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I Im i i 11' K i l l A i f i i t 'i i l i t l I i l i n i i lh i i i

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Agencia de Publicaciones México Central, A.(Uxmal431, Col. Narvarte, Del. Benito Juárez, México, D.R 03020

tel. (55) 5687 2100 - fax (55) 5543 9446 [email protected] - www.gemaeditores.com.mx

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Director Editorial Alejandro Medina V.Director de Ventas Rubén Quetz D.

Director de Producción Abel Sánchez A.

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Asociación Publicadora Interamericana2905 NW 87 Ave. Doral, Florida 33172 EE. UU.

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Francesc X. Gelabert Daniel Medina Ana L. Rodríguez Elizabeth Christian

Traducción:Héctor Gabriel Medina VUlarreal

Redacción:Alvin Maya Aguilera

Diagramación y diseño de la portada:Ideyo Alomía

Está prohibida y penada por la ley la reproducción total o parcial de esta obra (texto, imágenes, diagramación), su tratamiento informático y su transmisión, ya sea electrónica, mecánica,

por fotocopia o por cualquier otro medio, sin permiso previo y por escrito de los editores.

A menos que se indique, todos los textos bíblicos son de la Santa Biblia Nueva Versión Internacional,

publicada por la Sociedad Bíblica Internacional 1999.

Copyright © 2010

ISBN: 968-5618-20-8

Primera edición: enero de 2010.

Impresión y encuadernación Litografía Magno Graf, S.A. de C.V.

Impreso en México

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ContenidoPrefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8

Preámbulo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . II

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

PRIMERA PARTE:Las causas secundarias de la crisis actual

Capítulo I. Cómo nos metimos en este lío .................................. 19

SEGUIDA PARTE:Las causas primarias de la crisis actual

Capítulo 2. Es difícil sentir emoción por lo que no se valora ........... 33

Capítulo 3. La importancia de tocar en la puerta correcta ............ 39

Capítulo 4. El pastor y la increíble escuela decadente .................. 47f

Capítulo 5. La deficiente crianza de los hijos ............................. 53

Capítulo 6. El éxito de los «ismos»: posmodernismo,secularismo y liberalismo ....................................... 59

Capítulo 7. Escuelas de mala calidad ........................................ 73

TERCERA PARTE:Rooeta para la destrucciónI <|illii|ii I! (..un. mil,ti li i<tliii im Iimi .................. 99

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CUARTA PARTE:Algunas soluciones posibles para la crisis actual

Capítulo 9. Cómo dar a la educación adventista una oportunidadpara sobrevivir .................................................... 103

Capítulo 10. Paso I: Pregunta y responde adecuadamente.............. ..113

Capítulo II. Paso 2: Conviértanse en una escuela de oración .......... ..121

Capítulo 12. Paso 3: Encuentra al líder local adecuado................... ..125

Capítulo 13. Paso 4 : Descubre el verdadero estado de tu escuela..... .131

Capítulo 14. Paso 5: Domina los aspectos fundamentalesde la educación adventista........................... 137

Capítulo 15. Paso 6: Elimina incesantemente las debilidadeso vuélvelas irrelevantes .............................. 153

Capítulo 16. Paso 7: Corre la voz de las buenas noticias, o, consigueun amplio apoyo........................................ 159

Capítulo 17 Paso 8: Incorpora los cambios positivosa la cultura de tu escuela ............................ 169

Capítulo 18. El «paso de siempre»............................................ 175

Capitulo 19. El papel de la administración de la Asociación,Unión y División en el proceso de revitalización .......... 185

(.tpllulo 20, Seamos normales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203

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Prefacio

Estoy muy reticente a escribir este libro. Al principio parecía una idea genial: Escribir algunas ideas acerca de la educación adven­tista, agregar una o dos vividas anécdotas y ver lo que el Señor

puede hacer con eso. Pero después de darme algunos golpes contra la pared durante algún tiempo, me siento cada vez más inclinado a ponerme nervioso, tentativo, y sí, reticente a publicar lo que vas a en­contrar en las páginas siguientes.

¿Por qué? Porque yo soy un observador externo.Verás, no soy ni nunca he sido un educador profesional, y mu­

cho menos uno del sistema educativo adventista.* Nunca he tenido que hacer planificación de clases año tras año; nunca he tomado ni siquiera un curso acerca de cómo ser un profesional de la educa­ción; y nunca he tenido que aprender a lidiar constantemente con los padres, con los estudiantes y con los demás profesores y el resto del equipo de trabajo con la intensidad que a los profesores común­mente les toca experimentar a lo largo de sus carreras. Todo eso me ha llevado a hacerme una incómoda pregunta: ¿Qué necio presumiría el escribir un libro acerca de los desafíos que enfrenta la educación adventista, mucho menos cómo conocer realmente esos desafíos, cuando él no ha sido educador profesional ni un solo día de su vida?

Bueno, dado que en este momento estás leyendo este libro, supon­go que ese necio... soy yo. Pero mi deseo y oración es que, no obstan- le esíi tontería mía, dcmueslre ser tilil por un simple factor: La pers­pectiva. lis verdad que yo no soy un profesor profesional ni u n a d - mlnls!reidor de una ¡iimIIIiu Ión n lm iilivn Tero, adem.is d i1 lener un

< .. .

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12 Cómo matar la educación adventista

y lógica cuidadosa empleados en sus sermones que ahora se usan en este libro. Con la precisión de un fiscal traza virtualmente todos los problemas (percibidos y actuales) de la educación adventista con­temporánea, y luego, sistemáticamente provee paso a paso, proce­dimientos prácticos y espirituales para llevar a cabo apreciables me­joras. Gracias a Dios, hay evidencia empírica que sus recomendacio­nes verdaderamente producen resultados que pueden ser medidos.

En este libro encontrarás algo que tú puedes hacer por el bien de la educación adventista. Yo también creo que la calidad de la educa­ción adventista es un componente fundamental en el mejoramiento de la Iglesia Adventista y el cumplimiento de la misión evangélica. Si estás bien motivado para promover la educación adventista en es­te tiempo, creo que encontrarás ideas frescas y prácticas aquí, las cua­les darán a la enseñanza adventista una oportunidad.

Por cierto, el capítulo 19 es digno del precio del libro. El pastor Shane está en su mejor momento en este discurso sin barreras. Si cuan­do te hablan directamente y de frente sientes que te mareas, enton­ces será mejor que regreses a leer libros de historias para niños.

Dale Twomley

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Introducción:La escuela que desaparece increíblemente

OY U N EN O RM E FA N de la educación adventista. Déjame , decirte por qué. En mi experiencia, la educación adventista es ’ uno de los medios más efectivos de preparar a los jóvenes pa­

ra la segunda venida de Cristo. Además, creo que nuestras escue­las, dirigidas correctamente, son más exitosas en hacer esto más que cualquier método evangélico, incluyendo los seminarios de Apoca- lipsis, plantar iglesias, evangelismo de necesidades emocionales o los servicios de adoración contemporánea. También creo que la edu­cación adventista ha sido la clave de la propagación de nuestra ex­clusiva misión adventista en el mundo. Ha sido el medio para com­partir nuestros valores, encontrar nuestras esposas, y edificar fami­lias adventistas inteligentes. La educación adventista incluso a pro­visto un sentido nacional, y sí, mundial de vinculación y comunidad para más de diez generaciones de estudiantes. Y para la mayoría de de nuestra historia eclesiástica, nuestras escuelas han hecho una obra altamente significativa garantizando que, si Cristo espera otra generación antes de su regreso, todavía habrá una iglesia A d­ventista liel y yendo a la vanguardia, buscando presentar almas a Dios para su reino. Somos un pueblo llamado, designado para estar en el I lempo del I i 11, adorador de lesún, apisonadoi apabulladle contra

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Satanás de un movimiento que apasionadamente busca a Cristo y su causa en el clímax de la historia, y creo que cualquiera que haya sido nuestro éxito, en gran parte, es resultado de la educación ad­ventista.

Todo lo cual hace de nuestra actual situación en la División Nor­teamericana un poco más que difícil de aceptar. Con pocas excep­ciones alentadoras, la educación adventista en Norteamérica pare­ce estar decayendo. Por ejemplo, entre 1980 y 2008 la membresía total de la iglesia en la División Norteamericana (DNA) creció de 606,430 miembros a cerca de11,082,900, una ganancia de 476,470, su­mando en total un incremento del setenta y nueve por ciento en ese período de 28 años.2 Desafortunadamente, durante el mismo perío­do la matrícula de la primaria y secundaria decreció por alrededor de 18,157 estudiantes. Eso equivale a un 33% menos durante el mis­mo período en que la DNA creció cerca de un 80%. Es más, esta es una parte de una tendencia mundial en la educación adventista. Co­mo lo señala George Knight: «En 1945 la proporción de estudiantes en las escuelas adventistas (alrededor del mundo) con relación a los miembros de iglesia era de 25 por cada 100... Pero desde (1965), la proporción se ha desplomado estrepitosamente, de 15 por cada 100 en 1985 y 9 por cada 100 en el año 2000».3

Tristemente, este fenómeno de la drástica caída de la matrícula escolar a pesar del crecimiento total de la DNA toma una dinámica adicional cuando llega a colegios y universidades adventistas. De acuerdo con un estudio publicado por la DNA y el Centro para un Ministerio Creativo, solamente un estimado del 33% de estudiantes adventistas del séptimo día en edad de elegir un colegio asiste a colegios y universidades adventistas. Por lo menos dos terceras par­tes de estudiantes que podrían estudiar en colegios adventistas eli­gen escuelas no adventistas.

A la luz de tales estadísticas, las historias resultantes que vienen de nuestras escuelas predeciblemente nefastas. Cada año que pasa trae noticias de que otra de nuestras cerca de mil escuelas en la DNA es­tá luchando extremadamente por sobrevivir o ya ha cerrado sus puer­tas. Las juntas directivas escolares locales se reúnen hasla muy entra­da la noche, tratando de calcular cómo lidiai con mayores descensos en la matrícula. I ,os comités ejecutivo.'! d«' l,i A ru (nación miran con

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Introducción: La escuela que desaparece increíblemente 15

desesperación cómo llega otra petición más por miles de dólares de «subsidio especial» de parte de una de sus escuelas. E incluso va­rios de nuestros colegios, que en comparación pudieran parecer gi­gantes, están teniendo su parte de severas crisis financieras y de ma­trícula. (De hecho, mientras escribo esto, uno de nuestros colegios más antiguos se está preparando para una reunión crucial que con­siderará seriamente el destino de la escuela, si se mantendrá o no abierto.)

Frente a tales problemas, muchas de nuestras juntas escolares y miembros del personal han tomado heroicas medidas para ende­rezar sus respectivos barcos. Pero la honestidad demanda una do- lorosa admisión: Más a menudo de que lo que se pudiera pensar, a pesar de nuestros mejores esfuerzos, la decadencia ha continuado.Y la falta de progreso ha conducido a muchos de nosotros a clau­dicar, dejarnos caer en una de las sillas del escritorio de nuestro Titanic educativo, y hablar nostálgicamente de los buenos tiempos del pasado cuando nuestras escuelas (y tal vez aun nuestras arcas) estaban llenas. Frecuentemente somos personas tanto cansadas co­mo afligidas, esperando el inevitable torbellino de la muerte para que nos absorba.

Si eso suena muy dramático, comprueba las cosas por ti mismo. Hcha una enérgica mirada al estado de la educación adventista en lii propia área y a lo largo de nuestra División. Descubrirás que, de hecho, tenemos muchas escuelas que están prosperando,4 tal vez incluso algunas con estudiantes en lista de espera clamando por un lugar. Pero son la minoría. Lo que más vas a encontrar son escuelas luchando no solamente con cambios demográficos o descensos ge­neracionales en la población, sino también con severos problemas amenazadores, particularmente entre las escuelas primarias más pe­queñas y las academias con internado. Otro ejemplo: Para el curso escolar 2005-2006 la Unión del Norte del Pacífico reportó que tenía

. estlidiantes inscritos en su programa de primaria y secunda- i i , i . Suena bien. Pero desafortunadamente, esto representó un des- i cuso de cerca de 600 estudiantes comparado con los cinco años anteriores.1'

I os problema,s financieros resultantes que muchas asociaciones en­frentan son t.in severos que, en algunas áreas, los adm inistradores

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están activamente buscando formas de aligerar el programa de pa­trocino de la Asociación a la educación secundaria, con la idea de remitirlo a escuelas de iglesias locales dirigidas por patronatos y, en el proceso, liberar mucho capital necesario en la tesorería de la Aso­ciación para otros proyectos.

Así es como la educación adventista se encuentra en una encru­cijada. No es la primera vez. Pero a menos que la iglesia tome accio­nes apropiadas cuanto antes, probablemente será la última.

Unas breves palabras en cuanto a la organización de este libro. Empezaremos con una mirada a algunos de los conceptos equivo­cados considerados como las causas de origen de la decadencia de la educación adventista. Luego, en la segunda parte, examinaremos cuidadosamente lo que creo que son las verdaderas causas. En la ter­cera parte consideraremos lo que puede matar a las agobiadas es­cuelas adventistas. Finalmente, en la cuarta parte, nos concentrare­mos en posibles soluciones a la crisis de la educación adventista.

¡Así que aquí vamos! Mientras lees, mi esperanza es que de al­gún modo este libro te inspire como líder educativo, lo cual todos us- ledes son si tienen interés en que nuestros hijos conozcan a Cristo, para actuar atrevidamente e implementar los cambios requeridos pa­ra que nuestras escuelas tengan una oportunidad y no meramente sobrevivan, sino que prosperen. ¡La difunta todavía no está muerta!Y por la gracia de Dios, podemos cambiar la corriente antes de que sea demasiado tarde.

1. En el momento de escribir este libro, las estadísticas del total de miembros de la DNA en el 2008 toda­vía no finaliza. Sin embargo, entre 1997 y el 2007, la membresía creció un promedio de 1.95 % cada año. Usando este promedio, somos capaces de extrapolar en el total del 2007 y llegar a una membresía aproxi­mada para el 2008.

2. De un estudio hecho por Monte Sahlin publicado en el libro Trends, Attitudes, and Opinions: The Seventh- day A dventist Church in North A m erica (ver pág. 22 para un esquema que ilustra esta tendencia). Disponible en www.adventsource.org.

3. George R. Knight, en Journal o f A dventist Education, verano de 2005.4. Por ejemplo, para el curso escolar 2005-2006, el Colegio de Walla Walla (hoy Universidad Walla Walla)

tuvo su matrícula más alta en 20 años: 1,942 estudiantes. A finales de la década de los noventa se presen­taron tendencias similares en la Universidad Andrews, la Universidad Loma Linda, el Colegio Oakwood, y la Universidad Adventista Southwestern.

5. G leaner de la Unión del Norte del Pacífico (órgano oficial de la Unión), 26 de agosto de 2006. Estadísti­cas tomadas de www.gleaneronline.org/101/8/29404.html.

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PRIMERA PARTE:Las causas secundarias de la crisis actual

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Cómo nos metimos en este lío

AL SOLUCIONAR un problema, es útil saber no solamente lo que es, sino qué lo causó. Así es que demos un vistazo a una pregunta vital: ¿Qué arrastró a la educación adventista a las

dificultades a las que se enfrenta en la actualidad? Cuando he he­cho esta pregunta a algunos adventistas que están preocupados al respecto, dan un rango de respuestas bastante limitado, tales como los siguientes:

«No lo sé».«Los padres simplemente ya no están comprometidos con las

instituciones adventistas».«La educación adventista es demasiado cara».«No promocionamos nuestras escuelas de forma efectiva. Si más

grille las conociera, prosperaríamos».I I problema con dichas respuestas es doble. Primero, normalmen­

te están seguidas por conversaciones que son lamentablemente cor- liis. Un poco de especulación seguida de otros asuntos parece sufi­ciente para satisfacer nuestra limitada curiosidad en este tema (o tal vez nuestro pesimismo considera que una conversación mayor no tiene sentido). Segundo, aunque todas estas respuestas contienenele- mrnlos verdaderos muy útiles (con la posible excepción del primer rjemplo), 110 ah an/an la verdadera profundidad del problema. De- d |*| liemos un mui nenio a a na II/ai brevemente cada una de las tres le H p iU ’NlaH,

i II)

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2 0 ( 6ino m alar la educación adventista

La muerte de la lealtad a la marcaTomemos la idea de la decadencia del compromiso hacia las insti­tuciones adventistas. En los tiemPos pasados, a menudo los adven­tistas se enorgullecían de su si^hcultura altamente desarrollada (aun­que rara vez lo expresamos t?n esos términos). Teníamos nuestras propias publicaciones, nuestras propias tradiciones (comer palomi­tas de maíz y fruta a la puesta de sol del sábado), y por supuesto, nuestras propias escuelas. Ad£más, hasta teníamos nuestras propias instalaciones para manufacturar bocados de comida selecta, y nin­gún potluck (comida después del culto donde cada quien lleva los alimentos) adventista respeta!?^ prescindiría de ellos. Con solo una pequeña ironía podíamos proc^amar que «nuestra esperanza se fun­damenta en nada menos que Worthington y Pacific Press».

Pero hoy hay pocas dudas de clue l°s días en los que la lealtad a las marcas adventistas se nos sub*a a Ia cabeza quedaron en el pasado. Muchos adventistas ya e n t ie n d a esto intuitivamente, pero voy a com­partir solo un ejemplo de esta tendencia para ilustrar. De acuerdo con I farold Lee, ex presidente de Un a Asociación de la Unión de Colum­pia, un estudio comparativo eí^re los adventistas y otras veintiocho denominaciones protestantes revela c]ue «hoy en día los miembros dan menos [dinero] que en el pasad0- En 1968 las ofrendas eran del 10.8 % del ingreso neto. Para 1996 habí^ menguado a un 4.5 %. Esta reducción representa una disminución del 58 % con relación a la porción del in­greso declarado por los miembros de la iglesia [...]. Los miembros de la iglesia están votando con sus pies Y con sus dólares».1 Esto nos lleva a la obvia conclusión de que lc’s adventistas gastan cada vez menos en comprar «productos» adventistas/ Ya sea en 1° educativo u otro.

¿Cómo es que pasa esto? IVÍ^y a menudo y particularmente en­tre los miembros más antiguos/ Ia respuesta es simplemente que no somos tan leales a las instituciones adventistas como deberíamos, com o si esta fuera una respuesta completa en sí misma. Con de­masiada frecuencia, los miembros y los líderes de educación con los que he hablado personalmente en varias partes de EU A han recha­zado en repetidas ocasiones esta explicación simplista, casi como si todavía estuviéramos en 1955 y Ia lealtad institucional fuera amplia y sólida, sintonizada con precisión, y la parle mt1s alabada del pen ­samiento adventista.

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Cómo nos metimos en este lío 21

¡Pero sencillamente no es así! La dedicación a la «marca adven- I isla» ha decaído mucho, y los problemas con la educación adventis-1.1 van mucho más allá que una sim ple escasez de lealtad institu­cional. De hecho, el debilitado entusiasmo por las «marcas» adven- l istas del séptimo día no es una causa principal de la decadencia de1.1 educación adventista, sino que es otro síntoma de ello (aunque es muy importante). Piénsalo de esta manera: ¿Realmente creemos que existe un gran número de adventistas del séptimo día que es apasio­nado y altamente comprometido, que acaso piense que la escuela donde estudian sus hijos les enseñe que ese mismo tipo adventismo110 es digno de ser considerado? Claro que no. Seguramente, lo que vemos aquí es una falta de compromiso, no solo hacia nuestras escuelas u otras instituciones, sino al propio adventismo. Aquí está el centro de nuestra crisis actual (como lo vamos a discutir más ade­lante).

Por favor, nota que no digo que si envías a tus hijos a una escue­la no adventista, no eres un adventista. Pero declaro con toda segu­ridad que en estos tiempos tenemos un gran número de adventistas del séptimo día bautizados, pastores y laicos, que mientras piensan mucho en Cristo y su gracia, no tienen mucha consideración por las . 11 i rmaciones del adventismo en cuanto a una misión única en el mun- do. Además, el adventismo ha pasado la mayor parte de las dos dé­cadas pasadas intentando moverse hacia la cultura occidental do- mi liante, y al hacer eso, la razón de ser del adventismo, ha sido en mi opinión, nublada, y de esta manera, su sistema educativo, inevita­blemente se ha oscurecido también. Nuevamente, hablaré más al respecto en el capítulo 2 y en los capítulos siguientes.

¿Demasiado cara?¿Qué pasa con el pensamiento común de que la educación adven- lista es demasiado cara? Ciertamente, la educación adventista está muy lejos de ser gratis (en algunos casos, excesivamente lejos). Y, como lo vimos antes, existe una tendencia definida a rechazar el gasto tle dinero en insl¡Iliciones relacionadas con la iglesia, la cual< ¡crlamente ion Iribú ve directa e indirectamente a las percepciones del costo educativo Pero el problema con proclamar los altos costos como una i m p o r t a n t e m. r»n para la decadencia educativa es que,

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dependiendo de la escuela en cuestión, tal declaración puede ser res­pondida correctamente tanto con un «no, no es demasiado cara» y «sí, en realidad es demasiado cara». Aquí está la forma en la que esto puede suceder:

Tomemos en primer lugar al grupo de «no, no es demasiado ca­ra». Los defensores de la educación adventista a menudo han res­pondido a la acusación de que es cara para lo que es, presentan in­formación financiera razonable a los contrarios. Por ejemplo, seña­lan que la escuela adventista enseña valores mediante el ejemplo y la instrucción verbal. Para los adventistas comprometidos, esto es de enorme importancia. Además, estos defensores puntualizan que si también pensáramos en académicos que están por encima del pro­medio, así como las actividades extracurriculares (viajes culturales de campo, deportes, clases avanzadas para estudiantes calificados, etcétera) en su escuela, lo «económico» de la educación adventista se hace incluso más evidente. Todavía más allá, señalan, hay una preciosa utilidad financiera, si hay alguna fija en la matrícula de las escuelas adventistas, los padres pagan por lo que reciben, y a menu­do a un precio que es muy económico.

Esto puede ser dudosamente cierto cuando se comparan ciertas facetas de las escuelas adventistas con sus contrapartes públicas. Por ejemplo, la mayoría de nuestros profesores, en especial los de mayor antigüedad y los de estudios superiores, reciben un salario induda­blemente más bajo en comparación con sus coetáneos en el sistema de escuelas públicas. (Traducción: ¡Esos altos pagos no están ahí para enriquecer a nuestros profesores!) O considera esto: En algunas de las áreas en las que he estado asociado con nuestras escuelas, el gas­to requerido para educar a un estudiante en una escuela adventista ha sido significativamente menor que el requerido en las escuelas del área pública. Por supuesto, los padres adventistas, aun cuando pueden mandar a sus hijos a escuelas adventistas, todavía tienen que pagar los impuestos locales y estatales. Pero la comparación del costo en­tre los dos sistemas sin embargo es útil en arrojar luz acerca de la re­lativa accesibilidad de muchas de nuestras escuelas.

Todo esto se suma para llegar a la conclusión do que, cuando se compara con otros tipos de escuelas, las inslilm iones ndvenlistas tienen a menudo precios razonables pnr.i lo »|iie oliet e, (Neníenlo l,i

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historia de unos padres no adventistas que visitaron una de nuestras academias más caras para ver si su hijo podía asistir ahí. Cuando escucharon el precio de la matrícula, inmediatamente y con comple­ta seriedad preguntaron: «¿Qué pasa con su escuela?» No podían imaginar cómo una educación cristiana de calidad podía ser tan com­parativamente económica.)

Así es que basados en lo que su escuela ofrece, estos defensores de la educación adventista argumentan qué mientras que la educa­ción adventista no es lo que podríamos llamar económica, su escue­la particular tiene un precio razonable cuando se ve desde la pers­pectiva de los valores adventistas, los académicos y las actividades extracurriculares.

¿Están en lo correcto? Puede ser que lo estén, nuevamente, en el caso particular de su escuela. Y por lo menos, tal testimonio debería ser un buen incentivo para que los padres den una segunda mirada a su percepción de los precios «excesivamente altos» de las matrí­culas de sus escuelas. Podría ser que con la inspección de las alterna­tivas, descubran que la escuela adventista resulta ser muy económica en vez de un gasto inútil en educa­ción que hasta podría llevar a la ban­carrota.

Pero, ¿qué hay acerca del grupo «sí, en realidad es demasiado cara»?¿I’odría ser que ellos también estén en lo correcto con sus aseveraciones acerca de la educación adventista? Puede ser que sí, por lo menos en cuatro maneras.

En primer lugar, para aquellos miembros de iglesia que no están muy preocupados en infundir los valores adventistas a sus niños,l.i educación adventista parece excesivamente cara. Simplemente ofrece un producto en el que ellos no están interesados, y en vez de eso van a elegir una buena escuela cristiana (por lo general, solo por estar más cerca de casa) o una escuela pública de calidad.

Un segundo lugar, están aquellos a los que podríamos llamar los adventistas «moderadamente comprometidos» que quieren enviar

mis hijos a una escuela adventista, pero únicamente si está a precios convenientes A e l lo s les ^usla verdaderamente su iglesia y desean

Para aquellos miembros de iglesia que no están muy preocupados en infundir los valores adventistas a sus niños, la educación adventista pare­ce excesivamente cara.

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que sus hijos crezcan compartiendo ese mismo afecto a través de la educación adventista, pero solo en tanto que sea realmente fácil lo­grarlo en lo concerniente a las obligaciones económicas.

Digo «en lo concerniente a las obligaciones económicas» porque mientras que a este tipo particular de adventistas realmente les gus­ta su iglesia, normalmente le tienen mucho cariño a sus motos acuá­ticas, sus camionetas y sus televisiones de pantalla plana. Y cuando la presión llega a su límite las cosas materiales se imponen a la edu- cación. De este modo, para ellos, el costo de esta educación es, en rea­lidad, demasiado cara.

Permítanme dar un pequeño sermón en este punto. No digo que es necesariamente un pecado tener cosas materiales. Recuerdo el ca­so de Abraham, él era enormemente rico y tenía todo el equipo para demostrarlo. Pero digo que el hedonismo y el egoísmo podrían em­pezar a jugar un papel demasiado grande entre algunos adventis­tas cuando se trata de tomar decisiones para la educación de sus hi­jos. Y si los adventistas profesan afecto por la iglesia y luego envían a sus hijos a escuelas no adventistas, únicamente porque «sale de­masiado caro» hacer lo contrario, mientras que gastan grandes can­tidades de dinero en juguetes que de todas formas se van a quemar cuando Cristo regrese, entonces tal vez es un buen momento para te­ner un poco de honestidad. Puede que el problema no sean los al­tos costos. En lugar de ello podrían ser prioridades mal ubicadas, que llevan a la obvia pregunta: ¿Qué es más importante en el ámbi­to de la eternidad? ¿Acaso son los juguetes, los automóviles, las ca­sas, etcétera, o la potencial vida eterna de los hijos? Es verdad que la educación adventista no puede asegurar que nuestros hijos lleguen al cielo. Pero en el campo de la espiritualidad, llevará nuestras motos acuáticas a las algas a casi cada momento.

En tercer lugar, incluso para los adventistas que están compro­metidos de manera muy profunda con su Dios y con su iglesia, no tienen absolutamente ninguna duda de que aunque la educación ad­ventista podría ser relativamente muy barata en comparación con lo que obtienen a cambio, ¡todavía puede costarles una gran canti­dad de dinero! Por ejemplo, lo normal es que los costos puedan ser de unos diez a dieciocho mil dólares por un año de esludioN en una de nuestras academias. ¡Y eso es para el colegio de piepiinilorin, ni si­

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quiera para la educación superior! Para las familias de bajos ingresos y medianos, pagar esas cantidades puede ser un gran desafío. (Y ha­blando de la paridad de los pagos de la escolaridad de un colegio de preparatoria y educación superior, hace poco tiempo un padre me expresó cuán aliviado se hubiese sentido de que su hija hubiera po­dido estudiar en la Universidad James Madison, institución ubicada en el centro del Estado de Virginia y respetada a nivel nacional en EUA. ¿Cuál era la razón para que hubiera sentido ese alivio? ¡El pago anual hubiese sido simplemente de seis mil dólares, alrededor de unos once mil dólares menos de lo que le cobraban por tener a su hija estu­diando en la academia adventista de la cual se estaba graduando!)

Los observadores agudos van a darse cuenta de que algunas es­cuelas no adventistas (tales como la recién mencionada Universidad James Madison) tienen algunos recursos financieros, grandes do­nativos, elegibilidad para ciertas concesiones, que nosotros no tene­mos y por este motivo no se puede esperar que podamos ofrecer los precios tan bajos que ellos, en algunas ocasiones, ofrecen. Conce­dido. Pero en última instancia eso podría estar a un lado del punto en cuestión. El asunto es que la educación adventista, en realidad se está volviendo demasiado cara, incluso para los miembros de iglesia que son muy dedicados pero que tienen ingresos bajos o medianos.Y si es que la tendencia de que los pagos escolares aumenten, y no ideamos ayudas de recursos financieros proporcionales, puede que no solo nos coticemos fuera del mercado, sino que también elimine­mos todo, excepto los sectores acomodados.

En cuarto y último lugar, para aquellos padres que están profun­damente preocupados de que sus hijos reciban valores adventistas,. i menudo también consideran que la educación adventista es de­masiado cara para ellos... ya que la escuela particular que ellos m i­ran no es particularmente adventista. Si es que es un enfoque bo­rroso hacia Cristo o una falta de énfasis en la misión única, valores y estándares adventistas, en mi experiencia muchas de nuestras es­cuelas carecen de suficiente sabor adventista, y los padres adven- lis! as cada vez sienten menos deseos de pagar el precio de enviar .1 sus hijos a tales instituciones.

¡Y 110 hay duda de que esos padres están preocupados! Corren el riesgo de h.ilil.ir lo obvio, la educación adventista debería perseguir

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una meta mucho más elevada que calificaciones superiores, activi­dades extracurriculares impresionantes, o incluso el desarrollo de un carácter superior, aun cuando todo esto sea muy importante. De­bería buscar establecer en nuestros hijos una relación personal con Jesucristo para que de este modo ellos puedan ser adventistas del séptimo día que den un gran testimonio de él durante toda la vida.Y si se carece de ese único objetivo, ¡los padres adventistas devotos ven los altos costos de la escolaridad y consideran correctamente que son demasiado caros! El asunto del «sabor adventista» es vital, y va­mos a tratar más acerca de este tema en breve.

Obviamente, la cuestión del precio de las matriculas es una in­quietud mayor al momento de discernir las causas de la decadencia de la educación adventista. Vamos a explorar formas de lidiar con esto en el capítulo 18.

¿Somos mercadológicamente deficientes?¿Qué hay acerca de la idea de que una mala mercadotecnia tenga una gran parte de la responsabilidad en la desaparición de nuestras escuelas? No pretendo herir los sentimientos de nadie al decir que, en mi experiencia, muchas de nuestras escuelas (y en este aspecto, también las iglesias), aunque no sea de forma intencional, no son expertas en presentarse a sí mismas ante las comunidades. Muchos líderes de educación, comprensiblemente no son mercadólogos pro­fesionales y podrían carecer del tiempo, dinero y de otros recursos necesarios para poder lograr una mercadotecnia inteligente.

Pero habiendo dicho eso, tengamos la seguridad de que entende­mos a quién sentimos que estamos perdiendo por falta de una mer­cadotecnia hábil. Casi siempre, cuando escucho que los adventistas piden una mejor promoción de nuestras escuelas, la meta es preten­der alcanzar a los no adventistas, es un enfoque bastante intrigan­te dada nuestra reciente «historia de mercadotecnia».

La mayoría de la gente estará de acuerdo que, en la actualidad, los programas promocionales de muchas escuelas, luego de enfren­tar muchos desafíos, han mejorado de muchas maneras cuando se compara con aquellos de entre los años 1970y 1 CW(). lín aquellos días, en la mayoría de nuestras escuelas no se le dnbit murh.i importan­cia a los correos masivos, grupos eomunilni Ion iimití/mlos, estudios

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demográficos, técnicas de nichos de mercados, etcétera. Pero aquí está la ironía: Mientras que hoy en día la educación adventista se esfuerza, hace unos veinte o treinta años, un tiempo en el que su­puestamente nuestros esfuerzos mercadológicos eran inferiores, es­taba en general en plena prosperidad. ¿Por qué prosperamos en ese entonces, aun cuando se usaban herramientas mercadológicas in­feriores?

No es porque entre 1970 y 1980 hayamos tenido algún magne­tismo misterioso (aunque siempre he pensado que aquellas foto­grafías de personas con cabello largo y pantalones de poliéster que se muestran en los folletos de esa época tenían un cierto magne­tismo. ..), sino que era algo mucho más frívolo de lo cual hablamos previamente en este capítulo: Los adventistas de ese entonces lle­naban nuestras escuelas con toda naturalidad. Es simplemente lo que hacíamos como adventistas (aunque la mayoría no lo hacía mecáni­camente, ellos tenían una razón para tomar esta decisión, como lo veremos más adelante). Los padres adventistas tenían hijos adven­tistas que estudiaban en escuelas adventistas.

Pero én la actualidad ellos ya no lo hacen, ciertamente no en la cantidad en que solían hacerlo en el pasado. Y dado que la mayoría de las escuelas a menudo no están seguras en cuanto a por qué su­cede esto, no pueden buscar a aquellos adventistas con los incen- livos apropiados. Así es que en vez de eso hemos enfocado nuestra mercadotecnia hacia los no adventistas. Nosotros decimos: «Si tan solo pudiéramos anunciar las cosas buenas que suceden en nues- I ras escuelas, sería mucho más probable que los padres no adven- I ¡stas quisieran mandar a sus hijos a nuestras escuelas». Y con toda seguridad algunos estudiantes no adventistas vendrían a nuestras escuelas, si es que se utilizaran las estrategias mercadológicas co­rrectas.

Pero no serían muchos.Quisiera poder decir lo contrario, pero la experiencia es una bue-

n¡i maestra y, con muy pocas excepciones,2 mi observación ha sido que incluso la mejor mercadotecnia dirigida hacia los no adventistas i .ir.i ve/, produce los resultados que tanto anhelamos. El escenario que he encontrado en que generalmente ocurre algo como esto: Una escuela advenidla llene otro descenso en sus inscripciones. La jun­

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ta directiva se reúne y determina que la respuesta es emplear una mer­cadotecnia dirigida hacia la comunidad. Después de mucho pensar y muchas desveladas, finalmente obtienen un pequeño rayo de luz, imprimir folletos de alta calidad. Forman un plan de ataque, con el director y los miembros de la junta directiva coordinando reunio­nes con varios líderes de la comunidad, estudiantes tocando puerta por puerta, etcétera, todo esto en un esfuerzo de expresar las legí­timas cosas grandes que suceden dentro de las escuelas adventis­tas. Y luego... cuando mucho, unos pocos miembros de la comuni­dad se inscriben en nuestras academias el siguiente año. El director

se siente frustrado, la escuela es ha­cia afuera un pedazo de cambio, y los números de las inscripciones dismi­nuyen cada vez más.

¿Y por qué esas familias de la co­munidad no registran a sus hijos en nuestras escuelas después de haber

visto nuestros brillantes folletos y haber escuchado nuestras since­ras charlas de promoción? Existen muchas razones, pero muy cerca de la principal se encuentra el hecho de que los adventistas somos únicos, y a los ojos de muchos no adventistas, absolutamente extra­ños. Por ejemplo, vamos a la iglesia el día «equivocado»; pertenece­mos a una «secta» comparativamente pequeña pero en franco cre­cimiento; y al parecer disfrutamos cantidades sustanciales de comi­da vegetariana (aun cuando he aprendido que este último punto ya no es tan extraño en Seattle como lo es en el lugar donde vivo en la Virginia rural). Los padres no adventistas que asisten a la iglesia en domingo (y los que no van en domingo), pertenecientes a la co­rriente dominante y que comen carne, generalmente sienten esta ex- trañeza y son cautelosos. Ellos entienden que las escuelas son pro­clives a enseñar valores que permanecen para toda la vida. Así es que preguntan con todo derecho: «¿Queremos que nuestros hijos se hagan adventistas?» Existe una posibilidad considerable de que eso ocurra si es que sus hijos estudian en una escuela adventista. Así es que estos padres son muy cuidadosos y, en mi experiencia, rara vez escogen venir a nuestras escuelas en grupos muy ^runden, lín este sentido, nuestras escuelas (y debería .iñmlii, en lii I )IvIníóii Norte­

Existen muchas razones, pero muy cerca de la principal se encuentra el hecho de que los adventistas somos únicos, y a los ojos de muchos no ad­ventistas, absolutamente extraños.

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americana), por lo general no son los centros vitales de evangelis- mo dirigidos a la comunidad que algunos se imaginan que debie­ran ser.

Debo señalar que esto no es decir que estoy de acuerdo con el viejo y trillado dicho que declara: «Las iglesias adventistas son pe­queñas y deberían serlo porque tenemos un mensaje único». Yo no creo en esto, y en lo que respecta a las congregaciones locales, ne­cesitamos aprender que nuestras peculiaridades son nuestra mejor tarjeta de presentación cuando se trata de evangelismo público y personal. Pero me apresuro a agregar que una dinámica bastamen­te diferente toma lugar en una iglesia local cuando se compara con lo que ocurre en la escuela de una congregación. En la iglesia, gene­ralmente son los padres quienes aprueban al adventismo, entonces, si los padres dan su aprobación, es posible que los niños sigan ese ca­mino. Pero en la escuela local, aun cuando los padres puede que ha­gan una investigación inicial, es el niño quien día tras día estará ex­puesto a una religión nueva y potencialmente contagiosa, y esa rea­lidad es simplemente más de lo que la mayoría de los padres no adventistas están dispuestos a experimentar. ¿La iglesia? A menudo, sí. ¿La escuela? Generalmente no.

Así es que, ¿qué se puede hacer? En mi opinión, está bien que se implemente una estrategia mercadotécnica que esté dirigida a las I H'rsonas no adventistas, pero únicamente cuando se cuente con tiem­po y dinero extra. En lugar de ello, debiéramos emplear la mayor par­lo de nuestro tiempo en promover nuestra educación a (redoble de tambores, por favor) los adventistas. Después de todo hay decenas t le miles de niños adventistas en edad escolar, mismos que deberían venir a nuestras escuelas de manera natural, que ya saben de la exis­tencia de nuestras academias y a pesar de eso no asisten a ellas.

Ellos no lo hacen por diversas razones, y en poco tiempo vamos a hablar de posibles maneras de superarlo. Pero voy a esparcir las se­millas un poco y voy a decir que, la mayoría de las veces, la educa­ción adventista y, en particular, sus beneficios no son comunicados .1 nuestros miembros con la eficacia mínima. Publicar un anuncio en algún boletín de la l Inión puede consolidar a los que ya están con- veiuidos,' pero cuando se Ir.11,i de convencer a otros de la necesidad ile obtener una edm ai ion adventista, simplemente no es suficiente

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para la mayoría de los adventistas que «no se inscriben en nues­tras escuelas». Se requiere mucho más, y hasta que los lugares de reu­nión, los contenidos y el volumen de la «educación de los padres», alias mercadotecnia, se perfeccionen, los padres adventistas prefe­rirán enviar* a sus hijos a estudiar a algún otro lugar.

¿Entonces qué? Ahora que hemos visto algunas de las causas secundarias del problema de la decadencia de la educación adven­tista, el pálido compromiso hacia las instituciones adventistas, los costos de las matrículas y la pobreza de las estrategias mercado- técnicas, pasemos a ver las causas primarias. Yo creo que los seis principales factores detrás de la decadencia de la educación adven­tista son:1. La falta de pasión que tienen los miembros que van a la iglesia

por convertirse en un adventista del séptimo día «conservador».2. Una mala comprensión de lo que constituye el discipulado bí­

blico.3. Un apoyo pastoral muy pobre hacia la educación adventista.4. Una deficiente crianza de los hijos.5. Las incursiones del posmodernismo, el secularismo y el «libera­

lismo» en el adventismo.6. Escuelas de baja calidad

Saber cómo nos metimos en este lío no será suficiente. En su lu­gar, debemos sacar a la luz razones más profundas y más centrales de por qué la educación adventista se encuentra en decadencia. So­lo entonces podremos entender qué pasos debemos dar para restau­rar la salud de nuestras escuelas. La segunda parte dará una mirada a cada una de las causas mencionadas, pero con mayor detalle.

1. Harold L. Lee, «Church Stracture in 2025», www.adventistreview.org/thisweek/millenn5.htm.2. Probablemente siempre habrá ejemplos extraordinarios de escuelas que tengan un alto por­

centaje de estudiantes no adventistas (tales como la escuela en Oreas Island en el Estado de Washington, la escuela preparatoria Olney en Maryland, etcétera). Pero en la División Norteamericana es minoría. (¿Afuera de la División Norteamericana? Esa es una histo­ria completamente diferente.)

3. Desde Kudos hasta la Universidad Andrews, la Universidad Southwestern y la Univer­sidad Southern ya le han enviado material informativo a mis hijas, las cuales en este mo­mento tienen 2 y 7 años de edad.

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Las causas primarías de la crisis actual

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Es difícil sentir emoción por lo que no se valora

«Nos hemos quedado dormidos»( Jna de las principales razones de la decadencia de la educación adven- l ¡uta, es la falta de pasión entre los miembros de iglesia de ser adventis- l.is del séptimo día «conservadores». De seguro que esta declaración luirá que más de alguna ceja se levante, por lo menos por dos moti­vos.

En primer lugar, los atentos lectores podrían querer clasificar es- I (i como una razón secundaria en vez de una causa primaria de la de- i ¡idencia de la educación, ya que dicha falta de pasión podría re-

111 Ui r de tendencias culturales más amplias (por ejemplo, el pensa­miento posmoderno y el secularismo son una parte íntegra de los ili'safios que están enfrentando nuestras escuelas). Para aquellos que i"in .111 esta perspectiva, su punto es bien recibido, y el capítulo 6 (el■ i i.il va a tratar más a detalle este mismo asunto) debería ser perci- hlilo como un compañero de equipo con este capítulo.

Un segundo lugar, la noción de que la actual falta de pasión por m i nn adventista del séptimo día «conservador» sea una causa prin-■ lp.il de la decadencia educativa puede ser problemático simplemen- le porque, para muchos adventistas, el término conservador parece .iIjm > peyorativo y ditn ilmenledoHoable como etiqueta. La palabra ha 'iltlo vinculada a corniola» lunes tan inspiradoras tales como «lega­lista •mojigato', ' desdii liado amargado.- y, el imiscondenatorio

I 11 \ — J

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de todos en nuestros días y para nuestra época, «aburrido». Agrégale a esto el hecho que la definición precisa de un adventista «conser­vador» podría ser una parte de un blanco en movimiento (de esta ma­nera lo marca la cita), y cualquier discusión acerca de un adventis­mo «conservador» pareciera desacertado en el mejor de los casos.

Pero vivamos de manera peligrosa y arriesgada por un momen­to y empecemos a enfrentar esa discusión. Más adelante voy a ha­blar más en profundidad acerca de cómo defino a dichos adventis­tas «conservadores». Pero en este momento voy a esparcir unas po­cas insinuaciones al señalar que creo que hoy en día debe existir una gran cantidad de espacio en nuestra iglesia para la discusión y el de­sacuerdo. No necesitamos ser todo§4guales. Los adventistas produ­cidos en masa generalmente son considerados como aburridos por otros, y (en sus momentos de mayor honestidad) por sí mismos. (Algunos de los peores sermones que los predicadores adventistas imparten en estos días son aquellos en los que todas las personas es­tán de acuerdo y no causan absolutamente ni un solo indicio de opo­sición, sermones muy distantes de la gran tradición de la predica­ción que causaba disturbios de Jesús, Pablo y otros [por ejemplo, Lu­cas 4:14-30; Juan 10: 22-39; Hechos 19: 23-31].) Entonces, no sugie­

ro que deberíamos apuntar a ser ad­ventistas «conservadores» de una for­ma facsimilar, tipo copia fotostática.

Pero digo que nosotros los adven­tistas, incluso aquellos que asisten a la iglesia con regularidad, de forma general hemos perdido nuestro pun­to central. El de ser «conservadores»

en el sentido de procurar mantener, cobijar y propagar nuestro único llamado y misión adventista con pasión en el mundo, se ha perdi­do de gran manera en el abandono. Hablando con franqueza, esta­mos «en la iglesia», asistimos a los servicios e incluso damos nues­tros diezmos y ofrendas, pero muy a menudo ya no sabemos quiénes somos como adventistas. Y en muchas ocasiones no nos importa.

Pero, ¿en realidad el adventismo tiene un rol único que debe de sem peñaren el mundo? No estamos segutm ,'Necesita («I advenlis mo ser tan distinto como para lenei nuh |mbliraeiones, es

Hablando con franqueza, estamos «en la Iglesia», asistimos a los servicios e incluso damos nuestros diezmos y ofrendas, pero muy a menudo ya no sabemos quiénes somos como adven­tistas. Y en muchas ocasiones no nos importa.

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cuelas, etcétera? De nuevo, no podemos decir nada al respecto. Ade­más, ya no leemos mucho a Elena G. de White, y presagiando algo todavía peor, las encuestas nos han dicho en repetidas ocasiones que la mayoría de nosotros no lee la Biblia, o por lo menos no de forma seria que, junto con la oración, brinde a nuestras empolvadas al­mas reavivamiento y revolución.

Incluso «los monumentos» de nuestra fe adventista, las creen­cias con relación al sábado, el estado de los muertos, el santuario, la cercanía de la venida de Cristo, se han vuelto cada vez más va­gos e irrelevantes para muchos miembros de nuestra División Nor­teamericana. No es que seamos particularmente hostiles a estas cre­encias exclusivas (aunque en realidad ocasionalmente se levantan discusiones emocionales en torno a ellas), sino que muy a menudo simplemente hemos dejado de preocuparnos por ellas, hemos deja­do de discutirlas y estudiarlas. Como recientemente lo dijo uno de mis ex profesores de teología: «Nos hemos quedado dormidos».

¿Cómo sucedió esto?' 'in duda, las causas de que estemos sedados en lo espiritual se re­montan a décadas atrás y podría requerir bastante tinta para acla- i.irlas (y una vez más, el capítulo 6 va a explorar esto con mayor profundidad). Pero con el fin de ser breve, esbocemos algunas rá- I 'idas conclusiones que pueden ser esperanzadoramente útiles.

U na de las razones primarias para nuestra falta de pasión por el Adventismo es indudablemente nuestra reacción violenta ante el le- isilismo (ya sea real o imaginario) de las décadas 1940,1950 y 1960.I ’i m ejemplo, los jóvenes que sentían que se les daba un golpe en la ' al teza con el sábado o con Elena G. de White, crecían, se iban del 11» i)',a r, y sí, a menudo tendían a no tomar en serio el sábado y los es- ' cItos de Elena G. de White.

Ivea lerdo con mucha claridad (y no con poca emoción) haber es- ' in hado a un profesor en uno de nuestros colegios estatales contar i |i ie él y sus compañeros habían sido maltratados por los profesores de su ai adetnia. Como consecuencia, este profesor (y otros) resolvieron • nli Hit es librar a sus alumnos de un destino similar si alguna vez en­filaban en las escuelas tulvenlislas. ¿Cuál era su plan para implemen-

liii lal Instrucción ■■se^um-i’ No hablar acerca tic los aspectos únicos

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del adventismo. No, no critiquemos ni calumniemos a nuestra iglesia, pero tampoco pensemos demasiado en su única misión. Y a través de la confesión de este profesor, esto es exactamente lo que él y muchos de sus colegas han hecho a lo largo y ancho de toda la División.

De manera interesante, el estudio ValueGenesis1 tal vez de mane­ra no intencional añadió combustible a este «código del silencio» cuando reveló la falta de orientación sobre la gracia que sufre nues­tra juventud. Esto envió pastores y profesores a través de toda la Di­visión Norteamericana para descifrar la forma de descubrir y ayudar a otros a descubrir la gracia de Cristo Jesús. ¡Alabado sea el Señor! Sin embargo, el énfasis renovado y muy necesario acerca de la gra­cia (por lo menos para algunos adventistas) pareció brindar todavía más crédito a la supresión de la originalidad de los adventistas, una originalidad que muchos han percibido opuesta a la gracia.

Los resultados de este tipo de instrucción de aula de clase, los cua­les ni difaman ni hablan ampliamente del adventismo, son variados y abundantes entre nosotros. Las buenas noticias son que hoy, en par­te gracias a tales profesores y pastores, el legalismo en la Iglesia Ad­ventista del Séptimo Día es realmente difícil de pasar (a pesar de al­gunas personas rurales reticentes). Una vez más, ¡alabado sea el Se­ñor! Pero el inconveniente es que muy a menudo hemos reemplaza­do el legalismo con ignorancia, apatía y caprichos de la única misión primordial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

Tal vez debimos haber esperado tal cambio. Cuando estamos heri­dos por algo en lo espiritual, tendemos a cambiar bruscamente hacia la otra dirección cuando las enmiendas estaban equivocadas. Mientras descubrimos la gracia de Dios por primera vez o la redescubrimos, a menudo ponemos mucha distancia entre nosotros y cualquier percep­ción de un vestigio de legalismo. Además de esto, otras iglesias no ad ventistas que por muchos años se han enfocado en la gracia de Crislo pueden volverse muy atractivas, lo cual puede tener algunos bene­ficios que aprendemos de sus perspectivas. Anhelamos con muchas ansias la gracia y el compañerismo de otros que sienten lo mismo.

La necesidad de tener ambas caras de la monedaPero si no somos sabios, esla tendencia pued e emú lucir (y creo que ya lo ha hecho) a algo igual de dnfliuo <|mi .1 ley,,diurno, y eso es el

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libertinaje, haciendo lo nuestro ya que (así como expresa el antiguo dicho) estamos «bajo la gracia, no bajo la ley».

Hace 50 años, tales sentimientos hubiesen sido inimaginables, pero hoy en día son algo muy frecuente en la Iglesia Adventista. Por ejemplo, he visto a algunos de mis amigos pastores reflejar des­tellos de este pensamiento cuando señalan que «________________(inserta el nombre de alguna iglesia prominente que se reúne los domingos) no guardan el sábado, y todaví'af así ¡mira cuánto los ha bendecido el Señor!» La conclusión obvia es que si tales omisiones son suficientes para ellos, deberían ser suficientes para nosotros.

La verdad liberadora (y parte del mensaje único que adventis­mo debe llevar al mundo) es que la gracia y la ley son dos caras del.i misma moneda. Tener la ley sin la gracia es estar condenados a la i lesesperación y el desánimo. Pero tener gracia sin ley es estar per-< I idos, eso significa no tener rumbo, no saber a dónde vamos o en qué dirección está Dios. Somos salvos para que podamos servir (Efe- si os 2: 10), y ese servicio será llevado a cabo inevitablemente de <u t lerdo con las leyes que Dios ha establecido para nuestro gozo y di"„irrollo. Cuando uno ha sido salvado por gracia, libre y plena- i m nte, la ley de Dios se transforma en un dulce para el alma, un re- i . ili) sagrado que ayuda a explicar la manera en que la vida funcio­na mejor. ¡No es de extrañar que David repetidamente dedicara sal­ín* ''.enteros a alabar a la ley de Dios! Y solo aquellos que se vuelven..... i|«lelamente reverentes y que persiguen apasionadamente tantolii i'i .u í.i como la ley de Dios son capaces de encontrar el cumplimien- i" < li• l.i verdad, a Cristo Jesús en esta vida y la venidera.

IWo si se carece de ese maduro balance, cualquier adventista que ¡Atante obtener una refrescante perspectiva del poder y la pasión fiel mi i\ ¡miento adventista como Dios quiere que sea, de seguro de- ' " i i I r. .itirmaciones de «singularidad» continuarán perdiéndo­te i ni ir perspectivas populares pobremente construidas acerca de l'i i;i.i' i.i" A menos de que intencionalmente intervengamos en la ImU M ui u lr.imericana para resolver este problema, esto es, a menos t)»< '|ur piulamos educar a nuestros miembros para que abriguen de

A iitm i \ i on vi).’,oí la única misión principal de la Iglesia Adventis-11 Bi1 (■, 1111 riiH in viendo una firme corriente de adventistas que carecen

WU piislún hmiéi lo que I )los Ion lia Humado a ser. En esta División,

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la iglesia seguirá marchitándose y nuestro trabajo será cada vez más lento e infructuoso.

Y a menos que lo olvidemos, el asalto letal que ya está en pro­ceso en la educación adventista también continuará. Porque cuan­do somos turbios y no tenemos interés en la singularidad del adven­tismo, tenemos menos intención de enviar a nuestros hijos a escue­las adventistas.

(Y nota cuidadosamente: Con todo respeto sostengo que esta fal­ta de claridad lleva consigo un giro cuando alguien que es turbio, es también profesor o administrador en una escuela adventista. Voy a dirigirme a este punto con más detalle en el capítulo 7. Pero por ahora, es suficiente con decir que si existiera una situación en la cual tuviéramos, por un lado, los padres que no captan la misión sin­gular del adventismo, y por el otro lado, el personal docente y de ofi­cina que no entiende esa misión, las posibilidades para que nuestros estudiantes se gradúen como adventistas apasionados, llenos del Es­píritu Santo y comprometidos a largo plazo se reducen seriamente.)

Esta es una crisis genuina en nuestra División, tal vez la mayor de todas las que enfrentamos en la actualidad. Aunque ciertamente aún existen adventistas apasionados y «conservadores» entre noso­tros, son una variedad cada vez más extraña (y a menudo silencio­sa). Si esta tendencia continúa, la crisis de identidad del adventis­mo en la División Norteamericana crecerá. Así como lo señala co­rrectamente Reinder Bruinsma: «El mayor de todos los desafíos de las instituciones educativas de la iglesia alrededor del mundo, es mantener una clara identidad adventista en lo que se está enseñan­do y en la vida diaria en los campus».2 Tenemos que redescubrir quiénes somos y por qué estamos aquí, o sino nuestras escuelas des­fallecerán.

1. Se trata de una investigación sobre la fe y los valores en cuanto a ella y los valores de los jó­venes adventistas del séptimo día que asisten a la preparatoria en Norteamérica en las tres áreas de la familia, la escuela y la iglesia. El primer estudio se llevó a cabo en 1990, y uno más abarcante se desarrolló en el año 2000. También se han desarrollado estudios relacio­nados y conocidos como «Valuegenesis» en otros países. Nota del editor.

2. Reinder Bruinsma, «The quest for integrity: Facing the key challenge of poslmodernism», /ouninl o f Adventist education 69, no. 1 (October/November 2006), p. 1H.

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La importancia de tocar en la puerta correcta

Q¡UE SE ANUNCIE fuerte y claro: Muchas de las causas prima­rias de la decadencia de las escuelas adventistas, no recaen en las instituciones mismas. En lugar de ello residen en la iglesia

local. Y aquellos factores tienen mucho que ver con la práctica de lo que comúnmente llamamos «discipulado».

Ahora bien, este libro no habla acerca de las complejidades de ha­cer discípulos para Cristo. Tenemos otras obras disponibles con ese propósito.1 Pero brevemente voy a resumir algunos elementos del discipulado, ya que son cruciales para el entendimiento de la crisis de la educación adventista. Quédate conmigo en este punto, porque aunque momentáneamente podría parecer que estamos muy lejos del tema, pienso que al final vas a ver con mucha claridad que no es así.

La singular misión adventistaSi preguntaras a diez adventistas promedio cuál es la misión primor­dial2 exclusiva de la Iglesia Adventista, ¿qué crees que te dirían? Mi experiencia es que, ¡por lo menos darían once diferentes respuestas! Cuando he hecho esta pregunta a diversos grupos alrededor de lodo EUA, las respuestas para empezar son bastante generales: «Ser­vir a I )ios», «adorar .11 )ios>>, «servir a otros», «hacer discípulos», etcé­tera. Pero luego ru’flalo que seguramente otras iglesias cristianas tam­bién lienen lodo t>>(o 11 Milu ’ni misión primordial. Rntonces insisto,

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«¿cuál es la misión principal exclusiva de la Iglesia Adventista?» Ylo que a menudo continúa es... un silencio prolongado (y no importa si el grupo se conforma de laicos, pastores o administradores). Y con el interés de ser completamente abierto, ¡debo reconocer que duran­te mucho tiempo yo hubiese respondido con ese mismo silencio!

Pero la ignorancia es un excelente motivador y después de mu­cha oración, estudio y dolor, hoy pienso que tengo una idea razo­nable de lo que es nuestra misión principal exclusiva. Va algo así (y permíteme decir rápidamente que lo que sigue es definitivamen­te la versión de Selecciones del Reader's Digest, uno podría escribir resmas en este tópico).

Mi forma favorita de resumir nuestra misión primordial exclu­siva es decir qué es: «Hacer seguidores de Cristo completamente de­votos, que ayuden a otros a resistir bíblicamente el engaño final».

Desenvolvamos esto. Primero, los lectores cuidadosos notarán que la declaración combina la gran comisión de Mateo 28: 18-20 y el mensaje de los tres ángeles en Apocalipsis 14: 6-12. Cambiemos el orden de lo anterior y empecemos con el mensaje de los tres ángeles. Podrían (y deberían) escribirse libros enteros basados en sus mensa­

jes. Pero unas pocas observaciones se­rán suficientes para nuestra discusión en este momento.

Los adventistas siempre han teni­do un interés especial en Apocalipsis 14: 6-12, dado que el mensaje de los tres ángeles es la parte medular de lo

que nos da nuestra exclusiva y principal misión adventista. En los tres ángeles vemos que Dios no solo nos ha llamado a hacer discí­pulos, sino hacerlo en el contexto específico de un mundo que rápi­damente se está aproximando a su final (versículo 7: «Porque ha llega­do la hora de su juicio [final]») y un mundo caracterizado por la de­cepción mucho que por la verdad (ver el versículo 8 acerca de Ba­bilonia y el 9 concerniente a la marca de la bestia, etcétera). El Señor llama al adventismo a revelar la verdadera naturaleza de los enga­ños de Babilonia3 acerca de Cristo, de modo que la gente pueda ver claramente su amor y su estilo de vida. (De hecho, esto es el pro­pósito central de predicar doctrinas como el enliulo de los muertos,

Los adventistas siempre han tenido un interés especial en Apocalipsis 14: 6-12, dado que el mensaje de los tres ángeles es la parte medular de lo que nos da nuestra exclusiva y prin­cipal misión adventista.

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el sábado, el santuario, etcétera, para aclarar este paquete multifa- cético de «engaño final» para que la humanidad pueda encontrar a Cristo.)

No puedo enfatizarlo lo suficiente: Este esquema mental apoca­líptico es una de las características más determinantes e importantes que posee el adventismo. Nosotros creemos que Jesús viene pronto. ¡Esa es una de las razones por la que nos llamamos «adventistas»!Y consecuentemente, todo lo que hacemos^debemos llevarlo a cabo teniendo esa configuración mental, no como personas que están fre­néticas o asustadas por la inminencia del tiempo del fin, sino más bien como gente que está ansiosa por ver la aparición de su amigo, señor y maestro, Cristo Jesús. Este es el corazón y el alma del men­saje de los tres ángeles.

Ahora, avanzando rápidamente, ¿qué hay de la primera parte de nuestra misión primordial exclusiva involucrando la gran comi­sión? En Mateo 28, Jesús, en la declaración más autoritaria que al­guna vez hizo mientras estuvo en esta tierra (ver el versículo 18), or­dena que cada cristiano acerca del trabajo de hacer discípulos de Cristo, los cuales Jesús describe que se les debe enseñar «todo lo que les he mandado a ustedes» (versículo 20). Ellos son discípulos ma­duros, que conocen y buscan vivir en plenitud lo que la Biblia les ordena ser y hacer (ver también Efesios 4: 13-15). Y nota cuidado­samente que: Si una iglesia de cualquier lista, Bautista, Metodista, Católica o Adventista, no se concentra en la tarea de hacer discípu­los de Cristo genuinos y maduros, entonces, sin importar el nom­bre de dicha iglesia, no es una iglesia cristiana.

Además, la magnitud de este llamado de hacer discípulos úni­camente se intensifica cuando nos damos cuenta de que hacer segui­dores de Cristo que sean genuinos y maduros no es ni fácil ni acci­dental. En lugar de eso es un proceso intencional a través del cual nos convertimos en mentores de los nuevos creyentes para que, a su vez, ellos se transformen en multiplicadores de discípulos, donde un «Juan Cervecero» se convierte literalmente en un «Juan Misio­nero» un miembro que tarde o temprano ayuda a traer a otros al rei­no de Dios. (Cuando miramos las bancas de nuestra iglesia y ve­mos que hay muy pocos «Juan Misioneros», empezamos a darnos cuenta curtn dilii il ne Int vuelto discipular a nuestros miembros.)

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¿Todavía sigues conmigo? Muy pronto vamos a cercar a la edu­cación adventista, así que sigamos adelante.

Del alcohol a las misionesParte de esta transformación de cambiar el alcohol por las misio­nes para «Juan» ocurre de formas en las que como iglesia somos ex­pertos, como a través de la conveniencia de la información del dis­cipulado en una clase de Escuela Sabática. Pero la mayor parte del discipulado, la parte mentora, puede ocurrir solamente de perso­na a persona o en grupos pequeños donde los creyentes más expe­rimentados modelan disciplinas específicas, prácticas y hábitos pa­ra los menos experimentados. Obviamente, este proceso de hacer discípulos dura toda una vida, pero los fundamentos requieren unos tres o cuatro años de interacción intencional entre el «estudiante» y el «maestro» (muy semejante a lo que hizo Jesús en sus tres años y me­dio en este mundo).

Al terminar ese período de tres o cuatro años, la persona instrui­da y modelada para ser un discípulo necesita también «recibir el manto», eso significa, haberle dado públicamente el manto del ser­vicio, indicando a la iglesia reunida que el discípulo ha alcanzado un nivel de madurez en Cristo y que ya está listo para discipular a otros, tanto dentro como fuera de la comunidad de la fe con pleno vigor y pasión. Este proceso de recibir el manto es cronológicamen­te corto, pero tiene un significado muy largo, y a menudo hace o fractura la efectividad del discípulo en el ministerio. (En caso de que te estés preguntando, Jesús entregó el manto a sus discípulos en por lo menos dos ocasiones, primero en Mateo 10 y después en una segunda ocasión en el Pentecostés en Hechos 2.)

Así es que ahora hemos llegado a una de las variadas verdades fundamentales del discipulado: El proceso de convertirse en men­tores o modeladores y que cubran con un manto a sus discípulos es una parte del cumplimiento del llamado de Jesús a hacer discípu­los. Y sin este proceso de discipulado, la mayoría de los adventis­tas se atrofia en su crecimiento, ya sea que deje la iglesia (una falta de discipulado intencional es una las causas principales de que la puerta de atrás de nuestras iglesias quede abierta) o se queden y se transformen en personas que lo único que litigan fien rnlenlnr la ban­

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ca, es difícil saber qué salida es más dañina para la causa de Cristo.Ya casi llegamos. ¡Sigue leyendo!

Una pasión dobleEntonces, ¿qué quiere decir esto en relación con nuestra misión prin­cipal de «hacer seguidores de Cristo totalmente devotos que ayu­den a otros a resistir bíblicamente al engaño final»? Simplemente esto: Creo que en la actualidad las iglesia^ adventistas generalmen­te se equivocan en una de dos cosas cuando se trata de cumplir con nuestra misión primordial exclusiva. Rara vez, o nunca, llevamos a cabo la parte de los tres ángeles de nuestra misión ni revelamos los engaños de Babilonia (en cuyo caso podríamos deshacernos tam­bién de nuestros valores y unirnos a otra denominación que guar­de el sábado); o nos concentramos en la parte apocalíptica de nues­tro llamado a expensas de nuestro llamado de hacer discípulos, ca­si como si nuestro mensaje profético nos exentara de hacer que la gente se convierta en discípulos genuinos y maduros. (Me apresuro a agregar que el adventismo difícilmente está solo en su carencia de discipulado. Casi todas las demás denominaciones sobre la faz de la tierra enfrentan grandes desafíos en esta área. Una falta de for­mación de un discipulado cristiano genuino va a ser uno de los pri­meros factores en el establecimiento de cosas tales como la marca de la bestia, una institución con una capa de barniz de cristiandad, pe­ro desprovista de su realidad y de un discipulado genuino.)

Por supuesto, ¡la verdad es que los adventistas deberían ser apa­sionados de hacer ambas cosas! Debiéramos proclamar fervientemen­te el mensaje de los tres ángeles, quitar las capas de decepción de los ojos de la gente y al mismo tiempo hacer discípulos para Cristo que sean genuinos y maduros. Somos llamados a conocer y dar a cono­cer a Cristo, para preparar el mundo para su segunda venida a tra­vés de la obediencia a la gran comisión y la proclamación del men­saje de los tres ángeles. Ese es nuestro principal llamado y cualquier cosa inferior representa una salida suicida de nuestra razón de ser.

IQué bien, lo logramos!Y ahora, por lo menoN podemos preguntar: ¿Qué tiene que ver to- 11<i eslii eliiirlii .m u ,i de Li misión adventista y el discipulado con la

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decadencia de la educación adventista? Únicamente esto: Existe una correlación directa entre el énfasis que se encuentra en el discipulado adventista en la iglesia local y el nivel de apoyo mostrado para el discipulado, que es la educación adventista.

Enfrentémoslo: La iglesia local, no la escuela, da el primer corte a la mayoría de los jóvenes adventistas y sus padres. La iglesia lo­cal, no la escuela, tiene la primera oportunidad para educar a los creyentes nuevos y antiguos en lo que se espera que sean en Cristo Jesús. Cuando lo iglesia local dice, ya sea por palabra o hecho, «el bautismo, la aceptación mental de algunas doctrinas clave y asis­tencia a los servicios de la iglesia son suficientes; si tú haces estas cosas, vas a ser un miembro en una buena y regular posición», ¡no es de sorprender que los padres no estén dispuestos a ponerse la so­ga al cuello por miles de dólares para que unos profesores adventis­tas desempeñen una función aparentemente innecesaria en la dis­ciplina de sus hijos!

Aún más, cuando una congregación adventista no tiene un pro­ceso tangible para hacer discípulos y no brinda alguna indicación concreta de que el bautismo es únicamente el inicio y no el final, to­do el proceso de crecimiento espiritual es abaratado, incluso la pre­paración requerida para ser bautizado. Con toda seguridad los pa­dres adventistas quieren que sus hijos sean bautizados. Pero una vez más, si todo lo que significa el bautismo en la Iglesia Adventista es que ahora tú crees unas cuantas cosas particulares, asistir al templo cada semana, comer comida rica en fibras en el potluck, la urgencia de los padres por pagarle a alguien para que les ayude a alcanzar ese fin se torna sensatamente disminuida.

Trágicamente, el problema va todavía más allá. Cuando la natu­raleza del discipulado adventista genuino, es decir, un discipulado que apasionadamente transmite la única y primordial misión adven­tista, así como valores y conceptos, es malinterpretado, permite for­mas de discipulado para asumir de manera natural.

Verás, las malas noticias son que hacer discípulos, adventistas o no, ocurre con nuestros hijos nos guste o no. Todos los días, la gen­te con la que nuestros hijos entran en contacto los instruyen. Podría ser para bien o para mal, pero el hecho de que alguien los alecciona es irrefutable. Aquellos a quienes nuestro» hljon .idmii.m d.iivin forma

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a su destino. Si es que de manera intencional permitimos a una auto­ridad no cristiana, como un profesor de una escuela preparatoria no cristiana, asumir un papel disciplinario en la vida de nuestros jóvenes, ellos rápidamente van a aprender que Cristo es opcional al momento de tomar decisiones vitales. Incluso si es que ese pro­fesor de preparatoria es cristiano pero, por ejemplo, no guarda el sábado, prácticamente les gritamos a nuestros hijos que el sábado no es otra cosa que una preferencia persoñal. El costo de una dis­ciplina impropia para nuestros hijos es potencialmente eterno.

(Por favor date cuenta de que esto no quiere decir que no pode­mos aprender de los no adventistas. Si ese fuera el caso, el adven­tismo estaría condenado a una endogamia intelectual y el subse­cuente estancamiento, y detesto cuando eso ocurre. Pero el apren­dizaje que los niños más pequeños obtienen de los no adventistas es una proposición muy, pero muy arriesgada, debido a lo que yo es­pero que sean razones obvias. Recuerdo que una vez una familia se me acercó durante un campamento después de que había terminado de presentar el sermón del sábado en la mañana sobre la importan­cia de mezclarnos con no adventistas y no cristianos. Estaban muy emocionados, e inmediatamente preguntaron si yo pensaba que era buena idea transferir a sus hijos a una escuela pública para que fue­ran la «sal» y la «luz» de ese lugar. Quedaron visiblemente sorpren­didos cuando yo sugerí que, a menos que sus hijos fueran excesiva­mente maduros en su fe para su edad, era casi seguro que era una mala idea. Pero esa es la realidad. Nuestros niños, en sus años forma- tivos,4 necesitan modelos adventis­tas, mentores, que expresen con su vida lo que significa ser un discípulo adventista del séptimo día gozoso y fiel de Cristo Jesús).

Por supuesto, la maravillosa ver­il ad acerca de la educación adventista es que cuando se hace de for­ma correcta, es un discipulado cristiano adventista genuino. Es el en- trenamiento de nuestros hijos de cualquier edad para que sigan a C i isto, para que se relacionen con él, para que conozcan su creación, para que sean sir. a jenies de vida en todas las áreas de la sociedad (después hablaie niiVi aeeiva de esto), para que sean fieles adventistas

La maravillosa verdad acerca de la educación adventista es que cuan­do se hace de forma correcta, es un discipulado cristiano adventista ge­nuino.

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del séptimo día que preparen a otros a permanecer firmes en la crisis final antes del regreso de Cristo. Cuando los padres reconocen la im­portancia de esta tarea de hacer discípulos, cuando se dan cuenta que para ser un discípulo adventista del séptimo día para Jesús, sus hi­jos van a necesitar de otros adventistas del séptimo día que sean ma­duros para que los aconsejen, guíen y orienten en Cristo, que les mo­delen todos los días la fe de Jesús y que empiecen a cubrirlos con un manto para su servicio, entonces, aquellos padres estarán dispues­tos a soportar cualquier costo razonable para ver que profesores ad­ventistas del séptimo día instruyan a sus hijos durante siete y ocho horas al día, cinco días a las semana.

Pero la carencia de tal entendimiento de la misión de los adven­tistas del séptimo día, el discipulado y el nivel de orientación que se requieren, el apoyo para la educación adventista decae de for­ma muy asombrosa, y la culpa recae en primer lugar en la puerta de la iglesia local, no en la escuela. Tú podrías decir: «Pero, ¿qué hay de las escuelas que no toman con la seriedad que se merece ese llamado de hacer genuinos discípulos cristianos y adventistas del séptimo día?» Excelente pregunta, y vamos a llegar a ese punto. Pero prime­ro prosigamos con algunas otras preocupaciones.

1. Philip Sarnaan, Christ W ay o fM akin g Disciples (Hagerstown, Md.: Review and Herald, 1999), es un li­bro excelente para este tema.

2. Cada iglesia tiene más de una misión. No sugiero aquí que lo que sigue constituye la única y exclusiva misión del adventismo en el mundo, sino que organiza su misión primordial (en primer lugar, de la ma­yor importancia).

3. Muy a menudo definimos de forma muy estricta la identidad de Babilonia. Creo que cualquier grupo de personas u organización que enseña a otros (1) que debemos buscar nuestro camino hacia el amor de Dios o (2) que debemos reemplazar la ley de Dios con algo que nosotros creamos es Babilonia, ya sean católicos, protestantes, paganos o adventistas del séptimo día.

4. «Los años de formación» obviamente implican cosas diferentes para personas diferentes. Desde una perspectiva de hacer discípulos para Cristo, creo que eso significa que nuestros hijos deberían asistir a es­cuelas adventistas al menos a la preparatoria. Y de una perspectiva de matrimonio, estudiar en una ins­titución adventista para recibir la educación durante los años de la enseñanza superior pareciera algo totalmente lógico.

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El pastor y la Increíble escuela decadente

A PESAR DE QUE A LA MAYORÍA de los ojos el valor de los ministros ha descendido poco a poco de categoría, los pasto­res adventistas todavía tienen una tremenda influencia en nues­

tra denominación. Podría ser que nuestros hermanos y hermanas de la División tomaran esta o aquella decisión en cuanto a qué dirección debiera seguir nuestra iglesia. Pero ellos también reconocen que las verdaderas batallas se ganan o se pierden a nivel de la congregación local, para bien o para mal, el pastor generalmente pasa o por lo me­nos tiene una influencia muy considerable, su vida cotidiana.

Como consecuencia, los ministros que son fieles y competentes pueden ser fuerzas enormes para el bien. Y por el contrario, aque- I los que son malos e incompetentes pueden causar estragos. Esto es particularmente cierto cuando se trata del apoyo pastoral a la edu­cación adventista. Hace algunas décadas se daba por hecho que los pastores apoyarían incondicionalmente a nuestras escuelas. Y fran­ca mente, hace algunas décadas, ¡eso era mucho más fácil de llevar .1 cabo! Como lo señalé antes, los adventistas enviaban a sus hijos a nuestras escuelas como un asunto natural. El trabajo del pastor era muy simple: Señalar el camino a la escuela, y con menos excepcio­nes que en la aelimlidad, los miembros inscribirían a sus hijos. Pero con el paso de Ion tiflón las cosas han cambiado de forma drástica y de muchas intuirían ( 'oimlderemoH algunas de* ellas.

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Aunque te parezca difícil de creer, él adventismo es una de las me­jores organizaciones en el mundo en la ganancia de personas incré­dulas para Cristo. (Russell Burrill, ex profesor del Seminario Teo­lógico Adventista del Séptimo Día en Berrien Springs, Michigan, ha sugerido que el único grupo que nos lleva la delantera son las iglesias que no tienen denominación). ¡Alabado sea el Señor! Sin em­bargo, una cosa en la que hemos fallado es en considerar que el éxi­to en lo demográfico ha significado un número cada vez más gran­de de adultos convertidos que entran en las filas del ministerio que nunca han asistido a escuelas adventistas u otras escuelas cristia­nas. «Y aún así, dicen algunos pastores, Dios me libró, ¡y hoy toda­vía soy un ministro!» Por lo tanto, razonan, ¿por qué apoyar a la edu­cación adventista cuando aparentemente no es necesaria? (Vivida­mente recuerdo a uno de mis colegas en el ministerio que encaja en esta definición, quien celebró cuando por fin la escuela que su igle­sia apoyaba, murió por falta de inscripciones. Él no ha ocultado su desprecio por la educación adventista, y se regocijó abiertamente cuan­do la escuela cerró, dejando dinero para otras tareas «más impor­tantes».)

De nuevo alabamos a Dios por traer nuevas personas a nuestra iglesia. Pero por el simple hecho de que el Señor permitiera que al­guien que nunca asistió a una de nuestras escuelas se convirtiera en un ministro, ¡no quiere decir que la educación adventista no sea re­levante para convertirse en un cristiano adventista del séptimo día! Sin embargo, tengo la impresión de que esta es precisamente la ac­titud ingenua de una gran cantidad de ministros adventistas, y eso acaba con nuestras escuelas.

Hablar en contra de la educación adventista, porque un número comparativamente pequeño de personas se convirtió en líderes de­dicados al adventismo, sin haber recibido sus beneficios, es simi­lar a instar a los soldados a ir a la guerra sin usar ninguna protección, solamente porque algunos nunca son heridos, aun después de mu­chas misiones en el cumplimiento del deber. ¡Eso es una tontería! El hecho es que la educación pública en el territorio de la División Norteamericana no puede intencionalmente discipular a nuestros hijos en Cristo y en el adventismo, no por olrn r.r/ón niño porque es ilegal para ella hacerlo. Y si es que un pnMor, o t unlquler olro, su

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gieren que confiemos nuestros hijos a tales instituciones educativas, en lugar de las escuelas adventistas, ¡entonces están en completa in­genuidad y en la peor incompetencia en esta área crucial del disci­pulado!

Ahora, si es que parezco demasiado duro en este aspecto, déjame recordarte lo que indiqué antes. Los profesores no adventistas influ­yen invariablemente, en mayor o menor grado, sobre nuestros hijos para que acepten las formas de vida no adventistas, incluso cuando esos maestros no dicen abiertamente ni una sola palabra al respec­to. Sus mismas vidas gritan a nuestros niños que, siendo profeso­res, deben ser escuchados y cuya forma de vivir debe ser imitada.Y esos mismos profesores, sin importar su sinceridad o su bondad, es casi seguro que no guardan el sábado, son con frecuencia moral­mente relativistas (esto quiere decir que no creen en la existencia de una verdad objetiva), y muy a menudo no se preparan ni ayudan a otros a disponerse para la segunda venida de Cristo. Los niños que pasan así a través de la educación pública y se mantienen o llegan a ser adventistas apasionados son la excepción, no la regla. Y Dios prohí­be que nuestros pastores minimicen la educación adventista al creer0 propagar ideas contrarias.

Una segunda forma en la que los pastores muestran falta de apo­yo a la educación adventista nuevamente tiene que ver con el disci­pulado. No voy a repetir lo que ya he mencionado antes sobre la in­tención y el esfuerzo que se requiere para hacer discípulos genuinos adventistas del séptimo día para Cristo. Pero es suficiente con decir que si un pastor es, ya sea ignorante o incompetente en el área del discipulado, es casi seguro que él o ella no abogará a favor de la edu-1 ación adventista, por las mismas razones previamente mencionadas i|ue los padres tampoco lo hacen.

La olla de presión de los pastoresUna tercera manera en la que los pastores fallan en que aprobar la educación adventista es quizá más compleja que las dos preceden- leu, pero igualmente dañina. Tiene que ver con el hecho de que en la actualidad muchos ministros adventistas enfrentan presiones increí­bles para producir «resullados». Y se espera que esos resultados sean variados.

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Por ejemplo, en las iglesias que no toman seriamente el discipu­lado personal, muchos miembros creen que el trabajo principal de los pastores es servirles mediante las visitas pastorales, la conseje­ría y el cuidado en general. Ignoran el hecho de que estas son funcio­nes cristianas en vez de funciones pastorales (las iglesias adventis­tas no tenían ministros locales en números considerables hasta 1920 y 1930), dicho clamor de los miembros ineficaces para que sus mi­nistros produzcan los resultados de... atención a sus necesidades per­sonales. Muchos (tal vez la mayoría) de nuestros pastores se rinden ante tales individuos y buscan complacerlos, mientras que eso per­mita «mantener la paz» en la familia.

Al mismo tiempo, las Asociaciones o Misiones locales a menudo tienen una cantidad adicional de expectativas de resultados de par­te del pastor. Esto podría incluir aumento en los diezmos, ganancia de almas, promociones de proyectos especiales de la Asociación o Mi­sión, o en cualquier número de otras metas. Además de todo esto, hoy existe una palpable presión del movimiento de las grandes iglesias de tener, una iglesia más grande. Los que no son pastores podrían burlarse de esto (del mismo modo que algunos pastores), pero la

______ presión es real y al parecer ocurre sin, . , , , . . . . que importe el tamaño o la ubicación

Muchos miembros de la iglesia quie- ,ren un pastor que los consienta, les de la congregación del pastor. Aunque predique, los atienda y los cuide. que Willow Creek y otras iglesias de

--------------- — — --------------- alto perfil han tenido algunos efectospositivos en la cristiandad, una de las

consecuencias que tal vez no ha sido intencional, pero así muy real, ha sido la suposición de que si «ellos pueden hacerlo, ¡todos los pas­tores locales también pueden y deben hacerlo!» Así que el pastor lo intenta... y, debido a una gran cantidad de razones, por lo general fracasa.

A menos que se los trate apropiadamente, las consecuencias de tener tantas y variadas exigencias sobre el pastor podrían ser verti­ginosas. Muchos miembros de la iglesia quieren un pastor que los consienta, les predique, los atienda y los cuide. Muchas Asociacio­nes o Misiones buscan pastores que aumenten la cantidad de diez­mos, miembros de iglesia y apoyen los proyedoH especiales. En ge­neral, quisieran a un pastor que forme mcp.a l lenian, o por lo me

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nos congregaciones que crezcan radical y visiblemente en cuanto a la asistencia. ¿Qué debería hacer un pastor? ¿Qué tal renunciar a su cargo?

Archibald Hart, experto en adrenalina y estrés, reconocido alre­dedor de todo EUA, señala que la carrera pastoral promedio dura solamente de siete a diez años. Son pocos los pastores que perma­necen como tales durante toda su vida (he escuchado cosas muy pa­recidas acerca de los profesores). Pero muchos de los que no renun­cian llegan a ver a la educación adventista como otra carga que ab­sorbe gran cantidad de energía, y mucho dinero necesario, de su igle­sia. Si la escuela está acorralada y lucha, la impresión solo se intensi­fica. El pastor se pregunta: ¿Por qué necesito apoyar todavía otra or­ganización que está decayendo cuando pareciera que no hago lo que se espera de mí en lo que personalmente estoy involucrado?1 Agre­ga a esto el hecho que las Asociaciones o Misiones rara vez se toman la molestia de indagar acerca de la conducta de un pastor con rela­ción a la escuela local, y podemos empezar a ver, por ejemplo, por qué tantas escuelas primarias cierran sus puertas.

Si es que queremos revertir la tendencia de la decadencia de la educación adventista, entonces los corazones y las mentes de mu­chos de nuestros pastores adventistas necesitarán hacer algunos cam­bios. Hablaré más acerca de este tema en el capítulo 19.

1. Irónicamente, hay sólida evidencia para indicar que cuando los pastores y sus iglesias se comprometen a apoyar a la educación adventista, aquellas iglesias obtienen beneficios tangibles. Un estudio de cinco años en la Asociación de Michigan reveló que todas las iglesias que no eran parte constitutiva de una es­cuela de iglesia experimentaron, en promedio, una disminución tanto en los diezmos como en la mem- bresía cada año del estudio. Pero aquellas iglesias que eran parte constituyente de una escuela de iglesia experimentaron, en promedio, un incremento en la cantidad de diezmos y membresía cada año del es­tudio. ¡Qué trágico que algunos pastores repriman el elemento que los puede ayudar a alcanzar sus me­tas y las de sus iglesias! Para más información, lee «Gathering Greatness», A dventist R eview , 27 de julio de 2006.

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La deficiente crianza de los hijos

A Y! AHORA HE PASADO de la predicación a la intromisión, ¿no es así? Y de esta forma, me temo que será necesario que me disculpe por adelantado por este capítulo, ya que tiene el

potencial de restregar a alguno de ustedes de manera equivocado. I o siento por eso, y digo en serio cuando menciono que no estoy in­tentando insultar a alguien con lo que sigue. Pero también quiero ron toda sinceridad ser de ayuda para nuestro sistema educativo, y para hacer eso, tenemos que lidiar con las tendencias negativas con toda transparencia para que podamos encontrar soluciones apropia­bas que funcionen.

Así es que déjame ponerlo de esta manera: Creo que la deficiente crianza de los hijos ha tenido un impacto decidido en los esfuerzos educativos adventistas (y sin duda en otras iglesias), y sin por lo me­nos una básica consciencia del impacto que este fenómeno ha tenido ‘•n nuestras escuelas, nuestro intento de revertir la decadencia de la educación adventista se verá obstaculizado.

I I ocaso de la familia tradicional ha sido ampliamente documen- l. id o, y no te voy a aburrir más con este tipo de declaraciones. Basta con decir que los niños que han sido criados en hogares razonable­mente felices, en los cuales sus padres biológicos aún permanecen t ii!nidos son esldd Ífíl ii ,11 nenie bichos raros sociológicos. A esto se agre- l’.ii una disminución en l,i. mnpelencia de las habilidades básicas delii i i lnn/n de Ion hl|nn *l< pai le de un número significativo de padres

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posmodernos, y tenemos una simple pero poderosa receta para con­tribuir a la decadencia educativa en nuestra División y más allá.

Una carencia de habilidades básicas para la crianza de los hijos se puede manifestar en casa en gran número de formas. Por ejemplo, por diversas razones muchos padres carecen ya sea del empuje o del conocimiento para implementar la consistencia básica. Por ejemplo, si un niño desobedece una regla, deberá recibir el castigo apropiado consistentemente para cada infracción. Pero cuando las respuestas paternales varían demasiado, los niños tienden a aprender a ser la­dinos y desobedientes. Además los padres necesitan proveer estabi­lidad para sus hijos en otras áreas, tales como pasar tiempo perso­nalmente con ellos, además de establecer la simple práctica de una rutina diaria regular para que sus hijos la sigan.

Por supuesto, esto no es física nuclear. Pero si no se cuenta con tal consistencia, los niños aprenden que la vida significa ser impredeci- bles y erráticos, y que es muy seguro seguir una indulgencia egoís­ta. Sin los límites apropiados con los cuales la familia espera que se lleven a cabo las comidas, las labores, las tareas, etcétera, inevita­blemente los niños se tornan indisciplinados y desmotivados para hacer las cosas básicas que se requieren para el éxito tanto en lo es­piritual como en lo material. Cuando nosotros contribuimos al ac­ceso sin precedentes que la mayoría de los padres imprudentemen­te concede a sus hijos a los populares medios masivos de comuni­cación, es fácil ver por qué la sociedad en su totalidad parece hun­dirse moralmente. La buena crianza de los hijos impulsa a la socie­dad, pero la mala formación de los niños pavimenta el camino para una gran cantidad de sufrimiento, incluso la educación adventista.

Efectos a largo plazoCuando les he preguntado a profesores adventistas antiguos si es que algo ha cambiado durante los pasados 10 a 20 años con relación al ca­libre de los estudiantes con que ellos tratan en las aulas de clases, casi siempre han respondido a esta pregunta con un enfático ¡Sí! Presio­nando para saber cuál es esa diferencia, las respuestas que he obte­nido se centran en tres áreas:1. Los estudiantes tienen cada vez menos respeto linda ellos como

profesores.

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2. Los estudiantes están notablemente menos motivados hoy a de­sempeñar funciones básicas de trabajo escolar (tareas, proyec­tos, reportes de lectura, etcétera).

3. Numerosos estudiantes tienen más problemas de comportamien­to que en el pasado.Si estas tres observaciones son correctas, entonces con gran facili­

dad explican una significativa parte de la decadencia de la educación adventista, en particular en el nivel secundaria, donde la vida es mu­cho más complicada por la adolescencia. Un simple ejemplo podría ser suficiente para mostrar por qué esto es así.

Imagínate que unos padres tienen problemas con su hijo adoles­cente. Empieza a ser un hijo muy rebelde y difícil de controlar. Con­sumo de drogas, promiscuidad y otros conflictos de comportamien­to se avecinan en el horizonte. Así es que los padres deciden que lo que su hijo necesita es ir a una academia adventista con internado.Los padres llenan la solicitud, el hijo __________ — — __________es aceptado y los padres quedan con Los estudiantes con desaños extre- grandes esperanzas de que su pródi- mos de conducta, a menudo requie­ro se reforme. ren de más cuidado que cual(luier

„ , ' . , , personal externo de lo que un refor- En algunas ocasiones, tal plantea- matorio debiera razonablemente pro-

miento podría tener éxito. Pero en mi veer experiencia, los resultados más fre­cuentes resultan ser muy diferentes. De forma particular, en un am­biente de internado, los estudiantes con desafíos extremos de con­ducta, a menudo requieren de más cuidado que cualquier perso­nal externo de lo que un reformatorio debiera razonablemente pro­veer. Además de esto, los internados escolares esperan de los estu­diantes una medida de honradez y auto motivación que francamen­te es ajena a un gran número de la población estadounidense. El personal docente asume que los estudiantes (prepárese) se apeguen .i un trabajo básico, se presenten a sus clases y que estudien para ellas y para sus exámenes por iniciativa propia, y que exhiban ape- )’,(> aceptable a todas las directrices escolares. Pero cuando los jóve­nes carecen de instrucción suficiente en tales cosas durante los pri­meros catorce años de su vida, la mayor parte de los internados simplemente no pueden revertir dicha corriente y producir el ciu­dadano ejempliii qur Ion padres, desde sus hogares, se imaginan.

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Presta atención a la otra cara de la moneda. Si un estudiante con desafíos de conducta está en una escuela adventista formada ma­yormente por estudiantes de buen comportamiento que son justa y consistentemente castigados cuando es necesario, aun podría es­tar suficientemente protegido para prevenir un daño más extenso. Sin embargo, si una escuela tiene una porción significativa (mi esti­mación es del cinco por ciento o más) de sus estudiantes que tienen importantes problemas de comportamiento, existe una posibilidad muy grande de tener resultados potencialmente peligrosos.

Primero y antes que todo, los recursos del personal pueden des­plegarse de una forma tan débil que no puedan ocuparse adecuada­mente de los estudiantes problema. De este modo, la mala conducta de los estudiantes problema tiende a crecer en lugar de ser transforma­da positivamente. En segundo lugar, la moral del personal puede caer en picada, en la medida que un estudiante tras otro se burla de ellos, no entra a clases y generalmente es rebelde, dando la impresión de que la escuela (por ejemplo, el personal) está fallando. En tercer lu­gar, debido a que mucho del tiempo del personal se dedica a lidiar con estudiantes problema, otras funciones se descuidan y la calidad de la educación que la escuela ofrece se puede ver afectada. Y en cuar­to lugar, no toma mucho tiempo para que la reputación de una escue­la sufra un rápido retroceso cuando un gran número de estudiantes exhibe comportamientos riesgosos que van desde los atrevimientos comunes hasta el consumo de alcohol y drogas. Esta institución pue­de llegar a conocerse como una escuela «jolgorio», donde los niños hacen lo que desean, y esto conduce a una situación irónica: Los pa­dres de niños con desafíos de comportamiento que contribuyeron a esa reputación pueden rehusarse a enviar a sus hijos «parranderos» a esa escuela en un futuro... ya que ahora es una escuela «jolgorio» y después de todo, ellos intentan que sus hijos salgan de ese am­biente. De este modo el ciclo vuelve al punto de partida, y la educa­ción adventista lamentablemente sufre de manera directa a causa de la deficiente crianza de los hijos en casa.

¡No presiones aún el botón «enviar»!Ahora, antes de que el odiado correo oled i ónico comience a fluir, permíteme señalar a toda prisn, doscw.iM In pi lmci lu^nr, recono/

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co que muchos padres enfrentan desafíos increíbles al criar a sus hi­jos, particularmente, los padres solteros. Las demandas de sus hijos, a menudo compiten de manera directa con sus trabajos y legítimas necesidades personales, y toda la vida puede ser excesivamente difí­cil. Como iglesia debemos reconocer esto y dar lo mejor de nosotros para apoyar a nuestras familias a encarar dichas cargas tan pesadas.

Pero el hecho de que reconozcamos las cargas que llevan los pa­dres no minimiza el impacto que la deficiente crianza de los hijos ha tenido en nuestras escuelas. Y a menos que admitamos a este fenóme­no como un factor en nuestra discusión, nos vamos a encontrar tra­tando de implementar soluciones insuficientes.

En segundo lugar, algunos promotores con buenas intenciones acerca de la educación adventista han declarado que nuestras escue­las deben recibir a cualquier persona que quiera venir, que «si un es­tudiante mundano no puede encontrar ayuda en nuestras escuelas, entonces estamos fallando a nuestro llamado como cristianos». Aun­que esto podría sonar persuasivo, en última instancia, ignora tanto la magnitud del problema como las habilidades de la mayoría de las escuelas adventistas. La realidad es que estamos viviendo en los úl- I i mos días de la historia de la tierra. En estos momentos, la sociedad es más compleja y perversa de lo que era hace una generación. Nues- l ras escuelas, con excepción de aquellas que están específicamente preparadas para lidiar con tales situaciones, simplemente no están equipadas para hacerse cargo de cantidades considerables de estu- d i antes que tienen severos desórdenes de comportamiento. Por otro lado, pedir a un personal bien entrenado y capacitado que se haga i .u go de las disfunciones de una considerable minoría a costo de la mayoría más estable, es injusto no solo para ese personal, sino tam­bién para los estudiantes que realmente quieren alcanzar la excelen-i i,i en la vida y comportarse de acuerdo a eso. «Recibir a todo el que v i -nga» podría parecer una idea ingeniosa y piadosa, pero en la prác-l n .i es una quimera que da ventaja a la deficiente crianza de los hi- |< y conduce al deterioro de todos los que están involucrados.

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El éxito de los «ismos»: Posmodernismo,

secularismo y liberalismo

SACA TU DICCIONARIO. Estamos a punto de sumergirnos en el multisilábico m undo de la filosofía secular. En el capítulo 1 mencioné que la disminución de la lealtad a la marca de las ins-

I ituciones adventistas era únicamente un síntoma, no una causa prin­cipal, de la decadencia de la educación adventista. Ahora es momen­to de mirar una de las causas principales de donde esta decadencia surge: El posmodernismo.1

El posmodernismo es el nombre formal de la corriente de pensa­miento que dice que la verdad es relativa al observador. El pensamien­to posmoderno declara que lo que es verdad para ti puede que no lo sea para mí. De este modo, la verdad es migratoria y dependiente del tiempo y del lugar para su determinación. (El posmodernismo se podría definir de manera más correcta como relativismo moral o simplemente como relativismo, o, en su interpretación más extrema, como deconstruccionismo.) Por lo tanto, el pensamiento posmoder­no ve la noción de la verdad absoluta, esto quiere decir que algo es verdad en todo tiempo y bajo cualquier circunstancia, como algo abo­rrecible y opresivo. El concepto tiene algunas implicaciones fuertes para el adventismo en general y para las escuelas adventistas en par­ticular.

En primer lugar, cuando se indaga en su conclusión lógica, el posmodernismo considera cualquier institución establecida como

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6 0 Cómo matar la educación adventista

algo que es inherentemente opresivo y restrictivo. Las instituciones, por definición, soportan el paso del tiempo. La razón por la que so­breviven es que a menudo tienen un sólido núcleo de creencias que un grupo sostiene que son verdaderas. Esto quiere decir que defien­den algunas cosas y están en contra de otras, ¡y esto es un gran pecado (si es que hubiera tal cosa) para el pensamiento posmoderno!

En segundo lugar, el pensamiento posmoderno marginaliza a la historia en sí misma, ya que la historia (por decir algo obvio) no pue­de cambiar. Así, es una influencia establecedora de normas que no es bien recibida que el posmodernismo frecuentemente percibe como innecesaria y severamente restrictiva. Así que si tú tomas una insti­tución, por decir algo, la educación adventista, y la combina con un fuerte sentido de propósito como se evidencia a través de la historia, la fundación del adventismo del séptimo día, el mensaje de los tres ángeles, etcétera. Has creado la antítesis del pensamiento posmoder­

no. Y por ese motivo, estamos pagan-

Los resultados de ese período en par- Prec °-tieular se han multiplicado muy rápi- consecuencia, debemos mirardo actualmente en una profunda des- hacia la década de 1960 y su efecto se- confianza hacia las figuras de auto- cundario contracultural y contrainsti- ridad y las organizaciones que las di- tucional dentro del amplio contextori en-___________________ de la posmodernidad. Los resultados

de ese período en particular se han multiplicado muy rápido actualmente en una profunda desconfian­za hacia las figuras de autoridad y las organizaciones que las diri­gen. Esto afecta incluso la forma en que los norteamericanos gastan su dinero y su tiempo. Y sí, el consumidor promedio se siente libre para flotar de un producto a otro, sin ninguna atadura como la te­nían nuestros abuelos por un sentido perdurable de lealtad a una marca o institución.

A la luz de estos desarrollos, en algunas ocasiones los adventistas hemos intentado poner un rostro valiente y decir que nuestros miem­bros han escapado en gran manera de las tendencias posmodernas. Pero eso simplemente no es verdad. Es una tendencia global, y cual­quiera que vive en este planeta, en especial en la parte occidental, día tras día se encuentra desafiado a aceptar la versión posmoder na de la realidad.

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El éxito de los «ismos»: Posmodernismo, secularismo y liberalismo 61

Esto es particularmente verdad para las escuelas, independien­temente de la afiliación religiosa. Por ejemplo, nuestros amigos cató­licos, operadores del sistema de educación privada más grande del mundo, enfrentan grandes desafíos en sus instituciones. Durante la mitad de la década de 1960 sus escuelas primarias y secundarias en EUA tuvieron una matrícula de cerca de cinco millones de estu­diantes. Pero hoy en día, sus aproximadamente 7,800 escuelas tie­nen cerca de 2.4 millones de estudiantes,, menos de la mitad de la cantidad de alumnos que tenían hace cuarenta años. ¿Cuál es la ra­zón de esta decadencia? No es que EUA tenga cada vez menos cató­licos. En lugar de ello, entre las razones dadas, una de ellas ha sido el «cambiante papel que desempeña la religión en las vidas de los ca­tólicos estadounidenses», un asentimiento con la cabeza para incur- sionar en el pensamiento posmoderno.2

Las escuelas y las iglesias adventistas están sufriendo de la mis­ma enfermedad. Comentando acerca del estado de la cristiandad en el mundo occidental y en particular en la Iglesia Adventista, Harold Lee señala que «este nuevo "mercado religioso" se caracteriza por la privatización de las creencias y de las prácticas religiosas, la mar- fonación de la religión organizada, el relativismo de todo pensamien­to y convicción religiosa, y la trivialización de las enseñanzas y prác- I icas religiosas. En este ambiente competitivo, la gente participa en la iglesia en sus propios términos, no en los términos de la iglesia. La influencia de la iglesia decae».3

De esta manera, el impacto del posmodernismo en las institucio- i íes educativas adventistas debiera ser obvio. Nuestras escuelas exis- len para mantener valores y verdades específicas y, más aún, existen I >ara inculcar esos valores y verdades en sus estudiantes. Entonces, lomando en cuenta que el pensamiento posmoderno afecta a nues- l ros miembros, ¿podemos maravillarnos de que la matrícula esté de- rayendo?

Una tercera consecuencia que el posmodernismo ha tenido sobre las escuelas adventistas es que ha introducido en nuestras escuelas (y nuestras iglesias) a su primo hermano, el secularismo. Voy a co­mentar más acerca de esto en breves momentos. Pero notaré que po- i h i nos definir d r . v i l i i .mu mi le el secularismo como el modo de pen- 'i.imienlo que ve a I )|nh «l<* don lormas, ya sea como algo eliminado

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o es opcional en el diario vivir. No es Dios, sino el individuo (como árbitro final de lo que constituye «la verdad») quien determina la forma en que él o ella debería vivir. De manera previsible, en un es­quema mental semejante, la moralidad decae, en la medida en que la proclividad humana para obrar el mal se encuentra a sí misma libre de elegir su propia senda. Nuevamente, más acerca de esto más adelante.

La división que existe entre lo «liberal» y lo «conservador»Un cuarto impacto que tiene el posmodernismo sobre las escuelas adventistas tiene relación con el «liberalismo». No, no digo que los ad­ventistas «liberales» son producto directo del pensamiento posmo­derno. Pero sí creo que la actual ola de «liberalismo» en la Iglesia Ad­ventista ha sido, de hecho, alimentada y estimulada por el pensa­miento posmoderno y tal cosa requiere una mirada más cercana.

Recordarás que previamente hablé de la pasión hacia un adven­tismo «conservador» como que es algo crucial para que nuestras es­cuelas estén bien. Ahora es tiempo en que la vida corre peligro nue­vamente, al intentar describir qué es un «adventista conservador», versus un «adventista liberal». ¿Por qué? Porque yo creo que la divi­sión que existe entre lo «liberal» y lo «conservador» lleva un largo camino para explicar la decadencia de la educación adventista. Así es que demos una mirada a estos dos grupos, conscientes que defi­nirlos exactamente para todos los casos es imposible. (Y por favor nota: Si encuentras las siguientes descripciones demasiado desafian­tes o simplemente ofensivas, por favor, no arrojes este libro a la ba­sura sin antes haber leído la nota especial acerca de los adventis­tas «liberales» y «conservadores» al final de este capítulo.)

Primero veamos a los «conservadores». En mi estimación, ser un adventista «conservador» en la actualidad significa vivir apasiona­damente la misión exclusiva de la Iglesia Adventista, esto quiere de­cir que eres un cristiano amante y afectuoso que ejemplifica lo que el adventismo enseña. Tú estás dedicado a lo que eso representa. Así, guardas el santo sábado al comunicarte con Cristo y abstenién­dote de trabajar, comprar o vender en ese día; d.is lo mejor de ti pa­ra cuidar tu cuerpo; crees en el Santuario v l<>«* - perimenlas en lu propia vida y así como con otras doctrinal advenllsltis; crees que

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El éxito de los «¡smos»: Posmodernismo, secularismo y liberalismo 63

Elena G. de White fue una verdadera profetiza de Dios y tomas sus escritos con seriedad; y eres cauteloso al exponerte a ti y a tus hijos a los medios masivos de comunicación mundanos y otras influen­cias. Como resultado, tus desafíos más grandes podrían tener dos caras:1. Recordar que el amor de Dios es el manantial de todos los com­

portamientos verdaderamente buenos.2. No atacar violentamente a los adventistas liberales por no ser

como tú.Por otro lado, ser un adventista «liberal» significa, en mi opinión,

que tú también debes esforzarte por ser un cristiano amante y afec­tuoso. Pero pareciera que la noción de que el adventismo tiene una misión exclusiva para llevar a cabo en el mundo, parece conflictiva y obsesivamente elitista. Además, la observancia del sábado podría ser determinada más por una preferencia personal que por un prin­cipio perdurable, y el trabajar, comprar o vender en ese día podría ser aceptable para ti en diversas formas (salir a comer, cargar com­bustible y adquirir una cantidad de comestibles). Cuidar tu salud es muy bueno, pero no es necesariamente espiritual. Tal vez podrías considerar la doctrina del Santuario como algo engorroso y al me­nos confuso, mientras que otras doctrinas, en particular aquellas en las que el adventismo difiere de otras denominaciones, prefieres com­partirlas más como opciones útiles para el mundo en vez de un «así ha dicho el Señor». Pones en tela de juicio el valor de Elena G. de White. Sus escritos, si es que los leen, son considerados más como un comentario de la época en la que ella vivió que como algo apli­cable a la iglesia contemporánea. Y así como se evitan las influen­cias mundanales, siendo un adventista liberal también las vas a rehuir, aunque tu definición de lo que puede constituir a lo «mun­danal» pudiera ser mucho más estrecha de lo que podría ser la de un adventista conservador. En consecuencia, tus desafíos más gran­des podrían también tener dos caras:1. Date cuenta de que aquellos que realmente aman a Dios van a

buscar con ansias y con mucho gozo, una obediencia personal a sus órdenes específicas.

2. Sí, no criticar, no alarai violentamente a los adventistas conserva­dores por no fiei id il io In

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6 4 Cómo matar la educación adventista

Espero que las descripciones presentadas anteriormente no hayan sido innecesariamente ofensivas. Pero si te has molestado, por favor, continúa leyendo, ya que la división entre lo liberal y lo conserva­dor está, en mi opinión, únicamente ampliando y separando nues­tra iglesia de una manera tal, que es catastrófica en muchas áreas, incluyendo a la educación adventista. Lo cual nos lleva a una his­toria, pintada con gordas pinceladas y simplificaciones extremas, pero aun así, esperanzadoramente útiles.

Durante las décadas de los sesenta y setenta grandes cambios azotaron a EUA, y a nuestra iglesia. El benevolente pero vertical liderazgo eclesiástico durante la década de los cincuenta, alguna vez incuestionablemente aceptado como apropiado, empezó a enfrentar fuertes desafíos (del mismo modo que pasó con casi cualquier otra forma de autoridad) en los sesentas derivados del pensamiento pos­moderno. Los adventistas de buenas intenciones pero a veces intran­sigentes, en su momento en completo control de las políticas de la iglesia, empezaron a perder su agarre (aunque en realidad esa pér­dida de control tiene sus raíces en la década de 1920, cuando la cris­tiandad en general debatía la noción del fundamentalismo y su pa­pel en la iglesia).

Las décadas de los setenta y ochenta (e incluso en algunas po­cas áreas, a principios de los noventa) demostraron ser el apogeo de la educación adventista en lo que respecta a las inscripciones para las escuelas primarias y secundarias.4 (Sin embargo, nuestras escuelas superiores estaban marcando nuevos descensos en las inscripciones,5 un fenómeno interesante para otro estudio.) En parte, esto fue el re­sultado de los baby boomers6 adventistas que produjeron grandes cantidades de niños para llenar nuestras escuelas, y por el hecho de que teníamos la inercia de nuestra parte: Las familias adventistas generación tras generación enviaron a sus hijos a las escuelas adven­tistas. Las academias con 300 o incluso más de 400 estudiantes se hicieron algo común en EUA. La vida parecía color de rosa.

Entonces, a principios y a mediados de los ochenta, la matrícu­la global en las escuelas adventistas primarias y secundarias por to­da la División Norteamericana empezó a decrecer, y junto con ello los buenos tiempos percibidos. Algunos apuntaron a un problema generacional pasajero como la causa de nueiiUon males, eslo es, que

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experimentábamos el aumento y descenso natural de las tasas de na­talidad entre generaciones sucesivas. Sin embargo, aunque puede que eso explique una parte del bajón de nuestra matrícula, un proble­ma generacional pasajero no puede explicar el inquietante corolario, no solo había cada vez menos estudiantes asistiendo a nuestras es­cuelas, sino que también cada vez menos adventistas deseaban en­viar a sus hijos a ellas. Misteriosamente apareció un cambio no solo en los números sino en la actitud, *confundiendo a las juntas adminis- casi cualquier administrador de es- trativas y al personal docente y de cuela experimentado te dirá que el ad- oficina a lo largo de EUA. ventismo conservador ha sido (con

¿Qué habrá salido mal? muy pocas excepciones) el pilar prin-Muchas cosas, algunas que ya he- cipai educación adventista en el

mos discutido. Pero con particular P ~ l a ? secundarla.consideración a nuestro tema actual,una buena parte de la apatía (y a veces hostilidad) hacia el hecho de inscribir a los hijos en las escuelas adventistas vino del debate entre lo conservador y lo liberal, que fue impulsado por el posmoder­nismo, en cuanto a cómo debe ser el adventismo, y por extensión la educación adventista. En este caso, prevaleció el liberalismo, y eso I ue, y será causa de una continua decadencia en la matrícula en las escuelas adventistas.

Estoy consciente que esta declaración es atrevida y potencialmen- te muy polémica. Pero antes de que los adventistas liberales me de­sechen de forma inmediata, por favor comprendan los aspectos de la economía del estilo de vida adventista. Casi cualquier administra- «lor de escuela experimentado te dirá que el adventismo conservador luí sido (con muy pocas excepciones) el pilar principal de la educa­ción adventista en el nivel de primaria y secundaria. Esto no quiere i li't’ir que los adventistas liberales nunca enviaron o no envían a sus I lijos a las escuelas adventistas, nada más falso. Sin embargo, en mi ry ponencia, ellos generalmente lo han hecho en cantidades conside- i iililemente menores que los conservadores (con las posibles excep- • Iones de unas pocas de nuestras academias con internado en los ochenta y principios de los noventa). ¿Por qué? Podrían existir mu-■ hiis razonen. I'ero de Mesuro al principio de la lista está que, por lo genera l , Ion mlvenlhla'i IIUmleN perciben los asuntos exclusivos de

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la Iglesia Adventista, como la observancia del sábado, el entreteni­miento, el estilo de vida saludable y así sucesivamente, como tópicos que están excesivamente abiertos a la interpretación, y rara vez su­jetos a un claro: «Porque así lo ha dicho el Señor». Como resultado, a menudo se sienten cómodos con enviar a sus hijos a otras escuelas cristianas que estén más cerca de su hogar o que sean más econó­micas, o con inscribirlos en una escuela pública de buena calidad.

Por otro lado, los adventistas conservadores tienen muchos de­seos de que sus hijos acojan la misión exclusiva del adventismo, así como los elementos específicos del estilo de vida adventista. Ellos ven a las escuelas adventistas como propulsores de buena fe del ad­ventismo y como centros de aprendizaje que van a perpetuar con gran éxito la fe adventista. Con toda seguridad, dichos padres de­sean también que sus hijos adopten la libertad de investigar, de apren­der a hacer preguntas y de entrelazarse sabia y libremente con aque­llos que sostienen puntos de vista diferentes a los suyos. Pero al mis­mo tiempo quieren los detalles de la singularidad del adventismo, promovidos de manera inteligente y apasionada, servicio por el cual pagarán grandes cantidades de dinero para inscribir a sus hijos en es­cuelas que hagan precisamente eso.

Lo cual, por supuesto, nos lleva a un punto delicado hoy en día. ¿Podría ser que muchas de nuestras escuelas, en particular en los niveles de secundaria y preparatoria, se hayan vuelto tan liberales como para que los conservadores quieran enviar a sus hijos a ellas, y, presta mucha atención, demasiado liberales para que los libera­les inscriban a sus hijos en ellas?

Ahora, exploremos cómo podría esto ser verdad tomando algu­nos ejemplos específicos de la vida en un campus adventista. Parte de esta caída en la décadas de los sesenta y setenta fue un cuestio- namiento acerca de la importancia de muchos tabúes tradicionales adventistas en los campus de las academias con internado y las co­rrespondientes incursiones del secularismo. Esto fue particularmente cierto en cuanto a los medios masivos de comunicación y las relacio­nes interpersonales. Por ejemplo, en la década de los ochenta y hasta principios de los noventa la mayoría de nuesims insl i luiciones prohi bían aparatos de radio o televisores en los dormitorios, I ,¡is escuelas también regulaban cuidadosamente Ion privilegios de poneer un coche

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El éxito de los «ismos»: Posmodernismo, secularismo y liberalismo 6 7

para que los estudiantes no hablaran con estudiantes externos en ho­ras inapropiadas o por motivos inconvenientes. Y en cuanto a las polí­ticas para los noviazgos, ya sea que los restringieran con mucha firme­za (y por supuesto el contacto físico) o los prohibieran por completo.

A mediados y a finales de los noventa, no obstante, muchas ins­tituciones de educación habían hecho cambios sustanciales en estas áreas, en gran parte en respuesta a los padres adventistas liberales que pedían tales cambios o al personal liberal de la escuela que se dirigía a sí mismo. Por ejemplo, aunque hubo algunas excepciones, las escuelas permitieron cada vez más que los estudiantes tuvieran una gran variedad de medios de telecomunicación en sus salones (Walkmans, televisores, reproductores de CD y DVD, y en la actua­lidad, zPods, etcétera), hacía difícil el monitoreo del contenido de lo que se ve o escucha. Los estudiantes también podían tener compu­tadoras personales, dándoles la oportunidad de escuchar y ver m ú­sica y material cuestionable. Los privilegios de tener un vehículo se expandieron mucho más lejos de las normas previas, permitiendo viajes no supervisados al pueblo. Y en cuanto a los noviazgos, las ad­ministraciones de las escuelas no solo los permitieron ampliamente, sino que también los alentaron, amonestando a los estudiantes a que■ solo tuvieran contacto físico hasta cierto punto (abrazos, tomarse de las manos, caricias en la espalda, etcétera) y no más».

En este punto necesito dejar algo absolutamente claro. Algunos i le ustedes están anticipando que yo veo la relajación de tales polí- licas sociales y de los medios de telecomunicación como algo per­judicial para nuestras escuelas. Están en lo correcto. Sin embargo, no es la relajación de tales políticas sociales y de los medios de te­lecomunicación en sí misma lo que yo creo que ha sido perjudicial, 'lino más bien hacer esto sin realizar los esfuerzos proporcionales | irn educar a nuestros estudiantes acerca de cómo lidiar con sus nue- v.is libertades. En otras palabras, muy a menudo pareciera que hemos i < mcedido nuevas oportunidades en nuestras escuelas, pero que he- mus descuidado enseñar a nuestros estudiantes cómo tomar sabias decisiones acerca de, por ejemplo, qué música escuchar o qué mirar.1 laro, puede que hayam os discutido estos tem as en las clases de lilitll.i, Pero, ¿que tan ii m enudo lite eso ( I) un hecho aislado que su- i edut una o dos vei c* .iI alio \ por lo tanto, (2 ) de forma deplorable

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68 Cómo matar la educación adventista

inadecuado para monitorear a lo largo del resto del año si un estudian­te era o no lo suficientemente maduro en su fe, como para tomar las decisiones correctas con respecto a los medios de telecomunicaciones y las conductas sociales? Cuando se trata de nuestros estudiantes que en sus años de formación, un aflojamiento de las políticas para las conductas sociales y para el uso de los medios de telecomunicación, sin instrucción y responsabilidad en cuanto a cómo lidiar con esas nue­vas libertades, es una receta para el desastre.

En consecuencia, a los ojos de los conservadores (y, para ser jus­tos, una cantidad de liberales moderados), la calidad de la vida del campus se ha deteriorado de manera previsible. Los adventistas in­formados señalan que con el hecho de que, según las estadísticas, la pubertad llega a una edad más temprana y la madurez intelec­tual a una edad más tardía, sin mencionar la asombrosa disponibi­lidad de material de todas las formas de sexualidad explícita en los medios de comunicación, muchos estudiantes de academias con in­ternado, en la actualidad, están más propensos a caer en compor­tamientos riesgosos como nunca antes. La relajación de los estánda­res de comportamiento en los campus de nuestros internados ha formado en las mentes de algunos padres una imagen de la tormen­ta perfecta: Estudiantes inmaduros con fácil acceso a música suges­tiva, pornografía y a los cuerpos de sus compañeros estudiantes.

A esto se agrega la relajación, una vez más muy a menudo por la insistencia de los adventistas liberales, de muchos otros están­dares, y dicha imagen para muchos padres conservadores llega a ser aún más lóbrega. Por ejemplo, la observancia del sábado, la prepa­ración para su llegada y su obediencia, el retraerse de viajar, prac­ticar deportes u otras actividades seculares en sábado, comprar o vender en dicho día, ha llegado a ser más displicente en muchas de nuestras escuelas. Y la lista puede continuar.

Todo esto es para decir que los adventistas liberales, sin importar lo correcto o lo erróneo de sus deseos, han tenido mucho éxito en «li­beralizar» a muchas escuelas adventistas. Y los resultados son sor­prendentes. No solo un número cada vez mayor de adventistas con­servadores no envían más a sus hijos a nuestras academias con in­ternado, sino que tampoco lo harán cada ve/ m.i-t adventistas libe rales. Después de todo, ¿por qué píiH*’1 "'H'"' 'I'' dólures pora en

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El éxito de los «ismos»: Posmodernismo, secularismo y liberalismo 69

viar a tu hijo a una escuela que ya no es sustancialmente diferente que la mayoría de las demás escuelas cristianas, o que la escuela pública local, que se encuentran cerca de la casa? Los adventistas li­berales ya tenían la tendencia a inscribir a sus hijos en escuelas no adventistas, y la liberalización de algunas de nuestras escuelas ad­ventistas únicamente ha incrementado el patrón. La ironía es obvia: El mismo grupo que presionó para que nuestras escuelas se hicie­ran más liberales, ahora las apoyará todavía menos debido a que son, bueno, ¡demasiado liberales! Y de este modo, las incursiones del posmodernismo, del secularismo y del liberalismo ayudan a explicar la actual decadencia de la educación adventista.

Una nota especial para los adventistas «conservadores» y los «liberales»Al revisar el borrador de este libro, un amigo mío con una vasta ex­periencia en muchos niveles de la administración eclesiástica (y cu­ya opinión respeto mucho) casi se atragantó cuando leyó este capí- lulo. Antes de llegar a este punto, simplemente había escrito breves anotaciones en los márgenes. ¡Pero las páginas 42 y 43 en particular ocasionaron una página entera de acaloradas respuestas! Aquí hay parte de lo que dijo:

«Tú describes a los conservadores como personas amables y de luien corazón y preservadores de todo lo bueno, y a los liberales co­mo peligrosos tanto en su forma de pensar como de vivir. Yo crecí 1 1tirante el tiempo al que te refieres y serví como líder juvenil... du- i ante ese tiempo. Recuerdo a los conservadores como personas ma­lí n tencionadas, testarudas e inflexibles que buscaban controlar la con- Itu’la en vez de enseñar a tomar decisiones responsables. Ellos in-

Irutaban prohibir el uso de la tecnología, películas, televisión, radio, grabaciones, equipos digitales, en lugar de usarla con sabiduría. En el proceso ellos se las arreglaron para que muchos de nuestros jó­venes se fueran de nuestras escuelas y de la iglesia... (Por otro lado), rtu uerdo a los liberales como aquellos que trataban de ayudar a los |i >venen a que aprendieran a vivir en el mundo real y tomar decisio- iii". morales sabias. I ran muy agradables para convivir».

Mi amigo planlea un buen punto, lo cual me obliga a hacer algu­nas m'laraeioneN

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1. Creo que las definiciones de «liberal» y «conservador» son di­ferentes a las de hace 30 años, incluso tal vez a las de hace 10 años. Como mencioné antes, ese es el problema con tratar de de­finir los términos hoy en día. Las personas y las circunstancias cambian. Y hay posibilidades de que si, por alguna razón, el Señor retrasa su regreso por algunos años más, las definiciones de los términos que ofrezco con el tiempo serán anticuadas.

2. Si yo hubiese vivido y ministrado durante la época en que mi amigo lo hizo, habría sido clasificado como un liberal. Todos hemos escuchado las historias de los tiempos pasados cuando «conservador» quería decir, y honestamente era, una persona que estaba tan comprometida con sus ideas «espirituales» que era una amenaza para sí misma y para todo aquel con quien tuviera con­tacto. Su idea de «diversión» consistía en escanear a otras perso­nas buscando los indicios más insignificantes de pecado y puri­ficarlos (entiéndase «persiguiéndolos») como corresponde. Lejos de ser una razón para regocijarse, su compromiso con Dios era una pesada carga que, espiritualmente hablando, los hacía parecer más al Grinch7 que a Cristo.

La historia es muy útil para ilus­trar este fenómeno. En los tiempos de Jesús, los fariseos eran los conserva­dores y Jesús el cachivachero de ca­bello largo, despeinado (no había mu­chos campamentos con regaderas en

los tiempos de Jesús) era el liberal. ¡Cómo necesitábamos (y nece­sitamos) su estilo de «liberalismo»! En el siglo XVI la iglesia esta­blecida era la voz conservadora, y Martín Lutero era el rebelde, obs­tinado y en última instancia un liberador liberal. Una vez más, ¡cuán­to necesitaba el liberalismo luterano! Y durante la década de los cincuenta hasta los ochenta muchos adventistas eran conservadores de manera sofocante, medían hasta el último milímetro el largo de los vestidos, actuando como si fueran B/y /<;<»///<•/ •■, y duHaparecien do con gusto las grabaciones de Ion I leillii^' Mlngciu V gracias a

En el siglo XVI la iglesia establecida era la voz conservadora, y Martín Lutero era el rebelde, obstinado y en última instancia un liberador liberal.

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Dios, a esa cárcel llegaron algunos liberales que eran equilibrados, objetivos y confiables, que ayudaron a darle un giro a esa corriente.Y sí, ¡cuánto necesitábamos su liberalismo! Hubiese sido un gran honor ser un liberal al lado de mi amigo durante sus años de ser­vicio.

3. Las victorias liberales de 30 años atrás han sido violentadas y tergiversadas en la actualidad. Una ve^-inás, permítanme decir a grandes rasgos que, según mi manera de pensar, muchos libe­rales del presente han alterado significativamente las bendicio­nes que los inteligentes liberales del pasado trajeron a la iglesia durante las tres décadas pasadas. Mientras que los liberales del pasado, tales como mi amigo, presionaron por un acercamiento racional a los valores adventistas y, me atrevo a decir, un enfo­que más favorecido por Elena G. de White, que casi siempre con­sideró la palabra «conservador» con una connotación negativa, el día de hoy, percibo que muchos adventistas liberales buscan desechar la importancia de los valores adventistas y dejarlos fue­ra de control, en ocasiones, completamente sin investigación ni discusión. Y mientras que los adventistas liberales, tales como mi amigo, querían hacer preguntas incómodas acerca del estilo de vida adventista con la esperanza de anclarlas más a la Biblia, los liberales contemporáneos a menudo parecen ya haber decidido que el estilo de vida adventista es algo meramente cultural y, porlo tanto, sin fundamento bíblico. Anteriormente, los liberales, ta­les como mi amigo, buscaban encontrar la forma de reemplazar la adherencia mecánica por reglas con habilidades sólidas y fiel­mente razonadas. Aunque actualmente, muchos liberales buscan que las reglas sean reemplazadas... con nada en particular.

III péndulo se ha inclinado mucho. Las ganancias legítimas que ta­les adventistas liberales, como mi amigo, obtuvieron en el pasado lian sido violentadas. Lo cual me lleva a un último punto.

i I I tipo de conservadurismo que la Iglesia Adventista necesita hoy debí* ser ^o/ oho, de actitud abierta y libre, esto quiere decir, que CHlá contrallo en ( rlMo. ün apasionado en cuanto a las ere-

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encías adventistas esenciales, pero está libre de la tiranía del lega­lismo. Si tú eres un adventista conservador y no eres feliz en Jesús, debieras revisar tu pulso espiritual. ¿O acaso has inclinado el péndulo peligrosamente hacia los pecados pasados de los con­servadores?

Recuerdo hace varios años la primera vez que alguien me dijo que yo era un adventista conservador. Yo pensé: «No lo soy. Yo disfruto la vida». Ahora veo que, efectivamente, en la actualidad soy un ad­ventista «conservador». Pero no del tipo de los que odiaban a los Heritage Singers. En vez de eso, ansio un reavivamiento en mi iglesia, pero no a través de un conservadurismo absurdo del pasado o por medio de un liberalismo contemporáneo que en ocasiones parece sin rumbo y caótico, sino a través de un reconocimiento apasionado del llamado profético y gozoso que Dios ha dado a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, para que yo y muchos otros lo cumplamos. Esto es lo que quiero decir cuando hago un llamado a ser adventistas «conservadores».

1. Después de leer este capítulo, alguno de ustedes que se mantienen en contacto con las tendencias cul­turales de Occidente podrían desear que hubiese incluido un segmento que hablara acerca del pos pos­modernismo, la filosofía normativa que está emergiendo y que al parecer está llevando al posmodemis- mo a su lógico, y potencialmente catastrófico, final. Sin embargo, debido a que el pos posmodemismo es aún relativamente joven y que es el culpable del daño que se ha causado a la educación adventista, en este capítulo me enfoco únicamente en este último en vez del primero. Pero no te equivoques: El pos­modernismo es lo suficientemente hostil a las creencias cristianas como para que pueda dar a la edu­cación adventista su mayor desafío, o si se conduce correctamente, su mejor momento.

2. Información publicada en www.adventistreview.org/article.php?id=988#2 (Extracto de un artículo de Daniel Burke, Religions News Service.

3. H. Lee, «Church Structure in 2025».4. Las respectivas estadísticas están disponibles en la oficina de educación de la División Norteameri­

cana.5. Ver D. Malcolm Maxwell, «The Future of SDA Higher Education: A North American College Presi­

den ta Perspective», Journal o f Adventist Education 47, no. 5 (Summer 1985), p. 12.6. Término usado para describir a una persona que nació durante el baby boom (explosión de natali­

dad), período posterior a la Segunda Guerra Mundial entre los años 1946 y principios del decenio di* 1960. Nota del Editor.

7. Un personaje navideño popular en EUA de una historia infantil titulada Cómo el Grinch robó la Na­vidad, escrita por Theodor Seuss Geissel en 1966. Nota del Editor.

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Escuelas de mala calidad

ES CIERTO! ¡Claro que no todas nuestras escuelas son de ma­la calidad! La realidad está muy lejos de esto. Pero son sufi­cientes las que debemos considerar como una parte consi­

derable del desafío que está enfrentando la educación adventista.Yo espero que para este momento esté claro que muchas de las

razones de las crisis que está enfrentando la educación adventista en estos días, yace afuera del dominio de la educación adventista. Pero esto no quiere decir que, de la forma en que este capítulo busca ilustrarlo, nuestras escuelas en sí mismas no acarrean responsabi­lidad por la decadencia en la educación, ya que ellas, seguramen­te, tienen su parte de responsabilidad. Tal vez podríamos describir la relación que existe entre la iglesia y la escuela de la siguiente ma­nera: Nuestras escuelas, durante una gran cantidad de tiempo, han llegado a desviar, en lugar de necesariamente determinar, lo que sus constituyentes están buscando. Pero una vez que ellas reflejen en nu 8 programas escolares, de manera exitosa, los deseos de aquellas iglesias que rodean a nuestras escuelas, también van a servir para, junio con todos los graduados, propagar y hacer más profundas las fortalezas y las debilidades de aquellas iglesias en la siguiente ge­neración de adventistas. I )c este modo, tanto la iglesia como la escue­la comparten responsabilidad en la decadencia educacional, y am­bas deben parlit ipnt en I o n enlucí/ o n por resucitar a la educación, si efi i|lie vamos a if^ivuii a un cnladt» de «anidad.

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7 4 Cómo matar la educación adventista

Así es que, ¿cuáles han sido algunas de las contribuciones que nuestras instituciones académicas han hecho para ayudar a la deca­dencia educativa? ¿Cuáles han sido algunas preocupaciones acer­ca de la calidad que han mantenido a los padres, en general, cada vez más reticentes a inscribir a sus hijos en nuestras instituciones educativas?

Preocupación acerca de la calidad I: Falta de pasión por el objetivo principal de la educación adventista¿Cuál debería ser el propósito fundamental de una escuela adven­tista? ¿Qué es lo que debiera estar a la cabeza de la lista de priori­dades de un miembro del equipo de trabajo de una escuela adven­tista? Pregúntales a algunos adventistas, y ellos van a decir que la instrucción académica apropiada es el objetivo primordial. Otros, aquellos que han leído más, te van a decir que el mayor propósito de nuestras escuelas es, preparar estudiantes para la misión de la iglesia o fomentar el desarrollo apropiado de carácter, dos objetivos muy dignos que deberían ser de una importancia excesivamente grande para cualquier escuela adventista.

¿Pero deberían ser ambos objetivos los primordiales de las escue­las adventistas? No. Por lo menos no según algunos expertos muy bien preparados en el tema de la educación adventista. Elena G. de White, en su libro La educación (por cierto, un excelente libro que se debe leer, y una gran fuente para encontrar soluciones para las enfermedades actuales de nuestras escuelas) revela de manera muy clara lo que es el propósito fundamental de la educación adventista. Y aunque yo podría comentar acerca de eso por mí mismo, creo que mi ex maestro del seminario, el profesor George Knight lo dijo de la mejor manera en su libro M yths in A d v e n tism . La siguiente cita es bastante larga, pero su análisis es tan exacto que se merece un espacio muy amplio.

¿Por qué tener escuelas adventistas del séptimo día? ¿Por qué los adventistas se gastan millones de dólares cada año en apoyar .1 cerca de cinco mil escuelas alrededor del mundo cuando muy a me nudo está disponible la educación pública de forma gratuita? ¿Có mo podemos justificar tales desembolsos .1 In luz de Ins otras noce sidados apremiantes de la iglesia y del mundo til ( iiitl sirvo? I ,a ros

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Escuelas de mala calidad

puesta para tales preguntas tiene como necesidad un vínculo con el propósito de la educación adventista. Si las escuelas adventistas sir­ven a un propósito importante y suficientemente distintivo, el lo­gro es totalmente digno cualquier costo. Por lo tanto, establecer y en­tender con claridad el verdadero objetivo de la educación cristiana es crucial para el continuo apoyo y operación de las escuelas adven­tistas. De hecho, la comprensión educativa más importante a la que un adventista puede llegar, tiene relación c®n los propósitos, los blan­cos y las metas de la educación...

Elena G. de White destacó la naturaleza trascendental de los blan­cos y propósitos de la educación cuando escribió que «por un falso concepto de la verdadera naturaleza y objeto de la educación, m u­chos han sido inducidos a errores graves y aun fatales».1 Su pode­rosa declaración implica que para mu- _________ _______________cha gente una noción errónea acerca Ija GomPrensi°n educativa más im-

j i j • - u • j portante a la que un adventista del blanco de la educación ha sido . „, , , . puede llegar, tiene relación con losfatal y de consecuencias eternas. Ella prop6sitoSi Ios blancos y las metasagregó: «Se comete un error tal cuan- de la educación, do se descuida la regulación del co-razón o el establecimiento de principios en el esfuerzo por obtener cultura intelectual, o cuando, en el ávido deseo de ventajas tem­porales, se pasan por alto los intereses eternos».2 Es fácil ver que ella descalifica tanto el aprendizaje intelectual y la preparación laboral como los objetivos primordiales de la educación [...]. Entonces po­li riamos preguntarnos, ¿cuál es el verdadero objetivo de la educa­ción cristiana?...

En el pasaje que apoya la totalidad de su filosofía acerca de la edu­cación, Elena G. de White señaló que si es que queremos abarcar el ■.¡gnificado y el objetivo de la educación, vamos a tener que enten­der cuatro cosas acerca del hombre: (1) su naturaleza original, (2) el propósito que tuvo Dios cuando lo creó, (3) el cambio que tomó lu- p,ti r en la condición humana cuando llegó la caída, y (4) el plan de I >ios que debe cumplir su propósito en la educación de la raza hu­mana.1

Luego ella prosiguió n explicarlos cuatro puntos. En primer lu- gtir, el hombre lue i le.ido a la imagen de Dios. En segundo lugar, la raza humana deblti iev el.u de manera min más completa, la imagen

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de Dios por medio de un desarrollo continuo a través de toda la eternidad. En tercer lugar, la desobediencia dañó de muy mala ma­nera, pero aun así no destruyó, la imagen en sus aspectos menta­les, físicos y espirituales. La desobediencia del hombre también trajo la muerte. En cuarto lugar, Dios no le dio la espalda al hombre en su condición desesperanzada; todavía tuvo la intención de cumplir su santo propósito para la raza humana, al restaurar su imagen en el hombre a través de un plan de salvación. La educación es uno de los organismos de redención y de restauración que Dios tiene para el hombre. Por lo tanto, la señora White indicó que el propósito prin­cipal de la educación es dirigir a los estudiantes a Dios para ser re­dimidos.4

Las Sagradas Escrituras presentan la misma imagen. En el cen­tro de la comprensión de la Santa Biblia está la caída del hombre en Génesis capítulo 3. Aquí está uno de los capítulos más fundamenta­les de la Santa Biblia. Ni las Escrituras ni las experiencias diarias tie­nen sentido si es que tratamos de encontrar una explicación convin­cente de los primeros tres capítulos como si estos fueran una leyenda. De acuerdo con el Génesis, Dios creó al ser humano a su imagen y se­mejanza, una situación distinguida (Génesis 1: 26, 27). Sin embargo, el hombre rechazó a Dios y escogió su propio camino. Como resulta­do de esto, el hombre se aisló y se apartó de Dios (capítulo 3: 8-10), también de su prójimo (vers. 11 y 12), de sí mismo (vers. 13), y del mun­do natural (vers. 17 al 19). Al separarse a sí mismo de la fuente de la vida, se volvió sujeto a la muerte (2: 17; 3: 19). El hombre se convir­tió en alguien sin esperanza y perdido en todo el sentido de la palabra.

La perdición del hombre proporciona el propósito de la educa­ción cristiana. La mayor necesidad del hombre es la salvación. Por lo tanto, Jesús afirmó que él vino «a buscar y a salvar lo que se ha­bía perdido» (Lucas 19:10). Dicha búsqueda y salvación, es el tema de la Biblia desde el tercer capítulo de Génesis hasta el capítulo 20 de Apocalipsis. El mensaje de la Biblia, desde la caída del hombre hasta la restauración del Edén en Apocalipsis 21, es la historia acer­ca de cómo Dios, a través de los profesores (maestros), profetas, pa­triarcas, predicadores, servicios simbólicos y urwi gran cantidad de otros medios, ha estado intentando rencatur ni hombre de su per­dición. Debemos ver la educación criritlanii en ente contexto. Hiena

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Escuelas de mala calidad 7 7

G. de White escribió: «En el sentido más elevado, la obra de la edu­cación y la de la redención, son una» porque ambas se edifican di­rectamente sobre Jesucristo. «El principal esfuerzo del maestro y su propósito constante deben consistir en ayudar a los alumnos a com­prender estos principios, y a sostener esa relación con Cristo que hará de ellos un poder dominante en la vida».5 Este es el objetivo máximo y el principal de la educación adventista...

La educación cristiana es la única educación que puede satisfa­cer las necesidades más profundas del hombre, porque únicamen­te los educadores cristianos comprenden la parte medular del pro­blema humano. El objetivo de salvación de la educación cristiana eslo que la convierte en cristiana. El propósito primordial de la educa­ción cristiana en la escuela, en el hogar y en la iglesia es dirigir a los jóvenes a una relación de salvación con Cristo Jesús. Esto alivia el aislamiento principal de Génesis 3, el que ocurrió entre el hom­bre y Dios. Y el restablecimiento de la relación entre Dios y el hombre, establece el escenario para quitar otros aislamientos básicos del ser humano. La educación es una parte del gran plan de salvación o ex­piación. El papel de la educación adventista es volver al hombre a su estado de unidad con Dios, del mismo modo que con su prójimo, consigo mismo y con el mundo natural. Todo el mensaje de la Biblia .1 punta hacia el día en el que la obra de la restauración sea comple­tada, y que la condición que existía en el jardín del Edén sea resti- Iuida en el terreno de la naturaleza, como consecuencia de la sa- n.ición de los múltiples extravíos del hombre (Apocalipsis 21, 22; Isaías 11:6-9; 35)...

Entonces, la necesidad más grande de los estudiantes es un re­nacimiento espiritual que ubique a Dios en el centro de su existencia.I I apóstol Pablo expresó que dicha renovación es una experiencia di.iria, y Jesús enseñó que el Espíritu Santo lleva a cabo la transfor­mación (1 Corintios 15: 31; Juan 3: 5). Debemos enfatizar que la edu- > .ii ion cristiana nunca puede tomar lugar sin el poder dinámico del I Mpfritu Santo.

I a señora While escribió que «el asunto más importante en la edu- i in ion debiera ser l.i conversión de nuestros estudiantes».6 Es sobre Ihk fundninentos de l.i en peí lenei.i de un nuevo nacimiento, que la i'ilut lición cristiana puede proceder con sus demás objetivos y pro­

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pósitos. Si es que fracasa en los fundamentos y en el punto primor­dial, ha fracaso por completo.7

¿Quién lo hubiera creído?La educación adventista, en su sustancia, ¡tiene que ver princi­

palmente con Jesús! Él es el Amigo, el Maestro, el Consolador, y por supuesto, el Redentor de los estudiantes. Convertir a los estudian­tes para que puedan conocer a Cristo Jesús y que estén con él, es el propósito primordial de cada escuela genuinamente adventista. E incluso después de la conversión, nuestras doctrinas inimitables no son diferentes nada más porque sí, más bien, son senderos divinos que conducen a una comunión aún más profunda con Cristo Jesús. La definición de la salvación es conocer a Cristo (Juan 17: 3). ¿Cómo podría una escuela adventista tener algún otro objetivo principal di­ferente que el de lograr la unión del alumno con el Autor de nues­tra salvación?

Aún así, tales desviaciones han ocurrido, una y otra vez. Los asun­tos académicos, musicales, deportivos o cualquier otra cosa impor­tante, pero que de manera definitiva son secundarias, han desplaza­do el impulso primario hacia la salvación de los estudiantes. Pien­sa con cuidado acerca de esto: La escuela adventista que está más cer­ca de ti, ¿por qué motivo es más conocida? ¿Acaso por sus estudios académicos superiores? ¿Tal vez su flamante equipo de basquetbol? ¿A lo mejor sean sus atractivas instalaciones? ¿Quizá su cuerpo estu­diantil tan diverso? ¿O son sus oportunidades de estudios avanza­dos? ¿O sus excelentes programas de instrucción musical? Si es así, puede ser que esa escuela ha perdido la característica que Dios pen­saba para impactar de lleno. Pero si esa escuela tiene una reputación por el hecho de que ahí se encuentra Cristo, entonces, el director, el personal docente y de oficina están poniendo primero lo primero.

Esto debiera suceder sin tener que decir que, si una escuela ad­ventista no está buscando en primer lugar, y como algo que tiene la mayor importancia, situar a sus estudiantes en una relación perso­nal y salvadora con Cristo, la bendiciones que esas escuelas reciban de parte de Dios, van a ser mucho menores que otras que sí lo hacen.

Ahora, me doy cuenta de que esa noción, de qne I )ios retenga sus bendiciones por causa de nuestro comportamiento, provoca muchos problemas en algunos de nosotros. IVro pcnwinoíi ion cuidado lo

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siguiente: ¿Por qué debería ser de otra manera? ¿Por qué debería Dios derramar mecánicamente su Espíritu Santo sobre algo que no puso la agenda divina al principio de la lista? La historia del pre-cristia- nismo, del cristianismo e incluso la del adventismo están repletas de ejemplo tras ejemplo donde Dios refrena la totalidad de sus bendi­ciones de aquellos que se rehúsan a ponerlo a él en el primer lugar. ¿Acaso somos tan ingenuos como para pensar que nuestras escue­las van a ser una excepción a esta regla? Y(5 le ruego a Dios que no. Regresemos el asunto de la espiritualidad de los estudiantes al pri­mer punto de la lista de prioridades, debido a que nuestra falta de én­fasis en este objetivo primordial explica la mayor parte de la deca­dencia en la educación adventista.

Preocupación acerca de la calidad 2: Falta de pasión hacia aquellas cosas que son únicamente adventistasTodavía recuerdo vividamente la conversación. Una madre no ad­ventista que tenía a dos hijos como estudiantes, dijo: «¡La escuela adventista es excelente!» «Yo se la recomiendo a mis amigos (no ad­ventistas) cada vez que puedo. Y cuando ellos me cuestionan acerca de que se trata de una escuela adventista, yo les aseguro que ningu­na de sus enseñanzas resulta ofensiva, y que no necesitan preocu­parse de que sus hijos se vayan a convertir al adventismo».

Sus palabras hicieron que casi me asfixiara. Por un lado, estaba muy contento de que esta mujer cristiana no adventista haya enviado a sus hijos a una institución adventista. Por otro lado, era muy obvio, por u declaración, la escuela estaba fracasando en un área muy impor-

Mlite: Hacer de sus estudiantes discípulos adventistas para Cristo.I déjame apresurarme a aclarar que no estoy diciendo que el ad­

ventismo, en su totalidad, es ofensivo de una manera inherente, ni i.nnpoco que debiera serlo. ¡Para nada! He pasado cientos y cientos i lt • Iloras con gente no adventista, tanto cristianos de otras denomi­naciones como con muchos, pero muchos PAAI (paganos recalci-11 .nites, ateos y agnósticos). I Te plantado una iglesia que apunte de loi ma específica a ene tipo de personas, y he trabajado durante mu- i ho tiempo para verlon venir .i < Visto, Y después de varios años de hacerlo, lie llegado n poi lo nii'uo'i, una conclusión: ¡El adventismo

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les mueve el tapete a este tipo de personas! (Para quienes requieran de una interpretación de la última oración, significa que a menudo a estas personas de verdad les gusta el adventismo).

Y si es que lo que los adventistas predican o enseñan no es ofensi­vo para al menos algunas personas, probablemente no presentamos la verdad bíblica, y por lo tanto al adventismo, de la manera correc­ta. Decir lo contrario es muy ingenuo. Cristo Jesús, quien, creo que es seguro decirlo, sabía una o dos formas de cómo presentar la ver­dad bíblica, en última instancia fue crucificado por ofender a la gente con ella. ¡El Maestro de maestros en ocasiones fue ofensivo de una manera magistral!

Es por eso que el cristianismo siempre ha sido una religión de pe­lea. El cristianismo es, y siempre será, ofensivo para aquellos que se creen autosuficientes y moralmente superiores, sin importar qué tan amable y amoroso lo presentemos. El propio Espíritu Santo señaló que Cristo fue «una piedra de tropiezo y una roca que hace caer» (1 Pedro 2: 8). La genuina verdad bíblica siempre conlleva una me­dida de dolor a medida que el Santo Espíritu convence de pecado y presiona para hacer cambios. La salvación y el adventismo son asuntos de gran seriedad, y seriamente ofensivos para algunas de las personas todo el tiempo.

El punto es el siguiente: ¿Podría— ——— ..... .---------- — ser que nuestras escuelas están en gran-

E1 cristianismo es, y siempre sera, , 1 °ofensivo para aquellos que se creen des aPuro® en Parte Por9ue somos de‘ autosuficientes y moralmente supe- masiado tímidos en cuanto a quiénes riores, sin importar qué tan amable somos en realidad? Como mencioné y amoroso lo presentemos.______ antes, ¿podría ser que Dios ha retira­

do su bendición de cualquier escue­la adventista particular en una medida directamente proporcional a la falta de voluntad para ser apasionadamente adventistas del sép­timo día? No es una coincidencia el hecho que, en igualdad de con­diciones con las demás cosas, las escuelas secundarias y las prepara­torias que son percibidas como «más conservadoras» hacen gene raímente más negocios hoy en día que aquellas consideradas «más liberales», y más a menudo de lo que se piensa, ser «más conserva dora» significa que la escuela particular es abiertamente adventista en su énfasis, currículum y en l.i vida en el < ampir. Agrega a esto el

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hecho de que el adventismo conservador siempre ha sido el pilar de la educación adventista, y tienes una de las claves más importantes para revivir a la educación adventista, ¡convirtiéndote apasionada y abiertamente en un adventista!

Debo reiterar que nunca debiéramos salimos de nuestro camino para ofender intencionalmente a otra persona. Golpear a la gente con la Biblia y sus verdades no es solo contraproducente, sino tam­bién pecaminoso. Pero el hecho simple todavía permanece: Cuando nuestras escuelas se mantienen fieles a su llamado, van a, y debería ser así, molestar a algunas personas simplemente por el hecho de que nosotros enseñamos amablemente verdades impopulares y olvi­dadas. Si no las estamos presentando, si nuestras escuelas son tan poco afectuosas, tan superficiales y tan cobardes, que incluso están ahogando nuestro mensaje inimitable de modo que «nadie salga ofendido» y con la idea de que «atraigamos a más no adventistas», entonces cuanto más pronto coloquemos un candado en la puertas y colguemos un letrero de se vende en la entrada, mejor. Tales escue­las «adventistas» son una burla para Dios, el mismo que creó este mo­vimiento adventista para ayudar a preparar al m undo para la se­gunda venida de Cristo y para quien somos infieles mayordomos si rehusamos proclamar aquello que nos ha mandado. ¿Cómo po- (Iriamos colocar el letrero «Escuela Adventista del Séptimo Día» si 11 0 nos estamos fielmente, incluso apasionadamente, esforzando con lodas nuestras fuerzas para preparar estudiantes para ser segui­dores de Cristo y misioneros adventistas en cualquier vocación que escojan? ¿Hemos olvidado la declaración que hizo Jesús hace m u­llios años, misma que hoy todavía lleva cada onza de poder?

«No todo el que me dice: "Señor, Señor", entrará en el reino de los i idos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cie­lo. Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en l u nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?" Entonces les diré claramente: "Jamás los conocí. ¡Aléjen- no de mí, hacedores de maldad!"» (Mateo 7: 21-23).

¡Dios no permita que alguna de nuestras escuelas llegue a escuchar i.il pronunciamiento! IVro en nuestro curso corriente es posible que muchas de ellas lo escm lien, .i menos que se lleven a cabo cambios nii'tlnncink'N y tangible ■ < n enfoque, currículum y en la vida en

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el campus. Nosotros hemos sido llamados a ser escuelas adventis­tas, nada menos que eso, y Dios no nos va a considerar fieles hasta que cumplamos ese llamado (hablaré con mayor profundidad acer­ca de esto en la cuarta parte de este libro).

Preocupación acerca de la calidad 3: Administración y liderazgo de mala calidad en las escuelasYa hemos hablado acerca del efecto de un liderazgo pastoral pobre sobre la educación adventista. Ahora demos un giro al incierto te­ma de la administración y el liderazgo de mala calidad dentro de la escuela adventista en sí misma. Digo «incierto» debido a la posi­bilidad de que cualquier director o líder de educación que lea esta sección pueda sentirse ofendido por lo que voy a decir. Así es que permíteme aclarar que, con muy pocas excepciones, los administra­dores de escuelas que yo he conocido de manera personal, ya sean los locales o los de la Asociación, han sido corteses, amables y (por decirlo de una forma muy leve) muy dedicados para que la educa­ción adventista florezca. Y aunque son un grupo tan pequeño, las escuelas que ellos administran no prosperan, sino que experimen­tan una decadencia y una agonía (y nota que podríamos decir exac­tamente lo mismo de muchos pastores y sus iglesias, pero eso es te­ma para otro libro y para otra ocasión). ¿Por qué su dedicación no se traduce en una reforma y en un reavivamiento de la escuela adven­tista? Puede que la respuesta no sea que ellos no son buenos líderes, sino que son el tipo equivocado de líderes.

¿Cómo puede ser tan ambiguo?Aclaremos esto al mirar a las cosas desde la perspectiva de un di­

rector de una escuela adventista primaria o secundaria. Hace unos 20 ó 30 años, dirigir nuestras escuelas era mucho más fácil en algunas for­mas clave, si no es que por otra razón no tenías que preocuparte acerca de la decadencia perpetua de las inscripciones. A menudo teníamos una buena cantidad de alumnos, y el pánico en cuanto a la posibilidad de tener que cerrar las puertas de la escuela ni siquiera se avistaba en el horizonte. Haciendo una analogía, es como si nuestras escuelas fueran unos cruceros de placer, y para dirigirlos de manera efectiva, un direc tor hubiera tenido que dirigirlas como un oipiMn de un crucero. I’oi ejemplo, se pudieron hacer cambios im| >m liiiilen m )bie 1<i iminiui (y pro

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bablemente en la mayoría de las veces se debieran haber hecho) de for­ma lenta y cuidadosa. Y uno habría ignorado las grandes «tormentas», ya que, aunque hubieran sido incómodas tanto para el capitán como para la tripulación, el «barco» era tan grande, que podía navegar in­cluso por los mares más feroces a través de la simple inercia.

Por otra parte, la pompa y la grandeza de dicho barco de cruce­ro eran impresionantes, y mantenían a flote, (¿acaso dije eso?), la reputación del capitán, incluso si es que Su nivel de capacidades no eran los mejores. Por ejemplo, las ceremonias vinculadas con la llegada del «barco» a un nuevo «puerto» (por decir algo, las gradua­ciones) eran acontecimientos donde se derrochaba mucho dinero, y donde muchos «pasajeros» «desembarcando» y mucha música y al­boroto. Ser un capitán bajo tales condiciones era muy atractivo.

Todo aquello tuvo una vida demasiado corta. Hoy en día, dichos «cruceros» generosamente dotados, son en su mayoría objetos del pasado. Las instituciones académicas que tienen una capacidad pa­ra unos 300 ó 500 estudiantes por lo regular albergan la mitad o in­ri uso menos, o simplemente han cerrado sus puertas. Imagina un an- liguo crucero atracado en un puerto, el cual no se ha aventurado a entrar al mar desde hace mucho tiempo, las cubiertas enmohecidas, llenándose de percebe donde se marca la línea del agua, permanen- I emente atracado, con solo los suficientes «pasajeros» como para mantener al armatoste sobre el agua... al menos por el momento.Y qué va a pasar con el año siguiente? Bueno, solamente digamos

que nadie es tan optimista. Tal vez aquellos que ya navegaron an- l i ' s en ese barco (los egresados) lo van a encontrar en sus billeteras pnra mantener la máquina a flote durante un año más. Pero inclu- mo ellos se cansan de estar sacando de apuros al barco.

Entonces, ¿qué es lo que se puede hacer?Antes de que respondamos, aclaremos cómo hemos respondido

■ interiormente la cuestión funcionalmente hablando. En otras pa­labras, no debemos fijar nuestra mirada en lo que decimos, sino en lo que hemos hecho cuando hemos intentado que nuestras escuelas MMn restauradas. ¿Qué acciones hemos llevado a cabo?

bueno, por lo gener.il, liemos contratado... a más capitanes de cru- leros. Después de lodo, (iqueolr.i persona podría saber cómo con­ducir un cun ero que m i . iiplMn de ente tipo de navios? Y ellos, por lo

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regular son muy corteses, amables y dedicados. Y trabajan muy duro.Y la nave se sigue hundiendo.Esta es la verdad acerca de las escuelas adventistas: Uno puede

tener un fuerte compromiso de ganar almas para Cristo y un fuerte compromiso de ser fiel al llamado del adventismo y aún así tener que cerrar las puertas de una escuela a menos que tenga el tipo co­rrecto de liderazgo en el timón de la escuela en particular. Y nota que no dije «un lindo liderazgo» o «un amable liderazgo» o «un li­derazgo dedicado», a pesar de que esas cualidades son indispensa­bles. Yo dije de manera específica «el tipo correcto de liderazgo», eso es lo que va a llevarnos al triunfo en la batalla.

¿Y qué tipo de liderazgo es ese?Admito que me estoy adelantando un poco en este tema, ya que

la mayor parte de la discusión sobre cómo restaurar la educación ad­ventista está en la parte cuatro. Pero aquí hay un breve avance. Si­guiendo con nuestra metáfora de navegación oceánica, ya no nece­sitamos capitanes de cruceros al timón de nuestros «barcos». En lu­gar de eso, necesitamos capitanes de barcos destructores.

Por ejemplo, un destructor en la marina de los EUA es conside­rablemente más pequeño, más ágil y funciona con mucho más efi­ciencia de lo que cualquier crucero quisiera. A pesar de estar bien armado para enfrentar a sus enemigos, es altamente maniobrable.Y no desperdicia espacio en comodidades, ya que el navio se con­centra en cumplir su misión primordial.

Obviamente, un barco semejante requiere de habilidades y acti­tudes totalmente diferentes de parte de su capitán de lo que hace su contraparte en un crucero. Por una razón, mientras que ambos ca­pitanes están preocupados por el bienestar de su tripulación y de los pasajeros, el capitán del destructor está muy consciente de la in­tensidad de la oposición que podría enfrentar en algún momento, y como consecuencia de lo mismo, tales oficiales por necesidad toman decisiones más rápidas y con gran precisión. Las correcciones del trayecto para adaptarse a las condiciones tan cambiantes, se llevan .1

cabo de una manera tan rápida y tan efectiva como sea posible. En l.i medida en que la importancia tanto de la seguridaiI tomo del bienes­tar de los ocupantes de la nave y el cumplimiento de l.i misión es más grande que la reputación del capitán del den im rlo i , 1,1 egolatría que

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da fuera. Cuando un enemigo amenaza, o cuando el destructor de~ be atacar primero a su enemigo, el capitán ya se ha asegurado de que los miembros de la tripulación estén bien entrenados en cuanto a qué, dónde, cómo y cuándo deben actuar. En resumen, los cap ita­nes de destructores traen un nivel de intensidad, decisión y visión a su cargo que soplarían la lumbrera de sus contrapartes los capí' tañes de crucero.

Lo cual nos lleva a lo que me parece upé pregunta m uy p ro fun ­da: Si tuvieras que ir a la guerra, ¿a qué capitán preferirías y en qué barco? ¡Estamos en guerra! Los días en que navegábamos serena­mente a través de las aguas de este mundo con una lentitud agí a- dable y con un letargo delicioso, se han ido. Y no, no hay exceso de vacantes para capitanes de cruceros. En lugar de eso, necesitamos desesperadamente capitanes de destructores que no solo tengan la habilidad de dirigir decidida y efec­tivamente en tiempos de guerra, sino que también (presta mucha atención) puedan tomar nuestros cruceros y, en cualquier parte que sea necesaria, los conviertan en destructores.

Está bien, hagamos a un lado la metáfora por un momento. En la ac- tualidad, una de nuestras más grandes necesidades es la de d ire c ­tores, profesores con liderazgo y administradores de escuelas qtie sean directores de excelencia del cambio. Cualquier escuela que es­té en decadencia y que, aún así, insista en contratar a líderes que, y a sea que se rehúsen o sean incapaces de reconocer la seriedad de los tiempos en los que vivimos y dirijan de acuerdo con esto, está pi" d iendo que se cierren sus puertas. Necesitamos un liderazgo que r»o tenga miedo de tomar decisiones difíciles, y que cuando sea neces#- i io, lo hagan de una manera muy rápida, en relación con los carf>- I >li)H que se requieren en los miembros del equipo de trabajo, en el cO~ i ríi ulum y en la vida estudiantil. Los administradores de las escu£-l.r. de hoy deben establecer una cultura de compromiso, en parti- i ni.ir entre los miembros del equipo de trabajo, que los mantenga res­ponsables de la calidad tanto di* su instrucción como de la influencia r .piriiu.il en l.i escuela. (Obviamente, esto también pide a gritos

En la actualidad, una de nuestras más grandes necesidades es la de di­rectores, profesores con liderazgo y administradores de escuelas que seaJi directores de excelencia del cambio-

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un pensamiento progresivo y el apoyo de las juntas directivas de las escuelas. Más información y más comentarios al respecto en la cuar­ta parte de este libro, así como la forma en que se debe lidiar con los desafíos de reclutar o desarrollar buenos líderes para nuestras escuelas.)

La educación adventista puede levantarse de nuevo, pero para eso se va a requerir de un liderazgo de transición, líderes que tengan una completa dedicación a Cristo y al adventismo y que cuenten con una sólida visión de la renovación y con la valentía para arries­gar todo lo que sea necesario para ver que la escuela sea restaurada. (Vamos a hablar acerca de cómo obtener este tipo de líderes en los capítulos 12 y 19.) A menos que se cuente con este tipo de liderazgo, existen muy altas probabilidades de que la educación adventista si­ga navegando «en alta mar» en un día oscuro.

Preocupación acerca de la calidad 4: ¿Somos adecuados con respecto a los asuntos académicos?Solíamos escuchar que los estudiantes de las escuelas adventistas obtenían mejores resultados en los exámenes estandarizados que sus contrapartes de las escuelas públicas. Era una conclusión basada en una sólida investigación, y por eso se convirtió en una fuente de enorme orgullo dentro de la comunidad adventista.

¿Pero es esta pretensión todavía justificable? La respuesta breve es: ¡Probablemente sí! Mientras escribo esto, a través de toda la Di­visión Norteamericana se está llevando a cabo un estudio, por se­gundo año, sobre el desempeño académico de los estudiantes, llama­do Co gnitiveGenesis y los resultados preliminares son en su mayo­ría alentadores.8 Parece que la antigua declaración aún se mantie­ne firme: Los alumnos de escuelas adventistas superan en desem­peño a los estudiantes de escuelas públicas en casi todas las áreas académicas, sin importar el tamaño del edificio, la ubicación ni la matrícula. ¡Muy bien hecho profesores y personal de oficina!

Así es que, al encontrarnos con estas excelentes noticias, ¿por qué enumero los asuntos académicos como una potencial (y permíteme poner un énfasis especial en la palabra «polem i.il ) preocupación sobre la calidad? Por dos razones.

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1. Incluso si es que el reporte final del estudio Co gnitiveGenesis arroja resultados con estadísticas que de forma comparativa son brillantes, la cantidad de las inscripciones que se registran en nuestras escuelas todavía está descendiendo y solo una minoría de estudiantes elegidos están asistiendo a nuestras escuelas. Esto presenta una proposición que hace un presagio bastante malo. Es posible que hayamos sido, y que todavía seamos, académicamente superiores en todos los niveles comparados con las escuelas públicas, ¡y que aún así sigamos perdiendo alumnos que se van al sistema de educación pública!

Si esto es verdad, hay relativamente muy pocas explicaciones po­sibles para este fenómeno. Pero vamos a tomar en cuenta tres de ellos. En primer lugar, podría ser que la mayoría de los padres adventis­tas no conoce sobre las destrezas académicas de nuestras institu­ciones educativas, y por lo tanto, necesitamos dar mejor esta infor­mación. En segundo lugar, podría ser que la mayoría de los padres adventistas reconozcan tal superioridad, pero que se preocupen más acerca de otras facetas de la educación, que las escuelas no adventis­tas ofrecen (programas deportivos, internados, programas de inter­cambio, etcétera), y que inscriban a sus hijos en donde les den lo que piden. Y en tercer lugar, podría ser que muchos padres adven- I istas se dan cuenta de que las escuelas adventistas son académica­mente superiores a las públicas... y que eso no los impresiona m u­cho. Lo cual me lleva a:

2. A pesar de que los resultados positivos que arroja el estudio Co gnitiveGenesis, los asuntos académicos todavía deben ser enlistados como una preocupación sobre la calidad debido a que podríamos apuntar a un blanco muy bajo. En la opinión de m u­chos, la educación pública en EUA es un punto de referencia cues- tionable como para que la educación adventista se base en ella. El caso en cuestión es el siguiente: ¿Te has dado cuenta que los pasa­dos ciclos de elecciones presidenciales han puesto regularmente un enfoque considerable en mejorar las escuelas públicas de EUA?I ,a razón para ello ninvi un seuvlo para nadie. ¡Lasescuelas públicas enlrenl.m ^rniule-i 11* --t i l l«mu relación a la calidad de sus progra­

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mas académicos! Así es que, ¿en realidad queremos superar a las escuelas públicas en lo concerniente a lo académico? Definitiva­mente sí. Pero no solamente debemos superarlas, debemos esta­blecer una considerable jornada académica entre ellos y nosotros.

Piensa acerca de ello así: Pocos de ustedes se sentirían impresio­nados si les dijera que yo puedo ganarle en basquetbol a la reportera de televisión Barbara Walters, de estatura pequeña. Pero si yo les dije­ra que yo puedo ganarle, y que ya lo he hecho en varias ocasiones, al campeón de la NBA, Kobe Bryant cada año durante los últimos diez años, entonces te detendrías y tomarías nota.9 De la misma manera, es posible que un reporte positivo de Co gnitiveGenesis nos traiga buenas y malas noticias. La buena noticia: Somos académicamen­te superiores a las escuelas públicas. La mala noticia: No es su­ficiente.

Una vez más, todo esto es pura especulación. Ya que mientras que estoy escribiendo el reporte de los resultados de Co gnitiveGenesis aún no ha sido terminado. Podría dar un cambio de dirección y con­cluir que los asuntos académicos no son una preocupación acerca de la calidad de nuestras escuelas. Pero hay una cosa que, en mi opi­nión, de manera definitiva no es especulativa. Demasiados adven­tistas no perciben a nuestras escuelas como académicamente ade­cuadas. Una vez más, el impresionante número de estudiantes que se han graduado de nuestras escuelas preparatorias que escogen ir a universidades no adventistas es un vivo testimonio de esto, muchos de ellos escogen ese camino por su percepción de que nuestros co­legios y universidades son académicamente inferiores. Podemos cuestionar los valores de estos estudiantes o el hecho de que ellos ponen el prestigio por encima del enriquecimiento espiritual. Pero la percepción de una cuestionable calidad académica es común­mente real y va a continuar afectando nuestra matrícula a menos que de manera muy activa y decidida lo contrarrestemos con una sólida información acerca de lo contrario.

Preocupación acerca de la calidad 5: Desconocimiento de los consejos proféticosHiena C¡. de White escribió nim bo .íeereti de l,« edm ,i< ion mlvenlisl,i.

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Aún así, los profesores y los laicos a menudo pasan por alto sus con­sejos, en ocasiones, por completo. Aunque es verdad que ella nunca entregó un modelo que se adaptara a cada caso individual, para quelo siguieran todas las escuelas adventistas, ofreció una buena canti­dad de principios que, si se practican, darían a muchas de nuestras escuelas un decidido impulso tanto en la efectividad de la misión co­mo, creo yo, en la matrícula. Incluso su principal obra al respecto, el libro La educación, permanece como agua estancada muy distan­te de quienes están involucrados en la educación adventista.

Por ejemplo, casi de manera universal desconocemos sus consejos inspirados acerca del trabajo estudiantil. Es verdad, ya no vivimos en una sociedad agrícola donde los estudiantes pueden aprender hábitos laborales en una granja escolar tan fácil como se hacía 100 años atrás. Sin embargo, lo más seguro es que la solución no sea hacer opcional el trabajo estudiantil. De hecho, en el mundo actual donde florece co­mo nunca antes la tendencia a volverse pasivo en todo lo referente a la cultura, una gran parte de nuestros estudiantes viene a nuestras escuelas con la que, tal vez, es la peor ética de trabajo en equipo que se haya visto en la historia reciente. No creo que yo esté siendo dema­siado catastrófico al decir esto. He sabido de estudiantes de prepa­ratoria que en verdad no saben cómo usar una escoba o encender una aspiradora, no porque sean bobos, sino porque nunca lo han hecho. Mantener limpia la habitación en un internado, llegar a tiempo a cla­nes, terminar la tarea a tiempo y muchas otras cosas, se convierten un destrezas perdidas entre muchos de nuestros estudiantes.

Y al encontrarse con todo esto, por ejemplo, muchas de nuestras instituciones, ¿responden con hacer opcional el trabajo estudiantil? Seamos claros como el cristal: La preocupación de Elena G. de White tli' que los estudiantes realicen trabajos en la tierra no era únicamen- l<! por la tierra, sino por los estudiantes. Una mente ociosa es taller ile Satanás, y el hecho de que permitamos que los estudiantes es- i o jan si es que van a tener un trabajo o no, es algo ridículo. ¿Qué pa­sa si una granja escolar ya no nos resulta factible? ¿Qué industria podemos operar con éxito para instruir a nuestros estudiantes en Iw1 hitos apropiados de trabajo y que se conviertan en miembros pro­ductivos de iglesia y de la sociedad?

lambien preHlamn'i muy poi a atención a una gran cantidad de te­

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mas que ella dijo que debían ser considerados de forma obligatoria. Las cafeterías, o los expendios de alimentos, de nuestras escuelas por lo regular desbaratan nuestro mensaje de salud. La dieta que ofre­cen, muy a menudo, es muy deficiente en frutas frescas, nueces, ver­duras y hortalizas, y muy alta en grasa, sal y azúcar. No soy un faná­tico en este punto, me gusta el postre en moderadas cantidades tan­to como a las demás personas (tengo la tendencia a estar de acuerdo con mi abuela, que dice que la fruta en el árbol de la vida va a ser en realidad chocolate). Pero, digamos, en un ambiente de una escue­la primaria o preparatoria, donde los índices de obesidad infantil en EUA se acerca a un tercio de la población de todos los jóvenes y la diabetes juvenil ha crecido a pasos agigantados, ¿por qué en la verde tierra de Dios podría una escuela, ¡en especial una escuela adven­tista! Ofrecer algo inferior al combustible de alta calidad para los cuerpos de sus estudiantes? No solamente los estudiantes disfrutarí­an de una mejor salud, sino que se reducirían los índices de ausen­

tismo escolar, de tareas no entrega-................... ............................. das y de problemas de atención, y

la televisión es uno de los principa- t a m b ié n f o r m a r ía n a o t r o s h á b i to s les medios para promover el pensa- s a lu d a b le s miento posmoderno y el secularismo.

_________ _______________ Hasta que prestemos atención adichos consejos en esta y otras áreas

(tales como la vestimenta, el entretenimiento y las relaciones interper­sonales mencionadas previamente), muchos adventistas preo­cupados, incluso los que tienen suficientes recursos financieros para cubrir completamente la matrícula, seguirán rehusándose a inscribir a sus hijos en nuestras escuelas.

Preocupación acerca de la calidad 6: Incursiones del pensamiento posmodernistaEsta preocupación tiene un estrecho vínculo con la preocupación 2 con relación a una falta de pasión por las cosas exclusivamente ad­ventistas, y por supuesto ya hemos discutido esto en el capítulo 6. Así es que ahora voy a hacer algunas aplicaciones específicas sobre la vida en el campus adventista y en el aula. Sería maravilloso le ner la capacidad de decir que el posmodernismn, el etml gobierna Hollywood y casi lodos los sistemas de edm ación publica, en espe

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cial en el nivel preparatoria, no ha tocado los campus o las aulas ad­ventistas. Pero eso no sería seguro. Ciertamente, la mayoría han si­do afectadas, y a veces de manera muy dolorosa.

Por ejemplo, la mayor parte de nuestros estudiantes (y muchos de nuestros empleados) han dedicado mucho tiempo a ver televi­sión. Podemos encontrar programas muy buenos en la televisión, programas que pueden enseñar a nuestros hijos algunas cosas ma­ravillosas. Pero desafortunadamente, la televisión es uno de los prin­cipales medios para promover el pensamiento posmoderno y el se­cularismo. Y si es que los padres no son cuidadosos en cuanto a lo que ven sus hijos, la influencia de la televisión muy a menudo significa que los estudiantes traen con ellos a los salones de clases una con­figuración mental que dice lo siguiente: La violencia, el sexo libre, la inmoralidad, etcétera, no solo no son automáticamente malas, si­no que en realidad son temas para el entretenimiento personal. (La música pop y muchos videojuegos siniestros, los cuales muy a me­nudo glorifican pecados antedichos, también proliferan entre los es­tudiantes adventistas, contribuyendo aún más al relativismo moral).

¿Cómo afecta esto a la educación adventista? Dicho de una ma­nera simple, cuando un estudiante influido por pensamiento posmo- demo va a clases y se levanta contra las afirmaciones del adventismo de una verdad absoluta, tales como «Jesús es el único camino hacia la vida eterna» o «el sábado tiene lugar únicamente desde la puesta i le sol del viernes a la puesta de sol del sábado y que solo puede guar­darse de verdad durante esas horas», tales jóvenes se oponen con11 lerza. Y si es que no respondemos a esa reacción de la forma apro­piada (a través de un diálogo abierto y relacional, y de manera con- nistente, con límites obligados), muy pronto la vida en el campus va .1 emular las mismas cosas que los estudiantes han visto o escucha­llo en repetidas ocasiones en la televisión o en la radio o a través de i >1 ros medios. Por lo tanto, el peligro de todo esto tiene dos caras: (1) los estudiantes infectados con los principios posmodernistas po- < I ruin venir a nuestras escuelas con la predisposición a rechazar los valores adventistas de forma personal, y (2) si no se les controla o i es que son una buena cantidad, ellos podrían llegar a dominar el

••sabor» del campus y las ac tividades a nivel corporativo. Si sucede eMo ultimo, muchos padres adventistas llevarán a sus hijos a otras

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escuelas.No vayas a pensar que soy un adventista puritano recalcitrante,

pero te desafiaría a que llamaras a algunos de nuestros capellanes adventistas o profesores de Biblia de nuestros colegios o universida­des. La mayoría te va a contar una historia tras otra de escandalosas afirmaciones hechas por estudiantes adventistas con relación a la conducta social apropiada, la sexualidad, etcétera, que ayudaría a disipar dudas en cuanto a las incursiones del pensamiento posmo­derno y secular en nuestros estudiantes, la mayoría del cual llegó a ellos a través de los populares medios de comunicación masiva.

¿Y qué pasa con el personal de oficina y docente influido por el pen­samiento posmoderno y secular? Aunque en mi experiencia he sido menos prolífico que con los estudiantes, tales profesores, no obstante, han construido sus hogares en las aulas adventistas mucho más delo que muchos quisieran admitir.

(Una interesante consecuencia de esto es el número cada vez ma­yor de profesores no adventistas en la iglesia a nivel mundial. En el Concilio Anual de la Asociación General, llevado a cabo el 14 de oc­tubre de 2005, el reporte de la Comisión de Educación Superior mos­tró que en 1990 el cuerpo docente no adventista era de tan solo un 4 por ciento del total de profesores. Sin embargo, para el año 2000 el número se había elevado a un 16 por ciento, y para el año 2010 se proyecta que será de 28 por ciento.10 Aunque no siempre es el caso, es posible y tal vez creíble de que tales miembros del equipo de pro­fesores no adventistas estén más abiertos al pensamiento posmo­derno y con toda seguridad menos comprometidos con los valores adventistas específicos.)

Parte del fenómeno de que los miembros del equipo de profeso­res tengan influencias posmodernas es algo explicable, aunque no por eso justificable. Por ejemplo, entre los profesores de colegios, el antiguo mantra «publica o perece» todavía sigue siendo verdad. De una forma muy comprensible, los colegios desean que el mundo en­tero perciba a su cuerpo docente como competente y creativo, y que­sea así atractivo para futuros estudiantes y donadores de recursos financieros. Muy bieii. Pero para muchos profesores, lener el nom­bre de una institución adventista de aprendizaje nuperior añadido al final de su artículo complica más las ivlm’ioucn prolenionales, y no

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las facilita (una vez más aparece ese «extraño» factor del cual habla­mos en el capítulo 1). Y en su premura por tener aceptación fuera de la iglesia, la tentación de cobijar el espíritu de esta época (el rela­tivismo moral) puede ser, de hecho, muy fuerte, en especial si eso puede conducir a un mayor prestigio y al avance profesional.

Pero una vez más, aunque esto es una explicación, ni es comple­ta ni es una excusa aceptable. Yo veo los hechos de la siguiente ma­nera: Aunque el adventismo tiene un gran espacio para el debate de varios temas, no podemos decir lo mismo del núcleo que siempre ha constituido al adventismo. Por ejemplo, la Biblia debería ser siempre considerada como algo esencial, de gran autoridad y necesaria para una vida espiritual saludable; Cristo Jesús como un Amigo y Salva­dor personal debería ser una expectativa y requisito para todos los profesores; la integridad de la fe, esto es, que nuestra fe ha sido he­cha para que sea consistentemente vivida de verdad y en relación con otras personas, debería ser evidenciada como algo indispensa­ble; la cercanía de la segunda venida de Cristo debería siempre in­fluir de una forma muy profunda sobre nuestras decisiones perso­nales y corporativas; el sábado debería ser siempre honrado y obser­vado con toda intención y gozo; la profecía, ya sea en la Biblia o en el ministerio de Elena G. de White, debiera siempre tomarse con to­da seriedad, sin importar si todos estamos de acuerdo con la inter­pretación específica de este o aquel pasaje. ¡Es un núcleo de creen­cias relativamente pequeño! Pero muchas de nuestras escuelas, y sus respectivos profesores, a menudo pasan por alto este pequeño um ­bral. No puedo recordar el número de veces en las que he visitado .1 profesores de diversos niveles, secundaria, preparatoria o prima- i i a, y he indagado acerca de su pasión o por lo menos de su creencia en este breve, pero vital, núcleo y he quedado profundamente decep­cionado. Estas cosas son esenciales para nuestra identidad como adventistas, pero aún así, muy a menudo las tratamos como reli- i |uias que vienen de nuestro pasado retrógrado y rural.

Permíteme agregar rápidamente que he conocido a un número incluso mayor de personal de oficina y docente que está muy dedi­cado a los ideales centrales adventistas. Ellos creen profundamente en el núcleo de creencitiü, lo enseñan con gran pasión y practican en miih propias vUl.i't ¡At ibo ,i I )¡os por osla colectividad! Pero, en mi

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opinión, es una mayoría muy escasa. Y para demostrarlo, permíte­me preguntar a los profesores que están leyendo este libro: ¿Puedes nombrar, en este momento, a las personas del equipo de trabajo de tu escuela que son abierta, apasionada y compasivamente adven­tistas? Por otra parte, ¿puedes nombrar los miembros del equipo de trabajo de tu escuela para quienes el adventismo no genera pasión (aunque profesen seguir a Cristo), individuos que pública o priva­damente no sienten amor por su iglesia más que considerarla como la institución que les provee un salario y un lugar para expresar sus propias ideas? Mi suposición es que si tu experiencia es similar a la mía, puedes citar a varias personas en ambas categorías.

Muchas personas se han preguntado por qué la iglesia adventista sigue pagándole a los profesores que encajan en la segunda categoría. Muchos adventistas cada vez más, deciden que no. Lo demuestran al no enviar a sus hijos para que esos profesores les enseñen. Y hasta que la administración y las juntas directivas de nuestras escuelas de­seen mantener amablemente a dicho personal en la nómina, esa ten­dencia negativa continuará. Debemos preservar la libertad de in­vestigación, pero nunca al costo de intercambiar el núcleo de creen­cias adventistas por una sombría imagen de lo que solía ser.

Preocupación acerca de la calidad 7: Plantel en un mal estadoCasi titubeé en mencionar esta preocupación, debido a que la ca­pacidad para resolverla en ocasiones radica afuera de una escuela determinada. Pero debo mencionarla porque afecta las decisiones de los padres en cuanto a si van a inscribir a sus hijos en nuestras es­cuelas o no. Mi amigo Rob Smith, que trabaja como vicesecretario de educación en la Asociación de Potomac, hace poco tiempo me hizo una excelente observación. Como parte de su trabajo, Rob viaja ex­tensamente y visita muchas escuelas. «Es sorprendente ver el estado de (el plantel) muchas de nuestras escuelas. Yo fui a la primaria en los setenta, y cuando camino por muchas de nuestras escuelas pri marias, ¡es como si nada hubiera cambiado desde entonces!»

Por desgracia, tiene razón. Las décadas de 1950, l%()y 1970 pros­peraron enormemente con nuevas eonsli ueeioneit en l>i Iglesia Ad ventisla (y muchas otras denomimioionen, mui ve/ m<Vi, lendeneinti

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Escuelas de mala calidad 9 5

sociales más amplias están en marcha), y las nuevas iglesias y escue­las se multiplicaban como conejos proverbiales. A medida que los años prósperos continuaron, tuvimos la capacidad de poner al día nuestros edificios según fue necesario... hasta que la bonanza se de­tuvo. Y desafortunadamente, cientos de planteles de nuestras escue­las a lo largo y ancho de todo el país necesitan reparación, renova­ción o demolición. (Un chiste que escuché en una de las escuelas de una iglesia donde trabajé decía que lo mejor que le podía suceder al plantel de dicha escuela era un buen incendio. Pero una vez más, probablemente no habría funcionado: El edificio estaba sumamente inundado como para quemarse.)

Naturalmente, esto tiene un efecto en la matrícula para algunos padres, particularmente para el puñado de padres no adventistas que podrían considerar enviar a sus hijos a nuestras escuelas. ¿Qué pen­sarías si caminaras por una escuela y lo primero que notaras fuera el olor del moho? ¿Y si las aulas de clases parecieran bien equipadas, pero del año 1968? ¿Y si los daños de las filtraciones de agua hubie­ran decolorado la mayor parte del azulejo del techo, o si los baños tuvieran goteras e instalaciones arcaicas, o si el material de las zo­nas recreativas pareciera el sobrante de un sitio de pruebas que ha realizado el gobierno en contra del tétano? ¡Pero por supuesto! Te lle­varías a tus hijos a cualquier otra parte, o al menos te comprome­te-rías a tener solo tentativamente a tus hijos en esa escuela a largo plazo.

Una vez más, debo señalar que muchas escuelas están estanca­das con sus viejos planteles. La mayoría de los directores no puede iigitar una varita mágica y recibir una considerable cantidad de di­nero para arreglar los problemas más apremiantes del plantel. En este asunto, nuestras escuelas son a veces víctimas de las muchas cau- Nfls de la decadencia de la educación adventista que he bosquejado en los capítulos anteriores. Pero sin importar de quién es la culpa, los planteles son un verdadero problema en nuestras escuelas, y repre- Ncntan una preocupación acerca de la calidad que se debe (y creo que ie puede) tratar si nuestras instituciones educativas van a ser res­tauradas.

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Cómo matar la educación adventista

3. Elena G. de White, La educación, pp. 20, 21.4. Ibíd., p. 22.5. p . 30.-------V. r .

6. Elena G. de White, Fundamentáis ofChristian Education, p. 436.7. George Knight, Myths in Adventism (Hagerstown, Md.: Review and Herald Publishing Association,

1985), pp. 47-51.8. Puedes seguir el progreso y los resultados en www.cognitivegenesis.org.9. No puedo y no lo he hecho. Pero aún así te sentirías impresionado, ¿acaso no?

10. R. Bruinsma, «The Quest for Integrity», p. 23.

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TERCERA PARTEReceta para la destrucción

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Cómo matar la educación adventista

PODEMOS RESUMIR la forma en que se puede matar a la edu­cación adventista en seis palabras. Aunque rara vez las deci­mos en voz alta, se implementan a menudo. A algunos de no­

sotros no nos gustan estas seis palabras, y no puedo recordar a nin­gún director, junta escolar o profesor que alguna vez haya profesa­do públicamente sU fidelidad a ellas. Pero muy a menudo son una realidad, sin embargo, porque al parecer estas seis palabras prome- leii seguridad, y para aquellos que son empleados de la iglesia dan la impresión de garantizar la seguridad del trabajo. Las seis pala­bras que describen cómo erradicar la educación adventista son:

Sigamos haciendo lo que estamos haciendo.¿Su está implementando este plan con éxito en tu escuela? Por de- t ir algo obvio, tenemos que hacer algo diferente de lo que hacemos en estos momentos si nuestra escuela particular está estancándose.V deben descubrir e implementar nuevos métodos, y tal vez algu- i i o h métodos viejos pero buenos que hayamos dejado en el pasado. I'ndría llegar nueva vida a nuestras escuelas. Pero si la transforma- t ión ha de tomar lugar, debemos cambiar el curso. Debemos em- |te/,ar de cero y weguir un nuevo camino.

I ,o cual don lleva a la Miarla parle.

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CUARTA PARTE:Algunas soluciones posibles para la crisis actual

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Cómo dar a la educación adventista una oportunidad

para sobrevivir

: UÉ ALIVIO! Por fin podemos alcanzar algunas soluciones. ¿Qué se requiere para que la educación adventista llegue a un

I sitio en el no se la pase meramente sobreviviendo, sino pros­perando? Una rápida lectura concienzuda de las causas de la deca­dencia de la educación adventista sugiere que dos grandes áreas re­quieren de atención: La iglesia local y la escuela local. Esto me lle­va a señalar que cuando se trata de darle un giro a nuestras escuelas, hay tanto buenas como malas noticias.

Primero las buenas noticiasI ,as buenas noticias son que la experiencia ha mostrado que las es­cuelas que implementan los pasos que voy a describir en las pági­nas que siguen pueden tornarlas del borde de la destrucción a una vitalidad genuina y saludable. Para demostrar este punto voy a am­pliar los capítulos restantes con ejemplos de dos academias con in­ternado, la Academia de Mount Vernon en Ohio, y la Academia de ' ihenandoah Valley en Virginia, para ilustrar lo que puede suceder m ando se implementan los principios correctos de la manera co~ i recta. Demos una pequeña mirada a cada escuela.

I ,a Academia de Mount Vernon (AMV) tiene profundas raíces en la Iglesia AilvenliMa. r.niivaiulo su herencia hasta 1885, cuando la denominación compró • I l«*i reno con una inversión que alcanzó los

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diez mil dólares (una suma muy atractiva para ese momento y una muestra de la pasión que acompañó a los inicios de dicha acade­mia). Durante los siguientes 75 años, la AMV pasó de ser un simple sueño a una próspera realidad, y a la larga llegó a tener un cuerpo estudiantil que sobrepasaba los 320 estudiantes en la década de los sesenta.

Pero en la década de los setenta la matrícula empezó una deca­dencia gradual firme. A finales de la década de los noventa la can­tidad de estudiantes se derrumbó de tan mala manera que la Aso­ciación de Ohio y la junta directiva de la AMV consideraron duran­te varios años recomendar el cierre de la academia. En la primave­ra del 2000 el cierre de la matrícula arrojó un escueto resultado de 78 estudiantes (¡y únicamente siete eran de nuevo ingreso!) Insu­ficiente para mantener un ambiente educativo de calidad, y mucho menos para seguir hacia el futuro de manera confiable.

Luego en el año 2001 la academia empezó a sufrir una transforma­ción radical bajo el liderazgo de un nuevo director, Dale Twomley; el campus cambió de manera drástica en casi todas las áreas: Aca­démica, en el plantel, en las políticas escolares, lineamientos de con­ducta y por supuesto, en el área de la espiritualidad. ¿Y cuál fue el resultado? Para el siguiente curso escolar, la matrícula alcanzó los 122 estudiantes. El año siguiente la inscripción anduvo alrededor de 140 y para el ciclo escolar 2006-2007, el alumnado era de 168, más que el doble de la cantidad de alumnos que había, tan solo seis años antes. Es cierto, todavía está muy por debajo del nivel de estudiantes que tuvo en la década de 1960. No obstante, hoy la AMV es una próspe­ra escuela con alta calidad en lo espiritual y en lo académico, edificios renovados, y mucho entusiasmo entre el personal de trabajo y los estu diantes. (Y sí: Son responsables financieramente). Nada mal para una institución que hace menos de una década estaba al borde de cerrar'

Y, ¿cómo se logró todo esto? De seguro estuvieron involucrados muchos factores. Pero, como un todo, la AMV se transformó al im plementar el proceso de cambio que se describe en las páginas si guientes.

La Academia de Shenandoah Valley (ASV)eNolrn ile nuestras en cuelas con una historia enriquecedorn. ( 'omen/ó en MJ0H en un leu i torio donado por ( liarles Zirkle mltMilMn it^onl/iilw pontniilo en mii

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Cómo dar a la educación adventista una oportunidad para sobrevivir 105

cama, la ASV llegó a convertirse en otro poderoso centro educativo en la División Norteamericana. De hecho, era tal su reputación en los destacados logros académicos y musicales, que se llegó a conocer como «la joya de la costa oriental». No es sorprendente que a fina­les de la década de los ochenta la escuela alcanzara una matrícula superior a los 320 estudiantes.

Pero para la década de 1990 había comenzado a sufrir un desliz largo pero firme. Para el año 2004, la ASV había perdido cerca de diez estudiantes cada año a lo largo de los once años previos. Después, en el inicio del año escolar 2006-2007, la matrícula cayó a un pre­cipicio. Aunque la junta administrativa tenía un presupuesto para 205 estudiantes, solo se inscribieron 135 alumnos. Esto representó una inmediata pérdida operativa de más de setecientos mil dó­lares, acompañada de una caída masiva en el ánimo de la comuni­dad escolar.

Al enfrentar la pérdida más grande en toda la historia de la ASV y su posible cierre, la Asociación de Potomac y la junta administrati­va de la academia se movieron con gran rapidez. Dale Twomley (ahí está ese hombre de nuevo) asumióla dirección e inmediatamente em- To eS sorprendente que a finaíeTde' pezó a revisar la institución. Al igual la década de los ochenta la escuela que con la Academia de Mount Ver- alcanzara una matrícula superior a non, la ASV no dejó ni siquiera una los 320 estudiantes, piedra sin inspeccionar durante subúsqueda de revitalizarla. Inspeccionó, racionalizó y mejoró todo, desde el personal hasta las finanzas, el currículum, la vida en los dor­mitorios y mucho más.

Los resultados fueron inmediatos y asombrosos. La clase de gra­duandos 2006-2007 (el año en que la matrícula se cayó precipita­da mente) superaba la cantidad de 60 alumnos, lo que significaba que i vrea de la mitad de la escuela egresaría en esa primavera. ¡Pero in­cluso con esta importante pérdida, la matrícula del ciclo escolar 2007- 2008 fue de más de 170 estudiantes! En lo que debemos catalogar co­mo una especie de record en la historia de la educación secundaria «mi l , i División Noi liMinerieana, significó que la ASV, a tan solo un riflo después de l.i i . 111 ir >111 >1 ii ,i mída en las inscripciones, atrajo a más de 100 eNtudiiiMlci dr nuevo Ingrimo, (Ñola que nuis de 40 de ellos

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estaban en escuelas públicas). En el año siguiente este éxito continuó, ya que la ASV registró a 220 estudiantes durante el ciclo 2008-2009 (y una vez más, muchos de los alumnos nuevos habían asistido previamente a una escuela pública).

Adicionalmente, la confianza que tenía en sí misma la «nueva» ASV, como ha sido llamada, ha crecido tanto que recibió más de tres millones de dólares en los siguientes tres años de parte de los ex alum­nos y otros donadores para los proyectos de renovar los edificios. Eso le dio al campus dos dormitorios completamente remodelados, así como un centro de estudiantes restaurado, además de agregar­le la construcción de un área de recepción. Mientras escribo esto, la escuela construye canchas nuevas y el ánimo en la institución es al­tamente espiritual y muy enérgico. Una vez más la ASV es un lugar donde los padres se gozan de enviar a sus hijos.

Como en el caso de la AMV, muchos factores estuvieron en jue­go. Pero en el centro de todo, la ASV se transformó a sí misma a tra­vés de la implementación del proceso de cambio que voy a descri­bir en las páginas que siguen. Ahora, algunos de ustedes podrían sentirse tentados a decir que la verdadera lección que nos enseña la AMV y de la ASV es que «si tu escuela está en problemas, contra­ta a Dale Twomley». Y de hecho, en mi opinión, él es uno de los líde­res y administradores más hábiles en la División Norteamericana. Pero también sería el primero en decirte que no está en él lograr un cambio en una escuela. En su lugar, se requieren principios, emplea­dos de la manera correcta por líderes que no se conformen con que la situación siga igual, líderes que consideren el llamado de Dios con tanta seriedad que no descansen hasta que su escuela glorifique a Dios. Veremos los principios y la forma en que se deben aplicar en tu escuela en las páginas que siguen.

La elección de estas dos escuelasA pesar de la asombrosa naturaleza de las transformaciones de la AMV y de la ASV, algunos todavía podrían cuestionar la validez de* utilizar sus historias para informar sobre otras situaciones educa­tivas. Después de todo, ambas escuelas son academias con interna do y de este modo se vuelven instilucioni’N niniH en la División Norteamericana. También, una canlitlad roiinlilrriilili1 d r OHCiielan

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Cómo dar a la educación adventista una oportunidad para sobrevivir 107

primarias han tenido una transformación igualmente asombrosa. ¿Por qué mejor no citar los ejemplos de ellas?

Permíteme apresurarme a decir que el proceso de cambio que voy a describir en las páginas siguientes es una síntesis de lecciones que están ejemplificadas en casos como el de la AMV y de la ASV. Pero ta­mbién he recolectado mucha información de una gran cantidad de escuelas y líderes educativos de toda la División Norteamericana.Y mi experiencia al reunir información paisa este libro me lleva a la conclusión que, aunque han ocurrido otras transformaciones, es­tas dos escuelas ofrecen ejemplos especialmente útiles para saber có­mo puede ocurrir una transformación en casi cualquier escuela, y es­to al menos por dos razones.

La primera razón es simple: Tanto la historia de la AMV y la de la ASV son muy recientes. No ocurrieron hace 50 ó 15 años, sino dentro de la década pasada. Así que ofrecen casos de estudio actuales en un mundo que cambia muy rápido y que pueden ayudar a otras escuelas que tienen el mismo entorno histórico. Pero la segunda razón es que (y piensa de manera más convincente) nada se compara con la olla de presión y el complicado ambiente de un colegio con internado. No, otros tipos de escuela tampoco son un día de campo. Pero el «mons­truo» de un colegio con internado tiene algo particularmente intenso.

Por ejemplo, considera el lado de los estudiantes en la ecuación del colegio con internado. Los estudiantes (como en todas las prepa­ratorias) necesariamente cubren toda la gama de los jóvenes que son extraordinariamente inmaduros hasta los que son muy maduros, una infusión volátil y desafiante con la que cualquier profesor o miembro del personal tiene que lidiar. Pero debido a que los padres envían a sus hijos a colegios con internado no solamente para que tomen sus ( lases sino para que en realidad vivan ahí, los estándares del campus, asi como los estándares de desempeño de sus profesores y del per­sonal, deben ser tan altos como el cielo. Las faltas que algunos po-1 1 rían disculpar en una institución educativa donde los alumnos van y vienen a su casa son inaceptables en una institución escolar con in­ternado, simplemente porque los padres de los estudiantes de un co­legio con internado saben que ellos no estarán presentes para arreglari ualquier desorden que pueda ocurrir. De esta forma, los colegios ton ¡nlern.ulo llenen un mareen pequeño de error y los estudiantes

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deben ser extraordinariamente bien cuidados o de otro modo la escuela va a tener que cerrar.

Además, aparte de la carga normal de enseñanza que cualquier preparatoria adventista espera que sus profesores lleven, los maestros de los internados también tienen que asumir pesadas obligaciones de supervisión después de la hora de trabajo y casi cada fin de semana. A diferencia de las escuelas comunes, los alumnos de los internados están todo el tiempo en el campus durante el año escolar. A la pesada carga que tienen que llevar los profesores de una academia con inter­nado se agrega el apoyo a algunas clases o clubes, los viajes al campo de rigor (que rara vez cuentan con el apoyo de los padres que las es­cuelas comunes tienen), y el hecho de que los profesores y el personal, en lo esencial, viven con sus estudiantes, entonces no es una incógnita el porqué muchos profesores y personal de trabajo de los internados sean una variedad muy especial de seres humanos. Ellos son las boinas verdes de la educación adventista, y aunque ser un profesor adventista efectivo en cualquier lugar requiere de una gran de dedicación, es po­sible que no sea tan demandante como una escuela con internado.

Así que aquí está el punto: Los docentes de un internado, el per­sonal de trabajo y los estudiantes trabajan y viven bajo algunas de las condiciones más extremas que el adventismo norteamericano pue­da ofrecer, y si es que las soluciones que voy a compartir para restau­rar una escuela en decadencia pueden funcionar, las probabilida­des de que funcionen donde sea son buenas. ¡Buenas noticias!

Sin embargo...Desafortunadamente, también hay malas noticias. De las seis cau­sas de la decadencia en la educación adventista dadas en el capí­tulo dos de este libro, al menos tres de ellas ocurren casi de manera exclusiva en la iglesia local, no en la escuela local, lo cual nos lleva a una incómoda conclusión: Es completamente posible que tengamos que hacer la mayoría del trabajo de cambio en la iglesia o el comité local en vez de la escuela misma. Esto también quiere decir, y aquí están las malas noticias, que una escuela podría implementar por completo las soluciones que se sugieren en las página» siguientes, y aún así cerrar sus puertas si es que osl.i encajada til upoyo de una malsana iglesia o comité locaI.

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Cómo d a r a la educación adventista una o po rtu n ida d para s o b re viv ir 10 9

Quisiera poder decir algo diferente, pero no puedo. Los comités y las escuelas a menudo se engranan en complejas danzas unos con otros, lo que hace muy difícil que uno de los dos vaya en otra direc­ción sin que el otro lo siga. Así a menudo gana el que tiene mayor peso. Por ejemplo, si empiezas a provocar un cambio en una escue­la primaria, pero tienes uno o dos pastores locales que decididos de cortar los apoyos a la institución, va a ser muy difícil que el éxito llegue sin importar qué tan buena calidad" tenga la escuela.

A esto se le agrega el hecho de que la mayor parte de lo que que­da de este libro va a tratar el tema de la escuela local, y no el tema de las partes que forman parte de ella,2 ¡y puedes preguntarte para qué te vas a molestar en leer las soluciones que te propongo!

Odio el suspenso. Aquí te muestro las razones por las que no solo debes seguir leyendo, sino implementar lo antes posible, las solu­ciones propuestas.

1. Tratar de darle la vuelta a una escuela adventista es casi siem­pre el camino correcto. Es cierto, algunas escuelas han ido dema­siado lejos como para que puedan ser salvadas. Se les tiene que practicar la eutanasia, llorarlas y enterrarlas. Pero muchas, m u­chas y muchas escuelas adventistas pueden ser resucitadas. Y en situaciones en las que estén, intentar restaurarlas es un deber da­do por Dios que demanda de nuestra mejor energía, nuestros es­fuerzos más apasionados y de generosas donaciones de tiempo, dinero y oración. La salvación de un sinnúmero de estudiantes podría depender de esto. El éxito del futuro de la Iglesia Adven­tista podría estar basado en esto. Y así, en casi todos los casos, re­sucitar a una escuela es simplemente el camino correcto, sin im­portar si vamos a contar o no con el apoyo del comité local.

2. A menudo los comités locales llegan a apoyar más a escuelas que hacen serios esfuerzos para transformarse. Un comité hostil puede cambiar para bien cuando ve a su escuela local intentando cambiar la forma en que está funcionando (y en el capítulo 10 voy a dar algunas sugerencias específicas para ayudar a que los diversos nivelen de tu eomité de apoyo se entusiasmen más en la Iransfomim lún de tu ivicuchi).

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3. Si no intentas cambiar tu escuela, ¡ten por seguro que no cam­biará! Es verdad que una iglesia o comité local que no apoyan pueden ser un gran obstáculo en el proceso de transición de tu escuela. Pero si no avanzas con rapidez, virtualmente garanti­zas que tu escuela permanezca en decadencia o tal vez incluso muera. Debemos recordar que Dios está vivo, y que puede obrar milagrosas transformaciones. ¿Por qué no hacer tu parte y empe­zar a transformar tu escuela, siempre orando para que él cam­bie los corazones y las mentes del comité de modo que la trans­formación se mantenga y se complete?

La preparación: La necesidad de iniciar de manera localLa razón principal para la decadencia en la educación adventista tie­ne que ver con la falta de sentido de nuestro original ser adventista a lo largo de toda la División. Muy a menudo hemos perdido el sa­bor por vivir a la manera exclusivamente adventista, y por lo tanto estamos turbios en cuanto a nuestra identidad adventista. De ese ra­zonamiento podemos encontramos tentados a pensar que la imple-

______ mentación de cualquier solución aMuy a menudo hemos perdido el sa- nuestros problemas podría empezar bor por vivir a la manera exclusiva- a nivel de la División. Pero no creo mente adventista, y por lo tanto es- que ese sea el caso. Ya que aunque en tamos turbios en cuanto a nuestra última instancia, tenemos que dirigir identidad _____ ___ nuestra ignorancia o apatía con rela­

ción al llamado especial del adven­tismo al nivel de la División (así como con algunos asuntos admi­nistrativos de gran importancia, ver el capítulo 19), sin embargo, debemos empezar fijando nuestro problema primeramente en nuestro hogar.

Un par de razones requieren esto. En primer lugar, los problemas en muchas de nuestras escuelas son graves. Como resultado, pue­de que no nos demos el lujo, por ejemplo, de esperar una renovación en la apreciación del adventismo a nivel de toda la División, para pa tear e incluso afectar a nuestra escuela. Y en segundo lugar, el punto de contacto que tiene la escuela local con los padres es igualmente local. Aunque una campaña a nivel de loiln l.i I Mvi'.ión para la re novación educativa es esencial y debiera liaU i > icall/ado, no ayu

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Cómo dar a la educación adventista una oportunidad para s o b re viv ir I I I

dará a atraer a los padres inmediatamente. Eso debe provenir de un lugar con mayor fuerza y efectividad: Tu escuela, academia, colegio, universidad. Así empezaremos en casa, con tu institución local, y solo después nos moveremos hacia potenciales soluciones a nivel de toda la División.

Una estrategia de ocho pasos, más unoCon mucha seguridad, las sugerencias qu^Voy a hacerte en las pá­ginas que restan no se aplican de la misma manera a todas las escue­las adventistas. El contexto local es muy importante e influirá direc­tamente sobre nuestra habilidad de implementar cualquier sugeren­cia, sin importar cuán buenas podrían ser de otra manera. Sin embar­go, también creo que la estrategia que voy a describir es lo bastante simple y efectiva como para usarse en una mayoría de situaciones en las que una de nuestras escuelas se encuentre luchando por mantener­se a flote. Pellízcale, arréglale y agrégale todo lo necesario para adap­tarla a tu situación local.

Debemos tomar por lo menos ocho pasos clave más uno, el «pa­so de siempre», para tener las mayores posibilidades de restaurar el estado de una escuela del malestar a la prosperidad. Los pasos son los siguientes:1. Preguntar y responder las cuestiones correctas.2. Llegar a ser una escuela de oración.3. Encontrar al líder local correcto.4. Descubrir la verdadera condición de tu escuela.5. Llegar a dominar los fundamentos de la educación adventista.6. Eliminar de forma inflexible las debilidades o tomarlas irrelevantes.7. Publica lo bueno y consigue un apoyo más amplio.H, Incorporar los cambios positivos en la cultura de la escuela.

Y por último, el paso de «siempre»: Busca el dinero para la trans- form ación. Ese es el plan. Vamos a desempacarlo, paso por paso, en los capítulos siguientes.

I, Para tener una sinopHit) acerca de la historia y de la transformación de la academia de M ount Vernon, ver el Coltinibln Union Vinitor, marzo 2007, pp. 8-11.I liiy u n g ra n n ú m e ro d e eoMaw illlIeM y eupecíflcaH q u e u n o p u e d e h ac e r p a ra m o tiv a r a la s ig le s ia s lo -

i'iilt'M y a litrt parlew q u e la \ o m p o n e n i|iie no enliln b r in d a n d o mi ap o y o , p a ra q u e se c o n v ie r tan en abo-

j^mloM y «mi p ii im n liii t1» *I»1 lii ed m ti» ion advtfUtlBla, I.om lim iten d e to p a c io n o m e p e rm ite n cu b rir la s

en ewle libro.

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Pregunta y responde adecuadamente

NA DE LAS VERDADES irónicas acerca del fallecimiento dela educación adventista es que ha estado preparándose duran­te mucho tiempo. Hasta donde sé, ninguna de nuestras escue­

las que ha cerrado o enfrentado el cierre fue inconsciente respecto a los problemas que tenía durante años. Por ejemplo, Shenandoah Valley Academy (SVA) tuvo un período de declive de quince años, mientras que Mount Vernon Academy (MVA) tuvo uno por cerca de treinta años. El punto es simple: El espectro del cierre se hizo obvio a Iravés de la simple extrapolación de las tendencias a largo plazo de la matrícula.

Pero ver el futuro fracaso y elegir tomar cualquier acción necesa­ria para evitarlo son dos cosas diferentes. Y en lugar de encarar los problemas de frente y encontrar soluciones para ellos, muy a me­nudo hemos elegido cualquier número de rutas alternativas e ine- I i caces. Por ejemplo, cuando se enfrentan con otro descenso más enl.l matrícula, en lugar de averiguar a qué se debe y solucionar el pro­blema, muchos se han puesto nostálgicos recordando los «buenosV viejos tiempos» (casi como si pensaran que eso era una solución en sí misma). Otros se lian obsesionado con arreglar ellos mismos l<»s déficits financieros. «¡Lo que necesitamos es más dinero!» Dicen, tu,indo l.i verdad • •• • que el dinero es casi siempre un indicador se­cundario. Iíh un ulnliintii del problema, ¡noel problema mismo! Por lo lanío, iiun i liando niM ’i! ion regÍNlroN contables deberían oslar en

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114 Cómo m a ta r la educación adventista

orden, debemos dejar de imaginar que la solución a nuestro gran pro­blema, tener pocos alumnos debido a la baja calidad educativa u otras cuestiones, será resuelto por una comisión financiera.

En lugar de esquivar los problemas que matarán a nuestras escue­las, aquí están las preguntas duras que debemos formular y respon­der correctamente antes de siquiera hacer cualquier intento para re­cuperar la salud de la escuela.

1. ¿Estoy dispuesto a admitir mi parte en este problema? Si tú hassido un maestro, miembro de la junta directiva, director, o al­gún otro líder de la educación en una escuela en declive durante tres años o más, los problemas de esa escuela en cierta medida son tuyos. No puedes echarle más la culpa a la administración anterior y lo «incompetentes» que fueron y así eludir la responsa­bilidad. Asume la culpa tú mismo, porque solo entonces pue­des tener una oportunidad de arreglar el problema. Hazlo tuyo y arréglalo, pero no puedes hacer lo último si no haces primero lo anterior.

2. ¿Tengo una visión convincente para el futuro de mi escuela?¡Ah, algo crucial aquí! No hay sustituto para una bien definida y cuidadosamente inspiradora imagen de lo que su escuela pue­de llegar a ser si Dios da su bendición, mientras la gente traba­ja duro y con inteligencia.

¿Por qué es tan crucial tener una visión así? Porque los líderes que buscan cambiar una institución educativa tienen poco con que motivar a los posibles patrocinadores de esa transformación, a me­nos que puedan convincentemente contar la historia de «lo que pue­de ser» en su escuela. Los integrantes del patronato necesitan ver la dulzura de un futuro posible, ¡antes de que se involucren por com­pleto en escapar del vinagre del presente! Y no, esto no es un ejerci­cio para soñar metas imposibles («creemos que nuestros programas de primaria y secundaria nos permitirán ser la única escuela asocia­da con Harvard» y pensamientos similares son fantasías, no visiones). En vez de ello, y entiéndeme cuidadosamente aquí, es una cuestión de escuchar la voz de Dios, tanto en la actu.Uidiul como a través de la historia de la escuela.

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Paso I: Pregunta y responde adecuadam ente 115

Un buen ejemplo es que lo que sucedió en SVA. Cuando Dale Twomley llegó a la academia, la atmósfera era comprensiblemen­te desalentadora. La matrícula había caído, se habían realizado re­cortes de personal, y el futuro era en el mejor de los casos incierto. Pero dentro de esa situación deprimente llegó una nueva visión del futuro basada en dos cosas. Primero, Twomley dejó claro que des­de su perspectiva él estaba en ese sitio sobre todo «porque Dios nos ha llamado (a mi esposa y a mí) para estar aquí». Eso es parte de es­cuchar la voz de Dios en el presente, y esto en sí mismo fue útil pa­ra el personal de SVA.1 Pero Twomley también empezó a expresar claramente lo que SVA había sido en el pasado, y que a través de la bendición de Dios y el trabajo duro podría recuperar, e incluso exce­der sus antiguas glorias. Las juntas del personal se convirtieron en escenarios para evocar recuerdos de anteriores y destacados direc­tivos, así como de talentosos y singu­lares ex estudiantes, relaciones espe- Dios y nosotros juntos podemos dar- ciales y casos de éxito. Y Twomley le le vuelta a este lugar y llevarlo a que dio seguimiento a esos recuerdos con sobresalga espiritual, académica y alguna versión de «Dios no ha termi- musicalmente, o en cualquier otra área nado con Shenandoah todavía. ¡Pue­de levantarse de nuevo! Dios y nosotros juntos podemos darle vuelta a este lugar y llevarlo a que sobresalga espiritual, académica y musi­calmente, o en cualquier otra área, ¡como ha ocurrido antes!» Los re­sultados pronto hablaron por sí mismos, particularmente cuando se in­volucró a los ex alumnos. (Recuerda, una gran parte de los tres millo­nes de dólares que SVA recibió para mejoras de capital vino de ellos. Kilos recordaron los días de gloria de SVA y querían verlos de vuelta).

En MVA la historia fue más o menos la misma. En el proceso de ini­ciar el cambio, Mount Vernon revisó nombres, eventos y éxitos de su época dorada. Mientras la escuela rememoró a distinguidos vete­ranos de su personal de apoyo, le recordó a sus oyentes cuánto había bendecido Dios a la escuela en el pasado. Twomley lo dejó claro: ••Que no se vuelva a hablar nunca más de cerrar esta escuela. DiosV nosotros vamos a regresar a MVA a su anterior estado y más .11111». Y de nuevo los resultados hablan por sí mismos. El personal, Ion estudiantes, los padres y los ex alumnos hicieron suya la visión, evenliuilmente apoilaron oíanlas di* apoyos que tomaron la forma

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116 Cómo m a ta r la educación adventista

de donativos en tiempo, en dinero y en materiales para transformar el campus.

¿Y qué hay de ti? ¿Tienes una visión convincente del futuro de tu escuela? Mejor olvídate de pensar cosas como: «¡Caray, espero que sobrevivamos el año próximo!», y pasa más tiempo en privado con Dios y la historia (literalmente, «su historia») de tu escuela y de la educación adventista en general. (Volver a leer el libro de Elena G. de White La educación puede ser extraordinariamente útil; a la vez es un libro maravillosamente visionario). Ora y planea, pídele a Dios que te muestre como quiere él que tu escuela se vea en el futu­ro. Habla con otros con quienes Dios también podría estar hablan­do.

Formula la visión de tal manera que esté clara en tu mente. Luego preséntala a los integrantes de tu comunidad de apoyo, quien quiera que sean y donde quiera que estén, y nunca dejes de proclamarla. Esa visión es tu meta, tu timón, el incentivo para tus colaboradores en la transformación. Trátala como el tesoro que es, y evita avanzar en el proceso de cambio hasta que esta visión esté clara. Sin ella tú, y tu escuela, casi con toda seguridad fallarán en su búsqueda de la pros­peridad.

3. ¿Estoy dispuesto a hacer cualquier cosa que sea moral y ética­mente aceptable para ver a mi escuela regresar a la salud? Si larespuesta es no, entonces quizá debería considerar renunciar, cual­quiera que sea tu posición en tu institución educativa en particular.

Hablo completamente en serio respecto a esto. Y no estoy tratan­do de ser cruel o áspero, sino más bien quiero sencillamente resaltar los hechos simples: Si tú quieres que tu escuela vuelva a prosperar de nuevo, te va a costar. El diablo odia a Dios y a sus escuelas, y si tú piensas que el diablo, o la tradición o la inercia, o lo que sea, se va a dar la vuelta y hacerse el muerto solo porque tú has decidido mejo rar tu escuela, la letanía de las ahora difuntas escuelas adventistas dice otra cosa. El camino a la salud es definitivamente transitable, pe ro va a requerir mucho de aquellos que deseen ii.in .il.ido con éxito.

De manera que sé honesto: ¿Realmente deseiiH que In escuela pros­pere? ¿De verdad quieres dejar de luieei l.n t onmt en In escuela de

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Paso I: Pregunta y responde adecuadam ente 117

la manera como las has estado haciendo y empezar a hacerlas de la forma correcta no importa el costo? ¿Estás personalmente como miem­bro de la junta directiva, como director, como administrador de la igle­sia dispuesto a pagar el precio para ver de vuelta la vitalidad, in­cluso si eso significa (por ejemplo) despedir personal con mucha antigüedad pero conflictivo, dejar de realizar o alterar dramática­mente tradiciones escolares de mucho tiempo pero dañinas, o a to­mar riesgos calculados y sin embargo peligfosos, y en el proceso ha­cer que algunas personas se enojen exageradamente contigo?

Si la respuesta es no o quizá, entonces deberías asegurarte que tu guardarropa incluya algo negro, un funeral de escuela puede que muy pronto sea inminente en el horizonte. Pero si tu respuesta es un sólido sí, ¡alabado sea el Señor! Estás en el carril correcto. Después de todo, no es coincidencia que las escuelas que han vuelto a la sa­lud después de graves enfermedades son aquellas que finalmente llegaron a la situación donde las cosas estaban tan mal, que el lideraz­go escolar se desesperó, y por lo tanto estuvo dispuesto por fin a ha­cer cambios que con frecuencia debieron haber tenido lugar años an­tes. Pero, ¿por qué no dar todo lo que tienes ahora? ¡Los niños de Dios necesitan la educación adventista! Hay pocas causas más nobles a las cuales tú podrías dedicar tu vida. ¡Paga el precio por la restau­ración de tu escuela! El reino de los cielos será un lugar más gran­de y mejor si tú lo haces.

4. ¿Hay suficientes personas correctas en los lugares correctos para conseguir lo que nuestra escuela necesita? Implementar la clase de cambios que se requieren para regresar a una escuela de vuelta a la salud será mucho más fácil si existe un apoyo amplio entre el personal docente y administrativo (particularmente el administrador de la escuela), entre los miembros de la junta di­rectiva (y para las instituciones de las asociaciones o uniones, los miembros de las juntas directivas de dichas asociaciones o unio­nes). Como lo mencioné en el capítulo 9, si tú no tienes suficien­te apoyo a estos niveles, el cambio será mucho más difícil y en al­gunos momentos imposible.

Ptro, ¿que hay si lú eres el llanero solitario en tu escuela? Porejem-

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118 Cómo m a ta r la educación adventista

pío, ¿qué tal si tú eres un director de escuela o un miembro de la junta directiva y observas legítimos y potencialmente mortales signos de declive, y aún así pocos en el liderazgo comparten sus preocupacio­nes? En esta situación tú podrías explorar varias posibles avenidas para obtener apoyo.

Primero, ora. Dios puede mover resortes en los que tú ni siquiera has pensado. De manera que ora, y no te detengas hasta que algo cambie (y luego sigue orando de cualquier modo, lo vas a necesitar). Segundo, conviértete en una amable pero persistente espina bajo el zapato de las personas apropiadas. Por ejemplo, continúa amable pero firmemente sacando a colación los signos de declive (por ejemplo) a la junta, y pre­siona para que se reconozca el desarrollo o el empeoramiento del proble­ma. Quizá no ganes amigos, pero de nuevo, esto no es un concurso de popularidad. Se siempre cariñoso, siempre honesto, y podrás dormir bien en la noche aunque tu junta local no reciba bien tus mensajes.

Tercero, si tú eres director, presidente, jefe de juntas, etcétera, (es­to es, tú que tienes una posición importante en el liderazgo) puedes considerar «crear una crisis» que dirigirá la atención a la realidad del declive de tu escuela. No es una broma. Recuerda, uno de los deberes primarios del liderazgo es definir la realidad. Si la realidad en tu es­cuela es «nos estamos muriendo», entonces debes hacer llegar ese men­saje a las cabezas de tus líderes, y una crisis puede ser una buena forma de hacerlo. Aquí hay un par de maneras de instigar una situación así.

Consigue una tabla que ilustre con gráficas grandes y resaltadas el declive durante los últimos diez, veinte o treinta años de la ma­trícula de la escuela. Ilustra el problema clara y honestamente, has que aquellos propensos a ocuparse en «plática feliz» en lugar de ac­ción positiva se sientan tan incómodos como sea posible. Haz lo mis­mo con las finanzas. Es triste decirlo, pero algunas de nuestras ins­tituciones reaccionan solamente cuando sus billeteras están en pe­ligro. Por lo tanto muestra cuanto peligroso es que esto suceda. Gra- fica el siempre en aumento subsidio que la escuela ha requerido de todos sus elementos de apoyo. Muestra cuan poca liquidez tiene la escuela. Haz predicciones graves (y verídicas, por supuesto) de lo que va a suceder si nada cambia y pronto.

Da a los padres acceso adecuado .1 su jiml.i directivo. Muchas jun las están aisladas de la misma genle que | t Itin etienl.is, m«irruí y

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Paso I: Pregunta y responde adecuadam ente 119

papá. Si estos últimos están descontentos (y potencialmente consi­deran sacar a sus chicos de su escuela debido a problemas potencial­mente cambiables, pero que actualmente no cambian, en dicha ins­titución), escucha sus preocupaciones en privado y, cuando sea apro­piado, déjalos presentarlas abiertamente a la junta. Esto puede ser particularmente efectivo con las juntas de escuelas secundarias o post secundarias, ya que esas juntas tienen a ser las más aisladas de los puntos de vista de los padres (a menudo debido al hecho de que mu­chas de esas clases de juntas consisten en personas que viven fuera del área local de la escuela.)

(Esta sugerencia se está adelantando un poco de nosotros mis­mos, pero la mencionaré brevemente aquí y abundaré en el capítu­lo 13). Otra forma de llamar la atención a la crisis de la escuela es traer a un equipo consultor o de asesoría en el que tú confíes. Haz que ellos evalúen la escuela. Déjalos presentar a su junta directiva y per­sonal docente el problema como lo ven ellos. Un planteamiento tal puede ayudar a su liderazgo a reconocer la necesidad de nuevos en­foques mucho más rápidamente que si solamente lo sugieres. Recuer­da, un «experto», como dicen, es cualquiera que viva a más de cien millas, y si tú llamas a alguien así, que dictamina funestas consecuen­cias para tu escuela a menos que cambien A, B y C, y pronto, podrías ganar la batalla y crear una voluntad para avanzar.

En algunos casos necesitarás aprovechar por completo una crisis que surja sin que tú la generes. Caso clásico: Como mencioné antes, para el 2004 SVA había perdido aproximadamente diez estudiantes cada año por los últimos once años. Uno pensaría que ese hecho ha­bría sido causa de gran alarma. Aun así ningún esfuerzo para hacer I rente a la corriente fue exitoso hasta el 2007, cuando la matrícula estudiantil cayó por debajo de la del año anterior por cerca de seis veces de la cantidad «normal». ¡Crisis instantánea! Y muy útil tam­bién, ya que finalmente inició el cambio sistemático necesario para regresar a la escuela a la vitalidad. ¡No dejes que se te vayan opor­tunidades así! Aprovéchalas, proclama ampliamente cual es la rea­lidad, y utiliza la urgencia generada para que se implementen los ajus­tes o modificaciones necesarios.

( omo quiera que abordes la situación, da tu mejor esfuerzo para (i'tegurai le de que tienes una coalición redora suficientemente po­

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derosa para conseguir exitosamente lo que tu escuela necesita.Una nota final en este punto: Una posible excepción al consejo de

arriba sucede cuando (1) la escuela está verdaderamente tambaleán­dose al filo del cierre inmediato; (2) no hay señal de gran interés en arreglar el problema; y (3) la escuela vale la pena de ser salvada. Entonces cada líder, sin importar con que apoyo cuente, debe hacer su máximo esfuerzo para salvar la escuela a través de todos los me­dios éticos y morales. Hay algo que se puede decir por alguien que está dispuesto a pararse ante Dios con una conciencia limpia, sabien­do que hizo lo que pudo incluso cuando estuvo solo. ¿Y quién sabe si Dios espere por alguien que pueda asumir tal posición, de manera que él pueda derramar su poder y traer el apoyo necesario de otros?

De manera que pregunta y responde adecuadamente. Cuando ten­gas las respuestas correctas, estarás listo para el paso 2.

1. Generalmente hay solo dos clases de líderes que se integran a juntas directivas de escuelas que acaban de perder un tercio de su matrícula: Personas llamadas por Dios, y los tontos. El personal se sintió inspirado y aliviado de saber que Twomley pertenecía a la categoría anterior, más que a la última.

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Paso 2-/

Conviértanse en una escuela de oración

NO QUIERO DETENERME mucho tiempo en este punto. No porque no sea importante, sino porque es el más importante de cualquiera de los pasos orientados a acciones en el proceso

de ocho pasos. Si me concentro demasiado tiempo en este, podrías verte tentado a perder el enfoque. Entonces, esta es mi sugerencia para la transformación detu escuela en una escuela de oración.

1. Simplemente hazlo, ora, eso es. No necesitamos otro seminario sobre cómo hacer oración, debemos orar. Tampoco necesitamos convocar otra reunión en la cual votamos que la oración es algo muy bueno, o leer otro libro sobre lo importante que es compar­tir nuestros corazones con Dios. ¡Simplemente debemos orar de verdad! ¡Esta no es una ciencia difícil! Dejemos de asumir poses, admitamos nuestra profunda y constante necesidad de Dios, y luego actuemos como si lo creyésemos. Esto es, dejemos de hacer de verdad lo que hacemos regularmente y empecemos a orar en realidad.

I ’uedes llevar a cabo el resto de estos ocho pasos, y sin embargo mu el paso de la oración fallará. O en el mejor de los casos, tendrás i'siloen las cosas equivonulnti. I ,n decadencia de la educación adven- llfilíi, de hecho, es con íiv» iinu ln t utvtlion de problemas de calidad co- 1111111. IVro lit iden de lir< na urlnM lulvenllMtiN es que sean organismos

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122 Cómo m a ta r la educación a dventista

espirituales, esto es, engendradas, creadas y sustentadas por el Es­píritu Santo. Cuando te saltas la oración, eludes el aporte día a día del Espíritu Santo en cuanto a qué movimiento hacer ahora, cuál es el siguiente problema de máxima prioridad, etcétera. Deja que el Es­píritu dirija. Y eso solamente puede lograrse cuando oramos regu­larmente.

2. Oren diariamente como un solo cuerpo administrativo y estu­diantil. Vayan más allá de las simples (y aun así necesarias) ora­ciones que se elevan al principio o final del día escolar. Más bien, dediquen un tiempo especial, quizá quince o veinte minutos, a la mitad de su día, durante los cuales su cuerpo escolar completo (personal administrativo, maestros, estudiantes, quienquiera) pue­da hacer una pausa y orar.

Tanto MVA como SVA lo hicieron con un gran efecto a través de algo llamado «familias del profesorado». La escuela solicitó a todo el personal disponible que pudiera ser jefe de estas unidades, cada uni­dad incluía a seis o doce estudiantes. Cada día (por lo general ya avanzada la mañana o al mediodía) todas las clases y citas se sus­pendían para que cada jefe de las familias de profesorado pudiera reunirse con sus estudiantes. En las sesiones se compartían pedidos de oración, se manifestaban preocupaciones y alabanzas. Tales reu­niones han probado ser muy útiles para impregnar a los respectivos planteles escolares en un espíritu de oración y respeto hacia Dios.

Además considera apartar un espacio significativo de tiempo pa­ra que en tus reuniones de personal y de juntas directivas se dedi­que tiempo a la oración. Si cuentas con una, pide a tu Asociación de Escuela y Hogar que ore regularmente por tu escuela. Ruega a Dios por un reavivamiento y renovación, así como por los pedidos de* oración que los estudiantes o el personal de apoyo pueda hacer lle­gar. De nuevo, esto es permitir que el Espíritu regrese al asiento del conductor de tu escuela. Tal vez no se haya sentado ahí por un tiem po, pero podemos estar seguros de que él ciertamente necesita ocu par esa posición ahora, si sus esfuerzos para lograr un cambio han de ser exitosos más que cosméticos.

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Paso 2: Conviértanse en una escuela de oración 123

Involucra a todos los integrantes clave de apoyo en oración por su escuela. Todas las escuelas adventistas tienen una amplia base de apoyo, ya sea que se trate de una iglesia local o iglesias, o una asociación o unión. Involúcralos en oración por tu escuela. Com- partetus necesidades con ellos de manera específica y haz una lista de aquello para lo que se requiere apoyo de oración, de pre­ferencia por escrito.1 La iglesia del plantel de Shenandoah Valley Academy tiene cientos de miembros activos que no tienen cone­xión familiar con SVA (por ejemplo, no tienen estudiantes ins­critos ahí). Pero en el 2004 empezó un programa llamado ROK Reach Our Kids (Llegue a nuestros niños) y pronto se convirtió en el más grande de los ministerios que la iglesia tenía (todavía sigue funcionando activamente hasta hoy). De las muchas acti­vidades que ROK inició, una de las mejores tenía que ver con la oración. Más de cien miembros recibieron nombres específicos de estudiantes por los cuales empezaron a orar. (Y aunque no lo sepamos con seguridad hasta que estemos en el cielo, es per­fectamente posible que uno de los principales factores que finalmente llevaron al resurgimiento de la vida espiritual en el plantel de SVA, fue el hecho de que cada día, durante años, doce­nas y docenas de personas oraron específicamente por los estu­diantes y por la escuela en general).Dios te espera. ¡Conviértanse en una escuela de oración!

1. Sé honesto: ¿Cuántas veces has olvidado orar por alguien después de que te preguntó si po­drías orar por él, y le dijiste que sí? Aumenta tu efectividad, haz una lista de aquello por lo que es necesario orar para tu escuela, dándole a tus potenciales agentes de oración solici­tudes por escrito, de preferencia pide amablemente que te regresen algo que indique sus in­tenciones de orar por ti.

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Encuentra al líder local adecuado

STE PUNTO es un poco delicado, pero es absolutamente cru­cial para el éxito de tu escuela. Después del liderazgo del Es­píritu Santo, la mayor necesidad de tu escuela es el líder huma­

no apropiado para dirigir el cargo de vuelta a la salud. Cada histo­ria bíblica en la cual ocurre una renovación tiene cerca de su corazón ¡i un individuo calificado que ha sido llamado. Y hoy necesitamos losués, Gedeones, Davides y Pablos tan urgentemente como fueron i lecesitados hace mucho tiempo, para ver la obra de Dios llegar a su realización.

Tanto en Mount Vernon Academy como en ShenandoahValley Academy Dale Twomley probó ser el líder que hacía falta. Dios pu- • lo utilizar sus habilidades y talentos con gran efecto. Pero de nuevo, i 'I no es la clave para la transformación de cada escuela. Más bien, el I iderazgo calificado y competente, sin importar quién lo ejerza, pue- i le producir formidables resultados para instituciones con problemas.

I ,a parte delicada es, desde luego, que los administradores que tienes actualmente en tu escuela pueden ser o no esos individuos ca­pares de llevar a t aho la transformación, y si no (discúlpenme por mi brusquedad aquí), nei eslían ser recapacitados o reemplazados. I i» i nal i ion llev .1 a la pit i.imta olnla ¿( ómo puedes decir si tienes

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1 2 6 Cómo m a ta r la educación adventista

o no a, o si tú que leer esto, eres, la persona adecuada para la tarea? Aquí hay algunas preguntas para formular que pueden ser útiles.

¿Es el líder actual una persona genuinamente espiritual? ¿Real­mente caminan con Jesús y desean que otros, muy en particular los estudiantes, hagan lo mismo? ¿Se nota que están llenos del Espíritu Santo? Recuerda, la transformación que Dios desea para nuestras es­cuelas es en primer lugar una de tipo espiritual. Sin una genuina re­lación con Cristo, el líder más talentoso en el planeta fallará en diri­gir a una de nuestras a una restauración saludable, punto.

¿Al líder actual le apasiona el adventismo? ¿De verdad necesi­to explicar este punto?

¿Es el líder actual alguien visionario? Esto es, ¿puede él o ella imaginar cómo se ve ese futuro brillante y saludable para su escue­la y comunicarlo a otros de una manera coherente y convincente?

¿Es el líder actual alguien que valora enormemente la rendición de cuentas, tanto personal como de manera corporativa? Estar dis­puesto a rendir cuentas ante la junta directiva escolar, la asociación, etcétera y a su vez, estar dispuesto a responsabilizarse de todo aque­llo que los miembros del personal tengan que hacer para implemen- tar los cambios necesarios, es indispensable para transformar una es­cuela que pasa por momentos difíciles. (De hecho, una notoria falta de rendición de cuentas es con frecuencia la clave de la desaparición de una escuela en primer lugar.)

¿Es el líder actual alguien en quien confía una buena parte de sus bases de apoyo? La confianza es la cualidad principal de un líder, Si él o ella no la tienen, la habilidad de ese líder para influir en el cam bio será en el mejor de los casos, mínima.

¿Es el líder actual alguien que ha estado presionando agresivamei i te por una reforma? ¡Ah, he aquí una pregunta fundamental! Los bue nos líderes que realizan transformaciones generalmente no esperan por mejores oportunidades antes di1 em pe/ai a proyectar una vi sión por un mañana más brillante, l'uede que e ■. | • 11 limitados en

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Paso 3: Encuentra al líd er local adecuado

su éxito por juntas escolares o padres que no cooperan, pero ya esta­rán haciendo campaña por una reforma, bien sea que reciban apo­yo en esa búsqueda o no.

La verdad es que si un líder de una escuela en decadencia no es­tá activa y agresivamente haciendo campaña a favor de los cambios apropiados, ese individuo es probablemente parte del problema más que de su solución. Lo cual nos lleva a una difícil decisión: ¿Debe la escuela recapacitar o reemplazar a tal lMer?

Obviamente no es una pregunta que deba ser contestada en un li­bro. Utiliza la dirección de Dios, tu propia sabiduría, y el contexto lo­cal para tomar esa decisión. Sin embargo, nota que el liderazgo vi­sionario y transformador es muy difícil de enseñar a alguien que nolo tiene,y que el problema solo aumenta cuando la situación de una escuela ha llegado a un estado de crisis. Si la recapacitación es tu úni­ca opción, entonces establece líneas de comunicación transparentes, metas claramente definidas, lineamientos de rendición de cuentas inequívocos, y haz la prueba. Por otra parte, si la recapacitación pa­rece ser algo no aconsejable o si el líder no está dispuesto, el reempla­zo puede ser de hecho la mejor opción.

El papel de la administración de alto nivel en el desarrollo del liderazgoAquí encontramos una bifurcación interesante en el camino. Hemos Ilabiado acerca de cómo tratar con la renovación a nivel local. Pero solo por un momento necesitamos brincar al nivel de asociación y unión, ¿o más alto? He aquí por qué: Me imagino que los educado­res, administradores, miembros de juntas directivas con experien­cia que leen las ideas sobre liderazgo en este libro ya deben haber sacudido sus cabezas y dicho: «Bueno, por supuesto que necesitamos .1 los líderes apropiados en nuestras escuelas. Pero, ¿tienen alguna idea de lo difícil que es encontrarlos hoy en día? Si tan solo pudiera I roñar mis dedos y conseguir buenos líderes como respuesta, todo esto no sería ningún problema, ¿o sí?»

Buen punto. Encontrar líderes de calidad para las escuelas adven- l islas es nn enorme problema en la División Norteamericana. Por ejem-I >lo, recientemnile el purslo de director en una de nuestras academias más prominenli 'i i|in'dó vai nnlr I I comité di1 búsqueda le preguntó

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128 Cómo m a ta r la educación adventista

a muchos líderes competentes que considerara el trabajo, no les pe­día que aceptara el empleo, noten, solo que lo considerara. Más de veinte de ellos dijo que no, y en la última revisión, la escuela se había dado por vencida buscando afuera el liderazgo y en su lugar había em­pezado a buscar cómo llenar la vacante desde adentro. Más de vein­te administradores, contactados específicamente acerca de un puesto en una escuela que tiene una sólida reputación, ¡ni siquiera conside­rarían el trabajo!

Y por lo tanto, nos encontramos cara a cara con uno de los obs­táculos más grandes para cambiar la corriente en la educación ad­ventista: Ya son pocas las personas que desean ser directores, m u­cho menos con un carácter transformador. La paga es muy poca, el estrés es muy alto, y las decisiones que se deben tomar para tener una escuela saludable son a menudo muy costosas política y personal­mente. Es una tarea muy difícil de hacer, y de hecho son pocos aque­llos que se ofrecen voluntariamente para este trabajo.

Pero ese hecho no altera nuestra necesidad de buenos directoreso de otros líderes escolares. Por lo tanto, ¿qué hacemos? A nivel local, podemos recapacitar a los líderes actuales (si es posible) o reclutar liderazgo local de calidad (si está disponible). Pero para realmente abordar el vacío de liderazgo en el nivel local, los altos administra­dores de la iglesia tendrán que verse involucrados, algo a lo que me referiré más ampliamente en el capítulo 19.

Una pregunta final sobre el liderazgoFinalmente, una pregunta más básica que debemos formular acer­ca de la cabeza actual de la escuela:

¿Es el líder actual alguien con habilidad? Como muchos de no­sotros sabemos, un título no hace a un líder. Ciertamente, el lideraz­go es en parte arte, pero también incluye una serie de habilidades básicas. Tales líderes necesitan ser capaces de dirigir juntas efectivas, establecer las prioridades debidas y abordarlas en ese orden, esta blecer un paso razonable en la vida de la escuela, interactuar bien con estudiantes y elementos clave para el apoyo de su escuela, devolver las llamadas telefónicas de manera oportuna, comunicar efectivamen telo relativo a las competencias esenciales de la escuela, hacer que Ion

estudiantes y el personal rindan eueulttn de maneta apropiada, y asi

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Paso 3: Encuentra al líd e r local adecuado 129

sucesivamente. Sin tales habilidades, incluso el liderazgo visionario va a decaer. Pero con ellas la visión se puede volver realidad.

Una nota final para aquellos de ustedes que son nuevos en la bús­queda de líderes escolares. Si estás en el mercado buscando un líder, ¿cómo encuentras al individuo apropiado para tu escuela? Bien, co­mo mencioné anteriormente, necesitas un arreglo sistemático en los niveles más altos de la administración de la iglesia, antes de conse­guir que tales personas se aproximen a algocercano a la realidad (de nuevo, hablaré más de esto en el capítulo 19). Pero hasta entonces, obtener a la persona que necesitas para tu escuela puede reducirse a dos cosas: Escuchar la guía del Espíritu, y pura determinación. En otras palabras, ora fervientemente por la persona adecuada y lue­go pregunta a todo el que pueda para que te dé sugerencias. Utiliza la RICA, es decir la «Red Informal de Comunicación Adventista» por supuesto, a tu favor y haz muchas llamadas telefónicas. Em­pieza con los directores que sabes han dirigido sus escuelas exitosa­mente a una transformación; ellos a menudo pueden recomendar a otros individuos con su misma mentalidad que podrían estar dispues­tos a ir a tu escuela. Llama a los viejos amigos de la universidad pa­ra ver a quién conocen que pueda adaptarsea la situación de tu es­cuela; escribe correos electrónicos a todos tus familiares; menciona tus necesidades a cualquiera que esté dispuesto a escuchar, ¡e inclu­so a algunos que no lo estén! Dios tiene a alguien ahí afuera para tu escuela, pero puede que tú tengas que esforzarte un poco por ellos. No te des por vencido hasta que encuentres a la persona adecuada.

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Descubre el verdadero estado de tu escuela

ERO SI YO ya sé cual es la condición de mi escuela!» Podrías decir. «Nos estamos muriendo. ¿Qué otra cosa necesito sa­ber además de eso?» Potencialmente, mucho más. Reconocer

que tu escuela está en problemas y darte cuenta de por qué lo está, pueden ser dos cosas muy distintas. Esto lo ilustré antes con el asun­to de la colegiatura que según es «demasiado cara». La realidad es que puede ser que así sea o que no. Aquí es donde la investigación es­pecífica y medible te dirá con seguridad una cosa o la otra, y lo mis­mo es cierto para muchos de los otros factores causales de la deca­dencia de la educación adventista.

Por lo tanto, ¿qué hacer? De nuevo, es simple: Practica una audi­toría a tu escuela, y de tantas formas como sea apropiado. Una de las maneras de hacer esto es tener un equipo externo de educadores y ad- ministradores calificados que inspeccionen el programa de tu es- i uela. Pídeles que vayan por varios días, dales acceso total a lo que haces, desde el plan de estudios, las finanzas, la vida estudiantil, los horarios, lo que sea. Solicita que entrevisten a los estudiantes, sus pa-11 res y al personal, invitándolos a expresar sus opiniones acerca del.i escuela, qué problemas les afectan y como darles solución. Ade- in.is, si tu escuela está vinculada a una iglesia principal que la apo­ya (o iglesias), lia/ que lu equipo de auditores se reúna con sus jun­t a s directiva:, ( o | > 0 1 |»t i i i c i i o h e o n algunos de sus integrantes) para recabar sus punliin de \ IMa

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El equipo de auditores puede incluir al director de educación de tu Asociación y a sus auxiliares, y probablemente también querrás incluir a varias personas que no tengan alguna interacción presen­te con tu escuela, o posiblemente ni siquiera con tu Asociación. Este último grupo, a la vez que podría no percibir algunas de las cues­tiones más sutiles de tu programa, debido a ser nuevos en el tema, sin duda, por esa misma razón, encontrarán fallas que los locales po­drían pasar por alto.

Después de que el equipo de auditores haya estudiado tu escue­la por el tiempo apropiado (escuelas primarias y secundarias gran­des pueden requerir cuatro o cinco días; colegios y universidades, más tiempo), reúnete con ellos para escuchar sus conclusiones. Considé­ralas seriamente, y toma las acciones correspondientes con base en esos hallazgos.

SVA comisionó a un equipo de auditores externo para examinar su escuela durante el invierno del año escolar 2007-2008, menos de seis meses después de la dramática caída de setenta estudiantes en su matrícula. El equipo consistía de educadores y administradores experimentados, en ese momento algunos trabajaban en academias adventistas exitosas. Tal y como se dijo antes, los auditores recibie­ron acceso total a todas las facetas de la escuela. Sus hallazgos fueron útiles tanto para revelar nuevas debilidades como para confirmar aquellas de las que ya se sospechaba previamente.

Aquí puede ser útil dejar un poco al margen la cuestión de la acre­ditación. Todas las escuelas adventistas deben estar acreditadas por el cuerpo de acreditación correspondiente. Tales refrendos requie­ren de alguna clase de autoestudio, así como también la visita de un equipo de acreditación. Como el equipo de auditores descrito antes, ellos también buscarán fuerzas y debilidades en una determinada escuela para buscar cómo ayudarte a mejorar. Lo similar de sus fun­ciones puede llevar a algunos a la siguiente conclusión, «bueno, fui­mos auditados por el equipo pacreditador y ya recibimos nuestra acreditación, de manera que el verdadero estado de nuestra esciir la debe de ser saludable, aunque nuestra matrícula es terrible».

Irónicamente, muchas de las escuelas que han cerrado en los p.i sados veinte años estaban completamente acreditadas cuando ce rraron. ¿Podría ser que necesitamos mejorar nuenlroN < i Herios de aere

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ditadón de manera que nuestras escuelas puedan conocer mejor su verdadera condición y hacer los ajustes apropiados antes de que sea demasiado tarde? Personalmente he estado involucrado en el pro­ceso de autoestudio para la acreditación a los niveles de primaria, secundaria y posgrado, creo que la respuesta es un sólido sí. Mientras que el sistema actual hace un excelente trabajo evaluan­do lo que una escuela hace (enseñando esta parte de Biblia, esta par­te de ciencia, esta parte de inglés, etcétera),'no tiene un criterio ade­cuado para determinar si una escuela es excelente o no. ¡Pero esto es crucial! Vivimos en un mundo en el cual Dios, Elena G. de White, y sí, la cultura actual, todos hacen un llamado para tener absolu­tamente lo mejor para nuestros hijos. El descuido puede estar bien para los animales de granja, pero en cuanto se refiere a nuestros muchachos, cada padre desea la más excelente educación disponi­ble. Por lo tanto no es suficiente que una escuela enseñe las seccio­nes apropiadas de la Biblia, debe hacerlo con excelencia, con un es­fuerzo para dirigir el discipulado de los estudiantes de la manera más efectiva y atractiva posible. No es suficiente con solo ofrecer un programa completo de ciencias. Debemos presentar ese curso com­pleto con los mejores métodos disponibles y con una perspectiva que proporcione a los estudiantes un entusiasmo absoluto por las ciencias y por el Dios que las estableció. La excelencia definirá a una verdadera escuela adventista, y es tiempo de que nuestro proceso de acreditación apoye ese hecho.

Aunque inferior al método del equipo auditor externo, otra ma­nera de obtener una imagen más exacta de tu escuela es simplemen­te realizar una encuesta masiva. Es verdad, esta idea funcionará me­jor en algunas escuelas que en otras, de manera que usa su criterio. I ’ero si es algo que parece aconsejable, entonces encueste a toda la gente involucrada que esté disponible acerca de lo que está bien y lo que está mal en la institución y como sugerirían arreglar los pro­blemas. Significa solicitarle al personal de apoyo administrativo, al cuerpo docente, a los estudiantes, a los padres, a los miembros de la ¡unta, y a otros elementos clave de apoyo que le den su sincera opi­nión. Prepárale pura algunas respuestas que son cortas de miras e Inexactas (la educación de los niños puede evocar a menudo fuertes emociones que lal v*v nublen lo que de otro modo serían opiniones

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sensatas, y por lo tanto que afectan la calidad de algunas respues­tas). Sin embargo, algunas gemas emergerán a la superficie, y esas son las respuestas que tú buscas. Aprovéchelas y utilízalas apropia­damente.

La idea de aplicar una encuesta de preguntas abiertas acerca de la salud de tu escuela puede parecer aterradora para algunos e in­necesaria para otros. Aquellos a quienes les asusta pueden creer que la gente la usará como un arma, dando salida, por ejemplo, a sus frus­traciones contenidas contra los ya sufrientes maestros de escuela. Eso es completamente posible. Pero tú puedes minimizar el peligro esta­bleciendo claramente al inicio de la encuesta cual es su intención, en­contrar soluciones viables, no derrumbar al cuerpo docente o al per­sonal de apoyo administrativo. Aquellos que ven la realización de la encuesta como algo innecesario pueden creer que ellos ya saben lo que está mal con la escuela y que aplicar una sería solamente un retraso innecesario en el proceso de reforma, ¡y podrían tener razón! Pero antes de descartar completamente la idea de la encuesta, con­sidera dos cosas. Primero, el director o la junta directiva de la es­cuela, o el padre de familia que tiene el panorama completo de las necesidades de la escuela ya en su cabeza es de hecho un caso raro. No es muy frecuente que una sola persona tenga todas las piezas del rompecabezas en su caja, por lo tanto, por lo general hay sabiduría en una multitud de consejeros. Segundo, cuando tú solicitas la opi­nión de otras personas para transformar la escuela a través de una encuesta, tú también les das una oportunidad de dar su aprobación personal al proceso, y eso puede probar ser de hecho algo muy va­lioso.

Una palabra sobre el poder del mitoNo puedo finalizar la discusión acerca del paso 4 en el proceso de cambio sin hacer énfasis sobre el «poder del mito», esto es, la hábil i dad de quienes siendo en otros momentos buenas personas, persis ten en la idea de que «nuestra escuela está bien» aun cuando hay da ra evidencia de lo contrario. Cuando tratas de descubrir el verdade ro estado de tu escuela, la mitología es una hampa mortal que solo cará inmediata y continuamente tus esfiier/oH para lograr el cambio.

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Por lo tanto, ¿cómo puedes evitar caer en la mitología? Una de las mejores maneras es exponerte a ti mismo (y a tanto personal como sea posible, administrativos, etcétera), con los mejores: Las mejores escuelas, los mejores administradores, los mejores líderes. Por ejem­plo, si no estás seguro respecto hasta dónde llega la decadencia de tu escuela, o exactamente qué es lo que está mal con ella, encuentra el mejor ejemplo de su tipo (primaria, secundaria, etcétera) y visíta­la (y no, no necesariamente debe ser una institución adventista, a la vez que mantenemos nuestra esencia adventista, podemos apren­der mucho de quienes llegan a la educación con un punto de vista diferente). Pasa varios días en esa escuela o escuelas. Conduce en­trevistas (con permiso, por su puesto) con los estudiantes, padres, maestros y administradores. Haz muchas preguntas acerca de có­mo hacen las cosas, qué errores han ______cometido, por qué, cuáles son sus éxi- Exponerte a la educación de clase tos, y así sucesivamente. Aprende de mundial puede cambiar todo eso por ellos todo lo que puedas. Verás, dema- lo mejor, y te va a ayudar realmen- siado a menudo, a menos que «salga- te a conocer cuál es la verdadera con-mos de nuestro idílico pueblito» de vez dición de tu escuela._________en cuando, tendemos a pensar quenuestra esquina del mundo es en realidad el mundo. Exponerte a la educación de clase mundial puede cambiar todo eso por lo mejor, y te va a ayudar realmente a conocer cuál es la verdadera condición de tu escuela.

Como sea que abordes este asunto, determinar el verdadero es­leído de tu escuela es absolutamente crucial para arreglar lo que la tie­ne mal. Recuerda que la declaración de Jesús de que «conocerán la verdad, y la verdad los hará libres» (Juan 8: 32) tiene más aplicaciones que únicamente la salvación personal, incluye a nuestras escuelas también. Descubre la verdad acerca de tu escuela, y estarás mucho inás cerca de poderla devolver a la «libertad» que solamente la salud y la vitalidad pueden traer.

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Domina los aspectos fundamentales

de la educación adventista

HAY OTROS LIBROS muy buenos que hablan acerca de este tema,1 y no trataré de reproducirlos aquí. De manera que an­tes de dar una breve lista de los aspectos fundamentales de

la educación adventista y su descripción, necesitamos considerar un punto específico.

En lo que se refiere al papel de la escuela local en su propia de­cadencia, mi experiencia es que muchas de nuestras escuelas que están en mal estado muy a menudo se han deslizado a esa condición debido a una pobre comprensión de lo que deberían ser. En otras palabras, la escuela que ha decaído debido a un inusitado acciden­te (como la industria de una población que cierra y subsecuentemente su población se desvanece de la noche a la mañana, un incendio o una inundación que barre sus edificios, un meteorito que golpea el anuncio, etcétera), es de hecho algo raro. Mucho más frecuente es el caso de aquellas que simplemente se han dejado ir sin considerar lo aspectos fundamentales.

Si me permiten otra analogía deportiva, los jugadores estrella en la NBA ( Asociación Nacional de Basquetbol), aparecen muchísimo en los titulares de la prensa y en las noticias y generan más que su­ficiente de lo venta de boletos. Sin embargo, cuando el silbato suena y el juego di1 verdad da inicio, el equipo que más ha dominado los piincipioM del dt poiir y,i fien que tenga un jugador estrella de su

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lado o no, casi siempre será el que prevalecerá. Los promotores de la NBA son reacios a hablar de este hecho, probablemente porque no es una realidad muy atractiva («regatea y pasa el balón bien y gana­rás un título» parece que le falta cierto garbo). Pero se ha demostra­do una y otra vez que así son las cosas.

Lo mismo es verdad para nuestras escuelas, solo que aún más. Si nuestras escuelas pueden dominar la siguiente lista de aspectos fundamentales de la educación adventista, esto es, ejercerlos con ex­celencia, nosotros también «ganaremos el campeonato», y la pobla­ción de nuestras escuelas llegará a reflejar ese hecho. Un producto de calidad involucrará a los padres adventistas (y ocasionalmente a otros), y un producto de calidad requiere dominar lo básico. He aquí una lista parcial de esos elementos fundamentales:

1. La salvación de los estudiantes. Como describí previamente, la meta principal de una escuela adventista es que cada uno de sus estudiantes desarrolle una relación de salvación con Jesús. Todo lo que una institución educativa necesita es contribuir de algu­na manera a esta meta principal. Cualquier programa o actividad que desmerezca este propósito debe ser corregido o incluso elimi­nado tan pronto como sea posible.

2. Seguridad. Vivimos en un mundo diferente del que vivíamos hace diez años. Los eventos del 11 de septiembre, de Columbi- ne, y otras tragedias han presionado a los padres de la «genera­ción de la burbuja» a proteger a sus hijos de toda clase de amena­zas reales o potenciales. Su escuela debe reflejar esa realidad. Las instalaciones deben estar protegidas de cualquier intrusión inde- seada. La administración debería tener cero tolerancia en lo re­lativo a las armas letales, el uso de drogas, las peleas, el acoso y la actividad sexual. En el salón de clases los maestros deben dejar en claro lo que esperan de los estudiantes y ser consistentes en la aplicación de esos requerimientos. Las reglas deben ser tan po cas como sea posible (no necesariamente pocas, solo tan pocas como sea posible) y aplicadas consistentemente. I ,as escuelas que dominan este aspecto fundamental eslán orientadas hacia la gra cia, y sin embargo no lomen expulsa! a estudiantes que violan los estándares conocidos de cero toleran» la (A menudo en el pasudo

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hemos confundido la matrícula estudiantil con la salvación de los estudiantes. Expulsar a los jóvenes con mala conducta des­pués de haber violado las reglas claramente establecidas de cero tolerancia no es lo mismo que arrojarlos fuera del reino de Dios. Esos estudiantes pueden todavía entrar en el reino de los cielos, mientras al mismo tiempo su ausencia de los planteles libera a otros estudiantes de una influencia potencialmente dañina.)

3. Un programa académico de alta calidad. Hemos dedicado ya al­go de tiempo a este tema en el capítulo 7. Construyendo sobre las preocupaciones abordadas ahí, cada escuela debe preguntarse a sí misma al menos las siguientes preguntas: ¿Tenemos pruebas empíricas de que nuestro programa de estudios académico es de alta calidad? ¿Están nuestros estudiantes siendo preparados más que adecuadamente para el siguiente paso en su viaje académi­co (una academia, un colegio técnico o una universidad)? ¿Dis­frutan del aprendizaje nuestros estudiantes? ¿Cómo sabemos eso? ¿Están los padres de familia tan impresionados con nuestro pro­grama académico que voluntariamente cuentan a otros acerca de su calidad? ¿Tenemos métodos regulares de evaluación y mejo­ra de nuestro programa académico?Como lo mencioné en el capítulo 7, yo creo que muchos padres

de familia ya no están interesados en que sus hijos simplemente igua­len o ligeramente superen a los estudiantes de escuelas públicas aca­démicamente. En su lugar desean que los sobrepasen por un mar­gen considerable. Pero cualquiera sean los deseos de muchos padres, la excelencia académica es un importante y fundamental factor que debe ser dominado en su escuela.4. Maestros y personal de apoyo administrativo de alta calidad. Con­

sidera esta declaración: «Los maestros y el personal son vínculos esenciales entre Dios y los estudiantes». ¿Es esto verdad? Yo así lo creo, particularmente en el marco de los niveles de primaria y secundaria. Y que tal este: «Los maestros y el personal son la co­nexión clave entre los estudiantes y la excelencia académica». Nue­vamente, yo creo que este es claramente el caso. Maestros y per­sonal administrativo de baja calidad pueden llevar al fracaso acadé­mico, y m.is, l Jna escuela se elevará a una altura no mayor que la calidad de n i in m . i e N t r o N y personal de apoyo administrativo.

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Por lo tanto, si tu escuela emplea actualmente a muy buenos maes­tros y personal de apoyo, ¡alabado sea el Señor! Haz todo lo posible por retenerlos. Recompénsalos, tanto públicamente como en priva­do. Que sepan que consideras un honor trabajar con ellos. Dales re­galos que les permitan ver que los aprecias (y no, no siempre tiene que ser algo muy caro para que tengas un alto impacto, solo algo que exprese tu aprecio). Encuentra maneras de pagar en lugar de ellos para que aprovechen las oportunidades de educación continua de alta calidad. Motívalos para que continúen creciendo (los buenos maes­tros y miembros del personal responderán a retos positivos, y no se amedrentarán ante ellos). Apóyalos cuando estén bajo presión de otros. En otras palabras, trata al personal docente y administrativo

de alta calidad como lo que son, y ellos continuarán siendo maestros y per­sonal de apoyo de alta calidad.

Por otra parte, nuestras escuelas también tienen algunos maestros e in­tegrantes del personal administrativo de no tan alta calidad. Donde sea apro­

piado, algunos pueden ser reinstruidos y podrán contribuir al progra­ma de la escuela. Muchos administradores conocerán las diferentes maneras de hacer esto, pero las mencionaré aquí en beneficio de aquellos que quizá no estén familiarizados con ellas, utilizando como ejemplo la reinstrucción de un maestro con desempeño deficiente.

Reinstruir a los maestros gira en torno a una palabra: Responsa­bilidad. Todos los maestros prestan servicio en el sistema adventis­ta porque, por lo menos, han acordado sostener ciertos estándares y adherirse a una misión en particular (o al menos, ese debe ser el ca­so). Debemos expresar claramente tales estándares y misión en una reunión cara a cara entre maestros y administradores o líderes esco­lares. A aquellos maestros cuyo rendimiento sea deficiente se les de­be decir con claridad que su desempeño es inaceptable y (si fuera necesario) que su empleo está potencialmente en riesgo debido a ello. Para continuar desempeñando su papel docente deben mejorar en áreas específicas y medibles. Pero para establecer lo que son, la ad ministración debe delinear claramente I o n criterios de desempeño y fijar plazos para cuándo es que había de *il< mi/mnr el t umplimien

Todos los maestros prestan servi­cio en el sistema adventista porque, por lo menos, han acordado sostener ciertos estándares y adherirse a una misión en particular

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to y dominio de esos estándares. La escuela debe establecer aveni­das de comunicación entre los maestros y sus supervisores (por telé­fono, por correo electrónico, reuniones personales), así como tam­bién dejar claro como es que esas formas de comunicación funcio­narán en el proceso de recapacitación. Al término del plazo acor­dado, la escuela revisará de nuevo el desempeño del maestro, docu­mentando cualquier avance logrado o que aún se necesite alcanzar. Si el maestro mejora, ¡alabado sea el Señor* El maestro y su escuela avanzarán considerablemente. Sin embargo, si después de que (a) el maestro falla en adherirse a las nuevas expectativas después de que se le dedica una considerable cantidad de tiempo, y después de que (b) el administrador ha documentado debidamente esa falta de progre­so (revisa el código educativo de tu Unión local para los puntos es­pecíficos en este período y la documentación que se requiere), en­tonces la escuela no necesita renovar el contrato de ese maestro para el siguiente año escolar.

Esto les puede parecer a muchos de ustedes como la materia de Administración I, pero si es así, la materia de Administración I es con mucha frecuencia ignorada. La regla general en mi experiencia es que la instrucción de muy mala calidad no solamente es tolerada, sino que en realidad es reforzada a través de renovar continuamen­te los contratos de maestros deficientes. «¡Pero la rendición de cuen­tas y la reinstrucción toman tiempo!» Nos quejamos. Sí, eso es ver­dad. También es verdad que despedir a un maestro nunca es algo que se disfruta, y a menudo es algo muy doloroso. Pero eso no cambia el hecho de que un dolor todavía más grande será el resultado cuando repetidamente le imponemos maestros deficientes a nuestros chi­cos, cuyo éxito en su vida futura y posiblemente su salvación, es lo que está en la balanza.

Unos pocos puntos finales respecto a mantener o desarrollar per­sonal de alta calidad:

Primero, toda la planta docente, ya sean maestros buenos, malos o indiferentes, requieren de evaluación en forma regular. Los buenos ma- i “st ros la reciben muy bien, los malos le ponen su mejor cara, y los indife­rentes, bueno pues, son indiferentes al proceso de evaluación. Pero to­llos lo necesitan, y es por ello que los códigos de educación de las Unio­nes l.i requieren. Las evaluaciones periódicas son la única manera de

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establecer responsabilidad para tener altos estándares en nuestras es­cuelas, ¿será por ello que las normas educativas estipulan que deben existir? ¡No te saltes la evaluación regular de tu personal!

Segundo, siempre que te sea posible, ofrece acceso regular a opor­tunidades de educación continua de calidad. Todo el mundo se estan­ca en una rutina en ocasiones. Sé responsable de salvar a tus maestros y personal de tales trampas, renuévalos con ideas frescas, y ayúdales a alcanzar un desempeño de alta calidad.

Por último, en lo que se refiere a dominar el aspecto fundamen­tal de tener maestros y personal de alta calidad, nota la siguiente máxima: Este aspecto fundamental no se puede falsificar. Tus maes­tros y miembros del personal administrativo pueden ser capaces de pretender por un corto período que ellos son de lo mejor. Pero si tie­nes gente de poca calidad en tu escuela, se va a notar tarde o tempra­no, garantizado, sin excepciones. ¡Ay del director o de la junta di­rectiva que piensa que un empleado obstinado debería quedarse a pesar de su mal desempeño! Y loado sea el director o la junta admi­nistrativa que regularmente anticipa, hace planes y fomenta el de­sempeño de alta calidad de sus maestros y personal de apoyo, pues sus escuelas tendrán la mejor oportunidad de salir airosas contra todo pronóstico y moverse hacia un estado saludable.5. Una sólida ética de trabajo. Con los retos de la obesidad infantil

y los estilos de vida sedentarios, la necesidad de enseñar a los ni­ños la habilidad fundamental del trabajo duro puede ser una de las principales que lleguen a tener. Independientemente de los ni­veles de instrucción que tu escuela imparta, todos los estudian­tes deberían aprender el valor del trabajo duro en actividades ren­tables (moral o financieramente). Y en mi opinión, tales oportu­nidades de trabajo deben ser obligatorias, no opcionales, esto es, todo estudiante en cada escuela adventista, incluso a nivel uní versitario, debe de tener alguna forma de trabajo obligatorio a de más de sus estudios académicos que ayude a inculcar en él un.i sólida ética laboral.De nuevo, esto no es nada complicado. De hec ho, muchos maos

tros de primaria ya lo hacen, asignando Inen.r. di.iri.is .1 sus estudian tes, tareas que van desde sacar la b a s u r a hanla limpiar los est rilo rios, quilar las hierbas de las jardineras Ironlales 1 iin iinbargo, cuando

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se llega a la preparatoria, muchas escuelas dejan de lado los trabajos manuales exigidos a los estudiantes. Y sin embargo, las posibilida­des de trabajo para ese grupo de edad son más variadas y ciertamen­te no menos necesarias que las de sus contrapartes, los estudiantes de primaria. Los estudiantes de preparatoria pueden (y deben) ser asig­nados a, y capacitados en, áreas de trabajo que requieran más habi­lidades, tales como el mantenimiento de la planta física, actividades de cultivo (si hay recursos disponibles) o alguna otra forma de agri­cultura, ser lectores (que ayuden a mejorar el nivel de lectura de otros chicos), ser mentores sociales y espirituales de muchachos más jó­venes, o un consejero estudiantil, o trabajar en sociedad con nego­cios locales que los empleen ahí mismo (instalaciones de cuidado de la salud, restaurantes, etcétera). Por último, pero no por ello menos importante, los estudiantes universitarios obviamente tienen el po­tencial más grande de involucrarse en un trabajo más significativo, particularmente mientras se preparan para sus futuras carreras.

Los estudiantes deben aprender más que solo hechos. Ellos de­ben experimentar también el fervor y la perseverancia, la dedicación a una tarea que valga la pena hasta que esté terminada. Esto les será muy útil en el mercado de trabajo y en el servicio del Señor, y por lo tanto es otro elemento fundamental que debemos dominar si nues­tras escuelas han de tener éxito.6. Inculcar pasión por la misión única de la iglesia adventista. Ya

he dedicado un poco de tinta a la importancia de este elemento fundamental, y por una buena razón. Si no lo domina, usted pue­de tener todo el «éxito» en el mundo y aún así no ser fiel al llama­do que Dios le ha dado a la iglesia adventista. La educación ad­ventista debe inculcar regularmente pasión por el movimiento del advenimiento y su misión, lo cual se puede hacer por lo menos de las siguientes maneras:a. Busca que el primer elemento fundamental, una relación con

Jesús, se haga bien desde el mismo comienzo.b. Asegúrate de que el programa académico ensalce a la Biblia

como la principal guía para la vida y el servicio. Cada disciplina académica debe ser capaz de lograr esto. Ya sea que enseñen acerca de l<i Biblia, mecánica de automóviles, física, o lo que

, sen, inda mneMro debe ser capaz de incorporar la Biblia en

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su instrucción en el aula.2 Puede ser tan simple como leer un texto o dos seguidos por un breve pensamiento personal al principio de cada clase, o (todavía mejor) incluir durante las discusiones en clase referencias bíblicas que encajen en el te­ma que se presenta. Como quiera que se haga, los estudiantes deben ser capaces de asumir que sus maestros tienen a la Biblia en alta estima, y que personal y profesionalmente es su guía pa­ra la fe y la práctica.

c. Enseña a los estudiantes acerca de la misión única de la iglesia adventista, incluyendo sus doctrinas. Esto podría parecer como algo obvio, pero con mucha certeza no lo es. Por ejemplo, mientras que los amplios estándares de la división determi­nan el plan de estudios de la Biblia para las escuelas primarias y secundarias adventistas, todavía quiero encontrar una que no se haya desviado en alguna forma significativa de ese progra­ma de estudios. He estado en escuelas que incluyen desde jardín de infantes hasta secundaria, en las cuales los directores seña­laron que en ningún momento en esos nueve grados, los estu­diantes recibieron alguna instrucción específica acerca del sába­do. He visitado academias donde los estudiantes recibieron al­guna instrucción (en muchos casos bien provista) acerca de doc­trinas adventistas clave, pero que virtualmente no tenía cono­cimiento de la misión única del adventismo en el mundo o co­mo llevarla a cabo. Y más allá de nuestras escuelas primarias y secundarias, he visitado universidades en las cuales, como men­cioné previamente, cualquier faceta única del adventismo era tan débil como si fuera esencialmente invisible y nada inspiradora.

Si tu escuela está en decadencia y deseas que tenga éxito de nue­vo, debes superar tales descuidos. No seas tímido respecto a tu igle­sia en tu salón de clases. Es un honor ser llamados por Dios para ser un adventista, y tu programa de estudios debe mostrar eso de m.i ñera tangible. Lo cual nos lleva a otra necesidad clave.

d. Contrata personal que sean adventistas apasionados. El vie jo dicho es verdad: «La pasión es más una fuerza interior que so contagia por m edio del ejemplo a oíros, que algo susceptible de ser enseñado». Es casi imposible para nuioNlroH aburridos o incluso antagónicos respecto .il adventismo producir gradúa

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dos que no sean también personas aburridas o antagónicas res­pecto al adventismo. Pero contrata a adventistas apasionados, y es mucho más probable que surjan de su escuela graduados que también sean adventistas apasionados.

e. Siempre que sea posible, haz que los estudiantes lleven el mensaje único adventista y su misión en contacto con la vi­da real. Haz que vayan en viajes misioneros de corta duración, ya sea alrededor de la cuadra o a alguna parte alrededor del mundo. Prepáralos para enseñar a otros personalmente acerca del pronto regreso de Jesús y luego crea situaciones reales en las cuales ellos puedan hacer justo eso: Escuelas Sabáticas filiales, programas para después de la escuela, seminarios de Apoca­lipsis dirigidos por estudiantes0 alguna otra serie evangélica, estudios bíblicos personales en la comunidad, etcétera. Brinda a los estudiantes oportunidades para compartir con otros su fe adventista única, y al hacerlo, no solamente el reino de Dios crecerá sino sobre todo sus es­tudiantes crecerán más todavía. Pero debes hacer que sea al­go real, práctico, no solamente teoría enseñada en el salón de clases.

f. Integra de manera apropiada los escritos de la historia adven­tista y de Elena G. de White en las vidas de sus estudiantes.Durante los primeros doce años de mi educación exclusiva­mente adventista mis maestros nunca me asignaron para leer ni un solo libro escrito por Elena G. de White. Es cierto, me ani­maron a leer un par de citas de El Deseado de todas las gen­tes y de El cam ino a Cristo, pero eso fue todo. Y en lo que se re­fiere a ser enseñado acerca de la historia adventista, capté unos pocos hechos por aquí y por allá, pero nunca tuve nada ni si­quiera remotamente integral o de conjunto hasta la universi­dad y entonces se ocupó un solo curso (apropiadamente titu­lado «I listona del Adventismo» y maravillosamente im- parlido por uno de mis profesores favoritos, Alden Thompson).1 Jn rumo, v i ' " " luí* n o I o porque, ¡yo era estudiante de teolo-

Siempre que sea posible, haz que los estudiantes lleven el mensaje único adventista y su misión en contacto con la vida real.

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gía!Ahora bien, concedido, eso fue en allá a principios de los años

noventa. Pero en mi experiencia, demasiado a menudo la misma actitud persiste tercamente hasta hoy, la cual dice que «la historia ad­ventista es algo pasado de moda y aburrido, y no podemos permi­tirnos sedar a nuestros estudiantes con tales materiales anticuados».

¿Pasado de moda? ¿Aburrido? Solo aquellos que conocen muy poco acerca de la historia adventista podrían llegar a tales conclu­siones. El desarrollo del movimiento de Dios para los últimos días en la Tierra, diseñado para ayudar a señalar el camino en el mismo final de la historia humana, es uno de los relatos más fascinantes en

historia reciente. El sacrificio de nuestros pioneros,3 los milagros que Dios realizó para el avance de la iglesia, su increíble crecimien­to global, todo esto y más forma parte del recorrido de la Iglesia Ad­ventista, un recuento que es verdaderamente apasionante.

Y por cierto, también tenemos a esta mujer llamada Elena G. de White, quien resulta ser nada menos que una profetisa de Dios y que vi­vió dentro de los últimos cien años. Ella, su esposo James, y un viejo capitán de barco llamado Joseph Bates iniciaron la Iglesia Adventis­ta Jesús habló con Elena, y ella con él cara a cara,y la última vez que revisé el dato, eso no le sucede a mucha gente, no solo en los pasa dos cien años, ¡sino ni siquiera en los últimos mil años! Piensa cui dadosamente: ¿A quién conoces que haya tenido dos mil visiones creíbles del Todopoderoso? Una lista corta, ¿no es así? El punto, en tonces, debería ser claro: Los escritos de Elena G. de White son un tesoro oculto esperando ser redescubiertos por la Iglesia Adventisl.i el mismo grupo que ella ayudó a fundar. El consejo inspirado que sus libros contienen, representa una profunda actividad de Dios en la Tierra en preparación para la segunda venida de Jesucristo, y aquí nos encontramos, muy a menudo, inventando excusas para sus es critos, cuando en realidad deberíamos estar leyéndolos, estudian dolos y buscando la mejor manera de aplicarlos en nuestras vidas \ en las de nuestros estudiantes.

Dejaré en claro un punto final por respeto a aquellos que 110 en euentranlos escritos de Elena G. de White tan aburridos o pasados de m oda, más bien los encuentran incendiarios y peligrosos y si, lega listas. Muchos autores considerados han esri lio ,1 1< 1 largo de los añ< h

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acerca de este mismo tema, y no trataré de repetir sus argumentos aquí. Simplemente diría que parece razonable que después de ciento sesen­ta años de experiencia con el don de profecía de Elena G. de White, debemos ser capaces de presentar sus escritos tanto de una mane­ra apasionada como equilibrada. ¿Será que algunos maestros y es­cuelas cometerán errores y perderán ese equilibrio en una u otra di­rección? Cuenta con ello. Pero yo preferiría ver que nuestras escue­las corran ese riesgo e intenten abordar horfestamente los escritos de Elena G. de White, que verlas esconder sus libros bajo llave, silen­ciando a la mensajera de Dios para nuestra iglesia a través de su don. Nuestras escuelas necesitan enseñar a sus estudiantes el rela­to de la historia adventista, y exponerlos al cuerpo de escritos pro- féticos. Tales cosas son indispensables para inculcar la pasión por la misión adventista única en sus estudiantes.

g. Frente a tus estudiantes dale vida al pensamiento apocalípti­co del genuino adventismo. Esta recomendación está en el núcleo de lo que se requiere para inculcar pasión por la mi­sión exclusiva de la Iglesia Adventista. También es una de las cosas que creo nuestra iglesia en general está en peligro de perder.

Aquí puede ser útil repasar un poco los antecedentes. Desde nues­tros inicios a mediados del siglo XIX, los adventistas hemos teni­do que lidiar con la tensión de las facetas de la segunda venida de Cristo, la de «ahora» y la de «todavía no». Por una parte, las profe­cías de la Biblia, los escritos de Elena G. de White, y los eventos mun- tlíales de los pasados ciento sesenta y tantos años nos han llevado regularmente a la conclusión de que el regreso de Jesús «está justo al.i vuelta de la esquina», ¡casi ahora mismo! Por otra parte, el regre­so de Jesús ha estado «justo a la vuelta de la esquina» por, bueno, ¡más de ciento sesenta años! Pero todavía no ha ocurrido.

La tensión es obvia. ¿Qué debe hacer un adventista racional? O más al punto, ¿qué debe hacer la escuela adventista racional? Per­sonalmente los siguientes puntos son algunos que he encontrado .ihsorbentes en relación al «ahora» y al «todavía no», y qué papel de­sempeñan para resolver la tensión que rodea el regreso de Cristo.

1. 1,11 ex pe» hillvii i leí le^ieuo de t Visto, el vivt) deseo de ver a núes-

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1 4 8 Cómo m a ta r la educación adventista

tro Salvador tan pronto como sea posible, es indispensable para ser un adventista del séptimo día. No puedes ser un adventista del séptimo día saludable (tampoco, dirían algunos, ninguna otra clase de cristiano), ¡y no tener este deseo!

2. Y sin embargo no debemos vivir en una «ansiedad por el tiem­po». En otras palabras, una razón por la cual somos adventistas debería ser porque queremos que Jesús regrese pronto, pero no que insistamos en que llegue, digamos, el 10 de junio del próxi­mo año. No importa cuán convincentes puedan llegar a ser los eventos actuales, el establecer fechas, incluso establecer fe­chas de carácter general («¡dentro de los próximos seis meses!» Por ejemplo), no es algo bíblico y sí es contraproducente.

3. Sin embargo, simplemente porque «en cuanto al día y la ho­ra, nadie lo sabe» (ver Mateo 24: 36) no significa que no ten­gamos indicios, ya que las señales que ocurren a todo nues­tro alrededor indican que el regreso de Cristo está, de hecho, más que próximo. Nosotros, por lo tanto, nos vemos llamados a no caer ni en el fanatismo de establecer fechas, como tampo­co a la indiferencia complaciente, sino más bien a la vigilancia firme y apasionada y a trabajar por el pronto regreso de Cristo, independientemente de cómo Jesús elija definir la palabra «pron­to». Jesús dijo: «Por eso también ustedes deben estar prepa­rados, porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo es­peren» (véase el versículo 44).

¿Y qué significa esto para una escuela que quiere inculcar pa­sión por la misión exclusiva de la Iglesia Adventista? Se requiere por lo menos que formulemos algunas preguntas clave y las responda­mos apropiadamente.¿Entienden nuestros estudiantes la potencial cercanía de la venida de Cristo? Si no, ¿cómo los educaremos para que comprendan esto?

¿Nuestros estudiantes se conducen a sí mismos, toman d ec is io n es para el futuro, a la luz del hecho de que Jesús puede regresar duran­te su vida? Si no, ¿cómo podemos ayudarles a pensar de esta ma nera?¿Se gradúan nuestros estudiantes con una pasión por ver ¡i Jesús regresar durante su vida, así como con un deseo de preparai a otros para que estén lisios para ese gi rtli rvt'hlo? SI no, ¿cómo po

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demos inculcar en ellos tal inquietud?¿Nuestra junta directiva escolar y los miembros del personal vi­

ven con un jovial sentido de la cercanía de la venida de Cristo? ¿Toman sus decisiones a la luz de esa conciencia? ¿Se refieren al futuro con una preocupación seria por la idea que dice: «Haremos esto y aquello... si es que el tiempo llega a durar tanto»? Si no, ¿qué cambios necesitamos ver para que ese espíritu reviva en nuestra escuela? , *

Para las escuelas que tengan el valor de formular y contestar estas preguntas honestamente, y de dar seguimiento a los cambios necesa­rios en su programa educativo que las respuestas señalen,sus opor­tunidades para ser vibrantes instituciones adventistas para Cristo son proporcionalmente mayores.

7. Una escuela amigable con los padres de familia. No deje que el colocar este elemento fundamental al final de la lista le engañe. Cada escuela adventista de calidad debe de tener canales de comunicación claramente definidos entre el cuerpo docente-ad- ministrativo (maestros, directores, personal de apoyo) y los pa­dres. Para ser francos, esto es algo grande. Si un padre de familia llame a la escuela, por ejemplo, alguien, como una persona de verdad, debería idealmente contestar el teléfono primero o (si tie­ne un sistema automatizado) que no tarde mucho en responder desde que entra la llamada. Los padres de familia que tienen pre­guntas o solicitudes respecto a calificaciones, historial académi­co, colegiaturas, políticas, o cualquier otra cosa, necesitan tener rutas claramente delineadas para ellos por la administración es­colar, a través de las cuales puedan dar cauce a sus preocupacio­nes. Los maestros deben ser razonablemente accesibles para que los padres de familia puedan hablar con ellos. En esta época cuan­do los métodos de comunicación están muy avanzados, pero las agendas de los empleados de la escuela están muy a menudo sa­turadas, nuestras instituciones educativas que deseen tener éxito deben, no obstante, dar a los padres de familia la máxima priori­dad. Si no linee que su escuela sea amigable con los padres, ellos y sus eHludi.inti'N si* irán .i otra parte, punto. Las escuelas vibran-

, les oque deseen m-rlo mvpltin oslo hecho y dan los pasos que sean

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IS O Cómo m a ta r la educación a dventista

necesarios para lograrlo.Una idea final acerca de ser amigables con los padres: Este elemen­

to fundamental es único en el sentido de que si una escuela realmente empieza a resbalar, la comunicación abierta con los padres es a menudo lo primero que se pierde. La institución se pasa a la mo­dalidad de fortaleza y cuidadosamente regula la información, par­ticularmente las malas noticias. Los padres de familia que empiezan a sospechar comienzan a hacer llamadas telefónicas, pero esas lla­madas a veces no son respondidas oportunamente, o nunca lo son. La comunicación se frena de repente. Y lo que es irónico es que tales

__ restricciones a menudo resultan de laHaz que tu escuela sea amigable con suposición de que entre menos comu- los padres de familia. Ellos y tu de- nicación se tenga con los padres ayu- partamento de inscripción te lo agra- dará a la escuela a mejorar.decerán. _________ Desde luego, lo cierto es todo lo

contrario en realidad. Aunque pue­de haber la rara excepción, muchos padres tampoco quieren ver hun­dirse la escuela a donde van sus hijos. Y muchas veces tienen buenas sugerencias que compartir con los maestros y la administración que ayudará a resolver algunos de los problemas de la escuela... pero, ¡solamente si tienen la habilidad de presentar esas sugerencias con éxito!

Haz que tu escuela sea amigable con los padres de familia. Ellos y tu departamento de inscripción te lo agradecerán.

Bueno, iy qué pasó con MVA y con SVA?Han pasado algunas páginas desde que dejamos los ejemplos de nues­tras dos escuelas. Ambas instituciones y sus procesos de rejuvenecí miento podrían llenar volúmenes enteros en lo que se refiere a dominar los elementos fundamentales de la educación adventista. Pero en be­neficio de la brevedad, haré solamente dos observaciones.

Primero, ambas academias han tenido que mejorar significativa mente en el área de los elementos fundamentales. Cada área funda mental enlistada arriba ha requerido extenso trabajo para elevar el rendimiento hasta llegar a estándares apropiados. ( uando tú transloi mas una escuela para la gloria de I )¡os, ¡espora hacer muchísimo Ir.i bajo en lo más básico!

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Segundo, a la vez que se ha progresado mucho, tanto MVA co­mo SVA no han llegado todavía a lo que buscan en lo que se refiere a dominar los elementos fundamentales de la educación. La excelen­cia es un viaje, no un destino, y puedo garantizarle que ambos di­rectores que están ahí actualmente podrían darle una lista rápida de donde buscan afanosamente mejorar. Consecuentemente, la cla­ve para ellos y posiblemente para usted es alcanzar un sólido nivel de competencia en cada área fundamental, .^entonces incesantemen­te mejorarlas. Eso es lo que hace prosperar a una escuela adventista excelente, dominar los elementos fundamentales, consistentemen­te mejorados a lo largo del tiempo.

1. De.nuevo, el libro LaEducación de Elena G. de White es un buen lugar para empezar.2. Este no es un llamado a repetir el error del Colegio de Battle Creek hace más de un siglo, en

donde algunos miembros del personal docente presionaron para que la Biblia fuese el li­bro de texto en cada clase, incluyendo la de ciencias y hasta, ¡contabilidad! En lugar de ello, es un reconocimiento de que la Biblia es fundamental y normativa para todos los cristianos, independientemente de sus vocaciones actuales o futuras o de sus gustos.

3. Véase Jim Nix, ed. The Spirit o f Sacrifice and Commitment, para algunos relatos fantás­ticos de los primeros pioneros adventistas.

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Elimina incesantemente las debilidades o vuélvelas

irrelevantes

A BÚSQUEDA afanosa por dominar los elementos fundamen­tales de la educación adventista tendrá un buen número de re­sultados positivos. Pero uno de los más importantes será reve­

lar las debilidades. Por ejemplo, si tu programa académico ha sido deficiente y entonces empiezas a tratar de elevar las expectativas de donde es que debes de estar, pronto descubrirás lo que exactamente le hace falta a tu programa. Por ejemplo, quizá los maestros no tie­nen la certificación necesaria para enseñar al nivel de excelencia que requieres. O tu planta física puede estar en tal mal estado que desa­fía sus esfuerzos para tener un ambiente seguro para el aprendiza­je. Cualquiera que sea el caso, encontrar las debilidades es, por in­cómoda que sea la idea, uno de los recorridos más valiosos que pue­des tomar cuando buscas enderezar tu escuela.

Desafortunadamente mucha gente, si le es posible, evita las ma­las noticias. ¿Y qué en cuanto a realmente buscar problemas, «malas noticias» y hacer una lista y analizarlas minuciosamente? Esa pue­de parecer, de hecho, una conducta algo extraña (y potencialmente no muy bien recibida).

Pero si quieres devolver a tu escuela la vitalidad que Dios quiere para ella, debes buscar implacablemente sus debilidades y luego re­solverlas. Netvfiil.v. decir la verdad sobre tu escuela. O llamara otros para que la di)',au • I■ > l<> que tengas que hacer por cualquier medio

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||4 Cómo m a ta r la educación adventista

posible, ético y apropiado, para descubrir el verdadero estado de tu escuela y cuáles son sus debilidades.

¿Y qué vas a hacer con ellas cuando finalmente las encuentres? Tienes en realidad solo tres opciones:1. No cambies nada. Muchas escuelas han elegido esta opción, y al­

gunas de ellas como resultado están cerradas o en proceso de cie­rre (ver el capítulo 8 para más detalles acerca del éxito de este plan).

2. Elimina las debilidades o, si eso no es posible:3. Vuelve las debilidades irrelevantes.

Supongamos que sabiamente evitas la opción 1 y deseas elegir de entre las dos restantes. ¿Cómo sabes si eliminar una debilidad o sim­plemente volverla irrelevante? Y si decides volverla irrelevante, ¿cómo puedes hacer eso?

Primero que nada, vamos a establecer lo que es obvio. En tanto sea posible, siempre elimina tus debilidades en todo lo que es fun­damental. Si tienes un programa académico deficiente, por ejemplo, arréglalo. No trates de modificarlo ligeramente o de apuntalar otras partes del programa para cubrir este gran defecto. Arregla la debi­lidad en cualquier aspecto que sea fundamental. Dile a los miem­bros del personal, de la junta directiva escolar, a los elementos clave de la escuela y a todo el mundo que esto no es negociable, que esta de­bilidad debe ser eliminada porque es un factor fundamental y no puede considerarse como algo irrelevante. A menudo es mejor ce­rrar una escuela adventista que nunca puede arreglar sus debilida­des en aquello que es fundamental, que continuar pretendiendo que ofrece una educación adventista de calidad, cuando en realidad con toda certeza no es así. ¡Resuelve esos problemas fundamentales a cualquier costo! (Y por cierto, quizá en ninguna otra área en particu­lar se puede ver más gráficamente ilustrada la idoneidad o inepti tud del líder de su escuela que en su habilidad para identificar los problemas básicos y solucionarlos. Si la persona consistentemente no puede hacer esto, tienes al líder equivocado en tu escuela. Necesitas ya sea reinstruirlo o reemplazarlo tan pronto como sea posible.)

Una de las debilidades fundamentales que tanto MVA como SVA tenían cuando Twomley llegó a ser di redor, se encontraba en el área académica. Por una variedad de razonen (un ali ibnlbloH a una sola causa), esta área necesitaba ayuda I >r m a im a que ambas escuela',

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Paso 6: Elim ina incesantem ente las debilidades o vuélvelas irrelevantes

rápidamente implementaron programas de doble crédito. Permitie­ron a los estudiantes calificados tomar clases con créditos universi­tarios mientras cumplían con los requisitos para graduarse de la pre­paratoria. Los resultados han sido muy satisfactorios, y algunos gra­duados de MVA incluso han tenido suficientes créditos para em­pezar la universidad a partir del nivel de segundo año en lugar del primero. No solamente les da a mamá y papá un alivio con la cuen­ta del banco (teniendo que pagar un año menos de universidad), sino que también le envía a todos aquellos que forman la base de la co­munidad escolar, en ambos lugares, un fuerte mensaje: Estamos eli­minando una debilidad clave al dedicamos a la excelencia académica.

¿Pero qué hay de las debilidades en áreas no fundamentales? Por ejemplo, algunos problemas de las instalaciones físicas pueden no calificar como una preocupaciónfundamental (a menos que las cosas Establece las prioridades de qué de- estén tan mal que involucre una cues- bilidad atacar primero, evalúa lo que tión de seguridad de los estudiantes, tu escuela necesita para resolver el desde luego). Problemas tales como problema, y hazlo, la calidad del servicio del comedor, al­gunas políticas del comportamiento estudiantil, procedimientos para el cobro de cuentas, para el registro y así por el estilo también puede que no caigan bajo el signo de fundamental, y aun así pueden indicar una genuina debilidad en las áreas involucradas. ¿Qué ha­cer con esta clase de problemas?

De nuevo, si tienes la opción, soluciónalos. Establece las priorida­des de qué debilidad atacar primero, evalúa lo que tu escuela necesi­ta para resolver el problema, y hazlo. Pero digamos que no tienes los recursos necesarios para resolver la debilidad de inmediato. Si ese es el caso, elije la opción 3 y haz tu mejor esfuerzo para volver la de­bilidad irrelevante para el éxito de tu escuela. Hay por lo menos dos maneras de lograr eso: (1) a través de la mitigación y (2) a través de decir la verdad. Como veremos, ninguna de ellas es complicada. Pero para aquellos que no estén familiarizados con tales prácticas, veámoslas brevemente.

Volver una debilidad irrelevante a través de la mitigación es siem­pre la mejor opción si es que puedes elegir. Tu meta aquí no es elimi­nar la debilidad i nmpleliimonte (si estás dando este paso, asumo que

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I ti Cómo m a ta r la educación a dventista

no es posible hacerlo), sino al menos quitarla parcialmente, para ha­cer cambios que reducirán su impacto en el programa en conjunto de tu escuela.

Por ejemplo, en SVA una de sus mayores fortalezas es también una debilidad: Están ubicados en New Market, Virginia, un peque­ño pueblo de mil setecientos residentes lejos de cualquier gran área metropolitana. Pero esas grandes áreas urbanas son precisamente donde vive la mayoría de los elementos clave de la Asociación. Por lo tanto, al mismo tiempo que se trata de un lugar magnífico para es­tar lejos de la vida en una ciudad, los padres que viven en, digamos, el área de Washington, D. C., que están considerando la idea de ins­cribir a sus hijos de primer o segundo año pueden considerar que es­tá demasiado lejos. Para esos padres, la idea de tener a sus hijos más pequeños viviendo en una escuela nueva y muy lejos de casa duran­te semanas en ocasiones puede abrumarlos.

Claramente, no es una debilidad que puede ser fácilmente elimi­nada. De manera que en lugar de ello, SVA la ha mitigado. Ha imple- mentado un programa de internado parcial en el cual cada fin de se­mana (excepto los fines de semana que está cerrado), hay transporte disponible para que los estudiantes de primero y segundo año de los dormitorios vayan a sus casas. Por lo tanto, mientras que SVA sigue todavía en una zona rural, los padres pueden pasar más fácilmente la transición de tener a sus hijos lejos más tiempo. La debilidad de la distancia permanece, pero ahora es cada vez más irrelevante.

Otras escuelas han creado soluciones similares. Por ejemplo, en la Academia Newbury Park en el sur de California, Harold Crook, el administrador durante mucho tiempo instituyó de nuevo un esquema de vivienda en el campus, después de que sus dormitorios habían permanecido cerrados muchos años. Mucha gente consideraría esto como un paso atrás y revivir algunas situaciones percibidas antaño co­mo debilidades, a saber, que los estudiantes de internado (1) son ale­jados de sus casas por semanas y (2) se vuelven descontrolados du­rante ese tiempo debido a la mínima supervisión. Pero el señor Crook tuvo éxito en volver esas viejas debilidades irrelovantes mediante el uso de hogares en el campus con padres viviendo .ilií mismo, listo le permitió a los estudiantes vivir en su •hop1.ii en el nimpus, con su pervisión .uleni.id.i, dur.mle l.i seniium em < >l.n \ luep.o dirigirse .1 sus

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Paso 6: Elim in a incesantem ente las debilidades o vuélvelas irreleva n tes

hogares de verdad los fines de semana, minimizando el tiempo de se­paración de los padres. Los resultados hablan por sí mismos. Antes de establecer el programa de hogar en el campus Newbury era una es­cuela diurna con alrededor de ciento veinte estudiantes. Mientras escribo estas líneas, tienen aproximadamente doscientos. La escue­la volvió esta debilidad particular en algo insignificante.

Una segunda forma de volver irrelevante una debilidad es a tra­vés de decir la verdad. ¡No, esto no es asumir que hasta ahora has estado mintiendo acerca de tu escuela! Más bien, decir la verdad im­plica ser honestos respecto a tus debilidades y proclamar a los cua­tro vientos tus fortalezas. Y al asociarte con los esfuerzos apropia­dos de mitigación, decir la verdad puede tener resultados muy be­néficos.

Los elementos clave que conforman la base de la comunidad es­colar tienen derecho a conocer el funcionamiento de su escuela, in­cluyendo cuales son sus problemas. Pero también necesitan conocer la verdad, que podría ser algo así como esto: «A pesar de la debi­lidad de nuestra escuela en____________ y ____________, el progra­ma en conjunto todavía es sólido, se fortalecerá, y aquí está la eviden­cia para probarlo».

Obviamente, no podrías hacer semejante declaración honestamen­te si tu escuela apenas acaba de iniciar su proceso de cambio (esto es de nuevo una razón del por qué la eliminación de las debilidades en los aspectos fundamentales debería preceder a los esfuerzos de volver las debilidades irrelevantes). Pero en muchos esfuerzos de cambio since­ros e informados, al menos algunas cosas buenas empiezan a suceder en la escuela muy rápidamente. Proclámalas a los cuatro vientos. De­ja que el Señor las use como semillas en las mentes de los personajes clave desde donde él puede hacer fructificar un entusiasmo crecien­te para apoyar a tu escuela (abundaré más acerca de esto en el capítu­lo 16). Continúa siendo honesto respecto a tus debilidades, al mismo tiempo que también es sincero respecto a tus éxitos.

Esto trae a colación un principio clave de liderazgo que a menudo es pasado por alto por las escuelas que buscan volver a la vitalidad: Sé honesto respecto a las cosas negativas. Muchas veces, las institu­ciones que ludían contra las dificultades tienen una insuperable ur­gencia de «ponei miit cura feliz» respecto a los sucesos, de hablar

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158 Cómo m a ta r la educación a dventista

alegremente acerca del futuro de la escuela, tratando de ser opti­mistas, incluso cuando en realidad se tambalean al borde del cie­rre. Tal optimismo podría ser loable bajo otras circunstancias, pero aquí es una potencialmente catastrófica desventaja. Cuando tu escue­la tiene un desempeño deficiente y otros pueden verlo con facili­dad, y a pesar de eso insistes en ver las cosas a través de lentes coloi­de rosa, no puedes evitar aparecer como alguien profundamente incompetente.

Pero lo opuesto también es verdad, al menos buena parte del tiem­po.1 A la vez que puedes no siempre tenerlos contentos, la gente pol­lo general admira a un líder que puede identificar correctamente la verdadera condición de la escuela de sus hijos. El hecho es que los padres generalmente prefieren saber acerca de las debilidades de su institución. Además, prefieren que la información acerca de la misma provenga de la escuela (de preferencia del director, el rector, o el maes tro principal), en lugar de enterarse a través de chismes o incluso por su propio hijo. Si trabajas activamente para revivir tu escuela y si has hecho los esfuerzos de cambio lo suficientemente públicos de manera que los padres puedan verlos, decir la verdad acerca de tus debilidades, ¡generalmente hace que tus bonos suban, en lugar de bajar! Di la verdad acerca de tus debilidades mientras trabajas du ro para proclamar a viva voz la verdad acerca de tus fortalezas. Cuan do se hace correctamente, esto puede tener un efecto positivo y ere ciente en el programa de revitalización en tu escuela, acerca del cual hablaremos más en el próximo capítulo.

1. Es cierto, algunos administradores de escuelas han sido despedidos por decir la vcnlml acerca de sus instituciones. La junta directiva, los personajes clave, la Unión, todos ai|i|r líos que no aprecien el mensaje, aniquilan al mensajero. Esta es una realidad difícil. IVin al menos, y 1 1 0 digo esto frívolamente, aquellos que han sido despedidos por decir la ven Im I pueden dormir mejor en la noche, sabiendo que hicieron lo que podían para salvar 11 l.i escuela de hundirse. Ellos también tienen la seguridad de que Dios cuidará de ellos, ya <|iii' él necesita gente que diga la verdad en muchos lugares.

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Paso 7:Corre la voz

de las buenas noticias, o, Consigue un amplio apoyo

STE CAPÍTULO construye so b re los esfuerzos de decir la ver­dad de una escuela que in te n ta resolver efectivamente sus de­bilidades. Específicamente, b u sc a responder la pregunta: ¿Có­

mo puede una escuela que está b u scan d o salir de la decadencia cons- Iruir una amplia fuerza im pulsora en tre sus bases de apoyo, la cual le ayudará a que sus esfuerzos p a ra lograr el cambio sean exitosos?I )e la misma manera que con otros pasos en el proceso de transfor- i nación, este no es complicado, pero absorbe mucho tiempo y requie-II depende del tamaño de una escu ela y de sus bases de apoyo, de­sembolsos significativos de tiem p o y energía.

Antes de mencionar en qué d eb ería tu escuela gastar ese tiempoV esa energía, debo notar que es m u y tentador saltarse este séptimo I >aso en el proceso de revitalización de la escuela, precisamente por­que demanda mucho tiempo y energía. Generalmente, los esfuerzosi le cambio son lo suficientemente difíciles de lograr a un nivel pura­mente intraescolar sin tener que involucrar también a las bases de iipoyo más amplias. Y sin em bargo, esto es esencial si se desea quel,i transformación sea exitosa. Y h a y buenas noticias: Si una escuela tiene éxito al solicitar el apoyo de to d a su extensa comunidad base,li e. esfuerzo,s de cambio al interior d e la escuela se vuelven más fá-i IIch también I lay un Impacto m arcado y reflexivo, incluso acumu­lativo.

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1 6 0 Cómo m a ta r la educación adventista

Por ejemplo, poco después de que Twomley llegó a MVA, una de las debilidades de la escuela que debía atender de inmediato era la situación de las instalaciones físicas. Los edificios en el campus es­taban en mal estado y necesitaban de una buena inversión, un recur­so que la escuela casi no tenía. Pero tema que empezar por algún la­do. De manera que empezó por tirar la basura y los equipos viejos que se habían acumulado en los edificios a lo largo de los años.

Para cuando MVA había vaciado sus edificios, se habían llena­do diecisiete contenedores de basura. ¡Era increíble cuántas cosas se habían acumulado! También fue fabuloso el mensaje que este proyec­to de limpieza empezó a enviar conforme se corría la voz: Oigan, aquí en MVA estamos haciendo las cosas en serio. Vamos a im- plementar un cambio de verdad. Pueden confiar en nosotros, ¿nos

pueden dar una mano? Este solo actor de «tirar la basura» ayudó a encenderLos lideres que han estado en sus jescuelas particulares por cualquier un movimiento que condujo a una cantidad de tiempo, a menudo subes- asombrosa renovación en las insta- timan el poder de la comunicación no laciones físicas del plantel (algo acer- verbai.___________________ ca de lo cual hablaré más en el capítu­

lo 18). La manera como se llevó a ca­bo el proceso de comunicación fue apropiada, poniendo en movi­miento un efecto acumulativo, y la gente empezó a dar su apoyo en un momento crucial para la transformación de MVA... ¡Nada de lo cual habría sucedido si la realidad de lo bueno que estaba ocurrien­do hubiera permanecido fuera del conocimiento público!

Por lo tanto, ¿cómo hacer para echar a andar las buenas noticias acerca de los cambios positivos que están ocurriendo en tu escuela y conseguir un apoyo amplio entre tu comunidad base? Hay tres ma­neras de hacerlo: Comunicar, comunicar y comunicar un poco más. Además, una comunicación así es de dos clases: Verbal y no verbal. Veamos esta última primero.

Comunicación no verbal con su comunidad baseLos líderes que han estado en sus escuelas parlii 'i llares por cualquiei cantidad de tiempo, a menudo subestiman el poder de la comunica ción no verbal. Pero eso puede costal l<-. muy ■ aro m undo buscan obtener apoyo para llevar a cabo i amblo" 11 m i im marl< males, Iíl un

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tídoto es recordar que cuando se trata de transformar una escuela, todo comunica algo. ¿Esa pila de escritorios viejos en el pasillo? Con eso le estás diciendo a todo padre de familia que visita la escuela, que a ti te gusta el desorden en tus pasillos y muy posiblemente en tu boleta de calificaciones (el hecho de que esto sea una realidad o no, es por desgracia, irrelevante). ¿Ese montón de libros acomoda­dos de cualquier forma que intentas hacer pasar por una bibliote­ca? Le estás informando a los estudiante^” que los libros son para tenerlos ahí amontonados más que para leerlos. ¿Y esa jardinera en la entrada de su escuela, la que a tu maestra de ciencias le encanta por la gran variedad de flora, fauna y vida salvaje que puede encontrar en ella? Con ella estás anunciando a los padres, «no man­de aquí a sus niños, no podemos cuidar ni siquiera nuestras flores, mucho menos a sus hijos». ¡Ay!

Es hora de que dejemos de inventar excusas acerca de la comuni­cación no verbal y empecemos a aceptar la realidad de que, sin lu­gar a dudas, verdadera e inequívocamente, ¡todo comunica algo! Y la única forma exitosa de hacerlo de manera no verbal con tu co­munidad base y obtener su apoyo en la transformación de tu es­cuela es empezar a ofrecer sistemáticamente el mensaje correcto. ¿Hay escritorios en su pasillo? Quémalos. ¿Es un desastre la biblio­teca? Cierra con llave la puerta de ese lugar hasta que los libros es­tén organizados y listos para usarse. En cuanto a esa jardinera, haz una fiesta el domingo en la mañana para arrancar los hierbajos donde co­cinarás panecillos para todo el que se presente a ayudar. Y la lista sigue y sigue.

Ahora bien, lo fabuloso de la comunicación no verbal y su es­fuerzo de transformación es que aquello que puede obrar poderosa­mente en su contra también puede funcionar con esa misma fuerza a su favor, una vez que se rectifica. En SVA, por ejemplo, el vestíbulo en el edificio de publicidad, a la vez que era atractivo de muchas maneras, era terriblemente difícil de circular por el para quienes no estaban familiarizados. Los padres que no conocían bien el plantel podían caminar por ahí, y no tener forma de saber a donde ir para ob- lener la información que necesitaban. De manera que, al principio del esfuerzo di' Irauslni marión, la administración alteró asombrosamen­te (con un ili'Ni'inlmluo monetario relativamente pequeño) la parte de

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atrás del centro del vestíbulo, el lugar hacia el cual giraría natural mente su mirada. La escuela quitó una pared de cristal, tiró un mos trador de cinco pies de alto, y en su lugar puso un escritorio nuevo, mucho más pequeño, sobre una sola alfombra de muy buena ca I i dad. El espacio se pintó nuevamente con colores brillantes pero de buen gusto, y un cuadro de Cristo se colocó en la pared directamen te atrás del escritorio. Ahora los padres y otros invitados podían s.i ber de manera inmediata a donde dirigirse para solicitar ayuda.

Y aquí está la bendición más grande: Nadie tiene que decir un.i sola palabra a los invitados, y sin embargo cada vez que entran «íl edificio de publicidad ellos «escuchan» «nos preocupamos por sus inquietudes, y deseamos ayudarle a encontrar las respuestas que us ted busca». Ese es un gran mensaje para que cualquier escuela te en víe a sus bases de apoyo.

Por lo tanto, si buscas correr la voz acerca de los grandes cambios que están teniendo lugar en tu escuela, mientras tratas de obtener apo yo de su comunidad base, nunca subestimes el poder de la común i cación no verbal. Empieza con el comunicador no verbal negativo más visible en tu plantel que puedas arreglar. Enseguida repasa l.i lista, hasta que tantos de ellos como sea posible ahora comuniquen algo positivo a favor de su escuela de manera no verbal. Todo comu­nica algo, y es increíble lo que un poco de esfuerzo físico y pintura puede hacer para acelerar la transformación de su escuela.

La comunicación verbal en sus esfuerzos de transformaciónAhora que hemos visto como la comunicación no verbal puede ser en tu escuela, vayamos a la comunicación verbal. A la vez que en ocasiones le hace falta el «golpe» visceral de la comunicación no vei bal positiva, aún así es crucial para ayudar a esparcir las buenas no ticias acerca de su escuela y obtener un apoyo más grande entre las comunidad base. Este tipo de comunicación, ya sea que se realice di' manera oral o escrita, necesita tener lugar con al menos cinco dife rentes grupos de personas: (1) miembros del personal de apoyo; (2) padres de familia con hijos actualmente en su escuela; (3) ex alum nos; (4) padres con hijos que pueden llegar a srr i "iludíanles en su es cuela; y (5) administradores de la escuela en lo ni velos altos de ges tión (tales como directores de edtn ai Ion <I• l>i Vmi lai ion y de la

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Unión). Examinemos el tipo de comunicación que se requiere para cada grupo específico.

1. Miembros del personal. Si eres un director o administrador en una escuela que se está hundiendo e intentas regresar las cosas nue­vamente a un estado saludable, enfrentas una gran tentación, par­ticularmente en escuelas más pequeñas con poco personal, de comunicar deficiente e histri óni camente«a los miembros del per­sonal la visión para ese futuro más brillante. La asunción errónea es que una vez que el director, por ejemplo, se ha levantado a dar su discurso inicial ardientemente entusiasta acerca de cómo van a cambiar las cosas, eso es suficiente para hacer avanzar la escuela.

Nada podría estar más lejos de la verdad. La realidad es que tie­nes que presentar la visión para un cambio una y otra y otra vez a tan­tas figuras clave en tu escuela como sea posible, y especialmente al personal, ya que ellos son sus guerreros de avanzada en la batalla pa­ra transformar a la escuela. El cambio es difícil hasta para los más brillantes de nosotros.

2. Los padres con hijos que asisten regularmente a tu escuela. Porobvias razones este grupo necesita tener fácil acceso a informa­ción detallada respecto a las grandes cosas que están sucediendoo que se intenta que ocurran. Lo más probable es que, si tu escue­la ha estado teniendo temporadas muy difíciles (incluso si has es­tado tratando de cambiar eso), muchos padres están indecisos en cuanto a si dejarán a sus hijos inscritos ahí para el futuro o no. Por lo tanto, dales tantas razones como sea posible (y con tanta frecuen­cia como se pueda) para que dejen a sus niños en tu escuela.

El correo directo puede ser efectivo aquí. Si no tienes uno, empie­za a elaborar un boletín mensual que puedas distribuir por correo. Podrías tener también una lista de correo electrónico donde cualquier padre que lo desee pueda añadirse para recibir un informe actuali­zado cada semana acerca del progreso de la escuela. Una llamada telefónica ocasional del personal (o incluso de estudiantes confia­bles, según el eaw>, dependiendo de la naturaleza de la información

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que desees transmitir) a todos los padres puede hacer mucho para desactivar sentimientos negativos acerca de tu institución. Además, las reuniones trimestrales en las cuales los padres pueden asistir y preguntar acerca de la administración de la escuela, son excelentes sitios para disipar malos rumores y para compartir información po­sitiva. (Si tu escuela está patrocinada por la Asociación o la Unión, realiza las reuniones en varios lugares a lo largo de la región para ase­gurar una máxima participación de los padres.) También hay otras for­mas de comunicación.

A final de cuentas, lo que este tipo de comunicación con los pa­dres dice: «Me intereso por usted. Su estudiante es importante pa­ra nosotros, y queremos honrarlos a ellos y a usted». También le di­ce a otros: «¡Estamos tomando en serio el proceso de cambio!» Esa clase de información y actitud solícita es indispensable para obte­ner el apoyo de los miembros más importantes de la comunidad base: Los que ya están involucrados con su escuela.

3. Ex alumnos. El siguiente grupo de personas con quienes debe ha­cer contacto una escuela que intenta revitalizarse es el de los ex alumnos. Al menos hay dos razones que lo demandan (y discul­pen mi franqueza): Ellos tienen tiempo y dinero, dos cosas que casi cada escuela adventista necesita desesperadamente si trata de enderezar su barco.

Tal vez te fastidie y te parezca algo de muy mal gusto contactar a los ex alumnos, con el propósito específico de explotar sus recursos cronológicos y financieros. Ciertamente tales peticiones a ex alum­nos pueden ser realizadas de maneras inapropiadas. Pero no es al­go que sea inherentemente malo el solicitar su apoyo, lejos de eso. De hecho, muchos ex alumnos, si ven que su alma mater está finalmen­te empezando a llevar a cabo un esfuerzo sincero y coordinado pa­ra regresar a la vitalidad, estarían decepcionados de que no se les pida participar en el proceso de reconstrucción.

Por ejemplo, considerémosla costumbre de contactar a los ex alum­nos para solicitar su apoyo monetario para Io n c n I i u t / o s di' reno vación en la escuela (el capítulo 18 abundarvi mas sobre el muy im portante tema de* solicitar donador»’h) I Yin mi • debemos reo m lar | >oi

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qué alguien dona dinero en general: La gente invierte dinero para promover sus valores en el mundo. Suponiendo que tus ex alumnos tuvieron una experiencia positiva en su escuela cuando asistieron, entonces es algo natural que, si es posible, querrán contribuir al re­greso de la misma a un estado saludable, de manera que las cosas que valoran puedan continuar siendo transmitidas a otros.

Pero nota lo siguiente con cuidado: Los ex alumnos casi con toda seguridad no van a ayudar con dos tipos dé solicitudes: (1) peticio­nes para sacar de apuros a una escuela que claramente no tiene el li­derazgo necesario para revitalizarla; y (2) de aquellos de quienes no saben nada. De manera que, tan pronto como hayas dado los pa­sos precedentes con respecto al liderazgo escolar de forma correcta, ¡asegúrate de comunicarte, comunicarte y comunicarte con tus ex alumnos!

Además, no tengas miedo de abordar a ex alumnos de manera in­dividual con solicitudes específicas para tu escuela. Diles lo que tra­tas de hacer y señala específicamente en qué proyectos te gustaría recibir ayuda (las peticiones para que se done dinero al «fondo general» rara vez son convincentes). Luego ex­plícales cómo se beneficiarán poten­cialmente gracias a sus donativos (ver sus valores más propagados en el mun­do, el placer de ayudar a los estudian­tes a conseguir una mayor educación, etcétera). Finalmente, invítalos a que consideren donar una canti­dad específica de dinero. En otras palabras, no digas: «¿Considera­rías donar algo?» Más bien: «¿Considerarías donar $ 5.000 dólares para ver que esto llegue a ser una realidad en nuestra escuela?» No los presiones, pero pídeles. Si lo necesitan, dales tiempo para pensar acerca de su solicitud. Y luego observa lo que el Sefíor hace. Puedes quedar sorprendido de cuán deseosos están muchos ex alumnos de ayudar a que su escuela regrese a un estado saludable.1 (De nuevo, exploraremos esto mucho más profundamente en el capítulo 18.)

Desde luego, cualquier buena disposición para ayudar en tu es­cuela dependerá grandemente de su nivel de comunicación. Por lo l(nnlo; considera incluir a lales individuos en tus boletines mensuales

No tengas miedo de abordar a ex alum­nos de manera individual con soli­citudes específicas para tu escuela. Diles lo que tratas de hacer y seña­la específicamente en qué proyectos te gustaría recibir ayuda

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impresos que envías por correo, o en tu correo electrónico semanal. Si no tienes una todavía, desarrolla una Asociación de ex alumnos (pue­de dar resultados positivos incluso para escuelas primarias). O en­cuentra alguna otra manera de transmitirles las cosas buenas que su­ceden en su escuela. Como quiera que lo haga, los ex alumnos pueden probar ser más que valiosos en hacer volver a una escuela en una di­rección positiva.

4. Padres con hijos que pueden llegar a ser estudiantes en tu escuela.Esto puede parecer tan obvio que se puede dar por descontado.Pero si la historia es algún tipo de indicador, este grupo tambiénes ignorado con más frecuencia.

Por ejemplo, las familias adventistas con hijos en edad escolar que no envían a sus hijos a escuelas adventistas se cuentan por miles en esta División. Muchos (si no es que la mayoría) conocen acerca de la educación adventista y también están conscientes de dónde está la escuela adventista más cercana. Y muchos de esos padres también ele­girían inscribir a sus hijos en nuestras escuelas, si de manera apropia­da se les educara a ellos mismos en cuanto al valor de la educación adventista o como la terrible escuela que solían conocer (la suya) es ahora la nueva, mejorada y transformada institución de la cual sus hijos se beneficiarían muchísimo.

De manera que, ¿cómo haces para llegar a este segmento de tu co­munidad base? Bien, es un poco menos sencillo que con los dos gru pos previos. Los padres descontentos, por ejemplo, rara vez añaden sus nombres a registros que nos dicen quienes son todos ellos. Por k > tanto, enviarles una carta o un correo electrónico regularmente pro bablemente será una proposición al azar. ¿Qué hacer?

¡Muévete!Seguro, necesitas enviar (si es posible) cartas de manera masiva y otras acciones así por el estilo, para proclamar a todos en el área de su cu munidad base cuán grandes hechos están sucediendo ahora en tu e:. cuela. Pero pocas cosas transmiten información positiva y disipan percepciones sostenidas durante mucho tiempo, pero ahora incorret tas, acerca de tu escuela como el hecho de verte a ti o a tus estudia ules

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presentarse ante sus puertas. De manera que asiste al culto los sába­dos por la mañana en las iglesias donde están los miembros de tu comunidad base. Divide a tu personal administrativo, y envíalos a ha­cer presentaciones en tantas iglesias como sea posible, donde están los personajes clave para tu escuela. Si los tienes, envía al coro, la ban­da, la orquesta, el equipo de basquetbol o cualquier otra organización importante a hacer lo mismo. Haz lo que tengas que hacer para en­cender el ánimo en el territorio donde vive la gente, y ten la disposi­ción después para responder preguntas. Asegúrate de que en cada cita se siga la misma estrategia de decir la verdad: «Tal vez ustedes han escuchado que nuestra escuela se ha ido cuesta abajo. Bueno, sí se había ido, ¡pero quiero que sepan que ya estamos mejor!» Y luego descríbeles los grandes cambios que se están realizando para llevar a su escuela de vuelta a donde debe estar. Conviértete en un misione­ro para tu escuela, haciendo ruido siempre que se pueda.

Por cierto: Cuanto más cerca de la acción esté la persona que si­gue esta estrategia de decir la verdad, mejor. Los directores son los mejores, le siguen los maestros; y los estudiantes, aquellos que es­tán emocionados por lo que sucede en su escuela, pueden a menu­do estar a la par o exceder la efectividad, tanto directores como maes­tros. (Por supuesto, las combinaciones de los diversos grupos son ex­celentes también.) Si es posible, haz que la gente más íntimamente involucrada con los esfuerzos de cambio, sean tus emisarios elegidos. Tu cercanía al proceso le dará una credibilidad a tu mensaje que le hará falta a otros que están más distantes.

5. Administradores de la escuela en los niveles altos de gestión.Necesitas mantener a los directores de educación en los niveles de la Asociación y de la Unión, y a tus respectivos representantes, al corriente de lo que haces para revigorizar a tu escuela. Lláma­los por teléfono con frecuencia. Escucha sus consejos. Si es apro­piado, reclútalos para el proceso de cambio, con acciones tales co­mo dar charlas alentadoras a tu junta directiva, hacer que estén presentes en las juntas con la comunidad base, etcétera.

Varios hi'nolii ios potenciales pueden resultar de mantener a sus adminislr.u I» *n i Ir cMCiieln de los niveles altos de gestión al corriente.

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Primero, ellos pueden tener excelentes ideas que han recogido de otras partes de la División Norteamericana, y que han ayudado a otras escuelas a transformarse, ideas a las que tal vez no tengas ac­ceso a menos que estés en contacto con la administración. Segun­do, saber lo que estás haciendo en tu escuela les permite defender­te mejor cuando aquellos a quienes has disgustado localmente lla­man a las oficinas centrales para quejarse, sí, ¡esto también podría ocurrirte! Tercero, aunque no es algo con lo que se pueda contar, los directores de educación a veces tienen acceso a fondos discreciona­les, recursos que tienen más probabilidades de llegarle si has mante­nido al director de educación al día respecto a cómo va tu escuela.Y cuarto, muchos secretarios de educación con los que tengo contac­to están en sus puestos por una razón: Ellos conocen muy bien la edu­cación, y pueden, por lo tanto, proporcionar un sabio consejo para toda clase de ideas que exponga para ayudar a su escuela.

Hacer correr la voz con las buenas noticias acerca de lo que está cambiando en tu institución y por lo tanto obtener un apoyo amplio es crucial para transformar exitosamente tu situación. Domina este ti­po de comunicación, tanto verbal como no verbal y cosas muy bue­nas fluirán inevitablemente en tu dirección.

1. La Asociación General tiene recursos disponibles para ayudar a recaudar fondos sin fines de lucro que hagan falta.

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Incorpora los cambios positivos a la cultura

de tu escuela

I SIGUES LOS SIETE PASOS previos, tienen que suceder cosas muy buenas en tu escuela. El despuntar de un nuevo día bien puede estar por ocurrir, y la esperanza por el futuro puede por

fin regresar. Pero, ¿cómo puedes hacer que los cambios sean lo más cercano a algo permanente como sea posible? Esto es crucial, porque como ya hemos mencionado, las escuelas que cierran no lo hacen de la noche a la mañana. En lugar de ello, ocurre que personas bien intencionadas se vuelven perezosas o distraídas, o cabalgan sobre los triunfos del pasado. Así es que en conclusión: La decadencia pue­de volver, incluso bajo la dirección de buenas personas. Pero tú puedes hacer algunas cosas para asegurar tanto como sea posible un futuro sólido y saludable para tu escuela.

í . Desarrolla el mejor consejo directivo que puedas. He aquí quizá una de las áreas de calidad que más se pasa por alto en una es­cuela local. Pero es absolutamente crucial incorporar las transfor­maciones positivas que ocurren dentro de tu cultura. Los hechos son que los maestros, el personal de apoyo, y la administración de la escuela cambian todos ellos con el tiempo. Pero generalmente su consejo directivo tiene una membrecía con mucho mayor nivel de c o i is ím Ic i u 'Iu (o til menos debería). Los miembros del consejo directivo g t 'n t ' i . i l in c n le i*sl¡1n en (unciones de1 manera escalonada

(16»)

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a lo largo de varios períodos, permitiendo a los nuevos miembros beneficiarse de la sabiduría y dirección de los anteriores. Por lo tanto, crear un consejo sólido establecerá un compromiso constan­te con la excelencia en la educación que pueda exceder el ejerci­cio de cualquier administrador talentoso, independientemente de su talento personal.

Dicho lo anterior, es cierto que muchas escuelas definen la mem- bresía de su consejo o junta directiva con base en estatutos locales, así como también siguen las normas educativas de la unión local. Traducción: La composición de tu consejo directivo puede no ser de­cisión tuya. Puesto que muchos estatutos y normas cimientan la mem- bresía de los consejos directivos en relación con la representación geográfica o demográfica más que en la competencia, el reto de cons­tituir un buen consejo directivo puede ser formidable. Dos suge­rencias, sin embargo, pueden ser útiles.

Primero, haz lo mejor que puedas con lo que ya tienes. Si no pue­des alterar la estructura de tu consejo directivo, aún así puedes brin­dar capacitación a los miembros que actualmente tienes para que fun­

cionen de manera más eficiente co-------------------------------------- mo consejo o junta directiva. Eso puc-

Cuando sea posible, trae a las me- ’

jores mentes que puedas para mos­trarle a tu consejo directivo cómo habilidades básicas, cómo leer un iv pensar y actuar en términos de ex- porte financiero,1 a otras más comple celencia. jas, cómo invertir los fondos de la

escuela u obtener préstamos para pn > yectos de construcción. Cuando sea posible, trae a las mejores men tes que puedas para mostrarle a tu consejo directivo cómo pensar y actuar en términos de excelencia.2 Y desde luego, su capacitación de bería incluir una revisión regular de la visión y misión de la escuela.

Segundo, si tienes la opción de ajustar la composición de tu con sejo directivo, considera sentarte con la persona que sigue de li en el nivel superior, director, superintendente de educación, etcétera, y m uéstrale cuál sería tu consejo directivo ideal. Tal vez incluiría a m dividuos conocidos por su sabiduría y espiritualidad parliailarm m te profundas; su sagacidad financiera; su habilidad para ejecuta! proyectos de administración de manera Hei Uva; mi experiencia ten

de incluir cualquier cosa desde las

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escuelas exitosas; y así sucesivamente. Cualquiera que sea el caso, apunta alto hacia la excelencia, y cuando llegue la oportunidad, haz la petición para invitar a la gente más calificada que puedas para que se integre a tu consejo directivo.

(Una razón final por la cual necesitas el consejo directivo más só­lido posible, si estás tratando de incorporar los cambios positivos en la cultura de tu escuela es esta: La capacidad de tu consejo directi­vo puede muy bien determinar cuánto dinevo están dispuestos a dar­te los donadores importantes. Esto es algo grande, y hablaremos más de este punto en el capítulo 18.)

2. Presta especial atención a las sugerencias dadas anteriormente acerca de tener personal de apoyo de mucha calidad. Si tienes ahora, digamos, un proceso de registro de nuevos estudiantes dé­bil y luego lo arreglas, te va a dar frutos por un tiempo. Pero si tienes una plantilla de personal débil, y luego bien sea que los reinstruyes para elevar su competitividad o contratas nuevo per­sonal de más calidad, esto tendrá resultados positivos durante los siguientes años. La gente buena significa más para una escuela, que los buenos procesos. Tener una plantilla de personal de alta calidad a quienes trates muy bien, y puedas realmente conser­var, te hará avanzar muchísimo en el propósito de incorporar los cambios positivos que estás implementando a la cultura de tu escuela durante los próximos años.

3. Sé muy específico con los funcionarios de la Unión o Asociación local encargados del área de educación respecto a las nece­sidades de personal de tu escuela, e involúcralos estrechamente en el proceso de contratar a individuos sumamente competen­tes. «¿Qué no son ya parte de ese proceso?» Podrías preguntar. Sí, lo son. Pero a menudo los directores de educación trabajan un poco en un vacío, y no por su culpa. Por ejemplo, cuando llega el momento de contratar a un nuevo director, las juntas di­rectivas escolares pueden llamar a la oficina para expresar su nece­sidad de tal persona, pero con frecuencia dejan fuera la informa­ción detallad a Hobiv qué tipo de director es el que requieren. Debi-

, do .) qur l.i jiml.i directiva escolar no ha pensado ni considerado

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la visión que tienen para su escuela, solo cuentan con una vaga imagen de a quién necesitan para guiarlos hacia un mejor fu­turo. Esto con facilidad puede llevar a que contraten simplemente al «siguiente curriculum vitae» y a una continuación de la deca­dencia ya iniciada de una escuela.

Pero si tú tienes una visión precisa del tipo de director que tu es­cuela demanda (el capitán de un navio destructor de la marina en contraposición con el capitán de un crucero de placer, por ejemplo) y puedes expresar lo que tu escuela necesita específicamente, es mu­cho más probable que consigas a un líder calificado al timón. Y toma nota de lo siguiente: Esto también te va a dar frutos en el futuro, pues­to que la Asociación estará ahora más enterada de lo que estás tra­tando de hacer en tu escuela. Y mientras las cosas progresen de ma­nera favorable, habrá más probabilidad que ellos tomen los requeri­mientos de personal más seriamente en el futuro, ayudando así a que los cambios positivos se incorporen durante los siguientes años.

4. Establece fideicomisos o fondos de subsidio procedentes de do­nativos para pagar por programas específicos de fomento a las ciencias de la salud. Es verdad, esta sugerencia puede no estar abier­ta para todas las escuelas, ya que requiere de un donador con can­tidades significativas de dinero para que sea una posibilidad real. Pero si tienes los recursos disponibles, esta es una excelente ruta a seguir. La idea es simple: Establece un fondo de subsidios pro­cedente de donativos que apoyarán programas de largo plazo en tu escuela. Tales fondos podrían cubrir la capacitación avanzada para el personal, programas académicos excepcionales para estu­diantes (como prácticas profesionales de élite, opciones de viajes de estudio, series de conferencias impartidas por profesores invi tados de otras instituciones, y becas para estudiantes destacados dentro de disciplinas específicas), fondos para desarrollar proytv tos de capital, donativos para el fondo de préstamos estudiantiles, y muchas otras cosas.

Debería señalar que recibir dinero sulirieule puní establecer un fideicomiso de subsidios signilic.ilivo (esto en uno que reciba si 11 ¡

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cíente capital para que rinda los intereses suficientes para hacer al­go significativo con ellos) no es fácil. Son pocas las escuelas que los tienen, ya que estos fideicomisos de subsidio son generalmente el re­sultado del matrimonio feliz de dos cosas: Ex alumnos ricos y gene­rosos, y escuelas de calidad que emanan excelencia en todo lo que hacen y a la vez exhiben una sagacidad administrativa consisten­te a lo largo del tiempo. ¡Esos dos requisitos son muy difíciles! Pe­ro si tienes la opción, síguela. - *

5. Modifica las prácticas administrativas a nivel de la Asociación o Unión. Esta siguiente afirmación puede sonar un poco extraña, pero una de las «bendiciones» de tener una decadencia siste­mática en la educación adventista es que tenemos múltiples gru­pos de liderazgo que pueden contribuir a transformar las cosas (esto es, ninguna sección del adventismo tiene que sentarse y es­perar para que alguien más haga todo el trabajo). Las escuelas, igle­sias, y sí, los cuerpos de dirección que se encuentran en nuestras Asociaciones, Uniones, etcétera, pueden ayudar todos a revitali- zar las alicaídas fortunas de nuestro sector educativo. Debido al peso que los cuerpos directivos tienen para delinear la educación adventista, he dedicado el capítulo 19 a sugerencias acerca de có­mo pueden ellos utilizar mejor su influencia.

He aquí el puntoLa meta de cada sugerencia para incorporar los cambios positivos en tu escuela es el desarrollo de un impulso de largo plazo. El man­tener proactivamente altos estándares en relación a los aspectos fun­damentales de la educación adventista, y el buscar continuamente la excelencia en cada categoría ayudará a consolidar la salud de tu es­cuela. No, el impulso no puede eliminar todas las debilidades de tu programa educativo, tampoco puede garantizar que el mismo no en­frentará serios retos en el futuro. Pero puede recordarte continuamen­te el no dejar que esas deficiencias y retos permanezcan sin ser aten­didos, y eso no es algo de poca importancia.3 El impulso positivo, por lo tanto, os resultado de una actitud de excelencia que uno busca continimmcnlr li.r.l.i quo llega a ser tu modalidad automática de operación ( ufludn ciln xucode, los cambios positivos traídos por los

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174 Cómo m a ta r la educación adventista

primeros esfuerzos de transformación pueden llegar a ser una parte sólida de la cultura de tu escuela.

1. Nunca subestimes la inexperiencia financiera del nuevo miembro promedio. H abb por ignorancia, digo, experiencia personal. Cuando me gradué de la universidad y empecé mi labor pastoral y estuve en juntas directivas escolares, no sabía distinguir un cargo de una do­na, y sin embargo, ¡se supom'a que yo debía ser un personaje principal en el futuro de nues­tros hijos y de su educación! Por lo tanto, la capacitación básica es clave.

2. Los vicepresidentes de la Unión o Asociación locales a menudo tienen buenas sugeren­cias en cuanto a quién puede impartir un entrenamiento así, y pueden incluso estar dis­puestos a ayudar con cualquier gasto que genere llevar al experto a tu escuela.

3. Después de todo, puede ser que tu escuela llegó a decaer en primer lugar porque alguien que estuvo antes que tú ignoró la necesidad de desarrollar un impulso positivo.

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El «paso de siempre »

HAY UNA RAZÓN por la cual no llamo a este el «paso 9». En su lugar es algo que cualquiera que espere ser exitoso en la transformación de su escuela, casi con certeza tendrá que ejer­

cer continuamente. Es un paso que debe estar en primer plano en las mentes de los líderes escolares, desde el mismo inicio de los esfuer­zos de transformación, y si no lo está, hay una gran probabilidad de que la institución no tendrá una transformación exitosa. Y es también aquel del cual los administradores con experiencia que leen este li­bro han estado murmurando para sí mismos, «¿cuándo carambas vas a llegar a ese paso, Anderson?» El «paso de siempre» es este: Siem­pre, siempre, siempre busca genuino dinero «transformador».

¿Pero no es buscar dinero algo contrario a lo espiritual?Para no ser acusado de pasar de una modalidad espiritual a una car­nal, déjame rápidamente tumbar uno de los mitos acerca del dine­ro. El mito dice lo siguiente: «Dios le proveerá de dinero a aquello que él bendice, y lo hará automáticamente sin que yo mueva un de­do». Para nuestros propósitos, este mito también tiene un corolario que dice, «si mi escuela y yo tan solo somos lo suficientemente es­pirituales, tendremos lodos los fondos que necesitamos»., ¿I )(• vi'i'dm11’ Iíh vordit»I que I)¡os le proveerá el dinero necesario a aquello que el l'i'iidli v N también es cierto que encont ramos ejemplos

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en la Biblia, y en la historia adventista, de cómo Dios brinda mila­grosamente recursos para su obra «de manera inesperada». Pero esas historias son la excepción, no la regla. Ya que mientras Dios provee los dólares necesarios para su obra, él rara, pero muy rara vez, lo ha­ce sin que nosotros activamente lo busquemos.

Los ejemplos de Dios pidiendo a los líderes que busquen fondos para su obra son abundantes y (perdón por el doble sentido) ricos: Moisés llamó a los israelitas a donar para la creación del santuario en el desierto (Éxodo 35); el rey Joás urgió al pueblo a dar con liberali­dad para la reparación del Templo de Salomón (2 Reyes 12); el após­tol Pablo hizo solicitudes de donativos para ayudar al pueblo de Dios (1 de Corintios 16); y la historia adventista contiene numerosas na­rraciones de líderes devotos que solicitan a los miembros de iglesia, ¡y a otros! Que den cientos de miles de dólares para fomentar la obra de Dios en el mundo. En pocas palabras, el que los líderes de Dios soliciten de manera apropiada al pueblo de Dios dinero para pro­mover su misión, es un procedimiento de operación estándar, y por lo tanto algo muy espiritual que podemos hacer. De hecho, el no pedir por tal dinero puede en realidad ser una señal de falta de fe más que de abundancia de la misma.

De manera que aun cuando es cierto que la avaricia y el egoísmo pueden fácilmente colarse en las solicitudes de fondos (y casi en cualquier otro tipo de esfuerzo, si a esas vamos), el buscar de mane­ra apropiada recursos que le permitan a tu escuela tener éxito es al go muy bueno, y casi con toda certeza esencial para su transforma­ción exitosa.

Poniendo en claro lo obvioAhora bien, antes de que alguien murmure un enfático «¡ay, pues cía ro que necesitamos dinero!» La verdad es que mientras muchos Ir deres escolares siempre buscan, mi experiencia me indica que muy pocos buscan algo más allá del capital de operación. Ellos pelearán, presionarán, insistirán con sus juntas locales o un puñado de dona dores para obtener un subsidio adecuado, fondos de* operación ndi dónales, y la mejora de capital ocasional cuando h a c e falla. Pero mi

enfoque está en el dinero para sobrevivencia mas que en el «dinero

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«Dinero transformador» es la cantidad que costará de manera rea­lista el que tu escuela llegue a ser, una vez más, una institución adven­tista del séptimo día de calidad, atractiva y exitosa. Obviamente, la cantidad necesaria variará dramáticamente de escuela a escuela. Una pequeña escuela primaria puede requerir menos de $ 100.000 dólares mientras que una academia con internado o lina universidad pue­den fácilmente llegar a millones. Debes examinar las siguientes face­tas (como mínimo) de tu escuela cuando determines la cantidad de dinero transformador que vas a necesitar:

Infraestructura física: ¿Qué se necesitará para que sea segura, ac­cesible y atractiva? (Nota: La respuesta puede ser «construir un nue­vo edificio, ¡y posiblemente en otra parte!»)

Recursos para el personal docente y administrativo: ¿Qué sumi­nistros, capacitación avanzada, puestos adicionales, etcétera, nece­sita tu escuela para ser una de excelencia?

Actividades extracurriculares: ¿Qué actividades, oportunidades de capacitación espiritual avanzada, clases con cursos avanzados, via­jes de estudio regulares, opciones de enseñanza de música, etcétera, distinguirán a tu escuela en el área como una opción educativa de primera categoría que los padres puedan elegir para sus estudian­tes?

También puede haber otras áreas para estudiar. Una vez que has establecido una cantidad confiable que indique cuánto dinero trans­formador vas a necesitar, los siguientes 10 pasos pueden ayudarte a obtenerlo.

1. Fija firmemente en tu pensamiento las tres leyes de las finanzas escolares transformadoras:Ley 1: «Si todo lo que busco es dinero para las operaciones, mi escuela nunca se transformará».Ley 2: «El dinero es un indicador secundario, esto es, la falta de dinero casi siempre es el resultado de falta de calidad o visión en mi escuela, no una ausencia de gente que donará dinero para la mis­ma». (Corolario: «El dinero sigue regularmente a los valores y la vi­sión, pero raramente los precede».)Ley 3: «Recibiré dinero transformador para mi escuela solamen-

, te si dedico unn mayor parte de mi tiempo a conseguirlo».

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2. Pon en acción tantos pasos como sea posible de los ocho men­cionados en los capítulos anteriores.Para reiterar lo que ya dije en el capítulo 16, recuerda por qué la gente, bien sean instituciones o individuos, le dará dinero a tu es­cuela: Para realizar una inversión que fomentará sus valores en el mundo. Esto necesariamente reducirá el campo de los posi­bles donadores, puesto que tu escuela ya tiene una serie de valo­res (como se mencionó anteriormente) bajo los cuales debe di­rigirse. Sin embargo, esos donadores potenciales que sí reflejan los valores de tu escuela, estarán mucho más inclinados a darte cantidades sustanciales de dinero transformador, si puedes pri­mero demostrar que estás activamente implementando esas me­tas mutuamente compartidas.

3. Si es posible, encuentra a alguien más que se haga cargo de bus­car los fondos operacionales.Si tú eres el líder de una escuela, debes liberarte a ti mismo para poder buscar los dólares transformadores. Es un proceso que con­sume mucho tiempo, y las complejidades de encontrar solamente los fondos operacionales, aun cuando ciertamente requieren de atención, no necesariamente necesitan de tu atención (obviamen te, solo tú sabes cuánto deberías involucrarte personalmente aqu í, de manera que usa tu criterio).

Por lo tanto, en tanto sea posible, encuentra a alguien calificado para hacerse cargo de buscar y supervisar los fondos operacionales. En escuelas más grandes esto puede ser más fácil que en las peque­ñas. Sin embargo, en las escuelas primarias a menudo hay miembros de las iglesias locales cercanas que pueden tener las habilidades no cesarías para ayudarte y el tiempo para ser voluntarios, dejándote asi más tiempo para que busques activamente los fondos transforma dores.

4. Identifica a los donadores potenciales de dinero transformador.Piensa cuidadosamente: ¿A quién conoces, o quién conoce alguien más que tú conoces, que tenga tanto los tondoN como los valores su ficientes compartidos con tu escuela y que podrían ser socios poten ciales para obtener dinero ImuNÍoriiiiidoi ' I ■< verdad, dependiendo

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El «paso de siem p re»

de tu tipo de escuela, la respuesta a esta pregunta puede estar limi­tada a «las congregaciones en general de las iglesias donde están los elementos clave de la comunidad escolar». Pero con más frecuencia que con menos, hay también individuos específicos (u organizacio­nes) a quienes el Señor ha bendecido con recursos financieros sus­tanciales, y a quienes podrías invitar a ser socios junto con tu escue­la. Ora, pide ayuda a tu alrededor, y luego haz una lista de donadores potenciales. *

Los siguientes dos pasos se traslapan tanto que es difícil separar­los. De manera que los voy a poner juntos:

5. Haz la solicitud de fondos transformadores a tus donadores po­tenciales.

6. Genera triunfos de corto plazo y capitalízalos tanto como sea po­sible.Quizá una ilustración de Mount Vernon Academy ayudará a ex­plicar su naturaleza inseparable. Cuando comenzó la transfor­mación de MVA, dos áreas que requerían mucha atención eran los dormitorios de muchachos y muchachas. Aunque, el problema obvio era el mismo estribillo monótono del cual se hacen eco las academias a lo largo de todo el país: «No tenemos dinero». Enton­ces, ¿qué hacer?

En realidad, no es que no tuvieran nada de dinero, puesto que Twomley ya había repasado opciones para la visión acerca de lo que MVA podría llegar a ser, y había hecho algunas solicitudes a donado­res. Su trabajo produjo alrededor de $125.000 dólares para remode- lar los dormitorios. Pero con todo y lo útil que era tener esa cantidad, todavía estaba muy por debajo de lo que la escuela necesitaba para completar el proyecto. De hecho, el dinero donado era suficiente, so­lo para remodelar una habitación en un dormitorio y las habitacio­nes del decano estudiantil en el dormitorio de señoritas, difícilmen­te algo que pueda pasar por una remodelación completa de la infraes- tructura física.

¿O sí lo era? Como quedó claro después, Twomley estaba muy consciente de la importancia de generar victorias de corto alcance V, luego capitalizarlas. La habitación del dormitorio y el departamen­

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to del decano estudiantil empezaron a ser remodelados y el efecto de tener algo así realmente ocurriendo en el deteriorado plantel de MVA fue electrizante. Imagínate, pensaron los miembros de la co­munidad de apoyo escolar, el dormitorio de señoritas en MVA, tan solo uno de un plantel lleno de edificios tan anticuados y pasados de moda, que la escuela tuvo que llenar diecisiete contenedores de basura para poder iniciar cualquier tipo de remodelación, ahora realmente tenía algo de progreso genuino. ¡Increíble! ¿Quién hu­biera pensado que podía ocurrir?

Pero el solo generar algunos buenos comentarios sobre MVA no era la única meta de la escuela. El director Twomley rápidamente uti­lizó esta buena fama para pedir más dinero transformador, y de he­cho, llegó más dinero, ¡incluso antes de que los trabajadores hubie­ran terminado la habitación del dormitorio y el departamento del de­

cano! Pronto la academia tenía sufi-~r i" ciente dinero, ahora tenía como mi-Los donadores sabios y devotos, __ .particularmente aquellos con gran H °n y m ed io d e dólares, p a ra rem o-riqueza, rara vez extenderán sim- d e la r p o r com p le to el d o rm ito rio deplemente la mano para darle su diñe- señoritas. Y m ien tras con tinuaban losro a una escuela que no pueda demos- avances e n el m ism o, la escue la sol itrar primero que sabrá administrar- d tó c a n tid a d e s ad ic io n a les d e d ine-

_____ ' _________ ro, y canalizó estos fondos para el dor­mitorio de varones hasta que estu­

vo completamente remodelado. Todo esto sucedió en MVA, la es cuela que justo unos pocos meses antes había estado a punto de cerrar.

Esta parte de la historia de MVA debería estar subrayada en li pografía resaltada negra la necesaria unidad de los pasos 5 y 6 pa­ra recaudar dinero transformador. El proceso de solicitar fondos, utilizarlos para generar avances de corto plazo para tu escuela, lúe go pedir más fondos, crear más avances de corto plazo, buscar más fondos, etcétera, es algo muy bien fundamentado, y no deberíamos subestimar su importancia. Los donadores sabios y devotos, parí i cularmente aquellos con gran riqueza, rara ve/ extenderán sim­plemente la mano para darle su dinero a una escuela que no pucd.i demostrar primero que sabrá adminisliarln lilrn l ¡enerar avances ile corlo plazo le dice a os los y a lodo1 Imh donadoren, un inversión

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está segura con nosotros», un mensaje inapreciable para las escuelas que buscan dinero transformador.

Un apunte final acerca del paso 5 que puede ser específicamente útil. Como ya se mencionó en el capítulo 16, cuando solicites a los do­nadores potenciales que le den a tu escuela fondos transformadores, es crucial decirles cuánto les pides («necesitamos $ 65.000 dólares para el nuevo centro estudiantil», por ejemplo), por qué pides pa­ra eso («creemos que un nuevo centro estudiantil proporcionará un albergue para la vida académica, que hace mucha falta, sería un cen­tro de actividades espirituales, alentaría el entusiasmo de los alumnos y una vida social sana en un ambiente de fácil supervisión») y los be­neficios potenciales que visualizas tanto para tu escuela como para el donador si decide contribuir con fondos. («El nuevo centro estu­diantil enviará un mensaje muy necesario, tanto para los alumnos co­mo para los padres de familia, de que nos preocupamos por ellos. Le­vantará la moral y la espiritualidad del plantel durante mucho tiem­po debido a la naturaleza de la programación que tendremos ahí. Al ser nombrado en su honor, se erigirá como un constante testimonio de que las decisiones sociales y espirituales de los estudiantes son muy importantes para nosotros y para Dios, y que queremos darles a ellos las bases más sólidas al respecto».) Probablemente también necesitarás decirles a quienes conforman tu equipo de liderazgo: Tu personal, tu junta directiva y tú mismo (más sobre esto unos pá­rrafos adelante). Tal especificación, expresada tanto verbal, como generalmente por escrito, ayudará a los donadores potenciales a ver que tienes un plan bien pensado para la revitalización de tu plantel, y por lo tanto que sabrás como emplear sus fondos. Esto puede ser fundamental para que se decidan a donar para la causa.

7. Manten a los donadores regularmente informados acerca de có­mo usas los fondos, de los avances del proyecto, etcétera.Un error que comete la gente novata en el asunto de recaudar fon­dos es simplemente tomar el dinero e irse. Están tan emocionados de que alguien realmente les haya dado dinero para su escuela que so sumergen en el proyecto después de apenas decir, «¡gracias!» Algunos puede que hasta consideren «poco espiritual» mante-

< ñor .i los donadores informados, ya que «ellos donaron dinero pa­

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ra la obra de Dios, y deberían tener la confianza de que será usa­do apropiadamente sin tener que saber a dónde fue cada centa­vo».1 Por desgracia, ¡hay pocas maneras de asegurarse de que un donador jamás volverá a donar! La gente quiere y se merece saber que sucede con el donativo que dieron para tu escuela. Manten- los al tanto regularmente a través del medio que ellos prefieran (teléfono, correo electrónico, etcétera).La comunicación constante también es algo crucial, para el caso de

que necesites solicitarle más dinero para un proyecto en particular, a alguien que ya ha donado para el mismo. Es mucho más fácil re­gresar, y pedirle fondos adicionales, a alguien a quien acabas de po­ner al tanto respecto al proyecto tan solo una semana antes, que apa­recerse después de un año de silencio y decir: «¡Oye! ¿Te acuerdas de mí? ¡Necesito más de tu dinero!» Algunos donadores estarán conten­tos de poder dar hasta que un proyecto quede completado, incluso si eso significa que deban pagar más de lo que originalmente se había previsto (y obviamente, ¡necesitas esforzarte por ser realista en tu presupuesto de costos inicial!) Mantenerlos al tanto les ayudará a ver que tomas en serio lo que realizas, y que puedes ser digno de confian za para llevar a cabo el proyecto de manera apropiada.

8. Atiende las sugerencias en el capítulo 16 en cuanto a cómo co­rrer la voz acerca de tus éxitos.La gente devota con recursos sustanciales, y que tiene buena vo luntad para con tu escuela, deben ser buenos mayordomos del dinero que el Señor les ha dado. Cuanto más escuchen acerca do la transformación que está teniendo lugar en tu plantel, más podrán decir legítimamente, «me gusta y tengo confianza en lo que hacen en esa escuela. Les daré de mis recursos para que continúo su transformación».

9. Desarrolla una junta directiva excepcional.Hablamos un poco en el capítulo 17 acerca de cómo utilizar a una junta directiva excepcional para incorporar los cambios positivo' en la cultura de tu escuela. Pero ahora debemos ver cómo una jun ta sólida puede ayudarte a eonsej'iiii dinero transformador.

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El «paso de siem pre»

Como se mencionó en el paso 7, los donadores potenciales, parti­cularmente aquellos con una riqueza considerable, probablemente necesitarán saber quiénes integran el liderazgo de tu escuela. Obvia­mente eso incluye al director, los directores de facultades (en los co­legios y universidades) o directores de primaria. Pero también inclu­ye a cualquier otro líder clave que tenga injerencia en el manejo del dinero transformador, particularmente de tu junta directiva.

Ahora bien, de acuerdo, no todos los donadores potenciales ne­cesitan tal información. Pero para aquellos que sí, su razón para pre­guntar debería de ser obvia. Como se mencionó previamente, las juntas directivas pueden tener una tremenda influencia en la direc­ción global a largo plazo y en la calidad de tu escuela. ¿Pueden tener confianza aquellos que están considerando donar fondos sustancia­les para tu escuela, de que su donativo realmente hará lo que a ellos les gustaría en el largo plazo, incluso si cambia la administración de la escuela? Solamente una junta directiva sólida puede estar cerca de garantizar esto, y el desarrollo de una junta excepcional pue­de ser un gran incentivo para que los donadores potenciales den dó­lares transformadores.

10. Comunica continuamente tu visión para la escuela.No hay sustituto para esto. Mantén a tu comunidad base de apo­yo constantemente informada acerca de tu visión. Y hazlo ya sea que les estés solicitando dinero en ese momento o no. Saber pro­yectar una visión es una cualidad fundamental para la recauda­ción de fondos transformadores, es una llave que puede abrir las esperanzas y sueños de las generaciones por venir. «Donde no hay visión, el pueblo se extravía», dice la Biblia (Proverbios 29:18). Pero con visión, tu escuela, incluyendo a sus fondos trans­formadores, puede prosperar nuevamente.

Al detallar cada uno de estos diez pasos, mi esperanza es que el mensaje global de este «paso de siempre» esté claro: Si todo lo que estás buscando es dinero que te ayude a llegar hasta el próximo año escolar (o quizá tan solo hasta la próxima semana), lo más pro­bable os que eso sea todo lo que consigas. Y la tragedia es que mu- olios buenos líderes de escuelas caen víctimas de una mentalidad

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de sobrevivencia que limita su habilidad para transformar una escue­la. ¡No dejes que esto te suceda! Por lo tanto, no te propongas simple­mente conseguir dinero para los gastos de operación, sino más bien siempre busca dinero que en realidad sea transformador.

1. Y sí, he escuchado decir esto de los labios de un líder actual.

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El papel de la administración de la Asociación, Unión y División en el proceso

de revitalización

EN EL PRÓLOGO hablé acerca de mi «insensatez» por hacerme cargo de una tarea relacionada con una profesión en la cual nunca he trabajado. Ahora voy a pasar de la insensatez a la ab­

soluta locura y hablaré sobre administración, otra área en la cual, en efecto, nunca he estado personalmente involucrado. (Pero ya estamos cerca del final del libro. Si todavía lo estás leyendo a estas alturas, un poco de locura puede ser refrescante.)

Fuera de bromas, hay por lo menos cuatro grandes categorías en las cuales los administradores de la iglesia que deseen revivir la edu­cación adventista podrían ser útiles: Realismo contra optimismo, com­petencias para resolver problemas específicos, desarrollo de lideraz­go, y rendición de cuentas.

Realismo contra optimismoContrariamente al estereotipo popular que muchos de mi genera­ción tienen, casi todos los líderes de la Asociación, Unión y División que yo he conocido son auténticamente buenas personas. Son un grupo de profesionales sinceros y muy útiles, y yo he valorado la in­mensa mayoría de mis encuentros con ellos durante los pasados ca­lo rce años.

Sin embargo, hay vina sugerencia que yo daría y que puede ser de ,ayuda pora transformar la educación adventista. Cuando hables acerca del unIikIo de la educación advenlisla, ya sea en privado o en público,

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IM A Cómo m a ta r la educación adventista

favorece el realismo por encima del optimismo injustificado. Si las cosas de verdad van de maravilla, dilo. Y en efecto, si las cosas es­tán colapsando, sé realista y presenta una imagen honesta de tal for­ma que los empleados, la comunidad base de apoyo, y cualquier otra persona pueda saber que es lo que pasa en realidad.

En mi experiencia, muchos administradores de la iglesia son re­nuentes a admitir que nuestro sistema educativo está en una situa­ción desesperada. Incluso si hacen referencia pública a algunos pro­blemas, muy a menudo agregan rápidamente «pero veamos las cosas positivas que suceden en relación con nuestra escuela», y los proble­mas pronto quedan ahogados por una narración de eventos azarosos, dispersos alrededor de la Asociación, Unión, División, eventos que con dificultad justifican lo suficiente esas pláticas tan optimistas.

La tentación de minimizar las malas noticias acerca de la educa­ción es comprensible. Los presidentes, secretarios de Unión, teso­reros, y otros administradores a menudo se encuentran bajo una tre­menda presión para ofrecer buenos resultados, una presión que pro­c e d e tanto de sus supervisores inmediatos como, por supuesto, de la hermandad que forma sus comunidades base. Y se requiere de un e n o i me valor simplemente para levantarse y presentar públicamen­te un panorama realista de nuestro sistema educativo.

I’ero yo diría que el sistema educativo adventista necesita con desesperación de administradores de la iglesia de alto nivel que, de manera regular y públicamente, reconozcan la verdadera dimen­sión de los problemas de nuestro sistema educativo, y qué será ne­cesario hacer de manera realista para solucionarlos, y luego buscar esas soluciones, incluso si esto les cuesta el favor de otras personas.

I ,a razón es simple: ¿De qué otra forma puede tener lugar unaI ransformación amplia en toda la división? Todavía recuerdo vivida­mente cuando leí el reporte final de una sesión plenaria, entre repre sentantes de la hermandad de una Unión y sus líderes, que breve mente mencionaba la terrible situación de la educación en su terri lorio (¡y realmente era terrible!) Seguida por un voto de una sola fra se para investigar el problema y tratar d i 'encontrar soluciones. ¿liso es lodo? Pensé. ¿Una frase? ¿lista es mientra solución para un pro­blema de nuestra iglesia lan p.i.ive que podría p.ir,di/.ir nuestra testificación en el m un d o dentro de i i i m o i I i i h generaciones?

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El papel de la a dm inistración de la Asociación, Unión y División en el proceso de revitalización

Para ser justos, en algunas conferencias y artículos en publicacio­nes de la iglesia se han presentado ocasionalmente panoramas rea­listas del sistema educativo en la División Norteamericana. Pero de­bería de haber más. Y mientras el esfuerzo para renovar al sistema educativo debe al final de cuentas tener lugar a nivel local, respetuo­samente afirmo que necesitamos con cierta desesperación adminis­tradores de la iglesia en todos los niveles, particularmente presiden­tes de Asociación y de Unión, en esta división que le den la más alta prioridad, y de manera pública, a la resurrección del sistema edu­cativo. Solo entonces podremos superar la inercia institucional pa­ra realizar todos los cambios en conjunto que se requieren; solo en­tonces sería posible captar la atención de una gran parte de la mem- bresía activa de la División Norteamericana, y reclutarlos para el proceso de reconstrucción.

Yo creo que nuestras escuelas son las piernas que a la larga man­tienen corriendo al movimiento adventista. Si nuestras escuelas no trabajan con el debido orden, nuestra efectividad en la parte del mun­do donde nos toca vivir continuará viéndose afectada. Es la hora de ser optimistas cuando las circunstancias así lo justifiquen, y el resto del tiempo debemos de ser constantemente realistas, de manera pú­blica, con respecto tanto a nuestros problemas como a sus posibles soluciones.

Competencias para resolver problemas específicosUna de las cosas más difíciles de hacer en el ambiente de crisis en que se encuentra la educación adventista es la que más se necesita: ¡Ter­minar la crisis! Hay quizá muchas razones para ello, pero una de las principales es esta: Simplemente dirigir el «barco educativo» cuando está en buen estado ya es algo que le quita a uno todo el tiempo, no queda nada para dedicarle a las tareas «adicionales» (como por ejem­plo, evitar que se hunda). Es como la banda de música que continuó tocando mientras el Titanic se hundía bajo las olas. «No hay esperan­za de salvar el barco, por lo tanto, podríamos continuar haciendo aquello para lo que originalmente nos contrataron».

Aquí es donde quiero expresar mi respeto por mis colegas admi­nistradores, porque yo sé por experiencia propia lo extraordina­riamente difícil que puede ser lograr que una organización vuelva

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a recuperarse, cuando tan solo los asuntos del día a día son suficien­tes para agotar a una manada de caballos de tiro. En mi propio cam­po, el caso de una iglesia local puede ilustrar esto muy bien. Por ejem­plo, en cierta congregación puede que hayan pasado años desde que alguien de afuera (es decir, no el hijo de un miembro) haya sido bau-I izado, o quizá la iglesia tiene algunos problemas crónicos serios que debe resolver antes de que pueda crecer de nuevo. Pero para dema­siados miembros, estos hechos palidecen en importancia cuando se comparan con las «necesidades» de la iglesia de formar algunos co­rniles pastorales, juntas directivas, contestar el correo (tanto el tra-II icional como el electrónico), escribir para el boletín de la iglesia, re­caudar fondos para proyectos de construcción, y en general man- leiier la maquinaria de la iglesia funcionando. De manera que los pastores se encuentran a menudo constantemente enfrentando un rolo: ¿Me ocupo de las tareas del momento, políticamente importan- les, pero posiblemente de poco valor eternal? O bien, ¿trato de re­solver las cuestiones esenciales de la iglesia, de tal manera que no so­la mu‘iile mantengamos abiertas las puertas, sino que en realidad pros- I >i 'remos de nuevo en el futuro? Esta es en ocasiones una decisión su­mamente difícil de tomar.

Y solamente hay una respuesta correcta: Haz las dos cosas. He aquf la verdad respecto a ser un pastor, un maestro, y sí, un adminis- Irador de la iglesia en estos agitados últimos días en la iglesia ad­ven lisia: Tenemos que encontrar maneras de poder cumplir con am­bas tareas. Esta es una verdad dura, cruel, despiadada, pero verdad al lin. Para el pastor, significa capacitar a otros para que se hagan cargo de tantas actividades rutinarias de la vida eclesial como sea posible, de manera que él pueda dedicar mucho más de su tiempo a resolver los problemas potencialmente amenazantes que enfren-l.i la iglesia, y hacer que esta se renueve. Para el administrador, pue­de significar lo mismo: Dale prioridad a las cosas más importan­tes. Trabaja duro para que le des a tus subordinados tanta respon­sabilidad como sea posible para las partes rutinarias de tus labo­res, y luego dedica cada ve/, más tiempo a enfrentar los grandes pro­blemas.

I l e a q u í la r a z ó n p o r la c u a l dedico Il e m p o a a n a l i z a r la l i i p e r a c

l l v l d a d de Ion a d m l n l N l l ' a d o i v i 11• • I>i l> I• I.* \ d e b o a d e l a n t a r l e q u e

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El papel de la a dm inistración de la Asociación, Unión y D ivisión en el proceso de revita liza ció n

no quiero ser irrespetuoso por decir lo siguiente: Casi en cada oca­sión que le he preguntado a un administrador de la iglesia, sea un presidente, vicepresidente, tesorero, vicepresidente de educación, lo que sea, en Asociaciones y Uniones a lo largo de todo el país, qué creen ellos que podrá restaurar nuestro sistema educativo, la res­puesta que he recibido es... una larga pausa, seguida de gran in- certidumbre.

Por favor no me malentiendan aquí. Talek hombres y mujeres no son idiotas, tampoco son incompetentes para cumplir con los reque­rimientos básicos de sus trabajos. ¡Lejos de ello! Más bien ellos es­tán (según mi experiencia) sobrecargados de trabajo, y algunos son talentosos, no en el área del liderazgo, sino más bien en áreas ad­ministrativas. A menudo están tan abrumados con mantener funcio­nando los asuntos del día de sus respectivas oficinas, que simplemen­te no tienen el tiempo para lidiar con los apremiantes, pero muy com­plejos y mortalmente amenazadores problemas que enfrenta la edu­cación adventista.

Pero por muy comprensible que sea su difícil situación, la reali­dad sigue siendo la misma: Necesitamos desesperadamente compe­tencias para resolver problemas específicos, esto es, administrado­res que no sean solamente competentes para realizar las tareas del día a día de sus trabajos, sino que también tengan habilidades para enfrentar con éxito los problemas que afligen a la educación ad­ventista. Sostengo respetuosamente, que debemos tener administra­dores que puedan llegar a la mesa de cualquiera de nuestras escue­las en problemas, con una razonable comprensión de lo que se nece­sita para satisfacer las necesidades de dicha institución, no solamen­te para ese momento sino también en el largo plazo.

Tal competencia está al alcance. Tenemos algunos administrado­res de la iglesia sumamente talentosos en esta división que tienen mucho por compartir con aquellos menos dotados. Adicionalmen­te, tenemos un puñado de directores con una probada y documenta­da trayectoria de recibir escuelas en pésimo estado y devolverles la vitalidad. En pocas palabras, a la vez que quizá no tengamos todas las respuestas a cada problema que la educación adventista en­frenta, existen recursos disponibles que, si son debidamente canali­zados podrían ayudar .1 las escuelas a largo de toda la división.

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Yo solicitaría con todo respeto que las administraciones de nues­tra iglesia en sus diferentes niveles formularan algunas preguntas esenciales. En el caso de nuestras escuelas en dificultades, ¿sabemos cómo transformarlas? Si la respuesta es no, ¿cómo descubriremos e implementaremos las soluciones correctas?

Estas me parecen cuestiones razonables y aún esenciales que de­bemos abordar, si es que esperamos encontrar soluciones sistemá­ticas para nuestros problemas con el sistema educativo. El peligro

potencial de enfrentar una perdiciónLa tarea de un administrador puedT eterna si nuestras escuelas continúanser conseguir suficiente tiempo libre decayendo es tal, que no podemospara convertirse en alguien compe- permitir que «la banda siga tocandotente para resolver problemas es- más». Necesitamos competencias pa-peoíflcos, o bien en mantener su com- ra solucionar problemas específicos,potencia en esta área crucial. j . i1 ___ ________________ de manera que nuestras escuelas pue­

dan obtener la asesoría y la orienta- non que necesitan para salir de la crisis y renovarse una vez más. I negó entonces, la tarea de un administrador puede ser conseguir Miticiente tiempo libre para convertirse en alguien competente para ir .olver problemas específicos, o bien en mantener su competencia en esta área crucial.

Y nn apunte final, los presidentes de asociaciones y uniones tie­nen mucha autoridad en la División Norteamericana, mucha más que los vicepresidentes de educación que trabajan subordinados a ellos. Si hay un vicepresidente de educación que realmente cono­ce su trabajo en lo relacionado con la reforma educativa, y está tra­bajando para un presidente de Unión o Asociación que, por la razón 111K* sea, no apoya totalmente a dicho vicepresidente de educación, es­to disminuirá seriamente la capacidad de este último para hacer su trabajo. A la vez que es verdad que puede haber razones para «con tener» a un vicepresidente de educación demasiado ambicioso, no se me ocurren muchas que sean válidas, particularmente cuando tales individuos saben lo que están haciendo. Nuestros presiden tes di> Asociación y de Unión son realmente los guardianes en cuan to a extender la reforma educativa en la iglesia adventista, y por lo tanto mi petición es simple: (> bien diil|an la batalla ustedes mis­mos sellóles presidentes, proyectando I• • vImíúii mientras permiten

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que sus vicepresidentes de educación hagan el trabajo de a pie; o denles una amplia autoridad para llevar a cabo lo que se tenga que hacer, particularmente en lo relacionado con su autoridad ante las juntas directivas escolares.

Desarrollo del liderazgoEsto es algo sumamente importante, tanto así que nuestro éxito o fracaso en este campo determinará el que podamos renovar nues­tras escuelas o no. Empieza con una pregunta esencial, que yo qui­siera se hicieran a sí mismos todos los administradores de la igle­sia: ¿Qué estamos haciendo actualmente para reclutar y desarrollar a líderes visionarios, transformadores y espirituales específicamente para que sean directores de escuela? Como hemos visto, tales indivi­duos son hoy en día casos raros. Y sin embargo el tener a la clase apropiada de líder en nuestras escuelas en este tiempo, es absoluta­mente esencial si es que esperamos restaurar su prosperidad. Una trans­formación así simplemente no puede tener lugar sin un liderazgo sólido.

En el capítulo 12 hablé brevemente acerca de cómo necesitamos abordar esta escasez de liderazgo, no solo localmente sino a todo lo largo de la división, si es que queremos encontrarle una solución efec­tiva.

Por lo tanto, veamos si podemos adivinar como se vería una po­sible solución. Como ya mencioné en el capítulo 12, pocas personas buscan el trabajo de director. El reto para un administrador de la igle­sia, por lo tanto, no es simplemente capacitar personas para que sean directores efectivos, sino ayudarles a que deseen ser capacitados y que tengan la voluntad para cumplir con requerimientos necesarios para llegar a serlo. He aquí algunas sugerencias para lograr ese ob­jetivo.1. Reviva el concepto del «llamado». A los más pragmáticos de en­

tre nosotros les podría dar cierto escozor al ver esta sugerencia encabezando mi lista de cómo reclutar líderes competentes. Pue­de parecer que es una respuesta demasiado «espiritual» para un pro­blema que es más de detalles prácticos. Pero yo la puse en primer lugar debido ¡i l.i realidad de lo que es un puesto de director hoy

, en illa I I ii.ilMjnen increíblemente exigcnle, y solo alguien que

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sea un tonto, un ego maníaco controlador, o un líder llamado por Dios, es capaz de aceptarlo y francamente, ¡yo quisiera ver redu­cido el campo para incluir solamente a los de esta última catego­ría! El revivir el concepto del llamado puede ser de gran ayuda en esta dirección.Un paralelismo con el mundo ministerial puede ser útil. Cuan­

do yo estaba en el octavo grado, mi maestro Marc Lovejoy me dijo, después de escucharme dar un discurso en una clase de oratoria, «¡deberías ser un predicador!» Yo estaba horrorizado. Ser un pre­dicador no era la última cosa que yo quería hacer en la vida, esta­ba después de lo que estaba al último. La idea de dedicar mi vida al ministerio era diametralmente opuesta a lo que yo sabía que quería hacer (ir a Detroit y trabajar para uno de los tres grandes fabricantes de vehículos, diseñando automóviles como ingeniero). Y de ninguna manera me iba yo a meter de pastor por el resto de mis días.

Y como ya lo habrán notado, hoy en día soy un pastor. ¿Cómo sucedió esto? La única razón por la que dejé mis sueños y entré al ministerio es porque Dios me llamó para hacerlo así. Cómo suce­dió es una larga historia, y no entraré en sus detalles por ahora. Pero lo importante es que Dios me dejó ver muy claramente que debía cambiar mi principal campo de estudios en la universidad, de inge­niería a teología. En ese momento me chocaba la idea. Pataleé, grité y despotriqué, y apenas llegó a gustarme lo suficiente para cuando estaba en mi último año en la universidad, incluso el conseguir tra­bajo. Pero hoy puedo ver por qué Dios me llamó al ministerio. Puedo decir honestamente que estoy muy, pero muy honrado de estar donde estoy...y sin embargo ninguna cantidad de dinero sería suficiente para atraerme a ser un pastor. No me malentiendan. Hay mucho por lo cual regocijarse cuando se es un pastor. Y no se equivoquen: Ser un pastor efectivo hoy en día es increíblemente difícil, tanto co­mo ser un director efectivo. Y en consecuencia, estoy convencido de que simplemente no hay manera de crear «incentivos» adecuados par.i cubrir nuestras necesidades actuales de directores, (¡o de pastores!) Sin revivir el concepto del llamado.

Por lo tanto, si tú eres un administrador de la iglesia, ¿cuáles po drían ser algunas maneras como podrías ayudar a restaurar el i on

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cepto del Señor dirigiendo a alguien para que haga una cierta la­bor, incluso la de ser un director? Indudablemente empieza (y con­tinúa) con la oración. No hay sustituto para ella. Enseguida, podrías utilizar cada una de las formas de comunicación disponibles en tu oficina. Escribe acerca del llamado de Dios a su pueblo en los bole­tines que envías. Coloca inserciones en los boletines de las iglesias a las que sirves. Para aquellos de ustedes que predican en iglesias lo­cales en ocasiones, hablen acerca del llamado en sus sermones. Y aquellos de ustedes que tienen deberes administrativos que involu­cran a la educación secundaria o universitaria, soliciten participar en reuniones de clubes de educación, coloquios, capillas o reuniones de clubes de negocios, y reten a los estudiantes para que piensen y oren acerca de lo que Dios quisiera que ellos hicieran con sus vidas, ¿tal vez sería trabajar como director?

En todas estas formas de comunicación yo sugeriría enormemen­te presentar el puesto de director como lo que es: Trabajo misione­ro de la más alta clase, y donde se requiere a los individuos más de­dicados, hábiles y efectivos, ¿y valientes? Que la denominación pue­da ofrecer. Señala que no existe otro puesto desde donde se pueda ejercer más influencia en todo el sistema educativo adventista que el de director, que es un trabajo con el potencial de ayudar a genera­ciones de estudiantes para que lleguen a ser ciudadanos del cielo, y hasta que llegue ese día, ser buenos ciudadanos en la Tierra. Y sí, creo que es importante ser así de específicos, esto es, urgir a los estudiantes para que consideren el ser un director en lugar de simplemente «ha­cer una carrera en el sistema educativo adventista». Estamos en una crisis, y en lugar de promover solamente la idea general de una ca­rrera en la educación, debemos hacer llamados específicos para un puesto específico que es muy necesario cubrir con gente de mucha calidad. Seguro, algunos estudiantes, por ejemplo, se mofarán: «¿Yo, un director? ¡Sí, cómo no!» Pero algunos pueden estar sentados ahí, bajo la influencia del Espíritu Santo, esperando por alguien que concretice aquello para lo que Dios los ha estado preparando du­rante mucho tiempo. Haz el llamado a los estudiantes, y sé especí­fico. Dios sabe lo que está haciendo y a quien necesita, y es más probable que In obra se realice si hacemos nuestra parte y presen- t¿irnos In invilíu’irtn.

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Un punto final: ¿Pudiera ser que una de las razones por las cuales la gente escasamente tiene la sensación de que Dios les hace un llamado específico para ser un director, es porque nosotros mismos, esto es, aquellos de nosotros en juntas directivas o en la administración de la iglesia que buscamos contratar personal para escuelas, hemos llega­do a ver la educación adventista como un ente puramente profesio­nal, en lugar de cómo uno primariamente espiritual? En otras pala­bras, quizá no es solo que nuestros miembros, o los estudiantes en nuestras universidades no piensan en términos de ser «llamados» por Dios para ser directores, ¡tal vez nosotros tampoco! ¿Podría ser que cuando buscamos un director, vemos primero los talentos ad­ministrativos de un candidato o sus habilidades para la solución de problemas, o su capacidad de liderazgo, o lo que sea? Y ya no hace­mos primero la más fundamental de las preguntas: ¿Sientes que el Señor te ha llamado para ocupar este puesto? Si la respuesta es sí, en­tonces podemos (y debemos) examinar las otras áreas y habilidades, ya que son importantes para confirmar que tenemos al individuo correcto. Pero si la respuesta es, «¿eh?» O «¿qué tiene que ver eso con que yo ocupe este puesto?» ¡Estamos entrevistando a la persona equi­vocada para el empleo! Dios todavía está a cargo de su obra. El sabe quien hace falta, cuándo, dónde y por cuánto tiempo, y todavía tie­ne el poder para hacer las cosas como él quiera, todo resultará mara­villosamente si atendemos sus indicaciones.

2. Recompensa financieramente el puesto de director. No, ¡esto no está contradiciendo al punto 1! En lugar de ello, es simplemente seguir el principio bíblico de que el «trabajador merece que se le dé su sustento». El trabajo de un director es, hablando de mane­ra general, más difícil que el de un maestro, y sugiero que ya es hora de que el salario refleje ese hecho. Actualmente, la diferencia en la paga entre maestros y directores a nivel de secundaria, por ejemplo, es solo de unos pocos miles de dólares al año, apenas su ficientes para cubrir los costos de los analgésicos y las terapias que se necesitan para sobrevivir a ese trabajo. ¿No deberíamos más bien dejaren claro que cosas muy impoi lanles eslrtn en juego, no solo rn ('I plano espiritual sino también i'U i'l llnaniirro, cuando una persona acepta la larra de >' i din i luí ' ¿No le transmitiría

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un gran mensaje a los directores potenciales de que las adminis­traciones a nivel Asociación, Unión, y División toman muy en serio sus llamados para reclutar líderes escolares de primera ca­tegoría, si se aumentara considerablemente el salario para ese puesto tan crucial?Estoy familiarizado con las objeciones a esta sugerencia. La más

común parece ser que si subimos el salario, la gente va a buscar ese empleo solo para ganar más dinero. Y la.-\?erdad sea dicha, si subi­mos los salarios para ese puesto, algunos de hecho sí buscarán ser directores solamente por esa razón. Ese es un problema que nece­sitaríamos atender. (Aunque, dado el clima que existe hoy en día en el campo de la dirección de escuelas, el puesto podría ser auto regu- latorio en estos casos. Esto significa que, si alguien llegó a ser direc­tor de una academia solo por el dinero adicional, es posible que re­nuncie al final o antes de su primer año, ¡al darse cuenta de la mag­nitud de la responsabilidad que tan ligeramente aceptó!) Sin em­bargo, yo no preveo que esto sea un gran obstáculo. Yo diría que elincremento en la paga es solamente _________ ^ _________para compensar a los directores de La administraci6n de ja iglesia ha manera más justa por lo que se exi- declarado en el pasado lo valiosa que ge de ellos, no para hacerlos fabulo- es la educación adventista, sámente ricos.

Esto trae a colación la pregunta obvia: ¿Qué tanto deberíamos subir el salario por encima del tope salarial de los maestros? Obvia­mente, sería difícil llegar a una misma cantidad para cada caso en la División Norteamericana, y yo no tengo la pericia para especular con una fórmula funcional. Pero en mi opinión, cualquiera que sea el incremento en la paga, debe decirle claramente al director: «En­tendemos la enormidad de la tarea que te hemos dado, y valoramos tu alto desempeño bajo esa tremenda presión».

De nuevo, no todos estarán de acuerdo con esta idea. Pero aún así creo que la idea de un incremento en la remuneración de los di­rectores es una cuyo tiempo ha llegado. La administración de la igle­sia ha declarado en el pasado lo valiosa que es la educación adven­tista. ¿No debería reflejar nuestro fabulador de sueldos ese senti­miento? 1

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3. Desarrolla programas de prácticas profesionales para directo­res. Para desempacar esta idea, echemos un vistazo a una parte del proceso de formación de los pastores adventistas. La idea de realizar prácticas profesionales está muy arraigada en el sistema pastoral adventista. Al graduarse de una licenciatura en teología, cada estudiante sabe que hay una buena oportunidad de ser asignados para hacer prácticas profesionales en una iglesia exi­tosa en la asociación en particular que los contrató. Podrían estar ahí desde uno a cuatro años, y luego la asociación los colo­cará en una de sus congregaciones. Después de algún tiempo, el pastor se va para estudiar una maestría, y luego regresa de nue­vo al campo.2 De esta manera, la iglesia tiene una expectativa razo­nable de que los graduados en teología, que hasta ese momento han tenido una formación sobre todo teórica en su campo, obten­drán ahora habilidades básicas pastorales y de liderazgo. ¿Acaso no podríamos establecer el mismo tipo de proceso para los directores potenciales?Ya se han hecho algunos intentos para empezar precisamente un

proceso así en varias partes de la división. Pero hasta ahora, ya sea por falta de fondos o falta de interés de las universidades o de los administradores, ninguno de estos intentos ha llegado muy lejos o ha durado mucho. Y sin embargo, el concepto tiene una base sólida: Toma a los directores potenciales que se vean más prometedores para la tarea, y júntalos con directores experimentados y exitosos en algún lugar de la División Norteamericana. Déjalos trabajar jun­tos como director y subdirector durante un lapso de uno a cuatro años, luego manda al «practicante» a dirigir otra escuela en un lu­gar diferente. Más adelante, apóyalos para que obtengan su maestría en administración o una maestría en otra área, cuando sea conve­niente, y luego que regresen de nuevo a una escuela. De esta manera, el éxito de un director puede llegar a ser el éxito de muchos, y se ni mucho más probable que nuestras escuelas vuelvan a prosperar.

Ciertamente, hay numerosos obstáculos para implementar un plan como este, y no es el menor de ellos cambiar la mentalidad de los es pecialistas en educación, para que se hagan .1 l.i ¡den de una mayor 1110 vilidad por el país, de la que habían a 111 it i piído durante su proceso de convertirse en directores hechos y deivi lioh I ’eroeNlo no pnrece al

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go insuperable, particularmente si nuestro sistema administrativo ad­ventista lo convirtiera en algo obligatorio. (¿Herejía? Tal vez. Más acer­ca de esto en la siguiente sección, en la de rendición de cuentas.)

Como quiera que lo hagamos, sigue habiendo una necesidad de­sesperante por tener directores calificados en nuestra división. No puedo concebir un sistema exitoso para cubrir esta necesidad, que no incluya el juntar a los aprendices de directores sin experiencia con profesionales ya probados en las trinclíeras, y que tienen an­tecedentes documentados de haber dirigido escuelas prósperas. Y en mi tal vez insensata pero apasionadamente sostenida opinión, el continuar con el sistema de capacitación de directores que existe a lo largo de toda la división (o sea, ninguno) es una receta para conti­nuar obteniendo los resultados que ya tenemos actualmente. (Véase el capítulo 8.)

Estas tres sugerencias, revivir el concepto de ser llamados por Dios, subir los salarios de los directores, y desarrollar programas de prácti­cas profesionales, no se pueden implementar a nivel local. Requieren de la intervención específica de los administradores de la iglesia. Sin empacho alguno solicito a nuestros administradores: ¿Serían tan ama­bles de darle a estos conceptos su apoyo de manera tangible y que se traduzca en acciones concretas?

Rendición de cuentasEs una triste realidad que las palabras «rendición de cuentas» se han vuelto algo casi exclusivamente negativo en nuestra cultura. Cada uno de nosotros quiere ser libre, ¿y quién se atreverá a decirnos qué ha­cer? Es el espíritu de este tiempo, una época de pensamiento relati­vista postmodemo, el cual dice que todas las ideas y comportamien­tos son de igual valor, y que solamente un ignorante enano intelec­tual podría llegar a la conclusión contraria.

¿Dónde están mis compañeros enanos? ¿Y podríamos elegir a algu­nos de ellos para la administración en nuestra iglesia, una iglesia que yo creo ha perdido mucha de su testificación efectiva en el mun­do, porque ya no nos hacemos responsables de rendir cuentas unos a otros? Necesito ser muy cuidadoso aquí, porque esta sección será muy difícil de comprender. Por lo tanto, déjenme ser claro en cuanto a qué me refiero cuando hago un llamado para que los administradores

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de la iglesia se encarguen de que haya más rendición de cuentas en la educación adventista.

No me refiero a que deberíamos conducirnos de tal forma que ha­ya una vigilancia excesiva y opresiva que lleve a la gente de las Aso­ciaciones, Uniones, y otros líderes de la iglesia a estar obsesionados con la rendición de cuentas para su propio beneficio, más que por el bien de la causa de Cristo. Tampoco sugiero que deberíamos im- plementar la rendición de cuentas hasta el punto de llegar a la mi­cro administración, en la cual los administradores de la iglesia bus­can tener las manos metidas en cada asunto por pequeño que sea, y así lograr un control absoluto. Y no, no creo que debamos imple- mentar la rendición de cuentas para la clase de normas que se pue­den cumplir al cien por ciento... y aún así tener empleados e institu­ciones que estén tan espiritualmente muertos en su interior como el mismísimo diablo.3 Esto no es a lo que me refiero cuando hablo de ren­dición de cuentas.

En lugar de ello, simplemente me refiero a que necesitamos (1) tener excelentes políticas de educación; y que si las tenemos, necesi­tamos (2) hacerlas cumplir de manera apropiada. Algunas preguntas pueden ayudar a arrojar luz sobre este concepto, aunque sin duda admito que puede no ser agradable formularlas y contestarlas ho­nestamente: ¿Cuántas de nuestras Asociaciones o Uniones tienen po­líticas en los libros en donde se establece que cada iglesia será la base para formar una escuela local de iglesia, incluso si no tienen una es­cuela de iglesia en su propiedad, o siquiera niños que asistan a cual­quier escuela de iglesia? (Repuesta: Muchas.) ¿Cuántas Asociacioneso Uniones hacen que esto se cumpla en la actualidad? ¿Y qué hay acer­ca de los pastores que abiertamente se oponen a la educación adven­tista? ¿Les exigimos la debida responsabilidad por sus acciones, par­ticularmente cuando su ordenación fue un reconocimiento de su acuerdo para vivir según los principios de la iglesia, apoyar sus pro­gramas de extensión y su misión? ¿Qué hay acerca de los pastores que no hacen nada respecto a la educación adventista, aquellos que ayudan a matar nuestras escuelas por medio de la negligencia? ¿I lay algo que se esté haciendo respecto a tal conducía, pora redirigira la les pastores amable pero firmemente a o I iom campon donde puedan apoyar mejor la misión adventista? / V que ltn\ a iru a de las evalúa

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ciones a maestros y directores que se practiquen de manera regu­lar? ¿Se están llevando a cabo en nuestras escuelas? Si no, ¿cómo es­peramos lograr o mantener un alto grado de excelencia? ¿Y qué hay de los contratos tanto de maestros como de directores? Debido a la frecuente falta de evaluaciones regulares, ¿podría ser que tales do­cumentos hayan perdido su efectividad en cuanto a que, por una par­te, los maestros pueden despreciar la falta de seguridad que esto les da año tras año, mientras que por otra parte, un maestro puede ser muy incompetente en una variedad de áreas y aún así estar prote­gido contractualmente de la debida intervención administrativa?

Quizá lo más importante de todo es la necesidad de una rendición de cuentas con visión. Esto no tiene nada que ver con la optometría, sino más bien con cual es el concepto de un futuro exitoso que el li­derazgo debería tener para el caso particular de su escuela. Si alguna vez ha habido necesidad para exigir rendición de cuentas en nuestras escuelas, ¡con toda seguridad que es ahora! La denominación debería ayudar a los directores y a otros líderes escolares para que desarro­llen una comprensión convincente y preferencial de lo que su escue­la debería llegar a ser. Necesitan que se les ayude a desarrollar pun­tos de referencia específicos que demuestren sus éxitos al avanzar en el cumplimiento de su visión. Y luego, en efecto, la Asociación local, la Unión, o algún otro cuerpo administrativo deben hacer responsa­ble, de manera apropiada, a la administración de esa escuela local de poder alcanzar esos puntos de referencia.

De nuevo, no estoy tratando de arrojar piedras aquí. ¡Tengo de­masiado respeto por nuestra iglesia y su liderazgo como para hacer­lo! Sin embargo, siento que las preguntas y observaciones en los dos párrafos anteriores revelan serias deficiencias, en cuanto a lo que ha­cemos con la rendición de cuentas en nuestro sistema educativo. Te­mo que hemos llegado a ser demasiado cercanos a la cultura que nos rodea, absorbiendo sus tendencias y maneras de «hacer las cosas», incluyendo la de que exista muy poca rendición de cuentas. Con toda seguridad, juntos lo podemos hacer mejor.

Según mi leal saber y entender, para implementar un modelo sa- ludable de rendición de cuentas para nuestras escuelas se necesitan (res cosas, ninguna de las cuales es muy complicada, pero todas ellas son indispensables.

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Primero, la rendición de cuentas apropiada requiere de una re pro­yección de la visión para la educación adventista. ¡Esto es crucial! La rendición de cuentas sin visión está a solo unos pasos de la es­clavitud. Pero la rendición de cuentas con una comprensión clara­mente expresada, de cuan gran bendición es el tener a la educación adventista funcionando en toda su extensión, prosperando, y produ­ciendo cristianos amables y amorosos que ayudarán a terminar la obra de Cristo, ¡no hay sustituto para algo así! Por lo tanto, comuni­ca a todos la visión de lo que pueden ser las escuelas adventistas prósperas. Asegúrate de obtener el apoyo, el interés y sí, la pasión, de tus empleados (pastores, maestros, personal) y de tu comunidad base. Muéstrales un futuro brillante, con graduados llenos de vita­lidad y que obedecen de manera correcta y efectiva la voluntad de su Maestro. Reavivar este fuego puede tomar tiempo, y puede que hagan falta un buen número de conferencias o reuniones de pastores, maestros, directores antes de que la visión pueda empezar a tomar forma. Pero primero debe proyectarse, de manera que tanto los em­

pleados como los miembros de igle-„ ,—-37— , ----- -------- sia en general puedan tener suficien-Que los directores de escuelas que & roetán en aprietos desarrollen un plan te tiempo para hacer suya esa visión, detallado, por escrito, para revertir Segundo, debemos establecer ms- las tendencias negativas en sus es- trucciones muy claras respecto a lacuelas . _________ clase de conducta que nos permitirá

lograr el cumplimiento de la visión. I ’or ejemplo, haz que los pastores pongan por escrito sus planes para lograr que sus iglesias apoyen cada año la educación adventista. Sé muy claro en especificar que las mismas escuelas conducirán cada año evaluaciones para todos sus maestros y personal admi­nistrativo, sin excepción alguna. Y haz (o ayuda a) que los directo­res de escuelas que están en aprietos desarrollen un plan detallado, por escrito, para revertir las tendencias negativas en sus escuelas.

Finalmente, responsabiliza a los empleados y a la comunidad ba­se para que rindan cuentas basados en esas claras instrucciones que deben regir sus conductas. I )e nuevo, mío no es nada complicado, pero funciona. Si le pides .1 un empleado q u r ejecute una tarea cía mínente definida, y que lian aivpladn n all/ai m completamente m /(nuible espera 1 uue ahí lo liaban 1 M m 1 li • lia< en, nei UNllan »¡ue He

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les recuerde hacerlo, que se les capacite de nuevo, o posiblemente ser removidos de su puesto. El dinero de Dios y su misión son de­masiado valiosos como para gastar recursos en darles su lanita sin problemas a empleados que no toman esas cosas en serio.

Por lo tanto de nuevo, un reto para los administradores de nues­tra iglesia: En su esfera de influencia, ¿se está proyectando una vi­sión convincente de la educación adventista? ; Existen instruccio- nes razonables para regir la conducta, que hayan sido claramente ex­presadas a sus empleados y elementos clave, y que ayudarán a que se alcance el cumplimiento de dicha visión? ¿Están exigiendo de la gente una rendición de cuentas apropiada respecto a esas instruc­ciones que rigen la conducta? Si la respuesta a cualquiera de estas pre­guntas es no, entonces respetuosamente sugiero que tenemos algo de trabajo importante por hacer, si queremos que la educación ad­ventista prospere de nuevo.

Estas cuatro categorías, realismo contra optimismo, competen­cias para resolver problemas específicos, desarrollo de liderazgo, y rendición de cuentas, son áreas fértiles dentro de las cuales la admi­nistración de la iglesia puede ayudar a transformar la educación ad­ventista. Dios está buscando líderes en los altos niveles de la es­tructura administrativa de nuestra iglesia, que puedan interpretar estos tiempos turbulentos de manera correcta, y hacer los cambios que ayudarán a revitalizar nuestras escuelas. Que Dios les dé el va­lor y la sabiduría necesaria para hacerlo rápida y efectivamente.

1. Me doy cuenta al hacer esta sugerencia que nuestros fabuladores actuales necesitan de mu­cho esfuerzo para ser cambiados, es decir, las asociaciones locales y las uniones no están en libertad de cambiarlos a voluntad. ¿Quién será el primero en sugerir este cambio a los niveles apropiados, y luego, hacer que de verdad sea un hecho?

2. De forma alterna, las asociaciones mandan a veces a un recién graduado en teología direc­to al seminario para obtener su maestría, y después se le m anda a realizar prácticas pro­fesionales en una iglesia local.

3. En el pasado había un reporte mensual que los pastores debían llenar y que preguntaba co­sas como «¿cuántas revistas o folletos ha repartido en este mes?» Y otras pequeneces por el estilo, esto llevó a que algunos pastores reportaran escrupulosamente que repartían quin­ce revistas cada mes... a sus esposas e hijos.

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Seamos normales

EN LOS DIECINUEVE CAPÍTULOS anteriores hemos cubier­to mucho terreno. Hemos diseccionado las causas de la deca­dencia en la educación adventista (tanto reales como imagina­

rias); hemos visto como no transformar una escuela moribunda so­lo, «¡sigue haciendo lo mismo!» Hemos echado un vistazo a una es­trategia de ocho pasos (más un «paso de siempre») para restaurar de nuevo la vitalidad.

Todavía queda algo que requiere de nuestra atención. Es algo que va más allá de cualquier administrador o líder local de una escuela, es algo que llega hasta el corazón de cada cristiano adventista del sép­timo día, ya sea que esté directamente involucrado o no con una insti­tución educativa. De hecho, es un asunto tan crucial que si lo pa­samos por alto, ningún esfuerzo, técnica o conocimiento puede susti­tuirlo; es tan esencial que determinará no solo el éxito de nuestro sis­tema educativo, sino también de nuestra iglesia y más aún de nues­tro movimiento profético.

Este urgentísimo asunto es... el reavivamiento. Elena G. de White tenía este mensaje que dar respecto a este tema: «Un reavivamiento de la verdadera piedad en nuestro medio. Procurarlo debiera ser nuestra primera obra. Debe haber esfuerzos fervientes para obte­ner las bendiciones del Señor, no porque Dios esté dispuesto a confe­rirnos sus bendiciones, sino porque no estamos preparados para

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recibirlas. Nuestro Padre celestial está más dispuesto a dar su Es­píritu Santo a los que se lo piden que los padres terrenales a dar bue­nas dádivas a sus hijos. Sin embargo, mediante la confesión, la hu­millación, el arrepentimiento y la oración ferviente nos correspon­de cumplir con las condiciones en virtud de las cuales ha prometido Dios concedemos su bendición. Solo en respuesta a la oración debe esperarse un reavivamiento».1

Eso es lo que nos mueve más, el problema es que ninguna canti- i lad de astucia o sutileza puede compensar. Porque al final del día, las lamilias adventistas, las iglesias adventistas, y sí, las escuelas adven- listas son todas en primer lugar entidades espirituales que requie­ren de discernimiento espiritual para ser de máximo beneficio espi­ritual para Dios y para el mundo que les rodea.

¡Oye, espera un momento! Alguno de ustedes podría estar pen­sando. Acabas de pasar un buen rato detallando un montón de ins- Irucciones prácticas y factibles para transformar a una escuela adven­tista en decadencia. ¿Nos estás diciendo ahora que todas esas co- '..ih 110 son importantes, que solo «debemos orar» y «ser espirituales»V lodo va a estar bien?

Necesito ser cuidadoso aquí, ya que un malentendido puede seri o n Io h o . Yo creo de todo corazón en los pasos prácticos para poner en aeeión que he bosquejado en los capítulos anteriores. ¡Son crucia­les y en muchos casos indispensables para transformar una escue­la! Y cada uno de esos pasos prácticos para poner en acción deben ejecutarse contra el telón de fondo del reavivamiento, ya que esta es nuestra deficiencia fundamental, tanto personal como corpora- lívamente. No solamente hemos perdido nuestro amor por unos po­cos elementos esenciales de la educación adventista, ¡también he­mos perdido nuestro primer amor por Jesús! Y si hemos de transfor­marnos nosotros mismos y a nuestro sistema escolar en toda la Di­visión Norteamericana, debemos recuperarlo. Sí, debemos buscar apasionadamente soluciones para aumentar la matrícula, y hacer arreglos financieros para nuestras escuelas. Pero deberíamos estar motivados en primer lugar no por cuestiones de dólares y de ma­tricula o por alguna otra cuenta empírica, sino poi el Espíritu San­to de I >ios. I )e hecho, ¿nos atrevemos Nlqulria a Imaginar que de al­guna manera nosotros, siguiendo Molrtmoule lo»* qm* tl«- otra ma­

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Seamos norm ales 2 0 5

ñera serían pasos prácticos válidos y cuidadosamente ejecutados, podríamos arreglárnoslas para conseguir una transformación exitosa en una escuela, sin que tenga lugar un reavivamiento de la verdadera piedad en nuestros estudiantes, en el personal y en la junta directiva?Oro para que no sea así. Con todo y lo importante que son la sol­vencia financiera y las estadísticas de matrícula, ¡ni una sola escuela será exitosa en estas áreas sin tener como meta principal el conocer a Jesucristo y darle gloria a él!

Por lo tanto, ¿qué vamos a hacer? ¿Cómo vamos a obtener el rea­vivamiento? ¿Cómo podemos como individuos e instituciones expe­rimentar esta unión vital con Cristo, llegar a ser obedientes a su vo­luntad y regocijarnos en su presencia? No debe haber ningún mis­terio en relación con esto. He aquí los pasos que la historia, la Pala­bra de Dios, y los escritos de Elena G. de White nos han mostrado.

1. Conviértete en una persona de oración. «Un reavivamiento de­be ser esperado solamente como respuesta a la oración». Dijo la profetisa. Significa que no es posible dar ningún otro paso hasta que tenga lugar este. La Biblia nos dice: «Oren sin cesar» (1 Tesa- lonicenses 5:17). Este es el caso por muchas razones, pero la más importante puede ser: «La confianza en Dios es la primera lec­ción que deben aprender los obreros de nuestras instituciones. Antes de tener éxito en cualquier renglón de servicio, deben acep­tar individualmente la verdad contenida en las palabras de Cristo: "Sin mí nada podéis hacer"».2 El cristianismo y por lo tanto, el ad­ventismo del séptimo día, se trata de estar con Jesús. La oración es el principal medio para que esto ocurra.

De manera que, ¿eres una persona que ora ocasionalmente? ¿O eres una persona de oración? Regocíjate en Cristo y si me permites ser audaz, la revitalización en el sistema escolar adventista depende de la respuesta de uno a esta pregunta.

2. Vive la Palabra de Dios. «Que ninguna cosa, por preciada que sea, por amada que sea, absorba vuestra atención y vuestros afectos, os desvíe del estudio de la Palabra de Dios o de la oración sincera».3

i L.i oración no debe tener lugar en un vacío, sino más bien debe

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basarse en, y ser guiada, por la Palabra de Dios. Pero la Palabra debe dirigir no solamente nuestras oraciones sino nuestras vidas en su totalidad. ¿Hay alguna parte de tu vida que sea opuesta con respecto a la Biblia? Confiésala y pídele a Dios la fuerza para cam­biar. ¿Alguna impureza que la Biblia condena merodea por tu vi­da? Compártela con Jesús y recibe su victoria sobre ella. ¿Hay al­gún vecino o compañero de trabajo al cual Cristo te ha estado in­sistiendo para que compartas tu fe con él, pero tú te has resistido? Confiésalo, pide por fuerza, y comparte la vida en Jesús con esa persona.Si esto suena simple, lo es. Hemos vuelto al cristianismo algo di­

fícil, en gran parte porque ya no leemos mucho la Biblia. En ocasio­nes y como consecuencia, la vida en nuestras escuelas también se ha puesto difícil. Pero el cristiano más sencillo que vive las palabras de la Biblia mediante el poder de Cristo, aventajará enormemente en la auténtica manera correcta de vivir a la persona más inteligente que ignore la Palabra. El reavivamiento depende de nuestra voluntad para rendirle todo a Jesús, esto es, voluntariamente alinearnos con los mandamientos de la Biblia que nos llevan a la felicidad.

3. Recibe diariamente la porción del Espíritu Santo. Si crees que este paso es «demasiado espiritual» y por tanto está fuera de lu­gar en un libro que trata del reavivamiento de la educación ad­ventista, has subestimado demasiado el poder del mal y el poder de Dios. El Espíritu Santo es la presencia de Jesús en la Tierra. De nuevo, Jesús señaló que «el que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada» (Juan 15: 5). Puesto que la presencia de Cristo en nuestras vidas depende de que habite en nosotros el Espíritu Santo, uno pensaría que escucharíamos mucho más de lo que escuchamos acerca de ser llenos del Espíritu. Y sin embargo no sucede así... y quizá eso ex­plica mucha de la aridez de nuestra experiencia espiritual hoy en día, ¡tanto dentro como fuera de nuestras escuelas!

«Pero, ¿por qué preocuparnos por ser llenos del Kspfritu?» I’o dría decir alguno. «Después de todo, ¿no recihimoH .iiilom.ilic.imen te el Espíritu Santo solo por ser criNliitnnN?" I ii irnpiienln es sí.., pero

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Seamos n o r n u ln

no. Es verdad que recibimos el Espíritu Santo, una medida de él, al b.m tizarnos. Pero no debemos recibir solamente una medida de él, |de bemos ser llenos del Espíritu cada día (Lucas 1:15, 41, 67; 2: 40; I le chos 2: 4; 4: 8, 31; 9: 17; 13: 9; Efesios 5: 18)! Diariamente debemos vivir llenos hasta el máximo con el Espíritu de Dios de manera que podamos conocer mejor la voluntad de Cristo y tener la fortaleza y v.i lor para cumplirla.

¿Y cómo recibimos el Espíritu Santo? Jesús lo deja muy claro en Lucas 11:11-13: «¿Quién de ustedes que sea padre, si su hijo le pide un pescado, le dará en cambio una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar común

buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre Celestial dará el Espíritu San to a quienes se lo pidan!»

Si deseamos ser llenos del Espíritu Santo, ¡debemos pedirlo! ¿Por qué? Porque nos fuerza a reconocer nuestra gran necesidad de Jesús Nosotros los humanos pedimos por aquello que pensamos que de bemos tener, pero ignoramos aquello que tenemos y pensamos en lo que realmente necesitamos. El pedir en oración que el Espíritu San­to se posesione de nosotros es recordarnos que no somos autosufi cientes, y que tenemos un Salvador amante quien nos ha provisto de todo lo que necesitamos cada día.

¿Quieres decir que eso es todo?Estos tres pasos, cuando se viven de manera consistente en la vi ti. i de uno, inevitablemente resultarán en un reavivamiento. Seguro, hay más cosas que podríamos agregarle a la mezcla y que pueden ayudar, como el compañerismo, las diversas disciplinas espirituales, etcéte ra. Pero la verdad es que cuando nos volvemos personas de oración, quienes por el poder de Cristo ponemos en práctica la Palabra de Dios y que estamos llenos diariamente con su Espíritu, tiene que ha ber un reavivamiento. ¡Y cómo no! Si reavivamiento es solo otro nom­bre para el cristianismo normal.

Piensa cuidadosamente: ¿Cuál de los tres pasos antes menciona dos es algo que está más allá de lo que la vida cristiana normal debe de ser? O toma la lección de la vida de Lázaro. Después de que Crislo lo levantó de los muertos, esto es, después de que pasó por un «rea vivamienlo», ¿asumió él una existencia exaltada muy alejado de los

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simples mortales de sus días, realizando milagros, visitando las cor­tes con los monarcas, flotando a doce pulgadas del suelo mientras caminaba? ¡No! En su lugar, reanudó su vida normal. De la misma manera, el reavivamiento es solo eso, ser reavivado, traído a la vi­da de nuevo, ser restaurado para la vida cristiana normal, en la cual las personas viven en armonía con Cristo y su voluntad, y encuentran su gozo en servirle y sacrificarse por él.

Por lo tanto, permítanme dejar esto de la manera más clara po­sible. A cualquier costo debemos llegar a ser expertos en las habili­dades más «mecánicas» para transformar una escuela: Recaudar fon­dos, elaborar programas académicos, desarrollar al personal, mejo­rar la infraestructura física, y así sucesivamente. Simplemente debe­mos afinar estas habilidades, o si no vamos a fracasar. Y al mismo tiem­po, en la misma disposición, por el amor de Cristo y su gloria, ¡sea­mos espiritualmente normales! Seamos cristianos normales a quienes el Señor utiliza, bajo la guía de su Espíritu, para ser soldados in­creíblemente efectivos para su causa. Permitamos que llegue el rea­vivamiento. Elige recibirlo. Permite que sea hecha la voluntad de Dios, en nosotros personalmente y en nuestras escuelas corporativamente.Y si lo hacemos así, algún día muy pronto, cuando Jesús regrese y nos elevemos para recibirlo, podremos ver hada atrás y decir con gran satisfacción, «hemos peleado la buena batalla, hemos terminado la carrera, nos hemos mantenido en la fe. Por lo demás, nos espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, nos otorgará en aquel día; y no solo a nosotros, sino también a todos los estudiantes que han deseado su venida gracias al ministerio de nuestras escuelas» (Véase 2 Timoteo 4: 7, 8).

¡Este será el momento cumbre de la educación adventista!

1. Elena G. de White, M ensajes selectos, t. 1, p. 141. (Énfasis añadido).2. Elena G. de White, Testimonios para la iglesia, t. 7, p. 185. (Énfasis añadido).3. Ib id., t. 8, p. 61.

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f---«A#

EL PASTOR SHANE ANDERSON ha dedicado 15 años de su vida al servi­

cio de las instituciones educativas adventistas. A ctualm ente vive en

Virginia, EUA.

ISBN 978-607-7730-19-4

9 7 8 6 0 7 7 7 3 0 1 94