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Grítica

Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

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análisis histórico

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Grítica

Page 2: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

PrunRE Vlr¿,'n

INTCIACIóN ALVOCABULARIO DEL

,aANATISIS HISTORICO

Traducción castellana de

M. DOLORS FOTCH

CnÍucaB¿ncu,oN¡

Page 3: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

1." edición: febrero de 1980

2." edición: octubre de 1980

3." edición: noviembre de l98l4." edición: noviembre de 1982

5." edición: octubrc de l99l6." edición: mayo de 1999

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrjta de los titulares del copyríght,bajolas sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquiermedio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distlibu-ción de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

Diseño de la colección: Joan Batallé

O 1980: Pierre Vilar, París

O 1980 de la tladucción castellana para España y América:Eorronrnl CnÍr¡ce, Barcelona

ISBN: 84-7423-960-5Depósito legal: B. 22.076 - 1999

lmpreso en España

1999. - HUROPE, S.L., Lima, 3 bis,08030 Barcelona

PRÓLOGO

Sienpre he soñado con iln <<tratado de historia>>. Puesencaentro irritante aer e?, las estanterías de naestras bibliote-cas tantos <<tratados>> de <<sociología>>, de <<economla>>, de<<politología>>, de <antropología>>, pero fiingano de ltistoria,cotno si el conociniento histórico, que es condición de todoslos demás, ya que toda sociedad está situada en el tiempo,luera incapaz de constitairse en ciencia.

Al bistoriador se le pide hoy -y acepto sin rcseraas estaexigencia- que no ignore, en bien de su oficio, los logros delas otras <<ciencias humanas>>. En canbio, rarus aeces se pide

-a aeces incluso se inpide- a qaienes practicaft las mencio-nadas ciencias qae se doten de ese mínimo de lornación bis-tórica qae les ahorraria hacer alusiones a la historia nal fan-damentadas (cosa qae ocarre con Írecaencia) o eliminar total-rnente eI pasado en sa interpretación del man¿o (lo cual rozael absurdo).

Pienso en mi malogrado amigo Nikos Poulantzas, conqilien discutía mucbo pero a qilien apreciaba de aeras, y cayaausencia me duele. Un día le recriminarnos anistosamente,en uno de mis seminarios, por baber introducido del siguientenodo su trabaio sobre el fascismo: 7) no se pue¿e tratar sobreel lascisno sin conocerlo bien bistóricamente; 2) no existeningana bistoria uálida del fascismo; 3) no obstante, aoy aescribfu, ao^t a elaborar <ia teoría>> del lascismo.

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I INICIACIóN AL vocABULARIo HIsTóRIco

No digo que este proceder sea ilegítimo. Es útil, y tal aeznecesario, plantear un problema ett térninos de teoría atttesde exaninarlo a fondo. La teoría es efltonces programa deestudio, hipótesis de trabaio. Lo que no es legítimo es creerque se ha dicho lo suliciente sobre an problenta antes dehaber conlrontado la línea de reflexión elegida con un aná-lisis prolundo de las realidades, complejas en el espacio ycambiantes en el tienpo.

Podría adtnitirse, sin duda, qae economistas y sociólogosconsideran la inaestigación bistórica corto sinple fundanentode un <<banco de datos>>. Pero ¿quién suministraría los datosa un tal banco? ¿Quién pondría nonbre a sus rúbricas? Lu-cien Febare nos ha enseñado que un montón de piezas dearcbiao no da respaesta al historiador más que si éste sabeinterrogarlo. Y para eso es preciso que este londo no bayasido tratado, qae no haya sido seleccionado anticipadanente.A los arcbiaistas se les reconienda <<respetar los fondos>>t Qu€deben ser entregados al inaestigador tal conto han sido trans-nitidos por sa propia bistoria. Y la destrucción de los pa-peles considerados <<superfluos>>, sin atender a esa regla, bahecbo aerdaderos estragos. En realidad, ante las buellas, ao-luntarias o inaoluntarias, del pasado, la responsabilidad de-bería recaer sólo en el bistoriador. El es quien está meior si-taado, con el apoyo de las técnicas propias de sa oficio, parabacer de <<sociólogo>>. En canbio, razottar sobre una sociedadsin haberse sumergido de manera concreta, directa, en lo que

lae su pasado, es arriesgarse a creer en el aalor explicatiaoya sea de lo instantáneo, yA sea de lo eterno.' se trata de tenta-ciones gemelas.

Marx, que es sin duda el m,ás grande sociólogo de todoslos tiempos

-<<sociólogo>> en el pleno sentido de Ia palabra,

preocupado por los rnecanismos de fondo de las sociedades yno por szs formaq-, expresó por lo menos un par de ueees

en eI curso de su aida su deseo de identificar ciencia social e

PROLOGO

bistoria. La primera u€2, en 184j, en La ideología alemana,cuando escribió con Engels: <<vir kennen nur

-eine einzige

llissenschaft, die vissenscbalt der Gescbicbte>>.* Es ciertoque la lrase lue tacbada y el libro perrnaneció inédito. y Marxdeió también sin publicar, en 1857, una <<Introducción>> quees tal uez el único proyecto que existe de un <<tratado de bis-toria>>. En'este texto se encuentra todo, desde la apelación ala

-geografía (<das condiciones naturales>>), hasta /a Kulturge-

schichte y el problema de las etnias y el de la guerra.

- Sin ernbargo, Marx no escribió más que El Capital, esdecir, la parte económica de la obra. Y el propio Capltal que-dó inacabado, en particular en lo qae se refiere a-las clasessociales. Obseruentos también que esta parte econórtica nose llana <<tratado>>, sino <<ctítica de la econornía política>>,ciencia fundamental pero sólo del priner niael de an todo.Lo económico es sonetido a <<crítica>> en el sentido de quereaela una contradicción social. Y la reuela históricamente.Los cimientos de El Capital inplican un prodigioso esfuerzode infornación bistórica, erudita, en base a docunentos deprinera mAno, con mezcla de cifras y textos. En ello residesin duda no el único, pero sí el principal secreto de que lagran obra quedara inacabada: Marx se tomaba en serio suoficio de historiador. El eiemplo es exaltante. Y desonirnador.

¿Quién se atreaería a emprender la elaboración de ese <<tra-

tado de bistoria>> que Marx no pudo escribir? Hace tiempoque be renunciado a escribirlo, incluso en sueños.

No be renunciado, sin embargo, a proclamar, efl un ám-bito modesto, el ámbito pedagógico t Qile Ia bistoria es el úni-co instrumento que puede abrir las pueltas a un conocimicntodel mundo de una manerA si no <<científica>> por Io nenos<<razonada>>. No ltay cosa que más rue mortifiqae que adiai-?tar, en un auditorio ioaen, la expectatiaa siguiente: <<be aquí

* <<No conocemos nás qae una ciencia, Ia ciencia de la bistoria.>I

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I

10 rNlcrtcróN AL vocABULARro ¡r¡srónrco

el orolesor de historia; nos aa a enseñar que Francisco I ganóla batalla de Marignalto en L515 y pridU la de Pauíi enL525>>. Haee mucho tiempo que me subleaé públicamente, poruez primeru\ cotltrd esta imagen. Con notiao de un reparto depremios, cc?emonia banal en la que tradicionalmente el pro-fesor desigtado para ello hace el elogio acadéruico de su dis-ciplina. Pera estábafttos en 1937, en plena gilerra' de España,en plena as€ensión del nazismo, efl una situación de angustiaante el dratla qae se aproximaba. No pade eaitar preguntar alos ióuenes ilunnos -!,

por encima de ellos, a sas padres-si cuando leían y pronunciaban cotidianamente las palabras<<gt¿erra>, areuoluciólt>>, <<estado>>, <<naciófl>>, ! todas las ter-minadas efi <<arquía>>, <<cracia>> o <<ismo>>, estaban seguros decaptar ade*udanente su sentido. Y si sabían qae sólo me-diante la ld¡toria lograrían esclarecerlo. Poco antes una dis-tinguida as7ciación de padres de alumnos había pedido quetodo exan& de historia se limitara a bacer recitar-una listade lechas aprendidas de nemoria, y las irnprecaciones de PaulValéry cotttra la historia, <<€l producto rnás nociao que laquímica dd intelecto baya elaborado iamás>>, eran todaaíarecientes. Voléry, naturalmente, pensaba en esa Historia (con

H nayúsciltd qae dilunde los mitos y las pasiones, ignorandola historia luténtica, balbuciente aún pero que existe, y quees eI único contraaeneno posible de la'otra <<Historia>.

Y sin áJda, en 1937, ante un reducido auditorio de pro-oincias, mt lngenuo alegato de ioaen profesor axzante de su

olicio teníA pocas probabilidades de ser entendido. Pero en

las mirada! de quienes nre escachaban descabrí el destellode una sorpresa. La bistoria de Ia qae yo les hablaba no laconocían. fu radiodifusión (Ia teleaisión apenas acababa denacer) les a{recía, baio el nombre de ltistoria, un conianto deadivinanzael de anécdotas y de cantos guerreros. Cuando más

tarde Alth*tser reclamó la construcción del concepto de histo-úa y denufieií <das bernosas secuencias de la uónica oficial>>,

pnér,oco 11

partía de esta ignorancia, de este malentendido en torno a

una palabra, Qil€ descubría en los otros y en sí mismo y caydsuperación tan sólo Marx le pronetia.

¿Es posible construir el <<concepto de historia>>? No uoya discutir aqui esta cuestión. Pero sí se puede, más modesta-rzente, tratar de reflexioflAr, A partir dei olicio de historiador,so,bre el contenido de la palabra bistoria. Qaise hacerlo encuanto tuae ante noi un auditorio de estudiantes matúculadosen primer Qarso de uniuersidad en esta disciplina. Siempre hetenido enpeño en participar personalnente en ilna tal <<inicia-ción>>. lustarnente para que quede disipado cualqaier <<malen- ..

tendido>>. Algunos estudiantes creen, en efecto, que la bistoúaes <<lácil>> (<<no hacen falta las natetn,áticas para 'sAber' y patd'flAfrar' hecbos>>). Otros la escogen por aficiones noaelescas(.r¡ne gustaría tanto saber cómo se aiaía en Venecia en elsiglo )(Y !o). No lte aconseiado que desistieran ni a los unosni a los otros: un error de partida no siempre impide anresultado brillante. No he exigido qae se insuiba sobre lapuerta de los institutos de bistoria, como lo hacía LucienFebare: <<nadie entre aquí que no sea muy inteligente>>. Esdernasiado pretencioso, Pero comprendo el sentido de estaexigencia. La bistoria-inteligencia es quizá tanto más necesa-ria cuanto que la bistoria-ciencia todauía se está constrayendo.Una ciencia constituida soporta meior las rutinas.

Esto no es óbice pala que la noción de historia-cienciasuscite ironías. Un dia una asociación de estudiantes (católi-cos, creo) me planteí la pregunta siguiente: <<¿Cree usted quela historia es ana ciencia?>> Respondí, rnolesto: <<si no lo cre-yera, fio me dedicaría a enseñarla>>. No es que quisiera liqui-dar un gran problema epistemológico nediante una humorada.Lo que quería era afirmar qae no habría elegido el oficio dehistoriador si bubiera creído que tan sólo iba a parar a unasuerdades dudosas, o inútiles. En cambio, si este olicio meayuda a definir y a penetr^r una rnateria aún mal explorada,

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12 INICIÁCIóN AL \/OCABULARIO H ISTóRICO

Ia materia social, ¿por qué no puedo llamarlo <<ciencia>r, cotnosi las otras <<ciencias>>, sobre otras ffiaterias, procedieran denodo diuerso?

En estos contactos con aprendices de bistoriador princi-piantes, a aeces he recarrido a an test: <<¿por qué quiere usted'bacer historia'?>>. Respuesta casi unánime: <<para conocer elpasado, con obieto de comprender el presente>>. La fórmula,a prirnera uista, es positiua. La bistoria ya no es, para mucbosjóuenes, curiosidad o nostalgia Cel pasado, colección de imá-genes seductoras o gloriosas, sino deseo de un conocimientoexplicativo, útil para el presente.

Si uno se detiene an poco más, la fórmula rro es del todotranquilizadora. La bistoria tradicional creía tanbién qae nos

bacía <<conocer>> el pasado e inlerir para el presente algunasesporádicas <decciones de la historia>>, banalmente políticas o

uulgarmente morales. Lo que esperamos de una <bistoria ra-

zonada> es otra cosa. Para expresar de qué se trata, quizá lomejor sea inuertir los térninos de la respuesta de los ióuenes:hay que comprendet el pasado para conocer el presente.

Comprender el pasado es dedicarse a delinir los factoressociales, descubrir sus interucciones, sus relaciones de fuerza,y a descubrir, tras los textos, los impulsos (conscientes, in'cottscientes) que dictan los actos. Conocer el presente equiua-

le, mediante la aplicación de los misnos nétodos de obser'

aación, de análisis y de cútic^ qae exige la histo¡ia, 4 sotne-

ter a reflexión la inlormación deformante qae nos llega a

traués de los media. <<Comprender>> es imposible sin <<cono'

cer>>. La historia debe enseñarnos, en primer lugar, a leer unperiódico.

Es decir, a situar cosas detrás de las palabras. Toda cien-

cia exige un uocabalario (a condición de que el uso de un

uocabilario no se confunda ya con una ciencia). Por deigra'ciA, no sólo no he sido capaz de hacer un <<tratado>>, sino que

ni siquiera be podido lleaar a cabo un <<diccionatio>>. En de-

PROLOGO

terminados años de mi carrera pedagógica he delinido mucbaspalabras sapert'icialmente. otros años be analizado cofl tnenosapfesaramientos, pero sólo un número limitado de términos.Por eso nilnca be destinado tales ensayos a ser publicados.Una aez más nis escrúpulos han sido aencidos por amigosespañoles, en base al argumento siguiente: si en algún tnotnen-to. creyó usted que estas páginas podían ser útiles, ¿por quérazón no aan a serlo todauía, ! pala un público nás anplio?Así, pues, propongo a un público más anplio algunas sencillasreflexiones: L) sobre tres términos metodológicos: historia,estructura, coyuntura; 2) sobre términos a menudo oscureci-dos por .el uso corriente: a) clases sociales, b) pueblos, esta-dos, naciones, etnias, etc. (se trata de los dos grandes tiposde diaisión de la bumanidad); 3) sobre la palabra capitalismo,tarnbién a'nenudo mal utilizada, ! sobrella expresión econo-mía campesina, que ciertas corrientes quisieran erigir en con-cepto sociobistórico fundamental. Estas dos últimas rúbricastienen un origen bastante distinto de las prirneras (un articulode enciclopedia y una ponencia en un coloquio).

España cuenta boy con una pléyade de historiadores quen e parecen (deiando aparte toda simpatía personal) de losmás actiuos y notables del mundo. No es a ellos a quienespuede ser de utilidad este libro. Pero si puede contribuir aatraer bacia ellos un amplio público 'áaido de historia autén-ticá, su objetiuo

-Qü€, insistá, es pedagógico- se babrá cum-

plido.P. V.

París, diciembre de 1979.

L3

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HISTORIA

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¡r',-

Los orvrnsos coNTENrDos DEL rÉn¡r¡rno <(HrsroRrA>

. Quizás el peligro más grave, en la utirización del término<<historia>, sea el de su ¿óbt contenido: <bistoriii desi[naa la aez el conocimiento de una nateria y la nateria de esteconocimiento.

cuando decimos <historia de Franci a>>, la entendemoscomo el conjunto de hechos pasados referentes al grupo hu.mang organizado que lleva actualrnente este ,rorL.; p.rotambién entendemos por tal nues*os manuales escolares cGffientes. Dldo que el pasado es pasado, es decir, no renovable

-oo¡ definición, se corrfunde pará t oroiro, .o, io que nos hasido ransmitido. El conocimi.nto se confunde , áit, con lamateria.

Asf, cuando alguien escribe, como en Ia fáburaz <I¿ bis.toria nos enseña..,.>,,se expresa como si el pasado hablarapor sf mismo. De hecho, invoca una tradición-.

- _sin embargo, la historia asl entendida es una construcciónde los que la han escrito eR un grado mucho mayor , ,quolen-que-la ffsica es una consrruccién de los ffsicos,iuesto Quatoda afirmación de éstos pugde experimentarse, Ái.ttttm qu.en historia, en el mejor de los .rór

-cuando existe <doóu.

mentación>-, se puede verificar un ltecho, flo una interpre-tación. <<La historia- no se repite>. El frsico puede decir, enpresente condicional: <<si hiciera esto, sucedérfa aquellon, ypuede verificar de inmediato Ia vaüdez de su hipóiesis. por

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18 INIcIAcIóN AL vocABULARIo HrsróRrco

el contrario, si el historiador dice (en pasado condicional):

<<si se hubiára hecho esto, hubiera sucedido aquello>>, nada

le permite probarlo. como nofma general se le aconseja abs-

tenerse de ello.Pero, entonces' ¿no está condenado a constatar? ¿Tiene,

pues, prohibido razo-nar? Esta cuestión le preocupa.legltima'

mente, puesto que constatar no es un oficio enaltecedor, mien-

,r., qú. sí lo es el de entender, explicar, con el fin de podgr

ortoo'r. El problema se plant.u, puár, en estos términos: ¿de

qué manerá ,ozono, sobie urr" t*t.tia en la que no se puede

iirtervenir experirnentalnente? Falta por saber a qué llama-

mos <<interu.nirrr, a qué llamamos <<experiencia>>, Y cuál es

esta materia.pa';a abordar este problema, reflexionemos sobre otra

fórmula familiar: <la hiitoria ivgaú,...)>, se oye a menudo'

Dejemos aparre el caso .t .f que !e ff^ta tan sólo del

aldaboíazo final de un cartel electoral. Por otra pafte' inclu-

so así, el prestigio equívoco del término <<historia>> incita a

ufuorrá, r.?le*ioier. P.to enfrentémonos con un documento

iJpon.rrre de nuestro tiempo: lidel Castro tituló la defensa

qo. et mismo pronunció ante el tribunal encargado de iv'girl. po, eI iniento de asalto al cuartel Moncada: <La bis'"torio'ne

absolaerá>>. A primera vista, este tltulo pafece adop-

,i, .t ,."tido clásico, e-s decir,- banal, de la fórmula que ql

" t. tirtotia el papel de tribunal de apelación enasuntos poll

ticos. pero, pensindolo bien, incluso este sentido puede im-

plicat otros contenidos.' En efecto, <<la historia me absolverá>> puede significar en

primef término: el gibunalva a condenarme, pero'el recilef'

7o colectiqo qrre se conserv ará del hecho acabatá siéndome

favorable. Y eita noción de <<recuerdo colectivo>> es otro as'

;;.;; del término <<historia>>. Sin emba'go, cae dentro de la

-ir*, crltica que hemos dirigido a la historia-tradición. El

iuicio moral dei recuerdo colectivo coffe el riesgo de no ser

rI ISTOR.IA 19

en la realidad más que el de Ia bistoriogralía dominaite. Aho'ra bien, todo juicio moral tiene a su vez implicaciones polí'ticas, que surgen a su vez de las luchas concretas, en especial

de las luchas de clases. Por ello, la mayor parte de las accio'nes y de los hombres que han desempeñado un papel i{npor'tante han originado dos corrientes históricas opuestas, ad'

veisa una y favorable la otra. Y no debe excluitse que una

causa triunfante llegue a eliminar toda la histotiografla ad'versa. Asl es como la tradición democrática butguesa, en

Francia, ha exaltado 1789 y condenado a Robespietre, casi

sin contradicción hasta Mathiez. Si Fidel Castro, poco tiemPodespués del fracaso de Moncada, no hubiera hecho triunfarla revolución cubana, su condena hubiera sido probablementerevisada, pero ¿cuándo? ¿Y por parte de quién? Sobre esto

no caben sino hipótesis.Sólo tenemos una certidurnbre: la revolución cubana se

lta prodacido. La revisión del juicio no ha dependido, pues,

únicamente, de los hombres que escriben la historia. Ha de-

pendido también de los que la hacen. Han sido <<las cosas>,

como suele decirse, las que han <<actuado>> a f.avot de lapreuisión contenida en la fórmula. Lo que nos lleva a descu-

brir, en <<la histotia me absolverá>>, una nueva acepción más

de la voz <<historia>>. De hecho, el alegato que lleva este nom'bre'consistía menos en demostrar que la rebelión de los acu'

sados eta moralruente <<iusta>> (aunque esto sea también im-portante), que en demosrat que era <<justa> políticamente,

a saber, en el sentido intelectaal de la palabra.

Frente a un sistema socio-polltico ya absurdo, la rebelión

se presentaba como <<necesaria>>, Y Por tanto como necesaria'

mente aictoriosa a más o menos latgo plazo. Con ello el pro'blema se plantea en los términos de la posibilidad de una

preaisión inteligente de los becbos a partit de un anáIisis co'recto de sus factores. La <<historia> invocada no es ya enton'ces la historiogtaffa escrita que <<juzga> moralmente un acto

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'I

20 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

o r¡n hombre, sino la bistoria-rnateria, La historia-objeto que,con su dinámica propia, <z4nja>> un debate a 7a vez teórico ypráctico, dando Ia ruzón, con los hechos, a quien ha sido ciapaz

del mejor análisis.Me objetaréis que la historia así entenüda es el mecanis'

mo de los hechos sociales, no sólo pasados, sino presefltes !luturos, lo que en materia de conocimientos constituye eltema de La sociología, y en materia de acción, el tema de lapolítica. Pero ¿qué otra cosa se propone la historia que nosea, en eI mejor de los casos, edificar wa sociología del pa'sado, y de forma frecuente

-durante mucJro tiempo la más

frecuente-, reconstituir una politica? En ambos casos está

claro que La mat¿ria de la historia es la misma que la que

tratan los sociólogos, y que la que manejan los políticos, pordesgracia casi siempre de manera emplrica.

Hay entonces dos posiciones posibles: una consiste en

encetrar al historiador precisamente en este telrelro de loempírico y lo incierto que por experiencia se auibuye a las

decisiones y a los acontecimientos políticos. La otra consiste

en empujarle, al contrario, hacía un análisis sociológico con

la peneuación suficiente para eliminar la aparienci¿ de incet'tidumbre de Ia m¿tyor Pute posible de hecbos sociales.

La primera posición ha sido durante largo tiempo la de

los historiadores positivistas, preocuPados exclusivamente en

bacer an relato exacto de los aconteiimientos (políticos, mili-tares y diplomáticos principalmente).

Para algunos teóricos -o sedicentes teóricos- la historiaes todavía esto. Pienso en Raymond Aron, publicista interna-

cional, sociólogo vulgar, en el sentido en que Man< hablaba,

en el siglo pasado, de <<economistas vulgares)>, es decir, más

preocupados por la propaganda ideológica que por la ciencia,

pero cuya carrera se inauguró en 1938 con una Inttoduccióni to ¡itotofía de la historia, todavia hoy recomendada a veces

como una obra fundamental. De hecho, no se trata de una

H rsroRrA 2t

obra demasiado original puesto que resume las posiciones dela sociologla alemana del medio siglo anterior, y da con ellouna definición de la historia corriente bacia 1880. Citaré, sinembargo, sus axiomas principales

-brillantes, por otra par-

t€-, puesto que constituyen una excelente síntesis de todauna corriente de pensamiento.

' ,<Pata hacer revivir el pasado Io que necesitamos noes una ciencia, sino documentos y nuestra experiencia.>>

<<La función de la historia es restituir al pasado huma-no los caracteres de la realidad política vivida actualmente;para esta tarea positiva bastan juicios probables y relati,vos. El sentido de la investigación causal del historiadorconsiste menos en dibuiar los grandes rasgos del relievehistótico que en devolver al pasado Ia incertidumbre delfuturo.>>

<La ciencia histórica, resurrección de Ia polftica, se hacecontemporánea de sus héroes.>>

<<El historiador es un experto, no un físico. No buscala causa de la explosión en la Íaena expansiva de los gases,

sino en la cetilla del fumador.>

Desde esta perspectiva, aunque se utilice el término <<cien,

cia histórica)> es evidente que se trata de una <<ciencia>> muyexttaña, puesto que su función serla <<restituir una incerti.dumbre>.

Más bien nos sugiere una disciplina literaria que, graciasa la habilidad en descubrir documentos y al talento para tras-ponet experiencias humanas, <<reanimafia el pasado>, <<resuci-

taúa la polltica>>, a la vez que se abstendrfa de dibuiar losgrandes rasgos y de medir las fuerzas profundas, ciñéndoseel historiador, por su oficio, a las <<causas inmediatas>>, a sa.

ber, al atentado de Saraievo como <(causa)> de la guerra de1914, o ala masacre del bulevar de Capucines como <(causalD

de la revolución de 1848.

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22 rNrcIAcIóN AL vocABULARIo H ISTóRIco

No juzgo, de momento, esta posición que, obviamente,no es la mía. Me limito a señalarla como una de las concep-

ciones de la historia y del oficio de historiador que ha gozado

durante mucho tiempo de aceptación y que a veces todavía

goza de ella.El interés de los axiomas de Aron es otro. Basta con aol'

uerlos exactamente del reués para definir de la mejor manera

posible otra concepción de la historia, progresivamente sepa-

iada de las concepciones primitivas y de las limitaciones posi-

tivistas, anunciada pof numerosgs precufsores perg netamente

definida por vez primera por Marx y Engels, y convertida hoy

-no sin resistencias, imperfecciones y conffadiccis¡g5- s¡un campo científico que se empieza a cultivar. Al invertir las

fórmulas de Raymond Aron no lo hago sólo por juego sino

porque me parece instructivo buscat asf, la expresión más

.lrt" d. una actividad del historiador en vlas de afirmarse

como actividad científica.Allí donde Raymond Aron afirma:

Para hacer revivir el pasado, lo que necesitamos no es

una ciencia, sino documentos y nuestra experiencia" ' La fun-

ción de la historia es restituir al pasado humano los carac-

teres de la realidad política vivida actualmente; pafa esta

tarea positiva bastan iuicios probables y relativos"',

)'o propongo que se diga:

El obietivo de la historia no es tthacer reaiair el pa-

sado>, sino comprenderlo. Para esto hay que desconfiar de

los documentos brutos, de las supuestas experiencias vivi-das, de los juicios probables y relativos. Para hacer un tra-

baio de hisioriadoi no basta con hacer revivir una realidad

política, sino que debe someterse un momento y una so'

.i.d.d a un análisii de tipo cientlfico.

H ISTORIA

En lugar de decir, como lo hace Raymond Aron,

El sentido de la investigación causal del historiador con'

siste menos en dibujar los grandes tasgos del relieve histó'rico que en devolver al pasado la incertidumbre del futu'.o... L" ciencia histórica, resurrección de la política, se vuel'

. ve contemporánea de sus héroes,

me gustaría decir:

El sentido esencial de la investigación causal del histo'riador consiste en dibuiar los grandeb rasgos del reüeve

histórico, gracias a los cuales la incertidumbre aparente de

los acontecimientos particulares se desvanece ante la infor'ruación global de la que carecían sus contemporáneos, y que

nosotros podemos tener...

Finalmente, en lugar de la sorprendente fórmula:

El historiador es un experto, no un físico. No busca lacausa de la explosión en la fuema expansiva de los gases,

sino en la cerilla del fumador.

yo afirmaría contundentemente:

El historiador es un físico, no un experto. Busca la cau.sa de la explosión en la fuerza expansiva de los gases, noen la cerilla del fumador.

El análisis causal de la explosión de l9l4 se centra en elimperialismo, no en el atentado de Sarajevo.

Henos aquí anie dos concepciones diametralmente opues-tas tanto de la historia-mateúa como de la historia-conoci-miento. Para unos, la historia-materia es esencialmente elmundo de las decisiones políticas; para otros, es el conjunto

2'

Page 12: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

24 rNrcracróN AL vocABULARro H rsróRrco

de los mecanismos de la sociedad . Para unos, la historia-cono-cimiento es la explicación del hecho por el hecho; para otros,es la explicación del mayor número posible de hechos a tra-vés del estudio del juego recíproco de las relaciones entre loshechos de todo tipo.

Es obvio que la existencia misma de concepciones tanopuestas, el doble sentido de la palabra <<historia>

-historia-materia e historia-conocimientr, la forma equfvoca y v^gacon que se emplean frecuentemente uno y otro de estos sen-tidos, son motivos de peso para suscitar una cierta descon-franza.

He recordado que Louis Althusser, epistemólogo marxista,

I gue, por tanto, admite el materialismo histórico como cien-aa posible, nos previene, sin embargo, contra la imprecisióndel concepto de historia.

El mismo -aunque

quizá lo haga para subrayar estaimprecisión- utiliza en una misma frase la voz <<historia>>

en varios sentidos (tres como mfnimo).Al preguntarse si debe considerarse la obra de Marx como

un todo, o bien considerar sus obras de iuventud como etapasno características de su pensamiento, Althusser defiende estasegunda actitud escribiendo:

. C-omo si nos arriesgáramos a perder a Marx entero, aban-

donando, como é1, su iuventud a la historia, como si nosamiesgáramos a perder a Marx entero sometiendo su propia

iuventud a la cltica radical de la historia, no de la historiainmediata sino de la historia pensada, sobre Ia que él mismonos dio en su madurez no la verdad en el sentido hegelianosino los principios de una inteligencia científica.

Al principio de esta larga frase, en la que la palabra<<historia> aparece cuatro veces, la expresión <<abandonar algoa, la historia>> parece significar: considerar este algo comosuperado, como desprovisto de interés para el futuro; y pot

H ISTORIA 25

fuena reconocemos aquí el eco de las fórmulas cotrientes<<dejemos esto para la historia>, <(esto tiene únicamente uninterés histórico>, fórmulas que relegan espontáneamente laspreocupaciones del historiador al almacén de las curiosidadesy que hacen de la historia el dominio de las cosas r?luerttts,

aunque sean cosas <<gloriosas>> (<frases históricas>, <(monu-

mentos históricos>, actitudes pasadas a la historia).Sin embargo, en la frase de Althusser, estas acepciones

banales de la voz <<historia> vienen inmediatamente seguidas,

y conuadichas, por un empleo más raro -y más marxista-de la noción, en el que se trata de someter un hecho --eneste caso la iuventud de Marx- <(a la cítica radical de Iahistoria>. Ahora bien, como se añade: .<no de la historiaque iba a vivir, sino de la historia que vivía>, es evidente que

se trata aquí del conianto de hechos que condicionan una aida

ltanana, y, por consiguiente, de la historia-materia, de lahistoria-objeto, considerada como algo que ejerce por sí mis'mo una <<crítica>> sobre esta vida.

Pero Althusser ha señalado en otra parte el peligro --cier'tamente serio en muchos escritos ¡¡¿¡¡i5¡¿5- que supondrlaconsiderar la historia en sí misma, Ia Historia con H mayúscu'

la, como una especie de personaie mítico emitiendo sus propios

iuicios, con lo que se podría ptescindir de todo tipo de aná-

lisis. En un tercer momento Althusser invoca también lanecesidad de una historia-conocimiento, no <<inmediata>> sino

<<pensada>, la misma sobre la que Marx habrla dado no laverdad absoluta sino <<los principios de la inteligencia cien'

tffica>>. En esto coincide con el pensamiento del economista

Joseph Schumpeter, que atribuía a Marx, como principalmérito, el de haber sentado los principios de una <<historia

mzonada>>.

Si ahora clasificamos los sentidos que hemos visto atri'buir a la voz <<historia>, sucesiva o simultáneamente, pode'

mos, en líneas generales, distinguir tres grandes concePciones

Page 13: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

H ISTORIA 2726 INICIACIóN AL \¡OCABULARIO H ISTóRICO

de la historia-objeto, a las que corresponden naturalmente

tres giandes concepciones de la historia-conocimiento:tl . Para muchos, la materia de la historia es cualquier

cosa pasada, y ..saber historiao , pata algunos eruditos y para

los juegos televisivos, consiste ell memorizar el mayor número

poribt. de estos hechos dispares. Lucien Febvre evocó la

irritación del historiador que se oye decir <(por unas voces

cándidas y cordiales: usted que es historiador debe de saber

esto... ¿iuál es la fecha de la muerte del papa Anacleto?

¿Y la del sultán Mahmud? >>.

2) Para otros, la materia histórica queda un poco mejor

definida. Is el terreno de los hechos <<destacados>>' conserva-

dos por la <tradición>>, el <<recuerdo colectivo>>, los relatos

oficiales, debidamente controlados por los documentos y au'

reolados por el prestigio y el testimonio de los monumentos y

de los t.*tor, dJ olas artes y las letras>>, como se decla antaño.

Conocimiento ya más elaborado, ni omisible ni deSpreciable,

pero fundado en una elección de los hechos que_ no tiene

nada de científica, y asaltado inconscientemente por los prejui-

iios morales, sociaies, políticos o religiosos, capaz en el mejor

de los casos de proponer un placer estético a unas minorías

I, €fl el terreno d. iot acontecimientos, de <<haCernos revivir

una incertidumbte>.t) Para otros, finalmente,la materia de la historia es tam-

bién el conjunto de los hechos pasados, pero no sólo cle los

hechos .,.uiioror> o <<destacados,>, puesto que, si bien se mira,

los grandes rasgos de la evolución humana han dependido

sobr"e todo del iesultado estadístico de los hecbos anóninos:

de aquellos cuya repetición determina los movimientos de

fobl^.iOn, la cápacidad de la producción, la aparición de las

instituciones, las luchas secretas o violentas en6e las cl¿'ses

sociales -hecbos

de masas todos ellos que tienen sD Propia

¿linámica, de entre los que no se deben eliminar, pero sí resi-

tuar, los hechos más cláiicamente llamados <<históricos>>: inci-

dentes pollticos, guerras, diplomacia, rebeliones, revoluciones.

Este enorme conjunto es sasceptible Ce análisis cientílico

cotno cualquier otro proceso natural, a la vez que presenta

unos rasgos específicos debido a la intervención humana. La

historia-ónocimiento se conuierte en ciencia en la medida

en que descubre procedinientos de análisis originales adecua'

dosla esta materia particular. ¿Es ya vna ciencia? ¿Los ha

descubierto ya?

Lns Er¡,pAS DE LA FI rsroRIA coMo MoDo

DE CONOCIMIENTO

Las incoherencias que hemos constatado .n la utiliza-

ción del término <<historia>> ¿son desalentadoras a este res-

pecto?^ M....e la pena recordar que todas las ciencias se han

elaborado a pa'rtir de interrogantes dispares, a los que se

fue dando suiesivamente respuest^s cada aez nás científicas,

con puntos de partida, saltos hacia ádelante y retrocesos,

pero nunca, como se dice hoy en día-con demasiada frecuen-

.i. b.¡o la influencia difusa de Bachelard y Foucault,

..1.ort.r> absolutos entre las respuestas no científicas y

respuestas científicas.^ Con mayor acierto, el filósofo Paul Ricoeur ha observado

que no .*irte diferencia sustancial entre, por una parte, las

<irectificaciones>> sucesivas que han transformado las cosmo'

loglas primitivas en la física actual -v, pof otr4, fa¡ rectifica.

.i|i.r que han convertido las gadiciones primitivas en la

ciencia Éistórica tal y como la conocemos actualmente.

Es cierto que las ciencias humanas, precisamente porque

tratan del hombre, de sus intereses, de sus instituciones, de

sus gfupos, y porque dependen de la conciencia -tan a me-

nudó f¡sr- qu. iot hombres tienen de ellos mismos, llevan

conIas

Page 14: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

H ISTORIA 2928 rNrcrAcróN AL vocABULARIo H rsróRrco

un retraso respecto a las ciencias de la naturaleza, Es una ba-

nalidad recordarlo. Pero limitémonos a evocat la física delsiglo xvItl con sus falsos conceptos y sus curiosidades pue-

riles, v el retraso de la historia nos parecerá menos cruel.Intentemos, pues, ver de qué forma el modo de conoci'

miento histórico ha progresado, progresa y puede progresarhacia la categoría de ciencia. Hoy nadie niega el interés dela historia de las ciencias. <<La historia de la historia>

-enten-dida de forma más amplia que algunas <historias de la histo-riografía>>, interesantes pero limitadas- sería quizás el eier-

cicio histórico más fructífero que pudiera uno proponerse.

Me limitaré a hacer algunas observaciones y a ttazat vnbreve esquema.

1. Primera obseruación

La necesidad de un conocimiento histórico-sociológico es

tan antigua y tan universal como la necesidad de un conoci'

miento de la naturaleza. Una humanidad -global

o par-

cial- que no tuviera ninguna conciencia de su pasado sería

tan anormal como un individuo amnésico. Existe, pues, uncampo de conocimiento -por otra parte con una funciónpráctica- al que debe arrancarse de su estado primitivo. La

existencia de formas de historia no científicas no autoriza a

2. Segunda obseraación

De hecho, tanto en el caso de los grupos como en eI de

las person.r, i, memoria no registra, sino que construye' Las

formas primitivas de la historia son el nito, que tiene su

lógica iiterna, y la crónica, que relata los acontecimientos

deide el punto de vista de intereses específicos' -

a) Lás nitos constituyen actualmente uno de los estu.

dio, iavoritos de los etnólógos y psicólogos, como búsqueda

de una lógica de las formas, reveladora de rasgos comunes

en las esüucturas. de comunicación. Esta investigación no

deberla desestimar eL contenido histórico de algunos mitos,

cuando no el de todos. Es sabido que la arqueología ha ve'

rificado algunos datos bíblicos u homéricos considerados du'

rante mucho tiempo como imaginarios. Nos encontramos ante

un campo común a los etnólogos, sociólogos, psicólogos, his-

toriadoies, siempre y cuando irt* disciplinas colaboren, sin

imponer ni excluir.' b) Las crónicas consignan los acontecimientos relevantes

(generalmente políticos fmittares) de una época (general-

,ñ.nr. de uir .,r-einadorr). Son.a menudo los primeros testimo'

nioi escritos del pasado Y, Por tanto' los primeros documen'

tos de laanteriores

bistorii propiamente dicha, dado que los tiempos

a la escritura se clasifican por definición dentro

pensar que sea imposible o inútil llegar a un conocimiento

u r unr interpretación iusta de las sociedades pasadas. Alde la <<prehistoria>>.--

Á pir., de todo, una historia anónima, basada en fragmen-

to, d. cerámica y án niveles arqueológicos, no nos satisfacecontrario, en la medida en que el pasado humano es mal co-

nocido, mal interpretado, los hombres, v los grupos de hom-

bres, tienen una visión incorrecta de su presente y de su

futaro. Y, como es natural, esto tiene también un alcance

práctico.

en absoluto.- i; qu. hr.. posible la historia es la coexistencia y laconbinación del testirnonio subietiuo que nos cuenta lo que

;;;;;;df." hacer los actores de la historia política, con el'¿oiiitoro obietiuo (no sólo restos y objetos, sino cifras con'

,aru.drr, .r.ritot redactados Por razones prácticas y no para

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t0 INICIACIóN AL VOCABULARIO H ISTóRICO

ilustrar a una minoría dirigente). Puesto que a través de estacombinación podemos aspirar a confrontar los acontecimien-tos y las intenciones -Ia historia <(ext€rna)>, apar:ente- alos bechos de masas

-historia <<interna>> de las sociedades,

mundo de las necesidades subyacentes-.Sin embargo, este doble registro de las laentes de la his-

toria se descuida a menudo. Crónicas y memorias -relatosde acontecimientos y testimonios subjetivos- han constitui-

do durante largo tiempo el fondo del saber histórico. Y es

cierto que para los siglos oscuros las crónicas son a menudoel único medio disponible para tt^zar el marco indispensablea toda historia: una sólida cronología.

3. Tercera obseraación: sobre la bistoria corTto géneroliterario

La evocación lite¡aria ha respondido también, al margende toda regla científrca, a la necesidad instintiva de conoci-miento del pasado que ya hemos señalado. Esto mismo hafavorecido los embellecimientos, las invenciones, la retórica,el moralismo y las apologías religiosas, pollticas y nacionales.La literatura histórica comiente ha constituido, a lo largo delos siglos, un galimatías peligroso. Todavla hoy lo es en elcaso de "más de un best-seller. Las crónicas y las memorias,que tienen ualor de t'aente y cayas uinculaciones flos son co-nocidas, son siempre preferibles, como lectura, a las recons-

trucciones mediocres.

¿Puede decirse que la historia -como

género literario-no ha aportado nada interesante al modo de conocimientohistórico? No. Porque ha habido historiadores geniales. Se

ha observado a menudo que, incluso en meücin4, las des-

cripciones sin base científica; pero llevadas a término genial-

mente, habían sido útiles durante largo tiempo para la ptác-

H ISTORIA

tica médica. De Ia misma manera, en historia hay gtandesobras evocadoras que todavía dominan con provecho nues-ra visión del pasado. H. I. Marrou escribe con acierto:

Hoy día, para conocer a Tiberio, a Claudio y a Netóntenemos muchos ca.minos aparte de las Historias y de los

. Anales, y, sin embargo, releemos a Tácito, en tanto quehistoriadores se entiende.

<<En tanto que historiadoresr> significa: con provecho, in-cluso para nuestras exigencias modernas.

También los mejores historiadores antiguos, sin respon-der exactamente a estas exigencias, han intentado, no obs-

tante, esbozar a su manera sistemas de explicación: Tucídidesse esfuerza en enlazar entre ellos los acontecimientos, en

confrontar las decisiones con las posibilidades; Polibio in-tenta análisis casi sociológicos de las instituciones. En estosprimeros ensayos tesulta, pues, interesante ver nacer el espí'ritu del análisis histórico.

Pero son demasiados los filósofos (Raymond Aron, Fran'gois Chátelet) que tienden a funtlar en estos inicios lejanos

su noción de la historia en general, como si nada hubiesepasado después de Tucídides. También hay lingüistas

-Bar'thes, Greimas- que intentan definir las esructuras Particu-lares del <<discurso histórico> a partir de los historiadoresclásicos, es decir, literarios. Este método puede efectiva'mente esclarecer la forma espontánea con que el espfritu hu'mano aborda los problemas del conocimiento del pasado, y

ayudar con ello a definir mejor la historia. Peto es evidente

que no resuelve los problemas científicos complejos que se

plantea el historiador actual.

tt

Page 16: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

32 rNrcrAcróN AL vocABULARro H rsróRrco

4. Cuarto grapo de obseraaciones: la aparición de exigenciascientílicas en la delinición y en la práctica de la bistoria:el siglo )ffl.

No conviene dar una importancia excesiva a los <<precur-sores)>: siempre se descubren nuevos. Y es cierto que, a doso tres siglos de distancia, la modificación de las estructurasmentales y del sentido de las palabras hace diflcil las confron-taciones. Una vez hechas estas reservas, resulta instructivoseguir la aparición, a menudo más precoz de lo que se ima-gina, del deseo de rigor y de profundización en la definicióny el uatamiento de la materia histórica. Cuando Abenjaldún,sabio musulmán, nacido en Túnez, escribe en 7375, en losprolegómenos de una Historia Uniaersal:

La historia, sepámoslo, tiene como verdadero objetivoel hacernos comprender el estado social del hombre y elde instruirnos acerca de todos los cambios que la nan¡ra-leza de las cosas puede aportar a la naturaleza de la so-ciedad,

poco nos f.alta parz suscribir esta definición, lo que no equi-vale a decir que la Histoúa de Abenjaldún'responda, en lapráctica, a nuestras exigencias. Pero no olvidemos que enFrancia, en aquel mismo momento, Froissart se proponlacomo objetivo en el prólogo de su Crónica relatar hechosmilitares importantes y <(grandes maraVillas>. Singular dis-tancia entre dos. contemporáneos, cuyas obras, sin embargo,se califican por igual como <<históricas>.

Para el Occidente europeo la preocupación'científica encuestión de historia nace, como muchas otras manifestacionesdel espíritu moderno, con el Humanismo, la Reforma y elRenacimiento, es decir, entre el último cuarto del siglo xv

rIISTORIA

y el último cuarto del siglo xvr. Esta preocupación se expre.sa bajo dos formas complementarias que inicialmente conver.gen sólo de forma ocasional, que divergen con demasiadafrecuencia, y cuya conjunción condiciona, sin embargo, eldesarrollo científico de la historia:

1) La preocupación crítica, que consiste en no aceptarla exi.stencia de un hecho, la autenticidad de un texto, hastadespués de verificaciones minuciosas.

2) La preocupación constructioa, que consiste en elegirdeterminado tipo de hechos, en confrontarlos y en buscar lascorrelaciones, con el fin de resolvet un problena planteadopor el pasado humano (problema económico, problema social,problema institucional, problema espiritual, o toda combi.nación compleja de estos problemas).

La preocupación crítica se manifiesta, a finales del si-glo xv y durante el xvr, tanto en el descubrimiento de toftosy de monumentos de la antigüedad como en el deseo de unareforma en el campo religioso; la importancia, en este terre-no, de los textos sagrados arrastra a los espíritus reformado-res a la críticd de textos; crítica que no basta para fundaru¡a ciencia histórica, pero que es una condición necesarial es

imposible tazonat de forma válida a partir de documentos ma-terialmente falsos o mal conocidos en su forma original.

La preocupación constructiaa se manifiesta cuando lossabios, los filósofos y los juristas aplican las investigacioneseruditas a la solución de un problema, incluso cuando esteproblema es todavía secundario y parcial. Asl, cuando elhumanista Guillaume Budé se propone estudiar, en De Asse,Ia moneda romana, no se limita a describir; intenta hacer com-paraciones a largo plazo enre el poder adquisitivo de las

monedas antiguas y modernas; y para esto'consulta con su

panadero para saber qué cantidad de grano se requiere paratal cantidad de pan, qué cantidad de uigo produce la tierraalrededor de Parfs, qué cantidad de metal contenlan las mo-

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Page 17: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

34 rNrcrAcróN AL vocABULARro H rsróRrco

nedas antiguas, etc. Hasta el punto de que se ha podido es-

cribir: <Si la ciencia puede definirse como el conocimientometódico de las cosas, fue el instinto de un verdadero sabioel que dio a Guillaume Budé la ambición de escibh De Asse>>.

Lo mismo puede decirse, y por las mismas razones, de laRéponse á M. de Malestroicl <<sobre el asunto de las mone-das>>, de Jean Bodin, que, en 1568, resuelve, con una serie de

observaciones eruditas y críticas sobre las monedas y los pre-

cios, y con una serie de razonamientos generales, el problemaconcreto: el alza brutal del coste de la vida en el siglo xvl¿se debe a las devaluaciones sucesivas de la libra, monedanominal francesa, o bien a la desvaloñzaciún progresiva delmetal de plata debida a los grandes descubrimientos?

Se me objetará que en ambos casos se nata más de eco'nomía que de histoiia clásica, pero es que la economla, al

exigir datos en cifras, es el primer campo en que el rzlzo'

namiento y la hipótesis son susceptibles de verificaciones con-

cretas. Añadamos a esto que la cuestión de las consecuencias

de los descubrimientos era, en el siglo xvr, un problema prá'c'

tico, que afectaba alavida cotidiana; y que todavía hoy pre-

side todo un sector de la historia general: primer paso en laexplotación del mundo por los europeos, creación de un pri-mer mercado mundial, principios de la acumulación del capi-

tal comercial, etc. El hecho de que se hayan intentado ensayos

de <<conocimiento metódico> de estas cuestiones, desde una

perspectiva histórica, en el mismo momento en que se pro-

ducían, hace remontar a bastante atrás la aparición de un

espíritu cientlfico en historia.Tampoco en este caso, como en el de Abenjaldún, signi-

fica que Guillaume Budé o Jean Bodin tuvieran a su dispo'

sición todo el <<insuumental mental> -expresión

predilecta

de Lucien Febwe- necesario para una verdadera ciencia.

Aún hoy no 1o tenemos... Sepamos que la conciencia de unhombre del siglo xvr segufa dominada por toda una herencia

H ISTORIA 35

intelectual y espiritual que no puede por menos que sorpren'dernos, y en la que entramos con dificultad. Bodin, autor delos Je¿i libros de la República y de un Método de la historia,yuxtapoae en sus escritos unas preocupaciones casi modernasy una curiosidad apasionada por la demonología y la astro'logía, por no hablar de las tradicionales consideraciones mo-

rales y religiosas y del galimatías erudito. Seamos, pues' pru'dentes en nuestra búsqueda de los orígenes. Pero no seríamos

histotiadores si nos olvidáramos de ano¡ar, evitando a la vezcuidadosamente todo anacronismo, cada paso adelante del

conocimiento.

5. El siglo XVII. Francia y la erudición. Inglaterray la <<aritmética política>>

No nos sorprendamos si la constitución de la histotia en

ciencia pasa por reuasos, avances parciales, desarrollos desi'

guales.No nos sotprendamos tampoco al constatar que las coz'

troaersias ideológicas y los intereses prácticos no han sido,

en determinadas circunstancias, extraños a esta constitución.De este modo, las acusaciones de los protestantes contra

la credulidad de los católicos ante las leyendas incitaron aalgunos medios católicos a una hipercltica de las radiciones:loi jesuitas de Amberes, con Joseph Bolland al editar las

Acta sanctorunz, llegaron a negar toda validez a cualquier

tipo de documento de la época merovingia o carolingia.

Pero esta desconfranza ponía en discusión los derechos

de las comunidades teligiosas más antiguas, derechos que se

basaban en documentos de estos períodos. Esta fue la ocasión

para que dom Mabillon (1632-1707 ) ceara en la De re di'plonatica (1681) la diplonática, ciencia del documento, ca'

laz de demosrar, a partir de indicios materiales, la auten'

Page 18: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

36 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

ticidad o falsedad de un acta. La tatea, continuada por lacongregación de Saint-Maur, ha aportado las condiciones paraun conocirniento seguro de la Edad nedio.

De momento se ttata tan sólo de una crítica erudita, con-dición necesaria pero no suliciente para una ciencia histórica.

En la Francia del siglo xvrr, contemporáneamente a domMabillon, comprobamos en las concepciones de la historiamás corrientes, más oficiales, un reffoceso muy claro sobrelos progresos del siglo xvr: Luis XIV se hace acompañar por<<historiógrafos>> oficiales (entre los cuales Racine); y Bossuet,en su Discarso sobre la bistoúa aniuersal, persigue tan sólodesvelar <<los juicios secretos de Dios>>, <<pata hacer temblara toda criatura>.

En compensación, hay que tomar conciencia, respecto aeste mismo perlodo (1680-1710), de una erapa inportantepara el luturo del pensamiento bistórico. Se produce en Ingla-terra: con Graunt nacen los primeros ensayos de demogralíabistórica, mediante la observación del número de nacimien-tos y de muertes registrado.s en las parroquias de Londres;con Gregory King los primeros ensayos para evaluar lo quehoy llamamos el producto nacional de diversos palses (Ingla-tema, Francia); con rüTilliam Petty los primeros ensayos delo que él denominó <<la aritmética polftica> (inducciones ydeducciones a partir de las estaüsticas de estado).

Constatamos que, igual que en el siglo xvr, las innovacio-nes más originales se producen en el terreno económico. Perose trata de hechos observados durante un perlodo de tiempoy con vn^ preocapación política (como demuestra el tltuloelegido por \filliam Petty). Sabemos hoy que este tipo deinvestigaciones

-los hechos masivos, sometidos a un gálcr¡-

lo de probabilidades y estadlsticamente observables- consti-tuyen, si no toda la materia histórica, cuando menos sus ba-ses, sus fundamentos.

H ISTORIA

6. La aportación del siglo XVIil. Principios de análisis,aspiración a las síntesis

La primera mitad del siglo xvlrr ve nacer la aspiraciónteórico con el italiano Gianbattista Vico que busca una <<cien-

cia nueva>> a ttavés de la reflexión sobre el aspecto <<ciclico>>

del desarrollo de los grupos humanos, y con Montesquieu,más sociólogo que historiador, pero quien afrrma: <En pri-mer lugar he examinado a los hombres y he crefdo que enesta infinita diversidad de leyes y de costumbres no los guia-ba únicamente su fantasla>> (prefacio a El Espíritu de lasleyes).

Pero es Voltaire, en sus Nueuas consideraciones sobre Iahistoria (1744), el primero en comparar la evolución posiblede la historia con la de las ciencias físicas: <<quizá suceda

pronto en la forma de escribir la historia lo que ha sucedidoen la física. Los nuevos descubrimientos han proscrito lossistemas antiguos...>>.

Era éste (por otra parte para las dos ciencias) un opti-mismo prematuro, pero justo a latgo plazo.

De hecho, lo más interesante en la actitud manifestadapor Voltaire hacia la historia es el cambio en el tipo de cu-

úosidades del historiador. Con su habitual ironía denunciano sólo las fábulas aceptadas todavía por los hombres de su

tiempo, sino también el gusto por las anécdotas históricas,por las <bagatelas ilustres)> que constituyen los relatos de lacorte, tan poco interesantes como las murmuraciones de las

pequeñas ciudades, a las que son aficionadas las muieres deprovincias. Finalmente, condena también después de haber

leído, según dice, cuatro mil descripciones de batallas y algu'nos centenares de tratados, la historia diplomática y militarpura: <En el fondo me quedaba igual que antes... sólo me

enteraba de acontecimientos>>.

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Page 19: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

,8 rNrcrAcróN AL vocABULARro H rsróRrco

Traza entonces un cuad¡o de lo que querría saber (y queraramente se le dice): ¿cuáles son las fuerzas de un paísantes de una guerra? Y dicha guerra ¿las ha aumentado odisminuido? España ¿ha sido más rica o más pobre despuésde sus lejanas conquistas? ¿Por qué Amsterdam pasó en200 años de 20.000 a 240.000 habitantes?

En resumen: se trata de cambiar la nateria habitual y laprobl?m,ática de la historia.

Esta tendencia culmina a finales de siglo con Condorcet,en su Esbozo de un cuadrc bistórico de los progresos del es-

píritu bunano (L794), donde sienta el principio de \a posi-bilidad de un conociniento cientilico de los hechos humanos,sociales, y de su preuisibilidad, síempre que no se atribuyaa las conjeturas sociológicas <(una cettidumbre superiot a laque resulta del número, de la constancia, de la certidumbrede las observaciones)>.

Constatamos en ello unas exigencias -aquí

todavla pre-maturas- de síntesis acerca de la historia humana.

Pero el mismo Condorcet ha abierto vlas muy nuevaspara el análisis: fue el primero en intentar descubrir cuálsería el procedimiento matemático que permitiría estimar larepresentatividad de un hombre o de una opinión a ffavésde un procedimiento de elección, lo que coincide con los es-

fuerzos actuales de la matemática sociológica.Finalmente, el siglo xvlrr ha proseguido algunas inves-

tigaciones, cuyo principio se había descubierto, como hemosvisto, a finales del siglo xvrl en Inglaterra: Voltaire se feli-cita de que un holandés haya establecido la proporción que

permite relacionar el número de nacimientos con el númerode habitantes; es una alusión a los frogresos sensibles de lademografía rcalizados por el prusiano Süssmilch y los fran-ceses Moheau y Messange.

También la historia econónica nace en el siglo xvrrr, en

España y en Polonia: <<hemos coordinado una historia eco-

HISTORIA ,9

nómica>>, escribe el catalán Capmany. Y los creadores de laeconomía clásica, como Adam Smith, se muestran historiado.res de buen grado, y plantean los problemas de las grandes

unidades cuantitativas que es necesario conocet para hacer

la historia de las <<naciones>> (producto nacional, poblaciónactiva, etc.). Voltaire señala que son estos conocimientos eco-

nómicos los que le han faltado a Montesquieu para establecer

una verdadera ciencia de las sociedades.

Cabe señalar que esta vigorosa ofensiva del espíritu his-

tórico coincide con el carácter dinámico y revolucionatio delsiglo xvru, cuando la burguesía no duda ni en criticar la for-ma de escribir la histo¡ia del Antiguo Régimen, ni en espe-

rar escribir un día la historia científicamente.

7. El siglo XIX. Auge y desoiación de la inaestigación histó-rica: aparición de una teoría general, y posterior diuorcioentre disciplinas sociológicas

En un sentido, el siglo xrx se presenta como el del triun-fo de la historia. H. I. Marrou habla, a este respecto, de una<inflación de los valores históricos>, debida al impresionantedesarrollo de las técnicas históricas, arqueológicas, filológicas(prehistoria, egiptología, desciframiento de las lenguas orien.tales antiguas, excavaciones micénicas, etc.), a la publicaciónde las grandes recopilaciones de fuentes (Niebuhr, Momm-sen, para la antigüedad, Monunenta Gerhaniae bistorica pamla Edad Media...), y finalmente a la aparición de las grandeshistorias nacionales: Ranke, Macaulay, Michelet...

<<El historiador era entonces el rey -escribe

H. I. Mar-rou-; toda la cultura estaba pendiente de sus dictámenes;a él le tocaba decir cómo debla leerse la llíada, qué era unanación, ... si Jesús era Dios...>

Hegel habla propuesto ((presentar el contenido mismo

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40 rNrcIAcróN AL vocABULARro HlsróRrco

de la Historia Universal> a ravés de los progresos de laIdea. Los historiadores alemanes ponlan de reüeve las origi-nalidades germánicas; los historiadores franceses, la lucha

entre la nobleza y el tercer estado (Guizot, Thierry) o bien elpapel del <pueblo> (Michelet, Mignet). De hecho, la historia,. p.t.t de lechmarse de las excavaciones y de los archivos,

segula siendo a la vez literatura e ideología.Entre L847 y I867,las grandes obras de Marx y Engels

ptoponen, por el conffario, en la llnea de algunos plar-rt9a'

mientos del siglo xvIII, ana teoría general de las sociedades

en moainiento, cuya originalidad consiste en aunar, mediante

la observación y el razonamiento, L) eI an'álisis económico,

2') eI anátisis sociológico, 3\ eI anáIisis de las <<formas jurlü-cas, pollticas, religiosas, artlsticas, filosóficas, en ¡esumen de

hs-fórmas ideológicas a ffavés de las cuales los hombres to-

man conciencia de sus conflictos y los llevan hasta el final...>.

Las constataciones, al menos en el temeno de las <<conü-

ciones de la producción económica>, deben hacerse <<con el

esplritu de rigor de las ciencias naturales>, y -€s

posible ha-

..tl.r asl debido a que <<la historia se desarrolla hasta nues'

tros üas como un pfoceso de la naturaleza> (Engels, 1890).

No es que el hómbre no intervenga: <<los hombres hacen

su propia iústoria>. Pero el resultado, estadfstico -o combi-

natirio, de sus acciones y decisiones conjugadas se les escapa

y se convierte en un lenómeno obie-tiao. Queda.por saber

ri d.rd. hace un siglo se ha intentado realmente la consoli-

dación cientlfica dela historia así legitimada. Aqul cabe dis-

tinguir:Los segaidores originales de Marx deben buscarse entre

sus disclpilos bonbres de acción. Porque Marx había preci-

sado qué el objetivo de su obra teórica no era interpretar

el mundo, sino cambiarlo, es decir, hacer servir el análisis

histórico para entender profundamente el hecho social e in-

fuir sobri sus modificaciones. Esto fue 1o que intentaron los

H IsroRrA 4L

revolucionarios y constructores del socialismo que se decfan

marxistas.La inuestigación erudita sobre el coniunto del pasa!?l

desde los años 1870-80 hasra los años l92O-30, se benefició

poco, por el contrario, de la aportación teórica de Marx, some'

iidr .irno estaba a Ia rcacción espontánea de la ideologla

doniinante. El pensamiento económico giró en totno a lateorla abstracta, subjetivista, individualista de la <utilidad

marginal>> y del <equilibrio>> (\üflalras, Pareto); la sociologfa,

.r, tórno aiestudio áe hs lormas sociales (Max '$¡/'eber, Durk'heim); y la histoda cenffó su pundonof en limitarse a esta-

blecer .ipequeños hechos verdaderos>> (monografías económi'

cas alemanás, historia política <<fáctica>> francesa). Hacia 1900'

esta historia positivista triunfaba en todas partes y la sepa'

ración tajanté y casi absoluta entre economía, sociologfa e

historia ponía án peligro la esperan za de una síntesis global

sobre el pasado de las sociedades.

8. Adquisiciones recientes en el terreno de los principios

y le tas técnicas de la inaestigación histórica

a) En Francia, ^ paftit de los años 1900-1910, algunas

grandes obras de historiadores (Paul Mantoux, Lucien Febvre)

! on, escuela de geógrafos (Vidal de la Blache) prepararon

ir, ,.,orn o a Ia síltel;s histórica, que se afr,anzó después de

la guerra de l9l4,la revolución de L9l7 y la crisis.de L929,

,.Jnt..i-ientos que hicieron tambalear la nanquila ceft,ez

de los economistas.b\ Lucien Febvre, Henri Berr, Marc Bloch (Reaue de

synth,ése, Annales d'bistoire économique et sociale) difun'

di.ror, los siguientes principios: 1) hay una sola historia; no

existen compartimentos estancos entre una historia econó-

mica, una hiitoria política, una historia de las ideas, etc'; 2) el

Page 21: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

42 INICIACIóN AL VOCABULARIO H ISTóRICO

historiado f av^nz^ por medio de problenas: los documen-

tos sólo conresran cuando se les pregunta siguiendo hipótesis

de trabajo; la historia, en todos los terrenos (material, espi-

ritual, iáeológico...), lo es de los hechos de masas, no de

los simple, .rá.ont..imientos>; 3) existe una jerarquía y un

juego iecíproco entre <<economíasr>, <<sociedades>>, -<<civiliza-

.ioi.ro, juego que constituye el tema mismo de la ciencia

histórica.c) En el curso de los años 1930-40, cuando_la crisis de

L929 había llamado la atención sobre la función histórica de

Ias coyunturas económicas, el sociólogo Frangois Simiand sen-

tó los principios de la inuestigación estadística en historiaz

á.eii.iO" dei .,documenro objetivor, <<involuntario>, reglas

para la explotación de las fuentes cuantitativas, importancia

i. las variaciones de los precios,los salarios, Ia tnoned'a. Er'nest Labrousse llevó la aplicación de estas reglas al estudio

de las rentas especílicas de las clases sociales, de sus contra-

Ji..ior.r y de üs .o.r..,r.rrcias pollticas de estas contradic-

ciones (revolución de 17s9). La noción de <<teoría experi-

mental> de la economía (Simiand) a través de la investiga'

ción histórica se transformaba en <(teorla experimental>> de

la historia global, lo que tendía a converger con Marx.

d) En-los úÍtimoi veinte años, debido a,las grandes ex-

periencias sociales en curso, al progreso de las. matemáticas^sociales, del cálculo económico, del aparatg r d91 ffatamiento

.r,.áir,i.o, al de la informática para la utilización de las fuen-

tes masivas, el historiador se ha visto obligado a mantenerse

.i-*ri.nte de los progresos y de las técnicas en las disci-

olirr., vecinas. A1 hacer-lo debá conservar la conciencia de la

irigirrri¿.d de la historia, ciencia del todo social, y no de

tal"o tal parte, ciencia del londo de los problemas sociales y

io ¿. ,ur^ for-.r, ciencia del tiempo y no del instante o de la

sola actualidad.

rI ISTORIA

INrpNro DE DEFrN¡cróN DE LA MATERIA

Y DE LA TNVESTTc¡,cIóN rr rsrónrc¡,s

El objeto de la ciencia histórica es la dinámica de las

sociedades humanas. La materia históric¿ la constituyen los

tipos de becbos que es necesario estudiar para dominar cien'tíficamente este objeto. Clasifiquémoslos rápidamente:

1) Los hechos de masa.t: masa de los horubres (demo'

grafía), masa de los bienes (economía), masa de los penst'nientos y de las creencias (fenómenos de ..mentalidades>,lentos y pesados; fenómenos de <<opinión>>, más fugaces).

2) Los hecbos institucionales, más superficiales pero más

rlgidos, que tienden a lijar las relaciones humanas dentro de

los marcos existentes: derecho civil, constituciones políticas,

tratados internacionales, etc.; hechos importantes pero noeternos, sometidos al desgast e y al ataque de las conffadic'ciones sociales internas.

t) Los acontecimientos: aparición y desaparición de per'sonajes, de grupos (económicos, políticos), que toman medi'das, decisiones, desencadenan acciones, movimientos de opi'nión, que ocasionan <<hechos>> precisos: modificaciones de los

gobiernos, la diplomacia, cambios pacíficos o violentos, pro'fundos o superficiales.

La historia no puede ser un simple retablo de las institu'ciones, ni un simple relato de los acontecimientos, pero nopuede desinteresarse de estos hechos que vinculan la vidalotidiana de los hombres a la dinámica de las sociedades de

las que forman parte.Ante esta compleja materia histórica, el historiadot plan-

tea cuestiones, resuelve problemas; cuándo, por qué, cómo,

en qué medida... se modifican, debido a ana continua inter'acciSn,los elementos de las economí¿s (hombres, bienes), de

las sociedades ftelaciones sociales más o menos cristalizadas

4'

Page 22: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

44 INIcIAcTóN AL vocABULARro H rsróRrco

en instituciones), y de las ciailizacione.s (coniunto de las acti-

tudes mentales, intelectuales, estéticas...). El historiador ha'

brá de distinguir muy pronto entre los hechos de evolución

muy lenta (estructuras geográficas, mentalidades religiosas,

grupos lingüísticos), los titmos esPontáneos (<<ciclos)> coyun-

tu¡ales de la economía), y los simples acontecimientos, cuya

importancia deberá valorar.Estas distinciones justifican diversas técnicas: análisis <<es'

tructural>>, análisis <coyuntural>>, <<anáhsis de contenido> de

textos y de expresiones verbales o estéticas, elección de las

fuentes, crítica de su validez.Pero estas técnicas sólo adquieren su sentido dentro del

marco de una teoría gtobat que permita pasar del análisis eco-

nómico-estadístico a la <<histoúa t¿onada>, conquista que

Schumpeter atribuye iustamente a Marx.Reiordemos algunas de sus Proposiciones cruciales:

1) En los orígenes de cualquier desarrollo histórico du-

radero se sitúa un-desarrotlo de |as luerzas de producción,lo

que nos incita a observar:a) en un grupo dado y por un tiempo dado, el número

de hombreJ y su división en sexos, edades, ocupaciones, etc.;

b) para el mismo grupo y durante el mismo período de

tiempo, /a s modit'icaciones ocurridas en las técnicas de pro'

ducc-ión (agricultura, industria, transportes) y, de manera es-

pecial, las áe Ia luerza productiua del trabaio, q_ue según Marx

.l.p.nd. de la hab¡l¡dád media de los trabaiadores, del desa'

,rálto de la ciencia y de sus aplicaciones tecnológicas, de las

combinaciones sociales de la producción, de la extensión tde la elicacia de los medios de producción y linalmente de

las condiciones naturales.Toda investigación sobre una sociedad debería incluir,

para cada instanté del desarrollo estudiado, los capítulos agru-

pado. baio estos diversos títulos.2) Sin embargo, estas ..ft¡erzas productivas>> entran en

H ISTORIA 4,'

funcionamiento en una sociedad que se cat^cteriz, de forma

más profu nda, por las relaciones sociales y humanos creadas

alrededor de estos rnedios de produclr (<relaciones sociales

de 'producción>).Las tierras, los insuumentos de irrigación, los bosques y

los terrenos de paso, las fuentes de energía, los medios de

üansporte, las fábricas, las máquinas, etc., son los <<nedios

de producción>> que utiliza la fuerua de trabajo de los hom'bres.

¿Quién posee estos medios de producción? ¿Y cuál es el

sentido exacto de la palabra <<posee>>? ¿Quién maneia pto'ductivamente estos medios? ¿Quién, a través de esta doble

relación, es el dominador? ¿Y el dominado? ¿Quién se aPro-

vecha? ¿Quién consume? ¿Quién acumula? ¿Quién se em'pobrece? iQué relaciones

-jurídicas, cotidianas, morales-

ie han establecido entre las clases sociales así consideradas?

iQué conciencia tienen de estas relaciones los hombres que

constituyen estas clases? ¿A qué contradicciones' ^ qué lu'cbas dan lugar estas relaciones? ¿Con qué resultados? ¿Estasrelaciones fávorecen o entorpecen (en cada momento) el de'

sarrollo de las'<.fuerzas productivas>> definidas anteriormente?

He aquf una serie de preguntas a las que es importante con-

testar.t) Para hacerlo correctamente es necesario guiarse por

el conociniento teórico del nodo de producción doninanteen la época observada, y entendemos por ello el conocimiento

de la lógiro del funcionamiento s'ocial, que expresa la totali-

dad de 7as relaciones sociales obseraadas en su interdepen-

dencia.Merece la pena disponer de un modelo teórico que ex'

prese esta lógica de funcionamiento, aunque sólo- sea para

ver hasta qué punto refleia el mavor número de hechos obser-

vados.Es inútil decir que nunca la observación empírica de una

Page 23: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

H ISTORIA 4746 rNICrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

sociedad en un momento de su existencia dará unos resul'

tados absolutamente acordes con este modelo, puesto que,

en toda <<formación social>> concreta, quedan siempre secue-

las de modos de producción anteriores al modo de produrr -

ción dominante, y se insinúan ya los gérmenes de un modo

de producción futuro.'P.ro el interés de la investigación histórica reside preci

samente en la confrontación entre estos <(casos> y los üversos

iip", ¿. sociedad que han dominado sucesivamente en el

.orro de la historia, y que aún hoy coexisten de forma evi-

dente.No podemos menospreciar algunos peligros inherentes a

la utilización de los modelos teóricos:

1)Nohayqueconfunditnodeloeconónicoconnodelosociai. La sociedad es más compleia que la economla' y es

en lo social donde germina h désgucción del modelo econó-

mico aparentemente armonioso.

2) Todo modelo implica unas hipótesis: debe tenefse en

cuenta que estas hipótesis expresan ¡ott.-.ttte la natutaleza'

á.i ,irr... obr.ruáo y no u-r, u.tátd eterna: la propiedad

frivada, la libre competencia, la libertad de empresa' por

:f*b, ,. d.r, por sapaestas -en el modelo económico del

.lpii.fr.o clásicó; pero el modelo no las <<justifica>.- ' i\ Todo modett expresa en primer término el análísis

d. "i <equitibrio,r, d. ina estabilidad, mie¡tras que la fina'

lUi¿ de ü bistoria es el estudio de los canbios''--' 4\ Incluso estos ruodelos de canbio- pueden- aplicarse

sólo áon ptudencia; por el hecho de qrle el-capitalismo haya

,"..¿i¿" al feudalisrrio .n Europa occidental a través de pro'

cesos clásicos coiocidos no debi inferitse que todo el mundo

á.C. ptt.r necesariamente poletapas patecidas' ..- - Só¡r" todos estos extremos existe hoy e1_dla un gran

¿.rriiolto de las técnicas de infornación y del tratamiento

cientffico de los datos'

Merece, pues, la pena insistir, en el momento en que se

afrrman, en los estudios universitarios, las posibles colabo'raciones interdisciplinarias, en que la preparación para eI olicio de bistoriodor, sin desechar las viejas reglas de conoci'miento y crítica de los textos, de consulta de las fuentes

directas y, por 1o tanto, de los archiuos, comPorta igualmente

unas iniciaciones sólidas: 1) en la demografía; 2) enla estadis'

tica; 3) en el cálculo económico; 4) en los lundamentos ntate'

náticos del análisis sociológico (probabilidades, sondeos, et-

cétera); 5) en la inlormación (pam la utilízación de las fuen-

tes masivas: documentos fiscales, notariales, prensa, etc.).

Una vez dicho esto no hay que confundir estas técnicas

de inlornación con los fines propios de la historia.A éstos los definiría de buen grado de la forma siguiente,

que como es obvio queda abierta a la discusión:

La inaestigación histórica es el estudio de los necanisnosque aincalan la dinánica de las estructura.t -er

decit, las

nodilicaciones espontáneas de los hechos sociales is ¡1asa5-a la sucesión de los acontecirnientos -sn 165 que interaienen

los indiuidaos y el azar, pero con una elicacia que depende

siempre, a nás o tnenos largo plaZo, de la adecuación entre

tttoi inpactos discontinuos y las tendencias de los becltos

de nasas-.La conquista científica del método así definido está toda-

vfa en vfas ie elaboración. Pero esta misma elaboración abre

la posibilidad -y es su única ga/flntí'.- de una actitud ra-

cional del esplritu I, por tanto, de una práctica eficaz del

hombre ante la sociedad.

Page 24: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

ESTRUCTURA

Page 25: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

Como conclusión a nuestras reflexiones sobre la palabta<<historia>> propuse definir la investigación histórica como

investigación de los mecanismos que vinculan la sucesión de

los acontecimientos a 7a ünítmica de las esffucturas -estruc-turas de los hedros sociales, por supuesto-.

Pero ¿.qué debe entenderse por <(estructura>? En general,

y en este terreno en paticular, ¿cuál puede ser la aplicaciónde esta palabta al tatarse de la materia histórica?

No diré que la noción de estructuo esté <<de moda>>. Ten'drla un aite peyorativo y no serla ninguna justificación. Loque ha estado <de modau (y lo est6,ya un poco menos) es unamanera determinada de descubrir el <<estructuralismo> como

un método nuevo en el análisis cientlfico, cuando en realidadno ha existido nunca un análisis cientlfico, sea de lo que sea,

que no haya supuesto, irnpllcita o expllcitamente, que la ma'

tena analizada tenla una <(estructura>>.

De hecho, se trata del reconocimiento de una evidencia:

el espltitu humano no puede actuar sobte las cosas (y ha de'

mosirado qüe era capaz de hacerlo) más que en la medida en

que es cap'az de reconstruit y de expresar en un lengaaie ló'

[ico <<c6mo están hechas las cosas>. Si las cosas fueran <dc

iualquier manera>, si cambiaran de forma incoherente entrconr óbr.tuación y la siguiente, la ciencia no hubiera existidoy el hombre no habfia llegado a la luna.-

Lo que parecla nuevo en la aplicación sistenrCtica de lanoción de

"itru.tufa, era su aplicación a las ciencias chum¡-

Page 26: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

52 rNIcIAcróN AL vocABULARro rr ISTóRrco

nas>>. Y por ello un etnólogo como Lévi-strauss ha preferido

buscar .l t..r.no de la uantropología> en lo que é1 llama la

historia <(estacionaria>> (o <<frlar>) de las sociedades arcaicas,

antes que hacerlo en el de la historia <<acumulativa>> o <<cá-

lida> (.rque acumula los hallazgos y las invenciones para cons-

truir las-grandes civilizacioneJo). El peligro de este tipo de

elecciones- está en que buscan la <<antropologla>> -es de-

cir, la ciencia del hombr e- en los fenómeflos ,neflos bistó-

ricis, cuando es lfcito pfeguntarse si la gran caracterlstica del

homire no consiste precisamente en haber creado la historia

<<cáüda>>, <<acumulativa>. Si el interés se orienta sistemáti'

camente más a los fenómenos estables que a los canbiantes,

más a la <<sincronla>> que a la <<diacronía>>, más a las <<es6uc-

tufas> que a los .,cambios de estructura> es evidente que

se da la espalda al esplritu propio del histotiador. Es obvio

que, conc.üido asl, ei <<estructuralismo>> inspiraría una des-

ionfranzajustificada en el historiador. Pero en ningún momen'

to debe átto producirle una desconfranza ante la necesaria

noción de <<esüuctura>.

OnÍcENss, sucERENcrAS Y urrlrzAcroNEs DE LA PALABRA

<{ESTRUCTT'RA)>

Partamos como siempre de la etimologfa, La palabra, de

origen latino, viene del verbo <<süuere>, que siqnific^ cofls-

tri¡r. La imagen sugerida es' pues, la de un eüficio, con su

plano, su elevációrr, Jo, ptoporiiones calculadas, sus funciones.

Démonos .,r.ni, d. q"e estas sugestiones de la palabra

.r.*d.r, dos peligro.r; el primero es un relente de metaffsica

Átropomórfica; elobieto én estudio par€ce haber sido <<cons-

truido> a la manerr dá nn. casa por un atquitecto; el segundg

es la sugestión de un obieto estable, <acabado>, inmóvil,

cuando lá propia naturaleza es cambio y la historia no es

ESTRUCTURA 5'

.más que eso. Por ora parte, no debe imaginarse necesaria'

mente que una estructura, por el hecho de que la palabra evo'que un'edificio, sea <(armoniosa>>; la transformación en (ar'monía>> de la lógica interna de una estructura social (feudd,capitalista, etc.) forma siempre parte de la ideologfa de laclase dominante en esa estructura.

' Sin embargo, se puede entender de otra manera Ia suges-

tión implicada en el origen de la palabra. La cosa observada

es tal como es. Nosotros la observamos, y somos nosotros

quienes, a partir de esta observación, cottstruirnos un <mode'lo> reflejando el mayor número posible de caracterlsticas delobjeto o, en todo caso, de sus rasgos fundamentales. La prue'ba del éxito de esta operación la constituye la capacidad de

acción sobre el objeto que nos da la construcción del modelo.Pero también aquí cabe aconsejar algunas precauciones:

hay que desconfiat del idealisno qrre sólo ve <(estructura)> en

esta <<consrucción>> lógica de nuestro espfritu, cuando nuestra

mente se ha limitado a traducir, al lfmite de sus posibilidades,

una realidad existente; y también hay que desconfiar del en'pirismo, que buscaúalas raíces de su razonamiento exclusiva'mente en el objeto concreto que se encuentra en observación,

lo que nos conduchla a una yuxtaposición de descripciones

y no a un <<modelo>. La ciencia es la adecuación +n continuoprogreso- de la inagen construida que nos hacemos de l¡iealidad misma. Claro está que la realidad no es cada obietoconcreto. Es el conjunto de las catacterlsticas fundamentales

de un'determinado tipo de obieto, y el conocimiento <estn¡c'

tural> del coniunto nos petmitirá maneiar mejor cualquierobjeto de este tipo, por comparación con el <<modelo> ideal.

Por Io que hace referencia a las ciencias sociales, no eg

inútil constatar cómo aparece la palabta <(estructura> en las

frases más famosas, más conocidas, a menudo las únicas cono'

cidas, de Marx en la inmoducción a la Cútica de la economta

polltica (1859):

Page 27: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

54 INICIACIóN AL VOCABULARIO H ISTóRICO

En la ptoducción social de su existencia, los hombres

establecen relaciones determinadas, necesarias e indepen-dientes de su voluntad; estas relaciones de producción co-

nesponden a un determinado grado de desarrollo de sus

fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas rela'ciones constituye la esructura económica de la sociedad...etcétera.

<<Ókonornische Struktur>>: a este término le espera, inclu'so dentro de la economía no marxiSta, un futuro bastanteprometedor.

Sin embargo, algunas líneas antes, Marx había empleadootra expresión: constatando que durante todo el siglo xvrlrlos ingleses, los franceses y Hegel tras de ellos, hablan englo-

bado el conjunto de las condiciones materiales de la vidasocial bajo la denominación de <<sociedad civil>>, Marx afir-

maba: <<la anatomía de la sociedad civil debe buscarse en Iaeconomía política>>; y la misma expresión la habla empleadoya en 1852, pues durante todo el siglo xvIII y a principiosdel xrx, los naturalistas, los médicos habían sido los pri'meros en comparat la anatomía humana, animal, las secciones

vegetales a unas <(construcciones> de las que debfa¡ desui'birse en primer lugar los caracteres, las dimensiones, las pro-porciones, Ias telaciones, antes de abordar el estudio de su

funcionamiento.Por ello, lo que busca Marx en esta asimilación es afir'

mar el carácter <<natural>, <<necesarior>, asimilable a una sec-

ción de tejido orgánico, de una <<sociedad civil>>.

Pero inmediatamente después utiliza igualmente la ima'gen arquitectónica: <<la estructura económica de la sociedad,

los lundamentos reales sobre los que se levanta un edilicio

iurídico y político, a los que corresponden formas determi-

nadas de la conciencia social>.Es bien evidente que se tt^t^

^qvl de simples imágenes,

de usos de la palabra <(estructura)> en modo alguno <<cientí-

ESTRUCTURA

ficos>, sino tomados del lenguaje cotidiano. Será en El Ca-pital cuando Marx, a través de la construcción de un meca-

nismo abstracto de funcionamiento, demostrará, no con elvocabulario sino con el conjunto de la obra, lo que habla en-

tendido por <(estructura económica> de la sociedad.

ET, USO CTSNTÍTTCO DE LA PALABRA (<ESTRUCTURA)>

En matenáticas, se sabe que la palabra <(estructura> hacambiado varias veces de sentido y que ha conservado du-rante mucho tiempo el simple significado figurativo del len-guaje cotriente, antes de emplearse con sentidos específicos,técnicos (Guilbaud). Lo que tienen en común todos estossignificados es la idea de que en matemáticas <<todos los con-juntos son solidarios y coherentes>> (y por esta razón en lasotras ciencias, buscat las <(estructuras>> equivale a dar unaexpresión matemática a un conjunto). Las imágenes son las

mismas que las del lenguaje común: <<andamiaje>>, <<pti¡tci-

pio>, <(esquema)>, <<patrón)> -pero

tales palabras inüodu-cen un m tiz importante: se trata menos de un <<edificio>>

terminado que del principio <<oculto>>, <<interior>>, de la cons-

trucción-. Sobre todo en matemáticas, <<la mejor tbrma decomprender una construcción es hacerla>>, lo que nos llevaa la noción áe Objeto-matemático consruido a partir de un<<patrón>, y por 1o mismo introduce inmediatamente la no.ción de <(proyecton, de <<génesis>> del objeto. Vienen a con-

tinuación definiciones más técnicas: <<conjunto de los pará-

metros que constituyen un gtupo)>, ..elementos constitutivosmás modo de construccióh>>, <<sistema algebraico de los más

simples, de los más fundamentalest>, <<madre>> de todos losdemás, etc. Y en el caso de las <<estructuras algebraicas>> se

llega a imágenes múltiples: <(grupos)>, <<anillos>>, <(cuerpos>>,

diferenciados por sus <<leyes de composición>.

5'

Page 28: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

56 INrcrAcróN AL vocABULARIo H ISTóRIco

En las ciencias de la naturaleza la noción de estructura se

utiliza más que nunca: estructura de la materia, estructura

del átomo, estructura de la célula, etc. Todo ello nos parece

familiar a pesar de que a menudo recubre unas lepresentacio-

nes que el profano capta mal y que podría manejar equivoca'

damente. Sin embargo, los <<modelos>t de las esttucturas quí-

micas se exponen actualmente, bajo la forma de bolas y bas-

tones, en todas las vitrinas de instrumental científico. Es evi-

dente que se ttata de representaciones que permiten definir

.rn, t.rlid ad a través de las posiciones, las proporciones, las

relaciones.En las ciencias humanas, ha sido Ia lingüística la que ha

proporcionado el modelo de las investigaciones estructurales,

yr r.r descomponiendo la lengua en elementos cada vez más

,imples y estableciendo las leyes que -rigen

las combinacio-

nes entr¿ esos elementos, ya sea formalizando los <<sistemas>

de una lengua en caracteres distintivos que se condicionan

mutuamente.Ya he indicado de qué manera las restantes ciencias huma-

nas habfan seguido el eiemplo de la lingüfstica, basándose en

el hecho de lue las formas inconscientes de la -psicologla(G e s t al t p sych ilo gie, interpretaciones recientes del freudismo)

y también algunós grupos de relaciones en la etnologl? (9"

iructuras d. f,rt.nt.sco, estfuctura de los mitos), 9ü€ obede-

cen a una lójica de los signos, de la <<contunicación>>, podlan

asimilarse a <<lenguaies>>.pero resultalía abusivo asimilar del mismo modo a <<len'

guaies> las relaciones humanas que constitu)ten el objeto de

ír, .i.rr.irs llamadas , con taz6n, <<sociales)>, puesto que éstas

io estudian el hombre en sf mismo sino el hombre en socie-

¡;d, t sociedades que, a su vez, no son independientes de

U áíurrt eza; la ecónomla, en particulú, t^ta de Ia Ploduc'

ción, que es una exüacción de la natuta\eza, y ttata del cam-

ú" ; d. ¡ distribución de los bienes una vez producidos.

ESTRUcTuRA 57

Y los bienes no son sigrzos (con la posible salvedad de lamoneda, pero una teoría económica que se basara exclusiva'

mente en el valor de signo de la moneda se convertfula tá'pidamente en irreal).

En cuanto a la bistoria, qtre debe integrar tanto el análi'

sis de los elemen tos rnateriales de los que depende la produc-

ción (recursos, técnicas), como el de los elementos aptos para

las representaciones del pensamiento, no puede contentarse

con esquemas basados en esas representaciones.

El mismo Claude Lévi-strauss lo ha admitido, a la vez

que precisaba las telaciones del análisis esttuctural en etnolo'

át^ i de la concepción de Marx acetca de 1a división de las

ásüucturas sociales en <<infraestructuras> materiales y <<sobres'

tructuras> psicológicas.Claude Lévi-Strauss escribe (La pensée saaaage, p. 17 3)z

... no queremos decir que la vida social, las relaciones

entre el hombre y la naturaleza sean una proyección, ni tan

sólo un resultado, de un juego conceptual que se desarro'

llarfa en el espíritu...... si afirmamos que el esquema conceptual dirige v

define las prácticas.,* es porque éstas, estudiadas por el etnó'

logo baio ia forma de realidades discetas, localizadas en el

tiémpo y en el espacio, y características-de-génerosde vida

y de foimas de civilización, no se confunden con la <pra'

*itn ... que constituye para las ciencias del hombre la tota'lidad fundamental.

El marxismo -si no el propio Marx- ha razonado de'

masiado a menudo como si las prácticas fueran consecuen'

cia inmediata de la praxis. Sin poner en duda la indiscuti'ble primacía de las infraestructuras, creemos que entre pra'

xis y prácticas se intercala siempre un mediador, que es el

esquema conceptual, por obra del cual una materia y una

fotma, ambas desptovistas de existencia independiente, se

realizan como estrutcturas, a saber, como seles a la uez en'píricos e inteligibles.*

Page 29: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

58 rNrcrAcIóN AL vocABULARIo H ISTóRIco

Es a esta teoría de las sobrestructuras, apenas esbozada

por Marx, a la que nosoüos deseamos conffibuir, reseruan'

do para la historia -ayudada

por la demografía, la tecno'logía, la geogralía histórica y la etnografía- la tatea de

desaruollar el estudio de las infraestructaras proPiamente

dichas,* que no puede ser principalmente la nuestra, puesto

que la etnología es ante todo una psicologfa.

Estas frases son importantes para descartar varios posi-

bles malentendidos enre el estructuralismo formalista y lahistoria: 1) al precisar que este estructuralismo se aPlica a

los esquemas psicológicos 1t a las <tprácticas>> propias de al'gunas formas localizadas de géneros de vida, y no a la <pra'

xis>> humana en general, palabra cuya utilización puede dis-

cutirse pero que a grandes rasgos significa la lucha constante

del hombre para equiparse conra la necesidad; 2) al dar una

buena definición de la <<estructura>>; ente a la aez empírico

e inteligibte; 3) al adoptar la división marxista eritre <<infra-

estructura>> material de las sociedades y <.sobrestructuras>

que implican la intervención de elementos psicológicos.

Sin embargo, estas frases no resuelven todos los proble-

mas:1) ¿Dónde terminan exactamente las <<prácticas)> some-

tidas por el etnólogo al análisis estructural formal? Algunos

párraf-os parecen sugerir que toda <<práctica>>, -incluso en las

,obr.rtrrr.tut"t de las sociedades más complejas, depende

de los mismos métodos. De esta manera vemos a historiado-

res que buscan en las estructuras psicoanalíticas el- secreto

del comportamiento de las masas revolucionarias de 1789

o de 19i7. ¿Acaso no se corre así el riesgo de confundir la

lorna de algunos comPortamientos con el londo de los pro-

blemas sociales que se plantea la historia?

2) Casi se llega a sugerir el reservar a la historia el te-

" El subrayado cs mío.

ESTRUCTURA 59

rreno de las inlraestructuras materiales; pero ni la demogra'

fía ni la tecnología, que con razón se señalan como ciencias

auxiliares de la historia, son independientes de las estructu'ras psicológicas y sociológicas: natalidad, mortalidad, .ritmos

de tiabajo, asimilación o rechazo de los inventos, no pueden

estudiarse al margen de algunos datos <<sobrestructurales>;

la distinción entre <<prácticas)> y <(praxis>> es muy superficial.

)) Y es que en realidad el problema que se plantea a la

historia no es el de las infraestructuras Por un lado y el de

las sobrestfucturas por el otro, sino el de las relaciones es'

tructurales entre los dos niueles diferenciados, teniendo en

cuenta que cualquier esfueruo (y hoy en día abundan) que

tienda a justificat Ia separación, en el análisis histórico, entfe

los diversos <<niveles>> de la estructura global, bajo el pretexto

de la evidente autonomía relatiua de estos niveles, constituye

en realidad un retorno cómodo a los viejos hábitos que üfe-renciaban <<la historia económicar>, <.la historia de las ideas>>,

<la historia política>, <<la historia del arte)>' etc.

Finalmente, resulta bastante curioso constatar que Lévi-

Strauss no cita, entre las disciplinas que pueden ayudar al

historiador a entender las <<infraestructuras>, la ciencia que

Marx, al contrario, consideró como la primera en la que había

podido penetrar el método científico: la <<economía política>llh'o"ár hoy <<ciencia económica> precisamente en la medi-

da en que há podido traducir en términos matemáticos la

mayor parte de sus análisis-.'Ahóra bien, la ciencia económica, cuando menos desde

Quesnay, obviamente a partir de Marx, y de nuevo desde

los años lgSO-L940, admite la noción de ,,estructura)> como

uno de sus fundamentos.

Page 30: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

60 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

L¡ NocróN DE ESTRUcTuRA EN LA crENcr^t scoNóIvrrce

Sobre este tema podemos utilizar un libro serio y claro:Systéme et structures écononiques, de André Marchal (Pa-

rís, 1959). Este libro se plantea con razón las causas de lareaparición de la noción de <<estructura> en el pensamientoeconómico contemporáneo. Para é1 las nociones de <<siste-

mas)> y de <<estructuras)> son <<los insftumentos de análisisy de interpretación que desbrozan el material bistórico parahacerlo utilizable>> (Frangois Perroux), o también <<un víncu-lo sólido entre la visión emplrica de los acontecimientos áis-tóricos y el análisis teórico general necesario para la com-prensión de las relaciones> (\üflalter Eucken).

Démonos cuenta que con ello nos encontramos de nuevoante la relación entre bistoria y teoría económicas, cuya inven-ción Schumpeter amibula a Marx. El retorno (consciente ono, expllcito o no) a Marx se hace a través de la noción deestfuctufa.

Por esta misma mzón André Marchal piensa que la re-

novación de la investigación económica mediante la preocu-pación de las <(estructuras)> se debe a la bistoria del siglo xxen su conjunto: ransición del capitalismo de concurrenciaindividual al capitalismo de grandes unidades, conflictos mun-diales, crisis de 1929, aparición y vitalidad de las economfas

socialistas, problemas del <tercer mundo>> y de la descoloni-zación. La magnitud de estos fenómenos ha hecho imposibleseguir limitando la investigación económica a algunas fórmu-Ias <<puras)>; y ha mostrado la importancia del entorno noeconómico (social, institucional, psicológico) para la compren-sión misma de la economía. Se han buscado <<representacio-

nes estructuralesr> de la economla global: <<modelos> econo-

métricos (Tinbetgen), <<matrices> definitorias de los circui-tos económicos (Leontief), <<contabilidades nacionales>> pre-

ESTRUCTURA 6T

sentadas mediante <<agregados>> (producción, consumo, aho-tto, inversiones, etc.). Pero se ha observado también que los<<movimientos> de la economía (<<ciclos>) depenüan de suestructura (Vagemann, Akerman), que el crecimiento de heconomía no podía separarse de los canbios de estructura(Colin Clark, Rostow). Además de los marxistas (Sweezy,

Dobb, Oskar Lange, Charles Bettelheim), también algunosdiscípulos de Keynes (como Joan Robinson) han destacadolos vínculos de este tipo de investigación con las indicacionesfundamentales de Marx.

Algunos intentos de definición de las estructuras econó-rnicas propuestos de esta manera nos orient arán ya hacia loque se puede llamar <<estructura)> en historia.

Jan Tinbergen sugiere cuatro aproximaciones posibles a

la noción:1) La estructura sería un coniunto de caructerísticas in-

mediatamente obseruables, como las relaciones nunéricas en-

tre producción agrlcola y producción industtial, etc. y más es-

pecialmente los aalores nedios establecidos sobre un períodode alguna lsfl,gitud, y considerados representatiuos de unatendencia profunda de la economfa...

2) El adjetivo estructural, aplícado a un noainiento, se

reservaría a los movimientos lentos de la economía.

3) La estructura se expresaría mediante un conjunto decoelicientes característicos que dieran una imagen economé'trica del medio estudiado y determinaran las vías de sus reac'ciones a determinadas variaciones (ejemplos: coeficiente <<téc.

nico>>, <<psicológico>>, <<institucional>, etc.).4) Finalmente, es posible asimilar la estructura al con-

iunto de datos necesarios para determinar estos coeficientescaracterísticos.

Resumiendo: puede considerarse que una estructura eco'

nómica es un coniunto de relaciones características manteni.das durante un período sulicientenente latgo para que 8u

Page 31: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

62 TNICIAcIóN AL vocABULARro H ISTóRrco

conocimiento permíta prever las reacciones y los movimientos

de una economía.Algunos autores llevarían esta obsetvación hasta asimilar

.rtru.trrr" simplemente con lo que aiene <<dado>> al iniciarse

un cálculo, t"rito por observación como por hipótesis_, es de-

cír, con lo que no-cambia durante el período obsetvado. Pero

tal actitud conduce al absurdo de hacer cálculos económicos

dando por sentado que no se modifican ni la técnica, ni Iadernogáfia, ni las instituciones, etc., lo que sólo puede ser

exact; para períodos muy cortos. Otro peligrg (qge se corre

" *.r.r^do) áe esta definición consiste en.incluir las conclu-

siones de un cálculo en sus hipótesis: si se consffuye un <(mo-

delo>> de desarrollo suponiendo Ia estructura capitalista, es

evidente que el desarrollo propuesto sólo podrá- realizarse en

el conte*io de esa estruct;ra. La aplicación del <<modelo> a

un <(caso)> puede entonces chocar con una estfuctufa aún pre-

capitalista,t ..r..., de valor en una estructufa socialista.'Fin¡áente, los economistas ofrecen dos tipos de defini-

ciones de la estructura.p" primer lugar, una defini ción estática, por ejemplo, la

de Franlois Petroux, <<proporciones y daciones .qile carac-

terizan in conianto ecoiómico>>,Io que invita a ob-servar un

corte: ¿cómo se presentan' en, un momento dado (en la

..rin.-nir>>), las pioporciones y las relaciones de los üversos

factores económicos?----E; segundo lugar, una definición dinánico, como la de

¡. nt..-ín , ,r¿rirnios de un coniunto econónic-o qae' du-

iante un período determinado, aparecen con o relatiaatnente

estables e) relación con los demás>>,lo que invita¿comparar

las curuas, cuyo grado de regularidad o de estabilidad carac-

tetiza una estructura.Pero, tras estas definiciones, cabe preguntarse:

1) éi l. .r,.uctura es válida tan sólo para un período,

¿por qué y cómo se sale de ella?

ESTRUCTURA 6'

2) Si la economía está sometida a las presiones de los

elementos no económicos, ¿cómo intervienen éstos?

Sobre el primer punto, fundamental paru el histotiador,los economistas sólo proporcionan indicaciones difusas y

eclécticas.Sobre el segundo, proponen ala vez varios sectotes y va'

rios niveles, y tratan de superar el aislamiento de la estfuc'

tura económica estudiando los <<sistemas>> (donde lo econó'

mico y lo social sé combinan con lo político, 1o jurídico, lomental, etc.).

Así, pues, el estudio no debería olvidar:

- las estructuras físicas y geográficas

- las esguctufas técnicas

- las estructuras demográficas (por densidades, por edades,

por ocuPaciones)

- las lrtru.t,rtts institucionales (propiedad, estado, sindicatos...)

- las estfucturas sociales (castas, órdenes, clases, movili-

dad...)

- las otrrr.tutrs mentales (jerarquía de las necesidades, ac'

dtudes ante el tabaio,la familia, etc.).

Pero debe encuadrar estas estfucturas patciales dentro de

complejos a los que se da el nombre de sistena.s -combina-

ciones ie estructrrrur-, cuando se trata de estudiarlas teóri'

camente, y más a menudo el nombre de regímezes cuando

se trata de análisis conctetos.Para.terminar, no olvidemos que el mundo, si bien está

<(estructufado>> en gfuPos demográficos, sociales, económicos,

ercétera, lo está trÁbi¿n en grupos étnicos y políticos: de lo

que se deduce otra vertiente de las investigaciones: estruc'

turas regionales en el interior de una <<nación>>, estructuras

nacionales en el interior de un continente, etc'

Si el economista quiere suscitar a \a vez todas estas cues'

tiones, y dado que só1o puede esclarecerlas para un período

Page 32: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

64 rNrcrAcIóN AL vocABULARro H rsróRrco

bastante largo, su trabajo se confundiría en realid,¿d con eldel historiador.

EsrnucruRA E H rsroRrA

La historia se ocupa de las sociedades. pam que estassociedades sean estudiables, es necesario poder e*p'resar lasrelaciones internas a través de un .rqu.*.- de esffrictura.

Pero la historia se ocupa de socieda des en noainiento.Dicho de ouo modo, debe- construir esquemas estructuralesde funcionaniento (y no solamente de relaciones estáticas),y debe dar cuenk no sólo de las principales estructuras teóri-cas existentes en el mundo en tal o cual momento, sino tam-bién de las contradicciones, de las tensiones, que lievan a loscambios de estructura,s, a lo que podríamos-llamar desestruc-turaciones y rqestracturaciones.

A) Estructura y larga duración

Al igual que los economistas, los historiadores se handado pronto cuenta de las diferencias de ritmo en las modifi-caciones de los hechos observados. Volveremos a hablar deesto a propósito de las <<coyunturas>>. Pero, al igual que loseconomistas, han tendido a definir las estructorár como los?narcos de larga duración en los que se inscribe la historia. Asflo expresa Fernand Braudel en un artlculo célebre:

Por estructara, los observadores del hecho social en-tienden una organización, una coherencia, unas relacionesbastante fijas entre realidades y masas sociales. para noso-tros, historiadores, una estructura es sin duda coniunto, ar-quitectura, pero más aún una realidad que el tiempo ctes-

ESTRUcTuRA 65

gasta y arrastra durante un largo período. Algunas estruc'turas, que perviven durante mucho tiempo, se convierten en

elementos estables de una infinidad de generaciones; recar'gan la historia, estorban, dirigen su evolución. Otras se des'

moronan antes. Pero todas son a la vez apoyos y obstáculos.

Obstáculos, se caracterizan como los límites (<<envolfltras>>

en el sentido matemático) de los que el hombre y sus expe-' riencias no pueden independizarse. Pensad en la dificultad

de romper algunos marcos geográficos, algunas realidades

biológicas, algunos límites de la productividad, o tambiénestos o aquellos mandamientos espirituales: los marcos men'tales son también prisiones de larga duración.

He subrayado los términos importantes para la definiciónde esta visión particular de las <(esuucturas>>. Es cierto que

en el curso del mismo artículo Braudel examina los otros rit'mos del tiempo histórico, manifestando mucha repugnanciapor el <<tiempo cotto>> (la <<historia factual>>), pero admitien'do las grandes aponaciones de la historia basada en la <<coyun'

tura>> (ciclos), y tomando varios ejemplos de <<modelosr> (ca'

pitalismo comercial, etapas de las unidades mediterráneas,

sistemas monetarios de los tiempos modernos), sin olvidarlos de Manr (<<el primetro en fabticar auténticos modelos so'

ciales>).Perc en caanto a la noción de estructua, la única que,

al parecer, le permite abrigar la espetanza de rivaltzat con las

ciencias humanas formalizables, Fernand Braudel concluye

netamente que para él se circunscribe a la <<reducción en elespacio> y a la <<larga duración>>.

Los peligros de una tal concepción de la esuuctura nos

parecen ser los siguientes:1) <<Reducir al espacio> los problemas históricos, insis-

tir en vna <<geo-historia>>,llama útilmente la atención sobre

el peso de determinados climas, sobre la larya estabiüdad de

determinadas formas de vida -manshumancia-;

pero tam'

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66 rNrcrAcróN AL vocABULARro H rsróRrco

bién: en un caso, si todo queda en vaguedades, se exagera laimpresión de que el hombre es <<prisionero> de ello (cuandose evade a través de la técnica); en otro caso, si se intentanprecisar, matematizar las leyes de la <<ecologla>> (instalaciónde los hombres en relación con los factores geográficos), se

puede caer en un determinismo geográfico que los restantesfactores de la historia vuelven a poner, en realidad, constan-temente en cuestión.

2) Definir las <<estructuras)> que rigen la observación delhistoriador por los <<obstáculos>>, las <<cárceles>> <<de las que elhombte y sus experiencias no pueden indepenüzarse)> es pre-ferir (volviendo al lenguaje de Lévi-Strauss) la historia <<fría>

a la historia <<calienter>, las <<prácticasr, (que sólo tienen unsentido psicológico) a la <<praxis>> que destruye los obstáculos

¡r abre las cárceles; finalmente, es correr el peligro de llamarla atención sobre la resistencia de las superaiaencias (queexiste, pero termina por ser vencida) en detrimento de lasfueruas, materiales y espirituales, de la innouación.

t) Si bien la lógica de algunas <<prácticas)>, en el campode la etnología, puede formalizarse, matematizarce, ¿es posibleacaso intentar ttatar de la misma manera las estructuras depensanien¡os formados históricamente (Braudel cita el sistemacultural del bajo imperio romano, el <<instrumental mental>>

del siglo xv, el <<espacio pictórico> de los clásicos, etc.)? Dehecho, por haber querido encerrar de esta forma los diversosmomentos del <,saber)> en <<cárceles de larga duración>>, en<(estratos arqueológicos)>, Michel Foucault ha dado una inter-pretación personal y puramente literaria de la formación de

los diversos <<saberes>, pasando, sin verlas, al lado de verda-deras innouaciones, independientes a menudo de las vieiasestructuras, pero que anunciaban otras nuevas. Y es la inno-aación lo que el historiador deberla empeñarse en resaltar.

ESTRUCTURA

B) Estruct:ura y nodo de producción

67

El historiador debe desconfiar de dos tipos de <<modelos>>:

1) Los modelos que se presentan como uniaersales yeternos; como ejemplo podemos tomar la proposición deMalthus: los recursos crecen en progresión aritmética, el nú-mero de hombres en progresión geoméuica. La proposiciónsugiere observaciones interesantes sobre la relación hombres-recursos y sobre los <<techos>> impuestos al desarrollo demo-gráfico en el curso de la historia, pero es evidente que no esaplicable ni siempre ni en todas partes, dado que el hombrepuede ocupar espacios nuevos e inventar técnicas.

2) Por el contrario, los modelos muy complicados toma.dos de la observación enpírica de ln caso corren el riesgode no ser válidos más que para este caso.

Hay que encontrar, pues, en el espacio y en el tiempo, elmarco iegítimo de modelo estructural utilizable en historia.

Hasta el momento, el mejor marco parece ser el propues-to po¡ Marx: la noción de <<modo de producción>>. Aquí nosIimitaremos a desarrollar las relaciones de esta noción con lade <<estructura>.

Un modo de producción es una estractura que expresaun tipo de realidad social total, puesto que engloba, en lasrelaciones a la vez cuantitatiuas y cualitatiaas, que se rigentodas en una interacción continaa: 1) las reglas que presidenla obtención por el hombte de productos de la naturaleza y 7a

distribución social de esos productos; 2) las reglas que presi-den las relaciones de los hombres enue ellos, por medio deagrupaciones espontáneas o institucionalizadas; 3) las justifi-caciones intelectuales o míticas que dan de estas relaciones,con diversos grados de conciencia v de sistematización, losgrupos que las organizan y se aprovechan de ellas, y que se

imponen a los grupos subordinados.

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68 rNrcrAcróN AL vocABULARro H rsróRrco

La colterencia de este conjunto justifica su calidad de es-

tructura: es posible dar un modelo teórico, econométrico, delos elementos materiales del modo de producción: producción,intercambios, acumulación, distribución...; pero no es impo-sible concebir el modelo iurídico-político que permite a laestructura económica funcionar según su propio modelo yseñalar de qué manera el conjunto sólo puede realizarse den-tro de un marco de ideología, de creencias y de prácticas coti-dianas que no esté en contradicción con"la economía y la organización social dominantes.

El modo de producción es, pues, casi por definición, unaestructura, y si en esta estructura hay diferentes <<niaeles>>

(económico, sociopolítico, espiritual), estos niveles son inter-dependienfes, incluso cuando manifiestan, en tal o cual fase

de su desarrollo, una cierta tendencia a la autonomia.La necesidad de elabow este esqaeffia estructuruI es la

de todas las ciencias: se trata de poner de manifiesto la lógicainterna de un sistema que queda difuminada por la observa-ción empfrica, sea cual sea, por otra parte, la imagen emplea-da para expresar esta lógica oculta (<andamiaje>>, <<patrón>>,

<<anatomía>>, red de comunicación, etc.).El esquema estructural del modo de producción capita-

lista lo ha elaborado Marx. La ciencia económica, en el actualmundo capitalista, perfecciona incesantemente los análisis par'ciales de la estructura económica de este modo de produc-ción, pero afirmando siempre el principio de su permanencia,

y olvidando a menudo los aspectos no económicos del sistema,

con lo que las conclusiones económicas tesultan frágiles.Recientemente se han llevado a cabo esfuerzos (Pórshnev,

Kula) para elaborar de forma más sistemática que antes elesquema estructural del modo de producción feudal; para los

modos de producción menos próximos a nosotros, sólo exis'ten, en el estado actual de la investigación, anáüsis insuficien-

tes. El modo de ptoducción socialista se ha instaurado de

ESTRUCTURA 69

forma más consciente que los otros, y por lo tanto sobre bases

teóricas en principio claras; pero la experiencia muestra quewa estractura global (juego de la sse¡e¡¡(¿-instituciones-ideología) no se instala sino a través de largos tanteos y deluchas difíciles.

Y la historia la componen tanto la observación de lasesmucturas establecidas como la observación de las luchasy de los tanteos.

Es necesario, pues, una vez adquirida y utiluada la no-ción esttuctural del <modo de producción>>, subrayar los ca-

racteres que distinguen esta noción de toda concepción dog-

mática de la <<estructura>.

En primer lugar, no se trata de un esquema uniaersal(hasta el momento son siempre varios los modos de produc-ción que coexisten y, al buscar esquemas que sirvieran para

todos, se podría desembocar en perogrulladas).En segundo lugar, flo se trata de realidades etelnas (como

gustosamente lo han hecho creer las clases dirigentes de cada

modo de producción), ni tan sólo de realidades de duraciónmuy, muy larga (del tipo de aquellas a las que Fernand Brau'del reserva el nombre de estructura).

En tercer lugar, no se trata de fórmulas que engloben todala realidad social concreta, sino solamente de la reaüdad do'minante, la que determina, en una sociedad, los procesos de'cisivos.

En cambio, los cinco o seis ejemplos de modos de pro'ducción coherentes que nos proporciona la historia son cla'ramente <(estructuras)> que han estado o están todavla bas'

tante extendidas, gü€ han durado (o todavía duran).Finalment., .orno hemos subrayado ya, el estudio histó'

rico es estudio áe mouimiento, de cambio. Por este motivo(y Marx lo ha demostrado brillantfsimamente), t) la estrac'

tura de un modo de producción es una estructura de funcio'narniento (y no una simple cuestión de <<relaciones)> y de

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70 INICIACIóN AL VOCABULARIO H ISTóRICO

<(p¡oporciones)> estáticas), y 2) la esrucrura de funcionamien-to de un modo de producción comporta y genera contradic-ciones, y seguirá haciéndolo mientras no se trate de un modode producción totalmente consciente y científico.

En el terreno económico, estas contradicciones generancrisis, y en el terreno social, luchas de clases.

Ahora bien, las desestructuraciones y las reestructuracio-nes en que consiste la historia se desencadenan a través deljuego de las crisis y de las luchas de clases combinadas.

Concluyendo: el conocimiento de una estructura (bajola forma de un esquema fundamental) es necesario; pero noes saliciente paru el historiador.

C) Del nodelo a la realidad concreta: uso de la nociónde estructura en la inuestigación

El historiador no debe repetir eternamente consideracio-nes sobre los esquemas de estructura de las situaciones con-cretas que estudia. Debe comprobar estos esquemas, contras-tarlos con la realidad concreta.

Es en este eiercicio donde encontrará la ocasión paracombinar el esquema bistórico por antonomasia, que es el

de los modos de producción, con las otras concepciones deestructura que hemos encontrado, y que a veces son más arn-plias que la del .,modo de producción>>, v a veces, al contra-rio, son más parciales.

1." Estructuras de larga duración y nodo de produc-ción. - Cuando va no se trat¿l de un análisis teórico v gene-

ral, sino de un análisis conueto .v localizado, es evidente que

hay que tener en cuenta los elementos característicos de la

estructura de un país, que saperan en duracióz la fase delmodo de producción: por ejemplo las ,rpermanencias>> puestas

ESTRUCTURA

en primer plano por Braudel, ya sean puramente físicas (clima,relieve), ya sean combinaciones geoeconómicas cristalizadas enuadiciones, en hábitos humanos (transhumancias, tipos deciudades, etc.). En este sentido, las relaciones feudales, porejemplo, han podido depender en gran medida de la dispo-sición de los temenos (valles, parajes defensivos...) y el capi-talismo industrial de la situación de los recursos (transportesfluviales, minas de carbón...).

La distribución espacial de los hombres, de las comuni-caciones, de los recursos forma, pues, parte de las estructurasde un país

-en este sentido, la carto grafía es un instrumentode análisis fundamental-, pero no se trata de lactoreJ eter-nos y absolutos, puesto que, al contrario, cada modo de pro-ducción aptovechará una distribución más que otra, desarro-llará un tipo de distribución más que otro. Observemos que

este análisis se puede incluir en el de las laerzas productiuas,

cuya estructura misma es característica, en su base, de un'<<modo de producción>.

Como un caso concreto comPorta siempre, además de laelección espacial (tal país, tal región), una elección temporal(tal siglo, tal período), es importante tazar un cuadro es'

tructural de las permanencias geográficas puramente natura'les o adquiridas históricamente al principio del periodo, y ob'servar, desde el ángulo de las luerzas productiuas, cuáles son

los elementos que pueden lauorecer y cuáles los que pueden

frenar tanto el funcionamiento cuanto el nacimiento y la deca'

dencia del modo de producción estudiado. Los tnapas escalo'

nados en el tiempo muestran entonces en qué medida estas

<(permanencias> continúan imponiéndose, o bien retroceden

¿nte otros factores.Las mismas reflexiones pueden aplicarse a las realidades

humanas de larga duración: estructura espacial de los grupos

caracterizados por soüdaridades muy antiguas de tipo elno'grálico, Iingüístico, tribal, etc. La estructura de distriburción

7l

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l-

72 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

de los grupos étnicos es un tipo de realidad de larga dura-ción; su constitución en <(nación>> consciente de esta comu-nidad y que intenta organizarse en estado es una realidadhistórica que aparece con algunos rasgos del capitalismo. Porlo tanto, el conocimiento de estas distribuciones (geografíahistórica) constituye igualmente una investigación estructurala rcaltzar (también aquí mediante la cartografía).

Observemos que la permanerlcia de una lengua, de uirfolklore, de <<prácticas>> de diversos tipos, que desempeñanun papel tan importante en las <<etnias>>, forma parte de lasestructuras nentales de larga duración que hemos enconmadotambién en las indicaciones de Braudel. Para un historiador,el problema consiste en saber si, en las <<desestructuraciones>>

y en las <(reestructuraciones>> de ouo género, de un modode producción a otro, tal o cual tipo de <(estructura mental>>

reluerza o debilita la antigaa estructura global, acelera o re-trasa el paso a Ia nueaa.

Puede darse, por ejemplo, que viejos rasgos étnicos fre-nen la transición al capitalismo, pero la conciencia de <na-cionalidad>> puede aceleratla. Por ejemplo, la solidaridad en-tre feudalismo y catolicismo convierte el nacimiento del pro-testantismo a la vez en efecto y en factor de reforzamiento(no en <(causa)> determinante) de la instalación del capitalismo.Y en algunos pueblos, en algunas regiónes, sucede, al contra-rio, qüe est^s largas superaioencias de estructuras mentalesantiguas conservan algunos rasgos de estructutas sociales mu-cho más allá de las revoluciones que las han destruido jurldi-camente (supervivencias del diezmo en pleno siglo xrx, en lospueblos del oeste francés, y de obligaciones colectivas, bienescomunales, etc., a pesar del individualismo agtario catacte-rístico de la estructura capitalista).

Por ello, todo estudio de estructura, aplicado a un caso

concreto, debe desbordar con creces los marcos de la estruc-tura dominante.

ESTRUCTURA

2." Análisis parciales de estructura en el seno de un mo.do de producciótt.

- Si bien el esquema esuuctural del <<modo

de producción> debe expresar el cáiácter de <<totalidad>> y,por lo tanto, debe concebirse como una coherencia teórica,en cambio, en el curso del análisis, los estudios parciales deestructura constituyen un instrumento necesario para el his.toriador.

Desgraciadamente, puede suceder incluso que el historia-dor, por las dificultades de su oficio, se vea obligado a espe-

cializarse en un análisis parcial; será historiador de la econo.mía, o sea, de las infraestructuras, historiador de la pollticao de las instituciones, historiador de las ideas o de las repre-sentaciones _religión, arte_, o sea, de las sobrestructafas,

Hay que insistir en la necesidad de pensar globalnen'tela bistoria, a la vez'en todas sus relaciones estructurales y entodos sus movimientos, pero no debe obviarse que la inves-tigación es ante todo una ayuda, un instrumento paru el aná-

lisis concreto, y no un resultado, un descubrimiento, de éste.Asl, pues, es legítimo, si bien no siempre suficiente, rea.

lizat inaestigaciones estructurales parciales, como elernentos deinlornacióz sobre las esuucturas.

En estos análisis pueden distinguirse las informacionesestáticas,las inlornaciones din,árnicas, a cada niuel de la rea.lidad estudiada (economía, derecho, polltica, ideología), y lasinvestigaciones sobre las relaciones recíprocas entre estos ni-oeles. Los instrumentos de las informaciones estáticas son latabla, eI corte; los instumentos de las informaciones di.námicas son las caraas; las investigaciones sobre las relacionesenfte los niveles de estructura pueden tener como insffumen.to el nodelo, pero a menudo nos hemos de contentar contratarlas como problemas.

a) Tablas y cortes. Nos limitaremos a unos ejemplos:

- Un censo da un corte de la población en un mo-mento de su desatrollo; los cuadros y gráficas que de él se

7'

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74 rNrcrAcróN AL vocABULARTó HrsróRrco

deducen exigen el reparto espacial (densidades), la distribu.ción por sexos, pot edades (pirámide de edades, ejemplo degráfrca estructural), Ia disnibución pot grupos socio-profesio-nales. Un corte de este tipo informa sobre las proporcio-ttes y las relaciofies, pero da pocos datos sobre la evolución yel funcionamiento de la sociedad; en cambio ,los censos esca-lonados, si son regulares y homogéneos, permiten constatarmodit'icaciones de estructura (que luego hay que explicar).

- Una tabla <<inpat-oatpilt>> (entradas-salidas, compra-venta, producción-consumo) del tipo inventado por Leontiefpara las estructuras de la economfa americana, es una tablade doble entrada, que puede ser muy simple o muy compli-cada, donde los grupos de agentes o de actividades económi-cas se inscriben de tal forma que sea posible enconrar loque cada uno da y lo que cada uno recibe de los restantesgrupos; también en este caso se trata de una tabla estática,que expresa las relaciones entre las actividades económícasefr aft momento dado, pero estas tablas pueden realizarseanualmente, decenalmente, etc.

- Los mapas son cortes de estructura que expresan lasdisribuciones espaciales de la población, de los recursos, delconsumo, etc.

- Las tablas y los <<histogramas>> (gráficos que represen-tan las proporciones) pueden elaborarse para precisar y re-presentar la estructara de las fortunas, la estructura de lasrentas, en un espacio dado, en un momento dado.

- Los <<organigramas>> son representaciones estructura-les de una organización

-empresa, estado, adminisuación-

en las que se evidencian las relaciones (jerarquía, intercambios,canales para las instrucciones y las órdenes, etc.).

Los ejemplos de estos cuadros esuucturales podrlan mul-tiplicarse.

b) Las curuas. En principio, las curvas se utilizan sobretodo para expresar los hechos de coyuntura (cf.. el próximo

ESTRUCTURA

capítulo). Sin embargo, la aproximación y la comparación de

los tipos de curva que caracterizan un sistema económicopueden tomar un sentido estructural. 1) Las curvas que ex-presan los ciclos y las crisis de las economías precapitalistasmuestran algunos de los caracteres propios de estas economfas

-dependen de las cosechas, de la meteorología, que imprimen

sacudidas serias a la demografía-; las curvas que expresan

los ciclos y las crisis de la economía capitalista muesran, al

contrario, que estos ciclos y crisis (que dependen de la indus-tia), tienen menos repercusiones sobre la demografía, etc. Eneste caso, el tipo de coyuntura sirve para analizar la estruc'twa. 2) Si se¡representan algunos hechos (movimiento de los

precios, movimiento de la producción) durante un petíodo

suficientemente largo, se ponen en evidencia inflexiones brus'cas, hechos no reversibles (desaparición de algunos produc-

tos, techos alcanzados por algunos precios, etc.) que signifi'can cambios en las estructuras económicas.

c) Modelos y problemas. Un eiernplo: un país protec-

cionista -que impone derechos de aduana fuertes a las im'

portaciones- se transforma en librecambista. Como resul-

tado de la competencia cambiarán su comercio exterior y su

producción interior. Los economistas pueden esbozar un <(mo'

delo> de esta economía antes y después del cambio de <politica económica>>. Pero el historiador se pregunta: ¿por qué

este cambio? Se plantea entonces el problema de las rela-

ciones entfe los intereses económicos y las decisiones políticas(relaciones de niuel). Para resolverlo debe recurrit a archivos

y publicaciones (discursos, campañas, comisiones, grupos de

presión, etc.).Hoy día incluso las estructuras ideológicas son obieto de

investigaci ones cuantitatiuas mediante el análisis estadístico

de los libros publicados (bibliomeuía), de las palabras emplea'

das (lexicometría), de los temas ratados, del público a que

se ha llegado, etc.

75

Page 38: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

r76 rNIcIAcróN AL vocABULARIo HISTóRIco

D) Microestructuras y lltacroestractaras

El historiador, como el economista, tiene genetalmente

interés en colocarse, para su obsetvación, ante grupos bastan'

te ampüos: estudia, cuantitativa y cualitativamente, los gran'

des rasgos estructurales de una nación, de una región, de unconjunto geográfico.

Sin embargo, no hay que despreciar él interés de las mo'nografías que permiten una <<micro-observación>, a menudo

teveladota. Una ciudad o una pequeña región agraia pueden

aportar muchas informaciones sobre las estructuras de una

sociedad, siempre que se tengan puntos de comparación o se

multipüquen las monograffas.Pero existen sobre todo organisnos típicos de una socie-

dad: en el caso del régimen económico feudal, un señotlo te-

vela el mecanismo de luncionamiento, por la base, de la socie-

dad señorial. En el caso del régimen capitalista' una empresa

revela el mecanismo fntimo de éste.

Combinar la observación de las microestructuras con el

análisis de las esructuras globales es' pues, un método fe'cundo.

Sin embargo, debe recordarse siempre que un caso no

puede ser representativo de un tipo de estructura con una

validez ampüa.Pero mientras que los <<cortes>, las <<curvas>' los ma-

pas y las tablas dan sólo información sobre las estructu-

t^t ,rporriales>>, una micro-observación bien llevada puede,

al conirario, constituir un testimonio sobre el necanisn o esen'

cial que car'actetiza una estructura globalz el mecanismo de

ganaicia en una empresa capitalista es el mismo que el de la

clase capitalista en su coniunto.En iambio, no se sigue de ello que la misma empresa, típi-

ca del funcionamiento íntimo del modo de producción, pueda

ESTRUCTURA

testimoniar sobre el nouimiento de ganancia en toda la so.ciedad dur4nte un período determinado. Por tanto, una etn-presa aisháa (o un señorío aislado) puede utilizarse mejorpara entender la <<estructura)> que para entender la <<coyun-

tura>, es decir, los movimientos cuantitativos de una econo-mía, a los que nos referiremos a continuación.

77

Page 39: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

COYUNTURA

Page 40: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

7

L¡, NocróN DE coyuNTURA

En el sentido más general,la <(coyuntura)> es er coniantode las condiciones articuladas entre sl que camctetizan unruonento en el movimiento global de la materia histórica.

En este sentido, se rata de todas las condiciones, mntode las psicológicas, políticas y sociales como de las económicaso meteorológicas.

En el seno de lo que hemos llamado la <<estructura> deuna sociedad, cuyas relaciones fundamentales y crryo princi.pio de funcionamiento son relativamente .rtrbl.t, r. d.tr enconüapaftida unos movimientos incesantes que son resultadode este mismo funcionamiento y que modifican en todo mo.mento el carácter de estas relaciones, la intensidad de losconflictos, las relaciones de fueva,

Para el hombre de acción, examinar la coyuntura equivalea definfu el momento. La noción de coyuntura está muy pre-sente en Lenin, entre Ia meditación sobre la estructura dela sociedad y la elaboración de las consignas de acción. Unavoz que en otro tiempo nos fue familiar decfa: <<Siendo lascosas lo que son...>.

Pero en el uso de la palabra coyuntura hay precisamenteel riesgo de abandonarse a lo fácil: <<en Ia coyuntura actual,se puede... o no se puede...>. A menudo no es más que pre-texto, sucedáneo de análisis más que análisis real, debido aesa terrible dificultad de la política y de la historia que repre.

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r 82 INIcIAcIóN AL vocABULARro HrsróRrco

senta la complejidad de los factores, la frecuente imposibi-lidad de proceder a su medición. L^ t$ea del historiador con-

siste justamente en establecer vlnculos entre lo que puede

ser medido y lo que no.Lo que puede ser medido y que, por lo menos hasta un

período muy reciente, parecía obedecer a movimientos es-

pontáneos, susceptibles de ser estudiados como un fenómenonatural, son los indicadores económicos: precios, salarios' ta-

sas de interés, producción, cotiz ciones de bolsa, etc. Su ex-

presión numérica vatía según movimientos coordinados cuyos

mecanismos pueden ser estudiados: orientaciones al alza, a Ia

baja, con tendencias dominantes, a plazo más o menos largo,

alternancias cíclicas e inversiones de tendencia más o menos

bruscas bajo forma de <<crisis>. Estas regularidades y esta

posibilidad de cuantificar han llevado a considerar en ptimerlugrt los aspectos económicos de la coyuntura. Esta se ha con-

veitido en una de las ramas de la ciencia econórnica. Y los

historiadores, pafa sus propios análisis, han procurado utilizarsus resultados y ampliar su base emplrica.

En el siglo xrx había llamado la atención de los estudio-

sos la reiteráción periódica de las <<crisis>>: hundimientos de

la bolsa, caída de la demanda, de los precios, mano de obra

anojada al paro fotzoso. Say, Sismondi, Marx, Juglar (cuyo

tto.br. sirvió para designar este tipo de cdsis) las describie-

ron y las interpretaron. Pero también se observó otras series

,u..riuu, de téndencias: Emile Levasseur, a propósito de la

<<cuestión del oro>, durante la década de 1850, observaba

en la historia 14 inversiones impoftantes de tendencia en las

relaciones entfe el precio de los metales preciosos y el de las

mercanclas en general (tendencias a largo plazo de los pre-

cios expresados en oro).A principios del siglo xx la idea dela p-reaisión de las ctisis

(puesto que parecí.n ob.de..t a las leyes de una cterta periodi-

.i¿r¿l pitó i ser una preocupación fundamental de los econo-

GoYT.JNTURA 8,

mistas, y se crearon institutos para la observación de los lndi.ces económicos: el <<barómeuo de Harvard>>, el Institut ftirKonjunkturforschung de Ernst \Wagemann en Alemania. Perola crisis más justificadamente famosa de la historia contempo.ránea,la de 1929, no fue evitada y resultó decisiva para impo.ner en las mentes de los economistas, de los políticos y delos historiadores la idea de que el movimiento espontáneode los fenómenos económicos -la coyuntura- era sin dudaun factor histórico fundamental.

Entre L950 y 1970 las intervenciones calculadas en la vidaeconómica

-planificaciones, inversiones públicas, modificacio-

nes monetarias, manipulaciones de la tasa de interés- hicie-ron pasar a segundo plano, durante algún tiempo, la preocu-pación por los ciclos y las crisis, gü€ sin embargo seguían ten-diendo a manifestarse en las economías de libre empresa,aunque su magnitud se haya visto reducida. ¿Se había llegadorealmente a una economla self-sustained, koniunkturlos, talcomo se pretendfa? Los años 70 han revelado ouo tipo decrisis.

En cambio, quiero subrayar la diferencia de actitud, antetales fenómenos, entre el economista y el historiador. El eco-

nomista busca las causas, con obieto de prever, de prevenir.El historiador se preocupa, a propósito del pasado <omo elpolítico a propósito del presente-, no sólo de las causas,

sino también de las consecuencias de las crisis: choques so-

ciales, modificaciones en los ingresos, aumento de las rivalida-des internacionales, etc. Para ello, aun suponiendo que en elfuturo el papel de las crisis estuvieta llamado a atenuarse, se-

guiría comespondiendo al historiador la tarca de teconstituirsu papel en tiempos pasados, su lugar en la historia.

Entendámonos, sin embargo, sobre un punto, no siemprepercibido con claridad. Estoy pensando en la3 obieciones deliristoriador soviético Boris Pórshnev al método de andlisishistórico <(coyuntural> de Ernest Labrousse aplicado al si.glo xvrrr francés. Pórshnev habla comprendido que se trata.

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84 rNIcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

ba de convertir las <<crisis de subsistencia>>, las hambres pe-riódicas, en <(causa>> de las agitaciones sociales ¡ €ri defini-tiva, de la Revolución francesa misma. Estimaba que en rea-lidad tales conflictos, esta ¡evolución, surglan de las contra-dicciones de clases, de las esffucturas internas de la sociedad.Naturalmente, tenía nzón. Pero la historia coyuntural deErnest Labrousse no decía lo contrario, sino lo mismo, peromostrando: 1) que la tendencia económica predominante delsiglo xvltr -el <plazo largo> de la coyuntura-, al desarrollarlos medios económicos de una burguesía, agudizaba, y final-mente hacla superar de manera revolucionaria, las contradic-ciones entre el poder económico de esta clase y sus inferiori-dades jurldicas y pollticas; 2) que las crisis de subsistencia a

corto plazo, añadiéndose a situaciones de malestar bastantegeneralizado debidas a coyunturas meüas de estancamiento,podlan combinai las violentas rebeliones de masa a las volun-tades de dertocamiento del sistema polftico surgidas del plazo

largo, lo cual se produce en 1789. Esto no significa que la<(coyuntura>> sea la <<causa>> de estos grandes acontecimien'tos que derrocan las estructuras. Pero permite seguir s! pre'paración y explica las lecbas en que tienen lugar. Digamos

que .hay más <<probabilidades,> de que estalle un motln en

tiempo de hambre que en un año de buena cosecha. Esto no

significa, sin embargo, que el motln vay^ a estallar necesaria-

mente, y menos aún que vaya a transformarse en revolución.

Pero si hay confluencia (coyuntural) enue agudizaciones má-

ximas de las contradicciones sociales a niveles diversos, se

reúnen las condiciones revolucionarias. Tal es el sentido del

análisis coyuntural.Una váz hechas estas observaciones, ¿cómo observar las

coyunturas económicas? ¿Cómo vincularlas a la historia so-

cial y a la historia a secas?

íl Los signos más fáciles de observar, de cuantificar, en

este ámbito de las coyunturas son los moaimientos de los

COYUNTURA 85

prrrro, d.e las mercancías. Sus fluctuaciones constituyen lrimayoúa de las veces la base documental fundamental. Cuida'do: Ios precios no son la causa del movimiento; son tambiénelecto suyo; y sobre todo son, en primet lugar, el signo delmovimiento, lo cual no les impide convertirse a su vez en

<(causa>> (si bajan demasiado de prisa, se teducen los estfmu-

los'para las iniciativas económicas; si suben demasiado de

prisa, ponen la vida más difícil al consumidor). De hecho hay

que observar toda la actividad económica en su conjunto:producción, intercambios, empleo, incluso la población, y te-

laciones entre el movimiento de los precios y el de los ingre-

sos (salarios, beneficios, rentas). Un estudio basado exclusi'

vamente en el movimiento de los precios correrfa el riesgo

de ser engañoso por simplificación. Pero dicho movimiento

sigue siendo el instrumento nás accesible pan la recons6uc-

cián histórica, v es indispensable. Es el meior <<indicador>.

2) Los economistas pueden llegar a diseñar <<modelos>>

matemáticos de la coyuntufa. A condición de que se manten-

gan dentro de lo económico. El historiador diflcilmente po-

árá matem attzat las relaciones entre un movimiento precios-

salarios y las probabiüdades de un g¡ovimiento ,social. Pero

tiene que proceder a.anahzar al mismo tiempo- datos econó.

micos v artpt no económicos. Al saber lo que ha ocuffido y

al poder cuantificaf ciertos datos, puede,proceder a un aná-

lisis <,causal>> oryos elementos sean los diversos. aspectos de

la coyuntura. Si se hace una <<historia económica> o una in'vestigación de <<historia sociopolítica>> de Ftancia en 1920 ig'norrrrdo, b deiando de señalar, que el coste de Ia vida aumentó

en un 9 % cada mes durante los tres primeros meses, est.

significa Jigámoslo asl- deiar de lado por Io menos ano

de los factores a tener en cuenta.

Examinemos ahora las grandes llneas de una historia ge-

neral en sus relaciones con las coyunturas económicas en pla''zos

de una u otra magnitud.

Page 43: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

r-

86 rNrcrACróN AL vocABULARro H rsróRrco

Los nouimientos de duración nay prolongaday los mouinzientos <<secularcs>>

Siguiendo criterios muy generales pero nada imprecisos,pueden constatarse tendencias de muy larga duración comu-nes por lo menos a mundos homogéneos. Si tomamos, porejemplo, el occidente cristiano a partir de los últimos tiem-pos de la antigüedad, es evidente que entre los siglos v o vry el x la población es muy escasa, las comunicaciones diflciles, la vida económica se reduce seguramente no a una <<eco-

nomla natural>> totalmente cerada pero sl probablemente a

una economla agtícola muy poco orientada hacia el intercam-bio, con una vida urbana reducida al mínimo y una circula-ción monetaria muy limitada. Señalemos que, en contraste conel mundo cristiano, el musulmán se hallaba entonces en ex-pansión con una actividad tendente a concentrarse en lasciudades, de Bagdad a Córdoba, y una amplia circulación demonedas de oro. Si contemplamos, pues, el mundo entero enlugar de limitarnos siempre a Europa, cabe distinguir (<zonas

coyunturalesr> más que <(coyunturas mundiales>>.

Para ceñitnos, no obstante, a lo más conocido, hay que

saber que, desde linales del siglo X a coruienzos del XIV, eloccidente cristiano affaviesa una prolongada coyuntura de

auge, esto es: aumento general de la población, rotutacionesmasivas de tierras y consiguiente inctemento de la produc-ción agrlcola (seguramente menos que proporcional al de lapoblación, pero sin embargo suficiente para no entrar en con-

tradicción con este crecimiento), multiplicación de los inter-cambios internos y exteriores, expansión militar (cruzadas),

renacer de la economfa monetaria (y ^l

final basada en el

oro), ascenso deficientemente conocido pero cierto de los pre-

cios, vida urbana que -en ciertos márgenes (Flandes, Ita-lia)- se orienta incluso hacia la producción industrial con'

COYUNTURA 87

centrada (Florencia) y .l gran comercio (Venecia, ciudades

hanseáticas).A la inversa, desde conienzos del siglo XIV basta eI úIti'

mo tercio del W , se asiste a un encadenamiento de catástro'fes (pestes y hambres) con hundimiento de la población, aban'

dono de tierras, caída indudable de la producción global, cri'sis de las grandes actividades comerciales, tendencia al estan-

camiento o alabaja de los precios (combatida por inflaciones

monetarias artificiales); cuando la crisis se agudiza, se cons-

tatan luchas sociales intensas, y esto coincide con la época

de las guerras de larga duración (guerta de los Cien Años).

No hay que sacar la conclusión de que había una inactividadcompleta, ni situaciones absolutamente genenlizadas de mi-

seria. fncluso hacia el final de este perlodo, la concengación

sobre las mejores tiemas de una población menor y la meiora

de las técnicas de producción -meiora

que tendió a hacer

disminuir los precios de los artículos de consumo masivo-han hecho posible que se haya hablado de <<edad de oro de

los trabajadbres, (entendamos por ello: perfodo excepcional-

mente favorable al salario frente a los precios). Pero esto

mismo acaneó una recuperacióndernrcgnífica, y, hacia 1470'

l475,la <<coyuntura latga>> si*invirtié y pudo asistirse a una

nueva fase de <<expansi6nr> econó.t¡¡ica (que, a Ia larya, vol'verá a ser desfavoiable'a la remuneración del trabaio).

Efectivamente, desde linales del siglo W hasta finalesdet )(VI o hasta las prineras décatdas del Wfi, sucediendo

al aumento demográfico, tienen lugar inventos, descubrimien-

tos, es una época de actividad que se multiplica, de intercam-

bios que .r.i.rr, de alza úpida de los precios, de veloz for'mación de fortunas y de lujo en las cottes, pero sin revolución

técnica agrícola en la base, 1o cual da lugar a una .lisminución

de los -édior de vida entre las masas campesinas; desde fina-

les del siglo xvl menudean en casi todas paftes catástrofes

del tipo hambre-Peste.

Page 44: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

F

88 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

El siglo XVil, entre fechas que deberían fijarse con mayorexactitud y que vatían de una región

^ otta, fue un siglo de

depresión económica relativa. Después de haberse habladomucho, sobre todo a propósito de Francia, del <siglo xvrr trá-gico>>

-que corresponde sin embargo a triunfos militares y

diplomáticos exteriores-, se tiende hoy a insistir en los ma-tices cronológicos y regionales. Está comprobado que la baiade precios, signo de depresión coyuntural, empieza en Españacon el punto de inflexión de los años 1600-1610 ¡' que, alcombatirla con una infación artificial de moneda de cobre,se acentuó en este pafs la <<decadencia> catastrófica de la eco-

nomla. En Francia la depresión empezí más tarde, y las gran-

des oleadas de miseria rural corresponden a finales del siglo(cÍ.La Bruyére, Vauban). Los años centrales del siglo vienenmarcados, en la Europa cenmal, por la <(guerra de los TreintaAños>, que despobló terriblemente provincias enteras de Ale-mania. Pero en fnglaterra, desde el siglo xvrr, tienen lugarmansformaciones en la técnica agrfcola, gétmenes de <,revolu-

ción indusmial> y ganancias considerables en el comercio ma-

rítimo, que, tras la revolución polftica de 1688, convierten

este pafs en el primer escenario de un vigoroso cambio de

coyuntura.El siglo )frlln, entre hitos cronológicos que varían de un

pafs a otro y que son obieto de controversia, se presenta enconiunto -y en regiones del mundo tan distintas como Eu-ropa, México y China, por eiemplo, lo cual no deia de plan-tear ptoblemas curiosos- como un largo período de creci-miento demográfico, de ascenso de la producción (pero pro-bablemente no proporcional, por lo menos no en todas par-tes, al incremento del número de seres humanos), de alza áelos precios, de estímulo a la empresa espontánea, de multi-plicación de los intercambios y finalmente, en ciertos lugares,de innovaciones técnicas y de industrialización.

coYUNTURA 89

Algunas observaciones sobre estos <(períodos largos>> o,mejor, sobre los problemas que plantean a la reflexión:

Ptimeramente, se discute sobre las dimensiones exactasde los cambios de tendencia y sobre su localizaciín; el pasodel desatrollo de la Antigüedad

-esencialmente mediterrá.

neo- al estancamiento medieval pudo durar varios siglos:el fin de la expansión medieval del occidente europeo corres.ponde a comienzos del siglo xrv (hambres en torno a l3l5-1330), pero a veces ha tenido signos precursores ya a finalesdel siglo xIIr; en otros sitios no comienza antes de 1348-1350.El <<viraie>> que conduce de la edad media en crisis a los <<tiem-

pos modernos)> expansivos comienza ala vez con los repobla-nientos de las iegiones afectadas por las hambrunas y lasguerras (en Francia, reinado de Luis XI) y con los prinerosaiaies de descubrimientos (portugueses en torno a Afdca, pri-meras remesas de oro), es decir hacia t475, pero a menudoel desencadenamiento tajante de la era de expansión se de-mora aún hasta 1492 (Colón) e incluso hasta los primerosaños del siglo nrr. Para el siglo nvrr parece haber una <co-

yuntura meditemánea>> (en particular española), en descenso

a partir de 1610; en otras partes (cf. Braudel) la expansiónparece durar casi hasta 1650 aproximadamente; a la inversa,se produce con ceiter:a una recuperación comercial nundial(e:rremo oriente) a partir.de 1680-1700, lo cual acarrea (re-nacimientos> notorios (Inglaterra, Cataluña); pero en Fran-cia el <<trágico siglo wrr> perduró tal vez hasta el sistema

de Law por lo menos (cf. Goubert, Le Roy-Ladurie). Por rllti-mo, se suele hacer durar el siglo )rvrrr expansionista hasta

1817 porque los precios europeos suben hasta esta fecha;pero tal vez, en el cutso de los últimos años, este alza se

debe a las circunstancias de guerra, y los signos de inversión(crisis demográficas muy duras, malas cosechas reiteradas, ex'tracción de la plata mexicana cada vez menos rentable...) ya

se perciben desde 1793-1796.Hty que evitar, pues, los es'

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r90 rNrcrACróN AL vocABULARro H rsróRrco

quemas demasiado afi¡mativos, Ias aplicaciones mecánicas delas fechas habituales a todos los medios: el estuüo de los<casos>> (cuya suma permite un juicio más general) siguesiendo una tarea indispensable.

Otra observación se refiere a la duración de los períodosy a la anplitild de las coyilntaras co?nanesi parece que los<<períodos largos>> se hacen cada vez más cortos a medidaque la historia av^nz i el estancamiento de la primera edadmedia dura cuatro o cinco siglos, la expansión medieval duratres, la crisis delabaja edad media un siglo y medio (aptoxi-madamente de 1330 a 1475-1492),la expansión del siglo xvrno mucho más de un siglo, el estancamiento del xvrr sin dudamucho.menos; y en el curso del siglo xvrrr -si se tienen encuenta ciertos perlodos controvertidos, 1680-1710 y l7%-1817- quizá se dibujan ya varios <<subperfodos> (de unos25 años), tal como ocurrirá más tarde, con más nitidez, en elsiglo xIx.

Por otra parte, en la medida en que la observación histó-rica opera a escala mundial, parece seguro que las coyunturasmodernas están más generalizadas que las antiguas; pero estodeberfa precisarse más; es importante, porque según si se

establece un emparentamiento de coyunturas entre palses sinrelaciones recíprocas (China y occidente en la edad medid), o,por el conffario, una ampliación de las tendencias coyunturalesparalela a la ampliación de los vlnculos entre palses alejados

unos de otros, se tenderá a buscar las causas de las coyun-

turas largas ya sea en factores flsicos genetahzados (clima),

ya sea en fenómenos humanos (relaciones comerciales, inva-siones, etc.).

No se puede, en efecto, deiar de lado las causas de tales

inversiones de tendencias y de estos largos perlodos muy con'mastados; por desgracia, las explicaciones no van más allá

de lo hipotético; cuando son unilaterales (un solo factor cau'

sal propuesto), queda por explicar este factor; y, si son dia-

coYTJNTURA 9L

Iécticas o complejas, Ios modelos explicativos no siempreestán bien elaborados; he aquf, en llneas generales, algunartendencias en las tesis explicativas:

a) La tendencia climática (modtfrcaciones del clima aplazo más o menos largo). Es sabido que tales modificacioneshan tenido lugar en el curso de perloáos geológicos; es posi.ble, pues, que todavía se produzcan, p.ro ¿.á.oi; ciertasobservaciones materiales, como la de lás capas sucesivas dec¡ecimiento anual de los árboles multicentenarios, u obser-vaciones históricas (notas sobre los libros de contabilidad, fe.chas de las siegas o de las vendimias, etc., informaciones sobreel avance de los glaciares) permiten descubrir series de añosmás o menos favorables a las cosechas y a la vida humana;tanibién hay signos relativos a los avances o rerrocesos de laatidez en los confines de los desiertos. Los trabajos de Le Roy.Ladurie, que resumen y critican las tesis demasiado apresura.das sobre estas posibilidades, son a la vez sugestivos y pru-dentes. Nada autoriza todavfa a hacer derivar las coyunturasmundiales de fenómenos geofísicos (aunque no esté del todoexcluido). Tal vez puedan establecerse paralelismos entre se-ries de malos años meteorológicos con <<interciclos> de losprecios agrfcolas, y lo mismo en el caso de los <<años buenos>.Con todo, ¿a qué llamamos <<malo>> y <<bueno>>? En el casodel vino, una secuencia de cosechas demasiado buenas hundelos precios, ya que el producto es comercializado. En el casodel trigo, o de cualquier cereal panificable, demasiados añosmalos afectan al final a la población (hambres, etc.), pero pue.den enriquecer a algunos vendedores; así pues, sea cual seael origen de los ciclos, hay que pasar forzosamente por lademografta y la econonía como intermediarios.

b) La tendencia demográlicaz con demasiada frecuenciase resume en el <<esquema malthusiano>: la población aumen-ta, pero las subsistencias aumentan menos; existirá, pues, un<<techo>>, que se pondrá de manifiesto por medio de catástro,

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92 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

fes; Ia población entonces baiaú, y las subsistencias bastarán,permitiendo por cierto tiempo nuevos arranques; esta üaléc-tica entre producto de la tierra y número de seres humanosha podido imponetse mientras no se hablan descubierto nidifundido técnicas suficientes (selección de suelos y de semi-

llas, fertilizantes). El estudio a largo plazo de Le Roy-Laduriesobre el Lenguadoc sigue esta dirección.

Pero los mecanismos, con toda seguridad, son más com'pleios; hay que tener en cuenta la ocupación de tierras de

calidad cada vez inferior (rendimientos decrecientes) cuando

la población aumenta; pero también, quizás, del propio des'

gaste de la tiema cuando es cultivada durante demasiado

tiempo, incluso con rotación de cultivos; el movimiento corto

de los precios depende de las cosechas; el '$ovimiento largo

depende de los costes <<marginales> (es decir, del coste del

próducto en relación con la última unidad puesta en cultivo);pero los precios dependen también de la expresión nonetaria(monedas-signos de cada pals, monedas-obietos en las rela-

ciones internacionales).c) Entonces es cuando aparece la explicaciún nonetatia;

los largos períodos de alza se deberfan ala desvalorización a

largo pl^ró del signo monetario internacional (oro, plata),

ffri l* descubrimientos de minas (grandes descubrimientos,

minas brasileñas o mexicanas, California); a la inversa, el

coniunto de los precios baia a largo plazo cuando el metal'

moneda se welve escaso con respecto a las transacciones; se

trata de una observación perfectamente clara, pero que sólo

aroja luz sobre un aspecto de los fenómenos; el movimiento

genérd de los precios no puede ser el único factor (y algunos

io consideran más bien consecuencia) del movimiento de ex-

pansión secular en virtud del cual se observa cómo crecen y

i......n tanto las poblaciones como las producciones; por

último, hay en cada país medios para modificar la masa mone-

taria con relacifn a las transacciones sin referirse constante'

COYUNTURA 9'

mente a los metales (monedas internas, crédito); por con¡i-guiente, no se puede ni dejar de lado el factor <<moneda> niconsiderarlo único.

Seguramente algún día podrá reconstituirse el modeloexacto y complejo (a base de estuüos) en el cual se articulanlos siguientes elementos: multiplicación de los seres humanostocupación de las tierras, aptovechamiento de las mismas (in-cluyendo entre los factores los cambios climáticos), explica'ción del <<movimiento general de los precios> por la alte¡nan-cia de valorizaciones y desvalorizaciones de las mercanclas

frente a la moneda y de la moneda frente a las mercanclas,

influencia de este movimiento de los precios por una parte

sobre las empresas de ptoducción y por otra sobre las posibi'lidades de consumo. Retengamos de momento la necesaria

complejidad de toda explicación aceptable de los movimientoslargos.

Pero cabe añadir oua observación: el interés del historia-

dor, según hemos dicho, se dirige más hacia las consecuencias

de los movimientos coyunturales esPontáneos de la demogra-

fía, de la economía, que a sus causas próximas o remotas.

En el plazo largo que acabamos de evocar, el historiadorconprueba (por no hablar más que del occidente europeo,

nuestro campo histórico habitual, y sin olvidar que este cam'

po es obviamente estrecho) lo siguiente:

El estancaniento medieual corresponde ala disolución

de un nundo (el mundo antiguo, dominado por Roma colo'

nialmente, con un gran comercio en beneficio de unos pocog,

luego roíáo por la despoblación e invadido por las 6ibus

.,bi-rbaras> en marcha)-y ^ la constitución de una sociedad

nueaa que tardó siglos Ln hallar su punto de equilibrio: la

socied.aá feudal, fundada en una ocupación poco densa del

suelo, en la agricultura, en relaciones limitadas entre unida'

des productivas Y regiones.

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94 INIcIAcTóN AL vocABULARro H rsróRrco

esta nueva organización: más hombres, repcblamientos, tie-rras nuevamente puestas en cultivo, relaciones nuevas enoriente (cruzadas), descubrimiento de un equilibrio políticoen la jemrquía de las ¡elaciones personales, etc.

- La crisis de la baia edad nedia es una crisis general dedicho sistema, en la que confluyen: el exceso de población,el agotamiento de las tiemas, el retroceso ante invasores, lasguerras de toda clase, etc., hasta el momento en que la pobla-ción numéricamente disminuida ve mejotrar sus condicionesde vida e impone en mayor medida sus voluntades a las fuer-zas feudales declinantesi pero labaja de los precios hace queresulten seductoras las expediciones a tierras lejanas, y losdesórdenes favorecen la toma del poder por autotidades cen-

uales más elevadas (reyes); esto desemboca, en el siglo xv, enla constitución de ciertos estados-naciones-monarqulas que or-ganizan un equilibrio nuevo, el cual tesultará coronado porlos descubrimientos oceánicos (España, Portugal, fnglateffa'Francia).

- El siglo XVI es la época del miunfo de este sistema po-

lítico nuevo: aumento de los poderes de reyes y comerciantes

frente a un mundo feudal todavía sólido, pero en vlas de

disgregación; recuperación demográfica, productiva, enrique-cimiento, relaciones comerciales de ámbito muy amplio; pero

también, debido al alza de la población y de los precios, cre-

cientes dificultades para el campesino-productor o para el

artesano (descenso de sus ingresos reales); hacia 1600, en fe-

chas distintas según los países, este empobrecimiento de labase repercute en la cúsPide.

- En el siglo XVil vuelve a crearse, efectivamente, una

atmósfera de crisis general; guerras terribles en Alemania (gue-

rra de los Treinta Años), decadencia española, portuguesa y'finalmente, italiana (Venecia), revoluciones en Inglaterra yFrancia (Fronda), guemas genetalizadas; el triunfo de Ho-landa es esencialmente mefcantil y anuncia el futuro del capi-

COYUNTURA 95

tal comercial como fuerza política (república de las Provin-cias Unidas); Francia prolonga la época de los triunfos abso.lutistas por su superioridad demográfrca y militar, pero lacrisis del siglo perdura en este país cuando en otros se va yaatenuando.

- El siglo XVLI/ viene marcado por la búsqueda de unnueao equilibrio entre las clases: siglo de expansión pero tam-bién de reaoluciones (cuyo aspecro predominante es el econó.mico en Inglaterra y el político en Francia), de tal modo queambos fenómenos se anuncian en todas partes pero no se pto-ducen de igual manera en todos los países.

Estas observaciones menos apresuradas permitirían imagi-nar las fases largas de la <(coyuntura)> como otros tantos signosde modilicación de las estructura.r: elaboración lenta y üffcilde los modos de producción sucesivos, fases de uiunfo y deequiübrio, fases de crisis, fases de reconstrucción en base amecanismos nuevos. Estas divisiones permiten aIa vez confir-mar y matizar nuestras divisiones históricas habituales: anti-güedad, edad media, tiempos modernos, tiempos contemporá-neos, como fases en que sucesivamente se preparan, triunfan yentran en crisis el modo de producción antiguo (esclavismo ycolonialismo romanos), el modo de producción feudal, la tran-.sición que representa la formación del capital comercial y laculminación monárquica de la sociedad feudal declinante, ypor último la génesis del mundo contemporáneo: formacióndel capitalismo industrial y de las relaciones sociales que lecorresponden. Coyunturas y estructuras no son dos nociones

extrañas entre sí; son' dos aspectos de fenómenos comunes.

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96 rNrcrACróN AL vocABULARro H rsróRrco

Los mouimientos <<serniseculAres>>, los <<interciclos>>,

los <<ciclos de KondratieÍÍ>>

Talvez ya desde el capitalismo comercial (como sostienenalgunos autores) y con cetteza en el seno del capitalismo in-dustrial (a pattir de finales del siglo xvllr), puede observarse,durante períodos mucho nás breaeJ que los anteriotes, laalternancia de fases <<de expansión>> o de l<retracción>> queduraban cada una 25 años y constituían pues un <ciclo> de

50 años. TaI vez se puedan poner en relación con esos <<inter-

ciclos>> de alza y baja de los precios, de unos veinte años oalgo más de duración, que Labrousse descubrió se daban en

vísperas de la Revolución francesa.

Sin embargo, en este caso como en el de los <<ciclos lar-gos)>, es más fácil descubrir que interpretar.

Lo que se constata claramente es la alternancia de las ten-dencias al alza o ala baja de los precios nominales. Alternan-cia bien conocida: 1817-1850 baja, t85l'1873 alza, 1874'1895 baja, 1896-1920 alza. Añadamos en seguida que estas

fechas son indicatiuas; según los países, pueden variar en unoo dos años, o más; y en el siglo xx no se sabe si debe situarse

la cúspide de la <onda> del alza en 1920 o en 1929.Estas <<ondas>> semiseculares han sido estudiadas por el

ruso Kondratieff, de quien reciben el nombre, y descritas sis-

temáticamente e interpretadas en una perspectiva más socio-

lógica e histórica por el francés FranEois Simiand; finalmente,

hay un libro entero dedicado a estos movimientos (de hecho

también a los movimientos <<largos>>): el de J. Imbert, exhaus'

tivo pero sin conclusiones personales claras'

Las divergencias giran en torno a:

- las deliniciones del movimiento: ¿se nata del moui-

miento de los precios? ¿Se rata de expansión y contracción

generales alternas, referentes a todos los índices económicos?

COYUNTURA 97

De hecho todo el mundo concuerda en decir que en el si.glo xrx la producción *ece continuamenre, pero con ¡itmosdistintos: mpidez, luego disminución del riimo (techos) delas tasas de crecimienro; Simiand parece más sugerente cuan.do muestra que se trata de épocas de lacilidad (cuando losprecios suben todo el mundo puede abordar empresas conalguna probabilidad de éxito, se multiplican las iniciativas)seguidos de tiempos de dilicultades (los precios bajan o seestancan, y a partir de este momento las empresas débilesdesaparecen y sólo subsisten las que innovan para resisdr labaja de los precios de venta; hay selección y no multiplicación;pero el resultado es progresivo, no sin padecimientos, comoquiebras, paro, etc.);

- la interpretación del ciclo. En este caso las divergen-cias no son menores. Para Simiand es toda monetaria: cuan-do se descubre oro (en el siglo xrx, metal monetario por ex.celencia), el precio de éste baja con relación a las mercanclas;hay pues aba de los precios <(generales>>, de la cual derivauna cierta <facilidad>; luego, al rcf.orzarse la oferta de mer.cancías (en cuanto al ritmo de crecimiento) sobre la ofertade oro, se produce el fenómeno inverso, hasta que un nuevodescubrimiento vuelve a abarutar el oro, etc.

Kondratieff, por su parte, cree que el precio del oro vie.ne demasiado influido por su función monetaria para quepueda determinar la vida económica por su precio de produc.ción; habría que buscar en otra parte las razones de los rit.mos espontáneos de la economía: tiempo de <<digestión> delas innovaciones técnicas fundamentales (fenocarriles, etc.),y tal vez incluso digestión de los efectos económicos de lasguerras. Pero siendo así las cosas, ¿cómo iustificar la periodi-cidad relativamente regular?

De hecho, no tenemos ninguna <<explicación> del ciclolargo, salvo si pensamos que es una resultante de los ciclosmás cortos, que quedan por explicar.

Page 49: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

98 rNrcIACróN AL \¡ocABULARro H ISTóRIco

Perc para el historiador, una vez más,lo importante re-

side en las consecuencias históricas o, mejor aún, en el ele-

mento explicativo que aporta el ciclo para formarse un juicioglobal del período: por ejemplo, la <<prosperidad imperial>>

de los tiempos de Napoleón III corresponde a una fase de

<facilidad> en el desarrollo que, por ser internacional, no se

debe tanto como se dice a veces a las iniciativas imperiales o

al <<orden>>; pero se pueden estudiar, en este marco general,

los distintos aspectos de las creaciones económicas de la épo-

ca, sus rasgos, sus implicaciones sociales y políticas. En cam'

bio, en el período de la <(gran depresión>> que va de 1873

a L895,las leyes proteccionistas de Méline fueton quizá res-

ponsables, como a menudo se las ha acusado de ser, del dé-

bil desarrollo agrícola francés; pero son explicables como

respuesta a la depresión. Y, finalmente, si no se quiere decidirpor adelantado sobre la anteriotidad del factor económico o

del factor político, los años 1896-1913 pueden ser examina-

dos, problemáticamente, bajo el ángulo mercados-rivalidades-

armamentos en época de búsqueda de mercados.

El ciclo <<intradecenal>> (Ilamado de laglar)y la <<crisis de tipo antiguo>>

Es sabido que a partir del momento en que la actividadindusrial se colocó en el centro de la vida económica puedeconstatarse que periódicamente, después dé una serie de años

de creación, de euforia, de ventas fáciles, de alzas de precios,

se desencadenaba una <<crisis>> de ventas, una inversión dela tendencia de los precios, y de ahl un encadenamiento dequiebras, pánicos, crisis de bolsa, cierres de empresas y en

consecuencia paro, crisis seguida por un perlodo más o menos

largo de <depresión>> y luego por una recuperación progre-

siva de las ventas, de los precios, de la producción.

coYUNTURA 99

Todo el mundo en el siglo xrx conoció y comentó esta<<crisis>, y muchos el <<ciclo>>: Sismondi v Marx los primeros.En 1857 Juglar, economista francés, dedicó una obra al fenó.meno; de ahí el nombre con que los economistas lo han bau-tizado.

Pero no olvidemos:1) que ya había <<*isis corterciare.r>> de periodicid ad aná-

loga en las plazas del gran comercio antes ie la instalacióndel capitalismo industrial; 2) que había (y puede haber aúnen los países técnicamente poco desarro[ádós) despliegue delas.crisis-agrícolas determinadas por las malas .*..ñ.r; elciclo de Juglar no es pues un fenómeno aislado, aunque seatípico del capitalismo indusuial.

Hay que reconocer simplemente que toda vida económicaespontáne¿ se desarrolla según ritmos ondulatorios, ya searitmos determinados por la propia dialéctica de sus mecanis-mos (por ejemplo, el alza de los precios estimula la creaciónde empresas, ésta acrecienta la oferta, que rebasa la demanday da lugar a la crisis, etc.), ya sea por el impacto de realidades<<exógenasn (no económicas: malas cosechas, intervencionespolíticas, etc., cuyas repercusiones sobre el conjunto de Iaeconomía dependen de la ampütud de las zon^s afectadaspor el hecho). Estos movimientos de la economía

-los cua.les en realidad, siendo a la vez causas y consecuencias, ponende manifiesto a menudo los ritmos de la sociedad global- hansido estudiados por los economistas y los ..onori.tristas a lavez mediante reconstituciones estadísticas multiplicadas y ela.boradas v mediante la construcción de modeloi matemáticosque parten de hipótesis lógicas e integran un número mavor omenor de factores.

Puede haber <<ciclosr> muv simples, observados por ejem.plo sobre la base de un solo producto; el precio de la carnede cerdo en Alemania, observado entre 1895 y lgl4, permi.'tió la construcción de un modelo provisional que se verificé

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100 rNrcrACróN AL vocABULARro H rsróRrco

perfectamente hasta L930; pero esro se debió a que, por serla demanda muy regular, los precios dependían sólo de laoferta, la cual dependía a su vez de las previsiones espontá-neas de los ganaderos a propósito de los movimientos delprecio. La vida económica global es evidentemente más com-plicada, lo cual no impide que sea estuüada mediante <<mo-

delos>>. Y si los modelos son válidos, se puede ala vez prevere intervenir. Esta fue la ambición de los Institutos de Coyun-tura de Harvard, de Berlín; en el límite, el ideal setía su-primir la <<coyuntura> (economía konjankturlos), ya que éstacomporta <<crisis>> y <<depresiones>>.

Para eI historiador el problema consiste en saber en quémedida la observación, o el conocimiento, de las coyunturaseconómicas de todo tipo le ayuda a comprender la historiaglobal de un país o de un momento.

Ahora bien, lo que hasta hoy le ha ayudado más en esteterreno es una distinción (poco utilizada por los economistas)entre dos tipos de crisis (y d. ciclos), cada uno de los cualescaracteriza un tipo de economía y sin duda también un modode producción diferente:

- Ciclo y crisis de <<tipo antigao>>, característicos de eco-

nomías de preCominio agrícola y relaciones comerciales limi-tadas: la Europa anterior a la revolución industrial, y hoy to-d,avía numerosos países subdesarrollados; a) la <<cauJ¿)>

-su-poniendo que este término sea el adecuado- reside en una ova¡ias malas cosechas, debido a lo cual la oferta de grano es

muy inferior a la demanda, sin olvidar que ésta es la suma

de las necesidades del consumo y de las de la siembra (a ve'ces un cuarto de la cosecha normal que ha de usarse de nuevo);los.precios entonces suben y, mediante el juego de las previ'siones y de los almacenamientos, se establece un <<ciclo>> más

o menos regular y entrecortado, pero que finalrnente se con:

figura siguiendo las probabilidades estadísticas de los fenó-

menos meteorológicos; b) la Íorma del ciclo y de la cisis es

COYUNTTJRA 101

la siguiente: alzt del precio del grano, dificultad para el con-sumidor popular de alimentarse (por formar lor cereales Iabase de l¿ ¿lims¡¡ación); imposibilidad, pues , pú4 el consu.midor popular de comprar otros productos que no sean ali.menticios; en consecuencia, crisis de mercados industriales (lairrdustria predominante es entonces la textil, que queda sinclientela); en la ciudad se produce, pues, paro amesanal e in-dusuial; en el campo, todos los que tienen una cosecJra insu-ficiente no tienen nada que vender y en cambio necesitancomprar, lo cual hace subir aún más los precios, sobre todopara los cereales más pobres; puede producirse subalimenta-ción, carestía, a veces hambre, y en consecuencia enfermed¿.des; la demografía se ve af.ectada; pero con buenas cosécJrasla vida puede recobrar con bastante rapidez su pulso; sinembargo, labaja de los precios hace que la venta de los gra.nos resulte poco remuneradora para quienes no pueden al-a-cenarlo.

I¿s consecuencias son: miseria, hambre, revueltas, Iuchaspara guardarse cereales y no dejarlos circular, exigencia detasas, necesidad de limosnas, mendicidad y vagabund€o, $i-crificio de reses, etc.

Características claras: causa meteorológica, ctisis ligada a

u¡ alza rápida y corta de los precios agrícolas, indusria afec-tada por repercusión y sistema social implicado en su totali.dad (exacciones feudales, diezmo, imposiciones fiscales auto-ritarias, sistema de la beneficencia eclesiástica, la mordl in-cluso; reacción anticomerciante, antiusuraria, etc.).

Es del todo evidente que este tipo de crisis es cualitati-aarnente distinta del tipo llamado <<de Juglar)>, que adquierecarta de naturaleza en el siglo xrx en los pafses del capitalis-mo industrial.

- Ciclo y crisis en el capitalismo industrialz las causas

de la crisis y del ciclo son en este caso internas al sistema.

Es la contradicción entre la lógica de la iniciativa individual

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L02 INrcrAcróN AL vocABULARro H rsróRrco

y la lógica de los resultados globales la que trae consigo la

inversión de <<tendencias>>; a grandes rasgos, coloquémonosen una fase de alza de los precios: primero los salarios suben

menos que los precios, se auguran buenas ganancias; proli'feran pues las empresas y en las empresas sube la produc'ción; la demanda del sector de consumo impulsa también lademanda en el sector de los bienes de producción (máquinas,

utillaje, transportes, etc.), lo cual provoca una plétora del

aparcto productivo: hay <<sobreinversión>>. Ahora bien, en undeterminado momento, la mano de obra, en épocas en que

la demanda de trabajo supera a la oferta, obtiene venta-jas, lo cual amenazala tasa de beneficio; y en el mismo mo-

mento la euforia del <auge>> ha provocado sobrepujas en labolsa. Basta entonces con que surja nerviosismo en un sec-

tor para que ello acarree un pánico bancario, quiebras, caídas

en las .rrt.tu, de pedidos, aumento de los stocks no vendi-

dos, etc.La forna de la crisis es, a diferencia de la crisis antigua,

no el alza de los precios agrlcolas, sino la caída de los precios

industriales; asl pues, ambos tipos de crisis no pueden con'

funürse.Las consecuencias de las crisis de los siglos xrx y xx son

de varios órdenes distintos: en lo social, pafo, quiebras, selec'

ción de las empresas o concengación de los capitales, lucha

contra labajaeventual de los salarios y, si la crisis es dema'

siado g"n"tálir da o se prolonga, proteccionismo, malthusia-

nismoionflictos internacionales. Además, en el perlodo de en-

tfeguefras , el sistema nonetario es puestg en tela de juicio:

,. Éor., la salida de las *isis a través de deualuaciones.

Los economistas, sin duda, han atribuido demasiado po-

ca import ancia a este canbio cualitatiao en los tipos de cri-

sis: Jevons y Moore, hacia 1900, habfan tratado de vincu-

lrt "1

<<ciclo agtícola>> (ligado pof su parte a los _fenómenossolares) la periodicidad de las crisis capitalistas, lo cual era

COYTJNTURA 103

absurdo teniendo en cuenta el estado evolucionado de laeconomía.

Pero no es falso decir que la crisis de tipo antiguo, es de-cir, la crisis determinada por las malas cosechas, desemperiótodavía un papel

-incluso un papel político- en la Fran-

cia del siglo xrx, más aún en España (revolución de 1868),dn los países subdesarrollados (India) y en los comienzos delsociaüsmo (L92L-L932). Esto significa simplemente que estospaíses no estaban aún enteramente estructurados por el siste-

ma coherente de una economla industrial dominante que ca-

mctetiza el modo de producción capitalista.

- Otros <<ciclos>>: por debajo de los ciclos <inradece-nales> llamados de Juglar se dan movimientos más cortos;por ejemplo, sobre todo en América, los llamados de Kitchin(40 meses); éstos no tienen interés más que para los econo'metristas y p^t^ la previsión a corto plazo.

En cambio, el mouimiento estacional es históricamente in'teresante, domina la vida agrícola, marca el compás de ciertosprecios agrlcolas yr er caso de crisis, hace culminar ciertosprecios de escasez (<<soudure>). Incluso el movimiento deldesempleo es estacionali y la tesis de Michéle Perrot ha pues'

to en evidencia la importancia de la estación pata las huelgas

del siglo xlx (no se puede hacer huelga en invierno, y en pri'mavera la huelga estalla a veces como una <,fiestar>).

ConsrJos nARA LA urrlrzecróN H ISTóRrcA

DE LA NOCIóN DE COYI.'NTURA

Utitidadz l) ConÍluencia de lo particular y lo general.

Ejemplo: la <debilidad>> de Luis XVI como causa de las impo'

tencias del antiguo régimen y por ende de la Revolución fran.

cesa es ciertamente un factor digno de ser tenido en cuenta,

pero E. Labrousse ha demostrado perfectamente que cl rci'

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104 rNrcIAcróN AL vocABULARro H rsróRlco

nado de Luis XVI coincidió con una coyuntuta económicadesfavorable en todos los terrenos; éste es un factor sin duda

tan importante como el anterior. El análisis coyuntural evitapor lo menos las explicaciones fáciles.

2) El análisis coyunturul acostunbra nirar nás allá de

las fronteras. Demasiadas veces se han buscado <<causas>> lo-cales, tegionales, nacionales, a situaciones de malestar de las

cuales hoy sabemos que fueron generales, internacionales.

Simiand decía: <<no a la meteorologla de jardinciüo>.

3) Cuidado con la <<impatación a lo político>>. Labrousse

ha mostrado, a propósito de las tres revoluciones de 1789,

1830 y 1848, cómo las causas de malestar propias de la co-

yunftüa se atribuyen instintivamente a <(erfores del gobier'

no>. A la inversa, naturalmente, los gobiernos que denen lasuerte de coincidir con una buena coyuntura se jactan de ha'

ber traldo <<la prosperidad>: en 1789, año de carestla, los

habitantes de Parls crelan ver en Luis XVI y Marla Antonietaal <<panadeto> y a la <<panadera>>; en L794 se atribuyó durante

moCho tiempo al Terror unos disturbios típicamente <<de sub-

sistencia>>; lo mismo en el análisis de las crisis fusas de L92ty 1932, vistas desde el exterior, etc.' 4) Cuidado con la personalización de los grandes noai-nientos econónico.r. En ejercicios de exámenes a propósito

de la Rusia de los años 1890-1913 he encontrado a menudo

expresiones del tipo: <Nicolás II decidió industrializar Ru'

siar. Pero esto {ue será cierto para Lenin- no lo es aún

para Nicolás II, que puede laaorecer un movimiento espon-

iárr.o, pero c.uyo ieinado se caracterlwaúa más bien así: desa-

¡rollo ielativamente rápido (pero aún medioge en términos

absolutos) de una actividad indus6ial, pof atracción de un

pals nuevo sobre los capitales en perlodo de desarrollo gene-

ial (auge de Kond¡atieff).I,ai reseraas: noción a maneiar con prudencia' L) No hay

que hacer de la coyuntura un sistema de explicación formal o

COYUNTURA 105

verbal. <<Esto se explica por la coyuntura> no tiene más sen-tido que <<llueve a causa de la meteorologfa>.

2) Hay que estar atentos a la nultiplicidad de los cicloszse puede estar ante un mal momento del perlodo corto, estan.do simultáneamente en un período largo de signo expansivo;invocar este último sería peligroso en la interpretación de unelemento de duración breve. La exigencia cronológica que ca-mctet'tza el oficio de historiador

-<fechar con precisión>-

es particularmente útil en materia coyuntural; y la cronolo-gía histórica no es sólo la de los reinados, los ministerios ylos confictos.

En sutna, conuiene preguntarse, a ptopísito de toda época y de todo acontecimiento:

- ¿En qaé siglo estamos? ¿Es un siglo de impulso o dere*acción?

- ¿En qaé <fase> nos encontramos? ¿Fase <<A> o <B>,decla Simiand, es decir, de facilidad o de dificultades?

- ¿En qué nomento del ciclo corto estamos?, y ¿antcqué tipo de ciclo?; ¿alza de la producción, de los precios?;

¿crisis de los precios, y en qué sentido?

- En cada caso, iquién saca provecho, quién resultaamenazado? ¿El empresario? ¿El trabajador? ¿El rentista?

¿El productor? ¿El consumidor? ¿Cómo vatla el salario no'minal?; ¿y el real? ¿Cómo varía la ganancia en volumen ycómo en tasa (en relación con el capital)?

Asl, a condición de pensarlo dentro de un tipo de estruc'tura (modo de producción feudal, capitalista, de transición,etcétera), el nouiniento coyuntural forma parte de los andli-

sis del historiador.

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X-AS CtASffiS SOCIALES

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En contra de Marx, algtrnos sociólogos e historiadores si.guen sosteniendo que la diferenciación entre <<clases socialespno deriva -o sólo se deriva en determinadas condiciones-de los problemas de la organización material de la sociedadI, por lo tanto, de la producción y la disuibución de los bie-nes materiales.

Lo que diré se prestará, pues, a discusión y formará partede ella. De paso, mencionaré toda posición que me parezcahistóricamente importante o intefesante. como es evidente,no pretendo, en tan pocas páginas, decirlo todo sobre cadauna de ellas.

Quisiera abordar y discutir sucesivamente:

- Ias nociones de esuatificación y de jerarqula social;Ias de casta, de orden y de clase, distinción que unos rc.

. ,¿.ient.t debates entre histbriadores 'han

vuelto , ponrr dt' 'i actualidad;

- las de clases económicas y clases psicológicas, y las rela-ciones entre estas dos clasificaciones;

- la de conciencia de clase: la distinción clásica entre <claseen sl> y <clase para sl>, bastante diferente de la distinciónanterior;

- las de clases y subclases, categodas sociales, medios socia.les, matices al problema más general.

Y, finalmente, quisiera abordar los problemas:a) de las lucbas de clases,b) de los poderes de las clases,

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110 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

c) de las relaciones entre Ia división de las sociedadesen clases y de Ia humanidad en grupos (naciones, estados,etcétera), transición que nos llevará ahablat de estos últimos.

Pnrunnes REFLExroNEs. ¿<(EqrRATrFrcAcróN)>Y <<JERAReuíA> socrAlEs,O ESTRUCTURAS DE FUNCIONAMIENTO?

En los trabajos del Cenre de Recherches sur I'Europemoderne, que funciona en la Sorbona, Roland Motrsnier pu-büca una colección titulada: <Problémes de s*atification so-ciale>. En el primer fascfculo de esta colección, Deux cabiersde Ia noblesse, eütado en 1965, escribe:

Desde los lejanos tiempos de Heslodo y de Platón, loshombres, observando los comportamientos de sus contem-poráneos entre ellos, han imaginado la sociedad. en que vi-vlan como compuesta por grupos de hombres formandouna especie de capas sociales, o estratos, supelpuestos enun orden jerárquico. A estos estratos les han llamado gene-¡alms¡¡s clases. Parece ser que las clases existen o han exis-tido en los 9/10 de las sociedades. Las relaciones entreestos esffatos constituyen uno de los factores imFortafit€sen la historia de los pueblos.

Reflexionemos sobre este vocabulado. Las palabras e.r-

tratos y estratilicación no me parecen afortunadas, porqueevocan a la vez capas sucesivamente colocadas unas encimade otras, y que se mantienen asl de forma estática e inorgá-nica. Esta estratificación se acepta como un hecho sin buscarni su origen ni sus funciones. Es cierto que la última partede la frase se refiere a las relaciones entre los estratos. Sitales relaciones se refieren simplemente a la posición, a lasimple <(estructufa> congelada, no pasamos de una constata-ción. Si las telaciones son de funcióa, si implican un papel

LAS CLASES SOCIALES 111

distinto en el juego material y político de la sociedad, si son¡elaciones de conradicción, de lucha, susceptibles de moüfi.car este juego y la esüuctura misma, entonces <(estratificación>deja de ser suficiente. Hay que pasar al modelo de funciona.miento y al análisis de las contradicciones, fundamentalespara el historiador, puesto que de ellas surgen los cambios,. Es cierto que la palabra <<ierarqaía)> se pronuncia juntocon Ia palabra <(estratificación>. ¿Es mejor?

Si nos ¡emontamos a sus orígenes, nos encontramos fren-te a la expresión de una determina da teología: la << jerarqula>es a la vez una estructura de mando y una graduación desantidades -la pirámide de los ángeles: santos, querubines,serafines, tronos, etc., y, sólo por analogía, surge la pirámidede las dignidades humanas y de los poderes sociales-.

Claro está que esta visión del cielo es originariamente, asu vez, una representación de la tierra; es una realidad polf-tica convertida en representación y, posteriormente, en mito.Revertirla de nuevo, por el empleo de la palabra <<jerarqula>,al análisis social no puede ser explicativo.

De hecho, la edad media ha tenido igualmente, junto aesta visión del cielo, una concepción más orgánica y más fun-cional de las divisiones terrestres.

Para empezar, lna imagen, que ya estaba en boga duran.te la antigüedad; la Í,ábula de Menenio Agripa de los mienbros y el estómago: los miembros quieren negarle sus servi.cios al estómago, pero, sin é1, fallecen.

Esta idea de función, y de solidaridad enme gobernantcay gobernados, entre trabajadores y acumuladores, entre orga-nizadores y eiecutores, es una fábula ideológica justificadora,basada en una comparación funcional, y cuyo éxito a travéede las generaciones y de los regfmenes se explica por su sim-plicidad, aplicable a casi todas las sociedades hasta el momento: (yo organizo, tú, me aümentas>. Más adelante, espe.cialmente en el siglo lwr, se descartaú el estómago (bencfi-

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ll2 rNrcIAcIóN AL vocABULARIo H rsróRrco

ciario demasiado visible) a favor de la cabeza (organizadora

más üstinguida). Se harán filigranas comparando las funcio-nes: un médico moralista y <<arbitrista> (consejero benévolode la autoridad real), Pérez de Herrera, en la España de fina-

les del siglo xvr, daú a cada oficio, a cada grupo social, su

función orgánica: hígado, estómago, corazón, cerebro, etc.

Saltan a la vista el carácter ingenuo y las conclusiones con-

formistas y apologéticas de tales comparaciones. Pero la ima-

gen orgánica y funcional de las clases en el'seno de la econo-

-ír roii.l está en las antípodas de las nociones de <(esuadfi-

cación>> y de <<jerarquía>>.

Menos ingenua es la famosa representación tripartita de

las clases sociales bn la edad media, estudiada de manera ex-

celente por Jacques Le Goff en La ciailisation de l'Occidentnédiéaal (pp. 319-386).o

Son bien conocidos los tres distintos tipos socialesz ora'tores,la clase de los que rezan; bellatores,la clase de los que

combaten; laboratores, la clase de los que trabajan.

Los analistas de los mitos religiosos (Dumezil) y de las

estfucturas verbales (Benveniste) han propuesto una interpre-

tación -y una ültica- de esta división: para ellos, la divi-

sión en tres es una característica <<estructural>>, formal, que

ya se encuentra en la jerarqula de los dioses antiguos- (Júpiter'

i\darte, Quirinal) y serla, según interpretaciones todavla más

generales (Abaev), una <<tripatición funcional>, <(etapa nece-

iaria en la evolución de toda ideología humana> y, por tanto,

algo poco significativo para interpretar las realidades'" Sin embárgo, si unó estudia, como historiador, las üvi-

siones propu.Jt6 entre los siglos v y xr, es decir-, antes de

que la irttir.tot" feudal estuviera plenamente constituida, nos

encontfamos con diecinueve categorlas sociales (siglo X, Ra'

thier, obispo de verona), y si se deia el siglo xII y se llega

* Georges Duby da un análisis nuevo de la cuestión (Les ttois ordres

ou l'imaginaire da féodalisme, París, 1978)'

LAS CLASES SOCIALES ttthasta el siglo xvr, el anárisis se complica de nuevo: 2g <<es-tratos)> en un sermonario alemán d,e t220, y muchos másen las

1Tá.g.1:r que de Ia sociedad española á.i ,üb ;r pre-senta Alejo venegas. por tanto, ra udivisión tffirirr' noes una estfuctura.mental que se imponga al margen de toda'ealidad social; triunfa .u.ndo .ott.ipoid e a la r".rtidrd fun-damental de funcionamiento del sistema feudal: veamos sudescripción en Adalbéron, ob_ispo de Laon, autor d. "i poemadedicado hacia lO2O al rey Roberto el píadoso:

La sociedad de los fieles forma únicamente un cuerpo;pero el estado está constituido por ftes. puesto que Ia otraley, la ley humana, distingu. ót.., dos clases: io, nobr.,y los siervos, en efecto, no ,. rigen por el mismo oi.ru,o ...Aquellos son los. gueneros pro1..tor., d. Élñas; sonlos defensores del pueblo, tanto de tor gr*á.r;;; de lospequeños, de todos. en una palabra, aú vez que garantizanru propia-seguridad. La otra clase es la de los sieilos, estadesgraciada ralea no posee nada que no sea fruto de sutrabajo. ¿Quién podría, ábaco en mano, calcular las preocu.paciorres que absorben a los sienros, zus largas a",oinr,rr,sus duros trabajos? Dinero, vestidos, comiá.,"lo, ,iouo, loproporcionan todo a todo el mundo; ningún hombie ribrepodda sobrevivir sin los siervos. ¿Hay ,'J;;.brto qu. ,...lizarl ¿Hay que cargar 9on algo? v.ro, "ó;;;!;; y pre.lados se convierten én sie.rvos-de sus siervos: er amo es ari.mentado por el siervo, él que pretende alimentai a éste.Y el siervo no ve nunca er fini de sus tagf"ir-y de sussuspiros. La casa de Dios, que creemos una-, está, pues, di-vidida en tres: unos rezan, otros .orbrt"n ,

-*ri, f"¡-

mente trabaian. Las *es partes que coexistár, no sufrenq9l ry disyunción; Ios servicios quc unos dnden son ra con-dición de las obras de los otro, áor; ..d, un, poi-*rno ,.encarga de diviar el todo; de tal forma qu. ;r* tripieconjulto no queda por ello menos unido, v ., ,ri .Omo etmundo ha podido riunfar y disfrutar d; i, il:-

--

Page 57: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

lL4 rNrcrAcróN AL vocABULARro rr IsróRIco

El texto, extraordinario, concluye, como era de esperar,que existe armonía, pero llega al fondo de las cosas: es laclase trabajadoru la que alimenta a toda la sociedad; peroésta necesita una sobrestructura política y una sobrestruc-tura ideológica pata funcionat según su lógica. Se trata clara-mente de relaciones feudales cuya base es la producción, yque se caracterizan por la exacción material feudal y ecle'siástica (diezmo).

La realidad, claro está, es siempre más compleja que el

esquema, y las conuadicciones fundamentales y secundarias

provocan modificaciones en el interior del sistema. Le Goffinsiste en algunas de ellas:

- Guerreros y sacerdotes, ((oratores>> y <bellatores)> Per-siguen con afán la afirmación de la superioridad absoluta de

su clase; es el vieio conflicto entre guerreros y brujos de los

pueblos primitivos, la lucha, en la cúspide, del Papado y el

Imperio, de güelfos y gibelinos, pero cuyo reflejo nos llega

sob,¡e todo a través de la litetatura, y por tanto, desde elpunto de vista de los <<clérigos>>; incluso la epopeya, la no-

vela caballeresca, dedicada en principio a cantar las hazañas

de los guerreros, concluye a menudo loando la superioridad

del santo; la necesidad del clero de replegarse en sí mismo,

de separarse del pueblo, se manifestó ptonto (siglo rx) con la

costumbre (hoy abandonada) de decir la misa de espaldas,

y posteriormente por el cierre del coro, de las iglesias, de las

escuelas...

- Por otra parte, pronto se introdujeron distinciones

en la masa de los gabaiadores: la tendencia de las clases su-

periores a ignorar la parte más baia de las clases sociales,

ilerró a ignoiar progresivamente a los siervos, reservando el

término ol.bot.io.es)> a los campesinos creadores, desbroza-

dores, relativamente ricos y dotados de algUnos medios de

producción -¡is¡¡¿s,

yuntas-; de esta tendencia nació la

.ortornbt., en la cuenca de París, de reservar la palabra <.la-

LAS CLASES SOCIALES tt,blador> para el campesino medio, germen a menudo del<<labrador-mercader>> y, por lo mismo, del burgués. Sin em.bargo, cuidado: estos vocabularios particulares-no tienen elmismo significado en todas partes; hay regiones en que <la-brador> engloba a rodos los trabaj.áot.r de la tierra; enEspaña, en el censo de Floridablanca (L787), muchos son losptreblos que contestan al cuestionario sobre profesiones: (to-dos labradores>, lo que significa que todos viven de la tierra

-a menudo incluso las mujeres y los niños-; por el confta.tio, un <<aigneron> en la Francia del norte y del centto es uncampesino arrendatario pobre; en el sur, designa a menudo unpropietario con una extensión de viñas considerable, con lasalvedad de que desde hace unos cuantos decenios resultamás elegante llamarse <<viticultor>>.

- Volviendo a las observaciones de Le Goff, éste desta-ca que a finales de la edad media impera una cierta incomo-didad en la expresión habitual de las distinciones sociales,debido a la apaúción de capas nuevas, las capas urbanas,cuyo modo de vida descansa en la ganancia de dinero; la pri-mera reacción es desfavorable: <<Dios ha creado el clero, loscaballeros y los trabajadotes; pero el diablo ha creado losburgueses y los usureros)> (sermón inglés del siglo xvr).

A partir del siglo xru, incluso, un poema alemán escribeque una cuarta clase, Ia de los usureros ('Vucber) gobiernaa las tres restantes; lo que demuestra que antes de adoptara la incipiente burguesía como capa superior de <<los quetrabajan> habla existido la tendencia a considerarla comorecién llegada, y como una inrusa en el orden social ha.bitual.

Grosso nodo se podrla decir que los perlodos de equili.brio de una sociedad tienen tendencia a una visión simplede las clases y de sus relaciones esenciales (división nipar.tita del siglo xr, bipartita de Marx en el xrx), mienmas quelos perlodos de mutación y de crisis tienden a complicar al

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LL6 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

¡ná-ims las divisiones de la sociedad (Venegas en el siglo:nrr,la sociología americana actualmente).

C.e,stls, ónonNns, Cr.ases

Roland Mousnier hizo descansal sobre esta distinción las

discusiones del coloquio internacional de historiadores cele-

brado en la Sorbona en 1965 (debates publicados en la co-

lección <<Problbmes de stratification sociale>).

Castas

El eiemplo que se toma siempre para definir las castas

es el de la India. Es un eiemplo puro, aunque quizá poco

significativo, por no tratarse de un tipo de sociedad muy

frecuente ni en el espacio ni en el tiempo. Hay más socie'

dades con castas (castas sacerdotales, por ejemplo) que (so-

ciedades de castas>>, en las que la división engloba todo elcuerpo social. Es este último caso el que se da en la India(aunque actualmente hay una tendencia a la disociación);la sociedad está constituida por cuerPos cerrados con una

función determinada, desde los brahmanes (sacerdotes) hasta

los zapateros (ptofesión despreciada) y los <intocables> (pro-

fesiones consideradas vergonzosas). Es evidente que, si se

habla con propiedad, una división de este tipo no descansa

sobre el prltt.ipio <<econémico> (no hay que confundir fun-

ción económica y la simple <<profesión>), Y que invoca una

noción de <.pureza> religiosa, que depende de la herencia,

tansmitida por <<la sangre>.

Pero si nos fiiamos en el vocabulario original, nos damos

cuenta de que la India no ha tenido una división fundamen'

tal muy distinta de la de los festantes indoeutopeos: sacer-

LAS CLASES SOCIALES It7

dotes (brahmanes), guereros (rajás), Úabajadores, a los quedeben añadirse (pero ya mucho más tarde) las clases muybajas (cf. Benvenisre, Le aocabulaire des institutions indá-européenner, tomo I, pp. 279-288).

La reclusión de cada oficio dentro de un grupo hereditarioes, pues, un hecho que debe explicarse históricamente, unarepresentación mental adquirida. El aspecto religioso no esnecesariamente el punto de partida: puede ser un resultado.

Lo que parece deducirse de una historia más próxima dnosoros y más reciente es la tendencia espontánea de losgrupos humanos a cerrarse a sf mismos y a cerrar a los demásgrupos, a incorporar una noción de <<pureza>> a tal o ct¡alrasgo de pertenencia

-tanto a la pertenencia a un grupo

étnico, como a un grupo religioso o a un grupo profesional-,¡r a considerar desde entonces como hereditarios los carac-teres asf definidos.

Nuesna edad media está llena cle tendencias de este tipo.Simplemente, la evolución histórica no ha llegado al gradode diferenciación propio de la India. Los eiemplos puedenser:

a) De tipo étnico o religioso, o ambos a la vez; la sepa.¡ación de los iudíos, el fenómeno del gbetto, con su dialéc-tica propia (se separa a los grupos para protegerlos y, alsepararlos, se aumenta la diferenciación, tanto entre los quequedan separados de esta forma, como enre los que pro-pugnan tal sepatación); un buen eiemplo de la tendencia aconstituir <<castas)> e¡ el de Ia sociedad española de los si-glos xvr y )n[r¡ que, tras proclamar Ia asimilación forzosa,mediante el bautismo y la lengua, de judíos y moros, chocacon Ia pervivencia de las diferenciaciones y termina por con-vertirlas en una representación social fundamental: la <<lim-

pieza de sangre>, exigida no sólo para ser noble sino paraeiercer en cualquier cotperación (cf. la reciente, edición del

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118 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

coloqaio de los perros de cervanres, en formato de bolsillo

-versión f¡¿¡sss¿-, donde la presentación de Maurice Mo-

lho destaca de forma notable la-estructura de las oposicionespeft-enencia-no pertenencia, dentro_fuera, etc.).

Merece observarse que, en castellano, los excluidos sedenominan a menudo .,.*trrrr, especialmeni. .n Hispanoamé-tica, en que el término engloba múltiples categorías de mes-tizos e indfgenas (<<impuesto de castas>>).

b) Sin embargo, la noción de pureza no es únicamentereligiosa o racial, puesto que afecta a determinados oficios(como en la India); los oficios de verdugos de sangre, carni-ceros, cirujanos y, pol asimilación, tintoreros, son ...i.purorrr,y no simplemente <<bajos>.

c) Existe también la tendencia a segregar las categorfasfísicas o sociales que dan niedoz leproós, crerinos 1cT. loscagots, cuyo origen conocemos mal, y cuyos bancos, en lasiglesias del mediodla fuancés, se sitúan fuera de la nave), aveces los vagabundos.

- d) fncluso podemos plantearnos la posibilidad de quealgunas clases sociales que originariamente no tuvieran ,idode bereditarias, llegaran a serlo por la presión de las clasesque tenían necesidad de encerrarlas en esa condición. Citoun ejemplo que conocemos meior que otros: en Cataluña, du-rante el siglo x, vivlan sobre todo hombres libres e inclusopropietarios; la <<reconquista> sobre los musulmanes favo-recfa esta libertad y esta autonomfa económica; pero al ale-jarse el frente de la reconquista, el campesino tuvo tendenciaa emigrar; las autoridades señorialgs y eglesiásticas hicierontodo lo posible para retenetlo, primero d-e heclto, y cada aezmás de derecho; así nació la vinculación a la gleba, queoriginariamente no existía en absoluto, y posteriormente talvinculación se bizo hereditaria; cuando en el,siglo xv la Igle-sia prohíb¿ la enrada en Ia iglesia de los hiios de los siervos,podremos decir que se ha dado un paso decisivo hacia la

LAS CLASES SOCIALES 119

(casta> (.clase que se ciena cada vez más, puesto que la en.trada en el sacerdocio era una de las vías de saüda-fuera delcampesinado); será necesaria una guerra agraúa de 100 añosy las circunstancias demográficas posteriores a las pestes paraque se suprima este paso de la clase a la casta y sea abolidala servidumbre.' e) Última observación a propósito de las <<castas>>: la

,oposición de los términos muestra la importancia psicológicade la noción de pertenencia; esclavos, extranjeros, prisione.ros de guema se designan a menudo bajo términos similares,que los oponen a Ia <<gente de dentro>>; y ello puede ser elorigen de castas sociales cerradas, separadas; pero en estecaso casta y clase se parecen curiosamente; puesto que elesclavo, el extraniero y el trabajador for,ado hereditario fun.dan también un <<modo de producción>.

órdenes

Jacques Ie Goff destaca, respecto al término <<orden¡ren el antiguo vocabulario de las distinciones sociales, que setrata origrnariamente de una noción eclesiástica, usada al prin-cipio sólo para designat a dos grupos: ordo spirituaris,'ordotenporalis -el clero, el pueblo-. El coniunto de Ia cornu-nidad era utraque ordo.

Fue, pues, en un segundo tiempo, en un proceso de lai-cización, cuando se fiió la división tripartita: sacerdotes, guc-rreros, trabaiadores.

¿Deben llamarse <<órdenes>> a estas tres categoúas, y aellas solas, y 4 partir de cuándo es adecuado está nombre?Efectivamente, en los siglos xvrr y xvflr se usaban: el ordennobiliario, el orden eclesiástico . Pam la tercera parte, el pue.blo, se decla más bien: el rercer estado. Y pará el juriscon-sulto Loyseau,. teórico de la sociedad francesa del antiguo

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120 rNrcrAcróN AL vocABULARro H rsróRrco

régimen (Cinq liures du droit des offices, suiais du liare desSeigneuries et de celui des Ordres, 1610), existen una talcantidad de <<rangos>>, <<grados>>, <<órdenes particulares>>, <<ór-

denes subalternos>>, desde los cardenales hasta los pequeñosgentileshombres de la nobleza, desde los oficiales de la justiciay los honorables mercaderes hasta los vagabundos y los por-dioseros incluidos en el tercer estado, que es fácil reconocerahí lo que observábamos a propósito de todas las clasificacio-nes demasiado sutiles: la división social, incluso en el caso

de los <<órdenes>, deja de ser clara cuando se distinguen tan-tos grados.

Cabe preguntarse si para el conjunto de las sociedadesfeudales occidentales no resultaría más adecuada la palabra<<estado> que la palabra <<órdenes>>. Estado es internacional:<<Stand>>, <<state>, <<estado>>, <(estament>, son las palabras más

características de la herencia medieval, puesto que la rePre-

sentación politica que corresponde a su representación men-tal se denomina <<los estados>> (estados generales, estados pro-vinciales); además, incluye el <(tercer estador>, el cual, porotra parte, de acuetdo con Ia regla que hemos señalado, ig-flora a Ia capa inferio4 el tercer estado son las ciudades, laburguesla, los notables, no todo el pueblo. El Diccionariode Furetiére precisa: <<Estado se aplica también a los dife-rentes órdenes del reino ... están compuestos por la lglesia,la Nobleza y el Tercer Estado o los Burgueses notables ...>.

Asl, pues, el tercer estado teóricamente no es más que

el conjunto de los no-clérigos y los no-no-bles; en la práctica,

al hablar de él se piensa sólo en las profesiones ricas u hono-rables, en los cuerpos organizados; por ejemplo, las ciudades(las únicas representadas en las Cortes españolas, en los Co'munes ingleses). Estos cuerpos de las ciudades y de los burgos

no son <<el pueblo>>. Cuando en 1789 Sieybs escibió el fo-

Ileto: ¿Qaé es el tercer estado? Todo..., la revolución habfa

empezado.

LAS CLASES SOCIALES t2L

. sin embargo,_ la palabra <<estado>, como nombre co*iente,tiene otro sentido, otro valor, eue catactetiza a la sociedaddel antiguo régimen. se relacioná cotr Ia noción de ser. se esalgo en la sociedad, lo que significa que re lta nacido confor-me a algo, y que se seguirá siéndolo; las cosas han sido siem.pre así; los individugs y los diversos escalones que componenIa'sociedad aceptan los <<estarutos> (palabra prSxima a-la de<<estado>>) que ello comporta. Hay un consenso social sobreIas dignidades, los honores, los derechos, Ios modos de vida,Ios signos, los símbolos, los deberes, las profesiones posibles,etcétera que son característicos de cada <estr.tor, ,oii.l. Taies la tesis de Mousnier sobre las <<sociedades de órdenes>.

Es indiscutible que una de las grandes caracrerísticas delas sociedades del antiguo régimen es la de que <<aiair segtlnsu estado>> se ptesenta como un deber estricto.

Sin embargo, a esta constatación le aportamos no tantoreservas y matices como serias dudas sobre su originalidad:

1) La norma <<vivir según su estado>> no es en ningúncaso especlfica de la sociedad de órdenes; se trata simple.mente de un término medio entre una sociedad de castagen la que un brahmrín, por más respetado que sea, es ape-dreado si se aventura en un barrio de castas subordinadasl yuna sociedad de clases en que los <<desclasados>>, por unaparte, y los <<nuevos ricos>, por otra, están simplemente <maluistos>. ¡Pero lo están! Todo es una cuestión de grados enIas reglas del conformismo social.

2) Si bien es cierto que en una <<sociedad de órdenes>hay <<priailegios>> legales que reconocen todas o parte de lasdistinciones sociales, y hay, en general, endoganía espontánea(aunque no obligatoria como en las reglas primitivas deparentesco), es también cierto que, a menudo, aunque notanto como en una sociedad abierta compuesta por simples<<clases>>, existe una tendencia de los estados inferiores a al.c nzat los superiores; tendencia, en Francia, de los oficiales

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122 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

de justicia a consdruirse en <<nobleza de toga> participandode los privilegios de la otra, rendencia . i-it.t la forma devida del <<estado superior>> (Le bourgeois gentilbonne), ten-dencia a buscar los signos externos o los uampolines queconducen a este estado superior (compra de señóríos, nom.bres de tierras añadidos a los apellidoi). La noailidad socialestá lejos de ser nula. La prueba está en las perpetuas quejasde los conservadores y de las clases superiores iontra ta imi-tación de su forma de vida, contra el <<lujo>> de las clasesinferiores. El propio Furetiére añade a su definición de los<<estados> una desilusionada observación: <<En Francia no sedistingue el estado de las gentes por su nivel de vida, por suscostumbres. Un comediante y una cortesana tienen tanto es-tado como los señores y las marquesas>. <<Estado>>, aquí, nose usa en el sentido de <<estatuto>, sino de <<nivel de vida>.

A decir verdad, podrfa hacerse una colección de rextosde este tipo. Un volumen no bastarfa.

3) Podemos preguntarnos entonces si lo más interesante,para un historiador que quiera esclarecer una sociologla delos <<órdenes>, no serla observar, por un lado, sus orfgenes

I, por otro, su desaparición. Los orlgenes dan lugar a discu-siones a menudo üfíciles (como demuestra el coloquio deque he hablado). Pero la desaparición de los órdenes perte-nece en cambio al pasado inmediato. De ello podemos extraermuchas lecciones.

Pienso en el siguiente contraste: el historiador español

José Antonio Maravall ha mosffado extensamente, en unacomunicación, cómo la <<comedia> española del siglo nrrrconstituye una exaltación de la vinculación de cada hombrea su estado, tanto si se trata del campesino <<cristiano vieior>,como del noble; éste emplea constantemente una fórmula tf-pica: <<soy quien soy)>; a saber, no puedo ser de otra manera;el rango social forma parte del ser. Es un grado muy elevadode cristalización social. Una tendencia a la <<casta>.

LAS CLASES SOCIALES 123

Pero, cuando los estados pasan a ser realidades más psi.cológicas que económicas, ¿podría mantenerse un estado quesólo se definiera psicológicamente?

A principios del siglo xvur, España contaba con 800.000<<noblesr>; pero en algunas regiones habia un noble por cadacien, doscientas, trescientas personas; en otras (Burgos) unafamilia de cada ues era noble; finalmente, en la Montaña deSantander o en el País Vasco, todo el mundo era noble. Loque podrfa ser equivalente a no serlo nadie, puesto que yano se tata de un estado minoritario, selectivo, privilegiado.Sin embargo, esto significa que la totalidad de la poblacióntiene privilegios que la eximen, por ejemplo, del reclutamien-to miütar, del hospedaje a las üopas, y que le permiten sertratada como noble en las restantes provincias. El resultadoes que en el censo de 1750 todos los habitantes se declararán<<de estado noble>>; como, por otra parte, hay incompatibili.dad entre los oficios y los privilegios de la nobleza, estapoblación que es toda ella noble pretende, en sus memoriatjustificativas, que ejerce estos oficios a título de distracción,<(como aficionados y no profesores>. En la literatura satf-rica, en España, en Madrid en particular, se convierte enton.ces en clásico el burlarse del cochero vasco que solicita desu dueño un dla de asueto para recibir a <<sus vasallos>>. Todoello indica la crisis de una noción en que la forma choca conla realidad social. El resultado no se hace esperar; sin medi.das legales, por simple lógica de la situación, enme t750 yL787 elnúmero de <<nobles>> disminuye de 800.000 a 400.000.

Asl es, finalmente, la realidad, la historia, la que dictala suerte de los <<estados>, de los <<órdenes>. Obviamente,decir que un otden es una <<realidad psicológica> constituyeIa simple constatación de que el grupo social, basado en unadeterminada realidad original, tiene conciencia de sf mismo.Pero ¿podemos decir que es esta conciencia la que caracte.riza el orden? Nos enftentaremos de nuevo con el problema

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124 rNrcrAcróN AL vocABULARIo HrsróRrco

cuando hablemos de las ciases. De hecho, cuando la realidadse transfotma, la psicología se modifica, mucho más que al

revés.Por ejemplo, en el siglo xvrll, de nuevo en España, la

idea de que la nobleza debe vincularse al <<mérito> y no al

nacimiento surge simultáneamente con la conciencia de las

clases superiores del tercer estado y las clases inferiores de

Ia nobleza de constituir una <<élite>> dentro del cuerpo social

global. Pero no es esta noción de <<élite> la que corresponde

a la realidad; sino que la creciente nulidad de la función so'

cial noble y el papel ueciente de la función social burguesapromueven la cútica de la jerarqufa de los <<estados> y el

á.t.o de modificar sus citerios. Tomaré como eiemplo lafrase de Jovellanos que, en el Elogio de Carlos III, al defi'nir la noción de función de dirección, la reserva a los sabios

y especialmente a los economistas, y manifiesta un desprecio

persistente hacia las lunciones de eiecucíónz

El santuario de las ciencias se abre solamente a unaporción de ciudadanos, dedicados a investigar en silenciolos misterios de la natwaleza p ta declararlos a la nación.

Tuyo es eI cargo de tecoger sus oráculos, ttlyo el de comu'nicar la luz de sus investigaciones; tuyo el de aplicarla al

beneficio de tus súMitos. La ciencia económica te perte-

nece exclusivamente a ti y a los depositarios de tu autori-dad. Los ministros que rcdean ftt trono, constituidos órga-

nos de tu suprema voluntad; los altos magistrados, que ladeben intimat al pueblo, y elevar a tu oldo sus derechos ynecesidades; los que presiden al gobierno interior de tr¡reino, los que velan sobre tus provincias, los que dirigeninmediatamente tus vasallos, deben estudiarla, deben saber-

la, o caer denocados d las clases destinadas a trabaiar y obe'

decer.

Es el programa de teestructuración de un <orden>> esta'

tal y tecnocrático, ganntla del bien común, pero muy por

LAS CLASES SOCIALES 125

encima de las <clases>> a las que no queda más que obedecery tabajar. Programa que no triunfó, por otra parte. Peroque es típico de la crisis de una sociedad, que no concibetodavía la reconstitución de una nueva estructura por el sim-ple juego de las libertades jurídicas, económicas, etc., peroque se da cuenta de la imposibilidad de confinarse en la viejajerarqula de los antiguos <<órdenes>>, por anquilosada y pocofuncional.

Clases

Personalmente, no cteo que haya diferencias de naturoleza entre las sociedades de <<órdenes> (e incluso de <<castas>)

y las sociedades de <<clases>>. Sus diferencias se encuentranúnicamente en el nivel de uistalización iarídica (o consuetu-dinatia, o mística) de las relaciones de lunción Claro estáque ello no disminuye el interés científico e histórico de unaclasilicacióz de las sociedades en sociedades con las funcio-nes cristalizadas,los privilegios legalizados y los cambios deuna función a otra cargados de dificultades, y sociedades enlas que, en principio, el juego económico y social realiza es-

pontánea y libremente la distribución de bienes, funciones yautoridades. No hay que confundir la India de las castas, laChina de los mandarines, la Francia de los <(tres órdenes>,la Inglaterra del siglo xrx, y la Rusia soviética de los años 30.Pero al historiador le interesa menos la constatación de estas

diferencias que los tnecanismo.t que las explican y aquellosque las desftuyen o ¡econstruyen.

En este sentido, puede pensarse que la noción de clases

no debe reservarse exclusivamente a las sociedades que tienenun funcionamiento libre y carecen de privilegios sociales in-corporados a las leyes. Para decir verdad, afirmar que la so-

ciedad'capitalista del siglo x¡x earecla de privilegios es una

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L26 rNrcrAcróN AL vocABULARro H ISTóRrco

ficción. Existe una propiedad, reconocida y defendida por el

derecho. Si mentalmente suprimimos la apropiación de la tie-

rra, de los capitales, de los bienes de producción, toda lateorla económica moderna se desmorona. Así, pues' el siste'

ma, aunque en menor grado que las sociedades de <<órdenes>>

o de <<castas>>, está cristalizado por el derecho y por toda lasobrestructura ideológica. Debemos buscar un sentido más

general a la palabra <<clase>>, 9ue sirva tanto para lo que se

ésconde bajo una determinada apariencia"social como bajo

otra.Sombart propuso el siguiente ctiterio para oponer la <<so'

ciedad de clasest de la época capitalista a la <<sociedad de

órdenes>> que la precedió: en la sociedad de órdenes, lo im-

portante es el ser (lo hemos subrayado ya respecto a la pa'

iabra <<estado>>), la riqueza es una consecuencia; <<eres pode'

roso, luego efes rico>; en la sociedad de clases lo importante

es el tenef: (eres rico, luego eres poderoso)>.

Esta distinción es seductora, Pero es bastante artificial; la

noción de <<poderoso)>' <<grande>, muy familiar, popular en

todas paftes y en todas las épocas, reúne las dos nociones de

poder'a través de la úqueza y de riqueza_a úavés del poder

i. for^u más realista-y más continua. Por otra parte, los

reyes más poderosos estaban siempre endeudados, y los Fug-

go y los lúedicis se convirtieron en señores y prlncipes. Mu-

."toh¿r importante es el hecho de que, antes-de-la aparición

del capitatismo industrial, el instrumento fundamental de

producción en la tieffa, y la base de las relaciones sociales

era l. organización leudal de la propiedad; en el momento

del capitalismo industrial la tierra consefva importancia, pero

bajo un sistema de propiedad absoluta, y ^

paftir de entonces

los medios de produ.iión dominantes son el aparuto indus'

nial (compt.ndidot los transportes, ferrocarriles, barcos, etc.)

V .f .prr.io de crédito, con los bancos, etc., cuya propiedad

b conitol se convierten en esenciales'

LAS CLASES SOCIALES I27

Las clases se sitúan en relación con este aparato de pro-ducción. Hay que evitar estudiarlas a partir de la ..riquiza>o del consumo. Es evidente que <<ricos> y <<pobres)> no repre-sentan lo mismo en la sociedad. Pero para entender el fun-cionanienfo social, es más importante saber los mecanismosde enriqueciniento y los de pauperización (palabras sobrecuyo sentido merece la pena meditar). Los mejores estudiossobre las clases en vísperas de la revolución, en Francia, losde Ernest Labrousse, muestran, como sabemos, de qué formaincluso las circunstancias puramente meteorológicas (malascosechas) enriquecieron o empobrecieron a las capas de pro-ductores según el nivel de su explotación, y agudizaron lasconffadicciones entre señores y campesinos al aumentar laincidencia de las cargas señoriales.

El problema de las clases lo plantearon correctamente(aunque no lo resolvieron) los fisióuatas, cuando Quesnayse preguntó por el secreto del <<circuito económico>>: ¿a quiénaa a parar el prodacto del conjunto social? Segotr é1, los tra-bajadores uabajan para aiair; a los artesanos se les paga unequivalente de su trabajo (y, por tanto, los califica como <<cla-

se estéril>); pero los campesinos obtienen de la agriculturamás de lo necesario para su subsistencia; este excedente es el<<producto neto)>: va a patat a los propietarios.

Turgot da un paso más al establecer, denmo de Ia clase<<industriosa>, a la que él llama <<estipendiada>>, en el sen-tido de que su alimento lo saca de la clase <<productora)D delos agricultores, otra subdivisión:

Toda la clase ocupada en proporcionar la inmensa va-riedad de productos industriales para satisfacer las distintasnecesidades de la sociedad, se encuentfa, pues, por asf de-cirlo, subdividida en dos órdenes: el de los empresarios delas manufacturas, maestros fabricantes, poseedores todo¡ellos de gtandes capitales de los que sacan rendimiento ha-ciéndolos trabajar gracias a sus adelantos; y el segundo or-

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t28 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

den, compuesto por simples artesanos, que no tierien másriqueza que sus brazos, adelantan únicamente su trabajo dejornaleros y no tienen más beneficio que el de sus salarios.

Vemos cómo el vocabulario es todavía inseguro: <(ordenr>se emplea en un sentido que demuestra hasta qué punto loshombres del siglo xvrrr carecían de una definición rigurosa;<(artesanos>> se emplea pam obreros jornaleros (.,que no tie-nen más que sus brazos>>), ¡y el salario es una forma de <<bene-

ficio>>! Pero hay aquí algunas palabras o nociones destinadasa un futuro brillante; <(empresario>, por eiemplo; <<adelanto>,empleado en el sentido de que el capitalista <<adelanta> sucapital, y el obrero sólo puede <<adelantar> su uabaio. Loesencial está mal dicho, pero está dicho.

Con los clásicos, sobre todo con Smith y Ricardo, y de-bido a que la revolución industdal ya estaba esbozada, sedistinguirá menos entre una agricultura <<productora> y unaproducción indusmial alimentada por ella; se piensa la pro.ducción en su conjunto; y las clases se diferencian a partirde Ia distinción <<ripartita)> que se convertfuá en sagrada:los tres <<factores>> de Ia producción son la tierra, el capital,el trabajo; uno da la renta, el otro el beneficio, el tercero elsalario; clase rentista, clase capitalista, clase asalariada, heaqul la división esencial.

Marx da todavfa otro paso en la simplificación del aná-lisis: para él la clase asalaúada recibe parte del producto so-cial en fotma de salarios; toda la parte del producto que nose le enrega constituye <<trabajo no pagado> y la distinciónentre beneficio, interés y renta sirve sólo para disimular (jus-tificándolos impllcitamente a través de la noción de <<facto-

res de producciónrr), la profunda unidad de Ia <<plusvalfa>,parte que se reserva el capital, sea cual sea la forma de su

distribución. En última instancia, sólo habrla, pues, dos cla-ses antagónicas, enfrentadas por Ia propiedad de los medios

LAS cLASES socrAlEs 129

de- producción, implicando ésta una apropiación de una partedel producto.

. -Pero una oposición fundamental de este tipo no suponela desaparición de las categorías intermedias, su-bclases, vesti.gios de antiguas clases, etc. Recordemos lo que hemos dichorespecto a Ia edad media en que la división ripartita se difu-mina tanto más cuanto menor es Ia pureza dér sistema; asf,7a aparición de categorías sociales máúzadas, a menudo másapariencia de clases que clases propiamente dichas, puedeser consecuencia de la evolución del mismo capitalismo (cf.toda Ia categoría <<terciaria> de la clase asalariaáa).

La defínición quizá más comprensiva de las clases, la queengloba el conjunto de las formas de sociedad y, por tanro,la m,ás oálida teóricamente, es sin lugar a dudas late Lenin:

Llamamos clases a grandes grupos de hombres que sedife¡encian por el lugar que ocupan en un sistema histó.ricamente definido de producción social, por su relación (fi-jada y consagrada por las leyes en la mayorfa de los casos)con los medios de producción, por su función en la orga.nización social del trabajo, por lo tanto, por los modos deobtención y Ia importancia de la prrte á. que disponen.Las clases son grupos de hombres, uno de los cuales-puedeapropiarse del trabaio del oro gracias aI distinto lugar queocupa en una estructufa determinada: la economla social.

Finalmente, deberlamos darnos cuenta de que las nocio-nes_ d9 ser y tener propuestas por Sombart prir opotrer so-ciedad precapitalisra v sociedad capitaüsta de-berlan sustituir-se (en los dos casos) por nociones más dixánicas: por ejemplo,la noción de hocer, de actuar, que ha sido siemptl h áoto¡or.tificación de las clases dirigentes (cau.lillos o .,é*prerarioi>),I, €n lugar de la noción de tener,la de acunalar: no sólo Iariqueza en el sentido sunruario, sino el medio de producción(concentraciún de las tierras, concentración del capital, y I

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130 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

menudo sustitución de la noción de posesión p$ Ia nociónde control).

Tales matices nos llevan a hacer una distinción decisivaentre el antagonisno fundamental de las clases (que existeen todos los modos de producción), y Las contradicciones par-ciales en el interior de las clases, que a menudo confuncle lavisión de los sociólogos, economistas e historiadores. Ello nosobliga a examinar ahora: 1.') el problema de las <<conciencias

de clases>> -clases

<<en sí>> y clases <<para sl>-; 2.") el pro-blema de la multiplicidad de las categorfas sociales en el in-terior de las clases.

Cr,¡,sns rcoNólrtrcAs, cLAsES psrcor,ócrcAs, cLASEs <EN sÍ>,CLASES <<PARA SÍ>, CONCTENCTAS E TNCONCIENCIAS DE CLASE

El problema: <<la clase ¿es un hecho económico o es unhecho psicológico?>>, es un falso problema. Todo fenómenosocial tiene una Í.aceta objetiva y una Í.aceta subietiva quese condicionan recíprocamente.

El análisis económico desvela el mecanismo de las conra-dicciones parciales o globales, de las <<clases en sl>, separadaspor los modos de producción del producto global, como su-cede en Gournay, Turgot, Smith, Manr, etc. Trabaios comolos de Marclal y Lecaillon * sobre Ia disuibución de Ia rentanacional pueden aceptarse o no en cuanto a sus métodos ydefiniciones (por otra parte, son múltiples las que abordan);se basan en la hipótesis de las clases económicas y en ellafundan la observación. No abarcan todo el fenómeno socialde las clases.

Pero una observación sociológica sobre el esplritu de losdiversos grupos sociales no lo abarca tampoco. Si el puntode partida son las psicologías nos será Íácrl llegar a la con-

* J. Marchal y J. Lecaillon, La répartition dt reaenu national, Patls,t958.

LAS CLASES SOCIALES 13L

clusión de que .1odo el problema es psicológico. Además,

Marx nos advirtií ya:_to r. juzga un" épo., p"or la concien-cia que ésta tiene de ella misma.-una crare.d."d;; a menu.do un mito justificatorio a través del ;;i; ;; y-i,ri.r. ,.,vista. En este momenro estoy dirigiendo ,r.brior'sobre elbeneficio. En ellos se pone en evide"n.t;r;;;ffi r* epo.cas, Ia clase de los empresarios, obr.ru.á. '^ ,íie, de susperiódicos, congresos

-o correspondencir, .r.orrJe, minimizay a veces niega el hecho del beneficio, como si se ffatase deun pecado colectivo;

-en or_ros periódicos (optimistas, dinámi-

cos), al contrario, el beneficio se procl ^ n,'acepta, .o,no un

desafío, a causa de su función estiinulant. í.t. i.l*ovacióny el progreso de la economía.

. Las clases psicológicas sobreviven también a sus condi.ciones objetivas. La disaparición de Ia ,".i.á-ri¿l órdenesno ha eliminado por compreto en rr.n.i. J ññt" de lanobleza; en Ia ptlm.ta mitad der siglo ;r.; i;-;"tables>provinciales son a menudo nobres y iá ptopí.¿rá .gr*ia h,,-reda algunos de los privilegios (ahora mórales) de ra"sociedadfeudal. En Alemaniá, porÉrio*.nr. a las creaciones econó-micas de-fa gran burguesía, en el siglo xrx, ü;"ii;;; desem-peña todavía una.función política',

"d-ínirtt.tiur, militar,que ha permitido hablar de <<refeu dalizaci6ir.-É" i., socie-dades socialistas, so!r9 todo en aquellas ; ;;i; lrrnrfor.mación ha- sido parcialmente artifiiiar, ra crase *prr. sr> so.brevive a la clase <<en sf>.

- Algunos sociólogos americanos, en monografías de ciuda.des, han demosrado la persistencia d. nocr"orre;--¡. relacio-nes, comunidades de origen, parentesco, en Ia estratificaciónpsicosocial de las clases en los Estados unidos; y Goblot,en un libro reeditado recientemente, ha caructefizádá con mu-cha perspigSia

-lunque sin ningún método cientffi.o pro-piamente dicho---la psicología de las crases en Franclr, .nla primera mitad del siglo w. L barriérc et le niuearr mues.

Page 66: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

L32 rNrcrAcróN AL vocABULARro r¡rsróRlco

ua claramente que los signos extefnos (como el sombrero, la

gorra o los guantes), los signos culturales (como el título de

bachiller o el conocimiento del latín) son a menudo más im-

portantes en la vida cotidiana que el conocimiento exacto de

ia situación de un individuo dentro del proceso de produc-

ción. Pero dejando aparte su incidencia individual o excep-

cional sobre aspectos marginales de las clases <<en sí>, ladivisión objetiva queda más relorzada que atenuada por los

fenómenos de los signos y de los símbolos; que establecen los

auténticos cortes, los sentimientos de pertenencia o de g]r-

clusión.Los probletnas a estudiar, desde un punto de vista his-

tórico, pof las colecciones de texto.r y los análisis -de ooca'

bulario podrían agruparse baio algunas rúbricas referentes a

matices que a menudo se descuidan:

a') I) conciencia de clase ha sido una de las principales

preocupaciones del movimiento obrero, tanto entfe los anar-

ioistas como entre los marxistas; hacia 1900, dos términos,

.lconsciente y organizado>>, eran inseparables de la palabra

<<proletariado>>, hasta el punto de que los adversarios simu-

l.ban burlarse de este cliché; sin embargo, (organizado>> se

concfetó en los sindicatos y en los partidos, cuyo papel es

imposible ignorar; <<conscientet q una noción más difícil de

,.gioir, p.tó ittt.tesante; puede desembocar en el <<obreris-

*órr, ientación del movimiento obrero de confiar únicamente

en los obreros, muy sensible en algunas organizaciones y €n

algunas circunsrancias. Sobre este punto, y.td"9la pena dis-

tiíguir el análisis psicológico y -el

análisis polltico: la tesis

de"Gilbert Mury sobre los accidentes de trabaio-ha puesto

en evidencia el árp..to ambiguo de la conciencia de clase: el

uabajo aüena, y, al mismo ti..po, el hombre-segregado de

,o ,tábr¡o pot ,rtt accidente sutre y se siente üsminuido; si

se le ofrece una readaptación en una oficina, cuando está acos-

tumbrado al taller o a la cadena de producción, su ptimera

LAS CLASES SOCIALES T3'

reacción no es considerar esto como una promoción, sino alcontrario. Existe, pues, una conciencia, y hasta un orgullo, depertenecer a la clase obrera. ¿Hasta qué punto esta psicología funciona a nivel político? Es algo que hay que invistigar.

b) La incónsciencia de clase es un término algo paradó-iico, que a ml me gusra utilizar puesto que revela uno de losaspectos más recónditos a menudo de las luchas de clases.Hay muchos hombres (especialmente intelectuales) que cuan-do se oyen decir que reaccionan como <<burgueses>, que for.man <<bloque)>, objetivamente, con una clase de la que esfrecuente que no tengan conciencia de formar parte, manifies-tan o bien una viva reacción de negación y de cólera, o bienuna reacción de confusión v de malestar, que en algunos ca-sos compensan con actitudes extfemas. Pero desde el puntode vista histórico es muy interesante coleccionar las decisionesjurídicas, los textos literarios, las afirmaciones teóricas, en lasque bajo una apariencia de objetividad (a menudo sincera-mente aceptada por el individuo) se revelan las actitudes declase. Tanto más fuertes cuanto más ignoradas por el sujeto.

c) La toma de conciencia de clase, finalmente, ilunrinamuchos episodios históricos; la toma de conciencia de la bur.guesía frente a los privilegios jurídicos de los <<órdenes> es

una gran historia, muy bien conocida.

Quisiera citar aquí un texto que me ha descubierto uninvestigador durante una encuesta sobre la transformación dela viticultura meridional en una explotación industrial y ca-pitalista; en 1903, en el primer congreso de los trabaiadoresagrícolas de Béziers, un participante, jornalero ---el nombrelocal es fs¡¡ls5i¿v- descubre con un vocabulario ingenuo quela lucha de clases no es ya la del campesino contra el señor,sino la del asalariado contra el parón:

Puesto que ahora el Congreso ha constituido su Fcdoración, me parece que valdría la pena ocuparse un poco det

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Lt4 rNrcrAcróN AL vocABuLARro HrsróRrco

bienestat de este pobre máttir llamado agricultor o terras-sier, porque vosoffos, como yo, camaradas, hace tiempo queregriis con vuestro sudor esta tiema que alimenta a estoscapitalistas que nos tratan como esclavos, igual que se hacíaantes en tiempos de los señores, puesto que actualmente yano son sólo los nobles los que quieren mantener pobres alos pobtes, sino que vemos también con gran disgusto, mearevo a decir, a los republicanos, incluso a los socialistasestar en el poder y seguir sin vergüenza los pasos del ene-migo del pobre tenassier, y ya seúa hord que estos que nosptedican ftaternidad e igualdad nos mostraran por sl mis-mos cómo se llevan a la práctica esas dos palabras y dieranel ejemplo a estos enemigos del trabajador, porque me pa-rece que cuando un propietario con opiniones radicales so-cialistas pag a sus obreros dos ftancos diarios y les retirael vino a partir del primero de agosto, como hacen todoslos nobles y oportunistas de este pals, merece ser tratadocomo capitalista y enemigo de la patria agratia, y esto eslo que vemos en tdos los republicanos ricos sin excepción.

Y, sin embargo, en este texto que expresa la toma de con-ciencia de los antagonisnos básicos, quedan secuelas del vie-jo vocabulario, manifestaciones (en el resto del discurso) desolidaridades campesinas, de orgullo no de obrero sinode agricultor, que demuestran hasta qué punto la conciencia declase no está notr.. limpia de complejidades y de contamina-ciones, por el hecho del <<infinito desmenuzamiento de losintereses y de las posiciones que la división del trabajo so-cial suscita enffe los trabajadores, asl como entre los capi-talistas y los propietarios de la tierra> (Marx, El Capital,libro III, sección 7).

LAS CLASES SOCIALES tt5

Cutsrs, suBcLAsEs, cATEGoRÍAs socrAlEs,CONTRADICCIONES SECUNDARIAS

Hemos hablado del gusro por el lornalisno social enciertas épocas en que la sociedaá prt .. complacerse en mul.tiplicar sus divisiones.

El historiador busca distinguir enffe ro que sólo tienesignificado de lorna (psicosociológica\ y lo qoe tiene signifi-cado de fondo: capacidad de una üstinción social de fu-ndarya sea ana liiación de la sociedad (en castas, por ejemplo) o,por el contrario, vna reuolución.

. Para-eso importa distinguir enffe los <antagonistas> Íun-$men1al9s y las <<contradiiciozer> secundariasf ros primerosrisen el funcionamiento del modo de producción, las segundas derivan simplemente de él y pueden esfumarse .nte ioli.daridades más esenciales.

sin embargo, no hay que desdeñar tales contradiccionessecundarias y estos madces, pues de ellos dependen los ensanchamientos o encogimientos de Las altanzai de clases, Iasatenuaciones y las exasperaciones de las luchas fundamenta.les, los reforzamientos y debilitamientos de la autoridad delos grupos dirigentes, los modos

-cabrfa decir los <<estiros>-

de esta autoridad.Definamos algunas de esas <<categorlas>>, de esos matices

en el seno de las <clases>.

Las categorías socioprofesionales

S9n Jas que hoy recogen las estadísticas oficiales; y lasmás fáciles de reconstituir en la sociologla retrospectiva; noses más fácil saber cuántos panaderos y zapatercs habra en unapequeña ciudad del siglo xvu que saber aractamente cuántoa

Page 68: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

l'

1,36 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

asalariados propiamente dichos había, y cuántos empresarios

o rentistas.No hay que ocultarse a uno mismo que hay un peligro en

esto. No se trata de que la <<profesión> regisuada por las

estadlsticas no sea un dato necesario e interesante, pero no

habrla que pensar que lo aclara todo. Las distinciones actua-

les entré <<cuad¡os superioresr>, <<cuadros meüos> corren elpeligro de encubrir bajo esta <<jerarquía> de prestigio ,y de

áutoridad las divisiones verdaderas entre" funciones asalafia'

das y funciones que participan por delegación de los poderes

del iapital. Y a la inversa, el amplísimo abanico que puede

cubrir una misma palabra puede resultar engañoso. En Espa-

ña un limpiabotas me mostró su tarieta de inscripción en el

regisuo profesional: decla <industrial>; esto le divertla mu-

cho.Reconozcamos, no obstante, la importancia histórica de

[os <<gremios>, de lo que se llama con bastante frecuencia; a

*.nodo incorrectamente, las <<corporaciones>>1 la tendencia

a formar (cuerpos)> organizados y muchas veces defensivos y

cegados ., .uid.ntemente objeto de un estudio posible, y

que muchas veces se ha llevado a efecto. Las luchas de las

árporaciones entre sf no deben disimular dos tipos de lu-

chas de clases cuya evolución puede seguirse: 1) una interna,

enÚe maesffos por un lado y oficiales o aprendices p9f offo;una deformación impoftante, en particular en el siglo :nrgr,

es el reclutamiettto d. jóvenes como aprendices, 9u€ hacen

de hecho un ffabaio de-oficial apenas pagado; 2) otra lucha

es efitre corporaciones doninantes y corporaciottes -eiecuto'rttsi tengo eiemplos de luchas por los salarios, contfa las tfam-

fr, .ori.t"ti.r .o el pago delmabajo, en6e üstribuidores de

i^ lana y tejedores, organizados unos y otros en gremios se'

parados, que discutían de organismo a organismo; pero se

ir^t^ dá hicho de un conflicto capital-uabajo'

LAS CLASES SOCIALES t37

Los <cuerpos constituidos>>

Los juristas, así como .i.rto, historiadores, han acen.tuado nrucho Ia importancia de la noción de u.o.rpos inter.medios> entre Ia base social y la autoridad del Esiado, uc.tese de las tradicionales t.pt.r.rrtaciones municipales o pro.vinciales o de <<cuerpos)> vinculados por sus funcLnes. róda.vfa hoy se habla de <<cuerpos constiiuidos>> en esre sentido:academjas, magisuat.rra, universidad, e incruso u.u.rpor, Áá,especializados dotados de sus radiciones propi.r, .oño puen.tes y caminos, o Minas; esto proviene de ta antigua tendencia social a constituir <<órdenes>> de todas las catJgorlas y serelaciona con el problema de las diversas fo¡masie autori.dad social, polltica, técnica. Estos <(cuerpos)> est¿ín a menudomuy divididos por querellas de clanes y d. p.monas. pero su<<espíritu de cuerpo>> puede rener un prp.f en determinadascircunstancias y adquirir una función histórica particular. Estovale sobre todo para el <ejército)>, en el sentiio en que mu-chas veces se entiende este término, a saber, el .,cuerpó de losoficiales> (cf. la Alqmania de l9l8-19t9 o la Francia de laguerra de Argelia, pdr no hablar de España a Io largo de suhistoria contemporánea).

Los <medios>

La noción de <<medios)> o <(ambientes>> (en francés, mi.lieux) parece banal y v^g . Puede ser muy rítil al historíadorque t¡ata de explicar ciertos procesos de transmisión o defijación, por la interacción de soüdaridades esencialmente psi.cológicas pero fundadas sobre hábitos sociales de resonanciaprofunda: comunidades de lenguaje, de cultura, de prejuicios,de relaciones, de parentesco, etc. Eiemplos: las aristocraciacde provincias, los <<medios de los negocios>, los <medios lite.

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Y

138 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

rarios>>, el periodismo, el cine, etc... Incluso los <<cuerpos>

(diplomacia, ejército, academias) se prolongan hacia ciertos<<ambientes>> (salones, clrculos...) frecuentados por ellos. E/espíritu imperante en tales comunidades no estructuradas p-ue-

de a veces explicar muchas cosas a propósito de ciertas deci'

siones o de ciertas actitudes de repugnancia o rechazo. social

o polfticamente imponantes. No hace falta decir que estas

distinciones interesan aún más al historiador de las ideas, de

la literatura, del arte, incluso de las ciencias (cf. el <<munclo

médico>); en Francia, los dos conformismos simultáneos del

atte académico y del arte de vanguardia se pueden observar a

través de los <<ambientes)> o <<medios>. La práctica reügiosa

también depende de los correspondientes medios. La novela

es a menuJo r.tn insuumento de análisis de los meüos para

el historiador; es peligroso contentarse con ella, pero puede

sugerir hipótesis de observación. Los <<medios> son a menu'

do el intermediario obligado por donde debe pasar un aná-

lisis histórico de las clases. Pues, aunque hasta ahora no

hayamos indicado más que <<medios> vinculados a las clases

,o.id-.n,e dirigentes, hay también varios tipos de (medios

obreros>, de umedios campesinos>. Los sociólogos gustan de

hablar de <<universosr> (cf. <el universo de los maesüos de

escuela>, de I. Berger); el historiador debe saber utilizar esta

noción para los análisis sociales.

Las clases organizados

Hay que hacer mención apúte de los agrupamientos que,

ya sea por una conciencia particular de su papel, ya sea Por

i^ lrg lir ción de privilegios (tendencia a formar <(corpora-

.iorr."ro u <<órdene*¡, y.-t.. por la formación de sindicatos,

asociaciones, partidor, -r.

asignan a sl mismos la tarea de

áefender y t.pt t.ntar intereses colectivos declarados, inclu-

LAS CLASES SOCIALES ttg

yendo una representación de clase (sinücatos patronales, sirt.dicatos obreros). En el siglo xrx el inüvidualismo teórico dela <igualdad de derechos>> prohlbe primero este último tipode agrupamientos; es sabido que luego adquirirán una im.portancia cada vez mayor. Pero siempre han existido minorfasreprésentativas; en la Francia del siglo xrx, a partir de laRevolución, bajo el Imperio y la Restauración, hay los siste.mas <(censitarios>> que oficialtzan la noción de <<notables>,aparecida en el siglo xvrrr (<<asamblea de notables>, de Ca.lonne). Véanse los estuüos de A. Tudesq, Les grands flota-bles en France (1840-1849), o de E. Halévy, La lin des no-tables (sitúa el fin de los notables hacia 1380). Pero hay queseñalar también que, bajo aspectos de defensa puramenteeconómica, ciertos agrupamientos (cámaras de comercio, aso.ciaciones agrfcolas, etc.) son tlpicamente órganos del interésde una clase. Sin embargo, su especiahzaciín los convierte amenudo en portavoces de tal o cual <<categotlar>, de tal ocual interés localizado o momentáneo.

I^as dioisiones internas de las clases socialesen categorlas econónicas

Por fundarse en los orígenes de los ingresos,la üvisiónfundamental y antagónica sigue siendo la que se da entretrabaio y capital. Pero puede ser matizada para un estudiomás profundizado.

El salario es el ingreso de los no poseyentes actiaosi hayque saber, sin embargo, que las estadlsticas modernas clasifi-can entre los <<asalariados> a ciertas estrellas del deporte odel arte, ciertas remuneraciones de elevadas funciones en las

empresas, falseando asl de manera singular la definición delasalariado y la parte del salario en la renta nacional.

Los no poseyentes inactiao.t representan la parte pasiva

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Ír

140 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

de los no poseyentes -niños,

ancianos, inváüdos y alta proporción de mujeres- que deben ser mantenidos ya sea porel salario famiüar o por instituciones sociales de carácter di-verso; el hacerse cargo de esta masa es uno de los elementosfundamentales de los problemas de la sociedad; si no se tieneen cuenta, resulta erróneo el juicio que uno pueda formarsesobre el elemento <isalario> y sobre las cargas de cada unade las clases o del Estado (o, antaño, de las instituciones re-ligiosas de caridad).

Los poseyentes actiuos son, a grandes rlsgosl los <empre'sarios>>, cuyo ingreso fundamental es el <<beneficio empresa'

rial> (el <<arrendatario capitalista> es su versión agrícola).

Los poseyentes inactiaos son los rentistas de la tiera ylos rentistas del capital, prestamistas de fondos a los empre-

sarios (sus ingresos son la <<tenta> y el <<interés>, este últimoun ingreso fijo; el <dividendo> variable es la remuneración

de una participación en los riesgos de la empresa a la vsque en sus beneficios).

Pero los ingresos nixtos abundan: un pequeño campesino

propietario, un artesano, adelantan un capital, dirigen una

.-ft tt y viven en parte de su trabajo cotiüano. Muchos

<<asalariados> tienen también ingresos mixtos.Las diversas combinaciones de estas <(categorlas> econó

micas en el interior de las clases desembocan en conflictos

secundarios, aunque a veces agudos: 1) entre agricultores e

industriales, cuyos intereses no siempre coinciden, al desear

los primeros el mantenimiento o subida de los precios agrl-

colai y la baratura de los productos industriales, y l9s segun-

dos ló contrario; el conflicto más famoso de esta lndole es el

que opuso a los industriales y a los tegatenientes ingleses,

Lracia tg40, a propósito de la supresión de las leyes protec-

cionistas para los precios de los granos (Corn laws\; 2) en'

6e imporiadores y exportadores; los puros comerciantes im'portrdor6 desean la baratura de las mercanclas extranietas,

LAS CLASES SOCIALES L4L

y tienden por consiguiente a ser adversarios del proteccionis.mo y partidarios de la estabilidad de la moneda interior; losexportadores

-comerciantes e industrias exportadoras- son

más bien partidarios de las devaluaciones monetarias, que losfavorecen en el mercado internacional; 3) las pequeñas em.presas temen su absorción por las grandes, cuyos precios deeosto tienen más posibilidades de ser bajos (y el conflicto €g

el mismo entre pequeña y gran propiedad o empresa agrlcola);4) los prestamistas y deudores (rentistas y empresarios) tieneninterese¡ contrariosz a) en torno a la tasa de interés; b) entorno a las desvalorizaciones monetarias, que desvalorizan au-tomáticamente los créditos.

En teorfa, la competencia capitalista debería imponer so-bre todos estos puntos las <<armonías>>, los <<equilibrios>; perolas presiones posibles, las protecciones, las subvenciones, locefectos de las decisiones presup-uéstarias y monetarias convier-ten en realidad estos confictos de categoría en problemaspolíticos y, por ende, bistóricos. La historia económico-socialestá llena de estas intemelaciones enme <(grupos de presión>y debates parlamentarios o sindicales. Se trata de luchas decategorías; quedarlan por ttat^r las luchas de clases, pero estefenómeno, gu€ domina la historia, necesitarla un volumenentero.

Page 71: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

PIJEBLOS, NACIONES, ESTADOS

Page 72: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

v

Hemos estudiado la división de Ia sociedad -mejor ü.

cho, de /¿s sociedad.= en.gnrpos sociales cohesionadls p;las relaciones de fu19ión y dJ subordina.ió", coya lor.. *¡,caracte¡ística es Ia división en cl¿ses.

Pero el conjunb de la humanidad se üvide igualmenteerr grapos yuxtapaestoJ en el espacio, gn¡pos estructuradogsocial-ente y con frecuencia organizadoJpárti....n,., *yoorigen, existencia, transformaciónes y .oifli.tor .onrútuy.na menudo, más lclus9 que la misma-historia social, el fondode la historiografía cláslca.

No dudamos en subrayar la vacilación, ra confusión y lasfluctuaciones del vocabulario y de ror .oá..pio, * ,orno ,esta.división espacial de la humanida d, ,azoi y etnias, clanesy tribus, comunidades y ciudades, puebros y'u*uráiaiiti,rciy9s e inperios, naciones y estaios: he aqur una serie dópalabras familiares cuyo contenido, en principio, conoce todoel mundo' pero .oyrJ definicioner-ro.iotogi.rt, iin

"rbrtgqsoñ a menudo inexistentes o controvertid¡i, míennas q,r. io,historiadores, los.periodistas y, con más motivo, el lenguajeco*iente las emplean fácilmente sin preocuparse por l.-pil.cisión, dan a entender que algunos términó, ,oo'sinónimoscuando 1o lo s9n, y los utilizan de fo¡ma anacrónica por pocoque se descuiden.

como ejemplo citaré el trtulo de un libro conocido deRaymond Aron, Paix et guerre entre les nationr, que, d.rJilas primeras páginas, define Ia gue*a como una'form¿ dc

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L46 rNrcrAcIóN AL vocABULARro H rsróRrco

conf.icto entre Ios estados. O bien el título de una colección

histórica, excelente por otra parte, <<Historia de las relacio-

nes internacionales>> en la que hay volúmenes deücados a laedad media europea, época en que Ia voz nación (y, por lotanto, la palabra <<internacional>) no puede emplearse en elsentido actual.

Pero ante todo me complace citar, como prueba de esta

desorientación sem¡íntica sobre las nociones de grupos huma'

nos, las frases de una comunicación presentada al congteso

de Oslo, en L929, pot un historiador polaco, encargado pte-

cisamente de esclatecet los orígenes de la noción de <<naciona'

lidad>: <<Los Estados o países, y Por ende las naciones resPec-

tivas, no llevan más que los nombres de sus proaincias pfin'cipales>>, y <(se trata de saber cuál era la función de la con-

ciincia nácional, del sentimiento nacional, de la solidatidad

nacional que abarc aba al conjunto de una sociedad, en toda

la extensión del Estado luturo al que pettenecerá>>.

Es evidente dónde se encuentta la confusión: se da por

sentada una solidaridad, una conciencia que eústla 1ntes,

pero en lugar de buscar por qué, se proyecta esa solidaridad

.n.l mur.o de un estado existente, mientras pafece admitirse,

por la utilización de la palabrc <<pertenecerá>>, que -b naciona-

L¿"¿ no se confunde con el estado -hecho

innegable, puesto

que gran parte de la historia contempof ánea está compuesta

pot ü realción de las <<minorías nacionales)> contra el Estado

al que sienten <<extraniero>>-.tExisten, pues, una serie de términos y de nociones sobre

los que -.t... la pena reflexionar, tanto más cuanto que qui-

zá son precisamente los más familiares.

1. Algunas de mis investigaciones sobre estas fluctuaciones del voca'

bulario hiitórico respecto a los grupos están condensadas en mi obra Ca'

l¿ini en Ia Españi Modrroo (Barcelona, 1978), tomo I, ptefacio, epig. 5

,rfi-iriori" y sociologla ante el fenómeno nación>, pp. 36-49.9f. 9n le misma

obra, pp. ge'rc2 y (sobre la noción de (ftonterao) pp' ll2'tL6'

PUEBLOS, NACTONES, ESTADOS L47

Antes de pasar a los términos importantes (en particular,el de nación) quisiera sugerir algunas ¡eflexiones prelimina-tes, preparatorias, sobre dos nociones íntimamente ligadas a

la existencia histórica de los grupos: la noción de lrontera yla de guerra.

L¡, rnoxrnn¡

Frontera es actualnente una palabrí, y un hecho, perfec-tamente definido desde el punto de vista jurldico; en el Jleg-

lried de Giraudoux se encuentran fragmentos placenteros so-

bre la noción de <<línea ideal>, y una película de Charlie Cha-plin termina con una secuencia extraordinaria en la que Char-lot, perseguido por las policías de dos estados, se amiesga a

caminat sobre la <<llnea ideal> que separa México de los Es-tados Unidos. Estas fronteras de estados tienen un sentidomuy neto: a uno y otro lado no son válidas las mismas mo-nedas, el derecho y la policía no son los mismos, ni lo son

tampoco las lenguas oficiales; hay aduanas y pasaportes. Y, sinembargo, sabemos bien que las lenguas populares no respetanlos límites de las lenguas oficiales, ni en Flandes, ni en Alsa.cia, ni en Cataluña, ni en el País Vasco, y ello basta para mos'trar que estado, nación, nacionalidad (o etnia), lengua, fol'klore, etc., no coinciden exactamente con las ftonteras jurf'dicas. Las fronteras políticas actuales, que separan estados,

son consecuencia de tratado.t, que a decir verdad son más

<<interestatales>> que <<internacionales)>. Y, sin embargo, estas

fronteras son un producto de la historia que no se hace com'pletamente al azat.

Cuando los hombres ocupan la tiema de forma muy laxa,

sus agrupaciones tienen fronteras mal definidas; las mibus

nómadas de Africa o de Asia saben perfectamente los llmitesde sus terrenos de paso, pero se ffata de vna zond y no de

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t"

L48 rNrcrAcróN AL vocABULARro H rsróRrco

trazados lineales; en la antigüedad o en la edad media, lascomunidades campesinas, los señoríos, las pequeñas ciudadesfortificadas conocían los límites de su territorio inmediato yen caso de necesidad acogian a las poblaciones en el recintode sus murallas. Pero ampüos espacios forestales o pedrego-sos etan apropiados de forma muy vaga; y lo mismo sucedíacon pertenencias más elevadas; las fronteras entre los temi-to¡ios pertenecientes al señor tal o al soberano cual se ex-presaban a menudo con la fórmula: <<hasta tal castillo>> o<<tal ciudad>>, inücación militar pero que muestra bien elcarácter no üneal de la üvisión política. Tal tierra o tal per-sona dependía de otra por el vínculo personal, por el derechoprivado, de ahí los innumerables enclaves, complicaciones yanomalías que el mundo feudal ha dejado en hetencia al

mundo moderno. La noción de <<fronteras naturales>, y porello entendemos las que han separado mejor los grupos hu-manos y conservado su originalidad (lengua, costumbres) po-d¡ían ser, como por definición, las <<fronteras demográficas>:me refiero con ello a las zonas despobladas o muy poco po-bladas, montañas muy altas, desiertos, pantanos, bosques den-sos, etc. Nunca se produce un corte tajante. Pe¡o es intere-sante seguir, para comprender mejor algunas üvisiones más

profundas que los hechos políticos, los caracteres del pobla-

miento en las üversas épocas, los contrastes enue los <de-

siertos-fronteta>> y los <<núcleos>> o <<polos>> de poblamientodenso. En el espacio, las estructuras étnicas se explican mu'chas veces por las estructuras demográficas.

Observemos que a menudo Ia zona'frontera casi desér-

tica es un^ consecuencia del enfrentamiento de larga dura-

ción entre dos mundos humanos con diferencias en cuantó al

nivel y al tipo de civilización: <dirner)> antiguo entre mundoromano y mundo bárbaro, <(rnarcas)> y <<fronteras)> enffe mun-

do musulmán y mundo cristiano en la España de la edad me-

dia, <<frontera> móvil entre los pioneros de la América del

PUEBLOS, NACIONES, ESTADOS t49

norte colonizada por europeos y las tribus indias progresiva-mente eliminadas.

Vemos asl cómo la historia permite la crltica de una no-ción de <<frontera>> que el siglo xrx había elevado al rango detabú: inmediatamente después de 1871, un <<incidente defrontera>> entre Francia y Alemania creaba una auténtica avmósfera de guerra. En el siglo :rx, en circunstancias pollticasparticulares, la noción se hizo aín quizá más rlgida (materia-lización del <telón de aceror>); pero observemos que esto su-

cede a menudo entre dos partes de .una <<nación> reconocida(Alemania, Corea). Sin embargo, en otras circunstancias, Iaguena se instala de tal forma que la noción iurfdica de fron-tera pierde toda significación práctica (próximo oriente, fn-dochina). La <<fronterar> como sfmbolo de la división detmundo en grupos es, pues, por su misma evolución, un testi-monio interesante sobre el sentido

-iamás eterno y cons-

tante- de esta división.

L.l cusnn¡,

La noción de guena merecerfa reflexiones análogas. Des'graciadamente, el agudo interés que suscita el estudio de las

divisiones de los grupos humanos y del sentido de esta dlvl'sión obedece al hecho de que los grupos humanos luchan entresf. Durante mucho tiempo se ha considerado que estas lucltasde grupos constitulan el fondo de la historia. Manr ha demos'

trado que las lucltas de clases tienen en realidad un sentldo

más profundo, puesto que traducen las estructuras sociales y,u, iontttdicciones, y por lo mismo hacen evolucionar tas

sociedades. Es cierto que en los perlodos históticos en gue

las posibilidades de cecimiento global eran muy detiles, tas

Iuchas de grupo tendfan a ltacer uecer a anos gapos a err.'

pensas deánás, más que a multiplicar sus posibtlidades téc'

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150 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

nicas de producción, y los techos de desarrollo que se obte-nían así permanecían muy bajos, excepto para algunas mino-rías y durante un breve período de tiempo.

De hecho, no hay una separación tajante entre luchas degrupos y luchas de clases, ni entre luchas armadas y relacio-nes pacíficas (emigraciones, comercio, etc.), puesto que la his-toria es la combinación de todos estos tipos de relaciones.

Pot esto, la poleruologia (ciencia de las guerras) tiene uninterés auténtico, pero corre el peligro de encerrar únicamenteen <<fórmulas>> de <<estrategia> la historia clásica de las gue-rras, o de estudiar la guerra como eleme¡rto en la formaciónde las sociedades, sin haberse preguntado antes: ¿por quéexisten grupos humanos separados? t ¿por qué se hacen laguerra?

Tomo el ejemplo de dos obras colectivas muy interesantes:Problénes de la guerre en Gréce (baio la dirección de J. P.Vernant), Problénes de la guerre h Rone (baio la direcciónde J. P. Brisson). Estas obras tt^t^n o bien de la organizaciíntécnica militar (falange, hoplitas, legión, carros, trirremes,fortificaciones...), o bien de las formas sociales relacionadascon la existencia de las guerras (la función guerrera en Iamitologla, el guerrero homérico, la función polltica de losejércitos, el proletariado en la legión romana, el orden ecues-

ue y el ejército, etc.). Sólo algunos artlculos se plantean lacuestión: ¿por qué las ciudades griegas se haclan la guerra?Y hay que decir que la respuesta no es nada satisfactoria; se

nos responde <<porque no eran capaces de abastecerse)>; es

un argumento; pero si se hubieran entendido p^ta intercam-biar sus productos, la misma explicación hubiese sido válidapafa esa actitud paclfrca.

Lo que no se nos dice, o no de forma suficiente, es: 1) ¿aqué obedece esta estructura espacial en ciudades, en ciuda-delas, en pequeñas monarqulas?;2\ ¿a qué se debe, en cada

una de estas unidades, la división en clases? La existencia

de clases de guerreros se justifica por ra guerra. Rara vez sepiensa en explicar la existencia de la gu.it. por Ia presenciade cla-ses dirigentes cuyas posibilidad'es de lnriquecimientoestán limitadas dentro del marco en que gobiernan y que an-sían extender con las armas sus riquezas y su .otoridri.- -Ahora bien, esto correspond. r un hábito adquirido des-

de hace tiempo por la histoiiograÍía: las fuentes j-crónicas o

documentos literarios-, _al o.up.rr. de las luchas de grupos,

exaltan los sentimientos de soliJaridad de inrereses, d.i.Áor,de instinto de defensa, y también de gloria y de

^íid* comosi de los de toda una colectividad se tratase; esto nos habitúaa pensar en Micenas, Troya, Atenas, Esparta o Roma comobloques cuyos reyes, guerreros o instituciónes militares tienenla misión de defender. De la misma manera que decimos hoy<<Francia>>, <<América>>, etc., sin distinguir ent-re los dirigentesy una masa de la que_n9 digo a priori que no tenga niigon,tazón para sentirs_e solidaria, pero sobre Ia que no

-t.rrgo tr*-poco el derecho de afirmar a priori que constituya una indi-vidualidad dotada de voluntad, de conciencia clara de sus in-tereses y de intereses identificados con los de sus dirigentes.En resumen, uno de los peligros que amenazan al historiadores el de aceptar como un dato la <<ciudad>>, el <<reino>, el <<im-perio>, etc., marcos de una <<sociedad global>> sobre la que seplantean todo tipo de cuestiones excepto la de su existáncia.Y esta existencia depende a la vez de la distribución espacialde los hombres en el momento observado, del grado de com-plejidad alcanzado por la organización social, y dá h concienciaque tienen las üversas clases, en el seno de esa organización,sobre las relaciones posibles entre los grupos próximos o leja-nos, pafecidos o diferentes (ciudades griegas o naciones mo-dernas entre ellas; Roma-bárbaros o Europa-Africa global-mente).

vemos cuáles serían los principares problemas de una<polemologfa>>: origen y natuialua- de los grupos y de los

PUEBLOS, NACTONES, ESTADOS 151

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r152 rNrcrAcróN AL vocABULARro H rsróRrco

conflictos, evolución de los tipos de grupos y de los tipos deconflictos, relaciones enme conflictos de grupos y conflictosde clases, entre luchas externas y estructuras internas de lasagrupaciones. Pero aquf nos plantearemos tan sólo las cues-tiones de aocabulario.

Rnzes p H rsroRrA

Es evidente que existe en la hu*.rrid.d un primer tipode división, ffsicamente sensible y, por ello, psicológicamenteimportante: la de las grandes razas

-negros, amarillos, blan-

cos- y de sus subdivisiones, que en algunos casos se agrupande forma masiva (indios de América, etc.).

Son tales los honores que en fecha reciente ha inmodu-cido en la práctica el <<racismo)), que patece indecente, in-cluso para condenarla, someter la noción de <<taza>> a la ctf-tica histórica. Claude Lévi-Strauss, en su texto Race et bis-toire, que le fue encargado en L952 pot la UNESCO, partede los siguientes principios: la genética moderna niega lanoción puramente biológica de mza; en todo caso, ningunapropiedad psicológica en particular se vincula a las tazas; ypor encima de todo, lo absurdo y peligroso del racismo es-triba en que presupone inferioridades y superioridades, 1l riosimples diversidades y diferencias. De hecho, el racismo noes más que un caso particular de la desconfianza y el despre-cio instintivos que resienten los hombres hacia aquellos queson exteriores a su grupo; racismo y xenofobia se separan tansólo por matices y grados, y esta última se agudiza únicamentecuando los signos materiales (rasgos físicos, lengua) permi-ten distinguir meior los grupos.

De ahl podemos deducir varias conclusiones histórica-mente útiles: 1) de hecho, el mundo no se divide en grupos

de <<razas>, sino en una multiplicidad de <<culturas>, combi-

PUEBLOS, NACIONES, ESTADOS t5t

naciones compleias de rasgos raciales casi siempre mestizos'

de conquistas técnicas más o menos avanzadas, de herencias

lingüísticas más o menos diferenciadas, de estructuras psico'sociológicas coherentes pero con lógicas internas muy diver'sas; esas mismas culturas no son necesariamente los marcos

caracterlsticos de la vida cotidiana -pueblo,

comunidades-o.de la vida política (ciudades, señorlos, estados); no son ta'les <<culturas)> o tales <<áreas culturalest> las que luchan entresl; 2\ y, sin embargo,las ignorancias y las oposiciones que

pueden llegar a considetar al <<extranjeror> como un <bárba'

ro>, un <<salvaje>> -casi

como un no-humano- se manifies'tan tanto de poblado a poblado en las sociedades primitivas(y en toda vida rural queda algo de ello) como en contextos

tan inmensos como las luchas entre Ia Cristiandad y el Islam,enue europeos e indios de América, etc.

Las divisiones raciales, lingülsticas y culturales son, pues'

realidades tangibles que, combinadas con el instinto de grupo

y de desconfranza hacia lo <.extranieto>>, constituyen factores

de la división humana y son el terreno para las psicologfas de

guerra. Sabemos que los odios de nza y los odios de religiónson todaula hoy fuentes de confictos en el seno de socieda'

des muy evolucionadas, Estados Unidos o lrlanda. Pero sa'

bemos también que estos confictos son más comple-ios; el

problema negro en los Estados Unidos es tan social como

iacial; el problema irlandés es tan etnopolítico como religio-

so. De hecho, las guemas propiamente dichas y los <<movimien'

tos nacionales>> contra las dominaciones polfticas extranieras

son de otra natuf aleza. La división en <(naciones>> tiene pocO

que ver con la existencia de las tazas. Y es asf, en primer Iu'grr, pot la sencilla mz6n de que actualmente ningún grlPo

f,or.no importante es racialmente homogéneo. Los proble'

mas de ,^ri y de mestizaie en diversos grados han estado más

imbricados, desde hace dos siglos, con problemas de ierar'qufa y explotación sociales (América latina, sociedades colo.

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154 rNrcrAcróN AL vocABULARro H rsróRrco

niales), que con problemas de diplomacia y de guerra. <<Ra-

zas y clases>> es un problema existente. <<Razas y guerras>> loes mucho menos. La noción de <<raza>> es uno de los compo-nentes de la de <grupos étnicos>> pero todavla existe dife-rencia entre un <(grupo étnico>> y una <<nación>>.

Los cnupos ELEMENTALEs: DE LA FAMTLTA A LA TRrBU

La <(etnog .rrfia>> describe los grupos de hombres, y pos-teriormente la <<etnología>> intenta sistematizat y fotmalizatsus caracteres. En <(etnos>> hay la idea de un origen común,o de tasgos comunes (algo que, en cambio, no está en <<de-

mos)>, grupo político) (cf. Benveniste, Le aocabulaire des ins-titutions indoeuropéennes, t. I, p. 90). Grecia y Roma tienenuna concepción de los grupos que proceden de la f.amiha yque forman clrculos concénfficos; en Grecia: genos, Íraffa,filé; en Roma: gens, curia, tribus (ibid., p. 257). Del tema<weik-woiko>> derivan, en griego, <<oikos> (casa) y, €ri latín,<<vicus>> (burgo o barrio), palabras en las que el sentido se

ha deslizado desde la designación de un grupo humano al desu hábitat.

Pero veamos otros ejemplos.De Le Maghreb aaattt la prise d'Alger, de Lucette Va-

lensi (1969), recordemos el párrafo siguiente:

Escuchemos la historia de los Uled Sidi el Hani, insta-lados en la región de Cairuán: el fundador de la ribu vinode Marruecos, de la Seguia el Hamra: tuvo seis hijos y cada

uno de ellos dio origen a las seis fracciones actuales. Ca-da una constituye un duar en torno a la tumba del antepa-sado. La historia de los Uled Sidi Tlil, tunecinos igual-mente, es muy parecida: Sidi Tlil, descendiente de uno delos primetos califas, es el padre de cuatro hijos, cuya des-cendencia constituyen las cuatro fracciones actuales ...

PUEBLOS, NACTONES, ESTADOS 155

... el individuo se concibe como el último eslabón deuna genealogfa, la sociedad como una yuxtaposición de li.najes ...

... como es obvio, la leyenda originada no tiene en sfmisma ningún fundamento; puesto que las ribus resultande la coagulación de elementos diversos, mucho más quede la fecundidad de los antepasados reconocidos. Sin em.bargo, tal imagen está leios de ser únicamente una repre.sentación mental, una leyenda púa niños, un producto fol-klórico. Dibuia, en efecto, los niveles de los esrratos quedividen la sociedad ...

Estos mitos sobre los orfgenes son la proyección inte.lectual de las estructuras sociales y éstas no tienen nada delegendario y aparecen en todos los aspectos de la vida delgrupo: tanto en la distribución de la tierra como en la motfologfa del hábitat o en la práctica religiosa o iurldica.

Dejemos Ia leyenda y observemos a los actores: un pri-mer tipo social lo proporcionan los bereberes marroqufesdel Anti-Atlas, estudiados por Robert Montagne. La uni-dad social más pequeña es el hogar, la familia. Es la unidadmás viva y contribuye a formar grupos sociales más amplios:en primer lugar, los caseríos, que reúnen 20 o 30 hogares.Cuatro o cinco caseríos constituyen a su vez un iem'aat,La teunión de varios iem'aat forma la unidad polftica, latribu. El gobierno de ésta es el anfaliz, reunión de notables,de los hombres de confianza de cada pueblo. En lo esencial,el horizonte del individuo se limita a la tribu. En su inte.rior tomará esposa, resolverá sus problemas jurfdicos o cum-plirá con sus deberes religiosos.

Pero dado que la sociedad está compuesta por una yt¡x-taposición de tribus, éstas no son totalmente extrañas entresl. Entre ellas se establecen relaciones de alianza o deoposición: se forma parte del mismo lell o soff. Es ciertoque esos sistemas de alianza funcionan sobre todo en casode conflicto. Pero no únicamente. Algunas grandes pere.grinaciones a Ia ermita de un santo pamón desbordan elmarco uibal y reúnen a varias mibus confederadas ...

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r-

t56 rNrcrAcróN AL vocABULARro H rsróRrco

Asf es la yuxtaposición de las <sociedades segmentarias>>,tribales. Allí donde perviven como comunidades vivas se ma-nifiestan en el paisaje. Por ejemplo, las comunidades indiasde los Andes (<ayllus>). <<Desde Sillanayok'se ven tres ayllus:Pichk'achuri, K'ayau, Chaupi. Tres torres, tres plazas, tresbarrios... "IJn pueblo indio", dicen los viaieros al llegar a estacumbre>> (J.M.Arguedas, Yauar fiesta, <<Pueblo indio>).

Enffe estas formaciones elementales, los confictos, Iasgueffas no existen necesariamente. Debemos constatar quehay sociedades sin gilerra para evitar dar al fenómeno un cer-tificado de necesidad. Sin embargo, en el caso de la sociedadgriega, según J. P. Vernant (Problénes de Ia guene dansla Gréce ancienne),la guema está en todas partes: en el voca-bulario, en los ritos (combates ficticios), en el derecho (soli-daridades familiares de las <<vendettasr>); es una relación <<na-

tural> enre <<ciudades>>, una vez éstas han establecido unsistema judicial para los confictos interiores.

Los ntrprnros. Er LEGADo or Rou¡,

Sin embargo, lo más comiente es que por encima de lasdivisiones tribales elementales se constituyan unidades polf-ticas muy amplias a las que designamos -por simple como-didad- con el nombre de inperios, siendo los más caracte-rísticos los que son a la vez monárquicos y teocráticos y c-uyo

soberano es simultáneamente rey, sacerdote 1' dios: Egipto,Asiria, China, Japón, imperio incaico, etc. Pero el paso <<de

Ios clafies a los imperios> (tltulo de la obra de Moret y Davysobre Egipto, en la colección <<L'évolution de I'humanité>)es un proceso complejo que interesa ala vez al etnólogo y al

historiador.La formación y Ia disolución del imperio romano nos

afectan más de cerca puesto que de alll surgieron las forma-

PUEBLOS, NACTONES, ESTADOS L57

ciones nacionales y políticas de la Europa occidental de lasque dependemos nosotros. Sobre este punto podemos inüo-ducir algunas observaciones útiles:

1) Hay toda una ideología de la patria como valor mo-ral supremo que tiene un origen romano y gue, a través dela <<cultura clásica>, triunfó en los países de lengua romancedespués del Renacimiento

-Francia, España, Italia-. Los

poetas de la Pléyade intentan calcar un mito histórico fran-cés sobre el modelo de la Eneida. <<Francia, madre de las ar'tes, de las armas y de las leyes...r> Corneille da, con Horace,el prototipo de la ragedia patriótica. Y la Revolución adoptatodo el vocabulario de los discursos de Tito Livio. Mousnierdemostró un día, en un coloquio, que los clichés estillsticosde la <<Marsellesa> se enconuaban todos en ciertos textos delsiglo xvr. Ello no significa que la <<nación> francesa tuvieraya en el siglo xvr todos los matices que la Revolución da a

esta palabra. En cambio, sí significa que las tradiciones cul'turales, la educación de los colegios, el vocabulario aprendidoen la escuela, juegan un papel importante en la elaboracidn

ideológica de una conciencia de grupo.2) Las grandes regiones de Europa occidental que han

constituido el marco moderno de las naciones-estado unifica'das y cenralizadas habían tenido, antes de la disgregación

feudal, una cierta unidad, una cierta personalidad, en el inte'rior del imperio romano en su mejot período de organización.

En consecuencia, existe una proyección de las realidades pollticas modernas sobre nuestras representaciones históricas. Elhistoriador francés Camille Jullian dice, refiriéndose a la Ga'Iia: <<no dudo en pronunciar la palabra "nación"...> Y el fi'lólogo español Menéndez Pidal ve en el <<mapa cultural> de

la Hispania romana una perfecta prefiguración de la lspfadel Siglo de Oro. En Venecia escuché cómo un niño de üezaños demosraba, con un manual, que <<Italia>había domina'

do Europa.

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t-158 rNrcrAcróN AL vocABULARrq HrsróRrco

Pero a la vista de lo que sucedió tras la desaparición delpoder miütar y político romano cabe pensar que su penetra-ción en las profundidades de las sociedades dominadas y desus estructuras uibales no era mucho mayor que la rcalizadaen nuestros üas por las dominaciones coloniales europeas enAfrica, por ejemplo. Las pequeñas circunscipciones adminis-trativas romanas

-los pagi- se calcaton sobre los territorios

de las tribus; y los <<condados> feudales se calcaron a menu'do sobre los pagi.

Así, pues, el mundo feudal de Europa occidental se fun-da sobre una triple herencia, en cuya reconstitución invirtióun largo período: la de las lejanas esructuras tribales, la delas hordas <<bárbaras>> del norte y del sur (germanos y árabes)

que sobrepusieron sus propias estructuras y costumbres a las

viejas realidades de la tietra, y finalmente la de los recuerdos(o nostalgias) de la sobrestuctura política romana.

Los pnrNcrpros DE AGRUpAMIENTo EN EL pEnÍooo FEUDAL

Las relaciones feudales propiamente dichas son esencial-

mente <<personales> y la noción de estado se pierde; el senti'miento de <<pertenencia>> se refiere a la persona del señor(<<somos del señor tal...>>). Sin embargo,la comunidad rural,y muy pronto las <<cotnunas>> utbanas, constituidas a menudo

contra los poderes feudales, representan fuertes soüdaridades.Pero cabe preguntarse qué es lo que, en esa atomización, Pre'pata, por una parte, la conciencia de conunidades nás an'plias y, por otra parte, el renacimiento de estados definidosterritorialmente y políticamente fuertes.

Pueden distinguirse varias corrientes:1) La unidad política del imperio romano y la <<territo-

rialidad> de las divisiones étnicas más antiguas se sustituye,

con la llegada de las hordas bárbaras que han impuesto sus

PUEBLos, NAcroNES, ESTADos L59

leyes y detetminado las diferenciaciones lingüísticas, por unaconciencia de la existencia de <<nacionalidades>>, menos vin'culadas a la tierca (se ha hablado de <<nacionalidades ambu-lantes>>), pero más a los orígenes lejanos (godos, vándalos,notmandos...) y a las particularidades lingülsticas.

2) De esta forma las <<naciones)> se asimilan a las len'guas (<úinguae seu nationes>, escribe santo Tomás). En las

Universidades, los estudiantes se agrupan en <<naciones>, se'

gún su lengua. Por oua parte, surgen en seguida los <<estereo'

tipos nacionales>> que caracterizarán, a lo largo de la historia,la forma caticáturesca con que cada pueblo ve a los extran-

ieros:

<Ios ingleses unos borrachos ptovistos de cola, los fran'ceses orgullosos y afeminados, los alemanes brutos y diso'lutos, los normandos presumidos y fanfanones, los del Poi'tou raidores y aventureros, los borgoñones vulgares y es'

túpidos, los bretones inconstantes y fútiles, los lombardos

"u"ro., viciosos y miedosos, los romanos sediciosos y calum'

niadores, los sicilianos tiránicos y crueles, los de Brabante

sanguinarios, incendiarios y bandidos, los flamencos pródi'gos, glotones, blandos como la mantequilla y holgazanes ...tras lo cual, después de los insultos, se pasaba a menudo a

los golpes>> (Jacques de Vitry, citado por Le Goff, Ciuili'sation de I'Occident nédiéual, p. 343).

El texto muestra que la noción de nacionalidad se vincu'la en este caso a una comunidad psicológica reconocida, pero

no identificada con uno de los grandes conjuntos políticos que

eústen actualmente; se tiene la impresión de que cada una

de las unidades intermedias que hoy en día llamamos <(pro'

vinciasr> o <<regiones, hubiera podido originar un estado polf'

tico: por otra parte, son muchas las que en un momento de'

terminado han apuntado hacia este destino (estado borgoñón,

Sicilia, etc.). Confróntense en diversas colecciones las histo-

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160 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

rias de las ptovincias francesas, a menudo bien hecJras, o,para estudios más amplios, el Franche-Comté sous Philip-pe II de Lucien Febvre, o mi Catalogne dans l'Espagne mo-derne. En este último caso yo he insistido sobre la precocidaddel aparato de estado y del <<patriotismo lingüístico> (en elcronista Ramon Muntaner).

3) A pesar de estas tendencias, la edad meüa occidentalse caracteriza, sobre todo entre los clétigos intelectuales, poruna condena de esas divisiones en nombre de la unidad de

la <Cristiandad>>, cuyos símbolos son la Iglesia y el latín.Se sueña con rehacer tal unidad conua los tismáticos (Bizan-

cio), contra los infieles (el Islam) y contra los paganos (los

eslavos, Africa, el Gran Khan); y el sueño dura desde las

Cruzadas hasta Cristóbal Colón.4) Ftente a la autoridad espiritual (el Papa), otros que-

rrían rehacer la unidad política del Imperio (Sacro Imperioromano de nacionalidad germánica). Sabemos que los <<esta'

dos>> _.formas políticas forjadas a la vez a partir de solida-ridades y a través de conflictos- se rcalizarán en marcos que

serán a Ia vez más pequeños que el imperio y más grandes

que las nacionalidades provinciales. Como siempre, lo harán

utilizando elementos de origen y de naturaleza divetsos: a) lasoberanía restringida, de naturaleza feudal, b) el aspecto sa-

grado de la ..realeza> (consagración, reyes taumaturgos), c) el

áspecto romano del derecho, de la ley (<legistas>>). Observe-

mos, sin embargo, que las solidaridades en torno a un <(rey)>

se manifiestan particularmente cuando ios súbditos se sienten

de la misma <<naturalezd)> que el rey; en <(naturalezar>, como

en <<nación)>, encontramos de nuevo la idea de <<nacimiento>>,

es decir, de un origen común (como en los mitos tribales de

Africa del norte).Pero hav que andarse con mucho cuidado con el vocabu-

iario i'con las traducciones'abusiuas de los antiguos términos;por ejemplo, durante el proceso de Jr-rana de Arco, Juana ha-

PUEBLOS, NACIONES, ESTADOS 161

bla del <<país> (noción popular: horizontes familiares, senti-miento de pertenencia, lengua común); el escriba eclesiásticotraduce al latín y pone <<patria>; los ffaductores actuales es.criben <<pariar>, con lo que se corre el riesgo de atribuir a

Juana de Arco un vocabulario y unos sentimientos muy dis.tintos de los suyos, más sabios y más modernos. De la mismamanera, en una presentación bilingüe del lournal des ÉtatsGénéraux de 1484, de Jean Masselin, se encuentra, en latraducción francesa, la expresión: <<Estas son las ventajas queobtiene la nación con la ayuda aportada por los grandes alrey>; pero el texto en latín dice: <<attulit has utilitates regnoprocerum ad regem accessus>; así, donde los coetáneos decfan<<reino>>, el traductor transcribe <<nación>. Es un abuso grave.El mismo traductor escribe: <<enviar embajadores a ltalia, a

Alemania, a España>, cuando el texto dice: <in Itali¿s... Ger-manws, Hispanias>>, lo que proyecta demasiado lejos en elpasado nuestra visión de una Alemania, una ltalia, und Espa-ñra; la edad medía vela varias.

Er. NecrurENTo DEL EsrADo MoDERNoY SUS RELACIONES CON BT. TE¡¡óUENO NACIóN

En el perlodo llamado <<moderno>, transición enre Iaedad media en que la esructura feudal canctetiza la sociedad,y el perlodo llamado ((contemporáneo> en que uiunfa el ca-

pitalismo indusrial, se precisan dos fenómenos -que nocarecen de relación enme sl-: el ascenso del capitalismo co-

mercial en la economla y el fortalecimiento del estado en al-gunos territorios europeos que pasan sucesivamente a pfimefplano debido al crecimiento económico de los tíempos mo-dernos: España y Portugal, Francia, Inglaterra, Pafses Bajos,con la afirmación progresiva de las solidaridades <<nacionalesp.

Estado.nación y Renacimiento. Hemos indicado ya de qué

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rL62 rNrcrAcróN AL vocABULARro rr rsróRrco

manera los modelos antiguos, y especialmente el romano,ofrecían a la Francia del siglo xvr (Maquiavelo hubiese que-

rido poder decir a <<Italia>) un vocabulario, una literatura,una concepción jurídica (escuelas de derecho escrito), pero almismo tiempo le inspiraban el deseo de expresarse en su pro-pia lengua (Défense et lllustration,. de la Langue lranEaise deDu Bellay, <<Ordonnance)> de Villers-Cotterets, que obligabaa redactar en francés los documentos públicos); la lengua se

convertía en el signo de la unidad política, tras haberlo sidode una vaga comunidad de <<naciónr>.

Estado-nación y Reforrna. La Reforma iba en el mismosentido. La religión abandonaba el latín a f.avor de las lenguasllamadas hasta entonces <<vulgares>>. Lutero es consideradotradicionalmente como uno de los grandes antepasados de la<<nación>> alemana. Sin embargo, en Alemania, este signo tar-dará mucho en coincidir con ,tfl estado. Pero el principio<caius regio, eius religio>> reÍorzaú la idea de que los súb-

ditos de un mismo prlncipe deben formar una comunidadunifotme.

Estado-nación y economía: eI mercantilismo. Uno de losprincipales slmbolos -y

quizás el más eficaz- de la unidaddel estado moderno es la unificación de las monedas, que enFrancia se realizó contra las noned¿s señoriales existentes,a principios del siglo xvr.

De hecho se habfa practicado una <<polltica económica>nada ruzonada pero espontáneamente elaborada en Franciabajo Luis XI (1461-148t), en España bajo los Reyes Católi-cos (1469-1479 hasta L505-L5LG), en Portugal bajo Ia ünas-tla de Avis, en Inglatena baio los Tudor. Control de las

minas, miles de reglamentos industriales, privilegios a la ma'rina, son muchas las tendencias comunes de los jóvenes <(es-

tadosr>, que de esta manen rcfuetzan y unifican los intereses

sobre el temitorio que gobiernan, los cuales, por otra parte,

son su pdmera fuente de inspiración.I

PUEBLOS, NACIONES, ESTADOS L6t

El <<mercantilismo>> no es la teoúa sino la justificación

intelectual de una práctica: el estado se asimila al prlncipe,y la nación al estado. La palabra <<nación>> no se pronunciatodavía con un nuevo sentido, o tata vez. Pero se insiste mu'cho sobre la solidaridad de intereses entre los súbditos de unpríncipe, y entre el príncipe y los súbditos. Podemos seguir

el paso de la concepción económica <<mercantilismo> (<<acrc'

centar)>, <(aumentar>> la riqueza del grupo defendiéndose y

en caso de necesidad mostrándose agresivo frente a intereses

extranjeros) a la concepción política ya <<nacionalista> (antec

de hora) a ttavés de una serie de escritos farragosos pero lle'nos de sentido: en el caso de España, en los <<arbitristas> (si'glos xvr y xvn) que lloran la decadencia de su pals (ellos

dicen <(nuesua España>>) y proponen soluciones; en el caso

de Europa central, en los <<cameralistas>, consejetos de los

príncipes, donde se encuentran fórmulas como <<Ósterreich

tib.t r[.t, wann es nur will>> (<Austtia por encima-de todo,

en el .mó d. que ella quiera>); y finalmente, en el caso de

Inglaterra, en el siglo xvrr, en los teóricos como Thomae

Mun (L¿ riqueza de Inglatena por eI conercio exteriorh este

último, en su prefacio, recomienda a su hijo la piedad, y

después

la Política, es decir, cómo amar y servfu a la Patria, instru'yéndote en lós deberes y conducta de varias profesioncr,

que a veces dirigen, a veces eiecutan los negocios de la re'p,ibli."; en la cual, algunas cosas tienden'especialmente a

conseru¿rla y otras a engrandecerla ... y en primet lugar ex'pondré algo acerca del comerciante, Porque éste debe ser

el agente principal de esa gran empresa.

El siglo xvrr demuestra ya que una burguesía mercanlilpuede asumir políticanente la responsabilidad de un estado,

y l.urntr. a t;da una población conma un poder extraniero:

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164 INICIACIóN AL VoCABULARIo H ISTóRIco

esta es la historia de las <<Provincias unidas> o Países Bajosprotestantes, que se liberan, tras una larga lucha, de la sobe-nnía- española. Es evidenre que no se uata de la primeramanifestación de un <<sentimiento nacional>> que se linza efr-cazmente conra un poder extranjero (cf. Francia, guerra delos Cien Años), pero es la primera guerra nacional que culmi-na con la formación de un estado nacional.

El segundo ejemplo es, por así decirlo, inverso, pero con-firma Ia misma correlación. Es el de Francia en el siglo xv[r:la burguesía enriquecida, la nobleza levanrisca, la é[te inte-lectual de la Francia <<de las luces>> del reinado de Luís XV,son fácilmente <<cosmopolitas>, anglófilos, mientras los am-bientes provinciales, incluso populares, son fácilmente parti-culatistas, recuerdan las antiguas <libertades>>, las antiguas<<naciones>> (Bearn, Comté, Provenza...); se trata de manifes-taciones de descontento, de oposición al sistema político. Perode repente, en vísperas de L78g,7a palabra <<patriota>> tomael significado de <<amigo del bien público>>, y la palabra <(na-

ción>> el del conjunto de los súbditos por oposición a la mo-narquía o a las pequeñas minorías privilegiadas. La Revolu-ción crea de entrada la <<Asamblea nacional>>, la <<Guardianacional>; Bailly contesta al enviado del rey: <La Naciónreunida no puede recibir órdenes>; y cuando la invasión ex-tranjera

^menaza las conquistas de la Revolución, la batalla

de Valmy se gana al grito de <<¡Viva la Nación!>.Donde se demuestra la intuición de Voltaire, que había

escrito: <<Un republicano se siente siempre más ligado a supatria que un súbdito, puesto que se ama más el bien propioque el del amor>.

Está claro que no dejaba de ser una ilusión, por partedel hombre del pueblo, del sans-culotte de 1793, ceer quehablaconquistado realmente la patria francesa como un <<bien>>

suyo. [,os sistemas censitarios, la adminismación napoleónica,todo el juego del régimen económico, mostratán a las claras

PUEBLOS, NACIONES, ESTADOS t65

que, en realidad, Ia comunidad nacional y el sistema de esta.do creados por la Revolución francesa iasaban a las manosde una nueva clase social y no a las de todo el pueblo. sinembargo, los campesinos franceses, liberados de las^ numerosascargas feudales y fiscales, y beneficiarios muchos de ellos dela redistribución de la propiedad, habfan sentido muy pro.fundamente que \a amenaza extranjera eta, al mismo tíempo,una amenaza sobre sus conquistas sociales. En 1g14 tuvieronmucho miedo de que la derrota de Francia pudiera propiciarun retorno de los nobles y de sus derechos. Así se constituyó,durante la Revolución francesa, una asimilación enüe defensáde la Patfia y defensa de la Revolución, entre la idea de<<nación> y la idea de gobierno salidos de <<la voluntad delpueblo>.-Ello explica que, durante el siglo xrx, no siempre,pero en la mayoúa de los casos, la idea <<nacional> sea unaidea ligada a las nociones de libertad e igualdad, una ideapopular, sospechosa para los conservadores, para los hombresdel antiguo régimen.

ET, STCT,O XIX: LA FASE <(NACIONALITARIA)>

En efecto, durante y después de la Revolución francesa,un doble movimiento sacudió a Europa y, dentro de ciertoslfmites, al mundo: Francia, mas haberse defendido de unareacción polltica impuesra desde el exterior, invade militar.mente gran parte de Europa e introduce allf reformas social.mente progresivas; pero Ia opresión militar que impone pro.voca una lucha a menudo ambigua, porque sus impulsoresson simultáneamente: 1) los partidarios del antiguo régimen,2) las capas sociales que tienen interés en oponer a los fran-ceses sus propios principios, 3) los combatientes popularesespontáneos que a sus razones cotidianas de odiar al invasorsuman a veces un sentimiento religioso, tradicionalista, comu.

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L66 rNrcracróN AL vocÁBULARIo H IsróRrco

nitario, antiliberal, y a veces un sentimiento revolucionario.Sobre estos diversos puntos se pueden consultar las co-

municaciones de un coloquio celebrado en Bruselas en 1968,

en el Instituto de Sociología, sobre el tema Occapants et oc'

cupés,1794-L815.Este libro muesma los vínculos (o las contradicciones)

entfe las reacciones de grupo y las reacciones de clase frente

a las invasiones francesas, primero revolucionaria y después

napoleónica. A niveles muy distintos, vemos cómo se alían

al ócupante francés o cómo se coaligan en contfa de él grupos

burguéses en busca de un nuevo poder social, políticos re-

forriistar, fuerzas del antiguo régimen, <<guerrillasr> popula'

res que en según qué ocasiones recuerdan a los ejércitos revo'

luciJnarior y .tt iegún cuáles a la Vendée. Subrayaré dos

ejemplos:' no Prusia, hombres como Stein, Hardenberg, Gneisenau

vieron con extrema claridad que era posible hacer volver con-

tra Napoleón y conffa Francia los principios mismos de su

revoluclión; iniciaron reformas <<desde arriba>> (<<von obenr>),

contfa la servidumbre, contra los derechos indirectos; los bur-

gueses deseaban (como escribe uno de ellos al fey en 1807)

f,,r. utodos los ciudadanos y habitantes del Estado deben

poder aspirar por igual a los mismos derechos, deben ser úni-

lr..nt.-los miembros de un gran todo, y no deben hacer

valer más ventajas que las adquiridas por conocimientos más

elevados y por el mérito ptopio y verdadero>'pero ior nobles rurales prusianos eran muy conscientes

del peligro de una tal concepción del <<todo> nacional. unod. .llor- exclamaba: <<Nation, das klingt jakobinischrr, ,,Na-

ción, esto suena a iacobino>>. Y otro, el chambelán Von Reck,

ohoÉi.ru preferidó perder otras tres batallas de Auerstaedt

antes que aceprar el edicto del 9 de octubre de 1807 que

,¡oti¿ iu ,.ruid,rmbre y el privilegio de la nobleza sobre la

propiedad de la tierra>. Son este tipo de frases las que per'

PUEBLOS, NACTONES, ESTADOS 167

miten entender las relaciones entre las posiciones de clasey la idea de <<nación>> surgida en 1789.

Pero aquí cabe inuoducir otro matiz: la noción alemanade nacionalidad que exaltaron enronces las obras de Herdery de Fichte no correspondía en absoluto a la noción francesade <<voluntad general>> claramente expresada en una especiede contrato, sino por el contrario a un vago sentimiento depettenencia a un <<pueblo>> -el Volksgeist-, herencia dela ruza, de la lengua, de la historia, fundamento de uD4 (co.munidad>> (Geneinscltaft) y no de una sociedad (Gesell.scbaft), dirá más tarde el filósofo T6nnies. Este aspecto román-tico de los valores nacionales jugará, por otra parte, un pa-pel imporhnte en el siglo xrx (y no sólo en Alemania) con laaparición de los <<nacionalismos)> que deificatán a la comu.nidad.

Segundo ejemplo: España. En la lucha contra Napoleón,el conflicto es especialmente complejo y contadictorio; Na.poleón aparece ante los ojos de algunos tradicionalistas comoel Anticristo ateo, pero algunos conservadores habían creldover en él al restaurador de la religión y del orden; algunosreformadores de la España del siglo xvllr pensaban que Na.poleón modernizaría España como habían deseado los minis.tros del <<despotismo ilustrado)>; pero los espíritus más revolu.cionarios veían en él al confiscador de las libertades de 1789.Finalmente, Ios <<coláboracionistas >>

-los afrancesados- fue.

ron pocos; unas Cortes, en Cádiz, votaron unas leyes muy di-rectamente inspiradas en la Revolución francesa; pero entrelos guerrilleros campesinos, la gran mayoría luchaba por latradición, la religión, las costumbres comunitarias poco com-patibles con el liberalismo económico; cuando regresó el reyexiliado fue aclamado a la vez por ese pueblo tradicionalistcy por la aristocracia del antiguo régimen; al suprimir la obrade las Cortes, desterró de España toda <,revolución burguesa>.El resultado, un siglo más tarde, será esta curiosa paradoja:

Page 84: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

r

168 rNrcIAcróN AL vocABULARro HISTóRrco

España, que, entre 1808 y 1814, habla dado pruebas de una

unidad y de un vigor nacional excepcionales, verá cómo unas

regiones nostálgicas de la revolución burguesa (Cataluña, País

Vasco) se despegan de una de las <<naciones> más antiguas de

Europa. Las viejas <<nacionalidades provinciales> resucitarány querrán transformarse en <<estados>.

Podemos relacionar esta historia con el caso de las <na'

ciones> de la Anérica española: unas minorlas, aristocráticas

o burguesas, aprovecharon, en las diversas unidades adminis'

trativás del imperio americano español, el episodio napoleónico para declararse independientes e imponer la independen-

cia cón las armas, a imitación de los Estados Unidos y con el

apoyo inglés. Cabe subrayar que no consiguieron' a pesar del

deseo y del genio de Bollvar, una <<nación hispar¡oamericana>>

única; .o*o .tr el caso actual de las colonias libetadas de Afri-ca negra, calcaron sus fronteras sobre las divisiones adminis'

trativás coloniales existentes. Y la causa estriba en que el per'

sonal político que persegula un poder concreto, no podla

conseguirlo dentro de marcos excesivamente amplios. En

cuántó a hs capas populares, hacla siglos que estaban explo-

tadas a la vez por la aristocracia criolla y Por la administra-

ción colonial española. Segun los momentos, según las ven-

tajas que se lesltorgaron (y que fueron muy escasas), o las

,.pr.rion.s que les alcanzaron, las masas populares tomaron

p.tt. en el movimiento de independencia -México-, no se

inouieron (peru), o combatieron al lado de los españoles (<.lla-

neros)> de venezuela). De hecho, era difícil que las masas

indias y negras se sintieran parte integrante fe u¡a comuni-

dad con un-as minorías que a menudo las rechazaban. H:abrá

que esperar hasta muy tarde (1863 en Cuba, a menudo hasta

.t ,igt" n<) para que los movimientos de masas se incorpo-

,.n i'unos nácion.lir.or justificados por otros imperialismos

extranjeros. Y, sin embargo, es curioso observar que el nacio-

nalismo, el patriotir.o, l. exaltación hasta el fetichismo de

PUEBLOS, NACIONES, ESTADOS 169

los héroes de la Independencia (culto a Bolívar) parecen habersido tanto más violenros en las ideologías políticas hispano.americanas cuanto más estrechas eran las bases de las comu.nidades (el culto de la <<patria>> se convirtió en una incum-bencia de las <<clases políticas> e intelectuales, sin poder pe.netrar ampliamente en las masas aisladas, desde el punto devista étnico y lingüístico, y analfabetas).

La Europa del siglo XIX está dominada, históricamente,por el <<problema de las nacionalidades>>. El tema es bien co-nocido. ¿Cómo podemos definir mejor esos términos, <na-cionalidad >>, <<nación>>?

Como ya hemos dicho, la idea de <nación>>, ligada a losprincipios de la Revolución francesa (en particular al de la<<voluntad nacional>>), es una idea <progresista>> para los hom-bres del siglo xrx. La expresión <<nacionalitaria> podrfa seradecuada paru califrcar esta dominante, por otra parte mássentimental que teórica. El <derecho de los pueblos a üspo.ner de sí mismos>> forma parte del bagaje ideológico <de iz.quierdas>>, incluso del anarquizante. Por el contrario, las po-tencias del antiguo régimen y los temperamentos autoritariosse inquietan ante los trastornos revolucionarios que implica-rían una remodelación de Europa según el <<principio de lasnacionalidades>>. La Inglaterta liberal o el <<nacionalitariop

Napoleón III no apoyan sino dentro de ciertos llmites losavances de la liberación, que han coincidido siempre con lasgrandes crisis revolucionarias (1830, 1848).

Grosso modo, las clases dirigentes son bastante favora-bles a las nacionalidades que sacuden el yugo turco (Grecia,

Bulgaria, etc.), muestran a la vez admiración y preocupación

ante la marcha de la unidad italiana y de la unidad alemana

y, finalmente, no se atreven, o casi, a aPoyat a las naciona-lidades que podrían amenaz^t a las grandes potencias rusa,prusiana y austrlaca, y s€ distancian en particular de Polonia,que afectarla a las tres a la vez, Pero a los tepublicanos, a los

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170 TNIcIAcIóN AL vocABULARro HrsróRrco

revolucionarios, intelectuales u obreros, les gusta gritar<<¡viva Polonia!>.

En los casos de Alemania e Italia son a la vez clases y

regiones particularmente activas las que toman la iniciativa

de la unidad: Prusia y Piamonte. Nada se parece tanto a lacoalición de políticos, intelectuales y hombres de negocios

que, después de 1945, intentan crear el mercado europeo y'r r.. poiible, la Europa supranacional, como la coalición ¿el

mismo tipo que, entre los años 1820 y 18'70, ttabaió en pro

de la uniáad alemana. El mercado común alemán se creó baio

la forma de Unión aduanera, el Zollaerein. Renan, en su in-

tento de subrayar los cafactefes intelectuales y morales del

factor <<nación>, escribió un día: <<una nación 9o es un Zoll-

verein>>; pero el poeta popular alemán Von Fallersleben, para

subrayar,- por el contrario, el papel del Zollverein, diio en

unos graciosos versos que el jabón, las cerillas y otras mefcan-

cías sin impoftancia habían hecho más por la patria alema-

na que todos los teóricos.Vale la pena conocer algunos textos caracterlsticos de 1a

vinculaciótt .ntt. idea nacional e idea industrial:

En el Congreso de los economistas alemanes de 1862:

<<Ya es hora de que los industtiales alemanes actúen en

el sentido de la resurrección nacional de la paffia, hacia la

que convergen hoy en dfa todas las fuerzas, a fin de que

el traba;o nacional llegue a ser reconocido en todos los ga-

binetes y en todas las cámaras, en toda la prensa y entre

el puebio como uno de los pilares básicos de nues*a vida

nacional. Su propio interés y el interés de la paÚia son, en

último término, idénticos.>>

<<Incumbe a la indusnia, a medida que crece' una signi-

ficación política en el seno de una nación que, intenta pasar

del estaáo de confederación (Staatenbund) al estado fede-

rativo (Bundesstaat) de carácter nacional. Pocos son los vln-

culos económicos que traban entre ellas las diversas regio-

PUEBLOS. NACTONES, ESTADOS L7L

nes de Alemania, si dejamos aparte los vlnculos industria.les. A medida que aquí se han ido fundando grandes socic.dades, a medida que los intereses materiales se han idohaciendo más variados, toda la política ha tomado un carizmás realista. Han sido los inrereses de la industria los quehan dado a la forma vacía del Zollverein su contenido mate.dal. Si Alemania no hubiera enuado en la vida industrial,' aún no habrfamos superado la fase lamentable de la divisióninterior.>

Algunos años antes, Friedrich List había expuesto la teo-ría del <<sistema nacional de economía>>; veamos algunos frag-mentos:

Pero entre el individuo y el género humano existe lanación, con su lenguaje popular y su literatura, con su ori.gen y su historia propios, con sus costumbres y sus hábitos,sus leyes y sus instituciones, con sus pretensiones a la exis.tencia, a la independencia, al progreso, a la duración, y consu territorio separado; asociación que se ha convertido, porla solidaridad de las inteligencias y de los intereses, en untodo existente por sí mismo, que reconoce en su seno laautoridad de la ley, pero que mantiene su libertad naturalfrente a las demás sociedades parecidas, y gu€, por consi.guiente, en el estado actual del mundo, sólo puede mante.ner su independencia a través de sus propias fuerzas y desus recursos particulares.

Y también:

<,La Escuela (librecambista) ha llegado a resultados tanabsurdos porque, a despecho de los nombres que ha dadoa su ciencia, ha excluido por completo de elTa la pollticaignorando totalmente la nacionalid¿d, y sin tener en cuentapara nada los efectos de la guerr¿ sobre el comercio entredistintas naciones.r>

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172 INIcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

<El poderío político no sólo ganntiza a la nación el cre-cimiento de su prosperidad mediante el comercio exteriory las colonias; le asegura, además, Ia posesión de esta pros-peridad y de su existencia nacional, que es infinitamentemás importante que la tiqueza material; a través de la Leyde Navegación, Inglaterra se ha convertido en una potenciapolftica, y mediante esta potencia política ha sido capaz deextender su superioridad manufacturera sobre todos los pue-blos. Pero Polonia ha sido borrada de la üsta de las nacio-nes por no poseer una burguesla vigorosa que sólo hubierapodido surgfu con una industria manufacturera.>>

<<El comercio exterior sólo puede ser importante allldonde la industria nacional ha llegado a un alto grado dedesarrollo. . . >>

<<En una época en que la actividad y la mecánica ejercenuna influencia tan importante sobre la marcha de la guena,en que todas las operaciones militares dependen hasta untal punto de la situación del tesoro público, en que la de-fensa del país está más o menos asegurada según si la masadel pafs es rica o pobre, enérgica o sumida en la apatfa,según si sus simpatlas se vuelcan sin reservas hacia la pa-tria o se orientan en parte hacia el exuaniero, según si esposible armar a más o menos soldados, en una época asf,más que nunca, las manufacturas deben ser consideradasdesde un punto de vista polftico.r>

Aquí se proclama, pues, la vinculación entre industria,burguesla y nación. Se dirá que la unidad alemana se consi-guió también a ravés de las victorias militares, bajo la direc-ción de Bismarck y de un estado mayor de vieja aristocracia.No es contradictorio. Y en ello estriba la originalidad de lapotencia alemana. En lugar de combatirse, las dos cl.ases diri-gentes (antiguas clases feudales y nueva burguesfa) se repar-tieron el trabaio. La eficacia fue grande. Pero el autoritarismoy la altivez militares, la <.refeudalizaciónr> de la sociedad, con-firieron al nacionalismo alemán una agresividad que, en últi-

PUEBLOS, NACIONES, ESTADOS L7t

mo término, le fue perjudicial. Lo mismo podría decirse delJapón. Estos dos casos han hecho decir al economista ame.ricano Rostow que el nacionalismo ha sido un gran factoren el <<despegue> económico capitalista (take off). La propo.sición podría invertirse: el nacionalismo burgués nace del<<despeguen (cf. los textos de List). Digamos que ambos fe-nórnenos están estrechamente ligados.

E¡. ¡,POCPO DE LOS <(NACIONALISMOS}> Y LA EPENICTóNDEL <(IMPERIALISMO)>: CRISIS Y CONTROVERSIAS

EN 1905-1913

Entre 1871 y l9l4,la ideología <<nacionalitaria>> del si.glo xrx se üansforma rápidamente en <<nacionaüsmo>>, enten.diéndose con ello una doctrina que considera la nación comoel hecho fundamental y Ia finalidad suprema, a cuyo interésel individuo debe subordinarse e incluso sacrificarse y anteel cual, en principio, deben desaparecer los intereses de grupoy los intereses de clase. Esta fórmula exaltpda se preüca tan-to entre los grupos nacionales que aspiran a la independen-cia --es decir, al estade como entre las antiguas naciones-estado o recientemente unificadas: Inglaterra imbuida de susuperioridad, Francia humillada por su derrota de 1870, Es.paña humillada por la suya de 1898, Itaha poco satisfechadel papel que se le reserva, Alemania convencida de su des.tino mundial.

Es, en verdad, el momento en que, una vez constituidos ysaturados los mercados nacionales, las rivalidades se mani-fiestan de pronto con más brutalidad en el reparto comercialy colonial del mundo; es el fenómeno del inperialismo, pro-clamado y bautizado por los teóricos de la expansión, Cham-berlain, Roosevelt, Guillermo II, Jules Ferry en Francia,Rosa Luxemburg, Lenin. Peto tanto esta palabra como estefenómeno rnerecerán una próxima lección.

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L74 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

De momento, detengámonos un poco más sobre los he,chos nación y nacionalisno que, precisamente, fueron viva.mente discutidos y quedaron finalmente mejor definidos 2 enel curso de las tensiones y controversias que precedieron alestallido de L914.

El caso lrancés es, en principio, bien conocido, pero nosiempre está bien analizado. Con razón se ha subrayado elviraje, especialmente sensible tras el allaire Dreyfus, queconvierte la exaltación de la nación, de la pattia, del ejército,en una actitud <de derechas)>, no sólo conservadora sino tam-bién vinculada a las nostalgias monárquicas (Maurras) o dic-tatoriales. Tal es, en efecto, el <<nacionalismo>> proclamado(<<nacionalismo integral>>, dice Acción francesa).3 También escietto que en esos años 1890-1913, el movimiento obrero re-volucionario (anarquismo, sindicalismo, algunas corrientes delsocialismo) se caractetiza no sólo por su internacionalismo,sino por un antimilitarismo e incluso un antipatriotismo vio-lentos; por oma parte, con el allaire Dreyfus, y debido al ca-tácter antirrepublicano de los nacionalismos, los partidos deizquierda, incluso los no revolucionarios, desconflan de las<<ligas patrióticas> y de los cuerpos de oficiales.

Sin embargo, es más importante tener en cuenta (sobretodo para entender el impulso unánime de 1914) que tantola doctrina olicial de la República como la tnasa de los fran-ce.res conservan, procedente del siglo xrx, la noción de pa-uiotismo como deber sagrado, vinculado a la tradición repu-blicana, a los principios de 1789, etc. Toda la educación in-partida por la escuela pública estaba orientada en este sentido.a

2. CÍ. en el Congreso de las Gencias Históricas de Viena (1965), elcomunicado del profesor Kohn y su farga discusión en las Actas delC,ongreso.

3. Cf. Le nationalisne frangais, de Girardet.4. cf. los dos libros divertidos e instructivos de Gaston Bonheur:

Qat a cassé le aase de Soissons? y I^a Répabtiqae noas appelle.

PUEBLOS, NACIONES, ESTADOS L7'

Y lo mismo cabe decir de Ia ideología uniuersitaria. E inclusola teoría sociológica (Durkheim). si Pégur, €n vísperas de1914, pasa del socialismo al nacionalismo, no debemos creerque Jaurés, a pesar de su internacionalismo y de sus esfuerzoscontra la guerra, niegue la existencia del hecho nacional o lanecesidad de la <<defensa nacional>>. Su libro L'Armée nou-aelle (1911) intenta elaborar la teoría de una <<nación arma.da>, que reclute sus oficiales entre las capas populares (o me.dias); según é1, el socialismo debe mostrarse

dispuesto a asegurar el pleno funcionamiento de un sistemaarmado verdaderamente popular y defensivo ... será enton.ces cuando podrá desafiar la calumnia puesto que se daránen é1, junto con la fuena acumulada de la patria histórica,la fuena ideal de la patúa nueva, Ia humanidad del trabaioy del derecho.

Jaurés abriga incluso la esperan za de convencer a los ofi.ciales mediante la eficacia de un ejército <<organizado sin'nin-guna preocupación de clase o de casta, sin ora preocupaciónque la de la defensa nacional propiamente dicha>.

El problema consiste en saber si, en una sociedad de cla-ses, un ejército puede organizarse sin estas <(preocupaciones>.Veremos cómo Lenin subordinaba la noción de <<pueblo ar-mado>> a la de revolución.

Les cor.¡rRovERsrAs.EN ToRNo AL pRoBLEMA NAcróN-REVOLUCIóN ET.¡ EUNOPE CENTRAL Y ORIENTAL

A diferencia de Europa occidental, constituida en sóüdosestados-naciones, núcleos de los imperialismos mundiales, singraves problemas de minorías nacionales (excepto en lrlan.da), y en donde las luchas de clase no llegan . ,inr. los po-tentes nacionalismos de becbo,la Europa cenffal y oriental

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L76 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

está organizada en imperios multinacionales de naturaleza yorigen diversos: imperio turco, imperio austro-húngaro, im-perio ruso. Las pretensiones de estos imperios no son lasmismas en política internacional, pero los tres están desga-rrados por movimientos internos de carácter nacional, quetienden a independencias de grupo (polacos, checos, croatas,albaneses, etc.).

En estos territorios, el autoritarismo del estado está li-gado, al mismo tiempo, a la supremacla de un grupo nacionaly a un^ estructura de clase retrasada respecto al desamollomoderno: autocracias, restos de feudalismo. Los movimien-tos nacionales internos que se enfrentan con la supremacladel grupo dominante pueden quedar englobados o bien porunas clases dirigentes más evolucionadas, más ligadas a inte-reses de tipo burgués, o bien por las aspiraciones agrarias uobteras, por capas socialmente (y no sólo pollticamente) revo-lucionarias. El problema, pues, $e plantea de la manera si-guiente: ¿de qué forma se combinarán, en un momento dado,en torno a los <<movimientos nacionales>, las formas de revo-lución burguesa propias del siglo xlx y las tentativas revolu-cionarias que implican al campesinado y al proletariado? Lasdiversas corrientes de pensamiento y de táctica revoluciona-ria, en sus intentos de responder a esta cuestión, han multi-plicado las controversias. ¿Deben apoyarse los movimientosnacionales? ¿Hay que aliarse con los partidos nacionales bur-gueses? ¿Cómo evitar las contaminaciones ideológicas o sen-

timentales, pequeño-burguesas o <<chauvinistas>>?

Los más célebres participantes en esta controversia fue-ron Rosa Luxemburg, Otto Bauer (con Karl Renner), I-€niny Stalin. Su papel histórico posterior justifica un estudio seriode sus posiciones. Debe tenerse en cuenta que es muy proba-ble que su situación en Europa central y oriental les haya

hecho subestimar el catácter masivo de los bloques psicoló'gicos nacionales constituidos en occidente.

PUEBLOS, NACIONES, ESTADOS

M¡nxrsuo y cuesrróN NAcToNAL

177

Dado que Marx y Engels insistieron, sobre todo, en elpapel histórico motor de las lucbas de clases, no expusieronuna teoría explícita sobre los problemas nacionales; ello nosignifica que hayan descuidado esos problemas y gracias a sustomas de posición sobre numerosos aspectos de la políticade su tiempo ha sido posible deducir sus concepciones esen-ciales sobre la existencia de grupos y sus conflictos (tesis deS. Frank Bloom, Columbia, l94I). Dado que para ellos loesencial erula solidatidad internacional del proletariado, enfo-caban las cuestiones nacionales'sobre todo como factores po-sibles de desarrollo económico, en tanto que condicionantesde la formación y de las capacidades de lucha de las clases

obreras. Sus análisis se centraban sobre la función progresiaao reaccionaria de un determinado tipo de estado, o marcoeconómico, a propiciar o combatir desde el punto de vistade la futura revolución. Por ejemplo, consideraban que la in-dependencia de Polonia, la parte más avanzada del imperioruso desde el punto de vista material, debilitaría a este im-perio aristocrático y crearía en el este de Europa un foco de

capitalismo industrial y de posible toma de conciencia revo-lucionaria. Y esta posición favorable a la independencia pola.ca coincidfa con el entusiasmo ttadicional y popular suscitadopor las sublevaciones patrióticas de los polacos.

En el perlodo a que nos referimos, 1905-1913, que arranca de la crisis rusa de la guerra ruso-japonesa y de la primera

revolución, y gue prepara la crisis balcánica de la que saldrá

la guerra de 1914, el problema de las nacionalidades en el

este y en el centro de Europa se agudiza.

La controuersia Rosa Luxenburg-Lenin se centra' implf'citamente, en Polonia, y, expllcitamente, en el problema delderecho de los pueblos a disponer de sf mismos. Rosa Lu'

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178 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

xemburg, que había estudiado el desarrollo industrial de Po-lonia (éste fue el tema de su tesis en 1898), no cree que

ese desarrollo sea muy importante; sobre este punto revisa,pues, los esquemas de Marx. Convencida de que el desarrollodel capitalismo se hará cada vez más denmo del marco de los

estados muy grandes (<<estados de rapiña>>), no cree que la in'dependencia de Polonia pueda ser una consigna útil a la tevo'lución, dado que la burguesía polaca carece ya de objetivos<<nacionales)>r y prefiere el mercado ruso "y el autoritarismoruso a la independencia. En resumen, la fase de <<burguesla

nacional>> y de <<revolución butguesa>> habría quedado suPe-

rada. Si el proletariado, en nombre de la nación polaca, era

capaz de vencer a los tres grandes estados (Alemania, Rusia,

Austria), no había nzón alguna para que colocase de nuevo a

Polonia en la situación de nación burguesa, reorganizando

con ello el marco de su propia opresión.<<El estado nacional y el nacionalismo son estucbes aacíos

en los que cada época y las relaciones de clases en cada país

uaelcan su contenido naterial particular,>>

Notemos que la fórmula habla de <<estado> (forma poll'tica) y de <<nácionalismo>> (ideología política), pero que lanación

-como fenómeno histórico- no está definida. Vere-

mos cómo Stalin uti\izaú de nuevo esta fórmula, pero en un

sentido muy distinto.Lenin, en 1913 (Notas Üíticas sobre la cuestión nacio-

nal), ataca la subestimación del fenómeno nacional hecha por

Rosa Luxemburg, y también su programa meticrilosamente

detallado (elaborado en 1908-1909) sobre las <<autonomías>>

parciales que debería reivindicar Polonia (ttansportes, caffe'

ieras de interés <<regional>>, etc.), y sobre las circunsctipcio-

nes regionales que deberlan reivindicar o no tales autonomías.

Lenin pientu qu. las citcunscripciones que allí-se estudian son

de origen burócrático o feudal y que el capitalismo es perfec-

tam.ni. capaz de descubrir por sl mismo en qué sectotes una

PUEBLOS, NACTONES, ESTADOS t79

cie¡ta autonomía favorecerá sus mercados y su desarrollo. Encambio, los noaimientos de ninoría nacional tienen todavf¡un papel reaolucionario a desempeñar en el imperio ru8o,aunque sólo sea como base de la resistencia psicológica a laautoridad centralizadora. También se pronuncia a favor delderecho absoluto de las minoríás nacionales a proclamarse in-dependientes. Pero añade inmediatamente que el derecho aldivorcio no implica la obligación de divorciarse. Asl, pues, Iautilización de la reivindicación nacional por parre de los mo.vimientos revoluciona¡ios es una cuestión de táctica. Perolos principios son los siguientes:

,

En el curso de su desarrollo el capitalismo se enfrentacon dos tendencias históricas en lo que a la cuestión nacio.nal respecta. La primera consisre en el despertar de la vidanacional y de los movimientos nacionales, la lucha contr¡toda opresión nacional, la creación de estados nacionales.La segunda, en la multipücación de las relaciones de todotipo enre las naciones, en la destrucción de las barrcre¡nacionales y la creación de la unidad internacional del ca.pital, de la vida económica en general, de la polltica, de lrciencia, etc.

Estas dos tendencias constituyen la ley unive¡sal delcapitalismo. La primera domina al principio de su desarro.llo, la segunda camcteriza al capitalismo ya maduro y qucva hacia su transformación en una sociedad sociaüsta. Elprograma nacional de los marxistas tiene en cuenta ambartendencias, defendiendo, en primer lugar, la igualdad de le¡naciones y de las lenguas, Ia oposición a priuilegios de cual.quier tipo a este respecto (propugnando también el derechode las naciones a la autodeterminación, de lo que habl¡re.mos más adelante); defendiendo, en segundo lugar, el prin.cipio del internacionalismo proletario y de la lucha intransi.gente conua el contagio por parte del proleta¡iado del nr.cionalismo burgués, por muy refinado que sea.

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¡

180 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

Parecen distinciones sutiles. Pero su sentido se aclara en

los otros aspectos de la polémica. Lenin admite tanto la n-zón como la justicia de la reivindicación de las libertades na-

cionales; pero teme que se las convierta en un objetivo su-

premo, en un fin en sí mismo, especialmente a través de laidealizaciín de unos valores <<culturales>>: <<El programa de la"autonomía nacional cultural" ... erige al nacionalismo bur-gués en algo absoluto, en obra maestra de la creación, olvidan-do la violencia, las injusticias, etc.>

Existe, pues, wa <dínea de deruarcación a nenudo nuytenue> entre la lucba nacional de contenido reaolucionario yel <<nacionalismo>> con el que, incluso siendo <<el más justo>,

el más <(puro)>, el más fino y el más <civilizado>, el marxis'mo es, a los ojos de Lenin, irreconciliable. He aquí los adje-

tivos y los términos que emplea:

El principio de la nacionalidad es históricamente inelac'table en la sociedad burguesa y, teniendo en cuenta esta so'ciedad, el marxista reconoce plenamente la legitimidad ltis'tórica de los moaimientos nacionales. Pero para que este

reconocimiento no se convierta en una apologla del naciona-

lismo, debe limitarse muy estrictamente al contenido pro-gresivo de estos movimientos ... El despertar de las masas

al salir del sopor feudal es progresivo, como lo es tambiénsu lucha contra toda opresión nacional, en pro de la sobe'

ranfa del pueblo, de la soberanla de la nación. De ahl que

para el manismo sea un deber absoluto el defender los as'

pectos democráticos más decididos y más consecuentes en

todos los aspectos del problena naciondl. Se trata de and

tarea básicanente negatiao. El proletariado no puede avan'zat más en su apoyo al nacionalismo, puesto que, más ade'

lante, se inicia la acción <<positiva> de la burguesla que pre-

tende relorzar el nacionalismo ... ¿Lucha contra todo yugo

nacional? Desde luego. ¿Lucha por todo desa¡rollo nacional,porla <<cultura nacional>> en general? Desde luego que no...*

r Tento en esta cita como en las siguientes, salvo excepcioncs, Ios

PUEBLOS, NACTONES, ESTADOS 181

En contra de Rosa Luxemburg, gue ya no cree en elcarácter revolucionario de los movimientos nacionales (y queintenta definir, para el caso de Polonia, un <(autonomismou),en contra de Otto Bauer, que intenta definir los valores <cul.turales>, ideales, del hecho nacional, Lenin concede una <le.gitimidad histórica> (y es ésta una noción muy importante)a'este hecho nacional. Pero su utilización debe ser defensiaa(contra la opresión), negitiaz (ejercerse más en conra que afavor de alguna cosa). Nos encontramos ante una táctica yunos principios. Pero (otro artículo de 1913: <<Del derechode los pueblos a la autodeterminación>)

al analizn una cuestión social, la teoría marxista exige ex.presamente que la situemos en un ,ndrco bistórico deter.ninado ...

Por consiguiente, si lo que queremos, sin iugar con defi.niciones iurídicds, ni <<inventa¡> nociones abstractas, sinoanalizando las condiciones histórico-económicas de los mo.vimientos nacionales, es comprender en qué consiste la li.bre determinación de las naciones, llegaremos sin falta aesta conclusión: por autodeterminación de las naciones ee

entiende su separación en tdnto que Estado de las colecti-uidades nacionales extrunieras, se entiende Ia formación deEstados nacionales independientes.

Es decir, que no hay <<movimiento nacional> si no se da7a exigencia de un estado por parte del grupo que se sientenación; <<autonomía>>, <<autonomfa nacional cultural>>, soncompromisos carentes de sentido. Todos estos textos son deun gran interés desde el punto de vista de los problemas plan-teados en Europa central y oriental y de los diversos enfoquesque les dieron los socialistas maniistas de los años {905.

subrayados son míos. C,on cllo he querido llamar la atención sobre arpeetos esenciales.

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182 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

tglt, futuros responsables de los acontecimientos de la gue-rr^ y de la postguerra.

Sin embargo, no es mucha la luz que anojan sobre el fe-nóneno-nación como fenómeno sociológico; no explic n potqué la ascensión de la burguesía y las aspiraciones revolucio-narias del proletariado deben apoyarse (o pueden no apo-yarse) en solidaridades globales más amplias que ellos mis-mos. Otto.Bauer, socialista austríaco, intentó contestar a

esta pregunta (La cuestión de las nacionatidades y la social-denocracia, 1907)z según é1, la nación es una especie deunidad orgánica, con existencia propla, constituida por ro-dos los ltonbres que tienen en común un destino histórico,lo que les confiere una creciente comunidad de carácter (<<auf

Schicksalsgemeinschaft erwachsende Charaktergemeinschaft >).

Es curioso constatat que esta noción de <<comunidad de des-

tino> reaparecerá (con matices providenciales, es cierto) enel nacionalismo español de José Antonio Primo de Rivera.Para Bauer, los proletarios han sido despojados, por el pro-ceso general de alienación económica, de toda participación

en estas comunidades de patria; el socialismo debe devolver-les esta participación y asegurar con ello la diaersidad desea-

ble del mundo. Mientras tanto, deben reclamar la <<autono'

mía cultaral extraterritorial>>, es decir, que los italianos en

Austria, los croatas o los checos y, finalrnente, los iudfos, in-cluso cuando no constituyen una masa definida territorial-mente, deben tener sus übertades y sus organismos culturales(lengua, periódicos, escuelas, tearos' etc.). Recalquemos que

esta concepción implicaba, en la organización polftica, la exis'

tencia de secciones pafticulares del partido socialdemócata

en las diversas nacionalidades, especialmente en el caso de

los iudfos, organizados en el Bund (l¡lianza socialdemócrata

iudla).Como hemos visto, Lenin reprochó a Bauer este particu-

larismo que, a su parecer, corrla el riesgo de colocar de

PUEBLOS, NACIONES, ESTADOS 18'

nuevo a los judíos en el sitio en que estaban, y no por culpade ellos, en aquellos puntos en que sufrlan una mayor opre.sión: una <(casta)> (-grupo cemado) y no una nación (aqufyemos la distinción de Lenin entre ambos términos); en efec-to, en la oryanización socialdemóct^t^, el Bund se caracteri-zaba como iudío y no por necesidad de la organización terri-torial. Lenin argumentaba que se trataba de un retorno al

pasado, adoptado con entusiasmo por los medios más vincu.Iados ya sea al vieio pasado religioso, o bien a los ambientes

iudíos burgueses, y que oponla esta concepción a Ia funciónde progreso asumida por numerosos iudlos en las sociedades

occidentales.En 1913, en un artfculo famoso (<<El marxismo y ta cues-

tión nacional>>), Stalin dio una definición muy distinta de Ia<<nación>>, gue unía a la vez los criterios obietivos-subietivossimilares a los de Bauer, los criterios históricos similares a

los de Marx y Lenin, y los criterios pollticos v tácticos; comoen el caso de los artfculos de Lenin, se trataba de una polé.mica contra Bauer v el Bund, pero hry qtt. hacer constatgue ya en 1904 habla esbozado lo esencial de Ia teorfa en unprimer artfculo (<<Cómo entiende la socialdemocracia el pro.blema nacionab>), cuando Stalin acababa de cumplir los 2Jaños. El inte¡és de la teoría de la nación así formulada ru-dica no sólo en el hecho de tener por autor al hombre que

se encargó del problema de las nacionalidades desde los pri-meros dfas de la revolución rusa de octubre de l9t7 y que

creó, consiguientemente, la estructuración nacional de laURSS, sino también en el de ser la única delinición sociobis'tórica de la nación.

La definición propiamente dicha es conocida y, demasia-do a menudo, es la única conocida; se la ha tachado de <dog.mática>>, de <.pedagógica>, se han discutido sus términos; sumérito consiste en condensar en tres líneas casi todas las

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184 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

aportaciones de Bauer, sin añadirle la peligrosa palabra <<des-

tino>.<<La nación es ut a co?ilanidad estable, bistóricanente

constituida, de lengua, de tenitorio, de aida económica y de

fornación psíquica, que se traduce en una comunidad ilecultara.>>

Sin embargo, esta definición no debe separarse de otrasdos afirmaciones: <<La nación es and categorla bistórica, y es

una categorla ltktórica de una época determinada, la del ca'pitalismo ascendente>>,

Finalmente, la última fórmula, similar a la de Rosa Lu-xemburg, pero que evita los dos escollos (confundir nacióny estado nacional, cuestión nacional y nacionalismo, y el ha-

blar de <<estuche vaclo>>, cuando se ffata de una realidad asu-

mida sucesivamente por otras realidades)t ,rLd cuestiún na-

cional, en las diaersas épocas, sirae intereses distintos, dd'quiere naticés aarios, en lunción de Ia clase que los plantea

y del rtotnento en qae los Plantea>.Es la coniunción de las tres lórmulds lo que constituye un

instrumento de primer orden para el análisis histórico.Tienen la ventaia de basarse en la distinción, esencial

para el historiador, de los diferentes ritmos del tiempo histó-

rico: 1) la nación ha surgido de nEcHos de nuy larga du-

ración, lingüfsticos, pslquicos, culturales, territoriales (por

eiemplo, <<desiertos-fronteratt); 2) la nación, como FENóME-

¡ro histórico, pertenece al orden de fenómenos de duraciún

mediaz la ascensión del modo de producción capitaüsta, con

su preludio mercantil (siglos xv-xvr: Portugal, España, Fran-

cia, Inglaterra, Provincias Unidas), y su plenitud en el capi-

talismo industrial (cf. los textos de List); 3) los mooimientos

y acontecimientos, hechos de corta daración, son los q-ue

vinculan a la existencia del grupo, a la <cuestión nacional>,

los intereses de las clases que, generalmente de forma suce-

siva (aunque a veces coincidan), defienden' atacan, invocan,

PUEBLOS, NACTONES, ESTADOS 185

niegan, organizan, exaltan, etc. la colectividad de larga du.ración.

Basta considerar la sarta de malentendidos revelada porlos debates de los historiadores desde el Congreso de Clen.cias históricas de 1927 hasta el de 1965 en Viena (cf. lasActas de estos Congresos), para apreciar las definiciones queac.abamos de citar, tanto por su nitidez como por su flexibi-Iidad.

Para mostrur la importancia de las sugerencias sobre elreleuo de las clases sociales como motores posibles y sucesi-vos del ltecho histórico nacional, recordaré tres fórmulas que,por otra parte, desgraciadamente, son más unos progratrasque unas realizaciones:

a) una de Lenin: <<Sería interesante seguir, por ejemplo,los avatares del nacionalismo polaco que, antaño señorial, seconvirtió en burgués y después en campesinor> (nota a <<Del

derecho de las naciones...>);b) la segunda de Halvdan Koht, historiador nonrego,

que, de 1910 a 1950, apoyándose en particular en sus estu-dios sobre la edad media escandinava, no ha cesado de repe.tir: <<la ascensión sucesiva de las clases sociales es uno de losfactores más importantes en la formación de una sociedadnacional>;

c) la tercera de Ernest Labrousse que, en el congreso deViena de 1965, como presidente de la comisión encargadade estudiar <<la función de las masas populares en los movi.mientos de independencia nacional>>, llegó a la conclusiónde que se da siempre una combinación entre el sentimientonacional y los sentimientos de clase; pero hay veces en quelos dos sentimientos se suman, y veces en que se excluyen;de todas formas, no pueden analizarce por separado.

He aquf, a continuación, algunos ejemplos de aplicaciónde estas sugerencias.

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186 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

1. Una síntesis sobre la noción de <<moai.niento nacional>

Citemos para empezar, como síntesis excepcionalmenterica, las páginas en que Stalin examina el problema de los<<movimientos nacionales>>:

La nación no es simplemente una categoría histórica,sino una categoría histórica de una época determinada, laépoca del capitalismo ascendente. El próceso de liquidacióndel feudalismo y de desarrollo del capitalismo es, al mismotiempo, eI proceso de constitución de los hombres en na-ciones. Así ocurre, por ejemplo, en Eurcpa occidentd. In-gleses, franceses, alemanes, italianos, etc. se han constitui-do en naciones simult¡íneamente a la marcha victoriosa delcapitalismo que tdunfaba sobre la fragmentación feudal.

Pero Ia formación de las naciones significaba, simultá-neamente, st transfornación en estados nacionales indepen-dientes. Las naciones inglesa, ffancesa, y otras son, al mismo tiempo, los estados inglés, francés, etc. Irlanda, quepermaneció al margen de ese proceso, no altera para nadala visión de coniunto.

Las cosas son algo distintas en Europa oriental. Mien-tras en occidente las naciones han evolucionado en estados,en oriente se han constituido estados multinacionales, com-puestos por varias nacionalidades. Tal es el caso de Aus-tria-Hungría o de Rusia. En Austria, los alemanes han de-mostrado ser los más evolucionados en el plano polltico;asl, son ellos los que se han encargado de agnrpar a lasnacionalidades austríacas en un estado. En Hungrla, los ma-giares, núcleo de las nacionalidades húngaras, han demos-rado ser los más aptos para organizarse en un estado; ytambién en este caso son ellos los unificadores de Hungría.En Rusia, el papel de unificadores de las nacionalidades hasido asumido por los grandes-rusos, que estaban encabeza-dos por la fuene burocracia militar de la nobleza, organiza-da e históricamente constituida ...

PUEBLOS, NACIONES, ESTADOS 187

Este modo particular de constitución de los estados sólopodía realizarse en las condiciones del feudalismo aún porIiquidar, en las condiciones de un capitalismo débihjntedesarrollado, cuando las nacionalidades relegadas a un se.gundo término aún no habían tenido tiempo de consolidarseeconómicamente pafa convertirse en estados.

Pero el capitalismo empieza a desarrollarse también enlos estados de Europa oriental. El comercio y las vías decomunicación sé desarrollan, surgen las granáes ciudades,Las naciones se consolidan económicamente. El capitalismo,al irrumpir en la vida tranquila de las naciones relegadas,las agita y las pone en movimiento. El desamollo de la pren.sa y del teatro, la actividad del Reichsrat (Ausria) y áe hDuma (Rusia) contribuyen a rcforzar los <<sentimienios na-cionales>. La intelligentsia que se ha formado se imbuye dela <idea nacionab> y actúa en la misma dirección

Pero las naciones relegadas, que han despertado a unavida propia, no se constituyen ya en estados nacionales in-dependientesi topan en su canino con la resistencia uigo-rosa de las capas dirigentes de las naciones dominantes,-situadas desde wucbo tiempo atrás en la cúspide del estado.¡Demasiado tarde!

Asf es cómo se constituyen en naciones los checos, lospolacos, etc., en Austria; los croatas, etc., en Hungrfa; lo,letones, lituanos, ucranianos, georgianos, armenios,lta., anRusia. (I.o qge en Europa occidental era una excepción -Ir-landa-, se ha convertido en oriente en la regla.i

En occidente, Irlanda lta rcspondido al régimen de ex-cepción mediante un moaimiento nacional. En oriente lasnaciones que despiertan iban a contestar igual.

Así se formaron las condiciones que llevaron a Ia luchaa las ióvenes naciones del.este europeo.

La lucha se inició y se encendió, a decir verdad, no en-tre las naciones en su conianto, sino entre las clases domiflantes de las nacion,es dirigentes y de las naciones relega-das. Generalmenre, la lucha se lleva a cabo o bien por Iapequeña burguesía ciudadana de la nación oprimida

-contru

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188 rNrcrAcróN AL vocABULARIo HrsróRrco

la gran burguesía de la nación doninante (checos y alema-

nes); o por la burguesía rural de Ia nación oprinida cofltralos grandes propietarios tenatenientes de la nación doni-flante (los ucranianos en Polonia); o bien por toda la bur'guesía <<nacional>> de las naciones oprinidas contra la no'bleza reinante de la nación doruinante (Polonia, Lituania,Ucrania, en Rusia).

La bargaesia desempeña el papel principal.El mercadc,: be aquí la cuestión esencial para la iouen

burguesia. Colocar sus mercanclas y ialir victoriosa de lacompetencia con la burguesla de otra nacionalidad, tal es su

objetivo. De ahl viene su deseo de asegurarse su mercado

<<propio>, <<nacional>. El mercado es la prinera escuela don-de la burguesía aprende el nacionalismo.

Pero las cosas, generalnente, no se linitan al mercado.

Pronto enra en liza la barocracia senifeudal, seniburgae'sa, de la nación dominante, con sus métodos del puño y de

la delensa expresd. La butguesla de una nación doninaxte,pequeña o grande, poco impona al caso, tiene la posibili-dad de liquidar a su competidor de forma <<más rápida> y<<más definitiva>. Las <<fuerzas)> se agrupan y empiezan autilizarse toda una serie de medidas restrictivas contra labutguesla <<alógena>, medidas que degeneran en represión.

De ld eslera económica la lucba se tr¿slada a la eslera poli'tica. Sobte la cabeza del <<competidor> caen duramente larestricción de la libertad cle desplazamiento, las rabas al

uso de la lengua, las restricciones de los derechos electora-

les, la teducción del númeto de las escuelas, las trabas para

la práctica de la religión, etc. Cierto es que medidas de

ese tipo no sólo sirven a los intereses de las clases burgue'sas, sino también a los obietivos especfficos, obietivos, de

casta, por así decirlo, de la burocracia reinante. Pero desde

el punto de vista de los resultados ello no tiene ningunaimportancia: en estos casos las clases burguesas y Ia buro-cracia se entienden a la perfección, tanto si sc trata de Aus'tria-Hungrfa, como de Rusia, o de cualquier otro estado.

Presionada por todos los lados, la burguesía de la n¿'

PUEBLOS, NACIONES, ESTADOS 189

ción oprimida se pone en mouimiento de lorma natural,Apela a <<su pueblo>> y empieza d inuocar Ia <<patria>> ¿, gtdn-des gritos, haciendo pasar su causa por la de todo el puiblo.Recluta por sí misma un ejército entre sus <<compatriotasnen interés de <la patria>>. Y el <pueblo>> no siernpre perffia.nece indilerente a esta llamada, se agrupd en torno d sabandera: tanbién a él le alcanza la represión de arriba yeso prouoca su descontento.

Asl empieza el movimiento nacional.La luerza de este mouimiento nacional está en fanción

del gralo de participación en dicbo nouimiento de ampliascapas de la nación: proletariado, campesinado.

Que el proletariado estreche filas bajo la bandera delnacionalismo burgués depende del grado de desarrollo delas contradicciones de clase, de la conciencia y de la orga-nizadón del proletariado. El proletariado consciente poseeuna tandera propia y no tiene necesidad de formar ba¡o labandera de Ia burguesla.

Por lo que a los campesinos respecra, su panicipaciónen el movimiento nacional depende ante todo del catácterde la represión. Si la represión afecta los intereses de la<tierra>, como fue el caso de lrlanda, las grandes masas decampesinos forman inmediatamente bajo Ia bandera del mo-vimiento nacionál ...

Segrín estos factores el movimiento nacional o bien tomaun carácter masivo, ganando cada vez más terreno (Irlanda,Galitzia), o bien se transforma en una serie de pequeñasescaramuzas y degenera en escándalo y en lucha en torno alos rótulos de las tiendas (algunas pequeñas ciudades deBohemia).

De las consideraciones anteriores se desprende netamenteque la lucha nacional en las condiciones del capitalismo ar-cendente es una lucha de las clases burguesas entre ellas.En algun-os casos, la burguesfa consigue

-arrastrar al prole.

tatiado al movimiento nacional, y la lucha nacional adquiereentonces, en dpariencia, un carácter <popular general>, petosólo en apariencia. En su esencia se trata si-mpre de-una

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190 INIcIAcIóN AL vocABULARIo H ISTóRIco

lucha burguesa, beneficiosa y deseable básicamente pam la

burguesía.Pero de ello no se deduce en modo alguno que el pro-

letariado no deba luchar contra la política de opresión de

las nacionalidades.Las restricciones a la libertad de desplazamiento, la

privación de los derechos electorales, las trabas al uso de

la lengua, la reducción del número de escuelas y oras me-

didas represivas afectan a los obreros tanto como a la bur'

t*kír{ rfrrn,'la politica de represión nacionalista tiene

también otra faceta peligrosa para la causa del proletariado.

Aparta la atención de grandes capas de la población de las

cuestiones sociales, de los problemas de luchas de clase, en'

locándola hacia las cuestiones <<nacionales>>, Ios problemas

<<cotnilfles>> al prolétariado y a la burguesía. Y esto crea unterreno favorable para predicar la mentira de la <<armonfa

de los intereses>>, para diluir los del proletariado, para ava-

sallar moralmente a los obreros. Así se levanta una seria

barrera contra la obra de unificación de los obreros de todas

las nacionalidades.Pero la política de represión no termina aquí. Del <sis-

tema)> de opresión pasa a menudo al <<sistema> de excita'ción de unas naciones contra otras, al <<sistema> de las ma'

sacres y de los pogroms ...Así, los obreros luchan y seguirán luchando conra la

política de opresión de las naciones bajo todas sus formas,desde las más refinadas hasta las más brutales, así como con'tra la política de excitación baio todas sus formas.

... Los deberes de la socialdemocracia, que defiende los

intereses del proletariado, y los derecbos de la nación cons-

tituida por diversas clases son dos cosas distintas., Al luchar por el derecho de las naciones a disponet de

sl mismas la socialdemocracia se asigna como obietivo el

de terminar con la política de opresión de la nación, hacerla

inviable, y también rninar la lucha de las naciones, suavi-

zatla, reducitla al mfnimo.

PUEBLOS, NACIONES, ESTADOS 191

- Es lo que diferencia esencialmente la política del pro.letariado consciente de la política de la bulguesía, la cual,en cambio, intenta prolandizar y anplilicar la lucha nacio-nal, proseguir y acentuar el movimiento nacional.

2.. Europa occidental desde principios del sigto XX:iln caso original: España

Como es evidente, el análisis de Stalin, igual que Ios an-teriores, se inspira en los problemas de Europa central yoriental. El único factor que no pone suficientemente de ré.lieve (y, sin embargo, en L913, tenfa una importancia capital)es la superioridad masiua, en Europa occidental, sobre todo enFrancia y Alenania, de los sentinientos de grupo sobre lossentitnientos de clase (L914).

En el ámbito de Europa occidental he estudiado un casomenos conocido, pero original: el caso de España, uno de losprimeros estados-nación constituidos en Europa, y cuya cohe.sión, en la <<guerra de independencia>> antinapoleónica, pare-cía haberse afirmado espectacularmente. Pero la pérdida delas colonias y el fracaso de la revolución política, que mantu-vo el poder, cuando menos parcialmente, en manos de lasclases aristocráticas y terratenientes, hicieron de la Españadel siglo xrx no un país <<subdesarrollado>, pero sí desigual-rnente desarrollado, en el que únicamente el País Vasco ysobre todo Cataluña llegaron a desarrollar una industria demodelo europeo. Los industriales catalanes, que producfanbienes de consumo corrientes (textiles), concibieron el pro-blema nacional español exactamente como List. Uno de susagentes ha escrito: <<el proteccionismo es la patria>>. Y lospropagandistas catalanes del <<trabajo nacional>, del <<merca-

do nacional>>, no perdonaron iamás a la España cenral y me-ridional, agraria y pobre, la debilidad de su poder adquisitivo:

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1,92 rNrcrAcróN AL vocABULARro H rsróRrco

Los pueblos que fíen su suerte al trabajo dirigido coninteligencia, y a Las economías, crean capitales y aumentansu prosperidad; Ios pueblos indolentes, holgazanes, que fíantan sólo en el producto del trabajo, en los capitales y en eloro de otras naciones, estos pueblos encuenffan el justocastigo en su pobreza, decadencia y ruina. La España nonecesita ni pan extranjero, ni ropa extranjera, ni capitalesextranjeros. Todo esto se crea con el trabajo... [Güell,18661.

Los dirigentes de Madrid, aristócratas, generales o polí-ticos liberales, representaban a las clases no industriales. Noentendieron el lenguaje del <<nacionalismo económico>>. Fueentonces cuando los dirigentes catalanes empezaron a añorarun pasado lejano, pero en términos de rnercado, lo cual esmuy significativo: <<El rnercado español es más restringidoque el que había sido capaz de conquistar Cataluira en laépoca de su autonomía>>, cuando era, <<bajo un gobierno pro-pio, una de las primeras potencias marítimas y mercantilesde Europa> (Prat de la Riba, La nacionalitat catalana).

Y también:

Ahora verá el pueblo catalán, especialmente esa partedel pueblo catalán que cee haber cumplido su deber consólo cuidar de sus negocios, ahora verá si es urgente y deabsoluta necesidad que Cataluña tenga el gobierno de susintereses interiores y que influya en la dirección de losexteriores a proporción de sus fuerzas. Ahora vetá si nosasistía la razón cuando le llamábamos a abrigarse baio nues-tra bandera, diciendo que no era bastante el dominar entalleres y almacenes, rnientras otros dominaban en asambleas,ministerios y olicinas ... Ahora verá cuán peligroso es parasu prosperidad el actual desequilibrio que existe entre naestra fuerza económica y naestra nulidad política dentro orEspaña. [Prat de la Riba, Manifiesto de 1898 (Unió Catalanista).1

PUEBLOS, NACIONES, ESTADOS L9t

Esto lleva a reclamar pal, la <<nación catalana>> resucitada<<la posesión de todos los elementos de an caerpo nacional,incluido el estado propio para dirigirlos>>.

- Y, sin_embargo, fueron muchas las veces en que los dipu-

tados catalanes en las cortes españolas habían piecisado ila-ramente que esa exigencia <<nacional>> catalana se debía sólo

3 _lo-s fracasos y a los rechazos infligidos por Madrid y enMadrid: por ejemplo, el diputado Salmerón, en 1907, inten-tó esbozar una definición de la <<nación¡¡

-ds la nación bur-gilesa, se sobreentiende-:

Si en el proceso de la Historia las naciones se funden,las naciones se forman, las naciones se deformaz, mientrasexista una propia unidad personal propiamente ineductibleen ld conuiuencia social, allf está eI germen de una uida na-clonal, que si no sabéis incorporar en más amplio ctlrso !dirigit por más amplio cailce, clamará por su e*lstencia per.sonal y perturbará la vida del coniunto al cual se la retengaunida. La Historia es esa; contra la Historia no valen argu.mentos; puede la Historia enderezarse, pero ¿sabéis cómose endereza, señores diputados? No sólo con más altasideas: con superiores obras.

Pensadlo bien; si en vez de nuesro desastre colonialEspaña hubiera vencido, si su poder colonial hubiese anai.gado, si hubiese hecho repercutir en la vida interna de lanación el más amplio desarrollo económico, si se hubierasentido ufano y orgulloso el español de pertenecer a estanación o a este Estado, como queráis, ¿se habrfa determi-nado, sobre las bases que luego apuntaré, este movimientode protesta en Cataluña, del cual ha nacido, en definitiva,Solidaridad Catalana? Tengo por cierto que no; alll se hanjuntado una serie de condiciones, y la eficiente es el senti-miento de su personalidad; pero ésa no habtla bastado con-tra las otras ...

... Si_España prospera, si crea elementos de riqueza, sillega a abrir mercados en el mundo, si llega a hacei que su

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F

194 rNrcrAcróN AL vocABULARro H rsróRrco

actividad se incorpore a la actividad mundial, no lo dudéis,el órgano que encuenue creado ése será el que utilizará, yno habrá nadie que, con olvido del apremiante consejo desu conveniencia económica, vaya a pretender ninguna res-

tauración particularista cuando tiene un órgano de carácteruniversal que le sirve en el mercado del mundo. [Discutsode Salmerón en las Cortes, 18-VI-1907.1

Sería imposible definir mejor la exigencia económica y elmercado como <<escuelas de nacionalismo>> parz la burguesía,ni las <<personalidades>> colectiuas subyacentes no como datosfundamentales sino como instrurnentos, ní la búsqueda (frus-trada en el caso de España) de un marco suficientemente am-

plio para un mercado mundial.Diez años más tarde, otro dipu-tado, Cambó, dirigente de un regionalismo que se estaba trans-formando en nacionalisrno, expresaba el otro aspecto de lafrustración, el aspecto político:

Somos los regionalistas catalanes un caso único en laflora política española, quizás en la flora polltica de Europa;nos pasamos la vida combatiendo a los gobiernos y haciendooposición a los gobiernos; pero yo tengo que deciros, seño-

res diputados, y permitidme que en este momento de since-

ridad no tenga la hipocesía de la modestia, que nosotrossomos un grapo de hombres de gobierno, qve hemos naci-do para gobernar, que nos hemos preparado para gobernar,que en la esfera de acción donde hemos gobernado hemosdemosmado aptitildes para gobernnr y, no obstante, seño-

tes diputados, estamos condenados a ser hombres constan-temente de oposición ...

Una de las manifestaciones, señores diputados, del pro-blema catalán, del cará.cter nacionalista de este problema,es el apartamiento más que secular de Cataluña de todaacción de gobierno en España ... Pedinos la soberdnía ...[Discurso de Cambó en las Cortes, 7 y 8-VI-1916.1

PUEBLOS, NACIONES, ESTADOS L95

Luchas entre clases dirigentes. Exigencias burguesas: elmercado, el estado. Nos encontramos ante todos los factoresde Ia síntesis de Stalin. Y no olvidemos tampoco oro deesos factores, el recurso de los dirigentes burgueses a <(su

pueblo>, en caso de crisis:

. A la noticia del paso del señor Bosch y Labrús, paraeso, Tanasa en masa trasladóse a la estación para saluderal delensor del Trabaio Nacional, de naestra amenazadaindustria, del pan que falta ya al obrero. Unos 5.000 deéstos quisieron asociarse al testimonio de agadecimientoque estos fabricantes han demostrado al señor Bosch, salu.d¿índole con entusiasmo ... Presidente Instituto Industrial,VÁ,Ncsr,Ls.

Este telegrama muestta la invocación de los <<interesescomunes> en pro de una <<industria nacional> por parte de lapatronal y de los obreros (2.500 de los cuales, como recono.cía más adelante el mismo telegrama citado, estaban entoncessin empleo). No todos los obreros catalanes escucharon esallamada: anarquistas y sindicalistas denunciaron como <<bur.gueses> a los <<nacionalismos>> de todo tipo.

Sin embargo, la exaltación constante de las solidaridades<<catalanas)> contra el centralismo madrileño, demasiado pocoatento a los intereses de la indusmia, acabó creando un am.biente masivo de oposición común, en el que terminaronyuxtaponiéndose las protestas de clase y las protestas de gru-po. A partir de este momento podemos hablar de <<catalanis.mo> popalar, peqaeño burgués, intelectual, campesino ¡ €fiparte (segun el momento), obrero. Y es interesante entoncesver a la burguesla, creadora del <<movimiento nacionah,asastarse ante este aspecto popular de la oposición catalanista,y buscar en Madrid, en los instrumentos de estado, Ias garan-tlas contra una eventual reaolución. Tal es la historia de losaños 1917-19362 revoluciones, golpes de estado, guena civil.

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¡-

L96 rNrcrAcróN AL vocABULARro H rsróRrco

3. Los probletnas <<nacionales>> de entre-guelras

1) La URSS crea un tipo muy particular de relacionesentre las numerosas <<nacionalidades)> que alberga; setla fá-cil ver en ello una síntesis de las sugerencias lanzadas a lolargo de la polémica Luxemburg-Lenin-Bauer-Stalin, en el sen-

tido de que el marco de desamollo de las fuerzas productivasse concibe como el más amplio conjunto tertitorial, y de quela clase dominante -el proletariado- es la que domina elestado centralizado mientras se deja a las <<nacionalidades>

una amplia <(autonomfa cultural>: lengua, enseñanza, etc.;pero se conserva un recelo yr €rI caso de necesidad, se produ-cen reacciones violentas ante cualquier sospecha de retornoa un <<nacionalismo burgués>> que reclamata el estado. OttoBauer ha podido decir, con ironía admirativa, gü€ la URSS

habla ¡¿alizado la <<autonomla cultural> que Lenin y Stalinle habían acusado a él de preconizar (le reprochaban que lohiciera en el seno del capitalismo).

2) En occidente el nacionalisno se convierte, en las

crisis de la postguerra, en una doctrina -no una <(teorla>-que predica la anidad de la nación por encima de las clases,

de los intereses y, eventualmente, de las minorlas étnicas.Su principio es la laza

-nazismo- o la historia (<<imperio>

fascista, <<destino>> falangista); su promesa económica es laautarquía, herencia mercantilista-proteccionista, y la expan'sión, nostalgia de los imperialismos frusrados. La luc}a de

clases que se niega en el interior (mientras se practica con

brutaüdad) se taslada al plano internacional <<contra el co-

munismo>> (pacto anti-Comintern). Se elabora así, entre 1922y L939, una nueva combinación entre luchas de gnrpos yluchas de clases. Humillaciones nacionales, crisis monetarias,

miedo a la proletarlaación por patte de las clases medias ycampesinas, paro después de L929, son los factores que ex-

puEBLos, NAcroNES, EsrADos L97

plican el ¡elativo éxito masivo de unas ideologías que inicial.mente habían seducido a los medios ürigentei autóritarios yexpansionistas, al menos como medio que esperaban controlar.

3) En los países vencedores en 1918, fieles a las formasliberales del estado, y €D los estados pequeños o nuevos som+tidos a Ia influencia de los grandes, pudo observarse un virajcinstructivo de las relaciones entre conciencia de clase y conciencia nacional: en una primera fase, nacionalismo orguüosode los medios dirigentes y de los <<ex-combatientes>, mlenuaslas minorías revolucionarias volvían al antinacionalismo y ala¡timilitarismo; más adelante, después de t934, y sobre iodode L936, resurgir del <<patriorismo popular> y anrifascista,mientras se producla una conversión masiva de los antiguo!nacionalistas al <<neopacifismo> preparando Municlr y la <colaboración>.

4) Durante la guerra de L939-1945,las diversas formasde <<resistencia> plantearon problemas que recordaban a lavez los de la resistencia antinapoleónica y los que habla ex-puesto Rosa Luxemburg: ¿qué clase, una vez conseguida unavictoria <<nacional>>, se declararía responsable de la <<naciónp?Con escasas excepciones, la respuesta dependió sobre todode la zona de influencia de las <<grandes potencias>.

4. Los probletnas <nacionales>> después de 194j

No son menos fundamentales históricamente que antes,puesto que ahora afectan a:

1) Las relaciones entre la URSS y los restantes palsessocialistas.

2) La edificación de una Europa ala que se dedican uno¡esfuerzos sorprendentemente parecidos a los que címentaronel Zollverein, pero que choca con la resistencia de todo tipo

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r198 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

de intereses creados históricamente en el interior de los mar-cos <<nacionales>>, y que carece en su base de los hechos delarga duración

-lengua, cultura, etc.- que habían moldea-

do las comunidades nacionales. En el polo inverso de la <<su-

pranacionaüdad>, vemos despertar conciencias de <<etnias>

que hablan sido rechazadas por los grandes marcos nacionales.La burguesla, que sigue en la escuela del <<mercado>>, busca

marcos supranacionales. Pero ¿sobre qué infraestructuras vaa crearlos? '

t) El hecho nuevo de la segunda mitad del siglo )o( es

la liberación de los pueblos colonizados. Las relaciones etnias-naciones-estados-clases se imbrican aquf de forma aún más

compleja que las esbozadas anteriormente en el caso de epi-sodios más clásicos. Como sucedió con la independencia deAmérica latina, se forman estados sobre esffucturas nacio-

nales inconsistentes; a la inversa, unas luchas que han duradovarias decenas de años, como en Vietnam o en China, hanvinculado lntimamente el proceso de la independencia na-

cional con el de la revolución social, especialmente a través

de la fusión del eiército y de las masas populares. Lo cualno impide que en numerosas ocasiones, y todavla hoy, el mo-

vimiento revolucionario y el movimiento nacional dependan

aún de las actitudes recíprocas (tolerancias, exclusiones, uti-lizaciones, etc.) de las capas muy numerosas que constituyentanto la burguesla como el carnpesinado. En América latina,aunque eventualmente haya grupos militares o polfticos (pe-

ronismo en Argentina, gobierno de Velasco Alvarado en Perú)que enarbolen la bandera del nacionalismo, resulta cada vez

más remota la espetarrza de que las <<burguesfas nacionales>

sigan lavla de las burgueslas europeas del siglo xx:

En las actuales condiciones históricas de América Latina,la burguesla nacional no puede encabezar la lucha antifeu'dal y antiimperialista. La experiencia demuestra que en

puEBLos, NAcroNEs, ESTADoS I99

nuestras naciones esa clase, aun cuando sus intereses son con.tradictorios con los dsl imperialismo yanqui, ha sido inca.paz de enfrentarse a éste, pamlizada por el miedo a la re.volución social y asustada por el clamor de las masas q,(.plotadas. (Segunda declaración de La Habana, L96L.)

. En omos análisis se pone de relieve que el carácter inter.nacional de los vlnculos financieros resta cada vez más sen.tido al término <<burguesía nacional>>. En el sentido inverso,surgen controversias teóricas. (A. Emmanuet y Ch. Bettel-heim plantean el problema: si a parrir de ahora la explotaciónde los países subdesarrollados se debe a unos mecanismosmeramente económicos y se basa en los salarios elevados delos países desarrollados, la conuadicción esencial podrla darseentre palses y no entre clases; en un caso así, en los dos tiposde palses se sentirían con mayor viveza las solidaridades na-cionales que los antagonismos de clase. Tal interpretaciónparece poco aceptable para el marxismo.) Pero en cada si-tuación histórica concreta es importante observar con detallecómo se manifiestan esas solidaridades; como siempre, lossentimientos de clase y los sentimientos de grupo, ¿<(suman)to <<testan>>?

4) Quizá valdrla la pena, en el caso de la historia de lasegunda mitad del siglo xx, reconsiderar con cuidado las indi.caciones de Lenin sobre la simultaneidad de lap dos <<tenden.

cias históricas)>: una tiende a la creación de estados naciona.les y la oúa. a la proliferación de los vínculos internacionales:ambas tendencias valen tanto en el seno del socialismo comoen el seno del capitalismo. Pero mientras la burguesía miracada vez más por encima de las fronteras nacionales y sacri-fica con una facilidad c¡eciente sus rivalidades imperialistasa la solidaridad imperialista en general, las revoluciones po-pulares más eficaces son las que se vinculan a la resistenciaantiimperialista de los grupos nacionales; la <nación>>, la <<pa-

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F

200 rNIcrAcIóN AL vocABULARro FrrsróRrco

tria>, el ejército se convierten en hechos masivos y no en

instrumentos en manos de unas minorlas. Parece como si

nos hdláramos ante un nuevo <relevo> en la disposición a asu'

mir las realidades nacionales de larga duración por parte de

una clase social.Es claro que no hemos ofrecido sino esquemas puramente

indicatiuo.s. Nuestra intención ha sido simplemente la de in-tentar situar, deffás del aocabulario que estábamos manejando,

unos problemas históricos concretos.CAPITALISMO

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¡.

Texto publicado, por vez primera, en <Economia e Storia'l>, ll mondocontemporafleo, La Nuova ltalia, Florencia, 1978, pp. 11'36.

C^EPTjrET,TSUO: PALABRA RECIENTE Y AMBIGUA

Capitalismo es una palabra reciente. En francés, no apa.rece en el famoso diccionario de Littré, que durante largotiempo (y todavía hoy) ha constituido la máxima autoridáden mate¡ia de empleo de los términos. Y es que en la fechadel diccionario de Litré (187r) la palabra eia todavla unapalabra polémica, con una c^rg pasional, antltesis de lapalabra <<socialismo> sobre la que se habfa forjado y que seutilizaba para designar de forma peyorativa la economla exis.tente. Por ello los economistas oficiales se han negado a em-plearla durante mucho tiempo, denunciándola como anticien.afica. Para ellos, las leyes económicas tenían un valor ab.soluto.

De todas maneras, en el tránsito del siglo xrx al siglo lx,la palabra adquirió, en la práctica, derecho de ciudadanfa.Especialmente, entre los historiadores (Sombart, Pirenne), Iquizás esto sea ya significativo. El capitalismo ha sido obser,vado en su contexto temporal. Se ha hablado de sus formasembrionarias, precoces (Frühkapitalismus). De hecho, el con.tenido de la palabra seguía siendo impreciso. En cuanto unindividuo que poseyera un bien (especialmente si era unasuma de dinero) imaginaba una operación económica capazde incrementar ese bien (de <<hacer dinero>>, dice el lenguaievulgar), salía a relucir la palabra <<capitalismo>. Se degcu.brla que los babilonios hablan tenido bancos y los chinos

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204 INICIACIóN AL VoCABULARIO H ISTóRICO

papel moneda. En el fondo, igual que los economistas, loshistoriadores buscaban, en todas las épocas y en todos lospaíses, los mecanismos económicos comunes, los de su tiem-po. Entendida así, la palabra <<capitalismo> era menos sos-

pechosa. Fue integrada en el vocabulario.Sin embargo, Henri Pitenne, en su célebre artículo de

L9l3,había hecho una observación aguda. Curiosamente, losejemplos que había elegido para describir un capitalismo de

la alta edad media, estaban sacados, principalmente, de las

Vidas de Santos. Pero se trataba de santos que, para llegara serlo, se habían despojado voluntatiamente de la fortunaque habían amasado o se habían resignado a haberla perdido.Pirenne llegaba a la conclusión de que la edad media occi-dental no había sido a-capitalista (carente de los mecanismos

paln ganü dinero), sino anticapitalista (hostil a dichos meca-

nismos).Ahora bien: esta comprobación nos lleva lejos. Cuando la

ideología y la moral dominantes de una sociedad condenan

un mecanismo económico, esto indica que el funcionamientode esa sociedad no se basa en é1. La del occidente europeo de

la alta edad media se basaba en la explotación agrfcola conprestaciones (en ttabajo, en productos agrfcolas, raramente

en dinero) a beneficio de los señores y de la iglesia, mediante

un sistema empírico de derechos consuetudinarios. Su eco'

nomla no <<sufrfa)>, como creía Keynes, de <(escasez)> moneta'ria. Apenas si tenfa necesidad de dinero, excepto de forma

marginai para algunas compras de lujo, origen de las €sp€cür

laciones descritas por Pirenne. Que se califique a estas ope'

raciones de <<capitalistasr> carece de importancia. Pero al ha'

blar de <<capitalismo>> referido a una sociedad que no se reco-

noce en él (y lo mismo podría decirse de Babilonia, de Roma,

de Egipto o del imperio inca) se corre un riesgo. El inconve-

niente de la palabra <<capitalismo)> es que no se sabe si los

que la emplean la utilizan para designar un tipo de especu'

CAPITALISMO 205

laciones, un medio que se alimenta de é1, o la actividad domi-nante de una sociedad. Marx, que consagró su vida a distin-guir, en el tiempo y en el espacio, varios tipos coherentes desociedades, 1' 4 €studiar, a panir de la producción material,sus mecanismos determinantes, habla del <<modo de produc-ción capitalista>>, concepto preciso, no de <<capitalismo>, tér-mino confuso. Inútil decir que lo que vamos a intentar deli-mitar aquí va a ser el concepto préciso.

clrrtll, CAPITALISTA: PALABRAS ANTTGUAS

CON UN SENTIDO PRECISO

Si capitalisftto es de uso reciente y de contenido incierto,no puede decirse'lo mismo de capital, ni de capitalista.

Capital es una palabra culta, pero que se remonta a bas.tante antiguo, y que tiene equivalentes populares. Cabd,alen provenzal, caudal en castellano, cheptel en francés, desig.nan bienes productivos que no son la tiena y que no son ne.cesariamente dinero. <<Cheptel aif>> erzln los animales, <chep-tel nort> los aperos de la granja, En cambio, en francés,<<capital>> se reservó durante mucho tiempo para las sumas dedinero prestadas (también llamadas <<principab>) por oposi-ción a los intereses que produclan. Y está claro.que a partirdel momento en que surge el <<préstamo con interés> pensa-mos en el capitalismo. Pero, durante mucho tiempo, en nues.tras vieias sociedades la iglesia mantenla su vigilancia y con-denaba. Pero sólo se condena lo que existe. Es bien sabidoque la usura era un mal corriente. Pero a su lado se admiten,desde finales de la edad media, algunos adelantos lícitos de(capital>: préstamos públicos, censos sobre hipotecas, rentagvitalicias, <<encomiendas > marltimas, <<compañlas > mercantiles,<sociedades de personas> que en la edad moderna se conver-tirán en <sociedades de capitales>.

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I206 rNrcrAcróN AL vocABULARIo H rsróRrco

A partir de entonces se deja de negar la evidencia y se

cita aI capitalista. Es, en el sentido estrecho de la palabra,el <<prestamista>>, que <<celoca)> su dinero, que <<financia> unnegocio. No se le ensalza, pero se le distingue del usurero.Es curioso comprobar que, históricamente, la palabra <<capi-

talista>> ha servido para designar al <<prestamista pasivo> y noal <<empresario>>. Los anatemas apasionados (populares o in'telectuales) que lanzará el siglo xIx dudarán sobre el blancoal que deben apuntar: ¿contra el rentista, porque puede vi-vir sin trabajat, como un parásito? ¿Contra el especulador<<vampiro de los pequeños ahorros>> o <<tiburón de las finan-zas>? Los defensores del capitalismo argüitán que el rentistave recompensada, con razón, la virtud del ahorro, y que nodebe confundirse al especulador (que sólo es nocivo cuando

fracasa) con el <(empresario>> juicioso que invierte, para pro-ducir, su <<ahorro>> o el de los demás. Pero de todas maneras,

originariamente, <(capitalista> evocaba al rentista, no al em-

presario. La confusión sobre la naturaleza del capital es ante-

dor a la confusión sobre la definición del capitalismo.

Ceprr¡r, y MoDo DE pRoDuccróu cAprrAr,rsrA

Y de hecho sólo se podfa superar Ia segunda superando laprimera. Y por esta lrrzín Marx, cuyo gran objetivo era so-

ciológico -explicar

la historia total de los modos de produc-ción sucesivos o coexistent€s-, empezó esta gran tarea (queno podla esperar llevar a término) con una <<crítica de la eco-

nomla polftica> destinada a una definición cientlfica del <<ca-

pital>. Del capital a secas, núcleo determinante del modo deproducción capitalista, al que debla distinguirse de otros tiposde capital, designados siempre con un adjetivo (usurero, mer-cantil, financiero, etc.) y que hablan podido existir antes delmodo de producción capitalista e incluso prepararle el te-

cAPrrALrsMo 207

rreno, pero sin haber sido jamás el núcleo decisivo de esassociedades.

CQué es, pues, en teoría, <<el modo de producción capita.üsta>>? Insistamos en el concepto <<en teoría)>, porque, enconcreto, no existe una sociedad conforme a un modelo puro.Pero sólo el modelo nos revela el fundamento de un meca..nismo existente. Queda un problema: ¿qué grado de com.plejidad debe tener un modelo que represente el <<capita-lismo>>? ¿Deberá superar lo puramente económico?

El mérito y el vicio del pensamiento económico <<moder.no>, <<occidental> (históricamente <<burgués>>), desde los orl-genes clásicos hasta los sutiles refinamientos del marginalismo,han consistido en creer (a veces ingenuamente), en dejarcreer (por interés o comodidad) o en hacer creer (pasando siera necesario de la demostración a la apologla): L) que en unsistema de propiedad individual absoluta, y con igualdad dederechos, una total libertad del juego de concunencia econó.mica desembocaba en una utilización óptima de los recursos,y en un crecimiento económico a largo plazor lo que en efec.to es matemáticamente demostrable; 2) que la libertad y laigualdad totales de los individuos, condiciones de la demos-tración anterior, podlan existir de hecho, y existlan ya engran medida en los palses capitalistas <avanz dos> (Inglate-ma en el siglo xrx, Estados Unidos en el siglo :or).

El mérito de Marx consistió en descubrir, aceptando comopunto de partida la hipótesis de la concurrencia perfecta ylas aportaciones cientlficas del primer pensamiento clásico,1) que el equilibrio teórico y el dinamismo forzoso de unaeconomla de concurrencia se rcaltzaban en el tiempo sólo at¡avés de las oscilaciones destructivas llamadas <<crisisD, queeran tan <<naturales> en el capitalismo como los equilibriosinstantáneos; 2) que, incluso aceptando el inconveniente pasa-

iero de las crisis, la aparente armonía econónica encubrfa unacreciente contradicciín social, una división de la sociedad en

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208 rNrcrAcróN AL vocABULARro H rsróRrco

dos clases antagónicas, con intereses opuestos; 3) que, entales condiciones, la igualdad jurídica y la libertad de inicia-tiva de los agentes económicos individuales eran, de hecho,para la inmensa mayoría de éstos, una quimen; 4) que, enúltimo término, debido al juego mismo de estas crisis y con-tradicciones, la <<concurrencia perfecta>>, hipótesis previa, con-ducía a sa propia destrucción, a través de concenuaciones demedios que podían llevar basta el nzonopolio.

Démonos cuenta que estas conclusiones no consisten enapuntar las distorsiones entre la realidad y el modelo (queexisten siempre), sino los efectos de la ünámica del modelo.Además, las con*adicciones apuntadas no son sólo de natu-nleza económica; se traducen en luchas sociales, pollticas,psicológicas. Se podría argumentar que son estas luchas lasque ümitan la eficacia de la economía. Pero ¿cómo despre-ciarlas, siendo como son ellas mismas parte del sistema, con-secuencia necesaria de éste? Marx, al que se ha atacado porhaber erigido la economía en <<última instancia>> del análisispolltico-social, es de hecho menos <<economicista>> (y no más<<materialista>) que los teóricos del capitalismo, quienes, apartir del día en que se pronunció la frase <daissez faire>>,sugirieron que estas palabras iban a resolver, de forma arm&nica, todos los problemas humanos. Un Samuelson, en su

Manual, lo sugiere todavía.

Er. pnrNcrPlo DE LA LTBERTAD

En la base del capitalismo como sistema --complejo téc-

nico, económico, político, ideológico, gü€ cortesponde a unaestructura social determinada- la noción de libertad ocupa

un lugar esencial. Pero es importante no confundir las pala'

bras y los hechos, no deificar el concePto y situarlo de nuevo

en la perspectiva histórica.

CAPITALISMO 209

El modo de producción capitalista, tanto cuando se ela-bora lentamente como cuando se afirma de forma revolucio-naria, se hace a t¡avés de la clase que asumirá la responsabi-lidad y la dirección, la clase burgaesa en el sentido modernode la palabta: la que ha acumulado ya de fo¡mas diversas losmeüos eficaces para producir o eI dinero para comprarloi.Esta clase no puede alcanzar su plenitud en meüo de coac-

ciones ni frente a los privilegios del antiguo régimen, über-tad econórnica, igualdad iurídica y tibertad política se entre-mezclan, en sus reivindicaciones primero, y en sus principiosideológicos después, lo que en modo alguno significa que

haya de continuar estimándolas todas por igual.Entre las libertades econónicas,la primera es la libertad

de ernpres¿. Continúa siendo el pilar más sólido, y el más

aplaudido, del conjunto del edificio capitalista. El <<sefi madetna?t>> americano de la imaginación popular, el <<empresario

a lo Schumpeter> de la cultura universitaria, serán, inclusoen su imagen retocada de <<manager>>, las personificaciones

triunfantes de la <<libertad de empresa>>. Y la <<pequeña em'presa)> será la tentación que se ofrecerá a la capa suPerior de

los trabajadores.La libertad en los métodos de producción se exigió en

primera instancia contra las coacciones corpor¿tivas; hoy con'iinúu viéndose con malos ojos la intrusión del estado en lavigilancia de los procesos y de los resultados de la produc'

ción; caso de que la libertad de producción atente de manera

fagrante contra el interés público (polución, abuso del espa'

cio urbano...) la opinión pública puede llegar a imponerle

límites. Pero la noción de <<seceto> (de las técnicas, de los

<<negocios>>, de la contabilidad) sirve teóricamente para ga'

t^nlir^, los derechos de la concurrencia, aunque de hecho

asegura monopolios momentáneos.La libertad de intercambios fue, en su dla, la primera que

se preconizó, como único medio para alcanzar la <verdad de

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r270 rNrcrAcróN ÁL vocABULARro H rsróRrco

los precios>>, remedio que, en opinión de los comerciantes,era más efrcaz en caso de crisis de subsistencias que las requi-siciones y las tasas practicadas bajo el antiguo régimen. Toda-vía hoy, frente a las crisis alimenticias en el mundo, que nohan desaparecido todavía, hay economistas que entonan su<<Marsellesa del uigo>. Pero la fluidez de los mercados no es

un problema teórico. En algunos casos de atascamiento, elmonopolio es engendrado por la libertad.

La libertad del contrato de trabajo se presenta como uncaso particular de la libertad de intercambios. Fijar el salarioy la duración del contrato a través de un libre compromisoentre individuos, con prohibición de cualquier tipo de coali-ción, forma parte del modelo überal. Este dogma fue insti-tuido en Francia, a principios de la revolución burguesa, porla ley Le Chapelier. Pero todos sabemos los muchos reuo-cesos que la realidad social ha impuesto posteriormente a lateoría. La acción obrera coaligada, aceptada por el estado, haimpeüdo que pueda persistir la imagen de un salario surgidode una multitud de acuerdos individuales. Queda el hechode que el estado y la patronal, considetando la tasa de sala-

rios como un factor esencial en la concurrencia interior y ex-

terior, üscuten el tema desde este punto de vista. El estado

no se atreve a proclamar (peto hay patrones que no dudanen hacerlo) que un cupo permanente de paro debe limitar las

exigencias de los asalariados.La libertad de los intercanbios internacionales constituye

otro caso particular. La presión de la realidad ha sido, en

este caso, aun más fuerte que en el de la libertad de salarios.

Aqul han sido las burguesías nacientes, tan meticulosas sobre

el principio de libertad en el seno de cada economía nacional,las que han reclamado y a menudo impuesto la defensa, Potparte de cada estado, de un mercado limitado por sus fron'teras. Los teóricos del liberalismo (en primer lugar, Pateto)se han lamentado de este atentado cometido por una clase

CAPITALISMO 2LL

a sus principios universales. De hecho, ninguna burguesfaactiva, práctica, puede ignorar que la concurrencia se tealizaen provecho de las situaciones adquiridas, de las superiori.dades precoces. El ejemplo de las industrias indefensas aplas-

tadas por la concuffencia inglesa era contundente. Pocas fue-ron las industrializaciones nacionales sin protección. Y, enel siglo xx, el proteccionismo, incluso el autarquismo, ha resu-

citado en cada crisis de exportaciones. Tal es, en el terrenode la libertad,la plasticidad de los principios ante la realidad.

Er, pnrNcrPro DE TcuALDAD ¡unÍorcn

La igualdad iurídica entre los indiuiduos (<dos hombres

nacen y permanecen libres e iguales de derecho>) fue, para laburguesía ascendente, una conquista necesaria contra los pri'vilegios de cuna, fundamento de la sociedad feudal en Europa(en oüas partes, eventualmente, de otros modos de produc'

ción). Esta igualdad jurídica, condición para su desarrollo,ha seguido siendo uno de los motivob de orgullo de la socie'

dad capitalista. Orgullo legítimo si nos limitamos al princi'pio enunciado. Orgullo más discutible cuando se apoya, como

hr.. r menudo, en el ejemplo del millonatio <<salido de lanada>> o del hijo de campesino llegado a ministro. Potqr¡e

lo posible no es lo probabte. Y cualquier afirmación sobre la

movilidad social vale sólo en la medida en que se justifica

estadísticamente. Y (sobre todo si nos fijamos más en el po'

der que en la <.forruna>) la igualdad de derecho para llegar

a conseguirlo queda ampliamente anulada, a escala de gtandes

cifras, por la desigualdad del punto de partida, especialmente

por el t...to desigual a los medios de educación'

Y no otorguemos un papel primordial a los principios'

Las formacionés sociales concretas del capitalismo, jurfdica-

mente presididas por el principio de igualdad, conservan a

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2L2 INIcIACIóN AL VocABULARIo r-r ISTóRICo

menudo pesadas ¡émoras de antiguas dependencias, y no du-dan, caso de exigírselo las luchas de dasá, en modificar la le-gislación o en saltarse la práctica jurisdiccional en el sentidode una desigualdad sensible de los derechos. Durante muchotiempo, en la Francia del siglo xrx, Ia palabra del amo preva-lecía en justicia contra la del ciado o la del obrero. Y lafórmula <<justicia dg clase>>, largos años famiüar al mundoobreto, y que hoy han puesto de nuevo en circulación unaparte de los jóvenes magistrados, no es una palabra vana.Cuando un aparato judicial y represivo queda entre las manos,por reclutamiento, de una sola clase, ¿acaso no resulta inevi-table que sus decisiones se tomen y apliquen dentro de unespíritu de clase? Es un serio peligto-pui^ la <igualdad delos derechos>>.

LrnEnr¡.p E TcuALDAD: AspEcros porÍTlcos

¿La libertad y la igualdad políticas forman parte (aunqueparezcan ajenas a la realidad económica) del modelo de socie-dad predilecta de los doctrinarios de la concur¡encia, ya sea

como condición, ya como consecuencia de ésta? Tal es la opi-nión que se impone hoy en la expresión <<mundo libre>>,opuesta tanto a los proyectos socialistas como a los socialismosexistentes. Pero las cosas no son tan simples.

Es cierto que, al principio, la implantación del modo deproducción capitalista exigió, en caso de conflicto, el derroca-miento del orden monárquico-aristocrático, para terminar conel antiguo sistema y limitar los hábitos de intervención eco-nómica del estado. La exigencia de las libettades políticas se

vinculó, pues, a la de las libertades económicas. Y existe unadialéctica de la libertad. Quien la pide para sí se ve obligadoa pedirla para los demás. La reivindicación de clase se con-

vierte en principio universal.

t

CAPITALISMO 2tt

Notemos, sin embargo, que, aunque las garantías indivi.duales adquirieron en Inglaterra el valor de institución secu.

lar,la Revolución francesa pasó de la dictadura revolucionariaa la dictadura imperial, y las revoluciones de 1848, en todaapartes de Europa, atemorizaron a las burguesías en expansiónlo.suficiente como para llevarlas a la claudicación polltica' en

Francia, ante Napoleón III, en Prusia, ante Bismarck. Dosnombres que bastan para poner en duda una identificaciónentre ascensión del capitalismo y triunfo de los principiosliberales.

Respecto al siglo xx, con el espectro de la revolución rusa

presente por doquier, es necesario plantearse la 'cuestión de

las relaciones entre capitalismo y fascismo. Es demasiado sim'ple etiquetar a éste dé .,dictadura del gran capital>. Es indis'cutible que, tanto en sus orfgenes como en sus fines, estuvo

vinculado a las más enormes concentraciones de capitaler

tanto nacionales como internacionales, y que a pesaf de gu

vocabulario anticapitalista respetó las firmas gigantes y el

principio de libre empresa; en plena guerra, una firma de pro'áo.toi farmacéuticos compraba enfermos-cobayas a los campot

de concengación de Himmler. El golpe de estado autoritarlo,ya sea en la España de 1916 o en el Chile de 7973, constltuye

una reacción de defensa de los poseedores ante un proceso

democrático que consideran amenazador, y prepara, a la lar'ga, el camino a las inversiones rentables. Es cierto que Ale'mania y Japón han dado el eiemplo de rcalizaciones caplta'

listas .ipectr*lares baio regfmenes políticos muy distintos en

apariencia. No existe, pues,.una correlación mecánica entfe los

fundamentos económicos del capitalismo y una forma deter.

minada de régimen polftico. La democracia liberal no es nl la

condición neiesaria ni la consecuencia naftral de la libertad

de emprender, producir, intercambiar o acumular. La clase

surgida de esta- libertad organiza su dominio polftico- balo

forñ.,as diversas según se enfrente con obstáculos pfocedentes

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¡

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del pasado, con condiciones favorables a su pacífica expansión,con amenazas revolucionarias para el fqturo, o con rivalida-des internacionales que superar.

La igualdad entre indiaiduos, jurldicamenre necesaria parasu concurrencia, no acarrea necesariamente su igualdad polf-tica de forma inmediata. fnglaterra conserva su Cámara delos Lores. La Constituyente francesa distingue entre ciudada-nos actiaos y pasiaos. Durante largo tiempo, en la Europa delsiglo xrx, se impone la organización censitaria en las consul-tas electorales. Lo que equivale a decir que la noción de<<democracia>>, pata la burguesía ascendente, y en sus com-promisos con los regfmenes declinantes, consistla en medirel peso polftico de sus ciudadanos según las dimensiones desus propiedades y de su fortuna. Tuvo que transcurrir muchotiempo para que las clases dominantes, en el modo de pro-ducción capitalista, tomaran conciencia de que su fuerza resi-día mucho más en sus medios económicos que en sus poderespollticos aparentes, y que su lugar en la sociedad mediante laeducación, la información, la ocupación de los puestos clavey de los cuadros intermedios, el recurso a las presiones y a

las influencias, constitufa una amplia ganntla contfa las even-tuales sorpresas del sufragio universal y del sistema parlamen-tario. Lo que no obsta, como hemos dicho, para que en caso

de peligro por este lado se <<suspendan las garantfas constitu-cionales> o se recurra al golpe de estado.

El pnrxcrPro DE PRoPTEDAD

<<Libertad, igualdad, fraternidadr>, reza el lema, de gran-

deza indiscutible, heredado de la Revolución francesa. Pero,puesto que ésta, iurfdica y pollticamente, preside la enttadade Francia en el modo de producción capitalista, quizá seúa

más justo decir: libertad peto, ante todo, económica; igual'

CAPITALISMO 2t5

dad perc sólo en el derecboi propiedad, finalmente, en reali.dad el pilar más importante, <<inviolable y sagrada>>, tanto omás quizá que los oros dos principios. La insistencia actual,en torno a 197 5, sobre <<libertad>> y <<democracia>> en losproyectos de sociedad, soslaya en exceso la referencia al au-téntico fundamento de las relaciones sociales enme los hom.bres: los derechos de estos hombres -de sus categorfas56si¿fs5- sobre los bienes y sobre los difetentes tipos debienes.

Ahora bien, la propiedad es precisamente el campo enque el capitalismo en germen se dedicó conscientemente a

liquidar el régimen al que sustitufa: éste (<<feudalismo> enEuropa, pero podrfan ponerse otros ejemplos) no concebfala propiedad individual como un derecho ilimitado; si bienel siervo no podía (en principio) abandonar su tenencia, tam-poco el señor podía expulsarlo de ella; habla tierras sin apro-piar, ottas eran comunales; el final de la <<edad modernarasiste a la ofensiva del <<individualismo agrario>: esfuerzos

de los señotes para sustituir su propiedad <<eminente> pofuna propiedad absoluta, rcparto y venta de comunales, ata.que de los legisladores <ilusffados)> contra las <<manos muer-tas>> (propiedades inalienables), liquidación de los derechos

consuetudinarios de los pobres que entorpecieran la dispo.nibilidad de los productos en manos del propietario (espi-

gueo, recolección de ramas secas). Fue a propósito de la reco'lección de ramas secas, uansformada en delito de robo por laDieta renana, cuando el ioven Marx se dio cuenta en 1842,y así lo escribió enlaGaceta renanai 1)que la definición delderecho de propiedad estaba reservada a los propietarios;2) que el aparato de represión del estado, a través del inter'mediario legislativo, se convertía en <<lacayo del propietarion;

3) que, pot ello mismo, era dudoso que el estado fuera el

.r.ráot de la <sociedad civil>, y que era más probable que

fuera la <<sociedad civil> (a saber, las relaciones reales de los

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hombres entre ellos) la que hubiera modelado a su serviciola forma de estado.

De esta manera, en el momento mismo de su constitu-ción, la coronación jurídica del modo de producción capita-lista encontraba, en un rincón de Renania, a su crltico deci-sivo. El análisis de las conquistas de la Revolución francesa,en un punto de los territorios afectados por ésta, superabael nivel superficial de las transformaciones de derecho, de lasrepresentaciones políticas, consideradas'comúnmente comoinnovaciones de valor universal, para ahondar más profunda-mente, hasta llegar a la naturaleza misma de las <<relaciones

sociales de producción>>.

L¿s nel¡croNEs socrALES DE pRoDUccróN

EN EL SISTEMA CAPITALISTA

¿Por qué <<de producción>? Porque puesto que ningunasociedad humana subsiste sin consumir y, por tanto, sin pro-ducir, el problema estriba entonces, para entender cada unade ellas, en saber, en el marco en que se present a, quién pro-duce, cómo se produce, a quién va destinado el producto.

La respuesta a estas cuestiones, muy variable tanto enel tiempo como en el espacio; es la que pone en evidencia unasucesión de sistemas sociales históricamente constituidos, perodotados cada uno de una coherencia y una lógica relativamentefáciles de esquematizar.

Pero toda producción está olganizada y de las necesidadesde esa organización se desprenden (y se justifican ante suspropios ojos) las jerarqulas sociales, los aparatos polfticos encuyo beneficio se rcalizan (puesto que, en general, el derechova detrás del hecho), las exacciones que se operan sobre losproductores directos de bienes de consumo.

Lo que caracteriza al capitalismo es que Ia parte del pro-

CAPITALISTTO 2t7

ducto no consumida por los productores directos se deduceno en virtud de un derecho tradicional o de una coacciónlegalizada, sino mediante el juego espontáneo de una econo.mfa libre. Este carácter <(natural>>, no forzado, de la exac.ción, es el que ha permitido decir (y creer) -que esta exac.ción no existía, que la sociedad se había liberado finalmentede los derechos, los diezmos, las tasas y las coacciones, y elideal de los inventores de la libre economía hubiera sido in-cluso la casi supresión de los impuestos estatales reduciendoal máxirno posible las atribuciones del mismo estado. Y, efec-tivamente, cuando el capitalismo liberal funcionó de la formamás parecida a su modelo, la presión .fiscal fue menos elevadaque nunca.

Cla¡o está que se puede discutir el término <<exacción>cuando no existe coacción. Pero en una sociedad en queexisten diferencias de ingresos y de fortunas tan fuertes (omás) como en los antiguos regfmenes sociales, y en que pa-rece claro que su crecimiento depende de los medios ya acv-mulados por sus poseedores, es necesario explicar el meca.nismo de esta polatización. Es el problema de la naturalezadel capital.

El capital, en el sentido moderno del término, el queMarx se esforzó en definir, y cuya nataruleza y dimensionesno han cesado de confirmarse a pesar de profundas modifica.ciones en ott'os aspectos es iln coniunto de medios de produc.ci6n eficaces y masiuos, sasceptibles de reproducirse y de ue.cer, globalmente, por su mecánica propia, y gue, en el sistemacapitalista, tienen como caracterlstica esencial la de estarapropiados.

fnsistamos en este punto. Porque, en algunos comentarioscontemporáneos, Ia existencia de medios de producción masi.vos y crecientes parece suficiente para definir las economfas<<avanzadas>> del siglo xx, sea cual sea su sistema social. Esla noción, en boga durante un tiempo, de <<sociedades indus-

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triales>. Capitalismo y socialismo asegunrían del mismo modo

una <<formación de capital>, lo cual es cierto en la medida

en que, en los dos sistemas por igual, se reserva una parte

del producto a la reinversión y al crecimiento del ^p^t^to

productivo. Pero se olvidan de añadir: 1) lo que define al

capitalismo no es la existencia del capital, sino su apropia'

ciSn; 2) en un sistema socialista, la <<formación de óapital>>,

en principio, está planificada; en un sistema capitalista es el

resultado (también <<en principioo) del libre funcionamiento

de un nercado.En este mercado, en un espacio dado, considetado soli-

dario, se rcaliza, durante un ejercicio, un aalor determinado.

No importa que se exprese en moneda (francos, pesetas, dólares...¡ p,r.rto que, para compafar, hay que reducir-esta ex-

presión, en el espacio mediante un cálculo sobre los cam-

Lior, .r, el tiempó <<deflacionando>> a través de un fndice de

pr..ior. Lo que se b,rsca es la expresión en términos de bienes,

con independencia de los movimientos monetarios'

Entre este valor realizado y la remuneración global de

los trabajadores productivos (suma de los salarios reales y

de las véntajas sociales) existe un margen. Marx lo llama

<<plusvalfa>, otfos lo denominan <<excedente>>; analistas re-

.Lnr., del <beneficio>> lo redescubren como una <<evidencia

contable>>. Si este mafgen, llámesele como se quiera, no basta

o se limita a ser suficiónte para la renovación del capital exis-

tente, no habrá ninguna posibilidad de progreso püa el apa-

rato productivo. La economla se estanca. Si el margen supera

.rt. ir-bral (es el caso normal, a pesar de las fuertes varia-

ciones coyunturales) hay lormación de capitaL Y, repitámos-

lo, este súpl.m.nto ba sido apropiado. Ya a p^t^t a los posee-

dores previos del capital. Puede femunerar, con tasas mo-

J.tüt,^.t <<ahorro>> de lar categorlas menos proletatizadas de

to, ,táUr¡rdores, drenada por las caias de ahotros y los ban-

.or, p.ro la masa del excedente irá a los <iefes de empresa>,

CAPITALISMO 2t9

organizadores de la producción y del crédito, que, ademásde sus gastos (no despreciables), acamularáz medios de pro.ducción cadavez más potentes. Tal es, según la interpretaciónfavorable, la justa recompensa por los talentos de innovacióny de gestión demostrados por la clase de los empresarios; y,en efecto, en la base del sistema se producen éxitos indivi.duales en que el ingenio personal, la experiencia y la suertejuegan un papel. De hecho, al final del proceso, las posibili-dades de los recién llegados disminuyen. La decadencia de Iaconcumencia atomlstica surge, como hemos dicho, de la con.currencia misma.

No confundamos, por ora parte, hacerse rico y uiunfarcomo empresario. En el mercado existen especulaciones (comoen el mundo preindustrial), operaciones de bolsa, plusvalfasde situación, que nada tienen que ver con Ia <<plusvalfar> quehemos definido. Sólo se convierten en <<capital> cuando se

invierten en la prodaccióa. Si no, se compensan y desapate-cen. El intercambio puro puede producir capital-dinero, capi-talistas en potencia, pero sólo llega a ser productivo el capi-tal que utiliza fuerua de rabaio. Esta diferencia entre <(ganar

dinero> y <(crear capital> no siempre está presente en la con-ciencia de los interesados, ni es siempre captada por la opi-nión general.

De todas formas, aunque el capitalista de caricatura es

un personaie bardgudo, con un puro en la boca y apoyadoen una caia fuerte, no vayamos a creer que el patrón de lapequeña y mediana empresa consiga escapar, gracias a su con.tacto cotidiano con el obrero, a la imagen acuñada de la pa.

tronal. Muchos de estos pequeños patronos, próximos aún al

mundo del trabaio, se vanaglorian (v ello no es necesariamente

falso) de haber deiado bien sentado. ante sus asalariados, elprestigio de su autoridad, de su eficacia, de su iusticia. Pero

es también en este nivel donde las discusiones en torno al sa.

lario, contrato, empleo, ausencias, ritmos de trabaio, subrayan

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más el antagonismo de los intereses. El obrerismo anarquizanteha nacido y se ha conservado en la mediana empresa már queen la grande. Althusser cree que la lucha de clases sólo debeanalizarce a partir de la posición de los diversos agentes enel seno de la producción. Es cierto en el sentido de que elantagonismo teórico nace de esta posición y sólo de ella.Pero el conflicto también forma parte de lo cotidiano, de loaiaido. Las <<relaciones sociales de producción> no son niuna construcción del espfritu de propaganda ni un conceptoteórico. Toda la historia social del siglo xrx obliga a consicle-rarlas como relaciones de lucba.

Pero, ¿y el siglo xx? Es posible que, después de todo,en el último cuarto de siglo, la sociedad capitalista se acerquemás al esquema anunciado por Marx (dígase lo que se diga)de lo que se aproximaba a él el mundo de 1850. Este, ex-cepto en fnglaterra, sólo contaba con unos cuantos núcleosindustriales limitados, perdidos enme los inmensos coniuntosagrarios desigualmente desarrollados. Tal era el caso de unagran parte de Europa occidental, de toda la Europa orientaly de los restantes continentes, incluido Estados Unidos, máscamcterizados entonces por la inmensidad de las tierras li-bres y por las estructuras liberales institucionales que por elprogreso de la industrializaciín. Es ltoy, y no hace un siglo,cuando nos encontramos, sobre todo en Estados Unidos, perotambién en algunos puntos de Europa y en Japón, ante uncampesinado liquidado o en vfas de estarlo, frente a pobla-ciones enteras dedicadas a la producción masiaa destinada a

un mercado y a Ia obtención de beneficios, bajo la impulsiónv el contol de algunos consejos de administtación, minotíasínfimas y anónimas.

Es cierto que este anonimato de la cúspide, el elevadonivel de consumo alcanzado pot las masas (que no excluyesituaciones de miseria absoluta entte las minorías margina-les), el lugar adquirido por los servicios (y, por tanto, por

CAPITALISMO 221

Ia vida de o6cina y de almacén a expensas de la producciónde objetos y del uabajo en fábricas), la existencia Je <élitesn,de <<cuad¡os>> (técnicos, administrativos, intelectuales, artis.tas, animadores, etc.), más visibles a los ojos de la multitud,como símbolos del triunfo, gue los responsables del capitaly de su empleo, cierto es que todos estos factores juntos hanüfuminado ampliamente, én la <<sociedad de consumo>. laimagen del <patrono)> y del <<obrero>> luchando cara a cata,

El antagonismo estructural de patronos y asalariados sub.siste, y subsiste, por tanto, la lucha de clases. Es verdad queahora presenta más el aspecto de una confrontación organi.zada entre sindicatos y grupos poderosos, oscilando entie laviolencia y el compromiso. Lejos han quedado los tiemposde la concurrencia atomística. Y ya no se sabe muy bien cuálde las dos imágenes resulra más mítica: si la de una sociedadabierta y libre en la que cualquier ciudadano, en cualquiermomento, puede elevarse hasta la cumbre, o la de la dicoto-mía enre un puñado de hombres poderosos, únicos capacesde acumular el capital y de disponer de sus poderes, y unamasa de hombres subordinados, condenados a soñar con unainaccesible vida de lujo, a trabajar en la monotonía y la me-diocridad, y a tener más posibilidades, dentro del cálculo deprobabilidades de la vida, de quedar brutalmente en paroque de labrarse una fortuna.

De forma global, es evidente que la segunda imagen es

la más válida. Pero con una opinión dominada por los massnedia,la creencia en la sociedad <<libre y abierta>> y, de paso,en la moral que ésta implica se halla ampliamente extendidaen el mundo <<occidental>>. Un buen conocedor de Alemaniadel este me decía que, con un nivel de vida igual, inclusosuperior, con una ayuda social y una seguridad mayores, loque el obrero de la Alemania socialista envidiaba al obrerode la Alemania capitalista eru la esperanza (muy aleatotia,por otra parte) de conaertirse en patrotto, Contra este rasgo

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de la <<sociedad ambiciosa>>, descrita por 'Mac Clelland, elsocialismo tiene que inventar otra motal.

Pero no habría que creer que todos los países tecnológi'camente avanzados posean ya, en este momento, las estruc'turas sociales y mentales y el complejo de superioridad de

los Estados Unidos. Las clases obreras del Japón, de Corea

del Sur, del Brasil industrial, incluso de España o de Gtecia;

¿no están acaso más cerca del siglo xrx que del xx? Baio el

esquema global de capitalismo <(avanzado>r, próximo a la dico'tomíu de Marx, es importante distinguir los desarrollos desi-

guales, los tasgos particulates de las <<formaciones sociales>>

concfetas.Ahora bien, muchas glorificaciones del capitalismo tazonan

como si el ejemplo norteameficano fuera típico del desarrollogeneral. Los argumentos sobre los resultados cuantitativos

óbtenidos, .tr .tii todas partes, por el capitalismo se fundan

en la evidencia. Pero hay que fijar los límites de su signifi-

cación.

Cep¡r¡,lrsMo y cREcrMIENro: a) Los <(DESPEGUES)>

Decir que la era histórica del capitalismo coincide con

un crecimiénto económico sin precedentes es una tautologla:

si capital:medios de producción, está claro que acumulación

de capital:capacidades productivas crecientes.

Es cierto que ningún btto modo de producción, antes del

capitalismo, hábla conseguido un tal salto hacia delante. uno,ódo de producción combina un tipo determinado de capa-

cidades teinológicas con la otganización social que asegura su

puesta en práctica. Algunas técnicas hidráulicas asiáticas o-precolomoinas

se vinculaban a modos de producción comu-'nitarios por la base y monárquico-teocráticos pof Ia cuspide.

El feudaiismo y el monaquismo realiz^ton las gtandes rotura-

CAPITALISMO 223

ciones europeas. Pero ninguna de las innovaciones antiguaso medievales que se invocan a veces (arado, yunta, timón,molinos) pudo haber sido decisiva. IJnicamente la <<revolu-ción neolítica>> en la prehistoria, con la introducción de laganadeía y la agricultura, es una etapa cualitativamente com.parable con la <<revolución industrial>> promovida por el ca.pitalismo.

Entre estas dos revoluciones, la historia que se enfrentaal problema del <(progreso>> puede retener como hipótesisde rabajo el hecho de que los <<crecimientos>> innegables Jepoblación, de producción, de enriquecimiento-, constatablespara petíodos de larga duración en amplios territorios (porejemplo, entre los siglos x y xrrr en el occidente de Europa),corresponden a la instalación y al apogeo de un modo deproducción adecuado, sin duda, a las exigencias de la produc-ción para una tecnología dada; y comprueba también que,al cabo de un período bastante largo, ese sistema sufre unacrisis de estructura, una <<crisis generab>, con hundimientosde población y abandono de terrenos productivos (en nuest¡oejemplo, ello ocurriría en los siglos xrv y xv). Es diffcil desen-trañar, en medio de esta maraña, el juego exacto de los fac-tores (demografía, tecnología, economía, sociedad); pero enningún momento del proceso, ni tan sólo en el más próspero,ha sido posible dominar, a corto plazo, <la desigualdad delas cosechas>>, fuente de catásrofes, ni enfrentarse, a largoplazo, con un crecimiento importante de la población. Elesquema pesimista de Malthus, erróneo como previsión defuturo, traducía de hecho, hacia 1800, la experiencia pasada,

En cambio, en la segunda mitad del siglo xvIII, empe-

zando quizát con una revolución agrícola y poniendo después

la fuerza del agua y del vapor al setvicio de nuevas mecáni-

cas, Inglaterra había sentado las bases de un mundo nuevo.Se ha denunciado, sin embargo, la puerilidad de los histo.

riadores que estarían dispuestos a dividir la historia humana

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r224 rNrcrAcróN AL vocABULARro H rsróRicc,

en dos partes: antes y después de Ia mule jenn1. Marx, que,más que nadie, ha hecho justicia a la importancia de la tec-nología, fundamento del dominio de la naturaleza por partedel hombre, elemento dinámico de las <<fuerzas productivas>>,precisa explícitamente que ella sola no constituye <<1a eco-nomía polltica>>. Y es que el proceso creador no nace de lainvención de forma inmediata. Implica una secuencia inven-ción-innovación-implantación, que es la única que asegura a

la invención una importancia cuantitativa, y que depende a

su vez de las condiciones que ofrece una sociedad a las ini-ciativas humanas. Resulta, pues, legítimo asociar el capita-lismo naciente (libertad de empresa, de conuato, disponibiü-dad de capitales, cálculo económico, ansia de beneficios) conel primer <<despegue)>, en Inglaterra y en oÚos sitios, de laindustria mecanizada y de la productividad del mabajo.

Pero ¡cuidado! Es la combinación de los /os despeguesJespegue técnico y enetgético, despegue económico y men-tal- lo que determina el salto hacia adelante. Ni la disponi-bilidad de grandes capitales, ni las innovaciones en los mé-

todos contables y bancarios, ni la idea de reunir la mano deobra en grandes unidades de producción datan del siglo xvrrr.Pero hasta los años 1760-1780 no se produce nada esencial.La idea misma de la productividad del trabajo no arrarica deAdam Smith y de su famoso escrito sobre la fábrica de alfile-res; en 1558 ya la había expuesto el español Luis Ortiz; laoposición enue agricultura e industria desde el punto de vistade los rendimientos decrecientes se encontraba ya en el napo-litano Antonio Serra en L612. Y la idea de que el <<valor>> de

un objeto producido en masa dependerá a largo plazo del

tiempo de trabajo que haya exigido su producción, fue, comoes sabido, emitida por !üilliam Petty a finales del siglo xwr;ya a principios del siglo xvIIr se habían señalado todos los

efectos que cabía esPerar del maquinismo. Sólo faltaba in-ventar las máquinas.

CAPITALISMO 225

. D-ebemo9, pues, darnos cuenta de que si Ia noción de <re.volución industrial> (con evocaciones esencialmente tecnoló.gicas) no. basta paru cúacteúzar er punto de panida de unaproducción ni, por tanto, de un .on-r,r.o de )noso, capaz deenfrentarse con las necesidades crecientes de Ia humanidad,sería igualmente superficial responsabilizar exclusivamente deesta muhción al <capitalismo>>, palabra cuyas ambigüedadesya hemos comentado, tan obvias cuando encubr.n irrr. .po.logía como cuando sirven para denigrar.

El modo de producción capitaliita, conjunto coherente,es una consecuencia más que una <(causa)> (aunque se con.vie¡ta en causa a su vez) de la combinación entre'las innova.ciones técnicas del siglo xvrrr y la búsqueda de unos benefi.cios menos aleatorios que los beneficios (por aquel entoncegen decadencia) del capital comercial (y col-onial) consideradoshasta ese momento como las fuentes principaies de la acu.mulación. El nuevo beneficio se ftrndari a partir de ahora noya sobre los desequilibrios momentáneos- de los mercadosaislados y lejanos, sino sobre el desequilibrio constante entÍeel valor de objetos-mercancías producidos en masa para unmercado

_homogéneo, y el valor de la Íuema de traÉajo quehan producido esos objetos.

El triunfo de esta última fórmula no se obtuvo nuncqde forma úpida y simple. como diría Rostow, eran necesa.rias unas <<precondiciones>: 1) que una masa suficiente demedios de producción se concentie en las manos de un pro.pietario-empresario, o de un empresario-prestamista, de

-for-

ma que pueda remunerar a la vez el capital prestado y la em.presa misma; 2) que una masa suficiente de mano de obralibre y sin otros reci.rrsos g|9 su fue',a de trabajo esté dispo.nible y pueda emplearse, debido a Ia concurreácia, con unatasa mínima de salario (añadamos: y desemplearse en cuantodeje de ser necesaria); 3) que el mercado libre de bienes detodo tipo (bienes de consumo, bienes de producción, fuerza

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de trabajo) sea el único criterio, al margen de toda reglamen-tación, pam la formación, a corto plazo, de los precios y, a

largo plazo, de los <<valotes>>.\ü(/. \(/. Rostow, al intentar definir las <<precondiciones>

del <<despegue)> (take-oÍf) de la productividad moderna, ha-

bla de <<propensiones)> a aceptar, por una parte, riesgos I, porotta, sacrificios, sin señalar que el riesgo de los empresarioses una <(apuesta)> que hacen los indiaiduos, peto en el que

la clase capitalista (como, en el juego, la.Banca) tiene la se-

guridad de ganar al final, mientras que el <<sacrificio> de lostrabajadores, necesario para la formación del capital, es unsacrificio involuntario, impuesto a toda su clase por la indi-gencia inicial del ptoletario, de la que sólo escapan algunas

excepciones, a pesar de los cuentos de hadas infantiles sobrelos resultados del ahorro y de la audacia individuales.

En cuanto a las condiciones de| take-oll qo. no depen'

den de la economía privada, sin duda existen; incluso en In-glaterra, algunas fuerzas sociales muy antigüas !, en algunoscasos, el estado, ayudaron a construir la infr'aestructura de lanueva economía. En Prusia o en Japón Rostow señala entrelos factores de despegue un <<nacionalismo> que pone a las

fuerzas del antiguo régimen -gran

propiedad, ejército, bu'¡qcr¿si¿- al servicio de la industrializaciín, realizada, sin

embargo, por la burguesía. No debe olvidarse este aspecto

<<nacional>> de las creaciones del capitalismo; en algunos casos

imprime unas taras congénitas; en todo caso hace divergir larealidad histórica del esquema económica de los teóricos.

Para colmo, éstos no siempre se ponen de acuerdo sobre

el orden de los factores en el despegue. Von Mises hace de'

rivat el impulso demográfico del siglo xrx del laissez faireadoptado por occidente. Pero, en 1938, Hicks se pregunta'

ba si la gran fase de desarrollo, atribuida generalmente a larevolución industrial, no se limitaba a traducir el empuje

del impulso demográfrco,

cAPrrALrsMo 227

Finalmente, aunque es cierto que no puede haber indus.túalización sin formación previa de capital, se ha comproba-do, en cambio, a lo largo de los siglos xrx y ** y .n i¡trnparte del globo, que sí puede haber acumulación de capitalsin industúalización No identifiquemos, pues, <<capitalismo>con <<despegue)>, sin subestimar por ello la capacidad creado.ra.demostrada por su introducción.

Clprrer,rsMo y cRECTMTENTo: b) nt LARGo pLuzo

Comparar tal capacidad con la de los sistemas precapita-listas carece de sentido, pues éstos no disponían de las mis.mas técnicas. Pero constatar que una acumulación constantede capital, aplicada conrinuamente a nuevas técnicas, ha cam-biado la faz del mundo, es dar fe de una evidencia. Ya en1848 el Maniliesto comunista, de forma más brillante quecualquier otro texto, había designado a la burguesía, clasedirigente del modo de producción capitalista, como el gruposocial responsable del progreso:

En su dominación de clase apenas secular, la burguesfaha creado fuerzas productivas más masivas y colosales quetodas las generaciones pasadas iuntas. El sojuzgamiento delas fuerzas de la naturaleza,la maquinaria, la aplicación dela qulmica a la industria y a la agricultura, la navegaciónde vapor, los ferrocarriles, los telégrafos elécricos, la urba.nización de continentes enteros, la navegabilización de losríos, poblaciones fntegras como surgidas de la tierra, ¿quésiglo anterior sospechaba que dormitasen semejantes fuer-zas productivas en el seno del trabaio social?

iQué diríamos hoy, cuando habría que añadir a estasconquistas ya viejas las dos revoluciones energéticas

-peuó-leo y átomo-, y las de los transportes y comunicaciones a

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Iargas distancias, del automóvil y del avión, de la televisióny de los satélites?

Y estas innovaciones técnicas, pletóricas en mansforma-ciones sociales, estaban también previstas en el Manifiesto.La burguesía, dice, ha desempeñado en la historia un papel<<eminentemente revolucionario>>; y añade:

la burguesfa no puede existir sin revolucionar permanente-mente los instrumentos de produccién, vale decir las rela-ciones de producción y, por ende, todas las relaciones so-

ciales. En cambio, Ia conservación inalterada del antiguomodo de producción era la condición primordial de la exis-tencia de todas las clases indusriales anteriores. El continuouastocamiento de la producción, la conmoción ininterrum-pida de todas las situaciones sociales, la eterna inseguridady movilidad distingue la época burguesa de todas las demás.

¿Es el temor instintivo a esta <<inestabilidad>? Hasta losúltimos grandes boons de la segunda mitad del siglo xx, lareflexión de la burguesla sobre sí misma será mucho menosoptimista, mucho menos profética sobre sus capacidades delo que habían sido Marx y Engels. La teoúa económica in-sistirá en el <equilibrio)> y no en el movimiento; justificarátlmidamente, el interés del capital (B6hm-Bawerk), pero pon-drá en duda la posibilidad de un benelicio global; buscaráen la <utilidad>>, manifestada por la formación de los precios,el motor de la máquina económica, y condenará como unaherejfa, a pesar de sus orlgenes clásicos, la idea de <<valor-

trabajo>>, es decir, la primacfa de la productividad; en unapalabra, se negará a buscar en el proceso productivo el origende la acumulación. Con el problema de los precios enfocadodesde un punto de vista momentáneo y no a latgo plazo,poco tentado, hasta después de transcurrida la guetra de I9I4,por los misterios monetarios, atraído periódicamente por los

de los <<ciclos>> y las <<crisis> (e íncluso, después de 1929,pot

CAPITALISMO 229

una teorí¿ del estancamiento), el pensamiento económico ofi.cial, incluso el disidente, no recuperurá hasta después deL930, y sobre todo después de 1950, ámbitos más fecundos:la moneda como masa de maniobra del capitalismo, con Key.nes, la productividad del uabajo, con Colin Clark, el pro.ducto nacional y sus componentes con Kuznets, y, finalmente,el largo plazo, descuidado de forma inexplicable durante másde un siglo, cuando es con toda evidencia la categorla detiempo en que se inscriben las victorias de la burguesla.

Es cierto que desde L950, gracias a la pluma de diwrlga-dores aplaudidos oficialmente, el optimismo del largo plazose ha convertido de la noche a la mañana en la forrna prefe-rida del conformismo fácil; dado que el obrero actual üsfn¡.ta de una comodidad con la que Luis XIV no hubiera nisoñado, ¿de qué íbamos a preocuparnos y de qué iba a que.jarse? Tal es el eje del pensamiento (cuando no todo el conte.nido) de la obra de Jean Fourastié, desde Le grand espoirdu XX' siécle hasta las columnas de la prensa cotidiana. Claroestá que la fórmula, bajo esa forma caricaturizada, no es

nueva. Ya en 1880 Segismundo Moret, político liberal es-

pañol, habla dicho que, dado que todas las mujeres llevabanmedias y que todas las ventanas tenlan cristales, la <<cuestión

social> estaba resuelta.Pero el estudio de los precios a largo plazo, preconizado

e iniciado por Fourastié, da resultados más interesantes quela ingenua expresión de su optimismo. El análisis de las lar-gas series de precios, si va más allá de las expresiones mone-tarias, muestra que los objetos producidos nasiuanente potla industria, y tanto más cuanto más mecanizadas están las

indusffias, tienen un equivalente en disminución constantefrente a los productos menos afectados por las nuevas téc-

nicas y, sobre todo, frente a los <<servicios>> no productivoeque exigen siempre el mismo tiempo de trabaio.

Desde luego estos <<descensos tecnológicos> de los precios

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r230 rNrcrAcIóN AL vocABULARIo H ISTóRrco

ya se conocían. Pero es que ahora constituyen el hecho posi-

tivo por excelencia de nuestro tiempo. Y verifican que el <<va'

lor> de los objetos (y no iu <<precio> fluctuante) tiende verdaderamente, según la visión clásica, a equipararse con el

tiempo de trabajo exigido por su producción. ¡Y como sin-

gular vengatrza de una verdad denigrada tanto tiempo, llega

la prolifetación tardía, pero pletórica, de las <.conferencias

sobre la productividad>, las <<comisiones parz la productivi'dad>>, de confrontaciones estadísticas entre productividades,

de argumentos sacados de esas estadísticas!

Es vetdad que tal literatura sugiete (o da por sobreenten-

dido) que las ganancias de productividad repercuten inmedia-

tamente en el consumidor y, por tanto, en el trabajador' con

lo que resulta que éste se ve invitado ^ aceptat, a favorecer

con su actitud la innovación técnica, la ncionalización del

trabajo, la intensid ad, la eficacia de éste, en el marco de una

economía y de una sociedad évidentemente creadoras.

Y serla absurdo negar la parte de verdad (digamos, de evi-

dencia) que encierra este reconocimiento del fenómeno <(pro-

greso>, cuyo carácter tardfo hemos subrayado Ya, Y-que ya

f.r... estár replanteándose de nuevo. En efecro: debido a

ias crisis recientes (embrollos monetarios, recesiones de los

años 70), entre algunos profetas capitalistas se ha puesto de

moda el <<crecimiento cefo)> y una extrema 'aqaierda anarqui-

z nte grita << iabaio el productivismo!>. En resumen, la preo'

*p..iár, ,. t^r en que el capitalismo haya orientado lo

esencial de la actividad humana hacia la obtención de una

producción cuantitativamente maximalizada, conseguida a pa¡-

iit d. un esfuerzo decreciente quizá por unidad de producto,

pero igual como mlnirno y qtizá mayof para el conjunto de

iot ttrbr¡rdores, a cambio de un aumento de satisfacciones

cualitativamente discutibles.Estas cuestiones, estos replanteamientos, señalan una nue-

va <<crisis del progfeso)>, que recuerda la de t9t6 analizada

CAPITALISMO 2rt

por Georges Friedmann. El fenómeno se reproduce cada vczque el capitalismo reduce su impulso. No obstante, si se pi-diera al europeo medio que prescindiera de la televisión oque renunciaru a la esperanza de comprarse un coche, s€ s€fi-tiría probablemente frustrado y limitado. Los vicios de la so-

ciedad de consumo no residen en el consumo mismo. Hayrnucho que decir sobre las otientaciones que se le imprimenartificialmente. Pero de ahí a proponer como modelos de vidaa Diógenes o a Francisco de Asís, media toda la distanciaque separa un posible ideal individual de la evidente nece.

sidad social de la ptoducción.lJna vez dicho esto no estará de más, frente al fenómeno

<<crecimiento> y <<productividad creciente del rabajo>, so.

meter a un examen crítico las legltimas satisfacciones, pre.guntándose: 1) ¿cómo se obtienen los progresos de la pro'ductividad del trabajo y cómo se reparten los resultados?;

2) el largo plazo ¿es el tiempo adecuado para medir las satis'

facciones individuales y colectivas (<<a largo plazo todos esta'

remos muertos>, decía Keynes)?; 3) ¿no es cierto que las

impresionantes conquistas (tecnológicas, económicas) de los

úliimos cien años han acentuado, en lugar de atenuar, las

<<desigualdades de desartollot> en el mundo? ¿Acaso el capi'talismo <<avanzado>> no polariza las riquezas que produce, en

lugar de generalizarlas y extenderlas?; 4) finalmente, desde

haie sesenta años, se ha propuesto para el funcionamiento

de la economla modelos distintos al del capitalismo, que ha'

cen imposible seguir limitando las comparaciones a los rlni'cos términos precapitalismo-capitalismo; en una palabra, los

resultados económicos del socialismo, en los primeros dece-

nios de su existencia, ¿pueden excluirse de esas confronta.

ciones?

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¡

232 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

Los aumentos de productioidad:capitalismo y progreso técnico

¿Cómo pueden los mecanismos capitalistas desencadenarel dinamismo perpetuo que preveía, en 1848, el Maniliestocomunista?

Salta rápidamente a la vista que, si el precio de una mer-cancla depende, en última instancia, del tiempo de trabajosocial medio exigido por su producción,"todo industrial queobtenga esa mercancla en un tiempo inlerior conseguirá unaganancia.

El modelo, por supuesto, es más complejo. Si el ahorrode tiempo se debe exclusivamente a la organización del tra-bajo o a una mejor gestión, los márgenes serán modestos. Sise trata de la introducción de medios técnicos masivos o nue-vos, hay que amortizat el capital, remunerar los préstamoseventuales; por otra parte, los efectos de la <<inversión>> de-penden en gran medida de las proporciones enre <<capital

constante> (equipamiento y stocks) y <<capital variable>> (masa

de las remuneraciones de la mano de obra). Pero, precisa-mente a causa de esta complejidad, sólo se consiguen benefi-cios may grandes -y durante el tiempo, limitado, que vade la <<innovación> individual a la <<implantación>> generali-zada del procedimiento innovador- con el instrumental másprogresivo, más <avanzado>>. Es decir, que, en principio, ydando por supuesta una concurrencia si no <perfecta>> cuandomenos auténtica, la búsqueda del máximo beneficio deberlaIlevar al empresario a utilizar las técnicas <.de vanguardiar>.

El esquema resulta teóricamente satisfactorio y se acerca bas-

tante a la realidad pata camcterizar las relaciones enue capi-talismo y progreso técnico.

En la práctica, no todos los <<empresarios> son <<indus-

triales>>. No todos los cálculos se basan en Ia productividad.Si bien es cierto que a nivel global la <<plusvalía>> sólo puede

CAPITALISMO 2t3

salir del proceso productivo, también Io es que el <<precio>

lo- es el <valor>, gü€ el mercado no es p.rf.-.to, que puedehaber individuos o grupos que busquett el u.*n.io en elinterior del circuito comercial o a tiavés de combinacionesfinancie¡as. Schumpeter, cuando intenta definir la <<innova.ción>_ que encumbra temporalmente a un empresario a lacúspide de la jerarquía de los beneficios, no limita su defi-nición a las innovaciones técnicas. Estima que existe n taffi-bién técnicas comerciales y financieras, en las que puede afir.marse el espíritu innovador. En el contexto-capitalista, laampliación de un mercado, la creación de una necesidad elofrecimiento de facilidades bancarias, e incluso inversionesimproductivas o actividades de lujo pueden ser consideradascomo indirectamente útiles al movimiento de la economfa, ycomo financieramente rentables. Así, pues, la idea de quetodas las iniciativas, espoleadas por el aliciente del máximobeneficio, se orientan hacia una producción cuyos rendimien.tos mejoran siempre, para mayor provecho del consumidor,es un espejismo. No es sino la indicación del resulta do linaly, a largo plazo, del proceso.

Por otra parte, la <productividad> misma es una nociónmuy compleja. Segun Marx, depende <<de la habilidad mecliade los trabajadores, del desarrollo de la ciencia y de su gradode aplicación tecnológica, de las combinaciones sociales de laproducción, de la extensión y eficacia de los medios de pro.ducción, y de condiciones puramente naturales>. Cuando me.nos tres de estos factores

-habilidad media de los trabaia-

dores, combinaciones sociales de la producción, eficacia delos medios de producción- obligan a preguntarse si no see¡ige al trabajador (en instrucción, en desgaste nervioso, endisciplina, en intensidad de mabaio o de arención) un equi.valente excesivo de lo que se supone que recupera, comoconsumidor, por el descenso del valor de cambio de los pro.ductos masivos.

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¡

234 rNrcrAcróN AL vocABULARro H rsróRrco

Nos encontramos aquí con un viejo problema, que yaformulaban, a principios del siglo xrx, los socialistas llama-dos <<utópicos>> o <<primitivos)>. En 1835, después de un ges-

to <<luddista>> de los obreros de Barcelona, que durante unaalgarada habían incendiado la fábrica de más reciente meca-

nizaaón, un periódico fourierista explicaba ese gesto de laforma siguiente: cuando, en un equilibrio económico dado,se instala una fábrica mejor equipada o se introducen nuevas

máquinas, disminuye con ello, en el valor del producto, laparte del trabajo a expensas del capital; y mucha gente se

queda sin ttabajo; el periodista no ignoraba (asl lo precisa)los argumentos opuestos a este razonamiento elemental y a

la reacción pasional de los obreros: el aumento de actividadreabsorberá el paro y, aI final, el crecimiento obtenido en laproductividad haú bajat el precio de los objetos y subir elcontenido de los salarios. << ¡Bonito atgumento

-dice el ar'

tlcule que recomienda al hombre hambriento que renunciea su pan pü^ gúantizat la abundancia a las generaciones ve'nidetas!>>.

Esta misma exclamación la encontraremos de nuevo, esta

vez en la prensa capitalista, refiriéndose a los sacrificios pedi-

dos a los trabajadores en la fase de consuucción del socialis-

mo. Observemos, sin embargo, que no se pidieron bajo la for'ma angustiosa del paro. Aunque el progreso técnico inserte

siempre en el producto cada vez más capital y menos trabaio,

merece la pena preguntarse a qaién pertenece eI capital.En una fábtici de ladrillos francesa, cuya contabilidad

he podido seguir a lo largo de más de cien años, la produc'

tiviáad ha dado un salto prodigioso; al principio, algunos

obteros produclan algunas decenas de ladrillos; en 1920 se

producen 24.OOO toneladas en 375.000 horas de trabajo; en

ig50,131.000 toneladas en 140.000 horas. En esta fábnca,

la productividad pot obrero es alrededor de dos veces y me-

dia más alta que en la media de la profesión. No cuesta ima-

CAPITALISMO 2r,ginar los beneficios. Durante el período observado, el capitalha dado un salto comparable al ie la productividaá. peó ¿tIos salarios? Han progresado honradamente; Ios obreros seconsideran <<bien pag¿dos>, porque cobran i,66 f.r^nos porhora, contra una media de i,l6 en la profesión. La relaciónentre el salario horario y el valor producido (realizado en elmercado) es de I a 10 (conma ! a 5,de promedio, en su profe.sión). A nadie sorprende que el r.prtó de los beneficios dela productividad se haga en favor del capital y pueda justi-ficarse con una gestión notable y con unas invérrion., inteli.gentes. Pero ¿cómo se explica entonces que la media de estesector indusmial lleve un reffaso tan grande respecto a dichafábtica <<de punta)> y que las productividades estén tan dife.renciadas) (la más débil es, aproximadamente, l/6 de lamás fuerte). ¿cuántos <(empresarios>> se limitan al <beneficiomedio> (y es cierto que, en este caso, Schumpeter les niegael derecho a usar ese tftulo)? ¿A partir de qué umbral, Jnel reúaso sobre la productividad media, desaparece una em-presa? Se nos dirá que se está hablando de Francia y de laindusuia de ladrillos, y que existen capitalismos más dindmi-cos. Pero-¿qué rutinas no amastra fnglaterra, país del despe.gue? No hay un reiuaenecimiento automático del aparato deproducción a partir de los mecanismos del capital. La rela.ción capitalismo-productividad anda coja.

Largo plazo y corto plazo, salario real y salario noninal,<<niael de aida>> y <<necesidades>

Después de lo objetivo, lo subjetivo. Gracias a la dismi.nución de <<valorr> de los objetos producidos en masa, a lalarga el capitalismo deberfa ser considerado como algo efi-caz lt por lo tanto, beneficioso. Ya hemos dicho que quizálo sea en Estados Unidos, cuvo excepcional avance, coreado

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236 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

por los mass-nedia, induce a confundir las virtudes del Ane-rican uay oÍ liÍe con las de la libre empresa y las del capi-talismo en general.

En los pafses menos equipados, Ias seguridades no sontantas. Los trabajadores auibuyen a menudo el avance de losEstados Unidos a su monopolio imperialista, mientras se haceresponsable de su retraso al capitalismo de los demás palses.

Los avances sectoriales (como el del automóvil) sirven máspara agudizar los deseos que para colmar"satisfacciones. Losboons masivos, que exigen una prolongación y una inten-sificación en los horarios y en los ritmos de trabaio, d.-sembocan a veces en explosiones de protesta contra la Íatiga(como fue el caso, en Francia, en mayo de 1968).

En tales condiciones, el europeo medio es poco sensibleal argumento: <<la esperanza de vida de tu abuelo era sólo.

de 45 años y no comla carne fresca más que el domingo>>.

Psicológicamente, el largo plazo se aguanta mal. Los econo-

mistas, al estudiar el corto plazo, traducen la reacción normaldel hombre de acción o de negocios: los recuerdos, buenos omalos, las inquietudes y las esperanzas sólo duran algunos

años. La <<coyuntura larga>> es un asunto de historiadores. Elobrero, el empleado, el funcionario, el jubilado se dedican

a la defensa y a la mejora de sus ingresos cotidianos. Dadas

las locas variaciones monetarias del siglo n<, ¿cómo iban acomparar su suerte con la de sus padres?

La misma noción de <salario real>t se capta mal. Marxhabía intentado explicarla a los obreros alemanes de Bruse-

las en 7849, y después a los obteros ingleses en 1869. Pero

Simiand ha clemostrado que el salario nominal era todavía,

en pleno siglo xx, el signo más claro, y quizás el único, que

los trabaiadores obsetvaban con inquietud o esperanza; otroeconomista señalaba que el mayor filósofo petdla la sere-

nidad anre una disminución del 5 % de su remuneración no-

minal; y Sauvy piensa que la <<mitologla social>> hace psico'

CAPITALISMO 237

Iógicamente insensible todo progreso del poder adquisitivoobtenido mediante una baja de precios. ¡Incluso a corto pla.zo! comparar el contenido-mercancía de un salario aciualcon el de un salario de 1850, 1820 o 1750 no es, pues, másque una justificación muy abstracta del capitalismo.

<<Coste de la vida>> es, en realidad, una expresión rebeldeal análisis. Puesto que el <<precio>>, en los vaivenes del movi.miento monetario, exige puntualizaciones difíciles. y el <ni-vel de vida>> no es lo único que cambia. También el <<modode vida> puede estar cambiando. El índice de los precios, queal principio se calculaba sobre 9 artículos, se caliula hoy so.bre 250. La <<cesta de la compra)> cambia tanto cualitativacomo cuantitativamente. Inmovilizaila pata efectuar una com.paración sería querer encemar al asalariado-consumidor den.tro de un marco ya superado. La necesidad se convierte enuna variable esencial, lo que en modo alguno se conffadicecon la teorla clásica del salario ajustado al mínimo vital. Por.que éste no se ha concebido jamás como un mínimo fisioló.gico (¿existe alguno, por otra parte?.). La producción y re.producción de la fuena de rabajo exige un mínimo cuvocontenido es psicológico, y que se ha formado históricamente.Yaúa según las épocas y según los países. Por eso el capita.lismo actual, para una masa considerable de salarios bajos,ya no puede reclutar a ingleses, alemanes, suizos o france.ses, sino sólo a españoles (provisionalmente), portugueseso africanos. Los mismos Estados Unidos, que no puedenprescindir de determinados trabajos, tienen este tipo de subproletariado. Y esto plantea oro problema: el capitalismo,que ha elevado el nivel de vida de masas considerables, noha resuelto la <<cuestión sociab> elemental de la <<miseria> enel marco racial y en el marco mundial. ¿Puede decirse que lamiseria sólo reina allí donde no ha penetrado el capitalismo?El capitalismo ha penetrado en todas partes. Y, en contra delas previsiones optimistas (que el mismo Marx compartié al-

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238 rNrcrAcróN AL vocABULARro H rsróRrco

gún tiempo), la expansión económico-política de los europeosdotados de técnicas avanzadas no ha hecho que los restantespaíses del mundo adoptaran los modos de vida ni las normasde producción de los que pretendían <<civilizarlos>>.

Capitalismo y <<subdesarrollo>>

Este tema ha suscitado una literatura tan abundante que

no pretendemos sintetizarla aquí.Limitémonos a constatar, en cuanto a los efectos del ca-

pitalismo a largo plazo, que los éxitos del modo de vidaamericano están demasiado localizados para justificar las es'

peranzas, manifestadas por el liberalismo universalista, de

que la übertad de cometcio internacional debla bastar para

obtener una üvisión del trabajo enme las regiones del globo,calcada armoniosamente sobre sus vocaciones geográficas.

Aunque Marx, que había analizado las contradicciones delcapitalismo, dudaba de una armonla de este tipo, sl imagi'naba, en cambio, en la medida en que se permitla visiones

de futuro, un capitalism.o presente por doquiet, capaz en

todas partes de desarrollar sus capacidades económicas y sus

antagonismos de clase, y, Por t^nto, de trasponer la lucha

entre proletariado y butguesía del marco nacional al plano

mundial.Pero, a mediados del siglo xx, lo que al contrario llamaba

la atención en la incapacidad' de la mayor parte de Asia, de

Africa, de Américalatina e incluso de una fracción de Euro'p^ pal;a entrar lisa y llanamente en la era industrtal y capita-

lista. Fenómeno que el vocabulario, pretencioso o condescen-

diente, de los publicistas occidentales calificó de <<subdesa-

moJo>, y al que se sometió a un análisis calcado del de los

<despegues> europeos.Vino después la teacción de los intelectuales surgidos de

CAPITALISMO 239

los mismos palses <<subdesa*ollados>>, apoyados por econo.mistas independientes y por algunas coriientes marxistas:para ellos, el <subdesarrollo> no i* un <(remaso)> en un pro-c-eso universal, un <(estancamiento>> en costumbres y .ciitu.des tradicionales, sino al contrario un^ consecuencia de laexpansión capitalista, un electo de la <<dependencia>> de in-mensas regiones respecto a un <<imperialismo>> cuya complejanatutaleza

-ala vez tecnológica, económica, política, ideoló-gica- se ajustaba bien al carácter coherente atiibuido ar <<mo-do de producción capitalist4>>, y concebido a nivel mundial.

Entre estos esfuerzos analíticos recordemos los de A. Em-manuel sobre el <<intercambio desigual> como fuente del<<desarrollo desigual>>; de A. Gunder Frank sobre el <<desa-rrollo del subdesarrollo>>; de sami¡ Amin sobre la distinciónentre una <<perifeña>> y un <(centro>> en la economla del mun.do contemporáneo; de la escuela latinoamericana que ha es-crito sobre la <<dependencia> (Faletto, los Cardosoi, Ferrer,Quiiano, Dos Santos, Stavenhagen, Sunkel...); de Palloix, deJalée... Ninguna de estas aportaciones nos deja indiferentes.Todas son parcialmente discutibles. Unas lo son teóricamente,como la noción de <<salarios elevados>> de Emmanuel, queolvida que el obrero norteamericano, a pesar de su aparentenivel de vida, es el obrero más explotado del mundo, si secompara su parte en el producto con la pafte del capital.Omas son discutibles históricamente, como las tesis de Gun-der Frank sobre el carácter <<capitalista>> de las colonizacionesibéricas, que por mucho que se encuenren en los orlgenesdel capital europeo, no dejaron de ser feudales y esclar¡istas.También cabe inquietarse, en algunos temas inspirados porel (tercer mundon, ante una poribl. explotaciónl .n el sen-tido reaccionario, del complejo de los colonizados: ilusionesnostálgicas centradas en las realidades precapitalistas (comu-nidades indfgenas, civilizaciones campesinas, etc.), o despla-zamiento de los antagonismos de clase hacia los antagonismos

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240 rNrcrAcréN AL vocABULARro HrsróRrco

de grupo y de raza, desplazamiento favorable a las clases do-minantes tanto en un tipo de sociedad como en otro.

CQué debemos concluir de todas estas observaciones?Después de doscientos años de un enorme progreso materialen una parte limitada del globo, el modo de producción capi-talista, en todos aquellos sitios en que ha intervenido -y ha

intervenido un poco en todas partes, hasta su eliminación en

algunos países socialistas- no ha desencadenado sino frena'do sin duda, y quizá detenido, los posibles procesos de desa-

rrollo. Las clases trabajadoras de los países dependientes hansido <<sobteexplotadas>, puesto que han sido explotadas a lavez por sus antiguas clases dominantes y por los diversos re'presentantes (comerciantes, financieros, empresarios, adminis'tradores) del capital exranjero. La masa de los <<excedentes>>

acumulados ha ido a pffat a este capital extranjero. Y las

oligarqulas locales, aristocracias decadentes o burgueslas na'cientes, se han subordinado a é1 de forma más o menos cons-

ciente, invirtiendo poco o mal su parte de beneficio, gastán-

dolo en un mimético consumo de luio. No han faltado los

signos precursores de las <<revoluciones burguesas>, de los

nacionalismos redentores. Pocos son los que han llegado a

la fase de eliminat a la vez los vestigios precapitalistas (tri-bales, comunitatios, aristocráticos, feudales) y la peneracióncapitalista extranjera.

¿El tesultado? Sin conceder un valor absoluto a las esti'maciones de <,,producto nacional por habitante>> que colocan

a Arabia Saudita en cabeza de la clasificación, y que se apar-

tan profundamente de la jerarquía de las fuerzas productivas,

es lñito pensar que el abanico declarado, que va de 74 ddla-

rcs per capita a 7.000 para los Estados Unidos y 8.500 para

Escandinavia y Suiza, descibe un mundo de la desigualdad

y del desequilibrio. El mundo de la historia (desde 6000 a.

de C. hasta 1700-1750) había sido, incluso en los <<siglos

de oro>, de las <<grandes civilizaciones>> (China, Egipto, Roma,

CAPITALISMO 241

Ptp*l de -Felipe II, Francia de Luis XIV), un mundo po.

bre, sin sobreabundancia de objetos, y €o el que los bienesalimenticios estaban sometidos a variacion.t un.t.l.r catastró-ficas. Era también un mundo de la desigualdad, de la escla.vitud, de la servidumbre, de la carga, de[ tributo, de la chozaaplastada por el palacio. Pero entre dos civilizaciones rurales,aunque diferían las formas, las cantidades üsponibles clebienes eran comparables. La calidad de los objetos aftesana.les, las ventajas comunitarias, los bienes culturales colectivos,compensaban en parte las carencias cuantitativas individuales.Ahora bien, actualnente, en los países asiáticos, africanos yamericanos, tocados pero no üansformados por el capitalis.mo, éste ha destruido lo que Marx denominaba (no sin iro.{a por offa parre) las <<condiciones iülicas> compensadorasde la miseria, pero no ha asegurado ni el salto cuantitativo nila regularidad en la producción de los bienes necesarios. cuando lo ha hecho para algunos objetos, el resultado puede pa-recer amargo. El pastor del Sahel muere de hambre al ladode su transistor; y la desnudez descarnada de los niños afri.canos o amazónicos se esconde tras los rascacielos de Abidjano de Sáo Paulo. Y todavía una última contradicción: en el tc.rreno relativamente autónomo de la demografía,la interven.ción de la ciencia ha limitado la mortalidad antes que la nata-lidad, sobrepoblando un mundo que podía ser alimentado porlas ouas conquistas científicas, si los progresos de la produc.tividad y el mecanismo de intercambios asegurados por clcapitalismo tuvieran una eficacia general. Pero, ni en los sec-tores pobres, mediocremenre poblados y pollticamente ftag-mentados, como Africa, ni en los estados gigantes y sobrepo.blados que han permanecido fieles al capiialir*o, .o*o laIndia de Indira Gandhi, <<la mayor democracia del urundon,no parecen haberse resuelto ni el problema de la alimenta.ción, ni el del desarrollo industrial, ni, finalmenre, el de lamisma democracia.

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242 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

Capitalismo y socialisno frente aI crecinientg

¿Cómo no inuoducir aquí, de forma sumaria, otra con-frontación? Si, entre 1760 y 1917, todos los avances econó.micos del mundo pueden inscribirse en la cuenta del capita-üsmo, ello es debido a que, aunque no sea el único modo deproducción en vigor enme estas dos fechas (excepto en el casode los Estados Unidos, los viejos modos de producción hanoftecido en todas partes alguna resistencia), ha sido cuandomenos el nuevo responsable de una inmensa mutación. Encambio, a partir del momento en que ouo sistema de socie-dad ha pretendido de forma consciente y orgullosa <<alcanzat

y superar)> a los países más avanzados del capitalismo, cabepreguntarse si, sesenta años después, ha ganado la apuesta.

Ya podemos imaginarnos que un problema así, planteadocon todas sus letras, en términos de (competición>, no se ha

tratado frlamente. <<Progreso sin precedentes> y debido, sinduda, al abandono de la prcpiedad privada de los medios deproducción, dice Vinogradov refiriéndose al ctecimiento in-dusrial de la URSS. <<Modelo que el hombre intenta com-prender para dirigir mejor el crecimiento económico en elfuturo>>, dice Sh. C. Clough de la historia económica de los

Estados Unidos. En tales condiciones es curioso observar laforma en que los especialistas americanos han interpretado ypresentado los datos de crecimiento en los palses socialistas:desprecio primero, subestimación después, <<pánico> tras el

episodio del sputnik <onfesado y descrito por Rostow en

Las etapas del uecimiento-. Por un lado, los sistemas serlan

distintos; sin embatgo, el ctecimiento de la URSS se inscri-birfa en la exacta prolongación del de la Rusia zatista, resul-

tando incluso <<paralelo>> al de los Estados Unidos, con undesfase de tres a cinco decenios; aunque todo ctecimientoacaba llegando a un techo, el desfase tendetla a crecer (lüflar-

CAPITALISMO 24'

ren Nutter). Hoy en dla, estos razonamientos embrollado¡son desplazados por c¡íticas sectoriales (agricultura), socialer(disuibución) y políticas (totalitarismo); sé olvida ei produc.to industrial y global que sigue creciendo; cuando lo-impor.tante en esta comparación es:

1) Que los fenómenos de ahorro global, de formaciónde <<capital>>, de inversiones productiu*, de utilización eficazd¡ un apamto indusuial masivo, no se presentan ya como he.chos especíÉcos del capitalismo; podemos llegar á h conclu.sión_de que en ambos sistemas se parecen, y hasta puede re.prochárselo al sociaüsmo; pero durante mniho tiempo el ca.pitalismo proclamó que era el único cap^z de desencadenarese despegue material; y es esta exclusiva la que ha quedadodesmentida.

2) Y es precisamente en los países retrasados, mal übe.rados de las lentitudes precapitalistas, y en los que la inter.vención de los capitales extranjeros frenaba, más que esti.mulaba, cualquier tipo de <<modernización>, aü dónde le¡revoluciones socialistas han obtenido las mutaciones más evi.dentes. La Europa balcánica y oriental se estanca entre laldos guerras; a partir de l945,la capacidad de producción deHungría, Rumania y Bulgaria da un salto. Gerschenkron, enun estud.io sobre Bulgaria enre 1920 y l94O,lhega a la con.clusión de que este país presentaba en aquel momento, parainiciar un despegue capitaüsta, <<todas las causas y ningunode los efectos>>. Ahora bien, la Bulgaria socialista pasó, entte1950 y 1974, de una producción de electricidad de 0,8 milesde millones de k\ü7h a 29,5 miles de millones. En el temenode la alimentación, India se enfrenta con impotencias qucChina parece haber superado: autosuficiencia cada vez mayor,seguridad en las importaciones. Rostow se preguntaba, en1960, si en el porvenir el criterio para juzgar el éxito delcapitalismo occidental no sería su eficacia en la ayuda apo¡.tada al despegue de las economlas <subdesarrolladasD. Pues

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Í

244 rNrcrAcróN AL vocABULARro HrsróRrco

bien, los países que han conseguido mayores éxitos en este

despegue son los países socialistas, gü€ lo han hecho, básica-mente, <(a partir de sus propias fuerzas>>. ¿Es una lección?

3) Las comparaciones detalladas entre los dos sistemas

económicos nos brindan otra: uno de los handicaps de las

economías socialistas continúa siendo el no haber superado,técnicamente, la vieja <<desigualdad de las cosechas>> de su

agricaltura. Pero uno de los rasgos caracterlsticos del capita-lismo lo constituye una irregularidad de natamleza distinta,pero de parecido alcance, en las producciones de la industria.Al comparar las producciones de acero bruto en Estados Uni-dos y en la URSS,'Warren Nutter calcula los <<años de reua-so> de la segunda sobre la primera, señalando, por ejemplo,que la producción de L937 en la URSS (I7,7 millones de

toneladas) habla sido alcanzada por los Estados Unidos en

1905, Pero en realidad con esto se está comparando una pro-

ducción efectiva con una capacidad de produccióa conseguida,es verdad, en 1905, pero utilizada desigualmente a continua-ción; porque, en 1908, por ejemplo, la producción americana

habla vuelto abajar a 14,2. Y los otros bajones del siglo >or

son más brutales: I92l/L920 (20,L Mt / 42,8), L932/L929(L3,9 / 57,3), L938/L937 (29,8 / 5t,t), 1958/1955 (77,3

/ LO6,L). La utilización de la capacidad de producción del apa'

rato industrial es discontinaa: taI es el principal vicio de fun-cionamiento de la economía capitalista.

4) Pero, en esta inegularidad de funcionamiento, ¿se

debe todo a los mecanismos internos? Así resume Rostow,para el largo período 1860-1950' su comparación entre Rusia

y Estados Unidos:

Después del despegue, ambas sociedades pasarcn porgraves .ricititodett los Estados Unidos, la guerra civil y laiarga cisis económica que se inició en t929; Rusia, las dos

guertas mundiales que le ocasionaron unas devastaciones

CAPITALISMO 245

que los Estados Unidos se ahorraron. Pero si se miden entérminos de producción, los progresos de la industria des.pués del depegue fueron notablemente patalelos en ambo¡casos.

¡Extraño <<paralelismo)>, que ve saltar hacia delantc Iaproducción americana gracias a las dos guerras que hundenla producción rusa, y que ve hundirse a la producción ameri.cana en una crisis que la URSS <<se ahorra>! El corto plazo,en el que intervienen acontecimientos y fluctaaciones, esda.tece, tanto como el largo plazo,los rasgos de los modos deproducción en la evolución histórica.

Clprr¡,rrsMo y cREcrMrENro: c) pr,Azos coRTo y MEDIo

Desde que surgió el capitalismo, el <<ciclo de los nego.cios>>, las <<crisis de sobreproducción> y las <<fuctuaciones co.yunturales>> han inspirado tantos estudios como para borrarla menor duda sobre su importancia.

Un <<ciclo de negocios> pudo existir en la época de uncapitalismo puramente comercial. Y la producción precapi.talista no ha ignorado las crisis periódicas. Pero durante largotiempo las crisis comerciales sólo afectaron a una pequeñaparcela de la sociedad y las crisis, a menudo temibles, quecalan sobre la masa de la población eran crisis alimenticias;su periodicidad aparente se debía al movimiento imprimidoa los precios por el agrupamiento estocástico de las cosechasmalas o insuficientes. Su máxima incidencia sobre las capaspobres de la sociedad se sitúa en los confines de los modosde producción feudal y capitalista, cuando el comercio de losgranos puede actuü libremente sobre los stocks pero no estltodavla lo suficientemente generalizado como para garantizarla fluidez del mercado. Es lo que sucede en Francia en 1775,

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en 1789, e incluso en 1846-1847. Es Io que sucede, todavlahoy, en el (tercer mundo>.

En Europa y en América del norte, la instalación delmo{o de producción capitalista se realiza cuando la crisis pe-¡ióüca. en "{ugar de manifestarse mediante un alza brusca delos precios del grano, se anuncia con una baja súbita de losprecios del hierro

-entendiendo <<grano> y <<hierro> como

materias simbólicas, una de Ia producción agrícola y del con-sumo de masas, Ia otra de Ia actividad industrial y de losbienes de producción-. Con el triunfo del modo de produc-ción capitalista clásico, competitivo e industrial, se pasa dela <escasez absoluta de los prodactos> al <<exceso relatiao delas nercancías> (Jaime Vera) que se manifiesta de forma pe-riódica.

El esquema (simplificado) del <<ciclo> se entiende fácil-mente: en un momento de aumento de Ia demanda, de subidade precios, de mano de obra abundante I, por tanto, de bene-ficios elevados, Ia empresa es estimulada; la que ya existereinvierte, aumenta o mejora su utillaie; y el empresario quetiene más ambición que capital encuentra cédito; los bancosse activan; el estfmulo pasa del sector de los bienes de con-sumo al de los bienes de producción; aumenta la oferta deequipamiento. ¿Puede tal situación durar indefinidamenre?La mano de obra, al hacerse más rara, se hace más exigente,y el dinero resulta más caro; la tasa de beneficio acaba redu-ciéndose. A partir de este instante, la inversión vacila. Bastacon una quiebra, con un pánico en Ia bolsa, con que un bancoimprudente se vea obligado a cerrar sus ventanillas, y el mo-vimiento de alza, que se propagaba de abaio arriba, se nans-forma, de arriba abajo, en una epidemia debaja. En la base,la amenaza de eliminación se cierne sobre las más rutinariasde las vieias empresas y sobre las más imprudentes de las nue-vas. Todas tienden a reducir su actividad, su personal. Esel paro. El paro no sirve para facilitar el relanzamiento del

CAPITALISMO 247

mercado. Pero fuerza ^ aceptar salarios más bajos, y puedc

ser el origen de una recuperación (o de una esperanza áe re.cuperación) del beneficio. La selección operada en las em-presas permite también abrigar esta esper

^nza a partif de

precios más bajos. Si el consumo responde a esta incitación,pronto remontarán. Y se producirá la recuperación.' Este movimiento espontáneo del plazo corto capitalistaha dado lugar naturalmente a dos tipos de interpretáciones,incluso de vocabularios. Por un lado los optimistas, que sinllegar a hacer la <<apologla>> de la crisis (por lo que serfanmal recibidos), la justifican: insistirán sobre el ciclo y no so.bre la crisis; mostrarán cómo el lmpetü (el boon) <<creaD,<<maltiplica> las empresas, cómo el <<crac>> financiero <sdneavla bolsa, cómo la recesión subsiguiente <<selecciona>> las te.sistencias y las iniciativas que merecen la pena. Al final delcircuito, la libertad ha sido rentable. Nos encontraremos denuevo ante el optimismo del plazo largo.

En el temeno opuesto, es posible señalar en la crisis cllugar que ocupan las <<irracionalidades>>, las <<contradicclo.fles>>,la <<anarquia>> del capitalismo. Porque aunque el resul.tado final pueda llegar a defenderse, el precio para conseguhlo son miserias sociales, humanas, tenporale.r pero repeñdaslempresarios desgraciados arroiados al proletariado, obrerogy empleados reducidos al paro.

¿No es irritante, en cualquier caso, olr hablar de <<sobrc-producciótt>> en un sistem^ ory^ iustificación suprema es laproducción? De hecho, el estado permanente es el subcon.silmo, absoluto cuando hay <subempleo>>, relativo siempre,porque las necesidades son extensibles (como se ve a largoplazo).

Con ello, las cisis ponen de relieve que la adaptación dela oferta a la demanda, del aparato productivo al poder adqui.sitivo se efectúa mediante unos tanteos que cobran sus vfctl-mas. Los tiempos del capitalismo ingenuo, agresivo, para tor

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que el proletario no es más que un imprevisor y el arruinadoun fracasado, han pasado un poco a la historia. Se protegenlas empresas marginales, se pag a los parados. pelo

¿quéqueda entonces de la imagen darwiniana del capitalismo se-lectivo?

Por otra parte, la misma selección, con sus corolarios deeliminación por una parte, y de concentración por otra, haido en contra del esquema original de la concurrencia. Asllo han demostrado las grandes crisis norteamericanas. Y losenormes aparatos productivos formados en los tiempos de<<sobreinversión>> pueden quedar inutilizados durante mesesy años (ya hemos citado cifras pata el caso de EstadosUnidos).

Otros noaimientos, apafte del ciclo <<inradecenal> delque acabamos de hablar, y que sigue siendo el más destacadoy el más clásico, son también el resultado de la lógica de fun-cionamiento del capitalismo libre, y de su misma libertad. Loseconomistas <<dirigistas> sueñan con utilizat, conrolar o su-primh todos estos movimientos. Un <<coyunturalista> comoErnst \Tagemann no ha disimulado nunca que el obietivode sus investigaciones era una economía <<koniunkturlos>,Pero mientras el dirigismo o la planificación son indicativos,y no autoritarios, la sucesión de los impulsos y de las rece-siones se perpetúa, aunque se consiga atenuarla. Los espe-cialistas de la técnica de previsiones señalan ciclos de menosde dos años, por debajo del clásico <<ciclo de los negocios>.

Y, por encima de éste, un economista como Kondratieffy un sociólogo-historiador como Simiand han descito alter.nativas de veinticinco años (más o menos) de facilidades enIos negocios -no digamos de <rprosperidad>> para todos- vde veinticinco años (más o menos) de dificultades, de trabas

-no digamos de <<miseriar>, puesto que el consumidor puedebeneficiarse de la baja de los precios-.

Estos <<ciclos de Kondratieff> han cubierto los siglos xrx

CAPITALISMO 249

y xx. Simiand descubre en ellos, como en el caso del ciclocorto, una complementariedad entre una fase favorable a laproliferación de las empresas y una fase que efectúa la se-Iección. Todo ello favorece el crecimiento.

Pero las caasas de este ritmo son menos claras que las delciclo corto. simiand se inclina por una explicación monetariatdescubrimiento de las minas de oro en el siglo xrx, inflacióndel siglo ror, seguidas de enrarecimientos relativos del dineroy del crédito. Kondratieff ha pensado más bien en el papelpropulsor de las grandes innovaciones tecnológicas (el ferro.carril, por ejemplo), seguido de perlodos más tranquilos dedigestión del progreso por parte de la economla.

Se ha insinuado también que las guerras podrlan no serextrañas a esta sucesión de impulsos y remocesos relativos:¿acaso no soir, por lo demás, creadoras tanto de inflacionesmonetarias como de múltiples inventos técnicos? Queda elenigma de la periodicidad, que se resuelve mal con una ex.plicación <<factual>>. Y sobre todo, si las gueras entran en

iuego, ¿de dónde salen? ¿Diremos, como Jaurés, que el ca.pitalismo <<engendra la guerra como la nube engendra la tor.menta>? De todas maneras, este rasgo no serfa especffico.Pero es cierto que en el capitalismo, más que nunca, existenvínculos estrechos entre las economfas de los grupos organi.zados y sus rivalidades polltico-militares.

En el siglo xx se ha podido observar que las crisis eco.nómicas más duras (1929 y quizá los años 70) se producencuando coinciden una ctisis cfclica clásica y un giro (hacia labaia\ del movimiento Kondratieff, con acentuación, en elcurso de la crisis, de las conmadicciones de todo tipo, quellevan finalmente al conflicto. Sin que ello fuera un despro.pósito, se pudo creer, en los años 30, en una <<crisis gene.

ral> en la que podrfa naufragar el capitalismo. La crisis eco-

nómica tenfa efectivamente vínculos evidentes con las ctisissociales (España, Austria, junio de t996 en Francia), polfticas

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(<frentes populares>> contra la ascensión de los fascismos),internacionales (exigencias explosivas de <<espacio vital>).

Pero la guerra, aunque ha eliminado a los fascismos agre-sivos, no sólo no ha desplazado al capitalismo sino que le hadado, bajo la dirección aplastante de los Estados Unidos, unavitalidad sorprendente, una enorme capacidad de creacióntecnológica y económica, enue 1945-1950 y 1970-1975. Peroen el reverso de Ia medalla, habiendo resistido a la <<guerra

fría>>,los socialismos soviético y europeo, la revolución china,la descolonización generulizada, los desafíos cubano y vietna-mita, limitan singularmente las certidumbres del capitalismo.Las crisis del siglo xx han desembocado en el mundo en unestrechamiento de las zonas de dominio directo por parte delas viejas potencias, pero también en una concenración delos poderes del capital. En relación con este <(centro>> quedomina desde lejos a una <<periferia>> de docilidad desigual,cabe preguntarse: 1) ¿sigue él mismo amenazado pof sus con-tradicciones sociales? , y 2) ¿se parece todavla a la imagen quetenla de su futuro el capitalismo de los siglos pasados?

OsssnvecroNEs soBRE LA coYUNTURA

Y LAS LUCHAS DE CLASE

EI excepcional empuje de las economías capitalistas en-tre 1950 y L970 (Estados Unidos, Escandinavia, Alemania,Francia, Japón e incluso Europa mediterránea) ha llevado a

algunos analistas (Lévy-Leboyer, Perkins, New economic his-tory norteamericana) a la convicción de encontrarse frente a

un <<éxito>> decisivo, ante una economía self-sustained, kon-

iunkturlos, con tendencia a trasladar esta calificación al pasa-

do. Segun ellos, la importancia dada a las cisis periódicas ya las luchas de clases sería únicamente el reflejo de un pre-juicio ideológico. Incluso fuera del muy largo plazo, se po-

CAPITALISMO 2'I

dría demostrar que, en el período medio, los salarios realessólo han bajado excepcionalmente.

Algunos estudios sociales, con su puntillismo factual(4. Kriegel), han tendido igualmente a subestimar las tensio.nes coyunturales, mientras otros sobreestimaban los aspectospsicológicos, incluso psicoanalíticos, de las explosiones deldescontento obrero (huelgas del siglo xrx, junio de 1936 omayo de 1968 en Francia).

De hecho, los bruscos sobresaltos de los precios (en 1920llegan en Francia al 9 % mensual), los efectos sectoriales delas deflaciones aparentemente favorables al contenido de lossalarios (1934), la necesidad de aumentar las horas de tra-bajo en perfodo de desarrollo (años 1960) demuestran queel propio siglo >x no ha superado las sacudidas del tiempocorto. La pamonal lo sabe (se ve por las encuestas de coyun-tura), y sigue obsesionada por el temor a las crisis; a lamenor amenaza, deia de invertir.

Y el obréro, por su parte, más avezado al sentido relativo de las remuneraciones nominales, tiene los ojos puestogen el movimiento de los precios (¡y de los beneficios!). Enlos perfodos de horas extraordinarias multiplicadas no abrigailusiones sobre la proporcionalidad entre el incremento desu esfuerzo y el incremento de su salario. Y ello sucede anteel espectáculo cotidiano (que el capitalismo victoriano hubic.ra, sin duda, desaprobado) de empleos improductivos, degastos ostentosos, de despilfarros masivos, que desmientenel mito oficial de una formación de capital invertida por com.pleto.

Al revés, en caso de recesión, si los precios baian ¿cuán-tos asalariados podrán mirar la situación a partir de salariosmantenidos? Todos se sentirán solidarios de las amputacio-nes de la masa salarial a través del paro. ¿Y quién se consi-

derarla satisfecho por la baja de precios? Esta satisfacción

¡serfa aprovechada en contra de los salarios! Hoy, en los

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años 70, a pesar de la recesión, los precios suben: ¡es la<<stagflation>>l r' ¿Cómo aceptar un tope salarial?

Es cierto que la agitación social, en los países muy desa-trollados, ya no tiene la virulencia de antes. Las últimas alzasdel poder adquisitivo han sido demasiado rápidas paru ha-berlas olvidado. Todavía se puede creer en promesas. La <<po-

lítica contractual>>, la <política de rentas>>, el cebo de las<<promociones sociales>>, el hecho de hacer recaer la condiciónproletaria pura en la mano de obra inmigrada, permiten en-marcar la lucha de clases dentro de una negociación entrepotentes sindicatos, obreros y patronales, los cuales presio-nan sobre el estado pero ya no se atreven a proclamar quequisieran utilizarlo dictatorialmente. ¿Sucede acaso que uncierto equilibrio polftico-social ha sustituido al sueño delequilibrio por la economfa, llevándose al mismo tiempo elsueño revolucionario? Algunos lo creen, lo desean (o lo fin-gen). Pero unas condiciones de este tipo, que hacen que Es-tados Unidos se inclinen hacia un capitalismo más social, lospaíses escandinavos hacia un socialismo de simple control yEspaña hacia la democracia, ¿presagian para el futuro un au-téntico <(compromiso>>?

Ni las estructuras del <<neocapitalismo>> ni la limitaciónespacial de los palses <<avanzadosr>, frente a las enormes masas

de los países socialistas y del <<tercer mundo>>, permiten creeren un mundo sin conflicto. El modo de producción socialista,en la actual fase de experiencias, obtiene, como sucedla enlos inicios del capitalismo, unos éxitos más económicos quepollticos, más cuantitativos que cualitativos. Pero ello puedeser tentador para un <(tercer rnundor> miserable.

Y el modo de producción capitalista, gu€, a su vez, pe-

netra en este tercer mundo con todas sus fuerzas económicas,

* C¡mbinación de estancamiento (stagnatioz) e inf,aciín (inflationl,caracterfstica de la uisis económica actual. (N. de la t.)

CAPITALISMO 25t

tras haber renunciado a un control político demasiado apa.rente, ¿se parece a lo que era cuando daba sus primeros pa-sos, a lo que prometía ser? Se ha hecho poderoso, un tantomonstruoso. ¿Es esto su f'lorecimiento pleno? ¿O la premo.nición de su 6nal?

No es inútil situar este presente con referencia a las eta.pas, en realidad muy variadas, que ha ¡ecorrido.

UNe o¡EeDA A ALGUNAs ETApAs DE LA EsrRUcruRA

1. La <<acumulación primitiaa del capital>. Marx pasacon ¡azón por ser el mejor analista de la <<acumulación primi.tiva>>. Y, sin embargo, abordó el tema con ironía. Según laanécdota sacada de Goethe: <<¿De dónde ha tomado ru pa-dte su fortuna? Del abuelo. ¿Y el abuelo? Del bisabuelo.

¿Y el bisabuelo? La cogió>. Al principio, <<se coge>. La con-quista de los <(nuevos mundos>> (<<nuevos>> para los conquis.tadores) crea el mercado mundial, universaliza los intercam.bios, extiende el oro y la plata, hace subir los precios. Ahorabien: ¿de dónde vienen el oro y la plata? Al principio, <<se

cogen)>. Después se hace trabajat al indio con la <<mita>, alnegro con Ia esclavitud. Como pedestal a la esclavitud disi-mulada de los obreros europeos, era necesaúa la esclavitudsin tapujos del Nuevo Mundo (Marx). El <<excedente> se fot.ma en las Indias. Adquiere valor en Europa, en cuyo mercadose disputan los metales preciosos, los productos exóticos. Sonlos tiempos felices del capital mercantil y financiero. Por suparte, las Indias reclaman el objeto manufacturado. Se esti-mula la industria europea (poco masivamente todavla). Elimperialismo español no <difunde> en modo alguno el capi-taüsmo en las Indias. Crea feudos, limita el me¡cado de Ieplata, ahoga a los artesanos. La consigna instintiva (el futuro<(pacto colonial>) es: hacer producir todo lo que sea precio-

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so o exótico, reservar el mercado para los objetos importados.En apariencia, división del trabajo. De hecho, <<intercambiodesigual>. De ello se aprovecha Europa (más aún que España,la cual se hunde en la inflación). <,Mercader-manufacturero)>,<<campesino-mercader>, notario usurero, arrendatario de dere-chos feudales y diezmos, todos acumulan dinero que hay quehacer fructificar porque se devalúa. Las clases feudales no pto-ductivas se ven amenazadas con la ruina matetial. Preservan su

poder social, su jetarquía de valores. Durante mucho tiempo,la burguesía no existe sino en getmen. Y, sin embargo, yadesempeña un papel.

2. Capital financiero, nercantilismo, estado noderno.Capital usurero, capital financiero y capital mercantil esbo-

zan, de hecho, una situación que a veces prefigura curiosa-mente nuestra época. Potencias bancatias, sociedades connet-

ciales, lugares de intercambio, sistemas de crédito, órganosde compensación internacional, e incluso pirámides moneta-rias escriturarias, inflación y deflación dirigidas (mal, ¿peroacaso lo hacemos mejor nosottos?), endeudamiento del estado

respecto de los bancos, y colocación por Parte de los bancos

de los valores del estado: ¿la Europa del siglo xvr y xvu tie-ne mucho que envidiar al capitalismo actual, que se cree muynuevo? Seamos prudentes; no justifiquemos a los historiado'res que, para picar la curiosidad, hablan de <<trustst> y de

<<multinacionales>> en el siglo xvr. Pero fijémonos en que ungran empresario de hoy se parece más a un financiero de laedad moderna en el meollo de sus compañías, 9ue al <<empre-

sario>-tipo del siglo pasado, al frente de su unidad de pro-

ducción, de su <<fábrica>. La esuategia del capital financierorepresenta un retorno a las fuentes. La palabra <(empresa)>

tiene muchos sentidos.Las <<finanzas internacionales> (Génova, Amsterdam) in-

quietaron a menudo a los que inspiraron ora fotma de pre-

CAPITALISMO 255

paración del capitalismo: las primeras intervenciones del es.tado en la economía. Administradores, juristas, teólogos, re-presentantes de las ciudades en las asambleas, procedentesmuchas veces de ambientes mercantiles o artesan;les, conci-bieron la comunidad política, encarnada en el príncipe, comoresponsable de un patrimonio que defende! y, €ri la medidade lo posible, que aumentar. Para ello había una regla: ven.der más que comprar, lo cual implica producir menos caro.<<Producir>>: este concepto, que algunos creen ajeno al na.ciente pensamiento económico, domina, entre 1600 y L620,la obra de hombres como Serra, Moncada, Sully, Laffemas,Montch¡estien, los cuales definen la agricultura y la indusuia,y destacan las masas pobres desocupadas (se las hace trabajat,pero sin instrumentos masivos). <<Ganar dinero>> se convierteen el objetivo de todos. El espíritu burgués penetra en elestado. Marx ve ahí la primera forma, bruta, de la exigenciacapitalista. Keynes ha esbozado también su rehabilitación delos mercantilistas. ¿Era necesario? Todos nuestros estadistashablan como ellos: producir a bajo precio, exportar, únicasalvación <<nacional>>. Desde muy pronto, el <<estado-nación>es designado como futuro marco del capitalismo. Y, en algu.nos casos, los comerciantes se ponen ya al frente: la primera¡evolución burguesa-nacional f.ue rcalizada por las ProvinciasUnidas contra España; y los últimos mercantilistas inglesesidentifican nominalmente vocación mercanril y misión patrió-tica.

3. Sueño fisiouático, reuoluciones políticas. Con la me-jora de los instrumentos de navegación (lo que reduce el ladoaleatorio del gran comercio), y la de las redes de carreteras ycomunicaciones fluviales (lo que unifica el mercado), los co.merciantes descubren las virtudes de los intercambios inte-riores, y reclaman la libertad en este terreno. <<Monseñor,

dejadnos hacer>, dice uno de ellos a Colbert. Tal noción no

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la descubrieron <<teóricos y hombres llenos de buen sentido>>,según se ha escrito, sino, como es obvio, comerciantes quela necesitaban y tenían intención de aprovecharla.

El teórico es Quesnay. Tuvo la genialidad de descubrir,en el <<circuito económico>>, el <<producto neto)>, antepasadode Ia <plusvalía>>. Pero cree que sólo la tierra, que devuelvemás grano del que se le da, puede ganntizar a la vez el aü-mento de los trabajadores y ese <<excedente)> que Dios destinaa los propietarios. Y la idea según la cual la naturaleza, aban-donada a sí misma, ordenar á a la sociedad y satisf.atá a 7a

propiedad, seduce a los estadistas. Durante mucho tiempochocatán todavía con la realidad de los me¡cados poco flui-dos. Turgot caerá como consecuencia de la <<guerra de lasharinas>. Y muy pronto la Revolución francesa deberá mocarel liberalismo doctrinario de Le Chapelier por la ley del má-ximo salarial. La <<verdad de los precios>> va demasiado amenudo contra el interés popular, y la reglamentación deestado contra los salarios. Ello se debe a la naturaleza mismadel estado burgués.

Y, sin embargo, las masas, detrás de sus burgueslas, se

embriagaron mucho tiempo con la palabra <<libertad>, porquela entendían en el sentido político. Las burguesías holandesa,inglesa, norteamericana y francesa la habían utilizado sucesi-vamente como bandera. Y ha habido quien ha discutido la no-ción de <<revolución burguesa>> basándose en que en ningunode esos países existía, en el momento de su revolución, una<<burguesía,> basada ya en el modo de producción capitalista,cuyo fundamento es la producción industrial masiva.

Pero es que la libertad la exigen todos los que tienen inte-rés en los intercambios multiplicados, en la propiedad sintrabas, a saber, todo tipo de comerciantes, agricultores ricoso acomodados, incitados por la coyuntura económica a sal-tarse los reglamentos y los privilegios, extranjeros o feudales.La toma del poder por los representantes de estas capas so-

CAPITALISMO 257

ciales crea las condicione.r para la aparición del capitalismo,a la vez que culmina su preparación mediante forÁas diver.sas d-e enriquecimiento. Igual que Ia ¡evolución rusa para elsocialismo, las revoluciones europeas y americanas son, parael capitalismo, a la vez prrtorri y necesarias. Un modó deproducción sólo se desarrolla mediante la instalación de unanueva sobrestructura, obtenida por las exigencias instintivas(pero erigidas en teoría) de las clases revoluiionarias que bus-can su camino.

I. El capitalisno clásico: concurrencia e industria; libre-cambio y protección. Desde 1800, sólo el 30 % de la pobla.ción activa inglesa se dedica a la agticultura; en los áemássitios es el 60, 70, 80 /o. Ciudades surgidas de la nada, fá-bricas humeantes, proletariado reducido al mínimo vitai fa-miliar (con las mujeres y los niños enrolados, gracias a lasmáquinas), Iuchas obreras precoces (<<cartismo>), primerasleyes sociales conquistadas: así es, en la primera mitad delsiglo xrx, el rosmo inglés del capitalismo industrial. Ingla-ter¡a quemia, podtía ser el <<taller del mundo)>; sus merca.deres y navegantes están en todas partes, en sus colonias aca-badas de conquistar y en los palses recientemente <<descolo.nizados>> (América latina), cuya independencia ha favorecidopero cuya industrialización impide. Admirada por todos, en.vidiada también por las burguesías que le hacen la competen.cia, y denunciada por los socialismos nacientes, fnglatema esentonces, como ahora Estados Unidos, modelo y amenaza, te-ferencia obligada y superioridad imitante.

Nacida apenas, la Europa indusrial reacciona. El bloqueocontinental le ha revelado las virtudes de la protección. Elestado-nación es el lugar de toma de conciencia de las burgue-sías. Francia sigue a Inglaterra de lejos, pero en cabeza. Ale-mania despega tarde, pero crece vertiginosamente a partirde 1870. En los pafses con regiones desigualmenre desarrolla-

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das las burguesías se dividen entre doctrinarios de los doscampos: librecambismo y proteccionismo (España, Italia).En algunos casos se adoptan sucesivamente las dos vías delinstinto capitalista (mercantilismo y fisiocacia, productoresy comerciantes); la coyuntura abierta de los años 50-60 fa-vorece a los liberales, el retraimiento de los años 75-95 alosproteccionistas.

El resultado final es, desde luego, el <crecimiento>>, e

incluso el final de la <<pauperización>> absoluta descrita porEngels o por Villermé. Sin embar go, y a pesar de una inne-gable ascensión de las <<clases medias>>, el contraste entre, poruna parte, los beneficios industriales, el boato y la altivez delas burguesías de negocios, y, por otra, la condición obrera,muy dura todavía (inseguridad, accidentes, etc.), perpetúa laimagen de una sociedad cuyas ventajas técnicas y proyecciónexterior no han suprimido las desigualdades ni calmado lasluchas de clases.

5. Alrededor de 1900: translormaciones del capitalisno.Hacia 1895, el capitalismo sale transformado de la <<gran de-presión>>. La empresa gigante nace en América y en Európa.Los <<trusts>> y los <<cartels> modifican el sentido de la pala-bta <<concurrencia>>. El capital bancatio se subordina a lasindusmias. La exportación de capitales supera en valor a Iade las mercanclas (sin estorbarla). La expansión colonial se

convierte en un imperativo, como afrrma Jules Femy, ante la<<saturación> de los mercados europeos. En la carrera por elreparto del mundo, ¿cómo separar los factores políticos y losfactores económicos? Sin duda, los primeros tienen una rela-tiva autonomía: a Guillermo II le gusta iugar a los conquis-tadores, Francia crea un imperio que supera sus necesidades.

Pero, globalmente, el modo de producción dominante se de-

6ne por la interacción de lo económico, lo polftico, lo ideo-lógico y lo pasional. Se convierte en el inperialismo.

cAPrrALrsMo 259

- E¡ta palabra, como Ia de <<capitalismo>>, ha visto su vari.dez discutida, porque Lenin re imprimió un sentido comba.tivo. Pero su <(ensayo de divulgación> (es el subtítulo de sucélebre obra) se apoya en una

-d...r* de estudio, ingl.r* y

alemanes de una seriedad indiscutible (no sólo en Hobsony Hilferding, ambos excelentes). y, sobre todo, er imperia.lismo había sido nombrado y ¡eivindicado po" ,ls más alto¡responsables: chamberlain, Th. Roosevelt. be 1g9g a Lgl4,lg hry mfs qqe conflictos coloniales, conflictos t.ttito¡d.ridisputas de influencias. La vía mercantilista (prohibir y (co.ger)>, mediante el comercio o mediante la fuerra¡ parece triun.far. Pero, en 79l4,las fi¡mas americanas tienen'ya 122 ñlia.l-e¡

en el extranjero, Gran Bretaña 60, el resto de Éuropa 167.El porcentaje de 1os capitales colocados por las grandes poten.cias capitaüstas fuera de sus f¡onteras t.rp..to-. la suma desus PNB era entre 1900 y l9r9 tan alto como enne t950 y1959 (7,5 %).

Así, dando la mzón a Lenin contra Kautsky, la internacionalización del capitalismo no auguraba la paz mundial: elcosmopolitismo de los comercianls no ha i,np.JiJo nuncala organización de los intereses en grupos adversos, con Ispolítica como instrumento.

. Pero ¿los capitales acumulados se invierten de forma pro.d'ctiva? Lenin prevefa la podredumbre de los pafses .nue¡e-cidos, <<cortadores de cupones> (Inglaterra, Francia). Su mi.rada se centraba en Estados unidos, ya entonces en cabeza (ycon mucho) de la produccióz mundial, hecho éste que loseuropeos, seguros de la supremacía de la bolsa de la City, pcr.ciblan apenas. Pero aquel capitalismo <<abiertor>, sin

-tt.brt

hereditarias, y más empresarial que rentista, habla dejado deser <<salvaie>. Taylor le enseñaba el <<scientific management>de todo gesto productor, y Ford, aplicándolo r uná escalainsólita, lanzaba el automóvil en serie, accesible, según pro.metla, a sus propios obreros. Aquf se plantean tres cuestiones:

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1) ¿Debe hablarse de un <<trastorno)> estructural del ca-

pitalismo, o de una <<segunda revolución industrial> (motorde explosión, petróleo, electricidad)? Digamos de nuevo: /earnbas cosas, y de su conbinación. <Fuetzas productivas>>,

<<relaciones de producción>>: unidad dialéctica. El capitalis'mo no <(crea>> la revolución industrial; se adapta a ella y laintegra, mediante la producdvidad cronomeüada.

2) iQué gana el obrero con esta <<revolución>>? Ford leha prometido su coche, y mantendrá su palabra. Pero al pre'cio de una despersonalización (pensemos en el Charlot de

Tiempos nodernos). Además, ¿duratán los enormes benefi'cios de los pioneros del fotdismo? La idea de que el obreropudiera comprar todo Lo que produce se opondría a cual-

quier formación de capital. Y éste debe crecer. Llegará en'

tonces la baia de la tasa de beneficio. A largo plazo, peto

también con crisis.3) ¿Habrá que pensar, pues, que el relativo bienestar

del obrero notteamericano es una consecuencia de los bene'

ficios exteriores, <<imperialistas>>? Es evidente que su nivelde vida lo convierte en un aristócrata del mundo obrero, con

poca afición por las solidaridades internacionales. Pero su

participación en los beneficios es escasa, y corre el peligro

áel paro. No es él quien explota el mundo exterior. Es el ca-

pital. Este, en cambio, sólo puede mantener su ritmo, evitarlas crisis (y sólo en este sentido existe una soüdaridad entre

él y el <ttabajo nacional>), mediante los superbeneficios de'bidos al imperialismo, y a ftavés de la constante demanda

que los cotthi.tor mundiales ocasionarán a la producción de

los Estados Unidos. Sin tales solicitaciones (1915-1920, L9t9-t945, L95O-1953), ¿dónde estarla esa producción en estos

momentos?

6. De la gaerra a la crisis; de la crisis a la guerra. En

América, en l-92L, el <<crac>> sigue al <.boom>. Después, Ia

CAPITALISMO 26r

<<prosperidad> induce a la ltgerczaz fracaso del <barómetro¡,.le Harvard (o negativa a.r.i, .n él), juego J. t;lr; que daal norreamericano medio la ilusión de-la-fo¡t.rn.. g[ó hr.imás duro todavía al crac de L929 en los Estados unidos, yla onda del choque revela su dominio. El p.ro ,f..t., ,oúr.,9dg, r lor pair.: sobreequipados (Estr¿o, Uni¿or, et.*r.nia). Toda deflación crea la crisis social (España, F¡ancia).El New Deal da entrada al dirigismo en el ,rnturrio de ÍaIibertad. Lo que funciona ..noi mar son l.r d.uriur.t*;;monetarias. Pero la calda de la libra y del dólar aniquila losantiguas seguridades. se ,teoriza el esiancamiento, ,.-denun-cia-la máquina. unaluz en las tinieblas: Keynes, ¿ ¿ennir ct<pleno empleo>, la <propensión al consumo>, el <<multipli-cador>, la buena utilización de los déficits pi.rupu.rt.rior,enseña al capitalismo que Ia devaluación de h -oneda es eÍúnico método para combatir el efecto desalentador de Ia ten-dencia de los precios a la baja, que la inflación Áoderadarecorta sin dolor los salarios y los cupones del <<prestamistapasivo>. Mientras tarilo, la autarquia de Hitler y schacht,que conserva del socialismo sólo el esrarismo, y dJ naciona.lismo sólo la agresividad, parece un retoño monstruoso delmercantilismo. Llega la guema. De nuevo, las nubes han en-gendrado Ia tempestad.

7. Nueaos impulsos. Transfornaciones. ¿Existe un <<neo-cppliyor? l;a producción norreamericana, que es Ia mitadd9 la del mundo, deca_e poco después de Lg4i, recupera sualiento con la guema de Corea (19i0), y r.rrrim má^s tardeal mundo_capitalista a un crecimiento sin precedentes (19i0.1970). iQué pensar de esta etapa?

a) se trata de una nueaa reaolución tecno-cientlfica (áto-mo,'e_spacio, información, automatización) asunidl' por elcapitalismo. No la <crea>>, ni tiene la exclusividad; se sirvede ella.

Page 131: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

262 rNrcracróN AL vocABULARIo HrsróRrco

b) Las relaciones sociales de prodacción no cambian de

naturaleza. El capital se acumula en la cumbre. La proporción

de asalariador .u..ttta en la población. Pero, cuanto más

<<desarrollado>> es un país capitalista, .menor es el número de

agricultores, y más disminuye la cantidad de trabajadores-pro'

dirctor., de -objetos.

El .,i..tot terciatio>> lo invade todo:

¿dirección? ¿Organización? ¿Distribución? ¿Servicios pro-

áuctivos? ¿{) pát.titarios? La <<racional,,ación>> hace üs-

minuir t.-Liéo-.I número de <<empleados>> y de intermeüa-

rios. ¿Dónde van los expulsados? ¿Al parasitismo? ¿Al garo?

¿caer-,ír bajo la dependencia del capital? ¿serán solidarios

del trabajo?c) Lí economía ¿es más efrcaz? Donde antes se decla

<<concurrencia>, ahota se dice <<iuego>, <estrategia>, (ges'

tión>. Pero un juego en el que no pierde nadie, una gestión

siempre racionai, Á el <est;do estacionario>. De hecho, se

.oo.lott" y se elimina. Bajo la mirada del estado'

d\ El' estado compfa, invierte, es más controlado que

controlador. Lenin había previsto este <(capitalismo monoPo'

lista de estador>. Liberal en Alemania, planificador en Francia,

ti*. utilioando el <<estado-nación>, mientras -instituye a la

véz los <mercados comunes>. Ni ellos ni el dominio norte'

americano impiden la disputa en totno al petróleo, ni la com'

praventa de irmas. Y e[ papel del hecho y'lltol, en la tec'

;;i"gi; y en la demanda ináustriales, revela la inestabilidad

del mundo.e) La uniaersalización del capital no la ha liquidado.

Relaíiumente, Ias <<multinacionales> no ocupan más lugar

;;;." L1I4.En ciltas absolatas, y poder t.- h1 multiplicado

po, di.r. su última .e¡sigfi4--<<desplazar> la indusffia, ins'

,"1., .r, palses attasados Ia fíhrica de punta-, ¿hace pasar

r.rto al capital internacional <de Ia eslera de Q citculación

) io ,tÍno de ta prodacción>>, mutación decisiva? Pero la mina

u la piantación también eran <producción>. Y la técnica ^v^n-

CAPITALISMO 26'

zada resuelve menos que ninguna otra, en el pafs receptor,Ios problemas de enpleo y de nercado. ¡Estas indusmias im.portadas exportan!

Í) Así, pues, las contradicciones internas subsisten. Lasobreacumulación de capital, antes periódica, se convierte enpermanente. La innovación permanente desvalotiza eL insüu.mento. En relación con el capital global, los beneficios debe.rían desmoronarse. El imperialismo y la infración los hinchan.Pero cuando el dólar confiesa su sobreevaluación, los contra-tos petrolíferos saltan. El rey está desnudo. ¡Qué más datEn plena recesión se mantiene el distintivo de lá abundan.cia. Es la stagflation, como en la España del siglo xvrr. ¿Ecla decadencia? No profeticemos. Limitémonos únicamente aconstatar que, a nivel mundial, el nercado no ha garantizado,de forma armónica, la adaptación de la demanda a la ofertani la de la producción a las necesidades.

Page 132: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

fNDICE

Prólogo .

HrsronrlLos diversos contenidos del término <<historia> .

Las etapas de la historia como modo de ionocimientoIntento de definición de la materia y de la investi-

gación históricas

Esrnucrun¡Orígenes, sugerencias y utilizaciones de la palabra

(estructura)>

El uso científico de la palabra <estructura)> .

La noción de estructura en la ciencia económicaEstructura e historia

Covuqrttn¡La noción de coyunturaConseios para la utilización histórica de la noción

de coyuntura

t,t727

4'49

,2,,6064

798l

10,

L¡s clesss socIALEs . 107

Primeras reflexiones. ¿<<Estratificación> y <ierar'quía> sociales, o estnrcturas de funcionamiento? 110

Casias, órdenes, clases 11ó

Clases económicas, clases psicológicas, clases <en sí>,

clases <(para sí>, conciencias e inconciencias de

clase . 1r0

Page 133: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

3t4 rNrcrAcróN AL vocABULARro H rsróRrco

Clases, subclases, categorfas sociales, conffadiccionessecundarias

Punalos, NAcIoNEs, EsrADos .

La frontera .

La guerraRazas e historia .

Los grupos elementales: de la familia a la tribu .

Los imperios. El legado de Roma .

Los principios de agrupamiento en el período feudalEl nacimiento del estado moderno y rnr relaciones

con el fenómeno naciónEl siglo xrx: la fase <<nacionalitaria>El apogeo de los <<nacionalismos)> y la aparición del

<<imperialismo>: crisis y controversias en 1905-L9T3

Las controversias en torno al problema nación-revo-lución en F.uropa cenual y oriental .

Marxismo y cuestión nacional

Ceprrl¿rsuoCapitalismo:Capital, capi

preciso

161r65

135

r4t147r49152154156158

173

t75177

201

2052062082tl2122t4

2t6

palabra reciente y ambigua 203talista: palabras antiguas con un sentido

Capital y modo de producción capitalista .

El principio de la libertadEl principio de igualdad jurídica .

Libertad e igualdad: aspectos políticos .

El principio de propiedadLas relaciones sociales de producción en el sistema

capitalistaCapitalismo y crecimiento: a) los <<despegues> 222Capitalismo y cecimientoz b) el largo plazo 227Capitalismo y cecimiento: c) plazos corto y medio . 245Observaciones sobre Ia coyuntura y las luchas deUna ojeada a algunas etapas de la esructura

clase

213250

INDICE

¿Ecor.roiraÍA cAMPEsTNA?

Sobre <<propiedad>>, <<explotación>, <(renta de la tie-rra>

Sobte la f.amilia como unidad de mano de obra .

Sobre la <<economía campesina)> en relación conintercambio exterior

Sobre <suficiencia>> e <<insuficiencia>> como nociones-clave de la <<economfa campesina>>

Tentaciones chaianovianas en historia, sociologla ypolltica

.i

tt5

26'

278280

282

284

29'

Page 134: Iniciación Al Vocabulario Del Análisis Histórico

trI-¿l conocimiento histórico, condición de las demás ciencias

sociales, ya que toda sociedad está situada en el tiempo, exige un

vocabulario preciso.

Desde su larga experiencia en el oficio de historiador, el profesor

Pierre Vilar reflexiona en estas páginas, guiadas por una clara

intención pedagógica, sobre conceptos fundamentales del análisis

histórico: "historia", "estructura", "coyuntura", "clases sociales",

"pueblos, estados, naciones", "capitalismo" y "economía campesina'l

El resultado es un texto innovador, imprescindible para profesores

y estudiantes de historia, por fin provistos de una verdadera

herramienta de análisis, y que será de lectura obligada para todos

aquellos que quieran iniciarse en el conocimiento de la historia

auténtica.

DI ierreVilar (Montpellier, 1906) es uno de los grandes historiadores

de nuestro siglo. De su visión globalizadora de la historia, construida

a partir del marxismo, es buen ejemplo su obra máxima, Catatuña

en la España moderna (3 vols.). Entre sus libros destacan Historia

de España, La guerra civil española, Hidalgos, amotinados y guerrilleros

y Pensar históricamente, todos ellos publicados por Crítica.

Crítica Libros de Hístoríct

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I.S.B.N. 84-7423-960-5

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