Upload
quandoegoteascipiam
View
392
Download
5
Embed Size (px)
DESCRIPTION
PIERRE GRIMAL LA FORMACION DEL IMPERIO ROMANOEl mundo mediterráneo en la edad antigua IIIEsta HISTORIA UNIVERSAL SIGLO XXI, preparada y editada inicialmente por Fischer Verlag (Alemania), sigue un nuevo concepto: exponer la totalidad de los acontecimientos del mundo, dar todo su valor a la historia de los países y pueblos de Asia, Africa y América.Resalta la cultura y la economía como fuerzas que condicionan la historia. Saca a la luz el despertar de la humanidad a su propia conciencia.Pierre Grimal. El autor y compilador de este volumen nació en 1912. Fue profesor en la Escuela Francesa de Roma (1935-37) y en las Universidades de Caen y de Burdeos (19411952). Es profesor de literatura latina y cultura romana en la Sorbona. Como autor es conocido por sus obras: Le siècle des Scipions (1935), La civilisation romaine (1960), A la recherche de l’Italie antique (1961). Obras traducidas al castellano: Diccionario de mitología griega y romana, Barcelona, Labor, 1965. Las ciudades romanas, Barcelona, Vergara, 1956.Indice1. LA EPOCA DE LAS GRANDES CONQUISTAS DE ROMA (202129 a. de C.) I. ROMA AL FINALIZAR LA SEGUNDA GUERRA PUNICAa) La literatura nacionalα) Nevioβ) Ennio y Terenciob) La crisis religiosac) Organización del Estadoα) La nueva aristocraciaβ) Los poderes del pueblo; los Comiciosγ) Las Magistraturasδ) El SenadoII. los ASUNTOS de ORIENTEa) La situación de los reinosb) La segunda guerra de Macedonia,α) Sus causasβ) La intervención romana,γ)) La Grecia librec) La guerra contra Antíoco IIIα) El poderío de Antíocoβ) Las intrigas de los etoliosγ) Las hostilidadesd) La paz romana en OrienteIII. EVOLUCION INTERIOR DE ROMA A LO LARGO DEL SIGLO IIa) El helenismo en Romaα) Su fuerzaβ) Catónb) El Imperio de Roma,α) Su definición jurídicaβ) La evolución dentro de ItaliaIV. EVOLUCION DE LAS FUERZAS EN ORIENTEa) El problema griegob) La situación en Oriente después de Apameac) La tercera guerra de Macedoniad) El nuevo equilibrioα) El apogeo de Delos y la economía mediterráneaβ) Grecia hasta la destrucción de Corintoγ) La suerte de los reinos§ 1. Pérgamo§ 2. Egipto§ 3. El reino de los SeléucidasV. LA CONQUISTA del OCCIDENTE,a) La pacificación de la Italia del Norteb) Los asuntos de Españaα) España antes, de los romanos§ 1. El reino de Tarteso§ 2.Los iberos§ 3. Los celtas§ 4. Los celtíberosβ) Las luchas contra Roma2. LA AGONIA DE LA REPUBLICA ( 13349 a. de C.) I. LOS FACTORES DE LA CRISISa) Importancia del dinero en la sooiedad romanab) Las transformaciones materiales de la Urbsc) La vida intelectuald) La evolución del DerechoII. LA CRISIS DE LOS GRACOSa) Tiberio Gracoα) El hombre y la doctrina políticaβ) El tribunado de Tiberioγ) De Tiberio a Cayob) Cayo Gracoα) Los asuntos de Asiaβ) La política de CayoIII. DE LOS GRACOS A SILAa) La guerra de Yugurtab) Primacía y fracaso de C. Marioc) La guerra de los aliadosa) La guerra civilα) Los datos del problemaβ) Mitrídates y la crisis de Ornenteγ) Sila marcha sobre Romaδ) La vuelta de Sila y la dictadura; las reformasε)) El final de la dictaduraIV. LA REPÚBLICA EMPLAZADAa) Lépido y Sertoriob) Las guerras contra Mitrídatesc) Los problemas interioresα) Sertorioβ) Espartacoγ) El proceso de Verresδ) La rogatio de Gabinioε) El asunto de Catilinaζ) La vuelta de Pompeyoη)Εl primer triunviratod) La conquista de la Galiaα) La Galia en el momento de la conquistaβ) Los factores de unidadγ) Estado político y socialδ) Las campañas de César§ 1. La guerra de los helvecios§ 2. Las campañas del 57 al 52§ 3. La rebelión del 52V. HACIA LA GUERRA CIVILDE LA DICTADURA AL PRINCIPADO (49 a. de C.14 d. de C.) I. EL TRIUNFO DE CESARa) La eliminación de Pompeyob) César, dueño del mundoc) La oposición a CésarII. ROMA A LA MUERTE DE CESARa) La vida literariaα) Desarrollo de la prosaβ)
Citation preview
HISTORIA U N IV ER S A L SIGLO XXI
la formacin del imperio romanoel mundo mediterrneo en la edad antigua III.PIERRE GRIMAL
siglo veintiuno
mxico espaa argentina
Esta HISTORIA UNIVERSAL SIGLO XXI, preparada y editada inicialmente por Fischer Verlag (Alemania), sigue un nuevo concepto: exponer la totalidad de los acontecimientos del mundo, dar todo su valor a la historia de los pases y pueblos de Asia, Africa y Amrica.
Resalta la cultura y la economa como fuerzas que condicionan la historia.
Saca a la luz el despertar de la humanidad a su propia conciencia.
En la HISTORIA UNIVERSAL SIGLO XXIhan contribuido ochenta destacados especialistasde todo el mundo.
Consta de 36 volmenes, cada uno de ellos independiente, y abarca desde la prehistoria hasta la actualidad.
HISTORIA UNIVERSAL SIGLO III
i mui mu mu m u mu mu mu un mi
ArmauirumqueArmauirumque
VOLUMEN COMPILADO POR
Pierre Grimai
El autor y compilador de este volumen naci en 1912. Fue
profesor en la Escuela Francesa de Roma (1935-37) y en lasUniversidades de Caen y de Burdeos (1941-1952). Es profesor
de literatura latina y cultura romana en la Sorbona. Como autor
es conocido por sus obras: Le sicle des Scipions (1935), La
civilisation romaine (1960), A la recherche de lItalie antique
(1961). Obras traducidas al castellano: Diccionario de mitologa
griega y romana, Barcelona, Labor, 1965. Las ciudades romanas,
Barcelona, Vergara, 1956.
Historia Universal
Siglo veintiunoVolumen 7
LA FORMACION
DEL IMPERIO ROMANO
El mundo mediterrneo en la Edad Antigua, III
Compilado por
Pierre Grimai
Mxico 0 histor. . M universal
Argentina y . un mundo que, sin ella, estara conde
nado a la anarqua y a las matanzas perpetuas: todo esto pudo
haber contribuido a su decisin. Jurdicamente, aquel testa
mento era vlido y conforme con el carcter de la realeza he
lenstica 23S. El rey es el mayor propietario privado del Reino;
como tal, puede disponer de sus bienes, y Atalo leg al pue
blo romano lo que le petteneca. En cuanto a las ciudades, el
testamento prevea que se convertiran en libres, como las
otras ciudades que, en Grecia y en Asia, gozaban de tal esta
tuto J3S. Atalo pareca prever que las monarquas tradiciona
les salidas de la desmembracin del Imperio de Alejandro es
taban condenadas y deban ser sustituidas por una forma de
federacin ms flexible y ms estable: precisamente, la que
Roma comenzaba a aportar al mundo. En este sentido qui
z por azar, quiz conseientemente , el testamento de Atalo
se anticipa a la historia y prepara el porvenir.
S 2. Egipto. De tal descomposicin de los reinos, Atalo
poda encontrar un ejemplo en Egipto. Tras la guerra victo
riosa llevada a cabo por Antoco, dos hermanos se repartan
all el poder237 : Ptolomeo Filomtor y su hermano menor,
Ptolomeo Evrgetes ( el Bienhechor, pero llamado por sus
sbditos Physcon, el Gordo), Esto no haba durado mu
cho tiempo. En el 164, una sublevacin haba arrojado de
Alejandra a Filomtor. El arbitraje de Roma impuso enton
ces otra forma de reparto: Filomtor recibi Egipto y Chipre,
y Evrgetes, la Cirenaica. Dos aos despus, Chipre fue aa
dida a la parte de Evrgetes. Filomtor no acept aquella de
cisin, se opuso a ella con las armas y lleg incluso a hacer
prisionero a Evrgetes, perdonndole la vida y dejndole tam
bin la Cirenaica.
56
Fig. 2. El Oriente Prximo
En Roma, cada rey tena sus partidarios. Catn defenda
a Filomto; es difcil creer que lo hiciese por dinero. No
ocurra lo mismo con los partidarios de Evrgetes, que era
un tirano aborrecido y despreciado. Tenemos el testamento
que redact en el 153, mediante el cual aejaba a Roma la
Cirenaiea s imora sin descendencia 25, pero tal testamento
no se aplic jams. En su flecha, poco tiempo antes de la
tercera guerra pnic1, no careca de significacin, y, en todo
caso, probablemente sirvi de modelo al de Atalo I I I , 20 aos
despus.
Filomtor, en el 147, aprovech los trastornos que desga
rraban el reino de los Selucidas para invadir Siria y recupe
rar las provincias perdidas. Se nos dice que habra podido
ceir la corona en Antioqua y reunir los dos reinos, si no
hubiera temido la clera de Roma. No tard en morir, herido
durante un combate, lo que puso fin a la conquista de la Ce-
lesiria. Evrgetes, convertido en nico rey, se apoder de
Alejandra y rein en ella hasta el ao 116, en que muri.
Reinado perturbado por las mil vicisitudes, revueltas y atro
cidades cometidas por el rey en su propia familia. En un mo
mento, incluso, expulsado por su propia mujer, Cleopatra I I ,
l se refugi en Chipre, pero, en el 129, estaba de nuevo en
Alejandra.
3. El Reino de los Selucidas. La suerte de los Seluci
das no era ms envidiable que la de los Ptolomeos. Tras la
muerte de Antoco IV , en el 164, el Reino fue adjudicado a
su hij Antoco V Euptor, de nueve aos de edad. Roma, in
quieta por las violaciones de las clusulas del tratado de Apa
mea cometidas por el rey anterior, envi una misin de tres
senadores como tutores del joven prncipe: unos tutores muy
singulares, que comenzaron por hacer retirar los elefantes de
guerra y por destruir las armas y los navios reunidos por An*
toco. Se produjo una insurreccin, y el jefe de la delegacin,
Gn. Octavio, fue asesinado (162 a. de C.). Lisias, que ostentaba
el ttulo de regente, envi muchas excusas a Roma, y el Senado
las acept, pero mientras tanto, como por azar, Demetrio, el hijo
de Seleuco IV Filoptor, que viva como rehn en Roma, se
evadi y se present reivindicando la herencia de su padre. Aque
lla evasin, facilitada por algunos senadores, ayudada por Poli
bio259, era la respuesta de Roma al asesinato de Octavio.
Demetrio fue bien acogido por los sirios; el ejrcito se uni
a l. Lisias y el joven Antoco V fueron muertos, pero las otras
provincias resistieron, especialmente Babilonia que, bajo la di
58
reccin de Tmatco (hermano de Heraclides, el ministro de Antoco IV ), se sublev. Adems, el problema judo volva a
plantearse con acritud. Roma reconoci a Timarco y concert un
tratado de amistad con el Estado judo, el cual, aunque sometido
a los Selucidas, trataba de hacerse independiente Demetrio
no se preocup por aquellas decisiones romanas, pues saba que
no iran ms all del terreno diplomtico; restableci el orden en
Jerusaln y sofoc la rebelin de Timarco. Los romanos acepta
ron y reconocieron a Demetrio, que tom el sobrenombre de S- ter (160 a. de C .)241.
Pero los xitos de Demetrio suscitaron contra l las intrigas
de Prgamo y las de Egipto. Atalo I I lanz contra l al rey de
Capadocia, Ariarates IV 242, mientras el populacho de Antioqua
trabajado, quiz, por agentes extranjeros se haca cada vez
ms hostil a Demetrio, que, por su parte, se encerraba en la so
ledad, se (rodeaba de filsofos y se entregaba a sangrientas re
presiones contra sus adversarios24>. Por ltimo, Atalo I I levan
t contra l a un pretendiente, un tal Balas, notable por su pare
cido con Antoco IV 244. Heraclides,, que viva en Asia Menor,
se declar a favor de Balas y le llev a Roma, donde el Senado
reconoci oficiamente al joven impostor con el nombre de Ale
jandro (finales del ao 153) 245. Pocos meses despus, Balas, de
regreso en Siria, reuna a su alrededor a Palestina, y Ptolomeo
Filomtor pona a su disposicin un cuerpo expedicionario. Una
sublevacin en Antioqua acab de derrocar a Demetrio, que pe
reci combatiendo, en el verano del 150!44. Alejandro Balas ci
la corona de los Selucidas.
Balas, hechura de Atalo y de Ptolomeo, se cas, a fines del
150, con Cleopatra Thea, hija de Filomtor, y comen/ un re-
nado de molicie y libertinaje. Pero, a principios del 147, un hijo
de Demetrio Ster, llamado tambin Demetrio, desembarc en
Siria con mercenarios cretenses y amenaz a Antioqua. Balas
acudi en socorro de la ciudad, mientras Filomtor penetraba en
Siria, con el pretexto de ayudarle; pero, de pronto, tras haber
ocupado las ciudades, Filomtor se declar en contra de Balas,
reconoci a Demetrio I I y le dio la mano de Cleopatra, que
estaba con l. La batalla decisiva dio la victoria a Demetrio y a
Filomtor, pero ste muri, a consecuencia de las heridas recibi
das, a comienzos del verano del 145 2 . Una vez ms Egipto
tuvo que evacuar la Celesiria.
Demetrio, aunque reuni de nuevo la herencia de los Selu
cidas (durante algunos meses), no supo ganarse el afecto de los
sirios, que se sublevaron y, dirigidos por un soldado llamado
Didoto, oriundo de Apamea, reconocieron como rey a un hijo
59
de Alejandro Balas con el nombre de Antoco VI. Didoto fue
regente del joven prncipe (con el nombre de Tritn), y, en el
142, le hizo asesinar y ci la corona. El pas estaba dividido en
dos. Y, como los partos, aprovechndose de la situacin, haban
invadido Babilonia y ocupado la Seleucia del Tigris, Demetrio,
despus de haber rechazado al invasor, fue hecho prisionero du
rante la persecucin por el rey Mitrdates I Pareca que Tri
tn reunifcara el Reino, pero el hermano de Demetrio, Antoco,
entr en Siria, y, con el nombre de Antoco V II Evrgetes (lla
mado Sidetes), puso fin a su usurpacin y comenz a ' reducir
el separatismo judo, que haba hecho muy grandes progresos
(Judea se haba hecho oficialmente independiente bajo Demetrio
I I ) . Fue necesario un ao de asedio para tomar Jerusaln; des
pus, el rey se dirigi hacia Mesopotamia, pero, en el 129, muri
all en el curso de un choque contra los partos2W. Era, prctica
mente, el final de la dinasta. Demetrio I I fue entonces libe
rado por los partos, ciertamente, pero se mostr incapaz de pro
seguir e incluso de mantener la obra de su hermano. Las ciuda
des, las poblaciones, se hicieron independientes de la autoridad
real; por casi todas partes surgieron pretendientes; el helenismo
est en retirada en toda aquella parte de Oriente. En el momento
en que, con la transformacin del Reino de Prgamo en la pro
vincia de Asia, Roma se instala en el Asia Menor, est, perfec
tamente claro que muy pronto tendr que intervenir en lo que
haba sido dominio de los Selucidas.
Cabe preguntarse si, durante aquel perodo, Roma tuvo res
pecto al mundo oriental una poltica coherente. Pero hay que
sealar, inmediatamente, que aquella poltica, si existi, fue ela
borada en el Senado; el pueblo romano no intervino para nada
en ella. Los tratados de amistad (como los que en varias oca
siones se concertaron con el joven Estado judo) no comprome
ten al pueblo; dependen de las disposiciones, a veces pasajeras,
acordadas por el Senado en un momento dado. El sistema de las
embajadas, de las misiones de informacin, es empleado normal1-
mente, y los senadores que forman parte de ellas suelen imponer
sus soluciones. Por esta razn se elige a los de mayor influencia
y a los ms (prudentes. La idea predominante parece ser la preocu
pacin de asegurar la paz, la de evitar el retorno de las coalicio
nes del pasado. Los Padres parecen consejeros. Intervienen dis
cretamente cerca de los reyes y de las ciudades (a! menos, muy
frecuentemente), pero su intervencin es decisiva, sin que. ten
gan que hacer uso de la fuerzaK0. Las medidas de detalle
adoptadas en este marco, bastante impreciso, de las legaciones
no siempre son claras. Trataron los legati de favorecer el comer-
60
cio de los itali, o intentaron establecer relaciones con las pobla
ciones marginales o mal sometidas del interior de los reinos (co
mo los glatas y los judos)? Quiz lo hayan hecho algunos
comisarios, pero con propsitos simplemente personales. En todo
caso, en aquellos enviados senatoriales se advierte la tendencia a
hablar directamente a las ciudades y a las poblaciones, marginan
do a los reyes, pues consideraban la monarqua como una forma
poltica inferior, transitoria, peligrosa para la libertad y la segu
ridad de los ipueblos. As preparan, pero en la realidad, y por
una especie de instinto poltico, ms que en virtud de un cl
culo consciente, la futura integracin de los pueblos en el impe
rium romanum. Al mismo tiempo, se realizan las condiciones que
permitirn la transformacin de los reinos en provincias, Los ms
altos personajes de la Repblica adquieren, durante aquellas le
gaciones, el conocimiento de los recursos y de la geografa de
los pases lejanos. Sus ambiciones se despiertan, y los conseje
ros, ms o menos discretos, de hoy se convertirn maana en
los omnipotentes gobernadores, que sustituirn a los reyes.
V. LA CONQUISTA DEL OCCIDENTE
Mientras- se prepara as la dominacin de Roma sobre los
viejos reinos de Oriente, en Occidente prosiguen activamente los
avances de la romanizacin. El mismo perodo est caracterizado
por la creacin de varias provincias: primero, las de Espaa, y
despus, tras el fin de Cartago, la de Africa. Como en Oriente,
tambin aqu es difcil hablar de un imperialismo consciente.
Ms bien, parece que el origen de los progresos realizados en
cada momento haya sido el deseo de asegurar las ventajas adqui
ridas. Los intereses materiales desempearon, sin duda, su papel:
si Espaa no hubiera sido tan rica en minas y en canteras, y
si la agricultura, en Cartago, no hubiese sido tan prspera, tal
vez Roma no habra puesto tanto inters en pacificar la pennsula
ibrica y Africa, pero el inters mercantil no fue el mvil prin
cipal de los romanos en esta doble aventura. Roma no es, como
Cartago, una repblica de mercaderes. Los negotiatores preceden
y acompaan a las legiones, son los auxiliares de la conquista,
pero no son, en la mayora de las ocasiones, ms que aliados,
no romanos, y si mantienen relaciones con algunos senadores,
61
buen nmero d Padres se opone a que la conquista se reduzca
a una explotacin econmica del mundo. En el asunto de Rodas,
Catn haba acabado venciendo2*1.
a) La pacificacin de la Italia del Norte
Tras la derrota de Anbal en Zama, la situacin poltica crea
da en Occidente era bastante confusa. Roma tiene la preemi
nencia, pero su autoridad est Jejos de ser reconocida en to
das parces, incluso en el territorio italiano. Especialmente, los
galos y los ligures (establecidos, los primeros, en la llanura
de Po, y los segundos, en la vertiente tirrena de los Apeninos,
entre la base de los Alpes y los confines del pas etrusco) tu
vieron que ser reducidos a costa de largas campaas.
Las operaciones contra los celtas duraron unos veinte aos.
En ellas intervinieron ejrcitos consulares o pretorianos, a partir
de las colonias latinas fundadas en vsperas de la guerra pnica,
que haba interrumpido los esfuerzos de pacificacin: Cremona,
en el 218, en la orilla izquierda del Po (cerca de la confluencia
del Adua), y Placencia, en el 219, en la orilla derecha, en la
confluencia del Trebia. La base lejana sigue siendo Ariminum
(Rmini), instalada por Roma en la cspide del tringulo que
forma la llanura del Po, entre los Apeninos y el mar252. Poco
a poco, las funoiones se multiplican y aseguran ms slidamente
la ocupacin del pas. En el 189, Flesina, la capital de los galos
boyos, donde los elementos celtas se haban superpuesto a los vi-
lanovianos etrusquizados 255, se converta en colonia romana, con
el nombre de Bononia (hoy Bolonia), y nuevas aportaciones de
colonos acrecentaban las fuerzas de Cremona y de Placencia,
mientras que, algunos aos despus, en el 183, se fundaban Mu
tina (Mdena) y Parma254. Aquellas ciudades eran otros tantos
jalones a lo largo de la Via Aemilia, la ruta estratgica estable
cida en el 187 por el cnsul M. Emilio Lpido, una ancha cal
zada rectilnea que una a Armino con Placencia y que lue
go se prolongara hasta Mediolanum Insubrium (Miln) y Como,
donde los ejrcitos romanos haban penetrado por primera vez
en el 190.
La pacificacin de Liguria iba a la par con la de la Galia Ci
salpina. Los ligures, brbaros expertos en las emboscadas, que
habitaban un pas de montaas con refugios inaccesibles, pobla
ciones saqueadoras y miserables, amenazaban con sus incursiones
las ricas ciudades romanizadas de Etruria, y, ahora, las colonias
de la Cisalpina. Pero all el terreno no se prestaba tan fcilmen
62
te como en la llanura del Po a la ocupacin militar y al estable
cimiento de rutas estratgicas. Pareca que la lucha no tendra
fin. As, hubo que recurrir a medidas extremas y proceder a
traslados de la poblacin5!. Entonces fue posible fundar las
colonias de Luca (en el 180, la ltima cronolgicamente de
las colonias de derecho latino) y de Luna (177). Por ltimo, una
ruta establecida en el 154, a travs de los Apeninos, desde G
nova a Placencia, la ms septentrional de las transversales, ma
terializa una importante etapa de la pacificacin. Esta ruta, lle
vada hasta Aquilea, la colonia fundada, en el 181, en las fuentes
del Timavo, en la cspide nordeste del tringulo formado por
la llanura del Po, simbolizaba, dentro de la paz romana, la uni
dad introducida en una .pennsula sepa/rada por la espina dorsal
de los Apeninos. Durante siglos, y todava en tiempos de Augus
to, Aquilea estaba destinada a constituir la centinela avanzada
de Italia, cerrojo puesto al desfiladero de los valles alpestres,
en la regin en que el imperium romanum limitaba con los br
baros ilirios .y con todos los que vivan en las fronteras del
mundo helnico.
b) Los asuntos de Espaa
Si la pacificacin de Italia hasta los lmites naturales de la
pennsula estaba impuesta por las necesidades de la geografa,
la conquista de Espaa fue una consecuencia directa de !a segun
da guerra pnica. El Senado haba llevado all la guerra para gol
pear en su propia base el podero brcida 25\ All fue donde
Escipin haba alcanzado las primeras grandes victorias de la gue
rra. Y, tras aquellos xitos, que haban preparado la liberacin
de Italia, el Senado nunca haba pensado en evacuar lo que ocu
paba. Despus de Hipa, los cartagineses haban sido prctica
mente expulsados de Espaa, pero el pas recibi gobernadores
romanos!7, que dispusieron de un ejrcito en el que los ele
mentos legionarios fueron siendo progresivamente reforzados y,
a veces, casi totalmente sustituidos por auxiliares indgenas. Pe
ro, como seala Tito Livio, Espaa, ms an que Italia y que
ningn otro pas del mundo, se prestaba a sostener la guerra,
tanto ipor la naturaleza del terreno como por la de los indgenas.
As, aquella Espaa, la primera de las provincias de tierra firme
en que entraron los romanos, fue tambin la ltima en ser pa
cificada, bajo el mando y los auspicios de Csar Augusto25S.
Cules eran, pues, los pueblos de Espaa que resistieron frente
a Roma durante casi dos siglos, y que despus acogieron tan vi-
63
Fig. 3. La pennsula ibrica
damente la civilizacin romana, hasta el punto de que tal vez
slo la Galia ha sufrido su impronta de un modo comparable? 2 .
a) Espaa antes de los romanos
Los problemas planteados por el primer poblamiento de la
pennsula ibrica no pertenecen a la historia, sino a la prehisto
ria, y las sombras de sta se extienden casi hasta la vspera de
la colonizacin
1. El reino de 'Tarteso. Espaa estuvo siempre abierta
por todas partes a las corrientes de poblamiento (no nos atre
vemos a decir a las migraciones, pues se desplazaban lentamen
te) que llegaban, unas, desde Africa, a travs del estrecho de
Gibraltar; otras, a travs de los Pirineos; otras que llegaban del
Oeste o del Norte y desembarcaban en las costas atlnticas, y
otras, en fin, procedentes del Mediterrneo oriental o de pases
ms prximos, que penetraban ipor ks costas del Levante. Las
primeras informaciones que las fuentes escritas nos dan acerca
de las poblaciones espaolas hablan de un Reino maravilloso,
el pas de Tarteso, que parece haber impresionado vivamente
la imaginacin de los viajeros. Este Reino se extenda por
el territorio de la actual Andaluca 26. Su capital estaba
situada en las mismas bocas del ro Guadalquivir 2, y
all fue a donde los navios tirios, franqueando el estrecho de
Gibraltar, llegaron a buscar los metales preciosos por encargo del
rey Salomn263. Quines eran aquellos tartesios, establecidos
en aquella regin a finales del segundo milenio a. de C.? Unos
invasores llegados del Este, o una poblacin indgena madurada
desde la prehistoria? Estrabn asegura que posean crnicas de
6.000 aos de antigedad 264, poemas y un cdigo da leyes redac
tadas en verso. Naturalmente, con este reino se relacionaban las
tradiciones mticas referentes a Heracles. Gerin, de cuyos reba
os tuvo que apoderarse el hroe, haba sido un rey de Tarte
so265 Se dice que aquel reino fue dominado por los tirios tras
una batalla naval de la que nos habla Estrabn 266. Una profeca
de Isaas (realmente muy oscura) 267 permite suponer que la do
minacin tiria sobre Tarteso experiment, un eclipse a finales del siglo V II. Tarteso vivi entonces su perodo ms prspero,
y fue con sus reyes con quienes entraron en relacin los nave
gantes griegos que se haban apoderado de las rutas que haban
quedado libres por la decadencia de Tiro268. Pero a finales del
mismo siglo, los cartagineses, que haban sustituido a los hele
nos en los mares del Occidente, pusieron fin al podero del Reino.
65
Probablemente es arriesgado identificar a Tarteso con uno
de los aspectos culturales comprobados en la Espan prehistrica,
por ejemplo el que se define por los vasos campaniformes y (al
mismo tiempo?) por los megalitos, En fin de cuentas, la
solucin ms verosmil consiste en considerar el reino de Tarte
so como el representante, privilegiado en el aspecto histrico
por haber tenido como testigos a los navegantes orientales, de
la civilizacin tpicamente hispnica que surge a comienzos de la
Edad del Bronce y que no se limita, en absoluto, a las bocas del
Guadalquivir, sino que se encuentra, con variantes, en todas las
regiones de la pennsula.
2. Los iberos. Se puede suponer que esta civilizacin de
Tarteso es una ramificacin de lo que los antiguos llaman
el mundo de los iberos. Los historiadores griegos,:/u dan, desde el
siglo VI, este nombre a las poblaciones indgenas establecidas
en la costa mediterrnea de Espaa. Durante mucho tiempo,
los modernos han considerado que se trataba de una raza afro-
mediterrnea, extendida en una poca muy antigua por toda la
cuenca occidental del Mediterrneo2,1. Hoy, los historiadores de
Espaa se indinan a pensar que la civilizacin ibrica se form
en la misma Espaa, en el seno de diversos elementos raciales,
procedentes un poco de todas partes, a lo largo de milenios 272.
Una vez admitida esta hiptesis, se atribuir al mundo ibrico
la civilizacin descubierta por las investigaciones arqueolgicas
en el sur y en el este de la pennsula, civilizacin que parece
probar claramente una constante evolucin desde la Edad del
Bronce hasta la conquista romana, segn iban incorporndose
las influencias exteriores: colonizacin griega y fcense, coloni
zacin cartaginesa, aportes clticos procedentes del Norte y de
la meseta que ocupa el centro d3 Espaa.
El tono propiamente ibrico se sita en el valle del Gua
dalquivir y en la llanura costera oriental, desde Gibraltar a los
Pirineos, y aun ms all, hasta el Roselln. Fuera de esta zona,
y especialmente en el alto valle del Ebro, la presencia ibrica es
difcil de percibir, porque los aportes clticos tendieron a ocul
tarla, superponindose a ella. Pero lo cierto es que, entre el mun
do ibrico, exista una regin de civilizacin mixta, donde el flujo
y reflujo de las influencias cre una situacin extremadamente
compleja. Ah es donde encontraremos las poblaciones que los
antiguos llamaron celtiberas.
Entre los pueblos iberos nombrados por nuestras fuentes y
que existan en el momento de la conquista romana se distin
guen: los turdetanos y sus vecinos y prximos parientes, los tr-
66
dulos, en la cuenca media e inferior del Guadalquivir; en la costa
meridional, entre el estrecho de Gibraltar y Alicante, se sitan los
mastienos, a menudo identificados (con razn o sin ella?) con
los bastitanos, cuyo nombre no aparece hasta despus. En la costa
oriental estn los gimnesii (o gimnetes), entre el Segura y el J-
car, y tambin en la isla de Ibiza. Al norte del Joar, los edetanos,
que parecen haber ocupado, en la poca histrica, un vasto terri
torio que se extenda hasta el Ebro, quiz sobrepasndolo, y, en
el interior, hasta Zaragoza. A l norte del ro, la situacin es me
nos clara. Dos grandes pueblos desempean un importante papel
en esta regin en el momento de la segunda guerra pnica: los
ilergetes del interior y los indicetes, que fueron, durante mucho
tiempo, los vecinos de los colonos griegos de Empuriae (Ampu-
rias). Segn se penetra en el interior, las unidades polticas se
multiplican cada vez ms y se adelgazan, de modo que cada valle
de los Pirineos sola estar ocupado por un pueblo solo.
No sabemos con exactitud cul era la organizacin social de
los iberos. No se percibe huella alguna de instituciones federales.
En el Sur, parece haber persistido, durante mucho tiempo, la
monarqua, continuando las tradiciones de Tarteso. Es posible
que los cartagineses contribuyeran a mantener aquel rgimen, que
resultaba ms prctico para el ocupante extranjero. Pero nosotros
comprobamos tambin, y cada vez ms, a medida que se sube ha
cia el Norte, una tendencia a sustituir el poder real por el de senados locales.
Los iberos del Sur fueron los primeros en tener ciudades
dignas de este nombre. Los del Este y los del Norte se conten
taban con lugares de refugio, donde el habitat regular era ex
cepcional. De aquellas ciudades quedan todava numerosos recin
tos fortificados, construidos con enormes piedras, tan pronto uti
lizadas en masas regulares' como en disposiciones ciclpeas
irregulares, sin que pueda saberse si existe una relacin cronol
gica constante entre las dos tcnicas. Al tipo ciclpeo pertenecen
los recintos de Tarragona, de Gerona, de Sagunto, etc. Entreds
recintos de masas regulares conviene citar el de Olrdola (provincia de Barcelona).
En algunos sitios aparece la disposicin interior de la ciudad.
Es extremadamente primitiva. Las casas no son ms que cabaas
rectagulares, que probablemente estaban recubiertas de paja o de
juncos, y las calles siguen los movimientos del terreno, adoptando,
por lo general, la lnea de irfayor pendiente. La cumbre de la
colina, allanada de %n modo basto, queda libre de construccio
nes y en ella se sita el eje del habitat2 . Todas aquellas ciudades se levantan sobre alturas.
67
Otro rasgo caracterstico del paisaje en las regiones ibricas
era el gran nmero de torres, como sealan los historiadores roma
nos274. En la poca de que tenemos noticia (desde el siglo I I I
a. de C.), sirven para proteger las ricas campias costeras contra
las incursiones de los bandidos que bajaban de la montaa. A
veces, un pueblo se apia al abrigo de esta pequea fortaleza, tal
como vemos en la Turris Luscutana (cerca de Cdiz), que una
inscripcin de Emilio Paulo nos permite conocer 275.
Los descubrimientos arqueolgicos nos han facilitado, en lo que
se refiere al sector ibero, un gran nmero de obras de arte que
prueban la existencia, sobre todo en la escultura y en la cer
mica, de tradiciones indgenas especialmente vivas21i. La escul
tura est representada por exvotos de bronce, de piedra y de
terracota. La mayora de los bronces proceden de la provincia de
Jan y de la regin de Murcia. Son estatuillas fundidas a cera
perdida que no suelen exceder de uno o dos decmetros. Algu
nas no son ms que esbozos, muy sumarios, de una figura huma
na, pero merecen, desde luego, el nombre de obras de arte. En
ellas encontramos hoy como una galera de los tipos humanos in
dgenas: guerreros a pie o a caballo, con sus armas (casco, escudo
redondo, la castra, la espada, la lanza) y su equipo, especialmente
el sagum, que se enrollaba formando con l un embutido dis
puesto en aspa sobre el hombro derecho. Pero hay tambin tipos
corrientes, vestidos con su tnica corta o, a veces, con un manto
que protege las espaldas y baja hasta medio cuerpo. Las figuras
femeninas son extremadamente numerosas. Al igual que los figuri
nes masculinos, estn presentadas en posicin orante, tan pron
to totalmente desnudas como, (ms frecuentemente) vestidas con
una pieza de tela que rodea el cuerpo en toda su longitud y cae
hasta los tobillos. Algunas tienen la cabeza cubierta por un velo,
verdadera mantilla que cie la frente como una diadema y cae
detrs del cuello y luego sobre las espaldas. Pero existen tambin
otros vestidos, ms complicados, como esas piezas con la espalda
y el escote en punta, con medias-mangas, que proceden de
Santa Elena, o esas grandes capas ribeteadas por una banda de
tela adornada, que envuelven, a la vez, la cabeza y el cuerpo
entero.
Las estatuas de terracota y de piedra proceden de sitios donde
los yacimientos naturales no ofrecan el cobre en abundancia. Al
gunas de estas estatuas son muy clebres, como las procedentes
del Cerro de los Santos (Albacete), zona especialmente rica en
estatuillas femeninas, algunas de las cuales se hallan curiosamen
te envueltas por un ancho manto y la cabeza coronada por un ca
puchn cnico de aspecto monacal. Estas series nos encaminan
68
progresivamente hacia la famosa Dama de Elche, busto de una
princesa de complejo tocado, con rasgos de una gran elegancia,
de expresin hiertica, que sobresale entre otras estatuas proce
dentes del mismo sitio. Pero en estas obras se retlejan, mucho
ms evidentemente que en los bronces, que por su factura popu
lar conservan un carcter arcaico, las influencias de los modelos
extranjeros, griegos y quiz romanos m. La cronologa de este arte
se halla envuelta todava en la mayor oscuridad, pero es indu
dable que las tradiciones de las cuales ha surgido se remontan a
una poca muy anterior a la conquista romana e incluso a la ocu
pacin cartaginesa.
Las cosas no estn mucho ms claras en lo que se refiere a la
cermica, muy original tambin y rica en escenas y decoraciones
muy vivas y variadasm. Esta cermica, cuyos orgenes tienen sus
races en plena prehistoria, ofrece series en las que se puede se
guir la evolucin del decorado desde un estilo puramente geom
trico, pintado o grabado, hasta composiciones ms amplias, de in
tencin narrativa, consagradas a escenas de guerra, de fiesta, de
caza o de recoleccin. En ellas se encuentra tambin la primera
representacin de una corrida de toros. Las imgenes de animales
aparecen desde muy temprano (en la medida en que puede asig
narse una cronologa cualquiera a estas obras salidas de los talle
res donde se perpetuaban las tradiciones ancestrales): pjaros, ani
males a los que se caza (jabales, crvidos), o a los que se domes
tica (caballos y toros). El estilo de los personajes evoca a menudo
los del arte cretense o del micnico, pero tambin las siluetas
de las pinturas saharianas sin que haya de sacarse de tales
coincidencias la idea de filiaciones imposibles en el tiempo y
en el espacio .
Con bastante frecuencia, en algunas de estas cermicas (en
las que se descubre la influencia de obras griegas o de la Cam
pania, incluso etruscas) se leen inscripciones en lengua ibera.
El alfabeto de estas inscripciones puede hoy descifrarse bastante
bien2, sobre todo con la ayuda de las monedas iberas, nu
merosas y bien clasificadas, y tambin gracias a las aportaciones
de algunos descubrimientos preciosos, como el de trozos de plo
mo inscritos, pero desgraciadamente no por eso es menos im
posible de comprender la o las lenguas para cuya escritura se
utilizaba. Este alfabeto, muy complejo, presenta caracteres arcai
cos y parece, desde luego, que sus orgenes son mltiples. Une,
en efecto, signos silbicos con otros que representan simples so
nidos. Adems, este alfabeto ha evolucionado y se presenta di
ferenciado, segn las regiones.
69
En cuanto-a la lengua a que corresponden estas inscripciones,
no puede todava precisarse su naturaleza ni el grupo lingstico
a que pertenece. Desde luego, es tentador relacionar este pro
blema con el de la lengua vasca, pero tambin aqu es inde
fendible cualquier hiptesis simplista. Es posible que el vasco
tenga algn parentesco con las lenguas y dialectos iberos, pero
cmo determinar la parte, a priori, de las influencias y de
las innumerables aportaciones que han podido venir a enmas
carar este parentesco?
3. Los celtas. Mientras la civilizacin de los iberos se ha
desarrollado en el sur y en el este de la pennsula, el norte, el
centro y el oeste han sido, desde muy pronto, celtizados, sin
que estn totalmente claras las condiciones en que se produ
jeron las invasiones de los pueblos celtas. Es posihle seguir su
progresin, de un modo aproximado, gracias a los vestigios ar
queolgicos, pero la interpretacin de estos datos es muy deli
cada. Se puede admitir que, desde finales de la Edad del Bron
ce, se produjeron infiltraciones procedentes del Norte. Despus,
se sucedieron varias olas de invasin, a medida que la presin
de los germanos obligaba a las tribus celtas instaladas en las
regiones renanas a buscar otra patria. Despus de los proto
celtas, que habran hecho su aparicin a comienzos del I mi
lenio, habra llegado, en el curso del siglo V II, un primer
grupo representado principalmente por los pelendones a los
que luego se encuentra en zona celtibera, en el alto valle del
Duero280. Con ellos, habran entrado los cempsi, los cimbrios,
los eburones. Y hacia finales del siglo llegan los turones, los
lemovices y los sefes de los que otras ramas se instalaron en la
Galia. El ltimo aporte cltico fue el de los belgas, nervienses
y tongrienses 2SI. Finalmente, toda la parte norte, noroeste, oeste
y la meseta central de la pennsula se encontraron celtizadas.
La vida social de estas poblaciones, a las que la conquista
romana encontr en fase de expansin, parece haber sido bastan
te similar a la que conocemos en otras partes del mundo celta,
entre los galos, por ejemplo. As, conocan la clientela28J, que
tan importante papel desempe en la Galia. En la poca en que
nosotros las encontramos, aquellas poblaciones han renunciado a
la monarqua. Al parecer, el poder pertenece a unas asambleas
populares, por lo menos en las circunstancias graves. Es posible
que en tiempos normales los asuntos fuesen tratados por un
consejo de ancianos. Pero en el caso de lina crisis, se recurra
a unos jefes elegidos con carcter temporal. Puede deducirse
(aunque no muy claramente, desde luego, y los historiadores
70
modernos tienden a rechazar estos hechos como leyendas) que
los mujeres conservan algn vestigio del papel poltico que pa
rece haberles correspondido en las ms antiguas sociedades cel
tas antes de las grandes migraciones 283.
Estas tribus celtas, agrupadas en entidades polticas para
nosotros bastante vagas, pero que parecen, desde luego, haber
sobrepasado el simple marco gentilicio, vivan, en la mayora
de los casos, de la cra del ganado, tal como se practica todava
en los pueblos espaoles de la montaa. El cultivo de los cereales
se haba desarrollado en todos los casos en que las condiciones
dl sol y del clima lo permitan. El hecho de que las migra
ciones clticas se produjesen en el tiempo en que floreca la
civilizacin de Hallstatt2'4 y no pudieran bnficites de la evo
lucin que se realiza durante el perodo de La Tne explica el
carcter arcaico conservado por estas poblaciones en el arte y
tambin quizs en la sociedad, as como la tendencia muy clara
a la diferenciacin que se registra segn las regiones de la penn
sula. Esto explica tambin que el substrato indgena encon
trado por los inmigrantes celtas haya podido ejetceir sobre ellos
una innegable influencia, contribuyendo tambin a exagerar el
carcter regionalista de las civilizaciones resultantes. Recurdense
los castros de Galicia y de Portugal, esos pueblos fortificados,
establecidos en la cumbre de las montaas, en los que un re
cinto bastante informe (sigue la configuracin del terreno) pro
tege unas cabaas redondas o, en algunas zonas, rectangulares,
hacinadas sin plan alguno25. Estos oppida estuvieron ocupados
por elementos celtas, como se demuestra por diversos descubri
mientos, pero siguen tambin, sin duda, tradiciones muy ante
riores a la llegada de los celtas. En todo caso, fueron estas po
blaciones de la montaa las que prosiguieron hasta los ltimos
lmites de sus fuerzas la lucha contra los romanos as, los cn
tabros, que fueron reducidos por el propio Augusto a lo largo de
interminables campaas2'6.
4. Los celtiberos. Sin duda, los celtiberos, que libraron
los ms terribles combates contra Roma en el curso del s. I I , no
son ms que el producto de ese mestizaje cultural entre las po
blaciones indgenas de tradicin ibrica y los inmigrantes celtas. Su
nombre no aparece, por primera vez, hasta un texto de Tito Li
vio relatando acontecimientos del 218m. El territorio que se
les asign sigue siendo, en detalle, bastante impreciso. Estaba
situado en la cuenca superior del Tajo y del Anas (Guadiana)
o el Suero (Jcar). El nombre de celtibero parece haber desig
nado un conjunto de tribus, entre ellas los ms antiguos inmi
71
grantes celtas de la pennsula, los pelendones, luego los arvacos,
los usones, los belli y los tittos2Ii. Los lazos existentes entre es
tos pueblos parecen haber sido bastante vagos. Unos eran clien
tes de los otros, como los belli en relacin con los arvacos. Pue
de pensarse, pues, en una confederacin cuyos distintos miem
bros no se hallaban en el plano de igualdad.
El lugar excepcional ocupado por los celtberos en la histo
ria de Espaa prerromana procede de su encarnizada lucha con
tra el invasor, lucha que culmin en el cerco de Numancia. Pero
este papel heroico no habra sido posible, ciertamente, si los
celtiberos no hubieran gozado de una cierta prosperidad eco
nmica. Vastas zonas montaosas permitan la trashumancia
de los rebaos; en los valles, unas tierras buenas les abastecan de
cereales; los bosques, entonces numerosos, influan favorable
mente en el clima y alimentaban la caza mayor a la que los cel
tiberos 'gustaban dedicarse. Pas de cazadores, de pastores,
de jinetes (la cra de caballos era all un honor), la Celtiberia
era famosa por sus guerreros, y los jvenes tenan la costumbre
de expatriarse para servir como mercenarios lo que recuerda
las costumbres de los glatas, en el otro extremo del mundo me
diterrneo.
En este pas, los pueblos eran muy numerosos, y los restos
que de ellos quedan permiten suponer que el urbanismo estaba
ms desarrollado que en el resto de ios pases celtzados. La
ms clebre de estas ciudades, la excavada con el mayor cuidado,
es Numanciam. Numancia se extiende sobre una colina de me
diana elevacin, sobre , la orilla izquierda del Duero (Durius).
Las primeras huellas de ocupacin del suelo se remontan a la
poca neoltica, y las ms recientes datan de la poca romana,
porque, tras la destruccin de la ciudad, en el 133 a. de C., se
instal all una colonia de Augusto. Pero bajo el trazado de las
calles romanas hay que buscar los vestigios de la ciudad cel
tibera. Esta ocupaba una elipse alargada, cuyas calles formaban
una red orientada segn el eje pequeo y el grande. Adems,
dos calles concntricas a la muralla acaban de dividir el suelo
en verdaderas insulae, bastante regulares, cuyo aspecto permite
suponer que en Numancia hubo influencia del urbanismo griego.
Como poda esperarse de aquel pueblo guerrero, en las ne
crpolis se ha encontrado gran cantidad de armas de todas clases,
desde la espada espaola corta, que los romanos tomaron de los
celtiberos, hasta innumerables puntas de lanza y puales. Los
escudos (caetra) eran pequeos y redondos. Los guerreros cel
tberos utilizaban unas curiosas trompas de barro cocido, curvas
y parecidas a las de caza.
72
El Senado, desde el 197, consideraba que Roma posea en
]a pennsula ibrica dos zonas de influencia distintas: el valle del
Ebro, que forma la Hispania Citerior, y el del betis (Guadal
quivir), que era la Hispania Ulterior (o Btica), y asignaba un
gobernador a cada una. Esta divisin en dos provincias se explica
por las condiciones de la ocupacin, en la que Roma suceda a
Cartago y recoga los cuadros de la colonizacin cartaginesa; era
natural tambin, en la medida en que subsistan y seguan sien
do sensibles las diferencias entre las poblacions no celtiza-
das del Sur y las otras. De todos modos, la divisin entre las
dos Espaas durara, toda la antigedad, a pesar de la evidente
unidad geogrfica de la pennsula.
El prestigio personal de Escipin haba contribuido mucho
a implantar la influencia de Roma en Espaa. Despus de l co-
menzaron las rebeliones. La primera fue en la Btica, hacia el
ao 200, la del rey 1 Cuica i '90; y, algunos aos despus,
el movimiento alcanz a la Espaa Citerior191. El peligro lleg a
ser considerado tan grande que, en el 195, se encarg al cnsul
del ao, M. Porcio Catn, que restableciese la situacin 252. Ca
tn parti de Ampurias, donde los griegos vivan al lado de los
indgenas en una paz armada y vigilante y acogieron gustosamen
te a las fuerzas romanas. A finales del verano, Catn lleg a
librar contra los rebeldes una batalla decisiva, mientras algunos
triunfos conseguidos en la Btica restablecan la calma en aque
lla provincia. Pero en aquel momento, el principal peligro
eran los celtiberos que, llamados por los otros pueblos, actua
ban en calidad de mercenarios. Catn trat de atrarselos, pero
las negociaciones no llegaron a su trmino y, aunque la pacifi
cacin alcanzada al final de aquella campaa permiti al cnsul
organizar la explotacin de las minas de plata y de hierro3,
no poda ser duradera mientras el interior siguiese en manos de
pueblos belicosos y celosos de su independencia. Durante toda
la primera mitad del siglo I I se asiste hasta donde el estado
de nuestras fuentes nos permite colegir a toda una serie de
operaciones militares, en las que las victorias romanas siguen
siendo ineficaces. Slo una poltica de asimilacin y de civili
zacin sistemtica poda dar sus frutos, y esto fue lo que interi
to el pretor T. Sempronio Graco, que fund una ciudad en el
alto valle del Ebro (Gracchuris *) y trat de fijar las poblacio
nes nmadas, cuyo principal recurso era el pillaje. A l mismo
) Las luchas contra Roma.
* Hoy, Corella.N. del T.
73
tiempo, se escuchaba a los indgenas en sus quejas contra loe
gobernadores codiciosos o crueles. Pudieron confiar el cuidado
de defenderles a cuatro patronos, senadores eminentes cuya
influencia era una garanta4.
Estas medidas, as como la creciente atraccin ejercida sobre
los espaoles por la civilizacin romana, no impidieron que en el
pas celtibero comenzase una jiueva guerra, hacia mediados de
siglo, en el 154 Sera demasiado largo narrar sus peripecias.
Durara veinte aos y terminara con un episodio dramtico y
grandioso, que ha dejado un imborrable recuerdo: el cerco de
Numancia. Pero antes de enfrentarse con los celtiberos en su
ltimo reducto, los romanos haban tenido que luchar contra
un pastor lusitano, Viriato, quien, por un momento, encarn
el espritu de libertad y el nacionalismo indgena. Durante aque
lla guerra, el honor estuvo frecuentemente del lado de los ven
cidos, y la traicin y la infamia, del lado de Roma o, por lo
menos, de algunos de sus magistrados, como el pretor Sr. Sul
picio Galba, que, despreciando la palabra dada, hizo una ma
tanza entre los lusitanos y vendi como esclavos a los supervi
vientes254. Las protestas de Catn nada pudieron contra Galba,
cuyo crimen contribuy, sin embargo, a retrasar el momento de
la reconciliacin entre Roma y los espaoles. Viriato haba sido
uno de los supervivientes de la matanza, y veng a los que ha
ban perecido, haciendo insostenible para Roma todo el oeste
de Espaa durante cerca de siete aos. Muri asesinado por
tres de sus amigos que se haban vendido a los romanos 257.
La guerra de Numancia fue el ltimo episodio de aquella
larga revuelta. Desde el 143, los generales romanos se sucedan
en sus expediciones contra los celtiberos y, especialmente, contra
su ciudad de Numancia. Todas aquellas expediciones haban
terminado en fracasos, algunos de ellos deshonrosos 253. Por lti
mo, hubo que recurrir al ms grande vencedor, Escipin Emilia
no, el que haba destruido Cartago unos diez aos antes. Fue
aqulla una expedicin de prestigio: el nombre de Escipin atra
jo voluntarios y refuerzos procedentes de todas partes. El mun
do entero se una contra los montaeses de Numancia. Lenta
mente Escipin comenz el cerco de la ciudad. El bloqueo fue
total, y Numancia sucumbi a causa del hambre y tambin de la
epidemia que en ella se declar. La mayora de los jefes mata
ron a los suyos y se suicidaron. Los supervivientes, que no ha
ban tenido el valor delimitarles, fueron vendidos como esclavos,
y la ciudad, enteramente destruida. Despus de aquella salvaje
ejecucin, Espaa 'permaneci en paz hasta el final del siglo.
74
c) La tercera gera pnica.
La destruccin de Numancia (en el 133) es posterior en
trece aos a la de Cartago, que haba coincidido, a su vez, con
la conquista y el saqueo de Corinto. Roma terminaba la con
quista del mundo por atedio del terror, y aquellos tres ejem
plos no podan ser considerados como simples accidentes, pues
no eran ms que la manifestacin, en tres ocasiones, de la mis
ma poltica: el deseo de poner fin, de una vez para siempre y
mediante los procedimientos ms brutales, a lo que empezaba a
corisiderarse como una interminable sucesin de guerras. La
guerra que debe ser la ltima. Roma est cansada de un esfuer
zo militar que dura desde la invasin de Anbal. Algunos hom
bres de Estado, sin embargo, consideran que la paz no es un
bien sin mezcla. Su posicin, personificada para nosotros por
Escipin Nasica, ha sido frecuentemente recordada por los his
toriadores antiguos, y se resume en un debate (real, pero que
ha llegado a ser simblico) entre Nasica y Catn . El segundo
trataba, con todas sus fuerzas, de provocar un conflicto entre
Roma y Cartago que permitiese aniquilar definitivamente a la
vieja enemiga. Cada vez que tomaba la palabra en el Senado,
despus d dar su opinin acerca del asunto de que se tratase,
aada: Y creo tambin que hay que destruir Cartago. El
primero, cuyo crdito no era menor entre los Padres, res
ponda que los romanos, desaparecido el peligro cartagins, se
abandonaran al lujo y a la molicie, y perderan las cualidades
que haban hecho su grandeza. Hacia la misma poca, Nasica
impeda la construccin en Roma de un teatro con gradas, a la
moda helnica; quera que el pueblo asistiese de pie a los juegos.
Es curioso registrar que Catn, en su vejez, fuese superado en
austeridad y en rigor moral.
A veces se ha afirmado que la hostilidad da Catn respecto
a Cartago tena unas motivaciones econmicas, pues la fertilidad
del territorio cartagins, cultivado como un jardn, era una ame
naza de competencia para la agricultura italiana, orientada cada
vez ms a la produccin de aceite y de vino. Pero nada es me
nos verosmil. Entre Cartago y Roma la rivalidad comercial ya
no exista. Los mercados de Occidente pertenecan a Roma y
a sus aliados griegos. Otra razn que a veces se ha aventurado
sera el deseo de los romanos de establecerse en Africa, donde
empezaba a crecer el podero de Masinisa, el rey nmida al que
Roma haba encargado vigilar a Cartago. Las usurpaciones
de Masinisa eran innumerables. Las misiones romanas enviadas
para los conflictos que de ellas resultaban entre el rey y los
75
cartagineses (a quienes el tratado con Roma prohiba expresa
mente entablar ningn conflicto armado con nadie) decidan,
en la mayora de los casos, a favor del nmida, pero, al menos
una vez, ante la flagrante injusticia de su causa, una de ellas
haba dado la razn a Cartago 30. El brbaro era, desde luego,
un aliado que no dejaba de despertar ciertas sospechas, y el
Senado no quera abandonarle Cartago. La razn 'es verosmil
y pudo haber contribuido a decidir a los romanos, pero les bas
taba, como a Catn, pensar que Cartago se recuperaba dema
siado rpidamente y que cada vez se resignaba menos a su posi
cin humillada. LTn da u otro buscara su desquite, y todo un
partido en el Senado estaba totalmente decidido a adelantrsele.
La ocasin se present en el curso del ao 150, cuando Call
tago, cansada de las provocaciones de Masinisa, le declar la
guerra, violando el tratado de Zama. Aquella guerra fue obra
del partido democrtico, y estuvo precedida por una verdadera
revolucin, durante la cual fueron arrojados de la ciudad los je
fes de la aristocracia, que se refugiaron junto al rey30'. El
ejrcito cartagins fue aplastado, en presencia de Escipin Emi
liano, que, casualmente, se encontraba en misin en los estados
de Masinisa para procurarse elefantes. -Cartago, vencida, tuvo
que prometer a Masinisa una indemnizacin de guerra y
llamar a los desterrados, segn la tradicin de las guerras hele
nsticas. Pero la consecuencia ms grave fue que el Senado te
na, al fin, su pretexto. Los dirigentes cartagineses lo compren
dieron con tal claridad que trataron de adelantarse e hicieron
condenar a muerte a los generales del ejrcito que haba comba
tido a Masinisa y tanto ms gustosamente cuanto que se tra
taba de sus adversarios, los jefes del partido popular. Una
embajada fue a anunciar aquella condena a Roma. El Senado
no se dej impresionar. Los cnsules recibieron la orden de
reunir los medios necesarios para una expedicin contra Car
tago. Pero, de momento, se mantuvo en secreto la verdadera
finalidad de aquellos preparativos. Las gentes de Utica, influi
das tal vez por los agentes romanos que abundaban en la ciudad
(donde prosperaba una numerosa colonia de mercaderes italia
nos), tomaron la iniciativa de entregarse a la discrecin de los
romanos. Aprovechando la ocasin, los Padres dieron a los cn
sules la orden de desembarcar inmediatamente en el territorio
de Utica. Los cartagineses, ante aquella demostracin de fuerza,
ofrecieron todas las satisfacciones que el Senado desease. Los
cnsules, actuando segn las rdenes recibidas, comenzaron por
hacerse entregar todo el material de guerra que se encontraba
76
en Cartago; despus, cuando creyeron que la ciudad era ya in
capaz de defenderse, revelaron las condiciones romanas: Cartago
deba ser evacuada por todos sus habitantes; para acogerles, po
dra formarse una nueva aglomeracin, pero sin murallas y, pol
lo menos, a diez millas del mar. Con bastante imprudencia, los
cnsules haban concedido una tregua de treinta das para dar
a los cartagineses tiempo de preparar su respuesta. Los habitan
tes lo emplearon para poner la ciudad en estado de defensa.
Las armas que haban sido entregadas fueron sustituidas apre
suradamente, y, como ya no haba camo para trenzar las cuer
das necesarias para las catapultas, las mujeres sacrificaron sus
cabelleras. Y comenz el sitio de Cartago.
La ciudad contaba con un nmero no despreciable de fuer
zas. El ejrcito vencido por Masinisa el ao anterior se mante
na an en campaa. El abastecimiento se presentaba difcil, y
el clima someta a duras pruebas a la tropa, hasta el punto de
que, a mediados del verano del .148, los cnsules tuvieron que
interrumpir el asedio. As, la guerra preventiva, que muchos
senadores haban deseado porque imaginaban que sera corta y
que la ganaran foilmente, se prolongaba. Adems, la diploma
cia de Cartago entraba de nuevo en actividad y alzaba, contra
Roma a los enemigos de siempre. Era el momento en que, en
Macedonia, arda la guerra contra Andrisco mJ y la vieja pe
sadilla renaca para los romanos. Haba que tomar medidas
enrgicas. Y como Escipin Emiliano, que coijibata en Africa
en el ejrcito de los cnsules como tribuno militar, haba lla
mado la atencin de todos por su valor y por su habilidad di
plomtica, hasta el punto de que la opinin popular empezaba
a convencerse de que haca falta un Escipin para tomar Car
tago, el pueblo impuso su eleccin para el consulado del ao
147303. En los comicios del 148, Escipin slo era candidato a
edil, nica magistratura que su edad le permitira30*. Pero el
pueblo, por la voz de sus tribunos, respondi a las objeciones
de los cnsules que presidan los comicios, diciendo que era
necesario dejar dormir la ley.
La eleccin de un Escipin, hijo de un ilustre vencedor,
Emilio Paulo, entrado por adopcin en la familia del primer
Africano30S, no era en s misma ilegal, pues las leyes emana
das de las asambleas populares podan ser suspendidas, en al
guno o algunos de sus efectos, por una decisin de aquellas
mismas asambleas. Pero era inquietante observar que el pueblo
repeta, en favor de Emiliano, lo que haba hecho a favor del
77
primer Africano y ms an cuando tal similitud no era for
tuita, pues la opinin haba visto en la primera designacin un
precedente que autorizaba la segunda. Caba preguntarse si
no era peligroso para la libertad admitir tan fcilmente que la
victoria pareciese ligada a una gens, que as se converta en
fatal. Aquel privilegio de los Cornelii sera reivindicado por
los lulii, dos o tres generaciones despus, con las consecuencias
conocidas. Desde ahora, se esbozan los primeros perfiles de lo
que ser el principado.
En cuanto hubo llegado ante Cartago, Escipin reanud el
bloqueo de la plaza. Entre ambas partes, se mantuvo una in
creble lucha de ingenio y de obstinacin. Las operaciones alre
dedor de la ciudad se completaron con las que Escipin entabl
contra las tropas del interior del pas, y, en la primavera del
146, se produjo el asalto final. Slo el incendio acab con la
resistencia de los habitantes. E l Senado decidi que fuese arra
sada la ciudad, cuyos ltimos defensores se haban rendido. Una
comisin de diez senadores fue encargada de velar por la ejecu
cin de la sentencia y de decidir la suerte de los territorios afri
canos. Se pronunciaron maldiciones solemnes contra cualquiera
que intentase reconstruir la ciudad, y los supervivientes fueron
vendidos como esclavos. Adems, incluso los dioses de los car
tagineses fueron llevados a Roma: Juno Saelestis fue instalada
sobre el Capitolio3*. Cartago ya no exista ni para los hom
bres ni para los dioses.
Durante la guerra, Masinisa haba muerto a los noventa aos
de edad. Escipin esto ocurra antes de su eleccin como cn
sul dispuso su sucesin repartiendo entre los cuatro hijos leg
timos del rey, no el territorio, sino las atribuciones. El rey ti
tular fue Micipsa. Pero el territorio de Cartago fue convertido
en provincia romana.
Se asegura que Escipin, sobre las ruinas de Cartago, derra
m lgrimas, citando un verso de la litada: Llegar tambin un
da en que perecer Troya, la santa.... Polibio, que se encon
traba presente, a su lado, nos ha contado la escena37. No era
tanto por la ciudad odiada, como por temor ante las vicisitudes de
la fortuna. Las palabras y la actitud sugieren que Escipin se acor
daba de Herdoto y de la historia de Creso, por lo menos en la
misma medida que de las lecciones de Polibio. La ancdota revela,
sobre todo, hasta qu punto un general romano poda mostrarse
impregnado de espritu helnico, pensar y sentir a la manera
helena. En cuanto a los propios griegos, discutieron mucho pa-
78
ra saber si Roma haba hecho bien o no en destruir Cartago.
Unos vieron en aquella decisin un acto de prudencia y de po
ltica profunda; otros se ingeniaron para demostrar que Roma,
al lanzarse as a una poltica de terror, se haba mostrado infiel
a sus propios principios de benignidad y de pietasm. A l pare
cer, nadie consider que Roma, con aquellos actos de crueldad,
imitaba la conducta de los reyes helensticos y segua con dema
siada fidelidad los ejemplos que el mundo griego haba dado
desde haca varios siglos.
2. La agona de la Repblica (133-49 a. de G.)
I . LOS FACTORES DE LA CRISIS
Cuando Cicern escriba su libro Sobre la Repblica, a me
diados del siglo I a. de C., evocar con nostalgia el tiempo en
que Escipin Emiliano, vencedor de Cartago y de Numancia,
era el primer ciudadano de Roma. Para l, aquel perodo, ya
lejano, aunque slo separado por la duracin de una vida hu
mana, era como la edad de oro de la Repblica, un estado de
equilibrio que haba que esforzarse en recuperar, dndole nueva
vida. Los historiadores modernos son menos optimistas: a sus
ojos, los nuevos trastornos que surgieron con el tribunado de
los Gracos no fueron el resultado de una accin subversiva
emprendida gratuitamente por algunos ciudadanos facciosos, sino
el efecto ineluctable de causas profundas, de un malestar social
y espiritual, que, a su vez, brotaba de las contradicciones po
lticas de la ciudad.
As como las horas dramticas de la segunda guerra pnica
haban estrechado la solidaridad de los romanos, agrupados en
torno al Senado, as las conquistas incesantes de Roma en el
curso de los setenta primeros aos del siglo haban tenido como
consecuencia la aparicin, en el seno de la sociedad, de ciertas
fuerzas que tendan a disociarla. Ya hemos dicho1 que la in
fluencia del helenismo daba ms importancia al papel de la per
sonalidad, en detrimento de la colectividad. Escipin Emiliano,
ante Cartago, tuvo que desempear un papel en el aue nadie
habra podido reemplazarle. E l propio Catn, en sus ltimos
das, se ve obligado a rendir homenaje al carisma del joven
jefe2. Pero no se detiene, ah la transformacin del espritu ro
mano, una transformacin irresistible, pues ni el propio Catn
fue indemne a ella, cuando tanto haba combatido las mismas
tendencias en el primer Africano.
80
Los romanos tendan a hacer responsable del cambio de
sus costumbres al desarrollo de la riqueza, y los historiadores
rftodernos, aunque suelen considerar como un simple lugar co
mn las diatribas de los moralistas antiguos acerca de este tema,
se ven obligados a registrar, a pesar de todo, que la evolucin
de Roma est determinada, en buena parte, por las transfor
maciones de su economa. Roma, durante el siglo II , se enri
queci prodigiosamente, y este enriquecimiento, al estar des
igualmente repartido y tambin al no poder menos que modificar
las formas de vida tradicional, tena que ejercer una accin pro
funda, provocando la discordia y revelando la caducidad de las
antiguas disciplinas. Nosotros no nos sentimos inclinados a atri
buir a la riqueza directamente un poder deletreo sobre los
espritus. Acaso veamos mejor el mecanismo que ella viene a
trastornar. Pero, en resumen, y con una mayor claridad en el
anlisis, las conclusiones a las que hoy podemos llegar no des
mienten, en absoluto, la opinin de los antiguos.
Roma es una colectividad: sus asuntos constituyen una res
publica, y, en derecho, cada ciudadano participa igualmente de
las cargas y de los beneficios del Estado. As, el beneficio de
las conquistas debe, en teora, ser compartido de un modo
igual por todos. Las ganancias procedentes de los pases con
quistados pertenecen a la colectividad, al populus. Mientras
Roma no posey ms que territorios mediocres, estas ganancias
no llegaban para cubrir los gastos del Estado, que se comple
taban por medio de impuestos, de los que los ms importantes
eran: un impuesto indirecto sobre las manumisiones (5 % del
i valor atribuido por estimacin al esclavo manumiso), y un
puesto directo, el tributo (tribulum), calculado segn la renta
de cada uno. El tributum estaba considerado como una contri
bucin extraordinaria, aun cuando se recaudaba regularmente.
Fue suprimido, cuando, en el 167, el producto de la victoria
en Maoedonia asegur al tesoro los recursos suficientes. En las
provincias, el tributo continu siendo percibido: segn una
doctrina que tena su origen en el Oriente helenstico, era la
seal de la servidumbre o, si se prefiere, el estigma de la
conquistada \ pero significaba tambin el precio con que los
habitantes de las provincias, exentos de servicio militar, paga
ban la proteccin armada de su vencedor. Adems, el Estado
, conservaba, en el momento de la conquista, una parte (a nudo, importante) de las tierras pertenecientes al vencido, y lasI integraba en el campo del pueblo (ager publicus). Este campo
a) Importancia del dinero en la sociedad romana.
81
se administraba a la manera del buen padre de familia. Por
ejemplo (parece que sta fue la ms antigua forma de explota
cin), se arrendaba a unos particulares el derecho de pastos
(scriptura) ; cuando la tierra era cultivada, el arrendatario deba
un diezmo. Adems, los bosques, las minas, las pesqueras, las
salinas eran objeto de una explotacin sistemtica en nombre
del Estado. Su producto s arrendaba a unos publcanos, de
acuerdo con un sistema semejante al que haba funcionado en
Oriente1, y, ms cerca de Roma, en Sicilia, desde la terminacin
de la primera guerra pnica5. A partir del comienzo del siglo I I
por lo menos6, se haban establecido unos derechos sobre la
circulacin de las mercancas (portoria) tal vez se tratase, al
principio, de derechos de arbitrios propios de las ciudades (que
tenan tambin necesidad de recursos fiscales) y, en ciertos ca
sos, confiscados o generalizados por Roma. La censura del 179
!os multiplic .
En el cuadro del Estado romano que Polibio traza a media
dos del siglo I I , escribe que los censores haban establecido un
gran nmero de contratos en toda Italia para la ejecucin de
trabajos, mantenimiento, restauracin y equipo de edificios p
blicos; muchos ros, puertos, jardines, minas, tierras cultivables,
en resumen, todo lo que cae bajo el poder de los romanos es
administrado por cuenta del pueblo, y todo el mundo, o poco
menos, est interesado en esos contratos y en los beneficios
que producen; porque unas personas firman los contratos con
los censores, otras forman sociedad con ellos para su ejecucin,
otras facilitan las fianzas, y otras confan su fortuna al Estado
para aquellos negocios8. Se ve que el sistema de los publca
nos no se refiere ms que a la percapcin de impuestos, pero
recuerda, en ciertos aspectos, los arrendamientos de explotacin
caractersticos del Estado lgida .
En el tiempo de la guerra de Anbal, este gnero de acti
vidad se hallaba tan extendido que se sinti la necesidad de
prohibrselo a los senadores mediante una ley Aproximada
mente hacia la misma poca, encontramos por primera vez la
mencin de sociedades formadas para la ejecucin de contratos
con el Estado 11. A medida que el Imperio se extenda, aumen
taba tambin el volumen de los negocios contratados, as como
el beneficio de los arrendatarios. Una parte cada vez mayor de
las ganancias del pueblo romano dejaba de llegar al Estado y
era interceptada por una categora de particulares, que no eran
aristcratas ni pertenecan al Senado, pero que, por sus rique
zas, se distinguan del resto de la comunidad. Desde el 178
aproximadamente, las minas de Espaa estaban arrendadas a los
82
publicanos12. Despus del 148, cuando Macedonia fue trans
formada en provincia, se arrendaron las antiguas rentas reales.
En las nuevas provincias, el Senado, sin duda, sustraa a los
publicano* una parte notable de los ingresos fiscales, pero lo
que quedaba era suficiente, con mucho, para enriquecer a todos
los romanos que tenan legalmente el derecho de participar en
las sociedades de arriendos.
Los contratos pblicos no eran las nicas fuentes de enri
quecimiento. El comercio italiano se haba desarrollado consi
derablemente a lo largo del siglo. La desaparicin sucesiva de
Corinto y de Cartago lo haba favorecido. El gran depsito, el
centro de las lneas mediterrneas est entonces en Dlos, donde
millares de negotiatores italianos (a menudo, de la Campania)
trabajan para canalizar las riquezas del Oriente. Roma percibe
una parte importante de los beneficios producidos en sus pro
vincias, y la deja ya en pago de sus importaciones. Porque los
romanos, y, ms generalmente, los italianos (sobre todo, los de
la Campania) andan vidos de lujo. Y los objetos de lujo vienen
del Oriente: muebles preciosos, telas ligeras, de lino, y en se
guida de seda, teidas de prpura o fabricadas en los talleres
sirios, joyas, perfumes, esclavos en nmero cada vez mayor. En
Pompeya encontramos los vestigios de aquel tiempo, en las ca
sas ms antiguas, algunas de las cuales figuran entre los de
mayor magnificencia de la ciudad, como la Casa del Fauno y
la de Pansa. Es el gran perodo helenstico de la ciudadl3.
El estilo decorativo para nosotros tpico de Dlos, con las pin
turas representando incrustaciones de mrmol , aparece en
aquellas mansiones de mercaderes enriquecidos, que tienen all
una lujosa residencia, mientras sus agentes recorren ios mares.
b) Las transformaciones materiales de la Urbs
Al hacer de Roma la capital efectiva del mundo mediterr
neo, la conquista haba tenido como efecto el de otorgar a una
ciudad que, en muchos sentidos, se haba hecho arcaica, un
prestigio poltico no respaldado por su aspecto material. El
retraso sufrido por el urbanismo romano durants la segunda
guerra pnica haba sido cubierto, slo en parte, pof la febril
actividad que los censores. desplegaron en el 179. No se trataba
tanto de rivalizar con las grandes ciudades helenstkas como
de dar a Roma linas comodidades de las que no carecan en
Pompeya ni en las ciudades de la Campania. Roma no tena
teatro. El censor Lpido hizo construir uno, cerca del templo
:83
de Apolo, en el Campo, de MarteJi. Como el viejo templo de
Jpiter Capitolino pareca muy anticuado y sobrecargado, con
sus exvotos colgados de las columnas, Lpido lo hizo limpiar,
pulir y blanquear las columnas, quitar las estatuas superfluas,
las armas y las insignias militares que, en el pasado, se haban
ofrecido al dios protector de los imperatores. Fulvio, por su
parte, se .consagraha a grandes obras de utilidad pblica: l fue
quien empez la baslica llamada despus Aemilia, en el Foro,
en la parte nordeste de la plaza. No era el primer edificio de
aquella clase, pues Catn, durante su censura, haba hecho
construir la baslica Porcia, de la que nada queda hoy, mientras
que la baslica Aemilia, gracias a varias restauraciones (especial
mente, en la poca de Augusto), ha dejado, por lo menos, unas
ruinas. Las baslicas, cuyo nombre significa prtico real, vie
nen de Oriente; son grandes salas hipstilas de prticos cubier
tos, destinados a acoger a los grupos de mercaderes, de arma
dores, de hombres de negocios que, tradicionalmente, frecuen
taban las agorai. Ahora que en Roma se imponan las mismas
costumbres, haba que importar los mismos edificios. Y se puede
seguir el aumento del volumen de los negocios, observando que,
nueve aos despus de la baslica Aemilia, se construy la ba
slica Sempronia (a la que se superpuso, en el tiempo de Csar,
la baslica Julia, en la parte suroeste del Foro). La cronologa
de las baslicas confirma la que las fuentes escritas sugieren con
relacin al desarrollo del comercio, de la banca, y, en general,
a la creciente importancia de la riqueza mobiliaria.
Sin embargo, lo que ofrece ms inters todava es la apa
ricin, tmida an, pero evidente, de un plan de urbanismo. No
se construye ya donde se quiere ni cuando se quiere, segn la
voluntad de los censores que se suceden a intervalos regulares
y que no se preocupan de continuar la obra de sus predecesoi-
res. El Foro, a comienzos del siglo I I , es todava un espacio
irregular, cuya arbitraria forma est dictada por el propio te
rreno. Con las dos grandes baslicas (Aemilia y Sempronia), es
evidente que se trata de imponer una alineacin, una fachada
a los dos lados largos de la plaza. Y para ello se tena en cuenta
el ms monumental de los templos levantados en las inmedia
ciones, el de Cstor. Los censores imitaban, visiblemente, las
grandes agorai helensticas, o, ms bien, adaptan su principio a
las necesidades y a la historia de Roma. Las excavaciones re
cientemente llevadas a cabo alrededor del Foro confirman lo
que los textos nos dicen: para implantar ias baslicas, fue nece
sario comprar casas particulares, cuyos vestigios se encuentran
bajo los cimientos. Y aquellas casas tenan distintas orientacio-
84
nes; creat un espacio ms amplio, modelarlo, tratar de dar a
la vida pblica un marco majestuoso, o, por lo menos, ms
digno que el de las filas de tiendas que hasta entonces bordea
ban la plaza; stas son las preocupaciones de los romanos en
el momento en que los reyes y las ciudades de Oriente envan
a las orillas del Tiber frecuentsimas embajadas.
La actividad de los censores del .179 es tambin instructiva
en otro aspecto. Para sustituir el terreno utilizado para la am
pliacin del nuevo Foro, creaion, ms al Norte, un nuevo mer
cado de pescado y, en el resto de la ciudad, multiplicaron las
plazas pblicas 16, especialmente alrededor de los templos. Con el
pretexto de despejar los accesos de los santuarios y de prote
gerlos contra las usurpaciones de los particulares, se sealan
unos lemene 'semejantes a los de las ciudades helensticas.
Pero esto implica que el cuadro de la vida social ya no es slo
el Foro, y que una especie de ocio (todo lo que no es el nego
tium) puede integrarse ya, legtimamente, a la vida urbana.
Lpido y Fulvio haban comenzado tambin la realizacin de
un nuevo acueducto. La ciudad an no tena ms que dos con
ducciones de agua: la Appia, obra del censor del 312, Apio
Claudio, y la Anio Vetus, construida en el 272 por Mani Curio Dentatu y L. Papirio Cursor, con el botn tomado a
Pirrou. Los censores del 179 quisieron establecer una tercera,
pero su proyecto fue obstaculizado por la oposicin de M. Li
cinio Craso, que no dej atravesar sus posesiones Hubo que
esperar al ao 144 para que la Marcia, el primer acueducto mo
derno de Roma, suministrase a la ciudad un agua menos es
casa y ms sana.
La modernizacin de Roma se manifiesta, a todo lo largo del
siglo, en la multiplicacin de los 'prticos una forma arqui
tectnica tomada de Oriente, que encuentra en Italia terreno
propicio. Durante la censura del 179, se haban edificado tres
simultneamente: uno detrs de los navalia (el astillero de cons
truccin naval instalado a orillas del Tiber), y dos en la parte
sur del Campo de Marte (uno, cerca del mercado de legum
bres, el Forum Olitorium, y otro no lejos del teatro nuevo, y
situado.post Spei, detrs del templo de la Esperanza). De estos
arreglos, se benefician entonces los barrios cosmopolitas prxi
mos al ro. A lo largo de los aos siguientes, encontramos, por
orden cronolgico, la mencin del Prtico de Octavio, que con
memoraba una victoria naval sobre Perseo, en el 168, y, des
pus, un prtico alrededor del Area Capitolina, el espacio sa
grado que se extenda ante el templo de Jpiter Optimo M
ximo. Por ltimo, en el 147, Q. Cecilio Macednico rode
85
con un prtico los templos de Jupiter Stator y de Juno, para
conmemorar su triunfo. Estos dos templos y el prtico de sus
temene, prximos al Circo Flaminio, eran clebres por las
. obras de arte que encerraban. Metelo, que acababa de reducir a
provincia a Macedonia, haba reunido en su prtico las estatuas
ecuestres, obras de Lisipo, que representaban a los generales
de Alejandro. La antigua gloria del conquistador se encontraba
as como cautiva al pie del Capitolio. Aquellos templos eran
totalmente de mrmol, lo que jams se haba visto en Roma. Un
arquitecto griego, Hermodoro de Salamina, haba dirigido, segn
se dice, la construccin del templo de Jpiter Vitruvio nos
informa de que este templo era perptero (totalmente rodeado
de columnas) y tena seis columnas de fachada y once en los
lados largos. Estaba, corno los templos itlicos, soportado por
un podium? Lo ignoramos, pero es probable, si se considera que
esta forma arquitectnica responde a una concepcin religiosa t
picamente itlica: la superrelevacin del santuario estaba ligada
a la idea del poder y de la eficacia divinos. De todos modos, en
el curso del siglo I I a. de C. es cuando se forma el estilo repu
blicano de edificios religiosos, un estilo que nosotros conoce
mos bastante mal y en el que se funden (hasta donde podemos
vislumbrar) las tradiciones italianas y las formas helensticas,
a su vez evolucionadas a partir del helenismo clsico.
La mayora de los monumentos construidos por aquel tiempo
templos y prticos se sita al sur del Campo de Marte.
Esto se explica por el hecho de que los arquitectos disponan
all de terrenos pertenecientes al Estado, generalmente desocu
pados, mientras que el espacio comprendido en el interior del
recinto serviano empieza a resultar demasiado estrecho para la
poblacin urbana. Acerca de la cifra de sta no poseemos datos
directos, y tenemos que limitarnos a las hiptesis y a las posibi
lidades 20. Lo cierto es que las condiciones generales a lo largo
del siglo favorecieron el crecimiento de la poblacin, pero, lo que
es ms importante, las incesantes guerras (poco costosas en
hombres, y cuya carga soportaban, en gran parte, los aliados)
tenan como consecuencia la canalizacin hacia la ciudad de
una inmensa poblacin servil. Los textos mencionan cifras extre
madamente elevadas: 150.000 esclavos vendidos por Emilio Paulo,
en el 167; 50.000 por Escipin Emiliano despus de la toma de
Car:ago. Cada campaa, incluso las apenas mencionadas por nues
tras fuentes, aumentaba el nmero de esclavos vendidos en Ita
lia21. Naturalmente, no toda aquella muchedumbre se quedaba
en Roma; un gran nmero se reparta en los municipios y viva
en los dominios rurales, pero cada ciudadano, cada familia, ad-
86
quifa la costumbre de reunir en su servicio a un nmero de
personas cada vez mayor, !o que (tena como consecuencia
]a de multiplicar sensiblemente el crecimiento natural del n
mero de ciudadanos. Evidentemente, Roma no es todava la ciudad
superpoblada que llegar a ser a comienzos del siglo I a. de C ,
pero empieza a sentir la necesidad de saltar un cinturn de
murallas que cien o ciento cincuenta aos antes era dotava
demasiado amplio.
Adems de los ciudadanos y de los esclavos, afluan a Roma
viajeros procedentes de todas las partes del mundo. El desarrollo
del comercio y, en general, de la circulacin martima, el n
mero cada vez mayor de asuntos polticos relativos a ciudades
lejanas dan origen a la presencia en la ciudad de una poblacin
flotante cuyo nmero importa quiz menos que su naturaleza.
Todos aqullos son los extranjeros, a cuyo contacto las cos
tumbres antiguas parecen ms caducas que nunca. Hay las em
bajadas de los reyes, que llegan con un fausto calculado y, al
estrechar lazos personales con los ciudadanos principales, difun
den ampliamente regalos de los que no se puede decir si no
son ms que testimonios de amistad y de gratitud personal o
medios de corrupcin. Igualmente desmoralizadora es la multipli
cacin de mercaderes de esclavos que importan cada vez ms
muchachas, msicos y bailarinas, sin otro mrito que su docili
dad. Estas muchachas son, para los jvenes, una tentacin ince
sante, en la que a veces derrochan sus patrimonios. La vida
griega tan temida por los Padres en los tiempos de Plauto, una
vida de placeres y de facilidad, est a punto de sustituir, para
muchos, a las severas costumbres de antao. Pero no aporta slo
placeres vulgares. La llegada de artistas griegos y, ms an, la
incesante afluencia de obras de arte, que constituyen gran parte
del botn, despus de la conquista, transforman profundamente
el aspecto de la vida cotidiana. La belleza aparece como la con
secuencia y el complemento necesario de la gloria. Los dioses
ya no son los nicos beneficiarios del arte. Al principio, las
estatuas y los valiosos cuadros procedentes de los pases orien
tales haban sido exvotos que decoraban los templos como
los juegos escnicos, en el siglo anterior, tenan como especta
dores a las estatuas divinas instaladas en el pulvinar. Despus,
toda aquella belleza se hace laica, se integra en la existencia
de cada uno y, durante mucho tiempo, por un fenmeno cuya
importancia no podra ser exagerada, los grandes personajes, los
conquistadores, los triunfadores, no tuvieron el monopolio de
los botines de guerra que sus victorias haban arrancado a los
pases griegos. El principal beneficiario de aquellos tesoros que
87
se acumulan en los santuarios, en las iplazas, an:e los templos,
bajo los prticos, es el pueblo en su conjunto. La poca de los
grandes coleccionistas no ha llegado an.
c) La vida intelectual
A medida que las costumbres antiguas se degradan y que
nuevas aspiraciones surgen en la misma masa del pueblo,
que fue siempre la ms inmediatamente helenizada, era inevitable
que la lite, al menos, sin contentarse con ceder a las fci
les tentaciones llegadas de Oriente, se preocupase de justificar
aquellas transformaciones que ella saba fatales. As, el siglo I I
antes de Cristo es, por excelencia, el tiempo de los filsofos.
Sera demasiado simple creer que Roma tard tanto en co
nocer la filosofa a causa del relativo aislamiento en que haba
permanecido, al margen del mundo helenstico, y que debi su
inclinacin a algunos misioneros, especialmente a los tres em
bajadores de Atenas llegados en el 155' para defender ante el
Senado la causa de su ciudad. Sin duda, aquellos tres filsofos,
que representaban a las tres escuelas principales Digenes a
los estoicos, Critolao a los peripatticos, Carnades a la Aca
demia hicieron (sobre todo, Carnades) una exhibicin de
sus talentos ante los romanos, jugando con las ideas, invocando,
en favor de los contrarios, los argumentos ms seductores y ms
convincentes; pero no eran los primeros en llevar a la ciudad
los ecos de los debates que se prolongaban, en Grecia, desde
haca ms de cuatro siglos. El pensamiento de los filsofos ha
ba entrado con el teatro. Haba seguido tambin su camino has
ta Roma desde la pitagrica Tarento. Parece evidente que, en un
pasado menos lejano, filsofos profesionales llegaron a probar
fortuna entre el pblico de Roma, hasta el punto de que se
haba considerado necesario expulsarles. As fue como, an el 161,
un senatus-consultum prohiba la residencia en la ciudad a los
retricos y a los filsofos de lengua latina22. Si, ya en aquella
fecha, se encontraban filsofos para ensear en latn, parece
evidente que exista un pblico capaz de entendedles, y se creer
ms fcilmente que los dos epicreos, Alcio y Filisco, de los
que Ateneo nos dioe que fueron expulsados de Roma bajo el
consulado de L. Postumio haban ido a difundir la doc
trina de su maestro una generacin antes24. Pero no era indis
pensable la presencia de filsofos en Roma pata que el pensa'-
miento filosfico fuese conocido all. Ciertamente, las ciudades
griegas o profundamente helenizadas de la Campania, y desde
luego aples, no dejaban de estar informadas, desde haca mu
cho tiempo, de una actividad que ocupaba un lugar tan im
portante en la vida intelectual de los helenos. La embajada del
155, por el escndalo que caus, y la reaccin de Catn (que
consigui la rpida salida de los tres filsofos, culpables de ha
ber dado pruebas de una excesiva desenvoltura en relacin con
los valores morales tradicionales; de haber demostrado, por ejem
plo, que la justicia era, sin duda, la mayor de las virtudes, pero
poda ser considerada tambin, especialmente por los conquis
tadores, como la mayor de las tonteras) son significativas, sobre
todo porque obligaron al Senado a adoptar una posicin oficial
respecto a un problema que es, por excelencia, el del siglo.
Se puede considerar que las dificultades espirituales en que
se debati la adolescencia de Escipin Emiliano, entre las cos
tumbres tradicionales y el ideal nuevo que l visumbra gracias
a su compaero y a su maestro, el griego Polibio T\ fueron las
de todo aquel perodo. El problema de su conciliacin no se
resolvera hasta dos o tres generaciones despus, en virtud del
esfuerzo de un Cicern.
Sin embargo, tal conciliacin comienza a entreverse en aque
lla poca gracias al estoicismo, que aparece como susceptible de
responder a los imperativos ms esenciales de la conciencia ro
mana. El estoicismo insista, por ejemplo, sobre la necesidad de
la ascesis para resistir a las tendencias que llevan a todos los
seres hacia el placer; entre las virtudes cardinales, situaba el var
lor (especialmente honrado por los romanos, para quienes el
servici del soldado es el ms alto en dignidad, dentro del Es
tado), la justicia (todo magistrado romano es, desde luego, un
juez) y el dominio de s mismo. Sin duda, en esta relacin fi
guraba tambin la sabidura, que era conocimiento del bien
y, por consiguiente, supona la conquista previa de un mtodo
susceptible de conducir a la verdad. Pero los primeros estoicos
que se dirigieron a un pblico romano y, sobre todo, el ms
grande de ellos, Panecio, un rodio, tuvieron buen cuidado de'
subrayar la interdependencia de las cuatro virtudes fundamen
tales: quien poseyese ' deca una de ellas, las posea todas.
Y mientras en el espritu del antiguo Prtico la ciencia de la
verdad constitua una condicin primera de toda virtud, desde
entonces se admiti que la prctica ^poda bastar para elevarse
hasta la perfeccin moral, es decir, que una accin recta posee,
en s misma, un valor semejante al de un pensamiento verdade
ro26. A l mismo tiempo, Panecio quitaba al estoicismo algunas
de sus ms sorprententes paradojas, las que repugnaban al buen
sentido romano. Enseaba que el sabio debe disponer de un
89
mnimo de ventajas materiales, que su virtud es compatible con
la salud y con unos recursos razonables, y que tal virtud tiene
necesidad, incluso, de un cierto vigor fsico para no debilitar
se Ms an: el antiguo Prtico reservaba al sabio perfecto
la posesin de la virtud, aadiendo que nadie, excepto el sabio,
poda ser considerado como poseedor del menor valor el res
to de los hombres no constitua, a sus ojos, ms que un vil
rebao. Panecio explic a sus oyentes romanos que aquella
doctrina no deba ser tomada al pie de la letra. Sin duda, la
accin perfecta supone una virtud total, pero sera absurdo
negar que, en la conquista de sta, poda haber grados. A la
accin