43
Giovedì, 09.07.2015 N. 0551 Pubblicazione: EMBARGO FINO AL MOMENTO IN CUI IL TESTO È PRONUNCIATO CONFRONTA CON TESTO PRONUNCIATO Sommario: Viaggio Apostolico di Sua Santità Francesco in Ecuador, Bolivia e Paraguay (5-13 luglio 2015) – Partecipazione al II Incontro Mondiale dei Movimenti Popolari a Santa Cruz de la Sierra Viaggio Apostolico di Sua Santità Francesco in Ecuador, Bolivia e Paraguay (5-13 luglio 2015) – Partecipazione al II Incontro Mondiale dei Movimenti Popolari a Santa Cruz de la Sierra Partecipazione al II Incontro Mondiale dei Movimenti Popolari all’Expo Feria di Santa Cruz de la Sierra Discorso del Santo Padre Traduzione in lingua italiana Traduzione in lingua inglese Traduzione in lingua francese Traduzione in lingua tedesca Traduzione in lingua portoghese Alle ore 17.30 di questo pomeriggio, presso il centro fieristico Expo Feria di Santa Cruz de la Sierra, il Santo Padre Francesco partecipa al II Incontro Mondiale dei Movimenti Popolari, organizzato in collaborazione con il Pontificio Consiglio della Giustizia e della Pace e con la Pontificia Academia delle Scienze Sociali, e che fa seguito al primo appuntamento tenuto in Vaticano dal 27 al 29 ottobre del 2014. Al Papa viene consegnato il Documento conclusivo, che poi è presentato ai Delegati dei movimenti popolari di tutto il mondo partecipanti all’Incontro. Dopo il discorso del Presidente della Bolivia Evo Morales, Papa Francesco pronuncia il discorso che riportiamo di seguito:

Francisco-Santa-Cruz.pdf

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Francisco-Santa-Cruz.pdf

Giovedì, 09.07.2015

N. 0551 Pubblicazione: EMBARGO FINO AL MOMENTO IN CUI IL TESTO È PRONUNCIATO CONFRONTA CON TESTO PRONUNCIATO Sommario: ♦ Viaggio Apostolico di Sua Santità Francesco in Ecuador, Bolivia e Paraguay (5-13

luglio 2015) – Partecipazione al II Incontro Mondiale dei Movimenti Popolari a Santa Cruz de la Sierra

♦ Viaggio Apostolico di Sua Santità Francesco in Ecuador, Bolivia

e Paraguay (5-13 luglio 2015) – Partecipazione al II Incontro Mondiale dei Movimenti Popolari a Santa Cruz de la Sierra

Partecipazione al II Incontro Mondiale dei Movimenti Popolari all’Expo Feria di Santa Cruz de la Sierra

Discorso del Santo Padre Traduzione in lingua italiana Traduzione in lingua inglese Traduzione in lingua francese Traduzione in lingua tedesca Traduzione in lingua portoghese

Alle ore 17.30 di questo pomeriggio, presso il centro fieristico Expo Feria di Santa Cruz de la Sierra, il Santo Padre Francesco partecipa al II Incontro Mondiale dei Movimenti Popolari, organizzato in collaborazione con il Pontificio Consiglio della Giustizia e della Pace e con la Pontificia Academia delle Scienze Sociali, e che fa seguito al primo appuntamento tenuto in Vaticano dal 27 al 29 ottobre del 2014. Al Papa viene consegnato il Documento conclusivo, che poi è presentato ai Delegati dei movimenti popolari di tutto il mondo partecipanti all’Incontro. Dopo il discorso del Presidente della Bolivia Evo Morales, Papa Francesco pronuncia il discorso che riportiamo di seguito:

Page 2: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

2

Discorso del Santo Padre

Buenas tardes a todos. Hace algunos meses nos reunimos en Roma y tengo presente ese primer encuentro nuestro.

Durante este tiempo los he llevado en mi corazón y oraciones. Me alegra verlos de nuevo aquí, debatiendo los mejores caminos para superar las graves situaciones de injusticia que sufren los excluidos en todo el mundo. Gracias Señor Presidente Evo Morales por acompañar tan decididamente este Encuentro.

Aquella vez en Roma sentí algo muy lindo: fraternidad, garra, entrega, sed de justicia. Hoy, en Santa Cruz de la Sierra, vuelvo a sentir lo mismo. Gracias por eso. También he sabido por medio del Pontificio Consejo Justicia y Paz que preside el Cardenal Turkson, que son muchos en la Iglesia los que se sienten más cercanos a los movimientos populares. ¡Me alegra tanto! Ver la Iglesia con las puertas abiertas a todos Ustedes, que se involucre, acompañe y logre sistematizar en cada diócesis, en cada Comisión de Justicia y Paz, una colaboración real, permanente y comprometida con los movimientos populares. Los invito a todos, Obispos, sacerdotes y laicos, junto a las organizaciones sociales de las periferias urbanas y rurales, a profundizar ese encuentro.

Dios permite que hoy nos veamos otra vez. La Biblia nos recuerda que Dios escucha el clamor de su pueblo y quisiera yo también volver a unir mi voz a la de Ustedes: tierra, techo y trabajo para todos nuestros hermanos y hermanas. Lo dije y lo repito: son derechos sagrados. Vale la pena, vale la pena luchar por ellos. Que el clamor de los excluidos se escuche en América Latina y en toda la tierra. 1. Empecemos reconociendo que necesitamos un cambio. Quiero aclarar, para que no haya malos entendidos, que hablo de los problemas comunes de todos los latinoamericanos y, en general, de toda la humanidad. Problemas que tienen una matriz global y que hoy ningún Estado puede resolver por sí mismo. Hecha esta aclaración, propongo que nos hagamos estas preguntas: - ¿Reconocemos que las cosas no andan bien en un mundo donde hay tantos campesinos sin tierra, tantas familias sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas heridas en su dignidad? - ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando estallan tantas guerras sin sentido y la violencia fratricida se adueña hasta de nuestros barrios? ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando el suelo, el agua, el aire y todos los seres de la creación están bajo permanente amenaza?

Entonces, digámoslo sin miedo: necesitamos y queremos un cambio. Ustedes –en sus cartas y en nuestros encuentros– me han relatado las múltiples exclusiones e

injusticias que sufren en cada actividad laboral, en cada barrio, en cada territorio. Son tantas y tan diversas como tantas y diversas sus formas de enfrentarlas. Hay, sin embargo, un hilo invisible que une cada una de esas exclusiones, ¿podemos reconocerlo? Porque no se trata de cuestiones aisladas. Me pregunto si somos capaces de reconocer que estas realidades destructoras responden a un sistema que se ha hecho global. ¿Reconocemos que este sistema ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier costo sin pensar en la exclusión social o la destrucción de la naturaleza?

Si es así, insisto, digámoslo sin miedo: queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los Pueblos… Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana Madre Tierra como decía San Francisco.

Queremos un cambio en nuestras vidas, en nuestros barrios, en el pago chico, en nuestra realidad más cercana; también un cambio que toque al mundo entero porque hoy la interdependencia planetaria requiere respuestas globales a los problemas locales. La globalización de la esperanza, que nace de los Pueblos y crece entre los pobres, debe sustituir esta globalización de la exclusión y la indiferencia.

Quisiera hoy reflexionar con Ustedes sobre el cambio que queremos y necesitamos. Saben que escribí recientemente sobre los problemas del cambio climático. Pero, esta vez, quiero hablar de

Page 3: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

3

un cambio en el otro sentido. Un cambio positivo, un cambio que nos haga bien, un cambio –podríamos decir– redentor. Porque lo necesitamos. Sé que Ustedes buscan un cambio y no sólo ustedes: en los distintos encuentros, en los distintos viajes he comprobado que existe una espera, una fuerte búsqueda, un anhelo de cambio en todos los Pueblos del mundo. Incluso dentro de esa minoría cada vez más reducida que cree beneficiarse con este sistema reina la insatisfacción y especialmente la tristeza. Muchos esperan un cambio que los libere de esa tristeza individualista que esclaviza.

El tiempo, hermanos, hermanas, el tiempo parece que se estuviera agotando; no alcanzó el pelearnos entre nosotros, sino que hasta nos ensañamos con nuestra casa. Hoy la comunidad científica acepta lo que hace ya desde hace mucho tiempo denuncian los humildes: se están produciendo daños tal vez irreversibles en el ecosistema. Se está castigando a la tierra, a los pueblos y las personas de un modo casi salvaje. Y detrás de tanto dolor, tanta muerte y destrucción, se huele el tufo de eso que Basilio de Cesarea llamaba «el estiércol del diablo». La ambición desenfrenada de dinero que gobierna. El servicio para el bien común queda relegado. Cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo, destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo y, como vemos, incluso pone en riesgo esta nuestra casa común.

No quiero extenderme describiendo los efectos malignos de esta sutil dictadura: ustedes los conocen. Tampoco basta con señalar las causas estructurales del drama social y ambiental contemporáneo. Sufrimos cierto exceso de diagnóstico que a veces nos lleva a un pesimismo charlatán o a regodearnos en lo negativo. Al ver la crónica negra de cada día, creemos que no hay nada que se puede hacer salvo cuidarse a uno mismo y al pequeño círculo de la familia y los afectos.

¿Qué puedo hacer yo, cartonero, catadora, pepenador, recicladora frente a tantos problemas si apenas gano para comer? ¿Qué puedo hacer yo artesano, vendedor ambulante, transportista, trabajador excluido si ni siquiera tengo derechos laborales? ¿Qué puedo hacer yo, campesina, indígena, pescador que apenas puedo resistir el avasallamiento de las grandes corporaciones? ¿Qué puedo hacer yo desde mi villa, mi chabola, mi población, mi rancherío cuando soy diariamente discriminado y marginado? ¿Qué puede hacer ese estudiante, ese joven, ese militante, ese misionero que patea las barriadas y los parajes con el corazón lleno de sueños pero casi sin ninguna solución para mis problemas? ¡Mucho! Pueden hacer mucho. Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de «las tres T» (trabajo, techo, tierra) y también, en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio, nacionales, regionales y mundiales. ¡No se achiquen! 2. Ustedes son sembradores de cambio. Aquí en Bolivia he escuchado una frase que me gusta mucho: «proceso de cambio». El cambio concebido no como algo que un día llegará porque se impuso tal o cual opción política o porque se instauró tal o cual estructura social. Sabemos dolorosamente que un cambio de estructuras que no viene acompañado de una sincera conversión de las actitudes y del corazón termina a la larga o a la corta por burocratizarse, corromperse y sucumbir. Por eso me gusta tanto la imagen del proceso, donde la pasión por sembrar, por regar serenamente lo que otros verán florecer, remplaza la ansiedad por ocupar todos los espacios de poder disponibles y ver resultados inmediatos. Cada uno de nosotros no es más que parte de un todo complejo y diverso interactuando en el tiempo: pueblos que luchan por una significación, por un destino, por vivir con dignidad, por «vivir bien».

Ustedes, desde los movimientos populares, asumen las labores de siempre motivados por el amor fraterno que se revela contra la injusticia social. Cuando miramos el rostro de los que sufren,

Page 4: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

4

el rostro del campesino amenazado, del trabajador excluido, del indígena oprimido, de la familia sin techo, del migrante perseguido, del joven desocupado, del niño explotado, de la madre que perdió a su hijo en un tiroteo porque el barrio fue copado por el narcotráfico, del padre que perdió a su hija porque fue sometida a la esclavitud; cuando recordamos esos «rostros y nombres» se nos estremecen las entrañas frente a tanto dolor y nos conmovemos… Porque «hemos visto y oído», no la fría estadística sino las heridas de la humanidad doliente, nuestras heridas, nuestra carne. Eso es muy distinto a la teorización abstracta o la indignación elegante. Eso nos conmueve, nos mueve y buscamos al otro para movernos juntos. Esa emoción hecha acción comunitaria no se comprende únicamente con la razón: tiene un plus de sentido que sólo los pueblos entienden y que da su mística particular a los verdaderos movimientos populares.

Ustedes viven cada día, empapados, en el nudo de la tormenta humana. Me han hablado de sus causas, me han hecho parte de sus luchas y yo se los agradezco. Ustedes, queridos hermanos, trabajan muchas veces en lo pequeño, en lo cercano, en la realidad injusta que se les impuso y a la que no se resignan, oponiendo una resistencia activa al sistema idolátrico que excluye, degrada y mata. Los he visto trabajar incansablemente por la tierra y la agricultura campesina, por sus territorios y comunidades, por la dignificación de la economía popular, por la integración urbana de sus villas y asentamientos, por la autoconstrucción de viviendas y el desarrollo de infraestructura barrial, y en tantas actividades comunitarias que tienden a la reafirmación de algo tan elemental e innegablemente necesario como el derecho a «las tres T»: tierra, techo y trabajo.

Ese arraigo al barrio, a la tierra, al territorio, al oficio, al gremio, ese reconocerse en el rostro del otro, esa proximidad del día a día, con sus miserias y sus heroísmos cotidianos, es lo que permite ejercer el mandato del amor, no a partir de ideas o conceptos sino a partir del encuentro genuino entre personas, porque ni los conceptos ni las ideas se aman; se aman las personas. La entrega, la verdadera entrega surge del amor a hombres y mujeres, niños y ancianos, pueblos y comunidades… rostros y nombres que llenan el corazón. De esas semillas de esperanza sembradas pacientemente en las periferias olvidadas del planeta, de esos brotes de ternura que lucha por subsistir en la oscuridad de la exclusión, crecerán árboles grandes, surgirán bosques tupidos de esperanza para oxigenar este mundo.

Veo con alegría que ustedes trabajan en lo cercano, cuidando los brotes; pero, a la vez, con una perspectiva más amplia, protegiendo la arboleda. Trabajan en una perspectiva que no sólo aborda la realidad sectorial que cada uno de ustedes representa y a la que felizmente está arraigado, sino que también buscan resolver de raíz los problemas generales de pobreza, desigualdad y exclusión.

Los felicito por eso. Es imprescindible que, junto a la reivindicación de sus legítimos derechos, los Pueblos y sus organizaciones sociales construyan una alternativa humana a la globalización excluyente. Ustedes son sembradores del cambio. Que Dios les dé coraje, alegría, perseverancia y pasión para seguir sembrando. Tengan la certeza que tarde o temprano vamos de ver los frutos. A los dirigentes les pido: sean creativos y nunca pierdan el arraigo a lo cercano, porque el padre de la mentira sabe usurpar palabras nobles, promover modas intelectuales y adoptar poses ideológicas, pero si ustedes construyen sobre bases sólidas, sobre las necesidades reales y la experiencia viva de sus hermanos, de los campesinos e indígenas, de los trabajadores excluidos y las familias marginadas, seguramente no se van a equivocar.

La Iglesia no puede ni debe ser ajena a este proceso en el anuncio del Evangelio. Muchos sacerdotes y agentes pastorales cumplen una enorme tarea acompañando y promoviendo a los excluidos en todo el mundo, junto a cooperativas, impulsando emprendimientos, construyendo viviendas, trabajando abnegadamente en los campos de la salud, el deporte y la educación. Estoy convencido que la colaboración respetuosa con los movimientos populares puede potenciar estos esfuerzos y fortalecer los procesos de cambio.

Tengamos siempre en el corazón a la Virgen María, una humilde muchacha de un pequeño pueblo perdido en la periferia de un gran imperio, una madre sin techo que supo transformar una

Page 5: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

5

cueva de animales en la casa de Jesús con unos pañales y una montaña de ternura. María es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia. Rezo a la Virgen María, a la que el pueblo boliviano se confía con fervor, para que permita que este Encuentro nuestro sea fermento de cambio. 3. Por último quisiera que pensemos juntos algunas tareas importantes para este momento histórico, porque queremos un cambio positivo para el bien de todos nuestros hermanos y hermanas, eso lo sabemos. Queremos un cambio que se enriquezca con el trabajo mancomunado de los gobiernos, los movimientos populares y otras fuerzas sociales, eso también lo sabemos. Pero no es tan fácil definir el contenido del cambio, podría decirse, el programa social que refleje este proyecto de fraternidad y justicia que esperamos. En ese sentido, no esperen de este Papa una receta. Ni el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio de la interpretación de la realidad social ni la propuesta de soluciones a los problemas contemporáneos. Me atrevería a decir que no existe una receta. La historia la construyen las generaciones que se suceden en el marco de pueblos que marchan buscando su propio camino y respetando los valores que Dios puso en el corazón.

Quisiera, sin embargo, proponer tres grandes tareas que requieren el decisivo aporte del conjunto de los movimientos populares: 3.1. La primera tarea es poner la economía al servicio de los Pueblos: Los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero. Digamos NO a una economía de exclusión e inequidad donde el dinero reina en lugar de servir. Esa economía mata. Esa economía excluye. Esa economía destruye la Madre Tierra.

La economía no debería ser un mecanismo de acumulación sino la adecuada administración de la casa común. Eso implica cuidar celosamente la casa y distribuir adecuadamente los bienes entre todos. Su objeto no es únicamente asegurar la comida o un “decoroso sustento”. Ni siquiera, aunque ya sería un gran paso, garantizar el acceso a «las tres T» por las que ustedes luchan. Una economía verdaderamente comunitaria, podría decir, una economía de inspiración cristiana, debe garantizar a los pueblos dignidad «prosperidad sin exceptuar bien alguno».1 Esto implica «las tres T» pero también acceso a la educación, la salud, la inovación, las manifestaciones artísticas y culturales, la comunicación, el deporte y la recreación. Una economía justa debe crear las condiciones para que cada persona pueda gozar de una infancia sin carencias, desarrollar sus talentos durante la juventud, trabajar con plenos derechos durante los años de actividad y acceder a una digna jubilación en la ancianidad. Es una economía donde el ser humano en armonía con la naturaleza, estructura todo el sistema de producción y distribución para que las capacidades y las necesidades de cada uno encuentren un cauce adecuado en el ser social. Ustedes, y también otros pueblos, resumen este anhelo de una manera simple y bella: «vivir bien».

Esta economía no es sólo deseable y necesaria sino también posible. No es una utopía ni una fantasía. Es una perspectiva extremadamente realista. Podemos lograrlo. Los recursos disponibles en el mundo, fruto del trabajo intergeneracional de los pueblos y los dones de la creación, son más que suficientes para el desarrollo integral de «todos los hombres y todo el hombre».2 El problema, en cambio, es otro. Existe un sistema con otros objetivos. Un sistema que a pesar de acelerar irresponsablemente los ritmos de la producción, a pesar de implementar métodos en la industria y la agricultura que dañan la Madre Tierra en aras de la «productividad», sigue negándoles a miles de millones de hermanos los más elementales derechos económicos, sociales y culturales. Ese sistema atenta contra el proyecto de Jesús.

La distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano no es mera filantropía. Es un deber moral. Para los cristianos, la carga es aún más fuerte: es un mandamiento. Se trata de devolverles a los pobres y a los pueblos lo que les pertenece. El destino universal de los bienes no es un adorno discursivo de la doctrina social de la Iglesia. Es una realidad anterior a la propiedad privada. La propiedad, muy en especial cuando afecta los recursos naturales, debe estar siempre en

Page 6: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

6

función de las necesidades de los pueblos. Y estas necesidades no se limitan al consumo. No basta con dejar caer algunas gotas cuando lo pobres agitan esa copa que nunca derrama por si sola. Los planes asistenciales que atienden ciertas urgencias sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Nunca podrán sustituir la verdadera inclusión: ésa que da el trabajo digno, libre, creativo, participativo y solidario.

En este camino, los movimientos populares tienen un rol esencial, no sólo exigiendo y reclamando, sino fundamentalmente creando. Ustedes son poetas sociales: creadores de trabajo, constructores de viviendas, productores de alimentos, sobre todo para los descartados por el mercado mundial.

He conocido de cerca distintas experiencias donde los trabajadores unidos en cooperativas y otras formas de organización comunitaria lograron crear trabajo donde sólo había sobras de la economía idolátrica. Las empresas recuperadas, las ferias francas y las cooperativas de cartoneros son ejemplos de esa economía popular que surge de la exclusión y, de a poquito, con esfuerzo y paciencia, adopta formas solidarias que la dignifican. ¡Qué distinto es eso a que los descartados por el mercado formal sean explotados como esclavos!

Los gobiernos que asumen como propia la tarea de poner la economía al servicio de los pueblos deben promover el fortalecimiento, mejoramiento, coordinación y expansión de estas formas de economía popular y producción comunitaria. Esto implica mejorar los procesos de trabajo, proveer infraestructura adecuada y garantizar plenos derechos a los trabajadores de este sector alternativo. Cuando Estado y organizaciones sociales asumen juntos la misión de «las tres T» se activan los principios de solidaridad y subsidiariedad que permiten edificar el bien común en una democracia plena y participativa. 3.2. La segunda tarea es unir nuestros Pueblos en el camino de la paz y la justicia.

Los pueblos del mundo quieren ser artífices de su propio destino. Quieren transitar en paz su marcha hacia la justicia. No quieren tutelajes ni injerencias donde el más fuerte subordina al más débil. Quieren que su cultura, su idioma, sus procesos sociales y tradiciones religiosas sean respetados. Ningún poder fáctico o constituido tiene derecho a privar a los países pobres del pleno ejercicio de su soberanía y, cuando lo hacen, vemos nuevas formas de colonialismo que afectan seriamente las posibilidades de paz y de justicia porque «la paz se funda no sólo en el respeto de los derechos del hombre, sino también en los derechos de los pueblos particularmente el derecho a la independencia».3

Los pueblos de Latinoamérica parieron dolorosamente su independencia política y, desde entonces llevan casi dos siglos de una historia dramática y llena de contradicciones intentando conquistar una independencia plena.

En estos últimos años, después de tantos desencuentros, muchos países latinoamericanos han visto crecer la fraternidad entre sus pueblos. Los gobiernos de la Región aunaron esfuerzos para hacer respetar su soberanía, la de cada país y la del conjunto regional, que tan bellamente, como nuestros Padres de antaño, llaman la «Patria Grande». Les pido a ustedes, hermanos y hermanas de los movimientos populares, que cuiden y acrecienten esa unidad. Mantener la unidad frente a todo intento de división es necesario para que la región crezca en paz y justicia.

A pesar de estos avances, todavía subsisten factores que atentan contra este desarrollo humano equitativo y coartan la soberanía de los países de la «Patria Grande» y otras latitudes del planeta. El nuevo colonialismo adopta distintas fachadas. A veces, es el poder anónimo del ídolo dinero: corporaciones, prestamistas, algunos tratados denominados «de libres comercio» y la imposición de medidas de «austeridad» que siempre ajustan el cinturón de los trabajadores y de los pobres. Los obispos latinoamericanos lo denuncian con total claridad en el documento de Aparecida cuando afirman que «las instituciones financieras y las empresas transnacionales se fortalecen al punto de subordinar las economías locales, sobre todo, debilitando a los Estados, que aparecen cada vez más impotentes para llevar adelante proyectos de desarrollo al servicio de sus

Page 7: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

7

poblaciones».4 En otras ocasiones, bajo el noble ropaje de la lucha contra la corrupción, el narcotráfico o el terrorismo –graves males de nuestros tiempos que requieren una acción internacional coordinada– vemos que se impone a los Estados medidas que poco tienen que ver con la resolución de esas problemáticas y muchas veces empeora las cosas.

Del mismo modo, la concentración monopólica de los medios de comunicación social que pretende imponer pautas alienantes de consumo y cierta uniformidad cultural es otra de las formas que adopta el nuevo colonialismo. Es el colonialismo ideológico. Como dicen los Obispos de Africa, muchas veces se pretende convertir a los países pobres en «piezas de un mecanismo y de un engranaje gigantesco».5

Hay que reconocer que ninguno de los graves problemas de la humanidad se puede resolver sin interacción entre los Estados y los pueblos a nivel internacional. Todo acto de envergadura realizado en una parte del planeta repercute en el todo en términos económicos, ecológicos, sociales y culturales. Hasta el crimen y la violencia se han globalizado. Por ello ningún gobierno puede actuar al margen de una responsabilidad común. Si realmente queremos un cambio positivo, tenemos que asumir humildemente nuestra interdependencia. Pero interacción no es sinónimo de imposición, no es subordinación de unos en función de los intereses de otros. El colonialismo, nuevo y viejo, que reduce a los países pobres a meros proveedores de materia prima y trabajo barato, engendra violencia, miseria, migraciones forzadas y todos los males que vienen de la mano… precisamente porque al poner la periferia en función del centro les niega el derecho a un desarrollo integral. Eso es inequidad y la inequidad genera violencia que no habrá recursos policiales, militares o de inteligencia capaces de detener.

Digamos NO a las viejas y nuevas formas de colonialismo. Digamos SÍ al encuentro entre pueblos y culturas. Felices los que trabajan por la paz.

Aquí quiero detenerme en un tema importante. Porque alguno podrá decir, con derecho, que «cuando el Papa habla del colonialismo se olvida de ciertas acciones de la Iglesia». Les digo, con pesar: se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios. Lo han reconocido mis antecesores, lo ha dicho el CELAM y también quiero decirlo. Al igual que san Juan Pablo II pido que la Iglesia «se postre ante Dios e implore perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos».6 Y quiero decirles, quiero ser muy claro, como lo fue san Juan Pablo II: pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América.

También les pido a todos, creyentes y no creyentes, que se acuerden de tantos Obispos, sacerdotes y laicos que predicaron y predican la buena noticia de Jesús con coraje y mansedumbre, respeto y en paz; que en su paso por esta vida dejaron conmovedoras obras de promoción humana y de amor, muchas veces junto a los pueblos indígenas o acompañando a los propios movimientos populares incluso hasta el martirio. La Iglesia, sus hijos e hijas, son una parte de la identidad de los pueblos en latinoamericana. Identidad que tanto aquí como en otros países algunos poderes se empeñan en borrar, tal vez porque nuestra fe es revolucionaria, porque nuestra fe desafía la tiranía del idolo dinero. Hoy vemos con espanto como en Medio Oriente y otros lugares del mundo se persigue, se tortura, se asesina a muchos hermanos nuestros por su fe en Jesús. Eso también debemos denunciarlo: dentro de esta tercera guerra mundial en cuotas que vivimos, hay una especie de genocidio en marcha que debe cesar.

A los hermanos y hermanas del movimiento indígena latinoamericano, déjenme trasmitirle mi más hondo cariño y felicitarlos por buscar la conjunción de sus pueblos y culturas, eso que yo llamo poliedro, una forma de convivencia donde las partes conservan su identidad construyendo juntas una pluralidad que no atenta, sino que fortalece la unidad. Su búsqueda de esa interculturalidad que combina la reafirmación de los derechos de los pueblos originarios con el respeto a la integridad territorial de los Estados nos enriquece y nos fortalece a todos.

Page 8: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

8

3.3. La tercera tarea, tal vez la más importante que debemosasumir hoy, es defender la Madre Tierra. La casa común de todos nosotros está siendo saqueada, devastada, vejada impunemente. La

cobardía en su defensa es un grave pecado. Vemos con decepción creciente como se suceden una tras otra cumbres internacionales sin ningún resultado importante. Existe un claro, definitivo e impostergable imperativo ético de actuar que no se está cumpliendo. No se puede permitir que ciertos intereses –que son globales pero no universales– se impongan, sometan a los Estados y organismos internacionales, y continúen destruyendo la creación. Los Pueblos y sus movimientos están llamados a clamar, a movilizare, a exigir –pacifica pero tenazmente– la adopción urgente de medidas apropiadas. Yo les pido, en nombre de Dios, que defiendan a la Madre Tierra. Sobre éste tema me expresado debidamente en la Carta Encíclica Laudato si’. 4. Para finalizar, quisiera decirles nuevamente: el futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los Pueblos; en su capacidad de organizar y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio. Los acompaño. Digamos juntos desde el corazón: ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una venerable vejez. Sigan con su lucha y, por favor, cuiden mucho a la Madre Tierra. Rezo por ustedes, rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga, que los colme de su amor y los defienda en el camino dándoles abundantemente esa fuerza que nos mantiene en pie: esa fuerza es la esperanza, la esperanza que no defrauda, gracias.

Y, por favor, les pido que recen por mí.

________________________ 1JUAN XXIII, Carta enc. Mater et Magistra (15 mayo 1961), 3: AAS 53 (1961), 402. 2 PABLO VI, Carta enc. Popolorum progressio, n. 14. 3 PONTIFICIO CONSEJO «JUSTICIA Y PAZ», Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 157. 4 V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO (2007), Documento Conclusivo, Aparecida, 66 5 JUAN PABLO II, Exhort. ap. postsinodal Ecclesia in Africa (14 septiembre 1995), 52: AAS 88 (1996), 32-33; ID., Cart enc. Sollicitudo rei socialis (30 diciembre 1987), 22: AAS 80 (1988), 539. 6 JUAN PABLO II, Bula Incarnationis mysterium, 11. [01175-ES.01] [Texto original: Español] Traduzione in lingua italiana Buon pomeriggio a tutti. Qualche mese fa ci siamo incontrati a Roma ed ho presente quel primo nostro incontro. Durante questo periodo l’ho portata nel mio cuore e nelle mie preghiere. Sono contento di rivedervi qui, a discutere sui modi migliori per superare le gravi situazioni di ingiustizia che soffrono gli esclusi in tutto il mondo. Grazie, Signor Presidente Evo Morales, perché accompagna così risolutamente questo Incontro. Quella volta a Roma ho sentito qualcosa di molto bello: fraternità, decisione, impegno, sete di giustizia. Oggi, a Santa Cruz de la Sierra, ancora una volta sento lo stesso. Grazie per tutto ciò. Ho saputo anche dal cardinale Turkson presidente del Pontificio Consiglio della Giustizia e della Pace, che molti nella Chiesa si sentono più vicini ai movimenti popolari. Me ne rallegro molto! Vedere la Chiesa con le porte aperte a tutti voi, mettersi in gioco, accompagnare, e programmare in ogni diocesi, ogni Commissione di Giustizia e Pace, una reale collaborazione, permanente e

Page 9: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

9

impegnata con i movimenti popolari. Vi invito tutti, Vescovi, sacerdoti e laici, comprese le organizzazioni sociali nelle periferie urbane e rurali, ad approfondire tale incontro. Dio ci consente di rivederci nuovamente oggi. La Bibbia ci ricorda che Dio ascolta il grido del suo popolo e anch’io desidero unire la mia voce alla vostra: terra, casa e lavoro per tutti i nostri fratelli e sorelle. L’ho detto e lo ripeto: sono diritti sacri. Vale la pena, vale la pena di lottare per essi. Che il grido degli esclusi si oda in America Latina e in tutta la terra. 1. Iniziamo riconoscendo che abbiamo bisogno di un cambiamento. Ci tengo a precisare, affinché non ci sia fraintendimento, che parlo dei problemi comuni a tutti i latino-americani e, in generale, a tutta l'umanità. Problemi che hanno una matrice globale e che oggi nessuno Stato è in grado di risolvere da solo. Fatto questo chiarimento, propongo di porci queste domande: - Sappiamo riconoscere che le cose non stanno andando bene in un mondo dove ci sono tanti contadini senza terra, molte famiglie senza casa, molti lavoratori senza diritti, molte persone ferite nella loro dignità? - Riconosciamo che le cose non stanno andando bene quando esplodono molte guerre insensate e la violenza fratricida aumenta nei nostri quartieri? Sappiamo riconoscere che le cose non stanno andando bene quando il suolo, l'acqua, l'aria e tutti gli esseri della creazione sono sotto costante minaccia? E allora diciamolo senza timore: abbiamo bisogno e vogliamo un cambiamento. Voi nelle le vostre lettere e nei nostri incontri - mi avete informato sulle molte esclusioni e sulle ingiustizie subite in ogni attività di lavoro, in ogni quartiere, in ogni territorio. Sono molti e diversi come molti e diversi sono i modi di affrontarli. Vi è, tuttavia, un filo invisibile che lega ciascuna di queste esclusioni: possiamo riconoscerlo? Perché non si tratta di problemi isolati. Mi chiedo se siamo in grado di riconoscere che queste realtà distruttive rispondono ad un sistema che è diventato globale. Sappiamo riconoscere che questo sistema ha imposto la logica del profitto ad ogni costo, senza pensare all’esclusione sociale o alla distruzione della natura? Se è così, insisto, diciamolo senza timore: noi vogliamo un cambiamento, un vero cambiamento, un cambiamento delle strutture. Questo sistema non regge più, non lo sopportano i contadini, i lavoratori, le comunità, i villaggi .... E non lo sopporta più la Terra, la sorella Madre Terra, come diceva san Francesco. Vogliamo un cambiamento nella nostra vita, nei nostri quartieri, nel salario minimo, nella nostra realtà più vicina; e pure un cambiamento che tocchi tutto il mondo perché oggi l'interdipendenza planetaria richiede risposte globali ai problemi locali. La globalizzazione della speranza, che nasce dai Popoli e cresce tra i poveri, deve sostituire questa globalizzazione dell’esclusione e dell’indifferenza! Oggi vorrei riflettere con voi sul cambiamento che vogliamo e di cui vi è necessità. Sapete che recentemente ho scritto circa i problemi del cambiamento climatico. Ma questa volta, voglio parlare di un cambiamento nell’altro senso. Un cambiamento positivo, un cambiamento che ci faccia bene, un cambiamento che potremmo dire redentivo. Perché ne abbiamo bisogno. So che voi cercate un cambiamento e non solo voi: nei vari incontri, nei diversi viaggi, ho trovato che esiste un’attesa, una ricerca forte, un desiderio di cambiamento in tutti i popoli del mondo. Anche all'interno di quella minoranza in diminuzione che crede di beneficiare di questo sistema regna insoddisfazione e soprattutto tristezza. Molti si aspettano un cambiamento che li liberi da questa tristezza individualista che rende schiavi. Il tempo, fratelli, sorelle, il tempo sembra che stia per giungere al termine; non è bastato combattere tra di noi, ma siamo arrivati ad accanirci contro la nostra casa. Oggi la comunità scientifica accetta quello che già da molto tempo denunciano gli umili: si stanno producendo danni forse irreversibili all’ecosistema. Si stanno punendo la terra, le comunità e le persone in modo quasi selvaggio. E dopo tanto dolore, tanta morte e distruzione, si sente il tanfo di ciò che Basilio di Cesarea chiamava lo “sterco del diavolo”. L’ambizione sfrenata di denaro che domina. E il servizio

Page 10: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

10

al bene comune passa in secondo piano. Quando il capitale diventa idolo e dirige le scelte degli esseri umani, quando l’avidità di denaro controlla l’intero sistema socioeconomico, rovina la società, condanna l’uomo, lo fa diventare uno schiavo, distrugge la fraternità interumana, spinge popolo contro popolo e, come si vede, minaccia anche questa nostra casa comune. Non voglio dilungarmi a descrivere gli effetti negativi di questa sottile dittatura: voi li conoscete. E non basta nemmeno segnalare le cause strutturali del dramma sociale e ambientale contemporaneo. Noi soffriamo un certo eccesso diagnostico che a volte ci porta a un pessimismo parolaio o a crogiolarci nel negativo. Vedendo la cronaca nera di ogni giorno, siamo convinti che si può fare nulla, ma solo prendersi cura di sé e della piccola cerchia della famiglia e degli affetti. Cosa posso fare io, raccoglitore di cartoni, frugatrice tra le cose, raccattatore, riciclatrice, di fronte a problemi così grandi, se appena guadagno quel tanto per mangiare? Cosa posso fare io artigiano, venditore ambulante, trasportatore, lavoratore escluso se non ho nemmeno i diritti dei lavoratori? Cosa posso fare io, contadina, indigeno, pescatore che appena appena posso resistere all’asservimento delle grandi imprese? Che cosa posso fare io dalla mia borgata, dalla mia baracca, dal mio quartiere, dalla mia fattoria quando sono quotidianamente discriminato ed emarginato? Che cosa può fare questo studente, questo giovane, questo militante, questo missionario che calca quartieri e luoghi con un cuore pieno di sogni, ma quasi nessuna soluzione ai miei problemi? Molto! Potete fare molto. Voi, i più umili, gli sfruttati, i poveri e gli esclusi, potete fare e fate molto. Oserei dire che il futuro dell'umanità è in gran parte nelle vostre mani, nella vostra capacità di organizzare e promuovere alternative creative nella ricerca quotidiana delle “tre T” (lavoro, casa, terra) e anche nella vostra partecipazione attiva ai grandi processi di cambiamento, nazionali, regionali e globali. Non sminuitevi! 2. Voi siete seminatori di cambiamento. Qui in Bolivia ho sentito una frase che mi piace molto: “processo di cambiamento”. Il cambiamento concepito non come qualcosa che un giorno arriverà perché si è imposta questa o quella scelta politica o perché si è instaurata questa o quella struttura sociale. Sappiamo dolorosamente che un cambiamento di strutture che non sia accompagnato da una sincera conversione degli atteggiamenti e del cuore finisce alla lunga o alla corta per burocratizzarsi, corrompersi e soccombere. Per questo mi piace molto l’immagine del processo, dove la passione per il seminare, per l’irrigare con calma ciò che gli altri vedranno fiorire sostituisce l’ansia di occupare tutti gli spazi di potere disponibili e vedere risultati immediati. Ognuno di noi non è che parte di un tutto complesso e variegato che interagisce nel tempo: gente che lotta per un significato, per uno scopo, per vivere con dignità, per “vivere bene”. Voi, da parte dei movimenti popolari, assumete i compiti di sempre, motivatidall’amore fraterno che si ribella contro l’ingiustizia sociale. Quando guardiamo il volto di quelli che soffrono, il volto del contadino minacciato, del lavoratore escluso, dell’indigeno oppresso, della famiglia senza casa, del migrante perseguitato, del giovane disoccupato, del bambino sfruttato, della madre che ha perso il figlio in una sparatoria perché il quartiere è stato preso dal traffico di droga, del padre che ha perso la figlia perché è stata sottoposta alla schiavitù; quando ricordiamo quei “volti e nomi” ci si stringono le viscere di fronte a tanto dolore e ci commuoviamo... Perché “abbiamo visto e udito” non la fredda statistica, ma le ferite dell’umanità sofferente, le nostre ferite, la nostra carne. Questo è molto diverso dalla teorizzazione astratta o dall’indignazione elegante. Questo ci tocca, ci commuove e cerchiamo l’altro per muoverci insieme. Questa emozione fatta azione comunitaria non si comprende unicamente con la ragione: ha un “più” di senso che solo la gente capisce e che dà la propria particolare mistica ai veri movimenti popolari. Voi vivete ogni giorno, impregnati, nell’intrico della tempesta umana. Mi avete parlato delle vostre cause, mi avete reso partecipe delle vostre lotte, e vi ringrazio. Voi, cari fratelli, lavorate molte volte nella dimensione piccola, vicina, nella realtà ingiusta che vi è imposta, eppure non vi rassegnate, opponendo una resistenza attiva al sistema idolatrico che esclude, degrada e uccide. Vi ho visto lavorare instancabilmente per la terra e l’agricoltura contadina, per i vostri territori e

Page 11: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

11

comunità, per la dignità dell’economia popolare, per l’integrazione urbana delle vostre borgate e dei vostri insediamenti, per l’autocostruzione di abitazioni e lo sviluppo di infrastrutture di quartiere, e in tante attività comunitarie che tendono alla riaffermazione di qualcosa di così fondamentale e innegabilmente necessario come il diritto alle “tre T”: terra, casa e lavoro. Questo attaccamento al quartiere, alla terra, al territorio, all’occupazione, al sindacato, questo riconoscersi nel volto dell’altro, questa vicinanza del giorno per giorno, con le sue miserie e i suoi eroismi quotidiani, è ciò che permette di esercitare il mandato dell’amore non partendo da idee o concetti, bensì partendo dal genuino incontro tra persone, perché non si amano né i concetti né le idee; si amano le persone. Il darsi, l’autentico darsi viene dall’amare uomini e donne, bambini e anziani e le comunità... volti e nomi che riempiono il cuore. Da quei semi di speranza piantati pazientemente nelle periferie dimenticate del pianeta, da quei germogli di tenerezza che lottano per sopravvivere nel buio dell’esclusione, cresceranno alberi grandi, sorgeranno boschi fitti di speranza per ossigenare questo mondo. Vedo con gioia che lavorate nella dimensione di prossimità, prendendovi cura dei germogli; ma, allo stesso tempo, con una prospettiva più ampia, proteggendo il bosco. Lavorate in una prospettiva che non affronta solo la realtà settoriale che ciascuno di voi rappresenta e nella quale è felicemente radicato, ma cercate anche di risolvere alla radice i problemi generali di povertà, disuguaglianza ed esclusione. Mi congratulo con voi per questo. E’ indispensabile che, insieme alla rivendicazione dei vostri legittimi diritti, i popoli e le loro organizzazioni sociali costruiscano un’alternativa umana alla globalizzazione escludente. Voi siete seminatori del cambiamento. Che Dio vi conceda coraggio, gioia, perseveranza e passione per continuare la semina! Siate certi che prima o poi vedremo i frutti. Ai dirigenti chiedo: siate creativi e non perdete mai il vostro attaccamento alla prossimità, perché il padre della menzogna sa usurpare nobili parole, promuovere mode intellettuali e adottare pose ideologiche, ma se voi costruite su basi solide, sulle esigenze reali e sull’esperienza viva dei vostri fratelli, dei contadini e degli indigeni, dei lavoratori esclusi e delle famiglie emarginate, sicuramente non sbaglierete. La Chiesa non può e non deve essere aliena da questo processo nell’annunciare il Vangelo. Molti sacerdoti e operatori pastorali svolgono un compito enorme accompagnando e promuovendo gli esclusi in tutto il mondo, al fianco di cooperative, sostenendo l’imprenditorialità, costruendo alloggi, lavorando con abnegazione nel campo della salute, dello sport e dell’educazione. Sono convinto che la collaborazione rispettosa con i movimenti popolari può potenziare questi sforzi e rafforzare i processi di cambiamento. Teniamo sempre nel cuore la Vergine Maria, umile ragazza di un piccolo villaggio sperduto nella periferia di un grande impero, una madre senza tetto che seppe trasformare una grotta per animali nella casa di Gesù con un po’ di panni e una montagna di tenerezza. Maria è un segno di speranza per la gente che soffre le doglie del parto fino a quando germogli la giustizia. Prego la Vergine, così venerata in Bolivia, affinché faccia sì che questo nostro Incontro sia lievito di cambiamento. 3. Infine vorrei che pensassimo insieme alcuni compiti importanti per questo momento storico, perché vogliamo un cambiamento positivo per il bene di tutti i nostri fratelli e sorelle, questo lo sappiamo. Vogliamo un cambiamento che si arricchisca con lo sforzo congiunto dei governi, dei movimenti popolari e delle altre forze sociali, ed anche questo lo sappiamo. Ma non è così facile da definire il contenuto del cambiamento, si potrebbe dire il programma sociale che rifletta questo progetto di fraternità e di giustizia che ci aspettiamo. In tal senso, non aspettatevi da questo Papa una ricetta. Né il Papa né la Chiesa hanno il monopolio della interpretazione della realtà sociale né la proposta di soluzioni ai problemi contemporanei. Oserei dire che non esiste una ricetta. La storia la costruiscono le generazioni che si succedono nel quadro di popoli che camminano cercando la propria strada e rispettando i valori che Dio ha posto nel cuore.

Page 12: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

12

Vorrei, tuttavia, proporre tre grandi compiti che richiedono l’appoggio determinante dell’insieme di tutti i movimenti popolari: 3.1. Il primo compito è quello di mettere l’economia al servizio dei popoli: gli esseri umani e la natura non devono essere al servizio del denaro. Diciamo NO a una economia di esclusione e inequità in cui il denaro domina invece di servire. Questa economia uccide. Questa economia è escludente. Questa economia distrugge la Madre Terra. L’economia non dovrebbe essere un meccanismo di accumulazione, ma la buona amministrazione della casa comune. Ciò significa custodire gelosamente la casa e distribuire adeguatamente i beni tra tutti. Il suo scopo non è solo assicurare il cibo o un “decoroso sostentamento”. Anche se sarebbe comunque un grande passo avanti garantire l’accesso alle “tre T” per le quali voi lottate. Un'economia veramente comunitaria, direi una economia di ispirazione cristiana, deve garantire ai popoli dignità, «prosperità senza escludere alcun bene» (Giovanni XXIII, Lett. enc. Mater et Magistra [15 maggio 1961], 3: AAS 53 (1961), 402). Ciò comporta le “tre T”, ma anche l’accesso all’istruzione, alla salute, all’innovazione, alle manifestazioni artistiche e culturali, alla comunicazione, allo sport e alla ricreazione. Un’economia giusta deve creare le condizioni affinché ogni persona possa godere di un’infanzia senza privazioni, sviluppare i propri talenti nella giovinezza, lavorare con pieni diritti durante gli anni di attività e accedere a una pensione dignitosa nell’anzianità. Si tratta di un’economia in cui l’essere umano, in armonia con la natura, struttura l’intero sistema di produzione e distribuzione affinché le capacità e le esigenze di ciascuno trovino espressione adeguata nella dimensione sociale. Voi, e anche altri popoli, riassumete questa aspirazione in un modo semplice e bello: “vivere bene”. Questa economia è non solo auspicabile e necessaria, ma anche possibile. Non è un’utopia o una fantasia. È una prospettiva estremamente realistica. Possiamo farlo. Le risorse disponibili nel mondo, frutto del lavoro intergenerazionale dei popoli e dei doni della creazione, sono più che sufficienti per lo sviluppo integrale di «ogni uomo e di tutto l’uomo» (Paolo VI, Lett. enc. Populorum progressio [26 marzo 1967], 14: AAS 59 (1967), 264). Il problema, invece, è un altro. Esiste un sistema con altri obiettivi. Un sistema che a forza di accelerare in modo irresponsabile i ritmi della produzione, a forza di incrementare nell’industria e nell’agricoltura metodi che danneggiano la Madre Terra in nome della “produttività”, continua a negare a miliardi di fratelli i più elementari diritti economici, sociali e culturali. Questo sistema attenta al progetto di Gesù. L’equa distribuzione dei frutti della terra e del lavoro umano non è semplice filantropia. E’ un dovere morale. Per i cristiani, l’impegno è ancora più forte: è un comandamento. Si tratta di restituire ai poveri e ai popoli ciò che appartiene a loro. La destinazione universale dei beni non è un ornamento discorsivo della dottrina sociale della Chiesa. E’ una realtà antecedente alla proprietà privata. La proprietà, in modo particolare quando tocca le risorse naturali, dev’essere sempre in funzione dei bisogni dei popoli. E questi bisogni non si limitano al consumo. Non basta lasciare cadere alcune gocce quando i poveri agitano questo bicchiere che mai si versa da solo. I piani di assistenza che servono a certe emergenze dovrebbero essere pensati solo come risposte transitorie. Non potranno mai sostituire la vera inclusione: quella che dà il lavoro dignitoso, libero, creativo, partecipativo e solidale. In questo cammino, i movimenti popolari hanno un ruolo essenziale, non solo nell’esigere o nel reclamare, ma fondamentalmente nel creare. Voi siete poeti sociali: creatori di lavoro, costruttori di case, produttori di generi alimentari, soprattutto per quanti sono scartati dal mercato mondiale. Ho conosciuto da vicino diverse esperienze in cui i lavoratori riuniti in cooperative e in altre forme di organizzazione comunitaria sono riusciti a creare un lavoro dove c’erano solo scarti dell’economia idolatrica. Le imprese recuperate, i mercatini liberi e le cooperative di raccoglitori di cartone sono esempi di questa economia popolare che emerge dall’esclusione e, a poco a poco, con

Page 13: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

13

fatica e pazienza, assume forme solidali che le danno dignità. Come è diverso questo rispetto al fatto che gli scartati dal mercato formale siano sfruttati come schiavi! I governi che assumono come proprio il compito di mettere l’economia al servizio della gente devono promuovere il rafforzamento, il miglioramento, il coordinamento e l’espansione di queste forme di economia popolare e di produzione comunitaria. Ciò implica migliorare i processi di lavoro, provvedere infrastrutture adeguate e garantire pieni diritti ai lavoratori di questo settore alternativo. Quando Stato e organizzazioni sociali assumono insieme la missione delle “tre T” si attivano i principi di solidarietà e di sussidiarietà che permettono la costruzione del bene comune in una democrazia piena e partecipativa. 3.2. Il secondo compito è quello di unire i nostri popoli nel cammino della pace e della giustizia. I popoli del mondo vogliono essere artefici del proprio destino. Vogliono percorrere in pace la propria marcia verso la giustizia. Non vogliono tutele o ingerenze in cui il più forte sottomette il più debole. Chiedono che la loro cultura, la loro lingua, i loro processi sociali e le loro tradizioni religiose siano rispettati. Nessun potere di fatto e costituito ha il diritto di privare i paesi poveri del pieno esercizio della propria sovranità e, quando lo fanno, vediamo nuove forme di colonialismo che compromettono seriamente le possibilità di pace e di giustizia, perché «la pace si fonda non solo sul rispetto dei diritti dell’uomo, ma anche su quello dei diritti dei popoli, in particolare il diritto all’indipendenza» (Pontificio Consiglio della Giustizia e della Pace, Compendio della Dottrina Sociale della Chiesa, 157). I popoli dell’America Latina hanno partorito dolorosamente la propria indipendenza politica e, da allora, portano avanti quasi due secoli di una storia drammatica e piena di contraddizioni cercando di conquistare la piena indipendenza. In questi ultimi anni, dopo tante incomprensioni, molti Paesi dell’America Latina hanno visto crescere la fraternità tra i loro popoli. I governi della regione hanno unito le forze per far rispettare la propria sovranità, quella di ciascun Paese e quella della regione nel suo complesso, che in modo così bello, come i nostri antichi padri, chiamano la “Patria Grande”. Chiedo a voi, fratelli e sorelle dei movimenti popolari, di avere cura e di accrescere questa unità. Mantenere l’unità contro ogni tentativo di divisione è necessario perché la regione cresca in pace e giustizia. Nonostante questi progressi, ci sono ancora fattori che minano lo sviluppo umano equo e limitano la sovranità dei paesi della "Patria Grande" e di altre regioni del pianeta. Il nuovo colonialismo adotta facce diverse. A volte, è il potere anonimo dell’idolo denaro: corporazioni, mutuanti, alcuni trattati chiamati “di libero commercio” e l’imposizione di mezzi di “austerità” che aggiustano sempre la cinta dei lavoratori e dei poveri. I Vescovi latino-americani lo denunciano molto chiaramente nel Documento di Aparecida, quando affermano che «le istituzioni finanziarie e le imprese transnazionali si rafforzano fino al punto di subordinare le economie locali, soprattutto indebolendo gli Stati, che appaiono sempre più incapaci di portare avanti progetti di sviluppo per servire le loro popolazioni» (V Conferenza Generale dell’Episcopato Latinoamericano [2007], Documento conclusivo, 66). In altre occasioni, sotto il nobile pretesto della lotta contro la corruzione, il traffico di droga e il terrorismo - gravi mali dei nostri tempi che richiedono un intervento internazionale coordinato - vediamo che si impongono agli Stati misure che hanno poco a che fare con la soluzione di queste problematiche e spesso peggiorano le cose. Allo stesso modo, la concentrazione monopolistica dei mezzi di comunicazione che cerca di imporre alienanti modelli di consumo e una certa uniformità culturale è un altro modalità adottata dal nuovo colonialismo. Questo è il colonialismo ideologico. Come dicono i Vescovi dell’Africa, molte volte si pretende di convertire i paesi poveri in «pezzi di un meccanismo, parti di un ingranaggio gigantesco» (Giovanni Paolo II, Esort. ap. Ecclesia in Africa [14 settembre 1995], 52: AAS 88 [1996], 32-33; cfr Lett. enc. Sollicitudo rei socialis [30 dicembre 1987], 22: AAS 80 [1988], 539).

Page 14: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

14

Occorre riconoscere che nessuno dei gravi problemi dell’umanità può essere risolto senza l’interazione tra gli Stati e i popoli a livello internazionale. Ogni atto di ampia portata compiuto in una parte del pianeta si ripercuote nel tutto in termini economici, ecologici, sociali e culturali. Persino il crimine e la violenza si sono globalizzati. Pertanto nessun governo può agire al di fuori di una responsabilità comune. Se vogliamo davvero un cambiamento positivo, dobbiamo accettare umilmente la nostra interdipendenza. Ma interazione non è sinonimo di imposizione, non è subordinazione di alcuni in funzione degli interessi di altri. Il colonialismo, vecchio e nuovo, che riduce i paesi poveri a semplici fornitori di materie prime e manodopera a basso costo, genera violenza, povertà, migrazioni forzate e tutti i mali che abbiamo sotto gli occhi... proprio perché mettendo la periferia in funzione del centro le si nega il diritto ad uno sviluppo integrale. Questo è inequità e l’inequità genera violenza che nessuna polizia, militari o servizi segreti sono in grado di fermare. Diciamo NO a vecchie e nuove forme di colonialismo. Diciamo SÌ all’incontro tra popoli e culture. Beati coloro che lavorano per la pace. Qui voglio soffermarmi su una questione importante. Perché qualcuno potrà dire, a buon diritto, “quando il Papa parla di colonialismo dimentica certe azioni della Chiesa”. Vi dico, a malincuore: si sono commessi molti e gravi peccati contro i popoli originari dell’America in nome di Dio. Lo hanno riconosciuto i miei predecessori, lo ha detto il CELAM e lo voglio dire anch’io. Come san Giovanni Paolo II, chiedo che la Chiesa «si inginocchi dinanzi a Dio ed implori il perdono per i peccati passati e presenti dei suoi figli» (Bolla Incarnationis mysterium [29 novembre 1998], 11: AAS 91 [1999], 140). E desidero dirvi, vorrei essere molto chiaro, come lo era san Giovanni Paolo II: chiedo umilmente perdono, non solo per le offese della propria Chiesa, ma per i crimini contro le popolazioni indigene durante la cosiddetta conquista dell’America. Chiedo anche a tutti, credenti e non credenti, di ricordarsi di molti vescovi, sacerdoti e laici che hanno predicato e predicano la Buona Notizia di Gesù con coraggio e mansuetudine, rispetto e in pace; che nel loro passaggio per questa vita hanno lasciato commoventi opere di promozione umana e di amore, molte volte a fianco delle popolazioni indigene o accompagnando i movimenti popolari anche fino al martirio. La Chiesa, i suoi figli e figlie, sono una parte dell’identità dei popoli dell’America Latina. Identità che, sia qui che in altri Paesi, alcuni poteri sono determinati a cancellare, talvolta perché la nostra fede è rivoluzionaria, perché la nostra fede sfida la tirannia dell’idolo denaro. Oggi vediamo con orrore come il Medio Oriente e in altre parti del mondo si perseguitano, si torturano, si assassinano molti nostri fratelli a causa della loro fede in Gesù. Dobbiamo denunciare anche questo: in questa terza guerra mondiale “a rate” che stiamo vivendo, c’è una sorta di genocidio in corso che deve fermarsi. Ai fratelli e alle sorelle del movimento indigeno latinoamericano, lasciatemi esprimere il mio più profondo affetto e congratularmi per la ricerca dell’unione dei loro popoli e delle culture; quello che io chiamo “poliedro”, una forma di convivenza in cui le parti mantengono la loro identità costruendo insieme una pluralità, non mette in pericolo, bensì rafforza l’unità. La loro ricerca di questo multiculturalismo, che combina la riaffermazione dei diritti dei popoli originari con il rispetto dell’integrità territoriale degli Stati, ci arricchisce e ci rafforza tutti. 3.3. Il terzo compito, forse il più importante che dobbiamo assumere oggi, è quello di difendere la Madre Terra. La casa comune di tutti noi viene saccheggiata, devastata, umiliata impunemente. La codardia nel difenderla è un peccato grave. Vediamo con delusione crescente che si succedono uno dopo l’altro vertici internazionali senza nessun risultato importante. C’è un chiaro, preciso e improrogabile imperativo etico ad agire che non viene soddisfatto. Non si può consentire che certi interessi – che sono globali, ma non universali – si impongano, sottomettano gli Stati e le organizzazioni internazionali e continuino a distruggere il creato. I popoli e i loro movimenti sono chiamati a far sentire la propria voce, a mobilitarsi, ad esigere – pacificamente ma tenacemente –

Page 15: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

15

l’adozione urgente di misure appropriate. Vi chiedo, in nome di Dio, di difendere la Madre Terra. Su questo argomento mi sono debitamente espresso nella Lettera enciclica Laudato si'. 4. Per terminare, vorrei dire ancora una volta: il futuro dell’umanità non è solo nelle mani dei grandi leader, delle grandi potenze e delle élite. E' soprattutto nelle mani dei popoli; nella loro capacità di organizzarsi ed anche nelle loro mani che irrigano, con umiltà e convinzione, questo processo di cambiamento. Io vi accompagno. Diciamo insieme dal cuore: nessuna famiglia senza casa, nessun contadino senza terra, nessun lavoratore senza diritti, nessun popolo senza sovranità, nessuna persona senza dignità, nessun bambino senza infanzia, nessun giovane senza opportunità, nessun anziano senza una venerabile vecchiaia. Proseguite nella vostra lotta e, per favore, abbiate molta cura della Madre Terra. Prego per voi, prego con voi e desidero chiedere a Dio nostro Padre di accompagnarvi e di benedirvi, che vi colmi del suo amore e vi difenda nel cammino, dandovi abbondantemente quella forza che ci fa stare in piedi: quella forza è la speranza, la speranza che non delude. Grazie. E, per favore, vi chiedo di pregare per me. [01175-IT.01] [Testo originale: Spagnolo] Traduzione in lingua inglese Good afternoon! Several months ago, we met in Rome, and I remember that first meeting. In the meantime I have kept you in my thoughts and prayers. I am happy to see you again, here, as you discuss the best ways to overcome the grave situations of injustice experienced by the excluded throughout our world. Thank you, President Evo Morales, for your efforts to make this meeting possible. During our first meeting in Rome, I sensed something very beautiful: fraternity, determination, commitment, a thirst for justice. Today, in Santa Cruz de la Sierra, I sense it once again. I thank you for that. I also know, from the Pontifical Council for Justice and Peace headed by Cardinal Turkson, that many people in the Church feel very close to the popular movements. That makes me very happy! I am pleased to see the Church opening her doors to all of you, embracing you, accompanying you and establishing in each diocese, in every justice and peace commission, a genuine, ongoing and serious cooperation with popular movements. I ask everyone, bishops, priests and laity, as well as the social organizations of the urban and rural peripheries, to deepen this encounter. Today God has granted that we meet again. The Bible tells us that God hears the cry of his people, and I wish to join my voice to yours in calling for land, lodging and labor for all our brothers and sisters. I said it and I repeat it: these are sacred rights. It is important, it is well worth fighting for them. May the cry of the excluded be heard in Latin America and throughout the world. 1. Let us begin by acknowledging that change is needed. Here I would clarify, lest there be any misunderstanding, that I am speaking about problems common to all Latin Americans and, more generally, to humanity as a whole. They are global problems which today no one state can resolve on its own. With this clarification, I now propose that we ask the following questions: Do we realize that something is wrong in a world where there are so many farmworkers without land, so many families without a home, so many laborers without rights, so many persons whose dignity is not respected? Do we realize that something is wrong where so many senseless wars are being fought and acts of fratricidal violence are taking place on our very doorstep? Do we realize something is wrong when the soil, water, air and living creatures of our world are under constant threat? So let’s not be afraid to say it: we need change; we want change.

Page 16: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

16

In your letters and in our meetings, you have mentioned the many forms of exclusion and injustice which you experience in the workplace, in neighborhoods and throughout the land. They are many and diverse, just as many and diverse are the ways in which you confront them. Yet there is an invisible thread joining every one of those forms of exclusion: can we recognize it? These are not isolated issues. I wonder whether we can see that these destructive realities are part of a system which has become global. Do we realize that that system has imposed the mentality of profit at any price, with no concern for social exclusion or the destruction of nature? If such is the case, I would insist, let us not be afraid to say it: we want change, real change, structural change. This system is by now intolerable: farmworkers find it intolerable, laborers find it intolerable, communities find it intolerable, peoples find it intolerable … The earth itself – our sister, Mother Earth, as Saint Francis would say – also finds it intolerable. We want change in our lives, in our neighborhoods, in our everyday reality. We want a change which can affect the entire world, since global interdependence calls for global answers to local problems. The globalization of hope, a hope which springs up from peoples and takes root among the poor, must replace the globalization of exclusion and indifference! Today I wish to reflect with you on the change we want and need. You know that recently I wrote about the problems of climate change. But now I would like to speak of change in another sense. Positive change, a change which is good for us, a change – we can say – which is redemptive. Because we need it. I know that you are looking for change, and not just you alone: in my different meetings, in my different travels, I have sensed an expectation, a longing, a yearning for change, in people throughout the world. Even within that ever smaller minority which believes that the present system is beneficial, there is a widespread sense of dissatisfaction and even despondency. Many people are hoping for a change capable of releasing them from the bondage of individualism and the despondency it spawns. Time, my brothers and sisters, seems to be running out; we are not yet tearing one another apart, but we are tearing apart our common home. Today, the scientific community realizes what the poor have long told us: harm, perhaps irreversible harm, is being done to the ecosystem. The earth, entire peoples and individual persons are being brutally punished. And behind all this pain, death and destruction there is the stench of what Basil of Caesarea called “the dung of the devil”. An unfettered pursuit of money rules. The service of the common good is left behind. Once capital becomes an idol and guides people’s decisions, once greed for money presides over the entire socioeconomic system, it ruins society, it condemns and enslaves men and women, it destroys human fraternity, it sets people against one another and, as we clearly see, it even puts at risk our common home. I do not need to go on describing the evil effects of this subtle dictatorship: you are well aware of them. Nor is it enough to point to the structural causes of today’s social and environmental crisis. We are suffering from an excess of diagnosis, which at times leads us to multiply words and to revel in pessimism and negativity. Looking at the daily news we think that there is nothing to be done, except to take care of ourselves and the little circle of our family and friends. What can I do, as collector of paper, old clothes or used metal, a recycler, about all these problems if I barely make enough money to put food on the table? What can I do as a craftsman, a street vendor, a trucker, a downtrodden worker, if I don’t even enjoy workers’ rights? What can I do, a farmwife, a native woman, a fisher who can hardly fight the domination of the big corporations? What can I do from my little home, my shanty, my hamlet, my settlement, when I daily meet with discrimination and marginalization? What can be done by those students, those young people, those activists, those missionaries who come to my neighborhood with their hearts full of hopes and dreams, but without any real solution for my problems? A lot! They can do a lot. You, the lowly, the exploited, the poor and underprivileged, can do, and are doing, a lot. I would even say that the future of humanity is in great measure in your own hands, through your ability to

Page 17: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

17

organize and carry out creative alternatives, through your daily efforts to ensure the three “L’s” (labor, lodging, land) and through your proactive participation in the great processes of change on the national, regional and global levels. Don’t lose heart! 2. You are sowers of change. Here in Bolivia I have heard a phrase which I like: “process of change”. Change seen not as something which will one day result from any one political decision or change in social structure. We know from painful experience that changes of structure which are not accompanied by a sincere conversion of mind and heart sooner or later end up in bureaucratization, corruption and failure. That is why I like the image of a “process”, where the drive to sow, to water seeds which others will see sprout, replaces the ambition to occupy every available position of power and to see immediate results. Each of us is just one part of a complex and differentiated whole, interacting in time: peoples who struggle to find meaning, a destiny, and to live with dignity, to “live well”. As members of popular movements, you carry out your work inspired by fraternal love, which you show in opposing social injustice. When we look into the eyes of the suffering, when we see the faces of the endangered campesino, the poor laborer, the downtrodden native, the homeless family, the persecuted migrant, the unemployed young person, the exploited child, the mother who lost her child in a shootout because the barrio was occupied by drugdealers, the father who lost his daughter to enslavement…. when we think of all those names and faces, our hearts break because of so much sorrow and pain. And we are deeply moved…. We are moved because “we have seen and heard” not a cold statistic but the pain of a suffering humanity, our own pain, our own flesh. This is something quite different than abstract theorizing or eloquent indignation. It moves us; it makes us attentive to others in an effort to move forward together. That emotion which turns into community action is not something which can be understood by reason alone: it has a surplus of meaning which only peoples understand, and it gives a special feel to genuine popular movements. Each day you are caught up in the storms of people’s lives. You have told me about their causes, you have shared your own struggles with me, and I thank you for that. You, dear brothers and sisters, often work on little things, in local situations, amid forms of injustice which you do not simply accept but actively resist, standing up to an idolatrous system which excludes, debases and kills. I have seen you work tirelessly for the soil and crops of campesinos, for their lands and communities, for a more dignified local economy, for the urbanization of their homes and settlements; you have helped them build their own homes and develop neighborhood infrastructures. You have also promoted any number of community activities aimed at reaffirming so elementary and undeniably necessary a right as that of the three “L’s”: land, lodging and labor. This rootedness in the barrio, the land, the office, the labor union, this ability to see yourselves in the faces of others, this daily proximity to their share of troubles and their little acts of heroism: this is what enables you to practice the commandment of love, not on the basis of ideas or concepts, but rather on the basis of genuine interpersonal encounter. We do not love concepts or ideas; we love people... Commitment, true commitment, is born of the love of men and women, of children and the elderly, of peoples and communities… of names and faces which fill our hearts. From those seeds of hope patiently sown in the forgotten fringes of our planet, from those seedlings of a tenderness which struggles to grow amid the shadows of exclusion, great trees will spring up, great groves of hope to give oxygen to our world. So I am pleased to see that you are working at close hand to care for those seedlings, but at the same time, with a broader perspective, to protect the entire forest. Your work is carried out against a horizon which, while concentrating on your own specific area, also aims to resolve at their root the more general problems of poverty, inequality and exclusion. I congratulate you on this. It is essential that, along with the defense of their legitimate rights, peoples and their social organizations be able to construct a humane alternative to a globalization which excludes. You are sowers of change. May God grant you the courage, joy,

Page 18: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

18

perseverance and passion to continue sowing. Be assured that sooner or later we will see its fruits. Of the leadership I ask this: be creative and never stop being rooted in local realities, since the father of lies is able to usurp noble words, to promote intellectual fads and to adopt ideological stances. But if you build on solid foundations, on real needs and on the lived experience of your brothers and sisters, of campesinos and natives, of excluded workers and marginalized families, you will surely be on the right path. The Church cannot and must not remain aloof from this process in her proclamation of the Gospel. Many priests and pastoral workers carry out an enormous work of accompanying and promoting the excluded throughout the world, alongside cooperatives, favouring businesses, providing housing, working generously in the fields of health, sports and education. I am convinced that respectful cooperation with the popular movements can revitalize these efforts and strengthen processes of change. Let us always have at heart the Virgin Mary, a humble girl from small people lost on the fringes of a great empire, a homeless mother who could turn a stable for beasts into a home for Jesus with just a few swaddling clothes and much tenderness. Mary is a sign of hope for peoples suffering the birth pangs of justice. I pray that Our Lady of Mount Carmel, patroness of Bolivia, will allow this meeting of ours to be a leaven of change. 3. Lastly, I would like us all to consider some important tasks for the present historical moment, since we desire a positive change for the benefit of all our brothers and sisters. We know this. We desire change enriched by the collaboration of governments, popular movements and other social forces. This too we know. But it is not so easy to define the content of change – in other words, a social program which can embody this project of fraternity and justice which we are seeking. So don’t expect a recipe from this Pope. Neither the Pope nor the Church have a monopoly on the interpretation of social reality or the proposal of solutions to contemporary issues. I dare say that no recipe exists. History is made by each generation as it follows in the footsteps of those preceding it, as it seeks its own path and respects the values which God has placed in the human heart. I would like, all the same, to propose three great tasks which demand a decisive and shared contribution from popular movements: 3.1 The first task is to put the economy at the service of peoples. Human beings and nature must not be at the service of money. Let us say NO to an economy of exclusion and inequality, where money rules, rather than service. That economy kills. That economy excludes. That economy destroys Mother Earth. The economy should not be a mechanism for accumulating goods, but rather the proper administration of our common home. This entails a commitment to care for that home and to the fitting distribution of its goods among all. It is not only about ensuring a supply of food or “decent sustenance”. Nor, although this is already a great step forward, is it to guarantee the three “L’s” of land, lodging and labor for which you are working. A truly communitarian economy, one might say an economy of Christian inspiration, must ensure peoples’ dignity and their “general, temporal welfare and prosperity”.1 This includes the three “L’s”, but also access to education, health care, new technologies, artistic and cultural manifestations, communications, sports and recreation. A just economy must create the conditions for everyone to be able to enjoy a childhood without want, to develop their talents when young, to work with full rights during their active years and to enjoy a dignified retirement as they grow older. It is an economy where human beings, in harmony with nature, structure the entire system of production and distribution in such a way that the abilities and needs of each individual find suitable expression in social life. You, and other peoples as well, sum up this desire in a simple and beautiful expression: “to live well”.

Page 19: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

19

Such an economy is not only desirable and necessary, but also possible. It is no utopia or chimera. It is an extremely realistic prospect. We can achieve it. The available resources in our world, the fruit of the intergenerational labors of peoples and the gifts of creation, more than suffice for the integral development of “each man and the whole man”.2 The problem is of another kind. There exists a system with different aims. A system which, while irresponsibly accelerating the pace of production, while using industrial and agricultural methods which damage Mother Earth in the name of “productivity”, continues to deny many millions of our brothers and sisters their most elementary economic, social and cultural rights. This system runs counter to the plan of Jesus. Working for a just distribution of the fruits of the earth and human labor is not mere philanthropy. It is a moral obligation. For Christians, the responsibility is even greater: it is a commandment. It is about giving to the poor and to peoples what is theirs by right. The universal destination of goods is not a figure of speech found in the Church’s social teaching. It is a reality prior to private property. Property, especially when it affects natural resources, must always serve the needs of peoples. And those needs are not restricted to consumption. It is not enough to let a few drops fall whenever the poor shake a cup which never runs over by itself. Welfare programs geared to certain emergencies can only be considered temporary responses. They will never be able to replace true inclusion, an inclusion which provides worthy, free, creative, participatory and solidary work. Along this path, popular movements play an essential role, not only by making demands and lodging protests, but even more basically by being creative. You are social poets: creators of work, builders of housing, producers of food, above all for people left behind by the world market. I have seen at first hand a variety of experiences where workers united in cooperatives and other forms of community organization were able to create work where there were only crumbs of an idolatrous economy. Recuperated businesses, local fairs and cooperatives of paper collectors are examples of that popular economy which is born of exclusion and which, slowly, patiently and resolutely adopts solidary forms which dignify it. How different this is than the situation which results when those left behind by the formal market are exploited like slaves! Governments which make it their responsibility to put the economy at the service of peoples must promote the strengthening, improvement, coordination and expansion of these forms of popular economy and communitarian production. This entails bettering the processes of work, providing adequate infrastructures and guaranteeing workers their full rights in this alternative sector. When the state and social organizations join in working for the three “L’s”, the principles of solidarity and subsidiarity come into play; and these allow the common good to be achieved in a full and participatory democracy. 3.2. The second task is to unite our peoples on the path of peace and justice. The world’s peoples want to be artisans of their own destiny. They want to advance peacefully towards justice. They do not want forms of tutelage or interference by which those with greater power subordinate those with less. They want their culture, their language, their social processes and their religious traditions to be respected. No actual or established power has the right to deprive peoples of the full exercise of their sovereignty. Whenever they do so, we see the rise of new forms of colonialism which seriously prejudice the possibility of peace and justice. For “peace is founded not only on respect for human rights but also on respect for the rights of peoples, in particular the right to independence”.3 The peoples of Latin America fought to gain their political independence and for almost two centuries their history has been dramatic and filled with contradictions, as they have striven to achieve full independence. In recent years, after any number of misunderstandings, many Latin American countries have seen the growth of fraternity between their peoples. The governments of the region have pooled forces in order to ensure respect for the sovereignty of their own countries and the entire

Page 20: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

20

region, which our forebears so beautifully called the “greater country”. I ask you, my brothers and sisters of the popular movements, to foster and increase this unity. It is necessary to maintain unity in the face of every effort to divide, if the region is to grow in peace and justice. Despite the progress made, there are factors which still threaten this equitable human development and restrict the sovereignty of the countries of the “greater country” and other areas of our planet. The new colonialism takes on different faces. At times it appears as the anonymous influence of mammon: corporations, loan agencies, certain “free trade” treaties, and the imposition of measures of “austerity” which always tighten the belt of workers and the poor. The bishops of Latin America denounce this with utter clarity in the Aparecida Document, stating that “financial institutions and transnational companies are becoming stronger to the point that local economies are subordinated, especially weakening the local states, which seem ever more powerless to carry out development projects in the service of their populations”.4 At other times, under the noble guise of battling corruption, the narcotics trade and terrorism – grave evils of our time which call for coordinated international action – we see states being saddled with measures which have little to do with the resolution of these problems and which not infrequently worsen matters. Similarly, the monopolizing of the communications media, which would impose alienating examples of consumerism and a certain cultural uniformity, is another one of the forms taken by the new colonialism. It is ideological colonialism. As the African bishops have observed, poor countries are often treated like “parts of a machine, cogs on a gigantic wheel”.5 It must be acknowledged that none of the grave problems of humanity can be resolved without interaction between states and peoples at the international level. Every significant action carried out in one part of the planet has universal, ecological, social and cultural repercussions. Even crime and violence have become globalized. Consequently, no government can act independently of a common responsibility. If we truly desire positive change, we have to humbly accept our interdependence. Interaction, however, is not the same as imposition; it is not the subordination of some to serve the interests of others. Colonialism, both old and new, which reduces poor countries to mere providers of raw material and cheap labor, engenders violence, poverty, forced migrations and all the evils which go hand in hand with these, precisely because, by placing the periphery at the service of the center, it denies those countries the right to an integral development. That is inequality, and inequality generates a violence which no police, military, or intelligence resources can control. Let us say NO to forms of colonialism old and new. Let us say YES to the encounter between peoples and cultures. Blessed are the peacemakers. Here I wish to bring up an important issue. Some may rightly say, “When the Pope speaks of colonialism, he overlooks certain actions of the Church”. I say this to you with regret: many grave sins were committed against the native peoples of America in the name of God. My predecessors acknowledged this, CELAM has said it, and I too wish to say it. Like Saint John Paul II, I ask that the Church “kneel before God and implore forgiveness for the past and present sins of her sons and daughters”.6 I would also say, and here I wish to be quite clear, as was Saint John Paul II: I humbly ask forgiveness, not only for the offenses of the Church herself, but also for crimes committed against the native peoples during the so-called conquest of America. I also ask everyone, believers and nonbelievers alike, to think of those many bishops, priests and laity who preached and continue to preach the Good News of Jesus with courage and meekness, respectfully and pacifically; who left behind them impressive works of human promotion and of love, often standing alongside the native peoples or accompanying their popular movements even to the point of martyrdom. The Church, her sons and daughters, are part of the identity of the peoples of Latin America. An identity which here, as in other countries, some powers are committed to erasing, at times because our faith is revolutionary, because our faith challenges the tyranny of mammon. Today we are dismayed to see how in the Middle East and elsewhere in the world many of our brothers and sisters are persecuted, tortured and killed for their faith in Jesus. This too needs

Page 21: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

21

to be denounced: in this third world war, waged peacemeal, which we are now experiencing, a form of genocide is taking place, and it must end. To our brothers and sisters in the Latin American indigenous movement, allow me to express my deep affection and appreciation of their efforts to bring peoples and cultures together in a form of coexistence which I would call polyhedric, where each group preserves its own identity by building together a plurality which does not threaten but rather reinforces unity. Your quest for an interculturalism, which combines the defense of the rights of the native peoples with respect for the territorial integrity of states, is for all of us a source of enrichment and encouragement. 3.3. The third task, perhaps the most important facing us today, is to defend Mother Earth. Our common home is being pillaged, laid waste and harmed with impunity. Cowardice in defending it is a grave sin. We see with growing disappointment how one international summit after another takes place without any significant result. There exists a clear, definite and pressing ethical imperative to implement what has not yet been done. We cannot allow certain interests – interests which are global but not universal – to take over, to dominate states and international organizations, and to continue destroying creation. People and their movements are called to cry out, to mobilize and to demand – peacefully, but firmly – that appropriate and urgently-needed measures be taken. I ask you, in the name of God, to defend Mother Earth. I have duly addressed this issue in my Encyclical Letter Laudato Si’. 4. In conclusion, I would like to repeat: the future of humanity does not lie solely in the hands of great leaders, the great powers and the elites. It is fundamentally in the hands of peoples and in their ability to organize. It is in their hands, which can guide with humility and conviction this process of change. I am with you. Let us together say from the heart: no family without lodging, no rural worker without land, no laborer without rights, no people without sovereignty, no individual without dignity, no child without childhood, no young person without a future, no elderly person without a venerable old age. Keep up your struggle and, please, take great care of Mother Earth. I pray for you and with you, and I ask God our Father to accompany you and to bless you, to fill you with his love and defend you on your way by granting you in abundance that strength which keeps us on our feet: that strength is hope, the hope which does not disappoint. Thank you and I ask you, please, to pray for me. ____________________ 1 JOHN XXIII, Encyclical Mater et Magistra (15 May 1961), 3: AAS 53 (1961), 402. 2 PAUL VI, Encyclical Populorum Progressio (26 March 1967), 14: AAS 59 (1967), 264. 3 PONTIFICAL COUNCIL FOR JUSTICE AND PEACE, Compendium of the Social Doctrine of the Church, 157. 4 FIFTH GENERAL CONFERENCE OF THE LATIN AMERICAN AND CARIBBEAN BISHOPS, Aparecida Document (29 June 2007), 66. 5 JOHN PAUL II, Post-Synodal Apostolic Exhortation Ecclesia in Africa (14 September 1995), 52: AAS 88 (1996), 32-22; ID., Encyclical Letter Sollicitudo Rei Socialis (30 December 1987), 22: AAS 80 (1988), 539. 6 Bull of Indiction of the Great Jubilee of the Year 2000 Incarnationis Mysterium (29 November 1998),11: AAS 91 (1999), 139-141. [01175-EN.01] [Original text: Spanish] Traduzione in lingua francese Bon après-midi à tous. Il y a quelques mois, nous nous sommes réunis à Rome et j’ai présent à l’esprit cette première rencontre. Durant ce temps, je vous ai portés dans mon cœur et dans mes prières. Je me réjouis de vous voir ici, échangeant sur les meilleures façons d’affronter les graves situations

Page 22: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

22

d’injustice dont souffrent les exclus dans le monde entier. Merci, Monsieur le Président Evo Morales, d’accompagner si résolument cette rencontre. La dernière fois, à Rome, j’ai senti quelque chose de très beau : la fraternité, l’entraide, l’engagement, la soif de justice. Aujourd’hui, à Santa Cruz de la Sierra, je ressens de nouveau la même chose. Merci pour cela. J’ai appris aussi à travers le Conseil Pontifical Justice et Paix que préside le Cardinal Turkson qu’ils sont nombreux dans l’Eglise ceux qui se sentent plus proches des mouvements populaires. Cela me réjouit beaucoup ! De voir l’Eglise ouvrant les portes à vous tous, l’Eglise qui s’implique, accompagne et arrive à systématiser dans chaque diocèse, dans chaque Commission de Justice et Paix, une collaboration réelle, permanente et engagée avec les mouvements populaires. Je vous invite tous, Evêques, prêtres et laïcs, ensemble avec les organisations sociales des périphéries urbaines et rurales, à approfondir cette rencontre. Dieu a permis que nous nous voyions une fois encore. La Bible nous rappelle que Dieu écoute le cri de son peuple et je voudrais moi aussi unir de nouveau ma voix à la vôtre : terre, toit et travail pour tous nos frères et sœurs. Je l’ai dit et je le répète : ce sont des droits sacrés. Cela vaut la peine, cela vaut la peine de lutter pour ces droits. Que le cri des exclus soit entendu en Amérique Latine et par toute la terre. 1. Commençons par reconnaître que nous avons besoin d’un changement. Je veux clarifier, pour qu’il n’y ait pas de malentendus, que je parle des problèmes communs de tous les latino-américains et, en général, de toute l’humanité. Des problèmes qui ont une racine globale et qu’aujourd’hui aucun Etat ne peut résoudre seul. Cette clarification faite, je propose que nous nous posions ces questions : - Reconnaissons-nous que les choses ne marchent pas bien dans un monde où il y a tant de paysans sans terre, tant de familles sans toit, tant de travailleurs sans droits, tant de personnes blessées dans leur dignité? - Reconnaissons-nous que les choses ne vont bien quand éclatent tant de guerres absurdes et que la violence fratricide s’empare même de nos quartiers ? Reconnaissons-nous que les choses ne vont pas bien quand le sol, l’eau, l’air et tous les êtres de la création sont sous une permanente menace? Donc, disons-le sans peur : nous avons besoin d’un changement et nous le voulons. Vous m’avez rapporté – par vos lettres et au cours de nos rencontres –les multiples exclusions et les injustices dont vous souffrez dans chaque activité de travail, dans chaque quartier, dans chaque territoire. Elles sont nombreuses et si diverses comme nombreuses et diverses sont les manières de les affronter. Il y a, toutefois, un fil invisible qui unit chacune de ces exclusions : pouvons-nous le reconnaître ? Car, il ne s’agit pas de questions isolées. Je me demande si nous sommes capables de reconnaître que ces réalités destructrices répondent à un système qui est devenu global. Reconnaissons-nous que ce système a imposé la logique du gain à n’importe quel prix sans penser à l’exclusion sociale ou à la destruction de la nature ? S’il en est ainsi, j’insiste, disons-le sans peur : nous voulons un changement, un changement réel, un changement de structures. On ne peut plus supporter ce système, les paysans ne le supportent pas, les travailleurs ne le supportent pas, les communautés ne le supportent pas, les peuples ne le supportent pas... Et la Terre non plus ne le supporte pas, la sœur Mère Terre comme disait saint François. Nous voulons un changement dans nos vies, dans nos quartiers, dans le terroir, dans notre réalité la plus proche ; également un changement qui touche le monde entier parce qu’aujourd’hui l’interdépendance planétaire requiert des réponses globales aux problèmes locaux. La globalisation de l’espérance, qui naît des peuples et s’accroît parmi les pauvres, doit substituer cette globalisation de l’exclusion et de l’indifférence ! Je voudrais aujourd’hui réfléchir avec vous sur le changement que nous voulons et dont nous avons besoin. Vous savez que récemment j’ai écrit sur les problèmes du changement climatique. Mais, cette fois-ci, je veux parler d’un changement dans l’autre sens. Un changement

Page 23: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

23

positif, un changement qui nous fasse du bien – nous pourrions dire – rédempteur. Car nous en avons besoin. Je sais que vous cherchez un changement et pas vous uniquement : au cours de nos diverses rencontres, au cours de différents voyages, j’ai constaté qu’il existe une attente, une intense recherche, un ardent désir de changement de la part des peuples du monde. Même dans cette minorité toujours plus réduite qui croit bénéficier de ce système règnent l’insatisfaction et spécialement la tristesse. Beaucoup espèrent un changement qui les libère de cette tristesse individualiste asservissante. Le temps, frères et sœurs, il semble que le temps soit sur le point de s’épuiser ; nous quereller entre nous ne nous a pas suffi, et nous nous nous acharnons contre notre maison. Aujourd’hui, la communauté scientifique accepte ce que depuis longtemps de simples gens dénonçaient déjà : on est en train de causer des dommages peut-être irréversibles à l’écosystème. On est en train de châtier la terre, les peuples et les personnes de façon presque sauvage. Et derrière tant de douleur, tant de mort et de destruction, se sent l’odeur de ce que Basile de Césarée appelait “le fumier du diable” ; l’ambition sans retenue de l’argent qui commande. Le service du bien commun est relégué à l’arrière-plan. Quand le capital est érigé en idole et commande toutes les options des êtres humains, quand l’avidité pour l’argent oriente tout le système socio-économique, cela ruine la société, condamne l’homme, le transforme en esclave, détruit la fraternité entre les hommes, oppose les peuples les uns aux autres, et comme nous le voyons, met même en danger notre maison commune. Je ne veux pas m’étendre en décrivant les effets pernicieux de cette dictature subtile : vous les connaissez. Il ne suffit pas non plus de signaler les causes structurelles du drame social et environnemental contemporain. Nous souffrons d’un certain excès de diagnostic qui nous conduit parfois à un pessimisme charlatanesque ou à nous complaire dans le négatif. En considérant la chronique noire de chaque jour, nous croyons qu’il n’y a rien à faire sauf prendre soin de soi-même ainsi que du petit cercle de la famille et de ceux qui nous sont chers. Que puis-je faire, moi, chiffonnier, comptable, ramasseur d’ordures, agent de recyclage, face à tant de problèmes si je gagne à peine assez pour manger ? Que puis-je faire, moi, artisan, vendeur ambulant, transporteur, travailleur exclu si je n’ai même pas les droits des travailleurs ? Que puis-je faire, moi, paysanne, indigène, pêcheur qui peut à peine résister à l’asservissement des grandes corporations ? Que puis-je faire, moi, depuis mon bidonville, depuis ma cabane, de mon village, de ma ferme quand je suis quotidiennement discriminé et marginalisé ? Que peut faire cet étudiant, ce jeune, ce militant, ce missionnaire qui parcourt les banlieues et les environs, le cœur plein de rêves, mais sans presqu’aucune solution pour mes problèmes ? Beaucoup ! Ils peuvent faire beaucoup. Vous, les plus humbles, les exploités, les pauvres et les exclus, vous pouvez et faites beaucoup. J'ose vous dire que l'avenir de l'humanité est, dans une grande mesure, dans vos mains, dans votre capacité de vous organiser et de promouvoir des alternatives créatives, dans la recherche quotidienne des 3 T (travail, toit, terre) et aussi, dans votre participation en tant que protagonistes aux grands processus de changement, nationaux, régionaux et mondiaux. Ne vous sous-estimez pas ! 2. Vous êtes des semeurs de changement. Ici en Bolivie, j'ai entendu une phrase qui me plaît beaucoup : ‘‘processus de changement’’. Le changement conçu non pas comme quelque chose qui un jour se réalisera parce qu’on a imposé telle ou telle option politique ou parce que telle ou telle structure sociale a été instaurée. Nous avons appris douloureusement qu'un changement de structures qui n’est pas accompagné d'une conversion sincère des attitudes et du cœur finit tôt ou tard par se bureaucratiser, par se corrompre et par succomber. Voilà pourquoi me plaît tant l'image du processus, où la passion de semer, d’arroser sereinement ce que d’autres verront fleurir, remplace l'obsession d’occuper tous les espaces de pouvoir disponibles et de voir des résultats immédiats. Chacun de nous n’est qu’une part d’un tout complexe et divers, interagissant dans le

Page 24: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

24

temps : des peuples qui luttent pour une signification, pour un destin, pour vivre avec dignité, pour ‘‘vivre bien’’. A partir des mouvements populaires, vous assumez des activités de toujours, motivés par l'amour fraternel qui se révèle contre l'injustice sociale. Quand nous regardons le visage de ceux qui souffrent, le visage du paysan menacé, du travailleur exclu, de l'indigène opprimé, de la famille sans toit, du migrant persécuté, du jeune en chômage, de l'enfant exploité, de la mère qui a perdu son fils dans une fusillade parce que le quartier a été accaparé par le trafic de stupéfiants, du père qui a perdu sa fille parce qu'elle a été soumise à l'esclavage ; quand nous nous rappelons ces ‘‘visages et noms’’, nos entrailles se remuent face à tant de douleur et nous sommes émus …. Car ‘‘nous avons vu et entendu’’, non pas la statistique froide mais les blessures de l'humanité souffrante, nos blessures, notre chair. Cela est très différent de la théorisation abstraite ou de l'indignation élégante. Cela nous émeut, nous fait bouger et nous cherchons l'autre pour bouger ensemble. Cette émotion faite action communautaire ne se comprend pas uniquement avec la raison : elle a un supplément de sens que seuls comprennent les peuples et qui donne aux vrais mouvements populaires leur mystique particulière. Vous vivez chaque jour, trempés, au cœur de la tempête humaine. Vous m’avez parlé de vos causes, vos m’avez fait part de vos luttes et je vous en remercie. Chers frères, vous travaillez bien souvent dans ce qui est petit, proche, dans la réalité injuste qui vous a été imposée et à laquelle nous ne vous résignez pas, en opposant une résistance active au système idolâtrique qui exclut, dégrade et tue. Je vous ai vus travailler inlassablement pour la terre et pour l'agriculture paysanne, pour vos territoires et vos communautés, pour la promotion de la dignité de l'économie populaire, pour l'intégration urbaine de vos bidonvilles et campements, pour l'auto construction de logements et le développement d'infrastructure de quartier, et dans tant d'activités communautaires qui visent la réaffirmation de quelque chose de si élémentaire et d’indéniablement nécessaire comme le droit aux 3 T : terre, toit et travail. Cet enracinement dans le quartier, dans la terre, dans le territoire, dans le métier, dans la corporation, ce fait de se reconnaître dans le visage de l'autre, cette proximité de chaque jour, avec ses misères et ses héroïsmes quotidiens, est ce qui permet de vivre le commandement de l'amour, non pas à partir des idées ou des concepts mais à partir de la rencontre authentique entre des personnes, parce que ni les concepts ni les idées ne s'aiment ; ce sont les personnes qui s'aiment. L’engagement, le véritable engagement surgit de l'amour envers des hommes et des femmes, envers des enfants et des vieillards, des populations et des communautés… des visages et des noms qui remplissent le cœur. De ces graines d'espérance semées patiemment dans les périphéries oubliées de la planète, de ces bourgeons de tendresse qui luttent pour subsister dans l'obscurité de l'exclusion, croîtront de grands arbres, surgiront des forêts denses d'espérance pour oxygéner ce monde. Je constate avec joie que vous travaillez sur ce qui est proche, en soignant les bourgeons ; mais, en même temps, dans une perspective plus ample, en protégeant le bosquet. Vous travaillez dans une perspective qui non seulement aborde la réalité sectorielle que chacun de vous représente et dans laquelle il est heureusement enraciné, mais vous cherchez également à affronter à la racine les problèmes généraux de pauvreté, d'inégalité et d'exclusion. Je vous en félicite. Il est indispensable que, avec la revendication de leurs droits légitimes, les peuples et leurs organisations sociales construisent une alternative humaine à la globalisation qui exclut. Vous êtes des semeurs de changement. Que Dieu vous donne courage, joie, persévérance et passion pour continuer à semer. Soyez sûrs que tôt ou tard nous verrons les fruits. Aux dirigeants, je vous demande : soyez créatifs et ne perdez jamais l’enracinement dans ce qui est proche, parce que le père du mensonge sait usurper de nobles paroles, promouvoir des modes intellectuelles et adopter des positions idéologiques ; mais si vous construisez sur des bases solides, sur les besoins réels et sur l’expérience vivante de vos frères, des paysans et des indigènes, des travailleurs exclus et des familles marginalisées, sûrement vous n’allez pas vous tromper.

Page 25: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

25

L’Eglise ne peut pas ni ne doit être étrangère à ce processus dans l’annonce de l’Evangile. De nombreux prêtres et agents pastoraux accomplissent une énorme tâche en accompagnant et en promouvant les exclus dans le monde entier, avec des coopératives, en impulsant des initiatives, en construisant des logements, en travaillant avec abnégation dans les domaines de la santé, du sport et de l’éducation. Je suis convaincu que la collaboration respectueuse avec les mouvements populaires peut renforcer ces efforts et fortifier les processus de changement. Ayons toujours présent au cœur la Vierge Marie, une humble fille d’un petit village perdu dans la périphérie d’un grand empire, une mère sans toit qui a su transformer une caverne d’animaux en la maison de Jésus avec quelques langes et une montagne de tendresse. Marie est signe d’espérance pour les peuples qui souffrent les douleurs de l’enfantement jusqu’à ce que germe la justice. Je prie la Vierge du Carmel, patronne de la Bolivie, afin qu’elle permette que notre rencontre soit ferment de changement. 3. Je voudrais, enfin, que nous pensions ensemble quelques tâches importantes pour ce moment historique, parce que, nous le savons, nous voulons un changement positif pour le bien de tous nos frères et soeurs. Nous voulons un changement qui s’enrichisse, nous le savons aussi, grâce au travail concerté des gouvernements, des mouvements populaires et des autres forces sociales. Mais il n'est pas si facile de définir le contenu du changement, on pourrait dire, le programme social qui reflète ce projet de fraternité et de justice que nous attendons. Dans ce sens, n'attendez pas de ce Pape une recette. Ni le Pape ni l'Église n’ont le monopole de l'interprétation de la réalité sociale ni le monopole de proposition de solutions aux problèmes contemporains. J'oserais dire qu'il n’existe pas de recette. L’histoire, ce sont les générations successives des peuples en marche à la recherche de leur propre chemin et dans le respect des valeurs que Dieu a mises dans le cœur, qui la construisent. Je voudrais, cependant, proposer trois grandes tâches qui requièrent l'apport décisif de l'ensemble des mouvements populaires : 3.1. La première tâche est de mettre l'économie au service des peuples : les êtres humains et la nature ne doivent pas être au service de l'argent. Disons NON à une économie d'exclusion et d'injustice où l'argent règne au lieu de servir. Cette économie tue. Cette économie exclut. Cette économie détruit la Mère Terre. L'économie ne devrait pas être un mécanisme d'accumulation mais l'administration adéquate de la maison commune. Cela implique de prendre jalousement soin de la maison et de distribuer convenablement les biens entre tous. Son objet n'est pas uniquement d'assurer la nourriture ou une ‘‘convenable subsistance’’. Ni même, bien que ce serait déjà un grand pas, de garantir l'accès aux 3 T pour lesquels vous luttez. Une économie vraiment communautaire, l’on pourrait dire, une économie d'inspiration chrétienne, doit garantir aux peuples dignité, “un accomplissement sans fin”1. Cela implique les 3 T mais aussi l'accès à l'éducation, à la santé, à l'innovation, aux manifestations artistiques et culturelles, à la communication, au sport et au loisir. Une économie juste doit créer les conditions pour que chaque personne puisse jouir d'une enfance sans privations, développer ses talents durant la jeunesse, travailler de plein droit pendant les années d'activité et accéder à une retraite digne dans les vieux jours. C'est une économie où l'être humain, en harmonie avec la nature, structure tout le système de production et de distribution pour que les capacités et les nécessités de chacun trouvent une place appropriée dans l'être social. Vous, et aussi d'autres peuples, vous résumez ce désir ardent d'une manière simple et belle : ‘‘vivre bien’’. Cette économie est non seulement désirable et nécessaire mais aussi possible. Ce n'est pas une utopie et une imagination. C'est une perspective extrêmement réaliste. Nous pouvons l’atteindre. Les ressources disponibles dans le monde, fruit du travail intergénérationnel des peuples et les dons de la création, sont plus que suffisants pour le développement intégral de ‘‘tout homme et tout l'homme”2. Le problème est, en revanche, autre. Un système existe avec d'autres objectifs.

Page 26: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

26

Un système qui même en accélérant de façon irresponsable les rythmes de la production, même en mettant en œuvre des méthodes dans l'industrie et dans l'agriculture, méthodes préjudiciables à la Mère Terre au nom de la ‘‘productivité’’, continue de nier à des milliers de millions de frères les droits économiques, sociaux et culturels les plus élémentaires. Ce système porte atteinte au projet de Jésus. La juste distribution des fruits de la terre et du travail humain n'est pas de la pure philanthropie. C'est un devoir moral. Pour les chrétiens, la charge est encore plus lourde : c'est un commandement. Il s'agit de rendre aux pauvres et aux peuples ce qui leur appartient. La destination universelle des biens n'est pas une figure de style de la doctrine sociale de l'Église. C'est une réalité antérieure à la propriété privée. La propriété, surtout quand elle affecte les ressources naturelles, doit toujours être en fonction des nécessités des peuples. Et ces nécessités ne se limitent pas à la consommation. Il ne suffit pas de laisser tomber quelques gouttes quand les pauvres agitent cette coupe qui ne se renverse jamais d’elle-même. Les plans d'assistance qui s'occupent de certaines urgences devraient être pensés seulement comme des réponses passagères. Ils ne pourront jamais substituer la vraie inclusion : celle-là qui donne le travail digne, libre, créatif, participatif et solidaire. Sur ce chemin, les mouvements populaires ont un rôle essentiel, non seulement en exigeant et en réclamant, mais fondamentalement en créant. Vous êtes des poètes sociaux : des créateurs de travail, des constructeurs de logements, des producteurs de nourriture, surtout pour ceux qui sont marginalisés par le marché mondial. J'ai connu de près diverses expériences où les travailleurs, unis dans des coopératives et dans d'autres formes d'organisation communautaire, ont réussi à créer un travail là où il y avait seulement des restes de l'économie idolâtre. Les entreprises récupérées, les marchés aux puces et les coopératives de chiffonniers sont des exemples de cette économie populaire qui surgit de l'exclusion et, petit à petit, avec effort et patience, adopte des formes solidaires qui la rendent digne. Que cela est différent de l’exploitation des marginalisés du marché formel comme des esclaves ! Les gouvernements qui assument comme leur la tâche de mettre l'économie au service des peuples doivent promouvoir le raffermissement, l'amélioration, la coordination et l'expansion de ces formes d'économie populaire et de production communautaire. Cela implique d’améliorer les processus de travail, de pourvoir une infrastructure adéquate et de garantir tous les droits aux travailleurs de ce secteur alternatif. Quand l'État et les organisations sociales assument ensemble la mission des 3 T, s'activent les principes de solidarité et de subsidiarité qui permettent d'édifier le bien commun dans une démocratie pleine et participative. 3.2. La deuxième tâche est d'unir nos peuples sur le chemin de la paix et de la justice. Les peuples du monde veulent être artisans de leur propre destin. Ils veulent conduire dans la paix leur marche vers la justice. Ils ne veulent pas de tutelles ni d'ingérence où le plus fort subordonne le plus faible. Ils veulent que leur culture, leur langue, leurs processus sociaux et leurs traditions religieuses soient respectés. Aucun pouvoir de fait ou constitué n'a le droit de priver les pays pauvres du plein exercice de leur souveraineté et, quand on le fait, nous voyons de nouvelles formes de colonialisme qui affectent sérieusement les possibilités de paix et de justice parce que “La paix se fonde non seulement sur le respect des droits de l'homme, mais aussi sur les droits des peuples particulièrement le droit à l'indépendance”3. Les peuples de l'Amérique Latine ont accouché de leur indépendance politique dans la douleur et, depuis lors, ils ont passé deux siècles d'une histoire dramatique et pleine de contradictions à essayer de conquérir une pleine indépendance. Au cours de ces dernières années, après tant de désaccords, beaucoup de pays latino-américains ont vu croître la fraternité entre leurs peuples. Les gouvernements de la Région ont uni leurs efforts pour faire respecter leur souveraineté, celle de chaque pays et celle de l'ensemble de la région, que, comme nos Pères d'autrefois, ils appellent si admirablement la ‘‘Grande Patrie’’. Je

Page 27: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

27

vous demande, frères et sœurs des mouvements populaires, de soigner et d’accroître cette unité. Maintenir l'unité face à toute tentative de division est nécessaire pour que la région croisse dans la paix et la justice. Malgré ces progrès, subsistent encore des facteurs qui compromettent le développement humain équitable et limitent la souveraineté des pays de la ‘‘Grande Patrie’’ et sous d’autres latitudes de la planète. Le nouveau colonialisme adopte des visages différents. Parfois, c'est le pouvoir anonyme de l'idole argent : des corporations, des prêteurs sur gages, quelques traités dénommés ‘‘de libre commerce’’ et l'imposition de mesures d’‘‘austérité’’ qui serrant toujours la ceinture des travailleurs et des pauvres. Les évêques latino-américains le dénoncent avec une clarté totale dans le document d'Aparecida quand ils affirment : “Les institutions financières et les entreprises transnationales se fortifient au point de subordonner les économies locales, surtout, en affaiblissant les États, qui apparaissent de plus en plus incapables de conduire des projets de développement au service de leurs populations”4. A d'autres occasions, sous la noble apparence de la lutte contre la corruption, contre le trafic de stupéfiants ou le terrorisme - de graves maux de nos temps qui requièrent une action internationale coordonnée - nous voyons que l'on impose aux États des mesures qui ont peu à voir avec la résolution de ces questions et bien des fois aggravent les choses. De la même façon, la concentration sous forme de monopoles des moyens de communication sociale qui essaie d'imposer des directives aliénantes de consommation et une certaine uniformité culturelle est l’une des autres formes que le nouveau colonialisme adopte. C'est le colonialisme idéologique. Comme le disent les Évêques d'Afrique, souvent on essaie de transformer les pays pauvres en ‘‘pièces d'un mécanisme, […] parties d'un engrenage gigantesque’’5. Il faut reconnaître qu'aucun des graves problèmes de l'humanité ne peut être résolu sans l’interaction entre les États et les peuples au plan international. Tout acte d'envergure réalisé dans une partie de la planète se répercute sur l’ensemble en termes économiques, écologiques, sociaux et culturels. Même le crime et la violence se sont globalisés. Par conséquent, aucun gouvernement ne peut agir en marge d'une responsabilité commune. Si nous voulons réellement un changement positif, nous devons humblement assumer notre interdépendance. Mais interaction n'est pas synonyme d'imposition, ce n'est pas une subordination des uns en fonction des intérêts des autres. Le colonialisme, nouveau et ancien, qui réduit les pays pauvres en de simples fournisseurs de matière première et de travail bon marché, engendre violence, misère, migrations forcées et tous les malheurs qui vont de pair… précisément parce que, en ordonnant la périphérie en fonction du centre, le colonialisme refuse à ces pays le droit à un développement intégral. C’est de l’injustice et l’injustice génère la violence qu’aucun recours policier, militaire ni aucun service d'intelligence ne peut arrêter. Disons NON aux vieilles et nouvelles formes de colonialisme. Disons OUI à la rencontre entre les peuples et les cultures. Bienheureux les artisans de paix. Ici je veux m'arrêter sur un sujet important. Car, quelqu’un pourra dire, avec raison, “quand le Pape parle du colonialisme il oublie certaines actions de l'Église”. Je leur dis, avec peine : de nombreux et de graves péchés ont été commis contre les peuples originaires de l'Amérique au nom de Dieu. Mes prédécesseurs l'ont reconnu, le CELAM l'a dit et je veux le dire également. A l’instar de saint Jean-Paul II, je demande que l'Eglise « s'agenouille devant Dieu et implore le pardon des péchés passés et présents de ses fils »6. ". Et je voudrais vous dire, je veux être très clair, comme l’a été saint Jean-Paul II : je demande humblement un pardon, non seulement pour les offenses de l’Église même, mais pour les crimes contre les peuples autochtones durant ce que l’on appelle la conquête de l’Amérique. Je demande aussi à vous tous, croyants et non croyants, de vous souvenir de tant d'Évêques, prêtres et laïques qui ont annoncé et annoncent la bonne nouvelle de Jésus avec courage et douceur, respect et dans la paix ; qui sur leur passage en cette vie ont laissé des œuvres émouvantes de

Page 28: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

28

promotion humaine et d'amour, souvent auprès des peuples indigènes ou en accompagnant les mouvements populaires de ceux-ci, y compris jusqu'au martyre. L'Église, ses fils et ses filles, font partie de l'identité des peuples latino-américains. Une identité qu’ici comme dans d'autres pays certains pouvoirs s’évertuent à effacer, peut-être parce que notre foi est révolutionnaire, parce que notre foi défie la tyrannie de l'idole argent. Aujourd'hui nous voyons avec frayeur comment beaucoup de nos frères au Moyen-Orient et en d'autres endroits du monde sont persécutés, torturés, assassinés pour leur foi en Jésus. Cela, nous devons aussi le dénoncer : en cette troisième guerre mondiale fragmentée que nous vivons, il y a une espèce de génocide en marche qui doit cesser. Frères et sœurs du mouvement indigène latino-américain, permettez-moi de vous manifester mon affection la plus profonde et de vous féliciter pour chercher l’union de vos peuples et cultures, ce que je nomme polyèdre, une forme de cohabitation où les parties conservent leur identité en construisant ensemble une pluralité qui n'attente pas à l’unité, mais la renforce. Votre recherche de cette interculturalité qui combine la réaffirmation des droits des peuples autochtones avec le respect de l'intégrité territoriale des États nous enrichit et nous fortifie tous. 3.3. La troisième tâche, peut-être la plus importante que nous devons assumer aujourd’hui est de défendre la Mère Terre. La maison commune de nous tous est pillée, dévastée, bafouée impunément. La lâcheté dans sa défense est un grave péché. Nous voyons avec une déception croissante comment des sommets internationaux se succèdent les uns après les autres sans aucun résultat important. Il y a un impératif éthique clair, définitif et urgent d’agir, qui n’est pas accompli. On ne peut pas permettre que certains intérêts - qui sont globaux mais non universels - s'imposent, soumettent les États ainsi que les organisations internationales, et continuent de détruire la création. Les peuples et leurs mouvements sont appelés à interpeler, à se mobiliser, à exiger - pacifiquement mais tenacement - l'adoption urgente de mesures appropriées. Je vous demande, au nom de Dieu, de défendre la Mère Terre. Sur ce thème, je me suis exprimé dûment dans l’Encyclique Laudato si’. 4. Pour finir, je voudrais vous dire de nouveau : l'avenir de l'humanité n'est pas uniquement entre les mains des grands dirigeants, des grandes puissances et des élites. Il est fondamentalement dans les mains des peuples ; dans leur capacité à s’organiser et aussi dans vos mains qui arrosent avec humilité et conviction ce processus de changement. Je vous accompagne. Disons ensemble de tout cœur : aucune famille sans logement, aucun paysan sans terre, aucun travailleur sans droits, aucun peuple sans souveraineté, aucune personne sans dignité, aucun enfant sans enfance, aucun jeune sans des possibilités, aucun vieillard sans une vieillesse vénérable. Continuez votre lutte et, s'il vous plaît, prenez grand soin de la Mère la Terre. Je prie pour vous, je prie avec vous et je veux demander à Dieu notre Père de vous accompagner et de vous bénir, de vous combler de son amour et de vous défendre sur le chemin en vous donnant abondamment cette force qui nous maintient sur pied : cette force, c’est l'espérance, l'espérance qui ne déçoit pas, merci. Et, s'il vous plaît, je vous demande de prier pour moi. __________________ 1 Jean XXIII, Lett. enc. Mater et Magistra (15 mai 1961), n. 3 : AAS 53 (1961), 402 2 Paul VI, Lett. enc. Popolorum Progressio, n. 14. 3 Conseil Pontifical “Justice et Paix”, Compendium de la Doctrine Sociale de l’Eglise, n. 157. 4 Vème Conférence Générale de l’Episcopat Latino-américain (2007), Document de Conclusion, Aparecida, n. 66. 5 Jean-Paul II, Exhort. ap. postsinodale Ecclesia in Africa (14 septembre 1995), 52 : AAS 88 (1996), 32-33; Id., Lett. enc. Sollicitudo rei socialis (30 décembre 1987), n. 22 : AAS 80 (1988), 539. 6 Jean-Paul II, Bulle Incarnationis mysterium, n. 11. [01175-FR.01] [Texte original: Espagnol]

Page 29: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

29

Traduzione in lingua tedesca Ihnen allen einen guten Abend! Vor einigen Monaten haben wir uns in Rom versammelt, und mir ist diese unsere erste Begegnung noch gegenwärtig. Während dieser Zeit habe ich Sie in meinem Herzen und in meinen Gebeten getragen. Ich freue mich, Sie erneut hier zu haben, in einem Gespräch über die besten Wege, wie die Situationen schwerer Ungerechtigkeit überwunden werden können, unter denen die Ausgeschlossenen in aller Welt leiden. Danke, Herr Präsident Evo Morales, dass Sie diese Begegnung so entschlossen begleiten. Damals in Rom habe ich etwas sehr Schönes empfunden: Geschwisterlichkeit, Charisma, Engagement, Durst nach Gerechtigkeit. Heute in Santa Cruz de la Sierra spüre ich wieder das Gleiche. Danke dafür! Durch den Päpstlichen Rat für Gerechtigkeit und Frieden unter dem Vorsitzt von Kardinal Turkson habe ich auch erfahren, dass es viele in der Kirche gibt, die den Volksbewegungen nahe stehen. Das freut mich sehr! Zu sehen, dass die Kirche Ihnen allen ihre Türen öffnet, sich begleitend einbringt und es ihr gelingt, in jeder Diözese und jeder Kommission für Gerechtigkeit und Frieden eine wirkliche, ständige und engagierte Zusammenarbeit mit den Volksbewegungen zu strukturieren. Alle – Bischöfe, Priester und Laien gemeinsam mit den sozialen Einrichtungen der städtischen und ländlichen Randgebiete – lade ich ein, diese Begegnung zu vertiefen. Gott hat es gewährt, dass wir uns heute ein weiteres Mal sehen. Die Bibel erinnert uns daran, dass Gott die Klage seines Volkes hört, und auch ich möchte erneut meine Stimme mit der Ihren vereinen: Grund und Boden, Wohnung und Arbeit für alle unsere Brüder und Schwestern! Das habe ich gesagt, und ich wiederhole es: Es sind unantastbare Rechte. Es lohnt sich, es lohnt sich, für sie zu kämpfen. Möge die Klage der Ausgeschlossenen in Lateinamerika und auf der ganzen Erde gehört werden! 1. Beginnen wir mit der Einsicht, dass wir eine Veränderung brauchen. Damit es keine Missverständnisse gibt, möchte ich klarstellen, dass ich von den gemeinsamen Problemen aller Lateinamerikaner – und generell der ganzen Menschheit – spreche. Von Problemen, die globalen Charakter haben und die heute kein Staat im Alleingang lösen kann. Nach dieser Klärung schlage ich vor, dass wir uns folgende Fragen stellen: Sehen wir ein, dass etwas nicht in Ordnung ist in einer Welt, in der es so viele Campesinos ohne Grund und Boden, so viele Familien ohne Wohnung, so viele Arbeiter ohne Rechte gibt, so viele Menschen, die in ihrer Würde verletzt sind? Sehen wir ein, dass etwas nicht in Ordnung ist, wenn so viele sinnlose Kriege ausbrechen und die brudermörderische Gewalt sich selbst unserer Stadtviertel bemächtigt? Sehen wir ein, dass etwas nicht in Ordnung ist, wenn der Boden, das Wasser, die Luft und alle Wesen der Schöpfung einer ständigen Bedrohung ausgesetzt sind? Sagen wir es ganz unerschrocken: Wir brauchen und wir wollen eine Veränderung. In Ihren Briefen und in unseren Begegnungen haben Sie mir die vielfältigen Ausschließungen und Ungerechtigkeiten geschildert, die Sie bei jeder Arbeit, in jedem Stadtviertel, in jedem Territorium erleiden. Sie sind so zahlreich und so unterschiedlich, wie Ihre Formen, ihnen entgegenzutreten, zahlreich und unterschiedlich sind. Es gibt jedoch einen unsichtbaren Faden, der alle diese Ausschließungen miteinander verbindet. Können wir ihn erkennen? Es handelt sich nämlich nicht um isolierte Probleme. Ich frage mich, ob wir fähig sind zu erkennen, dass diese zerstörerischen Wirklichkeiten einem System entsprechen, das sich über den ganzen Globus erstreckt. Erkennen wir, dass dieses System die Logik des Gewinns um jeden Preis durchgesetzt hat, ohne an die soziale Ausschließung oder die Zerstörung der Natur zu denken?

Page 30: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

30

Ja, so ist es, ich beharre darauf, sagen wir es unerschrocken: Wir wollen eine Veränderung, eine wirkliche Veränderung, eine Veränderung der Strukturen. Dieses System ist nicht mehr hinzunehmen; die Campesinos ertragen es nicht, die Arbeiter ertragen es nicht, die Gemeinschaften ertragen es nicht, die Völker ertragen es nicht… Und ebenso wenig erträgt es die Erde, „unsere Schwester, Mutter Erde“, wie der heilige Franziskus sagte. Wir wollen eine Veränderung in unserem Leben, in unseren Wohnvierteln, in der niedrigen Bezahlung, in unserer unmittelbaren Wirklichkeit; auch eine Veränderung, welche die ganze Welt berührt, denn heute verlangt die weltweite Interdependenz globale Antworten auf die lokalen Probleme. Die Globalisierung der Hoffnung, die in den Völkern aufkeimt und unter den Armen wächst, muss an die Stelle der Globalisierung der Ausschließung und der Gleichgültigkeit treten! Ich möchte heute mit Ihnen über die Veränderung nachdenken, die wir wollen und brauchen. Sie wissen, dass ich vor Kurzem über die Probleme des Klimawandels geschrieben habe. Doch diesmal möchte ich über einen Wandel im anderen Sinn sprechen. Über einen positiven Wandel, eine Veränderung, die uns gut tut, einen „erlösenden“ Wandel, könnten wir sagen. Denn wir brauchen ihn. Ich weiß, dass Sie eine Veränderung suchen, und nicht nur Sie: Bei den verschiedenen Begegnungen, auf den verschiedenen Reisen habe ich festgestellt, dass es in allen Völkern der Welt eine Erwartung gibt, eine starke Suche, ein Sehnen nach Veränderung. Selbst in dieser immer kleineren Minderheit, die glaubt, von diesem System zu profitieren, herrscht die Unzufriedenheit und besonders die Traurigkeit. Viele erhoffen einen Wandel, der sie von dieser individualistischen, versklavenden Traurigkeit befreit. Die Zeit, Brüder und Schwestern, die Zeit scheint reif. Es reichte nicht, dass wir untereinander gestritten haben, sondern wir wüten sogar gegen unser Haus. Heute gibt die Wissenschaft zu, was die einfachen Leute schon seit langer Zeit anprangern: Dem Ökosystem werden Schäden zugefügt, die vielleicht irreversibel sind. Die Erde, die Völker und die einzelnen Menschen werden auf fast barbarische Weise gezüchtigt. Und hinter so viel Schmerz, so viel Tod und Zerstörung riecht man den Gestank dessen, was Basilius von Cäsarea den „Mist des Teufels“ nannte. Das hemmungslose Streben nach Geld, das regiert. Der Dienst am Gemeinwohl wird außer Acht gelassen. Wenn das Kapital sich in einen Götzen verwandelt und die Optionen der Menschen bestimmt, wenn die Geldgier das ganze sozioökonomische System bevormundet, zerrüttet es die Gesellschaft, verwirft es den Menschen, macht ihn zum Sklaven, zerstört die Brüderlichkeit unter den Menschen, bringt Völker gegeneinander auf und gefährdet – wie wir sehen – dieses unser gemeinsames Haus. Ich möchte mich nicht damit aufhalten, die üblen Auswirkungen dieser subtilen Diktatur zu beschreiben; Sie kennen sie. Es reicht auch nicht, die strukturellen Ursachen des augenblicklichen sozialen und ökologischen Dramas aufzuzeigen. Wir leiden unter einem gewissen Übermaß an Diagnose, das uns manchmal in einen wortreichen Pessimismus führt oder dazu, uns am Negativen zu ergötzen. Wenn wir die schwarze Chronik jedes Tages sehen, meinen wir, dass man nichts tun kann, als sich um sich selbst und den kleinen Kreis von Familie und Freunden zu kümmern. Was kann ich, ein Cartonero, eine Catadora, ein Müllsucher, eine Müllsortiererin angesichts so vieler Probleme tun, wenn ich kaum genug zum Essen verdiene? Was kann ich Handwerker, Straßenhändler, Fernfahrer, ausgeschlossener Arbeiter tun, wenn ich nicht einmal Arbeitsrechte habe? Was kann ich Bäuerin, ich Indio, ich Fischer tun, wenn ich kaum der Unterwerfung durch die großen Genossenschaften widerstehen kann? Was kann ich von meinem Elendsviertel, meiner Bruchbude, meinem Dörfchen, meiner Barackensiedlung aus tun, wenn ich täglich diskriminiert und ausgegrenzt werde? Was kann dieser Student, dieser Jugendliche, dieser Vorkämpfer, dieser Missionar tun, der durch die Stadtviertel und die Gegenden läuft mit dem Herzen voller Träume, doch nahezu ohne irgendeine Lösung für meine Probleme? – Viel! Sie können viel tun. Sie, die Unbedeutendsten, die Ausgebeuteten, die Armen und Ausgeschlossenen, können viel und tun viel. Ich wage, Ihnen zu sagen, dass die Zukunft der Menschheit großenteils in Ihren Händen liegt, in Ihren Fähigkeiten, sich zusammenzuschließen und kreative Alternativen zu

Page 31: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

31

fördern, im täglichen Streben nach den „drei T“ (trabajo, techo, tierra – Arbeit, Wohnung, Grund und Boden) und auch in Ihrer Beteiligung als Protagonisten an den großen Wandlungsprozessen auf nationaler, regionaler und weltweiter Ebene. Lassen Sie sich nicht einschüchtern! 2. Sie sind Aussäer von Veränderung. Hier in Bolivien habe ich einen Ausdruck gehört, der mir sehr gefällt: „Wandlungsprozess“. Die Veränderung, nicht verstanden als etwas, das eines Tages eintreffen wird, weil diese oder jene politische Option sich durchgesetzt hat oder weil diese oder jene soziale Struktur errichtet wurde. Wir haben die schmerzliche Erfahrung gemacht, dass ein Wandel der Strukturen, der nicht mit einer aufrichtigen Umkehr des Verhaltens und des Herzens einhergeht, darauf hinausläuft, früher oder später zu verbürokratisieren, zu verderben und unterzugehen. Darum gefällt mir das Bild des Prozesses so sehr, wo die Freude am Aussäen und gelassenen Begießen von etwas, dessen Erblühen später andere sehen werden, an die Stelle der ängstlichen Sorge tritt, alle verfügbaren Machtbereiche zu besetzen und unmittelbare Ergebnisse zu sehen. Jeder von uns ist nicht mehr als ein Teil eines komplexen und vielschichtigen Ganzen, das in wechselseitiger Beeinflussung durch die Zeit geht – Bevölkerungsgruppen, die um Bedeutung ringen, für ein Ziel kämpfen, um in Würde zu leben, um „gut zu leben“. Sie aus den Volksbewegungen übernehmen die immer gleichen Arbeiten, motiviert durch die Bruderliebe, die sich gegen die soziale Ungerechtigkeit auflehnt. Wenn wir das Gesicht der Leidenden sehen, das Gesicht des bedrohten Campesinos, des ausgeschlossenen Arbeiters, des unterdrückten Ureinwohners, der obdachlosen Familie, des verfolgten Migranten, des arbeitslosen Jugendlichen, des ausgebeuteten Kindes; das Gesicht der Mutter, die ihren Sohn in einer Schießerei verloren hat, weil das Quartier vom Drogenhandel eingenommen war; das Gesicht des Vaters, der seine Tochter verloren hat, weil sie der Sklaverei unterworfen wurde; wenn wir an diese „Gesichter und Namen“ denken, erschauern wir im Innersten und sind erschüttert… Denn „wir haben gesehen und gehört“ – nicht die kalte Statistik, sondern die Wunden der verletzten Menschheit, unsere Wunden, unser Fleisch. Das ist etwas ganz anderes als das abstrakte Theoretisieren oder die vornehme Entrüstung. Das erschüttert uns, bringt uns in Bewegung, und wir suchen den anderen, um uns gemeinsam zu bewegen. Diese zu gemeinschaftlichem Handeln gewordene Ergriffenheit kann man nicht mit dem Verstand allein begreifen: Sie besitzt ein Mehr an Sinngehalt, das nur die Leute aus dem Volk verstehen und das den wirklichen Volksbewegungen ihre besondere Mystik verleiht. Sie leben Tag für Tag im Zentrum des menschlichen Unwetters, gleichsam darin eingetaucht. Sie haben mir von Ihren Anliegen erzählt, mich teilhaben lassen an Ihrem Ringen, und ich danke Ihnen dafür. Sie, liebe Brüder, arbeiten oftmals im Kleinen, im Naheliegenden, in der ungerechten Wirklichkeit, die Ihnen aufgezwungen wurde und mit der Sie sich nicht abfinden, sondern dem götzendienerischen System, das ausschließt, demütigt und tötet, aktiven Widerstand entgegensetzen. Ich habe Sie unermüdlich arbeiten sehen für den Boden und die kleinbäuerliche Landwirtschaft, für Ihre Territorien und Gemeinschaften, für die Achtung der Würde der volksnahen Wirtschaft, für die städtische Eingliederung Ihrer Vororte und Siedlungen, für den Eigenbau von Wohnungen und die Entwicklung einer Infrastruktur der Wohnviertel sowie in vielen gemeinschaftlichen Aktivitäten, die auf die erneute Bekräftigung von etwas so Elementarem und unbestreitbar Notwendigem abzielen wie das Recht auf die „drei T“: tierra, techo, trabajo – Boden, Wohnung und Arbeit. Diese Verwurzelung im Stadtviertel, im Grund und Boden, im Territorium, im Handwerk, in der Genossenschaft, dieses Sich-Erkennen im Gesicht des anderen, diese Nähe im Alltag mit seinem Elend und seinem täglichen Heldentum – all das erlaubt, die Sendung der Liebe zu praktizieren, nicht aufgrund von Ideen und Konzepten, sondern aufgrund der echten Begegnung zwischen Menschen, denn was man liebt, sind nicht die Konzepte und die Ideen; man liebt die Menschen. Die Hingabe, die wahre Hingabe geht aus der Liebe hervor, aus der Liebe zu Männern und Frauen, zu Kindern und Alten, zu Volksgruppen und Gemeinschaften…Gesichter und Namen,

Page 32: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

32

die das Herz erfüllen. Aus diesen Samen der Hoffnung, die geduldig in den vergessenen Peripherien des Planeten ausgesät werden, aus diesen Sprossen der Zärtlichkeit, die in der Dunkelheit des Ausgeschlossenseins ums Überleben kämpfen, werden große Bäume heranwachsen, werden dichte Wälder der Hoffnung entstehen, um diese Welt mit Sauerstoff zu versorgen. Ich sehe mit Freude, dass Sie im Naheliegenden arbeiten und pflegen, was aufsprosst, zugleich aber in einer weiter reichenden Perspektive die Baumpflanzung schützen. Sie arbeiten in einer Perspektive, die nicht nur den jeweiligen Sektor der Wirklichkeit in Angriff nimmt, den jeder von Ihnen vertritt und in dem er glücklich verwurzelt ist, sondern Sie versuchen auch, die allgemeinen Probleme von Armut, Ungleichheit und Ausschließung von Grund auf zu lösen. Dafür beglückwünsche ich Sie. Es ist unerlässlich, dass die Völker und ihre sozialen Organisationen zugleich mit der Einforderung ihrer legitimen Rechte eine menschliche Alternative zur ausschließenden Globalisierung aufbauen. Sie sind Aussäer der Veränderung. Möge Gott Ihnen Mut, Freude, Ausdauer und Leidenschaft schenken, mit dem Säen fortzufahren! Seien Sie gewiss, dass wir früher oder später die Früchte sehen werden. Die Leiter bitte ich: Seien Sie kreativ und verlieren Sie nie die Verwurzelung im Naheliegenden, denn der Vater der Lüge weiß edle Worte anderer für seine Zwecke zu gebrauchen, geistige Moderichtungen zu fördern und ideologische Posen anzunehmen. Wenn Sie aber auf soliden Fundamenten aufbauen, auf den realen Bedürfnissen und der lebendigen Erfahrung Ihrer Brüder und Schwestern – der Campesinos und der Ureinwohner, der ausgeschlossenen Arbeiter und der ausgegrenzten Familien –, dann werden Sie mit Sicherheit nicht fehlgehen. Die Kirche kann und darf in ihrer Verkündigung des Evangeliums diesem Prozess nicht fern stehen. Viele Priester und Pastoralarbeiter erfüllen eine gewaltige Aufgabe der Begleitung und Förderung der Ausgeschlossenen in aller Welt, indem sie – gemeinsam mit Genossenschaften – Unternehmen vorantreiben, Wohnungen bauen und hingebungsvoll in den Bereichen des Gesundheitswesens, des Sports und des Erziehungswesens arbeiten. Ich bin überzeugt, dass die respektvolle Zusammenarbeit mit den Volksbewegungen diese Bemühungen stärken und die Wandlungsprozesse unterstützen kann. Halten wir immer die Jungfrau Maria in unserem Herzen, ein einfaches Mädchen aus einem kleinen, abgelegenen Dorf am Rande eines großen Kaiserreiches, eine obdachlose Mutter, die es verstand, eine Grotte für die Tiere in das Haus Jesu zu verwandeln – mit ein paar Windeln und einem Überschwang an zärtlicher Liebe. Maria ist ein Zeichen der Hoffnung für die Bevölkerungsgruppen, die „Geburtswehen“ erleiden, bis die Gerechtigkeit zum Durchbruch kommt. Ich bete zur Jungfrau vom Berge Karmel, der Patronin Boliviens, damit sie ermöglicht, dass diese unsere Begegnung ein Ferment des Wandels sei. 3. Als Letztes möchte ich, dass wir gemeinsam nachdenken über einige wichtige Aufgaben für diesen historischen Moment, denn wir wollen eine positive Veränderung zum Wohl aller unserer Brüder und Schwestern, das ist klar. Wir wollen eine Veränderung, die durch die Zusammenarbeit zwischen den Regierungen, den Volksbewegungen und anderen sozialen Kräften bereichert wird, auch das ist klar. Doch es ist nicht so leicht, den Inhalt der Veränderung, sozusagen das soziale Programm zu bestimmen, das diesen Plan der Geschwisterlichkeit und Gerechtigkeit, die wir erhoffen, widerspiegelt. In diesem Sinn erwarten Sie bitte kein Rezept von diesem Papst. Weder der Papst, noch die Kirche besitzen das Monopol für die Interpretation der sozialen Wirklichkeit, und sie haben auch keine Lösungsvorschläge für die gegenwärtigen Probleme. Ich wage zu behaupten, dass es gar kein Rezept gibt. Die Geschichte wird von den aufeinander folgenden Generationen aufgebaut im Rahmen von Völkern, die auf der Suche nach ihrem eigenen Weg sind und die Werte achten, die Gott ihnen ins Herz gelegt hat. Dennoch möchte ich drei große Aufgaben vorschlagen, die den entscheidenden Beitrag der Gesamtheit der Volksbewegungen erfordern:

Page 33: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

33

3.1. Die erste Aufgabe ist, die Wirtschaft in den Dienst der Völker zu stellen: Die Menschen und die Natur dürfen nicht im Dienst des Geldes stehen. Wir sagen Nein zu einer Wirtschaft der Ausschließung und der sozialen Ungerechtigkeit, wo das Geld regiert, anstatt zu dienen. Diese Wirtschaft tötet. Diese Wirtschaft schließt aus. Diese Wirtschaft zerstört die Mutter Erde. Die Wirtschaft dürfte nicht ein Mechanismus zur Anhäufung sein, sondern die geeignete Verwaltung des gemeinsamen Hauses. Das beinhaltet, das Haus sehr bedacht zu pflegen und die Güter angemessen unter allen zu verteilen. Ihr Zweck besteht nicht allein darin, die Nahrung bzw. einen „anständigen Lebensunterhalt“ zu sichern. Nicht einmal darin, den Zugang zu den „drei T“ zu gewährleisten, für den Sie kämpfen, auch wenn das schon ein großer Schritt wäre. Eine wirklich gemeinschaftliche Wirtschaft – eine christlich inspirierte Wirtschaft, würde ich sagen – muss den Völkern Würde garantieren, „Wohlstand in seinen vielfältigen Aspekten“1. Das schließt die „drei T“ ein, aber auch den Zugang zum Bildungs- und Gesundheitswesen, zur Innovation, zu künstlerischen und kulturellen Darbietungen, zum Kommunikationswesen sowie zu Sport und Erholung. Eine gerechte Wirtschaft muss die Bedingungen dafür schaffen, dass jeder Mensch eine Kindheit ohne Entbehrungen genießen, während der Jugend seine Talente entfalten, in den Jahren der Aktivität einer rechtlich gesicherten Arbeit nachgehen und im Alter zu einer würdigen Rente gelangen kann. Es ist eine Wirtschaft, in der der Mensch im Einklang mit der Natur das gesamte System von Produktion und Distribution so gestaltet, dass die Fähigkeiten und die Bedürfnisse jedes Einzelnen einen angemessenen Rahmen im Gemeinwesen finden. Sie – und auch andere Volksgruppen – fassen diese Sehnsucht auf einfache und schöne Weise in dem Ausdruck „gut leben“ zusammen. Diese Wirtschaft ist nicht nur wünschenswert und notwendig, sondern auch möglich. Sie ist weder Utopie, noch Fantasie. Sie ist eine äußerst realistische Perspektive. Wir können sie erreichen. Die in der Welt verfügbaren Ressourcen – eine Frucht der generationsübergreifenden Arbeit der Völker und der Gaben der Schöpfung – sind mehr als ausreichend für die ganzheitliche Entwicklung eines jeden Menschen und des ganzen Menschen2. Das Problem ist hingegen ein anderes. Es existiert ein System mit anderen Zielen. Ein System, das trotz der unverantwortlichen Beschleunigung der Produktionsrhythmen, trotz der Einführung von Methoden in Industrie und Landwirtschaft, welche um der „Produktivität“ willen die Mutter Erde schädigen, weiterhin Milliarden unserer Brüder und Schwestern die elementarsten wirtschaftlichen, sozialen und kulturellen Rechte verweigert. Dieses System verstößt gegen den Plan Jesu. Die gerechte Verteilung der Früchte der Erde und der menschlichen Arbeit ist keine bloße Philanthropie. Es ist eine moralische Pflicht. Für die Christen ist die Verpflichtung noch stärker: Es ist ein Gebot. Es geht darum, den Armen und den Völkern das zurückzugeben, was ihnen gehört. Die universale Bestimmung der Güter ist nicht eine wortgewandte Ausschmückung der Soziallehre der Kirche. Es ist eine Wirklichkeit, die dem Privateigentum vorausgeht. Der Besitz – ganz besonders wenn er die natürlichen Ressourcen betrifft – muss immer den Bedürfnissen der Völker zugeordnet sein. Und diese Bedürfnisse beschränken sich nicht auf den Konsum. Es reicht nicht, ein paar Tropfen fallen zu lassen, wenn die Armen diesen Becher schütteln, der niemals von sich aus etwas ausgießt. Die Hilfspläne, die gewisse Dringlichkeiten versorgen, müssten nur als vorübergehende Antworten gedacht werden. Niemals werden sie die wahre Einbeziehung ersetzen können: die, welche die würdige, freie, kreative, beteiligte und solidarische Arbeit gibt. Auf diesem Weg spielen die Volksbewegungen eine wesentliche Rolle, nicht nur indem sie fordern und anmahnen, sondern grundsätzlich, indem sie schöpferisch tätig sind. Sie sind soziale Poeten: Arbeitsbeschaffer, Wohnungsbauer, Lebensmittelproduzenten – vor allem für diejenigen, die vom Weltmarkt ausgeschlossen sind. Ich habe aus der Nähe verschiedene Experimente kennen gelernt, in denen es den in Genossenschaften und anderen gemeinschaftlichen Organisationen zusammengeschlossenen Arbeitern gelungen ist, Arbeit zu schaffen, wo es nur Abfälle der götzendienerischen Wirtschaft gab. Die sanierten Unternehmen, die kleinen freien Märkte und die Kooperativen der Cartoneros sind Beispiele dieser volksnahen Wirtschaft, die aus der Ausschließung hervorgeht und allmählich,

Page 34: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

34

mit Einsatz und Geduld, solidarische Formen annimmt, die ihr Würde verleihen. Welch ein Unterschied dazu, dass die Ausgeschlossenen durch den offiziellen Markt wie Sklaven ausgebeutet werden! Die Regierungen, die sich die Aufgabe zu Eigen machen, die Wirtschaft in den Dienst des Volkes zu stellen, müssen die Stärkung, die Verbesserung, die Koordinierung und die Ausbreitung dieser Formen von volksnaher Wirtschaft und Gemeinschaftsproduktion fördern. Das beinhaltet, die Arbeitsprozesse zu verbessern, für eine geeignete Infrastruktur zu sorgen und den Arbeitern dieses alternativen Sektors volle Rechte zu garantieren. Wenn Staat und soziale Organisationen gemeinsam die Aufgabe der „drei T“ übernehmen, kommen die Grundsätze von Solidarität und Subsidiarität zum Tragen und ermöglichen, das Gemeinwohl in einer vollkommenen und partizipativen Demokratie aufzubauen. 3.2. Die zweite Aufgabe ist, unsere Völker auf dem Weg des Friedens und der Gerechtigkeit zu vereinen. Die Völker der Welt wollen ihr Schicksal selbst bestimmen. Sie wollen in Frieden ihren Weg zur Gerechtigkeit gehen. Sie wollen weder Bevormundung noch Einmischung, wo der Stärkere den Schwächeren unterordnet. Sie wollen, dass ihre Kultur, ihre Sprache, ihre gesellschaftlichen Prozesse und ihre religiösen Traditionen respektiert werden. Keine faktische oder konstituierte Macht hat das Recht, den armen Ländern die volle Ausübung ihrer Souveränität abzuerkennen, und wenn es dennoch geschieht, sehen wir neue Formen von Kolonialismus, welche die Möglichkeiten zu Frieden und Gerechtigkeit ernsthaft schädigen, denn „Grundlagen des Friedens sind nicht nur die Achtung der Menschenrechte, sondern auch der Respekt vor den Rechten der Völker, insbesondere dem Recht auf Unabhängigkeit“3. Die Völker Lateinamerikas haben ihre politische Unabhängigkeit unter Schmerzen geboren und seitdem fast zwei Jahrhunderte einer dramatischen Geschichte voller Widersprüche erlebt, in dem Versuch, die volle Unabhängigkeit zu erlangen. Nach viel Entfremdung konnten in diesen letzten Jahren zahlreiche lateinamerikanische Länder eine Zunahme an Geschwisterlichkeit unter ihren Völkern beobachten. Die Regierungen der Region haben ihre Kräfte vereint, um dafür zu sorgen, dass ihre Souveränität respektiert wird, und zwar die eines jeden Landes und die der Region im Ganzen, die sie – wie einst unsere Väter – mit dem schönen Namen die „Große Heimat“ bezeichnen. Ich bitte Sie, liebe Brüder und Schwestern aus den Volksbewegungen, diese Einheit zu hüten und auszubauen. Angesichts aller Spaltungsversuche ist es notwendig, die Einheit zu bewahren, damit die Region in Frieden und Gerechtigkeit wächst. Trotz dieser Fortschritte gibt es immer noch Faktoren, die diese gerechte menschliche Entwicklung untergraben und die Souveränität der Länder der „Großen Heimat“ und anderer Regionen einschränken. Der neue Kolonialismus nimmt verschiedene Gestalten an. Manchmal ist es die anonyme Macht des Götzen Geld: Körperschaften, Kreditvermittler, einige sogenannte „Freihandelsabkommen“ und die Auferlegung von „Sparmaßnahmen“, die immer den Gürtel der Arbeiter und der Armen enger schnallen. Die lateinamerikanischen Bischöfe prangern das im Dokument von Aparecida in aller Deutlichkeit an, wenn sie sagen: „Finanzinstitutionen und transnationale Konzerne entwickeln eine solche Macht, dass sie sich die jeweilige lokale Wirtschaft untertan machen, vor allem aber die Staaten schwächen, die kaum noch die Macht haben, Entwicklungsprojekte zugunsten ihrer Bevölkerungen voranzubringen.“4 In anderen Fällen sehen wir, dass unter dem edlen Mantel des Kampfes gegen Korruption, Drogenhandel und Terrorismus – schwerwiegende Übel unserer Zeiten, die ein koordiniertes internationales Eingreifen erfordern – den Staaten Maßnahmen auferlegt werden, die wenig mit der Lösung dieser Problemkreise zu tun haben und oftmals die Dinge verschlimmern. In gleicher Weise ist die monopolistische Konzentration der sozialen Kommunikationsmittel, die entfremdende Konsummodelle und eine gewisse kulturelle Uniformität

Page 35: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

35

durchzusetzen versucht, eine weitere Gestalt, die der neue Kolonialismus annimmt. Es ist der ideologische Kolonialismus. Wie die Bischöfe von Afrika sagen, wird oft versucht, die armen Länder zu „Rädern eines Mechanismus, zu Teilen einer gewaltigen Maschinerie“5 zu machen. Man muss erkennen, dass keines der schweren Probleme der Menschheit gelöst werden kann ohne Interaktion zwischen den Staaten und Völkern auf internationaler Ebene. Jede Handlung von einer gewissen Tragweite, die in einem Teil des Planeten durchgeführt wird, wirkt sich in wirtschaftlichem, ökologischem, sozialem und kulturellem Sinn auf das Ganze aus. Sogar das Verbrechen und die Gewalt haben sich globalisiert. Deshalb kann sich keine Regierung bei ihrem Handeln einer allgemeinen Verantwortung entziehen. Wenn wir wirklich eine positive Veränderung wollen, müssen wir demütig unsere wechselseitige Abhängigkeit akzeptieren. Interaktion ist aber nicht gleichbedeutend mit Auferlegung, es ist keine Unterordnung der einen zugunsten der Interessen der anderen. Der neue wie der alte Kolonialismus, der die armen Länder zu bloßen Rohstofflieferanten und Zulieferern kostengünstiger Arbeit herabwürdigt, erzeugt Gewalt, Elend, Zwangsmigrationen und all die Übel, die wir vor Augen haben… und zwar aus dem einfachen Grund, weil er dadurch, dass er die Peripherie vom Zentrum abhängig macht, ihr das Recht auf eine ganzheitliche Entwicklung verweigert. Das ist soziale Ungerechtigkeit, und die erzeugt eine Gewalt, die weder mit polizeilichen, noch mit militärischen oder geheimdienstlichen Mitteln aufgehalten werden kann. Wir sagen Nein zu den alten und neuen Formen der Kolonialisierung. Wir sagen Ja zur Begegnung von Völkern und Kulturen. Selig, die für den Frieden arbeiten. Und hier möchte ich bei einem wichtigen Thema innehalten. Es könnte nämlich jemand mit Recht sagen: „Wenn der Papst von Kolonialismus redet, vergisst er gewisse Handlungen der Kirche.“ Ich sage Ihnen mit Bedauern: Im Namen Gottes sind viele und schwere Sünden gegen die Ureinwohner Amerikas begangen worden. Das haben meine Vorgänger eingestanden, das hat die CELAM gesagt, und auch ich möchte es sagen. Wie Johannes Paul II. bitte ich, dass die Kirche „vor Gott niederkniet und von ihm Vergebung für die Sünden ihrer Kinder aus Vergangenheit und Gegenwart erfleht“6. Ich will Ihnen sagen – und ich möchte dabei ganz freimütig sein, wie es der heilige Johannes Paul II. war –: Ich bitte demütig um Vergebung, nicht nur für die von der eigenen Kirche begangenen Sünden, sondern für die Verbrechen gegen die Urbevölkerungen während der sogenannten Eroberung Amerikas. Desgleichen bitte ich Sie alle – Gläubige und Nichtgläubige –, sich an die vielen Bischöfe, Priester und Laien zu erinnern, welche die Frohe Botschaft Jesu mutig und sanftmütig, respektvoll und friedlich verkündet haben und verkünden; die auf ihrem Weg durch dieses Leben bewegende Werke der menschlichen Förderung und der Liebe hinterlassen haben, oft gemeinsam mit den einheimischen Bevölkerungen oder indem sie deren Volksbewegungen begleiteten, sogar bis zum Martyrium. Die Kirche, ihre Söhne und Töchter, sind ein Teil der Identität der Völker Lateinamerikas – einer Identität, die einige Mächte hier wie in anderen Ländern unbedingt auslöschen wollen, manchmal weil unser Glaube revolutionär ist, weil unser Glaube der Tyrannei des Götzen Geld die Stirn bietet. Heute sehen wir mit Grauen, wie im Nahen Osten oder an anderen Orten der Welt viele unserer Brüder und Schwestern um ihres Glaubens an Jesus willen verfolgt, gefoltert und ermordet werden. Und wir müssen es auch anprangern: In diesem dritten Weltkrieg „in Raten“, den wir erleben, ist eine Art Völkermord im Gange, der aufhören muss. Lassen Sie mich den Brüdern und Schwestern der lateinamerikanischen Eingeborenenbewegung meine zutiefst empfundene Zuneigung ausdrücken und sie beglückwünschen zu ihrem Versuch, ihre Völker und Kulturen zu vereinen. Es ist das, was ich „Polyeder“ nenne: eine Form des Zusammenlebens, in der die einzelnen Teile ihre Identität bewahren und gemeinsam eine Pluralität aufbauen, welche die Einheit nicht gefährdet, sondern stärkt. Ihre Suche nach diesem Miteinander in der Multikulturalität, welche die erneute Bekräftigung der Rechte der Urbevölkerungen mit der Achtung gegenüber der territorialen Ungeteiltheit der Staaten verbindet, bereichert und stärkt uns alle.

Page 36: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

36

3.3 Die dritte, vielleicht wichtigste Aufgabe, die wir übernehmen müssen, ist die Verteidigung der Mutter Erde. Unser aller gemeinsames Haus wird ungestraft ausgeplündert, verwüstet und misshandelt. Die Feigheit bei ihrer Verteidigung ist eine schwere Sünde. Mit zunehmender Enttäuschung sehen wir, wie ein internationales Gipfeltreffen dem anderen folgt ohne irgendein bedeutendes Ergebnis. Es gibt ein klares, definitives und unaufschiebbares ethisches Gebot, zu handeln, das nicht befolgt wird. Man darf nicht zulassen, dass gewisse Interessen – die globalen aber nicht universalen Charakters sind – sich durchsetzen, die Staaten und die internationalen Organisationen unterwerfen und fortfahren, die Schöpfung zu zerstören. Die Völker und ihre Bewegungen sind berufen, ihre Stimme zu erheben, sich zu mobilisieren und friedlich aber hartnäckig zu fordern, dass unverzüglich geeignete Maßnahmen ergriffen werden. Ich bitte Sie im Namen Gottes, die Mutter Erde zu verteidigen. Zu diesem Thema habe ich mich in der Enzyklika Laudato si‘ gebührend geäußert. 4. Zum Schluss möchte ich Ihnen noch einmal sagen: Die Zukunft der Menschheit liegt nicht allein in den Händen der großen Verantwortungsträger, der bedeutenden Mächte und der Eliten. Sie liegt grundsätzlich in den Händen der Völker; in ihrer Organisationsfähigkeit und auch in ihren Händen, die in Demut und mit Überzeugung diesen Wandlungsprozess „begießen“. Ich begleite Sie. Sprechen wir gemeinsam aus vollem Herzen: keine Familie ohne Wohnung, kein Campesino ohne Grund und Boden, kein Arbeiter ohne Rechte, kein Volk ohne Souveränität, kein Mensch ohne Würde, kein Kind ohne Kindheit, kein Jugendlicher ohne Möglichkeiten, kein alter Mensch ohne ein ehrwürdiges Alter. Fahren Sie fort in Ihrem Kampf und, bitte, sorgen Sie sehr für die Mutter Erde! Ich bete für Sie, ich bete mit Ihnen, und ich möchte Gott, unseren Vater, bitten, Sie zu begleiten und zu segnen, Sie mit seiner Liebe zu erfüllen und auf Ihrem Weg zu verteidigen, indem er Ihnen reichlich jene Kraft verleiht, die uns auf den Beinen hält: Diese Kraft ist die Hoffnung, die Hoffnung, die nicht enttäuscht. Danke. Und bitte beten Sie für mich! ____________________ 1 Vgl. JOHANNES XXIII., Enzyklika Mater et Magister (15. Mai 1961), 3: AAS 53 (1961), 402. 2 Vgl. PAUL VI., Enzyklika Populorum progressio, (16. März 1967), 14: AAS 59 (1967), 264. 3 PÄPSTLICHER RAT FÜR GERECHTIGKEIT UND FRIEDEN, Kompendium der Soziallehre der Kirche, 157. 4 V. GENERALVERSAMMLUNG DES EPISKOPATS VON LATEINAMERIKA UND DER KARIBIK, Dokument von Aparecida (29. Juni 2007), 66. 5 JOHANNES PAUL II., Nachsynodales Apostolisches Schreiben Ecclesia in Africa (14. September 1995), 52: AAS 88 (1996), 32-33; DERS., Enzyklika Sollicitudo rei socialis (30. Dezember 1987), 22: AAS 80 (1988), 539. 6 Verkündigungsbulle des Großen Jubiläums des Jahres 2000 Incarnationis mysterium (29. November 1998), 11: AAS 91 (1999), 140. [01175-DE.01] [Originalsprache: Spanisch] Traduzione in lingua portoghese Boa tarde a todos!

Há alguns meses, reunimo-nos em Roma e não esqueço aquele nosso primeiro encontro. Durante este tempo, trouxe-vos no meu coração e nas minhas orações. Alegra-me vê-vos de novo aqui, debatendo os melhores caminhos para superar as graves situações de injustiça que padecem os excluídos em todo o mundo. Obrigado Senhor Presidente Evo Morales, por sustentar tão decididamente este Encontro.

Então, em Roma, senti algo muito belo: fraternidade, paixão, entrega, sede de justiça. Hoje, em Santa Cruz de la Sierra, volto a sentir o mesmo. Obrigado! Soube também, pelo Pontifício Conselho «Justiça e Paz» presidido pelo Cardeal Turkson, que são muitos na Igreja aqueles que se

Page 37: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

37

sentem mais próximos dos movimentos populares. Muito me alegro por isso! Ver a Igreja com as portas abertas a todos vós, que se envolve, acompanha e consegue sistematizar em cada diocese, em cada comissão «Justiça e Paz», uma colaboração real, permanente e comprometida com os movimentos populares. Convido-vos a todos, bispos, sacerdotes e leigos, juntamente com as organizações sociais das periferias urbanas e rurais a aprofundar este encontro. Deus permitiu que nos voltássemos a ver hoje. A Bíblia lembra-nos que Deus escuta o clamor do seu povo e também eu quero voltar a unir a minha voz à vossa: terra, tecto e trabalho para todos os nossos irmãos e irmãs. Disse-o e repito: são direitos sagrados. Vale a pena, vale a pena lutar por eles. Que o clamor dos excluídos seja escutado na América Latina e em toda a terra. 1. Comecemos por reconhecer que precisamos duma mudança. Quero esclarecer, para que não haja mal-entendidos, que falo dos problemas comuns de todos os latino-americanos e, em geral, de toda a humanidade. Problemas, que têm uma matriz global e que actualmente nenhum Estado pode resolver por si mesmo. Feito este esclarecimento, proponho que nos coloquemos estas perguntas:

- Reconhecemos nós que as coisas não andam bem num mundo onde há tantos camponeses sem terra, tantas famílias sem tecto, tantos trabalhadores sem direitos, tantas pessoas feridas na sua dignidade?

- Reconhecemos nós que as coisas não andam bem, quando explodem tantas guerras sem sentido e a violência fratricida se apodera até dos nossos bairros? Reconhecemos nós que as coisas não andam bem, quando o solo, a água, o ar e todos os seres da criação estão sob ameaça constante? Então digamo-lo sem medo: Precisamos e queremos uma mudança.

Nas vossas cartas e nos nossos encontros, relataram-me as múltiplas exclusões e injustiças que sofrem em cada actividade laboral, em cada bairro, em cada território. São tantas e tão variadas como muitas e diferentes são as formas próprias de as enfrentar. Mas há um elo invisível que une cada uma destas exclusões: conseguimos nós reconhecê-lo? É que não se trata de questões isoladas. Pergunto-me se somos capazes de reconhecer que estas realidades destrutivas correspondem a um sistema que se tornou global. Reconhecemos nós que este sistema impôs a lógica do lucro a todo o custo, sem pensar na exclusão social nem na destruição da natureza?

Se é assim – insisto – digamo-lo sem medo: Queremos uma mudança, uma mudança real, uma mudança de estruturas. Este sistema é insuportável: não o suportam os camponeses, não o suportam os trabalhadores, não o suportam as comunidades, não o suportam os povos.... E nem sequer o suporta a Terra, a irmã Mãe Terra, como dizia São Francisco.

Queremos uma mudança nas nossas vidas, nos nossos bairros, no vilarejo, na nossa realidade mais próxima; mas uma mudança que toque também o mundo inteiro, porque hoje a interdependência global requer respostas globais para os problemas locais. A globalização da esperança, que nasce dos povos e cresce entre os pobres, deve substituir esta globalização da exclusão e da indiferença.

Hoje quero reflectir convosco sobre a mudança que queremos e precisamos. Como sabem, recentemente escrevi sobre os problemas da mudança climática. Mas, desta vez, quero falar duma mudança noutro sentido. Uma mudança positiva, uma mudança que nos faça bem, uma mudança – poderíamos dizer – redentora. Porque é dela que precisamos. Sei que buscais uma mudança e não apenas vós: nos diferentes encontros, nas várias viagens, verifiquei que há uma expectativa, uma busca forte, um anseio de mudança em todos os povos do mundo. Mesmo dentro da minoria cada vez mais reduzida que pensa sair beneficiada deste sistema, reina a insatisfação e sobretudo a tristeza. Muitos esperam uma mudança que os liberte desta tristeza individualista que escraviza.

O tempo, irmãos e irmãs, o tempo parece exaurir-se; já não nos contentamos com lutar entre nós, mas chegamos até a assanhar-nos contra a nossa casa. Hoje, a comunidade científica aceita aquilo que os pobres já há muito denunciam: estão a produzir-se danos talvez irreversíveis no ecossistema. Está-se a castigar a terra, os povos e as pessoas de forma quase selvagem. E por trás de tanto sofrimento, tanta morte e destruição, sente-se o cheiro daquilo que Basílio de Cesareia chamava «o esterco do diabo»: reina a ambição desenfreada de dinheiro. O serviço ao bem comum

Page 38: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

38

fica em segundo plano. Quando o capital se torna um ídolo e dirige as opções dos seres humanos, quando a avidez do dinheiro domina todo o sistema socioecónomico, arruína a sociedade, condena o homem, transforma-o em escravo, destrói a fraternidade inter-humana, faz lutar povo contra povo e até, como vemos, põe em risco esta nossa casa comum.

Não quero alongar-me na descrição dos efeitos malignos desta ditadura subtil: vós conhecei-los! Mas também não basta assinalar as causas estruturais do drama social e ambiental contemporâneo. Sofremos de um certo excesso de diagnóstico, que às vezes nos leva a um pessimismo charlatão ou a rejubilar com o negativo. Ao ver a crónica negra de cada dia, pensamos que não haja nada que se possa fazer para além de cuidar de nós mesmos e do pequeno círculo da família e dos amigos.

Que posso fazer eu, recolhedor de papelão, catador de lixo, limpador, reciclador, frente a tantos problemas, se mal ganho para comer? Que posso fazer eu, artesão, vendedor ambulante, carregador, trabalhador irregular, se não tenho sequer direitos laborais? Que posso fazer eu, camponesa, indígena, pescador que dificilmente consigo resistir à propagação das grandes corporações? Que posso fazer eu, a partir da minha comunidade, do meu barraco, da minha povoação, da minha favela, quando sou diariamente discriminado e marginalizado? Que pode fazer aquele estudante, aquele jovem, aquele militante, aquele missionário que atravessa as favelas e os paradeiros com o coração cheio de sonhos, mas quase sem nenhuma solução para os meus problemas? Muito! Podem fazer muito. Vós, os mais humildes, os explorados, os pobres e excluídos, podeis e fazeis muito. Atrevo-me a dizer que o futuro da humanidade está, em grande medida, nas vossas mãos, na vossa capacidade de vos organizar e promover alternativas criativas na busca diária dos “3 T” (trabalho, tecto, terra), e também na vossa participação como protagonistas nos grandes processos de mudança nacionais, regionais e mundiais. Não se acanhem! 2. Vós sois semeadores de mudança. Aqui, na Bolívia, ouvi uma frase de que gosto muito: «processo de mudança». A mudança concebida, não como algo que um dia chegará porque se impôs esta ou aquela opção política ou porque se estabeleceu esta ou aquela estrutura social. Sabemos, amargamente, que uma mudança de estruturas, que não seja acompanhada por uma conversão sincera das atitudes e do coração, acaba a longo ou curto prazo por burocratizar-se, corromper-se e sucumbir. Por isso gosto tanto da imagem do processo, onde a paixão por semear, por regar serenamente o que outros verão florescer, substitui a ansiedade de ocupar todos os espaços de poder disponíveis e de ver resultados imediatos. Cada um de nós é apenas uma parte de um todo complexo e diversificado interagindo no tempo: povos que lutam por uma afirmação, por um destino, por viver com dignidade, por «viver bem».

Vós, a partir dos movimentos populares, assumis as tarefas comuns motivados pelo amor fraterno, que se rebela contra a injustiça social. Quando olhamos o rosto dos que sofrem, o rosto do camponês ameaçado, do trabalhador excluído, do indígena oprimido, da família sem tecto, do imigrante perseguido, do jovem desempregado, da criança explorada, da mãe que perdeu o seu filho num tiroteio porque o bairro foi tomado pelo narcotráfico, do pai que perdeu a sua filha porque foi sujeita à escravidão; quando recordamos estes «rostos e nomes» estremecem-nos as entranhas diante de tanto sofrimento e comovemo-nos…. Porque «vimos e ouvimos», não a fria estatística, mas as feridas da humanidade dolorida, as nossas feridas, a nossa carne. Isto é muito diferente da teorização abstracta ou da indignação elegante. Isto comove-nos, move-nos e procuramos o outro para nos movermos juntos. Esta emoção feita acção comunitária é incompreensível apenas com a razão: tem um plus de sentido que só os povos entendem e que confere a sua mística particular aos verdadeiros movimentos populares.

Vós viveis, cada dia, imersos na crueza da tormenta humana. Falastes-me das vossas causas, partilhastes comigo as vossas lutas. E agradeço-vos. Queridos irmãos, muitas vezes trabalhais no insignificante, no que aparece ao vosso alcance, na realidade injusta que vos foi imposta e a que não vos resignais opondo uma resistência activa ao sistema idólatra que exclui, degrada e mata. Vi-vos

Page 39: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

39

trabalhar incansavelmente pela terra e a agricultura camponesa, pelos vossos territórios e comunidades, pela dignificação da economia popular, pela integração urbana das vossas favelas e agrupamentos, pela auto-construção de moradias e o desenvolvimento das infra-estruturas do bairro e em muitas actividades comunitárias que tendem à reafirmação de algo tão elementar e inegavelmente necessário como o direito aos “3 T”: terra, tecto e trabalho.

Este apego ao bairro, à terra, ao território, à profissão, à corporação, este reconhecer-se no rosto do outro, esta proximidade no dia-a-dia, com as suas misérias e os seus heroísmos quotidianos, é o que permite realizar o mandamento do amor, não a partir de ideias ou conceitos, mas a partir do genuíno encontro entre pessoas, porque não se amam os conceitos nem as ideias; amam-se as pessoas. A entrega, a verdadeira entrega nasce do amor pelos homens e mulheres, crianças e idosos, vilarejos e comunidades... Rostos e nomes que enchem o coração. A partir destas sementes de esperança semeadas pacientemente nas periferias esquecidas do planeta, destes rebentos de ternura que lutam por subsistir na escuridão da exclusão, crescerão grandes árvores, surgirão bosques densos de esperança para oxigenar este mundo.

Vejo, com alegria, que trabalhais no que aparece ao vosso alcance, cuidando dos rebentos; mas, ao mesmo tempo, com uma perspectiva mais ampla, protegendo o arvoredo. Trabalhais numa perspectiva que não só aborda a realidade sectorial que cada um de vós representa e na qual felizmente está enraizada, mas procurais também resolver, na sua raiz, os problemas gerais de pobreza, desigualdade e exclusão.

Felicito-vos por isso. É imprescindível que, a par da reivindicação dos seus legítimos direitos, os povos e as suas organizações sociais construam uma alternativa humana à globalização exclusiva. Vós sois semeadores de mudança. Que Deus vos dê coragem, alegria, perseverança e paixão para continuar a semear. Podeis ter a certeza de que, mais cedo ou mais tarde, vamos ver os frutos. Peço aos dirigentes: sede criativos e nunca percais o apego às coisas próximas, porque o pai da mentira sabe usurpar palavras nobres, promover modas intelectuais e adoptar posições ideológicas, mas se construirdes sobre bases sólidas, sobre as necessidades reais e a experiência viva dos vossos irmãos, dos camponeses e indígenas, dos trabalhadores excluídos e famílias marginalizadas, de certeza não vos equivocareis.

A Igreja não pode nem deve ser alheia a este processo no anúncio do Evangelho. Muitos sacerdotes e agentes pastorais realizam uma tarefa imensa acompanhando e promovendo os excluídos em todo o mundo, ao lado de cooperativas, dando impulso a empreendimentos, construindo casas, trabalhando abnegadamente nas áreas da saúde, desporto e educação. Estou convencido de que a cooperação amistosa com os movimentos populares pode robustecer estes esforços e fortalecer os processos de mudança.

No coração, tenhamos sempre a Virgem Maria, uma jovem humilde duma pequena aldeia perdida na periferia dum grande império, uma mãe sem tecto que soube transformar um curral de animais na casa de Jesus com uns pobres paninhos e uma montanha de ternura. Maria é sinal de esperança para os povos que sofrem dores de parto até que brote a justiça. Rezo à Virgem do Carmo, padroeira da Bolívia, para fazer com que este nosso Encontro seja fermento de mudança. 3. Por último, gostaria que reflectíssemos, juntos, sobre algumas tarefas importantes neste momento histórico, pois queremos uma mudança positiva em benefício de todos os nossos irmãos e irmãs. Disto estamos certos! Queremos uma mudança que se enriqueça com o trabalho conjunto de governos, movimentos populares e outras forças sociais. Sabemos isto também! Mas não é tão fácil definir o conteúdo da mudança, ou seja, o programa social que reflicta este projecto de fraternidade e justiça que esperamos. Neste sentido, não esperem uma receita deste Papa. Nem o Papa nem a Igreja têm o monopólio da interpretação da realidade social e da proposta de soluções para os problemas contemporâneos. Atrever-me-ia a dizer que não existe uma receita. A história é construída pelas gerações que se vão sucedendo no horizonte de povos que avançam individuando o próprio caminho e respeitando os valores que Deus colocou no coração.

Page 40: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

40

Gostaria, no entanto, de vos propor três grandes tarefas que requerem a decisiva contribuição do conjunto dos movimentos populares: 3.1 A primeira tarefa é pôr a economia ao serviço dos povos.

Os seres humanos e a natureza não devem estar ao serviço do dinheiro. Digamos NÃO a uma economia de exclusão e desigualdade, onde o dinheiro reina em vez de servir. Esta economia mata. Esta economia exclui. Esta economia destrói a Mãe Terra.

A economia não deveria ser um mecanismo de acumulação, mas a condigna administração da casa comum. Isto implica cuidar zelosamente da casa e distribuir adequadamente os bens entre todos. A sua finalidade não é unicamente garantir o alimento ou um «decoroso sustento». Não é sequer, embora fosse já um grande passo, garantir o acesso aos “3 T” pelos quais combateis. Uma economia verdadeiramente comunitária – poder-se-ia dizer, uma economia de inspiração cristã – deve garantir aos povos dignidade, «prosperidade e civilização em seus múltiplos aspectos».1 Isto envolve os “3 T” mas também acesso à educação, à saúde, à inovação, às manifestações artísticas e culturais, à comunicação, ao desporto e à recreação. Uma economia justa deve criar as condições para que cada pessoa possa gozar duma infância sem privações, desenvolver os seus talentos durante a juventude, trabalhar com plenos direitos durante os anos de actividade e ter acesso a uma digna aposentação na velhice. É uma economia onde o ser humano, em harmonia com a natureza, estrutura todo o sistema de produção e distribuição de tal modo que as capacidades e necessidades de cada um encontrem um apoio adequado no ser social. Vós – e outros povos também – resumis este anseio duma maneira simples e bela: «viver bem».

Esta economia é não apenas desejável e necessária, mas também possível. Não é uma utopia, nem uma fantasia. É uma perspectiva extremamente realista. Podemos consegui-la. Os recursos disponíveis no mundo, fruto do trabalho intergeneracional dos povos e dos dons da criação, são mais que suficientes para o desenvolvimento integral de «todos os homens e do homem todo».2 Mas o problema é outro. Existe um sistema com outros objectivos. Um sistema que, apesar de acelerar irresponsavelmente os ritmos da produção, apesar de implementar métodos na indústria e na agricultura que sacrificam a Mãe Terra na ara da «produtividade», continua a negar a milhares de milhões de irmãos os mais elementares direitos económicos, sociais e culturais. Este sistema atenta contra o projecto de Jesus.

A justa distribuição dos frutos da terra e do trabalho humano não é mera filantropia. É um dever moral. Para os cristãos, o encargo é ainda mais forte: é um mandamento. Trata-se de devolver aos pobres e às pessoas o que lhes pertence. O destino universal dos bens não é um adorno retórico da doutrina social da Igreja. É uma realidade anterior à propriedade privada. A propriedade, sobretudo quando afecta os recursos naturais, deve estar sempre em função das necessidades das pessoas. E estas necessidades não se limitam ao consumo. Não basta deixar cair algumas gotas, quando os pobres agitam este copo que, por si só, nunca derrama. Os planos de assistência que acodem a certas emergências deveriam ser pensados apenas como respostas transitórias. Nunca poderão substituir a verdadeira inclusão: a inclusão que dá o trabalho digno, livre, criativo, participativo e solidário.

Neste caminho, os movimentos populares têm um papel essencial, não apenas exigindo e reclamando, mas fundamentalmente criando. Vós sois poetas sociais: criadores de trabalho, construtores de casas, produtores de alimentos, sobretudo para os descartados pelo mercado global. Conheci de perto várias experiências, onde os trabalhadores, unidos em cooperativas e outras formas de organização comunitária, conseguiram criar trabalho onde só havia sobras da economia idólatra. As empresas recuperadas, as feiras francas e as cooperativas de catadores de papelão são exemplos desta economia popular que surge da exclusão e que pouco a pouco, com esforço e paciência, adopta formas solidárias que a dignificam. Quão diferente é isto do facto de os descartados pelo mercado formal serem explorados como escravos!

Page 41: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

41

Os governos que assumem como própria a tarefa de colocar a economia ao serviço das pessoas devem promover o fortalecimento, melhoria, coordenação e expansão destas formas de economia popular e produção comunitária. Isto implica melhorar os processos de trabalho, prover de adequadas infra-estruturas e garantir plenos direitos aos trabalhadores deste sector alternativo.

Quando Estado e organizações sociais assumem, juntos, a missão dos “3 T”, activam-se os princípios de solidariedade e subsidiariedade que permitem construir o bem comum numa democracia plena e participativa. 3.2 A segunda tarefa é unir os nossos povos no caminho da paz e da justiça.

Os povos do mundo querem ser artífices do seu próprio destino. Querem caminhar em paz para a justiça. Não querem tutelas nem interferências, onde o mais forte subordina o mais fraco. Querem que a sua cultura, o seu idioma, os seus processos sociais e tradições religiosas sejam respeitados. Nenhum poder efectivamente constituído tem direito de privar os países pobres do pleno exercício da sua soberania e, quando o fazem, vemos novas formas de colonialismo que afectam seriamente as possibilidades de paz e justiça, porque «a paz funda-se não só no respeito pelos direitos do homem, mas também no respeito pelo direito dos povos, sobretudo o direito à independência».3

Os povos da América Latina alcançaram, com um parto doloroso, a sua independência política e, desde então, viveram já quase dois séculos duma história dramática e cheia de contradições procurando conquistar uma independência plena.

Nos últimos anos, depois de tantos mal-entendidos, muitos países latino-americanos viram crescer a fraternidade entre os seus povos. Os governos da região juntaram seus esforços para fazer respeitar a sua soberania, a de cada país e a da região como um todo que, de forma muito bela como faziam os nossos antepassados, chamam a «Pátria Grande». Peço-vos, irmãos e irmãs dos movimentos populares, que cuidem e façam crescer esta unidade. É necessário manter a unidade contra toda a tentativa de divisão, para que a região cresça em paz e justiça.

Apesar destes avanços, ainda subsistem factores que atentam contra este desenvolvimento humano equitativo e coarctam a soberania dos países da «Pátria Grande» e doutras latitudes do Planeta. O novo colonialismo assume variadas fisionomias. Às vezes, é o poder anónimo do ídolo dinheiro: corporações, credores, alguns tratados denominados «de livre comércio» e a imposição de medidas de «austeridade» que sempre apertam o cinto dos trabalhadores e dos pobres. Os bispos latino-americanos denunciam-no muito claramente, no documento de Aparecida, quando afirmam que «as instituições financeiras e as empresas transnacionais se fortalecem ao ponto de subordinar as economias locais, sobretudo debilitando os Estados, que aparecem cada vez mais impotentes para levar adiante projetos de desenvolvimento a serviço de suas populações».4 Noutras ocasiões, sob o nobre disfarce da luta contra a corrupção, o narcotráfico ou o terrorismo – graves males dos nossos tempos que requerem uma acção internacional coordenada – vemos que se impõem aos Estados medidas que pouco têm a ver com a resolução de tais problemáticas e muitas vezes tornam as coisas piores.

Da mesma forma, a concentração monopolista dos meios de comunicação social que pretende impor padrões alienantes de consumo e certa uniformidade cultural é outra das formas que adopta o novo colonialismo. É o colonialismo ideológico. Como dizem os bispos da África, muitas vezes pretende-se converter os países pobres em «peças de um mecanismo, partes de uma engrenagem gigante».5

Temos de reconhecer que nenhum dos graves problemas da humanidade pode ser resolvido sem a interacção dos Estados e dos povos a nível internacional. Qualquer acto de envergadura realizado numa parte do Planeta repercute-se no todo em termos económicos, ecológicos, sociais e culturais. Até o crime e a violência se globalizaram. Por isso, nenhum governo pode actuar à margem duma responsabilidade comum. Se queremos realmente uma mudança positiva, temos de assumir humildemente a nossa interdependência. Mas interacção não é sinónimo de imposição, não

Page 42: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

42

é subordinação de uns em função dos interesses dos outros. O colonialismo, novo e velho, que reduz os países pobres a meros fornecedores de matérias-primas e mão de obra barata, gera violência, miséria, emigrações forçadas e todos os males que vêm juntos... precisamente porque, ao pôr a periferia em função do centro, nega-lhes o direito a um desenvolvimento integral. Isto é desigualdade, e a desigualdade gera violência que nenhum recurso policial, militar ou dos serviços secretos será capaz de deter.

Digamos NÃO às velhas e novas formas de colonialismo. Digamos SIM ao encontro entre povos e culturas. Bem-aventurados os que trabalham pela paz.

Aqui quero deter-me num tema importante. É que alguém poderá, com direito, dizer: «Quando o Papa fala de colonialismo, esquece-se de certas acções da Igreja». Com pesar, vo-lo digo: Cometeram-se muitos e graves pecados contra os povos nativos da América, em nome de Deus. Reconheceram-no os meus antecessores, afirmou-o o CELAM e quero reafirmá-lo eu também. Como São João Paulo II, peço que a Igreja «se ajoelhe diante de Deus e implore o perdão para os pecados passados e presentes dos seus filhos».6 E eu quero dizer-vos, quero ser muito claro, como foi São João Paulo II: Peço humildemente perdão, não só para as ofensas da própria Igreja, mas também para os crimes contra os povos nativos durante a chamada conquista da América.

Peço-vos também a todos, crentes e não crentes, que se recordem de tantos bispos, sacerdotes e leigos que pregaram e pregam a boa nova de Jesus com coragem e mansidão, respeito e em paz; que, na sua passagem por esta vida, deixaram impressionantes obras de promoção humana e de amor, pondo-se muitas vezes ao lado dos povos indígenas ou acompanhando os próprios movimentos populares mesmo até ao martírio. A Igreja, os seus filhos e filhas, fazem parte da identidade dos povos na América Latina. Identidade que alguns poderes, tanto aqui como noutros países, se empenham por apagar, talvez porque a nossa fé é revolucionária, porque a nossa fé desafia a tirania do ídolo dinheiro. Hoje vemos, com horror, como no Médio Oriente e noutros lugares do mundo se persegue, tortura, assassina a muitos irmãos nossos pela sua fé em Jesus. Isto também devemos denunciá-lo: dentro desta terceira guerra mundial em parcelas que vivemos, há uma espécie de genocídio em curso que deve cessar.

Aos irmãos e irmãs do movimento indígena latino-americano, deixem-me expressar a minha mais profunda estima e felicitá-los por procurarem a conjugação dos seus povos e culturas segundo uma forma de convivência, a que eu chamo poliédrica, onde as partes conservam a sua identidade construindo, juntas, uma pluralidade que não atenta contra a unidade, mas fortalece-a. A sua procura desta interculturalidade que conjuga a reafirmação dos direitos dos povos nativos com o respeito à integridade territorial dos Estados enriquece-nos e fortalece-nos a todos. 3.3 A terceira tarefa, e talvez a mais importante que devemos assumir hoje, é defender a Mãe Terra.

A casa comum de todos nós está a ser saqueada, devastada, vexada impunemente. A covardia em defendê-la é um pecado grave. Vemos, com crescente decepção, sucederem-se uma após outra cimeiras internacionais sem qualquer resultado importante. Existe um claro, definitivo e inadiável imperativo ético de actuar que não está a ser cumprido. Não se pode permitir que certos interesses – que são globais, mas não universais – se imponham, submetendo Estados e organismos internacionais, e continuem a destruir a criação. Os povos e os seus movimentos são chamados a clamar, mobilizar-se, exigir – pacífica mas tenazmente – a adopção urgente de medidas apropriadas. Peço-vos, em nome de Deus, que defendais a Mãe Terra. Sobre este assunto, expressei-me devidamente na carta encíclica Laudato si’. 4. Para concluir, quero dizer-lhes novamente: O futuro da humanidade não está unicamente nas mãos dos grandes dirigentes, das grandes potências e das elites. Está fundamentalmente nas mãos dos povos; na sua capacidade de se organizarem e também nas suas mãos que regem, com

Page 43: Francisco-Santa-Cruz.pdf

BOLLETTINO N. 0551 - 09.07.2015

43

humildade e convicção, este processo de mudança. Estou convosco. Digamos juntos do fundo do coração: nenhuma família sem tecto, nenhum camponês sem terra, nenhum trabalhador sem direitos, nenhum povo sem soberania, nenhuma pessoa sem dignidade, nenhuma criança sem infância, nenhum jovem sem possibilidades, nenhum idoso sem uma veneranda velhice. Continuai com a vossa luta e, por favor, cuidai bem da Mãe Terra. Rezo por vós, rezo convosco e quero pedir a nosso Pai Deus que vos acompanhe e abençoe, que vos cumule do seu amor e defenda no caminho concedendo-vos, em abundância, aquela força que nos mantém de pé: esta força é a esperança, a esperança que não decepciona. Obrigado! E peço-vos, por favor, que rezeis por mim. ___________________ 1 JOÃO XXIII, Carta enc. Mater et Magistra (15 de Maio de 1961), 3: AAS 53 (1961), 402. 2 PAULO VI, Carta enc. Popolorum progressio, 14. 3 PONTIFÍCIO CONSELHO «JUSTIÇA E PAZ», Compêndio da Doutrina Social da Igreja, 157. 4 V CONFERÊNCIA GERAL DO EPISCOPADO LATINO-AMERICANO E DO CARIBE (2007), Documento de Aparecida, 66. 5 JOÃO PAULO II, Exort. ap. pós-sinodal Ecclesia in Africa (14 de Setembro de 1995), 52: AAS 88 (1996), 32-33. Cf. IDEM, Carta enc. Sollicitudo rei socialis (30 de Dezembro de 1987), 22: AAS 80 (1988), 539. 6 JOÃO PAULO II, Bula Incarnationis mysterium, 11. [01175-PO.01] [Texto original: Espanhol] Concluso l’Incontro, il Santo Padre rientra in auto alla Residenza papale. [B0551-XX.01]