163
Susan E. Hinton Susan E. Hinton Domando al Campeón Domando al Campeón ~1~

Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Citation preview

Page 1: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

~~11~~

Page 2: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

SSUSANUSAN E. H E. HINTONINTON

DDOMANDOOMANDO ALAL

CCAMPEÓNAMPEÓN

~~22~~

Page 3: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Índice

AAGRADECIMIENTOSGRADECIMIENTOS 5

AARGUMENTORGUMENTO 6

RRESEÑAESEÑA B BIBLIOGRÁFICAIBLIOGRÁFICA 7

Capítulo 1Capítulo 1 8

Capítulo 2Capítulo 2 21

Capítulo 3Capítulo 3 29

Capítulo 4Capítulo 4 40

Capítulo 5Capítulo 5 50

Capítulo 6Capítulo 6 60

Capítulo 7Capítulo 7 68

Capítulo 8Capítulo 8 74

Capítulo 9Capítulo 9 81

Capítulo 10Capítulo 10 86

Capítulo 11Capítulo 11 97

Capítulo 12Capítulo 12 105

Capítulo 13Capítulo 13 114

Capítulo 14Capítulo 14 121

~~33~~

Page 4: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

A Nicholas David.

~~44~~

Page 5: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

AAGRADECIMIENTOSGRADECIMIENTOS

Quisiera dar las gracias a mi amiga y mecanógrafa, Dorothy Scott, por su valor a la hora de vérselas con mi caligrafía. También quisiera dar las gracias a mi instructora de equitación, Libby Barrow, por sus consejos técnicos, a los que siempre hago caso cuando monto un caballo, y a veces también a lo largo de este libro.

~~55~~

Page 6: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

AARGUMENTORGUMENTO

Travis, un joven inteligente aunque colmado de una rabia que difícilmente puede dominar, odia a su padrastro, al que ataca en una ocasión con ánimo de matarle. Como consecuencia, el chico pasa algún tiempo en un reformatorio. Cuando sale va a vivir al rancho de su tío Ken. Allí pasa una época difícil, solitaria. Sin embargo, encuentra cierta amistad en Casey, la chica que en el rancho dirige una pequeña escuela de equitación. Ella está empeñada en domar a Estrella, un hermoso y peligroso caballo. A Travis le resulta evidente que él y Estrella son dos seres de la misma clase, dos seres indomables.

~~66~~

Page 7: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

RRESEÑAESEÑA B BIBLIOGRÁFICAIBLIOGRÁFICA

SUSAN E. HINTON, autora norteamericana, escribió Rebeldes, su primera novela, a los dieciséis años, revolucionando con ella el genero de la novela juvenil. Sus otras obras también se consideran hoy clásicas: La ley de la calle, Tex y Esto ya es otra historia. Sus cuatro títulos han sido llevados al cine. S.E. Hinton es famosa por su conciso estilo literario y su dominio de los problemas juveniles actuales en sus diversos aspectos: el amor, la violencia, la droga, la marginación...

~~77~~

Page 8: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Capítulo 1Capítulo 1

Sintió que la bota estaba vacía, al no llevar dentro el cuchillo. Daba lo mismo que nunca hubiese tenido que utilizarlo (bueno, claro que lo había sacado un par de veces, pero más que nada para alardear; las veces que en cambio podría haber echado mano del cuchillo, se olvidó de su existencia y se las arregló con los puños, como de costumbre); estaba acostumbrado a sentirlo allí, pegado a la pierna. Pues sí que le daba seguridad. Aun cuando las autoridades del Tribunal de Menores no se lo hubiesen confiscado, tampoco habría podido pasarlo por el control de seguridad del aeropuerto. «Podría haberlo metido en la maleta», pensó.

Travis se detuvo al final de la cola de pasajeros que aguardaban a pasar el control de seguridad del aeropuerto. La sola visión de los guardias de seguridad bastó para que se le acelerase el pulso. Ya le galopaba el corazón a un ritmo endiablado, perfecto para cualquier banda de rock. Se guardó bajo el brazo la caja de cartón que llevaba y se secó el sudor de la frente.

—No me vengáis con bromas —dijo. Joe y Kirk le miraron sin comprender. Desde que salió del Reformatorio lo habían tratado de manera harto curiosa. «Se creen», pensó Travis, «que estoy loco de remate; eso es lo que todos creen»—. Nada de bromas con las bombas, los secuestros y demás —añadió a la vez que señalaba el letrero.

Motorboat soltó un maullido de protesta por estar de repente de costado, y Travis volvió a enderezar la caja de cartón. A Motorboat le habían dado los veterinarios un sedante antes de dirigirse al aeropuerto. «Hay que ver lo que hay que ver», se dijo Travis. «A él le dan drogas y a mí no. Y el que de veras las necesita soy yo.»

Entregó la caja en la que llevaba a su gato al encargado del control y pasó por el arco detector de metales, esperando que de un momento a otro saltara la alarma. No saltó ningún timbre, ninguna sirena, así que recogió la caja al otro extremo de la cinta transportadora. Kirk, que ya había estado otras veces en el aeropuerto, no creía que un control de seguridad fuese gran cosa, pero Joe estaba casi tan nervioso como Travis, y tuvo que morderse la lengua para no soltar alguna broma chistosa.

«Joe habría sido un gran comediante en el Reformatorio», pensó Travis, «ya que su manera natural de reaccionar ante la tensión era decir y hacer cosas divertidas, tal y como yo, en cambio, me muestro silencioso y bastante hosco».

~~88~~

Page 9: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

No recordaba haber visto a Kirk tenso jamás. Kirk era capaz de encoger los hombros y marcharse como si tal cosa, incluso en las situaciones más apuradas. Se preguntó por un instante cuan diferentes pueden ser dos chavales de su mejor amigo.

La madre llegó la última. Habían caminado tan aprisa que no pudo seguirles su paso. Había sido en parte un accidente. Travis no era capaz de caminar despacio bajo ningún concepto. Había sido en parte a propósito, porque ya no podía aguantar ni un momento más sus lindezas y consejos. Consejos sobre cómo debía portarse cuando llegara a casa de su tío. Sobre cómo debía intentar por todos los medios no meterse en ningún lío. («Yo me las basto y me las sobro para no meterme en líos, siempre y cuando no vengan buscándome las cosquillas. Toda esta historia no ha sido culpa mía, hombre.») Que si no había sido un error llevarse a Motorboat en una caja de cartón. Vaya, como si Travis fuese a dejarlo allí, para que Stan se liase a patadas con el gato. Que si se había metido en la maleta todas las cosas que iba a necesitar.

Eso fue casi la gota que colma el vaso; a punto estuvo de soltar un puñetazo contra la pared. (Ya lo había hecho alguna otra vez... y nunca se había partido ni un solo hueso.) ¡Las cosas que iba a necesitar! A veces pensaba que su madre se había propuesto volverle loco de verdad. Le resultaba imposible creer qué cosas había metido ella en la maleta. Ropa nueva; pantalones de vestir, ¡qué diablos! Ropa que, antes que ponérsela, habría preferido pegarse un tiro. ¡Camisas de cuadros, como las de los vaqueros! ¡Increíble! Le daba igual que tío Ken viviese en un rancho, que se dedicase a la cría caballar. Con unas cuantas camisetas le hubiese bastado para vivir en un rancho de cría caballar. A los caballos tampoco iba a importarles cómo fuese vestido.

Travis había sacado de la maleta todas las ropas nuevas y las había escondido debajo de la cama; después había llenado las dos maletas con sus camisetas y sus vaqueros, con libros, cintas y un radiocasete. Quiso llevar el radiocasete como equipaje de mano, pero las normas decían que solamente estaba permitido un bulto por persona. Había aprendido muchísimo acerca de las normas, pues se había propuesto pasar como fuese al gato.

Prácticamente tuvieron que recorrer tres millas hasta llegar a la puerta indicada, y en el trayecto volvieron a dejar atrás a la madre. Todavía no había demasiada gente; habían llegado muy temprano, con tiempo más que de sobra. De eso se había encargado la madre, claro. A él le daba igual. En parte ya no podía quedarse en la casa ni un minuto más. Desde luego, no habría podido pasar ni un minuto más en el Reformatorio. ¿Y qué le quedaba, aparte de marcharse cuanto antes?

El avión ya estaba allí, al final de una alargada rampa de pasajeros. Lo vio por una enorme ventana. Y parecía descomunal. La rampa de pasajeros parecía una anguila gigantesca, pegada a la cabeza del aparato. ¡Qué avión tan grande! Nunca se había dado cuenta de lo grandes que son los aviones. ¿Cómo diablos iba a despegar semejante cacharro?

~~99~~

Page 10: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Kirk tomó asiento en un sillón del vestíbulo. A Kirk le encantaba estar cómodo. Era uno de sus principales objetivos en esta vida. Travis dejó la caja de cartón, con el gato dentro, sobre el regazo de Kirk.

—Voy a comprar tabaco.

—Oye, esto no se me irá a mear encima, ¿eh?

—Si se te mea encima mejorará mucho tu olor corporal. Venga, Joe; vente conmigo.

Travis y Joe se alejaron por el vestíbulo. Travis había descubierto la máquina expendedora de tabaco desde muy lejos. Se había dejado el tabaco en casa y, quién sabe, a lo mejor en el avión no encontraba a nadie dispuesto a darle del suyo. Pedir tabaco era uno de sus peores hábitos. Travis lo sabía de sobra. Sabía perfectamente cuáles eran sus malos hábitos. Pedir tabaco por la cara. Meterse en peleas, buscar camorra. A veces se pasaba de rosca al beber. Por otra parte, tampoco abusaba de nadie, y no era un bocazas, como Kirk; por lo demás, solamente pedía un cigarro de cuando en cuando: no pedía dinero, como Joe. No era mala persona, al margen de lo que quisiera decir Stan. Había mucha, muchísima gente mucho peor que él.

Se pararon en los lavabos. Travis sabía de sobra que había lavabos en el avión, pero no estaba dispuesto a correr ningún riesgo. A lo mejor le tocaba sentarse al lado de una ventanilla; a lo mejor tenía que pasar por encima (o por debajo) de los demás pasajeros para llegar al lavabo.

Al lado de la ventanilla. Se le cortó la respiración. Bueno, a lo mejor no.

Travis se peinó, mirándose en el espejo con gran concentración. Era un muchacho apuesto. Probablemente, uno de los más guapos de la escuela. Tenía el cabello castaño oscuro, no tan largo como para parecer un desharrapado, un drogadicto, y tampoco tan corto como para parecer uno de los buenos chicos, el preferido de los directores de la escuela. Medía casi uno setenta: nada mal, si se tiene en cuenta que tenía dieciséis años y que a juzgar por el tamaño de sus manos y sus pies aún no había terminado de crecer. Buenos ojos. En realidad, ojos grandes. De un color entre verde y gris, y tan fríos como el mar de Irlanda. Una vez había leído un libro sobre F. Scott Fitzgerald, y en él se decía que tenía los ojos tan fríos como el mar de Irlanda. A Travis le había gustado eso. En secreto también le gustaban sus pestañas, negras, abundantes, largas como las de una chica. Tenía una buena complexión, de huesos largos, flaca, con un estómago plano, y ésa era la razón de que tanto le gustasen las camisetas ceñidas. Kirk era más alto, más ancho de hombros, pero Travis estaba seguro de que su complexión era de las mejores de toda la escuela. Eso mismo pensaban muchas chicas. Muchas, sí.

—Puede que por lo menos me ponga moreno —dijo en voz alta. Si algún defecto le molestaba de su rostro, era su palidez. Claro que, a juzgar por lo que había leído, Fitzgerald nunca había estado muy moreno.

~~1010~~

Page 11: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—¿Qué? —dijo Joe. Nunca dedicaba demasiado tiempo a mirarse en el espejo, desde luego que no tanto como Travis; tenía la tez olivácea, y una cierta propensión a la gordura.

—Que puede que por lo menos me ponga moreno, si me voy a pasar el día entero al aire libre. Oye, tío, ¿no llevas ningún calmante encima?

—Joder, qué va. ¿Tú te crees que me iba a pasar el control de seguridad con esa mierda encima?

—Los controles solamente son detectores de metales; cazan cosas del estilo de cuchillos o pistolas. Podrías haberte traído unos cuantos, que seguro que no se habría notado.

—¿Ah, sí? ¿Y entonces por qué no los has traído tú?

—Pues porque no es que fuese una mercancía fácil de conseguir en el trullo.

Travis sabía de sobra la diferencia existente entre la cárcel y el reformatorio (no había pasado tanto tiempo desde que dio gracias a Dios precisamente por esa diferencia), pero le divertía pensar que nadie más la sabía.

Travis se inclinó hacia adelante... No podía ser que de pronto tuviese una arcada. Nunca había tenido arcadas. Bueno, salvo una o dos veces...

—Trav...

—¿Sí?

—¿Te habías propuesto matarlo?

«Joder, no», pensó Travis. «¿Te crees que lo que quiero es terminar en el trullo, llevándome toda clase de palizas, en compañía de un montón de degenerados? ¿Te crees que no tengo nada mejor que hacer que pasarme la vida con el culo al aire para conseguir unos cuantos cigarrillos?»

—Si hubiese querido matarlo —dijo Travis a la vez que se daba un último repaso al pelo— estaría muerto, ¿no es así?

Aquello era una mentira. En realidad, sí que se había propuesto matar a Stan; que no lo hubiese conseguido no había sido más que un afortunado accidente. Ahora que se le había pasado aquella rabia roja, ahora que en su interior solamente ardían los rescoldos de odio que deja uno de esos arrebatos, le parecía increíble haber estado a punto de cambiar su vida entera (que hasta la fecha tampoco era nada del otro mundo, aunque en el fondo a él sí le gustaba) por la oportunidad de abrirle a Stan la cabeza a golpes; que después de años y más años de aguantar a Stan, de aguantar los correazos, los insultos y las palizas (hasta el propio Travis conocía bien la diferencia que hay entre un par de mamporros y una paliza en toda regla), hubiese estado dispuesto a arriesgarlo todo (que tampoco era gran cosa, aunque menos dé una piedra: la música, el hacer el vago, las chicas y, sobre todo, eso que en su interior le decía que «Travis es especial»), a mandarlo todo al carajo por

~~1111~~

Page 12: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

una sola oportunidad de acabar con Stan de una vez por todas y para siempre. Y Stan ni siquiera le había puesto la mano encima.

Stan era su padrastro. Eso, en el fondo, no le importaba. Muchísimos chicos tenían también un padrastro; de hecho, solamente conocía a tres chavales que seguían teniendo al mismo padre con el que habían empezado. Stan había pegado a su madre en un par de ocasiones; eso sí que le había importado a Travis, pero sobre todo cuando era más joven. Ahora prefería pensar que en el fondo le daba igual. Ella, además, podía largarse cuando le diera la gana. Eran muchas las mujeres que trabajaban fuera de casa. Si en el fondo prefería aguantar toda esa mierda, allá penas. Además, no solamente aguantaba toda esa mierda, sino que se pasaba el día entero disculpándole: «Es culpa mía, no debería haberle regañado. Es un buen hombre, se gana el pan con el sudor de su frente.»

Ganarse el pan, no te jode. Que la comida estuviese siempre en la mesa no era ni mucho menos lo mismo que vivir a todo lujo. Travis tampoco pensaba que él necesitase demasiadas cosas materiales. Puede que un día le hiciese falta tener un coche, aparte de todos los libros que quisiera, y cintas, toneladas de cintas, hasta poder pasarse todas las noches de un año entero oyendo sus cintas sin tener que oír la misma cinta dos veces; la verdad, tampoco es que pidiera demasiado, aparte de que de ninguna manera esperaba que nadie le sacase las castañas del fuego. Ni siquiera estaba dispuesto a que nadie le proporcionase nada, eso era así de sencillo. Tú deja que la gente empiece a regalarte cosas, ya verás como enseguida estás en deuda con ellos. Cada vez que Stan le compraba algo a su madre, cualquier cosa, un abrigo nuevo o un aparato eléctrico, cualquier cosa de las que cualquier persona decente esperaría que un tío como Dios manda le comprase a su mujer, terminaba por darle con lo que fuera en la cabeza. Bueno, no literalmente. Pero sí verbalmente. Como si dijera: «Yo te compro esto, así que me lo debes. Estás en deuda conmigo.»

Que te dieran de golpes verbalmente era algo tan lamentable como que te dieran de golpes físicamente, sólo que era más fácil ocultar las cicatrices. Travis no estaba dispuesto a deberle nunca nada a nadie. Si quería tal o cual cosa, la conseguía por sus propios medios, y punto.

Además, a Stan le sacaba de sus casillas que Travis nunca le pidiera nada. En cualquier caso, haber empezado a pedirle cosas habría sido igual que decirle: «Tú mandas, yo obedezco.» Por eso, a Travis no le quedaba más remedio que montárselo por su cuenta o quedarse sin lo que buscase. Empezó a lavar coches, a cortar el césped aquí y allá. Era el mejor jugador de póker de toda la escuela. Trabajaba los sábados en la consulta del veterinario, al menos hasta que lo despidieron por llegar tarde. Travis se levantaba muchos sábados por la mañana con una resaca de espanto.

~~1212~~

Page 13: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Pero siempre tenía sus propias cintas y sus propios libros, y podía rechazar por la cara lo que Stan quisiera ofrecerle y marcharse como si tal cosa.

Era rarísimo pensar que una vez a punto había estado de cogerle cariño a Stan. Cuando tenía diez años y Stan empezó a dejarse ver... Al principio, había sido tan bobo, tan chiquillo, que a punto estuvo de cogerle cariño.

Por haber jugado al fútbol una o dos veces con él, por haberle prometido que un día le llevaría a cazar. Le daba náuseas pensar, ahora, qué poco le había importado que su madre se casara con semejante crápula, cómo había estado a punto de creer que incluso era buena idea.

Stan era el marido de su madre, de acuerdo, pero de ninguna manera era su padre, y mucho menos su jefe. Además, a medida que crecía, más intentaba Stan hacer valer sus derechos sobre él. Esa era la única expresión que lo definía: hacer valer sus derechos sobre él, intentar obligarle a pedirlo todo por favor. Bien, pues Travis ya no estaba dispuesto a pasar por el aro porque se lo ordenase quien fuera. Estaba decidido a hacer las cosas a su manera.

Hasta la semana pasada.

Travis no alcanzaba a recordar cuándo había tenido bien claro, por vez primera, que iba a ser escritor. Lo supo desde el momento mismo en que aprendió a leer, y no recordaba la época anterior a que aprendiese a leer. Había empezado, claro, en la escuela primaria, escribiendo cuentos de monstruos que inventaba para sus amigos. Cuando pasaba la noche con un amigo, cuando se quedaban remoloneando en el sótano de la casa de alguno, cuando dormían en sacos de dormir, al fresco, en el jardín de alguno de ellos, Travis contaba siempre cuentos de monstruos, en los cuales tomaba de aquí y allá cosas que había leído o que había oído y que mezclaba con lo que fuera, hasta conseguir que resultasen tan reales como la realidad misma: solían asustarse (hasta el propio Travis se asustaba) y se peleaban uno con otro, o dejaban una linterna encendida, o armaban incluso tal jaleo que los adultos no tardaban en aparecer, es decir, hacían lo que fuese con tal de conseguir una cierta protección, a la vez que negaban en redondo necesitarla.

Travis siempre tenía alguna historia en marcha en su cabeza. Desde aquellos cuentos de monstruos hasta la larga, complicada historia que le había contado a su compañero de celda la semana pasada, nunca había podido dejar de imaginar historias, así como tampoco habría podido dejar de respirar aun cuando se lo hubiese propuesto muy en serio.

Había aprendido a escribir a máquina cuando no había cumplido siquiera los diez años. Por entonces se había dado cuenta de que si ni siquiera él mismo era capaz de entender su caligrafía, tampoco nadie iba a poder entenderla; le había afanado un bote de Valium a su madre y se lo había vendido a un chaval mayor, para conseguir dinero con el cual

~~1313~~

Page 14: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

comprar una máquina de escribir de segunda mano. Le gustaba muchísimo ver sus cosas mecanografiadas; le parecían más reales. Más profesionales. Cuando empezó a dar clases de mecanografía en la escuela ya era capaz de pulsar noventa palabras por minuto. Fue el sobresaliente más fácil que había sacado en toda su vida. Lo cierto es que era el único sobresaliente que había sacado desde la escuela primaria. Y es que en la escuela primaria nunca había sido un perfecto desastre.

Le extrañaba bastante ser capaz de escribir a máquina. En el resto de las cosas era de lo más torpe que se puede ser, sobre todo con las manos. No era nada bueno cuando se trataba de jugar con coches de juguete, o de jugar a las chapas, al contrario que muchos amigos suyos, y en el campo de béisbol daba vergüenza verle. En clase de manualidades, a punto estuvo un par de veces de cortarse un dedo. Daba la sensación de que se le iba a caer todo lo que tuviese en las manos. En cambio, ante una máquina de escribir le bastaba ponerse a pensar para que salieran solas las palabras.

A Stan él no le gustaba nada, y por muy diversos motivos. Era la prueba viva de que su madre había tenido otro marido; Travis era joven y apuesto; era capaz de aguantar un sopapo en plena cara sin cambiar de gesto; los cortes y las magulladuras que le hacía Stan a cada dos por tres tan sólo le dejaban marcas allí donde Stan no era capaz de verlas.

Hacía tan sólo un par de meses había entrado hecho una furia en el cuarto de Travis, lo había arrancado de la silla en que estaba sentado escribiendo a máquina, se lo había llevado a empellones al cuarto de estar, lo había sentado a golpes delante de la televisión y le había gritado: «Formas parte de esta familia, así que ya va siendo hora de que lo demuestres.»

Travis se quedó mirando la televisión durante dos horas, al tiempo que escribía un relato mentalmente, y después se puso a mecanografiarlo. Stan no iba a echárselo a perder; de ninguna manera. Tampoco iba a ser él quien le obligase a escaparse de casa; Travis sabía de sobra qué les terminaba por pasar a los idiotas que se escapaban de casa, convencidos de que algo o alguien iba a arreglarles las cosas: las más de las veces volvían a casa apaleados, como perfectos idiotas, y cuando no era así terminaban en sitios mucho peores que aquéllos de los que habían querido escapar.

Stan tampoco iba a ser quien lo llevase al suicidio. Qué duda cabe, Travis pensaba a veces en el suicidio. Todo el mundo piensa a veces en el suicidio. Incluso había estado muy cerca. Una vez se pasó un largo rato sentado en un callejón, con una pistola del calibre 22 en las manos, mirándola sin quitarle ojo. Pero no llegó a ponerse el cañón a la altura de la sien. En el fondo, no había estado tan cerca. Sin embargo, sí lo había pensado. Lo que le había salvado era su lema, su obsesión, lo que se repetía en silencio una y otra vez, como si fuese una oración o una salmodia: no va a ser él quien me lo eche todo a perder. No va a ser él

~~1414~~

Page 15: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

quien me lo eche todo a perder. No vale la pena echarlo todo a perder por culpa suya.

En cambio, la última semana había estado muy a punto.

Había sido un día normal y corriente. Travis fue a clase, procuró quedar después con una chica que había llegado nueva (y ella le había dicho que no, que es lo que suelen decir las chicas más apetitosas, a causa de su reputación, una reputación que con demasiada frecuencia le ponía las cosas muy difíciles). Había conseguido un notable en una prueba de lengua (aparte de una nota en la que se decía que habría sido un sobresaliente si tuviese más cuidado con las reglas de ortografía). Tuvo un altercado con uno de los mayores, que a punto estuvo de convertirse en una pelea en toda regla, y se saltó la clase de historia después de comer para irse con Kirk a dar una vuelta en su Firebird, escuchando una cinta nueva. Había sido un día normal y corriente...

Luego Kirk le dejó en casa, y al entrar se encontró con Stan, que estaba llenando la estufa. Stan se limitó a mirarle de reojo.

—Tu madre te ha dicho un millón de veces que limpies y ordenes tu habitación. He decidido hacerte el favor y limpiarla yo mismo.

Travis cayó en la cuenta de que los papeles que estaba metiendo en la estufa eran sus cuentos, sus canciones, cosas que se había pasado años y más años escribiendo.

Más adelante intentó recordar qué se le pasó entonces por la cabeza, pero sólo pudo acordarse de la cegadora explosión que pareció producirse no en su cabeza, ni mucho menos, sino engatillada más bien en un lugar comprendido entre el corazón y las tripas.

Y Stan quedó tendido de costado, como un barco encallado en una playa, agarrado aún a una bola de papel. La sangre le manaba por toda la cara. Travis se quedó mirando el atizador del fuego que sostenía con ambas manos, como si fuese un bate de béisbol.

Todo lo demás fue un lío incomprensible. Su madre se había echado a llorar y había llamado a una ambulancia, llegaron los vecinos, la señora Landell gritó: «¡Hay que hacer algo con ese chico, alguien tiene que hacer algo con ese chico!» Y lo dijo con un tono de voz tal que a Travis le entraron ganas de atizarla también a ella. Pedazo de puta.

(Siempre se quejaba de lo que Travis hiciera o dejase de hacer: que si ponía la música a todo volumen, que si dejaba la luz toda la noche encendida y no podía dormir, que si sus amigos eran unos gamberros que no paraban de reírse y beber cerveza a la entrada, que si eran todos unos inútiles, que si hacían chirriar los neumáticos a cualquier hora, etc.)

Cuando aparecieron los polis un par de horas después, a Travis no le cupo duda de que los había llamado la señora Landell. Pero no. Fue Stan el que firmó la denuncia.

~~1515~~

Page 16: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Le leyeron sus derechos, igual que en las películas de la tele. Travis había estado a punto de echarse a reír, por lo mucho que se parecía aquello a los seriales de televisión. En cambio, el frío acero de las esposas no tuvo nada que ver con la televisión. A Travis le dejó de una pieza la sensación de estar esposado, la sensación de verse arrastrado hacia el coche de policía. Sintió vergüenza. No cólera, no, ni tampoco chulería, ni el menor agrado por el jaleo que acababa de armar en la vecindad. Antes había imaginado alguna que otra vez cómo le arrestarían por algún crimen espectacular y arriesgadísimo que sin duda saldría en el telediario. Jamás había soñado que lo principal, de todo lo que sintió, iba a ser lisa y llanamente la humillación, aparte de un miedo enorme.

—Mejor será que volvamos —dijo Joe.

Travis sabía que a veces era capaz de poner muy nervioso a Joe. Joe probablemente sospechaba que Travis, tal como decía todo el mundo, estaba un poco chiflado.

«Pues muy bien», pensó Travis. «¿Y qué? Se supone que todos los escritores están un poco chiflados.»

—Sí, espera un minuto —dijo Travis automáticamente. Sacudió momentáneamente la cabeza, como hace un perro después de echar una siesta—. Oye, tío, ¿me vas a escribir una carta? —abrió entonces el paquete de cigarrillos y se metió uno en la boca, introduciendo después el paquete en el bolsillo de su cazadora de cuero marrón. Joe le pasó una caja de cerillas.

—Sí, supongo que sí —Joe no había escrito una carta a nadie en toda su vida, y además no era de los que hacen promesas así porque sí.

—En serio, quiero saber cómo marchan las cosas por aquí. Lo que pasa...

—Travis, mejor será que volvamos cuanto antes. Si no, vas a perder el avión. ¿Qué pasa?

Travis cerró los ojos un instante. Por eso había querido que le acompañase Joe, y no Kirk. A Joe no iba a importarle. Además, no se iría de la lengua, a Joe podía decirle con toda tranquilidad que...

—Tengo miedo.

Joe le miró con incomodidad.

—Oye, tú tío seguramente es un tío cojonudo; si no, seguro que al menos es mejor que...

—No tiene nada que ver con mi tío, hombre. Lo que me da miedo es el avión; me da miedo el maldito avión.

El avión. ¿Cómo era posible que un trasto tan grande...? Tenía que pesar toneladas. ¿Cómo era posible que despegara del suelo, y, sobre todo, cómo era posible que echase a volar? ¿Quién lo conducía? ¿Sabían todos lo que estaban haciendo? En serio, conducir un avión no debe ser cosa nada fácil. ¿Y si el piloto anduviese con resaca? ¿Y si le diera por

~~1616~~

Page 17: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

ligar con una azafata, eh? Basta con que se descuide un minuto; después... ¿Qué? La caída, una caída en picado, varios minutos sabiendo a ciencia cierta lo que ha de suceder... A Travis le entró un sudor frío. No le quedaba más remedio que subirse al avión y poner su vida en manos de unos perfectos desconocidos.

—No puedes tener miedo.

Travis se apoyó de espaldas contra la pared y se encontró por un segundo con la mirada de Joe.

Joe estaba abrumado. Travis Harris, joder, el tío más tranqui, el más duro...

—¿Te acuerdas de aquella carrera de coches contra aquellos tíos de Central?—preguntó Joe.

Claro, Travis se acordaba con toda claridad. Iban en el Trans Am de los gemelos, y Travis era el piloto. Era la única persona a la que los gemelos estaban dispuestos a permitir que condujese su coche. Iba a 110 por la autopista, y quitó una mano del volante para agarrar el bote de cerveza que llevaba Kirk y bebérsela de un trago, mientras la otra mano le temblaba sobre el volante; todos contenían la respiración. Llegó a 115 y entonces a todos se les había cortado la respiración; pidió entonces otra y Billy —o puede que Mike— le dio una rápidamente, sin duda por miedo a que se diese la vuelta y se la quitara. Iban volando, planeando por la autopista. A los chicos de Central los había dejado atrás hacía un rato, y nadie, tío, lo que se dice nadie, creía ya que aquel coche fuera a pararse jamás. Él se limitó a pedir otra, a seguir más y más deprisa; ni siquiera se oía la radio, ni siquiera se veían las luces en medio de la noche, como si de veras se hubiesen quedado suspensos en medio del tiempo, como si ya nada fuese real, excepto las luces del salpicadero y la aguja del velocímetro, que subía sin parar.

—¿Te acuerdas, Trav? Pues entonces es imposible que tengas miedo.

Travis se miró la puntera de las botas.

—Es que entonces conducía yo.

Cuando volvieron a la puerta, Kirk había dejado la caja en la que viajaba el gato en el asiento de al lado; a su alrededor se habían juntado tres críos que intentaban ver por los agujeros de ventilación. Kirk les estaba contando que era un cachorro de leopardo.

—Y lo digo muy en serio.

Su madre hizo ademán de levantarse, pero se quedó sentada en su sitio.

—Tienes que acercarte a aquel mostrador a que te den el asiento que te toca. Ten, llévate el billete.

~~1717~~

Page 18: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Con lo del billete no se había fiado de él lo que se dice ni un pelo. Travis tenía cierta fama de perder toda clase de cosas; esa era la principal razón por la que siempre andaba pidiendo cigarrillos. Los suyos antes o después desaparecían.

Otra cola. Sección de fumadores. Asiento del pasillo. De todas formas, tenía que pedir sección de fumadores, aunque solamente fuese por Motorboat. Una tarjeta de embarque. Bueno, otra cosa por la cual preocuparse, no vaya a ser que se pierda.

Travis volvió a su asiento y cogió la caja de Motorboat.

—Chaval, quita de ahí. Deja al gato en paz, ¿quieres?

A Travis no le hacían ninguna gracia los niños pequeños. De todos modos, Motorboat estaría en el séptimo cielo, dormido; no necesitaba que un puñado de críos viniese a molestarlo.

Permanecieron todos sentados en silencio, como cuando se espera a que empiece la película. Travis seguía fumando, meneando un pie al ritmo de una música que solamente oía él.

—Oye, y ¿cuándo vuelves? —dijo Kirk.

Travis no contestó. A veces, cuando se quedaba así, era porque no se enteraba de lo que le habían preguntado (tenía por costumbre quedarse en blanco, visitar algún otro mundo que siempre daba vueltas en su interior, es decir, «estar en Babia», cosa que le sucedía muy raras veces cuando bebía), o bien porque prefería no contestar. Casi nadie sabía a ciencia cierta cuándo sucedía una cosa y cuándo la otra. A Travis esta habilidad le parecía muy acertada.

—El verano que viene —dijo su madre—. Travis probablemente volverá el verano que viene.

—Vaya, pues es muchísimo tiempo.

La nota de auténtica inquietud que sonó en la voz de Kirk hizo que Travis le mirase. Nunca había tomado una decisión respecto de Kirk; Joe, en cambio, era su amigo por el mero hecho de que él era Travis. Pero tenía, sin embargo, la sensación de que Kirk era su amigo solamente porque él era uno de los tíos más tranquis de la escuela. Los tíos tranquis, los tíos duros, siempre terminan por juntarse unos con otros. Le gustaba la facilidad de palabra de Kirk, y aunque estaba de buen ver tenía en realidad el aire y la complexión de un vikingo, es decir, que tampoco era un tío de campeonato. Lo cierto es que los dos ganaban mucho en compañía del otro. Sin embargo, a Travis le costaba trabajo creer que Kirk fuera a echarle de menos a él.

—Escríbeme una carta —dijo Travis.

—Sí, y así la añades a tu libro.

—El libro está ya terminado —dijo Travis. No comentó que hacía ya varias semanas que lo había enviado a un editor. Eso no tenía por qué saberlo nadie más que él.

~~1818~~

Page 19: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—¿Ah, sí? ¿Y salgo yo?

—Sí. Tú eres el personaje cómico. Oye, despídete de Billy y de Mike de mi parte.

Los gemelos trabajaban en un McDonald's; por eso no habían podido ir al aeropuerto. Si no, se hubiese juntado todo un gentío para despedir a Travis.

Travis prefirió cortar así la conversación. Nunca hablaba de sus escritos. Joe y Kirk eran los únicos tíos que estaban al corriente de que Travis era capaz de pasarse días y más días encerrado en su cuarto, con la música a todo volumen, sin salir para nada a la calle, aunque se perdiese los bailes, las fiestas, las peleas y los paseos en coche; sobre estos encierros corrían rumores que iban desde «se pasa mucho con las drogas» hasta «la verdad es que es un tío rarísimo». A Travis le importaba un comino lo que se dijese de él. La verdad sea dicha, no le importaba nada lo que dijesen de él los demás, o, al menos, no le importaban nada los comentarios acerca de sus frecuentes desapariciones. Escribir era hasta tal punto una parte de su personalidad que no era capaz de hablar de ello, así como tampoco era capaz de hacer muchas otras cosas. En cualquier caso, era asunto suyo y de nadie más.

—Los pasajeros que tengan asiento en las filas diez a veintiuna pueden pasar. Por favor, tengan lista la tarjeta de embarque para entregársela a la azafata. Está prohibido fumar una vez franqueada la puerta.

Travis tiró el cigarrillo y lo apagó con la suela de la bota. Ante la puerta se congregó la muchedumbre, gentes que se abrazaban y se decían adiós unos a otros. Se puso en pie, con la caja de cartón bajo el brazo. Miró al avión; el corazón le dio un vuelco.

—Joder —musitó—, ¿cómo es posible que se levante ese cacharro?

—Porque lleva polvo de ángel —dijo Kirk.

Su madre había empezado a darle un montón de instrucciones de última hora, aparte de consejos y mensajes. Travis no le hizo ningún caso, y no porque no quisiera: el avión había embotado todos sus restantes pensamientos.

Estrechó la mano de Joe primero y de Kirk después. Kirk tuvo que darse cuenta, sin duda, de lo fría y sudorosa que tenía la mano. A lo mejor luego se lo contaba a los demás. Travis era un auténtico miedoso cuando se trataba de aviones.

O puede que no.

Allí estaba su madre. Travis de pronto le dio un abrazo, aunque no lo hubiese planeado. Ella era la que le despedía; hacía ya mucho tiempo que, de entre los dos, había elegido a Stan. Nunca había entendido ni palabra acerca de Travis; le quería, qué duda cabe, le quería a ciegas, pues por algo era su hijo, lo cual en realidad nada tenía que ver con él... A Travis le sorprendió notar que las lágrimas le asomaban a los ojos.

~~1919~~

Page 20: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Hasta la vista —dijo al darse la vuelta.

—Pórtate bien, cariño.

—Sí, tranquila.

Siguió a los demás pasajeros por el corredor. Alguien se encargó de coger su tarjeta de embarque y de devolverle un pedazo; alguien le indicó cuál era su asiento. La cola se detuvo; unos y otros echaban mano de una revista, o dejaban los abrigos en los compartimentos superiores, con lo cual todos los de atrás tuvieron que pararse en seco. A Travis le costó algún trabajo respirar con normalidad. Allí dentro no parecía haber aire de sobra.

Encontró su asiento. Pegado al pasillo, gracias a Dios. «Coloquen todas sus pertenencias...», decía en ese momento una voz.

Se abrochó el cinturón de seguridad. Un chorro de aire le daba de lleno, aunque no pudo saber de dónde procedía. Se preguntó si no tendría el avión una grieta. Se encendieron los motores. «En caso de emergencia...»

Se esforzó por oír mejor la voz de la azafata, pero también se dio cuenta de que nadie le hacía ningún caso; los motores empezaron a atronar, cada vez más alto, y el corazón le palpitaba con tal fuerza que por un momento creyó que iba a vomitar. Las voces, a su alrededor, sonaban huecas, como un coro de condenados en el infierno.

El avión se desplazó con un repentino golpe.

Se estaban moviendo. Primero lentamente, luego más aprisa, más aprisa, más aprisa. El estómago le dio un vuelco. ¡Dios! ¡Había desaparecido el suelo!

—¿Es un gato o un perro?

Travis desplazó la mirada lentamente de la ventanilla al hombre que iba sentado al lado. Sin lugar a dudas, no deberían ir cabeceando de semejante forma, mientras el suelo se alejaba más y más.

Travis miró de reojo la caja de Motorboat, colocada con todo cuidado en el suelo, bajo el asiento de delante, tal como había dicho la azafata.

—Un gato.

Cambió el ruido de los motores. Tío, seguro que algo no andaba bien. En alguna parte se había estropeado algo. ¿Qué era aquella especie de trituradora que se oía detrás? A Travis se le habían quedado las manos frías como el hielo. Los brazos del asiento, bajo las palmas de sus manos, estaban húmedos. El sudor le corría por la espalda. Y seguían subiendo...

—Odio a los gatos.

Travis miró al hombre de negocios, que en ese momento ojeaba una de las revistas del avión. Y más allá, la ventana. En la cual, por cierto, no se veía nada.

~~2020~~

Page 21: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

«Me voy a desmayar», pensó mareado. Entonces respiró hondo.

Echó mano de su propia revista, con gesto despreocupado.

—Es normal: tengo entendido que muchísimos maricones odian a los gatos.

Se quedó mirando la revista, incapaz de leer ni una letra, mientras dentro de su cabeza sentía el zumbar de los motores.

No le quedaba otra cosa que hacer, aparte de marcharse.

~~2121~~

Page 22: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Capítulo 2Capítulo 2

Querido Joe:

Aquí todo va bien. Mi tío parece buena gente. He empezado las clases. Esto es muy pequeño, pero está bien.

Travis dejó de teclear. Pues sí que tenía mucho mérito literario una carta que empezaba así. En fin, ¿y si algún día fuese famoso y a alguien le diera por publicar todas las cartas que hubiese escrito? A veces se suele hacer eso con los autores más famosos.

Pues sí que iba a sentir mucho orgullo por haber empezado una carta así. La arrancó del carro de la máquina y colocó un folio nuevo.

Joe:

Conseguí sobrevivir al viaje en avión, aunque tuvimos que hacer dos paradas. Llegué a pensar que iba a vomitar encima del tío que me tocó en el asiento de al lado, y la verdad es que le habría estado bien merecido: intenté convencerle para que me fuese a comprar un bourbon, pero me dijo que nanay.

Mi tío es algo más joven de lo que yo había creído; por lo visto, la gente de por aquí está convencida de que nos parecemos mucho, lo cual no es ningún insulto, si se deja a un lado el hecho de que él tiene bastantes canas. Me reconoció nada más verme en el aeropuerto.

Travis paró de nuevo. Cuando le preguntó a Ken que cómo le había reconocido, éste le contestó que por la forma de andar, igual que la de los vaqueros, igual que la de Tim.

Y en su voz notó algo que Travis no fue capaz de identificar del todo; amargura, arrepentimiento, quizá ambas cosas...

Imagino que debo de parecerme bastante a mi padre. De todos modos, Ken vive separado de su mujer, creo que se van a divorciar, o algo por el estilo. Vivimos en medio del campo, tengo idea de que antes se dedicaba a criar caballos, pero ya no; dice que no tiene tiempo, sobre todo desde

~~2222~~

Page 23: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

que le nombraron socio de la empresa de abogados en la que trabaja. Un abogado, ¿qué te parece? A lo mejor nos viene de perilla, llegado el momento (ja, ja, ja).

Es un tío de lo más curioso, todavía no le he cogido el tranquillo. Es de lo más apacible, tranquilo, y a veces me cuesta bastante trabajo entender lo que me está diciendo, porque dice cosas de lo más graciosas pero con la cara muy seria. Es como si intentase darle las gracias por haberme permitido mudarme a vivir aquí y él me dijera: «Hombre, nunca viene mal cambiar de aires...»

Travis se apoyó en el respaldo. Tenía la sensación de que su tío en el fondo no sabía por qué le había permitido venir a vivir con él. Los dos parecían tener aún curiosos sentimientos el uno para con el otro, como si los dos estuviesen pensando: y ahora, ¿qué?

Ken, en cambio, tenía tendencia a no molestarle, a dejarle a sus anchas. A él ni siquiera le importaba lo tranquilo, lo callado que era todo a su alrededor.

Voy a una escuela minúscula que está en medio y medio de ninguna parte. El primer día tuve que ir a ver al director. ¿Sabes por qué? Por haber dicho «caguen la puta». Los chavales de aquí son tan palurdos que a veces es increíble.

—Vamos a por una pizza.

Travis se quedó mirando a su tío.

—Ah, bueno, a lo mejor tienes que terminar la tarea, ¿no?

—Qué va, no es la tarea. Es una carta.

—¿Estás escribiendo a tu madre?

¡Anda ya! Escribir a su madre, vaya idea. ¿Qué demonios iba a ponerle a su madre por carta?

—No, vamos a por esa pizza.

La verdad sea dicha, una de las mejores cosas de aquel lugar era la pizza. A Ken le gustaba casi tanto como al propio Travis, aunque solía llenar su mitad correspondiente con pimientos o champiñones, cuando en realidad la pizza tiene que estar hecha solamente de queso y tomate.

Travis se quedó mirando por la ventanilla del auto.

En medio del campo oscurecía muy deprisa.

Vivían a dos millas del Pizza Hut, a milla y media del 7-Eleven más cercano. Empezaba a pensar que le hacía falta conseguirse un trabajo, pero no iba a ser lo que se dice nada fácil, más que nada por la dificultad del desplazamiento. Tampoco creía que a Ken fuera a hacerle mucha gracia la idea de dejarle conducir, ni mucho menos la de tener que

~~2323~~

Page 24: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

llevarle a todas partes. Le había dejado bien claro que Travis iría a la escuela en el autobús escolar.

—Tío Ken —empezó, pero se le cruzó un cable al oír la respuesta.

—Dime, sobrino Travis.

—¿Por qué me llamas sobrino Travis? ¿Prefieres que no te llame tío?

—Acabas de dar en el clavo.

—Pues muy bien.

Travis había sentido un ligero sobresalto cada vez que Ken le llamaba «sobrino Travis», pero no estaba muy seguro de por qué: ¿lo decía en broma? Hasta ese momento había intentado por todos los medios que Ken no se mosquease ni lo más mínimo con él. Era muy extraño, tener que vivir con un desconocido. Probablemente, recordó, es de todo modos preferible, y con mucho, a tener que vivir con un montón de desconocidos.

Miró a su alrededor —el establecimiento del Pizza Hut estaba casi desierto— encantado de estar allí y no en la cárcel. En una mesa, en la esquina, estaban sentadas tres chicas, y una de ellas era muy bonita.

Todavía no tenía allí ningún amigo, pues no había descubierto a nadie de quien quisiera hacerse amigo, pero de pronto le entraron ganas de charlar con alguien que tuviese su misma edad.

Volvió a mirar a las chicas. La más bonita y la gorda estaban atendiendo a lo que decía la tercera, inclinada a su vez sobre la mesa, hablando sin parar; arrojó el cigarrillo que estaba fumando hacia uno de los ceniceros de pie, pero no dio en el blanco.

Una excusa perfecta. Ya había funcionado en otras ocasiones. Dejó a Ken que pidiera las bebidas y se acercó a la mesa de las chicas.

—Eh —miró a los ojos a la más bonita, ella le sonrió cortésmente y acto seguido apartó la mirada—. ¿Puedo cogeros un cigarrillo?

—Ten —la chica que estaba hablando sin parar dejó sobre la mesa un billete de un dólar, de una palmada—. Ve a comprarte un paquete entero.

Siguió con lo que estaba contando, como si nadie la hubiese interrumpido. Travis se quedó allí parado, con aire de estúpido, procurando planear cuál iba a ser su siguiente movimiento. Esa argucia la había utilizado un millón de veces: pedir un cigarrillo, pedir fuego, seguir charlando. Y no sólo con las chicas, sino con cualquier persona que le pareciese interesante, cualquier persona que pudiera tener una historia... Nunca le habían tirado un dólar ni le habían dicho que se fuese a hacer gárgaras.

—Casey... —apareció de pronto Ken, le dio a Travis su coca-cola y sorbió la espuma de su cerveza—. ¿Has conocido a Travis, mi sobrino? Ésta es Casey Kencaide; tiene arrendado mi establo. Jennifer...

La guapa dijo «hola» con cierta timidez.

~~2424~~

Page 25: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Y Robyn.

La gorda también dijo hola.

—¿Qué tal se ha dado el espectáculo? —siguió diciendo Ken.

—Bien, muy bien —dijo Casey. Tenía unos ojos interesantes, verdes como el verde de un semáforo. La verdad era que si se hubiese puesto un poco de maquillaje y si llevase un peinado diferente, tal vez no habría resultado tan poca cosa. Tenía el perfil quizá un poco severo, y era demasiado flaca...

Jennifer, en cambio, era un encanto. Un encanto de verdad.

—Conseguimos puntuar en todas las pruebas, y Jenna consiguió un premio pequeño.

—¿Y qué tal lo ha hecho Estrella?

—Bueno, por lo menos conseguimos que saltase.

Lo que le salvaba la cara, pensó Travis, aparte de esos vividos ojos verdes, era su expresión: no es que se riera, sino que tenía en todo momento una ligera sonrisa, como si le hiciese gracia algo estrictamente privado. De todos modos, era demasiado mayor para él: por lo menos tendría dieciocho años.

—Y luego se estrelló en el triple —dijo Robyn—. Se lo llevó todo por delante.

—Hombre, todo, todo, no —dijo Jennifer.

—Número diecinueve, su pedido está listo —se oyó por los altavoces.

—Nos toca a nosotros —dijo Ken—. Hasta luego, chicas.

—Hasta luego —dijo Travis como un eco.

—Ken —dijo Casey—, súbele la paga, que anda por ahí gorroneando cigarrillos.

Acabo de volver de tomar una pizza con mi tío, escribió Travis a máquina. Motorboat se le subió de un salto al regazo, apoyando la cabeza en el hueco del codo; Travis no entendía cómo podía sentirse cómodo el gato mientras él aporreaba las teclas de la máquina: con sus movimientos, a Motorboat se le bamboleaba la cabeza de arriba abajo, haciéndole entrechocar los dientes. Sin embargo, siempre adoptaba esa postura mientras Travis escribía a máquina, ronroneando con fuerza y haciendo movimientos con las garras, que se le clavaban a Travis a través de los pantalones.

Y ¿cómo va todo por ahí? ¿No ibais a trabajar tú y los gemelos para Orson? ¿Consiguieron arreglar la transmisión del Trans Am? ¿Habéis dado alguna vuelta últimamente?

~~2525~~

Page 26: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Travis hizo un alto y respiró hondo. Aquello empezaba a sonar como si lo echase de menos. Y no se puede empezar una carta como si de veras se tuviese nostalgia.

De todos modos, tampoco es que tuviese nostalgia. Allá no había nada que echar de menos. No tenía ningún motivo para sentirse solo. Dar una vuelta por ahí, ver a los gemelos arreglando su coche, pasar las tardes en el aparcamiento de al lado del parque, sorber una cerveza tras otra hasta que llegase un poli a decirles que se largasen... ¿de veras era todo eso lo que se dice fenomenal? Pasar el rato en la tienda de discos de Orson después de clase, escuchar sus cuentos...

Siempre insistía en que en los viejos tiempos había andado liado en varios negocios importantes, y que con sólo tener un poco de suerte iban a dejarle tomar parte en el pastel. Decía que conocía a la maña. También decía que era propietario de la tienda de discos, aun cuando Travis sabía de sobra que solamente era el encargado. Y tenía fundadas sospechas de que todos esos negocios alucinantes solamente eran reales dentro de la cabezota de Orson.

Era uno de esos tíos ya mayores que sin embargo parecían convencidos de seguir siendo jóvenes. Y eso siempre molestaba a Travis. Ser joven era como formar parte de un club muy exclusivo, y quien quisiera entrar en ese club así por la cara siempre terminaba por irritarle.

Además, Orson le daba bastante asco. En fin, Travis tampoco era de los que tienen que cogerles aprecio a las personas para que éstas les parezcan interesantes.

Con todo, era estupendo pasar el rato en la tienda de discos, porque así siempre era posible enterarse de las últimas novedades; Travis nunca se había sentido mal por mentirle a Orson, que en el fondo era un perfecto mentiroso. La tienda de discos, por eso, era un sitio estupendo para contar cuentos. Por allí solían andar muchos de los que le pegaban fuerte a las drogas, así que incluso era más que posible que hubiese trapicheos; claro que Joe y los gemelos y la mayoría de los amigos de Travis no eran muy dados a las drogas, de manera que nadie lo hacía descaradamente delante de ellos. Puede que, como mucho, los gemelos comprasen hierba de cuando en cuando.

Ha llamado mi madre. Supongo que el daño cerebral que haya podido sufrir Stan no es irreversible. Aunque de ser así tampoco se habría dado cuenta. Dice que últimamente llueve mucho por allí. Por aquí aún no he visto ningún tornado, pero el colegio de aquí es un auténtico coñazo...

Qué morro. Hablar así sin más del tiempo... qué sosada. Es probable que fuese porque la gente del campo habla del tiempo casi a todas horas, lo cual da buena idea de lo desesperados que están por trabar

~~2626~~

Page 27: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

conversación como sea. El tiempo, allá, era algo que, a lo sumo, marcaba la diferencia entre estar sentado en el coche o encima del coche.

Decepcionado, Travis se apartó de la máquina de escribir y Motorboat bajó al suelo de un salto. El gato dio varias vueltas por la habitación, con la cola bien alta, deteniéndose para tirar de la pernera del pantalón de Travis.

—Vale, vale —Travis se soltó de una patada—. Mañana te dejaré salir.

Todavía no había dejado salir a Motorboat, temeroso de que se perdiera. En fin, mañana podría hacer la prueba, aunque solamente fuese durante una hora o dos. Tendría que andarse con mucho cuidado: Ken tenía un par de perros, y a lo mejor no le hacía ninguna gracia que un gato se les echase encima. Pasó una hora o así leyendo una nueva biografía de Hemingway, y luego se acercó al cuarto de estar, donde se encontró a Ken, que hojeaba un montón de papeles con pinta de ser papeles legales, a la vez que miraba las noticias por televisión.

Alzó la vista y por un momento Travis tuvo la sensación de que Ken había olvidado quién era él y qué estaba haciendo allí en medio. Antes ya había tenido esa misma sensación. Le llevó a preguntarse por qué le habría dejado venir a instalarse en su casa.

—¿Has terminado la tarea?

Esa pregunta Ken se la hacía todas las noches. Era como si fuese la única conversación segura.

—Sí —era mentira, pero de todos modos tendría tiempo de terminarla por la mañana, en el autobús—. ¿Puedo tomar una cerveza?

—No.

—En casa sí que puedo...

—Pero es que no estás en tu casa.

—Ya, pero...

Ken dejó los papeles encima de la mesa.

—No quiero hablar más del tema; no tengo energía para dedicarme a hablar de basura. Si quieres beber cerveza, márchate a tu casa.

—Vale, vale, no es para tanto —Travis supuso que más tarde tendría ocasión de colarse en la cocina y echarse al coleto al menos un trago de bourbon.

—¿Estás trabajando?

—Sí: repaso un rato estos papeles, luego se los paso a otra persona para que pase un rato repasándolos y cuando resulte que ya los hayan repasado suficientes personas, se tomará alguna decisión que en el fondo seguramente no valdrá para nada.

—Pues yo creí que ser abogado, y además socio de un bufete, era un trabajo estupendo.

~~2727~~

Page 28: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Ser socio sí que es estupendo. En cambio, la práctica de las leyes es de lo más aburrido que te puedas imaginar.

Travis dio una vuelta por la habitación, mirando los cuadros que había en la pared. La mayor parte, en cambio, resultó ser fotografías de un bebé rubio que poco a poco iba creciendo para convertirse en un chaval rubio también. El hijo de Ken, Christopher. Seguramente, su primo, claro.

-¿Ken?

-¿Sí?

—¿Cuántos años tienes?

—Treinta y siete.

—Pues vaya —Travis se había quedado bastante sorprendido—. No pareces tan viejo...

—Gracias —la voz de Ken parecía incluso más seca que de costumbre.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —Travis hablaba casi distraídamente. Había sido un acierto traerse muchos libros, porque allí no parecía haber casi ninguno, al menos de los que se pueden leer con gusto.

—Estoy seguro que sí.

-¿Eh?

—Que sí, que me preguntes lo que quieras.

—Ah —Travis se dejó caer en un sillón, jugueteó con una palanca que había bajo el brazo y a punto estuvo de caerse de espaldas. Cuando consiguió enderezarse, habló de nuevo.

—Mi padre... ¿era una especie de Rambo enloquecido, que se alistó en el Ejército para matar comunistas así por las buenas?

Su padre había muerto en Vietnam dos meses antes que él naciera. Travis sentía curiosidad. Su madre siempre se refería a él diciendo que había sido «un buen hombre y un soldado valiente», pero eso a Travis no le decía demasiado. Tampoco es que ella recordase demasiado. Tenía tendencia a recordar las cosas tal y como quería recordarlas, y no tal y como habían ocurrido.

En el fondo, aquello no tenía nada que ver con él. Él no había tenido padre, pero había muchas más personas que tampoco habían tenido padre. Poca cosa, pues.

—No —dijo Ken lentamente—. Al menos, al principio. Pero poco a poco fue haciéndose más militante. Tanto, de hecho, que llegó un momento en que ya no pudimos mantener una conversación durante cinco minutos sin que se armara la gresca... No, al principio lo único que quería era largarse de aquí a donde fuese.

Travis se puso de pie con brusquedad. No le apetecía nada oír hablar de la posibilidad de largarse. Y a Ken pareció alegrarle el cambio de conversación.

~~2828~~

Page 29: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Chico.

—¿Sí?

—Cambia la caja del gato.

Stan también se quejaba de eso cada dos por tres.

—Mañana empezaré a dejarle salir... Ya verás cómo les da una buena tunda a tus perros.

—No creo que le molesten. Están acostumbrados a tratar con gatos.

—¿Ah, sí? —A Travis le interesó ese tema—. ¿Tenías un gato?

—Sí, tenía un gato, pero Teresa se quedó con la custodia.

Travis volvió a su habitación. Puede que en el fondo Ken estuviese muy preocupado por todo lo de su divorcio. Bueno, la verdad es que seguramente era muy duro, aunque hay que reconocer que no puede ser tan duro como un intento de asesinato.

~~2929~~

Page 30: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Capítulo 3Capítulo 3

¡El mundo entero parecía habérsele puesto al revés! Travis no entendía nada. Nada, absolutamente nada, ocurría tal como él hubiese querido.

Ken andaba demasiado distraído para prestarle atención, claro que Travis tampoco había esperado que le recibiese con los brazos abiertos. Y quién sabe qué habría esperado Ken.

No, en el fondo con Ken todo iba perfectamente; lo malo era el colegio. Los otros chicos. Travis era, con diferencia, el tío más guai de todo el colegio; eso quedó bien claro desde el primer día. No había visto a nadie con quien valiese la pena pasar tan sólo un rato. Todos hablaban rarísimo, muy despacio; arrastraban las palabras, tanto que hasta parecían extraterrestres.

Desde el primer día tuvo bien claro que todo aquello, y sobre todo su manera de hablar, no era más que una elaborada representación, algo con lo que habían decidido tomarle el pelo. La típica broma para un chico recién llegado. Se quedó de una pieza, pasmado, al descubrir la verdad: ¡era cierto que la gente hablaba así! Y todos se movían tan despacio que a él le daba la sensación de ser un avión a reacción. Incluso comían muy despacio; tardaban horas en terminarse un bocadillo.

Pasada la primera semana empezó a fijarse menos en toda aquella lentitud; al menos dejaron de entrarle ganas de reírse a voz en cuello. De todos modos, para entonces tampoco le apetecía gran cosa echarse a reír.

A Travis empezó a ocurrírsele que allí nadie, lo que se dice nadie, se daba cuenta de lo guai que era, muchísimo más, en cualquier caso, que todos los alumnos de aquel colegio de medio pelo; cualquiera hubiese podido pensar que iban a ponerse en fila para charlar un minuto con él. Pero nada de eso.

Para él no había ningún grupo abierto. Allá, en cambio, había muchísimos grupos, todos diferentes. Incluso le había sido posible cambiar de cuando en cuando de unos a otros, sin mayores dificultades. Aquí, en cambio, eran todos unos palurdos: unos gilipollas palurdos y unos soplapollas palurdos. Él no encajaba. De ninguna manera.

Prefería un buen Trans Am antes que una camioneta; prefería la velocidad a la tracción en las cuatro ruedas. Le gustaba el rock duro en vez de la música country. Su manera de hablar dejaba pasmados incluso a los chicos. Las chicas a las que merecía la pena mirar se pasaban la vida

~~3030~~

Page 31: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

mirando a los otros. Se sentía muy raro, aun cuando solamente fuese porque se movía y actuaba mucho más deprisa que todos los demás. Y cuando procuraba hacerlo todo más despacio, el resultado era que terminaba por ser más torpe que nunca. Al darse cuenta de que iba a meterse en líos por ser un malhablado, procuró cambiar esa costumbre, pero no pudo: la única solución iba a ser quedarse con la boca cerrada. Y además, nadie parecía interesado en charlar con él.

A su profesora de lengua no le impresionó su primera redacción. Todo lo contrario. Se la devolvió repleta de correcciones en rojo. En la segunda hoja de la redacción, arriba, había escrito: ¡Abandono! No puedo más. Cómprate un diccionario.

¡Un insuficiente en lengua en un colegio en el que apenas sabían hablar!

Bueno, hasta entonces ya habían tenido que convivir con profesores y profesoras que, la verdad, no estaban ni mucho menos enamorados de él. No le supondría ningún problema. En cambio, era mucho más difícil apañárselas sin tener amigos.

Recordó haber sentido cierta lástima por los recién llegados a su colegio de antes, aunque tampoco se le ocurriera desvivirse por hacerles la vida más fácil. Al menos, nunca se había dedicado a atormentarlos, al contrario que Kirk.

Lo cierto era que cuando aparecieron los gemelos, intentó meterlos en su grupo, por haber supuesto que los gemelos serían sin duda interesantes. Nunca había tenido tratos con otros gemelos.

Tampoco eran nada del otro mundo, pero no se arrepintió de haberse hecho amigo suyo.

Los habían transferido de otro colegio a mitad de curso, cuando sus padres se divorciaron; puede que eso fuese explicación suficiente de su aire de estar en Babia a todas horas, de su aspecto de conejos sorprendidos. Flacos, rubios, nunca limpios del todo, vestidos los dos iguales, con camiseta y vaqueros, Travis consiguió distinguir cuándo hablaba con Billy y cuándo con Mike, siempre que estuvieran juntos; en cambio, al encontrárselos por separado, nunca supo con cuál de los dos estaba hablando. Por suerte, rara vez estaban el uno sin el otro, pues eso les hacía sentirse incómodos; su madre, para conseguir que cualquiera de los dos se portase bien, lo único que tenía que hacer era amenazarlos con mandar a uno de ellos a vivir con su padre.

No, Travis no se arrepentía de haberlos incluido en su grupo, aunque una vez que se pasó la novedad de que fuesen gemelos resultó que tampoco eran nada del otro mundo. Y cuando su madre volvió a casarse, resultó que su padrastro incluso les compraba hierba.

Fueran o no interesantes, Travis habría dado cualquier cosa con tal de pasar una tarde con ellos, o, mejor aún, con tal de estar con ellos

~~3131~~

Page 32: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

mientras trabajaban en McDonald's, y es que, aparte de todo lo demás, se moría de hambre.

Joe:

Este sitio en el fondo está bien, aunque no se puede comer de nada. De veras, lo digo en serio. ¿Te acuerdas de que todos pensabais a veces que era un distraído? Bueno, pues tendríais que ver a mi tío. Se olvida a todas horas de que estoy aquí; últimamente se queda trabajando hasta muy tarde y se come un bocadillo en la oficina, con lo cual yo me quedo en casa, en medio y medio de ninguna parte, sin transporte y con la nevera vacía. Total, que Ken aparece a eso de las nueve y se queda de piedra al encontrarse conmigo en casa y terminamos por irnos a un 7-Eleven a por una barbacoa hecha al microondas...

Su madre se pondría hecha una furia si supiese de qué manera tenía que rastrear todos los rincones de aquella casa enorme hasta dar con algo comestible. Su madre era una buena cocinera, eso había que reconocerlo. Con sólo recordar las cenas que le preparaba, casi estuvo a punto de echarse a llorar. Macarrones con queso y con jamón, chuletas de cerdo, patatas asadas, pollo frito... aparte de postres caseros todas las noches.

Odiaba tener que reconocerlo, pero estaba harto de pizzas.

Oye, Joe, ya sé que parece gracioso, pero el otro día estaba tan desesperado que no me quedó más remedio que intentar prepararme unos spaghetti. En un libro de recetas leí que había que «cocerlos hasta que queden tiernos». ¿Y cómo se sabe cuándo quedan tiernos? De todos modos, me salieron bastante gomosos; además, lo único que encontré para acompañarlos fue una lata de sopa de tomate. Total, que apareció Ken, me encontró comiéndome semejante bazofia y fuimos en coche hasta el pueblo, a uno de esos Safeway que están abiertos durante toda la noche, y nos hartamos de comprar comida preparada, congelados y algo de carne, de manera que al menos estoy bien provisto durante una temporada. Hasta se podría pensar que Ken ha empezado a darse cuenta que aquí vive alguien más...

Travis se levantó y se acercó hasta el cuarto de estar; se encontró a Ken sentado delante de la televisión —estaban dando un episodio de Perdidos en el espacio— mientras trabajaba con sus papeles. Era difícil seguir escribiendo cartas a Joe cuando éste no le había contestado ni una sola vez. Travis ya sabía por anticipado que no iba a contestarle, a pesar de lo cual aquello le resultaba muy semejante a meter un mensaje en una botella y echarla al mar. Lo cierto es que le estaba costando mucho esfuerzo escribir cualquier cosa.

~~3232~~

Page 33: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Se había encontrado con el tiempo y el lugar perfecto para encerrarse en su cuarto y escribir a todas horas, pero por lo visto la mente se le había quedado en blanco, como una hoja de papel recién metida en el carro de la máquina de escribir. Puede que fuese porque aquello no lo había elegido él, porque en el fondo ya no podía hacer ninguna otra cosa.

—¿Qué tal en el colegio? —preguntó Ken automáticamente.

Por lo general, Travis solía decir que «bien», y ahí terminaba su conversación de cada noche.

—Un asco —optó por decir Travis. Ken levantó la vista de sus papeles—. En serio. No le caigo bien a nadie.

—A mí sí.

—Ya, pero tú no vienes al colegio.

Ken se echó a reír y dejó sus papeles sobre la mesa.

—Bueno, bueno; tú aguanta un poco más, a ver si mejoran las cosas; si no, haré que te transfieran a East River. Es bastante más grande, así que seguramente habrá alguien a quien le caigas bien.

A Travis aquello no le hizo ninguna gracia, cosa que probablemente se le notó en la cara, pues Ken le dijo:

—Sólo un poco más, ¿de acuerdo? Ahora mismo estoy hasta las cejas de trabajo, y además no se me va de la cabeza lo de Teresa...

«Estupendo», se dijo Travis. «Tú pídele que dedique dos minutos a tus problemas, que ya verás qué poco tarda en volver a los suyos.»

—¿Ya no vas a ser granjero nunca más?

—Granjero, no; ranchero. Y tampoco. En una época estuve dispuesto a convertirme en un ranchero con todas las de la ley, pero descubrí que me iba a ser imposible. A menos que uno sea rico hasta decir basta, a menos que tenga una salud inmejorable, sólo se puede ser ranchero a ratos perdidos, en tu tiempo libre. Por suerte, conseguí dejarlo antes de tocar fondo... Y, además, Teresa aquí se aburría bastante.

¿Y a quién podía importarle que se aburriese o que no? Se iban a divorciar.

—No hay nadie con quien salir a dar una vuelta —dijo Travis, por volver al problema principal.

—Todas las tardes el establo está lleno de chicas a rebosar. Y algunas son un encanto. ¿Por qué no das una vuelta con ellas?

¡Dar una vuelta con chicas! Ya podía entender el comentario de Ken sobre lo de la «salud inmejorable». Aquella idea era tan absurda que ni siquiera valía la pena discutirla.

—No creo que a esa... A como se llame, a esa Casey, le haga mucha gracia.

~~3333~~

Page 34: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Mira, a menos que vayas a caballo, o a menos que seas un caballo, es imposible que le gustes. Por cierto, se diría que te preocupa mucho eso de caerle bien al personal.

Por vez primera, Ken acababa de darle un rapapolvo. Travis, en toda su vida, nunca, se había preocupado lo que se dice nada por caerle bien a la gente. ¿A quién podía importarle? ¿Qué...? Se levantó y salió al fresco: odiaba las reposiciones de Perdidos en el espacio. Su madre era una fanática de esa serie y de otras, como Star Trek. Incluso había convencido a Stan de que la llevase al cine cada vez que pasaban una de Star Trek.

Se sentó en la tapia del patio. Aparte del resplandor púrpura de una luciérnaga, todo estaba negro como la tinta. Qué oscuro podía llegar a ponerse aquello... Motorboat dio un salto y llegó caminando por la tapia. Travis extendió el puño cerrado y el gato se dio de lleno contra él, ronroneando audiblemente.

Pasado un rato, Travis fue a escupir a la luciérnaga, para oír el siseo.

En el colegio, al día siguiente, volvió a tocarle hacer, como quien dice, de hombre invisible. Hasta el tiarrón que había perdido los sesos por hacerle como fuese la vida imposible durante la primera semana parecía haber decidido que no valía la pena. Travis se acordó de un chico en su antiguo colegio, un auténtico solitario del que muchos sospechaban que estaba más loco que una jaula de grillos, y por primera vez se preguntó si el chico aquél de veras habría querido ser un solitario. Puede que todos los demás le hubiesen obligado a serlo sin siquiera tener conciencia de lo que estaban haciéndole. Él siempre había dado por hecho que si uno es un solitario es porque quiere serlo, y punto, pero acababa de descuidar que los demás pueden hacer esa elección en vez de uno mismo.

Muy bien, pues así iban a ser las cosas. No dejó de hablar a su manera, y contestaba a los profesores con monosílabos. Se pasaba la hora del recreo y la del almuerzo fumando en un rincón del campo de béisbol, o leyendo en la biblioteca. Mantuvo una mueca algo burlona; aun cuando se peinaba en el lavabo, dándose cuenta con tristeza de lo muy redondas que tenía las orejas, como las orejas de los osos de peluche, y de lo blanca que tenía la piel. Aquellos gilipollas incluso le estaban haciendo dudar de su aspecto.

Bajó al establo después del colegio. No por dar una vuelta, qué va, solamente por ver qué se cocía allí dentro.

Casey daba clases de equitación cuando salía del colegio y los fines de semana; iba al establo por la mañana, antes de coger el autobús del colegio, para dar de beber y de comer a los caballos. Él ya había ido antes al establo, esperando atento a que el Jeep de Casey hubiese desaparecido, por echar un vistazo a los caballos. Pero aquella vez bajó a echar un vistazo a las chicas...

Casey estaba en medio de la pista, mientras a su alrededor trotaban en sendos poneys cuatro chicas pequeñas. Al pasar cada una de ellas por delante, soltaba un ladrido a manera de orden.

~~3434~~

Page 35: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Molly, baja los tacones. Amber, endereza la espalda; que caiga tu peso en la parte más gruesa del caballo. Megan, no te subas tanto. Liz, así no se hace una diagonal.

Travis dobló los brazos sobre la barandilla y se quedó mirando a la pista. Dios, qué calor hacía allí dentro. En casa se debía de estar muchísimo más fresco. Allí dentro era como si el calor se te sentara en los hombros, como una nube de polvo. Los jinetes parecían mucho más acalorados por toda la ropa que tenían que ponerse: las botas, los pantalones y las gorras. Casey llevaba pantalones cortos, una camiseta y una visera, y tampoco parecía nada refrescada.

—Al llegar al final, al trote.

Solamente una de las pequeñas consiguió poner al poney a trotar, aunque más bien fuese un trote imaginario. El resto de los poneys tan sólo aceleraron el paso.

—¡No os echéis hacia adelante! ¡Erguidas! A ver, alto. Intentadlo otra vez, pero con orden.

Travis había considerado la posibilidad de aprender a montar, pero también se había dicho que Ken podría enseñarle. Todos aquellos pavoneos encima de una silla de montar a la inglesa eran para él una auténtica horterada. Además, no había visto más que a las chicas.

—Hola. ¿Qué, conseguiste tus cigarrillos?

Travis había visto que Jennifer se le acercaba por detrás, pero había hecho como si no la viera, por decidir que le tocaba hablar primero a ella.

—Pues sí. ¿Qué, vas a montar?

La verdad es que Jennifer estaba guapísima, con el cabello oscuro y cortado y peinado seguramente en una peluquería cara, con sus ojos oscuros. Llevaba unos ceñidos pantalones de montar, grises, botas altas y un polo.

—Sí, me toca la siguiente clase. Me toca montar dentro de nada. Casey —gritó—, hoy no viene Robyn, ha tenido que quedarse en el colegio.

Casey salió del círculo de los poneys. El polvo se le había posado sobre la cara, como si estuviese más morena, aunque lo salpicasen aquí y allá unas gotas de sudor.

—Estupendo —sin quitar la vista de las pequeñas alumnas, de pronto gritó—: ¡Molly, no le dejes andar a su aire! Tienes que retenerlo nada más dar el primer paso —se volvió hacia Jennifer—. Robyn iba a encargarse de meter a los caballos en los establos; esta noche tengo que ir a una reunión caballar.

—Yo me encargaría —se ofreció Jennifer—, pero es que después tengo que ir a clase de piano.

—Eh, tú, sobrino. ¿Cómo te llamas?

~~3535~~

Page 36: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Travis —le había molestado su tono de voz. Claro que era un poco mayor que él, pero tampoco era para tanto.

—¿Me harías un favor? Tengo que marcharme nada más terminar esta clase. ¿Te importaría echar agua en los establos?

Sus ojos, verdísimos, eran de un color más cálido que los suyos. Era lo único que salvaba su cara de ser totalmente anodina, inexpresiva. Una pena, pensó él, que ella hubiese echado a perder las estupendas piernas que podía haber tenido. Eran demasiado musculosas.

—Sí —dijo él—. Claro.

—Qué tío más majo —dijo ella, y volvió a sus alumnas.

—¿Cuántos años tiene? —le preguntó a Jennifer cuando volvían juntos.

—¿Casey? Dieciocho, creo. Es la profesional más joven de todo el Estado.

—¿Te cae bien?

—Pues claro; o sea, es una perfeccionista, siempre te hace trabajar muy duro, pero por lo menos ganamos alguna que otra medalla en las competiciones. Con todo, me da un poco de miedo.

«Lo entiendo de sobra», pensó Travis, pero procuró parecer sorprendido.

—¿Qué te da miedo?

—Bueno, miedo no es la palabra, pero lo que pasa es que ella es buenísima, y yo soy una torpe de tomo y lomo; la última vez, me caí del caballo delante de los jueces. Pensé que me iba a morir.

—¿Y qué hizo Casey?

—Salió a la arena y me puso en pie de un salto —al ver que él se quedaba perplejo, añadió—: Me hizo montar de nuevo y me dijo que terminase el ejercicio.

En el establo estaban dos chicas preparando sus caballos para la monta, aparte de una señora mayor, de treinta años por lo menos.

Las chicas eran demasiado jóvenes para tener un cierto interés; probablemente no pasarían de los trece años. Se parecían lo suficiente como para pensar que eran hermanas: eran las dos rubias y pecosas, aunque una llevaba una permanente bastante pocha. Y por su manera de actuar, se diría que eran incluso gemelas. Al contrario que los otros gemelos que conocía, aquellas dos eran unas parlanchinas algo tontuelas, y no dejaban de chillarse «¡Oh, Kristen!», «¡Oh, Kelsey!» la una a la otra; en menos de diez minutos casi le hicieron perder los estribos. A la señora que las acompañaba, Travis pensó que sí que la habían vuelto loca, porque ensilló su caballo a toda prisa y se largó a todo correr.

~~3636~~

Page 37: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Travis observó cómo cepillaba Jennifer a su caballo, cómo le aplicaba el spray anti moscas. Le gustó sobre todo el rato que dedicó a limpiarle los cascos, porque se pasó mucho tiempo agachada.

Kristen y Kelsey terminaron antes que ella, con lo cual el establo se quedó en paz. Se fueron unos diez minutos antes que Jennifer ensillase a su caballo y le pusiera las bridas; a Travis le asombró ver que estaba a punto de echarse a llorar.

—Si se me hace tarde, mi madre me va a matar. Tengo que irme a clase de piano a todo correr. Mierda.

Hizo salir al caballo del establo al trote, y casi lo puso al galope por el camino de tierra rojiza que llevaba a la pista del picadero.

Las alumnas más jóvenes, las de la primera clase, cabalgaban por los pastos que había detrás del picadero. Travis decidió que lo mejor iba a ser regar los establos rápidamente y marcharse a casa antes de que volvieran. Las chicas jovencitas no le interesaban nada de nada.

No le costó mucho cumplir con el trabajo que había prometido hacer.

Al llegar, se quedó parado en la puerta de la cocina. En la cocina había una mujer rubia. Iba demasiado bien vestida para tratarse de una ladrona, pero Travis se había quedado de una pieza.

Ella también hizo una pausa, y luego pareció tranquilizarse. De todos modos, se le quedó mirando como si hubiese visto un fantasma.

—Seguramente eres Travis —dijo, por fin—. Dios, te pareces a Ken mucho más de lo que se le parece Christopher. Ah, yo soy Teresa —añadió.

Teresa, la mujer de Ken; mejor dicho, la que pronto iba a ser su ex mujer. Tío, qué guapa era... De todos modos, a él nunca se le habían dado ni medio bien las rubias de ojos castaños. ¿Por qué se habría querido divorciar Ken? Acto seguido se acordó de la realidad: era ella la que había pedido el divorcio. Y se puso de inmediato de parte de Ken.

—Lo que probablemente quiero decir es que te pareces mucho a Tim. Yo no llegué a conocerle, pero por las fotografías la verdad es que os parecéis.

—Sí.

Travis solamente podía recordar una foto de su padre, vestido con el uniforme de las Fuerzas Aéreas; recordaba las cejas, en lo cual se parecían mucho, ya que casi las tenían unidas. Stan había obligado a su madre a quitar de en medio aquella fotografía enmarcada. Lo cierto es que él no llegaba a ver el enorme parecido que tenía con Ken, a pesar de lo que decía todo el mundo.

—Lo que pasa es que él tiene el pelo prematuramente blanco.

—Qué va. Lo que pasa es que tiene prematuramente treinta y siete años —dijo secamente Teresa.

~~3737~~

Page 38: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Travis la miró de manera que no le quedase ninguna duda de su actitud, de quién estaba él a favor, y ella cambió de tema.

—He recogido a Christopher del colegio. Esta noche salgo de viaje de negocios; aunque a Ken no le hubiese importado ocuparse de él, cuando le llamé ya no estaba en la oficina.

Christopher. Un crío. A Travis le pareció recordar algo que Ken había dicho sobre el crío, y que ella en efecto iba a pasar fuera el fin de semana, sólo que no le había prestado ninguna atención. Recordó que, de forma más o menos inconsciente, había planeado intentar convencer a Ken para que hicieran algo especial el fin de semana, aunque sólo fuera ir al cine. Pero se dio cuenta de que, como mucho, iban a ir a dar un paseo hasta la heladería más próxima.

—Una cosa sí debo decirte —siguió Teresa—. Por lo que se refiere a ser un buen padre, Ken es de los que saca nota. Y eso es importantísimo para un chico —de pronto se cortó; siguió con una voz en la que se le notaba demasiado sus ganas por agradarle—. Bueno, ¿y en qué lío te has metido, eh? Confío que no sea nada relacionado con las drogas.

A Travis le faltó el canto de un duro para contestar: «No, fue un intento de asesinato.»

Algo, sin embargo, le hizo cambiar de opinión.

—Es que mi padrastro y yo no nos llevamos nada bien, y mi madre quería que se enfriaran las relaciones al menos durante una temporada.

—Ya. Las familias rotas son un desastre, ¿verdad? —se calló paro observarse una uña. La buena señora lo estaba pasando fatal en sus esfuerzos por dar con un tema de conversación que no hiriese las susceptibilidades de ninguno de los dos—. ¿Quieres conocer a Christopher? Está en su habitación: quería asegurarse de que todos los juguetes aún están donde los dejó.

—Bueno, tengo muchísima tarea que hacer; mejor será que empiece cuanto antes.

Quería salir de allí en medio a toda costa.

—Claro; tendréis tiempo de sobra para conoceros durante el fin de semana.

«Me juego lo que quieras», pensó Travis ya en su habitación, tirándose con amargura encima de la cama y encendiendo la radio. Nunca había estado cerca de un crío pequeño, y estaba seguro de que iba a ser un auténtico coñazo.

Todas las emisoras de radio le parecieron un desastre.

Si estuviera en su casa, se daría una vuelta por la tienda de discos, o puede que Kirk y él hubiesen planeado verse con unas cuantas chicas...

Apagó la radio e introdujo una cinta de golpe en el casete, a la vez que se ponía boca abajo. Motorboat empezó a caminar de un lado a otro,

~~3838~~

Page 39: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

pasándole por la espalda; sus garras, contentas, le pellizcaban a pesar de la camiseta. La verdad es que ya le había echado a perder un montón de ellas.

Si estuviera en su casa, se dejaría llevar por la música, o si no se habría sentado en la puerta de casa con otros cuatro o cinco tíos, saludando a los que pasaran por allí, charlando con ellos.

Encendió un cigarrillo, a pesar de recordar perfectamente que le había prometido a Ken que no fumaría en la cama; claro que no tenía ningunas ganas de quedarse dormido.

Si estuviera en casa, tendría gente de sobra con la que charlar, tanto de mentiras inconcebibles como de verdades como puños, o incluso de unas y de otras metidas en la misma frase...

Notó que algo le cosquilleaba la nariz, y se sorprendió al descubrir que era una lágrima.

Alguien llamó con suavidad a la puerta. Se sentó de un brinco y se pasó la mano por la cara.

-¿Si? .

—Travis, tienes visita.

Travis, completamente sorprendido, abrió la puerta.

—Ha venido Casey; está ahí abajo, en el cuarto de estar —dijo Teresa—. ¡Qué grande es ese gato! ¿Tiene por lo menos buenas pulgas?

Travis bajó la vista. La cabeza de Motorboat estaba a la altura de su rodilla.

—Sí —dijo sin prestar demasiada atención—. Bueno, más o menos.

Teresa no pareció quedar del todo conforme, pero Travis no tenía tiempo para ocuparse de esas minucias.

¿Por qué habría venido Casey a verle? ¿No le había dicho que tenía una reunión importantísima, o algo por el estilo, a la que no podía faltar?

La encontró esperando con paciencia a la entrada; Travis se dio cuenta de repente de que, si fuese un chico, con su perfil anguloso y la mirada perdida a lo lejos, incluso sería un tío bastante guapo.

Cuando se dio la vuelta y fijó en él la mirada, en cambio, podría haber jurado que en ella había una extraña mezcla de risa, cólera y desprecio. Cambió de postura, incómodo.

—¿Y? —dijo por fin.

—¿Tú eres idiota o qué? —le espetó Casey con toda tranquilidad, como si le hubiese preguntado: ¿Tú eres Leo o Cáncer?

-¿Qué?

—¿Te falta un tornillo o es que eres tonto del culo? Ken no dijo nada, y a mí no se me ocurrió preguntarlo, claro.

~~3939~~

Page 40: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

-¿Qué?

—¿Qué te pedí que hicieras esta tarde?

Travis notó que de golpe se trasladaba a la infancia: tenía once años y en un momento de distracción hizo una limonada con sal en vez de azúcar... Stan se pasó una semana entera riéndose de su torpeza. Qué estupidez, pensar en aquello precisamente ahora...

—Que echase agua en los establos —contestó. Estaba seguro de que acto seguido iba a venírsele encima algo espantoso; fue como si, con sólo levantar la mirada, fuese a ver un tren de mercancías que se le echaba encima a toda velocidad, sin darle tiempo a quitarse de en medio.

Casey asintió con desdén.

—¿Y tú qué hiciste? Regar los establos.

Se quedaron los dos parados unos instantes bajo la luz de la entrada, y fue en parte como si aquello mismo ya hubiese ocurrido antes, como si los dos hubiesen representado aquella misma escena, dentro de una pieza teatral, al menos una docena de veces; él supo perfectamente cuál iba a ser su siguiente intervención.

—Eres un idiota.

Y cuando Travis cayó en la cuenta del error que había cometido, ni siquiera pudo discutir con ella. Una oleada de calor se le extendió lentamente por dentro, hacia arriba, y se dio cuenta de que estaba rojo como un tomate.

—Pues ahora resulta que tengo nada menos que diez establos anegados en agua. ¿Cómo no te diste cuenta de que me refería a que pusieses agua en los cubos, y no que la derramases por el suelo. Joder, tío, ¿es que estás majara, o qué?

Travis pensó, más tarde, que debiera haberle dado la cara. ¿Cómo pudo quedarse parado y tragarse todo aquello sin decir ni pío?

Seguramente porque en el fondo de su corazón estaba de acuerdo con ella, y por eso no tuvo arrestos para discutir ni una palabra.

—Me juego cualquier cosa a que cuando tu madre te dice que te ates los zapatos, por lo menos los atas a las patas de la cama.

Travis se quedó parado en el sitio durante un buen rato, mucho después que ella cerrase la puerta de golpe al marcharse.

De tranqui no tenía ni un pelo. Ni siquiera era guapo. Se quedó allí parado, como un perfecto idiota, atolondrado y nostálgico de su casa.

~~4040~~

Page 41: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Capítulo 4Capítulo 4

Querido Travis: Por aquí todo va bien. A los gemelos les han echado del curro por llegar pasados de vueltas, así que ellos dos y yo estamos trabajando para Orson. NADA DE TRAPICHEO. Kirk está insoportable; a ti te pondría del hígado. Fíjate que hasta sale con Lisa Mahoney... A ti cómo te va.

Joe

Una carta cortísima, aunque le dio mucho que pensar. A Travis le entraron ganas de tener a los gemelos a mano, para poder darles unos cuantos pescozones. En el fondo ya lo sabía. Sabía que en cuanto él se marchase de la ciudad, a los dos les iba a dar por pegarle fuerte a la droga. Total, que le había costado muchísimo trabajo meterlos en su grupo, conseguirles unos cuantos amigos, porque los dos eran tan tímidos que ni siquiera sabían cómo entablar una simple conversación, y en el fondo para lo único que valían era para darle caña a la droga.

Ni Billy ni Mike eran un par de listorros, aunque en su campo, en la mecánica, eran dos genios de tomo y lomo. A Travis le dejó de una pieza de qué forma eran capaces de tirarlo todo por tierra. Para algo sensato que conseguían en esta vida, lo habían echado por tierra en dos patadas.

Los habían echado. ¿Cómo iban a pagar el seguro del coche? Además, los tres, incluido Joe, eran tres perfectos idiotas por «trabajar» para Orson.

«Es mejor que os paguen contante y sonante, chicos», se dijo.

O sea, que además a Kirk le había dado por ponerse insoportable, ¿eh? Travis, al repasar todo lo anterior, se dio cuenta de que en el fondo ya se lo esperaba. Se había fijado el verano anterior, cuando a Kirk le dio por dejarse de zapatillas de deporte y de vaqueros recortados para ponerse ropa más elegante. No, no le sorprendía lo que se dice ni lo más mínimo. Sabía de sobra qué se proponía Kirk: al contrario que él, siempre había querido sacar partido de sus buenas notas, en todos los sentidos.

Aunque él no había tenido nada que ocultar.

«¿Cómo te va? «Bueno», pensó Travis. «Ando liado con mi tío, con un crío y una panda de chicas. Estupendo. ¿Qué más se puede pedir?»

~~4141~~

Page 42: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Por lo menos, podía salir de cuando en cuando con las chicas. Había seguido a Casey hasta los establos y en silencio había cogido la pala y la carretilla para ayudarle a limpiarlos.

A cambio, ella se dedicó a contar a todos que la bomba del agua se había estropeado.

Fue una de las cosas más difíciles, más duras que tuvo que hacer en toda su vida, pero de no haberlo hecho, jamás habría podido volver a los establos. Y, en el fondo, algo tenía que hacer, aunque no fuese más que eso.

Todavía no tenía ninguna certeza acerca de cómo se sentía con el crío. Christopher, en el fondo, iba a ser un coñazo, tal como se esperaba. En cambio, algo tenía de interesante, al menos lo que de interesante tiene una persona que dice y hace todo lo que se le pasa por la cabeza sin preocuparse lo más mínimo.

Christopher era la persona más redonda que había visto Travis en toda su vida. Tenía la carita redonda; los ojos, castaños y redondos; llevaba un corte de pelo redondeado como un casco, y sus brazos y sus piernas, aparte de cortos, eran redondeados.

Y la boca, redonda a más no poder, se le movía continuamente.

—Eh, hola —se acercó a gatas a la cama de Travis el sábado por la mañana, bien temprano. Mucho más temprano de lo que Travis hubiese preferido.

—¿Estás durmiendo?

—Sí.

—¿Y por qué?

—Porque tengo sueño.

—¿Y por qué?

—Porque es temprano.

—¿Y por qué?

A Travis no le costó ni cinco minutos darse cuenta de que le daba pánico aquella pregunta.

Christopher no podía ser más puntilloso. Si uno no acertaba a decir por favor, gracias o de nada, lo primero que hacía era corregirle. Si uno daba el nombre incorrecto a una cosa, no tardaba nada en corregirlo. «No es un reloj de pájaro, es un reloj de cuco.»

No era posible tomarse un sándwich o una coca-cola en paz. Había que compartirlo. En eso de compartir las cosas se empeñaba demasiado. Y no dejaba de ser un poco desconcertante estar cerca de una minúscula persona a la que no se conocía demasiado bien y que no dudaba en acercársete caminando o gateando.

~~4242~~

Page 43: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Christopher lo husmeaba todo: le desordenaba las cintas, o se ponía a dibujar en sus papeles. Y Motorboat, que había hecho bajar la mirada al perro del Labrador que tenía Ken, y que le había dado un zarpazo al podenco el primer día que se vieron las caras fuera de la casa, se pasó el fin de semana escondido y acobardado debajo de la cama o detrás del sofá.

A Ken, en cambio, todo lo que hacía Christopher le parecía inteligentísimo, y daba por sentado que todo el mundo giraba a su alrededor. Pegaba un salto cuando Christopher decía «Más zumo, por favor», se lavaba las manos antes de las comidas, y cuando Christopher llegaba con el culo al aire, con los calzoncillos a la altura de los tobillos, y anunciaba «He hecho caca, ven a ver», Ken reaccionaba como si aquello fuese un milagro.

«Joder», pensó Travis, «más milagroso sería que no lo hiciera».

Odiaba tener que reconocerlo, pero a lo mejor tenía un poco de celos.

Observó a Ken coger el teléfono e intentar hablar con Christopher subido a la espalda, cogido del cuello, gritándole: «¡Te voy a tumbar!» Luego se puso a reírse sin parar, hasta que Ken ya ni oía ni conseguía hacerse entender. A Travis le maravillaba tanta paciencia. Él habría arrojado al crío al otro extremo de la habitación...

—Es para ti —dijo Ken, sosteniendo el teléfono, y Travis se despertó de golpe. ¿Quién podía llamarle?

Tomó el teléfono y agradeció a Ken que se llevase a Chris del cuarto de estar.

—Hola, cariño.

Era su madre. Se acordó de haberla llamado Donna Cariños, incluso delante de ella, y de pronto se avergonzó.

—Hola.

—¿Qué tal estás?

—Muy bien.

—¿Y Kenny?

—Muy bien.

—¿Va todo bien?

—Sí, ¿qué pasa?

No era capaz de preguntarle por Stan.

—Nada, solamente quería asegurarme de que estabas bien.

—Ya —sin duda, tenía que saber de sobra que Ken la llamaría por teléfono si por un casual le atropellase el autobús del colegio, o si pasara cualquier otra cosa.

—Bueno, cariño, ¿qué tal comes?

~~4343~~

Page 44: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Bien, bien —mintió un poco; le dio miedo que le hubiese hecho precisamente esa pregunta.

—Travis, te ha llegado una carta de una editorial... Oye, ¿no habrás comprado demasiados libros de repente, o no te habrás hecho socio de un club de libros, verdad?

—No, qué va —Travis se paró a pensar—. No, ¡espera! ¡No la abras!

—¿Por qué? ¿Qué es?

—No lo sé —dio unos cuantos pasos en círculo, tiró del cable del teléfono, se tropezó con él—. No tengo ni idea. Pero mándamela, ¿vale? No la abras.

—De acuerdo, cariño. Mañana mismo te la pongo en el correo.

—Mañana no, hoy mismo.

-¿Qué?

—Que la pongas en el correo esta misma noche, ¿vale?

—Bueno, cariño, para cuando hayamos terminado de cenar me parece que la sucursal de correos habrá cerrado...

«Pues que cene solo ese gilipollas», pensó Travis. «Al menos por una vez en su vida.» Pero se dio cuenta de que era imposible. No conseguía ponerse a pensar. No conseguía decir nada.

—¿Cariño? Tengo que colgar; le he prometido a Stan que no hablaría demasiado.

—Ponía en el correo ahora mismo —dijo Travis lentamente.

—Saluda a Kenny de mi parte, ¿quieres? Ojalá pudiese conocer a su chiquito. Mándame una foto del niño, ¿eh?

—Que no la abras.

—Adiós, cariño.

A Travis le costó cierto esfuerzo volver a colgar el teléfono, aquella estupidez de teléfono, que tenía forma de «donuts».

¡El libro! ¡El libro! ¡Iba a tener noticias del libro que había escrito! Había intentado por todos los medios olvidarse de aquello, sabiendo que tendría que pasar mucho tiempo hasta que recibiese noticias, pero no pudo quitárselo de la cabeza, pues le estorbaba a cada paso, igual que un dolor de muelas.

Probablemente por eso no había conseguido escribir ni palabra últimamente, pensó de pronto: ¿por qué apenas había escrito ni una sola línea desde que puso el manuscrito en el correo? Era como si tuviese algo aún por terminar...

Esperaba que se lo rechazasen. Todos los escritores habían tenido que sufrir infinidad de rechazos. A Hemingway le habían rechazado unos mil

~~4444~~

Page 45: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

manuscritos; en cambio, no estaba seguro de cuántos le habrían rechazado a Stephen King.

Que se lo rechazasen, al fin y al cabo, entraba dentro de lo previsible, y no era mala cosa. Si uno quiere escribir, hay que acostumbrarse: es lo mismo que si uno quiere ser boxeador, pues se tiene que acostumbrar a que le zurren. El siguiente manuscrito lo enviaría a otra editorial; de hecho ya había elegido las tres próximas. En realidad, lo único en lo que aún confiaba era que fuera quien fuese el encargado de leerlo, por lo menos le dijese algo sobre el libro: que era demasiado largo, o demasiado corto, o lo que fuese. A lo único que aspiraba era a saber por qué no lo querían.

Pero puede que sí lo quisieran. Puede que lo hubiesen aceptado, y que la carta le dijese: «Vamos a publicarlo; ahí va un millón de dólares.» Sintió un hondo deseo de llamar a su madre, de decirle que abriese la carta y se la leyera por teléfono. No iba a ser capaz de soportarlo.

Pero no, ella ni siquiera estaba al corriente de que él hubiese escrito un libro. Sabía que escribía de vez en cuando, claro, pero por lo visto pensaba que aquello no era más que una etapa un tanto extraña por la que estaba atravesando, aunque después de tantos años uno pensaría más bien que...

No: era su libro y aquella carta le pertenecía. Lo de menos era lo que le dijese. Nadie más debía enterarse de aquello. Bastaba con él y con una persona de Nueva York. Por un instante se preguntó quién...

Ken estaba preparando unos perritos calientes.

—¿Alguna novedad?

—No, qué va —Travis deseó que Ken no fuese tan tozudo, y que le dejase beber algo, al menos de cuando en cuando. Por lo menos, podría echarse al coleto un trago de bourbon—. Solamente quería asegurarse de que todo va bien; que si comía a gusto, y esas cosas. Ya sabes cómo son las madres.

—Pues espero que le hayas mentido y que se lo haya creído —Ken le quitó el cuchillo de la mostaza a Christopher, que intentaba ponerles mostaza a las salchichas mientras estaban aún en la parrilla.

—Sí —se acordó de algo—. Ah, me ha dicho que te salude. Te ha llamado Kenny, como si fueses un chaval.

—Siempre me ha llamado así. Y a Tim también le llamaba Timmy. Por eso él se juró que cuando tuviese un hijo le pondría un nombre que no admitiese ningún diminutivo.

—Ah, pues yo creía que era ella la que había elegido mi nombre.

—Así fue, pero Tim tuvo que darle el visto bueno. Estaba seguro de que ibas a ser chico... Ella sacó el nombre de un libro, ¿no? ¿No fue de las novelas de misterio de MacDonald?

—No, fue de Oíd Yeller, el libro ése de los perros.

~~4545~~

Page 46: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Tim solía tomarle el pelo por los libros que ella leía.

¿Que su madre leía? Él nunca le había visto leer nada que no fuese el Reader's Digest y el National Enquirer, libros en los que siempre aparecía un dibujo con un pirata que le desgarraba la camisa a una chica. Aquello no era leer de verdad, al menos tal y como él lo entendía.

—Tu madre era una chica muy dulce, de verdad. Y muy guapa. Y se creyó que Tim era el que había colgado la luna en su sitio.

Que había colgado la luna en su sitio, pensó. Qué expresión tan curiosa. Travis no la había oído en su vida.

—Ahora está bastante gorda —dijo Travis. Intentó imaginarse a su madre de joven, guapa, y además aficionada a la lectura, y se dio cuenta de que no iba a poder. Joven, guapa y aficionada a la lectura, y además diciendo de alguien que había colgado la luna en su sitio... Era evidente que ella tenía a Stan en mejor opinión que Travis, pero tampoco es que Stan fuese de los que habían podido colgar la luna, y menos en su sitio.

—Ven acá —le dijo Ken de pronto. Cogió a Christopher en brazos y lo sentó en uno de los altos taburetes que había alrededor de la mesa—. Ponla mano al lado de la de Chris, y ábrela. ¿Ves?

Travis se quedó mirando las dos manos, preguntándose... Y entonces lo vio. La mano de Chris era igual que la suya, sólo que en miniatura. La forma de los dedos, la curvatura del pulgar... A Travis le sorprendió ver incluso que se parecían hasta en las huellas dactilares.

—Vaya...

—Se parece a Teresa en el color de la tez y en los rasgos, pero los detalles son los míos: en las orejas, las manos y los pies.

—A ver, enséñame la tuya.

De nuevo, el parecido le resultó asombroso. Travis pensó que así era como iba a ser su mano cuando envejeciera. Aunque no tanto.

—¿Te recuerdo a mi padre?

—Solamente en el aire. Tú eres mucho más tranquilo. Tim tenía... tenía una personalidad bastante más viva.

—¿Os llevabais bien?

—Más o menos una vez al año.

—¿Por qué me dejaste que viniera a tu casa?

Ken le miró a los ojos. Tenía los ojos castaños claros, como el té helado cuando le da el sol de refilón.

—¿Por qué quisiste venir?

Travis se dio perfecta cuenta de que la misma idea acababa de pasárseles a los dos por la cabeza al mismo tiempo: creí que serías Tim.

* * *

~~4646~~

Page 47: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

«Tendría que haberle dicho que me la pusiese por correo certificado y urgente», pensó. Apenas podía comer, apenas conciliaba el sueño, y de todos modos no podía confiar que le llegase la carta hasta pasados, por lo menos, dos o tres días. Le habría costado demasiada tela, ni siquiera sabía cuánto con exactitud, pero bueno, siempre podría haber vendido el radiocasete... No, calma, un momento: lo que le dijese aquella carta iba a decírselo igual tanto dos días antes como dos días después.

Fue directamente al establo nada más terminar en el colegio. La casa estaba mucho más tranquila después de marcharse Christopher, pero Ken andaba de mal humor. Estaba molesto porque Christopher se había marchado diciendo una palabra que antes no había dicho nunca; Travis se imaginó que si Ken tuviese en casa televisión por cable, como cualquier otra persona normal y corriente, el chaval habría dicho esa palabra y muchas otras hacía mucho tiempo: de todos modos, estaba clarísimo que lo que más le molestaba era tener que devolverle a Christopher a Teresa, así de simple.

De todos modos, lo pasaba bien sentándose en el establo o en el picadero después de clase, aunque aquellas chicas eran más tontas, más ruidosas, más insoportables que cualquier otra pandilla de chicos, seguro. Resultó que Kristen y Kelsey no eran gemelas, sólo que siempre se comportaban igual. Y eso quería decir que chillaban una barbaridad. Robyn hablaba por los codos, sin parar. (Travis se dio cuenta de que, al menos en parte, la culpa era de las cantidades de coca que se metía en el cuerpo; incluso le había ofrecido un par de rayas a la segunda vez que se vieron), y Jennifer casi lo único que hacía era soltar risitas con algún disimulo: para hacerla ponerse a chillar, bastaba con fingir haber visto un ratón.

Mary, la señora mayor, siempre se marchaba tan pronto refrescaba al caballo después de los ejercicios, pero a menos que hubiese música, o ballet, o alguna otra clase (a Travis le sorprendió descubrir que algunos días todas iban a todo correr de una clase a otra), las demás solían quedarse un rato.

A Motorboat le entusiasmaba el establo.

Desde el fin de semana había pasado muchísimo tiempo allí dentro. A Christopher no le dejaba Ken ir al establo. Motorboat se posaba en las vigas a observar el panorama, o se sentaba a lomos de un caballo; de cuando en cuando, cazaba un ratón para que Jennifer se desgañitara chillando.

A Casey no parecía importarle demasiado el alboroto, pero por norma general estaba demasiado ocupada para sumarse al jaleo. Iba derecha al despacho que había en el establo, donde llevaba con mucho orden un cuaderno de registro: quién tenía que dar clase, qué caballo era el de cada cual, las notas del veterinario, las facturas de herraduras y demás material, cosas así.

~~4747~~

Page 48: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Cuando no estaba en eso, paraba en donde se guardaban los caballos a ver el suyo, un gran caballo gris llamado Estrella. Todo el mundo decía que Estrella era un caballo con muy malas pulgas: Travis ni siquiera había visto que Casey lo montase, de manera que lo único que podía dar por sabido era que Estrella era el único caballo con un compartimento para él solo; era el único caballo que parecía estar continuamente en movimiento, nervioso, yendo de un lado a otro sin parar.

Casey estaba aquel día en el despacho, hablando por teléfono, sin hacer caso del alboroto.

—No deberías fumar, ¿sabes?

Kristen tenía a Charlie, su caballo, sin ensillar; estaba a punto de llevárselo a la bomba del agua para lavarlo. Se paró al lado de Travis y de pronto le quitó el paquete de cigarrillos que llevaba en el bolsillo de la camiseta.

—Venga, no fastidies; dámelo.

—El tabaco es malísimo —Kristen se escondió detrás de su caballo, riéndose por lo bajo.

Travis soltó un suspiro. No le iba a quedar más remedio que echar a correr detrás de ella, al menos durante un rato, a no ser que prefiriese pasar de la persecución y olvidarse del último paquete de tabaco que le quedaba. Allí no era nada fácil conseguir tabaco.

—Venga, dámelo —se limitó a estirarse, apoyado contra la pared, pero Kristen soltó un chillido tal como si alguien se le hubiese echado encima de repente, y salió del establo con el caballo al trote, tras ella.

—Eh, vuelve acá —le gritó Travis desde la puerta. «Será tonta la niña...» Se sintió como un idiota por tener que perseguirla, aparte de muy enfadado con ella.

Kristen se agarró a las crines de su caballo y subió de un salto. En vez de brida usó el ronzal del que lo tenía sujeto, e hizo trazar a Charlie un breve círculo. El caballo resopló, nervioso.

—Voy a tirarte el tabaco al pilón, y así te alargaré la vida.

—Tú has eso, que yo te acortaré la tuya. Vuelve acá y déjate de tonterías.

Dio un paso adelante. Kristen soltó un chillido y Charlie se puso a trotar. El suelo estaba embarrado junto al pilón donde estaba la bomba de agua, pues todas las chicas habían lavado ya sus caballos.

«Esa imbécil lo va a hacer de verdad», pensó Travis mientras corría tras ella. Cuando Kristen se dio la vuelta para arrojar el paquete de cigarrillos al pilón, Estrella, que no había dejado de trotar en su compartimento de los establos, cargó contra la puerta. Lanzó un espantoso relincho. Con la cabeza gacha, y moviéndola de un lado a otro, las orejas aplanadas contra el cráneo, a Travis le pareció momentáneamente una monstruosa serpiente...

~~4848~~

Page 49: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

El caballo de Kristen se desplazó de costado, perdió pie en el barro y cayó con ella a cuestas. Acto seguido se puso en pie, trotó al recorrer unos metros y se puso a mordisquear la hierba. Kristen se había quedado quieta, tendida en el barro.

«Pues se ha tenido que matar», pensó Travis, extrañamente ajeno a la situación, mientras corría colina abajo. Se ha tenido que matar: había visto cómo le caía el caballo encima. Sin embargo, siguió corriendo, mientras oía que Jennifer llamaba a gritos a Casey.

Seguía viva; tenía los ojos abiertos y movía los labios. Pero había algo muy raro. A pesar del alivio que sintió por un momento, notó que había algo raro.

—No te muevas —Casey se arrodilló a su lado y la sujetó cuando ella intentó incorporarse. ¿Cómo habría llegado tan deprisa?, se preguntó Travis. Entonces se fijó en la pierna de Kristen y se dio cuenta de que lo raro estaba precisamente en el ángulo que formaba su pierna derecha, aparte de que algo le sobresalía por debajo del pantalón.

Travis se estremeció, sintiéndose de repente enfermo.

—¿Qué pasa? —la voz de Kristen sonó muy joven, sin respiración.

—¿Qué pasa?

—Te has roto la pierna —dijo Casey—. Pero esto tiene arreglo; un hueso roto siempre se cura. Travis...

Apartó los ojos de aquel hueso blanco y ensangrentado. Pensó que estaba a punto de vomitar.

—Ve a llamar a una ambulancia. Dile a Jennifer que llame a la madre de Kristen y que le diga que vamos al St. Francis Hospital. Marca el nueve, uno, uno, para que nos manden una ambulancia. ¿Me has entendido?

—Sí —al tener algo por hacer, se le despejó la mente.

—Casey, me duele —Kristen lo dijo un poco perpleja, y como si estuviera ofendida.

—Pues claro que te tiene que doler —oyó.

Travis que contestaba Casey mientras él volvía hacia el establo—. Y seguramente te va a doler mucho más dentro de nada.

Pasó por delante de Jennifer, a quien se le había puesto la cara blanca como el papel, para llamar por teléfono. Le costó algún trabajo recordar la dirección, y la operadora se enfadó un tanto con él.

Jennifer se negó de plano a llamar a la madre de Kristen, así que también tuvo que hacerlo él. Y pronto entendió por qué: la madre de Kristen se puso histérica, y entendió que con sólo oírla Jennifer se habría puesto exactamente igual.

Dijo a la madre que colgase y que se fuera al hospital, e hizo sentarse a Jennifer, la cual no paró de murmurar «No puedo con esto»; le dijo a

~~4949~~

Page 50: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Robyn que se ocupara del caballo de Kristen, y dijo a Kelsey que se marchase a su casa en vez de quedarse allí a estorbar.

Luego agarró una manta de caballo para llevársela a Casey. Una vez había visto un accidente, y todo el mundo se dedicó a poner mantas por encima de los accidentados.

Kristen sollozaba, y Travis no pudo enfadarse con ella, pues le entraron ganas de sollozar cada vez que se fijó en su pierna. Casey le cogió de la mano y le habló con voz firme.

—Ya sé que te duele mucho, Kristen, pero pronto llegarás al hospital. Piensa que dentro de muy poco ya no te dolerá nada. Aguanta un poco más, anda...

A Travis le pareció que pasaba un rato bien largo hasta que llegó la ambulancia. Kristen no dejó de chillar mientras la colocaban en la camilla, y Travis pensó que habría preferido partirse la pierna en vez de tener que limitarse a ser un desvalido testigo del suceso.

—¿Sabes cuántas veces les he dicho que no hagan el idiota con los caballos? —Le dijo Casey cuando se cerraron las puertas—. Ojalá se hubiese partido el cuello.

Travis, tembloroso aún, habría sido capaz de darle una bofetada. Se encendieron entonces las luces de la ambulancia y empezó a sonar la sirena; Estrella, que no había parado de bailotear en su compartimento, dio dos grandes zancadas y saltó sobre el guarda del establo. También saltó por encima de Travis.

—Joder —musitó Travis. Se agachó segundos más tarde. Observó cómo salía como un trueno el caballo gris, cómo atravesaba el prado y desaparecía tras una loma—. Joder.

—Sabía que iba a hacer eso —dijo Casey.

—¿Ah, sí? Pues gracias por advertírmelo —Travis la miró de reojo. Podría haberle partido el cuello a él.

Con la cabeza echada hacia atrás, recortada contra el cielo, Casey era digna de verla. Transfigurada, como una santa al tener una visión, Casey se quedó observando el horizonte desierto.

Travis se dio cuenta, de pronto, por qué se decía «enamorarse». Fue como una caída, como si hubiese caído sin poder hacer nada por impedirlo, medio aterrorizado, medio alborozado. Deseando poder evitarlo por todos los medios, sabiendo que era una estupidez, que no tenía ningún sentido, que era un completo error, se dio cuenta de que se había enamorado.

—Ese bastardo sí que sabe saltar, ¿eh? —dijo Casey. La alborozada intensidad de su voz hizo que a Travis se le acelerase el pulso.

—Sí —se atragantó, se puso a rebuscar su paquete de tabaco por el barro, sin atreverse a mirarla otra vez.

~~5050~~

Page 51: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

No había sabido que iba a sentirse así.

Iba a costarle mucho trabajo acostumbrarse.

~~5151~~

Page 52: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Capítulo 5Capítulo 5

... Creo que ahí ha captado muy de cerca un cierto espíritu, un ambiente...

No era una carta de rechazo. Supo que no era una carta de rechazo antes incluso de abrir los dos sobres. Para empezar, resultaba demasiado larga para limitarse a decir que «Sentimos mucho que su obra no encaje con nuestras necesidades editoriales en este momento», o para decir lo que se suponga que se dice en una carta de rechazo. Sabía que una carta de rechazo siempre sería breve y contundente. Aquello era, en cambio, una carta de verdad de la buena, y lo supo antes incluso de leerla de cabo a rabo. Alguien había tenido su libro en la consideración suficiente para escribirle una carta con cierto detalle.

Y aunque tiene innumerables defectos, algunos de ellos resultan tan interesantes como sus virtudes, todo hay que decirlo. Me gustaría hablar personalmente con usted acerca de la posibilidad de publicar su obra...

Eso quería decir que sí. Iban a publicarlo.

Travis seguía parado allí donde le había dejado el autobús de la escuela. Por lo general siempre solía echarle un vistazo al buzón, pues había un buen trecho hasta la casa, y Ken le había pedido que se ocupase del correo: Ken siempre se olvidaba, y después tenía que acercarse hasta el buzón, lo cual era un engorro. A Travis le sorprendió descubrir con cuántas ansias se ocupaba del correo, incluso de las posibles cartas que pudiesen llegarle de su madre. En cambio, aquel día había introducido la mano cautelosamente en el interior de la caja de metal, como si esperase encontrarse con una culebra.

Voy a estar fuera de la ciudad durante unas semanas; de ser posible, me gustaría visitarle y discutir todo esto con usted.

Llámeme al 212-555-4200.

Atentamente,

~~5252~~

Page 53: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Eleanor Carmichael

Editora Jefe

Travis caminó hacia la casa, todavía no del todo convencido por lo que acababa de leer, de las palabras que aparecían en la carta, pero absolutamente seguro de que acababa de enterarse de que iba a publicar su libro. Había vendido su libro. Se volvió a parar a la entrada para leer la carta de nuevo. Sí, eso era lo que decía. Hasta era incluso posible que algún mandamás de Nueva York cogiese un avión para ir a verle allí y «discutir» con él los términos de la publicación. ¡Aquello iba en serio!

Ojo, venir en avión no: en la editorial tenían su antigua dirección, no la nueva. Ahora estaba muchísimo más lejos. ¡A lo mejor, ahora resultaba que aquella persona de la editorial no era capaz de ir a verle hasta allí!

Marcó el número y le contestó una operadora que le dijo que marcase el 1 antes del prefijo. Joder, nunca había puesto una conferencia interurbana, nadie le había dicho que tenía que hacerlo así.

—Despacho de Eleanor Carmichael —contestó una voz.

—Quisiera hablar con ella, con Eleanor Carmichael, por favor.

—¿De parte de quién?

—Travis Harris. He recibido una carta suya...

—Un momento, por favor.

Travis dio una vuelta sobre los talones, deseando haber ido al cuarto de baño antes de llamar.

—Eleanor Carmichael al habla.

—Sí. Soy Travis Harris. He recibido su carta.

—Había empezado a pensar que no tendría noticias suyas...

—Es que ahora vivo en Oklahoma, por eso acabo de recibir la carta. ¿Podría venir hasta aquí?

—Si se encuentra usted entre Nueva York y Los Ángeles, supongo que sí.

—Sí, creo que sí. Eh, señora Carmichael, ¿lo van a publicar?

—Señorita.

—¿Cómo?

—Señorita Carmichael. Bueno, Travis, me gustaría poder hablar personalmente contigo. Hay unas cuantas cosas que me gustaría comentar despacio. Para empezar, la cantidad de palabrotas que aparecen nos limitará el mercado... Pero, tal como te digo, preferiría hablar contigo en persona.

~~5353~~

Page 54: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Claro, estupendo. Pero dígame, o sea, si limpio un poco el lenguaje, y así, probablemente van a publicarlo, ¿verdad?

Oyó un breve suspiro.

—Tendría que haberlo deducido, por cómo es tu novela... Sí, si nos ponemos de acuerdo sobre la revisión, nos gustaría publicarla.

Travis permaneció en silencio, procurando entender. Aquello estaba sucediendo de verdad de la buena...

—Quiero que entiendas una cosa... Por lo general, una primera novela no trae consigo una importante suma de dinero, así que no se te ocurra ir a comprarte un Porsche. En cambio, tengo la sensación de que si conseguimos llegar al público adecuado, las recomendaciones de unos a otros nos permitirían ir muy lejos por el sistema del boca en boca... Travis, ¿estás ahí?

—Sí.

—¿Se lo has dicho a alguien?

—No hay nadie a quien pueda decírselo.

—Ah. Bueno, te escribiré dentro de poco para hacerte saber cuándo llego. ¿Puedes darme tu dirección y tu teléfono, por favor?

Después de colgar llamó a su madre. Iba a volverse loca de contento. Habría dado algo por ver la cara que se le ponía a Stan. Pero no había nadie en casa. Llamó a Joe. Se iba a volver loco. Pero no había nadie en casa. Llamó a Ken al despacho, pero su secretaria le dijo que estaba en una reunión. A Travis le costaba trabajo respirar. Echó a andar dando vueltas y más vueltas.

Motorboat saltó sobre el sofá, y Travis lo agarró casi al vuelo, zarandeándole.

—¡He vendido mi libro! ¡He vendido mi libro!

Motorboat se retorció y consiguió soltarse.

También podría decírselo a Casey; a esas horas seguramente estaría en el establo. Sí, podría decírselo; de todos modos, antes o después tenía que enterarse.

Además, tenía que decírselo a alguien.

Jennifer y Kelsey estaban sentadas sobre las barandillas.

—Eh —les dijo—. ¿A que no sabéis...? Anda, ¿qué pasa?

Casey montaba a Estrella. Nunca la había visto montar a Estrella. Lo estaba obligando a trotar levemente, trazando un pequeño círculo, mientras una señora la observaba desde cerca.

—Mete más la pierna, Casey. Te hace falta inclinarlo más.

—¿Qué pasa? —repitió. No dejaba de mirar a Estrella a la cara. Estaba más claro que el agua que el caballo se revolvía por dentro de pura rabia.

~~5454~~

Page 55: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—¡Fíjate qué estampa! —suspiró Kelsey—. Es precioso...

Precioso, sí. Tan precioso que cortaba la respiración; ahora bien, Travis tuvo por un instante un miedo frío e irracional; aquel no era un animal de carne y hueso, sino algo demoníaco...

Casey iba como encajada en la silla, empleando a fondo todos los músculos del cuerpo, la espalda, las piernas, los hombros, para mantenerse firme en aquella postura, haciendo valer su voluntad sobre la del caballo.

—¿Casey está dando clase...?

—Son ejercicios de doma —le dijo Jennifer—. Es una de las formas más técnicas de la equitación.

—Bien, Casey; muy bien. Ahora, hazle bajar la cabeza, que recupere el paso sin que se note el cambio —la instructora bajó la voz al acercarse Casey para conversar.

—No entiendo cómo puede soportarlo Casey. Está clarísimo que el caballo odia esos ejercicios. Así, ese caballo no la va a querer nunca.

Travis había empezado a recordar algunas de las historias que había oído contar acerca del establo, acerca de Estrella, trozos de conversaciones a los que antes no había prestado demasiada atención.

Por lo visto, era un caballo enloquecido, un caballo al que habían apartado de las competiciones, capaz de saltarse la guarda del establo para irse a galopar a solas por el prado. Lo que más temía Casey era que se matara uno de esos días de ventolera, pues era un caballo que no sabía cómo parar de correr. Los chicos no se acercaban a él ni de broma. Solamente Robyn era tan valiente, o bien tan idiota, o estaba tan trinada, como para ocuparse de cepillarlo de cuando en cuando. A uno de los cuidadores una vez le había tirado un bocado y le había desgarrado la carne del antebrazo; la propia Casey tenía una cicatriz en la frente, pues le había tirado una coz cuando lo llevaba del ronzal. Casey, entre risas, llamaba a su cicatriz la marca de la bestia.

—No seas boba, Jenna —decía Kelsey—. A Casey le da igual que le quiera o que no.

Casey se acercó a donde estaban sentados; parecía abstraída, concentrada en su esfuerzo.

—Casey, ¿a que no te importa que Estrella te quiera o que no, eh? —preguntó Kelsey.

A Travis le costó trabajo creer que tuviera tan poco tacto como para interrumpir el alborozo de Casey, y es que él conocía bien esa sensación. Era como salir a la puerta de casa después de terminar un buen capítulo y encontrarse a la pandilla hablando de ir a emborracharse.

Casey ni siquiera tuvo tiempo de entender lo que le acababa de decir, pues Kelsey prosiguió a lo suyo.

~~5555~~

Page 56: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Lo único que quieres conseguir es que le guste saltar, ¿verdad?

—Quiere que lo consiga simplemente porque puede conseguirlo —dijo Travis.

Casey se quedó mirándole un momento, perpleja.

«Pues muy bien», pensó él, «te conozco mejor que ningún otro. Así que piénsatelo despacio, señorita, y a ver qué te parece».

Se dio la vuelta y se marchó. No quiso decirle lo del libro en ese momento. Jennifer y Kelsey se habrían puesto a chillar excitadísimas, pero Casey, entonces, no habría dicho más que «¿Ah, sí? Estupendo». Si no, habría dicho algo por el estilo, alguna observación que a él le habría cabreado. No quería cabrearse, ni quería tampoco enterarse de que aquel maldito cabezota de caballo gris era más importante que su libro.

Su libro. Había vendido su libro. Durante unos minutos allí dentro había perdido de vista aquel acontecimiento, pero de pronto volvió a inundarle con toda su importancia, y tuvo muy claro qué era lo que más le apetecía hacer. En ese momento, tan pronto como pudiese.

Quería irse de farra hasta que le entrasen ganas de vomitar.

Allá donde vivía antes muy pocas veces había hecho autoestop, pues casi nunca le había hecho falta: cuando no aparecía alguno de sus amigos con un coche, siempre podía irse de farra a un sitio al que pudiera llegar a pie. Además, aquí ni siquiera sabía a dónde podía ir.

Se bebió a sorbos un buen vaso de whisky mientras pensaba en esa cuestión. Aquel Crown Royal estaba estupendo, decidió, sirviéndose más whisky en una botella de coca cola, para llevársela. De todos modos, allí se iba a echar a perder, pues a

Ken nunca le había visto beber más que una cerveza de cuando en cuando.

Terminó el vaso con un par de sorbos rápidos. Le daba igual: ya le preguntaría a quien le parase que a dónde podía ir.

Hacía demasiado calor para ponerse la chupa de cuero, pero se la puso de todas formas. Le hacía falta un buen bolsillo para guardarse la botella de coca-cola. Además... qué demonios: entre la chupa de cuero, el whisky y las buenas noticias que había recibido por lo del libro, volvía a sentirse como el mismo Travis de siempre.

Terminó en una calle realmente buena. Estupendo. Había varios locales con música en directo, un par de restaurantes llenos hasta la bandera, y la clientela parecía además bastante acomodada, de manera que ni siquiera se le vino a la cabeza la idea de tener que pasarse la noche preocupado porque le atracasen.

Lo malo fue que el único sitio abierto a una persona de su edad era el Quik Trip. Tenía un carné de identidad falsificado, en el cual aparecía con

~~5656~~

Page 57: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

dieciocho años de edad, de manera que tampoco le hubiese servido. Así, pues, se dispuso a pasear durante un rato, a ver el panorama, a idear un plan.

Uno de los locales estaba tan lleno que la gente se derramaba por el aparcamiento y la acera; todo el mundo iba de un lado a otro con una copa en la mano, todos se pegaban gritos unos a otros. Era difícil saber dónde empezaba el local y dónde terminaba. Toda aquella gente seguramente pasaba de los veintiún años, pero ninguno tendría muchos más, así que no tuvo la impresión de que fuese a llamar la atención de nadie.

Pidió a alguien un cigarrillo, preguntó por la banda que tocaba, no perdió de vista la puerta en la que comprobaban los carnés de identidad, y no pasó mucho tiempo hasta que tuvo la posibilidad de colarse allí dentro.

Se lo montó con toda la calma del mundo; se instaló en la parte de atrás, apartado de los camareros. Cogió un vaso vacío para servirse el whisky; cuando una de las ajetreadas camareras se fijó en él, seguramente dio por supuesto que alguien había comprobado su carné de identidad cuando le sirvió la copa. Se relajó y echó un vistazo a su alrededor, convencido de que todo iba a salirle bien.

Aquél era, seguramente, el peor sitio del mundo para la música en directo. La acústica era tan mala que resultaba como estar dentro de una caja de hojalata; además, a menos que estuvieses delante del todo, era imposible ver a la banda. De todos modos, no parecía que la música fuese importante.

La gente estaba reunida en pequeños grupos, y todo el mundo pegaba gritos a la oreja del vecino para hacerse entender; los tíos se fijaban en las tías y las tías remiraban a los tíos de arriba a abajo. A Travis le parecieron todos increíblemente sosos. Claro que, cuando tenía diez años, los quinceañeros le parecían unos idiotas, y en cambio a los doce se moría de ganas por tener quince: puede que cuando cumpliese veinte también le ocurriera algo parecido.

A un par de tías les pidió un Virginia Slim.

—Pareces muy jovencito para estar aquí dentro —la pelirroja, que vestía unos vaqueros muy ceñidos, zapatos de tacón y camiseta, no dejaba de menearse al ritmo de la música. Era evidente que tenía ganas de bailar.

—He cumplido los veintiuno hoy mismo —dijo Travis—. Estoy celebrándolo.

—¿De veras? ¿Tú solo?

—Es que soy nuevo en la ciudad... Acabo de empezar a estudiar Derecho.

~~5757~~

Page 58: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Dios, qué a gusto estaba, con el whisky, la música, aquella historia que había empezado a contar; era como si todo el tiempo que llevaba allí hubiese estado sonámbulo, precisamente hasta ese momento.

—Así que eres Virgo, ¿eh? —la morena estaba un pelín bebida.

—¿Conoces a Jim Beals? —dijo la pelirroja—. Estudia Derecho...

—Pues no, me parece que no. Yo acabo de empezar. ¿Habéis oído hablar de Morris y Harris? Ése es el bufete de mi tío.

—Ah, sí, yo sí los conozco.

—Pues nunca hubiese dicho que eres Virgo. A mí me habías parecido Acuario.

Travis casi dio un brinco: era Acuario. Pero se limitó a negar con la cabeza.

—Es la primera vez que salgo desde que vivo aquí. ¿Hay otros sitios así de buenos?

Siguieron charlando un rato, mientras Travis procuraba recordar palabras del estilo de las que usan los abogados, palabras que a veces había oído a Ken. Las chicas insistieron en invitarle a una copa por su cumpleaños, y él se fue al lavabo cuando llamaron a la camarera. Nunca se había tomado una margarita, y le pareció estupenda. Siguieron charlando. Cuando llegó el momento de pedir otra ronda, les dio el dinero y volvió a irse al lavabo. Seguramente iban a pensar que tenía la vejiga del tamaño de un garbanzo.

Se emborrachó lo suficiente para cometer un grave error: les habló de su libro. Al principio, la morena se mostró muy escéptica, pero él y la pelirroja se lo estaban pasando en grande. De pronto, lo echó a perder.

—Ya, seguro: así que tienes un libro que va a salir dentro de nada. Ya.

Y cuando siguió insistiendo que sí —maldita sea, a alguien tenía que contárselo—, las dos empezaron a no creerse nada de nada. Se dio perfecta cuenta de cuándo empezaron las dos a pensar que tampoco tenía veintiuno: había empezado a hablar como cualquier chaval de dieciséis años, y no era capaz de parar.

Por fin, le dijeron que se iban al cuarto de baño. Y, como siempre, tenían que irse las dos juntas. Las vio unos veinte minutos después con otros tíos.

¿Y qué? Encontró una silla que no estaba ocupada al fondo de la sala, aunque a punto estuvo de enzarzarse en una pelea por la silla, pues todo el mundo andaba como una bandada de buitres a la caza de sitios en los que sentarse.

Estaba en medio de una multitud y seguía estando solo. Aquello era casi peor que la escuela. Pensó que, después de todo, más le valdría habérselo dicho a Casey: habría sido mucho mejor que echarlo todo a

~~5858~~

Page 59: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

perder con aquel par de bollos. Intentó imaginarse a Casey en aquel lugar...

—A ver, enséñame tu carné de identidad.

Travis levantó la mirada, perplejo. Allí delante había un tío, con barba, que no le quitaba ojo de encima.

Travis se rebuscó en los bolsillos.

—Vaya, pues me parece que lo he perdido. A lo mejor se me ha caído en el lavabo. Voy a ver...

El tío aquel lo levantó por el cuello de la chupa y se lo llevó a rastras hacia la puerta.

No había tanta gente como antes; Travis se preguntó qué hora sería.

—Gary, ¿tú has dejado entrar a este chaval?

Se habían parado a la altura del portero.

—Joder, no.

Gary los siguió afuera. Travis dio por hecho que acababan de echarlo, así que se dispuso a marcharse por las buenas, pero el menda aquel todavía lo tenía sujeto con fuerza.

—Pues seguro que no se ha colado por las tuberías. ¿Cómo demonios has entrado, eh? —zarandeó a Travis como si fuese un gato callejero.

—Pues por la puerta —dijo Travis.

—No cuando estaba yo —dijo Gary.

—¿Y quién te ha servido las copas, eh?

«Esto se está poniendo pero que muy aburrido», pensó Travis.

—Mira una cosa: soy nuevo en la ciudad. No sabía cuál es la edad mínima para entrar en el local, en serio.

—Pues por mí como si te quieres jugar un huevo: con quince no basta, tío, y no me vengas con historias.

—¡Por esto podría perder la licencia de apertura, maldita sea! ¿Tú tienes idea de la pasta que he invertido en este negocio? ¿Tú tienes idea de la cantidad de pasta que he tenido que pedir prestada?

Estaba pegándole gritos a Gary, pero no dejaba de zarandear a Travis, a quien le costaba algún trabajo mantener el equilibrio.

—¿Quién te ha servido las copas?

—Nadie, tío, de verdad; me traje una botella de... —se dio un repaso por los bolsillos, y se acordó vagamente de haber dejado la botella de coca cola, vacía, en una mesa.

—Mira, aquí no ha pasado nada... —empezó Gary.

—¿Que aquí no ha pasado nada? Para empezar, estás despedido.

~~5959~~

Page 60: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Por fin soltó a Travis y volvió al local hecho una furia. Gary y Travis se quedaron mirándose el uno al otro.

—Y tú eres hombre muerto —le dijo Gary, y le dio un empellón. Travis aguantó un momento, pero otro empujón lo derribó de espaldas, dándose con la cabeza contra el asfalto del aparcamiento.

Había pasado demasiado tiempo desde que estuvo metido en una pelea, pensó. Se había olvidado de lo mucho que duele un buen puñetazo.

—¿Que tú, so mocoso, has conseguido que me despidan? Necesitaba este trabajo...

Travis rodó de costado para esquivar la patada, se puso de pie y se lanzó contra Gary, colocándole un par de golpes. Tuvo la satisfacción de ver en su rostro la sorpresa y la sangre antes de llevarse otro patadón. No estuvo nada rápido, y se llevó otro golpe.

«Si no estuviese borracho», se dijo, «podría con él». Y luego: «Dios, que no acabe conmigo antes de ver el libro publicado».

Volvió el propietario y quitó a Gary de en medio.

Travis se quedó tendido en el suelo, oyéndoles pegarse gritos el uno al otro.

«Por lo menos no me ha dado en la nariz», pensó Travis, agarrándose las costillas. «Me podría haber destrozado la cara.»

Pasó un rato hasta que se sintió con ánimos de moverse. Para empezar, quería asegurarse de que ninguno de los dos siguiese por allí cerca. Creyó que ya se habían ido, pero volvió a oír sus voces.

—Vale, vale, no te despido. Pero que no vuelva a ocurrir, que sabes de sobra que tengo empeñada hasta la casa por este negocio.

—Oye, yo no le he dejado pasar a ese chaval. Mike tendría que haberlo visto.

—Todos dicen que no le vieron.

—Es que esto estaba de bote en bote, tío.

—Sí, hoy hemos hecho una buena caja... Sherry tendría que haberlo visto, pero dice que no. Joder, podría haber perdido el negocio, la casa y todo lo demás.

Travis permaneció a la escucha, sin moverse, para no llamar la atención. Llegó a la conclusión de que todos los años que se había dedicado a escribir, todo el año anterior, dedicado a su libro, más la paliza que le dio a Stan, formaban una cadena de acontecimientos perfectamente previsibles que conducía a que aquel tío perdiese el negocio y la casa.

«Todo esto es absurdo, tío», pensó. Sintió la cara pegajosa, y confió que fuese sangre, y no aceite de coche.

~~6060~~

Page 61: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Además, ¿a cuento de qué tenías que zurrarle al chaval? Míralo. ¿Y si aparecen los polis ahora mismo, eh?

—Se lo tenía merecido.

—Vale —el propietario se había arrodillado a su lado—. ¿Dónde vives, chaval?

—En Cleveland —murmuró Travis.

—Pues entonces olvídate de que te pague un taxi.

—No, no... —Travis se incorporó un poco, quedándose agazapado, agarrado a la chupa—. ¿Podrías llamar a mi tío?

—Joder, Gary, lo has dejado hecho una pena.

—Se lo tenía merecido.

—Estoy bien, en serio. ¿No podrías llamar a mi tío?

Travis estaba lo que se dice harto de todo aquello. Le dio miedo la resaca que se avecinaba.

El propietario se marchó a llamar, y Gary le propinó otro puntapié.

—Te lo tenías bien merecido.

Travis ni siquiera lo notó.

«He vendido mi libro.» Se aferraba a esa idea como un náufrago a su única tabla de salvación. Deseó estar en un sitio más tranquilo y poder pensar en todo ello.

Pero no pudo pensar durante el camino de vuelta a casa. Nunca había visto a Ken así de cabreado. Lo único que le salvó fue que Christopher estuviese dormido en el asiento de atrás: Ken tuvo que hablar en voz baja. Travis se había olvidado de que Christopher también iba a pasar ese fin de semana al rancho.

Ken paró al llegar a la puerta de atrás. Hizo una pausa por vez primera desde que Travis subió tambaleándose al coche.

—¿Y bien?

—¿Y bien, qué? —Travis hizo una mueca de dolor al abrir la puerta.

—¿No tienes nada que decir?

—Sí, que me alegro de no haber tenido que aguantarte todo eso estando sobrio.

Por un instante, Travis sintió una puñalada de miedo al ver la cara de Ken. Sin embargo, sacó fuerzas de flaqueza y le habló de tú a tú, con valentía.

—Ya vale, hombre. Ya basta —dijo—. Es mi vida, y hago con ella lo que me sale de los huevos.

~~6161~~

Page 62: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Él y Ken se quedaron mirándose fijamente, bajo el tenue resplandor de la luz interior del coche. Travis aguardó, tembloroso, aunque no tenía frío.

—Yo también solía decir eso mismo —dijo Ken. En su voz no notó ni un ápice de ironía; tan sólo un cierto asombro—. Recuerdo haberlo dicho...

Después, viendo cómo daba vueltas la habitación, como una noria, y con ganas de vomitar, Travis se sintió curiosamente reconfortado. Por extraño que fuese, desde que Ken le había gritado ya no se sentía ni la mitad de solo que antes.

~~6262~~

Page 63: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Capítulo 6Capítulo 6

Sintió que la cabeza iba a disparársele a fuerza de pulsaciones hasta saltársele la tapa de los sesos, como uno de esos efectos especiales de una película de terror. Ése es el precio que hay que pagar por una buena farra, se dijo, tal como se había dicho muchas otras veces. Nadie vende duros a dos pesetas. Pero como en ese momento notó la mandíbula hinchada, las costillas doloridas y el vago recuerdo de haber hablado un rato con un par de chicas, el precio le pareció un poco caro.

Sobre todo al darse cuenta de que Ken seguía cabreado. Travis se bebió el zumo de naranja y se tomó una tostada en silencio, escuchando lo que le decía Ken y pensando: «Al menos, mientras no me eche a patadas...»

—Bastantes preocupaciones tengo para ponerme a perseguir a un crío borracho a medianoche.

—Mira, tío, siento mucho que te despertaran, pero es que no se me ocurrió a quién llamar.

—No me despertaron. Ya estaba despierto, comiéndome el coco, pensando dónde demonios te podías haber metido, qué demonios podías estar haciendo y preguntándome por qué tenía yo que aguantar todo esto.

—¿Y por qué, digo yo? —preguntó Travis. Había empezado a hablar con buenas intenciones, pero estaba dispuesto a echarlo todo por tierra—. Además, ya basta de tanta ironía y tanta mierda.

Ken pareció sorprenderse de que él conociese la palabra ironía. Y se sentó en uno de los taburetes.

—La última vez que vi a Tim —dijo por fin— tuvimos una pelea de mil pares. Supongo que te habrás imaginado que no compartíamos la misma forma de ver la guerra. Y fíjate, lo último que le dije fue: «Espero que te hagan pedazos allá en medio del cielo, so fascista, asesino de niños inocentes.» A veces me despierto oyendo de nuevo esas mismas palabras. Por eso he querido que vinieses. Y probablemente por eso mismo te puedes quedar.

Se terminó el café, dejó la taza en el fragaduro y salió.

Travis se quedó sentado. No podía ser más raro, pues creía saber qué sentía ante ciertas cosas, sólo que de pronto todo daba un giro en redondo y terminaba en donde menos podía esperárselo. Era como si sus

~~6363~~

Page 64: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

sentimientos fuesen un coche de choque: aunque tuviese bien agarrado el volante, no conseguía ir en la dirección que pensó que iría.

Llovía. Casey no daría clases aquel día. Tal vez pudiese acercarse más tarde por los establos.

Se sirvió otra taza de café y se fue al cuarto de estar.

Ken estaba con Christopher en brazos, viendo dibujos animados de La Masa.

—Ah, ya lo tengo —dijo Travis—. Me puedes castigar sin salir.

Ken sonrió sin ganas, a su pesar. Christopher se revolvió en su regazo, para imitar lo que veía en la tele.

—¿Sabes una cosa? —dijo Ken—. Una de las razones por las cuales he esperado tanto tiempo a tener un hijo es que, cuando él tenga quince o dieciséis años, yo seré demasiado senil para preocuparme por lo que haga o por lo que deje de hacer y, con suerte, se me habrá olvidado qué significa tener quince años. Bastante aterrador ha sido descubrirme diciéndole a Chris cosas que a mí me decían mis padres. Ahora, de repente, te oigo decir a ti cosas que recuerdo haber dicho yo también. «Es mi vida...» Dios, recuerdo haber dicho eso mismo. Y tampoco fue hace tanto tiempo como podrías pensar.

Distraído, cambió de canal. Salió Bugs Bunny dándole una paliza al Pato Lucas. Chris protestó a gritos.

—Ya basta de La Masa —dijo Ken—. Es demasiado violento.

Cuando salió un anuncio, Chris pareció apaciguarse por completo.

—Yo quiero uno como ése —dijo.

—De hecho —le dijo Ken a Travis—, recuerdo cómo era todo aquello con tal intensidad que me siento como Aquiles en la Ilíada, cuando vuelve de la tierra de los muertos: es como si yo volviese de la tierra de los adultos para contarte cómo es todo aquello.

—No era en la Ilíada —dijo Travis sin darle mayor importancia. El café iba abriéndole un hueco en el estómago—. Es la otra, ésa en la que ese tío, como se llame, intenta todo el rato volver a su patria.

—Dios Santo —dijo Ken, ligeramente pasmado—. Si hasta sabes de literatura...

—Pues sí, ya ves: sé de literatura —Travis se acordó de repente de cuál había sido la causa de todo aquel embrollo—. Por eso mismo quería celebrarlo ayer por la noche, porque he vendido mi libro.

—¿Qué libro?

—El libro que he escrito se lo mandé a un editor y resulta que lo va a publicar. Por eso quería celebrarlo.

~~6464~~

Page 65: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Perdona, chico —Ken parecía muy escéptico—; me había hecho a la idea de que no sabías escribir ni una frase subordinada. ¿Y dices que has escrito un libro?

—Sí, yo escribo a todas horas. La verdad es que se me da bastante bien. ¿Quieres ver la carta que me han enviado?

Sacó el sobre arrugado del bolsillo posterior. Estaba bastante arrugado, ya que había dormido vestido, pero seguía de una sola pieza.

—¿De veras que has escrito un libro tú solo? —Ken repasó la carta rápidamente.

—Sí, y ayer hablé con la señora... digo, con la señorita Carmichael, y me dijo que va a venir a verme.

—¿Y por qué no me llamaste? Podríamos habernos tomado una cerveza juntos. ¡Es magnífico!

Por fin encontraba a alguien que se emocionaba a la vez que él.

—Intenté llamarte, pero resultó que estabas en una reunión, o no sé qué. También llamé a mi madre, pero no estaba en casa. Aquí no había nadie, y a mí me entraron unas ganas enormes de dar una vuelta.

—Pues podrías haberme dejado un mensaje... Por cierto, ¿no habrás firmado ningún papel, verdad?

Travis negó con la cabeza mientras encendía un cigarrillo.

—Pues no firmes ningún papel hasta que yo lo haya leído.

—De acuerdo. De todos modos, quiero hablar con la editora yo solito, si es que viene a verme —Travis buscó un cenicero en el que dejar la cerilla apagada, pero terminó metiéndosela en el bolsillo.

—Claro, claro. Oye, ¡no puedo creérmelo! Me pregunto si, a tu edad, no será un nuevo récord. Ah, llama a tu madre ¿Sabes una cosa? —dijo Ken tras una pausa—. Como sigas metiéndote en estos líos, a los cincuenta años te habrás muerto.

—Por suerte —dijo Travis, imitándole a la perfección—, seré demasiado senil para preocuparme.

—Y encima te da por jugar con la muerte —dijo Ken—. Recuerdo haber hecho algo muy parecido, por no decir lo mismo —pero no daba la impresión de estar cabreado.

Travis se acordó, de camino al teléfono de la cocina, que se había propuesto decirle a Ken que sentía mucho lo ocurrido la noche anterior; además, era cierto, porque por gracioso que pareciera, su tío había empezado a importarle, a importarle mucho más que una simple persona que se hubiese ocupado de su custodia. De alguna manera, creyó que se lo había hecho saber, aun cuando no hubiese dicho nada al respecto.

Llamó a su madre y escuchó con impaciencia sus exclamaciones de asombro, y luego pasó más tiempo del debido hablando con Joe, el cual

~~6565~~

Page 66: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

solamente pareció interesarse por el dinero que pudiera ganar, por la posibilidad de vender el libro a un productor de cine para que hiciese una película, por la posibilidad de que Travis empezase a salir en las revistas.

Aunque Travis se había hecho esas mismas preguntas, colgó el teléfono malhumorado e inquieto. Nadie, absolutamente nadie, parecía haberse dado cuenta de lo que todo aquello significaba en realidad. Significaba que iba a ser escritor, ni más ni menos.

Bueno, ¿y qué más daba? Eso era algo que él ya sabía casi desde que empezó a ir a la escuela.

Se aseó y se marchó al establo; estaba ansioso por ver a Casey (todavía pensaba a medias, o a medias esperaba no estar en realidad enamorado de ella). Y además estaba ansioso por quitarse a Christopher de en medio, pues no hacía más que incordiarle y decirle que jugase con él a los camiones. Travis no aguantaba más de diez minutos jugando a los camiones.

No le sorprendió que Estrella siguiese en el corral a pesar de la lluvia: cuando estaba en el establo, se hartaba de cocear los tablones de las paredes hasta poner nerviosos a todos los demás caballos. Casey sí lo metía en el establo para darle de comer, pues decía que tenía que acostumbrarse a estar encerrado en un establo, ya que cuando participase en las competiciones iban a encerrarlo en un establo, pero la verdad es que tenía que hacer muy mal tiempo para que lo metiese en el establo durante más tiempo del habitual.

«Qué grande es», se dijo Travis al pasar a su lado. Estrella se quedó mirándole, sacando la cabeza por encima de la valla. Uno no se daba cuenta de lo grande que era el animal hasta estar muy cerca de él, y ello era por sus proporciones: no era un caballo grandullón o descompensado, sino que tenía una línea perfecta. Su único defecto, si es que defecto puede considerarse, era su tamaño.

Por fin se fijó en Travis; se dio la vuelta en redondo y echó a correr, salpicando barro.

—Pues muchas gracias —murmuró Travis, cepillándose con las manos la chupa y limpiándoselas después en los vaqueros. Llegó corriendo al establo, y casi se dio de bruces con el poney blanco.

—Anda, ¿qué haces tú por aquí, y además suelto? —miró a su alrededor, agarró una brida que vio colgada de un gancho y se la colocó al caballo en la cabeza. El poney, que tenía el carácter de un perro de aguas, se quedó quieto, dócilmente, buscando alguna zanahoria o algún terrón de azúcar en los bolsillos de Travis.

—¿Casey? —gritó. Una de las puertas se había quedado abierta, y la carretilla estaba fuera. Travis ya sabía a esas alturas que, si uno tiene que limpiar un establo con el caballo dentro, se utiliza la carretilla para bloquear la puerta. «Aquí pasa algo muy raro», pensó—. ¿Casey?

~~6666~~

Page 67: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Robyn salió de aquel establo. No llevaba camisa. Ni siquiera llevaba puesto el sujetador.

—Casey ha ido al almacén.

—Ah —dijo Travis.

No se había fijado en que el Jeep no estaba aparcado donde siempre. Se acordó de que Kirk una vez lo había apartado de la calle de un empujón, evitando que lo atropellase una camioneta, y que le había dicho: «El día menos pensado te vas a meter de cabeza en un edificio en llamas, joder...»

Se acordó de aquello, escuchó el murmullo de la lluvia, sintió que el morro del poney le golpeaba en la espalda, sin quitarle a Robyn el ojo de encima.

—Tenía calor —dijo ella—. Me han registrado varias veces, en busca de drogas, claro. Tendría que marcharme a un sitio donde pueda demostrar lo buena que soy quitándome la ropa...

Travis se dio cuenta de que tenía un colocón considerable. Nunca le había caído nada bien; nunca había llegado a entender por qué la había contratado Casey.

«Bueno, a la mierda», pensó, al tiempo que se daba la vuelta en busca de un sitio al cual amarrar al poney. «¿Qué más da que Robyn me caiga bien o que me caiga mal?»

—Robyn... —la voz de Casey, a sus espaldas, le sobresaltó—. Estás despedida.

—Vale —Robyn dejó caer la pala, recogió su camisa y salió del establo. Travis sintió que se ponía colorado como un tomate. Nunca se le había pasado por la cabeza que Casey pudiese entrar en ese momento.

Casey cogió al poney de la brida y lo metió en el establo.

—Esto tendría que haberlo hecho hace mucho tiempo.

—Oye —dijo Travis—, yo no he tenido nada que ver...

—Me alegro. No hará falta que te diga lo que te podías haber pillado.

—De todos modos, ¿por qué la contrataste?

—Antes Robyn montaba de maravilla —dijo Casey—. Era una de las mejores.

Travis ya había oído comentar que Robyn montaba, pero que hubiese sido una de las mejores le extrañó bastante.

—Las dos empezamos entrenándonos con Jessie Quincy, cuando sólo teníamos doce años. Robyn lo llevaba en la sangre. Era tan buena o mejor que yo, en serio. Bueno, ¿quieres un trabajo?

—¿Yo? ¿De qué?

~~6767~~

Page 68: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—De mozo de cuadra... Piénsatelo. Ah, y si te digo que eches agua en los establos, no te pongas a regarlos, ¿eh?

Travis se dio cuenta de que ella quería tomarle el pelo, así que sonrió algo forzado.

—Sí, quiero un trabajo.

—¿Crees que podrás aprender a distinguir un mordedor de un filete?

—Seguro que sí. ¿Qué son, distintas clases de caballos?

Casey soltó un suspiro.

—Distintas clases de bocados para los caballos.

—Ah, el bocado es lo que se les mete en la boca, ¿no? —Casey cerró los ojos.

—Mira —le dijo Travis—, seguro que puedo aprender. He trabajado con un veterinario, y los animales se me dan bastante bien.

—Muy bien, como quieras. Ahí tienes la pala, ahí están los establos —Casey se dio la vuelta para irse al despacho.

—Eh, Casey.

Ella se paró.

—¿Qué le pasó a Robyn?

—Todo iba de maravilla. Lo ganaba todo, su padre estaba como loco, le compraba caballos que valían treinta mil dólares, la llevaba a Dallas en avión todos los fines de semana, para que se entrenase con los mejores, la llevó al circuito de Arizona, quería que llegase a las Olimpiadas...

Travis esperó a que llegase la tragedia. Tal vez su padre hubiese muerto, tal vez ella sufriese una caída tremenda...

—Lo que pasa es que Robyn no quería meterse en todo eso. A ella le gustaba montar solamente para divertirse, pero no para engordarle el ego a su padre. Llegó un momento en que fue como si el hecho de que ella montase a caballo ya no le perteneciera. Para dedicarse a esto hay que tener talento, pero además hace falta mucha fuerza de voluntad. Fue como si la única forma de dejarlo todo fuese engordar y dedicarse a hacer tonterías. Bueno, de todos modos, me la tenía que quitar de encima. En vez de ti, podría haber entrado en ese momento cualquiera de las madres de las alumnas.

Travis cogió la pala y empezó a escribir mentalmente la historia de Robyn: al padre se lo imaginó con un poblado bigote, y con un Rolls Royce plateado.

Abrió la puerta del establo y deseó, una vez más, no tener una resaca tan espantosa.

El establo estaba en calma, dejando a un lado la lluvia que tamborileaba sobre el tejado. Casey no ponía nunca la radio cuando

~~6868~~

Page 69: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

estaba sola. La oyó hablar por teléfono con los padres de las alumnas. Le asombró lo paciente que podía llegar a ser con los padres: con padres ansiosos, con padres metomentodo, con padres que parecían estar convencidos de que pagar por unas lecciones de monta era como pagar por los servicios de la profesora. Algunos no eran del todo malos, e incluso intentaban ayudar; una vez, después de oírle hablar con una madre que estaba enfadada por lo que había sucedido en una competición, «¿había sido culpa del poney, acaso le hacía falta un poney nuevo? ¿O es que tenía que contratar a una profesora nueva?»; le dijo:

—¿Por qué aguantas todo eso?

—Porque de algo hay que vivir, y me pagan por eso —contestó Casey—. Eso viene con el territorio. Si solamente se tratase de adiestrar a los caballos, eso no sería trabajo.

La oyó explicar por qué no era posible cambiar de hora una clase para cinco alumnas solamente porque había venido de visita el abuelo de una de ellas, y pensó: «Al margen de lo que le paguen, seguro que no es suficiente.»

También había pasado un rato oyendo a un perro que ladraba allá fuera; por los ladridos, le pareció que era el perro del Labrador que tenía Ken, y por lo visto parecía estar cada vez más excitado.

Travis decidió ir a echar un vistazo: podía ser que Motorboat hubiese cazado un conejo, pues cazar conejos parecía haberse convertido últimamente en una de sus principales ocupaciones.

Pero no: era la serpiente más grande que había visto en su vida, y estaba enroscada y se abalanzaba a cada tanto sobre el perro, el cual no dejaba de saltar y de ladrar.

La más grande, joder. Por lo que alcanzaba a recordar, era probablemente la única serpiente que había visto en su vida, aunque ni siquiera supo por qué le invadía aquella repugnancia y aquel terror extraordinarios.

Pero entonces se fijó en Motorboat, que se había aplanado contra el suelo, alerta, los ojos centelleantes, moviéndose milímetro a milímetro, preparado para saltar a matar.

Travis llevaba aún la pala en las manos, y lanzó un par de golpes contra la serpiente, a la vez que le gritaba al perro que se apartase, a sabiendas de que iba a tropezar y se iba a caer encima de aquella maldita serpiente. Consiguió atraparle la cabeza contra el suelo cuando Motorboat saltó sobre el cuerpo del reptil, que no cesaba de culebrear, y hacía presa con toda su fuerza. La cabeza se desprendió del cuerpo con un espantoso ruido antes de que Travis se diese cuenta de que estaba apretando el mango de la pala con todas sus fuerzas.

El cuerpo, descabezado, seguía ondulando, Motorboat continuaba peleando con él y Travis echó a correr al establo para llamar a Casey. Se detuvo de pronto, pensando: si el cuerpo aún se movía, la cabeza...

~~6969~~

Page 70: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Se dio la vuelta. El perro ladraba con todas sus fuerzas a Motorboat, que parecía muy ocupado entre el zarandeo que le estaba dando al cuerpo de la serpiente y su intento por echarle la zarpa al perro.

La cabeza de la serpiente estaba en medio de la hierba húmeda, y Travis hizo ademán de recogerla con la pala para llevársela al cubo de la basura. De pronto, la cabeza desapareció. Travis levantó la pala, buscando por el suelo. Y entonces se dio cuenta de que la cabeza, decapitada, había mordido el borde de la pala y estaba allí colgada, mirándole.

—Maldita sea... —se le escapó un medio sollozo, tembló, sintió náuseas, asustado. No arrojó a un lado la pala, echándose a chillar, aunque la idea sí que se le pasó por la cabeza. Por el contrario, llevó la cabeza al cubo de la basura, la arrojó dentro y cerró con fuerza.

Casey estaba parada en la puerta.

—Era un mocasín de agua. Son venenosas, ¿lo sabías?

—Lo único que sabía es que era una maldita serpiente —Travis se encogió de hombros para quitarse el susto de encima. Ella estaba mirándole como si él fuese de veras una persona, y no un sobrino o un trabajador recién contratado.

—Muy valiente —dijo ella.

La excitación del combate empezaba a desaparecer, dando paso al frío y a la náusea. Sin embargo, volvió a los establos, a terminar con la limpieza.

Valiente. No era, por cierto, un adjetivo que Casey utilizase a la ligera.

Estaba a punto de meterse en la ducha cuando sonó el teléfono. Lo cogió al tercer timbrazo, sin saber si Ken estaba en casa o no, y le sorprendió oír la voz de su madre. Acababa de hablar con ella, y Stan no podía ser más miserable ni más agarrado que cuando se trataba de poner una conferencia.

—Cariño —dijo por fin ella, después de los qué tal—, Stan quiere leer tu libro.

—Ya le mandaré un ejemplar —Travis sonrió, imaginándose cómo iba a dedicárselo.

—No, lo que quiero decir es que quiere leerlo ahora, antes de que se publique —la voz se desvaneció un poco—. Quiere asegurarse de que en el libro no hay nada acerca de él.

Por un instante, Travis se quedó helado.

—Bueno —dijo con bastante calma—, pues no puede ser. No me hace falta que me dé su visto bueno. El libro no tiene nada que ver con él.

~~7070~~

Page 71: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Travis, cariño, no te cabrees, pero sabes de sobra que no puedes firmar un contrato hasta que no hayas cumplido los dieciocho años. Tendré que firmarlo yo por ti, y...

—¿Y quieres decir que no vas a firmar hasta que Stan lo lea, no?

El teléfono le martilleó la cabeza, y Travis tuvo que agarrarlo con ambas manos.

—Bien, pues no va a leerlo de ninguna manera. ¡Antes prefiero quemarlo! ¡Tendría que haberlo matado cuando tuve la oportunidad!

Todavía alcanzó a oír la voz de su madre, aun sin ser capaz de entender ni una sola palabra.

Le entraron ganas de agarrar con las dos manos el atizador.

—¡Maldito sea! ¡Maldito sea!

Arrancó el teléfono de la pared y lo arrojó al otro extremo de la sala.

Por poco no alcanzó a Teresa, que había aparecido salida a saber de dónde.

Por poco no alcanzó de lleno a Christopher.

~~7171~~

Page 72: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Capítulo 7Capítulo 7

No podía dejar de andar de un lado a otro de su habitación, porque si se paraba notaba cómo le latía el corazón, con qué violencia, y le daba miedo. Había oído hablar de chavales de su edad que habían sufrido ataques cardíacos...

No quería morirse de ninguna manera, al menos hasta que hubiese podido echarle el guante a Stan, ¡maldito hijo de puta! Motorboat se había percatado de cuál era su estado de ánimo, e iba sin parar de una punta a otra de la habitación. A Travis le dio envidia su habilidad para subirse por las cortinas, saltar contra las paredes, desgarrar las fundas de las sillas cuando se paraba a afilarse las uñas: le habría encantado poder hacer lo mismo, o al menos algo parecido.

Travis oyó, a lo lejos, que Teresa y Ken discutían, por lo visto en serio. En cualquier otro momento, habría dado cualquier cosa por oír aunque solamente fuese un trozo de la conversación, más que nada por saber por dónde iban los tiros, pero en ese preciso instante...

—Ojo, que no lo estás dejando con él: lo estás dejando conmigo —oyó que decía Ken. También oyó llorar a Christopher. La casa entera parecía haberse convertido en el ojo de un huracán, y todo por culpa de aquel imbécil panzudo y bebedor de cerveza que estaba a cientos de millas de allí, pues así no se iba a quedar la cosa, no señor. Si no le quedaba más remedio que volver haciendo autoestop, robar una pistola, comprarse un hacha...

Tras lo que pudieron haber sido unos minutos o varias horas, Travis salió de su cuarto. La casa llevaba un rato en paz, Teresa se había marchado. Quiso contarle a Ken lo que Stan se había sacado de la manga. A lo mejor se podía hacer algo legalmente. Seguro que Ken se iba a coger un cabreo del demonio...

Y Ken, en efecto, le estuvo escuchando durante un rato, silencioso y preocupado, dando sin duda señales de auténtica furia. Escuchó, al parecer, con atención todo lo que Travis tenía en contra de Stan, la rabia que le producía la traición de su madre, sus amenazas. Estaban jugándose los cuartos con alguien muy peligroso, sin duda. ¡No tenía nada que perder! Estaba dispuesto a quemar ese libro si no le quedaba más remedio, lo quemaría página a página antes que pedirle permiso a Stan. Ken seguramente estaría dispuesto a hablar con su madre, ¿no? Ken le ayudaría...

~~7272~~

Page 73: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Sí, te ayudaré a hacer la maleta y te llevaré al aeropuerto, eso es lo que hay.

Travis sintió una especie de relámpago que le caía encima; el cabreo de Ken no tenía nada que ver con Stan. Permaneció sentado y observó a su tío, sentado al otro lado de la mesa.

—¿De veras crees que voy a consentir que te quedes aquí y que eches a perder las pocas posibilidades que tengo con Christopher? Teresa va a pelearse conmigo por la custodia del niño, y sin duda que echará mano del hecho de que, es evidente, estoy viviendo con un perfecto desconocido que además ha resultado ser un delincuente peligroso. Sólo que a partir de hoy mismo se acabó. Haz la maleta.

Travis se puso enfermo. Ya no le quedaba ningún sitio a dónde ir. Su madre preferiría a Stan, Ken prefería a Christopher; siempre que empezaba a sentirse seguro aparecía alguien caído del cielo que de un tirón le retiraba el suelo de debajo de los pies. A pesar de su espanto y su propia sorpresa, rompió a llorar.

—Pensé que te caía bien —sollozó, aun a sabiendas de que se estaba comportando como un bebé, como una chica, como un gilipollas, e intentó ponerse en pie, recuperar la calma, sólo que estaba espantosamente cansado.

Creía que se había portado como un valiente en medio de todo aquel lío del demonio, e incluso confiaba, a medias, en que alguien le pusiera una medalla, pero la verdad era que todo el mundo estaba demasiado ocupado con sus propios asuntos.

—Joder... —oyó murmurar a Ken.

No sabía dónde había podido guardar Ken su maleta, así que empezó a apilar sus cosas encima de la cama. Se preguntó si podría vivir en su casa aunque solamente fuese unos días, hasta poder romperle la cabeza a Stan, hasta que lo mandasen al reformatorio. Claro que esta vez a lo mejor era Stan el que le trituraba la cabeza a él.

No podía dejar de llorar. Todo lo que no había llorado hasta entonces lo llevaba guardado dentro, en espera de una ocasión como ésta, y él ni siquiera sabía lo que llevaba dentro. O sí.

«He vendido mi libro.»

Acordarse de eso no le supuso ningún consuelo. Nunca conseguiría publicarlo, a menos que pasasen los años que le faltaban hasta cumplir los dieciocho. O quizá —empezó a reconocerlo— hubiese una posibilidad que al menos podría probar: dejar que Stan lo leyese, que diese su maldita aprobación... Travis pensó en cómo podría vivir tras sufrir una humillación semejante. Se le partiría en dos el alma, ya no sentiría nada especial, nada suyo...

~~7373~~

Page 74: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

«Antes prefiero pudrirme en la cárcel», pensó. «Antes prefiero matarme, pero no lo quemaré. Voy a conseguir que se publique, sea como sea.»

Luego se le pasó por la cabeza lo que iba a suponerle no ver a Casey nunca más. Ni a Ken. La verdad es que había llegado a creer que a Ken le caía bien...

—Bueno, vamos a ver... —Ken acababa de abrir la puerta, o tal vez Travis hubiese olvidado cerrarla—. Por lo menos, dime por qué le tiraste el teléfono a Christopher.

Travis se secó la cara con su vieja camiseta de Led Zeppelin. De todos modos, ya le quedaba demasiado pequeña.

—No se lo tiré a Christopher. No le había visto. Lo que pasa es que me volví loco..., pero no apunté contra Christopher.

—Teresa me dijo que llevaban ahí unos minutos, que tú no hacías más que soltar metralla por teléfono, y que de pronto se lo tiraste contra ellos. ¿De veras me dices que no los habías visto?

—Te juro que no los había visto. Estaba hablando con mi madre.

Ken siguió tranquilamente en su sitio. A Travis le sentaron fatal sus propios sollozos, así que se sonó con la camiseta.

—Además, ¿por qué iba a tirarle el teléfono a Christopher, eh? —tragó saliva.

—Bueno, Teresa cree que vas hasta las cejas de drogas.

—Yo no tomo drogas. Ni siquiera me gustan las drogas.

Básicamente, aquello era cierto, aunque la única vez que había probado la cocaína le había gustado tanto que le dio verdadero pánico. Había visto cómo se ponía la gente por conseguir un poco de polvo. Imaginarse a sí mismo echándolo todo por la borda, dispuesto a conseguir polvo como fuese, le dio tanto miedo que decidió no probarlo nunca más.

—¿Y me juras que no los viste?

—Estaba hablando por teléfono.

—Pues a más de uno le costaría trabajo creer que no eres capaz de hablar por teléfono y de ver lo que tienes delante —dijo Ken.

Travis contuvo la respiración. Tal vez... tal vez.

—Yo en cambio llevo contigo el tiempo suficiente para creérmelo. Pareces tan normal y corriente que es fácil creer que vas cargado de drogas en vez de pensar que eres un excéntrico.

Un excéntrico... Travis relacionaba esa palabra con ancianas que vivían en una casa con cientos de pájaros sin enjaular, o con viejos profesores, tan despistados que llevaban el dinero cosido al forro del bolsillo.

~~7474~~

Page 75: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Hablaré con Teresa. Con suerte, tal vez podamos intentarlo otra vez. Lo que pasa es que no tienes ni idea de lo que puede llegar a amargarse una discusión cuando se trata de tu propio hijo.

«Eso es cierto», pensó Travis con amargura. «No tengo ni idea.»

—Gracias —dijo, en cambio.

—Escúchame una cosa más —dijo Ken—. Sí que te gusta beber...

—Bueno, es verdad, pero por lo normal tengo más aguante que cualquiera. Por lo normal, puedo tumbar al que se me ponga delante.

—Ese es uno de los primeros síntomas de alcoholismo. No sé si alguien te lo ha dicho a estas alturas —dijo Ken lentamente—, pero conviene que sepas que estás genéticamente programado para ser un alcohólico. Mi padre, es decir, tu abuelo, murió de cirrosis en un hospital de veteranos de guerra. Y ahora resulta que has decidido meterte en una profesión que fomenta el consumo de alcohol, si no recuerdo mal lo que pude aprender en mis cursos de literatura inglesa. Yo que tú andaría con mucho ojo.

Vaya. Así que su abuelo había sido alcohólico, ¿eh? Ken tenía razón. Todos los grandes escritores habían sido, por lo visto, grandes bebedores...

—¿Y mi padre?

—No. Tim era... La verdad es que Tim era capaz de beber lo que se le pusiera por delante, cuando estaba de buen humor, pero... ¿Conoces ese dicho que dice «Vive deprisa, muere joven y deja un cadáver bien guapo»? Bueno, pues la cirrosis no es nada rápida, y lo que uno suele dejar de guapo no tiene nada.

Vaya, qué gracia. Cuando estaba a punto de enterarse de una buena historia, se convierte en un sermón.

—Dice Aquiles que «lo que a veces parece un sermón, a veces resulta la verdad».

Travis se sobresaltó, sorprendido.

—Te lo digo en serio, chaval: no hace tanto tiempo, y yo estuve allí delante. Hablaré con Teresa —dijo Ken después de una pausa.

Las lágrimas seguían acudiéndole a los ojos, aunque por lo menos había dejado de sollozar. Travis buscó un trozo de camiseta limpio.

—Pues dile que estoy dispuesto a llenarle de pis un frasco siempre que quiera, y que lo analice donde le dé la gana.

No se había propuesto decirlo en broma, pero Ken se lo tomó a broma, y fue riéndose hasta el cuarto de estar.

Travis volvió a meter sus cosas en los cajones. Por fin se paró con la camiseta en las manos, procurando decidir si tirarla al cubo de la basura o al cesto de la ropa sucia. Y terminó por ponerla con la ropa sucia.

~~7575~~

Page 76: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Todavía podía quedarse un poco más, y esta vez no tenía nada que ver con Tim.

Era aquella resaca del demonio, decidió más adelante. Y la maldita serpiente. Se quedó debajo de la ducha tanto tiempo que se acabó el agua caliente, y después se sintió algo mejor. No se habría comportado como un crío de no ser porque estaba cansado, destrozado, y por la resaca de espanto que llevaba encima. Además, le dolían las costillas y notaba algunas molestias en la espalda por haber trabajado tanto con la pala, eso hay que tenerlo en cuenta.

Se tumbó boca arriba. Motorboat se le plantó encima del pecho, con las zarpas debajo del cuerpo, mirándole con los ojos entrecerrados. «Qué ojos tan raros tienen los gatos», pensó Travis.

Ken llamó a la puerta.

—Teléfono —dijo.

Travis había oído el teléfono, pero supuso que seguramente sería Teresa, procurando asegurarse de que a Ken no lo había hecho pedazos el monstruoso drogadicto que vivía con él.

—No quiero hablar —dijo Travis a gritos.

Ken abrió la puerta.

-¿Qué?

—Dile que no pienso dejar que Stan lea el libro. Dile que...

—Es la señorita Carmichael, so bobo.

—¡Anda! —se levantó, tirando a Motorboat al suelo.

—¿Travis! —reconoció la voz nada más oírla.

—Sí.

—La semana que viene estaré en Denver para asistir a un congreso, y a la vuelta me gustaría pasar a verte. La verdad es que estoy muy apretada de tiempo, ésta es una época del año en la que andamos de cabeza, pero... ¿podríamos vernos en el aeropuerto, el domingo que viene, para almorzar? Tengo algunas horas entre un avión y otro.

—Sí, creo que sí —miró a Ken—. Oye, ¿podrías llevarme al aeropuerto el domingo que viene?

Ken asintió.

—Sí, sí que puedo —dijo Travis.

—Espléndido. Mi número de vuelo es el 203, desde Denver, y más o menos tiene que llegar a la una, o eso espero. ¿Nos podemos reunir en la puerta de embarque?

—Sí —Travis anotó el número y la hora en un cuaderno.

—¿Cómo irás vestido?

~~7676~~

Page 77: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

-¿Qué?

—Que cómo podré reconocerte...

—Bueno... camiseta negra, chupa de cuero marrón...

—Así que vistes como tus personajes...

Lo había entendido al revés: sus personajes vestían igual que él.

—Sí —optó por decirle.

—Bueno, yo no llevaré una rosa en la solapa, pero sí iré vestida de rojo fuerte. Rojo Santa Fe, muy vaquero. No creo que podamos equivocarnos. Ah, Travis, tráete una copia de tu manuscrito.

Así que rojo Santa Fe, pero sin rosa roja. Travis se puso a pensar como un poseso. A lo mejor Ken sabía de qué demonios podía estar hablando.

—No tengo ninguna... —acababa de darse cuenta de lo que acababa de decirle.

—¿Quién la tiene? —preguntó ella tras una pausa.

—Ustedes.

—¿Nos enviaste el original del manuscrito sin hacer una copia?

—Pues sí.

—Ah —se hizo otra pausa—. Bueno, yo me encargo de que hagan unas fotocopias en la oficina. Nos vemos la semana que viene. Hasta entonces.

—Sí.

Colgó el teléfono, algo aturdido. Era la primera persona a la que había oído emplear la palabra espléndido. Se preguntó qué aspecto tendría. No tenía ni la menor idea de cómo podía ser una editora. Y sus personajes... Ella sabía de sobra cómo vestían sus personajes. ¡Iba a conocer a una editora!

—Chico —le dijo Ken—, por teléfono tienes un vocabulario increíble, no sé si te lo había dicho alguien.

Le ardía la cara. Se encogió de hombros.

—Bueno, no se trata de publicar una conversación telefónica, ¿no? —procuró hacer como que no le importaba, aunque no podía más de ganas de ponerse a saltar y a dar volteretas.

—De eso nadie podrá pedirte cuentas —dijo Ken—. ¿Tienes hambre? Vamos a por una pizza.

—Me muero de hambre, tío.

~~7777~~

Page 78: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Capítulo 8Capítulo 8

—No entiendo por qué no puedo entrevistarme con ella a solas, si resulta que el libro lo escribí yo solo, si averigüé a dónde podía enviarlo yo solo, si lo puse en el correo yo solo...

—Ya te lo he dicho: puedes almorzar con ella tú sólito, yo solamente quiero saludarle y hacerle saber que no andas suelto por el mundo.

—Pero si ya sabe que tengo un tío —Travis estaba nervioso y, como de costumbre, los nervios le hacían sentirse irritado. Lo que más le apetecía era darse la vuelta y soltarle a la cara un «¡Cállate!» a Christopher, que no paraba de jugar con un avión en el asiento de atrás, sin dejar de hacer ruido de avión.

Bastante jodido era que Ken tuviese que dejarlo en compañía de la señorita Carmichael, como si aquel fuese su primer día en el jardín de infancia, para que Christopher asomase la nariz por allí.

«Señorita Carmichael, la espera el jardín de infancia», pensó con amargura.

—Oye —dijo Ken como si acabase de leer lo que pensaba Travis—, últimamente no habrás intentado escaquearte de Christopher, ¿verdad? Pensé que los dos os llevabais de maravilla.

Travis hizo una mueca. Confió que Ken no se hubiese dado cuenta.

—Hombre, lo que pasa es que no me apetece que se cabree conmigo, y a veces no puedo evitar el cabrearme con él.

—Pues conmigo también se cabrea, y me las apaño bastante bien para vivir con él.

—Ya, con una diferencia —Travis pensó que a Ken no le importaría conocer la verdad cruda—: pero es que a mí me puede echar a la calle.

Se había sentido mal, pues Chris no podía de ninguna manera imaginarse lo que estaba ocurriendo, pero el episodio del teléfono arrojadizo a Travis le había metido el miedo en el cuerpo.

Ken estuvo callado tanto rato que Travis pensó que había dado el tema por zanjado.

—No quiero decir que no quepa la posibilidad de que tengas que irte a la calle, como tú dices —su voz sonó sorprendentemente alta, más que

~~7878~~

Page 79: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

nada por lo repentino—. Pero no es Christopher quien va a encargarse de ello.

—¿Estás seguro?

—Completamente.

—Estupendo —Travis se sintió aliviado—. ¿Sabes una cosa? No pensaba yo que los niños pequeños fuesen personas de verdad.

—Siempre se aprende algo nuevo —dijo Ken secamente. Y Travis no supo si estaba hablando con él o si no.

—¿Cuál es la línea con la que vuela? —preguntó Ken.

—Western. No, el vestido es de estilo «western». La línea aérea es American.

—Confío que tengas bien cogido el número de vuelo.

Travis esperó que así fuese. Había pasado tanto tiempo, y había hecho tantísimas cosas desde la llamada de la señorita Carmichael, que no podría jurarlo.

—Papá, tú no tienes barba —dijo Christopher.

—No, no tengo barba —contestó Ken sin hacerle mucho caso.

—Pues David sí tiene barba.

—¿Y quién es David?

—El amigo de mamá.

Travis miró de reojo a Ken, y vio que apretaba los dientes. «Joder», pensó con simpatía, aunque también algo irritado: «si todavía le importa su mujer, ¿por qué no lo arregla de una vez por todas?» Siempre le había molestado ver a un adulto comportarse de manera estúpida. Además, siempre actúan como si se lo supiesen todo de carrerilla.

—Oye, ¿qué quiere decir «Santa Fe western»?

—Pues es todo ese rollo estilo vaquero, pero de mentira; es decir, fabricado en la costa Este.

No le sirvió de gran ayuda. Por lo menos, sabía que iba a llevar un vestido rojo.

—Pues Travis no tiene barba —dijo Christopher.

La reconoció a primera vista. Bastante alta, unos cuarenta años más o menos, y llevaba, en efecto, un vestido rojo fuerte, de estilo vaquero, con botas azul oscuro, y una bolsa del mismo color con aspecto de maletín. La señorita Carmichael tenía el pelo largo y revuelto, rizado, recogido a un lado con un pasador de color turquesa; los ojos eran negros y muy grandes. A Travis le pareció la persona más atractiva que había visto en su vida. ¡Eso sí que era estilo!

~~7979~~

Page 80: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Mientras ella miraba a su alrededor, en medio de la multitud, Travis dio un paso adelante y le hizo una seña con la mano.

—¿Travis? —dijo ella. Le extendió la mano y, pasados unos segundos, él se la estrechó.

—Sí —dijo, y estuvo a punto de morderse la lengua al darse cuenta de que volvía a hablar con monosílabos.

—Soy Nell Carmichael.

—Este es mi tío —añadió Travis.

—Ken Harris. Encantado de conocerla —Ken también le dio la mano—. Y éste es Christopher.

—Tengo ganas de hacer pis —dijo Christopher.

—Anda —dijo la señorita Carmichael—, pues yo también. Vamos a ver si encontramos un lavabo.

A Travis le entraron ganas de que se lo tragase la tierra allí mismo, pero Ken en cambio se echó a reír y se fueron hacia el otro extremo del vestíbulo.

En el lavabo, se peinó con todo cuidado por enésima vez en lo que iba de día. Tal vez debería haberse puesto la camisa verde oliva; tal vez el negro no resultase nada adecuado a la situación.

—¿Tengo buen aspecto? —le preguntó a Ken, que intentaba mantener abierto el grifo a la vez que sujetaba a Christopher en alto para que se lavase las manos.

—Muy buen aspecto.

Travis se moría de ganas por saber qué opinaba Ken de la señorita Carmichael, pero terminaron por salir los tres del lavabo, en silencio, dispuestos a esperarla.

Ken y Christopher los dejaron a la entrada del restaurante, con gran alivio por parte de Travis, quien ya había empezado a temerse que Chris anunciase a los cuatro vientos que también tenía ganas de hacer caca.

En cambio, cuando se hubieron ido, se sintió como si se le hubiese comido la lengua el gato. No tenía ni idea de cómo iniciar la conversación, y le daba pavor tener que hablar de cualquier cosa antes de pasar a hablar del libro.

—Tu tío es un hombre muy atractivo.

Travis se encogió de hombros. Probablemente Ken tenía un buen aspecto, considerando su edad, pero a él no le parecía que tuviese ningún estilo en el vestir. Llevaba trajes y corbata al trabajo, se ponía vaqueros los fines de semana y hoy se había puesto además su chaqueta de pana: no había de qué avergonzarse, pero tampoco era como para pasearlo por ahí.

~~8080~~

Page 81: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Travis miró la carta del restaurante, aliviado al encontrar hamburguesas, con ganas de pedir un bourbon en vez de una coca cola. Probablemente terminaría por derramar la coca cola por la mesa...

—Y Christopher es un encanto. ¿Vienes a verlos muy a menudo?

—No, ésta es la primera vez —no supo cómo explicarle todo eso, así que volvió a callarse. Llegó el camarero a tomarles nota.

—Bueno —dijo—. Entonces, ¿van a publicar el libro o no?

La señorita Carmichael pareció algo perpleja por lo directo de su pregunta, y entrecerró los ojos. Probablemente existía un montón de reglas complicadísimas para abordar en un almuerzo de negocios, y él no conocía ni una. Así, pues, decidió hacer las cosas tal y como sabía; además, no estaba dispuesto a quedarse allí sentado hablando de Ken, de Chris y del buen tiempo que hace.

—Travis —dijo ella pasado un momento—: ¿quién te gustaría que leyese tu libro?

—Pues quinceañeros, chicos como yo —y estaba convencido de que iban a leerlo, porque él ya lo había leído, y le había encantado, a qué negarlo.

—Estoy de acuerdo. En la editorial tenemos una extensa colección de libros para lo que se suele llamar jóvenes adultos, libros dirigidos al mercado de los jóvenes.

—Ya lo sé —Travis hizo una pausa mientras el camarero colocaba su hamburguesa delante de él—. Por eso les envié el libro.

—Ah. ¿Así que sabes lo que es el marketing?

Travis no estaba muy seguro de saberlo, así que optó por callarse. Simplemente había pensado que, si uno escribe un libro sobre chavales de quince o dieciséis años, lo lógico es enviárselo a un editor que tenga una colección en la que pueda encajar. Permanecieron callados un minuto, mientras ella revolvía la ensalada y él ponía kétchup y mostaza en su hamburguesa.

—¿Sueles ir a las librerías? ¿Y tus amigos?

—Bueno, yo sí que suelo ir, pero la mayor parte de mis amigos ni las pisan.

—Entonces, ¿cómo llegan a los libros?

—No sé. Bueno, por la escuela, claro. A veces tenemos que hacer informes sobre algunos libros. Y en la biblioteca, claro. Cuando vemos una película, si resulta que hay también un libro, pues... ¿Ha visto Rambo?

—Travis, acabas de mencionar las escuelas. Las escuelas forman una parte muy importante del mercado de jóvenes adultos. Los profesores y los bibliotecarios son probablemente nuestros mejores agentes de ventas. Estoy convencida de que tu libro funcionaría pero que muy bien si se

~~8181~~

Page 82: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

transmitiera de boca en boca, pero de alguna manera tenemos que introducirlo inicialmente.

Travis apenas podía estarse quieto, de lo excitado que se estaba poniendo. Estaba hablando de su libro como si fuese un libro de verdad, un libro que fuese a salir al mercado, que fuese a venderse en serio.

—Sí —dijo.

—Bueno, pues francamente no creo que haya muchos profesores, ni muchos bibliotecarios, dispuestos a perder su puesto de trabajo así por las buenas. Y recomendar tu libro, tal como está ahora, podría costarle a cualquiera su puesto de trabajo.

Travis entendió a dónde quería llegar.

—¿Entonces quiere que limpie un poco el lenguaje? Joder, pues eso está hecho. No creo que me cueste nada...

—¿No tienes problemas para hacerlo?

La señorita Carmichael parecía tan aliviada que, según pensó Travis, no se había hecho a la idea de que él estaba dispuesto a prometerle cualquier cosa, lo que hiciese falta con tal de conseguir que se publicase su libro. Casi cualquier cosa.

—No, eso se puede arreglar. Todo el mundo sabrá de sobra lo que se dice, de todos modos.

—Bueno, pues dejando a un lado esa cuestión, todavía tenemos algún problema más. Por ejemplo, no hay ni un solo personaje principal que sea una chica, y la mayoría de los jóvenes que compran libros, sobre todo a tu edad, son chicas.

Travis frunció el ceño.

—Estoy dispuesto a limpiar el lenguaje todo lo que haga falta, pero eso no quiere decir que vaya a convertir el libro en una novela rosa. Que la lean los chicos: de todos modos, los chicos no suelen tener nada que leer, a menos que les vaya el rollo ése de la ciencia ficción —era preferible que a ella le quedase bien claro ese punto—. No tengo ni idea de cómo son las chicas, así que no escribo nunca sobre ellas. Además, las bazofias que suelen leer las chicas me dan ganas de vomitar.

—¿A ti qué es lo que más te gusta leer?

—Vaya, pues no siempre libros de ficción. Me gustan las biografías. Y Stephen King. O Hemingway. Creo que posiblemente empiece a gustarme Fitzgerald, aunque todavía no; eso es para más adelante.

—¿Y por qué?

—Intenté leer uno de sus libros hace algún tiempo, ese libro en el que todo el mundo está a todas horas en la playa, mano sobre mano, bebiendo jerez y todo eso, pero no me convenció. Pensé que si lo leía ahora no me iba a gustar, así que he preferido dejarlo e intentarlo de nuevo cuando sea algo mayor.

~~8282~~

Page 83: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—¿Y por qué crees que te gustará más adelante?

Travis se puso a pensar, intentando dar con una forma de definirlo.

—Me gusta cómo escribe las frases. Le salen suaves, redondas, acabadas.

—¿Y no te gustan las novelas de misterio?

—No —dijo Travis llanamente—. Me fastidia que la única razón para leer sea enterarse de lo que sucede a continuación.

—Pues a mí me parece que ésa es una buena razón para leer.

—Sí, claro, pero no debería ser la única.

Era asombroso, estar hablando con ella de lecturas. Nunca había hablado de lecturas con nadie. Y la lectura era una de las partes primordiales de su vida. Algún día, pensó, algún día podría compartir una botella de bourbon con la señorita Carmichael: se pasarían la noche entera hablando de libros...

Ella había vuelto a referirse a su libro, así que Travis volvió a concentrarse en la conversación.

—... hay más estilo del que tu manejas. Está lleno de energía, de sinceridad, tanto que se te escapa cierto melodramatismo. Pero eso no te puede ocurrir dos veces, Travis. Los críticos no te lo permitirían dos veces. La próxima vez que te pongas a escribir un libro tendrás que ser más disciplinado.

Críticos. Mercado. Estilo. ¡Así se hablaba de libros! Procuró estar atento a cada una de sus palabras, pero la mente le iba a tal velocidad que le costaba trabajo oírla claramente.

La gramática. Su gramática desde luego que podía mejorar un poco, aunque estilísticamente fuese muy adecuada para los diálogos. Y su ortografía era, bueno, era simplemente muy imaginativa. En cambio, la narración fluía continuamente, había una fuerte sensación del lugar en el que se desarrollaba la acción, y sus personajes, vaya, sus personajes eran seres humanos magníficamente plasmados: cualquiera que leyese su libro se quedaría convencido de su existencia. Tenía que recortar un poco las descripciones, no tenía por qué describir a todos los personajes cada vez que aparecían...

—¿Y algunos de los personajes no están basados en personas de carne y hueso?

—No —dijo Travis pensándolo bien—. O no exactamente..., pero para mí sí son reales. ¿Se acuerda de Dusty?

—¿El que se mata en el accidente de coche?

—Sí. Bueno, pues está completamente inventado, pero a veces me da por pensar en él, a veces incluso aparece en mis sueños, como una persona de carne y hueso. Es curioso, pero a veces se me olvida que no es de verdad.

~~8383~~

Page 84: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—¿Y no debería haber por lo menos algún adulto que caiga simpático a los lectores? Seguro que conoces a algún adulto simpático de verdad... —hizo una pausa—. La verdad es que casi no aparece ningún adulto en el libro.

—Sí, ya —Travis se encogió de hombros—. Pero es que es un libro para chicos jóvenes. ¿Qué pintan los adultos en un libro así?

Por fin, el camarero trajo la cuenta. A Travis le hizo gracia que fuese ella la que le invitase a comer, pero Ken, que sabía mucho de comidas de negocios, le había dicho que eso era lo propio. Para disimular su azoramiento, siguió hablando.

—Entonces, usted puede ocuparse de la ortografía, ¿verdad?

Ella le sonrió y dejó la tarjeta de crédito con la cuenta.

—¿Sabes una cosa? En cuanto te vi me pareció increíble que hubieses podido escribir ese libro. Hablas de forma muy distinta a como escribes.

—Es que tengo dos lenguajes —se dio cuenta de que en realidad quería haber dicho «dos vocabularios»—. Uno en la cabeza y otro en la boca.

—Muy interesante. Pues guárdate el mejor para las entrevistas. ¿Crees que podrás hacer entrevistas?

—Sí, supongo que sí.

—Tendrías que hacerte unas buenas fotografías.

—Señorita Carmichael...

-¿Sí?

—¿Tendrá que firmar el contrato mi madre, ya que yo no he cumplido aún los dieciocho?

—Pues sí. ¿Algún problema?

—No, ninguno.

Se detuvieron ante la puerta de embarque para darse la mano; su avión estaba a punto de despegar, y él tenía que encontrarse con Ken en la puerta de salida.

—¿Estás trabajando ahora en alguna cosa nueva?

Travis negó con la cabeza.

—Pues empieza a trabajar en algo nuevo pronto: antes de que salga este libro a la calle. Quedarse bloqueado después de la primera novela es un fenómeno muy común. No sé si te das cuenta —dijo ella con cuidado—, pero esto te va a cambiar la vida.

Travis se encogió de hombros.

—Ya me ha empezado a cambiar.

~~8484~~

Page 85: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Capítulo 9Capítulo 9

Casey estaba preparándose para la última competición de la temporada. Cuando Travis cogió por la mañana el autobús para ir a la escuela, la vio montando a Estrella, y por lo general solía montarlo también después de las clases de la tarde. Travis, en la escuela, se preocupó por ella. Si le sucediera algo, estando allí sola, pasarían horas antes de que alguien acudiese a verla.

El fin de semana, cuando Ken bajó al establo a echar un vistazo, estuvieron a punto de verla darse un golpe al rehusar Estrella obedecer sus órdenes, a pesar de lo cual Casey logró obligarle a que saltase una valla de cierta altura; perdió ambos estribos, y a punto estuvo de irse por encima de la cabeza del animal cuando aterrizaron tras el salto.

—No entiendo por qué se empeña en hacer esas estupideces —dijo Travis.

—Es su vida —contestó Ken—. ¿O no?

A Travis le entraron ganas de darle un puñetazo, pero cuando apareció Casey riéndose, los dos se echaron también a reír.

Con tal de que Estrella fuese un caballo un poco más normal... El caballo de Jennifer, Arena, era un caballo que también tenía su carácter: era muy dado a asustarse por nada, y de cuando en cuando reculaba ante un salto o ante un determinado ejercicio. Travis había aprendido a mimarlo con mucha atención, pues era de esos caballos que al llevarlos de la brida les da por morder.

Pero eso resultaba normal, dentro de lo que cabe. A Travis siempre le habían gustado los animales, y no tenía ningún problema cuando se trataba de apreciar a los caballos. Sintió una cierta vergüenza, en un par de ocasiones, cuando se descubrió cepillando a un poney y esperando a que el animal ronronease de gusto. Los caballos no se expresaban de forma tan descarada como los gatos o los perros, aunque al fin y al cabo también se expresasen.

Estrella... Travis y Jennifer lo observaban trotar por el picadero; Jennifer se estremeció.

—Qué malvado es... —dijo—. ¿Nunca te has fijado en los ojos que tiene? Se le ve el blanco del ojo, y eso por lo visto significa que está loco.

~~8585~~

Page 86: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—No me lo creo —Travis tenía una idea para escribir un cuento, acerca de un extraterrestre que se queda en la Tierra, aunque nadie se da cuenta, pues tiene forma de caballo.

—No entiendo por qué lo quiere tanto Casey.

—¿Que lo quiere? —Travis seguía sin creerse que fuese eso—. Vamos a preguntárselo. Oye, Casey...

Casey acababa de recoger a los poneys en el corral de al lado. Se reunió con ellos, pasando por encima de la barandilla.

—Jennifer —dijo Travis con voz entrecortada, imitando la de Jennifer— no entiende por qué quieres tanto a Estrella.

La verdad es que Jennifer le caía bien, aunque a veces era tan dulce que llegaba a irritarle.

—¿Que lo quiero? —Casey, sin saberlo, repitió como el eco las palabras de Travis—. Qué va: el día que deje de saltar le pego un tiro.

—¡Oh, Casey! —exclamó Jennifer horrorizada.

—Seguro que lo hará —dijo Travis. Y como se arrepintió de haberse burlado de ella, se puso a hacerle cosquillas y terminó persiguiéndola hasta el establo.

Cuando miró hacia atrás, todavía vio a Casey, que observaba a Estrella. A la espera.

La noche del jueves, la noche de la víspera de la competición, Travis se quedó trabajando hasta bien tarde en el establo. Tuvo que meter todos los utensilios en la camioneta, asegurarse de que la camioneta, en la que iban a viajar los ocho caballos, estaba bien limpia, aparte de vendar las patas de algunos de los caballos. Había aprendido a recortarles las crines, de manera que las tenían suaves y fáciles de trenzar, si bien la operación del trenzado era algo que le resultaba dificilísimo. Hasta el propio Christopher lo habría hecho mejor.

Kelsey se quedó una hora extra y trenzó las crines de cuatro caballos. Tenían un aire de lo más elegante, con las trencillas por la parte posterior del cuello. Travis había pensado que se les trenzaba las crines para que tuvieran un mejor aspecto, pero Kelsey le explicó que el trenzado servía para que las crines no se enredasen en ninguna parte.

Casey estaba trabajando con sus libros de registro. Algunos de los alumnos ya habían decidido a qué clases iban a ir. Se acordó de pronto de un sueño que había tenido la noche anterior, un sueño relativo a Casey y a sus larguísimas piernas...

—¿Has terminado? —su voz le sobresaltó.

—Casi —se dio la vuelta y se marchó, temeroso de que ella le viese colorado.

~~8686~~

Page 87: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Ponle una manta ligera a Silver, ¿quieres? Ahora está bastante limpio, pero esos poneys blancos se pueden poner hechos una pena en una sola noche.

—Vale —Travis hizo una pausa para estudiar la caligrafía de Casey. Escribía con trazos fuertes y claros, como un niño.

Cuando volvió a la casa y se encontró con el coche de Teresa, al ver que no estaba el de Ken, estuvo a punto de darse la vuelta y marcharse de nuevo. Estar a solas con Teresa no era algo que le apeteciese demasiado.

«Bueno, qué demonios», pensó. Por lo menos, esta vez sabía por adelantado que estaba en la casa. Tal vez, si pudiese causarle una buena impresión, Teresa sería más cauta a la hora de pelearse con Ken por la custodia. Cerró de un portazo, para hacerle saber que había llegado.

-¿Ken?

Travis entró en el cuarto de estar.

—No, soy yo.

Teresa levantó la mirada del álbum de fotos que estaba viendo y dio un sorbo a su copa de vino tinto.

—Ah, hola. He traído a Chris algo temprano; mañana tengo que ir de viaje. Y parece que Ken va a llegar tarde...

«¿De viaje con David?», pensó Travis, aunque no dijo nada. Se dio cuenta de que aquélla no era precisamente su primera copa de vino.

—¿Qué, de trabajo en el establo?

—Sí —Travis confió que lo dijera por cómo iba vestido, y no por el olor.

—Me dijo Ken que ibas a echarle una mano a Casey —dijo—. Ojalá se pusiera esa chica un poco de protección solar.

Travis no logró entender a qué se refería.

—Sí, oye —dijo—, siento mucho lo que pasó la otra noche. No era mi intención asustaros...

Teresa asintió. Tenía unos preciosos ojos oscuros, como los de Christopher.

—Me dijo Ken que te habías peleado con tu madre. Por cierto, ha llamado hace un rato. Tiene una voz muy dulce. Deberías hablar con ella.

—No le importo un comino —dijo Travis, y notó que volvía a sentir con toda la intensidad la cólera que le producía su madre—. Ni siquiera me conoce. Lo que pasa es que una vez tuvo un bebé y todavía sigue queriendo a ese bebé.

—Bueno, no lo eches a perder. Eso no se puede borrar de un plumazo, porque es la relación más fuerte que se tiene en la vida.

~~8787~~

Page 88: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Volvió a mirar las fotos, y algo hizo pensar a Travis que en realidad Teresa estaba imaginándose las peleas que tendría con Chris cuando tuviese su edad.

Ken ya le había hecho sentirse un poco raro en ese sentido: a veces miraba primero a Chris y luego a Travis, y en su rostro se pintaba una fugaz expresión de horror. Como si dijera: esto es lo que aún está por llegar.

—¿Habías visto esto alguna vez? —Teresa le enseñó el álbum—. Ken y yo hicimos un viaje a Marruecos; bueno, hace muchísimo tiempo. Cruzamos el océano en un carguero, pasamos varias noches en estaciones de ferrocarril, en los puentes de otros barcos, en pensiones...

—Vaya. ¿De veras teníais estas pintas? —Travis miró con atención las fotos. Teresa aparecía muy joven, muy flaca, con el pelo más largo y más oscuro, peinado con raya al medio. Llevaba unas gafas pequeñas, de montura metálica, y una banda en la cabeza, como los indios. Dijo que el que estaba a su lado era Ken, pero a Travis le resultó irreconocible: llevaba el pelo por los hombros y tenía un bigote de morsa. Los dos llevaban pantalones vaqueros, acampanados, y unas camisas de telas brillantes.

Travis se quedó patidifuso. Claro que había oído hablar de los «hippies» y de todo aquello, pero encontrárselos de pronto en una foto... ¿No se les reían a la cara?

—Yo quería parecerme a Gloria Steinem; y me parece que Ken ahí era clavado a Elliott Gould.

Aquello no le sirvió a Travis de ayuda, ya que no tenía ni idea de quiénes pudieran ser esos dos.

—La verdad es que me alegro de haber sido así durante una época, de haber dormido en cualquier parte, de no habernos preocupado por nada. En cambio, a Ken le pone muy triste saber que las cosas no volverán a ser así.

—Ya —Travis se había lanzado a pensar por otro camino—. ¿Así... así que os daba por las drogas y por todo aquello?

—No me irás á decir que creías que lo de las drogas te lo habías inventado tú, ¿verdad? —Teresa se echó a reír—. En fin, ya te habrás dado cuenta de que Ken no tiene nada que ver con eso; ni siquiera bebe. Lo que pasa es que Ken siempre ha tenido un gran dominio de sí mismo —Teresa se acabó el vino—. ¿Te importa servirme otra media copa?

—¿Cómo os conocisteis? —le preguntó cuando se la hubo traído.

—¿Qué te ha contado Ken?

—Bueno, cuando se lo pregunté solamente me dijo que todo había empezado en «Cuisinart», o algo así.

~~8888~~

Page 89: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Típico de él —ella siguió pasando las páginas del álbum, y Travis renunció a enterarse de la historia. Probablemente, los adultos ya ni siquiera sabían dar una respuesta clara a ciertas cosas.

—Oye, ¿aparece Ken muchas veces por el establo? —dijo ella de pronto.

—No, más bien va muy poco —contestó Travis después de pensarlo bien. Lo cierto es que Ken no iba nunca al establo, salvo para darles algún mensaje o para echar un rápido vistazo. Travis nunca lo había visto montado a caballo.

—¿Lo ves? Su gran sueño siempre había sido dedicarse a la cría caballar, pero cuando se dio cuenta de que eso no iba a salirle tal y como había planeado, lo dejó. No es capaz de soportar ni la más mínima desviación del plan original. Por cierto, yo tampoco creo que me lo esté montando tal como él tenía previsto.

—Entonces... ¿Ken se dedicó a ser abogado para ayudar a los demás y todas esas cosas?

—No seas ingenuo. Ken se ha dedicado a la abogacía porque pensó que podría hacerse rico. Ojo, no lo confundas: a Ken le encanta tener dinero, lo que le fastidia es tener que gastarlo. Y, claro, él fue muy pobre de pequeño, y yo no, así que no puedo entender sus motivaciones. Esto no se lo digas a él, pero lo que más le gusta del despacho y de su trabajo de abogado es que eso se lo sabe todo al dedillo: se sabe las leyes, las penas... Y eso le encanta. Yo, en cambio, creo que hay que tener más de un sueño. No entiendo por qué no puede ser la felicidad un sentimiento tan digno de confianza como cualquier otro.

Travis se sintió mosqueado. Aquello era una basura: ella estaba triste, Ken estaba triste... ¿por qué no hacían algo por arreglarlo?

Mosqueado, sí, y también un poco asustado. «Eso no me pasará a mí, no me pasará a mí. Yo siempre pienso tener bien claro lo que quiero, y cómo conseguirlo.»

—Has tenido que leer en la escuela el poema ése que trata de un nombre que, en medio de la nieve, en un cruce de caminos, se pregunta por el camino que no ha tomado, ¿no?

—Sí —Travis lo había leído, pero no en la escuela. Le gustaba Robert Frost, sencillamente.

—Pues lo que nunca te dice nadie es que cada vez que trazas una curva te vas a encontrar con otro cruce de caminos en el que tendrás que escoger cuál tomar.

No creyó que pudiese conciliar el sueño aquella noche, pero la verdad es que durmió como un tronco. Le sorprendió, y mucho, ver a Teresa en la cocina a la mañana siguiente, preparándole el desayuno a Christopher.

—Buen día —le dijo animadamente, mientras él se servía una taza de café. En cambio, no le miró. Él contestó «Buen día» con una expresión

~~8989~~

Page 90: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

bastante seria, aunque le costó trabajo no sonreír cuando se encontró con Ken.

—Teresa pensó que era preferible que se quedara —le explicó Ken un poco apresuradamente—. No le gusta conducir cuando ha bebido.

—Sí —dijo Travis—, claro.

Al mirarle a los ojos, Ken sonrió y se puso colorado.

Travis se sintió extrañamente feliz durante el resto del día, aunque no pudo terminar de saber por qué.

~~9090~~

Page 91: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Capítulo 10Capítulo 10

¿Chicas y caballos! ¿Qué tenía de estupendo semejante congregación de chicas y de caballos? Era rarísimo. Casi le daban náuseas. Al principio pensó que estar en la competición, es decir, estar rodeado de chicas muy bonitas y vestidas con ceñidos pantalones, le iba a hacer perder la cabeza, pero después pudo entender qué les había pasado a los gemelos, o sea, por qué el mero hecho de ver una patata frita te puede volver loco si has pasado una temporada trabajando en un MacDonald's.

Acariciaban a los caballos a todas horas, los cepillaban y los peinaban como si estuviesen a punto de participar en un desfile. ¡Hablaban con los caballos como si fuesen niños pequeños, e incluso los besaban! Eso era una chifladura. No pudo entenderlo. Es decir, él quería a Motorboat, y mucho, pero no fue capaz de imaginar la posibilidad de comportarse así con el gato.

De todos modos, estaba molesto. Levantarse a las cinco de la mañana no le había sentado nada bien; no era un madrugador nato. Las cinco de la mañana puede ser una hora buena para irse a la cama, sobre todo después de una noche de marcha, pero levantarse a las cinco de la mañana era una estupidez.

Y eran ya las ocho y media de la mañana, la competición llevaba media hora en funcionamiento y él había estado tan ocupado que no había podido mirar a nadie.

Estaba ayudando a una nerviosísima Jennifer a ensillar su caballo. No le extrañó que llegara tarde.

Apenas puso la brida a Arena, cuando Jennifer agarró las riendas y se marchó al trote.

—Dile a Casey que estaré en el picadero.

—¿Y dónde está? —Travis llevaba más de una hora sin verla.

—Creo que en el picadero pequeño, con los poneys —la voz de Jennifer ya le llegó desde lejos.

Casey estaba junto a la barandilla, al lado de una de las mujeres que Travis pudo reconocer, pues se trataba de una de las madres de las alumnas, aunque no supo de cuál exactamente.

Molly iba a lomos de Silver, y estaban a punto de salir del picadero pequeño, recogiendo una cinta amarilla al salir.

~~9191~~

Page 92: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Le sacas un gran partido a ese poney —decía en ese momento Casey—. Lo estás naciendo de cine.

—Sí —dijo la madre—; de todas formas, ojalá hubiésemos podido encontrar un bayo.

—¿Un bayo? —Casey pareció extrañarse.

—Sí, claro; Sarah Jerome tiene ese palomino que tan bien le queda con su color de pelo. Los dos tienen un aspecto estupendo.

—Que le queda bien con el color del pelo... —repitió Casey reposadamente.

Travis pensó que lo mejor era decir algo cuanto antes.

—Bueno —dijo—, siempre le puede teñir a Molly el pelo de blanco...

Mientras la madre lo miraba con cara de pocos amigos, como si le dijera «qué listillo», se llevó a Casey agarrándola del codo.

—Jennifer está en el picadero; venga, date prisa, que llega tarde.

Habían cruzado la carretera cuando Casey volvió a abrir la boca.

—Pues si sigo otro año más en este negocio, yo no tendré que teñirme el pelo para que me haga juego con el caballo: con un año más, me habrán salido canas. Que le queda bien con el color del pelo... ¡Hay que ver! —De pronto, le dio una palmada en el hombro—. Bien dicho, chico.

El picadero era un caos. En el centro, el uno junto al otro, había colocados dos saltos. Los entrenadores estaban junto a los dos obstáculos, gritando a voz en cuello sus instrucciones, sus consejos, reproches y alabanzas, en tanto los jinetes venían en una y otra dirección, a veces salvando por los pelos un choque frontal. «¡Levanta la cabeza!», se oía cada dos por tres, y Travis sabía de sobra que eso quería decir: «¡Cuidado!» Alrededor del picadero, muchísimas personas daban vueltas calentando, al trote o al paso, mientras los caballos cabeceaban sin cesar e incluso tiraban coces cuando algún desconocido se les acercaba demasiado. Travis pensó que todo aquel follón parecía una especie de pista de coches de choque en la cual los coches fuesen los propios caballos.

—Adelanta las piernas al llegar al salto.

Travis reconoció la voz, y cayó en la cuenta de que Casey se había colado por entre la multitud para llegar a uno de los obstáculos, en el cual estaba practicando Jennifer con Arena.

—Venga, otra vez —dijo Casey—. Y no te adelantes tú al salto: que sea él el que haga el esfuerzo.

Arena salvó el obstáculo con aparente facilidad y, desde luego, con agilidad, aunque a punto estuvo de chocar contra una niña pequeña que iba a lomos de un poney negro.

Travis oyó los anuncios por megafonía.

~~9292~~

Page 93: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Beautiful Day, a la salida. El siguiente, No me olvides. El siguiente, Arena. El siguiente...

—¿Te sabes bien el recorrido? —gritó Casey, y Jennifer asintió con un movimiento de cabeza. Travis le entregó el número impreso en tela cuando salieron del picadero para plantarse junto a los demás concursantes, ante la puerta de entrada a la pista cubierta.

—Oh, muchísimas gracias —dijo Jennifer entrecortadamente, sin respiración, amarrándose las cintas alrededor de la cintura, de manera que el número, el 263, le quedase bien claro a la espalda.

—Ese primer tramo debe de ser un cinco bien fácil; déjalo que empiece a soltarse en la pista de calentamiento. La segunda diagonal interior es la parte más difícil: ahí tienes que emplearte a fondo, hasta meterlo bien en la esquina. ¿Ves? Ahí, ahí...

El bayo acababa de detenerse con dificultad, y al jinete le faltó muy poco para irse por encima, de bruces.

—Lo que pasa es que lo ha cortado en seco, sin darle la distancia adecuada. Asegúrate de meterlo bien a fondo en la esquina. Ah, Jenna: no dejes que te entre el miedo en el último sencillo. Tú sigue igual, no tienes que hacer ningún movimiento. Te dará la sensación de que no ves lo que tienes por delante, pero limítate a esperar unos instantes, ya verás cómo lo ves a tiempo. Bueno, ¿cuál es el recorrido?

—Exterior, diagonal, exterior, diagonal, sencillo.

—Eso es. Consigue que vaya como la seda... Aunque el primer tramo puede ser un seis corto si no te queda más remedio. Pero suave, ¿eh?

—Un seis corto ¿qué? —dijo Travis.

—Seis pasos. Doce pies. El paso normal de un caballo es de unos doce pies. Hay que dejarle libre seis pasos antes y seis pasos después del salto. Si la pifias, o sea, si entras demasiado deprisa o demasiado despacio, si das el salto demasiado alto o demasiado bajo y pasas por los pelos, hay que decidir sobre la marcha cómo acortar o alargar el siguiente tramo —Casey se lo dijo con la voz que empleaba para dar clases.

—Vaya —dijo Travis. Y había pensado que lo más difícil era mantenerse a lomos del caballo. No entendió cómo podía Jennifer aprenderse el recorrido con solamente ver hacerlo a otro jinete; él ni siquiera sabía cuál era el primer salto, y mucho menos sabía cuál era el orden de todos los demás. La chica del caballo bayo se detuvo en un último círculo y salió por una puerta abierta al otro extremo de la pista. Casey abrió la puerta de entrada, y Jennifer entró al trote.

—En la pista, número 263, Arena, montado por Jennifer Hailey.

Jennifer trazó un círculo, poniendo el caballo a un trote corto, y Casey se apoyó sobre la barandilla, murmurando, tan pronto empezó Jennifer su recorrido, como si fuese ella la que montaba.

~~9393~~

Page 94: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Hasta el fondo, eso es —y, cuando llegó a la valla, dijo—: Ojo, ojo, más derecha.

A Travis, en cambio, le pareció que había dado la vuelta perfectamente; por lo menos, Arena había salvado todos los obstáculos, y no se había parado en ningún sitio.

Casey salió para reunirse de inmediato con Jennifer, tan pronto llegase.

—No ha estado mal, nada mal, aunque flaqueó un poco con el segundo cambio de ritmo, y se encabritó un poco en la puerta. De todos modos, me parece que vas a tener opción a la medalla.

Jennifer asintió, sin resuello; no podía ni hablar. Sonrió a Travis, quien se fijó en que su pintura de labios estaba más brillante que de costumbre, quizá por lo pálida que se le había puesto la cara.

—En fin, siempre se me olvida respirar. Casey, espera un momento... ¿A qué hora crees que habremos terminado?

Casey hizo una pausa.

—Mira, sabes de sobra que no puedo calcular cuánto tiempo vamos a tardar.

—Perdona —dijo Jennifer—; es que esta noche tengo un recital de piano...

—Estás en el último grupo, y se trata de tu opción a la medalla, así que tú decides. Es cosa tuya —Casey desapareció, entrando de nuevo en el picadero.

Jennifer desmontó del caballo.

—Está intentando dejar de fumar, por eso está tan desabrida. Bueno, de todos modos hemos hecho una buena primera ronda, ¿eh, pequeño? —dio unas palmaditas a Arena en el cuello—. Buen chico, eso es. Buen chico, sí.

Travis hizo una mueca. Le extrañó que los caballos no se pusieran a vomitar.

—Te ha salido muy bien, cariño —una mujer ya mayor, con vaqueros y cazadora, se había detenido al lado de Jennifer—. Pero que muy bien, de veras.

Jennifer se estremeció.

—Gracias, gracias, señora Kencaide. Me alegro de haber terminado. Y es que yo no soy como Casey: a mí me entra muchísimo miedo antes de salir a la pista.

—Entonces, pequeña, ¿por qué lo haces? —dijo la mujer.

Jennifer abrió la boca, como si fuese a contestar, pero se calló. Resultó evidente que no tenía preparada una buena respuesta, que nunca se le había ocurrido pensar en tal cosa.

~~9494~~

Page 95: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Tú debes de ser el nuevo mozo de cuadra de Katherine.

A Travis todavía le hacía sentirse inquieto la palabra «mozo de cuadra»; no estaba acostumbrado, y no sabía cuál era exactamente su sentido.

—Eeh... Bueno, yo trabajo para Casey Kencaide.

—En efecto. Casey viene de las iniciales, Katherine Caroline1. Yo soy su madre.

Vaya, así que de ahí había sacado su nombre. Qué sencillo.

—Me alegro de conocerla —se apresuró a decir. Decidió que se portaría con ella con toda la amabilidad que pudiera: había aprendido por Ken y por Teresa que era muy sencillo conseguir que cualquiera empezase a hablar de su hijo... o de su hija, en este caso. Ahora ya sabía cuál era su verdadero nombre. A saber qué más podía descubrir—. Tengo que marcharme, ya la veré más tarde —dijo cuando oyó que Amber le llamaba, preparada con la brida de su caballo.

La competición no podía ir a un ritmo más lento. A Travis le dio la sensación de que pasaban varias horas sin tener nada que hacer, a no ser que se pusiera a enredar en los establos, se sentase en las gradas a ver las actuaciones de los demás concursantes (cosa que le aburría pasados diez minutos); podía saber si un jinete se caía del caballo, o si el caballo rehusaba dar un salto, pero por lo demás no tenía ni idea de lo que podrían estar anotando los jueces.

Casey no estaba quieta ni un momento, yendo de un picadero a otro: los poneys, con sus saltos de menor envergadura, actuaban en el picadero más pequeño, mientras que los jinetes más expertos, con sus potros y sus caballos, actuaban en la pista cubierta; si no, no paraba de dar instrucciones a sus alumnas, o bien paseaba con los demás entrenadores, comparando a los jinetes y a los caballos.

Travis vio que Kelsey salía de la pista después que hubiese sonado el silbato que anunciaba la descalificación de los concursantes, tapándose las manos con la cara, murmurando: «Dios mío, Dios mío, qué vergüenza.» Por otra parte, el poney negro de Amber rehusó tres veces saltar un obstáculo, con lo cual tuvo que salir de la pista; la señora mayor, Mary, hizo un recorrido perfecto, tras lo cual se ganó el pase a la ronda siguiente.

—Las chicas son más ágiles, más valientes —oyó comentar a Casey—, pero los jinetes mayores saben pensar.

Aparte de eso, oyó algo más. Se agachó en una zona de los establos para buscar las espuelas de Amber. Casey estaba a su lado, sólo que

1 Las iniciales «K. C.» suenan en inglés prácticamente igual que el nombre de «Casey». (N. del T.)

~~9595~~

Page 96: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

oculta por las cortinas, cepillando el potro con el que iba a concursar, y en ese momento oyó que alguien le decía:

—Dios santo, Casey, ¿de dónde has sacado a ese mozo? Está como un pan...

—Es el sobrino de Ken Harris. Al principio no podía entender cómo es posible que un tío con tanta clase como Ken tuviese un pariente tan barriobajero, tan «punk», pero la verdad es que es un tío bien majo. Y se le dan bastante bien los caballos.

—Pues ándate con ojo. Me parece que algunas de las chicas están pensando en secuestrarlo. Por cierto, ¿ése es tu potro?

Travis no se quedó a oír nada más. Entró en el servicio de caballeros y se quedó mirándose, perplejo, en el espejo, un espejo resquebrajado y sucio.

Barriobajero y «punk». Tenía que haberse vuelto loca. Él tenía el pelo demasiado largo para parecer un «punk». Claro que todos aquellos palurdos de por allí seguramente no habían visto a un verdadero «punk» en toda su vida. Y ¿barriobajero?

De pronto se acordó de otra cosa, de cuando Ken le dijo: «Perdona, chico, pero no me habías dado la impresión de que supieses escribir ni una frase subordinada.» Y se acordó de cuando la señorita Carmichael le dijo que no podía creerse que hubiese escrito aquel libro. Por si fuera poco, la semana pasada, en clase de lengua, la profesora le había obligado a quedarse después de que se marcharan los demás. «La actitud que demuestras me está empezando a fastidiar», le había dicho. «Y he pensado que seguramente te gustaría saber cómo puntúa la actitud en mis clases.»

Se había quedado de una pieza, aturdido. ¿De qué actitud le estaba hablando?

«¿Por qué? ¿Qué es lo que hago que le fastidie tanto?», había preguntado. Desde luego, no era de los que hablaban en clase: no solía hablar gran cosa en toda la escuela.

«Pues está bien claro: llegas, te repantingas en el asiento y te pones a mirarlo todo con esa mueca burlona en la cara. Si sigues así, te van a bajar tanto las calificaciones que te voy a suspender.»

«¿Que me va a suspender? Qué problema...» Cuando Travis le dijo eso, la profesora le había mandado al despacho del director. Aquella señora debía estar de la olla.

Allí, en el servicio de caballeros, volvió a pensar en la curiosa impresión que causaba sin querer en toda aquella gente del campo. Barriobajero y «punk». ¿Era eso lo que todos pensaban de él?

Siguió mirándose en el espejo, entristecido, y notó una oleada de nostalgia que casi se lo lleva por delante. Allá, en cambio, siempre había quedado bien con quien de veras le importaba...

~~9696~~

Page 97: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Se aseguró de conseguir un asiento al lado de la madre de Casey cuando a ella le tocara concursar.

—¿Se pone nerviosa cuando le toca saltar a Casey? —le preguntó. Poco antes, la madre de una de las pequeñas que concursaban en el apartado de poneys se había puesto histérica al caerse su hija del caballo y quedarse sin aliento.

—No, no qué va. La vida es demasiado corta para preocuparse por esas naderías.

La señora Kencaide parecía mayor de lo que era en realidad, por estar muy morena y muy curtida por el aire del campo; llevaba el cabello castaño y corto, peinado como muchas mujeres de su edad, como si en un momento determinado hubiesen dado con el peinado perfecto y ya nunca más se hubiesen parado a pensar en la posibilidad de cambiarlo. La madre de Travis llevaba el cabello casi exactamente igual.

Encendió un cigarrillo, y a Travis de pronto le horrorizó darse cuenta de que todas las arrugas que tenía alrededor de la boca eran debidas a la fuerza con que inhalaba el humo del tabaco.

Por vez primera en tres años se paró a pensar en la posibilidad de dejar de fumar.

—No, qué va: yo también he participado en estos concursos, y siempre había dado por hecho que a Katherine le gustaría el rodeo. Un buen día, mi hermano nos llevó al Show de Cría Caballar, creo que Katherine tendría unos once años, y vimos las pruebas de saltos. Y ella me dijo: «Mamá, mamá, tengo que aprender a hacer eso.» Y yo le dije que ya veríamos, que seguramente habría una forma de que lo intentase, porque me di cuenta de que Katherine había tomado la decisión de dedicarse a esto fuera como fuese.

Hizo una pausa. A Travis le había costado bastante esfuerzo entender su acento: sonaba a música «country», y eso era algo que no podía soportar.

—Entonces, ¿qué hizo? ¿Empezó a dar clases?

—Perdona, chico; estaba mirando esa ronda. Esos son los caballos que me gustan. ¿Ves? Ése es más veloz que un gato. Algunos de esos pura sangres, tan flacuchos, parecen caballos de tiro. Ah, bueno, sí: como no podía pagarle unas clases en condiciones, hablé con mi hermano, que es tratante de ganado y a veces subasta caballos, y anduvo por ahí preguntando por entrenadores de saltos, y se enteró de que esa señora, Jessie Quincy, era por lo visto la mejor. Así que llevé a Katherine a donde esa señora, y Katherine intentó convencerla para que le diera clases a cambio de su trabajo; por lo visto, la buena señora ya lo había hecho con alguna que otra chica, y había funcionado, aunque a veces era un fracaso. Además, nunca había tenido una alumna como Casey, que aparte de montar a caballo se encargase de los establos. Y es que cuando tuvo dieciséis años ya le pagaban por montar, ya era profesora también ella.

~~9797~~

Page 98: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Hará cosa de un año más o menos que se hizo profesional, y más o menos entonces me dijo mi hermano que Ken Harris estaba buscando a alguien para alquilarle los establos. Había un potro salvaje bastante loco en Círculo J, los establos de caballos de carreras, y por lo visto no paraba de saltarse las vallas y de escaparse. Un caballo muy rápido, dijo mi hermano, pero tan loco que ninguno de los jinetes tenía ganas de liarse con él. El propietario, por lo visto, estaba dispuesto a sacrificarlo. Cuando vino Casey de verlo, me dijo «Mamá, ése es el que quiero».

—¿Qué? —preguntó Travis.

Se fijó en que la señora Kencaide estaba mirando la puerta de entrada a la pista, por donde estaba Casey montada en el bayo.

Le costó unos segundos reconocerla; antes llevaba una camisa blanca y una sudadera por encima, para que no se le ensuciara. En ese momento la vio con una casaca gris oscuro, con gorra de montar de terciopelo negro; llevaba sus largas piernas enfundadas en unas botas negras que le llegaban hasta la rodilla. Parecía una elegante damisela de paseo por Park Avenue. Y era la primera vez que la veía con los labios pintados de carmín.

—En la pista, Casey Kencaide sobre Secret Sam.

Todos los caballos tenían un nombre de cuadra, el nombre por el cual los llamaba el que los conociera bien, y un nombre con el cual se inscribían en las competiciones. A Travis aquello le parecía una bobada. A Secret Sam le llamaban Stinker en el establo.

Casey trazó un amplio círculo a manera de calentamiento, haciendo trotar al bayo en torno a varios de los obstáculos. Stinker era un caballo remolón, casi inofensivo cuando corría en el llano, pero se ponía muy nervioso cuando se trataba de saltar; Travis se dio cuenta de que Casey estaba dejándole que viera de cerca los obstáculos que tendría que salvar. Lo dejó trotar más suelto al embocar el primer salto, luego lo retuvo cuando intentó esquivar el segundo... Hizo un rehuso ante la pared de ladrillo rojo, pero Casey lo obligó a dar la vuelta y a retomar el salto, para acabar la prueba.

Se oyeron los aplausos en las gradas; Casey salió de la pista mirando solamente a su madre, y sonriéndole.

—Ésa es mi chica —dijo la señora Kencaide—. Supe desde el principio que tenía madera de cachorro de león.

Travis sintió un súbito aguijonazo de envidia, mezclado con una cierta nostalgia, pues al tiempo echó de menos a su propia madre y se sintió disgustado por haber sentido eso. Se fue de las gradas apresuradamente.

«¿Por qué tendrá que ser precisamente ella la única persona a la que le cae bien su madre?», pensó amargamente al tomar de las riendas a Stinker.

—Paséalo hasta que se enfríe, y después le quitas la silla —dijo Casey.

~~9898~~

Page 99: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Era la primera persona que salía de la pista respirando con normalidad.

—Yo le habría zurrado por rehusar de esa manera.

—Aún no ha saltado lo suficiente, y todavía no sabe si le gusta. Estoy empeñada en que le guste. En fin, espero que Amber esté en el picadero.

Casey echó a correr y Travis recogió los estribos de Stinker, para no golpearse con ellos.

—Si quieres, ya lo paseo yo hasta que se enfríe —era Kelsey.

—No, me toca hacerlo a mí; es mi trabajo —le espetó Travis. Vagamente se había dado cuenta de que a Kelsey le gustaba, así como se había dado cuenta de la suave conmoción que su presencia estaba causando en la reunión caballar. En una reunión así, eran muy pocos los varones. Sin embargo, estaba harto de chicas. Si al menos pudiera pasar una noche, una sola noche de juerga por ahí, con sus amiguetes, tomándose solamente unas pocas cervezas, de paseo, y hablando, lo que se dice hablando de verdad...

Notó que algo se le aferraba a la pierna; pensó de inmediato en algún perro enloquecido, pero descubrió que era Christopher.

—Eh —le dijo—, no vayas a asustar al caballo...

—No has dicho hola —Chris le miró a la cara con los oscuros ojos de Teresa—. Nosotros ya hemos dicho hola.

—Chico, ¿de verdad te pasas la mitad del tiempo colgado en el espacio exterior, o qué?

Travis se percató de que Ken estaba delante de él, intentando llamarle la atención.

—Pues ¿qué pasa? —dijo por fin.

—Hemos ido al peluquero.

«No hace falta que lo digas», pensó Travis. Y es que un corte de pelo, bueno, no debería ser tan drástico. Por un instante notó que le invadía el pánico, y se preguntó a qué peluquero iría él por allí. Tendría que encontrar uno más razonable...

—Ah, y ha llamado tu madre. Ha dicho que firmará el contrato. Quiere que la llames más tarde.

—Ah —entonces, ¡había ganado! ¡Le había ganado a Stan por la mano!—. Estupendo.

—¡Yuujuu! —se les acercó un tío más o menos de la edad de Ken, que llevaba a una niña cogida de la mano. No hacía más que mirar a las chicas—. Esto es el paraíso, chico.

«Qué viejo verde», pensó Travis.

—Mi amigo, Steve Slade —dijo Ken—. Steve, éste es Travis, mi sobrino.

~~9999~~

Page 100: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—¿El famoso escritor? —dijo Steve al darle la mano. Travis miró a Ken, que se encogió de hombros.

—Pues ya ves, he fanfarroneado un poco por ahí.

A Travis le entraron ganas de reírse a carcajadas. De pronto, todo le pareció más luminoso.

—¿Y qué hay?

—Los padres solteros nos vamos a comernos una pizza y a ver el fútbol, y que los críos se maten el uno al otro.

Travis sintió momentáneamente el deseo de ir con ellos. Joder, estar un rato con un par de tíos de verdad...

—Papá —dijo la niña de pronto—, quiero un poney.

—Claro, cariño, claro —dijo Steve—. Bueno, ya veremos.

—Tengo que tener un poney —insistió la niña. Ken y Steve se echaron a reír.

Travis observó cómo miraba la niña a los poneys, y se dio cuenta de que Steve no debería reírse.

—¿Así que vas a firmar el contrato?

No se había propuesto decirlo de manera tan cortante; el día que había pasado en la competición había acabado con él. Se había perdido la ronda de Casey a lomos de Estrella (por lo visto, alguna diferencia había entre una ronda «de saltos» y una ronda «de caza», que era lo que hizo con Estrella, pero él no había llegado a entenderlo del todo), porque tuvo que ayudar a Amber a ensillar su monta, y además resultó que llegó tarde a su ronda.

Y Estrella había clavado los frenos ante una tapia de metro y medio, con lo cual Casey se fue de cabeza y se dio de lleno contra el obstáculo. Travis estaba seguro de que se había tenido que romper alguna costilla, pero ella se negó a ir a que la atendieran, y de hecho se echó a reír a carcajadas cuando él le sugirió que no montase al día siguiente.

Así que aun cuando le alegró hablar con su madre, aparte de estar muy excitado por lo del contrato, le costaba trabajo dejar de pensar en la competición. Era como si la mente se le hubiese convertido en un columpio: a veces era el libro lo que estaba en lo más alto, y todo lo demás desaparecía, y a veces lo que estaba en lo más alto era, en cambio, Casey y todos los malditos caballos; y a veces el columpio subía y bajaba a toda velocidad y le entraba un cierto mareo.

—Sí, voy a firmar, cariño. Tienes razón, el libro lo has escrito tú solo...

—¿Y cómo se lo va a tomar Stan? —preguntó de pronto—. ¿No le habrá dado por zurrarte, eh?

~~100100~~

Page 101: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Oh, no, no, de ninguna manera. Stan no me ha zurrado nunca. ¿De dónde has sacado semejante idea?

«¿Estás loca, o qué?», pensó Travis, y le entraron ganas de gritárselo a la cara.

—Debe de ser cosa de mi viva imaginación de escritor —dijo en cambio.

—Cariño, sabes de sobra que aparte de aquellas dos veces en que él estaba en paro y yo lo torturaba por lo del trabajo, Stan no me ha pegado nunca —Travis no dijo nada, y ella añadió—: Y con qué te hubieras portado medio bien con él, tampoco a ti te habría pegado.

Le pareció que estaba llorando, o a punto de echarse a llorar. Travis cerró los ojos. Así aprendería a llamar a casa.

—Eh, ¿qué tal le va a Joe? —dijo por cambiar de tema.

—No sé, últimamente no ha venido por aquí —suspiró—. ¿Qué tal el gato?

El gato. Travis se dio cuenta, de pronto, de que Motorboat tampoco se había dejado ver demasiado últimamente.

—Pasa mucho tiempo en los establos, allí hay ratones de sobra.

Era cierto que Motorboat había empezado a obsesionarse con los ratones; Travis ya no conseguía llamarle la atención. Además, era como si el gato se hubiese enamorado de Silver: desde el portón le saltaba al lomo, y allí se acurrucaba, feliz, ronroneando como un taladro eléctrico. Se sentaba en el pesebre del poney mientras éste comía, y se rebozaba en el polvo, donde los obstáculos, por lo visto sin pensar jamás que el caballo podría pisotearlo. Y Travis acababa de darse cuenta de que había estado tan preocupado que ni siquiera se había dado cuenta.

—Vaya, pues me alegro de que se gane el sustento.

—Eh —dijo Travis acaloradamente—. Yo también estoy trabajando, y le paso a Ken algún dinero.

—Cariño, no quería decir...

De pronto, Travis se avergonzó. Su madre le había plantado cara a Stan. Probablemente había tonteado un poco con él cuando era pequeño, igual que tonteaban Ken y Teresa con Chris.

—Oye: muchísimas gracias, ¿vale?

—Cariño...

—Tengo que colgar. Le diré a la señorita Carmichael que te envíe el contrato. Adiós.

El libro. El libro. ¡Iba a publicar el libro!

Se tendió en la cama, tan cansado que no pudo dormirse, o tal vez no pudo por la excitación que había vuelto a producirle el libro, o por la preocupación de que Casey fuese a montar a Estrella al día siguiente.

~~101101~~

Page 102: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Puso una cinta de Springsteen, bajó el volumen. De pronto, y con gran intensidad, echó de menos al gato.

~~102102~~

Page 103: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Capítulo 11Capítulo 11

Descubrió cuál era la diferencia entre saltadores y cazadores. A los cazadores se les juzgaba por la forma, la suavidad, la corrección de sus movimientos. A los saltadores se les juzgaba solamente por dos factores: que saltasen los obstáculos y que hicieran deprisa el recorrido.

No hace falta ser demasiado listo para adivinar cuál es la más peligrosa de las modalidades.

A la mañana siguiente, la competición iba a empezar por el concurso de saltos. Solamente estaban inscritos siete jinetes, seis de los cuales eran entrenadores profesionales. Después de las enormes rondas de cazadores del día anterior —en la ronda de Jennifer, por ejemplo, participaron treinta concursantes—, a Travis aquello no le pareció buena señal. No eran muchos los que fuesen lo suficientemente buenos, o valientes, para atreverse a intentarlo.

A eso de las siete ya había dado de comer y de beber a los caballos, y había limpiado la mayor parte de los establos. Se acercó a la pista cubierta a ver cómo instalaban los obstáculos del recorrido, y no le quedó más remedio que echar una mano. Le tocó llevar palos de un lado a otro, mientras se tomaban las medidas de las distancias y las alturas y se discutía por cada milímetro.

Aquellos obstáculos eran bien altos. No dejaba de ser gracioso que, cuando uno va a caballo, los saltos parecen mucho más altos que cuando está de pie en el suelo. De eso se había dado cuenta allá en el establo, cuando Jennifer y Kelsey intentaron convencerle de que montara y diera un paseo alrededor del picadero. Le sorprendió cuánto más grandes parecían desde el caballo. Mientras estuvo a lomos del animal, tuvo en todo momento muchísimo miedo de que al caballo le diera la venada, de pronto y sin previo aviso, de ponerse a saltar.

—¿Monta Casey esta mañana? —preguntó uno de los instaladores. La mayor parte eran padres o hermanos de las concursantes—. Me han dicho que ayer se dio una buena costalada.

—Sí, sí que monta —dijo Travis.

—El caballo gris, ése que tiene, es de lo peorcito que he visto.

—Sí, pero si consigue tranquilizarlo, será muy difícil de batir —dijo algún otro.

~~103103~~

Page 104: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Es un precioso animal.

—A mí me gusta el bayo que tiene Jessie. Es precioso y, además, no está loco.

—Bueno, ya sabrás que el caballo que ganó esta ronda la vez anterior fue ese ruano impresentable que tiene Pete Wheeler. Aquí, la estampa no cuenta para nada.

Cuando hubieron terminado de montar el recorrido, Travis volvió a los establos. Aquello estaba relativamente en calma; la tarde anterior, el espectáculo se había prolongado más de lo previsto, por lo cual no había muchos espectadores a hora tan temprana. Casey había amarrado a Estrella en medio del pasillo, y lo había secado con un trapo limpio, para sacarle brillo. Con las crines trenzadas, cepillado, lustroso, con el pelaje reluciente como si fuese seda plateada, Estrella estaba inmóvil, sus ojos oscuros fijos en un punto que solamente él alcanzaba a ver. «Un universo paralelo», pensó Travis, acordándose de pronto de uno de los términos de la ciencia ficción. Era como si el cuerpo de Estrella estuviese en una dimensión y su mente en otra muy diferente.

«Tal vez, después de todo, fuese un extraterrestre», pensó Travis a medias en broma, a medias en serio. Después de todo, nadie ha dicho que los extraterrestres no puedan ser caballos. Tal vez por eso mismo todo el mundo se sentía tan inquieto en su presencia; tal vez por eso mismo aquel hermoso animal le metía al más pintado el miedo en el cuerpo.

—Eh, chico —Casey tiró un trapo sobre una de las sillas, apoyadas contra la pared en la que descansaban las sillas de montar—. ¿Me puedes traer mi silla de montar?

—Me llamo Travis, no «chico» —dijo él, mosqueado muy a menudo porque ella se dirigiese a él de semejante forma. Sólo le llevaba dos años... no era edad suficiente para que se comportase como si fuese su madre.

—Perdona, lo siento —no pareció que lo sintiera. De todos modos, cuando estuvo apretando el correaje de la silla, Travis se dio cuenta de que era la primera vez que alguien le ensillaba el caballo.

—Me juego cualquier cosa a que no puedes levantar tú sola la silla —le acusó—. Ayer tuviste que romperte por lo menos un par de costillas.

Ella se encogió de hombros.

—Qué va. Lo que pasa es que tengo que sacarte lo que mi dinero me cuesta.

Comprobó el correaje antes de poner la brida. Travis le sujetó a Estrella, que empezaba a caracolear, a soltar pisotones, mientras Casey se quitaba su chaqueta azul marino, se ponía la casaca gris de montar, se pintaba los labios rápidamente, sin mirarse al espejo, y se metía el cabello por dentro de la gorra de terciopelo.

~~104104~~

Page 105: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Échame una mano, por favor —Casey se había plantado junto al caballo, con un pie en alto.

—Antes no te hacía falta que nadie te echase una mano —dijo él sujetándola de la bota y aupándola. Siempre había sido capaz de montar de un salto, apoyándose en el estribo; Travis pensó que ése era un gesto que se le había quedado de sus tiempos de vaquera. Se imaginó perfectamente a Casey vestida de vaquera. Se la imaginó como si la estuviera viendo.

—Deja de decirme bobadas, gallina —le dio un golpecito en la cabeza, con la fusta, al tiempo que ponía a Estrella al paso.

—Cepilla a Arena —le gritó por encima del hombro—. Jennifer participa en la primera ronda, y ya sabes cómo es.

«Eso está hecho», pensó Travis, y fue corriendo al picadero.

Casey hizo caminar a Estrella alrededor de la pista, dos veces en cada sentido; luego lo puso a trotar un par de veces, y a un trote más corto le obligó a trazar unos círculos.

—Chico, hay que ver qué bien lo lleva en llano —dijo una de las chicas que la miraban desde las gradas—. Si pudiese conseguir que no se vuelva loco cuando se pone a saltar.

—Jesse dice que ese caballo nunca será un buen saltador, porque en la pista no escucha nada.

Travis se dio cuenta de que quiso decir que «no presta atención». «No fastidies», se dijo. «Si no la escucha, Casey le gritará más fuerte, y punto.»

Estrella resoplaba, jadeando casi, al ritmo de su propio paso. Casey lo hizo salvar el obstáculo de práctica un par de veces, una en cada sentido, y luego salió al trote del picadero.

—Eh —Travis llegó corriendo a su lado—. ¿Ése es todo el calentamiento que vas a hacer?

Casey estaba mirando la pista.

—Creí haberte dicho que cepillaras a Arena.

—Pues despídeme. ¿De veras que no te hace falta calentar un poco más? —se apartó para esquivar el caracoleo de Estrella, que movía los cascos como si estuviese bailando.

A Casey le relucía la cara. Era como la chica que se ha salido con el mejor partido para el baile de gala.

—He pensado que esta vez prefiero cogerlo un poco por sorpresa. Ábreme la puerta, chi... Digo Travis, ¿quieres?

«Le ha tocado entrar la primera en la pista», pensó Travis, al tiempo que abría la puerta. «Ni siquiera va a poder ver cómo se hace el

~~105105~~

Page 106: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

recorrido, maldita sea, y además resulta que todo el mundo se cree que el loco es el caballo. Si la conocieran un poco...»

—En la pista, Estrella, montado por Casey Kencaide.

Travis se preguntó si la sesión de calentamiento no habría sido tan breve precisamente porque a ella le dolía demasiado, y algo en su manera de sentarse después del primer salto le convenció de que estaba en lo cierto. Por lo menos tendría que haberse puesto un vendaje en las costillas, joder... Estrella se encabritó al llegar a la esquina, y Casey lo obligó a levantar la cabeza para lanzarlo a toda máquina contra una vertical de metro y medio, que salvó más que de sobra, mientras los escasos espectadores que había en las gradas contenían la respiración. El siguiente obstáculo eran unos troncos de poco más de un metro de alto y otro tanto de acho; Estrella se aplastó como un gato en pleno salto para salvarlo limpiamente. Saltó como un dardo arriba y abajo al salvar el triple del final, y Casey tuvo que hacerle dar un par de vueltas antes de calmarlo y ponerlo al trote.

Travis echó a correr a la puerta de salida.

—Bueno, ahora ya sabemos que sí sabe saltar.

Cuando oyó a Casey decir esto y reír, se dio cuenta de que había hecho el recorrido limpiamente; si alguien más consiguiera salvar los obstáculos limpiamente, tendría que repetirlo para conseguir el mejor tiempo.

—Bien —dijo él mientras ella desmontaba, con una disimulada mueca de dolor.

—¿Bien qué? —jadeaba, como si le hiciese daño al respirar—. Ten, enfríalo un poco mientras yo miro las otras dos siguientes rondas.

—Voy a buscar una enfermera —sabía que por allí cerca tenía que haber una, en el puesto de primeros auxilios.

—No señor —dijo ella en seco.

Se marchó caminando mientras recibía una nube de felicitaciones, y Travis no le quitó ojo de encima hasta que le sobresaltó un agudo dolor en el brazo.

El maldito caballo acababa de morderle.

Y a Travis le cabreó más aún darse cuenta de que le daba miedo devolverle el golpe, soltarle un golpe en pleno morro, con las riendas, tal como habría hecho con cualquier otro caballo.

—Venga, vámonos —tiró de las riendas, con cuidado de no acercarse. Le dolía el brazo por el bocado; su chupa de cuero le había salvado de un buen desgarrón. Hizo pasear a Estrella de un lado a otro, escuchando los alaridos del público mientras los concursantes saltaban limpiamente o derribaban un obstáculo.

Poco a poco iba llegando más gente; aquello volvía a llenarse de madres histéricas y de chiquillas que no paraban de chillar.

~~106106~~

Page 107: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—¡Travis! ¡Travis!

Jennifer y Kelsey llegaron a la carrera.

—¿Qué tal Casey?

—Recorrido limpio.

Se abrazaron la una a la otra y se pusieron a saltar y a chillar, como un par de subnormales.

—¿Han empezado ya el recorrido de eliminación?

—No, me parece que ése es el último de los caballos concursantes.

Y, a juzgar por los aplausos, había sido otro recorrido limpio.

—Mejor será que ensilles —le dijo a Jennifer. No podía consentir que Casey se cabrease más aún: que se hubiese saltado la última ronda de la tarde anterior, para acudir a su recital de piano, le había cabreado a más no poder.

—¡Ya está! —dijo Jennifer—. El caballo está limpio y ensillado, y yo ya estoy vestida y lista para empezar.

—Anda —dijo Kelsey—, si estás sangrando.

Travis se miró la mano, sin sorprenderse al ver un hilillo de sangre por debajo de la manga.

—Me he llevado un buen bocado.

—Chico, Casey se pone hecha una furia en las competiciones, ¿eh? —dijo Kelsey tomándole el pelo. Travis la miró con el ceño fruncido. Había ciertas cosas que ya no tenían ninguna gracia.

De pronto llegó Casey, bajando los estribos de Estrella.

—¿Cuántos han pasado limpios?

—Tres.

—¿Cuándo te toca?

—La primera.

—Oh, Casey, no... —gimoteó Jennifer.

Casey se echó a reír.

—Tú mira y verás.

Travis la ayudó a montar, y ella se marchó al trote hacia el picadero.

—Jennifer, como llegues tarde... —le dijo por encima del hombro.

Los tres fueron corriendo a las gradas, a coger un buen sitio.

—¿Qué tiene de malo que sea la primera? —preguntó Travis. Él se había alegrado de que fuese la primera, pues eso quería decir que iba a terminar enseguida.

~~107107~~

Page 108: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—¿De malo? Todo. No te queda más remedio que hacer el mejor tiempo que puedas, ya que no puedes saber cómo van a hacerlo los demás. No tienes ninguna referencia. Hay veces en que el último concursante sabe que lo único que tiene que hacer es pasar limpiamente los obstáculos; en cambio, el primero tiene que ir a por todas, tiene que hacer recorrido limpio y... rápido, claro.

Travis miraba sin ver a los instaladores, que retiraban alguno de los obstáculos, añadían altura a otros y, en definitiva, dejaban un recorrido más corto, más apretado, más alto.

—Me parece que ayer se rompió alguna costilla —dijo.

—Bah, eso no es nada —dijo Kelsey—. Hace dos años estuvo todo el día cabalgando con un brazo en cabestrillo, y salió campeona.

—Estrella, a la pista.

Estrella entró trotando de costado; Casey lo llevaba sujeto como si fuese un muelle a punto de dispararse. Sonó el timbre y Estrella se lanzó al galope, como la cabeza de una serpiente de cascabel en el momento de atacar.

Era un error, un completo error. Travis llevaba semanas enteras viendo aquello, y sabía que nadie era capaz de saltar a semejante velocidad: el caballo iba a incrustarse contra las vallas del obstáculo. Nadie era capaz de hacer esos giros, pivotando en dos pasos delante de los saltos, girando en el aire, como un gato, cambiando de dirección como una pelota de tenis, sin frenar...

Casey, con el primer esfuerzo que de verdad llamó la atención de Travis, hizo detenerse a Estrella a tiempo, para que no saltase la puerta de salida.

Habían terminado, y sin rozar un solo obstáculo.

El público se había quedado helado.

—¡Así se hace, Casey! —gritó de pronto Kelsey, y siguió una andanada de aplausos. Por norma general, cada establo animaba a sus propios jinetes; aquella era la primera vez que Travis veía a todo el público en pie, aplaudiendo a rabiar.

—Tiempo de Estrella: diecinueve segundos con noventa y siete centésimas.

—Así aprenderé a no competir contra una jinete experta, que antes compitió en carreras —dijo una voz a espaldas de Travis.

Se dio la vuelta, y vio que los dos jinetes que aún quedaban en concurso, un hombre de unos treinta años y una chica de cuyo caballo se rumoreaba que le había costado cincuenta mil dólares, seguían sentados meneando la cabeza.

—Bien, pues yo no pienso partirme el cuello, ni destrozar a mi caballo —dijo el hombre. Hizo el recorrido en veintiséis segundos, derribando un

~~108108~~

Page 109: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

obstáculo. La chica sí que hizo todo lo que pudo; se la vio muy sorprendida al enterarse, por megafonía, de que había hecho veintitrés segundos. Hasta que no hubo terminado, Travis no se dio cuenta de que estaba sujeto a la barandilla con tanta fuerza que le habían empezado a doler las dos manos.

—El primer puesto es para Estrella, montado por Casey Kencaide, propiedad de Casey Kencaide —tronaron los altavoces. Casey, a pie, llevó la brida a Estrella hasta el centro de la pista, para recoger la cinta y la copa de plata. Recibió los trofeos con una vaga sonrisa... como el rey de un ejército conquistador que, al recoger el cetro, aún recuerda los avatares de la batalla.

Travis se unió a los aplausos, y se marchó como un sonámbulo a la puerta de salida, en compañía de las chicas, que no cesaban de hablar.

—¡Casey, has estado de maravilla!

—¡Enhorabuena!

—Una gran actuación, ya lo creo que sí.

—Gracias —Casey sonreía ante cada felicitación.

—Déjame que lo enfríe yo —le pidió Kelsey. Casey le entregó las riendas y la chica se marchó con el caballo, más contenta que si fuese con su estrella del rock preferida.

—Ve a calentar a Arena mientras me cambio —dijo Casey a Jennifer. Travis sostuvo la cinta y la copa mientras ella se quitaba la gorra. Con ella perdió alguna horquilla, y el cabello, reluciente, entre dorado y castaño, le cayó sobre la espalda—. Date prisa.

Jennifer se fue corriendo. Travis siguió a Casey al establo; después que se hubo desembarazado a duras penas de la casaca de montar, la apretó contra la pared y la besó. Nunca le había dicho «te quiero» a nadie, pero en ese momento estaba diciéndolo.

Cuando la soltó, ella le miró fijamente a los ojos. Con calma. No estaba enfadada, ni siquiera sorprendida.

—¿A qué viene todo esto?

—Ya lo sabes —dijo él, súbitamente convencido de que ella, en efecto, lo sabía. Había algo entre ellos dos. Sintió bajo sus manos la fuerza y la calidez de su cuerpo; de pronto la deseó desesperadamente. Así. Fuerte, cálida, valiente...

Algo que probablemente no era más que la máscara de cortesía que se ponía ante los padres de las alumnas se le cayó de la cara.

—Jennifer es un encanto de chica —dijo—. Seguramente podrá hacer un hueco en sus ocupaciones para tener un buen novio.

—Ni se te ocurra —dijo Travis. Se moriría si ella decidiese darle la espalda en ese momento. Le aterrorizó pensar que, a lo peor, lo había echado todo a perder—. Dime que no hay nada entre nosotros —la retó.

~~109109~~

Page 110: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—De acuerdo —dijo Casey—. Me gustas. Eres... valiente.

—Valiente, sí —dijo Travis sin fijarse—. Por algo maté a la serpiente —se había dado cuenta de que a ella le gustaba. Antes no había llegado tan lejos; tan sólo creyó que había entre los dos un extraño lazo, un destino, algo.

—La serpiente, no fastidies. Eso podía haberlo hecho cualquiera. No, viniste al establo y me ayudaste a limpiarlo todo, mientras que yo casi me esperaba que ya no iba a volver a verte nunca más. No te ha dado miedo preguntar las cosas cuando no las sabías... Me gustas, me gustas mucho —hizo una pausa—. Resulta que la gente se pasa la vida preguntándome «¿Cómo?», y llegas tú sin avisar y ya te sabes el «por qué» —se soltó de sus brazos, mirándole cara a cara—. Además, ya has visto lo que acabo de hacer. Eso no ha sido sólo ser valiente durante diecinueve segundos. Ha sido ser valiente hace un año, cuando tuve que montarlo con ayuda de dos personas que me lo sujetaran. Ha sido ser valiente y gastarme el dinero que no tengo en unas lecciones de doma. Ha sido ser valiente a todas horas, y pasarme todo mi tiempo cabalgando, en vez de ir al cine, ir a tomar una pizza o... darme un revolcón en el heno con vete a saber quién. ¿No te das cuenta de que han sido muchos los costalazos? Ha sido... ha sido...

—Ha sido arte —dijo Travis.

Ella entornó los ojos, como Motorboat delante de una ratonera.

—¿Cómo es posible que sepas todo eso? Sabes de mí algunas cosas que ni siquiera sabe mi madre.

Él se limitó a adelantarse y a besarla otra vez, suavemente.

—Entre nosotros, será mucho más que un revolcón en el heno.

—Ya lo sé —dijo Casey—. Y eso es lo que me da miedo.

Travis retrocedió, a sabiendas de que, si la presionase, podría perderla.

El arrepentimiento de su voz al decir que no le supo mucho mejor que cualquier sí que hubiese oído antes.

~~110110~~

Page 111: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Capítulo 12Capítulo 12

Hizo su primera entrevista para la televisión, que no fue por cierto un gran éxito. Steve Slade, el amigo de Ken, era director de una cadena de televisión local, y le pidió que apareciese en las noticias de las doce. No iba a ser una entrevista muy larga, tan sólo un par de minutos. Tampoco iban a hacerle preguntas en profundidad. Nada, pan comido.

Travis dijo que sí. Tampoco estaba muy seguro de lo que quería decir «en profundidad», pero pensó que un par de minutos no podrían ser demasiado difíciles. Además, más le valía ir acostumbrándose.

Ken fue a recogerle a la escuela, y lo llevó a los estudios de televisión.

—De todos modos, tengo que ir a ver a un agente de la propiedad.

Travis intentaba acertar con la ropa que debería ponerse; le costó bastante asimilar lo que acababa de decirle Ken.

—¿Para qué tienes que ir a ver a un agente de la propiedad?

—Voy a vender el rancho y a buscar una casa en la ciudad.

—¿Y Casey? —Aquello le rebotó por el cerebro y se le salió por la boca sin que pudiera impedirlo.

Desde luego, no era la primera pregunta que Ken pudo esperarse. Enarcó las cejas, intrigado.

—¿Y Casey, qué?

—Bueno —dijo Travis—, tendrá que conseguirse otro establo, o lo que sea.

—Probablemente. Pero no te preocupes, que la avisaré con tiempo de sobra. ¿Te da miedo quedarte sin trabajo, o qué?

Travis se encogió de hombros. Había pensado más bien en otra cosa. Pero no sabía cómo preguntar si en la casa nueva iba a haber sitio para él.

—No te importará cambiar de escuela, ¿verdad?

Se le relajaron tanto los músculos del cuello que creyó que se le iba a caer la cabeza a un lado.

—No, no me importará.

~~111111~~

Page 112: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Cambiar de escuela, vaya. Le encantaría probar una escuela nueva. Puede que fuese una escuela más grande, que hubiese distintos grupos de alumnos; tal vez incluso pudiese encontrar alguien con quien pasar el rato, y así podría dejar de verse obligado a jugar al Hombre Invisible.

—Gracias —dijo, sin darse cuenta de lo que decía.

—No hay de qué —dijo Ken, por fortuna, en vez de preguntarle por qué lo había dicho. Así se ahorraron una larga conversación.

—¿De veras quieres vender el rancho? —preguntó Travis.

Ken soltó un suspiro.

—Chico, te funciona la mente por los caminos más retorcidos. La mayor parte de la gente va de A a B, y de B a C. Tú en cambio vas derecho de A a Q, y terminas por la L. No, la verdad es que tengo que venderlo. No tengo ni tiempo ni dinero para dedicarme a la cría de caballos, sobre todo tal y como está la economía. No me gusta pasarme tantísimo tiempo al volante del coche como me paso ahora. Y he pensado que a Christopher le serán más fáciles las cosas si estuviésemos en la ciudad.

—Ah, pensé que a lo mejor ibais a vivir juntos otra vez.

—No lo sé. ¿Sabes lo que más miedo me da, lo que más me fastidia? Salir con mujeres. Joder, bastante duro era tener que preguntar, en tiempos, por el signo del zodiaco de cada una. Ahora habrá que preguntarles por la prueba sanguínea.

Travis sacudió la cabeza. «Estos vejetes son capaces de pensar las cosas más raras del mundo. Salir con mujeres, concertar citas con ellas. Bah.»

—No, qué va; te lo pasarás bien —dijo, tratando de animarlo.

—No te puedes ni imaginar lo bien que te lo puedes pasar el sábado por la tarde en casa, con tu mujer y con tu hijo, con una buena pizza.

Travis suspiró. El día en que un sábado por la tarde en casa, con su mujer y con su hijo, con una buena pizza, le pareciera divertido, pensaba saltarse de un tiro la tapa de los sesos.

—No te vistas de negro —le dijo Ken de pronto—. Me dijo Steve que no te vistieras de negro.

Se puso su camisa verde oliva de mangas largas, y al darse cuenta de que sólo con eso iba a pasar frío en el estudio, se dejó puesta la chupa de cuero.

Era una especie de sala enorme, como un almacén; el escenario no constaba más que de una mesa delante de una pared, mucho más pequeña de lo que había pensado. Había cables por todas partes. Se tropezó con dos o tres.

—Que te pongan el micro —dijo Steve. Le presentó a la presentadora, una mujer joven y negra que parecía una modelo, y le presentó también a los operadores.

~~112112~~

Page 113: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Se sentó detrás de la mesa mientras le prendían un micrófono al cuello de la camisa, escondiendo el cable negro por debajo de la chupa.

—¿Qué, nervioso? —le preguntó Steve. Lo más probable era que no saliese del despacho cada vez que había que filmar las noticias de las doce; lo habría hecho seguramente porque era amigo de Ken.

—No, qué va. Y si meto la pata, podéis filmarlo otra vez.

-¿Qué?

—Eso hacíamos en clase de comunicación. Una vez filmamos un noticiario—Travis empezaba a sentirse incómodo, porque aquello le había parecido un chiste estupendo a todos los que andaban por allí.

—Esto es en directo —dijo Steve.

Travis sintió que empezaba a hinchársele la lengua. Le resultó una sensación rarísima. Se le hinchó hasta que la notó tan grande como un plato.

Aquello era en directo.

—Estuviste muy bien —dijo Ken—. Se te da muy bien la cámara.

Travis se quedó mirando por la ventanilla. No había estado nada bien. Había sido un desastre. Tenía que haber parecido un gilipollas, un subnormal. Se había puesto tan nervioso que incluso le habían asomado las lágrimas a los ojos, aunque Ken dijo que no se notaba, a pesar de lo cual Travis seguía estando seguro de que había tenido que parecer un gilipollas. Un gilipollas, sí, aunque puede que un gilipollas guapo.

—Lo que pasa es que tienes que aprender a hablar con frases enteras, es decir, contestar a las preguntas con algo más que monosílabos. Darte un poco de labia.

Darse un poco de labia.

—En televisión nadie tiene demasiado tiempo para andarse con pausas. Un segundo parece un minuto, y un minuto parece una hora. Tienes que tener en cuenta cuál es el medio en el que estás.

—¿Y por qué no eres director, eh? —musitó Travis. Bah, ¿qué más daba? Su medio era la escritura, no la televisión.

Le apetecía hacer todo aquello, las entrevistas y lo demás. Por vez primera se dio cuenta de las muchísimas ganas que tenía de hacer todo aquello.

«Y puedo aprender», pensó. «La próxima vez será distinta.» Mentalmente, empezó a escribir las respuestas a las preguntas que le había hecho la presentadora. Eso es, escribiría las respuestas en frases redondas. Así se daría labia.

Confiaba que, con suerte, alguno de los profesores le preguntase que dónde había estado aquella mañana; le contestaría sin darle mayor

~~113113~~

Page 114: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

importancia: «Ah, he salido en el noticiario», o «Bah, nada, haciendo un programa en la tele». Empezaba a sentirse un poco picajoso, deseando hacerles saber a todos aquellos pazguatos que se las estaban viendo con un escritor de verdad.

En cambio, nadie le preguntó nada. Todos le habían dejado en paz, a su aire, y todos habían terminado por pensar que él quería que así fuera. Lo habían convertido en un solitario, para comportarse después como si hubiese sido idea suya. Travis no se había dado cuenta hasta entonces de cuánto dependía de todos los demás la propia categoría de cada uno. Había pensado que cada cual es muy libre de elegir su propio grupo. Pues bien: de eso, nada. Sin embargo, trató de desempeñar el papel de solitario con toda la dignidad que pudo. Cuando los tíos que se reunían a fumar en un rincón del patio hablaban de irse al río a «estirar el cuello» (había empezado a entender el lenguaje de la localidad: «estirar el cuello» significaba ir a beber unas cervezas), nunca les pedía que le dejasen ir. Bah, una panda de pazguatos, metidos en un todo terreno con tracción en las cuatro ruedas, sorbiendo Coor a orillas del río. Qué plan estupendo, ¿eh?

Se fue a pasar la hora del almuerzo en la biblioteca. Si toda aquella gente terminaba por convencerse de que era un loco, capaz de aparecer un buen día con una pistola por la escuela, en fin, allá ellos.

Tenía unas ganas locas de irse de aquella escuela. Aun cuando eso significase que no iba a ver a Casey todos los días. Tenía que largarse de allí antes de venirse abajo, antes de empezar a pedirles que le dejaran ir a estirar el cuello con aquella pandilla de pazguatos.

Cuando esa misma tarde contestó al teléfono, no le extrañó que fuese Joe. Llevaba tanto tiempo pensando en los amiguetes, con tanta intensidad, que llegó a tener la sensación de que era Joe antes incluso de descolgar el teléfono. A veces tenía esos presentimientos con las llamadas de teléfono y con otras cosas por el estilo.

—¿Travis?

—Sí. ¿Joe?

—Sí. Oye, ¿puedes venir a recogerme?

—No te oigo nada bien, tío. Esto suena fatal.

—Estoy en una cabina telefónica, delante del Quik Trip, en la carretera 51. ¿Puedes venir a recogerme? Tío, no puedo ni andar. Salté del coche en marcha y se me ha quedado la pata hecha un asco.

Travis apenas pudo entenderle, de lo baja que le llegaba su voz; le sorprendió incluso haberla reconocido... Además, ¿qué estaba pasando?

—¿Cómo has llegado hasta aquí?

—Haciendo autoestop, tío, y tuve que saltar del último coche en marcha, porque el tío aquel empezaba a mirarme con cara de pocos amigos, aunque más me vale ir acostumbrándome...

~~114114~~

Page 115: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Le pareció que Joe sollozaba. O quizá estaba tan cansado que apenas podía hablar. Había algo que no iba nada bien.

—¿Qué sucede?

—Algo muy malo, Travis. Muy malo. ¿No puedes venir a recogerme?

—No tengo auto, chico. Y todavía faltan varias horas para que mi tío llegue a casa.

—Oh, no se lo digas a tu tío. No se lo digas a nadie.

—Aguanta un momento.

Travis llegó corriendo a la ventana de la cocina. El Jeep de Casey estaba aparcado delante del establo.

—Escucha, creo que sí que puedo ir a por ti —hizo una pausa—. ¿Tan mal está la cosa?

—Los gemelos han muerto —la voz de Joe sonó plana, vieja—. Los ha matado Orson. Y yo le ayudé.

Travis se sintió como recién llegado del espacio exterior. Por un instante, creyó que iba a caérsele el teléfono de las manos. Ni siquiera preguntó si aquello no sería una broma de mal gusto.

—Aguanta donde estás. No tardo nada en llegar.

—Vale —dijo Joe. Y colgó.

—Me hace falta que me prestes el Jeep.

Casey levantó la mirada de sus libros de registro.

—No creo que... ¿Qué sucede?

—No tardo nada, es solamente para ir al Quik Trip y volver.

—Oye, no te habrá entrado de repente el mono de nicotina, ¿eh? —a Travis le dieron ganas de pegarle una bofetada—. No, en serio, ¿qué sucede?

—Tengo que recoger a un tío en el Quik Trip; ha venido en autoestop hasta aquí. De verdad que es muy importante... Mira, conduce tú si quieres, pero vámonos ya, ¿vale?

Se puso en pie y miró el reloj.

—Tengo una clase... Qué demonios, ellas también llegan tarde.

Condujo a tal velocidad, corriendo por la carretera como corría por el campo en pos de Estrella, cuando el caballo se escapaba, que Travis tuvo que agarrarse con las dos manos al asiento, tan asustado que era incapaz de pensar. Ya pensaría más tarde, cuando Joe le contase qué había sucedido. ¿Los gemelos, muertos?

Se acordaba bien de la última vez que los había visto, la noche anterior a la pelea que tuvo con Stan; estaban reparando el Trans Am, y él estaba sentado encima de la lavadora, en el garaje, mirándolos y bebiéndose una

~~115115~~

Page 116: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Pepsi, porque su madre estaba en casa. Se acordaba de lo pálidos que le parecieron bajo la cruda luz del garaje, Billy metido dentro del capó y Mike riéndose por cualquier cosa que dijese Travis. Se había dedicado a mentir extravagantemente acerca de alguna cosa que no recordaba bien; ellos no dejaban a nadie fumar en el garaje, convencidos de ser unos mecánicos de tomo y lomo...

Joe estaba sentado en la acera, delante del Quik Trip. Al ponerse en pie a punto estuvo de caerse al suelo, y llegó cojeando hasta el Jeep. A Travis le pareció alguien que caminase dando tumbos, en sueños, exhausto por una pesadilla de la que no podía despertarse. Travis se quedó perplejo. Joe estaba más flaco, más sucio, más viejo; por primera vez en su vida, llegó a creerse esas historias que cuentan de gente a la que se le pone el pelo totalmente blanco en una sola noche.

Saltó del Jeep para ayudarle a subir. Joe lanzó un aullido cuando lo agarró por el brazo.

—Perdona, tío —murmuró, subiéndose al asiento delantero—. Creo que me he desgarrado algún músculo, o...

Miró de reojo a Casey.

—Tranquilo; es de confianza —dijo Travis saltando a la parte de atrás; Casey lo demostró al no hacer ninguna pregunta, al limitarse a volver al establo a toda velocidad.

En la habitación de Travis, Joe se estiró sobre la cama sin quitarse siquiera los zapatos, y se quedó mirando fijamente al techo. A Travis no se le ocurrió qué podría hacer. Pasado un rato, Joe empezó a temblar, y las lágrimas le corrieron por la cara, aun cuando él no pareció darse cuenta de nada, como si eso mismo le hubiese ocurrido tantas veces que ya estuviese acostumbrado.

Travis fue a la cocina y sirvió un par de buenos vasos de bourbon, echándole después un puñado de hielo a cada uno. Ya tendría tiempo más tarde de preocuparse por Ken.

Joe consiguió incorporarse un poco con dificultad, apoyándose contra el cabezal. Se embuchó el bourbon como si fuese agua. Travis se dio cuenta de que primero debería haberle traído un vaso de agua, pero Joe al menos dejó de temblar.

—¿Tienes algo de comer?

Travis dijo que lo dudaba, pero volvió de la cocina con un par de salchichas fritas dentro de sendos panecillos resecos; Joe en cambio los devoró sin quejarse, lentamente, sin molestarse en secarse las lágrimas de la cara.

—Cuéntame qué ha ocurrido —le dijo Travis por fin. Le aterrorizaba enterarse de la verdad.

—Los gemelos han muerto.

—Ya. ¿Cómo ha sido?

~~116116~~

Page 117: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—Los ha matado Orson. Sacó un veintidós... oh, oh... —Joe se cepilló lo que le quedaba de bourbon—. Se empeñó en que yo disparase contra Billy, pero le dije que no. ¿Crees que servirá de algo, cuando me juzguen, si digo que yo no apreté el gatillo? Pensé que estaba dispuesto a matarme a mí también, a pesar de lo cual no pudo obligarme a disparar...

—A ver, empieza por el principio —le dijo Travis.

Joe mordisqueó el bocadillo, mientras repasaba mentalmente toda la historia, procurando decidir cuál era el principio.

—Hemos pasado una temporada trabajando para Orson —dijo, refiriéndose a sí mismo y a los gemelos, sin haberse acostumbrado todavía a utilizar el pasado para referirse a ellos—. Ya te lo conté por carta, ¿no?

Travis asintió.

—No era un asunto de drogas, ojo —dijo Joe. Y fue como si no supiese qué decir a continuación—. Hacíamos casas...

«¿Que hacían casas?», pensó Travis. «¿Pintando, o así?» No pudo imaginarse a Orson al frente de una cuadrilla de pintores, ni mucho menos pudo imaginarse que eso le hubiese llevado a matar a alguien. Prefirió dejar que siguiera Joe, y le dejó también empezar su propio bourbon, porque recordaba vívidamente cómo era el sentirse así de aterrorizado.

—Robábamos en las casas. Orson se dedicaba a observar un determinado barrio, y los gemelos y yo entrábamos a saco en las casas que él elegía; ya sabes qué bien se les dan las herramientas y todo eso. No era nada difícil, a veces yo me quedaba fuera, porque ellos dos podían entrar por las ventanas más pequeñas; nos dedicábamos a lo fácil, y Orson se encargaba de vender los objetos robados. Decía que el seguro de cada casa cubría esos robos, así que en realidad no hacíamos mal a nadie, y él nos pagaba por cada trabajo, ya sabes. Si conseguíamos muchos objetos, nos subía la paga. Él sabía cómo vender los objetos robados, así que nos conformábamos con lo que nos diese.

Joe cerró los ojos y suspiró. Travis se sintió enfermo de pura aprensión, helado. Joe se había metido en un lío muy, muy grande. Y a pesar del terror que sentía por su amigo, surgió el pensamiento egoísta casi sin sentirlo: «¡Gracias a Dios que no me ha tocado a mí!»

—Lo dejé —dijo Joe—. ¿Te parece que me creerán cuando diga que lo dejé? —sus tristes ojos castaños se fijaron en Travis, una mirada desesperada y en busca de un ápice de esperanza, pero Travis ni siquiera pudo decir que sí con un movimiento—. Fuimos a hacer una casa que creíamos que estaba vacía, pero cuando estábamos recogiendo la plata apareció una anciana y se puso a chillar... Billy le pegó un empujón y cayó al suelo; salimos a escape, pero a ella no le pasó nada, lo vimos en los periódicos. De todos modos, empecé a pensar en mi abuela, en qué le pasaría si alguien le pegase un empujón; ya sabes que a las viejas se les

~~117117~~

Page 118: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

rompen los huesos sólo con soplar. Y decidí que no quería hacerlo más, así que lo dejé. Los gemelos dijeron que también lo dejaban —suspiró—. Sólo que no lo dejaron. Hicieron aún un trabajo más, sin decírselo a Orson.

Travis pensaba y pensaba, sin parar. Ken podría ayudarle, Ken conocía las leyes, Ken podría... Y al mismo tiempo, se decía una y otra vez que otra vez que aquello no podría haberle pasado a él. No, de ninguna manera. Suponiendo que se hubiese quedado allá, que hubiese seguido con los amiguetes, nunca habría cometido semejante idiotez. Robar casas y... No, de ninguna manera: él no era tan estúpido como para meterse en ese lío.

Se quedó mirando fijamente a Joe, pensando en todas las razones por las cuales aquello no podría haberle pasado a él.

—Llegó Orson y me pilló. Me dijo que se había enterado de que los gemelos habían hecho un trabajito por su cuenta, sin contar con él. Yo creo que habían encontrado a otro tío que vendiera los objetos robados, no estoy seguro; yo lo había dejado, y creí que ellos también lo habían dejado. Orson dijo que iba a darles una paliza. Eso es lo que yo creí que iba a hacer, lo digo en serio; dijo que iba a darles una paliza, a darles una buena lección. Iba bebido, se había puesto hasta arriba de hierba, y creo que también iba cargado de cocaína. Me dio miedo salir de la camioneta, pero él no estaba quemado conmigo, y yo intenté que siguiera así. Los gemelos estaban en el aparcamiento de al lado del parque; Orson bajó de la camioneta, les soltó un grito y ellos dos se vinieron con nosotros; últimamente le pegamos a la hierba bastante más que antes de que te fueras, Travis, pues es más fácil de pillar que el alcohol. Llevaban un colocón de espanto. Y de camino al monte, pues Orson se puso en marcha hacia el monte, hacia la reserva natural, seguimos bebiendo y fumando; fue como un mal sueño, todo neblinoso, un sueño del que no te puedes despertar. Orson no dejaba de hablar de la putada que le habían hecho, de que eso no se les hace a los amigos, y decía todo el rato que pensaba darles su merecido. A mí me entró el miedo, tío, pero es que al mismo tiempo era como si aquello no estuviese ocurriendo en realidad. Era como si fuese todo de mentira. ¿No te ha pasado nunca, que ves que sucede algo y que no te parece que sea verdad?

Travis asintió. Conocía la camioneta de Orson. Pudo imaginárselo todo claramente: la noche negra, el cargado olor a hierba, el resplandor de las luces del salpicadero en el rostro de Orson, un rostro enloquecido. Enloquecido, borracho, colocado.

Se imaginó a los gemelos en silencio, pasándose la botella de uno a otro. A ellos tampoco debió de parecerles verdad todo aquello.

—De todos modos, Orson metió la camioneta por uno de esos caminos sin asfaltar; había tantos baches que era imposible beber. Luego paró el motor, abrió la puerta del lateral y les dijo que bajaran. Y a mí también me hizo bajar. Terminaron por sentarse los dos encima de un tronco. Orson seguía gritándoles sin parar, y yo tenía tanto miedo que no me

~~118118~~

Page 119: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

atreví a sentarme con ellos. Además, en la mano llevaba una pistola. Pensé que era para meterles miedo. Pensé eso mismo cuando a Mike le pegó un tiro en la cabeza; Mike cayó hacia atrás. Billy se quedó sentado donde estaba, mirando al suelo. «Éste te toca a ti», me dijo Orson, pero yo me negué. No dije nada, pero me negué. Luego se puso a gritar. «Mírame a la cara, hijoputa.» Billy siguió mirando al suelo, moviendo la cabeza. Orson le pegó otro tiro. Creí que el próximo iba a ser yo, pero me llevó de vuelta al barrio, y me dijo que al fin y al cabo era un chico listo y que no iba a irle a nadie con el cuento. Total, cogí un autobús hasta San Luis y luego hice autoestop... El último tío se puso un poco pesado, y me miraba con mala cara, así que salté del coche en marcha... ¿Sabes qué estuve pensando durante todo el viaje? No se me iba de la cabeza, haberlos dejado allá en la montaña, con lo fría que era la noche, sin chupas ni nada...

Joe se puso a temblar de nuevo, de manera que los cubos de hielo tintinearon en el vaso.

—¿Estás seguro de que estaban muertos? —dijo Travis por fin.

Joe asintió.

—¿Cuándo ocurrió todo esto?

—Me parece que fue hace dos noches, pero ya no estoy seguro.

Travis descubrió que también estaba temblando. «A mí no me habría pasado, no señor», seguía diciéndose en silencio. «Habría saltado de la camioneta, le habría quitado la pistola, le habría dado un par de golpes a Orson... qué sé yo.» Siguió repasando la historia mentalmente, cambiándola, arreglándola.

Más que nada, arreglándolo todo.

~~119119~~

Page 120: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Capítulo 13Capítulo 13

A Travis se le pasó por la cabeza esconderse de Ken, pero enseguida se dio cuenta de que no serviría de nada. Para empezar, Joe se había quedado dormido como un tronco: parecía haber entrado en coma profundo, así que Travis tendría que pedir permiso para dormir en la cama de Christopher. Más que nada, Travis deseaba contar con alguien a quien confiárselo... Alguien que le pudiese ayudar.

¿Qué iba a pasarle a Joe? Intentó tener en cuenta esa pregunta, pues al fin y al cabo era lo más importante, pero con sólo bajar la guardia un momento, descubría que se había puesto a pensar en lo cerca que había estado de meterse en ese mismo lío: se había librado por los pelos.

Con sólo haberle zurrado a Stan un poco más fuerte...

Ken se lo tomó todo con mucha más calma de lo que había esperado Travis. Se quedaron hasta las dos de la mañana hablando de todo el asunto; por fin habían terminado por charlar largo y tendido. Al principio, Travis intentó convencerle de que lo propio era conseguirle a Joe un pasaje de avión y sacarlo del país. Cuando Ken se negó incluso a considerar esa opción, Travis se cabreó un poco, pero a la medianoche estaba ya cansado, dispuesto a enfrentare a los hechos tal cual eran. A primera hora de la mañana, Ken iba a llamar a la autoridad; pensaba hacer todo lo que fuese legalmente posible, e iba a encontrar a un buen abogado, especialista en estos casos. Joe tenía que volver.

Así quedó decidido, y Travis de hecho había sabido desde el principio que así iba a ser; tampoco pensaba que Joe fuera a sorprenderse demasiado.

Y no se sorprendió. Travis tuvo que zarandearlo para que se despertase a la mañana siguiente; se tomó el café con una tostada, y escuchó cuáles eran los planes con absoluta indiferencia. Travis recordó que, cuando trabajaba para el veterinario, una o dos veces le habían traído a un perro al que había atropellado un coche: tenía aquella misma mirada en los ojos.

Joe, además, estaba cansado. Estaba tan cansado que ni siquiera se le ocurrió ducharse, pero Travis le dijo que lo hiciera; luego metió su ropa en la lavadora y la puso en marcha. Podría ser su última ducha en privado durante una larga temporada.

~~120120~~

Page 121: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Por alguna curiosa razón, ese pensamiento le hizo llorar. Se apoyó en la lavadora y lloró. La máquina hacía ruido, así que nadie iba a oírle.

Joe, por fin, estuvo preparado. Era como si fuese caminando en sueños. Travis no pudo evitar acordarse de la valentía con que se había comportado cuando los polis fueron a por él, a su casa. Claro que Stan no era su amigo y, además, ni siquiera estaba muerto. Dejó que Joe ocupara el asiento de delante, aunque le fastidiase ir apretado en la parte de atrás.

—¿Y eso? —dijo Joe mirando a su alrededor, como alguien que intentase despertar.

—Un trueno —dijo Travis.

—Estamos en alarma roja, puede que haya un buen temporal —dijo Ken, y pareció un último esfuerzo, a la desesperada, por mantener una conversación normal y corriente; se habían visto reducidos a hablar del tiempo.

—¿Eso quiere decir que habrá tornados, y demás?

—Qué va —dijo Travis para devolverle la confianza con unas palabras que ya había oído antes—. No suele haberlos en esta época del año.

—Bueno, no lo sé —dijo Ken, como si estuviera pensando en otra cosa—. Hace algunos años sí que hubo por Navidad.

«Y ahora me lo dices», pensó Travis. Lo cierto era que no se había fijado en el cielo, gris y oscuro, por haberle parecido una lógica prolongación del estado de las cosas; de hecho, le habría sorprendido y le habría deprimido que resplandeciese el sol aquella mañana. Los lejanos relámpagos que zigzagueaban por entre los negros nubarrones que había al oeste eran como sus pensamientos, que iban de un lado a otro; los truenos sonaban como una lúgubre marcha fúnebre.

Ninguno intentó volver a hablar. Terminaron pronto. Llegaron a un edificio que no parecía exactamente una comisaría de policía, aunque había unos cuantos policías esperándoles para nacerse cargo de Joe, y otros hombres trajeados que hablaron con Ken; Travis intentó tomar nota mentalmente, pero todo le resultó borroso. Todo, salvo el rápido abrazo que le dio a Joe.

Estaba temblando.

—Entonces, ¿qué va a pasar? —preguntó por fin, rompiendo el silencio en el camino de vuelta a casa. Los relámpagos estaban más cercanos, como los dedos de un esqueleto que agujereasen el telón del cielo, y los truenos retumbaban (son gigantes jugando a los bolos... recordó de cuando era pequeño: ¿se lo había imaginado o tal vez lo habría visto en un tebeo?). Todavía no había empezado a llover. El vello de los brazos y de la nuca se le había erizado.

—Yo no soy Dios, chico —dijo Ken—. ¿Cómo voy a saberlo?

~~121121~~

Page 122: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

«Desde luego que no pareces Dios», pensó Travis, «sobre todo con esas bolsas debajo de los ojos».

—Quiero decir legalmente.

—Ah, perdona; legalmente. Bueno, depende de si capturan o no al otro tío. Depende de que su historia la demuestren las pruebas que se puedan encontrar. Y el factor más importante es que se le considere menor o adulto. ¿Cuántos años tiene?

—Dieciséis —dijo Travis, y entonces recordó, con el corazón encogido, que la madre de Joe lo había tenido un año de más en casa, antes de empezar la enseñanza primaria. Joe era la única persona del mundo, que Travis supiera, que había tenido que repetir el jardín de infancia—. Diecisiete.

—Podría ser de cualquiera de las dos formas.

Travis se quedó mirando los árboles que agitaba el viento.

—Todo esto no habría ocurrido si yo hubiese seguido allá —estalló—. Nunca me cayó nada bien esa bola de grasa, ese Orson. Yo nunca habría permitido que les comiese el coco, que trabajasen para él. Si me hubiese quedado allá, todo esto no habría ocurrido.

—Puede que no, pero podría haber ocurrido cualquier otra cosa —dijo Ken—. Quién sabe, puede que tú y tu padrastro os hubieseis matado el uno al otro. Todo eso del destino y de la voluntad... Muchas personas más inteligentes que yo se han ocupado de ese asunto sin llegar a ninguna conclusión —dejó pasar un minuto, y añadió—: El destino es lo que te sucede, y la voluntad es lo que tú haces que suceda.

Travis asintió. «Joder, ¿se creerá que soy gilipollas», pensó.

—¿Sabes una cosa? —dijo Ken muy despacio—. Tengo un amigo que hace algunos años salió de una cárcel en España. Pasó doce años en la cárcel, por unos ciento cuarenta gramos de hachís. Eso fácilmente podría haberme pasado a mí. Mi amigo sigue en España; trabaja de camarero. Y es que en la cárcel no se aprende nada que luego pueda servirte de provecho. ¿Por qué le tocó a él y no a mí?

—¿Tú también consumías hachís? —a Travis le sorprendió tanto que no pudo creérselo. Claro, sabía de sobra que los adultos fumaban de cuando en cuando; el padrastro de los gemelos incluso solía invitarlos a fumar. Pero ¿Ken? Nunca, imposible.

—Pero ¿tú qué te crees? ¿Que tu generación ha inventado el sexo, las drogas y el rocanrol? —Travis permaneció en calma. «Bueno», pensó, «por lo menos eso último lo hemos perfeccionado»—. Estábamos en España con él, vino en el mismo carguero que Teresa y que yo. Él intentó cruzar la frontera de Francia, pero Teresa y yo nos echamos atrás en el último momento... Ahí tienes otra vez al viejo Aquiles, chico: uno nunca podría creer que en cierta ocasión pudo ser tan estúpido, maldita sea.

~~122122~~

Page 123: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Un relámpago cayó tan cerca que oyeron el chisporroteo; el trueno, acto seguido, retumbó sobre el coche.

La voluntad y el destino... él podía ponerse a escribir un libro a fuerza de voluntad, pero era el destino el que se encargaría de que lo leyese la persona adecuada. El destino le había apartado de un asesinato, qué curioso, precisamente cuando se había propuesto matar a Stan; en cambio, estaba convencido de que la voluntad le hubiese apartado de este otro. Al final, ¿qué queda? ¿Cuál de los dos es el que más influye en la vida de cada uno?

Una ráfaga de viento zarandeó el coche.

—Oye, ¿estás seguro de que esto no es un tornado? —Travis se agarró al salpicadero.

—No, no puedo estar seguro. Pero confío que no nos pille ahora un temporal con inundaciones.

Inundaciones. Espléndido. Como si no tuviesen ya suficientes complicaciones: la naturaleza también tenía que meter baza.

—Ya está hecho —dijo Ken de pronto.

-¿Qué?

—Teresa. Ha decidido seguir adelante.

Travis miró a Ken, y lo notó compungido. Tal vez por eso mismo había permanecido tan entero, tan al margen, mientras duró lo de Joe; tal vez por eso ni siquiera se había molestado por soltarle a Travis el típico sermón, el «ojo, a ver con qué amiguetes te juntas» (aunque a esas alturas Travis había empezado a tener sus dudas: por lo visto, algunos de los amigos de Ken tampoco eran ciudadanos de primera).

—¿Sabes qué es lo peor de todo esto? Pues que es humillante ponernos a la misma altura de todos los demás imbéciles que andan a la greña con un proceso de divorcio. Pensé que éramos algo mejores que eso.

—Vaya, pues yo había pensado que a lo mejor volvíais a vivir juntos.

Travis pensó en aquella noche que Teresa había pasado en la casa. Había dado por descontado que aquélla era una buena señal.

—Yo también lo había pensado. En fin...

Un rayo iluminó de golpe una nube negra. Era increíble hasta dónde ascendía aquella nube, como una torre. Era tanta la energía que estaba desprendiendo aquella tormenta, que más que miedo producía alborozo.

—¿Qué quisiste decir cuando me dijiste que todo empezó con el Cuisinart?

Ken se rió brevemente.

—Estoy seguro de que ya había empezado mucho antes, pero cuando ella se apuntó en lo de Cuisinart, me puse a pensar que para qué demonios necesitaba Teresa aquellos cursos de cocina, si la cocina nunca

~~123123~~

Page 124: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

había sido su pasatiempo preferido. Y luego empecé a pensar que para qué habíamos comprado una vieja casa de campo, total, para reformarla y que pareciese una vieja casa de campo reformada. Hace doce años estuve estudiando detenidamente cuál era el mejor coche que podíamos comprar. ¿Sabes con cuál me quedé? Con un BMW. Me lo quité de encima el año pasado, a la vez que me quité de encima a los caballos. Pero ya en los tiempos de la universidad, ya durante el año que pasamos Teresa y yo por Europa, con las mochilas al hombro, todos los universitarios de Norteamérica andaban de excursión por toda Europa, con la mochila al hombro.

«Ken», pensó Travis, «esto que estás diciendo no tiene ni pies ni cabeza». Confió que al viejo Ken no le hubiese dado de repente por ponerse a chochear.

—Luego nos dio por el esquí. Y el esquí no tardó nada en salir en la portada de Time. Y de pronto me enteré de lo que era el brie, y Teresa, a quien nunca le han gustado los dulces, empezó a darle al chocolate como una posesa. Fue el mismo año en que el brie y el chocolate arrasaron el país entero: todo el mundo comía brie y chocolate. Estoy harto de sentirme como un simple ratón de campo; estoy hasta las cejas de tantas chorradas.

—¿Y qué dice Teresa, a todo esto?

—Dice que más nos vale disfrutar un poco de las cosas. O dice: si tanto aborreces tu trabajo, consíguete otro. Y dice, además, que ya es demasiado vieja para dormir en cualquier rincón.

—¿Vas a buscar otro trabajo?

Travis intentaba entender todo aquello, y se preguntó si Teresa no se sentiría de la misma manera. Teresa era la más sensata de los dos, al menos según su opinión.

—¿Otro trabajo? ¿Tal y como está la economía? ¡Bastante suerte tengo con tener uno! Además, tengo que pensar en Christopher... Ese es otro asunto. Antes siempre decía que nunca jamás iba a mandar a mi hijo a una escuela privada, a menos que pudiese garantizarle una vida enteramente privada; ahora, en cambio, el desastre en que se ha convertido el sistema público de enseñanza me da miedo, en serio.

«Joder, no es para tanto», pensó Travis. «A eso se puede sobrevivir, claro que ¿por qué no lo manda a una escuela privada, si resulta que es mejor?»

—Me parece que te estás liando —dijo Travis.

—Es probable que sí —dijo Ken—. Y no sería la primera vez.

—No, pero a este paso sí será la peor. Oye, ¿mi viejo era así de tozudo?

—¿A ti te parece que solamente es eso, que soy un tozudo? —dijo Ken después de reírse de buena gana.

~~124124~~

Page 125: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

—No sé si solamente será eso, pero una cosa sí que la tengo bien clara, joder: si quieres seguir con Tersa y con Chris, ¡haz algo, hombre!

Ken agarró con más fuerza el volante, al notar que el coche daba bandazos por el viento.

—No es tan sencillo. La verdad es que es mucho más complicado.

Claro, seguro que sí. Ésa siempre ha sido una excusa perfecta para no mover un dedo. Travis se prometió, en cambio, que él siempre intentaría algo, lo que fuese, aun cuando le saliese el tiro por la culata. Al menos, le quedaría la satisfacción de haberlo intentado, en vez de balar como una oveja y de murmurar «qué complicado».

Al llegar a la casa, vieron que Casey intentaba agarrar de las riendas a Arena, que andaba suelto por el corral. El resto de los corrales estaban vacíos, salvo, cómo no, el de Estrella. Estrella relinchaba y se encabritaba, yendo de un lado a otro.

«¿Por qué no lo recoge a él primero?», pensó Travis. Va a saltar la valla en un abrir y cerrar de ojos. Luego cayó en la cuenta: «Claro, antes que del suyo tiene que cuidar de los caballos de los demás.»

Los dos salieron del coche a la vez. A Travis le costó trabajo cerrar la puerta, debido a lo fuerte que soplaba el viento. Bajaba la temperatura a toda velocidad. Parecía casi que estaba anocheciendo, y la única luminosidad era la extraña, intermitente luz de los relámpagos.

—¡No toques la valla! —le gritó Ken; acto seguido, abrió el portón y corrió a agarrar las riendas de Arena que le tendía Casey.

—¡Yo me ocupo de éste! ¡Tú ve a por Estrella!

A Travis le sorprendió momentáneamente la facilidad con que manejaba Ken al caballo, que estaba nervioso a más no poder. Y recordó que precisamente eso era lo que Ken deseaba haber hecho en su vida, criar caballos. Hasta ese instante no había visto a Ken cerca de un caballo.

Se oyó un ruido desgarrador, como si se partiese el cielo en dos, y una oleada de luz cayó sobre uno de los árboles que había detrás de la casa. Un crujido y una explosión que lo ensordecieron.

Aquello era como si la muerte anduviese de baile por el cielo, allí alrededor, y a Travis le entraron ganas de echar a correr; acto seguido se sobrepuso al miedo y sintió una especie de alborozo. Estrella recorrió el corral de un salto y salvó con otro la valla de metro y medio. Travis sintió lo que debía de sentir Casey: Estrella, y más aún domar a Estrella, era como conquistar un mundo.

La valla vibraba sin cesar. Las estacas de acero reverberaban de energía. «No las toques», pensó Travis: «peligro de muerte». Se dio la vuelta y saltó al Jeep con Casey; no lo había perdido de vista ni un instante desde su llegada, así como tampoco había perdido de vista el

~~125125~~

Page 126: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

cielo, la tormenta, el campo de batalla entre la tierra y el aire. Se miraron a los ojos un instante y se echaron a reír a la vez.

Creyó oír que Ken los llamaba, que les avisaba del peligro, pero ya se había quedado muy atrás; corrían en alas del viento, la tierra se movía bajo las ruedas como si estuviese viva, el paisaje entero cambiaba, cargado de un color distinto: de todo aquello, nada le resultó conocido, salvo aquella oscura figura que corría delante de ellos.

El portón del prado estaba inclinado, aplastado casi por la fuerza del viento, y pasaron por encima de los maderos sin detenerse. Allí podían recortar la ventaja que les llevaba Estrella, por ser una extensión casi llana del todo, aparte de las roderas que a poco más hacen volcar al Jeep.

Travis miró a Casey, la vio reírse al viento, y pensó: «Recordaré ese perfil hasta el día en que me muera. Da lo mismo cómo nos vayan las cosas más adelante, que siempre podré agarrarme a esto...»

Se abrió el cielo, se iluminó con más brillantez de la que pudiese haber imaginado, dejando al descubierto torres enormes que ascendían hasta lo más alto del firmamento.

Se encontró de bruces en el suelo, notó en la boca un sabor a tierra; se notó dolorido, extrañado por la calma y la quietud. El viento seguía azotando la tierra, el cielo aún centelleaba aquí y allá, pero todo estaba tan callado, tan quieto como una tumba.

Se preguntó si estaría muerto, y llegó a la conclusión de que sentía demasiado dolor para estar muerto. Se sintió triste, como si acabase de despertar tras un sueño maravilloso.

¡Casey! Se incorporó y miró a su alrededor, aturdido. El Jeep había volcado. Algo, sin embargo, se agitaba a escasa distancia del Jeep, y Casey pudo ponerse lentamente en pie; también él se puso en pie. El ojo de la tormenta quedaba ya lejano, a sus espaldas, relampagueando. Sintió que le caían encima unas cuantas gotas de agua. Cojeando, se acercó a ella, y ella le tomó de la mano, entrelazando los dedos en los suyos.

Sin calor, sin pasión; solamente con la gratitud de un contacto humano.

—¿Qué pasa? —dijo. Se dio cuenta entonces de que estaba sordo. Y al mirarla no le extrañó la desolación que se pintaba en su rostro.

No había nada. Tan sólo el pasto que azotaba el viento, el Jeep volcado, los árboles al fondo. El olor acre de la electricidad, el olor de algo que se quemaba... un olor a carne quemada.

Nada. Oteó el pasto desierto.

Llovía con más fuerza. Notó las gotas de lluvia como si fuesen lágrimas, como si fuesen sangre, por la cara.

~~126126~~

Page 127: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Capítulo 14Capítulo 14

Travis estaba tumbado en la cama, repasando su manuscrito. Corregía cosas aquí y allá, sin fijarse demasiado; la mayor parte eran cuestiones técnicas, como recortar una descripción, cambiar de sitio una coma; si no, intentaba dar con la forma de hacer saber al lector qué era lo que decía un determinado personaje sin reproducir una por una sus palabras. «Soltó un juramento»... No sonaba mal, aunque necesitaba alguna variante más.

Apagó la música.

Por la ventana abierta oyó a los pájaros pelearse por lo que quedaba del árbol de detrás de la casa. Se levantó de la cama y acercó la silla a la ventana.

Las revisiones empezaban a aburrirle, toda vez que la novedad de los comentarios al margen del editor ya se le había pasado. El libro estaba bien, y la realidad de la próxima publicación {¡iba a suceder de verdad!) todavía le cortaba la respiración, pero ya no vivía aquel libro como antes. Quería terminarlo de una vez por todas.

Escuchó a los pájaros. Tenía un gran aprecio por el sentido del oído, después de haber pasado dos días enteros sordo como una tapia, presa del pánico porque tal vez no fuese a recuperarlo nunca.

Apoyó los codos en el alféizar de la ventana y colocó el mentón sobre el antebrazo.

La primavera no estaba mal; el otoño siempre había sido su estación preferida, pero la primavera no estaba nada mal.

Había llegado el agente de la propiedad, con su traje azul marino y su pelo plastificado, a enseñarle a alguien la finca. La economía iba fatal, era un momento fatal para vender, pero de cuando en cuando siempre aparecía un posible comprador.

Tuvo que tener su habitación en perfecto orden.

Teresa había iniciado el proceso de divorcio, pero empezaba a hacerse la remolona a la hora de seguir adelante. Christopher había empezado a mearse en la cama, y tanto Ken como Teresa parecían aterrorizados por tal nimiedad. Travis pensó que si aquello iba a servir para que volviesen a vivir juntos y en paz, se encargaría él en persona de empapar la cama de Chris todas las noches. Y, en efecto, un par de noches así lo hizo.

~~127127~~

Page 128: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Empezaba a estar harto de su historia, y les deseaba un final feliz.

En cambio, había empezado a pensar que las historias no tienen final, sino tan sólo un lugar en el que hacen una pausa.

La historia de Joe seguía pendiente de la decisión de que se le considerase menor de edad o adulto, si bien Orson iba a tener que ponerse a la cola de los condenados a muerte mientras se debatía cuál iba a ser su final.

Era gracioso pensar en lo que podría haber ocurrido caso de haberse quedado allí: todos los «¿Y si...?» todavía bastaban para que Travis se pusiera enfermo de puro miedo. El recuerdo de la tormenta, de los relámpagos veloces, cuando tan cerca estuvo de la muerte que casi llegó a tocarla con sus propios dedos, en cambio, le producía un extraño alborozo.

Débilmente, a lo lejos, oía gritar a Casey. «¡Esos talones! ¡A ver esos talones!» Sonrió. Eran muy buenos amigos, amigos íntimos, libres de meterse el uno con el otro, o de reírse de sus chistes cuando nadie más los pescaba; bastaba con que ella enarcase las cejas para comunicarle a él qué estaba pensando, y a veces era como si ella le leyese los pensamientos. Tenían mucho en común, y no sólo por haber dejado de fumar los dos a la vez.

Algo en cambio había desaparecido. La intensidad de una llama, la risa ante el peligro. Intentó recordar la pasión que antes había sentido por ella, pero empezaba a desvanecerse con el tiempo, como el recuerdo de la tormenta, como el recuerdo de Estrella, que después de todo solamente había sido un caballo.

Casey seguía siendo una excelente entrenadora. Seguía haciéndolo muy bien en las competiciones, tenía en lista de espera a muchas personas que querían aprender a montar con ella. Pero echaba algo en falta... Seguía amándola, pero no de la misma manera.

Sin embargo, no podía, no quería creer que echase de menos al caballo.

Oyó al agente de la propiedad, ya dentro de la casa, diciendo no sé qué de las molduras, o de lo que fuese.

No le importaba gran cosa que se fuese a vender la finca; Casey ya había encontrado otro establo con otro picadero. Tal vez la venta le animase un poco a Ken. Ken le había prometido que le iba a cambiar a la escuela de East River, y parecía probable que ya empezase allí con las clases de verano, ya que le habían cateado en lengua. (Aquello iba a quedar de cine en las entrevistas, pensó: «El mismo año en que vendí mi libro, me catearon en lengua. ¡Ja!»)

Iría a clase con Jennifer. Había salido alguna vez con ella y con otros amigos, al cine y a tomarse una pizza o así; le parecieron un poco remilgados para su gusto, pero podía llevarse bastante bien con ellos.

~~128128~~

Page 129: Hinton E Susan - Domando Al Campeon

Susan E. HintonSusan E. Hinton Domando al CampeónDomando al Campeón

Nunca se había sentido tan protector con nadie como se sentía con Jennifer.

Miró el manuscrito. No era más que un mazo de hojas de papel que pronto iban a convertirse en un libro, pero ya había dejado de ser el mundo entero. Nell (ya podía llamarla por su nombre de pila) le insistía en que empezase otro libro cuanto antes, para poder empezar con buen pie antes de que ése saliese a la calle.

—Venga, arranca cuanto antes —le había advertido—; si no, te dará pánico la realidad del público que te lee, tan pronto empiecen a llegar las críticas.

«Sí, sí, ya», pensó Travis. Sin embargo, sí que tenía una idea.

Acercó la silla a la mesa e introdujo una hoja de papel en blanco en la máquina de escribir.

Siguió sentado, a la espera.

Fin

~~129129~~