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LA RIOJA CONVOCATORIA JUNIO 2009

S O L U C I Ó N D E L A P R U E B A D E A C C E S OAUTORA: Marta Monje Molina

ResumenAunque no se indica quién es el autor del texto, es evidenteque forma parte de la obra de un historiador musulmán —«laiglesia de Santiago es como la Qaaba para nosotros»—; la Qaaba es el cubo de piedra negra de carácter sagradosituado en la Gran Mezquita de La Meca, al que los musulma-nes tienen la obligación de acudir en peregrinación al menosuna vez en la vida. El fragmento seleccionado constituye unafuente primaria de carácter histórico. Procede de Al-Bayanal-Mugrib, una importante historia del Magreb y de laPenínsula Ibérica escrita por un cronista de los siglos XIII y XIV,Ben Idzari. En él se narra la aceifa más famosa de Almanzor,realizada en 997 contra Santiago de Compostela. El caudillocordobés llegó a la ciudad, que había sido abandonada porsus habitantes, el miércoles 10 de agosto. Durante los dosdías siguientes a su llegada la saqueó y redujo a escombrossus edificios. Respetó, sin embargo, el sepulcro del apóstolSantiago, que también era venerado por los musulmanes, ycolocó una guardia para impedir que sufriera daño alguno.En los días siguientes sus tropas de dedicaron al pillaje enlas comarcas vecinas hasta alcanzar la península de SanMankas, a orillas del océano Atlántico; era el punto másextremo alcanzado por los musulmanes hasta entonces.

Circunstancias históricas y marco cronológicoEl texto hace referencia a la época de mayor poder del islamsobre la Península Ibérica, que transcurrió durante el califa-to de Córdoba, instaurado en 929 por Abd al-Rahman IIII. Elnuevo califa restauró la unidad del Estado islámico, muydañada durante la última fase del emirato independiente(756-929), y estableció su hegemonía sobre los reinos cris-tianos del norte de la Península Ibérica, que se convirtieronen tributarios y vasallos suyos a cambio de no sufrir cam-pañas de saqueo o aceifas. Fue también una época deesplendor artístico e intelectual, que se extendió duranteel reinado de su hijo Al-Hakam II (961-976), quien mantuvo lacohesión interna y el poder del califato.

En los años siguientes, el poder pasó a manos de MuhammadIbn Abi Amir, llamado Al-Mansur o Almanzor (el Victorioso,940-1002). Almanzor era miembro de una familia de terrate-nientes de origen yemení que había llegado a la Penínsulacon las primeras oleadas de invasión a principios del sigloVIII. Se formó en Córdoba y se relacionó con los círculos de palacio hasta convertirse en administrador de la sultanaSubh, esposa de Al-Hakam II. A la muerte de este, Almanzorencabezó una brillante campaña militar contra los cristia-nos y fue nombrado visir y tutor de su sucesor, Hisham II(965-1013). Posteriormente, derrotó a Galib, el general demayor prestigio en al-Ándalus que, aliado a los cristianos,

cuestionaba su legitimidad. Establecido su predominio,relegó al califa y se hizo con el control de la Administracióny el Ejército —cuyo tamaño aumentó considerablementemediante el reclutamiento de mercenarios—, e impuso unadictadura militar y la defensa de la ortodoxia religiosa, de laque son ejemplos la depuración de la biblioteca del califa yla ampliación de la mezquita de Córdoba. Él y sus dos hijos,que ocuparon el poder después de su muerte, son conoci-dos como los amiríes.

Almanzor aumentó la presión sobre los reinos cristianos delnorte. Contra ellos emprendió numerosas expediciones de saqueo (aceifas), y les exigió además contribuciones ysometimiento. Durante su gobierno, emprendió más de cin-cuenta aceifas. Su objetivo era conseguir el botín necesariopara sufragar los gastos que suponía el mantenimiento desu ejército y reducir el déficit fiscal del califato, así comoaumentar su prestigio y acallar a quienes criticaban la faltade legitimidad de su poder. Bajo el mandato de Almanzorfue habitual que se emprendiesen dos aceifas al año, aun-que se llegaron a alcanzar hasta cinco en ese período detiempo. Entre sus principales campañas destacan la de 981contra León y la de 985 contra Cataluña, aunque la demayor resonancia fue la que emprendió en 997 contra San-tiago de Compostela, narrada en el texto.

Según la tradición cristiana, castellanos y leoneses unidosderrotaron al caudillo cordobés en Calatañazor (1000); sinembargo, la realidad histórica indica que esta batalla fueuna victoria más de Almanzor. En la última de sus expedi-ciones se internó en La Rioja y destruyó el monasterio deSan Millán de la Cogolla. Al retirarse enfermó y murió enMedinaceli. En los años siguientes, su hijo y sucesor Abd al-Malik emprendió nuevas aceifas contra los reinos cristianos.El segundo de los hijos de Almanzor, Abd al-Rahman San-chuelo, provocó una rebelión en Córdoba al pretendersuplantar al califa. Se inicio entonces un proceso de des-composición interna en el que los reyes de León y Pamplo-na intervinieron a favor de uno u otro bando y, tras la des-aparición del califato (1031), iniciaron el avance hacia el sur.

Definición de términos� Islam. Religión monoteísta predicada por Mahoma en

Arabia central (siglo VII), con la que el profeta unió atodos los árabes en una comunidad de fe (umma). Islamsignifica en árabe «sumisión» (a Dios), y muslim, de don-de deriva la palabra musulmán, «quien se somete». Sebasa en las enseñanzas recogidas en el Corán, el librosagrado que contiene la palabra revelada por Dios aMahoma. También se fundamenta en un conjunto de tra-diciones sobre los dichos y hechos del profeta, la Sunna.

Opción A

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Mahoma es considerado el último y más perfecto de losmensajeros de Dios, grupo en el que los musulmanesincluyen además a Adán, Noé, Abraham, Moisés y Jesús,a quien no consideran Hijo de Dios. En la actualidad, elislam es la segunda religión más numerosa del mundo.Es mayoritaria en Próximo Oriente, Asia Central, el sur deAsia y el norte y este de África. El credo musulmán con-tiene cinco dogmas: la profesión de fe, la oración, el ayu-no (mes del Ramadán), la limosna y la peregrinación a LaMeca, al menos una vez en la vida. La moral islámica serige por la sharia, ley divina del islam, que se basa en elCorán, la Sunna y el consenso. Sus dos principalescorrientes son los sunnitas y los chiitas. Los primeros,«gentes de la tradición», defienden que Mahoma no tie-ne sucesor; los segundos reclaman la legitimidad de losdescendientes de Alí, yerno de Mahoma, cuyo asesinatodio paso a la dinastía de los omeyas.

A la muerte de Mahoma (632), y desde su núcleo centralen Arabia, sus sucesores, los califas o líderes político-reli-giosos de los creyentes, establecieron un inmenso impe-rio que se extendía hasta el Indo, por el este, e incluíaEgipto, el norte de África y la Península Ibérica por eloeste. La religión y la cultura islámicas se mantienenpresentes en muchas de estas regiones, aunque no asísu unidad política. El islam posee un extraordinario lega-do cultural tanto en el campo de las ciencias como en dela filosofía y las artes.

En el caso de España, el islam mantuvo su presenciapolítica durante siete siglos (VIII-XV). Alcanzó sus mayorescotas de poder durante el califato de Córdoba (929-1031) y a lo largo de los siglos siguientes fue retroce-diendo ante la presión cristiana. En el siglo XIII solo que-daba un vestigio de la presencia musulmana en España,el reino nazarí de Ganada, que sobrevivió hasta su con-quista por los Reyes Católicos en 1492.

La vida cultural y artística en al-Ándalus alcanzó cotasmuy altas. Su ciencia, su literatura y su arte se inspiraronen modelos árabes de Oriente, y su pensamiento, quefue reflejo de la cultura persa y grecorromana, tuvo unagran originalidad. La cultura andalusí ejerció una fuerteinfluencia en la Europa cristiana. En el campo de la lite-ratura destacaron Ibn Hazm e Ibn Zaydun, y entre losfilósofos, Avempace, Averroes y Maimónides. En cuantoa las manifestaciones artísticas, tuvieron un extraordi-nario esplendor las artes decorativas (artesanía, azulejo,cerámica, orfebrería, marfil) y la arquitectura (la mezqui-ta de Córdoba, la ciudad palacio de Madinat al-Zahra,ambas de época omeya; la Giralda, de época almohade,y el palacio alcazaba de Granada o Alhambra —«laRoja»—, de época nazarí).

� Emirato. En la civilización musulmana, principado, terri-torio sobre el que ejerce su jurisdicción el emir. En laactualidad, algunos estados musulmanes tienen estadenominación. Durante los primeros años de la domina-ción musulmana en la Península Ibérica, se estableció un emirato sujeto a la autoridad del califato de Damas-co, el emirato dependiente (711-756), que se convirtió

en independiente entre 756 y 929 bajo la dinastía de losomeyas de Córdoba. Durante el emirato dependiente yase dieron muestras significativas de la tendencia a la dis-gregación que caracterizó tanto a este período como alque le siguió. Esta tendencia se debió a la heterogenei-dad social y étnica de los conquistadores (árabes del nor-te o gaysíes, árabes del sur o yemeníes, bereberes, sirios,muladíes, mozárabes) y provocó que se sucediesenveinte emires (valíes) entre 714 y 756. Ese año, un super-viviente de la familia omeya —desplazada del poder ymasacrada por los abasíes (que trasladaron la capital delcalifato de Damasco a Bagdad)—, Abd al-Rahman I, ins-tauró el emirato independiente tras derrotar al gober-nador Yusuf al-Fihrí con apoyo de los sirios. Abd al-Rah-man I convirtió la dignidad de emir en hereditaria,aunque a lo largo de su reinado tuvo que sofocar cons-tantes rebeliones. Los desafíos al centralismo de Córdo-ba se repitieron durante los gobiernos de sus descen-dientes y se agudizaron en la fase final del emirato.Finalmente, Abd al-Rahman III, emir desde 912, logróimponer su autoridad en la Península e instauró el cali-fato de Córdoba (929-1031).

� Mozárabes. Denominación que recibieron durante laépoca de la Reconquista los cristianos que quedaronbajo dominación musulmana. Dado que profesaban una«religión del Libro», es decir, basada en la Biblia y en lacreencia en un solo Dios, las autoridades islámicas losrespetaron y permitieron que gozaran de cierta autono-mía y libertad de culto, así como de leyes y jueces pro-pios. No obstante, debieron pagar ciertos impuestos, delos que estaban exentos los musulmanes, y no pudieronacceder a cargos de responsabilidad política ni hacerproselitismo de su religión o poseer esclavos musul-manes. Durante los siglos X y XI las condiciones de lapoblación mozárabe en Ándalus empeoraron y se pro-dujo un desplazamiento de estos hacia los reinos cris-tianos. Fueron un factor importante en el proceso derepoblación llevado a cabo por estos reinos y contribu-yeron al enriquecimiento de su actividad mercantil ygremial. El legado cultural mozárabe es importante, tan-to en el campo de la arquitectura religiosa como en elde la miniatura.

� Mudéjares. Denominación que recibieron los musulma-nes que quedaron en la Península tras la caída del reinode Granada (1492), es decir, los antiguos habitantes deal-Ándalus («islámicos en tierra cristiana»). En principiosu vida, posesiones y prácticas religiosas fueron respe-tadas, como había sucedido con las minorías musul-manas residentes en los reinos cristianos peninsulares.Posteriormente, en el año 1502, tras varias sublevacio-nes de mudéjares en Granada, se ordenó que todos losmusulmanes de Castilla se convirtiesen al cristianismo ose marchasen al exilio; en 1525 se dictó en Aragón unamedida similar. Los musulmanes conversos al cristianis-mo fueron llamados moriscos; los que permanecieronfieles a sus creencias decidieron emigrar a África. Entre1609 y 1614, los moriscos también fueron expulsados deEspaña.

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� Parias. Durante la Edad Media, nombre que recibieronlas contribuciones o tributos que los reinos musulmanespagaron a los cristianos. Normalmente se trataba de unacontribución anual en reconocimiento de una situaciónde subordinación o vasallaje, lo que obligaba al percep-tor a proteger, o no agredir, a quien realizaba los pagos.La entrega de parias fue consecuencia del debilitamien-to del poder musulmán en la Península Ibérica tras la disolución del califato de Córdoba y la formación de losreinos de taifas en el siglo XI. Los monarcas cristianos,como Alfonso VI, recibieron grandes sumas por esteconcepto, lo que les permitió disponer de recursosimportantes con los que financiaron sus campañas deexpansión hacia el sur. Esta situación se mantuvo vigen-te en siglos posteriores, y especialmente entre los siglosXII y XIII.

� Mezquita de Córdoba. Templo de culto islámico y obradel arte califal que fue declarada Patrimonio de la Huma-nidad por la UNESCO en 1984. Iniciada en 786 por Abdal-Rahman I sobre un antiguo templo visigodo, fue obje-to de sucesivas ampliaciones a lo largo de la época delcalifato. Tras la toma de la ciudad por los cristianos(1236), la planta del edificio fue, en general, respetada,aunque sufrió algunas modificaciones (primitiva cate-dral gótica, Capilla Real, construida por orden de Enri-que II, Capilla de Villaviciosa). En el siglo XVI se destruyóen parte para construir una catedral en su interior.

Sus muros almenados y reforzados dan a su exterior elaspecto de una fortaleza. En la fachada norte se encuen-tra la Puerta del Perdón, construida en estilo mudéjar(siglo XIV). Junto a ella se alza una torre de 90 metros de altura erigida sobre el antiguo alminar. A través de la Puerta del Perdón se accede al llamado Patio de losNaranjos, rodeado de una galería porticada donde Ave-rroes impartía doctrina. Al interior se accede a través dela Puerta de las Palmas.

En el interior se encuentra una sala de oración con 850columnas, que abren una sucesión de naves en sentidonorte-sur. Las columnas son de mármol, muchas de ellasde origen romano o visigodo. Están rematadas por arcosdobles hechos con piedra blanca y roja. El mihrab seencuentra en el muro sur. Es de planta octogonal y estárematado por una bóveda de mármol en forma de con-cha marina. Muestra una profusa decoración en yeso yrevestimientos de mosaico. En el centro de este espaciose levanta una catedral cristiana iniciada en el siglo XVI

en estilo plateresco y concluida dos siglos después.

Evolución política de al-Ándalus: de la conquista a los reinos de taifas (711-1031)La conquista musulmana de la Península Ibérica tuvo lugara principios del siglo VIII. Fue un proceso relativamente bre-ve (711-715) debido a la fragilidad del reino visigodo deToledo, minado por la crisis interna. En 710 don Rodrigo,duque de la Bética, había sido elegido rey de los visigodos.Los partidarios del anterior monarca, Witiza, no aceptaronsu elección y pidieron ayuda a los musulmanes del norte de

África. A finales del siglo VII, el califato omeya de Damascodominaba el Próximo Oriente, el Mediterráneo oriental y elnorte de África. El califa Al Walid había puesto al frente de laregión de Egipto y Túnez (Ifriquiya) a Musa Ibn Nuzayr. En711 uno de sus fieles, Tariq ben Ziyad, gobernador de Tán-ger, desembarcó en Tarifa. Rodrigo, que se encontraba sofo-cando una sublevación de los vascones, acudió a suencuentro y fue vencido y muerto en la batalla de Guadale-te (actual provincia de Cádiz). Seguidamente, Tariq tomóToledo y prosiguió su avance hacia el norte. En 712 desem-barcó Musa Ibn Nuzayr con un contingente de 18 000 sol-dados; se unió a Tariq y ambos sometieron el norte de laPenínsula Ibérica. El sucesor de Musa, Abd-al-Aziz, conquis-tó el sur peninsular. En algunos casos llegó a pactos con losseñores locales, como el que estableció con el conde visigo-do Teodomiro, gracias al cual este pudo mantener el controlsobre la región murciana a cambio de reconocer a las nue-vas autoridades. Las tropas islámicas (dirigidas por árabes,pero formadas en un alto porcentaje por bereberes, esdecir, norteafricanos) no pretendieron ocupar todo el terri-torio, al que llamaron al-Ándalus, sino controlar tan solo lospuntos clave estableciendo guarniciones militares.

Tras sobrepasar el valle del Ebro, los musulmanes avanzaronhacia el sur del reino franco y fueron derrotados en la bata-lla de Poitiers (732). Como consecuencia, se vieron obliga-dos a admitir los Pirineos como frontera natural con el reinofranco. Las Islas Baleares, que hasta entonces pertenecían alImperio bizantino, no fueron ocupadas hasta el siglo X, pesea que sufrieron incursiones islámicas desde el siglo VIII. Eldesarrollo político de al-Ándalus en los trescientos añossiguientes se divide en tres fases:

� El emirato dependiente (711-756). El poder político en al-Ándalus fue asumido por un valí (gobernador), depen-diente del califato de Damasco, a menudo elegido desdeKairuán (en el actual Túnez). Entre los años 711 y 756 sesucedieron diferentes valís. Para someter las áreas con-quistadas, los califas ordenaron el territorio en coras (demenor tamaño que las antiguas provincias romanas).Impusieron tributos a la población, repartieron las tierrasentre sus guerreros y nombraron gobernadores árabes.La capital de al-Ándalus se estableció en Córdoba paracontrolar el valle del Guadalquivir. Crearon tres áreas enlas fronteras del territorio conquistado, en torno a Méri-da, Toledo y Zaragoza, que se denominaron marcas (enárabe tagr) Inferior, Media y Superior, respectivamente. Losmusulmanes apenas prestaron atención a las tierras de laMeseta septentrional ni a los pueblos montañeses delnorte y los Pirineos, rebeldes y poco romanizados.

� Emirato independiente (756-929). La mayoría de losomeyas fueron asesinados en una guerra civil; el clanabasí ocupó el califato y trasladó su capital a Bagdad(Irak). Un superviviente omeya, Abd al-Rahman I, se tras-ladó a al-Ándalus y se proclamó emir (príncipe) indepen-diente del califato de Bagdad (756). Abd al-Rahman I con-virtió su poder personal en una dinastía, pues designóheredero en vida a un hijo suyo, estableciendo así un sis-tema sucesorio que se mantuvo durante los dos siglos

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siguientes. A partir del año 879, sin embargo, fue eviden-te la crisis del poder del emirato cordobés, pues se pro-dujeron numerosas revueltas locales y reivindicacionescontinuas de independencia (como la de Umar ibn Haf-sun en la actual Andalucía). Para hacerles frente, los emi-res se rodearon de un ejército personal de mercenarios,generalmente esclavos liberados traídos de muy lejos(eslavos en su mayoría), y consiguieron prestigio y recur-sos económicos a través de las aceifas, campañas desaqueo en las tierras cristianas del norte.

� Califato de Córdoba (929-1031). Abd al-Rahman I, emirdesde 912, se proclamó califa en Córdoba (929), convir-tiéndose en líder político y religioso de los musulmanesde al-Ándalus. Restauró la unidad del Estado islámico y estableció la hegemonía de al-Ándalus sobre toda laPenínsula Ibérica, pues los reinos cristianos del norte seconvirtieron en tributarios y vasallos suyos a cambiode no sufrir aceifas.

A nivel internacional, Abd al-Rahman III intentó que lacultura andalusí liderara el mundo islámico promoviendoel desarrollo artístico e intelectual en Córdoba y Madinatal-Zahra (Medina Azahara), una ciudad-palacio construi-

da desde 936 en las afueras de Córdoba y continuadapor su hijo y sucesor Al-Hakam II (961-976).

Tras la muerte de Al-Hakam II, los califas de Córdoba semantuvieron en el poder de forma simbólica. Aprove-chando la minoría de edad del nuevo califa, Hisham II, elgobierno efectivo pasó a manos del hayib o valido anda-lusí, Muhammad ibn Abi Amir, llamado Al-Mansur oAlmanzor (El Victorioso). Él y sus dos hijos, que le sucedie-ron en el poder, son conocidos como los amiríes; fueronlos auténticos gobernantes del califato cordobés entre losaños 976 y 1009.

Almanzor controló la Administración y el Ejército, impo-niendo una dictadura militar, la defensa de la ortodoxiareligiosa y expediciones de castigo contra los reinos cris-tianos del norte. Tras la muerte de Almanzor (1002), unode sus hijos pretendió ser nombrado sucesor del califaHisham II, lo cual le enfrentó a la dinastía omeya, a losdirigentes religiosos y al pueblo en general. En el año1009 estalló una revolución en Córdoba durante la cualfueron asesinados los amiríes. Por último, en el año 1031,una asamblea de notables decretó en Córdoba el finaldel califato.

Opción B

Resumen

El texto está compuesto por dos fragmentos del «Mani-fiesto y Programa» que se aprobó en la primera asambleadel Partido Socialista Obrero Español (PSOE), celebrada el20 de julio de 1879, tres meses después de su fundación (2de mayo) en una fonda de la madrileña calle de Tetuán. Setrata de una fuente primaria de carácter histórico-político.Fue redactado por el líder histórico del socialismo español,Pablo Iglesias (1850-1925). En el manifiesto se explican losobjetivos últimos del nuevo partido político y los medioscon que sus fundadores pretendían alcanzarlos. Los objeti-vos del PSOE son tres: una sociedad sin clases o, lo que susredactores consideran lo mismo, la emancipación de los tra-bajadores; la sustitución de la propiedad privada por otrade carácter social y el acceso al poder de la clase trabajado-ra. En cuanto a los medios que propugnan para alcanzarestos fines se pueden dividir en cinco grupos: 1. Libertadespolíticas (derecho de coalición, legalización de las huelgas,implantación del jurado); 2. Protección frente a la explota-ción laboral (reducción de jornada, prohibición del trabajoinfantil, mejora de las condiciones laborales de las mujeres);3. Mejora de las condiciones de vida y de la seguridad física delos obreros (legislación específica o «leyes protectoras de lavida y de la salud de los trabajadores», comisiones de vigi-lancia elegidas por los obreros, protección a las Cajas deSocorros Mutuos, reforma de las leyes de inquilinato y des-ahucios); 4. Igualdad social (justicia gratuita, servicio militarobligatorio y universal); 5. Fomento de la educación (escue-las gratuitas en los niveles de primera y segunda enseñan-

za, escuelas profesionales laicas). Por último, en el manifies-to se defiende la nacionalización de los medios de produc-ción (transporte, minas, bosques, «etc., etc.») y su control porel proletariado.

Circunstancias históricas y marco cronológicoEl movimiento obrero surgió a lo largo del siglo XIX en Espa-ña como consecuencia del radical proceso de transforma-ción que supuso el desarrollo de la Revolución Industrial yel proceso de urbanización. Los cambios económicos pro-vocaron la aparición de una clase proletaria compuesta portrabajadores del campo poco cualificados que se concen-traron en las ciudades o en las regiones de mayor desarrolloindustrial (Cataluña, País Vasco) en busca de trabajo. Elmanifiesto fundacional del PSOE refleja a través de sus rei-vindicaciones las durísimas condiciones de vida a las queestaba condenada esta clase social en el último cuarto delsiglo XIX. Las jornadas solían ser de doce horas («de sol a sol»en el campo). Los ingresos eran muy escasos (abundaba aldestajismo), lo que obligaba a trabajar a todos los miem-bros de la unidad familiar; mujeres y niños cobraban unsalario menor que los varones adultos o solo recibían, acambio de su trabajo, alimentación, hospedaje y vestido. Enmuchas ocasiones, los jornales regresaban inmediatamente a los patronos debido al sistema de cantinas, que obligaba alos trabajadores a aprovisionarse en los centros que impo-nían las empresas. Cuando perdían su puesto de trabajo (loque ocurría con frecuencia), los trabajadores caían general-mente en la marginación y en la pobreza; cualquier contra-tiempo (una enfermedad, la vejez o la muerte de algún

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miembro de la familia) implicaba acabar en la miseria o enla delincuencia, ya que no existía ningún tipo de protecciónsocial. Los barrios populares carecían de infraestructuras(agua corriente, condiciones higiénicas). Las casas, casisiempre de alquiler, eran pequeñas y mal ventiladas. El haci-namiento extendía las enfermedades (como la tuberculosis)e incrementaba las ya altísimas tasas de mortalidad (espe-cialmente la infantil).

En este contexto surgió el movimiento obrero en España. Seasentó firmemente en la segunda mitad del siglo, especial-mente tras la implantación en el país de la Asociación Inter-nacional de Trabajadores (AIT) o I Internacional, fundada en1864. La división entre los partidarios de Bakunin y de Marxen el seno de la AIT tuvo su reflejo en España. Los anarquis-tas eligieron la acción directa mediante la convocatoria dehuelgas y la creación de sindicatos o sociedades de resis-tencia estables y organizadas. Los socialistas, favorables almarxismo, combinaron la acción directa y la política, aun-que dieron preferencia a esta última. Inicialmente, el movi-miento anarquista tuvo una mayor implantación en España:a través de la Federación Regional Española (FRE, 1870-1874) y, posteriormente, de la Federación de Trabajadoresde la Región Española (FTRE, 1881-1888) ganó numerososadeptos en Cataluña y Andalucía. El movimiento se dividiópronto entre quienes eran partidarios de los sindicatoslegales y quienes propugnaban la «propaganda de loshechos», es decir, el terrorismo.

Los partidarios del marxismo tuvieron una menor influen-cia en esos años y un origen humilde. En 1872, un pequeñogrupo de obreros de Madrid que había sido expulsado de laFRE, liderado por Pablo Iglesias, creó una célula socialista deinspiración marxista. En 1873 este grupo se incorporó a unasociedad de socorro mutuo para tipógrafos, la AsociaciónGeneral del Arte de Imprimir. Los miembros de la asociación, ala que se sumaron algunos intelectuales y profesionales deotros oficios, se reunieron a lo largo de los años siguientesen varios cafés y tabernas de Madrid. Entablaron relacióncon Karl Marx y Friedrich Engels, y con el líder socialista fran-cés Jules Guesde. A través de esa vía, el grupo recibió dife-rentes materiales y documentación, que influyeron en laorientación ideológica del primer socialismo español (gues-dismo); también se les instó a que se organizasen como unpartido socialista. Finalmente, el 2 mayo de 1879 se decidióla formación de un partido obrero de ideología marxista, elPartido Socialista Obrero Español. El 20 julio tuvo lugar suprimera asamblea, en la cual se aprobó un «Manifiesto yPrograma», redactado por el líder de la nueva formación,Pablo Iglesias, al que pertenecen los dos fragmentos deltexto comentado. Poco después, se crearon grupos en Bar-celona, Guadalajara, Valencia, Castellón, Tarragona y Zarago-za, y, a mediados de la década de 1880, Facundo Perezaguainició la implantación del PSOE en Vizcaya. El PSOE, además,fundó su propio periódico, El Socialista (1886), y participó enla creación de la Segunda Internacional (1889), la asociaciónde trabajadores liderada por los socialdemócratas.

La promulgación de la Ley de Asociaciones en 1887, duran-te el Gobierno Largo de Sagasta, permitió la constitución de

un sindicato afín al PSOE, la Unión General de Trabajadores(UGT) un año después. La UGT se nutrió de obreros cualifi-cados y urbanos que, a su vez, formaban parte de las socie-dades de oficio. Estas constituían federaciones nacionalesque se unían, por profesiones, en el seno del sindicatosocialista, dotado de una dirección más centralizada que laanarquista; los miembros de la UGT empleaban ademásunas tácticas mucho más moderadas. La UGT era indepen-diente, aunque estaba subordinada al PSOE, con la quecompartía dirigentes, siguiendo el modelo socialdemócrataalemán. Aunque intentó arraigarse en Barcelona, estable-ció su sede definitivamente en Madrid en 1899. A lo largo dela última década del siglo XIX, los núcleos fundamentales de la UGT fueron dos:

� Las sociedades de oficio madrileñas, aglutinadas en tor-no a la Casa del Pueblo (su domicilio y centro social)entre 1898 y 1899, donde los tipógrafos atrajeron y orga-nizaron a trabajadores de otras actividades (construc-ción, madera, metalurgia y alimentación).

� Las sociedades obreras de metalúrgicos y mineros en elnorte de España: en Vizcaya surgieron las agrupacionesde obreros del metal y mineros del hierro a partir de lahuelga de 1890, que resultó un éxito. En Asturias, lossocialistas organizaron también (1897) a los mineros delcarbón.

En sus primeros tiempos, el PSOE rechazó toda colabora-ción con los partidos políticos burgueses. Su influencia selimitaba, a principios del siglo XX, a las zonas donde se esta-ba produciendo un mayor desarrollo industrial. Desde 1890,organizó manifestaciones pacíficas cada Primero de Mayopara reivindicar la jornada de trabajo de ocho horas. Tam-bién obtuvo algunas concejalías. El partido mantuvo su ais-lamiento político hasta 1909, cuando se integró en una coa-lición republicano-socialista gracias a la cual su líder, PabloIglesias, obtuvo un acta de diputado en las elecciones cele-bradas un año después. Era la primera vez que el movimien-to obrero lograba representación en las Cortes. En añosposteriores, aumentó su peso electoral y político. En ladécada de 1930 fue uno de los partidos clave en las políti-cas reformistas de la Segunda República y durante la dicta-dura franquista, se mantuvo en el exilio bajo el liderazgo deRodolfo Llopis. En los años setenta se abrió paso una nuevageneración de dirigentes, que tras la instauración de lademocracia lograron una victoria de dimensiones históricasy se mantuvieron en el poder durante catorce años (1982-1996). En 2004 el PSOE se convirtió de nuevo en la fuerzamayoritaria y su líder, José Luis Rodríguez Zapatero, fueelegido presidente del Gobierno.

Definición de términos� Alfonso XII. Rey de España (1857-1885). Hijo de Isabel II,

partió al exilio junto con su madre. La reina le cedió susderechos dinásticos en 1870. La renuncia al trono deAmadeo I, el estallido de la Tercera Guerra Carlista (1872-1876) y la inestabilidad vivida en la Primera Repúblicaaumentaron las opciones de una Restauración de ladinastía borbónica. En 1873 Isabel II ratificó a Antonio

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Cánovas del Castillo como jefe del partido alfonsino y leencomendó la educación del príncipe. El político conser-vador dispuso su ingreso en la Academia Militar deSandhurst e intensificó su campaña a favor del acceso altrono de don Alfonso. Para ello contó con el apoyo deun sector del Ejército y de los grupos de interés cuba-nos, que desde hacía un año financiaban la causa alfon-sina. En diciembre de 1874 don Alfonso hizo público elManifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas. En él sepostulaba como monarca legítimo frente a los carlistas yproponía una monarquía constitucional que superase lafase de inestabilidad política experimentada durante elSexenio Democrático. El manifiesto fue hecho públicoen España a finales de ese mismo mes. El día 29 el gene-ral Martínez Campos inició un pronunciamiento enSagunto que provocó la caída del régimen republicanoy el inicio del período histórico conocido como la Res-tauración. El nuevo monarca llegó a Barcelona el 9 deenero de 1875 y cinco días después hizo su entradatriunfal en Madrid. Durante el reinado de Alfonso XII sederrotó definitivamente a los carlistas y se puso fin a laprimera Guerra de Cuba. Se estableció además un nue-vo sistema político, inspirado por Cánovas. Se basaba enla Constitución de 1876, que establecía la soberaníacompartida entre el monarca y el Parlamento, y en laalternancia en el poder de dos grandes partidos, el Con-servador y el Liberal. Un año después de la muerte de suprimera esposa, María de las Mercedes de Orleans,Alfonso XII contrajo matrimonio con María Cristina deHabsburgo (1879). La temprana muerte del monarcaprovocó una crisis política que se superó con el pactode El Pardo (1885), por el cual se oficializó el turno departidos entre los partidos Conservador y Liberal. Su hijopóstumo (1886) reinó entre 1902 y 1931 con el nombrede Alfonso XIII.

� Guerra de Cuba. Conflicto armado iniciado en 1895 trasuna sublevación independentista en Cuba y que concluyóen 1898 con la pérdida de los últimos restos del imperiocolonial español. Precedió al conflicto la división internaen la isla entre los partidarios de las reformas sociales yde un mayor grado de independencia con respecto a lametrópoli y los burócratas, comerciantes y azucarerosespañoles, que se oponían a cualquier tipo de reforma.Síntomas del malestar existente fueron la primera Gue-rra de Cuba (1868-1878), la Guerra Chiquita (1879) y lasrebeliones de 1883 y 1885. Además, Estados Unidos fueun factor de peso en el aumento de la tensión. La islaexportaba a este país el 90 % de su producción de azú-car y tabaco y la presión estadounidense aumentó pro-gresivamente.

La guerra estalló en febrero de 1895 con el llamado Gri-to de Baire. Poco después se proclamó el Manifiesto deMontecristi, redactado por José Martí y Máximo Gómez,líderes civil y militar de la rebelión, respectivamente. Unaño después estalló la rebelión en Filipinas, sofocada en1897, aunque rebrotó a principios de 1898. España envióa Cuba un gran contingente de tropas, cuya actuaciónse vio condicionada por la falta de medios y las enfer-

medades tropicales. El general Valeriano Weyler, jefemilitar de la isla, desarrolló una política de gran durezaque provocó una campaña en la prensa estadounidensea favor de la intervención militar. El asesinato en 1897del entonces presidente del Gobierno, Antonio Cáno-vas, provocó el regreso al poder de Sagasta, líder de losliberales, y un cambio en la política seguida hasta elmomento. Se relevó a Weyler y se ofreció la concesiónde la autonomía a Cuba.

En febrero de 1898 tuvo lugar la voladura del Maine, unacorazado estadounidense fondeado en el puerto de LaHabana, en el que murieron 250 marinos norteamerica-nos. Aunque la causa de la explosión fue accidental, la prensa y el Gobierno estadounidenses culparon a Espa-ña y propusieron comprar la isla. Ante la negativa deSagasta, Estados Unidos declaró la guerra a España enabril. Tras las derrotas en los enfrentamientos navales de Cavite, frente a Manila, y Santiago de Cuba (mayo-julio de 1898), prácticamente cesó la resistencia. El 10 dediciembre de 1898 se firmó el Tratado de París, por elcual España reconocía la independencia de Cuba y cedíaa Estados Unidos Puerto Rico, la isla de Guam, en lasMarianas, y Filipinas.

� Crisis agraria finisecular. Proceso recesivo y de cambioregistrado en la agricultura española en los últimos añosdel siglo XIX. El fenómeno se enmarca en la crisis queafectó a las economías occidentales, iniciada a media-dos de la década de 1870, y se manifestó en el descensodel precio de los productos agrícolas, provocado por larevolución de los transportes (fin de la época de la nave-gación a vela) y por un exceso de oferta, que fue, a suvez, consecuencia de un aumento de la productividad. Aestos factores se añadieron otras circunstancias queagravaron la crisis, como la plaga de la filoxera en Francia.Consecuencia de esta negativa coyuntura económicafue el auge del proteccionismo en el ámbito internacio-nal para salvaguardar los mercados nacionales.

La economía española gozó de un período de augedurante los primeros años de la Restauración. En el sec-tor agrícola predominaba la llamada trilogía mediterrá-nea (trigo, vid y olivo), que ocupaba gran parte de lasuperficie cultivada. La crisis de la filoxera en Franciamultiplicó las exportaciones de vino al país galo y propi-ció un aumento considerable de la superficie de cultivode la vid. A principios de los años ochenta, España lide-raba la producción mundial de vino. Sin embargo, amedida que transcurría la década, se hicieron sentir losefectos de la crisis.

Se produjo un descenso en el precio del trigo, que seextendió al arroz. A las regiones periféricas de la Penín-sula les resultaba más barato importar trigo por mardesde Estados Unidos o Rusia que adquirirlo en lasregiones del interior, y estas perdieron buena parte deesos mercados. Al mismo tiempo, la plaga de la filoxerase extendió a España y provocó una reducción dramá-tica de la superficie dedicada al viñedo. Como conse-cuencia de la crisis, se constituyeron organizaciones

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para la defensa del sector (Liga Agraria) y se produjo unaumento de las presiones para imponer una políticaproteccionista (arancel de 1891). Además, se extendió lamiseria en el ámbito rural y se redujeron los márgenesde beneficio de los pequeños y medianos agricultores.Aumentó la conflictividad social (protestas en Castilla amediados de la década de los ochenta, episodios de vio-lencia en Andalucía impulsados por la Mano Negra) y seinició un proceso de emigración masiva, tanto interior(hacia las ciudades) como transoceánica (hacia Américadel Sur). Además del proteccionismo, se reclamaronreformas en el ámbito rural, bien para aumentar la pro-ductividad, como las propuestas por Joaquín Costa, obien para atacar las deficiencias de la estructura de lapropiedad (latifundismo).

A partir de la década de 1890 se procedió a una progre-siva reconversión de la producción agrícola, que se pro-longó en los primeros años del siglo XX. Se favoreció laespecialización, la reducción de costes, la mecanización,el incremento de la productividad y el fomento de culti-vos como los hortícolas, los frutales o el alcornoque parala obtención de corcho. También se introdujeron el taba-co o la remolacha azucarera para compensar la pérdidade las colonias. Estos productos se destinaron en granparte a la exportación. Además, el efecto de la políticaproteccionista se hizo notar en los sectores tradicionalesde la agricultura española (trigo, vid, olivo), que entraronen un proceso de recuperación.

Sin embargo, esta «reconversión» agrícola fue insuficien-te debido a varios factores. En primer lugar, por la debili-dad de los gobiernos de la Restauración, carentes de unprograma de reforma agraria y lastrados por el endeu-damiento público y los intereses de sus «amigos políti-cos». No se desarrolló el crédito agrícola; tampoco sepromulgó una legislación que sirviera de cobertura a lospequeños y medianos agricultores, que a menudo per-dieron sus propiedades por no poder hacer frente a lahipoteca de sus tierras. También fueron factores negati-vos las guerras en Cuba, primero, y en África después, asícomo el cierre de algunos mercados exteriores provoca-do por las políticas proteccionistas implantadas en otrospaíses.

� Sagasta. Práxedes Mateo Sagasta fue un político espa-ñol (1825-1903). Miembro del Partido Progresista, fuediputado tras la Revolución de 1854 y, en años posterio-res, se convirtió en uno de sus dirigentes. Partidario delllamado retraimiento (inasistencia a las Cortes) de losprogresistas en la década de 1860, secundó al generalPrim en sus sucesivos pronunciamientos. Desempeñóun importante papel en la Revolución de 1868 y fueministro de Gobernación en el Gobierno provisional.Muerto el general Prim, lideró la facción moderada delPartido Progresista frente a Ruiz Zorrilla y formó el Par-tido Constitucionalista. Encabezó el Gobierno (1871-1872), pero dimitió al no poder justificar un fondo de2 000 000 de reales de finalidad poco clara. Tras el pro-nunciamiento de Pavía en enero de 1874, fue ministro

de Estado y Gobernación y encabezó el último Gobiernorepublicano antes de la Restauración de los Borbones.

Aceptó la Constitución de 1876 y se convirtió, con Cáno-vas del Castillo, en uno de los puntales del sistema polí-tico de la Restauración. En 1880 formó el Partido LiberalFusionista —después, Partido Liberal—. En 1881 le fueencomendada la formación de Gobierno, lo que dio ini-cio a la alternancia en el poder con los conservadores.Tras la muerte de Alfonso XII en 1885, acordó con Cáno-vas, entonces presidente del ejecutivo, su retorno alpoder (Pacto de El Pardo), oficializando el llamado «tur-no» de partidos. Desde ese momento hasta 1890 enca-bezó el llamado Gobierno Largo, durante el cual seprodujo una importante democratización del régimen—Ley de Asociaciones, Ley del Jurado, implantación delsufragio general masculino—, neutralizada por el caci-quismo y la corrupción electoral. Posteriormente, presi-dió el Gobierno en los períodos 1892-1895 y 1897-1899.Durante el segundo de estos mandatos, tuvo que afron-tar el desenlace de la crisis cubana y la pérdida de lasúltimas colonias. En los primeros años del siglo XX, enca-bezó el Gobierno por última vez (1901-1902). Bajo sumandato, inició su reinado Alfonso XIII.

� Catalanismo. Doctrina y movimiento político surgido enel último cuarto del siglo XIX que defendía la personali-dad política y cultural de Cataluña, y reclamaba la ins-tauración del autogobierno en la región. Entre los factoresque propiciaron el desarrollo del catalanismo destacanel movimiento cultural conocido como Renaixença(«Renacimiento»), surgido a mediados del siglo XIX; ladefensa de la realidad histórica plural de España, supri-mida en el siglo XVIII por el centralismo borbónico; y lainfluencia de las élites sociales y políticas catalanas, quereclamaban un mayor peso político de Cataluña en elconjunto de España.

Los orígenes del catalanismo político se sitúan en elSexenio Democrático, cuando los federalistas reivindica-ron una Cataluña integrada en un conjunto de estadosespañoles asociados libremente. Durante la Restaura-ción, Valentí Almirall fundó el Centre Catalá (1882) con elobjetivo de aglutinar a todos los catalanistas. Sin embar-go, otros intelectuales, como Joan Mañé i Flaquer oJacint Verdaguer, eran partidarios de un nacionalismotradicionalista, rural y antiliberal. La Unió Catalanista(1891) intentó unificar todas las tendencias en torno a laburguesía nacionalista, ilustrada y conservadora, y pro-movió las Bases de Manresa en 1892, un documentoque recogía el primer programa explícito de catalanis-mo. Sin embargo, hasta 1901 no se formó el primer granpartido catalanista, la Lliga Regionalista, liderada porEnric Prat de la Riba y Francesc Cambó. Su objetivo eralograr cierto grado de autonomía administrativa paraCataluña a cambio de colaboración con la monarquía.

El político conservador Antonio Maura trató de materia-lizar esa voluntad de entendimiento promoviendo unaLey de Administración Local, que no llegó a aprobarse.Episodios como el asalto por oficiales del Ejército de la

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revista Cu-Cut y La Veu de Catalunya, el periódico de laLliga (1905), y la promulgación de la Ley de Jurisdiccio-nes (1906), por la que los delitos contra la patria y elEjército serían juzgados por tribunales militares, alejó la posibilidad de colaboración. En los años siguientes,los dirigentes catalanistas presionaron con eficacia a losgobiernos centrales y lograron el establecimiento de laMancomunidad de Cataluña (1914), una unión adminis-trativa de las cuatro provincias catalanas que fue presi-dida por Prat de la Riba. Durante la llamada crisis de1917, la Lliga encabezó la protesta de los parlamentariosque reclamaban una democratización del sistema y laconcesión de un estatuto de autonomía, aunque tam-bién colaboró en los gobiernos de Alfonso XIII durantelos años siguientes. En las décadas de 1920 y 1930, laLliga perdió el monopolio del catalanismo, que se diver-sificó y evolucionó hacia el nacionalismo.

� Turnismo. Nombre con el que es conocido el procesode alternancia en el poder de los partidos Liberal yConservador instaurado durante la Restauración y quese mantuvo vigente hasta el golpe de Estado del gene-ral Primo de Rivera (1923). Su implantación se debió aldeseo de Antonio Cánovas del Castillo, principal impul-sor y teórico del nuevo régimen político, de alcanzar laestabilidad política tras la fase de incertidumbre vividadurante el Sexenio Democrático (1868-1874). Su proyec-to consistió en la consolidación de un sistema de alter-nancia pacífica en el poder (turno) de dos grandes parti-dos, el Partido Conservador, dirigido por él, y el PartidoLiberal, a cuyo frente se situó Práxedes Mateo Sagasta.Las formaciones contrarias al régimen (carlistas, repu-blicanos) quedaron excluidas. El sistema entró en fun-cionamiento en 1881, cuando, tras seis años de gobier-nos conservadores, el rey encomendó a Sagasta, líderentonces del Partido Liberal Fusionista, la formación deGobierno. Tras la prematura muerte de Alfonso XII(1885), su esposa, María Cristina de Habsburgo, embara-zada del que sería Alfonso XIII (que nació en mayo de1886), asumió la regencia. Cánovas, jefe del Gobiernocuando falleció el rey, acordó con Sagasta cederle elpoder durante los primeros años de la regencia (Pactode El Pardo). De esta forma, los partidos conservador yliberal se turnaron en el Gobierno hasta el golpe deEstado del general Primo de Rivera en 1923.

El régimen de la Restauración

El pronunciamiento protagonizado en Sagunto por elgeneral Martínez Campos en diciembre de 1874 acabó defi-nitivamente con el régimen republicano, vigente desdefebrero de 1873, y permitió el regreso de la dinastía borbó-nica en la persona de Alfonso XII. De esta forma, se abría enEspaña una nueva etapa histórica, conocida como la Res-tauración. El joven monarca instauró un sistema políticocon el que se trató de cerrar el ciclo de inestabilidad quehabía caracterizado a la historia española desde el acceso alpoder de los gobiernos de corte liberal. El artífice de estesistema fue Antonio Cánovas del Castillo, un político de

amplia experiencia, que había sido miembro de la UniónLiberal de O’Donnell y que durante el Sexenio Democráticoencabezó la facción de los moderados partidarios de la legi-timidad borbónica encarnada en el hijo de Isabel II. Endiciembre de 1874, poco antes del golpe de Martínez Cam-pos, Cánovas había hecho firmar al príncipe Alfonso elManifiesto de Sandhurst (nombre de la academia militar bri-tánica donde estudiaba el heredero al trono), documentoen el que se trazaban las líneas básicas de su programapolítico. El objetivo de Cánovas era consolidar una monar-quía constitucional basada en la alternancia pacífica en elGobierno de dos grandes partidos de derecha e izquierda—sin sobrepasar los límites del liberalismo moderado—,que no se marginaran entre sí ni recurriesen a la insurrec-ción o al pronunciamiento para acceder al poder, comohabía ocurrido en tantas ocasiones durante el reinado deIsabel II. Los partidos antimonárquicos, antiliberales o anti-nacionales quedaron excluidos, en primer lugar por unacuestión de principios y, además, porque el funcionamientodel sistema político, manipulado desde el poder, impedía demanera fraudulenta la participación de las formacionescontrarias al sistema.

Los pilares sobre los que se sustentó el sistema político dela Restauración fueron la pacificación del país, la promulga-ción de una nueva Constitución y la formación de los dosgrandes partidos sobre los que se articularía la acción degobierno.

En lo que respecta a la pacificación del país, en el momentoen que Alfonso XII accedió al trono estaban en curso la Ter-cera Guerra Carlista (1872-1876) y la primera Guerra deCuba (1868-1878). La conclusión de ambos conflictos cons-tituyó un gran éxito para el Gobierno, entonces presididopor Cánovas. Sin embargo, no se resolvieron los problemasque los habían provocado. Los carlistas habían sido neutra-lizados como fuerza militar, pero la supresión de los fuerose instituciones vascas (1876) fue una de las causas del pos-terior surgimiento de un nacionalismo reivindicativo, pese aque el País Vasco conservó su autonomía fiscal gracias a laconcesión de los conciertos económicos en 1878. En cuantoa la guerra de Cuba, la paz de El Zanjón de 1878 tuvo uncarácter provisional; el conflicto rebrotó en 1895 y desem-bocó en la guerra con Estados Unidos y la independenciade la isla en 1898.

La Constitución de 1876 fue otro de los pilares del sistemapolítico de la Restauración. Inspirada en la Ley Fundamentalmoderada de 1845, permaneció en vigor hasta 1931, aun-que fue suspendida y vulnerada en varias ocasiones. El textoconstitucional establecía un modelo de Estado centralistaen el que el rey y las Cortes compartían la soberanía. Elcatolicismo era la región oficial, aunque se mantenía la tole-rancia hacia otros cultos y la declaración de derechos de laConstitución de 1869. En la práctica, no existía una claradivisión de poderes, y el rey tenía un predominio indiscuti-ble sobre el Parlamento. El monarca era el mando supremodel Ejército, elegía el Gobierno y tenía autoridad para disol-ver las Cortes. Asimismo, podía vetar los proyectos de ley yejercer la iniciativa legislativa. En definitiva, era el árbitro del

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sistema. El Gobierno necesitaba de la doble confianza delrey y de las Cortes. La Constitución de 1876 estableció ade-más unas Cortes bicamerales. El Congreso fue elegido porsufragio censitario hasta 1890; a partir de ese año se instau-ró el sufragio universal o, más precisamente, general mascu-lino. En cuanto al Senado, parte de sus miembros eran ele-gidos por la Corona, lo que garantizaba la presencia deoligarquías, y el resto por las corporaciones y los mayorescontribuyentes.

El juego de partidos de la Restauración se articuló en tornoa dos grandes formaciones: el Partido Liberal Conservador,situado en la derecha moderada, y el Partido Liberal, llama-do inicialmente Partido Fusionista, que agrupaba a la izquier-da liberal. El primero fue liderado por Cánovas hasta sumuerte en 1897, y posteriormente por Francisco Silvela.Agrupó a liberales moderados, antiguos miembros de laUnión Liberal, ex progresistas (como Romero Robledo) yalgunos tradicionalistas (Pidal). El líder del Partido Liberalfue Práxedes Mateo Sagasta, un político veterano, al igualque Cánovas, que había dirigido el Partido Constitucionalis-ta durante el reinado de Amadeo I y era jefe de Gobiernocuando tuvo lugar el pronunciamiento de Sagunto. En elPartido Liberal se integraron antiguos progresistas y demó-cratas del Sexenio Democrático como Montero Ríos, Moreto Martos. Algunos republicanos moderados, como Castelar,se acercaron a él pero sin ingresar en sus filas.

Ni el Partido Liberal Conservador ni el Partido Liberal eranorganizaciones de masas sino partidos de notables. Lasdiferencias ideológicas entre ambos eran escasas y su com-posición social e intereses, prácticamente idénticos. Su for-taleza no dependía tanto de la cohesión interna de susmiembros como de la influencia de su líder y su capacidadpara mantener unidas las distintas facciones del partido.Mientras vivieron sus fundadores no hubo problemas gra-ves de cohesión interna, aunque con el cambio de sigloafloraron con frecuencia. Hasta 1923, ambas fuerzas sealternaron en el poder, en lo que se conoció como el turnode partidos, mecanismo que en última instancia era acti-vado por el monarca, no por la voluntad popular. El turnode partidos se inauguró en 1881, cuando Alfonso XII enco-mendó la formación de Gobierno a Sagasta, en lugar de aCánovas, y se oficializó tras la muerte del monarca en 1885.Su esposa, María Cristina de Habsburgo, embarazada dequien sería Alfonso XIII, asumió la regencia. Cánovas, presi-dente del Gobierno en aquel momento, acordó con Sagastacederle el poder durante los primeros años de la regencia(Pacto de El Pardo).

El mecanismo de funcionamiento del turno de partidos erael siguiente: el candidato a presidir el Gobierno debía serdesignado por el rey y contar con una mayoría sólida en lasCortes. De no ser así, el monarca obtenía de estas el decretode disolución y promovía la celebración de unas eleccionesa la medida para el candidato favorecido por él. Este proce-dimiento fue una fuente constante de corrupción y supusouna perversión de la vida política española.

A finales del siglo XIX, la sociedad española era fundamen-talmente agraria, con una población urbana relativamente

escasa y una opinión pública poco desarrollada. Al mismotiempo el Estado era débil. Ambos factores propiciaron laaparición del caciquismo, gracias al cual una minoría pudocontrolar la vida política y los mecanismos del poder delEstado. El caciquismo fue más eficaz en las zonas ruralesque en las urbanas, donde la opinión pública y los votoseran más difíciles de controlar.

Una vez que el rey impulsaba la celebración de nuevas elec-ciones, se ponían en marcha los mecanismos de falsea-miento del voto. Los partidos del turno contaban con unared de clientes o «amigos políticos» que les prestaban suapoyo a cambio de cargos, concesiones o privilegios. Estos«amigos políticos», que por razones familiares o por tenerpropiedades controlaban determinadas comarcas o cir-cunscripciones, movilizaban a sus clientes para obtener losvotos necesarios en su zona. Para ello se compraba o pre-sionaba a los electores y a los poderes locales (jueces, gober-nadores, guardias civiles), se falseaban las listas electoraleso se manipulaban los resultados. En su conjunto, estas prác-ticas fraudulentas recibieron la denominación de «puchera-zo». El proceso se controlaba desde el Ministerio de laGobernación, institución que administraba el «encasillado»,sistema por el que conservadores y liberales decidían, antesde las elecciones, qué cargos debían corresponder al par-tido del Gobierno y cuáles a la oposición. Este sistema restólegitimidad al régimen de la Restauración y provocó las crí-ticas de un sector creciente de la sociedad.

Pese a las deficiencias del sistema de turno de partidos,conservadores y liberales tomaron decisiones importantes.En primer lugar se impulsaron una serie de medidas libera-lizadoras, especialmente durante el llamado ParlamentoLargo (1885-1890), dominado por los liberales. Se aproba-ron la libertad de prensa e imprenta, la de cátedra y la deasociación (Ley de Asociaciones de 1887), que propició laaparición de los sindicatos, como la UGT (1888). También sepromulgó la Ley del Jurado (1888), que permitía a la socie-dad participar en la administración de Justicia, y el CódigoCivil (1889), y se instauró el sufragio general masculino(1890). Por otra parte, se realizaron algunos esfuerzos poracercarse a los problemas sociales y a la condición obrera.Ese fue el objetivo de la Comisión de Reformas Sociales,precedente del Instituto de Reformas Sociales (1903), quedaría lugar, posteriormente, a la constitución del Ministeriode Trabajo. En el ámbito económico, destacó el debate entrelos partidarios del proteccionismo y del librecambismo, quese saldó con la adopción de medidas proteccionistas paraproteger los intereses de las industrias catalana y vasca, de laminería asturiana y de los productores de cereal castellanos.

Fuera del sistema se desenvolvían las formaciones antidi-násticas. Los carlistas, derrotados en 1876, se dividieronentre quienes eran partidarios y opuestos a colaborar conel régimen. En el otro lado del espectro político, los republi-canos ejercieron una gran influencia en los mayores núcleosurbanos, pero mantuvieron la división que les caracterizódurante el Sexenio Democrático entre los posibilistas deEmilio Castelar, los radicales de Manuel Ruiz Zorrilla y losfederales de Francisco Pi i Margall.

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A la existencia de estas fuerzas hay que añadir el surgimien-to de dos movimientos políticos opuestos al sistema cano-vista, el movimiento obrero y los nacionalismos periféricos.El movimiento obrero se dividió en dos tendencias: el socia-lismo (fundación del PSOE en 1879 y de la UGT en 1888) y elanarquismo, escindido entre quienes estaban a favor de laacción legal y quienes eran partidarios de la «propagandade los hechos», es decir, del terrorismo. Estos últimos lleva-ron a cabo en la década de 1890 numerosos atentados; elpropio Cánovas fue asesinado en 1897 por un anarquistaitaliano. En lo que respecta a los nacionalismos periféricos,los dos principales focos fueron Cataluña y el País Vasco. Enel primer caso se produjo un largo proceso de formacióndel catalanismo político en las décadas de 1880 y 1890,período en el que tuvieron lugar acontecimientos impor-tantes, como la formación del Centre Catalá de Valentí Almi-rall (1882) y de la Unión Catalanista (1891), la publicación delas Bases de Manresa (1892) —el primer programa político

explícito del catalanismo— y la constitución de la LligaRegionalista (1901). En el País Vasco, Sabino Arana fundó elBizkai Buru Batzar en 1895, origen del Partido NacionalistaVasco (PNV). En Valencia y Galicia también se desarrollaronmovimientos regionalistas.

Aunque eran evidentes las carencias del sistema, el edificiopolítico de la Restauración canovista se sostuvo sin gravesproblemas mientras vivieron sus dos principales líderes. Lacrisis provocada por el desastre del 98 dio origen al regene-racionismo, y desde los propios partidos del turno, con nue-vos líderes y bajo el arbitrio de Alfonso XIII, que accedió altrono en 1902, se intentaron emprender reformas que rege-nerasen el sistema político y modernizasen la sociedadespañola. Sin embargo, la Constitución de 1876 impulsadapor Cánovas y buena parte de las lacras de su sistema polí-tico se mantuvieron vigentes, bajo una presión creciente derepublicanos, nacionalistas y el movimiento obrero, hasta elgolpe de Estado de Primo de Rivera en septiembre de 1923.