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FACULTAD DE HUMANIDADES ESCUELA ACADÉMICO PROFESIONAL DE PSICOLOGÍA III BLOQUE FUNCIONAL DE LURIA: LÓBULO PREFRONTAL, FUNCIÓN NORMAL Y ALTERACIONES INTEGRANTES: BRICEÑO OTINIANO, GIANCARLO HUAYLLANI ACOSTA, EDITH LUNA VICTORIA, JUAN JOSE RUEDA MANTILLA, ANDREA SOSA SALINAS, MARIA FERNANDA ESQUEN GUANILO PAOLA DOCENTE: MORILLO ARQUEROS, ANÍBAL MANUEL CURSO: PSICOFISIOLOGÍA TRUJILLO-PERÚ 2015

III Bloque de Luria

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Psicofisiologia

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Page 1: III Bloque de Luria

FACULTAD DE HUMANIDADES

ESCUELA ACADÉMICO PROFESIONAL DE PSICOLOGÍA

III BLOQUE FUNCIONAL DE LURIA: LÓBULO PREFRONTAL, FUNCIÓN NORMAL Y ALTERACIONES

INTEGRANTES:

BRICEÑO OTINIANO, GIANCARLO

HUAYLLANI ACOSTA, EDITH

LUNA VICTORIA, JUAN JOSE

RUEDA MANTILLA, ANDREA

SOSA SALINAS, MARIA FERNANDA

ESQUEN GUANILO PAOLA

DOCENTE:

MORILLO ARQUEROS, ANÍBAL MANUEL

CURSO:

PSICOFISIOLOGÍA

TRUJILLO-PERÚ

2015

Page 2: III Bloque de Luria

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

MARCO TEÓRICO

1. TERCER BLOQUE DE LURIA

1.1. LÓBULO PREFRONTAL

1.1.1. FUNCIONES EJECUTIVAS

1.1.1.1. LA CORTEZA DORSOLATERAL

1.1.1.2. LA CORTEZA ORBITOFRONTAL

1.1.1.3. LA CORTEZA VENTROMEDIAL

1.1.2. ALTERACIONES DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS

1.1.2.1. TRASTORNOS COMPORTAMENTALES

1.1.2.2. SÍNDROME DORSOLATERAL

1.1.3. EVALUACIÓN DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS

1.1.4. REHABILITACIÓN DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS

1.2. ÁREA PRIMARIA

1.3. ÁREAS SECUNDARIAS

1.4. ÁREAS TERCIARIAS

CONCLUSIONES

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

REFERENCIAS LINKOGRÁFIAS

ANEXOS

Page 3: III Bloque de Luria

INTRODUCCIÓN

Determinar de manera detallada el rol importante que cumple el tercer bloque de

luria es nuestro primer objetivo, este tercer bloque cumple con las siguientes

funciones: Programación, regulación y verificación de la actividad mental y de la

conducta, Intencionalidad y propositividad, Iniciativa y control atencional y Control de

las formas más complejas de conducta. Está localizado anatómicamente es Lóbulo

frontal.

El lóbulo frontal regula todas las funciones cognitivas superiores. En la especie humana

el lóbulo frontal constituye la tercera parte del total del cerebro, Se divide en dos: la

corteza motora y la corteza prefrontal, que ocupan respectivamente la mitad posterior

y la mitad anterior de su superficie. Nuestro segundo objetivo es exponer las partes del

lóbulo frontal y las funciones del prefrontal estás son: funciones ejecutivas dentro de

sus funciones de esta tenemos: la corteza dorsolateral, la corteza orbitofrontal, la

corteza ventromedial.

El tercer objetivo es explicar las alteraciones de las funciones ejecutivas esto refleja la

inadaptación de las acciones y de la ausencia de autocrítica. Tenemos: trastornos

comportamentales, síndrome dorsolateral.

También rescatamos como cuarto objetivo la importancia que tiene una óptima

evaluación de las funciones ejecutivas. la evaluación consiste en los siguientes

aspectos: la habilidad para iniciar y mantener una serie de asociaciones dirigidas, la

habilidad para mantener una serie de interferencias, la habilidad para cambiar una

estructura conceptual a otra, y la habilidad para mantener una serie de actividades

motoras alternantes.

El quinto objetivo gira entorno a lo determinante que es una rehabilitación de las

funciones ejecutivas a su debido tiempo. Las áreas cognitivas más favorecidas por este

tipo de intervención son: la atención, la memoria y el funcionamiento ejecutivo.

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1. TERCER BLOQUE DE LURIA

Es la unidad para programar, regular y verificar la actividad, es decir, va a llevar a cabo

la organización de la actividad consciente. Cuando éste bloque es estimulado va a crear

intensiones, formar planes y programas de sus acciones, inspecciona su ejecución y

regula su conducta y verifica. De esto se deduce que el hombre no reacciona

pasivamente a la información que recibe; sino, que crea intensiones, forma planes y

programas de sus acciones, inspecciona su ejecución y regula su conducta para que

esté de acuerdo con estos planes y programas; finalmente, verifica su actividad

consciente, comparando los efectos de sus acciones con las intenciones originales,

corrigiendo cualquier error que haya cometido.

1.1. LÓBULO PREFRONTAL

El córtex prefrontal (CPF) constituye aproximadamente el 30% de la corteza

cerebral y se puede distinguir de otras áreas del lóbulo frontal por su composición

celular, su inervación dopaminérgica o sus aferencias talámicas (Davidson, Jackson

y Kalin 2000; Fuster, 1989). Posee conexiones con los lóbulos parietales,

temporales, regiones límbicas (especialmente el hipotálamo), ganglios basales,

hipocampo y cerebelo. Ha de considerarse por tanto como un área de asociación

heteromodal interconectada con una red distribuida de regiones corticales y

subcorticales (Tirapu-Ustárroz, García-Molina, A., Luna-Lario, P., Roig-Rovira, T. y

Pelegrín-Valero, 2008a).

Luria (1966, 1979), al describir las tres unidades funcionales básicas que componen

el cerebro humano, se refirió a la tercera de ellas en los siguientes términos: “El

hombre no reacciona pasivamente a la información que recibe, sino que crea

intenciones, forma planes y programas de sus acciones, inspecciona su ejecución y

regula su conducta para que esté de acuerdo con estos planes y programas;

finalmente, verifica su actividad conciente, comparando los efectos de sus acciones

con las intenciones originales corrigiendo cualquier error que haya cometido”

(Luria, 1979, p. 79). Aunque en la obra del soviético no aparece el término

funciones ejecutivas existe un acuerdo general en considerar su obra como el punto

de partida de su estudio científico. El término, tal y como se le conoce hoy en día,

se le debe a Lezak (1982, 1987) cuando afirmó que “las funciones ejecutivas

comprenden las capacidades mentales necesarias para formular metas, planificar la

manera de lograrla y llevar adelante ese plan de manera eficaz” (Lezak, 1982,

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p.281) y así, permitir el funcionamiento independiente, con propósito, creatividad y

de manera que éste sea socialmente aceptable.

1.1.1. FUNCIONES EJECUTIVAS

Sholberg y Mateer (1989) definieron más tarde las funciones ejecutivas

como un conjunto de procesos cognitivos entre los que se encuentran la

anticipación, la elección de objetivos, la planificación, la selección de la

conducta, la autorregulación, el autocontrol y el uso de realimentación. Así,

describen entre sus componentes la dirección de la atención, el

reconocimiento de los patrones de prioridad, la formulación de la intención,

el plan de consecución, la ejecución del plan y el reconocimiento del logro.

A su vez, Fuster (1980, 1989), en su teoría general sobre la corteza

prefrontal, consideró fundamental la estructuración temporal de la

conducta. Así, propone tres funciones subordinadas que deben

coordinarse: i) una función retrospectiva de memoria a corto plazo

provisional, ii) una función prospectiva de planificación de la conducta, y iii)

una función consistente en el control y supresión de las influencias internas

y externas que interfieren en la conducta.

Pineda (2000) define las funciones ejecutivas como un conjunto de

habilidades cognitivas que permiten la anticipación y el establecimiento de

metas, el diseño de planes y programas, el inicio de las actividades y de las

operaciones mentales, la autorregulación y la monitorización de las tareas,

la selección precisa de los comportamientos y las conductas, la flexibilidad

en el trabajo cognitivo y su organización en el tiempo y en el espacio para

obtener resultados eficaces en la resolución de problemas. Tirapu, Muñoz-

Céspedes y Pelegrín (2002) y Tirapu y Muñoz-Céspedes (2005) definen el

funcionamiento o control ejecutivo como el resultado de una serie de

mecanismos implicados en la optimización de los procesos cognitivos para

orientarlos hacia la resolución de situaciones complejas. Así, asumen

diferentes componentes como la memoria de trabajo, la orientación de la

atención, la inhibición de respuestas automáticas y la monitorización de la

conducta en función de los feedback. Alvarez y Emory (2006) han afirmado

que las funciones ejecutivas se refieren a los procesos cognitivos de alto

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nivel incolucrados en la regulación y el control orientado a una meta de los

procesos cognitivos de bajo nivel.

Como puede observarse, en todos los casos, desde la formulación original

de Luria (1966) hasta la actualidad, las funciones ejecutivas han sido

siempre definidas en los mismos términos. En último término, estas

capacidades pueden agruparse en una serie de componentes (Lezak, 1995;

Stuss y Levine, 2002):

Las capacidades necesarias para formular metas, diseño de planes.

Las facultades implicadas en la planificación de los procesos y las

estrategias para lograr los objetivos.

Las habilidades implicadas en la ejecución de los planes.

El reconocimiento del logro / no logro y de la necesidad de alterar la

actividad, detenerla y generar nuevos planes de acción.

Inhibición de respuestas inadecuadas.

Adecuada selección de conductas y su organización en el espacio y en

el tiempo.

Flexibilidad cognitiva en la monitorización de estrategias.

Supervisión de las conductas en función de estados motivacionales y

afectivos.

Toma de decisiones.

Habitualmente, su correcto funcionamiento se relaciona con la integridad

de lóbulos prefrontales del cerebro, cuya función principal parece ser el

control cognitivo (Miller y Cohen, 2001). Para una revisión más exhaustiva

del concepto se recomienda Tirapu-Ustárroz, García-Molina, A., Luna-Lario,

P., Roig-Rovira, T. y Pelegrín-Valero 2008a, b).

1.1.1.1. LA CORTEZA DORSOLATERAL

Esta región, comparada con los primates más cercanos, es las estructura

neocortical más desarrollada. Concretamente la porción más anterior,

correspondiente al área 10 de Broca, presenta un desarrollo y una

organización funcional que son exclusivos de la especie humana (Stuss y

Levine, 2002). Se trata de zonas consideradas como regiones de

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asociación supramodal o cognitivas, puesto que no procesan estímulos

sensoriales directos.

Se puede dividir funcionalmente en porción dorsal y anterior, así como en

tres regiones: superior, inferior y polo frontal. La porción dorsolateral se

encarga de procesos que en su mayoría podrían encuadrarse dentro de las

llamadas funciones ejecutivas. Así, está involucrado en procesos tales

como memoria de trabajo, atención selectiva, planificación, seriación y

secuenciación, solución de problemas, flexibilidad cognitiva o formación

de conceptos (Stuss y Alexander, 2000; Tirapu-Ustárroz et al, 2008a). Por

otra parte, las porciones más anteriores, se relacionan con los procesos de

mayor jerarquía cognitiva tales como la metacognición, permitiendo

procesos de monitorización y control de la actividad (Kykio, et al, 2002;

Maril, Simons, Mitchell y Schwartz, 2003). Los polos frontales,

fundamentalmente el situado en el hemisferio derecho, están

involucrados en la conciencia autonoética y la autoconciencia. En estudios

sobre el humor y la teoría de la mente se ha puesto de relieve la

importancia de estas regiones en funciones específicamente humanas,

por lo que se considera que están involucradas de forma distintiva en los

procesos que nos definen como tales (Stuss y Levine, 2002).

Las lesiones en la corteza prefrontal dorsolateral pueden ocasionar

diversos déficit cognitivos: dificultades en razonamiento abstracto,

resolución de problemas, planificación, formación de conceptos,

ordenamiento temporal de los estímulos, aprendizaje asociativo,

atención, mantenimiento de la información en la memoria de trabajo,

proceso de búsqueda en la memoria, metacognición, cognición social,

alteración de algunas modalidades de habilidades motoras, generación de

imágenes y manipulación de las propiedades espaciales de los estímulos

(Grafman, 1994, Grafman, Holyoak y Boller, 1995; Allegri y Harris, 2001).

1.1.1.2. LA CORTEZA ORBITOFRONTAL

La corteza orbitofrontal abarca al menos cinco subregiones (del área 10 a

la 14 de Brodman) con distintos patrones de conexión y una alta

heterogeneidad. Se ha observado que el área 13 (ampliamente conectada

con la amígdala y el hipotálamo) se activa más en respuesta a estímulos

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auditivos desagradables, como sonidos de accidentes de tráfico, mientras

que el área 11 (que posee conexiones corticales temporales mediales) se

activa más si los sujetos tienen que aprender nueva información visual

presentada de manera abstracta (Frey y Petrides, 2000; Frey,

Kostopoulous y Petrides, 2000). Por ello, el área 13 alerta al organismo

para que atienda a los estímulos con cualidades afectivas, por lo que los

pacientes con lesión en esta zona responden menos a estímulos

amenazantes (Kolb y Whishaw, 2006).

La región orbitofrontal recibe aferencias de la amígdala, la corteza

entorrinal y la circunvolución del cíngulo, además de todas las áreas

sensoriales, mientras que envía proyecciones a la corteza temporal

inferior, corteza entorrinal, circunvolución del cíngulo, hipotálamo lateral,

amígdala, área tegmental ventral, cabeza del núcleo caudado y a la

corteza motora (Barbas, 2000).

En estudios realizados con monos se ha observado que lesiones en la zona

orbitofrontal dan lugar a respuestas inapropiadas en sus relaciones con

otros monos y una variación en los niveles de agresividad (Rolls, 1986). En

humanos, las lesiones en la corteza orbital están además relacionadas con

la presencia de alteraciones psicopatológicas.

1.1.1.3. LA CORTEZA VENTROMEDIAL

Esta zona está implicada en distintos procesos, aunque destaca por su

implicación tanto en la experiencia como en la expresión de las

emociones, siendo crítica para el procesamiento de emociones asociadas

con situaciones sociales y personales complejas (Damasio, 1997; Damasio

y Van Hoesen, 1984). En la parte interna del hemisferio, se sitúa el cíngulo

anterior, cuya lesión produce alteraciones motivacionales, además de

indiferencia, disminución del pensamiento creativo y pobre inhibición de

respuesta (Chow y Cummings, 1999). Se ha podido comprobar que, tras

lesión bilateral de la porción anterior de la circunvolución del cíngulo,

suele aparecer un síndrome acinético caracterizado por la expresión facial

neutra, así como pobreza comunicativa. Estudios con primates han

observado que tras lesiones en la circunvolución del cíngulo desaparece el

llanto por separación de la madre en los monos jóvenes y altera la

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relación de apego en los adultos, despreocupándose del cuidado de las

crías (MacLean, 1993). Estudios en humanos han encontrado que lesiones

en la región frontal medial se asocian con disminución de la expresividad

facial emocional, tanto fingida como espontánea, que no puede ser

explicada por un trastorno motor (Borod, 1992). El cingulado anterior,

además, está compuesto por neuronas que responden ante la

significación y la novedad de los estímulos, por lo que se piensa que tiene

relación con la tendencia a la acción (Gabriel, Sparenborg y Stolar, 1986).

1.1.2. ALTERACIONES DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS

Reflejan la inadaptación de las acciones del demente y de la ausencia de

autocrítica.

Pueden provocar un síndrome frontal con distractibilidad, alteración de la

flexibilización mental, así como de las capacidades de abstracción y de

planificación. Dichos trastornos, cuando no se acompañan de afasia ni de agnosia

orientan hacia una demencia frontal (como una enfermedad de Pick) incluso

trastornos del juicio y del razonamiento, que pueden explorarse a través de la

crítica de historias absurdas, así como de las capacidades de abstracción

exploradas, por ejemplo por el subtes de semejanzas de la WAIS y por la

interpretación de refranes.

1.1.2.1. TRASTORNOS COMPORTAMENTALES

La modificación de la personalidad concebida como una modificación o una

acentuación de los rasgos anteriores forma parte de los criterios de demencias

propuesta por el DSM-III-R (pero curiosamente no por el DSM-IV). Así un

individuo tranquilo y paciente puede convertirse en agresivo y colérico, y su

entorno dirá entonces que “ya no lo reconoce”. Por otro lado, un individuo

considerado como económico se convierte en avaro y desconfiado, y su

entorno dirá que “ya era un poco así antes, pero poco a poco se ha vuelto

imposible”

El sujeto demente puede describirse como pasivo, desinteresado, apático,

envidioso, sospechoso, rígido, cerrado, egocéntrico o recriminador. Dichas

distorsiones comportamentales contribuyen a provocar en el entorno familiar

Page 10: III Bloque de Luria

una dejadez y, posteriormente, un rechazo que atenúa, a veces, un

sentimiento de culpabilidad.

La depresión es inseparable de la demencia y debe abordarse como un

diagnóstico diferencial, pero también como una manifestación asociada e

incluso sintomática a la demencia. La depresión es frecuente en la enfermedad

de Parkinson; constituye uno de los ítems de la puntuación isquémica de

Hchinski, y también se observa en la enfermedad de Alzheimer, en la cual

puede acompañar a las quejas mnesicas, al principio de la evaluación, como

aparecer en ausencia de quejas de memoria y, a veces con características de

una depresión mayor.

El sujeto demente puede manifestar verbalmente una ansiedad, ya sea en

relación con su memoria, al inicio de la enfermedad, o de manera difusa bajo

una forma de inquietud flotante, incluso una sobreexcitación motora (se

levanta de nuevo, se sienta, quiere irse durante la consulta o desplazamientos

familiares) o verbal.

Los comportamientos de deambulación errática, o de fugas, son

multifactoriales: pueden verse favorecidos por la ansiedad o ser signo de una

acatisia relacionada con la toma de neurolépticos; puede tratarse de la

consecuencia de problemas cognoscitivos graves, que inducen

comportamientos automáticos o anárquicos por la alteración de la memoria

topográfica: el hacerse cargo de ellos es difícil, puesto que el sujeto puede

marcharse de su domicilio y perderse, lo que exige que su entorno lo vigile

incesantemente, aun mas cuando el hecho de encerrarle es una fuente de

agitación. Entonces, el demente pide, sobre todo, una presencia que lo

canalice; los arreglos arquitectónicos pueden acondicionar los espacios de

circulación, donde la deambulación puede afectarse sin riesgo y sin obstáculos.

1.1.2.2. SÍNDROME DORSOLATERAL

Se insiste en que el circuito dorsolateral es fundamental en las funciones

ejecutivas (Cumming, 1993). El defecto más frecuente es la incapacidad de

organizar una respuesta comportamental ante la presencia de estímulos

nuevos o complejos. Los síntomas siguen todo un proceso, e incluyen la

capacidad de alternar las conductas, utilizar estrategias apropiadas y organizar

Page 11: III Bloque de Luria

la información para adaptarse a los cambios ambientales. Las demencias

subcorticales se caracterizan por defectos en las funciones ejecutivas. Por lo

general, los pacientes muestran latencias de respuestas largas y dificultades en

la recuperación semántica, aunque conservan el reconocimiento (Butters,

1986). Varios estudiosos, como luria la presencia de perseveraciones del

hemisferio derecho, hay trastornos de tipo no verbal y paralingüístico, y en cao

de lesiones dorsolaterales del hemisferio izquierdo, habrá disminución en la

fluidez verbal y afasia extrasilviana (transcortical) motora. Luria 1989 señala

que un aplanamiento emocional corresponde a lesiones bilaterales; asimismo,

hay dificultades para ordenar la información en secuencias. Las regiones

ventrales y dorsales de la corteza prefrontal podrían participar en la habilidad

para tomar decisiones racionales y evitar situaciones de riesgo (Manes, 2002).

1.1.3. EVALUACIÓN DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS

De acuerdo con Phillips (1997), las tareas destinadas a la evaluación de las

funciones ejecutivas deben reunir tres criterios: que sean novedosas, que exijan

cierto esfuerzo y que requieran el concurso de los procesos de la memoria de

trabajo para su resolución.

Entre los ámbitos que debe incluir la evaluación del funcionamiento del lóbulo

frontal, Harmony y Alcaraz (1987) señalan los siguientes: la habilidad para iniciar

y mantener una serie de asociaciones dirigidas,la habilidad para mantener una

serie de interferencias, la habilidad para cambiar una estructura conceptual a

otra, y la habilidad para mantener una serie de actividades motoras alternantes.

(Estévez, García y Barraquer, 2000).

La originalidad del Stroop radica en el hecho de que la palabra coloreada suscita

una respuesta verbal automática que requiere muchas de las mismas funciones

neuropsicológicas necesarias para nombrar los colores. Además, la velocidad de

ambas reacciones (leer palabras y nombrar colores) es tal, que la respuesta de

leer palabras ocupa los canales neuropsicológicas, al mismo tiempo, que la

respuesta de nombrar colores. En principio, podría suponerse para llevar a cabo

óptimamente esta tarea, el sujeto debería ignorar el nombre de la palabra de

color de la cual, y debe nombrar el color de la tinta en que está impresa. No

obstante, y como afirma Neil (1978), en esos momentos la investigación estaba

más empeñada en dilucidar el lugar en que se producía la selección atencional

Page 12: III Bloque de Luria

que en postular cualquier suerte de mecanismo inhibitorio. Aun así, también

han aparecido trabajos que apoyaban la actuación de algún tipo de inhibición de

respuesta (Greewald , 1972). Quizá uno de los trabajos pioneros y más

importantes en este campo fue el de Dalrymple Alford y Budayr (1966), quienes

encontraron que nombrar colores en una lista de elementos tipo Stroop era

especialmente lento cuando el color de cada palabra coincidía con el nombre del

color de los elementos siguientes. Desde su diseño inicial en 1935 se han

publicado más de 700 artículos en relación a este instrumento (Stroop, 1935).

Algunos estudios neuropsicológicos han demostrado que la interferencia del

Stroop se produce como consecuencia de interferir los procesos verbal y no

verbal en la fase de respuesta (Golden, 1978). Parece que los estímulos del

Stroop activan un proceso automático de respuesta verbal que interfiere con el

nombramiento de los colores aprendido conscientemente. El sujeto realiza la

tarea o bien ejecutando dos respuestas secuencialmente (lectura de palabras

seguida del nombramiento del color) o bien suprimiendo mediante control

voluntario la respuesta automática de lectura de palabras. Son importantes las

aportaciones en este aspecto, del estudio de pacientes con algún tipo de afasia.

Así, Wiener (2001), en el estudio de pacientes con afasia de Wernicke, concluye

con las dificultades que presentan estos pacientes en ignorar de forma efectiva

los estímulos evocados automáticamente.

Este paradigma junto con el paradigma de doble tarea, el paradigma de priming

y la técnica de señal de stop es uno de los paradigmas que se utiliza en las

teorías de la automaticidad ( ver Wang, Zhou, Wang y Men, 2003). Su

característica fundamental y más común a todos ellos, es la dicotomía que

establecen entre dos formas de procesamiento, los procesos automáticos versus

los procesos controlados, ( Milliken y Lupianez, 1999).

La página de interferencia del Stroop mide básicamente la capacidad del

individuo para separar los estímulos de nombrar colores y palabras. Ciertas

personas son capaces de hacerlo y pueden suprimir la respuesta de lectura y

concentrase en la tarea de nombrar colores: otras personas son capaces de

suprimir el nombramiento de la palabra y han de procesar tanto la palabra como

el color antes de responder: en otros sujetos, por fin, las respuestas de palabra y

color están íntimamente confundidas debido a niveles altos de interferencia. Si

Page 13: III Bloque de Luria

esto es así, un lector pobre que aún no ha desarrollado la codificación

automática de la palabra del color de los nombres, no mostrará efectos de

interferencia Stroop tan fuertes como cuando los lectores son expertos

(Kahneman y Treisman, 1984).

1.1.4. REHABILITACIÓN DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS

Según Machuca (2002) los déficits cognitivos que con más frecuencia se observan

en el traumatismo craneoencefálico son los de orientación, memoria, atención,

memoria, lenguaje, funcionamiento ejecutivo, destacando entre todos ellos los

atencionales, trastornos visoperceptivos, solución de problemas y toma de

decisiones. Las áreas cognitivas más favorecidas por este tipo de intervención son:

la atención (Gray, 1994), la memoria (Glisky, 1997) y el funcionamiento ejecutivo

(Alderman, Fry y Youngson, 1995). En la rehabilitación de las funciones ejecutivas,

Muñoz y Tirapu (2004) establecen una declaración de principios generales que

emergen de las hipótesis actuales sobre el funcionamiento de los lóbulos

frontales: aplicación de una estrategia RPIEAL ( Identificar, Definir, Elegir, Aplicar y

Ver logro), Intervención sobre las variables cognitivas relacionadas con un buen

funcionamiento ejecutivo (memoria de trabajo, atención dividida, habilidades

pragmáticas, motivación), uso de técnicas de modificación de conducta para

incidir sobre comportamientos relacionados con este síndrome (especialmente

distracción, impulsividad, desinhibición y perseveración), empleo de técnicas de

refuerzo diferencial (preferiblemente el coste de respuesta), las variables de

situación deben tenerse en cuenta en un buen programa rehabilitador (interés de

la actividad, presentación de distractores externos, velocidad de presentación de

los estímulos), los programas de rehabilitación deben ser ecológicos, por lo que

deben contener estrategias específicas de generalización. Sohlberg, Mateer y

Staus (1993) plantean un modelo de tratamiento para los pacientes con síndrome

disejecutivo basado en tres áreas como: la selección y ejecución de planes

cognitivos (selección de conductas dirigidas a un objetivo), manejo apropiado del

tiempo (estimación del tiempo, crear escalas de tiempo, adaptación al tiempo

establecido) y la autorregulación (autoconciencia, control de impulsos,

perseveración).

Page 14: III Bloque de Luria

CONCLUSIONES

el tercer bloque de luria cumple con las siguientes sus funciones: Programación,

regulación y verificación de la actividad mental y de la conducta, Intencionalidad y

propositividad, Iniciativa y control atencional y Control de las formas más complejas

de conducta. Está localizado anatómicamente es Lóbulo frontal.

La corteza prefrontal constituye la máxima expresión del desarrollo cerebral en la

especie humana, siendo responsable del control último de la cognición, la conducta y

la actividad emocional, lo que recibe la denominación de Funciones Ejecutivas. Está

dividida en tres áreas anatomofuncionales: dorsolateral, cingulada y orbital.

Las alteraciones de las funciones ejecutivas refleja la inadaptación de las acciones y de

la ausencia de autocrítica. demencia frontal (como una enfermedad de Pick) incluso

trastornos del juicio y del razonamiento.

Evaluación de las funciones ejecutivas. Evalúa: la habilidad para iniciar y mantener una

serie de asociaciones dirigidas, la habilidad para mantener una serie de interferencias,

la habilidad para cambiar una estructura conceptual a otra, y la habilidad para

mantener una serie de actividades motoras alternantes.

Rehabilitación de las funciones ejecutivas a su debido tiempo. Ayudarán a la

recuperación de las áreas cognitivas más comprometidas como: la atención, la

memoria y el funcionamiento ejecutivo.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Roger.G. (2006). Neuropsicologia. España. Ed: 4ta

Peña, J. (2007). Neurología de la conducta y neuropsicología. Ed. Médica Panamericana

REFERENCIAS LINKOGRÁFICAS

Bausela, E. (2007). Función ejecutiva: evaluación y rehabilitación neuropsicológica. 2015, de

Universidad Autonóma de Potosì Sitio web:

http://rabida.uhu.es/dspace/bitstream/handle/10272/2061/b15176083.pdf?sequence=1

ANEXOS

figura 1: test de stroop