se entiende que el pasado esta participando activamente en la comprensión del

presente. Comprender es así, penetrar en la tradición en la cual se presenta el pasado en

el presente, esto es el concepto de “efecto histórico”.

El efecto histórico tiene un doble sentido, el efecto como la huella que deja tras de sí la

obra y por otro lado el que tiene en la conciencia del receptor en una situación histórica

que la condiciona. En ambos casos los efectos de la obra son históricos, por lo que la

obra no es algo cerrado, sino el conjunto de cosas que se han dicho de ella en el pasado,

las que se dicen en el presente de la situación y las que se continuarán diciendo en el

futuro. De tal manera que la obra nunca se acaba.

Para Sánches Vázquez, esta concepción efectual histórica de la obra sobre el receptor

deja fuera el efecto que el receptor tenga sobre la misma, lo que es central para la

estética de la recepción. Esto asigna al receptor una doble pasividad, al recibir cualquier

contenido de la obra sin producir efectos en ella y al ser el mismo receptor, efecto y no

sujeto de la historia.

Fundadores

Antes de adentrarse a las propuestas teóricas de los fundadores de la estética de la

recepción, es necesario contextualizar las condiciones que llevaron a Jauss e Iser a la

reflexión de un nuevo paradigma del proceso de recepción.

El 13 de Abril de 1967, Hans Robert Jauss inauguró la universidad alemana de

Constanza con un discurso que se convertiría en fundacional para la estética de la

recepción, mismo que se publicó mas tarde con el título “La historia de la literatura

como provocación a la ciencia literaria” .

Estas ideas surgen en un contexto histórico caracterizado por la crisis de la concepción

autónoma de la obra y de la crítica literaria, inspirada por el formalismo ruso y el

estructuralismo europeo. Teorías que limitaban el papel del receptor al de un

reproductor del contenido dentro de la obra.

Así mismo, es un contexto caracterizado por las protestas masivas y los movimientos

estudiantiles, que influyen en las universidades europeas con la exigencia de atender a

la función social de la literatura y la configuración de un nuevo paradigma de la relación

entre la literatura y la sociedad.

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Tabla 1.- Precursores de la Estética de la Recepción.

Categorías Autor Aportaciones a la Estética de la Recepción

Precursores

Platón y

Aristóteles

La poesía detona en el receptor un papel activo

Marx La producción y el consumo (recepción) son

intrínsecamente dependientes.

Paul Valéry Es el receptor quien produce el sentido de la obra

Walter Benjamin La recepción no es producto del efecto de

interactuar con la obra en el presente, sino la

sumatoria de sus efectos de recepción a lo largo de

la historia.

Paul Sartre La producción y la recepción son mutuamente

excluyentes pero dependientes, pues es el receptor

quien llena los vacíos que el productor deja en la

obra.

Fuentes

Roman Ingarden Toda obra presenta puntos de indeterminación

delimitados por su estructura, estos puntos son

llenados por el receptor en un proceso de

concreción, donde cada concreción es

condicionada por el contexto en el que se

desarrolla.

Jan Mukarovsky El arte es un signo conformado por un artefacto

que funge de significante y un significado

producido por el receptor, llamado objeto estético.

La producción del objeto estético depende de la

estructura del artefacto tanto como del contexto

histórico de recepción.

Georges Gadamer La comprensión de una obra, depende de la fusión

del horizonte pasado y el horizonte presente desde

una situación determinada. A esta fusión se suman

los prejuicios impuestos en el receptor por la

tradición. La obra tiene efectos históricos

inagotables en el receptor.

Jauss pretende desplazar los modelos de los tres paradigmas hegemónicos de su época

que se centraban en la obra y reducían al receptor a una dimensión pasiva. El paradigma

clasicista donde la obra solo admite una lectura posible, la que se adecúa al modelo

clásico, el paradigma historicista donde lo que interesa es situar históricamente la

producción de la obra independientemente de sus efectos en el lector y el paradigma

estilístico formalista, donde se desprende a la obra de su relación con el lector.

El nuevo paradigma de la estética de la recepción de Jauss, pone el foco de atención en

el papel del receptor en el proceso de recepción. Exponiendo sus ideas en forma de siete

tesis que serían complementadas con la aceptación de las propuestas de Ingarden y

Gadamer.

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Jauss comienza haciendo énfasis en la concepción dialógica que se da en la relación

entre la obra y el lector. También enfatiza el hecho de que el historiador mantiene una

posición como lector que investiga una sucesión de lecturas.

Posteriormente busca prevenir el acercamiento a la recepción solo desde el

psicologismo, donde el proceso de recepción se limita a sus experiencias psíquicas. Para

separarse de esta noción, plantea la condición de lectura de la obra, en un marco de

referentes objetivos, a lo que llama el “horizonte de expectativa”.

El horizonte de expectativa comprende lo que el lector espera de su lectura de una obra

determinada. Esta expectativa es formada por un sistema de referentes objetivos, que no

ha creado el lector, sino algo que ya contiene el lector a partir de experiencias previas e

independientes a la obra que lee.

Esto significa, que cuando una persona decide ver una exposición sobre Frida Kahlo,

espera ver en ella ciertos aspectos sobre el mexicanismo, el dolor, la homosexualidad, la

crítica política o cualquier otra expectativa dentro de su sistema de referencias previo a

la experiencia con la obra.

Este conocimiento referencial, le viene de las experiencias previas con otras obras, por

lo que el lector se mueve en un determinado horizonte de expectativas ya dado, que le

va guiando en su lectura.

Más adelante haría una separación entre el horizonte de expectativa del productor y del

receptor, donde el horizonte de expectativa del productor es aquel que es fijado en la

obra , que es único e inmutable y por otro lado el horizonte de expectativa del receptor,

es uno variable que se modifica conforme a la época. Así, el horizonte de expectativa

del Quijote es por un lado aquel que único que compete a Cervantes y los varios que

surgen de sus diferentes lecturas a lo largo de diferentes contextos históricos, por

diferentes receptores.

Una vez comprendido el horizonte de expectativa del productor, es posible compararlo

con el horizonte de expectativa del receptor. La medida en que estos horizontes se

diferencian constituye la “distancia estética”. El efecto que pudiera tener una obra

determinada en el público es variable, puede ser positiva o negativa y esta reacción esta

influenciada por la distancia estética.

Las obras nuevas y particularmente las innovadoras, chocarán con la expectativa

dominante del público receptor, recibiendo un mayor rechazo. Sin embargo el rechazo

debido a la confrontación de horizontes, implica un cambio en el horizonte de

expectativa del receptor y a este efecto de reconfiguración del horizonte, Jauss le asigna

una condición positiva. Mientras mayor distancia estética produzca una obra, mayor

calidad artística tendrá.

Esta postura es criticada por Sánchez Vázquez, en medida de que esta concepción de

que la calidad artística de una obra depende de la innovación, deja fuera la capacidad de

otros elementos de la obra, como la técnica o el contexto de su producción, para ser

considerados cualidades artísticas. Por otro lado la innovación constante se convertiría

en tradición y perdería nuevamente su calidad artística, lo que implicaría que la Capilla

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Sixtina o el Calendario Azteca fuesen artísticamente de menor calidad, que las obras

innovadoras actuales.

Ya que la lectura de un texto es variable, pueden realizarse preguntas a la obra sin

necesariamente esperar la misma respuesta sea siempre la misma o similar a la que la

obra pretende. Esto evidencia la certidumbre aparente de que la obra es atemporal y su

sentido es objetivo y acuñado eternamente. Es decir, que la historia que postula la

estética de la recepción cuestiona la condición atemporal de la obra, sino que esta

vinculada a la historia de su recepción.

Volviendo a la reflexión del elemento ritual, se entiende que cualquier sentido ritual que

se pretenda pensar como inherente a la pieza de museo, es realmente el resultado de una

historia de la recepción de dicho objeto como ritual. En este sentido, la ritualidad en

términos de sacralidad o rareza que el visitante reconozca en los objetos y temas, esta

ligada a su propio horizonte de expectativa en interacción con la expectativa del museo

por presentarlo como ritual y no a una condición inherente al objeto.

Jauss reconoce una relación entre la literatura y la sociedad, el función social de la

literatura. La literatura tiene una función social en tanto que no niega la realidad ni la

sátira, y así refleja la imagen de la realidad social, aunque utilice retóricas no objetivas

de esta realidad. La literatura es una interpretación de la sociedad.

Pero la función social de la literatura no se limita a la representación de la sociedad,

sino que también tiene un efecto social. Este efecto de la literatura sobre la sociedad

solo se da cuando la recepción del lector entra en el horizonte de expectativa de su

praxis vital. Es decir, la recepción del lector no es solo una experiencia literaria, en

tanto que esta experiencia se integra en su práctica vital.

“La función social se manifiesta en su posibilidad genuina solo cuando la experiencia

literaria del lector entra en el horizonte de expectativa de su praxis vital, cuando forma

previamente su concepción del mundo y cuando con ello tiene un efecto retractivo en su

comportamiento social”.

Es decir que la obra cumple una función social cuando la experiencia del receptor se

integra en el horizonte de expectativa de su práctica cotidiana. Este concepto se ligará

en la presente investigación, a la expectativa educativa que el museo pretenda en sus

visitantes.

El horizonte de expectativa ligado a la vida, es extraliterario y esta conformado por

intereses, necesidades y experiencias y condicionado por circunstancias sociales y

biográficas. De tal manera que la experiencia literaria biográfica del lector entra en el

horizonte de expectativa de su práctica vital.

Posterior a las tesis, Jauss reconocería el valor de las aportaciones de Ingarden, al

complementar la teoría con la concepción de que la recepción es un proceso de

concreción del texto. El texto no es nada sin sus efectos, y entre sus efectos está la

recepción.

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El otro fundador de la estética de la recepción es Wolfgang Iser, quien junto con Jauss

es otro representante de la universidad de Constanza, siendo dos sus principales obras

“La estructura apelativa del texto” y “El acto de leer”.

De acuerdo a Jauss el texto tiene un sentido efectivo al ser leído y no uno potencial

como cualidad objetiva de éste. Este sentido efectivo es solo resultado de la interacción

del receptor con la obra. Iser se centra en la cuestión de la naturaleza del texto, la

naturaleza de su estructura y la naturaleza del proceso de recepción.

Al igual que Jauss, Iser parte de que la naturaleza efectiva del texto solo surge del

proceso de recepción y no es una potencial inherente a éste. El texto a su vez hace

posible la intervención del lector porque tiene determinada estructura. Es el texto a

través de su estructura el que motiva la participación activa de lector.

Para Ingarden, el texto no puede contener todos los elementos de lo que pretende

representar, lo que llama puntos de indeterminación, concepto que retoma Iser y

renombra como “espacios vacíos”. Estos espacios vacíos del texto fungen como

estimulantes de la creatividad e imaginación del lector, haciéndolo determinar con su

intervención lo indeterminado en el texto.

Este sentido es particularmente importante para entender el acercamiento, de esta

investigación, al elemento lúdico de la obra, puesto que los espacios vacíos de la misma,

que le son característicos e inevitables, inciden en la detonación de la creatividad y la

imaginación en el receptor. La referencia a la imaginación y la creatividad se liga

directamente al elemento paradigmático lúdico al que Zavala hace referencia.

Para Iser la indeterminación es valor propio de todo texto literario, puesto que éste no

describe ni esta determinado por una realidad, aunque comunique algo acerca de esta.

En este sentido el texto es una ficción, que se relaciona con la realidad solo mediante

una vía ficticia. Esta condición ficticia implica que al ser leído y concretado, se pone en

relación con la experiencia propia del lector y en este proceso de lectura siempre ocurre

algo conectado con la experiencia del receptor. En medida de que leemos un texto, entra

en juego nuestra propia experiencia.

Todos los textos literarios y artísticos no se ajustan a las experiencias reales del

receptor, este desajuste produce la indeterminación que el receptor intenta rellenar en el

proceso de lectura. Esta indeterminación distingue al texto artístico de un texto

científico. Según Iser, el texto que narra las leyes de la física, no esperan que el receptor

lo complemente, la verdad estipulada en el texto científico, no cambia respecto a la

lectura de cualquier receptor. La lectura del receptor no altera para nada el sentido del

texto científico.

La intervención que es innecesaria e inclusive contraproducente, en el texto científico,

se hace necesaria en el texto literario que es siempre indeterminado, justamente por su

carácter ficticio en relación con la realidad y su interacción con la experiencia del lector.

La verdad del texto literario no están considerados en la obra en sí, sino en el proceso de

concreción que es consecuencia de la recepción.

Mientras para Ingarden la indeterminación es una vía para la concreción, para Iser la

indeterminación es el elemento fundamental para poner en contacto a los componentes

de la comunicación. La experiencia estética proviene de las cualidades de las

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posibilidades indeterminadas, al participar el receptor en el llenado de los espacios

vacíos de la obra.

En el texto se distinguen las cualidades que lo constituyen como artefacto, estas son el

conjunto de elementos que lo fijan en el proceso de producción, la obra del Quijote tal

como Cervantes la ha dejado. Este artefacto pensado originalmente por Mukarovsky

para Iser es el “componente artístico”, es decir el texto tal como ha sido producido por

el autor. Por otro lado ese componente artístico es transformado en un “componente

estético” como producto del proceso de recepción o concreción. Iser también utiliza los

términos “texto” y “obra” como sinónimos del componente artístico y del componente

estético, es decir que el texto es el artefacto y la obra el objeto estético.

Para Iser el autor y el lector son coautores, donde se entabla un diálogo entre el receptor

y la obra para llenar los espacios vacíos. Este llenado no es un proceso arbitrario,

porque el lector al determinar el texto, solo actualiza posibilidades dadas por el texto

mismo. El lector no puede como posibilidad, realizar lo que no se encuentra en el texto,

por lo que su intervención no es arbitraria, sino condicionada por el marco de las

condiciones determinadas en el texto.

Así mismo los espacios vacíos forman parte de un sistema que constituye un sentido.

Los espacios vacíos no se encuentran distribuidos arbitrariamente en el texto, por lo que

el receptor tampoco puede rellenar vacíos arbitrariamente, tiene que hacerlo en

concordancia del sistema propio del texto. Al tener que moverse el lector en el marco de

las posibilidades dadas por el texto, se excluye la actividad caprichosa meramente

subjetiva del lector.

La actividad de determinación del lector no solamente es condicionada por la estructura

del texto, sino también por las posibilidades condicionadas por el contexto de lectura.

De tal manera que la determinación del lector esta doblemente condicionada. Por lo que

ante un mismo texto, las posibilidades de lectura son múltiples. En suma, a un texto

único corresponde una pluralidad de lecturas.

Al igual que Jauss, Iser reflexiona en los efectos del texto sobre el lector, describiendo

la existencia de dos. El primero en relación a que la indeterminación abre posibilidades

de concreción, estimula la capacidad creativa del lector y estimula la actualización del

horizonte. Pero tiene otro efecto, ya que al condicionar en su estructura la concreción,

hace al lector un productor de la obra.

Si bien la estética de la recepción ha caminado hacia diferentes direcciones, la base se

encuentra aun vigente en los postulados de Jauss e Iser, desde donde tomará Lauro

Zavala particularmente el concepto de Horizonte de Expectativa.

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Tabla 2.- Fundamentos de la Estética de la Recepción

Fundadores Hans Robert

Jauss

La recepción es un diálogo entre la obra y el

receptor.

El diálogo es mediado por tres horizontes de

expectativa, uno del autor y otro del receptor,

determinados por un sistema de referencias

objetivo.

A la fusión de horizontes se suma un tercer

horizonte extraliterario del marco de la vida, el

horizonte de la praxis vital.

La función social de la obra recae en la

interpretación retórica de la realidad social y en la

integración de la experiencia en el horizonte de la

praxis vital.

Wolfgang Iser El texto tiene una estructura que delimita el

proceso de concreción en el receptor.

La concreción también es determinada por las

condiciones del contexto desde el que se sitúa el

receptor.

El texto literario es una ficción.

La indeterminación caracteriza al texto literario y

lo diferencia del científico.

El texto literario tiene dos efectos en el receptor, la

de detonar su capacidad creativa y la de

convertirlo en productor de la obra.

Fortalecimiento de la teoría de Comunicación Museográfica

En el marco teórico del capitulo anterior, se identifica la integración del concepto de

Horizonte de expectativa, que Zavala distingue en tres elementos paradigmáticos de la

experiencia museográfica y que delimita al horizonte de expectativa del museo y del

visitante. Sin embargo en su propuesta teórica no se incluye claramente el horizonte de

la praxis vital, que irónicamente podríamos relacionar al elemento educativo que si

posiciona al centro de su reflexión. A la vez que aun se encuentran desarticulados los

elementos ritual y lúdico en su papel configurativo del elemento educativo.

Tras profundizar en las propuestas de Jauss e Iser, es posible reflexionar sobre los tres

elementos paradigmáticos de la experiencia museográfica en el marco de la estética de

la recepción para fortalecer la vinculación de estos elementos en el efecto educativo que

el museo pueda tener.

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Empezando por el elemento ritual, podemos establecer que cualquier concepción ritual

que sea aparente en una obra o tema, es realmente el resultado de un proceso de

recepción que ha producido un significado ritual a la misma, pues como se ha visto, la

obra carece de significado. La rareza o sacralidad que se dibujan en una pieza de museo

o la exhibición completa, son en realidad el significado resultante del proceso de

concreción facilitado por la estructura con que se ha expuesto el tema.

Exhibir un crucifijo al derecho tras la vitrina, permite que el visitante llene los espacios

vacíos en un sentido determinado por su propia experiencia previa con crucifijos, por

ejemplo imaginando el altar donde originalmente se encontraba la pieza o las

ceremonias religiosas que presenció. Sin embargo mostrar la misma pieza en posición

invertida, haría que el visitante llene los vacíos con otros elementos de su experiencia

para explicar dicha posición, por ejemplo a partir de las películas de exorcismos o

cualquier otra idea desvinculada de la ceremonia religiosa tradicional. Es en este sentido

que la condición sagrada o profana de la obra depende del proceso de concreción y no

es una cualidad inminente a la pieza.

El elemento ritual, además de su dimensión sagrada, se liga a la rareza, que depende de

la distancia estética entre horizontes, donde el distanciamiento que reconoce el visitante

respecto a la exhibición de museo implican la salida del receptor de su propio sentido

común y el posicionamiento en un espacio y tiempo extra cotidiano (que pudiera

concebirse sagrado).

Esta distancia estética, como en la obra innovadora, obliga al receptor a reconfigurar su

horizonte de expectativa y es en este sentido que el elemento ritual, es constitutivo del

educativo.

La distancia estética es un concepto similar a la espectacularidad que maneja Zavala, sin

embargo en la reflexión que aquí se presenta, se pretende vincularla directamente al

elemento ritual de la obra, sin que esto sea incompatible a la espectacularidad. Sin

embargo, si bien la sacralidad del espacio y la espectacularidad están igualmente ligados

al distanciamiento de la cotidianidad, no son condiciones sinónimas, puesto que un

espacio o experiencia puede ser espectacular sin ser sagrado, o bien ser sagrado sin ser

espectacular.

En el presente trabajo se considera a la espectacularidad como la presenta Zavala (2012)

en conjunto con la Sacralidad a partir del pensamiento de Mircea Eliade (1981) como

dos dimensiones posibles de los elementos rituales tanto de la expectativa del productor

como del receptor.

Ya sea desde su espectacularidad o sacralidad, la expectativa ritual del museo se

entiende como la búsqueda por distanciar la estructura de la exhibición, del horizonte de

expectativa del visitante que la experimenta. De tal manera que la expectativa ritual del

visitante, se dará en términos de salir de su propia cotidianidad hacia un espacio

espectacular o sagrado.

Por otro lado, la obra esta compuesta por una estructura que no es arbitraria y se

imprime en el proceso de producción. Esta estructura de la obra, incorpora las

indeterminaciones en su lógica estética de producción, que le son inherentes e

inevitables y que en consecuencia obligan al receptor a llenar los espacios vacíos a

partir de su creatividad e imaginación con los recursos de su propia experiencia.

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Evidentemente este fenómeno se liga a la concepción del elemento lúdico de la obra que

plantea Zavala.

Ya que el proceso de concreción obliga al receptor a llenar los vacíos en la obra con

recursos propios y esta estructura no encaja a la perfección con la experiencia del

receptor, éste se ve implicado en un proceso de reconfiguración de sus propios

conocimientos para encajarlos en una estructura que es diferente a su experiencia

propia. Es en este sentido de reconfiguración que el elemento lúdico se ve implicado en

el educativo.

Esto es evidente en una exposición que incluye piezas interactivas, donde para acceder

al significado de la obra es evidentemente necesaria la interacción con sus elementos

físicos, sin embargo, esto también ocurre en todas las demás formas materiales de la

exposición. Tanto la pantalla táctil requiere de la participación activa del visitante,

como la máscara tallada con el letrero de no tocar. En ambos casos el visitante debe

llenar los vacíos que no incluye la pieza. Pues no hay pantalla táctil que pueda incluir

toda la información sobre el tema que trata ni máscara que explique las características

de quien alguna vez la portó. Es en este sentido que no existe obra libre de ser, al menos

en algún grado, lúdica.

Entonces, el horizonte de expectativa lúdico del museo gira en torno a la capacidad de

presentar una exposición con determinados espacios vacíos para detonar la capacidad

creativa del visitante y su consecuente llenado. Este elemento pensado en el horizonte

del visitante implica la expectativa por tener la posibilidad de crear e imaginar, para

complementar la obra, a lo largo de la experiencia de visita.

Por último, independientemente de la polémica al respecto de la calidad artística, una

mayor distancia estética entre el horizonte de expectativa del museo y del visitante

(elemento ritual), forzará un proceso de reconfiguración del horizonte del visitante para

poder llenar los vacíos a partir de su propia creatividad (elemento lúdico) y luego

entonces cumplirá con la concepción que Zavala propone del elemento educativo como

el cambio en la forma de ver el mundo respecto a algo.

Por otro lado, la literatura tiene una relación con la sociedad y cumple una función

social, esto puede extenderse a otras formas de creación textual como una exposición

museográfica. Entonces la función social del museo radica en la detonación de la

creatividad e imaginación del visitante y la construcción de este como co productor de

la obra, al concretar los espacios vacíos de la estructura de la exposición. La función

social de la obra es entonces, educativa. Por lo tanto la educación no necesariamente es

una condición única del museo y el documental, sino de cualquier obra.

A la vez que la indeterminación existente en la obra, pone en interacción la experiencia

propia del visitante, integra una nueva experiencia a su horizonte de praxis vital. Es en

este sentido que cumple otra dimensión educativa, al añadir una nueva experiencia al

horizonte biográfico del receptor.

Es en este sentido que el elemento paradigmático educativo de la obra se entiende en

este trabajo, como un doble efecto sobre el visitante, en tanto que lo obliga a

reconfigurar su horizonte de expectativa existente y en tanto que integra una nueva

experiencia inexistente a su horizonte de praxis vital.

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Ahora bien, tras revisar los planteamientos de la estética de la recepción, se propone la

siguiente reconfiguración del marco teórico, fusionando lo propuesto por Zavala con las

ideas de Jauss e Iser. Cabe mencionar que lo referente a Sacralidad y Placer esta

pendiente de ser revisado, pero son incorporados en tanto que Zavala los menciona

como constitutivos de los elementos ritual y lúdico.

Esquema conceptual 2.- Fortalecimiento de la teoría de Comunicación Museográfica

con la Estética de la Recepción.

El museo como autor de una exposición tiene un horizonte de expectativa sobre su

propia obra, a la par el visitante como receptor también tiene una expectativa hacia esta,

así como un horizonte de expectativa de la obra dentro de su actividad cotidiana. La

interacción de estos horizontes se da en la experiencia museográfica, la cual se

caracteriza por una dimensión educativa. Esta dimensión educativa es configurada por

dos dimensiones más, en primer lugar por una lúdica que depende de la distancia

estética de los horizontes de la obra y el receptor y que determina su grado de

espectacularidad y sacralidad. Y en segundo por una dimensión lúdica, dada por los

puntos de indeterminación en la obra que detonan la creatividad y el placer en el

receptor. El llenado de los puntos de indeterminación depende de la distancia estética

del receptor en el proceso de concreción. Al ser este la interacción del receptor con la

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obra, es la base de la comunicación museográfica de la que resultará la coproducción

del discurso museográfico. En este discurso es posible analizar la reconfiguración de los

horizontes de expectativa del visitante y evidenciar la manifestación de el elemento

educativo.

OBJETO, PROBLEMA Y PREGUNTA DE INVESTIGACIÓN Una vez expuesto el marco teórico de la estética de la recepción y esquematizados sus elementos en conjunto con las propuestas de Lauro Zavala, es posible presentar el objeto de investigación. Este es el Discurso Museográfico del Visitante, en tanto que en el marco de la nueva museología, el visitante tiene un papel activo y coproductor del discurso. Es el interés de esta investigación adentrarse en analizar cómo se construye. Se entiende que el discurso museográfico es producto de la comunicación entre los horizontes de expectativa del autor y el receptor, es decir del museo y el visitante. Este discurso para Zavala, reúne el conjunto de elementos experimentados en el espacio museográfico que van desde la arquitectura hasta las piezas y los cedularios. Sin embargo, si el discurso puede evidenciar todas las expectativas del museo y el visitante, también deberá poder dar cuenta de su expectativa educativa. Independientemente de si el museo pretende cambiar de alguna forma el pensamiento del visitante, el proceso de recepción desde la estética de la recepción, implica que el visitante llene los espacios vacíos de la obra con elementos de su propia experiencia. Estos vacíos son determinados por la estructura de la obra y son ajenos e incompatibles por completo a la experiencia del visitante, lo que detona en él la participación creativa y la reconfiguración de sus propios conocimientos para llenar dichos vacíos. Así mismo, la distancia estética entre lo que espera el visitante del museo y el museo al producir la exposición, puede ser innovadora, es decir, muy distante. En este otro sentido, el visitante deberá reconfigurar su horizonte de expectativa para comprender la propuesta del museo. Estos dos elementos, que a su vez corresponden a las dimensiones lúdica y ritual de la experiencia, configuran así la dimensión educativa de la obra, por lo que si la experiencia museográfica es considerada una obra, el visitante receptor puede tener así una experiencia educativa. Sin embargo, que pasa cuando el museo pretende educar al respecto de un tema particular, como lo es al respecto de una relación entre la sociedad y la naturaleza. Una hipótesis sería que el museo tendrá que haber configurado la estructura de la obra, de tal manera que el visitante pueda, al concretarla, producir un significado al respecto de la naturaleza, similar al que el museo pretende. Pero también puede ser que determinados horizontes de expectativa de los visitantes, tengan mayor relación en este proceso de concreción hacia un discurso determinado o que determinados actos posibles en la experiencia musoegráfica sean centrales para la construcción de discurso al respecto de un tema determinado.

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Resumiendo, el objeto de investigación del estudio se centra en el discurso museográfico que produce el visitante y se pretende estudiar cómo se construye para hacer emerger una expectativa educativa determinada por el museo, en este caso, la de la relación sociedad naturaleza. Ahora bien, esta propuesta esta tomando en consideración que los museos pueden pertenecer a tres escenarios posibles. Donde en cada uno se ha dado prioridad a un elemento en particular de la experiencia museográfica. Por un lado el ritual, por otro el lúdico y por otro el educativo. Entendidos estos como una relación gradual que nunca llega a eliminar un elemento al optar por el elemento opuesto. De tal manera que se pretende estudiar el fenómeno de construcción del discurso, frente a estrategias educativas divergentes que pudieran influir en la manifestación de alguna expectativa educativa determinada. Por lo que se plantea la siguiente pregunta:

¿Cómo se construye el discurso museográfico del visitante y de qué manera emerge en él la expectativa educativa del museo, sobre temas de naturaleza, frente

a las tres estrategias educativas divergentes?

MARCO METODOLÓGICO

La narrativa museográfica

En el método de análisis narrativo propuesto por Zavala (Zavala, 2012), se parte de una

narrativa secuencial realizada por el visitante, que es analizada a partir de nueve

categorías (condiciones de lectura, título, arquitectura, umbral, diseño, recorrido,

discursos de apoyo, estética e ideología y conclusión), que contienen a su vez alrededor

de 100 observables. Lauro Zavala propone dos modelos metodológicos para el estudio

de los visitantes desde su experiencia. El primero para la reconstrucción y análisis de la

experiencia del visitante (modelo de elementos para el análisis de la experiencia

museográfica) y el segundo, para el análisis de la interpretación de la misma (Modelo de

elementos paradigmáticos de la comunicación museográfica).

Sin embargo, reitero que el objetivo de la presente investigación, no es el análisis de la

experiencia completa del visitante, sino el análisis del cómo se construye el discurso

museográfico y cómo emerge en el, la expectativa educativa del museo al respecto de la

naturaleza.

La narrativa plantea que todo visitante, televidente, radioescucha o lector, es a su vez un

observador, quien modifica la realidad que observa desde sus propias perspectivas

determinadas por elementos como su capital cultural, su comunidad interpretativa o sus

horizontes de expectativa. En esta propuesta, esto pretende ser abordado únicamente

desde los horizontes de expectativa, tal como han sido expuestos en el apartado de la

teoría de Jauss.

Al pedir al visitante, que reconstruya lo observado con una narrativa (que inclusive

puede ser solo pictórica), necesariamente se le pide que interprete su propia experiencia

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y luego entonces que la reconstruya. Ya que es el visitante quien termina la

construcción del discurso museográfico, se presupone que es sólo en su propia narrativa

donde puede emerger cualquier expectativas que el museo espera imprimir al discurso

museográfico y que haya sido parte de su experiencia.

Con los conceptos delimitados en el marco teórico, se pretende obtener de la narrativa la

reconstrucción del discurso museográfico, conformado por los diferentes elementos

paradigmáticos de la experiencia. Por lo tanto, los métodos que se plantean utilizar,

buscan la obtención de datos respecto a observables delimitados por los conceptos

expuestos previamente a partir de Zavala y la Estética de la Recepción.

Tabla 3.- Relación de conceptos a materialidades.

CONCEPTO CATEGORÍA OBSERVABLE TÉCNICA MATERIALIDAD

Horizontes

de

expectativa

del visitante

sobre la

obra y de la

praxis vital

Dimensión

Ritual:

Distancia

estética

Qué otros espacios

museográficos visita

(museos, templos, áreas

protegidas, zoológicos, otras

ciudades, plazas, centros

comerciales, parques de

diversiones, parques y

jardines, cines, teatros y

galerías).

Qué otros museos ha

visitado.

Qué temas ha observado en

museos

Qué conoce del contenido

del museo que visitará.

Qué actividades

relacionadas al museo

realiza (artes plásticas,

reciclaje y ahorro, buceo,

etc.)

Qué le es espectacular

Que le es sagrado

Encuesta

Grupo de

Discusión

Narrativa del

Grupo de

Discusión y datos

de la encuesta

preliminar.

Dimensión

Lúdica:

Puntos de

Indeterminaci

ón

Cuándo se siente creativo

En qué situaciones ha usado

su imaginación

Qué le es placentero de una

actividad cultural

Dónde juega

Qué le divierte

Elementos

Educativos:

Concreción

Qué experiencias han

cambiado su forma de ver el

mundo.

Qué experiencias

significativas ha tenido en

museos.

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38

Horizonte

de

expectativa

del Museo

Elementos

Rituales

Qué mensaje espera

presentar el museo. Y cuál

respecto a la naturaleza.

Qué temas de naturaleza ha

expuesto.

Cómo espera ser innovador.

Que de sus elementos

considera sagrados.

Qué de sus elementos

considera espectaculares.

Entrevista

a

Informant

e Clave

Guión de

entrevista

Elementos

Lúdicos

Qué dice sobre la naturaleza

y qué no.

Cómo incentiva la

creatividad del visitante.

Cómo complace los gustos

de sus visitantes.

Elementos

Educativos

Qué espera cambiar en el

visitante y cómo

Qué experiencia espera

incorporar al visitante.

Discurso

Museográfi

co

Elementos

Rituales:

Distancia

Estética

Sobre la Obra y la

experiencia:

Qué tan familiar le ha

parecido

Qué tan espectacular le ha

parecido

Qué tan sagrados le son los

elementos

De qué tema, considera que

trata el museo.

Qué discurso de naturaleza

encuentra en el museo.

Grupo de

discusión

posterior a

la visita

Entrevista

estructura

da a partir

de un día

posterior a

la visita.

Observaci

ón

participant

e

Guión de

entrevista

Dibujos y

fotografías de la

exposiciones por

parte de los

participantes.

Guía de

Observación Elementos

Lúdicos:

Puntos de

Indeterminaci

ón

Qué no dice la exposición

Qué ha imaginado en la

experiencia

Cómo ha tenido que ser

creativo en la experiencia

Qué le ha parecido

placentero

Qué ha tenido que

complementar con sus

propios conocimientos.

Qué dice y qué no dice

sobre la naturaleza

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Elementos

Educativos:

Concreción

Que puede reflexionar ahora

que tal vez no reflexionaba

antes de la experiencia.

Que puede reflexionar ahora

que tal vez no reflexionaba

antes de la experiencia,

respecto a la naturaleza.

Cómo ha cambiado la

experiencia su expectativa

inicial

Qué nuevas experiencias

agrega a su vida.

Propuesta de trabajo

La investigación pretende estudiar un proceso comunicativo, por lo tanto requiere un

planteamiento que considere las diferentes fases del proceso. En este caso se identifican

cuatro:

Previo a la visita: Enfocada a la convocatoria de los participantes y el

establecimiento de sus horizontes de expectativa, así como el registro de las

expectativas del propio museo.

Durante la visita: El objetivo central de esta fase es conseguir observaciones de

la visita que sirva de detonadores para el instrumento de la posterior etapa, así

como para registrar cualquier dato externo a la narrativa.

Posterior a la visita, el mismo día: Es el primer momento donde los visitantes

reconstruirán el discurso museográfico a partir de su narrativa sin mayor periodo

de reflexión.

Posterior a la visita, al menos un día después: Es el segundo momento donde los

visitantes reconstruirán el discurso museográfico con un mayor periodo de

reflexión.

Cada fase plantea a su vez diferentes momentos que responden a diferentes objetivos,

técnicas y materialidades, como se muestra en la siguiente tabla:

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Tabla 4.- Metodología de la investigación

Momentos Objetivos Técnicas Materialidades

Previo a la visita Convocar

participantes

Convocatoria a

través de redes

sociales

Registro digital de

participantes

potenciales.

Identificar el H. de

E.

del

Museo

Entrevista a

informante clave

Transcripción de

Audio

Identificar los H. de

E. del visitante

Encuesta y

Grupo de Discusión

Cuestionario de

encuesta

Grabación de

entrevista

Durante la visita Obtención de

elementos para la

discusión grupal.

Obtención de datos

relevantes fuera de

la narrativa.

Observación

participante

Registro

Fotográfico propio

del visitante.

Notas de

observación.

Fotografías del

visitante.

Posterior a la visita.

El mismo día.

Reconstrucción del

Discurso

Museográfico

Grupo de Discusión

Audio y video del

grupo

Posterior a la visita.

Al menos un día

después.

Reconstrucción del

Discurso

Museográfico

especificando el eje

de naturaleza

Entrevista

estructurada

Guion digital de

entrevista

Métodos previos a la visita

Horizonte de expectativa del Museo

El primer paso de la investigación corresponde al acercamiento previo que se ha tenido

con los museos. Las tres instituciones planteadas en este proyecto han sido visitadas y

se ha entablado el diálogo con sus operadores:

Museo de Arte Popular: Emilio Ortiz, Coordinación de Comunicación Social.

Museo Interactivo de Economía: Emilio Sánchez, Departamento de Estudios de

Visitantes

Museo Subacuático de Arte de Cancún: Gena Bezanilla, Directora Ejecutiva.

Se pretende realizar una entrevista a informante clave, que busque entender la

expectativa del museo en los tres ejes, ritual, lúdico y educativo y particularmente la

dimensión educativa que presentan respecto a la naturaleza, así como los trabajos

previos que han realizado alrededor de este tema.

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Horizonte de expectativa del visitante

Visitar un museo produce una fatiga, condicionada por el tiempo que el visitante ha

permanecido en pie o en movimiento sin acceso a bebidas ni alimentos y realizando

diferentes actividades en el espacio. A partir de considerar esta fatiga y tras un primer

acercamiento a campo, surge la evidente necesidad de diseñar una estrategia que

elimine el ruido que la fatiga de museo implicaría en la construcción de la narrativa.

Esto significa, que las personas que han visitado el museo, difícilmente querrán cambiar

sus actividades planeadas al salir del museo, para prestar el tiempo adicional necesario a

la investigación.

Para evitar este fenómeno, lo que se plantea realizar es una convocatoria de

participantes, de tal manera que de antemano sean informados respecto al tiempo que

deben prestar para la visita y los demás momentos de la investigación. Los participantes

serán entrevistados en un espacio donde puedan permanecer sentados y donde se les

proporcione agua y alimentos, esto con el fin de reducir el ruido de la fatiga de museo.

Así mismo se procurará que la dinámica sea lo menos intrusiva en la experiencia del

visitante, sin dejar de lado, que implica una intervención y condiciona a los sujetos en

diferentes grados, como puede ser el tiempo de recorrido.

El estudio pretende incluir activamente la participación del museo en los diferentes

momentos de la investigación y en este sentido, se plantea buscar la posibilidad de

realizar la convocatoria a través de las redes sociales del mismo museo. De esta manera

el museo podrá tener cierto registro y control en el estudio y el visitante saber que se

trata de un estudio formal respaldado por el museo. Además del hecho de que el museo

podría aportar sugerencias útiles para la selección y contacto de visitantes e inclusive

apoyar con espacios y personal de apoyo.

Los visitantes serán convocados el día que sea acordado con el mismo museo y se les

solicitará llenar una pequeña encuesta sobre datos para entender sus horizontes de

expectativa y el contexto desde el que hablan de acuerdo a los acercamientos del marco

teórico. Así mismo este primer acercamiento permitiría la selección del grupo más

heterogéneo en caso de un exceso de interesados, como se describe más adelante.

Finalmente este acercamiento permite poner al participante al tanto de los

requerimientos de la visita.

Posteriormente se realizará una entrevista grupal estructurada, ésta se propone por el

hecho de las pocas oportunidades que pudiera haber para solicitar un espacio libre

dentro del museo y juntar un grupo heterogéneo para obtener la información. Si bien las

propuestas de Zavala trabajan desde el individuo, es común que visitar un museo no sea

un ejercicio en soledad, por lo que se presupone que la conformación de una técnica de

entrevista grupal abonará para entender como se construye el discurso en participación

con otros, puesto que potencia la interacción sin minimizar la individualidad.

La modalidad de entrevista grupal que se pretende realizar es la del grupo de discusión,

considerando que los principios desde los que opera esta técnica permitiría la obtención

de datos en sintonía con la pregunta de investigación:

Es una charla abierta y flexible

No es una conducción directiva

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El moderador no hace hablar al grupo sino que lo deja hablar

Busca la reflexión y no la experimentación

Pretende comprender un proceso social

Produce información general

Se plantea a partir de ejes conversacionales en lugar de preguntas y respuestas

Diversifica las variables en lugar de homogenizarlas.

Estas características del grupo de discusión mantienen la diversidad de horizontes de

expectativa en los visitantes, sin crear un horizonte común a todos, donde cada opinión

sea igualmente válida. Los ejes temáticos de este primer grupo de discusión serán lo

relevante a los horizontes de expectativa, sin buscar ser un cuestionamiento directivo

(Ramírez, 2015).

En todo caso, se parte de la idea de que la expectativa no necesariamente debe tener un

valor predeterminado, es decir, una expectativa educativa nula de visitar el museo, es

igualmente válida para la investigación como el tener grandes expectativas al hacerlo.

Esto se debe a que si bien, la construcción del discurso museográfico se verá

influenciada por la expectativa del visitante, no se pretende estudiar cómo se construye

este discurso en visitantes con una expectativa determinada.

Esta técnica a su vez delimita el número de entrevistados a un promedio entre 6 y 8, una

cifra recomendada por diferentes autores por ser óptima para propiciar el diálogo

participativo, donde todos puedan dar su opinión. Por lo que se buscará producir una

convocatoria corta que no reciba una respuesta muy amplia por parte del público. En

todo caso de que sea grande el número de personas interesadas en participar, se

seleccionarán individuos que puedan conformar el grupo mas heterogéneo posible a

partir de los datos obtenidos en la encuesta, y de ser necesario, se realizará más de un

grupo, siempre que el museo esté interesado en participar y obtener estos datos.

Se convocarán dos individuos por encima de lo esperado, (alrededor de 10) suponiendo

que no todos necesariamente asisten al día fechado. En el caso contrario de tener una

participación mínima, se postergará el evento hasta conseguir al menos dos individuos

por debajo de lo esperado (alrededor de 4). Respecto al género se pretende mantener

una muestra en condiciones lo más equitativamente posibles, donde la mitad del grupo

este conformado por individuos que se hayan identificado en la encuesta como hombres

y la otra por mujeres.

En todo caso, la investigación planteará con los participantes, una condición de

anonimato, lo que a la vez permite que frente a la elaboración de varios grupos de

discusión, se seleccionen aquellos de mayor relevancia para el presente análisis.

Métodos durante la visita

Otra ventaja de armar un grupo a partir de visitantes voluntarios, es que permite la libre

observación de los sujetos, sin que estos se sientan amenazados (hasta cierto punto), por

parte de un observador desconocido. Como se menciona en el apartado anterior, para

este momento ya se habrán planteado los acuerdos del ejercicio y el grupo habrá tenido

la oportunidad de conocer a los practicantes del estudio (investigador y colaboradores),

por lo que no se incomodará de verles acompañarlos en la visita.

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43

Aun así, el proceso de observación pretende ser lo menos intrusivo para el visitante,

manteniéndose al margen de comentarle o sugerirle su recorrido e inclusive de

interactuar con el. La postura del observador intenta ser más bien como la de otro

visitante cualquiera, recorriendo con los demás el museo y tomando notas tanto de lo

que significa su propia visita como el registro de los visitantes como actores,

relacionándose con objetos y espacios.

Sin embargo no se plantea ser muy enfático en la experiencia en sí, pues ésta no es el

objeto de investigación, sino la narrativa posterior. En este sentido el principal objetivo

de la observación es obtener notas que pudieran ser de utilidad en la discusión

consecuente.

En su conjunto, el muestreo plantea la cooperación de uno o varios observadores

externos, voluntarios o asignados por el mismo museo y que participen en este ejercicio

particular, puesto que el número de visitantes oscilará entre 6 y 8, siendo complicado

que un solo observador trabaje con cada visitante, además de auxiliar en otras

actividades del estudio.

Por otra parte, se aprovechará el hecho, de que muchas personas cuentan con

dispositivos celulares con cámara, para buscar participantes que cuenten con éste equipo

y lo lleven a la visita. Se solicitará en el momento anterior que realicen un registro

fotográfico libre dentro del recorrido, sin delimitarles el número de fotografías, formato

o cualquier otro tipo de interrupción de una supuesta visita regular de museo.

Igualmente, estas imágenes se utilizarán para detonar la discusión siguiente y cualquier

otra reflexión que de narrar este material surja. Se solicitará al visitante la donación de

las fotografías que se consideren relevantes.

Métodos posteriores a la visita. El mismo día.

Se plantea la fase posterior a la visita como el momento central de la investigación,

puesto que el visitante ha tenido ya la experiencia y ahora puede reconstruir el discurso

museográfico desde su narrativa.

Esta fase se ha dividido en dos momentos en función de que la reflexión no es igual

justo al terminar una experiencia como después de haber tenido más tiempo para

analizarla. Pensando que el elemento educativo como lo plantea Zavala implica un

cambio en la forma de ver el mundo y esto es algo difícilmente observable sin dar

tiempo a la reflexión.

En el primer acercamiento a campo fue evidente que los visitantes al salir del museo

piensan en lo que harán con el resto de su día, en muchos casos ligado a satisfacer las

necesidades de la fatiga de museo (ir a comer por ejemplo), es por esto que solicitarles

una reflexión respecto a lo que piensan tras la visita y que tal vez no pensaban antes,

tendía a tener respuestas tras una pausa de reflexión y contestaban lo primero que a su

mente venía, tal vez en aras de no quedarse callados y terminar con la entrevista.

Por esta razón, el ejercicio tras la visita, busca satisfacer en primera línea las

necesidades que surgen por la fatiga de museo, al trasladar a los participantes a un

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espacio, posiblemente dentro del mismo, donde puedan sentarse, tomar agua y comer

algo. Unos minutos después de este momento, se realizará la entrevista grupal de salida.

Esta entrevista, al igual que la de entrada, se basará en la técnica de grupo de discusión,

puesto que se busca entender la variabilidad de opiniones y no dirigir a los visitantes

hacia la concreción de un mismo discurso museográfico. Para esto, se solicitará a los

visitantes hablar a partir de los ejes mediadores de la entrevista, sin realizar preguntas

directivas.

Los sujetos, podrán recurrir a las fotografías que han tomado o bien utilizar papel y

lápiz para esquematizar, en caso de ser necesario. El grupo será gravado en video y los

colaboradores del proyecto participarán en él observando y tomando las notas

necesarias.

Así mismo la técnica de narrativa en dinámica grupal, incluye la segunda fase del

proceso de aprendizaje que plantea Dewey, desde donde se plantea la manifestación del

elemento educativo. En este escenario grupal, ya no se trata del visitante interactuando

con el espacio museográfico, sino el visitante interactuando con su propia experiencia

para producir la narrativa frente a otros.

Métodos posteriores a la visita. Al menos un día después.

Es difícil de definir el tiempo que requiere un sujeto para reflexionar sobre un tema

determinado, pero con el objetivo de propiciar una mayor temporalidad para la

reflexión, se plantea realizar un tercer acercamiento a los sujetos pasado al menos un día

tras la visita.

La razón de plantear al menos un días después de la visita radica en dar oportunidad al

ejercicio reflexivo auxiliado por el sueño, como lo indica. A la vez, se menciona al

menos un día, puesto que es posible, que no se pueda entablar el diálogo con los sujetos

justo al día siguiente, así que se pensará en establecer un rango máximo de tiempo

determinado por la fecha del evento que se acuerde con el museo y el tiempo disponible

para el trabajo de campo.

Si bien los dos grupos de discusión preliminares partían de permitir la variabilidad de

opinión, este tercer ejercicio es el que persigue profundizar en el eje analítico del

elemento educativo respecto a la naturaleza. Por lo que esta tercer entrevista plantea un

acercamiento individual y con base a un guió estructurado que busca que el visitante

hable en particular respecto al discurso museográfico del museo respecto a los tres

elementos paradigmáticos y en materia de naturaleza.

Es posible, que esta entrevista no pueda ser realizada en persona, por lo que se llevará a

cabo a través de medios electrónicos, pero de ser posible, se realizará en persona.

Casos y criterios de selección

Se plantea una investigación que analice el discurso en los tres escenarios posibles que

plantea Zavala, ya que no existe una única estrategia de comunicación museográfica y

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es posible pensar en al menos tres tendencias orientadas hacia cada uno de los

elementos paradigmáticos seleccionados. En este sentido es que se propone incluir en la

investigación, a los visitantes de tres museos diferentes que tengan estas orientaciones

educativas estratégicas. A la vez que tienen una temática central que complementan con

un discurso (o varios) paralelo relacionado a la naturaleza.

La selección de estos museos, esta basada en el acercamiento empírico, primeras

entrevistas a sus directores y objetivos que figuran en sus páginas oficiales. De tal

manera que, se detectan dos criterios de selección respecto a los objetivos de la

investigación:

Museos que presenten además de su tema central, alguno sobre la naturaleza y

particularmente sobre una relación estrecha con la sociedad.

Museos representativos, de cada una de las tres estrategias de educación que

plantea Lauro Zavala.

Tabla 5.- Casos y Criterios de la Investigación

CASOS Y

CRITERIOS DE

SELECCIÓN

Museo de Arte

Popular

(MAP)

Museo Interactivo

de Economía

(MIDE)

Museo Subacuático

de Arte

(MUSA)

Estrategia educativa Estrategia estática,

orientada al

elemento ritual

Estrategia

dinámica, orientada

al elemento lúdico

Estrategia del

nuevo museo

imaginario,

orientada al

elemento educativo

Temática central Arte Popular Economía Arte

Contemporáneo

Discurso

identificado sobre

la Naturaleza

Toda pieza de arte

popular es resultado

de la estrecha

relación entre la

diversidad cultural

y la diversidad

biológica de un

territorio.

La sustentabilidad

es el resultado de la

relación entre las

dinámicas de la

sociedad, la

naturaleza y el

mercado.

Es posible una

relación entre el

arte y la ciencia

para la

conservación de la

naturaleza y la

reflexión sobre

nuestra relación con

ella.

Categoría típica Museo de arte Museo de ciencia Museo híbrido

Aun se encuentran en construcción los criterios para la selección de visitantes, en

especial para determinar el número de individuos con quienes colaborar. Sin embargo

un primer criterio de selección es evidentemente el de visitante común, puesto que la

intención es descubrir las formas como se manifiesta el mensaje del museo en un

visitante, pensando que tal vez no busca y posiblemente desconoce este mensaje, al

visitar el museo, entonces:

Visitantes comunes, es decir aquellos que no han participado en la elaboración

de la exposición ni son estudiosos o trabajadores sobre el tema que aborda.

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Una segunda reflexión que se desprende de lo anterior, es trabajar con personas que

jamás han ido al museo, es decir no han tenido la experiencia museográfica, sin

embargo es interesante pensar que trabajar con una persona que ha ido mas de una vez,

daría respuestas interesantes para pensar si la frecuencia de visita es un factor

determinante, por ejemplo. Aunque también pensando que cada observación es única y

no es posible observar el mismo fenómeno dos veces, este criterio no sería tan

relevante, ni es objeto de esta investigación.

Otro criterio para la selección de visitantes, podría basarse en la tipología que propone

Zavala a partir de Verón y Sebeok, y que aportaría a un análisis multifactorial no solo

entre museos sino entre visitantes, así podría pensarse en que la posibilidad de al menos

tres visitantes por museo, que correspondieran a cada categoría, un visitante mariposa,

un visitante chapulín y un visitante hormiga. Sin embargo esto no es posible

determinarse antes de la experiencia museográfica, sino necesariamente después, por lo

que difícilmente puede ser un criterio de selección e igualmente, no es objeto de esta

investigación.

Respecto al número de visitantes solo se ha pensado en las condiciones reales de

posibilidad, particularmente del museo subacuático, pues sus cifras de recorrido

usualmente son de dos personas por marina (la cooperativa que transporta a los

visitantes hasta el museo), lo que reduce drásticamente la cantidad de personas a dos o

tres, pero en la realidad, difícilmente podría acceder a más de un viaje a este museo,

planteando que acompañarlos es necesario para la observación participante además de

para establecer el rapport.

Cabe mencionar, que este trabajo es aun una propuesta amplia al pretender el análisis en

tres museos ubicados en dos ciudades distantes, por lo que se mantiene abierta la

postura a que el trabajo pueda realizarse únicamente en un solo museo, en cuyo caso se

ha pensado en el Museo de Arte Popular. Esto debido a su accesibilidad en comparación

al MUSA de Cancún y a la innovación que representaría la tesis respecto al MIDE,

puesto que este último cuenta con un departamento de estudios de público bastante

completo. Por último, porque pertenece a la estrategia educativa más utilizada en

México, la estática o ritual, por lo que la investigación posiblemente representaría un

mayor impacto.

PRIMER ACERCAMIENTO A CAMPO

Se realizaron una serie de entrevistas a visitantes del MAP, de las cuales se detectaron

dos limitantes en particular, que a su vez permitieron el replanteamiento del diseño

metodológico:

1.- Los visitantes de un museo, salen de él cansados, en parte por el caminar que implica

la experiencia de visita a la vez que por el tiempo de duración, el cual resultaba mayor a

los 40 minutos. Por esta razón, las personas, aunque se prestaron accesibles a la

entrevista, se observaban ansiosas por seguir con sus actividades y por salir del museo.

Lo cual también responde a las necesidades de las personas por satisfacer cosas que no

pueden hacer dentro del museo, como beber, comer o fumar

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Esto significa que, “atrapar” visitantes no es un método adecuado para conseguir una

entrevista de más de 10 minutos y con mayor profundidad, precisamente por la

interrupción de este ruido por la fatiga de la visita de museo. Por lo que para para

ampliar este tiempo, lo mejor será realizar la entrevista en un lugar que elimine el ruido

de fatiga, es decir, un lugar donde los visitantes puedan tomar asiento e inclusive la

necesidad de otorgarles agua o inclusive alimentos.

2.- Si los visitantes entrevistados se conocen, buscarán amalgamar su experiencia, como

si ambos compartieran la opinión. En todos los casos entrevisté parejas, o grupos de

personas, puesto que si bien el discurso museográfico lo construye el individuo visitante

para Zavala, lo construye en una experiencia comúnmente colectiva. De acuerdo a lo

observado, ir al museo no parece figurar como una actividad que realizar en solitario,

hablando de forma general y que parece responder a otras expectativas fuera del marco

teórico como la de: “entretenerse con alguien”. Esto me lleva a pensar, que será más

difícil encontrar visitantes aislados y muy difícilmente podría aislar a un visitante de sus

acompañantes. Lo que implica que para entrevistar a las personas de forma aislada,

tampoco será lo más factible, esperar afuera del museo.

Otras observaciones surgen de las entrevistas mismas, de las cuales presento un ejemplo

en el apartado de anexo, así como la siguiente reflexión:

Las entrevistas realizadas en el Museo de Arte Popular, aunque resultaron posibles

solamente en un formato de cuestionario de preguntas y respuestas cortas, me

permitieron confirmar aspectos que esperaba encontrar en este museo, pero al mismo

tiempo, observar varios otros que no había considerado.

De lo más esperado al escoger este museo, fue el acercamiento a la dimensión ritual, en

ese sentido muchas entrevistas resultaron en que los visitantes, veían en las artesanías

del museo, un refuerzo a sus propias ideas, un tanto nacionalistas o hegemónicas sobre

lo que es “ser mexicano”, este sentido era en parte esperado por la apuesta educativa

ritual del propio museo. Es decir, el tema y la retórica les parecieron familiares.

Es decir, se ofrece al visitante la posibilidad de observar piezas tan excepcionales en si

mismas y fuera de lo cotidiano, que tan solo por sus cualidades y aún sin interactuar con

ellas, vale la pena visitar el museo. Donde las piezas a su vez han sido separadas de su

vida original y puestas en un espacio y tiempos rituales, (por ejemplo, la máscara del

danzante alejada de la danza y colgada tras una vitrina). Esto se observa con gran

potencia cuando en la treceava pregunta de la entrevista anexa, el chico entrevistado

afirma que las piezas del museo “son atemporales”.

La dimensión lúdica, como la refiere Zavala, figuró como un concepto aun difícil de

materializar, puesto que se combina con “lo divertido” o “lo entretenido”, sin embargo

se hace evidente el componente del “placer” que el visitante ha experimentado en su

visita y que efectivamente se observa en la entrevista, cuando los visitantes hablan sobre

su experiencia en la tienda y la posibilidad de tocar, mover, observar, acercarse y

adquirir la colección. Pero todo esto son suposiciones mías y habría que adentrarse a

entender mejor la dimensión placentera de los elementos lúdicos de la experiencia

museográfica.

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Observé que las mismas preguntas que planteaba, resultan difíciles de contradecir,

especialmente al estar aún dentro del museo, es decir, hice preguntas que ya tenían la

respuesta incluida (¿Se divirtieron?, ¿Les parecen valiosas las piezas?), estas preguntas

son difícilmente contestadas con un “no”, a la vez que la dimensión ritual y lúdica, tal

vez no se limitan a la diversión y la valoración, que a su vez son sumamente subjetivas.

Sin embargo, el hallazgos más significativos para mi, se encuentra en el siguiente

fragmento de la entrevista anexa:

Pregunta 7.-¿Les parecieron familiares los temas expuestos en el museo?

El chico: mmm.. La parte de la naturaleza si, se parece un poco a la de Perú,

¡pero la parte de la muerte no!

De esta respuesta identifico, que el visitante observa un discurso de la naturaleza, que

no profundiza, pero lo que nos queda claro, es que es algo que le es familiar, por su

acercamiento con el arte popular peruano y por lo tanto no lo reconoce como

espectacular. Sin embargo, también nos da a entender que existe un discurso diferente,

que es además diferente al de la naturaleza y que le ha llamado la atención por ser tan

distinto a su contexto nacional, es decir le ha sido espectacular. Este es uno sobre la

muerte.

Con conocimiento empírico previo del museo y de las representaciones de la muerte en

la artesanía mexicana, reflexiono que la muerte se celebra, tanto como la vida, de alguna

manera, la muerte es tan natural como la vida. En este sentido, surge la reflexión de que

el museo no tiene un único discurso sobre la naturaleza como yo suponía, sino que

efectivamente existen al menos dos: Uno sobre la naturaleza ligado a la vida, que he

manejado como “la naturaleza armónica”, que al parecer es similar al peruano; y otro,

ligado a las representaciones que en este momento nombraré “la naturaleza de la

muerte”.

Esto es algo significativo para mí, y para la investigación que pretendo, puesto que

significa que hablar de La Naturaleza, no implica hacerlo solo de su dimensión de vida,

sino también la posibilidad de hacerlo desde su dimensión de muerte.

Otra pregunta clave del proyecto busca la dimensión educativa, como la utiliza Zavala:

“el cambio de la visión del mundo que tiene el visitante, es decir en su sensibilización a

determinadas experiencias culturales extra museográficas”. En este sentido habla el

siguiente fragmento de entrevista:

Pregunta 15.-¿Qué reflexionan ahora, que tal vez no pensaban antes de visitar el

museo?

La chica: mmm… tal vez darle mas valor, a las obras, pero bueno…mmm… esta

difícil (voltea hacia el chico con una expresión de incertidumbre).

El chico: Si… está difícil (menciona viendo hacia el techo, dándose unos

segundos para pensar) pero… creo que es eso de ver el trabajo que hay detrás de

cada pieza, a veces, bueno, las que están acá, las de afuera si se nota que están

hechas a la mala.

La chica: No (Desaprueba que todo lo que han visto fuera del museo sea de mala

calidad)

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El chico: pero si se nota que hay una tradición artística detrás de eso, de todo lo

que hemos visto en nuestro viaje y ahora que salgamos y veamos cosas así, de

repente algo que veamos y que antes no entendíamos, tal vez ahora si lo

entenderemos y sabremos de donde proviene.

Lo que rescato principalmente, es que ambos visitantes necesitaban un tiempo para

reflexionar, pretender preguntar este aspecto, justo después de la visita, no permite la

reflexión y en todo caso la obliga a dar una respuesta que pareciera sonar lógica, pero

que tal vez no sea la más cercana a su verdadera reflexión educativa. Por ejemplo, en

toda la entrevista el discurso de la naturaleza de la muerte pareciera ser muy

significativo para los visitantes, sin embargo esto no figura en esta reflexión forzada.

En general, en estas entrevistas y particularmente en la que aquí presento, se observa,

que el visitante no tenía mucho conocimiento del museo, pero si un horizonte de

expectativa preliminar construido desde la decisión de visitar México en la temporada

de Día de Muertos, que incluía observar en el folklor mexicano un discurso sobre la

muerte, posiblemente diferente al de su propio país.

Ahora, tras visitar el MAP, este visitante ha reforzado que México es diferente a Perú en

sus representaciones de la naturaleza de la muerte y similar en la naturaleza de la vida

(armónica o no). Este visitante ha detectado que el MAP habla de la muerte y ha

construido un discurso museográfico que al menos incluye dos ejes, uno sobre la

naturaleza más ligado a la vida y otro ligado a la muerte.

Por lo tanto, aunque nunca lo había reflexionado, me surgen varias hipótesis:

La naturaleza que se manifiesta en el discurso museográfico como resultado de

la comunicación del museo con el visitante, no es una posible, sino varias.

Posiblemente estos discursos no serán constantes de un museo a otro (la

naturaleza de la muerte difícilmente aparecerá en el MIDE, pero tal vez sí en

otro sentido en el MUSA)

La Naturaleza presente en los discursos ha de variar de una experiencia personal

a otra y parece responder de alguna forma a la espectacularidad (solamente los

peruanos hicieron hincapié en la naturaleza de la muerte, pues para los

mexicanos esto era familiar y no espectacular)

La diversidad discursiva es simultánea, es decir que uno no se sobrepone al otro.

(El visitante identificó dos temas, uno le era familiar, el otro no)

Esto también me marca la importancia de aterrizar mejor los conceptos de lúdico y

ritual en un observable y en consecuencia del educativo. Así como el papel que juega el

grado de espectacularidad de la experiencia de visita, en la consecuente construcción del

discurso museográfico, y por lo tanto, la necesidad de profundizar en el contexto del

visitante entrevistado y la construcción de su horizonte de expectativa. Así mismo hay

una pista para entender el elemento lúdico y en consecuencia el educativo ligado al

concepto de placer.

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Reflexiones metodológicas

A partir de esto se planteo la posibilidad de continuar con la técnica de entrevista

estructurada, incorporando la técnica de grupo de discusión. Donde lo que se pretende

modificar particularmente es la estrategia para acercarse a ellos, quedando aún

pendiente los criterios para su selección numérica y cualitativa.

En este caso, se propone la posibilidad de conformar un grupo de voluntarios que sean

invitados a participar en la investigación a través de las redes sociales, donde se les

invite a visitar el museo y regalar al menos media hora al terminar su experiencia para

el desarrollo de un grupo de discusión. Tener un grupo de participantes voluntarios,

haría a la vez, más factible el pedirles un posible registro fotográfico y o el reconstruir

elementos de su experiencia a través de dibujos.

Este grupo de discusión incluiría la solicitud de un espacio donde se pudiesen sentar e

hidratarse, reduciendo el ruido de la fatiga de visita, y podría ser dentro del mismo

museo o bien fuera de éste. También considero la opción de algún tipo de incentivo para

los voluntarios, como podría ser un refrigerio, la entrada gratuita al museo en otra

ocasión o cualquier sugerencia que construya en conjunto con el museo huésped.

La entrevista estructurada se realizaría en un día diferente, dando oportunidad a la

reflexión y considerando la opción de hacerla vía internet, para facilitar las

posibilidades, puesto que al ser voluntarios hasta cierto punto azarosos, la posibilidad de

volver a verlos en persona es baja.

La observación participante también se facilita, al tener voluntarios de ser observados,

que no se incomoden durante la visita, y seguiría siendo una técnica planteada para la

triangulación de la técnica central de grupo de discusión y entrevista estructurada.

Por el momento no se ha pensado en un calendario de trabajo, pero se pretende

realizarlo durante el periodo vacacional de invierno, por premura y factibilidad de

tiempos y que a su vez es un criterio más para pensar en acotar el estudio a un solo

museo.

CUESTIONAMIENTOS EMERGENTES

Este apartado es un conjunto de cuestionamientos emergentes durante la revisión teórica

y la reflexión analítica de la investigación. Si bien su integración al documento

pareciera no representar mayor utilidad, es un ejercicio indispensable de reflexividad y

autocrítica a las propuestas y supuestos personales que se plasman en la investigación,

así como a los autores que se manejan, no con el objetivo de bloquear el camino, sino de

entenderlo mejor.

En la presente investigación, la exposición museográfica es la considerada como obra y

no la pieza individual del museo. Entonces, ésta no es producida por un único autor, en

realidad es el producto de un conglomerado de productores que incluyen al artesano o

artista de cada pieza o exhibit, el creador del guión museográfico y científico, los

diseñadores gráficos de la muestra, los arquitectos del espacio, el museógrafo y el

curador de la exposición e inclusive al guía que también añade elementos a la obra

durante el recorrido. Es decir, que la exposición museográfica es una obra colectiva y

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por lo tanto habrá que cuestionarse quien será la persona más indicada para hablar en

representación de una obra que es de todos o si será necesario incluir a más de un

productor.

Si limitamos la obra a la exposición o conjunto de exposiciones del museo, las piezas y

cedularios que las conforman se reducen a simples elementos intercambiables, es decir,

la obra es el menú y no los platillos. Esto tiene un efecto drástico en la autoría de la

misma, puesto que la exhibición como obra, desdibuja de la autoría al artesano y al

artista original de las piezas y pone la firma del curador, el museógrafo y la del director

en un primer plano.

Irónicamente, esto implicaría pensar que un Museo de Arte Popular que ha buscado

posicionar las cualidades de los artesanos mexicanos en la esfera pública, termina

invisibilizándolos al exhibir una interpretación de la realidad en una obra expositiva con

autoría de los directivos del museo.

Si la experiencia museográfica se da con todos los elementos del espacio museográfico

más allá de las piezas, aunque las cédulas reconozcan al artesano, la autoría de la

experiencia museográfica como obra, es del museo, saliendo del marco el artista

original de cada pieza.

Sera esto cierto o será que la condición legitimadora del museo funciona inversamente

invisibilizando al curador, museógrafo y director y enfatizando al pueblo creador del

contenido del museo. En el cine, el Oscar se da al director de la película, pero si esto se

pensara en museos, se daría no al director de la exposición sino a las personas que han

creado las piezas de su interior. Puesto que quien sale de un film de Alfonso Cuarón

reconoce sus cualidades como director así como de los actores centrales, sin pensar en

el equipo de producción más allá de éstos. Sin embargo quien sale de un museo no

reconoce al museógrafo, muy posiblemente ni siquiera lee la cédula que contiene la

información de autoría, sino que reconoce a los maestros creadores de las obras.

Que pasa si pensamos esto en otros espacios museográficos cuyas piezas carecen de

creador humano, como el área natural. Si un espacio museográfico no tiene autor,

entonces el horizonte de expectativa del autor es nulo y por lo tanto no es posible

determinar la distancia estética de la recepción. Entonces la obra solo es conformada

por espacios vacíos de indeterminación, llenados en su totalidad por el receptor y al no

haber estructura, este llenado sería arbitrario.

Si esto no es un proceso de recepción, entonces no cualquier espacio puede ser

potencialmente museográfico, puesto que la obra, para ser recibida, debe tener una

estructura insertada por el horizonte de expectativa del autor.

Que sucede en los museos que carecen de un autor de las obras, como el zoológico, el

jardín botánico o el acuario. Ya que los exhibidores solo son la tarima que sostiene a la

pieza, no pueden ser considerados como la obra, sino que son los seres vivos dentro de

las jaulas y peceras, las verdaderas piezas del museo.

Entonces podemos pensar que cualquier expectativa que el museo asigna a los

animales y plantas es una práctica subjetiva del director de la instalación, evidenciando

que en el ejercicio museográfico se desvincula cualquier razón de existencia de la obra.

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Pensándolo en términos de la naturaleza, se niega cualquier dimensión evolutiva,

ecológica o ambiental que las especies puedan tener en su existencia, para asignarles

nuevas funciones según los intereses que busca legitimar la institución. Que en muchos

casos son meramente espectaculares y vinculadas a construcciones simbólicas alejadas

de la realidad natural de los organismos. Esto porque al final de cuentas, no tendría

porqué haber leones o jirafas en México, aún en un zoológico sin encierros como

African Safari.

Es entonces como el museo de seres vivos desvincula a las especies de su contexto

natural, negándoles su vitalidad simbólica. Así como la porcelana china deja pierde su

vitalidad utilitaria al consagrarse tras la vitrina, el oso, el delfín y la orquídea mueren

simbólicamente tras el exhibidor.

Las aproximaciones a la estética de la recepción de Sánchez Vázquez solo hablan del

museo como dispositivo de contemplación, pero ¿realmente puede el museo desvincular

la finalidad extra estética de una pieza y reducirla a su dimensión meramente

contemplativa? O será que los visitantes se persignan frente a la pintura de la virgen

expuesta tanto en el museo como en la iglesia. O qué percibe un visitante maya al

visitar o visitarse en un museo de la cultura maya, puede desvincular su experiencia

extra estética a los artefactos exhibidos y contemplarlos solo desde una recepción

estética de la obra museográfica.

Es posible que estas reflexiones continúen creciendo a lo largo de la investigación,

algunas de las cuales detonarán el análisis de los resultados o la postulación de nuevas

preguntas. Por el momento bastará con dejar la puerta abierta de la bodega de este

museo, para que el visitante que lo lee vea el mundo de posibilidades para una nueva

exposición.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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ANEXO

Ejemplo del primer acercamiento a campo.

Se entrevistó a una pareja de visitantes que van de salida del Museo de Arte Popular de

la Ciudad de México. La pareja estaba conformada por un chico y una chica de 25 años

provenientes de Perú. Fue realizada el día 1 de noviembre del 2015.

No se hizo registro mediante observación del recorrido, pero se registraron 47 minutos

de su visita, incluyendo la tienda:

1.-¿Cuál es la razón de su visita?

La chica: Bueno, no somos de acá, somos de Perú, y buscamos lugares atractivos de

México DF, encontramos este lugar y quisimos venir.

2.-¿Qué les llamaba la intención al venir aquí, por ejemplo, comprar algo, salir de casa,

divertirse o aprender algo?

El chico: No, no había algún motivo así, mas que nada para conocer.

3.-¿Qué tanto sabían del Museo?

Bueno, no sabíamos nada, solo habíamos visto la fachada en internet y pues sonaba

“cool”.

4.-¿Y del Arte Popular Mexicano?

La chica: Me encantó la parte de la catrina, la parte de la muerte y la parte de las

máscaras, tenían como algo fantástico.

El chico: Creo que es fantástico, y lo que es de la muerte es muy diferente a lo que hay

en Perú, que es mas religioso.

5.-(Ya que no habían entendido mi pregunta la replanté): ¿Qué sabían del Arte Popular

Mexicano, antes de venir al Museo?

El chico: Fuimos antes a Pátzcuaro, y ahí mas o menos vimos las calaveritas, las

ofrendas o adoraciones, pero acá el nivel de detalle que hay es… pfff! (expresa con una

mueca y el sonido “pffff!!”, que me parecer hacer referencia a algo muy positivo, como

que el arte popular le es impresionante o maravilloso)

La chica: Sí acá (refiriéndose a la colección del museo) el arte es super “detalloso”, es

como que, ves el árbol de la vida y ves que tiene cositas chiquititas, así super.

6.-¿Qué tan valioso les es el arte popular? (eliminé la palabra mexicano, porque al ser

peruanos, podrían tener una valoración del arte popular independientemente del país de

origen)

La chica: Es re contra valioso, porque son representaciones más como, como decir,

como genéricas,

El chico: ¿contemporáneas? (pregunta a la chica)

La chica: contemporáneas, pero más como genéricas, más de la gente; que lo que a

veces puedes encontrar en un movimiento artístico, que se yo.

El chico: va revolucionando, va cambiando además.

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7.-¿Les parecieron familiares los temas expuestos en el museo?

El chico: mmm.. La parte de la naturaleza si, se parece un poco a la de Perú, ¡pero la

parte de la muerte no!

La chica: no, nada, completamente diferente.

8.-¿Tras visitar el museo, les parecen más valiosos estos objetos?

La chica: Si, y aparte porque ves el nivel de detalle en cada cosa y la representación en

cada una, osea por ejemplo la representación de la muerte, representa…, es todo un

movimiento antiguo y todo, entonces sí, el nivel de detalle de cada cosa es bien super.

El chico: A veces lo que vez en la calle, en los mercados, son piezas mas… hechas a la

mala no?, dosificadas y ya, para vender al por mayor, pero acá se nota que es totalmente

artesanal y le dan mucho mas valor a lo que esta.

9.-¿Se divirtieron en el museo?

Ambos: ¡Sí! (Contestaron con voz fuerte y una sonrisa en la cara)

10.-¿Qué les pareció lo más divertido del museo?

El chico: Toda la sala de la muerte

La chica: La parte donde esta el toro, la corrida de toros1.

El chico: Si, toda la parte de la muerte y la religión1

La chica: Si, y la parte de miniatura, donde están las miniaturas, está super2

11.-¿Qué actividades realizaron en el museo?

El chico: Ver y comprar (riéndose).

La chica: (Asiente con la cabeza y también se ríe).

12.-¿Qué compraron o les habría gustado comprar?

La chica: Compramos una calavera, que está como enrollada en papel, super, super

detallosa, hermosa. Eh… y compramos un peluche de calaverita y una sillita; y a mi me

hubiera gustado comprar una tira de corazones colgantes, pero él no quiso (señalando al

chico y haciendo cara de “ya ni modo”)

El chico: La iba a poner en mi casa y … (niega con la cabeza riéndose)

13.-¿Qué les parece que enseña este museo?

El chico: Tal vez, que el verdadero arte, está de repente, en el día a día.

La chica: En lo cotidiano

El chico: Tal vez en cien años, lo que hacías hoy en día se convierte en arte popular y

así. Más que en arte contemporáneo o conceptual y más de esas cosas, que ya pasaron

de moda. Pero yo no creo que estas cosas pasen de moda.

La chica: Que los árboles de la vida sean como que ah mira… (encogiendo los hombros,

refiriéndose a que la gente ya no tenga interés en ellos)

El chico: Son atemporales

14.-¿Qué información les ha aportado el museo?

El chico: Un poco más, a veces en los textos te explican un poco, algunas cosas que a

veces no entiendes y eso explica esto, más que nada explican lo que ves. Falta un poco

de detalle en algunas piezas como que, cómo …

La chica: O los años

El chico: O los años cuando se hicieron, datos así, pequeños.

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15.-¿Qué reflexionan ahora, que tal vez no pensaban antes de visitar el museo?

La chica: mmm… tal vez darle mas valor, a las obras, pero bueno…mmm… esta difícil.

El chico: Si… está difícil, pero… creo que es eso de ver el trabajo que hay detrás de

cada pieza, a veces, bueno, las que están acá, las de afuera si se nota que están hechas a

la mala.

La chica: No (Desaprueba que todo lo que han visto fuera del museo sea de mala

calidad)

El chico: pero si se nota que hay una tradición artística detrás de eso, de todo lo que

hemos visto en nuestro viaje y ahora que salgamos y veamos cosas así, de repente algo

que veamos y que antes no entendíamos, tal vez ahora si lo entenderemos y sabremos

de donde proviene.

1.-Los entrevistados hacen referencia a la sala nombrada “El Arte Popular y Lo

Sagrado”.

2.-Los entrevistados hacen referencia a una exposición temporal de miniaturas de la

colección Fosado en la sala “El Arte Popular y Lo Fantástico”.