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Gino Germani: del antifascismo a la sociología Argumentos, 5, junio de 2005 1 Presentación Gino Germani: del antifascismo a la sociología de Ana Alejandra Germani Organizada por la Universidad de Bologna y el Instituto de Investigaciones Gino Germani, en la sede en Buenos Aires de la Universidad de Bologna. Septiembre 1º de 2004 Ana Lía Kornblit : Buenas tardes, estoy acá en representación de Pedro Krotsch, que es el actual Director del Instituto Germani, de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, que no puede estar esta tarde con nosotros porque tuvo que viajar a Brasil. Yo quiero decir simplemente que para mí es un gran placer estar en esta mesa, compartiéndola con tres compañeros -Alejandro Blanco obviamente es de otra generación- que tuvimos el privilegio de transitar la Universidad de Buenos Aires y la Carrera de Sociología en los años en que Germani vivía, el Instituto de Sociología. Y quiero también agradecer a Ana Germani esta obra que pienso que es de gran valor, para ella personalmente en el sentido de haber podido rescatar todos los recuerdos y la memoria de su padre, y para nosotros en cuanto a que esta obra representa la memoria de una persona que para nosotros fue clave en cuanto al desarrollo científico de la sociología, y yo particularmente se lo agradezco mucho. Vamos a escuchar la palabra de Silvia Sigal, Miguel Murmis, Alejandro Blanco y Torcuato Di Tella. Silvia Sigal : Voy a ser breve, somos varios, tengo dos o tres cosas para decir. La primera, que cuando me senté a leer el libro me pareció que iba a ser muy difícil separar su objeto, Gino Germani, de la obra. Creo que la reconstrucción tan minuciosa y tan estructurada de Ana Germani permite que uno pueda hablar sobre su trabajo sin que estén constantemente interfiriendo los recuerdos, o decir “esto no fue tan así”, o “esto yo lo viví de tal forma”. Pero creo que es una de sus virtudes hacer que el texto sea un texto autónomo. Ello sin olvidar que cualquier biografía, como cualquier otro tipo de texto de ciencias sociales, es una elección, en la cual uno puede, si conoce el período, ver qué se tomó, qué no, qué se subrayó y qué no. Yo aprendí mucho con este libro, y lo que parece digno de ser subrayado es cómo Ana Germani estructura su texto a partir de un nudo que aparece en los años italianos. En ese sentido lo que yo aprendí fue qué pasó en esos años, cómo fue su vida y cómo fue vista desde un lugar, con material objetivo. Los datos que ella reunió, sumados a la manera en que ella lo vio, para muchos que no estábamos en

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Gino Germani: del antifascismo a la sociología

Argumentos, 5, junio de 2005 1

Presentación Gino Germani: del antifascismo a la sociología

de Ana Alejandra Germani

Organizada por la Universidad de Bologna y el Instituto de Investigaciones Gino Germani, en la sede en Buenos Aires de la Universidad de Bologna.

Septiembre 1º de 2004

Ana Lía Kornblit: Buenas tardes, estoy acá en representación de Pedro Krotsch,

que es el actual Director del Instituto Germani, de la Facultad de Ciencias Sociales

de la UBA, que no puede estar esta tarde con nosotros porque tuvo que viajar a

Brasil. Yo quiero decir simplemente que para mí es un gran placer estar en esta

mesa, compartiéndola con tres compañeros -Alejandro Blanco obviamente es de

otra generación- que tuvimos el privilegio de transitar la Universidad de Buenos

Aires y la Carrera de Sociología en los años en que Germani vivía, el Instituto de

Sociología. Y quiero también agradecer a Ana Germani esta obra que pienso que es

de gran valor, para ella personalmente en el sentido de haber podido rescatar todos

los recuerdos y la memoria de su padre, y para nosotros en cuanto a que esta obra

representa la memoria de una persona que para nosotros fue clave en cuanto al

desarrollo científico de la sociología, y yo particularmente se lo agradezco mucho.

Vamos a escuchar la palabra de Silvia Sigal, Miguel Murmis, Alejandro

Blanco y Torcuato Di Tella.

Silvia Sigal: Voy a ser breve, somos varios, tengo dos o tres cosas para decir.

La primera, que cuando me senté a leer el libro me pareció que iba a ser

muy difícil separar su objeto, Gino Germani, de la obra. Creo que la reconstrucción

tan minuciosa y tan estructurada de Ana Germani permite que uno pueda hablar

sobre su trabajo sin que estén constantemente interfiriendo los recuerdos, o decir

“esto no fue tan así”, o “esto yo lo viví de tal forma”. Pero creo que es una de sus

virtudes hacer que el texto sea un texto autónomo. Ello sin olvidar que cualquier

biografía, como cualquier otro tipo de texto de ciencias sociales, es una elección, en

la cual uno puede, si conoce el período, ver qué se tomó, qué no, qué se subrayó y

qué no. Yo aprendí mucho con este libro, y lo que parece digno de ser subrayado es

cómo Ana Germani estructura su texto a partir de un nudo que aparece en los años

italianos. En ese sentido lo que yo aprendí fue qué pasó en esos años, cómo fue su

vida y cómo fue vista desde un lugar, con material objetivo. Los datos que ella

reunió, sumados a la manera en que ella lo vio, para muchos que no estábamos en

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una relación tan personal con Germani (aunque sí sabíamos que había estado

preso, que lo habían perseguido) este es un aporte realmente muy original.

Y Ana pone allí el nudo a partir del cual va a organizar el texto sobre dos

ejes importantes: el primero pienso que es el más obvio, lo del antifascismo en la

sociología, tan elocuente, es la línea que va desde las convicciones antiautoritarias

de Germani, la persecución en Italia, las reuniones en los grupos antifascistas en

Argentina, y de allí a ese enorme abanico de producción intelectual sobre

autoritarismo, sobre la personalidad autoritaria, y sobre el fascismo y la diferencia

con el peronismo, uno de los centros de interés importantes de Germani.

Entonces quería quedarme en otro, que quizás es menos visible, que es esta

idea del exilado. Del eterno extranjero, la manifestación, en su caso la más

evidente, era el idioma. Creo que nunca lo escuché a Germani en cualquier idioma

que lo haya escuchado, hacer el más mínimo intento para hablarlo bien, si lo

entendían, punto. Ana lo marca cuando habla de su aprendizaje de inglés, diciendo

“Yo no nací en Oxford y no tengo por qué parecerlo”. Más allá de esta especie de

distancia constante de Germani en relación con el medio en que está, que además

era hostil, la figura que va dibujando Ana es que nunca termina de estar allí, y que

está viendo Italia y su regreso como horizonte. Y yo me animaría a decir que es esa

especie de distanciamiento que hace de Germani un verdadero cosmopolita en el

verdadero sentido de la palabra, alguien realmente que pertenecía al género

humano. Y que eso no es ajeno a la amplitud de autores o escuelas teóricas. Yo,

como alumna, tuve como bibliografía, y lo escuché hablando en la calle, de autores

de las tradiciones sociológicas más diversas y provenientes de ámbitos más

diferentes. Y como Germani a su vez invitaba profesores extranjeros, como el caso

de Horowitz, y tantos otros, que no necesariamente eran los que más estaban de

acuerdo con... era muy independiente. Y esa apertura me parece que tiene que ver

un poco con esa decisión de no anclarse necesariamente en una tradición, en una

cosa.

Y estas dos líneas que yo me animaría a tomar del texto de Ana me parece

que le dan a la obra una estructura que puede iluminar mejor o peor, que yo puedo

compartir, con mi experiencia, un poco más, un poco menos, pero dan una

extraordinaria coherencia al personaje y hacen de esta obra no solamente una

biografía sino un ejemplo de historia intelectual.

Y bueno, tendría después algunas reticencias, pero eso, si hay tiempo se

puede retomar después. De todas maneras quiero decir que este libro tiene un

porvenir asegurado como obra de referencia. Muchas gracias.

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Miguel Murmis: Gracias a Ana por haberme hecho conocer y comprender a una de

las personas más importantes en mi vida intelectual, y mi vida personal. Sin duda

es un libro, no estaba dedicado a aclarar mi historia, sino a hacer a Germani

cercano como personaje central de la sociología argentina. Y eso lo consigue. Y el

título nos dice qué es lo que va a dar la línea de evolución. Como señalaba Silvia.

Creo que lo que hay en común entre su trabajo antifascista y su trabajo como

sociólogo, es la lucha contra lo que él consideraba la irracionalidad. Ese era un

punto central para él. Yo voy a mencionar en esta exposición que espero consiga

ser breve, dos puntos.

El primero es un comentario sobre un aspecto específico, que es la

interpretación de Germani sobre las líneas del peronismo, tema en el cual nos

encontramos, fuimos colegas en ese tema. El segundo es una pasada sobre algunos

puntos del Germani hacedor, Germani realizador. Y me interesa especialmente

conseguir tener algunos minutos para aspectos que creo que son de los más

brillantes e importantes de la obra de Ana, que es el Germani antes y después.

El primer punto. En tres oportunidades en el libro habla Ana de la

interpretación de Germani en los orígenes del peronismo. Hace una tarea que es

central repetir y repetir: hace entender cómo Germani no consideraba al peronismo

como fascismo, como mucho de los que discutimos con él entendimos eso. No me

alegra la caracterización que hace Ana de mi trabajo con Portantiero, lo

discutiremos en otro momento, pero me parece que la necesidad de esa tarea

esclarecedora que ella cumple, la prueba el prólogo de ese libro, en el cual en dos

oportunidades Horowitz hace afirmaciones sobre la interpretación de Germani del

peronismo y sobre lo que el peronismo era respecto al fascismo, que van

exactamente en la línea opuesta de lo que Germani quería. Es necesario seguir

machacando ese punto hasta esclarecerlo.

La época de Germani organizador o hacedor. Realmente era fenomenal su

capacidad no sólo de hacer él sino de llevar a otros a hacer. Y ahí hay un punto que

me gustaría preguntarle a Ana: ¿no fue mucha gente suficientemente importante

en el trabajo con Germani, como para que el libro hubiera recibido más atención?

Germani era una persona de una energía extraordinaria y una capacidad de

ejecución extraordinaria. Pero Jorge Graciarena, Ruth Sautu y una larga lista, creo

que hicieron posible Germani. Otra vez aquí creo que Horowitz no sirve de

dictaminador. En las dos menciones que hay de entrevistas a él, él insiste en el

problema que había de falta de gente local de talento. Realmente Germani supo

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encontrar esa gente de talento, y trabajar con ella. Ese hombre, como lo pinta Ana,

era hosco, de mal carácter, y sin embargo fue capaz de constituir grupos de

trabajo, y fue capaz de algo más, de trabajar con gente que tenía una posición

definida en el mundo intelectual, como José Luis Romero, con el cual no sólo tuvo

una colaboración e investigación, que Ana menciona, sino que también construyó

un foro cultural. Eso fue lo grande de ese tipo de actividad, y es lo que me parece

que sería bueno ver algo más reflejada en esta visión del Germani hacedor. Hay

muchas cosas para mencionar de los aportes de Ana, por ejemplo, el aporte

importante de Ana que viene de una entrevista a Juan Carlos Marín acerca del

papel del peronismo en el fortalecimiento del Instituto de Sociología. Es lo habitual

pensar en los momentos en que llegó el conflicto, pero la construcción también, eso

fue una construcción colectiva, de toda la gente que trabajaba desde el socialismo y

donde un partido en particular, el Socialista, desempeñó una tarea fundamental.

Este elemento me parece que vale la pena rescatarlo y que complementa y de

ningún modo quita valor a la carrera de Germani, para mí es más importante ser

capaz de constituir un gran grupo de trabajo que ser un súper y bancarse las cosas

solo.

Y uso estos últimos minutos para hablar del antes y el después. El antes es

fenomenal. Dice el sicólogo que se desempeñaba también como jefe de policía, vio

desde el comienzo a Germani como ese ser maléfico con la cabeza llena de ideas

locas, eso se despliega en su etapa antifascista. Para mí hay un momento

extraordinario, creo que es el capítulo tres, en el cual se nos presenta Germani en

Buenos Aires en la época de Perón. Era de una densidad que a mí me gustaría

saber si persistió o no. Esa densidad estaba dada por los distintos grupos de gente

con los que Germani interactuaba, se reunía con gente para escuchar música y

discutirla, se reunía con matemáticos para discutir la posibilidad de conectar

matemática y sociología, se reunía con sus grupos antifascistas. A todos lugares

llegaba tarde y en todos los lugares hablaba muy bien. Se enojaba, decía cosas que

otros no decían, el tiempo no me permite contar anécdotas que no están

incorporadas al libro y que son urticantes. Pero ese momento es central. Pero ese

Germani ¿es el mismo Germani que después fue el sociólogo, acusado de

estructural-funcionalista? Yo tuve el privilegio de estar cerca de Germani sin tener

nunca situaciones en las que compartía poder, nada de eso. Yo pensaba “qué tipo

culto, ingenioso, qué gusto hablar con él”. Era ese que había estado en esos

grupos, con los italianos, con la gente con la que discutía de música. Ese era un

Germani que el libro de Ana nos permite recuperar, que creo que es central para

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entender hasta su tarea de sociología. El no estaba haciendo el desarrollo de una

técnica, él estaba haciendo una disciplina que era fundamentalmente un mundo

cultural distinto. Que incorporaba técnica, que incorporaba lucha política, pero que

sobre todo incorporaba un modo distinto de vivir la cultura. Aquí también, creo que

habría que discutir, lamentablemente, Germani no llegó a incorporar grandes

valores del pensamiento y de la investigación sociológica argentina anteriores a él,

creo que se esterilizó un poco en su discusión con la sociología de cátedra y no

llegó a trabajar con las obras de Bialet Massé, con las obras de Dickinson, gente

que hizo investigación en épocas bastante remotas.

Pero, termino con esto, está el Germani de después. Ana nos dice, con

mucha agudeza, que ese Germani de antes, hay un momento casi final, previo a su

desarrollo como director, como organizador, da un curso en el Colegio Libre, y dice

Ana “En ese momento trabaja con muchos pensadores catastrofistas”. Y a lo largo

del libro, creo que Ana lo muestra muy bien, que ese empuje de Germani de

construcción de la sociedad moderna, estaba entreverado con un terrible temor de

que la sociedad moderna terminara siendo un desastre. Nunca fue un optimista

ingenuo. Por eso era capaz de luchar, porque sabía que las cosas no venían solas,

podían salir mal. Ese catastrofismo vuelve con una enorme fuerza al final de su

vida, como todos saben. Y ese otra vez va a ser un Germani sensible, preocupado

por el mundo de la cultura, preocupado por el destino de la humanidad. La gente

que lo criticaba de estructural-funcionalista, técnico, todo eso, decían “¿de qué se

está ocupando, de cositas?”. Bueno, señalaba yo antes que no se ocupaba de

“cositas”, se ocupaba de mucho más. Y en este momento eso resalta. Y Ana

termina el libro con la referencia a un artículo que publicó en italiano, Ana lo cita en

italiano, que fue publicado aquí en un volumen de CLACSO, que creo que fue la

última interacción de Germani en la Argentina. Y Germani dice “no lo niego que la

humanidad podría haber desarrollado realizaciones magníficas, desgraciadamente

no ocurrió, está mal”. Y todo ese artículo es una denuncia de la globalización.

Aspectos de lo que hoy se discute. Y ese artículo creo que es de 1981, ¿no?

Ana Germani: él lo escribió para la Conferencia de Costa Rica. En el 78 fue la

conferencia, después se publica en el 81.

Miguel Murmis: Ese yo creo que no sólo es el Germani pesimista sino que es el

Germani lúcido, que cierra su ciclo sobre la base de lo que él está viendo del

mundo. Y no es que niegue el desarrollo que veía antes, no es que niegue lo que

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puede hacer la sociedad. Es que está desgarrado ante el hecho de que está

haciendo lo contrario. Y ese Germani creo que tenemos que respetarlo. Ese hombre

auténtico, capaz de jugarse por sus ideas y decir sus verdades.

Torcuato Di Tella: el pensamiento de Germani fue muy importante para mí, sin

duda. Yo estaba estudiando sociología en Inglaterra, empecé a leer sus libros que

me los mandaba un amigo, y ahí empecé a ver el análisis realista, estructural. No

estructural-funcionalista, yo nunca tomé en serio eso que se llama estructural-

funcionalismo, que además no sé bien lo que es. Yo tomaba una persona que leía

marxismo, y me gustaría comentar un poco la relación de Germani con el

marxismo. Es como una cosa de ida, vuelta y vuelta. O vuelta, ida y retorno.

Porque yo creo que él tenía una formación marxista. Hay una famosa ficha, la ficha

39, después él la retiró, porque él tenía un poco de miedo de los que lo perseguían.

Y esa ficha que habla de la línea roja de no sé qué, es una ficha muy interesante,

una línea muy marxista, un marxismo un poco exagerado para mi gusto. Muy

determinista. Y que él la retiró. Y yo traté de sacarla a flote y de usarla en alguno

de los textos cuando me tocó enseñar Introducción a la Sociología, porque a él no

le gustaba mucho. Pero lo que pasa es lo que uno tiene que ver es el análisis de la

estructura de la sociedad, de la estructura de clases. Para mí es la base del enfoque

marxista. Lo que pasa es que el enfoque marxista acá estuvo en manos de gente

que estaba encandilada. Encandilada primero por la experiencia de la Unión

Soviética que pensaban que era socialista. Por el leninesco. Por el franco-marxismo

que creo que es una distorsión terrible del marxismo. Althusser. Como la mayor

parte de la gente que nosotros considerábamos marxista o socialista creía en eso, y

cada vez más, en los años 60 y después, entonces se lo consideraba que era un

reaccionario. Porque en el fondo, en los primeros años en la Argentina, vinculado a

algunos periódicos italianos, estaba en la izquierda de los italianos fascistas. Y

vinculado a un periódico que no me acuerdo el nombre, no sé si es Italia il pópolo o

Il pópolo d’Italia, un periódico de izquierda, tenía varios artículos que creo que Ana

los sacó, los pescó.

Y después fue evolucionando, yo creo que la posición de él era una posición

tipo marxismo wersteiniano kautskiano, al principio en su versión más de izquierda

y después en su versión más de derecha. Pero ¿qué es lo que mantuvo? Mantuvo el

análisis de la estructura de clases sociales. Y no por la ideología. El habla poco de la

ideología. Le preocupaba, por supuesto. Pero en su análisis del peronismo lo que

encuentra es que el peronismo se diferencia mucho del fascismo ¿en qué? Desde ya

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que la ideología peronista no era igual que la fascista, por supuesto, pero la

estructura de clases era completamente distinta. Y a eso le da importancia. Lo cual

no lo llevó, por supuesto, a considerar que por la estructura de clases popular el

peronismo fuera lo mismo que una versión del socialismo, que la socialdemocracia.

Además, a nivel personal él estaba convencido de que los peronistas eran todos

fascistas. A nivel personal. Porque no los aguantaba, era una cosa de piel. Pero a

nivel sociológico era una cosa completamente distinta, y eso fue muy positivo.

Y me parece que esa centralidad del análisis de la estructura de clases que

está en su libro Estructura Social de la Argentina, más bien estadístico, y también

en otros trabajos en lo que analiza, que yo creo que son variedades del 18

Brumario. Los libros de él tienen que ser entendidos con el contraste del 18 de

Brumario, de Napoleón, porque realmente es una situación parecida, gente que dice

“no, cómo vamos a usar estos hechos de bonapartismo en el peronismo?”. Yo creo

que es útil, pero no me pondría a discutir el nombre, el tipo de análisis. Cuando

Marx analiza el 18 Brumario él no analiza la ideología, le da muy poca importancia a

la ideología. Si ustedes ven el 18 de Brumario el número de clases sociales o de

subclases que hay, son por lo menos unas quince. No es simplemente proletariado

contra burguesía. Y para el caso argentino era necesario también hacer ese tipo de

análisis. Por ahí él no lo hizo suficientemente, con respecto a analizar qué grupos

no obreros estaban entonces en el peronismo. Pero ese es uno de los legados, la

centralidad dada al análisis de la estructura de clases. De las clases, estratos,

capas, lo que se quiera, pero él además al analizarlo estadísticamente puso todo,

100% de la población está perteneciendo a alguna clase social.

No Weber, Weber a estratos, clases, no le da ninguna importancia. Y claro,

eso a una persona que tiene formación marxista como él, que condena las

distorsiones, casi diría criminales, del marxismo, que ha habido en la historia,

entonces pasa por otra cosa. Era el mismo marxismo, por supuesto, más moderno,

en la época de Marx había el análisis de las variables superestructurales, no es que

no importaban las cosas superestructurales, la cosa se cocinaba ahí abajo, no en la

parte de arriba.

Sin embargo desde el punto de vista ético la superestructura es importante,

tanto para Marx como para Germani. A mí me parece que en ese sentido hay que

continuar ese enfoque se Germani. Porque qué cosa decía sobre el estructural-

funcionalismo, sobre Parsons? El análisis de la estructura social era lo básico. Ese

es el mensaje, que hoy puede parecer incluso hasta bastante lógico, pero hubo un

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momento en que la gente que se consideraba marxista estaba totalmente en la

superestructura, totalmente en la ideología.

Alejandro Blanco: les confieso que yo elegí otra fórmula, entre otras cosas porque

tuve la oportunidad hace unos días de comentar el libro de Ana, de modo que no

quería cansarla con mis comentarios. Yo preparé un escrito, y me gustaría en todo

caso que el escrito sea leído como una especie de ensayo o de interpretación de mi

propia lectura sobre el libro de Ana. En buena medida son predicados sobre esa

lectura.

La biografía intelectual de Ana vuelve a confirmar que la controversia y la

desventura fueron una constante de la vida intelectual de Germani. Del

antifascismo a la sociología es, de algún modo, la historia de una trayectoria

marginal a la vez que innovadora. Acaso sin proponérselo, el libro de Ana actualiza

una vieja tesis de la sociología clásica norteamericana, que Germani curiosamente

conocía muy bien. La tesis del hombre marginal como un factor importante de

cambio social. Germani encarnó el tipo del hombre marginal, ese descendiente de

la figura simmeliana del extranjero, esculpida como una de las representaciones

posibles del individuo moderno. El hombre marginal es aquel que habita entre dos

sociedades, entre dos culturas, pero que no pertenece del todo a ninguna de ellas.

Es alguien constantemente desgarrado por el protagonismo de distintas fuerzas

sociales que están en su origen. Cosmopolita y distanciado del mundo, el hombre

marginal es el tipo del emigré, aquel que quiere, al mismo tiempo, permanecer y

partir.

Germani encarnó también ese otro tipo que, pocos años después, Paul

Lazarfeld encerró en una bonita fórmula, la del institution men, un caso del hombre

marginal, alguien que vive bajo presiones cruzadas que lo mueven en diferentes

direcciones. Según el talento y las circunstancias puede devenir en un

revolucionario, un surrealista o un criminal. En algunos casos su marginalidad

puede convertirse en una fuerza directriz canalizada en la dirección de una creación

institucional. En la institución por él creada el hombre marginal halla un campo

propicio para la autoexpresión creativa. La institución hace las veces de un refugio

que lo ayuda, a su vez, a cristalizar su propia identidad. Buena parte de las

innovaciones académicas ocurridas en las ciencias sociales durante la segunda

posguerra fueron obra de individuos investidos de estos atributos. Paul Lazarfeld y

Gino Germani. He ahí dos de sus ejemplares más prominentes. A mediados de los

50 Germani creó la primer carrera de sociología del país, y llegó a convertirla en

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uno de los principales focos de animación del debate sociopolítico de los años 60.

Pero no fue el inventor de la sociología como pretende cierto mito de los orígenes.

En realidad en América Latina en general y en Argentina en particular, la sociología

tiene una larga tradición que proviene de principios de siglo, cuando su enseñanza

fue introducida en las universidades. En los años 40 y 50 Raúl Ordaz, Ricardo

Levene, Miguel Figueroa Roman, entre otros, establecieron sus bases organizativas.

El Instituto, la revista, las primeras asociaciones profesionales. Sus contribuciones

intelectuales al desarrollo de la disciplina fueron, sin embargo, menos re levantes.

Su producción intelectual estuvo prácticamente limitada a un examen, muy

tradicional por lo demás, de las ideas sociológicas. Se habló mucho de la sociología,

pero poco de la sociedad. Quienes por entonces tenían a su cargo la enseñanza de

la sociología consagraron mucho de su tiempo a la tarea de dilucidar los

fundamentos filosóficos y metodológicos de la nueva ciencia, pero ofrecieron pocas

pruebas de su rendimiento. Lo que en su momento Henry Poincare predicó para la

sociología europea se ajusta más o menos a lo que era la situación en la Argentina.

“La sociología”, decía, “es una ciencia que produce todos los años una nueva

metodología, pero nunca produce algún resultado”. Dada su falta de referencia a la

experiencia las teorías de nuestros sociólogos permanecieron así vacías y sin

dirección. A diferencia de ellos, Germani colocó la sociedad en el centro de la

interrogación y comprometió a la disciplina con las diferentes cuestiones que a

partir de entonces ocuparon el debate público. La sociedad de masas, el

totalitarismo, el peronismo, el desarrollo, la modernización y la democracia. Enfocó

la disciplina hacia el presente, hacia el examen de la vida contemporánea en un

medio más acostumbrado a referirse al pasado que al presente, y más

específicamente al pasado y a las ideas. Hizo de una vieja materia una nueva

ciencia. Hasta entonces los sociólogos conocían solamente un género, que

cultivaron por demás de manera muy informada: el género de la historia de las

ideas sociológicas, en sus dos variantes más conocidas, el tratado y el libro de

texto. Germani cambió el género, su innovación no consistió tanto en un cambio de

los referentes de la conversación sociológica, como él, sus predecesores y sus

contemporáneos, conocía a Spencer, a Simmel, a Weber y a Durkheim. Conocían lo

que cualquiera que reclamara el título de sociólogo debía conocer. Su innovación

radicó más bien en la relación que estableció con dichos autores. Germani no se

ocupó de exponer qué había pensado Durkheim sobre la integración o Weber sobre

el capitalismo o la burocracia. Escogió en cambio un atajo diferente. Se atrevió a

reescribir, con el lenguaje y las categorías de los autores los procesos de la

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sociedad argentina y los rasgos de su vida cultural Estado intelectual. Hubo, sin

embargo, una referencia que fue crucial, y en la que es necesario reparar si es que

queremos comprender no solamente las aventuras de Germani sino también la

historia de la sociología de los últimos 50 años. Me refiero a la sociología

norteamericana. En la segunda posguerra en efecto un cambio ecológico, según

Edward Shields, afectó decisivamente la tradición de la sociología. La sociología

americana devino central, y la sociología europea, periférica. Ese cambio ecológico

fue parte de una transformación más amplia de la cultura intelectual. En forma

paralela a la declinación de la reflexión especulativa y filosófica se extendió entre

los científicos sociales la convicción de que las ciencias sociales difieren sólo en

grado, pero no en clase, de las ciencias naturales. Gradualmente las ciencias

sociales se hicieron empíricas, y en gran medida cuantitativas. La investigación

adoptó un carácter marcadamente interdisciplinario, y un estilo colectivo de trabajo

comenzó a desplazar la imagen del trabajo intelectual como obra de una artesanía

individual. El centro o Instituto de investigación fue adoptado como matriz

institucional para el desarrollo de la investigación social. La aparición de La

Estructura de la Acción Social, de Talcott Parsons, no fue un capítulo menos

decisivo de esta transformación. Se transformó efectivamente, y al poco tiempo de

aparecida, en una de las más importantes Estado influyentes obras de teoría

sociológica de esta siglo. A través de ella Parsons elaboró un canon, y dotó así a la

sociología de una tradición enhebrada en unos pocos nombre: Durkheim, Weber y

Pareto, aunque este último, por razones que todavía ignoramos, no fue plenamente

aceptado, y su lugar fue poco tiempo después ocupado por Marx. Junto a los

trabajos de Robert Merton y Paul Lazarfeld, todos estos emprendimientos

cristalizaron en una teoría general, la teoría de la acción, que en poco tiempo

alcanzaría un alto grado de sistematización, y que habría de regir buena parte de la

producción sociológica desde entonces. Germani percibió muy rápidamente la

importancia del cambio intelectual que se había operado a partir de este cambio

ecológico y procuró colocar a la disciplina en los pasos abiertos en esa dirección.

Quienes precedieron a Germani, en cambio, permanecería, por motivos que no vale

la pena recordar aquí, prácticamente ajenos a esta nueva cultura intelectual. El

conocimiento que tenían de la literatura sociológica norteamericana no iba más allá

de la primera generación de sociólogos norteamericanos, hasta Franklin Dic kins.

Fuera de eso ignoraban todo, y muy especialmente la tradición más empírica

desarrollada durante los 30 y 40. Esta ignorancia explica, quizás, en buena medida,

su declinación. Desde mediados de los años 40 Germani desarrolló una intensa y

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relativamente exitosa actividad editorial. Diseñó la biblioteca de ciencias sociales

más importante de sus años, aunque muchos de esos títulos ya no están en la

corriente principal de la sociología. Dirigió dos colecciones de libros, Ciencia y

Sociedad en la Editorial Abril, y Biblioteca de Sicología Social y sociología en la

Editorial Paidos. Tradujo y prologó un conjunto de obras extranjeras, se convirtió

en importador de una literatura relativamente desconocida en los medios

intelectuales locales que contribuía a dotar a la disciplina en particular, y a las

ciencias sociales en general, de un nuevo cuadro de referencia. Amplió las fronteras

de la sociología, abriéndola a diferentes tradiciones intelectuales como

disciplinarias. Su empresa editorial obró como un poderoso agente cultural e

institucional de difusión y legitimación de ideas de nuevos vocabularios y de nuevos

esquemas conceptuales. De esta manera preparó el camino para una reflexión más

general de la sociología, la arrancó de los límites de la cátedra, de los círculos

académicos y la instaló definitivamente en el teatro de la vida pública intelectual.

Hacia mediados de los 50, la creencia tanto entre las autoridades

gubernamentales como entre el gran público de que la sociología tenía algo para

decir, de que estaba en condiciones de hacer una contribución importante a los

problemas de la vida nacional, ya fue una creencia relativamente extendida. No fue

el inventor de la investigación empírica, que tiene la edad al menos de los primeros

censos nacionales, por su intermedio aquella, la investigación empírica fue

incorporada definitivamente a la formación profesional como carta de nobleza en la

enseñanza universitaria. Con un añadido: conectó la información de los diferentes

registros con una problemática bien precisa: las marchas y contramarchas del

desarrollo de la Argentina moderna.

Pero su liderazgo al frente de la disciplina duró muy poco: la paulatina

fractura del frente antiperonista, la radicalización política de los años 60 y la

revisión del peronismo comenzaron a restar legitimidad a una empresa que había

nacido bajo el signo de la revolución libertadora. Procuró dotar a la disciplina de

fundamentos más sólidos que los de la intuición por ocurrencia personal,

fundamentos que fuera intersubjetivos. Eran los años en que muchos creían que la

ciencia tenía un método, y que la sociología, si pretendía ingresar en la comunidad

científica, debía adoptar dicho método. Pero no fue tan lejos como para reducir la

ciencia a su versión naturalista y manipulativa. No obstante, él estaba convencido

de que la sociología, hija como era de la era científica, no podía desperdiciar lo que

ésta estaba en condiciones de ofrecerle. La sociología debía aprender de la ciencia

la virtud de la disciplina. Debía aprender a controlar y ordenar sus observaciones y

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aseveraciones. Debía aprender también a sopesar la calidad, rigor y solvencia de

sus aseveraciones. El provecho que la sociología podía extraer de la ciencia no

estaba sólo en el aprendizaje de las técnicas específicas sino también en el ideal de

una observación desapasionada. Intentó legitimar la sociología no solamente a

través de un argumento intelectual sino de una táctica organizacional, aunque

estaba profundamente convencido del poder de las ideas, era consciente sin

embargo de que las ideas necesitan un correlato institucional para poder

prevalecer. A través de su prolongada actividad editorial inició y defendió el

reclamo de la sociología a la legitimidad intelectual. Pero dado su convencimiento

de la importancia institucional procuró convencer no solamente al gran público de

que la nueva ciencia merecía una audiencia entre los educados, sino también de

que esa ciencia era merecedora de una nueva plaza, de una plaza fuerte en los

confines de la Universidad.

La naturaleza del peronismo como fenómeno político y social y su impacto

en la vida nacional fue su gran posición intelectual. En 1946 realizó su primer

ensayo de interpretación que reescribiría una y otra vez. Pronto el ensayo devino

en un clásico de la sociología latinoamericana, y motivó lo que posiblemente fue

uno de los debates académicos más importantes y sofisticados de nuestra

accidentada e inestable vida académica. Algunas de las tesituras de aquel ensayo,

bien lo sabemos, fueron corregidas en algunos casos, y refutadas en otros, su

estructura y composición, su modo de interrogación como la variedad de sus

dimensiones analíticas hacen de él, todavía hoy, un ejemplar de interpretación

sociológica de un fenómeno. Ahí están en principio sus dos elementos más

genera les: una interrogación sobre las causas, como sobre el sentido del fenómeno

examinado. ¿Con qué transformaciones de la estructura está vinculado este nuevo

agente político? ¿Cuál es su significado, a la luz de la experiencia social, política y

cultural de la sociedad en la que ha tenido lugar? Aquí está además el ademán

comparatista. ¿Cuáles son las similitudes y las diferencias entre el peronismo y los

fenómenos más próximos, del totalitarismo italiano y el alemán? Ahí hay también

una pregunta por el sentido de la acción: ¿qué motivos y qué razones tuvieron los

sectores populares para escoger un curso de acción que no estaba en las

expectativas de nadie? ¿En qué condiciones adoptaron ese curso de acción? ¿Qué

factor de orden social, cultural y político, patrones culturales, experiencias políticas

y sociales previas y memoria de esas experiencias previas militaron en esa

dirección? De algún modo ese ensayo seminal de Germani terminó demostrando el

carácter sumario de la llamada querella del positivismo, según la cual la acción de

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Argumentos, 5, junio de 2005 13

comprender y la de explicar un fenómeno social constituyen dos empresas

antitéticas. Pero no solamente fue un intérprete del peronismo, fue también un

observador lúcido y atento de la vida moderna y llegó a capturar en la línea de los

clásicos algunos de sus desarrollos más paradójicos. Así confió en que sólo un

mundo regido por la razón y la ciencia sería capaz de conjurar la experiencia del

totalitarismo que durante la primera mitad del siglo XX había torcido el rumbo de la

civilización occidental. Advirtió, sin embargo, que la existencia de un mundo

racionalizado conducía al predominio de una racionalidad instrumental, incapaz ya

de operar la distinción entre producción de instrumentos de vida y de instrumentos

de muerte. Estaba convencido de que el porvenir de la democracia se asentaba en

la secularización y en sus procesos conexos. Una diferenciación estructural y

funcional de las instituciones y un mayor grado de individuación. Reconoció, no

obstante, y con el tiempo, que la secula rización llegaría a convertirse en una

amenaza para la democracia, pues al volverlo todo objeto de elección terminaba

poniendo en cuestión ese núcleo normativo básico sin el cual la sociedad de los

hombres resulta una empresa casi imposible.

Si tuviéramos que clasificar la historia de la producción sociológica bien

podríamos encerrarla en cuatro grandes tipos ideales o géneros discursivos:

descriptivo, estético o expresivo, crítico o comprometido, y cognitivo o científico. La

finalidad del primero, descriptivo, es reseñar o tornar visibles determinados

fenómenos. La pobreza, el delito, etc. El segundo, expresivo o estético, procura en

cambio expresar o dar cuenta de cierto malestar en el mundo. Clásicos del género,

La rebelión de las masas, de Ortega y Gasset, La muchedumbre solitaria, de David

Riesta, y El miedo a la libertad, que tanto gustaba a Germani, de Erich Frohm. El

tercero, ético o comprometido, más próximo a la denuncia, busca combatir

determinadas formas de la vida social. El objetivo del cuarto consiste en plantear a

la materia histórica y social preguntas del tipo “¿por qué?”. Gino Germani no fue un

sociólogo empírico, como se ha dicho hasta el cansancio, si esto equivale a

identificar su producción intelectual con el género descriptivo, comentado hace un

momento. Por el contrario, fue un practicante ejemplar del género cognitivo o

científico. ¿Por qué en un momento dado la movilización popular adoptó fórmulas

políticas distintas a las convencionales? ¿Por qué en la Argentina la clase

trabajadora se sumó a un movimiento liderado por un caudillo militar? ¿Por qué la

secularización precedió al desarrollo económico? ¿Por qué la intervención militar en

el poder político terminó convirtiéndose en una pauta de la vida cívica y política

nacional? Germani entendió siempre a la sociología como un tipo de interrogación

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Argumentos, 5, junio de 2005 14

destinado a tornar comprensibles fenómenos en principio enigmáticos u opacos. La

fórmula que utilizó para describir su empresa, la de la sociología científica, sujeta a

innumerables malos entendidos, no quería significar, como tantas veces se ha

insinuado, una reducción de las ciencias sociales a las ciencias naturales, sino era

simplemente lo siguiente: en lugar de imputar el carácter enigmático de los

fenómenos a la existencia de elementos no menos enigmáticos (el carácter

nacional, el temperamento de los argentinos, o la sangre latina), procuró en cambio

explicarlos como el efecto de composición de determinados rasgos estructurales.

Ese gesto, creo, resume de la mejor manera posible la identidad y la vitalidad de

una figura que ya es parte de nuestra tradición intelectual.

Ana Lía Kornblit : bueno, creo que los diferentes expositores han enfatizado

algunos aspectos diferentes del libro y de la obra de Germani en general. Creo, sin

embargo, que nos debemos para el futuro una reflexión en relación con dónde está

presente y cómo está presente en este momento en el quehacer sociológico en la

Argentina la obra de Germani. Pero ese será tema de otro trabajo.

Quería ofrecerle a Ana el micrófono para que dijera algunas palabras.

Ana Germani: Primero quería agradecer a todas las personas que hicieron posible

este trabajo. En primer lugar este trabajo nace como un proyecto para la

Universidad de Buenos Aires, que me dio la primera beca, después la Biblioteca

Nacional siguió dándome otras posibilidades pero yo no me podía quedar en el país,

y tuvieron que acomodarse un poco los tiempos. Al Instituto Di Tella, a Torcuato Di

Tella, que se encargó varias veces de sacarme del paso porque era un trabajo que

llevaba muchos viajes y muchos sobrecargos de equipaje, él me ayudó para llevar

adelante esto. Lógicamente al entusiasmo de Giorgio Alberti por haberme

hospedado a mí y a mis seis valijas de archivo en la Universidad de Bologna, y

también por haber permitido la traducción del trabajo al italiano, el trabajo fue

también traducido al inglés por una Fundación de New Jersey. Y bueno, quería

aclarar una cosa que me pareció siempre particular, que a pesar de los cuarenta

años que Germani se fue de este país y de la verdadera brevedad de su proyecto,

como acaba de relatar Alejandro, el proyecto sigue muy vivo hasta ahora.

En realidad Germani se va de Argentina, no lo quería confesar así, pero

bueno, él extrañaba Argentina, no se lo había dicho nunca a nadie, pero en sus

cartas él extrañaba a Argentina y le faltaba la polémica, le faltaban las peleas con

la gente, al final. El dejó un archivo inmenso, en el cual las cartas demuestran

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cómo sigue participando en la vida cultural argentina. Tanto es así que en el 72

quiere reeditar su material, los trabajos que hizo con Maciel y otros, quiere

reeditarlos con la Editorial Paidos, bajo el nombre “Materiales empíricos para la

sociedad argentina”. Pero no logra finalizar esta tarea. También quisiera agradecer

muchísimo a todos los entrevistados -veo algunos acá presentes- que hicieron

posible reconstruir esta historia, y la paciencia que tuvieron muchos de ellos leer y

releer el mismo trabajo. El trabajo fue hecho intentando crear un diálogo

justamente entre este material de archivo y los entrevistados, a los cuales les daba

las fotos, los documentos, y se intentaba reconstruir la época. Para ser breve, como

decía Silvia Sigal, salen dos elementos, dos claves de lectura en estos documentos

y con las conversaciones con sus compañeros. Allí se ve un poco qué había por

detrás de su obra, qué había por dentro de su -si se puede decir así- imaginación

sociológica, que era bastante evidente que era plasmada por la crisis de la

democracias, las contradicciones de la modernidad, del fascismo. Y efectivamente

ya en sus primeras cartas que manda desde la cárcel en Roma, se ve un poco sus

preocupaciones principales, con una cierta ironía estaba convencido de que él no

había hecho nada, y se pregunta “¿O acaso las palabras constituyen delitos?”. Su

preocupación por la libertad. Por la libertad de expresión, lo aterrorizaba la

propaganda totalitaria y escribe en más de una ocasión que la uniformidad de la

etapa de la inteligencia equivale a la muerte de la inteligencia misma. Y para él el

fascismo como razón era el miedo a esta libertad. Y ahí adentro de esos artículos

que escribe en sus primeros artículos antifascistas, condivide la posición de Roscelli

de entender al totalitarismo como la crisis de las instituciones modernas, no como

una cosa al azar. Y toda su trayectoria va a estar dedicada a estudiar en los

procesos de modernización y cómo desembocan, las varias formas en que los

procesos de modernización pueden desembocar en fenómenos autoritarios.

El otro hilo conductor es justamente la importancia de la libertad de

expresión, también de la libertad académica, y yo creo que su obsesión de construir

una ciencia social científica, lejos de la ideología, estaba justamente ligada al

mismo temor del autoritarismo. Bueno, yo veo algunas personas que había

entrevistado, por ahí sería interesante abrir un pequeño debate entre nosotros...

Ana Lía Kornblit : No sé si alguien quiere decir alguna palabra, tomando la idea de

Ana.

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Giorgio Alberti: Lo que puedo decir es que la lectura del libro de Ana, para mi

experiencia personal, de mi relación con Gino en la primera parte de su vida,

verdaderamente ha llenado una especie de vacío intelectual y de comprensión de

mi parte, respecto a la producción de Gino en los años de Argentina y las cosas que

produjo después, y sobre todo ese último trabajo del cual habló Miguel Murmis. Yo

creo que ese es el gran mérito del libro de Ana, que me ha hecho entender en el

fondo, que Gino era mucho más que ese sociólogo “empírico”, que había importado

el estructural funcionalismo, pero que de alguna manera se reconocía en los años

70 como el traductor, el impulsor de un cierto tipo de sociología que en el fondo no

revelaba la profundidad del pensamiento sociológico y las preocupación sociológica

de alguien que en el fondo trataba de entender -como bien ilustró Alejandro

Blanco- algunos problemas fundamentales de la sociedad contemporánea a través

de la teoría de la modernización a la cual él contribuyó tanto. Y creo que toda la

biografía de Ana hace entender esta figura central de Germani como un hombre

liberal - y en ese sentido sería interesante compatibilizar con lo que decía Torcuato

- que demuestra su tolerancia frente a sus mismas afirmaciones. El termina ese

famoso artículo del cual hablaba Miguel Murmis con una frase que además revela

que está escribiendo ese artículo cuando ya está enfermo. Dice “Así veo las cosas.

Ojalá que me equivoque”.

Ana Germani: yo quería agradecer a la editorial por la edición, me gusta mucho

cómo salió, con las fotos y todo.

Torcuato Di Tella: Quería comentar sobre esto último de Giorgio, del liberalismo,

si es compatible con lo que yo había dicho según el marxismo. El marxismo acá en

la Argentina de Juan B. Justo, es totalmente compatible con el liberalismo. No así la

versión distorsionada, fundamentalista del marxismo.

Elena: Yo tuve la suerte de compartir las aulas de Universidad como estudiante con

Gino. Y eran años de tremenda efervescencia porque ingresamos en la Facultad y

casi inmediatamente estalló la Segunda Guerra Mundial. Entonces se mezclaban

todas nuestras inquietudes en el plano de lo cultural con todos los procesos

políticos que estaban ocurriendo en el mundo europeo, que involucraban a todos y

eran motivo de conversaciones en los corrillos y conversaciones en el Centro de

Estudiantes. En ese sentido puedo dar fe que Gino huía y rebatía permanentemente

cualquier manifestación de totalitarismo. Había una identificación absoluta en su

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Argumentos, 5, junio de 2005 17

forma de conducta en la defensa de la libertad en el derecho de cada uno de

expresarse sin violencia y sin agresividad hacia el otro acerca de qué es lo que

pensaba. Militamos más o menos en las mismas líneas, dentro del centro, no lo

puedo negar porque con Gino firmamos algunos documentos, junto con Eduardo

Prieto y algunos otros, expresando lo que pensábamos en nuestra militancia en el

Centro.

Ana ha captado profundamente esa necesidad de la observación de la

realidad, no de mirarla a través de prejuicios sino de tratar de desentrañar el

mensaje de la realidad. Esa vocación por la libertad y por la dignidad humana se

trasunta a lo largo de toda la obra. Quiero expresamente felicitar a Ana, porque yo

siempre me preguntaba cómo va a hacer Ana con todos estos disparates que cada

uno le va contando a propósito de los recuerdos, y tiene que desentrañar a

propósito de la pregunta que Ana le hace. Porque realmente fue un interrogatorio

muy largo al que nos sometió a todos, y a veces cuando parecía que íbamos a

contradecirnos en lo que habíamos dicho, Ana insistía y volvía a recordar a

propósito, sin decirnos, de lo que algún otro de los interrogados había dado

testimonio. Este es un libro que puede leer cualquiera, aunque no tenga ninguna

simpatía previa o ningún interés previo en Germani, porque es un reflejo de cómo

era esta sociedad en la que vivimos. Y es cierto, quizás, que Germani fue un

exiliado permanente, pero que también nos tocó vivir en una sociedad en la que sin

haber salido del país, muchos de nosotros vivíamos como exiliados. Entonces la

felicito a Ana más allá de la contribución que pueda hacer a la historia de la

sociología, eso se lo dejamos a otros, esta posibilidad de reflejar esta realidad que

ella no vivió y con la que uno se siente identificado cuando lee el libro, porque es

parte también de la vida de uno, que ha transcurrido y vivido simultáneamente con

él. Cuando estuvimos los dos en la Facultad peleábamos terriblemente por

cuestiones de presupuesto. Germani era muchísimo más hábil para conseguir el

presupuesto que necesitaba para afianzar su carrera. Y realmente fue un individuo

capaz de despertar en nosotros la inquietud por saber qué cosa era esta sociedad

en la que vivíamos. Así que permítanme que felicite a Ana como una de las

personas que convivió con Germani por haber sido capaz de hacer esta

reconstrucción en que se mezcla lo emocional con lo histórico y una objetividad que

envidio, porque no sé si yo hubiera sido capaz de abstraer el sentimiento filial de lo

que debía reflejar científicamente en el libro.

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Argumentos, 5, junio de 2005 18

Miguel Murmis: tengo presente la última foto del libro, el sociólogo en su primer

entrevista con la autora.

Ana Germani: bueno, yo vuelvo a agradecer a la gente que entrevisté porque la

reconstrucción de esa época fue muy interesante. Agradezco a la gente que tuvo la

paciencia de estar bajo mis interrogatorios, porque además de responder mis

preguntas también tenían que analizar documentos. También quería decir respecto

a los que no pude entrevistar, efectivamente falta una parte de la historia

institucional como podría haber sido la que estaba representada por Jorge

Graciarena, como bien dijo Miguel. Yo insistí, pero no pude lograr más que una

entrevista por teléfono. Traté de reconstruir algunas cosas sobre escritos de

Graciarena, pero eso no lo pude lograr.

Enrique Oteiza: No hay nada peor que participar y hacer un comentario cuando

uno llega al final, así que no voy a hacer un comentario acerca del libro, porque ya

se hicieron. Lamentablemente llegué tarde. Sí quisiera destacar la importancia

extraordinaria del trabajo que ha hecho Ana. He sido testigo de eso que ella

describió de manera muy somera de sus idas y vueltas en el período a lo largo del

cual le tocó realizar este trabajo con tantísimas dificultades tanto desde el punto de

vista laboral, económico, familiar, de los dos lados del Atlántico. Y esto es

particularmente importante porque nos deja un legado para la historia intelectual y

científica de las ciencias sociales en la Argentina que es invalorable. Haciendo una

pequeña revisión de materiales disponibles para el estudio de las ciencias sociales

en América Latina, con motivo del 30 aniversario de CLACSO, pude constatar que

faltaban de una manera muy notorias las historias intelectuales ligadas a historias

de vida. En Argentina faltan historias longitudinales sobre el desarrollo de las

ciencias sociales, así como en general trabajos sobre la contribución intelectual y la

vida desde el punto de vista de la historia, a lo largo de la historia, de figuras que

fueron decisivas en el desarrollo de estas disciplinas científicas en el campo de las

ciencias naturales y sociales en el país. Esto es muy chocante cuando uno trabaja

con este tipo de materiales: se trata de revisar algo relacionado con la historia,

estudios sociales de la ciencia y la tecnología. Creo que esto se relaciona con la

historia argentina tan accidentada, tan conflictuada, con tantas amputaciones, con

tantas emigraciones intelectuales, interrupciones funcionales. Cuando realicé ese

examen de las tres décadas vi por ejemplo que hubo tres momentos de producción

que fueron importantes desde una perspectiva (llamémosle de sociología de las

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Argumentos, 5, junio de 2005 19

ciencias sociales), sobre las ciencias sociales latinoamericanas. La primera fue

precisamente en la que Germani hizo su trabajo sobre la sociología

latinoamericana, Florestán Fernández el suyo, hubo un trabajo muy clásico sobre

las ciencias políticas en América Latina, varios trabajos que fueron primeras

contribuciones de examen desde la perspectiva de la sociología del conocimiento,

del desarrollo en la Argentina de la emergencia de esas ciencias sociales

latinoamericanas, realizadas en América Latina, que encaraban problemáticas

latinoamericanas, encontraban un camino sin encerrarse en el provincialismo,

hacían contribuciones inéditas, creaban formas y perspectivas de análisis distintas

de las directamente trasladadas desde los países centrales. Unos años después

hubo otra oleada de trabajos de ese tipo, tres décadas después otra. Y viendo los

trabajos desde los más recientes hacia atrás, la constatación en alguna medida

deprimente que pude realizar fue que los trabajos más recientes se habían

realizado sin conocer las dos oleadas de las contribuciones anteriores. No habían

tenido acceso a esa bibliografía. Que no había sido editada, en su gran mayoría, por

editoriales con capacidad de distribución en la región, que se habían perdido en las

bibliotecas, la forma de enseñanza también estimula poco la revisión y la búsqueda

de perspectiva, de manera que cada vez era como un recomienzo desde

plataformas distintas, de desarrollo epistemológico, etc., de cada uno de los

períodos, pero sin acumulación. De manera que un trabajo de este tipo, como el

que ha hecho Ana, me parece una contribución fundamental para el desarrollo de

las ciencias sociales en la región, y poder examinarlas de una manera crítica.

Muchas gracias.

Miguel Murmis: Estábamos hablando del libro de Ana Germani, no estamos, en

principio, hablando sobre Germani. Y hay un tema que se escuchó acá más a

propósito de Germani que del libro de Ana, que es la cuestión del socialismo

literario. Sin duda Germani leyó a Roselli, creo que es importante incorporar a esta

discusión algo que está esbozado en el libro de Ana pero no está desarrollado. Que

es que no había un frente de liberales que luchaban contra la dictadura. No había

tampoco, como aquí el colega de izquierda acaba de decir, un marxismo

estereotipado y frente a eso un marxismo liberal. Si algo aportaron las ciencias

sociales en América Latina fue la existencia de un marxismo creativo, no liberal y

no estereotipado. Germani lo conoció, Germani tenía relación directa con Florestán

Fernández, esto me parece que está un poco desdibujado en el libro de Ana, pero

Florestán Fernández siguió siendo marxista hasta el día de su muerte. Un marxista

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Argumentos, 5, junio de 2005 20

que supo construir alguno de los trabajos científicos más importantes de Brasil, y

en eso se parecía a Germani, que podía tener un diálogo con Germani, pero se

asentaban en bases distintas. González Casanova puede haber tenido muchos

defectos o virtudes, pero no tuvo la característica de ser liberal en ninguna de sus

etapas. Creo que incluye también a Fernando Enrique Cardozo, un hombre que

construyó su pensamiento a partir del Partido Comunista, y luego fue

evolucionando. Pero creo que esto es tan importante para captar el ambiente

intelectual en el que se movía Germani, que creo que está presente en el libro de

Ana, pero no está presente con todas las diferenciaciones quizás pueden parecer

lujo de clasificadores, pero que hicieron a la riqueza de ese momento. Yo creo que

es tan importante entender que Germani trabajaba con José Luis y pensaba

totalmente distinto que él. No fue el proceso de pensamiento único, que empieza a

aparecer ahora. El pensamiento único de un amigo, pero el pensamiento único es

muy malo, sea de los amigos o sea de los enemigos. Germani no representó eso. Y

acá hay una característica muy importante, que alguna gente que trabajó más

cerca de Germani la vivió, alguna otra gente la vivió, yo tuve la desgracia de vivirla

en alguna oportunidad: como ocurre con tantos luchadores por la libertad y la

democracia, Germani en los tratos personales no era tan libertario y democrático. Y

eso también es parte del proceso de comprensión. Es un señor que hizo este

proceso de construcción utilizando muchas veces relaciones de no libertad y no

democracia con la gente con la que trabajaba. “Eso del peronismo, Murmis, no le

importa a nadie”. O “Eso de los intelectuales no le importa a nadie, no tiene por

qué estudiarlo”. Si quieren estudiar, o las comunidades rurales o las elecciones en

Brasil. Yo creo que es muy importante incorporar estas dimensiones cuando

analizamos estos temas. No hay un pensamiento predominante, no hay un líder

que expone ese pensamiento y los demás lo siguen, hay luchas. Algunas de esas

luchas no fueron buenas, muchas de esas luchas fueron buenas. El Instituto de

Sociología, como decía Ana hace un rato, le dio a Germani discusión, el conflicto fue

demasiado y se fue. Decía ella que de algún modo extrañaba esto cuando estaba

afuera. En realidad haciendo referencia a dos momentos que están muy claros en el

libro de Ana y que llevan a preguntarse no ya cómo fue la trayectoria intelectual de

Germani sino incluso su trayectoria emotiva y como decíamos antes, cultural.

Nuestra cultura grecolatina es muy superior a la anglosajona. Nosotros tenemos

mucha más tradición de riqueza intelectual. Esto no lo dijo ningún hombre

tradicionalista de la Argentina o de Italia, esto lo dijo Germani. A lo largo de su vida

mantuvo esa actitud frente a la cultura anglosajona. Y cuando llega al momento

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que va nada a menos que Harvard (el 92% de los intelectuales del mundo sueña

con estar en Harvard) se sienta mirando para el costado. No lo he visto pero me lo

imagino. Ese es otro de los elementos, como comentaban Alejandro y Silvia, que

daba diversidad al programa. No sólo no era el pensamiento único sino que

tampoco era el expositor del pensamiento norteamericano identificado con el

american way of life. Y era realmente un hombre que peleaba y hacía pelear.

Ana Germani: bueno, a propósito del departamento de Harvard, si tienen un poco

de paciencia les leo una pequeña parte de una carta que escribió Germani donde

ahí designa al Departamento de Sociología de Harvard como “la organización de la

espontaneidad”. El decía, “todo este desarrollo de acuerdo al recuadro, chistes y

palabras idiotas de Hoffman, no es menos Parsons, alcohol y la gente habla siempre

más fuerte, dice cosas incomprensibles, se ríen, se tocan, hacen como si fuesen

realmente de carne y hueso. Pero es una ilusión alcohólica, dentro de pocas horas

quedarán sólo las sombras, los robots de siempre, serán vacíos, posiblemente

cuando llegan a sus casas se aflojan como bolsas vacías se colocan

automáticamente en los armarios hasta que alguien los activa a la mañana

siguiente. Tal vez pertenecen algunos al último modelo con reactivación automática

incorporada, con lo cual basta que se despierta con el despertador y así reanuda su

funcionamiento diario”.

Ana Lía Kornblit: Bueno, ya que no hay más comentarios, cerramos el panel.

Agradecemos mucho a los expositores y muchas gracias a la Universidad de

Bologna.