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8/15/2019 Hernandez - El Descenso
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Coordinadora: Myrna Pastrana
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Presentación
Los trabajos que aquí se presentan son el resultado
de un taller de creación literaria enfocado en la
narrativa. Coordinado por Myma Pastrana durante
varios meses, un grupo de jóvenes transitó por la
dificil y mágica tarea de contar historias, reales o
ficticias, que de alguna manera hablan de sus
vivencias y preocupaciones.
El Museo de Arte de Ciudad Juárez, fiel a una
vocación adquirida a lo largo de sutrayectoria como
promotor de la literatura, convocó de manera
pública a interesados a participar en este proyecto
con el fin de aportar a su formación artística. El
resultado es prometedor , ya que en este grupo de
textos encontramos una pasión esperanzadora por
las letras; cuentos, narraciones y crónicas que nos
hablan del amor por la vida y sus conflictos, y en
muchos casos consiguen desarrollar personajes
entrañables, cálidos y conmovedores.
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Nos enorgullece presentar ahora estos textos y
colocarlos en las manos del lector que será quien los
juzgue. Son historias jóvenes de nuevas presencias
en nuestra ciudad, que ofrecen su visión y su
creatividad a un Juárez que está enmovimiento.
Una especial mención merece el apoyo que la
Coordinación Nacional de Literatura del Instituto
Nacional de Bellas Artes otorgó para que estos
talleres sean una realidad.
Rosa Elva Vázquez Ruiz
Directora del Museo de rte de Ciudad Juárez
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Introducción
No hay plazo que no se cumpla para comenzar y
felizmente eso sucedió con un proyecto que se ha
visto cristalizado gracias al apoyo de la
Coordinación Nacional de Bellas Artes a través de
su directora la Mtra. Stasia de la Garza Batorska y
es que en el verano ardiente de este 2013 por fin
iniciamos en Ciudad Juárez un taller de literatura
para jóvenes muy jóvenes, dijimos en ese momento
que sus edades estarían entre los 16y los 22 años,
no obstante, el requisito de la edad no fue riguroso
y para fortuna nuestra tuvimos a Ibis, una
participante de 14años.
Ahí inició nuestra aventura y digo nuestra porque
era de todos, de los que acudieron a una cita a ojos
cerrados con la idea de participar en un Taller de
Inicio a la Literatura o lo que es lo mismo, para
principiantes. Después del primer sábado nos dimos
cuenta que los principiantes traían cada quien lo
suyo, sobre todo talento y un enorme deseo de
participación, de ser leídos, de ser escuchados y de
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leer al compañero de al lado, de escuchar .y
comentar. Y en este proceso de retroalimentación de
escribir, leer, criticar, aceptar las sugerencias,
replantear el trabajo sometido, en el transcurso de
las siguientes semanas el taller comenzó a crecer y a
madurar.
Los textos de todos después de una, dos, tres
versiones, enésima versión, nos comenzaron a
gustar y nos enamoramos del buen corazón del
diablito de Fabián que no era tan diablo aunque
hiciera muchas diabluras, del mago de las cartas de
Luis sorprendiendo como buen mago al lector
anticipado de finales previsibles.
La claridad hermosa y desbordante de Ibis que al
decir de GeMó un reciente amigo que se ha
integrado al taller, pareciera una Esopo juarense
cuando le da voz al águila y la serpiente y el dilema
ético que presenta Jorge enEl lobo son cuentos que
exponen sobre la mesa temas de debate de hoy y
siempre.
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La crítica a la sociedad de nuestro tiempo es
dolorosa y bellamente expuesta en toda su crudeza
en Magdalena de Guadalupe Esmeralda; del mismo
calado pero en su estilo María retrata en
¿Number
One?
un paisaje muchas veces visto en esta frontera
y en un tono trágico Jesús escribe sobre la venganza
como el plato que se sirve frío en la acción de sus
personajes, en contraste, Brenda escribe un cuento
infantil donde la protagonista es la Gotita Haku y
Cristian exalta el valor del amor en la familia en
Manjar
El taller no solo dio cuentos, también testimonios y
crónicas de temas diversos, Supartida de Yadira es
un testimonio narrado con la madurez requerida,
María por su parte hace una evocación de la niñez
que se fue y Cristian del ser querido que ya no está,
Jesús del precio de los riesgos y Jorge del amor
como principio y fin del ser humano en un bellísimo
Bolero Azul
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Las crónicas aquí vertidas son producto como todos
los trabajos de la luz del intercambio de ideas,
algunas de ellas surgieron de hechos relevantes del
entorno geográfico, pero sin dejar de lado lo
ficcional, esto hizo posible el Soplo de Vida de
Guadalupe Esmeralda y los
Fuegos Artificiales
de
Yadira.
Pero ante todo, el taller nos dio la convivencia, la
.
certeza de que en esta ciudad sí podemos vencer la
adversidad y también que las letras sirven para
exorcizar a los demonios . El taller como
encuentro de humanos, nos hizo saborear ese
tiempo dedicado el día sábado como tiempo
humano, fraternal, tolerante pero crítico y asertivo y
no hubiera podido ser de otra forma porque las
condiciones ideales las encontramos en el Museo de
Arte de Ciudad Juárez al frente de la Lic. Rosa Elva
Vásquez y un equipo siempre atento a lo que nos
hiciera falta. Rodeados de las obras de arte que ahí
se exponen imposible que no se diera la magia de la
literatura.
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Finalmente me congratulo de haber tenido a rru
cargo la coordinación del taller. Gracias a todos los
que lo hicieron posible, igualmente para la
Asociación de Periodistas de Ciudad Juárez por su
apoyo para ver materializado este trabajo en el
marco de las celebraciones de sus primeros
cincuenta años de existencia y concretamente a la
gestion 2013-2015 bajo la presidencia de Roberto
Delgado Escalante, la vicepresidencia de don
Amoldo Cabada de la O, Claudia Bañuelos corno
secretariay en elmío propio corno tesorera.
Myrna Pastrana
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Brenda bigail Pinal mparan (Ciudad Juárez,
Chihuahua.1997).
Estudiante de 3er semestre de Bachillerato, en el
plantel número 6. Participa en el grupo de lectura
de su plantel y formó parte durante cuatro años de
una banda de guerra. Ha manifestado tener
preferencia por lecturas corno: Jingo Django
Viajecon un desconocido Crónicas Vampiricas
de
Anne Rice.
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ardía, la rodilla derecha estaba inflamada. Jamás me
había sentido más inútil enmi vida.
Comencé a mirar alrededor, ya arribaban
ambulancias. Veía personas que se movían de un
lado a otro tratando de apoyar a los demás, un
paramédico se acercó para ayudamos, me levantó e
intenté caminar, me sentí aliviada cuando noté que
seguía de pie, avanzábamos hacia la ambulancia
mientras otros paramédicos levantaban los restos de
seres humanos del suelo y los cubrían con bolsas
negras, me sentía en una carnicería, el suelo
húmedo olía a metal, Violeta estaba en silencio,
avanzaba cabizbaja con la mirada de espanto.
Pasamos las vías del tren cruzando entre los
vagones mientras topábamos con bolas de vísceras,
quise vomitar, ella estaba inmutada.
Llegamos a la ambulancia, y no pudo contenerse
más. Las lágrimas nacieron en sus ojos y asustada
me dijo renacimos y me dio un abrazo que
terminó de luxarme la cintura.
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Fabián Hernández Rivera. (Ciudad Juárez,
Chihuahua. 1992).
Estudia la carrera de ingeniería eléctrica en El
Paso, Texas, es un joven apasionado de la música
y la literatura. Ávido lector y buscador de nuevas
historias. Actualmente cursa un semestre de su
carrera en la Universidad Técnica de Praga debido a
un programa de intercambio académico, sin
embargo sigue participando en el taller de literatura
a través de la red de intemet.
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tropezado con él tenía puesta una gabardina como la
que él había acostumbrado usar en otro tiempo,
cuando era pequeño,
tenía cuernos
cola.
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El Descenso
(Testimonio)
Fabián Hernández Rivera.
De repente una ráfaga de viento helado me
dio en la espalda. Había dejado mi abrigo en el
carro, no quería cargarlo toda la noche y los
guardarropas en lugares como aquel al que iba son
muy caros. Con una mano que apenasme respondía
saqué un cigarro de la cajetilla que llevaba en la
bolsa del pantalón y me lo llevé a los labios. El frío
tiene ese efecto en mí, me dan ganas de fumar. En
la fila de entrada del Salón México no había mucha
gente, pero entre los escalofríos y las orejas
congeladas una espera de 3 minutos se vuelve una
eternidad. Y es que el invierno en Juárez no está
para andar mal abrigado.
Poco antes de esperar en la fila había hecho
una breve parada en casa de mi primo para tomar un
par de cervezas. .Total, resulta más barato tomar en
casa que afuera, y a los 21 años se suele economizar
donde se puede. El famoso precopeo lo pasamos,
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r,
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como generalmente sucede, comentando las
expectativas de la noche: ¿Quién estará ahí?
¿Quién va a manejar? ¿Qué vamos a tomar? .
Nuestro destino final era El Sótano, que como su
nombre lo dice, se ubica en la parte baja del Salón
México, es una de las varias salas que ahí se
encuentran, distinguiéndose éste por su contraste en
ambientación, música, clientela, prácticamente en
todo. Había esa noche una fiesta, se decía que iba a
estar buena.
Juárez es bonito de noche, están ocultas la
mayoría de sus imperfecciones. Anduvimos por las
calles a una velocidad moderada. No queríamos
problemas con los tránsitos, y además, las
vialidades llenas de hoyos y conductores
alcoholizados no son el lugar perfecto para acelerar.
La noche aquí es para manejar tranquilo, viendo las
luces pasar al ritmo de un buen blues sonando en la
radio. Nos estacionamos en un centro comercial del
otro lado de la calle, le encargamos el carro a un
parquero , de esos que se quedan hasta la hora de
cerrar, tiritando de frio y esperando una buena
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compensación. Le dejamos dinero y, con la barbilla
abajo y las manos en las bolsas, cruzamos la calle.
Hubo un tiempo en el que el Salón México
gozaba de prestigio y una clientela selecta. Las
parejas acudían los fines de semana a bailar y
encontrarse con viejos conocidos, todos señores,
todos bien acomodados. La fachada, aunque
desgastada, refleja el ya borroso recuerdo de aquella
época dorada. Ahora goza de una reputación muy
diferente. Lo que ayer fue un respetado salón de
baile hoy se le reconoce simplemente como una
cantina.
Al pasar junto al guardia nos pidió las
identificaciones para comprobar nuestra mayoría de
edad, acto aparentemente inútil puesto que cientos
de menores burlan esos filtros cada fin de semana
con identificaciones falsas. Inútil pero obligatorio.
Después nos pasaron a la puerta, donde nos
inspeccionaron en busca de armas u objetos
ilegales. Al entrar finalmente en el lugar
comenzamos a escuchar la música, estaban tocando
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cumbias. La entrada estaba repleta de ventanas
sucias que no servían mucho para ver a través de
ellas; las paredes gastadas se alargaban hacia arriba
hasta encontrarse con un techo alto que daba una
sensación de amplitud a aquel reducido espacio que
era el recibidor. Uno de los guardias nos señaló un
pasillo, al parecer nuestra ropa y edad era motivo
suficiente para suponer que no íbamos a otro salón
más que a El Sótano.
Mientras caminábamos por el pasillo
comencé a notar que una pesada obscuridad nos iba
envolviendo. Las cumbias se escuchaban cada vez
más distantes, y en su lugar se comenzaba a
escuchar una intrigante melodía electrónica que
provenía de abajo. Al fondo, apenas perceptible, se
encontraba una mujer sentada en una silla con una
caja sobre las piernas. Cuando estuvimos a una muy
corta distancia, la mujer levantó la vista y estiró una
mano huesuda. 30 pesos dijo con un susurro
ahogado por lamúsica electrónica que ahora parecía
llegar de todos lados, las cumbias habían
desaparecido. Le dimos el dinero y nos selló la
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mano. Después de guardar su sello y preguntamos
si queríamos comprar cigarros sueltos nos señaló las
escaleras que estaban a la derecha.
Cada peldaño parecía alejamos más del
lugar y el tiempo en el que estábamos. Bajamos con
dificultad, cada paso era una hazaña, pues los
escalones estaban repletos de gente. Entre la
obscuridad casi absoluta se conseguía distinguir
siluetas, algunas sentadas con la cabeza recargada
en el hombro del de al lado; algunas de pie, solas,
fumando. Para cuando llegamos al fondo de las
escaleras, la música ya había cambiado, se volvió
más violenta, se escuchaban guitarras distorsionadas
acompañadas de una batería, pero aún se
conservaba un aspecto electrónico. Estos sonidos
venían acompañados de un repugnante olor a
alfombra quemada y orines. Y entonces la vimos: la
entrada a El Sótano. No podría describirla
correctamente, una luz roja que provenía de a través
de aquel misterioso umbral me dañaba la vista, pero
juraría que en la parte superior del marco alcancé a
leer una inscripción que ya me era conocida:
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Ustedes, que a este recinto penetran, renuncien
para siempre a la esperanza .
Para cuando la luz roja se extinguió, ya
después de haber entrado en esa sala, nos volvimos
a ver sumergidos en una negrura solo interrumpida
por una tenue luz que iluminaba la barra. La
sensación de frío que hasta ahora había sentido
desapareció por completo, inclusive comencé a
sentir un poco de calor, nos acercamos a la barra y
pedimos una cerveza cada uno, brindamos y
bebimos, el líquido helado bajó por mi garganta
dejándome una suave sensación de frescura, cosa
extraña pues apenas unos minutos atrás hubiera
preferido un café o alguna bebida caliente. Miré
alrededor intentando divisar alguna cara conocida,
pero no conseguía ver más que sombras.
Caminamos un rato entre aquellas figuras
aparentemente humanas, respirando solamente
humo y escuchando nada más que murmullos. Las
siluetas se movían al ritmo de la música, alternando
entre tragos a sus botellas y aspiraciones a sus
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cigarros. Todo comenzaba a parecer tan surreal. Mi
corazón comenzó a palpitar con más fuerza, algo
misterioso sucedía en esa extraña multitud.
Comencé a distinguir rostros, algunos los había
visto antes, pero no me reconocían, parecían
sumergidos en algún éxtasis causado por la
cautivante música que salía de lasbocinas. Saludaba
a conocidos con un gesto, pero no me detenía a
hablar con ellos. Cuando giré mi cabeza hacia atrás
no encontré a mi primo, sin duda se había perdido
entre la muchedumbre, sería dificil encontrarlo.
Intenté disfrutar la música, balanceándome de un
lado a otro a su ritmo, sosteniendo mi cerveza vacía
y levantándola ocasionalmente con la esperanza de
que misteriosamente la encontrara llena. Quién
sabe, tal vez en un lugar así pudieran suceder
semejantes cosas. Prendí otro cigarro y por un
momento perdí la percepción del tiempo y de mis
acciones, mi cuerpo me parecía ajeno, me sentí
parte de ese ritual y de la gente que lo estaba
llevando a cabo; ellos eran yo y yo era ellos, un solo
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organismo, bailando al ritmo de aquellos sonidos
secos y sin vida.
Este extraño trance en el que entré, terminó
abruptamente cuando un hombre comenzó a hablar
por el micrófono. No recuerdo con claridad lo que
decía, probablemente algo sobre una celebración,
pues cuando acabó, una piñata surgió del techo
colgada por una cuerda. La gente súbitamente se
descontroló: comenzó a golpearla, liberando su
instinto animal mientras intentaban despedazarla.
Ahora todos reían, todos gritaban. Aquel pacífico
ritual se transformó en el monstruoso sacrificio de
una piñata, o tal vez de su propia humanidad, a la
que había renunciado tan voluntariamente. Cuando
ésta por fin se quebró comenzaron a volar pequeños
objetos luminosos por todo el salón. Pude ver cómo
la gente se abalanzaba sobre ellos, peleaban y
discutían sobre quien había sido el primero en poner
sus manos sobre semejante premio. Uno cayó a mis
pies, y una repentina curiosidad me obligó a
recogerlo. Era un condón, de los baratos. Tanta
pasión en semejante contienda, sin cuartel ni tregua
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aparente, por un montón de condones de poco valor.
De repente sentí como un chorro de agua que me
golpeaba el rostro, volteé buscando su origen y me
encontré a todos con la cara empapada, al parecer el
líquido caía del techo, o simplemente llegaba de
todos lados, no pude ver. Al oler mis manos
mojadas de esa sustancia acuosa me percaté de que
se trataba de algún licor. El caos parecía haber
tomado posesión del recinto en donde estábamos,
las personas habían sido suplantadas por horribles
bestias, ya no parecían humanas, en sus ojos no
brillaba más que la codicia y la lujuria, y por sus
mejillas escurrían chorros de alcohol que llegaba
hasta sus ropas, empapándolas. Al verlos en esas
circunstancias no pude evitar recordar la forma en la
que representaban el infierno en algunos libros de
pasajes religiosos o en vitrales de ciertas iglesias
góticas: almas en pena rodeadas de fuego, y
demonios con sangre escurriéndoles por la cara. Me
quedé inmóvil por un instante contemplando
aquellos horrores. Probablemente era solo mi
imaginación, pero no dejaba de parecer tan real,
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creía inclusive sentir el calor del fuego rozando mi
piel. Cerré los ojos por un momento,
preguntándome en cómo terminaría semejante
espectáculo, y de repente, sin motivo, todo cesó. La
música regresó, al igual que las siluetas, ya planas,
sin cuernos ni sangre, sin evidencia.
Miré hacia todos lados, temblaba, trataba de
entender lo que acababa de presenciar, y a lo lejos
divisé a mi primo bebiendo su cerveza. Me acerqué
a él, me despedí y me dirigí a la salida. Subí las
escaleras y pasé a través del pasillo, dejando atrás la
música y con ella aquellos recuerdos de un pasado
inmediato apresurándose por ganar su lugar en mi
subconsciente. Al salir por la puerta me recibió una
corriente de aire helado, pero esta vez no traté de
evitarlo, lo acogí con alivio. Todo estaba bien, todo
seguía igual.
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Ibis Ricaño Pérez (Ciudad Juárez, Chihuahua.
1999).
Actualmente cursa tercer año de secundaria. En
algún momento ella ha expresado que su necesidad
de trascender y de comunicarse la han guiado
cuidadosamente al camino de la escritura, en el cual
se ha enseñado cruelmente a digerir y absorber la
enseñanza de sus vivencias para después plasmarlas
en papel.
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