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Homero. y la Ilíada PEDRO C. TAPIA ZÚÑIGA [ BibliOtheCa Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexi- cana acaba de editar la llíadade Homero, vertida al espa- ñol por el poeta Rubén Bonifaz Nuño, nuestro traductor de la poesía épica del docto Virgilio. Hablar de esta versión y de la IUada es una tarea ardua; tanto, como son difíciles los planteamientos de los asuntos elementales. Nadie ignora a Rubén Bonifaz. ¿Quién no ha oído algo del venerable Home- ro? ¿Quién -habiendo leído-dudará de que estamos ante un gran poema, ante una versión española muy original y, curiosamente, ante la versión menos bonifaciana de Rubén Bonifaz Nuño? Para los fines de estas líneas, no importa que haya o no haya existido Homero, el autor único del poema nacional de los helenos; igual, si dicho Homero escribió o no escribió lo que se le atribuye. Es una indudable realidad que tenemos la Ilíada, nuesta IUada, de la cual ya se han dicho tantas cosas durante sus tantos siglos de existencia, que resulta difícil ima- ginar algún tratado capaz sólo de reseñar las gestas que se han librado en pro, en contra yen comento de esa monumen- tal construcción homérica de veinticuatro torres atribuida a un ciego. Hablar de Homero y de sus obras significa aventurarse en un infinito mar de información casi abrumante; implica disponer de un barco pesado como las tradiciones y ágil como una base de datos, para, por una parte, superar las tormentas del olvido y, por la otra, convertir el rugiente oleaje de la crí- tica en un discurso coherente. Se sabe que la primera redacción de este libro es recien- te, de tiempos de Pisístrato (s. VI a. C.), y que dicha redacción también lo marcó para siempre; se puede afirmar, basándo- se en datos del mismo libro, que contiene rasgos vetustos, .50.

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Homero. y la Ilíada•

PEDRO C. TAPIA ZÚÑIGA

[

BibliOtheCaScriptorumGraecorumetRomanorum Mexi­

cana acaba de editar la llíadade Homero, vertida al espa­

ñol porel poeta Rubén Bonifaz Nuño, nuestro traductor

de la poesía épica del docto Virgilio. Hablar de esta versión

y de la IUada es una tarea ardua; tanto, como son difíciles

los planteamientos de los asuntos elementales. Nadie ignora

aRubén Bonifaz. ¿Quiénnohaoídoalgo del venerable Home­

ro? ¿Quién-habiendo leído-dudará de que estamos ante

un gran poema, ante una versión española muy original y,

curiosamente, ante la versión menos bonifaciana de Rubén

Bonifaz Nuño?

Para los fines de estas líneas, no importa que haya o no

haya existido Homero, elautor único del poema nacional de

los helenos; igual, si dicho Homero escribió o no escribió lo

que se le atribuye. Es una indudable realidad que tenemos la

Ilíada, nuesta IUada, de la cual ya se han dicho tantas cosas

durante sus tantos siglosde existencia, que resulta difícil ima­

ginar algún tratado capaz sólo de reseñar las gestas que se

han libradoen pro, en contrayencomentode esa monumen­

tal construcción homérica de veinticuatro torres atribuida

a un ciego.

Hablar de Homero yde sus obras significa aventurarse

en un infinito mar de información casi abrumante; implica

disponerde un barco pesado como las tradiciones yágil como

una base de datos, para, por una parte, superar las tormentas

del olvidoy, por la otra, convertir el rugiente oleaje de la crí­

tica en un discurso coherente.

Se sabe que la primera redacción de este libro es recien­

te, de tiempos de Pisístrato (s. VI a. C.), yque dicha redacción

también lo marcó para siempre; se puede afirmar, basándo­

se en datos del mismo libro, que contiene rasgos vetustos,

.50.

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UNIVERSIDAD DE MÉxICO

Después de esta exhortación de

Propercio, ¿no e osadía de un

amante, ociosidad imple y

vana curiosidad filológica

el ir de Virgilio a Home­

ro? La tradición, los he­

chos dicen que no. Re­

pasemos algunos datos

curiosos. ¿Dónde está,

en Virgilio, la llúu/adeHomero?Por supues-

to, en la segunda par­

tedesu Eneida, en los

libro 7-12, yalguien

-yconrazán-pue-

d oncluir que la Odi-sea de Homero se encuen­

tra en los libro 1-6 de la

Eneida. Ahí podríamos dejar

el 'unto, i no estuviéramos

de uri ,nipensáramos en

un ruditosevero,comoRu­

bén Bonifaz uña, que, a

la altura de estas líneas,

podría murmurar que es­

to es mentira, que noes del

todo cierto. Maticemo ,

nton e , un poco.

En los primero seis libros de la Eneida, Virgilio solamen­

te trclnsforma -con regla yescuadra-dos sextas partes de

la Odisea de Homero, es decir, ocho libros¡ a saber, los can­

tos S-12. Por upuesto, su proemio, es decir, el proemio de

la Eneida, sólo puede entenderse a partir de la unión de la

1lúuIa yde la Odisea¡ claro que sí, el furor de Dido no procede

de Homero, sino del libro3de laA~ica de Apolonio de

Roda , y naturalmente, también en la primera parte de su

obra, Virgilio se aprovechadel canto 23 de la 1lúu/ade Home­

ro: el sepelio de Parroclo se convierte en el sepelio de Mi e­

no (libro 6), y los juegos fúnebres de aquél, en lo juegos

fúnebres en honor del padre Anqui es (libro S).

Decíamos que la segunda parte de la Eneida merece elcalificativo de opus maius; sí que lo merece, yaquí pcxiemo

entender otra razón: en esta parte, Virgilio tiene la tarea de

resumir los otros 23 cantos de la llúu/a y lo 16 restantes de la

Odisea. Por algo se trata de una ección más compleja que

la primera. Acaso ahora se comprenda por qué se le dedica

tan poco espacio al comentario de esta segunda parte: es de-

moue :

Ilib~ 7

milimétri del

breuiras, una

disea: uarenta

Ir 'ulta-

ten imicar:io

y

qu ,Jd irgili,

aned u bra,a ulIúu1a.alguna idea de cómo

es la r pel nd laEneida. Ex ptuand aalgun nvidio-

d ayer yd i m r, n rmal admirar e te poema. Al

es~>arnld~:máti 1 horra i nd p~ perci :cediteRomani scriptores, cedite ai! / nescio quid maius nascitur

lliade¡ d ir, - In UGci nd RubénBonifaz;"¡cedan,

rie ! / No sé qué cosa

.51.

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UNIVERSIDAD DE MEXICO

masiado complicada en su composición, y, además, e posible

que los comentaristas lleguen aellaagobiados: por lo men en

dos mil versos de la primera parte de la Eneida, los estudiosos

han visto una, dos, omás alusiones aalgún verso de Homero.

¿Cómo trabaja Virgilio? El profesor Nikolau Knauer

lo diría, más o menos, de la siguiente manera: Virgilio con­

centra en un mismo contexto textos que en Homero se n­

cuentran en distintos contextos; comprime en una única

escena, escenas que en Homero están repetidas; ugiere in­

faliblemente, mediante formulaciones preñantes, algo de

su modelo; desdobla yda por separado partes que en u mo­

delo fonnaban una unidad; contamina en una escena s e-

nas que en Homero estabandistantes yeran distintas; abre­

via-ya lo sabemos-; ensancha pasajes; sincronizasu Eneidacon las epopeyasde Homero; hace fórmulas, igual que el maes­

tro, para las salidas y puestas del sol; quita detalles homéri­

cos que el lectoresperaba, ylos sustituye por otros, también

de Homero; contradice asu modelo en algunos detalles; elide

pasajes, ysólo alude aellos, dejando que la memoria busque

en los archivos de Homero; economiza espacio en la prepa­

ración de algunos acontecimientos, y deja que el lector los

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ui-

t

-

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U NIVERSIDAD DE MÉxICO

Es cierro qu en

r ~u

n;hay

1I I lliada n

Ih h dequ lallia-dan ,hayqu pe runIJU\..U 1;:11 uU grand r u 6 nn Literaria, ni

1I tru cura inr rna. En un y en otro

,1 llfada n ha r . cid ni re isc una

r all ntido: la

rfec i n d I cema de que se

y lcu n lengua yen calidad

poéci ,impid qu lla a atribuida

a una H m ro). No me parece que

sea n m n r la d igualdad de u lengua y cali-

dad cica; en cuan~ a la h rencia (o incoherencia) de su

cema, basc, r j mpl ,v rcm, según el proemio, se pro­

ponecamarla irad Aquil acausade un pleitocon Agame­

nón, por una muchacha; in embargo, como acinadamente

nos dice Bonifazensu lntroducci n,casiapartirdelcanto 17

ya a nadie, ym n a H mero, le importa la mentada ira por

dicha Briseida, y en el centro de la acción se proyecta, dra­

mática, la imagen de Patroelo, u muerte a manos de Héctor,

la venganza d Aquiles y la perspectiva de su muerte.

La Iliada no grande porel atractivo antropológico de

sus personaj : 1 hombres homéricos -más o menos así

lo expresó Hermann Friinkel- son seres absolutamente

unidimen ional . Si imaginamos o creemos que el huma­

no es un sercompuestode cuerpo yalma, dotado de un aquí

ycon las perspectivasde un másallá, hay que reconocerque

los personajes de Homero carecen de una psicología pro­

funda y desconocen un excitante más allá que les regule

moralmente lIS actos; por eso, en su solo hablar yactuar se

agota el sentido de toda su existencia, ydespués de la muerte

sigue un algo tan odioso como sombrío, acambio de lo cual el

divino Aquiles preferiría la suerte histórica del más misera­ble de los jornaleros.

Es cierto que la Iliada dispone de un rico vocabulario

psicológico, y mediante él, separa claramente y distingue

los aspectos racionales e irracionales del hombre; sin em­

bargo -como lo explica Albrecht Dihle-, todos estos as­

pectos no constituyen un ámbito espiritual autónomo, que

secontrapongaa la esfera física del hombre. Todas las nocio­

nes psicológicas se ligan a las manifestaciones externas de la

persona, comocuando, porejemplo, el pánico atrapa las pier­

nas del que huye del peligro. Dicho vocabularioda testimo­

nio de la atención con que se ven ydescriben las acciones

humanas: a partir de esa descripción de acciones y hechos,

Bonifaz Nuño pudo intuir la que debió haber sido la actitud

interior que condujo a Héctor a la libre elección de su dolo­

roso destino. Sinembargo, Homero mismo no busca concep­

tos psicológicosgenéricos, solamente caracteriza las acciones

concretas, comocuando, paramostrar la angustia de Andró­maca, le tira su lanzadera y la hace corter del palacio a la

torre, y le suelta sus prendas.

Homero tampoco es grande porla sublimidadde sus dio­

ses Ydiosas. Leamos su Iliada: las diosas son rencorosas ycapri­

chudas; los dioses se mezclan en la lucha con los hombres;

lloranyríen; roban, engañan yse prostituyen. Son inmortales

y no envejecen: se dedican a la "buena vida". Mientras los

hombres fatalmente tienen que soportar su destino ycargar

irremisiblemente las consecuencias de sus actos, los dioses,

después de cada batalla,se retiran ysesientancontentos a be­

ber y a comer, como si nada hubiera pasado, dejando a los

hombres solos ensu desgracia: realmente -eomo observaba

Charles Moeller-Ios griegos se merecían unos dioses me­

jores, como mejores cristianos se merece el Dios de la Biblia.

Un Zeus justiciero tendrá que esperar la llegada de Hesíodo, y

el Zeus único yprovidente tendrá que esperar a los estoicos, a

Cleantes ya Arato, por citar algunos ejemplos.

¿Qué le queda a la llíada? ¿Por qué es un gran poema,

cómo se explica su enorme influencia en toda la literatura

griega ymás allá de la griega?Sidebo responder, responderé

parafraseando a Agustín de Hipona en sus Confesiones,hablando del tiempo: "nada nos es más familiar y conoci­

do que la grandeza de la llíada; si nadie me pregunta sobre

ella, sé la respuesta; si quiero explicárselo a alguien que me

lo pregunte, lo ignoro". Por eso preferídar la palabra a Vir­

gilio. No obstante, bosquej~ré una respuesta, comenzando

con otra pregunta. ¿Cómo es la Iliada de Homero?

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U NIVERSIDAD DE MÉxICO

r

r

ne-

tra-

nmu-

ualquier

historia universal, mue tra ydemue trael tránsito de lapee­

sía oral a la poesía e crita; com ningún tro Iibr ,n habla

del surgimiento d la literatura: 1pan nu tro d cada día,

cotidianamente má e caso. Por t ard t, uele

decirse que, como la dio a Aten a, la literatura riega e

hermosa y e tá bien armada d sJ u na Imlent .

También a propó ita de la grandeza tle 't poema, cabe

abundar un p co en algo 4ue a' ha di h much vece:

puede pensar e que la ¡{(aOO, por a í d ir!, n bra de

Homero; Homero, o quien ha a id I ta, lo mpuso

la Ilíada. De otr modo: 1qué d la Ilíada . tí mucho

antes de Homero; la tarea d t -grantl o m grande-

se restringe a un de irno cómo u di ron \< ~. Por

cierto, todo I que uced

ros versos, el cump\imi

qué, pues, le impu n . tal a en m

HomeroeldejaraTr ( in 'r onlu ·ratla.)u:t m

gran Zeu -y h aquí tra in oh r n la leI rma- n

puede alvarle la vidaa u hij fa

dispensarle a H tria mu rt

Rubén Bonifaz, rqu, m

La llíada es como es: esencialmente es casi la misma que

ha sido desde el siglo VI a. c., y existencialmente es como la

entiende el intérprete, su lector, las lecturas que se le hagan:

arqueológicas, históricas, mitológicas o teológicas, lingüís­

ticas o literarias ycuantas otras más se le ocurran a cada uno de

los lectores. Hay que darle las gracias a Rubén, pomo haber­

nos enfrascado en cuestiones de este tipo; así podemos leer

la llíada sin los prejuicios de sus intérpretes, entendiéndola

de acuerdo con nuestras capacidades personales.

Aunque ya se ha dicho a lo largo de siglos infinidad de

decires en tomo de la Ilíada, se pueden añadir otras muchas

cosas, tantas cuantos eruditos, amantes lectores ysiglos ven­

gan por delante ysean capaces de rescatarle puntos de vista

estéticos o morales que, por supuesto, serán buenos yprove­

chosos en cuanto surtan a sus lectores de categorías que los

ayuden ante los retos de su tarea e historia concretas. En

este sentido, de la Ilíada se han dicho cosas tan buenas como

las que dijo Virgilio en su Eneida, y tan malas como las que

hoy me atrevo a escribir: una sartade intuiciones más o me­

nos ingenuas y festivos malentendidos del poeta, de su tiem­

po y de sus destinatarios originales.

Si queremos, pues, saber por qué es grande la llíada, hay

que ir a su o a sus autores, a su tiempo y a sus destinatarios;

es casi seguro que, entonces, los que llamamos vicios se con­

viertan en virtudes, y -sin casi- podremos explicamos los

innegables triunfos poéticos de Homero que consigue, en­

tre otras cosas, descripciones y narraciones sencillamente

insuperables. Homero describe magistralmente; como diría

Alonso Schókel, Homero sabe enlazar las palabras y hacer

que ellas, desvistiendo el concepto, reproduzcan la imagen

presa y empolvada tras las rejas de su desgaste cotidiano; a

cada paso, leyendo a Homero, no nos queda más que el si­

guiente comentario: "¡qué bien está eso; parece que lo estu­

vieras viendo!"

Cuando se dice que Homero en sus obras logra narracio­

nes insuperables, se quiere decir-pruebe el lector si no-­

que sabe excitar nuestro interés, mantener la atención ydes­

pertar nuestras emociones: los siglos le enseñaron a Homero

el principio de la acción, y sabe aplicarlo. Para los frecuen­

temente distorsionados gustos de la moda estético-literaria,

a pesar de las leyes naturales del que narra y describe, puede

parecer que Homero es arcaico; sin embargo, las modas se

han ido y se irán las actuales: Homero vivirá para siempre.

Además, digamos que las desigualdades en el manejo

de la lengua se explican gloriosamente a la luz de las condicio­

nes de su surgimiento que, conocidas, explican otra gran­

deza de la Ilíada: este poema, c~mo ningún otro libro en la

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su experiencia, y aquí no faltarán razones para justificar la

preferencia. En mi opinión, la Eneida es grandiosa, pero

no puedo olvidar que, para que haya Virgilio, necesitamos

la Ilíada de Homero.

Ya está entre nosotros nuevamente, en español, este

poema homérico. Esta versión, como pocas versiones, dará

pie a múltiples y muy variados comentarios: a algunos les

hará mucha gracia; a otros, poca, y a otros más, ninguna.

Y todos tendrán razones, incluso buenas razones. Por su

parte, Rubén siempre ha "juzgado que, en la versión de los

clásicos griegos y romanos, se ha de tener como propósi­

to la más apegada literalidad, palabra a palabra", pero aho­

ra confiesa que "tal propósito resulta patentemente ilu­

sorio cuando se intenta cumplirlo en una versión de la

Ilíada a la lengua que hoy hablamos en México". Por esto,

al principio de estas líneas, yo decía que estamos ante la

versión menos bonifaciana de Rubén Bonifaz Nuño; sin

embargo, en la práctica se nota su afán porque el estudian­

te de griego pueda servirse de esta traducción con confianza

y con provecho al poder confrontar los textos griego yes­

pañol de la edición bilingüe, tal como lo decía el mismo

Rubén en otros prólogos del mismo género, donde aña­

día: "en tal confianza y en ese provecho, cifro la justifica­

ción de mi esfuerzo". Si después de esto, alguien se queja,

o critica el resultado, hay que decir que estamos lejos de la

concordia, demasiado cerrados como para esperar prontos

puntos de coincidencia.•

po; in embargo, t do lo' Jato ganado en tal forma e

proce arán n u persona: -erán filtrado por u cultura per­

sonal y e proy ctarán desJe su propia per pectiva en busca

de u pr pi bjeti . En la 1lúu1a, en cambio, cada can­

to, cada pedazo de rapsodia, quizá cada pasaje tiene atrás a

un Homero que probablcmente habla Je memoria, pero

acusa a un tC tigo ular de lo que no" relata. Es un te tigo

que,má aH de ab r J qué no habla, iente y vive e o

de que n habla.

Por upu t, -te poeta inJud blemente abe bien

e o de qu nos habla: poJcmo' onfiar en lo que no dice;

nadie impun ment lo ha él u ajo d menriro en a un­

to d Tr ya. Ya . -i . bu na abiduría popular afirmar que

a qui n ab 'U tema no le faltar' n la p labra: uerbaqueprouisam rem non mUlCll quenlllr, nt .

d cíaH rd'i n 'uArt'poéri a.¿ u

n ,1 i I Je peri n -i' ,1 'nse·

ñar n a Hom r br I gu 'mi de

Tr ya? l·" bf' J m 'mt ria, "pr -

Iql ,l" alabra' -aIJr. n ".rqu' . :ribt!ndl r L>

aper esteLfJrin I/>it/m rfans: "J I .ribir r' t<lm 'nt -. bcr I prin -¡.

pi yl (u'nt".

Ah ,¿\.t1 IJ I J 'IX m

el m granJ', y qui n I rfn ip

de I ta. o r 'p<md r bliga.

d r It mad' ra-lín'a ,niob·

jetar qu . trata d

pa ada d m d . M i n, termi-

nand rel r rin ipi ,

ciend que la Eneida un ma

cuya grandi idad e criba en u c n·

cept y n la r alizaci n del mism :

ésta, p ticament, tá muy bi n 1 grada, pero no expli­

ca tanto com el c nc pt mi 010.

Di am qu irgili, aunqu I parezca, no piensa

en competir con H m r ,in n re interpretar histórica­

mente lo h ch de la Ilíada, de manera que, como con­

cluye Knauer, fu ran válid en u pre ente; la exégesis

estoica, m ral yalegóri a de Virgilio logra un poema gran­

dioso que, imultáneamenr ,amplifica la grandeza de Home­

ro y, curio amente, deja atrá al griego, pero no en el simple

sentido del término, in como a un Antiguo Testamento

vi to a la luz del Nuevo, en donde aquél alcanza su cum­

plimiento. Y, ¿qué es mejor, cuál de los dos testamentos es

el más grande?Cada quien puede responder a su gusto, según

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