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Para Habermas, desligándose un tanto del resto de la escuela crítica, no podría
entenderse ni la ciencia moderna ni la técnica, como un proyecto históricamente
restringido, sino que debe entenderse como un proyecto de la especie humana en su
conjunto. “Si se tiene, pues, presente que la evolución de la técnica obedece a una lógica
que responde a la estructura de la acción racional con respecto a fines controlada por el
éxito lo que quiere decir: que responde a la estructura deltrabajo, entonces no se ve cómo
podríamos renunciar a la técnica, es decir, anuestra técnica.”1 En lugar de eso lo que
cabría sería una diferente “actitud” frente a la naturaleza, en donde, aparece toda la
relevancia de la comunicación, a la cual se refiere en los siguientes términos: “una
estructura alternativa de la acción: a la estructura de la interacción simbólicamente
mediada, que es muy distinta de la acción racional con respecto a fines.”2 De todas
maneras, reaparece la idea de que ambos son proyectos de la especie humana en su
conjunto. Y si no cabe el buscar una nueva técnica, tampoco cabría la esperanza de una
nueva ciencia o de una ciencia más humana, puesto que “en nuestro contexto, a la
ciencia, la ciencia moderna, se le ha considerar como una ciencia obligada a mantener la
actitud de una posible disposición técnica.”3 Desde aquí Habermas podrá partir con la
reformulación de la “racionalización” de Max Weber, haciendo la distinción entre “trabajo e
interacción”. Entendiendo por “trabajo” o acción racional con respecto a fines: “la acción
instrumental o bien la elección racional, o una combinación de ambas.”4 La acción
instrumental se encuentra definida por criterios técnicos, basados en el saber empírico.
Por otro lado, la elección racional se encuentra orientada por “estrategias” que se
relacionan con un saber analítico, que no tienen que ver con lo verdadero o lo falso, sino
con lo bien o mal deducido. Y la otra gran esfera sería la de la “acción comunicativa” que
se diferencia radicalmente de la del trabajo, pues la forma de validez es completamente
diferente en este caso que en los casos correspondiente a la esfera de la acción racional
con respecto a fines. La validez no es una cuestión de enunciados 1Habernas, Jürgen,
Ciencia y Técnica como Ideología. Tecnos, Madrid, cap. 2, p. 62.
2Ibíd., p. 63.
3Ibíd.
4Ibíd., p. 68.
verdaderos o falsos, bien o mal deducidos, sino que se trata de obligaciones que se
reconocen, de acuerdo intersubjetivo sobre intenciones. Así mismo, las sanciones son
distintas, en el caso de la acción racional con respecto a fines, el quiebre de una regla
reporta una fracaso frente a la realidad, mientras que el quiebre de una regla establecida
por la acción comunicativa, reglas morales por lo general, reporta sanciones
convencionales o un fracaso frente a la autoridad. Esta distinción le permite a Habermas
situar un marco interpretativo útil a sus fines extrapolando la distinción hacia: “1) el marco
institucional de una sociedad o de un mundo socio-cultural de la vida, y 2) los subsistemas
de acción racional con respecto a fines que están insertos en ese marco.”5 Desde aquí
Habermas realizará el proceso de reformulación de la “racionalización” Weberiana, para
entender el paso a las sociedades industriales avanzadas. Así, el paso de lo que se
entiende por “sociedades tradicionales” en donde el marco institucional constituía el
elemento legitimatorio por excelencia, a través de una serie de juegos lingüísticos, como
mitos, religión, etc., a las sociedades industriales, va de la mano con el surgimiento y
afianzamiento del capitalismo moderno, que “garantiza una extensiónpermanente de los
subsistemas de acción racional con respecto a fines y que, con ello, socava la
„superioridad‟ tradicional del marco institucional frente a las fuerzas productivas.”6
Resultado de esto la legitimación del dominio se hace insuficiente, pero la respuesta el
capitalismo ya la tiene en su seno, a través, de la categoría de “reciprocidad”, lo que hace
que siga estando una parte de la legitimación en manos de la acción comunicativa, pero
traslada la legitimación al propio principio de organización del proceso de producción. De
esta manera, las justificaciones que fueron alguna vez de orden político, se trasladan a
una relación de producción, donde ya no cabe el cuestionamiento por la legitimidad, pues
no se trata de una dominación legítima o no, sino que se trata de una racionalidad
intrínseca al mercado, con su promesa (claro está) del justo intercambio y la libre
concurrencia de los hombres al mercado. De esta manera, para Habermas la forma de
producción capitalista es 5Ibíd., p. 71. 6Ibíd., p. 74.
capaz de soportar tendencias que lo ponen en peligro y se encuentran en la misma
constitución de la organización. El hecho de que sigue garantizando la ampliación de los
subsistemas de acción racional con respecto a fines, aumentando la tendencia,
expandiendo horizontalmente su forma de hacer y ver las cosas, lo que de una u otra
manera favorece su mantención en el tiempo y su continua legitimación, esto es lo que el
pensador llama racionalización “desde abajo.” Sin embargo, esto sería incluso peligroso si
el sistema no fuere capaz de adaptarse, para continuar con su legitimación cada vez más
ajena al antiguo marco institucional legitimatorio, así lo que él entiende como
racionalización “desde arriba” es lo que Weber entendía por “secularización”, esto hace
referencia a la tendencia de retraer las visiones y objetivaciones tradicionales, al ámbito
privado una vez que han ido perdiendo su poder, pero en el ámbito privado se encuentran
vinculadas con “modernas orientaciones de valor”7, aquí da el ejemplo de la “ética
protestante”, es especialmente interesante este punto pues se entiende como al dejar de
ser un marco de legitimidad y pasar al ámbito subjetivo y privado, estas convicciones van
influidas por estos nuevos términos en que se juega, y desde ahíel siguiente paso que
señala Habermas se entiende correctamente. Éstas creencias tradicionales son
reestructuradas en base, esencialmente, a una crítica de la misma tradición, pero que
mantienen el carácter legitimatorio, esta vez con pretensiones científicas o con un
carácter científico, lo que da paso a la existencia de “ideologías en sentido estricto: [que]
sustituyen a las legitimaciones tradicionales del domino al presentarse con la pretensión
de ciencia moderna y justificarse a partir de la crítica a las ideologías”8 Así mismo, en
cuanto la ideología del justo intercambio propia del período de Marx y que Marx había
desenmascarado, se hunde también en la práctica y se necesita de la intervención del
Estado a largo plazo, para poder mantener el sistema funcionando y permitir la
revalorización del capital en manos de privados. Cuando esto sucede, la legitimidad que
tenía su base en la forma misma de producción se hace insuficiente, imposible de
sustentar, así mismo la crítica de 7Ibíd., p. 79. 8Ibíd.