96

HACIA UNA FÍSICA DE LOS OVNI

Embed Size (px)

Citation preview

por FRANCISCO ARÉJULA LÓPEZEdición del autor

Barcelona, España, 1973 (*)

HACIA UNA FÍSICA DE LOS OVNI

(PRIMERA PARTE)

Por su título, este libro producirá curiosidad mas, al paso del texto, al advertirse cuál es el significado concreto de una "física de los OVNI", la curiosidad dará paso a la sorpresa y ésta se parecerá –es de suponer– al asombro acompañado del recelo y del escepticismo puesto que todos los prejuicios que se han ido formando en este dominio concuerdan en la inasequibilidad actual a la razón de estos fenómenos que alude la sigla OVNI, cuando son pensados como posibles vehículos espaciales. No tendríamos derecho a defraudar la expectación que suscita el tema con explicaciones al margen de la ciencia. La materia ha de ser pensada y tratada con criterio estrictamente científico. Esta condición es absolutamente indispensable a su objeto.

Pero el autor por su parte ha de tener en cuenta otras obligaciones. Para que su esfuerzo pueda traducirse en una realidad como libro –que no es un libro de texto escolar– ha de cumplir ciertas condiciones que dicta la posibilidad de las publicaciones. Ha de procurar que la exposición sea todo lo más asequible posible al nivel cultural medio y en este punto, ¿hasta dónde podría dársele un más amplio carácter divulgativo?.

3

Podemos optar entre saber con claridad qué es un OVNI mediante una indagación racional que además se muestre de acuerdo con las observaciones, o tener de ello una noción precaria, vagamente científica, con su secuela de dudas y vacilaciones. Limitándonos a este segundo caso es posible escribir libros sobre el asunto muy diferentes del mío. Mas, para que el primer cometido se cumpla, para saber a fondo y con convicción cómo puede concebirse un OVNI, no vacilo en decir que no hay más camino que el que he seguido, salvo detalles, estilo, extensión, ordenación de las cuestiones, etc.

Creo haber hecho todo cuanto se debe y es posible hacer para sacar al fenómeno OVNI del estado fantasmagórico, darle una estructura racional, e iniciar con ello una conciencia científica concreta, inmediata. Mientras este esfuerzo lo he dirigido hacia el OVNI como objeto en el espacio he podido conseguir una exposición bastante sencilla, mas, al pasar a la consideración del OVNI en el tiempo, por la interdependencia que tienen entre sí todas las cuestiones físicas, he sido conducido hacia el "nudo gordiano" de la ciencia actual y las nociones se han hecho algo más difícil de exponer. Esto no obstante, salvo el epígrafe "Discusión sobre el problema relativista del tiempo" que tiene, como tema, dificultades intrínsecas, el resto es claro y meridiano.

La exposición ha resultado equidistante de lo que plenamente es asequible al ancho ámbito de la cultura media y del sector científico. Hubiera preferido acercarme mucho más al primero, mas, no

4

es posible so pena de que se perdiera lo que en este asunto vale por encima de todo: la certeza racional.

Esta certeza, que exige una construcción lógica (una física de los fenómenos) era justamente de lo que carecía la copiosa literatura sobre los objetos volantes no identificados, porque convicciones y pruebas dimanadas de la experiencia actual e histórica, existían muchísimas.

El Autor

5

HACIA UNA FÍSICA DE LOS OVNI

(SEGUNDA PARTE)

Introducción

"Platillos volantes" dicen haberlos visto infinidad de gentes de todas clases; campesinos, profesores de universidades, y de todas partes: indios, ucranianos, papúes; de donde debiéramos inferir que existen, y sin embargo, están condenados por la misma opinión pública que los describe y los comenta porque el paso de un "platillo", viéndolo pasar con los ojos de la cara, es la pura evidencia mas, pensado científicamente (hasta la fecha) es el triple absurdo gravitatorio, volante y viviente.

Es muy posible que los "platillos volantes" no estén sólo en la imaginación de los que dicen haberlos visto, sino que sean un hecho (de demostrarlo se trata en este libro), pero el que la generalidad de los científicos no haya reconocido su existencia en ningún caso, pese a la abundancia de testimonios, también es otro hecho. Ello plantea el problema de la "sui generis" lógica del científico con respecto a las aportaciones testimoniales de sectores que no son científicos. Parece que se trata de un criterio en forma de embudo, puesto que la ciencia empírica, como la propia palabra lo indica, se interpreta como la ciencia que se lo debe todo a la observación, pero la verdad es que no se lo debe

6

todo y que tiende a no deberle nada; de esto se hablará mucho más abajo.

Por lo pronto, hay que reparar en que la teoría de la testificación, cuando lo que se pone en tela de juicio no es la existencia contingente de hechos, sino su necesaria verdad, ha de ser sumamente estricta. El criterio de validez de lo testificado se reduce al mínimo argumentativo: si tal suceso ocurrió en tal sitio, quien estaba allí tuvo que verlo, o pudo verlo. El que el testigo lo viera es un hecho particular incluido en la totalidad de lo ocurrido. Es necesario guardar bien el orden empírico-causal. Admitimos que el testigo presenciara los hechos como consecuencia de que los hechos han existido, pero no al revés; no admitimos que los hechos hayan existido como consecuencia de que el testigo los presenciara. No es una cuestión de desconfianza, es una cuestión de lógica. "Lo vio porque sucedió", sí; "sucedió porque lo vio", no.

Para que los dos asertos sean equivalentes es necesario que el "porqué" no indique lo mismo en los dos asertos. Cuando decimos "lo vio porque sucedió", el "porqué" apunta a la realidad como razón o la causa de haberlos visto, sin ninguna duda y sin ningún aporte argumentativo, mientras que cuando decimos "sucedió porque lo vio" hacemos una deducción de la fórmula anterior. De no entenderlo así el aserto es falso, pues es muy obvio que la percepción de una cosa no es la razón de su realidad. Este "porqué" elude la realidad con la pretensión de evidenciarla.

7

La distinción de la diferencia no tiene ninguna importancia cuando no se pone en cuestión la realidad como verdad posible y sólo se duda de su existencia o realización eventual, mas, cuando lo que se pone en tela de juicio es la realidad misma como verdad posible y se pide una prueba, ésta no la proporciona el testimonio. La daría el testimonio si antes admitiéramos aquella realidad, porque entonces el testimonio sería un fragmento de ella, pero no si no la admitimos previamente.

Cuando refiriéndonos al testigo de un OVNI empleamos la forma legítima: "lo vio porque existe", vemos que el "porqué" apunta hacia algo arbitrario. ¿Es verdad que existen los OVNIs? Para contestar a la pregunta tenemos que usar la forma ilegítima: "existe porque lo vio", lo que equivale a no contestarla.

Es claro que la veracidad del testigo, desde el punto de vista humano, sería una prueba y nadie lo niega, pero científicamente este tipo de prueba no se admite.

La veracidad es moralmente exigible en toda comunicación humana, pero no aparece nunca explicitada condicionando las verdades científicas. La confianza que se deposita en el resultado de un experimento no se funda en que se nos garantice que quien lo hizo por primera vez fuera verídico, sino en que el que quiera puede repetirlo y sobre todo explicarse.

8

Todas las pruebas de existencia de OVNIs fundadas en la veracidad de los testimonios abrumadoramente puesta de manifiesto por la respetabilidad, por la responsabilidad de las personas relatantes, por la concordancia de las descripciones, lo mismo entre las actuales que comparadas con las que se han hecho públicas y constan en periódicos, libros y toda clase de documentos, todas estas pruebas dejan al científico, como tal, indiferente, aunque puede ser que no le dejen indiferente como ciudadano anónimo lego en la materia.

De otro lado, la misma opinión que recoge los hechos y los avala con la popularidad se encarga de difundirlos desprestigiados. La gente, en general, observa bien, pero explica mal. En el pasado, y no hay que remontarse a la Edad Media, en cuanto un hecho no tenía explicación inmediata, inmediatamente aparecía el "diablo" explicándolo. En la actualidad no es el diablo lo que aparece, pero los especialistas en crear temores lo convierten en algo peor. En esta situación, el mundo culto se atiene a las conclusiones estrictamente científicas, y como éstas no existen, olvida el asunto.

Así las cosas, parece razonable aplicar provisionalmente la duda cartesiana sobre todos los innumerables testimonios acerca de la existencia de OVNIs y hacernos la pregunta: ¿aunque nadie hubiera visto un solo OVNI, podríamos pensar que pueden existir los OVNI? El sentido de la pregunta es como el siguiente: ¿aunque nadie hubiera visto una motocicleta, podríamos pensar que pueden existir las motocicletas? Contestaríamos: sí, porque

9

le podemos agregar mentalmente un motor de explosión a una bicicleta. Pero, ¿qué agregamos a qué para poder pensar un OVNI? O con otras palabras, ¿cómo es posible comprender la física del OVNI?

Aunque sean relativamente muy pocos, existen hombres de ciencia que han tomado muy en serio el fenómeno OVNI y se han pronunciado, naturalmente, en el sentido que estamos indicando. El principal hombre de ciencia en este dominio, porque ocupa una posición central en los avatares de la historia de la investigación de OVNIs, es el astrónomo J. Allen Hynek (de la Northwestern University, primer asesor científico de las Fuerzas Aéreas norteamericanas). La posición de Hynek, tras mostrarse absolutamente convencido de que los OVNIs son una realidad, está contenida en la declaración: "Quizás todo pueda explicarse bien desde el punto de vista físico y de hecho ha de haber explicaciones en un mundo racional, por lo cual llamo sobre ello la atención de la ciencia". Mucho antes, Hermann Oberth (padre de la Astronáutica, maestro de Wener von Braun) había dicho que los OVNIs "son propulsados mediante la distorsión del campo gravitatorio, lo cual transforma la gravedad en energía utilizable". Este aserto lo comenta Frank Edwards ("Platillos volantes, aquí y ahora", Editorial Plaza y Janés, Barcelona, 1970) diciendo: "Si esto resultara exacto, estaría de acuerdo con la teoría del campo unificado de Einstein, el cual sostiene que la gravedad, el magnetismo y la electricidad son distintas manifestaciones de la misma forma de energía". Continúa Edwards diciendo que Oberth hizo la

10

mencionada declaración en 1954 (ésta es la fecha de la publicación de la teoría antes citada de Einstein), antes de trasladarse a los Estados Unidos. A su regreso a Europa en 1960 dijo Oberth que los Estados Unidos habían realizado grandes progresos en lo tocante a desentrañar los secretos de la propulsión eléctrica.

En efecto, la teoría del campo no simétrico de Einstein fue minimizada en Europa a raíz de su publicación, pero no entre los científicos de Estados Unidos. Cuatro años más tarde, hace unos quince aproximadamente, se comenzó a investigar en Estados Unidos la interdependencia entre el campo gravitatorio y el electromagnético; trabajos desconocidos, pero que por las infiltraciones de ideas que siempre se producen (por ejemplo, las manifestaciones de Oberth), se reflejaron en los centros científicos europeos.

La mencionada interdependencia es el eje de la primera declaración de Oberth y está contenida en el desarrollo de la Teoría del Campo Unificado de Einstein, pero ¿cómo? Para poder llegar a comprender la paradójica transformación de la gravedad en energía utilizable contra la gravedad, lo primero que hay que advertir es que al decir gravedad se utiliza un término con el que se abstrae una propiedad de los cuerpos, la que, cualquiera que sea su naturaleza, se manifiesta en los cuerpos. Es, pues, más conveniente a la precisión de los conceptos iniciales decir "peso", y puesto que hay identidad entre la masa pesada y la masa inerte de los cuerpos, el supuesto de Oberth, así precisado, se traduce en que en definitiva se tratará de

11

transformar la masa de un cuerpo en energía utilizable contra la gravitación del cuerpo. ¿Cómo sería esto posible? El indicar cómo es posible constituye el desarrollo de la física del OVNI.

12

HACIA UNA FÍSICA DE LOS OVNI

(TERCERA PARTE)

Una física tiene, naturalmente, un fondo matemático, pero incurriríamos en una lamentable limitación de apertura si por este motivo el lector poco matemático renunciara al concepto físico-matemático del OVNI. Por ello nos parece conveniente anticipar que dicho concepto es sencillísimo. Decimos sencillísimo de la misma manera que podríamos decir que el concepto físico-matemático de un cohete de los que se utilizan para poner en órbita satélites artificiales o enviar cápsulas tripuladas a la Luna es muy sencillo. Es verdad que la construcción de estos cohetes no tiene nada de sencilla, sino de todo lo contrario; pero su concepto, en síntesis, sí es sencillo, porque todo el mundo ha visto lanzar cohetes en las verbenas.

Afortunadamente, el pilar teórico más importante de la cuestión lo conoce todo el mundo, pues la ley de Einstein según la cual a toda energía E debemos asignarle una masa m dada por la fórmula:

E = mc2

(donde c es la velocidad de la luz en el vacío) se ha popularizado muchísimo. Antes de indicar el segundo pilar teórico hemos de advertir que la

13

interdependencia entre gravitación y campo eléctrico es muy débil en circunstancias ordinarias (si así no ocurriera, la teoría del OVNI sería conocida desde hace mucho tiempo), de modo que no extrañará que vayamos a buscar los indicios de sus efectos experimentales en lo microscópico, pues en este dominio las concentraciones de carga de las partículas son enormes y por ello la interdependencia de que tratamos se hace posible a la observación. Hecha esta advertencia pasamos al segundo pilar teórico; éste lo constituye una ley que conocen empíricamente todos los físicos. Se refiere a los núcleos atómicos, mas no por ello debe asustar a nadie. El principio es, sencillamente, que las partículas que constituyen el núcleo, al integrarse en él pierden masa. Sólo que para generalizar este principio hay que precisarlo algo más. Las partículas de que se trata (protones) tienen masa y carga eléctrica; tienen, pues, una energía potencial eléctrica E, la cual posee masa de acuerdo con la ley de Einstein arriba indicada. Pues bien, el principio a que nos referimos, precisado, dice: la partícula –en el campo nuclear– pierde de su masa el duplo de la masa de su energía potencial eléctrica. Esta ley recuerda al principio de Arquímedes (sin llevar demasiado lejos la comparación) y por eso no nos extrañará que al extender el principio a cuerpos excepcionalmente cargados (a semejanza de las partículas elementales) su lugar natural en el espacio recuerde el de los cuerpos que flotan, como enseguida veremos. Según la orientación apuntada, el secreto básico del OVNI es que transporta una carga ? gigante. La posibilidad de esta carga, su

14

procedencia, el lugar de hallarla, la prueba experimental de su existencia, lo iremos viendo, mas, por el momento, en esta sinopsis ha de bastar con decir que la carga gigante ? tiene la concentración enorme de las partículas elementales y ésta es la razón básica por la que la física del ovni recuerda – aunque sólo vagamente– la física de las partículas elementales.

Puesto que el ovni tiene una masa M, actúa sobre él (en el campo gravitatorio de la Tierra) la fuerza gravitatoria F dada por la ley de Newton:

F=−GM M

R2

donde M es la masa de la Tierra y R la distancia entre el centro de la Tierra y el del ovni (G es la constante newtoniana).

Pero además el ovni posee una carga ?, luego aplicando la ley de pérdida de masa arriba indicada, el ovni presenta una pérdida de masa ?M y por ello, en rigor, la fuerza gravitatoria que sobre él se ejerce es:

F=−G(M−Δ M ) M

R2 (A)

donde ?M es el duplo de la masa de su energía potencial eléctrica; o sea, aplicando la ley de Einstein:

15

2 E QR

=Δ M c2

donde, como se comprende, la expresión ? Q/R es la de la energía potencial eléctrica (Q, carga eléctrica de la Tierra). Obsérvese que la pérdida ? M de masa depende de la altura R.

Estas fórmulas aplicadas a cuerpos con cargas eléctricas ordinarias se reducen prácticamente a las que todo el mundo conoce porque la pérdida de masa sería insensible. Mas, aplicadas al ovni, en el que la carga ? es gigante, las fórmulas determinan un plano en el espacio de nivel Ro donde la fuerza gravitatoria que se ejerce sobre el ovni es nula. Tal nivel viene dado por:

?M = M

pues entonces:

F0=0 R0=2 Q

c2

EM

Toda la física del ovni se deriva de estos dos hechos fundamentales: la existencia de la carga gigante ? y la Mecánica que se sigue de ello, cuyos rasgos más característicos son, primero, el apuntado: la determinación en el espacio de un plano de nivel Ro donde el ovni "flota" y que es su lugar natural determinado por la constitución del ovni (por la relación ? /M entre su carga y su masa); y segundo, que en las proximidades de Ro el sistema se comporta como exclusivamente

16

mecánico (como si la fuerza electrostática no existiera), lo que se demuestra en el epígrafe "Sobre las características de los sistemas M, ? ".

Aplicando la fórmula (A) al nivel Ro en donde el ovni "flota", escribiremos:

F0=GΔ M M

R02

−GM M

R02

(? M = M). El ovni "flota" porque a la fuerza gravitatoria normal (segundo término del segundo miembro de la ecuación) se le opone una fuerza de igual módulo pero antigravitatoria. Se puede decir, pues, lo que sin esta explicación parecería paradójico: que la masa del cuerpo se utiliza contra la gravitación del cuerpo, tal como lo habíamos anunciado al precisar el supuesto de Oberth. Pero es más llana y comprensible la explicación que suena:

– ¿Por qué está ahí ese disco que parece flotar en el aire?

– Porque pierde de su peso un peso igual al duplo del peso de su energía potencial electrostática y en ese punto el peso perdido es todo el peso del disco.

Creo que con esta clave, el lector, por poco matemático que sea, podrá atravesar la lectura de los pasajes matemáticos de esta obra sabiendo de qué se le está hablando, que es lo suficiente para comprenderlos, puesto que las consecuencias y las

17

conclusiones se leen en el texto. En especial, algunos epígrafes como el designado "Verificaciones experimentales" resumen el contenido conceptual de los pasajes matemáticos anteriores.

Aunque esta teoría del ovni se funda en las relaciones intrínsecas entre masa y carga que se reflejan en las que mantienen entre sí los campos gravitatorio y electrostático, deducidas de la unidad establecida por Einstein, una vez fijadas las fórmulas básicas no es necesario, al menos para su desarrollo inmediato, otro bagaje que el físicomatemático corriente. A pesar de ello, no hemos tenido más remedio que incluir un capítulo con la iniciación a la Relatividad, lo que en principio no puede sorprender, puesto que la Relatividad es una teoría que afecta siempre, cualquiera que sea el caso, a toda cuestión física. Es claro que también la teoría newtoniana entra de hecho en toda cuestión física y sin embargo no es necesario tratar de ella especialmente en obras de divulgación. Ocurre así porque la Mecánica clásica no descubre nada que no sea habitual a la intuición mecánica y se sobrentiende que sus consecuencias son asequibles a todo el mundo, mas no ocurre lo mismo con la Relatividad.

Algunos autores, en las discusiones sobre los ovnis, mencionan la Relatividad sólo para advertir que la velocidad que pueden alcanzar los cuerpos tiene un límite y derivar de ahí que aun supuesta alcanzada una gran proximidad a este límite, todavía las distancias interestelares son tan grandes que resultan prohibitivas para seres vivientes por la

18

gran cantidad de tiempo que habrían de invertir en cubrirlas. Pero no se suele mencionar aquella faceta de la Relatividad –sobre todo, de la relatividad del tiempo– que opera un cambio profundo en el concepto de realidad que nos parece inconcuso porque nos es habitual. Es por ello por lo que la iniciación a los conceptos relativistas es indispensable a una comprensión completa de la física del ovni.

Esto no obstante, hemos procurado que mediante un anticipo de las conclusiones relativistas, el libro resulte de fácil lectura para todo el mundo, en lo que concierne a los ovni.

Sólo las cuestiones que giran alrededor del epígrafe "Sobre el problema de la ciencia en su totalidad" son exclusivas de los físicos.

19

HACIA UNA FÍSICA DE LOS OVNI

(CUARTA PARTE)

Una breve historia de la problemática de los OVNI

La historia de la investigación de los UFO, en inglés, MOC en francés y OVNI en los países de habla castellana, aun reducida al ámbito de los Estados Unidos, es prolija. Pero puede resumirse en tres etapas caracterizadas por el objeto de la investigación. Durante la primera etapa se piensa en la posibilidad de un arma secreta rusa. Éste es el objetivo básico de la investigación del que se encarga la US Air Force de los Estados Unidos; etapa que termina con los veredictos del jurado Robertson en 1953. Desde esa fecha hasta el nombramiento de la Comisión Condon en 1966, la investigación de las Fuerzas Armadas tiende a mejorar sus métodos con objeto de sanear la opinión pública liberándola de los efectos de la ignorancia y de la superchería. Desde las conclusiones de la Comisión Condon hasta el presente, la opinión pública ha debido quedar, oficiosamente entendido, definitivamente saneada, pero la verdadera realidad de su estado sólo se comprende conociendo la historia del asunto.

En 1952 se difundieron los rumores de ovnis en oleada, la más intensa que han conocido los

20

Estados Unidos. En julio y agosto de este año se decía que los ovnis volaban sobre Washington. El hecho, real o imaginario, creó un grave problema a las autoridades. Fue llamado a emitir dictamen un grupo científico presidido por H. P. Robertson (del Instituto de Tecnología de California), que se tituló "Jurado Robertson", compuesto por Lloyd V. Berkner, Samuel Goudsmith, Thornton Page y Luis W. Álvarez (premio Nobel de Física en 1968), todos ellos científicos de prestigio. A la hora de las deliberaciones se reunieron con los cinco científicos mencionados el general Garland (jefe del Aerial Technical Intelligence Center) y tres jefes de la CIA: H. Marshall Chadwell, Ralph L. Clark y Phillip G. Strong. Estos nueve ciudadanos reunidos en jurado emitieron los siguientes veredictos:

– No existe ninguna indicación de que los objetos voladores no identificados constituyan una amenaza a la seguridad nacional. Nada indica (creencia firme) que los fenómenos puedan ser atribuidos a artefactos extranjeros capaces de actos hostiles y que no hay necesidad de revisar los conceptos científicos establecidos.

– Se señala que los alarmantes reportajes sobre los fenómenos constituyen una amenaza a la ordenada función de los organismos protectores de la Nación y se recomienda un programa con objeto de eliminar el aura de misterio que, por desgracia, los objetos no identificados habían adquirido.

Salvo la recomendación final de que se eduque al público en el sentido de proporcionarle mayor competencia en la observación, el veredicto puede resumirse en la afirmación tácita de que los objetos

21

voladores de que se habla no son de procendencia soviética. Era obvio que los objetos voladores no podrían ser de esta procedencia porque tales objetos tal como se describen y se presentan en fotografías constituían en aquella hora (y en la actual) un imposible técnico. El jurado estaría convencido de que los rusos no saben hacer milagros. Por otra parte, también es obvio que si los rusos hubieran inventado esos aparatos no se los dejarían fotografiar a nadie y menos a ciudadanos de Massachussets o de Kentucky.

El veredicto del Jurado Robertson, encaminado a tranquilizar a la opinión pública sería el punto al realístico supuesto de una amenaza militar, garantizaba que los ovnis no eran artefactos construidos por los rusos y podía sobreentenderse que no pudiendo recibir la única explicación posible, no existían. Desde ese momento, esta tácita conclusión del Jurado Robertson fue la base que formó para siempre la opinión científica en general sobre estos fenómenos, a la que se adhirió, naturalmente, la opinión pública.

Pero ya en 1949 el ex mayor de "marines" Donald Keyhoe había sugerido en un artículo publicado en la revista True (en inglés, "verdad") que los ovnis fueran de procedencia extraterrestre. Esta posibilidad podría ser en 1949 una extravagancia de Keyhoe, pero tras el veredicto Robertson sería una conclusión lógica para quienes habían presenciado el vuelo de ovnis, o para los que sin haberlos visto estaban absolutamente convencidos de su existencia. Por otra parte, el veredicto del Jurado Robertson, de un modo

22

indirecto, admitía la existencia de los ovnis. El que según el veredicto no hubiera ovnis era una posición argumentativa. Y dado que lo que únicamente aseguraba el veredicto indirectamente sería que los ovnis no eran artefactos inventados por los rusos, se ponía sobre el tapete el misterio de su procedencia. Las Fuerzas Aéreas se encargarían de eliminar tal misterio.

A efectos de la investigación e información en la USAF (sigla inglesa para la Fuerza Aérea de los Estados Unidos) se integraban tres organismos. El organismo supremo era el "Air Defence Command" (ADC, Comando para la Defensa Aérea). En segundo lugar estaba el "Air Technical Intelligence Center" (ATIC, Centro de Inteligencia Técnica Aérea). De este organismo dependía la comisión de encuesta que recibió el nombre de Proyecto "Bluebook" (Libro Azul).

Cualquier informe sobre un caso ocurrido en los Estados Unidos o bases en el extranjero era remitido directamente al ADC. Este organismo reproducía el informe, lo distribuía entre las agencias de información de la zona interesada en el caso y remitía el original al director de Información en el cuartel general de las Fuerzas Aéreas, Washington. Pero ni el cuartel general ni las agencias interesadas transmitían ninguna información al público.

Cuando todos estos organismos que se resumen en la sigla ADC habían agotado sus medios de identificar al objeto, la información pasaba al ATIC y

23

éste la transmitía al público por medio de la agencia Libro Azul.

Las personas civiles tenían, pues, acceso a la información sobre los casos de objetos que habían sido rebeldes a toda identificación, tanto general como técnica. Éstos eran los ufos. ¿Qué es un ufo? Las propias palabras contenidas en la sigla lo dicen (Unidentified Flying Objects): Objetos Voladores No Identificados. ¿Debemos, pues, prescindir, por obvio, del calificativo "no identificado" y decir simplemente "objeto volador", lo que equivaldría a "platillo volador"?. En ese caso, en cierto modo, sabríamos qué es un ufo y estaría identificado. Un ufo es por definición una incógnita función de varios imposibles. Lo único que cabe racionalmente es procurar (fue el método elegido) que como consecuencia del progreso de los medios de investigación, el número de estas incógnitas tienda a cero en los resúmenes estadísticos.

Con otras palabras: para el Libro Azul, los casos de las informaciones a informar se catalogaban en las especies siguientes: estrellas, planetas, cometas, meteoros, nubes ionizadas, aviones, helicópteros, globos, auroras boreales, aves, reflejos de luces, espejismos, gases de marismas, ilusiones, quimeras, alucinaciones, aberraciones psíquicas, patrañas y trucos publicitarios. Si después de la catalogación quedaba algo, sería ufo. Había que procurar que no quedara nada inclasificable, y esto pareció lograrse.

24

HACIA UNA FÍSICA DE LOS OVNI

(QUINTA PARTE)

En el año 1952 circularon por los Estados Unidos 303 ovnis. Perfeccionando los métodos de investigación, los ovnis quedaron reducidos en 1953 al 26,94 %, y en seguida (en este mismo año) al 8,25 %. Estos porcentajes fueron disminuyendo hasta que en 1966 se llegó a sólo un 1,23 %. Porcentaje que debería desaparecer ese mismo año y ya no habría más ovnis. Sin embargo, ocurrió todo lo contrario.

Ya en 1965 se produjo una contrariedad. En la noche del 2 de agosto aparecieron sobre los campos de los Estados Unidos cuatro ovnis. La Fuerza Aérea informó que se trataba de cuatro estrellas de la constelación de Orión. Los astrónomos disintieron (la constelación de Orión estaba entonces en otro sitio). La Fuerza Aérea comunicó que continuarían investigando el caso. El percance fue leve.

El derrumbe del optimista 1,23 % ocurrió de un modo que podemos titular "con la docencia topó". No podrían haber elegido los ovnis un lugar más apropiado para promover un escándalo. Los hechos fueron preludiados por otros el día anterior. El 20 de

25

marzo de 1966, a las 8 de la noche, en los alrededores de Ann Arbor (Michigan), salía de su casa, rodeada de campos abiertos, Frank Mannors y vio un objeto brillante que descendía hacia La Tierra. El objeto se detuvo sobre las copas de los árboles. Llamó inmediatamente a su familia y acudieron su esposa, su hijo, su hija y su yerno. Todos vieron al objeto.

Después de avisar por teléfono a la policía de Dexter, decidieron Mannors y su hijo Ronald acercarse al objeto. Los detalles de sus observaciones constan en los libros sobre la materia y no es necesario decirlos aquí. Baste indicar que se congregaron en el lugar el jefe de policía de Dexter con acompañantes más dos comisarios del condado de Washtenaw, quienes comprobaron los hechos relatados por Mannors, agregando que habían visto otros tres ovnis más, que se reunieron con el primero y se alejaron.

En la negra noche del 21 de marzo, mientras los Mannors recibían insultos por teléfono y botellazos y pedradas contra su casa, que recuerdan el drama de Ibsen "Un enemigo del pueblo", a cien kilómetros de distancia, en Hillsdale College (Hillsdale, Michigan), 87 alumnos (alumnos y alumnas) más sus profesores y subalternos mantenían los ojos fijos en las evoluciones de los cuatro ovnis sobre un pantano no muy alejado del campus. Las consecuencias de este hecho las conocemos por sus efectos, que cambiaron de fase la historia de los ovnis.

26

El 22 de marzo, la Fuerza Aérea llamó urgentemente a su primer asesor científico, J. Allen Hynek, para que fuera por aquellos lugares a apaciguar los ánimos.

El 25 de marzo, en el club de Prensa de Detroit, Hynek recusó los testigos por haber visto las cosas demasiado lejos y manifestó que lo observado no era más que "gas de los pantanos", "fuegos fatuos". La explicación no la aceptó ni el colegio ni el propio Hynek, como enseguida veremos. Desde ese momento, el Libro Azul perdió la indiscutida autoridad de que había disfrutado ante la opinión pública.

La prensa, que había estado largo tiempo adormecida por los éxitos estadísticos de la USAF (Fuerza Aérea de los EEUU), resucitó el problema ovni. Se presagiaba un cambio de fase en el sentido de la posición que hacía mucho tiempo había adoptado el NICAP (National Investigation Commitee on Aerial Phenomena), una asociación civil dirigida por científicos y jefes militares retirados que sostenía que el problema de los ovnis no era militar, sino científico, sin fronteras.

Pocos días después, el Comité de Servicios Armados de la Cámara realizó una encuesta que abrió el camino a que una selección de científicos estudiaran el problema.

El doctor Hynek declaró en una carta que se publicó algo más tarde que su interpretación de los fenómenos observados frente al colegio en Hillsdale

27

fue una desgraciada improvisación que lamentaba. La justificaba diciendo que cuando llegó encontró toda la población en un ambiente de emoción al borde de la histeria; que no le habían proporcionado datos y que no tenía ni la menor idea de lo que podía haber ocurrido en los pantanos; que en esta situación recibió la llamada telefónica de un botánico que le sugirió la idea: "gas de los pantanos".

El doctor Hynek demostró que ninguno de estos siete tópicos es cierto: que sólo los entusiastas comunican haber visto ovnis; que los informes sobre ovnis siempre proceden de personas embusteras y sin instrucción; que ninguna persona de formación científica ha informado sobre presencia de ovnis; que nunca han sido vistos los ovnis con claridad a corta distancia, sino siempre en condiciones que no permiten dar detalles concretos; que no hay pruebas de que los ovnis sean extraterrestres con un tipo de tecnología avanzada; que los que informan sobre ovnis buscan la publicidad; que los ovnis nunca han sido detectados por radar ni fotografiados por cámaras de seguimiento de meteoros y satélites.

En la audiencia del Comité de Servicios Armados de la Cámara fue preguntado por el miembro Lucien Nedzi, de Michigan: "¿Se han encontrado en alguna ocasión pruebas que hagan sospechar la intervención de cualquier especie de inteligencia extraterrestre?". Esta clara alusión, por un miembro de Michigan, al Hillsdale College, la acusó el doctor Hynek midiendo muy bien sus palabras. Respondió que pruebas rigurosas no las había encontrado nunca, pero que no obstante debe considerarse

28

probable la hipótesis y sobre todo que no debemos cerrar nuestras mentes a ella.

Seguidamente adoptó la posición del NICAP: "estos objetos volantes no identificados no constituyen un problema militar sino científico, y deben ser tratados como tal".

Este cambio radical en la postura de hombres que hasta entonces se habían mantenido conformes con la ortodoxia oficial (el Libro Azul (*)) determinó que las Fuerzas Aéreas firmaran un contrato con la Universidad de Colorado. Se formó un grupo a cuyo frente estaba el doctor Edward U. Condon, para estudiar científicamente los ovnis.

Los autores en la materia suelen ilustrarla con una gran abundancia de datos informativos sobre ovnis, mas con mucha frecuencia los datos son de dudosa autenticidad, y abren la puerta a la duda sobre el conjunto. Es preferible fijar la atención sólo en aquellos datos incontrovertibles, y el de las observaciones desde el Hillsdale College es de este género. Su fuerza la medimos por sus efectos sobre la historia de los ovnis; las rectificaciones y puntualizaciones de Hynek y el cambio operado en el criterio de las Fuerzas Aéreas al traspasar el asunto a los científicos. Aunque no lo dicen los autores, el colegio debió de negarse rotundamente a admitir que lo observado fueran gases, espejismos, centelleos, relámpagos esféricos, etc. (Estrellas, planetas, cometas, se descarta por infantil). Serían ovnis en el sentido riguroso de la palabra.

29

El grupo presidido por el doctor Condon lo formaban los doctores Robert Low (vicedecano de la Graduate School), Franklin Roach (astrofísico), Stuart Cook (psicólogo), David Saunders (psicólogo) y William Scott (psicólogo social).

Se notificó que las Fuerzas Aéreas entregarían a la Comisión Condon su material seleccionado. La Comisión se beneficiaría del trabajo de selección ya realizado por las Fuerzas Aéreas. Esto parece una gran ventaja para la Comisión, pero si las Fuerzas Aéreas traspasaron el asunto cuando estaban al borde de concluir categóricamente que los relatos sobre los ovnis eran narraciones de desequilibrados, su material seleccionado debería ser sumamente exiguo; cuatro o cinco fotografías de dudosa autenticidad.

Algunos grupos civiles de investigación de ovnis expresaban su esperanza en un informe impecable por parte de los científicos de la Universidad de Colorado. Pero, siguiendo a Frank Edwards, periodista profesional que dedicó más de cuarenta años a la información sobre ovnis en artículos, libros, programas de radio y que conocía muy de cerca estos problemas, no sería posible creer en tal cosa. Si el Libro Azul, gastando millones de dólares, no consiguió averigüar nada, la Comisión Condon, con muchos menos dólares, averiguaría menos. Es posible que este modo de enjuiciar fuera muy realístico. Seguramente no se limitó el tiempo a los trabajos de la Comisión Condon, pero de hecho esta limitación estaría establecida por el presupuesto. Si

30

al llegar al término natural de su misión, que en este caso tan especial estaría producido por el agotamiento de los fondos, la Comisión no hubiera llegado todavía a una conclusión y tuviera que improvisar una, ¿cuál podría haber sido? Dejar las cosas como estaban.

Otros autores reparan en que el grupo que constituía la Comisión Condon estaba dominado por psicólogos. Que los no psicólogos del equipo eran muy pocos y fueron dimitiendo. Se quedaron de hecho solos los psicólogos, y éstos no estudiarían las pruebas objetivas, sino los mecanismos mentales de los protagonistas de los casos. La lógica de estos psicólogos sería aplastante: si estos señores informantes de ovnis nos hablan de sucesos imposibles como si fueran verídicos, es que están locos.

El hecho histórico, en resumen, es que la USAF traspasó el asunto a la Comisión Condon cuando estaba en un calamitoso estado de crisis y la Comisión dejó el asunto como estaba, cuando estaba peor que nunca.

Siendo ésta la base real, puede comprenderse que la difusa característica de la tercera fase de la historia de los ovnis sea una actitud de protesta por parte de los investigadores civiles libres.

31

HACIA UNA FÍSICA DE LOS OVNI

(SEXTA PARTE)

Lo que de inmediato se sustancia hasta donde hemos visto es que, cualquiera que sea la verdadera realidad de los ovnis, su panorama problemático se presenta a la mirada envuelto en un gran misterio. Los antiguos decían: "el efecto iguala a la causa", y en este caso no se equivocaban. El misterio engendra misterio; si misteriosos son los ovnis, también tiene características de misterio que se inviertan unos veinte años en una investigación para demostrar que no existe lo que se investiga y acto seguido se gasten 313.000 dólares en el estudio científico de eso que se ha concluído es una aberración mental para que lo corrobore. Todo esto es más descabellado que la sospechada aberración.

El ovni, estadísticamente visto, había quedado reducido a algo cercano a la inconsistencia, pero en el mismo momento en que las fuentes competentes están a punto de concluir: "el ovni es algo que no tiene realidad", este "algo" lo contempla con precisión todo un colegio con sus cien pares de ojos. Aparece, pues, un testimonio intelectual y colectivo que no se puede dejar de lado; fracasan los resultados estadísticos, se renueva el misterio y como el misterio sigue engendrando misterio, le llega el turno a la Comisión Condon, que traduce eso: el enigma es elevado a la segunda potencia.

32

De los análisis de los investigadores civiles sobre ovnis parece desprenderse que todo este desconcierto se debe a la política oficial de secreto y censura. Sospechan que las Fuerzas Aéreas ocultaban información, mas este criterio es tan difícil de sostener como el de que los ovnis no existen y el de que los que informan sobre ovnis relatan historias que sólo están en su imaginación. El ministro del Aire, en sus manifestaciones ante el Comité de Servicios Armados de la Cámara, afirmó que las Fuerzas Aéreas no estaban ocultando al público información sobre ovnis. A esta afirmación la corrobora la realidad.

Cuando el relato de un testigo de ovnis es preciso y lleno de garantías, las Fuerzas Aéreas lo han publicado. El caso más célebre es el del policía de tráfico Lonnie Zamora, que hicieron público las Fuerzas Aéreas consignando el relato del policía acompañado de un plano del lugar del incidente donde se señalan depósitos de dinamita, torres de radio, aeródromos, etc. Este relato, hecho público, puede leerse en todo detalle en la obra de Aimé Michel, Antonio Ribera, George Lehr y Antonio Paluzio, "Los platillos volantes, pro y contra" (Ediciones Martínez Roca S.A., Barcelona, 1971), y en otras obras. Es importante que los relatos sean completos, ya que entre las garantías de autenticidad de los relatos está la de que estos sigan ciertas reglas, principalmente que guarden el orden cronológico de las impresiones del relatante. Esto puede verse en la obra citada. Nos limitaremos aquí a consignar el hecho.

33

Se trata de que en la localidad de Socorro (Nuevo México), el agente de tráfico Lonnie Zamora, estando de servicio a unos dos kilómetros de la población, escuchó algo así como un rugido tras una elevación del terreno y al mismo tiempo vio luz sobre ella. Se dirigió hacia aquel lugar y traspuesta la pequeña loma se encontró muy cerca (llegó a situarse a unos treinta metros de la escena que se relata) con este espectáculo: una especie de "huevo metálico" puesto de pie apoyado sobre el suelo sobre cuatro patas y a dos individuos andando a saltitos alrededor. Zamora salió del coche y, como Plinio, marchó hacia "el fenómeno" para verlo más de cerca. Le sorprendió un gran bramido y tomó precauciones. Entonces, ante sus ojos, el "huevo" se levantó en el aire, voló primero en línea recta, después se elevó más y desapareció tras unos montes lejanos. Zamora llamó al sargento por la radio del coche. Llegó el sargento Chávez y ambos comprobaron que, efectivamente, en el lugar donde había estado el "huevo" quedaban las cuatro huellas de las cuatro patas en que se apoyaba y también vieron que la vegetación estaba allí algo chamuscada.

El hecho es asombroso. En circunstancias normales nadie duda de la veracidad y eficiencia de los guardias, pero... naturalmente, esta propiedad de los guardias no es una ley inexorable de la naturaleza. Puede existir un guardia que no diga la verdad. No tenemos más garantías del suceso que lo que dice Lonnie Zamora, y claro... no es ningún imposible que haya contado un cuento. Y así queda la cosa. No resulta de ello una prueba contundente

34

de que hay ovnis. Y si esto le sucede a un caso excepcional por la calidad del testigo, ¿qué será en los demás casos? Estas son aproximadamente las razones para que quien quiera creer que los casos de "platillos" son historias de perturbados puede creerlo siempre.

El caso del policía Zamora, no obstante, está descripto con pulcritud. Se han registrado los datos de observación más notables y uno de ellos es que Zamora, al oír el ruido inicial y mirar hacia el lugar de donde venía, vio sobre la pequeña ondulación del terreno, que luego recorrió, una luminosidad que tenía forma cónica (con la base abajo). Obvio es decir que las luminosidades más habituales, las de las llamas que suelen acompañar a las explosiones, no tienen formas geométricas definidas. Ahora bien, hagamos una hipótesis sin preguntar por qué (el porqué es más bien asunto del texto que sigue a esta breve historia). Supongamos que el "huevo metálico" estuviera eléctricamente cargado y que se descargó (bien por accidente o por necesidad de la técnica del aparato) poniendo incandescente el aire, tal como ocurre, por ejemplo, en el rayo. Bien conocido es que en un conductor cargado la electricidad se distribuye por la superficie y en ésta cada elemento superficial tiene una densidad de carga de la que depende la presión a la que está sometida. La presión es tanto mayor cuanto mayor es la densidad de carga, y esta densidad crece al acortarse el radio de curvatura de la superficie (una aplicación práctica de esta regla se hace cuando se dice que la electricidad escapa por las puntas). Pues bien, la descarga eléctrica de aquél "huevo" (muy potente, sin género de duda; cosa a examinar

35

más abajo) en el sector que veía Zamora, esto es, hacia arriba, debería provocar una luminosidad conoide. Este dato, al coincidir con el que da Zamora, no es un dato como otro cualquiera; es, a nuestro entender, el "santo y seña" de la veracidad del relatante.

No tiene ninguna probabilidad que si Zamora le hubiera inventado a la luminosidad una forma a capricho acertara con la que lógicamente debería tener, y tanto más improbable cuanto que las luminosidades parten generalmente de un foco y se difunden en su derredor sin que se le ocurra de ordinario a nadie asignarles forma geométrica, ya que en la percepción habitual, cuando el fenómeno es corriente, no se acusan bordes definidos. Si esta suma improbabilidad de acierto se multiplica por la suma improbabilidad de que un guardia no sea una persona honesta y equilibrada, obtenemos la racional certeza de que el relato de Zamora es verídico.

Creo que en este punto no debemos continuar abrigando dudas ni buscando eufemismos por evitar afirmaciones radicales que pudieran interpretarse inmodestas; creo que se debe apechar con la verdad de la realidad.

La inmediata posición de duda ante lo desconocido es muy natural. Es muy racional que el Hombre frente a una fuente de revelación no admitida como rigurosamente cierta dude y su duda no tiene nada de patológica. Lo patológico es el terror o la incredulidad. Lo humano no es ninguna

36

de las dos cosas. Y por este tercer camino llegamos a la conclusión: los extraterrestres existen.

Es claro que esta convicción no es por el momento plenamente racional; tenderá a serlo a medida que avancemos en el estudio que contiene este librito en su totalidad. Lo que por el momento quizás sea conveniente –y en esto sólo podemos aducir nuestra modesta opinión– es descartar desde el mismo punto de partida que los extraterrestres sean seres extraordinarios. Estos seres, puesto que son capaces de fabricar aparatos, son seres plenamente desarrollados; Hombres con toda probabilidad, pero nada más que Hombres. Por lo que se ha visto de ellos no hay ninguna razón para imaginarlos de entrada como dotados de poderes mágicos con los que pueden subyugar a los humanos. Lo primero que observó Zamora fue que los "ovnitas" (llamo privisionalmente "ovnitas" a los que viajan en ovnis) en cuanto advirtieron la presencia de Zamora, se asustaron y emprendieron la fuga. Esos aparatos que manejan los ovnitas probablemente ofrecen peligro y el más inmediato es el acercarse a ellos. Piénsese que la descarga eléctrica del relato de Zamora, si la hubiera recibido un avión que persiguiera al ovni, habría derribado probablemente al avión, como quizás fue el caso del capitán Thomas Mantell, pero el Hombre no necesita acercarse a esos aparatos para reducirlos a pavesas si fuera necesario.

¿Pertenecen los ovnitas a una civilización superior a la humana? O mejor: ¿cabe la posibilidad de una civilización superior a la humana? Pues posiblemente, no. No debe confundirnos el que los

37

aparatos en que vuelan nos sean todavía desconocidos, pues ello no quiere decir que su civilización sea superior a la nuestra. Incluso podría ser una civilización muy inferior, o acaso que ni siquiera tuvieran eso que se llama civilización.

No está muy claro establecer que una raza de Hombres esté tanto más avanzada cuanto mayor sea el número de siglos de vida con que cuente. Si en la Tierra no hubiéramos tenido un Maxwell o un Lorentz (por sólo citar a los que más convienen al caso), ya podrían pasar siglos y siglos, no tendríamos radios, ni televisores, ni rayos láser, etc. En cambio, puede concebirse que no hubiéramos inventado el automóvil si no hubiera habido en la Tierra yacimientos de petróleo. Y también puede concebirse que, a la inversa, con una técnica puramente empírica, pero poseyendo petróleo, fabricaríamos automóviles medianamente buenos, mas que no poseyendo una técnica científica, nuestra civilización no tendría la enorme capacidad técnica ni el poder de las armas que la caracterizan. No hay ningún inconveniente a que el caso de los ovnitas sea éste. Podrían los ovnitas poseer yacimientos de un material que haga posible el tipo de vuelo de los ovnis (de esto hablaremos después) y a pesar de ello sentirse muy inferiores al Hombre.

Los ovnitas prefieren lo que llamamos zonas remotas, la noche al día; no se alejan de su ovni sino muy pocos metros y cuando están convencidos de que nadie los observa (el aterrizaje presenciado por Zamora se realizó en un terreno pedregoso semidesértico). En cuanto los ovnitas ven un Hombre acercarse sacan inmediatamente al ovni de

38

su alcance. Lo más inmediato es interpretar estas precauciones pensando que el ovni es el vínculo que los une a la vida. Generalmente se da por sentada la premisa de que pertenecen a una prodigiosa civilización con un adelanto técnico portentoso y que huyen del Hombre como nosotros huímos de las alimañas. Sin embargo, no hay razones para no creer que el caso sea exactamente el opuesto. Mas con todo esto nos estamos anticipando a lo que es materia de otros epígrafes.

Las conclusiones del informe de la Comisión Condon no fueron satisfactorias para los autores de libros y artículos en revistas especializadas sobre esta clase de fenómenos, que siguen paso a paso su evidencia. Casi diríamos que el informe causó indignación y abrió una brecha entre la "ciencia oficial" y la verdad sostenida por un número de testigos tan grande que parece ridículo oponérsele pretendiendo monopolizar el buen sentido.

Los impugnadores de la Comisión Condon, si somos consecuentes, pisan sin género de duda el terreno firme de la realidad. Mas, por desgracia, se ven obligados a utilizar argumentos a los que la ciencia es impermeable. En este terreno no vale decir, como Sócrates, "sólo sé que no sé nada", ni que el Cosmos es tan grande que caben muchas cosas, etc. Tampoco es admisible comparar la ciencia y la técnica actuales con la de los escolásticos cuando negaban la teoría de Copérnico. En aquél caso la ciencia no la representaban los escolásticos, sino Copérnico. Se ha abusado mucho del optimismo que tiene por lema suprimir del diccionario la palabra "imposible".

39

Las ciencias se fundan en los imposibles, y los imposibles serán siempre imposibles. Si se le habla a un científico de hechos calificables de imposibles fundándose en que pueden ser invenciones del futuro imposibles al Hombre actual, al modo como las invenciones del mundo de hoy parecerían imposibles en la Edad Media, este argumento, sin que pueda refutarse de plano, excesivamente generalizado, es contraproducente, puesto que bastaría pensar de ese modo para disolver el método del pensamiento científico. Si al razonar termodinámicamente se hubieran utilizado aquellos argumentos no tendríamos actualmente ningún conocimiento termodinámico, y no teniéndolo hoy no lo tendríamos tampoco en el siglo próximo ni nunca. El argumento, lejos de explicar la ciencia del futuro, contribuiría a que no la hubiera.

Con el progreso de las ciencias, las posibilidades del pensamiento "futurizante" no van en aumento, sino al revés. En un principio todo sería posible. Pero a medida que se van fijando científicamente, esto es, por medio de pruebas concluyentes, las leyes físicas, el campo de lo que podría ser posible se va reduciendo. Si siguen progresando las ciencias llegará fatalmente un día en el que no sea posible ningún "quién sabe".

Pero no confundamos los planos; los problemas del ovni están considerablemente más allá del lugar que les corresponde como máquinas. El "platillo" depende fundamentalmente de la respuesta que la ciencia pueda dar a otros interrogantes.

40

HACIA UNA F ÍSICA DE LOS OVNI

(SÉTIMA PARTE)

¿Existen otros seres inteligentes en el Cosmos, aparte el ser humano?

Si existieran, ¿de dónde podrían venir?

La primera pregunta suscita un tema que se presta a tantas licencias de criterio (el célebre físico Huyghens llegó a tratar hasta de las aficiones musicales de los habitantes de otros mundos) que el comentario hace recordar una célebre frase: "¡ Oh, ciencia, cuántas fantasías se cometen en tu nombre!". Es un punto donde todos los optimismos son vagamente científicos en contraste con los rigurosos pesimismos en la misma proporción que es mucho más difícil crear un organismo vivo que destruirlo.

Se ha de tener presente que en las ciencias naturales, dominadas por el evolucionismo, no es ninguna enormidad admitir que la inteligencia humana sea el resultado de una evolución y se admite la posibilidad de que los factores que determinaron esta evolución se deben a la casualidad. Entonces no es absurda la pregunta ¿es la inteligencia un producto del azar? Y hasta se puede contestar: sí. Después de esto, la pregunta que le sigue: ¿es muy probable que existan en el Cosmos seres inteligentes como nosotros los

41

humanos?, será contestada: no; no es nada probable; es casi un imposible.

En rigor, ha de decirse que lo teóricamente válido es que tanto puede ser la inteligencia un resultado necesario según leyes de evolución de la vida como producida por azar, como por cualquier otra razón que hasta la fecha no ha entrado en la mente de nadie. En el primer caso deberán existir en el Cosmos otros seres inteligentes sin más petición de principio sino que las leyes biológicas sean universales, no privativas de este planeta. Esta posición teórica es la que espontáneamente está en el fondo de la creencia en que sería un delirio de grandeza pensar que sólo en la Tierra puede haber vida e inteligencia. En el segundo caso es casi seguro que no hay más seres inteligentes en el Universo que los hombres. Esta segunda posición, aunque no tan extendida como la primera, es sin embargo más rigurosa y en cierto modo la más típica del espíritu contemporáneo de la ciencia, hasta el punto de que si no fuera por el respeto que impone la suma trascendencia del tema, se habría considerado la ortodoxa, si es verdad que hoy domina en las ciencias naturales el espíritu de la Escuela de Copenhague.

El científico que lleva la batuta de este escepticismo es Pascual Jordan. Este físico, ante la pregunta ¿existen otros seres inteligentes en el Cosmos aparte del ser humano?, da una respuesta envuelta en eufemismos, pero que quiere decir categóricamente no. Es muy interesante conocer la personalidad de Jordan, porque, aparte de los seres extraterrestres y los "platillos", es una figura clave

42

de la ciencia contemporánea. Jordan forma con Heisenberg y Born la trilogía de pensadores que han creado el indeterminismo (el programa de la Escuela de Copenhague). Y Jordan ocupa en la raíz de esta doctrina una posición destacada, pues ya era doctor en Filosofía antes de sus estudios de Física, Matemáticas y Zoología. Hoy sus campos más destacados de trabajo son la Biofísica y la Cosmología, lo que lo califica muy especialmente para contestar a las preguntas propuestas con la número uno por delante.

El profesor Jordan no cree en "la existencia de base alguna para suponer la probabilidad de que haya seres inteligentes extraterrestres, en virtud de los conocimientos que hoy tenemos de las Ciencias Naturales". Hay que advertir que cuando Werner Heisenberg habla de los resultados de las ciencias naturales se refiere a esta perla: el "principio de indeterminación" que considera como resultado final y supremo del proceso de desarrollo actual de la Física, y ya veremos que cuando Jordan alude a los "conocimientos que hoy tenemos de las ciencias Naturales" se refiere en el fondo a lo mismo.

Hay un cierto abuso de confianza en la peculiaridad de esos "conocimientos que hoy tenemos de las Ciencias Naturales" conjugado con una cierta deformación profesional en cuya virtud la incógnita de seres extraterrestres se desliza hacia conclusiones próximas a seguridades como si el asunto no tuviera casi ninguna importancia. Jordan, como otros colegas suyos, no parece ver en seres extraterrestres de inteligencia superior otro motivo de interés que el de intercambiar pensamientos con

43

ellos, dando por bueno (aunque no lo dice explícitamente) que en el Cosmos impera el cristianismo, o el socialismo, o el universitarismo.

Pero la cuestión de si existen o no existen inteligencias superiores extraterrestres es demasiado seria para dejarla en manos de nadie con la exclusiva. No está de más que dediquemos un brevísimo comentario al punto de arranque del credo físico-filosófico de Jordan, Heisenberg y Born.

Según el concepto de indeterminación, llevado a sus últimas consecuencias, el fondo de la Naturaleza, su última realidad, está indeterminada objetivamente. No existirán en lo microscópico leyes físicas rigurosas, sino el contingentismo del azar, y lo que llamamos leyes físicas serían meras regularidades estadísticas que emergen de ese fondo de azar primario.

Las razones que aporta Jordan para no creer en la existencia de seres inteligentes extraterrestres son aproximadamente semejantes a las que dan otros científicos con mucha menos convicción, más en Jordan adquieren la fuerza que les da el rigor deductivo derivado de la indicada físico-filosofía elevada mediante el principio de indeterminación al rango de supuestos fundamentales de la ciencia Natural. Si la vida y con ella el pensamiento inteligente han surgido de un fondo donde impera el puro azar, no es nada probable esperar que puedan existir en el Cosmos seres de inteligencia superior con los que podamos establecer contacto. Dicho con sus propias palabras (en "¿Estamos solos en el

44

cosmos?", Plaza & Janés, Barcelona, 1972): "Puede ser expresada (la tesis) diciendo que el desarrollo de la vida orgánica en nuestro planeta es un fenómeno extremadamente raro, un fenómeno improbable en el Cosmos". Más adelante: "Pero con un Empire State Building de pisos de hipótesis no se consigue obtener experiencia alguna que sirva para juzgar objetivamente la cuestión de si existe probabilidad alguna digna de mención de que los 100.000 millones de soles de nuestra galaxia hayan proporcionado la ocasión de que exista un segundo caso similar al nuestro".

Nótese lo fuertemente grabada que está en el biofísico Jordan la idea de que la vida se originó en nuestro planeta por azar, por casualidad. Este pilar de convicción ha de ser fortísimo y tiene explicación en la idea radical de azar que está en la base de su Filosofía de la Naturaleza.

Lo que viene a decirnos Jordan, en esencia, es que todos los que especulan sobre la base de que hay muchos soles y en consecuencia muchos sistemas planetarios, no cuentan con el secreto del origen de la vida. Aquellos que razonan aduciendo que sería mucha pretensión pretender que sólo hubiera vida en la Tierra se equivocan como se equivocaría el que siendo rey pensara, por modestia, que sería mucho orgullo creer que su caso es único en una nación. En esta ocasión, la modestia es un estorbo; es caso único. El secreto de esa originalidad y singularidad de la vida en la Tierra está en el secreto más hondo de la Naturaleza, el azar.

45

La piedra de toque es, naturalmente, el origen de la vida sobre la Tierra, ya que este dato lo tenemos a mano. Sobre este punto, la Genética y la Biología molecular demuestran que toda la vida orgánica constituye una gran unidad. Mas, ¿cómo ha de entenderse esta unidad? ¿Como unidad de leyes biológicas o como unidad de origen? En el dilema es fácil comprender que para Jordan, que ni siquiera en el dominio de la Física admite leyes en sentido riguroso, la unidad sólo puede ser debida a la unidad de origen, y por eso concluye que el origen de la vida en la Tierra (y para él, con toda probabilidad, sólo en la Tierra) constituyó un fenómeno tan anormal y tan extremadamente improbable que la Naturaleza sólo pudo realizarlo en la Tierra una sola vez".

También para el astrónomo Fred Hoyle la vida se debería a una casualidad, pero sería una casualidad de muy otro tipo. Para Hoyle la casualidad se presenta de la manera siguiente. Destaca el hecho de que dos núcleos de helio no forman un núcleo estable, pero si ocasionalmente en el breve instante en que existen unidos los dos helios formando Be8 aparece un tercer helión, el resultado es C12, y si a éste se agrega otro helión, se forma el oxígeno común O16. Dice Hoyle que es muy probable que este proceso de combustión de helio sea el que produzca el carbono y el oxígeno de nuestro mundo; o con otras palabras, que gracias a la casualidad arriba subrayada existimos.

A esta clase de contingencias hay que agregar muchas más, como por ejemplo, son condiciones indispensables al desarrollo de la vida sobre un

46

planeta el que exista en éste una atmósfera respirable, agua en estado líquido, temperaturas comprendidas entre ciertos límites y un largo período de estabilidad de estos factores. Por todo lo cual la vida no es posible sobre planetas demasiado pequeños, pero tampoco sobre los demasiado grandes; ni demasiado cercanos a su sol ni demasiado alejados. Mas todos estos condicionamientos que limitan mucho las posibilidades de vida, no destruyen, no obstante, la idea de causalidad y tienen escasamente que ver con el azar radical del indeterminismo.

Hemos de decir, muy entre paréntesis, puesto que el punto no es de este lugar, que en la parte de este libro dedicada a la Relatividad podrá verse la prueba prácticamente inconclusa de que el fondo de la Naturaleza no es el azar. La Naturaleza inanimada está regida, desde luego, por leyes rigurosas que tienden a sintetizarse apriorísticamente en la mente humana por obra de los genios, Newton, Maxwell, Eistein por sólo citar a los quizás más característicos) y por cuanto a la construcción orgánica, a la vida, podría en principio ser arbitraria, mas de hecho está condicionada por las leyes de la Física y de la Química. En último término, apoyarse en el origen de la vida para discernir sobre la posibilidad de extraterrestres es tomar como punto de apoyo para resolver un problema abstruso, otro muchísimo más abstruso.

Esto no obstante, ateniéndonos a lo que sostienen los autores de prestigio científico, según Jordan, como acaba de verse, no es que no esté probado rotundamente que la vida se originó en la

47

Tierra y sólo en la Tierra, sino que la opinión contraria, y con ella la posibilidad de que existan extraterrestres, es tan difícil de sostener como el paso de un camello por el Ojo de la Aguja. Mas, aun suponiendo que lo pasara (otros autores limitan mucho las posibilidades de planetas y de vida en torno a los 100.000 millones de soles de nuestra galaxia, pero no son tan escépticos como Jordan), viene ahora con la segunda pregunta que hicimos, otro Ojo de la Aguja, por el que, claro, ya no pasa.

¿Si los extraterrestres existieran, ¿de dónde podrían venir?

En líneas generales, los únicos planetas en los que podría abrigarse duda de que hubiera en ellos vida son los dos más próximos a la Tierra, esto es, Venus y Marte. El resto se descarta por completamente inhóspito. Mercurio, el planeta más cercano al sol, con sus 350 grados de temperatura, es un horno, y el resto, por el lado de mayor alejamiento, Júpiter, Saturno, etc., son lugares donde sólo puede haber frío mortal y desolación. No se concibe en ellos ninguna posibilidad de vida.

En Venus, las mediciones efectuadas por los radiotelescopios y las sondas soviéticas han descartado que en este planeta pueda haber vida (se ha constatado que la temperatura de este planeta es de 400 grados centígrados). Y por cuanto a Marte, de haber vida sería de un tipo vegetal muy rudimentario. En resumen: de ningún lugar del sistema solar es esperable que provenga ningún

48

extraterrestre. Tendrían que venir de fuera del sistema solar.

Ahora nos aguarda el aquelarre de las enormes distancias interestelares. El planeta más próximo a la Tierra sería el de la estrella Barnard. Esta está a una distancia de la Tierra de unos seis años luz. Cada año luz es, como se sabe, la distancia que recorre la luz en un año, y como la velocidad de la luz es de 300.000 kilómetros por segundo, la distancia de seis años luz recorrida a la velocidad que es posible a un vehículo (que por grande que sea, lo sensato es –al menos por el momento– considerarla despreciable frente a la velocidad de la luz) invertiría una cantidad de siglos totalmente prohibitiva para los terrestres y extraterrestres. No continuamos porque el estudio detallado de las distancias astronómicas está en todos los libros de Astronomía. Es suficiente lo apuntado para decir no a la posibilidad de que a este planeta llegue ningún extraterrestre.

Pero con todo esto nos hemos distraído de lo que, con el mismo sentido común que ahora, íbamos diciendo antes. El caso del policía Zamora, en socorro, nos había llevado a la convicción de que los extraterrestres existen porque se pasean por la atmósfera terrestre. Los análisis científicos conducen a la convicción contraria. Mas hemos visto que en definitiva, la barrera de imposibilidad de cubrir las enormes distancias interestelares se apoya en una premisa que casi pasa inadvertida: que la velocidad de un vehículo espacial tripulado no puede ni aproximarse a la velocidad de la luz. Si admitiéramos que un vehículo puede alcanzar una

49

velocidad muy próxima a la de la luz (la prueba de la posibilidad de que un ovni pueda alcanzar una velocidad próxima a la de la luz la indica el vuelo del ovni, pero esto es asunto de los apartados siguientes), ¿qué ocurriría? Se pensaría que se acortaría sensiblemente el tiempo, pero que aun así continuaría siendo prohibitivo. Desde la estrella Barnard hasta la Tierra, con la velocidad de la luz, calculando con los prejuicios mecánicos habituales, se invertirían seis años. Sin embargo, no ocurriría exactamente así por la deformación del concepto de tiempo que se sigue de la Relatividad de Einstein y que entraría en vigor cuando la velocidad se aproximara a la de la luz.

Pero la Relatividad entra en el problema como una razón de "doble filo" (más bien, de triple filo). Por un lado, apoyándose en la relatividad del tiempo, los comentaristas (no precisamente de ovnis, sino al especular acerca de la Astronáutica del futuro) dicen, por ejemplo, que un viaje de unos quinientos años luz con regreso a la Tierra que arrojaría, naturalmente, un total del orden de los mil años, sólo sería para los astronautas del orden de algo más de veinte años. Se supone, desde luego, que la nave espacial habría de viajar con una velocidad cercana a la de la luz en el vacío (300.000 kilómetros/segundo). Mas, por otro lado, los cuerpos en movimiento tienen, según la relatividad, una masa m superior a su masa mo en reposo según la fórmula:

m=m0

√1−V 2/c2

50

La diferencia con la Mecánica clásica –para la que la masa m del cuerpo en movimiento es la misma que la mo en reposo– no tiene ninguna importancia cuando V es una velocidad "ordinaria", esto es, muy pequeña en comparación con la velocidad c de la luz en el vacío. Pero, en el momento en que V empiece a no ser despreciable con relación a c la masa del vehículo comienza a aumentar ostensiblemente, de tal modo que la condición de que V sea muy próxima a c para que se cumpla el acortamiento del tiempo que transcurre para los astronautas implica un incremento enorme de la masa a acelerar (para V = c, la masa a acelerar sería infinita). Dicho con otras palabras: las ventajas que con respecto al tiempo garantiza la Relatividad se traducen en inconvenientes (también relativistas) para acelerar la masa con la velocidad que requeriría el beneficio de aquellas ventajas.

Es claro que este cuadro de ideas puede experimentar un cambio radical con el enfoque de la física del ovni, pero esto pertenece a los epígrafes que siguen. Lo inmediato es señalar que los pros y contras de la Relatividad, que acabo de indicar, ni se mencionan al discutir la existencia de los ovni. Ello es debido a que ni los mismos físicos se interesan por la teoría de la Relatividad más allá de lo que es ortodoxo en los tratados de Física. Se da el caso de que el célebre Max Born, en una de sus cartas a Einstein –cartas que se han publicado recientemente– le dice tuteándolo, es decir, hablando con la franqueza que da la confianza entre amigos, que él, Einstein, ya sabe que él, Born, no ha estudiado nunca a fondo su teoría (A.Einstein-

51

M.Born: "Correspondance 1916-1955", Seuil, París, 1972). Esta enorme injusticia que padeció Einstein fue debida a que Born, lo mismo que Heisenberg, Jordan, Dirac y Pauli, por sólo citar a los más renombrados, se empeñaron, contra Einstein, en ese formidable error (con palabras de Einstein en un diálogo con Heisenberg: "Es completamente falso pretender fundamentar la teoría sólo sobre magnitudes observables"; lo rechazado por Einstein es la puerta de entrada al principio de indeterminación, véase W. Heisenberg: "Diálogos sobre la Física atómica", Editorial Católica S.A., Madrid, 1972) que es el principio de indeterminación o incertidumbre, y esta desviación presenta, como es lógico, bastantes fricciones con la verdadera física, hasta el extremo de que una exposición general de la Mecánica cuántica indeterminista ha de ser no relativista.

Mas no es esto lo peor, sino que los mencionados físicos y una pléyade de seguidores, al creer haber encontrado en el principio de indeterminación la base de toda física propiamente dicha, distraídos con ello, no han seguido a fondo la línea einsteniana. La orientación de la verdadera física fue dejada de lado; la extensión de la gravitación de Einstein fue menospreciada y posiblemente es una consecuencia de ello el que no hayamos visto en ninguno de los libros consultados sobre fenómenos extraños en el espacio alusiones al carácter no absoluto del marco temporal de los fenómenos que hicieran dudar de los prejuicios antropomórficos como último recurso ante las evidencias de la observación que parecen contrarias a la razón.

52

Con menos palabras: este opúsculo prueba que si los ovnis existen (y al decir ovnis entendemos máquinas), su física no habría podido ser descubierta nunca dejando en el olvido el verdadero camino teórico, el einsteniano.

Una física, por definición, es la reunión de los fenómenos en un sistema lógico. El sistema lógico reclama unidad de principio y el principio no puede ser uno ad hoc para explicar los fenómenos. De modo que, tomando como ejemplo precisamente el ovni, que es de lo que aquí se trata, la descripción de todas las características del ovni ha de seguirse de un solo principio físico, y este principio no ha de ser supuesto especialmente para explicar el ovni, sino que ha de estar dado como tal principio físico por la constitución fisicomatemática del Universo en general. Supuestamente cumplidos estos requisitos quedará explicada la existencia y presencia de un ovni, pero se levantará una segunda cuestión: ¿cómo ha podido viajar el ovni desde remotas distancias interestelares hasta la Tierra habida cuenta de las limitaciones de tiempo de los seres vivos? Pues bien, una física del ovni, si es auténtica, no debe necesitar de nuevos supuestos para contestar a la segunda pregunta; es decir, que las razones que expliquen el viaje del ovni han de estar contenidas en el principio físico básico que explica todas las características observadas del ovni.

Ni qué decir tiene que una física del ovni ha de ser única. Son tantos los requisitos que ha de cumplir el principio de donde reciban explicación las

53

características del ovni que no hay ingenio capaz de suplir a la autenticidad. Sólo un principio cierto y verdadero es capaz de cumplir aquellos requisitos.

Cuando los fenómenos entran en el marco de una física (una física es un sistema lógico) ya no se puede hablar de imposible. A lo sumo, la palabra a usar sería la de inverosimilitud de la posibilidad de ejecución de los modos físicamente lógicos. Mas, sobre este punto, recordaremos, variándola, la frase del conde Fernán González: "por la inverosimilitud no lo dejemos, señores, porque es tan grande la inverosimilitud de lo que tenemos ante los ojos que nos hará olvidar la inverosimilitud de los modos que la explican".

54

HACIA UNA FÍSICA DE LOS OVNI(OCTAVA PARTE)

TEORÍA DEL OVNI

Gravitación generalizada

En mi libro "Fundamentos de la mecánica cuántica" consigno algunas de las aplicaciones más esenciales de la Mecánica cuántica a los núcleos atómicos. Pero no he podido incluir una física de los núcleos; ésta, dentro del cuadro de ideas de fundamentación de la Mecánica cuántica, resulta derivada de la gravitación generalizada de Einstein (expuesta como teoría del campo no simétrico en el Apéndice a la quinta edición de "The meaning of relativity", 1954) y su extensión rebasaría con mucho los límites asignados al libro, dado su objeto que se define con el título (véase Apéndice 1).

Por este motivo nos vemos obligados a consignar como punto de partida una ley que se demuestra en virtud de los teoremas de introducción a una física de los núcleos, mas no aquí. Esta laguna no tiene, sin embargo, mucha importancia si se medita sobre el contenido de la ley: "cuando el campo gravitatorio acompaña un campo eléctrico (es el caso de los núcleos, sistemas de partículas que poseen masa y carga), la partícula inmersa en el campo pierde de su masa el duplo de la masa de

55

su energía potencial en el campo eléctrico". Esta propiedad no es la más esencial (no es específica de los núcleos y por ello es generalizable), pero sí muy importante, pues es un hecho experimental que las partículas que componen los núcleos presentan lo que los físicos llaman "defecto de masa". La energía Δ M c2 del defecto de masa debe proceder, o bien del campo de las fuerzas eléctricas, o bien del de fuerzas especiales nucleares (pues las fuerzas newtonianas no desempeñan ningún papel importante en las ideas empíricas sobre la constitución de los núcleos), pero si se piensa que hay siempre identidad entre la masa inerte y la gravitatoria, el enunciado que hemos hecho de la ley se impone como lógico, excluyendo, naturalmente, las fuerzas especiales, que no han tenido nunca confirmación experimental; o dicho de otro modo, el enunciado del principio demostrable sólo es una traducción más precisa de las ideas empíricas que sobre los núcleos ya existen.

Antes de pasar a las consecuencias que de este principio podemos obtener quiero hacer unos comentarios previos. Imaginémonos que un sabio del siglo XII, evidentemente genial, predicara que teniendo en cuenta la resistencia que nos ofrece el aire al mover la mano cuando accionamos al hablar, se podrían construir unos aparatos de varias toneladas de peso (los aviones actuales) que volaran por el aire. Las deducciones de este sabio en el siglo XII no es aventurado decir que causarían risa. Los incrédulos más radicales dirían que ellos no notan absolutamente ninguna resistencia del aire al mover la mano. Quizás hubiera otros que dando fuertes palmetadas sobre el aire dijeran que

56

notaban algo. Pero también éstos estarían de acuerdo con los primeros en lo ilusorio de tratar de explotar, nada menos que para levantar toneladas de peso, tan sumamente poco sensible efecto. Y sin embargo, en la actualidad sabemos que aquellos señores de tantísimo sentido común del siglo XII estaban muy equivocados. Esta consideración nos anima a proseguir.

La expresión matemática del principio que antes consigné es la siguiente:

F=−M c2( 12− Q

Φ R ) d g44

dR (1)

Donde F es la fuerza gravitatoria que se ejerce sobre la masa M de un cuerpo a la distancia R del campo de gravitación que impone otra masa

materialM (en los núcleos atómicos M sería la masa del núcleo; en la generalización que aquí hacemos sería, por ejemplo, la masa de la Tierra). con el símbolo Q expresamos la carga que

acompaña a la masa M . La razón de que la masa M no aparezca explicitada en la fórmula (1) la veremos un poco más abajo.

La partícula de masa y carga M, E, presenta un defecto de masa Δ M dado por:

Δ M = 2

c2

E QR (2)

57

lo que, según la (1), equivale a definir E por la fórmula:

M= E Φ

c2 (3)

y esto vale para las partículas subatómicas. Mas, como para la generalización que hacemos, esto es, en el dominio de las experiencias gravitatorias ordinarias con cuerpos eléctricamente cargados no se registran defectos apreciables de masa, para tales experiencias ha de ser:

QΦ R

≃0

y tanto más próximo a cero cuanto mayor sea la distancia R. Quiere esto decir que prescindir del

término Q

Φ R que aparece en el paréntesis de la

fórmula (1) es equivalente, valga la comparación, a cuando decimos que al mover la mano en el aire todo ocurre como si no hubiera aire, pues no advertimos ninguna resistencia. Así pues, la fórmula de la gravitación de nuestras habituales experiencias se reduce a:

F=−M c2

2

d g44

dR (4)

digamos entre paréntesis, para que la fórmula (4) no extrañe, que según la teoría de la gravitación de Einstein el potencial newtoniano U se define por:

58

U =c2

2( g44−1 )

y por ello la (4) se trueca en:

F=−MdUdR

donde:

U =−GMR

(G, constante newtoniana de la gravitación) y por ende:

F=−GM M

R2

ley de Newton.

Pero así las cosas, renunciando al término Q

Φ R

del paréntesis de (1), no descubriríamos nunca la física de los OVNI, del mismo modo que negándonos a admitir que el aire ofrece resistencia a los cuerpos en movimiento no descubriríamos nunca el avión. Razonando, pues, a partir de la fórmula rigurosa (1) y aceptando todas sus consecuencias lógicas libres de prejuicios, podemos decir que, así como existe un valor de la presión de las alas de un avión contra el aire para el cual el avión se eleva, también habría un valor de E, o de R, para el cual la fuerza F de la gravedad es nula.

59

Comencemos por la consideración de R.Sea Ro el valor de R para el cual se anula la

fuerza de la gravitación. Tendremos, pues, de acuerdo con (1):

M c2( 12− Q

Φ R0 )d g44

dR=0

Luego, habida cuenta de la (3):

E=M c2

2QR0

Ahora, para valores de R inferiores a Ro, es decir, para

QΦ R

> QΦ R0

la fuerza F cambia de signo, con otras palabras, la fuerza definida por (1) será negativa, nula o positiva según que:

R>R0

R=R0

R<R0

Lo que significa que el sistema de masa y carga M, E situado en un punto del espacio en el que R>R0 está sometido a una fuerza en la misma dirección y sentido que la de la gravedad (en el concepto ordinario de la palabra gravedad), pero tanto menor cuanto el punto más se aproxime al nivel Ro. El

60

campo de fuerza F es, pues, en esta región atractivo a semejanza del de la gravedad. En el punto Ro se anula la fuerza F y a partir de este nivel Ro, es decir, para puntos del espacio en los que R<R0, el sistema M, Eestará sometido a una fuerza de la misma dirección pero opuesto sentido al de la gravedad y tanto mayor cuanto menor sea R. El campo de fuerza F es, pues, en esta región –que tiene por límite máximo el nivel Ro– repulsivo, contrario al de la gravedad. El sistema M, Esituado libremente en este campo será acelerado en la dirección de la vertical, pero en sentido ascendente, aparecerá a la mirada como sometido a un campo de antigravitación.

Es conveniente no incurrir en confusionismos respecto de este campo. Repárese en que siempre hemos hablado de la fuerza F que se ejerce sobre el sistema M, E. El llamado campo de antigravitación es la región del espacio donde la fuerza F se ejerce en sentido contrario al de la gravedad. Pero siempre nos referimos a la fuerza F, no al campo gravitatorio en el sentido ortodoxo. O con otras palabras, que el

sistema M, E no altera el campo gravitatorio. Este campo sigue siendo el campo gravitatorio en todo el espacio considerado. La antigravitación se refiere a

la fuerza F que se ejerce sobre el sistema M, E y sólo sobre este sistema.

Otra advertencia es que para no complicar de entrada las fórmulas hemos llamado Q a la carga que acompaña a la masa M . Con más precisión debemos considerar Q como la carga multiplicada por un coeficiente que expresa la inversa del poder

61

inductor específico del dieléctrico. Esta precisión tendría importancia en una exposición detallada de la técnica de propulsión del OVNI, pero desde el punto de vista de su física general, que es a lo único que aquí podemos aspirar, puede dejarse de lado.

62

*– “Hacia una Física de los Ovni” ha sido recompilado desde:http://www.wuala.com/Al%20Filo%20de%20la%20Realidad/Al%20Filo%20de%20la%20Realidad/Revistas%20PDF%20Al%20Filo%20de%20la%20Realidad/ (Ver: Revista AFR, Nº 36, 37, 41, 44, 48, 49, 59, y 61)

– Carátula (ver en): http://edicioneshalbrane.blogspot.com/2007/01/el-fantasmal-francisco-arejula-un.html

– Referencias: Escribió Francisco Padrón Fernández “los ejemplares de su libro Hacia una física de los OVNI han desaparecido”. Por su parte Antonio Ribera le dedica varias páginas en su obra “Las máquinas del Cosmos”. El misterioso señor Aréjula escribió un extrañísimo libro y al poco tiempo fue aparentemente asesinado. Hay quienes afirman que su cuerpo se encontró sin una gota de sangre. Al parecer faltaban varias vísceras. A partir de allí el misterio se acrecentó, nadie ha podido determinar quién era este personaje, por qué fue asesinado o escribió un libro tan particular, con una historia del fenómeno OVNI y fórmulas reservadas para entendidos. Pocos afortunados disponen de un ejemplar de esta obra. ¿Será usted uno de ellos? 268 pág. (ver en): http://edicioneshalbrane.blogspot.com/

– Publicación de 1973: http://hemeroteca-paginas.lavanguardia.com/LVE07/HEM/1973/10/11/LVG19731011-054.pdf