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Andes 8 (2011): 153-184 Hacia una reevaluación de Salinar desde la perspectiva del valle de Nepeña, costa de Ancash Hugo Ikehara y David Chicoine Hugo Ikehara ■ Departamento de Antropología, 3302 WW Posvar Hall, Universidad de Pittsburgh, Pittsburgh, PA, 15260. E-mail: [email protected] David Chicoine ■ Departamento de Geografía y Antropología, Universidad del Estado de Luisiana, 227 Howe-Russell-Kniffen Geoscience Complex, Baton Rouge, LA, 70803. E-mail: [email protected] Este capítulo examina la transición entre los estadios finales del Periodo Formativo en el valle de Nepeña y se enfoca en la importancia de Salinar en la comprensión de los desarrollos sociales y culturales posteriores. El fenómeno Salinar ha sido considerado como un estilo cerámico, una cultura y una red de entidades políticas interrelacionadas. Ha sido empleado como caso para investigar los orígenes del urbanismo en los Andes, pero poco se ha estudiado acerca del fenómeno en sí, especialmente al sur del valle de Virú. Este artículo ofrece una reevaluación del fenómeno Salinar desde la perspectiva de las recientes investigaciones del valle de Nepeña, costa de Ancash, donde varias formas de organización comunitaria han sido reportadas. La hipótesis que se plantea es que Salinar no representa una cultura per se, pero un fenómeno que corresponde a las condiciones políticas cambiantes en la costa norcentral y norte del Perú y que tiene antecedentes claros durante el Formativo Tardío. Estos cambios incluyen el aumento de tensiones intercomunitarias y conflicto y la emergencia de la centralización, expresada en los patrones de asentamiento que incluyen sitios con arquitectura defensiva y con altas densidades de población. is chapter examines the transition between the final stages of the Formative Period in Nepeña and focuses on the relevance and place of the Salinar phenomenon in our understanding of social and cultural developments. e Salinar phenomenon has been ascribed as a ceramic style, a culture, and a network of interrelated polities. Although it has also been used to investigate the origins of urbanism, very little is currently known about the Salinar phenomenon, especially south of the Virú Valley. is article offers a reassessment of the Salinar phenomenon as viewed through recent investigations in the Nepeña Valley, coastal Ancash, where different patterns of community organization have been reported. It is hypothesized that Salinar corresponds to a phenomenon of changing conditions that includes increase of inter-community tensions and armed conflicts, the emergence of centralized settlements with defensive architecture and high population densities, as well as innovations in architecture and ceramic vessels, which roots can be traced into the Late Formative. H acia el final del Periodo Formativo, el culto denominado Chavín colapsó y con él las redes económicas y sociales que integraban a las elites de dife- rentes entidades políticas en los Andes Centrales. Durante el siguiente periodo denominado Desarrollos Regionales (Lumbreras 1974) o Intermedio Temprano (Rowe 1960:627-628; 1962), sociedades altamente jerarquizadas política y eco- nómicamente dominaron la región, sobre todo en la costa norcentral y norte, incluyendo la costa de Ancash. Varios de estos grupos denominados bajo el nom- bre de Moche o Mochica son considerados como las primeras manifestaciones claras de la existencia de estados en los Andes. El contraste entre las sociedades

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Andes 8 (2011): 153-184

Hacia una reevaluación de Salinar desde la perspectiva del valle de Nepeña, costa de Ancash

Hugo Ikehara y David Chicoine

Hugo Ikehara ■ Departamento de Antropología, 3302 WW Posvar Hall, Universidad de Pittsburgh, Pittsburgh, PA, 15260. E-mail: [email protected] Chicoine ■ Departamento de Geografía y Antropología, Universidad del Estado de Luisiana, 227 Howe-Russell-Kniffen Geoscience Complex, Baton Rouge, LA, 70803. E-mail: [email protected]

Este capítulo examina la transición entre los estadios finales del Periodo Formativo en el valle de Nepeña y se enfoca en la importancia de Salinar en la comprensión de los desarrollos sociales y culturales posteriores. El fenómeno Salinar ha sido considerado como un estilo cerámico, una cultura y una red de entidades políticas interrelacionadas. Ha sido empleado como caso para investigar los orígenes del urbanismo en los Andes, pero poco se ha estudiado acerca del fenómeno en sí, especialmente al sur del valle de Virú. Este artículo ofrece una reevaluación del fenómeno Salinar desde la perspectiva de las recientes investigaciones del valle de Nepeña, costa de Ancash, donde varias formas de organización comunitaria han sido reportadas. La hipótesis que se plantea es que Salinar no representa una cultura per se, pero un fenómeno que corresponde a las condiciones políticas cambiantes en la costa norcentral y norte del Perú y que tiene antecedentes claros durante el Formativo Tardío. Estos cambios incluyen el aumento de tensiones intercomunitarias y conflicto y la emergencia de la centralización, expresada en los patrones de asentamiento que incluyen sitios con arquitectura defensiva y con altas densidades de población.

This chapter examines the transition between the final stages of the Formative Period in Nepeña and focuses on the relevance and place of the Salinar phenomenon in our understanding of social and cultural developments. The Salinar phenomenon has been ascribed as a ceramic style, a culture, and a network of interrelated polities. Although it has also been used to investigate the origins of urbanism, very little is currently known about the Salinar phenomenon, especially south of the Virú Valley. This article offers a reassessment of the Salinar phenomenon as viewed through recent investigations in the Nepeña Valley, coastal Ancash, where different patterns of community organization have been reported. It is hypothesized that Salinar corresponds to a phenomenon of changing conditions that includes increase of inter-community tensions and armed conflicts, the emergence of centralized settlements with defensive architecture and high population densities, as well as innovations in architecture and ceramic vessels, which roots can be traced into the Late Formative.

Hacia el final del Periodo Formativo, el culto denominado Chavín colapsó y con él las redes económicas y sociales que integraban a las elites de dife-

rentes entidades políticas en los Andes Centrales. Durante el siguiente periodo denominado Desarrollos Regionales (Lumbreras 1974) o Intermedio Temprano (Rowe 1960:627-628; 1962), sociedades altamente jerarquizadas política y eco-nómicamente dominaron la región, sobre todo en la costa norcentral y norte, incluyendo la costa de Ancash. Varios de estos grupos denominados bajo el nom-bre de Moche o Mochica son considerados como las primeras manifestaciones claras de la existencia de estados en los Andes. El contraste entre las sociedades

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formativas y las sociedades mochicas es marcado, mostrando estas últimas un alto grado de diferenciación social expresada en jerarquías de asentamientos, especialización económica y laboral en la población, y la aparición de zonas ur-banas y rurales, entre otros elementos estructurales no tan marcados anterior-mente. Este lapso o periodo de transición entre el colapso del culto Chavín y el desarrollo de las sociedades más centralizadas (Moche) ha sido generalmente estudiado como parte de investigaciones centradas en lo que se ha denominado como “Salinar”. En la costa de Ancash esta situación ha generado un reduccionis-mo y una simplificación de la complejidad social, económica y sobretodo política de la época.

Figura 1. Mapa con la ubicación de los sitios mencionados en el texto.

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La propuesta presentada en este capítulo expone la idea que este periodo de aproximadamente cinco siglos entre el fin del culto Chavín y las primeras manifestaciones estatales en la costa de Ancash (500 – 1 cal a.C.), también de-nominado como Formativo Final (500 – 200 a.C.) y Epiformativo (200 – 1 a.C.) (Kaulicke 1994, 1998), representa un periodo en el cual, y contrario a la visión simplificada denominada como Salinar, existe una gran variabilidad de expre-siones culturales, donde diversas entidades políticas surgieron, se expandieron e interactuaron creando un panorama político dinámico. Nuestra intención es de revisar el paradigma Salinar a la luz de las recientes investigaciones en el valle de Nepeña y describir un modelo emergente para entender el desarrollo político en la costa de Ancash en el momento crítico de transición al final del Periodo Formativo. Basándose en datos arquitectónicos, cerámicos y funerarios, y com-parando variaciones y similitudes entre ellos, proponemos una reevaluación del fenómeno Salinar y planteamos una interpretación preliminar del paisaje so-ciopolítico en la costa de Ancash al final del Formativo. Queremos enfatizar las diferencias al nivel del valle de Nepeña para definir dos patrones distintos de desarrollo humano en valle bajo y alto, respectivamente. Enfatizando el tema de este libro, se comparan a la vez los datos de Nepeña con manifestaciones contem-poráneas en los valles vecinos de la costa de Ancash.

Antecedentes sobre el fenómeno Salinar

Salinar fue definido por primera vez por Rafael Larco Hoyle (1944) para refe-rirse a un estilo cerámico con pintura blanca sobre fondo rojo asociado a contextos arqueológicos en el valle alto de Chicama en la Pampa de Jaguey (Figura 1). En la visión histórica cultural de Larco los datos funerarios salinar correspondían a una fase cultural de transición entre Cupisnique y Moche (Larco 1948). Los trabajos de Larco ayudaron a la creación de una visión tradicional según la cual el fenómeno Salinar se coloca cronológicamente entre el fin del Formativo y el inicio del Periodo Intermedio Temprano donde las manifestaciones culturales denominadas Gallina-zo y Moche surgieron (Moseley 1992:174; ver Tabla 1).

A pesar de que John Rowe sugirió que la cerámica blanco-sobre-rojo tiene sus orígenes más al sur, el estilo Salinar como tal se ha considerado como un fenómeno exclusivo de la costa norte. En base al trabajo de Max Uhle (1908), Gordon Willey (1945:51) señaló que la cerámica blanco-sobre-rojo de tipo Sa-linar enfatiza diseños geométricos simples y las zonas pintadas se ven oca-sionalmente delimitadas por incisiones, además de describir que el conjunto cerámico Salinar incluye también elementos modelados con formas animales y antropomórficas.

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En el valle de Virú, Willey (1945) identificó el estilo Salinar como parte del Hori-zonte Blanco-sobre-Rojo, el cual fue luego identificado como la fase Puerto Moorin durante el Proyecto del valle de Virú (Willey 1953). Aquí, la fase Puerto Moorin fue descrita como una etapa donde las ocupaciones humanas consisten en pequeños poblados sin arquitectura monumental y con ausencia de evidencias de estratifica-ción social, agregación de población y arquitectura administrativa, lo cual contrasta con la monumentalidad arquitectónica de los sitios del periodo anterior denomina-do Guañape (Willey 1953).

En el valle de Moche, aunque el Proyecto Chan Chan-Valle de Moche produjo un primer catastro de sitios relacionados al estilo Salinar en dicho valle, las inves-tigaciones sobre la cultura o sociedad Salinar fueron pocas. Christopher Donnan y Carol Mackey (1978) reportaron la excavación de entierros humanos en posición extendida con cerámica de estilo Salinar en Huanchaco y luego, en el sitio de Cerro Arena, trabajos de excavación por Elías Mujica (1975) y Curtiss Brennan (1978) demostraron que, a diferencia de lo encontrado en el valle de Virú, el asenta-miento en Cerro Arena muestra una alta densidad de estructuras. Los datos de Cerro Arena se han interpretado como evidencias de una población socialmente estratificada cuyos asentamientos contaban con espacios comunales dedicados al ritual, administración y producción, sugiriendo que el periodo Salinar representa el inicio de un estilo de vida de características urbanas y la aparición de elites claramente definidas. Para Brennan (1982:252), los desarrollos de Salinar refle-jan una integración política regional que abarcaba los valles de Moche y Virú,e interpretó la ausencia de centros grandes en el valle de Virú como prueba de la dominación de Cerro Arena en el proceso de centralización política en la costa de La Libertad. En contraste, Mujica (1984:12) interpretó diferencias en los patrones de asentamientos como evidencia de la existencia de comunidades independien-tes. Para él, las diferencias estilísticas entre Salinar, Cerro Arena y Puerto Moorin, así como la presencia de cerámica (1) de pasta roja con pintura blanca y patrón de líneas bruñidas, (2) de pasta negra pulida, y (3) de pasta blanca (por ejemplo, caolinita) en Cerro Arena serían indicadores de un paisaje económico y político más fragmentado durante esta época. Según Mujica, los valles de Chicama, Mochey Virú fueron ocupados por grupos independientes cuya integración política no iba más allá del nivel de cada valle, y además sugirió conexiones históricas y cul-turales con regiones de la costa y de la sierra norte (por ejemplo, Cupisnique, Layzón) (Mujica 1984:12).

En la sierra norte, los trabajos de la Expedición Científica Japonesa a la América Nuclear (Terada y Onuki 1982, 1985) ayudaron en Perú a desarrollar secuencias locales en paralelo con el desarrollo del fenómeno Salinar en la costa. Estos trabajos

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apuntan hacia aparentes rupturas culturales hacia la mitad del primer milenio antes de Cristo. En el valle de Cajamarca se ha denominado este momento como fase EL, y en el valle alto del río Jequetepeque como la fase Copa. La fase EL (550 – 250 a.C.) representa una ruptura en la secuencia del sitio de Huacaloma y es un periodo en el cual la arquitectura monumental es reemplazada por estructuras más modestas y los diseños típicos de cerámica “Chavín” desaparecen dando lugar a diseños más estilizados con líneas bruñidas y diseños de círculos y puntos (Seki 1998). Las evi-dencias de la fase Copa en Kuntur Wasi son similares a los de la fase EL pero con una mayor variedad en formas y tipos en la cerámica (Inokuchi 1998), aunque hay que señalar que a la fase Copa se relacionan tumbas de individuos con asociaciones poco comunes por su cantidad y riqueza, y con cerámica que recuerda la de la fase anterior (Onuki 1997; Onuki et al. 2000). En el caso de la zona de Cajamarca, se ha reconocido semejanzas en cerámica entre los materiales encontrados en Cerro Arena y la fase Layzón (250 – 50 a.C.), y se atribuye esto a un intercambio de productos entre ambas regiones, y en este caso la importación de cerámica Layzón al valle de Moche (Seki 1993).

En Moche, Steve Bourget y Claude Chapelaine (1996) reportaron la existen-cia de un sitio con afiliación salinar en las faldas de Cerro Blanco. Fechados ra-diométricos de 2130 ± 60 a.p. y 2270 ± 70 a.p. colocan la ocupación salinar entre 380 y 20 a.C. (cal 1σ). También en Moche, la investigación de Brian Billman (1996) sobre la evolución política en el valle de Moche incluyó el análisis de las diferentes fases definidas por el Proyecto Chan Chan-Valle de Moche. Aquí Billman (1996:189-190) propuso una división en dos fases: Salinar Temprano (400 – 200 a.C.) la cual se caracterizó por un patrón de asentamiento con dos niveles de jerarquía y el uso de cerámica con decoración de patrón de líneas bruñidas, y la fase Salinar Tardío (200 –1 a.C.), durante la cual Billman (1996:195-204) sugiere un incremento en la jerar-quización del patrón de asentamiento hacia tres niveles y la introducción de cerá-mica con pintura blanca sobre fondo rojo natural (blanco-sobre-rojo). La transición entre la fase Guañape (1800 – 400 a.C.) hacia Salinar muestra una reducción en inversión en la construcción de arquitectura monumental, la aparición de espacios públicos con menor capacidad de audiencia y de estructuras que reflejarían el poder económico adquirido por las elites locales, y el incremento de conflicto inter-grupal evidenciado en la reorganización de la población en asentamientos agrupados en núcleos con zonas abandonadas entre estos últimos o zonas de amortiguamiento, ubicaciones defensivas de los sitios y la construcción de fortificaciones (Billman 1996:224; ver también Moseley 1992:175). Según Billman la complejidad emergente se debió en parte a la presión demográfica producida por la migración de pobla-ción desde el valle de Virú (el cual muestra un declive demográfico en la fase Puerto Moorin) y el incremento de la guerra (y por lo tanto el uso de fuerza coercitiva) que

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hace posible el control del valle de Moche durante este tiempo, y probablemente de los valles vecinos, por parte del centro de Cerro Arena (Billman 1996:233).

Más al sur, en la costa de Ancash, los trabajos de Wilson (1988, 1995) en los valles del Santa y Casma señalaron cambios en el patrón de asentamiento durante las fases Cayhuamarca y Vinzos (considerados en este artículo como Formativo Final y la par-te final del Formativo Tardío) y Patazca, respectivamente. Estos cambios reflejan por ejemplo un aumento en el conflicto con agentes externos donde destacan las fortalezas del valle medio en el Santa y la de Chankillo en Casma (Ghezzi 2006), y la aparición de asentamientos con aglutinamiento de estructuras que reflejaría la concentración de población y centralización política como en San Diego y Pampa Rosario (S. Pozorskiy T. Pozorski 1987; Wilson 1995), los cuales son contemporáneos con este periodo.

En resumen, las investigaciones previamente descritas muestran la visión existente sobre este periodo y que acorde con la secuencia histórico-cultural correspondería a la “cultura” Salinar. De manera preliminar parece que este fenómeno corresponde cronológicamente a un lapso entre el 500 al 1 a.C. (cal 1σ). Este periodo aparece como un tiempo de cambios en la cultural material, arquitectura y patrones de asen-tamiento que reflejan profundas transformaciones estructurales de las sociedades después del colapso del culto Chavín.

Esta contribución se enfoca sobre este periodo de aproximadamente cinco si-glos. Se reevalúa este momento clave y su relación con el fenómeno Salinar. Usamos el término Salinar para referirnos al conjunto de cambios sociales existentes en este periodo. Basándose en datos de Nepeña, sugerimos ir más allá del fenómeno Salinar como una “cultura” o un “estilo artístico” para analizar de manera preliminar las variaciones y similitudes en las expresiones sociales, culturales y políticas durante la segunda mitad del primer milenio antes de Cristo. Es necesario definir qué simi-litudes y diferencias existen entre las diferentes regiones para entender el fenómeno Salinar en su totalidad, y aclarar si es que se trata de (1) un conjunto de fenómenos locales aislados, (2) una tradición cultural que se expande desde un centro geográ-fico distinto, y/o (3) un proceso social a gran escala con manifestaciones locales.

Planteamos que las diferencias en la evidencia arqueológica son el resultado de las diferencias en los casos estudiados. La composición y la organización social, po-lítica y desarrollo económico de estas poblaciones son variados, pero se mantuvie-ron en contacto y compartieron a la vez una herencia cultural común proveniente de los sistemas sociales e ideologías del Formativo Tardío. Usamos el caso del valle de Nepeña como punto de partida para la revisión del fenómeno Salinar al final del Formativo en la costa de Ancash.

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Variaciones y similitudes de manifestaciones culturales “salinar”

Antes de discutir los datos de las recientes investigaciones en Nepeña y su signi-ficado para reevaluar el fenómeno Salinar, se puede sintetizar el estado de nuestro conocimiento sobre este importante periodo. Los modelos y las evidencias presen-tadas por la mayoría de investigadores (Billman 1996; Brennan 1980; Mujica 1984; Wilson 1988, 1995) señalan las siguientes similitudes en la costa norte:

a. Cambios en la organización política e interacción inter-grupal identificados en base a:

- La desaparición de la arquitectura monumental, o al menos en la escala existente en los periodos precedentes, lo que reflejaría cambios en la orga-nización social dentro de las comunidades, y variación en las expresiones de poder y autoridad.

- Cambios en el patrón de asentamiento: la población se concentra en pobla-dos de mayor tamaño y ubicados muchas veces en lugares de difícil acceso, que sería resultado de movimientos de población, posibles fluctuaciones am-bientales y/o intensificación de conflicto.

b. Cambios en los rituales y ceremonias públicas que se reflejan en:

- Cambios en la arquitectura pública: desaparecen las grandes plazas que con-gregaban cientos o miles de personas y son reemplazadas por centros con un mayor número de plazas pero de menor capacidad individual de audiencia.

- Cambios en los conjuntos cerámicos: los diseños y las técnicas decorativas se simplifican, y las vasijas aparecen más estandarizadas. Aparentemente la necesidad de importar una gran variedad de cerámica desaparece con la des-integración del culto Chavín.

- Cambios en los objetos de intercambio: la obsidiana, la antracita, el cinabrio y las conchas exóticas son reemplazados por puntas de piedra pulida (piza-rra), maíz, y otros objetos menos reconocibles, lo que implicaría un mayor gasto ideológico para otorgarle valor a estos objetos.

Este conjunto de semejanzas refleja similares estrategias económicas y políticas de la población (Chicoine 2010a). Sin embargo, consideramos que son las diferen-cias entre los casos las que nos van a dar información acerca de la relación existente

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entre las comunidades que habitaron la costa y sierra norte durante el periodo del fenómeno Salinar. Debido al límite de espacio la discusión se centrará en dos as-pectos: (1) la variación en los conjuntos cerámicos y materiales, y (2) los patrones arquitectónicos, que reflejan cambios estructurales en estas comunidades.

Cerámica y cultura material

Las vasijas cerámicas son artefactos de fácil movilidad y que es común que for-men parte del conjunto de objetos intercambiables entre comunidades. Las rela-ciones entre grupos humanos pueden tener carácter integrador y/o desintegrador, siendo muchas veces ambas características partes complementarias de las mismas instituciones sociales. A diferencia de una forma común de pensar, el incremento en la interacción e intercambio entre grupos no necesariamente colabora con la homogeneización de los estilos, sino que al contrario, puede incentivar la aparición de estilos definidos y de fronteras estilísticas debido al interés de las comunidades de acentuar y/o perpetuar su propia identidad (Hodder 1979). La homogeneización de un conjunto cerámico sucederá en cambio cuando éste simbolice la afiliación de los usuarios, como por ejemplo a un culto o a una identidad étnica (estilos de élite, cultos o de ideologías políticas como chavín o mochica), pero que crean fronteras sociales con otras personas o grupos al mismo tiempo. La homogeneización y hete-rogeneización por lo tanto pueden reflejar respectivamente tendencias integradoras y desintegradoras que suceden dentro de un grupo.

Una revisión de la cerámica de este periodo Salinar muestra similitudes en las técnicas decorativas, especialmente en el uso de patrones de líneas bruñidas y las lí-neas incisas post-cocción, así como las impresiones de círculos y/o puntos. Sin em-bargo, estas no son técnicas decorativas ni diseños que aparecen durante esta época sino que se encuentran presentes desde el Formativo Tardío (750 – 500 a.C.) junto con técnicas decorativas y diseños relacionados al culto Chavín (Burger 1981, 1988, 1993; Roe 1974). De la misma forma, la mayor parte de los conjuntos cerámicos registrados en los sitios incluyen tipos de vasijas que ya existían en los periodos an-teriores (Formativo Medio y Tardío) reflejando una continuidad en las técnicas de manufactura y uso. Esto es crucial para entender la naturaleza del fenómeno Salinar, pues muchas hipótesis (Billman 1996:233; S. Pozorski y T. Pozorski 1987) conside-ran agentes exógenos como invasiones para explicar el abrupto cambio entre una fase a otra, cuando en realidad se tratarían de poblaciones locales en total reorgani-zación de sus comunidades y cuyo cambio está afectando también la producción y uso de cerámica. Si bien las técnicas básicas son compartidas las formas de aplicación (diseños y vasijas afectadas) difieren como puede observarse entre los materiales de Cerro Arena (Brennan 1980) y de los casos de Huambacho (Chicoine 2006, 2010b;

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Proulx 1968:135-137), Caylán (PV31-30) (Chicoine e Ikehara 2010) y Kushipampa (PV31-56) (Ikehara 2008, 2010b; Proulx 1968:96-98) en el valle de Nepeña, y que serán descritos más adelante. Esta diferenciación en la forma de aplicación de las técnicas y por lo tanto en la apariencia final de las vasijas puede interpretarse de dos formas: como el aislamiento de determinados grupos, o como sugerimos, una forma de crear identidades con un limitado espectro de técnicas disponibles.

Otras innovaciones se presentaron sobre todo en dos grupos de vasijas, que se-rían las botellas y las tinajas, las cuáles tienen relación con cambios de los rituales y organización social de los grupos. Muchas botellas escultóricas están mostrando el manejo de nuevas técnicas o de técnicas subempleadas en los periodos previos para crear vasijas con mayor variedad de formas. La mayoría de vasijas de botellas antes del 750 a.C., salvo excepciones (Alva 1986), son globulares con decoraciones añadidas, lo cual implica que prácticamente todas las vasijas fueron formadas con una o dos técnicas básicas, anillado o modelado manual, o en casos un poco más complejos por la combinación de formas básicas de cuencos y tazones.

La aparición en Salinar de formas complejas como animales implica un mayor desarrollo de técnicas escultóricas. Estas formas escultóricas y con asa estribo son comunes en la muestra analizada por Larco (1944) para el valle de Moche y Chicama,pero en cambio éstas son ausentes en los contextos funerarios en otros casos apa-rentemente contemporáneos (Chauchat y Guffroy 2003). En realidad, las vasijas “finas”, principalmente botellas, de esta fase y catalogadas generalmente comoSalinar o pertenecientes a este periodo, presentan una gran variación en la costa norcentral y norte, y también en la sierra adyacente contemporánea. Esta variabi-lidad indicaría diferentes requerimientos o demanda de cerámica para los rituales realizados en diferentes territorios en el mismo momento, no solamente funera-rios sino también para contextos de afirmación de poder y/o integración social como fiestas comunales, considerados muy importantes para el Formativo Tardío (Ikehara y Shibata 2008).

De la misma forma, las tinajas de gran tamaño aparecen en los conjuntos cerá-micos de diferentes regiones pero asumen diferentes formas. Es particularmente interesante que tanto las botellas y las tinajas serían objetos altamente visibles en las reuniones comunales de las poblaciones, por lo que cualquier manipulación en la apariencia externa sería altamente visible para los espectadores. Las tinajas o cántaros de grandes dimensiones eran prácticamente ausentes en los conjuntos del Formativo Medio y Tardío, y se difunden durante el Formativo Final, y tendrían relación directa con el control centralizado de la producción y manejo de las cere-monias públicas por parte de una elite (Chicoine 2011; Ikehara 2010a). Por lo tanto,

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es posible que la arquitectura refleje menor audiencia en los centros, pero las elites tendrían mayor control económico sobre los recursos empleados en las fiestas, por lo que habrían generado un mayor poder político en comparación al otorgado por el modelo de delegación de la responsabilidad de producción de los alimentos rituales propuesto para la mayor parte del Formativo (Ikehara 2010a).

Arquitectura y patrones de asentamientos

La arquitectura asignada a este periodo muestra similitudes en el uso de la técnica ortostática para la construcción de muros de aparejo de piedra en la ar-quitectura monumental o en la considerada de élite (Bourget y Chapdelaine 1996; Chicoine 2006; Mujica 1984). A parte de esto, es mayor la diferencia que simi-litud entre los edificios en los diferentes valles considerados en este trabajo. En valles como Moche y Virú, si bien con diferentes historias demográficas, los asen-tamientos de manera elemental carecen de un núcleo monumental y se pueden describir básicamente como grandes aldeas o pueblos. En los valles de Nepeñay Casma existen grandes centros ceremoniales que utilizan una cantidad de mano de obra similar a los que debieron haberse empleado en la construcción de los monumentos durante el Formativo Tardío (Huambacho, Chankillo, San Diego) (Chicoine 2010a; Ghezzi 2006; S. Pozorski y T. Pozorski 1987).

Mientras que en el valle de Virú se describe prácticamente una reducción en la población durante este periodo, otras zonas como las de los valles de Moche, Nepeña y Casma muestran un aumento considerable de sitios habitacionales (Billman 1996; Daggett 1984; S. Pozorski y T. Pozorski 1987; Proulx 1985; Wilson 1995). Esto fue interpretado por algunos como la migración de población entre valles (Billman 1996) o una invasión de poblaciones serranas (S. Pozorski y T. Pozorski 1987).

Los patrones de asentamientos de los valles de Moche, Virú, Santa, Nepeñay Casma han sido considerados como orientados a la defensa de su población debi-do al incremento de la violencia inter-grupal, aunque la identificación de los grupos en conflicto es aún discutido (Billman 1996; Daggett 1987b; T. Pozorski y S. Pozorski 1987; Wilson 1987). Sin embargo, la revisión de las evidencias de conflicto no es homogénea ni similar en estos valles. Violencia inter-grupal o guerra puede llevarse a cabo en una gran variedad de formas, intensidad, frecuencia, escala y duración lo cual afecta en diferente medida a diversos aspectos de la vida de la población (Arkush y Stanish 2005; Keeley 1996). Violencia con variables de pequeña magni-tud puede ser absorbida por la población sin mayor cambio reflejado en su cultura material, sin embargo el incremento en la magnitud de sus variables exigen a las poblaciones un mayor interés en invertir recursos y energías en defenderse y luego

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en atacar para reducir el peligro. Por lo tanto, si el tipo de conflicto es similar en todos los valles y si fueran entidades políticas fragmentadas veríamos similares dis-tribuciones de arquitectura defensiva, zonas abandonadas y ubicaciones defensivas. Sin embargo, esto no sucede y observamos que mientras el valle de Moche registra solo dos fortificaciones durante la fase Salinar (Billman 1996), en los valles de Santa, Nepeña y Casma se registran docenas de casos (Daggett 1987b; Wilson 1988, 1995) indicando que los patrones de intercambio de violencia intra-grupal e inter-grupal no son los mismos.

Billman (1996:213) registra en el valle de Moche un incremento en la jerar-quía de asentamiento entre su fase Salinar Temprano y Salinar Tardío, llegando a tener tres niveles durante este último, lo cual puede indicar la organización de la población en una jefatura compleja con un centro preeminente que fue Cerro Arena. Sin embargo, en el valle de Santa, durante la fase Cayhuamarca, Wilson (1987:61-63) registra agrupamiento de sitios, pero difícilmente puede sustentar la existencia de sistemas de asentamientos de más de dos niveles de jerarquía in-cluyendo el siguiente periodo Vinzos. En Casma, Wilson (1999) identifica como mínimo tres niveles de jerarquía en el patrón de asentamiento para la fase Patazca. El panorama que emerge es que coexisten durante el periodo Salinar sociedades de diferentes niveles de centralización e integración política, lo cual explicaría en parte las diferencias en los patrones de interacción, incluyendo intercambio de materiales y de violencia.

En base a la revisión preliminar de la información sobre complejos cerámicos, arquitectura y patrón de asentamiento atribuida a este periodo, el panorama que emerge nos muestra que:

– La mayor parte de la costa y sierra norcentral y norte estuvo ocupada por comunidades organizadas en entidades políticas de diferentes niveles de complejidad social desde comunidades con poblaciones viviendo en relacio-nes igualitarias hasta sociedades organizadas en jefaturas complejas según lo descrito por Billman para el valle de Moche durante el Salinar Tardío y por Wilson para la fase Patazca en el valle de Santa.

– La interacción entre las diferentes comunidades fue altamente dinámica y modelada por variables como distancia espacial y social, grado de com-plejidad política, grado de centralización económica, geografía y acceso y/o control de recursos. Estas interacciones incluyeron intercambio de ideas, in-tercambio de violencia, intercambio de bienes, pero este último sin la escala que tuvo durante el apogeo del culto Chavín.

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– Finalmente, los dos puntos anteriores nos indican que este periodo o fase Salinar no es un periodo de “crisis” por el colapso de Chavín (Burger 1992:184), sino que es un periodo que por su complejidad y duración muestra pro-cesos sociales en marcha como fue revelado por Billman (1996) y Wilson (1987, 1988, 1995) en sus respectivas investigaciones. Entonces, enfocán-donos en la pregunta planteada inicialmente, nuestra interpretación es que este periodo muestra un proceso de reorganización política a escala regional, causado efectivamente por el colapso del culto Chavín, pero con manifestaciones locales producto del mantenimiento de tradiciones pre-existentes y la creación de nuevas, y cuya interacción a escala regional crea un mosaico cultural complejo que difícilmente puede simplificarse bajo el término de cultura Salinar.

A continuación se expondrá el caso del valle de Nepeña en donde, concen-trándonos en los resultados de las investigaciones en los sitios de Huambacho,Caylán en el valle bajo y en la cuenca de Moro en el valle alto, en especial el sitio deKushipampa, se podrá tener detalle de la dinámica política y social que caracterizó este periodo dentro de los parámetros anteriormente descritos.

Figura 2. Mapa del valle de Nepeña con los sitios mencionados en el texto.

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Figura 4. Reconstrucción hipotética de estructuras públicas de Huambacho.

Figura 3. Vista de arquitectura mostrando la técnica ortostática en los muros de Caylán (UE6-Ext4-Rec3).

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El desarrollo político del valle de Nepeña dentro del fenómeno Salinar

Desde las investigaciones pioneras de Julio C. Tello (Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos 2005) y Donald Proulx (1968, 1973), el estudio arqueológico del valle de Nepeña ha brindado una cantidad significativa de datos para reevaluar las últimas fases del perio-do Formativo y caracterizar sus manifestaciones sociales y materiales (Chicoine 2006; Cotrina et al. 2003; Daggett 1987b; Ikehara 2010b; Ikehara y Shibata 2008; Shibata 2010, 2011). Basándose en datos de superficie, Donald Proulx (1985) y Richard Daggett (1987b) propusieron la existencia de al menos dos fases de desarrollos culturales para el valle de Nepeña durante lo que denominan como Horizonte Temprano. Más recientemente, en una secuencia local del valle pro-puesta por Koichiro Shibata (2010, 2011), el momento contemporáneo a la fase Salinar es denominado como fase Samanco (450 – 200 a.C.). Durante la fase anterior, denominada fase Nepeña (800 – 450 a.C.) y equivalente al Formativo Tardío, nuevas tradiciones arquitectónicas emergieron en el valle. Una de ellas está materializada en la construcción del pequeño centro de elite de Huambacho (800 – 200 a.C.), en el valle bajo (Chicoine 2006). Esta tradición, la cual parece hacer sido dominada por el asentamiento mayor de Caylán, se distribuye sobre-todo en la parte media y baja del valle (Chicoine 2010b; Chicoine e Ikehara 2010; ver Figura 2), y la tradición de arquitectura megalítica, esta última incluyendo muchas variantes dentro de un sistema de asentamiento complejo como fue des-crito en otra publicación (Ikehara 2010b).

En el valle bajo, como fue documentado en Huambacho y Caylán (Chicoine 2006, 2010b; Chicoine e Ikehara 2010), se oberva el empleo de mampostería de

Figura 5. Ejemplos de cerámica decorada de Huambacho.

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pequeña escala con barro, una técnica ortostática para la construcción de los muros (Figura 3), un diseño arquitectónico de columnata interior (Figura 4) y su ubicación en el fondo del valle. Estas características distinguen las sociedades de la tradición basada en Caylán de la tradición megalítica del valle alto. Fechados radiométricos de la ocupación principal Huambacho señalan un lapso de tiempo entre 800 – 200 cal a.C. (2σ) (Chicoine 2010b). Mientras tanto, entierros intrusivos en una de las es-tructuras elevadas están fechados a 1960 ± 40 a.p. y 1850 ± 60 a.p., respectivamente. En contraste con la cerámica típica de la ocupación principal de Huambacho, la cual incluye tipos decorativos circulo-y-punto, patrón de líneas bruñidas, punteado zo-nal, e improntas de textil (Figura 5), los entierros intrusivos tienen como elementos asociados cerámica modelada. El entierro de una mujer adulta en posición flexio-nada se encontró acompañado de vasijas de varios estilos los cuales son diferentesa los hallados en contextos asociados a la arquitectura con columnata. Este conjunto de vasijas funerarias incluyen un cántaro con aplicación animal, un cuenco hondo negro pulido, un plato, así como cántaros utilitarios, uno de los cuales posee base trípode. En tres patios con columnata en Huambacho, esta última ocupación está aso-ciada al derrumbe intencional de las columnas y la remodelación de los espacios para su uso residencial. Cerámica con pintura blanca sobre fondo rojo natural también ha sido documentada en Huambacho.

A unos 700 metros del conjunto arquitectónico de Huambacho se encuentra el sitio de Cerro Popo. En la cima del cerro se puede observar un complejo arquitec-tónico con posible carácter defensivo compuesto de muros concéntricos, así como de una plataforma de piedras con recintos rectangulares. Aunque el sitio de Cerro Popo todavía no ha sido investigado sistemáticamente, se puede sugerir una aso-ciación con Huambacho en base a su proximidad geográfica y similitudes en su arquitectura y mampostería.

A pesar de que los fechados iniciales otorgados para Huambacho indican su contemporaneidad con el fenómeno del culto Chavín, la arquitectura y cerámi-ca indican que no participaban en él, y más bien permanece como una zona de rasgos culturales locales bien marcados (Chicoine 2006, 2010a). Es muy proba-ble que la negación inicial en participar de este culto Chavín haya contribuido a que estas comunidades del valle bajo de Nepeña hayan sobrevivido al colapso posterior, y más bien haya aprovechado esta situación para extender su propio dominio político o cultural sobre otras áreas. Por ello, durante la fase Samanco,o Formativo Final, contemporáneo a la fase Salinar de la costa norte, observamos el desarrollo de un complejo monumental en Caylán y sitios secundarios ubicados en los alrededores y en los valles vecinos, y cuya influencia pudo extenderse más allá de Nepeña.

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Figura 6. Reconstrucción hipotética de estructuras públicas de Sute Bajo(Basado en Cotrina et al. 2003:Figura 2).

Figura 7. Reconstrucción hipotética de la Plaza D de Caylán.

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La tradición del valle bajo de Nepeña se compone de un conjunto de sitios con al menos dos o tres niveles de jerarquía de asentamiento. El sitio de Caylán se interpreta como el centro primario del sistema. Desde el 2009, el Proyecto de Investigación Arqueológica Caylán (PIAC) se encuentra estudiando el desarrollo de este importante centro formativo (Chicoine e Ikehara 2010). En este sitio, sucesivos trabajos de mapeo, limpieza superficial de muros, excavaciones exten-sivas y pozos de prueba en todo el asentamiento han brindado datos sobre la organización espacial del núcleo monumental, así como una visión general de las características de la cultura material. Mientras tanto, sitios como Huambacho, Samanco y Sute Bajo se interpretan como sitios de menor jerarquía en el sistema de asentamiento del sector bajo del valle de Nepeña y con espacios públicos de similares características espaciales y arquitectónicas. En Sute Bajo, los trabajos del Proyecto CHINECAS han traído evidencia de la existencia de estructuras compuestas por plataformas con columnas rectangulares (Figura 6) asociadas a un conjunto cerámico que incluye ollas sin cuello típicas del Formativo Final, y en-tierros interpretados por Cotrina, Peña, Tandaypan y Pretell (Cotrina et al. 2003) como relacionados al fenómeno Salinar. El sitio Formativo reportado por es-tos investigadores se compone de varios niveles de plataformas con hileras de columnas, así como de recintos periféricos de dimensiones más pequeñas. En Nepeña, estos elementos arquitectónicos se ven similares a los documentados en Huambacho y Caylán.

Figura 8. Ejemplos de cerámica decorada de Caylán.

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Figura 9. Reconstrucción hipotética del Templo de los Pilares de Chankillo(Basado en Ghezzi 2006:Figura 3.7).

Figura 10. Regresión linear entre el área de las plazas con mayor audiencia de los seis mayores centros ceremoniales del valle alto de Nepeña y área cultivable disponible en su alrededor,

basado en el trazado de polígonos Thiessen. Leyenda: 56: Kushipampa, 59: Huancarpón, 64: Paredones, 180: San Juan, 170: Vinchamarca, 351: Virahuanca Bajo.

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Los trabajos en Caylán demuestran la existencia de más de 350 estructuras de piedras las cuales estaban organizadas en conjuntos arquitectónicos. Se pueden di-ferenciar cuatro o cinco en base a los accesos y muros visibles de superficie, pero sin embargo muchos más pueden ser inferidos en base a la orientación de los gru-pos de edificios. Estos conjuntos están organizados alrededor de plazas grandes con muros-banquetas y estructuras de menores dimensiones incluyendo patios con co-lumnatas interiores y recintos rectangulares.

Los trabajos de levantamiento permitieron la identificación de diferentes com-ponentes arquitectónicos cuyas funciones parecen haber sido distintas incluyen-do un núcleo monumental (80 ha), zonas de basurales, zonas de terrazas en las faldas de cerro, ejes de transporte y movimiento, y zonas con arquitectura irregu-lar interpretadas como posibles aldeas. Los conjuntos arquitectónicos del núcleo de Caylán se interpretan de manera preliminar como pertenecientes a grupos co-residenciales.

Etapas de mapeo permiten la reconstrucción de la organización espacial de las plazas (Figura 7). Como lo demuestra la reconstrucción de la Plaza-D, es-tos espacios estaban organizados con banquetas de varios niveles con hileras de columnas soportando super-estructuras (techos). Las excavaciones han brinda-do una muestra significativa de materiales del Formativo incluyendo artefactos de cerámica como vasijas, antaras, discos, ralladores y piruros, entre otros. En Caylán la cerámica afiliada estilísticamente a Salinar incluye líneas bruñidas, así como botellas finas con zonas pintadas de gris claro o blanco grisáceo sobre fondo rojo (Figura 8). Una de estas botellas se encontró asociada al abandono de una de las plazas monumentales con banquetas interiores. Se encontraron también artefactos de piedra como puntas pulidas y porras que son indicaciones del rol de la violencia y posiblemente de conflictos como parte de las relaciones intercomunitarias duran-te el Formativo Final.

Más allá de Nepeña en la costa de Ancash, esta tradición tiene similitudes con sitios como Las Huacas (Cárdenas 1979:10; 1998:78) fechado a 1840 ± 70 a.p. y 1930 ± 70 a.p. (Ziółkowski et al. 1994:399-402) en el valle del Santa, y San Diego, Pampa Rosario y Chankillo en el valle de Casma (Ghezzi 2006; S. Pozorski y T. Pozorski 1987:51-65). El sitio de San Diego está fechado entre 2510 ± 115 a.p. y 2245 ± 60 a.p. y Pampa Ro-sario entre 2760 ± 75 a.p. y 2400 ± 70 a.p. (S. Pozorski 1987:17). El sitio de Chankillo fechado entre 320 y 200 cal a.C. posee una serie de amurallamientos que rodean tres estructuras, una de las cuales, el Templo de los Pilares (Ghezzi 2006) muestra patrones arquitectónicos similares a la tradición representada por Huambacho y Caylán (Figura 9).

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Figura 11. Reconstrucción hipotética de Kushipampa.

Figura 12. Reconstrucción hipotética de Virahuanca Bajo.

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En Huambacho, la última fase de ocupación corresponde al abandono de las es-tructuras y su remodelación, así como a la reutilización de una pequeña plataforma como área funeraria. Los datos apuntan hacia una fase, después del abandono de las estructuras con columnatas alrededor del 200 cal a.C., durante la cual una pobla-ción reducida ocupó áreas limitadas del sitio. Se necesitan trabajos sistemáticos en las estructuras del Cerro Popo, pero se puede sugerir de manera preliminar alguna relación entre el desarrollo del posible asentamiento defensivo en Cerro Popo y el abandono del conjunto formativo en Huambacho. Por ejemplo, se encontró porras de piedras en Huambacho las cuales apuntan hacia la importancia de la violencia en algún momento de la ocupación del Formativo. Investigaciones en Caylán han brindado también evidencias de conflictos armados en la forma de arquitectura de-fensiva y puntas de piedras. La arquitectura con posibles funciones defensivas está representada por grandes murallas de piedras que rodean un sector de terrazas, así como conjuntos en la planicie de la pampa.

En el valle alto, en cambio, la situación es diferente. Encontramos más bien una fragmentación política evidenciada por la existencia de al menos seis gran-des centros ceremoniales (Kushipampa, San Juan, Paredones, Huancarpón,

Figura 13. Vista de la portada megalítica de Kushipampa. La altura máxima de los muros conservados de la portada es de 2,6 metros aproximadamente.

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Anta y Virahuanca). La aparente diferencia entre tamaños y dimensiones de sus plazas puede relacionarse parcialmente por la disponibilidad de suelos poten-cialmente cultivables en sus alrededores (Figura 10). La arquitectura de estos centros ceremoniales es muy distinta a la arquitectura de los centros definidos para el valle bajo, y existen al menos dos grandes tipos: el ejemplificado por Kushipampa (Figura 11) y Paredones, y el ejemplificado por Virahuanca (Figura 12) y Anta. El primer grupo se caracteriza por grandes cercaduras y plazas jerar-quizadas en su accesibilidad desde el exterior. Tiene como rasgo predominante

Figura 14. Ejemplos de cerámica decorada de Kushipampa.

Figura 15. Comparación de conjuntos cerámicos de Caylán y Kushipampa.

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el uso de grandes rocas en su mampostería y la selección de mampuestos bien elaborados para sus portadas (Figura 13).

El segundo grupo se caracteriza por el mismo tipo de mampostería pero aún no tenemos evidencia de similar tratamiento de las entradas. El plano general se asemeja a grandes montículos que fueron cercados, por lo tanto si existe al-gún tipo de segregación espacial interna, esta no es visible desde la superficie, y se reduciría a la zona baja dentro de la cercadura y la cima e interior de los montículos. Alrededor de estos dos tipos de centros encontramos otros de me-nor extensión como montículos aislados construidos con mampostería de roca canteada (montículos en la cima de los cerros, fortalezas en la cima de los cerros y aldeas). Algunas de estas aldeas se encuentran ligadas a los centros ceremonia-les como en el caso de Kushipampa.

Las fortalezas y estructuras en la cima de las colinas y cerros pueden ser interpre-tadas como parte de un sistema de asentamiento donde el intercambio de violencia forma parte de las relaciones entre las comunidades. A diferencia del valle bajo, la situación de fragmentación política evidenciada por la ausencia de jerarquía en el patrón de asentamiento refuerza la idea de un contexto social distinto a aquel del valle bajo centrado en Caylán. La violencia debió incrementarse en escala, inten-sidad y tamaño durante el Formativo Final de tal forma que la inversión de labor en la construcción de estructuras defensivas debió valer la pena. Los agentes en disputa debieron variar constantemente a causa de la formación y disolución de alianzas entre los actores internos y con actores externos. En el caso del valle alto de Nepeña, estos dos principales tipos de arquitectura en los centros mayores deben reflejar una interacción de larga duración reflejada en similares requerimientos de espacios rituales. Por otro lado, la presencia de plazas cercadas con las que podemos interpretar columnatas en la periferia de un patio en Chillhuay o Quilhuay Alto (PV31-162) podría explicar la intervención de agentes externos, en este caso la entidad política de Caylán.

La cerámica encontrada indica el inicio de la ocupación de estos sitios durante el fi-nal del Formativo Tardío y su continuación durante la fase Samanco o Formativo Final. La cerámica de los centros ceremoniales, o al menos principalmente de Kushipam-pa (Figura 14) se caracteriza por un conjunto similar a los del Formativo Tardío, es decir ollas sin cuello, tazones, cuencos y botellas, pero con una reducción marcada en las técnicas decorativas, los diseños, las formas y la variedad tecnológica, lo cual es similar a los cambios estilísticos en la cerámica descrita para los casos del valle de Moche. La cerámica decorada posee principalmente patrón de líneas bruñidas cruzadas y rayado post-cocción, similares técnicas a las empleadas para la cerámica

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Figura 16. Reconstrucción hipotética del sitio de Captuy (PV31-163).

Figura 17. Reconstrucción hipotética del sitio de Quilhuay (PV31-162).

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decorada encontrada en el sitio de Cerro Arena (Brennan 1978). La cerámica co-tidiana como las ollas sin cuello y los cuencos es similar a la encontrada en el valle bajo en Huambacho y en Caylán, pero sin embargo las botellas, tinajas, ralladores y tazones muestran una presencia y tipos diferentes (Figura 15). Es interesante que los tazones sean el tipo de vasija de servicio más común en Kushipampa, mientras que en los materiales de Huambacho (Chicoine 2006), y en la revisión preliminar de los materiales de Caylán, estos son de uso muy reducido en comparación a los cuencos de base redondeada.

Además de estas diferencias en la cerámica, la presencia de arquitectura monu-mental a gran escala y la variedad existente entre los centros del valle alto indican también una organización social y estrategias de consolidación de poder político diferentes a los del valle bajo y los valles vecinos. Es significativo que las fortalezas del valle como Captuy (PV61-163) (Figura 16) y los que estamos definiendo como templos fortificados como Quillhuay (PV61-162) (Figura 17), estén relacionados a cerámica con diseños de círculo-y-punto que caracteriza la fase Samanco. Las ventajas defensivas en los asentamientos, sea por su localización o por la adición de rasgos defensivos, así como la diversidad material observada en los conjuntos cerá-micos y la ausencia de jerarquización de asentamientos claros, apuntarían hacia una fragmentación del paisaje sociopolítico en el valle alto. Esta fragmentación política inicial y la aparición posterior de las fortificaciones serían indicadores de cambios en las relaciones intercomunitarias hacia una situación de conflicto intenso y fre-cuente. La situación de fragmentación y conflictos inter-grupales en el valle alto de Nepeña contrasta con los datos del valle bajo donde se ha propuesto la integración de varias comunidades bajo la influencia del centro de Caylán.

En resumen, el panorama de la ocupación del Formativo Final, fase Samanco o periodo Salinar en el valle de Nepeña, indica la existencia de dos zonas densamen-te pobladas, el valle bajo y el valle alto, mientras que la zona intermedia de menor densidad demográfica puede caracterizarse como una zona de amortiguamiento. Las comunidades del valle bajo están aparentemente integradas en un sistema po-lítico que puede definirse de manera preliminar como más centralizado. En otra pu-blicación sugerimos una comparación entre el sistema político basado en Caylán con las denominadas “jefaturas” de la literatura antropológica (Chicoine e Ikehara 2010). Mientras tanto, en el valle alto, las comunidades se encuentran fragmentadas en pequeñas unidades políticas de menor escala.

Adelantamos que el colapso del culto Chavín alrededor del 500 a.C. habría im-pulsado a los grupos relacionados a movilizarse y afiliarse a nuevos centros refor-zando el poder económico de las élites en la parte baja y creando presión en el valle

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alto donde una situación de competencia política ya se encontraba en marcha. Se cree que esta competencia está evidenciada por la existencia de seis centros cere-moniales en un área limitada de menos de ciento veinte kilómetros cuadrados en el Bolsón de Moro. Más aún, la relación entre la posible jefatura centrada en Caylány el valle alto tendría que ser analizada cuidadosamente pues pudo haber crea-do desequilibrio en la interacción entre estos pequeños grupos mediante alianzas políticas o económicas como ha sido descrito en otros contextos históricos para sociedades más complejas y su periferia en otras regiones del mundo (Fergusony Whitehead 1992). Basándose en los resultados preliminares de nuestra investigación en Caylán, la última ocupación del Formativo muestra la construcción de grandes muros aparentemente defensivos y asociados a un montículo en la cima de un cerro. Esto pudo haber sido resultado de inestabilidad política al final de la ocupación, cuando la jefatura que integraba las diversas comunidades finalmente se quebró.

Conclusión

Las evidencias presentadas mediante la revisión de los materiales contemporá-neos o relacionados al fenómeno Salinar indican que la simplificación, producto del uso de la idea de Salinar como cultura o tradición, ha impedido ver la variedad de expresiones culturales existentes en este periodo de aproximadamente cinco siglos (500 – 1 a.C.). Más importante aún, ha impedido ver con detalle la variedad de procesos sociales que estuvieron ocurriendo durante este periodo y que en muchos casos son respuestas a la caída del culto Chavín. Mientras algunos procesos mues-tran un colapso político claro y el abandono de áreas enteras como en el valle de Virú, otros casos muestran el aprovechamiento de esta situación para generar poder político sin comparación, como los casos de Cerro Arena y Caylán. Estos procesos sin embargo tienen diversos matices, pues las variables involucradas tienen diferen-te peso de acuerdo a los actores involucrados y la disponibilidad de recursos socialesy económicos de cada área. No todos los procesos llevaron a integración y centrali-zación política y económica, por lo tanto, no todos son antecedentes de los rasgos de las economías y políticas definidas como Moche en la costa de La Libertad.

Basándose en patrones de asentamiento, cerámicos y arquitectónicos, plantea-mos que lo denominado Salinar corresponde a un fenómeno que implicó (1) un tiempo de cambio asociado a un aumento de los conflictos inter-grupales, y (2) el desarrollo de una multitud de trayectorias locales compartiendo una tradición cultural al nivel de la costa de Ancash y más allá en la costa norte. En la costa de Ancash, específicamente en el caso mencionado de las secciones bajas y altas del valle de Nepeña, estos desarrollos políticos se materializaron en la consolidación de una entidad política compleja y en una fragmentación de las comunidades compi-

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tiendo entre ellas, respectivamente, pero a la vez compartiendo varios aspectos de su cultura, materializados en su cultura material y arquitectura, incluyendo ciertos estilos cerámicos que fueron tradicionalmente identificados como Salinar. En este capítulo se ha revisado el fenómeno Salinar a la luz de los datos del valle de Nepeña. Lo que hace interesante este caso es que es posible una comparación de casos coetáneos y de comunidades que efectivamente estuvieron interactuando pero que desarrollaron diferentes adaptaciones políticas y económicas. Las raíces de estos desarrollos comienzan siglos atrás durante el Formativo Tardío pero se materializaron de manera más clara durante el Formativo Final y el Epiformati-vo. Planteamos que el concepto de Salinar tiene poco valor heurístico más allá de corresponder a un periodo de transición entre patrones de organización política menos centralizados hacia sistemas más centralizados y jerarquizados. Al nivel ar-quitectónico se nota el desarrollo de una tradición de columnata interior basada en el centro primario de Caylán con una radiación a sitios de menor importancia en Huambacho, Samanco y Sute Bajo. El arte público de esta tradición está inspirado en el arte del Formativo Medio y Tardío, pero se rechaza la iconografía asociada al culto Chavín. Al nivel de la cultura material, se nota un crecimiento de la variabilidad esti-lística y una transición de un énfasis en la decoración zonal, circulo-y-punto y líneas bruñidas hacia el uso de pintura blanca sobre fondo rojo y formas modeladas.

El crecimiento de los conflictos inter-grupales se nota en la producción de armas de piedras y el desarrollo de asentamientos hacia un carácter defensivo, procesos que están íntimamente ligados a la nucleación de las comunidades en centros gran-des en el valle bajo de Nepeña (como Caylán) y en las cimas de los cerros en el valle alto (como Kushipampa). Tomando en cuenta la variedad de manifestaciones cul-turales que lo caracteriza, el estudio en el futuro de la manifestación Salinar como procesos sociales en marcha durante el Formativo Final y Epiformativo, colaborará en el entendimiento de la complejidad emergente de esta época. Los procesos socia-les que se manifestaron durante el periodo Salinar cambiaron el paisaje político de la costa norte, pues a partir de este momento nunca más las comunidades siguieron patrones de integración social y religiosa como ocurrió durante la época Chavín,y más bien aparecieron nuevas formas de integración política y económica con ba-ses claramente ideológicas, conocidas como estados.

Agradecimientos

Queremos agradecer a Miłosz Giersz e Iván Ghezzi por la invitación a contribuir a este boletín y su valioso trabajo de edición. También extendemos las gracias al Instituto Nacio-nal de Cultura en Lima y Chimbote por la generosa permisión de excavar en Huambacho,

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Kushipampa y Caylán. Los trabajos de campo y análisis de materiales de Kushipampa fue-ron posibles gracias al apoyo de la Dirección Académica de Investigación de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Las investigaciones en el campo no hubieran sido posibles sin el apoyo de las comunidades de Huambacho el Arenal, Moro, y Nepeña, así como la dedicación de todos los miembros de nuestros equipos de trabajo.

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