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ENSAYO HACIA UNA DEFINICIÓN DE JUSTICIA ECONÓMICA* Lester Thurow** El desafío de entregar un contenido más o menos concreto y más o me- nos exacto de la noción de equidad económica podrá haber sido motivo de muchas dificultades, de muchos esfuerzos frustrados y de muchas re- nuncias incluso, pero permanece tan vigente como siempre. ¿Dónde está la clave para determinar cuándo el sistema económico es justo y equitati- vo y cuándo no lo es? ¿Radica en la rectitud de sus reglas del juego? ¿En las percepciones individuales de quienes ven al sistema como justo? ¿En la capacidad para distribuir los recursos según los méritos? ¿En la aptitud para atender a los requerimientos del bien común? Cualquiera sea la respuesta al dilema, el siguiente ensayo muestra una só- lida base para reanudar el estudio del tema y para ofrecer a este esfuerzo pautas de desarrollo y solución. La economía moderna surgió de la búsqueda de una definición de la justicia económica, no obstante lo cual ha abandonado casi completamente aquella búsqueda. Por tal razón, los economistas utilitaristas del siglo XIX, como John Stuart Mill, invirtieron buena parte de su tiempo en la búsqueda de los principios que podrían conducir a una condición de equidad. Hacia 1940, sin embargo, los economistas concluyeron, llenos de reticencias, que no había enun- ciados económicos posibles en relación al tema de la equidad. En es- to coincidían con los filósofos morales y otros cientistas sociales, en el sentido de que no se pueden deducir enunciados éticos de otros puramente factuales o puramente lógicos, los únicos dos tipos de enunciados que son posibles de hallar en la moderna teoría econó- mica. Pero hacia 1950, la cuestión de la equidad económica ya no era siquiera analizada en los manuales básicos, salvo la acotación de * Traducido de The Public Interest N° 31, Primavera de 1973. Se publica con la debida autorización. ** Profesor de Economía y Administración del Massachusetts Institute of Technology (M. I. T.); su libro más conocido es The Zero-Sun Society. Columnista de Los Angeles Times.

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ENSAYO

HACIA UNA DEFINICIÓN DE JUSTICIA ECONÓMICA*

Lester Thurow**

El desafío de entregar un contenido más o menos concreto y más o me-nos exacto de la noción de equidad económica podrá haber sido motivode muchas dificultades, de muchos esfuerzos frustrados y de muchas re-nuncias incluso, pero permanece tan vigente como siempre. ¿Dónde estála clave para determinar cuándo el sistema económico es justo y equitati-vo y cuándo no lo es? ¿Radica en la rectitud de sus reglas del juego? ¿Enlas percepciones individuales de quienes ven al sistema como justo? ¿Enla capacidad para distribuir los recursos según los méritos? ¿En la aptitudpara atender a los requerimientos del bien común?Cualquiera sea la respuesta al dilema, el siguiente ensayo muestra una só-lida base para reanudar el estudio del tema y para ofrecer a este esfuerzopautas de desarrollo y solución.

La economía moderna surgió de la búsqueda de una definiciónde la justicia económica, no obstante lo cual ha abandonado casicompletamente aquella búsqueda. Por tal razón, los economistasutilitaristas del siglo XIX, como John Stuart Mill, invirtieron buenaparte de su tiempo en la búsqueda de los principios que podríanconducir a una condición de equidad. Hacia 1940, sin embargo, loseconomistas concluyeron, llenos de reticencias, que no había enun-ciados económicos posibles en relación al tema de la equidad. En es-to coincidían con los filósofos morales y otros cientistas sociales, enel sentido de que no se pueden deducir enunciados éticos de otrospuramente factuales o puramente lógicos, los únicos dos tipos deenunciados que son posibles de hallar en la moderna teoría econó-mica. Pero hacia 1950, la cuestión de la equidad económica ya noera siquiera analizada en los manuales básicos, salvo la acotación de

* Traducido de The Public Interest N° 31, Primavera de 1973. Se publicacon la debida autorización.

** Profesor de Economía y Administración del Massachusetts Institute ofTechnology (M. I. T.); su libro más conocido es The Zero-Sun Society.Columnista de Los Angeles Times.

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que era necesario que una economía de mercado arrancase de unadistribución "justa" de los recursos económicos. Lo que tornaba"justa" tal distribución permanecía en blanco o era vagamente deri-vado hacia el proceso político.

Durante un tiempo, los economistas pensaron que se podría lo-grar cierto progreso cambiando la teoría utilitarista, con todos susproblemas técnicos de cuantificación, por el análisis de opción ypreferencia. Se intentaría no cuantificar la utilidad, sino que simple-mente determinar acaso los individuos preferían el Estado A al Esta-do B. Los individuos clasificarían diferentes Estados del orbe en uncierto orden de preferencia, y esas clasificaciones podrían enseguidaser combinadas para formular un juicio social sobre la equidad eco-nómica. El teorema de imposibilidad de Kenneth Arrow destruyóesa visión. Fue capaz de demostrar que no existía un método decombinación —que no había una regla de decisión social (p. ej., votode mayoría)— que pudiera conducir bajo todas las circunstancias ha-cia un "ordenamiento social" sin violar algunas condiciones aparen-temente tolerables y razonables. Como resultado de todo esto, ni si-quiera el proceso político pudo manejar la cuestión de la equidadeconómica en forma perfecta.

Este tipo de conclusiones intelectuales, sin embargo, no desva-necen la necesidad de hacer decisiones en relación a la equidad eco-nómica ni impiden que se tomen esas decisiones. En el hecho, sontomadas a cada rato. Cada vez que se recaudan impuestos, o que serealizan gastos públicos, se toman decisiones vinculadas con la equi-dad económica. Incluso, si los gobiernos carecieran de programas degasto fiscal, el problema seguiría existiendo. Es inevitable. En laseconomías de mercado son las preferencias individuales las que de-terminan las demandas del mercado de bienes y servicios, y, comoconsecuencia, determinan la distribución de ingresos del mercado,aunque las preferencias individuales son determinadas por los recur-sos económicos antes de ser comunicadas al mercado. Un individuocarente de ingresos o de riqueza puede tener necesidades y deseos,pero carece de demandas económicas. Para hacer pesar sus preferen-cias individuales, debe contar con recursos económicos. Si el ingresoy la riqueza son distribuidos de acuerdo a la equidad (sea lo que seaeso), las preferencias individuales son adecuadamente determinadas,y el mercado puede ajustarse eficientemente a un conjunto de de-mandas equitativas. Si los ingresos y la riqueza no son distribuidosde acuerdo a la equidad, las preferencias individuales no son ade-cuadamente determinadas. El mercado se ajusta bastante eficiente-mente a una distribución equitativa del poder adquisitivo.

El no tener programas gubernamentales para la redistribucióndel ingreso simplemente certifica de facto que la distribución demercado de los ingresos existente es equitativa. Somos forzados deun modo o de otro a revelar nuestras preferencias colectivas en rela-ción a la distribución "justa" de los recursos económicos. Como re-sultado de esto, una de las responsabilidades básicas del gobierno en

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una economía de mercado es crear una distribución equitativa delingreso y de la riqueza en caso de que ésta no haya sido generadapor el mercado.

Si bien la tensión entre la necesidad de adoptar decisiones so-bre la justicia económica y el deseo intelectual de evitar el análisisde la equidad económica puede ser suprimida, se sabe que a la largaigual estalla. El más reciente y muy discutido libro de John Rawls,A Theory of Justice, marca el comienzo de semejante estallido. Co-mo es usual en tales casos, tanto el pesimismo por el cual el análisisfue abandonado como el optimismo por el cual es replanteado pro-bablemente sean excesivos. El problema de precisar la equidad eco-nómica simplemente constituye un problema difícil para el cual secarece de una respuesta universal. Al mismo tiempo, hay argumen-tos importantes que cabe comprender.

Hay diversas direcciones desde las cuales uno puede intentarprecisar la equidad económica:

1 Puede depositarse confianza en el proceso y los procedi-mientos. Un juego económico es precisado como limpio o equitati-vo cuando los individuos están de acuerdo en las reglas del juego ytodo resultado del juego es, en consecuencia, considerado justo.

2 Las preferencias individuales pueden ser el criterio clave.Si el término de un juego económico coincide con las preferenciasindividuales de los ciudadanos de un país, el resultado será equitati-vo. La equidad es alcanzada cuando la sociedad logra una distribu-ción de los recursos económicos que genera el mayor grado deacuerdo.

3 También puede recurrirse al mérito, sea como sea que se lodefina, para especificar la equidad. La equidad acontece cuando losrecursos son distribuidos de modo coincidente con los méritos. Enel marco del pensamiento económico liberal decimonónico, esto sig-nificaría recompensar a cada uno de acuerdo a su producto marginaltal como lo determina un mercado libre. La persona que aportamás, obtendrá más.

4 La equidad puede estar vinculada al bien común, sea lo quesea de acuerdo a su definición. La equidad es aquella distribución delos recursos económicos que maximiza el bien común. El problemapasa entonces a ser substantivamente el de determinar el bien co-mún.

Obviamente, cualquier precisión real de la equidad económicapuede tener —y probablemente tendrá— elementos de estas cuatrofacetas de la equidad. Paralelamente, hay problemas en emplear unao todas estas técnicas para precisar una distribución justa de los re-cursos económicos. Para aclarar algunos de los puntos que rodean alproblema, procederé a delinear las razones fundamentales que lleva-ron a los economistas a hacer abandono de su búsqueda de la equi-dad económica, a examinar algunos de los escapes prácticos e inte-

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lectuales que han sido propuestos y a sugerir un candidato propiopara la definición de una distribución equitativa de las recompensaseconómicas.

El Carácter Indiscutible de la Equidad Económica

Nadie podrá negar que los juicios de valor juegan un importan-te papel en la precisión de la equidad económica. Esta observación amenudo ha conducido a la conclusión errónea, sin embargo, de quepor este motivo la equidad económica sería imposible de discutir oanalizar. Así, uno escucha decir que hay enunciados económicosque deben formularse en relación al carácter de la eficiencia econó-mica, pero no hay enunciados económicos que deban formularse enrelación al carácter de la equidad económica; sólo hay prejuicios.Pero, en efecto, los enunciados sobre eficiencia económica no estánlibres de valores. Dependen de un conjunto de juicios de valor discu-tibles subyacentes, tal como los enunciados sobre la equidad depen-den de un conjunto de juicios de valor discutible subyacentes. Enambos casos debe precederse a realizar estudios técnicos una vezque hayan sido adoptados los valores.

El análisis moderno de la eficiencia económica depende de laaceptación de aquello que nuestros manuales llaman óptimo de Pa-reto: el Estado A es mejor que el Estado B si al menos una personaestá mejor en A y nadie peor. (Se presume que una persona está me-jor en A si prefiere estar en A más que en B.) En una versión másdébil del mismo principio, el Estado A es mejor que el Estado B, siaquellos que están mejor en el Estado A pueden compensar adecua-damente a los que están peor en el Estado A. Nos aproximamos alóptimo de Pareto cuando se emplean los recursos escasos de modotal que se maximiza el producto potencial, el que, a su vez, maximi-za las opciones potenciales. Cuando aumenta la eficiencia, existe unmayor acopio de bienes y servicios (incluyendo el ocio) para queescojan los individuos. Más es mejor.

Todo análisis de la eficiencia económica depende de estos pos-tulados. Todos estos postulados son profundamente éticos por natu-raleza. Se emite un juicio de valor respecto de que cada individuo—hombre y mujer— es el mejor juez de su propia felicidad y quetener mayor cantidad de opciones siempre será mejor que menos.Sin tales juicios valorativos, la "eficiencia" deja de tener cualquiersignificado en la economía moderna.

Los valores de eficiencia de Pareto fueron fácilmente absorbi-dos por la economía porque parecían tener vigencia universal. Des-pués de todo, son los valores de una sociedad liberal-individualista.La invocación de juicios de valor de vigencia universal ha constitui-do el modo tradicional de evitar el análisis de los valores. Ello ocu-rre en parte porque pensamos que aquello que tiene validez univer-sal no necesita ser discutido, pero también porque los valores quetienen vigencia universal parecen ser intuitivamente verdaderos y

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muchas veces son tenidos más como hechos que como valores. Paramuchos, "más (opciones) es mejor" constituye un hecho y no unvalor.

Todos podremos compartir tales postulados, pero ello no alte-ra el hecho de que son juicios de valor o que se elevan más allá delámbito del análisis. Tomemos el caso de la inviolabilidad de las pre-ferencias del consumidor. Dada la creencia decimonónica de deseosinnatos al individuo, la inviolabilidad de las preferencias del consu-midor parecía algo razonable. Dadas las modernas sociología y psi-cología, el postulado de los deseos innatos ya no parece tan plausi-ble. Ahora percibimos que toda sociedad o cultura genera los "de-seos" o las "necesidades" de su población. Más aún, en la medidaque mejora nuestro conocimiento acerca de cómo se generan los"deseos", la actividad de generar deseos caerá cada vez más dentrodel dominio de las políticas deliberadas. En efecto, el debate en tor-no a si acaso nuestra sociedad debiera intentar generar "deseos"económicos tradicionales u otros estilos de vida ya se ha iniciado.

Tal como lo ilustra este ejemplo, diversos tipos de creencias enrelación a realidades —sobre todo realidades psicológicas y sociológi-cas— pueden forzar alteraciones de valores. En forma similar, mu-chas creencias económicas en relación a realidades pueden afectar alos valores. Dos ejemplos al caso son: "La igualdad de ingresos esmala porque conduce a menos trabajo", o "El socialismo es buenoporque refrena al individuo de adquirir poder económico sobreotros individuos". Antes de entrar en batalla por alguno de estosenunciados, debe procederse a gran cantidad de dura investigacióneconómica empírica y duro análisis económico. ¿Conduce la igual-dad de ingresos a un menor esfuerzo personal? ¿Hay menor concen-tración del poder económico bajo el socialismo? ¿Cuándo entra enla arena el efecto de esfuerzo de trabajo adverso? ¿Cómo debieramedirse el poder económico?

Si "más es mejor" y la "inviolabilidad de las preferencias de losconsumidores" son ambos valores subyacentes a cualquier análisisde eficiencia económica, ¿cuáles son los valores que subyacen alanálisis de la equidad económica? El problema depende fundamen-talmente de si acaso uno suscribe la creencia de Rousseau de quetodos los hombres son por naturaleza iguales, o la creencia griegaclásica de que los hombres son desiguales por naturaleza. Tambiéndepende de cómo se procede a definir esas creencias más precisa-mente. La discusión se torna complicada, aunque parece claro queuna fe en la igualdad de los hombres significa que las diferenciassociales y económicas deben estar basadas sobre la convicción deque tales diferencias contribuyen al bien común. En otras palabras,esas diferencias deben ser justificadas como funcionales. Debedemostrarse que conducen a otra cosa de mérito, que legitime undistanciamiento de la norma de igualdad.

Tradicionalmente, la meta norteamericana en la esfera de lasrecompensas económicas ha sido planteada en términos de "igual-

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dad de oportunidades". Pero suscribir la igualdad de oportunidadesda una respuesta a sólo parte del problema. Todavía encontraremosel problema de: a) cuál juego económico debe jugarse, y b) cuáldebiera ser la estructura de precios. Ello implica dos determinacio-nes diferentes. Jugar un juego mixto de libre-empresa nada dice enrelación a la estructura óptima de los precios de la economía. Losmercados siempre pueden ser ajustados para admitir casi cualquierestructura de precios.

Tampoco hay escape alguno de determinaciones morales víala ruta de un "proceso limpio". La "lotería natural" y la "igualdadde oportunidades" son todas variaciones del argumento del procesolimpio. ¿Pero qué constituye un juego limpio? ¿Permitimos que laspreferencias de los consumidores determinen el mérito de una com-pañía de ópera o generamos, vía la educación, una demanda públicade representaciones operáticas? ¿Es un juego limpio un juego enque cada persona tiene una posibilidad equitativa de ganar? ¿Si lasposibilidades de ganar han de ser ecualizadas, perjudicamos a aque-llos nacidos con ventajas, o compensamos a aquellos nacidos condesventajas? ¿Qué constituye una partida equitativa? ¿Debiera cadaindividuo quedar sujeto a las mismas restricciones presupuestariasiniciales? Consideremos las herencias. ¿Hay alguna diferencia entreel individuo que hereda un millón de dólares y un individuo cuyostalentos atléticos le permitirán los mismos ingresos de por vida?

Tal como indican estas interrogantes, las reglas de la loteríanatural no son intuitivamente obvias. Esas reglas sólo pueden serespecificadas cuando uno sabe generar la distribución de preciosdeseada. Las reglas no pueden ser utilizadas para determinar la dis-tribución de precios deseada, dado que las loterías o los juegos dela economía de mercado pueden ser formulados para adecuarse acualquier distribución de precios. El mercado puede ser un "proce-so limpio" al que la mayoría de los norteamericanos estarán dis-puestos a someterse, pero es necesario estipular algunos otros prin-cipios para determinar la distribución equitativa de los precios eco-nómicos en el marco de este juego.

Agregando Preferencias

El móvil básico, tanto del pensamiento liberal del siglo XIXcomo de la profesión económica, ha sido buscar precisiones de equi-dad económica en el agregado de preferencias individuales o "fun-ciones de utilidad". Desafortunadamente, el proceso de agregaciónha topado con dificultades aparentemente imposibles de resolver.Por este motivo, los economistas se han inclinado últimamente pordejar este problema a "algún otro". El más reciente "otro" que haintentado el aislamiento de una función de beneficencia social ha si-do John Rawls. Recurre a la fe en el proceso para establecer tanto laigualdad natural de los hombres como la distribución óptima de losprecios. Tal como se aprecia en Rousseau, la igualdad natural de los

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hombres deriva de un contrato social en el cual la rúbrica de cual-quier hombre es tan importante como la de cualquier otro hombre.

Pero, a diferencia de Rousseau, Rawls contempla la estructurade precios económicos como también determinada en el proceso derubricar el contrato social. Las reglas para la distribución de preciosdeben ser fijadas sobre el supuesto de que cada persona, hasta don-de sepa, tiene la misma oportunidad de acceder a la cima, la mitado la parte inferior del orden social. Rawls argumenta que sólo hayuna estructura de precios que todo el mundo estaría dispuesto aaceptar: Una estructura de precios que maximice el precio mínimo.En términos de un economista, Rawls afirma que cada individuo es(o debiera ser) absolutamente "contrario al riesgo". Todos actúansobre el supuesto de que obtendrán el más bajo precio y por tantodesean maximizar ese más bajo precio. Nadie desea correr el riesgode tener que asumir un precio mayor. Nadie piensa en otra cosa queen su propio precio.

Si bien la maximización del precio mínimo parece igualitaria(Rawls así lo estima), no necesariamente lo es. Bajo esta regla, pue-do emprender cualquier proyecto que aumente mis ingresos en cual-quier cantidad mientras también aumente el ingreso del grupo máspobre, no importa en cuán poco. Rawls piensa que el efecto de cho-rreo es tan vasto que sería imposible designar actividades económi-cas que concentren las ganancias de ingreso en los grupos de más al-tos ingresos. En mi calidad de economista, no comparto dicha fe: elmundo no está dividido en actividades económicas sin efecto dechorreo y en actividades con un efecto de chorreo substancial. Haymuchas actividades económicas con cantidades marginales de cho-rreo. Para ser realmente igualitarias, las reglas sociales debieran indi-car que los individuos deben elegir aquellas actividades económicascon los mayores efectos de chorreo.

Tal como indica la precisión de Rawls de la equidad económi-ca, deben hacerse gran cantidad de conjeturas en relación a las pre-ferencias, en orden a generar la distribución de precios por él desea-da. Las preferencias del hombre que juega por jugar son ilegítimas.Dado que la lotería económica es un juego en que necesariamentehabrá de sobrevivir algún precio, la idea de un precio mínimo tienesentido (aunque probablemente haya personas que correrían riesgosbajo peligro de su muerte por hambre); pero maximizar el preciomínimo es nuevamente otra cosa. Las pruebas empíricas parecieranapuntar hacia la viabilidad de loterías que no maximizan el preciomínimo; la gente está a todas luces dispuesta a apostar una pequeñaparte de su actual precio (ingresos) a cambio de una reducida opor-tunidad de obtener un precio muy elevado. Rawls también se veobligado a dejar de lado al hombre envidioso. Supongamos que elhombre en peores condiciones fuera envidioso. En este caso, cual-quier cosa que aminore los ingresos de quienes están mejor más rá-pidamente de lo que aminora los ingresos de quienes están peor,maximiza el precio mínimo. Si no se descartara la envidia, la maxi-

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mización del precio mínimo podría conducir a cero ingresos paratodos.

La distinción entre estados factuales y estados de preferenciagenera problemas para Rawls, tanto como lo ha hecho para otrosfilósofos. Su regla de oro es "haz a quien está en peores condicionestal como él haría respecto de sí mismo". En cierto sentido, el hom-bre peor situado será aquel con la peor situación económica medi-ble, pero en cierto grado también será el hombre con la estructurade preferencias más difícil de satisfacer. ¿Hasta qué punto debierala distribución de los precios en una economía tomar en cuenta lautilidad personal de esos precios? Debiera el hombre que es relativa-mente ineficiente en el procesamiento de precios económicos —queobtiene menos satisfacción a partir de sus ingresos que otros con elmismo ingreso— obtener precios mayores debido a su ineficiencia?

Tal vez Rawls podría convencernos de que la disposición a co-rrer riesgos, o que un interés en factores diversos que el propio in-greso, es una preferencia perversa en el mismo sentido en que el ma-soquismo constituye una preferencia perversa. Pero no es obvio queéste sea el caso. Y Rawls ciertamente no puede persuadirnos de quela maximización del precio mínimo constituya equidad económica,a menos que involucre otra cosa que rubricar un contrato socialuniversalizable.

Sin embargo, Rawls ha logrado aislar dos importantes ingre-dientes en una precisión de la equidad económica. 1) Una fe en laigualdad natural de los hombres (no importa cómo se establezca)lleva a la conclusión de que las desviaciones de la igualdad económi-ca deben demostrarse como beneficiosas. Ahora la carga de probarla causa ha caído sobre quienes abogan en favor de la desigualdad.2) Si uno está dispuesto a afirmar que un hombre racional tiene su-ficiente rechazo al riesgo para querer evitar el suicidio, entoncescierto precio económico mínimo constituye un ingrediente esencialde la equidad económica.

En Busca del Punto de Arquímedes

Rawls también fija implícitamente su atención sobre otra dis-tinción esencial en la precisión de la equidad económica. Hay unadiferencia entre permitir que las preferencias individuales afecten laforma de la función de beneficencia social, y convertir a la benefi-cencia social en puramente una función de utilidades individuales.

Los individuos tienen diferentes niveles de preferencias. Tienenpreferencias respecto de las reglas del juego económico y la distribu-ción de precios que debiera generar; pero también tienen preferen-cias respecto de cómo maximizar su propio provecho en el actualjuego económico, no importando cuánto les disguste el juego econó-mico que se ven obligados a practicar. No hay nada en sí contradic-torio en, por ejemplo, buscar convertirse en extremadamente rico ypoderoso en nuestro actual juego económico, aun creyendo que un

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juego económico mejor sería aquel en que no se podrían obtenerprecios "extremadamente ricos". Para distinguir estos dos niveles depreferencia, llamaré a uno preferencias individual-sociales y al otropreferencias privada-personales.

Esta distinción hace posible evitar algunos de los problemas enlas funciones de beneficencia social individualista. Si lo desean, lassociedades pueden discutir qué constituye equidad económica sinpreocuparse por las diferencias individuales en la eficiencia con lacual la gente procesa los bienes económicos. Se descarta una prefe-rencia como la envidia, no porque no exista o porque no afecte laspreferencias privadas personales —lo que hace—, sino porque la so-ciedad elige no tomar en cuenta a la envidia en sus reglas sociales,aun cuando cada uno de sus miembros puede ser envidioso. En suspreferencias individual-sociales, los individuos deciden desechar lapreferencia privada-personal de la envidia, dado que, colectivamen-te, puede conducir a resultados absurdos.

Si la beneficencia social es una función de sólo las convenien-cias privada-personales, no es posible en general especificar la equi-dad económica. Sin embargo, echando mano de nuestras preferen-cias individual-sociales, podemos convertir a la equidad económicaen un problema separado, si así lo deseamos.

Más fundamentalmente, todo el enfoque de "función de utili-dad" está erróneamente concebido en un mundo sin preferencias in-natas. La función de beneficencia social es el lugar donde la socie-dad supuestamente hace comparaciones interpersonales, pero la fun-ción de beneficencia social individualista permite a cada persona de-terminar su propia importancia en la beneficencia social. Además,¿cómo determina la sociedad que dos personas son igualmente feli-ces? No se puede tener una función de beneficencia social individua-lista a menos que se puedan sumar las utilidades. Para comparar lasutilidades, se requiere de ciertos criterios "objetivos" de cuando dospersonas se hallan igualmente bien. La teoría de la utilidad ha bus-cado su punto arquimédico por ya demasiado tiempo sin alcanzarun resultado. En un mundo que no cree en preferencias innatas, talbúsqueda es fútil.

Sin embargo, también es innecesaria. Si bien el punto arquimé-dico no puede ser derivado de las preferencias privada-personales,puede ser especificado a partir de las preferencias individual-socia-les. En el plano social, simplemente decidimos que los individuosson económicamente iguales, es decir, que son igualmente felices,bajo ciertas circunstancias. Así, la especificación podría decir quelos individuos son iguales económicamente cuando tienen el mismoingreso, riqueza y tamaño de familia. Pero sean cuales fueren lascondiciones, el punto arquimédico es claramente precisable median-te un acto de juicio social. De manera similar, la distribución óptimade los recursos económicos es socialmente precisable a pesar de queno se la puede derivar de ninguna agregación de preferencias priva-da-personales. Esto se debe a que la distribución de los recursos eco-

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nómicos puede en sí misma ser uno de los factores de la determina-ción de las funciones de utilidad individual. Los individuos tal vezdeseen vivir en una sociedad en que los precios económicos esténdistribuidos de algún modo específico, incluso si viven (y expresensus preferencias concordantemente) en una sociedad con un esque-ma de distribución diferente.1

"Anhelos" y "Necesidades"

¿Pero cuáles son nuestras preferencias individual-sociales en re-lación a la distribución de los precios económicos? ¿En qué tipo desociedad deseamos vivir? Al menos desde Marx en adelante ha exis-tido una difundida creencia de que los individuos no necesitan tenerpreferencias en relación a la justa distribución de las recompensas.Esta creencia se basa en dos doctrinas vinculadas entre sí. La prime-ra es a) la doctrina de la "superabundancia", y la segunda es b) ladoctrina de las "necesidades satisfechas".

a) En la doctrina de la superabundancia no se necesita tomardecisiones de equidad debido a que el problema desaparecerá en lamedida que nos enriquezcamos cada vez más. Los deseos económi-cos serán satisfechos, cada uno de nosotros tendrá todo lo que deseay nadie se preocupará de lo que otro tenga o no tenga. Dado que to-das las preferencias personales se verán satisfechas, no importaráque los individuos tengan diferentes preferencias. Con superabun-dancia y necesidades satisfechas, pensaba Marx, tanto las naciones-estado como las restricciones presupuestarias personales pasarían alolvido.

Los conservadores a menudo suscriben esta solución del pro-blema de la equidad, ¡pero generalmente agregan una proposiciónsubsidiaria! Para eliminar el problema de la equidad económica, lasociedad debiera concentrarse en el crecimiento económico sinpreocuparse por la actual distribución de los recursos económicos.¡Haced todo lo posible por alcanzar pronto el día de las necesidades

satisfechas! Las desigualdades actuales son entonces justificadas entérminos de su aporte a tal crecimiento económico.

Desafortunadamente, nuestra capacidad demostrada para gene-rar nuevos deseos y necesidades ha eliminado esa posibilidad —tantopara los marxistas como para los conservadores— de alguna vez sa-ciar los deseos de todo el mundo. El problema de las necesidades in-satisfechas siempre nos acompañará. Ello significa que también

1 La distinción entre las preferencias individual-sociales y las privada-perso-nales no soluciona, sin embargo, el problema de los agregados de Arrow.No hay modo perfecto de agregar preferencias individual-sociales, comotampoco hay un camino perfecto para agregar preferencias privada-perso-nales. Esto simplemente significa que ninguna sociedad puede estar basa-da sobre la unanimidad de las preferencias económicas o políticas. Debenexistir algunos medios de coerción cuando se adopta una decisión social.

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siempre nos acompañará el problema de precisar la equidad econó-mica.

b) En la doctrina de las necesidades satisfechas, sí pueden satis-facerse las necesidades pero no los deseos. La equidad económica esalcanzada tan pronto el precio económico mínimo es lo suficiente-mente grande para saciar las necesidades del más pobre entre loshombres. El programa de pobreza de los Estados Unidos se basa ental definición de la equidad económica. Sus problemas demuestranlas limitaciones del enfoque.

En la doctrina de las necesidades satisfechas se apela a las nece-sidades psicológicas, en oposición a los deseos, que son artificial-mente generados por la sociedad, o a deseos que no satisfacen nin-guna necesidad psicológica. ¿Cuál es el monto mínimo de ingresoque necesitaría una persona (o familia) para disfrutar de una dietaperfectamente balanceada y para tener la expectativa de vida máslarga que puede ofrecer la medicina? Esa es la pregunta fundamen-tal. Pero surgen problemas, debido a que la respuesta a esta pregun-ta entrega una línea de pobreza muy baja. Consideremos la dietabalanceada médicamente más barata. Combinando porotos soya, to-cino, jugo de naranjas e hígado de vacuno (alimentos comestibles,nutritivos y baratos, pero difíciles de disfrutar), puede crearse unadieta balanceada médicamente que cuesta menos de 80 dólares porpersona al año (precios de 1959). En términos médicos, sería unadieta mejor de la que casi todos nosotros nos alimentamos. ¿Peroestamos dispuestos a obligar a la gente a consumirla? En forma simi-lar, ¿qué superficie habitacional por persona es necesaria para vivirhasta la senectud? La respuesta: muy poca. ¿Estamos entonces pre-parados para ignorar los deseos habitacionales de nuestra gente po-bre?

¿Y qué hace la sociedad frente a las familias pobres que son ig-norantes, ineficientes u obstinadas? ¿Tiene una familia una necesi-dad no satisfecha si no conoce la forma más barata de acceder a unadieta balanceada barata? ¿Tiene una familia una necesidad no satis-fecha si no gusta de la dieta que sabe debiera consumir y puede cos-tear? ¿Tiene una familia una necesidad no satisfecha si simplementerehusa consumir una dieta poco apetitosa o desconocida?

Dado que los Estados Unidos tienen muy poca gente pobrecuando la pobreza está basada en tal definición de las "necesidades"psicológicas, los guarismos de pobreza de la OEO fueron precisadosen términos de necesidad, pero la necesidad misma fue definida entérminos relativos, es decir, en términos de "deseos". Dado que unafamilia querrá alimentarse como otras familias norteamericanas, ydado que administrará sus recursos del mismo modo ineficiente,¿qué ingreso requiere para obtener una dieta balanceada médica-mente (a pesar de ella misma, si se quiere)? Dado que querrá consu-mir algo como el mismo espacio habitacional por persona, ¿cuántoespacio de vivienda requerirá? Pero al instante de que las "necesida-des" son definidas en términos de "deseos", el concepto de necesi-

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dad pierde su carácter concreto. Los deseos se convierten en necesi-dades cada vez que la mayor parte de los miembros de una sociedadpiensan que de hecho son necesidades. Cualquier cosa a la que noshemos acostumbrado y que está generalmente disponible se convier-te en necesidad. Al igual que los deseos satisfechos, tampoco ocu-rrirán las necesidades satisfechas.

Este fenómeno puede apreciarse en una encuesta Gallup quepreguntaba: "¿cuál es la menor cantidad de dinero que necesita unafamilia de cuatro miembros para salir adelante en esta comunidad?"Las respuestas son una fracción bastante consistente de los ingresosmedios de la época en que fueron formuladas las preguntas, pero lasuma aumenta en términos absolutos. Tal como ha demostrado LeeRainwater, las respuestas a esta pregunta en el período inmediata-mente posterior a la Segunda Guerra Mundial indicaban que las fa-milias estimaban sus propias necesidades como un poco por encimade la mitad del consumo familiar medio de la época. En forma simi-lar, cuando Rainwater solicita a individuos que califiquen a la gentecomo "pobres, se las arreglan, bien situados, prósperos y ricos", és-tos lo hacen casi al unísono de acuerdo a los ingresos medios.

Lo que los sociólogos llaman "privación relativa", es un senti-miento muy real en una democracia liberal. Los estudios realizadosen esta área indican que los individuos están muy seguros de que losbeneficios económicos debieran ser proporcionales a los costos (esdecir, esfuerzo, sufrimiento, talento y semejantes), pero que igualesdeben ser tratados igualitariamente. Dado que hay varios tipos deesos "costos" en cualquier situación, y diferentes recompensas (in-gresos, estima, status, poder), inmediatamente surge el problema decómo se definen los iguales y de cómo habrá de determinarse la pro-porcionalidad. Esto ha conducido al difícil problema de la determi-nación del "grupo de referencia". ¿Con cuál grupo de personas secompara usted para determinar acaso es tratado de modo relativa-mente igualitario y proporcional?

Los grupos de referencia parecen ser tanto estables como res-tringidos debido a que la gente mira hacia grupos que están econó-micamente cerca de ellos. Eso explica por qué las desigualdades enla distribución de las recompensas económicas, que son mucho ma-yores que las desigualdades en la distribución de las característicaspersonales, parecen causar escasa insatisfacción, y por qué la gentetiende a solicitar cantidades más bien modestas cuando se les pre-gunta cuántos ingresos adicionales les gustaría lograr. Las personasmás felices parecen ser aquellas que tienen un relativo buen pasardentro de su grupo de referencia y no aquellas que tienen un relati-vo buen pasar en comparación con toda la población. También ex-plica por qué estudios como el de Rainwater descubren un inmensoresentimiento contra el sistema de beneficencia entre las personasque trabajan. Aquellos que se mantienen gracias a la beneficenciaconstituyen a todas luces un grupo en que los beneficios no son pro-

UNA DEFINICIÓN DE JUSTICIA ECONÓMICA 103

porcionales a los costos, dado que no necesitan incurrir en ningúntipo de costos (hacer cualquier esfuerzo) para recibir la beneficencia.

El Factor Histórico

Aparte de casos obvios como el de la beneficencia, en que loscostos se hallan fuera de toda proporción, nuestro concepto de loque constituye proporcionalidad y relativa igualdad tiende a estarsumamente determinado por la historia y la cultura. Las distribu-ciones del pasado son justas hasta que se pruebe lo contrario. Losgrandes cataclismos sociales, tales como las guerras o las depresio-nes económicas, parecen necesarios para cambiar las precisiones dela privación relativa.

Ello se hace evidente en la historia de los Estados Unidos. Losúnicos períodos recientes de una mayor igualdad de ingresos aconte-cieron durante la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. De1929 a 1941 la parte del ingreso total canalizado al 40 por cientoinferior de todas las familias norteamericanas aumentó de 12.5 a13.6 por ciento, mientras que aquella parte de los ingresos canaliza-da al cinco por ciento superior cayó de 30 a 24 por ciento, la partedel ingreso total canalizada al 20 por ciento superior cayó del 54.4al 48.8 por ciento. De 1941 a 1947, la parte canalizada hacia el 40por ciento inferior aumentó otro poco, alcanzando al 16 por ciento,mientras que la parte canalizada al cinco por ciento superior cayó a20.9 por ciento y la parte canalizada hacia el 20 por ciento superiorcayó a 46 por ciento. En el caso de la Gran Depresión, el colapsoeconómico constituyó el mecanismo de cambio. Los grandes ingre-sos simplemente tuvieron que caer más que los pequeños. En la Se-gunda Guerra Mundial hubo consenso respecto de que las cargaseconómicas de la guerra debieran ser compartidas en términos relati-vamente igualitarios ("sacrificio igualitario"), de modo que el go-bierno empleó sus controles económicos sobre los salarios para al-canzar dicha igualdad relativa. Las políticas salariales durante la Se-gunda Guerra Mundial fueron manifestación de un cambio en la so-ciología de aquello que constituía diferenciales de salario justos, oprivación relativa. Como consecuencia del difundido consenso res-pecto de que debían reducirse los diferenciales salariales, fue posiblereducirlos deliberadamente. Luego de que hubieran arraigado en elmercado laboral durante algunos años, esos nuevos diferenciales seconvirtieron en la nueva norma de privación relativa y pasaron a serconsiderados como los diferenciales salariales "justos", incluso des-pués de haber desaparecido las presiones igualitarias de la gran gue-rra.

Lo importante que cabe notar aquí, sin embargo, es que losnuevos estándares no fueron impuestos por el gobierno a una pobla-ción reticente, sino que fueron impuestos al mercado por las creen-cias populares respecto de qué constituía equidad en tiempos de

104 ESTUDIOS PÚBLICOS

guerra. Nadie sabe cómo generar tales cambios en situaciones menosextremas.

La literatura económica conoce el término privación relativa,sólo que bajo otro nombre: perfiles salariales. Diferentes grupos detrabajadores esperan ser tratados igualitariamente y tener una es-tructura salarial fija en relación a otros grupos. Deben observarse losdiferenciales históricos. Los economistas laborales señalan que ob-servar esos perfiles salariales es el ingrediente clave para administrarcualquier programa de control salarial exitoso. En una situación co-mo aquella de la Fase II, resulta mucho más fácil reducir el nivel ge-neral de los salarios que alterar los perfiles salariales. Uno de losprincipales elementos conducentes a la inflación salarial es el des-bande que ocurre cada vez que las estructuras salariales comienzan adesfasarse en relación a los perfiles salariales históricos. Un grupo seadelanta a su posición histórica y otros grupos intentan restablecersus posiciones históricas, o incluso adelantarse con el fin de "nive-larse" en relación a la violación inicial de la "equidad". Tal comoocurre con la privación relativa, la teoría de los perfiles salarialeschoca contra problemas en el preciso instante en que le parece im-posible hallar principios generales para determinar el motivo por elcual existen perfiles salariales específicos. Están poderosamentecondicionados por accidentes históricos.

En los textos económicos vemos que la satisfacción arranca só-lo del propio ingreso de un hombre. En el mundo real, los ingresosrelativos parecen dominar a los ingresos absolutos en términos de sa-tisfacer o no satisfacer a las personas. Las preferencias son más bieninterdependientes que independientes. Los sicólogos calificarían elmismo fenómeno de envidia.

Privación relativa, perfiles salariales, preferencias interdepen-dientes, envidia, todos ellos expresan que la estratificación socialfue hecha por el hombre, pero que en gran medida ahora es autoper-petuante y autónoma. Cuando disminuyen las oportunidades paraalcanzar determinado tipo de recompensas, otros tipos de recom-pensas tienden a recibir mayor énfasis. Si las recompensas económi-cas son distribuidas más equitativamente, probablemente recibiríanmayor énfasis las diferencias en materia de estima, status y poder.

Nada de esto implica que no haya lugar para políticas de in-greso oficiales. Todos estos conceptos relativos no son impuestos ala fuerza, con un rango de resultados aceptables. El espacio econó-mico dentro del cual pueda maniobrarse también depende de cuánrápidamente sucederán cambios. Las relaciones históricas puedencambiar con menos controversia si cambian lenta y gradualmente.(Tal cambio se ha suscitado en la posición de los empleados públi-cos norteamericanos en el período de la segunda post-guerra.) Estoindica, sin embargo, que la verdadera lotería económica es en granmedida una lotería relativa. Mayores ingresos para todo el mundono resuelven el problema. No hay precisión de equidad económicaa partir de la cual todos pueden ganar, dado que tal precisión nece-

UNA DEFINICIÓN DE JUSTICIA ECONÓMICA 105

sanamente afectará la forma histórica de los perfiles salariales y ne-cesariamente generará una sensación de privación relativa entre al-gunos, en otra parte. Alcanzar la equidad económica, implica quehabrá algunos perdedores individuales y algunos ganadores.

En pocas palabras, la precisión social de la equidad es un pro-blema de la determinación del ingreso relativo. No hay una sola dis-tribución de los recursos económicos que constituya una equidadabsoluta, aunque puede haber una distribución de los recursos eco-nómicos que sea más equitativa (más de acuerdo a las preferenciasindividual-sociales) que aquella actualmente vigente. Si esa nuevadistribución de recursos fuera alcanzada y asimilada, nuevamentepodría haber una demanda de una nueva distribución de los recur-sos económicos que se considere "más equitativa". En cualquiermovimiento hacia una relativa equidad de ingresos habrá de respe-tarse dos restricciones —o, para ser más precisos, no habrá de violár-selas excesivamente— con respecto a la distribución general de losingresos y con respecto al precio económico mínimo. Los beneficioshabrán de ser proporcionales a los costos económicos del individuo,y aquellos que incurren en costos económicos iguales habrán de serproporcionales a los costos económicos del individuo, y aquellosque incurren en costos económicos iguales habrán de ser tratadosde modo igual. La precisión exacta de lo que constituye "proporcio-nalidad" y "equidad" puede, sin embargo, ser alterada gradualmen-te.

Mérito Económico

Dentro de la economía, el mérito económico tiene una defini-ción precisa, una definición que surge del interés que tiene la profe-sión en la eficiencia. La eficiencia económica acontece cuando nohay cambios factibles que podrían mejorar la situación de algunagente sin empeorar la de otras. Si a cada factor se le concede su con-tribución marginal a la provisión total de bienes y servicios econó-micos (su producto marginal), y si los productos marginales son de-terminados por condiciones competitivas de oferta y demanda, en-tonces los economistas pueden demostrar que una economía demercado es eficiente, es decir, que alcanza el Óptimo de Pareto.Cualquier intento de pagar a la gente otra cosa que sus productosmarginales, conduciría a una situación en la que sería posible hacercambios allí donde algunos están mejor y nadie está peor. En térmi-nos marxistas, un factor que recibe menos que su producto margi-nal, es explotado; un factor al que se le paga más que su productomarginal, es un explotador.

Abstrayendo el problema de que los productos marginales de-penden del conjunto inicial de las demandas del mercado, uno po-dría preguntar: ¿Pueden emplearse las teorías de productividadmarginal para precisar la equidad económica? ¿Si cada factor reci-biera el pago de su producto marginal, se alcanzaría la equidad eco-

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nómica? Para responder a esta pregunta es necesario responder tam-bién tres preguntas relacionadas. ¿Debieran los trabajadores y loscapitalistas recibir el pago de sus productos marginales? ¿Puede pa-gárseles a los trabajadores y a los capitalistas sus productos margina-les? ¿Se les paga a trabajadores y capitalistas sus productos margina-les?

Si bien no hay entre los economistas norteamericanos unacuerdo perfecto en relación a las respuestas a estas tres preguntas,igual intentaré resumir lo que percibo como los puntos de vista bá-sicos y algunas divergencias importantes. Hay, efectivamente, diver-gencias reales en materia de opiniones, en parte debido a que la pro-fesión es ambivalente en sus creencias relativas a la productividadmarginal.

¿Se les paga a los factores de la producción sus productos mar-ginales? Nadie ha logrado jamás probar que sí. A mediados de ladécada de los sesenta, escribí una serie de artículos en que perseguíaponer a prueba la validez de la teoría en forma empírica. De acuer-do a esas pruebas, los factores de producción al parecer no recibenel pago de sus productos marginales. Si bien me convencí a mímismo y los artículos no han sido refutados, no logré convencer a laprofesión. Todavía hay una fe general en la validez de la teoría deproductividad marginal de la distribución. Los economistas difieren,sin embargo, en relación al alcance de su aplicabilidad. La mayoríade los economistas argumentarían que individuos específicos noreciben necesariamente una paga de acuerdo a su productividadpersonal, pero que grupos de individuos sí la reciben. Los perfilessalariales, la envidia, la privación relativa, lo que sea, pueden expli-car los salarios en el seno de determinados grupos, pero es la pro-ductividad marginal la que determina los salarios medios. Losdesacuerdos surgen en relación a cuán estrechamente pueden serdelimitados los grupos. Como regla general, mientras más cercaestén los economistas de determinar realmente los salarios, másampliamente serían definidos los grupos de productividad marginal.Pero con todo lo ampliamente que sean definidos esos grupos, lamayor parte de los economistas diría que la productividad marginaldetermina la vasta estructura de ingresos y la dirección del movi-miento de los salarios en diferentes grupos.

Paralelamente, la mayoría de los economistas admitiría quemuchas veces no se alcanzan las condiciones de competencia de laoferta y la demanda. A los factores se les paga sus productos margi-nales, pero esos productos marginales son artificialmente altos o ba-jos, dado que se emplean prácticas monopólicas para limitar la pro-visión de algunos factores y aumentar la de otros. En cierto sentido,la distribución de los recursos económicos refleja más bien produc-tos marginales monopólicos que productos marginales competitivos.

Los economistas, cuando se les solicita que expliquen la exis-tencia del desempleo, a menudo alegan que la productividad margi-nal es más una teoría del empleo que una teoría de la distribución, a

UNA DEFINICIÓN DE JUSTICIA ECONÓMICA 107

pesar de que socava sustancialmente la utilidad de la productividadmarginal. Ello ocurre debido a que el desempleo no puede existir enteoría en un mundo competitivo en que a cada factor se le paga suproducto marginal. Cuando la productividad marginal es empleadacomo una teoría del empleo, las tasas salariales son determinadas deun modo sociológico, pero los factores son entonces contratadoshasta que sus productos marginales igualen ese salario o precio fija-do sociológicamente. Los factores reciben el pago de sus productosmarginales, pero los salarios o precios determinan los productosmarginales más que lo inverso. En este caso, la productividad mar-ginal determina el ingreso de un grupo al afectar el desempleo delgrupo.

A pesar de los problemas asociados con la idea de productivi-dad marginal, los economistas se muestran extremadamente reticen-tes de abandonarla, ya que no saben con qué reemplazarla, y tam-bién debido a que es medular para la mayor parte del aparato teóri-co de la economía. Si alguna vez tuviera que ser abandonada, tam-bién habría que abandonar con ella buena parte de la ciencia econó-mica.

¿Puede pagárseles a los factores de la producción sus produc-tos marginales? Todos los economistas admiten que hay tres cir-cunstancias bajo las cuales no se pueden pagar los productos margi-nales. Si hay economías de escala en la producción, los productosmarginales exceden los productos promedio y simplemente no haysuficiente rendimiento como para pagarle a cada factor su productomarginal. Si hay deseconomías de escala en la producción, los pro-ductos marginales son menos que los productos promedio y hay unexcedente después que se le ha pagado su producto marginal a cadafactor. En casos de producción conjunta, no se les podrá cancelarsus productos marginales a los factores, debido a que esos produc-tos marginales serán imposibles de calcular. (Cada vez que una uni-dad de un factor es retirada del proceso de producción, el rendi-miento cae a cero.) En ninguno de estos casos se cuenta con reglaseconómicas para saber qué hacer. Debe involucrarse algún otro prin-cipio que tan sólo el de la productividad marginal para resolver elproblema de la distribución. Sin embargo, mientras se reconoce suexistencia teórica, se estima que instancias de cualquiera de estostres casos son raras. La mayor parte de las economías no exhibeneconomías o deseconomías de escala y los casos de una genuina pro-ducción conjunta son difíciles de hallar.

La más importante limitación para la posibilidad de pagar acada factor su producto marginal proviene de la sociología de laspreferencias interdependientes. Los economistas laborales general-mente alegarán que es imposible pagarle a cada individuo su produc-to marginal. La moral individual y el trabajo en equipo son esencia-les, en la mayor parte de los procesos productivos y el ignorar laspreferencias interdependientes causaría mayor desorganización de

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lo que valdría la pena. Tales problemas tienden a ser dejados de ladopor economistas carentes de experiencia en relaciones laborales.

¿Debiera pagárseles a los factores de producción sus productosmarginales? Mientras la mayoría de los economistas suscribirían elprincipio de que a los factores de producción sí debiera pagárselessus productos marginales, ellos no considerarían los pagos de la pro-ductividad marginal ipso facto como un estado de equidad. Prose-guirían alegando que un sistema tributario y de transferencias debie-ra ser impuesto a los ingresos de mercado con el fin de generar aque-lla distribución del ingreso que la sociedad tiene por equitativa. Laúnica excepción importante es la así llamada Escuela de Chicago(George Stigler, Milton Friedman y otros). Ellos son partidarios deeliminar de la economía los productos marginales monopólicos,pero considerarían a los productos marginales competitivos comoun estado de equidad. Pero desde el punto de vista de la ventaja delos economistas no pertenecientes a Chicago, la productividad mar-ginal no contribuye a precisar la equidad económica. Sólo ayuda aespecificar los instrumentos que debieran emplearse para alcanzar laequidad.

Desde la perspectiva económica convencional, los esquemas tri-butarios y de transferencia (tales como el impuesto de ingreso nega-tivo) debieran ser aplicados cada vez que se desee alterar la distribu-ción de las recompensas económicas. Cualquier otra cosa no alcanzael punto óptimo de Pareto. Como resultado, si bien los economistaspueden diferir en la precisión de la proposición, existe un apabullan-te consenso en favor de alguna variante del impuesto de ingreso ne-gativo si se desea alterar la distribución del ingreso. Por el mismomotivo, existe también un apabullante consenso contra el salariomínimo como una técnica para alterar la distribución de las recom-pensas económicas. Si la gente es contratada hasta que sus produc-tos marginales igualen el salario mínimo, un salario mínimo más ele-vado resultará en un mayor desempleo y, en consecuencia, en me-nor rendimiento. Las economías con salarios mínimos no son ópti-mas en el sentido de Pareto. Pueden ser alteradas de forma que per-mitan a todos estar algo mejor, dado que pueden ser alteradas paraproducir más empleos y mayor rendimiento total.

En consecuencia, existe entre los economistas un amplio acuer-do respecto de que a los individuos debiera de pagárseles su produc-to marginal, pero también que esos productos marginales debieranser productos marginales competitivos. Se descartan los productosmarginales monopólicos, ya que alejan más que acercan a un estadode eficiencia. Esos productos marginales competitivos pueden, sinembargo, ser alterados vía sistemas tributarios o de transferencia afin de producir una distribución de los recursos económicos que unasociedad considere equitativa en cualquier momento dado.2

2 Si bien los pagos de productividad marginal están en concordancia conlos principios básicos de la privación relativa (los beneficios son propor-

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Visiones Populares de Justicia Redistributiva

Cuando los sistemas tributarios y de transferencia son compa-rados con los principios de la privación relativa, surgen problemaspara alcanzar la equidad del modo preferido por los economistas.En cierto sentido, el proceso (costos) de generar ingresos juega unpapel en la legitimación de los ingresos. La gente reacciona de mo-do diferente frente a tener entradas libres de impuestos de 100 dóla-res a la semana y frente a tener entradas de 150 dólares a la semanapero con un descuento tributario de 50 dólares. Los esquemas redis-tributivos tributarios y de transferencias pueden ciertas veces ser di-simulados con una legitimación ética (la seguridad social es así disi-mulada), pero más a menudo se los considera como violando los cá-nones de la justicia redistributiva.

En este contexto resulta instructivo comparar las propiedadesde la seguridad social con las propiedades de un impuesto al ingresonegativo. La seguridad social preserva la equidad de orden y jerar-quía. El hombre retirado que paga más obtiene más; el hombre quepaga lo menos obtiene lo menos. Los iguales son tratados de modoigual, pero no existe una proporcionalidad constante entre benefi-cios y costos. Todos deben contribuir, pero en dólares y centavosabsolutos los pobres sacan más partido que los ricos.

El impuesto al ingreso negativo también preserva la equidad deorden y jerarquía. El mayor ingreso antes de la imposición del siste-ma será el mayor ingreso después de la imposición del sistema; elmenor seguirá siendo el menor. Iguales son tratados de modo igual.Una vez más, no hay una proporcionalidad constante entre costos ybeneficios, pero en esta instancia cada uno no necesita contribuirpara hacerse elegible. Algunas personas obtendrán beneficios sin in-currir en costo alguno. Si usted desea retirarse de por vida sobre mí-nimo garantizado, podrá hacerlo. Bajo la seguridad social, usted nopuede retirarse sin contribuir.

En el plano político, la Administración Nixon intentó legislaren torno a este problema con una serie de provisiones de trabajoobligatorias, insertas en su Plan de Asistencia Familiar (una versióndel impuesto al ingreso negativo), pero esas provisiones fueron per-cibidas como inoperantes y probablemente eran realmente inope-rantes. Tal como McGovern debió averiguar por la senda dolorosa*,

dónales a los costos e iguales son tratados de modo igual), difieren conlos factores envidia y preferencias interdependientes. Con preferencias in-terdependientes puede no haber modo de pagar a cada persona sus pro-ductos marginales. Si se hiciera el intento, sería demasiado contraprodu-cente, ya que precipitaría los productos marginales y la producción. Co-mo resultado, los ingresos de mercado se verán en cierta medida condicio-nados por las preferencias interdependientes, incluso si fueran generadospor la productividad marginal.

* N. del T.: Su derrota electoral.

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el impuesto al ingreso negativo es impopular entre la gente, casi tan-to como es popular entre los economistas. Inversamente, el salariomínimo es tan popular entre la gente como es impopular entre loseconomistas. Garantiza un ingreso mínimo para aquellos que incu-rren en un costo (trabajo) y ayuda a mantener los ingresos del seg-mento más pobre de la población en aproximadamente el mismoárea de costo-beneficio que el del resto de la población. Se estimaque hay un ingreso relativo debajo del cual no debiera caer un hom-bre, aunque ese hombre debiera ser obligado a ahorrar o trabajar pa-ra ganar ese ingreso.

¿Dónde nos coloca esto en relación a derivar la equidad econó-mica del mérito económico? Dado que las recompensas económicasreales son —y en cierto sentido siempre serán— condicionadas por laprivación relativa, los perfiles salariales, la envidia, las preferenciasinterdependientes y cosas por el estilo, los sistemas tributarios y detransferencia no son axiomáticamente el método preferido para al-terar la distribución de las recompensas económicas. Como ya se hadicho, no fueron los únicos instrumentos empleados durante la úni-ca vez que los ingresos norteamericanos fueron alterados por políti-cas oficiales: la Segunda Guerra Mundial. Se impusieron impuestosprogresivos, aunque los ingresos del mercado también fueron reduci-dos mediante un estrechamiento del alcance de los salarios de mer-cado a través de controles gubernamentales.

Siempre y cuando se empleen los sistemas tributarios y detransferencia para alterar los ingresos de mercado, debieran recor-darse los principios de la privación relativa. Los iguales deben sertratados de modo igual, los beneficios deben ser proporcionales alos costos y todo aquel que percibe beneficios debe incurrir en cos-tos. Presumiblemente, el impuesto al ingreso negativo sería contem-plado como "justo" si fuera ofrecido sólo a aquellos que han traba-jado en la fuerza laboral y que han pagado impuestos durante unlapso de tiempo. Esto, por supuesto, no ofrece la misma amplia so-lución para el problema de los ingresos mínimos como un impuestoal ingreso general negativo.

Substantivamente, la productividad marginal no contribuyemucho a precisar la equidad económica. Su mayor aporte es impo-ner todavía otra restricción a la equidad. Cualquiera sea la redistri-bución del ingreso que deba ocurrir, debe mantenerse la equidad deorden y jerarquía. Serán los ingresos de mercado aquellos que deter-minarán quién es la persona más rica de la sociedad y quién es lapersona más pobre de la sociedad, aun si no se les permite determi-nar los ingresos absolutos de los más ricos o de los más pobres.

El Bien Común

El concepto del bien común contribuye a la precisión de laequidad económica al aislar aquellas distribuciones de recompensaseconómicas que contribuyen a otras metas sociales. Por tal motivo,

UNA DEFINICIÓN DE JUSTICIA ECONÓMICA 111

liberales y conservadores a menudo discuten acaso hay manifesta-ciones sociales externas que fluyan de la distribución de los recursoseconómicos. Si la intranquilidad social, el crimen, los tumultos yotros fenómenos similares son causados por distribuciones defectuo-sas de los recursos económicos, entonces esos acontecimientos so-ciales indeseados pueden ser eliminados alterando la distribución delos recursos económicos. Los liberales a menudo argumentan desdeexactamente este punto de vista, pero las pruebas, o la falta de ellas,están de parte de los conservadores. Hay escasa o ninguna evidenciaempírica (económica, sociológica o psicológica) que muestre talconexión.

Pero hay otras consideraciones. En una democracia política,podrá ser necesaria una mayor igualdad económica con el fin de pre-servar la igualdad política, si es que el poder económico puede sertraducido en poder político. Dadas las técnicas de financiamientode las campañas políticas norteamericanas, sería difícil alegar queparte considerable del poder político no es consecuencia del buendólar. Pero ello no conduce automáticamente hacia argumentos fa-vorables a la equidad económica. Es posible diseñar democraciaspolíticas (como la del Reino Unido) en que hay mucho menosoportunidad de traducir el poder económico en poder político.Presumiblemente, la técnica preferida consistiría en aislar el poderpolítico del económico, de modo que el poder económico nosuscite también poder político. Como señalara Veblen en su opor-tunidad, el mejor argumento en favor del capitalismo es que permitea los individuos tiranizar sus cuentas bancarias más que a otrosindividuos.

En la esfera económica, el bien común muchas veces simple-mente es considerado como un Producto Nacional Bruto más eleva-do. Las actuales desigualdades en la distribución de las recompensaseconómicas son entonces justificadas como necesarias para promo-ver el crecimiento, asegurando así mayores ingresos para todos.

En la década de los 50, los economistas estudiaron a fondo elconflicto entre la igualdad económica y el crecimiento. Los estudiosse centraron en una discusión sobre si acaso las elevadas tasas pro-gresivas de impuestos que entonces estaban encarnadas en el im-puesto federal sobre el ingreso conducían a un menor esfuerzo labo-ral y a menor ahorro personal. Si bien los estudios empíricos del es-fuerzo de trabajo y de ahorro arrojaron resultados similares, sólo losestudios sobre esfuerzo laboral son atingentes para el problema quenos interesa. Después de todo, las economías pueden crecer, y dehecho crecen, sin ahorros personales. El ahorro se realiza entoncescolectivamente, ya sea por las empresas o por el gobierno. Los go-biernos simplemente recaudan más impuestos de los que necesitanpara el consumo fiscal e invierten el excedente. Sin embargo, el es-fuerzo personal de trabajo constituye un verdadero apremio para elcrecimiento económico, dado que el trabajo colectivo no puede serreemplazado por el esfuerzo individual. Y los estudios empíricos

112 ESTUDIOS PÚBLICOS

son necesarios, dado que no es posible determinar teóricamente elgrado en que impuestos progresivos elevados pueden afectar el es-fuerzo laboral. Los impuestos elevados disminuyen las tasas salaria-les post-impuesto, conduciendo teóricamente a más trabajo y menosocio. Para gran sorpresa de los primeros investigadores (varios deellos fueron empleados por la Escuela de Negocios de Harvard), losestudios indicaron que los impuestos elevados o no afectaban al es-fuerzo laboral o incluso podían incrementar el esfuerzo laboral en-tre los ejecutivos y los profesionales. Dicho resultado ha sido corro-borado por todos los estudios subsecuentes. La gente trabaja tan du-ro, o más duro aún, para restaurar sus ingresos previos o para alcan-zar sus metas de ingreso.

Con el actual interés por el impuesto al ingreso negativo, sehan encargado una serie de estudios acerca de los efectos sobre elesfuerzo laboral de los pagos de transferencia en un sistema de im-puestos al ingreso negativo. La mayor parte de esos estudios no es-tán todavía terminados, aunque ya hay algunos resultados prelimi-nares. Los individuos que reciben pagos de transferencia y que noencaran tasas tributarias efectivas de más de un 50 por ciento, tra-bajan menos horas por año y usan su ingreso garantizado comoamortiguador para encontrar trabajos en que ganan más que el gru-po de control. Desde un punto de vista de las simples horas trabaja-das, el esfuerzo de trabajo decae; pero desde un punto de vista delcrecimiento y de la productividad, el esfuerzo de trabajo aumenta.

Como resultado de esto, parecen compatibles con el crecimien-to económico tanto los impuestos progresivos elevados en la cimacomo los impuestos al ingreso negativo en el punto más bajo de laescala. El actual grado de desigualdad no puede ser justificado comofuncionalmente necesario para promover el crecimiento económico.Podría ocurrir una ecualización sustancial antes de que el crecimien-to se vea adversamente afectado.

Hay otro elemento del bien común que gira en torno de la pro-visión de un número limitado de bienes y servicios. Cualquiera sea larazón, muchas sociedades —incluyendo a la norteamericana—parecen pensar que la atención médica, la educación y las viviendasdebieran ser más equitativamente distribuidas que los bienes engeneral, o que esos bienes debieran estar sujetos a mínimos eleva-dos. Ello puede arrancar de una creencia de que esos bienes par-ticulares son más esenciales para la existencia humana y debierantener mayor participación en la igualdad natural del hombre. Perosi, como asunto de derecho, las sociedades desean que ciertos bienessean más equitativamente distribuidos que otros, el único modopráctico de lograr esto en una economía de mercado es a través dela provisión estatal de esos bienes, ya sea directa o indirectamente.Y esto implica redistribuir el ingreso.

UNA DEFINICIÓN DE JUSTICIA ECONÓMICA 113

Equidad Económica

Dado que las preferencias individual-sociales en relación a la es-tructura del juego económico y su distribución de precios cambianconstantemente en la medida que las preferencias son moldeadaspor la historia y la cultura, la equidad económica no es una condi-ción estática. Al mismo tiempo, es posible considerar las diferentesfacetas de la equidad y llegar a la conclusión de que una distribu-ción en particular de los recursos económicos es más equitativa queotra en determinado momento. Las actuales distribuciones del in-greso y de la riqueza se entregan en las Tablas 1 y 2. ¿Qué constitui-ría un conjunto más equitativo de distribuciones?

Tabla N° 1

Distribución del Ingreso Familiar en los E. U. A. en 19703

Porción del total de familias Porcentaje del ingresopor ingreso familiar total

Quinto inferior 5.5Quinto 2 12.0Quinto 3 17.4Quinto 4 23.5Quinto superior 41.6(5 por ciento superior) (14.4)

3 Ingreso medio = US$9.867, ingreso promedio = US$11.106.

Tabla N° 2

Distribución del Ingreso Familiar en los E. U. A. en 19624

Porcentaje del total de familias Porcentaje de riquezapor riqueza total familiar

Más bajoSiguienteSiguienteSuperior(Superior(Superior(Superior

25.431.524.418.7

7.5)2.4)0.5)

0.06.6

17.276.2

(59.1)(44.4)(25.8)

4 Valor neto medio = US$ 7.550, valor neto promedio = US$ 22.588.

114 ESTUDIOS PÚBLICOS

Para ser tan concreto como provocativo, permítaseme sugerirun conjunto de distribuciones más equitativas. Dichas sugerenciasno son mis "preferencias individual-sociales" personales en relacióna una distribución óptima de los precios, pero son mi interpretaciónde las preferencias manifiestas de nuestra sociedad, bajo considera-ción de las cuatro facetas de equidad.

Si bien en la actualidad en los Estados Unidos prevalece unalealtad social general hacia la imparcialidad del proceso de mercadoen la determinación de los ingresos, no hallamos esa confianza hacialos pagos de la productividad marginal, sino que hacia la productivi-dad marginal en la medida que es modificada por los perfiles salaria-les, la privación relativa, las preferencias interdependientes, etcétera.Al mismo tiempo, existe también una percepción general de que elmercado comúnmente no alcanza los axiomas competitivos paramuchos grupos. El grupo que más se acerca a la "lotería natural" es-tá compuesto por hombres blancos adultos que trabajan tiempocompleto todo el año. Estos trabajadores, por lo general, no sufrenbajo las cortapisas de raza, sexo, edad, deficiencias personales o po-líticas macro-económicas adversas. Al examinar lo que ganan, mássus ingresos, pueden eliminarse los efectos de la riqueza heredada.Como puede apreciarse en la Tabla 3, lo que ganan los miembros deese grupo es más equitativo que la distribución de ingresos para lapoblación toda. Las dispersiones de ingreso serían reducidas en un40 por ciento si la lotería económica nacional produjera una estruc-

Tabla N° 3

La Lotería Natural

Ingresos ganados Distribución de ingresos Distribución deanuales (en mi- ganados por hombres ingresos líquidosles de dólares) blancos que trabajaban totales para todos

a horario completo to- los individuos endo el año en 1970.5 1970.6

012345678

101525

5

6

- 1

- 2- 3- 4- 5- 6 6.8- 7- 8- 10- 15- 20

& más

IntermedioIntermedio

1.7%1.31.53.04.46.88.6

10.519.727.911.23.3

= US$ 9.233, promedio = US$ 10.218.= US$ 6.670, promedio = US$ 7.537

10.4%8.36.96.86.26.77.07.8

13.217.76.82.3

UNA DEFINICIÓN DE JUSTICIA ECONÓMICA 115

tura de precios semejante a aquella ahora generada para los hombresadultos blancos plenamente empleados.

Dado que los hombres blancos adultos que trabajan a horariocompleto todo el año son la mayoría y la columna vertebral de lafuerza laboral, la dispersión de las recompensas económicas necesa-ria para mantenerlos trabajando es ciertamente lo suficientementeamplia para mantener trabajando a la economía y a otros grupos. Almenos podría suscitarse este rango de reducción de desigualdadessin tener que preocuparse por efectos de trabajo adversos.

Yo señalaría que la consideración de los "procesos limpios"tanto como del "bien común" aparentemente conduciría a una pre-cisión de esta distribución como una meta de equidad provisoriahacia la cual debiera desplazarse lentamente la economía. El proce-so es el proceso del mercado, que es considerado justo y que a todasluces no entra en conflicto con el bien común de mayor crecimientoy el consecuente mayor ingreso para todos.

Subsiste una importante interrogante, sin embargo, en relacióna si el esfuerzo estatal debiera centrarse en restructurar las recom-pensas de mercado o si más bien debiera depositarse confianza enpolíticas tributarias y de transferencia. En mi opinión, habrá queemplear ambas, pero debiera ponerse énfasis en el establecimientode una distribución equitativa de las recompensas de mercado antesmás que después de los impuestos y transferencias. La impopulari-dad política de sistemas universales tributarios y de transferencias,la experiencia de la Segunda Guerra Mundial y la popularidad polí-tica de la legislación del salario mínimo apuntan todas en esa direc-ción. Como indica la reciente legislación sobre seguridad social, haydisposición a establecer un piso adecuado de ingresos de pago detransferencia para aquellos demasiado enfermos o ancianos para tra-bajar; pero, como indica la experiencia norteamericana con el Plande Asistencia Familiar, no hay disposición favorable hacia lo mismode parte de aquellos que pueden trabajar. Aquellos que puedenafrontar un costo deben afrontar un costo.

Si bien la distribución de ingresos ganados para los hombresblancos adultos plenamente empleados puede constituir una preci-sión provisoria de la equidad económica general, no trata la dimen-sión de ingreso mínimo de la equidad económica. Empleando el ha-llazgo de Rainwater respecto de que la ciudadanía cree, básicamente,que aquellos que realizan un esfuerzo de horario completo no debie-ran tener menos de la mitad de aquello que tiene la población gene-ral, conduciría a un ingreso ganado mínimo anual de aproximada-mente US$ 5.000 para un jefe de hogar plenamente empleado. Di-cha cifra también es consecuente con la creencia de que aquellosque trabajan debieran obtener más que aquellos que viven a costasde la beneficencia social. En la actualidad, los niveles de la benefi-cencia para una familia de cuatro personas están en la proximidadde los US$ 4.000 en los estados urbanos del norte de los EstadosUnidos. Cinco mil dólares preserva una brecha conveniente. Sin em-

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bargo, como indica la Tabla 3, casi el 12 por ciento de la poblaciónmasculina blanca adulta gana menos de US$ 5.000 anuales. Ello sig-nifica que existe necesidad de políticas oficiales destinadas a asegu-rar que ningún trabajador a horario completo caiga por debajo delos US$ 5.000 anuales.

El examen de los perfiles salariales, la privación relativa, laspreferencias interdependientes y el resto llevarían a la clara com-prensión de que las políticas tributarias y de transferencia no cons-tituyen los instrumentos óptimos para establecer dicho piso. E! mé-todo preferible sería una legislación de salario mínimo acoplada conprogramas donde el Estado sea el empleador de último recurso, a finde garantizar que cualquiera que desee un trabajo de horario com-pleto con el salario mínimo lo pueda obtener. Dado que los trabaja-dores plenamente empleados laboran alrededor de 2.000 horasanuales, el salario mínimo tendría que ser de unos US$ 2,50 porhora.

Obviamente, el alcanzar un ingreso mínimo ganado para aque-llos sin riqueza de US$ 5.000 anuales, y lograr una distribución delingreso por sobre este nivel que no sea más desigual que la actual-mente vigente para hombres blancos plenamente empleados, tieneimplicancias para la distribución de la riqueza. Es en este puntodonde el sistema tributario juega su papel más importante. Un siste-ma tributario patrimonial progresivo y/o de herencia sería necesariocon el fin de mantener la distribución del ingreso de la riqueza den-tro de las mismas proporciones que de ingresos ganados.

Dado que el 14,5 por ciento superior de los adultos blancosplenamente empleados gana un 28 por ciento de los ingresos gana-dos totales de este grupo, un impuesto patrimonial y/o de herenciasería bastante necesario para reducir las actuales desigualdades enmateria riqueza. El 14,5 por ciento más rico de las familias nortea-mericanas posee actualmente entre el 60 y el 70 por ciento de la ri-queza total. Este porcentaje tendría que caer a un 30 por ciento.Si bien una reducción del 60 al 30 por ciento es sustancial, todavíano equivale a una confiscación.

Nadie necesita estar de acuerdo con mi precisión de la equidadeconómica; pero si hay una lección que aprender a partir de lo mássobresaliente de la economía de equidad, es aquella de que no haymodo de soslayar el problema de precisar la equidad económica. Esun problema que no se disipará por su cuenta. La historia políticade los Estados Unidos ha sido una suscripción verbal al ideal deigualdad en relación con el deseo práctico de evitar tener que preci-sar qué constituye equidad (p. ej., un grado aceptable de desigual-dad). Tal como acontece con todas las soluciones temporales, ahoraparece estar derrumbándose también ésta.