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Ficha de cátedra de la materia Antropología Filosófica Departamento de Filosofía FFyL, UBA Curso 2009 Ficha : Antropología Filosófica III Título : “De llagas, intrusos y áreas de exposición. Ontología del entre y giro material del mundo en el pensamiento de Jean-Luc Nancy” Autora : Noelia Billi 1

Ficha de Cátedra - De Llagas

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Ficha de Cátedra - Jean-Luc Nancy

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De llagas, intrusos y reas de exposicin

Ficha de ctedra de la materia Antropologa Filosfica

Departamento de Filosofa

FFyL, UBA

Curso 2009

Ficha: Antropologa Filosfica IIITtulo: De llagas, intrusos y reas de exposicin. Ontologa del entre y giro material del mundo en el pensamiento de Jean-Luc Nancy

Autora: Noelia Billi

De llagas, intrusos y reas de exposicin. Ontologa del entre y giro material del mundo en el pensamiento de Jean-Luc Nancy

Noelia Billi

Esta ficha de ctedra es material de lectura obligatoria para los alumnos de la materia Antropologa Filosfica, y responde a cierto modo de abordar las problemticas planteadas por la parte especial del curso 2009: Naturaleza humana, cuerpo y poltica.

Habida cuenta que esta ficha ha sido elaborada a modo de material para las clases de trabajos prcticos, su objetivo ms evidente es brindar a los alumnos herramientas para extraer del pensamiento del filsofo francs Jean-Luc Nancy aquellas nociones que les permitan operar creativamente sobre la constelacin de temas propios de la materia.

Introduccin

El estilo que singulariza a Jean-Luc Nancy, entre otros pensadores de su generacin y proveniencia, es el de la heterogeneidad de abordajes de ciertos tpicos ms bien clsicos de la tradicin filosfica occidental. Dotado de una gran erudicin sobre temas y autores clsicos de nuestra tradicin, una enorme riqueza conceptual brota de su escritura al articular nociones que tradicionalmente se han considerado poco afines. Si bien pueden rastrearse en su obra ciertos interrogantes que han resistido el paso del tiempo (al menos desde hace veinte aos), su estilo resiste a una organizacin sistemtica de los temas, lo que supone, antes que una fragmentariedad aleatoria, el ejercicio de la escritura como experiencia de pensamiento de temas particulares, generalmente ligados de modo muy estrecho a las condiciones coyunturales de dicha escritura. En tales condiciones, el pensamiento nancyano genera algunas perplejidades a las que la filosofa acadmica no siempre da lugar. Sin embargo, aquello que acadmicamente podra considerarse como inconsistencia y autocontradiccin de un pensamiento, acaso sea una de las mayores riquezas de la obra de Nancy, puesto que dichas oscilaciones podran sealar el modo en que un pensador intenta hacer justicia al perpetuo movimiento de una realidad elusiva, ni estable ni unvoca.

En nuestro caso que no tiene fines sistemticos, los avatares de la escritura nancyana resultan un estmulo para el pensamiento. En este contexto, lo que se propone es presentar una serie de textos que se articulan en torno a dos ejes que se relacionan entre s. Por una parte, aquellos que nos invitan a realizar una lectura deconstructiva del dualismo sustancialista (alma-cuerpo) atribuido a Descartes. Luego, una seleccin de pasajes que apuntan tanto a la remocin de ciertas nociones instaladas por la tradicin en el campo de problemticas de los cuerpos, como a la intervencin en los debates contemporneos acerca de su politicidad. Deconstruir a (los lectores de) Descartes

Por qu volver a Descartes? Por qu retomar el tan desacreditado par alma y cuerpo para pensar nuestra poca? (al menos desde Nietzsche, es injustificable pensar que las interpretaciones de los textos de la propia tradicin no son parte de un movimiento existencial ms amplio que interpreta creativamente tanto al lector como a su poca). En el caso de Nancy, se tratara de asignar una especie de subversin en el origen de las as llamada filosofa del sujeto, esto es: all donde se sientan las bases de la filosofa moderna, encontrar algo que lo pervierte por completo, por ejemplo, un sujeto que est lejos de serlo de una interioridad idntica a s misma y es, en rigor, una pura exposicin y espaciamiento del mundo. Por otra parte, es un intento de polemizar con la tradicin platnico-cristiana que piensa a partir de una unidad monista (inmediatez de lo inmanente consigo mismo) a la que luego se aade algo distinto si la tradicin enseaba que el alma era la unidad a la que luego se dotaba de un cuerpo, muchas lneas contemporneas tienden a concebir que la unidad inmanente es la del cuerpo a la que luego se dota de un alma.

Si se ha hablado del alma, si toda nuestra tradicin ha hablado del alma, y de diversas maneras, es porque, bien o mal dispuesta, y en parte a pesar de ella misma, ha pensado no en el alma por s sola, sino en la diferencia del alma y del cuerpo, la diferencia que es el cuerpo en s, por s esta diferencia de la tensin de la extensin, de cierto tono del afuera. Y lo que ha sido pensado bajo el nombre de alma no era otra cosa que la experiencia del cuerpo. Es simple y est a flor de texto en toda la tradicin. Qu es el alma sino la experiencia del cuerpo no como una experiencia entre otras, sino la nica experiencia?

En cualquier caso, el esfuerzo del filsofo francs se explica a partir de un movimiento ms amplio de su escritura, el que tiene su sede en la contemporaneidad concebida como deconstruccin del cristianismo, y que supone un proceso de demolicin de este especial tipo de religiosidad cuyas instituciones conceptuales y morales han definido (y dominado) a Occidente durante siglos. Qu sucede con este mundo? Aqu se exige acoger el vaco (si se quiere, la vacancia evidenciada con la muerte de dios y del hombre) como el legado de una poca que necesita un dios y no lo tiene, que precisa un sujeto que conciba un pensamiento y no lo encuentra, que busca un mundo y se ve saliendo de l por la va de misticismos y mesianismos varios.

Ontologa del entre

En las Meditaciones Metafsicas, Descartes ha separado el alma del cuerpo por completo, al punto de concebirlas como dos sustancias diferentes y de atributos opuestos: mientras la primera es inextensa, el cuerpo es extenso. En aquellas meditaciones Descartes tambin ha establecido que el alma es ms fcil de conocer que el cuerpo, basndose en una identificacin del s mismo con el alma. Alma inextensa cuyo medio natural es la conciencia transparente del sujeto, y cuyas representaciones no dependen necesariamente de algo exterior a ella. Dicha relacin de autosubsistencia y transparencia de s a s, es la clave de bveda de la as llamada metafsica del sujeto y que con variaciones resulta la lnea directriz de nuestro legado occidental. Ahora bien, las lecturas posteriores del dualismo cartesiano, encuentran una particular dificultad en la posibilidad de establecer una relacin entre las dos sustancias sobre las cuales se articula dicha ontologa. De hecho, la vulgata filosfica tiende a repetir que el sujeto cartesiano (identificado con el pensamiento) no puede salir de s mismo sino por un pase de magia, es decir, por un salto argumentativo ilegtimo.

Polemizando con estas lecturas, Nancy destaca una carta que el 28 de junio de 1643 Descartes escribe a Elizabeth. Con ella quisiera aclarar algunas inquietudes que la princesa le ha transmitido acerca de la distincin entre el alma y el cuerpo. A partir de este intercambio, vemos emerger algunas particularidades de su perspectiva que cambian el enfoque comn y permiten un acercamiento desde otro ngulo.

Los pensamientos metafsicos que ejercitan el entendimiento puro sirven para hacernos familiar la nocin del alma; y el estudio de las matemticas, que ejercita principalmente la imaginacin en la consideracin de las figuras y de los movimientos, nos acostumbra a formar nociones del cuerpo bien distintas; y finalmente, valindose solamente de la vida y de las conversaciones ordinarias, y abstenindose de meditar y de estudiar las cosas que ejercitan la imaginacin, se aprende a concebir la unin del alma y del cuerpo.

[...] Y puedo decir, en verdad, que la principal regla que siempre he observado en mis estudios, y la que creo me ha servido ms para adquirir algn conocimiento, ha sido el no haber empleado nunca ms que unas muy pocas horas diarias a los pensamientos que ocupan la imaginacin, y muy pocas horas por ao a los que ocupan slo el entendimiento, y que he dedicado todo el resto de mi tiempo al descanso de los sentidos y al reposo del espritu...

[...] [N]o me parece que el espritu humano sea capaz de concebir con claridad, y al mismo tiempo, la distincin entre el alma y el cuerpo, y su unin; porque para eso es necesario concebirlos como una sola cosa y simultneamente concebirlos como dos, lo que es contradictorio.

[...] Pero, ya que Vuestra Alteza ha observado que es ms fcil atribuir materia y extensin al alma que atribuirle la capacidad de mover un cuerpo y de ser movida por l, sin tener materia, os ruego que queris libremente atribuir esta materia y esta extensin al alma, pues esto no es ms que concebirla unida al cuerpo. Y despus de haber concebido bien esto, y de haberlo experimentado en vos misma, os ser fcil considerar que la materia que habris atribuido a este pensamiento no es el pensamiento mismo, y que la extensin de esta materia es de otra naturaleza que la extensin de este pensamiento...

Nancy lee deconstructivamente el modo en que Descartes liga cuerpo y alma, mostrando que all donde el pensador hallaba contradicciones que hacan inviable la concepcin conjunta de res extensa y res inextensa, precisamente se aproximaba al punto liminar que supone concebir esta rara relacin:

La unin une sustancias: sta no es ni sustancia ni accidente, no es ninguna cosa ni ninguna cualidad o propiedad de cosa (sino, precisamente, la propiedad de la unin como propiedad compartida de las dos sustancias). Ella depende de otro orden: no aquel de la res, sino aquel de la relacin. Ahora bien, esta relacin es bien especfica: no es ni de inclusin o de inherencia, ni de dependencia o de causalidad, ni de disyuncin o de exclusin, sin por ello reducirse a la contigidad o a la proximidad, que ya no son relaciones (sino de vecindad). Ella es como distinta de todos estos modos, que sin embargo tambin incluye. Ella forma una pertenencia tal de cada sustancia a la otra, que no se trata de una asuncin ni de una subsuncin de la una por la otra, sino ms bien de una susceptibilidad de la una respecto de la otra. El alma puede ser tocada por el cuerpo, y ste por el alma.

Se tratara, entonces, de relaciones de susceptibilidad, es decir, de tacto, de tocar y, en el caso de las sustancias, del contacto entre dos intactos. Este modo de concebir la relacin entre alma y cuerpo permite, por as decir, deconstruir el dualismo desde dentro. Pues si bien se supone la subsistencia de las sustancias, al introducir la relacin tctil se las ve transformarse en superficies de exposicin. Esto significa que en lugar de concebir la sustancia a modo de interioridad que se autoproduce a travs de la reflexin sobre s misma, se la podr observar en su faz dinmica, porque en ambas sustancias se trata siempre de movimientos:

Los movimientos del alma son del orden del pensamiento, es decir, de la relacin a s; un ego se relaciona consigo mismo [ soi] en el modo de sentir o de concebir, de imaginar o de querer. En sentido amplio ya los efectos de permanecer en el lxico del motum se podr decir que estos movimientos son e-mociones. La emocin es el estremecimiento de un ego que se altera o se afecta por s mismo. Al mismo tiempo, toda e-mocin presupone la auto-afeccin egolgica o cogitatio que es exactamente la co-agitacin del ego, la que se anuncia en la duplicacin, incluso en el tartamudeo e-mocionado ego sum, ego existo.

Los movimientos del cuerpo son del orden del transporte local: van de un lugar a otro. La extensin es en s fuera de s: distancia entre los lugares, partes extra partes, figuras y movimientos (siendo las figuras mismas el efecto de un movimiento que las traza). En sentido amplio, digamos que todos los movimientos del cuerpo son extensiones: puestas fuera de s de la pura coincidencia consigo que aqu definira el punto, es decir, lo negativo de la extensin. La extensin es la negacin de esta negatividad puntual (mas sta niega un movimiento previo, el trazado de las dos rectas que se cortan en el punto).

El pensamiento es el moverse de la afeccin (la e-mocin) que deviene auto-afeccin; el cuerpo se mueve localmente, se transporta y hacindolo se extiende, abre el espacio. Y la unin de estas movilidades heterogneas se da en el tocar, que no podra ser otra cosa que el tocarse de lo mvil y que por eso constituye una unin exgena que exige la exposicin de las sustancias, es decir, su ser fuera de s y en roce con lo otro de s.

As pues, alma y cuerpo superficies expuestas a la comunicacin que emociona la ex-tensin y extiende la emocin constituiran sujeto, pero precisamente uno que no consiste ya en una interioridad inmanente a s misma, sino antes bien caracterizado por el estar fuera de s y por su ex-posicin. Es en esta distancia del ex- (tal vez imperceptible, pero condicin de la susceptibilidad, del tocar) en donde Nancy localiza el entre que particularizara la ontologa cartesiana de una manera ms precisa que el consabido dualismo, distancia que en lo sucesivo singularizar cada vez al sujeto quien, de tal modo, no podr nunca advenir bajo el modo de lo sustancial sino tan slo de lo expuesto-a-los-otros-sujetos, y por eso bajo la forma de un mundo.

Un mundo de sujetos no puede ser ms que un mundo en expansin interna segn esta doble lnea de ex-posicin, y, as, un mundo comn e insustancial, comn por su insustancialidad es decir, comn por su imposibilidad ontolgica de una sustancia comn (no ms comn a todos los sujetos que comn al sujeto y a l mismo). Slo esta imposibilidad abre la posibilidad, la ocasin y el riesgo de ser en el mundo.

As pues, de acuerdo al tono de este texto, se est inclinado a pensar que Nancy toma partido por las posiciones dualistas, incluso que hasta cierto punto su intencin no sera combatir el sustancialismo que lo subtiende. Sin embargo, ello supondra tomar este escrito como un mero anlisis de ciertos recursos conceptuales de la tradicin, dejando de lado el hecho de que forma parte de una estrategia de diagnstico y discusin de la actualidad. En efecto, la tentativa nancyana slo simula un recurso al dualismo, y lo hace con fines provocativos. Pues su blanco ms constante es lo que llama el cuerpo significante: el cuerpo como colapso del significante y el sentido remitindose uno al otro, como el signo absoluto de un sentido que quizs se le escape pero del que es el destino (si el sentido es hacer-cuerpo). Teniendo en cuenta que el modo de operar nancyano funciona en base al ya mencionado proceso de deconstruccin del cristianismo, en las proximidades de los cuerpos lo primero que destaca es que el cristianismo haya impuesto su necesidad de que el cuerpo sea el subrogado de otra cosa. Esto quiere decir que el cuerpo nunca ha recibido un tratamiento en cuanto tal, bsicamente porque se lo refiere a una instancia distinta de l.

Propiamente hablando, ni conocemos ni concebimos y ni tan siquiera imaginamos algo que no sea el cuerpo significante [...], del que importa que opere primeramente en tanto que lugar-teniente y vicario de un sentido. Nosotros slo nos representamos cuerpos de histeria integral, tetanizados por la representacin de otro cuerpo de un cuerpo-de-sentido, y por lo dems, en tanto que cuerpos aqu-yacentes, simplemente perdidos. La convulsin de la significacin le quita todo el cuerpo al cuerpo y deja el cadver en la caverna. [...] Las perspectivas filosficas particulares no lo cambian gran cosa [al cuerpo significante]: dualismo del alma y del cuerpo, monismo de la carne, simblicas culturales o psicoanalticas de los cuerpos, siempre el cuerpo es estructurado remitindolo al sentido. La encarnacin se estructura como una descorporizacin.

Poltica de la llaga

La compaa de la escritura nancyana nos inclina a pensar hasta qu punto continuar bajo la gida del cuerpo significante es una de las razones de que la poltica moderna opere no sobre cuerpos sino sobre las llagas y los agujeros negros que toman su lugar. El pensador francs asigna la fundacin de todo lo que conocemos como poltica a la circularidad significante del cuerpo poltico segn la cual cuerpo (del individuo, del rey, de la asamblea o del Estado) y comunidad son uno el signo del otro, uno el sentido del otro, en una relacin recproca de interiorizacin. As, el sentido siempre es sentido incorporado (que se encarna, que habita un interior de otro modo a obscuras e insensato), y el cuerpo siempre el cuerpo del sentido. De aqu que la poltica pueda entenderse como la operacin de des-materializacin o descorporizacin de los cuerpos, pues permanece en el mbito de la intimidad consigo mismo del sentido, en el mbito del sentido como interioridad: aqu, nada de extensin, de afuera, de lugares. Segn esta operacin, los cuerpos desaparecen como tales al precipitarse en el no lugar de su ausencia de materia: los cuerpos son agujeros que, al modo de los teorizados por la astrofsica, se auto-engullen por un exceso de gravedad que acaba aun con la materialidad ms tenue.

Que el cuerpo metafsico o mistrico, que el cuerpo de la encarnacin y del sentido, vaya a terminar como agujero no tiene nada de sorprendente: ya que l es el significante total de un sentido cuyo sentido es hacer-cuerpo, el cuerpo es igualmente el fin del significante, la crasis absoluta del signo, el sentido puro directamente sobre el sentido puro, hoc est enim corpus meum, hoc designando aqu la total ausencia de exterioridad, la no-extensin en s concentrada, no lo impenetrable, sino su exceso, lo impenetrable mezclado con lo impenetrable, la intususcepcin infinita, lo propio tragndose a s mismo hasta el vaco de su centro en verdad, ms lejos que el centro, ms lejos que toda huella de espaciamiento (que el centro retiene todava) en el abismo donde el agujero absorbe hasta sus bordes.

Nada sorprende que nuestros pensamientos, ideas e imgenes, en lugar de perder el tiempo en la extensin de los bordes, se precipiten hacia los agujeros: cavernas, bocas vociferantes, corazones traspasados, inter feces et urinam, crneos con las rbitas huecas, vaginas que castran, no aberturas, sino vaciamientos, extirpaciones, engullimientos y el cuerpo entero como su propia precipitacin en el no lugar.

Nancy parece querer mostrar cmo, y en contra del sentido comn actual, la poltica moderna no es de los cuerpos, y ello por principio: para serlo debera, en primera instancia, ser un abordaje en su extensin o materialidad, pero esto es precisamente lo que desaparece. En la modernidad, hay rgimen poltico del sentido: no hay cuerpos, sino sentido incorporado o cuerpo-significante. El mundo no se ha vuelto inhabitable e in-mundo por, como se dice, un exceso de materialismo, sino ms bien, por su ausencia. Por eso los cuerpos de esta poltica son agujeros negros: no se trata de que se los haga desaparecer, porque para ello debera primero plantearse una exterioridad desde la cual operar sobre o en los cuerpos que estaran-ah. Antes bien, el cuerpo se precipita en el agujero, ya ha desaparecido cuando la poltica adviene o bien: este tipo de poltica slo habr podido advenir en la vacancia de los cuerpos: el nombre de ese no lugar es espritu, el espritu del cristianismo:

Aqu, en el lugar del no lugar y en ninguna otra parte que en este lugar sin otra parte, salta el espritu, la concentracin infinita en s, el soplo o el viento que nicamente llena los agujeros. El alma es la forma de un cuerpo y por tanto cuerpo ella misma (psique extensa). Pero el espritu es la no forma o la ultraforma del agujero donde el cuerpo se precipita. En el alma el cuerpo viene, en el espritu, se retira. El espritu es el reemplazo, la sublimacin, la sutilizacin de toda forma de los cuerpos de su extensin, de su reparto material...

Y lo que resta no es jams cuerpo sino tan slo llaga. As, dicha poltica no trata con cuerpos, slo se ensaa con las llagas, que no son otra cosa que la retraccin del cuerpo:

Los cuerpos asesinados, desgarrados, quemados, arrastrados, deportados, masacrados, torturados, desollados: la carne puesta en depsito de cadveres, el ensaamiento con las llagas. En el depsito, los cadveres no son muertos, no son nuestros muertos: son llagas amontonadas, pegadas, fluyendo una en la otra, y la tierra lanzada directamente encima, sin una sbana para definir el espaciamiento de un muerto, luego de otro muerto. No hay cicatriz, la llaga sigue en carne viva, los cuerpos no trazan de nuevo sus reas.

Est entonces, y primeramente, esta llaga que slo es su propio signo, no significando otra cosa que el sufrimiento donde el cuerpo se retrae, cuerpo encogido, concentrado, privado de su espacio de juego. No es la desgracia (que constituye un signo de tragedia, por otra parte indescifrable), y no es la enfermedad (que constituye un signo apuntando hacia su causa y hacia la salud: ah no hay llaga sin apsito): sino que es el mal, absolutamente el mal, una llaga abierta sobre s mismo, signo de s reabsorbido en s hasta no ser ya signo, ni s mismo. Ojo sin prpado agotado de ver y de ser visto: es lo que dice Marcel Hnaff de nuestro cuerpo occidental llegando al trmino de un programa primeramente trazado por Sade. Porno-grafa: el desnudo grabado de estigmas de la llaga, heridas, fisuras, chancros del trabajo, del ocio, de la tontera, de las humillaciones, de alimentos sucios, de golpes, de temores, sin apsitos, sin cicatrices, llaga que no se cierra.

Sin embargo, Nancy no ofrece simplemente una versin apocalptica del presente, sino que recorre las lneas de fuerza de una ontologa que abre tanto inauditas catstrofes como as tambin nuevas oportunidades de creacin. Es por eso que podr escribir que este mismo mundo en que acaece la deconstruccin del cristianismo (el cristianismo como deconstruccin de todo sentido de cosmos y de naturaleza humana), es tambin y debido a ello el mundo de los cuerpos, el que habilita su extensin, su reparto, su movilidad. Ante el crepsculo del sentido, o bien tiene lugar el rgimen poltico de la llaga sucedneo del cuerpo desaparecido que no se resigna a su declinacin o bien se va hasta el fondo de la materialidad extensa que resiste en los cuerpos. Slo si supiramos lo que eso significa...

Ms de cinco mil millones de cuerpos humanos. Pronto ocho mil millones. Por no decir nada de los otros cuerpos. La humanidad se vuelve tangible: pero lo que se puede tocar no es el hombre, l justamente no es ese ser genrico. Hablamos de su no-genericidad, de su no generalidad. Iniciamos la ontologa modal y local de su ser-aqu, de su ser-el-aqu-y-el-ah, de su aqu-yace y de su va-y-viene. Cul es el espacio abierto entre ocho mil millones de cuerpos, y en cada uno, entre falo y cfalo, entre los mil pliegues, posturas, cadas, lanzamientos, cortes de cada uno? Cul es el espacio donde se tocan y se separan, sin que ninguno de ellos, ni su totalidad, se reabsorba en un puro y nulo signo de s, en cuerpo-de-sentido? Diecisis mil millones de ojos, ochenta mil millones de dedos: para ver qu?, para tocar qu? Y si es nicamente para existir y para ser estos cuerpos y para ver, tocar y sentir los cuerpos de este mundo, qu podremos inventar para celebrar su nmero? Podemos siquiera pensarlo, nosotros a quienes la llaga fatiga, solamente fatiga?

Si, como expone Nancy, la poltica moderna elide los cuerpos y su tener lugar (emplea sus recursos en darles sentido, lo cual se vuelve insostenible dado que el rgimen occidental de sentido agoniza), entonces lo que hara falta, sera una poltica que fuera de los cuerpos, que en vez de descorporizarlos, les diera lugar. Hay que habrselas con los cuerpos. Lo que interesa en lo sucesivo es no ya la poltica en sus conceptos (y quizs, y aunque sea difcil de imaginar, ni siquiera en los efectos corporales de los conceptos, pues esos efectos se revelaran como una desmaterializacin) sino en su extensin:

Las dimensiones de un alojamiento, de un taller, de un instrumento, la duracin de un transporte, el trazado de una va: hoc est la extensin poltica. Si es necesario ser an ms claro, representmonos a esos refugiados bajo la lluvia glacial de las montaas sosteniendo entre seis una nica cubierta por encima de sus cabezas.

Es por eso que el pensamiento de Nancy se desplaza hacia el mbito de una tchne de los cuerpos. Si hasta ahora el cuerpo era producido por la alienacin del Espritu (Santo o Absoluto) en la naturaleza, y por lo tanto era la auto- y re-produccin de tal Espritu, y por lo tanto no era cuerpo, en lo sucesivo habremos de esforzarnos por idear estrategias que sean compatibles con este nuestro mundo, el de la ecotecnia.

La creacin ecotcnica

Tal vez la marca de nuestro tiempo sea el nacimiento de las poblaciones y su concentracin. Ahora bien, esa marca no tiene una sola gramtica. Insertada en el rgimen poltico de la llaga, la poblacin supone las masas, las agrupaciones, el gento, los apilamientos, las acumulaciones, los saltos demogrficos, los exterminios, los grandes nmeros, los flujos, las estadsticas, la presencia obsesionante, annima y exponencial, por primera vez, de una poblacin del mundo, pues la llaga se da siempre bajo la forma de lo uniforme (que en verdad es informe) indiferenciado, lo colapsado en la confusin comulgante del espritu hoy en agona. Sin embargo, esa misma marca puede montarse en una serie que la configura como, a un tiempo, el material y el producto de la creacin del mundo (de los cuerpos).

As, en lugar de uniformidad de una poblacin (la generalidad sometida a la estadstica) nos veramos ante

un cuerpo que se da multiplicado, multisexuado, multifigurado, multizonal, falo y acfalo, organizado, inorgnico. Cuerpos as creados, es decir, viniendo y cuya venida espacia cada vez el aqu, el ah. [...] La creacin es la tchne de los cuerpos. Nuestro mundo crea el gran nmero de cuerpos, se crea en tanto que mundo de los cuerpos (sacando a la luz del da lo que siempre fue tambin su verdad de mundo). Nuestro mundo es el mundo de la tcnica, el mundo del cual el cosmos, la naturaleza, los dioses, el sistema completo en su juntura ntima, se expone como tcnica: mundo de una ecotecnia.

De este modo, y adoptando una categora que altera la faz puramente nostlgica de la tecnociencia heideggeriana, Nancy se referir a lo que tiene de particular nuestro mundo (el actual, el que no se deja referir a ninguna trascendencia pero que rehuye tambin la compacidad de una inmanencia significante). Nuestra morada (la casa del ser), nuestro medio (vital, incluso natural si la ecotecnia precisamente impide pensar en una naturaleza exterior a ella) es la tcnica. Cul es su esencia? Para empezar, se trata mucho ms del carcter de lo que produce que de los posibles productos: la ecotecnia produce un mundo que se da bajo la figura de la relacin. Es ella misma la generacin de conexiones, y cuando est aplicada a la creacin de cuerpos, su particularidad es que crea corporalidades que se conectan con todo desde todos lados. Por eso, los cuerpos de la ecotecnia no se definen tanto por alguna sustancialidad interior o por alguna potencia de expresin sino ms bien por las clases de relaciones en las que son producidos y entramados. El hecho de que el concurso de aparatos tcnicos sea requerido aqu no debera hacer pensar en una suerte de ontologa futurista (si se supiera lo que es eso) o de una vida diaria high tech. No se trata de poder activar los electrodomsticos con la voz o de que una mquina inteligente maneje el auto por m. Mucho ms ac, en los tristes pramos tecnolgicos tercermundistas, y mucho antes (lgicamente hablando) de todo paraso de silicio, lo que hay es una creacin tcnica de los cuerpos. Los habr humanos o inhumanos, pero lo relevante es que son ms visibles, ms proliferantes, ms polimorfos, ms comprimidos, ms en masas y zonas, de lo que jams lo fueron. Es en esta avanzada de las reas de exposicin que se halla uno de los rasgos que nos permiten reconocer la operacin ecotcnica por antonomasia:

[A]l empalmar y conectar los cuerpos de todas las maneras posibles, y al situarlos en los lugares de interseccin, de interfaces, de interacciones de todos los procedimientos tcnicos, muy lejos de hacer de ellos objetos tcnicos (como se dice, creyendo por lo dems saber lo que es un objeto tcnico), la ecotecnia los saca a la luz del da como tales, bajo esta conexin areal que constituye tambin el espacio del retiro de toda significacin trascendente e inmanente. El mundo de los cuerpos no tiene sentido ni trascendente ni inmanente. Si uno cuidase sus palabras, habra que decir que la una tiene lugar en el otro, pero sin dialectizar que la una tiene lugar como el otro, y que los lugares son este tener-lugar. Los lugares, los lugares de la existencia del ser, por otra parte, son la exposicin de los cuerpos, es decir, su desnudamiento, su poblacin numerosa, sus desviaciones multiplicadas, sus enmaraadas redes, sus mestizajes (tcnicos ms bien que tnicos). Para terminar, en lugar de una dialctica trascendente/inmanente, la arealidad da la ley y el medio de una proximidad, mundial y local a la vez, y la una en la otra..

La arealidad (de rea) se revela en la escritura de Nancy como el operador que permite eludir las ontologas sustancialistas, as como tambin las infinitas dialcticas entre lo trascendente y lo inmanente, e incluso (aunque esto habra que precisarlo) entre lo trascendental y lo fenomnico. A un tiempo, se hacen seas hacia una ontologa no-humana (enseguida volver a ello).

Arealidad, superficies, exposicin: trminos solidarios con otro modo de abordar la temtica del sentido. Si la deconstruccin del cristianismo occidental devela, en sus ltimos avatares, que el sentido est perdido para siempre (y que quizs nunca hubo algo as como un sentido o el sentido al cual rendir pleitesa bajo la forma de la melancola y, por aadidura, que tal vez este era el sentido ausente propio del cristianismo desde el inicio), Nancy ensayar torcer ese destino que declara la pura prdida hacia otra modalidad del sentido. En el prximo apartado se darn algunas claves de ello, pero al menos debe mencionarse lo siguiente. La hegemona en occidente del logos racional ha reducido la sensatez al mbito de lo inteligible, lo cual da del sentido su versin de comprensin articulada o articulable slo posible para un ser humano. Dicha comprensin, adems, supone la integracin de ese sentido en una totalidad (un mundo) en tanto sistema de los fines y los medios: se trata del humanismo. Por ello, es posible leer, como hace Nancy, el nihilismo contemporneo como la prdida de aquel sentido (que quizs es todo sentido imaginado por nosotros hasta aqu) pero a su vez como la posibilidad de explorar a dnde podra conducir darle un giro material: sentido sensual, y principalmente un tocar, el tacto que habilita relaciones de susceptibilidad y hace del mundo una red o exposicin de todas las superficies, el espacio del hay impersonal. Espaciamiento que es, a la vez, la localizacin del ser (su ah) y el a priori material de toda existencia. Este mundo es, ante todo, experimentado como materia formndose, y en tanto tal no cuenta si es bajo formas antropomrficas, biolgicas o minerales.

Pesaje: creacin. Eso por lo que comienza una creacin, sin presuposicin de creador. Sujeto antes de todo sujeto, peso, empuje ejercido, recibido, comunidad completamente archiprimitiva de fuerzas, de los cuerpos en tanto que fuerzas, de las formas de los cuerpos psiques en tanto que fuerzas que se empujan, se apoyan, se repelen, se equilibran, se desestabilizan, se interponen, se transfieren, se modifican, se combinan, se amoldan. Los pesajes distribuyen lo extenso, extensiones e intenciones. Lo extenso es el juego de los pesajes: partes extra partes (el fallo de Descartes es concebir el extra como vaco y como lo indiferenciado, cuando es muy exactamente el lugar de la diferenciacin, el lugar de la corporacin, el tener-lugar del pesaje y por consiguiente de la comunidad del mundo). Es el tocar, el tacto antes de todo sujeto, ese sopesar que no tiene lugar en ningn debajo ni, por consiguiente, en ningn antes

Aqu no puede dejar de resonar un cierto atomismo, aquel de las partculas pre-individuales cuyos movimientos brownianos en un campo de fuerzas generan por s mismas encuentros provisorios sin fines predeterminados. Sera, entonces, el mundo de los cuerpos que ya no depende de un dios ni de un hombre, pues no depende del sentido que un sujeto puede asignar. El mundo, cada cuerpo, el entre-un-cuerpo-y-otro es el sentido, el tocar que no genera cadenas de remisin infinitas sino que se desenvuelve en el espesor sin profundidad de una piel del mundo. El corte de todo proceso referencial es lo que hace coherente el recurso nancyano a una creacin del mundo que no precisa un creador (ni material ni lgico) que le diera sentido (intencional o final), y que, por lo dems, es equivalente a la ausencia de fundamento. Cortada esta dependencia, la tcnica se revela como lo propio de un mundo tctil cuya dominante relacional impide una vuelta al idealismo bajo cualquiera de sus formas antropocntricas o teolgicas, devolviendo al mundo a su propio estremecimiento material: sacudidas, vibraciones, sismos, todo el repertorio de lo producido por la heterogeneidad de los elementos mviles en su localizacin y dislocacin.

Insistamos en esto: este giro material del mundo, el acabamiento del idealismo, occidente llegado a sus fines (o a la ausencia de ellos), no debera ser tomado meramente como la buena nueva que viene despus de una etapa negativa (hablando en trminos valorativos), pues si bien es cierto que este presente que es el nuestro abre un espacio para el advenir de los cuerpos como nunca antes se haba dado, ello supone una ontologa que, como es obvio, no podra ser ni buena ni mala, sino que simplemente es lo que nos toca. Por eso, lo primero que debe llevarse a cabo es una aprehensin adecuada de las coordenadas del mundo actual, lo cual supone abandonar ciertas categoras que ya no parecen fructferas. Esto explicara la tentativa de desechar los idealismos binaristas de todo tipo y de reinventar de alguna manera un cierto materialismo. La captacin rigurosa del modo en que este giro podra estar dndose en nuestro mundo tiene ms que ver con el diseo de estrategias de insurreccin adecuadas al presente que a una reivindicacin del mundo actual. La voluntad nancyana de reescribir la ontologa para este nuevo occidente se devela justamente cuando le es posible leer la mundializacin, los procesos de debacle de los Estados-Nacin, y un sinfn de fenmenos asociados a ello, tambin como momentos de un mundo de los cuerpos bajo el rgimen ecotcnico:

Partes extra partes es idnticamente, borde a borde de la delineacin de los cuerpos, la extensin y la distensin, la arealidad rastrera y la muerte purulenta. Mundo del cuerpo ansioso, febril, fibrinoso, atorado, atascado en su propia proximidad, todos los cuerpos en una tupida promiscuidad de microbios, de poluciones, de sueros deficientes, de grasas excesivas, de nervios rechinantes, obesos, demacrados, hinchados, excavados por parsitos, embadurnados de cremas, ardientes, lustrosos, sobrecargados de toxinas, perdiendo sus materias, sus aguas, diluyndose en gas en las nuseas de guerra o de hambre, de infeccin nuclear o de irradiacin viral. La arealidad no es el dibujo acabado de la extensin sin la impureza de la propagacin, de la diseminacin solapada o brutal. Si el mundo d elos cuerpos, en cu creacin, es justamente la captura en masas y la deriva arquitectnica de todos los macro/micro-cosmos, entonces tambin es el mundo de una impregnacin de todos los cuerpos, y de una comn exposicin esponjosa donde todos los contactos son contagiosos, donde cada cuerpo que se espacia divide en capas y debilita tambin todos los espacios. En verdad, lo abierto no es una boca abierta, sino justamente la masa, lo masivo de nuestros cuerpos. A la vez, slo es abierto por estar ahondado, excavado en la abertura hasta el atasco.

La boca se seca de decir lo que hace falta decir, pero hace falta que se seque: el cuerpo espacioso est idnticamente recorrido por el gozo y el cncer. Areola del seno.

Asimismo, esta manera de entender los cuerpos le permite a Nancy retornar a categoras supuestamente arcaicas y cuyos efectos tericos parecan haber desaparecido bajo el peso del rgimen (neo)capitalista. Se tratar, para el pensador francs, de re-inscribir el trabajo y el capital en una ontologa de los cuerpos, reactivando as un linaje insurrecto capaz de reconducir estos conceptos al punto justo donde hoy se espacian. As pues, para Nancy, la tchne creadora de los cuerpos del presente crea los cuerpos humanos como trabajo, para el trabajo y directamente en composicin con un sistema de cuerpos (aceites, diodos, cardanes, horquillas, bielas, circuitos, [...] pulverizaciones, perforaciones, cableados por citar slo algunos), disposicin de los cuerpos que constituye el lugar de reunin y concentracin de la plusvala de capital. A su vez, bajo la presin de esta ontologa, se dir que

Capital quiere decir: cuerpo traficado, transportado, desplazado, recolocado, reemplazado, en posta y en postura, hasta la usura, hasta el paro, hasta el hambre, cuerpo bengal doblado sobre un motor en Tokio, cuerpo turco en una zanja de Berln, cuerpo negro cargado de paquetes blancos en Suresnes o en San Francisco. De esta manera, capital quiere tambin decir: sistema de sobre-significacin de los cuerpos. Nada es ms significante/significado que la clase y el esfuerzo, y la lucha de clases. Nada escapa menos a la semiologa que los esfuerzos padecidos por las fuerzas, la torsin de los msculos, de los huesos, de los nervios. Mirad las manos, los callos, la mugre, mirad los pulmones, las columnas vertebrales. Cuerpo aslariado sucio, suciedad y salario como un anillo enroscado de significacin. Todo lo dems es literatura.

Fin de la filosofa, y sobre todo de toda filosofa del cuerpo, al igual que de toda filosofa del trabajo. Pero liberacin de los cuerpos, reapertura del espacio que el capital concentra y sobrecarga de tiempo cada vez ms estrecho, ms agudo ms estridente. Cuerpos made in time. La creacin es eterna: la eternidad es la extensin, el mar unido al sol, el espaciamiento como la resistencia y la rebelin de los cuerpos creados. ....

Cuerpo-con-tacto

De todas las nociones con las que Nancy ha jugado, quizs la de sentido sea la ms escabrosa y resbaladiza (si el sentido del sentido ha sido siempre el de deslizarse infinitamente). En principio, puede decirse que el filsofo francs explora el sentido de un modo que se aparte de su acepcin puramente ideal (direccin que la tradicin de Occidente privilegi) y se oriente a una versin materialista del mismo. En sus rasgos elementales, Nancy recusa la metafsica que ha puesto el sentido del mundo por fuera de ste, imaginando un trasmundo definido por su carcter verdadero, inmutable y utilizado como criterio para enjuiciar y moralizar de un modo reactivo el mundo del ms ac. En efecto, el mundo-del-ms-all ha servido como dador de sentido en la medida en que es constituido por entidades inteligibles despojadas de toda dimensin material, pues una de las necesidades que el sentido trascendente presenta es la transhistoricidad (es decir, una negacin de la historia). Las grillas de inteligibilidad que as quedan construidas tienden al desprecio del mundo-aqu, tildado despectivamente de irreal por ser cambiante, por devenir una y otra vez otra cosa, otros mundos, por estar abierto radicalmente a la posibilidad de lo otro. Estos devenires habrn quedado asociados, histricamente, con el carcter material de los entes: multiplicidad de cuerpos que careceran de sentido si no fuera porque son animados, o al menos justipreciados y justificados por algo no material que se halla fuera de ellos y que no est sujeto al devenir.

Precisamente, la ontologa que Nancy aventura parte de la constatacin (muchas veces banalizada) de que hoy en da se vive en el abandono del sentido. Abandono que no identifica con la carencia (y con su correlativa nocin de deseo motivado por ella, cual fuerza motriz) sino ms bien con la prescindibilidad respecto a sentidos que trasciendan el mundo aqu. Es porque el sentido en Occidente no se deja fcilmente pensar en un estado de abandono que Nancy comienza a jugar con su otra acepcin, la que tradicionalmente se ha marginado. El sentido no est ms que en lo sentido, pero esto no como si estuviramos de algn modo retomando las tesis clsicas del empirismo (justamente no es el empirismo la llave del pensamiento materialista, en la medida en que privilegia aun la escena representativa y culmina la mayor parte de las veces en el solipsismo del sujeto de la conciencia cuyo nico contacto mundano son las ideas). La clave estara en la identificacin del mundo con el sentido, por lo cual los rasgos de lo mundano (la apertura, la materialidad expuesta y en devenir sin teleologas que la orienten) son los del sentido. La planta, el mineral y el animal no son ocluidos ni subordinados a la accin humana significante, y por eso dejan de ser material disponible para el uso y manipulacin del hombre. A su vez, ste deja de ser el rey de la creacin: el sesgo antropocntrico que el sentido en tanto significacin ha tenido se diluye en una relacin tctil, en la cual basta que algo sea tocado para que toque (reversibilidad constitutiva del sentido que inhibe el privilegio de uno de los sintientes porque lo que refulge es el sentido generado en el entre-dos). En un movimiento que puede ser entendido al mismo tiempo como reformulacin de los existenciarios del Ser y Tiempo de Heidegger y como parodia de la Crtica de la Razn Pura kantiana, Nancy instituye el mundo como trascendental material del sentido, y por tanto ste queda no slo enlazado indisociablemente al devenir histrico (quedando as incluso reformulada la nocin de historia: ya no es el relato de la accin humana sino el movimiento de los cuerpos humanos y no humanos, componindose y descomponindose en un vrtice sin sentido sin telos ms all de s mismo) sino tambin al ser-con lo otro que supone la exposicin recproca de los cuerpos.

Esta factualidad, o el mundo como ser-aqu o aqu de todos los seres-all, lejos de constituir pobremente un en-frente inerte ofrecido a las miradas y a las manipulaciones del hombre es tambin ella misma, en tanto simplemente ser-arrojado-aqu-de-las-cosas, un existenciario del Dasein: es decir, en el lxico heideggeriano, una condicin de posibilidad trascendental/factual de la ex-sistencia. Dicho de otro modo: el hecho insuperable de su sentido. Pero entonces es preciso que lo sea sin reservas, materialmente.

La puesta del tacto en el entramado del mundo funciona des-humanizando los cuerpos, y por eso el operar de Nancy contamina la nocin tradicional que se tena de ellos: stos ya no sern la superficie que esconde una profundidad psquica, ni la materia inerte disponible para un espritu o inteligencia: porque el sentido de la existencia no es ms que la pura exposicin de las superficies corporales, que hacen sentido por s mismas estando desde siempre en un plexo tctil donde la accin privilegiada no es la de apropiarse e identificar, sino la de tocar. Los cuerpos devienen as el indicador de una apertura insaturable del mundo, su constante desenvolvimiento y despliegue de las multiplicidades que no habitan el espacio, sino que espacian el mundo. En este sentido, lo que Nancy estara sealando es que los cuerpos sentidos son la posibilidad del espaciamiento de las subjetividades, pero as la subjetividad ya no es la del individuo moderno que necesita cerrarse sobre s para privatizarse y mantener puro un mbito de la intimidad, sino el campo comn de subjetivaciones pre-individuales que no tienen como esencia el perdurar en el tiempo, ni la de dar continuidad a una personalidad, sino la de ser una existencia tan extensa como intensa, un punto de fuga en que el mundo se recrea, cuerpos-materia engendradores del sentido.

Corporalidades sin identidad y lgica de la intrusin: la temtica del transplante, la trama vida/muerte y la disociacin polimorfa del cuerpo llamado propio.

La subjetividad como rea de apertura resuena como el eco de un cuerpo que es abierto, operado y atravesado por toda clase de dispositivos (biolgicos, mdicos, institucionales). Si bien este es un tema abordado por Nancy en muchos de sus textos, tal vez el ms inquietante sea El intruso, en el cual el autor reflexiona, a partir de su propia experiencia, acerca de los transplantes de rganos y todo lo que se pone en juego con ellos.

Nancy se ocupa del intruso que el nuevo rgano es: no ya el que se introduce a espaldas de quien lo recibe, sino uno que es buscado, cuya intrusin paradjicamente es programada. Por qu entonces continuar llamndolo intruso? Porque su venida es rechazada por el sistema inmunitario (firma o identidad fisiolgica) que lo detecta como intruso y hace lo posible por extrudirlo. Comienza as una batalla en varios frentes: todo un equipo (el propio transplantado, mdicos, instituciones) trabaja esa identidad fisiolgica con el fin de reducirla, de deprimirla, desnaturalizarla. Al mismo tiempo, empieza a armarse una nueva corporalidad, que oscila entre varias identidades sin consumarse en ninguna: est la del rgano transplantado, la del receptor, la de los rganos enfermos, y todo bajo el umbral de tolerancia propiciado por esa sustancia (la inmunoglobulina) que se extrae de los conejos y cuyo fin es (nada ms claro que esto) anti-humano. Porque al fin y al cabo, lo que ha sido preciso es deshumanizar al hombre: debe dejar de serlo para seguir con vida, debe habitar el umbral entre un s mismo inasignable y un fuera de s que lo invade. Quien quiera vivir (o tener una sobrevida, como se llama en la jerga mdica) debe renunciar en parte a s mismo, pero entonces quin vive o sobrevive? Y de qu vida se trata? Aqu se vislumbra una vida concebida como programa, atravesada constitutivamente por tcnicas y tecnologas, por sustancias no humanas, una vida cuyas decisiones no slo son tomadas por un sujeto, sino que antes bien, el sujeto viviente es despedazado y conectado a una red en la que las decisiones ya no dependen de una voluntad (ni propia ni una):

Yo termino/termina por no ser ms que un hilo tenue, de dolor en dolor y de ajenidad en ajenidad. Se llega a cierta continuidad en las intrusiones, un rgimen permanente de la intrusin: a la ingesta ms que cotidiana de medicamentos y a los controles en el hospital se agregan las consecuencias dentales de la radioterapia, as como la prdida de saliva, el control de los alimentos y el de los contactos contagiosos, el debilitamiento de los msculos y de los riones, la disminucin de la memoria y de la fuerza para trabajar, la lectura de los anlisis, las reincidencias insidiosas de la mucositis, la candidiasis o la polineuritis, y esa sensacin general de no ser ya disociable de una red de medidas, de observaciones, de conexiones qumicas, institucionales, simblicas, que no se dejan ignorar como las que constituyen la trama de la vida corriente y, por el contrario, mantienen incesante y expresamente advertida a la vida de su presencia y su vigilancia. Soy ahora indisociable de una disociacin polimorfa.

Tambin hay que hablar de una vida que ya no puede aislarse de la muerte. De hecho, la muerte es el intruso en la vida, la habita, la corroe pero la ayuda tambin a sobrevivir, a vivir ms all de s misma (y otra vez qu puede significar esto? Podemos concebir algo as?). As se verifica, pongamos por caso, en lo que se llama una red de transplantes (la que forman donantes y receptores, y entre ellos toda una serie de instituciones, recursos mdicos y econmicos) donde lo que se comparte es tanto vida como muerte (y una dentro de otra, ambas extraas para s mismas).

De este modo, la figura del intruso o del extranjero comienza a dejarse ver por todos lados, y lo que es aun ms enloquecedor, comienza a intercambiar lugares con lo que de ms propio haba. En efecto, un cuerpo abierto (literal y radicalmente), una identidad viviente que acoge al intruso, lo primero a lo que se ve sometida es a un extraamiento generalizado. De all que Nancy deba pensar a su propio corazn (ese que lo acompa durante cincuenta aos) como el intruso que hay que extrudir. De repente, en el seno de la intimidad, lo ms propio es el intruso: enfermando o infectando, induciendo la muerte. De manera que tanto la muerte como el intruso no vienen ya de afuera: Si la ajenidad vena de afuera, era porque antes haba aparecido adentro. Aunque, claro est, ya no tenga demasiado sentido la distincin simple entre afuera y adentro. Por eso al tratarse de su relacin con el cuerpo ya no podra hablarse del sujeto o del yo en trminos de identidad sustancial (lo que hay o est adentro) o de estado (el adentro), sino ms bien como proceso: exteriorizacin dir Nancy, y tambin una fluctuacin, una suspensin de ajenidad entre estados mal identificados, dolores, impotencias..., o incluso un encadenamiento inverificable e impalpable.

Con un mismo movimiento, el yo ms absolutamente propio se aleja a una distancia infinita (adnde va?, a qu punto de fuga desde el cual pueda proferir todava que esto sera mi cuerpo?) y se hunde en una intimidad ms profunda que toda interioridad (el nicho inexpugnable desde el cual digo yo, pero que s tan hendido como un pecho abierto sobre un vaco o como el deslizamiento en la inconciencia morfnica del dolor y del miedo mezclados en el abandono). Corpus meum e interior ntimo meo, las dos expresiones juntas para decir con gran exactitud, en una configuracin completa de la muerte de dios, que la verdad del sujeto es su exterioridad y su excesividad: su exposicin infinita. El intruso me expone excesivamente. Me extrude, me exporta, me expropia. Soy la enfermedad y la medicina, soy la clula cancerosa y el rgano trasplantado, soy los agentes inmunodepresores y sus paliativos, soy los ganchos de hilo de acero que me sostienen el esternn y soy ese sitio de inyeccin cosido permanentemente bajo la clavcula, as como ya era, por otra parte, esos clavos en la cadera y esa placa en la ingle. Me convierto en algo as como un androide de ciencia ficcin, o bien en un muerto-vivo, como dijo una vez mi hijo menor.

La vida/la muerte es la trama del dispositivo ecotcnico (ese nombre que Nancy da, por otro lado, al mundo: a la vez proeza tcnica y aventura metafsica), una disociacin polimorfa que termina por hacer comprender que es la lgica de la intrusin, de la contaminacin, lo que es ineludible y a lo que se est expuesto infinitamente. Y ello no sucede sin sufrimiento, ese sufrimiento que es la relacin entre un intruso y su rechazo, y que rubrica toda experiencia bajo el rgimen permanente de la intrusin.

De una u otra manera, una nueva ajenidad se ha apoderado de m. Ya no s muy bien a ttulo de qu sobrevivo, ni si tengo verdaderamente los medios para ello o el derecho. (Jacques Derrida hizo del sobrevivir un concepto. Hace ya seis meses que se fue. El pncreas no se trasplanta.) Por supuesto, ese sentimiento aflora rara y fugitivamente. La mayor parte del tiempo no pienso en ello, as como concurro menos al hospital (el cual pierde, por esa razn, la familiaridad que haba adquirido). Pero cuando ese pensamiento me atraviesa, comprendo tambin que ya no tengo un intruso en m: yo lo soy, y como tal frecuento un mundo donde mi presencia bien podra ser demasiado artificial o demasiado poco legtima.

BIBLIOGRAFA

a. Bibliografa obligatoria:

Jean-Luc Nancy, "Extensin del ama", en 58 indicios sobre el cuerpo / Extensin del alma (2006), trad. cast. D. lvaro, La Cebra, Buenos Aires, 2007, pp. 35-51.

Jean-Luc Nancy, "Cuerpo significante", "Agujero negro", "Una llaga", "Tchne de los cuerpos", "La inmundicia", "Trabajo, Capital", en Corpus (1992), trad. cast. P. Bulnes, Arena, Madrid, 2003, pp. 54-62, 68-71 y 79-84.

Jean-Luc Nancy, El intruso (2000), trad. cast. M. Martnez, Buenos Aires, Amorrortu, 2006.b. Bibliografa complementaria:

Jean-Luc Nancy, "Del alma", en Corpus, op. cit., pp. 93-111.

Daniel lvaro, Cuerpo, cuerpos..., en 58 indicios sobre el cuerpo / Extensin del alma, op. cit., pp. 35-51.

Jean-Luc Nancy, "Ecotecnia", en Ser singular plural (1996), trad. cast. A. Tudela Sancho, Arena, Madrid, 2006, pp. 143-156.

Jean-Luc Nancy, "Nota sobre el trmino 'biopoltica'", en La creacin del mundo o la mundializacin (2002), trad. cast. P. Perera Velamazn, Paids, Barcelona, 2003, pp. 115-120.

c. Bibliografa (resumida) de Jean-Luc Nancy:

"La panique politique", avec Philippe Lacoue-Labarthe, in Cahiers Confrontation, n 2, 1979.

Le partage des voix, Paris, Galile, 1982.

La communaut dsuvre, Paris, Christian Bourgois, 1986.

Lexprience de la libert, Paris, Galile, 1988.

La Comparution. Politique venir, avec Jean-Christophe Bailly, Paris, Christian Bourgois, 1991.

Le mythe nazi, avec Philippe Lacoue-Labarthe, LAube, 1991.

Corpus, Paris, Anne-Marie Mtaili, 1992.

El sentido del mundo (1993), trad. cast. J. M. Casas, Buenos Aires, lamarcaeditora, 2003.

Tres fragmentos sobre nihilismo y poltica (1994, 1995), trad. cast. G. Prsperi, en Esposito R., Galli C., Vitiello V. (comp.), Nihilismo y poltica, Buenos Aires, Manantial, 2008.

Ser singular plural (1996), trad. cast. A. Tudela, Madrid, Arena, 2006.

Hegel. La inquietud de lo negativo (1997), trad. cast. J. M. Garrido, Madrid, Arena, 2005.

"Image et violence", Le Portique, n 6, 2000.

LIntrus, Paris, Galile, 2000.

La communaut affronte, Pars, Galile, 2001.

"Cum", en La pense drobe, Pars, Galile, 2001.

La cration du monde ou la mondialisation, Pars, Galile, 2002.

Jean-Luc Nancy, "'OUR WORLD', an interview", por Peter Hallward, trad. ingl. E. Campbell, ANGELAKI Journal of the Theoretical Humanities, v. 8, n 2, august 2003, Routledge Lmt., pp. 43-54.

Chroniques philosophiques, Pars, Galile, 2004, pp. 31-44.

Entre poder y fe (2005), entrevista de Jean-Luc Nancy y Juan Manuel Garrido, en La comunidad enfrentada, trad. cast. J. M. Garrido, Buenos Aires, La Cebra, 2007.

Jean-Luc Nancy, "Philosophy as Chance: An Interview with Jean-Luc Nancy", por Lorenzo Fabbri, trad. ingl. Pascale-Anne Brault y Michael Naas, Critical Inquiry 33 (Winter 2007), University of Chicago, pp. 427-440.

Vrit de la dmocratie, Pars, Galile, 2008.

d. Bibliografa de consulta sobre Jean-Luc Nancy:

AAVV, Jean-Luc Nancy. El cuerpo como objeto de un nuevo pensamiento filosfico y poltico, Revista Anthropos, N 205, Rub, 2004.

AAVV, Sens en tous sens. Autour des travaux de Jean-Luc Nancy, Paris, Galile, 2004.

Mnica Cragnolini, "La comunidad de Nancy: entre la imposibilidad de representacin y el silencio" en Jean-Luc Nancy, La comunidad enfrentada, Buenos Aires, La Cebra, 2007.

Burdeos, 1940. J.-L. Nancy es profesor emrito de filosofa de la Universidad de Estrasburgo y profesor invitado en numerosas universidades, como Berkeley y Berln. Es director, para la editorial Galile, de la prestigiosa coleccin La Philosophie en Effet.

Parte de Del alma, conferencia pronunciada en la cole Rgionale des Beaux-Arts de Mans (abril de 1994), cuya traduccin al castellano fue publicada en: J.-L. Nancy, Corpus, trad. cast. P. Bulnes, Arena, Madrid, 2003, p. 109.

La referencia principal para este tema en Nancy es La declosin (Deconstruccin del cristianismo, 1) (2005), trad. cast. G. Lucero, La Cebra, Buenos Aires, 2008.

Carta de R. Descartes reproducida en J.-L. Nancy, Extensin del alma en: 58 indicios sobre el cuerpo / Extensin del alma (2006), trad. cast. D. lvaro, La Cebra, Buenos Aires, 2007, pp. 35-38.

J.-L. Nancy, Extensin del alma, op. cit., p. 44.

Ibd., p. 45.

Ibd., p. 49.

J.-L. Nancy, Corpus, op. cit., p. 54 (la negrita es ma, N. B.).

Ibd., p. 59.

Ibd., p. 60.

Ibd., p. 61.

Ibd., p. 63.

Ibd., pp. 64-65.

Ibd., p. 57.

Si se concibe el Espritu Absoluto hegeliano y su fenomenologa como la secularizacin de la odisea cristiana del Espritu Santo en la Tierra.

La referencia a las poblaciones como fenmeno determinante de nuestro tiempo es planteado por M. Foucault en su articulacin con un modo de la poltica que toma por objeto la vida, es decir, la biopoltica. Vase, del autor francs, Defender la Sociedad. Curso del Colegio de Francia. 1975-1976 (1997), trad. cast. H. Pons, FCE, Buenos Aires, 1999.

J.-L. Nancy, Corpus, op. cit., p. 61.

Ibd., p. 69.

Idem.

Ibd., p. 70.

En un texto reciente, Nancy articula el nihilismo contemporneo y la evidencia de su ausencia de arkh con la exigencia democrtica. De este modo, la democracia sera la va ms seria de sostener la an-arkha, en tanto apertura infinita en plena finitud. Esto conduce, desde la perspectiva de Nancy, a la inquietante nocin de democracia nietzscheana. Cf. Vrit de la dmocratie, Galile, Pars, 2008.

Las formas biolgicas corresponden a los Reinos de la as llamada Naturaleza: animal, vegetal, moneras, protistas y fungi, por citar escolarmente. Claramente, si el creador de todos ellos era Dios, el Hombre era el Rey. Con su declinacin, debera pensarse que los reinos han quedado acfalos y sus criaturas, con gran algaraba, cruzan las fronteras naturales todo el tiempo y en todas direcciones. Ello nos pone ante multitud de metamorfosis contra-natura, las cuales rompen incluso los cercos biologicistas (seran los geomorfismos). Ejemplos de todo ello sobran en toda la literatura de por lo menos el ltimo siglo.

J.-L. Nancy, Corpus, op. cit., p. 75.

Ibd., p. 80.

Ibd., pp. 84-85.

Para este tema, vase J.-L. Nancy, El olvido de la filosofa (1986), trad. cast. P. Perera Velazamn, Arena, Madrid, 2003.

Aqu es imprescindible remitir a lo que se pone en movimiento en un libro, a mi entender, fundamental de Nancy para la temtica. Es El sentido del mundo (1993), trad. cast. J. M. Casas, lamarcaeditora, Buenos Aires, 2003.

El sentido del mundo, op. cit., p. 94 (el subrayado es de Nancy y la traduccin fue retocada por m).

J.-L. Nancy, El intruso (2000), trad. cast. M. Martnez, Amorrortu, Buenos Aires, 2006.

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