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Ideología como cámara oscura Sarah Kofman nació en París en 1934, era hija de un rabino de origen polaco que fue asesinado en Auschwitz. La filósofa se suicidó en 1994. Su filosofía giró en torno a los llamados por Ricoeur pensadores “de la sospecha”: Marx, Nietzsche (a cuyas metáforas dedicó numerosos volúmenes) y Freud (cuya valoración de las mujeres estudió). En una de sus primeras obras, Camera obscura. De l’idéologie (1973), Kofman estudia la metáfora de la cámara oscura en relación al concepto marxista de ideología como “mundo invertido”: “En toda ideología, los hombres y sus relaciones nos aparecen colocados boca abajo como en una cámara oscura” (Marx, La ideología alemana). Se trata de una analogía en el sentido definido por Kant : “una semejanza perfecta de dos relaciones entre cosas totalmente desemejantes” (Kant, Prolegómenos a toda metafísica futura), porque relaciona un proceso físico, la inversión de la imagen en la retina, con un fenómeno social como la ideología, mediante la relación de inversión. Esta “inversión” está asociada a todo un sistema de oposiciones tradicionales, míticas, que el marxismo desplaza: arriba/abajo, cielo/tierra, verdad/falsedad, luz/oscuridad… Así, por ejemplo, “contrariamente a la filosofía alemana que desciende del cielo a la tierra, aquí se sube de la tierra al cielo”. Ese “aquí” refiere al materialismo historicista. Este segundo juego metafórico (cielo/tierra) tiene una indudable connotación religiosa. Lo cual no es de extrañar teniendo en cuenta que la religión es, para Marx, la ideología por excelencia, pues sustituye el fundamento real (las relaciones de producción) por otro

Ideología como cámara oscura

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Disertación acerca de la ideología como categoría importante.

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Ideología como cámara oscura

Sarah Kofman nació en París en 1934, era hija de un rabino de origen polaco que fue

asesinado en Auschwitz. La filósofa se suicidó en 1994. Su filosofía giró en torno a los

llamados por Ricoeur pensadores “de la sospecha”: Marx, Nietzsche (a cuyas metáforas

dedicó numerosos volúmenes) y Freud (cuya valoración de las mujeres estudió).

En una de sus primeras obras, Camera obscura. De l’idéologie (1973), Kofman estudia la

metáfora de la cámara oscura en relación al concepto marxista de ideología como “mundo

invertido”: “En toda ideología, los hombres y sus relaciones nos aparecen colocados boca

abajo como en una cámara oscura” (Marx, La ideología alemana). Se trata de una analogía

en el sentido definido por Kant : “una semejanza perfecta de dos relaciones entre cosas

totalmente desemejantes” (Kant, Prolegómenos a toda metafísica futura), porque relaciona

un proceso físico, la inversión de la imagen en la retina, con un fenómeno social como la

ideología, mediante la relación de inversión.

Esta “inversión” está asociada a todo un sistema de oposiciones tradicionales, míticas, que

el marxismo desplaza: arriba/abajo, cielo/tierra, verdad/falsedad, luz/oscuridad… Así, por

ejemplo, “contrariamente a la filosofía alemana que desciende del cielo a la tierra, aquí se

sube de la tierra al cielo”. Ese “aquí” refiere al materialismo historicista.

Este segundo juego metafórico (cielo/tierra) tiene una indudable connotación religiosa. Lo

cual no es de extrañar teniendo en cuenta que la religión es, para Marx, la ideología por

excelencia, pues sustituye el fundamento real (las relaciones de producción) por otro

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imaginario. También la mercancía adquiere en el Capital, en su valor de cambio, valores

religiosos, mágicos, fetichistas, narcisistas...

Marx invierte la inversión idealista para devolverle al mundo (filosófico) su base real: el

desarrollo de las fuerzas productivas y la lucha de clases. Pero acepta que lo real y lo

verdadero, aun como contradicción, preexistirían al conocimiento. El modelo de la cámara

oscura preserva la existencia de los datos, puestos de manifiesto por la ciencia, que serían

invertidos dentro de las conciencias oscuras de los seres humanos, a causa de la lucha de

clases y las relaciones de dominación.

Pero al contrario que Feuerbach, que consideraba lo real como la naturaleza, al margen de

su relación con el humano, Marx sabe que la “naturaleza” es también un producto de la

historia. A pesar de que su trabajo teórico supone una objetividad "científica" desde la cual

denuncia el oscurecimiento ideológico, Marx se percata de que aún la ciencia podría caer -

al menos en parte- dentro de esa cámara oscura de la ideología: “Incluso esta ciencia de la

naturaleza llamada ‘pura’, ¿no es tal vez y solamente el comercio y la industria, la actividad

material de los hombres que le asignan un fin y le proporcionan sus materiales?".

Pero todavía más que la autonomía de la ciencia, es ilusoria la autonomía de la ideología:

“incluso las fantasmagorías del cerebro humano son sublimaciones, que resultan

necesariamente del proceso de su vida material, constatable empíricamente y que descansa

sobre bases materiales”. La metáfora química de la sublimación, para dar cuenta de la falsa

conciencia (ideología), hallará también preeminencia en el psicoanálisis freudiano, e

incluso –invertida- en la crítica marcusiana a la sociedad consumista, a la que se acusa de

provocar una “desublimación represiva” de ciertos valores humanistas.

En Marx, la sublimación describe –según Kofman- un proceso de idealización con

volatilización de los elementos constitutivos; y de allí el “olvido” del proceso de la génesis

y la ilusión de la autonomía.

La ideología es un reflejo invertido, imaginariamente separado de su fuente, que sólo puede

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engendrar reflejos de reflejos, simulacros, fetiches… Feuerbach partía del hecho de la

autoenajenación o alienación religiosa… “Pero el hecho de que el fundamento terrenal se

separe de sí mismo para plasmarse como un reino independiente que flota en las nubes es

algo que sólo puede explicarse por el propio desgarramiento y la contradicción de este

fundamento terrenal consigo mismo. Por ende, es necesario tanto comprenderlo en su

propia contradicción como revolucionarlo prácticamente. Así, pues, por ejemplo, después

de descubrir la familia terrenal como el secreto de la familia sagrada, hay que aniquilar

teórica y prácticamente la primera” (Tesis sobre Feuerbach, IV).

Por tanto, nada se puede resolver ideológicamente, especulativamente. Únicamente las

transformaciones de las contradicciones reales desplazan o resuelven los problemas.

El mundo de la ideología guarda un parecido indudable con la caverna platónica. Kofman

sólo se refiere a ello de pasada: “cueva platónica. Fuera, lejos, el sol… La ideología, en

cuanto cámara oscura, se ve cargada de todas las connotaciones aplicables al inconsciente y

al pensamiento mítico. La ideología representa las relaciones reales como veladas,

encerradas en un sobre. Más que como copia transparente que obedece a las leyes de la

perspectiva, se comporta como simulacro: disfraza y embrolla las relaciones reales. Marx le

opone los valores de claridad, luz, transparencia, verdad, racionalidad. La cámara oscura no

funciona como un determinado objeto técnico cuyo efecto consista en presentar invertidas

las relaciones reales, sino como un aparato cuyo fin es ocultar, y que hunde la conciencia en

la oscuridad, el mal, el error; que le produce vértigo, le hace perder el equilibrio; aparato

que convierte las relaciones reales en enigmáticas y secretas” ("Marx, magia negra", Op.

cit. 1).

Así pues, la ideología comporta una relación con lo real, puesto que lo refleja de forma

invertida, pero al mismo tiempo lo esconde y oscurece. La cámara oscura es así el

inconsciente de una clase, de la clase dominante a quien le interesa conservar

indefinidamente su dominio, velarse el carácter histórico de su dominio.

En el otro extremo está la ciencia. ¿Es la ciencia una cámara lúcida, un ojo perfecto, una

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retina pura? ¿Está la ciencia al margen de las contradicciones infraestructurales, del

desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción y sus

contradicciones? ¿Está la ciencia al margen de las relaciones de deseo y de poder?

Escribe Sarah Kofman: “Partiendo de que todo ojo tiene una cámara oscura, lo lógico

hubiera sido desembocar en la generalización de lo ideológico e invalidar la distinción entre

ideología y ciencia. En cambio, Marx conserva esta distinción”. En un siglo cientifista, la

ciencia aparece así cesante de la historia, al menos del esquema principal del materialismo

histórico, el constructo de modo de producción.

Publicado por José Biedma en 09:23

Etiquetas: Ciencia, Feuerbach, Ideología, J. Biedma, Marx, Sarah Kofman, Sublimación