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Exposición sobre la abolición del matrimonio civil Ponencia para debate «¿Debe tener Chile matrimonio igualitario?» en la Universidad de los Andes, Santiago de Chile, el 16 de junio de 2015 Jean Masoliver Aguirre Cientista político Investigador Fundación para el Progreso 1. Propuesta El debate sobre el matrimonio «igualitario» emergió con cierta fuerza hace algún tiempo. Fue parte incluso de las campañas presidenciales desde 2009. Lamentablemente, pese a ser una discusión de importancia para un sector no menor de la población, ha pasado a segundo plano debido a la pésima gestión de este gobierno, que nos ha hecho preocuparnos nuevamente en la economía y en el empleo en lugar de hacernos cargo de lo que algunos teóricos sociales denominan «demandas posmateriales». Para ser conciso, me atrevo a proponer que la discusión no debería ser sobre quién puede o no casarse, sino sobre qué es el matrimonio, esto es, sus razones para seguir siendo una institución controlada, tipificada y normada por el Estado. Esto podría entenderse como algo que puede desviar la discusión hacia terrenos escabrosos, pero la propuesta que quiero hacer apunta a lo que está en la base de lo que demandan los ciudadanos que están a favor de la instauración de un matrimonio «igualitario». Mi propuesta apunta al verdadero problema detrás de la demanda. Igualdad y libertad son los dos valores esgrimidos por mis conciudadanos al momento de clamar por un matrimonio «igualitario». Pues bien, creo que el matrimonio civil debe ser abolido para lograr verdadera igualdad y libertad para los ciudadanos que libre y voluntariamente deciden aceptar vincularse.

Exposición Sobre La Abolición Del Matrimonio Civil

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Exposición sobre la abolición del matrimonio civil

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Exposición sobre la abolición del matrimonio civilPonencia para debate «¿Debe tener Chile matrimonio igualita-rio?» en la Universidad de los Andes, Santiago de Chile, el 16 de junio de 2015

Jean Masoliver AguirreCientista políticoInvestigadorFundación para el Progreso

1. PropuestaEl debate sobre el matrimonio «igualitario» emergió con cierta fuerza hace al-gún tiempo. Fue parte incluso de las campañas presidenciales desde 2009. La-mentablemente, pese a ser una discusión de importancia para un sector no menor de la población, ha pasado a segundo plano debido a la pésima gestión de este gobierno, que nos ha hecho preocuparnos nuevamente en la economía y en el empleo en lugar de hacernos cargo de lo que algunos teóricos sociales denominan «demandas posmateriales».

Para ser conciso, me atrevo a proponer que la discusión no debería ser sobre quién puede o no casarse, sino sobre qué es el matrimonio, esto es, sus razo-nes para seguir siendo una institución controlada, tipificada y normada por el Estado. Esto podría entenderse como algo que puede desviar la discusión hacia terrenos escabrosos, pero la propuesta que quiero hacer apunta a lo que está en la base de lo que demandan los ciudadanos que están a favor de la instau-ración de un matrimonio «igualitario». Mi propuesta apunta al verdadero pro-blema detrás de la demanda. Igualdad y libertad son los dos valores esgrimidos por mis conciudadanos al momento de clamar por un matrimonio «igualitario». Pues bien, creo que el matrimonio civil debe ser abolido para lograr verdadera igualdad y libertad para los ciudadanos que libre y voluntariamente deciden aceptar vincularse.

Esto, que puede sonar algo fuerte, debería ser la punta de lanza de otras ins-tancias con las que el Estado censa y controla la vida de los ciudadanos, sin duda sería la mejor solución en un mundo cada vez más complejo y heterogé-neo donde conservadores y progresistas, creyentes y ateos, homosexuales, bisexuales, transexuales y heterosexuales puedan coexistir con sus distintos modos de vida sin afectar al resto. La premisa aquí es: yo decido con quien ca-sarme y cómo vivo mi matrimonio. Ni el Estado ni las costumbres tienen dere-cho a controlar tan importante decisión.

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2. Características del matrimonioComencemos por una duda algo filosófica. ¿Es el ser humano un ser capaz de sí mismo? Creo que ninguno de mis colegas debatientes respondería con un no a esa pregunta. El ser humano es un fin en sí mismo. Nadie tiene la capacidad de imponerle un contrato (o al menos así debería hacer si sigo este argumen-to). De todos los contratos que firmamos, uno de los que más intensamente está vinculado a nuestra voluntad es el matrimonio. Todos firmamos contratos de trabajo, de compraventa, de contratación de servicios, porque los necesita-mos. Pero podemos vivir sin matrimonio. De eso no cabe duda. Entonces con-vengamos que (1) el matrimonio es un vínculo voluntario. Hoy por hoy nadie está obligado a casarse. De hecho, tanto es así que el Estado ha tenido que elaborar un pre- o un cuasi-matrimonio, el «Acuerdo de Unión Civil». De todas formas, es voluntario.

Además convengamos que (2) es un contrato firmado entre privados. Ninguno de los dos contrayentes es un ente público, sino que, al depender de la volun-tad de cada uno, podríamos decir que es completamente privada su decisión. Es más, no hay registros sobre quienes están casados y quiénes no. Muy a me-nudo escuchamos de gente de farándula que, se dice, se «casa en secreto». También sabemos que históricamente se ha dado que el matrimonio se daba en el estricto mundo de lo religioso, asunto que también consideramos privado.

Tengamos claro también que (3) quienes pueden firmarlo son personas que están en plena capacidad de discernir (o por lo menos así lo hemos estipulado legalmente), que tienen dominio de sí, control de su vida. Esto es, son perso-nas adultas y responsables.

Hasta aquí no hemos tenido problema alguno. Creo que ninguno podría decir-me que estoy equivocado. Y hasta aquí no hemos hablado del sexo y el número de los contrayentes. Ambas variables han de ser múltiples si reconocemos que el mundo está evolucionando a una etapa de liquidez de nuestras instituciones. Sin duda alguna, cada vez hay menos minorías. Hemos atomizado a tal punto nuestro existir en el plano privado que podemos hablar de diversas formas de vivir la emocionalidad y la sexualidad. Hace años, la defensa era por los homo-sexuales. Luego el acrónimo usado por el mundo de la diversidad sexual era «LGBT». Ahora presenciamos «LGBTTIQ», esto es «Lesbianas, Gais, Bisexuales, Transexuales, Transgéneros, Intersexuales y Queer». Cada vez reconocemos más la diversidad también el plano afectivo: hay, además de heterosexuales, poliamorosos, swingers, asexuales, relaciones abiertas. El amor es un término que está en construcción. De hecho, antes del renacimiento no existía el amor.

Aquí quiero adelantarme a la crítica culturalista de mi punto de vista. Se suele esgrimir que el matrimonio es una institución cultural y, como tal, está fijada como la relación entre un hombre y una mujer. Pero si fuera por eso, entonces tendríamos que seguir haciendo arte como antaño porque es una institución cultural. No podríamos crear nuevos estilos musicales y nuevas formas de artes plásticas. En nuestros días, la cultura está más licuada que nunca. Gracias a la globalización y a la economía de libre mercado tenemos la posibilidad de en-tender culturas completamente distintas. Podemos aprender cuanto queramos

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por YouTube, podemos interactuar con personas de otras nacionalidades a un clic de distancia. Lo mismo pasa con el matrimonio. Debemos entenderlo: Chile ya no es una nación católica apostólica romana. Al igual que el amor, Chile es una construcción plural de todos nosotros.

3. Historia del matrimonio civil¿Por qué abolir el matrimonio? Simplemente porque el matrimonio es una for-ma ya antiquísima de tutelaje del Estado sobre las vidas privadas de los ciuda-danos. Sostengo que lo que propongo es un paso más para separar el Estado de la iglesia, por lo que todo individuo que se sienta republicano tendría que estar de acuerdo conmigo. No obstante, temo que mis colegas debatientes es-tarán en contra mío si digo que el matrimonio civil implica una ligazón algo per-versa entre el Estado y la iglesia y que precisamente por ser «civil», supone que el Estado y la iglesia están separados. Esta teoría se equivoca. Lo demos-traré con un poco de historia.

En principio, el matrimonio civil surge para emancipar a las parejas del dominio de la iglesia católica en función de su diversidad. Al igual que con el asunto de los cementerios, los individuos que no eran católicos tenían problemas para casarse porque no estaban las herramientas legales ni culturales para ello. Así que incluso algunos liberales abogaron por un matrimonio civil que los acogie-ra. Es algo parecido a lo que pasa ahora con el matrimonio «igualitario».

No obstante, el matrimonio civil se formuló como una replicación laica del ma-trimonio religioso. Esto fue uno de los resultados de un debate que se estaba dando fuertemente en la época sobre hasta dónde tenía que haber tutelaje del Estado sobre la iglesia (o viceversa). Esto es, hasta dónde la iglesia tenía que someterse a la autoridad presidencial. El matrimonio civil fue la expresión de que efectivamente el Estado tenía que gobernar sobre la iglesia y no al revés.

Este matrimonio emancipado (del 16 de enero de 1884, firmado por el presi-dente Domingo Santa María) contenía las mismas limitaciones que el religioso. No podían casarse quienes ya estaban casados, quienes no podían expresar su voluntad con claridad y los consanguíneos entre sí. Tenía que haber testigos para validar el contrato. Se les tenía que preguntar «si consienten en recibirse el uno al otro como marido i mujer» (art. 17). El divorcio se producía por los mismos motivos que el matrimonio religioso: adulterio, maltrato, daño a la hon-ra de los cónyuges, etc. Todas estas características aún se mantienen. Nuestro código civil aún define el matrimonio como «un contrato solemne por el cual un hombre y una mujer se unen actual e indisolublemente, y por toda la vida, con el fin de vivir juntos, de procrear, y de auxiliarse mutuamente» (art. 102). To-dos sabemos que, al menos en lo que trata de «toda la vida» y «procrear», el matrimonio ya no cumple con estas definiciones, pero están ancladas a la tra-dición católica.

El matrimonio civil actual es el resultado de esta discusión y del proceso de toma de decisiones que acabo de describir. El matrimonio civil actual es un ma-trimonio religioso, cuya religión es el Estado y la ley. Es más, que el matrimo-nio civil y el religioso tengan este mismo patrón demuestra taxativa y fehacien-

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temente que Estado e iglesia siguen unidos en este plan por controlar las vidas de los ciudadanos. Esto precisa que aboguemos por la abolición del matrimonio civil y el retorno de la potestad de establecer libremente contratos de matrimo-nio a las manos de los ciudadanos.

4. ConclusiónPara terminar, quisiera demostrar mi sorpresa sobre el interés del mundo de la diversidad sexual de que el Estado «reconozca» las relaciones entre personas del mismo sexo. Si el mundo de la diversidad sexual se la jugara por la diversi-dad, buscaría que no haya una estandarización del matrimonio, como lo ha pretendido el Estado desde las leyes laicas del siglo XIX, sino abogaría por la más plena libertad de contrato entre adultos privados y responsables.

Un matrimonio privatizado permitiría que el matrimonio como institución se ajustase a la necesidad de los ciudadanos. Dos ciudadanos son católicos, pues que se casen por la iglesia católica. Si uno es judío y el otro es de la iglesia del Monstruo del Espagueti Volador, pues que se casen en la playa o en el bosque con un sacerdote vulcano de Star Trek o como estimen conveniente. Si son dos hombres, dos mujeres, o tres personas, mientras sea libre y voluntario, que se casen. La seguridad social de los contrayentes estará dispuesto en el contrato, igualmente con qué se hará con los hijos que de ese vínculo resultaren. Podrían realizarse contratos nupciales que duren una cantidad de años con el objeto de renovarlos cada cierto tiempo. Se reducirían los divorcios, los problemas de herencia, los adulterios. Todo estaría fijado en los contratos que libremente resultasen de la libre asociación de los individuos. Habrá contratos «tipo» y habrá estudios de abogados especialistas en redactar contratos para que se ajusten de mejor manera a las necesidades de cada quien. Eso es libertad.

El Estado ha gobernado sobre nuestras vidas en relación al matrimonio desde 1884, los invito a mirar más allá de lo establecido. Los invito a ser libres para amar como a ustedes les parezca.

Muchas gracias.

Santiago de Chile, 16 de junio de 2015.