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Historia ycntica dela opinionpublica.La transformacion estructural

 

de la vida publica.

 —J. Habermas-

GG*

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Editorial Gustavo Gili, SL

Rossello 87-89, 08029 Barcelona, Espana. Tel. (+34) 93 322 81 61

Valle de Bravo 21, 53050 Naucalpan, Mexico. Tel. (+52) 55 55 60 60 11

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de la vida publica.

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Tftulo original: Strukturwandel der Offentlichkeit.

Untersuchungen zu einer Kategorie der burgerlichen

Gesellschaft.

Version castellana de Antonio Domenech, con la

colaboracion de Rafael Grasa

Version castellana del prefacio de la reedicion

alemana de 1990 de Francisco Javier Gil Martin

Revision bib l iogr afica por Joaquin Romaguera

i Ramio y Francisco Javier Gil Martin

Diseno d e la cu bierta de Toni Cabre/Editorial

Gustavo Gili, SL

Cualquier forma de reproduccion, distribucion,

comunicacion publica o transformacion de esta

obra solo puede ser realizada con la autorizacion

de sus titulares, salvo excepcion prevista por

la ley. Dirfjase a CEDRO (Centro Espanol deDerechos Reprograficos, www.cedro.org) si

necesita fotocopiar o escanear algun fragmento

de esta obra.

La Editorial no se pronuncia, ni expresa ni

implfcitamente, respecto a la exactitud de

la informacion contenida en este libro, razon

por la cual no puede asumir ningun tipo de

responsabilidad en caso de error u omision.

© Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main, 1962, 1990

para la edicion castellana:

© Editorial Gustavo Gili, SL, Barcelona, 1981, 1994

ISBN: 978-84-252-2708-0 (PDF digital)

www.ggili.com

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Indice

Prefacio a la nueva ed ition alemana de 1990.................................... 1

Prefacio de la 1.aedit io n ..................................................................... 37

Advertencia del traducto r..................................................................... 40

I. Introduction: Delimitation propedeutica de un tipo 

de la publicidad burguesa

1. La cuestion de partida ..................................................... ....... 412. Acerca del tipo publicidad representativa .............................44

Excursus: El final de la publicidad representativa ilus-

trado con el ejemplo de Wilhelm Meis ter .............................51

3. Sobre la genesis de la publicidad burg uesa .............................53

II. Estructuras sociales de la publicidad

4. El elemento fundamental ................................................... ........655. Insti tuciones de la publicidad............................................ ........69

6. La familia burguesa y la institucionalizacion de una 

 privacidad inserta en el publico ................................................80

7. La relacion de la publicidad literaria con la pub lici-

dad politica .......................................................................... ........88

III. Funciones polfticas de la publicidad

8. El caso modelico de la evolucion in g le sa ........................   94

9. Las variantes continenta le s................................................. 103

10. La sociedad burguesa como esfera de la auto-

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nomia privada: derecho privado y mercado l i-

 b e r a l i z a d o .............................................................................. 109

11. La contradictoria institucionalizacion de la pu

 bl icidad en el estado burgues de derecho........................... 115

IV. Publicidad burguesa: idea e ideologfa12 . P ub lic opinion, o pinion pub l iqu e, o f fent l ich e

meinung ,  opinion publica: acerca de la prehis-

toria del t o p i c o ..................................................................... 124

13 La pub l icidad como principio de mediacion

entre politica y moral (Kant) ............................................... 136

14 . Sobre la d ial ec tic a de la pu bl icid ad (Hegel y

Marx)......................................................................................... 149

15 La ambivalente concepcion de la publ icidad  

en la teoria del liberalismo (John Stuart Mill

y Alexis de Tocquevil le )........................................................ 161

V. La transformacion social de la estructura de la pu

blicidad

16 . La ten de nc ia al ens am bla m ien to de esfera pu  blica y ambito p r iv ad o .......................................................... 172

17 . La polarizacion esfera social-esfera intima........................   181

18 . Del pu blico culto al pub lico con sum ido r de

cultura....................................................................................... 189

19 . El plano ob liter ad o: line as e vo lut iva s de la

disgregacion de la publicidad burguesa 203

VI. La transformacion politica de la funcion de la pu- 

blicidad

20 . Del pe r iod ism o de los esc r i tore s pr iv ado s a

los servicios publicos de los medios de co-

mu nicac ion de masas El reclamo publ ici tar io

como funcion de la publicidad ............................................   209

21. La t ran sform acio n fun cion al del pr incipio de

la publicidad 223

22 . Pub licid ad fab rica da y op inion no public a: la

conducta electoral de la poblacion 237

23 . La pu bl icid ad po litica en el pro ces o de tran s-

formacion del estado l iberal de derecho en

estado social 248

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VII. Sobre el concepto de opinion publica

24. La opinion publica como ficcion del estado 

de derecho y la disolucion socio-psicologica

del co nc ep to ........................................................................... 261

25. Un intento sociologico de clarificacion............................... 268

 Notas ...................................................................................................... 275

Bibliografia ......................................................................................... 337

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Prefacio a la nueva edicion alemana de 19901

La cuestion de esta nueva edicion se ha presentado a raiz de unacircunstancia externa. La venta de la editorial Luchterhand, que favo-

recio mis primeros libros de una manera encomiable, hacia necesarioahora un cambio de editorial.

Tras una primera relectura del libro, despues de casi treinta anos,tuve la tentacion de efectuar cambios, de suprimir y de completar al-

gunos pasajes. Y entonces fui cada vez mas claramente consciente de

los inconvenientes que conllevaba tal proceder: la prim era modificationme hubiera obligado a explicar po r que no vertia el libro entero en unanueva redaction. Sin embargo, esto habria exigido demasiado a la ca-

 pacidad de un auto r que, entre tanto , se ha dedicado a otras cosas y queno se ha adaptado a la considerable literatura especializada. De hecho,ya en su dia, la investigation original surgio de la sintesis de una abun-

dante can tidad, apenas abarcable, de contribuciones procedentes de di-versas disciplinas.

Dos razones podrian justificar la decision de publicar sin revisio-

nes la agotada edicion decimoseptima. La primera es la constante de-manda de una publicacion que ha tomado carta de naturaleza como una

especie de manual en diversos ciclos de estudios. La segunda es la ac-tualidad que, ante nuestros propios ojos, la revo lution recuperadora enEuropa Central y Europa del Este ha otorgado al cambio estruc tural de

la publicidad .2 La reception del libro en Estados Unidos, donde apa-

1. Se trata del «Prefacio» a la reedicion, ahora en Suhrkamp Verlag, deStrukturwandel der Offentlichkeit.  En adelante se citara este libro, de acuerdo

con la presente version castellana, como HCOP y se colocara despues entre paren-tesis la pagination de la edicion alemana (N.T.).

2. J. Habermas,  Die nachholende Revolution. Kleine politische Schrif- ten VII,  Suhrkamp, Frankfurt, 1990. (Version castellana:  La necesidad de revision de la izquierda, Tecnos, Madrid, 1991. Traduzco nachholende Revolution,  si-guiendo a Manuel Jimenez Redondo, como «revolucion recuperadora». Pero la

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recio traducido al ingles en 1989,3 hab la tambien a favor de la actuali-

dad de este tema y de un tratamiento del mismo enriquecido en cuanto

a su perspectiva.4

Quiero aprovechar la oportunidad de la nueva edicion para hacer

unos comentarios que puedan, mas que sortearla, dejar clara la distan-

cia temporal de una generation. Es obvio que actualmente las investi-gaciones y cuestionamientos teoricos han cambiado respecto a la epoca

en que surgieron, a finales de los anos cincuenta y comienzos de los se-

senta. Desde los dfas en que tocaba a su fin el regim en de Adenauer, ha

cambiado el contexto extracientffico del horizonte historico de expe-

riencia desde el que extrafan tambien su perspectiva los trabajos cien-

tffico-sociales. Finalmente, ha cambiado mi propia teorfa, aunque, cier-

tamente, menos en sus rasgos fundamentales que en su grado de

complejidad. Despues de que haya proporcionado un a primera impre-sion, seguramente superficial, acerca de los dominios tematicos perti-

nentes, quisiera record ar aquellos cambios, al menos de manera ilus-

trativa y como sugerencia a estudios posteriores. Seguire para ello la

estructura del libro, tratando en primer lugar el surgimiento historico

y el concepto de la publicidad burguesa (capftulos I-III), y despues el

cambio estructural de la publicidad desde el doble punto de vista de la

trasformacion del Estado social y de la modification de las estructuras

comunicativas bajo los medios de comunicacion de masas (capftulos V

y VI). A continuation discutire la perspectiva teorica de mi presentation y de las implicaciones norm ativas de la mism a (capftulos IV y VII).

Con ello me interesare ademas por la contribu tion que pu eda ofrecer el

 presente estudio a la cuestion, hoy nuevamente relevante, de una teorfa

de la democracia. La receptio n del libro tuvo lugar ante todo en rela tion

expresion alemana incorpora tambien el matiz de retardamiento, dilacion o de-mora, de modo que tambien hubieran sido legftimas las opciones: la «revolucion

retrasada» o la «revolucion diferida». Por otro lado, me atengo al criterio esta- blecido por Toni Domenech al verter Offentlichkeit  como «publicidad» y burger - liche Gesellschaft  como «sociedad burguesa», en lugar de las alternativas o p i nion publica» y «sociedad civil»: N.T.)

3. The Structural Transformation ofthe Public Sphere. An Inquiry into a Category o f Bourgeois Society, MIT Press, Cambridge, 1989.

4. Por tales motivos, en septiembre de 1989 tuvo lugar en la Universityof North Carolina en Chappel Hill una animada conferencia, que para mi fueextraordinariamente instructiva. Junto a sociologos, politologos y filosofos, enese encuentro participaron tambien historiadores, teoricos de la literatura, in-

vestigadores de la comunicacion y antropologos. Agradezco a los participantessus sugerencias. (Las contribuciones a esa reunion —y una selection del consi-guiente debate y de las respuestas de Habermas— han quedado recogidas en elvolumen colectivo, al cuidado de Craig Calhoun,  Habermas and the Public Sphere,  MIT Press, Cambridge, 1992. En esta obra puede encontrarse tambienuna version inglesa del presente «Prefacio»: N.T.)

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con este aspecto, aunque no tanto en el momento de su primera publi

cation cuanto en el contexto de la revuelta estudiantil y de la reaction

neoconservadora provocada por ella. Ademas, en ocasiones ha sido asi-

milado polemicamente, y de manera parecida, tanto desde la izquierda

como desde la derecha.5

I. El surgimiento y el concepto de la publicidad burguesa

(1). Tal como se senalo en el «Prefacio» a la primera edicion, me pro-

 puse como prim er objetivo el desplegar el tipo ideal de la publicidad

 burguesa desde el contexto historico del desarrollo ingles, frances y ale

man, en el siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. Elaborar un concepto

especifico de una epoca exige poner de relieve, de m anera estilizada, las

marcas caracteristicas de una realidad social sumamente compleja. Talcomo sucede con cualquier generalizacion sociologica, la eleccion, la

relevancia estad istica y la importancia de las tendencias y ejemplos his-

toricos plantean un problema que implica grandes riesgos, sobre todo

si uno no se remonta hasta las fuentes, como hace el historiador, sino

que se apoya mas bien en la literatura secundaria. Por parte de los his-

toriadores se me han atribuido, con razon, «deficiencias empiricas». No

obstante, encuentro un atenuante y cierta tranquilidad en el juicio in-

dulgente de Geoffrey Eley, cuando constata en su detallada y documen-

tad a contr ibut ion a la mencionada conferencia que: «Al relee r el libro...

sorprende comprobar la manera tan segura e incluso imaginativa en

que esta justificado historicamente el argumento, dada la escasez de li-

teratura disponible por aquel entonces.»6

La sum aria presenta tion de Hans U. Wehler, apoyada en una ex

tensa literatura, confirma los rasgos fundamentales de mi analisis. Ha-

cia finales del siglo XVIII se ha desarrollado en Alemania «una publi-

cidad pequena, pero que discute criticamente.»7Aparece entonces un

 publico lector generalizado, compuesto ante todo por ciudadanos y bur-gueses, que se extiende mas alla de la republica de erud itos y que ya no

solo lee intensivamente una y otra vez unas pocas obras modelo, sino

que en sus habitos de lectura esta al corriente de las novedades. Junto

5. W. Jager, Offentlichkeit und Parlamentarismus. Eine Kritik an Jurgen  Habermas,  Stuttgart, 1973. Acerca de las recensiones, vease R. Gortzen, J. Habermas: Eine Bibliographie seiner Schriften und der Sekundarliteratur 19521981, Suhrkamp, Frankfurt, 1981, pp. 24 ss.

6. G. Eley, Nations, Publics, and Politicai Cultures. Placing Habermas in the Nineteenth Century,  Ms. 1989. (Este texto ha sido recogido en C. Calhoun(ed.): Habermas and the Public Sphere,  (1992), pp. 289-339; la cita se balla en la

 p. 294: N.T.)

7. H.U. Wehler, Deutsche Gesellschaftsgeschichte, tomo I, Beck, Munich,1987, pp. 303-331.

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a ese creciente publico lector surge hacia afuera, a partir del medio dela esfera privada, una red relativamente gruesa de comunicacion pu

 blica. El numero de lectores, que se incrementa a pasos agigantados, secorresponde con una considerable ampliation en la production de li-

 bros, revistas y periodicos; con el aumento de los escritores, de laseditoriales y librerfas; con la fundacion de las bibliotecas con serviciode prestamo, de los gabinetes de lectura y, sobre todo, de sociedades delectura como nudos sociales de una nueva cultura lectora. Entre tanto,tambien se ha reconocido la relevancia de la vida asociativa (Vereins- 

wesen)  que, surgida en la Ilustracion alemana tardfa, adquiere un sig-

nificado prenado de futuro mas por sus formas de organization que porsus funciones manifiestas.8 Las sociedades ilustradas, las asociacionesculturales, las logias secretas masonicas y las ordenes de iluminados

fueron asociaciones que se constituyeron a traves de las decisiones li- bres, o sea, privadas, de sus socios fundadores. Tales asociaciones es-tuvieron integradas por miembros voluntarios y practicaron interna-mente formas de sociabilidad igualitarias, la libertad de discusion, las

decisiones por mayorfa, etc. Aunque es cierto que todavfa quedabanagrupadas de m anera exclusivamente burguesa, en estas sociedades pu-dieron ensayarse las normas de igualdad politica de una sociedad fu-tura.9

La Revolution francesa vino a ser entonces el de tonador de la pu-

 jan te politizacion de una publicidad que habfa girado primeramente entorno a la literatura y la crftica artfstica. Esto no solo vale para Fran-

c ia ,10 sino tam bien para Alemania. La «politizacion de la vida social»,el auge de la prensa de opinion, la lucha contra la censura y a favor dela libertad de opinion carac terizan el cambio funcional de la red expan-siva de comunicacion publica has ta mediados del siglo X IX .11La polf-tica de censura, con la que se defendieron los estados de la FederationAlemana contra una institucionalizacion de la publicidad politica que

se vio re trasada hasta 1848, a rrastra aho ra a la literatu ra y a la crftica,

de m anera aun mas inevitable, hac ia la voragine de la politizacion. PeterU. Hohendahl aprovecha mi concepto de publicidad para observar ese

 proceso en detalle, aunque el encuentra ya en el fracaso de la revolu tionde 1848 la cesura que marca el incipiente cambio estructural de la pu-

 blicidad tem prano-liberal.12

8. R. v. Dulmen, Die Gesellschaft der Aufklarer, Frankfurt, 1986.9. MausEder, GeschichtealsLernprozefi?Zur PathogenesepolitischerMo- 

dernitat in Deutschland,  Suhrkamp, Frankfurt, 1985, pp. 123 ss.10. Veanse las contribuciones de Etienne Frangois, Jack Censer y Pierre

Retat en: R. Koselleck, R. Reichardt (Hg.), Die franzosische Revolution als Bruch desgesellschaftlichenBewufitseins, Munich, 1988, pp. 117 ss.

11. H.U. Wehler, Deutsche Gesellschaftsgeschichte, Beck, Munich, tomoII, pp. 520-546.

12. P.U. Hohendahl,  Literarische Kultur im Zeitalter des Liberalismus 1830-1870, Munich, 1985, especialmente los caps. II y III.

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G. Eley llama la atencion sobre recientes investigaciones acerca

de la histo ria social inglesa que se acom odan bien al marco teorico pro-

 puesto para el analisis de la publicidad. En referencia al popula r libe

ralism  de la Ing laterra del siglo X IX ,13esos estudios investigan los pro-

cesos de la formacion de clases, de la urbanizacion, de la movilizacion

cultural y del surgimiento de nuevas estructuras de comunicacion pu-

 blica, en la lfnea de aquellas voluntary associations que se constituyeron

en el siglo XV III .14Las investigaciones de Raym ond Williams en socio-

logfa de la comunicacion resultan especialmente esclarecedoras a la

hora de analizar la publicidad discutidora de la cultura (kulturrason- 

nierenden Offentlichkeit),  que en un principio estuvo determinada por

una burguesfa instruida y educada literariamente, y su transformacion

en una esfera dominada por los medios de comunicacion de masas y

 por la cultura de m asas.15Al mismo tiempo, Eley repite y da consistencia a la objecion de

que mi excesiva estilizacion de la publicidad burguesa conduce a una

idealization injustificada, y no solo a una sobrestimacion de los aspec-

tos racionales de u na comunicacion publica mediada po r lecturas y fo-

calizada en conversaciones. No es correcto hablar del publico en sin

gular, ni siquiera cuando se parte de una cierta homogeneidad de un

 publico burgues que era capaz de ver las bases para un consenso, al-

canzable al menos en principio, en la lucha de las diversas facciones con

sus intereses de clase (que, como siempre ocurre, estaban fraccionados,

 pero que en definitiva eran comunes). Aun cuando se prescinda de las

diferenciaciones en el inter ior del publico burgues, las cuales se pueden

incorporar tambien a mi modelo modificando la distancia optica, surge

una imagen distinta si desde el comienzo  se admite la coexistencia de

 publicidades en competencia y si, de este modo, se toma en conside

ra tion la dinamica de los procesos de com unicacion excluidos de la pu

 blicidad dominante.

(2). Puede hablarse de «exclusion» en un sentido foucaultiano cuando

estamos tratando con grupos cuyo rol es constitutivo para la formation

de una determ inada publicidad. Pero el termino «exclusion» adquiere

otro sentido menos radical cuando en las propias estructuras de la co-

municacion se forman simultaneamente varios foros donde, junto a la

13. Patricia Hollis (ed.), Pressure from Without,  Londres, 1974.14. J.H. Plumb, «The Public, Literature and the Arts in the Eighteenth

Century», en Michael R. Marrus (ed.), The Emergence o f Leisure, Nueva York,1974, pp. 11-37.

15. R. Williams, The Long Revolution,  Chatto & Windus Ltd., Londres,1961. Del mismo autor: Communications, Penguin, Harmondsworth, 1962. (Version castellana: Los medios de comunicacion social,  Peninsula, Barcelona, 1978:

 N.T.)

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 publicidad burg uesa hegemonica, entran en escena otras publicidades

subculturales o especfficas de clase de acuerdo con premisas propias

que no se avienen sin mas. En su mom ento no tuve en cuenta el prim er

caso; el segundo lo mencione en el «Prefacio» a la prim era edicion, pero

no lo trate.

En atenc ion a la fase jacob ina de la Revolution francesa y al mo-vimiento cartista, hable de los comienzos de una publicidad «plebeya»

y m antuve que podia ser dejada a un lado y considerada como una va-

riante de la publicidad burguesa, como una variante reprimida en el

 proceso historico. Pero, a consecuencia de la obra pio nera de E. Thomp

son,  Making o f the English Working Class,16 ha aparecido una abundante

can tidad de investigaciones sobre los jacob ino s franceses e ingleses, so-

 bre Robert Owen y las actividades de los prim eros socialistas, sobre los

cartistas y tambien sobre el populismo de izquierdas en la Francia decomienzos del siglo XIX. Estas investigaciones situan en o tra perspec

tiva la movilizacion politica de las clases bajas campesinas y de la po-

 blacion de trabajadores urbanos. En discusion directa con mi concepto

de publicidad, Gunter Lottes ha investigado la teorfa y la praxis del ra-

dicalismo ingles a finales del siglo XVIII, tomando como ejemplo a los

 jacobinos londinenses. Muestra como se ha desarrollado a partir de la

cultura popular tradiciona l, bajo el influjo de la intelectualidad radical

y bajo las condiciones de la comunicacion moderna, u na nueva cultura

 politica con practicas y formas de organizatio n propias: «El surgi-miento de la publicidad plebeya senala, por tanto, una fase especffica

en el desarrollo historico del contexto vital de las capas pequeno y bajo

 burguesas. Es, por un lado, una variante de la publicidad burguesa, por-

que se orienta segun su modelo. Pero, por otra parte, es algo mas que

eso, porque despliega el potencial emancipatorio de la publicidad bur-

guesa en un nuevo contexto social. En cierto modo, la publicidad ple-

 beya es una publicidad burguesa cuyos presupuesto s sociales han sido

supe rad os .»17La exclusion de las capas bajas, movilizadas cultura l y po-lfticamente, provoca una pluralizacion de la publicidad en el mismo

 proceso de su surgimiento. Junto a la publicidad hegemonica, y entre-

cruzada con ella, se forma una publicidad plebeya.

De manera distinta funciona la exclusion del pueblo en las formas

tradicionales de la publicidad representativa. Aquf el pueblo forma un

 bastidor ante el cual se representan a si mismos y a su estatus los que

16. E.P. Thompson, The Making o f the English Working Class,  Londres,

1963. (Version castellana: La Formacion de la Clase Obrera en Inglaterra, 2 vol.,Crftica, Barcelona, 1989: N.T.)

17. G. Lottes, Politische Aufklarung und plebejisches Publikum,  Munich,1979, p. 110. Vease tambien O. Negt, A. Kluge, Erfahrung und Offentlichkeit. Zur  Organisationsanalyse burgerlicher und proletarischer Offentlichkeit,  Frankfurt,1972.

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tienen el titulo de senores, los nobles, los dignatarios eclesiasticos, los

reyes, etc. En tanto que es excluido de la domination representada, el

 pueblo pertenece a las condiciones de consti tu tion de esa publicidad

representativa.

Ahora, como entonces, creo que este tipo de publicidad (que

unicamente quedo bosquejado en el apartado 2 de  HCOP)  configura eltransfondo historico para las formas modernas de la comunicacion pu

 blica. Richard Sennett hubiera podido preservar este contraste si no hu-

 biera orientado su diagnostico del declive de la publicidad burguesa ha

cia un falso modelo. Pues Sennett aplica a la publicidad burguesa

clasica los mismos rasgos de la pub licidad representativa. Subestima la

especifica dialectica burguesa de la intimidad y la publicidad, que en el

siglo XVIII consigue una validez incluso literaria con la privacidad,

orientada a lo publico, de la esfera intima burguesa. Dado que no dis

tingue suficientemente ambos tipos de publicidad, cree poder cubrir sudiagnostico del final de la «cultura publica» con el desmoronam iento en

las formas del juego de roles estetico de una autorrepresentacion dis-

tanciadam ente impersonal y ceremonial. Sin embargo, la escena en-

mascarada aparta la mirada ante los sentimientos privados, ante todo

lo subjetivo, y viene a formar pa rte del marco altamente estilizado de

una publicidad represen tativa cuyas convenciones se quiebran ya en el

siglo XVIII, cuando los particulares burgueses se constituyen en publico

y con ello en portadores de un nuevo tipo de pu bl icid ad .18

Con todo, ha sido la gran obra de Mijail Bajtin,  Rabelais y su 

mundo,19la primera que me ha abierto los ojos a la dinam ica interna de

una cultura popular. Es obvio que esta no era solo un mero bastidor, es

decir, un marco pasivo de la cultura dominante. Era, antes bien, la re-

vuelta repetida periodicamente y violentamente reprimida de un con-

traproyecto al mundo jerarquico de la domination , con sus fiestas ofi-

ciales y sus disciplinas cotidia na s.2" Solo esa mirada estereoscopica

 perm ite reconocer el modo como un mecanismo de exclusion, que des-

linda y reprime, provoca al mismo tiempo contraefectos no neutrali-

18. R. Sennett, The Fall ofPublic Man: On the Social Psychology of Ca pitalism, Nueva York, 1977. (Version castellana: El Declive del Hombre Publico, Peninsula, Barcelona, 1978: N.T.)

19. M. Bachtin, F. Rabelais und seine Welt,  Frankfurt, 1987. (Vease, encastellano, Mijail Bajtin, Julio Forcat, Cesar Conroy; La Cultura Popular en la 

 EdadMediay en elRenacimiento: El Contexto de Franqois Rabelais, Alianza, Madrid, 1988: N.T.)

2". Natalie Z. Davis, Humanismus, Narrenherrschaft undRiten der Ge- walt, Frankfurt, 1987, especialmente el capitulo 4. Para las tradiciones de las fiestas contraculturales que se remontan ampliamente mas alla del Renacimiento,vease Jacques Heers, Vom Mummenschanz zum Machttheater,  Frankfurt, 1986.(Version castellana: Carnavales y Fiestas de Locos,  Peninsula, Barcelona, 1988:

 N.T.)

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zables. Si ahora dirigimos la misma m irada a la pub licidad burguesa,

la exclusion de las mujeres en un mundo dominado por hombres apa-

rece de manera distinta a como la percibf en su momento.

(3). No hay ninguna duda sobre el carac ter pa triarcal de la pequena fa-

milia, la cual constituyo tanto el nucleo de la esfera privada de la socie-dad burguesa cuanto el lugar de origen de nuevas experiencias psico-

logicas de una subjetividad dirigida hacia si misma. Entre tanto, sin em  bargo, la creciente li te ratu ra feminista ha agudizado nuestra perception

hacia el caracter patriarcal de la prop ia publicidad, un a publicidad que

inmediatamente se extendio mas alla del publico lector, compuesto

tambien por mujeres, y que asumio funciones polfticas.21 La cuestion

es, entonces, si las mujeres fueron excluidas de la publicidad burguesade la misma manera que lo fueron los trabajadores, los campesinos y el

«populacho», es decir, los hombres no autosuficientes.Tanto a las mujeres como a los otros grupos les fue negada la

 particip ation activa y con igualdad de derechos en la form ation politica

de la voluntad y de la opinion. Bajo las condiciones de una sociedad de

clases, la democracia burguesa desemboco desde el principio en unacontradiccion con las premisas esenciales de su autoentendimiento. En

su mom ento, esta dialectica se pudo com prender aun con los conceptos

de la crftica marxista a la dom ination y a la ideologfa. Desde esta pers

 pectiva investige como se habfa modificado la relation de la publicidady la esfera privada, en referencia a la expansion de los derechos demo-

craticos de participacion y a la expansion de la compensacion del Es-

tado social para las discriminaciones especfficas de clase. Con todo, este cambio estructural de la publicidad politica se cumplio sin afectar al

carac ter pa triarcal de la sociedad en su conjunto. La igualdad civil, con-seguida finalmente en el siglo XX, sin duda abrio a las mujeres, hasta

ese momento en estado de subprivilegio, la oportunidad de conquistar

un a mejora en su estatus social. Pero, ademas de los derechos politicos

de igualdad, las mujeres tam bien quisieron disfrutar de mejoras del Es-tado social, sin que por ello todavfa se hu bie ra modificado eo ipso aquel

subprivilegio dependiente de la diferencia de sexo por adscripcion.

El empuje hacia la emancipation, por la que el feminismo viene

luchando desde hace dos siglos, ha entrado entre tanto en un proceso

de creciente efectividad y se encuentra en la lfnea de una universaliza-

cion de los derechos civiles, al igual que la emancipacion social de los

trabajadores asalariados. Sin embargo, a diferencia de la instituciona-

21. Catherine Hall, «Private Persons versus Public Someones: Class,Gender and Politics in England, 1780-1850», en: Carolyn Steedman, Cathy Ur-win, Valerie Walkerdine (eds.), Language, Gender, and Childhood, Londres, 1985, pp. 10 ss.; Joan B. Landes, Women and the Public Sphere in the Age o f the French  Revolution,  Cornell University Press, Ithaca, 1988.

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lizacion del conflicto de clase, las transformaciones de las relaciones se-

xuales no solo afectan al sistema economico, sino tambien al ambito

nuclea r y privado del espacio interior de la pequena familia. De ahi que

la exclusion de las mujeres haya sido tambien constitutiva para la pu

 blicidad politica, en el sentido de que dicha publicidad no solo fue do-

minada por hombres de manera contingente, sino que ademas quedodeterm inada de una m anera especificamente sexista tanto en su estruc-

tura como en sus relaciones con la esfera privada. A diferencia de la

exclusion de los hombres subprivilegiados, la exclusion de las mujeres

tuvo una fuerza configuradora de estructuras.

Carol Pateman defiende esta tesis en un influyente articulo, apa-

recido po rvez primera en 1983. Ella deconstruye las justificaciones teo-

rico-contractuales del Estado democratico de derecho, para demostrar

que el derecho racional critica el ejercicio paternalista  de domination

unicamente con el fin de modernizar  el patriarcado  en la forma de unadomination de hermanos: «El patriarcalismo (patriarchalism)  tiene dos

dimensiones: la paternal (padre/hijo) y la masculina (marido/mujer).

Los teoricos politicos pueden representarse el resultado de la batalla

teoretica como una victoria para la teoria del contrato porque silencian

el aspecto sexual o conyugal del patriarcado (patriarchy),  el cual aparece

como no-politico o natural. »22 C. Pateman se muestra esceptica res-

 pecto a una integracion de las mujeres, con igualdad de derechos, en

una publicidad politica que, todavia hoy, continua detenida en sus es

tructuras por los rasgos patriarcales de una esfera privada sustraida ala tem atizacion publica: «Ahora que la lucha feminista ha alcanzado el

 punto en el que las mujeres son casi iguales en lo civico-formal, se des-

taca la oposicion entre la igualdad conseguida a imagen del hombre y

la posit ion social real de la mujer en tan to que mujer» (p. 122).

Por supuesto, esta convincente reflexion no invalida, sino que re-

curre a los derechos de igualdad y de inclusion sin restricciones, inte-

grados en el autoentendimiento de la publicidad liberal. Foucault con-

cibe las reglas de form ation de un discurso dirigente como mecanismosde exclusion que constituyen su «otro» respectivo. En estos casos no hay

ninguna comunicacion entre el adentro y el afuera. Los participantes en

22. C. Pateman, «The Fraternal Social Contract», en John Keane (ed.),Civil Society and the State: New European Perspectives,  Verso, Londres, 1988,

 p. 105. (Ver tambien, de la misma autora, The Sexual Contract, Polity Press, Cam bridge, 1988: N.T.) En el mismo sentido: A.W. Gouldner, The Dialectic o f Ideology and Technology, Nueva York, 1976, p. 103: «El razonamiento fundamental de lo

 privado fue la integracion del sistema de la familia patriarcal con un sistema de propiedad privada. Una esfera que rutinariamente no tiene que dar cuenta de simisma, ni proporcionando informacion acerca de su conducta ni justificandola.La propiedad privada y el patriarcado fueron por ello, indirectamente, el fun-damento de lo publico». (Version castellana: La Dialectica de la Ideologiay de la Tecnologia, Alianza, Madrid, 1978: N.T.)

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II. El cambio estructural de la publicidad. Tres revisiones

(1). El cambio estructural de la publicidad esta incrustado en la trans

formacion del Estado y de la economia. Esta ultima la concebi en su

momento dentro de un marco teoretico que ya quedo trazado en la fi-

losofia del derecho de Hegel, que habia sido elaborado por el joven

Marx, y que habia recibido su contenido especifico en la tradition del

derecho constitucional aleman, desde Lorenz von Stein.

Dos circunstancias estan en la base de la construction constitu-

cional de la relacion entre un poder publico garantizador de las liber-

tades y el ambito socioeconomico organizado de acuerdo con el derecho

 privado: por un lado, la teoria liberal de los derechos fundamentales

desarrollada durante el Vormarz,2  teoria que sostenia —con clara in

tention politica— una estricta separation entre el derecho privado y elderecho publico; y, por otro lado, las consecuencias del fracaso de la

«doble revo lution alem ana de 1848/1849» (Wehler), es decir, un desa-

rrollo del Estado de derecho sin democracia. E.W. Bockenforde destaca

del siguiente modo este retraso, espetificamente aleman, en el estable-

cimiento gradual de la igualdad civil: «Con el surgimiento de la con

fronta tion entre "Estado" y "sociedad" se origina el problema de la p a r

ticipation de la sociedad en el poder estatal de decision y en la ejecucion

del mismo... El Estado introdujo a los individuos y a la sociedad en la

libertad burguesa y los mantuvo en esa condicion civil mediante la crea-

cion y la garantia del nuevo orden legal general. Pero los individuos y

la sociedad no obtenian ninguna libertad politica,   es decir, ninguna pa r

ticipation en el poder politico de decision, concentrado en el Estado, ni

ninguna posibilidad institucionalizada para ejercer una influencia ac-

tiva sobre ese poder. En cierto modo, el Estado como organizacion de

dominio descansaba en si mismo; expresado en terminos sociologicos:

estaba sostenido por la realeza, el funcionariado, el ejercito y, en parte

tambien, po r la nobleza; y como tal quedaba "separado" institucional yorganizativamente de la sociedad representada por la burgu es ia.»24

Este transfondo historico es tambien el que proporciona el con-

texto para el interes especifico en una publicidad que viene a adquirir

una funcion politica. Pero solo es capaz de asumir tal funcion en la me-

dida en que pone a los burgueses economicamente activos, en tanto que

ciudadanos, en disposition de compensar o generalizar sus intereses, y

de hacerlos valer de manera tan efectiva que el poder estatal se licue en

23. Vormarz (el Premarzo) es el nombre con que se denomina al periodode la historia alemana anterior a la Revolution de Marzo de 1848, periodo que

 puede retrotraerse hasta 1815: (N.T.).

24. E.W. Bockenforde, «Die Bedeutung der Unterscheidung von Staatund Gesellschaft im demokratischen Sozialstaat der Gegenwart», en: id., Staat, Gesellschaft, Freiheit, Frankfurt, 1976, pp. 190 ss.

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el medio fluido de una autoorganizacion de la sociedad. A esto es a loque se referfa el joven Marx con su idea de la retirada del Estado ante

una sociedad que ha llegado a ser politica en si misma. La idea de un a

tal autoorganizacion, canalizada a traves de la comunicacion publica de

los miembros libremente asociados de la sociedad, exige (en un prim er

sentido) la superacion de aquella «division» entre Estado y sociedad bosquejada por Bockenforde.

Con esta division, construida en el plano constitucional, se

vincula otra de significado mas general, a saber, aquella diferenciacion

de una economfa controlada a traves del mercado que emerge a partir de

los ordenes premodernos de domination politica. Desde la mas tem- prana modern idad, esta diferenciacion de la economfa ha acompanado

a la paulatina imp osition del modo de pro du ction capitalista y a la for

mation de las modernas burocracias estatales. Desde el punto de vista

retrospectivo del liberalismo, estos desarrollos encuentran su punto defuga en la autonomfa de un a «sociedad burguesa» en el sentido de Hegel

y Marx, esto es, en la autorregulac ion economica de un ambito socioe-

conomico garantizado constitucionalmente y organizado de acuerdo

con el derecho privado. Este modelo de una progresiva separacion deEstado y sociedad ya no reacciona en adelante a los desarrollos espe-

cfficos producidos en los estados alem anes del siglo XIX, sino que, mas

 bien, queda fijado segun el proto tipo del desarrollo ingles; y es dicho

modelo el que da pie a lo que he analizado como la inversion de la ten- 

dencia,  establecida a finales del siglo XIX. Este entrelazamiento de Es

tado y econom fa es el que trastoca la base en que se apoyaba el propio

modelo social del derecho privado burgues y del punto de vista liberal

sobre los derechos fundamentales.25 La superacion factica de la tenden-

cia a la separation entre Estado y sociedad la conceptualice, en refe-

rencia a sus reflejos jurfdicos, como un a neocorporativista «socializa-

cion del Estado», por un lado, y como una «estatalizacion de la

sociedad», por el otro. Ambos procesos sobrevienen a consecuencia de

las polfticas intervencionistas de un Estado que se mostrara activo a partir de ahora.

Entre tanto, todo esto ha sido investigado con mucha mayor

exactitud. En este momento quisiera unicamente recordar la perspec-tiva teorica que surge cuando el sentido normativo  de la autoorganiza-

cion de una sociedad, caracterizada por la superacion radical-democra-

tica de la separacion entre Estado y ambito socioeconomico, pasa a ser

examinado en referencia al entrelazamiento funcional de ambos siste-

mas tal como ocurre de hecho.  Me he dejado orientar por el punto de

vista de un potencial de la autoorganizacion social, potencial que es in-manente a la publicidad politica; y me he interesado por las repercusio-

25. Dieter Grimm, Recht und Staat der burgerlichen Gesellschaft,  Frankfurt, 1987.

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nes que han tenido aquellos complejos desarrollos para el Estado social

y para el capitalismo avanzado en las sociedades de tipo occidental. Me

refiero, a saber, a repercusiones:

 — en la esfera privada y en los fundamentos sociales de la autonomia

 privada (2);

 — en la estructu ra de la publicidad, asi como en la composition y com- portamiento del publico (3); y, finalmente,

 — en el proceso de legitim ation de las propias democracias de masas

(4).En relation con estos tres aspectos pasan a primer plano las de-

 bilidades de mi presenta tion en los capftulos V, VI y VII

(2). En las concepciones modernas del derecho natural, pero tambien

en las teorias sociales de los filosofos morales escoceses, la sociedad

 burguesa (civil society)  siempre estuvo con trapues ta al poder publico o

al gobierno (government)  como esfera privada en su totalidad.2  De

acuerdo con la propia comprension que de si tiene la sociedad burguesa

temprano-moderna, estratificada por agrupaciones profesionales, tanto

las esferas del trafico de mercancias y del trabajo social como la familia

y la casa descargada de funciones productivas podian quedar adjudi-

cadas sin mayores distinciones a la esfera privada de la «sociedad bur-

guesa». Ambas estaban estructuradas del mismo modo. La position y

la libertad de movimiento de los propietarios privados en el proceso de productio n constituyeron las bases de una autonomia privada que, por

asi decir, tenia su reverso psicologico en la esfera intima de la pequena

familia. Para las clases economicamente dependientes nunca habia

existido este estrecho plexo estructural. Ahora bien, solo con la inci-

 piente em ancipation social de las clases bajas, y con la politizacion en

masa de los conflictos de clase en el siglo XIX, pudo hacerse consciente

tambien en el mundo de la vida de las capas sociales burguesas que am-

 bos dominios, el de la esfera in tima familiar y el del sistema de ocu-

 paciones, venian estructurados en direcciones contrapuestas.  Lo quedespues ha sido conceptualizado como tendencia a la «sociedad orga-

nizada», como la progresiva autonomia de los niveles de organization

frente a la red de las interacciones simples, lo describi en el aparta-

26. J. Habermas, «Die klassische Lehre von der Politik in ihrem Ver-haltnis zur Sozialphilosophie» y «Naturrecht und Revolution), ambos en Theorie und Praxis: Sozial-philosophische Studien  (1963), Suhrkamp, Frankfurt, 1971,

 pp. 48 ss y 89 ss. (Version castellana: «La doctrina clasica de la politica y su relation con la filosofia social) y «Derecho natural y Revolucion», en: Teoria y Praxis, 

Tecnos, Madrid, 1988, pp. 49-86 y pp. 87-122: N.T.); John Keane, «Despotismand Democracy. The Origins of the Distinction between Civil Society and theState 1750-1850», en: J. Keane (ed.), Civil Society and the State: New European Perspectives, Verso, Londres, 1988, pp. 35 ss.

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do 17 de  HCOP  en terminos de una «polarizacion de la esfera social

y de la esfera fntima». No solo se va diferenciando ese dominio privado

de la vida delimitado por la familia, por los contactos de vecindad, por

la sociabilidad y por toda clase de relaciones informales; al mismotiempo, se modifica de manera especffica en relation con las diversas

capas sociales, orientandose de acuerdo con tendencias a largo plazotales como la urbanizacion, la burocratizacion, la concentracion em-

 presaria l y, finalmente, la reorganization hacia el consumo de masas en

el creciente tiempo de ocio. Pero aquf no me interesan los aspectos em-

 pfricos de esta reestructu racion de los mundos experienciales, sino el

 punto de vista teorico desde el que en su momento presente el cambiodel estatuto de la esfera privada.

Despues de la universalizacion de los derechos civiles de igual-dad, la autonom ia privada de las masas ya no podia enco ntrar su base

social en la disposicion y el control sobre la propiedad privada, en con-traste con la autonomia de aquellas personas privadas que se habfan

fusionado en las asociaciones de la publicidad burguesa y que asi se ha

 bfan constitu ido conjuntamente en el publico de los ciudadanos. Se-

guramente, las masas movilizadas politica y culturalmente hubieran

tenido que recurrir y que hacer uso efectivo de sus derechos a lacomunicacion y a la participacion en una publicidad expandida, para

que pudiera ser liberado y actualizado el potencial de autoorganizacion

social colocado presuntamente en dicha esfera publica. Pero, incluso

 bajo condiciones idealm ente propicias de comunicacion, las masas de-

 pendientes economicamente solo hubie ran podido contr ib uir a la for

m atio n espontanea de la opinion y de la voluntad si hubieran adquirido

el equivalente a la independencia social de los propietarios privados.

Obviamente, las masas sin propiedades ya no podfan conseguir el control sobre las condiciones sociales de su existencia privada por me

dio de la participation en el trafico de capital y de mercancfas organi-

zado de acuerdo con el derecho privado. Su autonomia privada tenia

que quedar asegurada sin prescindir de las garantfas del Estado social.Sin embargo, esa autonom ia privada derivada habrfa podido funcionar

como un equivalente a la autonomia privada originaria, basada en la

disposicion sobre la propiedad privada, unicamente si los ciudadanos

 — en tanto que clientes del Estado del bienestar— hubie ran disfrutado

de las garantfas del estatuto que se otorgaban a s i mismos  en tanto que

ciudadanos de un Estado democratico. Por otro lado, en su momento

me parecio que esto solo habrfa llegado a ser posible si se hubiera en-

sanchado el control democratico hasta alcanzar al proceso economico

en su totalidad.Esta reflexion tuvo lugar en el contexto de una extensa contro-

versia constitucional de los anos cincuenta, cuyos exponentes fueron

Ernst Forsthoff y Wolfgang Abendroth. En esa polemica jurfdica se dis-

cutfa acerca de la in ser tion del principio del Estado social dentro de la

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arquitectonica traditional del Estado de derecho.27 La Escuela de Carl

Schmitt defendia que la estructura del Estado de derecho solo podia

asegurarse con la primatia incondicionada de la protection de los cla-

sicos derechos de libertad sobre las demandas de las concesiones del

Estado social.28 Abendroth, en cambio, entendia el principio del Estado

social simultaneamente como una maxima hermeneutica prioritaria enla interpretation de la C onstitution y como una maxima de organiza

tion para el legislador politico. La idea del Estado social deberia servir

de resorte para un reformismo democratico-radical que, al menos, de-

 ja ra abierta la perspectiva de una transition hacia el socialismo demo

cratico. Abendroth manten ia que la ley fundamental de la Republica Fe

deral Alemana se proponia «extender   al orden economico y al orden

social la idea substantiva de un Estado constitucional democratico, es

decir, extenderla sobre todo al principio de igualdad y a la conexion del

 principio de igualdad con el ideal de particip ation —en el marco de laidea de au todeterm inacion .»29 Es obvio que, desde esa perspectiva,

la publicidad politica se contrae hasta convertirse en una especie de

antesala pa ra un legislador cuyos juicios estan teoretica y constitucio-

nalmente predeterminados. Ese legislador sabe de antemando de que

manera ha de seguir el Estado democratico su apelacion «a la confi

guration substantiva del orden social», a saber: mediante una «inter-

vencion del Estado en aquella propiedad... que hace posible un poder

 privado de control sobre grandes medios de p roduccion y, de este modo,

una dominacion no legitimable democraticamente sobre las posicionesde poder sociales o eco nomicas .»30

Cuanto mas fracasaba la persistencia en los dogmas liberales del

Estado de derecho a la hora de hacer justic ia a las cambiantes relaciones

sociales, tanto mas delataba tambien el fascinante programa de Aben

droth las debilidades de un pensamiento hegeliano-marxista inmerso en

el concepto de totalidad. Conforme han transcurrido los anos me he ido

distanciando cada vez mas de ese tipo de enfoque, pero esta circuns-

tancia no disminuye ni un apice la deuda intelectual y personal con-

27. Emst Forsthoff (Hg.),  Rechtstaatlichkeit und Sozialstaatlichkeit, Darmstadt, 1968.

28. E. Forsthoff, «Begriff und Wesen des sozialen Rechtsstaates», yE.R. Huber, «Rechtsstaat und Sozialstaat in der modernen Industriegesells-chaft», ambos en E. Forsthoff (1968), pp. 165 ss. y 589 ss. (Existe una versioncastellana del articulo de E. Forsthoff: «Concepto y Esencia del Estado Social delDerecho», en W. Abendroth, Ernst Forsthoff, Karl Doehring, El Estado Social, 

Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1986, pp. 69-106: N.T.)29. Vease HCOP: 252 (v.o., p. 331).30. W. Abendroth, «Zum Begriff des demokratischen und sozialen

Rechtsstaates», tambien en E. Forsthoff (1968), pp. 123 s. (Vease tambien:W. Abendroth, «El Estado de Derecho Democratico y Social como Proyecto Po-litico», en El Estado Social (1986), pp. 9-42: N.T.)

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trafda con Wolfgang Abendroth, de lo cual ya deje constancia en mi de-

dicatoria. Sin embargo, ahora mi tarea es com probar que un a sociedad

diferenciada funcionalmente se sustrae a los conceptos holistas de so-ciedad. La bancarrota del socialismo estatal que hoy contemplamos ha

confirmado una vez mas que un sistema economico moderno, dirigido

 por el m ercado, no puede ser desviado a discretion desde un m ecanismomonetario hasta el poder adm inistrativo y la formation dem ocratica de

la voluntad, sin que ello ponga en peligro su capacidad de rendim iento.

Ademas, nuestras experiencias con un Estado social que choca con sus

 propios lfmites nos han sensibilizado ante los fenomenos de la buro-

cratizacion y la juridizacion. Estos efectos patologicos aparecen como

consecuencias de las intervenciones estatales en los dominios de la ac

tion, que estan estructurados de forma que se oponen al modo de re

gu lation jurfdico-adm inistrativo.31

(3). El tema central de la segunda mitad del libro es el del cambio estructural de la propia publicidad, transformacion que quedo incorpo-

rada a la integration del Estado y la sociedad. La infraestructura de la

 publicidad se modifico junto con las formas de organizacion, distribu-

cion y consumo de una extensa produccion profesionalizada de libros,

adaptada a las nuevas capas de lectores, y de una prensa de revistas y

 periodicos que cambio tambien en lo referente a sus contenidos. Volvio

a modificarse una vez mas con el auge de los mass media  electronicos,con la nueva relevancia de la propaganda, con una creciente fusion en-

tre el entretenimiento y la information, con la fuerte centralization en

todos los terrenos, con la desintegracion de la vida asociativa liberal y

de las publicidades comunales, etc. Estas tendenc ias fueron registradas

correctamente, aun cuando se hayan presentado entre tanto investigaciones mas detalladas.32 Junto con la comercializacion y la condensa-

cion de la red de comunicacion, junto con el creciente despliegue del

capital y el ascendente grado organizativo de los dispositivos publicis-

tas, los canales de comunicacion pasaron a estar regulados de m anera

31. F. Kubier (Hg.), Verrechtlichung von Wirtschaft, Arbeit und sozialer  Solidaritat, Baden-Baden, 1984; J. Habermas, «Law and Morality», en The Tanner  

 Lectures on Human Values,  Vol. VIII, Salt Lake City/Cambridge, Mass., 1988, pp. 217-280 (Estas lecciones han sido integradas en los «Vorstudien und Ergan-zungen» en J. Habermas, Faktizitat und Geltung. Beitrage zur Diskurstheorie des Rechts und des demokratischen Rechtsstaats,  Suhrkamp, Frankfurt, 1992,

 pp. 541-599. (Vease ahora en version castellana: «^Como es Posible la Legitimi-

dad por via de Legalidad?», en J. Habermas, Escritos sobre Moralidady Eticidad, Paidos/I.C.E.-U.A.B., Barcelona, 1991: N.T.)

32. Raymond Williams, Television: Technology and Cultural Form,  Fontana, Londres, 1974. Del mismo autor: Keywords: A Vocabulary o f Culture and Society,  Fontana, Londres, 1983. Vease tambien D. Prokop (Hg.),  Medien- 

 forschung Bd. I, Konzerne, Macher, Kontrolleure, Frankfurt, 1985.

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mas intensa y las oportunidades de acceso a la comunicacion publica

quedaron sujetas a una presion selectiva aun mayor. Surgio asi una

nueva clase de influencia, a saber, un poder de los medios que, utilizado

manipulativamente, hace perder la inocencia al principio de la publi-

cidad. La esfera publica, dominada y prees tructurada al mismo tiempo por los mass media,  degenero en un ruedo impregnado po r el poder. Y,

con ayuda de la election de los temas y de las contribuciones, en ese

ruedo se libro una batalla no solo por el control de la influencia, sino

tambien por la regu lation de los flujos de comunicacion que actuan con

eficacia sobre el comportamiento, regulacion que ocultaba en lo posible

sus intenciones estrategicas.

Un analisis y una description rea lista de esa publicidad impreg-

nada por el poder prohibe, ciertamente, la injerencia incontrolada de

 puntos de vista valorativos. Pero tambien ha de pagarse un alto precio

si se descuidan empiricamente importantes diferencias. Por esa razon,introduje en su momento la distincion entre dos tipos de funciones. Por

un lado, las funciones criticas de los procesos comunicativos autorre-

gulados, sostenidos por debiles instituciones, entretejidos tambien ho-

rizontalmente, inclusivos y m as o menos parecidos a los discursos; por

otro lado, aquellas funciones que ejercitan un influjo sobre las decisio-

nes de los consum idores, de los votan tes y de los clientes, funciones es-

tas que proceden de las organizaciones que intervienen en la publicidad

de los mass media con el fin de movilizar el poder adquisitivo, la lealtad

o el conformismo. Estas intervenciones operan por via de extrac tion enel interior de una publicidad que ya solo es percibida como el entorno

de un sistema independiente, y se encuentran con una comunicacion

 publica que se regenera espontaneamente a partir de las fuentes del

mundo de la vida.33Tal era el significado de la tesis de que «la publicidad

 politicamente activa en las condiciones del Estado social tiene que en-

tenderse como un proceso de autoproduccion: se ve forzada a institu-

cionalizarse paulatinamente compitiendo con aquella otra tendencia

que, en el marco de una esfera tremendamente ampliada de la publi-

cidad, reduce la eficacia critica del principio de la publicidad, volvien-

dolo contra sf m ism o.»34

Era necesario revisar el analisis y, ante todo, mi apreciacion del

comportamiento cambiante del publico, mientras me adhiriera en con-

 ju nto a la descripcion de la cambiante infraestructura de la publicidad

impregnada por el poder. Considerado retrospectivamente, encuentro

ahora diversas razones que permiten explicar tales insuficiencias. La so-

ciologia del comportamiento electoral estaba en sus comienzos, al me

nos en Alemania. Y por entonces yo acababa de asimilar mis experien-

33. W.R. Langenbucher (Hg.),  Zur Theorie derpolitischen Kommunika- tion,  Munich, 1974.

34.  HCOP: 258 (v.o.: p. 338).

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cias personales con la primera campana electoral, que se ejecuto de

acuerdo con estrategias de marketing  y sobre la base de los resultados

de las encuestas. Experiencias chocantes similiares son las que de-

 ben de haber tenido los habitantes de la Republica Democratica Ale

mana, ahora mismo, con las campanas de los partidos alemanes del

Oeste invadiendo su territorio. Tambien conviene senalar que, por en

tonces, la television apenas habia avanzado gran cosa en la RepublicaFederal Alemana. Esto solo lo comprendf anos despues, en Estados Uni-

dos, y, po r tanto, no pude contrastar mis lecturas con las experiencias

de primera mano. Por lo demas, no es diffcil reconocer el poderoso in-flujo ejercido po r la teorfa adorn iana de la cu ltura de masas. A esto hay

que an ad ir los deprimentes resultados de las investigaciones empfricas,

recien concluidas por entonces, sobre el tema de «los estudiantes y la polftica.»35 Estas investigaciones pueden haber ofrecido una razon ana-

dida para infravalorar el influjo de la educacion escolar, especialmenteel de la formation secundaria en expansion, sobre la movilizacion cul

tural y la creation de actitudes crfticas. Sin embargo, todavfa no habia

tenido lugar en la Republica Federal Alemana el proceso que posterior-

mente Parsons denomino como «revolucion de la educacion». Finalmen-

te, resulta llamativa la ausencia de todo lo referente a la dimension de

lo que, entre tanto, ha recibido gran atencion bajo el rotulo de «cultura polftica». Todavfa en 1963, Gabriel A. Almond y Sidney Verba intenta-

ron capturar la «cultura cfvica» por medio de unas pocas variables de

actitudes.36 Incluso la investigation sobre el cambio de valores mas am- pliamente concebida, la que se rem onta a The Silent Revolution  de Ro

nald Inglehart,37 aun no abarcaba el espectro total de las mentalidades

 polfticas fijadas firmemente en la autocomprension cultural, mentali-

dades en las que arra iga historicamente el potencial pa ra la reaccion deun publico de m asa s.38

Dicho brevemente: resulta demasiado simplista mi diagnostico

de un desarrollo rectilfneo desde el publico polfticamente activo hasta

el publico replegado en una mala privacidad, «desde el publico discu-

35. J. Habermas, L. v. Friedeburg, Chr. Oehler, F. Weltz, Student undPo- litik, Neuwied, 1961.

36. The Civil Culture: Political Attitudes and Democracy in five Nations, Princeton, 1963. (Version castellana: G. Almond, S. Verba, La Cultura Civica: Es- tudio sobre la Participacion Politica democratica en Cinco Naciones, Euramerica,Madrid, 1970: N.T.). Vease tambien G. Almond, S. Verba (eds.), The Civic Culture 

 Revisited,  Boston, 1980.

37. Ronald Inglehart, The Silent Revolution: Changing Values andPolitical Styles among Western Publics,  Princeton, Princeton University Press, 1977.

38. Frente a esto, cf. Robert Neelly Bellah et. al., Habits o f the Heart. Individualism and Commitment in American Life,  University of California Press,Berkeley, 1985. (Version castellana: R.N. Bellah y otros,  Habitos del corazon, Alianza, Madrid, 1989: N.T.)

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tidor de la cultura hasta el publico consumidor de cultural. En su momento juzgue con excesivo pesimismo la capacidad de resistencia y, so

 bre todo, el potencial critico de un publico de masas pluralista y muy

diferenciado internamente, cuyos habitos culturales empezaban a des- prenderse de las barreras de clase. Tambien han cambiado los criteriosdel propio enjuiciamiento, y lo han hecho jun to con la ambivalente per-

meabilidad de los limites entre la alta y la baja cultura y jun to con una(no menos ambigua) «nueva intimidad entre cultura y po lit ic a l,39 que

ya no asimila meramente la information al entretenimiento.

 No puedo siquiera ofrecer unas breves observaciones sobre ladispersa y prolija literatura especializada en sociologia del comporta

miento politico, porque solo la he seguido espo rad icam ente.40 Igual deimportante para el tema del cambio estructural de la publicidad es elestudio de los medios, en especial las investigaciones en sociologia dela com unicacion sobre los efectos sociales de la telev ision .41 En su mo-mento no pude prescindir de los resultados de la tradicion establecida

 por Lazarsfe ld ,42 la cual ha sido in tensamente criticada en los anos se-tenta a causa de su tratam iento individualista y behaviorista, restringidoa la psicologia de los pequenos grup os .43 En la direction opuesta,el punto de vista critico-ideologico ha sido continuado con marca-dos acentos em piricos,44y ha llamado la atencion a los investigadores

de la comunicacion, por una parte, sobre el contexto institucional delos m edios45 y, por otra parte, sobre el contexto cultural de la recep-

39. Cf al respecto «Die neue Intimitat zwischen Kultur und Politik», en Die nachholende Revolution. (Version castellana en La necesidad de revision de la izquierda: N.T.).

40. Vease, por ejemplo, S.H. Barnes, Max Kaase (eds.), Political Action:  Mass Participation in Five Western Democracies, Beverly Hills, 1979.

41. Vease el volumen especial: «Ferment in the Field», Journal of Communication,  Vol. 33, 1983. En lo ateniente a las referencias bibliograficas, estoyen deuda con Rolf Meyersohn, quien trabaja desde hace anos en el ambito de lasociologia de los medios de masas y de la cultura de masas.

42. Para un resumen de tales resultados, vease J.T. Klapper, The Effects ofMass Communication,  Glencoe, 1960. (Version castellana:  Efectos de las co- municaciones de masas, Aguilar, Madrid, 1974.)

43. T. Gitlin, «Media Sociology: The Dominant Paradigm», Theory and  Society,  6, 1978, pp. 205-253; como respuesta, vease ademas la defensa de ElihuKatz en «Communications Research since Lazarsfeld», Public Opinion Quarterly,51, Winter 1987, pp. 25-45.

44. C. Lodziak, The Power of Television, Londres, 1986.45. T. Gitlin, The Whole World is Watching,  Berkeley, 1983; H. Gans,

 Deciding What's News,  Nueva York, 1979. Para una vision de conjunto, veaseG. Tuckmann, «Mass Media Institutions)) en: Neil J. Smelser (ed.); Handbook of  Sociology, Nueva York, 1988, pp. 601-625. Para una perspectiva que abarca lasociedad en su conjunto, resulta instructivo: C. Calhoun, «Populist Politics,Communications Media and Large Scale Societal Integration», Sociological Theory, 6, 1988, pp. 219-241.

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cio n .46 La distincion de Stuart Hall entre tres distintas estrategias de

interpretation por parte de los espectadores —quienes, o bien se so-meten a la estructura de la oferta, o bien se oponen a ella, o bien la

sintetizan con sus propias interpretaciones— m ues tra muy bien que ha

cambiado la perspectiva en relation con los viejos modelos explicativos,

que aun se atenfan a sucesiones lineales de causas y efectos.

(4). En el ultimo capftulo del libro intente reunir las dos lfneas del

estudio: el diagnostico empfrico de la desintegracion de la publicidadliberal, y el punto de vista normativo de una recuperacion radical-

democratica y de un cumplimiento del entrelazamiento funcional de

Estado y sociedad, entrelazam iento que se ejecuta objetivamente y, por

asi decir, por encima de las cabezas de los participan tes. Ambos aspec

tos estan reflejados en las dos conceptualizaciones divergentes de la

«opinion publica». En tanto que un constructo ficticio del Estado dederecho, la opinion publica conserva en la teorfa normativa de la demo-

cracia la unidad de las grandes entidades contrafacticas. Pero esa en-

tidad ha sido liquidada desde hace tiempo en los estudios empfricos de

la inves tigation de los medios y de la sociologia de la com unicacion. Sin

embargo, se deben tener en cuenta ambos aspectos si se quiere com- prender el modo de legit im ation puesto en practica realm ente en las

dem ocracias de masas del Estado social, y si no se quiere abandonar ladiferencia entre los procesos de la comunicacion publica autenticos y

los impregnados por el poder.

A par tir de esta inten tion se explica el modelo, bosquejado de ma-

nera provisional al final del libro, de un ruedo dom inado po r los medios

de comunicacion de masas, en el que coinciden y entrechocan tenden-

cias contrapuestas. De acuerdo con este modelo, el grado de interven-

cion del poder deberfa de ponderarse en la medida en que las opiniones

informales, no-publicas (es decir, aquellas autocomprensiones cultu-rales que configuran el contexto del mundo de la vida y la base de la

comunicacion publica) provoquen un cortocircuito en contacto con lasopiniones formales, cuasi-publicas y producidas por los medios de co-municacion de m asas (sobre las que tratan de influir el Estado y la eco-

nomfa considerandolas como sucesos del entorno del sistema), o en la

medida en que ambos ambitos sean mediados por la publicidad crftica.

Por entonces, los unicos portadores de una publicidad crftica que yo

 podia im aginar eran los partidos y las asociaciones in ternamente de-

mocraticas. Me parecfa que las publicidades en el interior de los parti

dos y de las asociaciones eran como los nudos virtuales de una comu-

46. Stuart Hall, «Encoding and Decoding in the TV-Discourse», en St.Hall (ed.), Culture, Media, Language: Working Papers in Cultural Studies, 19721979, Unwin Hyman, Londres, 1980, pp. 128-138; David Morley, Family Television,  Routledge, Londres, 1988.

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nicacion publica que todavia podia ser regenerada. Esta conclusion se

derivaba de la tendencia hacia una sociedad organizada en la que ya no

eran los individuos asociados, sino los miembros de colectivos organi-

zados quienes, en una publicidad policentrica, competian por el asen-

timiento de las masas pasivas con el fin de conseguir un equilibrio en el

 poder y en los intereses a traves de un conflicto mutuo y, sobre todo, en

 pugna con el im ponente complejo de las burocracias estatales. Todavia

en los anos ochenta, Norberto Bobbio, por ejemplo, ha elaborado su

teoria de la democracia basandose en las mismas prem isas.47

Sin embargo , este modelo volvia a poner en juego aquel plura-

lismo de intereses irreconciliables que ya habia inducido a los teoricos

liberales en sus objeciones contra la «tirania de la mayoria». Quizas

Tocqueville y John Stuart Mili no estaban tan equivocados cuando cre-yeron reconocer en la idea temprano-liberal de una formation discur-

siva de la opinion y de la voluntad tan solo el poder encubierto de lamayoria. Desde puntos de vista normativos, esos autores estaban dis-

 puestos a admitir la opinion publica a lo mas como una instancia capaz

de poner restricciones al poder, pero de ningun modo estaban dispues-

tos a considerarla como un medio de la potencial racionalizacion del

 poder en su conjunto. Si lo que sucedia realm ente era que «el mante-

nimiento de un insuperable antagonismo estructural entre los intereses

levantaba barreras muy estrictas a la publicidad reorganizada en sus

funciones critic as»,48 entonces no bastaba simplemente con cargar a la

teoria liberal con una conception ambivalente de la publicidad, talcomo hice en el apartado 15 de HCOP.

III. Un marco teorico modificado

 No obstante, ahora como entonces, me atengo a la in tencion que

guio la investigation en su conjunto. De acuerdo con su autoentendi-

miento normativo, las democracias de masas del Estado social puedenverse como una continuacion de los principios del Estado liberal de de-

recho solo en tanto que se toman en serio el mandato de una publicidad

 politicamente activa. Pero entonces se tiene que m ostrar como ha de

ser posible, en sociedades como las nuestras, que «el publico mediati-

zado por las organizaciones —y a traves de estas— ponga en m archa un

 proceso critico de comunicacion p ublica.» 49Esta cuestion me devolvio,

al final del libro, un problema que, aunque c iertamente toque, no trate

adecuadamente. La aportacion de  HCOP  a una teoria contemporanea

47. N. Bobbio, The Future of Democracy,  Oxford, 1987. (Version caste-liana: ElFuturo de la Democracia, Plaza & Janes, Barcelona, 1985: N.T.)

48.  HCOP: 259 (v.o.: p. 340).49.  HCOP: 257 (v.o.: p. 338).

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de la democracia se encontrarfa a media luz, si «el insuperado plura-

lismo de los intereses en competencia hace dudar de que pueda surgirde el un interes general capaz de dar un a pauta a la opinion pu blica .»50

Con los medios teoricos entonces a mi alcance, yo no pod ia resolver este

 problema. Fueron necesarios unos cuantos avances adicionales para

 producir el marco teorico en el que puedo hoy reform ular la cuestion y,al menos, bosquejar una respuesta. Quisiera recordar con unos pocos

apuntes las principales estaciones de este desarrollo.

(1). Si solo se echa una ojeada superficial, podrfa parecer que HCOP ha

sido escrito al estilo de una historia de la sociedad descriptiva y orien-

tada en la lfnea de Max Weber. Pero la dialectica de la publicidad bur-

guesa que determ ina la construccion del libro delata inm ediatam ente el

 punto de vista crftico-ideologico. Los ideales del humanismo burgues

marcaron el autoentendimiento de la esfera intima y de la publicidad,

y se articularon en los conceptos clave de la subjetividad y la autorrea-

lizacion, de la formation racional de la voluntad y de la opinion, asi

como de la autodeterminacion personal y politica. Tales ideales han im-

 pregnado las instituciones del Estado constitucional de tal m anera que

tambien apuntan, como un potencial utopico, m as alla de una realidad

constitucional que al mismo tiempo los niega. La dinamica del desarro

llo historico tambien deberfa vivir de esta tension entre idea y realidad.

Desgraciadamente, esta figura del pensamiento se ordena no solohacia un tipo de idea lization de la publicidad burguesa que va mas alla

del sentido metodico de idealization establecido en la conceptualiza

tion tfpico-ideal. Se basa tambien, al menos implfcitamente, en su-

 puestos de fondo propios de la filosoffa de la his to ria que han sido re-

futados a mas tardar po r las barbaries civilizadas del siglo XX. Si los

ideales burgueses son retirados de la circulacion, si la conciencia se tor-

na cfnica, entonces se desmoronan aquellas norm as y orientaciones de

valor para las que la crftica ideologica tiene que presuponer un acuerdo

(Einverstandnis),  si es que quiere apelar a ello .51 Por esa razon he pro-

 puesto profundizar en los fundamentos norm ativos de la teorfa crftica

de la so ciedad.52 La teorfa de la action com unicativa puede liberar un

 potencial de racionalidad instalado en la propia praxis comunicativa co-

tidiana. De este modo allana al mismo tiempo el camino para una cien-

cia social que procede reconstructivamente, que identifica en toda su

50.  HCOP: 259 (v.o.: p. 340).

51. Para la crftica al concepto marxista de ideologfa, vease John Keane, Democracy and Civil Society. On the Predicaments o f European Socialism,  Londres, 1988, pp. 213 ss. (Version castellana: Democracia y Sociedad Civil, Alianza,Madrid, 1992, pp. 250-286: N.T.)

52. Seyla Benhabib,  Norm, Critique, Utopia. A Study o f the Foundations of Criticai Theory, Columbia University Press, Nueva York, 1987.

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extension  los procesos culturales y sociales de ratio na lizat ion, y que los

rem on ta incluso por detras de los umbrales de las sociedades modernas.

Entonces ya no se precisa investigar los potenciales normativos unica-

mente en una formation de la publicidad que entra en escena en una

epoca especifica.53 La necesidad de estilizar las expresiones prototipicas

y particulares de una racionalidad comunicativa encarnada institucio-nalm ente cae en favor de una intervention em pirica que disuelve la ten

sion de una con trapo sition abstracta entre norm a y realidad. A diferen-

cia de lo que ocurre en los supuestos clasicos del materialismo historico,

se destacan ademas la autonomia estructural y la historia interna de los

sistemas de significado y de las tradiciones c ultu ra les.54

(2). La perspectiva teorico-democratica, desde la que investigue el cam

 bio estructura l de la publicidad, se comprometio con el concepto de

Abendroth de un desarrollo progresivo del Estado democratico y socialde derecho hacia la democracia socialista. Por lo general, permanecio

vinculada a un concepto que, entre tanto, se ha vuelto cuestionable: el

de una totalidad de la sociedad y de la autoorganizacion social. La so-

ciedad que se administra a si misma, que programa por medio de una

legislation planificada todos los dominios de la vida, incluida su repro

du ction economica, tenia que ser integrada por la voluntad politica del

 pueblo soberano. Pero la suposicion de que la sociedad en su conjunto

 puede ser representada, en su totalidad, como una asociacion que in-

fluye sobre si misma a traves de los medios del Derecho y del Poder

 politico ha perd ido cualquier plausibilidad en vista del grado de com-

 plejidad de las sociedades funcionalmente diferenciadas. En especial, la

representacion holista de una totalidad social, a la que pertenecen tanto

los individuos socializados como los miembros de una extensa organi-

zacion, rebo ta contra la realidad de un sistema economico regulado por

el mercado y de un sistema administrativo regulado por el poder. EnCiencia y Tecnica como «Ideologia»55 todavia intente deslindar, en ter-

minos de una teoria de la ac tion, los sistemas de action del Estado y dela economia, y propuse como criterio la distincion entre la a ction orien-

tada al exito o racional conforme a fines, por una parte, y la accion co-

53. J. Habermas, Theorie des Kommunikativen Handelns,  SuhrkampFrankfurt, 1981, Bd. 2, pp. 548 ss. (Version castellana: Teoria de la Accion Comunicativa,  Taurus, Madrid, 1987, vol. II, pp. 527 ss.: N.T.)

54. J. Habermas, «Historischer Materialismus und die Entwicklung nor-mativer Strukturen», en  Zur Rekonstruktion des Historischen Materialismus 

Frankfurt, 1976, pp. 9-48. (Version castellana: «El Materialismo Historico y elDesarrollo de las Estructuras Normativas», en La Reconstruccion del Materialismo Historico,  Taurus, Madrid, 1981, pp. 9-44; N.T.)

55. Technik und Wissenschaft als «Ideologie»,  Suhrkamp, Frankfurt,1968. (Version castellana: Cienciay Tecnica como «Ideologia», Tecnos, Madrid,1984: N.T.)

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municativa, por la otra. Este simplificado paralelismo de sistemas de

accion y tipos de accion condujo a algunos resultados absu rd os.56Estosme motivaron, ya en Problemas de Legitimation en el Capitalismo Tardio 

(1973), a reagru par jun to al concepto del s istema que conserva sus lf-

mites el concepto del mundo de la vida, que introduje en  La Logica de 

las Ciencias Sociales (19 67 ).57A par tir de ahf surge, en Teoria de la accion comunicativa  (1981), el concepto a dos bandas de sociedad, comoMundo de la vida y Sistem a.58Y esto ha tenido, finalmente, consecuen-

cias decisivas para el concepto de democracia.

Desde entonces he considerado a la economfa y al aparato estatalcomo dominios de accion integrados sistemicamente, los cuales ya no

 podrfan reorganizarse democra ticamente desde dentro, es decir, rea-

daptarse a un modo politico de integration, sin que pusieran en peligrosu propia logica sistemicay, por tanto, su funcionalidad. La bancarrota

del socialismo estatal lo ha confirmado. La sacudida de una democra-tizacion radical ahora se caracteriza mas bien por un desplazamiento

de las fuerzas en el interior de una «division de poderes» que ha de ser

sostenida po r principio. Con esto debe producirse un nuevo equilibrio,

no entre poderes estatales, sino entre diversas reservas de la integra tionsocial. El objetivo ya no es sencillamente la «superacion» de un sistema

economico capitalista independizado y de un sistema de dominacion

 burocratico independizado, sino la contention democra tica de los abu- 

sos  colonizadores de los imperativos sistemicos sobre los ambitos del

mundo de la vida. De este modo se da la despedida a la representacionque la filosoffa de la praxis ha hecho de la alienation y de la apropia-

cion de las fuerzas esenciales objetivadas. Un cambio radical-democra-

tico del proceso de legitimacion tiende a un nuevo equilibrio entre los poderes de la inte gration social, de m anera que la fuerza de integratio n

social que es la Solidaridad —la «fuerza productiva de la comunicacion»

(Produktivkraft Kommunikation) — 59 pueda im ponerse frente a los «po-

deres» de las otras dos reservas de regulacion que son el Dinero y el

Poder administrativo, y, de este modo, pueda hacer valer las exigenciasdel mundo de la vida orientadas a los valores de uso.

56. Axel Honneth, Kritik der Macht. Reflexionsstufen einer kritischen Gesellschaftstheorie, Suhrkamp, Frankfurt, 1985, pp. 265 ss.

57.  Legitimationsprobleme im Spatkapitalismus,  Suhrkamp, Frankfurt,1973; ZurLogikderSozialwissenschaften, Suhrkamp, Frankfurt, 1967/1982. (Ver-siones castellanas: Problemas de legitimacion en el capitalismo tardio, Amorrortu,Buenos Aires, 1975; y La logica de las ciencias sociales,  Tecnos, Madrid, 1988:

 N.T.) 58. Para las objeciones, vease mi «Entgegnung» en Axel Honneth, HansJonas (Hg.), KommunikativesHandeln. Beitragezu Jurgen Habermas'«Theorie des kommunikativen Handelns»,  Suhrkamp, Frankfurt, 1986, pp. 377 y ss.

59. Vease mi Entrevista con H.P. Kruger en J. Habemas, Die nachholende  Revolution  (1990), pp. 82 ss. (Version cast.: pp. 117-141.)

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(3). La fuerza de integration social propia de la accion comunicativa

tiene su lugar primeram ente en aquellas formas de vida y mundos de la

vida particulares que estan entrelazadas con tradiciones y situaciones

de intereses concretos. Para decirlo con palabras de Hegel: en la esfe

ra de la «eticidad» (Sittlichkeit).  Pero las energias generadoras de soli-

daridad de esos plexos vitales no se transmiten inmediatamente al nivel

 politico de los procedim ientos democraticos para el equilibrio de poder

y de intereses. Esto ocurre especialmente en las sociedades postradicio-

nales, en las que no puede presuponerse una homogeneidad de las con-

vicciones de fondo y en las que un interes de clase presuntamente co-

mun ha cedido su lugar al intrincado pluralismo de las formas de vida

que compiten con los mismos derechos. Ciertamente, las usuales con-

notaciones de unidad y totalidad ya se dejan de lado en la conception

intersubjetiva de un concepto de solidaridad que vincula el entendi-

miento a las pretensiones de validez criticables y, con ello, a la capaci-dad para discrepar que tienen los sujetos individuados y responsables

de sus actos. Sin embargo, incluso en esta abstracta concep tion, la ex-

 presion «solidaridad» tampoco puede sugerir el falso modelo rousseau-

niano de la formation de la voluntad, el cual deberia fijar las condicio-

nes bajo las que la voluntad empirica de los burgueses aislados se

 pudiera transformar inmediatamente  en la voluntad racional, orientada

al bien comun, de los ciudadanos morales del Estado.

Rousseau basa esta exagerada exigencia de virtud (ya siempre ilu-soria) en una separation de los roles del «bourgeois»  y del «citoyen», 

separation que haria de la independencia economica y de la igualdad

de oportunidades una condicion previa para el estatuto de los ciuda-

danos autonomos. El Estado social niega esta separa tion de roles: «En

las modernas democracias occidentales se ha invertido esta relacion:

la formacion democratica de la voluntad viene a ser un instrumento

del fomento de la igualdad social en el sentido de una distribucion del

 producto social, proporcional en lo posible, entre los indiv iduos.»60

U. Preuss acentua con razon que hoy, en el proceso politico, el rol pu blico del ciudadano se entrecruza con el rol privado del cliente de las

 burocracias del Estado del b ienestar: «La democracia de masas del Es

tado del bienestar ha producido la categoria paradojica del "hombre pri

vado socializado", al que calificamos por lo comun como cliente y que

se fusiona con el rol del ciudadano hasta el punto de que se unlversaliza

socialmente». El universalismo democratico se trastoca en un «parti-

cularismo generalizado».

En el apartado 12 de HCOP ya critique la «democracia de la opi

nion no-publica» de Rousseau, porque este concibe la voluntad general

60. Ulrich Preuss, «Was heiBt radikale Demokratie heute?», en Forumfur Philosophie (Hg.), Die Ideen von 1789 in der deutschen Rezeption,  Frankfurt,1989, pp. 37-67. La siguiente cita en el texto corresponde a la p. 48.

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mas como un «consenso de los corazones que como un consenso de los

argumentos». En lugar de eso, la moral que Rousseau exige de los ciu-

dadanos, y a la que el coloca en los motivos y virtudes de los particu-

lares, debe estar cimentada en el proceso de la propia comunicacion

 publica. B. Manin trae a colacion este punto: «Es necesario modificar

radicalmente la perspectiva comun tanto a las teorfas liberales como al pensamiento democra tico: la fuente de legitim idad no es la voluntad

 predete rm inada de los individuos, sino mas bien el proceso de su for-

macion, es decir, la deliberation misma... Una decision legftima no re-

 presenta la voluntad de todos, pero es algo que re sulta de la deliberation

de todos. Es el proceso por el que se forma la voluntad de cada uno lo

que confiere su legitimidad al resultado, en lugar de la suma de las vo-

luntades ya formadas. El principio deliberativo es tanto individualista

como democratico... Debemos afirmar, a riesgo de contradecir a toda

una extensa tradition, que la ley legftima es el resultado de la delibe

ra tion general, y no la expresion de la voluntad general.»61De este modo

se desplaza la carga de la prueba desde la moral de los ciudadanos hasta

aquellos procedimien tos de la formation de la volun tad y la opinion de-

mocraticas que deben fundamentar la presuncion de que son posibles

los resultados racionales.

(4). Por eso resulta apropiada para el concepto fundamental de un a teo

rfa de la democracia, fundada normativamente, la «publicidad polftica»entendida como la sustancia de las condiciones comunicativas bajo las

que puede realizarse una formacion discursiva de la voluntad y de la

opinion de un publico compuesto por los ciudadanos de un Estado. En

este sentido, Joshua Cohen ha definido el concepto de «democracia de-

liberativa» con los siguientes terminos: «La notion de una democracia

deliberativa esta enraizada en el ideal intuitivo de una asociacion de-

mocra tica en la que la justificacion de los terminos y condiciones de la

asociacion procede mediante la argumentation y el razonamiento pu-

 blicos entre ciudadanos iguales. Los ciudadanos en un orden de este

tipo comparten un compromiso hacia la resolucion de problemas de

eleccion colectiva mediante razonamiento publico, y contemplan sus

instituciones basicas como legftimas en tanto establecen un marco para

la libre deliberation pu blica .»62 Este concepto discursivo de la demo-

61. B. Manin, «On Legitimacy and Political Deliberation", Political Theory,  vol. 15, 1987, 351 s. Manin se refiere explfcitamente no a HCOP,  sino a

Problemas de legitimacion en el capitalismo tardio:  vease la nota al pie 35, p. 367.

62. Joshua Cohen, « Deliberation and Democratic Legitimacy », en AlanP. Hamlin, Philip Pettit (eds.), The Good Polity: Normative Analysis o f the State, Basil Blackwell, Oxford, 1989, pp. 12-34. Tampoco se refiere Cohen a HCOP,  sinoa tres de mis publicaciones posteriores (en ingles). Vease la nota 12, p. 33.

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cracia confia en la movilizacion politica y en la utilization de la fuerza

 productiva de la comunicacion. Pero entonces se debe m ostrar que las

materias sociales prenadas de conflicto pueden ser reguladas, ante todo,

racionalm ente, es decir, reguladas en referencia a los intereses comunes

de todos los afectados. Y, en segundo lugar, se debe explicar por que el

medio de las argumentaciones y negociaciones publicas es el apropiado para esta form ation racional de la voluntad. De lo contrario, el modelo

liberal conservaria con razon su premisa de que la «compensacion»

(Ausgleich) de intereses en irreconciliable conflicto no puede ser sino el

resultado de una lucha dirigida estrategicamente.

Pues bien, en las dos ultimas decadas, John Rawls y Ronald

Dworkin, Bruce Ackermann, Paul Lorenzen y Karl Otto Apel han pre-

sentado argumentos en favor de como pueden decidirse racionalmente

las cuestiones practico-politicas, en cuanto que estas sean de naturaleza

moral. Estos autores han explicitado el «punto de vista moral» bajo el

que se puede enjuiciar imparcialmente lo que, en cada caso, se encuen-

tra en el interes general. Sea cual fuere el modo en que han justificado

y formulado los fundamentos de la universalizacion y los principios mo

rales, en estas extensas discusiones deberia haber quedado claro que

hay buenos argumentos para una generalizacion de intereses y para una

aplicacion adecuada de las normas que incorporan tales intereses ge-

nerales.63 Aparte de esto, he desarrollado junto con K.O. Apel64 un en-

foque etico-discursivo que senala a los ciclos argumentativos como el procedim iento adecuado para la reso lucion de cuestiones practico-m o-

ra le s .65 Con ello se responde tambien a la segunda de las dos preguntas

antes mencionadas. La etica del discurso no solo pretende que puede

extraer un principio moral general a partir del contenido normativo de

los necesarios presupuestos pragmaticos de la argumentacion. Este

mismo principio se refiere mas bien al desempeno discursivo de las pre-

tensiones normativas de validez. Es decir, liga la validez de normas a la

 posibilidad de un consentimiento justificado racionalm ente por parte

de todos los posibles afectados, en tanto que estos asuman el rol de pa r- 

ticipantes en la argumentation.  De acuerdo con esta variante, el escla-

recimiento de las cuestiones politicas, en tanto que ello afecte a su nu-

cleo moral, depende de la organizacion de una praxis argumentativa

 publica.

63. Klaus Gunther, Der Sinn fu r Angemessenheit. Anwendungsdiskurse in  Moral undRecht,  Suhrkamp, Frankfurt, 1987.

64. Vease ahora: K.O. Apel,  Diskurs und Verantwortung,  Suhrkamp,Frankfurt, 1988.65. Vease J. Habermas,  Legitimationsprobleme im Spatkapitalismus 

(1973), pp. 140 ss. (version castellana: 1975, pp. 117 ss.) y Moralbewufitsein und  kommunikatives Handeln,  Suhrkamp, Francfort, 1983 (version castellana: Con- cienciaMoraly Accion Comunicativa, Peninsula, Barcelona, 1985: N.T.).

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Aun cuando tambien las cuestiones polfticas fundamentales tie-nen casi siempre aspectos morales, de ningun modo son de naturaleza

moral todas las cuestiones necesarias para la definicion institucional de

la decision a traves de instancias polfticas. Las controversias polfticas amenudo se refieren a cuestiones empfricas, a la interpretation de esta-

dos de cosas, a explicaciones, pronosticos, etc. Por otro lado, los pro- blemas de gran envergadura, las denominadas cuestiones existenciales,

con frecuencia no son en absoluto cuestiones de justicia, sino cuestiones

sobre la vida buena que afectan al autoentend imiento etico-polftico, sea

este el de la sociedad en su conjunto o el de subculturas particulares.

Finalm ente, la mayorfa de los conflictos nacen de la colision de interesesde grupo y conciernen a problemas de distribution que solo pueden ser

resueltos a traves de la formation de compromisos. Sin embargo, esta

diferenciacion en el interior del ambito de las cuestiones necesitadas

de decision politica no habla ni en contra de la primacfa de las con-sideraciones morales ni en contra de la forma argumentativa de la

comunicacion politica en su totalidad. Las cuestiones empfricas sona menudo indisociables de las cuestiones evaluativas y, evidentemente,

necesitan el tratam iento arg um en tativo.66El proceso etico-polftico, me-diante el cual llegamos a un entendimiento acerca de como queremos

vivir en tanto que miembros de un determinado colectivo, debe al me-

nos ser acorde con normas morales. Las negociaciones deben basarse

en el intercambio de argumentos. Y el que conduzcan a compromisos

equitativos  depende esencialmente de condiciones procedimentales que

deben juzgarse moralmente.

El enfoque teorico de la etica discursiva tiene la ventaja de poder

especificar los presupuestos comunicativos que han de ser cumplidosen las diversas formas de la argumentacion y en las negociaciones, si es

que los resultados de tales discursos deben tener para si la presuncion

de la racionalidad. Por consiguiente, ese enfoque abre la posibilidad de

conectar las reflexiones normativas con investigaciones de sociologia

empfrica.

(5). Dado que el concepto discursivo de la democracia debe aclararse y

hacerse plausible antes que nada en los marcos de una teorfa normativa,queda abierta la pregunta acerca de como puede organizarse una for

mation discursiva de la voluntad y la opinion, bajo condiciones de las

democracias de masas del Estado social, de modo que se salve el des

nivel entre el autoin teres ilustrado y la orien tation hacia el bien comun,entre los roles del cliente y del ciudadano. Como parte integrante de los

 presupuestos comunicativos de toda praxis argumenta tiva se encuen-tran, en efecto, la fuerte exigencia de la imparcialidad y la expectativa

66. J. Habermas, «Towards a Communication Concept of Rational Collective Will-Formation>», Ratio Juris,  2, julio 1989, pp. 144-154.

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de que los participantes pongan en cuestion y transciendan en cada caso

las preferencias que aportan inicialmente. El cumplimiento de ambos

 presupuestos debe incluso llegar a convertirse en un asunto ru tinario.

La respuesta que dio a este problema el derecho natural moderno fue

la implantation de la coercion legal legftima. Y al problema subsi-

guiente —^como podria controlarse moralmente, por su parte, el poder politico requerido para la coaccion legal?— Kant respondio con la idea

del Estado de derecho. El desarrollo teorico-discursivo de esta idea de-

semboca ahora en la idea de que el derecho ha de ser aplicado a si

mismo en un segundo momento: el tiene tambien que garantizar el

modo discursivo de acuerdo con el cual deben ejecutarse la produc

tion y la aplicacion de los programas juridicos bajo las condiciones de

la argum entacion. Esto implica la institucionalizacion de procedimien-

tos legales que aseguren un cumplimiento aproximado de los exigentes

 presupuestos comunicativos requeridos para las negociaciones equita-tivas y las argumentaciones no coaccionadas. Estos presupuestos idea-

lizantes exigen la com pleta inclusion de todos los posibles afectados, la

igualdad de derechos de todas las partes, la interaccion no coactiva, una

oferta sin restricciones en cuanto a los temas y a las contribuciones, la

revisabilidad de los resultados, etc. En este contexto, los procedimientos

legales sirven para dar validez —en el interior de un comunidad de co-

municacion presupuesta como ideal— a las obligaciones de seleccion

que aparecen en la sociedad real y que son de indole temporal, espacial

y ob jetual.67

De este modo, por poner un ejemplo, la regla de la mayoria se

 puede in terpreta r como un arreglo que hace compatible la formacion

de la opinion, orientada en ultimo termino hacia la verdad y conducida

discursivamente en la medida de lo posible, con la exigencia de una for-

macion de la voluntad sujeta a plazos temporales. De acuerdo con la

version expuesta de la teoria discursiva, la decision de la mayoria tiene

que estar internamente relacionada con la praxis de la argumentation,

de donde resultan posteriores medidas institucionales (como, p or ejem- plo, obligaciones de justificacion, reglas para repartir la carga de la

 prueba, lecturas re iteradas de proyectos de ley, etc.). Una decision por

mayoria deberia solo realizarse de un modo tal que su contenido pu-

diera valer como el resultado motivado racionalmente, pero falsable, de

una discusion en torno a la resolucion correcta de un problema, dis-

cusion que ha de darse provisionalmente por concluida bajo la urgenciade la decision. Tambien se pueden interpretar otras instituciones desde

el mismo punto de vista de una institucionalizacion legal de las condi-

ciones generales de com unicacion para una formacion discursiva de la

voluntad. Por ejemplo: las regulaciones que afectan a la composition y

67. Veanse mis Tanner-Lectures (1988), pp. 246 y ss. (Vease igualmente:Faktizitat und Geltung (1992), pp. 571-599: N.T.)

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al modo de trabajo de las corporaciones parlamentarias, las que afectan

a las responsabilidades e inmunidades de los representantes elegidos,

tambien el pluralismo politico del sistema de multipartidos, la obliga-

cion de los partidos populares a empaquetar programaticamente diver-

sas constelaciones de intereses, etc.

El modo teorico-discursivo de descifrar el sentido normativo delas instituciones existentes abre ademas una perspectiva para la intro-

duccion y la comprobacion de nuevos  arreglos institucionales, los cua-

les pueden contrarrestarla tendencia al clientelismo de los ciudadanos.

Tales medidas institucionales tienen que matizar la distancia entre am-

 bos roles, en la medida en que interrumpan el cortocircuito entre las

 preferencias particulares e inmediatas y el part icula rismo generalizado

de los intereses organizados al modo de asociaciones. A esto obedece

tambien la original idea de una conexion del voto electoral con un (mul

tiple preference ordering»6  Tales sugerencias deben fundarse en un ana-lisis de los umbrales de inhibicion instalados en los ordenamientos exis-

tentes, que condicionan a los ciudadanos a adoptar una mentalidad

apolitica hacia las consecuencias y que les impiden pensar reflexiva-

mente en lo que escapa a la percepcion de sus intereses particulares

a corto plazo. Con otras palabras: la transformacion teorico-discursi-

va del sentido democratico de las instituciones del Estado de derecho

debe ser completada por la investigacion crftica de los mecanismos de

alienacion de los ciudadanos respecto al proceso politico, mecanismos

que funcionan eficazmente en las democracias de masas del Estado

social .69

(6). El contenido normativo de un concepto de democracia como el ex-

 puesto se refiere a los procesos de formacion de norm as y valores que

toman la forma de discursos en las comunicaciones publicas, pero ob-

viamente no se restringe a las medidas institucionales apropiadas en el

nivel del Estado democratico de derecho. Antes bien, apunta mas alla

de los procesos de decision y comunicacion instituidos (verfaBten)  for-malmente. Una configuracion de la opinion organizada en corporacio-

68. Basandose en R.E. Goodin, «Laundering Preferences^ (articulo re-cogido en Jon Elster, Aanund Hylland (eds.), Foundations of Social Choice Theory,  Cambridge University Press, Cambridge, 1986, pp. 75-101), Claus Offedesarrolla esa reflexion en su excelente articulo: «Bindung, Fessel, Bremse. DieUnubersichtlichkeit von Selbstbeschrankungsformel», en Axel Honneth, ThomasMcCarthy, Claus Offe, Albrecht Wellmer (Hrsg.),  Zwischenbetrachtungen. Im 

ProzeB der Aufklarung. Jurgen Habermas zum 60. Geburstag,  Suhrkamp, Frankfurt, 1989, pp. 739-775.

69. Claus Offe, Ulrich K. Preuss, Can Democratic Institutions make efficient Use of Moral Resources? (Manuscrito, 1989.) (Ahora en David Held (ed.),

 Democratic Theory Today, Polity Press, Cambridge, 1990; version castellana: «Ins-tituciones democraticas y Recursos morales», Isegona,  2, 1990, pp. 45-74: N.T.)

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nes que conduzca a decisiones responsables puede hacer jus ticia al ob-

 je tivo de una busqueda cooperativa de la verdad solo en la medida en

que sea permeable a los valores, temas, aportaciones y argumentos que

flotan libremente en una comunicacion politica que los rodea.  Esa for

m at ion de la opinion tiene que hacerse posible por la via de los derechos

fundamentales, pero no puede ser organizada en su totalidad. La teoriadiscursiva justifica una expectativa de resultados razonables que se

funda mas bien en el juego conjunto de la formation po litica de la vo-

luntad, constituida institucionalmente, con los flujos de comunicacion,

espontaneos y no subvertidos por el poder, de una publicidad que no

esta programada en funcion de la toma de decisiones, sino en funcion

del descubrimiento y la reso lutio n de prob lemas —y, en este sentido, se

 puede hablar de una publicidad no-organizada —. Si la idea de la sobe-

rania popular puede todavia encontrar una aplicacion realista en las so-

ciedades altamente complejas, entonces debe desprenderse de la inter- pretacion demasiado concreta de una encamacion en los miembros de

un colectivo que (fisicamente) asisten, pa rticipan y deciden en conjunto.

Bajo determinadas circunstancias, la ampliation directa de las

 posibilidades formales de dete rm in ation conjunta y de participation

solo conduce a una intensification del «pluralismo generalizado», es de-

cir, conduce a aquel entrelazamiento privilegiado de intereses particu-

lares, especificos de grupos y de caracter local, que —desde Burke a We

 ber, Schumpeter y los neoconservadores de nuestros dias— ha

suministrado argumentos pa ra un elitismo democratico. Contra esto

 puede prevenirnos una concepcion procedim ental que defienda la so-

 berania popula r como la sustancia de las condiciones que posibilitan un

 proceso de la comunicacion publica que toma una forma discursiva. La

soberania popular dispersada completamente puede «encarnarse» to

davia en aquellas formas de comunicacion de-subjetualizadas y, por

cierto, exigentes en cuanto a sus pretensiones, que regulan el flujo de la

formation de la voluntad y opinion politicas, de modo que sus resul

tados falibles tienen para si la presuncion de una racionalidad prac-tic a .70 Esta soberania licuada comunicativamente se hace valer en el po-

der de los discursos publicos que descubren temas de una relevancia

que afecta a la sociedad en su conjunto, que interpretan valores, que

contribuyen a la resolucion de problemas, que producen buenos argu-

mentos y que desacreditan los malos. Obviamente, estas opiniones

deben configurarse en los acuerdos de las corporaciones instituidas de-

mocraticamente, porque la responsabilidad para los acuerdos ricos en

consecuencias practicas depende de un enclave institucional. Los dis-

70. J. Habermas, «Volkssouveranitat als Verfahren. Ein normativer Be-griff der Offentlichkeit?», en  Die Ideen von 1789 in der deutschen Rezeption (1989), pp. 7-36. (Recogido tambien en J. Habermas; Faktizitat und Geltung (1992), pp. 600-631: N.T.)

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cursos no funcionan como lo hace la domination. Generan un poder

comunicativo que no sustituye al poder administrativo, sino que uni-

camente puede influir sobre el. Este influjo se restringe al suministro ya la sustraccion de legitimation. El poder comunicativo no puede sus-

titu ir a la especifica logica sistemica de las burocrac ias publicas. Mas

 bien, influye sobre ellas «al modo de un asedio». Si la soberania popula rse disuelve de este modo en procedimientos, entonces tambien perma-

nece desocupado el lugar simbolico del pode r que forma un vacio desde

1789, es decir, desde la abolition revolucionaria de las formas de domination patriarcal. Y ese lugar ya no puede ser llenado con nuevas

simbologias portadoras de identidad como el pueblo o la nation, tal

como dice U. Rodel siguiendo a Claude Lefo rt.71

IV. Sociedad civil o publicidad politica

Una vez que hemos modificado y precisado las premisas, pode-mos finalmente volver a la descrip tion de una publicidad politica en la

que se cruzan al menos dos procesos: por un lado, la production co-

municativa de poder legitimo y, por otro, el empleo manipulador del

 poder de los medios para conseguir la lealtad de las masas, las deman-

das de los consumidores y la «compliance»   con los imperativos siste-

micos. La cuestion pendiente atane a las bases y a las fuentes de unaconfiguration informal de la opinion en las publicidades autonomas.

Esta cuestion ahora ya no puede responderse en referencia a las garan-

tias de estatus concedidas por el Estado social ni tampoco con la exi-gencia holista de una autoorganizacion politica de la sociedad. Mas

 bien, se trata del lugar donde se cierra el circulo entre el cambio es-truc tura l de la publicidad y aquellas tendencias a largo plazo que la teo-

ria de la accion comunicativa conceptua como rationalization del 

mundo de la vida.  Una publicidad que actua politicam ente no solo ne-

cesita las garantias de las instituciones del Estado de derecho. Precisaigualmente que salgan a su encuentro las tradiciones culturales y los

 patrones de socia lization, la cultura politica de una poblacion acostum- 

brada  a la libertad.

La cuestion central de HCOP  es discutida, hoy en dia, bajo el ro-

tulo del «redescubrimiento de la sociedad civil». No basta la referencia

global a un «encuentro» de los mundos vitales diferenciados y a sus po-tenciales de reflexion. Se necesita mayor concretion no solo en atencion

a los patrones de socialization y a las tradiciones culturales. Una cultura politica liberal, alimentada de motivos y de orientaciones de valor, cier-

tamente suministra un suelo favorable para las comunicaciones publi-

71. Ulrich Rodel, Gunter Frankenberg, Helmut Dubiel,  Die demo- kratische Frage, Suhrkamp, Frankfurt, 1989, cap. IV.

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sablemente significa que el actor adopta metodicamente respecto a sus

 propias acciones —en el fu turum exactum — las perspectivas de prueba,

al mismo tiempo, del experto, del otro generalizado y del propio yo, yque valida de esta manera los criterios de la accion objetiva, social

y tem po ral.»74

La coyuntura del concepto de sociedad civil se debe a la crf-tica, practicada especialmente por los disidentes de las sociedades delsocialismo estatal, contra la aniqu ilacion tota litaria de la publicidad po

litic al5 Y en ello juega un rol importante el concepto teorico-comuni-

cativo de totalitarismo, elaborado por Hannah Arendt. Ante este trans-

fondo se puede comprender por que las asociaciones formadoras deopinion, alrededor de las cuales pueden cristalizar las publicidades au

tonomas, ocupan un lugar tan prominente en la sociedad civil. La dom ination totalitaria somete precisamente a esta praxis comunicativa de

los ciudadanos a los controles del aparato del servicio secreto. Los cam bios revolucionarios en Europa Central y Europa del Este han confir-

mado estos analisis. Y no por casualidad tales cambios han sido desen-cadenados por una reforma politica que enarbolo la bandera de la

«glasnost».  Como si se tra tara de un experimento cientffico-social en

gran escala, el aparato de dominacion fue revolucionado por la cre-

ciente presion de los movimientos ciudadanos que operaban pacffica-mente. Asi sucedio de manera ejemplar en la Republica Democratica

Alemana. Y, a partir de ahf, se formo en primer lugar la infraestructurade un nuevo orden que ya se vislumbraba en las ruinas del socialismo

estatal. Los pioneros de la revolution fueron aquellas asociaciones vo-

luntarias en las iglesias, en los grupos de derechos humanos y en los

cfrculos de oposicion que persegufan objetivos ecologicos y feministas.

Frente al influjo latente de estas asociaciones, la publicidad totalitariatuvo siempre que afirmarse y que quedar estabilizada por la fuerza.

Algo distinto es lo que ocurre en las sociedades de tipo occidental,donde las asociaciones voluntarias se constituyen en el interior del

marco institucional del Estado democratico de derecho. Y aquf surge

otra cuestion a la que no puede responderse sin un considerable des-

 pliegue de estudios empfricos. A saber: si, y en que proportio n, una pu-

 blicidad dominada por los medios de masas permite a los portadores de

la sociedad civil la oportunidad de com petir prom etedoram ente con el

 poder de los medios de los invasores politicos y economicos. Es decir:

la oportunidad de cambiar el espectro de razones, temas y valores ca-nalizados por influencias externas, y la oportunidad de abrirlos inno-

vadoramente y de filtrarlos crfticamente. Me parece que el concepto dela pub licidad que actua polfticamente, desarrollado en HCOP, ofrece to-

74. C. Offe, op. cit., en: Honneth et al. (1989), p. 758.75. Cf las contribuciones de J. Rupnik, M. Vajda y Z.A. Pelczynski a la

 parte tercera de J. Keane (ed.), Civil Society and the State (1988).

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davia la perspectiva analitica adecuada para tra tar este problema. Esta

es la razon por la que Andrew Arato y Jean Cohen, en su intento por

hacer productivo el concepto de sociedad civil para una teoria contem-

 poranea de la democracia, se adhieren a la arquitectu ra de «Sistema y

Mundo de la vida» elab orada en la teoria de la accion comun icativa.76

Concluyo con la referencia a un estudio muy original que ha te-matizado las repercusiones de los medios electronicos en la reestruc-

turacion de las interacciones simples. Su titulo,  No Sense o f Place, 

atiende a la observacion de que actualmente se estan derritiendo aque-

llas estructuras desde las que los individuos socializados han percibido

hasta ahora sus emplazamientos sociales y en las que se han localizado

a si mismos. Esta vez se han puesto en movimiento incluso los limites

sociales que han formado las coordenadas mundo-vitales basicas del es-

 pacio y del tiempo historico: «Muchos de los rasgos de nuestra «era dela informacion» se nos asemejan a las mas primitivas de las formas so

ciales y politicas: la sociedad cazadora y recolectora. En tanto que no-

madas, los cazadores y recolectores no tienen una relacion de fidelidad

con el territorio. Tambien tienen poco «sentido del lugar»; las activi-

dades especificas no estan estrechamente fijadas a asentamientos fisicos

especificos. La ausencia de fronteras tanto en las sociedades cazadoras

y recolectoras como en las sociedades electronicas conduce a toda una

serie de chocan tes paralelismos. De todos los tipos societales conocidos

anteriores al nuestro, las sociedades cazadoras y recolectoras han ten-dido a ser las mas igualitarias en terminos de los roles de machos y hem-

 bras, ninos y adultos, jefes y seguidores. La dificultad de m antener mu-

chos lugares separados o distintas esferas sociales tiende a implicar a

cada uno en los asuntos de cualquier otro.»77 Los acontecimientos re-

volucionarios del ano 1989 vuelven a ofrecer una confirmation impre-

vista de esta vistosa tesis. Las revueltas en la Republica Democratica

Alemana, en Checoslovaquia y en Rumania formaron un proceso en ca-

dena que no solo representa un acontecimiento historico transmitido por television, sino un acontecimiento que se ha ejecutado a si mismo

al modo de una transm ision televisiva. Los medios de masas no solo fue-

ron decisivos para los efectos de contagio de la difusion mundial. A di-

ferencia de lo sucedido en el siglo XIX y a comienzos del XX, la pre-

sencia fisica de las masas que se manifestaban en calles y plazas ha

 podido desplegar un poder revolucionario solo en la medida en que fue-

ron transformadas en una presencia ubicua a traves de la television.

76. Andrew Arato, Jean L. Cohen, «Civil Society and Social Theory», Thesis Eleven,  21, 1988 (especialmente «Civil Society versus The State») pp. 40-67;y «Politics and the Reconstruction of the Concept of Civil Society», en Honnethet al. (1989), pp. 482-503. (Vease ahora A. Arato y J. L. Cohen, Civil Society and  Political Theory, MIT Press, Cambridge, 1992: N.T.)

77. J. Meyrowitz, No Sense o fPlace,  Oxford, 1985.

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En vista de la normalidad de las sociedades occidentales, resulta

demasiado lineal la tesis sostenida por Joshua Meyrowitz de que los m e

dios de comunicacion de masas desdibujan los lfmites socialmente de-

finidos. Las objeciones son obvias. Todas aquellas desdiferenciaciones

y desestructuraciones, que sobrevienen a nuestro mundo vital como re-

sultado de la omnipresencia global de los acontecimientos producidaelectronicamente y como resultado de la sincronizacion de temporali-

dades desiguales tienen, evidentemente, consecuencias considerables para la autopercepcion social. Esta deslim itacion, sin embargo, corre

 pareja con una m ultip lication de los ro les (que, al mismo tiempo, que-

dan especificados en el mismo proceso), con la pluralizacion de las for

mas de vida y con la individualizacion de los proyectos de vida. El de-

sarraigo va acom panado de la cons truction de las propias pertenencias

y procedencias comunitarias; y la nivelacion de las diferencias va apa-

rejada a la impotencia ante una complejidad sistemica impenetrable.

Son desarrollos complementarios que se engranan mutuamente. De

este modo, los medios de comunicacion de masas tienen efectos con- tradictorios tamb ien en otras dimensiones. Existe una considerable evi-

dencia que viene a confirmar la ambivalencia del potencial democratico

de una publicidad cuya infraestructura esta m arcada por las crecientes

exigencias de selection impuestas por la comunicacion electronica de

masas.

Con ello quiero decir que, si hoy me atreviera otra vez a investigarel cambio estructural de la publicidad, no sabrfa que resultado tendrfa

 para una teorfa de la democracia. Quizas uno que diera motivo para u na

estimation menos pesimista y para una perspectiva menos desafiante,

meramente postulatoria, que las que di en su dfa.

J. H.

Frankfurt, marzo de 1990

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Prefacio de la 1.aedicion

La tarea de la presente investigation es el analisis del

tipo «publicidad burguesa».*

El estilo de trabajo de la investigation esta solicitado

 por las especif icas dif ic ultades de su obje to, cuya com plejidad

 proh ibe por lo p ron to el que se dote de los recursos y procedi-

mientos especificos de una disciplina aislada. La categoria de

la publicidad hay que buscarla mas bien en el amplio campo

que antiguamente abarcaba la mirada de la «politica» traditional; 1 enm arcado den tro de los limites de cua lquiera de las

varias disciplinas cientifico-sociales, aisladamente tomadas, nues-

tro objeto se disuelve. La problematica resultante de la integra

tion de aspectos sociologicos y economicos, juridico-estatales

y politologicos, historico-sociales e historico-ideales, salta a lavista: en el actual estadio de diferenc iacion y especializacion de

las ciencias sociales casi nadie podria «dominar» varias de esas

disciplinas, por no hablar de todas.

* Se traduce aqui, siempre —excepto en el titulo del bro—, la voz alem ana Offentlichkeit   por «publicidad». Con ello secorre el riesgo de la mala interpretat ion; en efecto: la palabra «pu-

 blicidad» tiene en castellano dos usos, uno de los cuales —precisa-mente el aludido en esta traduccion— es hoy poco frecuente. «Pu-

 blicidad» acostumbra a remitir a actividades relacionadas con elreclamo y la propaganda comercial. Aqui se intenta recuperar sureferencia, mas arcaica, al estado y la calidad de las cosas publicas,con el convencimiento de que esta palabra vierte, en el presente con-texto, mejor a Offentlichkeit   que a «vida social publica», «opinion

 publica» o, simplemente, lo «publico», todas ellas versiones acepta- bles, en diferentes contextos, del term ino aleman. (Las notas conasterisco son siempre del traductor; las numeradas, del autor.)

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La otra par t icular idad del metodo empleado resul ta de

la necesidad de proceder a la vez historica y sociologicamente.

Entendemos la «publicidad burguesa» como categorfa tfpica de

epoca: no es posible arrancarla de la inconfundible evolucion

historica de la «sociedad burguesa» salida de la alta Edad Media

europea, y no es posible, con generalizaciones ideal-tfpicas, tras-

ladarla a constelaciones formalmente indiferentes respecto de

la variedad de las situaciones historicas. Asi como intentamos

m os trar que por vez prim era puede ha blarse de «opinion pu-

 blica» en la Ing la te rra de finales del siglo XVII y en la F rancia

del siglo XV III, asi tam bie n dam os po r lo g ene ral a la categ orfa

de «p ublicidad» un trata m ien to historico . Con ello se distingu e

nues t ro proceder a limine  del punto de vista de la sociologia

formal, cuyo estadio mas desarrollado suele verse en la llamadateorfa estructural-funcionalista. Por otra parte, la investigacion

sociologica de las tendencias historicas se mantiene en una

etapa de generalidad en la que los precedentes y los aconteci-

m ientos son citados de m odo ilustrativo, a saber: como ejem-

 plo s de una evolucion socia l que rebasa am pliam ente el caso

 p a rticu la r y que da el m arco in te rp re ta tivo de los m ism os.

Del ejercicio de la h isto ria en sen tido estricto se diferen cia este

 p roceder sociologico por una m ayor libe rtad de estim acion

 — o, al m enos, eso parece— del m ateria l h isto rico ; pero se so-

mete, de todos modos, a los igualmente estrictos criterios de

un analisis estructural de las conexiones sociales globales.

Luego de esas dos pre m isas m etodo logicas, valdra la

 pena anunciar una advertencia que atane a la cosa m ism a. La

investigacion se limita a la estructura y a la funcion del mo

delo liberal  de la publicidad burguesa, a su origen y transfor-

macion; se remite a los rasgos que adquirieron caracter domi-

nante en una forma historica y no presta atencion a las varian-tes sometidas, por asi decirlo, en el curso del proceso historico,

de una publicidad  plebeya.  En la fase de la Revolucion fran-

cesa l igada al nombre de Robespierre, aparece una publicidad

 — digamos que por un instan te— despojada de su ropaje lite-

rario : no son ya su sujeto los «estam en tos instru ido s» , sino el

«pueblo» sin instruccion . T am bien esa pu blicida d plebeya, que

 prosigue sub terraneam en te en el m ovim iento ca rtis ta y en las

tradiciones continentales del movimiento anarquista, resta orien-

tada segun las intenciones de la pu blicidad bu rgu esa. — Histo-

rica e inte lec tua lm en te es, como ella, una here nc ia del si-

glo X V III.— Por eso se distingu e claram en te de la forma plebis-

citario-aclamativa de la publicidad reglamentada de las dicta-

duras de las sociedades industriales al tamente desarrolladas.

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Ambas tienen ciertos rasgos formales en comun; pero de la

 publicidad, lite rariam en te determ inada, de un public o compues-

to por personas privadas raciocinantes se distingue cada una

de ellas a su m odo: como iliterad a una, como po sliteraria, por

asi decirlo, la otra. La coincidencia de determinadas manifesta-

ciones plebiscitarias no puede ocultar el hecho de que ambas

variantes de la publicidad bu rguesa —d esatendidas p or igual

aqui— , sobre la base de los d istintos estadios de la evolucion

social en los que se asientan, cumplen tambien funciones polfti-

cas diversas.

 N uestra in vestigacio n somete a esti lizacio n los elemen-

tos liberales de la publicidad burguesa, asi como su transfor-

macion social-estatal.

A la Deutsche Forschungsgeimeinschaft tengo que agra-dece r un a gene rosa colabo racion. Con excepcion de los epfgrafes

13 y 14, este trabajo ha sido pr esen tad o en la Facultad de Fi-

losoffa de Margburgo como memoria de catedra.

J. H .

Frankfurt am Main, otono de 1961

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Advertencia del traductor

El tftulo original aleman del presente libro es: Struk- 

turwandel der offentlichkeit. (Untersuchungen zu einer Kate-  

gorie der burgerlichen Gesellschaft.)  La traduccion literal de elreza como sigue:  E l cambio estructural de la publicidad. (In

vestigaciones sobre una categoria de la sociedad burguesa.)  Lo

 p roblem atico de esta traduccion lite ra l es la voz castellana «pu-

 blicidad». El term ino Offentlichkeit   se formo en el aleman mo-

derno incorporando primero el lat inismo Publizitat   ( trasladado

del frances  publicite)  para luego germanizarlo. Se da, en cam

 bio , la curio sa c ircunstancia de que m ien tras to dos los id io m as

latinos han ido pe rdien do , al ro m per el siglo xx, las conno ta-

ciones y la denotacion principal de la palabra («publicidad» nosignificaba otra cosa en el castellano de hace una centuria que

vida social publica), en el aleman de nuestros dfas se conserva

esta intacta. Eso explica la muy extendida traduccion de Of- 

 fentlichkeit   por «vida publica», «esfera publica», «publico» y

hasta a veces por «opinion publica». Ninguna de esas traduc-

ciones era aqui posible sin que se perdieran matices importan-

tes de la nocion habermasiana de Offentlichkeit;   en favor de

traducirla por «publicidad» habla tambien la circunstancia deque este libro sea en buena medida una exploracion historica

de su as un to; po r otro lado, el que «publicidad», en el sentido

que aqui se usara, sea ya en castellano casi exclusivamente un

tecnicismo culto, quedara de sobra compensado por la atormen-

tada elaboracion conceptual a que Habermas somete al colo-

quial termino Offentlichkeit. Offentlichkeit,  pues, ha sido tra-

ducido a lo largo de todo este libro por «publicidad», reservan-

do de o rdina rio pa ra la voz, m as p rim itiva pero aun en circu-

lacion, de Publizitat   la traduccion de «notoriedad publica».

V erter ya, sin em bargo, en el tftulo m ismo, Offentlich

keit   por «publicidad», pudiera resultar enganoso dadas las ac-

tuales connotaciones de la palabra castellana. Y asi opte por

hacer una excepcion en el tftulo y traducir:  La transformacion 

estructural de la vida publica.  Tratandose de un libro destinado

a form ar p arte de una serie sobre co m unicacion y m edios de

comunicacion, los editores han preferido el de  Historia y critica 

de la opinion publica,  reduciendo mi propuesta a subtftulo dela edicion castellana. Quiero manifestar aqui mi total ajenidad

a esta decision de la editorial.

A. D.

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I. Introduccion: delimitacion propedeutica de un tipo de la publicidad burguesa

1. La cuestion de partida

El uso lingufstico de «publico» y «publicidad» denota

un a va rieda d de significaciones co nc urrentes . P roceden de faseshistoricas diversas y, en su sincronica aplicacion a las circuns-

tancias de la sociedad bu rgu esa ind ustrialm en te a van zada y so-

cial-estatalmen te co nstituida, se pre stan a un a turb ia conexion.

Ciertamente parecen permitir esas circunstancias —que se po-nen a la defensiva frente al uso lingufstico recibido— una utili-

zacion tan confusa como siempre de aquellas pa labra s, su ma-

nipulacion terminologica. Porque no solo el lenguaje cotidiano

con tribu ye a ello, especialmen te m aculado p or la jerg a de la

 burocrac ia y de los m edios de com unicacio n de m asas; tam bien

las ciencias, sobre todo la ciencia jurfd ica , la po litologfa y la

sociologia son manifiestamente incapaces de substituir catego

rias tradicionales como «publico» y «privado», «publicidad»,

«opinion publica», por conceptos mas precisos. Por de pronto,ese d ilema se ha veng ado iron icam en te de la disciplina que hace

exp resam ente de la opinion publica su objeto: con la interven-

cion de las tecnicas empfricas, lo que propiamente ha de cap-tarse como  public opinion research  [investigacion de la opinion

 publica] se ha disuelto en una m agnitud insondable,1 al tiem

 po que se p riva a la socio logia de la consecuencia de renunciar

a esas categorias; ahora como antes, se trata de la opinion

 publica.

«Publicas» llamamos a aquellas organizaciones que, en

contraposicion a sociedades cerradas, son accesibles a todos;

del mismo modo que hablamos de plazas publicas o de casas

 publicas. Pero ya el hab la r de «edificios publicos» im plica algo

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mas que la alusion a su accesibilidad general; ni siquiera ten-

drian por que estar abiertos al trafico publico; albergan insta-

laciones del Estado y ya solo por eso cabria predicar de ellos

la publicidad. El Estado es la «administracion publica». Debe el

atribu to de la pu blicida d a su tarea: cu idar del bien com un,

 publico , de todos lo s ciu dadanos. D istin ta sign ification tie ne la palabra cuando se habla, pongam os por caso, de una «audiencia

 publica»; en tales opo rtun idades se despliega una fuerza de la

representation, en cuya «publicidad» algo cuenta el reconoci-

miento publico. Tambien se remueve la significacion cuando

decimos que alguien se ha hecho un nombre publico; la publi-

cidad de la reputation o incluso de la fama procede de otras

epocas, igual que la de la «buena sociedad».

Con todo, la utilization mas frecuente de la categoria en

el sentido de la opinion publica, de una publicidad sublevada o

sojuzgada, implica unas significaciones que tienen que ver con

 public o, con no to riedad public a, con publicar, pero que no

coincide en absoluto con estos. El sujeto de esa publicidad

es el publico como portador de la opinion publica, y la noto-

riedad publica esta vinculada con la funcion critica de aquella;

la publicidad de las sesiones de un tr ibunal, pongamos por

caso. En el ambito de los medios de comunicacion de masas

la notoriedad publica ha variado evidentemente su significa-cion. De una funcion de la opinion publica ha pasado a ser un

atributo de aquello que precisamente atrae a la opinion publica

hacia si: las  public relations,  esfuerzos que, ultimamente, quie-

ren decir «trabajo de publicidad», estan de stinad as a crear una

tal  publicity.  Incluso la pub licidad se pre sen ta como una es-

fera en la que los ambitos de lo publico y de lo privado estan

frente a frente. A veces aparece simplemente como la esfera

de la opinion publica, contrapuesta incluso a los poderes pu-

 blicos. Segun las c ircunstancias , se cuen ta en tre lo s «organos

de la publicidad» a los organos estatales o a aquellos medios

que, como la prensa, sirven a la comunicacion del publico.

Un analisis sociohistorico del sindrome significativo de

«publico» y «publicidad» podria conducir las diversas capas lin-

guisticas historicamente superpuestas a su concepto sociologico.

Ya la primera indication etimologica respecto de publicidad es

rica en conclusiones. El sustantivo se formo en aleman a partir

del adjetivo, mas antiguo, offentlich  [publico], hacia el siglo x v i i i, en analogia con  publicite  y  publicity;2 aun a finales de

siglo resultaba tan inutilizable la palabra que pudo ser obje-

tada por von Heynatz.3 Si Offentlichkeit   [publicidad] exigio por

vez prim era su no m bre en esa epoca, licito es su po ner que esa

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esfera, al menos en Alemania, se formo por aquella epoca y

tambien por entonces adquirio su funcion; la publicidad perte-

nece especfficamente a la «sociedad burguesa» que, por la mis-

ma epoca, se asento como ambito del trafico mercantil y del

trabajo social segun sus propias leyes. Lo que no quita que

 pueda hab larse de lo «publico» y de lo que no es publico , delo «privado», desde mucho antes:

Se trata de categorias de origen griego que nos han sido

transm itida s con im pro nta rom ana. En la ciudad-estado griega

 plenam ente form ada, la esfera de la polis, com un al ciu dadano

libre (koyne),  esta estrictamente separada de la esfera del oikos, 

en la que cada uno ha de apropiarse aisladamente de lo suyo

(idia).  La vida publica, bios politikos,  se desenvuelve en el

agora,  pero no esta localm ente delim itada: la pu blicidad se

constituye en la conversation (lexis),  que puede tomar tam- bien la form a de la de libera tion y del tribunal, asi como en el

hacer comun (praxis),  sea esta la co nd uc tion de la gu erra o

el jue go pugnaz. (Para la legislacion, a m enu do se acude a foras-

teros, ya que no pertenece propiamente a las tareas publicas).

El orden politico descansa, como es sabido, en una economfa

esclavista de form a pa trim on ial. Los ciudadano s estan descar-

gados del trabajo prod uctivo; pero la pa rt icipa tion en la vida

 publica depende de su autonom ia privada como senores de sucasa. La esfera privada no esta solamente en el nombre (grie-

go) ligada a la casa; la riqueza mueble y la disposicion sobre

la fuerza de trabajo constituyen un tan mal substituto del po

der sobre la economfa domestica y sobre la familia como, a la

inversa, la pobreza y la carencia de esclavos constituyen ya de

 por si un obsta culo p ara la adm ision en la  polis:   el destierro,

la expropiacion y la destruccion del patrimonio domestico son

todo uno. La position en la  polis  se basa, pues, en la position

del oikodespota.  Bajo la cobertura de su dominio se realiza larep rod uc cion de la vida, el trab ajo de los esclavos, el servicio

de las mujeres, acontece la vida y la muerte; el reino de la

necesidad y de la transitoriedad permanece anclado en las som-

 bras de la esfera privada. Frente a ella se alza la publicid ad,

segun la autocomprension de los griegos, como un reino de la

libertad y de la continuidad. A la luz de la publicidad todo se

manifiesta tal como es, todo se hace a todos visible. En la

conversacion entre ciudadanos fluyen las cosas hacia el len-guaje y ganan forma; en la disputa entre iguales sobresalen los

m ejores y ganan su esencia: la inm or talida d de la fama. Asi

como la necesidad vital y el mantenimiento de lo necesario para

la vida estan pudorosamente ocultos tras los lfmites del oikos,

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asi tambien ofrece la  polis   el campo l ibre para la mention ho-

norifica: los ciudad ano s trafican com o iguales con iguales (ho- 

moioi),  pero todos procu ran la preem inencia (aristoiein).  Las

virtudes, cuyo catalogo codifico Aristoteles, se preservan tan

solo en la publicidad, allf encuentran reconocimiento.

Ese modelo de la publicidad helenica, tal como lo he-

mos recibido, estilizado por la autointerpretacion de los grie-

gos, comparte desde el Renacimiento, con todos los llamados

clasicos, la fuerza propiamente normativa que ha l legado hasta

nu estros dias.4 No la form ation que le subyace, sino el pa tron

ideologico mismo ha preservado su continuidad —una continui-

dad historico-ideal— durante siglos. Por lo pronto, estan atra-

vesando la Edad Media las categorias de lo publico y lo pri

vado en las definiciones del Derecho romano, y la publicidades contemplada en el como res publica.  Y vuelven a adqu irir

una aplicacion tecnico-juridica efectiva por vez primera con el

nacimiento del Estado moderno y de la esfera, separada de el,

de la sociedad burguesa; sirven a la autocomprension politica al

igual que a la institucionalizacion juridica de una sociedad civil

 burguesa en el sentido especifico de la palabra. Desde hace apro -

ximadamente un siglo, sus presupuestos sociales vuelven a ser

captados disolutamente; las tendencias a la destruccion de la

 pub licidad son inequiv ocas: m ien tras su esfera se am plia fe-nomenalmente, su funcion va perdiendo fuerza. Con todo, sigue

siendo la publicidad un principio organizativo de nuestro orden

 politico. E viden tem ente, la public idad es d istin ta de y m as que

un jiro n de ideologia liberal que la dem ocracia social pu diera

arrancarse sin sufrir dano. Si hay que concebir el complejo

que hoy, de modo harto confuso, subsumimos bajo el rotulo

de  publicid ad   en el contexto de sus estructuras historicas, espe-

remos que sobre la base de una clarificacion sociologica delconcepto podamos asir a nuestra propia sociedad sistematica-

m ente por un a de sus categorias centrales.

2. Acerca del tipo publicidad representativa

D urante la Edad Media europea, la con traposicion ju-

ridica romana de  publicus  y  privatus,5 aun cuando utilizable,no es obligatoria. Precisamente el precario intento de aplicar

esas nociones a las relaciones juridicas de senorio y propiedadde la tierra proporciona indicios involuntarios de que no se

dio una contraposit ion entre publicidad y esfera privada segun

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el modelo antiguo (o moderno). Tambien aqui, evidentemente,

una organization economica del trabajo social hace de la casa

del senor el elemento central de todas las relaciones de domi-

nio; no obstante, la posicion del senor de la casa en el pro-

ceso productivo no es comparable con el poder de disposicion

«privado» del oikodespota  o del  pater familias.  El dominio dela tierra (y el senorfo basado en el) puede todavfa, incluyendo

a todos los derechos senoriales sueltos, co ntem plarse como  ju -  

ridictio;  pero no puede acomodarse a la contraposition de dis

 p osition privada (dominium)  y autonomia publica (imperium). 

Hay «superioridades» bajas y altas, bajas y altas «prerrogativi-

dades», pero no un status  fijado desde el punto de vista del

derecho privado a partir del cual tuvieran acceso las personas

 p rivadas a la public idad. El dom in io del feudo, p lenam ente for-m ado en la alta Ed ad Media, com ienza a dar paso en la Ale-

mania del siglo x v i i i , como consecuencia de la liberation cam-

 pesina y del aligeram iento de los feudos, a la prop iedad pri-

vada de la tierra. El poder domestico no es dominio, ni en el

sentido del Derecho civil clasico ni en el del moderno. Si trans-

 portam os esas categoria s a unas condic io nes y rela cio nes so-

ciales en las que no se puede distinguir entre esfera publica

y am bito privado, surgen dificultades: «Si conceb imos el pais

como la esfera de lo publico, entonces nos las tenemos que vercon un pod er pub lico de segunda categorfa: el po de r ejercido

en la casa por el senor; que, ciertamente, es un poder privado

en relation al del pais al cual esta subordinado, pero que es pri-

vado en un sentido muy diferente del de la ordenacion moderna

del derecho privado. Asi, me parece mas clarificador entender

que las facultades "privadas" y "publicas" de dominio se mez-

clan en una unidad inextricable, de modo que ambas emanan

de un poder unitario, estan adheridas a la tierra y pueden ser

tratadas como legftimos derechos privados».6

De todos modos, puede constatarse una cierta coinci-

dencia entre la vieja tradit ion jurfdica germanica con gemeinlich 

 y sunderlich, common y particular, y   los clasicos  publicus y  

 privatus.  Aquella oposicion se remite a elementos comunitarios,

elementos que han adquirido relieve bajo las relaciones feudales

de produccion. La dula es publica; el manantial, la plaza de mer

cado, son publicamente accesibles y de uso comun, loci com

munes, loci publici.  Este «comun» (gemeinlich),  del que arran-ca una lfnea hacia el bien comun o publico (common wealth, 

 public wealth),  esta enfrentado a lo «particular» (Besond&re). 

Este  Besondere  es lo separado, en un sentido de lo privado que,

con la equiparacion de intereses particulares e intereses priva-

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dos, aun proseguimos. En el marco de la constitution feudal se

refiere,  p o r otro lado,  lo p art icu lar tambien  a los distinguidos

con derecho s pa rticu lares , con inm un idad es y privilegios; en

ese sen tido, lo excepcional, lo p artic ula r, con stituye la libe ratio n

respecto del nucleo de la feudalidad y con ello, al mismo tiem-

 po, de lo «publico». La coord ination de cate goria s ju rfd icasgermanicas y romanas se al tera tan pronto como estas son

absorbidas por el feudalismo (el common man  es el  private  

man).  Esa circunstancia recuerda el uso lingufstico de common 

soldier   * en el sentido de  private soldier   **: el ho m bre com un

sin rango, sin lo part icular de una autoridad luego interpretada

como «publica». En los documentos medievales, «dominante»

(herrschaftlich)   es utilizado como sinonimo de  publicus; pu - 

blicare  significa p ara el senor em ba rga r.7 En el am bivalente sig-nificado de gemein (common,  comun) como comunitario, esto

es, accesible a todos (publico), y gemein,  esto es, excluido de

derechos particulares, es decir, senoriales, excluido del rango

(publico), se refleja ha sta nue stro s dfas la in teg ratio n de ele-

mentos de organization comunitaria en una estructura social

 basada en el dom inio feudal.8

 No es posible docum entar p a ra la sociedad feudal de

la alta Edad Media, de un modo sociologico, es decir, con cri-

terios institucionales, una publicidad con ambito propio, se- parado de una esfera privada. Sin em bargo, no po r casualidad

se llama a los atributos de dominio, como el sello regio, ponga-

mos por caso, «publicos»; no por casualidad disfruta el monarca

ingles de  publicness:   9 se t ra ta de una represen ta tion publica

del dominio. La  publicidad representativa  no se constituye como

un am bito social, como un a esfera de la pu blicidad; es m as

 bien, si se perm ite u tilizar el term ino en este contexto, algo asi

como una caracterfst ica de status.  El status  del senor feudal,siempre en caram ado a su jera rqu fa, es n eu tral frente a los cri-

terios «publico» y «privado»; pero el poseedor de ese status  lo

rep resen ta pu blicam ente: se m uestra, se pre sen ta como la cor-

 poreizacion de un poder siem pre «elevado». " La no tion de esa

representation se ha conservado hasta en la mas reciente doc-

trina constitucional. De acuerdo con ella, la representacion solo

 puede «darse en la esfera de la public idad [...] no hay rep re

sentation que pudiera considerarse "asunto privado"»." Y, cier-

tamente, lo que pretende esa representacion es hacer visible,

* Literalmente «soldado comun», del monton, actualmenteusado en el sentido de «soldado raso».

** «Soldado raso».

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 por medio de la presencia publicam ente presen te del senor, un

ser invisible: «...algo m ue rto , algo de po ca valfa, o ca ren te to-

talmente de ella, algo bajo, no puede obtener representation. Le

falta el elevado modo de ser capaz de resaltar en el ser pu

 blico, de ser capaz de una exis tencia . Palabras como grandeza,

alteza, majestad, fama, dignidad y honor van al encuentro deesa particularidad del ser capaz de representacion». Delega-

cion en el sentido, por ejemplo, de rep res en tatio n de la N ation ,

o de d eterm inad os clientes, no tiene nad a que ver con esa pu-

 blic id ad represen tativa, adherida a la concreta exis tencia del

seno r y exp ended ora de un «aura» a su au torida d. Cuando el

senor del pais reunfa en su torno a los senores mundanos y a

los del espfritu, a los caballeros, a los prelados y a los esta-

m entos (o, como acon tecfa en Alem ania h as ta 1806, cuand o el

Kaiser invitaba al Reichstag a prfncipes y obispos, condes im-

 periale s, im periale s estam entos y abades), no se tra tab a de una

asamblea de delegados en la que cada uno representaba a otros.

En tanto el soberano y sus estamentos «son» el pais, en vez de

delegarlo meramente, pueden, en un especifico sentido de la

 palabra, rep resen tar: ellos rep resen tan su dom in io, en vez de

 para el pueblo , «ante» el pueblo .

La evolucion de la publicidad representativa esta ligada

al atribu to de la persona : a insignias (condecoraciones, arm as),habitos (vestimenta, peinado), gestos (modos de saludar, adema-

nes) y retorica (forma de las alocuciones, discursos solemnes

en ge nera l).12 Por decirlo en pocas p alab ras: en un codigo es-

tricto del comportamiento «noble». Este cristalizo a lo largo

de la alta Edad Media en el sistema de virtudes cortesanas,

una version cristiana de las virtudes cardinales aristotelicas en

la que lo heroico templaba lo caballeresco y lo senorial. Signifi-

cativamente, en ninguna de esas virtudes perdio lo ffsico su re-

levancia: pues las virtud es tenfan que ad qu irir cuerpo, hab ia

que exponerlas pu blicam en te.13 Esa rep rese nta tion vale, sobre

todo, para el torneo, para la figura de la pugna entre caballeros.

Cierto que tambien la publicidad de la polis griega conoce una

escenificacion agonal de la arete; pero la pu b licidad de la re

 p resentacion cortesano-caballeresca, desarro llada m as en los

dfas festivos, en las «epocas elevadas», que en los dfas de audien-

cia, no constituye una esfera de la comunicacion politica. Como

aura de la autoridad feudal, es signo de un status  social. Poreso le falta «em plazam iento»: el codigo caba lleresco de conduc-

ta es comun a todos los senores, desde el rey hasta el semicam-

 pesin o caballero de un unico escudo; en ese codigo se orientan

no solo en oportunidades y emplazamientos definidos, como

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«en» la esfera de lo publico, pongamos por caso, sino de con-

tinuo y en cu alqu ier p arte donde rep rese nte n en ejercicio de

sus derechos senoriales.

Solo aquellos de entre los senores que lo son del espf-ri tu poseen, por encima de motivos mundanos, un local para

su rep re se n tat io n : la iglesia. En el ritu al eclesiastico, en la li-turgia, en la misa, en la procesion, sobrevive aun hoy la publi-

cidad representativa. De acuerdo con una conocida observacion,

la Camara de los Lores inglesa, el Estado Mayor prusiano, laAcademia francesa y el Vaticano en Roma fueron los ultimos

 bastiones de la rep resen ta tio n ; fin alm ente, solo la Iglesia ha

sobrevivido, y «tan solitariamente que quien no ve en ella sino

fachada externa esta obligado a decir, con epigramatico sarcas-

mo, que ya solo re pre se nta a la rep res en tac ion ».14 Por lo d em as,

la relation entre laicos y clero muestra hasta que punto el «en-torno» forma parte de la pu blicida d rep res en tativa y como, sin

em bargo, e sta tam bien excluido de ella: es priva da en el m ismo

sentido en que el  private soldier   [soldado raso] estaba excluido de la representation, de la dignidad militar, aun cuando «per-

teneciera a ella». Esa exclusion corresponde a un enigma lo-

calizado en el inte rio r del cfrculo de la pu blicida d: esta se ba saen uia arcanum;  misa y Biblia son lefdas en latfn, no en el len-

guaje del pueblo.

La representation cortesano-caballeresca de la publier

dad tuvo su ultima forma pura en las cortes francesa y bor-

gonona en .el siglo x v .15 El celeb re c erem on ial espan ol es el fosilde esa flor tardfa. Y en esa forma se m an ten dr a todavfa d ura n

te siglos en las Cortes de los Austrias. De nuevo se forma la

 publicidad rep resen ta tiva a p a r tir de la cu ltu ra aris toc ra tica

urban am ente asentada de la I talia no rtena tem pranam ente ca-

 p italista , p rinc ipalm ente de Florencia, luego tam bien en Paris

y Londres. Precisamente su asimilacion del humanismo de laincipiente cultura burguesa le permitio conservar toda su po-

tencia: el m undo i lustrado hu m an ista fue po r lo pron to inte-

grado en la vida co rtesa na .16 Como con secuencia de la intro

duction en la Corte de los preceptores de los prfncipes, apro-

ximadamente en 1400, ayudo el humanismo, que hacia el siglo xvicomenzaba a desarrollar las artes de la crftica filologica, a mo-

dificar el estilo de la vid a co rtesan a. Con el coriegiano  comien-

za a desprenderse del caballero cristiano un cortesano huma-

nfst icamente instruido, cuyo est i lo recuerdan, posteriormente,el gentelman  ingles antiguo y el honnete homme  de Francia.

Su serena y elocuente sociabilidad es sfntoma de la nueva so

ciedad en cuyo nucleo cen tral esta situad a la C orte .17 La aris-

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tocracia agraria, autosuficiente merced a sus propiedades rura-

les, pierde fuerza representativa; la publicidad representativa

se concentra en la corte del soberano. Todos sus momentos coin-

ciden de un modo tan patente como fastuoso en la fiesta ba-

rroca.

La fiesta barroca ha perdido ya, literalmente, publici-dad respecto de las fiestas de la Edad Media occidental, inclui-

do el Re nac imiento. Torneo, danza y tea tro se re tiran de las

 plazas public as a los ja rd in es , de las calles a los salones de

 palacio . El j a rd fn palaciego, aparecido a m ediados del siglo x v i i ,

extendido por toda Europa rapidamente, como toda la arqui-

tectura francesa de ese siglo, posibilita, al igual que el palacio

 barroco m ism o, lo que, por asi decirlo , ronda al am biente de

la sala de fiestas: una vida cortesana gu arecida del m undo

exterior. Pero el fundam ento de la pub licidad repres en tativano solo es conservado, sino que se manifiesta aun mas clara-

mente. Mademoiselle de Scudery da noticia en sus Conversa

tions  de los empenos que animaban a esas grandes fiestas; no

servfan tanto al placer del participante cuanto a la demos-

tracion de la grandeur   del anfitrion. —El pueblo, que no pre-

cisaba m as que co ntem plar, se en treten fa al max im o.18— Tam-

 poco aqui estaba el pueblo com pletam ente excluido; quedaba

en la calle constantemente a la expectativa; la representationesta destinada a un en torno ante el cual dese nv olverse .19 Solo

los banquetes burgueses para notables, a puerta cerrada, co-

menzaron a ser exclusivos. «El talante burgues se diferencia

del cortesano en que, en la casa burguesa, el espacio festivo es

tambien habitable, en tanto que, en palacio, incluso el espacio

habitable es festivo. Y, efectivamente, desde Versalles, el dor-

mitorio real se convierte en una especie de segundo centro de

las instalaciones de palacio. Se encontraba allf la cama armada

como en un escenario, sobre un estrado, a m odo de trono parael reposo , se parado del esp ectado r po r un arm ario: asi es, en

efecto, ese espacio del escenario cotidiano de ceremonias de

levers  y couchers,  escenario que eleva lo mas fntimo a la con

side ration p u b lica .»20 En la etiqu eta de Luis XIV alcanza la

 publicidad represen ta tiva la cim a refin ada de su concentracion

cortesana.

La «sociedad» aristocratica, procedente de la sociedad

renacentista, carece ya de dominio propio —de dominio pro- pio , al m enos, de p rim era fila— , no tiene senorfo feudal que

representar, y se puso al servicio de la representation del mo-

narca. La capa senorial de la nobleza cortesana ofrece la base

de una sociabilidad, altamente individualizada en todos los cere-

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La correspondiente polarizacion del poder soberano comienza

a hacerse visible con la separacion de presupuesto publico y

 bienes dom estic os priv ados del senor feudal. Con la burocrac ia

y el cuerpo m ilitar (y en un a p arte tam bien con la legalidad)

se objetivizan las instituciones del poder publico frente a la

cada vez mas privatizada esfera de la corte. A partir de losestamentos, en fin, se desarrollan los elementos senoriales, con-

virtiend ose en organos del po de r pub lico, en Parlam en to (y en

otra parte tambien en legalidad); los elementos del estamento

artesan al, en la m ed ida en que cuajan en corpo raciones urb ana s

y se producen ciertas diferenciaciones en los estamentos arte-

sanales rurales, evolucionan hacia la esfera de la «sociedad bur-

guesa» que, como genuino am bito de la auton om ia privada, esta

contrapuesta al Estado.

Excursus: el final de la publicidad representativa ilustrado con el ejemplo de Wilhelm Meister

Las formas de la publicidad representativa conservan

evidentemente plena efectividad hasta el umbral del siglo xIx,

especialm ente en la atrasad a -ta n to poli tica cuanto economi-ca m en te- Alemania, en la que Goethe escribio la segu nda ver

sion de su Wilhelm Meister.  En esa ob ra se enc uen tra la car

ta26 en la que Wilhelm renuncia al ajetreado mundo burgues

materializado por su cunado Werner. Ahf explica por que para

el las tab las significan el «mundo» -e s decir: el m undo aris-

to cr atic o - de la bu en a sociedad (publicidad en su forma re-

 p resen tativa): «Un burgues puede conseguir su sustento y aban-

donar su espfritu a la mas extrema miseria, pero su  personali- 

dad   anda erratica, pongase como se ponga. En la medida enque el noble, que se rodea de los mas distinguidos, esta obli-

gado a comportarse con decoro y elegancia, en la medida en

que ese decoroso comportamiento, que le abre puertas y porta-

les, se convierte en un deco ro libre, pues to que su pro pia  p e r

sona  le avala, ya sea en la corte o en el ejercito, tiene motivo

 para velar algo po r la reputacion de su persona, y para mos-

tra r que algo cuida de su pro pia repu tacion». El noble es auto-

ridad en la me dida en que la rep rese nta ; la m ue stra, la mate-rializa en su cultivada personalidad, y por consiguiente «es una

 persona publica,  y cuanto mas cuidados sus movimientos, cuan-

to mas sonora su voz, cuanto ma s estud iada y m edida su prop ia

esencia, mas perfecto es [...] y todo lo demas que posea y que

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le circunde, capacidad, talento, riqueza, solo pareceran anadi-

dos». Goethe ha captado aun el resplandor de la publicidad re-

 p resenta tiva, cuya luz se refracto evidentem ente en el Rococo

de la corte francesa y volvio a refractarse en el remedo alemande los reyezuelos. Tanto mas preciosos re sa ltan los colores: la

aparicion graciosamente estilizada del «senor», el cual se hace«publico» en virtud de la representation y se crea solemnemen-

te un aura en esa publicidad. Goethe interpreta la nocion de

«persona publica», que en el uso lingufstico de su tiempo co-menzaba a adquirir la significacion de servidor del poder pu

 blico, del E stado , de nuevo en el sentido de la rep re sen ta tio n

 publica. C iertam ente, de un m odo bien visible, la «persona» se

vuelve «personalidad cultivada»; el noble ha sido tomado, enesa carta, como un pretexto para la descripcion de la idea com-

 p letam ente burguesa, im pregnada del neohum anism o del cla-sicismo aleman, de la personalidad libremente desplegada. En

nuestro contexto, importa la observation de Goethe segun la

cual la burguesfa ya no pu ede seguir rep resen tand o, ya no pue-

de consegu ir un a pu blicidad re pre sen tativa desde su casa. El

noble es lo que rep res en ta; el bu rgu es, lo que prod uc e: «Si elnoble,  por medio de la exposition de su persona,  todo lo da,

nada da, en cambio, el bu rgues —y nad a ha de dar— m ediante

su personalidad. A aquel le es dado y ha de  parecer;   este solo

ha de ser, y lo que el quiera parecer resulta cursi y grotesco».La apariencia representativa de la que quiere dotarse el nou

veau riche  se convierte en la comedia del mero aparentar. Por

eso acons eja Goethe no p reg un tarle : «^Que eres?», sino solo:

«^Que tienes? ^Que clase de inteligencia? ^Que conocimientos?

^Que capacidad? ^Cuanto poder?». Una sentencia que la pretension aris toc ratica de N ietzsche llego a ha ce r suya: que el

hombre no se confirme en aquello de lo que es capaz, sino

como aquello que es.

Wilhelm declara al cunado la necesidad «de ser una 

 persona publica,  inse rta y activa en un am plio cfrculo». Puesto

que el mismo no es un noble, ni quiere, como burgues, moles-

tarse vanamente en parecerlo, busca, por asf decirlo, un subs-

tituto de la pu blicid ad : el escen ario. Tal es el secreto de su

vocacion teatral: «Sobre las tablas aparec e el ho m bre cu ltivado

tan  personalmente en su brillo   como en las clases altas». El

secreto equfvoco de la «personalidad cultivada» («la necesidad

de cultivar mi e spfritu y mi gusto») p reten de ha ce r posible laintencion burguesa en la figura disenada como noble, preten-

de hacer una y la misma cosa de la representacion teatral y de

la representation publica; pero la perception de la decadencia

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de la publicidad representativa en la sociedad burguesa es, por

otro lado, tan certera, y la vocation de pertenecer a ella, a pe-

sar de todo, tan fuerte, que no puede conformarse con esa con

fusion. Wilhelm aparece ante el publico como Hamlet y, por

lo pronto, con exito. Pero el publico es, sin embargo, portador

de otra publicidad que nada en comun tiene ya con la publici-dad representativa. Por eso la vocation teatral de Wilhelm Meis

ter esta condenada al naufragio. Es como si a ella le fallara

la pub licidad burg uesa, a cuyo podio hab ia ascendido entre -

tanto el teatro: el Figaro de B eaum archais habia entrado ya

en escena, y con el, segun el celebre donaire de Napoleon, laRevolution.

3. Sobre la genesis de la publicidad burguesa

Con el temprano capitalismo financiero y comercial,

irradiado a partir del siglo x i i i   desde las ciudades norteitalia-

nas hacia la Europa occidental y nordica, surgen primero los

emporios de los Paises Bajos (Brujas, Lieja, Gante, etc.) y apa-

recen luego las grandes ferias en las encrucijadas de las rutas

comerciales largas; con el se dan los elementos para la forma

tion de un nuevo orden social. Al comienzo, son integrados sin

muchas complicaciones por el viejo sistema de dominacion.

Aquella inicial asimilacion del humanismo burgues por la cul-

tura cortesana aristocratica, que hemos podido observar a pro-

 posito del eje m plar orig en de la sociedad renacen tista floren-

tina, tiene tambien ese fundamento. El capitalismo temprano

es conservador, no solo en el sentido economico tan vivamente

descrito por Sombart, en el modo «honorable» de entender los

ne go cios,27 sino tam bien politicam ente. En la m edida en que

sigue viviendo de los frutos del viejo modo de production (la produccion agraria forzosam ente feudal de un cam pesinado no

libre y la pequena production mercanti l forzosamente corpora-

t iva del artesanado urban o), sin ree stru ctu rar lo,28 no consigue

librars e de la amb iguedad de sus rasgos: este capitalism o es-

tabiliza, po r un lado, las relacione s estam en tales de dom inio;

y pone, por otro lado, los elementos en los que aquellas habran

de disolverse. Nos referimos a los elementos del nuevo marco de relaciones: el trafico de mercancias y noticias  creado por

el comercio a larga distancia del capitalismo temprano.

Las ciudades, naturalmente, disponen desde sus co-

mienzos de mercados locales. Estos restan entretanto en manos

de gremios y cofradias, estrictamente reglamentados, y son an

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tes un instrumento del dominio sobre los alrededores que del

trafico m erca ntil l ibre en tre ciudad y cam po .29 Con el com ercio

a larga distancia, para el cual —segun las observaciones de

Pirenne— la ciudad era ya solo una mera base operativa, sur-

gen mercados de otro tipo. Se consolidan como ferias periodi-

cas, y pronto se establecen, con el desarrollo de las tecnicasfinancieras capitalistas (la letra feriaria y el cambio son ya usua-

les en las ferias de la Champagne del siglo x i i i ) , como bolsas:

en 1531, A m beres se con vierte en «feria p er m an en te» .30 Ese

trafico del intercambio se desarrolla de acuerdo con reglas ma-

nip ulad as, c iertam ente, por el po de r po litico; sin emb argo, se

despliega horizontalmente una red de amplias miras, una red

de d epen denc ias econom icas, no basa das ya, en p rinc ipio ,. en

formas de economfa domestica cerrada y, por tanto, diffcil-

mente encuadrables en las relaciones verticales de dependenciadel sistema de dominio estamental. Evidentemente, el orden

 poli tic o no resu lta afectado por los nuevos procesos que, como

tales, esquivan el marco existente, mientras la vieja capa domi-

nante participa de ello solo como consumidora. En tanto ella

distrae un a pa rte creciente de los propios pro du ctos en bienes

de lujo, accesibles gracias al comercio a larga distancia, no cae

aun la vieja production —y con ella la base de su dominio—

en manos del nuevo capital.De igual modo ocurre con el trafico de noticias desarro-

llado sobre las vfas del trafico mercantil. Los calculos del co-

merciante orientado en el mercado necesitaban, como conse-

cuencia de la extension del comercio, de informacion mas

frecuente y mas exacta sobre hechos y antecedentes especial-

mente lejanos. Por eso, desde el siglo xiv, el viejo trafico epis-

tolar del com erciante da lugar a un a especie de sistem a pro-

fesional de correspondencia. Los primeros trayectos de los emi-

sarios, de los llamados correos ordinarios —que partfan endeterminadas fechas—, fueron organizados por los comercian-

tes de acuerdo con sus propios fines. Las grandes ciudades co-

m erciales son al m ismo tiem po c en tros de trafico de n o tic ias ,31

cuya  permanencia   se hizo urgente en la medida en que el tra-

fico de mercancias y de papeles-valor se hizo tambien perma-

nente. Casi al mismo tiempo que surgen las bolsas, instituciona-

lizaron el correo y la prensa los contactos y la comunicacion

duraderos. De todos modos, bastaba a los mercaderes un sistema de information profesionalmente discreto y a las cancille-

rfas urbanas y cortesanas un sistema administrat ivo interno.

A ninguno de ellos le resultaba comoda la publicidad de la

information. Mucho mas coincidfan con sus intereses los «pe-

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riodicos escritos», las correspondencias privadas organizadas

 profesionalm ente por los com erciantes de no tic ias .32 El nuevo

ambito de comunicacion se anadfa sin mas, con sus institucio-

nes del trafico de noticias, a las formas de comunicacion exis-

tentes mientras falto el momento decisivo de la publicidad.

Del mismo modo que, segun una observation de Sombart, no puede hab larse de «correo» hasta que la oportun idad del trans-

 po rte regu lar de cartas es accesib le al publico en genera l,33 tam-

 poco puede decirse que haya prensa, en el sentido estricto de

la palabra, hasta que la information periodfstica regular no se

hace publica, esto es, hasta que no resulta accesible al publico

en general. Pero esto ac ontecio po r vez pr im era a finales del

siglo x v i i .34 Hasta ese momento, el viejo ambito comunicativo

de la publicidad representativa no estuvo amenazado por el

nuevo ambito de una publicidad publicfsticamente determina-da. Las noticias profesionalmente vendidas no son todavfa dadas

a la publicidad; las novedades irregularmente publicadas no se

m aterializan todavfa como n o ticia s.35

Los elementos que forman el marco del trafico tem-

 pranam ente capitalista, del trafico de m ercancias y noticias, de-

muestran por vez primera su potencia revolucionaria en la fase

del mercantilismo, fase en la que se forman las economfas

nacionales y territoriales al mismo tiempo que el Estado mod ern o .36 El que en 1597 la Liga ha nseatica fuera defin itivam en te

confirmada desde Londres, instalandose pocos anos despues la

com panfa de los Merchan t A dven turers en H am burgo , indica no

solo el ascenso comercial y politico de Inglaterra, sino que es

sfntoma de una nueva etapa alcanzada entretanto por el capita

lismo. Las companfas comerciales se organizan desde el siglo xvi

sobre una base ampliada de capital que no se conforma, como

lo hicieran los viejos emporios, con mercados que acaban resul-

tando siempre limitados. Exploran y abren, mediante expedi-ciones de gran envergadura, nuevos terrenos para el mercado

 p ro p io .37 Para satisfacer la crecie nte necesidad de capital, y para

compartir los riesgos crecientes, pronto se configuraron esas

companfas como sociedades por acciones. Pero necesitaban ade-

mas solidas garantfas polfticas. Los mercados del comercio ex

terio r eran considerad os por entonces, fun dadam ente, como

«prod uctos institucion ales»: eran el resu ltado de esfuerzos po

liticos y de violencia militar. La vieja base operativa ofrecida

 por los enclaves urbanos de origen se amplfa a otros centros

urbanos del territorio estatal. Comienza entonces aquel proceso

que H ecksch er ha descrito com o nation aliza tion de la econo

mfa u rb an a.38 Evide ntem ente, en ese proceso se constituye po r 

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vez prim era lo que desde entonces llam am os «nacion»: el Es-

tado moderno, con sus organizaciones burocraticas y una ne-

cesidad financiera creciente, que actua a su vez retroactivamen-

te como acelerador de la poli t ica mercanti l . Ni los acuerdos pri

vados de prestamo entre soberano y financiero ni los empres-

t itos pub l icos b astan p ara cu bri r aquel la necesidad, h asta queun sistema impositivo eficaz satisface la demanda de capital.

El Estado moderno es esencialmente Estado imposit ivo, y la

administrat ion financiera la pieza clave de su administrat ion

general. La de lim itat ion — que acom pana a este nacim iento—

entre bienes dom esticos del soberano y bienes es ta ta le s39 re

sulta ejemplar para la objetivizacion de las relaciones perso-

nales de dominio. Las administraciones locales fueron puestas

en In gla terra bajo c on trol de la au toridad m ediante la inst itu-

cion del ju ez de paz; en el co ntin en te, siguiendo el modelofrances, por medio de la figura del intendente.

La reduction de la publicidad representativa que acon-

tece con la mediatizacion de las autoridades estamentales pro-

ducida por causa de la de los senores feudales, ofrece otra es

fera espacial que esta enlazada con el nombre de publicidad en

el m ode rno sentido de la pa labra : la esfera del po de r publico.

Este se objetiviza en una ad m inistrat io n constante  y en un

ejercito  permanente;  la pe rm an en cia de los contac tos en el trafico de mercancias y noticias (Bolsa, Prensa) coincide ahora

con una actividad estatal continuada. El poder publico se con-

solida como un perceptible estar-frente-a aquellos que le estan

m eram ente sometidos y que, po r lo pro nto, solo encu entran en

el su propia determination negativa. Porque ellos son las per

sonas privadas que, por carecer de cargo alguno, estan excluidas

de la p ar ticip atio n en el po d er pu blico. «Publico» en este es-

tricto sentido resulta analogo a estatal; el atributo no se refie

re ya a la «corte» representativa de una persona dotada de auto-ridad, sino mas bien al funcionamiento, regulado segun com-

 petencias, de un apara to dotado del m onopolio de la utilizacion

legftim a de la violencia. El dom inio sen orial se tran sfo rm a asi en

«policfa»; las personas a ella subsumidas forman, como destina-

tarios de la violencia publica, el publico.

La poli t ica mercanti l ista, formalmente orientada de

acuerdo con el equilibrio comercial, presta a la relacion entre

subdito y superioridad una forma especial . La exploration yampliacion de los mercados exteriores, en los que las compa-

mas privilegiadas consiguen una posit ion de monopolio bajo

 presion politica, en una palab ra, el nuevo colonia lism o, actu a,

como es sabido, cada vez m as en prove cho del des arrollo de

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las economias mercant i les in ternas ; en la misma medida, los

intereses del capi ta l manufacturero prevalecen f rente a los del

capi ta l comercia l . As i se modif ica un e lemento del marco tem-

 p r a n a m e n t e capi tal i s t a del t raf ico, el t rafico de mercanc ias , y

con el lo t ambie n la es t ruc tura p roduc t iva : el in te rcambio en t re

mater i as p r imas in t roduc id as y p roduc tos ac abados o semiaca- bados t iene que en t end er s e como funcion de un proceso de

t rans fo rmacio n del vie jo modo de p ro duc t io n en un modo ca

 pi ta l i s ta de p roducc ion. Dobb ha l l a ma do la a tenc ion sobre el

regis t ro de ese camb io por la l i ter a tur a me rcant i l i s ta de finales

del siglo x v i i . El comercio exterior ya no es val orad o  per se como fuente de r iqueza, s ino solo en la med ida en que posibi-

l i ta el empleo de la poblacion nat iva (employement created by trade  = empleo or i g inado por el com erc io) .40 Las medida s de

la adminis t racion se deciden de ese modo, crecientemente , conel objet ivo de la real izacion del modo de produccion capital is-

ta. La plaza de los pr ivi legios profesional es y es ta me nt al es de

las corpor acion es es ocupada por los pr iv i legios person ales de

or igen real ; la indus t r ia exis tente habra de conver t i r se en pro-

duccion capi ta l i s ta o dar lugar a nuevas m anu fact ura s . Unida a

todo e l lo va la regl ame ntac ion del proceso mi smo de produc-

cion .41

Como  pendant   de la aut or i dad se c onst i t uye la so-

ciedad burguesa . Las act iv idades y dependencias que has ta

el momento habian s ido proscr i tas en e l marco de la eco

nomia domest ica , aparecen en e l umbral hogareno a la luz de

la publicidad. La af irmacion de Schumpeter , segun la cual «las

vie jas formas que subsumian la entera personal idad en s is te

mas de obje t ivos t ranspersonales agonizaban, y la economia

individual de cada famil ia se habia convert ido en el elemento

central de su exis tencia, con lo que se fundo una esfera pr ivada

que aparecia ahora ante lo publico como un algo dis t ingui- b le» ,42 afecta solo a un aspec to del cur so em pre ndi d o — la pr i

vat izat ion del proceso de re pro du ct i on — , pero no a su nueva

relevancia «publica». La act ividad economica pr ivada ha de

or ientarse de acuerdo con un t raf ico mercant i l somet ido a d i -

rect ivas y supervi s iones de caracte r publ ico; las condiciones

economicas bajo las que ahora se real iza es tan emplazadas fuera

de los confines del propi o hogar; por vez pr i me ra son de in-

teres general . Esta esfera pr ivada de la sociedad, esfera que ha

adquir ido re levancia publ ica , ha caracter izado, en opinion de

Hannah Arendt , la moderna re la t ion de la publ ic idad con la

esfera pr ivada, tan diferente de la ant igua, engendrando lo «so-

cial». «La sociedad es la forma de vivir en comun en la que

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la dependencia del hombre respecto de su igual t iene lugar por

amor a la vida misma, y ninguna otra cosa llega a alcanzar rele-

vancia publica; y en la que, como consecuencia de ello, las ac-

t ividades que sirven sencil lam ente al ma nten im iento de la vida

no solo se manifiestan publicamente, sino que estan llamadas a

de term inar la f isonomfa del espacio pu b lico .»43En la transformacion de la economfa legada por los

antiguos en economfa politica se reflejan las cambiadas con-

diciones. El concepto mismo de lo economico, vinculado hasta

el siglo x v i i   al cfrculo de competencia del oikodespota,  del  p a

ter familias  o del seno r de la casa, ad qu iere aho ra p or vez

 p rim era, en la p rac tica del funcionam ie nto de los negocio s — fun-

cionamiento calculado de acuerdo con criterios de rentabili-

dad— , su m od ern a significacion: las ob ligaciones seno riales do-

m esticas se redu cen , esm eran do su celo en ello, al ah o rr o .44

La economfa moderna no se orienta ya de acuerdo con el oikos; 

el mercado ha ocupado la plaza de la casa y la ha convertido

en una «economfa de comercios». En la cameralfstica del si

glo X V I I I (que deriva su nombre de camera,  la camara del teso-

ro o tesorerfa feudal) se situaba, por una parte, a esta precur-

sora de la m od erna economfa po litica ju n to a la teo rfa finan-

ciera, y por la otra, junto a la tecnica agraria desprendida de

la economfa tradicional, es decir, como un elemento de la «po-licfa», de la propia doctrina administrat iva; tan estrechamente

coordinada esta la esfera privada de la sociedad burguesa con

los organos del poder publico.

Dentro de ese orden politico y social refigurado duran

te la fase mercantil del capitalismo (orden cuya nueva configu

ra tio n llego ya en bu en a p arte a exp resarse en esa fase, pues-

to que en ella los momentos de lo politico y de lo social apare-

cen separadam ente) se desarrolla tam bien ahora vigorosam ente

el segundo elemento constitutivo del marco del trafico tempra-

nam ente cap italista: la pren sa. Los prim ero s period icos en sen-

tido estricto, ironicamente llamados tambien «periodicos polfti-

cos», aparecen con periodicidad semanal al principio, diaria-

mente ya a mediados del siglo x v i i . Las correspondencias pri-

vadas contenfan por entonces circunstanciadas noticias de curso

mundial acerca de Dietas imperiales y acontecimientos belicos,

de rendimientos de cosechas, impuestos, transportes de metales

nobles, y sobre todo noticias acerca del trafico comercial intern a tio n a l45 Pero solo un arroyu elo de esa corriente de no ticias,

filtrada como esta por esos periodicos «escritos», llega a aque-

llos periodicos impresos. Los suscriptores de las corresponden

cias privadas no tenfan ningun interes en que el contenido de es-

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tas se hiciera publico. Por eso los per iodicos poli t icos no exis ten

 para los comerc ian tes , sino, al reves, los comerc ian tes exis

ten para los per iodicos . Custodes novellarum  les l laman sus

contem porane os , p rec i samente por esa dependenc ia de l a in

formacion per iodis t ica publ ica respecto del t raf ico pr ivado de

no tic ias .46 La cr iba del control no oficial de noticias efec tuada por los comer c ia n te s y la censura oficial de noticias p rac t i cada

 por la A dm in i s t rac ion cons t i tu ian obs tacu los sa lvados de or-

dina rio po r las noticia s refer ente s al ext ranj ero, a la corte y al

comerci o m ismo s i la not icia era i r re levante; del rep er to r io de

la hoja impresa se conservaban las «nuevas» t radic ionales —las

curas mil agro sas y las l luvias torrenc iale s , los asesinato s , epi-

dem ias e incendios— .47 Asi , se d aba a la publ icac ion informa-

ciones de segundo orden del mater ial de noticias disponible;

s in emb arg o, el por que l lego a amp lia rse ese vo lu me n de infor-

maciones y a hacerse acces ible , incluso publ ico , requiere una

explicacion. Es cuest i ona ble que el solo interes del esc r i to r hu-

 b ie ra bas tado ; en todo caso, siempre  tuvieron los expendedo-

res de noticias interes en su publicacion. El t raf ico de noticias

se desarrol la no solo en relacion con las necesidades del t ra-

f ico mercant i l : las not ic ias mis mas se han conver t ido en mer

cancias . La informacion per iodis t ica profes ional obedece, por

tanto , a las mismas leyes del mercado, a cuyo surgimiento debeel la su propia exis tencia. No por casual idad se desarrol lan los

 per i odi cos impresos f r ecu en tem ent e en las mi s ma s oficinas de

correspondencia en las que se confeccionan los per iodicos es-

cr i tos . Toda informacion epis to lar t iene su precio , y resul ta

na tura l l a p re tens ion de ampl ia r l a gananc ia aumentando l as

ventas . Una par te del mater ia l de not ic ias recibidas comenzo,

 pues , a impr i m i r s e pe r iod ica me nte y a ve nder se anon imamen-

te, consiguiendo asi , pues , publicidad.

Con todo, el interes de las nuevas aut ori dad es por ut i-

l izar a la prensa de acuerdo con los objet ivos de la adminis

tracion se habia ent re tanto robus tecido. En la medida en que

ese ins t rumento les servia para dar a conocer ordenes y dispo-

s ic iones , se convir t ier on los des t i natar ios pr opi am ent e por vez

 p r im e ra en «publico». Los per iod icos poli t icos co m en z ar on in-

fo rm an do acerca de idas y ven idas reales , sobre la l legada de

 pe r son a l idades ex t ranjeras , sobre f iestas, so lemnidades de la

corte, nombramientos , etc. ; en conexion con esas noticias cor-tesana s — notic ias que pode mos ente nde r como una especie de

adaptacion de la representacion a la nueva forma de la publi-

c idad— , apare cian tamb ien «disposic iones del sob era no para

el bien de los subditos». Pero al pun to se convir t io la prensa

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en una sistematica servidora de los intereses de la Administra

cion. Una disposicion del Gobierno vienes, de marzo de 1769,

sobre la pre ns a m ues tra el estilo de esa pr ac tica: «Paira que

el periodista pueda saber que clase de decretos internos, en-

tidades y otras cosas que acontezcan son apropiados para el

 publico, seran com pendiados sem analm ente por las autorida-des y librado s a los a utores period fsticos» .48 Ya Richelieu pose-

yo, como sabemos por las cartas de Hugo Grotius —por en

tonces m inistro p lenip oten ciario sueco en Paris— , un vivo sen

t ido para el aprovecham iento del nuevo inst ru m en to.4"3 Era

 p ro tec to r del periodic o estatal fundado en 1631 po r Renaudot,

 perio dic o que es el m odelo in sp irado r de la Gazette o f London, 

ap arecid a en 1665 bajo Carlos II. Dos anos an tes hab ia hecho

su aparicion el  Intelligencer,  oficialmente autorizado, que puede enlazarse con un  Daily Intelligencer o f Court, City and Coun

try,  que aparecfa esp orad icam ente ya desde 1643.49 Esas ho jas

de anuncios aparecidas en Francia como medio auxiliar de los

despachos de noticias y anuncios se convirtieron en todas par

tes en instrum en to dilecto de los gob ierno s.50 En m uch as oca-

siones, incautaron los gobiernos los despachos de noticias y los

 periodicos de anuncios se convirtieron en hojas oficiales. Esa

m edida , dice una orden m inis terial p ru sia na del ano 1772, debe

ser «util al publico» y «facilitar la inversion». Junto a las dis- posic iones y lic itacio nes «en policfa , com ercios y m anufactura» ,

aparecen las cotizaciones de los mercados de frutas, las tasa-

ciones de los vfveres y, en general, los precios mas importan-

tes de los productos propios e importados; ademas, cotizacio-

nes de bolsa, noticias de trafico comercial, informes sobre el

nivel del agua, etc. Asi pudo el Gobierno palatino-bavaro par-

ticipa r al «publico com erciante» la creacion de un a ho ja de

anuncios «al servicio del comercio y del hombre comun, para

que pueda enterarse de las disposiciones soberanas libradas de

cuando en cuando, asi como de los precios de diversas mer-

cancfas, y para que pueda, en consecuencia, dar mas ventajosa

salida a sus m erc an cfa s» .51

La autoridad dirigfa sus participaciones «al» publi

co, es decir, en principio, a todos los subditos; pero no llegaban

 po r este cam in o, de ord inario , al «hom bre comun», sino, en to do

caso, a los «estamentos ilustrados». Junto al nuevo aparato del

Estado moderno ha surgido una nueva capa burguesa que ha b ra de ocupar una posic ion central en el conju nto del «publi-

co». Su nucleo lo con stituy en los funciona rios de la A dm inistra

cion real , predominantemente juristas (al menos en el conti-

nente, donde la tecnica del Derecho romano recibido ha sido

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ut i l izada como ins t rumento de racional izacion del t raf ico socia l ) .

A el los se anaden medicos, curas , of iciales y profesores , los

«sabios», cuyo rango esta por encima del de maestros y escr i-

 banos , y el de estos por enc ima del «pueb lo» .52

En tre ta nto , los propi am ent e «burgueses», los v ie jos es

tamentos p rofes iona les de a r t esanos y t enderos , han perd idorelevancia social ; la han p erdido ju nt o a los es tam ento s mis-

mos, en cuyo derecho de ciudadania se basaba su posicion. Al

mismo t i empo, los g randes comerc ian tes han rebasado los es -

tr ech os m arc os de la ciudad y, con las com pan ias , se han vin-

culado di rectamente a l Es tado. As i , a l l i donde —como en Ham-

 b ur g o — la ciudad no supo a f irmarse frente al poder t e r r i t o

r ia l del soberano, los «capi ta l i s tas» , comerciantes , banqueros ,

edi tores y manufactureros , per tenecen a una categor ia de lo«burgues», que es tan poco «burguesa» en sent ido t radic ional

(habit ante del burgo) com o el nuev o e st am en to de los sa bi os . 53

Esa capa «burguesa» es la verdadera sos tenedora del publ ico ,

el cual es , desde el pr incipio, un publico de lectores . No puede

ser ya in teg rada en bloque — como lo fueron en su t iempo gran-

des comer cia nte s y funcionar ios por la cul tur a ar is t ocrat ica de

la cor te renac ent is ta i ta l iana— por la cul tur a ar i s tocra t ica del

 po s t r e r bar roco . Su pos ic ion dom in a n te en la nueva esfera de

la sociedad burguesa l leva mas bien a una tension entre «ciu-dad» y «corte», de cuyas diversas formas de manifestacion na-

cional nos ocu pa rem os mas ade lan te .54

La autor idad provoca en esa capa, afectada y reque-

r ida por la pol i t ica mercant i l i s ta , un eco que permite la toma

de consciencia del  publicum  — el abs t ra cto opon ent e del poder

 pub l ico— , su au t o c o m p r e n s io n como un co m pe t id o r en el j ue -

go, como publico de la naciente  publicidad burguesa.  Una pu-

 b l ic idad tal se desar ro l la en la medida en que el in teres publ ico de la esfera pr ivada de la sociedad burguesa deja de ser

 perc ib ido exc lusi vamente por la auto r i dad , y comienza a ser to-

mado en cons ideracion como algo propio por los mismos subdi-

tos. Ju n to a los agente s del capita l ismo comer cial y f inanciero,

e l c rec ien te g rupo de ed i to res , manufac ture ros y f abr ican tes

 pas an a ser depend ie n tes de med idas adm in i s t r a t iva s ; y de ahi

l a in tenc ion de no de ja r r eg lamentar meramente su ac t iv idad

 profesiona l y empresar ia l , sino de que el r eg lamen to mismo

sea un acicate para la iniciat iva. El mercanti l ismo no favorecede n ingun modo, como pr e tend e un pre ju icio muy ex tend ido ,

a l funcionamiento del Es tado; la pol i t ica indus t r ia l requiere

mas bien la cons t rucci on y demol ic ion de empre sas pr ivadas

t ra ba jan do en sent ido capi ta l i s ta , evi dent eme nte por v ias buro-

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cra ticas .55 La relacion entre la au torid ad y los sub ditos cae asi

en la propia ambivalencia de la suma de reglamento publico

e iniciativa privada. Y de ese modo se vuelve problematica la

zona en la que el poder publico entra en contacto, por el cami-

no de los actos administrativos continuos, con las personas pri-

vadas. Eso no solo es valido para las categorias sociales direc-tamente part icipantes en la produccion capital ista. En la medi-

da en que esta va imp oniend ose, dism inuye la autosuficiencia y

crece la dependencia de los mercados locales respecto de los

territoriales y nacionales, de modo que amplias capas de la po-

 blacion, sobre todo de la pob lacion urbana , se ven afecta das

 — en su calidad de consum idoras— en su existencia co tid iana

 po r las m edidas de la po litica m ercan tilis ta no ya en to rn o de

las celebres disposiciones sobre la indumentaria, sino en tor-no de tasaciones e impuestos y, en general, en torno de la in-

tervencion publica en el privatizado hogar, y se forma una es

fera crftica; cuando la escasez de trigo, llega a p ro h ibir se po r

dec reto el con sum o de p an los viernes por la noche .5* Puesto

que la sociedad, co ntra p ue sta al Estad o, d elim ita, po r un lado,

un am bito privado claram ente d istinguido del po der publico,

 pero como, por o tro lado, la reproduccion de la vida reb asa los

lfmites del poder domestico privado, convirtiendose en un asun-

to de interes publico, la zona de continuado contacto adminis-trativo se convierte en zona «crftica» tambien en el sentido de

que reclama la crftica de un publico raciocinante. Facilmente

 pod ra el publico a tender a esa reclam acion, pues solo necesita

 poner en funcio nam iento el in strum en to con cuya ayuda ha-

 bfa convertido ya la adm in istrac ion a la sociedad en un asunto

 publico: la prensa.

Ya desde el ultimo tercio del siglo x v i i   los periodicos

eran completados con revistas, que no solo contenfan, princi- palm ente, inform aciones, sino tam bien instrucciones pedagogi-

cas, crfticas incluso, y resenas. Al comienzo, las revistas cientf-

ficas se dirigfan al cfrculo de legos ilus trados: el  Journal des 

Savants  (1665) de Denys de Sallo, luego la  Acta Eruditorum  

(1682) de Otto M encken y, finalm ente, las ce lebres  Monatsges-  

 pr'ache  (1688) de Thomasius (todas ellas tomadas como modelo

de un a clase e ntera de revistas). En el curso de la prim era m i-

tad del siglo x v i i i , hace su entrada en la prensa diaria, con el

articulo «sabio», el raciocinio. Cuando tambien el  Hallenser   Intelligenzblatt   apa rece — a pa rti r de 1729— no ya solo con ar-

tfculos culturales y resenas de libros, ademas de los tradicio-

nales anuncios, sino, de vez en cuando, con «una narracion

histo rica de actualidad , con feccionada po r un profesor», el rey

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de Prusia se ve impelido a coger las riendas de esa evolucion.

El razonamiento como tal esta todavfa sometido al reglamento.

Todos los profesores ordinarios de las facultades de Derecho,

Medicina y Filosoffa han de enviar invariablemente «una nota

 p articu lar, escrita de un m odo cla ro y pulcro a la seccion de

declaraciones del directorio, como muy tarde , los jue v es » .57 Porlo general, los sabios han de participar al publico «verdades

susceptibles de aplicacion». Los ciudadanos reciben, por encar-

go del soberano, ideas que al punto convierten en propias y

vuelven contra aquel. En un escrito de Federico II del ano 1784

se dice: «Una pe rson a privad a no esta auto rizad a a em itir jui-

cios  publicos,  especialmente juicios rep rob atorios, sobre trata-

dos, procederes, leyes, reglas y directivas del soberano y de la

corte, de sus se rvidores estatale s, de colegios y cortes judicia -

les, ni esta autorizad a a d ar a conoc er no ticias recibidas acerca

de todo ello ni a divulgarlas por medio de la impresion. Una

 persona privada no esta capacitada p a ra som eter todas esas co-

sas a juic io po rqu e le falta el conocim iento com pleto de las cir-

cunstanc ias y los m otivo s».58 Pocos anos antes de la Revolucion

francesa, son visibles en Pru sia un as c ircu ns tancias — como en-

quistadas— que tanto en Francia como, sobre todo, en Ingla-

terra se han disuelto ya a comienzos de siglo. A los impedidos

 ju icio s se les lla m a «publicos» con la m irada puesta en una pu- b licidad que obviam ente habia hecho las veces de un a esfera

del poder publico, pero que ahora se separaba de el como tri

 buna sobre la cual las personas privadas, reunidas en calidad de

 public o, se disponfan a forzar al poder publico a su legitim a-

cion ante la opinion publica. El  publicum   se desarrolla convir-

tiendose en publico, el subjectum,  en sujeto; el destinatario de

los mandatos de la superioridad, en su adversario.

La etimologfa sigue el rastro de esa transformacion

 plena de consecuencias. Desde mediados del siglo x v i i   se ha-

 b la en Ing la te rra de  public,  mientras que hasta ese momento

se utilizaban los terminos world y mankind.  Por esa epoca aso-

ma tambien en frances le public  como calificacion de aquella

realidad que, siguiendo el diccionario de Grimm, se conceptuo

en la Alemania del siglo x v i i i   con termino procedente de Ber

lin: Publikum.  Hasta aquel momento se habia hablado en Ale

mania de la  Lesewelt   (literalm en te: «m undo lector»), o simple-

mente de la Welt   (del mundo), palabra que aun conserva algodel viejo sentido: alie Welt, tout le monde,  todo el mundo. Ade-

lu n g 59 distingu e el publico reunid o en torno de un conferen-

ciante o un actor, en un sitio publico, del publico lector; pero

en ambos casos se tra ta de un «publico juez» . Lo que se so-

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m ete a juic io pu blico consigue « publicidad». A finales del si

glo x v i i   surge el termino ingles  publicity,  derivado del frances

 publicite;  en Alemania aparece la palabra en el siglo x v i i i . La

critica misma se expone en forma de «opinion publica», nocion

acunada en la segunda mitad del siglo x v i i i   a partir de la fran

cesa opinion publique.  Casi por la misma epoca, surge en In-glaterra  public opinion;  y hacia tiem po que se habla ba ya de

general opinion.

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II. Estructuras sociales de la publicidad

4. El elemento fundamental

La publicidad burguesa puede captarse ante todo como

'a esfera en la que las personas privadas se reunen en calidad

de publico. Pronto se reclaman estas de la publicidad regla-

mentada desde arriba, oponiendola al poder publico mismo,

 para concertar con ella las reglas generale s del trafico en la

esfera —basicamente privada, pero publicamente relevante—del trafico mercantil y del trabajo social. Carece de paradigma

 — propia e h isto ricam ente— el medio de que se valio esa con-

certacion : el raciocinio. En nu estro uso linguistico conserva

esta pa lab ra * pe rfectam en te los dos polem icos matices: la lla-

mada a la razon y, al mismo tiempo, su desdenosa rebaja a re-

funfunante sutileza.1 H asta aquel m om ento, los estam en tos ha-

 bian llegado a acuerdos con los soberanos en los que, caso a

caso, las enco ntrada s aspiraciones de po der hab ian conseguido

equilibrarse sobre la base de la delimitacion de las libertades

estamentales respecto de las autoridades reales o de las sobe-

ranias.2 Esa practica condujo desde el siglo x i i i   a una dualiza-

cion de los estamentos senoriales y del soberano; no tardaron

los estam entos provinciales en rep rese ntar m eram ente a la pro-

vincia frente al sob eran o.3 Como es sabido, adopto en Ing laterra

esa evolucion, con la relativizacion del poder real por medio

del Parlamento, un curso distinto que en el continente, en el

que los estam entos fueron m ediatizado s po r el m onarca. Conese modo de compensacion del poder, aparece el tercer esta-

* La palabra aludida es  Rasonement,  introducida comgalicismo en el aleman de la epoca considerada.

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mento, que no puede ya imponerse como un estamento de do

minio.  Un reparto del dominio mediante la delimitacion de los

derechos seno riales (derecho s seno riales fueron tam bie n las «li-

 bertades» estam entales) no es ya posib le sobre la base de la

economfa de trafico m erca n til — la cap acidad de dispo ne r pri-

vadamente de la propiedad capital ista fungible es un poder im-

 po lftico— . Los burgueses son personas p rivadas y, com o tales,

no «dominan». Por eso sus exigencias de poder frente al poder

 publico no se enfrentan al conglo m erado del dom in io con in-

tencion de «repartirlo», sino que tienden a acatar el principio

del dominio existente. El principio del control que el publico

 burgues enfrenta al p rinc ip io del dom inio, es decir , precisa-

mente, la publicidad, no quiere cambiar el dominio como tal.

La exigencia de poder exhibida en el raciocinio publico, queeo ipso  renuncia a la forma de una exigencia de dominio, tenia

que c ond ucir, si querfa preva lece r, a algo m as que a un a re-

mocion de la base Iegit imatoria de un dominio por principio

legftimo (vease el epfgrafe 7).

Las medidas de la «razon» y las formas de la «ley»,

a las que el dom inio pu blico desea so m eter y, de ese m odo,

transformar, solo revelan su sentido sociologico en un analisis

de la publicidad bu rgu esa misma, sobre todo del hecho de que

sean personas privadas las que en ella trafican entre si en ca-

l idad de publico. La autocomprension del razonamiento publi

co esta especfficamente guiada po r esas ex periencias p rivada s

 procedentes de la subjetiv idad — inserta en el pub lico— de la

esfera intima de las pequenas familias.* Tal es el punto de

arran qu e h istorico de la privac idad en el m od erno sentido de

intimidad libre y colmada. El antiguo sentido de lo «privado»

 — de un decurso in evitable , sentenciado por la necesidad de

sob reviv ir— parece aho ra desterrado, jun to a las fatigas y a lasrelaciones de dependencia del trabajo social, del nucleo de la

esfera privada, de la casa. En la medida en que el trafico mer-

cantil rebasa las fronteras de la economfa domestica, queda

delimitada la esfera familiar respecto de la esfera de la repro-

duccion social: el proc eso de polarizacio n e ntre E stado y so-

ciedad se rep ite o tra vez en el seno de la sociedad. El status 

de un varon privado combina el rol del poseedor de mercancias

con el del padre de familia, el del propietario con el del «hom-

* La nocion de «pequena familia» procede de los clasicosde la filosoffa politica de la modernidad. Asi hablo Hobbes, porejemplo, de las small families  modernas, contraponiendolas a lasgreat families  de la Antiguedad y la barbarie.

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 bre». El desdobla m iento de la esfe ra privada en los p lanos de

mayor elevacion que la esfera intima (paragrafo 6) proporciona

el fundamento para identificar aquellos dos roles con el rotulo

comun de «lo privado»; a esa identificacion se reduce tambien,

en ultima instancia, la autocomprension politica de la publici-

dad burguesa.

Antes de que la publicidad, emplazada en un campo de

tensiones entre el Estado y la sociedad, se hiciera expresamen-

te cargo de funciones polfticas, la subjetividad nacida en el am-

 bito de in tim idad de las pequenas familias, fo rm a, de todos mo-

dos, por asi decirlo, su propio publico. Aun antes de que la

 pub licidad se volv ie ra pugnaz respecto del poder public o —para

acabar completamente distanciada de el—, a traves del racio-

cinio politico de las personas privadas, se formo bajo su mantoun a pu blicidad de configuracion im polftica: el em brion de la

 publicidad polf ticam ente activa. Ella constituye el cam po de

accion de un raciocinio publico que se mueve aun alrededor de

si mismo, en un proceso de autoilustracion de las personas pri-

vadas respecto de las genuinas experiencias de su nueva pri-

vacidad. Junto a la economfa politica, constituye la psicologfa

una de las dos ciencias especfficamente burguesas surgidas en

el siglo x v i i i . Son intereses psicologicos tambien los que gufanal razonamiento, que prende en las formaciones culturales aho-

ra pub licam en te accesibles: en la sala de lectura y en el tea-

tro, en museos y conciertos. En la medida en que la cultura

cobra form a m ercan til, conv irtiendose asi pro piam en te, por vez

 p rim era, en «cultura» (como algo que se da por su m ism a vo-

luntad de existir), es reclamada como objeto de sazonada dis-

cusion, objeto sobre el cual pued e la — pub licam ente insertada —

subjetividad llegar a acuerdo consigo misma.

La publicidad representativa no es, evidentemente, una

 publicidad au toctonam ente burguesa; conserva cierta continui-

dad con la publicidad representativa de la corte real. La van-

guardia burguesa de la capa media instruida aprende el arte

del raciocinio publico en comunicacion con el «mundo elegan-

te», una sociedad cortesano-aristocratica que, obviamente, iba

distanciandose, a su vez, de la corte y formando un contra-

 peso en la ciudad a m edida que el m oderno aparato estatal se

autonomizaba frente a la esfera personal del monarca. La «ciu-dad» no es solo centro economicamente vital de la sociedad

 burguesa; en contraposicion politico-cultural con la «corte», es

signo, sobre todo, de una publicidad literaria que cuaja insti-

tucionalmente en las coffe-houses,  en los salons  y en las Tisch-

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gesellschaften.*  La heren cia de aqu ella sociedad hum anfstico-

aristocratica tendio, en el encuentro con los intelectuales bur-

gueses, y gracias a sus conversaciones sociables y comunicati-

vas, el puente entre los residuos de una publicidad decadente

 —la cortesana— y el em brion de una nueva publicidad : la bur-

guesa (paragrafo 5).

 No sin la reserva de estar sim plificando, como ocurre

de ordinario con este tipo de ilustraciones, el elemento funda

mental de la publicidad burguesa en el siglo x v i i i    puede ex-

 ponerse graficam ente del m odo que sigue, como un esquem a

de ambitos sociales:

 Ambito privado

Publicidad burguesa(Ambito del traficomercantil y del tra-

 bajo social)

Espacio celular de la pequena familia(intelectualidad pe-queno-burguesa)

Publicidad politica.Publicidad literaria(Clubs, Prensa)

(Mercado de bienesculturales)«Ciudad»

>ra del poder publico 

Estado(Ambito de la «poli-cia»)

Corte(Sociedad aristoerati-co-cortesana)

La lfnea de separacion, fundamental en el presente contexto, entre Estado y sociedad escinde a la esfera publica del

am bito privado . El am bito publico se lim ita al po de r pub lico

 — aun contam os a la corte en el— . La «publicidad» p rop iam ente

dicha hay que cargarla en el haber del ambito privado, puesto

que se tra ta de un a pu blicidad de pe rson as priva da s. En el seno

del ambito reservado a las personas privadas dist inguimos, por

consiguiente, entre esfera privad a y publicidad. L a esfera p ri

vada com prende a la sociedad bu rgu esa en sentido estricto, esto

es, al ambito del trafico mercantil y del trabajo social; la familia, con su esfera intima, discurre tambien por sus cauces.

La publicidad poli t ica resulta de la publicidad l i teraria; media,

a traves de la opinion publica, entre el Estado y las necesidades

de la sociedad.

* Tischgesellschaft   se traduce norm almente por «convida-dos» o «comensales». En este contexto se alude a la institucionaliza-cion social de las reuniones de comensales.

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5. Instituciones de la publicidad

 Le public  se llamaba en la Francia del siglo x v i i   a los

lecteurs, spectateurs, auditeurs,  en su calidad de destinatarios,

consumidores y cnticos de arte y l i tera tur a;4 se entendla toda-

vla por ello, en primer lugar, a la corte, y luego tambien a la parte de la aristocracia u rbana que, ju n to a una rala capa su

 perior de la burguesla , tem a asiento en los palcos del teatro de

Pans. A este publico temprano pertenecen, pues, corte y ciudad.

Un momento moderno aparece formado ya en la socialidad com-

 pletam ente aristocratica de ese cuculo; con el Hote l de Ram-

 bouillet aparece, en lugar de la sala cortesana en la que el so-

 berano cele braba sus fiestas, reuniendo en su to rno, en calidad

de mecenas, a los artistas, lo que luego habna de llamarse sa

lon.5 Siguiendo su ejemplo surgieron las preciosas ruelles*  quellegaron a gozar de cierta autonomia respecto de la corte. Aun

cuando p odam os disting uir ya aqm aquella reunion tan caracte-

ristica del salon del siglo x v i i i   de aristocracia urbana —econo-

micamente improductiva y poHticamente afuncional— y rele-

vantes escritores, artistas y cientificos —a menudo procedentes

de la bu rgue sla— , no puede aun desp rende rse el es pm tu, en

el clima imperante de la honnetete,  de la autoridad del anfitrion

aristocrata, consiguiendo la autonomia que habia de transfor-mar la conversacion en critica y los bonmots  ** en argumentos.

Solo con la regencia de Felipe de Orleans, que traslado la resi-

dencia de Versalles a Pans, perdio la corte su posicion central

en la publicidad, perdio su posicion como  public idad. En la me

dida, pues, en que la «ciudad» toma el relevo de sus funciones

culturales, cambia no solo el sosten de la publicidad, sino la

 publicid ad misma. La esfera de la represen tacion real, y con

ella el grand gout   de Versalles, se convierte en apenas con-

servada fachada. El regente y sus dos sucesores prefirieron los pequenos cenaculos, cuando no sim plem ente el cucu lo familiar,

y se despojaron hasta cierto punto de la etiqueta. El colosal

cerem onial retroced e a casi intim idad bu rguesa : «En la corte

de Luis XVI teman las recepciones, seis dlas a la semana, el

caracter de una reunion privada. El unico lugar en donde, du

rante la regencia, tuvo lugar algo parecido a una recepcion

cortesana fue el castillo de la duquesa de Maine en Sceaux, que

llego a convertirse en escenario de celebraciones brillantes, cos

* Reuniones mundanas celebradas alrededor de la camde una persona distinguida.

** Agudezas, ocurrencias.

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tosas y fecundamente creativas, asi como en centro artfstico,

en un verdadero palacio de las musas. Los festejos organiza-

dos por la duquesa contenfan, sin embargo, la semilla de la

destrucc ion de la vida cortesan a: configuraron la transicio n

entre la corte, en el viejo sentido, y el salon del siglo x v i i i , he-

rencia espiritual de la corte».6

Jamas habia de conseguir dominar la corte a la ciudad

en Inglaterra como lo habia, en cambio, logrado en la Francia

del Rey Sol.7 Se pu ede ob serva r, sin embargo , luego de la Gran

Revolucion, un cambio tan profundo en las relaciones entre

court   y town  * como, una g ene racion m as tard e, en las rela

ciones entre cour   y ville.  Con los Estuardos, hasta Carlos II,

estuvieron la literatura y el arte al servicio de la representa-

cion del Rey. «Pero tras la Revolucion palidecio el brillo de lacorte. Ni la posicion politica de la Corona ni los atributos per-

sonales de su portador conservaban las mismas proporciones

que en el pasado. El estricto Guillermo, la cuitada Ana, los

reyes alemanes que adoptaron el nombre de Jorge, el agricultor

Jorge, la ho ga ren a V ictoria: ningu no de ellos albergo el deseo

de mantener una corte como la de la reina Isabel. La corte fue

en lo sucesivo la residencia de una familia real de vida reti-

rada a la que se contemplaba a distancia y a la que solo era

 posib le aproxim arse, con dificultades, en ocasio nes de gran

form alidad y prov erbial ab urrim iento ».8 El sobrepeso de la «ciu-

dad» es apuntalado con nuevas instituciones que, con toda su

diversidad, tienen en Ing later ra y en Franc ia iden ticas funciones

sociales: las casas de cafe en su epoca floreciente, en tre 1680 y

1730, los salones en la epoca que media entre la regencia y la

Revolucion. Se trata, aqui como alla, de centros de crftica lite-

ra ria y, luego, tam bien p olitica, en los que com ienza a estable-

cerse una paridad entre las gentes cult ivadas procedentes dela sociedad aristoc ratica y las de la intelectua lidad bu rguesa .

A mediados del siglo x v i i , con posterioridad no solo al

ya extendido te, sino a la conversion del chocolate y el cafe en

 beb ida corriente —al m enos entre las capas pudien tes de la

 poblacio n— , abrio el cochero de un com erciante de O riente la

 p rim era casa de cafe. En la p rim era decada del siglo x v i i i   se

cu en tan en Londres 3000 cafes, cada uno de ellos con un cfrcu-

lo prop io de clientes de alcurn ia.9 Asi como Dryden m antuvo

una disputa sobre «antiguos y modernos» en el cfrculo de jove-nes escritores que se reunfan en la Casa Will, y Addisson y

Steele, algo mas tarde, mantuvieron en la Casa Button su little

* Court   y cour =  corte. Town y ville  = ciudad.

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centro s de divers ion galante que de sesu dos discursos , pron to

ha br an de ase nta rse las d iscus ione s en los ba nq ue te s . La dis-

t inc ion de Didero t en t re esc r i tos y d i s cu r s os 15 ac la ra las fun

ciones del nuevo punto de reunion. Cas i nadie de ent re los gran-

des escr i tores del s iglo x v i i i   hub i e r a ve r t i do po r vez p r i mer a

ideas esenciales en esos discours,  s ino que las hubiera some-

t ido a d iscus ion mediante d iser taciones ante las Academias y ,

sobre todo, en los sa lones . El sa lon mantenia , por as i deci r lo ,

el monop ol i o de la pr im er a publ icacion: un nuevo opus,  inclui-

do el mus ical , tenia que co menz ar le gi t i man dose ante esa t r i

 buna. Los  Dialogos  del Abbe Galiani sobre el comercio del t r i -

go dan una im age n bien c lara del tenor de esas d is cus iones y

con versa cion es: de su elega nte cont encion , que las impe le a t ra-

tar con igual gravedad lo i r relevante, los viajes y la bienandan-za, que lo rele vant e, te atr o y poli t ica, en passant.

En la Alemania de esa epoca no hay «ciudad» alguna

que pueda servi r de inf raes t ructura a una remocion de la publ i -

c idad representa t iva de la cor te , favoreciendo la apar ic ion de

ins t i tuc iones de pub l ic idad burguesa . Pero ana logos e lementos

se encuen t ran t a mb ien aqu i , por lo p ron to en l as i lus t r adas

Tischgesellschaften,  en las v ie jas reuniones dia logantes del s i

glo x v i i . Ev ide nte me nte son menos efectivas y es tan menos ex-

ten di das que las casas de cafe y los salones. Est an excluida s de

la pract ica pol i t ica de un modo aun mas es t r ic to que los sa lo

nes; pero, al igual que el de las casas de cafe, su publico se re-

c lu ta en t re per sonas p r ivadas ac t ivas en e l t r aba jo p roduc t ivo ,

es deci r, a l marg en de la hono rab i l id ad de la res id encia real y

con un peso ex t raord inar iamente fuer te de los burgueses aca-

demicamente i lus t r ados . Las «Soc iedades a lemanas» apoyadas

en la  Leipziger Grundung  de Go tt sc he d (1727) en laz an co n las

ordenes dia logantes del s ig lo anter ior . Es tas eran convocadasaun por el sobe rano, pero e l udian la exclus ividad es tamental ;

u l t e r io res in ten tos de t r ans formar las en o rdenes caba l l e rescas ,

s igni f icat ivamente , naufragaron. Par t ian de la base , como se dice

en uno de los documentos fundacionales , de que en e l las podia

«encont ra r se una igua ldad y una soc iab i l idad en t re per son as de

es t am ent os des ig uales ». ‘‘ Esas ordenes , ca ma ras y acad emi as

dedic aba n sus es fuerzos a la lengua ma tern a, pues to que en

el la se veia e l medio de entendimiento ent re los hombres como

tales . Por encima de las bar re ra s de la je ra rq u ia social , coinci-

dian aqui los burgueses con la nobleza —socialmente reconoci -

da, pero desprovis ta de inf luencia poli t ica— como «meros»

ho m br es .17 No es t an to l a igua ldad po l i ti ca de los miemb ros ,

como su exclus ion respecto del ambi to pol i t ico del absolut i s -

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mo, lo decisivo: la igualdad social era posib le, por lo p ronto ,

solo como una igualdad fuera del Estado. La conjuncion de per

sonas privadas en calidad de publico se mantenfa, por ende,

en secreto; anticipaba, a puerta cerrada, la publicidad burgue

sa. La practica secreta de la Ilustracion, tan caracterfstica de

las logias, pero tambien de otras ligas y Tischgesellschaften,  t ie

ne un caracter dialectico. La razon, que ha de realizarse en la

comunicacion racional de un publico de hombres instruidos en

el uso pub lico del entendim iento, nece sita —pu esto que esta

am enazada por circunstancias de dominio— protege rse frente

a la divulgacion. En tanto la publicidad ocupa su puesto en la

secreta cancillerfa real, no puede acceder la razon al dominio

 publico. Su publicidad perm anece secreta , su publico , inclu so

como tal, interno. La luz de la razon, necesariamente oculta bajoun velo protector, va descubriendose por etapas. A ello alude la

celebre sentencia de Lessing sobre la francmasonerfa, que es ya

 por ento nces un fenomeno com un a toda E uropa: ella vendrfa

a ser —se nos dice— tan vieja como la sociedad burguesa, «si

es que acaso no es la sociedad burguesa solo un vastago de la

francm aso ne r(a» .18

La practica de las sociedades secretas invalida a su

 prop ia ideologfa en la m edid a en que el public o raciocinante

 —y, con el, la publicidad burguesa que el tran spo rtab a— co-

mienza a prevalecer frente a la publicidad autoritariamente re-

glam entada. De enclaves pub licfsticos del sentido com un b u r

gues se convertiran en «formas fntimas, cuyo fundamento es la

delimitacion de que gozan respe cto de la pu blicidad surgida en-

treta n to» .19 Otras sociedades, sobre todo las nacidas en el curso

del siglo x v i i i   de la crema de los burgueses notables, se am-

 plfan, en cam bio , dando lu gar a agrupaciones publicas de un

relativam ente facil acceso — tam bien sobre la base de la coope-racion — . En ellas han ganado claridad el estilo bu rgu es del tra-

to social, la intimidad y una moral contraria a la convencion

co rtesan a; y, en cua lqu ier caso, no se necesita ya de los prepa-

rativos de la hermandad ceremonial .

Aun cuando las Tischgesellschaften,   los salones y las

casas de cafe pu die ran diferenc iarse en tre si resp ecto a la mag-

nitud y a la composicion de su publico, al estilo del trato en

ellos imperante, respecto al clima circundante del raciocinio y

respecto a la orientacion tematica, todos organizaban, sin em bargo, una tendencia hacia la discusio n perm anente entre per

sonas privadas; de ahf que dispusieran de una serie de crite-

rios institucionales comunes. Por lo pronto,  se exige un tipo de

trato social que no presupone la igualdad de status,  sino que

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 pic ious consumption  [consumo visible], que con la seria lectu-

ra de un publico interesado. Se forma este en los primeros de-

cenios del siglo x v i i i , luego de que los editores hayan sustituido

a los mecenas en el encargo de obras a los escritores, encargan-

do despues al m ercad o su distribu cio n.24

Igual que la literatura, tambien se hace el teatro por

vez primera con un publico cuando el teatro cortesano y de pa-

lacio se hace «publico» — fenomeno espec ialmen te observab le

en A lemania— . El pu eblo , la plebe, com o se le llam a po r aque-

lla epoca, aparece en Francia e Inglaterra ya en el siglo x v i i  

(por ejem plo, en el Globe T he atre o en la Com edie). La plebe

quiere d ecir tam bien criado s, soldado s, apren dices, jov en es es-

cribien tes y un soto pro letariado siempre dispuesto al «espec-

taculo». Pero todos ellos son aun parte de aquel otro tipo de

 publicidad en la que los grados y las gradas (que como reli-quia arquitectonicamente disfuncional mantienen todavfa hoy

nuestros teatros) creaban representacion ante los ojos del pue

 blo aclam ativo. Las d isposic iones de la policfa de Paris mues-

tran, sintomaticamente, como la «platea» hubo de convertirse

en publico burgues. Estas disposiciones, encaminadas, desde el

edicto real de 1641, a combatir el alboroto y la pelea, asi como,

literalm ente, el ho m icidio,25 pron to tuvieron que preo cup arse no

solo de la proteccion de la «sociedad» de palcos y balcones

frente a los  filous  [pillos], sino incluso tambien de la de una

determinada parte del publico de platea (del publico burgues,

del que son por lo pronto prototipos los marcharias de la rue 

St. Denis,  los propietarios de comercios de modas y lujos: jo-

yeros, opticos, almacenistas de obras musicales y fabricantes

de guantes). En la platea se va jun tan d o p au latinam en te lo que,

mas tarde, se contara entre los estamentos cultivados, y que,

sin pertenecer a la capa al ta granburguesa, circulara por los

salones.En Inglaterra es aun mas claro el sesgo. El teatro po

 pu la r sucum bfa po r com pleto; en la epoca de Carlos II se man-

tenfa un unico teatro en Londres bajo el patronazgo de la Cor-

te, «y ni siquiera era frecuentado po r los bu rgu eses , sino por

la alta soc iedad» .26 Solo en la fase po srevo lucion aria, con la

transicion de las comedias de Dryden a los dramas de Congre

ve, se abren los teatros a un publico del que Gottsched, en los

anos sesen ta del siguien te siglo, po drfa decir: «En Berlin se

llam a ah ora a la cosa pub lico» .27 Pues Aleman ia posee ya, gra

cias a los esfuerzos crfticos de Gottsched y Lessing, un escena

rio fijo desde 1766 con el Deutschen Nationaltheater.

La t ransformacion habida puede observarse aun mas

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claramente en e l publ ico de concier tos que en e l publ ico lector

o espectador ; esa t ran sfo rma cio n no ha aca r rea do cambi o en

el publico, s ino que ha dado lugar al «publico» mismo como

tal . Hasta las postr imerias del s iglo x v i i i   siguio la musica ata-

da a las funciones de la publicidad representat iva; s iguio s ien-

do, como se dice hoy, musica al uso. De acuerdo con ello, su

funcion social servia a la devocion y a la dignidad del oficio

divino, a las magnif icencias de las reuniones cortesanas y, en

general , al esp len dor de las escenas fes t ivas . Los com pos ito res

estaban empleados en cal idad de musicos de la Iglesia, de la

corte o del concejo, y t rabajaban, igual que los escr i tores de

servic io para sus mecenas , y los actores cor tesanos para los

soberano s , s iguiendo encargos . Los c iuda danos a penas tenian

opo rt uni da de s de oir mus ica fuera de la Iglesia o de una reuni on

de la nobleza. En pr imer lugar , comenzaron a emanciparse losCol legia Musica pr ivados , para es tablecerse pronto como reunio-

nes publicas de concier tos . La entrada de pago convir t io al con-

cier to en mercancia ; a l mismo t iempo, aparecio a lgo as i como

una mus ica desv incul ada de f ines u obligaciones: por vez pr i

mera se ju n ta b a un publ ico a o ir mus ica como ta l; un publ ico

amante de la musica, al que se le suponen patr imonio e ins-

truccion, ha ent ra do en es cen a.2' El ar te, de sc arg ado de sus fun

ciones publ ic i tar io- representa t ivas , se convier te en obje to de l i

 bre eleccion y de incl inaciones cambi an te s . El gusto, de acuer-

do con el que a partir de ahora se orienta, se manifiesta en los

 ju ic io s — libres ya de t r aba s para en t r a r en compe t ic ion unos

con otros— de los profanos; porque, en el publico, todo el mun-

do puede aduci r competencia .

La disput a en torno del ju i c i o profano, en torno del pu

 bl ico como in stanc ia cr i t ica, resul t a enca rn izada alli donde un

circulo de connaisseurs  habia v inculado su competencia especia-

lizada con algun privilegio social (en la pintura, por ejemplo,que fue una pintura esencia lmente des t inada a l entendido co-

leccionis ta de la nobleza has ta que el ar t is t a se vio impeli do

f inalmente aqui tambien a t rabajar para e l mercado) . En la mis-

ma medida se emancipan los p intores de las a taduras del gre-

mio, de las de la cor te y de las de la Iglesia; del ar te sa no s ur

ge una ars liberalis,  a un qu e esta, evid ent eme nte , p or la via de]

monopolio es tatal . En 164' fue fundada en Paris , bajo Le Bru-

ne, la Academia de las Artes; y solo tres anos despues (1667)

de que Colbert la dotara con identicos privilegios que la Aca-

demie Frangaise, se abre, con el pr imer Salon, a la publicidad.

A lo sumo diez de esas expos ic iones habian tenido lugar du

ran te el rein ado de Luis X IV .29 Solo a par t i r de 1737 tuvie ron

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un cara cter regular; por otra pa rte, diez anos despues, apare-

cen las celeb res reflexiones de La Font, que form ulan p or vez

 p rim era el princ ipio : «Una im agen expuesta es un lib ro dado

a la luz de la im pre nta, un a pieza rep res en tad a en escena: todo

el m un do tiene derecho a juz ga r sobre ello».30 Los m useos, igual

que co nciertos y tea tros, instituciona lizan el juicio p rofano en

arte: la discusion se conv ierte en un med io de ap rop iarse de

el. Los innumerables panfletos que tenfan por objeto la crftica

y la apologia de las teorfas artfsticas imperantes, enlazan con

las conversaciones de salon y son, a su vez, recibidos por ellas

(la crftica de arte como conversacion). El cfrculo interno del

nuevo publico de arte lo forman, pues, tambien, en la primera

mitad del siglo x v i i i , los amateurs eclaires  [aficionados instrui-

dos]. En la medida en que las exposiciones publicas atraen aotros cfrculos, entrando las obras de arte en contacto con un

amplio publico sin mediacion de los entendidos, no pueden ya

estos m anten er por mucho t iem po su posicion, au nqu e su fun-

cion se ha hecho im presc indible; po r eso son aho ra su stituidos

 por los crfticos de arte profesionales. Como la crftica de arte

 profesional ha salido, en realidad, de lo s salo nes se aprecia bien

en su prim er y m as relevante repre sen tan te: D iderot escribio

su  Informes de Salon,31 enjuiciamientos artfst icamente compe-

ten tes de las periodica s expo siciones de la Academ ia desde 1759,

 para la Correspondencia literaria  de Grimm, un escrito periodi-

co inspirado por el conocido salon de Madame d'Epinay y pro-

ducido tam bien pa ra uso dom estico del m ism o.

En las instituciones de la crftica artfstica, comprendidas la

literaria, la teatral y la musical, se organiza el juicio profano

del publico mayor de edad, o que se cree llegado a la mayoria

de edad. La nu eva profesion que se com pad ece con ello recibe,

en la jerg a de la epoca, el no m bre de jue z de arte. Es te cargacon un a tare a pro piam en te dialectica: se entiende a si mismo

como mandatario del publico y, al mismo tiempo, como su pe-

dagogo.32 Los juec es a rtfst icos pueden entenderse a si mismos

 — y en su pugna con los a rtis ta s este es el topos  central—

como portavoces del publico, porque no conocen autoridad al-

guna fuera de la que proporciona el razonamiento, y se sienten

uno con todos aq uellos que se dejan conv encer po r argu m ento s.

Pero, al mismo tiempo, pueden volverse contra el publico mis-

mo cuando impugnan en calidad de expertos el «dogma» y la

«moda» apelando a la capac idad de juicio de los malos alum-

nos. En el mismo marco de esa autocomprension, se aclara

tam bien la efectiva po sicion del crftico: no co nstituye un a pro

fesion en sentido es tricto. El ju ez a rtfstico tiene algo de ama

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teur;  su pericia tiene un valor revocatorio; en ella se organiza

el juicio profano, sin que su especializacion le lleve a ser otra

cosa que el juicio de un hom bre privad o entre tod as las de-

m as personas privad as (que no ha bra n de adm itir, en ultim a

instancia, que el juic io de nadie se les imponga como obliga-

torio ): ahf radica , pre cisam en te, la diferencia en tre el ju ez ar-tfstico y el juez . A la vez, tiene que p ro cu rar se audiencia ante

el pleno del publico, que comienza a rebasar los estrechos cfrcu-

los del salon, de las casas de cafe y de las penas, aun en su apo-

geo. Pronto se convierte el escrito periodico —al principio

como correspondencia manuscrita, luego ya como revista im-

 p resa m ensual o sem anal— en instrum ento publicfstico de esa

crftica.

Los periodicos de crftica artfstica y cu ltur al,33 comoinstrumentos que son de la crftica artfstica institucionalizada,

son creaciones tfpicas del siglo x v i i i . «Ya es suficientemente no-

table», se maravilla fundadamente Dresdner, «el hecho de que

la crftica de arte, luego de haberse pasado el mundo milenios

sin ella, aparezca de golpe en el horizonte de mediados del si

glo x v i i i ».34 Por una parte, la filosoffa es ya solo posible como

filosoffa crftica, y la lite ra tu ra y el arte son solo p osib les en

conexion con la crftica liter ar ia y artfstica; solo en los «perio-

dicos crfticos» llega a su propia meta aquello que las obras ar-tfsticas mismas critican. Por otro lado, adquirio tambien el pu

 blico ilustracion solo por la via de la apropiacion crftica de

filosoffa, lite ra tu ra y arte : solo por esta via llego a com pren-

der el proceso vivo de la Ilustracion.

Un fenomeno clave, en este contexto, son los semana-

rios morales. Aun estan aqui revueltos los momentos que luego

habran de separarse. Los periodicos crfticos se han desprendi-

do ya tanto de los cfrculos sociales de conversacion como delas obras a las que su raciocinio se refiere. Pero aquellos sema-

narios constituyen una parte de las discusiones de las casas de

cafe y se entienden aun como piezas literarias (con razon se

les ha llamado  Essays   p erio d ico s).35

Cuando Steele y Addison saca ron en 1709 el p rim er nu-

mero del Tatler,  eran ya las casas de cafe tan numerosas, tan

am plios los cfrculos de asid uos,36 que el m arco entero de estos

m illares de grupos solo pod ia ser abarca do p or un pe riod ico .37

La nueva revista esta, por lo demas, tan fntimamente vinculadaa las casas de cafe, que podrfa incluso reconstruirse la vida de

las mismas a partir de los numeros sueltos de la publicacion.

Los artfculos del periodico no solo son objeto de discusion por

 parte del publico de las casas de cafe, sino que son conside-

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rados incluso como par t es mi sma s de sus d iscus iones , como

lo mues t ra la marea de escr i tos enviados a l per iodico, ent re los

cuales tenia e l edi tor que e legi r semanalmente para l levar a

imprenta . Las car tas de los lectores se ins t i tucional izaron por

la epoca en que el Spectator   se de spre ndio del Guardian:  en el

lado de poniente de la Casa Button se instalo una cabeza de

leon, en cuyas fauces habia de dep osi tar el lect or sus ca r t as .38

Tambien la forma dia logal que muchos ar t iculos mantenian in-

dica la proximidad a la palabra hablada. La misma discus ion es

t ranspor tada a o t ro medio, proseguida en e l , para volver luego,

a t raves de la lectura, al or iginario medio de la conversacion.

Muchos de los semanar ios pos ter iores de ese genero aparecen

incluso s in fecha, c omo p ara ac en tu ar la cont i nuida d — por asi

dec i r lo— t ra ns tem po ra l del p roceso de i lus t r ac ion mutua . Enlos seman ar ios m o r a le s 39 aparece la t ension in te rna de l a con

cepcion que de s i tenian aquel los que se sent ian l lamados a l

 p r oce d im ie n to oral de un mod o mas claro que en los per iodicos

 poste r io re s . Lo que p r on to ha br a de espec ia l i za rse dando lugar

al enjuic ia mient o del ar te , es todavia en esos sem ana r io s ar te y

cr i t ica ar t is t ica, l i teratura y cr i t ica l i terar ia a la vez. El publi

co se mira al espejo con el Tatler,  con el Spectator,  con el Guardian;  aun no es capaz de entenderse a t raves del rodeo de una

ref lexion sobre obras f i losoficas y l i terar ias , ar t is t icas y cient i-f icas, s ino solo ent ra nd o el mis mo com o objeto en la «l i teratu-

ra». Addison se calificaba a si mismo como censor of manners and morais; *  t rat o de organiz aci ones beneficas y de escuelas

 pa ra pobres , p r op u so me jora s en la ensenanza , exhor to a for

mas de sociabi l idad aco rdes con la moral , polemizo contra el

v icio del jue go, cont ra e l fanat ismo y la ped anter ia , cont ra

el mal gus to de los espi r i tus ingeniosos y contra la excentr ic idad

de los sabios; t r aba jo por la difusion de la tolera ncia, por la

emancipac ion de l a mora l idad c iudadana respec to de l a t eo lo-

gia moral , de la sabiduria mundana respecto de la f i losofia l i -

 b resca . El pub l ico que le leyo y co ment o se vio a si m is mo como

tema.

6. La familia burguesa y la institucionalizacion de una 

privacidad inserta en el publico

Mient ras que l as ins t i tuc iones mas t empranas de l a

 publ ic idad bu rg ue sa es tan p r i s io ne ras de la nobleza desprend i-

* Censor de modos y costumbres.

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da de la corte, en cambio, el «gran» publico, formado en tea-

tros, museos y conciertos, es un publico burgues tambien des-

de el punto de vista de su procedencia social. Su influencia

triunfa alrededor de 1750. Ya los semanarios morales, que lle-

garon a invadir a Europa entera, coinciden con aquel gusto quehabrfa de convertir a la mediocre Pamela  en un best-seller.  Esos

sem anarios surgen de necesidad es de un pub lico lecto r bur-

gues que luego podra satisfacer de un modo genuino a traves

de las form as literarias de la trage dia bu rgu esa y de la novela

 psicologica. Las experiencias, en las que un publico apasiona-

do, tematizador de si mismo, busca entendimiento e ilustracion

 — en el m arco del razonam iento publico de personas privadas

dialogantes— , fluyen de las fuentes de una subjetividad especf-

fica, cuyo ho gar, en el sen tido litera l de la pa lab ra, es la esfera de la pe qu ena familia pa triarca l. Como es sabido, proc eden te

de mutaciones profundas en la estructura familiar, que se han

ido gestando desde varios siglos antes con la transformacion

capitalista, se co nsolida la familia nu clea r p atriarc al como el

t ipo dominante en las capas burguesas.

La aristocracia urbana, evidentemente, en part icular la

 parisina — que es m odelica p ara la del resto de Europa— , con-

tinua manteniendo «casa» y ve con malos ojos la intimidad dela vida familiar burguesa. El mero nombre basta para garanti-

zar la sucesion, que es a la vez transmision hereditaria de pri-

vilegios; y para ello no se necesita siquiera del hogar comun

del m atrim onio, cada uno de cuyos m iemb ros vive a m enudo

en su propio hotel  [mansion], para coincidir de vez en cuando

en las esferas extra fam iliares aun m as a m enud o que en el cfrcu-

lo de la propia familia. La maitresse  [que rida] es un a institu-

cion, lo cual es sfntoma de que las relaciones —tan fluctuantes

y, sin embargo, tan convencionalizadas— de la «vida social»solo raramente permitan una esfera privada en el sentido bur-

gues. La intim idad jug ue ton a, cua ndo se da, se diferencia cla-

ramente de la duradera intimidad de la nueva vida familiar.

Es ta se despren de, po r otra p arte, de las viejas form as de la

comunidad granfamiliar que se conservaban bien, sobre todo

en el campo, todavfa durante todo el siglo x v i i i .  — Formas fa-

miliares que eran preburguesas tambien en el sentido de que

no se sujetaban a la diferenciacion entre «publico» y «priva-

do»—.

Pero ya la aburguesada aristocracia rural inglesa del

siglo X V I I  parece estar apartad a de este estilo de v ida apegado

a la «casa completa». La privatizacion de la vida puede obser-

varse en un cam bio estilfstico de la arq u itec tu ra : «En las fin-

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cas de nueva planta se habian efectuado a lgunas modif icaciones

arq ui te ct on ica s . El al to ves t ib ul o con tech o de vigue ria [...]

 paso de moda. El co m ed o r y los d or m i t o r i os fueron t r as lada-

dos a la p lanta super ior , en donde las d is t in tas funciones que

e l an t iguo ves t ibu lo hab ia desempenado d ie ron aqu i lugar a l a

dis t r ibuc ion del espacio en un nu me ro de ca ma ras de magni-

tud cor r i en te . Tambien e l pa t io , en e l que hab ia t r anscur r ido

 bu en a pa r te de la v ida domest ica , se encogio [.. .] y fue tras-

ladado de su posicion central en la casa a la fachada poste-

r i or» .4tl Lo que Tre vely an rel ata aqu i acer ca de las f incas ru ral es

de la gentry * inglesa, vale en el con tin ent e par a las ma nsi on es

 bur gu es a s del siglo s igu ien te : «En las m a ns i on e s p r i va da s mo-

dernas de las grandes c iudades han s ido reducidos a su mas

minima expres ion todos los espacios funcionales a la "casa com-

 ple ta": los ampl ios ves t ibu los se han v i s t o r ed uc id os a un mi-sero zaguan, y por la profanada cocina tan solo cor re tean don-

cel las y cocineras en lugar de la famil ia y el espir i tu hogare-

no; pero es sobre todo notable que los pat ios se hayan con-

ver t ido en r incones a menu do angos tos, h um ed os y malo li en-

tes [ .. .] . S i echam os u n vis tazo al in ter ior de nues t ra s vivien-

das , encontramos que la "habi tacion famil iar" , es to es , la es tan-

cia com un de mar i do, muje r y n inos y servic io se ha hecho cada

vez mas pequena, s i no ha desaparecido del todo. En cambio,

las habi taciones par t iculares de los d iversos miembros de la

fami l ia han s ido prov i s tas cada vez mas y con mayor p rop iedad .

El a is lamiento del miembro de la famil ia incluso en e l in ter ior

de la casa pasa por dis t ing ui do» .41 Riehl anal iza el pr oce so de

 pr ivat i zacion de la casa, que la l leva, com o el mis mo dice en

una ocas ion, a ser mas habi table para cada individuo, pero mas

es t rech a y mas pobre para la famil ia . 42 La «publ ic idad» gran-

famil ia r del vest i bulo, en el que la seno ra de la casa, j u n t o al

senor , re pre se nta ba ante s i rv ientes y vecin dar io , cede a la «pu- bl ic idad» pequeno- fami l i a r de la sala de es tar , en don de el ma-

tr imonio se ais la, con sus ruidosos ninos, del personal de ser-

vicio. Las f ies tas de ma ns io n se con vie r te n en vel ada s de so-

ciedad, la habitacion famil iar en sala de vis i ta y en esta se

reu nir an las per son as pr iva das en cal idad de publ ico: «Aque-

l las salas y vest ibulos funcionales a la casa completa se han

reducido a la minima expres ion. El espacio mas impor tante en

la casa burguesa dis t inguida es , en cambio, des t inado a un apo-

sento completamente nuevo: a l sa lon [ . . . ] . Pero e l sa lon no r in-de tampoco servicio a la casa, sino a la sociedad, y esa socie-

* Gente bien, en especial burguesia rural.

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dad esta m uy lejos de ser m eram en te equivalente al estricto

y fijo cfrculo de am igos de la casa» .43 La lfnea fron teriza en tre

la esfera privada y la publicidad atraviesa la casa. Las perso

nas privadas salen de la intimidad de su sala de estar a la pu-

 b licidad del salon; pero una y o tra estan estrecham ente relacio -

nadas. Solo el nombre de salon recuerda el origen de la discu-

sion sociable y del razon am iento publico, su proce den cia: laesfera de la sociedad aristocratica. De ella se ha desprendido,

entretanto, el salon como centro de circulacion de los padres

de familia burgueses y de sus mujeres. Las personas privadas,

que constituyen aqui publico, no entran «en sociedad»; surgen

siempre, por asi decirlo, de una vida privada que se ha perfila-

do en el espacio interior de la familia nuclear patriarcal.

Ese espacio constituye el lugar de una emancipacion

 p sico log ica44 coincidente con la em ancipacio n polftico-economi-ca. Aun cuando la esfera del cfrculo familiar no quiere sino

verse independiente, desprendida de todo vinculo social, ambi-

to de la pura humanidad, esta en una relacion de dependen-

cia con la esfera del trab ajo y del trafico m ercantil. — H asta

la consciencia de independencia puede entenderse a part ir de

la efectiva dependencia de ese ambito fntimo respecto del am-

 bito privado en el m ercado— . Los poseedores de m ercancias

 pueden considerarse, en cierto m odo, auto nom os. En la medi-

da en que se han emancipado de las directivas y controles es-tatales, deciden libremente de acuerdo con criterios de renta-

 b il id ad; y en ese proceso nadie es som etido a obediencia , sino

que todo el mundo se encuentra a merced de las anonimas le-

yes del m ercado , regidas, al parecer, po r un a racionalidad eco

nomica que le es inherente. Estas leyes estan provistas de la

garantfa ideologica del intercambio justo, y han de posibilitar,

en general, la superacion de la coercion mediante la equidad.

Una autonomia de las personas privadas de este estilo, basadaen la disposicion sobre la pro pied ad y realizada tam bien en

cierta medida a traves de la participacion en el trafico comer-

cial, no podia menos de encauzarse representativamente. La

autonomia del propietario en el mercado coincide con una auto-

rrepresentacion de los hombres en la familia, a cuya intimidad,

arra nc ad a —a lo que pa rece— a la con striccion social, subyace,

en verdad, una autonomia privada ejercida en el mundo compe-

titivo de los negocios. Una autono m ia priv ad a que reniega de

su origen economico, una autonomia que cae  fuera   del ambitode la autonomia de que goza el competidor en el mercado (com-

 petido r que se da tono con esa autonom ia), presta , pues, tam-

 bien a la familia burguesa consciencia de si m ism a. E lla parece

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l ib remente fundada por ind iv iduos l ib res y parece mantener se

s in cons t r iccion a lguna; parece basarse en la duradera comuni-

dad amorosa de ambos conyugues ; parece depos i tar ia del l ibre

desar rol lo de todas las capacidades que per f i lan a la persona-

l idad cu l t ivada . Esos t r es mom en to s : l iber t ad vol i t iva , comu-

nidad amoro sa e ins t rucc ion, dan lugar a una idea de humani-

dad que se ent iend e co mo i nhe ren te a ella y que, ci er tam en-

te, le fi ja por vez pr imer a, y de un mo do abso luto , su posi

cion: la em anci pac ion — por t ador a aun del eco de las senten-

cias acerca de lo pura o meramente humano— de la in t imidad

del suje to , regida y desplegada de acue rdo con sus prop ias le-

yes , respecto de f inal idades y obje t ivos externos de cualquier

clase.

Esa idea, segun la cual la esfera int ima pequeno-fami-

l iar se const i tuye por s i misma, choca, de todos modos, con lasfunciones reales de la famil ia burguesa, y ese choque se regis-

t r a en l a conscienc ia de l burgu es mismo. Porque , na tu ra lmen te ,

no esta la familia l ibre de la constriccion a la que la sociedad

 burguesa , com o t odas, la somete . El la des em pe na un rol per-

fecta mente c i rc unscr i to en el proceso de valor iz acion del capi

tal . Como marco genealogico, garant iza la cont inuidad perso

nal , obj e t iv ame nte encau zad a en la acum ula cion de capi ta l y an-

c lada ju r id ic am en te en la l ib re t r ansm is ion hered i t a r i a de la

 p ropiedad . Ella es funcional , sobre todo, como agente social , a

la di fici l media cio n cons is tente en man te ne r es t r ic ta me nte las

exigencias socia les necesar ias preservando una apar iencia de l i -

 be r t ad . Freud ha descub ie r to el m e ca n i sm o de int e rnal izaci on

de la autor idad paterna; sus d isc ipulos han re lacionado ese me-

canismo, desde un punto de vis ta psicosociologico, con el t ipo

de la famil ia nuc lear pa t r i arc al . 45 Sie mpr e ven dr ia a coincidi r ,

segun es tos , la autonomia del propietar io en e l mercado y en e l

seno de la prop ia em pre sa con la depe nden cia de la mujer y delos n inos respecto del padre de famil ia ; la autonomia pr ivada

de a l l i se t ransformar ia aqui en autor idad y conver t i r ia en i lu-

sor ia aquel la pretendida l iber tad vol i t iva del individuo. Tam

 b ien la fo rma co n t rac tua l del m a t r im on io , que p r es upo ne la au

tonom a dec la rac ion de vo lun ta d de ambos con t rayen tes , s er ia

una ficcion; y, sobre todo, el enlace ma tr im onia l , en la med ida

en que la familia es po r ta do ra de capita l , no podr ia pe rmane -

cer a l margen de cons ideraciones ta les como su mantenimien-

to y rep rod ucc ion . (La ame na za co nn at ur al a la idea de la co-

munid ad amoro sa ocupa , como confl ic to en t re am or y r azon

[matr imonio de conveniencias ] , a la creacion l i terar ia has ta

nuestros dias, y no solo a la literatura.)46 Finalmente, tambien

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las necesidades profesionales vendrfan a contradecir una idea

de la instruccion, segun la cual le es dado a ella el ponerse como

fin en si m isma. Pronto ha entend ido Hegel como la instruc-cion, la formacion, esta encadenada al nucleo del trabajo social,

nucleo al que no le es dado reconocerse como burgues. La viejacontradiccion prosigue hasta hoy en la disputa entre la for-

macion de la personalidad, por una parte, y la mera instruc-

cion posibilitadora de oficio, por la otra.

Si las necesidades de la sociedad burguesa hacen tam- balear tan severam ente a la au tocom prension de la familia como

una esfera de la hu m an idad co nstituida en su intim idad, no son

en cambio mera ideologfa las ideas de libertad, amor y forma-

cion nacidas de las experiencias de la esfera privada pequeno-

familiar. Estas ideas son tambien realidad en su calidad de dis-

 posic io n m ental con peso obje tivo en la configuracion de lamisma institucion, y sin su valor subjetivo no podrfa reprodu-

cirse la sociedad. Con el especifico concepto de humanidad se

extiende e ntre la bu rgu esia una concepcion de lo existente que

 prom ete una com pleta redencion respecto de las constr ic cio -nes del mismo sin evadirse en un mas alla. El trascender de la

inmanencia fijada es el momento de verdad, la ideologfa bur

guesa destaca de entre las ideologfas; en sus primeros comien

zos, pre cisam en te allf donde la experiencia de la  Humanitat   * 47

tiene su pu nto de arran qu e: en la hu m anida d de la intim a re-lacion de los hombres como meros hombres al resguardo de la

fam ilia .48

En la esfera de la intimidad pequeno-familiar las per

sonas privadas se conciben a si mismas como independientes

incluso de la esfera privada de su actividad economica (preci-samente como hombres que pueden contraer relaciones «pura-

mente humanas»). No por casualidad se convierte el siglo x v i i i  

en un siglo de intercam bio e p isto la r;49 escribiendo cartas serobustece el individuo en su subjetividad. En los primeros tiem-

 pos del trafico de correo —medio de transpo rte prin cipalm en-

te u til a los nuevos period icos— , sirve ya la carta p ara la co-

rrespondencia intelectual asi como para la cortesfa familiar.

Pero todavfa la carta familiar «bien escrita» del siglo x v i i , que

 brin da de antem ano a los conyuges «am or m atrim onial y fideli-

* Humanitat   es un latinismo introducido en la lengua al

mana en el siglo xvl. Da a la nocion de humanidad (Menschlichkeit, en aleman) una cualificacion de civilidad. Como se observara con lalectura de la nota 47, valfa la pena registrar aqui la peculiaridadde  Humanitat   en vez de traducirla sin mas por «humanidad» comose hace en otras ocasiones.

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dad», o que asegura al senor padre y a la senora madre la obe-

diencia de los ninos, vive de las secas participaciones, de los

«periodicos» que habrfan de autonomizarse luego con un rotulo

 propio . La novia de H erder tem e ya, en cam bio, que sus cartas

«no con tengan sino narra cion », «dejandole a us ted en cond icio

nes de con siderarm e una bu ena escr itora de per iodicos».50 En

la era del sentimentalismo, las cartas son receptaculos antes

aptos al desahogo del corazon que a la «fr(a noticia» (la cual,

cuando llega a ser mencionada, requiere disculpa). La carta es

co nsiderad a, segun el lexico de la epoca — que tanto debe a

Gellert—, «estampa del alma», una «visita del alma»; las cartas

quieren ser escritas con sang re del corazon, qu ieren ser — pre-

cisam ente p or eso— llo rad as .51 El interes psicologico crece des-

de el comienzo en la doble relacion consigo mismo y con los

otros: la auto ob servacion en tra en un a conexion en p arte cu-riosa, en parte empatica con las conmociones anfmicas del otro

Yo. El d iario se con vierte en un a ca rta destina da al rem itente;

la narracion en primera persona, en monologo destinado a re

ceptor ajeno; ambos consti tuyen en la misma medida experi-

mentos con la subjetividad descubierta en las relaciones fnti-

mas pequeno-familiares.

Esta, como recinto mas fntimo de lo privado que es,

esta continuadamente inserta en publico. Lo contrario de la in-

t imidad l i terariamente mediada es indiscrecion, no publicidad

como tal. Las cartas ajenas no solo se prestan y transcriben;

muchos intercambios epistolares estan ya de antemano, como

muestran en Alemania los ejemplos de Gellert, Gleim y Goethe,

 p revistos p ara la im pren ta. Un giro expresiv o corrien te de la

epoca confirmaba el acierto de la carta conseguida diciendo

que estaba «a punto de imprenta». Asi se explica a partir de la

subjetividad —directa o indirectamente inserta en la publici

dad— de los intercambios epistolares y de los diarios fntimosel origen del genero tfpico y de la propia disposicion literaria

de ese siglo: la novela bu rgu esa , la de scripcion psicologica en

forma autobiografica. Su mas temprano y por mucho t iempo

influyente ejemplo, la Pamela  (1740) de Richardson, surgio pre-

cisamen te de la intenc ion de este de ha cer un a ca rta m odelo in-

cluible en las apreciadas colecciones que de ellas se hacfan.

Subrepticiamente se le convierte al autor en asunto capital la

narracion, como tirada por una cinta. Pamela  llegara a conver-

tirse en modelo no de cartas, sino de novelas en forma episto-

lar. No solo Richardson mismo sigue con Clarissa  y Sir Charles 

Grandison  con el genero que ha descubierto. Cuando Rousseau,

con la  Nouvelle Heloise  y luego Goethe con las Werther Lei

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den  se sirven de la forma de la novela epistolar, es ya imposi-

 ble hacer m archa a tras. Las postrim erfas del siglo se m ueven

gozosamente y con soltura en el terreno de la subjetividad,

apenas explorado en sus comienzos.

Las relaciones e ntre au tor, ob ra y pu blico cam bian: lle-

gan a convertirse en interrelaciones fntimas de las personas pri

vadas psicologicamente interesadas en lo «humano», en el auto-

conocimiento, asi como en la compenetracion. Richardson llora

con los personajes de sus novelas exactamente igual que sus

lectores; au tor y lector m ismos se conv ierten en protag on istas

que «se expresan». Sterne, particularmente, consigue un refi-

nam iento del papel del n arr ad o r po r med io de reflexiones, de

llam am ientos, casi ha sta de indicaciones escenicas; todavfa pone

en escena la novela para el publico contextualizado, no con fines

de distanciamiento, sino para enmascarar completamente la di-ferencia entre el ser y el par ec er.52 La rea lidad com o ilusion

creada por el nuevo genero tiene en ingles el nombre de  fiction: 

con ello se la despoja de su calidad de meramente  fingida. Por

vez primera consigue crear la novela burguesa aquel estilo de

realismo que autoriza a todo el mundo a penetrar en la accion

literaria como sustitutivo de la propia accion, a tomar las re-

laciones entre los personajes, entre el lector, los personajes y

el autor como relaciones sustitutivas de la realidad. Tambien

el drama de la epoca se convierte en  fiction,  a traves de la

introduccion de la «cuarta pared», no menos que la novela. La

misma Madame de Stael, que fomentaba en su casa el extrava-

gante juego de sociedad consistente en retirarse todos los pre-

sentes, luego de la comida, para escribirse unos a otros cartas,

llego a tener consciencia de que las personas se convertfan a si

mismas y a las demas en sujets de fiction.

La esfera del publico se origina en las capas —mas am-

 plia s— de la burguesia, por lo pron to , como aplicacio n y, almismo tiempo, consumacion de la esfera de la intimidad pe-

queno-familiar. Sala de esta r y salon se enc ue ntran bajo el mis-

mo techo, y como la privacidad de una necesita de la publici-

dad de la otra, como la subjetividad del individuo privado esta

inserta desde el comienzo en la publicidad, tambien en la li

teratura convertida en  fiction   estan am bas c onec tadas. Po r un

lado, el lector, compenetrandose, repite las relaciones priva-

das delineadas en la literatura; rellena la fingida intimidad con

experiencias procedentes de la realidad y se pone a prueba en

aquella para esta. Por otro lado, la intimidad literariamente

mediada desde el principio, la subjetividad literariamente ca-

 paz, se convie rte , efectiv am ente , en la lite ra tu ra de un am plio

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 publico le cto r; las personas p rivadas convertidas en publico ra-

zonan tambien publicamente sobre lo lefdo y lo introducen en

el proceso comunmente impulsado de la ilustracion. Dos anos

despues de la aparicion de Pamela  en el escenario literario se

fundo la prim era librerfa publica; clubs de libros, cfrculos de

lectores, librerfas de suscripcion crecen rapidamente y permi-

ten que la lectura de novelas se convierta en un habito de las

capas burguesas (en un tiempo en el que, como en Inglaterra

a partir de 1750, el volumen de ventas de los periodicos diarios

y de los sem anarios se dobla en un cua rto de siglo ).53 Esas ca

 pas burguesas constituyen el public o que se ha ido form ando

desde tiempo atras en las tempranas instituciones de las casas

de cafe, de los salones y de las Tischgesellschaften,   y que ahora

adquiere una textura uniforme gracias a la instancia mediado

ra de la pre n sa y de su crftica profesiona l. Ellas form an la pu blic id ad de un raciocin io lite rario en el cual la subjetiv idad de

origen fntimo y pequeno-familiar llega a un entendimiento con-

sigo misma y acerca de sf misma.

7. La relation de la publicidad literaria con la publicidad politica

El proceso en el cual el publico compuesto por personas privadas raciocinantes se apropia de la publicidad regla

mentada desde arriba, convirtiendola en una esfera de crftica

del poder publico, se completa con la transformacion del fun-

ciona m iento de la pu blicida d litera ria, d otad a ya con organiza-

ciones del publico y con plataformas de discusion. Mediado por esa publicidad literaria , aparece tam bien el m arco experi

mental de la privacidad publicamente inserta en la publicidad polf tica. La rep resen tacion de los in tereses de una esfera priva-

t izada de la economfa mercanti l es interpretada con ayuda de

ideas desarrolladas en el humus  de la intimidad pequeno-fami-

liar: la  Humanitat   t iene aqui su emplazamiento genuino y no,

como ocurrfa en su modelo griego, en la publicidad misma. Conel nacimiento de una esfera de lo social, por cuya regulacion

 pugna la opin ion publica con el poder publico , ha experim enta-

do una remocion —en comparacion con los antiguos— el tema

de la moderna publicidad, desplazandose de las tareas propia-mente polfticas de la ciudadanfa comunitariamente activa (ad-m inistracion de la ju stic ia en el interior, autoafirma cion en el

exterior) a las mas bien civiles tareas de una sociedad publica-

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mente raciocinante (la seguridad del trafico mercantil). La ta-

rea politica de la publicidad burguesa es la regulacion de la

sociedad civil (a diferencia de la res publica);53  con las expe-

riencias de una esfera privada intimizada a las espaldas, por asi

decirlo, la publicidad burguesa hace frente a la autoridad mo-

narquica establecida; en ese sentido, se puede decir de ella que

ha tenido a la vez, desde el principio, un caracter polemico y privado. Al m odelo griego de publicidad le fa ltan am bas carac-

terfsticas: porque el status  privado del senor de la casa, del

que, como ciudadano que es, depende su status  politico, se basa

en el dominio sin apariencia alguna —mediada por la intimi-

dad— de libertad; y agonal es el comportamiento del burgues

solo en la com peticion de los negocios, que rep re se n ta una apa-

rente forma de lucha contra el enemigo externo y no, por ejem-

 plo , en la d isputa con el propio gobie rn o.La dimension de la polemica, en el seno de la cual la

 publicidad consiguio eficacia politica duran te el siglo x v i i i , se

ha desarrollado ya, en el curso de los dos siglos anteriores, en

la controv ersia jurfdico -estatal en torno al principio del dom inio

absoluto. La literatura apologetica del secreto de Estado da

vida lingufstica al medio con cuya ayuda puede el soberano

afirmar su soberanidad (jura imperii):  precisam ente los arcana 

imperii,  aquel catalogo com pleto de pra cticas secretas compues-

to por Maquiavelo que habfan de garantizar el mantenimientodel dominio sobre el pueblo menor de edad. A la practica del

secreto se le op on dra luego el princ ipio de la public ida d.54 Los

opositores de la epoca se cuestionan si la ley depende del arbi-

trio del soberano o si la au torid ad de este debe solo ejerce rse

sobre el fundamento de una ley. Por legislador entienden ellos

evidentem ente, por esa epoca, a la asam blea de estam entos: la

 polem ica de los oposito res de la m onarqufa, de los m onarcom a-

cos, vive aun de la tension entre el soberano y los estamentossenoriales, pero se dirige ya contra la misma burocracia abso-

lutista con la que la polemica burguesa se ensanara mas tar-

de, desde finales del x v i i . Incluso en Montesquieu se mezclan,

en la lucha con el enemigo comun, ambos frentes y a menudo

hasta la indistinguibilidad. El unico criterio de distincion po-

sible de la vieja y la nueva po lem ica es el estricto concepto de

la ley, que contiene la idea de justicia no solo en el sentido de

los derechos legftimos, sino la idea de legalidad impuesta me-

diante normas generales y abstractas.Ciertamente, la tradicion filosofica, tanto la aristotelica

como la cartesiana, conocen la categorfa de la lex generalis  o

universalis;  pero en el ambito de la filosoffa social y de la po-

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lftica fue introducida, implfcitamente, por Hobbes, y definida

expresam ente po r vez pr im era por M ontesquieu.55 «Whoever

has the legislative or suprem e pow er o f any com m onw ealth, is

 bound to govern by estab lished standing laws, p rom ulgated and

known to the people, and not by extem porary d ec re e s. . .» 56Locke

atribuye a la ley, a diferencia de la orden y de la disposicion,constant and lasting for ce }1 En la literatura francesa del siglo

siguiente ha bra de precisa rse esa caracterizacion : «Les lois.. .

sont les rapports necessaires qui derivent de la nature des

cho ses».58 Son reglas racionales d otadas de cierta gen eralidad

y duracion. Un gobierno a base de decretos y edictos es consi-

derado por Montesquieu une mauvaise sorte de legislation.“

Con ello se prepara la subversion del principio inapelable del

dominio absoluto formulado por la teorfa del Estado de Hob

 bes: veritas non auctoritas fac it legem.*  En la «ley», supremaencarnacion de las normas generales, abstractas y permanentes,

a cuya mera ejecucion tiene que reducirse el dominio, esta con-

tenida una racionalidad en la que lo justo converge con lo

 justificado .

Historicamente, la exigencia polemica de ese tipo de

racionalidad, enfrentado a la practica secreta de la autoridad

soberana, se ha desarrollado en conexion con el razonamiento

 publico de las personas p rivadas. Asf como el arcanum  sirvioal mantenimiento de una dominacion basada en la voluntas,  asf

tambien la publicidad habra de servir a la imposicion de una

legislacion basada en la ratio.  Ya Locke vincula la ley dada a

conocimiento publico con un common consent,  y Montesquieu

la reduce finalmente a raison humaine;  pero esta reservado

a los fisiocratas, como veremos mas a de lan te,60 el relacio na r

explfcitamente la ley con la razon que se manifiesta a traves

de la opinion publica. Se desarrolla en la publicidad burguesa

una consciencia politica que consigue articular la idea y la exi-gencia de leyes generales y abstractas contrapuestas al dominio

absoluto, y que aprende finalmente a afirmarse a si misma —es

decir, a la opinion publica— como la unica fuente legftima de

esas leyes. En el curso del siglo x v i i i   la opinion publica exigira

la competencia legislativa para unas normas que solo a ella

deben el contenido polemico-racionalista.

Los criterios de ge neralidad y abstraccion que caracte-

rizan a la norma legal tienen que resultar evidentes a las personas privadas, las cuales, en el proceso comunicativo de la

 publicidad literaria , se cercioran de su subjetiv idad procedente

* La verdad y no la autoridad hace la ley.

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de la esfera int ima. Porq ue, en cal idad de publico, es tan ya esas

 per sonas p r ivadas baj o la ley taci t a de una pa r i dad ent re los

ins t ruidos , ley cuya abs t racta universal idad cons t i tuye la unica

garant ia de que los individuos subsumidos a e l la como «meros

hombres» se ran r espe tad os en su sub je t iv idad . Las fo rmulas

revolucionario-burguesas de «igualdad» y «l iber tad», luego en-

qu i s tadas , conservan aqu i todav ia su v ivacidad : el r azon amien

to publico del publico burgues se l leva a cabo al comienzo, s in

toma r en cuen ta los r angos y j e ra rq u i as socia les y po li t i cas

 p reex is ten te s , de ac uer do con reglas general es que, al r e s ta r es-

t r i c ta me nte a jenas a los individuos com o ta les, ga rant iza n un

espacio al desarrol lo l i terar io de su inter ior id ad; al ser gen era

les , un espacio a lo mas individual; al ser objet ivas , un espacio

a lo mas subjet ivo; al ser abstractas , un espacio a lo mas con-

creto . Al mismo t iempo, e l resul tado del raciocinio publ ico bajota les c i rcuns t ancia s recla ma racional i dad; de acue rdo con esa

idea de racional idad, una opinion publ ica nacida de la fuerza

del me jor arg um en to p rete nde e s tar en poses ion de la capa

cidad rac ioc inan te — mor a lmen te p re tenc iosa— que in ten ta ha-

cer una y la mis ma cosa de lo cor rect o y de lo ju s t o . La opinion

 publ ica ha de coincidi r con la «natu ra leza de la cos a» . “ Por

eso pue de n las «leyes» — a las que la opinion pub lica quiere

ahora disp oner par a la es fera socia l— , ju n to a los c r i ter ios

formales de general idad y abs t racc ion, exigir tam bie n par a s i

el cr i ter io mater ia l de racional ida d. En ese sent ido decla ran los

f is iocratas que solo la opinion publique  conoce el ordre naturel y lo hace vis ib le para que pueda e l monarca i lus t rado conver-

t i r lo , en forma de norma general , en fundamento de su accion.

 — Por ese cami no ha de converger la dominac ion con la razon.

La autocomprens ion de la publ ic idad pol i t ica , manifes -

tada en la categoria central de la norma legal , es mediada por

la consciencia ins t i tucional izada de la publ ic idad l i terar ia . Porlo general, amb as forma s de publ ic idad encaja n bien una con

otra . En ambas se forma un publ ico de personas pr ivadas cuya

autonomia, basada en la d ispos ic ion sobre la propiedad pr ivada,

quiere manifestarse en la esfera de la famil ia burguesa como

tal , quiere real izarse in t imamente en un contexto de amor , l i

 ber ta d y formacion; en una pa labra: como  Humanitat.Llamamos a la esfera del mercado la esfera pr ivada; a

la esfera de la famil ia, como nucleo de lo pr ivado, esfera int i

ma. Es ta se presume independiente de aquel la , cuando, en rea

l idad, es completamente caut iva de las neces idades del mer

cado. La ambivalencia de la familia, el ser a la vez agente so

cial y tambien, en c ier to modo, ant ic ipada emancipacion de la

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sociedad, se manifiesta en la posicion de los miembros de la

familia; por un lado, a causa de la dominacion patriarcal se

mantienen unidos, y por el otro, estan vinculados uno a otro

 por la in tim idad hum ana. Como hom bre privado es el burgues

las dos cosas en una: pro pie tario sobre bienes y pe rson as y,

al mismo t iempo, hombre entre los hombres, bourgeois  y homme.  Tam bien la pu blicidad pe rm ite observ ar esa am bivalencia

visible en la esfera privada; no se sabe bien si las personas pri

vadas se ponen de acuerdo qua  hombres en el raciocinio litera

rio acerca de experiencias de su subjetividad, o bien si las per

sonas privadas se ponen de acuerdo qua  propietarios en el ra-

ciocinio politico ace rca de la regulac ion de su esfera privada .

El cfrculo de personas de ambas formas de publico ni siquiera

coincide po r com pleto: las m ujeres y los econ om icam ente de-

 pendientes estan factica y ju rfd icam en te exclu id os de la pub li

cidad politica; mientras que el publico lector femenino, asf como

el formado por aprendices y criados, t iene a menudo una par-

ticipacion mas fuerte en la publicidad literaria que los propie-

tarios y padres de familia. Sin embargo, en los estamentos

instruidos se da a ambas formas de publicidad el mismo va

lor: la pu blicidad aparece en la auto co m pren sion de la opinion

 publica como una e indivisible . Tan p ro n to como las personas

 privadas no solo dia lo guen qua  hom bres sobre su subjetividad,sino que quieran tambien, qua   propietarios, intervenir en el

 poder publico de acuerdo con sus in tereses com unes, servira

la  Humanitat   de la publicidad literaria a la eficacia de la publi

cidad politica. Finalmente, la publicidad burguesa desarrollada 

acaba basandose en la fictic ia identidad de tas personas priva

das reunidas en calidad de pub lico en sus dos roles de propie- 

tario y hombre.

La identificacion del publico del «propietario» con el

del «hombre» se consuma tanto mas cuanto mas el status 

de las personas privadas burguesas suma, por lo comun, la

caracterfstica de la propiedad y la de la instruccion. La fic-

cion de una  de las publicidades, sobre todo, esta, empero, am-

 parada en el hecho de que ella ha sido, efectivam ente, vehfculo

de funciones importantes en el cuadro de la emancipacion po-

lftica de la sociedad burguesa respecto del reglamento mercan-

tilista y, en general, respec to del antiguo regimen : po rqu e ha

vuelto el principio de la pu blicida d co ntra las au torida de s es-tablecidas, puede desde el principio converger la funcion obje-

t iva de la publicidad poli t ica con la autocomprension adquirida

mediante las categorias de la publicidad literaria, y puede tam-

 bien converger el in teres del p ro p ie ta rio p rivado con la libertad 

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individual . La for mul a basica de Locke co nsis t ente en la  preservation o f property  sub su me s in preoc upaci ones , bajo el capi tu lo

«propiedad», life, liberty and estate  de un plumazo; asi de facil

r esu l t aba en tonces — por r ecoger una d i f e renc iacion del joven

Marx— ident i f icar emancipacion pol i t ica y emancipacion «hu-

mana».

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III. Funciones polfticas de la publicidad

8. El caso modelico de la evolution inglesa

Una publicidad que hace las veces de publicidad po-

lftica surge en Inglaterra en el cambio de siglo entre el x v i i   y el

x v i i i . Las fuerzas empenadas en conseguir influencia en las

decisiones del poder estatal apelan al publico raciocinante para

legitimar sus exigencias ante esta nueva tribuna. En conexion

con esa practica, la asam blea de estam entos se transfo rm a en unParlamento moderno, proceso de remocion que, evidentemente,

se desarrolla a lo largo de todo el siglo. Pero esta por explicar

 por que en In g la terra tienen lugar, mucho antes que en otros

 pafses, conflicto s que son dir im idos con la participacion del

 publico. Tam bien en el continente se da, como instancia apela-

tiva, una publicidad literaria. En el continente esa publicidad

se vuelve po r vez prim era virulenta; de todos m odo s, bajo la

tutela del mercantilismo, el predominio del modo de produc-cion capitalista llega tan lejos como en la Inglaterra posterior

a la Gloriosa Revolucion. En Inglaterra surgieron, en la segunda

mitad del siglo x v i i , un gran numero de companfas nuevas que

sustentaban y ampliaban a la manufactura texti l y a la indus-

tria siderurgica —sobre todo—, y tambien a la fabricacion de 

 papel. Al trad ic ional enfrentam iento entre landed   y moneyed  

interests  [ intereses hacendados y adinerados], que en Inglate-

rra, con todo, no llevaba la im pron ta de un con flicto de clases

radical (en Inglaterra pronto se convirtieron los hijos de laaristocracia agraria en comerciantes exitosos, y a menudo con-

siguio tambien la al ta burguesia propiedades agrarias nota

 b le s),1 se le superponfa ahora un nuevo conflicto de in tereses:

el enfrentamiento entre los intereses restrictivos del capital

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comercial y financiero, de un lado, y los intereses expansivos

del capital m anu facturero e indu strial, del otro .2 Ese conflicto

llego a consciencia a comienzos del siglo x v i i i ; solo a partir de

entonces dejan de ser commerce  y trade  sinonimos sin mas de

manufacture  e industry.  Con ese conflicto evidentemente se re

 produce un antagonis m o, ya tfpico en las fases tem pranas deldesarrollo capitalista, entre los intereses de una generacion an

terior, insertada y fijada ya en el mercado, y una generacion

 posterio r obligada a explorar y crear m ercados para las nue-

vas ramas del comercio y la industria. Si esa constelacion se

hubiera limitado, como ocurrio aun en tiempos de los Tudor, al

estrecho cfrculo de los merchant-princes  [comerciantes acauda-

lados], probablemente no hubieran apelado ambas partes a la

nueva instancia del publico. Pero en la Inglaterra posrevolucio-

naria, el enfrentamiento que, como tal, se propaga a partir de

las esferas del capital, comprende a capas mas amplias preci-

samente en la medida en que el modo de produccion capitalista

va imponiendose. Y en la medida en que va surgiendo de esas

m ism as capas entretanto, un publico raciocinante, resultaba na

tural que el partido en cada caso mas debil considerara la po-

sibilidad de dar a la publicidad la disputa politica. Hacia el

cambio de siglo, penetra la discordia partidaria hasta en la po-

 bla cio n exclu id a del derecho a voto .Tres acon tecim ien tos de los anos 1694-1695 dan la p au ta

del comienzo de ese desarrollo. La fundacion del Banco de In-

glaterra significa, distintamente a los casos de las bolsas de Lyon

y Amsterdam, la entrada en una nueva etapa del capitalismo; esa

fundacion au gu ra la conso lidacion, sobre la base de un modo

de produccion capitalista revolucionado, de un sistema solo sus-

tentado ha sta entonces por el trafico com ercial.3 La abolicion

de la institucion de la censura previa significa una nueva eta-

 pa en el desarrollo de la publicidad; posibilita la penetracion

del razonamiento en la prensa, permitiendo que esta se desarro-

lle hasta convertirse en un instrumento que impele a que las

decisiones polfticas sean tomadas ante la nueva tribuna del

 publico. El p rim er gabinete de G o b ie rno 4 significa, en fin, una

nueva etapa en el desarrollo del Parlam ento; es un prim er paso

 por el largo cam in o de la parlam entarizacion del poder esta tal,

que acabara llevando a la conversion de la misma publicidad

 polftic am ente activa en un organo esta ta l.Ya en los anos setenta del siglo x v i i   el Gobierno se

habia visto necesitado de proclamaciones para poder hacer fren-

te a las conversaciones de las casas de cafe; las casas de cafe pa-

saban po r incu bado ras de agitacion po litica: «Men have assu

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med to themselves a liberty, not onely in coffehouses, but in

other places and meetings, both public and private, to censure

and defame the proce eding o f State, by speaking evil of things

they understand not, and endeavouring to create and nourish

an universal jealou sie and d issatisfaction in the m inds o f all His

Majesties good subjects^.5 Con la  Licencing Act   cae en 1695la cen sura previa; la Reina ex ho rta varias veces a los d iputad os

 para que res tau ren la censura, pero en vano. Es verdad que la

 p rensa sucum bira a la estric ta  Ley sobre el libelo (Law o f L i

bel)6 y a las restricciones impuestas por los numerosos privile-

gios de la Corona y el Parlamento; tambien el impuesto de tim

 b re ,7 decid id o en 1712, tu vo como consecuencia un re troceso

tran sitor io: bajo la tirada de la pren sa, se redujo el alcance de

los periodicos y algunos llegaron a desaparecer para siempre.Pero, comparada con la del resto de los Estados europeos, la

 p rensa in gle sa gozaba de unas libertades excepcio nales.

Harley es el prim er e stadista que sabe ap rovec har la

nueva situacion. Compromete a literatos del estilo de Defoe —al

que se ha llam ado el p rim er pe riodista— , el cual defiende la

causa de los whigs  * no solo, como hasta entonces, en panfletos,

sino en los nuevos p eriod icos . El hace po r vez p rim er a del «es-

 p fritu partidario» un  public spirit.  La  Review   de Defoe, el Ob- 

servator   de Tutchin y el  Examiner   de Swift son discutidos en

clubs y casas de cafe, en el hog ar y en la calle. Los mism os

W alpole y Bo ling brok e se dirigen a la pu blicidad . En ho m bres

como Pope, Gay, A rbu thn o t y S wift se da un a conex ion de li-

teratura y poli t ica comparable a la union de l i teratura y perio-

dismo encarnada por Addison y Steele.

Como es obvio, en ningun momento llego a estar la

 p rensa im portan te , du ran te esta p rim era decada, en m anos de

la oposicion. La  London Gazette,  que fue durante mucho t iem po la unica hoja gubernam enta l — hecha al vie jo esti lo , con no

ticias escuetas, todas ellas limitadas a la «coyuntura polftica»—,

fue completada en 1704 con la  Review,  de aparicion tr isemanal,

y cuyo sitio ocupo en 1711 el  Examiner.  En las postrimerfas del

reinado de la reina Ana, se enfre ntaro n los whigs  al  Mercator, 

fundado en 1713, con el  British Merchant.  Bajo Jorge I comen-

zo la decada de predominio de los whigs;  pero ellos, que en

1722, con el  London Journal,  consiguieron el periodico mas im

* Whigs = liberales. La oposicion clasica de la politica in-glesa entre whigs  y tories  (conservadores) se remonta al siglo xvii,cuando se suscito la lucha por la subordinacion o no subordinacionde la Corona al Parlamento.

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 po r t an te y de mayor divulgacion de la epoca ,8 no fueron los

cre ado res del per i od is mo poli t ico de gran est i lo, s ino los tories  — que haM an pasado ahora a la oposic ion— , ba jo la di reccion

de Bolin gbrok e: «La nov edad c onsegu ida por la oposicio n fue

la creacion de una o pinion popular . Bol in gbrok e y sus amigos

entendieron que se t ra taba de formar una opinion publ ica con-cent rada en un punto y dotada de impulsos vol i t ivos homoge-

neos, capaz de impu lsa r la vida polhi ca. Agitacion po pu la r y gr i-

ter io de cons ignas , i n t ranq ui l id ad y a lboro tos no es taba n aun a

la ord en del dla [...] Ta m po co habia aun asa mb lea s publicas

reg ula res [...] La opi nion publica es tab a mas bie n or i enta da

 por otro factor : por la fundac ion de un per i od i smo indepen-

diente que se vio a s! mismo af irmado frente al Gobierno y que

convir t io en asunto cor r i ente el com enta r io cr i t ico del , y la opo

sicion publi ca al , Gobier no». 9 En el ver an o de 1726 apa reci eron,

como preludio, por as! decirlo, de la «larga oposicion», tres sa-

t i ras de la epoca ins pir ada s por Boli ngbroke : el Gulliver   de

Swift, la  Dunciad   de Pope y las Fables  de Gay; Boli ngbro ke

edi to en noviembre del mismo ano e l pr imer numero del Craftsman,  la p la taforma pol i t ica de la opos ic ion has ta la emigracion

del editor a Francia en 1735. Con esta revista, a la que siguio

luego el Gentleman's Magazine,  la pre nsa se convier te por vez

 p r im era y de un mo do pr op io en el organo cr it ico de un publico p o l h ic a m e n te r ac ioc inante , se convier t e en  fourh Estate,  en

«cuar to poder».

El come ntar io y la cr i t ica cons tante s de med idas adop-

tadas por la Corona y de resoluciones del Par lame nto, conver-

t idas merced a todo e l lo en ins t i tucion, t ransformaron a l poder

 publico, l l amado ahora a com par ec enc ia ante la t r ibu na de la

 publ ic idad. El pod er era ahora «publico» en un doble sent ido.

El grado de desar rol lo de la publ ic idad se medira de ahora en

adelante de acuerdo con el nivel de disputa entre el Estado y

la pre nsa , dis put a que d ur ar a el siglo en te ro . 9a Las cart as de

Junius , aparecidas en e l Public Advertiser   de sd e el 21 de no

vi em br e de 1768 ha st a el 12 de ma yo de 1772, in di ca n — con su

est i lo precursor del arr iculo edi tor ial pol i t ico— ese nivel , per-

fectamente dis t inguible a dis tancia. Se ha l lamado a esa ser ie

de ar r iculos sa thi co s «pioneros de la prensa m od er na », 10 por-

que en e l los se imputan publ icamente a l rey , a minis t ros , a a l tos

mil i tares y a ju r i s t as ma niob ras poHticas , y se des cubr en cone-xiones ma nten ida s en secreto y de re levancia polhica , de un

modo que , desde en tonces , r esu l t a model ico para una p rensa

critica.

E l Par lamento d i spone de un ins t rumento f r en te a es te

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genero de cr it ica: el pr iv i legio — proc ede nte de los t ie mpo s en

que pugnaba con la Corona— de mantener en secreto las d is -

cus iones par lam en ta r ia s . En 1681 fue c ie r ta me nte auto r iza da la

 publ icac ion de los votes,  lo que dio lugar a a lambicadas not i

c ias sobre de te rminados r esu l t ados de l as d i scus iones hab idas

en el P a r l a m e n to ;11 pero el Par lam ento insi s ti a con reso luc ionen la prohibic ion de hacer de las d iscus iones mismas a lgo acce-

s ible a la publicidad. Con extrema cautela, desde la subida al

t rono de la reina Ana, se dedico The Political State o f Great   Britain  a una especie de cronica par lamentar ia , tarea de la que

ya se cuidaba el  H istorical Register   desde 1716. Evi de nte me nte ,

ambos per iodicos pr iv i legian a l Gobierno de turno, de modo

que l a opos ic ion t i ene que con ten ta r se con no t i c ias opor tunas

acerca de los d i scur sos mas impor tan tes de sus r epresen tan tes

aparecidas en las hojas semanales , o con una compi lacion de losdiscursos en forma de fol leto. Desde comienzos de los anos

treinta, en el nuevo cl ima de cr i t ica poli t ica creado por Craftsman,  el Gentleman's Magazine,  y p ron to t ambien su adver sa-

rio, el  London Magazine,  dan not ic ia de los debates par lamen-

tar ios. El P ar lam en to se v io en la neces idad de ir ren ova ndo la

 p roh ib ic ion de las pub licac iones. Las vie jas d ispos ic iones acaba-

ron l lega ndo a un punto , en 1738, en que hast a una p ubli caci on

de los deba tes hab idos en t re una y o tr a r eun i on p ar la me nta r i a

tenia que ser cast igada como un breach o f privilege}2 Wilkes ,

como alderman  de Londres , fue el pr imero en poner fuera de

 ju e g o el pr ivi legio p a r l a m e n t a r i o — no j u r i d i c a m e n t e , pero si

de hec ho— : no hizo cum pl i r la pena impu es t a al red ac tor

del  Evening Post   por breach o f privilege  [ rup tura de p r i

vi legio]. La exclus ion de la publ ic idad de las d isc us iones p ar

l am en t a r i a s 13 no pod i a ya man t ene r s e po r mucho t i empo en una

epoca en que una «Memory» de Woodf al l convir t io al  Morning 

Chronicle  en per iod ico lond inense de vangu ard ia , al r epr odu c i rl i t e ra lmente d iec i se i s f i l t r ac iones de d i scur sos par lamentar ios

s in comunicar lo a la t r ibuna de la Camara de los Comunes —lo

que es taba es t r i c ta me nte pro hib ido — . En el ano 1803, el speaker *  reservo por vez pr i me ra un pues t o en la t r ib un a a los

 per iod i s t as ; d u r a n te casi un siglo hab i an en t ra d o i legalmente.

Pero solo con la rec ons t ru cci on del Par lam ent o, t ras el incen-

dio de 1834, fueron ins ta ladas t r ibunas para los informadores

(dos anos despues de que el pr imer  Reformbill  [Proyecto de ley

de re f o r ma] conv i r ti e r a al Pa r l amen t o , du r a n t e t an t o t i empocr i t icado por la opinion publ ica , en un or gano de esta) .

* Aqui tiene el sentido de presidente del Parlamento.

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entre court   y country,  entre in power   y out o f power,  entre

 pleasure  y happiness, passion  y reason:  la oposicion, como coun

try-party,  es pre sen tad a como dep ositarfa de la razon y la jus-

ticia frente al court-party   corrompido por influence.

Desde comienzos del siglo X V I I I se hizo habitual distin-

guir lo que por entonces se llamaba sense o f the peop le  de losresu ltados electorales oficiales. Como m edid a m as aprox ima da

de aquel se tenia a los resultados promedio de las elecciones en

los condados. The sense o f the people, the common voice, the 

general cry o f the people y,  finalmente, the public spirit   deno-

taban, a partir de entonces, una magnitud de la que la oposi-

cion se po dia rec lam ar; con su ayuda, en efecto, consiguio obli-

gar, en varias ocasiones, la oposicion a Walpole y a su mayoria

 pa rlam en ta ria al pacto . 8 Tales acontecim ientos no pueden ser

considerados evidentemente aun como signos de una especiede dominacion de la opinion publica. Las verdaderas relaciones

de poder pueden apreciarse mejor en la futilidad e ineficacia

de las peticiones masivas frecuentemente organizadas desde

1680. Es verdad que en 1701 y en 1710 sucedieron a peticiones de

ese estilo las correspondientes disoluciones del Parlamento;

 pero no se tra taba , en el fondo, m as que de m eras aclam aciones

de las que el rey se aprovechaba. Esto se puso mas tarde de

reliev e cuando , en tre 1768 y 1771, en conexion con la Wilkes-  Agitation,  no siguio a las numerosas peticiones de condados, ciu-

dad es y zonas la exigida disolucion del Pa rlam en to: el rey no

tenia el menor interes en exponerse a los peligros de unas nue-

vas elecciones habida cuenta de lo acomodaticia que resultaba

la mayoria parlamentaria existente. Ni siquiera la disolucion

del Parlamento en 1784 (con motivo de la cual llego a afirmar

el rey, en un discurso ante la Camara de los Comunes que se

ha hecho celebre, que se sentfa obligado to recur to the sense 

o f people),  se debe en prim era instanc ia a la presion de esa«opinion popu lar» .19

 No obstante, ju n to a los grandes periodicos nuevos,

como el Times  (1785), surgen por esos anos las demas institu-

ciones del publico polfticamente raciocinante. En tiempos de

W ilkes aum ento la enve rgad ura y la frecuencia de los  public 

meetings.  Tam bien en ese m om ento se formo un bu en num ero

de asociaciones polfticas. Las veintiseis country-associations   fun-

dad as en 1779 a imagen y sem ejanza de la Y orkshire Association, se ded icaron a organizar peticiones a cerca de cu estiones

tales como la financiacion de la guerra, la reforma del Parla-

mento, etc. Es verdad que ya a finales del siglo x v i i   se reunfan

los parlamentarios en relajados clubs. Pero todavfa en 1741 le

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resulta diffcil al Gentleman's Magazine  caracterizar a los dipu-

tados electos segun su orientacion politica; de ningun modo

 podia establecerse, po r lo general, su clara vin culacion par-

tidaria. Solo a comienzos del siglo X V I I I consiguen los partidosuna base organizativa fuera del Parlam ento, outdoors,*  fundada

en las  petitions,**  en los  public meetings   y en las  political associations.  Con la fundac ion de com ites locales consiguen su pri-

mera est ructura organizat iva robusta.

En 1792, tres anos despues del estallido de la Revolu

cion francesa, el publico polfticamente raciocinante es indirec-tamente reconocido en su funcion de crftica publica por un dis-

curso de Fox ante la Cam ara de los C omu nes. Por vez prim era

se habla en el Parlamento de  public opinion  en el estricto sen-

tido de esta locucion: «It is certainly righ t and pru d en t to con

sult the public op inion [. .. ] If the pub lic opinion did not hap pen

to squa re w ith m ine; if, after po inting out to them the danger,

they did no t see it in the same light with me, or if they co n

ceived that another remedy was preferable to mine, I should

consider it as my due to my king, due to my Country, due tomy honour to ret ire, that they might persue the plan which

they thought better , by a f i t instrument, that is by a man who

thoug ht with th em [. . .] bu t one thing is m ost clear, that I ought

to give the pub lic the m eans o f forming an opinio n» .20 Tan no ta ble como la afirm acion es el m otivo m ism o de ella: Fox esta

arremetiendo contra Pitt , que en 1791, presionado por la opi

nion publica, organizo de nuevo los preparativos de una guerra

con Rusia. El raciocinio politico del publico ha llegado a arti-

cularse de tal modo que en el umbral del siglo xix desempena

ya el papel de un permanente comentar is ta cr i t ico, arrebatandola exclusiva al Parlamento y convirtiendose en el interlocutor

oficial de los diputados. Fox habla mirando al publico; they 

[ellos], los sujetos de la  public opinion,  no estaran ya por mu-cho tiempo excluidos, como strangers,  de las discusiones parla-mentarias. El absolutismo parlamentario se ve obligado a ceder

 pau la tinam ente su soberania. Tam poco se hab la ya de sense o f   people,  ni menos de la opinion  vulgar o common. Public opinion 

se dice ahora; ella se forma en la discusion publica, luego de que

el publico, por medio de la educacion y la informacion, haya sido

* Litera lmente, fuera de casa, ex tram uros; se refiere alreconocimiento de la actividad externa, publica, no parlamentariade los partidos.

** Peticiones, suplicas; uno de los procedimientos del dere-cho comun a recurrir contra la Corona.

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 puesto en condic iones de form arse una opin io n fundada; deahf hace la maxima foxiana de ofrecer al publico the means o f  

 formin g an opinion  [ los medios adecuados para formarse una

opinion].

Durante las cuatro decadas siguientes la discusion se

trasla da a la am pliacion del derecho a voto; finalmen te, dos anosdespu es de la Revolucion de julio , se ap rue ba el  Reformbill  que

revisaba la obsoleta distribucion de las circunscripciones elec-

torales, y se reconoce tambien ahora a la multiplicada clase me

dia, de la que se reclutaba la masa del publico raciocinante, el

derecho a la cogestion politica: de los po r entonces c erca de

24 millones de habitantes podfan votar ahora casi un millon.

Las condiciones necesarias para la transitoria era de un govern

ment by public opinion  fueron completadas en 1834 con el lla-

mado Tamworth Manifestum  de Peel; po r vez prim era publi-caba un partido su programa electoral. La opinion publica se

forma en la disputa argumental alrededor de un asunto, no acrf-

ticamente en el apoyo o rechazo —plebiscitaria o ingenuamen-te m anipu lados— , apoyados en el common sense,  de personas.

Por eso necesitaba como objeto, antes las circunstancias de-finidas, que las personalidades prominentes. Los conservadores

 publicaron su program a; los whigs  hacfan, por la misma epoca,

el siguiente exho rto electoral: «Rem em ber tha t you are now

fighting for things, not men - for the re al con sequ ences o f yo ur

reform» .21 [«jRecordad que aho ra luchamos po r cosas, no por

ho m bres: nos ba timo s po r las auten ticas consecuencias devuestra reforma!».]

9. Las variantes continentales

Tambien en Francia surge —no antes, de todos modos,

de la primera mitad del siglo x v i i i — un publico polftic am ente

raciocinante. Pero no logra institucionalizar efectivamente sus

impulsos politicos antes de la Revolucion, como hacia el publico

ingles de la m isma epoca. Sin aprobacion de la cen sura no se

 podia publicar una sola lfnea, y asf no podia desarrollarse un

verdadero periodismo poli t ico; la prensa periodica en su con

 ju n to segufa siendo raquftica. La hoji lla ofic ia l sem anal  Mercure de la France  ten ia todavfa en 1763, a pes ar de ser el period ico

de mayor divulgacion, no mas de 1.600 abonados, de los cuales

cerca de un tercio vivfa en Paris, otros 900 en provincias y el

resto se distribufa en el extranjero. A escondidas se lefan tam-

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 bien, evidentem ente, los periodicos in troducidos ilegalm ente,

sobre todo los ho lan des es .22

 No solo se echa en falta un period ism o politico culti-

vado, sino que ni siquiera existfa una asamblea de estamentos

 bajo cuya influencia pud iera irse constituyendo pau la tinam en te

una represe ntacion pop ular: los Estam entos generales no hansido convocados desde 1614. Los parlamentos existentes, las Cor

tes Suprem as de Justicia, que rep resen tan la un ica fuerza po

litica no completamente dependiente del Rey, estan formados

no por la elite de la burguesia, sino por los aburguesados pode-

res interm edio s en la m edida en que han pod ido re sistir y afir-

marse frente al regimen absolutista. Falta tambien, finalmente,

la base social de aquellas instituciones. Cierto que especulado-

res y banq ueros, m anu factureros t raf icantes , com pradores al

 por m ayor y arren d atario s — no la burguesia com ercial y fabril

en general— estan ya bajo la Regencia a disposicion de la alta

 burguesia , en cuyas m anos estaba toda la riqueza de la nacio n.

Pero no estan en condiciones de actuar sobre la disposicion de

la nacion; no se unen, como en Inglaterra, a la aristocracia y al

alto funcionariado (noblesse de robe23) * dan do lu gar a una

capa alta homogenea que, apoyada en un solido prestigio, pudie-

ra representar frente al rey los intereses de las clases capitalis-

tas en formacion.Las diferencias estamentales son estrictas. Es verdad

que los comerciantes ricos, normalmente en la tercera genera-

cion, consegufan un tftulo nobiliario, sobre todo los que tenfan

alguna canonjfa en las alturas funcionariales o relacion con

ellas; pero la obtencion del tftulo les separaba de la esfera de

la produccion y la distribucion. —A mediados de siglo el Abbe

Coyer hizo to m ar consciencia de ese prob lem a en un p anfleto,

inti tulado  La noblesse commergante,  que gozo de notable divul-

gacion.— Por otro lado, la nobleza, excluida del comercio y la

indu stria, asf como de la ban ca — ocup aciones tod as ellas no

estamentales—, se hizo dependiente economicamente de la Co

rona: desde el pun to de vista bu rgue s, esto es, desde el pu nto

de vista del trabajo productivo, se la considera un estamento

 parasita rio cuya irrelevancia po litica es com pensada con priv i-

legios fiscales y patentes reales. El rey monopoliza por com-

 p leto el poder publico. Es el negativo de la ig ualdad burguesa:

todos, excepto el unico rey (y magistrado), son subditos porigual, todos estan por igual sometidos a la autoridad superior,

todos son personas privadas, cuya esfera es, sean o no burgue-

* Aristocracia togada.

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ses, la societe civile  —una formacion diffcil de captar, desde el

 pun to de v ista de la teorfa de las clases, en el siglo x v i i i —  .

De muchos modos esta aun la burguesia embutida, por asf de-

cirlo, en el Estado estamental, como lo muestran los roles feu-

dales desempenados por los parlamentos burgueses y la asimi-

lacion a la nobleza de la alta burguesia; y de diversas manerasda entrada la nobleza en sus salones al estilo intelectual ilus-

trado de los intelectuales burgueses antes que a los burgueses

mismos. Pero la burguesia, la nobleza y la Corona desempenan

funciones tan diversas y tienen status  tan especfficos, que fa-

cilmente pueden distinguirse los «sectores» en el modelo teorico:

el po litico, el econom ico y el que hace las veces de « soc iedad».24

En la prim era m itad del siglo la crftica se ocupa de los

«filosofos», a pesar de Montesquieu, de la religion, la literatura

y el arte; solo en la epoca de la publicacion de la Enciclope-dia se desarrolla la intencion moral de los filosofos hasta ha-

cerse, al menos indirectamente, politica. La Enciclopedia esta

 pensada como em presa publicfstica de gran envergadura.25 Por

eso Robespierre pudo celebrarla mas tarde como «capftulo pri-

mero de la Revolucion». En el ultimo tercio del siglo aparecen

clubs del tipo de la asociacion masculina que se habia reunido

en el Club de l 'E n tre s o l26 — insp irada en las ideas inglesas— ,

clubs que, en cierto modo, continuaban los Bureaux d'Espritregidos por las mujeres; los iniciadores de la crftica publica, los

filosofos, se convirtieron, de literatos que eran, en economistas.

Economistas se llaman los fisiocratas que se reunen con Ques-

nay, y luego con Mirabot y Turgot, en el Club que los mantiene

en contacto. Defienden su doctrina en la Gazette du Commerce 

y en el  Journal de l'Agriculture, du Commerce et des Finances; 

ha sta que, finalmen te, Turg ot y M alesherbes, dos de sus mas

significativos representantes, son llamados en 1774 al Gobierno

como —por asf decirlo— los primeros exponentes de la opinion publica.

Pero fue Necker, como es sabido, el primero en conse-

guir que la publicidad polfticamente activa abriera una brecha

en el sistem a abs olutista: el dio al con ocim iento publico el ba

lance del presupuesto nacional. Tres meses despues el rey de-

 ponfa al m in is tro .27 De todos m odos, se habia preservado el

raciocinio politico del publico como instancia de control del

Gobierno, de modo notablemente significativo en el punto sensible de los intereses burg ueses: la dim ension del endeudam ien-

to estatal venfa a simbolizar la conflictiva relacion entre el po

der economico y su falta de poder politico, por un lado, y entre

la dependencia financiera y el gobierno absolutista, por el otro.

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La esfera incub ada en la falda de la nobleza -q u e se m anten fa

sin funciones economicas ni polfticas pero que era socialmente

representat iva- , con ayuda de la intelectual idad ascendente, es-

fera que lo era de un publico que acabo siendo polfticamente

racioc inan te, se con vierte ah ora en la esfera en la que la socie

dad burguesa expone reflexivamente sus intereses. Desde elcompte rendu  [la m em oria] de N eck er ya no es posible inuti-

lizar la eficacia de esa publicidad en sus funciones polfticas,solo es posible oprimirla. A traves de los Cahiers de Doleance 

es oficialmente admitido el raciocinio del publico en los asuntos

 public os. Como se sabe, esto llevo a la convocatoria de los Es-tamentos generales; la t radicion ininterrumpida en Inglaterra

de las asambleas estamentarias se reanuda aqui de golpe en unadeterminada etapa del desarrollo social, pues esa tradicion solo

 podia cum plir ahora el papel de un Parlam ento m oderno.La Revolucion crea en Francia de la noche al dfa -aun-

que evidentem ente con un ca racter m enos esta ble - lo que en

Inglaterra habia requerido un continuado desarrollo de casiun a centuria: las institucion es que le faltaban al pu blico racio-

cinante. Surgen los partidos de club, de los que se nutren las

fracciones pa rlam en tarias; se forma una pren sa diaria polf-

ti c a 28 y los Estam en tos g enerales dan a la pu blicida d sus dis

cusiones. Desde agosto aparece, con caracter diario, el  Journal des Debattes et des Decrets,  dedicado a la informacion parla-

mentaria. Al menos tan importante como la inst i tucionalizacion

factica de la publicidad politica es su reglamentacion jurfdica:

el revolucionario proceso es interpretado y definido a la vez

de acuerdo con la Constitucion; puede que tenga que ver conello el que en el continente llegara a adquirirse una consciencia

 prec isa de las funciones polfticas -y a efectivas, ya po sib les-de la pub licidad bu rguesa. Surge aqui un a autoconscienc ia de

mas claro contorno que en la Inglaterra coetanea. Las funciones polfticas de la publicidad pasan de ser codificaciones de laConsti tucion revolucionaria francesa a convertirse rapidamente

en consignas que se extienden por Europa. No por casualidadse forma la voz alemana Offentlichkeit   t raduciendo del frances

 publicite;  la voz circu la al com ienzo como Publizitat,  y asf se

reg istra en el verso sarcastico que co rrio p or tod a A lemania en

los dfas de la Revolucion:

 Das grosse Losungswort, das ein jeder kraht,

Vor dem in ihren Staatsperucken

Sich selbst des Volkes Haupter bucken,

 Horch auf! Es heisst - Publizita t.29

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[La gran consigna que en boca de cada uno esta,

Ante la cual , con sus pelucas de Estad o,

Hasta las caciquiles cabezas se incl inan,

 jPresta atencion!: se l l ama publ icidad. ]

La Const i tucion de 1791, que recoge ampliamente la Declaration des Droits de l'Homme et du Citoyen  (de 26 de

agosto de 1789), co mpl eta el en tr am ad o de la pub licid ad en su

epigrafe onceavo: «La l ibre expre sion de ideas y opini ones es

uno de los mas preciados derechos de los hombres . Por consi-

gu iente , todos puede n hab la r , esc r ibi r e impr imi r l ib remente

ateniendose a la responsabi l idad der ivada del mal uso de esa

l ibe r tad en los casos previs tos por la ley» .30 La Const i t ucio n de

1793 inser ta expresamente la l iber tad de reunion en la protec-

cion de la l iber t ad de opinion: «El der echo a manif esta r las pro- pias ideas y opiniones, a t r aves de la p rensa o de cua lqu ie r otro

modo, el d erec ho a asociar se l i br em ent e [... ] no pued en ser

conculcados», para, luego, a modo de disculpa por esa cautela,

anadir una a lus ion a l  Anden Regime:  «La necesidad de procla-

mar esos derechos viene dada por la subs is tencia , o e l recuerdo,

aun f resco, del d esp ot is mo» .31 El mo me nto en que es te art iculo

entr a en vigor no coincide ya, e vid ent emen te, con la real idad

const i tucional . En agosto del anter ior ano, dos dias despues del

asal to a las Tuller ias , un Edicto de la Comuna de Paris de

nuncio a los enemigos de la Revolucion como «empoisoneurs de l'opinion publique»  * y se req ui so su pre nsa . El 17 de ene ro

de 1800, dos dias despues del golpe de Estado, Napoleon supri-

me la l iber tad general de prensa. Solo t rece hojas seran nomi-

nalmente excluidas de la prohibicion. A partir de 1811 solo son

tolerados, aparte del of icial  Moniteur,  t res per iodicos, y todos

 bajo un reg im en de es tr i cta censura. Los bo rb on es r e s tau r ados

comienzan proc lamando su in tenc ion de r espe ta r l a l iber t ad de prensa . T am b ie n se dice eso en la Charte  de j u n i o de 1844 (ar

ticulo 8) : «Los franceses t ienen el dere cho a pod er publi car e

im pr i mi r sus opiniones mi en t ras se somet an a las leyes encar -

gada s de impe dir los abusos de esas l ib er tad es ». 32 Pero la opo-

s ic ion solo muy cautamente podia manifes tarse . Solo la Revo

lucion de jul io, que recibia su lema de la hoja de oposici on

fundada precisamente por Thiers y Mignet , la  N ational2  dio a

la prensa y a los par t idos, y devolvio, por f in, al Parlamento

 — ampli ado grac ias a la r e forma electoral y abier to a la publi-

* Traduccion literal: «Emponzonadores de la opinion p blican

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cidad en sus debates—, el terreno de maniobra garantizado por

los derechos humanos revolucionarios.

En Alemania da senales de vida, de un modo effmero, po r vez p rim era , algo parecido a la actividad parlam en ta ria

francesa luego de la Revolucion de julio, en los lugares residen-

ciales de algunos ter rito rio s de la A leman ia del su r y del suroes-te ,34 en donde las corporaciones repres en tativas recom end adas

 po r el  Acta   final vienesa de 1815 enlazaron con de term ina da s

tradiciones estamentales a nivel de los  Lander.  Poster iormente,

como es sabido, las resoluciones de Karlsbad obstaculizarfancasi por completo el desarrollo y la vida de esas instituciones.

Las circunstancias alemanas se distinguen de las ingle-

sas por las barreras estamentales duraderamente conservadas

 por el absolutism o continental, especialm ente las b a rre ra s le-

va ntad as entre la bu rgu esia y la nobleza; a su vez, los burg uese sguardan estrictas distancias respecto del pueblo. Al pueblo per-tenecen, ademas de la poblacion rural (desde los jornaleros has-

ta los pequenos propietarios, pasando por los arrendatarios) y

de las capas bajas (ajomalados, soldados y criados), los tende

ros, artesanos y obreros. Volk   [pueblo] cubre el significado de

 peuple   a lo largo de todo el siglo x v i i i ; aqui como alla son el

mostrador y el trabajo artesano los cri terios de delimitacion

subjetivos que se impo nen frente a la bu rgue sia propiam entedicha. Los que antano fueron burgueses  p ar excellence,  ciuda

danos, comerciantes y artesanos, dejan de ser considerados par

te de la bu rgu esia po r los «b urgueses». El criterio de estos esla instruccion; los burgueses pertenecen a los estamentos ins-

truidos (gente de negocios y academicos —sabios, intelectuales,

funcionarios, medicos, juristas, profesores, etc.—). Las circuns-

tancias alemanas se diferencian de las francesas por la posicion

completamente dependiente de las cortes que tiene la nobleza.

Lo que le impide constituirse en una esfera de la «sociedad»separada de las funciones polfticas y economicas y, en comunica-

cion con los intelectuales burgueses, dar la pauta cultural deun pub lico rac ioc ina nte .35

El publico polfticamente raciocinante se instala, sobretodo, en las tertulias privadas de los burgueses. En las ultimas

decadas del siglo x v i i i , los florecientes period icos, tam bien los politicos, se convie rte n en puntos de cristalizacion de la vida

social entre las personas privadas. No es solo que los periodicosdiarios mismos den testimonio del «afan lector» o de la «furia

le c to ra » ;36 desde los anos setenta se extienden sociedades lec-

toras privadas y comerciales por todas las ciudades, incluso

 por las pequenas, de m odo que se posib ilita una discusion ge

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neral acerca del valor o el s invalor de esas inst i tuciones. Hacia

el f in de siglo pueden contarse en Alemania mas de 270 socie-

dade s lecto ras de ese es t i l o.37 Se trata de asociaciones con loca

les propios que of recen la opor tunidad de leer tanto per iodicos

como revis tas , asi como — lo que es igualmen te im po r ta nte —

de disc uti r y con ve rs ar a cer ca de lo leido. Los circul os de lec-tura pr imi t ivos no fueron ot ra cosa que comunidades de sus-

cr ipcion des t i nada s a ab ara ta r la obtencion de per iodicos. Las

soci edad es de lectura, en camb io, no se ba sa ba n ya en esos mo-

t ivos f inancieros . Esas asociaciones, que el igen a su direct iva

de acuerdo con es ta tutos , que deciden por mayor ia acerca de

la incorporacion de nuevos miembros , que resuelven las cues-

t iones en disputa por la via par lamentar ia, que excluyen a las

muje res y proh iben los jue gos , s i rven exclus ivamen te a la nece-

s idad de las personas pr ivadas burguesas , como publ ico racio-cinante que son, de formar publ ic idad: leer y com ent ar revistas ,

in te rcambiar op in iones per sona les y fo rmular con jun tamente

aquellas que, desde los anos noventa, acostumbran a cal if icarse

de «publicas». Los periodi cos ma s at end idos y mas leidos son

los de cont eni do poli t ico: las Staatsanzeigen  de Schlozer, el

Teutscher Merkur   de Wiel and, la  Minerva  de Archenholz, el

 Hamburger Politische Journal,  el  Journal von und fur Deutschland ',38 «La revi sta de Schlozer, que llego a alc anz ar un a tir ada

de 4 .000 e jemplares , parecia un t rasunto hannoveres de la l i be r t ad de p rensa inglesa; era la "bete noire  de los grandes",

los cuales , como se decia por entonces, tenian miedo de " trope-

zar con Schloz er"».39 Tam bie n la brut a l reaccion de los pr inci -

 pes frente a los p r im ero s pub li ci s t as en el su roes te a leman cons-

t i tuye un s in toma que permite es t imar c ier ta potencia de la

 publ ic idad. We kher l in , que aparecio en escena por vez p r im era

en 1778 con el Felleisen,  y Schubart, conocido ya en 1774 por su

 Deutschen Chronik,  tuvieron que paga r un a l to precio . Uno

murio en presidio; al otro se le quebro el espinazo durante su

recl usion de diez anos en una for taleza: lavado de cereb ro al

mod o dir ecto toda via .40

10. La sociedad burguesa como esfera de la autonomia  

privada: derecho privado y mercado liberalizadoLos excursos his tor icos sobre e l surgimiento de una

 publ ic idad pol i t i c amente activa en Ing la t e r ra y en el con t inen te

mant ienen un carac te r abs t r ac to mien t ras se l imi tan a l marco

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ins t i tucional de publ ico , prensa , par t idos y Par lamento, y a l cam-

 po de t ens ion de una con fron tac ion ent re au t or id ad y publ ic idad

 — como pr incipio de con t ro l cri t ico de los gab i ne t e s — . Todo

eso puede documentar e l hecho de que la publ ic idad carga con

funciones polit icas a lo largo del siglo x v i i i ,  pero la na t ura leza

misma de la funcion solo puede entenderse en e l contexto deuna especifica fase de la historia de la evolucion de la sociedad

 bu r guesa : la epoca en la que el t raf ico me rcan t i l y el t r aba j o

socia l se emancipan ampl iamente de las d i rect r ices es ta ta les .

En el orden poli t ico, con el que este proceso l lega a culminar

t r an s i to r i amen te , l a pub l ic idad tom a una pos ic ion cen t ra l , y

no por casual idad: e lla es pre cis am ent e el pr in cipio organizat ivo

de los Es tados burgueses de derecho con fo rma par lamentar i a ,

como la Ing la te r ra pos te r io r a l g ran  Reformbill  de 1832; y lo

mism o va le para las l l amadas mon arq u ia s cons t i tuc iona les ins- p i radas en el modelo de la Cons t i tuc i on belga de 1830.

La publ ic idad pol i t icamente act iva mant iene e l status normat ivo de un organo que s i rve para la automediacion de

la sociedad burguesa con un poder es ta ta l coincidente con sus

neces idades . E l p resupues to soc ia l de esa pub l ic idad burguesa

«desar ro l l ada» es un mercado t endenc ia lmente l ibera l i zado que

hace del t raf ico en la esfera de la reproduccion social un asun-

to ent re personas pr ivadas , completando con e l lo la pr ivat iza-cion de la sociedad burguesa . De su es tabi l izacion como ambi to

 p r ivado podia, por lo p r on to , hab la r se bajo el ab so lu t i sm o solo

en el sent ido pr ivat ivo de que las relaciones sociales habian

sido despojadas de su caracter quasi publico; las funciones

 poli t icas, las j u r i d i c a s y las ad m in i s t ra t iv as fueron a c um ul a da s

 por el po de r publ ico. Ese amb i to se pa r ad o de la es fera publ ica

no era ya de ni ng un mo do «pri vado» en el se nti do de un a li-

 berac ion r esp ec to del r eg la men to de la au t or idad ; por lo gene

ra l , su rg io como ambi to mercan t i l i s t amente r eg lamentado . Porot ro lado, el «s is tema uni f icador» del mer can t i l i sm o s ienta tam-

 bien ya el comienzo de una pr iva t izacion del p roceso de r epro-

ducc ion en el sen tid o positivo: en el sen tid o de que este se

desar rol la paulat inamente de un modo autonomo, segun las le-

yes propias del mercado. Porque las re laciones socia les l legan a

ser mediadas por las c i rcuns tancias y las re laciones de in ter -

cambio en la medida en que e l modo de produccion capi ta l i s ta

imp uls ado desde ar r ib a va impon iend ose. Con la extens ion y el

l ibre asentamiento de esa es fera del mercado, los propietar ios

de mercancias ganan autonomia; e l sent ido pos i t ivo de «pr iva-

do» se forma, de ordinario, de acuerdo con la idea de la l ibre

dispos ic ion sobre la propiedad capi ta l i s t icamente act iva .

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La historia del derecho privado de la Modernidad mues-

tra hasta que punto se desarrollo este proceso ya en la fase mer-

can tilista. La concepcion del negocio jurfd ico como un co ntrato

 basado en la libre declaracio n de voluntad esta m odela da segun

el proceso de intercambio entre propietarios de mercancias en

libre concurrencia. Ella supone, al mismo tiempo, un sistemade derecho privado que reduce las relaciones entre las personas

 privadas a con tra tos privados, siendo decis ivas las relaciones

de intercambio estructuradas de acuerdo con las leyes del libre

trafico del mercado. Evidentemente, las partes contratantes no

siempre estan en una relacion de intercambio; pero esta rela-

cion, central en la sociedad burguesa, sirve de modelo a las

relaciones contractuales. (Con las libertades basicas del sistema

de derecho privado tiene que ver tambien, y de un modo arti-culado, la categorfa de la capacidad jurfd ica general, la garantfa

de la person alidad jurfdica ; no po r m ucho tiem po se seguira de-

finiendo a esta segun la po sicion social y el origen. El status 

libertatis,  el status civitatis  y el status familae  ceden frente a

un status naturalis  que se adjudica ahora a todos los sujetos

de d e re c h o 41 — en coincidencia con la pa ridad bas ica que se da

entre los propietarios de mercancias en el plano del merca

do y entre los instruidos en el plano de la publicidad.)

Con las grandes codificaciones del derecho burgues sedesarrolla un sistema de normas que garantiza una esfera pri

vada en sentido estricto, a saber, la esfera del trafico entre per

sonas privadas, tendencialmente emancipada respecto de las im-

 posic io nes esta m entales y estatales. Esas codif ic acio nes garanti -

zan la institucion de la propiedad privada y, en conexion con

ella, las libertades basicas del contrato, de la industria y

de la herencia. Las fases evolutivas estan, de todo s m odo s,

mas marcadas en el continente que en Inglaterra, precisa-

mente a causa de las codificaciones, puesto que en Inglate-

rra el mismo proceso tiene luga r en el ma rco de la Common 

 Law;  sin embargo, en suelo ingles se formaron las figuras

y las instituciones jurfdicas especiales de una sociedad de libre

trafico m e rc a n til42 antes que en los pafses de tradicion jurfd ica

romana. En 1794 se publica en Prusia el  Allgemeine Landrecht; 

en A ustr ia, en 1811, el  Allgem eine Burgerliche Gesetzbuch;  en

tre ambos aparece la obra clasica del derecho privado burgues,

el Code Civil  de 1804. Caracterfstico de todos esos libros legaleses que no solo apa rezcan en intere s de la sociedad bu rgu esa ,

sino tam bien en el especifico am bien te de ella: estan penetra-

dos por el raciocinio publico de las personas privadas reunidas

en calidad de publico. A traves de concursos y consultas la opi

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nion publ ica r esu l t a compromet ida en l a obra l eg i s l a t iva t am

 b ien en aquel los luga res en los que no exi sten corp orac io nes

 p a r la m e n t a r i a s o que, como en la Fran c ia de Napo leon , aun

cuan do exis tentes , carece n de efectiv idad. Igu al que en Ber l in y

en Viena, tambien en Par is se someten los proyectos legis la t ivos

al d ic tamen de la publ ic idad, y no meramente a la cons idera-cion de un a tri b un a de esp eci ali stas (1800). En efecto: los bo-

r rado res mismos n i s iqu ie ra fueron e labora dos por los t r adic io-

na les ju r i sc ons u l t os , s ino por hom bre s de gob ie rno in s t ru idos ,

 pe r s on as que, en cier ta medida , es t an en con ta c t o con el publ i

co act ivamente pol i t ico; las ideas bas icas eran somet idas a cr i

t ica en circulos de discusion del es t i lo de la Berl iner Mit twoch-

gesel lschaft [ la sociedad berl inesa de los miercoles] , a la que

l lego a per tenecer Suarez .

La his tor ia del derecho p r ivad o de la Mo de rni da d nocomienza con las posi t ivizaciones del derecho natural efectua-

das en el siglo x v i i i . Por si solo, el Derecho romano recibido,

entendido a l comienzo como derecho pr ivado solo por contra-

 pos ic ion al D ere cho canoni co , empieza a des ar r o l l a r se a par t i r

de la d isolucion de las formas ju r i d i ca s h er ed ad as tanto de los

vie jos es tamentos senor ia les , como de los es tamentos profes io-

nales de los burgos , has ta conver t i r se en derecho de la sociedad

 bu rg ue sa em anc i pad a . Ba jo el abso l u t i sm o, la t ecn ica ju r i d ica ,

mas que e l derecho propiamente dicho, s i rve a los soberanos

como i ns t ru me nt o de in ter venci on en la d ispu ta e nt re e l cen-

t r a l i smo de l as au to r idade s y el par t i cu l a r i sm o de los poderes

es tamenta les . La soc iedad burg uesa se de spre nde ra de sus ata-

du r a s co r po r a t i vas ampar andos e en l a ma j e s t ad admi n i s t r a t i va

del soberano. Tam po co en es ta funcion gara nt iza a un el derecho

romano una ordenacion en sent ido es t r ic to del derecho pr iva-

do. El «derecho pr ivado» s igue vinc ulado a las auto r ida des in

cluso a l l i donde no es ta completamente absorbido por las d is - posic iones policiales; es tas con s i de r an t a reas anexas a la «be-

nef icenc ia pu b l i ca » 43 tambi en al Derecho mercan t i l , i ndus t r i a l

y laboral . Las pand ecta s , que or i ent aba n a la teor ia del derecho

 pr ivado v igente por en tonces, se convi r t i e r on en m e ra ficcion

frente a la real idad ju r i d i ca : «En el der echo laboral , las pandec-

tas reconocen tan solo para las l ibres re laciones laborales la

 poco di ferenc iada p res t ac io n l ibre de servicios; pero el de recho

de la se rv idu mb re local par t e del poder y la co mu nida d domes-

t icos , e l derecho ar tesanal , de la pos ic ion profes ional -es tamen-tal , el derecho laboral rural , de las obigaciones de servicio cam-

 pes inas . El der echo de obl igaciones de las pan de c t as p r e s upo ne

una comple ta l iber tad con t rac tua l ; pero l as r eg lamentac iones

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locales estan llenas de limitaciones de precios, llenas de impues-

tos, de obligaciones de abastecimiento y oferta, de limitaciones

de la pro du ccio n y de obligaciones de term ino [...] Una orde-

nacion jurfd ica ab stracta , g eneral y, po r tan to, en apariencia,

libremente individualista en el plano economico, se enfrenta a

un a m asa casi sofocante de atadura s au toritaria s, estam entalesy corporativas del derecho contractual, laboral, de habitacion e

inmobiliario, es decir, de todos los puntos claves, social y eco-

no m icam en te, del derecho privado)).44

El derecho privado moderno acaba con esas ataduras

en la segunda mitad del siglo x v i i i . Con todo, lleva aun un siglo

mas el que la evolucion del status  al contract   rompa todas las

 ba rre ras concretas que se oponfan a la valo rizacion del capital

industrial, a la imposicion definitiva del modo de produccion

capitalista; el que la propiedad se entregue al libre trafico cam- b iario del m ercado; su herencia , a la lib re voluntad del pro-

 p ietario in div id ual; el surtido y la actuacio n de la industria , asf

como la formacion de los empleados, al criterio del empresa-

rio; la determinacion del salario, al libre acuerdo entre patrono

y obrero. En Ing laterra se quitan por vez prim era com petencias

a un juez de paz en 1757: la in dustr ia textil se libera de la re-

gu lacion es tata l de los salario s; en tre esa fecha y 1813 el libre

trabajo asalariado se introduce en todas las ramas de la indus-

tria; un ano despues es derogada una ley del periodo isabelino

que prevefa un periodo de formacion de siete anos para los

aprendices. Coinciden con ello estrictas prohibiciones de aso-

ciacion. Asf se va abriendo paso la libertad de empresa desde

mediados del siglo x v i i i . Esa evolucion com ienza en Fran cia

con el estallido de la Revolucion; en 1791 estan ya casi todas

las directrices estatales, y todas las regulaciones estamentales

del comercio y la industria, arrinconadas. Lo que ya en la Aus

tria de Jose II llego a imponerse, estaba reservado en Prusiaa las reformas de Stein-Hardenberg, luego de la derrota de

1806. Tambien las leyes feudales de la herencia y la sucesion

fueron defendidas con exito durante mucho tiempo. En Ingla

terra, solo con la Ley de Reforma (Reformbill)  de 1843 se im-

 pone la concepcio n individ ualista, segun la cual ha de desvincu-

larse la sucesion de la unidad economica colectiva formada por

la comunidad domestica y familiar para relacionarse, en cambio,

con el p rop ieta rio in div idual.45 Antes de que el trafico m ercan-

til entre las naciones (y en Alemania, entre los territorios) se

liberara de las barreras aduaneras, el capital industrial se abre

vfas libres en el interior; el mercado de los bienes de uso, de

los bienes de equipo y del trabajo, el del capital mismo, acaba

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 por subord inarse casi exclu sivam ente a esas leyes de la libre

concurrencia.

La liberalizacion del com ercio ex terior necesita, jen un

 pais como Ing laterra!, la derogacio n de la Ley del grano (1846)

 para poder ser realizada. En un estadio m as elevado, se hab ia

reproducido la vieja contradiccion entre los intereses defensivosapegados a las posiciones de m ercado establecida s, por un lado,

y por el otro, los intereses expansivos del capital que se va in-

virtien do en nuevos sectores. Pero e sta vez no hab rfa de limi-

tarse ese capital, impulsado como estaba por las poderosas fuer-

zas de la Revolucion indu strial ,46 a un a tran sitoria atracc ion de

los viejos monopolios y, a largo plazo, a una mera remocion

de las posiciones dominantes en el mercado. La necesidad que

las nuevas industrias tenfan de ampliar las oportunidades de

salida de sus productos, de ampliar la entrada de las materiasrequeridas por sus productos y de ampliar las importaciones

de productos alimenticios que abarataran el nivel de subsisten-

cia de sus productores, los trabajadores asalariados, el interes

objetivo, en fin, por arrinconar la reglamentacion estatal y los

 priv ilegio s y controles estatales, aparecen en la Ing la te rra de

la epoca, en la nacion p red om inan te en el m ar y en el m er

cado a la vez, en una situacion en la cual todos podfan salir ga-

nando con el laisser faire   y nada podfan perder con el. La ven-taja industrial con que contaba Inglaterra acrece el interes de

esta po r el librec am bism o.47 Luego de la eman cipacion de las

colonias norteamericanas respecto de la madre patria se tenia

ademas la prueba ejemplar. El comercio con un pais libre se

m ue stra po r lo meno s tan beneficioso como el intercam bio inter-

no a un sistem a colon ial.48 Asf de term ina el  free trade19 [libre

comercio], la eficacia de la libre concurrencia externa e interna,

la entera fase que conocemos por el nombre de liberal. Es ha

 b itual derivar la esencia del capitalism o del capitalism o concu-rrencial de esa especffica forma. Frente a ello hay que recordar

que esta forma no constituye sino un instante feliz en toda la

larga histo ria del desarrollo cap italista: el capitalismo concu-

rrencial surge en una constelacion historica irrepetible de la

Inglaterra de finales del x v i i i . El resto de los pafses ni siquiera

han conseguido realizar plenamente los principios del laisser  

 fa ire   en el comercio internacional en la era dorada del libera-

lismo, a m ed iados del siglo xix. Aun asf, la sociedad bu rgu es ase em ancipa, como esfera de la privacid ad , de las direc trices del

 poder public o y, en esta fase, va tan le jos en su e m an c ip acio n 50

que posibilita la llegada a la sazon de la publicidad politica

en el Estado burgues de derecho.

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excepcion alguna ni al ciudad ano ni al ho m bre privad o; son

ob jetivas, esto es, no m anip ulab les po r pa rticu lare s (el precio sesustrae a la influencia de c ualqu ier po seed or de m ercan cias suel-

to); sus destinatarios no son part iculares determinados (el mer

cado libre prohfbe los convenios excepcionales).

Las leyes del mercado llegan a funcionar bien por si

mismas, lo que les presta, a los ojos de la economfa clasica, la

apariencia de un ordre naturel;  en cambio, las leyes del Estado

necesitan una expresa imposicion. Tambien ahora podrfa el so

 berano ac tu a r como legis lador, m ien tras estuv iera en condic io

nes de vincular sus ordenes, y su tarea estatal en general, a nor

mas generales, las cuales deberfan estar orientadas de acuerdo

con los intereses del trafico burgues. El Estado de derechocomo tal, su condicion, no implica la constitucionalizacion de

la publicidad en el marco de una forma de gobierno parlamen-taria (o, al menos, parlamentariamente asida). Eso tenfan los

fisiocratas en mente; su llamado despotismo legal pretendfa pre-cisamente una dominacion de la opinion publica por el monarca

ilustrado. Por si solos, los intereses en competicion con el ca p ital industrial, sobre to do el landed interest   [el interes de los

hacendados] —bien el de los latifundistas nobles, bien el de

los aburgu esad os pro pie tarios de gran des fincas rura les— , sonaun tan fuertes en la era liberal que dominan al mismo Parla

mento ingles hasta 1832 y, en los siguientes catorce anos, con-siguen im ped ir la derogacion de la Ley del g ran o.55 Po r eso elmonarca ilustrado de los fisiocratas no pasa de ser mera fic-

cion: en el conflicto de los inte rese s de clase de ning un m odoestarfa el Estado de derecho en situacion de garantizar  per se  

una legislacion a la medida de las necesidades del trafico bur

gues. Solo con la competencia legislativa misma se gana el pu

 blico de las personas p rivadas esa certeza. El E stado de dere

cho, como E stado burg ues, hace de la pu blicidad polfticame nte

activa un organo estatal con objeto de asegurar institucional-

mente la conexion de la ley con la opinion publica.

Tal procedencia explica una contradiccion que es in-

herente al Estado de derecho y que se pone de relieve en una am- biv alencia del concepto de ley: «En la lu cha po litica con tra un

gobierno real fuerte hubo que ir acentuando cada vez mas la

colaboracion de la representacion popular como cri terio deter-

minante de la ley y, al final, como criterio decisivo. Si, desde el

 pun to de v ista politico , sobre todo, la colaboracion de la repre-sentacion popular depende de la ley, tambien resulta cierto. . .

lo con trario: la colaboracion de la rep resen tacion po pu lar da

lugar a la ley. Dominio de la ley significa entonces colaboracion

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o, f inalmente , domi nio de la repr ese nta cio n popu lar » . 56 Por un

lado, ent ra en el co ncepto de ley, com o expr esio n voli t iva, el

momento de la exigencia , v iolentamente impues ta , de domina-

cion. Pero, por otro lado, como expresion o manifestacion de la

razon, e l concepto de ley cont iene ot ro momento, anter ior , l igado

a su procedenc ia — ar t iculada con el P ar l am ent o y el publ ico—

de la opini on publica. Por eso ante pon e Carl Sch mi t t una de-

te rm in ac io n, la polit ica, a la otra: «Ley no es la vo lu nt ad de

uno o de muchos hombres , s ino a lgo racional -universal ; no

voluntas,  s ino ratio».56‘  El dominio de la ley lleva implicita la

inte ncion de la disolucion del domi nio en general ; idea bur-

guesa t ipica, puesto que ni s iquiera la garantia poli t ica de la

es fera pr ivada emancipada de la dominacion pol i t ica debe adop-

tar la forma de la domi nac ion. La idea bu rgu esa del E sta do le

gal , es to es , la vinculacion de toda act ividad estatal a un s is temalo mas cont inu o pos ible de no rma s legi t imada s por la opinion

 publ ica, es ta o r i en t ada al a r r in co n a m ie n to del E s t a do como ins

t ru me nto de dominac ion . Los ac tos de soberan ia p rese n tan una

naturaleza apocr i fa .

En la medida en que el raciocinio publico de las per

sonas p r ivadas a f i rma su carac te r de de te rminador s in poder

de lo ju st o y lo legal , no es posible que una legis lacion interre-

lacionada con la opinion publ ica haga expresamente las veces

de poder; y, s in embargo, la competencia legis lat iva ha s ido con-

qu i s tada a t r aves de una lucha t an mani f i es tamente enconada

con los viejos poder es , que no pue de neg arsele a el la mi sm a el

cara cte r de un «poder»: Locke la l lama legislative power;  M on

tesquieu,  pouvoir;  s in poder , s in categor ias socia les determina-

das que le s i rvan de sopor te , reputan ambos autores tan solo

a la jus t ic ia, la cual se l imita a «aplicar» m er am en te las leyes

exis tentes . Sin embargo, la diferencia entre el poder legis lat ivo

y e l e jecut ivo es ta mode lada por la cont ra pos ic i on ent re regla yactuacion, ent re ent end imi ent o or den ad or y vol ic ion act iva .57

Aun cuando cons t ruida como «poder», la legis lacion no debe

ser eman aci on de una volunta d pol i t ica , s ino convenio racional .

Tampoco l a r econducc ion rousseauniana de l a soberan ia r ea l

a sob era nia pop ula r acaba con el di lema: la opini on publica

es ta a la pos t re enf re ntada a la arbi t rar ieda d, y es ta somet i d-

de ta l modo a las leyes inmanentes del publ ico compues to por

 per sonas p r ivadas r ac ioc inan tes que no puede ser le adjudicado

de mod o es t r i c to el a t r ib uto mismo de volun tad mas a l ta, s i tua-

da por encima de todas las leyes , el atr ibuto de soberania. De

acuerdo con sus propias intenciones, la opinion publica no quie-

re ser ni l imite del poder ni poder mismo, y todavia menos

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fuente de todo poder. En su propio contexto esta mas bien obli-gada a modificar el caracter del poder ejecutivo, la dominacion

misma. La «dominacion» de la publicidad es, segun la idea que

de si m isma tiene, un a orden acion en la que la do m inacion en

general se disuelve; ventas non auctoritas fa cit legem  [ la verd ad

y no la autoridad hace la ley]. Esta inversion de la sentencia

de Hobbes intenta captar la funcion de la opinion publica re-curriendo al concepto de soberania, tan inutil aqui como en la

construccion legal-estatal de los  pouvoirs.  El  pouvoir   como tal

es puesto a debate por una publicidad polft icamente activa. Ese debate esta encargado de reconducir la  voluntas a  ratio,

ratio que se elabora en la concurrencia publica de argumentos 

 privados en calidad de consenso acerca de lo practicamente ne- 

cesario en el interes universal.

Allf donde la ord enacio n legal-estatal, es decir, la p rop iadel Estado de derecho, no aparece, como en el caso de Ingla

terra , a p a rtir de formaciones an teriore s, las del E stado esta-mental, sino que, como en el continente, es sancionada toman-

do como base una ley, la ley fundamental o Constitucion precisa-

m ente, se en cu en tran las funciones de la pu blicida d claram ente

art iculad as.57a Un grupo de derechos fundam entales ( l ibertad

de opinion y de expresion, libertad de prensa, libertad de reunion y asociacion, etc.) se relaciona con la esfera del publico

raciocinante y tambien (derecho de peticion, igual derecho desufragio y de voto) con la funcion politica de las personas pri

vadas en esa publicidad. Otro grupo de derechos fundamentales

(libertad pe rsona l, inv iolabilidad del dom icilio, etc.) tiene quever con el status  de libertad individual basado en la esfera fn-

tima de la pequena familia patriarcal. El tercer grupo de dere-

chos basicos (igualdad ante la ley, proteccion de la propiedad

 priv ada, etc.) esta en conexio n con el trafic o de los p rop ie ta rio s

 p rivados en la esfera de la sociedad burguesa. Los derechos fun-

dam entales garan tizan : las esferas  de la publicidad y de la pri-

vacidad (con la esfera intima como su nucleo central); las insti- 

tuciones  e instrumentos  del publico, po r un a p arte (prensa, pa r

tidos), y la base de la autonomia privada (familia y propiedad),

 por o tra; fin alm ente , las  funciones  de las personas privadas,

sus funciones polfticas como ciudadanos igual que sus funcio

nes economicas como poseedores de mercancias (y, como «hom- bres», la funcion de la com unicacion individual, m edian te el

secreto de la co rrespon den cia, p or ejem plo ).58

Una de las consecuencias de la transformacion de la es-

fera de la pu blicidad y de sus fu n cio n es 59 po r los d erechos fun

damentales es que la publicidad misma se convierte en princi-

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 pio organiz ativo de la actividad de los organos estatales; publi

cidad equivale aqui a notoriedad. El que se hicieran notorias las

discusiones parlamentarias aseguraba a la opinion publica su

influencia, aseguraba la conexion entre diputados y electores

como pa rtes de un m ism o pu blico. Casi po r la m ism a e p o ca 60

se abren tambien a la publicidad los procedimientos judiciales.

H asta la indep endiente jus t icia necesita del control de la opi

nion publica; solo en el contexto del publico apto para la crf

tica parece a salvo la indepe nde ncia de la ju stic ia tanto res

 pecto del ejecutivo como respecto de la p arte privada. Las re-

sistencias mas eficaces al princ ipio de la pu blicidad las ofrece

la administracion; pero no tanto porque hubiera que preservar

del conocimiento publico determinados procederes, precisamen-

te en interes pu blico, c uanto porq ue b uro crac ia y ejercito, como

es natural, representaban bajo el absolutismo el unico medioinstruido de poder del soberano frente a la sociedad burgue-

sa. Con todo, u na orden d ada en 1806 por el rey de P rusia a su

ministro de Estado atestigua de un modo ejemplar que, en el

marco del absolutismo ilustrado, se extendfa la idea de que

«una constante publicidad del Gobierno y de los subditos es la

mejor garantfa frente a la negligencia y a la mala voluntad de

los funcionarios subordinados, y merece en todo caso ser exi-

gida y pro teg ida» .61

La fijacion constitucional de una publicidad polftica

m ente activa m ue stra ya en el articu lo central —que afirma que

todo poder procede del pueblo— el caracter de una ordena-

cion de la dominacion esforzadamente conseguida recurriendo

al poder mismo. Por lo demas, el Estado burgues de derecho pre-

tende, sobre la base de la publicidad polfticamente activa, una

organizacion del poder publico que preserve la subordinacion

de este a las necesidades de una esfera privada que se presenta

a si misma como neutralizada desde el punto de vista del po-der y como emancipada respecto de la dominacion. Las nor

mas constitucionales estan ancladas a un modelo de la sociedad

 burguesa que en m odo alguno coincide con la realidad de esta .

Las categorias, sacadas del proceso historico del capitalismo,

tam bien de su fase liberal, tienen incluso un cara cter histori-

co: senalan tendenc ias histo ricas (pero no m as que tend enc ias).

Asf son las «personas privadas» —con cuya autonomia, garan-

tizada socialmente por la propiedad, cuenta el Estado de de-

recho tanto como con la instruccion del publico que ellas for

m an— un a peq uen a m inorfa, incluso cuando se incluye en

ellas a la peq uena bu rguesia. Incom parablem ente m as num ero-

so es el «pueblo», sobre todo la poblacion rural. Y siguen sien-

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do poderosos, de acuerdo con las leyes poli t icas de la sociedad

 precap i t a l i s ta , los sob e ra no s apoya do s en la bu r oc r ac ia y el

e jerc i to , por una par te , y los g ran des p rop ie t a r ios ru ra les y

nobles la t i fundis tas , por o t r a . 62 Sin emb argo, las nuevas Cons-

t i tuciones, tanto las escr i tas como las no escr i tas , se ref ieren a

c iudadanos y hombres ; y c ie r t amente de un modo necesar io ,

 pues to que t ienen a la «publ ic idad» por p r i ncip io organizat ivo.

La publ ic idad burguesa es ta or ientada por e l pr incipio

del acceso general . Una publicidad de la que estuvieran eo ipso excluidos determinados grupos no solo ser ia incompleta , s ino

que en modo alguno podr ia hablarse de publ ic idad. El publ ico

al que se atr i buy e el papel de sujeto del Es ta do bu rg ue s de de-

recho ent iende, pues , tambien su es fera como esfera publ ica en

ese es t r ic to sent ido; e l publ ico ant ic ipa en sus cons ideraciones

la per t inencia de todos los hombres . En def in i t iva , hombre,es to es , persona moral , es tambien e l individuo pr ivado. Ya he-

mos indicado el lugar his tor ico y social en el que se ha desa-

r rol lado es ta aut oe om pr en s io n: en la es fera in t ima, inser ta en

 publ ico, de la peq ue na famil ia pa t r i a rca l b r o ta la consciencia

de esa , s i as i se quiere , informe humanidad. Mient ras tanto , e l

 publ ico habia adqu i r id o ya una fo rma pe r f ec ta m en te definida;

es el publico l ector burg ue s del s iglo xvii i . Esa pub lici dad si-

gue s iendo l i terar ia cuando desar rol la funciones pol i t icas : la

ins t ruccion es un cr i ter io de admis ion; la propiedad, e l o t ro .

De hecho, ambos cr i ter ios cubren a l mismo ci rculo de perso

nas ; porque la ins t ruccion escolar era por entonces mas con-

secuencia que presupues to de un status  social, el cual, a su

vez, es taba d ete rm ina do p or los t i tu los de pro pie da d a ntes que

 por ot ra cosa. Los e s ta m en to s i ns t ru i dos son t a m b i e n los esta-

mentos propietar ios . El censo, que regula la admis ion en la pu-

 bl ic idad po l i t i camen te act iva, puede , por t an to , ir de consuno

con el censo fiscal: ya la Revolucion francesa toma a este

como me dida de la d i ferencia ent re c iud ada nos act ivos y pa-

sivos.

Esa l imitacion del derecho de sufragio no necesaria-

mente val ia , s in embargo, como l imi tacion de la publ ic idad mis

ma, mi ent r as e lla val iera como mera ra t i f icacion ju r i d i ca de

un status  del hombre pr ivado que es a la vez instruido y pro-

 pie tar io . La accesibi l idad general a esa esfera, cuyas funciones

 pol i t icas habr ia de ins t i tuc i ona l i za r el Es tado de derecho , debe

decidi rse en la es t ructura de la sociedad burguesa de antema-

no, no luego, con la Constitucion polit ica que esta se da. La

 pub lic idad queda entonces g ar an t i za da cuan do las condi ciones

economicas y sociales ofrecen a cada uno la posibi l idad de cum-

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 p lir los criterios de adm ision, es decir: de conseguir las cua-

lificaciones de la autonomia privada que distingue al hombre

instruido y propietario. Esas condiciones han sido puestas de

relieve por la economfa politica de la epoca; Jeremfas Benthem

resu ltarfa im pen sable sin Adam Sm ith.63

Los presupuestos de la economfa politica son conoci-dos. E lla im agina un sistem a cuyas leyes inm anen tes ofrecen

al individuo un solido fundamento para calcular su actividad

economica racionalmente, de acuerdo con la maximizacion del

 beneficio . Tales calculo s los guarda cada uno pa ra si, sin con-

sultarlos con los demas; la prod ucc ion de m ercan cias es sub-

 je tivam en te anarqu ica y objetivam ente arm onica. El p rim er

 p resupuesto es, p o r consig uiente, economico: la garantfa de la

libre competicion. El segundo parte de la idea de que todas las

m erca ncia s se interc am bian segun su «valor»; el cual, a su vez,se mide de acuerdo con la cantidad de tiempo necesaria para

 p roducir la m ercancfa. Tanto los bie nes producidos como la

fuerza de trabajo productora son tenidos por igual como mer-

cancfas. En la medida en que esa condicion solo se cumple

cuando quien ofrece una mercancfa es a la vez su fabricante

y, puesto al reves, cuando todo trabajador posee el medio de

 produccion, el segundo presupuesto se convie rte en sociologi-

co: un a sociedad de pequ eno s pro du ctore s de m ercan cias. Estesegundo esta conectado con el primero, puesto que el presu-

 puesto economico de la form acio n in dependiente de los precios

contiene ya el presupuesto sociologico de una propiedad de

los medios de produccion relativamente extendida y disemina-

da. El terc er pre sup ue sto es de orden teorico; lo introd ujo el

viejo Mill, y fue conocido luego a traves de una formulacion

llam ada Ley de Say: dada un a plena movilidad de prod ucto-

res, p rod ucto s y capital, la oferta y la dem and a estaran en cons-

tante equilibrio. Por consiguiente, las capacidades deben sersiempre utilizada s a pleno ren dim iento, las reserva s de la fuer-

za de trabajo, agotadas, y el sistema, por principio exento de

crisis, ha de ser mantenido en equilibrio en un nivel alto, me-

dido siempre por el estadio de desarrollo de las fuerzas pro-

ductivas.

Bajo esos presupuestos, pero solo bajo ellos, todos es-

tan en condiciones iguales para conseguir, con talento y «suer-

te» (el equivalente a la invisibilidad e impenetrabilidad del, sinembargo, estrictamente determinado acaecer de los fenomenos

del mercado), el status  de un propietario y, asf, el de un «hom-

 bre»; de conseguir , esto es, las cualific acio nes que un hom bre

 privado necesita para ser adm itido en la public idad. Tampoco

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en la primera mitad del siglo x i x   estaban esas cualificaciones

colmadas, como se echa de ver en la polemica funcion desem-

 penada por la econom fa po litica m ism a.46 Con todo, se hab ia

conseguido una aproximacion tal al modelo l iberal , que pudo

identificarse el interes de la clase burguesa con el interes gene

ral , y pudo el tercer estamento establecerse como Nacion. La

 publicidad, com o princip io organizativo del E stado burgues

de derecho, gozaba en aquella fase del capitalismo de credibi-

lidad. Si cualquiera, como parecfa ocurrir, tenia la posibilidad

de convertirse en un «burgues», entonces podfan tener acceso

a la publicidad polfticamente activa exclusivamente los burgue-

ses sin que ello desm ere ciera su prin cipio . Y, viceversa, solo los

 p rop ie tario s estaban en situacion de fo rm ar un publico capaz

de proteger legislat ivamente los fundamentos de la ordenacion

existente de la pro pied ad ; solo ellos tenfan intereses privad osque, automaticamente, convergfan con el interes comun de pre-

servacion de una sociedad burguesa como esfera privada. Solo

de ellos, por consiguiente, era de esperar una efectiva repre-

sentacion del interes general, pues, para el ejercicio del rol pu

 blico, no necesitaban salirse de la existencia privada: entre el

hombre privado como homme  y el citoyen  no hay ruptura al-

guna en tanto el homme  sea al mismo t iempo propietario y,

como citoyen,  procure por la estabil idad de la ordenacion de

la pro pied ad . El inte res de clase es la base de la opin ion pub li-

ca. Durante aquella fase, debe haberse confundido de tal modo,

objetivamente, con el interes general, que esa opinion ha po

dido pasar por opinion publica —posibil i tada por el raciocinio

del pub lico— y racional. En coaccion se h ub iera co nv ertido si

el publico, como clase dominante, se hubiera decidido a acabar

con el princ ipio de la pu blicidad : el raciocinio se hub iera con-

vertido en dogma; la evidencia de una opinion que habrfa de-

 jado de ser public a, en orden. En tan to lo s p resupuestos men-tados po dfan co nside rarse d ados, en tanto la pu blicida d existfa

como esfera y funcionaba, lo que el pu blico crefa ser y hacer

era ideologfa y, a un tiem po , algo m as que m era ideologfa. So-

 bre la base del progresivo dom inio de una clase sobre la o tra,

este desarrolla, sin embargo, unas instituciones polfticas cuyo

sentido objetivo admite la idea de su propia superacion: veri

tas non auctoritas fa c it tegem,  la idea de la disolucion del do-

minio en aquella ligera coaccion que ya solo la conminatoria

evidencia de una opinion publica impone.

Si las ideologfas no solo m ues tran en su falsedad la

consciencia socialmente necesaria, si estan en posesion de un

momento de verdad —en la medida en que lo existente se re-

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 basa a si mismo, aun qu e solo sea pa ra ju st i f i ca rse— , en tonces

 puede hab la r se de ideologia p r o p i a m e n te dicha solo para esta

epo ca.65 Su or igen es tar ia en la ident idad ent re «propietar io»

y «ho mbre» ; ta nt o en el rol que a las per son as pr iva das, en ca

lidad de public o, les es da do d es em pe na r en la publ icid ad po-

l i t ica mente act iva del Es tad o burg ues de derech o — al produ-

cirse la identif icacion ent re p ublic idad l i terar ia y publ ici dad po-

l i t ica— , com o en la opini on public a mi sma, en la que el interes

de clase, mediado por el raciocinio publico, adquiere una apa-

r iencia univ ersa l — al identif icarse el dominio con su disolu-

cion en la pura raz on— .

Sea como fuere , la publ ic idad burguesa desar rol lada

es ta v inculada a una compl icada cons te lacion de presupues tos

socia les ; e l los han ido cambiando cont inuamente de un modo

rapido y profundo, y con su t ransformacion aparece la cont ra-diccion de la publ ic idad ins t i tucional izada por e l Es tado bur-

gues de de rech o: con el auxil io de su pr inci pio, que — segu n la

idea que el la misma se hace de la cosa— esta enfrentado a toda

dominacion, se fundo un orden poli t ico cuya base social , s in

embargo, no hacia de la dominacion algo superf luo.

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IV. Publicidad burguesa: idea e ideologfa

12. «Public opinion», «opinion publique», «6ffentliche mei- nung», opinion publica: acerca de la prehistoria del topico1

La autocomprens ion de la funcion de la publ ic idad

 bu rg ue sa ha cr is t a l i zado en el topico de la «opini on publica»,

cuya prehis tor ia, que acaba con la ar t iculada s ignif icacion que

alcanza esa nocion a finales del x v i i i , es evi dent eme nte larga y

s ol o a g r andes t r azos r ep r oduc i b l e . 2 Nos s er vi r a, s i n embar go ,como int roduccion a la idea de publ ic idad burguesa (paragra-

fo 12) que, luego de su formulacion clasica en la doctrina kan-

t ia na del derech o (paragr afo 13), pasa a la pr ob le ma tic a de He

gel y Ma rx (par agrafo 14) y rec on oc e en la te ori a polit ica liberal

de mediados del s iglo x i x la ambivalencia de idea e ideologia

(paragrafo 15).

Opinion  tr as la da al fra nce s y al ingles la poco compli-

cada significacion de la latina opinio,  la opinion , el ju ic io in-

c ier to o no completamente probado. El lenguaje ar t i f ic ia l delos filosofos, desde la platonica doxa  hasta el hegel iano  Meinen, coincide aqui completamente con e l sent ido del habla cot id ia-

na . En nues t ro con tex to , empero , es mas impor tan te l a o t r a

significacion de opinion,  a saber: rep uta cio n, el credi to, la con-

sidera cion de que uno goza en la opinion de otro .3 Opinion en el sent ido de opinion insegura, a la que fal ta todavia la prue-

 ba de su verdad , se v incul a a opinion  en el sentido de repu-

tacion cues t ionab le por la masa. La palabra es por ta do ra de

la s ignif icacion de opinion colect iva, de tal manera que todos

los a t r ibutos que ins is tan en su caracter socia l se convier ten

en superf luos pleonasmos . Composic iones como: common opinion, general opinion, vulgar opinion,  fa l tan aun por comple to

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en Shak espea re; de  public opinion  no se habla, ni tampoco de

 public spirit.4 Asimismo, las costumbres y los usos, las ideas

corr ien tes y las convenciones extendida s re ciben sin rodeos en

frances el nombre de opinions.

Opinion,  eviden temen te , no evoluciona a  public opinion, 

a opinion publique  — que l levan la imp ro nt a del s iglo x v i i i , laimp ro nta de un raciocinio inser to en un publ ico capaz de j u i

cio— de un modo lineal; porque las dos significaciones origi-

narias , la de mera opinion y la de credi to o reputacion forma-

da en el espejo de las opiniones, es tan en contraposicion a la

racional idad pretendida por la opinion publ ica . De todos mo-

dos, no es tan pr egn an te la cont rap osi cio n en que esta en in-

g la te r ra opinion  con truth  [verdad] , reason  y  judgement   [ jui

cio] , com o el avivado enf ren ta mi en to que opone en el f rances

del siglo x v i i opinion  a critique.5Hobbes cons igue una lograda mediacion a l ident i f icar

conscience  — que significa a la vez c onsci enci a (Bewustseiri) y conciencia (Gewissen) * — y opinion.  Como es sabido, Hobbes

se deja guiar por las exp erien cias de la gue rra civi l rel igiosa y

 p royec ta en el  Leviathan  (1651) un Estado que, basado exclusi-

vamente en la auctoritas  del soberano , este com ple tam ente

desvinculado de las convicciones y los sent imientos de los sub-

di tos . Puesto que los subditos es tan excluidos de la publicidadobjet ivada en el aparato de Estado, la pugna que enfrenta a

sus sent imientos es pol i t icamente indecidible , es ta completa

mente desterrada de la esfera de la poli t ica. —La guerra civi l

acaba con el d ic tado de una auto r idad confe s ionalment e neut ra-

lizada.— La confesion religiosa es asunto privado, es un senti-

miento pr ivado carente de consecuencias para e l Es tado: todos

el los t ienen el mismo valor para el , la conciencia se convier te

en opinio n.6 Ho bb es define la «cadena de opiniones», que va de

la  faith  [creencia] al  judgement.  Busca la nivelacion de todoslos actos del creer , del ju z ga r y del imag ina r en la esfera del

«opinar». Tampoco es la «conscience nothing else but man’s settled judgement and opinion»7   No quer ia Hobbes, con su

identificacion de conscience  y opinion,  dar a esta lo que quita-

 ba a aque lla — la exigencia de verda d— , pero si impr imio , en

cambio, un desar rol lo a l comentar io h is tor ico- in te lectual , un

desarrol lo tal que, con la pr ivat i zacion tant o de la rel igion como

* Se usa aqui consciencia (con s) para ver ter el alema

 Bewustsein,  es decir, con sentido predominantemente epistemologi-

co; y conciencia (sin ese) para verter Gewissen,  es decir, con sen-

tido predominantemente moral.

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de l a p rop iedad , con l a emancipac ion de l as per sonas p r ivadas

respec to de las a t ad ur as sem ipub l ic as de la Ig lesia y de los po

deres in te rm edios es tamenta l - es ta ta les , d io por vez p r imera va-

l idez a la opinion de aquel las . La desvalor izacion hobbes iana

del se nt i mi ent o re l ig ioso l leva en ver dad a la valor i zacion de

la conviccion pr ivada en general .8

Ya Locke, que entro en el College Chris t Church de

Oxford tres anos des pue s de la deca pit aci on de Carlos I y un

ano despues de la apar ic ion del  Leviathan,  pudo hablar de la

 Law o f Opinion,  clasif icandola j u n t o a la ley divina y a la ley

es ta ta l (y defender la tenazmente en las edic iones tardias de su

 Essay Concerning Human Understanding).  La  Law o f Opinion se er ige en ju e z de vi r t ude s y v ic ios ; la v i r tud se med ia preci -

samente en e l  public esteem9 [en funcion de la consideracion

 pub l i ca ] . Como m u e s t r a la fo rm ul ac ion com pl e ta —  Law o f Opinion and Reputation — , Locke r e s ta u r a la significacion origina-

ria de opinion:  la idea que de uno t iene n los dem as. Por otra

 par t e, ha sido pul ida esa opinion  del inadmis ible sent ido de

mer o opinar , de apar i encia externa, engano sa: la  Law o f Opinion es t ambie n des ignada , como verd ade ra measure o f virtue and  vice  que es, por Philosophical Law. Opinion  denota aqui la mal la

informal de los  folkways*  cuyo control social indirecto es mas

eficaz que la censura formal bajo amenaza de sanciones ecle-

s ias t icas o es ta ta les . Por eso aquel la ley recibe tam bie n el nom- bre de  Law o f Private Censure.  Es ve rda d que esa ley — frente

a la espontaneidad de los usos y cos tumbres colect ivos— con-

t iene ya aquel mo me nt o de consciencia que a loja a la «opinion»,

 p roce de n t e de la creencia pr ivada , en la mor a l m u nd an iz a d a ;

 pero, no sin fund am en to , sigue f a l t ando aun el adj et i vo  public.  Law o f Opinion  no alude de ningun modo a una ley de la opi

nion publ ica; pues ni surge opinion  de la discusion publica (con-

s igue antes b ien su obl igator iedad by a secret and tacit consent),  ni t iene m od o al guno de inf luir en las leyes del Esta do,

 pues t o que esta b as ad a en el consent o f private men, who have not authority enough to make a law."   La opinion,  en fin, a di-

ferencia de la  public opinion,  no es ta l igada a los pr esu pu es t os

de ins t rucc ion y p rop iedad ; op inar no r equ ie re , pon gam os por

caso, par t ic ipacion en un raciocinio , s ino s imple manifes tacion

de aquel los «habi tos» a los que luego se enf rentara cr i t icamen-

te la opinion publ ica cons iderandolos prejuic ios .

Con todo, opinion  mantiene en Locke, gracias a la iden-

* Tradiciones populares, habitos tradicionales de comportamiento.

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tificacion con conscience,  una posicion valiosa que la rescata de

la conexion, polemicamente devaluada, con el  pure prejudice;  

en frances, este sigue teniendo a la opinion  como prisionera.

La ley «filosofica» no es para Bayle, contemporaneo de Locke,

la  Law o f Opinion,  sino el  Regime de la Critique , n Bayle arran-

ca la critique  de su origen historico-filologico, y la convierte encritica, en examen del  pour et contre,  que todo el mundo puede

realizar sobre cualquier cosa; la opinion   se hace raison  destruc-

tiva. Evidentemente, Bayle considera el asunto de la critica

como asunto estrictam ente privado. La verdad se descub rira,

efectivamente, en la discusion publica entre los criticos, pero

el ambito de la razon seguira siendo, no obstante, un ambito

interno, contrapuesto al ambito publico del Estado. Interna-

mente critica, sigue siendo la razon subalterna en el exterior.

Como la conscience  en Hobbes, tambien la critique  de Bayle esun asu nto p rivado , sin co nsecuencias pa ra el po de r publico. Asi

distingue el tambien entre critique,  po r un lado, y satires  y li- 

belles diffamatoires,  por el otro; la critica culpable de rebasar

las fronteras de lo politico se degrada a panfleto. En Inglaterra,

en cambio, a partir del panfleto surge, por la misma epoca, la

 prensa politicam ente raciocinante. Los enciclopedistas, que se

reclaman de la herencia de Bayle —y no solo por la labor en-

ciclop edista de e s te lla— , utilizan opinion   en la polemica sig-nificacion de un estado intelectual de incertidumbre y de va-

c io .12 Quien sabe ten er la raison  por la mano, quien entiende de

que va la critique,  sabe como sacudirse le joug de la scolasti- 

que, de l ’opinion, de l ’autorite, en un mot des prejuges et de la 

barbarie;  el editor aleman traduce: «das Joch der Scholastik, 

der   offentlichen  Meinung, der Autoritat»  [el yugo de la escolas-

tica, de la opinion  publica,  de la a u to rid ad ].13 En efecto: un

ano antes se habia hablado po r vez prim era de opinion publi- 

que;  Rousseau fue el primer autor que utilizo esa expresion ensu celebre  Discurso sobre las artes y las ciencias.  Rou sseau em-

 plea la nueva nocio n en el vie jo sentido de opinion;  el atributo

 publique  denota de todos modos el cambio de perspectiva de

la polemica. Los criticos, se dice ahora, sepultan los fundamen-

tos del creer y aniquilan la virtud, dedican su talento y su filo

soffa a la destruccion y al socavamiento de aquello que los

ho m bres consideran sagrado; se enfrentan a la opinion publica

(c ’est de l ’opinion publique q u ’ils sont e nnem is) .14El transito de opinion  a  public opin ion  se efectua en

ingles a traves del  public spirit;  todavia en 1793 traslada Frie

drich Georg Forster el frances opinion publique  a ese viejo  p u

blic spirit   en vez de a  public opinion,  aun cuando ambas pala-

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 b ras estan ya en circulacion como sinonim os. Steele tran sp o rta

el  public spirit,  del elevado y abn egad o se ntim iento del sujeto

individual, a la dimension objetiva del espfritu de epoca, a la

objetividad de la general opinion  que, desde entonces, apenas

es deslindable del instrumento de que se vale esa opinion, la

 p re n sa .15 Bolin gbroke echa m ano del term ino p ara fundamen-tar la conexion entre oposicion politica y sense o f the people. 

En los artfculos del Craftman  del ano 1730 llama Spirit o f Li

berty  al  public sp irit   del pueblo ilustrado y guiado por la opo-

sicion; Spirit o f Liberty  que contempla en contradiccion con la

corrupcion de los detentadores del poder. The knowledge o f the 

millions  [el saber de la mayoria de la poblacion] serfa tan poco

ridfculo como despreciable, puesto que en la masa de la pobla

cion vivirfa un autentico sentimiento (i f all men cannot reason, 

all men can fe e l16)- El  public sp irit   en este sentido retiene aun

algo de la espontaneidad de la opinion  de Locke: el pu eb lo, con

su fidedigno common sense,  es en cie rta m ed ida infalible. El

 public sp irit   incorpora ya entretanto elementos i lustrados ca-

racterfsticos de lo que no tardara en llamarse  public opinion: 

sin el periodismo politico, que Bolingbroke mismo contribuyo

a crear, no se hubiera convertido el sense o f the peop le  en el

 public spirit,  tan eficaz para la oposicion. En la consciencia de

ese conse rvad or, al que se le impone el rol de op os itor racio-cinante y, de este mod o, de prim er op osicion ista en el sentido

de la m oderna tact ica par lam entar ia , se ju n ta cur iosamente un

 pedazo de an ticipado rousseaunian ism o con los princ ipios de la

crftica publica. En el  public sp irit   estan ambas cosas: el rudo

sentido de lo justo y lo correcto, que se da sin mediaciones, y la

articulacion de la opinion  con el  judgem ent,  a traves del ajuste

de cuentas publico de unos argumentos con otros.

Edmund Burke, ya antes de la Revolucion francesa, de

la que luego habrfa de convertirse en refinado critico, ha esta-

 blecido las diferenciaciones o p o rtu n as ,17 no po r cierto aun en

su celebre discurso a los electores de Bristol, en donde desarro-

l la de un modo ejemplar la teorfa l iberal de la representacion

virtual. T res anos despues escribe pa ra los mism os electores

una carta, «On the Affairs of Am erica». Se ha bia pro du cido en-

tretanto la secesion de las colonias norteamericanas respecto de

la m adre patria; se hab ia pub licado la  Declaration o f Rights.  «I

must beg leave to observe that it is not only the invidious brancho f taxation tha t will be resisted, b ut tha t no othe r given part of

legislative right can be exercised without regard to the general

opinion o f those who are to be governed. That gen eral opinion

is the vehicle and organ o f legislative om nip oten ce.» 18 La de-

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dominacion feudal, en la agricultura, como unico trabajo pro-

ductivo; pero la contemplan desde el punto de vista de la pro

duccion capitalista. Al monarca le es encargada la custodia del

ordre naturel, y   el  public eclaire  le proporciona la comprension

de las leyes del orden natural. Louis-Sebastian Mercier, que pa-

rece hab er sido el prim ero en ca pta r el estricto sentido de opinion publique  y en entreve r su rol social,21 tam po co consigue

dist ing uir muy claram ente entre gob ernantes y sab ios.22 Estos

determinan la opinion publica, aquellos trasladan a la practica

las consecuencias del objetivamente guiado raciocinio del pu

 blico: «Les bons livres dependent des lum ieres dans tou tes les

classes du peup le; ils orn en t la verite. Ces son t eux qui deja

gouvernent l’Europe; ils eclairent le gouvernement sur ses de

voirs, sur sa faute, sur son ve ritab le in teret, sur l’opinion pu bli

que qu’il doit ecou ter et souivre: ces bon s livres sont des mai-

tres patients qui at tend en t le reveil des ad m inistrateu rs des

E tats et le calme de leurs passion s».23 La opinion publique  es

el resultado ilustrado de la reflexion comun y publica sobre los

fundamentos del orden social; ella resume las leyes naturales

de este; no domina, pero el poderoso ilustrado se vera obliga-

do a seguir su vision de las cosas.

Con esta doctrina de la doble autoridad de la opinion

 publica y el soberano, de ratio y voluntas,  interpretan los fisio-cratas la posicion del publico raciocinante aun dentro de los

lfmites del regimen existente. Mientras sus coetaneos ingleses

entendfan el  public spirit   como una instancia capaz de forzar

al legislador a buscar legitimacion, prosigue en Francia el aisla-

miento de la sociedad respecto del Estado, de tal modo que la

funcion crftica de la opinion publique  resta todavfa en las ca-

 bezas de esto s in telectuales estric tam en te separada de la fun-

cion legislativa. Sin embargo, en ese temprano concepto de la

opinion publica cabe ya la idea especffica de la publicidad po

lfticamente activa. Le Harpe ha podido decir en una ocasion

de Turgo t lo siguiente: «Il est le pre m ier pa rm i nous qui ait

change les actes de l’autorite souveraine en ouvrages de rai-

sonn em ent et de p e rsu as io n » 24 (lo que significa ya racionaliza-

cion del dominio). Pero Turgot, igual que los demas fisiocratas,

no relaciona esta idea con la garantfa democratica de que las

 personas p rivadas, que proporcionan las vis io nes e in dicacio -

nes oportunas en el plano de la opinion publica, puedan dar aesas indicaciones una obligatoriedad legislativa. Cierto que la

maxima absolutista, segun la cual auctoritas facit legem,  ha sido

 puesta fuera de juego; pero aun no se ha realizado su in versio n.

La razon de la opinion publica acaba escatimandole a esta su

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funcion constitutiva. Rousseau, por otra parte, que fundamen-

ta con toda la claridad deseable la autodeterminacion democra-

tica del publico, liga la volonte general  a un a opinion  publique 

que coincide con la opinion  espo ntanea, sin reflexion, con la opi

nion en sus disposiciones hechas publicas.

Tambien Rousseau quiere reconstruir en el «estado social» un orare naturel;  pero este no le parece inmanente a las

leyes de la sociedad burguesa, sino, en definitiva, transcenden-

te a la actual sociedad. La desigualdad, igual que la falta de li

 bertad , se siguen de la corrupcio n de un estado n a tu ra l en el

que los hombres no realizaban sino su naturaleza humana,

mientras que la ruptura entre naturaleza y sociedad escinde a

cada individuo en homme y citoyen.  El prim itivo aco ntecim iento

de la autoenajenacion hay que cargarlo en el haber del pro

greso civilizatorio. El genial artificio que es el Contrat social 

ha bra de rep ara r el desgarro: cada uno subordina a la comu-

nidad persona y propiedad, asf como todos los derechos, para

 p artic ip a r de los derechos y obligacio nes de todos a traves de

la vo lun tad g en era l.25. El pac to social exige un tr as pas o sin re-

servas, el homme  se fusiona con el citoyen.  Ro usseau proyecta

la poco burguesa idea de una sociedad politica desinhibida en

la que la esfera autonoma privada, la sociedad burguesa eman-

cipada del Estado, no tiene espacio alguno. Su base no restadesco nsiderad a: la pro pied ad es a la vez pu blica y privada, de

tal modo que todo ciudadano solo en calidad de participante

en la vo lun tad co m un se tiene a si m ism o po r su bd ito.26 En con-

secuencia, la voluntad comun no surge de la concurrencia en-

tre intereses privado s; un a tal volonte de tous  coincidirfa con

el modelo liberal —en el que se presupone la autonomia pri-

vada—, modelo liberal que el Contrat social  estaba precisamen-

te encargado de superar. La volonte general,  garan tfa de un es

tado de naturaleza restaurado bajo las condiciones de un esta-

do de sociedad, brota mas bien como una especie de instinto

de la hu m anidad, brota, po r tanto, del estado de naturaleza y

 pene tra salvadoram ente en el estado de sociedad. Asf ve Rous

seau, contradiciendo a Montesquieu, el espfritu de la Constitu

cion no inscrito en marmol, ni en metal, sino anclado en el co-

razo n de los ciudadano s, esto es: en la opinion  («hablo de cos-

tum bre s, de usos y, especialme nte, de opinion po pu lar» ).27

Con el Contrat social  de Rousseau, la  Law o f Opinion de Locke se convierte en soberana. La opinion no publica es

elevada, bajo el tftulo de otra opinion publique,  a la categorfa

de unico legislador, y desde luego con exclusion del publico

raciocinante. El procedimiento legislativo que Rousseau previo

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no d eja la m en or dud a al res pe cto .28 Solo se req uiere sano en-

tendimiento humano (bon sens)  para percibir e l bien comun.

Los hombres sencillos, simples, se irritarfan con los refinamien-

tos politicos de la discusion publica; los debates largos no po-

drfan menos de servir a intereses part iculares. Rousseau opone

la armonfa y concordia de las asambleas a las peligrosas re-clamaciones de los oradores brillantes. La volonte general  es

antes consenso de los corazones que de los arg u m en tos .29 La

sociedad mejor gobernada es aquella en la que las leyes (lois) 

coinciden con las costumbres (opinions)  arraigadas. La modes-

tia de las costumbres guarda de las discusiones espinosas (dis

cussions epineuses).3  En cambio, el lujo corrompe la sana sim-

 pleza, som ete unos grupos a o tros, y a to dos a la opinion pu-

 blic a (et tous a l ’opinion)   .31 Aqui es eficaz, en cam bio , el uso

com petitivo de la lengua: la opinion  es la op inion del  public 

eclaire,  po sibilitada por la pre ns a y los discurso s de salon; con

tra su influencia corruptora, alza con toda resolucion Rousseau,

completamente en el estilo de su escrito premiado de 175", la

opinion  de las co stum bres simp les y de las bu ena s almas.

A pesar de su espontaneidad, esta opinion  es ta necesi-

tada de direccion en su doble funcionalidad. Ella tiene a su

cargo, como convencion, la tarea del control social; por enci-

m a de ella vigila el censor, no tan to como jue z de la opinion popular cuanto como portavoz suyo: «L’opinion publique est

l ’espece de loi don t le cen seu r est le m in istre » .32 Es te es el uni

co capftulo del Contrat social  en el que se habla de opinion pu

blique.  Y el comentario hace patente la cercanfa lexica a la  Law 

o f Opinion  de Locke: «Qui jug e des mo eurs jug e de l’honneur;

et qui jug e de l’honneur pren d sa loi de l ’opinion».33 E sta se

hace entretanto —lo que no ocurre en Locke— con la tarea

legislativa (aunque necesita de gufa). Asf como la opinion  es

art iculada por el censeur   en su funcion de control social, asf

tambien ocurre en su funcion legislativa con el legislateur.  Este

se encu entra frente a un a opinion ciertam ente soberana, pero

en precaria situacion a causa del peligro de limitacion que la

amenaza. No puede servirse ni de la violencia ni de la discu-

sion publica (ni la force ni la resolution),  t iene que refugiarse

en la autoridad de una influencia indirecta «qui puisse entrainer

sans violence et persuader sans convaincre».”' La democracia

rousseauniana de la opinion no publica acaba postulando elejercicio del poder manipulador. La voluntad general lleva siem

 pre razon, se dice en el desacred itado pasaje, pero no sie m pre

qu eda diluc idad o el juic io que le sirve de gufa; p or eso hay que

 ponerle siem pre ante los ojo s las cosas tal como son, y a veces

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tal como le deben de apa re ce r . 34 Pero, ^por que no l lama s im-

 p le men t e Rousseau opinion  a la opinion popular soberana; por

que la identifica con opinion publique?  La expl icaci on es senci-

l la . Una democracia directa exige la presencia real de quien

es soberano. La volonte general  como corpus mysticum  esta li-

gada al corpus physicum  del pueb lo r eu n id o. 35 La idea del ple- bisc i to d u r ad e ro se la imagina Rousseau de ac uer do con la ima-

gen de la polis griega: el pue bl o e sta ba alli , po r asi decirlo, reu

nido s in interrupcion en la plaza; as i tambien se convier te a

los ojos de Rousseau la  place publique  en fundamento de la

const i tucion. De el recibe la opinion publique  su at r ib uto , es de

cir, del ciu dad ano r eu nid o en asamb lea y dispu esto a la aclama-

cion, no del raciocinio publico de un  public eclaire.Los f is iocratas hacian de portavoces de ese raciocinio

en representacion de una publ ic idad ef icazmente cr i t ica del ab

solut i s mo res tau rad o; Rousseau quiere la democracia s in publ i

ca discus ion. Y ambas par tes reclaman el mismo t i tu lo: opinion  publique.  Cuya significacion, en consecuencia, se ha polariza-

do en la Francia prer revolucionar ia . Pero la Revolucion mis-

ma cons igue e l acoplamiento de las dos escindidas funciones de

la opinion publica, la cr i t ica y la leg is lat iv a.35a La con st i tu cion

de 1791 l imita el pr incipio de la soberania popular mediante el

Es tado par lamentar io de derecho, garante de la publ ic idad po-l i t icamente act iva. El concepto frances de la opinion publica se

radical iza respecto del ingles; el diputado Bergasse, en un de

 ba te de la Asamblea Nac ional acerca del significado de opinion  publique  para e l Es tado de derecho, ha formulado la nocion

de un mod o pate ti co: «Vous savez que ce n ’est que pa r l ’opi

nion publ ique que vous pouvez acquer i r quelque pouvoir pour

faire le bien; vo us save z que ce n ’est que p ar elle que la cause

si desesperee du peuple a prevalu; vous savez que devant el le

toutes les autor i tes se ta isent , tous les prejuges disparaissent ,

tous les in tere ts par t ic ul iers s ’ef facent».36 Por la misma epoca

ha escr i to Jeremy Bentham un escr i to u t i l a la Constituantef7 en el se explicita por vez pr im er a en forma monogr afic a la co-

nexion de la opinion publica con el pr incipio de la publicidad.

Por un lado, el ejercicio del poder necesi ta del control

 p e r m a n e n te de la opinion publ ica — pues to que «esta amena-

zada por una ser ie de ten taci ones» — ; la publ icid ad de los de

 bates p ar la m en ta r i os asegura un a «supervi s ion del publ ico»,cuya capac idad cr i t ica se da por senta da: «La tot al id ad de el los

(the public, le corps publique)  cons t i tuye un t r ibunal de mas

va lor que todos los t r ibuna les jun tos . Puede uno pone rse t e rco

respecto de sus exigencias , puede uno cons iderar la como un

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conjunto de opiniones limitativas y divergentes que se anulan

y destruyen mutuamente; pero todo el mundo percibe que ese

tribunal, aun cuando no exento de la posibilidad de error, es

inco rruptible; que bu sca constantem ente a clararse, que contie-

ne la en tera sabidu rfa y ju stic ia de un pueb lo, que decide siem

 pre acerca del destino de los hom bres de E stado (public men, hommes publiques),  y que las penas que impone son inelucta-

 b les» .38 Ademas, la A sam blea estarfa en condic io nes de hacer

utiles las consid erac iones del pub lico: «nada m as facil dejan-

dose guiar po r la pub licidad» (under the guidance o f publicity, 

sous le regime de la publicite)™   Por otro lado, evidentemente,

la opinion publica esta a su vez necesitada de la publicidad

de los debates pa rlam en tarios para estar al corriente: «En un

 pueblo que haya p rac ticado duran te la rgo tiem po las asam bleas

 publicas, el espfritu com un (general feeling , esprit general)  sehabra elevado; las ideas sanas se universalizaran, los prejuicios

daninos, combatidos publicamente ya no por retoricos, sino por

hombres de Estado, perderan fuerza [. . .] . La razon y el espfritu

de investigacion se convertiran en costumbres de todas las cla

ses so ciales».4" B entha m entiende los deba tes publicos del Par-

lamento como un a m era parte de los deb ates publicos del pu

 blico en general. Solo con la pub licidad den tro y fuera del Par-

lamento consigue garantizarse la continuidad del raciocinio po-lftico y de su funcion, a saber: el pod er — por recoge r una ex-

 presion de B urke— de convertir una maiter o f will  [cuestion

de vo luntad ] en un a matter o f reason  [cuestion de raciocinio].

El nombramiento de los diputados no puede ser asunto de cie-

ga resolucion o toma de partido, sino cosa de razonable deci

sion: «En un a asam blea elegida po r el pueb lo y ren ov ad a pe-

riodicamente, la publicidad es absolutamente necesaria para

 p roporc ionar a los senores ele ctores la posib ilidad de proceder

con conocim iento de causa ».41 En efecto: desde Jorge III, lafuerza viva de la opinion publica se ha impuesto a las senten-

cias de muerte (since pu blic opinion, more enlightened, has had  

a greater ascendency, depuis l’opinion publique eclaire a pris 

 plus d ’ascendent;  en el texto aleman sigue hablandose en este

 pasaje de Volks-Meinung,  opinion del pu eb lo).42 En Ing laterra,

lo mejor habrfa sido conseguido mediante la continua viola-

cion de las leyes: po r eso ha bla Ben tham del regime o f pub li

city  como still very imperfect and newly tolerated (le regime de la publicite, tres imparfait, en co re et nouvellement tolere).

Guizot, una generacion mas joven, que habia dictado

desde 182" lecciones a cerca del origen y la h isto ria del E stado

 burgues de derecho, da al «domin io de la opin io n publica» su

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clasica form ulacion: «C’est de plus le ca rac tere du systeme qui

n’admet nulle part la legitimite du pouvoir absolu d’obliger tous

les citoyens a chercher sans cesse, et dans chaque occasion, la

verite, la raison , la jus tice , qui do ivent regler le pouv oir de fait.

C ’est ce que fait le systeme repre sen tatif: 1. par la discussion

qui oblige les pouvoirs a chercher en commun la verite; 2. parla publicite qui met les pouvoirs occupes de cette recherche

sous les yeux des citoyens; 3. par la liberte de la presse qui

 provoque les citoyens eux-m emes a chercher la verite et a la

dire au pouvoir» .43.

Friedrich Georg Forster parece haber sido el introduc-

tor en el oeste aleman, en los primeros anos de la decada de

los noventa, de la nocion de opinion publique,  t raduciendo por

offentliche Meinung.  Los Parisischen Umrisse,  cartas a su es-

 posa fechadas a finales de 1793, dan testim onio de esta nueva

realidad po r vez prim era en la literatu ra a lem ana .44 La dife-

renciacion que Forster establece entre opinion publica y espf

ritu comun, sobre todo, m ue stra que se hab ia formado ya por

completo una idea acerca de la publicidad polfticamente activa

de Francia e Inglaterra antes de que el concepto fuera impor-

tado en Alemania: «Tenemos ya 7.""" escrito res , a los que no

se pre sta la m eno r consideracion: pu esto que no hay un espf

ritu aleman comun, tampoco hay una opinion publica alemana.Hasta las palabras mismas nos resultan tan nuevas, tan extra-

nas, que todos piden explicaciones y definiciones, mientras que

ningun ingles malinterpreta a otro cuando se habla de  public 

spirit,  ningun frances a otro frances, cuando de opinion publi- 

que».45 H asta que punto llevaba F orste r razon respecto de la

necesidad de comentario de los vocablos plagiados, lo demues-

tra Wieland, que era por aquella epoca mas conocido como pu-

 b licista que como aspiran te a ed itor de clasicos. Un lustro des

 pues de las observacio nes de Forster, llevo una de sus «con-

versaciones entre cuatro ojos» precisamente hacia esa «opinion

 publica».47 N ada nuevo aportan las acotaciones de W ieland. La

opinion publica irrumpe «allf donde la obcecacion y el prejui-

cio, que hacen al caso de nuestro bien y nuestro mal [...] ceden

finalmente al suprem o p od er de la v e rd a d » ;48 ella coincide en

cuanto a resultados con la «mas penetrante investigacion de la

cosa, luego de considerar, del modo mas preciso, todos los pros

y los contras; y pronto habra de tener en Alemania la fuerzade una ley.49 La opinion pub lica arranc a de los in struidos y se

extiende «senaladamente entre aquellas clases que, cuando ac-

tuan en masa, hacen de co n trap ode r» .5" No se esta aludiendo,

obviamente, a «las mas bajas clases del pueblo», los sans-cu-

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lottes,  p ues t o que, som et id os como es tan a la pres i on de la mi-

ser ia y e l t rabajo , no t ienen ni la obl igacion ni la opo r tun ida d

de «preocuparse por cosas que no a fec ten d i r ec tamente a sus

neces id ades ma ter ia l es» .51

Cierto que en las ref lexiones de Wieland aparecen tam-

 bien c la r am e n t e e lementos r o us se a un ia n os , e l em e n to s con losque luego, durante la guerra de l iberacion, enlazara e l romant i -

cismo poli t ico para identif icar a la opinion publica con el s i len-

cioso espi r i tu del pu eb lo .52 Pero en Wielan d mi smo dom ina una

idea de la opinion publ ica incl inada — en la a lgo ped an te t radi -

c ion de la I lus t racion a lemana— a c i tar ante la t r ibuna del ra-

ciocinio publico, sobre todo, a la mentira cler ical y al secreto

de ga bi ne te .53

13. La publicidad como principio de mediation entre po- lftica y moral (Kant)

Aun antes de que el topos  de la publ ic idad ar ra igara en

el ambi to l inguis t ico a leman, la idea de la publ ic idad burguesa

encuen t ra su fo rma teore t i camente madura en e l desar ro l lo de

los principios de la Publizitat   por la fi losofia del de re ch o y de la

his tor ia de Kant .

El proceso cr i t ico del que se s i rven las personas pr i

vadas pol i t icamente raciocinantes f rente a la dominacion abso-

lut i s ta se ve a s i mi smo com o impoli t ico: la opini on publica

quiere ra cional i zar la pol i t ica en no mb re de la moral . En e l si

glo x v i i i se disuelve la t radicion ar is totel ica de una f i losofia de

la poli t ica en f i losofia moral , y lo «moral », pe ns ad o en conexion

con «nat uralez a» y «razon», se ext iende haci a la esfera — capta-

da ya en sus co mi en zo s— de lo «social», haci a el hor izo nt e se-mant ico de la por entonces con tanta propiedad resal tada pa-

labra social  en el amb ien te anglosajon. No por cas ual i dad habia

tenido el autor de la Riqueza de las Naciones una catedra de

f i losof ia moral . En ese contexto hay que in terpretar la s iguiente

f rase: «La ver da de ra pol i t ica no pue de dar ni un paso s in rendir

antes t r ibuto a la moral , y aun cuando la pol i t ica es por s i mis

ma un ar te dif ici l , de ningun modo es su asociacion con la moral

ar te alguno; por que es ta a ta jar ia go rd ian am en te e l nudo que

aquel la fuera incapa z de desvolver tan pron to como a mb as co-

me nz ara n a d isp ut ar» .54 Kan t escr ibe es ta sentenc ia en el epi logo

de su proyecto para la paz e terna. Aqui repi te dos pos tulados de-

ducidos en la doctr ina del Derecho; la const i tucion civi l de un

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Estado cualquiera ha de ser republicana, y la relacion de los Es-

tados entre si, en el marco de una federacion cosmopolita, paci-

fista. Los esfuerzos jurfdicos tendentes a garantizar la paz civil

en el interior y la paz cosmopolita en el exterior contribuyen a 

la idea de un orden plenamente justo. La coaccion no puede se-

guir siendo ejercida en la forma del dominio personal o de laautoafirmacion prepotente, sino solo afirmando que «unicamen-

te la razon tiene poder». Las relaciones jurfdicas —desarrolla-

das hasta convertirse en dominacion exclusiva—, que pueden

imaginarse como la posibilidad de una relacion de coaccion re-

cfproca, segun leyes universales, entre la libertad de uno y la

de los demas, proceden de la razon practica (extremo contraata-

que al principio: auctoritas non vertias fa cit legem).

Hobbes pudo sancionar con esa formula el poder ab-

soluto de los so beran os po rqu e el estab lecim iento de la paz,es decir, el final de la guerra civil religiosa, solo era consegui-

 ble al  precio de que el monarca monopolizara el poder publico

y de que la sociedad burguesa, junto con su disputa confesio-

nal, fuera ne utra lizad a como esfera privada . Ante la decision

acorde con las insinuaciones de una sensatez que, por asf de-

cirlo, se enca rnab a existencialm ente en la pe rson a del soberano,

todo raciocinio segun las reglas de la m oralida d estaba redu-

cido a opinion carente de consecuencias para la politica. Cuan

do este fue rehabilitado por Kant, dos siglos despues, bajo la

forma de ley de la razon practica, cuando hasta la legislacion

 politic a estaba som etid a eticam ente a su control, se habfan ya

constituido en publico los ciudadanos privados y estaba ya im-

 puesta la esfera de su racio cinio (a saber: la public idad) en las

funciones polfticas mediadoras entre Estado y sociedad. Por

eso hace la publicidad kantiana las veces de principio capaz de

solidarizar la politica con la m o ral.55 K ant entiende la pu blicidad

sobre todo como principio de la ordenac ion jurf d ica y comometodo de la ilustracion.

«Minorfa de edad», com ienza el celebre tra ta d o ,56 «es

la incapacidad de servirse del propio entendimiento sin la di-

reccion de otro. A la propia culpa hay que imputar esa mino

rfa de edad si la causa de la mism a no rad ica en la carenc ia

de entendimiento, sino en la de resolucion o de valor...». La

liberacion respecto de la minorfa de edad por culpa propia se

llama Ilustracion. Esta indica al individuo una maxima subje-

tiva, a saber, pensar por si mismo. A la humanidad como un

todo le senala una tendencia objetiva, a saber, el progreso hacia

el orden ju sto . En am bos casos debe ac ep tar la Ilustrac ion a

la pu blicida d como med iado ra: «Es diffcil pa ra todos los hom-

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 b res individualm ente considerados esforzarse por sali r de la

minorfa de edad a que han sido abandonados en la naturale

za [...]. Pero es mas posible que un publico  se ilustre a si mis

mo; con solo que se le deje en libe rtad , es casi inevitable)).57 Por

eso en la concepcion ilustrada el pensar por si mismo parece

coinc idir con el pe nsa r en voz alta ,58 exac tam ente igual que eluso de la razon equivale a su uso pub lico: «C iertam en te se dice:

el poder superior podrfa conculcarnos la l ibertad de hablar o

de escribir, pero jam as la de pen sar. jPero cuan to pod rfamo s

 pensar, y con que correccion, si no pensaram os, po r asf decir-

lo, en comunion con otros con los que, nosotros a ellos y ellos

a noso tros, pud ieram os com unicarnos los pe nsa m ientos!» .59

Kant, como los enciclopedistas, se representa la Ilus-

tracion, el uso publico de la razon, por lo pronto como asunto

de sabios, particularmente de aquellos que tengan que ver conlos principios de la razon pura, esto es, los filosofos. Se trata,

como en las disputas de los escolasticos, y aun tambien en

los dialogos pugnaces de los reformadores, de doctrinas y opi-

niones «a las que las facultades han de se pa rar un as de otras

 bajo el nom bre de los teoricos [...] , cosa de la cual el pueblo se

dice a si m ism o que no e ntien de u na pa lab ra » .6" El conflicto de

las facultades se consuma como disputa entre las bajas y las

altas. Estas, teologfa, derecho y medicina, se basan de uno uotro modo en la autoridad. Tambien ellas estan al amparo de

la vigilancia estatal, puesto que constituyen el «personal de la

sabidurfa», intelectuales, juec es y m edicos. Se lim itan a aplicar

la ciencia (son entendidas en chapucerfa, en savoir faire).  En

cambio, las facultades bajas tienen que ver con conocimientos

de la razon pura, cuyos representantes, los filosofos, indepen-

dientes de los intereses del gobierno, solo por la razon se dejan

guiar. Su espfritu esta llamado «a la exposicion publica de la

ve rd ad » .61 Es necesa rio que, en ese conflicto de las facu ltades,le sea a la razon «legftimo el h ab lar pu blicam ente, po rqu e (de

lo co ntra rio) no pod rfa la ve rda d salir a la luz del dfa».62 Y,

ciertamente, como anade Kant, para mal del mismo gobierno.

La publicidad, dentro de la cual practican los filosofos

su artesanfa crftica, ha dejado de ser entretanto, sin embargo

de su nucleo academico, meramente academica. Asf como la dis

cusion de los filosofos tiene lugar a la vista del go bierno, p ara

instruccion y examen de el, tambien asf ante el publico del«pueblo» se sirve de la pro pia razo n para guiarlo. La posicion

de este publico es amb igua: po r un lado, m en or de edad y

necesitado aun de Ilustracion; por el otro, en cambio, se cons-

tituye en pub lico exigido po r un a m ayo ria de edad de la que

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solo los i lustrados son capaces . Porque, a f in de cuentas , no solo

a los filosofos les es dado el hacerlo, sino a cualquiera que

acierte a hacer un uso publico de su razon. El conflicto de las

facultades es, por asi decirlo, solo el hogar desde el que el

fuego de la Ilustracion irradia y en el que este es avivado con-

t inuamente. No solo en la republica de los sabios se real iza la pub lic idad, sino en el uso publ ico de la razon, ej ercido por to-

dos aquellos que acier ten a ese uso. Evidentemente, t ienen que

reb asa r los l imites de su esfera pr ivada como si  fueran sabios:

«Ent iendo, empero, capaces del uso de su propia razon ante

todo el publico del mundo lector a todos aquellos a quienes

nadie l lamaria sabios o ensenados por el la. Capaces de uso pr i

vado l lamo a aquel los que es te les permi te desempenar su razon

en al gun pue st o o ca rgo civil que les ha sido confiado [...] Evi-

dentemente no les es ta aqui permi t ido razonar , s ino que hay que

obedecer . Mas tan pronto como es ta par te de la maquina apa-

rece t ambien como miembro de una comunidad , de l a soc iedad

cosmopoli ta incluso, y por consiguiente en cal idad de sabio que

se dir ige a un publico por medio de escr i tos y haciendo gala

del propio entendimiento , es ta c ier tamente en condiciones de

raz ona r . . .» .63 De ahi resul ta e l pos t ulado de la publ ic idad como

 pr incipio: «El u so publ ico de su r azon ha de e s tar l ibre en todo

mom ent o, y solo el puede dar lugar a la I lus t racio n ent re loshombres; el uso pr ivado de la misma, empero, puede a menu-

do llegar a ser muy limitado, sin por ello, no obstante, obs-

tacul izar ser iame nte el progreso de la I lus t rac ion» .64 Todos es-

tan l lamados a ser «publicis tas», a dir igirse «al propio publico,

es decir , al mun do , p or medi o de es cr it os ». 65

Con el «mundo» en el que se constituye el publico se

alude a la publi cida d com o esfera: Kant habla de conocimi ento

de mundo,  se ref iere al hombre de mundo. Este sent ido de mun-

daneidad se ar t icula en e l concepto de c iudadania del mundo,

de cosmopoli tania y, f inalmente, en el de lo optimo del mundo,

con la idea de un mundo que quiza aparezca del modo mas cla-

ro en el «conc epto mun dan o» de la ciencia — pues, en pureza,

en cambio, e l mundo se cons t ruye en la comunicacion ent re

seres racionales— . Mientr as que e l concepto acad emico de la

ciencia ref iere tan solo a «una disposicion respecio de cier tos

f ines arbi trar ios», el concepto mundano de el la «afecta a lo que

nece sar i ame nte in teresa a todos» .66 Esto no es mu ndo en elentendimiento t ranscendental , no es , como suma de todos los

fenom enos, la tota l idad de su s intesis y, en cuant o que tal , uno

con la «naturaleza». Este «mundo» remite mas bien a la huma-

nidad como especie, pero en el modo en que se presenta su

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un idad en el plano fenomenico: el m und o del pub lico lector ra.

ciocinante que se estaba desarrollando por entonces entre las

amplias capas burguesas. Es el mundo de los literatos, pero

tambien de los salones en los que discurre la conversacion de

las «reuniones mixtas»; aqui, en los hogares burgueses, se es-

tablece el publico. «Si se presta atencion al curso de los dialo-gos que se desarrollan en las reuniones mixtas, que no estan tan

solo compuestas por sabios y hombres de razon, sino tambien

 por gentes de negocio s o por m ujeres, se nota que, aparte de

narra cion es y bro m as, no se da conversacion, es decir, racioci

nio, en m odo alg un o» .67

El publico raciocinante de los «hombres» se constituye

en el de los «ciudadanos», en el que se llega a acuerdos res-

 pecto de los asun tos «comunes». Esa publicidad polfticam ente

activa se convierte, bajo la «Constitucion republicana», en prin

cipio organizativo del Estado liberal de derecho. En el marco

que ella ofrece se establece la sociedad burguesa como esfera de

la autonomia privada (todos deben buscar su «felicidad» por el

camino que se les antoje mas provechoso). Las libertades bur-

guesas son garantizadas por leyes generales; la libertad de los

«hombres» coincide con la igualdad de los ciudadanos ante la

ley (abolicion de todos los «derechos de nacimiento»). La legis-

lacion m isma cede a «la voluntad p op ular proce den te de larazon»; porque las leyes tienen su origen empfrico en la «coin-

cidencia publica» del publico raciocinante; por eso las llama

Kant tambien leyes publicas, diferenciandolas de las privadas,

que, al igual que el uso y la costumbre, tienen un valor inexpre-

sab le.6' «Una ley pub lica, em pero, que de term ina para todos

lo que debe y lo que no debe estar en justicia permitido, es el

acto de un a vo luntad pub lica, de la que em ana todo derecho

y que con nadie debe poder proceder injustamente. Mas no es

 posible o tra vo luntad que la del pueblo en su conju nto (puestoque todos deciden por todos, cada uno, por consiguiente, decide

 por si m ism o)» .69 En eso se esta siguiendo la argum entacion

rou sseau nian a, con un a decisiva excepcion: que el princ ipio de

soberania p o p u la r70 solo bajo el presu pu esto de un uso pu bli

co de la razon puede ser realizado. «Tiene que haber en cada

materia comun [...] un espfritu de libertad, pues, en lo que

concierne a la obligacion general de los hombres, a todos se

exige el que esten racionalmente convencidos de que esta coaccion es conforme a ju stic ia pa ra que no caigan en contrad iccion

consigo m ismos». La lim itacion de la pu blicida d, o pina Kant,

con la m irad a pue sta en las po r enton ces tan deb atidas logias

masonicas, serfa «la causa motivante de todas las sociedades

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secretas. Pues la humanidad esta por naturaleza llamada a par-

ticipar especialmente en aquello que concierne a los hombres

en gen eral» .71 En ese con texto aparece la celebre sentenc ia sobre

la libertad de pluma como el «unico paladion de los derechos

del pueblo».

Ya en la Critica de la razon pura   habia asignado Kantal consenso publico entre los raciocinantes la funcion de con

trol pragm atico de la verdad : «La pied ra de toque de lo tenido

 por cie rto, ya se tra te de conviccion, ya de m era persuasion , es,

externamente, la posibilidad de comunicarlo y de que todo hom-

 bre de razon lo halle valido».72 La in telig ible unidad de la cons-

ciencia transcendental coincide con la unificacion, producida

en la publicidad, de todas las consciencias empfricas. Luego, en

la filosoffa del derecho, recibe una significacion constitutiva esa

«coincidencia-de-todos-los-juicios-a-pesar-de-la-diferencia existen-te-entre-los sujetos» ga ran tizada po r la pu blicidad : las activi-

dades polfticas, esto es, las relacionadas con el derecho de los

demas, tienen que poder estar en acuerdo con el derecho y la

moral hasta el punto en que sus maximas sean capaces de pu-

 blic idad, hasta el pun to en que necesite n de ella.73 Ante la

 publicidad, todas la s activ idades polfticas deben asen tarse en

el fundam en to de las leyes, las cua les, a su vez, estan jus tifi-

cadas como leyes generales y racionales ante la opinion publica.En el m arco propo rcionad o por un a si tuacion co m pletam ente

normada (que unifica constitucion civil y paz eterna en un «or-

den plenam ente jus to» ), la ley na tura l de la dom inacion es

reemplazada por el dominio de las leyes del derecho —y la

 polf tic a puede traduc irse fundam entalm ente a m oral— .

Mas, icomo puede protegerse la solidaridad entre po-

lftica y moral mientras no exista esa situacion de derecho? Para

co ns truirla ni siquiera es suficiente la volu ntad de todos los

individuos de vivir en una Constitucion regulada por principiosde libertad ; no ba sta, esto es, con la un ida d distrib utiv a del

que rer; se nec esita p ara ello la un idad colectiva pro po rcion ad a

 por la vo lun tad unificada: todos ju n to s deberfan querer esa si

tuacion. Como consecuencia de ello, Kant cree tambien que no

nos serfa dado e spe rar otro com ienzo de esa situacion de ju s

ticia que el que puede ofrecer el poder politico. La toma de po-

der indirecta de las personas privadas reunidas en calidad de

 publico no se concib e, em pero, de un m odo prop iam ente po-l i t ico ;74 la autocom prension m oral de la pu blicidad burgu esa

obliga tambien a un tipo de exigencias que contribuyen a faci-

litarle una funcion politica que la lleva a abstenerse de los me-

todos del poder politico, metodos la liberacion respecto de

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los cuales prom ete la pub licidad . K ant resuelve este dilem a en

el pla no de la filosoffa de la h isto ria . Segun el, tam bien sin in-

tervencion de los individuos fntimamente l ibres pueden cons-

truirse condiciones externas libres bajo las cuales la politica puede ser duraderam ente abso rb ida po r la m oral. Como es

sabido, Kant construye un progreso del genero humano y desu constitucion social que habra de llevarle a lo optimo habien-

do partido del mero estado constrictivo de la naturaleza, sin

necesidad siquiera de considerar aquello que los hombres mis-

mos deben hacer segun las leyes de la libertad; evidentemente

no consiste ese progreso, pues, en un quantum  creciente demoralidad, sino exclusivamente en un aumento de los produc-tos de la legalidad .75

Si la naturaleza se sirve de los «antagonismos de la so-

ciedad» —tanto de las luchas internas como de las guerras en

tre los pueb los— p ar a de sarro llar toda s las disposiciones na-

turales de la humanidad en una «sociedad civil umversalmente

administradora de derecho», entonces tiene que ser esa «cons-titucion civil plenamente justa» una «coincidencia patologica-

mente alejada» que solo aparece  como un «todo moral». En

ella se ha resuelto un problema al que Kant da una formulacion

teoretica: «un conjunto de seres racionales que conjuntam ente

exigen leyes generales para su mantenimiento, conjunto respectodel cual todo el mundo se siente inclinado a excluirse, ha de

ordenarse de tal modo, y de tal modo ha de disponerse su cons-titucion, que, aun cuando los sentimientos  privados  que con-

tiene se enfrenten en sus aspiraciones, consiga mantenerlos no

obstante de modo que en lo que a su conducta publica hace el

resultado sea exactamente tan satisfactorio como si no se diera

ninguno de esos malos sen tim iento s».76 —U na variacion del lemade Mandeville:  private vices public benefits —.

Kant desarrolla, pues, de acuerdo con este principio

los presupuestos sociologicos determinados de la publicidad po

lfticam ente activa: estos estan de todo pu n to adh erido s a laautonomia privada posibil i tada por las relaciones sociales entre

los poseedores de mercancias en l ibertad de competicion.

Al publico polfticamente raciocinante solo tienen acceso

los propietarios privados, pues su autonomia echa rafces enla esfera del trafico mercantil y resulta, por tanto, coincidente

con el interes de m an ten erla como esfera privad a: «La cua lidadreq ue rida pa ra ello es, apa rte de las n atu rale s (que no sea unnino, que no sea un a m ujer), la unica: que el sea su prop io

senor, que tenga, po r tan to, algun a pro pie da d (para lo que

 puede contarse cualqu ier obra de arte , o de artesanfa, o de-

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cor ati va, o cientifica) de la que vivir; esto es, que, en los casos

en los que te nga qu e sol ici t ar de los dem as par a po de r vivir ,

solo por medio de la enajenacion de lo que es suyo lo solicite,

no por medio de la concesion que haga a otros de hacer uso

de sus capaci dades . Por cons iguiente : que a nadie s i rva como

a la co mu ni da d en el sent id o prop io de la pal abra. Aqui son los pa r ien te s del a r te y los g randes (o pequenos) p r op ie ta r ios igua

les unos respe cto de ot ros . . .» .77 Kant , que percibe lo insat i s fac-

torio de esa diferenciacion («es algo dificil , lo concedo, deter-

minar e l r equ i s i to necesar io para poder se r ex igen te r espec to

de la posicion del proj imo que sea senor de s i mismo»), l lega,

s in embargo, a una adecuada del imi tacion f rente a lo que mas

ta rde se l l amara l ib re t r aba jo asa la r i ad o .78 Mien t ras que los

obreros asalar iados es tan neces i tados del in tercambio de su

unica mercancia , la fuerza de t rabajo , t raf ican los propietar ios p r ivados ent re ellos, como poseedores de mercanc ia s , medi an te

el in tercambio de bienes . Solo es tos son sus propios senores ,

solo el los han de estar autor izados al derecho de voto, al uso

 publ ico, en sent ido ejemplar , de la razon.

Esa l imitacion, empero, se compadece bien con el pr in-

cipio de la publicidad solo en el caso de que existan en el mar

co de la esfera pr ivada iguales oportunidades de conseguir la

 p r op iedad a t r aves de los m e ca n i sm os rea les de la l ibre concu-r ren cia .79 Asi puede c ier tamen te e l l ibre t raf ico mercant i l «dar

lugar a una cons iderab le des igua ldad en t re los miembros de una

comunid ad (en tre a r rend a ta r io y so ldado , p rop ie t a r io y campe-

sino vasal lo) , en lo que a las circunstancias de sus bienes hace;

solo que [al t raf ico mercanti l no le es dado] impedir que estos ,

s i su talento, su di l igencia y su suerte se lo permite, es ten facul-

tados para enal tecerse en c i rcuns tancias des iguales . Pues , s i no,

alguien estar ia en condiciones de coaccionar a otro, s in que,

a su vez, pud ie ra ser el coacc ionado me di an te otr a accion con-trar ia ejercida por el otro [ . .. ]. Pue de supon ers ele (a cualquie-

ra) fel iz en cualquier circunstancia con solo que sea consciente

de que unicamente a el mismo (a su capacidad, o a su seria

voluntad) , o a circunstancias de las que a nadie puede culpar ,

y no en la i r res is t ible voluntad de otro, radica el que pueda

llegar a alcanzar una posicion de igualdad respecto a otros , los

cuales [.. . ] po r lo que al d er ec ho co ncier ne, no goza n de ven-

taja alguna frente a el». '° Sin que con el lo resul te vulneradoel pr incipio de la publicidad, son, por consiguiente, excluidos

los no propi eta r ios del publ ico com pue s to por per son as pri -

vadas pol i t icamente raciocinantes . No son, pues , en es te sen

t ido, burgueses , s ino personas de ta lento , d i l igencia y suer te

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guiente modo, de acuerdo con la solucion de la tercera ant ino-

mia de la raz on pura: todo efecto cual quie ra debe ser pensa-

do, considerando su causa intel igible, como l ibre, y s in embargo

de el lo, atendiendo a su manifestacion empir ica, como necesa-

r io al mismo t iempo, es to es , como miembro de la conexion

causal universal de todos los acontecimientos del mundo delos se nt id os .81

Esa di ferenciacion s is temat ica cent ra l no le permi te

a Kant , evidentemente , mantenerse consecuente en e l ter reno

de la f i losof ia pol i t ica —no puede pretender ser iamente hacer

depender a las leyes de la razon pract ica de condiciones em-

 pi r icas— . En la medida , em pero , en que aquel la base natura l

de la s ituacion ju s t a o de derecho es cue s t ionable como tal ,

la cons t ruccion de una s i tuacion de derecho — que era has ta

ahora el  presupuesto  de una poli t ica moral— debe convert i rseen conteni do y tarea de la poli t ica. Ta mb ie n a la publicidad,

encargada de armonizar la pol i t ica con las leyes de la moral ,

le ser ia ahora as ignada una nueva funcion, una funcion tal

que, en defini t iva, no puede ser interpretada en el marco del

s i s t ema kan t i ano .

Sea quien fuere el sujeto de la accion polit ica, el so

 be rano , un par t ido , alguien l l a mado al caudil laje o el ciudada-

no, s i no pued e regir se por leyes ya exis tent es , s ino que esta

empenado en proporc ionar an tes una s i tuac ion de derecho o

 ju s t a , no le bas ta con cons iderar m e ra m e n t e la coi ncidencia

con el arbi tr io negativo de todos los demas; t iene que intentar

conseguir tambien inf luencia pos i t iva sobre la voluntad de es -

tos. Eso puede h ace rse por medio del pode r y, de ordinario ,

as i se hace. Adquir ir inf luencia sobre el arbi tr io de los otros ,

s i se proce de moral ment e , s irve para of recer una or ientacion

a los f ines gener ales del publico, un a or i entac ion — mas preci-

samente— a la neces idad de bienes tar de la sociedad burguesacomo un todo. La intencion moral de una accion debe, por

consiguiente, ser controlada, en el ambito de una poli t ica tal ,

respecto de su posible exi to en el mundo de los sent idos. La

vir t ud poli t ica no pue de ser indifere nte a la fel icidad: todas las

maximas pol i t icas neces i tan , pues , para coincidi r con derecho

y politica a la vez, de la publicidad, puesto que «ellas t ienen

que medirse de acuerdo con la f inal idad general del publico

(la felicidad)», ya que «hacerle a este feliz con su situacion»

seria la ta rea prop ia de la poli t ica .82 Antes , en el mi smo trat ado ,

habia dicho en cambi o: «Las maxim as poli t icas no deben par-

t i r del b ienes tar esperable como resul tado de su obediencia a

un Estado cualquiera, es to es , no de un f in al que cualquiera

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con vi ert e en obj eto de las m is m as [...] co mo el ma s alto [...]

 pr incip io de la s a b i d u n a e s ta ta l , s ino del pu ro concep to del de-

 ber de ju s t i c i a , y las cons ecuenc ia s fisicas de eso pu ede n ser

ta mb ie n las que el las qu ie ra n» .83

Bajo e l presupues to f i losof ico-his tor ico de una base

natural ya exis tente de una s i tuacion de derecho, podia , deMaincluso, K ant se pa rar la for tun a del Es tado del b ien del pueblo ,

la moral idad de la legal idad. Pero nunca parece contar con ess

 p re su pu e s to ; eso m u e s t r a la ambiva lenc ia de su f i losof ia de la

h i s tor i a , en l a cual , ju n to a l as m uch as mani fes tac iones — cohe-

rente s con su s is tem a— que excluyen la mora l ida d del progr e

so , r ese rvando para es te un acrecen tamien to de los p roduc tos de

la legal idad, se encuentra e l reconocimiento , cont radic tor io de

ese s is tema, de «que, en la medida en que el genero humano

es cons tante en lo que hace a la cul tura , como f inal idad natural de aquel que es es ta, tambien el , en el progresar hacia lo

opt imo, se hara comprens ible en lo que hace a la f inal idad mo

ral de su exi s te ncia ».84 Y, en el mi sm o cont exto: «Ademas, hay

muchas p ruebas de que e l genero humano todo ha ido a mejor

rea lmente en nues t r a epoca , en comparac ion con todas l as pa-

sada s». 85 Si ha de veni r una s i tuacion de jus t ic ia solo de un

modo pol i t ico , y c ier tamente por medio de una pol i t ica en coin-

cidencia con la moral , el progreso de la legal idad depende en-

tonces p rec i samente de un progreso de l a mora l idad , y l a res  publica fenomenon  se convi er te en un pro du cto de la res publica noumenon  mism a: « . . .p ues to que todos los ta lent os se desa-

rrol lan a cada dla que pasa, se cul t iva el gusto, e incluso, a

fuerza de I lustracion, el comienzo se convier te en fundacion de

un est i lo de pensamiento, el cual  puede llegar a transformar  con e l t iempo la natural d ispos ic ion grosera a la d i ferenciacion

 por co s tu m b r e en p r incip i os p rac t i cos d e t e r m in ado s , y as!, una

co inc idenc ia soc ia l pa to log icamente apar tada , en un todo mo- ral».86 

La relacion de la res publica fenomenon  con la res publica noumenon  deja de coincidi r con la re lacion, teoret icamen-

te fijada, entre esencia y apariencia. «La idea», se dice a pro-

 posi to del conf l icto de las f acu l t ades fi losoficas con las j u n -

dicas , «de una co ns t i t ucion c oincide nte con los derechos natu-

rales de los hombres , segun la cual quienes obedecen a la ley

han de ser al mi sm o t iem po legis lad ores , es ta en la base de

todas las form as de Es tado, y la com uni dad , que pen sad a a la

medida de aque l l as fo rmas con concep tos de l a r azon pura ,

significa un ideal platonico (res publica noumenon),  no es mera

fabulacion sesudesca, s ino la forma eterna de toda cons t i tucion

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civil en general, capaz de aleja r tod a guerra ».87 Vale la pena

recordar ahora el uso kantiano de la nocion de «ideal», que

alude a una idea  In individuo,  esto es, a una cosa individual

completamente determinada por la idea o solo determinable

 por ella.88 Estarfa aun mas ale jado de la realidad que la idea;

a ambos, idea e ideal, solo puede asignarseles una funcionregu lativa: asf como la idea p rop orc ion a la regla, asf tam bien

el ideal sirve a la imagen primitiva de la determinacion de

una imagen persistente que no deja en ningun momento de ser

«medida orientativa de nuestra conducta», completamente dis-

tinta del ideal al que Platon imputo falsamente un significado

constitutivo como idea del entendimiento divino. Tanto mas

sorprendente, entonces, que en el contexto de las citas que he-

mos trafdo aqui a colacion se llame a la res publica noumenon 

 precisam ente un id eal  platonico.  No se t rata de una m era promesa, pues a continuacion se dice: una «sociedad civil orga-

nizada» segun este ideal «es la exposicion del mismo segun

leyes de libertad, mediante un ejemplo en la experiencia (res 

 publica fenomenon),  y solo puede ser laboriosamente conse-

guida luego de multiples guerras y hostilidades; mas su consti-

tucion, una vez conquistada en gran escala, se califica como

la mejor de todas». Ya la frase anterior habia concluido indica-

tivam ente en el m ism o sentido: «...capaz de alejar tod a guerra».En la determinacion del ideal, en cambio, se dice lo siguiente:

«Pero querer realizar el ideal en un ejemplo, como el estilo

en una novela, pongamos por caso, no es hacedero y lleva ade

mas en si algo de contrasentido y de poco edificante en la me-

dida en que las barreras naturales, que de continuo obstaculi-

zan la completud de la idea, hacen imposible toda ilusion en

tal intento e imposible tambien con ello, analogamente, el bien,

y ha sta sospechoso y m eram en te ficticio».89

En la filosoffa politica de Kant hay dos  versiones cla-ramente divisables. La version oficial sirve a la construccion de

un orden cosmopolita que supera la constriccion de la natura

leza, orden bajo cuyo presupuesto puede luego la doctrina del

derecho derivar las actuaciones polfticas de las actuaciones mo

rales: pero aun en un a situacion de ju stic ia real (se tra ta de la

condicion externa que puede permitir a los hombres una vida

social conforme a derecho), no significa la politica moral sino

un actuar recto a partir de la obligacion y bajo leyes positivas.El dominio de las leyes es garantizado mediante la notoriedad

 publica, esto es, m ediante una publicidad cuya capacid ad de

funcionamiento posibilita la base natural de la situacion de

derecho o de justicia.

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La otra version de la filosoffa de la historia, la inofi-

cial, parte de que la politica ha de urgir a la construccion de

una situacion de derecho. Para este fin se sirve ella de la cons-

truccion de un orden cosmopolita surgido de la constriccion

de la naturaleza y, especialmente,  de la politica moral. La po-

lftica no puede ser exclusivamente entendida de un modo moral, como un actuar segun obligacion y bajo leyes positivamen-

te e xistentes, leyes cuya positivizacion, en tend ida com o fin pro-

 pio de ese actuar, necesita m as bien de la consideracion hacia

una voluntad colectivamente unificada por la finalidad general

del pu blico; a sabe r: el biene star. Esa vo lun tad tiene a su vez

que ser pre serv ad a por m edio de la pub licidad . Pero ah ora tie

ne la publicidad que mediar entre politica y moral en un sen

tido especifico; en ella ha de aparecer de un modo inteligible

la unificacion de las finalidades empfricas de todos, la legali-

dad ha de resultar de la moralidad.

Con esta intencion cargara la filosoffa de la historia

con la tarea de guiar al publico; porque en ella, como prope-

deutica que es de una situacion cosmopolita, coinciden las le-

yes de la razon con las nec esida des del bie ne star: ella m ism a

ha de convertirse en opinion publica. Asf se llega a la notable

autoimplicacion de la filosoffa de la historia; ella estima el efec-

to retroactivo de una teorfa de la historia sobre el propio de-curso de esta: «Un inte n to filosofico de elab o ra r las leyes ge-

nerales de la historia universal segun un plan de la naturaleza

tendente a la completa unificacion civil de la especie humana

tiene que contemplarse como posible y hasta como exigible por

ese designio de la na tura lez a» .90 Con pro gresiva ilustrac ion «una

cierta participacion del corazon en el bien, participacion que

el hombre i lustrado comprende que no puede evitar , acabara

 por en tron izarse» .91 Asf ha de convertirse la filosoffa de la h istoria misma en una parte de la Ilustracion, la cual hace de ella

un diagnostico que la convierte en su andadura, puesto que sus

conocimientos penetran en el raciocinio del publico. Kant de-

dica en el contexto de su «h istoria veraz de la hu m an idad » al-

gunos paragrafos propios a las dificultades «de las maximas

aplicadas al progresar hacia el optimo universal en considera-

cion a su pu blicid ad ».92 De la instruc cion y ad oc trinam ien to del

 pueblo estarfan encargados profesores de derecho libres, los fi-

losofos, precisamente, los cuales estan desacreditados con el

nombre de ilustradores como peligro para el Estado. El pro-

gresar hacia el optimo universal necesita, sin embargo, desarro-

llar toda su actividad a plena publicidad («de modo que la

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 p rohi bic ion de publ ic idad imp ide el p rogreso de un pueb lo ha

cia algo m e jo r» ). 93

Las consecuencias , socavadoras del s is tema, de una f i -

losofia de la historia c apaz de implicar su propia intencion y

efecto aparecen precisamente en la categor ia de publ ic idad que

el la mis ma recl ama: en el cam ino his t or ico de su real izacion,

la razon exige, en coincidencia con la unidad inteligible de la

consciencia en general , una unif icacion de las consciencias em-

 pir icas; la pub li cidad ha de media r ent re aquel la y esta; su ge-

neral idad es la de una consciencia empir ica, consciencia a la que

la filosofia del dere cho hegel iana dar a su no mb re : opi nion pu-

 blica.

Espontaneamente , tan solo se acopla la publ ic idad a

las categor ias del s i s tema kant ia no mien t ras la separa cion — tam

 bi en obl igator ia, por lo p ron t o, para la filosofia polit ica— entre sujeto empir ico y sujeto intel igible, entre ambito fenome-

nico y ambi to noumenico, pueda contar con los presupues tos

sociales del mod elo libera l de public ida d: con la clasica rela-

cion bourgeois-homme-citoyen,  es to es , con la sociedad burgue

sa como el ordre naturel  capaz de conve rt i r  private vices  en

 public virtues.  Puesto que una serie de ficciones en las que se

ar t icula la autocomprens ion de la consciencia burguesa como

opinion publ ica penet ran en e l s i s tema kant iano, puede gracias

a el, a su vez, ganarse la idea de la publicidad burguesa pre-

cisamente en su conexion con e l presupues to de una base na

tural de la s i tuacion de derecho. No por casual idad se enfrenta

el concepto de la publicidad —en cuanto el la no puede seguir

garant izandose esa conexion— a los fundamentos del s i s tema

mismo. Ya Hegel pondra expresamente en duda el que la so-

ciedad burguesa pueda funcionar como un orden natural de ese

est i lo. A pesar de la base natural de la s i tuacion de derecho

o de jus t i ci a, la esfera pr iv at iza da del t raf ico m erca nti l y del

trabajo social amenaza con estallar a causa de sus conflictos in-

ternos. Mas en tales circunstancias no le conviene a la publi

cidad seguir s iendo el pr inci pio de med iac ion entre poli t ica y

moral , y en el concepto hegeliano de opinion publica se denun-

cia ya a la idea de la publicidad burguesa como ideologia.

14. Sobre la dialectica de la publicidad (Hegel y Marx)

En el contexto de las personas pr ivadas raciocinantes

se realiza lo que Kant l lama la «coincidencia publica» y Hegel

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la «opinion publica»; en ella encuentra su expresion «la ge-

neralidad empfrica de los puntos de vista y de las opiniones dem uch os».94 A prim era vista, Hegel parece de term inar esa mag-

nitud de un modo solo matizadamente distinto del de Kant:

«La libertad formal, subjetiva, de que los individuos como ta

les pueda n tene r y m anifestar su propio juicio, su pro pia opinion y su propia resolucion acerca de los asuntos generales,

hace a paricion en el con junto que se llam a opinion pu blic a» .95

Para aclarar este parrafo, define la funcion de la publicidad de

acuerdo con el modelo del siglo x v i i i , esto es, como raciona-

lizacion del dominio: «Lo que hay a de va ler ah ora no vale ya

 por m edia cion del poder, poco por la del hab ito y la costum- bre, y sobre to do por la m ediacion de la in telig encia y el fun-

dam ento»; y un poco d espues: «El principio del m undo m oder-

no exige que lo que haya de ser reconocido por todo hombrele aparezca como algo leg itimad o» .96 Y asf como K ant ofrece

la publicidad del raciocinio como piedra de toque de la verdad

 — piedra de toque en la que lo tenido po r cierto puede m ostrar-

se como valido ante todo hombre de razon—, asf tambien He

gel espera de la opinion publica «que una cosa es lo que al-

guien presume en casa, con su mujer o sus amigos, y otra lo

que acontece en una gran reunion, donde una inteligencia de-

vo ra a la o tra » .97 Por otro lado, la con tingenc ia de la generali-

dad meramente formal, que esta tambien adherida a la opinion

 publica, se ve obligada a hacerse con su p rop ia substancia fuera

de esta: es el conocim iento como m era apariencia. En la m e

dida en que el uso publico de la razon es cosa de sabios —elka ntiano conflicto de las facultades — , reb asa el conocer a la

mera apariencia; de ahf que Hegel coloque a la ciencia fuera

del am bito de la opinion pub lica: «Las ciencias, en la m edid a

en que — siempre que sean ciencias— no se hallan jam as so-

 bre el suelo del op inar y de los pun tos de vista subjetivos, asfcomo tampoco consiste su exposicion en el arte de los giros, del

in terp re tar y del m anifestarse o rese rva rse segun convenga, sino

en la manifestacion inequfvoca, determinada y abierta de la

significacion y del sentido, no caen bajo la categorfa de lo inte-

grable p o r la op inion public a» .98

La desconsideracion de la opinion publica resulta for-

zosamente del concepto hegeliano de sociedad civil. Cierto que,

 po r una parte , celebra el filosofo las leyes de la sociedad civil burguesa, rem itiendo a la econom fa po litica de Smith, Say y

Ricardo, como la apariencia de la racionalidad; pero la penetra-cion hegeliana en el caracter a la vez antagonico y anarquico de

ese sistema de necesidades destruye decisivamente las ficciones

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l iberales sobre las que se basaba la autocomprens ion de la

opinion publ ica como legi t ima razon. Hegel descubre la pro

funda escis ion de la sociedad burguesa, la cual «no solo no

sup er a la [ .. .] des igu ald ad [.. .] que se da en la nat ura lez a,

sino que [... ] l eva nta un a des igu ald ad del ta len to, de la ca-

 pac idad e incluso de la fo rmacion in te lect ua l y m o r a l » . 99 Porqu e«mediante la general izacion de las re laciones ent re los hom

 b res a t r aves de sus neces idades y de los modo s de p r e p a ra r

y disponer e l medio para e l las , aumenta la acumulacion de la

r iqu eza [ . .. ] , por una p arte, as i como, por la otra, el ais lamien-

to y l imi tacion del t ra bajo par t icu lar y, por cons iguiente , tam-

 bien la dependenc ia y es tado de necesidad de la clase adhe-

r ida a es te t rabajo [ . . . ] . Se pone aqui de manif ies to que nunca

le es bas tante a la sociedad burguesa la exageracion de la r i

queza, o lo que viene a ser lo mi sm o: que no esta en posesi on

de capacidad suf ic iente como para controlar la exageracion

de la pob re za y la prol ife rac ion de la pl eb e» .10tl El p ro le ta ri ad o,

c ie r t amente , s e de te rm ina de un modo m era me nte nega t ivo

entre los es tamentos de la sociedad burguesa , como una ca-

tegoria que alude a los necesi tados; pero la teoria, esbozada en

si lueta, del sub co ns um o (con las conse cuenc ias de un imperia-

l ismo anticipado: vease el paragrafo 246) , diagnost ica un con

f l icto de in tereses que descali f ica a l in teres co mu n y presunta-mente general del propietar io pr ivado pol i t icamente racioci -

nan te p r e s en t ando l o como un i n te r e s mer a men t e pa r t icu l a r.

 No pued e ya la op in ion publica del publico cons t i tui do por la

reun ion de las per sonas p r ivadas segu i r gozando de una base

 para su u n i da d y para su verdad ; acaba ra r ec a lando en la etapa

de un subjet ivo opinar de muchos .

La ambivalente posicion de la opinion publica se s igue

nec esa r iam ente de la «desorganizacion de la sociedad burguesa».

Pues , ^que aspecto tendr ia un Es tado que, segun la expres ion

de Hegel , se «confundi era» con la socied ad burgu esa , es to es,

que «se determinara por su garant ia de proteccion de la pro

 p iedad y de la l iber t ad per s on a l »?101 Ten de nc i a l me nte , en efec-

to, el Estado burgues de derecho, con cuya ayuda l levaran a

razo n las person as pr ivada s a l domin io segun la medi da de su

opinion publica, se i ra, por as i decir lo, ret i rando en la sociedad

 bu rguesa , se «confundira» con el la. Pero en el m o m e n to en que

la s i tuacion pr ivada como ta l «se cons t i tuyera en e lemento par -tic ip an te de los as un to s gen era les en el pod er le gisl ati vo» ,102

 p en e t ra r i a la desorgan izacion de la sociedad bu rg ues a en el

Estado. Puesto que el s is tema antagonico de necesidades es ta

disgregado en in tereses par t iculares , l levar ia una publ ic idad 

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 polfticam ente activa com puesta po r personas privadas «a un

opinar y a un querer inorganicos y al mero poderfo masivo

enfrentado al Es tado org an ico» .103 Para evitarlo, la preven cion

 policial tiene que con tro lar la am enazan te desorganizacion al

estilo de una atadura corporativa. El interes en la libertad de

comercio e ind us tria nece sita «de un a tal (atadu ra), tanto m ascuanto mas ciegamente hundido esta en la egofsta finalidad, y lanecesita para volver a lo general y para reducir y atemperar

las peligrosas sacudidas y el tiempo de permanencia del terre-

no en el que han de dirimirse las colisiones (de la sociedad bur-

guesa) con incon scien te nece sid ad » .104 Con este co ncep to de unasociedad corporat ivamente ret roacoplada ha rebasado Hegel

definitivamente la lfnea del liberalismo; tampoco el concepto de

 publicidad, que en c ierta m edida pertenece a la lim itada esfera

 privada, puede seguir siendo el lib eral.

La opinion publica tiene la forma del entendimiento hu-

mano sano, esta extendida entre el pueblo al modo de los pre-

 ju ic ios, y aun en esa tu rbu lenc ia refle ja , de todos m odos, «las

verdaderas necesidades y las tendencias correctas de la reali-

dad » .105 Llega p or sf sola a conscien cia — en la asam blea de esta-

mentos, que compromete a los estamentos profesionales de la

sociedad b urg ue sa en la tare a legislativa— . «La pu blicid ad de

la asamblea de es tam en to s» 106 no sirve, pues, pa ra establecerla conexion entre las discusiones parlamentarias y el raciocinio

 poli tico del publico, que criticarfa y con tro larfa al poder esta-

tal. Es mas bien principio de integracion desde arriba del ciu-

dadano, ya que «la apertura de esa oportunidad de conocimien-

tos tiene el sentido gen eral de llevar po r vez pr im era a la opi

nion publica a pensamientos verdaderos y de dotarla de penetra-

cion respecto de la situacion y el concepto del Estado y de sus

asuntos, y por el lo de dotarla por vez primera de capacidad

 p ara poder ju zg ar racionalm ente de to do eso, y luego tam biende aprender a conocer y a observar los negocios, los talentos,

virtudes y disposiciones de las instancias estatales y de los

funcionarios. Asf como esos talentos conservan en tal publicidaduna potente oportunidad de desarrol lo y un escenario honora

 ble , asf tam bien es ella (la publicidad) un m edio de salvacion

frente a la vanidad de los individuos y de las masas, y un me

dio instructivo para la formacion de estas, y ciertamente uno de

los de may or en ve rga du ra» .107 La pu blicida d re du cida a «medio

de formacion» no puede ya seguir siendo un principio de lailustracion y una esfera de realizacion de la razon. La publi-

cidad sirve meramente a la integracion del subjetivo opinar en

la objetividad, pu esta po r el esp fritu en forma de E stado. He

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gel se mantiene en la idea de la realizacion de la razon en un

«orden p len amen te jus to» ; en ese o rden co inc iden jus t i c i a y

fel icidad. Pero el raciocinio poli t ico del publico, la opinion pu

 blica, ha s ido descal if icada como ga r an te de la coincidencia; el

Estado, como la real idad que es de la idea moral , conlleva esa

garan t l a  per se,  p or su mer a exis tencia: «De ah! que la opinion publica cons iga a la vez la a tenc ion y el desprecio; este, por su

concreta consciencia y manifestacion; aquella, por su funda-

mento esencial que, mas o menos revuelto, solo en aquel con-

creto aparece . En la med ida en que ella (la opi nion publica)

no contiene ni la medida de diferenciacion, ni la capacidad de

realzar e l lado subs tancia l de un saber determinado, es enton-

ces la independencia respecto de e l la la pr imera condicion for

mal de algo grande y razonable ( tanto en la real idad como en

la c ienc ia )» .1tl8

La opinion publique  reaparece en la esfera de la opinion;  la razon real izada en e l Es tado exis tente cont iene enton-

ces , a su vez, e l impenet rable momento de la dominacion per

sonal , que habia s ido desplazado y disuel to por Kant en el am-

 b iente de la pub lic idad. Hegel r e su me su anal is is de la opinion

 publ ica en la s iguiente sentencia : «La sub je t iv idad, que como

disolucion de la es ta ta l idad exis tente t iene su mas externa ma-

nifestacion en el o pina r y el raci ocin ar — avalad ores de la con-t ingencia de el la y por tanto autod es t r uct i vos— , t iene su ver -

dadera real idad en su contrar ia , la subje t iv idad como ident ica

a la voluntad substancial , la cual const i tuye el concepto del po-

der pr in ci pe sc o». 1tl9 En el seno del Estad o, alcanza la l iber tad

subjet iva su derecho, como en un jue go de palabras , en el su

 j e t o del mo narca . No ejecuta este el derecho del publico, que

 — segun Kant — es uni co depos i ta r io de la posibi l idad de uni-

f icar las f inal idades. El poder pr incipesco t iene mas bien su

fundamento en aquel la inmediatez del mundo moral , a par t i r de

la cual han imp ues to por vez pr ime ra los suje tos ,e l derec ho de

su subjet iv idad. El monarca exper imenta «que un pueblo no

se deja con fundir resp ect o de su fun dam en to subs tancia l , su

esencia y el de ter min ado cara cter de su esp hi tu ; pero que, res -

 pec to del modo en que conoce esto y j u z g a conduc tas , aconte-

cimie ntos , etc. , resu l ta conf undi do por s! mi s m o ». 110 El dominio

solo es ta l imi tado por un es p m tu popu lar que es uno con el

orden espontaneo de la moral idad subs tancia l ; e l re ino de laI lus t racion, en cambio, en e l que e l esphi tu popular se sabe

opinion publ ica , permanece s in obl igator iedad. La sol idar idad

entre p olhi ca y moral es rec haza da por Hegel como una cues-

t ion mal planteada; f rente a la racional izacion del dominio me-

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diada por la publicidad pone el un existencialismo historico-

un iversal del esp fritu po pu lar: «D urante un tiem po fue muy

debatida la cuestion de si, en la oposicion entre moral y po-

lftica, debfa la segunda medirse de acuerdo con la primera.

Sobre lo cual solo es oportuno aqui observar que el bien de un

Estado t iene una justificacion com pletame nte dist inta de la del

 bie n del indiv iduo, y la substancia m oral, el E stado , tiene su

existencia, esto es, su derecho, de un modo directo, no abstrac-

ta, sino concretamente; y que solo esta concreta existencia,

y no uno de los muchos pensamientos generales adecuados a

mandamientos morales, puede ser principio del actuar y del pro-

ceder. El dictamen respecto de la hipotetica injusticia impu

table a la politica en esa hipotetica contraposicion, se basa mas

 bie n en la superficialidad de las rep resen taciones de la m orali-

dad, de la naturaleza del Estado y de las relaciones de este conel punto de vista moral».m Hegel desarma la espoleta de la

idea de la pu blicidad bu rguesa, pues la sociedad an arqu ica y

antagonica no rep rese nta la esfera — em ancipada respecto del

dominio y neutralizada desde el punto de vista del poder— del

trafico de las perso nas privadas au tonom as, sobre cuya base

 podrfa un publico de personas p rivadas tra s lad a r la au toridad

 politica a un pla no racional. Tam poco la sociedad bu rguesa pue-

de absten erse de dom inio; su tend en cia n atu ra l a la desorgani-

zacion le lleva a necesitar como ninguna otra de una integra-

cion por medio del poder politico. La construccion estatal-es-

tamental de Hegel reacciona a contradicciones que el ha visto

solidamente asentadas en la realidad del Estado burgues de de-

recho de impronta anglosajona o francesa; solo que no ha que-

rido considerar esa realidad como una realidad de la sociedad

 bu rguesa p ro g resada .111a

El joven Marx ha visto eso con penetracion. No se le

escapa que los estamentos «polfticos» de la sociedad preburgue-sa se han disuelto, en la burguesa, en meros estamentos «so-

ciales»; adscribirles a ellos, sin embargo, la funcion politica

de mediadores entre Estado y sociedad, equivale al impotente

intento restaurativo «de precipitar de nuevo a los hombres en

la esfera po litica con la lim itabilidad de su esfera priv ad a» .112

La consti tucion neoestamental quiere hacer retroceder la se-

 paracion, facticam ente realiz ada, entre Estado y sociedad al

modo prusiano, glorificado por Hegel. Marx ve que tiene que

formarse una «republica», la forma del Estado burgues de dere

cho, «allf donde la esfera privada consigue una existencia auto-

no m a» .113 H asta ese m om ento tenia la sociedad «un carac ter

directamente politico, esto es, los elementos de la vida civil.

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como po r ejemplo la pro pied ad , o la familia, o el estilo y modo

de trabajo, estaban elevados a elementos de la vida estatal bajo

la forma de senorfo, estamento y corporacion. Determinaban en

esa forma la relacion del individuo suelto con el todo estatal,

esto es, su relacion politica, esto es, su relacion de separacion

y exclusion respecto de las otras partes constitutivas de la so-

ciedad [. . .] . La revolucion politica, que constituyo al Estado po

litico como asunto general, esto es, como Estado real, deshizo

necesariamente todos los estamentos, corporaciones, gremios y

 priv ilegio s [.. .]. La revolu cio n polit ica llevo consigo la abolicion

del ca rac ter po litico de la sociedad civil. Deshizo a la sociedad

civil en sus partes constitutivas mas simples, en individuos, por

una parte, en los elementos materiales y espirituales que for

man el contenido vital, la situacion civil de estos individuos,

 por la otra. Desencadeno el espfritu polit ico que, por asf decir-lo, estaba disgregado, deshecho, disperso por los diversos ca-

llejones sin salida de la sociedad feudal; lo recompuso, lo li-

 bero de su m ezcolanza con la vid a civil y lo constituyo como

esfera de la comunidad, como la esfera de los asuntos genera-

les del pueblo, en ideal independencia respecto de los elemen-

tos p artic u lare s de la vida bu rg ues a» .114

Como la ultima frase deja adivinar, Marx trata de un

modo ironico a la publicidad polfticamente activa (la «ideal in-

dependencia» de una opinion publica compuesta por propieta-

rios privados raciocinantes que se creen hombres autonomos).

Pero, con objeto de captar su momento ideologico, toma la idea

de la pu blicidad bu rgu esa seriam ente en la m edida en que re-

sulte coincidente ese momento ideologico con la autocompren-

sion de las circunstancias y relaciones polfticas avanzadas de

Francia e Inglaterra. Marx critica la constitucion neoestamen-

tal de la filosoffa del Estado de Hegel segun el patron del Es-

tado burgues de derecho, solo para desenmascarar a la idea dela «republica» como contradiccion y para poner a la asentada

idea de la publicidad burguesa ante el espejo de las condicio-

nes sociales de posibilidad de su realizacion totalmente imbur-

guesa.

Marx denuncia a la opinion publica como falsa cons-

ciencia: ella se ocu lta a si m ism a su ca rac ter de m asc ara del

interes de clase burgues. La crftica marxiana de la economfa

 polit ica toca, en efecto , a los p resupuestos sobre los que se

 basa la autocom prension de la pub licidad polfticam ente activa.

Segun esa crftica, el sistema capitalista no puede, abandona-

do a si mismo, reproducirse sin crisis como un «orden natu-

ral». Ademas, el proceso de valorizacion del capital se basa en

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daderamente los intereses ciudadanos, deberfa salirse de su

realidad burguesa, «abstraerse de ella, retirarse de esa organi-

zacion global hac ia su ind ivid ua lidad» .117 La concep cion en la

que las personas privadas reunidas en publico acaban coinci-

diendo luego de discursos y contradiscursos, no puede ser con-

fundida con lo ju sto y con lo correcto: tam bien la terc era iden-

tificacion —la central— entre opinion publica y razon resulta

quebrantada. En tanto no sean efectivamente neutralizadas, en

la reproduccion de la vida social, las relaciones de poder y la

sociedad civil misma se base aun en el poder, ninguna situacion

de derecho o justa que reemplace la autoridad poli t ica por la

au torida d racional puede co ns truirse sobre su base. Asf pues,

tampoco la disolucion de las relaciones feudales de dominio en

el medio del publico raciocinante es la pretendida disolucion de

todo dom inio politico en general, sino su perp etuac ion en otraforma — y el Estado de derecho, ju n to a la pu blicidad como

 principio cen tral de su organizacio n, m era ideologfa— . Preci-

samente la separacion entre los ambitos publico y privado im-

 pid e en esta eta pa del capitalism o lo que la id ea de la publicidad

 burguesa p rom ete.

En la polem ica en torno de las refo rm as electorales, a

las que a com ienzos de los anos tre in ta habia seguido, en Fran-

cia e Inglaterra, una cierta extension del derecho electoral, se

objetiva la lucha por la realizacion del Estado burgues de de

recho. Es, empero, notable que Marx viera ya tambien en ello

un precedente de la constitucionalizacion de la sociedad bur

guesa; en el m ismo con texto se dice: «Que la sociedad burgue -

sa penetre, masiva, y completamente en la medida de lo posible,

en el poder legislativo, que la sociedad burguesa real quiera

substituir a la sociedad burguesa ficticia del poder legislativo,

todo ello, no es sino su aspiracion a dotarse de existencia po-

lftica» .118 El joven Marx da, antes de 1848, un a interp retacio nradical-democratica de la tendencia a la generalizacion del de-

recho electoral; el anticipa un a transform acion de la pu blicidad

 burguesa, de la cual, luego de la sublevacion de jun io de los

obreros de Paris, h ara un diagnostico much o mas claro: «El

regimen parlamentario vive de la discusion acerca de como

 proh ib ir la discusio n. Todo in teres, toda institucion socia l son

aqui transformados en pensamiento general , t ratados como pen-

samiento acerca del modo de afirmar algun interes, alguna ins-

t i tucion  frente   al pensamiento e imponerlos como artfculos de

fe. La lucha oratoria desarrollada en la tribuna da lugar a los

golfos de la prensa, el club de debates del Parlamento se com-

 p leta necesariam ente con los clu bs de debates de los salones

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y las tabernas; los representantes, que apelan constantementea la opinion popular, autorizan a la opinion popular a decir su

verdadera opinion a traves de peticiones. El regimen parlamen-

tario lo abandona todo a la decision de la mayoria acerca del

modo de evitar que las grandes mayorfas decidan mas alla delParlamento. Si acariciais los violines con la cuspide del Esta-

do, ^que otra cosa podrfais esperar sino que los de abajo bai-le n?» .119

Marx ha anticipado en diez anos la perspectiva de ese

de sarrollo: en la m edida en que las capas no bu rgu esa s e ntren

en la pu blicidad po litica y se instalen en sus institucion es y partic ipen en la p rensa, en los partido s, en el Parlam ento , el

arma de la publicidad, afilada por la burguesia, se volvera con

tra ella. Marx imagina que la sociedad misma se hara politica

 por esa via; las reform as electorales parecen m o stra r ya, den-tro de la publicidad establecida, la tendencia a la disolucion

de esta: «En la m edida en que la sociedad b urg ue sa ha plan-

teado realm en te su existencia po litica como su ve rd ad era exis-tencia, ha hecho inesencial la distincion entre su existencia civil

y su existencia politica; y con uno de los miembros separadoscae su otro, su contrario. La reforma electoral significa, pues,

dentro del Estado politico abstracto, la disolucion de este, pero

tam bien la disoluc ion de la sociedad civil b u rg u es a» .120

La pub licidad burg ues a ha surgido h istoricam en te en

conexion con un a sociedad sep arad a del E stado : lo social pued e

consti tuirse como esfera propia en la medida en que, por un

lado, la repro du ccio n de la vid a social conlleve form as priv ad as, pero, por el otro, tam bien en la m edida en que el am bito pri-

vado en su con junto a dq uie ra relevan cia pu blica. Las reglas

generales del trafico entre las personas privadas se convertfanaho ra en asunto pub lico. En la polem ica que las pe rson as pri-

vadas se apresuraron a desarrollar , enfrentadas al poder publico, en torno de este asunto, llego la publicidad burguesa a su

funcion politica: las perso nas p rivad as re un idas en pub lico hi-cieron de la confirmacion de la sociedad como una esfera pri-

vad a un tem a publico. Pero ya a m ediad os del siglo x i x    podia

anticiparse que esta publicidad, de acuerdo con su propia dia-lectica, llegarfa a estar compuesta por grupos que, al carecer

de disposicion sobre propiedad alguna, y con ello, de una base para su autonom ia privada, no podfan ten er ningun in teres en

el m an tenim iento de la sociedad como esfera privada . Si ellos, como pub lico am pliado , se co nv irtieran en sujeto de la publici-

dad desplazando a los burgueses, la estructura de la publicidad

se transformarfa de rafz. Tan pronto como la masa de no pro-

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 pi et ar ios el eva a t e m a de su  raciocinio publico a las reglas ge

nerales del t raf ico social , se convier te la reproduccion de la

vida social co mo tal en asunt o general y ya no me ra m en te su

forma de apropiacion pr ivada. La publ ic idad democrat ico- revo-

lucionar ia , «que q uiere subs t i tu i r la sociedad burg uesa f ic ticia

del poder legis lat ivo por la sociedad real», se t ransforma de estemodo fun dam en tal men te en una es fera de publ ica consul ta y

de decis ion respec to de la direccion y la admi ni s t rac io n de todo

 proceso necesar io para la r ep ro du cc io n de la sociedad. El enig

ma de una «sociedad poli t ica», fo rmu lad o por Marx en su cr i

t ica de la f i losofia hegeliana del Estado, encontrara su clave unos

 pocos anos despues en el l ema p r og ram at ico de la social izacion

de los medios de produccion.

Con ta les presupu es t os p uede entonce s ta mbie n la pu

 bl ic idad rea l iza r s e r i ame nt e lo que s i empre habia p rom et ido :

la racional izacion del dominio poli t ico como un dominio de

hombres sobre hombres . «Si en el curso de la evolucion desapa-

recen las d i ferencias de c lase y se concentra toda produccion

en las manos de los individuos asociados, entonces perdera el

 pode r publ ico su ca rac te r pol i t ico. El pode r poli t ico en el sen-

t ido prop io de la pala bra es la violencia organiz ada por una

clase par a la opr esion de otra ». 121 Ya su invest igacion sobre

 La miseria de la filosofia  p ro udhon iana la hab ia acabado Marxcon la afirmacion de que «solo en un orden de cosas en el que

no se den ni clases ni conflictos de clases dejaran de ser las

evoluciones sociales revoluciones politicas».122 Con la disolucion

del poder poli t ico en poder publico, la idea l iberal de una pu

 bl ic idad po l i t i camen te act iva ha enc ont rad o su formula so-

cial is ta. Asi lo ha interpretado Engels , como es sabido, en apos-

t i l la a una af irmacion de Saint-Simon, al decir que, en el lugar

del gobierno sobre las personas aparecera la adminis t racion so-

 b re las cosas y la di reccion de los p rocesos de p r o d u c c io n .123 No la au t o r idad como tal desapa recera , s ino la au tor idad poli

t ical las funciones publicas subsis tentes y las de nueva forma-

cion t ransformaran su caracter pol i t ico en un caracter admi-

nis trat ivo. Esto es , empero, solo posible s i «los productores aso-

ciados [...] regu lan raci ona lm ent e su met abo li smo con la na-

turaleza, lo som et en a su comun control , en vez de ser domina-

dos por el com o si de un a ciega pot enci a se t ra t ar a » .124

Marx saca de la inmanente dialect ica de la publicidad bu rg ues a las consecuenc ias social is tas de un con t ramode l o en

el que la clas ica relacion entre la publicidad y la esfera pr ivada

se invier te. La cr i t ica y el control de la public idad se ext ienden

a aquella par te de la sociedad burguesa deposi tar ia de la dis-

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15. La ambivalente concepcio n de la publicidad en la teoria del liberalismo (John Stuart Mill y Alexis de Tocqueville)

La dialect ica de la publicidad burguesa no se ha com-

 p le tado como haM an an t i c ipado las p r im e ra s expect a t i vas so-

cial is tas . La extension de los derechos poli t icos de igualdad a

todas las clases sociales acontecio en el marco de esa misma

socied ad de clases . La publ icid ad «amplia da» no l levo en lo

esencial a la superacion de la base sobre la cual habia aspirado

el publico de los propietar ios pr ivados a algo as! como una

domin acio n de la opinion publ ica . Eso por una par te . Por la

ot ra , se mant iene la cr i t ica de la ideologla tan manif ies tamente

en la idea de la pub lic ida d bu rg ue sa que, bajo las condi ciones

socia les de la t ra nsf orm ada «opinion publica», a med iado s des iglo , precisamente cuando el l iberal i smo economico a lcanzaba

su punto culminante, los f i losofos sociales sectar ios de el se

v ie ron neces i t ados de negar p rac t i camente a l a pub l ic idad bur

guesa incluso a l l i donde todavia la celebraban. Esa ambiva

lente c once pci on de la publ icid ad en la teoria del l iberal is mo

se niega, por cier to, a reconocer el confl icto es tructural de la

sociedad, del que el la misma resul ta; mas la apologia l iberal

se ha mostrado superior a la cr i t ica social is ta por lo que hace

al modo en que aquel la cues t iona los presupues tos fundamenta-

les en los que ambas, tanto en el modelo clas ico de la publici-

dad burguesa , como en e l cont ramodelo dia lect icamente esbo-

zado, coinciden.

La idea de la racional izacion del dominio poli t ico habia

sido esbozada por la consciencia burguesa del s iglo x v i i i en el

marco de la f i losofia de la his tor ia. Desde la perspect iva por

e l l a t r azada podlan conceb i r se t ambien los p resupues tos so

ciales de una publicidad polf t icamente act iva al modo de un«ord en natural» . Lo cual podia ofrecer una base nat ura l a la

 pub l ic idad de modo que se ga ran t i za ra un cur so au t o n o m o y, en

 pr incipio, a rm on ic o a la r ep ro du cc io n social. En coi ncidencia

con el lo, la opinion public a es tar ia, por un lado, de sca rga da de

confl ictos es tructurales , y por el otro, en la medida en que

conoce las leyes de movimie nto inma nen tes de la sociedad y

las t iene en cuenta , podr ia tomar decis iones de acuerdo con

normas obl igator ias , las cuales vendr ian a ser regulaciones prac-

t icamente necesar ias para e l in teres general . Presupues tas esas

ci rcuns tancias , no se requer i r ia formacion de la voluntad a lgu-

na en lo que a las disposiciones detalladas hace, sino solo en el

hal lazgo de la ve rd ad en lo pr inci pal . Aquel modelo de una p u

 bl ic idad po l f t i camente act iva, que p r e te nde la convergencia de

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opin ion publ ica y r azon , acep ta como ob je t iv ament e posib le

la r educc ion a un mm im o — por medio del o rden na tu ra l o, lo

que viene a ser lo mismo, por medio de una organi zacion de

la sociedad es t r ic tamente or ientada en e l sent ido del in teres

gen eral — de los confl ictos de intere ses y de las deci s iones buro-

crat icas y, en la medida en que resu l ten inevi tables , su subor-

dinacion a cr i ter ios que gocen de la conf ianza del ju ic io publ i

co. Mient ras los socia l i s tas se dedican a demost rar que la base

de la idea de la publ ic idad burguesa no sat i s face esos presu

 pues t os y que, pa ra sat is facer los , ser ia m e n e s t e r o tr a base, to

man los l iberales la manifes tacion de la misma contradiccion

como mot ivo para poner en duda los p resupues tos de l a base

natural misma sobre la que la publ ic idad pol f t icamente act iva

habr ia de basa r se — para , de todos modos , conver t i r en unacues t ion tanto mas decis iva la de la conservacion de una forma

rela t iv izada de publ ic idad burguesa — . Con el l ib era l i smo pierde,

 pues , la au t oconsc ienc i a b u r g u e s a de la pub l ic i dad la fo rma de

la f i losofia de la his tor ia en provecho de un common-sense-me- liorismus127 — se hace «real i s ta»— .

La misma manifes tacion externa de la publ ic idad, ma-

nifestacion con la que s iempre ha contado la idea de publi-

cidad para revest ir cier ta evidencia, se modif ico con el movi-

miento car t i s t a en Ing la t er r a y con la Revoluci on de febrero

en e l cont inente . Has ta entonces podia e l publ ico ser in terpre-

t ado como publ ico de ind ividuos l ib res — aun cuando es tuv ie ra

mas o menos so l idamen te adhe r ido a l a r eprese n tac io n , j e ra r -

qu ic amen te esca lonada y comu nal me nte sup erv i sada , de los ran-

gos soci ales— . El tra to se realiza en el am bi en te de la «socie-

dad», recibi da de la nobleza y var i ada por la burg ues i a , se-

gun reglas de igual dad y fra nqueza, seg un el codigo de la aut o

 p ro t ec c ion y la deferencia. La d isposi cion a ac ep t a r r e d p r o c a -me nt e los roles e s tab leci dos —y, a la vez, a i r real izar los— , se

 bas aba en la ju s t i f i ca da conf ianza en que las re laciones amigo-

enemigo es taban efect ivamente excluidas del seno del publ ico ,

cuyo presupues to era e l in teres comun de c lase . Y una c ier ta

racio nal idad em an ab a ya de las formas rac iocin antes de la dis-

cusion publica, as! como de la convergencia de las opiniones en

las reglas de la crit ica y en el objetivo de la polftica. Mas tu-

vieron que observar , los ref lexivos coetaneos de la publicidad

 b ur gue sa desar ro l l ada , como esta r asg ab a velos; por lo p ron to,el publico se va ampliando, informalmente, a t raves de la di-

vulgacion de la prensa y la propa ga nda ; ju n t o a su exclusividad

socia l perdera tambien la conexion que le aseguraban las ins -

t i tuc iones de l t r a f i co soc ia l , y perdera t ambien un re la t ivamente

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tes de pro pied ad e instru ccio n — y lo exije, prec isam en te, po r

med io de la extension de los derecho s politicos igu alitario s— .La refo rm a del derecho electo ral es el tem a del siglo x i x : la

ampliacion del publico, y no ya meramente, como en el si

glo x v i i i , el principio de la publicidad como tal. La autotemati-

zacion de la opinion publica desaparece en la misma medidaen que la practica secreta de los gabinetes le quita a ella la

finalidad polemica definida, convirtiendola en algo en cierto

modo difuso. La unidad de la opinion publica y su inequivocidadno sera ya comunmente garantizada por los adversarios. Libe-

rales como Mill y Tocqueville estiman el proceso, al que estan

resueltos a afirm ar — po r el principio de la pub licidad— , pero, por las consecuencias del m ism o sobre ese m ism o principio , es-

tan resueltos a desestimarlo. Porque los irreconciliables inte-

reses que, con la ampliacion del publico, fluyen a la esfera dela publicidad se procuran su propia representacion en una

opinion publica escindida y convierten a la opinion publica

dominante en cada momento en un poder coactivo, a pesar de

que, en otros tiempos, tenia que ser ella la encargada de disolver todo tipo de coaccion en la unica coaccion de la inteligen-

cia. Asf deplora Mill precisamente el «yugo de la opinion publi-ca», el «medio de coaccion moral que es la opinion publica»; y

su gran alegato On Liberty  va ya dirigido en contra del poder

de la publicidad, que hasta ahora habia valido de un modoabsoluto como garantfa de la razon contra el poder. Se ve «en

el conjunto una creciente tendencia a extender el poder de la

sociedad mediante el dominio de la opinion publica, una ten-

dencia que esta llegando ya a la impertinencia». El dominio de

la opinion publica aparece como el dominio de la muchedumbre

y de los m ed iocre s: «En la vida del E stado, dec ir que la opinion

 publica gobierna al m undo suena a to pico. El unico poder que

conserva aqui todavfa su buen nombre es el de las masas y elde aquellos gobiernos que se conviertan en instrumentos de

las exigencias y las inclinaciones de las masas... Y, lo que cons

tituye una novedad aun mas significativa, las masas crean ac-

tualmente sus propias opiniones, no ya a traves de dignatarios

de la Iglesia o del Estado, no ya a partir de lfderes o de escritosque sobresalgan por encima de lo habitual. De la elaboracion

intelectual de esas opiniones cuidan hombres de poco mas o

menos la misma catadura, los cuales, bajo el impulso del mo

mento, se dirigen a ellas (a las masas) a traves de los perio-d ic os» .130

Tambien Tocquevil le trata a la opinion publica mas

como coaccion que impele a la conformidad que como una po-

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tencia de la cr i t ica: «En la medid a en que los ciud ada no s se

equiparan unos con ot ros l legando a ser analogos , d isminuye

en cada uno la incl inacion a creerse ciegamente a un deter-

minado hombre o a una determinada c lase . Crece la propens ion

a creer en la masa, y cada vez mas es la opinion publica quien

gobierna al mundo. . . La publicidad posee en los pueblos demo-crat icos un poder unico, excepcional . No convence de sus con-

cepciones, las impone, y macula a las almas por medio de una

 p res ion inte lectua l violenta e j ercida por todos sobre el enten

dimiento de uno. En Es tados Unidos la mayor ia t iene como ta

rea presentar ante los individuos un conjunto de opiniones

acabadas, y as i les sustrae a la obl igacion de formarse el los una

 propia. De modo que, por lo que a cuest iones filosoficas, m o

rales y poli t icas hace, exis te un gran numero de teorias que to

dos aceptan, confiando en la publicidad, s in parar a examinar-

las ».m Igual que Mil l, Tocquevil le cree ta mbi en vivir en una

epoca en la que hay que considerar a la opinion publica como

una fuerza que, en el mejor de los casos, puede servir para

limitar al poder, pero a la que, en cualquier caso, hay que so-

me te r tamb ie n de un modo efect ivo: «Si un hom br e o un par-

t ido sufren en Estados Unidos una injust icia, ^a quien han de

acu dir? la opinion publica ? Es ella quien const i tuye la ma

yoria; ^a la instancia legis lat iva? Es el la quien representa ala mayoria y quien la obedece ciegamente; ^a la ejecutiva? Ella

es desi gnada por la mayoria. . . ; ^al or den pu blico? Al f in y al

cabo no es sino la may ori a arm ada ; ^a los ju ra do s? El colegio

de ju ra d o s es la ma yo ri a. . .» .132

Del mismo cues t ionamiento par t i ra Mil l para exponer

el v ie jo problema de la l iber tad de pensamiento y expres ion

de un modo dis t into a como se habia planteado, en el contexto

de la lucha del publico contra la autor idad, desde la celebre

 Disertacion Areopagftica  de Milton. Alli donde el poder del so-

 b era no ha sido subs t i tu ido por el al pa rece r no menos arbi tra-

r io de la publicidad, la opinion publica que l lega a imponerse

no escapa al reproche de intransigencia. La exigencia de toleran-

cia se dirige a ella, no a los censores que antes la oprimian; y

el derecho a la l ibre manifestacion de la opinion no ha ya de

 p ro teger al r ac iocinio cr i t ico del publ ico frente a las acome t idas

de la policia, sino de las aco me ti da s del publ ico m is mo a los

no confor mista s: «En nuest ra era el ejemplo de la no coinci-dencia pres ta [...] un servicio meri tor i o. P rec isa me nt e por que

el poder de dominacion de la opinion (publica) ha llegado a ro-

 bus te ce r s e t an t o que lo ex t rao rd inar io , lo fuera de lo comun,

 puede conver t i r se en mot ivo de reproche , p rec i sa me nte por el lo

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es de desear que lo ex traordin ario em piece a m en ud ea r pa ra

q u eb ra n tar ese po de r de do m inac ion» .133 Mill des arro lla pa ra las

opiniones en disputa en el plano de la publicidad un conceptode tolerancia, b usc an do la analogfa con la disp uta religiosa. El

 public o rac iocinan te no puede acceder ya a una opin ion racio-

nal porque «solo la diferenciacion de las opiniones en el estadodado del entendimiento humano concede a todos los aspectos

de la ve rdad u na esp eran za de jueg o lim pio ».134 La resignac ionante la insolubilidad racional de los intereses concurrentes en

la publicidad se inserta en una teorfa del conocimiento perspec-

tivista: puesto que los intereses particulares no pueden en ab

soluto ser medidos con los generales, las opiniones, en las queestos encarnan, mantienen un irreductibe nucleo de creencia,

de fe. Mill reclama tolerancia, no crftica, porque los restos dog-

maticos pueden ser perfectamente sofocados, pero no reducidos al com un d en om inado r de la razon. Lo que im pide la un i

dad de razon y opinion publica es la falta de aval objetivo de

una concordancia, socialmente realizada, entre los intereses, la

no demostrabil idad racional de un interes general .

Bentham aun habia podido acudir a la mayoria como

criterio para averiguar si una decision ha sido tomada en el

intere s ge neral. Mill puede, en camb io, sobre la base de sus ex-

 periencias con el m ovim iento ca rtis ta , senalar que la m ayoriadel publico ampliado no la constituyen los propietarios priva-

dos, sino los proletarios, «que estan todos en la misma situacionsocial, y que, en substancia, pertenecen todos al mismo esta-

m ento profesional, a saber: la clase de los trab aja d o res m anua-les corrientes. N o q uerem os con ello ha cer ningun rep roche ;

todo lo que podrfamos decir en contra de una tal mayoria

 podrfam os tam bien decir lo de una m ayoria com puesta por nego-

ciantes o propietarios. Cuando se da una identidad de si tua

cion y de actividad profesional , aparece tambien una identidadde inclinaciones, padecimientos y prejuicios; y dotar a una de

esas clases de un poder absoluto, sin oponerle un contrapeso de

inclinaciones, padecimientos y prejuicios de otro tipo, quiere

lisa y llanamente decir que se esta emprendiendo el camino masseguro para aniquilar toda esperanza de mejora. . .». La opinion

 publica se convierte en un poder entre o tros poderes. Por eso

no puede creer Mill «que estuviera Bentham utilizando del modomas provechoso sus grandes dotes cuando pretendio entronizar

a la mayoria, prescindiendo del rey y de la Camara de loslores, por medio del sufragio universal; y no solo eso, sino que

agoto todos los recurso s de su ingenio p ara cen ir po r todoslos medios imaginables el yugo de la opinion publica cada vez

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mas prieto sobre el cuello de todos los funcionarios publicos...

Mas seguram ente se ha hecho ya bastante p or un po der cuando

se le ha convertido en el mas fuerte; a partir de entonces hay

que procurar mas bien que ese poder mas fuerte no aniquile

a tod os los dem as» .135

La publicidad polfticamente activa no esta ya subordi-na da a la idea de una d isolucion del pode r: mas bien ha de

servir al reparto de este; la opinion publica se convierte en

mera limitacion del poder. El sentido de ese cambio aparece

en la declaracion de Mill: a partir de entonces  hay que pro

curar mas bien que ese poder mas fuerte no aniquile a todos los

demas. La interpretacion l iberalista del Estado burgues de

derech o es re-accionaria: reacc iona frente a la fuerza adq uiri-

da en las instituciones de ese Estado por la idea de autodeter-

minacion de un publico raciocinante tan pronto como este es

transformado por la entrada de las masas, incultas y desposef-

das. Lejos de m an ten er un idos desde el comienzo a los llam ados

momentos democraticos con los originariamente liberales, esto

es, lejos de haber tenido nunca reunidos los motivos hetero

geneos, 36 el E stado burgu es de derecho es aho ra interp retad o

 bajo el p rism a de ese aspecto dual del liberalis m o. Mill se en-

frenta a la idea de publicidad segun la cual seria de desear que

«las muchedumbres llevaran todas las cuestiones polfticas antesu propio tribunal y decidieran segun su propio criterio, ya que

en tales circunstancias se necesita de los filosofos para ilustrar

a los grupos y conseguir de estos que aprendan a dignificar

la mas profu nd a vision de las cosas que tienen aq uello s» .137

Mill, en cambio, opina que «las cuestiones polfticas no deben

ser decididas mediante un llamamiento directo o indirecto a la

inteligencia o a la voluntad de un conjunto ininstruido, sino

solo mediante la pertinente consideracion de los puntos de vista

instruidos y cult ivados de un relat ivamente reducido numero

de person as especialm ente llamad as p ara e sta tar ea » .138 Tocque

ville comparte la concepcion de Mill respecto del representative 

governement:  la opinion pu blica determ inad a po r los padeci-

mientos de las masas necesita purificarse mediante los puntos

de vista ejemplares de ciudadanos materialmente independien-

tes; la prensa, aun cuando importante instrumento de i lustra-

cion, no b asta p ara este proposito. La rep resentacion poli tica

debe evidentemen te ba sarse en un a jerarq u fa social; Tocqueville se acuerda de los  pouvoirs in termedia tes,  de los poderes

corporativos de la sociedad preburguesa estamentalmente art i-

culada, de las familias y personas que, por nacimiento, riqueza

e instruccion, sobre todo po r pro pied ad de la tierr a y privile-

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gios a ella vincu lados, «destaca ban y parec fan estar llam ados al

m an do» .139 No se le e scapa que sacar de la tie rra de la sociedad

 burguesa el fruto de una nueva aris toc rac ia es cosa punto me-

nos que imposible, «pero me parece que los simples ciudadanos,

en la medida en que se unan, estan en condiciones de dar una

imagen op ulenta, influyente y po derosa , en un a pa labra : de pe r

sonas aristocraticas [. . .] Una asociacion politica, industrial, co

mercial o hasta una asociacion cientffica o literaria equivale a

un ciudadano mas instruido y mas poderoso, que no se deja

coac cionar cap richo sam ente ni op rim ir en solitario ».140 Los ciu-

dadanos instruidos y poderosos deben, a falta de una aristocra-

cia de nacimiento, constituir el publico de elite cuyo raciocinio

es determinante de la opinion publica.

Frente a una opinion publica que, al parecer, de ins-trumento de emancipacion que era se ha convertido en una ins-

tancia opresiva, no le queda otro remedio al liberalismo, de

acue rdo con su pro pia logica, que em plear toda s sus fuerzas

en combatirla. Ahora hay que recurrir a la organizacion res-

tr ict iva para garantizar la influencia de una opinion publica

minoritaria frente a las opiniones dominantes, influencia que,

 per se,  no lograrfa im ponerse. Para afirm ar el princ ipio de

 publicidad frente al poder de dom in acio n de una confundi-

da opinion publica, tiene que enriquecerse aquella opinion pu-

 blic a m in o ritaria con ele m entos de public idad rep resen ta tiv a has-

ta el punto en que sea posible la constitucion de un esoterico pu

 blico de « represen tantes».* Fren te a este , deberfa lim itarse el

 publico — al que tan solo le es dado dejar que le rep resen ten—

«a con vertir en objeto de su juicio , po r lo com un, m as al ca

rac ter y a los talen tos de las pe rson as a las que llam a pa ra

que se ocupen de estas cuestiones, en vez de las suyas propias,

que a las cu estion es m ism as » .141 Mill escrib e e sta frase solo cua-tro anos despues del llamamiento que los whigs  habfan hecho

a sus electores en el mas estricto sentido de la publicidad po-

lfticamente activa: remember that you are now fighting fo r  

things, not men!   ** Pero solo muy debilmente es el pro y el con

* En aleman,  Reprasentanten.  Cuando en este contexto seutiliza ese latinismo en vez de la voz propiamente germanica (que

seria Vertretern),  se esta implicando a «representantes» en el sen-tido de la publicidad representativa estudiada en el paragrafo se-gundo de este libro, antes que a los representantes en sentido de-mocratico-parlamentario moderno.

** Traduccion literal: «jRecordad que ahora luchamos porcosas, no por hombres!»

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t r a de a rgu mento s y con t ra argu men tos desp lazado por el me-

canismo de la personal izacion: las c i rcuns tancias obje t ivas se

exponen biograf icamente arropadas. Mil l se res igna a la psico-

logia social del publico de masas y exige una publicidad li te-

r a lmente r eba jada , una publ ic idad «represen ta t ivamente» es -

calonada.

Tocquevil le, que por su procedencia, era antes un oposi-

tor del absolutismo monarquico del siglo x v i i i que un liberal

del siglo XIX, y q ue sin em ba rg o de lo cual, y aca so pr ec isa me n-

te por esto, es taba c omo hec ho para el l ibe ral ismo , re cl ama la

abolicion de los viejos  pouvoirs intermediates  y exi ge la crea-

cion de nuevos poderes in termedios para inser tar ef icazmente

a la opi nio n publi ca en la division y limi tac ion de los poder es;

 por eso le l lamo Mill un «Mont esqu ieu de nu es t r a epoca». La bu rgues ia , que ha dejado de ser l iberal, se convier te al l ibe

ral ismo y se aferra a las garantias de las organizaciones pre-

 bu rg uesas : a aquellos de rechos defensivos de las l ibe r tades es-

tamentales , subs tancia lmente d is t in tas de las l iber tades de los

derechos hum ano s bu rg ues es .142 De todos modos , Tocquevi l le

va mas al la de Mil l , puesto que su anal is is de la publicidad no

solo se ref iere al «poder de dominacion de la opinion publica»,

s ino tambien a una manifes tacion complementar ia de la misma,

a saber : e l despot ismo de un Es tado crecientemente burocrat i -

zado. Cum plid a ya la persp ect i va de la oposicion de los es ta

mentos al Ancien Regime, Tocquevil le observa con gran preo-

cupacion la tendencia que el l lama «central izacion del poder

gubernat ivo». En efecto: el rob us to po der es tata l pre tendid o

 por los mercan t i l i s t a s habia l legado en el siglo xix de la mano

de los l iberales; como es sabido, se creo en In gl at er ra por vez

 p r im era una ad m in i s t r ac ion central m o d e rn a con el Civi l Ser

vice. Tocquevil le demuestra la incapaci tacion a que el lo sometea los ciu dad ano s con el ejemplo de Esta dos Unidos: «Por encima

de todos el los se alza una gigantesca tutor ia solo ocupada en

asegurar l es co modi dade s y en pro cur ar por su for tuna. Es ab-

soluta , minuciosa , regular , pr evisora y benigna. Ser ia co mp ara

 ble al poder p a t e r n o si tuviera como objet ivo la educac ion de

los ho mb re s adul tos; pero el la quiere, por el cont rar io , mante-

ner invariablemente a los hombres en estado de ninez. Ve con

 bueno s ojos el que los c iudadanos se den buena vida, s i empre

que no piensen en ninguna ot ra cosa . Trabaja complacida por su b ienes tar ; pero solo de ello qui ere ocuparse y solo a ello ate-

nerse. Cuida de su seguridad, preve sus nece sidade s y las ga-

rant iza, fomenta sus divers iones, l leva sus asuntos mas impor-

tantes , d i r ige su t rabajo , regula su descendencia , d is t r ibuye

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sus herencias ; ^ ,no podr ia qui tar les por completo de encima

la carga de pe ns ar y el esfuerzo de v i v i r ? » 143 Ta mb ie n el socia-

l i smo le parec e a Tocquevi l le un a pro lon gac ion de es ta tenden-

cia que ac abar ia l iqu ida ndo el Es ta do f iscal en benef ic io de

una economi a e s t a t a l , i mpon i endo e l ho r r o r de un mundo

adm inis t rad o. En 1848, ya min is t ro en el Gabin ete de la Revo lucion, rechaza la exigencia de garant izar en la Cons t i tucion e l

derecho al t r aba jo , oponiend ole el a rgum en to de que con es ta

me did a el Es ta do t endr ia que acaba r convi r t i end ose en el un ico

em pr es ar io ind ust r ia l : «Si se l lega tan lejos , ent onc es los im-

 p ue s to s de jan de ser un me d io de p o n e r en func i ona mie n t o la

maq u i na r i a gu be r namen t a l , pa r a conve r t i r s e en el p r i nc i pa l me

dio de es t im ulo de la indus t r ia . En la me di da en que, de ese

mod o, l lega el Es ta do a ac um ul ar todo el capi ta l de los c iu

dadanos , acaba por conver t i r se en un ico prop ie t a r io de todas

las cosas . Pero eso es pre cis am en te e l com un is m o. . . » . 144

Por l a misma epoca se fo rmulaba l a t eor ia de l a Revo

lucion del  Manifesto comunista,  p en s ada a t en i endos e al pode r

es ta ta l l im i tado del l iberal i smo. Solo uno s anos desp ues , en el

escr i to sobre el Impe r io del terc er Nap ole on (1852),145 acud iran

a Marx ref lexiones sobre un fen ome no al que da el mis mo nom-

 bre que Tocquevil le : «cen tra l i zac ion del p o d e r guberna t ivo» . En

la adhesion del Consejo General a la Comuna de Paris se lenota ya tocad o po r e l emp uje del po de r es ta ta l : «con sus omni-

 p r es e n t es o rganos , e j erc i to p e r m a n e n t e , pol icia, bu ro c ra c i a , cle-

recia , magis t ra tura , organos creados segun e l p lan de una s is -

t emat ica y j e r a rq u ic a d ivi s ion de l t r ab a jo » . 146 Tan tocado que

solo cons i dera pos ible ya el socia l i smo, la convers i on del poder

 poli t ico en p o d e r publ ico , si la clase o br er a «no se l imi ta sim-

 p le m en t e a ap ro p i a r s e de la m a q u i n a r i a e s ta t a l» .147 Ma s bien

hay que des t r u i r la ma qui nar ia burocr a t i co -mi l i t a r ( fr ase que

escribe Marx en 1871, en una car ta a Kugelmann, y a cuya exe

ges is , como es har to sabido, dedico Lenin su mas impor tante

l ibro , an tes de que el mism o se v ie ra economic a y t ecn ic ame nte

neces i t ado de subs t i tu i r el «des t ru ido» apa ra to es ta ta l de los

za r es po r el i ncom par a b l em en t e mas r obus t o del comi t e cen

tral) . En la cr i t ica del Programa de Gotha  compone de nuevo

Marx la idea de la publ ic idad pol i t icamente act iva con la suges-

t iva metafora de la ext incion del Es tado; la real izacion de esa

idea ha de es ta r p rec ed ida po r l a «des t rucc ion de l a buro cra t i camaquinar ia es ta ta l» ; la prevencion l iberal i s ta f rente a la cen-

t ra l izacion del poder gubernat ivo recuerda a los socia l i s tas e l

 p r o b le m at i c o p r e s u p u e s t o que c o m p a r t e su p r op i o p e n s a m i e n to

con la idea de la publ i c id ad burg uesa : un « orden nat ural» de

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la reproduccion socia l . En e l proyecto para la Cons t i tucion de

la Comuna , an t i c ipo de la d i so lucion del par lam ent ar i sm o bu r

gues en un s is tema de consejos , late el conv enc imi ent o de que

el poder publ ico , despojado de su caracter pol i t ico , tendr ia que

 pe rm i t i r la ad m in i s t r a c i on de las cosas y la d i r eccion de los

 p rocesos de p roducc ion , sin con t rover s ias general izadas , deacu erd o con las leyes descifra das por la eco nomi a poli t ica. Im-

 p l i c i t amente , Marx se r ep res en t a la opinion publ ica emancipada

en sentido social is ta igual que lo habian hecho los f is iocratas ,

como comprens ion de l orare naturel.En la centuria que siguio a la era culminante del l i-

 bera l i smo , un cap i t a l i smo «organizado» disolvio la r elacion ori-

ginari a e ntre p ubli cid ad y esfera pr ivada; los perf i les de la

 pub lic idad bu rg ues a se desf iguraron. Pero ni el mode lo liberal ,

n i e l socia l i s ta resul tan apropiados para e l d iagnos t ico de una

 public idad sus pe ndi da entre  las constel acion es es t i l izadas por

ambos modelos . Dos t endenc ias d ia lec t i camente enf ren tadas s im-

 bol izan la decadenc ia de la publ ic idad: esta p ene t r a cada vez en

mas esferas  de la socied ad y, al mismo t ie mpo, pierde su fun

cion  politica,  a saber : la sum isi on de los est ados de cosas he-

chos publicos al control de un publico cr i t ico. M. L. Goldsch

midt r eg i s t r a amba s «d i s tu rb ing t endences : f ir st a consequent

disr egar d of the indivi duals r i ght of pr ivacy; and second, a tendency toward too l i t t le publ ic i ty , wi th a consequent increase of

secrecy in areas . . . cons idered p ubl ic» .148 La publ ic ida d parece

ir perdiendo la potencia de su  principio  — la notor i edad, sus

cept ib le de cr i t ica— a medida que se va extendiendo como es fera  y socava ndo el ambi to pr ivado.

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vimiento en el mercado de capitales. La sociedad por acciones

se m ues tra en Alemania, igual que en Estad os U nidos la trust  

company  [em pres a m on op olista ], como un vehfculo eficaz de

la concentracion. Pronto produjo este desarrollo una legislacion

anti trust en Norteamerica y una legislacion anticartel en Ale

m ania. Significativam ente, los dos jov en es pafses indu strialesaven tajan en ello tanto a Fran cia como, tam bien y sobre todo, a

Inglaterra, en donde el capitalismo ha tenido una mas larga y

continuada tradicion, mas fuertemente arraigada en el periodo

manufacturero. En la recien unificada Alemania se desarrolla,

en cambio, el capitalismo de un modo «espontaneo» solo en los

comienzos del periodo imperialista, con la obligacion de ase-

gurar esferas polfticamente privilegiadas para el comercio ex

terio r y la expo rtacion de ca pita l.1 El camb io de funcion — so

 bre todo: el crecimiento  de las funciones— que el capitalismoexige de la m aq uina ria estatal en esta fase, im p o sib il i ta2 la

evolucion de Alemania en el sentido en que se desarrolla en la

Europa occidental y en Norteamerica el Estado parlamentario

de derecho.

Las limitaciones de la competicion en el mercado, ya

 por la concentracion del capita l y la form acio n de consorcio s

de grandes empresas —que se hacen asf con una posicion oligo-

 polfstica— , ya directam ente m edian te un repa rto del m ercadoa traves de convenios y acuerdos respecto de precios y produc-

cion, se imponen internacionalmente en el ultimo tercio del si-

glo pasado. El jueg o de tend enc ias exp ansivas y restrictivas,

que ni siquiera en la epoca de desarrollo del capital comercial

y financiero permitieron una liberalizacion duradera del tra-

fico del mercado, determina tambien los movimientos del ca

 pital industrial, convirtiendo, con trariam en te a la ilusio n optica

de la economfa politica clasica, a la era liberal en un mero

episod io: el pe riod o entre 1775 y 1875, visto desde la per sp ec tiva del desarrollo global del capitalismo, no parece sino un

vast secular b o o m .3 Lo que Say, en su celebre ley, adjudico al

capitalismo de laisser-faire,  esto es, la po sibilidad de auto rregu -

lacion del ciclo global de produccion y consumo, no dependfa

en realidad del sistema como tal, sino de circunstancias histo-

ricas c o n c re ta s4 que fueron cam biando ya a lo largo del siglo

 —no sin influ encia del antagonism o basado en el m odo de p ro

duccion mismo— . Por lo dem as, tam poc o se cump le la ley deSay en lo que al equilibrio del sistema hace, el cual, segun ella,

despues de la sup eracion de ca da crisis, elevarfa autom aticam en-

te el nivel de las fuerzas productivas disponibles al estadio

mas alto posible.

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En el curso de ese desarrollo, perdera la sociedad bur-

guesa hasta la mas ligera apariencia de una esfera neutraliza-

da por lo que hace al poder. El modelo liberal, que era en rea

lidad el modelo de una economfa de pequenos productores de

m ercanc ias, solo habia prev isto relaciones horizontales de inter

cambio entre los poseedores individuales de mercancias. En unasituacion de libre c om peten cia y de precios independien tes na-

die podia hacerse con el poder suficiente como para que le

fuera posible disponer de la suerte de otros. Contrariamente a

esas expectativas, en una situacion de competicion imperfecta

y de precios dependientes, el poder social se concentra en ma-

nos priv ad as.5 En la red de relaciones verticales en tre unidades

colectivas se forman relaciones que son, en parte, relaciones

de dependencia unilateral y, en parte tambien, relaciones de

 presion m utua. Los procesos de concentracion y de cris is rasganel velo del intercambio de equivalentes y muestran la natura-

leza antagonica de la estructura de la sociedad. Cuanto mas vi

sible es esta como mero marco coactivo, mas necesario se hace

un Estado fuerte. Franz Neu m ann objeta — fundadamente— a

la autocom prension l iberal del «E stado -seren o» 6 lo siguiente:

este se ha ido robusteciendo en el sentido del interes burgues

a medida que la situacion politica y social lo ha ido exigiendo.7

Pero ese interes, mientras el Estado fue liberal, pertenecio a la

clase de intereses que la esfera del trafico mercantil y del tra-

 bajo social confiaba por com ple to a la autonom ia privada (seria,

como vio Achinger,8 la im pos icion de la escuela y el servicio

militar universalmente obligctorios lo que senalarfa el comienzo

de la intervencion en la esfera privada). Aquella «centralizacion

del poder gubernativo», que se hizo problema a la vez para

Marx y para Tocqueville, no afectaba aun, si bien se mira,

a la relacion entre los ambitos publico y privado constitutiva

del Estado burgues de derecho. El mismo interes de la granindu stria en un a am pliacion del aparato m ilitar — imprescin-

dible para la con qu ista y el m anten im iento de m ercado s fora-

neos p rivilegiad os— se lim ita a forta lec er un a de las funciones

va existentes del poder publico. Solo cuando el Estado desarro

lla nuevas  funciones se hacen fluctuantes las barreras que le

separan de la sociedad.

La aglomeracion de poder en la esfera privada del tra-

fico m ercantil, po r un lado, la pu blicida d co nvertida en organo

del Estado —con la institucionalizacion de la posibilidad uni

versal de acceso a ella—, por el otro, fortalecen la tendencia de

los economicamente mas debiles a combatir con medios polfti-

cos a los que la posicion en el mercado ha situado en una po-

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sicion ventajosa. En Inglaterra dio ello como fruto las refor

mas electorales de 1867 y de 1883; Napoleon III habia introdu-

cido en Francia el sufragio universal, cuyas consecuencias ple-

 b is citario -conservadoras hab ia tenido en cuen ta B ism arck cuan-do dio dignidad consti tucional —primero en la Federacion nor-

tealemana, luego en el Imperio aleman de nueva fundacion— alsufragio u niversal. A poyados en esa po sibilidad form alm ente con-

cedida de cogestion poli t ica, intentaron las capas depauperadas

 — igual que las clases po r ellas am enazadas— obtener una in-

fluencia poli t ica que les permitiera compensar polft icamente

la zaherida igualdad de expectativas del ambito economico. La

 publicidad no pudo ya exim irse de los in tereses p rivados tan p ron to como las condiciones m ism as a que daba lugar la pri-

vatizacion de los intereses penetraron en la disputa entre los

intereses organizados. Los sindicatos no solo constituyen uncontrapeso en el mercado de trabajo, sino que aspiran inclusoa conseguir influencia legislativa a traves de los partidos so-

cialistas; a lo que los empresarios, las «fuerzas conservadoras»

como desde entonces se les llama, responden con la reconver

sion de su poder social en poder politico. La ley contra socialis-

tas de Bismarck es un caso modelico; pero la seguridad social,que el organiza simultaneamente, muestra tambien hasta que

 punto tiene que esta r som etida la in tervencion estatal a la pre-

sion por abajo. Las intervenciones del Estado en la esfera pri-vada desde finales del pasado siglo permiten apreciar que las

amplias masas —aceptadas ahora para la gestion poli t ica— tra-

ducen los antagon ism os econom icos a conflictos po liticos: aveces se realizan las intervenciones en contra de los intereses

de los ec on om icam ente mas d ebiles, a veces en su defensa. Nosiempre es facil atribuirlas claramente a intereses privados co-

lectivos de uno u otro lado cuando se analizan casos particula-

res. Pero, por lo general, puede decirse que las intervenciones

estatales, aun si estan enfrentadas a intereses «dominantes»,actuan en provecho del mantenimiento del equilibrio del siste-

ma, equilibrio que no puede ya ser garantizado en el plano

del mercado libre. De ello extrae Strachey la consecuencia,solo  prim a facie   paradojica, de que «precisamente la lucha de

las fuerzas democraticas contra el capitalismo fue lo que po-

sibilito la continuacion del sistema. Pues no solo consiguio ha-

cer soportables las condiciones de vida de los trabajadores.

Mantuvo tambien abiertos los mercados de salida de los pro-ductos de fabricacion, mercados que un ataque suicida del capi

talismo hubiera destruido con una distr ibucion crecientementedesigual de la renta».9

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Ese mecanismo, que Galbrai th ha anal izado tambien

desde el pu nt o de vis ta de los countervailing powers  [fuerzas

niv el ad or as ] ,10 expl ica la conexion de las tendencia s a la con

cent rac ion de ca p i t a l11 con un c rec ien te in te rvenc ion i smo es ta

tal . Un i ndicio de la creciente act ividad es tata l lo ofrecen ya

las d imens io nes del pr esup ue s to es ta ta l .12 Este cr i ter io cuanti -

tat ivo es empero insuficiente; solo una interpretacion cual i ta-

t iva de las inte rven cion es public as en la esfera pr ivada pe rmi te

apreciar c laramente que e l Es tado no solo se l imi ta a ampl iar

su actividad en el marco de las viejas funciones, sino que se ha

dotado de toda una ser ie de funciones nuevas. Junto a las t ra-

dic ionales funciones de mantenimiento del orden —desarrol la-

das por el Est ad o a t raves de la policia, la ju st ic ia y una caute-

losa polit ica fiscal, en el plano interior; a traves de su po

li t ica exter ior , a poya da por las fuerzas arm ad as , en el planointernaci onal— , percept ib le s ya en la era l iberal , surgen ahora

funciones de conf ig uraci on.13 La dis t incion se hace, natu ralmen -

te, t ant o mas facil cuant o ma s va dife renc iand ose a lo largo

del siglo xx el circulo de tareas sociales del Estado. Ya hemos

mencionado l a t a rea de p ro teccion , r epa rac ion y compensac ion

des t inada a los grupos economicamente mas debi les , los obre-

ros y empleados , los ar rendatar ios , los consumidores , e tc . (a es te

ambi to per tenecen, por e jemplo, las medidas tendentes a una

reorganizacion del repar to de la renta) . En ot ro ambi to hay

que local izar la tarea de evi tar t ransformaciones a largo plazo

de la es tru ct ur a social , o de am ort igu arl as al menos; o bien,

de apoyarlas de un modo planif icado, de dir igir las incluso (aqui

hace al caso, por ejemplo, todo el complejo de la polit ica de

clases medias) . La inf luencia , de impor tantes consecuencias ,

sobre las invers iones pr ivadas y la regulacion de las publi-

cas ent ra n en un amb it o ul ter ior ; el del control y equil i br io

del ciclo economico global . Los procesos de concentracion nosolo re cl am an que la poli t ica co yun tur al se ateng a a un plan;

con su tendencia a las grandes unidades , crean tambien deter -

minados presupues tos que pos ibi l i tan una ta l pol i t ica a gran

escala: la eco nomi a se hace accesible a los meto dos econome-

tr icos del calculo macroeconomico, tal como este se ha intro-

ducido en Ingla t er ra , Es tad os Unidos y Canada un poco antes

del estal lido de la Se gu nd a Gu er ra Mu nd ia l. 14

Finalmente: ademas de los habi tuales negocios admi-

nis trat ivos, el Estado toma a su cargo la prestacion de servi-

cios hasta ento nce s confiados a man os pr i vada s (ya dan do a per

sonas pr ivada s tareas publ icas , ya coord inand o act iv idades eco

nomica s pr ivadas , inser t andol as en el marco de un pla n,15 o in-

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cluso co nv irtiend ose el m ismo en activo pro d u cto r y distri-

 bu idor). El secto r de los servic io s publicos se extiende sin tra-

 bas «porque el crecim iento economico acelerado desencadena

la eficacia de factores que transforman la relacion de los costos

 privados con los costo s publicos» .16 Junto a los costos public os

de la produccion privada surgen, en relacion con el creciente

 poder adquisitivo de las m asas, costos publicos del consum o

 p riv ad o .17

La formula «prevision de la existencia colectiva» cubre

una multitud de funciones nuevas que ha ido desarrollando el

Estado social ,18 y cubre tam bien un a gran variedad de intereses

 priv ados colectivam ente organizados a que este crecim ien to ha

dado lugar. El Estado interviene a fondo, mediante leyes y ex-

 pedientes varios, en la esfera del trafico m ercan til y del traba-

 jo social, porque los in tereses en liza de las varias fuerzas so-ciales se trasladan a la dinamica politica y, mediados por el

intervencionismo estatal , retroactuan sobre la propia esfera.

Por eso, vistas las cosas globalmente, no puede negarse la «in-

fluencia dem ocratica» sobre el orden econom ico: la m asa de

desposefdos ha podido conseguir, mediante intervenciones pu-

 blicas en el am bito p rivado — intervenciones que tienden a opo-

nerse a la concentracion de capital y a la organizacion oligo-

 polfstica— , que su participacion en la ren ta no d ism inuyera a

largo plazo, aunque tampo co parezca ha be r aum entado sustan-

cialm ente has ta m ediad os del pre sen te siglo.19

En la medida en que el intervencionismo procede de

ese contexto, pueden ahora distinguirse rigurosamente los am-

 bitos sociale s protegidos por el in tervencionism o de la esfera

 privada m eram ente reg lam en tada po r el Estado. — Las org ani-

zaciones privadas tienen en gran parte un caracter semioficial;

 puede hab larse inclu so de quasi political character o f private 

economic units —.20 En el centro de la esfera p rivada publica-m ente relevan te de la sociedad b urg ue sa se form a un a esfera

social repolitizada en la que instituciones estatales y sociales

van de consuno, se encadenan a un marco funcional ya no di-

ferenciable de acuerdo con criterios de publico y privado. Des

de el pu nto de vista jurfdico , esa nueva interdep end enc ia de

las dos esferas hasta entonces separadas se expresa en el res-

quebrajamiento del sistema clasico de derecho privado.

En la sociedad industrial consti tuida por el Estado so

cial aumentan las circunstancias y relaciones susceptibles de

ser reguladas por instituciones de derecho privado o publico;

esas relaciones fuerzan todavfa mas a la introduccion de las lla-

madas normas socio-jurfdicas.

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La cr i t ica social is ta al caracter meramente formal del

derecho burgues no ha dejado de subrayar que la autonomia

garant izada por e l derecho pr ivado solo podr ia afectar por igual

a todos los sujetos de derecho, en la medida en que expectat i -

vas econom icas iguales real izaron la igualdad ju r id ic a de expec-

ta t ivas .21 Es l a s eparac ion en t re p rod uc tor es y medios de p ro

duccion, sobre todo, esto es, la relacion de clases que ha con-

forma do ple name nte al capi ta l i smo indus t r ia l del s ig lo x i x , la

que t ran sfor mo la re lacion ju r id ica de igualdad formal ent re

capital is tas y obreros asalar iados en una relacion de fact ica su-

 bo rd inac i on ; su expre sion en el derecho pr ivado encubre un

 pode r quas i-publ ico. Kar l R e n n e r 22 ha anal izado la inst i tucion

central del derecho privado, la propiedad de los medios de

 p r o d u c c i o n y l a s g a r a n t i a s a e l l a v i n c u l a d a s , l a s l i b e r t a d e s de

contrato, de empres a y de herencia, y ha mostr ado como tie-nen que atenerse en sus funciones efect ivas a los requis i tos del

der ech o publico: el dere cho privado gar anti zar i a a los capita-

l is tas un «poder de direccion publicamente delegado». Como

muy tarde desde e l comienzo de la Pr imera Guerra Mundial ,

la evolucion ju r id ic a va s ig uiend o a la social y d esarrol la una

complicada t ipif icacion, regis trada al pronto bajo el rotulo de

«publif icacion del derecho p ri v a d o » ;23 luego se apr end io a con-

siderar el mismo proceso tambien desde el punto de vis ta reci-

 p roco de una pr ivat izacion del derecho publ ico: «Los elemen-tos del derech o publi co y los ele ment os del der echo privado

llegan a encajar de tal modo que se hacen ir reconocibles e inex-

tr ic ab le s» .24

Los derechos de propiedad no solo son l imitados me-

diante las in tervenciones pol i t ico-economicas ya mencionadas ,

s ino median t e garan t i a s ju r id ic as t enden tes a o rgan izar tam-

 bien m a t e r i a lm e n te la forma l igualdad con t rac tua l de las par t es

en s i t uacio nes sociales t ipicas . Los convenios colect ivos — para-digmat icos en el de recho laboral— , que apar ecen en lugar de

los contratos individuales , protegen a las par tes mas debiles .

Determinadas reservas en in teres del inqui l ino o del ar renda-

tar io hacen del cont ra to de ar rendamiento , en lo que respecta

al propietar io , una re lacion de aprovechamiento publ ico del

espacio. E igual que t rab aj ado res y ar re ndata r ios , tamb ien los

consumidores d is f rutan de garant ias especia les . Analogos desa-

rrol los se pueden observar en el derecho de empresa, en el de

re ch o que regula la vivi enda y en el que regul a la familia. Unconjunto de consideraciones a la seguridad publica atan a los

 p rop ie t a r ios de em presas , parcelas, edi ficios , etc. , a veces de

ta l modo que se ha podido hablar de «superpropiedad publ i -

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ca».25 Los juristas liberales se horrorizan de esa tendencia al

«socavamiento» de los derechos de propiedad, tendencia que,

segun ellos, m an ten drfa form almen te al pro pie tario su pro piedad, al que, no obstante, expropiarfa, incluso sin indemnizacion

y sin la proteccion jurfdica de un procedimiento expropiativo

regu lado: «Asf aparecen n uevas form as de socializacion a tra-ves de la legislacion confiscatoria, formas con las cuales no ha-

 bfa contado el m arxism o do ctrinario » .26

Tambien junto a la institucion central del derecho pri-

vado, la propiedad, resultan afectadas, como es natural, sus ca-

tegorfas conexas, sobre todo la libertad de contrato. La relacioncontractual clasica presupone plena independencia en la deter-

minacion de las clausulas del contrato. Esa independencia essometida a una fuerte limitacion. En la medida en que las re

laciones jurfd ica s se eq uipa ran a tipos sociales, pro cu ran tam- bien los con tra tos hacerse esquem aticos. La creciente esta ndar-

dizacion de las relaciones contractuales cercena normalmente

la l ibertad de las partes economicamente mas debiles, mientras

que el ya m encionad o instrum en to del co ntrato o acuerdo co-

lectivo tiende a robustecer la igualdad de las posiciones en elmercado. Los acuerdos colectivos entre las asociaciones empre-

sariales y los sindicatos pierd en su ca rac ter estrictam en te ju-

rfdico-privado; han de tener precisamente un caracter publi

co, porque las regulaciones a que dan lugar actuan como sifueran leyes: «La funcion de las asociac iones en la conc lusion

de un acuerdo global de trabajo equivale menos al ejercicio dela autonomia privada que a la preceptuacion legal por medio

de delegacion».27 La au tono m ia privada o riginaria se ha degra-

dado ya tambien jurfdicamente, convirt iendose en una autono-

mfa derivada; se ha degradado tanto que muchas veces ni si-

quiera es ya requisito para la validez de un contrato. El efecto

 ju rfd ico de las rela ciones con tractuales facticas se equipara a

las relacion es ju rfd ica s clas ica s.28

Fina lm en te: el sistem a de derech o privad o es asaetea-

do por el numero creciente de contratos entre el poder publico

y las personas priv ad as.29 El Estado pa cta con las person as pri

vadas sobre la base del do ut;  la desigualdad entre las partes,

la dependencia de unos respecto de otros, disuelve tambien

aqui los fundamentos de las relaciones contractuales estrictas;

en relacion al modelo clasico, se trata ahora tan solo de seudo-

contratos. Cuando las instancias oficiales, en el ejercicio de lastareas del Estado social, substituyen hoy las normas o las

regulaciones legales por el instrumento del contrato, ocurre

que tales con tratos, a pes ar de su forma jurfdico-p rivada , tie-

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ambito del trafico mercantil y del trabajo social constitufa una

esfera privada exactamente igual que el «hogar», descargado

de funciones economicas directas. Esas dos esferas, estructu-

radas en aquel momento de modos parecidos, evolucionan aho

ra diverge ntem en te: «y desde luego puede a firm arse que la fa-milia se privatiza crecientemente, mientras que el mundo del

trabajo y de la organizacion son cada vez mas "publicos"».”

La nocion «mundo del trabajo y de la organizacion»

revela ya algo de la tendencia a la objetivizacion de un ambito

subordinado a una disposicion otrora privada; ya se trate, para

los propietarios, de la esfera en la que ellos disponen, ya,

 para los trab ajado res asalariados, de la esfera la d is posic ionsobre la cual les es ajena. La evolucion de la gran empresa

industrial depende directamente del grado de concentracion del

capital —indirectamente, la evolucion de la gran empresa buro-cratica— . En am bas se desa rrollan formas de trab ajo social

que se apartan especfficamente del tipo tradicional del trabajo

 profesional privado. V ista la cosa desde el angulo de la socio-logfa del trabajo, la pertenencia formal de una empresa al am-

 b ito privado, o de una instancia oficial al am bito public o, ha

 perd ido caracteres distin tivos. U na gran em presa puede estar

aun, como siempre, bajo el control de propietarios privados, de

grandes accionistas o de gerentes, pero, en relacion a las dis-

 posiciones p rivadas, ha tenido que ob jetiv izarse tan to que el«mundo del trabajo» se ha convertido en una esfera de natura

leza propia, inserta entre los ambitos publico y privado (tanto

en la consciencia de obreros y empleados, como en las de quie-

nes disponen de las mas amplias competencias). Esa evolucion,como es natural, se basa en la desprivatizacion material de una

autonomia, formalmente mantenida, de los propietarios de los

medios de produccion. Bajo el rotulo de la separacion entre me

dios de produccion y funciones directivas es analizado todo

este proceso, ejemplificandolo en las grandes sociedades de ca pital, porque en ellas se hace especialm ente clara la restric -

cion del ejercicio directo de los derechos de propiedad en be-

neficio del alto management   y de algunos gran des accion istas.Esas em presas consiguen a men udo , po r la via de la autofinan-

ciacion, independencia respecto del mercado de capital, y en lamisma medida aumentan su autonomia frente a la masa de ac-

cio n ista s.34 Aun cuand o el efecto econom ico fuera el de siem

 pre, el socio logico resu lta ejem plar de una evolucion que quitaa la gran empresa en general —incluso independientemente de

las formas de la misma— aquel caracter de esfera de la autono-mfa privada individual tan caracterfstico del negocio y la in-

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dustria de los sujetos independientes de la era liberal. Rathe-

nau percibio muy tempranamente el asunto, y de el es la si-

guiente form ula no table: las grand es em presas se conv ierten

en «entidades». El institucion alism o jurfd ico ha recogido esta

sugerencia, elaboran do u na teorfa p ro p ia.35 Aun cuand o las teo-

rfas analogas (expuestas por James Burnham y Peter F. Drucker,

ateniendose a la realidad norteamericana), que consiguieron des

 pues de la guerra un gran exito publicfstic o, apenas tienen m e

nos lastre ideologico, no estan desprovistas de cierto valor des-

criptivo: diagno stican certeram en te «la lenta desap aricion de

lo privado» en la esfera del trabajo social.

Por lo pronto, la gran empresa se hace cargo, en rela-

cion a sus empleados y obreros, de determinadas garantfas de

status,  ya a traves del reparto de competencias, ya mediante la

 p restacion de seguridades y servic io s, ya con esfuerzos — cues-tionables tambien, como siempre, contemplados en detalle—

 por asegurar la integracion de los em pleados en el puesto de

trabajo; pero mas espectaculares aun que esas transformacio-

nes objetivas son las subjetivas. La nocion estadfstica «emplea-

dos de servicios» revela ya un a nueva categorfa de trab ajo : la

diferencia —antes claramente percibida tambien subjetivamen-

te a traves de la propiedad privada— entre los que trabajaban

en la propia esfera privada y los que tenfan que trabajar en la

esfera privada de otros, desaparece en beneficio de una «rela-

cion de servicio» que, ciertamente, no adopta los derechos (y

obligaciones) del «servicio publico» de los funcionarios, pero sf

rasgos de una relacion de trabajo cosificada que ata a los em-

 pleados m as a una institucion que a personas determ inadas.

Con la gran empresa, una formacion social erguida por encima

de la separacion e ntre esfera priv ad a y pu blicidad se convierte

en el tipo de organizacion pre do m ina nte del trab ajo social: «Las

industrias construyen pisos o ayudan incluso a los trabajado-res a comprarse casas, hacen parques publicos, edifican escue-

las, iglesias, organizan bibliotecas, conciertos y veladas teatra-

les, mantienen cursos de reciclaje, asisten a los viejos, a las

viudas y a los hue rfanos. En otras pa lab ras: toda una serie de

funciones, desempenadas antes —no solo en el sentido jurfdi

co, tam bien en el sociologico— po r instituc ion es pu blicas , las

toman ahora a su cargo organizaciones cuya actividad no es

 pub lica [...] . El oikos  de una gran empresa se impone de cuan

do en cuando a la vida de una ciudad y da lugar a aquel feno-

meno que ha sido calificado con razon de feudalismo indus

trial [...]. Lo m ismo vale mutatis mutandis  para las grandes bu-

rocracias administrativas de las metropolis, que pierden su ca-

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racter publico (en el sentido sociologico) a medida que van

transfo rm an do se en grand es em pre sas» .36 De ahf que varios au-

tores norteamericanos puedan investigar la psicologia social del

l lamado organization man  sin considerar si se trata de una so-

ciedad privada, de una corporacion semipublica o de una ad-

ministracion publica: organization  significa, en definitiva, gran

empresa.

En comparacion con la empresa privada clasica del si-

glo x i x , la esfera profesiona l se auton om iza como un am bito

quasi publico frente a una esfera privada reducida a la familia;

en nuestros dfas, el tiempo de ocio significa precisamente el

t iempo reservado a lo privado, mientras que con el trabajo

 profesional com ie nza el «serv icio». De todos m odos, ese proce

so solo aparece como una desprivatizacion de la esfera profe-

sional considerandolo desde la perspectiva historica del pro- p ietario privado, y al reves, como una privatizacion se mani-

fiesta a los ob reros y em pleado s, y todo ello en la m ed ida en

que estos no estan ya excluidos y abandonados por un regi

m en pa triarc al, sino que estan so m etidos a un a organizacion

 psicolo gica que tom a las m edidas necesarias para d isponer el

cl ima de la empresa funcionalmente al bienestar pseudopri-

vad o .36a

En la misma medida en que se independiza la esfera

 profesional, re trocede tam bien la de la familia : la pe rd id a de

las funciones productivas en beneficio de las consumidoras es

menos sintomatica del cambio estructural de la familia desde

la era liberal que la desconexion progresiva respecto del marco

funcional del trab ajo social en general. Tam poco la familia nu

clear patriarcal del t ipo burgues era ya una comunidad produc-

tiva; pero se basaba sustancialmente en la propiedad familiar,

que actuaba en sentido capitalista. El mantenimiento, amplia-

cion y transmision de la cual consti tufa la tarea del hombre privado, como poseedor de mercancias y cabeza de familia a la

vez: las relacione s de intercam bio de la sociedad b urg ue sa pe-

netraron profundamente en las relaciones personales de la fa-

milia burguesa. Con el deterioro de su base, con la disgrega-

cion de la propiedad familiar a traves de las rentas individua-

les, la familia pierde, ademas de sus funciones en   l a produc

cion, que habia abandonado hace mucho t iempo, tambien las

funciones respecto  de la producc ion. — La redu ccion, tfpica de

las actuales circunstancias, de la propiedad familiar a la renta

individual de los que ingresan paga o salario, sobre todo, roba

a la familia la posibilidad de autosuficiencia en caso de necesi-

dad y la po sibilidad de asisten cia prop ia a los an cianos— .

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Los riesgos clasicos, sobre todo: paro, accidente, en-

fermedad, vejez y defuncion, son en nuestros dfas ampliamente

cubiertos por las garantfas del Estado social; con esas garantfas

coinciden prestaciones basicas, normalmente en forma de ayu-

das a los ing reso s.37 Ni estan esas ayudas d irigida s a la familia,

ni se exige a la familia una prestacion de asistencia subsidia-

ria considerable. Las llamadas basic needs  [necesidades basi-

cas], de las que la familia privada tenia antano que hacerse

cargo, asumiendolas como riesgos privados, son garantizadas

 publicam ente al m iem bro in dividual de la fam ilia .38 Y no solo

se amplfa el catalogo de los «riesgos corrientes», mas alla de

las situaciones de necesidad clasicas, a ayudas de todo tipo, a

servicios y creacion de viviendas y consecucion de puestos de

trabajo, a la formacion profesional, a la educacion y a la sani-

dad, etc., sino que, ademas, las indemnizaciones y reparacionescada vez m as se com pletan con medidas p reven tivas, con lo

que «la prevencion socio-polftica viene a significar la entrada

en una nueva esfera, h asta ah ora privad a» .39 La com pensacion

 poli tico-socia l de la dem olid a base de la propiedad fam iliar se

amplfa, mas alla de las ayudas a los ingresos materiales, a las

asistencias funcionales. Junto a las funciones de formacion de

capital, pierde crecientemente tambien la familia las funciones

de la crfa y educacion de los ninos, de la proteccion, instruc

cion y asesoramiento, las funciones, pues, de la orientacion tra-dicional; p ierde tam bien la capacidad de im prim ir ca rac ter en

am bitos que, en la familia bu rgu esa trad icion al, eran considera-

dos los rincones mas fntimos de la esfera privada. En cierto

modo, tambien la familia —ese resto de privacidad— es so-

metida a un proceso de desprivatizacion mediante las garan

tfas que publicamente se dan a su status.  Por otro lado, la

familia se va convirtiendo ahora en usuaria de ingresos y ocio,

en canal de salida de las indemnizaciones y asistencias publi-cam ente garantizadas: la autonom ia privada se m antiene menos

en las funciones de disposicion que en las de consumo; consis-

te hoy en dfa menos en el poder de disposicion que caracteri-

zaba a los propietarios de mercancias que en la capacidad de

goce de los acre ed ore s a p res tac ion es. Con ello se orig ina la

apariencia de una intensa privacidad en una esfera intima re-

ducida al ambito de la comunidad consumidora familiar. Pero

ambos aspectos tienen su fundamento: toda una serie de fun-

ciones correspondientes al poder de disposicion privada es sus-tituida por garantfas publicas del status;  mas, en el estricto

marco de esas facultades y obligaciones del Estado social, la

 perd ida — prim aria— del poder de disposic io n privada se tra

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vada y de un acceso seguro a la publicidad (tanto si la forma

de las viejas viviendas de las grandes ciudades ha sido trans-

formada por el desarrollo tecnico y economico, como si ese

desarrollo ha producido nuevos cinturones urbanos).

El modelo norteamericano del mundo formado por ta

les cinturones urbanos ha sido descrito por William H. Whyte.

Un trafico vecinal , preformado ya arquitectonicamente median

te la instalacion de patios com unes p ara un a serie de fincas,

obliga al desarrollo, en el medio socialmente homogeneo del

suburbio prototfpico, de una «version civil de la vida de cuar-

tel» .44 Por un lado, desde el pu nto de vista de los «grupos», la

esfera intim a se disuelve: «Asf como de saparecen las p uerta s

ante las fincas, asf tambien desaparecen las vallas entre los ve-

cinos. La imagen que aparece ante el ventanal del cuarto de es-

ta r es la imagen de lo que ocu rre en la ha bitac ion — o la de loque ocu rre en los cua rtos de estar de otras person as— ».45 Las

delgadas paredes garantizan la libertad de movimientos visual-

mente, pero de ningun modo acusticamente; tambien ellas des-

empenan ahora funciones de comunicacion social, diffciles de

distinguir de las funciones de control social. La privacidad no

es ya el medio natural de la vivienda; tiene que conquistarse:

«Para conseguir desarrollar una vida privada hay que hacer

algo. Alguien que se esta instalando en un patio, por ejemplo,

colocara su m eced ora lo mas cercan a posible a la casa — en vez

de ad en trarse en el patio— para m o strar que no quiere ser mo-

lestado ».46 En la m isma m edid a en que la vida privada se hace

 publica, desarro lla la publicidad m ism a fo rmas de in tim idad

(del «vecindario» surge, en form a nueva, la gran familia pre-

 burguesa). Tam bien aqui pierden sus carac teres d istintivos los

m om entos de la esfera priva da y de la pub licidad. El raciocinio

del publico cae tambien vfctima de la refeudalizacion. La for

ma de discusion imperante en la vida social cede al fetiche deun a com un ida d en si: «Uno no se colm a en la so litaria reflexion

egofsta» —la lectura privada era el presupuesto constante del

racio cinio en los cfrculos del publico bu rgu es— , «sino solo en

la medida en que se hacen cosas en comun con otras personas;

hasta el ver en comun programas de television, reflexionar so

 bre ellos, le ayuda a uno a hacerse un hom bre de b ien» .47

Pero no solo allf donde la moderna construccion urba

na se adapta a ese desarrollo, sino tambien allf donde, por asf

decirlo, la arquitectura existente lo empapa, se puede observar

la misma tendencia a la destruccion de la relacion entre esfera

 p rivada y publicidad. Esto ha sido probado po r B ahrd t en el

caso de la organizacion de la «edificacion de bloques». Antes, la

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edificacion, con las fachadas de las casas dando a la calle, con

sus jardines separados y sus patios de acceso, posibilitaba tan-

to un a distribuc ion funcional de la vivienda — en el interior— ,

como una plena organizacion global de la ciudad —en el plano

exterior— . Todo eso ha sido reb as ad o hoy en dfa po r el cam

 bio de funciones experim entado por pla zas y calles. La edifica-

cion no garantiza actualmente una esfera privada espacialmen-

te protegida, ni crea espacios libres para contactos y comunica-

ciones publicos, capaces de con jun tar a las pe rson as privad as

en publico. Bahrdt compone del modo siguiente sus observacio-

nes: «El proceso de urban izacion puede ser descri to como un a

 polarizacion progresiva de la vid a socia l entre los cam pos "pu

 blicid ad" y "privacid ad". A proposito de lo cual es de destaca r

el que no deje de darse una relacion de reciprocidad entre am

 bos cam pos. Sin una esfera p ro tec to ra y en la que basarse , elindividuo cae en la soga de la publicidad, la cual, sin embargo,

es de sna turalizad a po r ese proce so. En cua nto se pierde el mo-

m ento de la distancia, co nstitutivo de la pu blicidad, en cuanto

los sujetos andan codo a codo, la pu blicidad se trans form a en

masa [ . . . ] . La problematica social de la gran ciudad moderna

no radica tanto, en el presente momento, en la urbanizacion

total de la vida, cuanto en la perdida de caracterfsticas esen-

ciales de la vida urbana. La interrelacion entre esfera publica y

esfera privada ha sido destruida. Pero no porque el hombre de

la gran ciudad sea un hombre-masa, sino porque ya no le es

 posib le contem plar la cada vez m as com plic ada vid a global de

la ciudad de un modo que le resulte publico. Cuanto mas la

globalidad de la ciudad se co nvierte en un a jun g la diffcilmente

 penetrable , m as se recluye el en su esfera privada — cada vez

mas am pliada— , acaband o, no ob stante, po r pe rcibir que no es

motivo menor de la disgregacion de la publicidad urbana la con

version del espacio publico en mal organizada superficie de untrafico tiran ico » .48

El repliegue de la esfera privada a los recintos inte-

riores de una familia nuclear despojada de funciones y debili-

tad a en su au torid ad — la felicidad en el rincon cito— , solo en

apariencia es un perfeccionamiento de la intimidad, porque en

la medida en que las personas privadas retroceden de su inelu-

dible rol de propietarios al rol puramente «personal» de su

nada ineludible espacio de ocio, caen —sin estar resguardados

 por un espacio fam il iar in te rio r institucionalm ente garantiza-

do— bajo la influencia direc ta de instan cias sem ipub licas. La

actividad del ocio da la clave de la pseudoprivacidad de la nue-

va esfera, de la desintimizacion de la llamada intimidad. Lo

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que hoy acostumbra a del imitarse como ocio, f rente a una es

fera profesional autonomizada, t iende a ocupar el espacio de

aquel la publ ic idad l i terar ia en la que, en ot ro t iempo, es tuvo

instalada la subjet ividad surgida en la esfera int ima de la fa

mil ia bu rg ue sa .49

18. Del publico culto al publico consumidor de cultura

La psicologia social del t ipo de pr ivacidad inser ta en

 publico que surgio en el siglo X V I I I del ambito de experiencias

de la esfera int ima pequeno-famil iar , no solo explica el desarro

l lo de la publ ic idad l i terar ia ; ac lara tambien a lgunas c i rcuns

tanc ias de su disgregacion: en el lugar de la publ icida d l i terar ia aparece el ambi to pseud opub l ico — o solo en apar ienci a pr i

vado— del consumo cultural . La consciencia que en otras epo-

cas tuvieron las personas pr ivadas de su doble rol como homines  y como bourgeois,  la posibilidad, en definitiva, de identifi-

car hombre y propietar io, la debian a la autoconsciencia del he-

cho de que, del nucleo mismo de la esfera pr ivada, brotaba

 publ ic idad. Aun cuando, en lo que hace a su funcion, era mera

antesala de la publicidad poli t ica, tenia tambien la publicidad

li terar ia una especie de car act er pol i t ico gracias al cual podia

sustraerse a la esfera de la reproduccion social .

La cul tura bu rg ue sa no era mera ideologia. Puest o que

el raciocinio de las personas pr ivadas en los salones, clubs y

sociedades de lectura no es taba di rectamente somet ido a l c ic lo

de la pro duc ci on y el con sum o, al dict ado de la nece sida d exis-

tencial ; puesto que estaba antes bien en posesion de un carac-

ter «poli t ico» em anc ipa do (en sent ido gr iego) de las neces idades

exis tenciales tambien en su mera forma l i terar ia (en el autoen-tendimiento respecto de las nuevas exper iencias de la subjet i

vidad) , podia cons t i tu i rse una idea que luego degenerar ia a ideo

logia, a saber, la idea de  Humani&t.  La identificacion del pro-

 p ie tar io con la per sona na t ura l — con el ho mb re , en definitiva—

 pr esu po ne la separac ion , en el amb i to pr ivado, ent re , por un

lado, las act iv idades profes ionales que cada uno desar rol la para

la rep ro du cc io n indivi dual de la prop ia vida y, por el otro, aquel

trat o social capaz de vinc ula r a las person as pr iva das al publi

co. Esta es precisamente la cresta que amputa la absorcion de

la publ ici dad l i t erar ia por el consumo . Por eso es apoli t ica la

lla ma da act ivi dad del t iem po de ocio: inse rta en el ciclo de pro-

ducc ion y consumo, no puede cons t i tu i r un mund o em ancipado

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de las neces idades exis tencia les d i rectas . En la medida en que

el t i empo de ocio perman ece p r i s ionero — como su comple

me n ta ry — del tiempo de trabajo,50 solo es posible proseguir en

el el desarrollo de la profesion o del negocio privado, y no con-

ver t i r lo en comunicacion publ ica ent re personas pr ivadas . Cier -

to que es pos ible l legar a sa t i s facer individual izadamente ne

ces idades bajo condiciones de publ ic idad, es deci r , mas ivamen-

te , pero eso no bas ta para engendrar publ ic idad. Cuando las le-

yes del mercado, que controlan la esfera del t raf ico mercanti l

y del t rabajo socia l , penet ran tambien en la es fera reservada a

las personas pr ivadas en su cal idad de publico, el raciocinio t ien-

de a t r ans formarse en consumo, y e l marco de l a comunicac ion

 publ ica se d i sgrega en el acto, s i e mp re un i fo rmi zado , de la re-

cepcion individual .De todo e l lo resul ta una invers ion de aquel la pr ivaci

dad inser ta en publ ico . Los modelos , compues tos antes l i tera

r iam ent e con mater i a l de e lla, c i rculan hoy como s ecreto a vo

ces de una indus t r ia cul tural que produce con patentes , y cuyos

 p rod uc t os , p ub l i c am en te d ivu lgados por los medios de comuni-

cacion de masas , solo en la consciencia del consumidor desar ro-

l lan, a su vez, la apariencia de pr ivacidad burguesa. Esa t rans-

formacion socio-psicologica de la or iginaria relacion entre am-

 bi to int imo y publ ic i dad l i t erar i a coi ncide soc io log icamen te con

el cambio es t ructural de la famil ia misma.

Las person as pr ivada s puede n, por un lado, deshace rse

de la grapa ideologica que une su doble rol como bourgeois  y

como homme;  pero el mismo descuajamiento de la esfera in-

t ima de la base de la propie da d capi ta l i s ta — que parece pos i-

 bi l i t ar la sa lvac ion de su idea en la pub l ic idad de las per son as

 p r i vad as e m a n c ip a d a s — acarrea , por el o t ro, nuevas r e laci ones

de dependencia . La autonomia de las personas pr ivadas , que nose funda ahora ya or i g in ar i am ent e en la d ispos ic ion sobre la pro-

 p iedad pr ivada , solo se r ea l i za r i a como una pr ivac idad deriva-

da de garant ias publ icas de status  s i los « hom bre s» l le gara n a

to ma r en sus ma no s (no solo ya como bourgeois,  como antes ,

sino) como citoyens  las condi cion es de su exis te ncia pr iv ada

 — si rviendose de la mediac ion de una pub l ic idad po l i t i cament e

act iva— . No hay que con ta r con el lo en las act ual es c irc uns

tancias . Pero s i los c iudadanos no pueden conseguir , en su exis

tencia famil iar , autonomia ni de la d ispos ic ion sobre la pro

 piedad pr ivada , ni tampoco  de la par t ic ipacion en la publ ic idad

 polit ica, fuerza es que ocur r a lo s iguiente : por un lado, desapa-

rece toda garant ia ins t i tucional de la individual izacion de la

 per son a segun el mode lo de la «et ica p ro te s t an te » , y no se ven,

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 po r el otro , las condic io nes socia les que pudieran sustitu ir la

via clasica de acceso a la intimidad por la via de la formacion

de una «etica polftica», lo que dotarfa al proceso de individua-

cion de un nuevo fun da m en to.51 El tipo ideal burg ues percibio

que se estaba consti tuyendo una publicidad l i teraria a part ir

de la bien fundamentada esfera intima de la subjetividad inserta en publico. En vez de ello, esa publicidad constituye hoy

una puerta de entrada para las incursiones furtivas de fuerzas

sociales que, a remo lque de la pub licidad c on sum idora de cultu-

ra propia de los medios de comunicacion de masas, penetran

en el espacio de intimidad de la familia nuclear. El ambito ul

timo desprivatizado es publicfsticamente socavado, una pseudo-

 publicidad desliterada retrocede al am bito de confianza de una

especie de superfamilia.Desde m ed iados del siglo XIX se tra n sto rn an las insti-

tuciones que constitufan hasta entonces el marco del publico

raciocinante. La familia pierde la funcion de un «cfrculo de pro

 paganda literaria»; el «cenador» es ya una fo rm a idflica de glo-

rificacion en la que la familia media provinciana recibe las tra

diciones cultas vivas de las grandes familias burguesas lectoras

de las generaciones pasadas, y a las que, practicamente, no hace

sino imitar. Los almanaques de las Musas, las revistas literarias,

cuya tradicion fue inaugurada en Alemania en 1770 por los almanaques de Leipzig y Gottingen, y proseguida en el siglo si-

guien te po r Schiller, Chamisso, Schw ab..., se sep ara ron hacia

1850 de un tipo de revista literaria familiar que, con empresas

editoriales como Westermanns Monatsheften o Gartenlaube

[precisam ente, «cen ador»], da lugar a un a cu ltura lectora ya casi

meramente ideologica (que aun presupone, con todo, a la familia

como caja de resonancia literaria). Esa situacion acaba tambien

destruyendose. Las revistas literarias programaticas, platafor-mas polemicas, desde finales del siglo XIX, de una vanguardia se-

guido ra de las m odas, no tuvieron jam as conexion algun a con

capas burguesas culturalmente interesadas, ni tan solo la in-

tentaron. Las revistas literarias familiares se hicieron obsoletas

con la transform acion estru ctu ral de la familia burgu esa. Su

 plaza la ocupan hoy los folletos ilustrados, de gran difusion, de

los cfrculos de lectores —testigos ya, a pesar de sus declaradas

intenciones de favorecer el incremento de la venta de libros,

de una cultura que ha dejado de confiar en la fuerza de las le-t r as—.

Cuando la familia pierde su marco literario, pasa tam-

 bien de m oda el «salon» burgues que, una vez constitu idas las

asociaciones literarias del siglo XVIII, habia sido ya parcialmen-

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te arrinconado. «La desaparicion del alcohol desempeno en va-

rios aspectos el papel reverso de la introduccion del sociable

cafe en la E uro pa de finales del siglo XVII. Las sociedades y aso-

ciaciones varoniles se extinguieron, las tertulias se disolvfan;

 perecfan, desolados, los clu bs; la idea de las obligacio nes sociales, que habia desempenado un papel tan importante, se vol-

vio ban al».52 Las formas de socialidad bu rgu esas h an hallado

sustituto a lo largo de nuestro siglo, tendencialmente el mismo

en todas partes, independientemente de la diversidad regional

y nacional: la ab stinen cia de todo racioc inio literario y polfti-

co. La discusion social de los individuos cede a las mas o menos

obligatorias actividades de grupo. Tambien estas se hacen con

formas solidas en las reuniones informales; les falta, no obstan

te, aquella especffica fuerza que daba la institucion, antano ga-rante, como substrato que era de la comunicacion publica, de

los contactos sociales. —En torno de las group activities  no se

constituye publico alguno.— Tambien en la ida colectiva al cine,

o en la colectiva recepcion de emisiones radiofonicas o televi-

sivas, se ha disuelto la relacion caracterfstica de la privacidad

inserta en publico: la com unicacion del publico cu lturalm ente

raciocinante esta circunscrita a la lectura, que se practica en la

hogarena clausura de la esfera privada. La ocupacion del ociodel publico consumidor de cultura, en cambio, tiene lugar en

un clim a social, y no nec esita c ua jar en d iscusione s: 53 jun to

a la perdida de la forma privada de la apropiacion, desaparece

tambien la comunicacion publica acerca de lo apropiado. La

interrelacion dialectica caracterfstica de esa comunicacion es

deslefda en el m arco social de la ac tividad de g ru p o s.54

Prosigue, por otro lado, la tendencia hacia el raciocinio

 publico. Se organizan form alm ente los ll am ados colo quio s, al

m ismo tiem po que, como parte de la pedagogfa de adu ltos, sedepartamentalizan. Academias confesionales, foros politicos, or-

ganizaciones literarias, viven del debate de una cultura capaz

de discusion y ne ces itada de cr ftic a ;55 em isoras, ed itoriales, aso-

ciaciones, sufragan, con discusiones de podio, un floreciente ne-

gocio adicional. Ello parece dispensar a la discusion un atento

cuidad o y dejar despejado su camp o de extension. Pero, subrep-

ticiamente, la discusion se ha transformado de un modo espe-

cffico: ella m ism a ad op ta ah ora la forma de un bien de consumo. Verdad es que la comercializacion de los bienes culturales

fue en otro tiempo un  presupuesto  del racioc inio; el raciocinio

mismo, empero, estaba fundamentalmente excluido de las rela

ciones de intercambio, se mantenfa como centro de aquella esfe

ra en la que el propietario privado coincidfa en calidad de «hom-

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 bre», y solo en cal idad de tal, con los demas . Dicho sin mira-

mient os : para lecturas , tea t ro , co ncier to y muse o — no aun sin

emb argo para la conversacion— , tenia uno que cont ar con lo

que habia leido, visto y oido, y con aquello de lo que solo en

la conversacion le era dado apr opiar se de un modo comp leto .En nuestros dias la conversacion como tal es susceptible de

organizacion: d ia logos profes ionales ent re catedrat icos , d iscu

siones de podio, round table shows  [mesas redondas espectacu-

lares y te at ra le s ] , e tc . — El raciocinio de las personas p r ivadas

se convier te en numero radiofonico o televis ivo de stars,  se

convier te en asunto de taqui l la , cobra forma de mercancia in

cluso en congresos abier tos a la «part icipacion» de todo el mun

do.— La discusion, inserta en el «negocio», se hace formal; po-

s icion y contr apo sic ion es tan obliga das al resp eto de cier tas re-

glas de ju eg o; el conse nso ac erca de las cosas se hace sobr ero

exis t iendo el consenso pro por cio nad o por el t ra to social . Los

 p l an t eami en to s de p r o b l em as son definidos como cuest iones de

etiqueta; los conflictos, antes l levados al escenario de la pole

mica publica, son ahora rebajados y degradados al nivel del

roce personal . El raciocinio as i organizado cumple , c ier tamente ,

impor tantes funciones ps icosociologicas , sobre todo la de aquie-

tado sust i tuto de la accion; su funcion publicis t ica es crecien-temen te socava da .56 El mercad o de b ienes cu l tu ra les se hace,

en la forma ampliada del mercado del t iempo de ocio, con nue-

vas funciones . Cier to que ant iguamente la forma de mercancia

 — inusual en el las— era tan poco ex terna a las obras de litera-

tura y arte, de filosofia y ciencia, que solo por la via del mer

cado cons iguieron cons t i tu i rse como una cul tur a desvinculada

de la pract ica; pues el publico al que eran accesibles las toma-

 ba como ob je tos de su ju ic io y de su gusto, de su l ibre eleccion

e incl inacion. Jus to con la mediacion comercia l aparecen los

rasgos cr i t icos y es te t icos que se saben independientes del mero

consumo. Precisamente por eso , empero, se l imi ta la funcion

del mercado a la d is t r ibucion de los b ienes cul turales , ar reba-

tandolos al uso exclusivo de mecenas y nobles connaisseurs.  No

consiguen aun los valores de cambio inf luencia alguna sobre

la cal idad de los pr od uct os: aun hoy l leva el negocio en torno

de los bienes cul turales algo de la impronta de la incompatibi-

l idad ent re pro du cto ar t i s t ico y forma mercant i l . No es , contodo, casua l el que solo ma rg in alm en te se ma nt en ga aun la vie-

 j a consciencia de especificidad; pues , una vez pen e t r ad a la obra

de ar te por las leyes del me rca do, se convier ten estas en leyes

configurat ivas inm ane nte s . No solo ya el servicio y el sur t ido,

la pr ese nta cio n y la escenif icacion de la obra, s ino su produc-

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cion como tal se rige ahora, en los amplios ambitos de la cultu-

ra de los consumidores, de acuerdo con los puntos de vista de

la estrategia de las ventas. La cultura de masas se hace, en

efecto, con su dudoso nombre precisamente porque el creci-

miento de sus proporciones se debe a su adecuacion a las ne-

cesidades de distraccion y diversion de grupos de consumido-res con un nivel relativamente bajo de instruccion (en vez de,

al reves, elevar a un publico amplio a una cultura no sustancial-

mente degradada) .

De esta m anera, pa sad a ya de moda, se habia am pliado

el pub lico de los es tam en tos cu ltos a finales del siglo XVIII, ex-

tendiendose hasta las capas de la pequena burguesia industrio-

sa. En no pocos sitios, pequenos comerciantes que, como ten-

deros, estaban muchas veces excluidos de los clubs burgueses,fundaron sus propias asociaciones, y todavfa mas extendidas

estaban las asociaciones pro fesiona les,57 com pletam ente cons-

tituidas como sociedades de lectura. Se trata a menudo de su-

cursales de las asociaciones lectoras bu rgu esa s: la direccion,

tambien la eleccion del material de lectura, se reserva a los no

tables que, de ese modo, pretenden, en el mejor estilo de la

Ilustracion, llevar la formacion a los llamados estamentos ba-

 jo s . Culto es quien posee una enciclo pedia : norm a que cada vez

mas h acen suya tend ero s y artesan os. El «pueblo» es elevadoa cultura, no la cultura degradada a masa.

De conformidad con ello, las funciones del mercado se

hacen estrictam en te diferenciables: segun las circu nstan cias,

tanto si ha conseguido ya hacer accesibles los bienes culturales

a un publico, y luego, de acuerdo con el grado de abaratamien-

to de los productos,  fa cil ita economicamente  el acceso de un

 public o cada vez m as am plio; como si ha conseguid o ad ap ta r el

contenido de los bienes culturales a las propias necesidades hasta el punto de  fa cili ta r   tambien  psicologicamente   el acceso de

las mas amplias capas. Meyerson se refiere, en este contexto, a

una rebaja de los entrance requirements into leasure5   En la

medida en que se mercantiliza no solo la forma, sino tambien

el contenido de la cultura, se enajena esta los elementos cuya

incorp oracion exige cierta instruccion (de ahf que la recep cion

o aprop iacion «lograda» inc rem ente, a su vez, la capac idad m is

ma de recepcion de cultura). No es la estandardizacion como

tal, sino la pa rticu lar preform acion de los pro du ctos que loshace aptos para el consumo —esto es, que les proporciona la

garantfa de poder ser recibidos sin necesidad de presu pu estos

culturales estrictos (y evidentemente tambien sin consecuencias

 percep tib les)— , la que esta blece una relacion inversam ente pro -

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 porcio nal entre la com ercia lizacio n de los bienes cultu rales y

su grado de complejidad. El contacto con la cultura forma, mien-

tras que el consumo de la cultura de masas no deja huella al-

guna; proporciona un tipo de experiencia que no es acumulati-

va,59 sino reg res iva .60

 No necesariam ente van de la m ano las dos funcionesdel m ercad o cu ltural: facilitar el acceso m eram ente economico

o tambien el psicologico. Eso puede apreciarse bien en el sector

mas esencial —tambien en nuestros dfas— al raciocinio litera-

rio, el mercado del libro, dominado por dos fenomenos comple-

m en tarios . M ediante las colecciones de bo lsillo,61 con ediciones

de gran tirada, se hace accesible a una relativamente restringi-

da capa de lectores instruidos o en proceso de formacion (la

gran mayoria de esa capa esta constituida por educandos y es-

tudiantes) la literatura de alta cualificacion, que, editada al modo

tradicional, no podrfa ser adquirida por ellos. A pesar de que

la presentacion —tecnicamente elaborada con fines de reclamo

 publicita rio— y de que la —bien estu diada— organizacio n de

esta clase de libros les prestan un caracter de mercancfa facil

y de rapido uso, conserva en este caso el mercado la funcion

emancipatoria de facilitar economicamente el acceso a la cultu-

ra: el con tenido de los libros de bo lsillo no e sta po r lo general

afectado por las leyes del consumo de masas, al que deben sudivulgacion. Con los libros de bolsillo aparece, pues, lo dura-

dero con el ropaje de lo transitorio, al reves que en los libros

del cfrculo de lectores, en los que lo effmero aparece con el

ropaje de lo du rad ero : lomos de piel y grab ado s de oro (toda

una paradoja, sobre la que Wolfgang Kayser ha llamado la aten-

c io n).62

Tambien los clubs del libro que fueron constituyendo-

se despues de la Primera Guerra Mundial —comenzando por

los pafses anglosajones— y que controlan actualmente la mayor

 p arte del m ercado ,63 reducen el rie sgo em presarial y abara tan el

ejemplar; pero la estrategia de ventas y la organizacion de la

distribucion, que controlan el surtido y que reducen las posi-

 b ilid ades de eleccion de los consum idores en la m edid a en que

intensifican el contacto directo del lector con las necesidades del

gusto de las masas, no solo facilitan economicamente el acceso

a la literatu ra de esos co nsum idores, proced entes la m ayoria

de ellos de las capas sociales bajas. Tambien rebajan psicologi-camente las «condiciones de entrada», hasta tal punto que la

literatura misma ha de acabar adaptandose a los deseos de co-

modidad y amenidad de aquella recepcion de escasos presupues-

tos culturales y debiles consecuencias. Este ejemplo ilustra, por 

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lo demas, acerca de la coincidencia entre el criterio socio-psico-

logico que orienta a la cultura de los consumidores, la experien-

cia no acumulativa, y el criterio sociologico de una destruccion

de la pu blicida d: los clubs del libro no solo su stra en a la lite-

ratura el surt ido, tambien la privan de la crft ica. El instrumen

to publicitario interno de los cfrculos de lectores, folleto ilustra-do, acaba siendo el unico lazo entre editores y lectores y cierra

el ciclo de la comunicacion. Los clubs del libro se relacionan

con su clientela sin mediacion editorial —y al margen de la

 publicidad lite raria— . Lo que, a su vez, debilita la posicion de

la crftica, en la que antes —cuando criticos y resenistas del

estilo de Schiller y Schlegel no estaban muy bien vistos a cau

sa de una voluminosa actividad adicional de este tipo— se ins-

tituc ion alizab a el juicio lego de las person as p riva da s con inte-

reses literarios.

La dimension global de la destruccion tendencial de

la publicidad literaria resulta, evidentemente, solo perceptible

cuando la ampliacion del publico lector a casi todas las capas

de la poblacion se compara con la efectiva divulgacion de las

lectura s de libros: en la Rep ublica Federal de Alemania,. m as

de un tercio de todos los posibles lectores no leen ni un solo

libro y mas de las dos qu intas pa rtes ni siqu iera lo c o m p ra n ;64

las cifras francesas y anglosajonas son poco mas o menos coin-cidentes. La destruccion del publico lector culturalmente racio-

cinante a traves del publico-masa de los consumidores de cul

tura, por consiguiente, solo insatisfactoriamente puede refle-

 ja rse en el am bito del m ercado del libro. Ese proceso se sirve

de otros factores de trans form acio n d istintos del m edio de ins

truccion burgues  p a r excellence,  el lib ro .65

El primer periodico con una tirada masiva, de mas de

50.000 ejemplares, fue, significativamente, el organo del movi-

m iento cartista: el Political Register   de Cobbet, que comenzo a

 publicarse en 1816. La m ism a situacion econom ic a que lleva a

las masas a participar en la publicidad politica, les impide tam-

 bien, sin em bargo, a lcanzar la instruccion necesaria como para

 p a rtic ip a r al m odo y niv el del lecto r burgues de periodicos. La

«prensa de penique», que a comienzos de los anos treinta al-

canzo tira das de 100.000 y 200.000 eje m plares , y luego , a me-

diados de siglo, la aun mas extendida «prensa de fin de semana»,

no tardaron en proporcionar aquellas «facilidades psicologicas»que, desde entonces, maculan la faz de la prensa comercial de

masas. Desarrollos paralelos se configuran luego de la Revo

lucion de julio con el Start   de Emile Girardin en Paris y con

el  New York Sun  de Benjamin Day, tambien en Estados Unidos.

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Faltaba aun medio siglo para que el  New York World   de Pu

litzer, igual que su coetaneo londinense  Lloyd's Weekly News

 paper,  con tiradas que pronto se aproximarfan al millon y va-

liendose de los metodos de un «periodismo amarillo», penetra-

ran realmente en las amplias masas. El nombre de  yellow jo ur

nalism  [periodism o am arillo] se aplica a la pre nsa sensaciona-lista de los anos ochenta por el color amarillo de los comics

(de la figura del  yellow kid   [muchacho amaril lo]) . Las tecnicas

del cartoon,  del new picture,  de la human interest story  proce-

den evidentemente del repertorio de la prensa de fin de sema-

na, que habia prese ntado ya sus news-stories y fiction-stories 

de un modo primitivo y valiendose de recursos tanto opticos

como lite ra rio s.66 A finales de siglo se impon e tam bien en el con-

tinente el tipo «americano» de prensa de masas; prensa de fin

de sem ana y revistas ilustrad as son tam bien aqu i los precu rso-

res de los vespertinos sensacionalistas.

La prensa de masas se basa en la transformacion co-

m ercial de la pa rticipacio n de am plias capas en la pu blicidad,

que tiende a hacerla accesible sobre todo a las masas. Esa pu-

 b licidad am pliada m erm o el ca rac ter politico de la p rensa en

la medida en que el medio de la «facilitacion psicologica» pudo

convertirse en el fin en si mismo de un mantenimiento comer-

cialmente fijado del consumo. Ya en aquella temprana «prensade penique» puede observarse como para la maximizacion de

las ventas se cuenta con una despolitizacion del contenido: «by 

eliminating politicai news an d politicai editoriais on such mo

ral topics as in intemperance and gam b lin g » .67 

Los principios periodfsticos del periodico con imagenes

tienen una tradicion respetable. A partir de ellos, y visto con

 perspectiva, la prensa po lfticam ente raciocinan te fue perdiendo

influencia en relacion a la ampliacion del publico de los perio-dicos; el publico consumidor de cultura, mas inclinado al le-

gado de la publicidad literaria que al de la politica, consiguio

un predo m inio n o tab le.68

Evidentemente, el consumo de cultura va en gran me-

dida deslastrado de la mediacion literaria; comunicaciones no

verbales o comunicaciones que, aun cuando no traducidas a

imagen y sonido, estan avaladas por apoyos opticos y acusticos,

van desplazando en mayor o menor medida a las formas clasi-cas de la produccion literaria. Tambien en la prensa diaria pue-

den apreciarse estas tend en cias, a pe sar de que sigue apegada

a esas formas. Una compaginacion muy aligerada y numerosas

ilustraciones prestan apoyo a la lectura, cuya espontaneidad es

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abso lu ta men te l imi tada por la p red i spos ic ion del mate r i a l {patterning, predigesting}.  Las to ma s de pos ic ion de la reda ccion van

tras las not icias de agencia y los in forme s de los co rrespo nsa-

les ; el raciocinio des ap are ce tras el velo de las d ecis iones — in-

ter na s— acerca de la se leccion del mate r ia l y su presentaci on.

Luego se t ransforma la par te proporcional as ignada a las not i -

c ias pol i t icas o pol i t icamente re levantes :  public affairs, social  problems, economic matters, education, health.  Se gu n un a cla-

s if icac ion es tab lecida por au tores nor tea me r ic an os , 69 prec i sa

mente las delayed reward news  [not icias de efecto retardado]

no solo son desplazadas por las inmediate reward news  [noti-

cias de efecto inmedia to] — comic, corruption, accidence, desas- ters, sports, recreation, social events, human interest  — , sino,

como se desprende de la caracter izacion, efect ivamente menosle idas y por menos gente . F inalmente , las not ic ias son presen-

tadas , desde el formato hasta el detal le es t i l is t ico, como narra-

ciones (new stories);  cada vez con ma yo r frecuen cia se bo rr a la

di ferenciacion ent re  fa ct y  fiction.™ Las noticias y los informes ,

incluso los edi tor iales , echan mano de los recursos de la l i te-

ra tura de pasat iempo, mient ras que, por o t ra par te , las colabo-

rac iones l i t e ra r i as se someten de un modo r igurosamente « rea-

l is ta» a lo exis tente, captado s iempre a t raves de cl iches , y re-

 ba sa n la f ron te ra que se pa r ab a novela y r e p o r t a j e . 71

Lo que de ese modo comenzo a ins inuarse en la prensa

d ia r i a ha p rog resad o ya indec ib le mente en los nuevos medios

de comunicacion: la in tegracion de los ambi tos , antes separa-

dos , de per i odism o y l i tera t ura , es to es , de informacio n y racio

cinio, por un lado, y de la novelis t ica, por el otro, conduce a

una verdadera remocion de la real idad, a una mezcla de los dis-

t in tos p lanos de la real idad. En e l comun denominador de los

l l amados human interests  surge el mixtum compositum  de un

comodo y acomodat ic io mater i a l de en t re ten imien to que sus t i -

tuye la adecuacion a la real idad por la consumibil idad, e inci ta

mas a l consumo impersona l de es t imulos apac iguadores que

guia e instruye en el uso publico de la razon. Radio, cine y tele

vis ion hacen desaparecer gradualmente la d is tancia que, de to-

dos modos , tenia todavia que mantener e l lec tor respecto de la

le t r a impresa . —Una d i s t anc ia r ec lamada por l a p r ivac idad de

la recepcion, exa cta men te en la mis ma m edid a en que es ta era pos ib i l i t ada po r la pub l ic idad del in te rca m bio de raciocinios

respecto de lo le ido.— Con los nuevos medios se t ransforma la

misma forma de la comunicacion; es tos actuan, en el mas es-

t r ic to sent ido de la palabra , con mas penet racion de la que era

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 posib le con la p rensa .72 Bajo la presion de don't talk back,*  la

conducta del publico adopta otra configuracion. Las emisiones

de los nuevos medios contribuyen a cercenar, sin comparacion

 posible con las com unicacio nes im presas, las reacciones del re

ceptor. Atraen a su terreno al publico de oyentes y espectado-

res, privandole al mismo tiempo de la distancia propia de la

«mayor(a de edad», de la posibilidad, esto es, de hablar y repli-

ca r.73 El raciocinio de un publico lector cede tenden cialm ente

al «intercam bio de gustos e inclina cio ne s» 74 de los con sum idores

 — incluso el discurso sobre lo consum id o, el «analisis del gus-

to», se conv ierte tam bien en pa rte del consum o— .

Solo en apariencia es el mundo producido por los me

dios de comunicacion de masas publicidad; pero tambien la inte-

gridad de la esfera privada garantizada a los consumidores es ilu-soria. A lo largo del siglo XVIII, el publico b urgue s h ab ia po did o

cultivar una subjetividad literariamente capaz e inserta en la

 public idad, tan to a traves del in tercam bio episto lar fn timo, como

 po r medio de la lectura de la lite ra tu ra psicolo gica novelfstica

resultante de esa subjetividad. De ese modo interpretaban las

 personas p rivadas su nueva fo rma de exis tencia , basada en la

relacion liberal entre publicidad y privacidad. La experiencia

de la privacidad posibilitaba el experimento literario con la psi-

cologfa de lo-meramente-humano, con la abstracta individuali-dad de la persona natural. En la medida en que los medios de

com unicacion de m asas d espo jan de su ropaje literario a aque-

lla au toco m pren sion bu rgu esa y se sirve de sus formas en la

 prestacion publica de serv ic io s cultural-consum istas, se invier-

te el sentido originario. Los modelos socializados de la literatu-

ra ps icologica del siglo XVIII, an ticip ad ores del human interest  

y de la no ta biografica del siglo xx ,75 traslada n, p or un a pa rte,

la ilusion de una esfera privada Integra y de intacta autonomia privada a condic io nes y circunstancias que desde hace m ucho

tiempo estan faltas de la base posib ilitado ra de todo ello. Por

otra parte, los elementos politicos han sido tan marginados que,

en la consciencia del publico consumidor, la publicidad misma

se priva tiza; la pu blicidad se convierte en la esfera de la llegada

a notoriedad de las vidas privadas (ya porque lleguen a hacerse

 publicos los azarosos destinos del llamado hom bre de la calle

o el premeditadamente estudiado incidente en torno de una

estrella, ya porque se travistan con ropajes de privacidad evo-

* Tra du ccio n lit era l: jNo a la replica! Esto es: jNo a

comunicacion bidireccional! , o sea: no a la posibilidad de partici-

 pacion directa del recep to r .

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luciones o decis iones publ icamente re levantes , que acaban s ien-

do i r reconocibles por culpa de la personal izacion de que son

objeto) . El sent i me nta l i s mo resp ecto de las persona s y el para-

le lo c in ismo respecto de las ins t i tuciones , inevi tables resul tan-

tes ps icosociologicas de todo ese proceso, cont r ibuyen, comoes natural , a l imi tar la capacidad subjet iva de raciocinio cr i t ico

frente al poder publico al l i donde aun ser ia posible objet iva-

mente .

El o t rora espacio protector de la es fera in t ima famil iar

tam bie n es des t ru ido en las capas que antes pa sab an p or «cul -

tas»; has ta ta l punto , que han desaparecido pract icamente los

habi tos pr iva dos de lectura de novelas y de in ter cam bio episto-

l a r como presupues to impresc ind ib le para l a par t i c ipac ion en

la pub l ic idad l i t e ra r i amente mediada . En re lac ion a l a conduc ta

del publ ico lector bur gues , b ien puede a f i rmarse que el habi to

de leer l ibros ha dismi nui do entr e el ampl io pub lico de los me-

dios de comunicacion de masas . La cos tumbre del in tercambio

epis to lar personal no podia cor rer mejor suer te . Ha s ido sus t i -

tu ida por la p la t ica ep is to lar que las reda ccio nes de per iodicos

y revis tas ( tamb ien las em iso ras r adiof onic as y las cad ena s te-

levis ivas) mantienen con sus lectores . Por lo general , los medios

de comunicac i on de masas r esu l t a n r ec ome nda bles como puntoa donde enviar notas personales y comunicar d i f icul tades , como

ins tancias de protec cion y auxi l io: cons t i tuye n una bue na opor-

tun ida d pa ra las identif icaciones — para una especie de regene-

racion del ambito pr ivado a par t i r del bien dispuesto funda-

ment o de los servic ios publ icos de es t imu lo y consejo— .76 La

relacion or iginaria de la esfera int ima con la publicidad l i tera-

r ia se invier te: la int imi dad i nser t a en la publ ici dad t iend e a

ceder a la cosif icacion inser ta en la int imidad. La problemati-

ca de la exis tencia pr ivada es has ta c ier to punto absorbida por

la publicidad y, s i no resuel ta bajo la supervis ion de instancias

 publ icas , si, en cambio , de splegada ante el la. Por o tro lado, au-

menta la consciencia de pr ivacidad precisamente a t raves de

una tal publif icacion, la cual ha confer ido rasgos de int imidad

secundar ia a la es fera producida por los medios de comunica-

cion de m a sa s. 77

 No coincide, sin em b ar g o — como p r e t e n d e un extendi-

do prejuic io— , sociologic amente , es ta s i tuacion sociops icologi -ca con un publ ico que solo per i fer i came nte ha s ido in unda do

y desgar rado por una masa semi l i t e rad a de consum idores , pero

que en sus centros , sobre todo en los niveles al tos de la nueva

clase media , mant iene c ier ta cont inuidad con las t radic iones

de las personas pr ivadas l i terar iamente raciocinantes del s i -

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glo x v i i i   y de comienzos del XIX. De lo contrario, seria de espe-

rar que las orientaciones y los modos de conducta de la nueva

cultura de consumidores se hubieran extendido antes y mas

ampliamente en las capas sociales bajas que en las altas. Pero

las circunstancias actuales no confirman esta suposicion; lalectura regular de semanarios, revistas i lustradas y vespert inos

sensacionalistas, la recepcion regular de radio y television, in-

cluso la ida regular al cine, es mucho mas frecuente entre las

capas altas de la poblacion urbana que en los grupos de status 

 bajo y entre la poblacion ru ral. Este tipo de consumo cu ltu ral

crece en una correlacion casi perfecta con el nivel del status 

 — medido de acuerdo con los criterios de la posic io n profesio

nal, de la re n ta y de los estudios realizado s, asi como con el

grado de urbanizacion, desde la aldea hasta la gran ciudad, pa-

sando p or las ciudades pe qu ena s y me dias— .78 Por un lado, no es

 posible p royectar hacia a tras sin mas las lineas de am pliacio n

del publico partiendo de su actual composicion social, como si,

 pongam os por caso, en el circulo lecto r urbano y pequeno-bur-

gues de los «estamentos cultos» se hubieran ido insertando pro-

gresivamente capas marginales; por otro lado, el estado de co-

sas existen te excluye la posibilidad contrapu esta, a saber: que

el publico de los medios de comunicacion de masas descerrajey desplace hacia «abajo», hacia la clase obrera, y hacia «afue-

ra», hacia la poblacion rural, al viejo publico. Las observacio-

nes historico-sociales se aproximan mas bien a un caso de am

 pliacio n del publico que pudo ser em piricam ente in vestigado y

con trolado: la introd uc cion de la television en Es tado s Uni-

dos; y permiten extrapolarlo y proyectarlo a estadios mas tem-

 pranos, en los que, puede suponerse, tam bien se hab ria produ-

cido una ampliacion y simultanea transformacion del publico

culturalmente raciocinante al publico consumidor de cultura.

En Estados Unidos se comprobo que, entre los grupos que pri-

mero se hicieron con un televisor, predominaban los comercian-

tes cuyo nivel de instruccion no coincidia con la categoria de

sus ing reso s.79. Si se perm ite la generalizacion , las capas consu-

midoras por las que comienzan a penetrar las nuevas formas

de la cultura de masas no pertenecen ni a la capa instruida ni

a las capas sociales bajas, sino, muy a menudo, a grupos socia

les en ascenso cuyo status  req uiere aun legitim acion c u ltu ra l.80Mediado por ese grupo inicial, se extiende luego ese nuevo me

dio por lo pronto entre las capas de status  social algo mas alto,

y de alli, paulatinamente, penetra en los de status  mas bajos.

En ese marco resulta explicable tambien la escision de

la «intelectualidad», que se aparta de las capas cultas burgue-

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La disgregacion de la publicidad literaria se pone tam

 bien de m anifie sto en ese fenomeno: la caja de resonancia de

una capa culta educada en el uso publico del entendimiento se

ha hecho anicos; se ha escindido el publico en minorias de es-

 pecialista s no publicam ente raciocinantes, por un lado, y en la

gran masa de c onsum idores receptivos, por el o tro .84 Con ellose ha minado definitivamente la forma de comunicacion espe-

cifica del publico.

19. El plano obliterado: li'neas evolutivas de la disgregacion de la publicidad burguesa

La antigua distincion entre publicidad politica y publi

cidad literaria se ha perdido en el camino que lleva del pu

 blico cu ltu ra lm ente raciocinante al public o consum idor de cul

tura: la pub licidad litera ria ha dejado de ten er un cara cter es

 pecifico. La «cultura» divulgada por los m edio s de comunica-

cion de m asas es una cultu ra de integracion : no solo integ ra

informacion y raciocinio, las formas periodisticas con las for

mas literarias de la narrativa psicologica en un entretenimiento

y una «ayuda» determinados por el human interest;  sino que eslo suficientemente elastica como para asimilarse al mismo tiem-

 po elem ento s de reclam o publicitario , de servir in clu so como

una especie de super-slogan que, si no existiera, tendria que in-

ventarlo el status quo  para fines de  public relations.84 La pu

 blicidad carga con funcio nes de recla m o publicitario .* Cuanto

mas puede imponerse como medio de influencia politica y eco

nomica, tanto mas se despolitiza, globalmente considerada, y

tan to m as se priva tiza en aparienc ia.85

El modelo de la publicidad burguesa contaba con la es-tricta separacion entre los ambitos publico y privado, y de ahi

que la misma publicidad de las personas reunidas en publico,

mediadora entre el Estado y las necesidades de la sociedad, es-

tuviera inc luida en el am bito privado. A m edida que los ambi-

tos publico y privado van ensamblandose, este modelo se hace

inaplicable. Surge entonces una esfera social repolitizada que

no puede subsumirse ni bajo la categoria de lo publico, ni bajo

la de lo privado. En ese ambito intermedio se mezclan los am

* Para evitar confusiones, se traduce aqui siempre Wer- bung  (publicidad, en el sentido de propaganda comercial) como «re-clamo publicitario».

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 bitos estatalizados de la sociedad y los socia lizados am bito s

del Estado sin mediacion alguna de las personas privadas polf-

t icamente raciocinantes. El publico es completamente relevado

de esa tare a po r otras institucion es: po r asociaciones, en pr i

mer lugar, en las que las personas privadas organizadas co-

lectivam ente inten tan configurarse po lft icam ente de un m ododirecto; m ediante partido s, por otro lado, que con vertidos en

organos del po de r pub lico se situan  por encima  de la publicidad,

cuyos instrumentos fueron en otro tiempo. El proceso del ejer

cicio y compensacion polfticamente relevantes del poder tiene

lugar de un modo directo, sin mediaciones, entre las organiza-

ciones privadas, las asociaciones, los partidos y la administra-

cion publica; el publico como tal solo es esporadicamente admi-

tido en ese ciclo del poder, y solo para fines aclamatorios. Las

 personas p rivadas se ven obligadas, en la m edida en que son

asalariados y beneficiarios de los servicios, a abandonar sus

reivindicaciones publicamente relevantes a la representacion

colectiva. Mas las decisiones que, como electores y consumi-

dores, estan aun en disposicion de tomar individualmente, caen

tambien —en la medida en que se les adjudica relevancia pu-

 blica— bajo la in fluencia de las in stancias polfticas y econom i

cas. Puesto que la reproduccion social depende todavfa de las

decisiones de con sum o y de la realizacion del po de r conferido por la decis io n electoral de las personas privadas, es na tu ra l

que se de tambien un interes por conseguir influencia (allf,

 para au m en tar las venta s; aqui, pa ra aum en tar — form alm ente—

la proporcion de votos de tal o cual partido, o —informalmen-

te— para aumentar la presion de determinadas organizaciones).

Cierto que el espacio social de las decisiones privadas es pre-

 juzgado po r factores obje tivos tales como el poder adquisitivo

o la pertenencia a un grupo social determinado, y en general,

 por el status  socioeconomico. Pero, en el marco ofrecido porese espacio social, tanto mas pueden someterse a influencia

esas decisiones cuanto mas se haya invertido la originaria re

lacion entre la publicidad literaria y la esfera intima, facilitan-

do el quebrantamiento publicfstico de la esfera privada. Y asf,

el consumo de cultura es tambien instrumentalizado para los

fines del reclam o pu blicitario econom ico y po litico. M ientras

que antes la relacion entre publicidad politica y publicidad li-

teraria era constitutiva de la identificacion central de propie-tario y «hombre», sin que por ello uno y otro se confundieran,

se da hoy una tendencia a la absorcion de una publicidad ple-

 b iscitariam ente «polftica» por la publicidad despolitizada de los

consumidores de cultura. Marx creyo aun en la perspectiva de

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unas masas desposeidas e incul tas que, no pudiendo cumpl i r

los requis i tos de admis ion en la publ ic idad burguesa , i r rumpi-

r ian, s in emb arg o, en el la para t ra ns fo rm ar los confl ictos eco-

nomicos en conflictos polit icos (los unicos capaces de propor-

cionar resul tados tangibles ) . Segun su opinion, la p la taforma

 — inst i t uc ional i zada por el Es t ado de derecho— de la publ ic idad no ser ia ut i l izada para destruir la, s ino para real izar lo que

s iempre habia promet ido su apar iencia l iberal . Pero , en real i

dad, la ocupacion de la publicidad poli t ica por las masas de

desposeidos condujo a un ensa mbl ami ent o de Es tado y socie

dad que acabo arruinando la vieja base de la publicidad, s in

llegar a dotarla de una nueva. Con la integracion de los ambi-

tos publico y pr iva do coincide, pues , una com plet a desorgani-

zacion de la publ ic idad que antano media ba ent re E s tad o y

sociedad. Esa funcion mediadora pasa del publico a unas ins-

t i tuc iones que, surg idas del ambito pr ivado — como las asocia-

ciones— , o de la public idad — como los par t ido s poli t icos— ,

 prac t i can el ejercicio y la compen sac io n del pod er en una r e

lacion directa con el aparato del Estado; los a su vez auto-

nom iza dos m edio s de comu nica cion de masa s s irven de vehicu-

lo para que estas inst i tuciones consigan la aquiescencia o, cuan-

do menos, la res ignacion del mediat izado publico. La publici

dad es, por as i decir lo, d esarr ol l ada desde arr i ba para propor-cionar a determinadas pos ic iones un aura de good will  [buena

voluntad] . Or iginar iamente , la publ ic idad garant izaba la cone

xion del raciocinio publico tanto con la fundamentacion legis

lat iva del dominio como tambien con la vis ion cr i t ica de su

ejercicio. Ocurre, empero, que el la ha ido posibi l i tando la ver-

dade ra ambi valen cia que es el domin io del dominio de la opi

nion no publica: la publ icida d es funcional tanto a la manipu-

lacion del  publico como a la legi t imacion ante  el. La publicidad

cr i tica es desplazada por la publ ic idad manip ula dora .

La transformacion, s imultanea a la del pr incipio de la

 pub lic idad, de la idea de la publ ic idad pol i t i camente activa y

de su funcion efect iva puede apreciarse por la disolucion del

vinculo —reclamado aun por e l l iberal i smo— entre la d iscus ion

 publ ica y la n or ma legal, v inculo que ha dejado incluso de ser

reivindicado. El concepto l iberal de la norma legal —vinculan-

te, au nq ue de modos dis t in tos, tanto par a la jus t ic ia como para

el e jecut ivo— impl icaba los momentos de la universal idad y laver da d (lo ju st o es lo correcto) . Su estr uc tu ra ref leja la de la

 pub lic idad burguesa ; po rq ue , por un lado, la un iversa l idad de

las leyes en sent ido es t r ic to solo cuando la in tacta autonomia

de la esfera pr ivada lo permite garantiza la exclusion de las

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situaciones de intereses fuera de la materia legislativa y la li-

m itacion de la regulac ion legal a las condicion es gene rales del

equ ilibrio en tre los intere se s; la «verdad» de la ley solo es, porotro lado, garantizada en la medida en que una publicidad ele-

vada por mediacion del Parlamento a organo del Estado per-

mite ins t rum en tar lo que sea pract icam ente necesar io pa ra elinteres general a traves de la discusion publica. El hecho de

que precisam ente la formalidad de aqu ella un iversalidad garan-

tice la «verdad» como co rrecc ion en el sentido m ate ria l del in-

teres de clase burgues, forma parte de la dialectica —pronto

descubierta— de ese concepto de ley, y se basa en la dialectica

de la publicidad burguesa misma.

En la medida en que fue superada la separacion entre

Estado y sociedad y el Estado intervino en el orden social ha-

ciendose cargo de tareas asistenciales, distributivas y adminis-trat ivas, no puede ya ser fntegramente mantenido el principio

de generalidad de la n o rm a. '6 Las si tuaciones n ecesitadas de re-gulacion no rm ativa son ah ora situaciones sociales en el sentido

estricto de la pa labra , lo que qu iere de cir co ncre tas, esto es,

vinculadas a determinados grupos de personas y a ci rcunstan

cias ines tables . Las leyes, incluso cu ando no se tr a ta de dispo-

siciones legales (que son pre cisam en te no rm as no g en era les),87

adop tan ya a m enud o en tales circun stancias el ca racter deadministrativas disposiciones de detalle; se debilita la diferen-

cia entre ley y disposicion. A veces, la ley se ve necesitada deconcreciones que entran de pleno en las competencias de la ad-

m inistracion; y aun mas a m enud o se amplfan las competen-

cias de la Administracion de tal modo que la actividad de esta

apenas si es otra cosa que mera ejecucion de la ley. Forsthoff

compendia los tres tfpicos procesos en los cuales la clasica se

 paracion —y, al m ism o tiem po, el cla sico ensam blam ien to— de

ambos poderes t iende a desaparecer. Esto ocurre en la medidaen que el legislador mismo, por asf decirlo, pasa a la accion y

expende disposiciones, de modo que entra en el campo de com-

 petencias de la A dm inistracion (caso de la disposic ion legal) .

O en la medida en que el legislador traslada sus funciones a la

A dm inistracion; con lo que faculta a esta p ara la no rm ativa de

complemento por la via del decreto (caso de la ley de plenos

 poderes). O, fin alm ente , en la m edida en que el legislador, a la

vista de una materia necesitada de regulacion normativa, se

dese ntiende y deja la via libre a la A dm inistrac ion .88

Al t iempo que esa interpenetracion recfproca de Esta

do y sociedad va disolviendo una esfera privada posibil i tadora

de la generalidad de las leyes, se tambalea tambien el suelo del

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r e la t ivament e homogeneo publ ico cons t i tu ido por las per sonas

 p r ivadas r ac ioc inant es . La concu r renc ia de inte re ses individua-

les — neutra l izados , por que pr ivat i zados , bajo el comu n denomi-

nador del interes de clase— dotaba a la discusion publica de una

cier ta racional idad y efect ividad; en su lugar ha aparecido hoy la

manifes tacion de in tereses en compet ic ion. El consensus  posibi-l i tado por el raciocinio publico cede al compromiso pugnaz, o

s impl eme nte , impue s to . Las leyes asi prod ucid as , aun cuando

en much os casos cons igan ma nte ne r el mom en to de la univer-

sal idad, no pu ede n ya vindica r el m om en to de la «verdad»;

 p or que t a mb ie n la publ ic idad p a r la m en ta r i a — sus sit ios de ma -

nifestacion— ha s ido destr uida: «La discusion pierde, c omo ha

s ido descr i to por la l i tera tura —y a menudo con mas aproxima-

cion— , su ca rac te r creat ivo. Los disc urso s hech os ante el pleno

del P ar la me nt o no se real izan ya para co nven cer a los dipu-

tados de opinion y pen sami ento dis t in tos , s ino que se d i r igen

 — al menos en las cuest iones fundamenta le s , d e t e r m in a n te s de

la vida poli t ica— dir ec ta me nt e a la ciud ada nia act iva [ . . .] . Y

asi , la public idad, que en otr o t iem po vivia de las incidencias

de la asamblea parlamentar ia y que, a su vez, le confer ia a es ta

un resp landor par t i cu la r , adopta ahora un carac te r p leb i sc i t a -89

rio».

Con esas t ra nsf or ma ci on es efect ivas t iene que ver elque el actual conc ept o de no rm a legal desdibu je posi t ivis t ica-

ment e h as ta sus carac teres de unive rsal idad y verdad. Desde

los anos sesenta del siglo X I X se impone en Alemania la doctr i-

na del doble concepto de ley. Ley en sentido material significa

desde en t onces todo enunc iado ju r id i co decre tado con carac te r

obl igator io — inde pen die ntem ent e de si se t ra t a de regulaciones

universales o de dispos ic iones suel ta s— ; formales , en cambio,

se llama a las leyes que, fuere cual fuere su contenido, salen

 por med io del p ro ce d i mi e n to p a r l a m e n t a r i o . 90 La or ig inaria co

nexion —tan c la ramente descr i t a por Kant— en t re pub l ic idad

 po l i t i c amente act iva e im per io o dominio de la ley r esu l t a com-

 p le tam en te a r r u i na da por es tos dos concep tos de ley. En la

t ra nsf orm ada es t ruc tur a de la ley pued e aprec iarse que el fun-

damento de la publicidad ya no t iene a su cargo la tarea de ra-

cional izar la dominacion poli t ica. Cier to que el publico media-

t izado es ta reclamado con mucha mas f recuencia y desde mu-

chos mas l ados — en el ma rco de una es fera de la publ ic idadinmensamente ampl iada— para los f ines de la aclamacion pu-

 blica; pero esta, al m i s m o t iempo, tan lejos de los p rocesos de

ejercicio y compe nsa cio n del poder , que no se nec esi ta ya de

la racional izacion que, mediante e l pr incipio de la publ ic idad,

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 podrfa el p ro po rc io nar (y, si no se necesita de ella, m enos aunse tiende a protegerla o garantizarla).

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VI La transformacion politica de la funcion de la publicidad

20. Del periodismo de los escritores privados a los servicios publicos de los medios de comunicacion de masas. El reclamo publicitario como funcion de la publicidad

El ca mbio de funcion expe r im ent ad o por el pr incipio

de la publ ic idad se basa en un cambio de es t ructura de la pu

 bl ic idad como esfera, mat e r ia l izado en la t r an sf or m ac io n de

su mas soberb ia ins t i tucion: la prensa . A m edida, po r un lado,que esta va comercial izandose, se al lana el terreno entre la cir-

culacion de mercancias y el trafico del publico; en el seno del

ambi to pr ivado va di fuminandose la del imi tacion ent re publ i

cidad y esfera pr ivada. Por otro lado, en la medida en que solo

media n te de t e rmin adas g aran t i as po li t i cas pueden ser p ro teg i -

das sus inst i tuciones, deja de ser exclusivamente la publicidad

una par te de l ambi to p r ivado .1

Surgido del s i s tema de correspondencias pr ivadas , y aus-

 p ic iado por ellas du r an t e m uc ho t iempo, el negocio per iodi st ico

estaba en sus comienzos organizado al modo de la pequena in-

dus t r ia ar te sana; los calculos se or ie nta ban en esa pr im er a fase

de acuerdo con los pr incipios de una maximizacion moderada,

tradicional en el capital ismo temprano, de los beneficios; el in-

teres del edi tor por la empr esa era pu ra me nt e cre mat is t ico . Su

act ividad se l imitaba en sustancia a la organizacion del t raf ico

de noticias y a la clasificacion de estas. A este momento me-

ramente economico se fue anad iendo un momento nuevo , po l it ico en el amplio sent ido de la palabra, en cuanto comenzo a

t ransformarse la prensa de not ic ias en una prensa de opinion,

y de la cor respondencia de anuncios surgio una concurrencia

en el per iodismo de escr i tores . El rasgo dis t int ivo de la evolu-

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cion ha sido sintetizado p or Bu cher en pocas p alab ras: «Los

 periodicos pasaron de ser m eros lugares de publicacion de no

ticias a ser tambien portadores y gufas de la opinion publica,

m edios de lucha de la po litica pa rtidista . Lo que ac arreo la si-

guiente consecuencia por lo que a la organizacion interna de la

em presa periodist ica hace: la insercion de un a nueva instancia

entre la coleccion de no ticias y su pub licacion : la redaccion.

Pero para el editor esto significaba que pasaba de ser un ven-

ded or de no ticias frescas a un com erciante de opinion pub lica».2

La mutacion propiamente dicha no comenzo evidente-

mente con la consti tucion y autonomizacion de una redaccion;

comenzo con los «periodicos cultos» en el continente, y con los

semanarios y revistas polfticas en Inglaterra, en cuanto los es-

critores fueron sirviendose del nuevo ins trum en to de la pre ns a

 periodfstica pa ra do tar a su raciocinio , in tencionadam ente pe-dagogico, de eficacia publicfstica. Se ha llamado a esta segun-

da fase la fase de un «periodismo de escritore s» .3 Ah ora p as a a

un segundo plano la finalidad crematfstica de tales empresas;

infringen, en efecto, tod as las reglas de la ren tab ilidad, y a me-

nudo son negocios ruinosos desde el comienzo. El impulso pe-

dagogico —crecientemente politico, despues— era, por asf de-

cirlo, f inanciado por concurso. Frecuentemente, en Inglaterra

fueron los periodicos y revistas de este estilo «la ocupacion

 p red ilec ta de la aristocrac ia del d in e ro » ;4 en el con tinente sur-

gieron mas a menudo de la iniciativa de algun sabio o escritor.

Soportaban estos en solitario el riesgo economico; ela-

 bo raban segun su propio ju icio el m aterial, pagaban a sus co-

laboradores y eran propietarios de periodicos cuyos numeros

rep rese ntab an p ara el editor una serie consecutiva de objetos

sueltos. Solo poco a poco fueron ced iendo los com pilad ore s o

directores al editor sus funciones empresariales. Teniendo pre

sente esa evolucion se hace comprensible la perfilada posiciondel redactor, que reunfa en una sola persona los atributos de

«compilador» y «autor». No era por entonces la relacion del re

dactor con el editor (estamos hablando de finales del XVIII, prin-

cipios del x i x ) un a relacion de em pleado; en m uchas ocasiones

llegaba a participar en los beneficios. Ciertamente, el tipo tra-

dicional de em presario p eriodfstico subsistio tam bien ha sta bien

entrado el siglo x i x  — sobre todo en los period icos d iarios al

viejo estilo, ap artad os del raciocinio literario y politico— : cu an

do Markus Dumont se hizo en 1805 con la Kolnische Zeitung, 

reunfa aun los atributos de autor, compilador, editor e impre-

sor. Pero la competidora prensa periodica de los escritores pu-

 b licfsticam ente activos llevo, allf donde esas em presas se con-

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solidaron, a la organizacion de redacciones profesionales y au

tonom as. Cotta dio en Alemania el ejemp lo: co ntrato a Posselt

como redactor-jefe de las  Neuesten Kunde;  se separaban ahora

las funciones pu blicfsticas (que co m an a cargo del «compila-

dor») y las economicas (que eran responsabilidad del editor).

Con esta autonomia redaccional tiene que ver el que durante

la primera mitad del siglo XIX se fuera imponiendo —tambien

en la prensa diaria— el articulo editorial. Lo poco que primaba

ya en la nueva configuracion del periodismo de redaccion la

rentabil idad de la empresa por encima de la intencionalidad pu-

 blic fstica, lo poco que el negocio se im ponfa a la opin io n, lo

m ue stra claram ente el m ismo ejem plo de C otta, cuya influyente

 Allgem eine Zeitung  fue durante decadas un negocio ruinoso. En

la fase en la que la publicidad se impone como publicidad po-

lfticamente activa, conservan tambien las redacciones de las em presas periodfsticas editorialm ente consolidadas el tipo de li-

 b e rtad que caracterizaba a la com unicacio n de las personas

 privadas reun idas en calidad de publico.

Los editores asegu raban la base com ercial de la pren-

sa, sin no obstante llegar a comercializarla como tal. La prensa,

salida del raciocinio del publico y constituida como mera pro-

longacion de la discusion del mismo, sigue siendo por comple-

to un a instituc ion de ese pub lico: a m odo de m ed iado r y vigo-

rizador, no ya como mero organo de transporte de informacion,

ni instrumento aun de la cultura de los consumidores. Resulta

ejemplar observar a este tipo de prensa en epocas revoluciona-

rias, cuando los periodicos de las mas minusculas agrupaciones

y asociaciones b ro tan p o r do qu ier (en el Paris del ano 1789,

cada politico un poco importante tiene su club; cada dos, su

 periodico; 450 clu bs y cerca de 200 perio dic os se constituyeron

entre febrero y m arzo ).5 M ientras la existencia m isma de una

 p rensa polfticam ente rac iocinante es p recaria, se ve esta forza-da a un a autotem atizacion con tinua: ha sta la legalizacion per-

manente de la publicidad polfticamente activa, la aparicion y el

mantenimiento de un periodico politico equivalfa al compromi-

so activo con la lucha p or con seguir un am bito de libe rtad pa ra

la opinion pub lica, con la luch a por la pu blicida d como princi-

 pio . Es verdad que tam bien los periodicos de antes estaban ri-

gurosamente sometidos a la censura; pero nunca podia redun-

dar la resistencia frente a esas limitaciones —mientras el pe-

riodico se atuviera exclusivamente a las noticias— en la pro-

 pia desaparic io n. Los reglam entos de la superio ridad degrada-

 ban a la p rensa a m ero negocio , y al igual que los restan tes ne-

gocios estaba sometida a la supervision y a las prohibiciones

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 policiales. La p rensa de opinio n, en cam bio , como institucion

de la discusion del publico, se preocupa primariamente por afir-

m ar su funcion crftica; y asf, el cap ital de la em pre sa se con-

vierte en asunto secundario, si es que llega a invertirse con fines

de valorizacion.

Solo con la consolidacion del Estado burgues de dere-

cho y con la legalizacion de una publicidad polfticamente acti-

va se desprende la prensa raciocinante de la carga de la opi

nion; esta ah ora en condiciones de rem ov er su po sicion polemi-

ca y atender a las expectativas de beneficio de una empresa co-

m ercial co rriente. Esa evolucion que lleva a la p ren sa de opi

nion a convertirse en una prensa-negocio se produce casi si-

m ultaneam ente en Inglaterra , Francia y Estados Unidos du ran

te la decada de los anos treinta del siglo pasado. La insercion

de anuncios da un nuevo fundamento al calculo empresarial:con unos precios considerablemente rebajados y un acrecenta-

do num ero de cl ientes, podia reserva r el editor un a p arte tam

 bien creciente del period ico p a ra annonces.  A la tercera fase

evolutiva concierne la conocida definicion de Bucher, segun la

cual «cobra el periodico el caracter de una empresa producto-

ra de espacios para anuncios publicitarios, espacios que se

convierten en una mercancfa de facil salida gracias al paralelo

espacio cubierto por la redaccion con que van acompanados».

Estos primeros ensayos de prensa comercial moderna devol-

vieron al periodico el inequfvoco caracter de empresa lucrativa

 p rivada (ahora, evidentem ente, frente a la em presa artesanal

del viejo «editor», en el estadio caracterfstico de la gran empre

sa altamente capitalizada; ya a mediados de siglo existfan mu

chas empresas periodfsticas registradas como sociedades ano-

nimas) .6

Si en una prensa de motivaciones primariamente polf

ticas existfa solo rem otam ente la po sibilidad de planteam ientosempresariales exclusivamente comerciales, pronto habrfan de

conv ertirse, en camb io, esos planteam ientos en un a nec esidad

imperiosa. El increm ento y perfeccionam iento experim entados

 por el apara to te cnico-organiz ativ o exigfa una am plia cion del

capital de base, una elevacion del riesgo e, ineluctablemente, la

subordinacion de la politica empresarial al punto de vista de

los beneficios. En 1814 se im prim fa ya el Times  con la nueva

 p rensa rapida, que venfa a reem plazar cuatro sig los y m edio

de utilizacion de la prensa de madera de Gutenberg. Una ge-

neracion despues, el descubrimiento de los telegrafos revolu-

cionarfa la ente ra red de inform acion.7 Pero no solo se robus-

tecen los intereses economicos privados de la propia empresa;

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ocurre tam bie n que el per iodic o — en la medid a en que se

convier te en una empresa capi ta l i s ta— se precipi ta en e l te-

r reno de los in tereses a jenos a la empresa , in tereses que in ten-

tan conseguir inf luencia sobre el . La his tor ia de los grandes pe

riodic os diar ios en la seg und a mi tad del siglo X I X  p r ue ba que

la prensa se hace manipulable en relacion a su grado de co-

mercial izacion. Pues to que la venta de la par te des t i nada a l

reclamo publ ic i tar io es ta in ter re lacionada con la venta de la

 par te confeccionada por la r edaccion, la p rensa , has ta en t o n

ces inst i tucion de las personas pr ivadas como publico, se con-

v ie r t e ahora en l a ins t i tuc ion de de te rminados miembros de l

 pub lico como pe r sonas pr ivadas; es to es, en la puer ta de en-

t rada a la publ ic idad de in tereses pr ivados pr iv i legiados .

En consonancia con el lo, se modif ica la relacion entre

la edi tor ial y la redaccion. La act ividad de la redaccion habiadejado de ser ya — bajo la pres ion del pr ogr eso te cnico en el

modo de ob tener no t i c ias— una mera ac t iv idad l i t e rar i a para

especia l izarse en sent ido per iodis t ico . ' La se leccion del mater ia l

l lega a ser mas importante que el ar t iculo edi tor ial ; la elabora-

cion y enj uic iami ent o de las noticias , su correc cion y disposi-

c ion, mas apremiante que la prosecucion l i terar iamente ef icaz

de una «linea». Sobre todo a partir de los anos setenta se con-

f igura una te ndencia a desplazar de las pr i me ras je ra rq ui as del

 per iod ico a los g r andes per iodi s tas , pa ra sus t i tu i r los po r ad-

minis t ra t ivos de ta lento . La edi tor ia l cont ra ta a los redactores

 para que, de ac uer do con op o r t un as indicaciones, y a t ados a

el las , t rabajen para los in tereses pr ivados de una empresa lu-

crativa.

La autonomia per iodis t ica o publ ic is t ica del redactor

tam bie n es, por lo demas , sens iblem ente l i mi tada en e l t ipo de

 p rensa que no esta e m in en te me n te somet ida a las leyes del m e r

cado, s ino que s irve pr imariamente a intereses poli t icos (s ien-do en el lo mas parecida a las revis tas raciocinantes , en las que

se p rac t i caba un per iod i smo de escr i to res ) . Aun mantendra du

rante cier to t iempo la prensa poli t ica su es t i lo individualis ta,

incluso luego de const i tuirse (en Francia e Inglaterra, en pr i

mer lugar) las f racciones par l am ent ar i as y los par t id os pol it i

cos . Aun a mediado s de siglo pr edo min a un t ipo de pren sa por

el estilo de la  Deutsche Tribune  de Wirt h, que e ntro en l iza

luego de la Revolucion de ju l io ; los publ ic is tas que t rab ajab an

en esa pre nsa no depen dia n de part ido o fraccion algunos: mas

 bien eran ellos mism os poli t icos que cons t i tu ian en t o rno de su

 per iodico una secta pa r l ame n t a r i a . Pero los comienzos de la

 p ren sa par t idar ia , con t ro l ada por o rganizac iones poli t icas , se

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remontan a la primera mitad del siglo, al menos en Inglaterra

y en Francia. En Alemania se desarrolla en la decada de los

anos sesenta: primero del lado conservador, luego del social-

de m oc rata.10 El red ac tor se ve som etido, en vez de al director

editorial, a una comision de control (tanto en uno como en otro

caso, no es ya sino un mero empleado).

 No pueden separarse los aspectos socio logico-empresa-

riales del cambio estructural de la prensa de las tendencias ge-

nerales a la concentracion y centralizacion, tambien impuestas

en este ambito. En el ultimo cuarto de siglo se constituyen los

 p rim eros grandes consorcios periodfsticos: H earst en Estados

Unidos, Northcliffe en Inglaterra, Ullstein y Mosse en Alema

nia. Obvio es decir que en nuestro siglo se ha proseguido —irre-

gularm ente— este m ov im iento.11 La evolucion tecnica de los

instrumentos del trafico de noticias (luego del telegrafo y eltelefono, la telegraffa sin hilos y la radio) ha acelerado la uni-

ficacion organizativa y el entreveramiento de la prensa, y a ve-

ces hasta ha sido condicion de posibilidad de todo ello. A la

coordinacion y unificacion de los servicios informativos propi-

ciada po r las agencias o rganizadas m on op olist icam en te,12 pron

to siguio la coordinacion y unificacion de los pequenos perio

dicos propiciada por las corresponsalfas estereotipadas y la pro

duccion centralizada de colaboraciones. Entre 1870 y 1880 co-

m ienza a utilizarse en los pafses anglosajones la estereotipia;

en el cambio de siglo se impone tambien la prensa estereotipa-

da en el continente. La mayoria de las veces, esa homogeneiza-

cion tecnologica coincide con una unificacion organizativa, dan-

do lugar a agrupaciones o cadenas de periodicos; los periodi-

cos locales de las regiones predominantemente rurales entran

a m enud o de ese modo en una via de depend encia respec to de

los periodicos urbanos vecinos, articulandose a ellos sus redac

ciones como redacc ione s de zona o ad ju n ta s.13Con todo, el grado de con ce ntracio n ec onom ica y de

coordinacion tecnologico-organizativa es reducido en compara-

cion con los nuevos medios del siglo xx —radio, television y

cine sonoro— . El volum en de cap ital m an ejado llego a ser tal,

y tan amenazante llego a ser el poder publicfstico de que dis-

 ponfan, que en algunos pafses, como es sabid o, se puso la or

ganizacion de esos medios bajo la supervision —y a veces has

ta bajo el control— del Estado. Nada caracteriza tan acertada-

mente el desarrollo de la prensa y de los medios de comuni-

cacion po steriores como esas m edida s estatales: a causa de

ellas se acabo convirtiendo a unas instituciones privadas de un

 publico com puesto por personas privadas en entidades publi-

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cas. Esa reaccion del Estado frente al poderoso robustecimien-

to de una publicidad sometida a la influencia de los poderes

sociales puede apreciarse ya en la historia de los primeros des-

 pachos de te legrafos. Los gobie rnos com enzaron por colocarlo s

en una situacion de dependencia indirecta y por conferirles un

s ta tus   oficioso, aprov echand o mas que suprim iendo el cara cter

comercial de estas. Reuters Ltd. comienza siendo propiedad de

la unificada prensa britanica; la venia del tribunal supremo

 — necesaria para conseguir modificaciones de sentencias— le

confiere, sin embargo, un cierto caracter publico. La agencia

France Press, formada despues de la Segunda Guerra Mundial

a partir de la Agence Havas, es una empresa estatal, cuyo di

rector general es nombrado por el Gobierno. La Deutsche Pres-

se Agentur es una sociedad limitada en cuyo capital social tie-

nen los ed itores de period icos una p articip ac ion m axima del 1 %cada uno; casi del 10 % disponen, em pero , las em isoras radiofo-

nicas, que estan a su vez som etida s al con trol pu b lico .14 Cierto

que la industria periodistica y cinematografica se mantiene

sustanc ialm ente en manos priv ad as.15 Mas las experiencias de

una prensa tendente a la concentracion daban motivo bastan-

te como para que se impidiera que los «monopolios naturales»

de la radio y la television se desarrollaran en forma de empre-

sa privada —como, a pesar de todo, sucedio en Estados Uni

dos— . En In gla terra, Francia y Alemania esos medios fueron

organizados como corporaciones publicas o semipublicas, por-

que, de otro modo, no hubiera podido ser suficientemente pro-

tegida su funcion publicistica frente a su funcion privada-ca-

 p ita lis ta .16

Con ello se invierte la base originaria de las institu-

ciones publicisticas, al menos en sus ambitos mas avanzados:

de acuerdo con el modelo liberal de la publicidad, las organi-

zaciones del publico raciocinante estaban protegidas y a res-guardo de las intromisiones del poder publico en tanto se en-

contraran en manos de personas privadas. En la medida en

que se van comercializando, y en la medida en que se van con-

centrando economica, tecnologica y organizativamente, se han

ido transformando a lo largo de la ultima centuria hasta con-

vertirse en complejos sociales de poder; de modo que es pre-

cisamente su permanencia en manos privadas lo que amenaza

 por todos lados a las funciones critic as de la publicis tica. En

comparacion con la prensa de la era liberal, han conseguido

los medios de comunicacion de masas, por un lado, un alcance

y una eficacia mucho mayores —con ellos se ha extendido tam-

 bien la m isma esfe ra de la publicid ad— . Por el otro lado, cada

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vez se evaden mas de esa esfera p ara rec luirse en la o tror a priva

da esfera del trafico m erca ntil; cua nto m ay or es su eficacia pu-

 blicfstica, tan to m as vu lnerables son a la p resion de determ i-

nados intereses privados (individuales o colectivos). Mientras

que antes la prensa podia l imitarse a posibil i tar y robustecer

el raciocinio de las personas privadas reunidas en publico, ahora ocurre que, al reves, este lleva la impronta de los medios

de comunicacion de masas. La evolucion que lleva del periodis-

mo de escritores privados a los servicios publicos de los medios

de comunicacion de masas constituye el marco en el que va

transformandose la esfera de la publicidad a medida que pe-

netran en ella intereses privados que, de ese modo, consiguen

una audiencia privilegiada —aun cuando de ningun modo pue-

de tomarseles ya eo ipso  por intereses representativos de las

 personas p rivadas como  pub lico— . La separac ion entre publi-cidad y esfera privada implicaba que la concurrencia de inte-

reses fuera fundamentalmente abandonada a la regulacion del

mercado y mantenida fuera de la disputa publica de las opi

niones. En la medida, empero, en que la publicidad se hace

apetecible al reclamo publicitario comercial, inciden directa-

mente las personas-privadas-propietarios-privados sobre las per-

sonas-privadas-publico. De ahf, por cierto, que la comerciali-

zacion de la prensa se ajuste a la transformacion de la pu b licidad en un in stru m en to del reclam o public ita rio : * la pub lici

dad es vuelta del reves, retrocede, pero es tambien impulsada,

 por necesidades com ercial-propagandfsticas, que surgen autoc-

tonamente del marco economico.

La inundacion de la publicidad con panfletos publici-

tarios no puede explicarse por la mera liberalizacion del trafi-

co del mercado, aun si los anuncios comerciales al viejo estilo

aparecieron al mismo tiempo que ella. Las exigencias incompa-

rablemente mayores de un marketing  cientfficamente orienta-do solo se hicieron necesarias con las restricciones oligopolfsti-

cas del mercado. Sobre todo en la gran empresa industrial, se

 produce un conflicto en tre el optimum   tecnico y el financiero,

conflicto que la tendencia a la llamada competicion monopolis-

ta robustece. En la medida en que los agregados tecnicos se

adaptan a la produccion en masa, el proceso productivo pierde

elasticidad (output can no longer be varied...; output is dictated  

by the capacity o f the unified machine-processs»)Por eso ne-

* H asta ta l pun to, podrfa decirse , que la pa labra «publici-

dad» apenas si significa hoy otra cosa en el castellano corriente

que «rec lamo publ ic i ta r io» .

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cesita de una estrategia de ventas a largo plazo que garantice

en lo posible la estabilidad de los mercados y de las participa-

ciones en ellos. La concurrencia directa respecto de los precios

cede crecientemente a una concurrencia indirecta respecto de

las vfas de la produccion de mercados con clientelas especfficas

de marcas determinadas. La decreciente transparencia del mercado, comunmente tomada como motivo de la ampliacion del

volumen de la pro pa ga nd a com ercial,18 es en bu ena pa rte con-

trarre stad o ra de esta: un a concurrencia respecto de la prop a

ganda comercial desvinculada de la concurrencia respecto de

los precios se encargo de crear con artfculos de marca una in-

abarcable multiplicidad de mercados controlados por empre

sas, tan to m as diffciles de co m p ara r entre si de acu erdo concriterios de racionalidad economica, cuanto m as su valo r de

cambio esta determinado por la manipulacion psicologica pu- b licitaria . E n tre la tendencia a la gran em presa cap ita lista y a

una limitacion oligopolfstica del mercado, por un lado, y las

 proverbiales soap operas, * esto es, u na pro pa ga nd a com ercial

que empapa a la entera cultura integradora propia de los me-

dios de comunicacion de masas, por el otro, existe una visibleco nex ion.19

Por mucho que la propaganda comercial —por vez pri

m era conc ep tuad a como «reclamo» en la Fran cia de 182020—nos parezca hoy un ingrediente natural de la economfa de mer

cado, es en realidad un fenomeno caracterfstico del capitalism o

avanzado; consigue, en efecto, un a m ag nitu d releva nte solo con

los procesos de concentracion del capitalismo industrial en la

segunda mitad del siglo x i x : «hasta bien entrado el siglo x i x

las casas distinguidas eran reluctantes hasta a los simples anun-

cios comerciales; el reclamo publicitario era tenido por inde-

cen te».21 En el siglo XVIII ocupaban los anuncios comerciales en

las hojas para anuncios y propaganda solo una veinteava partede espacio; ademas, tenfan que ver tan solo con curiosidades,

con mercancias fuera del comercio corriente. Este se regulaba,de ordinario,  face to face;  la competicion comercial se abando-

naba en gran parte a la propaganda oral .

A mediados del pasado siglo surgen agencias de pu-

 b licidad basadas en el reclam o com ercia l. En Alemania , Ferdi

nand Hansenstein funda la primera en el ano 1855. Una estre-

cha colaboracion con la pren sa condujo a m enu do a que las

* Litera lm ente , «obras u operas de jab on »; en Estad 

Unidos esta expresion se usa pa ra desig nar los seriales radiofonico s

lacrimogenos de fnfima calidad.

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grandes agencias publici tarias acapararan en forma de abono

espacios d estinado s a prop agan da, con lo que un a im po rtante

 pa rte de la p ren sa cayo bajo su control. En la R epublic a Fede

ral de A leman ia trab aja n hoy un as 2.000 em presas en el sector

de la pu blicida d c om ercial, cuyos m etod os no han dejado de

 perfeccionarse cie ntf fic am ente desde la gran crisis econom icamediante la investigacion economica, sociologica y psicologica

del m erca do .22 El gasto en publicidad co m ercial que va a pa rar

a esas agencias representa, empero, solo un tercio de sus efec-

tivos globales. Los otros dos tercios son directamente emplea-

dos por las empresas, en gran parte en propaganda tendente a

mantener la imagen. Toda gran empresa t iene organizadas sus

 propias secciones pub licita rias. Los gasto s glo bale s en public i-

dad comercial se calculan para la R. F. de Alemania en 1956 en

tres mil millones de marcos, lo que representa aproximadamen-te un 3 % de todo s los ga stos p riv ad o s.23 Y a el ano a n te rio r ha-

 bfan conseguid o una participacion del 1,3 % en el p roducto so

cial bru to, m ientras que en Ing laterra y en Estad os U nidos eran

ya de 1,9 y 2,3 %, resp ec tiv am en te .24 La activ idad de las agen-

cias publicitarias se sigue limitando a la practica de los anun-

cios — evidentem ente m uy am pliada por los nuevos m edios— ,

sobre todo en periodicos y revistas ilustradas. Como es natu

ral, la propaganda comercial televisiva gana una influencia pre-

dominante a medida que va extendiendose ese medio de co-

municacion y en relacion al tipo de estructura organizativa.

En 1957, al menos la mitad de los lectores de periodicos diarios

lefan tam bie n los anu ncios c om erciales, el 65 % de los radio -

oyentes escuchaban la propaganda radiofonica, y casi un tercio

de ellos afirmaba ofrla a dia rio .25 M ientras que los medios de

comunicacion de masas en general llegan mas a las capas so-

ciales altas que a las bajas, aqui se invierte la relacion; los

anuncios y las emisiones publicitarias llegan a los grupos destatus  bajo en una proporcion y con una frecuencia mayores

que a los de status  alto. La socializacion de bienes caracterfsti-

cos en otras epocas de las capas mas altas despierta el mayor

interes entre las capas bajas, que ven en su consumo una opor-

tunidad de equiparacion.

La propaganda comercial no solo se apodera de los or-

ganos publicfsticos existentes; crea tambien sus propios perio

dicos, revistas y folletos. De cada cinco hogares de la Republica

Federal, uno tiene al menos un ejemplar de los catalogos co-

rrientes editados por las empresas en forma de folletos ilustra-

do s.26 Ha surgido asf un nuevo genero publicfstico; el num ero

de revistas de empresas y de propaganda comercial represen-

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taba por la misma epoca casi la mitad de todas las publica-

ciones periodicas que aparecfan en el mercado aleman occi

dental . Alcanzaban una t irada que representaba mas de un

cuarto del numero total de ejemplares de publicaciones perio-

dicas editadas, un volumen que doblaba holgadamente el de

todas las revistas de pasatiempo ju n ta s.27 Hay que a nad ir queese pasatiempo mismo —y desde luego no solo el proporciona-

do po r rev istas— , esto es, que los m ismos pro gra m as de los me-

dios de comunicacion de masas, estimulan tambien en su par

te no comercial la conducta consumista y le fijan determinadas

 pautas. David R iesm an vio precisam ente la esencia del medio

de comunicacion (entretenimiento) de masas en una especie de

 pedagogfa del consum o que se im pone en la in fancia y que ya

no aban do na a los adultos: «en nu es tros dfas, la futura profe-

sion de cualqu ier nino es la de consu m idor cualificado».28 Lacultura de integracion masivamente extendida induce a su pu

 blico a un cam bio de opin io nes acerca de los artfculo s de con

sumo y lo somete a la suave coaccion del constante ejercicio

consumista.

Pero la sola invasion publicitaria, economicamente mo-

tivada, de la esfera de la publicidad no tenia por que acarrear

la transformacion de esta. Del mismo modo que a partir del se-

gundo tercio del siglo pasado comenzaron a escindirse los pe-riodicos diarios en dos partes —una, cubierta por la redaccion;

la otra, c ub ierta po r los anuncios— , tam bien la separacion de

las funciones publicfsticas en un raciocinio publico de las per

sonas privadas como publico, por una parte, y en una exposi-

cion publica de intereses privados individuales o colectivos,

 p or la otra, hub iera dejado a la publicidad sustancialm ente in-

tacta. Mas no se ha llegado a la constitucion de una tal publici-

dad economica escindida, por asf decirlo, de la publicidad polf-

tica, no se ha llegado a una publicidad de reclamo publicitariocon rafces propias; la exposicion publicistica de intereses pri

vados privilegiados ha estado antes bien mezclada desde siem

 pre con intereses politicos. Porque, sim ultaneam ente a la pe-

netracion —vehiculada por la propaganda comercial— de la

concurrencia horizontal entre los intereses de los propietarios

de mercancias en la publicidad, irrumpfa el principio capitalis

ta de competicion en la pugna entre partidos, esto es, hacia

su aparicion en la publicidad la concurrencia vertical entre los

intereses de las clases. En aquella fase de antagonismos de cla-

se mas o menos desnudos —mediados del siglo pasado— se des-

garra la publicidad misma por la escision en two nations,  y ad-

quiere asf eo ipso  la publica presentacion de los intereses pri-

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vados u na relevanc ia po litica. Casi siempre consigue la pro pa

ganda com ercial de categorfa vert ida sobre la pu blicidad una

calidad que rebasa a la de la mera propaganda comercial, aun-

que solo sea porque ella es  per se   el factor m as im po rtan te en

el calculo empresarial de periodicos y revistas (tambien de

los nuevos medios) en la medida en que trabajan con plantea

m ientos c om erciales. P ero solo con la p rac tica de las  public 

relations  se hizo consciente el reclamo comercial de su carac-

ter politico.

Esa practica, como el term ino m ism o, procede de Es

tados U nido s.29 Co m unm ente, se atribuy en sus orfgenes a Ivy

Lee, que desarrollo las  publicity techniques on a policy-m aking 

level  [tecnicas de reclamo publicitario a un nivel de elaboracion

de actitude s] con vistas a justifica r el big business,  sobre todo

a la Standard Oil Company y a la Pennsylvania Rail Road, aco-sadas en aquel mo m ento p or ciertas reform as soc iales.30 En el

 periodo de en treguerras, las m ayores em presas com enzaron a

modelar su estrategia de acuerdo con los puntos de vista de

las  public relations.  Esto resulto provechoso en Estados Unidos,

 p articu larm en te en el clim a de consenso nacional que se dio

luego de la entrada en la guerra en 1940. Las nuevas tecnicas

se divulgaron ya de un modo general, tambien en Europa, lue

go del final de la guerra. En los pafses mas avanzados de Oc-

cidente, estas tecnicas han im pue sto su dom inio sobre la pu-

 b licidad a lo la rgo de la u ltim a decada y se han convertido en

un fenomeno clave pa ra el diagnostico de la vida pu b lica.31 El

«cuidado de la opinion» se diferencia del mero reclamo co-

mercial por el hecho de que recurre a la publicidad de un modo

expresamente politico. El reclamo publicitario privado va des-

tinado a otras personas privadas en tanto son susceptibles de

convertirse en consumidores; las  public relations  se dirigen a la

«opinion publica», a las personas privadas como publico y nocomo consumidores. El remitente de tal mensaje camufla sus

intenciones comerciales desempenando el rol de alguien inte-

resado en el bien publico. La influencia conseguida sobre los

consumidores despoja de sus connotaciones a la figura clasica

de un publico raciocinante compuesto de personas privadas y se

 beneficia de la legit im acio n que estas le p restan : las funciones

recibidas de la publicidad son integradas por la concurrencia

entre intereses privados organizados.

El reclamo publicitario se limitaba por completo al ins-

trumento del anuncio. El cuidado de la opinion lo rebasa am-

 p liam ente con la  promotion  y la exploitation:  interviene en el

 proceso de form acio n de la «opin ion publica» en la m edida en

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que crea novedades de un modo planificado o utiliza el interes

desper tado por ocas iones es t imulantes . Se a t iene as ! es t r ic ta-

me nt e a la psicologla y la tecni ca de la  feature and pictorial-  publicity  [ recl amo publ ici tar i o es te lar y graf ico] vin cula da a los

medios de comunicacion de masas y a sus mul t ip lemente com-

 p r oba do s topoi  del human interest: romance, religion, money, children, health, animals.  Median te una p resen tac i on dramat ica

de los hechos y a lgunos calculados es tereot ipo s , cons igue una

«reorientation of public opinion by the formation o f new authorities or symbols which will have acceptance».33 O co nsi guen los

 publicrelationsmanagers  i n t roduc i r mate r i a l adecuado a sus f i

nes directamente en los canales de la comunicacion o, en caso

contra r io , organiza n en la publ ic idad mo t ivos esper i f icos que,

 p revi s ib lemen te , p o n d r a n los apar a tos de comuni cac ion en mo-

vimiento; hay un manua l que reco mien da nada me nos que vein-te metodos para es te t ipo de making or creating news.34

Si anad imos a todo e l lo las mul t ip les inform aciones e

ins t rucciones que los despachos de  public-relations  proporcio-

nan , s e r i am ente embal adas y p rese n tada s como «documentos» ,

a los mas im po rt an te s «si t ios de dis tr ibuc ion», e ntonc es no pue-

de menos de considerarse ant icuados los cr i ter ios de la ideolo-

gla profesional en los que exis t la una clara separacion entre

not ic ia y an un cio .35 Las  public relations  t i end en a fundi rlos: elr ec lamo publ ic i t a r io como au topresen tac ion de un de te rmina-

do interes pr ivado ha desaparecido. Ahora confiere a lo que pre-

senta la autor idad de un objeto de publ ico in teres , respecto del

cual , segun la apariencia que esta obligado a adoptar , el publico

compues to por per sonas p r ivadas r ac ioc inan tes se fo rmara l i -

 bremente una opinion. El engineering o f consent36  se convier-

te en la tarea central , porque solo en el cl ima propiciado por

un tal sent imiento es posible la «promotion to the public, sug

gesting or urging acceptance of a person, product, organization or idea».37  La desp er tad a disponibi l idad del con sum ido r es ta

med iad a por la falsa consciencia de que, como pers ona pr i vada

raciocinante , coactua responsablemente en la formacion de la

opinion publica.

Por otro lado, el consenso respecto de una conducta

 — a lo que pa rece— necesar ia para el interes publ ico , t iene en

efecto algo de «opinion publica» escenificada. A pesar de que

las  public relations  e s t an encamina das a p roporc ionar una sa-

l ida a dete rm in ad os bienes , los efectos que consig uen van mu-

cho mas al la; puesto que la publicidad comercial de produc-

tos espedf ico s hace una finta para aparentar ser de interes ge

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neral, no solo crea y asegura el perfil del mercado y una clien-

tela de consumidores, sino que movil iza simultaneamente para

la firma, las ramas, y para un sistema entero de credito quasi

 polf tico, un respeto po r el estilo del que se d ispensa a las auto -

ridades publicas.

Como es natural, el consensos  fabricado tiene poco encomun con la opinion publica, con la unanimidad final resul-

tante de un largo proceso de recfproca i lustracion; porque el

«interes general», sobre cuya base — y solo sobre ella— po dia

llegar a producirse l ibremente una coincidencia racional entre

las opiniones publicamente concurrentes, ha ido desaparecien-do exactamente en la medida en que la autopresentacion pu-

 b licfstica de in tereses privados priv ilegiados se lo ib a apropian-

do. Con el doble presupuesto de una localizacion del publico

en las personas privadas burguesas y de la localizacion del

raciocinio en los fundamentos de la sociedad burguesa como

esfera de disposicion privada, ha sido quebrantada tambien la

vieja base de convergencia de las opiniones; y no proporcionauna base nueva la ficcion de esa convergencia que es la entra-

da en publicidad de los intereses privados. Al consensus  produ-

cido bajo el senuelo de un  public interest   fingido por refinados

opinion-molding services  [mecan ismos ahorm ado res de la opi

nion] le faltan los criterios de lo razonable. La crftica sensatade circunstancias o estados de cosas publicamente discutidos

cede a una veleidosa conformidad respecto de personas o perso-nificaciones publicamente presentadas; consent   coincide con

good will,  a la que la  publicity  llama a escena. Publicidad signi-

ficaba antes la desnu dez del dom inio po litico ante el raciocinio publico; la  publicity  suma las reacciones de un a benevolencia

sin compromiso. La publicidad burguesa, a medida que va con-

figurandose de acuerdo con las  public relations,  recobra carac-

terfsticas feudales: los «po rtadore s de la oferta» d esarrollantoda una pompa «representativa» ante los atentos cl ientes. La

 publicidad im ita ahora aquella aura de p restig io personal y de

autoridad sobrenatural tan caracterfst ica en otra epoca de la

 publicidad represen ta tiva.

Pero aun puede hablarse de refeudalizacion de la pu

 blicidad en otro sentido m as exacto . La in tegracion , caracterfs-

t ica del entretenimiento de masas y de la propaganda comer-

cial, que ya con las  public relations   cobra un caracter poli t ico,som ete al codigo de ese ca racte r po litico al Estad o m ism o .38

Puesto que las empresas privadas sugieren a sus clientes (por

mor de las decisiones de consumo) la consciencia de ciudada

nos, tiene el Estado tambien que «hablarles» a sus ciudadanos

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como cons umid ores . Asi acaba e l pode r publ ico tam bie n hacien-

dole la corte a la  publicity.

21. La transformacion funcional del principio de la publicidad

Un congre so al em an de sociologia se ocup o a f inales

de los anos ve in te del te ma de la op in io n publica.39 En esa oca-

s ion fue por vez pr im er a cient if icamente r egis tra do un feno-

meno s in tomat ico del cambio pol i t ico de funcion de la publ i

cidad: el «paso al act ivo periodis t ico» de cargos, par t i do s y

organ izac iones . Br inkman cons t ruyo una an t i t es i s ob l i cua en t re

la « pre nsa libre» y la «publi cisti ca de oficio» de las ad minis-

tra cio nes ( tanto public as como priv adas ) : «con aquella incon-

t ra r r es ta da insercion de todos los amb i tos v i tales en su "publ i

cidad", el per iodico moderno ha cr iado el mismo a un cuervo

adv ers ar i o y quiza do mi na do r de su insaciable ansia de infor-

macion: las of icinas de pre nsa y los infor mes peri odis t i cos , de

acuerdo con los cuales se ve motivado a disponerse ahora cual-

quier centro vi tal expuesto a la publicidad o que intente con-

seguir la».4tl Oblicua era esa contrapos ic ion porque la politicade  public relations  de l as admin i s t r ac ion es — que rebasa ba por

completo a las publicaciones de formato clas ico— se servia de

los medios de comunicacion de masas exis tentes , a l t iempo que

reforzaba su posicion en estos . La constatacion como tal es at i -

nada: junto a las grandes ins t i tuciones publ ic is t icas , y en co-

nexion con e l las («un aparato que, c ier tamente , representa e l

maximo de publicidad, pero bien poco de opinion») , se ha cons-

t i tu ido un nuevo aparato que viene a adaptarse a las nuevas

nece sid ade s de publi cida d del Es tado y de los consorcios («te-nem os aqui [...] otra "opinion publica" que, ci er t ame nte , "opi-

na" sobre muchas cosas , pero que en lo esencial intenta confi-

gurarse e imponerse en la sociedad de un modo bien dis t in to

del "publ ico"») .41 Las form as de or ient acio n de la opini on segun

fines , a las que se ha aludido aqui , «se apartan conscientemen-

te del ideal l iberal de la publicidad». La burocracia es tatal las

toma pres tadas de una pract ica que habian pues to en funcio-

nam ien to ya las gran des e mpr esas pr ivad as y las organizaciones

de union es, feder acione s y asociaciones; solo acop lada s con es-

tas adquier en las admi nis t raci ones pu bl icas su «caracter publ i-

cistico».

El crecimiento del poder de la adminis tracion en el Es-

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tado social —no solo frente al legislad or, sino frente al gobier

no m ismo— 42 perm ite pon er de m anifiesto un m om ento de su«autonomizacion», aunque en la era liberal tampoco funciono

nun ca como pu ra realizacion de la ley.43 El otro m om ento, la

contracorriente de transmision de poderes del Estado a los

grupos sociales, resta disimulado; en el nuevo espacio conquis-tado de «configurante poder», espacio en el que la administra-cion misma se convierte tambien en productor, comerciante y

distribuidor, se ve obligado el ejecutivo a un comportamientoque t iende a com pletar —y a veces a susti tuir— la autorida d

mediante un arrangement   con la «publicidad». Eso lleva en par

te a la cogestion inoficial de las asociaciones y federaciones, y

en parte a veces a un traspaso regular a su competencia de ta-

reas ad m inistrat ivas. W erner W eber con stata que amplios ambi-

tos de la A dm inistracion han sido ara nca do s al Estad o y con-vertidos en «elemen tos de un sistem a p ara es tata l de adminis-

tracion e stam en tal».44 Pero tam bien allf donde el Estado m an-

tiene o amplfa su soberania administrativa, se ve obligado a

«acomodarse» al campo de tensiones de los intereses organiza-

dos. Aun cuando aqui se intentan los compromisos de un modo

extraparlamentario, esto es, excluyendo a la publicidad estatal-

mente inst i tucionalizada, son, empero, abiertamente preparados

 po r las dos partes con la publicidad de por m edio y vis ib le-mente amparados por ella. En la medida en que Estado y so-

ciedad van interp en etran do se, p ierde la pu blicidad , y con ella la

 pub licidad constitu ida como organo estatal, es decir , el Parla

mento, ciertas funciones mediadoras. El continuado proceso deintegracion se aseg ura ah ora de otro modo : con un debilita-

miento de la posicion del Parlamento coincide el robustecimien-

to de factores transformadores del Estado en sociedad (admi-

nistracion) y, viceversa, de la sociedad en Estado (uniones, or-

ganizaciones, partidos). Por otra parte, el gasto en propaganda — un desarro llo m anagerialm ente in ducido de las  public rela

tions — m u estra que la publicidad, am pliam ente despo jada de

sus funciones, se ajusta ahora de otro modo, bajo el patrocinio

de las administraciones, las organizaciones y los partidos, al pro-

ceso de integracion de Estado y sociedad.

En el seno de la pu blic ida d po lfticam en te activa, solo

 podfan desarro llarse los conflic to s sobre una base de in tereses

relat ivamente homogeneos y en formas relat ivamente razona- ble s; solo podfan, esto es, estipu larse los conflicto s elevados a

la consideracion par lamentar ia recurr iendo a la racional idad y

 perm aneciendo en un sistem a de leyes generale s y abstrac tas ,

 puesto que el conjunto de decisio nes m ateriales que hab ia que

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tomar en una sociedad de intercambio y circulacion —neutra-

lizada como esfera privada— estaba mediado por el mecanis-

mo del mercado y era, en principio, impolftico. Estaba la publi

cidad politica tan deslastrada (evidentemente solo en el marco

del interes comun de las personas privadas como propietarios

 priv ados) de la concurrencia entre intereses indiv id uale s privados, que podia tomar las decisiones reservadas al compromiso

 poli tico valiendose del p rocedim iento del racio cin io poli tico. En

cambio, en cuanto los intereses privados, colectivamente orga-

nizados, se ven necesitados de configuracion politica, tienen que

llevar a publicidad conflictos que trastornan de rafz la estruc-

tura del com prom iso po litico .45 La pub licidad c arga aho ra con

el lastre de tener que compensar intereses, tarea que se apar-

ta de las formas clasicas de acuerdo y compromiso parlamenta-

rios; se le nota a esa tarea compensatoria su procedencia (la

esfera del mercado). La compensacion de intereses tiene que

ser literalmente «negociada», conseguida, cada vez que se so-

l ici te, mediante presiones y contrapresiones, basada meramente

como esta en el equilibrio precario caracterfstico de una cons-

telacion de poder que se desenvuelve entre el aparato del Es

tado y los grupos de intereses. Las decisiones polfticas revisten

las nuevas formas de un bargaining  [regateo, negociacion] que

ha venido a anadirse a las anteriores formas de ejercicio del poder: hierarchy  y democracy.46  Por un lado, el ambito de com

 petencia s de la publicidad se ha am pliado. Pero puesto que,

 por otro lado, la com pensacio n de los intereses contin ua subor-

dinada a la pre tens ion libe ral de esa publicidad (a saber: bus-

car la legitimacion en el bienestar comun), y no consigue satis-

facerla, ni sustraerse a ella por completo, la negociacion de los

compromisos se traslada fuera del ambito parlamentario; ya

formalmente, mediante la delegacion de competencias de los

organos estatales a las organizaciones sociales, ya informalmen-te, m ed iante la efectiva rem ocion sin norm as de Dor med io (o

 por m edio s anorm ale s) de las com petencia s y ju risd icciones.

Cuando, como en el conflicto central de la sociedad

capitalista avanzada entre empresarios y trabajadores, no es

de esperar un a com pensacion relativam ente du radera de los

intereses, ni menos aun una «satisfaccion» (en vez de compro

misos que llevan consigo una hornada de normas), puede en

tonces llegar a reconocersele —mediante la supresion del arbi-traje estatal obligatorio— un am bito de au tono m ia a un quasi

 poli tico eje rc ic io del poder por parte de los grupos sociales en

 pugna. No actuan ya, pues, de un lado, las partes del convenio

colectivo en ejercicio de su autonomia privada; actuan en el

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m arco de la pu blicidad poli t ica y depend en oficialmente, po r

consiguiente, de la licitacion dem oc ratica de la pu blic ida d.47 De

otro lado, empero, la creacion de normas reguladoras de esos

convenios fuerzan tanto las formas razonables de la publicidad

al viejo estilo, tan poco ofrece el antagonismo de intereses sub-

yacente la posibil idad objetiva de una ordenacion jurfdica deacuerdo con criterios liberales, que acaba por salirse ese com-

 prom iso de los p roced im ien tos legislativo-parlam entarios y, asf,tambien del ambito de competencias de la publicidad estatal-

mente institucionalizada. Con un tal desplazamiento oficial coin

cide un desplazamiento factico —de mucha mayor envergadu-

ra— de las competencias de compromiso politico, que las lleva

de las manos del legislador al cfrculo de trafico y concurren-

cia de las administraciones, las organizaciones y los partidos. La

creciente integracion del Estado en una sociedad que no es yacomo tal una sociedad politica, exige decisiones en forma decompromisos temporales, esto es, el intercambio directo de fa-

vores e indemnizaciones particulares sin recurrir a los proce-

dim ientos institucion alizad os de la pub licidad . De ahf que las

organizaciones y los part idos sigan siendo fundamentalmente

asociaciones priv ad as; a veces ni siquiera ado ptan la form a de

entidades con capacidad jurfd ica y, sin embargo, tom an p arte

en el repertorio de posiciones publicas. Ejercen funciones de la publicidad po litica y dependen de la p re tension de esta: legi-

timar la presion social ejercida sobre el poder estatal, evitan-

do su reduccion a mera relacion de poder. Asf han conseguido

las organizaciones sociales quebrar facticamente las barreras

del derecho de asociacion burgues; su objetivo declarado es latransformacion de los intereses privados de muchos individuos

en un interes publico comun, la credible representacion y expo-

sicion del intere s de la organizacion como un intere s g en era l.48

Para ello disponen las organizaciones (evidentemente no a pe-sar, sino gracias a su caracter privado) de un holgado poder

 polit ico; estan, sobre todo, en condiciones de m an ipu lar a la

opinion publica, sin estar, por otro lado, obligados a dejarse

controlar por ella. Este es, en efecto, el resultado de la doble

con striccion que impele, po r un a pa rte, al ejercicio del po dersocial y, por la otra, a la legitimacion respecto de las normas

recibidas de una publicidad cuya factica decadencia no escapa

a nadie: que las organizaciones recab an del pub lico m ediatiza-

do una aclamacion de grado para la formacion de un compromiso ya activado en el plano interno, pero necesitado de cre-

dito publico, o que se aseguran al menos su benevolente pasi-vidad (ya p ara tran sfo rm ar tal aquiesce ncia en presion polfti-

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ca, ya para neutralizar la contrapresion politica apoyandose en

el pac iente ap aciguam iento co nse gu ido ).49

El trabajo en la publicidad esta encaminado a fortale-cer el prestigio de la propia posicion sin convertir la materia

de compromiso en tema de  publica discusion:   las organizacion es

y los funcionarios desarrollan «representacion».  «Las organizaciones sociales publicas de ningun modo quieren aparecer como

 personas jurfd icas, sino como organiz acio nes colectivas, porqueestan interesadas  no tanto en su repre sen tacion form al exte

rior —autonomizada respecto de la vida organizativa interna—,

sino principalmente en la "representation”  * de sus miembros 

en la publicidad» .5° L a« rep rese ntac ion » es menos un elemen to

de la estructura organizativa interna que, sobre todo, «expre-

sion de su pr etens ion de pu blic ida d» .51 Como es na tura l, no qu ie

re decirse con ello que se este reconstituyendo la vieja publici-

dad representativa; pero presta a una publicidad burguesa re-

feudalizada determinados rasgos entre los que, segun una obser-

vacion de Schelsky, es caracterfstico el que los grandes organi-zadores —estatales y no estatales— «dirijan sus propias procla-

m as».52 El aura de la autor idad personalmente represen tadavuelve a constituirse en momento de la publicidad; la moderna

 publicity  esta completamente emparentada con la feudal  p u

blicness.  Las  public relations   no t ienen que ver propiamentecon la  public opinion,  sino con opinion  en aquel viejo sentido,

ya estudiado aqui, de reputation.  La publicidad se convierte enla corte ante  cuyo publico permite que se desarrolle el presti-

gio —y no la crftica en  el—.

Antes, la notoriedad publica tenia que ser impuesta a

la arca na politica del m onarca: inten taba som eter a perso nas o

cosas al raciocinio publico y convertfa a las decisiones polfti-

cas en algo revisable ante la instancia de la opinion publica.Hoy, por el contrario, la notoriedad publica es impuesta conayuda de una politica arcana practicada por los interesados:

 proporciona prestigio publico a una persona o cosa y le capa-cita asf para la aclamacion en un clima de opinion no publica.

Ya la locucion «trabajo en publicidad» revela la actual necesi-

dad de construir de la nada y segun los casos y circunstanciasuna publicidad que estaba dada antes por la misma posicion

* Quiza sea op ort un o volv er a re co rd ar que, en los contextos en que puede prestarse a confusion, se traduce el latinismo

 Rapresentanz  p or «rep resen tacion » (entre comillas) , diferenciado de

Vertretung  ( la voz propiamente germanica para habla r de repre

sentacio n) po r la inequfvoca alusion que aqui conlleva a la «publi-

c idad representa t iva» .

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de los «representantes» y garantizada en su continuidad por

una simbologfa arraigada en la tradicion. Hoy hay que crear

mo tivos de identificacion: la pu blicid ad tiene que «hacerse», no

esta «dada». Altman llama a esto —atinadamente— «comunifi-

cacion ».53 El efecto directo de la no toried ad pu blica no se ago-

ta en aquella accion propagandfstica descomercializada de unaura o f good will  [aura de bu ena volun tad] que prod uce predis-

 posic io n a la aquiescencia. Esa no to riedad publica no solo sir-

ve ah ora .para influenciar las decisiones de los co nsu m idores,

sino que es tambien util a la presion politica porque moviliza

un potencial inarticulado de predisposicion a la aquiescencia

que, en casos de necesidad, puede ser convertida en una defini-

da aclamacion plebiscitaria. La nueva publicidad sigue vincula-

da a la publicidad burguesa clasica en tanto no pierden vigor

sus formas institucion ales de legitimacion; tam bien la notorie-

dad representativa desarrolla eficacia politica solo en la medi

da en que es capaz de acreditar o hasta de hacer efectivo un

capital de decisiones electorales potenciales. El «hacerlo efec-

tivo» es, por cierto, tarea de los partidos politicos.

La transformacion funcional afecta globalmente a la

 publicidad po lfticam ente activa: tam bien a la relacion central

entre publico, part idos y Parlamento. La publicidad polft icamen

te activa de la era liberal llevaba, segun la descripcion de MaxW eber, la im pro nta del p artid o de no tables. Los cfrculos ins-

truidos y pudientes fundaron, bajo la direccion de clerigos y

 profesores, de abogados, m edic os, m aestro s y farm aceuticos, de

fabricantes y terratenientes, clubs politicos locales, organiza-

ciones coyunturales ante todo, y asociaciones con fines electo-

rales que les mantenfan en contacto gracias exclusivamente a

los diputados. Resta reducido el numero de politicos profesio-

nales su bo rdina do s a las funciones que desem pen an; la polfti-

ca es una ocupacion secundaria de caballeros. La prensa es la

unica inst i tucion permanente adherida a la inconvencional ac-

tividad consistente —y no solo en las grandes ciudades— en

reuniones periodicas convocadas por las propias asociaciones

con objeto de rec ibir el inform e de los dipu tados . Se da un a co-

municacion constante entre los centros comunales de discusion

y las sesiones del P arla m en to.55 Pre cisam en te, la relajad a vincu-

lacion organizativa, caracterfstica del «partido de fraccion»

 — que p rac ticam en te solo exis tfa en el Parlamento— , que sedaba a traves de los cfrculos de notables con los electores del

campo, coincidio con el flujo de comunicacion espontanea en

el seno de un unico publico. Aun no se habia cuestionado la

 paridad entre los instru idos m ediante la estric ta repartic ion de

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las competencias. Incluso los partidos se entendfan a si mismos

en ese marco de publicidad burguesa como «una formacion de

opiniones»: su base era, como manifiesta R udolf Haym en su

informe sobre la Asam blea N acional alemana, el acuerdo masi-

vo en determinadas opiniones polfticas. Y August Ludwig von

Rochau vindica para el «espfritu de partido» una objetividad de ju icio que, supuestam ente, hab ra de resis tir los envites del m ero

inte res .56 De todo s m odos, Treitschke aban do na ya la tesis del

 partido de opin ion: «Evid ente m ente, estan los in tereses de las

clases sociales mucho mas solidamente trabados con las doctri-

nas de partid o de lo que los pa rtidos m ismos ad m iten».57 A fi

nales de siglo se encuentran, finalmente, testigos dispuestos a

desmentir la ilusion de la neutralidad de intereses en los par-

t idos burgueses. Friedrich Naumann reclama precisamente un

 partido de clase para el cam pam ento lib eral, porque «so lo unliberalismo con consciencia de clase tiene la solidez suficiente

como para, en la actual situacion de lucha de clases generali-

zada, m an ten er firmes a sus ho m bre s» .58

Se habia producido entretanto el cambio estructural de

la publicidad burguesa; las instituciones del trafico social, que

garantizaban el marco del publico raciocinante, habfan perdido

vigor o se habfan disgregado por completo; la evolucion que

llevo a la prensa comercial venfa a coincidir con la conversionde los partidos de notables en partidos de masas. La socializa-cion de los derechos igualitarios burgueses cambio la contextu-

ra de los partidos. Las relajadas uniones electorales van dando

lugar, desde mediados del siglo pasado, a verdaderos partidos,translocalmente organizados, con un aparato burocratico, cen-

trados en la integracion ideologica y en la movilizacion politica

de las am plias m asas de electores: Gladstone intro du jo en Inglaterra el caucus  system* Con esta puesta en pie de un apa-

rato de politicos profesionales mas o menos formalmente orga-nizado y centralmente dirigido perdieron relevancia los comi

tes locales. Tenfan ahora los partidos como tarea «integrar» a

la masa de los ciudadanos —que no eran ya propiamente «bur-

gueses»—, valiendose de los nuevos medios, en los objetivoselectorales; la asamblea de electores destinada al informe del

diputad o loca! debfa servir ah ora como lugar de pro pag and a.

* El te rm in o caucus  se introdujo en el siglo X V I I I  proc

dente de Estados Unidos y probablemente a par t i r de la expresion

de los indios algonquinos cau'-cau-as'u,  que significa «consejero».

En el texto, caucus system  se refiere al uso politico de disponer de

un local y de un grupo de expertos, un comite electoral que pre

 p a ra las elecciones, define la politica, etc.

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Solo ahora surge de un modo generalizado algo parecido a lamoderna propaganda, ya desde el comienzo con la doble cara

de Jano: Ilustrac ion y gufa, inform acion y reclamo propa gan-

dfstico, pedagogfa y m an ipu lac ion .59

Habfa crecido la interdependencia de los acontecimien-

tos po lfticam ente releva ntes: ju n to a su base local, m unicipal, perdio la publicidad su em plazam iento; perdio su clara deli-

m itacion respecto de la esfera privad a, po r un a parte, respec-

to de la «publicidad universal», por la otra; se hizo impenetra

 ble e inabarcab le .60 Como a lternativa al partido de c la s e 61 sur-gio el modelo —casi siempre poco claramente distinguible del

 partido de clase— del «partido de in te gracio n»; «captaba» tem-

 pora lm ente a los electores y los m otivaba a la aclam acion sin

rem ove r su m inorfa de edad p o litica .62 Ese tipo de pa rtido de

masas de integracion superficial surgido entonces es hoy predo-minante. En el es decisivo quien disponga del medio de coac

cion o de convencimiento necesario para influir «representati-

va» o manipulatoriamente sobre el comportamiento electoral de

la poblacion. Los partidos son instrumentos de formacion de

la voluntad, pero no estan en manos del publico, sino en las

de aquellos que controlan el aparato del partido. Esa transfor-

mada relacion entre partidos y publico, de un lado, entre par-

tidos y Parlamento, del otro, puede comprobarse en el sinto-

matico cambio de status  experimentado por los diputados.

Propio de la idea del parlamentarismo era el rechazo

al mandato imperativo, tfpico, en cambio, de todo tipo de re-

 p resen tacion estam ental. Ya en 1745 declara un diputado de la

Camara de los Comunes: «By our constitution, after a gentle

man is chosen, he is the representative, i f you please, the attor

ney o f the people o f England»  [«Segun nuestra Constitucion,

una vez que un caba llero es elegido, el es el rep re se n tan te, si

ustedes quieren el comisionado, del pueblo de Inglaterra»], unatesis que, una generacion despues, Burke y Blackstone habrfande elaborar hasta convertirla en la doctrina clasica del libre

m an d ato ,63 con la formula de la indep end enc ia del dip utad o res-

 pecto del m andato recibido, del d ipu tado responsab le solo ante

su conciencia y ante la tota lida d de su pu eblo, form ula que en-

tro en todas las constitucion es bu rg u es as .64 En el Estado de de

recho liberal coincide siempre con esta ideologfa un procesode formacion de la voluntad politica mediado por la formacion

de la opinion de un publico raciocinante. El libre mandato no

significaba sociologicamente en esta fase la total independen-

cia del representante como tal; el diputado mantenfa, en efec-

to, un contacto mucho mas estrecho con su cfrculo de electo-

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m ar.69 El form ar pa rte de un publico genericamen te racioci-

nante no caracteriza ya el nuevo status  del diputado.

El Parlamento mismo ha evolucionado hasta convertir-

se en poco menos que una corporacion de discusion; porque laconfirmacion parlamentaria de los acuerdos negociados a puer-

ta cerra da no solo cumple un req uisito formal: sirve tam biena la presentacion de la voluntad del part ido hacia afuera. De

ser una «asamblea de hombres prudentes, de personalidades es-cogidas entre las capas altas que intentaban convencerse mutua-

mente en publica discusion y sirviendose en todo caso de argu

mentos, en la idea de que la decision adoptada por mayoria se

ria lo verdadero y lo adecuado al bien del pueblo», pasa el Parlamento a convertirse en una «tribuna publica desde la cual el

Gobierno y los partidos que lo apoyan exponen y defienden su

 politica ante el pueblo entero, que p a rtic ipa de esa publicidadespecialmente por medio de la radio y la television, mientras

que la oposicion se limita a atacar esa politica y a desarrollar

su po litica altern ativa valiendo se de los m ismo s ins trum en tos ».70La descripcion de Freisenhan capta evidentemente solo un as-

 pecto del proceso, a saber: la am pliacion de la publicidad como

tal, pero no su transformacion funcional. Mientras que ante-

riormente la publicidad de los debates parlamentarios tenia quegarantizar la continuidad entre las discusiones preparlamenta-

rias y parlamentarias, la unidad de la publicidad y de la opinion publica que en ella se constitufa, en una palabra: m ien tras que

antes tenia que aseg urar un a posicion cen tral al Parlam ento

deliberante en el seno del publico considerado globalmente (del

que ese Parlam en to form aba pa rte), cosa que efectivam ente

consiguio du ran te un a epoca, no sirve hoy a na da pa recid o; no

 puede, porque la publicidad m is m a, tan to den tro como fuera

del Parlam ento, se ha transfo rm ad o estructu ralm en te: «Si se

contemplan las transmisiones realizadas desde el Bundestag [elParlamento aleman federal] como si dieran al oyente (y espec-tador) del aparato receptor la posibil idad de part icipar en el

trabajo de los representantes populares por el elegidos, enton

ces habrfa que llegar a la conclusion de que radio y television

no son capaces de cumplir con este cometido, y aun de que,con la adulteracion y caricaturizacion de los debates, represen-

tan un estorbo p ara la labo r p arlam en taria. Puesto que la se-

sion plenaria propiamente dicha ha trocado en comisiones y

fracciones, la deliberacion parlamentaria ha acabado por pospo-nerse com pletam ente a la doc um entacion» .71 Los debates pa rla

mentarios mismos son convertidos ante la publicidad ampliada

en verdaderos shows.  La no toriedad pu blica pierde su funcion

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cri t ica en beneficio de la funcion «representat iva»; incluso los

argumentos son t ra tados como s imbolos a los que no puede res -

 po nd erse con a rg um en tos , sino con identif icaciones.

En la t ransformacion funcional del Par lamento se hace

manif ies ta la cues t ionabi l idad de la publ ic idad como pr incipio

organizat ivo del ord ena m iento es ta ta l : de un pr incipio de cr it ica (por pa r te del publico) se ha con ve rt ido la no torie da d pu

 blica en un pr inc ip io de in tegrac ion d ir ig ida (por p ar te de las

ins tanc ias « represe ntan tes»: de la adm inis t ra cion y de las aso

ciaciones, sobre todo de los par t idos) . Con la deformacion ple-

 b isc i ta r ia de la pub lic idad p a r la m en ta r ia coincide una defor-

mac ion cul tu ral -con sum is ta de la pub l ic idad jur id ica . Los pro-

cesos cr iminales lo suf ic ientemente in teresantes como para ser

l levados a los medios de comunicacion de masas , t ra tan de modo

analogo al pr inc ipio cr i t ico de la no torie da d publica; en vezde servi r a un control de la adm inis t ra cion de la jus t ic i a por

 p ar te del con jun to de la c iudadan ia, s irven cada vez m as para

 p r e p a ra r los desar ro l lo s ju d ic ia le s de m odo que re su l ten masti-

cables por la cul tura de ma sas del conju nto de la consumido r ia .

La for ta leza de ta les tendencias puede medirse por los

em peno s que han conci tado. M ient ras que en la Alemania post -

napoleon ica aparec ia el p r im er p ro pu gna dor e locuen te de la

 pub lic idad com o pr inc ip io o rganizativo del E s tado liberal dederecho; mient ras que, por aquel la epoca, abogaban Car l Theo

dor We lcher y Anselm Feu erba ch por la publ ica noto r ieda d de

Par lam ento y jus t i c i a — en co laborac ion con una inc ip ien te

 p rensa libre p o li t ica m en te r a c io c in a n te— ,72 se tiende hoy mas

 bien, en cam bio, a p ro tege r los deba tes p a r la m e n ta r io s y los

 p rocesos ju d ic ia le s frente a una pub lic idad pleb isc itar ia . El se-

nado del Bundes tag ha recomendado la no re t ransmis ion en di -

recto de las reunio nes par la m en tar ia s ; abogados defensores y

 pena lis tas exigen cada vez con m ayor u rgenc ia el ago tam ien tode todas las pos ibi l idade s ju r id ic as o, cuan do es tas no bas ten,

un cambio de la ordena cion y regulacion del pro ced im iento j u

dicial, con el objetivo de impedir el acceso a la sala de audien-

cias de info rm ad ore s de la radio y la televis ion: el pr inci pio de

la notor iedad publ ica ha de reduci rse en ambos casos a una

 p re s tac ion de g ara n tia s resp ec to de la «public idad directa».

El acceso a los debates par lamentar ios ha de ser , c ier tamente ,

 perm it ido ; pero debe ev i ta rse el que de una do cum en tac ion

 p a r la m e n ta r ia de acuerdos in te r n a m e n te negociados salga unagran manifes tacion de propaganda pol i t ica par t idar ia para en-

t re tenimiento y conversacion de consumidores a jenos a la cosa

(o de que de un proceso cr iminal salga un s imulacro de proce-

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so con consecuencias similares). La argumentacion va dirigida

en contra de las desviaciones plebiscitarias del modelo liberal.Topico de esa argumentacion es la distincion entre publicidad

y  publicity,  dis t incion que Eberhard Schmit t intento mantener

incluso para procesos criminales contra «personalidades de la

h istoria co ntem poran ea»: «^Que se pierde uno si no pu ede veren la prensa imagenes de acusados o testigos? Saber de quehechos son culpables pe rsonalidad es de la historia contemp o-

ranea puede ser un interes legftimo de la publicidad; saber que

se ha sacado de todo ello en claro en la vista de la cau sa y

como se ha pronunciado el veredicto. Todo eso  son momentos re-

levantes para la formacion de la opinion de los ciudadanos inte-

resados en la vida publica, momentos que deberfan poder lle-

varse a su conocimiento mediante informaciones accesibles a

todo aquel que no haya asistido a la vista de la causa. Pero loconcerniente a las caras de los acusados y los testigos a la hora

de los interrogatorios y declaraciones o en el momento de dic-

tarse la sentencia, todo eso es completamente indiferente a

cualquier interes informativo legftimo. Solo quien es preso de

la desgraciada tendencia a la  publicity  que atropella en nuestros

dfas todo aquello a lo que el pensamiento humano se sienteobligado a prestar la mas elemental consideracion puede hablar

en este con texto de un a ne cesid ad legftima de info rm ac ion ».73Va de suyo que tales medidas reactivas de ningun modo pueden

conseguir implantar las originarias formas de la publicidad. Al

con trario: el intento de restau racion de la pub licidad l iberalmediante la reduccion de su dilatada configuracion plebiscita-

ria debilitara todavfa mas las funciones genuinas que aun sub-

sistan de esa publicidad.

Tambien la constitucion del Estado social de nuestros

dfas como una democracia de masas obliga a la publicidad a

la actividad de los organos del Estado con objeto de que pue-da llegar a hacerse efectivo un proceso permanente de forma-

cion de la opinion y la voluntad como correctivo —y garantfa

de libe rtad— del ejercicio del po de r y del dom inio: «las ma-nifestaciones de ese proceso, vitalmente necesarias para la de-

mocracia pluralista, que consisten en sustancia en la apari-

cion de una "opinion publica" orientada en todas sus ramifica-

ciones respecto de la actividad estatal, pueden legftimamente

con sistir tamb ien en un "poder" no jurfdica m en te sancionadosiempre que se presuponga que son "publicas", esto es, publi-cam ente co nfron tadas con el po de r estatal, obligado a su vez

a la pub licidad de su actuacion» .74 La pub licidad em barga da por

las organizaciones sociales y heredada de la presion colectiva

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de los interese s p rivado s, solo puede ejerce r — a p a rtir de su

colaboracion en los compromisos politicos— funciones de crf

tica y control politicos en la medida en que ella misma esta so-

metida incondicionalmente a la notoriedad publica, esto es, a

la publicidad en el sentido estricto de la palabra. Habiendo

cambiado a tal punto las circunstancias, la intencionalidad delas clasicas exigencias de notoriedad solo puede preservarse de

una involucion restaurativa si, completandola con exigencias de

notoriedad no ortodoxas, se extiende la notoriedad publica tam-

 bien a instituciones que hasta ahora ante s vivfan de la publici

dad de otras, que se sometfan a su control: en pr im er lug ar a

los partidos, pero luego tambien a los medios de comunicacion

de masas polfticamente efectivos y a las asociaciones publicas.

Todas ellas son instituciones de los poderes sociales relaciona-

dos con el Estado, organizaciones privadas de la sociedad que

ejercen funciones publicas dentro del ordenamiento politico.

Para que esas funciones puedan bastar a la formacion

de la opinion y de la voluntad, tienen que estar organizadas en

su estructura interna segun el principio de la publicidad y po-

sibil i tar inst i tucionalmente una democracia de part ido interna

 — perm itir una libre com unicacio n y publico rac io c in io— .75 Lue-

go tiene que garantizarse la conexion de una tal publicidad de

organizacion con la publicidad del publico entero mediante la publica no toriedad de la vid a in terna de partidos y asocia cio

n es .76 Y, por ultim o, la actividad m isma de las organizaciones,

su presion sobre el aparato estatal, pero tambien su ejercicio

de un contrapoder, necesita de una amplia notoriedad publica

exactamente igual que las multiples relaciones de dependencia

y los entramados economicos; en este contexto hace al caso, por

ejemplo, el que las organizaciones garanticen a la publicidad la

 posibilidad de establecer el origen y la utiliz acio n de sus medio s

financieros.77 La ley fundam en tal ofrece en Alemania la posibili-

dad de extender tales exigencias de notoriedad publica no solo

a los partid os, sino tam bien a las asociaciones pu blic as,78 pues-

to que tambien ellas, bajo la proteccion constitucional de la

«libertad de opinion publica institucional del Estado de parti-

dos»,79 estan legitimad as pa ra pa rticipa r en la formacion po-

lftica de la opinion y la vo luntad . Incluso la pu blicistica po litica

tiene que estar, a su vez, sometida al mandato de la publicidad

democratica, como todas las instituciones que («representativa»o manipulativamente) ejercen una influencia privilegiada en la

 public idad. Independientem ente de como pueda todo esto ins-

trumentarse jurfdicamente, hay que observar que, desde el pun-

to de vista sociologico, tales exigencias ponen a debate la mas

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impor tan te d imens ion de una democra t i zac ion de l as o rgan iza-

 b a l e s que a c tu a n en re lac io n a l E s tad o . N o solo los o rganos

del E s tado es ta r fan aho ra v incu lad os po r l a no tor ie da d publi -

ca , s ino tambien todas las ins t i tuciones publ icfs t icamente act i -

vas en la pub l ic idad po l i ti ca , pue s to que el p roc eso de t r ans for

macion de l po de r social en po de r po l i t ico neces i t a t an to de l acrf t ica y el control como el legft imo ejercicio del poder polf t i -

co sobre la sociedad. La idea de la pu bl ic ida d (que en la demo-

cracia de m asa s del Es tad o socia l no es d is t in ta de la que fue

ins t i tuc iona l i zad a por e l Es ta do bur gu es de derecho , y cuya rea-

l izacion consis tfa en la racional izacion del dominio en el am-

 b ien te p r o p o rc io n a d o p o r el pub lico rac iocinio) solo p uede rea-

l iza rse hoy en l a r ac iona l i zac ion — del im i tada por e l p lu ra l i sm o

de los in terese s pr iva do s org aniz ado s— del e jerc ic io socia l y

 polit ico del p o d e r bajo el ( recfproco) c o n tro l de o rgan izac ionesr iva les a b ie r t as , t an to en su es t ruc tura in te rna , como en su re-

lacion con e l Es tado y con las demas organizaciones , a la pu-

 b l ic id a d .79a

Solo en re lacion a l progreso de un a ta l racional izacion

 p o d r a ser r e c o n s t r u id a u n a p u b lic id a d p o l i t ic a que, asf com o en

o t ra epoca es tuvo conf igurada po r un publ ico b urg ues const i-

tu ido po r per so nas p r iva das , se conf igurara ahora , «mas a l l a de

las per io dica s o espora dica s e lecciones y vota cion es cons t i tu t i -vas de los o rgan os es ta ta les [... ] en un c oh eren te y perm an en-

te proceso de in tegrac ion de la pre se nte soc ieda d».80 H as ta que

 p u n to es ta a t r a s a d a r e sp ec to de es ta d im e n s io n (o m e jo r dicho:

cuan poco ha p rogresado todavfa) l a pub l ic idad po l i t i ca de l a

dem ocrac ia de m asas del Es tado soc ia l, puede co ns ta ta r se ana-

l i zando prec i samente l a p reparac ion publ ica de l as e lecc iones

y el p roceso e lec to ra l mism o. La pu bl ic idad t e m po ra lm en te fa-

 b r icada , y solo t r a n s i to r ia m e n te m ovil izada, p a r a es tos objeti-

vos da lugar a l p redomin io de aque l o t ro t ipo de no tor iedad pu- b lica, ca rac te r fs t ico de las  public relations,  a l que t an to mas

ex i t o s amen t e puede n des a r r o l l a r — por enc i ma de l as cabezas

de un publ ico no organ izado— las o rgan izac iones , cuan to m as

es tas cons igan sus t r aer se a l manda to democra t i co de l a pub l i -

c idad. La ma s r ec ien te inves t igac ion e lec to ra l m ue s t ra «cuan

venta joso es pa ra un p ar t id o no t en er a fi li ados, s ino solo hac er

resuc i t a r en los per fodos e lec to ra les , con cen t ra l i zada capac idad

de m an iob ra, un a f i rma -reclamo , ut i l a un solo f in: la realiza-

c ion de una cam pan a pu b l i c i t a r i a» .81 Un p r oces o au t o s os t en i do

de comunicac ion , des ar ro l l ado en el am bien te de pa r t ido s y or

ganizaciones , es ta , com o es manif ies to , en u n a re lacion exacta-

m ente inver sa con la « represe n ta t iva» y m anip u la t iva ef icac ia

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de una notor ie dad publ ica or ien tada a la v i rule nta predisposi -

cion aclamatoria de la poblacion, sobre todo de su parte poli-

t i camente mas ind i fe ren te .

22. Publicidad fabricada y opinion no publica: laconducta electoral de la poblacion

La relacion que mantiene el sujeto receptor de servi-

c ios con e l Es tado no es pr incip alm en te de par t ic ipacion po

litical es una actitud general de exigencia, que espera asisten-

cia s in pr ete nd er p ro pi am en te im pon er d ec is ion es.82 El contacto

con el Estado t iene lugar , de ordinario, en el terreno de la

A dm inis tr acio n — o en terre no s vecinos de el la— ; es un con

tacto impoli t ico de «exigente indiferencia». En el Estado so

cial, que, sobre todo, adm inis t ra, dis tr ibuy e y as is te, m eng uan

los in tereses «pol i t icos» de los c iudadanos , cons tantemente sub-

sumidos a los actos de la Adminis t racion, y acaban reduciendo-

se, pr imordialmente, a reclamaciones l igadas a la profesion, la

representacion de las cuales t iene que correr a cargo, evidente-

mente, de las grandes organizaciones sociales . Lo que, rebasan-

do la iniciat iva de esas organizaciones, subsis ta aun de parecery de cr i ter io pol i t ico propiamente dicho, es monopol izado por

los par t idos de cara a las elecciones organizadas plebisci tar ia-

mente. El grado de disgregacion de la publicidad poli t ica como

esfera de continua part icipacion en el raciocinio en relacion

al pod er publ ico , pu ede me dirse segun los crecientes es fuerzos

 public is t icos — convert idos en ta re a genuina— de los par t idos

 por fab rica r p e r iod icam en te algo parecido a la pub lic idad . Las

luchas electorales no se dan ya, en el marco de una publicidad

ins t i tucionalmente asegurada, a par t i r del sos tenimiento de una

disputa entre las opiniones.

Sin embargo, la organizacion democrat ica de las elec-

ciones par lamentar ias s igue contando con las f icciones l iberales

de la publicidad burguesa. Las expectat ivas de conducta, que

s iguen de te rminando normat ivamente en nues t ros d ias e l ro l

ciudadano del elector , const i tuyen un ref lejo sociopsicologico

de circ un stan cia s y relacio nes en el m arc o de las cuales habia

desempenado en ot ra epoca funciones cr i t icas y legis la t ivas un publico de perso nas p r ivadas rac ioc inan tes . Se exige del elector

el que, con un cie r to grad o de capac idad de ju ic io y de cono-

cimientos , se in terese y par t ic ipe en discus iones publ icas para

que, racion alm ente guiado por el in teres general , colabore en

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el establecimiento de lo correcto y lo justo como criterios de

actuacion politica. En un traba jo sobre «D em ocratic Theory

and Public Opinion», enumera Berelson los elementos de la

« estru ctura de la pe rson alida d del elector»: interest in public 

affairs; possession o f information and knowledge; o f stable p o

litical principles or m oral standards; ability o f accurate observation; engagement in communication and discussion; rational 

behavior; consideration o f community in te re st.'3 Los constitu-

yentes sociologicos de la publicidad polfticamente activa han

cuajado, asf pues, en caracteres psicologicos. Con todo, aun si

los cri terios para est imar el comportamiento democratico mo-

delico de la poblacion electoral son tan aleatorios como el gra-

do de su intere s po litico, la inform acion que poseen, su acti

vidad e iniciativa polfticas, su participacion en discusiones, etc.,

hay que decir que este modelo esta lejos de ser realidad, comolo han dem ostrado num erosas investigaciones em pfricas.84 Y

tal desviacion solo puede explicarse sociologicamente en el con-

texto de la transformacion estructural y funcional de la pu-

 blicid ad.

Una lejana conexion entre el publico elector de la de

m ocracia de m asas del Estado social, po r un lado, y el publico

de perso na s privad as del Es tado burgu es de derecho del si-

glo x i x ,  po r el o tro , parece, desde luego, haberla . La emisiondel voto era considerado tan solo como el acto de conclusion

de una disputa publica y continuadamente mantenida y com-

 puesta de argum entos y con traargum en tos ; a la em is ion del

voto estaban autorizados todos quienes tenfan acceso a la pu- blicidad: las personas privadas y, c iertam ente, los cabezas de

familia — proc ede ntes, sobre todo, de las capas bu rgu esa s ur-

 banas— que disponfan de p rop iedades e instruccion escola r

elevada. Esa composicion social del publico que en aquella epoca

estaba autorizado al sufragio encuentra hoy un eco en la com- posicio n socia l de la parte activa de la pobla cio n — universal-

mente autorizada al sufragio— que ejerce su derecho al voto:

los varones votan con mayor frecuencia que las mujeres, los

casados con mas frecuencia que los solteros, los miembros degrupos de status  elevado, que disponen de mayor renta y de

un grado de instruccion mas elevado, con mayor frecuencia que

los miembros de capas sociales bajas. Indicativo de ello es el

que la gente de negocios, miembros de las capas medias indus-triosas, acudan a las elecciones en una proporcion relativamen-

te elevada; el hecho de que la particip ac ion electoral de los gru-

 pos com prendidos entre los 35 y los 55 anos sea la m as alta, perm ite ad iv inar la fuerte influencia no solo del tipo de activi-

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dad profesional (como en las capas des cen dien tes de las per

sonas p r ivadas burguesas ) , s ino , p r inc ipa lmente , de l en t rama-

do profesional del t rabajo social . Tambien la par t icipacion en

el raciocinio publ ico — presu pue s to informal , en ot ro t iempo,

 para una p a r t ic ipa c io n en el sufragio— parece coincid ir hoy

con el hecho de que los miembros de asociaciones pr ivadas ejer-zan en una p rop orc ion may or su dere cho a l voto que los c iu

dad anos no org an izad os .85 Esos rasgos de la cond ucta e lectoral

de la poblacion, subs is tentes de una publ ic idad l iberal , pueden

apreciarse tambien en el f lujo de la comunicacion poli t ica, in-

ves tiga do p or Ka tz y Lazarsfeld. A diferen cia del t ipo de di-

vulg acion — horizon tal y especif ico de capas so ciales— de mo-

das y habitos de consumo, la corr iente de opinion poli t ica t ien-

de a f luir ve r t ic alm en te desde los gru po s de status  mas altos

a los grupos en cada caso mas bajos —los opinion leader in public affairs  [productores de opinion en asuntos publ icos] es tan ,

 por lo com un, en una s ituac ion mas desahogada, son mas cul-

tos y disponen de una posicion social mejor que los grupos por

el los inf luidos— .86 Por otro lado, ha podid o co ns tata rse que in

c luso esas capas cen t ra les po l i t i camente in te resadas , in formadas

y act ivas del publico, es tan m uy poco incl inad as a som ete r sus

concepciones a una discusion ser ia. Hasta en los mismos porta-

dores del proceso comunicat ivo de doble nivel , es to es , los opinion leader,  que hacen las veces de mediadores , se aprecia una

tendencia muy fuer te a l enquis tamiento de las opiniones , una

vez ad op ta da s .87 Y las opiniones capaces de publ ic idad crecen

sin ser regadas por el f lujo comunicat ivo de un publico racio-

cinante, motivo por el cual no llegan nunca a sazon, es decir ,

a convert i rse en opinion publica.

Esta tambien el hecho, bien establecido, de que aque-

l los que, poseyendo el n ivel de ins t ruccion re la t ivamente mas

al to, entran en discusion con la mayor frecuencia t ienden, as i

y todo, a con f i rma rse rec ipro ca m en te en sus convicciones y,

en todo caso, a influir tan solo en los vacilantes y menos acti-

vos ; es te hecho mues t ra c laramente lo poco que apor tan es tos

sujetos a un proceso de opinion  publica. Las discusiones poli

t icas se l imitan las mas veces a ingroups,  a la familia, al circulo

de amistades y al vecindario, que, con todo, no const i tuyen s ino

un cl ima de opinion homogeneo. Por otra par te, los electores

f luc tuan tes de un par t ido a o t ro se r ec lu tan p redominan temen-te en la ampl ia zona de reserva cons t i tu ida por los c iudadanos

menos in teresados , menos informados y mas apat icos , y aun as i ,

s iem pre y cuan do no se co m por te n es tos de un modo completa-

me nte indi ferente e ignoren sob era na m en te las e lecciones .88 Por  

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ende, de ordinario, son precisamente los sujetos menos dispues-tos a constituir mediante la discusion una opinion publica quie-

nes mas susceptibles son a dejarse influir en sus concepciones

 — pero po r la publicidad «representativa» o m anipu lativa fabri-

cada por los organizadores del sufragio—.

La disgregacion como publico del publico de electoresse pone de manifiesto en la autentica inmovilizacion que aga-

rrota a la mayoria del electorado. El cfrculo de electores de

cada partido esta constituido por dos clases muy distintas degrupos. Por un lado, esta la peq uen a mino rfa de ciudadan os

a los que, con cie rta jus tificacio n , se les sigue llam ando «ac-

tivos» (ya sean miembros de los partidos o de otras organiza-ciones sociales, ya se trate de electores no organizados pero

 bien inform ados y activam ente com prom etidos, la m ayoria de

los cuales son tambien influyentes opinion leader).  Frente aellos, por el otro lado, estan los ciudadanos cuyas decisiones

ha bra n de con figurar la m ayo ria resu ltante y sobre los cuales,

al parecer, resbalan las controversias polfticas cotidianas sin

dejar rastro. Esa fijacion surge en parte de la salvaguardia,

legftima, pero estereotipadamente esmerilada, de intereses de

grupos, y en parte tambien de actitudes y prejuicios profunda-

mente arraigados, de experiencias que se remontan a constela-

ciones historicas la mayoria de las veces muy lejanas y trans-m itidas a lo largo de gen eracio ne s.89 Grupos muy variados y

diferen tes, pero de edades pa recid as, se dejan guiar po r expe-

riencias generacionales, y grupos tambien muy diversos, pero

con rasgos confesionales y etnicos comunes, se dejan orientar

tambien por experiencias derivadas de su confesion o de la et-

nia a la que pertenecen; de modo que en las decisiones formal-

mente identicas entran impulsos volitivos completamente he-

terogen eos, y a m enudo enco ntrado s, si se m ira la cosa desde

el punto de vista material, impulsos que tanto mas facilmentese someten a un consensus  ficticio cuanto mas sustrafdos estan

a la comunicacion publica. Entre los bloques inmovilizados se

situan o pendulan grupos fluctuantes de electores compuestos,segun una clasificacion de Janowitz, en parte de sujetos en

vfas de comprometerse, y en parte tambien de sujetos neutra-

lizados, ambivalentes o apaticos; segun el rigor con que se apli-

can estos criterios, resulta que estos grupos componen entre

un cuarto y un medio de la suma total de electores. A ellos per-

tenecen los abstencionistas y los llamados electores de capasm arginales que o ra votan po r un pa rt ido , ora por otro, peroque en ningun momento pueden ser arrastrados a la moviliza-

cion: non-voters  y changers.  Las caracterfsticas tfpicas de los

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abstencionistas, que los clasifican como el conjunto relativa-

m ente p eor informado y menos capacitado pa ra la dem ocracia,90

valen tambien, con determinados matices, para los portadores

del  floating vote:91 «independent voters tend to be those who 

know and care the least».m Sin embargo, estos grupos, consti-

tuidos por los electores potenciales menos cualificados para p a rtic ip ar en el proceso de form acion de la opin io n publica,

son el objetivo primordial de los managers  electorales: todos

los partidos intentan agotar hasta donde sea posible en su pro-

vecho la reserva de los «indecisos», y no valiendose de medios

de ilustracion, sino adaptandose ellos a la actitud impolftica del

consumidor, particularmente extendida en esta capa. Janowitz

 p lan tea con to do fundam ento la cuestion «whether these efforts 

which rely heavily on massmedia and other prom otional devices, 

do not represente a misuse o f limited resources».93 De todos

modos, la propaganda electoral actua de rechazo tambien sobre

el resto de grupos electorales. Y, asf, se debilita mucho mas la

conexion entre la participacion electoral y una orientacion se-

gun fines programaticos que la imagen, propagandfsticamente

 p resen tada, de los principales cand idatos.94

La puesta en escena de una publicidad politica en cada

 perio do electoral se com padece bien con la form a disgregada

de la publicidad burguesa. Por lo pronto, la cultura integrativa p reparada y divulgada po r los m edio s de com unicacio n de ma-

sas representa una ideologfa que, aun cuando por su sentido

es impolftica, tiene una dimension autenticamente politica; los

 program as politicos y, en general, toda m anifestacion «repre-

sentativa», no solo no deben intentar hacerle la competencia,

sino que tienen que esforzarse por concordar con ella. La de-

cadencia de las ideologfas polfticas pronosticada por Manheim

hace decadas parece captar solo un aspecto del proceso que ha

llevado a Raymond Aron a hablar del  fin de l'age ideologique;95

el otro aspecto de la cosa es que la ideologfa se configura de

acuerdo con la llamada cultura de consumo y vierte, por asf

decirlo, a niveles de consciencia mas profundos la pocima de

su vieja funcion; a saber: forza r a la confo rm idad con las cir-

cunstancias existentes. Esa falsa consciencia no consiste ya,

como en las ideologfas polfticas del siglo XIX, en un conjun-

to coherente de concepciones, sino en un conjunto de modos

de conducta, y adopta en la practica la forma de un sistemade habitos de consumo ajenamente dirigido. Lo que de cons

ciencia subsiste en ello es la refiguracion pseudorrealista de la

superficie de lo existente: «Si qu isiera com pen diarse en una

frase la finalidad propiamente dicha de la ideologfa de la cul-

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tura de masas, habrfa que referirse a ella como parodia de la

frase "con viertete en lo que eres": como ab usiva redu plicacion

y legitimacion de la situacion existente, con embargo de toda

transcendencia y crftica. En la medida en que el espfritu so-

cialm ente efectivo se lim ita a pon er an te los ojos de los hom-

 bres lo que, aun con to do, constituye la condicion de su exis tir , pero p roclam ando al m ism o tiem po a esa existe ncia como su prop ia norm a, esto s suje to s acaban, con incredu la creencia , en

el pu ro ex istir» .96

La propaganda es la otra funcion con que carga aho-

ra la publicidad, dominada por los medios de comunicacion de

masas. Los partidos y sus organizaciones auxiliares se ven ne-

cesitados de influir pu blicfsticam ente sobre las d ecisiones de

sus electores de un modo analogo a la presion ejercida por el

reclamo pu blicitario sobre las decisiones de los co nsu m idores: 97surge la industria del marketing  politico. Los agitado res de pa r

tido y los propagandistas al viejo estilo son desplazados por

ne utrales especialistas pub licitarios, a los que se em plea pa ravender politica impolfticamente. Esa tendencia, aun cuando vie-

ne prefigurandose desde mucho t iempo atras, ha conseguido

imponerse definitivamente solo con el desarrollo cientffico delas tecnicas de investigacion del mercado y de la opinion des

 pues de la Segunda G uerra M undia l. Las resistencias ofrecid as

al proceso, solo vencidas, en el caso de varios partidos, luego

de num erosos fracasos elec tora les,98 revelan que los regisseurs 

electorales no solo tienen presente el hundimiento de la publi-

cidad politica propiamente dicha, sino que se ven ellos mismos

obligados a impulsarlo conscientemente. La publicidad poli t icatemporariamente fabricada reproduce —solo que con otros f i

nes— la esfera regida por la cultura integrativa; tambien el

ambito politico acaba siendo integrado social y psicologicamen-

te por el ambito del consumo.Destinatario de esa publicidad es el tipo de consumi-

dor politico al que Riesman ha dado el nombre de «el nuevo

indiferente»: «Ya no es un elector ind ep en diente [...] no reco-

noce ya conexion alguna entre sus opiniones polfticas y su fun

cion politica. De ahf que sus opiniones le sirvan a modo de

cheque en su rol de miembro de una comunidad de consumi-

dores de las noticias polfticas del dfa. Su tolerancia frente a

las opiniones de los demas no se deriva tan solo de una dis-

 posic io n caracterolo gic a, sino tam bien del hecho de que pue-de contem plarlas como "m eras" opiniones, quiza dive rtidas o

interesantes, pero en todo caso desprovistas del peso caracte-rfstico de una en trega parc ial o tota l a un a actividad p olftica».99

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La desintegracion del electorado como publico se apre-

cia claramente en el hecho de que la prensa y la radio, «mane-

 jadas al m odo trad ic iona l» ,100 resu ltan ineficaces; en el m arco

de la pu blicidad fabricada, los med ios de com unicac ion de ma-

sas solo sirven como soportes de reclamo publicitario. Los par

tidos se dirigen dire ctam en te al «pueblo» (de hecho, a aqu ella

minorfa cuyo nivel de instruccion han calculado los demosco-

 pos les perm ite un vocabula rio prom edio de unas 500 pala-

 b ra s ) .101 Junto a la prensa, p ierde tam bien rele vancia el segundo

instrum en to clasico de formacion de la opinion: la asam blea

 parlam en taria . Se sabe que esta , «m anejada al modo tradicio-

nal», puede como mucho servir pa ra trans m itir consignas a un

 pequeno gru po de fieles partidario s. Tam bien las asam bleas par-

lamentarias sirven solo ya como reuniones propagandfsticas, en

las cuales los presentes, si llega el caso, pueden aparecer antelas cam aras de la television como e stad istas sin paga.

En la publicidad manipulada, en vez de una opinion

 publica funciona m as bien un plebiscito d ispuesto a la aclama-

cion, un clima de opinion. Es manipulativo, sobre todo, el calcu-

lo sociopsicologico de ofertas dirigidas a inclinaciones incons-

cientes y encam inadas a d esp ertar reacciones previsibles, sin

que, por otra parte, quienes asf se aseguran la aquiescencia ple-

 b isc itaria puedan verse obligados a con trapartidas de ningun

tipo: los llam am ientos — expe rimentalm ente verificados y orien-

tados segun «parametros psicologicos» cuidadosamente estudia-

dos— tienen que poder actuar como sfmbolos de identificacion,

tanto mas cuanto menos conexion tengan con frases polfticas

 p rogram aticas o con argum entos obje tivos. Su sentido se agota

en el desencadenamiento de aquel tipo de popularidad que «su-

 p lan ta en la actual sociedad de m asas a la relacion d irecta del

individuo con la po lftica» .102 De ahf que la pres en tac ion del di-

rigente, o del equipo dirigente, desempene un rol central; tam bien ellos necesitan de una ostentacion y de un em bala je ade-

cuados al mercado. El fndice de popularidad le da a un Gobier

no la medida del grado de control que ejerce sobre la opinion

no publica, o del grado de promocion publicitaria de que esta

necesitada la popularidad de su equipo. La popularidad como

tal no es lo mismo que la notoriedad publica, pero no puede

m an tenerse m ucho tiem po sin ella: el pleb iscito que ella sig-

nifica es una variable dependiente de la publicidad tempora-

riamente fabricada, aunque de ningun modo depende exclusiva-

mente de ella. No sin fundamento intentan los partidos gober-

nantes, para afirmarse en la campana electoral, crear motiva-

ciones o bjetivas, so portes de no torieda d pub lica en forma de

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verd ad era s co nces iones a las expe cta t ivas de la po blac ion (por

e jemplo , median te l a r eba ja de los impues tos sobre e l consumo

de b ienes de mas ivo d i s f ru te , medida que es par t i cu la rmente

ren tab le desde e l pun to de v i s t a pub l ic fs t ico) . Para pe ne t ra r

 — com o s iem pre , m a n ip u la t iv a m e n te — en los m o tivos , cientf-

f icamente anal izado s , de los e lectores , son a veces tam bie n ne-

cesar ias — como pun to de c r i st a l i zac ion de l a no tor ied ad pu- b lica a la que se asp ira— m e d id a s que sa tisfagan n eces idades

rea les . La m anipu lac ion m ism a de l a regie  e lectoral mas pro-

duct iva en desc ub r im ien tos t iene, si se quiere deci r asf , l fmites

natu rales . Pero no deberfa sacarse de el lo , eviden tem ente , la con

clus ion inversa de que «cuanto mejor se conocen los mot ivos de

los e lectores , ma s ef icazmen te pue de e l pue blo "m anip ula r" a l

Gobie rn o».103

Cier tamente : una «explo tac ion» publ ic i s t i ca de los motivos dad os es ta t am bien ob l igada a cor resp ond er los ; de ahf

que, en de te rm ina da s c i r cun s tanc ias , s ea necesar io c rear mot i -

vos pub l ic i t a r ios en fo rma de compromisos t enden tes a sa t i s f a -

cer nec es idad es reales del e lector . C uanto ma s e s t r ic tos sean

los lfmi tes «naturales» de la m an ipu lacio n, tan to m as fuer te

sera la neces idad no solo de ut i l izar los mot ivos c ient f f icamen-

te anal izados, s ino tambien de sat isfacerlos . Pero aun en el

hipotet ico caso de que unas l imi taciones muy es t r ic tas de la

ma nipu lac ion fac il i ta ran e l que e l p roc ed im ien to ac lamat ivo , enel marco de l a pub l ic ida d per io d ica m ente o rgan izada , garan ti -

za ra com ple tam ente una p red i spos ic ion del Gobierno a cor res -

 p o n d e r a los deseos de la op in ion no p u b l ic a ,104 aun en ese caso

no se cum pl i r f an las condic iones necesa r ias p ara un a fo rma

cion d em oc rat ica de la opinion y la volun tad. Po rque las ofer -

tas real izadas con f ines ps icologicos pu bl ic i ta r ios , po r obje ti -

vam ente f ina l ifo rmes que pu eda n se r, no es tan me diada s por

la voluntad y la consciencia ( s ino por la subconsciencia) de los

suje tos . Es te t ipo de form acion de la vo lun tad se com padece-

r fa me jor con una especie de abso lu t i sm o i lus t r ado p rac t i cado

 p o r un E s ta d o social a u to r i t a r i a m e n te regido que con un Es-

tado de derecho social y dem ocra t i co : todo para el pueb lo , nada

a traves del pueblo (que no po r ca sua l idad es una f rase de la

Prus ia de Feder ico I I ) . Bien mirado, ese proceder n i s iquiera

garan t izar fa e l «bienes tar» . Po rque u na opinion no pub l ica in-

d i rec tam ente de te rm ina da no solo es ta fa l ta de au tonom ia , s ino

de racionalidad como tal . La sat isfaccion de los motivos des-cub ier tos en am pl ias capas de la pob lacion no s igni fica de po r

s f n inguna garant fa de que e l lo cor responda a los in tereses ob-

 je t ivo s de esas capas . De acue rdo con su p ro p ia idea, la publi-

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cidad no era un principio de la democracia meramente porque

 pudiera llevar a ella to do el m undo, en iguald ad de oportunid a-

des, sus inclinaciones, deseos y sen timien tos — sus opinions —,sino que solo era realizable en la medida en que esas opiniones

 personales pud ieran constitu ir, en el am bito del raciocin io del

 publico, a la opin io n publica —la opinion publique — . La ga

rantfa de la accesibilidad universal era contemplada solo como

 presupuesto de la garantfa de veracidad de dis cursos y contra-

discu rsos — vinculados po r las leyes de la logica— .

La relacion entre publicidad fabricada y opinion no pu-

 blica puede ilustrarse to m ando como ejemplo algunas m edidas

que, en las elecciones al Parlamento aleman de 1957, influyeron

en beneficio de los partidos gobernantes. (En este ejemplo pre-

sentamos un caso de utilizacion manipulativa de los resultados

de un sondeo de opinion por un determinado partido simple-mente porque no hay una documentacion tan segura para otros

 p a r tid o s .)105 Cuatro m edid as estrategicas determ inaron toda lacampana publicitaria del partido que resulto vencedor en la

contienda electoral. La imagen del dirigente del partido, conser-

vada aun en las elecc iones leg islativas de 1953, tuvo que ser es-

tilizada po r tem or, sobre todo, a su avanzada edad: se le pre-

sento rod eado de «su equipo». Luego, la pro pag and a estim ulaba

y se dirigfa a los sentimientos de miedo y a las necesidades

de seguridad: po r un lado, se asoc iaba al adversario con el peligro bolcheviq ue y, por el o tro, el partido en posesio n del

 poder esta ta l, e id entific ado hasta la saciedad con el Estado,era presentado como la unica garantfa digna de credito para la

segu ridad tan to m ilitar como social: «nada de experimen tos»,

«haz tu m ismo lo que tengas que hacer», etc. En terc er lugar, para co n tra rrestar el tem or — electoralm ente perju dic ia l— a las

subidas de precios, el Gobierno pacto con la industria una lla-

mada moratoria, la cual comprometfa a los empresarios a no

subir precios hasta pasadas las elecciones.* Ademas, se hizo

fiador de toda una serie de artfculos de marca mediante anun-cios en la prensa diaria por la estabilidad del nivel de precios,

lo que habia sido precedido p or un a cam pana pu blicitaria de

una asociacion de comerciantes al detall. La medida mas efec-

tiva fue, en fin, el lanzam iento de la refo rm a de las ren tas : casi

seis millones de re n tista s vieron , a p a rtir de mayo de 1957,

aumentar sus ingresos y pagas adicionales; evidentemente, el

efecto material y psicologico de esa medida no se limito a las

* El part ido y la pe rso na lida d polit ica aludidos aqui son

la Union democris t iana a lemana y e l canci l ler Konrad Adenauer .

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rentas. Las cuatro medidas habfan sido cuidadosamente testa-

das con ante riorid ad y fueron luego rem od elad as («la suave olade optim ismo») y explotadas («bien estar p ara todos») con tec-

nicas publicitarias calculadas. Es diffcil estimar el grado de par-ticipacion de cada una de esas medidas en el grado de aclama-

cion conseguido ; no es facil evaluar el peso que cada una de

ellas ha tenido en relacion a las otras. Pero pueden ser masclaramente interpretadas por su configuracion poli t ica que por

el efecto prop aga nd fstico co nseguido: los pa rtidos go be rnan tes *

cumplieron con su unico compromiso obligatorio al lanzar (antes de la contienda electoral) la reforma de las rentas. Es ver-

dad que la oposicion habia contribuido tambien a la promul-

gacion de la ley; pero pudieron aprovecharla y explotarla mucho

mejor como motivo publici tario los part idos gobernantes (por-

que el Bundestag, el Parlamento federal, es identificado por

muchos electores con la Bundesregierung, con el Gobierno fe

deral).

De un lado, esa m an era de form ar o co n stituir la vo-

luntad politica garantiza un cierto tipo de presion de la opinion

no publica sobre el Gobierno, que se ve asf obligado a satisfa-cer necesidades reales para evitar correr el r iesgo de perder

 popularidad ; de otro lado, em pero, im pide la form acio n de unaopinion publica en el estricto sentido de la palabra. En la me-

dida en que importantes decisiones polfticas forman parte definalidades manipulativas y son llevadas como eficaces motivos

 propagandfsticos a la pub licidad «represen tativam ente» fabri-

cada —sin que nada de ellos, evidentemente, perjudique o im-

 pid a sus consecuencias facticas— , restan ajenas, qua  decisiones

 politicas,  tanto al raciocinio publico como a la posibilidad deun voto plebiscitario de censura consciente de alternativas de-

finidas precisas. Por seguir en el ejemplo: ni fue la reforma

de las rentas convertida en el tema de un proceso de forma-

cion de la opinion publica durante su fase preparatoria, a pesar

de ser tratada por la gran prensa diaria con prolijidad (las

investigaciones demoscopicas demostraron que la masa de la

 poblacion no atinaba a im aginarse lo que signif icaba la nocio n

de renta dinamica), ni se convirtio luego, como problema socio

 poli tico cen tral, en tem a explfcito de la con tienda electoral

* En coalicion con la democracia cristiana gobernaba tam bien en aquella epoca el p a r t id o liberal a leman. La oposic ion parla-

me nta r ia es taba cons t i tu ida ya so lo por el par t ido soc ia ldemocra ta .

(El partido comunista habia sido reducido a la i legalidad en 1956,

un ano antes.)

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(solo pudieron utilizarse efectos psicologicos indirectos como

 base de una propaganda que estaba p lan teada alrededor de gro-

seros estereotipos sobre la subida del nivel de vida). Tambien

en este caso sirvio la publicida d « repre sentativa» y m anipula-

t ivam ente desarrollada — directam ente organizada para aquella

robusta minorfa de «indecisos» que, de ordinario, determinael resultado electoral— a un proceso de comunicacion, sociopsi-

cologicamente calculado y tecnico-publicitariamente montado,

entre sfmbolos introducidos y motivos dados. Los votos resul-

tantes de ese proceso de ningun modo constituyen, aditivamen-

te, una opinion publica; faltan las dos condiciones necesarias

 para que esta se de: las opin io nes inofic ia les no se fo rman de

un modo racional, esto es, en consciente polemica con estados

de cosas cognoscibles (sino que los sfmbolos publicamente ofre-

cidos se corresponden mas bien con multiples procesos incons-cientes, cuya mecanica escapa a los individuos); ni se forman

en discusiones, esto es, en los pros y los contras de un dialogo

 publicam ente sostenido (sino que las reacciones se m antienen

mas bien, a pesar de estar muy mediatizadas por las opiniones

de grupos, en el terreno de lo privado —de lo privado en el

sentido de que no estan sometidas a correccion en el marco de

un publico raciocinante—). De modo que el publico de ciuda-

danos, desintegrado como  publico, llega a estar tan mediatizado por los instrum entos publicfsticos que puede solicitarsele para

la legitimacion de compromisos politicos sin que sea por otra

 parte capaz de pa rtic ipa r en decis io nes efectivas, o de p a rtic ip ar

tout court.

Tambien en otro sentido es el ejemplo de la reforma

de las renta s rico en conclusion es: esa reform a es pa rte del

complejo de garantfas que proporciona el Estado social frente

a los riesgos vitales personales, abandonados antes a la autono-

m fa privada. La con tradiccion es obvia: de un lado, aum entanlos condicionamientos sociales de la existencia privada, mante-

nidos y asegurados por el poder publico, motivo por el cual

tienen que ser tambien dilucidados en el proceso de comunica-

cion de un publico polfticamente autonomo de ciudadanos, esto

es, tienen que ser convertidos en tema de la opinion publica;

mas, por otro lado, esta instancia, objetivamente solicitada de

modo creciente, tanto menos puede funcionar como opinion

 publica,  tanto menos puede racionalizar el ejercicio del poder — tanto politico como social— , cuanto m as se produzca — «re-

 presen tativa» o m anipu lativam ente— con la finalidad acla m ativa

del plebiscito abstracto y meramente inserta en el marco de

una publicidad temporariamente fabricada.

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23. La publicidad politica en el proceso de transformacion del estado liberal de derecho en estado social

La caracter is t ica mala re lacion de esas funciones que

la publ ic idad pol i t ica desempena efect ivamente en nues t ros d ias

con las que —en la var iada conjuncion de c i rcuns tancias del

ambito pr ivado, en el que se inser ta la esfera publica— le son

exigidas por neces idades obje t ivas de una sociedad democrat i -

camente organizada, se pone de manif ies to a l l i donde la t rans

formacion del Es ta do l ibera l de d e re c h o 106 en el l l am ado E s

tado socia l ha s ido regulada normat ivamente de un modo ex-

 p lic ito y — b as tan te a m e n u d o — has ta an t ic ipada , en lo que hace

a sus intenciones, por la letra y el espir i tu de las inst i tuciones

cons t i tuc iona les .

Las secciones d edic ad as a inv en tar i ar los derec hos fun-dam enta les son, en l as p r im eras co ns t i tuc iones m ode rnas , una

ref iguracion del modelo l iberal de la publ ic idad burguesa: ga-

rant izan a la sociedad como esfera de autonomia pr ivada; f ren

te a esa sociedad, un poder publ ico l imi tado a unas pocas fun

ciones , y —por as i deci r lo— entre ambos , e l ambi to de las per

sonas pr ivadas reunidas en cal idad de publ ico , personas que,

como c iudad anos , me dian en t re el Es ta do y las nec es idade s de

la sociedad para, as i , segun se piensa, l imitar a la autor idad

 polit ica en el con tex to de esa pub lic idad . E ste am b i to de las

 p erson as p r ivadas parece g a ra n tizad o , bajo los p r e s u p u e s to s de

una sociedad de libre t raf ico m erc an t i l (con su ju s t ic ia — in-

here nte al m eca nism o del m erca do y al in te rca m bio de equi-

va len tes— , cons i s t en te en dar op or tu n id ade s igua les para la

consecucion de la propiedad, es decir , para conquis tar la in-

depe nden cia pr ivad a y la par t ic ip ac ion pol i t ica), solo s i el tra-

f ico de las personas pr ivadas en e l mercado y en la publ ic idad

es ta emancipado respecto de la dominacion. Como esfera eman-cipada respecto de la dominacion que ser ia la sociedad de pe-

quenos p ro duc tores , veri a desa pare cer de sus en t ranas toda

relacion de poder .

Con esas concepciones coincide el caracter negativo de

los derecho s fund am entale s l iberales : rech azan la in tervencio n

y la in t rus ion del E s tado en los am bi tos re serv ado s a las per

sonas p r ivadas v incu ladas por reg las ju r id ic as un iver sa les . Pero

segun la funcion ju r id ic a que ten ian en me nte los legisladores

de aquel la epoca, los derechos fundamentales no actuaban de

un modo m eram en te l imi ta t ivo ; porque , sobre la base conceb ida

 para ese o rd e n a m ien to polit ico , ten ian que ac tu a r como ga-

rant ia pos i t iva de una par t ic ipacion en igualdad de opor tunida-

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Partiendo de esta situacion hay que entender la trans-

formacion del Estado liberal de derecho en Estado social. Esa

transformacion esta caracterizada por la continuidad, no por la

ruptura con las tradiciones liberales. El Estado social de dere-

cho no puede distinguirse del liberal por el hecho de que surja

«una consti tucion social  con la pretension, jurfdicamente obli-gatoria, de dotar tambien a la constitucion de las organiza-

ciones sociales  de d eterm inados principios fu nd am entales».‘“

Mas bien ocurre lo co ntrario: el Es tado social es necesario

 p ara la configuracion de las rela ciones socia les precisam ente

 porque prosigue la tradicion ju rfd ica del E sta do liberal (inten-

cion del cual era ga ran tizar ante todo un a orden acion jurfd ica

comun a sociedad y Estado). En la medida en que el Estado

va convirtiendose progresivamente en soporte del orden social,

tiene que asegurar —rebasando, por consiguiente, las determi-naciones negativas de los derechos fundamentales liberales— el

modo de realizar la «justicia» en la intervencion estatal-social.

El concepto de ley caracterfstico del Estado de derecho ha sido

socavado —como ya tuvimos ocasion de ver— tan intensamen-

te en sus dos elementos (la universalidad, que era garantfa de

igualdad , y la verdad, que era ga ran tfa de rec titud , esto es, de

 ju s tic ia ), que el cum plim ie nto de sus crite rios form ales no es

ya suficiente para la adecuada regulacion normativa de la nue-va m a te ria .110 En vez de la gara ntfa form al tiene que d arse un a

garantfa material que prescriba de un modo programatico a

los interese s en con flicto reglas de ju st ic ia distrib utiv a: asf es,

 pongam os por caso, como la d istribucion del crecim iento del

 p roducto socia l va en trando de m anera creciente en el am bito

de competencias de las instancias polfticas. Las asociaciones y

organizaciones publicas pugnan con el legislativo y el ejecutivo

 po r el m odo segun el cual haya que p roceder en la d istribucion .

De ahf que el Estado «socialmente obligado» tenga que procurarque la compensacion de intereses que surja se atenga al inte-

res general. En ese sen tido, H. P. Ipsen ha en tend ido la clausula

impuesta por el Estado social a la constitucion como una de-

term inac ion de la finalidad del E sta d o .111 Ella im plica algo mas

que el reconocimiento constitucional de algunas instituciones

sociales con en tidad jur fd ica ; ocu rre m as bien que, «como efec-

to normativo de la oferta constitucional del Estado social [...]

resulta la obligacion de todos los organos del Estado de procu-rar — m ediante la legislacion, la adm inistracion y la adminis-

tracion de jus ticia— que esas institucion es sociales con entidad

 ju rfd ica se adap ten a los requ isitos en cada caso req ue rid o s» .112

Para el resto de las democracias occidentales valen sen-

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tencias programaticas analogas, y cuando no estan constitucio-

nalmente establecidas, tienen tambien vigencia a modo de con-

vencion politica. En algunos casos, el mismo inventario de de-

rechos fundamentales heredado ha sido sometido a ampliacion;

el caso paradigmatico de ello fue la constitucion de la Republica

de W eim ar.113 Actualm ente, encontram os derechos fundam entales sociales, adem as de en la ya liqu idad a Con stitucion francesa

de 1946, en la D eclaracion de Derechos H um anos de la ONU

(10 de diciem bre de 1948).114 Esos derechos gara ntizan la par tic i

 pacio n en prestaciones socia les y la participacion en in stitu cio-

nes polfticas: «La libertad as egu rada po r delimitacion tiene que

ver con un Estado que se pone a si mismo lfmites, de modo

que abandona a los individuos a su situacion social [...]. La in-

tervencion, como derecho y como pretension, supone un Estado

asistencial, repa rtidor, dis tribu ido r y asign ado r que no aban-

dona a los individuos a su situacion social, sino que acude en

su ayuda m ed iante ga rantfas. Es el Estado soc ial».115 Este tipo

de contraposiciones se abstrae, evidentemente, de la conexion

historica que, de acuerdo con su funcion social, vincula los de-

rechos fundamentales liberales con los sociales.

Cierto que las garantfas que prestan los derechos fun-

damentales se basan —en coincidencia con el concepto de ley

del Estado de derecho— en la delimitacion de la esfera privada y de una publicidad polfticamente activa respecto de la in-

 je ren cia d irec ta del poder publico; funcionales a esa delim ita

cion son las garan tfas institucio na les de la pro pie da d y de la

familia. Pero esas garantfas son completadas por derechos fun-

damentales sociales solo porque la colmatacion positiva de la

actuacion negativa ha dejado de prod ucirse «autom aticam ente»;

 porque la delim itacion de los am bito s no estatales por el «ajus-

tarse» de los m ecan ism os sociales inm anen tes no esta ya coro-

nada por una part icipacion en igualdad de oportunidades —nisiquiera aproximada— en las compensaciones sociales y por

una participacion en las instituciones polfticas; esa participa

cion es aho ra exp resam ente ase gurad a po r el Estado . Solo asf

 puede seguir esta ndo com prom etida la ordenacion politica con

la idea, otrora arraigada en las instituciones del Estado bur-

gues de derecho, de la publicidad polfticamente activa; solo asf,

decfamos, puede seguir comprometida con esa idea en las con

diciones de una publicidad sometida tambien a una transfor-m acion estructu ral. E sa dialectica pued e apreciarse c laramen te

a proposito de los derechos fundamentales liberales, los cuales,

incluso cuando han conseguido preservar su temor literal ori-

ginario en con stitucion es aun vigentes, han removido su sen-

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tido normativo para poder seguir siendo fieles a su propia in-

tencion. L a m ism a rea lidad co nstitucion al, mo dificad a en el sen-

tido del Estad o social, estim ula a la con sideracio n de: «En que

modo estos derechos fundamentales liberales, pensados y for-

mulados por lo pronto como derechos que facilitaran el que los

sujetos se sustrajeran al poder del Estado, deben, en cambio,aho ra —pu esto que se tra ta de un E stado de derecho demo-

cratico y social—, ser pensados como derechos de participacion

e interv en cion [...] [La ley fun dam en tal] tiene el com etido de

extender al orden economico y al orden social las ideas jurfdico-

estatales materiales de la democracia, sobre todo al principio

de la igualdad y la conexion del principio de igualdad con el

ideal de participa cion — en el m arco de la idea de autode term i-

nacion— ; y asf se ga ran tiza ra un con tenido real a la idea del

E sta do s ocia l» .116

Hay que empezar por el grupo de derechos fundamen-

tales que (como el de libertad de opinion y expresion, el de aso-

ciacion y de reunion, el de libertad de prensa, etc.) garantizan

una pu blicidad p olfticam ente activa; hay que com enzar po r ellos,

decfamos, para demostrar que los derechos fundamentales no

son ya meramente negativos en la configuracion factica de la

 publicidad estru c tu ra lm en te transfo rm ada, sino que hay que in-

terpretarlos posit ivamente como garantfas de part icipacion sise quiere que cumplan, que puedan cumplir, con sentido su

funcion originaria. Desde el momento en que las instituciones

 public fsticas m ism as se han convertid o en un poder socia l, po

der que resulta apropiado y eficaz en las tareas de privile-

giar o boicotear los intereses privados que afluyen a la publi

cidad, y eficaz tambien en la mediatizacion de todas las opinio

nes que no pasan de ser individuales, desde ese momento no

 puede garantizarse ya con seguridad la form acio n o constitucion

de una opinion publica, en el estricto sentido de la palabra, porel procedimiento de asegurar a cada uno la posibil idad de ma-

nifestar libremente sus opiniones y la posibilidad de fundar

un periodico. El publico no esta ya con stituido p or personas

igualmente facultadas tanto desde el punto de vista formal como

desde el punto de vista material . Interpretando consecuente-

mente la funcion social de la libertad de opinion privada, Rid-

der lle g a 117 a la formulacion de un a «libertad de op inion pu-

 blica» capaz de ofrecer por vez p rim era un espacio p ara la participacion, en igualdad de oportun idades, de to dos los ciu

dadanos en el proceso de publica comunicacion; asf completa

el la libertad de prensa clasica —que es libertad para las per

sonas privadas— mediante un compromiso institucional de los

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organos publicfsticos con la ordenacion fundamental del Esta

do dem oc ratico y social de de recho: «Que no se puede califi-

car a la libertad de prensa como una libertad, individual o co-

lectiva, neg ativa respe cto de las introm isione s estatales, resu l

ta cosa obvia. La tarea publica de la prensa politica ocupa un

lugar destacado, y es por mor de esa tarea por lo que se ga-ran tizan las liber tad es » .118 La libre m an ifestacion de la opinion

 po r m edio de la p ren sa no puede ya considerarse como parte

de la tradicional expresion de la opinion de los individuos

como pe rsona s p riv ad as .119 Porque a todas se les aseg ura ahora

 — m ediante la garantfa de intervencion del E stado— un acceso

en igualdad de oportunidades a la publicidad; no basta ya con

un a m era garan tfa de a bstinen cia por pa rte del E std o .120

De modo analogo modifican su caracter las libertades

de reunion y asociacion. Como grandes organizaciones buro-craticas que son, los partidos y las organizaciones publicas estan

en posesion de un oligopolio de la constitucion, publicfstica-

mente efectiva y polfticamente relevante, de reuniones y asocia

ciones. Por consiguiente, la libertad de reunion y asociacion se

ve necesitada tambien de una garantfa configurativa que ase-

gure a los ciudadanos la efectiva participacion en la publicidad

 polf tica, obligando a las asociacio nes al cum plim iento de una

determinada tarea y a una organizacion de su estructura internaacorde con esta tarea. Con esa obligacion coincide la garantfa

de d eterm inad as asp iracion es y preten sione s que se expresan en

el llamado privilegio de p a rt id o .121

Los otros grupos de derechos fundamentales que, con

la garantfa institucional de la propiedad privada como nucleo,

confirman las libertades fundamentales del derecho privado y

garantizan tambien la libre eleccion de profesion, puesto de tra

 bajo y de centros de ensenanza, no pueden ya ser entendid os

como garantfa de una esfera privada basada en el capitalismoconcurrencial. Adoptan en parte el caracter de garantfas de as-

 piraciones o p retensiones sociales (como, pongam os po r caso,

la garantfa de un puesto de trabajo acorde con el rendimiento,

o de un lugar de estudio acorde con la capacidad). Y en par

te tambien estan limitados por otras garantfas del Estado so

cial, con lo que pierden su ca rac ter prim ord ialm en te delimita-

dor. Asf, por ejemplo, la libre disposicion sobre la propiedad

 privada no solo encuentra lim itaciones en la reserva socia l deque tiene que resultar compatible con la globalidad de los in-

tereses sociales, o en la reserva socialista que significa su po-

sible reconduccion a propiedad colectiva en interes de la co-

munidad; las garantfas sociales, sobre todo las procedentes del

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y de la vida social substituira a la contingente disposicion pri-

vada de pequenos grupos y dependera del control comun de to-

dos los miembros de la sociedad implicados en el proceso de

 produccion com unitario, sociedad cuya mas alta instancia deci-

soria es el Estado. En ambos casos estara limitada la previsi-

 b il idad de las decis iones ju rfd icas sobre las consecuencias delas disposiciones privadas de los miembros de la sociedad. Pero

mientras que en las medidas planificadoras s de un Estado demo-

cratico y social de bienestar no se sostendra ya esa previsibi-

lidad en los individuos, sino en la lfnea general, y podra ser

llevaderamente configurada mediante un procedimiento regula-

do y, en determinados casos, mediante la garantfa de indemni-

zaciones, en cambio, en la — inm anten ible— organ izacion social

do m inada p or oligopolios y monop olios [... ] esta ex pu esta esa

 previs ib ilidad, a los ojos de los indiv id uos, a cambios com pletamente azarosos basados en decisiones privadas [. . .] . Por eso

estan aqui los miembros economicamente mas debiles de la

sociedad continuamente expuestos a cambios en su posicion

social, cambios para los que no se ofrece compensacion o re-

 paracion alguna. En realidad, no se debil ita, sino que se forta-

lece la influen cia del derecho cuando el am bito de la esfera pu-

 b lic am ente con trolada se extiende a costa de la que en o tra

epoca era mera esfera de competencia del derecho privado».Forstho ff llam a fundad am ente la atencion sobre el he

cho de que tambien el Estado social, como constitucion de una

sociedad burguesa,  sigue siendo primordialmente un Estado fis

cal o impositivo que no acaba de plantear normativamente su

tran sform ac ion en un a sociedad esta tal: el Es tado social se

 basa, como el liberal, en el especifico fundam ento que le pro -

 porciona una delim itacion de la soberania fiscal respecto de la

 prote ccio n, constitucionalm ente garantizada, de la propiedad;

«asf es posible intervenir, amparandose en la soberania fiscal,sobre las rentas y las fortunas, intervencion que, de empren-

derse con identica intensidad sobre la propiedad, seria califi-

cada de expropiacion y desencadenarfa un alud de exigencias de

indem niza cion ».124 C aracterfstico de la evolucion del Esta do so

cial es que la diferencia cualitativa entre las intervenciones en

las rentas y en las fortunas, por una parte, y en la disposicion

sobre la propiedad, por la otra, vaya convirtiendose en una

diferencia meramente de grado, de modo que incluso la grava-

cion fiscal puede llegar a convertirse en un instrumento de

control de la propiedad privada. Pero el Estado fiscal solo se

convertirfa definitivamente en una sociedad estatal si todo po

der social un poco relevante polfticamente estuviera tambien

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sometido a control democratico. En el modelo utilizado por

A bendroth p ara establecer un con traste respec to a la publ icidad

 burguesa, m odelo segun el cual la dir eccion y la adm in istra

cion de todos los procesos de reproduccion social estarfan some-

tidas a una formacion de la opinion y de la vo lun tad ciudada-

nas, se finge, pues, meramente, un objetivo final del desarrollo —motivo por el cual no es el objetivo final, sino la dimen

sion del desarrollo mismo lo que resulta caracterfstico de latransform acion social-estatal del Estado burgues de derecho— .

La fijacion constitucional de una esfera privada prees-

tatal y de una publicidad que hace de mediadora con el Es-

esfera de relaciones semipublicas); es reevaluada, decfamos, en

la medida en que Estado y sociedad se interpenetran (y surgeuna esfera media regulada por un incipiente derecho social , una

esfera de relaciones semipublicas), es reevaluada, decfamos, ensu sentido sociologico y en su funcion con stituy en te po r un a

normativa consti tucional competidora; pues, lo que ya no pue-de ser garantizado por delimitacion, necesita ahora de garantfa

 posit iva: la partic ipacion en prestac iones socia les y la pa rtic i

 pacio n en las organizaciones de la pub lic idad politica. Al m ism o

tiempo, tiene que extenderse el ambito de competencia de esa

 participacion en la m edida en que haya de ser esta efectiva. Por

eso en la publicidad politica actuan organizaciones sociales

en relacion al Estado, ya mediadas por part idos poli t icos, ya enconfrontacion directa con la administracion publica. Se trata en

 parte de asociacio nes econom icas en sentido estric to que orga-

nizan ahora colectivamente los otrora individuales intereses de

los pro pie tarios que a ctuab an sobre la base de su origina ria

autonomfa privada; y en parte se trata tambien de organizacio-

nes de m asas que han de conseguir y m an tene r un status  pri-

vado garantizado por el Estado social, y han de conseguirlo y

mantenerlo mediante la representacion colectiva de sus intere-ses en la pub licidad —o, lo que viene a ser lo m ism o: ha n deconseguir y mantener una autonomia pr ivada val iendose de una

autono m ia poli tica— . Junto a los rep rese ntan tes polfticam ente

activos de las fuerzas culturales y religiosas, esta concurrencia

de intereses privados organizados lleva, a partir de la adminis-tracion intervencionista del «neomercantilismo», a una «refeu-

dalizacion» de la sociedad (puesto que con el ensamblamiento

de los ambitos publico y privado no solo ocurre que las instan

cias polfticas desempenan determinadas funciones en la esferadel trafico mercantil , sino tambien lo contrario, es decir, que

los poderes sociales desempenan funciones polfticas). Por esose extiende tambien esa «refeudalizacion» a la publicidad po-

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lftica m isma: en su seno pu gn an las organizaciones con el Es

tado y entre si, y llegan a compromisos politicos, excluyendo

siempre que sea posible la no torieda d pub lica, pero, aun asf,

viendose obligadas a asegurarse la plebiscitaria aquiescencia

del publico desarrollando una publicidad «representativa» o ma-

nipulativa. El cambio de funcion que en el Estado social ex- perim en tan los derechos fundam entales, la transform acion del

Estado liberal de derecho en Estado social, en general, contra-

rresta esta tendencia efectiva al debilitamiento de la publicidad

como principio: el m and ato de la pu blicidad es aho ra extendido,

mas alla de los organos estatales, a todas las organizaciones

que ac tuan en relacion al Estado. De seguir realizand ose esa

transformacion, reemplazando a un publico —ya no intacto—

de personas privadas individualmente insertas en el trafico so

cial, surgirfa un publico de personas privadas organizadas.  En 

las actuales circunstancias, solo ellas podrian participar efecti- 

vamente en un proceso de comunicacion publica, valiendose de 

los canales de la publicidad interna a los partidos y asociacio

nes, y sobre la base de la notoriedad publica que se impondria 

a la relacion de las organizaciones con el Estado y entre ellas  

mismas.  El establecimiento de compromisos politicos tendrfa

que legitimarse ante ese proceso de comunicacion publica.

La publicidad politica del Estado social lleva la im- p ro n ta de dos tendencias encontradas. Como form a disgregada

de la pu blicidad burgue sa, da lugar, po r un lado, a un a notorie-

dad publica «representativa» y manipulativa  desarrol lada por

las organizaciones sobre las cabezas del publico mediatizado.

Por otro lado, en la medida en que mantiene una continuidad

con el Estado liberal de derecho, se atiene el Estado social al

mandato de una publicidad polfticamente activa, de acuerdo

con la cual, el publico mediatizado por las organizaciones —y a

traves de estas— tiene que poner en marcha un proceso critico de comunicacion publica. En la realidad constitucional del Es-

tado social, esa configuracion de la notoriedad publica crftica

esta en pugna con la notoriedad publica meramente organizada

 p ara fines m a n ip u la tiv o s ;125 la m edida en que consigue impo-

nerse a esta ultima es un fndice del grado de democratizacion

de la sociedad industrial constituida por el Estado social, esto

es, del grado de racionalizacion del ejercicio del po der politico 

 y social.El Estado social esta despojado de la ficcion del Esta

do liberal de derecho (segun la cual, la publicidad polfticamen

te ac tiva se hab rfa ya realizado al con vertirse en un organo es

tatal). Desde sus comienzos, el Parlamento estaba lastrado por 

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l a con t r ad i cc ion de s er un a i n s t i tuc i on en f r en t ada a l pod e r po

l it ico en general , p ero s iendo e l la m ism a un a ins t i tu cio n fun-

dada como «pode r ». E n cambi o , l a pub l i c i dad po l f t i camen t e ac

t iva en las condicion es del Es tad o socia l t iene que en ten de rse

como un proc eso de au top rodu cc io n : e l la se ve fo rzada a ins-

t i tuc i ona l iza r s e pau l a t i nam en t e com pi t i endo con aque l l a o t r at endenc i a que , en e l m ar co de un a e s fe r a t r em en dam en t e am-

 p l ia da de la pub lic id ad , red u c e la eficacia del p r in c ip io de la

 p u b l ic id a d vo lv iendolo c o n t ra si m ism o .

E v i den t emen t e , l a cues t i on de has t a que g r ado pueden

l legar a someter se l as fuerzas que ac tuan en l a pub l ic idad a l

m an da to dem ocra t i co de l a pub l ic idad ; l a cues t ion , es to es, de

ha s ta que pu nto es pos ib le l a r ac iona l i zac ion de l domin io po-

l f t i co y de l poder soc ia l p re tend ida por e l Es tado soc ia l , acaba

 p o r r e t r o t r a e r a la p r o b le m a t ic a que — com o se p u so de re l ie

ve en l a ambiva len te concepc ion de l l ibera l i smo— carac te r i zo

desde sus co mienzos a la idea de l a pu b l ic idad burguesa . Ten ia

es t a po r ob j e t i vamen t e pos i b l e l a r educc i on a un mf n i mo de

los conf l ic tos es t ructurales de in tereses y las decis iones buro-

cr a t ic as .126 Uno de los pr ob lem as es tecnico, e l o t ro t iene un

nuc leo economico . De l a so lub i l idad de ambos depende hoy e l

g rado en que l a pub l ic idad po l f t i camente ac t iva cons iga r ea l i za r

su in tencion cr f t ica . Me l imi tare aqui a dos observaciones pro-vis ionales .

La c rec ien te burocra t i zac ion de l as admin i s t r ac iones de l

Es tado y de l a soc iedad parece ob l igar cada vez ma s , p or l a

na tura le za m ism a de la cosa, a sus t r a er l as co m peten c ias de l as

 p e r so n a s a l ta m e n te espec ia lizadas a la m i r a d a c rf t ica de las ins

tanc ias r ac ioc inan tes . M ax W ebe r ana l izo es ta t endenc ia , como

es ha r to sab ido , con cen t rand ose en l a r e lac ion — siempre p re -

car ia— entre e l Pa r lam en to y e l po de r e jec ut iv o.127 Fre nte a e llo,

empero , hay que t ener en cuen ta que , en t re tan to , en l a admi-n i s t r ac i on mi s m a ha s u r g ido un i n t e r l ocu t o r na t o de la s admi-

n i s t r ac iones : «E l con t ro l de l a bu roc rac ia po l ft i co-esta ta l so lo

es hoy pos ible a t rave s de la bu ro cr ac ia poli t ico-socia l de los

 p a r t id o s y las asoc iac iones de fenso ras de d e te rm in a d o s in tere-

ses» .128 Es tas deber fan , ev iden tem ente , som eter a con t ro l l a pu

 b l ic idad in te r n a a su o rgan izac ion . N o debe rfa se r e s tru c tu ra l-

mente impos ible , en e l seno de una organizacion, por lo que a l

aspec to t ecn ico conc ie rne , es tab lecer un a r e lac ion adecu ada

 — m e d ian te un p ro ceso de co m u n ica c io n pub lica— en tre las

dec i s i ones bu r oc r a t i ca s y una de l i be r ac i on quas i - pa r l amen t a -129

ria.

Es verdad que no se p lan tea ac tua lmente es te p rob le -

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VII. Sobre el concepto de opinion publica

24. La opinion publica como ficcion del estado de derecho y la disolucion socio-psicologica del concepto

«Opin ion publica» s ignifica cosas dis t in tas segun se con-

temp le como un a ins tancia cr it ica en re lacion a la notor ieda d

 publica n o rm a t iv am e n te lic itada del ejercic io del pod er poli

t ico y social , o como una instancia receptiva en relacion a la

notor iedad publ ica , «representa t iva» o manipulat ivamente di -vulgada, de perso nas e ins t i tuciones , de bienes de consu m o y

de program as . En la pub l ic idad conc ur ren am bas fo rmas de

notoriedad publica, pero «la» opinion publica es su comun des-

t inata r io : ^que re levancia t iene ta l ma gni tud ?

Los dos aspectos de la notoriedad publica (y de la opi

nion publ ica) no es tan en una re lacion de no rm a y hecho — como

si se t ratara del mismo principio, cuya actuacion efect iva res-

t a ra meramente subord inada a l a ac tuac ion l i c i t ada por l a op i

nion publica (y, analogamente, la conducta efect iva del publico,

sub ord ina da a la conducta que de e l se espera) — . Se t r a tar ia

en ese caso de coordinar una magnitud ideal de la opinion pu-

 b lica con su configurac ion real; pero este no es ev iden tem en te

el caso. Las funciones de la notoriedad publica, la crit ica y la

manipulat iva , son c laramente dis t inguibles . Actuan socia lmen-

te con tra pu est as . Cada una de el las conlleva una expe ctat iva de

con du cta dis t inta del publico: una — por enlaz ar con la dis-

t incion ya establecida— tiene que ver con la opinion publica;

la otra, con la opinion no publica. No puede decirse s in mas

que la conjuncion de notor ied ad publ ica y des t ina tar ios de

es ta cons t i tuye una norma. Como norma cons t i tuc iona lmente

inst i tu cion alizad a que es la no torie da d publica (cuya base so

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cial ha cambiado estructuralmente respecto de la si tuacion de

 p a rtid a del E stado burgues de derecho), de term ina una p a rte

importante de los procedimientos a los que estan facticamente

obligados el ejercicio y la com pen sacion del pod er. Eso «propor-

ciona» a la notoriedad publica algo asf como un destinatario que

colm a las expec tativas de co nd uc ta que ella conlleva — no es, por c ierto , este destina tario el public o globalm ente consid era-

do, sino un sub stituto fun cionalm ente capaz— . O tra cue stion

empfricamente decidible es en que ambitos estan en vigor estas

funciones de la notoriedad publica, que dimension tiene y en

que condiciones esta el publico que le corresponde. Por otra

 parte , tam poco puede decirse que la conjuncion, com petidora

de aquella, de noto rieda d pub lica y de sus d estina tario s consti-tuya algo parecido a un hecho; el la esta aco m pana da de una

especffica autocomprension cuya obligatoriedad normativa puede aparecer hasta cierto punto en contraposicion a los intereses

directos del «trabajo en publicidad». Es significativo que esta

autocomprension proporcione elementos esenciales precisamen-

te a su adversario publicfstico.

El analisis jurfdico-estatal y teorico-polftico de las normas constitucionales en relacion a la realidad constitucional de

las democracias de masas constituidas por el Estado social tiene

que atender a la ficcion institucionalizada de la opinion pu- blica, sin poder, em pero, identificar d irectam ente a esta en el

comportamiento del publico de ciudadanos con una magnitud

real. La dificultad resultante de ello ha sido senalada por Lands-

hut. Landshut registra, por una parte, el hecho de que «en el

lugar tradicionalmente destinado a la opinion publica [aparez-

ca] la vaporosa inclinacion sentimental. Esta es orientada y di-

rigida segun convenga a traves de determinadas disposicionesy por determinados acontecimientos en uno u otro sentido. Esa

inclinabilidad sentimental se mueve como el resbaladizo car-gamento de un barco balancean te».1 Lan dshut recuerda, por otra

 pa rte , que las in stituciones constitucionales de la dem ocracia

de masas estatal-social cuentan con una opinion publica intac-

ta, puesto que esta sigue siendo la unica base reconocida de la

legitim acion del dom inio po litico: «El Estad o m od erno presu-

 pone como principio de su p rop ia verdad la soberania popular,y esta, a su vez, tiene que estar en ca rna da po r la opinion pu-

 blica. Sin esa a tribucion, sin la substitucion de la opin ion pu-

 b lic a como orig en de toda au toridad de las decisio nes obliga-torias para todo el mundo, fal ta a la democracia moderna la

substancia de su propia verdad».2 Si no se puede abando nar

el m and ato, implfcito en las norm as co nsti tucion ales,3 de una

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 pub lic idad po li t ica m en te activa a la s im p le factic idad de u n a pu

 b lic idad disgregada (o no se puede ab a n d o n a r , al m enos, sin

sos tener a l mismo t iempo una idea ingenua respecto de la

rac iona l izac ion de l domin io po l i t i co) ,4 en tonces se abren fun-

damentalmente dos caminos para def in i r e l concepto de opinion

 publica .Uno de el los retrotrae a posiciones l iberales; el l ibera

l ismo quiso sa lvar la com unica cion —en el am biente de una

 pub lic idad d es in te g ra da— de un c irculo in te rn o de represen-

tan tes capace s de pu blicid ad y form ad or es de opinion; el l ibe-

ra l i smo quiso sa lvar un publ ico raciocinante en e l ambiente del

 pub lico m e ra m en te ac lam at ivo . «Se co m p re n d e que sea m ucho

ma s difici l for m ar una op inion  publica  a pa r t i r del desier to

de sen t imie ntos , d i fusas opiniones y pop ular iza dos p un tos de

vis ta d i fundidos por los medios de comunicacion de masas , quea par t i r de la polemica racional ent re las grandes cor r ientes de

opinion que pugnan entre s i en la sociedad civi l . Porque hay

que admit ir que es mas dif ici l que nunca el que una opinion

 publica consiga im p o n e rse » .5 E v ide n tem en te , H enn is cons ta ta

ese es tado de cosas solo para urgir a la creacion de organiza-

ciones especia les enc argad as de pr oc ur ar audiencia y obedien-

cia «al punto de vis ta representado por los c iudadanos re la t i -

vam ente mejor in formados , mas in te ligen tes y de mayor rec t i tud

moral» .6 El mom en to de la publ ic idad, que es garant ia de ra-

cional idad, t iene que ser salvado al precio del momento de la

universal idad, que es garant ia de acces ibi l idad universal . De ahi

que las cual if icaciones que las personas pr ivadas podian con-

seguir antes como cr i ter ios de per tenencia a un publ ico dent ro

de la esfera del t raf ico mercanti l y del t rabajo social , puedan

l legar a au ton om izar se como cua l idades je ra rq u ic a s de la «re-

 p resen tac ion» ; p o rqu e no puede co n ta rse ya con aque lla base:

una «re prese ntacio n» de este t ipo no pue de ya, da das las cir-cuns tancias , determinarse sociologicamente de un modo sat i s -

f ac to r io .7

El otro camino l leva a un concepto de opinion publica

que prescinde por completo de cr i ter ios mater ia les ta les como

racional idad y «representacion» y se l imi ta a cr i ter ios ins t i tucio-

nales . As i equipara Fraenkel opinion publ ica y concepcion do-

m ina nte en el Pa rla m en to y obliga tor ia para el Gob ierno: «Va-

l iendose del procedimiento de la d iscus ion par lamentar ia , laopinion publica hace l legar al Gobierno sus deseos y, a su vez,

el Gobierno pone a la opinion publica en conocimiento de su

 po li t ica .8 — La op in ion publica dom ina, pero no gobie rna .— Leib-

holz cree desacer tada esa confrontacion de Gobierno y Par la-

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mento (entendido este como portavoz de la opinion publica);

segun el, los sujetos polfticamente activos serfan los partidos en

sus roles resp ectivos de gobierno y oposicion. La vo lun tad de los

 partidos coin cid e con la de la ciudadanfa activa, de m odo que

el part ido en cada caso mayoritario representa la opinion pu-

 b lica: «Asf como en la dem ocracia p leb isc itaria la vo lun tad de

la mayoria de la ciudadanfa activa es identificada con la volun

tad global del pueblo, asf tambien en un Estado democratico

de part idos la voluntad del part ido en cada caso mayoritario

en el Gobierno y en el Parlamento es identificado con la volonte 

generate».9 La opinion no pub lica solo adq uiere creden ciales de

opinion «publica» en la elaboracion que de ella hacen los par-

tidos.

Ambas versiones cuentan con el hecho de que, en el

 proceso de form acio n de la opin io n y la voluntad en las demo-cracias de masas, la opinion popular independiente de las or-

ganizaciones —que la movilizan y la integran— apenas conser-

va una funcion polfticamente relevante. Pero ahf radica, de to

dos modos, el punto debil de esta teorfa; en la medida en que

el publico, como sujeto de la opinion publica, es substituido en

esta teorfa por instancias solo a traves de las cuales es este

 publico aun capaz de accio n politica, ese concepto de opin ion

 publica se hace neu tra l. No puede apreciarse ya en esta «opi-

nion publica» si procede de la comunicacion publica o de la

mediatizacion; con lo que sigue abierta la cuestion de si bajo

ese rotulo hay que entender meramente la intervencion de una

inclinacion o tendencia masiva incapaz siquiera de autoarticu-

larse, o bien la degradacion de una opinion muy capaz de ilus-

tracion, pero ineluctablemente integrada en el eco plebiscitario.

La ficcion de opinion publica, caracterfstica del Estado

de derecho, no puede ya seguir identificandose con el compor-

tamiento real del publico; pero tampoco puede decirse que laatribucion de la opinion publica a determinadas inst i tuciones

 polf ticas le quite ese ca rac ter ficticio — si se abstrae del plano

del co m po rtam iento del pub lico— . Con el  pathos  positivista, la

investigacion social empfrica regresa a ese plano para asir di-

rectam en te la «opinion publica». Pero ab strayen do se, a su vez,

evidentemente, de los aspectos institucionales y procediendo a

la disolucion sociopsicologica del concepto de opinion publica

como tal.

Ya un problema para el l iberalismo de mediados de

siglo, la «opinion publica» es conscientemente percibida en el

ultimo cuarto del siglo XIX como una magni tud de todo punto

 p roblem atica. En un tra tad o sobre  La esencia y el valor de la

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opinion publica  del ano 1879, se dice en tono de resigna cion tar-

dolibera l: «La nov eda d en los hechos y la nec esidad de cam

 bio s y variaciones han llegado en nuestros dfas a ser a ta l pun-

to decisivos que la opinion pop ular prescind e tanto de un a

firme recepcion de la herencia historica [...] como de aquella

verd ad eram en te vigorosa y eficaz elaboracion intelectual de los

grandes hombres que crefan en principios y eran capaces de

sacrificarlo todo a ellos. Lo que hace cien anos era, segun el parecer de los coetaneos, el unico principio obligatorio en la

sociedad (la opinion publica), se ha convertido con el cursodel tiempo en una consigna gracias a la cual la masa comoda

e intelectualmente desidiosa ha tenido el pretexto para sustraer-

se al propio traba jo in telectua l».10 Ya un lustro antes hab iaSchaffle declarado a la opinion publica una «informe reaccion

de la masa» y la ha bia definido como «expresion de los punto sde vista, juicios de valor o tendencias volitivas del publico todo

o de una cu alqu iera de sus pa rte s» .11 Y asf se rom pe el hechizo

con el que la teorfa del Estado habia cubierto siempre al con

cepto —la opinion publica se convierte en objeto de la inves-

tigacion sociopsicologica— . Analizada como «opinion de masas»

 por vez p rim era por T arde ,12 es arrancada al contexto funcional

de las instituciones polfticas y despojada de su caracter de

«opinion publica»; pasa ahora por producto de un proceso de

com unicacion en el seno de las m asas que no esta vincu lado alos principios de la discusion publica ni a la dominacion po-

lftica.

Cuando teoricos del Estado, como Dicey en Inglaterra

o Bryce en Estado s U nido s,13 imp resionad os p or el funciona-miento de un  popular government,  siguen manteniendo un con

cepto —evidentemente ya sociopsicologicamente reflejado— deopinion publica en ese contexto funcional, se exponen a la obje-

cion de insuficiencia en el tratamiento del material empfrico.Paradigmatica es a este respecto la temprana crftica de A. F.

Bentley, que hech a de m enos «a quan titative analysis o f public

opinion in term s o f the different elements o f the population)),

esto es, «an investigation o f the exact things really w an ted un

der cover o f the opinion by each group o f the peop le, with

tim e and place and circum stances all tske n up into the center

o f the statement)). La tesis de Bentley es que: «There is no pu  blic opinio n.. . not activity reflecting or represen ting th e acti

vity o f a group or set o f g rou ps ».14

La  public opinion  acabo por convertirse en el rotulo

que designaba al analisis socio-psicologico de procesos de gru-

 pos, analis is que definfa su obje to del sig uiente m odo: «public

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opinion refers to peoples attitudes on an issue when they arem em be rs o f the same social grou p» .15 La definicion reve la cla-

ramente lo que una decada de desarrollos teoreticos y —sobre

todo— empfricos habia arrancado posit ivfst icamente al con-

cepto historico de opinion publica. Por lo tanto, el publico era

equiparado, como sujeto de la opinion publica, con mass,  y luego con group,  como sujeto sociopsicologico de un pro ceso decomunicacion e interaccion entre dos o mas individuos. La no-

cion de «grupo» se abstrae de todo presupuesto social e histo-

rico, tambien de todo medio insti tucional y, a fortiori,  del en-

tramado de funciones sociales que en otra epoca fueron deter-

minantes de la especffica coincidencia de las personas privadas

en un publico polft icamente raciocinante. No menos abstracta-m ente es captad a la nocion m ism a de «opinion». Opinion  es,

 por lo p ron to , identificada con expression on a controversial topic,16  luego con expression o f an attitude17 y, poster iorm ente,

con attitude  sin m as. 8 Al final, la opinion aca ba po r no nece-

sitar siquiera de la capacidad de verbalizacion; ella comprende

no solo cualesquiera habitos o costumbres que se manifies-

tan en determinadas concepciones, es decir, aquel tipo de «opi-

nion» maculado por prejuicios rel igiosos y derivados de usosy costumbres a los que se enfrentaba la opinion publica crftica

del siglo XVIII, sino tam bie n mo dos de co nd uc ta sin m as. Tal

opinion consigue tan solo el atributo de publicidad en conexioncon procesos de grupos. E l inten to de dete rm inar la opinion

 publica como «collection o f individual opin io ns» 19 p ron to es co-

rregido p or el ana lisis de las relaciones de grupo s: «we needconcepts o f w hat is both fundam ental or deep and also comm on

to a group ».20 Pasa aho ra por «publica» una op inion de grupo

cuando ha conseguido im ponerse subjetivamen te: el m iem broindividual tiene una idea (a lo mejor equivocada) del peso de

su opinion y de su conducta, esto es, una idea acerca del nu-

mero y de la identidad del resto de los miembros del grupo que

comparten o que rechazan sus costumbres o sus puntos dev is ta .21

Entretanto, Lazarsfeld ha l lamado energicamente laatencion sobre el hecho de que se ha comprado demasiado caro

el concepto sociopsicologico de opinion publica al precio de

la eliminacion de todos los momentos sociologicos y politolo-

gicos esenciales; con algunos ejemplos, confronta ese conceptocon el concepto de la tradicion de la teorfa del E sta d o 22 pa raacabar, evidentemente, dandose por satisfecho con el mero pos-

tulado de un a «classical-emp irical syn thesis».23 Un p rim er paso

en esa direccion significa, con todo, la ampliacion del campo

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de investigacion a la dinamica de grupos y, de ahf, a las insti-

tuciones de la opinion publica, esto es, a la relacion entre me

dios de comunicacion de masas y procesos de opinion. De todasformas, estas investigaciones de la estructura de la comunica-

cion se atienen mucho mas a las relaciones psicologicas que a

los condicionamientos institucionales, como lo muestra bien ilus-trat ivamente el interesante teorema del two-step-flow o f com

munication  [flujo com unicativo en dos p a so s].24 Un paso m as

importante en el camino de la sfntesis requerida entre el cla-

sico co ncep to de la opinion p ub lica y su sucedaneo sociopsi-cologico se da solo con la recuperacion de la hasta ahora pre-

terida relacion con las instancias de la dominacion politica.

«La op inion p ub lica es el correla to de la dom inac ion [... ] algo

que solo existe polfticamente en determinadas relaciones entre

el dom inio y el pu eb lo» .25

Solo que el concepto fijado en las instituciones del

ejercicio del poder politico roza tan tangencialmente la dimension de los procesos de comunicacion informales como preca-

riam ente consigue adh erirse, p or otra parte, el concepto de una

opinion publica disuelta sociopsicologicamente en las relaciones de grupo a aque lla dimen sion en la que en otra epoca ha bia

desarrollado la categorfa su significacion estrategica (y en la

que aun hoy, precisamente como ficcion del Estado de derecho,transcurre su escindida existencia, no tomada ya en serio por

los sociologos).25a Una vez que se ha rec on duc ido el sujeto de laopinion publica —expresion aqui de una transformacion estruc-

tural y no solo de su concepto— a una magnitud neutral res-

 pecto de la diferenciacio n entre pub licidad y esfera privada, es

decir, una vez reconducido al grupo, y cuando la opinion pu- b lica m ism a se ha disuelto en una relacion neu tra l de grupo

(neutral respecto de la diferenciacion entre comunicacion razo-

nable y conformidad irracional), entonces puede tambien llegara ser articulada la relacion de las opiniones de grupos con el

 poder publico, pero ya solo en el m arco de una ciencia auxil iar

de la adm inistrac ion : «Asf pues», segun la definicion inte n tad a

 por Schm id tchen, «habrfa que calif ic ar como opin io n publica

todos aquellos modos de conducta de grupos cualesquiera dela poblacion que resultan apropiados para modificar o conservar

las estru ctu ras , las pra cticas y los objetivos de la dom inacion.26

La intencion de la publicidad polfticamente activa —con la que,

las estru ctu ras , las pr ac ticas y los objetivos de la do m inac ion» .26Estado social— ignora tan completamente tal concepto, que ni

siquiera se puede probar con el, empfricamente manejado, la

inexistencia de aqu ella pu blicid ad po lfticam en te activa. Ese con-

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cepto cualifica a la opinion publica como una posible resisten-

cia de friccion a la practica del Gobierno y de la Administracion,

una resistencia que puede ser diagnosticada por la investigacion

de la opinion y m anip ulad a uti lizand o los med ios adecua dos:

esos medios «permiten al Gobierno y a sus organos actuar

teniendo presente una realidad consti tuida por la reaccion detodos aq uellos p art icularm en te afectados p or la poli tica. Lasinvestigaciones y sondeos de opinion desempenan la tarea de

llevar a esa realidad a gremios e instituciones, a los que toca la

funcion de buscar la coincidencia entre la conducta de la pobla

cion y las fijaciones po lfticas de fines u ob jetivos » ;27 pe ro elautor no se ve obligado a proporcionar la prueba de su afirma-

cion.28 Ya de en trada, la opinion pu blica es definida en rela

cion a la manipulacion con cuya ayuda los dominadores poli t i

cos han de intentar «poner al unfsono las disposiciones de la poblacion con la doctrina politica y con la es tru c tu ra politic a,

con el estilo y con los resultados del ininterrumpido proceso de

tom a de decisiones» .29 La opinion publica sigue siendo ob jeto

de dominacion tambien en los casos en los que esta se ve obli-

gada a hacerle concesiones y a reo rientarse ; la opinion pu blicano esta ya vinculada ni a reglas de discusion publica o a formas

de verbalizacion, ni debe ocuparse de problemas politicos, ni

m enos aun dirigirse a instanc ias p o lftica s.30 Su relacion con la

dominacion, con el poder, aumenta, por asf decirlo, a espaldassuyas: los deseos «privados» de autom oviles y refrigerad orescaen bajo la categorfa de «opinion publica», exactamente igual

que el resto de modos de conducta de grupos cualesquiera con

tal de que sean relevantes para el ejercicio de las funcionesestatal-sociales de la do m inacion y la ad m inis trac ion .31

25. Un intento sociologico de clarification

El material de los sondeos de opinion —opiniones cua-

lesquiera de grupos cualesquiera de la poblacion— no se cali-

fica como op inion p ub lica po r el m ero hecho de que se le con-

vie rta en m ateria de reflexiones, decisiones y disposiciones po

lfticamente relevantes. La retrodependencia de las opiniones

de grupos definidas en los criterios de investigacion, ya respec-to de pro ced im ientos del Go bierno y de la A dm inistracion, ya

respecto de la formacion de la voluntad, polfticamente influen-

ciada por la notoriedad publica «representativa» o manipula-

t ivamente desarrollada, no puede cerrar la brecha abierta en-

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sultados de la irrigacion publicistica duradera (o tambien de la

labo r prop agan dfstica) a la que estan ex puestos los consum ido-

res , sobre todo en su tiem po libre o de ocio .33

Las evidencias producidas por la cultura industrial tie-

nen un caracter mas fugaz y artificial que las evidencias cultu-

rales, que podemos considerar como una especie de suelo nutri-cio de la historia del tipo ideal —apenas modificado en su es-

tructura sociopsicologica— consti tuido por la opinion  esponta-

nea, po r el «prejuicio». Las opiniones surg idas en el am bien te

de la cultura industrial se forman en un contexto de «intercam-

 bio de gusto s e in clinacio nes». De ord inario son la familia , los

grupos de amigos y companeros de la misma generacion, de co-

nocidos del ba rrio o del trab ajo —con sus pec uliares estructu-ras de la orientacion de la informacion y del prestigio de la opi

nion, que aseguran las obligatoriedades de las opiniones de gru- p o— 34 quienes constituyen el foco de este tipo de opiniones ex-

teriorm en te gob ernad as. Cierto es que esos grupos elevan a un

nivel lingufstico las evidencias cu lturales al in terca m bia r opi

niones, pero tales evidencias culturales son de naturaleza dis-

tinta de la de las ideas apoyadas en convencimientos, las cuales,

an ticipan do su pro pia falta de consecue ncias, circulan, p or asf

decirlo, hasta nuevo aviso. Tambien estas constituyen —al igual

que las opinions — siste m as norm ativos que exigen adecuacio n

a ellos, pero al modo de un control social a traves de las «mo-das», cuyas c am bian tes reglas solo por un a tem po rad a exigen

 predisposicion a ser seguid as. Asf como aquellas evid encia s cul

turales, mediadas por tradiciones profundamente arraigadas, po-

drfan calificarse como subliterarias, asf tambien de las eviden-

cias producidas por la cultura industrial puede decirse que han

llegado a un estadio en cierto modo posliterario. Los contenidosde opinion producidos por la cultura industrial tematizan el

amplio campo de relaciones que se dan entre los hombres yden tro de la psique de cada ho m bre, esto es, el cam po explora-

do psicologicamente por vez primera en el siglo x v i i i , el campoque dio lugar a la subjetividad inserta en publico y literaria

mente capaz en el marco de una esfera burguesa intima intacta.

En aquella epoca, los ambitos de la vida privada estaban aun

 proteg idos en lo que hace a su expresa rela cion con la publici-

dad, porque el raciocinio publico estaba literariamente media-

do. La cultura de integracion ofrece, en combio, conservas de

una literatura psicologica en decadencia como prestaciones pu- blic as destinadas al consum o privado — y destinadas a ser co-

mentadas como consumo en el intercambio de opiniones de los

grupos— . Esos grupos son tan poco «publico» como aq uellas

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formaciones de la sociedad preburguesa en las que se consti-tufan las viejas opinions  aseguradas por la tradicion, circulando

luego de un modo no polemico con el efecto de una law o f opi

nion.  No es por casualidad que la investigacion de los grupos

y las investigaciones de los sondeos de opinion se hayan desa-

rrollad o s im ultaneam ente: el tipo de opinion que surge de lasrelaciones entre los grupos, recibida sin formulacion, flexible yductil en lo que a interpretaciones hace, apenas interiorizada

y no dem asiado co m prom etedora; en una palabra: esta «mera»

opinion, que es parte de un small talks  [conversaciones, char-las sin mayor trascendencia], es valiosa ya de por si para los

fines de la investigacion. Los procesos de comunicacion de los

grupos estan bajo la influencia de los medios de comunicacion de

masas, o bien directamente o bien, las mas de las veces, a traves

de la mediacion de los opinion leaders.  Entre estos se cuentanmuy a menudo aquellas personas que disponen de opinionesmeditadas, formadas en la polemica literaria y raciocinante. En

la medida, empero, en que esas opiniones se mantienen fuera

del contexto de la comunicacion de un publico intacto, forman

 parte del conjunto de opin io nes no publicas, aun cuando se di-

ferencian y contrastan respecto de las tres restantes catego

rias.

El ambito de comunicacion de las opiniones no publi-cas se contrapone a la esfera de circulacion de una opinion

quasi publica. Esas opiniones formales pueden reconducirse a

instituciones tangibles; estan oficial u oficiosamente autoriza-das en calidad de comunicados, notificaciones, declaraciones,

discursos, etc. De ahf que se trate primordialmente de opinionesque circulan, en un plano que escapa a la masa de la poblacion,

entre cfrculos relativamente reducidos de la gran prensa polf-

tica, de la pu blicistic a rac iocin an te, en general, y de los orga-

nos consultivos, influyentes y decisorios con competencias po-lfticas o polfticamente relevantes (gobierno, comisiones guber-namentales, entidades administrat ivas, comites parlamentarios,

direcciones de partidos, agrupaciones y comites de asociaciones

y organizaciones sociales, administraciones de consorcios, se-

cretariados de sindicatos, etc.). Aun cuando esas opiniones casi publicas estan destinadas a un am plio publico , no cum plen los

requisitos de un raciocinio publico segun el modelo liberal.

Como opiniones institucionalmente autorizadas, estan continua-

mente gozando de privilegios y no consiguen una corresponden-cia recfproca con la masa no organizada del «publico».

Como es natural, existe entre ambos ambitos una co

nexion constante a traves de los medios de comunicacion de

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m asas, y ciertam ente a traves de un a no toriedad pub lica «re- p resen tativa» o m an ipula tivam ente desarro llada , con cuya ayu-

da se procuran los grupos participantes en el ejercicio del po-

der y en la compensacion del poder una predisposicion a la

aquiescencia y al seguidismo plebiscitarios del publico media-

tizado. Tambien contamos a ese vehfculo —que posibilita la ad-quisicion de una influencia publicistica planificada— entre las

opiniones formales, pero, como «publicamente-manifestadas»

que son, hay que distinguirlas de las «quasi-publicas».

Ademas de ese contacto masivo entre los ambitos for-

males e informales de comunicacion, existe tambien la rara-

mente establecida relacion entre la publicist ica raciocinante y

aquellas personas individualizadas que intentan todavfa formar-

se literariamente su opinion —una opinion capaz de publicidad,

 pero realm ente no public a— . La conexion com unicativa de un publico rac iocinante constitu ido por personas p rivadas ha sido

cortada; la opinion publica que otrora surgfa de esa conexion

ha sido en parte descompuesta en opiniones informales de per

sonas privadas sin publico, y en parte en opiniones formales

de las instituciones publicfsticamente activas. El publico no estaya solicitado a traves de la comunicacion publica, sino que a

traves de la comunicacion de las opiniones publicamente-ma-

nifestadas, el publico de las personas privadas no organizadas

es reclamado por la notoriedad publica «representativa» o ma- 

nipulativamente desarrollada.

En cambio, una opinion publica en el sentido estricto

de la palabra solo puede producirse en la medida en que losdos ambitos comunicativos sean mediados por el ambito de la

notoriedad publica critica.  Una tal mediacion solo es hoy posi-

 ble , evidentem ente, en una m agnitud sociologic am ente relevan-

te, por la via de la participacion de las personas privadas en

un proceso de comunicacion formal conducido a traves de la publicidad in tern a a las organizaciones. U na m inorfa de las per

sonas privadas pertenece, efectivamente, ya a los partidos po-

lfticos y a las asociaciones publicas en calidad de miembros.En la medida en que esas organizaciones se doten de publici-

dad interna no solo al nivel de los funcionarios y managers, 

sino a todos los niveles, existira la posibilidad de que se esta-

 blezca una correspondencia recfproca entre las opiniones polf-

ticas de las personas privadas y aquella opinion casi publica.

Esa situacion puede significar una tendencia insignificante cuan

do se la contempla globalmente; requiere averiguacion empfri-

ca saber que alcance y que eficacia real tiene esa tendencia;

saber si se trata de una tendencia progresiva o quiza de una

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tendencia regresiva. Mas, para una teorfa sociologica de la opi

nion publica, es de una importancia decisiva, porque propor-

ciona los c riterios p ara juz ga r de una dimension que es la uni-

ca en la que la opinion publica puede formarse en las condi

ciones de una democracia de masas constituida por el Estado

social.Asf como las opiniones informales se cuelan en el cfrcu-

lo de las opiniones casi publicas, son aprovechadas por este y

transformadas, asf tambien consigue ese cfrculo mismo publi

cidad al ampliarse con el publico constituido por los ciudada-

nos. En la medida en que de ningun modo «se da» la opinion

 publica como ta l — aunque puedan aislarse tendencias que ac-

tuan en favor de la form acion de un a opinion publica— , esta

solo puede definirse comparativamente. El grado de publicidad

de una opinion se mide segun la medida en que provenga dela publicidad interna a un publico compuesto por miembros

de organizaciones; y tambien por la magnitud que alcance la

comunicacion entre una publicidad interna a las organizacio-

nes y una publicidad externa, formada en el trafico publicfsti-

co, vehiculado por los medios de comunicacion de masas, entre

las organizaciones sociales y las instituciones estatales.

C. W. Mills, a partir de la contraposicion entre «publi-

co» y «masa», construye unos criterios empfricamente utiliza- bles p ara una definicion de opin io n publica: «In a  public ,  as

we may understand the term, (1) virtually as many people ex

 press opinions as receiv e th em . (2) Public com m unication are

so organized that there is a chance immediately and effectively

to answ er ba ck any opinion expressed in pub lic. O pinion for

med by such discussion (3) readily finds an outlet in effective

action, even ag ainst —if necessary— the prevailing system of

authority. And (4) authoritative institutions do not penetrate

the public, which is thus more or less autonomous in its opera-tion » .35 En cambio, las opiniones pierde n en pub licidad al estar

atrap ad as en el contexto com unicativo de un a «m asa»: 36 «In

a mass, 1.  far fewer peop le express opinion s than receive them ;

for the co m m unity of pu blics becomes an abs tract collection of

individuals who receive impressions from the mass media. 2. 

The communications that prevail are so organized that it is

difficult or impossible for the individual to answer back imme

diately or with any effect. 3.  The realization o f opinion in actionis controlled by authorities who organize and controll the chan

nels of such action. 4.  The mass has no autonomy from institu

tion s; on the contrary, agents of autho rized institutions pe ne tra

te this mass, reducing any autonomy it may have in the forma

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Notas

Prefacio

1. Vease W. Hennis, «Bemerkungen zur wissenschaftsschichtlichen Situation der politischen Wissenschaft», en Staat, Gesellschaft, Erziehung,  vol. V, pp. 203 y ss. Del mismo autor, Politik  und praktische Philosophie,  Neuwied, 1963. Vease tambien mi ensa-yo: «Die klassische Lehre von der Politik in ihrem Verhaltnis zurSozialphilosophie», en Theorie und Praxis,  Neuwied, 1963, pp. 13 y ss.

I. Introduction

1. Vease, en este mismo libro, pp. 297 y ss.2.  Deutsches Worterbuch der Bruder Grimm,  vol. II, Leip

zig, 1899, art. «Offentlichkeit», p. 1183. 53. Weigands Deutsches Worterbuch,  vol. II, Giessen, 1910,

 p. 232.4. Hasta H. Arendt; vease su The Human Condition,  Chica

go, 1958.5. Vease al respecto Kirschner,  Beitrage zur Geschichte 

des Begriffs «offentlich» und «offentliches Recht»,  disertacion, Gottingen, 1949, p. 2.  Res publica  es la propiedad universalmente acce-sible al  populus,   la res extra commercium,  excluida del derechovigente para los  privati  y su propiedad; por ejemplo,  flumen publicum, via publica,  etc. (ibidem,  pp. 10 y ss.).

6. O. Brunner,  Land und Herrschaft,  Brunn, 1943, pp. 386

y ss.7. Kirchner, op. cit.,  p. 22.

8. Pasamos por alto el prob lema de la dominacion urbanaen la baja Edad Media: en el plano territorial, o del «reino», nosencontramos con las ciudades, que forman parte las mas de las veces

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del patrimonio real del soberano, como una parte integrante del feu-dalismo. En el capitalismo temprano las ciudades libres desempe-naran, de todos modos, un papel decisivo para la formacion de la publicidad burguesa . Vease, mas adelante, § 3, pp. 53 y ss.

9. The Oxford Dictionary,  vol. VII, n.° 2, 1909.10. Vease po r lo que hace a la histo ria conceptual de  Re-  

 prasentation  las indicaciones de H. G. Gadamer (Wahrheit und   Methode,  Tubingen, 1960, p. 134, n. 2): «La palabra, fam iliar paralos romanos, experimenta a la luz del pensamiento cristiano de laencarnacion y del corpus mysticum  un cambio completo de signifi-cacion.  Reprasentation  no significa ya refiguracion o exposicion ilus-trada sino Vertretung*  [...]  Repraesentare   significa ahora introducir-actualmente [...]. Lo mas importante en el concepto juridico (sacro-

 ju rid ico) de representacion es que la  persona repraesentate  no essino lo presentado y expuesto, y que, sin embargo, el representante,que ejerce los derechos de ella, depende  tambien de ella». Vease

igualmente el anadido que completa esa aclaracion en la p. 476:«Repraesentatio  en el sentido de exponerse ante la tribuna —lo queen la Edad Media solo podia significar: en la actuacion religiosa—se encuentra ya en el siglo XIII y en el XIV [...] Pero repraesentatio no significa nada parecido a exhibicion, sino que hasta bien entra-do el siglo XVII alude a presencia de Dios.»

11. C. S. Schmitt, Verfassungslehre,  Berlin, 19573, pp. 208y ss.; respecto de la localizacion de ese concepto medieval en lahistoria de las ideas, vease A. Dempf, Sacrum Imperium,  Darmstadt,1957, especialmente cap. II, pp. 21 y ss., acerca de las formas de la

 publicidad.

12. Carl Schmitt observa que la formula retorica perte-nece tanto a la publicidad representativa como la discusion a la

 publicidad burguesa: «Precisamente, el estilo decisivo no es el dela discusion o el raciocinio, sino, si asi se puede decir, el estilorepresentativo [... ] No encasillable en un discurso, ni en un dicta-do, ni en algun tipo de dialectica, se mueve este en su propia ar-quitectura. El tono elevado de su diccion es mas que musica; esuna dignidad humana visiblemente conseguida en la racionalidad del

habla que se amolda y se conforma a si misma. Todo eso presuponeuna jerarquia, pues la resonancia espiritual de la gran retorica procede de la fe en la representacion, representacion a la que elhablante tiene derecho.» (Romischer Katholizismus und politische Form,  Munich, 1925, pp. 32 y ss.).

13. A. Hauser, Sozialgeschichte der Kunst und Literatur, Munich, 1953, I, p. 216.

* Se dejan aqui las pal abra s a lem anas intactas po rqu e e l

caste l lano — como cualqu ier otro idioma la t ino— no puede repro-

ducir e l jueg o de conceptos posible en a lem an con la pala bra propia-men te ge rmanica (Vertretung,  representacion) , y e l la t inismo incor-

 p o rado al a lem an (Reprasentation),  que puede hacerse eco de las

vie jas res on ancias adh er idas a la nocion y perd idas ya en e l uso

corriente de los idiomas latinos.

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25.  Dictionnaire de la Langue Frangaise,  vol. 11, 1875, art.«Prive».

26. Werner Wittich ha prestado atencion sociologica a estacarta en su aportacion «Der soziale Gehalt von Goethes Roman'Wilhelm Meisters Lehrjahre'», en  Erinnerungsausgabe fu r Max Weber,  vol. II , Munich y Leipzig, 1923, pp. 279 y ss.

27. W. Sombart,  Der moderne Kapitalismus,  vol. II, Munich y Leipzig, 19193, cap. 1, pp. 23 y ss.

28. M. Dobb, Studies in the Development o f Capitalism, Londres, 1954, pp. 160 y ss.: «At any rate , it is clear that a m atu redevelopment of merchant any financial capital is not itself a guarantee, tha t cap italist production will develop under its wing.» [Detodos modos, es claro que un pleno desarrollo del capital comercialy financiero no garantiza por si mismo que la produccion capitalistase desarrollara a su sombra].

29. M. Dobb, op. cit.,  pp. 83 y ss.30. H. See,  Die Ursprunge des modernen Kapitalismus, Viena, 1948.

31. En Alemania, sobre todo Estrasburg o, Nurenberg, Augs- burgo, Frankfurt, Colonia, Hamburgo, Lubeck y Leipzig.

32. Esto acontecio muy pronto en Venecia con los escri-tores de avisos, los scrittori d'avvisi;  en Roma se les llamaba gazzetta- ni;  en Paris, nouvellistes;  en Londres, writers o f letters, y   en Alemania, en fin,  Zeitunger o Novellisten.   En el curso del siglo XVI seconvirtieron en abastecedores de informes semanales oficiales, esto

es, de los periodicos escritos, de los que en Alemania son un ejem plo caracterfstico los llamados Fuggerzeitungen  [literalmente: periodicos de los fucares; Johann Fugger fue un rico comercianteaugsburgues del siglo XVI, y de ahf Fugger,  que, en un sentido figu-rativo, llego a significar comerciante adinerado en general.  N. del   T.].(Las cerca de 40.000 relaciones que se dan en el periodo compren-dido entre 1565 y 1605 no proceden tan solo de esos despachos denoticias, sino tambien de los empleados y los companeros de negocios de la casa Fugger.)

33. W. Sombart, op. cit.,  p. 369.34. Durante mucho tiempo se ha tenido a la relacion de

noticias del impresor y comerciante estrasburgues Johann Carolus por el periodico mas antiguo; vease, sin em bargo, la investigacionde Helmut Fischer,  Die altesten Zeitungen und ihre Verleger,  Augs-

 burgo, 1936.35. La forma tradicional de la dominacion esta revestida

tambien de la competencia de exponer e interpretar lo que pasa porser «la vieja verdad». Las comunicaciones de acontecimientos reales estan insertas en ese saber de la tradicion. Lo nuevo aparece

 bajo el aspecto de un suceso mas o menos maravilloso. Los «nuevoshechos», con solo que rebasen un poco el umbral de lo habitual, setransform an, en el marco de la «vieja verdad», en «sobresalientes» —y hay que nota rlos y maravilla rse de ellos— . Los hechos se transforman en cifras. Lo nuevo y las experiencias nuevas adquieren, allf 

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for investm ent of capital in industry.» [Mayores exportaciones signi-ficaban mayor oportunidad para el empleo de mano de obra en laindustria local; y un mayor empleo de mano de obra representabauna ampliacion del ambito para invertir capital en la industria].

41. Esto lo muestran claram ente los reglamentos de Col bert para las tecnicas industria les de la manufactura textil. Pero

tambien en Inglaterra subsisten hasta la segunda mital del siglo XVIIIreglamentos concernientes a la materia prima, al modo de su elaboration y a la produccion definitiva de la mercancfa. Vease Heckscher,op. cit.,  vol. I, pp. 118 y ss. y 201 y ss.

42. J. Schumpeter,  Die Krise des Steuerstaates,  Leipzig,1918.,p. 16.

43. H. Arendt, op. cit.,  p. 43, citado segun la version alemana: Vita Activa, Stuttgart, 1960, p. 47. Sociedad civil, civil society, societe civile,  revelan evidentemente, aun en el uso lingufsticodel siglo x v i i i , la vieja tradition de la «polftica», que no distingufatodavfa «la sociedad civil» del «Estado». Vease, al respecto, M. Rie-del, «Aristotelestradition am Ausgang des XVIII Jahrhunderts», enFestschrift F. O. Brunner,  Gottingen, 1962, pp. 276 y ss. Del mismoautor, «Hegels burgerliche Gesellschaft und das Problem ihres Urs-

 prungs», en ARS  B e l 48,  1962, pp. 539 y ss. Mucho an tes consigue lanueva esfera de lo social su concepto impolftico correspondienteen el moderno derecho natural; vease mi ensayo «Die klassischeLehre von der Politik in ihrem Verhaltnis zur Sozialphilosophie», enTheorie un d Praxis,  cit., pp. 13 y ss.

44. O. Brunner,  Adeliges Landleben,  cit., pp. 242 y ss.45. Vease K. Kempters,  Die wirtschaftliche Berichterstat- 

tung in den sog. Fuggerzeitungen,  Munich, 1936.46. Herman Bode,  Anfange der wirtschaftlichen Berichter-  

stattung,  Heidelberg, 1908, p. 25: «El periodico era un organo infor-mativo de segundo orden, mientras que la carta era aun general-mente considerada en el siglo XVII como la fuente de noticias massegura y mas rapida.» Vease tambien Heinrich Goitsch,  Entwicklung un d Strukturwandlung des Wirtschaftsteils der deutschen Tageszei- tung,  disertacion, Frankfurt, 1939.

47. O. Groth,  Die Zeitung,  vol. I, Berlin y Leipzig, 1928, p. 580.

48. Citado por Groth, op. cit.,  vol. I, p. 585.48a. E. Everth , op. cit.,  p. 202.49. Staley Morrison, The English Newspaper,  Cambridge,

1932.50. W. Sombart, op. cit.,  vol. II, pp. 406 y ss.; tambien

K. Bucher, Ges. Aufsatze zur Zeitungskunde,  cit., p. 87. Igual queen los primeros volantes de anuncios, tambien los incluidos en las

hojas de anuncios del siglo XVIII se referfan a mercancias y plazosfuera del trafico mercantil corriente, a oportunidades de compra,a libros y medicamentos, a companfa para los viajes, a ofertas deservicios, etc. Los anuncios propagandfsticos, los reclamos publici-tarios en el sentido propio de la palabra, apenas estaban extendi-

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dos: el mercado de bienes y de trabajo se regula aun  fa ce to face.51. Groth, op. cit.,  vol. I, p. 598.52. R. Stadelmann/W. Fischer,  Die Bildungswelt des deut  

schen Handwerks,  Berlin, 1955, p. 40. Vease tambien, Br. Kuske,«Der Einfluss des Staates auf die geschichtliche Entwicklung dersozialen Gruppen in Deutschland», en Koln. Zeitschr. f. Soz.,  vol. II,

1949, pp. 193 y ss.53. Percy Ernst Schramm ha subrayado esa diferencia, precisamente comparando el desarrollo social de Ham burgo con eldel resto del imperio (Deutschland und die Welt,  Munich, 1943,

 p. 37): «Lo que constituye al verdadero ciudadano, esto es, la per-tenencia —vigorizada por la idea de ciudadanfa— a una comunidadurbana, es, precisamente lo que les falta a ellos (a los 'burgueses') [...] Estos, que no eran 'ciudadanos', sino 'burgueses', serviana su senor, a su iglesia, a su patrono, o eran 'libres' por ejerceruna profesion libre; pero no tenian entre ellos otra cosa en comun

que la de constituir el 'estamento burgues' —lo que de por si ape-nas significaba otra cosa que el que esa calificacion les delimitabarespecto de la nobleza y el campesinado— . El asentamiento urbanono tenia que ver con esa expresion; tambien el pastor protestanteen su municipio rural, el ingeniero de minas en su lugar de trabajoy quien desempenara algun cargo en palacio eran de 'estamento burgues’. Se les contaba, en un sentido amplio, entre la burguesia ins-truida, entre una burguesia estrictamente diferenciada respecto del

 pueblo, del Volk,  del  peuple .»

54. Vease mas adelante, § 5, pp. 69 y ss.55. Heckscher, op. cit.,  vol. I, p. 258; vease tambien, al

respecto, W. Treue, «Das Verhaltnis von Furst, Staat, Unternehmerin der Zeit des Merkantilismus», en Vierteljahreshefte f Sozial- und  Wirtschgesch., vol. 44, 1957, pp. 26 y ss.

56. Sombart, op. cit.,  vol. I, cap. 1, p. 365.57. Citado po r Groth, op. cit.,  vol. I, p. 623.58. Worterbuch der hochdeutschen Mundart,  Viena, 1808,

3.' parte, p. 856.

II. Estructuras sociales de la publicidad

1. Kant utiliza rasonieren y Rasonnement   ingenuamenten el sentido de la Ilustracion. Esta, por asi decirlo, aquende las

 barricadas; Hegel esta en ellas. Hegel, fiel a la tradicion platonica,encuentra ejemplarmente constituido el pensamiento raciocinante(rasonierende Denken)  —que, como mera consideracion del enten-

dimiento que es, no penetra en la concreta universalidad del con-cepto—, en los sofistas. De su raciocinio dice «que el deber de loque haya que hacer no se hace venir del concepto en y para siexistente de la cosa, sino que se decide de lo ju sto y lo injusto, dela utilidad y la perjudicialidad sobre la base de motivaciones exter-

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nas» (Vorlesungen uber die Geschichte der Philosophie,  vol. II, Michelet, ed. al cuidado de Glockner, vol. XVIII, p. 22). Hegel degradaal raciocinio, sobre todo en su uso publico, para legitimar a la autoridad politica —con la que, evidentemente, esta en polemica el pu

 blico raciocinante— como momento constitutivo de una esfera superior: «El concepto del monarca es el concepto mas dificil para el

raciocinio (Rasonnement),  esto es, para la consideration reflexiva delentendimiento, puesto que el raciocinio no consigue rebasar las de-terminaciones aisladas.» (Rechtphilosophie,  Gans, ed. al cuidado deGlockner, vol. VII, pp. 283 y ss., § 279).

2. Tales acuerdos de status,  las mas veces cerrados encircunstancias de sumision hereditaria, no son, obviamente, comparables a los contratos en el sentido del Derecho privado moderno;vease Brunner,  Land und Herrschaft,  cit., pp. 484 y ss.

3. Vease W. Naef, «Fruhformen des modernen S taates imSpatmittelalter», en  Historische Zeitschrift,  vol. 171, 1951, pp. 225 y ss.

4. E. Auerbach (Das franzosische Publikum des 17. Jahr- hunderts,  Munich, 1933, p. 5) ha documentado el uso de la pa lab raen el sentido de publico de teatro, ya en 1629; hasta ese momento,el principal uso de  public  era exclusivamente en relacion al Estado,es decir, al bien comun.

5. Por salon  se entendfa aun entonces, completamente enel sentido del Renacimiento italiano, una sala suntuosa, pero nocabinet, circle, reduite,  etc.

6. A. Hauser, Sozialgeschichte der Kunst und Literatur, 

vol. II, Munich, 1953, p. 6.7. Nunca estuvo Londres, como Paris, directamente some-tida al rey. La ciudad, que se administraba a si misma por mediode un concejo elegido y que encargaba a una milicia propia lastareas de policfa, era menos accesible a la ju risdict ion de la Cortey el Parlamento que cualquier otra ciudad del pais. Al finalizar elsiglo XVII, los cerca de 12.000 individuos que pagaban impuestos

 — casi todos ellos miembros de los 89 gremios y companfas— eligie-ron a 26 caballeros y a 200 miembros para el concejo —una baseinopinadamente am plia en aquella epoca, casi «democratica»— . Sin

embargo, tras la Gran Revolucion, la relacion entre cowrt   [corte] ytown  [ciudad] experimento un cambio radical, comparable a laevolucion que se produjo bajo la Regencia.

8. G. M. Trevelyan, Kultur- und Sozialgeschichte Englands, Hamburgo, 1948, p. 327.

9. L. Stephen,  English Literature and Society in the 18th Century,  Londres, 1903 (ultima edicion, 1947), p. 37. Vease tambienH. Reinhold, «Zur Sozialgeschichte der Kaffees und des Kaffeehau-ses», en Koln. Zeitschr. f. Soz. un d Sozialpsych.,  vol. X, 1958, pp. 151y ss. (Resena bibliografica).

10. H. Westerfrolke,  Englische Kaffeehauser als Sammel-  punkte der literarischen Welt,  Jena, 1924, pp. 21 y ss.

11. Del ano 1674 es ya el panfleto The W omen’s Petition  against Coffee, representing to Public Consideration o f the Grand 

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 Inconveniences according to their Sex from the excessive use o f  that Drying, Enfeebling liquor.

12. Trevelyan, op. cit.,   p. 315, nota a pie de pagina.

13. Vease un informe aparecido en la  National Review, n.° 8, citado por Westerfrolke, op. cit.,   p. 15: «Cada profesi on, cadaestam ento comercial, ca da clase, cad a part ido ten ia su cafe predi-

lecto. Los ju ris ta s discutian de derecho o de ciencia, criticaba n elultimo suceso, o el mas reciente 'bocado de Westminster' en Nan-do's o en el Grecian, en las cercani as del Tem ple [...] Las personasde la City [se refiere a los ciudadanos relacionados con el centro bursatil y financiero del Londre s, la City —  N. del T.]  se encon-traban para criticar la subida y la bajada de las acciones y confir-mar el nivel de las primas de seguro en Garraway’s o en el Jonathan’s. La clerigalla intercambiaba chismes academicos o tomaba posicion respecto del ultimo sermon del Dr. Sacherevell en Truby’so en el Child’s. Los soldados se reunian para comentar sus cuitasen el Old o en el Young M an ’s, cerca de Cha ring Cross. El St. Jam e s ’ o el Sm yrna eran el cuartel general de los politicos whigs [liberales], mientras que los tories  [conservadores] frecuentaban elCocoa Tree o el Ozin da’s, todos ellos en la St. J a m e s ’ Street [laoposicion whig/tory  se r em on ta al siglo XVII, cuando tra s la Revo-lucion de 1668 se suscito la lucha po r la subordi nac ion o no subor-dinacion de la Corona al Pa rlam ent o. A me diados del siglo XIX la

 postura de los whigs  fue asum ida por los liberales —  N. del T.]. Los escoceses se reunian en el Forest’s. Los franceses en Gile’s o en

Old Slaughter ’s, ambos en St. Martins Lant. Los jug adore s, en elWhite’s y en las casas de chocolate en torno del Covent Garden.Los artistas honraban al vecindario del Gresham College con su presencia, y los espiritus exquisi tos se reunian en Will’s, en Button’so en Tom’s, todos ellos en la Great Russell Street, luego de las repre-sentaciones del teatro Pikett y en el mejor clima de tertulia, quedu rab a hast a la median oche [... ] Los com erciante s adinerad os char-laban sobre las subidas y las bajadas de las acciones en Lloyd's.En Rob in’s y en Mrs. Rochefort’s se dejab an ca er los diplomatico sextranjeros y los banqueros. Los aficionados al arte honraban con

su pre sen cia a la casa de cafe Don Salteros, en Cheyne Walk...».

14. Hauser, op. cit.,  vol. II, p. 7.

15. «Nos ecrits n ’ope rant que s ur une certa ine classe decitoyens, nos discours s ur toutes.» [Nue stros esc ritos solo incidenen cierta clase de ciudadanos; nuestros discursos, en todas].

16. E. Manheim,  Die Trager der offentlichen Meinung,  Vie-

na, 1923, p. 83.

17. El lenguaj e es con side rado una espec ie de «organo de

un sentido comun transcendental» y un «medio de un consenso pu-

 blico»; vease Manheim, op. cit.,   pp. 88 y 92.

18. Lessing/Ernst/Falk, Gesprache fur Freimaurer,  177

Respecto del complejo del asunto, vease E. Lenhoff/O. Posner,  Internationales Freimaurerlexicon,  Zurich, Leipzig y Viena, 1932, y

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cion de los desordenes populares, de los perjuicios que la guerra provoco en el sistema educativo y del dominio aristocratico de lalit er at u ra en la epoca de Dryden. En los albore s del siglo XVIII, laepoca de Addison y Steele, se iniciaria un nuevo ascenso y, a partir  de entonces, la linea ascenderia ya de modo continuado].

23. J. Watt, «The Reading Public», en The Rise o f the 

 Novel,  Londres, 1957.24. Hauser, op. cit.,  vol. II, p. 53: «El mecenazgo es substi-

tuido por la editorial; la suscripcion, a la que muy atinadamente

se ha calificado como mecenazgo colectivo, constituye la transitionentre ambas. El patronato es la forma puramente aristocratica de larelacion entre escritor y publico; la suscripcion relaja el vinculo,

 pero conserva no obstante determinados rasgos del caracter personal de aquella relacion; solo la publicacion de libros destinad os al

 publico general, plenamente desconocido para el autor, coincide y

se corresponde con el trafico mercantil anonimo en el que se basala estructura de la sociedad burguesa.»25. Parfaict da incluso noticia de un aut or que med ia or-

gullosamente el exito de su obra por el hecho de que el dfa delestreno hubieran muerto cuatro conserjes; vease Auerbach, op. cit., 

 p. 13.26. Trevelyan, op. cit.,  p. 255.

27. Citado po r Groth, op. cit.,  vol. I, p. 620.28. Hauser, op. cit.,  vol. II, pp. 84 y ss.; vease tambien

L. Balet,  Die Verburgerlichung der deutschen Kunst, Litaratur und  

 Musik im 18. Jahrhundert,  Leyden, 1938, p. 38: «Los conciertos pu- blicos regulares se daban en Frankfurt desde 1723; en Hamburgo,desde 1724; en Estrasburgo, desde 1730; en Lubeck, desde 1733, y

en Leipzig, un grupo de comerciantes emprendedores fundaron los'Grossen K o n ze rt e ' en 1743, que luego, con el tiempo, habr ian de

convertirse en los 'Gewandhauskonzerten', aun hoy existentes.»29. Tenian lugar, con moti vo de la reunion anual de la

Academia, en la corte del Palais Royal, donde se celebraban al aire

libre; en 1699, el primer Salon pasa al Louvre. Luego de 1704, y en

el curso de una generacion, se pierde por completo la costumbrede esas exposiciones.30. La Fon t,  Reflexions sur quelques causes de l’etat pre

sent de la peinture,  citado por A. Dresdner,  Die Enstehung der  Kunstkritik im Zusammenhang des europaischen Kunstlebens,  Mu

nich, 1915, p. 161.31. Pioneras son, sobre todo, las criticas de los Salones

de 1765 y 1767, si bien ninguna de ellas fue publicada antes de laRevolucion.

32. Por principio, todo h om bre que particip e en un a dis-

cusion publica, compre un libro, consiga una plaza en un conciertoo en un teatro y visite una exposition, esta llamado y facultado aemitir juicio s y opiniones libres. Pero, en la disp uta de los juic ios yopiniones, no debe cerrarse a los argumentos convincentes, tiene que

 prescindir de «pre juicios». Con la superacion de la barrera, propia

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38. A par tir de entonces aparecieron las revistas semanal-mente, como  Roaring o f the Lion.

39. Los modelos ingleses fueron duran te tres generaciones,tambien en el continente, obligatorios para los semanarios morales. En Alemania aparece, en 1713,  Der Vernunftler.  Mucho masexito tendrfa, luego, el  Hamburger Patriot   (1724-1726). A lo largo del

siglo, el numero de estos periodicos crece hasta llegar a 187; y enInglaterra, durante el mismo periodo de tiempo, a 227; en Franciallegan a 33.

40. Trevelyan, op. cit.,  p. 242.41. W. H. Riehl,  Die Familie,  Stuttgart, 1889°, pp. 174 y 179.42.  Ibidem,  p. 187: «El sfmbolo arquitecton ico de la posi-

cion del individuo respecto de la familia era, en la vieja casa, elmirador. El mirador, que propiamente forma parte de la sala deestar, proporciona a cada miembro de la familia su rincon de tra-

 bajo, de juego y de reposo; cada miembro puede retirarse a el, perono recluirse, porque el mirador esta abierto a la sala».

43.  Ibidem,  p. 185.

44. Vease Hans Paul Bahrdt, Offentlichkeit und Privatheit  als Grundformen stadtischer Soziierung,  manuscrito, 1956, p. 32:«La intimizacion y el cultivo de la vida familiar, la cultura de vi-vienda de la organizacion consciente del medio ambiente objetivomas reducido, la propiedad privada de medios de instruccion y lautilization comun de ellos por los grupos sociales mas minoritarios,el intercambio espiritual como la forma normal e integradora de la

vida en comun de los familiares, una vida religiosa relativamenteindependiente de la Iglesia en el cfrculo de la familia, erotica individual, libertad en la election de pareja, libertad que, al final de laevolucion, se emancipa incluso del derecho de veto paterno: todoeso son manifestaciones tfpicas de la estructura de la esfera privaday, al mismo tiempo, de la cultura y la moralidad burguesas.» (apa-recido, entretanto, en una version ampliada, en H. P. Bahrdt,  Die moderne Grossstadt,  Hamburgo, 1961, pp. 36 y ss.)

45. Vease especialmente Erich Fromm, en Max Horkhei-mer,  Autoritat und Familie,  Paris, 1936, pp. 77 y ss.

46. Vease mi glosa «Heiratsmarkt», en  Zeitschrift Merkur, noviembre de 1956.

47. El humanismo renacentista tiene rafces sociologicasdistintas a las del humanismo ilustrado anglofrances y a las delneohumanismo del clasicismo aleman, que son los que considera-mos aqui.

48. Vease Max Horkheimer,  Autoritat und Familie,  cit., p. 64: «La cosificacion de los hombres en la economfa como merafuncion de una magnitud economica prosigue, ciertamente, en la

familia, en la medida en que el padre se convierte en el sujeto queha de conseguir el dinero, la madre en el sujeto objeto de comerciocarnal o en el esclavo domestico, y los ninos, o bien en herederosde la posicion y el poder, o bien en seguros de vida de los cualesse espera que rindan mas tarde los intereses de los esfuerzos y las

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filosofico-social y el marco sociologico del concepto racionalista denaturaleza,

III. Funciones politicas de la publicidad

1. De las propiedades agricolas «penden» la mayoria deescanos parlamentarios; vease K. Kluxen,  Das Problem der poli- tischen Opposition,  Munich, 1956, p. 71.

2. Dobb, op. cit,  p. 193.3. La forma especifica del capitalismo moderno se impo-

ne, como es harto sabido, en la medida en que el capital financieroy comercial consiguen poner bajo su dependencia a los viejos modosde produccion en la ciudad (produccion de mercancias a pequenaescala) y en el campo (explotacion agricola feudal), poniendo asien la base de la produccion el trabajo asalariado. Inalterablemente,las formas capitalistas del trafico mercantil (capitalismo financieroy comercial) parecen solo poder asentarse  alli donde la mercanciafuerza de trabajo es tambien intercambiada y, por consiguiente,

 producida al estilo capitalista.4. Por vez pr im era encarga el rey la formacion de un ga-

 binete homogeneo de los whigs  (1695-1698). El periodo comprendidoentre la subida al trono de Guillermo III y la dinastia de los Hanno

ver es un periodo de transition, durante el cual la Corona elige a suministerio en parte segun su libre criterio, en parte segun la vozde la Camara de los Comunes. Vease W. Hasbach,  Die Parlament. Kabinetsregierung,   1919, pp. 45 y ss.

5. Citado por C. S. Emden, The People and the Constitution,  Oxford, 1956, p. 33. Analogas proclam aciones fueron promulga-das en 1674 y en 1695. Por lo demas, se realiza la conexion entrelas casas de cafe y los comienzos de la «opinion publica»: HansSpeier, «The Historical Development of Public Opinion», en Social Order an d the Risks o f War,  Nueva York, 1952, pp. 323 y ss. (tra

duction literal: «Los hombres se habian concedido a si mismos, yno solamente en las casas de cafe, sino tambien en otros lugaresy reuniones, libertad para censurar y difamar la actuation del Estado, hablando mal de cosas que no comprendian y afanandose porcrear y fomentar una envidia y descontento generalizado en lasmentes de todos los fieles subditos de Su Majestad»).

6. Que solo fue abolida en 1972 por la liberal Fox’s Libel  Act   [Ley contra el Libelo promulgada por Fox —  N. del  T.].

7. La taxe on knowledge  [contribucion sobre el conocimien-

to], como se le ha llamado, subsistira hasta 1855. Vease L. Hanson,Government and the Press (1695-1763),  Londres, 1936, pp. 11 y ss.8. Dos whigs  escriben, bajo el pseudonico de Cato, articu-

los editoriales en los que, particularmente a proposito del llamadoescandalo de Panama, se emiten «the loudest cries for justice» [es-tridentes gritos que claman justic ia]. Un gran escandalo se produjo

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en agosto de 1721, cuando el periodico publico y comento delibera-ciones de la Comision de investigacion nombrada por el Parlamen-to: un pr im er acto de publicistica politica en el estricto sentido dela palabra.

9. Kluxen, op. cit.,   p. 187.

9a. Vease M. Schlenke,  England und das Friderizianische Preussen 1740-1763,  Friburgo y Munich, 1963.10. W. Bauer,  Die dffentliche Meinung in der Weltgeschich- 

te,  Berl in y Leipzig, 1950, pp . 227 y ss.

11. Estos informes acerca del Parlamento habfan consti-tuido desde 1641 los primeros periodicos diarios.

12. Hanson, op. cit.,  p. 81.

13. Exclusion que pud o b asa rse en la pra ctic a comercialtradicional de la «exclusion de ajenos».

14. K. Lowenstein, «Z ur soziologie der pa rla m en ta ris ch en

Representation in England», en  Erinnerungsgabe fu r Max Weber, vol. I I, Munich y Leipzig, 1923; vease p. 94.

15. Aqui pose fa derecho a voto todo var on ca beza de fami

lia que pagara sus impuestos.16. En pa rti cu la r po r el detalle, vease Lowenste in, op. cit., 

 pp. 95 y ss.17. Kluxen, op. cit.,  pp. 103 y ss.

18. En 1733-1734 en la cuestion del septennial bill  y en1739 en la cuestion de la guerra con Espana.

19. Vease la equi librad a valora cion de E mden, op. cit.,   pp.194 a 196.

20.  29 Parliamentary History, 974  [tradu ccion literal: «Es

verdaderamente prudente y correcto consultar a la opinion publi-ca [...]. Si acaso la opin ion publ ica no coinc ide con la mfa; si, tra s

senalarles el riesgo, no vieran las cosas de forma semejante a la mfa,o consideraran otro proyecto preferible al mfo, yo considerarfa mideber ante mi rey, ante mi patria y ante mi honor, retirarlo paraque pudieran seguir el plan que consideraban mejor mediante un

instrumento adecuado, es decir , mediante un hombre que coincidiera

con ellos [...]; pero algo e sta mu y claro : que yo deberfa propor-cionar al publico los medios adecuados para formarse una opinion»].

21. Emden, op. cit.,  p. 205.

22. Ya Luis XIV deb io di sponer , en 1679, 1683 y 1686, proh i-

 biciones de importancion de periodicos extranjeros. Por aquellaepoca consiguieron las Gazettes de Hollande,  las mas libres de Euro

 pa, la fama que conservaron a lo larg o del siglo XVIII. A traves de

esos canales publicfsticos consiguieron ganar influencia en su paislos hugonotes expulsados a rafz de la derogation del Edicto de

 Nantes. Vease E. Everth,  Die Offentlichkeit in der Aussenpolitik,  cit.,

 p. 299.23. Vease el analisis sociologico de la noblesse de robe 

[aristocracia togada] realizado por Borkenau, op. cit.,   pp. 172 y ss.24. E. G. Barber, The Bourgeoisie in the 18th Century 

France,   Nueva York, 1959.

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25. En 1750 aparece el Prespectus  de Diderot, una antici- pacion de la que bien pronto se hara eco Europa entera; un anodespues, el  Discours preliminaire  de D’Alembert, un brillante es-

 bozo de la obra entera. Su escrito esta explfcitamente dirigido al public eclaire.  Habla en nombre de una sociedad de gens des lettres. Y en 1758 recuerda Diderot, en una carta a Voltaire, las obligacio-

nes respecto de la publicidad: entretanto, se habfan conseguido4000 suscriptores, entre dos y tres veces mas que el numero deabonados del periodico por entonces mas lefdo.

26. A sugerencia de Bolingbroke, unos em igrantes habfanfundado una sociedad privada en el domicilio del Abbe Alary, quevivfa en un entresuelo (de ahf el nombre de Club de l’Entresol).Habfan fundado, pues, una Academia informal de sabios, clerigosy funcionarios que intercambiaban noticias, desarrollaban planes yestudiaban tanto la constitucion del Estado como las necesidades

de la sociedad. Tambien Walpole se relacionaba en este contextocon el viejo abad de Saint-Pierre y con el marques d’Argenson.Vease R. Koseleck, Kritik und Krise,  Friburgo y Munich, 1959, pp.53 y ss.

27. En la vfspera de la Revolucion, es Necker quien notael grado de maduracion de la publicidad burguesa: «El espfritu dela vida social, la predileccion por la atencion y la loa, han puestoen pie en Francia un verdadero tribunal ante el cual todos los hom-

 bres susceptibles de atraer la atencion estan obligados a compare-cer: la opinion publica (opinion publique)».  Mas adelante se dice:

«La mayoria de extranjeros apenas pueden hacerse una idea ade-cuada acerca de la autoridad ejercida por la opinion publica enFrancia. Solo con grandes dificultades pueden comprender la exis-tencia de un poder invisible que, sin caja, sin guardia de corps, sinejercito, promulga leyes que hasta en palacio son obedecidas; y,sin embargo, nada mas cierto». En cuanto el discurso de Neckersobre la opinion publica se pone en circulacion, llega a entrar in-cluso en los informes al rey. (Citado por Bauer, op. cit.,  p. 234, yM. v. Bohm,  Rokoko, Frankreich im 18. Jahrhundert,  Berlin, 1921,

 p. 318.) 28. Vease, al respecto, detalladamente tratado , Bauer, op. cit.,  cap. XIII, pp. 239 y ss.

29. El verso se encuentra en R. Smend, «Zum Problem desoffentlichen und der Offentlichkeit», en Gedachtnisschrift fur Jelli- nek,  Munich, 1955.

30.  Die Entwicklung der Menschen- und Burgerrechte,  ed.al cuidado de F. Hartung, Gottingen, 1954, pp. 33 y 35.

31.  Ibidem,32. Hartung, op. cit.,  p. 45.

33. «Le roi regne et he gouverne pas». [El rey reina y nogobierna].

34. Vease el informe coetaneo «Schreiben von Munchen, betreffend den bayerischen Landtag von 1831», en  Historisch-Poli-  tische Zeitschrift,  vol. I, Hamburgo, 1832, pp. 94 y ss.

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35. E. Heilborn,  Zwischen zwei Revolutionen,  Berlin, 1929,vol. I:  Der Geist der Schinkelzeit 1789 bis 1848,  pp. 97 y ss.

36. Asi, por ejemplo, el  Journal von und fu r Deutschland, vol. II, 1790, p. 55, o la  Jenaische Allgemeine Literaturzeitung,  n.° 30,1797, p. 255. Sobre el origen de una publicidad po litica en la Alemania de finales del siglo x v i i i , vease F. Valjavec,  Die Enstehung  

der politischen Stromungen in Deutschland 1770-1815,  Munich, 1951.37. Vease la documentada disertacion de I. Jentsch,  Zur  

Geschichte des Zeitungswesens in Deutschland,  Leipzig, 1937. Lo mismo vale para Suiza, iMdem,  p. 33, n. 10. Vease tambien la circuns-tanciada investigacion de M. Braubach, «Ein publizistischer Plander Bonner Lesegesellschaft», en Festschrift f. L. Bergstrasser,  Dus-seldorf, 1954, pp . 21 y ss.

38. En la celebre sala de lec tura de la Hamburger Har-monie habia, hacia el cambio de siglo, 47 revistas alemanas, 8 fran-

cesas y 2 inglesas. Las revistas de entretenimiento, heredadas delos viejos semanarios morales, no entran propiamente en el reper-torio; eran leidas por las mujeres en el hogar.

39. Groth, op. cit.,  vol. I, p. 706.40. Vease al respecto , L. Balet, op. cit.,  pp. 132 y ss.: «Du-

rante un ano permanecio encerrado Schubart en la celda del viejotorreon (de la fortaleza de Hohenasperg), tirado sobre la paja. La

 bata acabo por pudrirsele encima del cuerpo [...]. Luego de 2 1/4anos de presid io se le pe rm itio salir a la luz y moverse. En 1780

 pudo por vez prim era in te rcam bia r correspondencia con su mujer

y sus hijos, y en el mismo ano el estricto encarcelamiento se con-virtio en prision. Luego de diez anos de carcel fue finalmente libera-do...». De este Schubart, por lo demas, ha recibido el joven Schillersus primeros impulsos politicos; tambien  Los bandidos  forman parte, a su modo, de los inicios de la publicistica politica.

41. Respecto de la historia teorico-juridica de esos con-ceptos, vease Hermann Coing,  Der Rechtsbegriff der menschlichen Person und die Theorie der Menschenrechte,  publicacion extraordi-naria de la  Zeitschrift fu r auslandisches und internationales Pri- 

vatrecht,  B erlin y Tubinga, 1950, pp. 191 y ss. La im position de la«capacidad jurid ica universal» en las codificaciones de Derecho privado del siglo x v i i i   y de comienzos del xrx es descrita por H. Conraden su  Individuum und Gemeinschaft in der Privatrechtsordnung,  cua-derno 18 de la Juristischen Studiengesellschaft, Karlsruhe, 1956.

42. A saber: la sociedad de ca rac ter capitalista, el creditoreal, el papel-valor, elementos del derecho mercantil y de navega-cion, del derecho regulador de la explotacion de las minas, asi comotambien del entero derecho regulador de la concurrencia y la com-

 peticion.

43. Por ejemplo, regu lation y ordenacion de la indumenta-ria, las bodas, la prostitucion, la usura, la blasfemia, la adulteracionde los alimentos, etc. Vease al respecto F. Wieacker, Privatrechts- geschichte der Neuzeit,  Gottingen, 1952, pp. 108 y ss.

44. F. Wiaecker, op. cit.,  p. 110.

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51. «The man who is moved to exploit his consumerstrough unduly high prices will survive only enough to discover thatthey have deserted him in favor of his numerous competitors. To pay a worker less than the going wage is to invite him to go wherethe going wage is paid. It requires only a moment’s reflection toconclude that a businessman with power neither to overcharge hiscostumers nor to underplay his labor (and for similar reasons hisothers suppliers) has very little power to do anybody ill. To minimize the exercise of private power, and especially the opportunityfor its misuse, was to remove most o f the justification for exerciseof government authority over the economy» [El hombre que sientela tentacion de explotar a sus consumidores con precios injustifica-damente altos, solo sobrevivira el tiempo justo para descubrir queaquellos le han abandonado en favor de sus numerosos competi-dores. Pagar a un obrero menos del salario normal es invitarle a

que se vaya a donde le paguen mejor. Una breve y simple reflexion basta para deducir que un empresario sin poder para disfrazar sus precios y cobrar mas de lo ju sto a sus clientes, ni para pagar insu-ficientemente a sus trabajadores (y por razones parecidas a susrestantes abastecedores), tiene muy poco poder para causar dano aalguien. Quitar importancia al ejercicio del poder privado, y espe-cialmente a la posibilidad de su abuso, suponfa privar de casi toda

 justification al ejercicio de la autoridad del Gobierno sobre laeconomfa]. J. K. Galbraith,  American Capitalism,  Boston, 1952, p. 31.

52. Max Weber, Wirtschaft und Gesellschaft,  vol. II, Tu- binga, 1956, p. 651: «El capitalismo industrial [...] tiene que podercontar con la constancia, la seguridad y la objetividad del funciona-miento de la ordenacion jurfdica, con el caracter racional, primor-dialmente calculable, del derecho y de la administracion».

53. Hablo siempre del «Estado burgues de derecho» en elsentido material de una constitucion politica determinada; la formalization del concepto de Estado de derecho en la ciencia jurfdicaalemana de finales del siglo XIX es, a su vez, una acomodacion,sociologicamente explicable, que tiene que ver con el contexto alu-

dido. Por lo demas, vease U. Scheuner, «Die neuere Entwicklungdes Rechtsstaats in Deutschland», en Festschrift des deutschen Ju- ristentages,  vol. II, Karlsruhe, 1960, pp. 229 y ss.

54. De ahf que la justicia, a su vez, requiera una juris- prudencia cientffica; vease Wieacker, op. cit.,  p. 257: «La neutrali-dad de una jurisprudencia cientffica responsable de si misma tieneuna funcion de justicia directa. En la medida en que vincula al

 juez a afirmaciones doctrinales fijas, sancionadas por la opinion publica y arguibles, desplaza los pugnaces y egofstas intereses politicos, sociales y economicos que se dan en una sociedad libre (cuyo

 principio funcional es la lucha regulada, la competicion) fuera delmarco de atencion jurfdica. A traves de lo cual, empero, realiza precisamente la regla de juego de esa sociedad, a saber: arbitrajey rectitud formal en vez de imposicion de poder».

55. L. Brentano, op. cit.,  pp. 209 y ss.

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56. C. Schmitt, Verfassungslehre,  cit., p. 148.56a.  Ibidem,  p. 139.57. Bockenforde, op. cit,  pp. 82 y ss.57a Vease Theorie und Praxis,  cit., pp. 82 y ss.58. Vease F. Hartung,  Die Entwicklung der Menschen- und  

 Burgerrechte,  cit.59. Si se entienden los derechos fundamentales en el mar

co jurfdico-estatal formado por la conexion entre la publicidad polfticamente activa y la esfera privada polfticamente emancipada, aparece entonces claramente su genealogfa. Los derechos humanos bur-gueses estan claramente separados de los derechos estamentales delibertad. No hay un camino directo que, a partir de la  Magna Charta 

 Libertatum  (1215), y a traves de la Petition o f Rights  (1628), la  Acta  de Habeas Corpus  (1679) y el  Bill o f Rights  (1689), lleve a la Pri-mera Declaracion de Derechos Humanos de Virginia (1776). Los dere-

chos estamentales de libertad son, en substancia, acuerdos entre cor- poraciones que fijan lfmites jurfdicos a la lfcita adquisicion de influencia, pero no garantizan la autonomia de una esfera privadamediante las funciones polfticas de un publico de personas privadas,es decir, mediante la publicidad. Puesto que, como consecuencia dela educacion de la sociedad burguesa —y de la pequena familia patriarcal como una de sus instituciones primordiales—, la Iglesia va

 perdiendo el caracter de publicidad representativa, y puesto que lareligion, desde los tiempos de la Reforma, va convirtiendose enasunto privado, de modo que la practica privada de la religion se

convierte en funcion, y a la vez en sfmbolo, de la nueva esfera fnti-ma, tiene entonces que considerarse a la llamada libertad de cultocomo el «derecho fundamental)) historicamente mas temprano. Cuan-do G. Jellinek (Die Erklarung der Menschen und Burgerrechte,  Leipzig, 1909) deduce el origen de los derechos fundamentales, en ultima instancia, del cfrculo en torno de la libertad religiosa, esta hipos-tatizando una conexion historico-espiritual que, a su vez, solo escomprensible claramente insertandola en un marco social global. Enaquellas disputas entre colonias y madre patria, de las que surgio

la primera formulation de los derechos humanos, no desempena lalibertad religiosa el papel decisivo, sino la cuestion de la participation politica del publico constituido por personas privadas en laelaboration de aquellas leyes que afectaban a su esfera privada:no taxation without representation  [no a las contribuciones sinrepresentation] (veanse las observaciones introductorias de Fr. Hartung, op. cit.,  pp. 2 y ss., que resumen la controversia en torno deJellinek). La garantfa de la esfera intima (con la libertad de la persona y, particularmente, del culto religioso) es la expresion histori-camente temprana del advenimiento de una garantfa de la esfera

 privada en general, garantfa necesaria para la reproduccion del capitalismo en la fase del trafico mercantil liberalizado. Vease la colection de textos de R. Schnur,  Zur Geschichte der Erklarung der  

 Menschenrechte,  Darmstadt, 1964.

60. Las exigencias polfticas de justicia de la publicidad 

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 burguesa hallan su primera expresion precisa en el Derecho civil procesal napoleonico, en el Code de Procedure.  En la orilla izquier-da del Rin adquiere inmediata vigencia; sus maximas se impondrantambien en el resto del territorio aleman a par tir de 1815.

61. Citado por Groth, op. cit.,  vol. I, p. 721.62. A ese nivel de generalidad podemos pasar por alto las

diferencias entre Inglaterra, Francia y Alemania, que son, al mismotiempo, diferencias de grado de desarrollo del capitalismo. No soncomparables, en cambio, las circunstancias de Estados Unidos, endonde la estructura social y el orden politico no tuvieron que ha-

 berselas con los elementos, persistentes en Europa, del senorfo feudal de la tierra y de una soberania absolutista. (Nuestro analisis,que tiene que ver con las circunstancias europeas, pasa por altoen general la especificidad de la evolucion norteamericana; respectodel sistema politico, vease la reciente obra de Ernst Fraenkel,  Das 

amerikanische Regierungssystem,  Colonia y Opladen, 1960.)63. Acerca de la sociologia del conocimiento de las teorfaseconomicas, vease G. Eisermann, «okonomische Theorien und so-ziookonomische Struktur», en  Zeitschrift f. d. Ges. Staatswissen-  schaft,  vol. 110, 1954, pp. 457 y ss.

64. Polemico en contra del landed interest   [interes de loshacendados], vease el escrito de batalla de Ricardo en contra delos elevados precios del grano (An Essay on the Influence o f a Low  Price o f Corn on the Profits o f Stock.,  Londres, 1815), en el que sellega a la conclusion de que el interes del gran propietario agricola

esta enfrentado a los intereses de todas las demas clases sociales.65. Acerca de la historia del concepto de ideologfa, vease

la reciente coleccion de textos realizada por K. Lenk,  Ideologie- kritik und Wissenssoziologie,  Neuwied, 19642, en la que hay tambieninformacion bibliografica.

IV. Publicidad burguesa: idea e ideologia

1. Prescindimos en este contexto de la prolija historia delsensus communis;  vease Gadamer, op. cit.,  pp. 16 y ss. y 23 y ss.Igualmente subsiste, a traves del concepto de «opinion general»,una conexion del topos  opinion publica con la tradicion clasica delconsensus omnium;  vease Kl. Oehler, «Der consensus omnium  aisKriterium der Wahrheit in der antiken Philosophie und der Pa-tristik», en  Antike und Abendland,  vol. X, 1961, pp. 103 y ss. Esaslfneas histerico-intelectuales  de conexion atraviesan, empero, bachesespecfficos de la evolucion social,  baches que son, al mismo tiempo,umbrales de nueva conceptuacion polemica, como, por ejemplo, enla transition de «opinion» a «opinion publica».

2. R. Mischke (Die Enstehung der offentlichen Meinung im 18. Jahrhundert,  disertacion doctoral, Hamburgo, 1958) atiendedemasiado poco a la evolucion inglesa. A la sobresaliente investiga-

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cion de R. Koselleck (Kritik und Krise,  cit.) tengo que agradecermuchas pistas e indicaciones.

3. Los matices aparecen claramente, pongamos por caso,en el uso lingufstico de Shakespeare. Acerca de la nombradfa, de lafama (Julio Cesar,  I, 2, 323: «All tending to the great opinion, thatRome holds of his name» [Todos expresaran la alta opinion queRoma tiene de su nombre]); acerca del buen nombre de un gentleman (Enrique IV,  V, 4, 48: «Thou hast redeem’d thy lost opinion»[Tu has recuperado tu buen nombre perdido]); y la benevolencia, yavenal, que uno disfruta de los otros (Julio Cesar,  II, 1, 145: «Pur-chase us a good opinion» [Nos granjearan una buena reputation]);hasta el dudoso y bajo brillo de la valfa meramente externa (Otelo,I, 3, 225: «Opinion —a souvereign mistress of effects» [La opinion,senora soberana de efectos y acciones]); ambas significaciones basi-cas fluyen y se intercalan. Shakespeare las caracteriza en aquella

celebre contraposition de la «craft of great opinion» (habilidad dela alta opinion) y de la «great truth of mere simplicity» (gran ver-dad de la mera simplicidad) (Enrique VIII,  IV, 4, 105).

4. J. Barlett,  A Complete Concordance o f Shakespeare, Londres, 1956. Veanse opinion  y spirit.

5. La palabra «crftica» fue tambien incorporada al len-guaje nacional en Inglaterra alrededor de 1600; al comienzo, los hu-manistas utilizaban la palabra en el contexto filologico-historico desus estudios criticos de fuentes; desde Shaftesbury se conoce por

critics  a quienes intentan juzgar de acuerdo con las reglas del buengusto. Solo que aqui no se contrapone opinion  a criticism. Kritikus es, por lo demas, tambien en la Alemania coetanea quien juzga dearte y de lenguaje; vease al respecto A. Baumler, Kants Kritik der  Urteilskraft,  Halle, 1923, pp. 46 y ss.

6. Hobbes,  Elements o f Law,  vol. I, 6, 8: «Men, whenthey say things upon their conscience, are not therefore presumedcertainly to know the truth o f what they say. Conscience thereforeI define to be opinion of evidence.» [Los hombres, cuando hablan

acerca de su consciencia, desde luego que no presumen de conocerla verdad de aquello acerca de lo que hablan. Por tanto, defino laconsciencia como la opinion de la evidencia].

7.  Elements o f Law,  vol. II, 6, 12 (traduccion literal: «Nadamas que el juicio y la opinion convenida del hombre»).

8. Vease C. Schmitt,  Der Leviathan,  Hamburgo, 1938, p. 94:«En el momento en el que se reconoce la diferencia entre lo internoy lo externo, es cosa hecha la superioridad de lo interno respectode lo externo y, por ende, la de lo privado sobre lo publico». Es-

 pero mostrar en otra ocasion como en el camino que va de Lutero

y Calvino hasta Hobbes se difumina la diferenciacion reformadoraentre el regnum spirituale  y el regnum politicum,  y se determina,en cambio, finalmente, el sentido de la contraposicion intramundana entre una sociedad privatizada y una autoridad politica, entre society  y government.

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9. Locke,  An Essay  concerning  Human Understanding, vol. II, § 11; vease Koselleck, op. cit.,  pp . 41 y ss.

10. Locke,  Essay,  cit., § 12 (tradu cc ion lite ra l: «E n el con-

sentimiento de los hombres particulares, sin suficiente autoridad p ara elaborar una ley»).

11. Vease Koselleck, op. cit.,  pp. 89 y ss.

l l a . En 1695 aparec io el  Dictionnaire historique et critiquede Bayle.

12. D'Alembert,  Discours Preliminaire,  introduction a laEnciclopedia de 1751 (ed. alemana al cuidado de Kohler, Hambur-go, 1955, p. 148).

13.   Ibidem,   p. 149.14. J. J. Rousseau, Schriften zur Kulturkritik.,  Weigand,

Hamburgo, 1955, p. 34.

15. Vease Spectator,  n.° 204, 1712.

16.  Craftsman  del 27 de ju lio de 1734 (traducc ion lite ral:«Si bien no todos los hombres pueden razonar, si que todos ellos

 pueden sentir» ).

17. Recientemente, D. Hilger,  Edmund Burke und seine Kritik der franzosischen Revolution,  Stuttgart, 1960, pp. 122 y ss.; paso por alto in teresan tes pie zas m agistrales acerca de la publici-da d politica, piezas con las que los filosofos m ora les escoceses com-

 ple taban po r la m ism a epoca su teo ria evolucio nis ta de la sociedadcivil. Me ocupo algo de ello en Theorie und Praxis,  cit., pp. 47 y ss.

18.   Burke’s Politics,  ed. al cuidado de Hoffmann y Levack, N ueva York , 1949, p. 106 [tr aduccion lite ra l: «Debo ped ir perm iso p ara senalar que no se opondra resis tencia unicam ente a la parteinjusta de las contribuciones, sino que no puede ejercerse ningunaotra parte del derecho legislativo sin considerar la opinion generalde aquellos que han de ser gobernados. Esa opinion general consti-tuye el organo y vehiculo de la omnipotencia legislativa»].

19. Burke, op. cit.,   p. 119 [traduccion lite ra l: «En un paislibre, todos y cada uno de los hombres creen que todos los asuntos publicos les concie rnen, que tienen derecho sobre ellos. Los escudri-

nan, examinan y discuten. Se muestran curiosos, vehementes, aten-tos y celosos, y al hacer de esos asuntos los temas cotidianos desus pensamientos y descubrimientos, muchas personas acaban te-niendo un conocimiento de ellos mas que aceptable y algunas masque considerable [...]. Sin embargo, en otros paises nadie sino hom-

 bres cuyos oficios les exigen p re s ta r m ucha atencio n o reflexion alos asun tos publicos, y no atrev iendo se a ve rificar la fuerza de susopiniones confrontandola con otras, goza de esta capacidad, capa-cidad que es extremadamente rara en cualquier dominio de la vida.En los paises libres, es frecuente encontrar mayor y mas auten-

tica sagacidad y sab iduria pu blica en las tien da s y fabricas que enlos despachos de los poderosos, y esto en paises donde nadie searriesga a tener una opinion hasta que entra en ellos. Por tanto,vuestra importancia global depende de un uso constante, discretode vuestra propia razon»].

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20. Vease, al respecto, Jurgen Kuczynski, «Zur Theorie derPhysiokraten», en Grundpositionen der franzosischen Aufklarung, Berlin, 1955, pp. 27 y ss.

21. R. Mischke, op. cit.,  pp. 170 y ss. Ya Carl Schmitt (Die  Diktatur,  cit., pp. 109 y ss.) llamo la atencion al respecto.

22. L. S. Mercier,  Notions claires sur les gouvernements, 

Amsterdam, 1787, pp. VI y ss.23.  Ibidem,  p. VII (traduccion literal: «Los buenos libros

dependen de los sabios en todas las clases del pueblo; ellos embe-llecen la verdad. Ellos son los que gobiernan ya Europa; ilustranal Gobierno sobre sus obligaciones, sobre sus errores, sobre su ver-dadero interes, sobre la opinion publica que debe escuchar y seguir;estos buenos libros son maestros pacientes que esperan el despertarde los administradores de los Estados y el sosiego de sus pa-siones»).

24. Citado por L. Say, Turgot,  1891, p. 108; Koselleck, op. cit.,  p. 123, llama la atencion sobre este punto tan caracteristico(traduccion literal: «Es el primero que ha cambiado entre nosotroslos actos de la autoridad soberana en obras de razonamiento y de

 persuasion»).25. «Los deberes que nos vinculan al cuerpo social son

obligatorios solo porque son reciprocos, y su naturaleza es tal que,al cumplirlos, no puede uno trabajar para otro sin trabajar parasi». Rousseau, Contrat social,  II, 4. Citado segun la version alemana de Weigand, Munich, 1959, p. 30.

26. Veanse las anotaciones de Weigand a III, 15, op. cit., p. 164.

27. Contrat social,  II, 12, cit., p. 49.28. Contrat social,  IV, 1 y 2, cit., pp. 91 y ss.29.  Ibidem,  III, 1, cit., p. 53.30.  Ibidem,  III, 4, cit., p. 60.31.  Ibidem.32.  Ibidem,  IV, 7, cit., pp. 110 y ss. (traduccion literal:

«La opinion publica es la clase de ley cuyo censor es el ministro»).

33.  Ibidem,  II, 8 (traduccion literal: «Quien juzga las cos-tumbres, juzga el honor, y quien juzga el honor, toma su ley de laopinion»).

33a.  Ibidem   (traduccion literal: «Que pueda atraer sinviolencia y persuadir sin convencer»).

34. W. Hennis («Der Begriff der offentlichen Meinung beiRousseau», en  Archiv fu r Rechts- und Sozialphilosophie,  vol. XLIII,

1957, pp. 111 y ss.) desconoce la identification que hace Rousseauentre opinion publique  y opinion no publica. Precisamente la des-confianza critico-cultural respecto del rendimiento de la «opinion

 publica», en el sentido estricto de los coetaneos fisiocratas, fuerza ala idea democratica del Contrat social  a ciertas consecuencias dicta-toriales. Vease, recientemente, I. Fetscher,  Rousseaus politische Phi- losophie,  Neuwied, 1960, en donde el lector encontrara mas indica-ciones bibliograficas.

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35. Contrat social,  III, 14, cit., p. 81: «La soberania no puede llegar a ser ejercida por delegation [...]. Ella consiste subs-tancialmente en la voluntad comun, y la voluntad no es representable; es ella misma o es otra cosa [...]. Toda ley que no ha sidoratificada por el pueblo en persona es futil».

35a. Caracteristico de ello es el panfleto del Abbe Sieyes

aparecido en 1788; edicion alemana: Was ist der Dritte Stand?,  ed. alcuidado de Brandt, Berlin, 1924; vease mi trabajo «Naturrecht undRevolution», en Theorie und Praxis,  cit., pp. 52 y ss., particular-mente pp. 57 y ss.

36. Citado por R. Redslob, Staatstheorien der franzosischen   Nationalversammlung,  Leipzig, 1912, p. 65, n. 1 (traduccion literal:«Sabeis que solo mediante la opinion publica podeis conseguir al-gun poder para actuar beneficamente; sabeis que solo por ella ha

 prevalecido la causa tan desesperada del pueblo; sabeis que ante

ella callan todas las autoridades, desaparecen todos los prejuicios,se borran todos los intereses particulares»).37. De todos modos esas propuestas no llegan a ejercer

influencia alguna sobre los constitucionalistas franceses. El originalesta redactado en frances; aparece por vez primera en 1816 en Gi-nebra. Citamos segun la version alemana del mismo ano: Taktik  oder Theorie des Geschaftsganges in deiiberierenden Volkstandever-  sammlungen,  Erlangen, 1817, especialmente cap. 3, pp. 10 y ss., «Vonder Publizitat». Damos los terminos especificos tambien en ingles(segun  An Essay on Political Tactics,  en The Works o f Jeremy 

 Bentham,  vol. II, ed. al cuidado de Bowring, Edinburgo, 1843, pp.299 y ss.) y en frances (segun Tactic des Assemblies Legislatives, ed. al cuidado de Dumont, Paris, 18222), porque en el uso linguisticose aprecian aun diferencias caracteristicas: en el texto aleman seencuentran circunloquios al referirse a la «opinion publica» y a la«publicidad».

38. Bentham, op. cit.,  p. 11.39.  Ibidem,  p. 15.40.  Ibidem,  p. 14.

41.  Ibldme,  pp. 16 y ss.42.  Ibidem,  p. 33. En otro paso se habla de salvacion para«proteger al pueblo»; en vez de eso, se dice en la edicion francesa,op. cit.,  p. 28: «Il n’y a de sauve garde que dans la protection del’opinion publique». [La unica salvaguardia estriba en la protectionde la opinion publica].

43. Guizot,  Histoire des origines du gouvernement repre- sentatif en Europe,  vol. II, Bruselas, 1851, pp. 10 y ss. TambienC. Schmitt llama la atencion sobre este paso en  Die geistesgeschicht- liche Lage des Parlamentarismus,  Munich y Leipzig, 1923, p. 22, n.

[traduccion literal: «Es ademas el caracter del sistema, que noadmite en parte alguna la legitimidad del poder absoluto, lo queobliga a todos los ciudadanos a buscar sin descanso, y en cualquierocasion, la verdad, la razon, la justicia, que deben regular el poderfactico. Es todo lo que hace al sistema representativo: 1) por la

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discusion, que obliga a los poderes a buscar en comun la verdad;2) por la publicidad, que situa a los poderes encargados de esta in-vestigacion bajo los ojos de los ciudadanos; 3) por la libertad de

 prensa, que incita a los propios ciudadanos a buscar la verdad y acomunicarla al poder»].

44. Acerca del origen de la opinion publica en Francia escribe Forster en sus Parisischen Umrissen:  «Considero que sus primeros pasos se dieron ya en los ultimos tiempos de la monarqufa, porque la magnitud de la ciudad, la masa que en ella se concentrade conocimientos, gusto, ingenio y fuerza formativa; la necesidadcada vez mas caustica de una instruccion epicureamente cosquillean-te; la libertad respecto de prejuicios en los estamentos altos y, enmayor o menor medida, en los medios; el poder parlamentario con-tinuadamente enfrentado a la corte; las ideas, puestas en curso porla liberacion de America y la participacion en ello de Francia, acerca

del Gobierno, la Constitucion y el republicanismo...: todo eso abriocamino a la libertad de pensamiento y de voluntad a tal punto,que ya un buen tiempo, antes de la Revolucion, una decidida opinion publica gobernaba ilimitadamente todo Paris, y a partir de el,toda Francia». Citado por Bauer, op. cit.,  p. 238.

45. Georg' Forsters sammtliche Schriften,  ed. Gervinus, V,2, Leipzig, 1843, «Uber offentliche Meinung», p. 249.

46. Los  Europaische Annalen  de Posselt, cuyo primer vo-lumen aparecio en 1795 con un articulo titulado «Frankreichs Di-

 plomatie oder Geschichte der offentlichen Meinung in Frankreich»,

deja ver todavfa la inseguridad del uso lingufstico.47. C. M. Wieland, Samtl. Werke,  vol. 32, Leipzig, 1857, pp.

191 y ss.48.  Ibidem,  p. 200.49.  Ibidem,  p. 218.50.  Ibidem,  p. 192.51.  Ibidem,  p. 198.52.  Ibidem,  p. 193: opinion publica es aquello «que inad-

vertidamente se apodera de la mayoria de cabezas, incluso en aque-

llos casos en los que no se atreve todavfa a expresarse en voz alta, pero, igual que un abejar que de pronto empieza a salir de la colme-na, se anuncia a traves de un murmullo sordo cada vez mas fuerte»;analogamente, op. cit.,  pp. 212 y ss. La conexion —desarrollada sobretodo por la publicistica antinapoleonica— entre el concepto de opinion publica y la doctrina del espfritu popular se pone de relieveen R. Flad,  Der B egriff der offentliche Meinung bei Stein, Arndt, 

 Humboldt,  Berlin y Leipzig, 1929.53. «En tanto la moral es competencia exclusiva del clero,

y la politica, altanero secreto de la Corte y el Gobierno, una y otra

tienen que malutilizarse como instrumentos de confusion y opre-sion; el pueblo se convierte en la vfctima propiciatoria de vergon-zosos juegos de palabras, y el poder se lo permite todo, y puede

 permitfrselo, puesto que la caracterizacion de lo justo y lo injustodepende meramente de su capricho, y aquello que teme mas —a

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saber: la divulgacion de la verdad— lo convierte en delito y lo pe-naliza como tal. No asf cuando la razon recobra sus derechos eter-nos e inmarcesibles para arrojar luz sobre todas las verdades, elconocimiento todo de las cuales a disposicion de todos esta, pro-curandoles a esas verdades la mayor popularidad posible con elauxilio de las musas artfsticas y rebasando todas aquellas formas,

todos aquellos ropajes meramente fabulados. Una masa de con-ceptos y hechos correctos entran entonces en circulacion; una masade prejuicios cae visiblemente cual castillos de naipes...» (ibidem, 

 pp. 208 y ss.).54. I. Kant, Werke,  ed. al cuidado de Ernst Cassirer, Ber

lin, vol. VI, pp. 467 y ss.55.  Ibidem,  vol. VI, pp. 468 y ss.56.  Ibidem,  vol. IV, p. 169.57.  Ibidem,  p. 170.

58.Werke,

  cit., vol. VI, p. 389.59. Werke,  cit., vol. IV, p. 363.60. Werke,  cit., vol. VII, p. 344.61.  Ibidem,  p. 343.62.  Ibidem,  p. 330.63. Werke,  cit., vol. IV, p. 171.64.  Ibidem,  p. 171.65.  Ibidem,  p. 172.66. Kritik der reinen Vernunft,  en Werke,  vol. III, pp. 561

y s., n.

67. Kritik der praktischen Vernunft,  cit., vol. V, p. 165.68. Una diferenciacion que no coincide con la existente

entre derecho publico y derecho privado. En sentido kantiano, elderecho civil, considerado globalmente, es un derecho publico; vease

 Metaphysik der Sitten, Rechtslehre,  en Werke,  cit., vol. VII.69. Werke,  cit., vol. VI, p. 378.70.  Ibidem,  p. 389: «Lo que un pueblo no puede concluir

respecto de si mismo, tampoco puede el legislador concluirlo res- pecto del pueblo».

71.  Ibidem,  p. 389.72. En la seccion: «Vom Meinen, Wissen und Glauben»

[Del opinar, el saber y el creer], en Werke,  vol. III, p. 550.73. Kant llama a eso la «solidaridad de la politica con la

moral segun el concepto transcendental del derecho publico», enWerke, vol. VI, pp. 468 y ss.

74. Vease R. Koselleck, op. cit.,  particularmente pp. 81 y ss.75. Werke,  vol. VII, p. 404.76. Werke,  vol. VI, pp. 452 y s.77. Werke,  vol. VI, pp. 378 y s.

78. «El criado, el dependiente, el que trabaja a jornal, incluso el peluquero, son meros operarii,  no artifices  ni miembros delEstado, y por ende tampoco estan cualificados para ser ciudada-nos», sino que son meros «companeros de proteccion» que disfrutandel derecho de protection garantizado por las leyes, pero no del

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derecho de legislacion como tal: «aunque aquel a quien doy mi lena para cortar y el sastre al que doy mi tela para hacer un vestido parecen estar en analogas relaciones conmigo, hay que distinguirentre uno y otro igual que entre el peluquero y el fabricante de pelucas (al que tambien puedo haber dado el pelo para que la haga),esto es, entre el que trabaja a jornal y el artista o el artesano quehace una obra que le pertenece en tanto no se le remunera. El ultimo realiza un intercambio entre su propiedad y la de otros (opus), el primero trafica con sus fuerzas, que pone al servicio de otros(operam)». Ibidem,  p. 379, n.

79. En otro contexto alude anecdoticamente Kant a la con-signa, recien en circulation por entonces, del laisser faire:  «Un mi-nistro frances convoco a algunos de los mas notables comerciantesy exigio de ellos propuestas acerca de como ayudar al comercio [...].Luego de que uno propusiera esto y el otro aquello, dijo un viejo

comerciante que habia callado largo rato: construid buenos cami-nos, poned en circulacion buena moneda, elaborad sin demora underecho mercantil y similares, pero, por lo demas, j'dejadnos ha-cer'!». Werke, cit., vol. VII, p. 330, n.

80. Werke,  cit., vol. VI, pp. 376 y s.81. Kritik der reinen Vernunft,  en Werke,  cit., vol. III,

 pp. 374 y ss.82. Werke,  vol. VI, pp. 473 y s.83.  Ibidem,  p. 466.

84. Werke,  cit., vol. VI, p. 393.85.  Ibidem,  p. 394.86. Werke,  cit., vol. IV, p. 155.87. Werke,  cit., vol. VII, p. 403.88. Kritik der reinen Vernunft,  en Werke,  cit., vol. III,

 p. 395.89.  Ibidem,  p. 396.90. Werke,  cit., vol. IV, p. 164.91.  Ibidem,  p 163.

92. Werke,  cit., vol. VII, p. 402.93.  Ibidem.94. Hegel, Grundlinien einer Philosophie des Rechts,  ed. al

cuidado de Hoffmeister, p. 261, § 301: «La expresion 'la multitud'»,explica Hegel en este paragrafo, «designa la universalidad empiricamas correctamente que el comun y corriente 'todos'. Pues si se diceque es obvio que en este 'todo' no estan comprendidos por lo menoslos ninos, las mujeres, etc., mas obvio todavia es que no deberiausarse la expresion totalmente determinada 'to dos' cuando se tratade algo completamente indeterminado».

95.  Rechtsphilosophie,  ed. al cuidado de Hoffmeister, § 316, p. 272.

96. Agregado a § 116 y § 117, edicion Glockner, vol. VII, pp. 424 y 426.

97.  Ibidem,  p. 424, agregado a § 315.

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98.  Rechtsphilosophie,  ed. al cuidado de Hoffmeister, p.277, § 319.

99.  Ibidem,  p. 175, § 200.100.  Ibidem,  pp. 200 y s., § 243 y §245.101.  Ibidem,  p. 208, § 258.102.  Ibidem,  p. 264, § 303.

103.  Ibidem,  p. 263, § 302.104.  Ibidem,  p. 198, § 236.105.  Ibidem,  p. 273, § 317.106.  Ibidem,  p. 272, § 314.107.  Ibidem,  p. 272, § 315.108.  Ibidem,  p. 274, § 318.109.  Ibidem,  p. 278, § 320.110.  Ibidem,  p. 274, § 317. Vease tambien Phanomenologie 

des Geistes,  ed. al cuidado de Hoffmeister, cit., p. 392.

111.  Ibidem,  p. 287, § 337.111a. Vease M. Riedel, «Hegels 'burgerliche Gesellschaft'und das Problem ihres geschichtlichen Ursprungs», en  ARSP,  vol.XLVIII, n.° 4,1962, pp. 539 y ss.

112. Marx y Engels, Ges. Werke,  vol. I, Berlin, 1958, p. 285.113.  Ibidem,  p. 233.114.  Ibidem,  p. 368.115.  Ibidem,  p. 365.116.  Ibidem,  p. 356.117.  Ibidem,  p. 324.

118.  Ibidem,  p. 370.119. K. Marx,  Der 18. Brumaire des Louis Bonaparte,  Ber

lin, 1953, p. 60.120. Werke,  cit., p. 325.121.  Ibidem.122. Werke,  cit., vol. IV, p. 182.123. Engels,  Anti-Duhring,  Berlin, 1954, p. 348.124. Marx,  Das Kapital,  vol. III, Berlin, 1953, p. 873.125. Engels, Grundsatze des Kommunismus,  en Werke,  cit.,

vol. IV, pp. 361 y ss.126. Werke,  cit., vol. IV, p. 182.127. H. Kesting, Geschichtsphilosophie und Weltburger- 

krieg,  Heidelberg, 1959, pp. 24 y ss. y 219 y ss. [traduccion literal:«Meliorismo» basado en el sentido comun, se refiere a la doctrinaque afirma que el mundo puede ser mejor, melior,  mediante el es-fuerzo humano —  N. del T.].

128. En relacion a las cuestiones de la emancipacion feme-nina se dice incluso (Werke,  ed. al cuidado de Wessel, Leipzig, 1875,vol. XII, pp. 5 y s.): «En todas las cosas, siempre debe salir favore-

cida la igualdad. Hay que dar siempre una motivation para per-mitir una cosa a una persona y prohibirsela a otra. Pero si seextiende a casi todos la exclusion respecto de aquello que los auto-rizados valoran al maximo, hasta el punto de considerar como lamayor desgracia el verse despojados de ello; si no solo la libertad 

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 politica, sino tambien la libertad personal del comercio es prerroga-tiva de una casta; si incluso en la actividad profesional casi todaslas ocupaciones solicitadas por las mas potentes capacidades en cualesquiera ambitos importantes porque acarrean distincion, riqueza omera independencia material, se mantienen como propiedad exclu-siva —y cercada por todas partes— de la clase dominante, mien-

tras no le resta a la clase dependiente otra puerta abierta queaquella a la que todos, aun cuando pudieran franquearla, le volve-rian displicentemente las espaldas; entonces, los infelices argumentos tendentes a justificar esa monstruosa distribution partidista, auncuando no fueran completamente insostenibles, no estarian en condiciones de despojarla de la llamativa injusticia que la macula».

129. Cito segun la excelente seleccion de textos de Land-shut: Toqueville,  Das Zeitalter der Gleichheit,  Stuttgart, 1954, pp.248 y s.

130. Mill, Uber die Freiheit,  ed. al cuidado de Pickford,

Frankfurt, 1860, pp. 92 y s.131. Tocqueville, op. cit.,  pp. 263 y s.132.  Ibidem,  p. 44.133. Mill, op. cit.,  p. 94.134.  Ibidem,  p. 66.135. Mill, Werke,  cit., vol. X, p. 176.136. Vease al respecto la reciente obra de E. Fraenkel,  Die  

reprasentative und die pleibiszitare Komponente im demokratischen Verfassungsstaat,  en  Recht und Staat,  cuaderno n.° 219-220, Tubin-

ga, 1958. 137.  Ibidem,  p. 251.138.  Ibidem,  p. 247.139. Tocqueville, op. cit., p.  65. Veanse tambien pp 67, 76

y 81.140.  Ibidem,  pp. 105 y s.141. Mill, Werke,  cit., vol. X, p. 249.142. Vease la observacion del constitucionalista conserva-

dor Friedrich Julius Stahl (Die gegenwartigen Parteien in Staat und  Kirche,  Berlin, 1873, p. 73): «El partido liberal afirma la idea deigualdad frente a la nobleza, frente a todos los estamentos comotales, pues no puede admitir articulacion organica alguna, de acuer-do con la base de la Revolucion. Solo que, si la igualdad ha de serrealizada positivamente, si la clase de los desposeidos ha de obte-ner identicos derechos, entonces la igualdad se aparta de su idea y

 produce politicamente diferencias juridicas que favorecen a los po-derosos. Pues pretende establecer un censo para la representacion,fianzas para la prensa, solo a los petimetres permite la entrada enel salon, no garantiza el honor y el trato cortes del mismo modo a

los ricos que a los pobres. Esa semirrealizacion de los principios dela Revolucion es lo que caracteriza la posicion del partido liberal».Evidentemente todo esto tiene que ver especificamente con las circunstancias alemanas. Ciertamente, tambien en la Alemania del pre-marzo, una refinada teoria liberal de la delicada practica constitu-

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 profesiones liberales del tercer estamento, una elevada instrucciones una exigencia innegociable, y de ahf el que sea habitual que soloestas personas esten en disposicion de capacidad y entrega suficien-tes como para trabajar intelectualmente al servicio del Estado. A lasamplias clases ocupadas en el cultivo de la tierra, en el trabajo ar-tesanal, en el pequeno comercio, en el trabajo fabril, etc., les falta,

en cambio, por completo la instruccion y la entrega necesarias como para dedicarse a los negocios del Estado». (Op. cit.,  vol. III, p. 879).Pero tampoco la burguesia ejerce las funciones polfticas de una

 publicidad residual, cerrada al pueblo; mas bien parece tener quelimitarse la opinion publica a la crftica y al control de una autori-dad que incumbe a priori  al monarca, apoyado en la nobleza terra-teniente. «La aristocracia esta de natural inclinada a compartir el

 poder de la monarqufa; el tercer estamento esta domesticamenteinclinado a ejercer la crftica y el control» (ibidem,  p. 881). Sobrela base de un compromiso de clase entre la burguesia y los poderes

feudales, cada vez mas activos y decisorios polfticamente en Ale-mania, no solo se convierte el acceso a la publicidad en un privi-legio, sino que ni siquiera es esta entendida como esfera en la cualel Estado se relaciona con la sociedad a traves de la mediation delraciocinio de un publico de personas privadas, disolviendose la subs-tancia dominadoar de la autoridad: «No es cierto que la opinion pu- blica domine, porque no puede ni quiere dominar. Cede el gobiernoa los organos apropiados. No es un poder creativo, sino, ante todo,de control» (op. cit.,  vol. II, p. 747). Th. Schieder («Das Verhaltnisvon politischer und gesellschaftlicher Verfassung und die Kritik des

 burgerlichen Liberalismus», en  Historische Zeitschrift,  vol. 177, 1954, pp. 49 a 74) analiza la conexion de esa moldeada ideologfa liberalcon la especffica relacion Estado-sociedad en Prusia-Alemania a lolargo del siglo XIX.

143. Tocqueville, op. cit.,  p. 98.144.  Ibidem,  p. 260.145. Marx,  D er 18. Brumaire,  cit., pp. 116 y s.146. Marx,  Der Burgerkrieg in Frankreich,  Berlin, 1952,

 p. 65.

147.  Ibidem.148. M. L. Goldschmidt, «Publicity, Privacy and Secrecy»,

en The Western Political Quarterly,  vol. VII, 1954, p. 401 [traduccionliteral: «Tendencias perturbadoras: la primera, el consiguiente des-cuido del derecho a la intimidad personal; y la segunda, una ten-dencia hacia una publicidad demasiado restringida, con el consiguiente incremento de la discretion en areas [...] consideradas

 publicas»].

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V. La transformacion social de la estructura de la publicidad

1. W. Hallgarten, Vorkriegsimperialismus,  Paris, 1935.2. G. Lukacs, «Einige Eigentumlichkeiten der geschichtli-

chen Entwicklung Deutschland», en  Die Zerstorung der Vernunft, 

 Neuwied, 1962, pp. 37 a 83; ademas H. Plessner,  Die verspatete Nation,  Stuttgart, 1959; vease tambien mi resena en Frankfurter Hefte, noviembre de 1959; por ultimo, R. Dahrendorf, «Demokratie undSozialstruktur in Dtld», en  Europaisches Archiv f Soziologie,  vol. I,n.° 1, 1960, pp. 86 y ss.

3. Dobb, op. cit.,  p. 258 (traduccion literal: «Una vasta ysecular prosperidad repentina»).

4. Vease Dobb, op. cit.,  p. 257: «An age of technical changewhich rapidly augmented the productivity of labour also witnessed

an abnormally rapid natural increase in the ranks of the proletariat, together with a series of events which simultaneously widenedthe field of investment and the market for consumption goods toan unprecedented degree. We have seen how straitly in previouscenturies the growth of capitalist industry was cramped by thenarrowness of the market, and its expansion thwarted by the low

 productivity which the methods of production of the period imposed;these obstacles being reinforced from time to time by scarcity oflabour. At the industrial revolution these barriers were simultaneously swept away; and, instead, capital accumulation and investment

were faced, from each point of the economic compass, with everwi-dening horizons to lure them on» [Se trata de un periodo de cambiotecnico en el que aumento rapidamente la productividad del tra-

 bajo; pudo presenciarse tambien un incremento anormalmente pro-nunciado del proletariado, junto con una serie de acontecimientosque ampliaron simultaneamente el campo de inversiones y el mercado de consumo en una escala sin precedentes. Hemos visto cuanlimitado estuvo el crecimiento de la industrial capitalista en siglosanteriores a causa del caracter restringido del mercado y en quemedida se frustro su expansion a causa de la baja productividad

impuesta por los metodos de produccion del periodo; estos obs-taculos, por otro lado, fueron reforzados de vez en cuando por laescasez de mano de obra. Con la Revolucion Industrial, estas barre-ras fueron derribadas simultaneamente y, en cambio, la acumula-cion e inversion del capital encontraron, desde todos los angulos delambito economico, horizontes en continuo aumento que las atrafan].

5. Vease J. H. Bunzel, «Liberal Theory and the Problemof Power», en The Western Political Quarterly,  vol. XIII, 1960, pp.374 a 488.

6. La palabra  Nachtwachterstaat,  que procede de Lasalle,se asocia corrientemente con el celebre tratado de Wilhelm vonHumboldt «Ideen zu einem Versuch, die Grenzen der Wirksamkeitdes Staates zu bestimmen», en Werke,  ed. al cuidado de Flitner,vol. I, Darmstadt, 1960, pp. 56 y ss.

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7. Fr. Neumann, «Die Funktionswandel des Gesetzes imRecht der burgerlichen Gesellschaft», en  Zeitschrift fu r Sozialfor- schung,  vol. VI, pp. 542 y ss; del mismo autor, «Okonomie und Po-litik», en  Zeitschrift fu r Politik,  vol. II, 1955, pp. 1 y ss.

8. H. Achinger, Sozialpolitik als Gesellschaftspolitik,  Ham- burgo 1958, p. 155.

9. J. Strachey, Kapitalismus heute und morgen,  Dussel-dorf, 1957, p. 154.10. J. K. Galbraith,  American Capitalism, the concept o f  

countervailing power,  cit. Respecto de la crftica, vease el excelenteensayo de A. Schweizer, «A Critique of Countervailing Power», enSocial Research,  vol. XXI, 1954, pp. 253 y ss.

11. Bien documentadas para Estados Unidos por: Berle yMeans, The Modern Corporation and Private Property,  Nueva York,1932; The Structure o f the American Economy,  vol. I, National Resources Planning Board, U.S. Government Printing Office, 1939; The Concentration o f Productive Facilities,  id., 1947;  A Survey o f Contemporary Economics,  id., 1948. Para Alemania: H. Konig, «Kon-zentration und Wachstum, eine empirische Untersuchung der west-deutschen Aktiengesellschaften in der Nachkriegszeit», en  Zeitschrift  

 f. d. gesamte Staatswissenschaft,  vol. 115, 1959, pp. 229 y ss.12. S. Fabricant, The Trends o f Government Activities in 

the U.S.A. since 1900,  Nueva York, 1952; Hicks,  British Public Finances, their Structure and Development 1880-1952,  Londres, 1954. YaAdolf Wagner habia hablado de la «ley» de la extension creciente

de la necesidad de financiacion, en  Lehrbuch der politischen Oko- nomie,  vol. V, Leipzig, 18833, pp. 76 y ss.

13. F. Neumark, Wirtschafts- und Finanzpolitik des Inter- ventionsstaates,  Tubinga, 1961; desde el punto de vista jurfdico, vea-se U. Scheuner,  Die staatliche Intervention im Bereich der Wirtschaft, Publicaciones del Verein dt. Staatsrechtslehrer, 11, Berlin, 1954, pp.1 y ss.

14. Strachey, op. cit.,  p. 35.15. Aqui es muy paulatina la transition de funciones mera

mente ordenadoras a funciones configuradoras, aunque tendencial-mente clara. Jurfdicamente, este proceso halla su expresion en laampliacion y consiguiente transformacion del viejo derecho de po-licfa; vease al respecto, H. Huber,  Recht, Staat und Gesellschaft, Berna, 1954, p. 32: «El derecho de policfa es el derecho encargadode proteger al publico mediante el mantenimiento del orden publico. Tiene un caracter negativo, defensivo. Era hasta hace poco unarama del Derecho publico que se acoplaba al Derecho privado. Ac-tualmente cada vez aparece mas clara la tendencia a substituir ocompletar la defensa frente a los peligros mediante la configura

tion positiva de la vida social. Asf, por ejemplo, el derecho de policfaen materia de vivienda y construction tenia que proteger frente a peligros de salud, de incendio, a la amenaza del trafico, tenia que proteger a la naturaleza y al territorio de las degradaciones medio-ambientales y del paisaje. En nuestros dfas, la planificacion local,

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regional y nacional no solo quiere combatir los aspectos negativos,sino configurar positivamente; esto es, estructurar la utilization delespacio por los hombres, el asentamiento en el y su explotacion».

16. K. Littmann,  Zunehmende Staattstatigkeit und wirt- schaftliche Entwicklung,  Colonia, 1947, p. 164. Pasaremos aqui poralto el problema de los gastos armamentfsticos, puesto que la de-

fensa militar tiene que ver ya con las funciones clasicas del Estado.17. En la medida en que el sistema capitalista tiende alimitar lo menos posible el sector de la produccion economica pri-vada en beneficio del sector de las prestaciones de servicios publi-cos, se origina una descompensacion, cuyo primer analista fue Gal

 braith; vease al respecto su investigacion Gesellschaft im Uberfluss, Dusseldorf, 1959. Tambien A. Down, «Why Government Budget istoo small in a Democracy?)), en World Politics,  vol. XII, 1960, pp.541 a 563.

18. E. Forsthoff,  Die Verfassungsprobleme des Sozialstaats, 

Munich, 1954; W. Friedmann (Law and Social Change,  Londres, 1951, p. 298) distingue cinco funciones «they result from the activities ofthe State: Firstly, as Protector; secondly, as Dispenser of SocialServices; thirdly, as Industrial Manager; fourthly, as EconomicController; fifthly, as A rb it ra to r» [que resultan de las actividadesdel Estado: primeramente, como protector; en segundo lugar, comosuministrador de servicios de tipo social; en tercer lugar, como ad-ministrador industrial; en cuarto lugar, como interventor economi-co, y en quinto y ultimo lugar, como juez arbitro].

19. Vease Strachey, op. cit.,  pp. 130 a 151.20. J. M. Clark, «The Interplay of Politics and Econo-mics», en Freedom and Control in modern Society,  ed. al cuidadode Berger, et alt., Nueva York, 1954, pp. 192 y ss.; A. Berle, Power  without Property,  Londres, 1960 (traduccion literal: «caracter quasi

 politico de las organizaciones economicas privadas»).21. Vease A. Menger,  Das burgerliche Recht und die be- 

sitzlosen Volksklassen,  Tubinga, 18902.22. K. Renner,  Die Rechtinstitute des Privatrechts und ihre 

Funktion,  Tubinga, 19292.

23. Hedemann,  Einfuhrung in die Rechtswissenschaft,  1927 ,

 p. 229.24. H. Huber, op. cit.,  p. 34.25. F. Wieacker, «Das Sozialmodell der klassischen Priva-

trechtsgesetzbucher und die Entwicklung der modernen Gesellschaft»,en  Juristische Studiengesellschaft Karlsruhe,  cuaderno n.° 3, Karlsruhe, 1953, pp. 21 y ss.

26. Huber, op. cit.,  p. 33.27.  Ibidem,  pp. 37 y s.28. Spiros Simitis,  Die faktischen Vertragsverhaltnisse, 

Frankfurt, 1958.29. El Derecho aleman conoce la ficcion del fisco, que cua-

lifica al Estado como sujeto de Derecho privado y, por tanto, como posible parte contratante en las relaciones contractuales con perso-

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nas privadas; eso tuvo en otro tiempo, bajo el absolutismo, el sentido positivo de que los subditos gozaran en cierta medida de se-guridad jurfdica aun sin la garantfa de una participacion en laactividad legisladora. De modo analogo, el derecho frances distingueal Estado como sujeto de Derecho privado que ejecuta gestions pri- vees,  del Estado como sujeto de Derecho publico que realiza gestions 

 publiques.  Ambas funciones eran relativamente claras en la epocaliberal y de ahf que fueran facilmente separables; pero la diferen-ciacion se dificulta en la medida en que el Estado carga con fun-ciones en la esfera privada de la sociedad misma, y en la medidaen que regula por contrato sus relaciones con los sujetos economi-cos privados: «Predominantly industrial, commercial, managerialOperations, such as the provision of transport, electricity, or gas, orthe management o f health services, are now normally carried out by incorporated public authorities, which are subject to the rules of private law, although responsible to Ministers and Parliaments for

the general conduct of the Operation» [Actividades industriales, co-merciales y administrativas, como el suministro de gas, electricidad,transporte, o bien la administracion de los servicios sanitarios, queson desempenados ahora en su mayor parte y con normalidad porautoridades publicas, sometidas a las reglas del Derecho privado,aunque la responsabilidad en lo que atane a la direction de lasactividades pertenece a los Ministerios y Parlamentos]. Friedmann,op. cit.,  p. 63.

30. Huber, op. cit.,  p. 40.

31. Para lo que sigue, vease W. Siebert, «Privatrecht imBereich der offentlichen Verwaltung», en Festschrift fur Hans Nie- dermeyer,  Gottingen, 1953, especialmente pp. 223 y s.

32. Spiros Simitis ofrece un penetrante analisis de todoeste complejo de problemas en  Der Sozialstaatsgrundsatz in seinen  

 Auswirkungen a u f das Recht von Familie und Unternehmen,  trabajode habilitacion de la Facultad de Derecho de Frankfurt, 1963 (ma-nuscrito).

33. H. Schelsky, Schule und Erziehung in der industriellen Gesellschaft,  Wurzburg, 1957, p. 33.

34. No entramos ahora en si una fuerte posicion de laadministracion frente a la asamblea general de accionistas ponetambien en marcha intereses especificos del management   (por ejem- plo, en la estructuracion de la empresa), a costa de un posibleaumento de los beneficios, ni en si todo eso debilita la forma pri-vada-capitalista de la acumulacion.

35. Teoria que ha desempenado un papel importante tantoen la ideologia sindical reformista como en la practica fascista delllamado frente de trabajo : en ambos casos, aun cuando con inten-

ciones politicas opuestas, el aislamiento del momento institucionalde la gran empresa respecto de sus funciones economicas llevo evi-dentemente a la ilusoria ignorancia del hecho de que la empresa,en la medida en que trabaja de modo capitalista segun los princi-

 pios de la maximizacion del beneficio, esta obligada a servir a in-

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tereses privados; del hecho de que, por eso mismo, el objetivo dela empresa no puede coincidir eo ipso  por completo con los inte-reses del personal y todavfa menos con los de la sociedad.

36. H. P. Bahrdt, Offentlichkeit un d Privatheit als Grund-  fo rmen stadtischer Soziierung,  cit., pp. 43 y ss.

36a. L. v. Friedeburg, Soziologie des Betriebsklimas,  Ffm,

1963. 37. En la Republica Federal de Alemania, mas de las trescuartas partes de la poblacion percibe rentas asistenciales; uno decada dos hogares percibe ya ahora al menos una renta.

38. «Solo en nuestra era la cuestion del correcto encauza-miento de la existencia del individuo se ha convertido en objeto deininterrumpida atencion  publica.  Si hubiera que poner de relievelas transformaciones y los cambios que de ello resultan para lasformas de vida del individuo o, mas exactamente, del hogar privado, habrfa que considerar todas las formas de prestaciones social-

mente fundadas en los seguros, las asistencias y los cuidados talcomo los recibe cada hogar.» H. Achinger, op. cit.,  pp. 79 y s.

39.  Ibidem.40. H. Schelsky, Wandlungen der deutschen Familie in der  

Gegenwart,  1953, p. 20; particularmente pp. 253 y ss.; del mismoautor, «Gesellschaftlicher Wandel», en  A u f der Suche nach Wirklich- keit,  Dusseldorf, 1965, pp. 337 y ss.

41. R. Konig,  Materialien zur Soziologie der Familie,  Ber-na, 1946; Burgess y Locke, The Family,  Nueva York, 1953; Winch

y Ginnis,  Marriage and Family,  Nueva York, 1953.42. Vease Herbert Marcuse, «Trieblehre und Freiheit», enFrevel in der Gegenwart,  Frankfurt, 1957, pp. 401 a 424. «La generation joven ha recibido el principio de realidad menos a traves de lafamilia que desde fuera de la familia; los modos de conducta y lasreacciones socialmente corrientes los aprende fuera de la protegidaesfera privada de la familia» (ibidem,  p. 413).

43. Trato esto con algo mas de detalle en mi trabajo «Pa-dagogischer Optimismus vor Gericht einer pessimistischen Anthro

 pologies en  Neue Sammlungen,  vol. I, 1961, especialmente pp. 253

y s.; recientemente, J. Kob,  Erziehung in Elternhaus und Schule, Stuttgart, 1963.

44. W. H. Whyte,  Herr und Opfer der Organisation,  Dussel-dorf, 1958, p. 282.

45.  Ibidem,  p. 352.46.  Ibidem.

47.  Ibidem,  p. 353.48. H. P. Bahrdt, «Von der romantischen Grossstadtkritik

zum Urbanen Stadtebau», en Schweizer Monatshefte,  1958, pp. 644 y s.49. Vease Helmut Plessner,  Das Problem der Offentlich- 

keit und die Idee der Entfremdung,  Gottingen, 1960, p. 9: «En lamedida en que el cada vez mas poderoso medio de la comunicacionde masas ofrece toda clase de posibilidades para la influencia pro-

 pagandfstica, creando en el mismo hogar una publicidad con la que

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 jamas hubieran podido sonar los periodicos y los libros, se percibela crisis de la esfera privada como esfera segura y a cubierto delos embates sociales». En el mismo sentido, M. L. Goldschmidt, Publicity, Privacy, Secrecy,  cit., pp. 404 y ss.

50. Vease mi investigacion «Zum Verhaltnis von Arbeitund Freizeit», en Festschrift fur Rothacker,  Bonn, 1958, pp. 219 y ss.

51. Vease Herbert Marcuse,  Eros und Zivilization,  Stuttgart, 1957.

52. L. L. Schucking,  Die Soziologie der literarischen Gesch- macksbildung,  Munich, 1923, p. 60.

53. B. J. Fine (Television and Fam ily Life, A Survey o f two  New England Communities,  Boston, 1952) define a la familia televi-fflica como «unity without conversation» [unidad sin conversacion].E. E. Maccoby («Television. Its Impact on School Children», en Public Opinion Quarterly,  vol. XV, cuaderno n.° 3, 1951, pp. 421 y s.)

llega, a partir de los casos por el investigados, al resultado de queen nueve de cada diez familias no se da «conversacion» alguna:«It appears that the increased family contact brought about bytelevision is not social except in the most limited sense: that of being in the same room with other people. Whether the shared experience of television programs gives family members a similar perceptual framework with which to view the world, so that there arefewer differences in point of view among family members and fewer grounds for conflicts is a matter which cannot be appraised withthe data on hand» [Parece que el aumento del contacto familiar pro-

ducido por la television no es social, a no ser en su sentido masrestringido: el de estar en la misma habitation con otras personas.Si el compartir la experiencia de los programas televisivos propor-ciona a los miembros de la familia un marco perceptivo similarcon el que estructurar el mundo, de manera que existan menosdiferencias en cuanto a opiniones entre los miembros de la familiay menos razones para las disputas, es un asunto que no puede va-lorarse con los datos disponibles].

54. D. Riesman, The Tradition, the written World an d the 

Screen Image,  Antioch College Founders Day Lecture, Yellow Springs,Ohio, 1955.

55. Sobre la necesidad de comentario del arte moderno,vease A. Gehlen,  Zeitbilder,  Bonn, 1960.

56. Una investigacion sobre los aspectos sociologicos delfuncionamiento de las sesiones en las academias evangelicas estatodavfa por hacer. Pueden encontrarse indicaciones en H. Schelsky,«Ist die Dauerreflexion institutionalisierbar?», en  Zeitschrift fu r  evangelische Ethik,  n.° 4, 1957, pp. 153 y ss.

57. De acuerdo con una fuente de la epoca, en la Alemaniade 1800 habia cerca de doscientas: J. A. Weiss, Uber das Zunftwe- sen,  Frankfurt, 1798, p. 229.

58. R. Meyersohn, Commercialism and Complexity in Po pula r Culture,  LV Meeting of American Sociological Association,

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 Nueva York, 1960, manuscrito (traduccion literal: «requisitos de ac-ceso al ocio»).

59. Meyersohn, op. cit.,  p. 5: «The average American has by now watched television for perhaps eighteen hours a week forten years, but this enormous build up of time has had no apparentconsequences for his performance in front of a Television set.» [El

americano medio ha visto hasta el momento la television quiza durante ocho horas semanales durante diez anos, pero esta enormeacumulacion de tiempo no ha tenido consecuencias aparentes en sucomportamiento ante el televisor].

60. Vease, al respecto, Th. W. Adorno, «Uber den Fetisch-charakter in der Musik und die Regression des Horens», en  Disso- nanzen,  Gottingen, 1956, pp. 9 y ss.

61. H. M. Enzensberger, «Bildung als Konsumgut, Analyseder Taschenbuchproduktion», en  Einzelheiten,  Ffm, 1962, pp. 110 y ss.

62. W. Kayser, «Das literarische Leben der Gegenwart», en Deutsche Litera tur in unserer Zeit,  ed. al cuidado de Kayser, Gottingen, 1959, p. 22.

63. Kayser (ibidem,  pp. 17 y ss.) calcula para las socieda-des de libros de la Republica Federal de Alemania unos tres millo-nes de miembros, los cuales reciben unos treinta millones de librosal ano; esto es, mucho mas de la mitad de la produccion literariaanual total.

64. En 1955, mas de una tercera parte de todos los hogaresalemanes federales no tenian libro alguno; un 58 % de los hogares

disponfan al menos de un libro  propio.  Vease  Jahrbuch der offentli- chen Meinung,  Allensbach, 1957, p. 102.

65. Sobre la sociologia del consumo de libros, vease, re-cientemente, R. Escarpit,  Das Buch und der Leser,  Colonia, 1961,

 particularmente, pp. 120 y ss.; un analisis economico del fenomenose encontrara en P. Meyer-Dohm,  Der westdeutsche Buchermarkt, Stuttgart, 1957.

66. R. E. Park, «The Natural History of the Newspaper»,en W. Schramm,  Mass Communication,  Urbana, 1944, p. 21: «It wasin the Sunday World   that the first seven column cut was printed.Then followed the comic section and all the other devices withwhich we are familiar for compelling a dullminded and reluctant

 public to read. After these methods had been worked out, they wereintroduced into the daily. The final triumph of the Yellow journalwas  Brisbanes Heart   to Heart Editorial —a column of predigested plattitudes and moralizing, with half page diagrams and illustrations to reinforce the text. Nowhere has Herbert Spencer maximethat the art of printing is economy of attention been so completely realized» [El grabado de las siete primeras columnas es intro-

ducido por vez primera en el Sunday World   (un dominical). Luego seincorporaron la seccion de historietas graficas y los restantes recur-sos que nos son familiares para forzar al poco dispuesto y embo-tado publico a leer. Cuando estos metodos habfan sido elaboradosconcienzudamente, se introdujeron en el periodico diario. El triunfo

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final del periodismo amarillo se produjo con el  Brisbanes Heart   dela empresa editora Heart, una columna de topicos prefabricados ymoralizantes, con media pagina de diagramas e ilustraciones comorefuerzo del texto. En ninguna parte se ha cumplido totalmente lamaxima de Herbert Spencer de que el arte de la imprenta es eco-nomfa de atencion]. Acerca de las revistas alemanas de masas del

siglo XIX, vease J. Kirchner, «Redaktion und Publikum», en Publi-  zistik,  vol. V, 1960, pp. 463 y ss.

67. W. G. Bleyer,  History o f the American Journalism,  Boston, 1927, p. 184 [traduccion literal: «eliminando las noticias polfticas y los editoriales politicos sobre asuntos morales, como la intem-

 perancia y el juego»].68. De acuerdo con una investigacion realizada en Alema-

nia hace pocos anos, un 86 % de los lectores adultos de periodicosdiarios lee las informaciones relativas a accidentes, delitos y «des-

tinos humanos», un 85 % lee la parte local, pero solo un 40 % elarticulo editorial, un 52 % las noticias polfticas de las paginas centrales y un 59 % el articulo politico principal. A finales de 1957,un 70 % de la poblacion adulta de la Republica Federal de Ale-mania compraba al menos un periodico diario, y un 17 % lefa re-gularmente un vespertino sensacionalista, un 63 % un periodico localy un 2,4 % alguno de los grandes periodicos que se distribuyen portodo el territorio federal. Casi la mitad de los adultos leen regular-mente semanarios ilustrados, y otro cuatro mas revistas de pasa-tiempo, de fin de semana, revistas para amas de casa y folletos

sobre radio y television. (DIVO,  Der westdeutsche Markt in Zahlen, Frankfurt, 1958, pp. 145 y ss.)

69. W. Schramm/D. M. White, «Age. Education and Economic Status as Factors in Newspaper Reading», en Schramm, op. cit.,  pp. 402 y ss.

70. G. Seldes, The Great Audience,  Nueva York, 1951.71. H. M. Hughes, «Human Interest Stories and Democra-

cy», en Berelson y Janowitz, Public Opinion and Communication, Glencoe, 1950, pp. 317 y ss.

72. «Television and radio, because they appear, among allof the media, to have most direct line of communication to individuals, are perhaps the most influential. At its best the newspaperexerts a tremendously powerful influence. But it is less personalized than the broadcast (and the pictures) media, and certainlyless intimate in concept. The press however allow for privacy ofthrought, for only one person can read a speach in the newspaper, but several may watch and listen to it... A televised speach is directed electronically 'to you', the listener. The same speach reprintedin the morning paper is one step removed from immediacy and

directness» [La television y la radio, puesto que parecen gozar, deentre los otros medios de comunicacion, del contacto comunicativomas directo con los individuos, son quiza los medios mas influyen-tes. En condiciones optimas, el periodico ejerce una influencia tre-mendamente poderosa, pero no es un medio tan personalizado como

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el radiofonico (o los visuales) y ciertamente menos intimo a nivelconceptual. La prensa, sin embargo, toma en consideracion la inti-midad del pensamiento; solo la persona puede leer un discurso enun periodico, pero varias pueden oirlo o verlo (...) Un discurso tele-visivo esta electronicamente dirigido «a usted», al oyente. El mismodiscurso reproducido en el matutino supone privarle de parte desu inmediatez y franqueza]. Ch. S. Steinberg, The Mass communicators,  Nueva York, 1958, p. 122.

73. Vease, al respecto, G. Anders,  Die Antiquierheit des  Menschen,  Munich, 1957; ademas L. Bogart, The Age o f Television,  Nueva York, 1958.

74. D. Riesman,  Die einsame Masse,  Berlin, 1956, p. 446;vease al respecto, tambien las aportaciones al volumen colectivo:White y Rosenberg,  Mass Culture,  Nueva York, 1955; Larabee y Me-yersohn,  Mass Leisure,  Nueva York, 1959.

75. L. Lowenthal, «Die biographische Mode», en Sociologi- ca,  Frankfurt, 1955, pp. 363 y ss.; del mismo autor,  Litera tur und  Gesellschaft,  Neuwied, 1964.

76. Sobre la base de estudios empiricos, Elisabeth Noelleda noticia sobre el sorprendente impacto de la «ayuda vital»: «DieWirkung der Massmedien», en Publizistik,  vol. V, 1960, pp. 532 y ss.:«Cuando aparece en un numero de Constanze  un consejo acerca decomo remendar un cuello de camisa estropeado, un millon de lecto-ras de ese numero hacen la prueba [...]. Cerca de dos millones y

medio de lectoras de un numero realizaron algunos dias o algunassemanas el ejercicio consistente en levantar la pierna durante cincominutos cada hora, porque lo decia Constanze». Ibidem,  pp. 538 y s.

77. Identica complementariedad de la tendencia, por unlado, a la «desintimizacion» y, por el otro, a una diferenciacion eindividualizacion —que producen reactivamente la apariencia de pri-vacidad—, ha sido analizada por H. J. Knebel a proposito del turis-mo social: Soziologische Strukturwandlungen im modernen Touris- mus,  Stuttgart, 1960, pp. 124 y ss.

78. DIVO, op. cit.,  pp. 145 y ss., y  Jahrbuch der offentli- chen Meinung,  cit., pp. 51 y ss. La frecuencia con que se va al cinedepende evidentemente en primer lugar de la edad. Respecto delconjunto de la problematic, vease tambien G. Kieslich, Freizeit- gestaltung in einer Industriestadt,  Dortmund, 1956.

79. C. E. Swanson/R. D. Jones, «Television Owning and itsCorrelates)), en  Journal o f Applied Psychology,  octubre de 1951, pp.352 y ss.

80. Tal interpretacion ha sido ofrecida por R. Meyersohn,«Social Research in Television), en  Mass Culture,  cit., p. 347.

81. Hauser, op. cit.,  vol. II, p. 379.82. R. Konig lo ha mostrado en el caso de los sociologos:

«Wandlungen in der Stellung der sozialwissenschaftlichen Intelli-genz», en Soziologie und moderne Gesellschaft,  Verhandlungen des14. Deutschen Soziologentages, Stuttgart, 1959, pp. 53 y ss.; en ge

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neral, Th. Geiger,  Aufgaben und Stellung der Intelligenz in der Ge- sellschaft,  Stuttgart, 1949.

83. Tr. W. Adorno, «Das Altern der neuen Musik», en Disso- nanzen,  cit., pp. 102 y ss.

84. Vease A. Gehlen, «Bemerkungen zum Thema 'Kulturkonsum und Konsumkultur'», en Tagungsbericht des «Bundes»,  Wup

 pertal, 1955, pp. 6 y ss.84a. H. M. Enzensberger, «Bewustseinsindustrie», en  Ein- 

 zelheiten,  cit., pp. 7 y ss.85. Vease W. Thomssen,  Zum Problem der Scheinoffent- 

lichkeit, inhaltsanalytisch dargestellt an der Bildzeitung,  Frankfurt,1960 (manuscrito). La investigacion se baso en 69 entregas de un

 periodico hamburgues de ambito federal, distribuidas del siguientemodo: 23 en cada uno de los semestres siguientes: 2/1953, 1/1956,2/1958. Esa investigacion permitio ilustrar con un ejemplo extremo

la mencionada tendencia: el periodico diario elegido, la  Bildzeitung, resulta particularmente adecuado al diagnostico porque, dentro dela prensa diaria, el genero publicfstico por excelencia, representaun estadio evolutivo en el que el diario cobra ya formas de unmagazin  de periodicidad diaria. La seduccion mediante la compagi-nacion ha llegado tan lejos, que solo un 40 % del total de las superficies del periodico esta ocupada por texto, mientras que aproxima-damente una cuarta parte esta ocupada por rotulos y otra cuarta

 parte por imagenes; el resto del espacio esta a disposicion de la propaganda comercial. Cerca de la mitad del espacio cubierto por

el texto se ocupa de noticias e informes; una cuarta parte ofreceelementos de pasatiempo; a las noticias deportivas se reserva el12 %, a las colaboraciones de la redaccion el 7 % (y estas ultimasno tienen que ver con el raciocinio, sino que sirven para establecerun contacto directo con el lector mediante el consejo epistolar,concursos, encuestas, etc.). De las noticias e informes, apenas algomas de una cuarta parte se refieren a ambitos objetivos que —enun sentido amplio— podrfan pasar por polfticamente relevantes: ala politica (incluido el articulo editorial) se reserva un 19 % y a

informaciones contextualizadas un 8 %. El resto de la superficieesta repartido entre delitos, accidentes e informaciones cotidianas(32 %), procesos (13 %), «sociedad», films, modas, concursos de

 belleza, etc. (21 %), ayudas y consejos vitales e instruccion (7 %).De ahf el que estos artfculos esten confeccionados de tal modoque en una mitad predomina el texto y en la otra la ilustracion.Solo una tercera parte de la superficie total destinada a noticiasesta ocupada por contribuciones revestidas de una forma «objeti-va»; las otras dos terceras partes, travestidas y maculadas predo-minantemente por el human interest;  las colaboraciones confeccio-

nadas al estilo de human interest stories  ocupaban, en promedio,un 72 %  del articulo principal de primera plana. De modo que noresulta sorprendente el resultado final de la investigacion, segun elcual las noticias e informaciones de todas clases que pudieran serreputadas como publicamene relevantes (comunicaciones sobre, o

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tomas de postura respecto de, acontecimientos que, por su posicionnodal en el proceso de la vida social tienen una significacion y unalcance que rebasa el mero caso particular), no pasan de constituirla cuarta parte de toda la superficie destinada a las noticias; loque corresponde a una tercera parte de la totalidad de noticias einformes sumados. Las colaboraciones «no publicamente relevantes»

representan el 73 % del espacio destinado al articulo principal de primera plana; solo un 18 % podrfan pasar por «publicamente rele-vantes», porque ni siquiera en la confeccion de una human interest  story  apartan al lector de unas consideraciones objetivas. Una vistade conjunto puede obtenerse repasando la tabla 6, op. cit.,  p. 50.

86. La «generalidad» de la norma, en el estricto sentido delconcepto burgues de ley, no se cumple con el mero criterio  fo rm al de la universalidad; solo llega a realizarse ese sentido cuando laformulacion general excluye las dispensas y los privilegios y, en

circunstancias sociales dadas, ni siquiera facticamente esta dirigidaa grupos determinados dentro de la sociedad. El efecto jurfdico dela ley, general segun criterios materiales, no puede ser selectivo;tiene que ser «elemental» o «principal» aplicandose a los funda-mentos del orden social global, a los posibles cfrculos personales detodos  los miembros de la sociedad. Los enunciados jurfdicos que nosolo regulan los principios del trafico social global, sino circunstan-cias concretas insertas en el marco de ia ordenacion general, reci-

 ben el nombre de «especfficos» para diferenciarse de los generales,independientemente de si su formulacion es o no universal. Solo

en la era liberal del capitalismo estaba la sociedad burguesa tannftidamente «separada», como esfera de autonomia privada, respectodel Estado, que la legislacion se limitaba tendencialmente a un sis-tema de normas generales; y solo en esa fase debio implicar la uni-versalidad de la formulation a la generalidad del efecto jurfdicoreal. Vease F. Neumann,  Der Funktionswandel des Gesetzes im Recht  der burgerlichen Gesellschaft,  cit.; vease tambien mi trabajo sobre«Naturrecht und Revolution», en Theorie und Praxis,  cit., pp. 52 y ss.

87. Respecto de la distincion conceptual, vease, entre otros

H. Schneider, «Uber Einzelfallgesetze», en Festschrift fur Carl Schmitt,  Berlin, 1959, pp. 197 y ss.88. E. Forsthoff,  Lehrbuch des Verwaltungsrechts,  vol. I,

Munich, 1955, pp. 9 y s.; vease, al respecto, tambien Fr. Neumann, Der Funktionswandels des Rechtsgesetzes,  cit., p. 577. Neumann ana-liza igualmente la funcion politica de los esfuerzos de Carl Schmitt

 por restaurar la vigencia exclusiva del concepto clasico de ley enla actividad legislativa de la Republica de Weimar.  Analogas  fun-ciones tienen en nuestros dias los esfuerzos de los discipulos deSchmitt por restaurar la vigencia exclusiva del concepto de Estado

de derecho en el plano constitucional. Vease, por ejemplo, E. Forst-hoff, «Begriff und Wesen des sozialen Rechtsstaats», en Veroff. d. Ver. Dt. Staatsrechtslehrer,  cuaderno n.° 12, Berlin, 1954, tesis XV:«El Estado social y el Estado de derecho no pueden confundirseen el plano constitucional. El espacio de desarrollo del Estado so

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cial es la legislacion y la adm inistracion. 'Estado social de derecho' es la calificacion que recibe un tipo muy determinado de Estado que abarca la constitucion, la legislacion y la administracion.

 No es un concepto juridico».

89. G. Leibholz, «S truktu rw an de l der m odernen Demokra-tie», en Strukturprobleme der Demokratie,  Karlsruhe, 1958, pp. 94 y s.

90. Vease Bockenforde, op. cit.,  parte III, pp. 210 y ss.

VI. La transformacion politica de la funcion de la publicidad

1. Vease, mas arriba, el esquem a de la p. 68.

2. K. Bucher, «Die Anfange des Zeitungswesens», en  Die 

 Enstehung der Volkswirtschaft,  vol. I, T ubinga, 191710, p. 257.3. D. P. Baumert,  Die Enstehung des deutschen Journalis- 

mus,  Munich y Leipzig, 1921.4. U. de Volder, Soziologie der Zeitung,  Stuttgart, 1959,

 p. 22.5. Groth, op. cit,  vol. IV, pp. 8 y ss.6. En la Alem ania de 1848 ex istian la  Nationalzeitung  la

Kreuzzeitung  y la  Neue Rheinische Zeitung;  vease al respecto Fr.Lenz, Werden und Wesen der offentlichen Meinung,  Munich, 1956,

 p. 157.

7. Los intereses del trafico bolsistico — sobre todo en unaepoca de rapido crecimiento del capital industrial por acciones—llevaron a la organizacion de servicios de palomas mensajeras yaantes de que el parisino Charles Havas reuniera en sus manos, entre 1830 y 1840, las viejas em presas de co rresp on de nc ia: divulgabasobre todo noticias procedentes de la Bolsa londinense entre ban-cos, empresas y periodicos; en 1879 pudo utilizar la primera lineade telegrafos. Simultaneamente, el gerente de la  Berliner National

 zeitung,  Bernhard Wolff, intento rebajar los costes de los telegramas

 para su perio dico, volv iendo a vender las noticia s por un sis temade abono; asi surgio, luego de la Agence Havas, el Telegrafenburode Wolff; a ambos siguio, en 1857, la celebre Reuters Ltd. londinense.Estas tres empresas, organizadas al comienzo de un modo privado,dominaron durante medio siglo el mercado europeo. Empezaron sir-viendo exclusivamente noticias economicas, pero bien pronto tam- bien politicas (vease E. Dovifat,  Zeitungslehre,  vol. I, Berlin , 1955, pp. 62 y ss.). El estim ulo proporcio nado por la s agencias a los in tere-sados en el mundo de la Bolsa —y no solo su mayor necesidad decapital— pronto llevo a la interrelacion de los despachos de tele-

grafos con las instituciones ban caria s m as significativas; Wolff sevincu la a B leichroder y Delbruch, Sch ickler & Co.; Havas, al CreditLyonnais, y Reuters, a la Union Bank of Scotland y al London andProvincial Bank: asi pudieron, los insiders,  ser capaces de obtenercon antelacion noticias importantes (o, viceversa, de dar a publici-

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dad determinadas noticias) y asegurarse ventajas especulativas. Igual-mente importante se revela el enmaranamiento entre las agencias ysus respectivos gobiernos; de cuando en cuando pudieron ser utili-zadas para fines propagandisticos.

8. Vease Groth, op. cit.,  vol. IV, pp. 14 y ss.9. Respecto del mercado berlines de periodicos de esa epo-

ca, existen informes que revelan el debilitamiento de la posiciondel redactor frente al editor. «Ya no es el redactor quien determinael caracter de la hoja, ni siquiera el llamado redactor en jefe, queanteriormente mantenia un contacto cotidiano, intimo con el editor,e intercambiaba puntos de vista con el. En su lugar aparece el director editorial o el gerente, que contempla la entera gestion de laempresa desde el punto de vista del negocio, ya atendiendo a lasventas, ya a objetivos propagandisticos generales, ya al negocio

 proporcionado por los espacios destinados a anuncios. El represen-tante de la editorial lleva la voz cantante, critica las cifras existen-

tes y proporciona indicaciones y directivas respecto de las venide-ras». (Karl Mischke, «Der berliner Zeitungsmarkt», en  Das Buch-  gewerbe in der Reichshauptstadt,  Berlin, 1914, p. 129.)

10. Groth, op. cit., vol. II, pp. 335 y ss.11. Acerca del estado actual de cosas en Estados Unidos

y en Gran Bretana dan noticia las investigaciones de la Commissionon the Freedom of the Press (A free and responsible Press,  Chicago, 1947; vease tambien R. B. Nixon, «Concentration and Absenteeism in Daily Newspaper Ownership», en Berelson/Janowitz, Public Opinion and Communication,  Glencoe, 1950, pp. 193 y ss.) y dela Rocal Commission on the Press (el llamado  Ross-Report,  Londres, 1949); para Francia y Alemania no existen analisis compara

 bles; pero, por lo general, las circunstancias no deben diferir de lasanglosajonas (en 1932 existian en todo el imperio aleman 2483 periodicos; en 1956, en el territorio federal, 1479; vease el manual  Die  deutsche Presse 1956,  editado por el Institu t fur Publizistik derFreien Universitat, Berlin, 1956, p. 30).

12. Havas, Reuter, Wolff y Associated Press no tardaron enconstituir un cartel internacional que se repartio el mundo en cua-

tro ambitos de intereses, reservandose cada agencia dentro de lasfronteras nacionales originarias la divulgacion de noticias de lasdemas agencias.

13. En 1956 habia en territorio federal 1479 periodicos dia-rios; casi la mitad de ellos, con un 28 % de la tirada total, estabanorganizados en 62 conexiones en cadena. Las ediciones locales o ad-

 juntas de los 693 periodicos centrales representaban por entoncesel 53 % de la tirada global; de ahi que los periodicos centrales conmas de diez ediciones locales participaran en un 16 % en la tiradaglobal. En 1954 solo 225 periodicos restaban sin pertenecer a unacadena periodistica y sin ser ellos mismos periodicos centrales.Vease el manual  Die deutsche Presse 1956,  cit., pp. 30 y ss.

14. Dovifat, op. cit.,  vol. I, pp. 69 y ss.15. Las diversas organizaciones de autocontrol, al margen

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de la censura por lo que hace a cuestiones de gusto, no han conse-guido competencia central alguna respecto de la vigilancia de losintereses publicos.

16. Esa evolucion ha sido recientemente confirmada en laRepublica Federal de Alemania por el llamado «juicio de television»del Tribunal constitucional federal.

17. Dobb, op. cit.,  p. 320 (traduccion literal: «la production no puede variarse en mucho tiempo...; la produccion esta fijada

 por la capacidad del proceso mecanico unificado»).18. De las mas recientes tomas de posicion puede inferir-

se, evidentemente, que incluso la economfa publicitaria prescinde yade la ideologfa domestica segun la cual la propaganda comercial yel reclamo publicitario favorecen la transparencia del mercado;vease  Jahresbericht 1962,  Zentralauschuss der Werbewirtschaft, Go-desberg, 1963, p. 13.

19. Galbraith,  American Capitalism,  cit., pp. 46 y s.20. H. Wuttke, «Die Reklame», en  Die deutschen Zeitschrif- 

ten und die Enstehung der offentlichen Meinung,  Leipzig, 18753, pp.18 y ss.

21 W. Sombart,  Der Bourgeois,  cit., p. 204.22. G. Topfer, «Mittler der Werbung», en  Die deutsche 

Werbewirtschaft, Der Volkswirt,  1952, cuaderno n.° 55, suplemento, pp. 40 y ss.

23. Fr. Greiser, «Die Kosten der Werbung», en ibidem,  pp.82 y ss.

24. Entre 1880 y 1948, el gasto  p er capita   en publicidad seha septuplicado; vease Schramm, op. cit.,  p. 548.

25. DIVO, op. cit.,  p. 156.26.  Jahrbuch der offentlichen Meinung,  1957, cit., p. 53.27. Manual  Die deutsche Presse 1956,  cit., p. 47. Respecto

de este tipo de revistas, vease el analisis de H. J. F. Kropff, «Syn-these von Journalismus, industrielle Publizitat und Public Relations»,en Publizistik,  vol. V, 1960, pp. 491 y ss.

28. Riesman, Die einsame Masse,  cit., p. 136.29. E. L. Bernays, Crystallising Public Opinion,  Nueva

York, 1923; vease tambien St. Kelley, Professional Public Relations and Political Power,  Baltimore, 1956.

30. P. S. Steinberg, op. cit., pp. 16 y ss.31. «Industry business and labour realised that they cannot

survive in a healthy State and meet their competitive problemswithout some means of achieving and maintaining the good willof the public) [Empresas y obreros industriales comprendieron queno podfan sobrevivir en buenas condiciones y enfrentarse con sus problemas de competencia, sin contar con procedimientos para lo-

grar y mantener la buena disposicion del publico]. (Steinberg, op. cit.,  p. 92; tambien Kapital,  vol. III, pp. 115 y ss.)32. H. Gross,  Moderne Meinungspflege,  Dusseldorf, 1952;

sintetizadamente: C. Hundhausen,  Industrielle Publizitat als Public   Relations,  Essen, 1957.

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33. Steinberg, op. cit.,  p. 92 (traduccion literal: «reorien-tacion de la opinion publica mediante la formacion de nuevas auto-ridades o sfmbolos que tendran buena acogida»).

34. Comenzando por los actos corrientes (informes, dis-cursos, congresos, constitucion de un comite, de un congreso, etc.) y

 pasando por utilization de ferias o festejos (con los que se pueden

asociar campanas especiales), por fundaciones eficaces en sus relaciones con el publico, certamenes, reembolsos y estipendios, hastala organizacion planificada de novedades (desfiles, exposiciones, carreras de bicicletas, campamentos de vacaciones, concursos de jar-dinerfa, election de reinas de la belleza, etc.). Vease Steinberg, op. cit.,  pp. 237 y ss.

35. «The press (pero no solo ella, J. H.) has two majorsources of news: its own reporters and the public relation man.The press also has two related audience potentials: the number ofreaders in the receiving audience who form opinions based on thecontent in the newspaper and the number o f persons in the receiving audience who are motivated to buy the products advertisedin the newspaper) [La prensa (pero no solo ella, J. H.) dispone dedos fuentes principales de noticias: sus propios reporteros y el es-

 pecialista en relaciones publicas. La prensa cuenta tambien con dos potenciales afines de audiencia: el numero de lectores existenteentre el publico receptor que opinan basandose en el contenido deldiario y la cantidad de personas existente entre el publico receptorimpelidos a comprar los productos anunciados en el diario]. Stein

 berg, op. cit.,  p. 137.36. The Engineering o f Consent,  ed. al cuidado de E. L.

Bernays, Oklahoma, 1955.37. Steinberg, op. cit.,  p. 74 (traduccion literal: «promo-

cion de algo al publico, el sugerir o incitar la aceptacion de una persona, producto, organizacion o idea»).

38. Un informe del ano 1953 menciona para la RepublicaFederal de Alemania mas de cien instituciones destinadas al tra- bajo en publicidad, razon por la cual no puede ya distinguir sinocon dificultad la educacion ciudadana del reclamo publicitario(H. E. Jahn, Verantwortung und Mitarbeit,  Oberlahnstein, 1953).

39. Verhandlungen des 7. Deutsches Soziologentages, Schrif- ten d. Dt. Ges. f. Soz,   vol. VII, Tubinga, 1931. Algunos anos antes,F. Tonnies habia sintetizado las investigaciones de la vieja socio-logfa alemana respecto de este tema: Kritik der offentlichen Meinung,  Berlin, 1922.

40. C. Brinkmann, «Presse und offentliche Meinung), enVerhandlungen,  cit., pp. 27 y ss.

41.  Ibidem,  p. 30.

42. El comportamiento administrativo se sustrae crecien-temente a la programatica politica general; al amparo de la ade-cuacion racional-objetiva a las cambiantes situaciones, el Gobiernoes substituido por la Administracion, lo que ha sido lamentado porlos conservadores como «una dilucion de los elementos de poder».

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43. Fortshoff,  Lehrbuch des Verwaltungsrechts,  vol. I, cit., p. 65.

44. W. Weber, Spannungen und Krafte im westdeutschen Verfassungssystem,  Stuttgart, 1951, pp. 38 y 53; para una bibliograffaomniabarcadora acerca de las organizaciones y asociaciones de in-tereses, vease O. Stammer, «Interessenverbande und Parteien», en

Koln. Zeitschrift f. Soz. u. Sozialpsych.,  vol. IX, 1957, pp. 587 y ss.;desde el punto de vista historico: G. Schulz, «Uber Enstehung undFormen von Interessengruppen in Deutschland seit der Beginn derIndustrialisierung», en Polit. Vierteljahreszeitschrift,  vol. II, 1961,

 pp. 124 y ss.45. O. Kirschheimer, «Changes in the Structure of Political

Compromise», en Studies in Philosophy and Social Science,  vol. IX,1941, p. 456.

46. R. A. Dahl, «Hierarchy, Democracy and Bargaining inPolitics and Economics», en  Research frontiers in Politic and Government,  Washington, D.C., 1955, pp. 47 y ss.

47. H. Ridder,  Zur verfassungsrechtlichen Stellung der Ge- werkschaften im Sozialstaat nach dem Grundgesetz fu r die Bundes- republik Deutschland,  Stuttgart, 1960.

48. Vease J. H. Kaiser,  Die Reprasentation organisierter   Interessen,  Berlin, 1956.

49. Esa periodica y transitoria movilizacion de la opinion«publica» con objetivos de apoyo o de cobertura de los compromi-sos negociados no publicamente, influye a su vez tambien sobre la

estructura del compromiso. Es tfpico de un «genuino» compromisoel que los partidos que lo contraen mantengan reservas respecto deaquellos objetivos que reflejan situaciones y orientaciones de intereses inhermanados y hasta encontrados. Una renuncia a este tipo dereserva tiene que ideologizar al compromiso: puesto que esa re-nuncia lo degrada a mero contrato o acuerdo de status  dentro delmarco ficticio de un orden por principio libre de conflictos. A pro-

 posito de la sentencia de la Magistratura federal del Trabajo de31 de octubre de 1958 (1 AZR 623/57), Abendroth, Ramm, Ridder yotros han analizado esas tendencias; vease, por ejemplo, W. Aben-droth, «Innergewerkschaftliche Willensbildung, Urabstimung und'Kampfmassnahme'», en Arbeit und Recht,  vol. VII, 1959, pp. 261 y ss.

Tan destacable como la crftica jurfdica es la circunstanciasociologica que ella recubre y que la mencionada sentencia docu-menta: la cooperation —con intention integradora— de las burocra-cias organizativas en el marco de un orden materialmente basadoen la renuncia a la consciencia de compromiso, esto es, a la cons-ciencia de que se trata de un mero acuerdo provisorio que intentacompensar orientaciones divergentes de intereses ancladas en dura-

deras posiciones antagonicas de intereses. (Con ello coinciden losfenomenos, registrados por O. Kirchheimer, de «atrofia de la opo-sicion» en el Parlamento: «The Waning of Opposition in Parliamentary Regimes), en Social Research,  vol. XXIV, 1957, pp. 127 a 156.)Este estado de cosas no solo es sintomatico de la ambivalencia

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la marcha de la politica era muy grande. Porque disposiciones deun Ministerio, y sobre todo las decisiones respecto de cuestiones de personal, se tomaban teniendo en cuenta la cuestion de su influencia sobre las posibilidades electorales; y se intentaba imponer todosy cada uno de los deseos a traves de la mediation del diputadolocal, al que el ministro, de mejor o peor gana, tenia que escuchar.

El diputado como tal, el diputado suelto, tenia el patronazgo de sucargo, y en general de todos los asuntos propios de su distritoelectoral, manteniendo, a la vez, una conexion con los notables locales con objeto de ser reelegido».  Ibidem,  p. 58.

56. A. v. Rochau, Grundsatze der Realpolitik,  Stuttgart,1853, pp. 91 y s.; para una panoramica de conjunto, vease Th. Schie-der, «Die Theorie der Partei im alteren deutschen Liberalismus», enFestschrift fu r Ludwig Bergstrasser,  Dusseldorf, 1954, pp. 183 y si-guientes.

57. H. v. Treitschke, Parteien und Fraktionen,  1871; citado por Schieder, op. cit.,  p. 194.58. En  Die Hilfe,  ano X, 1904, n.° 2.59. D. Hilger («Die demokratischen Parteien und Parteien-

demokratie», en  Hamburger Jahrbuch fu r Wirtschafts- und Gesell- schaftspolitik,  vol. I, 1956, pp. 176 y ss.), a proposito de los textos

 presentados por W. Mommsen (Deutsche Parteiprogramme vom Vor- marz bis zur Gegenwart,  Munich, 1952), ha llamado la atencion so-

 bre el cambio de las formulaciones: las consideraciones dirigidas a pequenas capas instruidas -y de cuando en cuando muy prolijas—

ceden cada vez mas a la consigna politica.60. H. Plessner,  Das Problem der offentlichkeit,  cit., p. 8.61. No consideramos aqui este tipo, tan representativo de

la socialdemocracia de la era guillermina; no es ya caracterfsticodel actual sistema de partidos. Por lo demas, sobre la tipologfa delos partidos modernos, vease Maurice Duverger,  Les Parties politi- ques,  Paris, 1951, y S. Neumann, «Towards a Comparative Studyof Political Parties), en  Modern Political Parties,  Chicago, 1956, pp.395 y ss.

62. «Toda actividad prescinde del votante simple, no orga-nizado, lisonjeado por los partidos, del que solo se tiene personal-mente noticia en las elecciones, o a traves de reclamos publicitarios

 publicos a el dirigidos.» (Weber, Staatssoziologie, op. cit.,  p. 68.)63. Blackstone, Commentareis o f the Laws o f England, 

Londres, 1783.64. Vease la constitucion federal alemana, articulo 38.65. Ambas reservas, el derecho a la inmunidad y la renun-

cia a remuneracion, se limitan a agudizar determinaciones que, porlo general, cualifican la participacion en la publicidad burguesa. Se

entiende esta a si misma como una esfera emancipada del poder pu blico y a cubierto de los poderes privados. Las reservas estan des-tinadas a mantenerle al diputado el status  de persona privada in-serta en publico tambien en el plano parlamentario, y no le dotan,

 pongamos por caso, de cualidades adicionales de un senor llamado

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a representar la autoridad —la publicidad parlamentaria es preci-samente lo contrario de la publicidad «representativa»—.

66. Leibholz, op. cit.,  p. 97.67. O. Kirschheimer, «Majoritaten und Minoritaten in west-

europaischen Regierungen», en  Die Neue Gesellschaft,  1959, pp. 256y ss.; del mismo autor: «Parteistruktur und Massendemokratie in

Europa», en  AOR,  vol. 79, 1954, pp. 307 y ss., y The Party in Mass Society,  Nueva York, 1958.

68. Como se aprecia cuando los partidos (de un modo nofundamentado juridicamente) toman la anulacion del mandato encaso de que un diputado salga de la fraccion.

69. C. Schmitt,  Die geistesgeschichtliche Lage des Parla- mentarismus,  Munich, 1923.

70. E. Friesenhahn, «Parlament und Regierung im moder-nen Staat», en Veroff d. Ver. dt. Staatsrechtslehrer,  n.° 16, Berlin,

1958, p. 31.71. En H. Haftendorn (Das Problem von Parlament und  Offentlichkeit, dargestellt am Beispiel der Parlamentsberichterstat- tung,  disertacion, Frankfurt, 1960, pp. 146 y ss.) puede apreciarse, a

 proposito de las tendencias de la informacion parlamentaria, hastaque punto la conexion de la discusion parlamentaria con el racio-cinio politico de las personas privadas ha llegado a relajarse. Eltrabajo del Parlamento mismo se ha trasladado, como es sabido, alas fracciones y a los gremios de partido, asi como a las comisiones

 parlamentarias especializadas. NO pueden valer como substitutos del

Parlamento publicamente raciocinante porque no consiguen com- pensar la perdida de publicidad de este. Aun si las comisiones sondeclaradas instituciones de debate y negociacion publicos, no con-siguen establecerse como organos substitutivos de la publicidad par-lamentaria; es sintomatico que «precisamente un interes crecientede la publicidad en esos debates y negociaciones haga necesario elque lleguen a encontrarse posibilidades para intercambiar pareceresfrancamente. La publicidad solo penetra en los debates y en lasnegociaciones de las comisiones a tiempo de ver trasladarse el ob je to de su interes a ulteriores niveles de no publicidad).  Ibidem,  p. 89; vease tambien B. Deschamps,  Macht und Arbeit der Ausschus- se,  Meisenheim/Glan, 1954; desde un punto de vista historico: W.Steffani, «Funktion und Kompetenz parlamentarischer Untersuch-ungsausschusse», en PVS,  ano I, 1960, pp. 153 y ss.

72. C. Th. Welcker,  Die vollkommene und ganze Presse-   freiheit, nach ihrer_ sittlichen, rechtlichen und politischen Notwen- digkeit, und ihre Ubereinstimmung mit dem deutschen Furstenwort, und nach ihrer volligen Zeitgemassheit,  Freiburg, 1830; A. Feuer bach,  Betrachtungen uber die Offentlichkeit und Mundlichkeit der  

Gerechtigkeitspflege,   Siegen, 1821.73. E. Schmidt, «offentlichkeit oder Publicity), en Fest

schrift fu r Walter Schmidt,  Berlin, 1959, pp. 351 y s.74. Ridder, Stellung der Gewerkschaften,  cit., p. 27.75. O. Stammer y H. Schelsky, «Uber die 'Organisations-

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Wirklichkeit', eine Diskussion», en  Die Neue Gesellschaft,  vol. II,n.° 2, 1955, cuadernos 3, 4 y 6; analogas indicaciones en: O. Stammer, «Politische Soziologie- und Demokratie-Forschung», en Kolner   Zeitschrift f. Soz. u. Sozialpsychol.,  vol. VIII, 1956, pp. 380 y ss.

76. Th. Ramm,  Die Freiheit der Willensbildung,  Stuttgart,1960, p. 108: «La amenazante disgregacion de la sociedad en un sin-

numero de ordenes particulares facticamente apenas controlables, puede ser contrarrestada con relativa facilidad si la opinion publicase mantiene informada respecto de los acontecimientos internos alas organizaciones y asociaciones y ejerce una crftica de ellas».

77. Respecto de cuestiones relativas a la financiacion delos partidos en Alemania, vease Th. Eschenburg, Probleme der mo- dernen Parteifinanzierung,  Tubinga, 1961; ademas, U. Kitzinger, Wahl- ka m pf in Westdeutschland,  Gottingen, 1960, p. 156; y recientementeel muy informativo trabajo de U. Dubber, Parteifinanzierung in 

 Deutschland,  Opladen, 1962; para Estados Unidos, A. Heard, The Costs o f Democracy,  University of North Carolina, 1960; el aspecto

 jurfdico de la cosa es abordado por W. Grundmann, «Die Finanzie-rung der politischen Parteien», en  Ztschr. f. d. Ges. Staatswiss., vol. 115, 1959, pp. 113 a 130.

78. Altmann,  Rechsstellung der offentlichen Verbande,  cit., p. 225.

79. H. Ridder, «Meinungsfreiheit», en Neumann, Nipper-dey, Scheuner,  Die Grundrechte,  vol. II, Berlin, p. 257. Vease tambienM. Loffler, «Der Verfassungsauftrag der Publizistik», en Publizistik, 

vol. V, 1960, pp. 517 y ss., y H. Copic, «Berufsverbot und Presse-freiheit», en JZ,  1963, pp. 494 y ss.

79a. U. Lohmar,  Innerparteiliche Demokratie,  Stuttgart,1963; tambien Abendroth, «Innerparteiliche und innerverbandlicheDemokratie als Voraussetzung der politischen Demokratie), en PVS, ano V, 1964, pp. 307 y ss.

80. Ridder, Stellung der Gewerkschaften,  cit., pp. 26 y s.81. Kitzinger, op. cit.,  p. 67.82. Vease mi ensayo sobre el concepto de participacion

 politica en Habermas/von Friedeburg et alt., Student und Politik, cit., pp. 13 y ss.83. En Public Opinion Quarterly,  vol. XVI, 1952, p. 329 [tra-

duccion literal: «Interes en asuntos publicos; posesion de informa-cion y conocimiento; de principios politicos o criterios morales esta-

 bles; capacidad de observation precisa; participacion en la comuni-cacion y la discusion; conducta racional; consideracion del interescomunitario»].

84. Vease la coleccion de textos: Burdick/Brodbeck,  American Voting Behaviour,  Glencoe, 1956; ademas, las investigaciones

de Lazarsfeld/Berelson/McPhee, Voting,  Chicago, 1954; Campbell/Gu-rie/Miller, The Voters Decide,  Evonston, 1954; Lazarsfeld/Berelson/Goudet, The People's Choice,  Nueva York, 1944. La conducta electoral de la poblacion en Inglaterra, Francia y Alemania, como de-muestran en esos pafses analogas investigaciones, es muy semejante

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a la norteamericana: McCallum/Readman, The British General Election o f 1945,  Londres, 1947; H. G. Nicholas, The British General 

 Election o f 1950,  Londres, 1951; D. E. Butler, The British General Election o f 1955,  Londres, 1955; Nicholas/Williams, «The French Electionof 1956», en Political Studies,  vol. 1956; Harrison/Kitzinger, «TheFrench Election of 1958», en Political Studies,  vol. VII, 1959, pp. 147

y ss.; M. Duverger,  La Participation de femmes a la vie politique,  Paris, 1955; Hirsch-Weber, Wahler und Gewahlte,  Berlin, 1957. Muchos deestos materiales estan elaborados en S. M. Lipset, Political Man, 

 Nueva York, 1960, especialmente en la segunda parte : «Voting inWestern Democracies», pp. 139 y ss.

85. J. Linz, The Social Basis o f German Politics,  diserta-cion Columbia University, 1958, manuscrito, pp. 208 y s., citado porLipset, op. cit.,  p. 196.

86. E. Katz/P. E. Lazarsfeld, Personal Influence,  Glencoe,1955.

87. Berelson, op. cit.,  p. 319: «In most campaigns, whether political or informational, the people best informed on the issueare the ones least likely to change their minds. Much of this represent attitudinal stability; some of it may represent rigidity». [Enmuchas campanas, politicas o informativas, la gente mejor infor-mada sobre el tema es la menos capaz de variar sus pareceres.Esto representa en gran medida estabilidad de animo; en parte, sinembargo, representa rigidez].

88. M. Janowitz/D. Marvick, Competition Pressure and De

mocratic Consent,  Michigan, 1956.89. Lipset, op. cit.,  pp. 270 y s., sobre el historical back

ground o f voting patterns.90. S. A. Stouffer, Communism, Conformity and Civil Li

berties,  Nueva York, 1955, pp. 83 y ss.; H. H. Field, «The Non-Voter»,en Public Opinion Quarterly,  vol. VIII, 1944, pp. 175 y ss.; F. H. Stanford,  Authoritarianism and Liberty,  Filadelfia, 1950.

91. Janowitz, en Political Behaviour,  ed. al cuidado deEulau cit., p. 279.

92. C. Harris, «Election, Polling and Research), en P.O.Q., vol. XXI, 1957, p. 109 [traduccion literal: «los votantes independien-tes tienden a ser aquellos que menos saben y menos se preocupan»].

93. Janowitz, op. cit.,  p. 280 [traduccion literal: «De si esosesfuerzos que confian profundamente en los medios de comunica-cion de masas y en otros mecanismos de promocion no represen-tan un empleo erroneo de recursos limitados»].

94.  Ibidem.95. R. Aron, «Fin de l'age ideologique?», en Sociologica, 

Frankfurt, 1955; vease tambien O. Brunner, «Das Zeitalter der Ideolo-

gien», en  Neue Wege der Sozialgeschichte,  Gottingen, 1956, especial-mente, pp. 200 y ss.

96. T. W. Adorno, «Ideologie», en  Excurse,  Frankfurt, 1956, p. 158; vease tambien Horkheimer/Adorno, «Kulturindustrie», en Dialektik der Aufklarung,  Amsterdam, 1947.

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97. H. H. Floter, «Der manipulierte Mensch und seineFreiheit», en  Die neue Gesellschaft,  1958, n.° 4, p. 272.

98. Caracterfstico de ello es la discusion habida en el interior de la SPD luego de la derrota electoral de 1957; vease la con-troversia en  Die Neue Gesellschaft,  1958, n.° 1, Willi Eichler, «Wah-lermanipulierung oder sozialistische Politik), pp. 27 y ss., y Jens

Feddersen, «Politik muss verkauft werden», pp. 21 y ss.99. Riesman,  Die einsame Masse,  cit., pp. 354 y s.100. No por casualidad presenta Schmidtchen (op. cit.,  p.

173) el siguiente caso como ejemplo de conducta del Gobierno fun-dada en investigacion empfrica: «La reaction de la prensa respectode determinadas preocupaciones o decisiones del Gobierno puederesultar desfavorable. Una encuesta muestra por la misma epoca quela poblacion se ha formado ideas substancialmente positivas sobrelos acontecimientos. Si el Gobierno se hubiera apoyado -por lo

que al trabajo en publicidad hace- en todos esos casos en las vocesde la prensa, la campana informativa habrfa inducido antes al errorque a la ilustracion, porque los argumentos tienen que resultar engran parte incomprensibles para la poblacion».

102. Kirchheimer,  Majoritaten und Minoritaten,  cit., p. 265.

103. Schmidtchen, op. cit.,  p. 166; del mismo autor, «DieDedeutung reprasentativer Bevolkerungsumfregen fur die offene Gesellschaft), en PVS,  ano IV, 1963, pp. 168 y ss.

104. En este supuesto, empfricamente refutado, se basa

la mayoria de crfticas a la funcion de la investigacion de la opinionen el marco de la democracia: esa investigacion llevarfa, se dice, auna atrofia de la capacidad dirigente; vease J. C. Ramsey, «Do thePolls serve Democracy?), en Berelson/Janowitz, Public opinion and  Communication,  cit., pp. 132 y ss.; tambien R. Frohner, «Tragt dieMeinungsforschung zur Entdemokratisierung bei?», en Publizistik, vol. III, 1958, pp. 323 y ss.; vease la reciente controversia entreK. Sontheimer y G. Schmidtchen, en «Meinungsforschung und Politik), en la revista  Der Monat,  ano XVI, abril-mayo de 1964.

105. Atendemos en cualquier caso a investigaciones tan

 poco sospechosas de filiaciones partidistas como son las de Schmidt-chen y Kitzinger; una interpretacion de la configuracion manipula-tiva de la contienda electoral federal cientfficamente conducida de1957, la proporciona L. v. Friedeburg, «Zum politischen Potential derUmfrageforschung», en Kolner Ztschr. f. Soz. u. Sozialpsychol., vol. XIII, 1961, pp. 201 a 216; un analisis sociologico de los gruposelectorales sueltos puede encontrarse en Hartenstein, Liepelt y Schu

 bert, «Die Septemberdemokratie», en  Die Neue Gesellschaft,  1958,n.° 1; E. Faul (ed.), Wahlen und Wahler in Westdeutschland,  Ham-

 burgo, 1961; V. Graf Blucher (ed.),  Der Prozess der Meinungsbildung, dargestellt am Beispiel der Bundestagswahl 1961,  Bielefeld, 1962.

106. Respecto del lexico, vease mas arriba, p. 110.107. Vease mas arriba, § 11.

108. En este sentido, Ramm (op. cit.,  p. 54) pone de relieve

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que «el derecho civil mismo, en su configuracion concreta, emanabade los derechos humanos y civiles».

109. Ridder, Stellung der Gewerkschaften,  cit., p. 161.110. Vease mas arriba, p. 192; tambien Forsthoff,  Be-  

g riff un d Wesen des sozialen Rechtsstaats,  cit., pp. 27 y s.: «Conel abandono de la estricta separacion entre sociedad y Estado —coin-cidente, en el ambito de la Administracion, con la administracioninterventora—, la legislacion y la administracion van convirtiendoseen tareas de configuracion social, de estructuracion, cuya potenciano resiste ya la comparacion con una medida jurfdico-formal. Paraesas funciones, socialmente configuradoras no puede bastar ya suenmarcamiento en los lfmites establecidos por la Constitucion y porlas leyes, sino que tienen que ser correctamente reguladas y apli-cadas en un sentido objetivo); vease tambien Forsthoff, Verwaltungs- recht, cit., vol. I, pp. 57 y ss.

111. H. P. Ipsen,  Das Grundgesetz,  Hamburgo, 1950. Infor-macion bibliografica sobre la discusion respecto del Estado de dere-cho puede encontrarse en «Die Sozialstaatsklausel des Grundgeset-zes», en AOR,  vol. 81, Tubinga, 1956.

112. Ridder, op. cit.,  p. 10.113. Art. 10 (Ordenacion de la vida economica segun los

 principios de la Justicia con el objeto de garantizar una existenciahumana digna para todos); art. 155 (Reparto y aprovechamiento delsuelo con prevencion de abusos); art. 156 (Socializacion de las em-

 presas privadas, fomento de la comunitariedad); art. 157 (Garantfadel derecho al trabajo); art. 163 (Deber de trabajar y derecho atrabajar); art. 164 (Derecho de participacion del trabajador).

114. Arts. 22 a 27: Derecho a la seguridad social, al trabajo,a un ocio decente, a un mfnimo nivel de vida y a una atencion sanitaria, a la educacion y a la instruccion, a la participacion en los

 bienes culturales en general. Artfculos socialmente programaticos seencuentran evidentemente en muchas constituciones regionales, delos  Lander:  constitucion de Hessen, arts. 27 a 47; constitucion deBaviera, arts. 151 y ss.; constitucion de Renania-Palatinado, arts. 23

y ss.; constitucion de Bremen, arts. 37 y ss.; constitucion de Renania-Westfalia del Norte, arts. 5 y ss., 24 y ss.115. Forsthoff, Sozialer Rechtsstaat,  cit., p. 19.116. W. Abendroth, en Veroff. d. Ver. dt. Staatsrechtslehrer, 

cuaderno n.° 12, cit., pp. 87 y s.117. H. Ridder, «Meinungsfreiheit», en Neumann/Nipper-

dey/Scheuner,  Die Grundrechte,  vol. II, cit., pp. 342 y ss.118.  Ibidem,  p. 258.119.  Ibidem,  p. 259. Ridder deja subsistir junto a la «liber-

tad publica de opinion), inserta en las instituciones publicfsticas, laclasica libertad de expresion, relacionada con los individuos priva-dos, sin admitir expresamente que esta ultima depende de la pri-mera, de modo que acaba perdiendo hasta el caracter de un derecho liberal.

120. En el mismo sentido puede ser interpretada la admi-

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nistracion de justicia practicada por el Tribunal constitucional federal, en particular la sentencia Luth/Harlan (1958), la sentenciaacerca de la prensa en Renania-Westfalia del Norte (1959), la sentencia Schmid/Spiegel  (1961) y la sentencia sobre television (1961).Veanse consideraciones globales y sintetizadoras en A. Arndt, «Be-

griff und Wesen d. offentlichen Meinung), en Loffler (ed.),  Die offentliche Meinung,  Munich, 1962, pp. 1 y ss., particularmente pp. 11y ss.; H. Lenz, «Rundfunkorganisation und offentliche Meinungsbil-dungsfreiheit), en JZ,  1963, pp. 338 y ss.

121. Sobre la libertad de los partidos segun las disposiciones de la ley fundamental, vease von der Heydte, en: Grundrechte, op. cit., vol. II, pp. 547 y ss.

122. Nipperdey, «Das Recht auf die freie Entfaltung derPersonlichkeit», en Grundrechte,  cit., vol. III, pp. 1 y ss.

123. W. Abendroth, «Zum Begriff des demokratischen und

sozialen Rechtsstaats im Grundgesetz der Bundesrepublik Deutsch-land», en Sultan/Abendroth,  Burokratischer Verwaltunsstaat und so- 

 zialer Demokratie,  Hannover y Frankfurt, 1955, pp. 97 y s.124. Forsthoff, Sozialer Rechsstaat,  cit., p. 32.125. La disputa entre la notoriedad publica crftica y la

manipulativa no se desarrolla tan solo en el terreno del ejercicio yla compensacion del poder; en la publicidad interna a las organiza-ciones de consumidores hay posos de un control publicfstico delmercado de bienes de consumo, cuya transparencia ha sido velada

 por la publicistica manipulativa de la competition monopolista(vease, mas arriba, § 20). El allanamiento de la cresta que separaesfera privada y publicidad, por lo pronto en el marco del ambito

 privado mismo, no solo lleva a la instrumentalizacion de la publi-cidad para fines de reclamo publicitario, sino que posibilita tam-

 bien, a su vez, una penetration crftico-publicfstica en la esfera delmercado. Esas aspiraciones y exigencias, por lo general aun muydebiles, han conseguido hasta ahora su mayor exito en Estados Unidos, en donde la Consumer Union dispone de cerca de un millonde miembros y edita mensualmente excelentes Consumer Reports  in-

formativos. Mas detalles sobre el asunto pueden encontrarse en elcuaderno editado con motivo de la celebracion del XXV Aniversa-rio de la existencia de esa organizacion: Consumer Reports,  mayode 1961, pp. 258 y ss.

126. Vease mas arriba, pp. 150 y s.127. Vease, en particular, «Parlament und Regierung im

neugeordneten Deutschland», en Max Weber, Politische Schriften,  Tu- binga, 1958, pp. 294 y ss. El problema ha adquirido en nuestros dfasuna configuration aun mas complicada con una politica economica

cientfficamente orientada; con todo, las antinomias -que esa polf-tica economica ha contribuido a radicalizar- entre decision y dis-cusion, entre burocracia y control democratico, etc., no son insolu

 bles; vease al respecto F. Neumark, «Antinomien interventionischerWirtschaftspolitik), en  Ztschr. f. d. Ges. Staatswiss.,  vol. 108, 1952,

 pp. 576 a 593.

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128. H. Sultan, «Burokratie und politische Machtbildung),en Sultan/Abendroth,  Burokratischer Verwaltungsstaat und soziale 

 Demokratie,  cit., p. 32; vease tambien C. J. Friedrich,  Der Ver-  fassungsstaat der Neuzeit,  Berlin, 1953, pp. 57 y s.

129. El modelo que desarrollo C. Schimtt de Estado admi-nistrativo, cuyas condiciones de funcionamiento tecnico estaban en-frentadas a una posible democratizacion, ha sido recientemente re-cuperado en un analisis sociologico de H. Schelsky, «Der Menschin d. wissenschaftlichen Zivilisation», en  Arbeitsgem. f. Forschg. 

 NRW,  n.° 96, Colonia y Opladen, 1961, particularmente pp. 20 a 32;vease la critica de H. P. Bahrdt, «Helmut Schelskys technischerStaat), en  Atomzeitalter,  n.° 9, 1961, pp. 195 y ss.

130. Vease K. Renner, Wandlungen der modernen Gesell- schaft,  Viena, 1953, particularmente pp. 223 y ss., y K. Mannheim,Freedom, Power and Democratic planning,  Oxford, 1950, paginas

41 a 76.130a. Evidentemente, este problema se plantea hoy tan

solo en el marco internacional de una concurrencia entre sistemassociales de desarrollo industrial; vease F. Perroux, Feindliche Koexis- tenz,  Stuttgart, 1961.

131. Las funciones de la publicidad serian las mismas parauna situacion juridica interestatal que para la ordenacion juridicainterna al Estado. Desde que Wilson recurrio a la opinion publicainternacional como medio de sancion de la federacion de pueblos, poniendo en ella esperanzas de altos vuelos, los gobiernos se hanvisto crecientemente obligados a tomar -cuando menos propagan-disticamente- en consideration a la opinion publica mundial: la«paz», tal como se la define, parece hoy haberse convertido en eltopico central de una opinion publica internacional exactamenteigual como, en el plano nacional, en la epoca de la Revolucion fran-cesa; vease al respecto Ernst Fraenkel, «Offentliche Meinung undinternationale Politik), en  Recht und Staat, n.° 255-256, Tubinga, 1962.Por otra parte, la publicidad, como principio de las relaciones inter-nacionales, se ha hecho relevante para la cuestion de un control

efectivo de los armamentos. Niels Bohr proclamo hace anos, en unacarta dirigida a las Naciones Unidas, el principio del «mundo abier-to»; Oskar Morgenstern muestra la conexion entre la notoriedad publica de los progresos tecnico-militares y las exigencias de la es-trategia en la era atomica: vease O. Morgenstern, Strategie heute, Frankfurt, 1962, particularmente pp. 292 y ss. Hanno Kesting («Dereschatologische Zwang zur Rationalitat), en  Merkur,  n.° 179, enerode 1963, pp. 71 y ss.) ha conseguido poner de relieve el hilo historico-filosofico que va de Kant hasta Morgenstern: hoy como nunca estala idea de la paz adherida al principio de la publicidad; antes, en la

expectativa de un proceso, moralmente responsable, de consecuciony realization de la justicia; hoy, con la estrategicamente forzadadistension de las relaciones internacionales. El fin, el objetivo, siguesiendo sin embargo el mismo: la liquidacion del estado de natura-leza, cada vez mas precario, entre los hombres. Vease al respecto

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R. Aron, Frieden und Krieg, E ine Theorie der Staatenwelt,  Ffm.,1962.

132. Paso aqui por alto las nuevas formas de comunicion entre politica y ciencia; en las relaciones entre ambas se de-sarrolla a partir de una publicidad democratica la tarea de un

control del progreso tecnico; vease H. Krauch, «Technische Information und offentliche Meinung), en R. Reich (ed.), Festschrift F. H.  Barth,  Zurich, 1964, pp. 54 y ss.; del mismo autor, «Wissesnschaftund Politik), en la revista Offene Welt, n.°  86, 1964, pp. 413 y ss.

VII. Sobre el concepto de opinion publica

1. Landshut, «Volkssouveranitat und offentliche Meinung),en Festschrift fu r Laun,  Hamburgo, 1953, p. 583; tambien H. Huber,«offentliche Meinung und Demokratie), en Festgabe fu r Karl Weber,  Zurich, 1950, pp. 34 y ss.; K. Lohmann, «Parlamentarismus undPublizistik), en Tymbos fur Ahlmann,  Berlin, pp. 198 y ss.

2. Landshut, op. cit.,  p. 586.3. Como es natural, no puede considerarse a la «opinion

 publica) como tal como una norma, como un concepto jurfdico; peroel sistema de normas depende implfcitamente de ella, pues se tratade una magnitud social que funciona segun expectativas engendra-

das por determinadas garantfas de los derechos fundamentales y por especiales prescripciones de la notoriedad publica.4. Asf, A. Sauvy, «Vom Einfluss der Meinung auf die

Macht), en  Diogenes,  n.° 14-15, 1957, p. 253: «Parece como si la cons-triccion menos incomoda a la verdad fuera la conminacion a laclaridad, esto es, el control (sobre la marcha) de una opinion pu-

 blica plenamente ilustrada». La idea de la rationalization de la domination politica esta solidamente asentada; el sistema previsto de plena notoriedad publica «progresa como separacion clasica de los poderes, puesto que reparte al poder mismo, lo disgrega». Ese con-

cepto racionalista sigue siendo, no obstante, ingenuo en relacion alos presupuestos materiales de un publico raciocinante.

5. W. Hennis, «Meinungsforschung un reprasentative De-mokratie), en  Recht und Staat,  n.° 200-201, Tubinga, 1957, pp. 56 y s.

6.  Ibidem,  p. 25.7. F. G. Wilson, «Public Opinion and the Middle Class», en

The Review o f Politics,  vol. XVII, 1955, p. 182.9. Leibholz, op. cit.,  p. 94.10. F. von Holtzendorff, Wesen und Wert der offentlichen 

 Meinung,  Munich, 1879, pp. 91 y s.; vease E. Holzen, Wandel und   Begrif f der offentlichen Meinung im 19. Jahrhundert,  disertacion,Hamburgo, 1958.

11. A. Schaffle,  Bau und Leben des sozialen Korpers,  vol. V,

Tubinga, 18962, p. 191.

12. G. Tarde,  L'Opinion et la Foule,  Paris, 1901.

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13. A. V. Dicey,  Law and Public Opinion in England,  Lon-dres, 1905; J. Bryce, The American Commonwealth, 2  vols., 1889.Siguiendo la tradicion de Bryce, vease la celebre investigacion deA. L. Lowell, Public Opinion and Popular Government,  Nueva York,1913. Tambien el afirma: «Public Opinion to be worthy of the name,

to be the proper motive force in a democracy, must be really pu blic; and popular government is based upon the assumption of a public opinion of th at kind) [La opinion publica, para ser digna delnombre, para ser la autentica fuerza motriz de una democracia, hade ser realmente publica; y el gobierno popular se basa en la asuncion de una opinion publica de este tipo].  Ibidem,  p. 5.

14. Citado por P. A. Palmer, «The Concept of Public Opinion in Political Theory), en: Berelson y Janowitz, op. cit.,  p. 11[traduccion literal: «Un analisis cuantitativo de la opinion en ter-minos de los diferentes elementos de la poblacion), esto es, «una

investigacion de las verdaderas cosas realmente deseadas al amparode la opinion por cada grupo de la poblacion, con el tiempo, ellugar y todas y cada una de las circunstancias centralmente consi-deradas en el informe». La tesis de Bentley es que «no existe opinion publica [...] ni actividad que refleje o represente la actividadde un grupo o conjunto de grupos)].

15. L. W. Doob, Public Opinion and Propaganda,  NuevaYork, 1948, p. 35; analogamente, N. J. Powell,  Anatomy o f Public  Opinion,  Nueva York, 1951, pp. 1 y ss. (traduccion.literal: «La opi

nion publica alude a las actitudes de los ciudadanos acerca de untema cuando son miembros del mismo grupo social)).16. W. Albig, Public Opinion,  Nueva York, 1938, p. 3.17. M. B. Ogle, Public Opinion and Political Dynamics, 

Boston, 1950, p. 48.18. Doob, op. cit.,  p. 35: «In this sense it might appear as

though public opinion exists whenever people have attitudes» [Eneste sentido, podrfa parecer como si la opinion publica existierasiempre que la gente tiene actitudes].

19. H. L. Child, citado por Powell, op. cit.,  p. 4.

20. Hyman, «Towards a theory of Public Opinion), en Public Opinion Quarterly,  ano XXI, n.° 1, primavera de 1957, p. 58(traduccion literal: «Necesitamos conceptos de lo que es fundamental o profundo y tambien comun a un grupo»).

21. P. R. Hoffstatter, Psychologie der offentlichen Meinung, 

Viena, 1949, pp. 53 y ss.22. Vease al respecto D. W. Minor, «Public Opinion in the

Perspective of Political Theory», en Western Political Quarterly, vol. XIII, 1960, pp. 31 a 44.

23. P. F. Lazarsfeld, «Public Opinion and Classical Tradi-tion», en Public Opinion Quarterly,  cit., pp. 39 y ss.24. Vease el ensayo del mismo nombre de E. Katz en Pu

blic Opinion Quarterly,  cit., pp. 61 y ss. (se trata de un trabajo desfntesis); vease tambien Katz/Lazarsfeld, Personal Influence,  Glencoe, 1955.

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25. Schmidtchen, op. cit.,  p. 255.25a. Vease H. Schelsky, «Gedanken zur Rolle der Publi-

zistik in der modernen Gesellschaft), en  A u f der Suche nach Wir- klichkeit,  Dusseldorf, 1965, pp. 310 y ss.

26.  Ibidem,  p. 257.27.  Ibidem,  p. 149.28.  Ibidem,  pp. 149 y ss.29.  Ibidem,  p. 265.30. En ese sentido: E. Noelle, «Die Trager der offentlichen

Meinung), en Loeffler (ed.),  Die offentliche Meinung,  cit., pp. 25 y ss.;vease particularmente el ejemplo de la p. 29.

31. Vease la crftica de esa conception en F. Zweig, «A noteon Public Opinion Research», en Kyklos,  vol. X, 1957, pp. 147 y ss.

32. Vease mas arriba, p. 239.33. Una distincion diferente entre «cualidades de opinion)

 puede encontrarse en K. Riezler, «What is Public Opinion?», enSocial Research,  vol. XI, 1944.

34. W. Mangold, Gegenstand und Methode des Gruppendis- kussionsverfahrens,  Frankfurt, 1960.

35. Ch. W. Mills, The Power Elite,  Nueva York, 1956, pp.303 y s. (traduccion literal: «En un  publico,  tal como podemosentender el termino: (1) el numero de personas que expresa opi-niones es virtualmente igual al numero que las recibe. (2) Lascomunicaciones publicas estan organizadas de manera que existauna posibilidad eficaz e inmediata de replicar cualquier opinionexpresada en publico. La opinion formada por una tal discusion,(3) se traduce en seguida en una actuacion eficaz, aun contra -sifuera necesario- el sistema de autoridad imperante. Y (4) las insti-tuciones autorizadas no penetran en el publico, que goza por ello,en mayor o menor grado, de autonomia en sus actuaciones)).

36. Sobre la sociologia politica de la «masa», vease la in-vestigacion de W. Kolnhauser, The Politics o f Mass-Society,  Glencoe, 1959.

37. Mills, op. cit.,  p. 304; del mismo autor, Kritik, der so- 

 ziologischen Denkweise,  Neuwied, 1963, pp. 93 y ss. (traduccion literal: «En una masa: 1.  El numero de personas que expresan opinio-nes es mucho menor que el que las reciben; la comunidad de pu-

 blicos se convierte en un conjunto abstracto de individuos quereciben impresiones de los medios de comunicacion de masas. 2.  Lacomunicacion imperante esta organizada de tal modo que es dificilo imposible para el individuo replicar inmediatamente o con algunaeficacia. 3.  La transformacion de la opinion en actuation esta con-trolada por las autoridades que organizan y controlan los canalesde esa actuation. 4.  La masa no goza de autonomia frente a las

instituciones; antes al contrario, agentes de las instituciones autori-zadas penetran en esa masa, eliminando cualquier autonomia que

 pudiera existir en la formacion de opinion mediante la discusion»).

38. Vease H. Blumer, «The Mass, the Public and PublicOpinion), en Berelson/Janowitz, op. cit.,  pp. 34 y ss.

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