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FACTORES PROTECTORES EN ADOLESCENTES FRENTE AL
CONSUMO DE SUSTANCIAS PSICOACTIVAS
Gloria Inés Garay Duque1
Paula Andrea Herrera2
RESUMEN
La amenaza cada vez más en aumento del consumo de Sustancias Psicoactivas (SPA) en niños y
adolescentes ha requerido de nuevos enfoques de investigación e intervención frente a dicha
problemática. Dichos enfoques a su vez plantean nuevos interrogantes como ¿Qué ocurre
cuando un adolescente a pesar de estar inmerso en ciertas condiciones de riesgo no incurre en el
consumo de SPA?. Al parecer la respuesta a este cuestionamiento se encuentra en lo que algunos
autores han denominado factores protectores. En este artículo de revisión se plantea dar una
mirada al contexto internacional, nacional y regional ante la problemática del consumo, además
de un análisis sobre las definiciones, abordajes e investigaciones que se han venido desarrollando
sobre los factores protectores. Posteriormente se brinda la correspondiente discusión y
conclusiones, dentro de las que resalta el papel fundamental y mancomunado de la familia, la
escuela y la religión dentro de la formación de estos aspectos que buscan proteger al adolescente.
1 Psicólogo. Estudiante Especialización psicología Clínica. Universidad Católica de [email protected] 2Médica General. Universidad Tecnológica de Pereira. Psiquiatra. Universidad Paris 7 (Francia). Subespecialización en Psiquiatría infantil. Universidad Paris 5 (Francia). Maestría en Neuropsicología para Investigación. Universidad de Grenoble (Francia). Doctora en Neurociencias. Universidad de Versalles – Paris Saclay (Francia). Actividades clínicas como psiquiatra infantil, docencia con estudiantes de medicina, psicología y enfermería, residentes de psiquiatría, formación continuada para adultos trabajando en áreas de la Salud mental y médico consultante en un Centro de Referencia de Trastornos de los Aprendizajes. Email: [email protected]. Asesora Proyecto de Grado.
Palabras claves: Consumo, SPA, Factores protectores, familia, asertividad y resiliencia
ABSTRACT
The ever increasing threat of substance abuse in children and adolescents has required new
research and intervention approaches against this problem. These approaches, in turn, raise new
questions as ¿What happens when a teenager, despite being immersed in certain risk conditions,
manages to avoid NPS consumption? Apparently the answer to this question is in what some
authors have called protective factors. In this review we pretend to give an overview to the
international, national and regional literature about the problem of substance abuse, along with a
description of distinct theories and empirical research related to substance abuse protective
factors. It is noteworthy to highlight the fundamental role of family, school and religion in the
development of specific factors like assertiveness and resilience, seeking to protect the teenager.
Keywords: Consumption, NPS, protective factors, family, assertiveness and resilience
INTRODUCCIÓN
Una de las principales problemáticas en cuanto a la salud mental a nivel mundial es la
relacionada con el consumo de sustancias psicoactivas. Aunque esta problemática es propia de
los seres humanos dentro de cualquier edad, son particularmente la infancia y la adolescencia, las
etapas en las que los seres humanos se encuentra más expuestos al consumo de estas
sustancias. De acuerdo con Javier Córdova Alcaráz y Raúl García (2011) “El abuso de drogas
suele originarse en la adolescencia, vinculado con el proceso normal –aunque problemático- de
crecimiento, la experiencia con nuevas formas de comportamiento, la autoafirmación, el
desarrollo de relaciones íntimas con pares externos a la familia y con el proceso de separación de
la familia”. Es claro que la etapa de la niñez y la adolescencia se constituyen, como lo
menciona el National Institute on Drug Abuse (NIDA, citado en Banderas, Martínez y Romo,
2010) en los periodos de mayor riesgo en los que inicia el consumo de cualquier droga. Se ha
observado que algunas veces se da este inicio durante la transición de la vida del niño al
período de la pubertad y la adolescencia.
Particularmente el adolescente suele estar incluido en un grupo familiar, que en los países
latinoamericanos se caracterizan, como lo mencionan Figueroa, Continil et al (2005) por “la
inestabilidad en su configuración y en los vínculos”. Esta situación es asociada a factores
económicos, lo que hace que los miembros adultos de la familia se vean afectados por agudos
problemas de desempleo por lo que no llegan a constituir familias estables, en algunos casos los
padres pueden abandonar el grupo familiar, quedando éste a cargo de mujeres. Por eso se ha
hablado de un debilitamiento del “tejido social”. Dicha inestabilidad familiar constituye un
factor de alto riesgo para los adolescentes.
Existen algunos factores emocionales y sociales que se manifiestan en la etapa de la
adolescencia, así lo refieren Banderas, Martínez y Romo,( 2010) para quienes los adolescentes
durante esta etapa utilizan de cierto modo mascaras con relación a sus emociones, por lo que a
pesar de sentir miedo, tristeza, culpa, estos aparentan frente a los demás que sus emociones son
positivas y además que su vida personal es normal y sin preocupaciones. Lo anterior aunado a
muchos otros factores como el uso de bebidas alcohólicas, el consumo de drogas en la familia,
un débil apoyo y control familiar, depresión y dificultad para el manejo de afectos (Córdova &
García, 2011) incrementan el riesgo de que en estas etapas el niño y adolescente incurra en la
situación de consumo.
Sin embargo y pese a muchas situaciones por las que atraviesa el adolescente, existen aspectos
en algunos jóvenes que los conducen a no consumir ninguna sustancia; a esto se le conoce como
factores protectores. Para autores como Rutter (mencionado por Efraín Muñoz Riva, 2013) se
denominan factores protectores a ciertas circunstancias, algunas características, así como a las
condiciones y atributos que facilitan el logro de la salud integral, en este caso en el adolescente,
y la relación de estas con la calidad de vida ya sea de un grupo o un individuo.
Los factores protectores entonces constituyen de acuerdo con María de los Ángeles Paramo
(2011) el conjunto de las características que son detectables en un individuo,
familia, grupo o comunidad y que favorecen el desarrollo humano y el mantenimiento o la
recuperación de la salud física y emocional. Para esta autora estos contrarrestan otros factores
que son amenazas o riesgos y que logran reducir la vulnerabilidad en un individuo.
Este artículo de revisión se encarga de examinar los diferentes tratamientos que se han dado
al tema de las sustancias psicoactivas, particularmente en adolescentes, pero se centra en los
factores protectores que conlleva a que algunos jóvenes no se vuelven consumidores, así como
también hace mención de algunos factores de riesgo que amenazan los contexto socio culturales
en Latinoamérica, Colombia y la región cafetera.
Para Amar, Abello & Acosta (2003) la idea de estudiar los factores protectores han provenido
de resultados de investigaciones: “sobre niños que, no obstante vivir en condiciones adversas de
alto riesgo, y contra todo pronóstico negativo, se convirtieron en adultos sanos en muchos
sentidos”. Otros aspectos que se analizan son los aportes teóricos con relación a los factores
protectores como también se indaga sobre resultados de diferentes investigaciones que sirvan
para ilustrar el tratamiento que se le ha dado a este tema.
Para cumplir el propósito de este artículo de revisión se realizaron lecturas de diferentes
investigaciones y artículos de los que se extrajeron diversas citas a cerca de conceptos y
resultados de algunos estudios emprendidos entorno a los factores protectores en adolescentes
frente al consumo de sustancias psicoactivas. El criterio de búsqueda de la información
corresponde a los factores protectores y a la manera como desde diversos estudios se ha abordado
el tema.
1. El consumo de SPA
Las sustancias psicoactivas son sustancias químicas o naturales que ingeridas, producen
cambios en los procesos mentales (OMS, 1994). Por su parte, en lo concerniente al uso de
estas sustancias, Iván Camacho Acero (s.f) manifiesta “EI uso indebido de drogas o sustancias
psicoactivas se ha convertido en un grave problema que afecta tanto a los países desarrollados
como a los que están en vías de desarrollo.” Esto ha generado un problema de salud mental que
toca con todas las esferas sociales y atenta contra el bienestar de la población, pues no hace
distinción alguna. Sin embargo la población que más está expuesta a dicha dificultad son los
adolescentes.
Actualmente, según Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD,
2010) existen varios estudios en particular sobre el uso de tabaco, alcohol y otras drogas, en los
que se evidencia que los jóvenes, en un rango entre 12 y 17 años son las personas más
expuestos a usar estas sustancias. Esto se da porque en muchos casos se convive con familiares,
amigos u otras personas que son consumidoras y además en los vecindarios o contextos
inmediatos existen lugares de fácil acceso a dichas sustancias.
Muchos de los factores de riesgo que contribuyen a que esta problemática esté muy asociada
al período adolescente, como lo menciona Roldán (en Paramo 2011) es dado por la
impulsividad y/o agresión propia del joven y que toma un matiz antisocial, así como el uso de
drogas por parte de padres o hermanos y la alta disponibilidad de drogas y alcohol, esto aunado
a la falta de normatividad en la vida del adolescente. Para Camacho (s.f) en algunas
investigaciones que han pretendido realizar una evaluación sobre los factores asociados al
consumo de SPA en adolescentes se han encontrado que las relaciones familiares constituyen
un factor altamente ligado al consumo de SPA.
Para Paramo (2012) otra problemática asociada al consumo se encuentra en la de la
delincuencia, detectándose algunos antecedentes de historia criminal en adolescentes,
íntimamente ligados a sus relaciones sociales, pues los jóvenes ven el crimen como una
alternativa “fácil” para obtener dinero y así abastecerse de las sustancias.
Otro de los factores de acuerdo con Camacho (s.f) que se encuentran presente dentro de la
etapa evolutiva del adolescente es el relacionado con el consumo de SPA lo constituye la falta
de destrezas o conocimiento, ya que este enfrenta situaciones nuevas o desconocidas: “Los dos
problemas más comunes que afectan la vida de un joven son el embarazo y la actividad criminal.
Ninguno es "normal" o "habitual"; ambos son señales de que un adolescente se halla en
problemas (Rice, 1999).
Es la adolescencia entonces la etapa más sensible y susceptible en la que el joven se halla
expuesto a la situación del consumo. Según Escohotado (citado por Ortega, Hernández et al,
2015) se pueden plantear tres formas para comprender el uso de las SPA: La primera de ellas se
halla relacionada con la búsqueda del joven por aliviar el dolor particularmente emocional. La
segunda por su parte, se manifiesta con la idea de dormir o evadir de cierta manera situaciones
de aburrimiento y desazón. Y por último la búsqueda de aventura de la persona frente a las
diversas SPA.
También podemos encontrar que la problemática de las SPA es diferente de acuerdo al grado
o tipo de consumo en el que se encuentre el adolescente. Según Nida (citada en Ortega & otros,
2015) en Sustancias Psicoactivas pueden identificarse cuatro tipos de consumo: El primero,
llamado consumo experimental. El segundo tipo de consumo, el consumo ocasional, que consiste
en el uso intermitente sustancia. El tercer tipo de consumo se conoce como consumo habitual el
cual supone una utilización frecuente de la droga. Finalmente, el cuarto tipo de consumo,
consiste en el uso nocivo de la SPA. Este tipo de consumo genera daños físicos, psíquicos,
afectivos, psicológicos y sociales para el consumidor, así como para su familia y ambiente
próximo.
Como se ha podido analizar y dado a que las condiciones socioeconómicas de gran parte del
mundo son precarias, los adolescentes son cada vez más propensos a incurrir en el uso de SPA.
Actualmente, de acuerdo Tokatlian (como se citó en Villa, 2012) existe el énfasis
prohibicionista dentro de las políticas internacionales y domesticas contra las drogas y la
necesidad de la reducción de la oferta, además se ha hecho énfasis en la reducción del consumo
a partir de la prevención, pretendiendo así crear una sociedad libre
de drogas, lo cual implica que se eliminen cultivos ilícitos, la producción, el tráfico,
la distribución y la comercialización de dichas sustancias.
Por otra parte y pese a que la problemática de la droga es un problema global, vale la pena
revisar contextualmente la situación de dicho flagelo dentro del marco Colombiano y
Quindiano.
2. Contextualización
De acuerdo con Augusto Pérez Gómez (2013) “Colombia no es el mismo país de los años 80
y 90 del siglo pasado. Los grandes carteles de la droga desaparecieron, pero sus herederos
diversificaron sus actividades, creando alianzas con guerrillas y paramilitares, produciéndose un
incremento de la vinculación de los menores de edad en conductas delincuenciales”.
Dentro del contexto latinoamericano, Colombia, según Pérez (2013) “se encuentra en un rango
intermedio a nivel de consumo, junto con Perú y México; por encima están Chile, Argentina y
Uruguay, y por debajo Ecuador y Bolivia”. De acuerdo con los datos más recientes sobre
población general que datan de 2011, en Colombia habría por lo menos 300.000 personas con
necesidad de recibir tratamiento por consumo de sustancias ilícitas; la gran mayoría de ellas
consume marihuana y alguna forma de cocaína. De acuerdo con la ENCUESTA NACIONAL DE
SALUD MENTAL (2013) el 3,5 % de la población encuestada refiere alguna vez haber
consumido marihuana en algún momento de su vida, mientras que de ellos el 48,8 % dijeron
haberla consumido en los últimos 12 meses.
Según lo menciona Pérez (2013) si se compara la situación de hoy con la de hace 20 años, el
estado del sistema de salud en Colombia es mejor, por lo que se cuenta con la posibilidad de
enfrentar con más eficacia todos los problemas asociados al consumo de sustancias. Sin embargo
todavía no se ofrecen soluciones ni estrategias que ofrezcan dichas soluciones al problema de
consumo en cuanto a prevención, intervención y tratamiento.
A nivel nacional, el problema de la droga ha presentado un impacto negativo,
particularmente en adolescentes en donde además se demuestra que el consumo de SPA tiende a
iniciarse en esta etapa de la vida, de acuerdo con la Dirección Nacional de Estupefacientes
DNE (Citada por Portillo et al 2011).
Por su parte, para Nivia (Citada por Portillo, Giraldo, et al 2011) el consumo de SPA
constituye una situación que ha generado un gran impacto afectando así el entorno regional,
pues, según un estudio realizado por el Observatorio de Drogas del Eje Cafetero, en el caso del
departamento del Quindío este se halla por encima del nivel de consumo nacional de las
sustancias ilegales, marihuana, cocaína, inhalables, éxtasis y tranquilizantes.
De acuerdo con una investigación realizada por Portillo et al (2011) en adolescentes
masculinos judicializados de un centro de atención especializado del departamento del Quindío,
“la edad promedio de inicio de consumo de sustancias de los adolescentes fue de 12 años, y el
tipo de droga predominante con la que los jóvenes iniciaron su consumo es en un 75 %
marihuana, un 6,25 %”.
Otros resultados predominantes fueron: El tipo de droga con la que los adolescentes iniciaron
su consumo fue en un 75 % marihuana (…) así mismo, se halló que la vía de administración más
frecuente de las drogas es fumada, con un porcentaje de 81,25 %. Un 93,75 % de los
adolescentes manifestaron ser policonsumidores, lo que se puede relacionar con el hecho de que
la experimentación temprana con tabaco, alcohol (antes de los 14 años) o cannabis (antes de los
15 años). (Portillo et al 2011)
El estudio de Portillo et al (2011) aporta datos sobre el consumo de sustancias psicoactivas
en adolescentes. Estos datos han permitido consolidar de manera objetiva algunos estándares a
nivel de investigación sobre esta población, además de repercutir en la comprensión del
fenómeno del consumo de SPA en adolescentes.
3. Factores Protectores
Existen diferentes definiciones sobre factores protectores que a la vez convergen entorno a lo
que son dichos elementos. Hawkins (citado en Feria, 2015) expresa: que “los factores de
protección son aquellos factores psicológicos o sociales que modifican la acción de un factor de
riesgo para desestimular o evitar la aparición de una problemática”. Feria (2015) sostiene a su vez
que los factores protectores son aquellos recursos o estrategias que de alguna manera neutralizan
ciertos riesgos, generando así conductas saludables y debilitando factores y elementos externos
que atenten contra la salud física y mental del individuo. Díaz (en Feria, 2015), por su parte,
asegura que:
Los factores protectores son todas aquellas situaciones y características que protegen o
aminoran el efecto de estímulos nocivos sobre las personas, sirven como escudos para
favorecer el adecuado desarrollo de los seres humanos, evitando la aparición de conflictos
y por ende, cumpliendo una función de protección del estado de salud física y mental.
Por otra parte Gonzales y Rey (2003) sostienen que existen diversos autores e investigadores
han intentado hallar aquellos factores que de algún modo entran a proteger a las personas contra
el uso de sustancias psicoactivas y que esto se ha hecho con el propósito de plantear y establecer
programas que prevengan su consumo. Para Llanes, Castro y Margain (en Gonzales y Rey,
2003), los factores protectores podrían ser considerados como una fuerza interior que las
personas desarrollan para no enfrentarse a situaciones de riesgo que afecten tanto su salud física
y mental. Esa fuerza interna se encuentra asociada con la idea de prever, conocer el daño y así
poder anticiparse.
También algunos autores se han preocupado por establecer estos factores e identificarlos.
Donas Burak (citado en Paramo 2011) plantea que existen dos tipos de factores protectores: de
amplio espectro, o sea, indicativos de mayor probabilidad de conductas protectoras que favorecen
el no acontecer de daños o riesgos; y factores protectores específicos a ciertas conductas de
riesgo. Dentro de los factores de amplio espectro, nombra: familia contenedora, con buena
comunicación interpersonal; alta autoestima; proyecto de vida elaborado, fuertemente
internalizado; locus de control interno bien establecido; sentido de la vida elaborado; permanecer
en el sistema educativo formal y un alto nivel de resiliencia. (Paramo 2011)
Como factores protectores específicos, encontramos: el uso de cinturón de seguridad (que
reduce o evita accidentes automovilísticos); no tener relaciones sexuales, o tenerlas
con uso de preservativo (que reduce o evita el embarazo, ETS, Sida); y no fumar (reduce o evita
el cáncer de pulmón y enfisema). (Paramo 2011)
Por su parte Rutter (2010) enumera algunos ejemplos de lo que se constituyen como
factores protectores:
1. Autoestima, auto concepto, auto eficacia adecuada, y sentido de
pertenencia e identidad grupales.
2. Perspectivas de construir proyectos de vida viables.
3. Escalas de valores congruentes con un desarrollo espiritual adecuado, en
las que el amor, la verdad, la libertad, el respeto, la responsabilidad, la
religiosidad, la moral y otros valores, se practiquen debidamente y en los
ambientes apropiados.
4. Estructuras y dinámica familiares congruentes con los procesos básicos y
las funciones de la familia.
5. Familias y sociedades dispuestas a trabajar por una niñez, adolescencia y
juventud saludables.
6. Micro ambientes familiares, escolares, laborales, deportivos y recreativos
que sean saludables y propicios para el desarrollo de la gente joven de ambos sexos.
7. Niveles crecientes de auto cuidado y de responsabilidad en los dos sexos
en relación con su salud reproductiva.
8. Ayuda mutua y existencia y uso adecuado de redes sociales de apoyo.
9. Promoción de investigaciones que permitan identificar las necesidades y
mecanismos capaces de disminuir los problemas emergentes, incluyendo
en forma prioritaria el refuerzo de las defensas endógenas y exógenas
frente a la exposición a situaciones traumáticas y de estrés en niños y
adolescentes.
Por otro lado Amar et al (2003) plantean la importancia del estudio sobre factores protectores,
para determinar los aspectos personales y ambientales que son a su vez fuentes de los factores
protectores, haciendo posible planear intervenciones preventivas centradas en fortalecer las
características contextuales y ambientales que contribuyen a un desarrollo saludable. Se
enmarca como para la prevención es definitivamente importante acrecentar el grado de
conocimiento y entendimiento de las razones por las cuales algunas personas no son afectadas
por factores de riesgo.
El desafío, al parecer se encuentra en proponer, de acuerdo con Moral y Ovejero (citados en
Banderas, Martínez y Romo, 2010), programas preventivos que incluyan entrenamiento en el
desarrollo de habilidades generales de índole cognitivo conductual, comunicacional e
interpersonal, que le permitan a la personas dar manejo a situaciones que le puedan generar
ansiedad, además que se le brinde una acorde educación para la salud centrada en tareas de
sensibilización que formulen nuevas actitudes, habilidades, alternativas, estrategias de
resistencia a la persuasión y promuevan el pensamiento crítico.
Para Amar et al (2003) El desafío más importante en los últimos años ha sido la
implementación de estrategias de prevención y fortalecimiento de los factores protectores tanto
en las escuelas, familias y comunidades. Por lo que para ellos el desafío amerita un viraje en la
focalización de las influencias ambientales y centrarse más en la atención hacia la promoción
de estrategias positivas de acción que sobre los factores negativos o de riesgo.
A continuación se ahondara en diferentes factores protectores como la familia, la escuela, la
iglesia, entre otros.
3.1 Familia
De acuerdo con Anderson et al (citado por Córdova, 2011) un adecuado ambiente familiar
favorecen la formación de factores protectores, esto junto con a una cohesión familiar, además
de una buena comunicación paterno-filial, acompañada de una adecuada expresión de afectos y
también de la existencia de vínculos cercanos y de apoyo paternal constituyen muy importantes
factores protectores ante el uso de drogas entre los hijos adolescentes.
Por su parte Córdova (2011) señala que aunque se ha evidenciado el papel importante de la
madre dentro de las fases tempranas de la socialización en el niño, se destaca aún más la
preponderancia de la calidad de la relación que el padre pueda tener con los hijos,
proporcionando por este rol factores de protección contra la depresión y las ansiedades,
aspectos ampliamente relacionados al uso de sustancias.
Otro factor protector a nivel familiar es el establecimiento de reglas claras contra el uso
de alcohol y drogas, ya tienen un efecto protector mayor, esto ya que por lo general, la
existencia de estas reglas familiares claras, y además monitoreadas por los padres según
Córdova (2011) constituye un factor protector significativo contra el uso de sustancias. A su vez
la estructura de roles familiares definida claramente ayuda a prevenir el uso
de sustancias, mientras que por el contrario el mal o disfuncional funcionamiento de los roles
se ve relacionado con un aumento del mismo (Mckay et al.en Córdova, 2011).
Para Médina y GraCas (2010) “Las demostraciones de afecto como jugar y hablar se
identifican como factores protectores que, sin embargo, requieren ser reforzados y comprendidos
por los padres para que se realicen diariamente en todas las familias”. En este sentido Muñoz
(2013) sostiene que la salud física y psicológica de una persona no solo son el resultado de
factores biológicos, sino de las condiciones sociales que lo rodean. Al ser la familia el primer
agente socializador del individuo y en el que se dan las relaciones afectivas más fuertes, se puede
decir que la familia es en gran parte la determinante de la conducta de una persona.
3.2 Escuela
La escuela según algunos teóricos e investigaciones también se puede constituir como un
factor protector. De acuerdo con Becoña (citada por Diana Becerra Benavides, 2013) si la
escuela cumple un papel acorde en la formación integral del estudiantado esta se convierte en
un factor de protección, ya que esta formación tiende a aumentar la autonomía en el adolescente
y disminuyendo en este comportamientos que pueden convertirse en problema.
Sin embargo investigadores como Loubat (citado en Páramo 2011) en un estudio concluyó
que: “la escuela a veces no cumple totalmente con el rol de factor protector, para la detección y
pesquisa de alumnos en riesgo”. Otros estudios, de acuerdo con Gonzales y Rey (2006),
reconocieron que particularmente los profesores que muestran un interés auténtico por sus
estudiantes y les aconsejan y orientan, pueden constituir un factor que puede mantenerlos
alejados del consumo de sustancias adictivas.
La escuela secundaria, para Rice (1999) puede ser, cuando es bien constituida una fuente de
oportunidades para que lo estudiantes aprendan nueva y útil información, a su vez dominen sus
nuevas destrezas y perfeccionen las que ya tienen y para que los jóvenes estudien opciones para
seguir una carrera, así como participar en deportes y estar con sus amigos.
3.3 La religión
Para Moncada (citado por Becerra, 2012) tanto las “prácticas religiosas, como las fuertes
creencias morales, un temperamento resiliente y buenas habilidades sociales han sido descritos
como factores de protección ya que se ha observado que adolescentes con estas características
permanecen alejados de situaciones de consumo”. Sin embargo Félix (citado por Becerra, 2012)
aclara que las prácticas religiosas no corresponden necesariamente a una denominación, sino que
es un factor protector cuando para la persona existe una visión espiritual y trascendente de la
vida y cuando su sistema de creencias es fuerte. Por otra parte su participación activa en la iglesia
le brinda un apoyo social, ayudando a la constitución de su identidad y a su vez lo protege de
ciertos riesgos como el consumo.
3.4 Asertividad
La asertividad es la capacidad personal de manifestar los pensamientos, las emociones y
sentimiento de una forma clara y serena. La asertividad de acuerdo con Velásquez et al (2012)
constituye otro factor protector, aunque se reconoce la dificultad en la formación de esta
capacidad particularmente en la etapa de la adolescencia debido a sus cambios biológicos y
psicológicos, que se distinguen por conductas de oposición y rebeldía, además de los intentos
de los jóvenes de afirmar su propia individualidad.
Para Velásquez et al (2012) la conducta asertiva requiere del conocimiento y aceptación de las
propias capacidades y limitaciones del individuo, centrando su atención en el logro de ciertas
metas y manteniendo el respeto propio independientemente si éstas metas se consiguen o no. Al
contrario la ausencia de asertividad también se ha considerado como un predictor de la
cronicidad del consumo de algunas drogas ilegales; tales como marihuana, cocaína y heroína,
(Diaz Negrete et al, 2008)
De acuerdo con lo observado por Velásquez et al (2012), en su estudio ASERTIVIDAD Y
CONSUMO DE DROGAS EN ESTUDIANTES MEXICANOS “se corroboró la hipótesis de que
los estudiantes que se conducen asertivamente con mayor frecuencia han podido enfrentar de
manera eficaz la oferta y la presión de sus amigos para usar drogas ilícitas”. También pudieron
identificar a través del mismo que tanto el control conductual como la capacidad para
reconocer y aceptar a los demás pueden actuar como factores protectores del uso de drogas
ilícitas.
3.5 Otros factores protectores
Velásquez et al (2012) creen que existen otros aspectos intrapersonales que se constituyen en
factores protectores: la autoestima, como recurso de protección que le permite al individuo
evaluarse positivamente, el locus de control interno, capacidad para darse cuenta que el bienestar
deriva del comportamiento, la resiliencia, que es una adaptación activa y un afrontamiento
exitoso que supone en el individuo mayor resistencia. Así como la inteligencia emocional,
considerada como la capacidad para comprender emociones y conocer las propias que le brinda al
individuo la habilidad de motivarse y persistir ante decepciones, controlar impulsos y demorar
la gratificación.
3.6 Resiliencia
González y Rey (2006) describen la resiliencia como la tendencia actualizante o aquella
fuerza que algunos individuos poseen que los llevan, sin importar las circunstancias, a liberar
todo el potencial y a dirigirlo hacia un mayor bienestar en todas las áreas de su vida. Para
Figueroa et al (2005) “El término “resiliente” es una denominación utilizada para caracterizar la
capacidad de adaptación de determinados materiales en circunstancias extremas” remplazando
materiales por personas que superan situaciones difíciles en sus vidas.
Según Cecilia Romero (2015) las personas resilientes pueden demostrar poco o ningún
deterioro en su desarrollo intelectual, social y emocional aunque existan varios factores en la
sociedad en general que se constituyen en factores de riesgo graves como la pobreza, la
violencia, el abuso de sustancias, disgregación familiar, enfermedades, entre muchos otros.
También para Romero (2015) “El ser resiliente no significa ser invulnerable al dolor o a las
tristezas. La diferencia está en que la persona resiliente sabe sacar provecho de las experiencias
negativas, porque las aprovecha para tornarse emocionalmente más fuerte y así enfrentar las
adversidades de una manera más positiva y sana (Bueno, 2007)”.
García del Castillo y Díaz (2007) sostienen que en la actualidad se están fortaleciendo las
teorías que se orientan hacia la promoción de los factores de protección y a la resiliencia como
uno de ellos. En estas se define como objetivo prioritario la promoción de la resiliencia. En una
revisión reciente, Dillon y colaboradores (2007) destacan un conjunto de factores personales y
del contexto, fuertemente correlacionados con el desarrollo de la resiliencia. Así, individuos
resilientes parecen operacionalizar un esquema en que perciben, por ejemplo, el consumo de
drogas como un riesgo para sí mismos y de esta manera evitan ese comportamiento. (García et al,
2007)
Otros enfoques según Romero (2015) fundamentan la recreación como una actividad que
ayuda a incrementar la resiliencia. Para ellos la recreación genera consecuencias positivas, como
la promoción del desarrollo integral, de gozo y del disfrute, todo esto bajo un marco de diversión
positiva (Salazar, 2007). De acuerdo con Becoña (2006), las emociones positivas favorecen el
surgimiento de la resiliencia. Cuanto más felicidad experimenta una persona, mayor protección
posee esta ante la depresión, la ansiedad, así como también una mejor perspectiva del futuro.
3.7 Estilos de afrontamiento
Siguiendo a Olson y Mc Cubbin (en Figueroa et al, 2005) se destacan dos aspectos básicos
en la literatura sobre los estilos de afrontamiento, por un lado, el afrontamiento como un proceso
y por el otro, la eficacia del mismo. El afrontamiento es un proceso que la persona utiliza con el
fin de hacer frente a situaciones estresantes; aunque no siempre la este proceso garantiza el
éxito. Sin embargo si al hacerlo el individuo tiene éxito en la resolución de la problemática, este
tenderá a repetir el mismo proceso ante situaciones similares.
Gómez, Luengo et al (en Páramo, 2011) mostraron como las estrategias de afrontamiento
productivo, como esforzarse y concentrarse en resolver los problemas y fijarse en lo positivo,
parecen actuar como factores de protección del inicio de consumo de drogas y de la implicación
en actos antisociales; mientras que las estrategias no productivas como la estrategias de
evitación, y presión del grupo, parecen favorecer la aparición de estas conductas.
4. Discusión
El panorama ante el consumo de SPA a nivel internacional, nacional y regional no es
favorecedor, en particular en niños y adolescentes, pues los estudios muestran una tendencia cada
vez más creciente frente al inicio en estas edades; no obstante el hecho de que algunos autores
e investigadores centren su atención en las personas que pese a las situaciones contextuales, ya
sean sociales, económicas y culturales no incurren en el consumo de SPA, augura el amplio
desarrollo de nuevas estrategias entorno a esos factores protectores y a la manera como se puede
lograr intervenir desde la familia y la escuela de un modo diferente al tradicional modelo de
intervención prohibicionista contra las drogas.
Por otra parte no es de desconocer que no existe relación entre algunos factores como la
pobreza y el consumo de SPA, pues en integrantes de estratos sociales altos también se presenta
esta situación. Lo anterior muestra que el consumo de SPA representa una amenaza no solo
contra la salud mental, sino también contra el futuro de las sociedades y la evolución del ser
humano.
Es de anotar que el consumo de SPA constituye un problema de salud pública debido al
creciente aumento de personas que presentan esta situación en sus vidas. Además se debe
considerar la alta carga por enfermedad (morbilidad) de las personas dependientes de SPA, ya
que esta dificultad las convierte en la mayoría de los casos en individuos disfuncionales a nivel
social, económico, familiar e individual. En muchos casos la dependencia a las SPA los lleva a
sufrir graves enfermedades físicas e incluso la muerte, engrosando de esta manera las tasas de
mortalidad a causa de este flagelo.
También se vuelve al reconocimiento de la familia como principal agente protector del
adolescente. Las diferentes investigaciones han mostrado que el establecimiento de roles
concretos y de la estructuración de claros sistemas de normas y sanciones, depende que la familia
se instituya como el principal factor protector de los individuos. Otros agentes como la escuela,
si cumple con su papel formador e informativo y las religiones que cimentan y fortalecen la
trascendencia espiritual, también se constituyen como importantes factores protectores.
Se ha demostrado a su vez la importancia de fomentar y fortalecer herramientas
intrapersonales como la asertividad, el auto concepto, la resiliencia, las estrategias de
afrontamiento y las practicas recreativas y deportivas como aspectos formadores de
autodeterminación y por ende en forjadores de factores que protejan al adolescente ante el riesgo
de caer en el consumo de SPA.
Los adolescentes que presentan alto nivel de bienestar psicológico utilizan estrategias de
afrontamiento dirigidas a la resolución de los problemas se concentran en resolver los
problemas, se esfuerzan en tener éxito, se preocupan por invertir en amigos íntimos y en
distracciones físicas. Esto da cuenta de que estos jóvenes presentan flexibilidad cognitiva y a su
vez enfrentan las situaciones de manera positiva, esforzándose por satisfacer sus necesidades
vitales, emocionales y sociales. De este modo fortalecen el concepto que tienen de sí, de su
imagen corporal y pueden lograr mayor aceptación de los demás. (Figueroa et al, 2005).
No obstante, una limitación en cuanto a los diferentes estudios sobre factores protectores
que fueron consultadas dentro del presente artículo, es que ninguna de ellas se constituye como
investigaciones longitudinales en las que se estudie la misma generación de población pero en
diferentes unidades de tiempo. Lo anterior ayudaría para indagar si aquellos factores que han
sido protectores en un primer momento de la investigación se constituyen de igual modo con el
paso de los años, esto teniendo en cuenta que el fenómeno del consumo de SPA puede
presentarse en cualquier momento de la vida de cada individuo.
5. Conclusiones
De acuerdo con lo analizado en las diferentes investigaciones sobre factores protectores ante
sustancias psicoactivas se pueden desprender las siguientes conclusiones. La familia con un
definido modelo de roles y un sistema de normas claras se constituye como el principal factor
protector en el adolescente. Por otro lado estamentos como la escuela y la religión cumplen un
papel formativo indispensable en la introyección de la orientación al logro y el autocuidado en el
joven. Se hace necesario además la formación de herramientas intrapersonales en los
adolescentes constituyéndose en un imperativo que se logra a partir de la comunión entre la
familia, la escuela y la religión. Por otra parte la realización de actividades recreativas y
deportivas también se constituyen en otros importantes factores protectores.
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