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LOS NUEVE LIBROS DE LA HISTORIA TOMO 6 HERODOTO DE HALICARNASO Ediciones elaleph.com

Herodoto - Los Nueve Libros de La Historia Tomo VI

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Obra do Famoso Historiador do passado.

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T O M O 6

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LIBRO SEXTO.

ERATO.

Histieo continúa induciendo a los Jonios a batirsecontra los Persas, pero estos procuran dispersar suarmada por medio de las instigaciones de susantiguos señores: derrota de la armada jonia: tomade Mileto. Histieo hecho pirata cae en poder de losMedos, los cuales se apoderan de las ciudadesjónicas y del Quersoneso, abandonado porMilciades, que se había alzado con su dominio. Laarmada persa se dirige contra Atenas y naufraga alpié del Atos. Los de Egina se entregan a los Persas,por cuyo motivo trata el rey de Esparta decastigarlos. -Origen de los reyes de Esparta, ydeposición del rey Demarato: artificios deCleomenes contra éste, descubiertos los cuales huye

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de Esparta. -Los Eginetas hacen nuevos insultos alos Atenienses, los cuales consiguen derrotarlos enuna batalla naval. -Atacan los Persas a Eretria, y seapoderan de ella por traición. Continúan los Persascontra Atenas Y avanzan hasta Maraton. LosAtenienses les salen al encuentro, al mando de diezgenerales. Batalla de Maraton. Dudas acerca de lalealtad de los Alcmeonidas y aventuras de estafamilia. Milciades, célebre desde la batalla deMaraton, es acusado por no haber tomado a Paros,y absuelto de la pena capital por la conquista deLemnos, que hiciera en otro tiempo.

Tal fue el fin que tuvo Aristagoras, el que habíasublevado la Jonia. Durante estos sucesos había yavuelto a Sardes, conseguida licencia de Darío,Histieo, señor de Mileto, a quien apenas acabado dellegar de Susa preguntó Artafernes, virrey de Sardes,qué le parecía aquella rebelión y cuál habría sido elmotivo de ella. Fingiendo Histieo que nada sabía, ymaravillándose del estado presente de las cosas,respondióle que todo le cogía de nuevo. Pero bienenterado Artafernes del principio y trama dellevantamiento, y viendo la malicia y disimulo conque respondía aquel: -«Histieo, le replicó, esos

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zapatos que se calzó Aristagoras, se los cortó ycosió Histieo,» -aludiendo en esto y zahiriendo alprimer móvil de aquella revolución.

II. Histieo, pues, no asegurándose de Artafernescomo de quien estaba ya sabedor de la verdad,venida apenas la noche se fue huyendo hacia el mary dejó burlado al rey Darlo; porque bien lejos deconquistará la corona la isla de Cerdeña, la mayor decuantas hay en el mar, según lo tenía prometido,marchó a ponerse al frente de los Jonios, comogeneralísimo en la guerra contra el Persa. Con todo,los de Quio, a donde pasó luego, teniéndole por es-pía doble de Darío, enviado con la oculta mira deintentar contra ellos alguna novedad, lo pusieronpreso; aunque poco después, informados mejor dela verdad, y sabiendo cuán grande enemigo era delRey, le dejaron otra vez libre y suelto.

III. Reconvenido entonces Histieo por los Joniospor qué con tantas veras había mandado decir aAristagoras que se levantase contra el Rey,sublevación que tanto estrago y desventura habíaacarreado a la Jonia, se guardó muy bien dedescubrirles el motivo verdadero que en aquellohabía tenido, sino que con un engaño procuróalarmarles de nuevo, diciéndoles que lo habla hecho

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por haber sabido que el rey Darío estaba resuelto aque los Fenicios pasasen a ocupar la Jonia, y losJonios fuesen trasplantados a la Fenicia1, y que éstahabía sido la causa de habérselo así mandado. AlRey no le había pasado tal cosa por la cabeza; máscon aquel terror imaginario turbaba Histieo a laJonia.

IV. Poco después de esto envió Histieo a Sardesun mensajero de nación Atarnaita, llamadoHermippo, con cartas dirigidas a ciertos Persas conquienes tenía de antemano tramada unasublevación2. Hermippo, en vez de entregar lascartas a aquellos a quienes iban destinadas, se pre-sentó en derechura a Artafenes y se las puso en lasmanos. Cerciorado éste de la oculta conjuración,manda a Hermippo que, tomando otra vez suscartas, las entregue a quien van de parte de Histieo,

1 Sin duda los Persas solían con frecuencia, con un despotis-mo inhumano y contrario al derecho de gentes, obligar anaciones enteras a la trasmigración; pero en este caso no fuemás que una imputación con que Histieo, sólo para podervolver a su patria, la metió en tal confusión. Muchasperfidias pueden aprenderse en la historia de los Griegos allado de heroicas hazañas y virtuosos documentos.2 Mucha habilidad política es preciso atribuir a Histieo, paraque en su breve paso por Sardes pudiese tramar unaconjuración y seducir a los mismos Persas.

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pero que recogidas las respuestas de los Persas aéste, las vuelva a poner en sus manos antes de partircon ellas. Descubierta de este modo la secretaconspiración, ajustició el virrey Artaferres a muchosPersas.

V. Luego que sucedió en Sardes esta novedad,viendo Histieo desvanecidas sus esperanzas, logróde los de Quio con sus ruegos e instancias que lellevasen a Mileto. Los Milesios, que con particulargusto y satisfacción poco antes se habían visto libresde Aristagoras, estaban muy ajenos a la sazón derecibir en casa y de voluntad propia a ningún otroseñor, mayormente después de haber gustado lodulce y sabroso de la libertad. Habiendo, pues,Histieo intentado entrar de noche y a viva fuerza enMileto, salió herido en un muslo de mano de unMilesio, sin lograr el objeto de su tentativa. Echadode su ciudad este antiguo señor, da la vuelta a Quio,de donde no pudiendo inducir a aquellos naturales aque le confiasen sus fuerzas de mar, pasó a Mitilene,y allí pudo lograr de los Lesbios que le dieran suarmada. Llevando, pues, estos a bordo a Histieo,fuéronse hacia Bizancio con ocho galeras bientripuladas y armadas. Apostados con sus naves enaquel estrecho, íbanse apoderando de cuantas

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embarcaciones venían del Ponto, si no sedeclaraban de su voluntad prontas a seguir elpartido de Histieo.

VI. En tanto que guiados por Histieo seocupaban en esto los de Mitilene, hallábanse losMilesios amenazados de un poderoso ejército pormar y tierra que de día en día allí se esperaba,sabiéndose que los jefes principales de los Persas,unidas ya sus tropas en un solo cuerpo, sin curarsede las demás pequeñas ciudades enemigas, se diri-gían hacia Mileto. La mayor fuerza de la armadanaval del Persa consistía en los Fenicios, conquienes concurrían armados los de Chipre, pocoantes subyugados, como también los de Cilicia y losde Egipto, cuyas fuerzas de mar venían todas contraMileto y lo restante de la Jonia.

VII. Informados los Jonios de la expediciónprevenida, enviaron al Panionio sus respectivosdiputados para tener en él su congreso. Después debien deliberado el asunto, acordaron allí reunidos,que no sería del caso juntar tropas de tierra pararesistir al Persa; que lo mejor era que defendiendolos Milesios por sí mismos aquella plaza, armasenlos Jonios sus escuadras todas, sin dejar una solanave ociosa, y que así armados lo mas pronto que

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posible fuera se juntasen para cubrir y proteger aMileto en la pequeña isla de Lada3, que viene a estarfrontera a la misma ciudad.

VIII. De resultas de dicha resolución, los Jonios,a quienes se habían unido los Eolios de Lesbos, sejuntaron allí con sus naves bien armadas. El ordencon que se formaron fue el siguiente: por la puntade Levante dejábanse ver los Milesios con 80 navespropias; seguíanles los de Priena con 12 naves, y losde Miunte con 3 solamente; a estos se hallabancontiguos con sus 17 naves los Tieos, y a estos losde Quio con 400 embarcaciones. Venían despuéspor su orden los Eritreos y los Focenses, estos consolas 3 galeras, aquellos con 80; a los de Foceaestaban los Lesbios inmediatos con 70 naves, y losLamios con 60 cerraban la extremidad de Poniente4.De suerte que la suma de naves recogidas en laarmada jonia subió a 353 galeras.

IX. El número de las naves bárbaras era de 600,y luego que aparecieron en las costas de Mileto, aloír los generales persas, que tenían allí cerca reunidoel ejército de tierra, el gran número de galeras en la 3 Lada se cree ser al presente Jaca o quizá Fermaca.

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armada jonia, se llenaron de pavor y espanto,desconfiando de poder salir victoriosos contra ellas,y sumamente temerosos de que no siendosuperiores en el mar no podían llegar a rendir aMileto, y de que no rindiendo la plaza se verían enpeligro de ser por ello castigados por orden deDarío. Llevados, pues, de estos temores,determinaron juntar los señores de la Jonia queechados de sus respectivos dominios por el MilesioAristagoras, y refugiados antes a los Medos, veníanentonces en la armada contra Mileto, y juntos todoslos que en ella se hallaron, les hablaron así losgenerales persas: -«Este el tiempo, señores Jonios,en que acredite cada uno de vosotros su fidelidad alsoberano, y su amor a la real casa: es menester quecada cual por su parte procure apartar a sus vasallosdel cuerpo y liga de los conjurados en esta guerra.Para esto debéis ante todo ganarles con buenasrazones, prometiéndoles que por su rebelión notienen que temer castigo ni disgusto alguno, yasegurándoles que ni entregaremos al ruego sustemplos, ni al saco sus cosas profanas y particulares,

4 Parece que dejaron de concurrir con sus naves cuatrociudades jonias, según las enumeraba el autor (L. I. c.CXLII), a saber, Efeso, Colofon, Lébedo y Clazomene.

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ni los gravaremos con nuevos pechos diferentes delos que ahora tienen. Pero si viereis que no quierensepararse de los rebeldes, empeñados de todo puntoen entrar a la parte en la batalla, en tal caso lesamenazareis en nuestro nombre, pintándoles lo quese les espera de nuestra ira y venganza; que cogidosprisioneros de guerra, serán vendidos por esclavosque sus hijos serán hechos eunucos, sus doncellastrasportadas a Bactra, y su país entregado a otroshabitantes.»

X. Prevenidos por los Persas los tiranos de laJonia, luego que vino la noche envió cada uno deellos a sus antiguos vasallos quien de su parte con elreferido aviso les solicitase a separarse. Pero losJonios, a cuyos oídos llegó aquella prevención,persuadidos de que a ellos solos y no a los demáspueblos de la liga la dirigían los Persas, mirando lacosa con desprecio no se movían a consentir en latraición propuesta. Esto fue lo primero queintentaron los Persas llegados a Mileto.

XI. Juntos ya en Lada los Jonios, empezarondesde luego sus asambleas, en las cuales uno de losmuchos oradores que hablaban en público, fue elgeneral de los Focenses llamado Dionisio, que asíles arengó: -«La balanza está ya al caer, Jonios míos;

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anda en ella suspensa nuestra suerte, y de su caídadependerá el que nosotros quedemosindependientes y libres, o que nos veamos tratadoscomo esclavos, y como esclavos fugitivos. Siquereís, pues, al presente poneros en movimientopor un poco de tiempo, será necesaria de contadoalguna mayor molestia, pero el fruto de vuestrobreve trabajo será sin duda la victoria del enemigo, yel premio de la victoria vuestra libertad. Pero si enesta ocasión queréis economizaros demasiado,viviendo sin orden y a vuestras anchuras, en verdados digo que no espero hallar medio alguno, ni aunalcanzo cuál pudiera darse para librarnos después delas garras del rey y de la pena debida a unosrebeldes. Esto no, amigos, nunca; creedme mejor amí, teniendo por bien dejaros en mis manos; que yocon el favor del cielo os aseguro en tal caso una dedos, o que el enemigo no osará entrar en batalla convosotros, o que si entra saldrá muy descalabrado yroto.

XII. Dóciles a estas razones los Jonios, sepusieron a las órdenes de Dionisio, quien con lamira de ejercitará los remeros, formando la escuadraen dos alas, la sacaba de continuo en alta mar, y afin de tener en armas a la tropa naval, hacia

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asimismo que arremetiesen unas galeras con otras.Lo restante del día después de dichas escaramuzasobligaba a las tropas a pasarlo a bordo, ancladas lasnaves, de suerte que los días enteros tenía a losJonios en continuo ejercicio y fatiga. Como porespacio de siete días hubiesen ellos hecho a lasórdenes de Dionisio lo que les mandaba, viéndoseya molidos al octavo con tanto trabajo, y acosadosde los rayos del sol, como gente no hecha a la fatiga,empezaron unos a otros a decirse: -«¿Qué fatalidades esta, o qué crimen tan enorme hemos cometidopara darnos a tan desastrada vida? ¿Y no somosunos insensatos que perdido el juicio nosentregamos a merced de un Focense fanfarrón, quepor tres naves que conduce se nos levanta con elmando, entregándonos a intolerables afanes? Vistoestá que no ha de dejarnos aliento, pues ya muchosde la armada han enfermado de puro cansancio, ymuchos más, según toma el sesgo, vamos en breve ahacer lo mismo. Por vida de Plutón, antes que pasarpor esto vale más sufrirlo todo. Menor mal seráaguantar la servidumbre del Persa, venga lo queviniere, que estamos aquí luchando con esta miseriay muerte cotidiana. Vaya en hora mala el Focense, yruin sea quien a ese ruin de hoy más le obedeciere.»

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Esto iban diciendo, y en efecto desde aquel puntoni uno solo se halló que quisiese darle oídos, sinoque todos, plantadas sus tiendas en dicha isla almodo de un ejército acampado, sin querer subir abordo ni volver al ejercicio, descansaban a lasombra.

XIII. Entretanto, los generales Samios, viendolo que los Jonios hacían, se decidieron a aceptar elpartido que Eaces, hijo de Silosonte, de orden delos Persas les había hecho proponer, pidiéndolespor medio de un enviado que se apartasen de laalianza de los Jonios. Viendo, pues, los Samios elgran desorden que reinaba en la armada jonia, ypareciéndoles al mismo tiempo imposible que lasarmas del rey no saliesen al cabo victoriosas, porcuanto Darío, aun en caso de que su armadapresente fuese derrotada, tendría en breve a puntootra cinco veces mayor, resolviéronse a admitir lamencionada propuesta. Estando en este ánimo,apenas vieron que no querían los Jonios hacer sudeber en aquella fatiga, cuando valiéndose de laocasión echaron mano de aquel pretexto a fin depoder conservar, separándose de la liga, sus templosy bienes propios. Era este Eaces, cuya proposiciónaceptaron los de Samos, un príncipe hijo de

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Silosonte5 y nieto de Eaces, señor de Samos, quehabía sido privado de sus Estados por manejo delMilesio Aristagoras, del mismo modo que los otrosseñores de la Jonia.

XIV. Cuando los Fenicios presentaron la batalla,saliéronles a recibir los Jonios formados en dos alas.Llegadas a tiro las armadas y empezada la acción, nopuedo de fijo decir cuáles fueron los Jonios que seportaron bien, y cuáles los que obraron mal en larefriega, pues los unos culpan a los otros, y todos sedisculpaban a sí mismos. Es fama que entonces losSamios, según con Eaces lo tenían concertado,saliéndose de la línea a velas tendidas, se fueronnavegando hacia Samos, no quedando más queonce naves de su escuadra. Los capitanes de estasúltimas, no habiendo querido obedecer a susgenerales y manteniéndose en su puesto, entraronen batalla; y el común de los Samios, en atención aeste hecho, les honró después haciendo que segrabasen en una columna los nombres de losmismos capitanes y los de sus padres, queriendo daren aquel monumento un público testimonio de quefueron hombres de bien y de mucho valor. Viendolos Lesbios que los que tenían inmediatos huían de 5 Véase L. III. par. CXXXIX.

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la batalla, hicieron lo mismo que los Samios,imitándoles la mayor parte de los Jonios.

XV. Los que más padecieron de cuantosquedaron peleando fueron los de Quio, haciendoproezas de valor, sin perdonar esfuerzos contra elenemigo, ni desmayar un punto en el combate,siendo 100 sus galeras, y llevando cada una 40ciudadanos de tropa escogida para la pelea. Bienveían que muchos de los aliados les vendíanpérfidamente; pero no queriendo parecérseles en lacobardía y ruindad, por más que se viesendesamparados, con todo, con los pocos aliados queles quedaban continuaron en avanzar, embistiendocontra las naves enemigas, prendiendo muchas deellas, pero perdiendo el mayor número de las suyas,hasta que se hicieron a la vela con las que lesquedaban, huyendo hacia su patria.

XVI. Perseguidas por el enemigo algunas navesde su escuadra, que por destrozadas no se hallabanen estado de huir, tomaron la derrota hacia Micala6;allí, varando en la playa y dejando en ella las galeras,salva ya la tripulación, íbase a pie por tierra firme.Caminaban los marineros de Quio por la señoría deEfeso, y llegados ya del noche cerca de la dicha 6 Promontorio enfrente de Samos.

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ciudad, quiso su desgracia que las mujeres del paísestuviesen allí ocupadas en celebrar a Céreslegisladora un sacrificio llamado Tesmoforía. LosEfesios, que nada habían oído todavía de losucedido a los de Quio, y que viendo aquella tropaentrada por su tierra, la tenían por una cuadrilla desalteadores que venían a robarles las mujeres,saliendo luego todos levantados en masa a socor-rerlas, acabaron con los pobres marineros de Quio:¡tanta fue su desventura!

XVII. Pero volviendo al bravo Dionisio elFocense, después que vio los asuntos de los Joniosde todo punto perdidos en la batalla, habiéndose enella apoderado de tres naves enemigas, se partió deallí con ánimo de no volver a Focea, su patria, puesbien visto tenía que ella con toda la Jonia sería alcabo hecha esclava de los Persas. Resolvió, pues,tomar desde allí el rumbo hacia la Fenicia, dondecomo se hubiese apoderado de muchas naves decarga, rico ya con tantos despojos, las echó a fondoy se hizo a la vela para Sicilia. Allí se dio a lapiratería, saliendo a mentido de aquellos puertos, sintocar empero a ningún barco griego, y apresando atodos los cartagineses y toscanos que podía coger.

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XVIII. Vencedores los Persas de los Jonios en labatalla naval, bien presto sitiaron por mar y tierra aMileto, plaza que al sexto año de la sublevación deAristagoras tomaron a viva fuerza, combatiéndolacon todo género de máquinas y arruinando lasmurallas con sus minas. Una vez rendida la ciudad,hicieron esclavos a sus vecinos, viniendo con esto adescargar sobre Mileto la calamidad que el oráculoles había pronosticado.

XIX. Es de saber que consultando en ciertaocasión los Argivos en Delfos acerca de laconservación de su propia ciudad, se les había dadoun oráculo, no peculiar a ellos únicamente, sinoperteneciente también a los de Mileto, pues dirigidoen parte a los de Argos, a lo último llevaba unaadición para los Milesios. Referiré la parte deloráculo que tocaba a los Argivos, cuando en supropio lugar diera razón de sus asuntos: la parte quemiraba a los Milesios, que no se hallaban allípresentes, estaba concebida en estos términos: -«Entonces, oh Mileto, máquina llena de maldad, serás cena yespléndida presa para no pocos, cuando tus damas laven lospies de cabelluda raza; ni faltarán otros que adornen enDídimos mi templo.»- Todos estos males vinieronentonces, en efecto, sobre los Milesios, cuando los

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más de los hombres de la ciudad murieron a manosde los Persas, que solían criar su pelo largo; cuandolas mujeres e hijos de aquellos fueron reducidos a lacondición de esclavos; cuando, finalmente, eltemplo de Apolo en Dídimos, de cuya riqueza llevoya hecha mención en diferentes puntos de mihistoria, fue con su capilla y con su oráculo dado alsaco y a las llamas7.

XX. Hechos, pues, prisioneros los Milesios,fueron desde su patria llevados a Susa. El rey Darío,sin ejecutar en ellos otro castigo diferente, loscolocó cerca del mar Eritreo en Ampa, ciudad porla cual pasa el río Tigris, que desagua en el mar. Lasheredades suburbanas de Mileto las tomaron para sílos Persas, dando las tierras altas del país a losCarios de Pedaso.

XXI. No hallaron los Milesios en su desventurarecibida de manos de los Persas la debidacompasión y correspondencia en los Sibaritas quehabitan al presente las ciudades de Leo y de Seidro8,

7 Ignoro cómo concertar a nuestro autor que da este temploel saco en tiempo de Darío, con los escritores que afirmanque el templo Didimeo, cerca de Mileto, fue entregado aJerjes con sus tesoros por los Branquidas, que cuidaban deél, los cuales eran sacerdotes de la familia de Branco.8 Dos colonias sibaritas en la Lucania.

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después que fueron privados de su antigua patria, laciudad misma de Sibaris; pues habiendo sido éstatomada por los de Crotona tiempos atrás, mos-traron tanta pena los Milesios de aquella desventura,que los adultos todos se cortaron el pelo, siendodichas ciudades las más amigas y las más unidas enbuenos oficios de cuantas tenga yo noticia hastaaquí. Muy diferentemente obraron en este punto losde Atenas, quienes, además da otras muchaspruebas de dolor que les causaba la pérdida deMileto, dieron una muy particular en larepresentación de un drama compuesto por Frinico,cuyo asunto y título era la toma de Mileto; pues nosólo prorrumpió en un llanto general todo el teatro.sino que el público multó al poeta en mil dracmaspor haberle renovado la memoria de sus malespropios, prohibiendo al mismo tiempo que nadie enadelante reprodujera semejante drama.

XXII. Así Mileto quedóse, en una palabra, sinMilesios. Por lo que mira a los Samios que tenían encasa algo que perder, estuvo tan lejos de parecerlesbien la resolución de sus generales a favor de losMedos, que luego después del combate navaltomaron entre ellos el acuerdo de salirse de su patriapara ir a fundar una nueva colonia, antes que

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volviera Eaces a entrar en la isla, sin duda por noverse precisados en caso de quedarse en sus casas aservirá los Medos y obedecer a un tirano La ocasiónera la más oportuna, pues entonces los Zancleos9,pueblo de Sicilia, por medio de unos mensajerosenviados a la Jonia, instaban a los Jonios a quevinieran a apoderarse de Calacta, muy deseosos deque se fundase en esta ciudad jonia. Es la quellamaban Calacta una hermosa playa poseídaentonces por los Sicelios (o Sicilianos, originariosdel país), la cual mira hacia Tirsenia. Mientras losZancleos convidaban a los Jonios a formar dichacolonia, los Samios fueron entre éstos los únicosque, en compañía de los Milesios que habían podidoescaparse de la ruina universal, partieron para Sicilia,donde su empresa tuvo el éxito siguiente.

XXIII. Quiso la suerte que al llegar los Samiosen su viaje a los Locros, por sobrenombreEpicefirios10, se hallasen actualmente los Zancleos, 9 Zancle era el nombre de Mesina, antes que la reedificasenlos Mesenios, como dice Pausanias, contrario en esto aHerodoto, que atribuye esta empresa a los Samios. De lapequeña ciudad de Calacta nada queda al presente; sus ruinasse creen no distantes del lugar San Marcos.10 Estos Locros, colonos de otros Locros da Acaya, morabanen la Calabria ulterior, y las ruinas de su ciudad llevan elnombre de Palepoli, cerca de Gieraci.

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conducidos por su rey llamado Escites, sitiandocierta ciudad de los Sicilianos con ánimo deapoderarse de ella a viva fuerza. Anaxilao, señor deRegio y grande enemigo de los Zancleos, informadodel designio de los Samios, procuró insinuarse conellos, y supo persuadirles que a la sazón les conveníamás bien olvidarse de Calactas y de las hermosasplayas hacia donde llevaban el rumbo, y apoderarseen vez de ellas de la misma ciudad de Zancla, que sehallaba sin soldados que pudiesen defenderla. Caenlos Samios en la tentación, y hácense dueños deZancla. Apenas los Zancleos ausentes de su patriaoyeron que había sido sorprendida, cuando fueroncorriendo a socorrerla, llamando al mismo tiempoen su ayuda a Hipócrates, señor de la Gela11 y aliadosuyo. Viniendo éste para auxiliarles con su gente dearmas, obró tan al contrario, que privando a Escites,monarca de los Zancleos, de su ciudad, le mandóponer preso, y en su compañía a Pitógenes suhermano, enviándolos así atados a la ciudad deInico12. Entró después a capitular con los Samios dela plaza, e interpuesta la fe mutua del juramento,

11 Colonia de los Rodios, al presente Terranova.12 Unos colocan esta pequeña ciudad a 20 millas de Mazaraotros un el presente lugar de Longobardo.

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vendió alevosamente a los Zancleos; pues de la pagade su traición en que convino con los Samios fueque de los esclavos y muebles que se hallabandentro de la ciudad tomaría la mitad para sí, y quecargaría con cuanto mueble y esclavo se hallase enla campiña. Para más iniquidad, valiéndose de laocasión, mandó atar la mayor parte de los Zancleosy se quedó con ellos como si fueran esclavos; y nocontento con esto, entregó a los Samios los 300Zancleos principales para que les cortasen la cabeza,maldad que no quisieron ejecutar.

XXIV. Escites, el señor de los Zancleos, huidode Inico, pasó a Himera13, de donde navegó al Asiay llegó a la corte de Darío, quien vino a tenerle porel Griego mejor y más justificado de cuantos de laGrecia habían subido a su corte; pues habidalicencia del soberano para ir a Sicilia, volvió otra veza su presencia, y entre los Persas, acabó su vidafelizmente en edad muy avanzada.

XXV. De este modo los Samios que se habíanescapado del dominio de los Medos, lograron sinningún trabajo hacerse dueños de Zancla, una de las

13 Al presente llamada Tramine.

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más bellas ciudades14. Después de la batalla navalque se dio por causa da Mileto, los Fenicios, pororden de los Persas, restituyeron a Samos a Eaces elhijo de Silosonte, en atención a lo bien que conellos se había portado. Los Samios, en efecto, porhaber retirado sus naves del combate naval de losJonios, lograron ser los únicos entre los que sehabían sublevada contra Daría que librasen delincendio sus templos y ciudades. Tomada ya Mileto,nada tardaron los Persas en recobrar la Caria, cuyasciudades, parte entregadas a discreción, parterendidas por fuerza, iban de nuevo agregando alimperio.

XXVI. Tiempo es ya de volver a Histieo, que sehallaba en las cercanías de Bizancio apresando lasnaves mercantiles de los Jonios que procedían delPonto, cuando le llegó la nueva de lo que acababade suceder en Malo. Apenas la recibió, hízose a lavela con sus Lesbios hacia Quio, dejando el cuidadode la piratería en el Helesponto a Bisaltes, natural deAbido e hijo de Apolofanes; y llegada ya a aquellaisla, tuvo una refriega con la guarnición de un fuerte

14 ) Poco duró el fruto de la perfidia de los Samios, habiendoluego, según Tucídides, sido echados de Zancla porAnaxilao.

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llamado Cela que no quería admitirle en aquel lugar,y mató en ella no pocos de aquellos defensores.Con esta logró hacerse dueño de una pequeñaciudad de la isla, de cuyo puerto salía con losLesbios de su comitiva y se iba apoderando de lasgaleras maltratadas de los de Quio, que escapadasde la batalla naval se volvían a su patria.

XXVII. A estos vecinos de la isla de Quio habíanantes acontecido ya notables prodigios, segúnsuelen los dioses por ley ordinaria dar de antemanociertos pronósticos de las grandes desventuras queamenazan a alguna ciudad o nación. Uno había sidoque de cien mancebos enviados en un coro o danzadesde Quio a Delfos, sólo dos habían vuelto a lapatria, habiendo perecido los otros 98 de una pesteque les sobrevino: otro fue que cayéndose en Quioel techo de una casa sobre los niños de la escuelapoco antes que se diese la batalla naval, de 420 queellos eran, sólo uno se salvó. Estas fueron lasseñales previas que el cielo les enviaba: después vinola batalla naval que destruyó aquella república, ydespués de la rota fatal de las naves, el pirata Histieocon sus Lesbios se dejó caer sobre los Quiosdestrozados, y acabó de dar en tierra con todo elpoder de aquel Estado.

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XXVIII. Teniendo ya Histieo en su escuadra nopocos combatientes, Jonios y Eolios, desde Quio sefue contra Taso. Estaba ya sitiando esta plaza,cuando por el aviso que le vino de que los Fenicios,dejando a Mileto, salían contra las otras ciudades dela Jonia, dióse mucha prisa en partir con toda sugente hacia Lesbos, sin llevar a cabo la expugnaciónde Taso. Entretanto, la falta de víveres que padecíasu ejército, le obligó a pasar al continente conánimo de segar las mieses, así del territorio Atarneocomo del campo Caico que pertenece a los Misios.Pero quiso entonces la fortuna que se hallase enaquellas cercanías con un numeroso ejércitoHárpago, general de los Persas, el cual, en unabatalla que allí se dio, muerta la mayor parte de lastropas enemigas, logró apoderarse de la persona deHistieo, que fue hecho prisionero del modosiguiente:

XXIX. En Malena, lugar de la comarca Atarnea,trabóse el choque entre Persas y Griegos, en quepor largo tiempo quedó dudosa la victoria, hastaque al fin, arremetiendo la caballería persiana, hizosuya la acción con tal viveza, que puso en fuga a losGriegos. Al huir con los suyos Histieo, persuadidocomo estaba de que por aquella su culpa no le

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condenaría el rey a perder la vida, se le avivó tantoel deseo de conservarla, que alcanzado ya por unsoldado Persa y viendo que iba con un golpe apasarle de parte a parte, le habló en lengua persianay se le descubrió diciendo ser el milesio Histieo.

XXX. Si Histieo, puesto que fue cogido vivo,hubiera sido presentado asimismo a Darío, éste, ami modo de entender, le hubiera perdonado laofensa pasada, y aquél nada hubiera tenido quesufrir de parte del ofendido15. El daño estuvo enque el virrey de Sardes Artafernes y Hárpago, elgeneral de las tropas, a fin de impedir queperdonado Histieo volviera de nuevo a la gracia yprivanza del soberano, luego que llegó a Sardesprisionero, pusieron su cuerpo en un palo yenviaron a Susa su cabeza embalsamada para que laviera Darío. Sabedor, en efecto, el monarca de aquelhecho, desaprobando la resolución, reprendió a losministros autores de ella, porque no le habíanpresentado vivo el prisionero de guerra. Respecto ala cabeza de Histieo, ordenó que lavada ydecorosamente amortajada se le diese honrosa 15 No puede bastantemente alabarse la clemencia de Darío yla ley de los Persas de que por un solo crimen nadie debiese

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sepultura, siendo de un varón singularmentebenemérito, así de su real persona como del imperiode los Persas. Así vino a terminar Histieo.

XXXI. La armada de los Persas que habíainvernado en las cercanías de Mileto, saliendo almar al año siguiente, iba de paso apoderándose delas islas adyacentes al continente del Asia Menor, asaber: la de Quio, la de Lesbos, y la de Tenedos.Para mayor desgracia, posesionados los bárbaros dealguna isla, lo primero que hacían era barrer yacabar con todos los moradores que en ella había,en la forma que sigue: iban formando un cordón dePersas cogidos uno de la mano del otro, yempezando así de la playa del Norte seguían conaquella red barredera cazando los hombres por todala isla. En el continente, asimismo fueronapoderándose de las ciudades jonias, reduciéndolasa la esclavitud, dejando solo de tender allí su red porno permitirlo la situación del país.

XXXII. Así que los generales persas no quisieronque se dijese de ellos que no cumplían las amenazasque antes habían hecho los Jonios, cuando todavíaestaban armados, pues como lo amenazaron, así lo

ser castigado, ni por muchos, si son más y mayores losservicios precedentes.

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iban ejecutando. Porque no bien se veían dueños dealguna de las plazas, cuando escogidos los niñosmás gallardos, hacían de ellos otros tantos eunucospara su servicio, entresacando del mismo modo alas doncellas mejor parecidas para enviarlas a lacorte; y no contentos con esto, entregaban a lasllamas todos los edificios de las ciudades, asíprofanos como consagrados a los dioses. Esta fue latercera vez que los Jonios se vieron hechosesclavos, pues una les subyugaron los Lydios, y dosconsecutivamente los Persas.

XXXIII. Aquella misma armada, habiendodejado la Jonia, fue sujetando todas las plazas quecaen a la izquierda del que va navegando por elHelesponto, pues las que están a mano derecha enel continente habían ya sido rendidas por los Persas.En dicha costa del Helesponto, que pertenece a laEuropa, se halla el Quersoneso, en que se cuentanbastantes ciudades; se halla la ciudad de Perinto; sehallan los fuertes de la Tracia, como también lasciudades de Salibria y de Bizancio. Los Bizantinos,pues, y del mismo modo los Calcedonios, situadosen la ribera opuesta, dejando sus pueblos antes deque llegase la armada fenicia y retirados a lo interiordel Ponto Eusino, fundaron la ciudad de

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Mesambria. Llegados después los Fenicios,incendiadas las dos citadas plazas, se dejaron caersobre Proconeso y Artace, y desde ellas, despuésque las hubieron abrasado, hiciéronse a la vela otravez hacia el Quersoneso cor ánimo de arruinar lasciudades que antes habían respetado, cuando porprimera vez se echaron sobre aquella península. ACízico no se acercaron absolutamente los Fenicios,a causa de que los naturales, ya antes de su llegada,capitulando con el virrey de Dascilio, Ebares, hijode Megabazo, se habían entregado al rey; pero en elQuersoneso rindieron las demás ciudades, exceptola de Cardia.

XXXIV. Hasta este tiempo, Milcíades, hijo deCimon y nieto de Estesagoras, conservaba eldominio en dichas ciudades, sobre las cuales lohabía adquirido antes aquel otro Milciades que fuehijo de Cipselo, de la manera que referiré. LosDolongos, pueblos de origen Tracios, eran los queantiguamente habitaban en el Quersoneso, quienesviéndose agobiados en la guerra por los Apsintios16,enviaron a Delfos sus reyes para que consultasen 16 Nada más que el nombre se halla de estos Apsintios. Enun códice antiguo se lee algo variada la historia, diciendo que

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acerca de ella. Dióles por respuesta la Pythia que sellevaran a su país por fundador de una colonia alprimero que salidos del templo les acogiera en sucasa como huéspedes y amigos. Los Dolongos,pues, tomaron su camino por la vía sacra17, pasaronpor la señoría de los Focenses y por la de losBeocios, y desde allí, sin que nadie les convidasecon su casa, se entraron por la de los Atenienses.

XXXV. En aquella sazón, si bien era Pisistratoquien tenía en Atenas el poder absoluto, no dejabacon todo de tener algún mando cierto señorllamado Milcíades, hijo de Cipselo, sujeto de familiaprincipal que mantenía tiros de cuatro caballos paraconcurrir a los juegos olímpicos18. Era éstedescendiente remoto de Egina y de Eaco, y después,andando el tiempo, se hallaba naturalizado entre losAtenienses, siendo de la casa de Fileo, hijo de

los Apsintios y no los Dolongos fueron quienes consultaronal oráculo.17 No puede ser esta la vía sacra que describe Pausaniasdesde Atenas a Elausina, sino aquella por donde, segúnEstrabon, se llevaban las víctimas sacras de Atenas hastaDelfos.18 Era esto entro los Griegos indicio de familias nobles y po-derosas, que en mayor aprecio tenían la victoria de suscuadrigas olímpicas que los Romanos la pompa de untriunfo.

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Eante, que fue el primero de dicha familia que seinscribió por ciudadano de Atenas. Estábase, pues,Milcíades sentado a la puerta de su casa, cuandoviendo pasar a los Dolongos con un traje peregrinoy armados con sus picas, los saludó y llamó hacia sí.Acercáronsele luego y fueron de él convidados consu casa y posada, y admitido el agasajo, dánle cuentalos nuevos huéspedes del oráculo recibido, exhor-tándolo al mismo tiempo a que obedezca al diosApolo. Milcíades, como quien estaba mal con eldominio de Pisistrato, ansioso de salirse de sujurisdicción, dejóse persuadir muy fácilmente, yluego envió a Delfos unos diputados encargados deconsultar de su parte el oráculo sobre si haría o nolo que le pedían aquellos Dolongos.

XXXVI. Con el nuevo mandato de la Pythiaacabóse de resolver a la empresa Milcíades, hijo deCipselo19, sujeto ya famoso por haber llevado elprimer premio en las justas de Olimpia entre losaurigas de cuatro caballos. Alistando, pues, para lanueva colonia a todos los Atenienses que quisieronseguirle en su viaje, con ellos y con los Dolongos se

19 Cornelio Nepote da principio a sus Varones Ilustres con unanacronismo indigno de un estudiante, confundiendo esteMilcíades el Cipsélida con el otro Milcíades, hijo de Cimon.

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hizo a la vela y logró después apoderarse de la re-gión que pretendía, de la cual le nombraron señorlos que le habían llamado. La primera providenciaque tomó Milcíades en su dominio fue la de cerrarel istmo del Quersoneso, tirando una muralla desdela ciudad de Cardia hasta la de Pactia, con cuyadefensa impedía las invasiones y correrías de losApsintios en toda la tierra. Dicho istmo tiene demar a mar 36 estadios, y el Quersoneso, contandodel istmo hacia lo interior del país, se extiende a lolargo 420 estadios.

XXXVII. Fortalecida ya la garganta delQuersoneso con aquel nuevo pertrecho que impedíala entrada y tenía lejos de él a los Apsintios, losprimeros a quienes hizo la guerra Milcíades fueronlos Lampsacenos, quienes en ara emboscada lehicieron prisionero. Al saber Creso el Lydio aquellaprisión, por la grande estima que hacía de la personade Milcíades, intimó a los Lampsacenos por mediode un mensajero que pusiesen en libertad alprisionero, que de no hacerlo les aseguraba que losquebrantaría como quien quebranta un pino.Pónense luego los Lampsacenos a deliberar sobre elsentido de la enigmática amenaza, no alcanzando lafuerza de aquel quebrantar a manera de un pino, hasta

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que al cabo de un buen rato de demandas yrespuestas, dio un viejo en el blanco de la amenazadiciendo ser el pino el único entre los árboles quedesmochado una vez no vuelve a retoñar, sino quetotalmente acaba y muere. Con el temor en que contal amenaza entraron los de Lampsaco dieronlibertad a Milcíades, debiendo éste a Creso el verselibre de sus prisiones.

XXXVIII. Restituido Milcíades a sus Estados,viéndose sin hijos, hizo al morir heredero delmando y de sus bienes a su sobrino Steságoras, hijode Cimon su hermano uterino. En el día los pueblosdel Quersoneso, según suele practicarse con losfundadores de alguna ciudad, hacen sacrificios enhonor de Milcíades, en cuya memoria tienenestablecidos unos juegos así ecuestres comogímnicos, en los cuales no es permitida a ningúnLampsaceno la competencia. Duraba todavía laguerra con los de Lampsaco, cuando quiso la malasuerte que también Steságoras muriera sin sucesión,recibiendo un golpe de segur que descargó sobre sucabeza el mismo Pritaneo, uno que se vendía pordesertor, y era realmente un enemigo enconado yfurioso.

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XXXIX. Los Pisistrátidas, sabida la muerte deSteságoras, enviaron al Quersoneso en una galera aMilcíades, hijo de Cimon y hermano del difunto,para que tomase el mando del Estado. Mucho sehabían ya esmerado antes los hijos de Pisistrato enfavorecer a este Milcíades estando aún en Atenas,como si no hubieran tenido parte alguna en lamuerte de Cimon su padre, la cual diré del modoque sucedió en otro lugar de mi historia. Llegado,pues, Milcíades al Quersoneso, se mantuvo algúntiempo sin salir de casa, queriendo, a lo que parecía,honrar con aquel luto y retiro la muerte deSteságoras. Corrió así la voz entre los vecinos delQuersoneso, y en fuerza de ella, juntos todos losseñores principales de aquellas ciudades en di-putación común, vinieron a dar el pésame aMilcíades, quien valiéndose de la ocasión los pusopresos a todos y se alzó con el dominio delQuersoneso entero, manteniendo en su servicio 500hombres de guardia y tornando después por esposaa la princesa Hegesipila, hija de Oloro, rey de losTracios.

XL. No sólo tuvo que tomar estas medidasMilcíades, hijo de Cimon, recién llegado alQuersoneso, sino que hubo de sufrir en lo sucesivo

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otros contratiempos mucho más crueles; porquetres años después20 túvose que ausentar delQuersoneso huyendo de los Escitas llamadosNómadas, quienes, irritados por el rey Darío yunidos en cuerpo de ejército, avanzaron con suscorrerías hasta el Quersoneso. Milcíades, noteniendo ánimos ni fuerzas para hacerles frente,huyóse por esta causa de sus dominios, dondedespués que los Escitas se volvieron otra vez a supaís, le restituyeron de nuevo los Dolongos. Estaadversidad le había acontecido tres años antes quele sucediera otra desventura que a la sazón de quevoy hablando la sobrevino, y fue la siguiente:

XLI. Informado Milcíades de que los Fenicios sehallaban ya en Tenedos, cargando luego cincogaleras de cuantas riquezas y preciosidades tenía a 20 Sin auxilio de nuevos códices es imposible corregir en estepasaje el embrollo de cronología. Porque desde el principiode la dominación de Milcíades hasta que los Escitasinvadieron el Quersoneso, pasaron por lo menos diez años,mientras aquí sólo pone tres, y su restitución a sus dominioshubiera debido hacerse en el tiempo que el general Otanessubyugaba la Tracia, lo que no parece verosímil. Entre lainvasión de los Escitas y la de los Fenicios, entre los que sólocoloca el autor el intervalo de tres años, trascurrieron lomenos once, y prueba de ello es el haber llegado ya a sercapitán de galera Metíoco, hijo de Milcíades, que según elcómputo de Herodoto sólo contaba entonces seis años.

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mano, hízose con ellas la vela para Atenas21. Salido,pues, de la ciudad de Cardia, iba navegando por elgolfo Melas, costeando el Quersoneso, cuando consus galeras se dejaron caer sobre él los Fenicios. Pormás caza que le daban, pudo Milcíades escaparsecon cuatro de sus naves y acogerse a Imbro; perofue apresada la quinta, en la que iba por capitán Me-tíoco, su hijo mayor, habido, no en la hija del rey deTracia Oloro, sino en otra esposa. Sabedores losFenicios de que el capitán de la nave apresada erahijo de Milcíades, le presentaron al rey creídos deque iban a hacerle en ello el más grato obsequio,por cuanto Milcíades había sido el que dio a losseñores de la Jonia el voto de que lo mejor eracondescender con los Escitas, cuando éstos lospedían que disuelto el puente de barcas diesen lavuelta a su patria. Darío, después que tuvo en supoder a Metíoco, hijo de Milcíades, presentado porlos Fenicios, no sólo no le trató como enemigo,sino que la colmó de tantas mercedes que le diocasa y bienes, casándolo con una señora persiana, y 21 Este hecho me persuade de que sublevada la Jonia se habíaaprovechado Milcíades de la ocasión para recuperar susdominios, que sin duda había prudentemente abandonado alvolver Darío de la Escitia, y que entonces por la invasión delos Fenicios desamparó segunda vez.

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los hijos que en ella tuvo son reputados comoPersas.

XLII. Partido Milcíades de Imbro, llegó salvohasta Atenas. Los Persas no hicieron en aquel añootra hostilidad ni violencia en castigo de los Jonios,antes tomaron acerca de ellos, unas providenciasmuy útiles y humanas, pues aquel año fue cuandoArtafernes, virrey de Sardes, convocando a losdiputados de las ciudades de la Jonia, les obligó aque hiciesen entre ellos sus estatutos y tratados a finde ajustar en juicio las diferencias mutuas y novalerse en adelante del derecho de las armas unoscontra otros pasándolo todo a sangre y fuego22.Obligado que los hubo a convenir en estos pactos,mandó Artafernes medir sus tierras por parasangas,medida persa así llamada que contiene 30 estadios.Medido así todo el país, señaló en particular lostributos, que se han mantenido hasta mis días en

22 Soy de la opinión de los políticos que piensan ser menoreslos males públicos en un imperio grande, y si pudiera seruniversal, que los de los pequeños dominios, por libres eindependientes que sean; lo cual puede observarse en laJonia, armada antes a menudo con guerras intestinas entresus ciudades y víctimas de la turbulencia de los republicanoso de la prepotencia de los pequeños señores, reducidaentonces por el Persa a componer pacíficamente susdiferencias.

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aquella regulación de Artafernes, la misma casi queya de antes estaba impuesta.

XLIII. Todo estaba, pues, en Jonia tranquilo ysosegado. Al principio de la siguiente primavera23,retirados; por orden del rey los demás generales,bajó Mardonio, hacia las provincias marítimasconduciendo un gran ejército de mar y tierra. Eraeste joven general hijo de Gobrias, y estaba reciéncasado con una princesa hija da Darío, llamadaArtozostra. En Cilicia, adonde había llegado alfrente de su ejército, entró a bordo de una nave ynavegó con toda la escuadra, señalando otroscaudillos que condujesen las tropas de tierra alHelesponto. Después que costeada el Asia Menor sehalló Mardonio en la Jonia, siguió en ella unaconducta tal, que bien sé que, referida aquí, ha deparecer una cosa sorprendente a aquellos Griegosque no quieren persuadirse que Ojanes, uno de lossetenviros confederados contra el Mago, fuese deparecer que entre los Persas debiese instituirse unestado republicano; porque lo que hizo allíMardonio desde luego fue deponer a todos losseñores de la Jonia y sustituir en todas las ciudades

23 El año 497 antes de J.C.

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la democracia o gobierno popular24. Tomadas estasprovidencias, se dio mucha prisa en llegar al He-lesponto. Después que en él se hubo juntado unaprodigiosa armada y asimismo un ejércitonumeroso, pasaron las tropas embarcadas al otrolado del Helesponto, y de allí continuaronmarchando camino de Eretria y de Atenas.

XLIV. Era, en efecto, el pretexto de aquellaexpedición el hacer la guerra a las dos ciudadesmencionadas; pero el intento principal no eramenos que el de conquistar para la corona todas lasciudades de la Grecia que pudiesen. Desde luegocon la armada sujetaron a los de Taso, los cuales niaun osaron levantar un dedo contra los Persas: conel ejército de tierra agregaron a los Macedones25 alos vasallos que allí cerca tenían; pues ya antes lesreconocía por señores todas aquellas nacionesvecinas que moran más acá de la Macedonia.Dejando vencida a Taso, iba la armada naval 24 Política astuta de Mardonio, que quería someter a losvasallos ganándolos con apariencia de libertad, que en unarepública dulcemente engaña.25 Después de la expedición de Bubares, sobornado porAlejandro (1. V. c. XXI), debió la Macedonia mantenersetodavía independiente del Persa. Los vecinos ya subyugadosde los Macedones serían sin duda las naciones que lindabancon ellos hasta la Prepóntide.

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costeando el continente que está frontero, hasta queaportó en Acanto26. Salida después de allí, yprocurando vencer el cabo del monte Atos, se le-vantó contra las naves el viento Bóreas con talímpetu y vehemencia, que arrojó un gran númerode ellas contra dicho promontorio, donde es famaque trescientas fueron a estrellarse, pereciendo enellas más de veinte mil personas; pues comoaquellos mares abundan de monstruos marinos,muchos de los náufragos cerca de Atos fueron deellos arrebatados y comidos; muchos perecieronarrojados contra las peñas; algunos por no sabernadar se ahogaban, y otros morían de puro frío. Taldesventura cargó sobre aquella armada.

XLV. El ejército de tierra se hallaba a la sazónatrincherado en Macedonia, cuando los Brigos27,pueblos de la Tracia, embistieron en la oscuridad dela noche contra las tropas de Mardonio, lograndomatar mucho número de ellas, y aun herir al mismogeneral, bien que esta sorpresa nocturna no pudolibrarlos del yugo y servidumbre de los Persas, no 26 Es la moderna Eriso: el célebre Atos se llama en el díaMonte Santo.27 Los Brigos son los mismos que los Frigios, mudada la F enB al estilo de los Macedones, y procedían de los Frigios delAsia.

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habiéndose retirado Mardonio de aquellos con-tornos hasta tanto que hubo rendido y domado alos Brigos.Vencidos éstos, pensó luego, con todo envolver atrás con su ejército entero, obligado a elloasí por la pérdida que sus tropas terrestres habíansufrido en la pasada refriega con los Brigos, comopor el gran naufragio que la armada había padecidoen el promontorio Atos. Malograda con esto Lía lajornada, se retiró al Asia todo el ejército conmengua y pérdida de su reputación.

XLVI. Lo primero que Darío hizo al otro añofue enviar un mensajero a Taso mandando a losnaturales de la isla, quienes habían sido delatadospor los pueblos vecinos de que intentabanlevantarse contra los Persas, que demoliesen por símismos sus murallas y pasasen sus naves a Abdera.Los Tasios, en efecto, así por haberse visto sitiadosantes por Histieo, como por hallarse con grandesentradas de dinero, procuraban aprovecharlas bienen su, defensa, parte construyendo naves largas parala guerra, parte levantando muros más fuertes parasu resguardo. Percibían los Tasios esos réditospúblicos que decía, así del continente28 como

28 El continente Tracio situado entre los ríos Estrimon yNeso.

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también de las minas, pues las de oro que poseíanen Scaptesila, lugar de tierra firme, les redituabanpor lo común 80 talentos, y las de la misma isla deTaso, dado que no llegaran a rendirles tanto, lesproducían con todo una suma tal, que el total de lasrentas públicas de los Tastos percibidas, ya de tierrafirme, ya de las minas, cada uno subíaordinariamente a 200 talentos, y esto sin tenerninguna contribución impuesta sobre los frutos dela tierra; y el año que los negocios les iban muy bien,llegaba la suma de sus entradas a componer 300talentos.

XLVII. Yo mismo quise ir a ver por mis ojosdichas minas, entre las cuales las que más mesorprendieron y mayor maravilla me causaronfueron aquellas que habían sido descubiertas por losantiguos Fenicios, cuando poblaron dicha islavenidos a ella en compañía del Fenicio Taso29, decuyo nombre tomó el suyo la isla. Estas minasFenicias se ven en Taso situadas entre el territoriollamado Enira y el que llaman Cenira, donde se hallaun gran monte abierto, arruinado y minado con

29 Era este hermano de Cadmo, que le dejó con una coloniaFenicios en la isla a que dio nombre.

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varias excavaciones que viene a corresponderenfrente de Samotracia.

XLVIII. Los Tasios, pues, en fuerza de aquellareal orden, demolidas sus mismas fortificaciones,pasaron todas sus naves a Abdera30. Tomada dichaprovidencia, como Darío quisiese tomar el pulso alos Griegos y ver si se hallaban en ánimo deguerrear contra él o de entregarse más bien a sudominio, despachó hacia las ciudades de Grecia susrespectivos heraldos encargados de exigirles la obe-diencia para el rey con pedirles la tierra y el agua. Almismo tiempo envió orden a las ciudades marítimasde sus dominios que construyesen naves largas parala guerra, y, otras asimismo de carga para eltrasporte de la caballería.

XLIX. Mientras que los vasallos de la marinapreparaban estas naves, muchos pueblos de laGrecia situados en el continente se mostrabanprontos para dará los embajadores destinados a susciudades lo que se les pedía de parte de Darío; ytodos los isleños donde aquellos aportaron, y conmucha particularidad los de Egina, prestaron al Reyla obediencia ofreciéndole la tierra y el agua. Sabidaesta entrega de los Eginetas, sospechando los 30 Abdera, ahora Asperosa.

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Atenienses, que ellos se habían entregado al Persapor la enemistad que les tenían y con la mira dehacerles la guerra unidos con el bárbaro, diéronsedesde luego por muy resentidos o injuriados; yalegres por tener un motivo tan especioso de quejacontra los mismos, pasaron a Esparta y dieron allícuenta de aquella novedad, acusando a los Eginetasde traidores y enemigos de la Grecia.

L. En efecto, de resultas de esta acusación, el reyde los Espartaros Cleomenes, hijo de Anaxandrides,pasó a Egina queriendo prender a los particularesque hubiesen sido los principales promotores de latraición. Entre otros muchos Eginetas que lehicieron frente al ir a ejecutar tales prisiones, el quemás se señaló en la resistencia fue Crio31, hijo dePolicrito, diciéndole claramente que mirase bien loque hacía, si no quería que le costase bien caro, puesbien se echaba de ver que no venía a ejecutaraquella comisión de orden del común de losEspartanos, sino que obraba sobornado con lasdádivas de los atenienses, pues a no ser así, hubiera 31 Quizá este Crio sería un luchador a quien alabó Simónidesen una de sus poesías: en tal caso la pregunta de Cleomenesal Egineta de cómo se llamaba, naciera más bien de ánimo deinsultador que de verdadera ignorancia de su nombre, quetan célebre debiera ser.

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venido acompañado del otro rey su colega parahacer aquella captura. Esta representación yresistencia la hacía Crio de concierto o inteligenciacon Demarato. Cleomenes, pues, que se veía echarde Egina por la oposición de Crio, preguntóle cómose llamaba: dióle Crio su nombre, y al despedirse lereplicó Cleomenes: -«Ahora bien, ya puede ese Crio(o carnero)32 forrar bien sus astas con puntas debronce y de acero para topetar contra un grandesastre que le va a suceder.»

LI. Por aquel mismo tiempo en Esparta armaba aCleomenes grandes intrigas un hijo de Ariston,llamado Demarato, rey asimismo de los Espartanos,pero de una familia inferior a la de Cleomenes, noen la calidad de la sangre, siendo los dos de unamisma cepa, sino en el derecho de primogenitura;pues sabido es que en atención a ella se da enEsparta la preferencia a la descendencia y casa deEurístenes.

32 Estas alusiones al nombra o satíricas o laudatorias, si sehacen parca y oportunamente, cuales alguna vez las usóCiceron, no las rechaza el gusto más delicado: pero si sebuscan afectada y frecuentemente, como en Italia y Españaen el último siglo, son indicios de un gusto depravado ycorrompido.

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LII. Sobre este particular es preciso decir aquíque los Lacedemonios, a pesar de todos lospoetas,33 pretenden que no fueron los hijos deAristodemo los que le condujeron al país que alpresente poseen, sino que su conductor fue elmismo Aristodemo, siendo su rey al propio tiempo.Aristodemo, hijo de Aristomaco, nieto de Cleodeo ybiznieto de Hillo, tenía por mujer a una señorallamada Argia, hija, según dicen, de Autesion, nietade Tisamenes, biznieta de Tersandro y tataranieta dePolinices; y esta mujer, no mucho después dellegados al país, parió a Aristodemo dos gemelos.Aristodemo apenas los vio nacidos cuando murióde una enfermedad. En aquella época losLacedemonios, conformándose con sus leyes ocostumbres, decretaron que fuera rey el mayor dedichos gemelos; pero como les veían a entrambostan parecidos o iguales en todo, no pudiendo por símismos averiguar cuál de los dos fuese elprimogénito, para salir de la duda lo preguntaronentonces a la madre que los había parido, o quizáantes ya se lo habían preguntado. Ella, aunque bien

33 Ignórase a qué poetas alude el autor; lo cierto es que losescritores griegos, menos Jenofonte y Plutarco, soncontrarios a esta opinión de los Lacedemonios.

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lo sabía, sin embargo, con la mira de hacer quefueran reyes los dos gemelos, afirmábase enasegurarles que ni ella misma podía absolutamentedecir cuál de los dos niños fuese el mayor. LosLacedemonios, metidos en aquella confusión,enviaron su consulta a Delfos para salir de duda eincertidumbre. La Pythia les dio por respuesta que aentrambos los tuvieran por reyes, dando empero lapreferencia al mayor de los gemelos. Con esteoráculo de la Pythia quedaron los Lacedemonios tanconfusos corno antes, no hallando la manera deaveriguar cuál de los niños fuese el que primerohabía nacido. Mas un tal Panites, que este era sunombre, natural de Messena, sugirió entonces a losLacedemonios un buen medio para salir de duda, asaber: avisarles que fuesen observando cuál de losgemelos fuese siempre el primero a quien limpiara ydiera la teta la madre que los había parido; y sinotaban que ella constante en esto nunca variase, noles quedaba ya más que hacer ni averiguar a fin desaber lo que pretendían; pero que si la madre fueseen ello alternando, se cercioraran de que ni la mismamadre que parió a los mellizos les distinguía niacababa de conocerles, y en tal caso les sería precisotomar otro rumbo para salir de duda. Gobernados

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los Espartanos por el aviso del Mesenio, pusiéronsemuy de propósito a observar lo que hacía la madrecon los hijos de Aristodemo, y sin que ellaentendiera a qué fin la iban observando, vieroncómo siempre, así en alimento como en el aseo,daba el primer lugar a uno de los niños, que era elmayor de sus hijos. Con estas luces toman losLacedemonios al gemelo a quien la madre prefería,del todo persuadidos que era el primogénito, ymandándole criar y educar por cuenta del Estado, lepusieron por nombre Eurístenes, llamando Proclesal otro menor. De estos dos niños cuentan que pormás que fuesen gemelos, llegados a la mayor edad,nunca fueron buenos hermanos, sino émulos entresí y contrarios sempiternos, en lo que les imitaronsiempre sus descendientes.34

LIII. Los que así nos cuentan esta historia sonúnicamente los Lacedemonios entre los Griegos,como antes decía; lo que voy a referir es conformecon lo que dicen los demás Griegos. Hasta subir aPerseo, hijo de Danae, está bien seguida y 34 Esta división del reino había reducido el Estado a una ver-dadera anarquía antes de Licurgo, aunque bajo la legislaciónde éste, que mudó la monarquía en república, quizá laemulación entre dos príncipes subordinados al Estado pudoser incentivo pan la virtud.

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deslindada la ascendencia de los reyes que tuvieronlos Dorios35, y añadiré que si no se incluye en talgenealogía al dios que fue padre de Perseo, todosaquellos ascendientes fueron Griegos de nación,puesto que por tales eran ya reputados en aquellaépoca estos progenitores. La razón de que noqueriendo subir más en esta genealogía dijera queno incluía en ella al dios padre de Perseo, es porqueeste héroe no lleva apellido de familia tomado de unpadre que fuese hombre mortal, como vemos quelo lleva Hércules tomado de Anfitrion; de suerte,que con mucha razón me detuve en Perseo sin subirmás arriba. Mas si dejando los padres de Perseoquisiera uno desde Danae, hija de Acrisio, ircontando los progenitores de aquella real familia, se

35 Para buscar la genealogía de los reyes Dorios o Heraclidases preciso inquirir la de Hércules y la de los reyes de Argos,de quienes éste descendía. El reino de Argos, fundado porImaco el año 2148 del mundo, duró 550 hasta Perseo sudecimoquinto rey, que fundó a Micenas, dividiéndole en dosreinos y continuando a reinar en el de Argos losdescendientes de Perseo. Ahora bien, Perseo, bisabuelo deHércules, era oriundo de Egipto por su abuelo maternoAcrisio, descendiente de Hipermestra, hija del EgipcioDanao, que había traído a Grecia una colonia. Así se ve quela narración de Herodoto, tanto en sí, como por ser laexpresión de la opinión común de los Griegos, de que nosale fiador, no mereció la reprensión de Plutarco.

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verá que son oriundos de Egipto los primerospríncipes ascendientes de los reyes Dorios.

LIV. Esta es su genealogía, según la deslindan losGriegos; pero si queremos escuchar en este punto alos Persas, Perseo, siendo Asirio, fue quien pasó aser Griego, pues cierto que no habían sido Griegossus progenitores. respecto a los padres de Acrisio,que nada tienen que vercon la ascendencia de Perseo, convienen los Persasen que fueron Egipcios, como pretenden losGriegos.

LV. Mas baste lo dicho sobre este punto, que noquiero expresar aquí cómo siendo Egipcios aquellosprogenitores, ni por qué medios y proezas, llegarona ser reyes de los Dorios, pues otros lo han referidoprimero, y yo quiero solamente decir lo que otrosno dijeron.

LVI. Tienen, pues, los Espartanos ciertosderechos y prerrogativas reservadas para sus reyes,corno son: dos sacerdocios principales, uno el deJúpiter Lacedemonio, otro el de Júpiter Uranio,como también el arbitrio de hacer la guerra y llevarlas armas al país que quisieren, con tan ampliasfacultades que ningún Espartano, so pena deincurrir en el más horrendo anatema, se lo pueda

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estorbar, igualmente el ser los primeros en salir acampada y los últimos en retirarse, y, en fin, teneren la milicia cien soldados escogidos36 para suguardia, tomar en tiempo de sus expediciones todaslas reses que para víctimas quisieren, y apropiarselas pieles y también los lomos de las víctimasofrecidas.

LVII. Estos son sus privilegios y gajes militares:los honores que les fueron concedidos en tiempo depaz son los siguientes: Cuando alguno hace unsacrificio público se guarda para los reyes el primerasiento en la mesa y convite; las viandas no solodeben presentárseles primero, sino que de todasdebe darse a cada uno de los reyes doble racióncomparada con la que se da a los denlas convidados,debiendo ser ellos los que den principio a las liba-ciones religiosas; a ellos pertenecen también laspieles de las víctimas sacrificadas. En todas lasNeomenias y Hebdomas de cada mes (en los días 1ºy 7º) debe darse a cada uno de los reyes en eltemplo de Apolo una víctima mayor, un medimno37

de harina y un cuartillo lacedemonio de vino. En losjuegos y fiestas públicas los primeros asientos están

36 Otros quieren que estas guardias reales subiesen a 300.37 El medimno venía a tener 6 celemines.

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reservados a sus personas. A ellos pertenece elnombramiento de sus ciudadanos para Proxenos38

(agentes o procuradores públicos de las ciudades); ycada uno de ellos tiene la elección de dos Pythios oconsultores religiosos diputados para Delfos,personas alimentadas en público en compañía de losmismos reyes. El día que estos no asisten a la mesay comida pública39, se debe pasarles en sus casas doschenices de harina y una cotila de vino para cada unoen particular: el día en que asisten a la mesa común,debe doblárseles toda la ración. En los convites quehacen los particulares deben los reyes ser tratados yprivilegiados del mismo modo que en las comidaspúblicas. La custodia de los oráculos relativos alEstado corre a cuenta de los reyes; bien que de ellosdeben ser sabedores los Pythios o consultoressacros. El conocimiento de ciertas causas está

38 Eran los Proxenos unos comisarios o cónsules encargadosde los negocios de las otras ciudades, en cada una de lascuales, había otro Proxeno nombrado por los Espartanospara agente de sus intereses. Los Pythios y el agorero asesorde los reyes venían a ser, si se me permite la expresión, losteólogos del Estado.39 Las leyes de Licurgo obligaban a que los Espartanoscomiesen en comunidad repartidos en sus respectivosrefectorios o Sysitia, como se llamaban, en los que los reyescon sus Éforos y Gerontes formarían mesa aparte.

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reservado a los reyes; si bien estas son únicamente:1º. Con quién debe casar la pupila heredera que nohubiere sido desposada con nadie por su padre: 2º.Todo lo que mira al cuidado de los caminospúblicos: 3º. Toda adopción siempre que uno quieratomar por hijo a otra persona, debe celebrarse enpresencia de ellos: 4º. El poder asistir y tomarasiento entre los Gerontes o senadores reunidos deoficio, que son 28 consejeros del Estado; y cuandolos reyes no quieren concurrir a la junta, hacen enella sus veces los senadores más allegados a los mis-mos, de suerte que añaden a su propio voto dosmas, a cuenta de los dos reyes.

LVIII. Ni son las únicas demostraciones dehonor hechas en vida a los reyes, sino que enmuerte hacen con ellos estás y otras los Espartanos.Lo primero, unos mensajeros a caballo van dando lanoticia de la muerte por toda la Laconia, y por laciudad van unas mujeres tocando por todas lascalles su atabal. Al tiempo que esto pasa, es forzosoque de cada familia dos personas libres, un hombrey una mujer, se desaliñen y descompongan en señalde luto, so graves penas si dejan de hacerlo; desuerte que la moda de este luto entre losLacedemonios en la muerte de sus reyes, es muy

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parecida o idéntica a la que usan los pueblosbárbaros en el Asia, donde estilan hacer otro tantocuando mueren sus reyes. Porque cuando muere elrey de los Lacedemonios, no solo los Espartanosmismos, sino los naturales o vecinos de todaLacedemonia, es necesario que concurran en ciertonúmero al entierro. Juntos, pues, en un mismo lugary en determinado número, ya los dichos vecinos, yalos Ilotas, ya las mismos Espartanos, todos encompañía de las mujeres, se dan golpes muy deveras en la frente, moviendo un gran llanto ydiciendo siempre que el rey que acaban de perderera el mejor de los reyes. Si acontece que muera elrey en alguna campaña, acostumbran formar suimagen y llevarla en un féretro ricamente aseado.Por los diez días primeros consecutivos al entierroreal, como en días de luto público, se cierran lostribunales y cesan asimismo los comicios.

LIX. En otra cosa se asemejan los Espartanos alos Persas: en que el nuevo rey y sucesor deldifunto, al tomar posesión de la corona, perdona lasdeudas que todo Espartano tuviese con supredecesor o con el Estado mismo, cosa parecida alo que pasa entre los Persas, donde el rey

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nuevamente subido al trono hace gracia a todos susvasallos de los tributos ya vencidos y no pagados.

LX. En otra costumbre se parecen a los Egipcioslos Lacedemonios, que consiste en que lospregoneros de oficio, los trompeteros y loscocineros sucedan siempre en las artes a suspadres40; de suerte que allí siempre es trompetero elhijo de trompetero, cocinero el hijo de cocinero ypregonero el hijo de pregonero, reteniendo siemprela herencia de las artes paternas, sin que otra demejor calidad les saque de su oficio. Esto es, ensuma, lo que pasa en Espárta.

LXI. Hallábase, pues, en Egina Cleomenes,como antes iba diciendo, empleado en procurar elbien común de la Grecia, y Demarato en tanto leestaba malamente calumniando en Esparta, no tantopor favorecer a los Eginetas, como por el odio yenvidia que le tenía. Pero vuelto de EginaCleomenes, llevado de espíritu de venganza, maqui-nó el medio cómo privar del reino a Demarato,contra quien intentó la acción que voy a referir. 40 Este uso, establecido en Egipto por una ley de Sesostris,puede ser útil al buen orden de las clases y al progreso de lasartes; pero sobre parecer contrario a la libertad civil,esclaviza los ingenios, impidiendo lanzarse a los oficios paralos que cada cual se sienta naturalmente inclinado.

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Siendo Ariston rey de Esparta y viendo que deninguna de dos mujeres que tenía le nacían hijos, secasó con una tercera de un modo muy singular. Ungran amigo de Ariston, de quien él se servía más quede ningún otro Espartano, tenía a dicha por esposauna mujer la más hermosa de cuantas en Esparta seconocían, y era lo más notable que había venido aser la más hermosa después de haber sido la más feadel mundo, mudanza que sucedió en estos términos:Viendo el ama de la niña cuán deforme era su cara,y compadecida por una parte de que siendo hija deuna casa tan rica y principal fuese desgraciada, y porotra de la pena que en ello recibían sus padres,empezó a cargar mucho la consideración sobre cadacosa de las referidas, y para remediarlas tomó laresolución de ir todos los días con la niña fea altemplo de Helena en Esparta, situado en un lugarque llaman Terapua, más arriba de Febeo. Lomismo era llegar el ama con su niña, quepresentarse delante de aquella estatua y suplicar a ladiosa Helena que tuviese a bien librar a la pobreniña de aquella fealdad. Es fama que al volverse undía del templo se apareció al ama cierta mujer y lepreguntó qué era lo que en brazos tenía; dícele elama que tenía en ellos una niña, y la mujer le pide

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que se la deje ver. Resistíase el ama, dando porrazón que de orden de los padres de la niña a nadiepodía enseñarla; pero como la mujer porfiasesiempre en verla, vencida por fin el ama de lainstancia que le hacía, se la enseñó. Ve la mujer a laniña, y pasándole la mano por la cara y cabeza, ibadiciendo que sería la más bella de las mujeres de Es-parta. ¡Cosa extraña! Desde aquel punto fueponiéndosele otro el semblante. A esta niña, pues,cuando hubo llegado a la flor de su edad, tomólapor mujer Aleto, hijo de Alcides, aquel amigo deAriston a quien antes aludía.

LXII. Ariston, herido fuertemente y aun vencidode la pasión por aquella mujer, maquinó el siguienteartificio y engaño para salir con su antojo. Entra enun convenio con aquel amigo cuya era la hermosamujer, de darle una prenda, la que más le gustase decuanto poseía; pero con pacto y condición de que elamigo por su parte prometiera darle otra del mismomodo. Ageto, que veía casado a Ariston con otramujer, no recelando remotamente que pudierapedirle la suya, convino en el pacto y trueque de lasprendas, que ambos confirmaron con juramento.Apresuróse luego Ariston a cumplir la palabraempeñada dando la presea que escogió Ageto de

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entre las de su tesoro, con la mira impaciente derecibir otra tal de parte de su amigo, declarándole alpunto su pretensión y queriendo quitarlo la esposa.Protestábale Ageto que a todo menos a su mujer seextendía el pacto de la promesa; pero obligado alcabo con la fe del juramento y cogido en unescrupuloso lazo permitió que Ariston se fuese consu esposa.

LXIII. De esta manera Ariston, divorciándosecon su segunda esposa, se casó con esta terceramujer, la cual dentro de breve tiempo, aun antes deldécimo mes, le parió aquel Demarato de queíbamos hablando. Puntualmente se hallaba Aristonen una junta con los Éforos, cuando uno de suscriados vino a darle la nueva de que acababa denacerle un hijo. Al oir el aviso, pónese Ariston arecordar el tiempo que había desde que estabacasado con su tercera mujer, contando los mesespor los dedos; y luego: -«¡Por Júpiter! exclama, queno puede ser mío el hijo de mi mujer;» juramento deque todos los Éforos fueron testigos, si bien nadacontaron con él en aquella sazón. Fue despuéscreciendo el niño, y persuadido Ariston de que, sinfalta era hijo suyo, arrepentíase mucho de que antesse le hubiera deslizado la lengua en aquel dicho

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precipitado. Respecto al niño, la causa de ponerlepor nombre Demarato (el deseado del pueblo)había sido los votos y rogativas públicas a Dios queantes habían hecho de común acuerdo losEspartanos, pidiendo que naciera un hijo a Ariston,rey el más cumplido y estimado de cuantos jamáshubiese habido en Esparta, y por esta razón se dioal recién nacido el nombre de Demarato.

LXIV. Andando el tiempo, sucedió Demarato enel reino a su difunto padre Ariston, si bien pareceser disposición de los hados que aquel dicho deAriston, sabido de todos, hubiese al cabo de serocasión para que se depusiese del trono a su hijo.De esta mala estrella, según creo, provendría queDemarato se declarase tan contrario a Cleomenes,así antes cuando se retiró desde Eleusina con sustropas, como entonces cuando Cleomenes se dirigíacontra los Eginetas declarados partidarios del Medo.

LXV. Formado, pues, por Cleomenes elproyecto de vengarse de Demarato, lo primero quehizo para lograrlo fue concertar con Leotiquides,hijo de Menares y nieto de Agis,41 príncipe de la

41 Conjeturan algunos que el abuelo de Leotiquides seríaAgesilao y no Agis, y que Leotiquides y Demarato seríanprimos.

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misma familia que Demarato, que en casó de sernombrado por rey en lugar de éste, le seguiría sinfalta en el viaje que meditaba contra Egina. Quisoademás la suerte cabalmente, que fuese Leotiquidespor un motivo particular el enemigo mayor quetenía Demarato, porque habiendo aquél contraídoesponsales con una señora principal llamadaPércalo, hija de Quilon y nieta de Demarmeno,robóle Demarato maliciosamente dicha esposa, ade-lantándosele en contraer con ella matrimonio ycontinuando en tenerla por su mujer, motivo queocasionó grande odio y enemistad entre Leotiquidesy Demarato. Por manejo, pues, de Cleomenes,depone Leotiquides en juicio, con juramento, queno siendo Demarato hijo de Ariston, como no loera en efecto, no tenía derecho legítimo para reinaren Esparta. Jurada una vez la delación, llevabaadelante la causa, reproduciendo las mismaspalabras que Ariston había proferido cuando,avisado por su criado de que le había nacido unhijo, sacada allí mismo la cuenta de los meses dematrimonio, juró que tal hijo no era suyo; de cuyaspalabras asiéndose Leotiquides, porfiaba en que noera Demarato hijo de Ariston, y que no siéndolo, noreinaba en Esparta legítimamente; en prueba de

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todo lo cual citaba por testigos a los mismosEforos, que hallándose entonces en una junta conAriston, de boca de éste lo habían oído.

LXVI. Divididos, pues, los ánimos y pareceresen tan grave contienda, pareció a los Espartanosque se consultase sobre el punto al oráculo enDelfos si era o no Demarato hijo de Ariston. Bieninformada quedó la Pythia del asunto por la mañaque se dio Cleomenes en prevenirla, pues en aquellasazón supo ganarse a un cierto Cobon, hijo deAristofanto, el sujeto que más podía en Delfos, porcuyo medio logró sobornar a la Promantida, que sellamaba Periala, para hacer decir al oráculo lo queCleomenes quería que dijese. En una palabra: laPythia respondió a la consulta de los diputadosreligiosos que Demarato no era hijo de Ariston; sibien algún tiempo después, descubierta la trama ypublicada la calumnia, ausentóse Cobon de Delfos,y la Promantida Periala fue privada de su empleo.

LXVII. He aquí lo sucedido en la causa dedeposición del trono contra Demarato, quiendespués, por motivo de una nueva afrenta que se lehizo, huyendo de Esparta se refugió a la corte de losMedos, porque depuesto ya de su dignidad, fuedespués nombrado para un empleo, que era la

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presidencia de una danza de niños. Sucedió queestando Demarato viendo y presidiendo aquellafunción en tiempo de las Gimnopedias (juegospúblicos de niños desnudos)42, Leotiquides, queocupaba ya su silla de rey, hizo que un criado lepreguntase de su parte, por mofa y escarnio, qué talle parecía presidir de corifeo después de haber man-dado como rey. A cuya injuriosa preguntarespondió lleno de resentimiento Demarato, quebien sabía por experiencia lo que uno y otro venía aser, al paso que Leotiquides aun lo ignoraba; peroque entendiese bien que aquella su insolentepregunta sería para los Lacedemonios origen degran dicha o de miseria suma. Dijo, y embozado,salióse luego del teatro para su casa, y sin dilaciónalguna prepara un sacrificio y ofrece al dios Júpiterun buey, concluido lo cual hace llamar a su madre.

LXVIII. Apenas llega ésta, cuando toma el hijolas asaduras de la víctima, póneselas en las manos yle habla en estos términos: -«Por los dioses todosdel cielo, y en especial por este nuestro Júpiter

42 Mucho contrastan con la severidad de Licurgo esasindecorosas danzas introducidas por él en su patria.

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Herceo,43 cuyas aras toco con mis propias manos,os suplico, madre mía, y os conjuro que,confesando ingenuamente la verdad, me digáisprecisamente quién fue mi padre. Sabéis comoLeotiquides depuso en juicio contra mi corona que,estando vos embarazada del primer marido, vinisteisa casa de Ariston. No faltan aún otros que hacencorrer otra fábula más desatinada, diciendo de vosque, solíais tratar mucho con uno da vuestroscriados, y por más señas dicen que con el arriero decasa, de manera que me hacen pasar por hijo devuestro arriero. Por Dios, señora, que me digáisahora la verdad sin empacho ni embozo, que alcabo, si algo hubo de esto, no habéis sido laprimera, ni seréis la última en ello: ejemplos ycompañeras se encuentran para todo. Por fin, lo quecorre en Esparta por más válido es que Ariston erade su naturaleza infecundo, pues de otro modohubiera tenido sucesión de sus primeras mujeres.»Así se explicó el hijo con la madre; la madre lereplicó así:

43 Solían en el patio de las casas o delante de él levantar losgentiles un altar y una estatua a Júpiter Herceo o presidente dela luna.

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LXIX. «Ya que con tus palabras me obligas, hijomío, a que te hable claro, voy a decírtelo todo sinencubrirte cosa alguna. Has de saber que la terceranoche a punto después que me llevó a su casaAriston, acercóseme un fantasma, en figura de élmismo, durmió conmigo y púsome, después en lacabeza una guirnalda que llevaba: hecho esto, medejó y vino luego a mi lecho Ariston. Al verme conaquella, corona, pregúntame quién me la habíadado, y respondiéndole yo que él mismo, dícemeque no hay tal. Yo no hacía más que jurar una y milveces que él había sido en efecto, y que muy malhacía en querérmelo negar, sabiendo que muy pocoantes había venido, estado conmigo y puéstomeaquella misma corona. Como vio Ariston cuánto meafirmaba en ello y cuán de veras se lo juraba, cayóen la cuenta y persuadióse de que sería aquella cosamisteriosa y de orden sobrenatural, a lo cual hubodos motivos que mucho le inclinaron: uno, porquese veía haber sido tomada la corona de aquel heroo44

que cerca de la puerta del patio de nuestra casa estálevantado en honor de Astrabaco; otro, queconsultados sobre el caso los adivinos,

44 Heroo es una capilla o templo dedicado a algún héroe osemidios pagano.

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respondieron no haber sido otro el que vino averme que el mismo héroe Astrabaco. He aquí, hijo,cuanto deseas saber; no hay medio: o eres hijo deun héroe, y entonces tu padre es Astrabaco, ocuando no lo seas, eres hijo do Ariston, pues de unode los dos aquella noche te concebí. Y por lo quemira a la razón con que mayor guerra te hacen tusenemigos, alegando contra tu legitimidad que elmismo Ariston al recibir el aviso de tu nacimientodijo delante de muchos que tú no podías ser suyopor no haber pagado diez meses, entiende, hijo, quese le deslizaron, aquellos palabras por no saber loque suele pasar en tales asuntos, pues las mujeresparen unas a los nueve, otras a los siete meses, noesperando siempre a que se cumplan los diez, y yocabalmente parí sietemesino; de suerte que nomucho después de su dicho conoció el mismoAriston haber sido muy simple en lo que habíahablado. Créeme a mí y déjales decir esas otrasnecedades acerca de tu generación, pues lo que hasoído es la pura verdad. Esotro de arrieros, guárdelopara sí Leotiquides y para los que hacen correr talpatraña, y quiera Dios que sus mujeres no paransino de sus arrieros.» Hasta aquí habló la madre.

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LXX. Demarato, oído lo que quería saber,preparó lo necesario para el viaje que meditaba.Esparce la voz que va a Delfos para consultar aloráculo y encaminase en derechura hacia Hélida.Los Lacedemonios, recelándose de que pretendíahuírseles, le siguieron los alcances; pero llegados aHélida, hallaron que se les había adelantado haciaZacinto45. Pasan luego allá y pretenden echarsesobre Demarato, y en efecto, le quitan todos suscriados; pero como los Zacintios se opusiesen aaquella prisión no queriendo entregar al fugitivo,pasó éste al Asia y se refugió a la corte del reyDarío, quien acogiéndole con real magnificencia, leseñaló Estados, dándole algunas ciudades para sudominio. Tal fue el motivo y la forma de la retiradaque hizo al Asia Demarato y tal la buena acogidaque la suerte le procuró: varón ilustre entre losLacedemonios, así por sus muchos hechos y dichosmemorables, como en especial por haber alcanzadola palma en la carrera de las carrozas de Olimpia;gloria que entre todos los reyes de Esparta él solohabía logrado.

LXXI. Volviendo a Leotiquides, hijo deMenares, que ocupó el trono de que había sido 45 La moderna Zante.

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depuesto Demarato, tuvo un hijo por nombreZeuxidemos, a quien algunos Espartanos suelenllamar Cinisco, el cual por haber muerto primeroque su padre no llegó a reinar en Esparta, dejando almorir un hijo llamado Aquidemo. MuertoZeuxidemo, casó Leotiquides, su padre, ensegundas nupcias con Euridama, hija de Diactoridesy hermana de Menio. En ella no tuvo hijo algunovarón, pero sí una hija con el nombre de Lampito,la que el mismo Leotiquides dio por esposa a sunieto Arquidemo, el hijo de Zeuxidemo.

LXXII. Leotiquides, en castigo sin duda de lainjuria cometida contra Demarato, no logró lafortuna de tener en Esparto una dichosa vejez. Sudesventura procedió de que, capitaneando las tropaslacedemonias contra Tesalia, aunque tuvo en sumano subyugar todo el país, se dejó corromper conuna gran suma de plata. Cogido, pues, en susmismos reales con el hurto en las manos, pues lohabían hallado sentado encima de una gran valijallena de dinero, fue por ello acusado en Esparto, ycitado a comparecer allí en juicio, huyóse a Tegea46,donde acabó sus días, habiendo sido arruinada sucasa en Esparta por sentencia del tribunal: sucesos 46 Al presente es un fuerte llamado Muchli.

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que, por más que los note aquí, acaecieron algúntiempo después.

LXXIII. Pasemos a Cleomenes, quien al ver quele había salido bien su intriga contra Demarato,tomando consigo a Leotiquides, su nuevo colega ypartidario, encaminóse luego contra Egina, poseídodel enojo y del ardiente deseo de vengar el desacatoque allí se le había hecho. No osaron los de Egina,viendo venir contra ellos a los dos reyes, hacerlesresistencia, con lo cual los reyes entresacaron a susalvo diez sujetos de Egina, los de mayorconsideración, ya por lo rico, ya por lo noble de susfamilias, e incluidos en este número Crio, el hijo dePolícrito, y Casambo, hijo de Aristócrates, los dossujetos de mayor crédito y poder en la isla, sellevaren presos a los diez, y pasando con ellos alÁtica, los confiaron en depósito y custodia a losAtenienses, los mayores enemigos que tuviesen losEginetas.

LXXIV. Pero Cleomenes, después de lo quellevo referido, temiendo mucho el resentimiento delos Espartanos, entre quienes se había ya divulgadola calumnia y negra trama de que se había validopara la ruina de Demarato, se retiró a Tesalia. Deallí pasando a la Arcadia y sublevados los Arcades

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por su medio e influjo, empezó a maquinarnovedades contra Esparta, a la cual queriendo hacerla guerra, no sólo obligaba a jurar a los Arcades quelo seguirían donde quiera que les condujese comogeneral, sino que además tenía resuelto llevarconsigo los magistrados de Arcadia a la ciudad deEonacris, donde quería tomarles el juramento defidelidad por la laguna Estigia, a lo cual le moveríala opinión de los mismos Arcades de que en dichaciudad se halla el agua de la Estigia. Es cierto enrealidad que se ve allí cómo va goteando de unapeña una poca agua que de allí se encamina hacia unvalle circuido con una pared seca: Nonacris, dondese encuentra esta fuente, es una de las ciudades deArcadia vecina a Feneo47.

LXXV. Informados en tanto los Lacedemoniosdel manejo de Cleomenes y temerosos de lo que deallí podría resultarles, llamáronle a Esparta con lapromesa de mantenerle en la posesión de susantiguos derechos a la corona. Apénas volvió alláCleomenes, cuando se apoderó de él, algo propensode antes a la demencia, una locura declarada, puesapenas encontraba entonces con algún Espartano,

47 Era un lago, y quizá también una ciudad con el mismonombre.

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dábale luego en la cara con el cetro; de suerte quesus mismos parientes, viendo que se propasaba atales extremos de locura, le ataron a un cepo. Presoallí, cuando vio que un hombre solo le estabaguardando, pidióle que le diese su sable, y si bien elguardia se lo negó al principio, oídos con todo loscastigos con que le amenazaba para algún día,dióselo al cabo de puro miedo; ni es de admirar quetemiera siendo uno de los Ilotas. El furiosoCleomenes, al verse con la cuchilla en la mano,empezó por sus piernas una horrorosa carnicería,haciendo desde el tobillo hasta los muslos unaslargas incisiones; continuólas después del mismomodo desde los muslos hasta las ijadas y lomos, niparó hasta acabar consigo llevando su destrozosobre el vientre. Así murió Cleomenes con fin tandesastrado, bien fuese aquel un castigo del sobornocon que cohechó a la Pythia en la causa deDemarato, como dicen muchos Griegos; bien fueseen pena de haber talado el bosque sacro de lasdiosas, cuando acometió contra Eleusina, comoaseguran solos los Atenienses; bien fuese aquella lapaga de la violación del templo de Argos, de dondesacó a los Argivos refugiados después de la rota delejército y los hizo pedazos, incendiando al mismo

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tiempo el bosque sagrado sin el menor escrúpulo nireparo, como pretenden los mismos Argivos, cuyohecho pasó en los términos siguientes:

LXXVI. Consultando Cleomenes en ciertaocasión al oráculo en Delfos, fuele respondido quelograría rendir a Argos; condujo, pues, contra Argosa sus Espartanos, y llegando al frente de ellos al ríoErasino, el cual, según se dice, tiene su origen en lalaguna Stimfalia, pues sumiéndose ésta en unaabertura oculta y subterránea, aparece otra vez enArgos, desde donde lleva ya aquella corriente elnombre de río Erasino que le dan los Argivos;llegado, repito, Cleomenes a aquel río, hízolesacrificios como para pedirle paso. En ninguna desus víctimas se presentaba al Lacedemonio algúnagüero propicio en prueba de que Erasino le dierapaso por su corriente. Dijo Cleomenes que leparecía muy bien que no quisiera el Erasino sertraidor a sus vecinos, pero que no por eso sefelicitarían mucho por tal fidelidad los Argivos. Enefecto, partióse de allí con sus tropas hacia Tirea48,

48 En el día Calamata: Nauplia es Napoli de Romania. ElErasino, hoy Rasino, es un río que va a confundirse con elInaco, hoy Planizza, antes de entrar éste en el golfo deNápoli.

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donde, hechos al mar sus sacrificios, pasó en navescon su gente a los confines de Tirinto y de Nauplia.

LXXVII. Sabido esto por los Argivos, salieronarmados hacia las costas a la defensa del país, yllegados cerca de Tirinto, plantaron sus trincherasenfrente de las de los Lacedemonios, en un lugarllamado Sipia, dejando un corto espacio ente los dosreales. Los Argivos, muy alentados y animosos paraentrar en batalla campal, sólo se recelaban de algunasorpresa insidiosa, pues a algunas asechanzas aludíaun oráculo que, contra ellos y contra los Milesiosjuntamente había proferido antes la Pythia en estostérminos: -«Cuando la mujer victoriosa repela en Argos alhombre y lleve la gloria de valiente, hará que corran laslágrimas a muchas Argivas, hará que alguno pasada talépoca diga: horrible yace la triple serpiente, domada por lalanza»49. Como viesen, pues, los Argivos que todo lodel oráculo se les había puntualmente cumplido, lesponía esto mismo en grandes temores; así que para 49 La victoria de una mujer, a que se refiere el oráculo, y queHerodoto no especifica, no puede ser otra que la citada porPausanias de una matrona llamada Telesila, célebre poetisa,quien supo animar a las mujeres Argivas, que por habersalido sus maridos a la campaña se hallaban solas en laciudad, de tal modo, que, cerrando las puertas y subidas a losmuros, rechazaron las tropas de Demarato y de Cleomenes,que daban ya el asalto a la plaza.

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su mayor seguridad les pareció seguir en su campolas órdenes que diese en el de los enemigos elpregonero de éstos, y lo practicaron tanpuntualmente, que lo mismo era hacer la señal elpregonero espartano, que poner por obra losArgivos lo mismo que intimaba aquél a los suyos.

LXXVIII. Cuando Cleomenes estuvo ya bienseguro de que los Argivos iban ejecutando lo que supregonero indicaba a sus tropas, dio orden a lossuyos de que, cuando el pregonero les toque acomer, al punto tomando las armas embistan a losArgivos. Con aquella orden los Lacedemonios sedejaron caer de repente sobre los Argivos en elmomento que estaban comiendo según la voz delpregonero enemigo, y llevaron a cabo con tal éxitosu artificio, que muchos de los contrarios quedarontendidos en el campo, y muchos más se refugiaronal bosque sagrado de Argos, donde luego se los sitiócerrándoles el paso para la salida.

LXXIX. Entonces fue cuando Cleomenes echómano del ardid más alevoso, pues informado porciertos fugitivos que consigo tenía del nombre delos retraídos, mandó a su pregonero que se acercaseal bosque y llamase afuera por su propio nombre aalgunos de los refugiados, diciendo que les daba

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libertad como a prisioneros cuyo rescate ya tenía,pues sabido es que entre los Peloponesos el rescateestá tasado y convenido en dos minas porprisionero. Llamando, pues, Cleomenos a losArgivos uno a uno, había ya hecho morir a 50 deellos, sin que los refugiados del bosque hubiesenimaginado lo que pasaba por afuera con los que sa-lían, pues por lo espeso de la arboleda noalcanzaban a verlo los de dentro. Pero al cabo,subiendo uno de ellos encima de un árbol, observólo que allá sucedía a los llamados, y desde entoncesllamaba Cleomenes y nadie más salía.

LXXX. Visto lo cual por Cleomenes, dio orden alos Ilotas que rodeasen el bosque de fagina, unospor una parta y otros por otra, y hecho esto, lemandó dar fuego. Ardía ya todo en llamas, cuandopreguntando Cleomenes a uno de los desertores dequé dios era el bosque sagrado, y oyendo responderque era del dios de Argos, con un gran gemido:-«Cruelmente, dijo, me has burlado, adivino Apolo,al decirme que rendiría a Argos; concluido estátodo, a lo que veo, y cumplido tu oráculo.»

LXXXI. Desde aquel punto da licenciaCleomenes al grueso del ejército para que se vuelvaa Esparta, y tomando en su compañía mil soldados

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de la tropa más escogida, va a sacrificar con ellos enel Hereo50. Luego que el sacerdote de Juno le ve ir asacrificar en aquella ara, se le opone, alegando noser lícito tal sacrificio a ningún forastero; masCleomenes, mandando a sus Ilotas que aparten delara y azoten al sacerdote, lleva adelante su sacrificio,el cual concluido, da la vuelta hacia Esparta.

LXXXII. Vuelto allí de su expedición, citáronlesus enemigos a comparecer delante de los Eforos,acusándole de soborno por no haber tomado laciudad de Argos, pudiendo con toda seguridadhacerlo; a quienes respondió así Cleomenes, no sé simintiendo o si diciendo verdad: que una vezapoderado del templo de Argos, habíale parecidoquedar ya verificado el oráculo de Apolo, y que portanto había juzgado no deber hacer la tentativa derendir la misma ciudad de Argos, hasta que denuevo hiciera la prueba si el dios permitiría que latomase, o si antes bien se opondría a ello; que comoa este fin sacrificase en el Hereo con agüerospropicios, vio que del pecho del ídolo de Juno salíauna llama, prodigio que le hizo pensar no estabareservada para él la toma de la plaza de Argos, por-

50 Este templo de Juno se hallaba en los confines de Argos yde Micenas.

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que si la llama de fuego, en vez de salir del pecho dela estatua, le hubiera salido de la cabeza, hubieracreído en tal caso poder rendir a fuerza la ciudad;pero saliendo del pecho, entendió que estaba yahecho allí cuanto Dios quería que se hiciera. Locierto es que esta apología pareció a los Espartanostan justa y razonable, que en fuerza de ella la mayorparte de votos dio por absuelto a Cleomenes.

LXXXIII. Quedó Argos de resultas de aquellaguerra tan huérfana de ciudadanos, que los esclavosque en ella había, apoderados del Estado, semantuvieron en los empleos públicos hasta que loshijos de los Argivos allí muertos llegaron a la edadvaronil, pues entonces recobraron el dominio,quitando a los esclavos el mando y echándolos de laciudad, si bien los expulsos lograron con las armasen la mano hacerse dueños de Tirinto. Por algúntiempo quedaron así los negocios en paz y sosiego,hasta tanto que quiso la desventura que ciertoadivino Cleandro, natural de Figalia51, pueblo de laArcadia, juntándose con los esclavos dominantes enTirinto, lograse alarmarles con sus razones contralos de Argos, sus señores. Encendióse con esto una

51 No hallo el nombre moderno de Figalia o Fialia, vecina aMantinea, ni el de Tirinto, arruinada por los Argivos.

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guerra entre señores y esclavos que duró bastantetiempo, y de que a duras penas salieron al cabovencedores los Argivos.

LXXXIV. En pena de tan funestas violencias,pretenden los Argivos, como decía, que acabófurioso Cleomenes, cuya desastrada muerte nieganlos Espartanos que haya sido castigo ni venganza deningún dios, antes aseguran que por el trato quetuvo Cleomenes con los Escitas se hizo un granbebedor, y de bebedor y borracho vino a parar enloco furioso. Cuentan que los Escitas nómadas,después que Darío invadió sus tierras, concibieronun vehemente deseo de tomar venganza del Persa, ycon esta mira por medio de sus embajadoresformaron con los Espartanos una liga concertada enestos términos: que los Escitas, siguiendo el ríoFasis, debiesen invadir la Media, y que losEspartanos, acometiendo desde Efeso al enemigo,hubiesen de subir tierra adentro hasta juntarse conlos Escitas. Con esto pretenden los Lacedemoniosque por el sobrado trato que tuvo Cleomenes conlos embajadores venidos con el fin mencionado,aprendió a darse al vino y a la bebida, de maneraque de allí le nació después su furiosa manía.Añaden aún más, en prueba de lo dicho: que de esta

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venida de los Escitas tomó principio la frase queusan los Espartanos al querer beber larga ycopiosamente: Vaya a la Escítica. Pero, por mas queasí piensen y hablen los Espartanos, creo que el finde Cleomenes no fue sino castigo del cielo por loque hizo contra Demarato.

LXXXV. Apenas los de Egina supieron lamuerte de Cleomenes, cuando por medio de susdiputados en Esparta resolvieron afear aLeotiquides la prisión de los suyos, detenidos comorehenes en Atenas. En la primera audiencia públicaque delante del tribunal se dio a los diputados, de-cretaron los Lacedemonios ser un atentado lo queLeotiquides había ejecutado con los Eginetas,condenándole a que, en recompensa del agraviopadecido por los que en Atenas quedabanprisioneros, fuese llevado preso a Egina. En efecto,estaban ya los Eginetas a punto de llevarse preso aLeotiquides, cuando un personaje de mucho créditoen Esparta, por nombre Teásides, hijo deLeoprepes, les reconvino con estas palabras: -«¿Quées lo que tratáis de hacer ahora, oh Eginetas? ¿Alrey mismo de los Espartanos, que ellos entregan avuestro arbitrio, pretendéis llevar prisionero?Creedme, y pensadlo bien antes; pues aunque lle-

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vados del enojo y resentimiento presente así acabáisde resolverlo, si vosotros lo ejecutáis, corre muchopeligro de que, arrepentidos los Espartanos ycorridos de lo hecho, maquinen después vuestratotal ruina en alguna expedición.» Palabras fueronestas que, haciendo desistir a los Eginetas de laprisión ya resuelta de Leotiquides, les persuadierona la reconciliación con tal que él les acompañase aAtenas y les hiciese restituir sus rehenes.

LXXXVI. Pasando, en efecto, Leotiquides aAtenas, pedía su antiguo depósito; pero losAtenienses, obstinados en no restituirlo, no hacíansino buscar excusas y pretextos, saliéndose condecir que, puesto que los dos reyes de Esparta leshabían a una confiado aquellos rehenes, no lesparecía justo ni conveniente restituirlos a uno deellos y no a los dos juntos52. Oídas estas razones y

52 Los Atenienses imitaban en sin respuesta la sinrazón de losde Egina: éstos habían faltado a la obediencia no queriendoentregar a Cleomenes los culpados por no veniracompañado de su colega en el reino; aquellos faltaron a laequidad no queriendo soltar el depósito con el pretexto deque no lo reclamaban los dos reyes. En cuanto al ejemplocon que pretendo conmoverlos Leotíquidas, contado másbien con ática gracia que con lacónica severidad sería una delas historias morales que sobre mesa solían contar los viejos

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viendo Leotiquides que no querían volverlos, leshabló de este modo: «Ahora bien, Atenienses, alláos avengáis; escoged el partido que mejor osparezca: sólo os diré que en volver ese depósitoharéis una obra justa y buena, y en no volverlo noharéis sino todo lo contrario. A este propósitoquiero contaros lo que acerca de un depósitosucedió en Esparta.Cuéntase, pues, entre nosotros los Espartanos quevivía en Lacedemonia, hará tres generaciones, unvarón llamado Glauco, hijo de Epicides, el cual esfama que, a más de ser en las demás prendas elsujeto más excelente de todos, muy particularmenteen punto a justicia y entereza, era reputado por elmás cabal y cumplido de cuantos tenía Lace-demonia. En cierta ocasión, pues, sucedió a éste,como solemos contar los Espartanos, un caso muysingular, y fue que desde Mileto vino a Esparta unforastero Jonio, sólo con ánimo de tratarle y dehacer prueba de su entereza, y llegado, le habló enesta conformidad: -«Quiero que sepas, amigoGlauco, como yo, siendo un ciudadano de Mileto,vengo muy de propósito a valerme de tu equidad y

a los jóvenes de su Sysitio. Juvenal habla de él también en susátira 13.

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hombría de bien; porque viendo yo que en toda laGrecia y mayormente en la Jonia tenias la fama deser un hombre justo y concienzudo, empecé apensar y ponderar dentro de mí cuán expuestasestán a perderse allá en Jonia las riquezas y cuánseguras quedan aquí en el Peloponeso, pues jamáslos bienes se mantienen allá largo tiempo en las ma-nos y poder de unos mismos dueños53. Hechos,pues, tales discursos y sacadas conmigo estascuentas, me resolví a vender la mitad de todos mishaberes y a depositar en su poder la suma que deellos sacase, bien persuadido de que en tus manosestaría todo salvo y seguro. Allí tienes, pues, esedinero; tómalo juntamente con el símbolo que aquíves; guárdalo, y al que te lo pida presentándote esacontraseña; harásme el gusto de entregárselo.» Estasrazones pasaron con el forastero de Mileto, yGlauco, en consecuencia, se encargó del depósitobajo la palabra de volverlo. Pasado mucho tiempo,los hijos del Milesio que había hecho el depósito,venidos a Esparta y avistados con Glauco, pedían sudinero presentándole la consabida contraseña. So- 53 Esta movilidad de bienes no puede aludir a otra causa, si elcaso se supone anterior al dominio de Ciro, que a la

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brecogido el hombre con aquella visita, les despachabrusca y descomedidamente. -Yo, les decía, ni meacuerdo de tal cosa, ni me queda la menor idea quehaga venirme ahora en conocimiento de eso quedecís. Con todo, os afirmo que si al cabo hagomemoria de ello, estoy aquí pronto para hacer convosotros cuanto fuere razón. Si lo recibí, quierovolvéroslo sin defraudaros en un óbolo; pero sihallo que nunca toqué tal dinero, tened entendidoque con vosotros haré lo que hubiere lugar enjusticia, según las leyes de Grecia. A este fin metomo, pues, cuatro meses de tiempo para salir deduda.» Con tal respuesta, llenos de pesadumbre losMilesios, como quienes creían no ver más su dinero,dieron la vuelta a su casa. Entretanto, nuestroGlauco para consultar el punto hace a Delfos superegrinación, y preguntando allí al oráculo si haríabien en apropiarse la presa jurando no haberrecibido tal depósito, recibió la respuesta de laPythia en estos versos: «Glauco, hijo de Epicides,por de pronto hará tu fortuna el perjurar y robar eloro pérfidamente: júralo; un hombre de fe llega altérmino en su muerte. Mas al juramento queda un

vecindad de los Persas y de los Lydios y a las frecuentesinvasiones de que era objeto la Jonia.

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hijo anónimo54 que, sin mover pies ni manos, llegavelocísimo y acaba con el nombre y con la familiatoda del perjuro, al paso que mejora la prolepóstuma del hombre leal.» Por más que Glauco aloír tales documentos pidiese perdón al dios de susintenciones, oyóse con todo de boca de la Pythiaque lo mismo era ante Dios tentarle para queaprobase una ruindad, que cometerla realmente. Lacosa paró en que Glauco, llamados los Milesios, lesrestituyó su dinero. Ahora voy a deciros, Ate-nienses, a qué fin os he contado esta historia. Sabed,pues, que en el día no queda rastro de aquel Glauco;no hay descendiente ninguno, ni casa ni hogar quese sepa ser de Glauco, tan de raíz pereció enEsparta su raza; y tanto como veis importa eldejarse de supercherías en punto a depósitos,volviéndolos fiel y puntualmente a sus dueñoscuando los exijan.» Habiendo hablado asíLeotiquides, como viese que no le daban oídos losAtenienses, regresó de nuevo.

LXXXVII. Era mucho el encono entre los deAtenas y los Eginetas, quienes antes de satisfacer alas injurias que declarados a favor de los Tebanos

54 Es enérgica esta personificación del juramento; el oráculotodo encierra imágenes sublimes y profunda moralidad.

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habían hecho a los primeros, les hicieron un nuevoinsulto; pues llevados de cólera y furor contra losAtenienses, de quienes se daban por ofendidos,preparándose a la venganza, tomaron la siguienteresolución: Tenían los Atenienses en Sunio unanave capitana de cinco remos, que era la famosaTeorida, 55y estando llena de los personajesprincipales de la ciudad, apresáronla los Eginetasapostados en una celada, y tomada la nave,retuvieron en prisión a todos aquellos ilustres pa-sajeros. Los Atenienses, recibida tan insigne injuria,pensaron que no convenía dilatar la venganza deella, procurándola tomar por todos los mediosposibles.

LXXXVIII. En aquella sazón vivía en Eginetaun sujeto principal, por nombre Nicodromo, hijo deEneto, el cual resentido de sus conciudadanos porhaberle antes desterrado de su patria, al verentonces a los Atenienses deseosos de venganza yprontos a invadir su país, entendióse con ellos,ajustando el día en que él acometería la empresa yellos vendrían a su socorro. Concertadas así las 55 Esta nave, llena de adornos y riqueza, una vez al añopasaba a Delfos, a donde conducía a los Teoros o diputados

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cosas, apoderóse ante todo Nicodromo, según antesse convino con los Atenienses, de la ciudad vieja,que así la llamaban en Egina.

LXXXIX. Quiso la desgracia que losAtenienses, por no haber tenido a punto unaarmada que pudieran oponer a la de los Eginetas,no acudieron al plazo señalado; de suerte queentretanto que negociaban con los de Corinto paraque les dieran sus buques, pasada la ocasión, semalogró la empresa. En efecto, aunque losCorintios, que eran a la sazón los mayores amigosde Atenas, dieron a los Atenienses veinte naves queles pedían so color de vendérselas a cinco dracmaspor nave, y esto por no faltar a la ley que lesprohibía dárselas regaladas, los Atenienses contodo, formando con estas naves cedidas y con lassuyas bien armadas una escuadra de setenta naves ynavegando hacia Egina, no pudieron llegar a ellasino un día después del término convenido.

XC. Cuando vio, pues, Nicodromo que al tiempoprefijado no parecían los Atenienses, tomó entoncesun barco y escapóse de Egina en compañía de lospaisanos que seguirle quisieron. A todos estos

religiosos de Atenas, sujetos siempre del mayor lustre ynombradía.

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desertores dieron los Atenienses casa y acogida enSunio, lugar de donde solían ellos salir a talar ysaquear la isla de Egina; bien que esto sucedió algúntiempo después.

XCI. Los aristócratas do Egina, vencido en ella elvulgo que en compañía de Nicodromo se les habíalevantado, tomaron la resolución de hacer morir atodos aquellos de quienes acababan de apoderarse, yentonces puntualmente fue cuando cometieronaquella acción tan impía y sacrílega, que jamáspudieron expiar por más recursos y medios que aeste fin practicaron, en tanto grado, que antes sevieron arrojados de su isla, que no aplacado ypropicio el númen de Céres profanado. He aquí elcaso: llevaban de una vez al suplicio a 700 de suspaisanos cogidos prisioneros de guerra, cuando unode ellos, rompiendo sus prisiones y refugiándose alatrio de Céres la Legisladora, asió con las dosmanos las aldabas de la puerta. Procuran a vivafuerza arrancarle de las aldabas, y no pudiendoconseguirlo, cortan al infeliz los Puños, y quedandolas dos manos asidas de la puerta de Céres, llévanleasí arrastrando al matadero. Tan inhumana fue laimpiedad que por su daño cometieron los Eginetas.

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XCII. Entran después en un combate naval conlos Atenienses, los cuales con 70 naves se habíanacercado a la isla. Vencidos los de Egina, por másque llamaron después en su socorro a los Argivos,antes sus aliados, nunca quisieron éstos venir en suayuda; y el motivo de queja de su parte era porque latripulación de las naves eginetas, a las queCleomenes obligó a seguirle al ir a acometer lascostas de Argólida, había allí desembarcado encompañía de los Lacedemonios, ocasión en queasimismo saltó a tierra la gente que venía en lasnaves sicionias; y de aquí resultó después que losArgivos impusieron a las dos naciones 1.000talentos de multa, 500 a cada una. Los Sicionios,confesando su culpa en el desembarco, ajustaron laenmienda en 100 talentos, pago con que redimieronla multa por su parte. Los Eginetas, al contrario,altivos y presumidos, ni reconocieron la injuria, niexcusaron la culpa; motivo por el cual, cuandopedían ser socorridos, ninguno de orden del comúnde los Argivos les dio asistencia ni favor; bien esverdad que mil sujetos particulares de su propiavoluntad les socorrieron. Un luchador famoso en elPentatlo, por nombre Euribates, condujo a Eginaestos aventureros en calidad de general; pero los

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más de ellos, muertos a manos de los Atenienses,no vieron más a Argos, y aun el valiente Euribates,por más que en tres duelos mató a trescompetidores, en el cuarto quedó vencido y muertopor Sófanes, hijo de Deceles.

XCIII. Durante la guerra, como lograsen loseginetas en un lance hallar la armada de Atenasdesordenada, cogiendo cuatro naves con toda latripulación, alcanzaron una victoria naval. De estemodo los Atenienses continuaban la guerra con losde Egina.

XCIV. Entre tanto el persa Darío, ya porque sucriado le estuviese inculcando cada día que seacordase de los Atenienses, ya porque losPisistrátidas que tenía cerca de su persona nuncaparaban de enconarle más y más contra Atenas, yaporque él mismo, echando mano de aquel pretextoambiciosamente, aspirase de suyo a rendir con lafuerza a cuanto Griego no se le sujetase de grado,entregándole al modo persiano la tierra y el agua;por todos estos motivos, repito, llevaba adelante susdesignios primeros. Viendo, pues, cuán pocoadelantaba Mardonio al frente de su armada, quitóleel cargo de general y nombró de nuevo dos jefespara ella, el uno Datis, de nación Medo, el otro

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Artafernes, su sobrino, hijo del virrey Artafernes.Destinándolos contra Eretria y contra Atenas,dióles orden al partir de su presencia de que,arruinadas entrambas ciudades, le presentasen a suvista esclavos y presos a los ciudadanos de ellas.

XCV. Partidos los dos generales de la presenciadel rey y llegados al campo Alcio en Cilicia,conduciendo un grueso ejército bien apercibido yabastecido de todo, asentaron allí sus reales en tantoque acababa de juntarse toda la armada naval, cuyocontingente se habla antes distribuido y exigido acada ciudad marítima, como también el convoy delas naves destinadas al trasporte de la caballería, lasque un año antes había mandado Darío que lotuviesen a punto sus vasallos tributarios. Luego queen las costas estuvieron aprontadas las naves,embarcando la caballería y tomando la infantería abordo del convoy, hiciéronse a la vela navegandocon seiscientas56 galeras hacia la Jonia. Desde allí nosiguieron su rumbo costeando la tierra firme ytirando en derechura hacia el Helesponto y laTracia, sino que salidos de Samos, tomaron la 56 La exactitud de las cifras en los autores antiguos es unasemilla de disputas entre los críticos. Platón hablando de esta

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derrota por cerca del Icario, pasando entre aquellasislas circunvecinas. El miedo que les causaba elpromontorio Atos, difícil de doblar, hizo, segúncreo, que siguieran aquel nuevo curso, por cuanto elaño anterior, siguiendo por él su rumbo, habían allíexperimentado un gran infortunio y naufragio; a locual les precisaba además la isla de Naxos, nodomada todavía por los Persas.

XCVI. Desde las aguas del mar Icario,intentando los Persas en su expedición dar el primergolpe contra la citada Naxos, dejáronse caer sobreella; pero los Naxios, que bien presentes tenían lasmuchas hostilidades cometidas antes contra losPersas, huyendo hacia los montes, ni aun quisieronesperar la primera descarga del enemigo: así que losPersas, incendiados los templos con la ciudad todade Naxos, se hicieron a la vela contra las demásislas, llevándose a cuantos prisioneros pudieronhaber a las manos.

XCVII. Los Delios, en tanto que los Persas seocupaban en dichas hostilidades, desamparando por

armada, sin definir el número de las naves de carga, pone300 de guerra.

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su parte a Delos, iban huyendo hacia Teno57.Llevaban la proa de las naves con dirección a Delos,cuando el general Datis, adelantándose en sucapitana a todas ellas, no les permitió echar anclacerca de aquella isla, sino más allá, en Renea; aunhizo más, pues informado del lugar adonde losDelios se habían refugiado, quiso que de su parte leshablara, así un heraldo a quien hizo pasar allá:-«¿Por qué, oh Delios, siendo personas sagradas,movidos de una sospecha, para mi indecorosa, vaishuyendo de Delos? Quiero que sepais que así pormi modo mismo de pensar, como por las órdenesque tengo del rey, estoy totalmente convencido deque no debe ejecutarse la más mínima hostilidad nicontra el suelo en que nacieron los dos diosesvuestros, ni menos contra vosotros, vecinos de esepaís. Abora, pues, volveos a vuestras casas y vividquietos en vuestra isla.» Y no contento Datis con laembajada que por su heraldo envió a los Delios, 57 Delos se llama al presente Slida, y su vecina la antigua Re-nea lleva el nombre de Grande Slida, por ser algo mayor queDelos: ambas islas están al presente desiertas. Teno es laTine actual, poblada y fértil, por largo tiempo de losVenecianos y en el día de los Turcos. El respeto de Datishacia Delos, que refiere aquí nuestro autor, Esquines yCiceron lo dan como sucedido en la posterior expedición deJerjes contra Grecia.

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mandando él mismo acumular sobre al ara de Deloshasta 300 talentos de incienso, los quemó en honorde los dioses.

XCVIII. Dadas estas pruebas de su religión,Eretria fue la primera ciudad contra quien partióDatis con toda la armada, en la que llevaba a losJonios y a los Eolios. Apenas había levantado ancla,cuando en Delos se sintió un terremoto58, elprimero que se hubiera allí sentido, según dicen losDelios, y el último hasta mis días: singular prodigiocon que significaba Dios a los mortales el trastornoy calamidades que iban a oprimirles. Así fue en rea-lidad que bajo los reinados de Darío, hijo deHistaspes, de Jerjes, hijo de Darío, y de Artajerjes,hijo de Jerjes, tuvo la Grecia más daños que sufrirpor el espacio de tres generaciones que no habíasufrido antes en las veinte edades continuas quehabían precedido a Darío; daños ya causados en ellapor las armas de los Persas, ya también sucedidospor la ambición de los jefes de partido y corifeos dela nación, que con las armas se disputaban entre sí 58 Difícil de concordar es este pasaje con otro de Tucídides,quien escribe que Delos tembló por primera vez un pocoantes de la guerra del Peloponeso, pues ese poco antes nopuede entenderse más de setenta años que mediaron entreaquella guerra y la expedición de Datis

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el imperio de la patria común. Por donde no podráparecer inverosímil que entonces Delos, no sujetaantes al terremoto, se pusiera por primera vez atemblar, mayormente estando ya escrito de ella enun oráculo: «A Delos la innoble a último la moveré.» Losnombres mismos de los dichos reyes parecíanominosos para los Griegos, en cuyo idioma Daríoequivale al que llamamos refrenador; Jerjes, el guer-rero, y Artajerjes, el gran guerrero; de suerte querazón tendrían los Griegos para llamar así en sulengua a aquellos tres reyes el Refrenador, elGuerrero y el Gran Guerrero.

XCIX. Los bárbaros partidos de Delos ibanacometiendo las islas circunvecinas, a cuya gente deguerra obligaban a seguir su armada, tomando almismo tiempo en rehenes a los hijos de aquellosisleños. Continuando su curso, aportaron los Persasa la ciudad de Caristo59, donde viendo que losCaristios no querían dar rehenes y que se resistían atomar las armas contra las ciudades sus vecinas,designando con este nombre a la de Eretria y la deAtenas, puesto sitio a la plaza y talando al mismotiempo la campiña, obligáronles por fin a declararsepor su partido. 59 Ciudad de Eubea o Negroponto, al presente Castelroso.

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C. Informados los moradores de Eretria de quevenía contra ellos la armada de los Persas, pidierona los de Atenas les enviasen tropas auxiliares. No seresistieron los Atenienses a enviarles socorro, antesbien les destinaron 4.000 colonos suyos que habíansorteado entre sí el país que antes había sido de loscaballeros Calcidenses. Pero los de Eretria, aunquellamasen en su ayuda a los Atenienses, no procedíancon todo de muy buena fe en su resolución,vacilantes entre dos partidos y aun encontrados ensus pareceres, queriendo unos desamparar la ciudady retirarse a los riscos y escollos de Eubea, ymaquinando otros vender su patria con la mira desacar del Persa ventajas particulares. ViendoEsquines, hijo de Noton, uno de los principales dela ciudad, aquella disposición de ánimo en los deentrambos partidos, dio cuenta de lo que pasaba alos Atenienses que ya se les habían juntado,pidiéndoles que tomasen la vuelta de sus casas si noquerían acompañarles en la ruina. Por este mediolograron salvarse los Atenienses, siguiendo el avisoy pasando de allí a Oropo.

CI. Llegando los Persas con su armada,abordaron en las playas de Eretria contra su bosque

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sagrado60, contra Quereas y contra Egilia.Aportados a estos lugares, desembarcaron desdeluego sus caballos, formándose ellos mismos enescuadrones como dispuestos a entrar en accióncon los enemigos. Habían resuelto los Eretrios nosalirles al encuentro ni cerrar con el enemigo, antesponían todo su cuidado en fortificar y guardar susmuros, pues había prevalecido el parecer de los queno querían desamparar la plaza. Hacíase con lamayor actividad el ataque de los Persas y la defensade los sitiados; de suerte que durante seis díascayeron muchos de una y otra parte. Pero llegado elséptimo, dos sujetos principales, Euforbo, hijo deAlcímaco, y Filargo, hijo de Cineas, entregaronalevosamente la ciudad a los Persas, quienes,entrando en ella, primeramente pegaron fuego a lostemplos, vengando las llamas con que habían ardidolos de Sardes, y después, conforme las órdenes deDarío, redujeron al estado de cautivos a susmoradores.

CII. Rendida ya Eretria, interpuestas unos pocosdías de descanso, navegaron hacia el Ática, donde,

60 Algunos quieren que la palabra témonos sea nombre propiode cierto lugar, o corrigen táminas, nombre de una poblaciónde Eubea.

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talando toda la campiña, pensaban que losAtenienses harían lo mismo que habían hecho losde Eretria; y habiendo en el Ática un campo muy apropósito para que en él obrase la caballería, al cualllamaban Maraton, lugar el más vecino a Eretria, allílos condujo Hipias, hijo de Pisistrato.

CIII. Sabido el desembarco por los Atenienses,movieron las armas para o ponerse al Persa,conducidos por diez generales. Tenía entro éstos eldécimo lugar Milcíades, cuyo padre Cimon, hijo deEsteságoras, se había visto precisado a huir deAtenas en el gobierno de Pisistrato, hijo deHipócrates. En el tiempo que Cimon se hallabadesterrado de Atenas tuvo la dicha de alcanzar lapalma en Olimpia con su carroza, y quiso ceder lagloria de aquel primer premio a Milcíades, suhermano uterino; y habiendo salido él mismovencedor con las mismas yeguas en los juegosolímpicos inmediatos, concedió a Pisistrato quefuese aclamado por vencedor a voz pública depregonero, cuya victoria le reconcilió con él e hizorestituirlo a su patria. Pero habiendo tercera vezlogrado el premio en Olimpia con el mismo tiro deyeguas, tuvo la desgracia de que los hijos dePisistrato, que ya no vivía por entonces, le

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maquinasen la ruina; y en efecto, acabaron con élhaciendo que de noche le acometiesen unosasesinos en el Pritaneo. Cimon fue sepultado en losarrabales de la ciudad, más allá del camino quellaman de Cela, y enfrente de su sepulcro fueronenterradas sus yeguas, tres veces vencedoras en losjuegos olímpicos; proeza que si bien habían hechoya las yeguas de Exágoras el Lacon, ningunas otrashallaron que en ello les igualasen. SiendoEsteságoras, de quien hablé, el hijo primogénito deCimon, a la sazón se hallaba en casa de su tíoMilciades, que le tenía consigo en el Quersoneso; elmenor estaba en Atenas en casa de Cimon, y enatención a Milciades el poblador de Quersoneso, sellamaba con el mismo nombre.

CIV. Era entonces general de los Atenienses estemismo Milciades llegado del Quersoneso y dosveces librado de la muerte; pues una vez losFenicios le dieron caza hasta Imbro, muy deseososde haberle a las manos y poderle llevar prisionero ala corte del rey; y otra vez, escapado de ellas yllegado ya a su casa, cuando se tenía por salvo yseguro, tomándole sus émulos por su cuenta, lellamaron a juicio acusándole de haberse alzado conla tiranía o dominio del Quersoneso. Pero

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habiendo sido absuelto, fue nombrado entonces porelección del pueblo general de los Atenienses.

CV. Lo primero que hicieron dichos generales,aun antes de salir de la ciudad, fue despachar aEaparta por heraldo a Fidippides, natural de Atenas,hemorodromo (o correo de profesión). Hallándoseeste, según el mismo decía y lo refirió a losAtenienses cerca del monte Partenio, que cae cercade Tegea, apareciósele el dios Pan, el cualhabiéndole llamado con su propio nombre deFidipiddes, le mandó dar quejas a los Atenienses,pues en nada contaban con él, siéndoles al presentepropicio, habiéndoles sido antes muchas vecesfavorable y estando en ánimo de serles amigo en elporvenir61. Tuvieron los de Atenas por tanverdadero este aviso, que estando ya sus cosas enbuen estado, levantaron en honor de Pan un templodebajo de la fortaleza, y continuaron todos los añosen hacerle sacrificios desde que les envió aquellaembajada, honrándole con lámparas y luminarias.

CVI. Despachado, pues, Fidippides por losgenerales, y haciendo el viaje en que dijo habérsele 61 Puede sospecharse que esta aparición fue una estratagemade Milciades, que, como buen político a imitación de otros

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aparecido el dios Pan, llegó a Esparta el segundo díade su partida,62 y presentándose luego a losmagistrados, hablóles de esta suerte: -«Sabed,Lacedemonios, que los Atenienses os piden que lossocorrais, no permitiendo que su ciudad, la másantigua entre las griegas, sea por unos hombresbárbaros reducida a la esclavitud; tanto más, cuandoEretria ha sido tomada al presente y la Greciacuenta ya de menos una de sus primeras ciudades.»Así dio Fidippides el recado que traía: losLacedemonios querían de veras enviar socorro a losde Atenas, pero les era por de pronto imposible siquerían faltar a sus leyes; pues siendo aquel el díanono del mes, dijeron no poder salir de la empresa,por no estar todavía en el plenilunio, y con estodilataron hasta él la salida.

CVII. El que conducía a los bárbaros a Maratónera aquel Hipias, hijo de Pisistrato, que la nocheantes tuvo entre sueños una visión en que le parecíadormir con su misma madre, de cuyo sueño sacaba

tantos, sabía dominar la plebe con la superstición y animarlacontra el enemigo.62 Solino cree que este extraordinario corriese 1.240 estadiosen dos días; Plinio 1.140; Luciano pretende que de vuelta deEsparta, al acabar de dar en Atenas la noticia de la victoriade Maraton, cayó súbitamente muerto.

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por conjetura, que vuelto a Atenas y recobrado elmando de ella, moriría después allí en edadavanzada: tal era la interpretación que daba al sueño.Este, pues, sirviendo de guía a los Persas, hizoprimeramente pasar luego los esclavos de Eretria ala isla de los Stirios,63 llamada Egilia; lo segundoseñalar a las naves aportadas a Maratón el lugardonde anclasen; lo tercero colocar en tierra a losbárbaros salidos de sus naves. Al tiempo, pues, queandaba en estas providencias, vínole la gana deestornudar y toser con más fuerza de lo que tosía elanciano; y fue tal la tos, que los más de los dientesmal acondicionados se le movieron, y aun hubo unoque le saltó de la boca. Todo fue luego buscar eldiente que le había caído en la arena, y como esteno pareciese, dio un gran suspiro, diciendo a los quecerca de sí tenía: -«Adiós, amigos; ya rehusa sernuestra esta tierra; no podremos, no, otra vezposeerla; lo poco que de ella para mí quedaba, deeso mi diente tomó ya posesión.»

CVIII. En esto, como Hipias infería, habíavenido a parar todo su sueño. Estaban losatenienses formados en escuadrones en el templode Hércules, cuando vinieron a juntarse en su 63 Stira, ciudad de Eubea.

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socorro todos los de Platea64 que podían tomar lasarmas, como hombres que se habían entregado losAtenienses, y por quienes los Atenienses, puestos apeligro repetidas veces, mucho habían sufrido. Laocasión de entregarse a Atenas fue la siguiente:hallábanse los Plateenses acosados por los Tebanos,y desde luego quisieron ponerse bajo el imperio deCleomenes, hijo de Anaxandrides, dándose a losLacedemonios que casualmente se les habíanpresentado, pero no queriendo éstos admitirles, lesdijeron: -«Nosotros vivimos muy lejos; sería nuestrosocorro un triste consuelo para vosotros: muchasveces os veríais presos antes que nosotrospudiéramos saber lo que pasase. El consejo que osdamos es que os entreguéis a los Atenienses; sonvuestros vecinos, y no desaventajados paraprotectores.» Este consejo de los Lacedemonios notanto nacía de afecto que tuviesen a los de Platea,cuanto del deseo de inquietar a los Atenienses,enemistándoles con los Beocios. No fue vano elaviso de los Lacedemonios, porque gobernados porél los de Platea, esperando el día en que losAtenienses sacrificaban a los doce dioses,

64 Platea, al presente arruinada, estaba al pie del monteCiteron, distante de Tebas 60 estadios, y 200 de Tanagra.

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presentáronseles en traje de suplicantes a las mismasaras, e hiciéronles donación de sus haciendas ypersonas. Habida esta noticia, movieron losTebanos sus armas contra los de Platea, y losAtenienses acudieron a su defensa. Estando ya apunto de acometerse los ejércitos, impidiéronselolos Corintios, quienes interponiéndose pormedianeros, y comprometiéndose a su arbitrio losdos partidos, señalaron los límites de la región demanera que los de Tebas no pudieran obligar a seralistados o incorporados en los dominios de Beociaa los Beocios que no quisiesen serlo: así lodeterminaron los Corintios, y se volvieron. Altiempo que los Atenienses retiraban sus tropas,dejáronse caer sobre ellas los Beocios, pero fueronvencidos en la refriega: de donde resultó que losAtenienses, pasando más allá de los términos quelos Corintios habían señalado a los de Platea,quisieron que el mismo río Asopo sirviese de límitesa los Tebanos por la parte que mira a Hisias y aPlatea. Tal fue la manera como los Plateenses sealistaron entre los vasallos de los Atenienses, a cuyosocorro vinieron entonces a Maraton.

CIX. No convenían en sus pareceres losgenerales atenienses: decían unos que no era a

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propósito entrar en batalla, siendo pocos paracombatir con el ejército de los Medos; los otros,con quienes asentía Milciades, exhortaban elcombate. Viendo los votos encontrados, y que iba aprevalecer el partido peor, entonces Milciades tomóel expediente de hablar aparte al Polemarco. Era élPolemarco, (o general de armas) un magistrado quehabía sido nombrado en Atenas a pluralidad devotos65 para que diese su parecer en el undécimolugar después de los diez generales, y al cual dabanantiguamente los Atenienses la misma voz en lasdecisiones que a los Strategos o generales: ocupabaentonces aquella dignidad Calímaco Afidneo, aquien habló así Milciades: -«En tu mano está ahora,Calímaco, o el reducir a Atenas a servidumbre, oconservarla independiente y libre, dejando con estoa toda la posteridad un monumento igual al quedejaron Harmodio y Aristogiton. Bien ves que eseste el mayor peligro en que nunca se vieron hastaaquí los Atenienses: si caen bajo de los Medos,conocido es lo que tendrán que sufrir entregados aHipias; pero si la ciudad vence, llegará con esto a serla primera y principal de las ciudades griegas. Voy a

65 El original dice a pluralidad de habas, porque los votos sedaban con habas.

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decirte cómo cabe muy bien que suceda lo que dije,y cómo la suma de todo ello viene a depender de tuarbitrio. Los votos de los generales, que aquí somosdiez, están encontrados y empatados: quieren losunos que se dé la batalla; los otros lo resisten. Si nola damos, temo no se levante en Atenas alguna gransedición que pervierta los ánimos y nos obligue aentregarnos al Medo; pero si la damos antes quealgunos Atenienses se dejen corromper, espero enlos dioses y en la justicia de la causa, que podremossalir del combate victoriosos. Dígole, pues, quetodo al presente estriba en tí, y depende de tu voto:si votas a mi favor, por tí queda libre tu patria, y portí vendrá a ser la ciudad primera y la capital de laGrecia; pero si sigues el parecer de los que noaprueban el choque, sin duda serás el autor de tantomal cuanto es el bien contrario que acabo deexpresarte.»

CX. Con este discurso Milciades trajo a Calímacoa su partido, con la adición de cuyo voto quedódecretado el combate. Los generales cuyo parecerhabía sido que se diese la batalla, cada cual en el díaen que les tocaba la Pritania (o mando del ejército)cedían sus veces a Milciades, quien, aunque loaceptaba, no quiso con todo cerrar con el enemigo

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hasta el día mismo en que por su turno la tocaba dederecho la Pritania.

CXI. Al tocarle empero su legítimo turno, formópara la batalla las tropas atenienses del siguientemodo: en el ala derecha mandaba Calímaco elPolemarco, pues es costumbre entre los Ateniensesque su Polemarco dirija esta ala; tras aquel jefeseguían las filas (o tribus), según el orden con quevienen numeradas; y los últimos de todos eran losPlateenses, colocados en el lado izquierdo. De estabatalla se originó que siempre que los Ateniensesofrecen en sus panegires (o juntas generales) lossacrificios que se celebran en cada Pentetérida (oquinquenio), el pregonero ateniense pida a losdioses la prosperidad para los Atenienses yjuntamente para los de Platea. Ordenados así enMaraton los escuadrones de Atenas, resultaba queconstando de pocas líneas, el centro de estos, a finde igualar la frente de los Medos con la de losAtenienses, quedaba débil, mientras las dos alastenían muchos de fondo.

CXII. Dispuestos en orden de batalla y con losagüeros favorables en las víctimas sacrificadas, luegoque se dio la señal, salieron corriendo losAtenienses contra los bárbaros, habiendo entre los

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dos ejércitos un espacio no menor que de ochoestadios. Los Persas, que les veían embestircorriendo, se dispusieron a recibirles a pie firme,interpretando a demencia de los Atenienses y a sutotal ruina, que siendo tan pocos viniesen hacia ellostan de prisa, sin tener caballería ni ballesteros. Talesilusiones se formaban los bárbaros; pero luego quede cerca cerraron con ellos los bravos Atenienses,hicieron prodigios de valor dignos de inmortalmemoria, siendo entre todos los Griegos losprimeros de quienes se tenga noticia que usaronembestir de carrera para acometer al enemigo66, ylos primeros que osaron fijar los ojos en losuniformes del Medo y contemplar de cerca a lossoldados que los vestían, pues hasta aquel tiemposólo oir el nombre de Medos espantaba a losGriegos.

CXIII. Duró el ataque con vigor, por muchashoras en Maraton, y en el centro de las filas en quecombatían los mismos Persas y con ellos los Sacas,llevaban los bárbaros la mejor parte, pues 66 Este modo de embestir no parece fuera usado de losGriegos en lo antiguo. Homero dice (L. III, v. 3 de la Ilíada):«Iban al combate los Aqueos callando llenos de coraje.»aunque si Pausanias no se equivoca, los Lacedemoniosembestían ya corriendo antes de la batalla de Maraton.

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rompiendo vencedores por medio de ellas, seguíantierra adentro al enemigo. Pero en las dos alas delejército vencieron los Atenienses y los de Platea,quienes viendo que volvía las espaldas el enemigono la siguieron los alcances, sino que uniéndose losdos extremos acometieron a los bárbaros del centro,obligáronles a la fuga, y siguiéndoles hicieron en losPersas un gran destrozo, tanto que llegados al mar,gritando por fuego, iban apoderándose de las navesenemigas.

CXIV. En lo más vivo de la acción, uno de losque perecieron fue Calímaco el Polemarco,habiéndose portado en ella como bravo guerrero:otro de los que allí murieron fue Stesilao, uno de losgenerales, hijo de Trasilao. Allí fue cuando Cinegiro,hijo de Euforion, habiéndose asido de la proa deuna galera, cayó en el agua, cortada la mano con ungolpe de segur. A más de estos, quedaron allímuertos otros muchos Atenienses de esclarecidonombre.

CXV. En efecto, los de Atenas con estaacometida se apoderaron de siete naves. Losbárbaros, haciéndoles retirar desde las otras, yhabiendo otra tomado a bordo los esclavos deEretria que habían dejado en una isla, siguieron su

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rumbo la vuelta de Sunio, con el intento de dejarsecaer sobre la ciudad, primero que llegasen allá losAtenienses. Corrió por válido entre los Atenienses,que por artificio de los Alcmeonidas formaron losPersas el designio de aquella sorpresa, fundándoseen que estando ya los Persas en las naves levantaronellos el escudo, que era la señal que teníanconcertada.

CXVI. Continuaban los Persas doblando aSunio, cuando los Atenienses marchaban ya a todocorrer al socorro de la plaza, y habiendo llegadoantes que los bárbaros, atrincheráronse cerca deltemplo de Hércules en Cinosarges, abandonandolos reales que cerca de otro templo de Hérculestenían en Maraton. Los bárbaros, pasando con suarmada más allá de Falero, que era entonces elarsenal de los Atenienses, y mantenidos sobra lasáncoras, dieron después la vuelta hacia el Asia.

CXVII. Los bárbaros muertos en la batalla deMaraton subieron a 6.400; los Atenienses no fueronsino 19267; y este es el número exacto de los que 67 Por más que Plutarco note a Herodoto como deprimidorde la gloria de Maraton, nuestro autor, bien que tachado deparcial de Atenas, no quiso lisonjearla con un elogioincreíble, cual el de la famosa inscripción que suponía 90.000cadáveres enemigos en los campos Maratonios.

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murieron de una y otra parte. En aquel combatesucedió un raro prodigio: en lo más fuerte de laacción, Epicelo, Ateniense, hijo de Cufagoras,peleando como buen soldado cegó de repente sinhaber recibido ni golpe de cerca, ni tiro de lejos entodo su cuerpo; y desde aquel punto quedó ciegopor todo el tiempo de su vida. Oí contar lo que élmismo decía acerca de su desgracia, que le parecióque se le ponía delante un infante elevado, cuyabarba le asombró y le cubrió todo el escudo, y quepasando de largo aquel fantasma mató al soldadoque a su lado tenía: tal era, según me contaban, lanarración de Epicelo.

CXVIII. Volviéndose Datis al Asia con toda suarmada, cuando estaba ya en Micono68 tuvo entresueños una visión, la que no se dice cuál fuese, sibien el efecto de ella fue que apenas amanecióhiciese registrar todas sus naves, y habiendo halladoen una de los Fenicios una estatua dorada de Apolo,preguntó de dónde había sido robado, y noticiosodel templo de donde procedía, fuese a Delos enpersona con su capitana. Ya entonces los Delos sehabían, restituido a su isla. Depositó Datis dicha

68 Una de las cicladas, al presente Micona, distante 4 millasde Delos y 5 de Teno.

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estatua en aquel templo, y encargó a los Delios quevolviesen aquel ídolo a Delio69, lugar de los Tebanosque cae en la playa enfrente de Cálcide. Dada laorden, volvióse Datis en su nave; pero los Delios norestituyeron la estatua, la cual 20 años despuésfueron a recobrar los Tebanos, avisados por unoráculo, y la volvieron a Delio.

CXIX. Después que aportaron al Asia Datis yArtafernes vueltos de su expedición, hicieron pasara Susa los esclavos hechos en Eretria. El rey Darío,aunque gravemente enojado contra los Eretriosantes de tenerlos prisioneros, por haber sido losprimeros en cometer las hostilidades, con todo,después que los tuvo en su presencia y los viohechos sus esclavos, no tomó contra ellos resolu-ción alguna violenta; antes bien les dio habitaciónen un albergue suyo, situado en la región Cicia, quetiene por nombre Arderica70, distante de Susa 210estadios y 40 solamente de aquel pozo que producetres especies de cosas bien diferentes, pues de él sesaca betún, sal, y también aceite, del modo queexpresaré. Sírvense para sacar el agua de una pértiga, 69 Delio, hoy arruinada, caía en la playa entre Cálcide y Tana-gra, cerca de la embocadura del Asopo

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en cuya punta en vez de cubo atan la mitad de enodre partido por medio. Metenlo de golpe, y luegoderraman lo que viene dentro en una pila, de la cuallo pasan a otra, en donde, derramado, se convierteen las tres especies dichas: el betún y la sal al puntoquedan allí cuajados, el aceite lo van recogiendo enunas vasijas, y le dan los Persas el nombre deradímica, siendo un licor negro que despide un oloringrato. Allí fueron colocados los Eretrios pororden del rey Darío, cuya habitación, juntamentecon su idioma antiguo, conservan hasta el presente,y a esto se reduce la historia de sus sucesos.

CXX. Los Lacedemonios en número de 2.000llegaron al Ática después del plenilunio, y tangrande era el deseo de hallarse con el enemigo, queal tercer día después de salidos de Esparta sepusieron en el Ática. Habiendo llegado después dela batalla71, y no queriendo dejar de ver de cerca alos Medos, fuéronse a Maraton para contemplarlosallí muertos. Colmaron de alabanzas a los Atenien-ses por aquellas hazañas, y se despidieron paravolverse a su patria.

70 Arderica se cree estaría situada a una jornada tanto de Susacomo de Babilonia.71 Platón dice que llegaron un día después de la acción.

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CXXI. Volviendo a los Alcmeonidas, muchaadmiración me causa, y no tengo por verdadero loque de ellos se cuenta, que de concierto con losPersas les mostrasen el escudo en señal de quererque Atenas fuese presa de los bárbaros y entregadaal dominio de Hipias; pues ellos se mostraron másenemigos de los tiranos, o tanto por lo menos,como Calias, hijo de Fenippo y padre de Hipónico,quien fue el único entre todos los Atenienses quedespués de echado Pisistrato de Atenas se atrevió acomprar sus bienes confiscados y vendidos a voz depregonero, fuera de que en otras mil cosas más dioun público testimonio del odio que le tenía.

CXXII. De este Calias72 es mucha razón quetodos a menudo se acuerden no sin elogio, ya porhaber sido, como llevo dicho, un hombre señaladoparticularmente en libertar a su patria; ya por lagloria que adquirió en Olimpia, donde logró comovencedor el primer premio en la corrida de uncaballo singular, y el segundo en la de la cuadriga, yapor que en los juegos Pythios, habiendo sido decla-rado vencedor, se mostró muy magnífico en el

72 Ha parecido a varios que todo este párrafo, que no se leeen tres códices manuscritos, será un retazo añadido poralgún intérprete a la brillante púrpura de Herodoto.

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banquete que dio a los Griegos; ya por lo bien quese portó con sus hijas, que fueron tres, con lascuales, luego que tuvieron edad proporcionada almatrimonio, usó la bizarría y generosidad de quecada cual escogiese entre los ciudadanos el maridoque mejor le pareciese, y las casó, en efecto, conquien quiso cada cual.

CXXIII. Ahora pues, habiendo sido losAlcmeonidas igualmente o nada menos enemigos delos tiranos que Calias, paréceme un errormonstruoso y una calumnia indigna de fe el quepara llamar a los Persas levantasen sus escudos unoshombres que vivieron desterrados por todo eltiempo del gobierno de los tiranos, y que nocesaron con sus intrigas hasta obligar a los hijos dePisistrato a desamparar su dominio, con lo cual, ami entender, lograron tener más parte en la libertadde Atenas que Harmodio y Aristogiton, pues estoscon dar la muerte a Hiparco nada adelantaroncontra los otros que tiranizaban a la patria, antesbien irritaron más contra ella a los demás hijos dePisistrato. Pero, los Alcmeonidas sin la menordisputa fueron los libertadores de Atenas, si fueronellos realmente los que ganaron a la Pythia para que

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diese a los Lacedemonios el oráculo, que les decidióa libertarla, según tengo antes declarado.

CXXIV. Podrá decirse que quizá por algúndisgusto y ofensa recibida del gobierno popular deAtenas quisieron entregar la patria; pero esto nolleva camino, porque no hubo en Atenas hombresmás aplaudidos ni más honrados, por el pueblo. Asíque contra toda buena crítica es el decir quelevantasen el escudo con esta mira. Es cierto quehubo quien lo levantó, ni otra cosa puede decirse,porque así es la verdad; pero quién fuese el qué loverificó lo ignoro, ni tengo más que añadir sobreello de lo que llevo dicho.

CXXV. La familia de los Alcmeonidas, si biendesde mucho tiempo atrás era ya distinguida enAtenas, se hizo notablemente más ilustre en lapersona de Alcmeon, no menos que en la deMegacles. El caso fue, que cuando los Lydios departe de Creso fueron enviados de Sardes a Delfospara consultar aquel oráculo, no sólo les sirvió encuanto pudo Alcmeon, hijo de Megacles, sino quese esmeró particularmente en agasajarles.Informado Creso por los Lydios que habían hechoaquella romería de cuán bien por su respeto habíaobrado con ellos Alcmeon, convidóle a que viniera

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a Sardes, y llegado, le ofreció de regalo tanto orocuanto de una vez pudiese cargar y llevar encima.Para poderse aprovechar mejor de lo grandioso dela oferta, fue Alcmeon a disfrutarla en este traje:púsose una gran túnica, cuyo seno hizo que prestasemucho dejándolo bien ancho, calzóse unoscoturnos los más holgados y capaces que hallarpudo, y así vestido fuese al tesoro real adonde se laconducía. Lo primero que hizo allí fue dejarse caerencima de un montón de oro en polvo, y henchirhasta las pantorrillas aquellos sus borceguíes decuanto oro en ellos cupo. Llenó después de orotodo el seno; empolvóse con oro a maravilla todo elcabello de su cabeza; llenóse de oro asimismo todala boca: cargado así de oro iba saliendo del erario,pudiendo apenas arrastrar los coturnos,pareciéndose a cualquier otra cosa menos a unhombre, hinchados extremadamente los mofletes yhecho todo él un cubo. Al verle así Creso no pudocontener la risa, y no sólo le dio todo el oro queconsigo llevaba, sino que le hizo otros presentes deno menor cuantía, con lo cual quedó muy ricaaquella casa, y el mismo Alcmeon, pudiendo criar

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sus tiros para las cuadrigas, fue vencedor con ellosen los juegos Olímpicos73.

CXXVI. En la edad inmediata a esta, Clistenes,señor de Sicion, subió hasta tal punto el nombre dela misma familia, que la hizo mucho más célebretodavía. Esto Clistenes, hijo de Aristonimo, nieto deMiron, y biznieto de Andreo, tuvo una hija llamadaAgarista, a quien quiso casar con el Griego quehallase más sobresaliente de todos; y así, en eltiempo en que se celebraban las fiestas olímpicas enlas cuales alcanzó la palma con su cuadriga el mismoClistenes, hizo pregonar que cualquiera de losGriegos que se tuviese por digno de ser yerno deClistenes, pasados sesenta días o bien antes, sepresentase al concurso en Sicion; pues que él habíadeterminado celebrar las bodas de su hija dentro deltérmino de un año, que se empezaría a contar desdeallí a sesenta días. Entonces todos los Griegos quese picaban de notables, ya por sus prendas y linaje,ya por la nobleza de su patria, concurrieron allácomo pretendientes, a quienes estuvo Clistenesentreteniendo para ver quién era el más dignopretendiente en la carrera y en la palestra.

73 En la Oda 7.º celebró Pindaro la victoria de Alcmeon.

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CXXVII. De la Italia concurrió el sibaritaSmindirides74, hijo de Hipócrates, que había llegadoa ser el hombre más sobresaliente de todos en lasdelicias del lujo, en un tiempo en que Sibarisflorecía sobremanera; concurrió asimismo el siritaDamas, hijo de Samiris, el que llamaban el sabio:ambos vinieron de la Italia. Del golfo Adriático, esdecir, del seno Jonio, se presentó Amfimnesto, hijode Epistrofo, natural de Epidamno75. Vino tambiénun Etolo, por nombre Males, hermano del famosoTitormo, que superó en valentía a todos losGriegos, y vivió retirado en un rincón de la Eolia76

huyendo del comercio de los hombres. DelPeloponeso llegó Leocedes, hijo de Fidon, tirano delos Argivos, quien descendía de aquel Fidon77

ordenador de los pesos y medidas de los Pelo-ponesios, hombre el más violento e inicuo de todos

74 Es famoso entre los escritores antiguos este Sardanápalocalabrés, a quien acompañaban, según Ateneo, mil personas,entre cocineros y cazadores.75 Epidamno, hoy Durazzo, antiguamente tambiénDirraquium. Segun el texto, lo que se llamaba seno Jonio,llegaba hasta el mar Adriático.76 Al presente el despotato o la pequeña Grecia.77 Es evidente que Leocedes, el pretendiente de Agarista,coetánea de Ciro, no pudo ser hijo de Fidon el ordenador delos pesos del Peloponeso, el cual vivía en la Olimpiada 8.º

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los Griegos, que habiendo quitado a los Eleos lapresidencia en los juegos Olímpicos, se alzó con elempleo de Agonoteta (o prefecto de aquel certamen).Vino de Trapezunte78 el árcade Amianto, hijo deLicurgo; vino asimismo Lafanes Azeno, natural dela ciudad de Peo, hijo de aquel Euforion de quien esfama en la Arcadia que recibió en su casa a losDioscuros Castor y Polux, y desde aquel tiemposolía hospedar a todo hombre que se le presentase:vino por fin el éleo Onomasto, hijo de Ageo; todoslos cuales vinieron del mismo Peloponeso. DeAtenas fueron a la pretensión Megacles, hijo deaquel Alcmeon que había hecho la visita a Creso, yotro llamado Hipóclides, hijo de Tisandro, el sujetomás rico y gallardo de todos los Atenienses. DeEretria, ciudad entonces floreciente, concurrióLisanias, el único que se presentó venido de Eubea.De Tesalia acudió Diactórides el Craconio, de lafamilia de los Scópadas; y de los Molosos, vinoAlcon: estos fueron los aspirantes a la boda.

CXXVIII. Habiéndose, pues, presentado losamantes al día señalado, desde luego se iba Clistenesinformando de qué patria y de qué familia era cada

78 Por otro nombre Trapezza, diferente de la célebreTrebizonda.

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uno. Después, por espacio de un año, los fueentreteniendo a su lado, haciendo pruebas de labizarría, del valor, de la educación y de lascostumbres de todos, ya tratando con cada uno enparticular, ya con todos ellos en común; y aun a losmás jóvenes los conducía a los gimnasios, dondeejercitasen desnudos sus fuerzas y habilidades. Perocon especialidad procuraba observarles en la mesa,pues todo el tiempo que los tuvo cerca de supersona, era quien llevaba el coste y el que les dabaun magnífico hospedaje. Hecha la prueba, los quemás le satisfacían eran los pretendientes venidos deAtenas, y entre estos nadie le placía tanto comoHipóclides, el hijo de Tisandro, gobernándose eneste aprecio tanto por el valor que en él veía, comopor ser de una familia emparentada con la de losCipsélidas que antiguamente hubo en Corinto.

CXXIX. Cuando llegó el día aplazado así para elfestín de la boda, como para la publicación delyerno que Clistenes hubiese escogido entre todos,mató éste cien bueyes y dio un magnífico convite,no sólo a los pretendientes, sino también a losmoradores de Sicion. Allí sobre mesa,apostábanselas los pretendientes en la música, y aquién descifraría algún acertijo o enigma propuesto.

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Iban adelante los brindis después de la comida,cuando Hipóclides, que era el héroe y bufón de lafiesta, mandó al flautero que le tocase la emmelia79, yempezada ésta, la bailó con mucha gracia y mayorsatisfacción propia; si bien Clistenes, observandotodas aquellas fruslerías, la miraba ya de mal ojo. Noparó aquí Hipóclides: descansó un poco, e hizo quele trajesen una mesa, la cual puesta allí, bailóprimero sobre ella a la Lacónica, después danzó a laÁtica con gestos muy ajustados; finalmente dio sustumbos encima de la mesa, la cabeza abajo y los piesen alto, haciendo manos de las piernas para losgestos. Clistenes, si bien viéndole bailar la primera ysegunda danza se desdeñaba ya en su interior detomar por yerno a Hipóclides, a un bailarín tal ysinvergüenza, reprimíase con todo no queriendodesconcertarse contra él; pero al cabo cuando le viodar tumbos y vueltas y zapatetas en el aire, nopudiendo ya mas consigo, lanzóle estas palabras:-«Ahora sí, hijo de Tisandro, que comosaltimbanquis acabas de escamotearte la novia.» Yreplicóle el mozo: -«¿Qué se le da a Hipóclides de la

79 Sería la emmelia una especie de danza muy conocida, nomenos que la Ática y la Lacónica que más abajo se citan, delas cuales confieso no poder dar razón alguna.

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novia? cuyo dicho quedó desde entonces enproverbio.

CXXX. Clistenes, haciendo que todos en silenciole oyesen, hablóles así: -«Pretendientes de mi hija,muy pagado estoy de las prendas de todos vosotros,y si posible me fuera, a cada uno de vosotros daríacon gusto la novia sin elegir en particular a ningunoy sin desechar a los demás. Pero bien veis quetratándose de una doncella sola, no cabecontentaros a todos: mi ánimo es regalar a cada unode los que no alcanzeis la novia un talento de plataen prueba de lo mucho que me honro con haberlatodos pretendido, como también en atención a laausencia que habéis hecho de vuestras casas. Por lodemás, doy por mujer mi hija Agarista a Megacles,hijo de Alcmeon, al uso de los Atenienses.»Aceptóla por tal Megacles, y quedó contraídosolemnemente el matrimonio.

CXXXI. Así se terminó la competencia de lospretendientes, y de ella dimanó la gran rama ycelebridad de los Alcmeonidas por toda la Grecia.De este matrimonio nació aquel Clistenes queordenó las filas y la democracia en Atenas, llamadoasí en memoria de su abuelo materno Clistenes elSicionio. Nacióles también Hipócrates, quien tuvo

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por hijos otro Megacles y otra Agarista, llevandoésta el nombre de la Agarista hija de Clistenes. Lasegunda Agarista habiendo casado con Jantippo,hijo de Arifon, tuvo un sueño estando en cinta, enque le pareció que había parido un león; y pocodespués parió a Pericles, hijo de Jantippo.

CXXXII. Volviendo a Milciades, después de laderrota de los Persas en Maraton creció mucho sucrédito entre los Atenienses, de quienes era antes yamuy estimado. Entonces, pues, pidió Milciades asus conciudadanos que le confiasen 70 naves con latropa y estipendios correspondientes, sin declararlescontra quiénes meditaba aquella expedición,asegurándoles solamente que si querían seguirle, ibaa enriquecerles, pues pensaba conducirles a ciertaprovincia, de donde sin el menor daño ni peligropodrían volver cargados de oro. En estos términospidió la armada, y los Atenienses, confiados en loque les prometía, se la cedieron.

CXXXIII. Teniendo aquella tropa embarcada yaa su mando, partió Milciades contra Paros, dandopor razón que iba a castigar a los Parios por haberantes hecho la guerra con sus galeras asistiendo alPersa en Maraton. Pero este era un mero pretexto, ylo que en realidad le movía era el encono contra los

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Parios, nacido de que Liságoras, hijo de Tisias ynatural de Paros, le había acusado y puesto mal conel persa Hidarmes. Llegado allá Milciades con suarmada, puso sitio a la ciudad en que se habían en-cerrado los Parios, a quienes envió un pregoneropidiéndoles le diesen 100 talentos, con la amenazade que en caso de negarlos no levantaría el sitioantes de rendirla plaza. Los Parios, lejos de discurrircómo darían a Milciades aquella suma, sólopensaban en el modo de defender bien su ciudad,fortificándola más y más y alzando de noche otrotanto aquella parte de los muros por donde la plazaestaba más expuesta a ser combatida.

CXXXIV. Hasta aquí concuerdan en la narracióndel hecho todos los Griegos: lo que después sucediólo cuentan los Parios del siguiente modo: Dicen queMilciades, falto de consejo, consultó con unaprisionera natural de la misma Paros, que se llamabaTimo y era la sacerdotisa de las diosas infernalesCeres y Proserpina. Habiéndose ésta presentado aMilciades, aconsejóle que si tanto empeño tenía entomar a Paros, hiciera lo que ella misma dijese; y enefecto, habiéndole confiado el expediente, subióMilciades a un cerro que está enfrente de la ciudad,y no pudiendo abrir las puertas del templo de Céres

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Legisladora, quiso saltar la pared de aquel cercado; ysaltada ya, íbase, ignoro con que mira, dentro delsantuario de la diosa, ya fuese con ánimo de quitaralgo de las cosas que no es lícito quitar, ya con algúnotro designio. Al ir a pasar aquel umbral,sobrevínole un terror religioso que le obligó avolver atrás por el mismo camino; y al pasar otravez la cerca, se dislocó un muslo, o, como quierenotros, hirió malamente en tierra con una rodilla.

CXXXV. Mal parado, pues, Milciades por lacaída, determinó volverse de allí sin haberconquistado a Paros, a la cual había tenido sitiada 26días, talando durante ellos toda la isla. Llegó anoticia de los Parios que Timo, la sacerdotisa de ladiosa, había dado a Milciades los medios para latoma de la plaza, y queriendo tomar venganza deella por la traición, apenas se vieron libres del asedioenviaron a Delfos consultores encargados depreguntar si harían bien en castigar a la sacerdotisade las diosas, así por haber ella declarado cómopodría ser tomada su patria, como también porhaber mostrado a Milciades aquellos sagradosmisterios que a ningún varón era lícito ver ni saber.No se lo permitió la Pythia, diciendo que la culpano era de Timo, sino que siendo el destino fatal de

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Milciades que tuviese un mal éxito, ella le habíaservido de guía para la ruina: tal fue el oráculo quela Pythia dio en respuesta a los de Paros.

CXXXVI. Vuelto ya Milciades de aquella isla, nohablaban de otra cosa los Atenienses que de suinfeliz expedición; pero quien sobre todos leacriminaba era Jantippo, el hijo de Arifron, quieninventándole ante el pueblo causa capital, le acusabapor haber engañado a los Atenierses80. Milciades norespondió en persona a la acusación, hallándoleimposibilitado por causa de su muslo enconado conla herida; pero estando él en cama allí mismo,defendiéronle sus amigos con el mayor esfuerzo,haciendo valer mucho sus servicios en el combatede Maraton, como también en la toma de Lemnos,la cual rindió y cedió a los Atenienses, habiéndosevengado de los Pelasgos. Absolvióle el pueblo de lapena capital; mas por aquel perjuicio del Estado lemultó en 50 talentos. Después de este juicio, como 80 Herodoto, en este como en algunos otros leves puntos, di-fiere de Cornelio Nepote, quien pretende que el pretexto deacusación contra Milciades era el haberse dejado sobornar delos Persas. Del texto de nuestro autor perece deducirsetambién que Milciades se hallaba presente en juicio, lo queexpresa más claro Arístides al decir elocuentemente de aquelhéroe: «....no presentando a los jueces otra cosa sino laherida.»

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se le encancerase y pudriese el muslo, fallecióMilciades, y su hijo Citrion pagó la multa de supadre.

CXXXVII. He aquí cómo pasé lo que insinué dela toma de Lemnos, de que se apoderó Milciades elhijo de Cimon: habían sido los Pelasgos expelidosdel Ática por los Atenienses, no sabré decidir si conrazón o sin ella; podré referir tan sólo lo que sobreello se dice, si bien noto que Hecateo, hijo deEgesandro, afirma en su historia que sin razónfueron aquellos arrojados, contando así los hechos:«Viendo los Atenienses, dice, que una campiña suyasituada al pie del monte Himeto, que habían cedidoa los Pelasgos para que la habitasen en pago yrecompensa del muro que estos les habían edificadoalrededor de la fortaleza, viendo, pues, biencultivada aquella campiña, que antes era muy estérily de ninguna estima, tuvieron envidia a los Pelasgos,y codiciosos de aquel territorio, sin otro motivo nirazón arrojaron de él a los agricultores.» Pero sicreemos lo que dicen los Atenienses, razón lessobraba para echarlos de allí; porque situados losPelasgos bajo el Himeto, salían desde allí a cometermil insolencias; pues como acostumbrasen lasdoncellas y los niños también de los Atenienses ir

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por agua al Ennea crunon (a las nueve fuentes) por notener esclavos en aquel tiempo ni los Atenienses nilos demás Griegos, sucedía que al ir ellas por agua,con desvergüenza y desprecio las violentaban losPelasgos; y no contentos aun con proceder tanindigno, determinaron al cabo apoderarse de Atenasy fueron cogidos con el delito en las manos. Añadenaún los Atenienses, que ellos se portaron muchomejor de lo que merecían los Pelasgos, porqueestando en su mano quitarles justamente la vidacomo a gente que maquinaba contra el Estado, noquisieron hacerlo, contentos con intimarles la ordende que saliesen de sus dominios. En fuerza de estaorden, salidos de allí, una de las varias tierras queocuparon fue la isla de Lemnos. En suma, loprimero es lo que dice Hecateo; lo segundo lo quecuentan los Atenienses.

CXXXVIII. Después que habitaban ya enLemnos los mismos Pelasgos, llevados del deseo devenganza contra los de Atenas y bien prácticos eimpuestos en qué días caían las fiestas de losAtenienses, recogidas sus fallucas pasaren alcontinente y armaron una emboscada en Braunon,donde solían las mujeres atenienses celebrar unafiesta a Diana. Habiendo aprovechado el lance, y

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robadas muchas de ellas, embarcáronlas consigopara Lemnos y las tuvieron allí por concubinas.Viéndose ya con muchos hijos estas mujeres,íbanles enseñando la lengua ática y les daban unaeducación propia de Atenienses, de donde nacía quelos niños se desdeñaban de juntarse con los hijos delos Pelasgos, y si veían que uno de ellos era maltra-tado de alguno de los otros niños, acudían todos asu defensa y se socorrían mutuamente. Llegó la cosaa tal punto, que los niños de las Áticas pretendíandominar sobre los otros; y en efecto, su partido erael que más podía. Viendo los Pelasgos lo quepasaba, entraron en cuenta consigo, y consultandoentre sí, parecióles ser el caso de mucho peso yconsideración. Si estos niños, decían, tienen ya laadvertencia de ayudarse contra los hijos de las ma-tronas de primer orden y aun pretenden ser ya losseñores que manden, ¿qué no harán salidos de lamenor edad? Parecióles con esto que convenía darmuerte a los hijos de las mujeres áticas; y nocontentos con esta barbarie, añadieron después lade matar a sus madres. De este hecho inhumano,como también de aquel otro anterior cuando lasmujeres quitaron la vida a sus maridos juntamente

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con Toante81, se originó el llamar por toda la Greciamaldades lemnias a cualquiera maldad enorme.

CXXXIX. Después que los Pelasgos dieron lamuerte a sus hijos y mujeres, sucedió que ni la tierrales rendía los frutos de antes, ni sus mujeres ni susrebaños eran fecundos, como solían primero.Fatigados, pues, del hambre y de aquella esterilidad,enviaron a Delfos para ver cómo librarse de lascalamidades en que se hallaban. Mandóles la Pythiaque se presentasen a los Atenienses y les diesen lasatisfacción que tuvieran éstos por justa. En efecto,fueron a Atenas los Pelasgos y se ofrecieron de suvoluntad a pagar la pena correspondiente a suinjuria. Los Atenienses, preparando en su pritáneounas camas las más ricas que pudieron para recibir alos convidados, y poniendo una mesa llena de todogénero de comidas, mandaron a los Pelasgos que lesentregasen su país tan ricamente abastecido como loestaba aquella mesa; a lo que respondieron losPelasgos: -«Siempre que una nave de vuestro paíscon el viento Bóreas llegue al nuestro en un día,prontos estaremos para verificar la entrega que 81 Otros creen que en vez de juntamente debe leerse en eltexto excepto Toante, quien según la tradición fue librado por

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pretendéis82.» Respuesta astuta y capciosa, sabiendoser imposible la condición, por estar el Ática haciael Mediodía más acá de Lemnos.

CXL. Por entonces quedó así el negocio; peromuchísimos años después, cuando el Quersonesodel Helesponto vino a ser de los Atenienses,Milciades, hijo de Cimon, salido de Eleunte, ciudaddel Quersoneso, con los vientos Etesias, púsose enLemnos e intimó a los Pelasgos que dejasen la isla,haciéndoles memoria del oráculo, que ellos estabanlejos de creer que pudiese jamás cumplírseles.Obedecieron entonces los de Efestia; pero los deMirina83, que no conocían en qué el Quersonesofuese lo mismo que el Ática, hicieron resistencia,hasta tanto que, viéndose sitiados se entregaron.Este fue el artificio con que los Atenienses pormedio de Milciades se apoderaron de Lemnos.

su hija Ipsipile del común exterminio; a no ser que Herodotosiguiese en esta historia otros monumentos más fidedignos.82 Esta narración de Herodoto, con la que conviene CornelioNepote, aunque tal vez fabulosa, imita no mal el caráctersupersticioso y la simplicidad heroica de los antiguos.83 Mirina lleva en el día el nombre común de la isla de Lem-nos: Efestia, en la parte septentrional de la isla, se llamaCoquino.