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1 Resumen crítico del texto de Domingo GARCÍA MARZA; Ética empresarial. Del diálogo a la confianza, Madrid, Trotta- 2004, 290 pp. Por Asunción Velilla Ética Empresarial, Comunicación y Sociedad Civil Máster interuniversitario en Ética y Democracia Universitat Jaume I de Castelló y Universitat de València, España 2012 El texto que nos ocupa se abre presentándose. Se trata de un ejercicio de ética aplicada, su propósito es orientar la acción de la empresa, así: qué ofrece la ética del discurso a la empresa para que ésta se entienda a sí misma como actor institucional; porque la empresa, como integrante fundamental de nuestras sociedades, tiene responsabilidad y amplia para con el entorno, tanto humano como ecológico en general, donde ha de desarrollar la confianza que como actor merece y necesita. Ahora bien, este es tema amplísimo que el autor desgrana y secuencia. Los objetivos del texto son: mostrar qué confianza le es susceptible desarrollar a la empresa, cómo se pueden sistematizar las condiciones y presupuestos de esta confianza, cómo la confianza necesita apoyarse en una dimensión moral, y cómo la moral se manifiesta y encamina a la acción sobre unas bases racionales, consecuencia del “diálogo y posible acuerdo de todos los grupos de intereses implicados en su actividad” i . Para alcanzar los objetivos se hará uso de una metodología reconstructiva, es decir “una exploración del saber práctico que poseen los diferentes interlocutores y que utilizan a la hora de hablar de la credibilidad o legitimidad de la empresa” ii , esta metodología se servirá de un acceso hermenéutico que permita realizar la reconstrucción propuesta y que arroje un criterio sobre el diseño institucional que necesita desarrollar la empresa como merecedora de confianza. Final y fundamentalmente, es necesario un nuevo vocabulario, o terminología que en boca de la Sociedad Civil conceptualice sus competencias “para establecer relaciones y comprometerse con ellas” iii Vamos a mantener las cuatro partes en que se divide el texto, con sus grandes capítulos al interior, en aras de orientar el resumen de un texto sutil en complejidad y exigencia. I. LA CONFIANZA COMO RECURSO MORAL 1. La transformación del papel social de le empresa La empresa es parte integrante de la sociedad, donde tradicionalmente se le ha otorgado un papel económico. Ahora bien, esta limitación a lo económico revela hoy una disfuncionalidad, pues como actor desarrolla sus actividades e influencia en numerosos ámbitos del entramado social y de convivencia que van más allá de lo exclusivamente económico. Hoy, la misma sociedad de manera creciente, le demanda la asunción de sus responsabilidades y ejerce una presión para que la empresa, puesto que es actor social, lo sea a cabalidad. En este sentido el Libro Verde de la Comisión Europea tiene como fin Fomentar un marco europeo para la responsabilidad social de las empresas, y en este mismo sentido se desarrollan e implementan políticas formales en torno a la ética empresarial. Esta exigencia de un papel más versátil, amplio y comprometido social y éticamente de la empresa se revela palmaria en el mundo global, si queremos hacer parte de él con las cualidades y exigencias humanas que permiten fundar una convivencia basada en las propias capacidades de construir. En este contexto la confianza tiene razón de ser, como la tiene la ética, no solo para maquillar o lavar la imagen que presentamos de la empresa, sino para construirla desde su fundamento. Y puesto que el mundo global también lo es de la sociedad de la información y el conocimiento, es preferible apostar por un fundamento limpio y no solo por una imagen limpia, porque el refrán tradicional puede hacer equipo con la sociedad de la información y la comunicación y recordar que antes se

Ética empresarial. Del diálogo a la confianza

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Resumen crítico de la obra de Domingo García Marzá, Ética empresarial. Del diálogo a la confianza. Madrid, Trotta,2004

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Resumen crítico del texto de Domingo GARCÍA MARZA; Ética empresarial. Del diálogo a la

confianza, Madrid, Trotta- 2004, 290 pp.

Por Asunción Velilla

Ética Empresarial, Comunicación y Sociedad Civil

Máster interuniversitario en Ética y Democracia

Universitat Jaume I de Castelló y Universitat de València, España

2012

El texto que nos ocupa se abre presentándose. Se trata de un ejercicio de ética aplicada, su propósito

es orientar la acción de la empresa, así: qué ofrece la ética del discurso a la empresa para que ésta se

entienda a sí misma como actor institucional; porque la empresa, como integrante fundamental de

nuestras sociedades, tiene responsabilidad y amplia para con el entorno, tanto humano como

ecológico en general, donde ha de desarrollar la confianza que como actor merece y necesita. Ahora

bien, este es tema amplísimo que el autor desgrana y secuencia.

Los objetivos del texto son: mostrar qué confianza le es susceptible desarrollar a la empresa, cómo

se pueden sistematizar las condiciones y presupuestos de esta confianza, cómo la confianza necesita

apoyarse en una dimensión moral, y cómo la moral se manifiesta y encamina a la acción sobre unas

bases racionales, consecuencia del “diálogo y posible acuerdo de todos los grupos de intereses

implicados en su actividad”i.

Para alcanzar los objetivos se hará uso de una metodología reconstructiva, es decir “una

exploración del saber práctico que poseen los diferentes interlocutores y que utilizan a la hora de

hablar de la credibilidad o legitimidad de la empresa”ii, esta metodología se servirá de un acceso

hermenéutico que permita realizar la reconstrucción propuesta y que arroje un criterio sobre el

diseño institucional que necesita desarrollar la empresa como merecedora de confianza.

Final y fundamentalmente, es necesario un nuevo vocabulario, o terminología que en boca de la

Sociedad Civil conceptualice sus competencias “para establecer relaciones y comprometerse con

ellas”iii

Vamos a mantener las cuatro partes en que se divide el texto, con sus grandes capítulos al interior,

en aras de orientar el resumen de un texto sutil en complejidad y exigencia.

I. LA CONFIANZA COMO RECURSO MORAL

1. La transformación del papel social de le empresa

La empresa es parte integrante de la sociedad, donde tradicionalmente se le ha otorgado un papel

económico. Ahora bien, esta limitación a lo económico revela hoy una disfuncionalidad, pues como

actor desarrolla sus actividades e influencia en numerosos ámbitos del entramado social y de

convivencia que van más allá de lo exclusivamente económico. Hoy, la misma sociedad de manera

creciente, le demanda la asunción de sus responsabilidades y ejerce una presión para que la

empresa, puesto que es actor social, lo sea a cabalidad. En este sentido el Libro Verde de la

Comisión Europea tiene como fin Fomentar un marco europeo para la responsabilidad social de

las empresas, y en este mismo sentido se desarrollan e implementan políticas formales en torno a la

ética empresarial.

Esta exigencia de un papel más versátil, amplio y comprometido social y éticamente de la empresa

se revela palmaria en el mundo global, si queremos hacer parte de él con las cualidades y exigencias

humanas que permiten fundar una convivencia basada en las propias capacidades de construir. En

este contexto la confianza tiene razón de ser, como la tiene la ética, no solo para maquillar o lavar la

imagen que presentamos de la empresa, sino para construirla desde su fundamento. Y puesto que el

mundo global también lo es de la sociedad de la información y el conocimiento, es preferible

apostar por un fundamento limpio y no solo por una imagen limpia, porque el refrán tradicional

puede hacer equipo con la sociedad de la información y la comunicación y recordar que antes se

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coge a un mentiroso que a un cojo.

Así contamos con una herramienta eficaz para conocer, denunciar y corregir las malas prácticas

empresariales, herramienta en manos de otros múltiples actores, es decir, de la Sociedad Civil, que

sirviéndose de ella puede dar nuevo vigor a viejos mecanismos, acorde a la exigencia de desarrollo

de la confianza y la justicia, ya no solo en manos del poder regulador y coactivo jurídico, que se

revela insuficiente; de modo que la sociedad civil no solo se ve motivada en su vocación sino

impelida a ella.

La vocación de la sociedad civil es de carácter comunicativo, reforzada por la corriente

globalizadora. En este contexto, García Marzá aborda la ética dialógica como propuesta para

desarrollar la responsabilidad y la confianza de la empresa; de tal manera que sumada a la condición

global invita a hablar de ética universalista, porque si el ámbito de actuación de la empresa es

global también lo es su espíritu, es decir, una ética universalista, que se fundamenta en principios ya

interiorizados en buena medida y recogidos en los Derechos Humanos.

Así las cosas emerge un nuevo marco interpretativo que supera la coordinación de la acción ejercida

por el poder jurídico y llega a la acción libre y voluntaria de los sujetos integrantes de la Sociedad

Civil. Veámoslo.

2. El potencial ético de la sociedad civil

En el mundo global el papel del Estado se desplaza de su lugar central, en una revolución

copernicana asumida por las grandes corporaciones transnacionales, que nos invita a apersonarnos

de nuestra responsabilidad en la Sociedad Civil y a actuar en consecuencia -tengamos siempre

presente que la empresa es parte de la sociedad civil-, con las capacidades que esta responsabilidad

otorga, que no son pocas, si bien exigen esfuerzo, el propio de la libertad y la voluntariedad.

El hecho de que la empresa integre la Sociedad Civil revela su relación intrínseca con la ética y

obliga a una nueva caracterización de la Sociedad Civil, que el autor desarrolla en el marco del

nuevo vocabulario propuesto:

1. La Sociedad Civil es el lugar de interacciones y no un sujeto colectivo del que prever una

acción unificada.

2. Estas interacciones se dan con el Estado y el derecho, siendo así garantía de los derechos

básicos.

3. La esencia de la Sociedad Civil la constituyen la igualdad y simetría de todos sus

integrantes, de tal forma que posibilite la inclusión y la aceptación libre y voluntaria en los

diálogos, como herramienta fundamental de convivencia.

4. Se trata de un concepto normativo, no dual bueno-malo, sino en gradación a lo que

representa. Y del que se desprenden dos aspectos más:

5. La Sociedad Civil es espacio de intereses particulares (dinero, prestigio), comunes

(corporativos, profesionales), universales (dignidad, reconocimiento). Donde el ámbito

moral se identifica con los intereses universales o generalizables, pero sin cerrarse a sí

mismos.

6. Donde el diálogo es el aspecto moral básico de reconocimiento recíproco, con la

complejidad derivada en sus consecuenciasiv

.

Así las cosas, la sociedad civil dota de recursos morales a sus integrantes, donde “La ética

empresarial tiene como objetivo analizar cómo funcionan estos recursos en la práctica empresarial

cotidiana”v. Los recursos morales no son los únicos recursos sino que conviven con los

tradicionales e inmediatos del poder y el dinero. Esta convivencia nos recuerda que a una ética

aplicada le corresponde buscar la coherencia entre los argumentos y los hechos, pues existen

valores intrínsecos, y no únicamente instrumentales.

3. Recursos morales y capital social

Es necesario abordar una honda dificultad que plantea el tema pues “parece que estemos limitando

el ámbito moral a una dimensión estrictamente funcional, es decir, a un medio para conseguir

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aquello que queremos”vi

al hablar de recursos morales. Y efectivamente es así, lo que exigirá

mostrar la función social que cumple la dimensión moral para identificar su razón instrumental,

pues los recursos morales son los únicos que crecen en la medida que se usan, como veremos.

Dicho esto, vale la pena considerar el riesgo que se mimetiza tras la eficiencia y la compleja gestión

de los intangibles. La empresa aquilata su eficiencia en la posibilidad de medir, como afirma

Mintzberg “El gran culto de la eficiencia es el gran culto del cálculo”vii

, esto significa que, en los

cálculos de la empresa aquello que se resiste a la medición es proclive a ser segregado, lo que

ocurre con los recursos morales. La racionalidad económica ha favorecido la consideración de lo

que se puede contar, medir y calcular. Pero lo intangible, los recursos morales, no se puede ajustar a

estos sistemas de medición, que son ajenos a la naturaleza moral. Hay una segunda dificultad: la

gestión de los intangibles es de carácter comunicativo, no estratégico. No olvidemos al respecto que

en la empresa no todo es sombra o luz, y que las dificultades se constituyen en oportunidades

precisamente gracias a los recursos morales.

Por lo anterior la propuesta de ética empresarial que desarrolla García Marzá tiene entre sus

fundamentos el principio de publicidad de Kant, y la transparencia como medio para la gestión ética

de la empresa y de su reputación. Este punto servirá “para responder a la crítica de

instrumentalización que frecuentemente se le hace a la ética empresarial”viii

4. La dimensión ética de la confianza

La dimensión de la confianza se abre en un panorama esplendido en la sociedad global, con la

nueva envergadura de luces y sombras, de riesgos y oportunidades, sustentando un activo cada vez

más importante. Que desde el año 2004, en que se publica la obra, la relación de escándalos,

desatinos e infamias haya abrumado a la Sociedad Civil, léase también empresa, no le quita valor a

la confianza, incluso refuerza un moral optimismo que se aferra en buena medida a los logros

intangibles producto de largo y constante esfuerzo.

La confianza reduce la complejidad, asevera el autor, prevé y provee de un camino en un terreno en

penumbra y en buena medida desconocido. La confianza dota a la vulnerabilidad, común a todos los

hombres, de una razón humana y social, también en la medida en que salvaguarda la libertad, de tal

manera que los recursos jurídicos pueden ofrecer su cara amable de soporte y ayuda, de

complemento. Su valor así se ve exponencialmente crecido en el contexto global, oportunidad de

cooperación y de voluntariedad a la que se suma la libertad.

La confianza cuenta además con unas bases racionales y unas razones morales, porque “un

concepto de confianza abandonado a la arbitrariedad y a la falta de lógica sería claramente un

sinsentido”ix

. Nuevamente la metodología reconstructiva ofrece el hilo que lleva al ovillo,

permitiendo preguntar por el tipo de razones presupuestadas en las conductas basadas en la

confianza; estas razones no pueden ser solo de carácter egocéntrico ni reducido a la comunidad,

hasta aquí otros autores han podido ofrecer su propuesta, más allá hay que completarla. Para

completarla contamos con algunos conceptos muy prolíficos, derivados de la pregunta planteada: el

concepto de compromiso, pues subyace a las conductas basadas en la confianza y guarda estrecha

relación con la reducción de la complejidad, y el concepto de buena voluntad, que sienta las bases

de la confianza. De ellos derivan los fundamentos morales. Cabe recordar que los enfoques

psicológicos, sociológicos u organizacionales no cuentan con herramientas para dar cuenta de la

capacidad creativa, tanto individual como social de los conceptos de compromiso y buena voluntad.

La pragmática de toda acción comunicativa, creativa en sí misma de valor cívico, nos puede dar

cuenta de “los compromisos mutuos y las relaciones de reconocimiento recíproco que le subyacen

(...) (porque) Toda interacción presupone siempre un juego recíproco de expectativas y, en

consecuencia una asunción de responsabilidades”x de la que nace la validez de la norma de

convivencia. Reúne intereses generales y en esta medida apunta a un nivel postconvencional o

universal de la moral, punto de destino de las expectativas que la Sociedad Civil ha depositado en la

empresa, en consecuencia de las obligaciones con que la misma Sociedad Civil dota a la empresa.

Obligaciones paradójicamente insertas en la libertad, en definitiva en el sustrato moral del

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convencimiento. Creemos que en este sentido el autor introduce la idea de contrato moral que

desarrollará después. Sienta en esta sección algo fundamental “la confianza tiene un valor

económico porque tiene un valor moral, y no viceversa”xi

II. EL VALOR MORAL DEL DIÁLOGO

5. La perspectiva ética

Este apartado II es el más bello. Desarrolla un fundamento ético de la confianza en la empresa en un

enfoque minucioso que comienza por recordar que la metodología reconstructiva aplicada a la

empresa desvela los criterios morales en que se mueve a través del mismo lenguaje moral.

La idea de la empresa amoral no es tal, es un mito que no reduce la complejidad y que, al contrario,

la desvirtúa. En nuestro lenguaje y conducta estamos impregnados de moralidad o inmoralidad, no

de su ausencia. Cabe así identificar los contenidos de la dimensión moral, en sentimientos, valores y

normas, que determinan el significado de la “buena voluntad” pues se guía entre ellos y da cuenta

de la libertad. Si somos morales es porque somos libres, lo que da razón de nuestra dignidad; de ahí

la imposibilidad de sustraerse a la moral. Esta es la misma razón que fundamenta nuestra

autonomía, paradójicamente no podemos escapar de ella como comunidad global, y en ella se

revela, precisamente, nuestra condición de Sociedad Civil, de modo que nos caben

responsabilidades por inmoralidad, y por moralidad, en tanto individuos o corporaciones, pues

forma parte de la naturaleza que nos constituye. Ortega recuerda que de la moral no es posible

desentenderse, ni descansar, podríamos añadir.

Ahora bien, si pareciera que hemos quedado desnudos en las manos de un torpe Epimeteo, no

hemos quedado desamparados, y la prueba que nos permite corroborarlo es el reconocimiento de

que nuestro fuero interno está en capacidad de juzgar, en consecuencia, también lo estará el fuero

interno de los otros. El reconocimiento de nuestra propia dignidad es el reconocimiento de la

dignidad de los otros: la moral es universal. Nos dota de un horizonte luminoso. “respetar a los

demás significa no solo estar dispuestos a ponerse en su lugar, sino también a establecer diálogos en

los que los demás participen y aporten su propia perspectiva”xii

. Estamos ante un recurso inagotable.

Precisamente por esto es necesario abordar su racionalidad, para hacer de él un recurso con el que

podamos convivir en reconocimiento y responsabilidad moral, o en reconocimiento de lo que

somos.

6. La ética discursiva: de la justificación a la aplicación

Lo que somos, lo somos juntos, en vulnerabilidad, lo cual nos hace inmunes al desamparo, valga

repetir que es imposible la amoralidad, no sin embargo la crueldad, la inmoralidad. El lugar donde

nos encontramos, quizá por ser equidistante de lo que nos une y nos separa en nuestras

individualidades e intereses particulares, es el lenguaje. De ahí que en el lenguaje, por su franca

versatilidad, se desenvuelva también el método que permite desentrañar la racionalidad de lo

propio, es decir, del discurso. La metodología reconstructiva propuesta por el autor para abordar la

ética empresarial da cuenta de esta racionalidad, que la misma posición crítica del enfoque

discursivo o dialógico resalta. En palabras de Kant, la razón es la facultad de lo intersubjetivo, el

lugar “donde todos tienen voz”. Así el enfoque dialógico de la responsabilidad moral de la empresa

dará cuenta de nuestras responsabilidades y posibilidades de llegar a ser lo que somos. En este

punto el autor habla de contrato moral, que asentado sobre el diálogo (dia: a través de, logos: razón)

permite un nivel postconvencional ético que supera el nivel convencional de la norma jurídica.

García Marzá tiene buena cuenta de aclarar que la metodología reconstructiva impide riesgos de la

envergadura de la falacia eurocentrista pues “la única fuerza posible en el diálogo como valor

moral, nos dice Habermas, es la fuerza sin coacción del mejor argumento”xiii

: el diálogo es

universal, en consecuencia moral. El enfoque discursivo o dialógico de la ética universal se

caracterizaría por ser universalista, crítico, procedimental, deontológico; pues responde a uno de los

puntos fundamentales de la ética aplicada: la cuestión de la exigibilidad de responsabilidad moral,

por esto es “el momento en que una ética empresarial como ética aplicada deba ampliar los

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estrechos márgenes de la ética discursiva y proponer su propio estatuto y su propia metodología”xiv

,

superando a Habermas que “ignora toda la fuerza que representan los mecanismos comunicativos

de coordinación de la acción, lo que aquí hemos denominado recursos morales, más allá de esta

estabilización de expectativas que supone el derecho”xv

, pues no es suficiente reducir a la empresa a

la exigencia de compromisos y negociaciones en al ámbito jurídico. Cabe resaltar que los acuerdos

que proporciona la ética dialógica no son valiosos solo por alcanzarlos, sino también porque obligan

a desarrollar mecanismos y recursos morales en el nivel postconvencional. De ahí que las éticas

aplicadas puedan constituirse en mecanismo propicio para la estructuración de la Sociedad Civil.

Limitarlas al terreno de lo jurídico y a sus mecanismos coactivos desvirtúa su perspectiva ética.

7. La ética empresarial como ética aplicada

Chesterton cuenta en Ortodoxia como después de una amplia búsqueda y de creer conquistar un

nuevo territorio, acaba por descubrir que ha llegado al lugar de donde había partido, pero

reconociéndolo. Este es el sentido último que creemos que le cabe a la ética dialógica, máxime en

clave empresarial, por habérselas con un territorio aferrado a tozudos mitos. “En este sentido

pragmático o práctico lo que se pretende de la ética es perder el miedo a lo concreto y responder así

a la necesidad de orientación que produce todo nuevo escenario, todo cambio social”xvi

, que

permitiría, gracias al método reconstructivo, el reconocimiento de sus bases racionales. Lo

interesante de la ética dialógica es que el coste de su ritmo lento es el propio de su irreversibilidad

constructiva; en observación del autor “desacuerdo existente entre los que defienden un

universalismo ético acerca del contenido concreto de esta moral universal. Desacuerdo que, sin

embargo, compagina muy bien con el logro de soluciones consensuadas en la solución de

problemas prácticos”xvii

, en consonancia con la metodología reconstructiva que parte de la idea de

que los principios deben extraerse de la misma praxis.

Praxis que se desenvuelve en un contexto de globalización y que enruta, con un carácter de

obligación moral, a la empresa en la necesidad de una ética empresarial universal y crítica. Esta

necesidad tiene varios sentidos de aplicación, dos de ellos, llamados enfoque correctivo y enfoque

funcional, se hallan superados a juicio y análisis del autor, esta superación adquiere evidencia al

llegar al tercer sentido de aplicación, el denominado enfoque integrativo o ética aplicada

integrativa. Se levanta éste sobre el horizonte que desvela la metodología reconstructiva: no es

factible, separar vigencia y validez. Que se pueda hacer, claro, y de hecho lo hacemos en el nivel

convencional; no es factible, sin embargo en el nivel postconvencional de una Sociedad Civil que

aspire a serlo, y aquí la advertencia de la falacia del eurocentrismo nos orienta. Dicho desde el

universo de la empresa y en palabras de Adela Cortina “estamos ante la tarea de mostrar el bien

interno que caracteriza a la empresa, su fin específico, para desde ahí averiguar qué valores y qué

virtudes y normas lo posibilitan”xviii

El enfoque integrativo se muestra sustancialmente promisorio, aquí tiene cabida la teoría de los

Stakeholders que se desarrollará después, y que abunda en la imposibilidad de separar vigencia y

validez. Y se abordan: 1- el nivel de justificación moral, que posibilita, aclara el autor, no un

contrato social sino un contrato moral sobre el diálogo asumido bajo los cuatro principios de

Habermas (principio de comunicación, de inclusión, de igualdad, de reciprocidad), que tienen un

carácter contrafáctico, es decir, “indica que no estamos ante un criterio operativo de decisión, sino

ante una idea regulativa cuya operatividad tiene que realizarse siempre después de la práctica”xix

. 2-

El nivel de adecuación institucional y 3- el nivel de concreción organizativa. No vamos a entrar a

resumir este análisis que equivaldría e empobrecerlo, aspiramos a ir evidenciando algunos de los

atisbos de su espíritu en lo que sigue, porque “en definitiva, la legitimidad de la empresa no se mide

tanto por el alcance de la respuesta como por las condiciones en que el diálogo ha tenido lugar, pues

es desde este mismo diálogo desde donde se deben calcular los logros alcanzados por la empresa en

la satisfacción de estos intereses”xx

, esto nos invita a pasar a la parte tercera del texto, para dar

cuenta de “los rasgos básicos de un diseño de la empresa derivado del valor moral del diálogo. Sólo

así es posible la utilización de los recursos morales”xxi

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III. LA EMPRESA ÉTICA

8. Legitimidad: el contrato moral de la empresa

Si mencionábamos que la parte II de la obra nos parece la más bella por ofrecer una amplia

panorámica, esta parte III es la más densa y rica en conceptos, el fin será dar claridad a la

aplicación. Que de ética aplicada se trata va a ser evidente en cada trecho del desarrollo de esta

parte, anclada sobre las bases racionales que deben caracterizar a la empresa moral comprometida

con el diálogo. Intentaremos un abordaje del capítulo acorde a las exigencias del resumen,

advirtiendo sin embargo, que la densidad y riqueza del apartado merecen una mayor atención.

Lo primero que llama la atención es que tras el objetivo “proponer un modelo de empresa derivado

de los planteamientos éticos realizados”xxii

se “hace público”, por usar un concepto prolífico en el

texto, el esfuerzo de construcción del modelo que se va a proponer por vía de aceptar los riesgos

que del intento se derivan y las críticas consecuentes. Participado el riesgo al lector, se halla el

equilibrio que justifica el abordaje y el uso del lenguaje cotidiano moral, pues en él se articulan el

poder de la Sociedad Civil de otorgar o retirar confianza a la empresa y la validez de la justicia con

la que la empresa opera, como se ha visto antes.

Para una empresa, contar con el apoyo de la Sociedad Civil equivale a contar con su credibilidad y

legitimación, consecuencia de la exigibilidad que la Sociedad Civil en su conjunto tiene sobre la

empresa. Sobre la credibilidad y legitimación se construirán las relaciones de confianza. Ha sentado

pues los puntos fundamentales que después se desarrollarán: lenguaje, sociedad civil, confianza.

Una síntesis en esquema:

ÉTICA EMPRESARIAL

Lenguaje Sociedad Civil

Confianza

Puesto que estamos ante una ética aplicada necesitamos una perspectiva crítica para comprender las

bases racionales sobre las que se asienta otorgadas por la capacidad dialógica de la Sociedad Civil,

en la que se integra la empresa. La perspectiva crítica exige que la ética aplicada se desarrolle sobre

lo que “la empresa debería ser según el saber intuitivo que poseemos como participes en, o

afectados por, su actividad”xxiii

, ahora bien, esta exigencia revela las condiciones asimétricas, de

desigualdad y precariedad para un propósito de tan largo alcance como el de establecer confianza.

¿Cómo resolverlo? Creemos que en parte ya está hecho en el texto desde el momento en que su

autor hace públicos los riesgos con los que se aborda el esfuerzo, sienta que es necesaria una visión

crítica para hablar de ética empresarial ante el prosaico material de la realidad, y añade que será

imprescindible “romper algunas etiquetas conceptuales que encorsetan la comprensión actual de la

empresa”xxiv

. Aquí es fundamental la metodología reconstructiva que permita situarse en el papel de

cada uno de los implicados en la actividad empresarial, la misma metodología debe ayudar a evitar

que se confunda lo que hay con lo que debería haber.

Es necesario comenzar por revisar dos concepciones de la empresa ya caducas: la visión de que la

empresa obedece a un móvil exclusivamente económico de propietarios y accionistas, y la visión de

que la legitimidad de la empresa se identifica con el derecho. Las dos posiciones forman parte del

mito de la empresa amoral, que ya hemos visto, se trata de un imposible aún incluyendo a

trabajadores y empleados, y ampliando así el panorama a una visión dual, de relaciones

denominadas “suma cero”, es decir, para que una parte gane la otra tiene que perder.

La exigencia global favorece una ética postconvencional en la que los implicados no

necesariamente están cerca en tiempo y espacio. En este punto creemos que al autor le cabe

enriquecer esta responsabilidad en su propuesta, respecto a las generaciones futuras y a los más

vulnerables y mimetizados a los intereses de los favorecidos; factible desde la perspectiva

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metodológica propuesta que permite cobijarlos como implicados y afectados por la actividad

empresarial, contemplarlos desde el análisis del saber intuitivo bajo la panorámica global e

incorporarlos al concepto corporativo de empresa. Estos casos permiten nuevamente corroborar la

estructura de la empresa como un complejo sistema de poder que obliga a su constitución moral.

Las cualidades pluralista, corporativa y moral de la empresa suman las condiciones para su

legitimidad, es decir, para la necesidad que se deriva de toda situación de poder de obtener una

justificación desde y para la sociedad civil que integra. Justificación directamente proporcional a la

libertad gozada en los ámbitos donde se mueve, incluida esta capacidad de movimiento. Porque

además se desarrolla, creemos nosotros que de manera exponencial, una relación de situaciones de

dependencia: los trabajadores necesitan el salario, los consumidores se encuentran “formados” por

los mecanismos publicitarios, poco podemos hacer como vecinos contra la contaminación de

nuestra ciudadxxv

, son los ejemplos que ofrece el autor.

La sociedad civil, sus interlocutores, que conforman la misma sociedad civil presente, con sus

interlocutores futuros, tienen en su haber unas expectativas respecto a la empresa, que lleva a

desarrollar la confianza de que la empresa las va a cubrir en mayor o menor grado. Desde unas

bases racionales, propias de la sociedad civil, “entra en juego la motivación que vinculamos con las

buenas razones”xxvi

. De esta cita creemos desprender uno de los puntos clave de fundamentación del

modelo de empresa propuesto, por la síntesis que recoge que se puede desplegar como un

paraguasxxvii

. La motivación, con su componente psicológico, además de moral, que eleva la moral,

es subsidiaria de las buenas razones, se asienta en una base cognitiva que encamina su cometido y

de la que se desprende la legitimidad.

La legitimidad se desenvuelve en tres niveles concéntricos, primero la responsabilidad económica

de la empresa, con el mercado; en segundo lugar la responsabilidad jurídica con el Estado, por

último la responsabilidad social y ecológica con la ética. Los dos primeros son susceptibles de ser

medidos y cuantificados, lo que facilita su apropiación, y añadimos, la falacia eurocentristaxxviii

, el

último, no. Ahora bien, “si la empresa no es capaz de responder de estos tres niveles pierde

legitimidad y con ella la confianza necesaria para actuar”xxix

. La asunción de los tres niveles permite

llegar al contrato moral de la empresa.

El contrato moral de la empresa es tema crucial, en él desembocan los esfuerzos de

conceptualización sobre bases racionales, es decir factibles y universalizables, de una ética

empresarial de corte dialógico que se origine en una sociedad con vocación postconvencional.

García Marzá lo define así: “acuerdo racional entre todas las partes implicadas y/o afectadas por la

actividad empresarial”xxx

, el contrato moral sustenta y evidencia la reciprocidad de las partes, el

“sistema recíproco de expectativas y obligaciones, de derechos y deberes, como presupuesto básico

de toda confianza”xxxi

de ahí que sea fundamental para comprender la perspectiva ética y la

Responsabilidad Social Corporativa.

Hay que aclarar que el contrato moral se diferencia de otros: el contrato legal, psicológico, social.

En particular, es necesario recordar que el contrato social atiende a los acuerdos alcanzados en cada

situación concreta, a diferencia del contrato moral que cobija “las condiciones que permiten el logro

de acuerdos entre todos los grupos implicados y/o afectados”xxxii

. La diferencia entre estos dos tipos

de contratos afecta a cuatro aspectos: Las partes contratantes, se trata de un acuerdo entre todos los

grupos que pueden afectar o ser afectados por la empresa, no solo de una o varias partes con otras.

Lo que permite concebir la empresa como “una red de interacciones entre sus diferentes

interlocutores”xxxiii

. El contenido, si el contrato social actúa para equilibrar unos intereses con otros

en intereses de carácter individual, el contrato moral da carta pública a la deliberación racional para

encontrar intereses comunes a todos. Las condiciones, el contrato moral es una idea regulativa, es

decir, es criterio para medir la validez o justicia de los acuerdos reales y, por lo tanto, la legitimidad

de estos acuerdos, lo que permite actuar en consecuencia. El carácter, puesto que atiende a las

condiciones de realización, se constituye en un principio crítico, que permite analizar la realidad

desde la perspectiva ética, más próxima a la idea de acuerdo, como base de la confianza y la

legitimidad, que habitualmente utilizamos en el lenguaje moral. Lo que responde al sentido de

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autonomía y, al darnos carta de exigencia y reconocimiento, favorece el reconocimiento de

corresponsabilidad en la Sociedad Civil.

Los aspectos identificados se nutren en la transparencia y el diálogo, sobre éstos se apoya la

confianza. De este modo la confianza se va revelando cada vez más como terreno reconocido y

redescubierto, sobre el que se ha asentado, con sus más y sus menos, la Sociedad Civil en su

desarrollo y convivencia y de los que da cuenta una aproximación dialógica y un método

reconstructivo. Estos parámetros permiten hacer de la ética un instrumento de gestión, con sus

herramientas en los códigos éticos, comités de ética y auditorías éticas, que se verán al final.

9. Un marco ético para la responsabilidad social corporativa

Si bien el tema de la responsabilidad empresarial nos enfrentan a una hostil realidad, permite

recordar, para mantener el empeño, que hasta hace muy poco su existencia estaba relegada a la

condición de tabú en el ámbito empresarial. Dado el primer paso, que hemos de considerar el más

difícil, cabe comprender que los siguientes se desarrollarán mejor desde síntesis innovadoras y

creativas, naturalmente desde el mismo marco deontológico familiar y favoreciendo decisiones

morales y económicas rentables pues, superado el tabú, la empresa está en capacidad de comprender

que la confianza es excelente recurso.

La responsabilidad está asociada a otros dos conceptos: libertad y poder, en una estrecha relación

de reciprocidad. Si esto es así, hablar de la empresa como un negocio privado es un absurdo, pues

invariablemente el hacer de la empresa tiene impacto en la sociedad y en el entorno natural y se

sirve y abastece de los recursos de éstos, al punto de haberlos afectado largo tiempo antes de ser

cuando menos conscientes de su devastación irreversible. Ahora bien, el recurso moral va más lejos

todavía, como no podía ser de otra manera, ya que cuenta con la experiencia del tiempo que

necesitamos para advertir las consecuencias de nuestros actos cuando se mueven en el estrecho

margen de los intereses individuales, de por sí muy limitados, con el agravante de que el mismo

interés egoísta retrasa sustantivamente la toma de decisiones responsables y su puesta en marcha.

En este sentido, el ser capaces de considerar los intereses de los más desfavorecidos que

difícilmente cuentan con la posibilidad de exponerlos, y de contar con los intereses de las

generaciones futuras sirve, cuando menos de medida, para la asunción de la responsabilidad por

parte de las corporaciones que viven y se nutren de la sociedad civil y el entorno natural, en su

sentido global. Cabe mencionar aquí la relación que se establece sobre el número de planetas Tierra

que necesitaríamos si la población total de la misma viviera bajo unos estándares de calidad de vida

que benefician a unos pocos pero afectan a todos. La crisis que atraviesa Europa y España da cuenta

de la responsabilidad compartida y de las débiles bases racionales, y en consecuencia estrechísima

sensibilidad ética, sobre las que se cifraron los intereses individuales.

Milton Friedman hizo en 1970 una alegre y provocadora exposición de la más básica concepción de

la empresa, dejando tranquilos a propios y extraños sobre el camino recorrido, donde, con el riesgo

de algunos emprendedores y empresarios nos surtiríamos de un maná renovable y sin límite. Es

paradójico que el occidente de la medida y la cuantificación se enclaustrara en sus propios límites y

se atuviera a un interés necesariamente a corto plazo, sin medir cuando menos el peso de las

consecuencias para los más próximosxxxiv

. En esta actitud alegre y perezosa, Friedman comparte un

error bastante frecuente: confundir responsabilidad pública con responsabilidad estatal, como si a

todos nos cupiera lavarnos las manos cual pilatos mimetizados en la responsabilidad que cedemos;

pero sobre la que no cabe a cabalidad dejar de responder, tampoco la empresa obviamente. Ni

empresa, ni institución alguna, existen al margen de la responsabilidad moral porque no hay

empresa privada, a menos que no se surta de lo público si eso fuera posible. Del mismo modo lo

público abre su paraguas más amplio que el Estado, lo que lleva a una conclusión que, por cierto,

espetamos alegremente a los muchachos, si tienes derechos te dan responsabilidades.

La responsabilidad moral se ubica en la base de las demás responsabilidades pues es de la misma

sustancia que lo público, de otro modo la mecánica no puede engranar. No ha podido engranar en la

historia. La Responsabilidad Social Corporativa toma relieve después de largo tiempo de vida

empresarial como rueda suelta. ¿De qué responde entonces la empresa?: de un activo ante el que

Page 9: Ética empresarial. Del diálogo a la confianza

9

responder “no estamos ante una entidad específica que actúa según las decisiones de un grupo de

interés, sino ante un proceso”xxxv

que se desenvuelve de forma dialógica pues da cuenta del carácter

de la sociedad civil, de ahí que la empresa integre de manera activa una cultura de la justificación y

la reciprocidad, o “el qué y el quién de la responsabilidad se confunden en esta propuesta de un

modelo de empresa que merezca el calificativo de ética”xxxvi

.

No debe darse la confusión, por su parte, entre ética y responsabilidad social de la empresa: “la

ética empresarial se ocupa de establecer las condiciones procedimentales desde las que es posible

definir y delimitar la legitimidad empresarial (...) la responsabilidad social corporativa concreta el

grado de aproximación y compromiso con el horizonte ético del diálogo y el acuerdo posible,

aspectos que constituyen las bases éticas de la confianza”xxxvii

.

10. Poder e interés: los grupos de intereses en la empresa

La teoría de los Stakeholders, en complementación con la ética del discurso permite distinguir entre

uso estratégico y uso comunicativo de la metodología propuesta de modo que otorgue carta de

viabilidad a la gestión de la responsabilidad social corporativa. El uso comunicativo da cuenta de

una dificultad que, consideramos, se puede convertir en oportunidad si la sociedad civil se mueve

en un nivel postconvencional de ética y desarrolla procedimientos de diálogo y participación,

acordes a nuestro mundo global y a atender a los que no están en situación regular de hacer valer

sus intereses. En el “enfoque crítico de la metodología de los Stakeholders es la legitimidad de los

intereses la que define un grupo de interés y no su poder para influir en la empresa”xxxviii

pues a la

inversa también funciona: la ética del discurso da a la metodología de los Stakeholders una

interpretación procedimental, o dialógica, donde a través del diálogo los grupos de intereses son

interlocutores válidos y no recursos para otros intereses. Saltar a la condición de recurso invalida la

legitimidad y perpetúa ese tiempo esquizofrénico en que se mueve la concepción más básica de la

empresa, en sus gestos de mantenerse en el presente, que pone condiciones estratégicas, y no

dialógicas a la resolución de conflictos y naturalmente ignora a los que no tienen posibilidad de

hacer valer sus intereses. Para un presente así concebido, la sensibilidad ética, el tener la voluntad

de construir dialógicamente, de ser tocado y quizá cambiado por el argumento de otro, no es útil y

no precisamente por la dificultad de medición, sino más bien porque la exigencia de la atomización

temporal estratégica no se aviene con la plasticidad y sentido de creatividad que exige el diálogo.

Ahora bien, como en otras ocasiones, el texto, con su particular estilo, despliega dificultades

inmersas en un ámbito de creatividad y también buena fe ¿que esto forma parte de la naturaleza de

la propuesta dialógica?, posiblemente, pero también de cierto hacer de su autor que responde a un

férreo esfuerzo de mantener una propuesta que se construye a través del dialogo y se plasma en un

documento donde anclar las posibilidades fácticas desarrolladas: el contrato moral.

Yendo un poco más allá y atendiendo al gusto que tenemos por las metáforas, este contrato moral se

asemeja a la cañahueca en que Prometeo robo el fuego a los dioses, en ella se escondía la técnica y

el riesgo que se iba a desarrollar en manos de los que asumían la responsabilidad de ser sus

artífices: la Sociedad Civil, promisoria, es decir, en capacidad de desarrollar niveles de moral

postconvencional y la empresa, artífice excepcional pues reúne poder e interés. La misma

etimología de la palabra interés la revela y hace útil a nuestra metáfora, interés significa “estar

entre”; en fin, Prometeo al entregar el fuego sitúa al hombre entre la indigencia presente en que lo

había dejado la torpeza de Epimeteo y sus posibilidades procedimentales y los recursos éticos de

despliegue en la confianza y sus posibilidades futuras. La misma imagen del fuego puede dar cuenta

de la visión deliberativa o intersubjetiva con que se pudieron desarrollar las comunidades con

niveles de confianza en torno a él. En una sociedad tan crecida y global como la nuestra, la imagen

del fuego puede ser sustituida por la red virtual que congrega en torno suyo y alimenta sus propias

comunidades, sin olvidar, claro está, que algunas comunidades no tienen acceso a este fuego, pero

que a través de él cabe llevar los intereses y derechos fundamentales de los que no lo pueden hacer.

La misma web es espacio de publicidad. Publicidad necesaria para hablar de gestión de los recursos

morales, de la razón pública en términos de Kant, pues atendiendo al derecho del público construye

confianza. Ya dejando nuestra metáfora, que nos ha traído desde la propuesta del autor hasta la web,

Page 10: Ética empresarial. Del diálogo a la confianza

10

pues es preciso considerar el desarrollo de ésta en los años siguientes a la publicación de la obra,

traemos el axioma del diálogo que ofrece el autor “la confianza es directamente proporcional a la

capacidad de las empresas para hacer públicas y justificar discursivamente sus acciones estratégicas

y políticas”xxxix

que expresa el carácter público de la apuesta por el diálogo y el acuerdo por parte de

la empresa.

11 La responsabilidad ecológica de la empresa

Tanto el ámbito económico en términos de mayor beneficio, como el jurídico en sus sistemas

estatales y supraestatales, se quedan escasos a la propuesta ética, a la realidad global presente y a su

paulatina conciencia, que va acompañada de justa alarma. Domingo García Marzá nos recuerda

regularmente en la obra estas indigencias, como una de las razones para avanzar en el camino

escasamente transitado todavía para el tráfico que le cabe acoger, es el caso de la responsabilidad

ecológica de la empresa, que da claridad y medida para la determinación de las bases éticas de la

confianza. Nuevamente se evidencia aquí el mito de que la responsabilidad, ecológica ahora, es

pasivo y no activo de la empresa, de que genera gastos y no ganancias. Nuevamente obedece a una

falsa perspectiva, precipitada y mantenida en un tiempo obcecadamente presente, lo que limita la

visión, plasticidad y creatividad connaturales a la ética empresarial; que se mueve en el tiempo

largo y consecuente de la confianza.

El contrato moral da cuenta de las bases éticas de la confianza. Si a éste se suma el principio de

justicia intergeneracional, que propone el autor, y el de justicia interregional, en el que venimos

insistiendo nosotros -pues justicia intergeneracional habla de tiempo y justicia interregional habla

de espacio, ambas visibles desde la perspectiva del largo plazo, de la confianza- creemos que cabe

optimizar la asunción de la propuesta desarrollada en el Libro Verde Fomentar un marco europeo

para la responsabilidad social de la empresa, presentado por la Comisión Europea en 1993, que

destaca el papel promisorio o activo de la empresa al respecto. Incluso el compromiso ecológico es

susceptible de ser concretado y medido, lo que facilita asumir su responsabilidad.

Bien sabemos, sin embargo, que numerosas empresas optan por la sanción, incluso por evitarla pues

la legalidad se muestra laxa al respecto. Por eso la ética aporta una función facultativa y la

propuesta de la responsabilidad como un recurso o activo de la empresa. Habermas ha ofrecido un

imperativo ecológico, que vamos a utilizar para hacer una llamada aquí de atención sobre la

relación entre intereses ecológicos e intereses de las regiones de los llamados países en vías de

desarrollo, que se concretan en los tratados de libre comercio, y que expresan una desequilibrada

balanza entre Estados y corporaciones, con el consiguiente daño y desajuste social y ecológico de

repercusión global. Esta realidad, que podemos tomar como ejemplo, nos da cuenta de que estamos

ante un activo de la empresa y de las amplia repercusión que el uso de su poder tiene.

IV. LA GESTIÓN DE LA CONFIANZA

12. La ética como instrumento de gestión

Estamos en el capítulo de las palabras clave por vía de la síntesis. Esto nos servirá para procurar un

breve recuento que nos procure un mapa de la propuesta y su metodología, pues de sobras sabemos

que nos hallamos ante un propósito complejo, por su amplitud, viejos mitos que revisa y

trascendencia. Al que se quiere ahora dotar de unos instrumentos de gestión.

Corresponsabilidad es el primer término del que nos vamos a servir. Lo público, más amplio que lo

estatal, y en consecuencia que lo legal, deriva su razón de ser de la corresponsabilidad, donde el

individuo, reconocido como igual, libre y fraterno por la modernidad, aborda sus derechos y

responsabilidades en un entorno global. El concepto de corresponsabilidad servirá para que ese

abordaje no se realice en indigencia y de él nazca no solo el derecho a influir sino también a

contribuir, derechos y responsabilidades asumidos en el reconocimiento de un espacio de

construcción de intereses generalizables.

Dicho esto, que trata de equivaler al gesto de abrir el plano. Situemos en él sus vías, su armazón

urbanística que nos oriente las decisiones de movimiento. Vamos a servirnos del tercer párrafo de la

Page 11: Ética empresarial. Del diálogo a la confianza

11

página 232, donde aprovechamos el recuento que hace el autor para extraer las que hemos llamado

palabras clave. Preferimos usar la expresión palabras clave y no conceptos clave, pues si bien lo

son, nosotros nos acercamos con la espontaneidad del primer encuentro con esa dimensión del tema

y tratamos de hacer de ella una fortaleza inicial:

Ética empresarial: Es el tema del texto. La responsabilidad que deriva de las empresa, por ser parte

de la Sociedad Civil y comprender que su campo de acción no se limita a intereses económicos sino

que llega a los sociales y ecológicos, pues su actividad afecta a todo ese amplio entorno; en

consecuencia, estamos ante un engranaje ético, con toda la complejidad que implica. Para el que se

pueden identificar unas bases racionales, justamente las que dota la ética dialógica, gracias a la que

se crean las condiciones para el reconocimiento de todos los grupos de interés como válidos y

responsables, en consecuencia en capacidad de contribuir. Esto supera algunos mitos, quizá

fuertemente enraizados, pero al mismo tiempo abre el panorama que ya se estaba estrechando,

donde la misma empresa ha buscado fundamentos éticos. Si con fines estratégicos o dialógicos es el

riesgo mayor.

Ámbito de estudio: El ámbito de estudio lo despliega la ética empresarial. De carácter, decimos

nosotros, básicamente creativo, pues con un soporte racional derivado de la razón dialógica de los

grupos de interés se llega a la acción. Y en la acción concreta identificamos el fundamento ético

Legitimidad social: el cumplimiento de las expectativas y los intereses generalizables en la

sociedad, legitiman la empresa, le dan, por decirlo así, carta de ciudadanía empresarial. Con este

fin, la publicidad en nuestro entorno global es la principal herramienta de gestión, útil incluso para

combatir la elemental tendencia estratégica.

Recursos morales: la ética, o la moral, no es un abstracto sino una fuente de acción, lo que nos da

cuenta de su concreción, desde la que puede actuar. Por esto la ética es un recurso, el único además,

que crece en la medida en que se usa. Recurso creativo lo hemos denominado para resumir.

Dimensión económica: la dimensión tradicional de la empresa, desde la que se ha tratado de

justificar la posturas de que la empresa es amoral, se trata de una falacia, algo así como que

viviendo en un medio aéreo algunos no necesitan del aire. Ha desarrollado numerosos mitos todavía

vigentes, por ejemplo que el sector social lo integra el obrero y el económico el empresario, que

quedan revisados y criticados en la propuesta que estamos resumiendo.

Dimensión jurídica: soporte legal que protege a la empresa y al entorno de la misma. Insuficiente

una vez comprendido que lo público es más amplio que lo estatal.

Confianza: es el objetivo al que quiere llegar el trabajo, para el que desgrana una propuesta

ambiciosa. La confianza es el terreno cultivado por la Sociedad Civil, en la que habita la empresa.

Es el terreno cultivado por la sociedad en un nivel ético postconvencional, donde se asume la

corresponsabilidad.

Contrato: esta figura jurídica se despliega en un vasto panorama, desde el contrato laboral que da

cuenta de las condiciones de desigualdad del empleado, que en la sociedad democrática obra con

derechos y deberes más no al interior de la empresa; el contrato social, creado para hacer público el

balance social de la empresa; hasta el contrato moral, propuesta del autor que engranaría las

múltiples dimensiones de la vida en sociedad, donde lo económico, lo político, lo jurídico y lo

moral no son espacios ajenos entre sí, sino resultado de un todo donde quizá valga la pena volver a

recordar con Hobbes que el hombre es un ser vulnerable. El contrato lo cobija. El contrato moral da

cuenta de la realidad social, vigorosa y amplia no solo ante dimensiones de morales

postconvencionales sino ante la realidad global que revela en otra magnitud la misma condición

vulnerable del hombre. El mundo global enfrenta a la responsabilidad empresarial a realidades

sociales y ecológicas, la enfrenta también al futuro, a las generaciones que han de venir.

El recuento, insuficiente, ayuda a enrutar el resumen del texto, de amplia y versátil propuesta, que

en muy buena medida se fundamenta en una nueva terminología. Valga recordar aquí que es la

propuesta compartida con la Fundación ETNOR (Ética de los Negocios y de las Organizaciones) y

el equipo de investigación del Máster interuniversitario en Ética y Democracia de las universidades

Page 12: Ética empresarial. Del diálogo a la confianza

12

de Valencia y Jaume I de Castellón.

El ámbito de actuación de las éticas aplicadas: la Sociedad Civil, las coloca en una situación difícil,

pero al mismo tiempo en el terreno de su oportunidad, derivada también de la presión de los

problemas sociales. En este sentido Domingo García Marzá analiza los instrumentos de gestión:

1- Asesoría ética: desarrollada por un experto en ética empresarial que articula tres niveles de

reflexión: estudio del ámbito moral, su soporte teórico y principios de actuación y realización

práctica en cada caso. Niveles implementados sobre el conocimiento del trasfondo hermenéutico

donde se imbrican acción y compresión de la realidad social.

La asesoría ética se surte de unas características que dan lugar a un sistema integrado para la gestión

ética.

1.2- Las características despliegan la idea de que la ética es un activo del que se nutre la empresa,

que para su ejecución se articula en un sistema integrado de gestión.

1.2.1- Objetivo: dotar de recursos morales a la empresa.

1.2.2- Ámbito: valores y normas sociales y éticos

1.2.3- Metodología: diálogo

1.2.4- Intrumentos: códigos, comités, informes/auditoriasxl

1.2.4.1- Códigos éticos como compromiso público

A la propuesta desarrollada en el texto le interesan los códigos éticos empresariales. El propósito de

los mismos lo aclara el Libro Verde “señalar los objetivos y valores fundamentales de la empresa,

así como sus responsabilidades hacia sus interlocutores”xli

. Se nutre de unos estándares éticos, que

el mismo Libro Verde recomienda en las normas mínimas internacionales, esto es:

La Declaración de Derechos Humanos y la Convención Europea de Derechos Humanos.

La Declaración de Principios Tripartita de la OIT sobre las empresas multinacionales y la

política social.

Las Directrices de la OCDE para empresas multinacionales.

El Pacto Mundial de las Naciones Unidasxlii

En el orden de la propuesta desarrollada por el autor será necesario establecer unos mecanismos de

información, seguimiento y control, que deben ser de carácter externo y deben integrar en su

proceso de elaboración a todos los grupos de interés, como codialogantes, lo que da cuenta de su

compromiso público.

1.2.4.2- Comités de ética: Un espacio para el diálogo

El contrato moral es la instancia que da cuenta de la exigencia del diálogo, que es, recordamos, “un

espacio para la búsqueda de intereses comunes y para la explicitación e interpretación de intereses

generalizables”xliii

. El diálogo es ámbito fundamental, por eso no cabe su instrumentalización, no

cabe un monólogo disfrazado de diálogo que tiene como fin informar. El diálogo implica

participación pues en él se asume “la responsabilidad por las decisiones en que se juegan los

intereses de todos”xliv

El diálogo es un derecho básico, por lo tanto de obligatoriedad moral, se fundamenta en la dignidad

de las personas, en su autonomía y libertad. No contemplarlo abre espacios de indigencia y cinismo;

indigencia por la carencia de lo básico, que como moral crecería en la medida de su uso. Cinismo

porque es la consecuencia de su instrumentalización.

Ahora bien, la cuestión del diálogo y la participación en la empresa lleva a terrenos macro de la

ética económica, que aquí solo nos cabe mencionar; esto es, los temas de democracia económica,

democracia empresarial, democracia industrial, imbricadas en un entorno global donde no son

suficientes las leyes estatales, que dan pie, por su parte, a hablar de democracias participativas o

deliberativas: “el futuro de la democracia política está vinculado a las posibilidades de participación

en los ámbitos económicos y empresariales. Así como en general a todos los ámbitos de la Sociedad

Civil”xlv

. En consecuencia los comités de ética han de ser un grupo interdisciplinar que ejerce su

Page 13: Ética empresarial. Del diálogo a la confianza

13

labor en el diálogo, en palabras de Kant un foro para la razón pública.

1.2.4.3- La auditoría ética. Del balance social a la auditoría ética

La auditoría ética tiene su origen en el concepto de balance social, cuyo objetivo es la presentación

de resultados sociales, este propósito, sin embargo, tuvo corta duración; desplazado por las

expectativas que se desprendieron del llamado Estado de bienestar, sobre el que no es necesario ya

dar cuenta de lo inapropiado de su nombre.

Cabe también señalar que, el que nuestro autor llama protagonismo estelar del Estado es origen y

asiento del modelo de empresa que acompaña al balance social. En el balance social la empresa se

concibe como una relación binaria, lo que además de irreal ha originado una serie de iniquidades

que la propuesta de García Marzá procura corregir, no sin dificultad, pues se han asumido con el

lastre de los mitos amparados en la estrategia que se surte de la vulnerabilidad humana. Esta

empresa es entendida en una relación binaria de trabajadores y propietarios-directivos. Se ha dado

un paso, ya no es relación de uno sino de dos. Un paso al que siguen otros.

El horizonte actual obliga, la globalización ha roto la división Estado y Sociedad Civil, se abre el

escenario para una concepción pluralista de la empresa y la opción de la auditoria ética emerge

sobre un suelo que no solo parece capaz de sostenerla, sino que empieza a demandarla. La auditoría

ética comparte con el balance social “el objetivo de una presentación, un registro metódico y

sistemático del grado de consideración y cumplimiento de los intereses en juego”xlvi

y trabaja desde

unas nuevas coordenadas: consideración de todas las expectativas en juego, y no solo uno o dos

grupos; consideración de los tres niveles en que se divide la responsabilidad de la empresa:

económico, legal y ético.

La ética empresarial dialógica sustenta una empresa como institución social, donde el acuerdo de

los diferentes grupos afectados da razón de la legitimidad de la empresa. La publicidad abre el

horizonte de la auditoría ética y da cuenta del “carácter público tanto de los informes como de todo

el proceso de su elaboración. De ahí que en esta propuesta de ética empresarial la realización de la

auditoría quede bajo la vigilancia y el control del comité de ética, como espacio donde todos “tienen

voz”xlvii

Diez valores sustentan la legitimidad o credibilidad de la empresa, sobre los cuales construir los

indicadores concretos de la auditoría ética, recordando que dibujan un horizonte normativo. Los

reproducimos:

1. Integridad: Coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.

2. Credibilidad: Fiabilidad de las expectativas depositadas en la empresa.

3. Justicia: Distribución equitativa de cargas y beneficios.

4. Diálogo: Posibilidad de participación y mecanismos de consenso entre los diferentes grupos

implicados y/o afectados.

5. Transparencia: Veracidad, inteligibilidad y accesibilidad en las estructuras comunicativas

internas y externas.

6. Dignidad: Respeto y fomento de los derechos humanos y de los valores implicados en el

reconocimiento recíproco de las personas.

7. Legalidad: Cumplimiento de las leyes y disposiciones legales.

8. Compromiso cívico: Contribución al desarrollo local y regional, corresponsabilidad por el

orden social.

9. Ecología: Posición ante el mantenimiento y mejora del medio ambiente.

10. Responsabilidad: Capacidad de respuesta ante las expectativas y demandas sociales.

El decálogo cumple la labor de brújula que orienta a los stakeholders. Éstos se integran gracias a los

valores y la confianza derivada de ellos. El autor lo expone de forma gráfica al final del texto, a la

que creemos cabe añadir los valores que se crean para la sociedad, que de manera tentativa

proponemos en estos cinco: trabajo, construcción, aprendizaje, creación, todos ellos de cuño ético;

Page 14: Ética empresarial. Del diálogo a la confianza

14

con lo que hallaríamos a la ética dialógica como el quinto.

El amplio horizonte ético sobre el que se despliega el trabajo de García Marzá, cumple su doble

función: guiar y desplegarse en la medida que va siendo asumido, por eso cabe volver a recordar

que la ética es el único recurso que crece en la medida que se usa. No en vano empezaba el autor

esta parte cuarta de su texto recordando que las éticas aplicadas se encuentran en una situación de

dificultad en la Sociedad Civil, pero que en esta situación, la empresa, como integrante de la

sociedad civil, acude a la orientación y ayuda de la ética.

i GARCÍA MARZA, Domingo; Ética empresarial. Del diálogo a la confianza, Madrid, Trotta- 2004, p 14

ii Ibíd p 13

iii p 14

iv P 44

v P 48

vi P 49

vii Citado en ibíd p 50

viii Ibíd p 52

ix P 66

x P 72

xi P 77

xii P 91

xiii P 103

xiv P 107

xv P 110-111

xvi P 116

xvii Ibíd

xviii Parafraseado en p 125

xix P 133

xx P 134

xxi P 141

xxii P 145

xxiii P 147

xxiv Ibíd

xxv P 154

xxvi Ibíd

xxvii Cabe aquí una anécdota producto de la realización a distancia del Máster en Ética y Democracia: en respuesta

a una pregunta realizada a la profesora Elsa González, del equipo de trabajo del autor de la obra que nos ocupa, Elsa

usó la imagen del paraguas, que ahora toma relevancia, el paraguas se puede abrir y cerrar, y tanto de manera

potencial como en acto debe cubrir a todos los afectados. La imagen, que hemos adaptado nosotros al descubrir la

riqueza que de entrada nos permaneció oculta, creemos que revela la versatilidad plástica de la ética bien acuñada, y

se ofrece con transparencia al lenguaje moral intuitivo de donde toma su sustancia la metodología reconstructiva que

desarrolla el autor.

xxviii El texto de Alfred Crosby, La medida de la realidad. La cuantificación y la sociedad occidental, 1250-1600,

Barcelona, Crítica-1998, revela la relación entre cuantificación y sociedad occidental.

xxix Ibíd P 157

xxx P 160

xxxi Ibíd

xxxii Ibíd

xxxiii P 161

xxxiv El desarrollo de la economía capitalista se sustenta en buena medida del proyecto burgués de familia, que

después acaba atomizando.

xxxv Ibíd p 184

xxxvi P 186

xxxvii P 187

xxxviii P 196

xxxix P 208

xl P 236

xli Citado en p 249

xlii Citado en 255

xliii P 262

xliv A. Cortina, Ética aplicada y democracia radical, Tecnos, Madrid, 1993. Citado en p 164

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15

xlv P 269

xlvi P 283

xlvii P 284