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1 HISTORIA DEL SOCIALISMO por Ricardo Puentes Melo 1. Relación entre socialismo, élites y catolicismo Socialismo o muerte... ¿no hay opción..? A muchos lectores les chocará profundamente o les parecerá ridículo lo que vamos a mostrar aquí. Por ello, es necesario dejar en claro una conclusión a la que llegaremos: El socialismo no es contrario al capitalismo; el socialismo es otra forma de totalitarismo que los dueños del capital multinacional han buscado con ahínco. ¿Por qué..? Porque el socialismo permite la concentración de la riqueza y el poder en unas pocas manos que, bajo la excusa de estar en manos del “Estado”, proveen a las élites de un margen de maniobrabilidad a su entera discreción sin posibilidad alguna de que los gobernados protesten o exijan cuentas a los gobernantes. Por ello es que en los gobiernos socialistas las personas pierden sus libertades personales y “el Estado” (léase “la élite”) se hace dueño absoluto, además del poder y la riqueza, de las mismas vidas de los infelices que son esclavizados por el régimen. Quienes manejan el capitalismo desde Wall Street, también controlan el socialismo. Eso quedará demostrado, como pretendemos. Muchos seguidores de las ideas socialistas creen falsamente que este tipo de gobierno es “del pueblo” y que persigue el bienestar común y la igualdad social; ignoran que el sistema ha sido diseñado para manipular sus creencias desde la más tierna edad, de tal manera que –sin darse cuenta- el socialismo se convierte en una nueva religión por la que están dispuestos a morir. Sabiendo que el socialismo es un sistema anhelado por las élites, podemos entender por qué muchos de quienes sabemos que pertenecen a las clases altas defienden las ideas de

Historia Del Socialismo

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HISTORIA DEL SOCIALISMO por Ricardo Puentes Melo

1. Relación entre socialismo, élites y catolicismo

Socialismo o muerte... ¿no hay opción..?

A muchos lectores les chocará profundamente o les parecerá ridículo lo que vamos a mostrar aquí. Por ello, es necesario dejar en claro una conclusión a la que llegaremos: El socialismo no es contrario al capitalismo; el socialismo es otra forma de totalitarismo que los dueños del capital multinacional han buscado con ahínco. ¿Por qué..? Porque el socialismo permite la concentración de la riqueza y el poder en unas pocas manos que, bajo la excusa de estar en manos del “Estado”, proveen a las élites de un margen de maniobrabilidad a su entera discreción sin posibilidad alguna de que los gobernados protesten o exijan cuentas a los gobernantes. Por ello es que en los gobiernos socialistas las personas pierden sus libertades personales y “el Estado” (léase “la élite”) se hace dueño absoluto, además del poder y la riqueza, de las mismas vidas de los infelices que son esclavizados por el régimen. Quienes manejan el capitalismo desde Wall Street, también controlan el socialismo. Eso quedará demostrado, como pretendemos.

Muchos seguidores de las ideas socialistas creen falsamente que este tipo de gobierno es “del pueblo” y que persigue el bienestar común y la igualdad social; ignoran que el sistema ha sido diseñado para manipular sus creencias desde la más tierna edad, de tal manera que –sin darse cuenta- el socialismo se convierte en una nueva religión por la que están dispuestos a morir.

Sabiendo que el socialismo es un sistema anhelado por las élites, podemos entender por qué muchos de quienes sabemos que pertenecen a las clases altas defienden las ideas de

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izquierda. Ellos controlan cada estamento conocido, incluidos –por supuesto- las religiones, el sistema educativo, la justicia, el sistema financiero y los grandes medios de comunicación.

Por ello no resulta extraño que Samuel Moreno Rojas, alcalde de Bogotá, católico practicante, supersticioso al extremo, adorador de la virgen María y –al mismo tiempo- socialista cofundador del Polo Democrático, asista a una de las mega-iglesias “evangélicas” –Avivamiento-, de Ricardo Rodríguez. Tampoco es extraño que “pastores” supuestamente cristianos militen en partidos políticos de izquierda que son –eso dicen- ateos.

Samuel Moreno y el pastor Ricardo Rodríguez

En realidad, la religión es y ha sido utilizada por las élites para adormecer las masas y, aunque el socialismo se autopregona como ateo, no es más que una religión concienzudamente planeada para lograr el mismo fin que las demás corporaciones religiosas: esclavizar y manipular.

Dentro de todas las religiones diseñadas para este fin, sin duda alguna la Iglesia Católica juega un papel muy importante, al igual que todas sus hijas: las iglesias evangélicas. Todas forman parte del mismo sistema diseñado para engañar, esclavizar y someter.

¿Le parece extraño que los guerrilleros de las FARC –como Raúl Reyes- hayan sido seminaristas y fieles devotos de santos católicos e, incluso, que al lado del fusil y las granadas hayan tenido escapularios bendecidos por el mismo papa romano? Con la información que tendrá de aquí en adelante verá que no es tan extraño.

Por las mismas razones, ya dejará de parecerle raro que los líderes de las iglesias evangélicas, como César Castellanos y su esposa Claudia Rodríguez de Castellanos –

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miembro del Congreso de Colombia- sean tan cercanos al Opus Dei, a narcotraficantes y a toda clase de corruptos; entenderá también por qué la famosa “visión” del G-12 que estos pastores aseguran haber recibido del mismo Cristo, es una copia exacta de la visión del Opus Dei y de los Jesuitas.

Claudia Rodríguez de Castellanos, senadora y pastora

De igual manera, entenderemos por qué un socialista como Hugo Chávez –aparente contradictor y enemigo de todo aquello que huela a imperio-, es él mismo un súbdito obediente de la corona de Inglaterra.

Sin duda alguna, socialismo, imperialismo, monarquía, catolicismo, terrorismo, narcotráfico y “cristianismo” pueden estar aparentemente tan alejados como mercurio de neptuno. Pero no es así. Están mucho más unidos de lo que algunos quieren aceptar.

De todos es sabido que los amos y dueños de estas iglesias evangélicas, pastores poderosos a quienes sus fieles obedecen como borregos a la hora de elecciones políticas, últimamente son buscados por quienes sueñan con ser elegidos para cargos públicos. Estos pastores se han convertido en políticos aviesos que no dudan en hacer alianzas con quien sea si esto redunda en beneficio propio; para el caso en Colombia tenemos a César y Claudia Castellanos, Enrique Gómez, Eduardo Cañas, Ricardo Rodríguez, Lucho Salas, Chucho Bernal, Luis Felipe Barrios, Clara Sandoval, Orlando Castañeda, Angélica Tovar (estos tres últimos, al servicio de los Castellanos) y otros más. Muchos políticos van a sus cultos durante las épocas preelectorales con el ánimo de ganar simpatías, hasta socialistas pretendidamente ateos.

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Los inocentes pueden suponer que esto se debe a que se está llegando a una etapa de acercamiento entre catolicismo y protestantismo, o entre socialismo y ultraderecha, o entre superstición y “genuinos milagros”, o entre idolatría y fe. Pero la verdaque hemos visto es la prueba de que los jesuitas han cumplido perfectamente con el trabajo propuesto cuando nacieron en las entrañas del movimiento de los Iluminados en España, con Ignacio de Loyola.

El primer objetivo de la Orden jesuita, era reformistas que movían a las personas a acudir a la Biblia sin contar con intermediarios, de dos maneras: con la confrontación frontal, mediante la Inquisición, con el asesinato de cristianos verdaderos, y medianjesuitas sin sotana que fingieran y fungieran como líderes espirituales evangélicos. Todo ello para, poco a poco, llevar a todos los creyentes religiosos a fundirse ecuménicamente en una sola religión bajo en control del papa que, a su vez, es marioneta de las élites. Por eso, tampoco es extraño que los más importantes líderes evangélicos hayan acudido a Roma para pedir la bendición papal de manos del jerarca romano de turno. Allá han ido famosos predicadores evangélicos como Billy Graham, Benny Hinn, K. Kulman, Marcos Witt y muchos más; todos jesuitas sin sotana. El mensaje es claro.

Un pastor evangélico rindiendo pleitesía al papa

Sin embargo, como ya lo mencionamos, los jesuitas no buscan simplemente colocar a los creyentes bajo el yugo papal, o eliminar definitivamente a quienes no los sigan; esta demoniaca orden, eufemísticamente llamada “Compañía de Jesús” va mucho más allá. Busca ubicar al papa romano como cabeza espiritual y política del mundo. Y para lograrlo, la Orden está dispuesta a hacer cualquier cosa… en realidad, ha hecho de todo para lograrlo. Desde pasar como pastores “cristianos” para engañar a quienes buscan a Jesúshasta crear monstruos como Hitler o Mussolini y asegurar de ellos que son “siervos

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Los inocentes pueden suponer que esto se debe a que se está llegando a una etapa de acercamiento entre catolicismo y protestantismo, o entre socialismo y ultraderecha, o entre superstición y “genuinos milagros”, o entre idolatría y fe. Pero la verdaque hemos visto es la prueba de que los jesuitas han cumplido perfectamente con el trabajo propuesto cuando nacieron en las entrañas del movimiento de los Iluminados en España, con Ignacio de Loyola.

El primer objetivo de la Orden jesuita, era –desde el principio- acabar con los vientos reformistas que movían a las personas a acudir a la Biblia sin contar con intermediarios, de dos maneras: con la confrontación frontal, mediante la Inquisición, con el asesinato de cristianos verdaderos, y mediante la infiltración de los grupos protestantes por parte de jesuitas sin sotana que fingieran y fungieran como líderes espirituales evangélicos. Todo ello para, poco a poco, llevar a todos los creyentes religiosos a fundirse ecuménicamente

ión bajo en control del papa que, a su vez, es marioneta de las élites. Por eso, tampoco es extraño que los más importantes líderes evangélicos hayan acudido a Roma para pedir la bendición papal de manos del jerarca romano de turno. Allá han ido

edicadores evangélicos como Billy Graham, Benny Hinn, K. Kulman, Marcos Witt y muchos más; todos jesuitas sin sotana. El mensaje es claro.

Un pastor evangélico rindiendo pleitesía al papa

Sin embargo, como ya lo mencionamos, los jesuitas no buscan simplemente colocar a los creyentes bajo el yugo papal, o eliminar definitivamente a quienes no los sigan; esta demoniaca orden, eufemísticamente llamada “Compañía de Jesús” va mucho más allá.

ca ubicar al papa romano como cabeza espiritual y política del mundo. Y para lograrlo, la Orden está dispuesta a hacer cualquier cosa… en realidad, ha hecho de todo para lograrlo. Desde pasar como pastores “cristianos” para engañar a quienes buscan a Jesúshasta crear monstruos como Hitler o Mussolini y asegurar de ellos que son “siervos

Los inocentes pueden suponer que esto se debe a que se está llegando a una etapa de acercamiento entre catolicismo y protestantismo, o entre socialismo y ultraderecha, o entre superstición y “genuinos milagros”, o entre idolatría y fe. Pero la verdad es que lo que hemos visto es la prueba de que los jesuitas han cumplido perfectamente con el trabajo propuesto cuando nacieron en las entrañas del movimiento de los Iluminados en

acabar con los vientos reformistas que movían a las personas a acudir a la Biblia sin contar con intermediarios, de dos maneras: con la confrontación frontal, mediante la Inquisición, con el asesinato de

te la infiltración de los grupos protestantes por parte de jesuitas sin sotana que fingieran y fungieran como líderes espirituales evangélicos. Todo ello para, poco a poco, llevar a todos los creyentes religiosos a fundirse ecuménicamente

ión bajo en control del papa que, a su vez, es marioneta de las élites. Por eso, tampoco es extraño que los más importantes líderes evangélicos hayan acudido a Roma para pedir la bendición papal de manos del jerarca romano de turno. Allá han ido

edicadores evangélicos como Billy Graham, Benny Hinn, K. Kulman, Marcos

Sin embargo, como ya lo mencionamos, los jesuitas no buscan simplemente colocar a los creyentes bajo el yugo papal, o eliminar definitivamente a quienes no los sigan; esta demoniaca orden, eufemísticamente llamada “Compañía de Jesús” va mucho más allá.

ca ubicar al papa romano como cabeza espiritual y política del mundo. Y para lograrlo, la Orden está dispuesta a hacer cualquier cosa… en realidad, ha hecho de todo para lograrlo. Desde pasar como pastores “cristianos” para engañar a quienes buscan a Jesús, hasta crear monstruos como Hitler o Mussolini y asegurar de ellos que son “siervos

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defensores de la fe cristiana”; incluso han educado y patrocina a los más sanguinarios líderes socialistas de la historia.

Michael Schmaus, sacerdote, profesor de la facultad de Teología de Munich dijo lo siguiente durante el ascenso de Hitler en el poder: “Las leyes del nazismo y las de la Iglesia Católica tienen el mismo objetivo”. Pío XII no solamente no lo reprendió, sino que alabó al sacerdote refiriéndose a él como “príncipe de la Iglesia”.

Schmaus también afirmó: “Imperio e iglesia es una serie de escritos que deberían contribuir al desarrollo del tercer Reich porque une a un estado nacional socialista con el cristianismo católico.”

Obispos católicos haciendo saludo nazi

El Vaticano es el poder internacional más antiguo del mundo y, como tal, ha ejercido su influencia para consolidar regímenes totalitarios –que luego firmarán Concordato con la Santa Sede; y para esto no ha dudado en urdir y promocionar las guerras más sangrientas y las masacres más infames que la humanidad haya visto jamás. Apoyaron y patrocinaron a Hitler, Mussolini, Franco, Stalin, Mao y muchos más dictadores que han traído la guerra y la miseria a las naciones. ¿Por qué..? Porque las guerras consolidan el poder del Vaticano, es decir, de la élite.

Después de cada guerra, de cada desastre, el Vaticano aprovecha porque es el tiempo preciso para tomar control sobre las masas dominadas por el miedo y la desesperanza. La

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Iglesia Católica siempre, siempre se ha beneficiado de la muerte, las masacres y la miseria ya que la gente que ha sufrido indefectiblemente se mueve a buscar el falso consuelo de las prácticas religiosas que no hacen otra cosa que sumir más al pueblo en la ignorancia, la pobreza y la esclavitud.

En Colombia, las iglesias católicas y las denominaciones “cristianas” (que no son más que instrumentos del papa) se llenan hasta reventar y sus pastores y sacerdotes viven cubiertos de lujos desvergonzados que contrastan con la pobreza de los fieles, verdaderas víctimas de los reales instigadores de nuestro conflicto armado. Mientras en los templos católicos se dice que la pobreza es sinónimo de santidad, en las iglesias evangélicas se enseña que la riqueza es prueba de santificación. Como es evidente que la casi absoluta mayoría de los fieles “cristianos” pasan trabajos económicos, los pastores –que viven en la opulencia- aducen que las dificultades financieras de sus feligreses se deben a pecados ocultos de ellos o de sus antepasados hasta la décima generación. La manera de romper las maldiciones financieras, dicen estos timadores, es dando más y más dinero a los pastores. ¡Cómo pisotean el nombre de Dios..!

El conflicto colombiano, auspiciado por el Vaticano, ha sido aprovechado inteligentemente por los jerarcas católicos para consolidar su poder político y espiritual en el país. Los jefes de Estado los consultan, los nombran como mediadores entre el gobierno y la guerrilla ignorando -a propósito o inocentemente- que los creadores de las guerrillas colombianas han sido precisamente sacerdotes católicos quienes desde los púlpitos alientan al pueblo a tomar las armas, o las toman ellos mismos para pelear como “adalides” de la libertad. Una libertad que es despreciada desde las entrañas mismas del trono papal.

Jerarquía católica apoyando a Hitler

Durante el siglo XX, el Vaticano gobernó la política exterior e interior de la mayoría de los países. Mediante los partidos católicos controló cada paso en búsqueda de sus intereses.

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Recordemos que fueron partidos políticos católicos los que subieron al poder a Hitler, Mussolini, Franco y Pinochet entre otros. Pavelic, el líder terrorista que masacró al pueblo croata con la anuencia de Pío XII, recibió de manos de este pontífice un pasaporte –junto a su comando de asesinos donde había varios jesuitas con sotana- para ir a una de las “naciones amigas” del Vaticano: Argentina. Perón protegió a este sicario hasta cuando su régimen colapsó. Igualmente, muchos de estos asesinos nazis (jesuitas y masones) tuvieron acogida en Colombia bajo las presidencias de Eduardo Santos –dueño de El Tiempo-, y de Alfonso López Pumarejo, ambos pertenecientes a poderosísimas familias colombianas.

Donde quiera que los jesuitas han puesto su mano, también colocan su firma: consagran ejércitos, ciudades y países al Sagrado Corazón de Jesús y a la Virgen María. Esta es una práctica cargada de sentido mágico impuesta por los jesuitas; ellos son los inventores de la adoración al Sagrado Corazón ya que fue desde la Basílica del Sagrado Corazón, ubicada en la colina de Montmartre donde Ignacio de Loyola y sus compinches partieron para conquistar el mundo.

Y, recuerden, Colombia fue en el pasado consagrada al Sagrado Corazón; tenemos la marca de los asesinos. Y desde antes de la consagración, los jesuitas, los asesinos al servicio del papa han tenido a nuestro país en continuas guerras. Pocos años después de la independencia -cuando se establecía la República- el Vaticano, previendo el peligro de la democracia para sus intereses organizó y llevó a cabo las cruentas guerras civiles de la segunda mitad del siglo XIX.

Pero, miremos un poco los antecedentes de la Iglesia Católica en la empresa conquistadora y el establecimiento de las colonias españolas.

Colonialismo es catolicismo

Es sabido de todos que el catolicismo es una religión que fue utilizada grandemente –aún lo es- para conseguir el sometimiento de grupos incultos como fueron los indios, mestizos y negros. Fue un instrumento del imperio para la conquista y la explotación logradas inculcando en la mente de los infelices la creencia de que la resignación y el sometimiento eran virtudes cristianas, así como la aceptación de la clase dominante que, dice la teología católica, ha sido puesta por el mismo Dios para probar los corazones de los creyentes.

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Religión, política y dominación

Cualquier creencia religiosa diferente al dogma católico ha sido vista como evidencia de rebelión y desafío contra el orden divino en el cielo y en la tierra y, por tanto, suficientemente legitimadora de una respuesta opresora por parte de la clase dominante. En realidad, el ejército español fue usado por el papa para establecer su dominio en el Nuevo Mundo; se sabía que era Dios –mediante el papa- quien confería el poder terrenal a príncipes y reyes y, a cambio, estos príncipes debían obediencia y lealtad al pontífice romano. Donde quiera que los monarcas y gobernantes no se sujetaran a la autoridad papal, los jesuitas impugnaban esa autoridad y la combatían por todos los medios. Y así ha sido hasta hoy.

Como quiera que el sistema colonial empezaba a hacer crisis los jesuitas instaron al clero a tomar partido a favor de cualquiera de los dos bandos, el realista o el patriota, con la certeza de que, ganara quien ganara, el papa terminaría beneficiado. Por supuesto, la Compañía de Jesús veía con mejores ojos la permanencia de la monarquía que sustentaba al mismo tiempo el poder temporal del papa; pero las ideas reformadoras provenientes de los pensadores protestantes llegaron pronto a la aristocracia criolla y sembraron en ellos el deseo de independizarse del yugo español para, y eso fue una constante, a su vez someter al pueblo “libertado” bajo su propio yugo.

Así, aunque tanto Pío VII como León XII instruían a sus arzobispos y obispos para que predicaran la obediencia debida a Fernando VII, los jesuitas se colocaron también al lado de los patriotas en espera de retomar el camino de la obediencia al papa, que es su máximo fin.

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Como lo previeron los jesuitas, la independencia no tenía el mismo espíritu cristiano de la independencia de los Estados Unidos, país de mayoría protestante. Por el contrario, se hizo evidente que la mayoría abrumadora de los dirigentes políticos de la guerra independentista despreciaban la causa de los humildes, es decir, de los pobres, negros, indios y mestizos que fueron desdeñados tan pronto terminó la guerra y no se necesitó más de que lucharan por la clase gobernante.

Cualquier parecido con la actual situación no es coincidencia. El Polo Democrático, que cacarea a los cuatro vientos la defensa de los humildes, no bien sube al poder se olvida de ellos clavándoles impuestos impagables para sustentar su medio de vida y la perpetuidad de su poder. En el Polo también hay jesuitas, consejeros espirituales de sus líderes, y no faltan los evangélicos que engañan a los fieles a cambio de los contratos y prebendas del régimen. Mientras, por un lado, el Vaticano tiene a las FARC y los carteles de la droga sembrando el terror, por el otro tiene al socialismo y los partidos tradicionales. De cualquier forma salen ganando.

Así, pues, la Independencia de la corona española, realmente benefició en exclusiva a los ricos oligarcas descendientes de españoles pero nacidos en suelo americano. Simón Bolívar era un oligarca que pretendió coronarse como rey de la Gran Colombia; Santander y otros granadinos frenaron sus aspiraciones pero ellos mismos no trajeron mejoría a los pobres de estos cinco países de la Gran Colombia.

En la rapiña que surgió después de la Independencia, a la clase dominante no le interesaba para nada ofrecer participación política ni económica a las clases populares, quienes fueron las que pusieron la mayor cuota de sacrificio y sangre en la lucha. A pesar de los discursos de igualdad, los “padres de la patria” extrajeron ideas de aquí y allá que les permitirían adueñarse de tierras y de control político y económico. Tal como sucedió.

Debido a que parte del clero católico había participado en la lucha patriota, éste ejerció presión desde púlpitos y curules para que la Constitución de la naciente república decretara que la religión católica seguiría siendo la religión oficial del Estado.

Para infortunio de la Iglesia Católica, no todos estaban de acuerdo con ello y, a pesar de que Bolívar y Santander conocían y temían el poder del clero sobre el pueblo, los partidarios de mermar la influencia de la iglesia pronto tomarían partido decisivo en esta pugna. Entretanto, los estadistas empezaron a considerar cómo conciliar los poderes civiles y eclesiásticos. Y los jesuitas empezaron a redactar el concordato.

Los liberales que se inclinaban por las tesis norteamericanas y francesas no sopesaron suficientemente el poder de la iglesia católica y se dieron a la tarea entusiasta de promover la erradicación del control papal en la vida de la república. Los jesuitas, y en general el clero, sacaron el as que tenían oculto bajo su manga: El control del sistema educativo.

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No en vano el clero llevaba educando a ricos y pobres desde el mismo momento en que desembarcaron los europeos. Su influencia en el pueblo era indiscutible. Durante más de 300 años habían sembrado en las masas el temor y el fanatismo religiosos. Es más, fueron precisamente estas armas las que usaron para influenciar sobre el pueblo para que éste se persuadiera de combatir por la causa patriota. El influjo de los curas sobre el pueblo era muy superior al de los libertarios. La iglesia católica había hecho bien su trabajo de penetrar en todas las esferas de la sociedad granadina y colocarse como confesores adiestrando las mentes de mujeres y niños, los futuros hombres que tendrían en sus manos el destino de la nación.

Y no solamente el clero tenía influencia en la educación y desde los confesionarios…. también era sumamente poderoso económicamente hablando. Y para colmo, también tuvieron puestos de control político claves desde los primeros años posteriores a la Independencia.

El exagerado lujo y las inmensas riquezas de los sacerdotes contrastaban –igual que hoy- con las enormes penurias económicas del pueblo raso. Los líderes anticlericales criticaban a la Iglesia por sus exorbitantes riquezas y la acumulación de ellas en manos del clero, pero implícitamente buscaban que esas mismas riquezas, una vez fuera despojado el clero, pasaran a sus propias manos.

Santander, civilista convencido, era partidario de la exclusión de la Iglesia del control del sistema educativo. Bolívar, por otro lado, y debido a las continuas pugnas con Santander que hacían peligrar su poder en la Gran Colombia, decidió apoyar a la iglesia mostrándose partidario de que el clero siguiera controlando colegios y universidades.

Como era innegable el poder enorme del papa, y la necesidad de éste que tenía la clase gobernante colombiana, Santander buscó por todos los medios que el pontífice reconociera la independencia colombiana. Tan solo hasta 1835 se efectuó el reconocimiento de la independencia por parte del papa, pero el Estado colombiano se vio obligado a comprometerse en la firma de un concordato. Nadie quiso escuchar a Robert McAfee, diplomático norteamericano protestante, cuando advirtió del peligro que entrañaba para las libertades individuales y el desarrollo económico en justicia de la nación, la firma de un concordato. Nadie quiso escucharlo porque nuestros dirigentes estaban más interesados en conseguir beneficios y prebendas para ellos, que en regresar al pueblo el justo pago por su sangre derramada en esa lucha patriota: Libertad y derechos fundamentales.

Igual que hoy, los dirigentes solamente buscaban sus propios intereses.

En la siguiente parte veremos cómo la iglesia Católica gestó la guerra civil que ha mantenido a Colombia –hasta el día presente- bajo el yugo del Vaticano y sus esbirros. Veremos de qué manera inventó el socialismo como otra forma de subyugar al pueblo y mantener el poder de una clase dominante, fiel al papa romano.

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2. El papel de la Compañía de Jesús

Los jesuitas han jugado un papel muy importante en la creación y establecimiento del comunismo en el mundo. Desde su llegada al continente americano de mano de las coronas española y portuguesa, fieles al papa, los jesuitas se involucraron activamente en las políticas internas y externas de los países donde estaban, afectando negativamente las condiciones de vida de los pueblos y haciendo un esfuerzo feroz para que las ideas renovadoras del racionalismo y la ciencia no llegaran a sus dominios ya que esto haría muy difícil la permanencia de su yugo sobre tales naciones.

Los jesuitas participaban y controlaban todas las áreas de la vida de los individuos. Política, educación, religión, asesoría matrimonial.. nada escapaba a su influjo. La economía tampoco. Se consagraron al comercio y a la bolsa de valores. Incluso su Colegio Romano, rector de los colegios y universidades jesuitas en el mundo, se dedicó a hacer grandes cantidades de telas en Macerata, Italia, que luego vendía a cómodos precios por todo el mundo donde tenían dominio. Sus negocios en la India y en América eran prósperos e influyentes. A ellos no les molestaba defender la causa de los esclavos negros en Cartagena de Indias y, al mismo tiempo, tener vastas plantaciones en Martinica, cultivadas por esclavos negros. Esa ha sido una constante del Vaticano. La iglesia Católica jamás ha despreciado la oportunidad de obtener ganancias económicas mediante sus conquistas “espirituales”. Tal y como sucedió en Paraguay –con las famosas Reducciones- y en otras partes del mundo, los jesuitas aprovechaban al máximo la mano de obra de los paganos o, como diría Hitler (al servicio del papa), la mano de obra de las castas inferiores para hacerlos trabajar gratis.

Los hijos de Loyola tenían refinerías de azúcar, minas de plata, plantaciones de cacao, fábricas de alfombras, haciendas ganaderas, servicios de préstamos, etc. Igual que hoy: son dueños de bancos, empresas de televisión, periódicos, industrias, equipos de fútbol, equipos de básquetbol y de béisbol, editoriales, sellos discográficos y, por supuesto, también controlan los principales partidos políticos. Están en todas partes, ya sea mediante fundaciones y organizaciones no gubernamentales “sin ánimo de lucro” que defraudan al fisco, o como columnistas obligados en los grandes periódicos; pueden estar al lado del presidente y, al mismo tiempo, asesorando a la oposición ideológica y armada.

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El Arzobispo Duarte Cancino, asesinado por las FARC

En Colombia conocimos el caso del arzobispo Isaías Duarte Cancino (asesinado por las FARC), miembro del “grupo de los seis”, quienes controlan y orientan el accionar de los paramilitares, y él mismo asesor espiritual del jefe de las AUC Carlos Castaño; también sabemos del cura jesuita Francisco de Roux, cercano a la izquierda, cuyo hermano es cabecilla del Polo Democrático, partido político de orientación socialista que es apoyado por la guerrilla de las FARC. Los de la Conferencia Episcopal, bien puede un día estar asesorando al presidente Uribe y, al siguiente, alojar como invitado al guerrillero Granda para luego acompañarlo a Cuba donde Fidel, fiel católico, a quien le estrecha la mano y le da el parte de victoria.

Una de las maniobras que usaban los jesuitas durante la Colonia para estafar al fisco, se evidenció en la conocida historia de las famosas cajas de chocolate que eran ingresadas por la Orden a Europa. En realidad, las cajas no contenían chocolate sino oro en polvo. Por algo, el obispo Palafox, enviado por el papa Inocencio VIII como visitador apostólico, le escribió al pontífice que: “toda la riqueza de Sudamérica está en manos de los jesuitas”.

Fue precisamente la inmoralidad y la codicia de la Orden, sus intrigas políticas y sus frecuentes crímenes, lo que les ha ganado que una y otra vez sean expulsados de los países donde han sido acogidos. En Paraguay, por ejemplo, donde instituyeron las Reducciones (comunas) de indios guaraníes bajo su control total, los jesuitas habían hecho el ensayo de lo que posteriormente instaurarían en Rusia: el comunismo.

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El provincial jesuita Francisco de Roux liderando una marcha contra el presidente Alvaro Uribe

Fue allí donde los jesuitas armaron por primera vez una guerrilla revolucionaria. Sucedió así:

España y Portugal firmaron un tratado en 1750 para establecer los límites de sus colonias en Sudamérica. El tratado firmado le concedía a Portugal el territorio donde, precisamente, los jesuitas trabajaban explotando y esclavizando a los indios guaraníes. Los jesuitas no iban a renunciar tan fácilmente a sus dominios y sus vastas plantaciones, así que armaron a sus conversos guaraníes y libraron una prolongada guerra de guerrillas que finalmente obtuvo la victoria para los jesuitas ganando ese territorio “para la corona española”. ¿Por qué no movieron sus influencias para que el rey de Portugal los dejara seguir con su negocio..? Pues porque el primer ministro de Portugal, el marqués de Pombal, a pesar de ser discípulo de jesuitas, había acogido ideas de filósofos franceses e ingleses que eran contrarios al papado. Poco después de finalizada la guerra en Paraguay, el marqués expulsó a todos los jesuitas de Portugal y sus dominios, y logró que el papa Benedicto XIV investigara a la Compañía de Jesús.

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Plantaciones esclavistas de los jesuitas en Martinica

El error de los Jesuitas en Paraguay, dejándose llevar por su codicia, tuvo fuertes repercusiones en Europa que llevó a la Orden al borde de su desaparición. Lo de Portugal tuvo un efecto dominó. En Francia se confiscaron sus propiedades, en España los Borbones prohibieron todos los establecimientos de los jesuitas en la península y en sus colonias. Los gobiernos de Parma, Nápoles y Malta los desterraron. El rey Carlos III apresó a 6.000 jesuitas y los envió al papa Clemente XIII quien estaba siendo presionado por las principales cortes europeas para que suprimiera la Orden. “Por fortuna” para los jesuitas, cuando el papa Clemente XIII estaba a punto de acceder a esa exigencia, y había ya convocado un consistorio donde anunciaría a los cardenales su decisión de suprimir definitivamente la Orden, el pontífice murió envenenado.

Pero el papa Clemente XIV, el sucesor del difunto, finalmente firmó la disolución en 1773. Poco después, este papa también murió envenenado.

Así, los jesuitas, aunque legalmente no existían, siguieron funcionando en Rusia, el único país que no los había proscrito. Conocido es de todos que el zar era defensor de la libertad religiosa. Los jesuitas lo enfrentaron por este motivo, buscando que la educación de los rusos quedará en sus manos. Lograron convertir al catolicismo a varios miembros de la familia del zar, y algunos de sus ministros, y todo esto llevó al zar a firmar el decreto que los expulsaba de Rusia, en diciembre de 1815. Finalmente, en 1820 los desterraron de toda Rusia. Pero ellos juraron volver. Como en efecto lo hicieron vengándose sobre la casa del zar: trajeron la revolución bolchevique a Rusia y sumieron al valiente pueblo ruso en la esclavitud socialista, misma que habían ensayado ya en Paraguay.

Los jesuitas en el siglo XIX

Durante los años de su proscripción, los jesuitas permanecieron en el anonimato y se mezclaron con el clero común y con otras órdenes, lo cual los ayudó a sobrevivir. Siguieron viviendo en Francia, Austria, España e Italia. En 1794, en Bélgica, fundaron la Sociedad del Sagrado Corazón, un cuerpo docente, e instituyeron órdenes alternas, como la de los Hermanos de la Fe, que en 1799 se fusionarían, uniéndose a su vez con los jesuitas rusos. Poco a poco fueron cobrando vida de nuevo, para desventura de las naciones.

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Napoleón I, coronado

La Revolución Francesa le dio un nuevo aire a la Compañía de Loyola. Las monarquías, temerosas de que lo sucedido en Francia les ocurriera a ellos, recurrieron de nuevo a los jesuitas ya que sabían de sus capacidades para manipular a las masas. El mismo Napoleón I, quien había prometido que bajo su imperio no habría cabida para los jesuitas, una vez coronado como emperador, se valió de la ayuda de ellos para el establecimiento de un

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sistema educativo que mantuviera al pueblo sometido y alejado de las ideas revolucionarias protestantes.

Los jesuitas idearon la famosa “Congregación”, una hermandad precursora del Opus Dei, formada por eclesiásticos y laicos prestantes que lograron colocarse en posiciones influyentes en el ejército, la docencia, la administración, el comercio y la magistratura. La Congregación realizaba “misiones” a diferentes partes, incitando al pueblo a la rebelión y a la defensa armada de los intereses del papa. Cualquier parecido con el partido comunista clandestino colombiano, no es mera coincidencia.

En resumen, durante todo el siglo XIX, la Orden sufrió muchos altibajos. Fue expulsada y restituida varias veces en diferentes países. Donde quiera que los defensores de la mentalidad liberal ganaban el poder político, de allí eran expulsados; pero si ganaban los conservadores, nuevamente eran reestablecidos.

En países donde el protestantismo era mayoría, increíblemente los jesuitas vivían en relativa calma. Y esto se debía a que en esas naciones esa maléfica organización no podía –en esa época- ejercer control político ni financiero. Estos países donde permanecieron sin ser molestados fueron: Estados Unidos, Inglaterra, Suecia y Dinamarca.

Pero en estos países los jesuitas también encontraron la forma de influir. Paulatinamente, de manera serpentina, desplegaron una actividad constante y fructífera, gracias a que no eran restringidos por la ley, y penetraron todos los estamentos religiosos, políticos y económicos de estas naciones protestantes.

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John Adams

John Adams, el presidente de la Unión, le escribió en 1816 a Thomas Jefferson: “Muchos de ellos se presentarán bajo más disfraces de los que haya usado jamás un jefe de los bohemios: como impresores, escritores, editores, maestros de escuela, etc. Si alguna asociación de personas ha merecido condenación eterna en esta tierra y en el infierno, es esta Sociedad de Loyola. Sin embargo, debido a nuestro sistema de libertad religiosa, sólo podemos ofrecerle refugio”.

Los temores de Adams estaban justificados. Los jesuitas, cien años después, ya controlaban la política estadounidense, colocando presidentes que han servido a sus fines, como Clinton, Roosevelt, Nixon, Reagan, Bush padre, Bush hijo, Barack Obama y otros más de los cuales ya hablaremos. Los jesuitas lograron, gracias a su control sobre la educación de Sudamérica y otras partes del mundo, que los niños y jóvenes odiaran todo lo que encarnaba el ideal de la Constitución de los Estados Unidos: las libertades individuales. No es gratuito el odio visceral hacia todo lo que tenga color gringo. Y es que esta tenebrosa orden, controlando los grandes capitales norteamericanos, ha hecho que sus empresas siembren el terror y exploten la mano de obra de latinoamericanos en nuestra propia tierra logrando el objetivo doble de lucro para ellos y odio hacia el pueblo norteamericano común y sus ideas protestantes. Ese es el modus operandi de ellos.

Así, en el siglo XIX, la Orden pudo mantener su control en los sistemas educativos de los países bajo su influencia. En la próxima entrega haremos un paréntesis de la situación de

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los jesuitas en el mundo, y veremos qué sucedía en Colombia después de la guerra de Independencia.

Las multinacionales han patrocinado el comunismo

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3. Los jesuitas en Colombia después de la Independencia

La guerra de la Independencia, una guerra de élites por el poder

Como ya hemos visto hasta aquí, la Independencia surgió debido al descontento de la aristocracia criolla que buscaba una serie de prebendas que les eran negadas por el virreinato. No es cierto que, como nos lo han enseñado los historiadores eclesiales, la independencia haya surgido de las entrañas del pueblo iletrado y pobre. Mírese por donde se mire, desde el mismo movimiento comunero, la lucha ha estado liderada e ideada por apellidos de familias poderosas que aún hoy se mantienen vigentes en el dominio. Berbeo, Plata, Monsalve, Nariño, Caldas, Acevedo y Gómez, Torres, Vargas, Zea, Galán, entre otros, todos eran apellidos prestantes y de familias adineradas.

Durante los pocos años de la Gran Colombia, el Estado siguió permitiendo el cobro del diezmo y tributos para la manutención del clero. La única medida radical que se tomó fue la supresión de la Inquisición con la subsecuente transferencia de sus bienes y rentas a manos del Estado.

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El episodio del florero de Llorente, planeado por las élites neogranadinas

La aristocracia esclavista y latifundista solamente tomó partido cuando supo quiénes eran los ganadores; sólo cuando los patriotas ganaron, los aristócratas dejaron sus vestidos realistas y se convirtieron entonces en republicanos; pues tanto ellos como los comerciantes (la naciente burguesía) querían para sí el poder estatal una vez los españoles se fueran.

Durante estos años fue que llegaron las familias Lleras y Samper, por nombrar algunas, quienes se dedicaron al comercio y que, gracias a los convenientes matrimonios de algunos de sus miembros con la élite, pronto entraron a formar parte de la vida política de la nación. Tanto estos comerciantes, como la aristocracia rancia prolongaron durante varias décadas las instituciones que les ayudaban a mantener el control del Estado y sus rentas.

El asunto es que la rapiña de los independentistas los hizo olvidarse de que los jesuitas estaban al asecho, esperando la más mínima oportunidad para reencaminar a los libres hacia la cobertura papal. Inmediatamente, Portugal y España consiguieron el apoyo de Roma para recuperar las colonias perdidas, y así firmaron lo que se conoce como la “Santa Alianza”, un pacto para impedir que en ninguna de sus colonias perdidas se estableciera un régimen de libertades semejante al norteamericano.

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Los monarcas europeos y los jesuitas se congregaron para definir su plan de acción en contra de las nuevas naciones “libres”. Se reunieron en Viena y precisaron volver a encontrarse en dos congresos más.

El siguiente Congreso ocurrió en Verona, 1822. Durante esta reunión, se decidió que Estados Unidos sería el blanco de los emisarios jesuitas encubiertos y que los principios constitucionales de esta nación serían destruidos a cualquier precio. Se buscaba que el papa ejerciera su poder allí y, al mismo tiempo, que los monarcas de Portugal y España estuvieran seguros de que los protestantes norteamericanos no influirían ideológicamente en Sudamérica, donde durante siglos se había adiestrado al pueblo en la obediencia y sometimiento total y ciego al poder temporal del papa.

La siguiente reunión se llevó a cabo en Chieri, Italia, en 1825. Allí, “se discutieron planes para el avance del poder Papal en todo el mundo, la desestabilización de gobiernos que representaran obstáculos y la destrucción de cualquier esquema que se interpusiera en su camino y sus ambiciones. “Esa es nuestra meta, los Imperios del Mundo. Debemos hacerles entender a los grandes hombres de la tierra que la causa del mal, levadura leuda, existirá en cuanto exista el protestantismo. Se abolirá el Protestantismo …los herejes son los enemigos que estamos dispuestos a exterminar completamente… Y la Biblia, esa serpiente que con su cabeza erecta y sus ojos relampagueantes nos amenaza con su veneno mientras se arrastra en la tierra, debe ser transformada en un bastón tan pronto podamos apoderarnos de ella”” (Hector Macpherson, Los Jesuitas en la Historia , Ozark Book Publishers,1997)

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El ministro británico George Canning, filtró la información de los planes del Vaticano

Estas tres reuniones (Viena, Verona y Chieri) se llevaron a cabo en medio del mayor sigilo posible. Sin embargo, George Canning, ministro de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña, había asistido a las reuniones y, siendo un defensor de los movimientos independentistas de América, escribió al gobierno de Estados Unidos para alertarlo sobre los planes de los monarcas de Europa quienes buscaban destruir las instituciones libres del continente americano.

Thomas Jefferson apoyó decididamente al presidente James Monroe quien, en su mensaje anual al Congreso de los Estados Unidos, en 1822, declaró que “el más leve intento de las coronas europeas de extender su dominación política a cualquier parte del territorio americano, será visto como un acto de agresión contra los Estados Unidos de Norteamérica”, y que “el continente no podrá ser objeto de futuras colonizaciones”.

Los jesuitas juraron no cejar hasta destruir los principios democráticos que inspiraron la independencia norteamericana; pocos años después, iniciarían su dominio subrepticio en Estados Unidos usando la conspiración y valiéndose de los mismos principios de la Constitución norteamericana para expandir el delito y el caos en Estados Unidos. Ellos se han infiltrado en todos los estamentos de poder en Norteamérica y han logrado lo que precisamente la doctrina Monroe trataba de evitar. El poder del Vaticano se encuentra hoy sobre Estados Unidos, y tanto el papa como sus gestores han sabido utilizar astutamente el ejército norteamericano para conseguir por la fuerza lo que su poder

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financiero no ha alcanzado. Y bien temprano en la historia de ese país, la Compañía de Jesús empezó su trabajo. Fueron ellos quienes asesinaron a Abraham Lincoln en 1865. Más adelante hablaremos de ello.

En una carta al Presidente Monroe, Thomas Jefferson le hizo las siguientes observaciones: “La pregunta que me presentas en las cartas que me has enviado, es la más profunda que me han hecho después de la relacionada con la Independencia. Ella nos hizo una nación y ha marcado el ritmo y la dirección en la que navegaremos a través del océano del tiempo a medida que el mismo se abre ante nosotros. Y nunca podríamos navegarlo en condiciones más apropiadas. Nuestra primera y más fundamental regla debe ser el no envolvernos en los asuntos de Europa. La segunda debe ser nunca utilizar a Europa como intermediaria en los asuntos de este lado del Atlántico. América, Norte y Sur tienen unos intereses completamente diferentes de los de Europa, intereses que le son particulares. Por tanto debe tener un sistema propio, separado y completamente aparte del sistema Europeo. Aunque los europeos traten de convertirse en el hogar del despotismo nuestra tarea debe ser hacer de nuestro hemisferio, un hemisferio de libertad. . . [Es nuestra obligación] declarar nuestra protesta en contra de las violaciones atroces de los derechos de las naciones, por la interferencia de cualquiera de ellas en los asuntos internos de la otra, intervención que comenzó con Bonaparte y que hoy día continúa por parte de aquellos que llevan a cabo alianzas ilegales llamándose a sí mismos Santos”. (Archivos de la Universidad de Mount Holyoke).

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El presidente James Monroe, fuerte defensor de la independencia, y opositor de los planes de la monarquía y el vaticano para someter de nuevo a las naciones liberadas

Toda buena intención quedó malograda. Los jesuitas colocarían a sus hombres en posiciones de riqueza y poder ya que tenían los medios para hacerlo. Lograrían que sus infiltrados usaran su influencia para inducir a los norteamericanos a la subversión, a la inmoralidad y a la destrucción de cualquier principio cristiano incluido en la Constitución de Estados Unidos.

Entretanto, en Sudamérica, con la batalla de Ayacucho en 1824 –dos años después de la declaración de Monroe- el territorio hispanoamericano (excepto Cuba y Puerto Rico) quedaba totalmente libre del yugo de la monarquía española.

Después, los enfrentamientos ideológicos entre Santander y Bolívar llevaron a que éste último se convirtiera en dictador. La diferencia básica entre Santander y Bolívar radicaba en que Bolívar y sus seguidores (principalmente militares venezolanos) querían que fueran

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los militares quienes ejercieran el poder; ellos veían con recelo que los civiles –que no habían tomado las armas en la guerra- fueran a gobernarlos a ellos. Por su parte Santander y sus seguidores defendían una tradición civilista, donde los civiles ejercieran el control creando un sistema de leyes bajo las cuales todos –militares y civiles- quedaran sujetos. Los bolivarianos no querían que se ejercieran libertades individuales ya que sentían temor de posibles excesos. Era obvio que los bolivarianos estaban influenciados por las doctrinas jesuíticas.

Otra diferencia era que Santander era partidario de un gobierno federalista, donde cada región tuviera autonomía presupuestaria (algo inspirado en el proceso estadounidense), y Bolívar prefería un gobierno centralista con concentración del poder en una sola persona. Otro principio jesuítico.

Este era el conflicto cuando fue convocada la Convención de Ocaña de 1828, donde se buscaba reformar la constitución boliviana de 1821. Una minoría bolivariana, 17 contra 54 santanderistas, logró sabotear la decisión democrática de la mayoría. Las reuniones de la convención estuvieron cargadas de insultos y amenazas… la Gran Colombia quedó dividida en dos bandos opuestos, bolivarianos y santanderistas, y Bolívar asumió como dictador. Pronto, el “Libertador” colocó nuevamente la educación en manos de la Iglesia Católica reforzando su poder político y financiero para que el clero, a su vez, lo apoyara a él; subió los impuestos (tributos) a los indígenas y benefició grandemente los intereses de los aristócratas latifundistas, que eran de su misma clase.

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Francisco de Paula Santander, un civilista por excelencia. No obstante, perdió frente a la presión masónica del papado.

Así, surgió nuevamente la guerra civil de la cual salió fortalecida la iglesia Católica y, como no, las clases dominantes que consolidaron su poder apoyadas por el clero.

Básicamente, durante la Gran Colombia, la iglesia católica había perdido su control directo sobre el sistema educativo. Aunque durante el gobierno de Santander, él expropió a los jesuitas del Colegio Mayor de San Bartolomé y éste pasó a manos del Estado, a los sacerdotes se les permitió seguir enseñando –tremendo error- y se utilizaban métodos de sacerdotes para la enseñanza; fue evidente para los jesuitas que si no lograban retomar el control del sistema educativo, pronto quedarían excluidos de éste. La Universidad Central fue creada y se nombró como rector al conservador católico Rufino Cuervo Barreto y como vicerrector a su primo, el obispo Silvestre Indalecio Barreto y Martínez; se fundaron universidades públicas.

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Sin embargo, como también vimos antes, la posición de Santander cambió durante un posterior gobierno suyo (1832-1835) debido a la presión directa que ejerció el papa quien aceptó reconocer la independencia de Colombia siempre y cuando Santander no tocara los privilegios de la Iglesia. Santander claudicó y, así, todo tuvo un buen resultado para los jesuitas.

Por otro lado, si bien Bolívar intentó congraciarse con la Compañía de Jesús, ellos jamás le perdonaron su intentona para librarse del control de la Orden. Aunque en los años de su dictadura –que fueron los últimos de su vida- Bolívar había restituido el control total de la educación a la Iglesia, amén de las prebendas ya mencionadas, el 17 de diciembre de 1830, finalmente, Simón Bolívar, el gran tirano de Sudamérica, muere traicionado por los mismos a quien él intentó traicionar. La masonería invisible, la de los altos rangos que controlan el Vaticano, el capital y la política internacional, no le perdonaría a Bolívar su tentativa de prevaricación contra ellos: sus patrocinadores.

Muchas personas e investigadores creen erróneamente que la masonería y la Iglesia Católica son acérrimas enemigas. Pero eso no es cierto, es un ardid. Lo real es que la alta masonería (llámelos Iluminatti, Club Bilderberg, masonería invisible, etc) controlan prácticamente todos los estamentos de poder supranacionales: La ONU, HRW, el Concejo de Relaciones internacionales de Estados Unidos, el Banco Mundial, la Comisión Trilateral y muchas organizaciones más entre las que se encuentra –por supuesto- el Vaticano. Dentro de la Iglesia Católica, los jesuitas son el cuerpo especial que decide sobre las finanzas de la Santa Sede, controla al papa y guía su política internacional de tal manera que responda a los intereses que persiguen el control total.

Dentro de esa dinámica, los jesuitas de alto rango –que pertenecen a las entrañas del poder- han fungido

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Adam Weishaupt, jesuita fundador de los Iluminatti

coordinadamente como asesores espirituales de gobernantes, y han definido en muchísimos casos el rumbo que ha tomado la historia. Los jesuitas de alto rango, que casualmente son de origen judío, igual que el fundador de la Orden –Ignacio de Loyola- y que el creador de los Iluminati, Adam Weishaupt, quien, el 1 de Mayo de 1776, fundó la Orden de los Iluminati en el antiguo fuerte Jesuita de Bavaria. Ya tendremos oportunidad de profundizar en esto.

Los jesuitas, que nunca han dejado de vengar sus expulsiones en los países donde ha sucedido, tampoco dejaron de ejecutar su desquite contra Colombia. El sueño de controlar las naciones tampoco ha claudicado, y por eso vemos que las banderas del expansionismo siguen ondeando bajo el discurso de Hugo Chávez quien aspira, con una clarísima política jesuítica, revivir la Gran Colombia para llevar las cinco naciones –bajo las banderas socialistas del Vaticano- a ofrecerlas como ofrenda expiatoria al papa nazi Ratzinger. Sí.. como dijo, Schmaus, el prelado alemán en tiempos de Hitler, “las leyes del nacional socialismo y las de la Iglesia Católica tienen el mismo objetivo”. No es casualidad que Ratzinger haya sido seguidor de Hitler. No es casualidad que Chávez sea un socialista católico, represor de las libertades individuales. No es casualidad que la revolución bolchevique haya sido diseñada por la Orden, con el auspicio financiero de los judíos Rothschilds. En realidad, nada ocurre por casualidad.

Así, en el año de 1831, después de la muerte de Bolívar y disuelta la Gran Colombia, nace la Nueva Granada. Doce años después de la batalla de Boyacá aún no había ocurrido la independencia de los pobres, no se habían roto sus cadenas, ni jamás se romperían. Con una Iglesia Católica reforzada y aliada con las clases dominantes para continuar con la subyugación de los pobres, los ideales de verdadera libertad y democracia se diluyeron de inmediato dejando vigente la misma estructura económica y social de la Colonia. La única diferencia fue el cambio de mando de los europeos a los criollos, los oligarcas nacidos en suelo americano. Todo el armazón de dominación siguió intacto: los privilegios de clase, los diezmos a la iglesia católica, los monopolios, la dominación de la oligarquía y su derecho para legislar y para establecer las condiciones económicas, políticas y sociales que redundaran en su propio beneficio y que aseguraran su permanencia en el poder durante generaciones hegemónicas, todo eso sirvió a los propósitos del Vaticano que pudo dominar fácilmente a los nuevos dueños de las repúblicas.

Nada había cambiado. Los jesuitas habían ganado de nuevo.

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4. EDUCACIÓN, POBREZA Y FETICHISMO ERÓTICO

Como era de esperarse, tras la guerra de independencia de las colonias españolas, toda la región quedó sumida en la ruina, lo cual favorecía a la Compañía de Jesús, como ya vimos. Los bandoleros, antiguos militantes patriotas que se habían quedado sin trabajo, merodeaban, atracaban y asesinaban; la situación era dramática. Junto a las clases dominantes, surgió otra: la oligarquía militar. Refiriéndose a ésta, el general Páez escribió: “los militares aspiraban a ver premiados con usura sus servicios a la patria, a que se les conservaran sus fueros y exenciones..” Y para ello buscaban que frente al gobierno estuvieran individuos de su misma clase.

José Ignacio de Márquez Barreto, presidente masón y ultracatólico

En Colombia, luego de las administraciones de Santander y José Ignacio de Márquez Barreto, presidente procedente de una familia latifundista poseedor de cercanos vínculos sanguíneos con altos prelados del clero, la iglesia Católica resultó fortalecida. Márquez permitió nuevamente que los bienes de la iglesia fueran desamortizados e hizo posible otra vez que la iglesia pudiera adquirir tierras.

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La situación para el pueblo vino a resultar peor que la que tenía bajo la corona española. La aristocracia criolla perpetuó las instituciones coloniales y, bajo la excusa de la nueva situación, sometió al pueblo a impuestos más altos y elevados niveles de segregación.

De ahí en adelante, las consecuentes administraciones le dieron cada vez más prebendas a la iglesia Católica y, aunque se tenía cierta tolerancia hacia los demás grupos religiosos, era evidente la preponderancia de la iglesia Católica y su injerencia en todos los asuntos del Estado. Durante la administración de Pedro Alcántara Herrán, su ministro del Interior, Mariano Ospina Rodríguez –en 1842- agenció el regreso de los jesuitas. Igual que lo han sabido los aristócratas de todo el mundo, Ospina conocía al dedillo que si quería un pueblo sujeto y servil, nadie mejor que los jesuitas para lograrlo. Por ello le entregó a la Compañía de Jesús la educación en el país, con la misión especial de abrir colegios en los lugares apartados de la nación para consolidar el poder central y la obediencia a éste. Se creó una policía escolar y se uniformó al estudiantado de los colegios más pudientes. Valga la pena recordar que los descendientes de Ospina Rodríguez se dedicaron al narcotráfico desde tiempos bien tempranos a mediados del siglo XX; otro de sus descendientes fue secretario general de la administración de Lucho Garzón en Bogotá, del partido socialista Polo Democrático.

El método de enseñanza de los jesuitas

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Ignacio de Loyola... Misticismo recargado

Igual que siempre lo ha hecho, la Compañía de Jesús utiliza el misticismo –cargado de temor- para instruir a sus alumnos y prepararlos para una vida de obediencia ciega a las órdenes de las autoridades eclesiales. Algo que utilizan muchas de las llamadas Escuelas Nuevas, como el método Montessori, de inspiración fascista (no hay que olvidar que Mussolini fue –junto con Hitler- consentidos del papa). El sacerdote jesuita F. Charmot escribió: “El método pedagógico de la Compañía, consiste en rodear primeramente a los alumnos con una gran cadena de oraciones.. (…) ¡No nos preocupemos de dónde y cómo se inserta el misticismo en la educación..! No se hace por medio de un sistema o una técnica artificial, sino mediante infiltración por ‘endósmosis’. Las almas de los niños son impregnadas por estar en estrecho contacto con maestros que están literalmente saturados con el misticismo..” También escribió este jesuita que: “el objetivo del profesor jesuita es que por medio de su enseñanza se propone formar, no una élite cristiana intelectual, sino cristianos elitistas”. (F. Charmot, S.J., “La pedagogie des Jesuites”)

Esto, respecto a la educación que impartían en las clases altas. En cuanto a las clases bajas, la gente del pueblo, la técnica también les funcionó bastante bien, pero con otro propósito: el de esclavizarlos y someterlos para manejarlos como sirvientes. Cuando subyugaron a los indios guaraníes bajo las Reducciones en Paraguay, donde ensayaron los primeros pasos del moderno socialismo, allí, los jesuitas pusieron en evidencia el tipo de

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educación que impartían: los sacerdotes eran paternalistas, todo era de propiedad de la iglesia y nada era de los indios; los jesuitas les ordenaban qué hacer y cómo hacerlo y hasta elegían las parejas para el matrimonio. Ninguno de los indios podía ser sacerdote y mucho menos jesuita. Los hacían levantar muy temprano, iban a misa y luego a trabajar. En su camino al trabajo, tenían que cantar himnos religiosos y siempre iban precedidos por alguna imagen religiosa. En la noche, después de la jornada laboral, los indios regresaban a la Reducción, también cantando himnos religiosos y los ponían a rezar el rosario. El sistema de castigo para los “errores” de los indios, era usando el látigo, el ayuno y la prisión; también los avergonzaban públicamente. Los padres jesuitas convirtieron al indio en un católico muy devoto, supersticioso al extremo, que imaginaba apariciones y milagros por todos lados y que encontraba cierto placer en la autoflagelación. El indio aprendió a obedecer a los sacerdotes y creyeron que su palabra era la palabra de Dios, un Dios que jamás conocieron.

El propósito de la educación jesuita era, es y será, impedir que sus alumnos piensen por sí mismos y que su cotidianidad esté cargada de un profundo temor supersticioso. Como lo escribió un jesuita contemporáneo: “El jesuita no olvidará que la virtud característica de la Compañía es obediencia total de la acción, la voluntad y aun del criterio… Todos los superiores estarán obligados de la misma forma a otros superiores a ellos, y el Padre General lo estará al Santo Padre…”

Los mismos principios que usaron con los indios guaraníes los han aplicado siempre, en todos los países y pueblos donde han estado. Los mismos principios que se inculcan en las iglesias “evangélicas” donde la obediencia ciega a los pastores es una ley y quien la viole, dicen, se expone al castigo de Dios y a cientos de maldiciones para el desobediente y su descendencia. La misma obediencia que exigen los líderes socialistas bajo amenazas de fusilamiento. Ya no es la virgen María sino la “madre Rusia”, “la madre Cuba”, “la madre Venezuela” o la “madre Patria”, en todos los casos se ordena ciega obediencia. La obediencia ciega es, definitivamente, un precepto jesuita.

Pero, ¿cómo ‘inoculan’ el misticismo en sus alumnos..? ¿Cómo es que forman esos ‘cristianos elitistas’ de los que habló el jesuita Charmot..?

Algo sumamente importante en los jesuitas, es la adoración a la virgen María. Es su sello distintivo. Aunque la Biblia no

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La Diosa Astarté con su niño en brazos, la verdadera "virgen María"

menciona nada de adorar a la madre de Jesús, sí nos cuenta que los pueblos paganos y espiritistas adoraban a la “Reina del Cielo”, una deidad que siempre aparecía con un niño en brazos y que tiene su origen en la religión babilónica. Los mismos teólogos y estudiosos católicos han asegurado, con muchísima razón, que la verdadera religión de los jesuitas es la adoración a la virgen María.

Ignacio de Loyola aseguraba que la virgen María lo había inspirado cuando escribió sus famosos “Ejercicios Espirituales”, una versión antigua de los “Encuentros Espirituales” que César Castellanos y su esposa Claudia aseguran que Jesús les dictó palabra por palabra. Encontramos relatos de jesuitas que tenían visiones de la virgen, y otro –en 1851- que cuenta la historia de un novicio que luchaba constantemente contra los deseos de la carne y al cual la virgen se le aparecía constantemente para fortalecerlo y “darle a probar la sangre de su Hijo y el consuelo de sus pechos” (J. Huber, “Les jesuites”)

Este misticismo jesuítico también es aplicado en las iglesias evangélicas pentecostales. Sus adeptos viven escuchando todo el día música de Marcos Witt o cualquier otro cantante, amanecen escuchando emisoras “cristianas” o canales de televisión “cristianos”; viven ayunando y flagelando continuamente su cuerpo mediante la abstención de alimentos, sin ningún propósito aparte de obtener milagros ya que sus pastores les enseñan que dando dinero y ayunando se “obliga” a Dios para que haga el milagro. Estos pastores también inducen a sus fieles a un constante temor de satanás y los demonios y enseñan que el

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diablo y demás potestades espirituales pueden controlar nuestras vidas a menos que se diezme y ofrende, y se castigue la carne. Las instrucciones de los pastores alcanzan hasta el lecho matrimonial. Dice César Castellanos que, debido a que las relaciones sexuales pueden ser poco santas, la pareja, inmediatamente antes de cada relación, debe arrodillarse a orarle a Dios para tener su permiso y, de paso, impedir que los demonios controlen los pensamientos de la pareja durante la relación. Increíble pero cierto.

Cuando la doctrina de la “inmaculada concepción” fue inventada por el franciscano Juan Duns Escoto, la Orden la aceptó con entusiasmo y se dedicó a propagarla por el mundo. También lograron los jesuitas que Pío IX la convirtiera en dogma de la iglesia en 1854.

“Cuando llegaron a la iglesia de San Miguel, en Munich”, relata Bucher en sus ‘Obras completas’, “los jesuitas presentaron toda clase de reliquias de la madre de Dios, ofrecieron a los fieles algunos trozos del velo de María, varios mechones de su cabello y pedazos de su peine, y se instituyó un culto especial para adorar tales objetos.. (…) Esta adoración degeneró en manifestaciones inmorales y sensuales, especialmente en los himnos que el padre Jacques Pontanus le dedicó a la virgen María. El poeta expresaba que no había nada más hermoso que el seno de María, nada más dulce que su leche, y nada más agradable que su abdomen..”

Ese fetichismo erótico hizo que los jesuitas tuvieran bastante éxito en la educación de los indígenas americanos.

En Italia, donde la Orden echó raíces antes de expandirse, vemos su influencia en los artistas del renacimiento cuyas obras están cargadas de un pronunciado sensualismo religioso. Desde el principio, “los alumnos de los jesuitas son demasiado clericales, devotos y absortos como para preservar estas cualidades. Las visiones e iluminaciones extáticas los dominan; literalmente se embriagan con las pinturas de las aterradoras mortificaciones y los tormentos atroces y de los mártires”, cuyos rostros reflejan –en las pinturas- un rictus masoquista de placer causado por el dolor. Toda esta teatralidad y pompa religiosa tenía y tiene por objeto el impactar las mentes.

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El éxtasis de Santa Teresa, obra de Gian Lorenzo Bernini. Erotismo religioso

Los jesuitas propagan sus prácticas idólatras gracias a que controlan el trono papal. El fin justifica los medios, es la máxima jesuítica que ellos han implementado en la religión, la política, la economía y, en general, en todos los aspectos de la vida de sus alumnos. El padre Barri decía que no era importante la manera de entrar al Reino de Dios, sino que lo vital era entrar. En su teología, el padre Barri dice que no interesa el conocimiento de la Biblia ni su estudio, sino que al paraíso se entra por medio de rezar constantemente el rosario, día y noche, en esas oraciones repetitivas, llevando siempre un rosario como brazalete, o una imagen de María, una medallita o una estampa y, por supuesto, obedeciendo ciegamente al clero católico en la tierra.

La educación ciertamente es un arma que los jesuitas, creadores del socialismo por encargo de otras esferas más altas, utilizan magistralmente para sus fines. Por tanto, en la próxima entrega seguiremos ahondando en ello.

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5. Educación para élites vrs educación para pobres

Así, pues, tenemos que los colegios jesuitas impregnan las mentes de los niños con este misticismo, con los escapularios, las imágenes, las reliquias, el relato de los milagros y apariciones de la virgen María –Lourdes y Fátima-, la adoración del Sagrado Corazón y otras cosas que nos dan una idea de la manera en que los niños y jóvenes son trabajados durante años. Eso es parte de la manera en que se forman “cristianos elitistas”.

Colegio Mayor de San Bartolomé en Bogotá

Aunque enseñan filosofía y ciencias, los jesuitas se cuidan para que el sistema de aprendizaje imponga subrepticiamente a sus alumnos la obediencia completa a la iglesia. La “cadena de oraciones” con la que son ‘rodeados’ los alumnos de los jesuitas, no son otra cosa que lo mismo de las oraciones de brujos y espiritistas.

Como dice Boehmer de los jesuitas: “Ellos no creían en la libertad, lo que resultó fatal para la enseñanza”.

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Por esta razón es que entendemos que los independentistas, educados por jesuitas, jamás pretendieron aliviar las cargas del pueblo. Los maestros de la Orden los habían educado para sentir profundo desprecio por las “castas inferiores” o por los blancos pobres. Los oligarcas, entonces y ahora, han considerado que quienes no son de su clase no son sus iguales y no merecen los mismos privilegios y derechos. Al respecto, recuerdo que escuché en una reunión social a un ministro de educación que hablaba con sus “iguales” acerca de la educación en Colombia, más exactamente refiriéndose a la Universidad Antonio Nariño, que ha hecho papel importante en permitir el acceso de gente sin recursos a educación de alta calidad. En ese entonces, se estaba ejerciendo una presión enorme por parte de los dueños de otras universidades privadas, para que cerraran la Antonio Nariño. Dijo el ministro a sus amigos, en medio de carcajadas: “Vamos a cerrarla.. Es que esa vaina de que los pobres se eduquen no puede ser… Nos friegan a nosotros, caray…”

El cura Manuel Pérez, líder fundador de los narcoterroristas del ELN. Pérez fue ordenado sacerdote directamente por Pablo VI, cuando el criminal contaba con 21 años de edad. Luego fue enviado a Colombia

En Estados Unidos, donde a comienzos de su vida independiente de la corona británica, los jesuitas no controlaban la educación, las personas tenían igualdad de acceso al sistema educativo y a los cargos públicos. Con los años, esta pretendida libertad se ha perdido y ahora, mediante la educación controlada por los jesuitas, ellos han pervertido esos principios negando el derecho a la igualdad educativa. Universidades como Harvard, Yale,

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Cornell y Georgetown, entre otras, son controladas por la Orden y es de allí que han emanado los dirigentes del país que se han encargado de seguir las normas elitistas de los jesuitas.

Aprovechándose de la libertad de enseñanza en los países protestantes, como Estados Unidos, donde la educación existe como un derecho real de los ciudadanos, los jesuitas inculcan los principios de obediencia ciega a sus alumnos. Por este motivo, los egresados que llegan a gobernar les dispensan protección a los jesuitas y les ofrecen beneficios a cambio de que la Orden siga inculcando en la juventud la obediencia y el sometimiento a este nuevo tipo de monarcas. Los jesuitas tienen bajo su control a los opresores de los pueblos. Y cabe pensar que si el sistema educativo de los jesuitas es bueno para que los tiranos se beneficien de la obediencia de los desamparados, eso quiere decir que los educados por la Compañía de Jesús no están preparados para ejercer la libertad, ni para respetarla.

Es increíble, sin embargo, que siempre se recomendará a los jesuitas como educadores. Los opresores lo hacen porque les conviene, mientras que los oprimidos aspiran ilusamente a entrar –por medio de la educación de los jesuitas- a formar parte de la clase dirigente. El record de presidentes, ministros, obispos, jueces y empresarios que han pasado por sus aulas es verdaderamente impresionante. Así que esto deslumbra a todos los padres quienes imaginan que el sistema de enseñanza de los jesuitas hace que los alumnos aprendan más y mejor. Eso es falso. Si bien el sistema educativo en Colombia, y en especial en ciudades como Bogotá, está bajo el control de FECODE, el sindicato de maestros, FECODE, a su vez, está bajo el control de los jesuitas. A ellos no les interesa que el pueblo tenga una educación de calidad. Y la prueba está en el bajísimo y vergonzante nivel que demostraron nuestros estudiantes en una reciente prueba en la que se compararon las competencias de los alumnos con las de otros países. En Bogotá, el alcalde Samuel Moreno defiende la tesis de que la educación pública debe ser totalmente controlada y dirigida en pénsum y demás, por FECODE, el sindicato que está en manos de los jesuitas. Y no deja de ser curioso que Samuel Moreno defienda esta tesis a pesar de que él se educó fuera del control de FECODE, en otro colegio elitista de propiedad de curas. Moreno y todos los socialistas saben que debe haber dos tipos de educación: Uno para los futuros gobernantes y otro para los gobernados. Los jesuitas saben que, de cualquier manera, teniendo ellos el control en ambos tipos de establecimientos beneficiarán su causa.

Si echamos una rápida mirada a los países donde la Compañía ejerció predominio en la educación, vemos sus efectos: atraso e ignorancia. Todos los países católicos estuvieron a la cola del progreso y la ciencia: España, Sudamérica, Nápoles, los cantones italianos, Suiza y Francia fueron naciones atrasadas y supersticiosas bajo en control católico. Por otro lado, Holanda, Inglaterra, Alemania, de donde los jesuitas fueron expulsados a finales del siglo XVI, progresaron e impulsaron fuertemente la ciencia.

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Mientras las naciones liberales avanzaban, las católicas se sumían en la oscuridad. Pero los jesuitas no pudieron frenar durante mucho tiempo la penetración de las ideas liberales –que no del Partido Liberal- en sus vastos dominios. Mientras los métodos de educación, basados en un concepto de libertad, progresaban, la influencia de los jesuitas mermaba. A pesar de que durante el siglo XVI los jesuitas llevaban la delantera, a partir del siglo XVIII se volvieron anacrónicos.

¿Cristo viviría con la opulencia de un rey mientras sus ovejas murieran de hambre..?

El dogma de la “infabilidad papal”, inventado por los jesuitas, ya no tenía tanta preeminencia como antes. Sin embargo, en los países católicos, este dogma continúa vigente y es altamente conveniente para los intereses de la Orden. Gracias a los concordatos, y a las representaciones diplomáticas (otro “acierto” de los jesuitas cuando apoyaron que el Vaticano ejerciera como Estado político), en cada país del mundo el Vaticano tiene un representante acreditado que ejerce como líder espiritual, moral y político. Con la excusa de la moral, el dogma de la infabilidad papal es tremendamente conveniente para ellos. Prácticamente el papa ejerce hoy una autoridad ilimitada sobre la conciencia de sus fieles.

Y donde quiera que no tengan preeminencia religiosa, o donde las ideas reformistas hayan penetrado, el Vaticano crea los famosos partidos católicos. Mismos que han llevado al poder a Hitler, Mussolini, Franco, Salvador Allende y varios más. La iglesia Católica, por medio de estos partidos, no ha dudado en apoyar tiranos de la peor clase, siempre que sirvan a sus intereses. Tienen a Fidel Castro controlando la educación y las finanzas de la isla; tienen a Hugo Chávez quien, bajo la mentira de la revolución, ahora controla constitucionalmente todo el sistema educativo de Venezuela, excluyendo cualquier tipo de educación que no se apegue a sus dogmas, controlando lo que la gente debe leer y lo que no.

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Hitler y sus aliados: la jerarquía católica

Aquí, en Colombia, sucede algo parecido –igual que en todos los países con Concordato, pretendidamente ‘democráticos’. Las personas no tienen opciones. Están obligadas a leer lo mismo, no les han enseñado otro idioma –lo que limita sus posibilidades-. Controlan los medios de comunicación, los medios de producción.. están en los partidos políticos y persiguen controlarlos. Por otro lado, los “protestantes” -que no lo son de ninguna manera- prefieren leer libros de Benny Hinn, K. Kuhlman, César Castellanos o cualquier otro de esos timadores, que verificar sus creencias y dogmas. Estos “protestantes” prefieren seguir ignorando que el Vaticano está infiltrado en sus iglesias, que sus pastores repiten como loros preceptos jesuíticos, que la música “cristiana” no es más que otro negocio lucrativo y que la televisión y las editoriales “cristianas” –todo junto- no les deja ver la verdad; ellos quieren seguir ignorando que los jesuitas están asesorando al mismo tiempo al gobierno y la guerrilla, que son dueños de bancos y entidades financieras que cada día –mediante la usura- sumen más y más en la miseria a los colombianos pobres que no ven otra salida que acudir a ellas para obtener una casa paupérrima que terminan pagando hasta once y doce veces su valor, y que, en caso de que no puedan seguir pagando, la vivienda les es expropiada sin importar que ya hayan cancelado el 70% o el 100% del valor original.

No es exagerado afirmar que la raíz de todos los males de Latinoamérica se encuentra en Roma. Tampoco es exagerado afirmar que nuestros países jamás saldrán del atraso, la ignorancia y la pobreza. Estamos bajo el yugo del Vaticano y éste jamás permitirá que los latinoamericanos abran sus ojos y vean que tanto la izquierda socialista como la ultraderecha conservadora y los “liberales” están, igualmente, bajo control de los jesuitas. Esta es la razón, la verdadera razón por la cual no hay escapatoria.

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A quien le parezca excedido este deprimente cuadro, lo remito a las palabras del jesuita Bartoli, quien escribió una historia de la Compañía de Jesús: “No tiene la Compañía ningún vestido particular, y donde hay razón para ello, o la costumbre del lugar lo reclama, podemos cambiar el que usemos.” “Habiendo excitado los nuevos herejes, en el norte de Europa, antipatías hacía el hábito religioso, se consideró prudente que los miembros de la Compañía usaran trajes que no les impidieran vivir familiarmente con los que debían convertir. Por esta misma razón nuestros misioneros en la China y en la India, se visten de Mandarines y de Brahmanes, que son los más respetables en aquellos países; y en las naciones heréticas los transformamos en mercaderes, médicos y artistas, y hasta en criados, para poder desempeñar nuestras misiones sin despertar sospechas.”. (El subrayado es mío)

Sí. La Compañía de Jesús es una institución política y religiosa, acaparadora de la riqueza, esclavista y mercantil. Ellos actúan donde pueden obtener lucro económico.

Celebrando la firma del concordato entre nazis y el Vaticano.

Un japonés que disfruta de visitar continuamente Perú y Colombia, asegura que se siente realmente sorprendido de que nuestros países latinoamericanos –en especial Colombia- tengan tanta miseria. Dice él que, literalmente, estamos muriéndonos de hambre mientras estamos sentados sobre la riqueza.

Eso es cierto y no es casual. Pero es que la Orden, dominando todos los ámbitos de la vida, incluso a los grandes “pensadores” y escritores han impedido que las personas entiendan que una de las causas de nuestra situación son ellos, los jesuitas, “los hijos de Satanás”, como los describieron acertadamente algunos sacerdotes católicos valientes que se retiraron de la Compañía.

Bueno… ellos y nuestra propia ignorancia y terquedad para reconocerlo.

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6. Las guerras dentro del propósito de dominación

Don Sergio Arboleda y Pombo

Sergio Arboleda, conservador e intelectual perteneciente a una familia católica prestante, declaró en 1867 que la República atravesaba una difícil situación y denunció, entre varios asuntos, la explotación que sufrían “las razas inferiores”, es decir, todos aquellos que no pertenecían a la raza blanca europea. Dijo también –cómo no- que para conjurar esta ‘terrible situación’ era necesario adelantar una moralización del país, y que esta misión debía encargársele a la Iglesia Católica a través de la educación. Como muestra para nosotros hoy, Arboleda apoyó su idea aduciendo que los miembros de la institución –la iglesia- “toman al niño en la cama, le dan su nombre, lo dirigen en la infancia, lo aconsejan en la juventud, le consuelan en la vejez, le asisten en el lecho de muerte, y su poder se extiende hasta más allá del sepulcro..(…) El clero puede salvarnos y nadie puede salvarnos sino el clero”.

Este terrible cuadro nos da una idea clara de la profunda influencia y control que tenía la iglesia –aún la tiene- sobre la vida de las personas en nuestros países latinoamericanos. Cuando dice Arboleda que “su poder se extiende más allá del sepulcro”, se refiere a la creencia de que los sacerdotes tienen poder para sacar las almas de los difuntos del purgatorio o condenarlas a los más profundos infiernos. El destino de las almas dependerá –claro que sí- de si los familiares sobrevivientes están en capacidad de pagar o no las correspondientes misas y donaciones a la ‘santa’ madre iglesia.

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Pocos años antes, en 1857, Napoleón III, cómplice y aliado del Vaticano, había desatado la guerra de Crimea, con la excusa de brindar protección a los lugares sagrados y colocar su custodia bajo la influencia de los jesuitas. Francia puso 100.000 muertos en esta absurda guerra (¿cuál guerra no lo es…?) que pronto fueron declarados como “mártires de la fe” por monseñor Sibour, obispo de París. Este mismo personaje declaró que: “la guerra de Crimea entre Francia y Rusia no es política, sino una guerra santa. No se trata de un Estado que lucha contra otro Estado; personas que pelean contra otras personas, sino una guerra religiosa, una Cruzada”.

Cuatro años antes de esta declaración, en 1863, Francia realiza una expedición a México con el objetivo de transformar

El emperador Maximiliano de Habsburgo, ficha del Vaticano

la república seglar en imperio y ofrecérselo entonces a Maximiliano, archiduque de Austria. Como todos sabemos, Austria era el principal sostén del papado, así que había otro objetivo importante en la expedición a México: levantar una fuerte barrera que impidiera la influencia de las ideas protestantes de Estados Unidos sobre los países latinoamericanos, que estaban en poder del papado. Además, el Vaticano quería vengarse de las medidas en contra de los bienes de la Iglesia (incluida la desamortización) que se habían decretado allí en 1856.

Así que Maximiliano I de Habsburgo, hermano del emperador de Austria Francisco José I, fue emperador de México desde 1864 hasta 1867, fecha en que fue capturado y fusilado por el liberal republicano Benito Juárez. La Revolución Francesa le estaba saliendo muy cara a Francia. Debido al apoyo del Vaticano al trono imperial, los franceses fueron

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llevados a pelear en muchas partes del mundo, defendiendo intereses ajenos. Entretanto, la Prusia protestante ganó la guerra contra Austria asestando un terrible golpe al Vaticano y los Habsburgo. No obstante, el Vaticano ya tenía la mano vengadora, “el dedo de Dios”, “el hombre enviado por la Providencia” para combatir a la nación ‘hereje’: Napoleón III. Aunque el emperador sabía que Francia no estaba lista para una confrontación con la poderosa Prusia, el Vaticano lo empujó a la guerra. Así que Francia declaró la guerra a Prusia. Gastón Bally dijo que “esa guerra de 1870, como la historia lo demostró, fue obra de Jesuitas”. (En: Les Jesuites)

Bismark falsificó el famoso “telegrama de Ems” y los franceses católicos, instigados por los jesuitas, no se detuvieron a confirmar el contenido del mensaje. Los jesuitas tenían mucha prisa para encontrar un pretexto para la guerra y así ocurrió. Las consecuencias, todos las conocemos: Francia colapsó y los acontecimientos le dieron una gran justificación para el contragolpe papal.

Así, Francia fue conquistada y los jesuitas obtuvieron su victoria. ¿Por qué ganan los jesuitas si estaban también del lado de los derrotados..? Por la misma razón que buscaban al instigar a Napoleón a la guerra con Prusia a sabiendas de su segura derrota. El Vaticano siempre gana en cualquier confrontación. Actúa como lo hacen los buitres sobre la carne de los muertos. Se nutre de la carroña.

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La revolución Francesa, "el crimen que debemos expiar" según declararon los jesuitas

Años antes, en 1789, cuando ocurrió la Revolución Francesa, el sacerdote Marquigny anunció que los principios de libertad que inspiraron la revolución, serían sepultados para siempre. Cosa que celebrarían en la iglesia en Montmartre, París, levantada por ellos –los jesuitas-, donde consagrarían arbitrariamente a Francia al Sagrado Corazón. Después de tres años, cuando los prusianos abandonaron Francia, los jesuitas salieron de sus escondites para aprovecharse de la desesperanza del pueblo, de sus muertes y miserias. Las personas, buscando consuelo en algún lugar, lo hallaron fácilmente en las prácticas místicas de los jesuitas quienes se fortalecieron rápidamente, tal y como lo han hecho en las guerras del siglo XX.

Aseguraban los clérigos católicos después de la guerra, que ésta había llegado como consecuencia del castigo de Dios debido al terrible pecado del pueblo francés. ¿Cuál era ese abominable pecado contra el Creador..? “La revolución de 1789, ese es el crimen que debemos expiar”, dijeron. Aseguraban los jesuitas que la revolución Francesa, aquella que enarboló la bandera de la lucha por los Derechos Humanos, había causado la ira de Dios, engaño que, en los años de la posguerra Franco-prusiana, logró que los jesuitas reforzaran su poder controlando escaños políticos y manejando a su antojo y conveniencia el sistema educativo francés.

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Así, mientras México era invadido por Austria y el Vaticano, instaurando el imperio de Maximiliano, en Colombia Tomás Cipriano de Mosquera ganaba la guerra contra el gobierno de Mariano Ospina Rodríguez; guerra que había sido instigada por los jesuitas convenciendo a Ospina Rodríguez de su conveniencia. Así lo reconoció el cónsul norteamericano George W. Jones, quien escribió a su gobierno que los jesuitas habían ejercido presión sobre Ospina “para inducirlo a preparar la revolución, facilitándole dinero para llevar a cabo la guerra civil y rehusando la absolución de los católicos que no estuvieran del lado de los conservadores”.

Esta declaración se filtró a la prensa de la época y el clero pronto salió a desmentirla. Pero era tan fuerte la evidencia, que la Iglesia se justificó diciendo que la guerra había ocurrido porque había un complot para apoderarse de los bienes eclesiásticos.

El general Tomás Cipriano de Mosquera y Arboleda, se atrevió a expulsar a los jesuitas de Colombia

Mosquera, pues, aún en medio de la guerra inconclusa, ordenó la disolución y la expulsión de los jesuitas y decretó la desamortización de los bienes de la Iglesia. Con esa desamortización, Mosquera esperaba cubrir gran parte de la deuda externa y el déficit fiscal interno.

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Mediante estas medidas en contra del clero, Mosquera pretendía confirmar de una vez por todas la superioridad del Estado sobre la Iglesia; Mosquera sabía que la dominación real del imperio español tenía su sustento en el Vaticano. Se decretó la tuición de cultos y el arzobispo de Bogotá protesto enérgica e inútilmente. Ante la solicitud de revocatoria del decreto, por parte del arzobispo, el gobierno de Mosquera respondió negativamente aduciendo que tal medida era necesaria debido “a las agresiones (…) de vuestro clero, que por medio (…) de palabra y de obra ha perturbado el orden sacudiendo la sociedad..”.

Cuando se hicieron las cuentas, se llegó a la conclusión de que los bienes y riquezas del clero ascendían a cerca de 12 millones de pesos, es decir, tres veces el presupuesto de ingresos de la Nación de entonces. La cifra hubiera sido muchísimo más alta. Pero los astutos curas, durante la administración de Santander en la Gran Colombia, habían vendido la mayor parte de sus tierras, joyas, oro, plata, obras de arte y otros tesoros, y habían guardado el dinero en el exterior.

El papa Pío IX, gran enemigo de la democracia

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Contra la medida de Mosquera, la Iglesia contraatacó instigando a los fieles católicos a que se alzaran violentamente contra las autoridades civiles. Entonces, el papa Pío IX, el mismo que patrocinó la expedición a México para instalar el imperio de Maximiliano I, y el mismo que promulgara el dogma jesuítico de la “infabilidad papal” aceptando la declaración de los jesuitas de que el papa era el “rey del mundo” y que todo debería quedar sujeto a los pies del pontífice; este papa Pío IX, que también redactaría el famoso “Syllabus errorum” condenando todos los principios democráticos de las naciones, escribió una carta pastoral al arzobispo y a todos los obispos del país condenando “todos los gravísimos daños y ultrajes que la Iglesia, sus individuos y sus cosas y esta misma Santa Sede han sufrido de parte del gobierno neogranadino, y reprobamos y condenamos con toda nuestra autoridad Apostólica, todas y cada una de las cosas decretadas, efectuadas o de cualquier manera intentadas por dicho gobierno..” (En El Conservador, Bogotá, diciembre 5 de 1863)

Mosquera le respondió que protestaba contra “la conducta hostil del pontífice romano, que no es dueño de Colombia..” Naturalmente, el presidente Mosquera fue excomulgado pero a él poco le importó ya que contaba con el apoyo del ejército. Entonces, el cura Vicente Bernal, párroco de la Ermita de Monserrate, le escribió al papa asegurando que Mosquera pretendía introducir el protestantismo en el país.

Mosquera apresuró la venta de los bienes desamortizados y estos fueron adquiridos por especuladores y terratenientes. Sucedió todo lo contrario a lo que supuestamente buscaba Mosquera. El presidente propugnaba públicamente por una reforma agraria que beneficiara a los campesinos, pero lo que resultó fue que hubo una mayor concentración de la propiedad de la tierra, aumentando enormemente las riquezas de las oligarquías. En Antioquia la desamortización no se pudo hacer a cabalidad debido a la oposición feroz de los fieles católicos, mientras que en Bogotá el proceso transcurrió con cierta normalidad.

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General Gustavo Rojas Pinilla, dictador de Colombia, fundador de la ANAPO, de donde surgió la guerrilla del M-19 y el Polo Democrático

Entre los mayores compradores de los bienes de la Iglesia estuvieron Medardo Rivas, notable historiador y oligarca bogotano que se apropió de inmensas propiedades a lo largo de la ribera del río Magdalena, despojando a los moradores –junto con otros miembros de la oligarquía bogotana- e importando campesinos desde otros lugares para talar los bosques y sembrar las tabacaleras que aumentaron muchísimo más las riquezas de la clase dominante y explotadora. De ahí derivan sus fortunas los Rivas, los Montoya, los descendientes de Sergio Arboleda y otras familias del Cauca, Valle y Bogotá. También se beneficiaron con la venta de los bienes en Bogotá: Jesús María Gutiérrez, Meliton Escovar, Juan de Dios Muñoz, José Borda, Fernando Párraga y Dámaso Gaviria. En Boyacá se beneficiaron los Montejo, antepasados de los Santos, dueños de El Tiempo. El asunto es que los bienes eclesiásticos, todos, fueron adjudicados a las personas más influyentes y adineradas de la sociedad. Y el presidente Mosquera era uno de ellos. Por supuesto, también se beneficiaron los comerciantes que aprovecharon el momento y amasaron sus fortunas, entre estos, los López (poderosa familia de presidentes, empresarios y dueños de medios), y los Samper, otra poderosa familia que ha controlado –junto a otros apellidos- todas las instancias de la vida en Colombia: industria, comercio, educación, finanzas, legislación, poder ejecutivo y judicial.. en fin.. Ya pueden ustedes entender que la presencia de ciertos apellidos en la vida nacional no llega de la noche a la mañana por favor de Dios, sino que surge de la rapiña que se hizo a los pobres. Igual podemos ver cómo nació la dinastía de los Rojas Moreno cuyo abuelo, Gustavo Rojas Pinilla, se enriqueció enormemente cuando fue dictador de Colombia y hoy podemos ver a su hija y nietos apropiados de una enorme tajada del poder.

Ah.. y todo con la anuencia de los curitas, como siempre.

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7. El vaticano empieza a sembrar las semillas del socialismo

Los jesuitas, queriendo vengarse de Mosquera buscan derrocarlo para poder regresar al país, así que agudizan la guerra conduciendo a los conservadores a formar guerrillas para combatir a Mosquera. Al final de ésta, aunque ganaron los liberales, el país quedó mucho más sumido que antes en la miseria y la desesperanza.

Los Estados Unidos de Colombia - 1863

Una vez adjudicados los bienes de la iglesia a los ricos liberales, Mosquera se sintió más seguro y se reunió con algunos de ellos en Bogotá para reorganizar el país. Se convocó la Convención de Rionegro donde se aprobó la Constitución de 1863. Esta Constitución ha sido, en opinión de la mayoría de expertos, la más espléndida de todas las que han existido. En ella se consagraron los derechos individuales, se abolió la esclavitud, se eliminó la pena de muerte, se implantó la libertad de pensamiento, de imprenta y de palabra y la libertad religiosa, entre otras. Tan ambiciosa era esta Constitución que Víctor Hugo, el gran pensador y escritor francés, defensor de las libertades individuales y civiles,

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dijo que ésta era una Constitución “para un país de ángeles”. Y de ella surgieron los Estados Unidos de Colombia.

El general ecuatoriano Juan José Flórez, invasor de Colombia

Entonces, el Vaticano instó al ecuatoriano Juan José Flórez a invadir Colombia y tomar Túquerres. Esto obligó a Mosquera a desplazarse hacia Nariño, situación que aprovecharon los jesuitas para instar a un levantamiento militar de los conservadores en Antioquia contra el gobierno liberal de Pascual Bravo en ese Estado. Ganaron los conservadores quienes derrocaron a Bravo y nombraron a Pedro Justo Berrío como presidente de ese Estado, uno de los nueve que conformaban la nación. Manuel Murillo Toro, presidente de la confederación después de Mosquera, reconoció el gobierno de Berrío. De ahí en adelante, durante la duración de los Estados Unidos de Colombia, la iglesia instigó y patrocinó continuamente el accionar de las guerrillas conservadoras.

Y no solamente eso. La iglesia también penetró los círculos liberales que habían inspirado la Constitución de Rionegro, y sembró en las mentes de algunos caudillos liberales, como la de Manuel Murillo Toro, ideas del socialismo que los curas habían ensayado con los indios Guaraníes en las Reducciones paraguayas. No en vano Murillo había sido alumno de los jesuitas, igual que José María Rojas Garrido y Manuel María Madiedo, quien fuera el precursor del socialismo católico en Colombia.

Tomás Cipriano de Mosquera había abandonado la presidencia en 1864, debido a la obligación constitucional. Pero fue elegido de nuevo en 1866. En este, su cuarto mandato, Mosquera propuso una revisión de los remates de los bienes desamortizados de la iglesia

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ya que no se había cumplido el objetivo de que estos quedaran en manos de campesinos y no de terratenientes y comerciantes. Para infortunio de Mosquera, el Congreso estaba compuesto en su mayoría por estos comerciantes, terratenientes y curas, así que el presidente comenzó a ser atacado desde todos los frentes buscando torpedear su gestión y desacreditarlo ante la opinión pública. Mosquera atacó al Congreso en una alocución pública y éste respondió con medidas que limitaban el poder presidencial. La iglesia, que estaba deseosa de venganza debido a la expulsión de los jesuitas y del arzobispo Arbeláez, apoyó el golpe de Estado que le propinó el general boyacense Santos Acosta, familiar de los Samper, dinastía de comerciantes.

Nacen los bancos, se concentra la propiedad de la tierra

De ahí en adelante todo resultó más sencillo para las ansias de dominación totalitaria. En 1870, los ricos comerciantes iniciaron la era de los bancos. Se fundó el primer banco privado, el Banco de Bogotá, con 107 accionistas procedentes de las mismas familias de siempre, entre las cuales estaban los Samper –obviamente- y otras pertenecientes a la burguesía. Los jesuitas, claro que sí, también estaban entre los principales accionistas.

Banco de Bogotá, de las primeras inversiones bancarias de los jesuitas en Colombia

En Antioquia, familias poderosas como los Ospina, los Uribe, los Vélez y los Restrepo se hicieron a cientos de miles de hectáreas estableciendo sus haciendas en las márgenes del río Cauca. Al contrario del modelo norteamericano, que no permitía la posesión de la tierra por encima de la capacidad de la familia para trabajarla, aquí –y en toda Latinoamérica- el modelo a seguir fue la apropiación de grandes extensiones de tierras, cosa que agravó el tema agrario perpetuando la desdicha y la pobreza de los eternos malogrados: el pueblo común y corriente, ignorante y católico.

Por su parte, aunque era nociva para sus intereses, la iglesia se valió inteligentemente de la Constitución liberal de Rionegro para fortalecerse en las regiones – estados de la nación. Como la Constitución decía que el Estado Central no podía intervenir en las guerras “internas” de cada Estado de la Unión, el clero pudo instigar el levantamiento conservador en Antioquia para derrocar la autoridad legítima con la seguridad constitucional de que el gobierno central no intervendría. Otra consecuencia de esta constitución liberal, “hecha para ángeles” no para hombres educados por jesuitas, fue que el ejército del gobierno central se debilitó mientras que los ejércitos de algunos Estados de la Unión se hicieron muy poderosos. Álvaro Tirado Mejía calcula que durante la vigencia de la Constitución de Rionegro ocurrieron cerca de 40 rebeliones y levantamientos regionales, y una guerra a nivel nacional, la de 1876-1877, auspiciada por

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la iglesia Católica, ¡por quién más habría de ser..! que insurreccionó a los conservadores en contra del gobierno central liberal. La guerra fue acaudillada por los Estados de Antioquia y Tolima, ambos conservadores pro eclesiales.

"Esta Constitución (la de 1863) está hecha para un país de ángeles", aseguró el genial Víctor Hugo

Entretanto, en la Francia derrotada por Prusia, los jesuitas ganaban con la conquista. Mediante una ley se les autorizó a construir la basílica del Sagrado Corazón en la colina de Montmartre, en París, en pleno corazón de la Revolución Francesa. Era el cumplimiento de las palabras del clérigo que había anunciado que esos principios inspiradores de la revolución serían pisoteados. La basílica era el símbolo de la victoria de la Compañía de Jesús. El cura Olivier dijo en esa ocasión que: “la basílica del Sagrado Corazón simboliza el arrepentimiento de Francia y expresa nuestra firme intención de reparar los errores. Es un monumento de expiación y reparación.” Inmediatamente, los jesuitas empezaron a trabajar en la restauración de la Orden y de la monarquía, esto último resultó infructuoso a pesar de las continuas y remozadas peregrinaciones organizadas por ellos hacia los santuarios de la virgen de la Medalla Milagrosa en París, y al de Lourdes. El pueblo francés,

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no obstante su apariencia externa de piedad y devoción católica, internamente mantenía un obstinado rechazo contra las pretensiones de poder político de la iglesia. A pesar de que los jesuitas estaban controlando la educación de los niños hijos de las clases medias que tenían el poder, tratando de que estos aborrecieran la república y ansiaran la monarquía, otra cosa les enseñaban en sus hogares los padres, los mismos que habían luchado para derrocar la tiranía monárquica pro eclesial.

Basílica del Sagrado Corazón en Montmartre en París, monumento a la victoria de los jesuitas sobre los valores de la revolución francesa

Mientras en Francia ocurría esto, en Colombia los jesuitas, proscritos pero presentes, organizaron la guerra de 1876-1877 bajo la excusa de “problema religioso” causado por la enseñanza laica que algunos Estados de la Unión querían implantar. Los Estados de Antioquia y Tolima, conservadores y clericales, dotaron fuertes ejércitos con armas modernas y los curas encabezaron la lucha “revolucionaria” a favor de la moral y la religión católicas. Sin embargo, los mismos ideales egoístas implantados por los jesuitas en sus alumnos, produjo el fracaso de estos ejércitos. Los líderes de Antioquia querían gobernar cuando ganaran la guerra, y los líderes tolimenses y del Cauca buscaban lo mismo. Los antioqueños esgrimían su superioridad racial como garante del derecho a gobernar, mientras que los “negros del Cauca”, también conservadores, no estaban dispuestos a que los antioqueños los dejaran sin parte del botín. Por conveniencia, se firmó la paz.

Pero los jesuitas ya tenían adelantada la redacción del Concordato que afirmaría el poder papal en la región. Pero, para que éste se firmara, la Constitución de Rionegro debía terminarse. ¿Cómo lograrían anular la Constitución y establecer otra que se acomodara a sus ambiciones…?

Como siempre lo han hecho. Con su especialidad: La guerra.

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8. Se extermina la Constitución

Como ya vimos, Tomás Cipriano de Mosquera había expulsado a los jesuitas del país y estos habían iniciado una ofensiva en todos los frentes para anular la Constitución de Rionegro y establecer otra que se acomodara a sus ambiciones y que, por supuesto, permitiera la firma de un Concordato con la Santa Sede.

Hacia 1870, pese a que muchos de los bienes desamortizados de la Iglesia habían sido comprados por las familias poderosas de la época, estas operaciones comenzaron a tener un riguroso descenso. A pesar de que se seguían sacando fincas para remate, la inexistencia de compradores logró que la Iglesia Católica conservara millones de hectáreas.

La guerra de 1876 originó el ocaso del verdadero liberalismo

Esto fue posible debido a la posición que tomó la jerarquía católica, respecto a defender férreamente sus bienes materiales mediante sus poderes espirituales. Desde el púlpito y mediante numerosas guerras intestinas, los sacerdotes y obispos lograron que los fieles católicos tomaran las armas para defender las riquezas de la Iglesia, demostrando el inmenso poder que tenía –y sigue teniendo- el Vaticano en las mentes de una sociedad aún adicta a la dominación.

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Los liberales creyeron ilusamente que podrían terminar con un imperio –el del Papa- que llevaba más de 400 años trabajando laboriosamente sobre la ideología popular, logrando superar al propio Estado tanto en influencia social como en riquezas, organización, manejo internacional y capacidad política. Creyeron tontamente que si enunciaban ideales de libertad, el pueblo los apoyaría inmediatamente; confiaron en que los colombianos tenían el suficiente uso de razón para diferenciar la libertad de la esclavitud. Cosa más que descartada hasta el día de hoy en que se sigue como borregos las instrucciones de la Iglesia Católica.

El general Julián Trujillo Largacha, presidente de los Estados Unidos de Colombia

Así, pues, se inicia la guerra de 1876-1878, instigada desde los púlpitos y ejecutada por los conservadores proeclesiales, bajo la comandancia del conservador Francisco de Paula

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Madriñán; guerra que se extendió por todo el país, con excepción de algunos departamentos de la Costa Atlántica. El resultado fue que ganaron los liberales y, como consecuencia, el presidente Aquileo Parra firmó un contrato con Francia para la apertura de un Canal Interoceánico en Panamá. En 1878 vino la presidencia del “liberal” Julián Trujillo Largacha, un general apoyado por Rafael Núñez, también “liberal” bajo cuyo gobierno se inició el movimiento conocido como “La Regeneración” que, entre otras cosas, buscaba solucionar el conflicto de las relaciones entre Iglesia y Estado mediante un Concordato con la Santa Sede. Decía Trujillo que la única manera de evitar las guerras civiles, de raíces evidentemente religiosas, era mediante la firma del Concordato, el restablecimiento del poder papal y la conmutación de las penas de destierro impuestas a varios obispos y prelados acusados de sedición y de propiciar la violencia en el país. El Congreso de la República se negó a estas medidas. Y eso enfureció aún más a los jesuitas quienes confiaban en que Trujillo lograría convencer al poder legislativo.

Rafael Núñez, ficha del jesuitismo, fundó la Banca Nacional y la entregó a los poderosos

Finalmente, durante el gobierno de Rafael Núñez, ideólogo en el gobierno de Trujillo, él impuso sus medidas de manera autoritaria y, en otros casos, sobornando a los congresistas de los partidos políticos opositores para suprimir la tuición de cultos y permitir el regreso de los obispos desterrados. Creó el Banco Nacional e implantó el papel moneda, una instrucción emanada desde los Iluminados que ordenaron a los jesuitas

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presionarla en Colombia. Núñez también favoreció ampliamente a los banqueros privados entregándoles el manejo de las finanzas públicas. Los banqueros más poderosos, aliados del régimen, quebraron a los más pequeños y empezaron a gestarse los grandes monopolios bancarios que prevalecen hasta el día de hoy. Los poderosos banqueros acapararon la exportación de café y, aunque a ellos les iba bastante bien, no sucedía lo mismo con los pequeños agricultores y obreros que vieron decrecer su poder adquisitivo.

Ya los jesuitas habían regresado al país gracias a la gestión de Eusebio Otálora, ferviente seguidor del papa. Y el propósito de la Compañía de Jesús, de reformar la Constitución para beneficiar los intereses de la Iglesia Católica, estaba bastante adelantado.

Durante el segundo mandato de Núñez, en 1884, él dejó ver claramente su intención de reformar la Constitución de 1863 (de Rionegro) para respaldar el imperio del papa. Entonces, los liberales “radicales”, como eran conocidos los defensores de la Constitución de Rionegro, se levantaron contra Núñez, mientras que los conservadores apoyaron a este presidente que no era más que un instrumento de los jesuitas. Los seguidores de Núñez, compuestos por los conservadores y algunos liberales, crearon el “Partido Nacional”, para concretar todos los cambios necesarios enunciados por la “Regeneración”.

Los liberales defensores de la Constitución de Rionegro fueron vencidos y diezmados, razón por la cual se rindieron el 26 de agosto de 1885. Como en guerras anteriores, quienes pusieron los muertos fueron los campesinos y la clase obrera. Y quienes resultaron favorecidos fueron, como siempre, la Iglesia Católica y sus apoyadores.

Sin tiempo que perder, los jesuitas convencieron a Núñez de realizar una nueva Constitución. Así, este oscuro personaje, altamente alabado por la educación eclesial, presentó su propuesta de Constitución con la dramática frase: “Regeneración o catástrofe”; alegando la suma urgencia de una centralización política que diera entierro de tercera a la libre autodeterminación regional plasmada en la Constitución de Rionegro. Inmediatamente declaró: “La Constitución de Rionegro ha dejado de existir”.

Dijo también Núñez, en defensa de su proyecto político: “Las repúblicas deben ser autoritarias, so pena de incidir en permanente desorden y aniquilarse en vez de progresar”, un principio claramente jesuita, mírese por donde se mire.

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Constitución Política de Colombia de 1886, una obra eminentemente jesuítica

Con esta Constitución del 1886, Núñez reestableció la pena de muerte y declaró que “solo el gobierno puede introducir, fabricar y poseer armas y municiones de guerra”, como una medida para evitar futuras rebeliones en contra de la nueva Constitución. También declaró que se debía “prevenir y reprimir todos los abusos de la prensa”, para amordazar al periodismo de oposición, avanzando hacia la “República autoritaria” como proclamara Núñez el orden político, económico y social impuesto desde el Vaticano.

Núñez, conociendo que Napoleón también propició el camino para el poder temporal del papa, mediante el Concordato entre Francia y la Santa Sede, dijo: “A principio de este siglo se palpó también en Francia la necesidad de ocurrir al sentimiento religioso apredominante, para dar nueva savia moral a aquella nación, hondamente turbada por el jacobinismo”. Todo estos adornos para que en la Constitución de 1886 quedara establecido esto:

“La religión Católica, Apostólica, Romana, es de la Nación: los poderes protegerán y harán que sea respetada, como esencial elemento del orden social.” De ñapa, se le entregó a la iglesia el poder total sobre la educación: “La educación pública será organizada y dirigida en concordancia con la Religión Católica.” Tmandato constitucional que en todos los centros de enseñanza, “la educación e

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Constitución Política de Colombia de 1886, una obra eminentemente jesuítica

Con esta Constitución del 1886, Núñez reestableció la pena de muerte y declaró que “solo introducir, fabricar y poseer armas y municiones de guerra”, como una

medida para evitar futuras rebeliones en contra de la nueva Constitución. También declaró que se debía “prevenir y reprimir todos los abusos de la prensa”, para amordazar

e oposición, avanzando hacia la “República autoritaria” como proclamara Núñez el orden político, económico y social impuesto desde el Vaticano.

Núñez, conociendo que Napoleón también propició el camino para el poder temporal del papa, mediante el Concordato entre Francia y la Santa Sede, dijo: “A principio de este siglo se palpó también en Francia la necesidad de ocurrir al sentimiento religioso apredominante, para dar nueva savia moral a aquella nación, hondamente turbada por el jacobinismo”. Todo estos adornos para que en la Constitución de 1886 quedara

“La religión Católica, Apostólica, Romana, es de la Nación: los poderes protegerán y harán que sea respetada, como esencial elemento del orden social.” De ñapa, se le entregó a la iglesia el poder total sobre la educación: “La educación pública será organizada y dirigida en concordancia con la Religión Católica.” También quedó como mandato constitucional que en todos los centros de enseñanza, “la educación e

Constitución Política de Colombia de 1886, una obra eminentemente jesuítica

Con esta Constitución del 1886, Núñez reestableció la pena de muerte y declaró que “solo introducir, fabricar y poseer armas y municiones de guerra”, como una

medida para evitar futuras rebeliones en contra de la nueva Constitución. También declaró que se debía “prevenir y reprimir todos los abusos de la prensa”, para amordazar

e oposición, avanzando hacia la “República autoritaria” como proclamara Núñez el orden político, económico y social impuesto desde el Vaticano.

Núñez, conociendo que Napoleón también propició el camino para el poder temporal del papa, mediante el Concordato entre Francia y la Santa Sede, dijo: “A principio de este siglo se palpó también en Francia la necesidad de ocurrir al sentimiento religioso allí predominante, para dar nueva savia moral a aquella nación, hondamente turbada por el jacobinismo”. Todo estos adornos para que en la Constitución de 1886 quedara

“La religión Católica, Apostólica, Romana, es de la Nación: los poderes públicos la protegerán y harán que sea respetada, como esencial elemento del orden social.” De ñapa, se le entregó a la iglesia el poder total sobre la educación: “La educación pública

ambién quedó como mandato constitucional que en todos los centros de enseñanza, “la educación e

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instrucción pública se organizará y dirigirá en conformidad con los dogmas y la moral de la Religión Católica. La enseñanza religiosa será obligatoria en tales centros, y se observarán en ellos las prácticas piadosas de la Religión Católica”. “El gobierno impedirá que en el desempeño de asignaturas literarias, científicas y, en general, en todos los ramos de la instrucción, se propaguen ideas contrarias al dogma católico y al respeto y veneración debidos a la Iglesia”. De igual manera, a cambio de los bienes de la iglesia que ya habían sido adquiridos por los poderosos terratenientes, la oligarquía le cedió a la Iglesia la administración de los cementerios y todo lo referente a la existencia civil de las personas, para quienes era obligatorio acudir a la curia en búsqueda de registros de nacimientos, defunciones, matrimonios y todo lo demás.

Cuando ya estuvo todo concluido, cuando la Iglesia finalmente venció sobre los ideales de libertad del pueblo que dio su vida en pro de aquella, la Santa Sede proclamó su triunfo con la firma del Concordato en 1887. Fueron casi setenta años de guerras planeadas sistemáticamente por la Iglesia para llegar a esta meta.

El presidente Núñez pronto abandonaría su disfraz de libertario para “convertirse” al Partido Conservador, entonces totalmente eclesial. Ya desde entonces las infiltraciones estaban a la moda.

La suerte estaba echada

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9. La obediencia ciega, como eje central de los regímenes totalitarios

Rafael Núñez abandonó su disfraz de liberal y proclamó su “conversión” al partido conservador, en ese entonces eminentemente clerical. Declaró, además de lo anterior, que los párrocos y, en general, la Iglesia, podían cobrar a los colombianos lo que consideraran conveniente por ejercer sus funciones como administradores de la situación civil de los ciudadanos. Núñez alegaría poco tiempo después que él había entregado el país a manos de la Iglesia Católica a cambio de la paz nacional. Fue un chantaje que nos volvió a sumir en la esclavitud de la cual, en realidad, nunca hemos salido.

Los angelitos de Loyola

Con el control total de la educación, los jesuitas pudieron moverse a sus anchas. Pudieron comprobar plenamente que, como dijo Ignacio de Loyola, “Si los niños han hecho una buena comunión, ellos serán sumisos al Papa, ¡Como el bastón en la mano del viajero, no tendrán ni voluntad ni pensamiento propio!”.

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También dijo Loyola, en sus “Ejercicios Espirituales”: “…debemos siempre mantener como principio fijo que lo que veo que es blanco, creeré que es negro si las autoridades superiores de la Iglesia así lo definen.” Todos saben que Roma siempre ha declarado abiertamente su deseo de colocar la educación pública en manos de los Jesuitas, debido a que, dice la gran Ramera Católica, ellos son los mejores maestros y modelos. ¿Por qué?

La respuesta es también sencilla: Porque los jesuitas han demostrado mucha más audacia y éxito que las otras órdenes religiosas, en destruir la inteligencia, la conciencia y la inclinación a la libertad de sus alumnos. La Historia ha demostrado que cuando un hombre ha sido entrenado por ellos durante el suficiente tiempo, se convierte en un cadáver moral, en un instrumento fácil del general jesuita. Sus superiores pueden hacer con él lo que les dé la gana, pueden ordenarle cualquier cosa con la certeza de que obedecerá ciegamente. Esto lo plasmó muy bien el papa Gregorio XVI en su celebrada Encíclica del 15 de Agosto de 1832: “Si la santa Iglesia así lo requiere, sacrificaremos nuestras propias opiniones, nuestro conocimiento, nuestra inteligencia, los sueños espléndidos de nuestra imaginación y las realizaciones más sublimes del entendimiento humano.”

Los jesuitas, maestros de la injuria, el engaño y las conspiraciones, no solamente controlan el sistema educativo en Colombia y en casi la totalidad de Latinoamérica, sino que prácticamente han cumplido su meta de controlar la educación en Estados Unidos, país al cual empezaron a ingresar desde cuando arribó el segundo grupo de peregrinos, abriendo el camino para que miles de familias católicas de Inglaterra, Irlanda y Francia –enviadas por el Vaticano- migraran hacia este país protestante, haciendo que estas familias católicas pasaran como protestantes para integrarse a las colonias.

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Georgetown, enclave jesuítico en Estados Unidos

A través de los años, los jesuitas han logrado infiltrar todas las escuelas protestantes de Estados Unidos y han entrado a formar parte de las juntas escolares en los Estados de la Unión. Lograron erradicar la enseñanza de la Biblia para reemplazarla con la psicología evolutiva en un fiel reflejo de los Ejercicios Espirituales de Loyola. Luego, establecieron sus propias escuelas y universidades controladas por jesuitas y hoy, éstas superan en número a todas las escuelas y universidades protestantes de Estados Unidos. Sin que esto signifique que éstas sean mejores que aquellas.

Harvard y Yale, antes protestantes, ahora están bajo el control jesuita; igual sucede con Penn, UCLA, Princenton y Cornell, por mencionar solamente algunas; además de la de Georgetown donde se educaron Clinton y otros presidentes. Clinton también estudió en la ultracatólica Yale, donde se conoció con su actual esposa, Hillary, Secretaria de Estado del gobierno de Obama, un hombre cuyos programas atacó en campaña pero que hoy apoya totalmente… extraña democracia. También en Yale se graduaron George Bush y George W. Bush, todos, nefastos gobernantes para Estados Unidos, un país que nació con ideales protestantes y que hoy día está controlado por los asesinos jesuitas. Y también en Harvard estudió Barack Obama, el primer presidente negro de Estados Unidos, elegido con el apoyo del poderoso lobby judío sionista, que son quienes controlan a los jesuitas, a los masones, a los pastores “protestantes” y sus extrañas teologías pro sionistas, al Opus Dei, a los regímenes totalitarios, etc. Y sobre todos ellos, el tenebroso grupo de los Illuminati… sobre cuyos orígenes y propósitos hablaremos más adelante..

Así, aunque Colombia y el resto de Latinoamérica han sido presas fáciles de la ideología jesuítica, debido a siglos de adoctrinamiento, en Estados Unidos, el asunto se puso más difícil para ellos. Desde el Congreso de Viena, Verona y Chieri –que ya vimos anteriormente- los jesuitas dejaron muy claro que recurrirían al asesinato de líderes en Estados Unidos si estos se oponían a sus planes. Fue por eso que desde 1841 hasta 1857 tres presidentes fueron atacados por ellos. Dos murieron y uno logró escapar con dificultad. Como declaró el papa en ese Congreso: “Nosotros también estamos determinados a tomar posesión de los Estados Unidos; pero debemos proceder con el mayor secreto”.

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Walt Disney, masón de alto grado, sirvió a los intereses de los jesuitas en Estados Unidos

Con suma paciencia y sigilo, procedieron a masificar a los norteamericanos mediante el control de la educación y de la industria del entretenimiento. Implantaron millares de católicos en las principales ciudades con la convicción absoluta de uno de los prelados que dijo: “el voto de cualquier individuo aunque esté cubierto de harapos tiene tanto peso en la escala de poderes como el del millonario Astor, y que si tenemos dos votos en contra de los suyos él se convertirá en alguien con tan poco poder como el de una ostra”. Por eso gestionaron desde Roma la migración de millones de irlandeses e italianos pobres pero fieles al papa, y los colocaron en los cinturones de miseria de Washington, Nueva York, Boston, Chicago, Buffalo, Albano, Troy, Cincinnati y San Francisco.

La meta era, y es, que el voto católico sea esencial para elegir quien regirá los destinos de esa nación. Como narró Charles Chiniquy, un ex-sacerdote canadiense que, en el siglo XIX, dedicó el final de su vida a desenmascarar a Roma; él revela lo expresado por el general jesuita en documentos descubiertos: “Entonces ¡sí! gobernaremos a los Estados Unidos y los pondremos a los pies del Vicario de Jesucristo (el papa), para que le ponga fin a su

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sistema de educación que se encuentra ausente de Dios y a sus leyes impías de libertad de conciencia, que son un insulto a Dios y al hombre!” (Charles Chiniquy, Fifty Years in the Church of Rome. Chick Pulications, pp. 281-282.)

Hoy, en Estados Unidos, un país mayoritariamente protestante, tiene su congreso con mayorías católicas.

Así que Chiniquy fue objeto de los ataques de los jesuitas, quienes montaron un tinglado de injurias para desprestigiar al entonces sacerdote. Lincoln sabía que a Chiniquy se le había acusado injustamente y aceptó defenderlo. Y ganó.

Debido al éxito de la defensa, Chiniquy salió victorioso y la conjura de los jesuitas fue descubierta; pero esto también desembocó en que Abraham Lincoln se ganara un odio más profundo de los hijos de Loyola. Un odio que ya se estaba gestando debido a que Lincoln era partidario y defensor de la libertad de los esclavos, algo que atentaba contra los intereses económicos de la Santa Sede en Estados Unidos. Los jesuitas controlaban el tráfico de esclavos y se beneficiaban directamente de ellos en sus enormes plantaciones de algodón que tenían en el sur. Igual que se habían beneficiado en Paraguay hacía siglos. Y, debido a las pretensiones de Lincoln –y de otros gobernantes que fueron asesinados también-, esta maléfica Orden desató la guerra civil estadounidense usando como detonante a su súbdito, Jeff Davis.

El mismo Lincoln escribió, refiriéndose a esta guerra: “Desgraciadamente, siento más y más cada día que la lucha que estoy librando no es únicamente contra los americanos del Sur, es más que nada en contra del Papa de Roma, sus perversos Jesuitas y sus esclavos ciegos y sedientos de sangre. Mientras esperen conquistar el Norte, ellos salvarán mi vida; pero el día que eliminemos su ejército, tomemos sus ciudades y los forcemos a someterse entonces me da la impresión de que los Jesuitas quienes son los gobernadores principales del Sur harán lo que casi invariablemente han hecho en el pasado. El cuchillo o la pistola lograrán lo que los guerreros no pueden lograr. La guerra civil parece ser un mero asunto político para aquellos que no ven lo que yo veo. El secreto surge de ese drama terrible. Pero es una guerra más religiosa que civil. Es Roma la que quiere gobernar y degradar al Norte como ya ha gobernado y degradado al Sur, desde el mismo día de su descubrimiento. Hay sólo unos pocos de los líderes del Sur quienes no están más o menos bajo la influencia de los Jesuitas a través de sus esposas, parientes y sus amigos. Algunos miembros de la familia de Jeff Davis pertenecen a la iglesia de Roma”.

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De izquierda a derecha, después de Mary Surratt, están colgados los cuerpos de Lewis Paine, David Herold, y George Atzerodt. Cuatro católicos, dos de ellos eran sacerdotes jesuitas

Morse, el inventor del telégrafo, supo de las conjuras desde Roma contra Abraham Lincoln y así se lo advirtió al presidente. Por esta razón, cuando el sacerdote Chiniquy también lo alertó del plan para asesinarlo, Lincoln dijo: “(Morse) me dijo que cuando estaba en Roma no hacía mucho tiempo encontró las pruebas de que existe una conspiración formidable en contra de este país y de sus instituciones. Sin duda le debemos a las intrigas y a los emisarios del papa la mayor parte del terror que estamos viviendo con esta guerra civil que está amenazando con cubrir todo el país de sangre y de ruinas. (…) El Papa y los Jesuitas, con su infernal Inquisición, son el único poder organizado en el mundo que tiene el recurso de la daga del asesino para asesinar a aquellos a quienes ellos no puedan convencer con sus argumentos o conquistar con la espada. Los Jesuitas son tan expertos en esos hechos de sangre, que Enrique IV dijo que era imposible escapar de ellos, y él llegó a ser su víctima, aunque él hizo todo lo que podía haber hecho para protegerse a sí mismo. Mi escape de sus manos, desde la carta del papa a Jeff Davis que ha aguzado un millón de cuchilleros para partir mi pecho, sería más que un milagro“.

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Se le hicieron varios atentados, aún antes de que Lincoln se convirtiera en presidente de los Estados Unidos. Contrataron a un barbero italiano para que lo atacara con granadas, pero éste y otros intentos fallaron.

Mientras iba en un tren se le cayó una carta a John Wilkes Booth, el actor que disparó contra Lincoln; la carta le había sido enviada por Charles Shelby y cuando fue encontrada, se la enviaron al presidente Lincoln quien, después de haberla leído, escribió sobre ella la palabra “asesinato” y la archivó en su oficina. Después de su muerte, esta carta fue encontrada y utilizada como evidencia en la corte. Un extracto de la carta dice: “Abe debe morir y debe ser ahora. Pueden escoger sus armas, la copa, las balas o el cuchillo. La copa (veneno) nos falló una vez y podría volver a fallarnos… Sabes donde encontrar tus amigos. Tus disfraces son tan perfectos y completos… Realicen su misión por su hogar, por su país, aprovechen su tiempo, asegúrense de hacer lo que tienen que hacer”. “Los amigos” a los que se refiere, eran los emisarios del Papa: los Jesuitas.

Representación del asesinato de Lincoln

Un conocido investigador de este episodio, nos dice: “Me siento seguro al afirmar que ninguna otra parte puede ser encontrada en un libro acerca de la presentación coordinada de la historia completa de la muerte de Abraham Lincoln, la cual fue instigada por el papa “negro”, el General de la Orden Jesuita, camuflado por el papa “blanco”, Pío IX; ayudado,

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instigado y financiado por otros abogados del “Derecho Divino” de Europa, y finalmente consumado por la Jerarquía Romana y sus agentes pagados en este país y Canadá Francesa en “Viernes Santo” a la noche, el 14 de Abril, en 1865, en el Teatro de Ford, Washington, D.C.” (La Verdad Suprimida Sobre El Asesinato De Abraham Lincoln, Burke McCarty, 1973, originalmente publicado en 1924)

Lincoln tenía muy en claro que “Esta guerra nunca habría sido posible sin la influencia siniestra de los Jesuitas. Nosotros le debemos al papado el hecho de que ahora nosotros vemos nuestra tierra enrojecida con la sangre de sus hijos más nobles. ”

Esa misma influencia siniestra fue la que llevó a la piadosa católica Mary Surrat a prestar su casa para planear cuidadosamente el asesinato, con la visita permanente y profusa de muchos sacerdotes católicos que los vecinos veían entrar y salir. Los sacerdotes jesuitas eran los confesores de John y Mary Surrat, de Booth y de Davis, quien puso el dinero para el asesinato. Booth, antes de morir, escribió: “Nunca podré arrepentirme, Dios me hizo el instrumento de su castigo”.

Cuando uno compara estas palabras con los principios y doctrinas que se enseñan y se decretan como de obligatorio cumplimiento desde los Concilios y las escuelas controladas por los jesuitas, se entiende cuál fue el origen de la ciega obediencia, sin importar las consecuencias, como si la orden de asesinar emanara del mismo Cristo. Mary Surrat, una de las conspiradoras, fiel comulgadora católica, declaró al día siguiente del crimen, que “La muerte de Abraham Lincoln no es más que la muerte de cualquier negro en el ejército”. Veamos algunas de las doctrinas católicas que inspiran a los magnicidas y demás asesinos:

“¿Será lícito a un hijo matar a su padre cuando está proscrito? Muchos autores sostienen que sí, y si el padre fuera nocivo a la Sociedad, opino lo mismo que esos autores.” (Dicastillo, jesuita español, en el tomo 2º de La justicia del Derecho, página 511)

El también jesuita, Amicis, dice que, “un religioso debe matar al hombre capaz de dañarle a él o a su religión, si cree que abriga tal intento”.

Con estas enseñanzas “divinas” no es raro que los fieles seguidores católicos cumplan cualquier capricho de sus amos, los sacerdotes, ya que creen que estos tienen autoridad delegada de Dios sobre la tierra. Igual sucede por los lados de las iglesias evangélicas cuyos pastores se endilgan la autoridad de Cristo y hacen que sus fieles ataquen, en toda forma, a quienes pongan en duda las órdenes de estos pastores. Y es que estas iglesias, supuestamente “cristianas”, también están controladas por la Orden. Pero continuemos.

Después del juicio, Mary Surrat, Lewis Paine, David Herold y George Atzerodt fueron colgados en la horca. Los cuatro eran católicos y dos de ellos eran sacerdotes jesuitas.

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John Surratt, otro de los conspiradores, logró tomar un vuelo a Montreal y, desde allí, fue llevado a Liverpool, Inglaterra, y luego a Roma. Un oficial de Estados Unidos lo encontró en Roma, formando parte del ejército personal del papa. El Sumo Pontífice patrocinó y protegió a este asesino hasta su muerte, igual que protegió y patrocinó a Hitler, Mussolini, Lenin, Franco, los Borbones, Fidel Castro, Pinochet y demás marionetas del Vaticano. Por supuesto, la protección solamente llega hasta donde empiece a peligrar la integridad del papa.

Por eso, hoy no es extraño ver que en un régimen supuestamente ateo, como es el de Cuba, el segundo a bordo en el Vaticano sea recibido con todos los honores de un jefe de Estado. No es raro, por eso, que lo mismo suceda en Nicaragua, México y, en general en todos los países latinoamericanos que han estado –y estarán- bajo el control del Vaticano, sean “democracias”, dictaduras, movimientos bolivarianos, revolución cubana, sandinismo, o como quiera que se llamen, los jesuitas están detrás de todos los regímenes controlando los destinos del país mediante el uso de las guerras civiles, la mafia, el narcotráfico, la corrupción moral, el analfabetismo y la pobreza. Con todo esto, ellos salen ganando.

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10. El caso Dreyfus y la mentira como parte de la teología católica

Es bien conocido por todos el odio visceral que la Iglesia católica demuestra desde siempre hacia los judíos. No obstante, lo curioso es que los altos jerarcas católicos –en casi todos los casos- son y han sido judíos. Los mismos jesuitas fueron fundados por judíos y también en sus altos rangos domina la presencia de sangre judía. A primeras luces esto parece algo incomprensible; lo que es aún mucho más macabro, es que hay demasiados ejemplos de judíos que intentan destruir a sus hermanos de raza. Incluso desde los tiempos de Jesús, él denunció a esta clase de personas que “dicen ser judíos sin serlo, sino que mienten”. Hombres como Hitler, Marx, Lenin y otros, olvidaron bien pronto su origen e hicieron lo posible –cada cual en su estilo- para aniquilar a sus hermanos. Al menos eso va en apariencia. Como les digo, no hay nada “casual” en esta actitud hacia el pueblo judío, y a sus dirigentes, los sionistas (que son confrontados por letrados judíos) nunca les ha temblado la mano para asesinar o hacer asesinar centenares de hebreos si tal acto contribuye a su causa: la causa sionista.

Ejecución de Luis XVI, en la "revolución Francesa"

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Por ello, no es extraño ver que judíos sionistas, ocupando altas posiciones en el Vaticano, hayan intentado devastar al pueblo judío donde quiera que éste se haya encontrado. Como veremos más adelante, la creación del Estado de Israel obedecerá a esta dinámica fraticida.

Jesuitas de alto rango son sionistas judíos que odian a los judíos; la banca internacional está en manos de judíos sionistas que también desprecian a su pueblo.

Así, encontramos una declaración de un jesuita-judío, quien escribió en la “Civilta Católica”, publicación oficial de los jesuitas: “La emancipación de los judíos fue el resultado de los llamados principios de 1789 cuyo yugo pesa fuertemente sobre los franceses. Los judíos tienen en sus manos a la República, que es más hebrea que francesa. El judío fue creado por Dios para ser usado como espía dondequiera que se planea una traición. Los judíos no solo deben ser eliminados de Francia, sino también de Alemania, Austria e Italia. Luego, al restablecerse la gran armonía de tiempos pasados, las naciones otra vez hallarán la felicidad que perdieron.” (Febrero 5 de 1898)

Cuando este periódico jesuita habla de “los principios de 1789”, se refiere a aquellos que inspiraron la Revolución Francesa, los derechos del hombre, cuya proclamación de igualdad y justicia siempre han odiado los hijos de Loyola. Lo aterrador es que este llamado a la eliminación de los judíos se hace tan temprano como en 1898, más de 30 años antes de que Hitler, usado por el Vaticano y las grandes firmas de Wall Street, avanzara exitosamente hacia esta aniquilación.

Por otro lado, el tiempo de la “gran armonía”, al que se refieren los jesuitas, no es otro que aquel cuando ellos gozaban de plenos poderes en todo el mundo, aconsejando a reyes y confesando a los poderosos de las naciones para inducirlos a hacer lo que ellos pretenden todavía.

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Alfredo Dreyfus, una infamia de los jesuitas para lograr su propósito de dividir la nación

El asunto es que esta publicación, órgano oficial de los jesuitas, intentaba exaltar aún más los ánimos de los franceses hacia los judíos comunes y corrientes. En 1894 los jesuitas habían inventado un fraude contra la reputación de Alfredo Dreyfus, logrando que fuera acusado de traición a la República mediante la falsificación de unas supuestas cartas y otros documentos que se le endilgaban falsamente a Dreyfus. Este caso llevó a Francia a una división. Aunque se descubrió la intriga, causando indignación mundial contra las autoridades francesas (católicas), Dreyfus fue condenado. Pocos católicos estaban de parte de este hombre de origen judío, y quienes buscaban la verdad, casi todos protestantes, laicos y judíos, no tuvieron mayor peso en la decisión judicial.

Ante las protestas de este reducido grupo de valerosos hombres que denunciaron la injusticia, el padre Didon, rector de la Escuela Albert.le-Grand, pronunció un elocuente discurso que fue aplaudido por el generalísimo Jamont, vicepresidente del Consejo Superior de Guerra. En éste, el monje dijo, refiriéndose a Dreyfus: “¿Debemos permitir que el malvado quede libre..? ¡Por supuesto que no..! El enemigo es el intelectualismo que pretende menospreciar la fuerza, y los civiles que desean subordinar a los militares.

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Cuando falla la persuasión, cuando el amor no es eficaz, debemos blandir la espada, difundir el terror, cortar cabezas, declarar la guerra, atacar...” Un discurso puramente jesuita, de esos que continuamente lanzan el padre Alfonso Llano, S.J, Javier Giraldo, S.J., o Pacho de Roux, S.J., en Colombia, y que son publicados religiosamente por El Tiempo y toda la gran prensa. También hay un asombroso parecido con los discursos fervorosos del cardenal Castrillón defendiendo a los narcoterroristas de las FARC.

¿Qué buscaban los jesuitas con esta infamia..? Lo de siempre. Exaltar las diferencias y dividir al país –en este caso a Francia- en una guerra civil.

En esta labor no solamente había colaborado la “Civilta Católica”, sino también “La Croix”, un periódico fundado por Vicent-de-Paul Bailly, un asuncionista que en realidad no era más que un jesuita camuflado en esta orden fundada –como no- por los jesuitas como disfraz para evadir las eventuales acciones en contra de la Compañía de Jesús. Bailly intentó por todos los medios –incluso el de la injuria- reestablecer la persecución contra los judíos y asesinar a quienes osaran defenderlos. Bailly fue principal instigador en contra de Dreyfus y continuamente, en “La Croix”, aplaudía las manifestaciones violentas en donde furibundos católicos atacaban a quienes defendían a Dreyfus.

Tomás de Aquino

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Una actitud tan católica y tan común tanto antes como ahora. Precisamente Tomás de Aquino, uno de los santos hombres de la Iglesia Católica, inspirador de mucha de su teología, afirma: “Para que los santos disfruten más de su bienaventuranza, y aumente su gratitud hacia Dios, se les permite contemplar lo espantoso de la tortura de los impíos.. Los santos se regocijarán con los tormentos de los impíos..” (Sancti de poenis impiorum gaudebunt)

Con estos “padres de la iglesia” podemos ir entendiendo el prontuario de la Iglesia Católica, tan proclive a la tortura, el horror, la pederastia y el homicidio.

Obviamente, el padre Bailly también figura ya en el santoral católico.

¿Por qué es tan importante el caso Dreyfus..?

Es sencillo. Porque en el año en que comenzó, en 1894, también se llevó a cabo la alianza franco-rusa contra la “Triple Alianza” (Alemania, Italia, Austria-Hungría)

La Triple Alianza había sido firmada en 1882 por el II Imperio Alemán, el Imperio Austro-Húngaro e Italia. Su objetivo era conceder a Alemania la garantía de la neutralidad austro-húngara en caso de ataque por parte de Francia, con quien persistía el peligro de un conflicto armado desde la Guerra Franco-prusiana (1870-1871), que perdió Francia, como vimos anteriormente; este acuerdo también proporcionaba a Austria-Hungría un poderoso aliado para hacer frente al creciente expansionismo de Rusia en la península de los Balcanes y evitaría que los austro-húngaros iniciaran una guerra con Rusia obligando a que este país buscara la ayuda de la poderosa Francia. La Triple Alianza era, en pocas palabras, el brazo armado del papa, su espada contra los herejes.

Obviamente, al “Santo Padre” le convenía más que Rusia y Francia permanecieran sin alianzas para que los defensores del papa, los países de la Triple Alianza, obtuvieran una victoria mucho más fácil en el golpe que ya se estaba gestando para aniquilar cualquier reducto de protestantismo y de los rezagos de “los principios de 1789” que tanto daño estaban haciendo a la Santa Sede en todo el mundo donde tenían sus dominios. Lamentablemente para el papa, en 1918 serían derrotados sus aliados.

Durante las guerras, los jesuitas habían tenido muchos triunfos y derrotas en Alemania y Francia cuyos pueblos pelearon por emanciparse del yugo de la curia católica romana. Como consecuencia de tales guerras, estos países fueron continuamente desolados.

Como siempre, los ejércitos católicos iban seguidos de jesuitas que los animaban a pelear por la supremacía del papa. Así, mientras los jesuitas alistaban las hogueras para los herejes, los protestantes alemanes y escandinavos llevaban horcas para colgar a los jesuitas. Cuando los católicos ganaban alguna plaza, los jesuitas encendían hogueras en las que quemaban la Biblia y cuantos libros cristianos encontraban. Luego, los lugares

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protestantes eran “purificados” llenándolos de reliquias, retablos, vírgenes y santos, para luego ser consagrados al culto católico.

Dreyfus fue usado por los jesuitas, difamándolo y acusándolo falsamente de traición, con el doble propósito de preparar el camino para el exterminio de los judíos, y para ocasionar la guerra civil en Francia con el fin de debilitarla impidiendo su alianza con Rusia. Esto haría a Francia fácil presa de la Triple Alianza pro-papal; y la República que depuso la tiranía y abogó por las libertades del hombre, sería finalmente castigada por la Compañía de Jesús.

Para entender la razón por la cual los jesuitas y sus discípulos mienten y calumnian tan fácilmente, podemos ver algunas de las leyes morales que dictan sus teóricos:

El jesuita Moullet escribió en su Compendium: “¿A qué se obliga el que jura ficticiamente y con ánimo de engañar? A nada, en virtud de la religión”.

Cárdenas, dice en su Crisis teológica: “Permitido es, jurar sin intención de cumplir, si hay razones graves para ello.”

El padre jesuita Sánchez afirma en su Operae moralis: “Se puede jurar que no se hizo una cosa aunque se hiciera; esto es cómodo en casos críticos, y justo cuando es útil para la salud, el honor o el bien.”

Por su parte, el jesuita Arbault dice que “Los hombres pueden sin escrúpulos, atentar unos a otros por la detracción, la calumnia y los falsos testimonios.” Y luego añade que: “Para cortar las calumnias se puede asesinar al calumniador, pero a escondidas, a fin de evitar el escándalo.”

El jesuita Amicis, dice que, “un religioso debe matar al hombre capaz de dañarle a él o a su religión, si cree que abriga tal intento”.

Con estas normas morales, es de entender por qué la Iglesia Católica se ha destacado en dirigir las peores guerras y masacres de la historia.

Y también, en hacer lo que consideren necesario para conseguir su máximo fin: consolidar el poder temporal del papa.

Esas son las normas morales que rigen nuestras naciones latinoamericanas.

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11. Las sociedades secretas en búsqueda de un Nuevo Orden Mundial

Es creencia popular que las sociedades secretas y la iglesia Católica han sido acérrimos enemigos. La verdad es otra; detrás de esa máscara de rechazo mutuo, que es sincero en las capas bajas de esas organizaciones, hay una afinidad de intereses y propósitos para los cuales se ha trabajado durante siglos. En las altas esferas de ambos lados hay líderes comunes que siguen tras el sueño de lograr un gobierno mundial bajo el control de esto que muchos conocen como “el poder invisible”.

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Johann Adam Weishaupt

Adam Weishaupt, un jesuita que buscaba consolidar un tipo de gobierno mundial –cuya cabeza debía (y debe) ser el papa- al cual llamó el Nuevo Orden Mundial, intentó por todos los medios controlar a los países europeos protestantes y a los Estados Unidos que se erigían como una nación protestante. Para ello, infiltró las logias masónicas de América

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y se valió del uso de poderes ocultitas, tan comunes en los jesuitas y en los gobernantes del mundo (del uso de los poderes ocultistas en los gobiernos del mundo, hablaremos después). Para 1789, Weishaupt controlaba todas las logias masónicas de Europa. Y esas logias infiltradas fueron las que produjeron hombres como Simón Bolívar, autócratas y déspotas que buscaban ser las cabezas seudomonárquicas en esa “independencia” latinoamericana.

Weishaupt decía que el establecimiento de ese Nuevo Orden Mundial nunca ocurriría en forma pacífica y democrática, y que éste sistema sólo podría ser establecido por la revolución violenta.

Esta teoría fue perfeccionada años más tarde por otro discípulo jesuita, Hegel, quien dijo en 1823 que “El conflicto provoca el cambio, y el conflicto planificado provocará el cambio planificado”.

Hegel

Hegel sabía que, para conseguir este “cambio planificado”, había que “planificar” el conflicto. Algo en lo que los jesuitas estaban incursionando desde hacía siglos. Los hijos de Loyola habían experimentado con estos cambios “planificados” y habían tenido un relativo éxito. Sabiendo que las ideas de la Revolución Francesa los habían cogido desprevenidos, ocasionándoles mucho daño en los regímenes monárquicos europeos y en las colonias donde actuaban en contubernio con las coronas, eran conscientes de que debían reparar los errores del pasado y “controlar los cambios”, con guerras cuidadosamente planificadas. Las ideas de Hegel fueron propagadas en colegios y universidades católicas originando acalorados debates juveniles en las aulas, hasta que poco a poco el furor hegeliano se fue apagando…. O, al menos, eso parecía.

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Pero los jesuitas sabían lo que había que hacer. Hegel les había dado la fórmula: del conflicto de la Tesis con la Antítesis, surgiría la Síntesis resultante. La tesis ya existía: eran los gobiernos de Europa y América: democracias y monarquías “cristianas”. Así que la Antítesis debía inventarse.

Compton, un autor católico eclesial, escribió al respecto: “En 1846, había un sentimiento de cambio en el aire. Un cambio que se extendería más allá de las fronteras de la Iglesia y transformaría muchas facetas de la existencia… Dos años después un selectísimo cuerpo de iniciados secretamente que se llamaban a sí mismos ‘la Liga de Doce Hombres Justos de los Iluminati’, financió a Carlos Marx para que escribiera el Manifiesto comunista…“ ["The Broken Cross: Hidden Hand In the Vatican" (La cruz torcida: mano oculta en el Vaticano)

Es importante anotar que esta liga de “Doce hombres justos”, o Gobierno de los 12 (G12) fue posteriormente implantada en el Opus Dei y, años más tarde, por César Castellanos y su esposa Claudia Rodríguez de Castellanos (senadora colombiana) quienes aseguraron haber recibido del mismísimo Jesús la “visión del G12” con la cual su iglesia “cristiana” crecería geométricamente hasta apoderarse del mundo “para Cristo”; pero esta visión de los Castellanos no es otra cosa que una copia al carbón del modelo del Opus Dei, igual que calcaron al dedillo los “Encuentros Espirituales” de Loyola para sus propios “Encuentros”. Todo esto tiene el objetico de lograr la obediencia mística de sus seguidores usando el ocultismo.

Estos “illuminati” que financiaron a Marx no son otros que los pertenecientes a la orden ocultista creada por Adam

Mockus, al servicio de los Rothschild

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Weishaupt. A su vez, este sacerdote jesuita, en su empeño por establecer los Illuminati e infiltrarlos en la masonería mundial, fue financiado así, como indica Compton: “El (Weishaupt) recibió respaldo financiero de un grupo de banqueros de la Casa de Rothschild. Fue bajo su dirección que se elaboraron los planes a largo plazo y a nivel mundial de los Iluminati…“Aquí es importante anotar que esta poderosa familia (Rothschild) tiene intereses económicos en toda latinoamérica; en Colombia sus representantes han sido Julio Mario Santodomingo, César Gaviria, Rudolf Hommes, Fabio Villegas, la familia Urrutia, y otros personajes entre los cuales tenemos a Antanas Mockus, un hijo de lituanos cuya financiación de su campaña política fue abundante gracias al barril sin fondo de la familia Santodomingo. Cuando fue alcalde de Bogotá, Mockus le entregó a los Rothschild empresas públicas de la capital.

El comunismo era la Antítesis necesaria para este Nuevo Orden Mundial jesuita. Aunque fue teóricamente creado cuando el Manifiesto comunista fue publicado por Carlos Marx y Federico Engels (ambos judíos educados por jesuitas) en 1848, los jesuitas ya habían ensayado este sistema en Paraguay, con sus famosas Reducciones. Estas Reducciones funcionaban como lo hacen los regímenes socialistas modernos: como una dictadura en manos de una oligarquía “socialista” donde no existía la propiedad privada, sino que ésta era totalmente controlada por el Estado Socialista; el mismo Estado controla la educación (el sueño dorado de los jesuitas), los medios de producción y la vida privada de las personas. Tanto las reducciones jesuitas como el comunismo coartan las libertades individuales y eliminan a los intelectuales quienes, como dijo el monje francés ya mencionado, “el enemigo es el intelectualismo” y, para exterminarlo, hay que “cortar cabezas, declarar la guerra, atacar..” Con el tiempo, en el Concilio Vaticano II, en 1960, los jesuitas lograron que el papado apoyara todos los movimientos comunistas del mundo. A partir de este Concilio, la Santa Sede, en política abierta, ordenó a todos sus sacerdotes y obispos que apoyaran a Cuba, China y Moscú. Fue a partir de 1960 que la Iglesia, como política clara y sin ambages, aceptó patrocinar otro invento jesuita: La Teología de la Liberación, un tema que trataremos después.

Obedeciendo estas premisas jesuíticas, los regímenes comunistas (o socialistas) de Mao, Stalin, Fidel Castro y otros, no han dudado en exterminar a los intelectuales de sus países. Saben claramente que los intelectuales son peligrosos alborotadores y que es mejor la obediencia ciega de las masas incultas, analfabetas y místicas. Si se observa bien, esta es la premisa de los movimientos guerrilleros de América Latina quienes, siguiendo las instrucciones jesuitas de que “el fin justifica los medios” y que cualquier acción, incluso la matanza de personas, es loable si se hace por “motivos altruistas”. Son las mismas normas morales jesuíticas constantemente enunciadas por el Polo Democrático, movimiento político colombiano apoyado por las FARC y –por ende- el narcotráfico, en vocería del ex magistrado Carlos Gaviria que pregona constantemente que los delitos que cometan los guerrilleros, así estos sean atroces, deben ser considerados como delitos “políticos” y juzgados con benevolencia.

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Carlos Gaviria defiende y promueve el asesinar personas por motivos "altruistas"

Por “benevolencia” se entiende que no pueden ser castigados. Gaviria también ha publicado en El Tiempo, que las acciones encaminadas a derrocar el gobierno legítimo de Álvaro Uribe, son loables ya que el gobierno de Uribe –dice él- es ilegítimo. Las mismas normas morales enunciadas por grupos radicales de “evangélicos cristianos” que tanto en Estados Unidos, como en Venezuela y Colombia, apoyan a líderes políticos cuestionables, ordenando a sus fieles apoyarlos mientras declaran que cualquier guerra que estos adelanten, tiene “el favor de Dios”. Jesuitismo puro.

Cualquiera diría, entonces, que los dos regímenes, la democracia capitalista y el comunismo, son antagónicos. La verdad es que sí y no. Son antagónicos en cuanto a sus premisas pero ambos tienen en común sus patrocinadores y beneficiarios. En ambos casos, quienes manejan los hilos del poder, subrepticia o abiertamente, son los jesuitas, quienes al mismo tiempo controlan la banca internacional en manos de judíos a su servicio.

Por tal razón, no es raro que los capitalistas gringos de Wall Street estuvieran dichosos con este nuevo sistema –el socialismo- recién impuesto en Rusia.

Anthony Sutton, en su libro, “Wall Street And The Bolshevik Revolution”, reimprime una caricatura política que fue creada por Robert Minor, publicada originalmente en el St. Louis Dispatch en 1911.

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Caricatura de Marx donde se evidencia el apoyo del capitalismo de Wall Street a su "comunismo"

Aunque en 1911 el comunismo no se había establecido aún en Rusia, donde gobernaba todavía el zar, esta caricatura muestra

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Caricatura de Marx donde se evidencia el apoyo del capitalismo de Wall Street a su

Aunque en 1911 el comunismo no se había establecido aún en Rusia, donde gobernaba todavía el zar, esta caricatura muestra a Carlos Marx en medio de la calle en la zona de

Caricatura de Marx donde se evidencia el apoyo del capitalismo de Wall Street a su

Aunque en 1911 el comunismo no se había establecido aún en Rusia, donde gobernaba a Carlos Marx en medio de la calle en la zona de

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Wall Street (Nueva York); en su brazo izquierdo sostiene sus tesis sobre el socialismo. Al fondo se ve el Empire State Building mientras una muchedumbre de personas levantan sus puños con un gesto de victoriosa alegría. En la caricatura, Carlos Marx está desfilando triunfalmente mientras George Perkins, socio del archimillonario J.P. Morgan, estrecha jubiloso su mano. Detrás de Marx se ven a Andrew Carnegie, a J.P. Morgan y John D. Rockefeller esperando su turno para estrechar la mano de Marx. Otro personaje, que parece ser el anfitrión, observa complacido el estrechón de manos: Es nada menos que Theodore Roosevelt, el nefasto presidente norteamericano que robó el Canal de Panamá a Colombia.

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12. ¿Capitalistas interesados en financiar el sistema comunista..?

Sí. La respuesta es cosa de niños. A los dueños del capital internacional no les importa quién gobierne con tal de que ello no afecte su monopolio, sus intereses financieros.

En Estados Unidos, aunque ciertamente controlan el poder financiero, y el Banco de Reserva Federal -que debería ser estatal porque dicta políticas estatales, pero que pertenece a capitalistas privados-, en ese país estos depredadores tienen un contrapeso importante en una población educada cuyos derechos son garantizados efectivamente por la Constitución –de inspiración mayoritariamente protestante.

Hugo Chávez, a los pies del Vaticano

Indiscutiblemente, en un régimen socialista, donde los medios de producción, los canales de distribución y todos los bienes –además de los medios de comunicación y el aparato educativo- estén controlados por el gobierno (Estado), los beneficios para los monopolios internacionales son alucinantes. Mientras sean ellos quienes controlen al gobernante del régimen socialista, controlarán también toda la riqueza y la propiedad del país sometido. Controlarán la vida de cada ciudadano.

Por ello es que en Cuba, Nicaragua y Venezuela –por citar algunos casos- el discurso anti yanqui no concuerda con la realidad de los contratos estatales. Mientras Hugo Chávez denigra a los cuatro vientos contra el imperialismo norteamericano, no tiene ningún problema en asociarse con poderosos hombres de negocios, como Morgan y Rockefeller, para que sean ellos quienes construyan las refinerías y manejen los oleoductos. En este tipo de regímenes totalitarios socialistas (todos los totalitaristas son socialistas), las

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ganancias económicas son fabulosas ya que no se permite la libre competencia, que se desestimula tildándola de “imperialista”, y todos los procesos productivos son controlados por los todopoderosos Morgan, Rockefeller y Rothschild, patrocinadores del socialismo. Sin lugar a dudas, los verdaderos dueños de Venezuela y Cuba deberían buscarse en Wall Street.

Wall Street, desde aquí se ha financiado al socialismo

Enlazando con lo expuesto en la parte XI de esta serie, veíamos que aunque en 1911 el comunismo no se había impuesto en Rusia, ya estaba bastante adelantada su planeación para implementarla en el país de los zares. En realidad, antes de 1900, los jesuitas ya tenían muy claro que el país ideal para ejercer como “antítesis” sería Rusia. Por eso, hicieron que sus marionetas, los poderosos de Wall Street, financiaran a Lenin, un judío educado por jesuitas, para que derrocara al zar ruso.

Con Estados Unidos ejerciendo como la “Tesis”, y Rusia como “la Antítesis”, la síntesis podría empezar a tomar forma.

Por supuesto, para que la “síntesis” (el Nuevo Orden Mundial) sea posible, no debe haber vencedores entre la “tesis” y la “antítesis”. Ninguno debe prevalecer sobre el otro. Esa es una condición necesaria –según ellos- para que su Nuevo Orden Mundial, con organizaciones supranacionales que se impongan sobre cada país, sea posible.

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Este es el modelo que han aplicado con relativo éxito en muchas partes del mundo. En el caso de Estados Unidos contra Cuba, es evidente la superioridad gringa. Estados Unidos, tal y como hizo con Noriega en Panamá, podría fácilmente deponer al dictador Fidel Castro. Pero no lo hará… hasta que el Vaticano y quienes dirigen los hilos del poder transnacional no lo considere necesario.

Javier Giraldo, S.J. Coordinador del Cinep y beneficiador de las FARC

Igual sucede con las FARC. Durante años se ha vendido la idea –promovida desde el Cinep (jesuita), las ONG de izquierda y las facultades de Ciencias Políticas de las Universidades -controladas por los mismos jesuitas- que las FARC no pueden ser derrotadas y que es necesario un diálogo que sintetice los deseos de ambas partes. La iglesia Católica siempre ha manejado a su antojo la problemática de la guerrilla y el narcotráfico (este será otro tema) y ha tratado de dilatar la victoria del gobierno democrático sobre la guerrilla. Han manipulado presidentes que estuvieron a punto de vencer la subversión, haciéndolos desistir del golpe de gracia a la guerrilla y han vendido la idea de que concederles prerrogativas políticas a los terroristas derrotados es “gracia divina”.

Hugo Chávez, ficha jesuita, ha patrocinado, apoyado, financiado y protegido a los terroristas de las FARC durante muchos años. Busca la consolidación del proyecto bolivariano, que no es otro que el proyecto jesuita, es decir, un Nuevo Orden Mundial donde la riqueza se concentre en todavía menos familias. Chávez también ha apoyado

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financieramente a candidatos socialistas en otros países latinoamericanos. Aquí en Colombia, apoya al Polo Democrático; en Argentina a la Kischner; en Ecuador a Correa; en Nicaragua, a Daniel Ortega. Y la lista sigue.

Álvaro Uribe Vélez, aunque discípulo de jesuitas y favorecedor –según algunos- de las clases altas, ha resultado un hueso duro de roer para los jesuitas –quienes le sienten antipatía. La razón es muy sencilla: las FARC asesinaron a su padre y él prometió acabar con esa guerrilla, objetivo en el que dio los pasos más importantes que se hayan dado en toda la historia del país. Sin embargo, la iglesia Católica ha influido de diferentes maneras en el presidente Uribe. Lo convenció de que Hugo Chávez sería un buen facilitador; a través del ultracatólico –y judío- Sarkozy, convenció al presidente de la conveniencia de soltar a Granda, el canciller de las FARC, quien inmediatamente fue hospedado por monseñor Castro en la Conferencia Episcopal y luego escoltado por el mismo obispo, y otros, hasta Cuba. El clero también logró que Uribe permitiera la intervención de Piedad Córdoba –congresista, admiradora incondicional de las FARC- en el proceso un proceso de falsa paz donde la guerrilla buscaba ganar tiempo y popularidad internacional para aprovechar y armarse de nuevo.

La iglesia Católica –en cabeza de monseñor Castro- también convenció a Uribe con la fórmula “salvadora” de un centro de encuentro –en cambio de un despeje de Florida- para que las FARC y el gobierno dialogaran. Uribe cedió a esta idea y, de paso, le concedió a la Iglesia Católica la potestad para que ella –y nadie más que ella- fuera la mediadora autorizada en el conflicto.

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Raúl Reyes en una comitiva de visita al Vaticano

“Raúl Reyes” era muy cercano a la Iglesia Católica, muy cercano a monseñor Castro quien lamentó públicamente la muerte del terrorista al tiempo que ensalzaba las supuestas virtudes de alias “Reyes” y su disposición al diálogo. Increíble pero cierto. Recordemos uno de los apartes de su declaración:

“Se perdió una buena oportunidad de que un hombre con esa capacidad de diálogo hubiera tenido una vida distinta y le hubiera aportado más al país.” (monseñor Luis Augusto Castro, opispo de Tunja, presidente de la Conferencia Episcopal, en El Tiempo, 3 de marzo de 2008)

Lo que nos dice aquí monseñor Castro, es que el terrorista “Raúl Reyes” le aportó cosas al país. Él sabrá cuáles fueron esos “aportes”.

Iguales apreciaciones le regaló la jerarquía de la iglesia Católica a Julio César Mezzich, jesuita y número dos de Sendero Luminoso, la tenebrosa guerrilla terrorista de Perú.

¿Quiere decir esto que todos los jerarcas católicos saben y están de acuerdo con las directrices del Vaticano en este sentido..?

La alta jerarquía sí lo sabe y sí lo apoya. Pero hay ruedas sueltas –como siempre suele suceder- a las que el Vaticano –también casi siempre- ha logrado meter en cintura. Sin embargo, sacerdotes valerosos como Charles Chiniquy, Jeremiah Crowley y Alberto Rivera,

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éste último un jesuita de muy alto rango que denunció públicamente los planes de la Orden, y quien muriera asesinado por ello, son algunos ejemplos de hombres que han estado involucrados con la Prostituta Romana y que han tenido el valor de salirse de sus filas para desenmascararla.

También tenemos el caso de otros “opositores” tibios, que no discuten abiertamente las instrucciones de Roma pero que, a veces, caen en comentarios que van en contravía de las órdenes papales respecto a ciertos temas. Aquí en Colombia tenemos el caso un cardenal que públicamente se atrevió a cuestionar la vida personal del entonces presidente Julio César Turbay Ayala, hombre corrupto, depravado sexual, ocultista, borracho, libertino, a quien en numerosas ocasiones le comprobaron sus nexos con el narcotráfico. Turbay Ayala fue consentido de El Vaticano y miembro de sectas procatólicas, como la Secta de Moon. Turbay logró que el papa Juan Pablo II le diera el divorcio de su esposa, doña Nidia Quintero, para poder casarse de nuevo; una cosa casi imposible de lograr para cualquier católico. Sus bacanales y sus orgías en el Palacio de Nariño, sede del gobierno colombiano, son legendarias; igual que legendarias fueron las torturas a las que sometió a miles de intelectuales colombianos durante su presidencia. Fue protector del M-19, guerrilla cuyos integrantes desmovilizados dieron origen al Polo Democrático y el Partido Verde. Turbay Ayala fue posteriormente nombrado como embajador ante la Santa Sede, cargo que ocupó hasta poco antes de su muerte. También, durante su presidencia, las decisiones gubernamentales más importantes las tomaba después de hablar con su bruja personal, la misma que asesoraba a los narcotraficantes más peligrosos de la época. En los comienzos de su vida pública, fue apadrinado por el presidente Alfonso López Pumarejo y mantuvo una relación muy estrecha con Alfonso López Michelsen, su hijo y también presidente, y también éste con extrañas relaciones con el narcotráfico y la guerrilla. Su hijo, Julio César Turbay Quintero, es hoy día Contralor General de la República. Cuando Turbay Ayala falleció, su cadáver fue velado en la Catedral Primada de Bogotá, y a su funeral asistieron la aristocracia colombiana, los jerarcas católicos y –como siempre- miles de analfabetas a quienes Turbay Ayala llenó de “regalos” como servicio de acueducto, y legalización de tugurios paupérrimos, amén de millones de litros de cerveza y lechonas.

Pero regresemos a nuestra historia. La Santa Sede sabe que no ha podido controlar totalmente a Álvaro Uribe, como sí lo hizo con presidentes anteriores, y es por eso que mientras los jesuitas lo atacan frontalmente, otros jerarcas tratan de conciliar con él para que no destruya totalmente la guerrilla sino que, en cambio, le dé la oportunidad de reinsertarse a la vida civil con los mismos privilegios que obtuvieron los guerrilleros del M-19: millones de dólares en efectivo, noticieros de televisión, prensa escrita, participación ministerial en los gobiernos –porque sí-, y jugosas partidas presupuestales en contratos y auxilios para sus cabecillas. Gustavo Petro, miembro de esa guerrilla, es hoy un acaudalado excongresista y excandidato presidencial; Antonio Navarro Wolf es gobernador de Nariño (en frontera con Ecuador), León Valencia (del EPL) tiene una ONG que capta millones, y es obligatoriamente consultado como “analista político”; es también columnista de El Tiempo donde fuera director otro comunista de élite, Enrique Santos Calderón. Está también Carlos Franco, quien dirige la oficina de Derechos Humanos de la

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Presidencia de la República, cargo que ha utilizado para acompañar la persecución jurídica contra los militares que combatieron la narcoguerrilla. Y hay muchos más casos de éxito que muestran que en nuestro país el crimen sí paga. Todos esos guerrilleros son hoy riquísimos y forman parte del Partido Verde y del Polo Democrático, partido político de corte socialista, apoyado abierta y desvergonzadamente por los jesuitas, y que desde hace varios años se apropió de Bogotá con el apoyo –además de los hijos de Loyola – de la guerrilla de las FARC. Y a nadie se le hace extraño esto.

El asunto es que, a pesar de que el representante del papa en Colombia, o el presidente de la Conferencia Episcopal –controlada por los jesuitas, claro que sí- apoye públicamente las gestiones de Uribe al mismo tiempo que le rinde homenajes a los guerrilleros, nada de esto debe parecernos excepcional. Bellarmino, un influyente jesuita, escribe:

“No es dudoso que se pueda matar a un tirano a puerta abierta, acometiéndole en su palacio, o engañándole y sorprendiéndole en una emboscada”.

“Verdad es que es más grande y generoso atacar abiertamente al enemigo; pero no es prudencia menos recomendable, aprovechar alguna favorable ocasión para engañarle y sorprenderle, a fin de que la cosa produzca menos emoción y peligro para el público y los particulares.” (De Summi Pontificis potestate)

También dice el jesuita Bellarmino, de manera sospechosamente exacta a la tesis defendida por Carlos Gaviria, presidente del Polo Democrático, que:

“Permitido es a un particular matar a un tirano, a título de derecho de propia defensa: porque aunque la república no lo manda así, se sobreentiende que quiera ser siempre defendida por cada uno de sus ciudadanos en particular, y hasta por los extranjeros; por consiguiente, si no puede defenderse más que con la muerte del tirano, a cualquiera le está permitido matarle.”

Obviamente, quien define cuándo un gobernante es tirano o no, es el General jesuita. Siguiendo está lógica, los hijos de Loyola asesinaron –por sus manos o por manos de terceros- a hombres como Lincoln, Kennedy, McKinley y otros.

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Raul Reyes y el presidente de la Bolsa de Nueva York, Richard Grasso. ¿Visita de negocios..?

Mientras declaraban que estos hombres, amados por sus pueblos, eran tiranos y enemigos de Dios, los jesuitas han glorificado y apoyado a los verdaderos tiranos. Ahí está el caso de Luis XIV de Francia quien aseguraba que “El Estado soy yo”; Fernando VII de España, los Borbones de Nápoles, Parma y Modena, los dictadores Rojas Pinilla y Fidel Castro, tiranos infames todos -protectores de los jesuitas- que han sido ensalzados como modelo de virtudes, dignos mandatarios y estadistas justos. Estos tiranos, sin ninguna excepción, les entregaron a los jesuitas el manejo de los sistemas educativos de sus respectivos países.

Regresando atrás, con el panorama de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, los jesuitas estaban ya planeando una guerra mundial que les diera el control de Rusia para su experimento hegeliano y, de paso, castigar y someter definitivamente a la revolucionaria Francia utilizando a Bismarck.

Dos veces durante esta época, el cónsul Otto Von Bismarck dirigió a Alemania (Prusia) hasta obtener victorias militares sobre los países controlados por los Jesuitas; en 1866 ganó a Austria, y en 1870 derrotó a Francia. Bismarck había prohibido la Orden Jesuita mediante una Ley llamada “Kulturkampf” en el 1862. Estos “crímenes” contra Roma y los Jesuitas tenían que ser vengados. Por lo que, muchos miles de alemanes fueron asesinados en el baño de sangre de la Primera Guerra Mundial.

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Sin embargo, esta victoria del papa sobre Bismarck fue –al estilo jesuita- por medio de adulaciones y no con guerra frontal. Bismarck, quien en el pasado había promovido una feroz política contra la Iglesia Católica, llamada “La Lucha Cultural”, ahora estaba recibiendo muchos favores de la Santa Sede. Fue el primer protestante en recibir la “Orden de Cristo”, con joyas, uno de los más altos honores de la Iglesia Católica con las cuales condecora a sus leales súbditos. Luego, poco después, el canciller alemán ordenó publicar en todos los diarios que estaba dispuesto a reconocer las pretensiones del papa respecto a una restauración parcial de su poder temporal.

Como contraprestación, León XIII intervino en la política interna de Alemania ordenando al partido político católico, el Centro, que apoyara y promoviera todos los proyectos de los militares, “en vista de la inminente revisión de la legislación religiosa”.

Este mismo partido católico, Centro, que controlaba la política de Alemania, promovió la participación de este país en la Primera Guerra Mundial, convencidos de que, como lo había dicho el papa, los líderes de Alemania eran personas íntegras cuyos programas y planes estaban de acuerdo con los programas divinos.

Como lo mencionó monseñor Fruhwirth en 1914, en plena guerra: “Alemania es la base sobre la cual el Santo Padre puede y debe establecer sus grandes esperanzas..”

Sin embargo, poco antes de establecer el comunismo en Rusia y de provocar la Primera Guerra Mundial, teniendo ya las bases ideológicas y “científicas” del “socialismo científico” de Marx y Engels, los jesuitas habían logrado infiltrar a uno de los suyos en la presidencia de los Estados Unidos. Theodore Roosevelt todavía, antes de la guerra mundial, tenía que hacer algo muy importante en Colombia que beneficiaría a los financistas de los bolcheviques: Se tomaría a Panamá.

Eso lo hablaremos en la siguiente entrega.

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13. SITUACIÓN A FINALES DEL SIGLO XIX

“El poder espiritual del Papa lleva, como dependiente, el más amplio poder temporal, y jurisdicción sobre los príncipes y sobre todos los fieles de la Iglesia; de manera que, si el fin de la vida eterna lo requiere, puede el Papa deponer a los reyes, y privarles de su reino; suprimir sus leyes y edictos, no solo con censuras, sino obligándoles con penas exteriores y a fuerza de armas, sirviéndose al efecto de otros príncipes sometidos a su autoridad; pues para esto, Soberano Pontífice resume en su persona el supremo poder temporal y espiritual.”

Lo anterior lo escribió el jesuita Molina y, según esta doctrina católica sustentada con frenesí por la Orden de Loyola, el Papa es Rey de reyes y Señor de Señores, así que tiene el derecho “legítimo” de deponerlos o –si es el caso- quitarles la vida. Por supuesto, los jesuitas no reconocen en el Papa autoridad suficiente para deponer a su propio General de la Compañía de Jesús; de resto, este “Pontífice Máximo” puede hacer lo que quiera en el mundo. Y la verdad es que lo ha hecho.

Juicio del papa Bonifacio VI al cadáver de su antecesor, el papa Formoso.. Una aberración que la Iglesia Católica no podrá esconder

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Ya hemos visto que, durante la Colonia, la Iglesia fue la institución más poderosa después de la Corona y, en algunos episodios, incluso más influyente que ésta. En América Latina, la Santa Sede tenía el control de la imprenta, diseñaba los programas educativos y también los ejecutaba. Además, filtraba el acceso a las profesiones. Siendo la única institución que controlaba el sistema educativo, la todopoderosa iglesia Católica decidía quién era competente para desempeñar cargos públicos, puestos que –cuando no había laicos aptos, ocupaban los mismos clérigos. No solo controlaba todo respecto a leyes y moralidad pública, sino que también fiscalizaba estos asuntos en cada hogar privado.

Debido a que se apropió de la educación y el control en casi todo aspecto de la vida pública y privada en nuestras naciones, su poder en las zonas rurales era exageradamente irrebatible. Tenía dominio total sobre los indígenas y los mestizos incluso en zonas apartadas e inaccesibles del país, razón por la cual la iglesia fue pocas veces retada. Quienes osaron cuestionarla, indefectiblemente terminaron mal. Pocos se salvaron de su influjo, como los negros, quienes no cayeron bajo el dominio de los misioneros españoles ya que estos preferían el clima de las montañas al de las insalubres y calurosas selvas donde habitaban muchos negros y no pocas comunidades indígenas. La única oportunidad que tenían de catequizarlos era cuando eran llevados a las cabeceras municipales. Sin embargo, no bien regresaban a sus plantaciones y minas, los negros disfrazaban a sus dioses ancestrales bajo nombres de los dioses hispanos del catolicismo.

Educación católica.. ¿apostolado o adoctrinamiento...?

Con el tiempo, la ideología protestante y la masonería se introdujeron en las colonias españolas en América haciendo que la Iglesia Católica sufriera algunos golpes asestados a su totalitarismo ideológico y económico. Aunque muchos “liberales” católicos que leían

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material proveniente de Estados Unidos y Europa, solamente buscaban una separación entre Iglesia y Estado argumentando que el influjo de la iglesia Católica había sumido a toda América hispana en la pobreza, el atraso y el analfabetismo, el clero –como respuesta- selló con el mote de “satánicos” a todos aquellos que se hacían llamar liberales. Por supuesto, los jesuitas, maestros durante siglos de las infiltraciones, hicieron mucho más que eso: Colocaron sus propios hombres en las filas liberales con el fin de que acaudillaran las huestes al regreso de la obediencia hacia clero. Un ejemplo de esto fue el mismo Rafael Núñez quien, una vez conseguido su objetivo de destruir la Constitución liberal de Rionegro, y de implantar la ultracatólica de 1886, dejó su disfraz de liberal y se declaró públicamente lo que siempre había sido en secreto: conservador proeclesial.

Al igual que en el resto de América Latina, en Colombia el protestantismo no hizo mayor mella, limitándose a órbitas muy pequeñas de comerciantes y diplomáticos extranjeros, muchos de los cuales sólo permanecían algún tiempo en los cargos en los países asignados. Fue muy poco lo que los protestantes pudieron hacer en nuestras naciones para provocar a las personas a reclamar sus libertades individuales. La sumisión al clero y el temor supersticioso hacia los jerarcas católicos a quienes consideraban –aún lo hacen- vicarios y subvicarios de Cristo, (según el rango), no permitieron que la libertad enseñada en el evangelio tuviera mayor eco en los dominios del Papa.

Por otro lado, poco antes de 1870, Pío IX y el Concilio Vaticano Primero (1870) lanzaron una ofensiva violenta para

Pio IX

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reafianzar el poder de la iglesia en sus colonias. Los jesuitas, duchos en Derecho canónico que mezclaron hábilmente con el argumento teológico y con la filosofía aristócrata, lograron ingresar de nuevo a Colombia y trabajaron fuertemente hasta conseguir -mediante la Constitución de 1886- la preponderancia de la Iglesia Católica sobre los asuntos del Estado, con la subsecuente firma del Concordato entre Colombia y la Santa Sede. Para apaciguar los ánimos caldeados de la posguerra y darles a sus fieles el consuelo necesario, revivieron –casi al mismo tiempo que en Roma- el culto al Sagrado Corazón, a la Virgen María y la doctrina de la Inmaculada Concepción, y los caballeros del Santo Sepulcro. Al mismo tiempo, lanzaron una campaña de evangelización poderosa, bautizando niños y casando parejas que vivían en “concubinato”, enviando obispos visitantes a las parroquias, y construyendo en cada municipio una iglesia. Por supuesto, con dineros del Estado y de los fieles.

Al mismo tiempo, su estrategia ideológica incluyó el re-escribir la historia para enseñarla en cada escuela y colegio donde ahora tenían pleno control y poder. Así, durante muchos años -incluso hasta ahora- se viene enseñando una historia falsa y mentirosa donde la Iglesia Católica figura como una institución que, desde el mismo comienzo del genocidio europeo sobre los nativos de América, se “opuso” a los excesos de los conquistadores; enseñan también que los misioneros lucharon al lado de los oprimidos, defendiéndolos y dando su vida por ellos. Basta tomar cualquier libro de historia –siempre escrita por la aristocracia conservadora y por los jerarcas católicos- para ver cómo saltan de sus páginas prohombres, sacerdotes, que enseñaron a indios y negros el camino a la salvación alejándolos del infierno de las ideas de libertad individual a las que tildaban de paganismo.

Y resulta que la verdad es exactamente lo contrario. La Iglesia Católica es la institución que más crímenes y genocidios ha cometido a lo largo de su nefasta historia. Desde el mismo día en que nació gracias a la sagacidad de Constantino El Grande, emperador romano, y quien jamás se convirtió al cristianismo. Constantino, junto a los pichones de jerarcas religiosos de la época, hombres codiciosos y corrompidos, fundaron la Iglesia Católica y se inventaron una historia hacia atrás, hasta remontarse a Pedro, el humilde pescador galileo a quien le levantaron estatua que vistieron con lujosos trajes que Pedro jamás soñó. Hoy en día, la enorme basílica de San Pedro en Roma, en realidad es un templo levantado a Zeus. Pero eso da para otro tema.

En esta historia patria reinventada y escrita por los jesuitas, hombres antieclesiales como Tomás Cipriano de Mosquera y otros fueron satanizados y catalogados como enemigos del progreso y la moral. En contraste, personajes autoritarios y sangrientos, como Simón Bolívar, un aristócrata que soñaba con convertirse en Rey, fueron endiosados y elevados a la categoría de mártires de la libertad perseguidos por los liberales “demoniacos”. Y eso lo han enseñado los jesuitas, amigos y patrocinadores de las dictaduras. Por algo, Samuel Moreno, actual alcalde de Bogotá y nieto de Rojas Pinilla, no tuvo reparos en afirmar que “las dictaduras son buenas”, ganándose furibundos aplausos de sus seguidores socialistas adoctrinados en las aulas de los curas.

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Fue así como, controlando totalmente el órgano educativo, los jesuitas lograron que hasta los más radicales liberales no tuvieran más opción que matricular a sus hijos en los colegios regentados por sacerdotes, que eran los de mayor prestigio y los que filtraban el acceso a los poderes de la sociedad. Además, los liberales querían librarse del escarnio público de ser llamados “masones” o “hijos del diablo”. No había, pues, escapatoria, y los hijos de liberales fueron reeducados por los curas perpetuando así, generación tras generación, su control sobre la sociedad monástica que perdura hasta hoy.

Rafael Núñez, en contubernio con el arzobispo jesuita Telésforo Paul, fueron quienes llevaron al país a rendirse totalmente a los pies del Papa. Con la constitución de 1886, el concordato de 1887 y la Convención Adicional de 1892, la Iglesia salió más fortalecida que nunca. Era la curia, en cabeza del arzobispo, la encargada de aprobar o vetar los textos escolares y los programas académicos de escuelas, colegios y universidades. Por medio de la Constitución el Estado quedó obligado a subsidiar con millonarias partidas presupuestales la labor “evangelizadora” de la Iglesia. Increíblemente, en las regiones rurales se le concedió a la Iglesia Católica el desempeñar funciones administrativas y judiciales. No es exagerado afirmar que la Iglesia controló totalmente el país. Para nuestra propia ruina.

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14. Cuba y el Canal de Panamá

Con la llegada de Núñez al poder –que detentó en posteriores administraciones en las que él era asesor-, los oligarcas liberales quedaron sin influencia política y sin parte del manejo presupuestario de la nación, y esto ocasionó un descontento que se fue agravando con el paso de los días. José Manuel Marroquín, un hombre pacifista dentro de la dirigencia del partido conservador, asumió la presidencia durante un periodo de enfermedad del anciano Sanclemente, y aprovechó para sacar adelante reformas que incluyeran a los jefes liberales decretando medidas para la transparencia de las elecciones. Los liberales frenaron su deseo de guerra ante estas disposiciones con las cuales se sentían satisfechos. Sin embargo, Sanclemente regresó al poder y acabó de un solo tajo con este proyecto de medidas.

Entonces, los liberales le declararon la guerra al gobierno conservador. Cabe reafirmar que la razón principal de esta guerra no fue la causa de los pobres, sino el hecho de que los conservadores no participaban a los liberales del poder y de la repartición de los contratos y los dineros públicos.

Construcción del Canal de Panamá

Años antes, en 1878, Aquileo Parra había firmado con Francia un contrato para construir un canal interoceánico. Los Estados Unidos estaban interesados en construir otro canal en Nicaragua pero los franceses, para la época de la Guerra de los Mil días, debido a que no

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habían podido terminar el canal y estaban a punto de perder su inversión, le ofrecieron a los norteamericanos venderles el canal de Panamá a medio construir y, de ñapa, les prometieron el dominio sobre toda la región de influencia de éste.

Presidente William McKinley

William Mc Kinley, presidente de Estados Unidos, protestante metodista, se rehusó firmemente a las pretensiones de los franceses, quienes actuaban soterradamente a escondidas de Colombia. Tampoco quiso el presidente norteamericano inmiscuirse en el conflicto colombiano de Panamá.

Corría el año 1898. Cuba todavía era una colonia española y los isleños sufrían tratos degradantes de parte de las fuerzas militares del gobierno español. Los abusos eran difundidos ampliamente por la prensa de Estados Unidos que publicaba constantes notas de repudio en reportajes del New York World, dirigido por Joseph Pulitzer, y en el New York Journal, dirigido por William Randolph Hearst. Los Estados Unidos tenían inversiones en la isla que no estaban siendo respetadas, como tampoco lo estaban siendo los derechos humanos de los cubanos que clamaban por ayuda al presidente Mc Kinley. Poco después, el comercio entre Cuba y Estados Unidos se interrumpió. Se percibían vientos de guerra. La opinión pública reclamaba una intervención en favor de Cuba, y presionó ferozmente al Congreso de los Estados Unidos para que interviniera militarmente.

Era el primer año del mandato de Mc Kinley y él no quería intervenir a pesar de la decisión del Congreso.

Un año antes, en 1897, el presidente del gobierno español, Práxedes Mateo Sagasta, había intentado solucionar el

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José Martí

conflicto concediendo al pueblo cubano y a los portorriqueños una autonomía parcial; también suprimió los campos de concentración en Cuba, creados por el capitán general de la isla, Valeriano Weyler. Pero estas medidas resultaban insuficientes para los insurgentes cubanos -dirigidos por José Julián Martí hasta 1895 y por Máximo Gómez desde entonces-. Los cubanos querían su independencia completa.

Los revolucionarios cubanos siguieron solicitando la ayuda de Estados Unidos, mientras luchaban valientemente contra el imperio español. A pesar de que Mc Kinley no quería intervenir militarmente, envió el acorazado Maine al puerto de La Habana -al cual arribó el 25 de enero de 1898- con el propósito de proteger las vidas y bienes de los ciudadanos norteamericanos residentes en la isla. Menos de un mes después, el buque explotó misteriosamente y doscientas sesenta personas murieron. Redfield Proctor, senador de los Estados Unidos, pronunció un discurso en el Senado en marzo de 1898 en el que describió las inhumanas condiciones de vida que había presenciado en Cuba. Como consecuencia de esto, el Congreso presionó nuevamente al presidente Mc Kinley para que exigiera a España que se retirara inmediatamente de Cuba.

Para mediar en el conflicto sin necesidad de llegar a una confrontación armada, el gobierno estadounidense ofreció comprar a Cuba y le pidió a España que les vendiera la isla. Gracias a los oficios de los esbirros del Papa en Estados Unidos, el general Miguel Correa no sentía temor de una posible intervención militar de Estados Unidos, así que el gobierno español rompió relaciones diplomáticas con Estados Unidos.

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El acorazado Maine

Contra todo lo previsto por el general Correa, Estados Unidos le declaró la guerra a España inmediatamente mientras el Congreso norteamericano emitía resoluciones donde reconocían la independencia de Cuba. Mc Kinley quiso dejar muy en claro que, a pesar de la intervención de Estados Unidos, jamás reclamarían dominio sobre la isla ni contraprestación alguna, aparte de la seguridad de sus ciudadanos, sus bienes y sus vidas.

En diciembre de 1898, en un tiempo record de tres meses, Estados Unidos ganó la guerra y, gracias a ello, se consolidó como una potencia mundial. Pagó una millonaria suma en dólares a España por Filipinas y Puerto Rico, mientras dejaba a Cuba en completa libertad de dirigir sus destinos.

Entretanto, en Colombia –como ya vimos- los terratenientes liberales y conservadores aún eran partidarios de explotar grandes extensiones de tierra con pretensiones endógenas, internas y locales, utilizando la mano de obra barata de campesinos mestizos, indios, mulatos y negros, a quienes prácticamente tenían esclavizados. Sin importarles mucho los sufrimientos de los desfavorecidos, los comerciantes preferían una política dirigida hacia la exportación de materias primas. Esto ocasionó, en últimas, las principales diferencias en cuanto a lo que debía ser una política de economía nacional.

La mayoría de quienes preferían el librecambio, el libre comercio, la libre competencia y el control de la economía en manos de particulares, se unieron bajo las banderas del partido liberal; en tanto que quienes estaban a favor de la explotación de campesinos a manos de

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terratenientes, y a favor de la defensa de los latifundios y el control económico en manos de las instituciones proeclesiales que se habían heredado de la Colonia, se arroparon bajo las sábanas del conservatismo.

Sin embargo, los dos bandos, tanto liberales como conservadores (ambos dirigidos por católicos), eran conducidos por las clases dominantes cuyos representantes se habían dividido por sus preferencias en estas cuestiones. Así que, como siempre, quienes en realidad peleaban esas guerras –y todas las demás- fueron las clases populares. Ni los latifundistas ni los comerciantes burgueses empuñaron las armas para pelear personalmente sus guerras. Engañaron a los campesinos mestizos, mulatos, indios y negros con promesas que jamás cumplieron. Igualmente, los sacerdotes, desde cada púlpito en cada parroquia donde ejercían su poder, también participaron del engaño amenazando a sus fieles con la excomunión o el infierno si no tomaban las armas para defender a sus líderes políticos y religiosos, nombrados –decían y aún dicen ellos- directamente por Dios.

Con todo, no se puede desconocer que algunos liberales de la época declaraban que la inmensa mayoría de colombianos, que eran campesinos paupérrimos, tenían derecho a ser reconocidos como trabajadores libres con derechos acordes a la tendencia norteamericana. Y tampoco se podrá ocultar que los conservadores no quisieron soltar la mano de obra barata y se aprovecharon de los intereses comunes con la Iglesia para que ésta, por medio de la religión, declarara que esas ideas liberales y norteamericanas eran producto de las maquinaciones del diablo.

Es muy claro que la Iglesia Católica brindó todo su apoyo al partido conservador; y que los gobiernos conservadores favorecieron impúdicamente los intereses económicos de la Iglesia. También es muy claro que, muy por encima de los ideales liberales, tanto los dirigentes liberales como los conservadores buscaban su propio bien; querían el poder para sí mismos. Los cacareados ideales liberales en pro de la defensa de las clases populares bien pronto se olvidaron durante y después de las guerras. Tanto que, especialmente en esta guerra de los Mil días, muchos comerciantes –los más poderosos comerciantes eran liberales- se enriquecieron aún más con la importación y venta de armas de fuego y municiones. Después de la guerra, la aristocracia liberal y conservadora no tuvo reparo en unir sus capitales para fundar bancos y diferentes empresas prósperas que surgieron gracias al sacrificio de los pobres –la milicia rasa- quienes hicieron posible la riqueza de esas familias que aumentaron sus caudales sobre la sangre del pueblo que ofrendó sus vidas y las de sus hijos en guerras que nunca fueron suyas. Nuevamente, quienes resultaron ganadores, fueron los oligarcas y la Iglesia.

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15. Panamá y la Orden Skull and Bones

En el fragor de la guerra, los curas llamaban al orden y al sometimiento a los terratenientes, bajo la excusa de que la rebelión era un pecado, mientras que -al mismo tiempo- instaban a la rebelión en contra de los enemigos anticlericales con el argumento de que pelear a favor de la Iglesia era pelear al lado de Dios. “A luchar por nuestra religión.. Dios lo quiere.. ¡Católicos! (…) Por Jesucristo que nos dará la victoria..! Por su Sagrado Corazón que de un modo tan patente nos ha protegido..! (…) ¡Viva la religión..!”

Los jesuitas –¡claro que sí..!- llevaban a cabo sus operaciones comerciales con su tradicional sigilo; habían fundado en las colonias católicas, so pretexto de la religión, agencias comerciales, establecieron plantaciones en las que sus esclavos, negros o indios, trabajaban a latigazos, para recordarles que Jesús también sufrió, así que su sufrimiento y esclavitud eran voluntad divina, para la honra y gloria del Creador. Pero en varias ocasiones estos truhanes fueron desenmascarados y la gente pudo comprobar quiénes eran en realidad los llamados Compañeros de Cristo.

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Los jesuitas, odiados y temidos en todo el mundo

Los jesuitas habían quebrado en Sevilla, donde también se descubrió que se dedicaban al contrabando. Con todo, estos pequeños “errorcillos” no produjeron tanto efecto en la opinión pública como sí lo produjo la quiebra escandalosa de la Compañía de Jesús en la isla Martinica, ocupada por los franceses. En Martinica, el provincial jesuita Lavalette había adquirido tierras, y comprado más de dos mil esclavos negros; el dinero lo había conseguido en París, Marsella y otras ciudades. El curita se ideó la manera de hacerlo sin levantar sospechas: los jesuitas enviaban barras de oro cubiertas por una capa de chocolate, empacadas en cajas y consignadas al provincial jesuita de la Compañía de Jesús en España. Un funcionario de la aduana, sospechando del peso exagerado de los chocolates, abrió una caja y descubrió el engaño. El gobierno confiscó el contrabando y los padrecitos jesuitas no se acercaron nunca a reclamar sus chocolaticos.

El general Benjamín Herrera

Así que, en octubre 7 de 1899 empezó la guerra de los Mil días. Una alianza entre facciones de conservadores y liberales dio un golpe de Estado contra Sanclemente, quien fue obligado a traspasar el poder a Marroquín. Benjamín Herrera, liberal, intentó invadir Panamá en 1901, en contra del Tratado Mallarino-Bildack, que en 1846 se había firmado entregando a Estados Unidos la protección de la soberanía de Colombia sobre el istmo debido a la incompetencia del gobierno colombiano para defender a Panamá de la Corona inglesa que pretendía apropiarse de ella, como ya se habían apropiado de numerosas regiones en Centroamérica.

Para la época en que Benjamín Herrera incursionó en Panamá, en 1901, Sanclemente y Marroquín habían enviado una comisión diplomática a Estados Unidos para convencerlos de que construyeran el Canal interoceánico por Panamá, y no por Nicaragua, como

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pretendía hacerlo Mc Kinley. El intento de Herrera de apoderarse de Panamá militarmente fue visto como un ataque por los norteamericanos, así que fueron rechazados por los marines estadounidenses que impidieron que el revolucionario Benjamín Herrera se tomara la zona del Canal y la Ciudad de Colón. El presidente Mc Kinley estaba a favor de la constitucionalidad y respetó el Tratado firmado en 1846.

Pero los jesuitas ya tenían planeada su próxima jugada. Mientras fundaban el partido social demócrata ruso, en Estados Unidos habían infiltrado a un hombre en las altas esferas del poder presidencial. Habían logrado apropiarse de la vicepresidencia del país. Theodore Roosevelt entraba en acción.

Theodore Roosevelt, el tirano de Cuba, el ladrón de Panamá

Como McKinley no quiso ceder a la presión de los capitalistas norteamericanos –manejados por judíos y jesuitas- (mismos que preparaban la revolución bolchevique y que habían financiado a Marx y Engels para sentar las bases del comunismo), negándose a entregarles Cuba a los intereses monopólicos de los millonarios, dueños de la banca estadounidense; y como Mc Kinley tampoco accedió a las pretensiones de los banqueros en Panamá, este presidente fue asesinado por manos criminales controladas desde la Santa Sede.

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Y Theodore Roosevelt, la ficha de los jesuitas, subió a la presidencia dictando medidas que beneficiaron a quienes lo llevaron al poder. A pesar de que el Congreso de Estados Unidos había creado en 1899 la Comisión del Canal Ístmico que había estudiado todas las posibles rutas y se había decidido por la ruta nicaragüense, en 1902, bajo el control de Roosevelt, la Comisión cambió intempestivamente de opinión y recomendó hacerlo por Panamá. A pesar de que durante el gobierno de McKinley éste se había negado a negociar con Francia prefiriendo hacerlo con el gobierno colombiano directamente, la política de Roosevelt se encaminó en sentido contrario.

Theodore Rooselvelt decidió torcer la famosa “doctrina Monroe”, y le añadió el llamado “Corolario Rooselvelt” que daba licencia a Estados Unidos de ejercer “un poder policial” sobre América Latina e intervenir militarmente donde quisiera y cuando así lo creyera conveniente. Esa es la política que rige a Estados Unidos hasta hoy; esa es la política judeojesuítica que ha logrado utilizar el poderío militar de Estados Unidos a favor de sus intereses en Afganistán, Serbia, Irak, Alemania, Panamá y muchas naciones más.

Así que, a pesar de que el presidente Mc Kinley intervino para liberar a Cuba del yugo español, dejando claro que Cuba era libre y soberana, Therodore Roosevelt invadió militarmente a Cuba y República Dominicana, entre 1905 y 1906 respectivamente, controlando las economías de ambos países para beneficiar los intereses económicos de las grandes empresas gringas pertenecientes –otra vez- al capital judío de Wall Street. Con todo, ganó el Premio Nobel de la Paz en 1906.

Los mismos banqueros gringos utilizaron el poderío estadounidense para impedir que Panamá fuera tomado por los liberales, e intervinieron a favor del gobierno conservador que rogó a Roosevelt para que trajera tropas norteamericanas a Panamá con el fin de frenar las avanzadas de Herrera.

Y Roosevelt, finalmente, terminó apoderándose de Panamá.

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Skull and Crossbones, George W. Bush está a la izquierda del reloj

Theodore Roosevelt era miembro de la Orden de la Calavera y los Huesos (Order Skull and Bones), llamada también como “la Orden” (The Order), cuyo emblema es una calavera con dos huesos cruzados, muy similar al usado por los bucaneros. Esta fraternidad nació en la Universidad de Yale en 1832 y es considerada como una orden masónica independiente, es decir, no inscrita en ninguna gran Logia regular. De igual manera, buscan los mismos ideales de poder basados en una mezcla del Iluminismo jesuítico con las ideas de Hegel.

A esta secta masónica han pertenecido los presidentes Theodore Roosevelt, William Howard Taft, Bill Clinton, George Bush y George W. Bush, padre e hijo, entre otros. También perteneció a ella Prescott Bush, padre y abuelo de los anteriores. Igualmente, perteneció a ella el militar y político estadounidense George Catlet Marshall, Secretario de Estado, iniciador del famoso Plan Marshall en Europa, y premio Nobel de Paz en 1953.

Investigadores de la Orden, le atribuyen no solamente actos de vandalismo y delincuencia común, sino que aseguran que la mayoría de los socios estarían implicados en una serie de crímenes que van desde el narcotráfico hasta políticas eugenésicas para reducir drásticamente la población del Tercer Mundo y de las minorías étnicas en EEUU.

Como ya lo mencionamos antes, Alberto Rivera –el valiente ex jesuita que fue asesinado por desenmascarar a los hijos de Loyola, aseguró que “el Opus Dei es otro brazo de los Jesuitas, así como los Banksters (banqueros gangsters), masones, los illuminati, el CFR (Council of Foreing Relations, Consejo de Relaciones Exteriores), el movimiento de la Nueva Era, Trilateral Comission (la Comisión Trilateral), el Club de Roma, los Bildebergers,

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Skull and Bones, el Bohemian Grove, El Comité de las 300 (así se llaman las familias de élite más ricas) – Rothschilds en Inglaterra y los Rockefellers en América, etc. A través del Opus Dei, manejan los partidos demócratas cristianos, igual que los partidos políticos de centro y centro derecha, así como los poderosos sindicatos entre otros”. (Eric Jon Phelps, Los asesinos del Vaticano)

Por eso, no hay tal como nos quieren hacer creer los medios de comunicación, cuando nos muestran un enfrentamiento entre los Clinton y los Bush, o entre estos y Obama. Son hermanos de logia, de esa siniestra hermandad controlada por judeojesuitas para lograr su propósito de un gobierno mundial (el Nuevo Orden Mundial)

Napoleón Bonaparte, antes de ser seducido por los jesuitas, hizo la siguiente declaración:

“Los Jesuitas son una organización militar, no una orden religiosa. Su jefe es un general del ejército y no un simple sacerdote o un abad de un monasterio. La meta de esta organización es el PODER. El poder en su forma más déspota. Poder absoluto, poder universal, poder para controlar el mundo por la voluntad de un sólo hombre. El Jesuitismo es el más absoluto de los despotismos; y a la misma vez el mayor y el más enorme de los abusos…”

No es coincidencia que los más acérrimos defensores del comunismo pertenezcan a esta Orden. No es coincidencia que los comunistas como Fidel Castro, defiendan a los judíos mesiánicos. Él mismo –Castro- es de origen judío. La llave judeojesuítica es poderosa. Ellos no buscan la igualdad y la paz, sino el poder mediante la opresión. En Colombia, jesuitas como los curas Javier Giraldo y Francisco de Roux, son visibles defensores de los terroristas guerrilleros y comunistas. Y quien se les ponga al frente, sufrirá con toda certeza su ira “santa” e implacable