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Hasta luego, Pablo Once ensayos críticos sobre Podemos Estela Mateo Regueiro (dir.) Rafael Cid Colectivo Utopía Contagiosa Álex Corrons Ángeles Diez Mario Domínguez Desiderio Martín Jordi Martí Font Arturo de Nieves Hélène Sonet Carlos Taibo

Hasta Luego Pablo

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Hasta luego, Pablo.Once ensayos críticos sobre PodemosEstela Mateo Regueiro (dir.), Rafael Cid, Colectivo Utopía Contagiosa, Álex Corrons, Ángeles Díez Rodríguez, Mario Domínguez Sánchez-Pinilla, Jordi Martí Font, Desiderio Martín Corral, Arturo de Nieves Gutiérrez de Rubalcava, Hélène Sonet Mancho y Carlos TaiboPVP: 15 euros (IVA incluido)208 páginasFormato: 13,5x21 cmISBN: 978-84-9097-012-6Ref: 1CM529abril 2015

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  • Hasta luego, Pablo

    Once ensayos crticos sobre Podemos

    Estela Mateo Regueiro (dir.)Rafael Cid

    Colectivo Utopa Contagiosalex Corronsngeles Diez

    Mario DomnguezDesiderio MartnJordi Mart FontArturo de Nieves

    Hlne SonetCarlos Taibo

  • RAFAEL CID, MARIO DOMNGUEZ SNCHEZ, ARTURO DE NIEVES, ESTELA MATEO REGUEIRO,

    LEX CORRONS, DESIDERIO MARTN, HLNE SONET MANCHO, COLECTIVO UTOPA

    CONTAGIOSA, JORDI MART FONT, NGELES DIEZ RODRGUEZ, CARLOS TAIBO. 2015

    LOS LIBROS DE LA CATARATA, 2015

    FUENCARRAL, 70

    28004 MADRID

    TEL. 91 532 05 04

    FAX 91 532 43 34

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    HASTA LUEGO, PABLO.

    ONCE ENSAYOS CRTICOS SOBRE PODEMOS

    ISBN:978-84-9097-012-6

    DEPSITO LEGAL: M-10.030-2015

    IBIC:JPL/JPHL

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  • ndice

    PRLOGO 4

    PODEMOS # TRENDING TOPIC 5Rafael Cid

    INTELECTUAL, POLTICO Y ACADMICO. LA ELITE DE PODEMOS 13Mario Domnguez Snchez

    ASALTO A LAS INSTITUCIONES? ALGUNOS APUNTES SOBRE LA RELACINENTRE PODEMOS Y EL MOVIMIENTO DEL 15 DE MAYO 21Arturo de Nieves

    PODEMOS CONQUISTAR EL PODER 29Estela Mateo Regueiro

    PODEMOS FRENTE AL DECRECIMIENTO 37lex Corrons

    'DESDE LA CALLE AL ASALTO DE LAS INSTITUCIONES?' REFLEXIONES, CONINCERTIDUMBRE, ACERCA DEL MODELO LABORAL-SINDICAL DE PODEMOS 45Desiderio Martn

    EL ESPACIO DE LA MUJER EN PODEMOS. PALABRAS DIRIGIDAS A LAS MUJERESDE IZQUIERDAS DESDE EL FEMINISMO 52Hlne Sonet Mancho

    PODEMOS Y LA POLTICA DE PAZ Y DEFENSA 63Colectivo Utopa Contagiosa

    PODEMOS, EL ESTADO Y LAS NACIONES: MXIMA TEORA, POCA REALIDAD 71Jordi Mart Font

    CLAVES INTERNACIONALES DE PODEMOS: LA DELGADA LNEA FLOJA 76ngeles Diez Rodrguez

    PODEMOS, PODRAMOS, PUDIMOS 82Carlos Taibo

    LOS AUTORES 95

  • Prlogo

    No parece haber provocado mucha atencin el hecho de que la bibliografa generada por elmovimiento del 15 de mayo haya sido visiblemente ms numerosa y plural que la levantada,a partir de enero de 2014, por Podemos. Aunque de ello no conviene extraer ningunaconclusin firme en lo que hace al relieve de uno y otro fenmeno, resulta llamativa ladebilidad de los estudios suscitados por la nueva fuerza poltica, que en los hechos se limitan,hasta el momento en que estas lneas se escriben, a media docena de textos hagiogrficos yautorreferenciales, y a alguna diatriba desaforada.

    No hay ningn motivo para afirmar que este modesto libro abre horizontesplenamente distintos y cancela muchas de las carencias registrables hasta hoy. Quiero creer,aun as, que pulsa una tecla diferente y que emite un sonido distinto de lo que hasta hoyhemos tenido la oportunidad de escuchar. En tal sentido, ofrece una interpretacin dePodemos que, aunque lejos, muy lejos, de la que emiten los partidarios del sistema y de suscastas, tiene poco que ver, tambin, con muchos de los hbitos de anlisis que surgen deuna izquierda a menudo lastrada por dogmas y lugares comunes. Los textos que se recogen enestas pginas surgen de movimientos sociales afortunadamente vivos, incorporan las ms delas veces una iconoclasta perspectiva libertaria y reflejan, o al menos yo as lo creo, laspercepciones de muchas personas que, en los mbitos ms distintos, no se hacen ilusiones enlo que respecta al capital y sus juegos.

    Como es fcil comprobar, en este libro se recogen once textos relativos a Podemos:Rafael Cid examina la trama interna del partido, el Colectivo Utopa Contagiosa caracterizalas posiciones de ste en relacin con los postulados del pacifismo y del antimilitarismo, lexCorrons se refiere a la muy dbil presencia de perspectivas decrecentistas en la propuesta dePodemos, ngeles Diez sopesa la percepcin podemita de algunos de los principalesproblemas internacionales, Mario Domnguez le hinca el diente al papel de la universidad yde los discursos meritocrticos en la gestacin de Podemos, Desiderio Martn se interesa porlas percepciones de este ltimo en materia laboral-sindical, Jordi Mart Font considera lasposiciones de Podemos en lo que se refiere a la organizacin territorial y la cuestin nacional,Arturo de Nieves examina la conflictiva relacin de la nueva fuerza poltica con elmovimiento del 15 de mayo, quien esto firma analiza la meditica puesta en escena de esanueva formacin, Hlne Sonet desentraa la trama de Podemos en su relacin con losdiscursos feminista y antipatriarcal, y, en fin, Carlos Taibo ofrece una consideracin generalde lo que supone el nuevo partido.

    Aunque tengo la conviccin de que todas las materias abordadas son pertinentes, saltaa la vista que bien podramos haber abierto hueco para otras muchas. Tiempo habr, quiz,para ello. Los textos incluidos en esta modesta obra obedecen, en cualquier caso, a un triplepropsito: aportar una percepcin crtica, permitir la ordenacin de datos que comnmentepasan dispersos y guardar las distancias por igual, en suma, tanto con respecto a lahagiografa autorreferencial como en lo que hace a la contestacin descorts. Ya me gustaraque los muchos amigos respetables que hay en Podemos les prestasen un poco de atencin.

    Estela Mateo Regueiro, febrero de 2015

  • Podemos # trending topic Rafael Cid

    Entre el vocacional s se puede, que identificaba al 15-M, y el asertivo Podemos, queenmarca el ideario del partido liderado por Pablo Iglesias, existe la misma secuenciaperceptiva que entre la potencia y el acto. Con el sesgo aadido de que en esa transicin sejibariza el sustrato autnomo del primer eslabn en favor de unos legatarios con obsesinsolipsista. Hablamos de la diferencia spinoziana entre potentia y potestas. El primer conceptoremite a la capacidad de hacer, mientras que el segundo entraa dominacin. Son, por tanto,dos trminos no slo distintos sino polticamente heterogneos. Porque mientras el s sepuede implcito en potentia remite a una facultad del sujeto, individual o colectivo, para latransformacin de la realidad, el Podemos la reclama para una autoridad que ambicionapara s la soberana de la accin. Lo que nos recuerda la advertencia del ciudadano Rousseauen El Contrato Social: El poder bien puede transmitirse, pero no la voluntad.

    Este viaje inicitico del poder para al poder sobre es lo que revela en la cortadistancia el tipo de organizacin con que se ha legitimado Podemos (ungido por una masamimetizada), en el proceso de entronizacin de su secretario general, cuando se escenific elpaso del espritu del 15-M al pablismo. La clave de esta deriva caudillista, providencialista yburocrtica est en esa estructura atrapalotodo (Otto Kirchheimer) que justifica el cambio delobsolescente eje izquierda-derecha (conceptos zombi, Ulrich Beck) al fluido de abajo-arriba (la modernidad lquida, Zygmunt Bauman), y en el uso de la democracia digital enelecciones plebiscitarias. Despus, claro es, del bao de popularidad en la pequea pantallaque hace percibir al mximo lder de Podemos como un autntico animal poltico en superiplo por los talk show del planeta meditico. Todo lo cual evidencia un profundoconocimiento por parte de los gestores de esa formacin en lo que respecta a la fuerzaalineadora del capital simblico en las sociedades de la informacin.

    Al fin y al cabo, buena parte de sus telegnicos dirigentes son profesores de CienciaPoltica, o sea, expertos en comunicacin viral, marketing electoral y anlisis de autopsiasdemoscpicas. Basta echar un vistazo a la trama cognitiva con que argumentan sus mensajes.Entre el lingista britnico John L. Austin y el politlogo argentino Ernesto Laclau anda eljuego. Del autor de Cmo hacer cosas con las palabras usan su arsenal performativo, lautilizacin de conceptos que en su enunciado sugieren realizacin de un acto (ms all de quesea verdadero o falso), y del publicista de La razn populista la estrategia de lossignificantes vacos. sta les sirve para identificar los mbitos polticos, ideolgicos yculturales sin contenido movilizador para la mayora social (la gente, Podemos dixit)debido al incumplimiento de promesas y programas por parte de la casta polticadominante: representantes en fraude de representados (significantes vacos). El otro, por suparte, les surte de un contingente de ideas-fuerza para adoquinar una hegemona transversalque facilite su larga marcha a travs de las instituciones. Ese asaltar los cielos que les abrirel camino del poder slo necesita cocinarse con un adecuado contexto y cumplir cierta dosisde criterio de autenticidad, expedientes ambos que debern codificar en el lapso de tiempoque se abre hasta la definitiva rbrica electoral.

    En realidad, la frmula Podemos no es ajena al panorama poltico de la transicin.Tiene dos precedentes imperfectos en los casos del PSOE y de la UCD (Unin de CentroDemocrtico). Uno se urdi sobre el carisma de Felipe Gonzlez como factor catrtico, de ahque esa etapa de gobierno socialista se consagre bajo el apelativo patronmico de felipismo.En el otro el acento estuvo en la eficacia de los mensajes, vista la imposibilidad de construiruna franquicia democrtica sobre la biografa de un Adolfo Surez dilecto servidor de ladictadura. El know-how de Pablo Iglesias se retroalimenta en ambas tradiciones de la

  • restauracin monrquica. Por un lado, evoca el culto a la personalidad de Gonzlez y, por elotro, la magia dialctica de Surez (el tahr del Mississippi conoca por dentro losmisterios del panptico televisivo). Tan performativo es el podemos de Iglesias y susincondicionales como el famoso puedo prometer y prometo de aquel primer presidente dela democracia borbnica que tambin pescaba polticamente en el centro del tablero. Ambasexpresiones, con etimologas emparentadas, persiguen investir de auctoritas a susprotagonistas, hacerles socialmente reconocidos, sentirles legitimados por la gente.

    Sin duda hay un mtodo en la singladura de Podemos. Desde sus balbuceosprepolticos, el partido se las ha ingeniado para hacer que sus frames entraran por los ojos. Lainiciativa de tunear las papeletas para los comicios europeos con la efigie de su lderdesfond en un santiamn a sus caducos competidores. Estaba claro que los recin llegadosno eran unos indocumentados, sino personas con talento capaces de descubrir el punto Gescondido en la maraa electoral. Lo que no fue obstculo para que, al mismo tiempo, losrecin llegados incurrieran en los vicios que denunciaban. Tras lograr cinco escaos enBruselas (1.245.948 electores), la direccin de Podemos diluy soterradamente algunas de laspromesas ms ambiciosas realizadas durante la campaa (repudio de la deuda pblica odiosa;renta bsica universal; anticipo de la edad de jubilacin; derecho de autodeterminacin, etc.).Incluso el propio cabeza de lista, Pablo Iglesias, desliz un desplante a sus votantes al afirmaren una posterior gira por Ecuador que el Parlamento Europeo es una prdida de tiempo. Ese pragmatismo adquira su mxima expresin durante las jornadas de Vistalegre en Madrid,celebradas en octubre de 2014 para dotar a la formacin de estatutos y de cuadrosorganizativos. Una vez testadas con xito las posibilidades polticas de la marca Podemos enlas elecciones del 25 de mayo, sus artfices intelectuales dieron paso a la construccin de unaestructura partidaria capaz de balizar su hoja de ruta. De esta manera, lo que hasta esemomento eran slo espasmos, trazas inespecficas, a rebufo del espritu del 15-M quePodemos sugera representar, tom cuerpo de naturaleza. Lo que Pablo Iglesias denomin,con gestos de profeta iracundo, asaltar los cielos fue en realidad un acto de involucindemocrtica, una reorganizacin de arriba abajo en toda regla. Eso s, en olor de multitudes ycon todos los atrezos de legitimacin-nube que ofrece la herramienta digital. Igual que en lavieja poltica del bipartidismo monopolista la opinin pblica acostumbra a ser un meroremedo de la opinin publicada por los medios de comunicacin, en la nueva poltica queencarna el fenmeno Podemos la deliberacin democrtica tiende a subsumirse en laemulsin demoscpica. Podemos 2.0 inaugura la era del partido anfibio: tanto de virtual,tanto de presencial. Algo que resulta del todo coherente en una formacin cuyo referentedoctrinal, el politlogo Pablo Iglesias, ha reconocido que en la posmodernidad no se militaen los partidos, se milita en los medios.

    El vaivn electoral para la designacin del secretario general (portavoz) de Podemos yde sus rganos rectores (Consejo de Coordinacin, Consejo Ciudadano y Comisin deGarantas), publicitado como modelo de participacin ciudadana y transparencia, se parecimucho al enroque de esas muecas rusas (matrioshkas) en las que la pieza ms ocultatroquela a las restantes superpuestas, idnticas, huecas, vistosas y aparentementeindependientes. Las primarias de Podemos, abiertas a afiliados y simpatizantes, consagraronen la prctica un modelo confeccionado al servicio de los intereses de una cpula, compuestaen su gran mayora por docentes de la universidad (funcionarios y tecncratas, cabra decir),y de su mximo representante, Pablo Iglesias, que confiscaron as el principio instituyente ysu capacidad simblica. La pluralidad ideolgica, la masa crtica y la representacin de lasminoras quedaron en aquel momento a beneficio de inventario por la rotundidad plebiscitariade la masa de los votantes (concurrentes y distantes) en torno a un proyecto a su maneraatado y bien atado. Tras la rectificacin a la baja del programa para las europeas, ste era elsegundo globo sonda del ncleo duro de Podemos, lanzado dentro de una botella a quien

  • corresponda. Al establishment, y especialmente a los mercados, siempre les tranquiliza saberque cuentan con un nico interlocutor plenipotenciario.

    Nada de eso es incompatible, empaa o desmerece, con el hecho innegable de que elhuracn Podemos espabila una regeneracin democrtica (a caballo de una revolucindemoscpica) en el ponzooso estanque del sistema poltico espaol, y adems acapara todaslas papeletas para llevarse por delante al rgimen cleptmano del bipartidismo dinstico.Tampoco cuestiona lo ms mnimo el orgulloso respaldo logrado entre una importantemayora social, compuesta tanto por el voto errante de desencantados con la partitocraciacomo por refractarios abstencionistas con quinquenios. sos son hechos y buenas razonesque, con su epicentro en la cruenta indiscriminacin de la crisis, merecen un sinceroreconocimiento. Porque si algo verdaderamente radical anuncia Podemos es un vuelcogeneracional, tras licenciar a la izquierda institucional (PSOE e IU) como alternativa fiable.De ah el gran refrendo popular obtenido en la marcha del tic-tac realizada el 31 de enero de2015 en Madrid. Y, sobre todo, desde el punto de vista de los derechos y libertades, lo msimportante: que gracias al espritu inclusivo del 15-M y sus coaligados en mareas yplataformas, la alternativa social al imaginario dominante no ha despertado al fantasma ultra,como ha ocurrido en muchos pases de la Unin Europa (UE) con mayor tradicindemocrtica e igualmente zarandeados por la pandemia econmico-social. Por una vezEspaa es diferente para bien. Beneficio ste que merecera una reflexin ms profunda dadoque, por el contrario, somos una de las pocas sociedades del entorno que cuenta con partidosfilofascistas de curso legal. Pero ese asalto a los cielos, en su diseo constitucional, llevaplomo en sus alas, porque habilita la heterenoma, estimula la verticalidad, facilita elcaudillismo, inocula la jerarqua, promueve la competencia y factura la servidumbrevoluntaria.

    Una formacin atrapalotodo, o de partido escoba, y un lder a su imagen ysemejanza para capitalizar el proceso de toma decisiones. Eso es Podemos tras el rotundoveredicto emitido por las urnas electrnicas el pasado noviembre como broche del procesoorganizativo: el partido de Pablo Iglesias. Salvo Santiago Carrillo, cuando el 14 de abril de1977 impuso la aceptacin de la monarqua a la cpula del Partido Comunista de Espaa(PCE) sin la menor disidencia de su Comit Central, nunca antes en la Espaa democrtica undirigente poltico haba concentrado tanto poder endgeno en su mano. Y en el caso de laorganizacin de Pablo Iglesias, gran admirador de Carrillo, con el plus orwelliano depresentarse como el partido de la gente.

    Por unnime decisin de sus activistas, Iglesias fue investido secretario general dePodemos, al mismo tiempo que haca de los principales rganos de decisin del partido unacaja de resonancia de su liderazgo. Desde el ms coral Consejo Ciudadano (CC), constituidopor 80 delegados, hasta el selectivo Consejo de Coordinacin (CdC), integrado por entre 10 y15 personas, pasando por la Comisin de Derechos y Garantas (CDG)), todo en suorganigrama ejecutivo ha sido articulado en clave presidencialista. El cielo no se toma porconsenso, sino por asalto, haba advertido el lder de Podemos al iniciarse el congresofundacional con una arrogancia rayana en el despotismo. Pocas expresiones msdesafortunadas para una organizacin que se pretende inclusiva: el dirigente supremo, comoen un pantcrator, reinando en lo ms alto, y el pueblo subyugado a sus pies. Un caso inditoen la reciente historia de la partitocracia espaola, sobre todo teniendo en cuenta quePodemos an carece de presencia parlamentaria en las instituciones soberanas del pas,limitndose su currculo al quinteto de eurodiputados obtenidos. Constatemos que, sobre elpapel, el rgano soberano del partido es la Asamblea Ciudadana (AC) y que se puede ejercitarel derecho de revocacin.

    Y todo ello en medio de una inslita oleada de entusiasmo popular y meditico.Porque, contradiciendo toda prudencia poltica, a cada rdago monopolizador lanzado por

  • Pablo Iglesias las bases han respondido con una entrega sin condiciones. Elimin laposibilidad de una direccin colegiada echando mano del rancio discurso cortoplacista de laeficacia; implant sus coordenadas programticas con la amenaza de dimitir si no eranaceptadas; estigmatiz a los posibles competidores alentando que las minoras seautomarginaran por el bien de su causa, y culmin su paseo triunfal logrando lo nunca vistoen democracia: que los de abajo cedieran orgullosamente casi todo el poder a los de arriba.La teora del cambio de eje izquierda-derecha por el de abajo-arriba est contaminada deretrica efectista, ya que a la postre el achicamiento de la participacin poltica de losafiliados, intramuros del partido, adiestra extramuros ciudadanos pasivos.

    La fidelidad al lder demostrada por los pablistas que han entrado a formar parte delos otros crculos de poder de Podemos recuerda, mutatis mutandis, al elenco de senadoresde designacin real que precedi al tinglado con que ech a andar la primera legislatura dela transicin. Ni el asambleario Consejo Ciudadano, mximo rgano de decisin entreasambleas ciudadanas, ni el elitista Consejo de Coordinacin, escapan a la lgicaatrapalotodo que identifica a la marca Podemos. El staff del CC ha sido elegido votando laplana ofertada en exclusiva por el equipo de Pablo Iglesias, Claro que Podemos,reproduciendo as en los hechos una clonacin autoritaria de los cargos en la estela de lasdenostadas listas cerradas y bloqueadas de los partidos del rgimen. Mientras que losintegrantes del CdC resultan cooptados de una relacin hecha por el propio secretario general.Quien se mueva no sale en la foto.

    De la magnitud del disciplinamiento al pablismo da idea la desigualdad entre losvotos obtenidos por el cabeza de la lista oficial (Claro que Podemos) y su equivalentealternativo para los distintos rganos. Secretario General (SG): Pablo Iglesias, 96,87 porciento de los votos; Pablo Monge, 1,01. Consejo Ciudadano (CC): igo Errejn, 89,54 porciento de los votos; Cristina Olivn, 5,25. Comisin de Garantas Democrticas (CGD):Gloria Elizo, 86,12 por ciento de los votos; Cristina Olivn, 5,02. Una vez ms, como en elrelato de Lewis Carroll, la cuestin est en saber quin manda aqu. Y no lo decimosmetafricamente. Pablo Iglesias ha coordinado un libro (Ganar o morir. Lecciones polticasen Juego de Tronos) en el que reivindica la famosa serie como una especie de intelectualorgnico de Podemos. Lo que indica que cuando presida la asociacin Contrapoder en launiversidad no persegua un objetivo antipoltico, sino un curso acelerado de maquiavelismosobre formas de conservar el poder o de conquistarlo. El clsico tablero de ajedrez conprncipes trasteando peones.Tamaa peregrinacin frustrada de abajo-arriba (del horizontalismo al verticalismo y de lademocracia deliberativa a la democracia plebiscitaria on line: del pablismo a Pablemos), casode consumarse sin masa crtica, puede incurrir en el mismo mal de altura que afect a LosVerdes (Die Grne) en su particular asalto al poder en Alemania. Una formacin de razprofundamente contestataria que en 1998 entr a gobernar con el PSD de Gerhard Schrder ycinco aos despus, en marzo de 2003, sancion la Agenda 2010, un paquete de medidaspara flexibilizar la economa alemana en aspectos como trabajo, salud, pensiones einmigracin (entre otras medidas complementarias de talante ecolgico). Una recetarojiverde que contra toda sospecha ha terminado inspirando a la troika (CE, FMI y BM)para lanzar su batera de polticas austericidas, y que ahora podra resurgir como perversocoste de oportunidad para un Podemos que ha basado su apuesta social en combatirlas.En cierta medida, la sbita reinvencin de Podemos como partido de poder (jugar a ganar)ya le est pasando factura. Aunque en estos momentos sera temerario analizar los cambiosintroducidos para adaptarse a futuros cometidos institucionales como una parasitacin de loscrculos que constituyen la base de la formacin, no lo es para constatar que talesmaniobras estn malogrando su capital simblico. Idealmente los crculos representabanpara Podemos una cierta legitimidad de origen que empieza a diferirse ad calendas graecas

  • por una voluntarista legitimidad de ejercicio. Y ese sentido Podemos tambin puedecomportarse a medio plazo como un significante vaco. No por casualidad el crculo enPodemos est doblemente presente como signo identitario (significante) y como aval dehorizontalismo democrtico (significado).

    Conceptos de indudable potencial movilizador (performativos) como crculo,polis, gora o centro, segn los estudios de Jean-Pierre Vernant (Mito y pensamientoen la Antigua Grecia), son atributos del vasto imaginario de la autogestin poltica. Si laequidistancia del centro, en cuanto similitud espacial, significa, segn el helenista francs,ausencia de dominacin, similar lgica tambin interacta con el gora, en tanto que en lapolis la asamblea ciudadana se sita en una plaza central que iguala a los ciudadanos para sudeliberacin sobre lo comn. Por tanto, categoras en la mejor tradicin de la democraciadirecta, como isonoma (igualdad ante la ley) e isegora (igualdad de palabra), vendranevocadas en esa doble presencia del circulo en la escenografa de Podemos que ahora secuestiona por una incipiente razn de Estado. La aplicacin de cdigo abierto ms utilizadapor el partido de Pablo Iglesias para sus consultas electorales se denomina gora-voting yPlaza Podemos es el nombre de la asamblea virtual.

    Por su parte, Jean Laponte, un estudioso del desarrollo de los arquetipos en lasmitologas primitivas, las religiones y las ideologas, aporta una perspectiva menos idealista.Este autor ha destacado el predominio de tres modelos simblicos a lo largo de la historia(centro-crculo, arriba-abajo e izquierda-derecha) y cmo a partir la revolucin francesa seintroduce una inflexin sustantiva en dicho posicionamiento. Acelerado en el cambio arriba-abajo, que es reemplazado por el de izquierda-derecha, y ms moderado en el de centro-crculo, reseteado por el de centro-periferia. En cierta medida, pues, el instrumentalsimblico que maneja el think tank de Podemos para disputar la centralidad del tablero podrainterpretarse como una regresin hacia claves protocapitalistas. Se inscribe en la rbitaespacial centro-crculo y en la jerrquica de abajo-arriba en el aspecto testimonial-retrico, y en la de arriba-abajo en el orgnico-estructural.

    Concluido el maratn constituyente, la nomenklatura de Podemos se centr en laselecciones autonmicas, como laboratorio para el trofeo de las generales de 2015.Una vezdescartada la participacin en los comicios municipales, al menos en las pequeas localidadesdonde la cuota de poder por ganar es casi nula (no as las capitales ms importantes, comoMadrid o Barcelona, que s entran en sus clculos), Pablo Iglesias y su equipo (junta defundadores o comisarios polticos?) reprodujeron en este apartado el modus operandiutilizado en el partido. En coherencia con el troquel aplicado, las primarias autonmicas ymunicipales para Consejos Ciudadanos y Secretaras se saldaron en trminos generales con lavictoria de la candidatura oficial Claro que Podemos. Pero en esta ocasin con un acusadodescenso de participacin que posiblemente anticipe los primeros sntomas de desgaste por eldesencuentro entre cpula y base. Si los estatutos del partido fueron aprobados por un 54,4por ciento de los inscritos y Pablo Iglesias alcanz la portavoca con un mermado 42,6 porciento, los lderes regionales lo fueron con una media del 34,6, descolgndose hasta el 23,9en el caso de Madrid y el 21,4 en el de Barcelona. Adems, en esta ocasin se denunciaronpresuntas irregularidades en el censo porque en algunas demarcaciones hubo ms votosemitidos que personas figuraban inscritas.

    El gora virtual con el que Podemos ritualiza su proceso constitutivo tampoco estotalmente inocente. A pesar de la apariencia de transparencia al dar voz y voto en lasprimarias a una cohorte extensiva de ciudadanos (los inscritos), tiene sombras en su mochila.Por la naturaleza tecnolgica del escrutinio, monopolizado por la herramienta virtual, que ens misma supone una brecha, y la inherente privacidad del acto, existen dudas razonablessobre su ejemplaridad democrtica. Debido a la innata viralidad de las votaciones en tiemporeal y al hecho de que las mismas se realizan influenciadas por el vedetismo meditico del

  • portavoz de Podemos, el efecto imitacin (Gabriel Tarde) acta como factor lobby a favor deuna cpula autorreferencial. Con ello la participacin activa, la libre eleccin entre mayorasy minoras, corre el riesgo de quedar en mero simulacro, en la saga del mundo delvideojuego. El trmino mediatrix fue acuado por Taylor y Saarinen (Imagologies: MediaPhilosophy) como un lugar-evento ciberntico en el que el anonimato, el aislamiento y laasincrona pautan la poltica pblica.

    Pero si a eso aadimos la concentracin de poder, ese centralismo democrticoorganizativo de que se ha dotado el partido de Pablo Iglesias, el vnculo asambleario de sulegitimidad de origen queda an ms en precario. Existe el riesgo, insinuado ya en eseabstencionismo sobrevenido, de que el activismo de los crculos quede en un coartadarefrendataria de las posturas de la jerarqua. En un especie de buzn de voz. De la mismamanera que las cartas al director no condicionan la lnea editorial de un peridico, por muyabundantes que sean, el sufragio no presencial favorece una suerte de militancia clandestina,con un compromiso dbil y distanciado, que no se compensa con el mecanismo de laAsamblea Ciudadana como baluarte soberano del partido. Padece, pues, el riesgo de incubarsignificantes vacos.

    Sin anticuerpos rectificadores en su estructura, ni defensas naturales para salirordenadamente de la burbuja en que tan cmoda como apresuradamente se han instalado,buena parte de sus seguidores ms lcidos estn siendo vctimas de su propio espejismo,contagiados por el fuego amigo. Unos porque no se atreven a dar la voz de alarma para nohacer el juego a la derecha, y otros porque les resulta doloroso desdecirse criticando elproceso en marcha, por sentirse rehenes de inquebrantables adhesiones recientes. Todoconspira para convertir a Podemos en el ogro filantrpico que devore a sus hijos ms capaces.Es el trgala que va de vivir para la poltica o vivir de la poltica por imperativo legal.

    En el apartado de antecedentes intelectuales, Podemos tambin podra considerarsetributario de los trabajos del economista Albert O. Hirschman, y ms concretamente de suobra Salida, voz y lealtad, trpode utilizado para enmarcar el tipo de respuesta que puedeestablecerse entre clientes y empresas, y que el autor hace extensivo al plano poltico desde laconsideracin del partido como proveedor de servicios a sus miembros. Entre las dosopciones, salida (dejar de consumir el producto/abandonar el organismo) o voz (reclamarcomo consumidor/protestar como ciudadano), Podemos estara configurndose como unacorporacin que empatiza la lealtad con el fin de ralentizar la salida y sofocar la voz,fidelizando a sus integrantes con el carisma de sus dirigentes. Segn esto, el partido de PabloIglesias habra (re)inventado la ley de Say de la poltica realmente existente sobre la base dela percepcin de que en ocasiones excepcionales es la oferta la que crea la demanda, comoocurre en cualquier mercado cerrado, autrquico.

    En un libro colectivo sobre la sociedad de la informacin y su impacto en lo poltico,que lleva el significativo ttulo de Democracia digital. Lmites y oportunidades, se abordaesta problemtica. Su tesis, reflejada en el prlogo escrito por el catedrtico Ramn Cotarelo,asiduo al programa La Tuerka que dirige Pablo Iglesias, es que este tipo de activismotiende a generar una comunicacin irreflexiva y potencia su utilizacin como maquinariade legitimacin plebiscitaria. Afirmacin que recuerda la asimetra operativa que puedefomentar el uso sectario de las nuevas tecnologas aplicadas al campo electoral. Porque a ladistancia temporal implcita en la representacin poltica mediante la utilizacin de la urnafsica, la urna ciberntica aade la distancia espacial de la militancia-nube, aumentando elya importante dficit de participacin democrtica con la golosina de la instantaneidad.

    Por no hablar de los arcanos del viejo debate entre el sistema de voto abierto (oral y/oa mano alzada) y el de voto en secreto, inscrito en el bucle pblico-privado, campo deintimidad por el que apuesta la democracia electrnica, disipando el compromiso de laexperiencia propia como zoon politikon por mor de la eficacia. Montesquieu y, sobre todo,

  • John Stuart Mill defendieron siempre el valor cvico de la publicidad del voto. El tpicoespectculo de asamblea de empresa, donde la mayora de los trabajadores votareligiosamente sin haber abierto la boca durante la deliberacin, tiene su pedigr. Es untrasunto de aquel hijo no te signifiques, que candorosamente nos recomendaban nuestrasmadres durante la dictadura.

    Objetivamente, el gran logro de Podemos radica en un acto confiscatorio, extractivo,avalado como autoridad moral por el tirn de las audiencias televisivas: saca el voto pblicode la movilizacin de las calles para recepcionarlo como voto particular bajo su marca. Eseespritu ganador de que blasona, su bulimia de xito cueste lo que cueste, encubre unaexuberancia irracional que puede pincharse en el hipottico caso de que los medios que lopromocionaron se divorcien de su mensaje. En el mercado poltico de futuros donde cotiza,un brusco repliegue podra ensombrecer su radiante provenir. Los canales que visibilizaroncon tanta profusin a su lder son a la vez mentores y especuladores del fenmeno Podemos.Es lo que parece indicar una reciente encuesta donde se constata el bajn de popularidad deIglesias (suspende en aceptacin) coincidiendo con un ligero apagn meditico y lachocante circunstancia de que sus potenciales votantes se reconozcan situados ms a laderecha que el propio partido.

    Luis Alegre, un profesor de filosofa poltica que pasa por ser el guionista del frackingepistemolgico de Podemos, ha dejado claro con una sinceridad en Lavar y peinar,publicado en 30 de octubre de 2014 en Infolibre- que es de agradecer el tipo de pragmatismotecnocrtico que impulsa al partido anfibio. Podemos no es una reunin de amas de casa,parados de larga duracin y jvenes idealistas. No es un movimiento espontneo en torno auna causa compartida, como pueden ser los desahuciados, el personal de la salud pblica olos taxistas. Podemos es un producto de laboratorio, diseado por especialistas en framing, ennarratologa (storytelling, diran en la escuela de negocios de al lado), en persuasin, encomunicacin poltica. Nada de frikis y mucho de proyecto elitista, el vanguardista gobiernode los mejores que dice Pablo Iglesias.

    Este laboratorio tiene como alquimista de cabecera a Ernesto Laclau y su teora sobrelos significantes vacos como palanca para construir la hegemona social, manejando lasestructuras lingsticas de Ferdinand de Saussure al distinguir entre significante (la imagenacstica) y significado (el concepto). El investigador argentino y profesor de la Universidadde Essex, recientemente fallecido, lo argumenta en el texto Por qu los significantes vacosson importantes para la poltica. En dicho artculo, tras aclarar que un significante vaco, enel sentido estricto del trmino, es un significante sin significado y que hegemonizarsignifica exactamente llenar ese vaco, afirma: La operacin hegemnica sera lapresentacin de la particularidad de un grupo como la encarnacin del significante vaco quehace referencia al orden comunitario entendido como ausencia, como objetivo no realizado.Trminos como casta y otros dicterios parecidos son algunos de los contenidos, endiagonal, de la liturgia de Podemos, para incardinar las demandas sociales insatisfechas queen el concreto caso espaol identifican a los significantes vacos.

    La pregunta que no debemos sortear para concluir nuestro relato es si Podemos espopulista o no. Y la nica repuesta factible es afirmativa. Podemos es un ejemploespectacular de populismo del siglo XXI, si por populismo entendemos una entidad polticaque se define por tener un dirigente celebrity, practicar la transversalidad social,monitorizarse en un centralismo democrtico, afirmarse como partido-movimiento, impulsarun sindicalismo franquiciado interclasista, reivindicar el patriotismo como rango ciudadanistay reproducir un imaginario revolucionario como capital simblico. Una especie deeuroperonismo, como sugera Joan Martnez Alier en un lcido texto. Consta en lashemerotecas una ancdota sobre Alfonso Guerra, un sucedido de la poltica comparada, quepuede servir como cierre paradjico para este intento de deconstruccin sobre el fenmeno

  • Podemos. El recientemente jubilado nmero dos del PSOE, en un mtin durante la campaade 1989, se present ante la gente honrada de una barriada obrera de Madrid comorepresentante de los descamisados.

    La imbatible galopada poltica de Podemos, a caballo del centralismo democrtico, eljuego de tronos y el populismo simblico, adquiere un esclarecedor colofn en lacomparacin de la lengua con el juego de ajedrez de Saussure citada por la EnciclopediaInternacional de Ciencias Sociales. Si se reemplaza el caballo por un objeto fsicamentediferente el juego no cambia en nada, siempre que ese objeto sea distinto de las restantespiezas; pero si se modifican las reglas para mover el caballo, se altera la naturaleza misma deljuego de ajedrez.

  • Intelectual, poltico y acadmico. La elite de Podemos

    Mario Domnguez Snchez

    Lo que menos podamos figurarnos era que Podemos, aparte de ser totalitario al considerar prescindibles todos los dems partidos, estambin casta. Esos profesores sin relieve cientfico que lo lideran, dispuestos a hacer tabla rasa en la escena poltica nacional y ocuparlaellos, han vivido tan ricamente del Estado o Estados, pues han ordeado a varios con sueldos, informes, conferencias, consultoras y otrasprcticas ms o menos legales, y no pueden presumir de puros entre corruptos. Y si actan as antes de llegar al poder, es fcil imaginar quharn de llegar a l. Jos Mara Carrascal, ABC, 3 de febrero de 2015

    Que un reaccionario sin escrpulos como el pintoresco Carrascal liquide en gran medida a launiversidad al tildar a los lderes de Podemos de profesores sin relieve cientfico obliga acaminar sobre el filo de una navaja cuando se escribe sobre las pretensiones polticas eintelectuales de los referidos, so pena de ser despachado uno mismo en el saco de la perfidiameditica ultra. Y, no obstante, es preciso cuestionar la urgencia particular de estos lderesintelectuales a la vez que polticos, siempre incitados por toda su tradicin ideolgica apensarse como portadores y portavoces de lo universal, como una suerte de funcionarios dela humanidad. Da adems la sensacin de que, al tener el ttulo acadmico, no se necesitanms pruebas de los conocimientos y capacidades de una persona para aspirar a imponer suvisin moral; basta la fuerza de sus ideas. Por otra parte, su particular situacin dentro de laclase poltica, no slo por nueva sino por el aroma a ilegtimo que exaspera a ciertos medios,se debe al juego de ambivalencias que provoca.

    Para empezar, cabe aceptar, con Pierre Bourdieu, que el intelectual no se conecta demodo directo a la sociedad, ni siquiera a su clase social de origen, sino a travs de laestructura de un campo intelectual que funciona como mediador entre el autor y la sociedad.Dicho campo, por otra parte, no es un espacio neutro de relaciones interindividuales sino queest estructurado como un sistema de relaciones en competencia y conflicto entre grupos ysituaciones en posiciones diversas, como un sistema de posiciones sociales a las que estnasociadas posiciones intelectuales. Pues bien, la ambivalencia resultante se debe a que, si bienla smosis del capital cultural hacia la poltica ha sido considerada siempre legtima mientrasproceda de la elite del campo intelectual, ahora en cambio los dirigentes de este partidoreclaman con orgullo e insistencia su condicin de intelectuales pero su situacin secorresponde con la de los dominantes-dominados del campo acadmico. Esto ltimo se debea que las posiciones que ocupan en el mbito acadmico son bajas, aunque no sea ms quedebido a su juventud, y a que su prestigio consideracin simblica dentro del campo- secorresponde a dichas posiciones1. De ah lo ilegtimo: reclamar en el mbito poltico unprestigio por su procedencia del campo acadmico, cuando carecen de tal prestigio en esteltimo. De ah tambin la impostura: demandar en el mbito universitario un reconocimientopor sus logros polticos e, incluso ms an, otorgar una cierta inmunidad a sus ideas porqueestn sostenidas por la militancia de la que carecen otros miembros del cuerpo acadmico. Yde ah asimismo su ascendiente meditico, a partir de la pretensin de un aristocratismo de lainteligencia y una representacin carismtica de la produccin y de la recepcin de las obrasy las conductas simblicas que slo gente ubicada a ambos lados de la divisoria entre elcampo poltico y el acadmico puede reclamar. Este juego a varias bandas ha resultado eficaztanto en 1) su propia consideracin como intelectuales en la poltica, debido en gran medida a

    1 Sera arduo explicar aqu que este prestigio no se corresponde a la contabilidad de libros que los media destacan como un capital intelectual contante y sonante, o a la utilizacin de trminos o citas de autores que tantas veces esgrimen los miembros de la cpula de Podemos. Una forma de capital especial es el capital simblico o prestigio, y comprende bienes simblicos como la credulidad que ttulos escolares y acadmicos aporten a su propietario, o la pertenencia a un grupo social que da fama a un individuo, tal como honor, buena reputacin, respeto y reconocimiento por los otros (Bourdieu). Para la adquisicin de estos bienes basados en modelos de percepcin y criterios comunes se necesitan las otras formas de capital: capital simblico, que es la credulidad y autoridad que se atribuye a un actor gracias a su capital econmico, cultural y social, y gracias a las oportunidades resultantes de imponer sus puntos de vista y sus valores como exclusivamente vlidos, es decir, gracias a su poder social.

  • la transformacin del papel del intelectual-acadmico, y 2) en su presencia en los medios decomunicacin, as como, 3) en su relacin con el pblico aqu considerado como futurocuerpo electoral y, en ltima instancia, 4) en su veleidad poltica.

    La academia, los intelectuales y sus transformaciones

    Estamos, pues, ante un modelo de participacin pblica para los intelectuales que ya no secorresponde con las definiciones clsicas, ahora desplazadas por otras mucho ms flexibles ydiversas, con actores sociales procedentes del mundo universitario que aspiran a ejercer lasfunciones que por lo comn se haban asignado a la inteligencia. Ello se debe a variosprocesos que afectan con gran intensidad al mundo del pensamiento: la expansin de lasinstituciones universitarias, las transformaciones en la universidad as como en la esferapblica (ms bien publicada) impulsadas por el desarrollo tecnolgico, la aparicin de nuevosmedios de comunicacin y, en fin, la disolucin progresiva de las distinciones entre altacultura y cultura popular.

    Qu ha pasado en la universidad que permita explicar esta mutacin anmala? Elproceso de comercializacin de la produccin acadmica que comenz en la dcada de 1980se ha intensificado progresivamente hasta la actualidad, momento en que se observa unacompetencia entre las diferentes disciplinas. Frente a la expansin de las cienciasexperimentales y de las nuevas tecnologas, la situacin de las humanidades y de algunasramas de las ciencias sociales (como la politologa, la sociologa, la antropologa, etc.) esmuy diferente, y la dificultad objetiva para situarlas en nichos de mercado especficos las hallevado a una situacin de crisis crnica. Su valor econmico no puede competir con losdescubrimientos de las ciencias experimentales o con los de departamentos ms cercanos alos grandes poderes sociales, como los relativos al derecho o a la economa.

    Estos intelectuales politizados son herederos del radicalismo poltico y lasmovilizaciones sociales de las dcadas de 1960-1970, as como de ciertas corrientesvanguardistas. Todas estas movilizaciones y corrientes fueron en gran medida asimiladas yfiltradas por algunos departamentos acadmicos, impregnaron las metodologas cientficas dediversas reas de las ciencias sociales y han llevado a sus ltimos representantes, los msjvenes, a la destruccin de prejuicios y creencias. En algunos casos se convierten enespecialistas de la manipulacin de conceptos tericos, en gestores del escndalo y laprovocacin, en autnticos relaciones pblicas de la disidencia siguiendo el legado de lasociologa crtica de Wright Mills, quien aseguraba que la responsabilidad de los intelectualesera decir la verdad y exponer las mentiras del gobierno. La aparicin de estasautodenominadas estrellas del campus, intelectuales alternativos de nuevo cuo, es ante todoun proceso social que depende de las estructuras acadmicas y de la participacin dediferentes actores que otorgarn la legitimidad necesaria al aspirante. Las cualidadesindividuales constituyen un requisito necesario pero en ningn caso suficiente, porque esimprescindible cumplir con las imposiciones del mundo universitario. Una vez seguidas lasreglas impuestas por la comunidad, y tras haber accedido al grupo de los elegidos, serposible jugar de acuerdo con las propias reglas, y no con las impuestas2.

    Con estos antecedentes, parece obvio que la reconversin del intelectual tradicionaltiende a situarse en el campo de las humanidades y las ciencias sociales. Muchos de losmiembros de la direccin de Podemos son filsofos, crticos literarios, analistas culturales,antroplogos, socilogos y politlogos, que evitan asociarse con especialidades concretas,

    2 Tal es la posicin privilegiada de los herejes consagrados, capaces de obligar al alumnado a realizar una rplica, en clase, de alguna escena del film El club de los poetas muertos, e incluso de grabarla y subirla en YouTube. Se trata de una frmula perversa que coloca directamente al profesor como el ms progresista y obliga a caracterizar como rancia y atrasada la rebelin simblica del alumnado.

  • tratan de trascenderlas y procuran acceder as a pblicos ms amplios. Su reconocimientodepende, entre otros factores, de su desdiferenciacin en un contexto de especializacinintensiva. Un grupo as muestra en gran medida cmo es cada vez ms importantecomplementar la inversin de capital econmico con la posesin de capital cultural, es decir,con la interiorizacin de recursos simblicos y formas de reconocimiento que permitandistinguirse y singularizarse de los dems. Aportan los productos de lujo demandados porlas nuevas clases medias-altas (medias en capital econmico, altas en capital culturaladquirido) que sienten cierta ansiedad ante sus perspectivas de futuro; son creacionessofisticadas y esotricas que se alejan de los parmetros generales de la sociedad delconsumo, pero que sirven, por su rareza y su inaccesibilidad, para realzar las estrategiassociales de distincin, tanto en el mbito acadmico, en el que pretenden hacerse un huecomediante la provocacin y la apelacin constante al capital poltico acumulado (que ademslos hace inabordables, puesto que protagonizan una autntica revolucin conservadora)3,como en el de las clases cultas que reproducen sus frases ms provocadoras en actos sociales,convirtindolas en instrumentos para acceder a los grupos de estatus ms exclusivo. Junto aestas apelaciones elitistas a Gramsci (convertido en un terico de la hegemona sindeterminacin de clase), Laclau, Lacan u otros, Podemos es, no obstante, un partido quepretende ganar elecciones; de ah que junto a lo anterior tambin subsista la creacin de unanarrativa identitaria al alcance de todos. Un ejemplo de ello estriba en la adopcin deltrmino casta, que vendra a ser el significante que divide el campo de la poltica y permiteque emerja el pueblo, a travs de un lder que lo encarne. Pero esa operacin consistente enponerle nombre a un enemigo -la casta, la oligarqua- y en llamar a la unidadmulticlasista contra ese fantasma suena a mera estrofa electoral. En ltima instancia, ms allde su radicalismo terico y retrico, lo importante es que el pensamiento de estosintelectuales se adapta muy bien a las condiciones de la nueva sociedad de la comunicacin.

    El intelectual en los media

    Mediante este nuevo criterio del intelectual pblico se pretende acabar con la ecuacin queiguala profesionalizacin acadmica con inoperancia poltica, a travs de unaexperimentacin de las caractersticas del espacio pblico y del afianzamiento de puentes decomunicacin con el mismo. En la esfera pblica contempornea, el intelectual no se dirige aotros intelectuales, y tampoco es probable que tenga contactos muy intensos con otras elitessociales. El espacio al que se dirige est formado por redes mltiples y entrelazadas demedios con diferentes soportes y caractersticas: la prensa de referencia, la sensacionalista,las revistas tradicionales y digitales, los numerosos canales de televisin y de radio, Internet.

    Para algunos autores, este intelectual meditico que acepta sumergirse en la lgica delos medios y se instala en un universo definido por la inmediatez, la superficialidad y elespectculo, supone una traicin. Traicin en la que las pasiones polticas se transformanen pasiones mediticas que impulsan la bsqueda de la celebridad en detrimento de lacalidad y la excelencia que caracterizaban a la inteligencia clsica. La transicin de losintelectuales desde las revistas hacia la prensa diaria y sobre todo la televisin acarrea unaintensificacin en la mediatizacin y comercializacin de su actividad. La televisinconsigui hace mucho tiempo posicionarse hegemnicamente en el panorama mediticoporque logr hacerse con el papel de gora global y convertirse en nuestro patrn y principal

    3 La revolucin conservadora es una suerte de restauracin del pasado (en su caso la ilusin de superar el franquismo de forma distinta a como se plantea en la deriva poltica que lleva a la constitucin de 1978) que se presenta como una revolucin o una reforma progresista;

    una regresin, un giro hacia atrs que se da por un progreso, un salto hacia adelante y que llega a hacerse percibir como tal, de manera

    que, por una inversin paradjica, los mismos que combaten la regresin parecen retrgrados.

  • contacto con la realidad e incluso con lo que no vemos. Hay adems un problema aadido:para Bourdieu el problema consiste en que la insercin en el mercado econmico de losmedia conlleva la confusin de los criterios de clasificacin y valoracin de las ideas4. En lasrevistas intelectuales las ideas se valoran por los iguales, ese conjunto de expertoslegitimados para juzgar el valor de un ensayo o una investigacin. Con la comercializacin delos medios, el criterio de valoracin ya no se impone por los expertos sino por el mercado, ylos resultados muestran entonces una confusin perversa entre la lgica de la produccincultural y la periodstica y comercial. La smosis entre la poltica y el campo intelectual yano viene dada a travs de un filtro de calidad de este ltimo sino de su conversin en unproducto meditico.

    De todos modos, esto no constituye una innovacin exclusiva del reclamo intelectualde Podemos. El mundo intelectual es hoy el lugar de una lucha que apunta a producir y aimponer nuevos intelectuales, a proponer, por lo tanto, una nueva definicin del intelectualy de su papel poltico, en adelante comprometidos en los vagos debates de una filosofapoltica sin tecnicidad, de una ciencia social reducida a una politologa de velada electoral y aun comentario sin vigilancia de sondeos comerciales sin mtodo. Platn tena un trminomagnfico para toda esta gente, el de doxsofo: ese tcnico-de-opinin- que-se-cree-sabioproyecta los problemas de la poltica en los trminos en que se los plantean los hombres denegocios, los hombres polticos y los periodistas polticos, es decir, exactamente los quepueden pagarse los sondeos o incluso hacerlos ellos mismos.

    Para los sectores crticos, la transformacin de los medios fomenta la aparicin detipos hbridos que escapan por entero de las definiciones clsicas del intelectual y traicionanel legado defendido por los herederos del compromiso y la militancia. Se produce una erosinde las fronteras entre los campos dedicados a la produccin especializada (guiados porcriterios intelectuales) y los orientados a la produccin de masas (guiados por criteriosempresariales). En la tierra de nadie que surge por la difuminacin de las fronterastradicionales aparecen agentes bastardos que Bourdieu denomina periodistas intelectuales ointelectuales-periodistas. Es aqu donde la televisin se ha integrado cada vez ms en eluniverso intelectual y diversos sectores acadmicos se han insertado sin complejos en eljuego televisivo, con lo cual se han transformado las reglas del debate. Ante la afluencia delas plataformas audiovisuales y telemticas, los intelectuales han desplegado diversasestrategias mediticas en virtud de las cuales han tratado de adaptarse al nuevo panorama.

    La primera estrategia es el retiro al mbito universitario o especializado y la renunciaa todo contacto con los medios de comunicacin, con la conviccin de que la lgica delespectculo que impulsan es incompatible con las pautas ms elementales de la discusinracional. La segunda es la participacin selectiva en determinados debates impulsados por losmedios, utilizando los conocimientos y competencias adquiridos en favor de la difusin deuna determinada causa o idea en el espacio pblico. Esta alternativa ha supuesto un granesfuerzo para traducir el lenguaje esotrico de la especialidad a un lenguaje sencillo ycomprensible para la mayora. La tercera estrategia ha sido la integracin complaciente en losmedios, adaptndose a las formas de notoriedad y celebridad que stos otorgan. De este modoel intelectual se transforma en una estrella del espectculo que tendr que competir con elresto de las celebridades para ganarse la atencin del pblico. Una cuarta estrategia, msconectada con el universo de las redes sociales va internet, ha acarreado una inversin, porparte del grupo de intelectuales, en la configuracin de las mismas redes a su medida,acompasando los tiempos con el aprendizaje y la incorporacin de las audiencias e

    4 Para este autor, la televisin ha contribuido mucho ms que los sobornos a la degradacin de la virtud civil. Ha llamado e incitado al frente de la escena poltica e intelectual a personajes presumidos, atentos -antes que nada- a hacerse ver y a hacerse valer, en

    contradiccin total con los valores de devocin humilde por el inters colectivo que defendan el funcionario o el militante. La misma

    preocupacin egosta de hacerse valer (frecuentemente a costa de rivales) explica que las declaraciones efectistas se hayan vuelto una

    prctica tan comn.

  • invirtiendo el desgaste del proselitismo en una minora activa, al menos en comparacin conlos medios audiovisuales tradicionales.

    El xito de la tercera opcin por la que en un primer momento se decanta el ncleoinicial de Podemos se debe a su capacidad para traspasar la barrera de los especialistas yatraer el inters de un pblico ms amplio, mezclando los contenidos culturales con elespectculo y la polmica. Por eso su relacin con la pequea pantalla no es un hecho casual,sino intencionado y estratgico. Experimentaron en la comunicacin poltica desde elprincipal espacio de socializacin poltica que es la televisin, y todo lo que ensayaron seaplic despus. En efecto, una larga fase de aprendizaje en La Tuerka desemboc para ellder de este partido en la participacin sistemtica en cadenas generales donde sepresentaban posiciones contrapuestas y enfrentadas, logrando programas con tensindramtica en los que no sobraban, sino ms bien todo lo contrario, las contiendas verbales,con lo cual el conflicto poltico se converta en una forma de entretenimiento para las masas 5.A diferencia de otras apuestas que buscaban un proselitismo ms evolucionado a travs de lasredes sociales y un lenguaje esotrico (Partido X, diversos proyectos constituyentes),Podemos acude a los medios tradicionales, sin desestimar los otros, anticipando su efectopoltico y logrando aquilatar una presencia masiva en lo que importa para su paso al realismode la poltica: el mercado electoral. De ah que suscriba un liderazgo sin complejos comoforma de cultivar una imagen pblica ante las cmaras y la necesidad de escenificar estapresentacin de acuerdo a las pautas que impone el medio televisivo. Ello consagra unproceso de espectacularizacin y comercializacin del capital intelectual, ahora transmutadoen poltico, asumiendo al mismo tiempo los costes que esto supona, pero sin perder de vistael importante beneficio que esta postura ha acarreado y que no es otro sino la posiblemetamorfosis de la audiencia en un granero electoral.

    El pblico como cuerpo electoral

    El socilogo Amitai Etzioni, uno de los defensores del intelectual pblico y de su potencialcrtico, alaba la postura de ste una vez que se centra en su funcin generalista y abandona suposicin de especialista, y en consecuencia muestra su inters por inmiscuirse en asuntos queson de inters pblico. El problema estriba entonces en la conexin del intelectual con laciudadana, puesto que es obvio que no puede llegar a la mayora de la gente ya que haymuchos colectivos sociales que carecen de inters por las opiniones de los profesionales de laciencia poltica. Pero tambin es cierto que los intelectuales tienen los medios para llegar acolectivos minoritarios socialmente influyentes (representantes polticos, tcnicos de laadministracin, profesionales liberales, publicistas, especialistas en comunicacin, etc.)6. Deesta forma Etzioni establece una distincin entre el pblico general, que suelecaracterizarse por la apata y el desinters por los asuntos de carcter sociopoltico, y elpblico atento, que suele estar ms pendiente de los argumentos que circulan en la esfera

    5 De ah la posibilidad de que un exitoso personaje televisivo d el salto al campo electoral. Aunque lo electoral y lo meditico en los sistemas parlamentarios capitalistas son campos homlogos y entre ellos tejen la agenda informativa desde un campo de enunciacin

    nico, la comunicacin, normalmente se dividen de forma frrea el trabajo y el salto de un frente a otro tiene mrito. Se trata de un cerco

    poderoso, pues marca el principio de realidad, lo que es creble y esperable o no, para una sociedad y la sume en una pasividad acorde con

    sus objetivos de perpetuacin ideolgica, poltica y econmica, dndole forma de electorado dctil, maleable, con una ilusin de poder

    que desemboca y encalla en la ilusin de alternancia propia del bipartidismo o en su salida mgica a travs de la misma herramienta que

    ha llevado a esa ilusin: el voto. El cinismo de construir una mquina de guerra electoral de una eficacia aplastante o el asalto a los

    cielos reconvertido en vencer en las elecciones (que no en ganar en una lucha, de clases) sigue la misma tnica.

    6 No en lderes sindicales, puesto que Podemos carece por completo de sensibilidad e incluso de inters por este frente, y porque todo lo que suene a lucha de clases supone un tab inabordable; de ah su vocacin de transversalidad, la apelacin al sentido comn y al

    hombre medio que parece conformar un partido de centro radical.

  • pblica. La audiencia potencial de los intelectuales no se encuentra en el pblico general, alque tienen pocas posibilidades de llegar, sino en el atento; dirigindose a este segmento, elintelectual puede mantener su posicin crtica y alcanzar cierta relevancia social. La audaciade Podemos ha sido dirigirse a ambos a travs de una prosodia simultnea de guiosculturalistas y populistas que aqu no podemos desplegar. El objetivo tambin ha sidointrpido: atacar los conjuntos de presuposiciones (prejuicios) que guan las acciones ypensamientos de la mayora y que no son cuestionados de forma consciente. Estos conjuntosde presuposiciones, cuestionados ms por la llamada cultura de la transicin7 y menos porel funcionamiento real del sistema poltico-econmico, son necesarios para tomar muchasdecisiones y se han evaluado para tratar de luchar contra los supuestos tpicos populares quese difunden en el campo de la poltica y se asientan entre el pblico general, pero tambinpara establecer una toma de posicin maximalista que requiere el cuestionamiento de talestpicos para reencarnar su solucin inmediata.

    No obstante, hay otras voces crticas, ante esta figura del intelectual politizado, quesealan cmo la influencia de los medios de comunicacin ha promovido nuevasmodalidades de accin intelectual que tienden a sustituir las obligaciones ascticas delconocimiento por los placeres mundanos que proporcionan el poder, el dinero y el aplauso.Tal es la diatriba que despliega Bourdieu contra el nuevo intelectual meditico, al queconsidera un profesional de la manipulacin simblica sin ningn inters por el mundo delpensamiento: un especulador cultural que utiliza el legado heredado para lograr determinadascuotas de poder social y poltico. Su trabajo no est legitimado por los colegas de profesin,ni tampoco por el mbito acadmico, sino que los medios de comunicacin y sus audienciasse convierten en las instancias ltimas del xito. En tanto que personaje construido pormedios y audiencias, su fiel seguimiento de los gustos y requerimientos de estas basessociales, compitiendo con otras celebridades para captar la atencin del pblico votante,hacen de las ideas de autonoma y transgresin una pura quimera. Se trata de la posturaintelectual que se puede caracterizar burdamente como vanguardista y que es sin duda elprincipio ltimo y a menudo indefinible de sus elecciones, las cuales se integran y seconfirman por referencia a la representacin que tiene de las representaciones y de lasposturas diferentes de la suya y de la representacin social de su propia postura. Existir, eneste sistema de relaciones simblicas que integra el campo intelectual meditico, es serconocido y reconocido en marcas de distincin (una manera, un estilo, una especialidad,etc.), mnimos esguinces diferenciales y de la insignificancia, pero cuya gramtica se antojaesencial en el juego maniqueo de las preferencias que a fin de cuentas van a distinguir, demanera tambin maniquea, entre un nosotros ms o menos indignado y un otroscompuesto por la casta.

    La produccin meditica no se ha generado pensando en la acogida de otrosacadmicos sino en sectores ajenos a estas disquisiciones pero que podran estar interesadosen sumergirse en este tipo de debate, en especial el periodismo ultra, uno de cuyosejemplos veamos al principio. Hay adems un esfuerzo para comunicarse con el pblico atravs de ttulos provocadores, aunque tambin se muestre una incompetencia innegable a lahora de desarrollar lenguajes y estilos adecuados para comunicarse con grupos ms amplios.Se trata, pues, de un espacio que no cuenta con los controles de calidad necesarios, por lo quetiende a difundir ideas superficiales y mediocres. El mbito meditico, que se supona enalgn momento posibilitaba la creacin de una cultura comn, se ha convertido en unterritorio abandonado a la difusin de ideas complacientes y nada originales. Con ello,

    7 Una mquina de percepcin no slo meditica que formula y fija ese relato que hace del consenso en torno a una idea de la democracia (representativa, liberal, moderada y laica) el nico antdoto posible contra el veneno de la polarizacin ideolgica y social de la sociedad

    espaola durante el siglo XX. Ese consenso funda un espacio de convivencia y libertad que se presenta a s mismo como algo frgil y

    constantemente amenazado por la posibilidad del terror.

  • evidentemente, se coloca al pblico en un juego en el cual aparece como espectador de algoque sucede en su presencia pero de tal forma que el pblico en cuestin slo cuente en suforma numrica, como masa. ste es el principio de contabilidad esencial que interesa: lamasa de oyentes y telespectadores bien puede convertirse en la masa de electores a travs deuna repeticin machacona de ciertos giros, de una apelacin emocional a la indignacin y alcansancio. En efecto, el pblico est tambin invitado a entrar en el juego de las imgenesque, indefinidamente reflejadas, terminan por existir como reales en un universo en que nohay otra cosa real que los reflejos. La posicin vanguardista (que no es necesariamentereductible a un esnobismo) debe forjar, acoger y llevar a cuestas las teoras capaces defundamentar como razn una adhesin que nada debe a sus razones.

    La apuesta poltica

    La lgica de la poltica institucional, ms que instituyente, la de la denuncia y la difamacin,la de la esloganizacin y la falsificacin del pensamiento del adversario, es la que seextiende frecuentemente en la vida intelectual. La objetivacin de lo social se produce porfuerzas que se institucionalizan para tener la exclusividad en el mercado de la realidad.Este intelectual acadmico de Podemos, convertido en alternativo al orden existente,constituye la proyeccin de las contradicciones histricas y de clase de la intelectualidadcomo nueva clase en ascenso hacia el poder. Comparte adems el acto fallido que consisteen meditar sobre el futuro de la sociedad, o incluso del planeta, proyectando suscontradicciones y sus proyectos de tericos de la nueva clase. Este acto fallido hay queentenderlo como un desplazamiento de la accin, del pensamiento: el intelectual cree hablarde problemas en general, desde el punto de vista de su conciencia no implicada, cuando enrealidad predica para su parroquia. Mejor an: provee sin saberlo la solucin de la adivinanzaque est en la pgina siguiente y que no puede ser otra cosa que unas nuevas elecciones.El partido de nuevo tipo es muy similar al antiguo del cual proceden (IU, IzquierdaAnticapitalista, colectivos libertarios) en cuanto a su composicin de clase. Dado que se tratade un trabajador intelectual colectivo, hay que reunir a los individuos dotados de unexcedente de conciencia a modo de ciudadanismo8, de esos suplementos de espritu queconfieren la trascendencia (distancia crtica), la teleologa (elaboracin de finalidades todavano lo suficientemente planificadas por los que deciden) y hasta la escatologa (monopolio delos fines ltimos del sentido de la historia y de sus hitos, de los cuales ellos mismosconstituyen uno autoelegido), y otras tantas categoras ms o menos derivadas de lasociologa del conocimiento de Karl Mannheim, todo ello con una especial predileccin porlas generaciones (somos la generacin del cambio ante la generacin de la transicin),que amortigua el efecto de los intereses liberadores por cuanto no les concede su autonomasino su subordinacin al liderazgo de esa presunta generacin.

    Este intelectual alternativo, revolucionario y reformista a la vez, se sita en la brechade un criterio mgico: la posicin de clase. Ese criterio, que es puramente imaginario, sirvepara rechazar el anlisis de la implicacin. Nadie se coloca de repente en la posicin de clasede los de abajo salvo que crea, en el sentido fuerte del trmino, que esa operacin es taneficaz como el acto de fe del creyente. La posicin de clase es un catecismo y ah est todo elhorror del concepto y de su contenido, esto es, que excluye toda posibilidad de adhesinafectiva a la poltica de clase (proletaria), lo cual explica la facilidad con la cual tantos ex

    8 Una ideologa ciudadanista que reclama una intervencin estatal para sostener la red de garantas que el mismo Estado, ahora cuestionado, haba implantado, implica adoptar una constante posicin posibilista que bendice el menor de los males, y hace de sus

    propulsores un partido de Estado. Sin embargo, todo lo que supuso esa red fue cuestionado por los posicionamientos de la lucha de clases

    porque todo criterio legal y garantista establece tambin un techo que limita las aspiraciones antagnicas de la clase obrera (o al menos de

    parte de ella) y que reintrodujo en la senda desarmada del pactismo y el reformismo todo proceso de quiebra social.

  • revolucionarios del izquierdismo e incluso del anarquismo se reencuentran en la posicin declamorosos voceros del reformismo o de la reaccin. Da la sensacin de que un intelectualas, procedente del extremismo, en un momento dado empieza a rasgarse, no aguanta ms,tiene que sentirse responsable, necesita estar del lado del poder establecido. En esta ocasinno ha esperado un cambio de personal poltico que le suministre la coartada del reencuentrocon el reformismo de izquierda, subiendo peldaos en partidos como IU9, sino que, derepente, se revela un convencido partidario de la esperanza planificada por las necesidades ylas crisis del capital. Despus de haber asumido sus deseos como realidad, asume la realidadcomo su deseo, lo cual permite insertarse en carreras de intelectual orgnico del Estado.Dispone adems de un beneficio secundario ligado a dicha estrategia, pues puede arreglar suscuentas desde lo alto de su tribunal realista y fijar por s mismo el terreno y los lmites de lacrtica todava permitida.

    Cabe aadir adems que este tipo de intelectual alternativo ha logrado pasar porespectculo meditico su desobediencia a los partidos, resumida en el repudio albipartidismo. Incluso para aquellos que estn volcados ms intensamente en la problemticade las nuevas tecnologas, la desobediencia puede ir acompaada de alergia a todaproblemtica ideolgica. Esta autntica anorexia ideolgica de los alternativos es proclive aescuchar toda novedad positiva y a su vez esconde otra ideologa: la del evolucionismogarantizado por la experimentacin social. Su peculiar concepcin de la utopa, rechazada porel mero reformista en nombre de la ciencia o del realismo, se ve legitimada en el alternativopor esta misma ciencia y su concepcin realista, o mejor an, por cierta visin de la ciencia ydel realismo. En el intelectual-poltico de Podemos, la utopa asume la forma de un proyectode transformaciones interiores y estructurales, del nuevo partido como instrumentoirremplazable de la tecnologa revolucionaria, de la toma legalista del poder institucional y desu ejercicio racional del poder. Por eso, aunque se reclamen herederos del 15-M lo nico quedemuestran al respecto es que la velocidad de institucionalizacin del movimiento social porparte de lo instituido es la variable de mxima importancia en la era de los medios decomunicacin de masas. La conversin a lo numrico, la segunda: el voto que se reclama noes una expresin autnoma. Subrayado en su vertiente cuantitativa, deviene cada vez ms unaalienacin numrica de lo poltico que en realidad nos habla del fin de la poltica y de susustitucin por la materia bsica de articulacin humana en este universo de lo posible, estoes, la economa. De ah el isomorfismo de lo numrico, al igual que se produce con el valor(capital, tiempo) con el aspecto individual de la votacin. Y de ah la paradoja consiguiente:votar ms para superar la democracia corrupta, votar hasta la saciedad sin ningn vnculoadicional, ni legal ni econmico (palabras de otro lder) para restituir la soberana, como siel gesto electoral compulsivo superara todas las contradicciones y la democracia fuera unafuncin inversa de la explotacin.

    9 Podemos es producto de mi fracaso en IU, dej sentenciado uno de sus lderes. Hay que subrayar la presencia del posesivo.

  • Asalto a las instituciones? Algunos apuntes sobre la relacin entre Podemos y elmovimiento del 15 de mayo

    Arturo de Nieves

    Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellascircunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradicin de todas las generacionesmuertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando stos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y atransformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas pocas de crisis revolucionarias es precisamente cuando conjuran temerosos en suauxilio los espritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable yeste lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal. Karl Marx, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte (1852)

    Reforma o ruptura? Un cambio razonable. () Nuestro programa es un programa que hubiera firmado cualquier socialdemcrata. ()Quien piense que por ganar unas elecciones se puede cambiar el capitalismo es un ingenuo. () El problema no es que nosotros estemosdiciendo algo nuevo, que decimos algo que antes pensaba mucha gente; es que los que deban estar al lado de la gente y hacer honor alnombre de socialistas dejaron de serlo y acabaron trabajando para multimillonarios (). Pablo Iglesias, en La Sexta Noche (2014)

    La historia se repite, Hegel dixit y Marx addidit: lo que primero ocurre como tragediaacostumbra a reaparecer so forma de farsa. Claro que el viejo Karl escriba aquello pensandoen las septentrionales latitudes del invierno parisino que acongojaban a un apabulladoNapolen III, de tal modo que cabe preguntarse qu no habra escrito si su inteligenciaestuviese ocupada, en cambio, por las vicisitudes polticas propias del corral nublado que tansabiamente retratara un genio ceceante llamado Valle-Incln. Diremos que no resulta difcilimaginar que si el azar histrico hubiese querido dotarnos de un Marx gallego, ste sin dudahubiese preferido decir lo que tena que decir haciendo uso de la irnica literatura delesperpento y no de la sistemtica escritura que da forma a Das Kapital. As pues, al iniciar latarea que da sentido a este texto, es difcil apartar de la memoria la ingente literatura ocupadaen explicar el devenir de aquel otro mayo francs, no del 11 del siglo XXI sino del 68 delsiglo precedente. Resistiremos, sin embargo, a la tentacin de echar mano de la stira pararelatar los aconteceres de este mayo ms prximo en el tiempo y en el espacio, los cuales, dealguna manera, se relacionan con la creacin de un nuevo partido poltico llamado Podemos,intentando ceirnos, en cambio, a la lgica menos irnica y ms sistemtica de la que hacagala el sabio alemn.

    Cuando la primavera acaba en invierno: la relacin entre el mayo del 68 y el mayo del 11

    Se ha dicho -lo ha dicho el trotskista britnico Alex Callinicos en su brillante Contra elposmodernismo- que el potencial revolucionario contenido en el mayo francs fue, digamos,cooptado por aquello que, por simplificar, llamaremos el Capital, convirtiendo as en unburln sarcasmo aquel deseo de los decadentistas decimonnicos pater le bourgeois,reconvertido por los estudiantes parisinos del 68, modestia aparte, en el sonado escandalizaral burgus es mucho ms fcil que acabar con l. Es sabido que muchos de estosrevolucionarios estudiantes acabaron por convertirse en acaudalados ejecutivos deimportantes empresas transnacionales y, humanum est, parece que esta nueva condicin declase no casaba bien con los diagnsticos esgrimidos con vehemencia durante aquel mayo del68 sobre la lgica de las cosas, al producir, es de suponer, no leves disonancias y una ciertamala conciencia. De modo tal que el terreno estaba entonces abonado para que florecieraaquel mensaje, tan poco esperanzador, del poco se puede hacer y para lo que hay que hacercasi mejor es no hacer nada, que Lyotard y compaa traan bajo el brazo, reintroduciendo elsonado mostacho nietzscheano en el debate poltico occidental, despus de lo que haban sidoalgunos aos menos nihilistas y ms proactivos, por decirlo suavemente.

    Las comparaciones entre el mayo francs y el espaol son, por lo dems, sugerentes.Callinicos, a quien nos hemos referido ya, escriba, ao 1989, lo siguiente sobre los

  • acontecimientos del 68: Los sucesos de mayo-junio en Francia, despus de todo no slofueron barricadas de estudiantes en el barrio Latino y la ocupacin de la Sorbona, sino lahuelga general ms grande en la historia de Europa () una crisis que produjo un aumentogeneralizado de la lucha de clases en todo el capitalismo occidental, que sigui adelante y enun principio fue exacerbada por el comienzo de la recesin mundial despus de la crisis delpetrleo en 1973. As pues, tras el mayo francs presenciamos algunas de las luchas socialesms importantes de la Europa de posguerra, como las huelgas de mineros en Inglaterra decomienzos de la dcada de 1970, que acabaron con el gobierno conservador de EdwardHeath, la revoluo dos cravos en el Portugal de 1974, que puso fin a la dictadura que elEstado novo impusiera en 1933, o los graves conflictos industriales que acompaaron al findel franquismo en Espaa. El registro de luchas sociales fuera de Europa fue tambin notorio,incluyendo las importantes revueltas por los derechos de los negros retomadas con fuerza trasel asesinato de Martin Luther King en 1968 y la oposicin a la guerra de Vietnam en EE.UU.,la huelga general de Quebec en 1972, las revueltas de trabajadores y estudiantes enAustralia Qu fue, pues, lo que explica que todo este proceso, con potencialrevolucionario, se viese finalmente truncado? Tomaremos de nuevo prestada laargumentacin de Callinicos por considerarla particularmente esclarecedora para mejorarnuestra comprensin de la situacin actual en la Espaa despus del 15-M. Dice as: Elfracaso de estas luchas en hacer incursiones duraderas en el poder del capital fue contingente,reflejando no slo la lgica inmanente al sistema sino tambin la dominacin del movimientode la clase trabajadora occidental por organizaciones e ideologas que, ya saliesen de lasocialdemocracia, ya de tradicin estalinista, estaban comprometidas en alcanzar reformasparciales dentro del marco de la colaboracin de clase. Ejemplos flagrantes de dichocolaboracionismo fueron los llamados pactos de la Moncloa, de 1977, en Espaa o el papeldesempeado por el Partido Comunista Francs para poner fin a la huelga general de 1968.Lo que vino despus de todo aquello es de sobra conocido y pasa por la depresin de lamilitancia que haba decidido quedarse a la izquierda de tanto colaboracionismo, lo queprovoc una creciente fragmentacin y desmovilizacin poltica permitiendo, as, lareestructuracin del capital tras la grave crisis que ste haba experimentado en el decenio de1970, originada por el hecho de que los pases productores integrados en la OPEP decidieronincrementar el precio del crudo en ms de un 400 por ciento, como protesta por el apoyodispensado a Israel por EE.UU. durante la guerra del Yom Kippur en 1973.

    Creemos, pues, que la comparacin entre ambas crisis y ambas olas de movimientossociales est suficientemente justificada; en consecuencia, conocer las derivas y losresultados de lo ocurrido en 1968 puede mejorar nuestra comprensin sobre lo que estsucediendo actualmente, tras las importantes protestas de 2011. As pues, empleando unanlisis fundamentado en las herramientas suministradas por la escuela marxista, podramosdecir que las protestas iniciadas en Espaa en mayo de 2011 tenan dos salidas claras. Laprimera de ellas consistira en una transformacin de la energa inicial generada por elmovimiento del 15-M en una creciente autoorganizacin de sus protagonistas que, en aras dela satisfaccin de sus objetivos, acabaran por dar forma a una poltica de alianzas de claseentre estudiantes el grueso inicial del movimiento y la clase trabajadora propiamente dicha.No se puede negar la activacin de dicha dinmica, resultando paradigmtico el apoyo activobrindado por el 15-M a la llamada marcha negra, protagonizada por los mineros en julio de2012. Por supuesto, dichas alianzas no tendran por qu limitarse a una impoluta clase obreracompuesta por obreros industriales, la cual se encuentra en notable decadencia dentro de unaestructura econmica como la espaola, alejada del modelo industrial. Pero no es necesariorecurrir a los llamados tericos de la sociedad postindustrial para negar lo que a veces se hapresentado como obcecacin marxista con la clase trabajadora, pues basta con traer acolacin algunas lneas de la Crtica al programa de Gotha que Marx dej escritas en el ao

  • 1875: Por otra parte, el proletariado es revolucionario frente a la burguesa, porque habiendosurgido sobre la base de la gran industria, aspira a despojar a la produccin de su carctercapitalista, que la burguesa quiere perpetuar. Pero el Manifiesto aade que las capas medias() se vuelven revolucionarias cuando tienen ante s la perspectiva de su trnsito inminenteal proletariado. Por tanto, desde este punto de vista, es tambin absurdo decir que frente a laclase obrera no forman ms que una masa reaccionaria, juntamente con la burguesa eincluso con los seores feudales. Y concluye irnicamente: Es que en las ltimaselecciones se ha gritado a los artesanos, a los pequeos industriales, etc., y a los campesinos:frente a nosotros, no formis, juntamente con los burgueses y los seores feudales, ms queuna masa reaccionaria? (cursivas en el original).

    Esta poltica de alianzas de clase postulada por el anlisis marxista como evolucinnatural del estallido social producido en Espaa en 2011 acarreara un impacto creciente delas acciones desarrolladas por el 15-M, materializando as su potencial revolucionario queacabara por producir, en ltima instancia, una alteracin en la base del sistema econmico.Pero es que ni siquiera es necesario compartir la perspectiva del anlisis marxista, strictosensu, para argumentar que una de las salidas esperables del 15-M pasaba por una crecienteautoorganizacin fundamentada en un aumento de su base social. De hecho, incluso desde elprisma de lo que se ha dado en llamar post-left (mantenemos el anglicismo como crticaimplcita a dicha corriente), la evolucin del anarquismo ms influenciada por la filosofapostestructuralista, una posible evolucin del 15-M habra sido aquella que pasase por elestablecimiento, si bien temporal, de lo que Hakim Bey dio en llamar TAZ (acrnimo inglspara zonas temporalmente autnomas), que no seran sino comunidades situadasrazonablemente al margen del omnmodo poder foucaultiano y compuestas por un conjuntode individualidades que trascenderan las lgicas de clase. Aunque estas versiones, a menudoautodefinidas como postanarquistas, por oposicin a aquel anarquismo clsico en el que laideologa y la clase ocupan un papel central, no cuentan con la simpata del autor, pordiversos motivos cuya exposicin excedera los propsitos de este texto, vale la penaconsiderar que, incluso para dichas corrientes, la evolucin del 15-M pasara por unacreciente autoorganizacin y una creciente autonoma de su base social caracterizada no yaen trminos de alianzas de clase, pero s de transversalidad social.

    As pues, desde un anlisis fundamentado en las filosofas crticas con la ilustracinpuramente liberal, que lleva al bueno de Adam Smith por bandera, es decir, desde laoposicin al liberalismo iniciada con la publicacin de la Crtica de la economa poltica deMarx hasta los desarrollos encuadrados en la corrientes intelectuales marxistas y anarquistas,parece que la evolucin que mejor agudizara el potencial transformador del movimiento 15-M pasara por, ya lo hemos dicho, una creciente autoorganizacin de sus bases queestableceran, con perdn de las versiones de anarquismo post-left ya comentadas, unapoltica de alianzas de clase capaz de aumentar la eficacia y el impacto de sus acciones,dirigidas a proporcionar una salida del capitalismo. Obviaremos, por exceder el propsito denuestro texto, el debate que aqu se abre entre quienes propugnan una va basada en elsocialismo revolucionario centrado en el poder que otorga la huelga a la clase obrera yquienes opinan que dicha salida se podr llevar a cabo a travs de la autonoma que otorga laautogestin. Dado que es de suponer que muchas de las personas que sufridamente hanllegado a este punto de la lectura esgrimirn en su pensamiento el carcter decididamenteutpico de dichas alternativas revolucionarias, no estar de ms recordar lo que era laBarcelona descrita por George Orwell en su Homage to Catalonia publicado en 1938, del queaqu citaremos un breve fragmento: Los anarquistas seguan manteniendo el control virtualde Catalua, y la revolucin estaba an en pleno apogeo. () Por primera vez en mi vida, meencontraba en una ciudad en la que la clase trabajadora llevaba las riendas. Casi todos losedificios, cualquiera que fuera su tamao, estaban en manos de los trabajadores y cubiertos

  • con banderas rojas o con la bandera roja y negra de los anarquistas; las paredes ostentaban lahoz y el martillo y las iniciales de los partidos revolucionarios. () En toda tienda y en todocaf se vean letreros que proclamaban su nueva condicin de servicios socializados; hastalos limpiabotas haban sido colectivizados y sus cajas estaban pintadas de rojo y negro. ()Nadie deca seor, o don y tampoco usted; todos se trataban de camarada y de t, ydecan salud! en lugar de buenos das. () Asimismo, crea que los hechos eran talescomo parecan, que me hallaba en realidad en un Estado de trabajadores, y que la burguesaentera haba huido, perecido o se haba pasado por propia voluntad al bando de los obreros.Huelga decir que la realidad descrita por Orwell no se limitaba a Catalua o a Barcelona,siendo muy notable la implantacin del sindicalismo revolucionario en otras partes delEstado. La Galicia de preguerra, donde el sindicalismo libertario contaba con un importantencleo corus y un amplio control del sector pesquero, era un buen ejemplo de ello. Resultamuy recomendable, a este respecto, la lectura de las Impresins dunha viaxe por Galicia en1935, autora de Federica Montseny, afiliada a la CNT que, por cierto, tuvo el honor de habersido la primera mujer en ocupar una cartera ministerial en la historia europea, al haberejercido el cargo de ministra de Sanidad y Asistencia Social dentro del breve gobierno deLargo Caballero.

    La segunda salida posible de un movimiento como el del 15 de mayo es equiparable ala seguida por el mayo francs de 1968, de modo tal que todo ese potencial revolucionario nose orientase hacia el objetivo de provocar una salida del capitalismo, sino hacia su pretendidadomesticacin. El mecanismo es sencillo y se puede aplicar al anlisis de las trayectorias deambos movimientos. En primer lugar, es necesaria la colaboracin de las organizaciones quedicen representar a los trabajadores y a los desfavorecidos por el sistema en general; as, lossindicatos y partidos que mayoritariamente agrupan a la fuerza de trabajo dedicaran susesfuerzos a un colaboracionismo con el capital que, si bien puede provocar enfados ydistanciamientos entre sus militantes ms conspicuos, ha demostrado suficiente entidad comopara mantener esas disidencias a raya. Puede ocurrir, sin embargo, que cuando las prcticascolaboracionistas llegan al paroxismo pensemos en la reforma del artculo 135 de laConstitucin Espaola del ao 2011, producto del acuerdo entre PSOE y PP se abraentonces un espacio para que nuevas organizaciones ocupen el de las viejas de modo que, conotro aspecto exterior y con las esperanzas propias de un proceso poltico nuevo, atraigan denuevo al espacio de colaboracin con el capital a aquellos escindidos, disidentes de lo viejoe ilusionados con lo nuevo. El abrazo decidido de la socialdemocracia que el ldercarismtico de Podemos se esfuerza en certificar pone en evidencia que ese nuevo partido hanacido para ser lo que, segn l, debera ser el PSOE: un partido que trabaja para que lasconsecuencias sociales del modelo capitalista de produccin sean lo menos duras que lanegociacin no rupturista con los agentes del capital mercados, patronal, sectorfinanciero permita. Alguien podra decir que mejor esto que nada, que ya que elcapitalismo est aqu para quedarse, entonces mejor ser trabajar para hacerlo ms soportablea las mayoras sociales; pero el problema surge con la idea de que un esfuerzo orgullosamentereformista de gran calado, como es el que representa Podemos, necesita, para salir adelante,de una energa social que, de no encontrar proyecto reformista al que agarrarse, trabajara enla direccin rupturista que definen la autoorganizacin y la alianza de clase, cuyasconsecuencias apuntan en la direccin de construir una salida al modelo capitalista. Estaargumentacin casa con los datos estadsticos disponibles, que hablan sobre el estado demovilizacin social antes y despus del surgimiento de Podemos, en enero de