GLOBALIZACIONAGUSTÍNGONZÁLEZ ENCISO

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  • L A GLOBALIZACIN, omundializacin, em-pieza a ser un tpicodemasiado manido; no obs-tante, es necesario hablar deello porque en ello estamoshoy ms que antes. En puri-dad, la globalizacin afecta atodos los aspectos de la vida,pues la comunicacin mun-dial -la famosa aldea global-hace que todas las cuestionessean compartidas, tanto las

    polticas y culturales, como laseconmicas. Por ello, con-viene recordar que reducir laglobalizacin a los factoreseconmicos es un error1. Aquhablaremos del fenmeno quenos ocupa desde una perspec-tiva preferentemente econ-mica, pero intentaremos nodescuidar su relacin conotras cuestiones a la hora dehacer una valoracin en cadacaso.

    LA GLOBALIZACIN EN LAHISTORIAAGUSTN GONZLEZ ENCISO*

    La globalizacin no es un fenmeno nuevo. Por ms que hoy se den condiciones di-ferentes -sobre todo por las nuevas posibilidades tecnolgicas-, la globalizacin haacompaado todo el proceso de desarrollo de la economa desde antiguo. Se podra decirque la historia econmica es la historia de la globalizacin. Esta identidad esencial esla que hace posible que enfoquemos la historia desde esta perspectiva y que podamosaprender alguna de sus lecciones que pueden ser pertinentes para conducir el proceso deglobalizacin en nuestros das. El enfoque que aqu se toma tiene en cuenta, sobre todo,las cuestiones ticas de fondo de cara a conseguir un desarrollo armnico.

    Palabras clave: globalizacin, Historia, tica.

    * Agustn Gonzlez Enciso es Catedrtico de Historia Moderna y Profesor Ordinario de HistoriaEconmica de la Universidad de Navarra.

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  • Otra cuestin previa a con-siderar es el hecho de que laglobalizacin no es, a pesar detodo, completa. Es decir, haymuchos mundos fuera de laglobalizacin, bien porque es-tn ms aislados de los intere-ses comunes, bien porque, aunestando relacionados, respon-den a mercados muy protegi-dos que les apartan de una di-nmica global que intenta mo-verse en mercados ms abier-tos; o sencillamente, porqueno estn capacitados paraadaptarse a ese entorno gene-ral. Por comenzar ya con unapunte histrico podemos re-cordar lo que se dice en los li-bros cuando se habla de revo-lucin industrial: la revolucinindustrial comienza en GranBretaa a finales del sigloXVIII. Pues bien cuntas re-giones de ese pas estaban in-tegradas entonces, e inclusomucho ms adelante, en esapequea economa global queunas condiciones de revolu-cin industrial presuponen?Cmo se fueron integrando alas nuevas circunstancias lospases que fueron detrs? Porotra parte, las bolsas de po-breza o de subdesarrollo quetodava hoy subsisten en lospases del primer mundo nos

    recuerdan lo difcil que es lle-gar a todos.

    Esta ltima consideracintiene un doble objetivo. Unoquiere ser profundo, recordarque riqueza y pobreza estn amenudo muy cerca, al otrolado de la calle -literalmente-,y no por ello los ricos resuel-ven los problemas de los po-bres si no se lo proponen. Elotro objetivo es interesadopara la perspectiva histrica: sihoy la globalizacin no es to-tal, parece lcito hablar de glo-balizacin en el pasado y hacerlas comparaciones pertinentes.Aunque entonces tales proce-sos fueran ms reducidos, nodejaban de ser procesos deglobalizacin en los que secreaban condiciones econmi-cas ms complejas que iban in-tegrando ms pases y sectoressociales.

    La globalizacin econmicasuscita, cuando menos, unatriple reflexin: aceptar el he-cho, manifestar una actitud yvivir de esperanza. Primero, laaceptacin del hecho exige elreconocimiento de que todocrecimiento econmico hasido y es globalizacin. Laperspectiva histrica de la quenos vamos a ocupar en estetrabajo as intentar mostrarlo.La globalizacin no es, en s

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  • misma, nada nuevo, por lotanto, en segundo lugar, la ac-titud que hay que manifestares la de siempre ante el hechoeconmico: una actitud em-presarial activa que afronta unescenario que cambia y quenormalmente se ampla. Unsegundo aspecto de esta acti-tud es uno de los que se debemostrar ante el hecho hist-rico: intentar aprender de losaciertos y de los errores;aprender tambin de los cam-bios, pues lo que en un mo-mento pudo ser acertado, mstarde puede no serlo tanto, y alrevs.

    Finalmente, en tercer lugar,la esperanza que cabe tener esla de que los nuevos modos delcapitalismo sean de verdadresponsables, no slo para quehagamos buen uso de las insti-tuciones que nosotros mismosnos demos2 (y la globalizacinprecisa de nuevas institucio-nes, por cierto3), sino para queen todo momento, a travs dela economa, se respete a lapersona y se promueva unacultura de la solidaridad, demodo que el crecimiento eco-nmico que la globalizacinaugura est integrado con otrotipo de valores4. Y no slo porrespetar a aqullos con quieneshacemos negocio. Parece evi-

    dente que en las relaciones en-tre empresas, como entre indi-viduos o naciones, los mejoressocios no son personas o insti-tuciones con intereses idnti-cos, sino los que logran com-prender los intereses de la otraparte5. Est claro que la con-fianza entre socios favorece lacooperacin, pero el intersdebe llegar ms all, debe con-seguir que las relaciones basa-das en el beneficio mutuo,como se dice en el mismo art-culo citado, lleguen efectiva-mente a todos, no slo a unossocios iguales.

    No parece que las cosas es-tn muy claras al respecto enestos momentos, ni desde laperspectiva internacional, nisiquiera desde la consideracinque los efectos de la globaliza-cin crea en su mismo epicen-tro6. La historia demuestra quela expansin econmica nuncase ha producido sola, sino queha ido siempre unida a un pa-radigma poltico, social y tico,es decir, a un contexto integralde circunstancias sociales y deideas. Por lo tanto, las conse-cuencias de tal expansin nohan sido solamente los previsi-bles beneficios econmicos,sino otros efectos perversos,casi siempre generadores dedesigualdad social, porque en

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  • todo proceso de cambio hayganadores y perdedores.

    LAS MULTINACIONALES EN LAANTIGEDAD

    E N UN ATREVIDO libro,Moore y Lewis expli-can lo que ellos llamanel nacimiento de las multina-cionales7. Se pueden explorarya en la Antigedad una seriede factores que plantean unosproblemas y unos retos que seconvierten en soluciones em-presariales; por ejemplo, asun-tos de integracin regional enla Edad del Bronce, bsquedapermanente de recursos natu-rales en lugares lejanos comomotivo de inversin y de acti-vidad mercantil en Mesopota-mia; organizacin de una eco-noma liberal y monetaria enla Grecia clsica, que llev a lasustitucin de los fenicios entodo el mundo colonial medi-terrneo; o la divisin interna-cional del trabajo establecidaen el Imperio Romano. Paraconseguir logros mercantiles,fenicios y griegos consiguieronorganizar puertos francos, de-sarrollaron marcas de produc-tos y fomentaron el conoci-miento a travs de la forma-cin profesional, tanto en laindustria como en el comercio.

    Las grandes compaas que seformaron al socaire de esas po-sibilidades tenan ya sofistica-das formas de organizacin desu gobierno corporativo y deacuerdos de cooperacin. Ha-ba una presencia internacionalde productos en todos los lu-gares.

    En buena medida, las dife-rencias con nuestro mundoson ms de grado que de esen-cia: bsicamente se hacan lasmismas cosas. Antes el mundoera ms pequeo, pero tam-bin los medios tcnicos deque se dispona eran menores.En trminos proporcionalestambin entonces se cumplala definicin que hoy se da deglobalizacin, a saber, la ace-lerada integracin mundial delas economas a travs de laproduccin, el comercio, losflujos financieros, la difusintecnolgica, las redes de infor-macin y las corrientes cultu-rales8.

    El trmino aceleradapuede parecernos excesivo,pero quizs no lo sea tanto sitenemos en cuenta la realidadtecnolgica de aquellas civili-zaciones. Tomemos a los feni-cios. En el ao 980 antes deCristo, su rey Hiram I se pro-puso controlar las rutas co-merciales de Asia9. Para ello

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  • comenz los acuerdos con Is-rael para explotar las rutas ma-rtimas. Hacia el ao 900, me-nos de un siglo despus, los fe-nicios tenan inversiones en Is-rael, Siria y Anatolia, en elMediterrneo oriental. Enmenos de otro siglo estabanpresentes y controlaban todoslos trficos martimos del Me-diterrneo occidental10. Enpoco ms de siglo y medio, porlo tanto, con aquellos medios,los fenicios se convirtieron enlos lderes indiscutibles de unterritorio que iba desde Persiahasta Portugal. El mismotiempo les cost a los EstadosUnidos de nuestros das ele-varse a la categora de ldereconmico mundial, si bien elterritorio afectado era ahorams amplio.

    Por lo dems, el comercio deasirios, fenicios, griegos o ro-manos de la Antigedad se ba-saba igualmente en una pro-gresiva integracin de los mer-cados que obligaba a tenerconstantemente en cuentanuevos territorios y nuevas po-sibilidades, tambin nuevoscompetidores: se produca paraesos mercados, circulaba el di-nero metlico y se practicabael prstamo financiero. El de-sarrollo tecnolgico fue menor-por eso se pudo llegar a m-

    bitos menos extensos que hoy,pero existi, como lo atestiguanalgunos avances en infraestruc-turas de comunicaciones: lospuertos uno de los avancesms notables de la poca cl-sica griega11, o las conocidascalzadas romanas, que permi-tieron tambin la mayor inte-gracin del interior.

    Un aspecto interesante deesta globalizacin es la presen-cia de varias civilizaciones, amedio camino entre la compe-tencia y la cooperacin. Feni-cios, cartagineses, etruscos,griegos, egipcios, se repartandistintos mbitos del Medite-rrneo: entre todos lo domina-ban mejor porque los mediosno permitan esa accin a unosolo, aunque, segn las pocas,unos dominaran ms queotros. Bien es cierto que latransicin de situaciones delmayor dominio de unos al deotros se resolva con conflictosblicos, pero en la paz la inte-gracin mercantil era intensa.De modo prctico, se reprodu-ca casi a la letra la considera-cin de Aristteles sobre el co-mercio internacional, a saber,que es algo ligado a la natura-leza, ya que sta ha dotado aunas tierras de unos productosy a las dems de otros diferen-tes. Aparte de la reflexin filo-

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  • sfica, Aristteles no dejaba dedescribir lo que vea, comotantos filsofos y tericos de laeconoma hicieron en los si-glos posteriores hasta nuestrosdas.

    El desarrollo del ImperioRomano, con un Estado msfuerte y poderoso, introdujo enla prctica el concepto de cen-tralizacin y divisin interna-cional del trabajo al servicio deun centro dominante, Roma ysus necesidades en los diferen-tes territorios. El Imperio Ro-mano practicaba ya la teora deRicardo sobre la ventaja rela-tiva de cada territorio, que di-cho autor observ tambin ensu poca. Segua existiendo lacooperacin, pero ahora habatambin un rbitro director, laautoridad romana, que ademsse converta en poderoso de-mandante cuando haba queabastecer a las legiones disper-sas por el Imperio, o a la capi-tal.

    Las autoridades romanascontribuyeron a cohesionar laeconoma imperial mejorandolas comunicaciones terrestres ylegislando en orden a los as-pectos econmicos. Todo ellosupuso y favoreci la especiali-zacin de los diferentes terri-torios. Este amplio modelo deglobalizacin econmica con-

    sigui un alto grado de inte-gracin, tambin de mejoraslocales al relacionarse los m-bitos provinciales en el con-junto; la contrapartida fue elcontrol estatal, que establecarigideces tanto por las exigen-cias del control como por lasnecesidades, que superaban lasposibilidades tcnicas de sumantenimiento. Las necesida-des se cifraban, sobre todo, enlas exigencias militares. A par-tir del siglo II despus deCristo se l leg al punto deunas graves deseconomas deescala que empezaron a des-truir la unidad, por va tantode elevacin de precios y deimpuestos, como por la debili-dad poltica y militar queacab apareciendo12.

    Parece evidente que la glo-balizacin centralizada tieneunos lmites, que estn en fun-cin de la capacidad de con-trol. Esa capacidad es a su vezfuncin tanto de cuestionespolticas, como de posibilida-des tcnicas. Superados aque-llos lmites se impone la des-centralizacin, la subcontrata-cin, o la autodeterminacinde los distintos mbitos o te-rritorios, segn de qu se trate.Los romanos no consiguieroncompletar ese proceso por elexcesivo predominio de los

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  • objetivos polticos, y la cohe-sin se rompi. Algo parecidoles ocurriri a los espaoles enel siglo XVII. La historia deFilipinas, demasiado alejadade sus centros superiores dedecisin, tambin parece res-ponder a este esquema13.

    EUROPA MEDIEVAL, UNAREPBLICA DE MERCADERES

    P ERO ANTES de llegar alImperio Espaol se daotro modelo de globa-lizacin descentralizada y coo-perativa de notable inters, elde la Europa medieval, sobretodo en occidente, una vez quese superaron los largos siglosde la incertidumbre posterior ala desaparicin del ImperioRomano.

    A partir del siglo XI crecila poblacin europea en canti-dad, en poder adquisitivo ytambin en una progresiva-aunque lenta- diversidad so-cial; se renov la tcnica y lacultura; se construyeron cate-drales, una apasionante aven-tura no menos empresarial queespiritual; se colonizaron terri-torios vacos, crecieron las ciu-dades y se formaron los reinos,origen de los posteriores Esta-dos-nacin. En todas partes sereprodujeron esquemas econ-

    micos similares, que ejemplifi-can el alto grado de unidadque, a pesar de todo, tenan laseconomas occidentales enaquellos momentos14.

    En esa Europa, no exenta deconflictos militares, florecieronlos comerciantes internaciona-les que realizaban todo tipo deoperaciones (comercio, indus-tria, banca, giro, cambio, prs-tamos) al hilo de unas regula-ciones que permitieron el de-sarrollo de la actividad mer-cantil. Se organizaron en com-paas con un ncleo familiary socios cambiantes cadacierto tiempo. Solan tener unacasa central en una ciudad im-portante y factores por todaspartes, desde el Bltico al MarNegro. Desde los extremos eu-ropeos, se conectaba con lasterminales de las caravanasque atravesaban otros conti-nentes del viejo mundo, singu-larmente de Asia. Venecia fueuna ciudad fundamental en lostrficos que enlazaban desdeTrebisonda y Tana, en el MarNegro, hasta el occidente eu-ropeo. Gnova era su grancompetidora en este mbito.Por el otro lado, Brujas hacalas conexiones de las rutas delsur con las del Bltico.

    Pero la conexin desde losPases Bajos hasta el norte de

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  • Italia era, al principio, por tie-rra. La presencia de los reinosmusulmanes en el sur de la pe-nnsula Ibrica dificultaba elitinerario martimo. En estesentido, la historia de la globa-lizacin medieval tiene dospartes cuya divisin se encuen-tra entre finales del siglo XIIIy comienzos del siguiente. Enla primera parte, el centroneurlgico de los negocios es-taba en las ferias de Cham-paa, al nordeste de Francia,un lugar estratgico dondeconfluan los trficos de Italia,los Pases Bajos, Alemania y lamisma Francia. Hacia 1300 lasferias de Champaa se habanmodernizado y llegaron a serun autntico mercado finan-ciero, ms que un simple mer-cado, como lo fueron en susinicios15. Eso les permiti ejer-cer un fuerte predomino sobresus rivales. Pero el escenariofue modificndose con cam-bios polticos y econmicos: elcomienzo de la Guerra de losCien Aos afect profunda-mente al territorio de Cham-paa, el crecimiento de la pro-duccin textil en las ciudadesitalianas modific su oferta yposibilidades, tambin las fe-rias de Flandes aumentaron sucapacidad de atraccin al mo-dificar su modo de operar;

    pero, sobre todo, y unido a loanterior, desde 1277 se abri laruta de navegacin por Gi-braltar, antes cerrada a los cris-tianos. Esa ruta estaba ya afir-mada hacia 132016.

    A partir de ese momento semodificaron los itinerariosmercantiles. Si antes se podatrazar una lnea Brujas-Troyes-norte de Italia, para enlazarcon las rutas orientales, desdeaquellas fechas el itinerario diola vuelta por mar a la Penn-sula Ibrica, con lo que se in-tegraron mucho mejor todoslos territorios del Mediterr-neo occidental y de la fachadaatlntica, desde Sevilla hastaLondres. Toda la geoestrategiaeconmica cambi y dio unprimer e importante vuelcohacia el Atlntico.

    Dado que no haba ningnEstado fuerte y dominante,toda Europa fue en realidadcomo una repblica de mer-caderes, con un impresio-nante desarrollo que culmin,una vez superados los peoresefectos de la peste negra de1347-1350, con el estableci-miento definitivo de lo esen-cial de la estructura, de las tc-nicas de un audaz capitalismoya en los siglos XIV y XV17. Elcomercio martimo era bas-tante libre y las regulaciones

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  • en este campo an escasas,aunque tendan a aumentar. Esdecir, se viva el capitalismo yla globalizacin en amplios te-rritorios, mucho antes de queocurrieran fenmenos como eldescubrimiento de Amrica, elnacimiento del protestan-tismo, o la configuracin defi-nitiva de los grandes Estadosnacionales.

    Todo eso vino despus. Noobstante, tambin entonces elobjetivo era todo el mundo:recurdese a Marco Polo, ascomo las monedas europeasencontradas en China, testigosde la integracin comercialuniversal. Ese deseo de llegar ams mercados acab provo-cando, primero, una mayor re-lacin con el norte de frica,para atraer hacia Europa el orodel Sudn, y ms tarde el des-cubrimiento de Amrica. Noes la realidad de un mercadointegrado lo que crea la globa-lizacin, sino que es la propiadinmica expansiva inherentea la vida econmica la queacaba integrando nuevos mer-cados. La globalizacin no senos impone, la creamos. Ocu-rre que, en un momento dado,se es consciente de que se estdando un paso hacia adelante,o aparecen unos medios quepoco tiempo atrs no se te-

    nan, o desaparecen determi-nados obstculos. Entoncesparece que el mundo es nuevo,y en cierto modo lo es.

    Tambin en la Europa me-dieval, como antes, la tcnicaimpona unos lmites e impe-da un control total de los pro-cesos; todo ello exiga la coo-peracin, no exenta de compe-tencia de rivales. El modeloera entonces algo distinto al dela Antigedad. Tanto en tiem-pos del Mediterrneo fenicio ogriego, como en el de los ro-manos, su mundo era el msdesarrollado; fuera estaba labarbarie, aunque haba algunosproductos interesantes queconseguir en esos extremos.En la Edad Media, sin em-bargo, a la civilizacin cris-tiana se opona la musulmana-barrera prcticamente infran-queable- y ms all, los mon-goles, los hindes y, sobretodo, los chinos. Cada uno deesos mundos supona otrasculturas, algunas de las cualesse podran considerar todava,antes de 1500, ms avanzadasque la Europa cristiana en mu-chos aspectos materiales y so-ciales. Es decir, Europa tenaque negociar con civilizacionesiguales o superiores, que a suvez eran otros tantos modelosde globalizacin, otras econo-

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  • mas-mundo, como diraBraudel18.

    No se trataba de mundoscerrados, sino que tanto por sudinamismo, como porque nopodan autoabastecerse en elinterior de su totalidad, se re-lacionaban con el exterior. Noobstante, eran mundos pocopenetrables entre s, podra-mos decir que se trataba deeconomas slo tangentes. Alotro lado de la frontera cris-tiana, el ocano ndico funcio-naba como otro elementoaglutinador de una economa-mundo que contaba con re-giones tan amplias comofrica oriental -Mozambique-,Arabia, la India, y la Indo-china, las islas de las especias.Al norte estaba toda la culturachina.

    Entre el mundo cristiano yel mundo musulmn haba di-ferencias de talante. Mientrasen el mundo cristiano seavanz en las tcnicas mercan-tiles y se fue transformando lasociedad, el mundo musulmnmantuvo en todos sus territo-rios un esquema autocrticoque todava hoy sigue impi-diendo el reparto de las rique-zas. En cualquier caso, las se-das, perlas y especias orientalesllegaron cada vez ms a la Eu-ropa cristiana que tuvo que

    buscar afanosamente el metalprecioso que necesitaba, tantopara cubrir los pagos de un co-mercio deficitario con su civi-lizacin vecina, como para en-grasar su cada vez ms din-mica economa.

    Si en el modelo de la Anti-gedad haba una relacin en-tre las diferentes culturas quese entendan en el Mediterr-neo, en el modelo medieval seopusieron dos globalizacionestangentes, que colaborabanentre s, a travs de ellas, conotras ms alejadas, pero que seconsideraban excluyentes ensus territorios. Por lo tanto,esos mundos llenos de vidaeran, por una parte, un com-plemento a la economa euro-pea, pero a su vez suponanuna barrera a su dinamismo,en la medida en que los blo-queos polticos aparecan confrecuencia. Las diferencias cul-turales llevaron a una din-mica de enfrentamiento mili-tar en distintos frentes. Lascruzadas fueron uno de ellos ysupusieron, adems de un in-tento de conquistar los santoslugares para los cristianos, unesfuerzo por romper la barreraeconmica y situarse dentro dela globalizacin islmica.

    La China era un mundoalejado con el que, sin em-

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  • bargo, se estaba en relacin atravs de intermediarios. Paramuchos europeos era necesarioestablecer un contacto directocon China, pero para llegar aChina era preciso superar a losmusulmanes. La situacin setorn mucho ms difcilcuando, en 1453, los turcosconquistaron Constantinopla,el ltimo reducto del antiguoImperio Bizantino, que a du-ras penas haba mantenido lostrficos por el Mar Negro. Eu-ropa tuvo que ingenirselas deun modo diferente, que vino atravs del dominio del mar yde la navegacin interoce-nica.

    EL PREDOMINIO DELATLNTICO

    E UROPA ESTABA prepa-rada para la ocasin.Desde la apertura delestrecho de Gibraltar se ha-ban intensificado los trficospor las costas europeas delAtlntico. Un siglo despus,los portugueses estabanabriendo un camino esperan-zador, la ruta africana. En1419 ya estaban en las islasMadeira, ms tarde en lasAzores. Pero su ruta fue haciael sur, para llegar a la Chinapor la espalda de los mundos

    islmicos. En 1487 BartolomDaz sobrepas el Cabo deBuena Esperanza, el punto surde frica. Pocos aos despus,en 1498, Vasco de Gama llegpor esa ruta a la India19.

    Por unos aos, Portugalconsigui canalizar buenaparte del comercio oriental,adems de obtener importan-tes cantidades de oro de dife-rentes regiones africanas. DeLisboa, los trficos desembo-caron en Amberes, el nuevoemporio que acababa de susti-tuir a Brujas en el control delos negocios de los Pases Ba-jos. Pero mientras todo estoocurra, la frontera de la globa-lizacin europea termin porcambiar de modo ms drsticoan cuando Coln, segura-mente un comerciante geno-vs, consigui llegar a tierrasamericanas en 1492, conayuda de la corona espaola.Aunque las nuevas tierras tar-daron an algo en ofrecer susriquezas, la ruta atlntica haciael oeste estaba abierta y, conella, nuevas e inmensas posibi-lidades para Europa.

    De momento, es decir, du-rante el siglo XVI, la principalbeneficiaria de la nueva situa-cin fue Espaa; en cualquiercaso, la geopoltica cambi enpoco tiempo. Los centros de

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  • importancia econmica setrasladaron a la costa atlntica.Decreci la importancia de lasciudades italianas a favor delugares como Sevilla, Medinadel Campo y Amberes. En elsiglo XVII, el protagonismoestuvo en manos de Amster-dam y Londres. En el sigloXVIII cobraron mucha impor-tancia la mayora de los puer-tos de la fachada atlntica. Sealo que fuere, el mundo econ-mico dio un cambio brusco, yfueron unos lugares casi com-pletamente nuevos, en cuantoa su importancia econmica,los que entonces se erigieroncomo centros de la actividadfinanciera y mercantil, con unpeso poltico cada vez mayor.

    La poltica volvi a ser cen-tral en las economas atlnticasque se desarrollaron bajo elsigno del mercantilismo esta-talista. En esos mismos aos,las principales potencias euro-peas consiguieron organizarsus sociedades desde la pers-pectiva del Estado-nacin, unaentidad sociopoltica que su-per la disgregacin de los rei-nos y particularismos territo-riales de la Edad Media, y quese opuso tambin a los inten-tos de resucitar el antiguo Im-perio Romano. Los Estados-nacin parecan ser la entidad

    ideal para los tiempos moder-nos, a igual distancia de loparticular que de lo universal.Desde esa entidad intermedia,la poltica nacionaliz lasprincipales fuerzas econmicaspara intentar una economadirigida, una poltica econ-mica que sirviera a los intere-ses del nuevo Estado. Ellollev consigo, como es lgico,una pugna con los otros Esta-dos para definir sus territorios,marcar sus lmites de influen-cia, asegurar su identidad.

    En una poltica exclusivista,tendente a un fuerte protec-cionismo, donde los recursosexistentes ya son conocidos yestn explotados, los nuevosrecursos necesarios para la ex-pansin tienen que venir defuera: las posibilidades esta-ban, como parece lgico, en elNuevo Mundo an por explo-tar. Amrica, sobre todo, semostr como un continenteapto para ofrecer los recursosque Europa necesitaba y elmercantilismo alarg su exclu-sivismo a los territorios colo-niales. El monopolio de lasmetrpolis sobre sus coloniasfue el nuevo dogma. Pero lainterrelacin sigui, porquecada Estado us sus productoscoloniales para exportarlos asu vecino. En las economas

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  • atlnticas cobraron importan-cia los trficos entre Europa yAmrica, pero lo que real-mente interesaba despus erael comercio de reexportacindentro de Europa, la posibili-dad de que un Estado europeoganase dinero a costa de otro,con una balanza de pagos fa-vorable, sobre la base de ven-derle no slo sus tradicionalesproductos manufacturados,sino sus productos coloniales.En estos trficos es donde re-siden, fundamentalmente, lasfortunas de los comerciantes,entre otras cosas porque su re-torno es ms rpido. Su creci-miento permiti ofrecer tam-bin renovados productos in-dustriales, un proceso que esten la base de lo que luego sellam la revolucin industrial.

    En cualquier caso, durantelos primeros siglos modernosse dio una prioridad de lo po-ltico por la consolidacin delos nuevos Estados, lo queprovoc un vuelco en la rela-cin de fuerzas. La Edad Me-dia haba terminado con unacierta igualdad entre los rei-nos. Ciertamente, la Espaade los Reyes Catlicos parecaun poder muy fuerte, y lo era,como lo demostr en las gue-rras de Italia. Pero lo que ledio fuerza a Espaa, adems

    de la fortuna del descubri-miento americano, fue la con-juncin de herencias en la per-sona de su nuevo soberano,Carlos, Duque de Borgoa (osea, seor de los Pases Bajos yde su centralidad mercantil),rey de Espaa en 1516 y em-perador de Alemania en 1519.La situacin de Espaa erapeculiar y comprometida. Enlo poltico, tuvo que defenderuna postura en parte necesaria,la defensa del patrimonio he-redado, atacado por casi todos,y en parte ideal, la defensa dela unidad cristiana, tantofrente a la disgregacin de larevuelta protestante, comofrente a la amenaza de los tur-cos. Slo frente al enemigo co-mn haba unidad de la Eu-ropa cristiana, y muy tmida,como ocurri ante el sitio deViena, en 1529, o en la batallade Lepanto, en 157120. Ante lodems, Espaa estaba casisola. Tena aliados, pero tam-bin demasiados frentes, y lamultiplicacin de sus proble-mas le llev al agotamiento.

    Por otro lado, la prioridadde lo poltico oblig a haceruna poltica econmica sui ge-neris segn la cual no se podaejercer un verdadero protec-cionismo. Aumentaron expo-nencialmente los impuestos y

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  • se produjo un drenaje de me-tales preciosos para realizarpagos en los lugares de losconflictos, siempre fuera deEspaa y con el recurso de fi-nancieros no espaoles. La di-visin del trabajo que Carlos Vimpuso en sus dominios dej aEspaa la parte menos eficazeconmicamente. Felipe II notuvo ms remedio que seguircon la situacin heredada.Como se deca ya a comienzosdel siglo XVII, la nica solu-cin a los problemas econmi-cos era la paz21, pero la paz pa-reca imposible de conseguir sihaba de mantenerse tanto elpatrimonio como la reputa-cin.

    Por as decirlo, Espaa prac-tic un mercantilismo al revs:los otros Estados, para conse-guir su afirmacin, necesitabanel apoyo econmico y realiza-ban unas polticas econmicasdel todo punto necesarias parasu subsistencia, para conseguir,en primer lugar, el metal pre-cioso necesario. Espaa, encambio, ya tena el metal y po-da utilizarlo para su afirma-cin poltica. Todos perse-guan lo mismo, aunque desdeposiciones diferentes. Pero esapoltica diferente acab mar-cando distancias a largo plazo,cuando unos pases pusieron a

    punto una estructura produc-tiva y otros no, porque al prin-cipio no la necesitaban y luegoles fue difcil cambiar. Desdeuna nueva estructura produc-tiva, los pases luego emergen-tes pudieron lanzarse a con-quistar un mundo que hastamediados del siglo XVII nocontrolaban bien.

    La paz de Westfalia de 1648suele interpretarse como ungozne en el que gira la concep-cin de la historia europea.Hasta entonces se haba de-fendido, sobre todo por Es-paa, una poltica inspirada enla obligatoriedad moral deconseguir unos fines superio-res. De ah, entre otras cosas,la primaca de la defensa de lafe. Desde Westfalia se practicuna poltica secularizada, do-minada por la razn de estado,que trataba de someter a susdictados a la razn moral. Estasituacin se reflej tambin enla economa. De una maneradefinitiva, el mercantilismopas a ser dominado por laidea del beneficio mercantil,por la teora del valor trabajo,que da ms importancia a laimperiosidad de las fuerzasproductivas rentables. La teo-ra subjetiva del valor, con loque implica de defensa delbien comn, qued relegada.

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  • Tambin la conquista de nue-vos mundos se realiz desdeentonces -con la flexibilidadque se debe aplicar a los cortescronolgicos-, desde una pers-pectiva menos moral. Si glo-balizacin es convergencia, an-tes de Westfalia se intentpracticar una convergenciamoral; ms tarde, con eltriunfo definitivo de los Esta-dos-nacin y sus polticas eco-nmicas particularizadas, secrearon diferencias econmi-cas que, a largo plazo, acaba-ron siendo grandes y obligaronms tarde a una convergenciaeconmica que casi todos lospases europeos tuvieron queafrontar para tratar de alcanzara los que resultaron ms ade-lantados22.

    As pues, en la poca Mo-derna la nueva globalizacinatlntica tuvo dos vertientesclaras. Por un lado estaba la la-bor de Espaa, que priorizabaobjetivos polticos que consi-deraba como el bien comngeneral, y por otra la realizadadesde otros pases, que mira-ban ms exclusivamente al be-neficio econmico23. Sin des-dear ste, pero supeditn-dolo, Espaa se marc otrosobjetivos ms ambiciosos.

    HABLEMOS DE AMRICA

    M ERECE LA PENAahora detenersealgo en los procesoscolonizadores del NuevoMundo. En el caso de la colo-nizacin espaola en Amricase observa cmo en pocotiempo se consigui crear enAmrica mbitos de conviven-cia completamente nuevos,con un nivel cultural y un de-sarrollo econmico igual y aveces superior, al de Europa,como lo demuestra la impor-tancia de ciudades como M-xico, Lima, La Habana, Carta-gena... o las varias universida-des ya establecidas en el sigloXVI. El mestizaje demuestrahasta qu punto los espaolesestaban dispuestos a aceptar alos dems.

    A pesar de los defectos yerrores, la experiencia de Es-paa en Amrica, en su con-junto, ha significado moderni-dad y progreso en la historia,transformacin del mundo,creacin de un mundo nuevo.Y esto es as por dos razones:una, porque los gobernanteslegislaron con preocupacinhumanitaria, y otra, porque loscolonos llevaron all lo mejorde s mismos: iniciativa indivi-dual, ganas de trabajar; pero

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  • tambin su fe, su cultura, susabidura sobre la organizacinsocial. Claro que se cometie-ron abusos y errores, pero losresultados estn a la vista. Porcomparacin podramos pre-guntar dnde estn los nati-vos de la Amrica del Norte?Entre ambos mundos, pues,no hay slo una diferenciaeconmica. El triunfo econ-mico es relativamente sencillocuando el objetivo es sencillo.El problema del colono delNorte era sobrevivir y sacaradelante su comunidad conexclusin de unos nativos dedifcil trato pero de fcil de-rrota militar. En el Sur, encambio, se trat de integrar alnativo en una nueva comuni-dad, y eso plante muchosproblemas, no slo la dificul-tad de impedir los abusos, sinola ralentizacin de los posibleslogros econmicos al tener queintegrar realidades ms com-plejas y mundos ms atrasadoseconmicamente.

    Como modelo de globaliza-cin, la colonizacin ameri-cana presenta una aparentedoble cara: elegir entre el xitoeconmico y la poltica huma-nitaria. Me parece que el di-lema es falso, porque el fracasoeconmico de la Amrica es-paola no es tal. Aparte de las

    dificultades objetivas del em-peo, lo que hay que hacer escomparar los niveles de ri-queza alcanzados en los tressiglos de la colonizacin conlos niveles europeos. No pa-rece que aqu el desequilibriosea excesivo. Si se tienen encuenta los distintos puntos departida, sera difcil sealardnde hay ms crecimiento, sien Amrica en lo que va desdela situacin neoltica preco-lombina a las condiciones queobserv Humboldt -sorpren-dido, por ejemplo, por lo ade-lantado de la civilizacin de laNueva Espaa24-, o en Eu-ropa desde 1500 a 1800.

    Aunque estemos tentados asuponer que Europa crecisiempre ms deprisa que otroslugares del mundo, la eviden-cia al respecto muestra lo con-trario. Los ensayos estadsticosnos hablan de que en los siglosXVII y XVIII la renta per ca-pita creci en Europa occiden-tal a un 0.15 por ciento anual,mientras que en Amrica La-tina lo hizo a un 0.19 porciento. En cualquier caso, y sicomparamos con otros conti-nentes, a largo plazo el creci-miento per capita en AmricaLatina fue mucho ms lentoque en Norteamrica [dondecreci ms que en Europa],

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  • pero mucho ms rpido que enAsia o en frica25. Desde estepunto de vista, el desfase seprodujo precisamente en el si-glo XIX, probablemente noporque estos pases fueran ex-plotados, pues tambin tuvie-ron crecimiento, sino porqueEuropa multiplic el suyo alutilizar nuevas fuentes deenerga que le permitieron en-trar en unos mercados en cre-cimiento, tanto territorialcomo demogrfico26.

    En los aos coloniales, pues,Espaa volc su experienciacultural sobre Amrica ytransform aquellos territorioshasta ponerlos en situacin in-cluso de aspirar a la indepen-dencia, como as hicieron. Porotra parte, hay que valorar elretraso producido durante elsiglo XIX no slo como rela-tivo respecto a la mayor efica-cia europea, sino por otras ra-zones. En primer lugar, elfreno al crecimiento que supu-sieron los procesos indepen-dentistas27, achacables a eleva-dos costes de transaccin pro-vocados por procesos de cam-bio institucional que abarcaronperodos de casi medio siglo;luego, en segundo lugar, por laineficacia de las polticas auto-crticas. En general, podemosdecir que se fren el proceso

    reformista que los gobernantesespaoles haban emprendidoen Amrica, un proceso em-prendido de manera similar acomo se estaba haciendo en laPennsula, y que en general diobuenos resultados a este ladodel Atlntico, donde la re-forma institucional y el im-pulso social consiguieron queEspaa no se retrasara dema-siado en un mundo que, al filode 1800, cambiaba tan deprisa.

    DE LA HISTORIA ALPRESENTE: VALORAREXPERIENCIAS DE

    GLOBALIZACIN Y MIRAR AL

    FUTURO

    C OMO HEMOS visto, laglobalizacin econ-mica desde la Anti-gedad hasta 1600-1800,aproximadamente, ha supuestoampliacin de mercados yoportunidades para los prota-gonistas, pero tambin un es-fuerzo civilizador necesariocuando se produce el encuen-tro entre culturas de muy dife-rente nivel: quien claramentetiene ms debe intentar ense-ar a quien tiene menos, sinmenospreciar lo bueno queste pueda tener, sin olvidar lomalo que uno tiene para corre-girlo. Es sta una tendencia

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  • natural que plasm de maneramagistral Daniel Defoe en suRobinson Crusoe, en un mo-mento en el que los interesespolticos y econmicos se ale-jaban claramente del ideal.

    Es decir, se ha recibido, perose ha dado; han entrado encontacto culturas con frecuen-cia enfrentadas polticamente,pero la accin econmica noha supuesto un obstculo defi-nitivo para ninguna. Abundms bien la idea del comerciocomo una cooperacin, consentido de naturalismo realista(la naturaleza ha repartido susdones de manera desigual y esnecesario intercambiar) e in-cluso de cooperacin entre pa-ses. Eso llev durante muchotiempo a una espontnea espe-cializacin, la que todava ob-servaba Ricardo y a la quellam la ventaja relativa delos pases28. Esta divisin in-ternacional del trabajo fueaplicada tambin desde elpunto de vista del imperiocentralista, como ocurri conel Imperio Romano, o comotodava trat de aplicarla, conmenos xito, Carlos V desde1519.

    El mercantilismo, comoprctica econmica al serviciodel Estado, rompi con esa di-visin natural y puso al Estado

    en el centro. La diferenciadesde entonces radic en lasmayores o menores posibilida-des de la iniciativa privada, delindividualismo. All donde elmercantilismo fue ms permi-sivo con los individuos, el xitofue mayor. Inglaterra y Ho-landa, dentro de sus imperiosmartimos, no tenan monopo-lios. El ingls era un sistemacerrado a la penetracin desdeel exterior, pero abierto en suinterior a todos sus sbditos.Los holandeses trataron demantener un sistema msabierto, pero fracasaron mili-tarmente ante Inglaterra. LosEstados continentales, por suparte, incluyeron monopoliosen el interior de sus sistemas,que slo fueron abriendo, len-tamente, cuando las circuns-tancias les pusieron en eviden-cia. En esto consiste el refor-mismo del siglo XVIII en ma-teria econmica29, en la adop-cin de un mercantilismo conmayor grado de libertad den-tro del sistema.

    Sea cual fuere el papel delindividuo en cada pas, el sis-tema mercantilista puso el Es-tado en el centro y, por tanto,hizo depender en exceso elxito econmico de la victoriapoltica, pues lo organizabatodo desde la perspectiva de

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  • Estados en competencia. El li-beralismo no ha superado esevicio. Si acaso, cambi las fo-bias tradicionales por otrasnuevas: las pugnas dinsticas,o de diferencias religiosas porel poder se convirtieron enpugnas econmicas, o ideol-gicas. El ltimo escenario, yaen el siglo XX, ha sido la de-fensa de la democracia frente alos regmenes totalitarios detodo signo. Eso ha facilitado lacooperacin y la integracineconmica entre los que seconsideraban dentro delmismo bloque.

    Mientras tanto, el naciona-lismo estatal se fue acentuandoen el terreno colonial. Elnuevo colonialismo del sigloXIX fue llamado imperialismoen la medida en que los gran-des Estados-nacin pretendie-ron desarrollar un Imperio co-lonial a su servicio, aplicandocuando era deseable una liber-tad poltica entre iguales, peroejerciendo el predominiofrente a los inferiores de ma-nera descarada, sin que seaportara un esfuerzo civiliza-dor adecuado. La libertad delos modelos liberales siguisiendo una libertad hacia den-tro del sistema, en este caso unsistema que aceptaba a msEstados que trataban de con-

    verger con los niveles econ-micos de los adelantados,como ya se ha dicho30; perohacia fuera, esa libertad seaplic cada vez ms poltica-mente, es decir, selectivamentesegn los intereses del mo-mento.

    No creo que las polticas eu-ropeas crearan la pobreza delos pases pobres, al menos nohay claras evidencias al res-pecto31, pero s es claro quedurante las pocas doradas delimperialismo decimonnicolos pases europeos sacaron ri-quezas naturales de muchospases, con el esfuerzo de suspobladores, a cambio de casinada. Si en ese momento nopotenciaron su pobreza, tam-poco favorecieron su desarrolloy pueden haber comprometidoparte de su futuro. No pareceque el siglo XX haya corregidoesas tendencias, ms bien locontrario, si bien los procesosde descolonizacin han encu-bierto muchas realidades antesms claras. Desde estas pers-pectivas imperialistas, el libe-ralismo es un mito.

    Actualmente, la globaliza-cin se desarrolla en unmundo muy distinto en el queparece que las barreras institu-cionales son dbiles. Es ciertoque las facilidades que ofrece

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  • el ciberespacio permiten entraren los sistemas econmicos delos pases casi sin obstculos.Pero se es precisamente elproblema, que se entra demodo no institucionalizado.La libertad es buena, pero hayque entenderla. Libertad sig-nifica quitar obstculos al de-sarrollo, pero no prescindir dela norma. La institucionaliza-cin es necesaria porque el de-sarrollo debe tener unos obje-tivos concretos, por ms quetodo ello deba ser permanen-temente actualizado. La au-sencia de institucionalizacines la arbitrariedad, la ley delms fuerte. El imperialismodecimonnico, y buena partedel siglo XX, se hizo as.

    La perspectiva histrica nosmuestra cmo, en presencia deun sistema institucionalizado,el desarrollo conjunto siempreha sido ms armnico. Hastaahora, los cambios importan-tes en las instituciones inter-nacionales siempre han idoacompaados de conflictos b-licos; lo deseable sera evolu-cionar hacia modelos de cam-bio pacfico, pero eso slo sepodr conseguir si el desarrolloes realmente global, es decir,para todos, porque entre igua-les es ms fcil conseguir lapaz32, una vez que la idea de

    competencia exclusiva que an-tes dominaba parece haber de-saparecido.

    Pero ese desarrollo slo sealcanzar si se ayuda a los mspobres. La aplicacin de la li-bertad econmica tiene quedejar de ser unilateral, tieneque evitar monopolios, tieneque levantar las barreras insti-tucionales que impiden la crea-cin de autnticos mercadosunificados donde todos losprotagonistas tengan igualdadde oportunidades. Parece ex-trao, al respecto, que hoy enda los pases industrializadossigan manteniendo polticasproteccionistas que impiden eldesarrollo de sectores en lospases menos desarrollados, enlos que stos podran ser com-petitivos33. Tal verdadera liber-tad exigira, en cualquier caso,unas reglas del juego claras.

    Todos los mecanismos eco-nmicos estn sujetos a exter-nalidades de red34 y cada vezms, en la medida en que mspases entran en situacin deconvergencia. Esto complicalas decisiones porque se hacenecesaria una negociacin co-lectiva que siempre es lenta; talineficacia deja las cosas porhacer y nada cambia. Pero silas decisiones unilaterales delpasado facilitaban la rapidez

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  • de las medidas, la necesidad decontar ahora con muchos tienela ventaja de conocer los pro-blemas reales de casi todos. Esde esperar que la nueva situa-cin internacional favorezcaun avance en el planteamientode las cuestiones econmicas.

    Hoy en da parece fcil en-tender la libertad entre iguales,pero sigue siendo difcil darsecuenta de que es necesarioayudar a los pases pobres a es-tar en condiciones de poderejercer su libertad, es decir, deque tengan los medios necesa-rios para acceder a los instru-mentos econmicos que pue-dan beneficiarles. Obviamenteno es slo tarea de los pasesricos, pero stos tambin ten-drn que cambiar. Es signifi-cativo al respecto que haya te-nido que suceder la tragediadel 11 de septiembre de 2001

    para que se avance en la con-ciencia internacional frente alterrorismo o frente a la po-breza de algunos pases. Todoslos procesos de globalizacinhan ido acompaados de cam-bios en los Estados dominan-tes, tanto ideolgicos comoinstitucionales. Los de los lti-mos siglos se centraron en elreforzamiento exclusivista delEstado-nacin frente a mayo-res esfuerzos civilizadoresfuera. Seguramente, hoy habrque apostar por una mayorayuda hacia el exterior, una es-pecie de mercantilismo al re-vs que favorezca al pobre, ypor conseguir que el creci-miento inducido venga en ma-yores porcentajes desde fuera.Occidente ser ms rico en elfuturo si consigue que el Ter-cer Mundo tenga mucho msque ofrecer y pueda hacerlo.

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  • 1 Un buen planteamiento general dela cuestin puede verse en Rodr-guez-Arana, J. (2001), Para qu laglobalizacin?, Nuestro Tiempo, n565-66, pp. 106 y ss.

    2 Savona, P. (1993), Il Terzo capita-lismo e la societ aperta, Longanesi,Miln, p. 186.

    3 Ver, por ejemplo, Dahrendorf, R.(2000), Derechos humanos: Ret-rica poltica o realidad jurdica?,Nueva Revista, pp. 84-87.

    4 Cfr. Juan Pablo II (1991), Centesi-mus Annus, n 42.

    5 Es una cita de J. Browne, ConsejeroDelegado de British Petroleum, enun artculo de prensa: ABC, Madrid,17 de noviembre de 2001, p. 3.

    6 Son muy ilustrativas al respecto lasreflexiones de Llano, A. (2001), Laotra cara de la globalizacin, NuestroTiempo, n 562, pp. 13 y ss.

    7 Moore, K. y Lewis, D. (1999),Birth of the Multinational. 2000 Yearsof Ancient Business History, Copenha-gen Business School Press, Copena-gue.

    8 International Monetary Fund,(1997), World Economic Outlook ,Washington, D.C.

    9 Aubet, M.A. (1996), The Phoeni-cians and the West. Politics, Coloniesand Trade, Cambridge UniversityPress, Cambridge, p. 35.

    10 Moore K. y Lewis D., Op. cit., p.91.

    11 Gille, B. (1978), Histoire des tech-niques, Gallimard, Pars, p. 313.

    12 Ver los trabajos dedicados a Romapor Bernardi, A. y Finley, M.I.(1973), en C.M. Cipolla y otros, Ladecadencia econmica de los imperios,Alianza Universidad, Madrid, pp. 27-92 y 93-100, respectivamente.

    13 Una interesante y sntetica histo-ria puede verse en Daz-Trechuelo, L.(2001), Filipinas. La gran desconocida(1565-1898), Eunsa, Pamplona.

    14 Una visin de la reconstruccinen todos los sentidos en Lpez, R. S.(1965), El nacimiento de Europa. Si-glos V-XIV, Labor, Barcelona, pp. 115y ss.

    15 Surez Fernndez, L. (1969), His-toria social y econmica de la Edad Me-dia europea, Espasa-Calpe, Madrid, p.262.

    16 Contamine, Ph. y otros, (1997),Lconomie mdivale, Armand Colin,Pars, p. 251.

    17 Meyer, J. (1981), Les capitalismes,P.U.F., Pars, p. 57.

    18 Por economa-mundo... entiendola economa de slo una porcin denuestro planeta, en la medida en questa forma un todo econmico.Braudel, F. (1985), La dinmica delcapitalismo, Alianza, Madrid, p. 93.

    19 Prez-Embid, F. (1948), Los descu-brimientos en el Atlntico y la rivalidadcastellano-portuguesa hasta el Tratadode Tordesillas, Escuela de EstudiosHispano-Americanos, Sevilla.

    20 Una sntesis reciente sobre CarlosV en Salvador Estaban, E. (2001),Carlos V. Emperador de Imperios,Eunsa, Pamplona.

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    NOTAS

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  • 21 Echevarra Bacigalupe, M. A.(1995), Alberto Struzzi. Un precursorbarroco del capitalismo liberal, LeuvenUniversity Press, Lovaina, pp. 67, 70-71.

    22 La convergencia y su estudio en elsiglo XIX es el tema del interesantetrabajo de ORourke, K.H. y Wi-lliamson, J. G. (1999), Globalizationand History. The Evolution of a Nine-teenth-Century Atlantic Economy,TheM.I.T. Press, Cambridge, Mass.

    23 Davies, K. G. (1989), Europa enultramar en Cobban, A. (dir.), El si-glo XVIII, vol. 9, Alianza/Labor, Ma-drid, pp. 192-93.

    24 Puig-Samper, M. A. (2000), Ale-jandro de Humboldt en el mundohispnico: las polmicas abiertas,Debate y Perspectivas, n 1, p. 22.

    25 Maddison, A. (2001), The WorldEconomy. A Millennial Perspective,OCDE, Pars, pp. 45-46.

    26 Una conclusin similar con res-pecto a China en Pomeranz, K.(2000), The Great Divergence: China,Europe and the Making of the ModernWorld Economy, Princeton UniversityPress, Princeton.

    27 Es el argumento principal de lostrabajos recogidos en Prados de la

    Escosura, L. y Amaral, S. (eds.)(1993), La independencia americana:consecuencias econmicas, Alianza Uni-versidad, Madrid.

    28 Cfr. Martnez Echevarra, M. A.(1996), Competitividad en una eco-noma global, Situacin, n 3, p. 29.

    29 Ver Gonzlez Enciso, A. (2000),La poltica industrial en el sigloXVIII, en Ribot Garca, L. A. y DeRosa, L. (dirs.), Pensamiento y polticaeconmica en la poca Moderna, Actas,Madrid, pp. 137-172.

    30 Ver el trabajo de ORourke y Wi-lliamson citado en nota 22.

    31 Toribio, J. J. (2001), Globalizacin,desarrollo y pobreza, Leccin inaugu-ral del curso acadmico 2001-2002,Universidad de Navarra, Pamplona,p. 19.

    32 Pablo VI (1967), El desarrollo esel nuevo nombre de la paz, Populo-rum Progressio, n 76. Es muy ilustra-tivo releer esta encclica a la luz de losacontecimientos de hoy.

    33 Cfr. Toribio, J. J. (2001), p. 36.

    34 Eichengreen, B. (2000), La globa-lizacin del capital. Historia del SistemaMonetario Internacional , AntoniBosch, Barcelona, pp. 7-8.

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