Henry Kamen - Imperio

Embed Size (px)

Citation preview

IMPERIOHENRY KAMENIMPERIOLA FORJA DE ESPAA COMO POTENCIA MUNDIALTraduccin de Amado DiguezAGUILAR 2003, Henry Kamen De esta edicin:2003, Santillana Ediciones Generales, S. L. Ediciones El Pas, S, A.Torrelaguna, 60. 28043 Madrid Telfono 91 744 90 60 Telefax 91 744 90 93Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S. A. Beazley 3860. 1437 Buenos AiresAguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S. A. de C. V. Avda. Universidad, 767, Col. del Valle, Mxico, D.E C.P. 03100Ediciones Santillana, S. A. Calle 80 N 10-23 Bogot, ColombiaPrimera edicin: febrero de 2003ISBN: 84-03-09316-0 Depsito legal: M-l.492-2003Impreso en Espaa por Huertas, S. A., Fuenlabrada (Madrid) Printed in SpainQueda prohibida, salvo excepcin prevista en la ley, cualquier forma de reproduccin, distribucin, comunicacin pblica y transformacin de esta obra sin contar con autorizacin de los titulares de propiedad intelectual. La infraccin de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra 1a propiedad intelectual (arts. 270 y sgts. Cdigo Penal).77*IndicePrefacio9Captulo I. Los cimientos19Captulo II. Los inicios del imperio occidental69Captulo III. Un mundo nuevo119Captulo IV La creacin de una potencia mundial181Captulo V. La perla del Oriente233Captulo VI. La frontera279Captulo VIL El negocio del poder universal331Captulo VIII. Identidades y misin civilizadora383Captulo IX. Apuntalando el imperio439Captulo X. Bajo una nueva administracin503Captulo XI. Conclusin: El silencio de Pizarro557Mapas585Lista de ilustraciones597Glosario601Lista de abreviaturas605Notas607Bibliografa663Indice onomstico675ImperioPrefacio10117PrefacioEl joven Alejandro conquist la India. El solo?Csar venci a los galos.No tena ni siquiera un cocinero con l?Bertolt Brecht, Preguntas de un obrero que leeQu haran los blancos sin los indios?Un indio guajiro, Nueva Granada, siglo XVIIISi contemplamos la magnitud de la hegemona espaola, y no nos reprochamos la pobreza que contribuy a engendrarla, no por eso hemos de incurrir en vanagloria.Ramn Carande (1969)Este libro naci, en cierto modo, en el campo de batalla de San Quintn, pequea localidad francesa cercana a la frontera con Blgica donde, en el ao 1557, el rey de Espaa, Felipe II, consigui una notable victoria sobre el ejrcito del rey de Francia. En mi estudio Felipe de Espaa (1998) ofrec un somero comentario sobre la batalla, basado tanto en documentos como en investigaciones recientes. Un distinguido historiador, al resear el libro, sugiri que mi apunte estaba lejos de ser antiespaol, pero hay afirmaciones que sorprenden, porque yo declaraba que el contingente espaol en la batalla constitua nicamente una dcima parte de las tropas, socavando con ello el punto de vista clsico segn el cual San Quintn fue una victoria espaola. El autor olvida, sealaba este historiador, que una batalla la gana quien la dirige, quien la costea, quien suministra las tropas. Aquella batalla fue decidida por los infantes espaoles. Y lo mismo se podra decir de Le- panto. Estas objeciones parecan perfectamente razonables y dieron pie, por mi parte, a una serie de cuestiones que han cristalizado en el presente libro. Quin hizo qu?, quin pag por qu? son preguntas cuya respuesta no siempre puede encontrarse. Conquist Corts Mxico? La sorpresa de Bernal Daz del Castillo ante los informes de un historiador oficial, Gomara, que sugeran que Corts haba derrocado casi en solitario al poderoso imperio azteca, no fue mayor que la ma al descubrir que algunos estudiosos hacan afirmaciones similares acerca de la creacin del imperio espaol.Este estudio propone algunas cuestiones y solamente algunas relativas a la ascensin de Espaa como potencia mundial. Es el fruto de mi reflexin no slo sobre la batalla de San Quintn, sino tambin sobre la evolucin de la historia de Espaa y en este sentido sigue la direccin de gran parte de mis investigaciones de los ltimos treinta aos. Hace algunos aos publiqu, a modo de homenaje a las gentes y a la tierra en que ahora vivo, un anlisis de la cultura, sociedad y vida familiar del pueblo de Catalua durante el periodo de la Contrarreforma. El presente estudio salda otras deudas contradas hace ya tiempo con los pueblos de Espaa, que a lo largo de los aos me han permitido conocer, apreciar y cuestionar las complejas caractersticas de su cultura y de su historia.Muchas obras notables, desde el estudio en cuatro volmenes de R. B. Merriman, The Rise of the Spanish Empire, a los conocidos volmenes sobre el mismo tema de Salvador de Madaria- ga, consideran Espaa como el punto central alrededor del cual elaboran sus tesis. Desde esta perspectiva, una pequea nacin asombr al mundo con sus increbles proezas imperiales para a continuacin decaer en un declive inevitable. El nfasis en el papel de Espaa y ms particularmente de Castilla en la creacin del imperio se remonta mucho tiempo atrs. Esta perspectiva eurocntrica y esencialmente imperialista domina la historiografa tradicional. Los castellanos se mostraron desde el principio orgullosos de su papel en el imperio (al que por lo general no llamaban imperio sino monarqua) y por tanto tendieron a glorificar y exagerar, de manera evidente, su importancia en el mismo. Se consideraba normal creer, como sucede con un relevante estudioso espaol de tiempos recientes, que el espaol se instal en Italia, camin victorioso por el corazn de Europa o por la cima de los Andes1. Castilla (Espaa) era vista como un coloso universal, capaz de conquistar pueblos y ganar batallas. Las naciones con las que entraba en conflicto como, por ejemplo, portugueses, mexicanos, italianos y catalanes preferan asimismo exagerar la cuestin a fin de demostrar su propia capacidad para resistir, a pesar de la abrumadora desigualdad, frente al poder de Espaa. Es algo que los ingleses hicieron de modo magnfico en el folclore dedicado a la Armada Espaola de 15882. Los holandeses fueron en esto an ms brillantes. Cornelis Hooft, famoso burgomaestre de Amsterdam, declar en torno al ao 1600 que en comparacin con el rey de Espaa ramos como un ratn frente a un elefante3. La imagen de un imperio espaol poderoso convena tanto a castellanos y no castellanos que todos la cultivaron en sus leyendas y en sus libros de historia. Tras un examen ms minucioso, sin embargo, resulta difcil percibir al elefante. Quizs la observacin ms pertinente sobre este asunto proceda de las lejanas islas Filipinas, donde el sultn de Jol seal a un funcionario local espaol que si bien es cierto que a nosotros podra comparrsenos con un perro y a los espaoles con un elefante, es posible que algn da el elefante se percate de que el perro se le ha subido a las barbas4. La perspicacia oriental resulta difcil de superar.Gran parte de nuestra concepcin del pasado est impregnada de mitos y, como sucede con aquellos de entre nosotros que todava se aferran a la idea de que la Tierra es plana, no hay motivo para que no se nos permita cultivarlos si son inofensivos. La historia del imperio de Espaa, no obstante, no es inocua. Para los espaoles de hoy el pasado no es un territorio lejano, es una parte ntima de la polmica que conforma su presente y contina desempeando un papel central en sus aspiraciones polticas y culturales. La gran poca del imperio es un campo de batalla crucial en el rea del mito y la controversia. Para el lector comn, la palabra imperio implica conquista y extensin del poder nacional. Los espaoles del siglo XVI saban muy bien que, al aplicar la palabra conquistador a los aventureros de la frontera americana, reclamaban para la nueva empresa el rango imperial. La nocin de poder pas a ser de uso generalizado y con ella la utilizacin de trminos como la conquista espaola de Amrica. Ms recientemente, sin embargo, los historiadores que estudian la historia imperial han comenzado a poner en duda la interpretacin nacionalista que contempla la expansin como una simple proyeccin del poder de un estado. Prefieren hacerse preguntas sobre la naturaleza de tal poder5.Poder no significa nica y exclusivamente la capacidad para imponer la fuerza. De un modo ms exacto, el trmino puede aplicarse a las estructuras subyacentes que hicieron posible el imperio, a factores como la posibilidad de proporcionar financiacin y servicios6. En otras palabras, quin aport los hombres?, quin concedi el crdito?, quin facilit las transacciones?, quin construy los barcos?, quin fundi los caones? Por ejemplo, a principios de la era moderna pocas naciones como sabemos gracias al caso de la Suecia del siglo XVII posean recursos para lanzarse a una poltica de conquista en Europa sin ayuda de aliados. De igual modo, por s solos, los espaoles nunca tuvieron recursos suficientes para sojuzgar al continente americano. Recurrieron a la ayuda de otros, tanto europeos como nativos de las Amricas. Conquista y poder resultaron con frecuencia de menor importancia que empresa, o la habilidad para gestionar recursos, y en diversas etapas el proyecto mundial de Espaa adopt muchos de los aspectos de un imperio empresarial.El presente libro es en esencia un bosquejo muy sencillo de algunos de los factores que contribuyeron al desarrollo del imperio espaol. Poco se dice de la propia Espaa, puesto que sus historiadores han relatado la historia muchas veces y con mucha eficacia. Mi narracin se dirige hacia la historia no contada. Considero a los espaoles no como los nicos impulsores y animadores que labraron la gloria de un imperio (segn las palabras del poeta7), sino como copartcipes en una vasta empresa que fue posible nicamente gracias a la colaboracin de muchas gentes de diversas naciones. Los creadores del imperio, segn sostenemos aqu, no fueron slo los conquistadores de Espaa. Fueron tambin las propias poblaciones conquistadas, los inmigrantes, las mujeres, los deportados, los marginados. Ni fueron slo espaoles: sino tambin italianos, belgas, alemanes y chinos. Muchos espaoles prefirieron y todava prefieren considerar el imperio como un logro exclusivamente suyo; estas pginas ofrecen material para alentar un punto de vista alternativo.En un brillante estudio publicado en 1939, el historiador William L. Schurz se ocupaba de un suceso que resulta muy apropiado para describir el imperio espaol. Schurz describa las riquezas del galen de Manila, solitario bajel que durante ms de dos siglos surc las aguas del Pacfico entre Asia y Acapulco llevando en sus bodegas las fortunas y esperanzas de espaoles, mexicanos, chinos, japoneses y portugueses, y autntico smbolo del alcance internacional de los intereses ibricos. El imperio, como el incansable galen, sobrevivi durante siglos y sirvi a muchos pueblos. Muchos de ellos eran, inevitablemente, espaoles, pero otros provenan de todos los rincones del globo. Por mi parte, he intentado narrar una historia del imperio y no meramente la historia de una nacin con un papel imperial. Mi libro presenta el imperio no como la creacin de un pueblo sino como la relacin entre muchos pueblos, el producto final de diversas contingencias histricas entre las cuales la contribucin espaola no siempre fue la ms significativa. Los historiadores de la generacin anterior a la ma prefirieron centrarse nicamente en la perspectiva espaola de la crnica y, en consecuencia, acabaron enmarandose en problemas imaginarios y en la actualidad completamente superados como la llamada decadencia de Espaa8. Cuando los mecanismos del imperio se definen con claridad, decadencia es un concepto que deja de ocupar un lugar significativo en el retrato general.Slo al considerar el papel de todos los participantes empezaremos a comprender el escenario sin precedentes que comenzaba a tomar forma. Puede ser de mucha ayuda comenzar por el final, ofreciendo algunas conclusiones. La primera gran conclusin es fundamental: estamos habituados a la idea de que Espaa cre su imperio, pero es ms til especular con la idea de que el imperio cre Espaa. En el despertar de nuestro periodo histrico, Espaa no exista, no se haba formado ni poltica ni econmicamente y las culturas que la componan no contaban con recursos para expansionarse. La colaboracin de los pueblos de la pennsula en la tarea del imperio, sin embargo, les dio una causa comn que consigui reunirlos y acrecentar, aunque de modo imperfecto, la unidad peninsular.La segunda conclusin es igualmente importante: el imperio fue posible no slo gracias a Espaa, sino a los recursos combinados de las naciones de Asia y Europa occidental, que participaron legalmente y de manera plena en una empresa que suele concebirse, incluso por historiadores profesionales, como espaola. Este libro, por tanto, intenta Reconstruir el papel de Espaa a fin de comprender de modo fehaciente quin contribuy a qu. En cierta ocasin, Fernand Braudel describi el imperio de Felipe II como un total de faiblesses9, y yo he mirado deliberadamente hacia este lado de la imagen. En el proceso, el papel de otros europeos se ve acrecentado, puesto que el imperio fue siempre una empresa conjunta. Un estudioso nos recordaba recientemente que la expansin europea, y en particular los dominios imperiales de ultramar a que dio lugar, estaban en funcin de las mejoras tecnolgicas y de la resultante capacidad de Europa para producir bienes y servicios con mayor eficacia que el resto del mundo10. Por lo general, la tecnologa era, como sabemos, ms europea que espaola.Hace dos generaciones, intentando valorar la contribucin espaola a la civilizacin, Amrico Castro afirmaba con razn que toda innovacin de alguna importancia fue siempre originada fuera de Espaa11. Las ideas religiosas, el humanismo, la tecnologa, la ciencia, la ideologa, todo vino (deca) del exterior. Sus puntos de vista se hacan eco de los del gran neurlogo Ramn y Cajal, que tambin reconoca que ciencia, industria, agricultura, comercio, todos los aspectos del pensamiento y del trabajo eran en la poca de Carlos V muy inferiores a los de Europa12. Y sin embargo fue la pasiva cultura ibrica la que tuvo capacidad para crear una potencia mundial. Espaa se desarroll gracias a lo que recibi del exterior, pero, al mismo tiempo, los espaoles hicieron uso de su propio carcter esencial para elaborar el camino que los condujo al rango imperial. Mi exposicin, debera advertirse, rechaza explcitamente el punto de vista generalizado segn el cual los europeos constituan la base del poder, y que una suerte de milagro ocurrido en Europa les dio la supremaca mundial13. Tampoco acepto la opinin, que algunos historiadores argumentan con elegancia, de que el papel de Europa en el mundo se basaba en la absoluta superioridad del armamento europeo sobre todos los dems14. El lector comprobar que, para m, el imperio espaol fue creado por nativos americanos, africanos y asiticos en no menor medida que por europeos.La cronologa adoptada en la presente obra requiere una breve explicacin. Aunque sus orgenes son anteriores, sito la creacin del imperio a mediados del siglo XVI, poca en que el estado castellano comenz a aglutinar la iniciativa de los numerosos exploradores, aventureros, misioneros y emprendedores que hicieron posible la aventura. A diferencia de otros imperios anteriores y posteriores, hubo poca conquista y expansin, puesto que la corona declaraba que, por derecho divino, posea la mayor parte de Amrica y buena parte de Asia, adems de sus territorios asociados de Europa. La tarea consista en consolidar lo que en teora ya posea. Los dos siglos siguientes (de los que este libro se ocupa principalmente) constituyeron un exigente ejercicio de adaptacin a los problemas del poder imperial sin precedentes hasta la fecha. A pesar del brusco revs que represent el tratado de Utrecht (1713), Espaa continu afirmando su derecho al imperio hasta el histrico tratado de Pars (1763), que reconoca sus derechos y confirmaba la extensin de sus dominios. Todos los factores que dieron lugar a la fragmentacin del imperio estaban ya en juego en esta fecha, lo que la convierte en el punto lgico donde poner fin a la narracin.Resulta innecesario precisar que estas pginas slo recogen una fraccin de la crnica completa por ejemplo, los recientes y fascinantes avances efectuados en la historia del indio norteamericano apenas se mencionan. Es posible que esto no baste a lectores ms exigentes, o a aquellos que buscan un amplio despliegue de impresionantes referencias bibliogrficas. Para ellos quisiera sealar que habra sido imposible incorporar un estudio adecuado del tema en toda su extensin dentro de las dimensiones de un solo volumen. Al escritor lo bastante temerario para intentarlo, comentaba Steven Runciman sobre un estudio similar del que era autor, no debera criticrsele por su ambicin, por mucha censura que merezcan lo inadecuado de su impedimenta o la vacuidad de sus resultados.Prefacio11Imperio10Es importante puntualizar lo que el presente libro no es. No es una narracin sobre el imperio atlntico, como el magistral estudio de J. H. Parry (1966), ni un relato sobre la poltica exterior espaola en Europa (un tema muy descuidado). Tampoco pretende ser, en ningn sentido, una obra controvertida; el imperio espaol desapareci hace cientos de aos y sera ftil polemizar ahora sobre l. He sido parco en el uso de nombres, trminos tcnicos, datos y estadsticas. Los trminos especializados y los valores monetarios aparecen explicados en el glosario. Las palabras Imperio e Imperial, con mayscula, se utilizan para referirse nicamente al Sacro Imperio Romano; las palabras imperio e imperial, en minscula, se refieren a los dominios espaoles, aunque se utilizan tambin en otros contextos. Los ciudadanos de los reinos peninsulares son identificados a menudo por su lugar de origen a fin de no sembrar confusin mediante un uso impreciso del adjetivo espaol. Para facilitar la comprensin, he mantenido las palabras indios para los nativos del Nuevo Mundo y africanos para los nativos de frica. Los nombres aparecen como los conocemos en la actualidad, por ejemplo, Mississippi y no el antiguo nombre espaol de Espritu Santo. En el complejo caso de los Pases Bajos, he utilizado libremente las diversas denominaciones de la poca, pero por lo general escribo Blgica cuando me refiero a la zona meridional de los Pases Bajos. La mayor parte de los nombres propios aparecen en su lengua original con el fin de que el lector no se vea inducido a error y piense que me estoy refiriendo a espaoles; los nombres en quechua, rabe y chino tienden a seguir las normas de transcripcin estndares del espaol. En la edicin espaola ha habido que traducir algunas citas textuales directamente del ingls puesto que me ha resultado imposible acceder al original espaol; esto sucede principalmente en los pasajes extrados de obras escritas por autores no espaoles. Es evidente que una bibliografa adecuada ocupara la misma extensin que el propio libro; por tanto, he restringido las referencias a las notas que aparecen al final del libro.Los inspiradores de este libro, que ocupan el primer lugar en mi lista de agradecimientos, son aquellos estudiosos de la anterior y de mi propia generacin, demasiado numerosos para nombrarlos en este prefacio, cuyas escrupulosas investigaciones constituyen el fundamento de mi exposicin y cuyas obras menciono con la mayor gratitud en las notas que aparecen al final del libro. Sin su trabajo este libro no podra haberse escrito. Adems, debo dar las gracias al Consejo Superior de Investigaciones Cientficas (CSIC) por su apoyo econmico. Tambin deseo dar las gracias, efusivamente, al personal de la biblioteca de la Instituci Mil i Fontanals (CSIC), de Barcelona, por su ayuda a la hora de facilitarme, con tanta diligencia, el prstamo de libros esenciales. No es menor mi agradecimiento al traductor, Amado Diguez, por su excelente traduccin que tanto ayuda al libro. Como siempre, me he visto beneficiado por el celo intelectual y las valiosas crticas de mi esposa, Eulalia. Por ltimo, quisiera expresar mi agradecimiento, por su infatigable ayuda, a mi colega Jess Martn Tejedor, del Centro de Estudios Histricos del CSIC, de Madrid.Confo en que esta modesta obra permitir al lector apreciar la contribucin de los muchos individuos y naciones que, a lo largo del tiempo, crearon, favorecieron y padecieron la primera empresa globalizada de la poca moderna, el imperio espaol.Imperiolos cimientos10217Captulo ILos cimientosPara sostener tan grande exercito y armada contra tan poderosos nemigos, no bastara solo el dinero de nuestros reynos.Fernando el Catlico, julio de 1509En una sencilla ceremonia celebrada en Salamanca el ao 1492, a la reina Isabel de Castilla le fue presentado el primer ejemplar, recin impreso, de la Gramtica de la lengua castellana del humanista Antonio de Nebrija. La reina, ligeramente perpleja, pidi que le explicaran para qu serva. Cinco aos antes le haban regalado un ejemplar de una gramtica latina del mismo autor que su majestad haba considerado de innegable utilidad no en vano la haba ayudado en sus tenaces y no siempre exitosos esfuerzos por aprender latn. Pero una gramtica sobre la lengua que hablaba cotidianamente, a diferencia del estudio formal de un idioma utilizado por profesionales y hombres de leyes, era algo muy distinto. Ningn otro pas europeo haba producido por entonces algo as. Antes de que Nebrija pudiera responder, el confesor de la reina, fray Hernando de Talavera, obispo de Avila, intervino en su favor. Despus que Vuestra Alteza metiesse debaxo de su iugo pueblos brbaros e naciones de peregrinas lenguas, explic, con el vencimiento aquellos tenan necessidad de recibir las leyes que el vencedor pone al vencido e con ellas nuestra lengua; una rplica que la reina entenda a la perfeccin, puesto que en meses precedentes se haba comprometido activamente en las operaciones militares que se desarrollaban al sur de Castilla y la idea de conquista ocupaba en sus pensamientos un lugar eminente.En el prefacio que a continuacin escribi para su Gramtica,, Nebrija abundaba en la lnea de pensamiento de Talavera y manifestaba que una cosa hallo e saco por conclusin mui cierta, que siempre la lengua fue compaera del Imperio, e de tal manera lo sigui, que juntamente comenzaron, crecieron e florecieron. Esta nocin era, por aquel entonces, lugar comn; Nebrija copi la frase del humanista italiano Lorenzo Valla. El significado de la referencia tampoco constitua novedad alguna y reflejaba en buena medida la preocupacin de Nebrija por ascender profesional- mente en virtud de sus buenas relaciones con el gobierno de la poca. Lengua, en este contexto, no se limitaba al vocabulario y la gramtica. Implicaba de manera evidente la imposicin de una cultura, de unas costumbres y, sobre todo, de una religin a los pueblos sometidos. Lengua equivala a poder. Los vencedores, como el humanista piamonts Giovanni Botero escribira un siglo ms tarde, haran bien en introducir su propia lengua en los pases conquistados, como hicieron los romanos. A lo largo de las siguientes generaciones, y a medida que entraban en contacto con otros pueblos, los castellanos se percataron de que los problemas de comunicacin constituan un desafo fundamental. El propio Talavera descubrira, gracias a sus experiencias en el antiguo territorio islmico de Granada, que la conquista no poda verse acompaada de un cambio sencillo en las leyes o en el idioma. La tarea de comprender y ser comprendido tena que resolverse para imponer el poder con xito.No era tarea que los castellanos pudieran acometer en solitario. La Gramtica de Nebrija, como todo lo que hicieron l y sus colegas humanistas de Castilla, se apoyaba en gran medida en influencias y conocimientos procedentes del extranjero. Desde la dcada de 1470, Espaa vena recibiendo una nueva invencin, la imprenta, que introducan los alemanes. Hasta los primeros aos del siguiente siglo toda la industria de la impresin ubicada en Espaa era de filiacin extranjera casi exclusivamente1; predominaban los alemanes pero tambin haba algn que otro impresor francs o italiano. Esto ayudaba a poner a la pennsula Ibrica en contacto con la actividad cultural del Renacimiento europeo, pero tambin desempeaba un importante papel poltico, no en vano entre los primeros trabajos editados por las imprentas y destinados a su distribucin entre los ciudadanos de Castilla se encontraban los textos de los reales decretos. Isabel ampli desde un principio su patrocinio a las prensas, financi su trabajo y las protegi con privilegios especiales. Los espaoles, sin embargo, tardaron en desarrollar el nuevo invento. A los autores les resultaba difcil encontrar impresores nativos con conocimientos suficientes para imprimir sus obras. En 1514, un humanista castellano se lamentaba as: Todava no ha venido a instalarse entre nosotros ni la suma prudencia de Aldo ni la grandsima diligencia de Frobenio2. Esta queja era una reflexin sobre uno de los problemas que ms profundamente llegaron a afectar al futuro poltico de Espaa: su inexperiencia tecnolgica. Sirva de ejemplo un pequeo caso. Aunque los castellanos fueron los primeros en tener contacto con los nativos del Nuevo Mundo, el primer dibujo al natural de un indio americano no fue hecho por un castellano sino por un alemn, Christoph Weiditz, que encontr a uno en Espaa, en 15293. Los primeros libros publicados en el Nuevo Mundo fueron asimismo obra de un alemn, Hans Cromberger de Sevilla, cuyo editor, el italiano Gio- vanni Paoli, sac a la luz el primer libro impreso en Mxico en 15394. Tambin en otros aspectos tardaron los castellanos en responder a los retos de la poca. Entre los pocos impresores castellanos pioneros se encontraba Miguel de Egua, que pocos aos ms tarde se quejaba de que los espaoles dependan de los extranjeros para imprimir y de que los autores se vean obligados a esperar sus libros como si fueran obsequios trados de Amrica5. Aunque los impresores nativos llegaran a gestionar sus empresas con xito, a lo largo de las dos generaciones siguientes aquellos que deseaban que sus libros estuvieran bien impresos los llevaban, personalmente, a Francia, Flandes o Italia6.La experiencia y los conocimientos de los extranjeros eran cruciales. Impulsado en sus primeras etapas por impresores alemanes, el saber renacentista en la pennsula Ibrica debi su xito por una parte a la instruccin que los intelectuales espaoles recibieron en Italia y por otra a los muchos humanistas italianos y sicilianos que se trasladaron a Espaa para ensear sus conocimientos y, algunas veces, para establecerse7. Entre los visitantes italianos destacaban el humanista Pietro Martire d'Anghiera, el diplomtico papal Baltasar Castiglione y el erudito siciliano Luca di Mari- nis (conocido en Castilla como Lucio Marineo Siculo). Adems de las profundas influencias nativas en la cultura peninsular, durante medio siglo los hombres de letras de todas partes de Espaa admiraron y aceptaron la literatura y los saberes provenientes del extranjero. Cuando en 1534 el poeta cataln Joan Bosc public una traduccin castellana de El cortesano, el libro de Castiglione, su amigo, y como l poeta, Garcilaso de la Vega declar que era quizs el primer libro escrito en espaol digno de la atencin de un hombre instruido. Resulta significativo que se tratase de una traduccin del italiano. El impulso creativo lleg a estar estrechamente ligado al desarrollo del saber internacional y Castilla comenz a desarrollar sus capacidades a la luz de su experiencia con otros pueblos.La Espaa en que viva Nebrija se encontraba, en ms de un sentido, en la periferia de Europa. Los romanos siempre haban considerado Hispania como el lmite del mundo. El paso entre las columnas de Hrcules que nosotros conocemos como estrecho de Gibraltar conduca, como saban sus poetas, a un infranqueable mar de oscuridad. En consecuencia, la pennsula Ibrica se converta en el destino final de todas las grandes civilizaciones expan- sionistas. Celtas, fenicios y romanos la convirtieron en un hogar y se establecieron entre los pueblos nativos. En el siglo VIII de la Era Cristiana, invasores musulmanes procedentes del norte de frica cruzaron el estrecho de Gibraltar e iniciaron una conquista que les proporcion tres cuartas partes de la Pennsula. En el siglo X, el califato de Crdoba se haba convertido en un imperio prspero y muy desarrollado. Los rabes dejaron una huella permanente en el pas. La pequea minora juda indgena se las arregl para sobrevivir bajo dominacin musulmana, como hizo ms tarde con los cristianos que muchas generaciones despus reocuparon la mayor parte del territorio dejando a los musulmanes el control del sur de la Pennsula, regin conocida por el nombre de al~ndalus. Hispania conserv un patrimonio rico y complejo en lenguas, credos y sistemas polticos que imposibilit que emergiera cualquier tipo de unidad en el interior de la Pennsula. No puede sorprender que los hombres de la poca buscaran con esperanza seales de tal unidad. La unin, pensaban, traera paz y un propsito comn. Finalmente, la cooperacin slo lleg con la dedicacin a grandes empresas compartidas ms all de las propias fronteras.El territorio conocido por el nombre de Espaa consista en dos unidades polticas principales: el reino de Castilla y el reino de Aragn. El origen de la formacin de su imperio se remonta, como comnmente se reconoce, a los acuerdos polticos que pusieron fin a las largas dcadas de guerra civil del siglo XV. La princesa Isabel, postulante al trono de Castilla, contaba con el apoyo de un grupo de poderosos nobles que, durante diez aos de conflictos, respaldaron sus demandas de suceder en la corona a su hermanastro, el rey Enrique IV Diversos proyectos de casar a la princesa con algn noble concluyeron en enero de 1469, fecha en que accedi, mediante un tratado, a contraer matrimonio con Fernando, hijo del rey Juan II de Aragn y, con diecisiete aos, rey titular de Sicilia. Isabel tena dieciocho aos. Fernando viaj a travs de la Pennsula con muy pocos asistentes y disfrazado hasta llegar a la regin controlada por Isabel. El casamiento se celebr el 18 de octubre de 1469, en una sencilla ceremonia que tuvo lugar en Va- lladolid. Durante algn tiempo, Fernando tuvo poco poder poltico efectivo, puesto que los territorios que a continuacin hered en Catalua tambin se vieron sumidos en una guerra civil (1462- 1472). Isabel fue reconocida como reina de Castilla en 1474, pero los conflictos militares continuaron hasta 1479. Tal ao falleci Juan II y Fernando le sucedi en el trono. Los jvenes monarcas eran por fin capaces de acometer la pacificacin de sus reinos.Los territorios que gobernaban no constituan, ni mucho menos, una herencia prometedora. La guerra civil haba terminado, pero ambos reinos continuaban sumidos en la inestabilidad. El campo estaba en realidad en manos de la nobleza, de caudillos que controlaban la economa rural y gozaban de miles de sbditos en vasallaje. Para sobrevivir, la corona se vio obligada a establecer alianzas. Con firmeza, los monarcas comenzaron a desarrollar instituciones y mecanismos que les permitieran colaborar con los nobles, las ciudades, la Iglesia y los sectores comerciales. Sin embargo, no contaban con grandes recursos econmicos. Espaa era una regin pobre y padeca un clima de extremos, mala distribucin de las tierras, comunicaciones deficientes e insuficientes materias primas. El comercio de la lana era su actividad econmica principal. La lana espaola se exportaba sobre todo al norte de Europa y a cambio la Pennsula importaba muchos productos bsicos, especialmente tejidos, grano, armamento, papel y pequeos productos manufacturados8. Aparte de las tensiones internas que sufran sus estados, los nuevos soberanos tenan que hacer frente a la amenaza militar que representaban Francia, Portugal y la regin de al-ndalus, que tena su capital en Granada y dominaba la mayor parte del litoral cercano a frica. Con una poblacin total que rondaba los 5,5 millones de habitantes en el ao 1500, Castilla y Aragn parecan destinados a ser, como tantos otros, dos pequeos estados marginales en la historia de Europa. Aunque con pocos medios a su disposicin, Fernando e Isabel fueron capaces de llevar la paz a sus reinos y emprender nuevas empresas en ultramar9. Castilla, con el ochenta por ciento de la poblacin del pas y dos tercios de su territorio, se convirti, inevitablemente, en la base de su poder.Cuando en Espaa finalizaron los conflictos civiles, los monarcas mantuvieron la paz mediante una estrategia brillante: en lugar de eliminar la violencia, la organizaron. En ciertas zonas del norte de Castilla apoyaron la formacin de milicias urbanas, conocidas como hermandades. Su misin consista en aplicar justicia de manera inmediata; se hicieron clebres por su brutalidad. Adems, los monarcas pronto pusieron en pie de guerra el sur de Espaa, animando activamente a sus ciudadanos a hacerse con algunas armas y dando los pasos necesarios para sostener una milicia local, en parte para mantener la paz y en parte para contrarrestar nuevas amenazas de los soberanos musulmanes de al-Andalus. Los comentaristas reconocieron muy pronto la eficacia de los monarcas espaoles. Siempre procuraban estar all donde se les necesitaba, y en su ubicuidad resida su nica contribucin al fortalecimiento de la autoridad real. Se desplazaron por sus reinos de modo incansable, convirtindose, sin la menor duda, en los reyes ms viajeros de su tiempo. En 1481 Isabel acompa a su esposo a visitar los dominios del reino de Aragn (que comprenda las regiones de Aragn, Catalua y Valencia), confirmando su condicin de soberana en igualdad de condiciones con l. No volvieron a Aragn hasta seis aos despus. Durante su ausencia, los virreyes gobernaban las provincias en su nombre. Fernando pasaba la mayor parte del tiempo en Castilla: estaba al mando de las guerras contra Granada y las Cortes le haban prometido su apoyo a condicin de que residiera en el reino. De un total de treinta y siete aos de reinado, pas menos de tres en el propio Aragn, tres en Catalua y seis meses en Valencia. Isabel, por su parte, resida de modo casi permanente en Castilla. A lo largo de su reinado visit todos los rincones de su reino, cubriendo segn qu aos bastante ms de dos mil kilmetros de terreno. Pocos castellanos dejaron de verla en persona en algn momento de sus vidas. Los jueces del Consejo Real la acompaaban en sus viajes y ella imparta justicia personalmente, incluso en pueblos y ciudades pequeas. Fernando continu ges- donando los asuntos de Aragn mediante un equipo de secretarios que viajaba permanentemente. Ambos soberanos utilizaron su presencia para imponer autoridad y pacificar el pas; una poltica que, no cabe la menor duda, result efectiva: todos temblaban al or el nombre de la reina, declar un visitante extranjero en 1484. Sin embargo, se trataba de una monarqua personalista basada no en el temor sino en la colaboracin. Los monarcas se valan de su presencia para establecer alianzas y a los nobles que haban combatido entre s se les animaba a limar sus diferencias y abrazar la causa comn. La elite gobernante acab por reconocer los logros de su rey y de su reina. Aos ms tarde, en 1552, uno de los nobles, el almirante de Castilla, recordaba que ellos eran slo reyes destos reynos, de nuestra lengua, nacidos y criados entre nosotros. Conocan a todos, saban a quin hacan las mercedes y siempre las hacan a quienes las merecan. Andaban por sus reinos, eran conocidos de grandes y pequeos, comunicables con todos.En todos los niveles, los sbditos sentan que la corona estaba con ellos, algo particularmente importante en el caso de las comunidades minoritarias. Los reinos de la pennsula Ibrica eran los nicos en toda Europa occidental que reconocan la existencia legal de tres religiones: cristianismo, judaismo e islam. Las pequeas y numerosas comunidades islmicas de Castilla y Aragn, vestigios de una gran cultura medieval, se encontraban por lo general bajo el control de la nobleza y no de la corona. Por el contrario, la pequea comunidad juda perteneca a la jurisdiccin real. Con la ayuda de sus consejeros, Fernando e Isabel llevaron a efecto una impresionante serie de alianzas mediante las que consiguieron estabilidad poltica sin alterar la estructura tradicional del poder. Dictaron leyes, pero slo a travs de las Cortes tradicionales; establecieron nuevos impuestos, pero siempre con el consentimiento de los contribuyentes; castigaron el delito, pero nicamente mediante la maquinaria punitiva que ya exista en las ciudades. Los logros de los soberanos espaoles pronto se convirtieron en legendarios. Mediante la colaboracin entre sus respectivas coronas dieron el primer paso para el surgimiento de una comunidad poltica que los cronistas bautizaron como Espaa o las Espaas. Pusieron fin a la disensin civil que haba desgarrado la Pennsula y orientaron el espritu combativo de los nobles hacia las guerras del exterior. Y por encima de todo, sentaron las bases para la expansin en ultramar. Esta aspiracin exista ya en la imaginacin de quienes los apoyaban, por lo general clrigos, uno de los cuales haba profetizado que los soberanos poseern una monarqua universal10.La expansin de la influencia espaola fue una hazaa que impresion a todos los habitantes de la poca y dio pie a una exagerada propaganda en la propia Castilla. Aos ms tarde 1514, al considerar sus xitos, el rey declar que la corona de Espaa no ha sido tan grande y esplendorosa desde hace setecientos aos como lo es hoy. Nebrija, tenaz portavoz del poder real, escribi: aunque el ttulo del Imperio est en Germania, la realidad de l est en los reyes espaoles que, dueos de gran parte de Italia y de las islas del Mediterrneo, llevan la guerra a Africa y envan su flota, siguiendo el curso de los astros, hasta las islas de los Indios y el Nuevo Mundo. El rey, que nunca pretendi minimizar sus propios logros, tena una firme confianza en su destino. Adems, se vea estimulado por las reconfortantes palabras de una monja visionaria que le dijo que no morira antes de ganar Jerusaln.Al parecer, el xito militar daba paso a un sinfn de posibilidades. Un punto de vista ste que ganaba adeptos en el entorno del soberano y que se afianzara un siglo ms tarde, cuando result evidente que la asociacin entre los reinos espaoles se haba alcanzado durante el reinado de Fernando. Prevaleca la opinin de que Fernando e Isabel haban hecho grande a Espaa y sentado las bases de un imperio universal. Segn relataba en el siglo XVII el escritor Baltasar Gracin, cierto da el rey Felipe II se detuvo ante un retrato de Fernando y coment: A ste le debemos todo. Durante el siglo posterior a la muerte de Fernando, los historiadores Jernimo de Zurita y Juan de Mariana sostuvieron con firmeza que l haba sido el creador del poder imperial espaol. Fernndez de Navarrete sealaba que el rey no slo estableci el gobierno sino que extendi el Imperio en Italia y Nuevo Mundo, dando principio a la grandeza de esta inmensa monarqua. El rey don Fernando, coincida Pedro Portocarrero en 1700, fue l quien exalt esta Monarqua. La idea imperial arraig con vigor en la historia de Espaa y junto a ella una imperecedera leyenda sobre la grandeza de los monarcas11. Pareca, desde el punto de vista castellano, una hazaa nica, sin parangn en ninguna otra nacin europea.Cules fueron las races de la aspiracin imperial que Espaa abrazaba? La palabra imperio (imperium) an mantena a principios del siglo XVI su vieja acepcin latina, poder autnomo, frente a su sentido posterior de dominio territorial. En la Castilla de 1135, el rey Alfonso VII haba sido coronado emperador y conocido como emperador de Espaa, un ttulo que se acercaba ms a sus pretensiones que al poder que en realidad ostentaba. En la poca de Fernando el Catlico, la nocin de imperio segua fascinando a los soberanos europeos. El emperador que ms europeos reconocan era el regidor del Sacro Imperio Romano Germnico, posicin que normalmente quedaba reservada a los monarcas alemanes. Se trataba de un cargo electivo, de modo que todos los soberanos europeos que lo ansiaran podan ofrecer su candidatura. Durante la Reforma, un consejero de Enrique VIII de Inglaterra asegur a su seor que tambin Inglaterra era un imperium por propio derecho. Como hemos visto, Nebrija, al igual que otros castellanos, crea que Espaa no necesitaba ningn vacuo ttulo imperial, puesto que ya posea la substancia del imperium.La realidad del poder en Espaa era mucho menos alentadora de lo que proclamaba la propaganda real. La autoridad de Fernando de Aragn se pareca ms a la de un gobernante constitucional que a la de un conquistador imperial. En la Pennsula, las tres provincias del reino de Aragn sobre las que gobernaba eran estados completamente autnomos, con leyes, tributos y parlamento propios. Adems, Fernando era rey de Sicilia y Cerdea y ostentaba derechos sucesorios sobre la corona de Npoles, que comenz a gobernar en 1504. Puesto que todos estos reinos eran independientes entre s, el rey no tena modo de crear un gobierno, una administracin o un ejrcito comunes. Su matrimonio con Isabel de Castilla no resolvi el problema. Castilla y Aragn continuaron siendo entidades independientes en todos los sentidos. La nocin de Espaa, que apareca comnmente en discursos y documentos y se utilizaba de forma habitual ya en la Edad Media, era una referencia a la asociacin de los diversos pueblos de la Pennsula, pero no tena un sentido poltico concreto en realidad, no ms que las palabras Alemania o Italia para los propios alemanes o italianos de la poca. El escritor aragons Diego de Valera, en una obra dedicada a Isabel en 1481, escribi: Nuestro Seor vos ha dado la monarchia de todas las Espaas, trmino este en el que inclua tambin a Portugal. Los monarcas utilizaban constantemente la palabra Espaa, pero a causa de su imprecisin jams la incluan en la mencin formal de sus ttulos, en vez de ello se llamaban Rey y reina de Castilla, Len, Aragn, Sicilia, etctera. La unin entre estos reinos siempre fue precaria. En 1504, cuando Isabel muri, Fernando tuvo que renunciar al trono de Castilla en favor de su hija Juana y a continuacin abandon la Pennsula y se dirigi a sus reinos italianos. Regres en 1507 y consinti en recuperar el gobierno de Castilla debido nicamente a la salud mental de Juana.Puesto que no exista un estado espaol unificado, Fernando se vio obligado a gobernar mediante una red de administradores y alianzas que posibilitaban la gestin y el control de sus diversos territorios. Con esto ayud a conformar la compleja trama de relaciones que lleg a caracterizar el poder espaol. Una trama, por lo dems, en la que con frecuencia los no espaoles desempeaban un papel decisivo, porque los reinos espaoles no estaban en posicin de satisfacer todas las necesidades de la monarqua. Los comentaristas castellanos de la poca prestaron poca atencin a la existencia de esta red, limitando sus relatos sobre todo a la aclamacin de las hazaas de sus conterrneos. De este modo crearon con xito una imagen muy distorsionada de lo que estaba ocurriendo. La verdad es que, a pesar del papel crucial de los castellanos, el imperio nunca fue una empresa puramente castellana. Buen ejemplo de ello era la rivalidad con Portugal.Tanto al Atlntico como ms tarde al este de Asia los castellanos llegaron despus que los portugueses, aprovecharon su experiencia y conocimientos y acabaron por colaborar estrechamente con ellos. Los portugueses haban intervenido directamente en los asuntos de Castilla durante las guerras civiles del siglo XV, en un intento por situar a su candidato en el trono. Tambin haban sido muy activos en el mar, ocupando las islas atlnticas de Madeira y las Azores. En 1478, tras ser reconocida como reina, Isabel accedi a ayudar a todos aquellos nobles y aventureros castellanos que tuvieran deseos de desafiar la expansin portuguesa en las costas de Africa. Ms de medio siglo antes, los nobles castellanos y franceses haban hecho la primera tentativa de ocupacin de las islas Canarias. En 1477, una decisin legal del Consejo Real de Castilla otorg la propiedad de las cuatro islas ms pequeas (Lanzarote, Fuerteventura, Hierro y La Gomera) a los Herrera, familia noble que conserv su control hasta finales del siglo XVIII. Las tres islas de mayor tamao (Gran Canaria, La Palma y Tenerife) fueron cedidas a la corona de Castilla. Desde 1478 algunos nobles castellanos, con financiacin propia pero con el apoyo de los monarcas, se unieron a la empresa de reclutar mercenarios para invadir el archipilago.Los nativos ofrecieron tenaz resistencia se trataba de un pueblo aislado que an viva en cavernas y, aunque contaba con algunos granjeros, estaba compuesto sobre todo por cazadores. Aunque disponan de muy pocas armas, pudieron contener a los invasores durante varios aos. Gran Canaria, la mayor de las islas, no fue sometida hasta 1483. El hroe de la conquista fue Alonso de Lugo, hombre de considerables riquezas y gran experiencia militar, que acudi a las islas por vez primera en 1479 y en 1491 obtuvo el mando supremo de las expediciones reales. Fue el principal responsable de la conquista de La Palma, donde desembarc en septiembre de 1491. Consigui el control de la misma en el verano de 1492, tras obtener la colaboracin de muchos nativos, muy divididos por las luchas tribales intestinas. Al ao siguiente desembarc en Tenerife con gran nmero de infantes y algunos jinetes, apoyados por nativos que actuaban como auxiliares. Pero este contingente fue aniquilado y la isla no fue conquistada hasta 1496. Cuando en 1497 Lugo regres finalmente a Castilla fue recibido como un hroe y nombrado adelantado y gobernador de La Palma y Tenerife. Tras sucesivas campaas en las islas se retir a Tenerife, donde pas sus ltimos das. Lugo, que falleci en 152 5, fue el primero y menos conocido de los conquistadores que crearon el imperio espaol.La ocupacin de las islas tuvo un impacto desastroso en la poblacin indgena, cuyas cifras se vieron reducidas muy significativamente durante la guerra. Para contar con mano de obra que trabajara el difcil terreno volcnico, los invasores comenzaron a esclavizar a las comunidades locales de canarios, gomeros y guanches12. Tras las protestas de los nativos, la corona castellana dict rdenes para restringir la prctica de la esclavitud. Dichas rdenes no se respetaron y existen documentos que registran, slo en Valencia, la venta de seiscientos esclavos de Canarias entre los aos 1489 y 150213. En total, la disminucin de poblacin en las islas super el noventa por ciento. Los nativos colaboraron activamente en la tarea de la conquista y los espaoles dependieron de ellos en las expediciones contra los nativos de otras islas. Algunos incluso fueron reclutados en 1510 para participar en las guerras de Italia.A mediados del siglo XVI un inquisidor calculaba que el nmero total de familias nativas originales que an quedaban en las islas no exceda de 1.200 familias; junto a ellas haba una poblacin mestiza cada vez mayor, pues con los conquistadores vinieron mui pocas mujeres. Una generacin despus de la conquista, las circunstancias sociales y econmicas de los nativos haban cambiado mucho. La colonizacin tuvo tambin un efecto negativo en el entorno: los rboles se utilizaron en la construccin de viviendas y embarcaciones, y el agua se convirti en un bien difcil de encontrar14. No era ms que un adelanto de los problemas que habran de surgir cuando los espaoles conquistaran otras islas tropicales.La ocupacin de las Canarias permita vislumbrar el modo en que habra de evolucionar el imperio espaol. Aunque los castellanos promovan la empresa, portugueses, italianos, catalanes, vascos, judos y africanos desempeaban un papel sustancial; y tambin intervenan moriscos y europeos del norte15. Los contratos que firmaban aventureros y banqueros permitan la financiacin de las expediciones, porque la expansin siempre era asunto de negocios, con sus correspondientes riesgos. La conquista de las Canarias fue posible gracias a la financiacin de banqueros genoveses, principalmente los Ripparolio, que actuaron en estrecha colaboracin con el mercader sevillano Juan de Lugo. Francesco Ripparolio financi la conquista de Tenerife y La Palma16, y su firma fund la primera refinera de azcar de Gran Canaria. Los genoveses dirigan la economa de las islas. Sin m, declaraba uno de ellos refirindose a Tenerife, esta isla no estara tan bien poblada como est17. En Gran Canaria, sealaba la reina en 1499, ms de la mitad de las tierras empleadas en la produccin de azcar se encontraba en manos genovesas. A principios del siglo XVI varios colonizadores genoveses eran miembros de los consistorios locales y tomaban parte en el gobierno de las islas, incluso a pesar de que, como extranjeros, quedaban formalmente excluidos de tales cargos. Sin la inversin de capital de los genoveses y la mano de obra que ofrecan los inmigrantes portugueses, las islas no habran sido ms que una conquista estril. La portuguesa, en efecto, era la comunidad no castellana ms numerosa de las Canarias18. Su trabajo, junto al de los nativos y esclavos negros importados, fue esencial para el xito de la primera empresa colonial espaola y continu siendo muy importante en las dcadas que siguieron, puesto que la inmigracin proveniente de Espaa comenz a decaer a partir de la dcada de 1520, a medida que los aventureros se inclinaban por horizontes ms lejanos y potencialmente ms emocionantes, los que se abran en el Nuevo Mundo.La incesante actividad del rey y la reina reflejaba la de su sociedad. La pennsula Ibrica, como otras regiones de Europa, se abra gradualmente a las experiencias provenientes del mundo exterior. La poblacin espaola siempre se haba caracterizado por un alto grado de desplazamientos y migraciones19. Algunos desplazamientos eran temporales y estacionales: los jvenes acudan a las ciudades para aprender un oficio, los hombres con familia viajaban en busca de empleo y dinero, colaborando en la cosecha de otras regiones. Resulta tpico el ejemplo de la Extremadura rural, donde, segn registran los documentos de la poca, la mayora de la gente es pobre y se desplaza a Andaluca para ganar lo suficiente para comer y pasan fuera la mayor parte del ao. Pero tambin haba una notable migracin definitiva: muchos lugareos se desplazaban a otros pueblos en busca de un medio de subsistencia o de una compaera con la que compartir la vida y la poblacin rural acuda a las emergentes ciudades. Pocos cruzaban las fronteras de la Pennsula, pero esto pronto cambiara. El nuevo reino comenzaba a ofrecer oportunidades sin precedentes para el movimiento y la actividad econmica.El famoso ao 1492 destaca como la fecha en que se sentaron los cimientos de la reputacin internacional de Espaa. El 2 de enero, el ejrcito comandado por el rey Fernando y la reina Isabel entr en la ciudad musulmana de Granada, que fue integrada al reino de Castilla. Este triunfo militar inspir entre los espaoles una ola de optimismo mesinico que los soberanos aprovecharon para decretar, el 30 de marzo del mismo ao, la expulsin de los judos de todos sus reinos. Pocos das despus, a mediados de abril, comisionaron a un marino genovs, Cristbal Coln, que haba estado presente en la rendicin de Granada con la esperanza de conseguir la proteccin de la corona para lo que muchos consejeros reales consideraban una empresa quimrica. Sin embargo, la reina apoy de buen grado el plan del genovs de explorar los mares occidentales. A finales del verano, completada la expulsin de buena parte de los judos, los monarcas cristianos rebosaban confianza. En reconocimiento a sus xitos en Granada, y en no menor medida con el fin de obtener ayuda militar en Italia, el agradecido papaAlejandro VI les otorg, en 1494, el ttulo, que luego utilizaran todos los soberanos de Espaa, de Reyes Catlicos. Fernando e Isabel pasaron los ltimos meses del ao 1492 y la mayor parte de 1493 en el reino de Aragn sobre todo en Barcelona, donde en la primavera de 1493 recibieron a un emocionado Coln, que les inform, al retorno de su viaje, de que haba descubierto una nueva ruta para llegar al Oriente.Cada uno a su modo, la campaa de Granada, de diez aos de duracin, y los viajes pioneros de Coln fueron los primeros pasos significativos hacia un proyecto imperial. Los viajes, sin embargo, provocaron escasa o nula reaccin durante muchos aos. Por el contrario, las guerras tuvieron una repercusin estruendosa y colocaron a Castilla al frente de la atencin internacional. Un animoso escritor castellano, fray Iigo de Mendoza, imagin que el rey Fernando no se detendra en la toma de Granada sino que extendera sus xitos a la conquista de frica, la derrota del turco y la dominacin del mundo entero.ltimo resto del poder musulmn que antao haba cubierto las tres cuartas partes de la pennsula Ibrica, al-ndalus contaba en la dcada de 1480 con una poblacin que rondaba el medio milln de habitantes y se encontraba inmerso en pequeos conflictos con sus vecinos cristianos y desgastado por sus propias divisiones polticas y de clanes. En 1482, una disputa fronteriza condujo a los cristianos a la toma de la localidad musulmana de Alhama. La accin desencaden tensiones y dio inicio a una campaa que la corona adopt como propia y a continuacin transform en un impulso blico por conquistar todo el territorio. Durante una dcada, el conflicto comprometi las energas de la poblacin del sur de Espaa, que deba proporcionar tropas y producir alimentos y suministros. Las guerras medievales contra los musulmanes haban finalizado haca ms de doscientos aos, pero el viejo antagonismo cobr un empuje renovado.Ahora bien, los castellanos no estaban suficientemente equipados para lograr la conquista de Granada: no tenan fondos suficientes, ni hombres, ni armas. Como suceda en otros estados europeos, los ejrcitos no eran regulares, sino que se reclutaban para una campaa o una estacin determinadas. Las fuerzas enfrentadas en al- ndalus estaban compuestas por unidades independientes aportadas por la corona, los nobles, la Iglesia y las ciudades de las Hermandades de Castilla que se mantenan en servicio durante un periodo concreto para disgregarse cuando finalizaba cada fase de la campaa. Lo ms sorprendente de todo es que los castellanos no gozaban de un poder naval adecuado y nunca lanzaron ataques concertados contra la vulnerable costa; todas sus campaas fueron terrestres20. Se contrataron varios buques genoveses para reconocer el litoral, pero slo para prevenir una intervencin desde el frica musulmana. Al parecer, el nico apoyo naval de cierta envergadura fue el de los sbditos catalanes de Fernando, a quienes ayudaron los napolitanos21. La flota de galeras iba comandada por Galcer de Requesens, que gozaba del ttulo napolitano de conde de Triven- to. Su presencia result especialmente notable durante el sitio de Mlaga. Estaba cercada Mlaga, registraba un cronista de la poca, el cura de Los Palacios, poblacin cercana a Sevilla, con la armada del Rey con muchas galeras e naos e caravelas, en que avia mucha gente e muchas armas. Era una gran fermosura ver el real sobre Mlaga por tierra, e por mar avia una gran flota del armada que siempre estaba en el cerco22. En absoluto se trataba de una guerra continuada, ms bien al igual que la mayora de las guerras medievales consista en una prolongada serie de enfrenta- mientos armados, interrumpidos por largos intervalos en los que nada ocurra. No hubo grandes batallas23, la accin se centraba en la captura de poblaciones concretas y el conflicto adoptaba la forma de escaramuzas, incursiones y asedios. Los periodos de hostilidad alternaban con periodos de convivencia pacfica y normal.El xito estaba asegurado gracias al apoyo internacional, porque la guerra excitaba tambin la imaginacin de la Europa cristiana. l prestigio de la corona se vio enormemente acrecentado por la campaa, que adquiri la condicin de cruzada europea, bendecida por el papado y financiada con fondos provenientes de todo el continente. Fernando tuvo la inteligencia de explotar deliberadamente el motivo religioso. En 1481, declar que su objetivo era expulsar de toda Espaa a los enemigos de la fe catlica y consagrar Espaa al servicio de Dios. En 1485 seal: no nos impulsa a esta guerra deseo alguno de extender nuestros reinos, ni la codicia de mayores rentas. A partir de 1482, todos los papas garantizaron una financiacin generosa de la campaa (gracias a un tributo conocido como la cruzada, que conceda favores especiales a aquellos que contribuan econmicamente o tomaban parte en la campaa). Sin esos subsidios, declar el diplomtico florentino Francesco Guicciardini, que poco despus residi en Castilla, este rey no hubiera tomado Granada. Un historiador reciente ha confirmado que tres cuartas partes de los gastos de la corona en la guerra de Granada fueron cubiertos mediante tributos eclesisticos concedidos por el papado24. Una aportacin extra provino de los financieros de la comunidad juda de Castilla. Algunos financieros italianos, con empleo y residencia en Sevilla, pagaron campaas enteras: el crucial asedio de la ciudad de Baza, por ejemplo, fue financiado por cuarenta genoveses de Sevilla y por ms de veinte de Cdiz25.Con la ayuda de financieros italianos el rey contrat mercenarios suizos, los infantes ms respetados de Europa, cuyas tcticas en la batalla ganaron la admiracin de los comandantes militares castellanos. De toda Europa llegaron voluntarios extranjeros para servir en la guerra santa. Muchos extranjeros, informaba un soldado del siglo XVI, vinieron en Espaa de Francia, Italia, Alemania e Inglaterra26, a buscar la gloria. Entre los destacamentos extranjeros haba uno ingls que contaba con unos trescientos arqueros y estaba comandado por Sir Edward Woodville, hermano de la reina de Inglaterra27. Quizs la ayuda extranjera ms decisiva lleg en forma de la artillera pesada que, importada de Italia y Flan- des, manejaban sobre todo tcnicos milaneses y alemanes. Utilizados con regularidad a partir de 1487 en 1491 el ejrcito contaba con ms de doscientos, los caones podan echar abajo las fortificaciones medievales para finalmente garantizar la victoria sobre los musulmanes. En los primeros aos de la lucha stos no posean armas que pudieran igualarlos, pero despus las consiguieron y las utilizaron con gran efecto28.La guerra cre un propsito comn que uni a los pueblos de Iberia. Fue, tras las guerras medievales antimusulmanas que conocemos como Reconquista, la primera gran empresa militar desarrollada en suelo peninsular al cabo de doscientos aos. El conflicto alent a las diversas naciones de Espaa a olvidar sus diferencias y aceptar el liderazgo de la corona, cuyo prestigio se vio acrecentado con la ayuda de la propaganda adecuada. Catalanes, valencianos y aragoneses se presentaron voluntarios para tomar parte en una lucha que, en teora, era responsabilidad de Castilla. El dinero lleg del reino de Aragn, proveniente tanto de las Cortes como de la venta de la bula de la cruzada. En 1488, por ejemplo, las Cortes de Aragn, reunidas en Zaragoza, votaron la concesin de fondos para la guerra de los moros29. Quien jams creera, seal Pietro Martire d'Angheria al observar el ejrcito cristiano,que los astures, gallegos, vizcanos, guipuzcoanos y los habitantes de los montes cntabros, en el interior de los Pirineos, ms veloces que el viento, revoltosos, indmitos, porfiados, que siempre andan buscando discordias entre s y que por la ms leve causa como rabiosas fieras se matan entre s en su propia tierra, pudieran mansamente ayuntarse en una misma formacin Quin pensara que pudieran jams unirse los oreta- nos del reino de Toledo con los astutos y envidiosos andaluces? Sin embargo, unnimes, todos encerrados en un solo campamento practican la milicia y obedecen las rdenes de los jefes y oficiales de tal manera que creeras fueron todos educados en la misma lengua y disciplina30.La colaboracin entre espaoles y la significativa dependencia de una lengua comn, la castellana sent un importante precedente para la subsiguiente colaboracin en otras guerras, exploraciones y fundacin de colonias. Los espaoles combatieron codo con codo en la lucha por Granada y continuaran combatiendo juntos en Italia y ms tarde en Amrica. Los escritores de la poca aceptaron muy pronto el sentimiento de una identidad comn, y entre ellos Diego de Valera, que dedic su Crnica de Espaa a doa Ysabel, reyna de Espaa.La creciente sensacin de unidad entre los espaoles embarcados en la lucha se vea acompaada, al mismo tiempo, de un dis- tanciamiento cada vez mayor de los pueblos que intentaban sojuzgar. La nocin de cruzada ayud a convencerlos de que nicamente su causa era justa y de que los enemigos infieles no merecan cuartel. A partir de 1488, muchos soldados espaoles lucieron cruces de cruzado en sus uniformes, y una enorme cruz de plata (enviada a Fernando por el papa) era portada al frente de las tropas. Como haba ocurrido con las civilizaciones clsicas de Grecia y Roma, durante la campaa de Granada los vencedores tambin castigaron a algunos vencidos reducindolos a la esclavitud. La esclavitud del vencido era prctica habitual en el conflicto por el Mediterrneo que sostenan musulmanes y cristianos, y por lo general supona una prdida temporal de libertad, no un cambio definitivo de situacin. Se convirti en una significativa adicin al pequeo grado de esclavitud domstica (sobre todo con negros del frica subsahariana) que haba existido ya en la Espaa de la Baja Edad Media.El factor decisivo que asegur la derrota de Granada fue la colaboracin de los musulmanes en su propia cada. Fue una historia que habra de repetirse una y otra vez, en formas diversas, durante la larga saga del imperio de Espaa. Desde la dcada de 1460 la dinasta nazar padeca una grave fractura entre el soberano, Ab-1- Hasan Al, y su hijo Muhammad (que los castellanos conocan por el hombre de Boabdil). Este ltimo se haba apoderado de Granada en 1482, dejando que su padre gobernara el reino desde Mlaga; ambos, sin embargo, continuaron defendindose de los ataques lanzados desde territorio cristiano. En 1483, durante una arriesgada incursin hacia Lucena, Boabdil fue capturado por los cristianos. Este hecho, coment ms tarde un cronista musulmn, aceler la ruina de nuestra patria31. Tras su captura, Boabdil acept la oportunidad de aliarse en secreto con Fernando para as derrotar a los que se le oponan en Granada, a la sazn encabezados por el hermano y sucesor de Ab-l-Hasan, Muhammad, conocido como al-Zagal. Para muchos musulmanes, colaborar con los cristianos no supona ningn problema, haba formado parte de la pauta de coexistencia de la Espaa medieval. Fernando, en efecto, prosigui esta pauta y prometi conservar la ley de Mahoma en las poblaciones que se rindieron a los cristianos a lo largo de la dcada de 1480. A partir de 1485, Boabdil, de nuevo en libertad, se estableci en el barrio del Albaicn de Granada y dirigi la lucha interna contra los partidarios de al-Zagal en el resto de la ciudad. Que continuara siendo o no aliado secreto de los cristianos careca de importancia, haba provocado un conflicto civil que haca imposible para al-Zagal dirigir una defensa adecuada de otras ciudades de al-ndalus. La prdida ms desgraciada del bando musulmn fue la ciudad de Mlaga, que se rindi en agosto de 1487 tras cuatro meses de un sangriento asedio que se sald con una inmensa prdida de vidas humanas y la venta como esclavos de virtualmente todos los habitantes supervivientes, incluyendo mujeres y nios32.La ciudad de Baza se rindi en 1489, despus de que sus lderes obtuvieran condiciones favorables para s mismos (y no, por supuesto, para todos sus habitantes) y garantas sobre sus tierras y propiedades. Este desenlace se convirti en la pauta a seguir en lo poco que quedaba del al-ndalus independiente. En diciembre, al-Zagal rindi Almera y Guadix en trminos similares. Muchos lderes musulmanes permanecieron en el pas y aceptaron convertirse como la mejor garanta para conservar sus posesiones.A consecuencia de esto, como manifest un cronista musulmn, en el ao 1489, la tierra de al-Andalus cay finalmente en manos del soberano de Castilla y le guard obediencia. La nica zona que permaneci en poder de los musulmanes fue la ciudad de Granada y los pueblos de sus alrededores33. En aquel ao, y a todos los efectos, la guerra concluy. El repentino derrumbe de la causa musulmana tena una explicacin sencilla. Percatndose de que poco poda ganar con una encarnizada resistencia, el enojado al-Zagal deseaba salvar lo que pudiera salvarse y, al mismo tiempo, castigar a Boabdil. Quera aislar Granada, para destruira como haba sido destruido el resto del pas34, prosigue el cronista musulmn. Poco despus, al-Zagal y sus partidarios embarcaron hacia el norte de frica.Granada estaba madura para su cada, desgarrada como estaba por las disensiones entre los partidarios y los enemigos de Boabdil. Haba habido ya algunos contactos entre Boabdil y los negociadores de Fernando, liderados por uno de sus comandantes, Gonzalo Fernndez de Crdoba. En el invierno de 1490-1491 los cristianos comenzaron a construir, en las llanuras situadas a seis millas al oeste de la ciudad, un nuevo asentamiento que llamaron, de modo significativo, Santa Fe. Fue all donde se discutieron las condiciones finales del viaje a travs del Atlntico del marino genovs Cristbal Coln. En octubre de 1491, comenzaron las negociaciones para una posible rendicin de Granada. Las conversaciones, que se celebraron de noche y en secreto en la ciudad sitiada, estuvieron encabezadas, en el bando cristiano, por Gonzalo de Crdoba. Los regidores de la ciudad estaban, de modo evidente, a favor de un acuerdo, pero podan precipitarse por temor a una reaccin negativa de los ciudadanos. Boabdil deseaba, ante todo, sobrevivir como rey, aun bajo dominacin cristiana.Finalmente, ambos bandos ratificaron las condiciones de la rendicin en Santa Fe en noviembre de 1491. Como haba sido tradicin en las guerras medievales entre cristianos y musulmanes, el sometimiento qued formalizado en las capitulaciones, o rendicin segn trminos acordados de antemano35. A cambio de la entrega de la ciudad, se respetaran las costumbres, propiedades, leyes y religin de sus habitantes. Esta ltima quedaba garantizada para siempre jams. La nocin de conquista no apareca por ninguna parte: a los musulmanes se les permita incluso conservar sus armas, a excepcin de las de fuego. Se lleg al acuerdo de permitir que las tropas cristianas entrasen secretamente en la ciudad la noche del primero de enero. Ocuparan las posiciones clave. La fecha de la entrega formal se fij para el siguiente da, 2 de enero de 1492, cuando en una brillante ceremonia el rey y la reina, ataviados con vestimenta morisca y a la cabeza de sus huestes reunidas, aceptaran las llaves de la Alhambra de su ltimo rey musulmn. Cuatro das despus, los nuevos soberanos de Granada entraron oficialmente en su ciudad.El fin de al-ndalus y del poder musulmn en la Pennsula fue celebrado con alegra en toda la Europa cristiana, pero tambin ocasion nuevos e importantes problemas de control imperial. La vulnerable poblacin musulmana supo muy pronto que la derrota trae sus propias consecuencias, pues, en clara violacin de las capitulaciones, la economa y la poltica de la regin experimentaron notables cambios. Muchos miembros de la elite encontraron intolerable la vida bajo dominacin cristiana y emigraron al norte de frica. La reorganizacin del territorio se dej en manos de Iigo Lpez de Mendoza, segundo conde de Tendilla y ms tarde primer marqus de Mondjar. Hernando de Talavera, confesor de la reina Isabel, fue designado primer arzobispo. Foment las conversiones por medio de una comprensiva persuasin, el respeto por la lengua y la cultura mudjares y el uso del rabe en los servicios religiosos. Un lder morisco que en su juventud fue paje de Talavera record despus que el arzobispo haba recorrido las montaas de Granada predicando y diciendo misa. Puesto que no contaba con rgano para la msica, haca que los nativos tocaran la zambra (danza tradicional), y durante la misa siempre profera la salutacin Que el Seor sea con vosotros en rabe. Esto me acuerdo dello, rememoraba el morisco, como si fuese ayer36.Los cambios ms polmicos tuvieron lugar en materia de religin, cuando en el periodo posterior a 1500 muchos clrigos comenzaron a imponer la cristiandad por coercin. El cardenal Cis- neros, lder de la Iglesia castellana, foment la poltica de los bautismos en masa, lo que en diciembre de 1499 provoc una breve revuelta en el Albaicn, barrio musulmn de Granada, que slo se calm gracias a los buenos oficios de Tendilla y Talavera. Durante la mayor parte de 1500 y a principios de 1501 hubo, en otras partes del sur, ms revueltas que ocasionaron al gobierno un problema poltico serio. Algunos, Tendilla y Cisneros incluidos, abogaban por la adopcin de medidas duras. Cisneros opinaba que, con la rebelin, los mudjares haban perdido todos los derechos que les garantizaban las capitulaciones y que deba ofrecrseles una opcin rotunda entre el bautismo y la expulsin. El, personalmente, prefera que se convirtiesen y fuesen cautivos, porque siendo cautivos seran mejores christianos, y la tierra quedara segura para siempre37. Fernando, por el contrario, prefera la moderacin. Cuando vuestro cavallo haze alguna desgrazia, dijo a sus consejeros, no echis mano a la espada para matarle, antes le dais una palmada en las ancas. Pues mi voto y el de la reyna es que estos moros se baptizen. Y si ellos no fuessen cristianos, sernlo sus hijos o sus nietos38.En los meses que siguieron, los musulmanes de Granada fueron bautizados sistemticamente; a algunos se les permiti emigrar. En 1501 se asumi oficialmente que Granada se haba convertido en un reino de musulmanes cristianos: los moriscos. Se les garantizaba igualdad legal con los cristianos, pero se les prohiba portar armas y se les presion para que abandonaran su cultura. En Granada se celebr, por orden de un real decreto dictado en octubre de 150139, una enorme quema de libros en rabe. Fue el final de las capitulaciones y de la al-ndalus musulmana. Si el rey de la conquista no guarda fidelidad, lamentaba Yuce Venegas, sabio y poltico musulmn que en la poca habitaba en las propiedades que posea cerca de Granada, qu aguardamos de sus sucesores?40. Gradualmente, la minora de musulmanes se vio privada de su identidad, cultura y religin; ellos fueron las primeras vctimas de la actitud imperial. Gracias a estas presiones, ms o menos desde 1501 Granada dej de existir como sociedad musulmana libre y se convirti en territorio conquistado.La guerra de Granada, con sus relatos de sufrimiento y herosmo, fue incluso ms que la expedicin a las islas Canarias el prototipo de la experiencia imperial de Castilla. Coloc a los castellanos ante un conflicto permanente con su enemigo tradicional y los anim a perseguir la prctica de la aventura militar. Cre una confrontacin de culturas por la que los castellanos desdearon las costumbres y creencias de los conquistados. Estimul una sustancial emigracin: entre 1485 y 1498 unos cuarenta mil espaoles cristianos, en su mayor parte de otras partes de la Espaa meridional, se trasladaron al antiguo reino de Granada para establecerse en l. Y sobre todo, fortaleci el liderazgo de la monarqua y convenci a la nobleza de que tena que colaborar con sus soberanos. Finalmente, dio a los espaoles de todas las regiones y clases sociales orgullo por la nacin emergente a la que pertenecan. La cada de la Granada musulmana confiri vigor al concepto de una Espaa cristiana.Hubo un pequeo pero significativo corolario a la guerra. La toma de la Granada musulmana estimul a las autoridades religiosas a reconsiderar la cuestin de los judos en la Espaa meridional. Desde 1480, la Inquisicin (fundada aquel ao) haba ido acumulando informacin sobre las prcticas religiosas de los espaoles de origen judo, conocidos como conversos. Al parecer, tras varios aos de persecucin de los conversos y de la ejecucin de gran nmero de ellos acusados de hereja41, los inquisidores tenan la sensacin de que con la cada de Granada llegaba el momento adecuado para que la corona abordara la conversin de los judos.Segn la tradicin medieval de Europa, la conversin sera la seal para el Segundo Advenimiento de Cristo. En aquel tiempo haba pocos judos en Espaa. En el reino de Aragn quedaban en 1492 slo una cuarta parte de los judos que habitaban el reino un siglo antes. Gran parte de ellos se haba convertido al cristianismo a causa de las persecuciones; otros, simplemente, haban emigrado. Las ricas comunidades judas de Barcelona, Valencia y Mallorca, las mayores ciudades del reino aragons, haban desaparecido por completo; en poblaciones ms pequeas tambin haban desaparecido o visto reducidas a pequeos nmeros. La famosa comunidad de Girona era, con slo veinticuatro contribuyentes, una sombra de lo que haba sido. En el reino de Castilla tena lugar una mezcla de supervivencia y continuos roces. Antes de 1390, Sevilla haba contado con unas quinientas familias judas, medio siglo ms tarde slo quedaban cincuenta. Cuando Isabel lleg al trono, los judos de Castilla totalizaban menos de ochenta mil. En 1492 Fernando acept el consejo del Inquisidor General, Torquemada, y el 31 de marzo, encontrndose en Granada, emiti el edicto de expulsin, dando a los judos de Castilla y Aragn hasta el 31 de julio para aceptar el bautismo o abandonar el pas42.En realidad, la expulsin fue incompleta, puesto que ms de la mitad de los judos de Espaa eligieron la alternativa de la conversin. Muchos permanecieron en Espaa: aquellos que no tenan fuerzas para emigrar y cuyos corazones no estaban llenos de Dios, lamentaba un judo de la poca. En aquellos das terribles, registraba otro, miles y cientos de miles de judos se convirtieron43. El nmero de judos que abandonaron Espaa para siempre fue relativamente pequeo posiblemente no ms de cuarenta mil, pero tanto la conversin como la expulsin tuvieron importantes repercusiones. Reforzaron la visin del rey como adalid de la cristiandad que continuara la batalla contra musulmanes y judos para, finalmente, liberar Jerusaln de sus opresores.Tras estos xitos ideolgicos, Isabel no pareca dispuesta a tolerar la presencia de musulmanes en el resto de Castilla. En febrero de 1592 se les ofreci la posibilidad de elegir entre el bautismo o el exilio. Casi todos ellos, subditos de la corona desde la Edad Media, eligieron el bautismo, ya que la emigracin se hizo casi imposible debido a la imposicin de condiciones muy estrictas. Con su conversin, el islam qued desterrado del territorio castellano y continu siendo tolerado nicamente en el reino de Aragn. Las distintas polticas adoptadas en los dos reinos demostraba con toda claridad que la unidad religiosa no era una prioridad inmediata para las coronas espaolas44.Fue un periodo de verdaderos xitos polticos para el rey de Aragn, que, con cuarenta aos, gozaba del mejor momento de su vida. Uno de sus mayores deseos era recuperar los condados catalanes de Cerdaa y el Roselln de manos de Francia, que los haba ocupado treinta aos antes, durante las guerras civiles de Catalua. Aprovechando una alianza diplomtica con Inglaterra suscrita en 1489 (el tratado de Medina del Campo), Fernando solicit el apoyo militar ingls. Por fortuna, Carlos VIII, el rey francs, haba puesto los ojos en un plan de campaa en Italia y estaba deseando separarse de los condados, que cedi pacficamente a Aragn mediante el tratado de Barcelona, firmado en enero de 1493. Las coronas espaolas reinaban en aquel tiempo de modo incontestable sobre todos los territorios comprendidos entre el estrecho de Gibraltar y los Pirineos. Los franceses emergeran en aos futuros como el principal enemigo de Espaa y habra continuos conflictos en la frontera pirenaica, pero el principal terreno en disputa sera Italia, adonde ahora dirigimos nuestra atencin.Para afrontar las guerras de Andaluca de manera apropiada, la corona busc nuevos recursos militares. Aunque Castilla tena una larga historia de familiaridad con el mar, no destacaba ni mucho menos como nacin de navegantes45. Los incuestionables pioneros del ocano fueron los portugueses, que desde principios del siglo XV allanaron el camino para comerciar primero con frica y luego con Asia, reservndose un papel fundamental en el comercio de especias46. Entre los espaoles, slo los vascos y los cntabros, en la costa norte, y los catalanes, en el este, haban destacado por su dedicacin al mar una dedicacin que se remontaba varios siglos atrs47. Antes de la toma de Sevilla a mediados del siglo XV, Castilla no tena acceso directo a puertos importantes. Los maestros de la navegacin martima haban sido los musulmanes, que se valieron de su iniciativa para dominar el Mediterrneo y amenazar las costas de la Europa cristiana. La cada de Granada, sin embargo, dio a la corona la oportunidad de remediar su debilidad bsica en el poder martimo. En 1492, la reina arrebat al marqus de Cdiz la ciudad de su ttulo, que a partir de entonces se convirti en la base de las expediciones de Castilla en el Atlntico. En 1502 y 1503, Isabel arrebat Gibraltar y Cartagena a sus respectivos seores nobiliarios, dando por primera vez a la corona un acceso importante al Mediterrneo meridional.La cada de Granada dej a miles de soldados sin empleo, pero haba suficientes conflictos esperndolos en el Mediterrneo. El comienzo de la guerra en Italia pronto les ofreci terreno para la accin. Espaa, ocupada en poner orden en sus asuntos internos, tena poco inters por adquirir otros territorios, pero los acontecimientos conspiraban para arrastrarla a diversas aventuras ms all de sus fronteras, principalmente en Italia. Tradicionalmente, la corona de Aragn haba tenido intereses dinsticos en el Mediterrneo occidental. En 1458, a la muerte del rey Alfonso el Magnnimo de Aragn, sus extensos dominios fueron divididos en dos: el reino de Npoles correspondi a su hijo ilegtimo, Ferrante, y el reino cataln-aragons qued en manos de Juan, padre de Fernando. En 1476, Ferrante contrajo matrimonio con Juana, hermana de Fernando, una unin que prolong la estrecha asociacin entre las dos ramas de la familia. En los aos siguientes, Fernando, que estaba profundamente implicado en la poltica espaola, se vio envuelto repetidas veces en los asuntos de Italia, siempre en defensa de su familia napolitana.Como los territorios que habran de llamarse Espaa y Francia, Italia era un conglomerado de pequeos estados con pocos intereses en comn, dividido por la falta de una cultura, una lengua o una tradicin compartidas. Se vea repetidamente envuelta en conflictos locales en los que a menudo se implicaban muchos extranjeros, puesto que las regiones septentrionales de la pennsula Itlica (sobre todo, el ducado de Miln, estado que ocupaba ms de un tercio del norte de Italia) eran polticamente independientes, aunque en teora formaban parte del Sacro Imperio Romano. El ms poderoso (y completamente independiente) de los estados italianos era la Repblica de Venecia. Todos los dems, incluso los extensos Estados Pontificios, se encontraban por lo habitual a merced de predadores externos e internos. Tradicional- mente, los extranjeros haban invadido Italia por el norte, a travs de los Alpes, dejando por lo general un rastro de ruinas a su paso. A finales del siglo XV una amenaza ms apremiante se materializaba desde elrnar en la figura del imperio otomano y sus aliados del norte de frica, que se lanzaban en incursiones sobre el Adritico y el Mediterrneo occidental. Pero fue Francia la que prendi la hoguera de una guerra duradera. Su joven monarca, el rey Carlos VIII, con apenas veintids aos y la cabeza llena de extraas fantasas milenarias, reclam el trono de Npoles. En agosto de 1494, al frente de un ejrcito de veintids mil hombres, cruz los Alpes e invadi Italia. Haba asegurado sus alianzas, especialmente con el duque de Miln, y en diciembre lleg a Roma, donde el papa no contaba con poder suficiente para resistirle. En febrero de 1495 entr en Npoles para alegra de las multitudes y desazn del monarca reinante, Ferrante II.Desde el ao 1494 Fernando de Aragn intentaba establecer una alianza diplomtica internacional contra Francia. El rpido avance de los franceses en un territorio que haba pertenecido a su familia, le distingui como posible defensor de los estados italianos. Fruto de las negociaciones surgi la Liga suscrita en Venecia en marzo de 1495 entre el papa, el emperador, Venecia, Miln y Espaa para la paz y tranquilidad de Italia. Entretanto, en el mes de diciembre Fernando haba enviado barcos y soldados, a las rdenes del almirante Galcer de Requesens, a su reino de Sicilia, y en la primavera de 1495 envi un nuevo destacamento de dos mil hombres comandados por Gonzalo de Crdoba. Para entonces, el rey de Francia se haba retirado al norte, dejando diez mil franceses para defender sus demandas sobre Npoles. En las campaas subsiguientes contra los franceses, las tropas castellanas demostraron un comportamiento magnfico y las hazaas de Gonzalo de Crdoba le valieron entre sus hombres el apelativo de El Gran Capitn. A finales de 1496, napolitanos y castellanos haban conseguido expulsar a las fuerzas francesas, pero en esta coyuntura muri Ferrante, al que sucedi Federigo, su to. Federigo era el quinto monarca en ocupar el trono en el plazo de tres aos e hizo poco por justificar las esperanzas de un gobierno estable del reino, que inevitablemente se precipitaba en el caos. A primeros de 1497, se acord una tregua entre los dos beligerantes extranjeros, Francia y Espaa, que los embajadores confirmaron de manera formal en noviembre, en Alcal de Henares. Para entonces se haba elaborado el primer borrador de un plan mediante el cual los dos estados ocuparan y se dividiran Npoles.Carlos Vm muri de un inesperado accidente en Amboise (Francia), en abril de 149848. Su sucesor, Luis XII, no perdi de vista la demanda sobre Npoles, pero se plante un nuevo objetivo: la posesin del ducado de Miln, que reclamaba por va sucesoria a travs de su abuela. En 1499, los franceses invadieron Miln y los espaoles se mantuvieron al margen del conflicto; en diciembre de 1500, stos enviaron un pequeo contingente para ayudar a los venecianos frente a los turcos, que atacaban Cefalonia. La expedicin, compuesta por ocho mil infantes y trescientos jinetes que transportaban cuatro barcos y numerosos bajeles de transporte, estaba al mando de Gonzalo de Crdoba y parti de Messina en septiembre de 1500 con direccin al Mediterrneo oriental49. En Zante se uni a ella un buque francs y poco despus el grueso de la flota veneciana, con diez mil hombres. La mayor parte de las tropas turcas se retir apresuradamente, pero las fuerzas cristianas sitiaron a aquellos que quedaron en Cefalonia, donde su logr principal fue la captura de la fortaleza de San Jorge, con defensas muy escasas. Para aquel entonces, la poltica espaola haba dado un nuevo e importante paso.El 11 de noviembre de 1500, segn el tratado de Granada, los enviados de Francia y Espaa acordaron (como ya haban hecho de modo informal tres aos antes) dividir Npoles entre ambos pases. Era la inevitable consecuencia de la inestabilidad poltica del reino napolitano y de las reclamaciones dinsticas opuestas de los dos signatarios. El papa, cuyo permiso era necesario puesto que era seor feudal de Npoles, acept el acuerdo al ao siguiente. Los cronistas italianos manifestaron, con motivo, amargas crticas contra la decisin. El Gran Capitn tampoco qued satisfecho y los diplomticos espaoles en las cortes extranjeras tuvieron dificultades para defender sus motivos. A pesar de todo, tropas francesas provenientes de Miln al mando de d Aubigny invadieron Npoles desde el norte en julio de 1501, mientras las tropas espaolas deGonzalo de Crdoba entraban en el pas por el sur. La ciudad de Npoles se rindi sin luchar y el rey Federigo fue exiliado a Francia. Su hijo, Ferrante, duque de Calabria, que defendi con gallarda la ciudad de Otranto frente a los espaoles, se rindi en marzo de 1502 y fue exiliado al reino de Valencia, donde se le trat con los honores propios de su rango50.Inevitablemente, los vencedores pronto cayeron unos sobre otros y la proyectada ocupacin se convirti en una guerra directa por Npoles entre franceses y espaoles. Los dos aos siguientes resultaron histricos para la evolucin del imperio espaol. Por vez primera, las tropas castellanas libraron batallas a gran escala fuera de la pennsula Ibrica. Hubo momentos de pura caballerosidad medieval, como el famoso combate singular entre once caballeros franceses y once caballeros espaoles junto a las murallas de la ciudad de Trani, en 1502-1503. Miles de personas contemplaron este torneo. Al frente de los franceses se encontraba el famoso Chevalier Bayard, le chevalier sans peur et saris reproche; los espaoles estaban comandados por Diego Garca de Paredes. Al trmino del combate, los adversarios se abrazaron. En aquella poca el uso de las armas de fuego no se haba generalizado todava y la galantera de la caballera medieval continuaba ocupando un lugar importante en el desarrollo de la guerra.La parte ms sustancial y sangrienta de la guerra se libr en batallas campales, en las que los franceses, durante los primeros meses, mantuvieron una clara ventaja. En diciembre de 1502 las fuerzas de d Aubigny derrotaron a los castellanos en Terranova di Calabria. Pocos meses despus, el 28 de abril de 1503, las tropas del Gran Capitn consiguieron la victoria en Ceriola, y en mayo entraron triunfales en la ciudad de Npoles. Los franceses retrocedieron hasta Gaeta y desde Miln enviaron un contingente al mando de La Trmoille para recuperar Npoles. Los ltimos meses de 1503 transcurrieron en medio de una serie de encuentros entre el ejrcito francs y los espaoles a lo largo del ro Garellano, encuentros que finalizaron con la retirada de los primeros tras la decisiva batalla del 28 de diciembre. Aos despus, el seor de Brantme visit el lugar de la batalla en la que haba muerto su padre. Era por la tarde, escribi, hacia el crepsculo, cuando las sombras aparecen de manera ms fantasmal que a otras horas del da, y me pareci que las galantes almas de los bravos franceses que murieron all se elevaban de la tierra y me hablaban51. Los franceses, en efecto, fueron incapaces de resistir. Finalmente, la guarnicin de Gaeta se rindi en enero de 1504. En marzo, Francia redact un tratado formal reconociendo la soberana de Fernando de Aragn sobre la totalidad de Npoles.La experiencia italiana sirvi para afirmar la reputacin militar de Castilla, que recibi grandes alabanzas de Maquiavelo, quien, por otra parte, se mostraba muy hostil, en su Arte della Guerra. A su vez, un soldado del Gran Capitn, Diego de Salazar, copi e imit el texto de Maquiavelo para redactar su propio Tratado de Re Militan, primer tratado castellano moderno sobre el arte de la guerra. La impresionante serie de batallas contra los franceses libradas en Italia inspir un torrente de tratados de soldados castellanos que escriban sobre sus propias y heroicas hazaas, confiri dignidad a la profesin de la guerra y consolid una perdurable leyenda sobre la superioridad militar castellana52. Por supuesto, la leyenda estaba basada en la experiencia del ininterrumpido conflicto que franceses y espaoles libraban en Italia. Motivo de discusin fue la sangrienta batalla que tuvo lugar en Ravena en abril de 1512. Los franceses sufrieron graves prdidas, pero la victoria se inclin de su lado y se sald con la vida de cinco mil espaoles y la captura de Pedro Navarro53 y del marqus de Pescara, generales de Fernando. El rey se consol con la opinin, que le ofrecieron testigos fidedignos, de que en esta jornada de agora los franceses han cobrado ms miedo a los spaoles54. Sin duda, los castellanos alimentaron su reputacin militar en la sangrienta batalla55 y continuaron hacindolo en enfrentamientos posteriores. Cuando las Cortes de Catalua expresaron su satisfaccin por la anexin de Npoles a la corona de Aragn, el rey Fernando les record con firmeza que apenas haban contribuido a ello y que toda la gloria deba redundar en los soldados del reino de Castilla.Puesto que contaba con ms recursos humanos, el reino de Castilla ocup, incontestablemente, el papel principal en las empresas militares de Espaa. Pero los logros castellanos habran sido imposibles sin la ayuda de otros espaoles. La contribucin de los catalanes, por ejemplo, no puede pasarse por alto. Mientras en Npoles continuaban las campaas, Fernando regres a Barcelona en abril de 1503 tras una ausencia de ocho aos de sus posesiones castellanas. No tard en ponerse al frente de un pequeo ejrcito que se dirigi al norte para liberar la fortaleza de Salses, asediada por los franceses. El contingente estaba compuesto por una mayora de catalanes56 y reforzado por tropas procedentes de Castilla. La victoria que obtuvieron en octubre al expulsar a los franceses de Salses fue en parte una victoria catalana.Los castellanos se basaron en la obra de sus predecesores para consolidar su pericia militar57. En el siglo XV, las innovaciones principales en el arte de la guerra se produjeron en las tcnicas de fortificacin y en las reformas de la infantera, de las que los suizos fueron pioneros. Al parecer, tras comprobar el soberbio trabajo de los mercenarios suizos contratados por la corona en las guerras de Granada, Fernando quiso reformar su infantera imitando a la suiza. Varios decretos dictados en 1495 y 1496 sentaron las bases para una mejora de la tcnica. Se alent a la poblacin civil a mantener el orden pblico: en 1495 se orden que todos los sbditos, de cualesquier condicin, tengan cada uno armas ofensivas e defensivas. Durante la primavera de 1497, el ejrcito adopt el uso de la pica y las tropas se organizaron en tercios, unidades de infantera con funciones especficas que se fueron definiendo en los siguientes aos a la luz de su experiencia prctica en Italia58. Al mismo tiempo, las tropas comenzaron a llevar mosquetes (arcabuces), elemento esencial de su nuevo papel en la batalla. La experiencia de Granada, adems, anim a los castellanos que se encontraban en Italia a hacer uso del can pesado, que los franceses tambin utilizaban con grandes resultados. Pero en el i