Facultad de Arquitectura Diseño y Urbanismo · PDF file1 Universidad de Buenos Aires Facultad de Arquitectura Diseño y Urbanismo Cátedra Arq. Carlos Pernaut HISTORIA II ARQUITECTURA

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    Universidad de Buenos Aires Facultad de Arquitectura Diseo y UrbanismoCtedra Arq. Carlos Pernaut HISTORIA II

    ARQUITECTURA HISPANOAMERICANA

    ficha bibliogrfica N07

    GRAZIANO GASPARINI Barroco Latinoamericano

    El concepto de arquitectura colonial est inevitablemente vinculado al provincialismo y, en el caso de Amrica Latina, la provincializacin la establece su condicin de zona receptora relacionada y dependiente de los centros de influencia culturales europeos. Segn Palm, es provincia todo lo que en la evolucin de las ideas no marcha a la cabeza de su tiempo (1). Para el caso latinoamericano, la arquitectura se distingue por recibir con retardo los elementos de los centros creativos. Puede entenderse fcilmente que los tipos arquitectnicos transmitidos reciban una mayor comprensin formal en los centros urbanos importantes puesto que all es donde se encuentran los artfices ms expertos y la mano de obra ms capacitada: pasan por dismiles procesos de transformacin que pueden ser de simplificacin, exageracin, incomprensin formal, aadiduras de aportes locales mezclados con elementos deformados por una interpretacin deficiente y ejecucin inexperta y tosca. El problema de la mano de obra indgena no constituye un factor de cambio en la arquitectura colonial y las diferencias atribuidas a los aportes de la sensibilidad indgena no son ms que alteraciones y deformaciones del proceso de reelaboracin de formas y conceptos importados. A un nivel artesanal, la mano de obra indgena se manifiesta con desiguales grados de habilidad: desde las obras de gran rusticidad hasta las que revelan un dominio del oficio en nada inferior al de la mano de obra europea. El fenmeno cultural barroco tambin llega con retardo a Amrica: estticamente alcanza una especificidad seguramente facilitada por la importancia que adquiri la relacin entre la obra y el espectador y que funcion por medio de la persuasin. El poder de la persuasin, nocin primordial de la esttica del Seiscientos (2) es tambin, segn Argan, la actitud fundamental del pensamiento artstico del barroco (3). La difusin de la retrica, como discurso persuasivo, encuentra en Amrica Latina un campo de frtil y fantica aplicacin en las actividades artsticas manejadas por el nico poder que las controlaba: la Iglesia. La pintura y las imgenes de bulto, ms que revelar los sentimientos religiosos de los artistas y artesanos que las hicieron, revelan a la clara que fueron hechas para actuar sobre los fieles a fin de despertar la devocin. Ese afn de persuadir y convencer utiliza a la pintura y a las imgenes como algo puramente instrumental,

    como fenmeno visible, publicitario, argumento de persuasin y, a la vez, como impulso para despertar la imaginacin, crear ilusin y, de paso, apartar de la realidad. Ese mismo afn de maravillar e impresionar alcanza efectos inesperados y espectaculares en los retablos y fachadas. Hoy siguen actuando sobre el turista, el cual difcilmente puede retener una exclamacin de asombro cuando contempla extasiado los retablos de Tepotzotln, Taxco o Guanajuato. La funcin persuasiva del arte colonial se vale en Amrica de un programa condicionado, restringido y limitado a enfatizar el signo triunfal de la religin. Recurrir a lo espectacular es lo esencial. En el fondo, se institucionaliza lo ilusorio y el engao. Bernini y Borromini tambin se sirvieron del engao para alterar los efectos de perspectiva de la Escalera Real y de la columnata del palacio Spada; sin embargo, la nocin de engao utilizada para lograr consecuencias espectaculares se utiliza como instrumento al servicio de un ideal religioso, mientras que en Europa el arte Barroco quiere convertir al ideal religioso en un ideal cvico, para hacer de l la norma de la vida social y poltica (4). En Europa el poder de persuasin del arte no es prerrogativa de la religin contrarreformista, empeada en reconquistar el prestigio, sino tambin de la situacin social en la cual encuentra papel preponderante la afirmacin de la burguesa detentora de gran parte de las fortunas. El consolidamiento de esa clase encuentra tambin el respaldo, muchas veces interesado, de las monarquas europeas. Para Argan, la retrica puede considerarse como uno de los engranajes de la vida social, lo cual permite arnpliar las interpretaciones hacia una visin laica del arte barroco en lugar de considerarlo una expresin exclusiva de los ideales religiosos (5). La diferencia entre las estructuras sociales de la Amrica colonial y las de Europa ayuda a entender las diferencias entre la arquitectura de ambos continentes. No es slo por su condicin provisional que la arquitectura colonial americana logra su especificidad diferencial, sino tambin por la manera de cmo se aplican y cmo actan las ideas que se dejan entrar en el Nuevo Mundo. A pesar de tener nexos comunes, esas ideas producen distintas actitudes por la sencilla razn que es distinta la manera de encauzarlas y, en consecuencia, tambin actan diversamente sobre las actividades artsticas de los hombres. Ahora bien, mientras las ideas basadas en la nocin de retrica permiten una interpretacin laica del arte barroco europeo, una interpretacin similar resultara muy difcil, para no decir imposible, referirla a las obras del continente americano porque en la colonia el monopolio de las ideas artsticas es exclusivo del

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    poder religioso. Viene al caso lo dicho por Chueca Goitia: La arquitectura americana es una arquitectura eminentemente religiosa, aun en sus ejemplos de arquitectura civil (6). Es evidente la imposibilidad de trazar una geografa del barroco colonial tomando como base un mapa poltico de la Amrica Latina de hoy. Aunque varias Repblicas quieren encontrar en el arte colonial algunos orgenes determinantes de su personalidad artstica, es obvio que la nacionalidad peruana, mexicana, ecuatoriana o cualquier otra, pertenece a una categora propia del siglo XIX. La Amrica hispana era una unidad ideolgica por el hecho de ser una colonia espaola, pero esa unidad que acata las directrices emanadas en Madrid es ms aparente que real. En lo poltico y religioso tales directrices mantienen un control eficiente, pero en materia de cultura, conocimientos cientficos, ideas ms avanzadas y principalmente en el campo artstico, esa unidad deja de ser impenetrable. Cuando la arquitectura colonial es analizada desde Espaa es considerada como una extensin provincial de la Pennsula porque se sigue creyendo que la geografa poltica determina a la geografa artstica. La realidad es bastante diferente: la geografa artstica sigue reglas de asociacin diferentes. El efecto de un diseo que ha tenido xito en Bruselas repercuta en Lima antes que en Madrid o en Roma (7). Los conocimientos arquitectnicos de un jesuita no espaol que llega a las colonias americanas pueden introducir elementos diferentes e ignorados en Espaa. De los religiosos que viajan a Amrica, lo que importa es el catolicismo y no la nacionalidad de los individuos. Para cumplir con la tarea evangelizadora da igual un franciscano flamenco que un jesuita alemn o italiano: la idea religiosa es la misma. Lo que no es igual es la formacin cultural, los conocimientos artsticos y el gusto. Tomando en cuenta la desigual extensin territorial entre Nueva Espaa y Sur Amrica, es posible demostrar que la proporcin de religiosos flamencos, bvaros, bohemios, italianos, etc., que llegan al Sur es mayor de la que se dirige hacia Mxico. Esta variedad de contactos y aportes culturales es probablemente una de las causas que mejor explican las diferencias entre la arquitectura de Sur Amrica y la de Nueva Espaa. Polticamente las dos regiones dependen en forma igual de Espaa, pero en las actividades artsticas se producen diferencias muy evidentes. Cada una de estas dos grandes reas cuenta, adems, con centros artsticos que originan expresiones regionales con caractersticas propias. En los pases de origen - Espaa y Portugal- tambin existen marcadas diferencias entre la arquitectura del Sur y la del Norte y entre la del Oeste y la del Este, las cuales resultan insuficientes para explicar las diferencias en Amrica, porque en el Nuevo Mundo los vascos y andaluces, catalanes y extremeos viven juntamente y convierten la pluralidad regional espaola en una unidad privilegiada. Aunque esa situacin aglutina en parte

    las varias expresiones espaolas, no se da en Amrica hispana esa homogeneidad formal con la madre patria, porque otros aportes no ibricos modifican los supuestos invariantes de la hispanidad. En cambio, la arquitectura latinoamericana ha sido interpretada, como hispanoamericana o como extensin provincial espaola. En consecuencia, segn Angulo, la arquitectura barroca mexicana es tan slo una manifestacin ms, si bien importante, del barroco espaol (8). La tesis autosuficiente de la autonoma estilstica y expresiva de Espaa acusa los mismos defectos que la de Mxico cuando pretende demostrar la mexicanidad del barroco de aquel pas. En ambos casos, el propulsor de dichas tesis es un pedante nacionalismo que deforma la realidad. Tambin Kubler ha sealado que es un hecho sumamente peculiar entre los historiadores de Espaa y Portugal as como de los pases americanos de afiliacin ibrica, considerar la cultura de la pennsula y sus extensiones latinoamericanas como un complejo de formas e instituciones completamente diferentes de las del resto del mundo. El origen de esta costumbre etnocntrica no es fcil de indicar, pero posiblemente es una consecuencia del amplio alcance, as como de la notable homogeneidad, de los modelos culturales del Imperio Ibrico. Estos, al igual que sus antepasados en el Imperio Romano, han sido considerados siempre dentro y fuera de la cultura como marcados por una identidad sumamente distinta, la cual confera un carcter imperial a todo el modelo, diferente de los elementos c