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EXPERIENCIAS DE ORACIÓN
Este libro surge de un taller de oración de ocho
sesiones donde se proponen ocho experiencias
de oración:
1.Lectura orante
2.Orar con imágenes
3.Oración desde dentro de Jesús
4.Meditación escrita
5.Lectio divina
6.Oración de abandono
7.Orar con los salmos
8.Orar ante Cristo sacramentado.
En cada sesión se profundiza un tema y se apren-
de a rezar con una dinámica diferente. Por ejem-
plo, la primera sesión propone LA LECTURA
ORANTE con el tema de “Dios me ama”.
Prefacio«La oración ensancha el corazón, has-ta hacerlo capaz de contener el don de Dios. Sin Él, no podemos nada».
Madre Teresa de Calcuta
En la práctica del taller presencial, las sesiones son semanales y por tanto se eligen siete tex-
tos de los presentados al final de la sesión, para rezar durante la semana.
Si lo rezas individualmente, puedes utilizar más textos antes de pasar a la sesión siguiente.
También puedes escoger si prefieres, otro texto que siga la misma temática y la misma diná-
mica.
Este libro busca que, a través de estas experiencias de oración, llegues a la certeza del
amor de Dios, que percibas su presencia en el propio corazón y en todo lo que te rodea,
que aprendas a escucharle y a hablar con Él, que gustes y contemples la belleza de Dios a
lo largo del día... Se podría resumir en una nueva bienaventuranza: ¡Felices los que oran
porque ellos experimentarán el abrazo de Dios y se encontrarán con Él.
Introducción
Esta fue la petición que hicieron los apósto-
les a Jesús. ¿Qué tendría su oración que invi-
taba a esos hombres con poca preparación
y acostumbrados a trabajos rudos a querer
aprender a orar? Habían sido sus compañe-
ros, sus discípulos. Lo habían acompañado al
monte, al huerto. Habían experimentado que
su maestro frecuentemente levantaba los ojos
“Señor, ¡¡enséñanos a orar!!”
al cielo, se dirigía a su Padre y Él lo escucha-
ba; que no buscaba ser visto en oración sino
que se retiraba a orar en lugares solitarios;
que antes de cualquier decisión o acción, ha-
blaba con su Padre.
A igual que estos hombres, hoy te acercas al
Maestro para que te enseñe a orar al Padre.
Sabes que la oración es un encuentro entre
Dios y el alma, pero ¿cómo? ¿Qué hacer?
¿Qué camino seguir? No es un método, ni
unos pasos a seguir, es una experiencia per-
sonal aunque en ocasiones, un buen método
ayuda mucho a tener una buena experiencia
de oración. Es como poner un conducto libre
y fresco en donde pueda entrar la gracia de
Dios, pues no hay que olvidar que la ora-
ción es un don de Dios, no un logro del hom-
bre.
REZAR ES
La vida de oración te lleva a que valores el
silencio, el salir de ti mismo; te mantiene
atento a las tentaciones del enemigo que
acecha continuamente; te da fuerzas y te
guía ante pruebas y dificultades; es la luz
que ilumina el camino y ayuda a ver con cla-
ridad los obstáculos. Orar no significa sólo
que puedes decir a Dios todo lo que te ago-
bia. Orar significa también callar y escuchar
lo que Dios te quiere decir.
¿Por qué y para qué orar? ¿Es realmente importante orar? Existen mu-
chas razones para hacerlo pero la principal
es que Jesús te lo pidió: "Oren sin cesar". Te
enseñó con su ejemplo a comunicarte y a es-
tablecer una relación intima y personal con
Su Padre. Es importante orar porque Jesús
oraba, porque Él, el Hijo predilecto, era "un
hombre de oración" y quiere que tu vida se
vaya configurando con Él que pasó treinta
años en Nazaret en soledad y anonimato,
orando. Debes buscar a ejemplo suyo el si-
lencio, ese silencio fecundo que te hace cre-
cer y madurar.
Orar es un abrazo entre tu pobre intimidad
y la grandeza de Dios. Orar es una expe-
riencia que te “cristifica”. Orar, es un don,
una entrega, un conocimiento diario para po-
der configurarte y revestirte de Él. Es una mi-
rada sencilla a Dios en el silencio y en el
amor, un momento de fe pura, donde buscas
a Cristo y te entregas a Su voluntad. Es nece-
sario orar, porque como dice San Pablo en
2Cor 4,7, eres un cántaro de barro, pobre y
frágil: "Tenemos este tesoro en vasos de ba-
rro, para que la extraordinaria grandeza
del poder sea de Dios y no de nosotros."
Cuando oras, vas hasta lo mas profundo y
ahí, encuentras ese tesoro. Te llenas de ale-
gría: la alegría de la intimidad de amor con
el Padre que te ama y te hace sentir hijo; la
alegría de la relación profunda con el Hijo
que te ama, te salva y te hace sentir herma-
no; la alegría de la intimidad con el Espíritu
Santo, Señor y dador de vida.
La oración te ayuda a descubrir la gran ri-
queza que tienes en ti, que el mundo tanto
se empeña en cubrir, en llenar con cosas ma-
teriales y superfluas que solamente crean un
vacío en el alma. Bien lo dijo San Agustin:
“Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro co-
razón está inquieto hasta que descanse en
ti.” Esos momentos de oración transforman
la vida, la potencian, la multiplican como lo
hizo Jesús con la multiplicación de los panes,
pero para ello es imprescindible que le des
lo poco que tienes, tus cinco panes y tus dos
peces; y Jesús con Su grandeza lo multiplica-
rá, lo transformará y hará que tu poquito, tu
nada, lo bueno y lo malo, en fin todo lo que
eres, se convierta en algo grande, algo que
sacie la sed y el hambre de tus hermanos.
Cada quien debe encontrar sus razones, sus
motivos realizando esta experiencia, con la
convicción de que la oración es hablar a so-
las con alguien que te ama, que te espera y
que quiere encontrarse contigo para mostrar-
te Su amor en tu vida, para decirte qué ha-
cer tú con ella, cómo amarlo, agradarlo. So-
bre todo quiere mostrarte el camino de la fe-
licidad y de la eternidad.
¿Cuál es el camino que debo seguir? Para orar, uno de los primeros pasos que de-
bes dar es conocerte a ti mismo, porque:
“¿Quién de vosotros, que quiere edificar
una torre, no se sienta primero a calcular
los gastos, y ver si tiene para acabarla? No
sea que, habiendo puesto los cimientos y no
pudiendo terminar, todos los que lo vean se
pongan a burlarse de Èl, diciendo: Este co-
menzó a edificar y no pudo terminar." (Lc
14, 28-30). Si no sabes con qué cuentas, es
inútil comenzar una construcción. Por ello, te
puedes preguntar: ¿de qué dispongo a mi fa-
vor para "construir" mi oración? ¿Qué me
ayuda más para meditar? ¿Cuáles son mis
cualidades? ¿Qué pasajes del Evangelio me
acercan más a Dios? ¿Qué circunstancias me
ayudan a orar mejor (lugar, hora ... )? ¿Qué
tengo en contra? ¿qué me distrae más fácil-
mente? ¿Qué postura no me ayuda en mi
oración? ¿Cuál es mi defecto dominante que
me aleja especialmente de Dios, etc...
La oración no es un método, ni unos pasos a
seguir, es una experiencia personal, aunque
un buen método ayuda mucho a tener una
buena experiencia de oración. No puedes
limitar este encuentro a una serie de normas
y recetas para obtener un resultado. Es indis-
pensable que busques las disposiciones para
encontrarte con Dios. Disposiciones que no
son únicamente exteriores, sino sobre todo
interiores, cuando tu corazón quiere real-
mente encontrarse con Dios, conocerle,
amarle y seguirle. Entonces, este se ensan-
cha y mantiene encendida la llama de la fe.
De lo contrario la oración se reduce a un
ejercicio que no transforma.
¿Dónde?
Existe un lugar adecuado para cada cosa y
lo mismo vale para hacer oración: el lugar
debe ser apto. Los evangelios dejan constan-
cia de que Jesús tenía sus lugares y tiempos
preferidos para orar: la montaña, apartado
de la gente, el huerto, el desierto, la no-
che... Algunos espacios físicos favorecen la
calma exterior e interior. Por eso Jesucristo
recomienda: "Cuando vayas a orar, entra en
tu aposento y, después de cerrar la puerta,
ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu
Padre, que ve en lo secreto, te recompen-
sar·." (Mt 6, 6) "La elección de un lugar favo-
rable no es indiferente para la verdad de la
oración: para la oración personal, el lugar
favorable puede ser un "rincón de oración",
con las Sagradas Escrituras e imágenes, a
fin de estar "en lo secreto" ante nuestro Pa-
dre" (Catecismo nº 2691).
Sugerencias prácticas Lo primero que tienes que tener claro es que una
experiencia, un encuentro con Dios en la oración
se lleva a cabo en la intimidad del propio corazón
y no en un espacio físico.
Pide siempre y antes que nada la ayuda e ilumina-
ción del Espíritu Santo
Busca un lugar tranquilo, limpio, silencioso y priva-
do, apartado del ruido y de las personas. Lejos
de distracciones: el periódico, revistas, computa-
dora, teléfono y televisión. En este sentido, ayuda
hacer la meditación en el mismo lugar todos los dí-
as, pues al conocer y dominar el entorno hay me-
nos distracciones.
Si el lugar donde haces tu oración no ayuda, cam-
bia de lugar, o de horario, para estar más tranquilo.
Arma tu propio rincón de oración para facilitar el lo-
gro del objetivo: el encuentro personal con Cristo.
Nunca olvides a quien te diriges. No vas solo a leer,
o a meditar, sino que es un dialogo, persona a per-
sona, con Dios, tu Creador, tu Señor y tu Padre amo-
roso. No quieras orar sin Dios.
Para cada sesión, tienes una guía para la oración.
Después, diariamente, debes realizar tu meditación
y dedicarle a esta experiencia, el "mejor" tiempo de
tu día, elegir un horario, ser perseverante. Para ca-
da experiencia de oración diaria necesitas más o me-
nos veinte minutos, según lo que el Espíritu Santo te
inspire.
Apunta las luces y meditaciones en tu diario
de oraciones.
Posiblemente ya hayas tenido algunas expe-
riencias de oración anteriores, y algunas for-
mas personales de rezar, pero te recomiendo
intentar estas nuevas experiencias que te mos-
trarán otras formas y medios para abrir tus ho-
rizontes y facilitarte la experiencia de oración.
Al final de cada capítulo donde se te explica
la experiencia de la semana, se te proporcio-
na una cita para cada día así como una ora-
ción para meditar, darle un sentido e ir hacién-
dola tuya. Trata de poner un horario más o
menos fijo para la meditación y sé constante.
Sé consciente que la oración, más que un esfuerzo
personal, es una gracia que debes pedir.
Actitudes más que técnicas: la actitud es determinan-
te, no las técnicas ni los recursos exteriores. La acti-
tud fundamental es la búsqueda de intimidad, el
anhelo de ir al encuentro de la persona de Cristo y
el trabajo permanente por cultivar el hábito del si-
lencio interior para escucharle. El recogimiento es
necesario para orar. Recoger significa unir o estar
unido. En la oración es necesario recoger las facul-
tades y centrarlas en Cristo, como una lupa que con-
centra la fuerza de los rayos del sol. Y si a todo es-
to se une la presencia de Cristo Eucaristía, qué tan-
to mejor. Es el lugar ideal.