1
16 OPINIÓN Diario de Navarra Miércoles, 31 de enero de 2018 ¿AL FUTURO POR LOS DE RIVERA? E L ruido general de los acon- tecimientos relacionados con la gran pugna entre los indepes y los unionistas difi- culta el análisis y la comprensión de ese gran fenómeno paralelo que esta- mos comenzando a vivir en la política española: el acercamiento paulatino entre el PP y Ciudadanos en expectati- va de voto que se observa en las últi- mas encuestas de opinión. Muy poco tiempo atrás nadie hubiera sido capaz de advertir la cercanía de esta situa- ción. Se sabía que los de Rivera gana- ban posiciones poco a poco, pero nadie imaginó que el fenómeno podría con- vertirse en sorpasso o en un panora- ma electoral como el que ahora co- mienza a vislumbrarse. Podemos asis- tir ya sin sorpresas a una evolución como la que estoy considerando. Las causas del riesgo de sorpasso no hay que buscarlas en diferencias entre ambos partidos que tengan relación con diferencias en la concepción y tra- tamiento de la crisis independentista de Cataluña. Esas causas hay que buscarlas más bien en la caída del PP por motivos vin- culados a su incapacidad para defen- derse de las acusaciones de corrup- ción generalizada. Los últimos meses están siendo fatales en ese sentido pa- ra el partido de Rajoy, que sufre los zarpazos por todos lo flancos, y que no sabe defenderse ni desde el lado de los Rafaeles Hernando ni desde las can- chas de las mentes más modernas, co- mo pueden ser el ministro portavoz o los Maroto. La corrupción al fin se ha convertido en su talón de Aquiles, des- pués de bastantes años en los que pa- recía que podrían soportarla sin gran sobresalto. Y esa circunstancia se jun- ta con el hecho de que Ciudadanos no ha padecido casos notorios de corrup- ción, por lo que el contraste es muy es- candaloso. El español medio por fin ha adquirido conciencia -o lo está hacien- do- de la trascendencia que tiene ese ti- po de comportamiento de los políticos, como sucede en los demás países des- de hace mucho tiempo. Y todavía en favor de Albert Rivera y sus muchachos hay que situar la evi- dente división de la izquierda españo- la. Un diputado más que el PP y ya ten- dríamos a Albert a las puertas de la Moncloa, mientras que los de Sánchez y Pablo Iglesias prosiguen con su cos- tumbre enfermiza. Ese eslogan socia- lista de “Somos la izquierda” es la peor patochada para abrirle a Albert las puertas de la Moncloa. Pero si ya han estado a punto de regalarnos con la presidencia de la Generalitat para Inés Arrimadas... Quiero decir con todo esto que la co- rrupción por un lado y la división de la izquierda por otro están abriendo en España esos nuevos caminos que pue- den conducirnos a unas soluciones políticas que nada tienen que ver con lo que se esperaba durante años. Va- mos a ver cómo salimos de la crisis ca- talana para saber qué puede suceder a continuación en este amado país. De momento, el aplazamiento del pleno del Parlament impone un incómodo compás de espera. Humo en los escaparates L LEVO más de la mitad de mi vida presente defen- diendo un modelo de economía basa- do en una empre- sa ética, transparente, franca y coherente. Una cultura de em- presa que hace negocio y gene- ra riqueza sobre cimientos de valores eternos; que vive y cons- truye su crecimiento en pará- metros tan tangibles como pro- ductividad, innovación, calidad y eficiencia sobre la base de pro- fundas convicciones, de valores intangibles, siempre de largo plazo, como la educación; la transparencia, la confianza o el interés común. Que hace de la fiabilidad de y en las personas - sean clientes, trabajadores o ac- cionistas- el centro y razón de su ser. Que cree y considera, en definitiva, que el fin nunca justi- fica los medios y que, en ningún caso, hace del engaño una he- rramienta de gestión o una for- ma de hacer. Como consecuencia de ello, no puedo disimular mi incom- prensión, traducida cuando se repite en franca indignación, sobre la más que generalizada moda actual de definir, en rim- bombantes y atractivos titula- res, aquello que pretende defi- nir la oferta y la forma de actuar de determinadas empresas cuando, lamentablemente, re- sultan a la postre, en demasia- dos casos, una inexplicable, fa- laz y artificial imagen de la rea- lidad posterior. Estoy convencido de que cualquiera de Uds., queridos lectores, sa- ben a qué me refiero y podrían contar más de una amarga ex- periencia en este sentido. Vaya también por delante que no quisiera con estas líneas “matar al mensajero”. No pre- tendo, en ningún caso, una ne- gativa crítica a los publicistas que diseñan, en algunos casos de manera profesional y, sin du- da alguna, creativa, los mencio- nados mensajes y campañas. No, no es el titular, como tal, el centro de ésta opinión crítica, sino aquellos elementos de di- chas empresas que deciden, unos, y ejecutan, otros, este mo- dal modelo de medias verdades; del peligroso juego de no men- tir pero no contar toda la ver- dad, con tal de obtener resulta- dos en forma de nuevos y con- fiados clientes de no importa qué duración. Esa delgada y, su- puestamente triunfadora, línea de lo que, entre la gente de le- yes, se conoce como “fumus bo- nus iuris”, o apariencia de buen Derecho, y que, como bien se in- dica, resulta mera apariencia, simple humo. Colorean de chirriantes colo- res sus fachadas y deletrean en sus escaparates y folletos gran- des titulares tipográficos con sus aparentes rasgos diferen- ciadores, en un ejercicio de con- vicción mágico del “pasen y ve- an”. Todo es luz y color en sus sa- lones de entrada y acogida; todo su personal está conveniente- mente formado e instruido para sonreír y saludar de manera cuasi familiar cuando uno llega atraído por aquellos mensajes; todos nuestros problemas se- rán, felizmente, corregidos gra- cias a su incomparable catálogo de productos y soluciones. No hay nadie que le ofrezca mejor servicio que nosotros. Tenemos lo que necesita. Todos estamos aquí para atenderle. Cuando, más pronto que tar- de, descubrimos la letra peque- ña, esa realidad inesperada y conscientemente ocultada que nos sorprende e inquieta; esa maldita sensación de haber si- do, de nuevo, engañados, la rea- lidad se oscurece y se llena de dificultades, trabas y desaten- ciones. La alfombra roja que amablemente se desplegó al en- trar, se destiñe y convierte en duro y angosto esparto. Empresas que, sin conside- rar el valor de la Marca -que ha sido alma y secreto, casi exclusi- vo, de la existencia centenaria de las mejores-, se autoconven- cen, y convencen a sus emplea- dos, de que la única cultura y ra- zón de ser de una empresa es la cultura del resultado, cuanto mayor y más rápido mejor. Re- presentan el peor ejemplo de una sociedad que enseña el egoísmo y la picaresca, lo ur- gente y superficial, como herra- mientas de éxito y cuyos valores no van más allá de lo extrema- damente inmediato e indivi- dual. Es posible que algunos sigan creyendo en esta filosofía de los negocios, en esta peculiar ma- nera de definir y construir el es- caparate de lo superfluo. Créan- me si les digo a quienes así pien- sen, por propia experiencia, que, tarde o temprano, el casti- llo se derrumba como construi- do en arena. He vivido tristes y desastrosos ejemplos que lo acreditan. En mi pensamiento diario nunca faltan algunas máximas imborrables y de obligado cum- plimiento aprendidas -y aprehendidas- de los mejores. Una de ellas, sin duda, la escul- pió el que fuera insigne Presi- dente del Deutsche Bank en el final de la Guerra Fría, Alfred Herrhausen: “Tenemos que de- cir lo que pensamos. Tenemos que hacer lo que decimos. Tene- mos que ser lo que hacemos”. Qué aparente verdad de Pe- rogrullo, pero qué difícil reto. Sin embargo, ojalá apareciera en la publicidad de todas las empresas. Nada más potente y seguro que un buen titular en el escaparate si la realidad, tras la puerta, supera con creces la apariencia. Víctor M. Fernández Díaz es abogado y socio-director de Concilia Asesores www.conciliarelacioneslaborales.es Los Caídos y Miramar: semejanzas y diferencias D ESDE hace varios meses es- tamos asistiendo a un deba- te sobre el futuro del Monu- mento de los Caídos de Pam- plona. Recientemente hemos conocido que el ayuntamiento va a sacar un concurso inter- nacional de ideas para aclarar el futuro. No muy lejos de aquí, en San Sebastián, el ayuntamiento se encuentra con el mismo problema en relación al palacio de Mira- mar. Se trata de un edifico histórico que a fi- nales del siglo XIX y comienzos del XX aco- gió el veraneo de la corte. A nivel histórico, los edificios represen- tan dos momentos diferentes: la guerra ci- vil y la Belle Epoque. Incluso a nivel tipoló- gico, el primero es un monumento conme- morativo mientras que el segundo es residencial. Al margen de lo anterior, am- bos lugares contienen un elevado interés histórico y artístico en sus respectivas épo- cas y estilos. Y junto a ello ambos lugares se encuentran en dos ciudades con alcaldías nacionalistas. En este sentido, precisamen- te es aquí cuando comienza a cobrar impor- tancia las semejanzas y las diferencias en relación al uso del patrimonio. En los últi- mos meses, el ayuntamiento de San Sebas- tián ha reabierto el debate sobre el futuro del palacio de Miramar. Hasta ahora, el edi- ficio se ha destinado como conservatorio de música, lugar de exposiciones o de cele- braciones. Recientemente, el ayuntamien- esto no sucede. Entonces ¿cuál es la dife- rencia? Cuando se trata de recordar la vio- lencia, la represión y de rebote, la división, se pone todo el interés y empeño en recor- dar el momento original. Sin embargo, cuando se trata de recordar el cándido mo- mento al que se debe una ciudad, como es la Belle Epoque de San Sebastián, pero que casualmente nos remite a la estrecha y bue- na relación con la capital, se es capaz de proponer un hotel y mil usos antes que ir hasta el fondo y destinarlo a lo obvio y evi- dente. Esa es la altura de miras, el nivel y la imparcialidad que subyace en todo ello. Tal es la situación que cuando se vendió el mo- biliario del palacio de Miramar tuvo que ser el Estado el que lo adquiriera y actualmen- te se encuentra en la residencia del subde- legado del gobierno de San Sebastián, en vi- lla La Cumbre. Al margen de las diferencias, con estos ejemplos podemos ver el uso partidista que se hace del patrimonio histórico y que lo que tanto se ha criticado en Pamplona en relación al uso que anteriormente tuvo los Caídos (exposiciones), salvando la respeta- ble diferencia de la represión y ciñéndonos al interés histórico y artístico, en San Se- bastián se aplaude abiertamente con tal de evitar lo que aquí presentan como ofensivo e incoherente. Con esta situación parece evidente que el destino final de los Caídos será el más alejado al uso objetivo, neutral y pedagógico que requiere un espacio de este tipo. Viendo la premeditada miopía de San Sebastián ante un simple periodo que nos remite al esplendor de un lugar y que care- ce de la línea roja de la sangre, el fuego o la violencia, no resulta difícil de predecir que lo que se va a crear aquí va a ser un triste ca- ballo de batalla partidista. Igor Cacho Ugalde es licenciado en Historia to presidido por el PNV ha insistido en des- tinarlo como hotel. Mientras que una bue- na parte del arco parlamentario vasco ha propuesto que se destine como museo de la Belle Epoque. Con este criterio ha quedado claro el tradicional nulo interés que ha mostrado y demuestra el ayuntamiento por recordar ese momento de la historia al que tanto debe la San Sebastián actual. Algo muy distinto a lo que podemos ver en otra ciudad europea de similar clase y condición como es Brighton en Reino Unido, preocupada siempre por la conservación del Royal Pavilion de la forma más fi- dedigna posible. Y por su- puesto con mejores resul- tados turísticos. A diferencia de ello, en Pamplona, el ayuntamien- to presidido por Bildu ha manifestado en numero- sas ocasiones su enorme interés por ir hasta el fondo de los Caídos. Evidentemente entre un monumento y otro hay una diferencia muy importante re- lacionada con la represión de la guerra ci- vil. Una circunstancia que se debe tener en cuenta en los Caídos e incluso el palacio de Ayete de San Sebastián pero que exonera a Miramar. En principio, la ausencia de esta situación en Miramar debería favorecer la recuperación del uso original. Sin embargo Víctor M. Fernández Igor Cacho LA VENTANA Pedro Calvo Hernando

Humo en los escaparates - Pamplona, Navarra · adquirido conciencia -o lo está hacien-do- de la trascendencia que tiene ese ti-po de comportamiento de los políticos, como sucede

  • Upload
    others

  • View
    5

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Humo en los escaparates - Pamplona, Navarra · adquirido conciencia -o lo está hacien-do- de la trascendencia que tiene ese ti-po de comportamiento de los políticos, como sucede

16 OPINIÓN Diario de Navarra Miércoles, 31 de enero de 2018

¿AL FUTURO POR LOS DE RIVERA?

E L ruido general de los acon-tecimientos relacionados con la gran pugna entre los indepes y los unionistas difi-

culta el análisis y la comprensión de ese gran fenómeno paralelo que esta-mos comenzando a vivir en la política española: el acercamiento paulatino entre el PP y Ciudadanos en expectati-va de voto que se observa en las últi-mas encuestas de opinión. Muy poco tiempo atrás nadie hubiera sido capaz de advertir la cercanía de esta situa-ción. Se sabía que los de Rivera gana-ban posiciones poco a poco, pero nadie imaginó que el fenómeno podría con-vertirse en sorpasso o en un panora-ma electoral como el que ahora co-mienza a vislumbrarse. Podemos asis-tir ya sin sorpresas a una evolución como la que estoy considerando. Las causas del riesgo de sorpasso no hay que buscarlas en diferencias entre ambos partidos que tengan relación con diferencias en la concepción y tra-tamiento de la crisis independentista de Cataluña.

Esas causas hay que buscarlas más bien en la caída del PP por motivos vin-culados a su incapacidad para defen-derse de las acusaciones de corrup-ción generalizada. Los últimos meses están siendo fatales en ese sentido pa-ra el partido de Rajoy, que sufre los zarpazos por todos lo flancos, y que no sabe defenderse ni desde el lado de los Rafaeles Hernando ni desde las can-chas de las mentes más modernas, co-mo pueden ser el ministro portavoz o los Maroto. La corrupción al fin se ha convertido en su talón de Aquiles, des-pués de bastantes años en los que pa-recía que podrían soportarla sin gran sobresalto. Y esa circunstancia se jun-ta con el hecho de que Ciudadanos no ha padecido casos notorios de corrup-ción, por lo que el contraste es muy es-candaloso. El español medio por fin ha adquirido conciencia -o lo está hacien-do- de la trascendencia que tiene ese ti-po de comportamiento de los políticos, como sucede en los demás países des-de hace mucho tiempo.

Y todavía en favor de Albert Rivera y sus muchachos hay que situar la evi-dente división de la izquierda españo-la. Un diputado más que el PP y ya ten-dríamos a Albert a las puertas de la Moncloa, mientras que los de Sánchez y Pablo Iglesias prosiguen con su cos-tumbre enfermiza. Ese eslogan socia-lista de “Somos la izquierda” es la peor patochada para abrirle a Albert las puertas de la Moncloa. Pero si ya han estado a punto de regalarnos con la presidencia de la Generalitat para Inés Arrimadas...

Quiero decir con todo esto que la co-rrupción por un lado y la división de la izquierda por otro están abriendo en España esos nuevos caminos que pue-den conducirnos a unas soluciones políticas que nada tienen que ver con lo que se esperaba durante años. Va-mos a ver cómo salimos de la crisis ca-talana para saber qué puede suceder a continuación en este amado país. De momento, el aplazamiento del pleno del Parlament impone un incómodo compás de espera.

Humo en los escaparates

L LEVO más de la mitad de mi vida presente defen-diendo un modelo de economía basa-do en una empre-

sa ética, transparente, franca y coherente. Una cultura de em-presa que hace negocio y gene-ra riqueza sobre cimientos de valores eternos; que vive y cons-truye su crecimiento en pará-metros tan tangibles como pro-ductividad, innovación, calidad y eficiencia sobre la base de pro-fundas convicciones, de valores intangibles, siempre de largo plazo, como la educación; la transparencia, la confianza o el interés común. Que hace de la fiabilidad de y en las personas -sean clientes, trabajadores o ac-cionistas- el centro y razón de su ser. Que cree y considera, en definitiva, que el fin nunca justi-fica los medios y que, en ningún caso, hace del engaño una he-rramienta de gestión o una for-ma de hacer.

Como consecuencia de ello, no puedo disimular mi incom-prensión, traducida cuando se repite en franca indignación, sobre la más que generalizada moda actual de definir, en rim-

bombantes y atractivos titula-res, aquello que pretende defi-nir la oferta y la forma de actuar de determinadas empresas cuando, lamentablemente, re-sultan a la postre, en demasia-dos casos, una inexplicable, fa-laz y artificial imagen de la rea-lidad posterior. Estoy convencido de que cualquiera de Uds., queridos lectores, sa-ben a qué me refiero y podrían contar más de una amarga ex-periencia en este sentido.

Vaya también por delante que no quisiera con estas líneas “matar al mensajero”. No pre-tendo, en ningún caso, una ne-gativa crítica a los publicistas que diseñan, en algunos casos de manera profesional y, sin du-da alguna, creativa, los mencio-nados mensajes y campañas.

No, no es el titular, como tal, el centro de ésta opinión crítica, sino aquellos elementos de di-chas empresas que deciden, unos, y ejecutan, otros, este mo-dal modelo de medias verdades; del peligroso juego de no men-tir pero no contar toda la ver-dad, con tal de obtener resulta-dos en forma de nuevos y con-fiados clientes de no importa qué duración. Esa delgada y, su-puestamente triunfadora, línea de lo que, entre la gente de le-yes, se conoce como “fumus bo-nus iuris”, o apariencia de buen Derecho, y que, como bien se in-dica, resulta mera apariencia, simple humo.

Colorean de chirriantes colo-res sus fachadas y deletrean en sus escaparates y folletos gran-des titulares tipográficos con sus aparentes rasgos diferen-

ciadores, en un ejercicio de con-vicción mágico del “pasen y ve-an”.

Todo es luz y color en sus sa-lones de entrada y acogida; todo su personal está conveniente-mente formado e instruido para sonreír y saludar de manera cuasi familiar cuando uno llega atraído por aquellos mensajes; todos nuestros problemas se-rán, felizmente, corregidos gra-cias a su incomparable catálogo de productos y soluciones. No hay nadie que le ofrezca mejor servicio que nosotros. Tenemos lo que necesita. Todos estamos aquí para atenderle.

Cuando, más pronto que tar-de, descubrimos la letra peque-ña, esa realidad inesperada y conscientemente ocultada que nos sorprende e inquieta; esa maldita sensación de haber si-do, de nuevo, engañados, la rea-lidad se oscurece y se llena de dificultades, trabas y desaten-ciones. La alfombra roja que amablemente se desplegó al en-trar, se destiñe y convierte en duro y angosto esparto.

Empresas que, sin conside-rar el valor de la Marca -que ha sido alma y secreto, casi exclusi-vo, de la existencia centenaria de las mejores-, se autoconven-

cen, y convencen a sus emplea-dos, de que la única cultura y ra-zón de ser de una empresa es la cultura del resultado, cuanto mayor y más rápido mejor. Re-presentan el peor ejemplo de una sociedad que enseña el egoísmo y la picaresca, lo ur-gente y superficial, como herra-mientas de éxito y cuyos valores no van más allá de lo extrema-damente inmediato e indivi-dual.

Es posible que algunos sigan creyendo en esta filosofía de los negocios, en esta peculiar ma-nera de definir y construir el es-caparate de lo superfluo. Créan-me si les digo a quienes así pien-sen, por propia experiencia, que, tarde o temprano, el casti-llo se derrumba como construi-do en arena. He vivido tristes y desastrosos ejemplos que lo acreditan.

En mi pensamiento diario nunca faltan algunas máximas imborrables y de obligado cum-plimiento aprendidas -y aprehendidas- de los mejores. Una de ellas, sin duda, la escul-pió el que fuera insigne Presi-dente del Deutsche Bank en el final de la Guerra Fría, Alfred Herrhausen: “Tenemos que de-cir lo que pensamos. Tenemos que hacer lo que decimos. Tene-mos que ser lo que hacemos”.

Qué aparente verdad de Pe-rogrullo, pero qué difícil reto. Sin embargo, ojalá apareciera en la publicidad de todas las empresas. Nada más potente y seguro que un buen titular en el escaparate si la realidad, tras la puerta, supera con creces la apariencia.

Víctor M. Fernández Díaz es abogado y socio-director de Concilia Asesores www.conciliarelacioneslaborales.es

Los Caídos y Miramar: semejanzas y diferencias

D ESDE hace varios meses es-tamos asistiendo a un deba-te sobre el futuro del Monu-mento de los Caídos de Pam-plona. Recientemente hemos conocido que el

ayuntamiento va a sacar un concurso inter-nacional de ideas para aclarar el futuro. No muy lejos de aquí, en San Sebastián, el ayuntamiento se encuentra con el mismo problema en relación al palacio de Mira-mar. Se trata de un edifico histórico que a fi-nales del siglo XIX y comienzos del XX aco-gió el veraneo de la corte.

A nivel histórico, los edificios represen-tan dos momentos diferentes: la guerra ci-vil y la Belle Epoque. Incluso a nivel tipoló-gico, el primero es un monumento conme-morativo mientras que el segundo es residencial. Al margen de lo anterior, am-bos lugares contienen un elevado interés histórico y artístico en sus respectivas épo-cas y estilos. Y junto a ello ambos lugares se encuentran en dos ciudades con alcaldías nacionalistas. En este sentido, precisamen-te es aquí cuando comienza a cobrar impor-tancia las semejanzas y las diferencias en relación al uso del patrimonio. En los últi-mos meses, el ayuntamiento de San Sebas-tián ha reabierto el debate sobre el futuro del palacio de Miramar. Hasta ahora, el edi-ficio se ha destinado como conservatorio de música, lugar de exposiciones o de cele-braciones. Recientemente, el ayuntamien-

esto no sucede. Entonces ¿cuál es la dife-rencia? Cuando se trata de recordar la vio-lencia, la represión y de rebote, la división, se pone todo el interés y empeño en recor-dar el momento original. Sin embargo, cuando se trata de recordar el cándido mo-mento al que se debe una ciudad, como es la Belle Epoque de San Sebastián, pero que casualmente nos remite a la estrecha y bue-na relación con la capital, se es capaz de proponer un hotel y mil usos antes que ir hasta el fondo y destinarlo a lo obvio y evi-dente. Esa es la altura de miras, el nivel y la imparcialidad que subyace en todo ello. Tal es la situación que cuando se vendió el mo-biliario del palacio de Miramar tuvo que ser el Estado el que lo adquiriera y actualmen-te se encuentra en la residencia del subde-legado del gobierno de San Sebastián, en vi-lla La Cumbre.

Al margen de las diferencias, con estos ejemplos podemos ver el uso partidista que se hace del patrimonio histórico y que lo que tanto se ha criticado en Pamplona en relación al uso que anteriormente tuvo los Caídos (exposiciones), salvando la respeta-ble diferencia de la represión y ciñéndonos al interés histórico y artístico, en San Se-bastián se aplaude abiertamente con tal de evitar lo que aquí presentan como ofensivo e incoherente. Con esta situación parece evidente que el destino final de los Caídos será el más alejado al uso objetivo, neutral y pedagógico que requiere un espacio de este tipo. Viendo la premeditada miopía de San Sebastián ante un simple periodo que nos remite al esplendor de un lugar y que care-ce de la línea roja de la sangre, el fuego o la violencia, no resulta difícil de predecir que lo que se va a crear aquí va a ser un triste ca-ballo de batalla partidista.

Igor Cacho Ugalde es licenciado en Historia

to presidido por el PNV ha insistido en des-tinarlo como hotel. Mientras que una bue-na parte del arco parlamentario vasco ha propuesto que se destine como museo de la Belle Epoque. Con este criterio ha quedado claro el tradicional nulo interés que ha mostrado y demuestra el ayuntamiento por recordar ese momento de la historia al que tanto debe la San Sebastián actual. Algo muy distinto a lo que podemos ver en otra

ciudad europea de similar clase y condición como es Brighton en Reino Unido, preocupada siempre por la conservación del Royal Pavilion de la forma más fi-dedigna posible. Y por su-puesto con mejores resul-tados turísticos.

A diferencia de ello, en Pamplona, el ayuntamien-to presidido por Bildu ha manifestado en numero-sas ocasiones su enorme

interés por ir hasta el fondo de los Caídos. Evidentemente entre un monumento y otro hay una diferencia muy importante re-lacionada con la represión de la guerra ci-vil. Una circunstancia que se debe tener en cuenta en los Caídos e incluso el palacio de Ayete de San Sebastián pero que exonera a Miramar. En principio, la ausencia de esta situación en Miramar debería favorecer la recuperación del uso original. Sin embargo

Víctor M. Fernández

Igor Cacho

LA VENTANA Pedro Calvo Hernando