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Augusto Hortal Alonso Ética Sal Terrae, Santander, Madrid, UPCO, 1994 1. ¿Qué es la Ética? 2. Moral y Sociedad 3. Desarrollo moral 4. La conciencia moral 5. La libertad 6. Fenomenología de la decisión 1. ¿Qué es la Ética? 1 La Ética es un tipo de saber. Los saberes y las ciencias se definen y caracterizan ante todo por su objeto, por aquello de lo que se ocupan. La Zoología estudia los animales y la Astronomía los astros. ¿De qué trata la Ética? En una primera aproximación diríamos que la Ética o Filosofía Moral se ocupa de reflexionar sobre la moralidad, sobre la dimensión moral de la vida humana. Los hombres vivimos, pero nuestras vidas no consisten únicamente en desplegar un programa de potencialidades previamente fijadas para toda la especie; actuamos de forma diferenciada, individual y grupalmente, y nos planteamos cómo vivir y actual hay formas de vivir y de actuar que son más humanas que otras. Y esto es ya sumamente significativo. El pez no puede dejar de ser pez sin dejar de existir, ni el árbol puede dejar de ser árbol; es un raro privilegio del hombre poder ser inhumano sin dejar de ser miembro de la especie homo sapiens. Dicho positivamente: vivir humanamente no es para nosotros algo automático o puramente espontáneo; es una tarea encomendada en la que podemos tener éxito o fracasar. En la medida en que ese éxito o fracaso humano es responsabilidad de los hombres, la vida de los hombres y sus conductas morales o inmorales. De reflexionar sobre esto se ocupa la Ética. De la vida moral a la Filosofía Moral Hay, pues, formas de vivir y de comportarse que por ser humanas o (inhumanas) y responsables, reciben el calificativo de morales (o inmorales). El hecho moral, el hecho de 1 HORTAL, A. Ed. Sal Terrae, Madrid, UPCO, 1994, 1-25.

Ética 1er capítulo - Augusto Hortal

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Page 1: Ética 1er capítulo - Augusto Hortal

Augusto Hortal Alonso

Ética

Sal Terrae, Santander, Madrid, UPCO, 1994

1. ¿Qué es la Ética?2. Moral y Sociedad3. Desarrollo moral4. La conciencia moral5. La libertad6. Fenomenología de la decisión

1. ¿Qué es la Ética? 1

La Ética es un tipo de saber. Los saberes y las ciencias se definen y caracterizan ante todo por su objeto, por aquello de lo que se ocupan. La Zoología estudia los animales y la Astronomía los astros. ¿De qué trata la Ética? En una primera aproximación diríamos que la Ética o Filosofía Moral se ocupa de reflexionar sobre la moralidad, sobre la dimensión moral de la vida humana.

Los hombres vivimos, pero nuestras vidas no consisten únicamente en desplegar un programa de potencialidades previamente fijadas para toda la especie; actuamos de forma diferenciada, individual y grupalmente, y nos planteamos cómo vivir y actual hay formas de vivir y de actuar que son más humanas que otras. Y esto es ya sumamente significativo. El pez no puede dejar de ser pez sin dejar de existir, ni el árbol puede dejar de ser árbol; es un raro privilegio del hombre poder ser inhumano sin dejar de ser miembro de la especie homo sapiens. Dicho positivamente: vivir humanamente no es para nosotros algo automático o puramente espontáneo; es una tarea encomendada en la que podemos tener éxito o fracasar. En la medida en que ese éxito o fracaso humano es responsabilidad de los hombres, la vida de los hombres y sus conductas morales o inmorales. De reflexionar sobre esto se ocupa la Ética.

De la vida moral a la Filosofía Moral

Hay, pues, formas de vivir y de comportarse que por ser humanas o (inhumanas) y responsables, reciben el calificativo de morales (o inmorales). El hecho moral, el hecho de

1 HORTAL, A. Ed. Sal Terrae, Madrid, UPCO, 1994, 1-25.

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que determinadas conductas y formas de vivir sean valoradas positiva o negativamente por la supervivencia, para la convivencia y, en definitiva, para la vida plenamente humana, es un hecho universal e inevitable. Este hecho se da en todas las culturas y en todos los hombres normalmente desarrollados. La moralidad es algo constitutivo del hombre como puede serlo lo social o el lenguaje. La universalidad y necesidad del hecho moral se concreta de mil maneras, a veces discrepantes, en la multiplicidad de situaciones temáticas y culturas en las que se despliega la vida de los hombres: matar o respetar la vida de otros hombres, mentir o decir la verdad, dictadura o democracia, igualdad o discriminación, amor o guerra, etc.

Mientras que el hecho de que haya moral lo consideramos como algo incontrovertible (“moral como estructura” lo llama Aranguren siguiendo a Zubiri) 2, las concreciones normativas de este hecho (“moral como contenido”) se nos presentan hoy como variables y problemáticas. La vida moral que tomamos como punto de partida y como objeto de la Ética abarca inseparablemente ambos aspectos. La distinción entre moral como estructura y moral como contenido no es sólo conceptual, tiene –como subraya Aranguren – una dimensión antropológica. Pertenece al ser del hombre que sus estructuras puedan presentarse bajo configuraciones culturales diferentes. Pero la distinción entre estructura y contenido moral no es sólo un rasgo intemporal del hombre; responde también al momento social y cultural en que vivimos. La moral como estructura es lo que queda de la moral humana cuando se hacen problemáticos no tales o cuales contenidos de la moral, sino cualquier contenido moral, la misma moral como contenido. Esto ocurre como resultado de un proceso social y cultural en una determinada época histórica. La distinción entre moral como estructura moral y como contenido da testimonio de un entorno social y cultural que la hace posible y necesaria. Cuando además de pensada es vivida, esta distinción se traduce inevitablemente en una forma de dar contenido a la moral, eso sí, se trata de un contenido vacío, llenable con cualquier cosa.

Mientras dura la actual situación sociocultural, la Ética no puede menos de tomar en consideración esta distinción y tratar de plantearse los contenidos desde la estructura. Eso intentamos hacer en el planteamiento que ofrecemos de la Ética: tras este primer tema introductorio, preguntamos por las características que hacen de los seres humanos autores responsables de sus propias vidas, y las vicisitudes que hacen a la vez posible, problemática y limitada esta autoría y responsabilidad. En esta parte tratamos de la moral como estructura antropológica, prescindiendo sistemáticamente de cualquier contenido, criterio o norma en que vaya a concretarse esa capacidad para actuar moralmente. Dejamos para otro volumen la cuestión de lo que tendría que hacer una persona para vivir moralmente (moral como contenido), de los criterios para juzgar las distintas formas de actuar y de la justificación racional de esos criterios.

El enfoque de la Ética que proponemos es decididamente realista 3: supone una prioridad del ser sobre el conocer. La realidad, en este caso la vida moral, no empieza a existir cuando nosotros la pensamos, ni se atiene necesariamente a nuestros intentos de esclarecerla. La vida nos precede, nos alimenta, nos acompaña en todos nuestros empeños,

2 ARANGUREN, J.L.: ÉTICA, Revista de Occidente, Madrid, 1958, 63-237.3 Cf. HORTAL, A.: El realismo moral, comunicación tenida en las Jornadas dedicadas al pensamiento de Xavier Zubiri (Madrid, diciembre 1991) (en prensa).

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sirve de horizonte de referencia a todo cuanto hacemos. Todo filósofo que se plantea el tema de la Ética cuenta ya, desde el comienzo, con un bagaje de experiencias morales, las ha inserto en una cultura moral. Cuando empezamos a estudiar Ética vivimos ya en un contexto cultural, social, político, académico, familiar, religioso, ideológico, etc. Ese contexto no es hoy homogéneo (si es que lo fue del todo alguna vez); dentro de él pertenecemos a una clase social o a otra, a una generación o a otra, a los rebeldes, a los conformistas o a los marginales… o, tal vez, tenemos un poco de todo en proporciones diversas y cambiantes. Según todo esto y según la clase de personas que vengamos siendo tendremos una forma de comportarnos, unas determinadas convicciones, dudas, oscuridades, etc.

No es realista hacer filosofía ignorando todo esto, haciendo tabla rasa, intentando empezar sin presupuestos. La Ética no crea la vida moral, se la encuentra y reflexiona sobre ella. Cuando empezamos a filosofar sobre la moral, somos ya, con las deficiencias y limitaciones que haya en cada caso, personas capaces de actuar en conciencia, libre y responsablemente; llevamos una vida moral que seguirá más o menos su curso cotidiano, en el que nos iremos haciendo personas honradas, sinvergüenzas o mediocres con relativa independencia de que avancemos mucho o poco en el esclarecimiento filosófico de los problemas morales. La Ética no es ni una fábrica de personas morales, ni una creación del mundo moral. Dice Nietzsche:

“Lo que ocurrió con los estoicos sigue ocurriendo hoy tan pronto como una filosofía empieza a creer en sí misma. Ella crea siempre el mundo a su imagen y semejanza; la filosofía es este mismo instinto tiránico, la más espiritual voluntad de poder, de “crear el mundo”, de ser causa prima” 4.

Decantarse por el realismo moral no significa ignorar que el conocimiento ético radica en la misma entraña del ser ético. Vivir humanamente es tarea para los hombres y eso mismo da que pensar: hay que plantearse reflexivamente la vida. Y pensar, al menos en Filosofía, no consiste en glorificar lo existente ni en dejar las cosas como están. La filosofía cultiva legítimamente una cierta falta de respeto a los presupuestos, y anda a la búsqueda de principios 5. A pesar de lo cual ella siempre llega tarde al nacimiento de la realidad; cuando emprende su vuelo está ya anocheciendo (Hégel). Es algo que con frecuencia olvidamos los filósofos. Caemos entonces en el pecado prometeico del filosofar y pretendemos crear la realidad ex nihilo, como última conclusión de nuestros silogismos.

Reconocer que la realidad que estudiamos está ya constituida cuando empezamos a reflexionar sobre ella, no significa que la estudiamos para dejarla como está. Partimos del hecho, pero no damos por supuesta su legitimación. Realismo moral no quiere decir que la vida moral sea necesariamente como es, o que esté exenta de interpretaciones y sea inmune a toda desfiguración. La vida moral, tal y como la vivimos cada cual, es el punto de partida y el marco de referencia de la reflexión ética. Pero cada una de sus concreciones puede y debe ser cuestionada punto por punto. Eso sí, sabiendo que nunca acabaremos de cuestionarla exhaustivamente, nunca la habremos recuperado en plena transparencia

4 NITZSCHE, F. Más allá del bien y del mal, I, 9.5 ARANGUEREN, J.L. Ética, p.22.

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intelectual. Y nunca podremos partir del cero absoluto de presupuestos, mientras permanezcamos inmersos en el flujo de la vida y de la historia.

Lejos de cualquier realismo ingenuo y objetivista, acrítico, afirmamos a la vez que la realidad no se constituye sin interpretación, al menos la dimensión moral de la vida humana. Ser hombre no es nunca pura facticidad mostrenca como la piedra, incluye siempre la visión que el hombre tiene de sí mismo y de su que hacer fundamental: vivir humanamente. El ser incluye, pues, el conocer. No se es responsable, honrado o sinvergüenza como se es bípedo, alto o moreno. Uno puede tener un grupo sanguíneo que desconoce; puede hablar en prosa sin saber que eso que hace se llama precisamente así; puede vivir una vida moral ignorando la terminología precisa con la que la filosofía designa algunos aspectos de la misma; pero uno no puede ser moral, sin de alguna manera saber lo que es.

No es posible la tarea de vivir humanamente sin una cierta manera de entender al hombre como tarea (“moral como estructura”) y una cierta manera de concebir en qué pueda concretarse eso de vivir humanamente (“moral como contenido”). Pertenece constitutivamente al ser ético saber que se es ético y saber de algún modo en qué consiste ser ético. La Ética o Filosofía Moral no viene de fuera, tiene su raíz en la vida moral que quiere y necesita dar razón de sí misma. Nunca es mera advenediza entrometida, añadido superfluo a una realidad plenamente constituida sin ella. Cuando esa manera de entender y de concebir no es pura convicción incuestionable, cuando se hace problemática e indaga reflexivamente en busca de respuesta, ha nacido la Filosofía Moral o Ética. Por eso cuando hacemos Ética no estamos haciendo algo del todo extraño a nuestra vida moral. Fichte dijo que la Filosofía que se hacía dependía de la clase de hombre que se era. Eso es tan verdad como esta otra afirmación complementaria: la clase de filosofía que se hace puede configurar también la clase de persona que se va siendo.

Dilthey 6 ofrece una tipología de los planteamientos posibles de la Ética, diferentes en sus puntos de partida, en sus métodos, en sus formas de argumentar y aún en las preferencias que otorga a determinadas formas de vivir frente a otras: a) una ética de ordenación metafísica que trata de leer en realidad las orientaciones acerca de cómo hay que vivir; b) una ética que encuentra en la conciencia de cada cual el último e insustituible lugar de apelación moral; y c) una ética que enfoca la vida moral desde lo que ésta tiene de cultura compartida por una colectividad. Aquí nos decantamos por tomar como punto de partida este tercer enfoque, desde él podemos también preguntarnos por los otros dos. La vida moral de la que partimos sobre la que pretendemos filosofar se nos presenta siempre inmersa en una cultura. Forma parte de nuestro enfoque realista. Tener esto en cuenta.

La moral forma parte de la cultura, del modo de vivir y de entender la vida que tiene una sociedad. Los modos de vida tienen una dimensión moral que se refleja en las costumbre, instituciones, en los modos de hablar y de pensar, etc. Ese es el terreno común que nos sirve de punto de partida. Podemos, y seguramente debemos aspirar a distanciarnos críticamente de la cultura en que vivimos inmersos (y que, por cierto, posibilita y fomenta

6 DILTHEY, W. System der Ethitk, Gesammelte Schriften, Band X.B.G, Teubner, Darmstadt 1966. (Trad. Ed. Nova, Buenos Aires, 1973). No nos atenemos literalmente a la terminología, ni entramos en todas las matizaciones del escrito de Dilthey.

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este distanciamiento). Podemos intentar configurar nuestra moral de un modo más personal. Pero aun entonces será difícil que no se trasluzca la impronta cultural desde la que lo intentamos. Y si aquello que innovamos o modificamos tiene éxito social pronto pasará a formar parte del modo de vivir y de entender la vida de un grupo y tal vez del conjunto de la sociedad.

En entorno cultural marca nuestro modo de hacer filosofía y muy especialmente Filosofía Moral: el punto de partida y el marco de incidencia de la filosofía que hacemos está configurado por la cultura a la que pertenecemos. Eso sí, una cultura nunca es un conjunto finito cerrado e inmóvil de objetivaciones culturales; sino algo siempre abierto y dinámico.Hégel llamó eticidad (Sitlichkeit) a la moral objetivada en las constumbres e insituciones y sobre todo en el Estado. Pretendía con ello ver la moralidad (Moralität) de la conciencia autónoma (Kant) como una figura previa del espíritu que queda suprimida y recogida en la eticidad. No hay por qué suscribir la concepción hegeliana en todos sus puntos.

Antes de Hégel, Montesquieu había lanzado el concepto “espíritu de las leyes” para subrayar que lo jurídico, lo político, lo moral y aún la misma religión tal como se viven en concreto forman un todo estructural del que no es posible aislarlo sin tergiversarlo. Por eso es uno de los pioneros en promover un enfoque histórico y social y cultural de los temas jurídico políticos, morales y religiosos. El espíritu de las leyes es diferente en cada pueblo; es una norma básica de prudencia política y legislativa tenerlo en cuenta. Montesquieu anda muy lejos de la Filosofía de la Historia de Hégel y también de la exaltación esencialista que los románticos hicieron del “espíritu del pueblo” (Volksgeist).

También Alexis de Tocqueville prestaba especial atención a las costumbres, mores y “hábitos del corazón”, cuando se ocupaba de estudiar tan detalladamente la democracia en América 7. Designaba con ello el estado moral y espiritual de un pueblo tal como se pone de manifiesto en sus costumbres y creencias. Un reciente estudio sociológico sobre la cultura de la clase media norteamericana ha vuelto a poner en circulación este término. Hábitos del corazón tienen los pueblos, y se encarnan en sus costumbres y creencias; incluyen las formas de conciencia, la cultura y las prácticas de la vida cotidiana 8.Con todo esto no pretendemos reducir la Ética a Sociología de la moral. Tan sólo queremos insistir en que la moral vivida además de ser el objeto sobre el que reflexionamos, forma parte de la cultura en la que estamos inmersos. Por eso es punto de partida y acompañante inevitable además de destinatario posible de nuestras reflexiones éticas.

Intermedio terminológico: ¿Ética o moral?

La palabra “ética” procede del griego. Es el nominativo plural neutro sustantivado del adjetivo ethikos. Este adjetivo proviene del sustantivo ethos, que significa carácter, forma de ser (originariamente: morada, lugar donde habitan los hombres o pacen los animales). Etimológicamente ta ethica significaría, pues: las cosas referentes al carácter. El ethos puede ser tanto individual como social y se pone de manifiesto en la manea habitual de

7 Cf. TOQUEVILLE, A. La democracia en América, Alianza Editorial, Madrid, 1985, t.1, p.271.8 BELLAH, N. MADSEN, R.; SULLIVAN, W.M.; SUDLER, AL; TIPTON, ST. Hábitos del corazón, Alianza Editorial, Madrid, 1989. Me he hecho eco de este enfoque tan sugerente en mi artículo: “Moral privada y moral pública”, Razón y Fe 1118 (1991) 433-447. Dic.

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actuar de un individuo o de un grupo.

Aristóteles distingue entre virtudes dianoéticas o de la inteligencia, y virtudes éticas o del carácter. Las primeras se originan y crecen mediante la enseñanza. Las últimas son el resultado del acostumbrarse. Costumbre en griego se dice éthos (con épsilon o é breve), Aristóteles afirma que el carácter (ethos) procede de la costumbre (éthos) de la misma manera que la palabra éthos (carácter) procede de la palabra éthos por una pequeña modificación 9.

La palabra “moral” se usa hoy indistintamente como adjetivo y como sustantivo; originariamente era el adjetivo (moralis) del sustantivo latino “mos, moris”, ethos significa ante todo el modo de ser de un individuo o grupo, y está estrechamente relacionado con la costumbre, con el modo habitual de comportarse. Con “mos” ocurre al revés, primariamente significa costumbre, y llega a significar carácter o modo de ser a partir de la necesidad de traducir al latín el vocablo griego “ethos”.

En el mundo clásico, griego y latino, la norma por la que se juzgan las acciones, o el objeto que estudia la Filosofía Moral no es una manera de pensar o de juzgar, de prescribir o de prohibir. Las valoraciones están encarnadas, materializadas en una forma habitual de ser y de actuar. Para recuperar este matiz realista de la moral vivida en una sociedad la Sociología y la Antropología Cultural han introducido el neologismo “mores”. El alemán tiene una palabra que corresponde con exactitud al significado original de “ethos” y “mos”. Sitte. El francés ha perdido este sentido en “morale” y en éthique, pero lo conserva en la palabra “moeurs”. La palabra inglesa “morals” conserva también un cierto realismo sociológico, pero quizás la descalificación de algo como “no usual” (hecha por un inglés es la mejor confirmación de este parentesco estrecho entre la valoración moral y los usos sociales. El castellano conserva este sentido a la vez sociológico y normativo sólo en determinadas expresiones: “la moral de los funcionarios públicos”, por ejemplo, se refiere no sólo a las convicciones que éstos señores debieran tener en materia moral, sino también a los principios morales encarnados en su forma de actuar.

En nuestro lenguaje originario “ética” y “moral” se usan con frecuencia como sinónimos intercambiables, tanto para designar la moral vivida o la vida moral, como para designar la moral pensada o Filosofía Moral. Sin embargo, a veces se usan como contrapuestos, y entonces “ética” tiene un carácter más individual, reflexivo, filosófico, mientras que “moral” tiende a ser más social, espontánea, religiosa o teológica.

Aún a sabiendas de que la inercia de los usos del lenguaje ordinario se resiste a un uso excesivamente rígido de los términos, nosotros en adelante tenderemos a usar “moral” para hablar del conjunto de normas y criterios por los que de hecho se rige o pretende regir una persona o grupo en sus actuaciones, y que también emplea para valorar, aprobar o desaprobar las actuaciones propias o ajenas. Ética (o Filosofía Moral), en cambio, sería la parte de la Filosofía que trata de decir cómo debemos actuar las personas y los grupos, buscando fundamentar racionalmente las normas y criterios por los que se deben regir las personas y los grupos en sus actuaciones.

9 ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco (en adelante EN), 1003a.

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Para mayor claridad, trataremos de escribir “moral” con minúscula, designando la moral vivida; y cuando nos refiramos a la asignatura, a la moral pensada, escribiremos “Ética”, con mayúscula. Si ocasionalmente utilizamos “ética” y “moral” (“Ética” y “Moral”) como sinónimos, nos referiremos con los sustantivos escritos con minúscula a la moral vivida, y escritos con mayúscula designarán la moral pensada. Los adjetivos habrá que interpretarlos por el contexto; en ocasiones el significado abarcará las dos acepciones.

Vida: moral ó ética, éticoPensamiento: Ética ó (Filosofía) Moral

(Subrayado el uso preferente).

No tiene especial problema, pero puede ser fuente de dificultades en la expresión y de enredos verbales y mentales, el hecho de que “moral” tiene un sentido genérico y otro específico en sentido genérico moral se contrapone a amoral; hace referencia a la dimensión de la vida humana que es susceptible de valoraciones morales tanto positivas como negativas. Un hombre es un ser moral, mientras que un animal o una piedra, sencillamente no lo son: son amorales. En cambio en su sentido específico moral se contrapone a inmoral. Así decimos que la tortura es inmoral y que lo moral es denunciarla. Sólo pueden ser morales o inmorales en el sentido específico, los seres que son morales en el sentido genérico. Ser humanos y ser inhumanos son dos posibilidades de la vida del hombre, pero no son dos posibilidades frente a las cuales el hombre se encuentre equidistante, pues en una se realiza y en otra se malogra como hombre.

Moralidad genérica: moral => <= amoralMoralidad específica: moral => <= inmoral

La contraposición entre Ética o Moral pensada y moral vivida o vida moral, así como la etimología de las palabras “ética” y “moral” nos vuelven a poner ante los ojos la tensión realismo/idealismo a la que nos hemos referido anteriormente. El realismo moral que sólo conoce las normas morales encarnadas en la conducta habitual de un grupo puede llevar al conformismo con la moral vigente. El idealismo moral, llevado a su extremo, mantiene una fidelidad idealista a unos principios puros, y resulta inoperante a la hora de transforar una realidad que no se ajusta a esos principios. Conviene buscar salida y mediación a este dilema que tiene por resolver tanto la reflexión ética como la vida moral.

Accesos al conocimiento de la vida moral

De la vida moral sabemos muchas maneras y por muchos canales. Ante todo sabemos de ella porque la vivimos como personas en un entorno social compartido. Hay, pues, un acceso individual de cada persona a su biografía moral: llevamos a cabo tareas, tenemos o nos imponen obligaciones, reclamamos derechos, compartimos compromisos, nos sentimos satisfechos o lamentamos actuaciones nuestras o de otros, tenemos dudas sobre lo que debemos hacer ante una situación etc.

Hay también, en íntima unión con lo anterior (aquí no entramos a deslindar qué acceso es

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prioritario), un acceso interpersonal al hecho moral: conviviendo con otros podemos experimentar la injusticia o la honradez de una persona, la vergüenza o el arrepentimiento ante un reproche justificado, la indignación ante una canallada, la alabanza o aprobación que suscita en nosotros la conducta de personas con las que convivimos, o la que suscita nuestra conducta el ellas, etc.

Hay también experiencias morales que no nos enfrentan directamente con nosotros mismos, ni con personas concretas de nuestro entorno social, sino con una situación estructural que en cierto modo se ha hecho independiente de los hombres metidos en ella: hablamos a veces de un sistema de producción injusto, de estado de derecho, de violencia institucional, de vivienda indigna o de corrupción de las costumbre, etc.

Estos serían los capítulos fundamentales de experiencia moral que todos tenemos, los accesos generales al hecho moral. Sería erróneo concebir los distintos accesos como independientes entre sí, sin relación alguna, a los enunciados que son los más universales, hay que añadir las aportaciones de los distintos saberes especializados. Ellos contribuyen también al enriquecimiento y configuración de la experiencia moral. Hablar de complejo de culpa pudo ser un día patrimonio exclusivo del gremio de los psicólogos; hoy es una forma de hablar generalizada, aunque no siempre se empiece con la precisión debida. Toda divulgación de un saber gremial suele perder en precisión lo que gana en extensión. La experiencia moral se ha enriquecido y se está enriqueciendo constantemente con las aportaciones de la Literatura, de la Psicología, de la Sociología, de la Historia, del Derecho, etc. Los Medios de Comunicación Social no deben ser considerados como meros transmisores o amplificadores de experiencias morales, sino también como generadores de una determinada forma de experimentar la vida moral.

Ninguna de las perspectivas que aportan estas actividades del espíritu humano son absolutamente separables de la experiencia moral originaria, y sin embargo, la prolongan y enriquecen. La Literatura o el Cine logran sensibilizarnos para captar matices que en la cotidianidad suelen pasarnos inadvertidos. La Historia, la Sociología, la Antropología Cultural nos abren la perspectiva de una gran variedad de situaciones y mentalidades; contrastan una moral casera confrontándola con contextos más amplios. Los conocimientos históricos y la intensificación de la comunicación entre las diferentes culturas han contribuido, por ejemplo a que se vivencie la moral como algo relativo. Por otros caminos el Derecho nos enfrenta con una objetivación de las normas de convivencia y sus posibles legitimaciones. La Psicología ha enriquecido y sigue enriqueciendo nuestra experiencia del hombre que somos y que son nuestros semejantes; pueden ayudarnos a captar mejor nuestras motivaciones, nuestros mecanismos, la génesis de nuestras actitudes, etc.

Esta enumeración de acceso al hecho moral no pretende ser exhaustiva ni explicativa. Tampoco trata de dar por válido cuanto se da por hecho en la actualidad invocando algunas de estas distintas formas de experiencia moral. De momento se trata tan solo de abrir el abanico de referencias para evitar fijaciones unilaterales a la hora de decir qué es la vida moral, objeto sobre el que reflexiona la Ética. Se trata de evitar que la Ética se nos ponga enferma por someterla a una dieta unilateral, alimentándola con una sola clase de ejemplos

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–que diría Wittgentein 10.

Hubo un tiempo en que la Filosofía tomaba como punto de referencia lo que se llama conocimiento vulgar, la experiencia de la vida cotidiana. Hoy eso sigue siendo necesario, pero no basta. El problema fundamental de la Filosofía en el mundo en que vivimos es encontrar su puesto, su estilo y su método en el marco de una evolución cultural marcada por la progresiva división del trabajo por la consiguiente especialización de los saberes. Esto lleva a una fragmentación de la cultura o una confusión de juegos de lenguaje. La Filosofía, y muy particularmente la Ética está llamada a hacer un papel integrador de los saberes. Pero para que la Ética sea integradora de saberes (Integrationswissenschaft) tiene que entrar en diálogo con las ciencias, especialmente con las que se ocupan de los asuntos humanos. Con ellas hay que establecer un diálogo interdisciplinar que, desde el respeto a las peculiaridades de cada disciplina, promueva un enriquecimiento y cuestionamiento mutuo en los niveles pertinentes.

Para evitar confusiones hay que inventarias y caracterizar pacientemente todos los enfoques, métodos y juegos de lenguaje, y buscar horizontes de integración que vayan más allá de la colonización de unas disciplinas por otros. En la república de las ciencias no debe haber reyes ni reinas. Pero eso no significa que todo lo que digan las diferentes disciplinas sean magnitudes homólogas susceptibles de ese yuxtapuestas para componer algo así como un rompecabezas. Las interpelaciones de unas a otras se mueven en diferentes niveles y harán replantearse los propios supuestos y ”resultados” en aspectos diferentes.

Está tocando a su fin la época del cientismo y del positivismo en la que la Filosofía quedó relegada o atrapada en su admiración por las otras ciencias: la Física, la Sociología, la Psicología… Hoy no se puede hacer Filosofía de la Naturaleza o de la Ciencia sin tomar en consideración los planteamientos de las ciencias. Hay que tratar de destilar la aportación científica de lo que son concepciones y presupuestos filosóficos subyacentes. Tampoco es posible hacer Ética o Antropología Filosófica de espaldas a las aportaciones de la Sociología, la Psicología, la Antropología Social y Cultural, sin ignorar ni silenciar los supuestos filosóficos que subyacen al modo de concebir esas ciencias humanas. La Ética no es nunca una intrusa en ningún ámbito de la actuación humana. Y viceversa, cada saber que aporta algo al esclarecimiento y orientación de alguna faceta del vivir humano, tiene por sí mismo relevancia ética. Por eso la Ética es constitutivamente interdisciplinar.

La experiencia de la vida cotidiana aporta su riqueza y es el marco de referencia para la integración de todos los saberes especializados, y muy en especial aquellos que tratan de iluminar las cuestiones que afectan al actuar para vivir humanamente. Las ciencias aportarán nuevos conocimientos y, sobre todo, diferenciación crítica en muchos aspectos que se viven confusamente. ¿Cuál es entonces la peculiaridad del saber filosófico que llamamos Ética en relación con los otros saberes?

10 WITTGENSTEIN, L. Investigaciones Filosóficas, 593. Si alguien queda insatisfecho con la rápida enumeración acumulativa que hemos hecho, puede consultar la Ética de Aranguren, de Aranguren, cuya primera parte está íntegramente dedicada alo que él llama los “principios de la Ética”. En los dos próximos capítulos entraremos algo más detenidamente a formular cómo entendemos la relación de la ética con la Sociología y con la Psicología respectivamente.

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La Ética, saber sistemático y razonado

La Filosofía comparte con el conocimiento de la vida cotidiana el enfoque globalizador de los problemas y la subordinación de todo enfoque y de todo método al deseo de saber, el amor a la sabiduría en que consiste el filosofar desde Sócrates. Pero la filosofía intenta ser un saber sistemático y razonado. En lugar de la posesión pacífica de unas convicciones o de la instalación de la ignorancia, a la Filosofía le interesa la indagación reflexiva y sistemática y la capacidad de razonar o someter a crítica las convicciones. La Ética, pues, en cuanto parte de la Filosofía, se diferencia del conocimiento moral de la vida cotidiana por intentar ser un saber preciso, sistemático y razonado. Digo “intenta ser” porque no siempre lo logra del todo, y cuando pretende lograrlo más allá de sus posibilidades paga un alto precio en dogmativismo o en esterilidad formalista.

En este sentido, para nosotros, la Ética en cuanto Filosofía trata de ser episteme (ciencia) y no doxa (opinión), usando la terminología de Platón y Aristóteles para decir algo que no es exactamente lo que ellos dicen, sobre todo el último. Dice Aristóteles que el que sabe que (oti) algo es de una determinada manera se mueve en el nivel de la experiencia o de la opinión (doxa), precientífico; el nivel de la ciencia o conocimiento cierto (episteme) sólo se alcanza cuando no sólo se sabe que (oti) algo es de determinada manera, sino por qué (dioti) ese algo es de esa manera. Sabiendo el por qué se habrá llegado, según él, a una explicación del resultado por sus causas y se podrá tener un conocimiento cierto y con capacidad predictiva. Para Aristóteles eso se realiza en el conocimiento plenamente teórico que siempre versa acerca de las cosas inmutables. Ese es para él el terreno de la Ética (EN, 1095n 6-7; 1103b 26ss).

Por eso dice Aristóteles que no se debe pedir al conocimiento práctico mayor precisión (akribeia) de aquella de la que es capaz (EN, 1098 a y b; 1094n 11-27). No se le puede pedir más, pero tampoco hay que contentarse con menos. En nuestro caso consistirá en saber explicar con precisión lo que se afirma y lo que se niega, y dar razones para aceptarlo al menos como plausible.

¿La Ética es ciencia? Se puede discutir si la Ética es ciencia o no es ciencia, pero la discusión degenera pronto en una discusión terminológica sobre la manera de entender qué es ciencia, más acorde con el modo de pensar más generalizado que reservar la palabra “ciencia” para hablar de las ciencias empírico-formales, ya que en la terminología vigente éstas son propiamente las ciencias. También cabría ir contra el uso monopolizado de la palabra ciencia, que la reserva para hablar de unos saberes que, por muy empíricos y comprobables que sean, no acaban de saber qué son y para qué sirven. La polémica verbal manifiesta un problema real y una vigencia social cuestionable. De todos modos aquí preferimos llamar a la Ética disciplina, saber; un saber que, aunque no sea ni pueda ser empírico, sí pretende ser sistemático y metodológicamente comprobable.

Ética y ciencias humanas

Decíamos al principio del capítulo que una forma de caracterizar los saberes y las ciencias era definirlos por su objeto. El objeto que estudia la Ética es la vida moral: lo que los hombres hacen o dejan de hacer para vivir humanamente. Hay también otros saberes que

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Augusto Hortal. Ética

estudian la conducta humana: la Etología o ciencia del comportamiento, la Psicología, la Sociología, la Antropología, etc. ¿Cuál es la diferencia?Dos ciencias o saberes pueden tener muy bien un mismo objeto (objeto material) y ser, sin embargo, distintos, si cada uno enfoca su objeto bajo un determinado aspecto (objeto formal). El objeto formal de la Ética, la perspectiva desde la que enfoca el estudio de la conducta humana es, precisamente, no tanto decir cómo son de hecho esas conductas, sino cómo deben ser, cómo es bueno que sean en orden a vivir humanamente. Por eso la Ética no es ciencia empírica, sino saber filosófico, y no es puro saber teórico, sino saber teórico-práctico.

Saber Historia, Química o Derecho Comparado son saberes teóricos. Saber conducir, cocinar o poner inyecciones son saberes prácticos. La Medicina sería hoy un ejemplo de saber teórico-práctico. La Ética es, por una parte, saber teórico acerca de la praxis humana, pero por otra, ese saber teórico está constitutivamente orientado a guiar la praxis. Dice Aristóteles con razón que en Ética “no reflexionamos para qué es la virtud, sino para hacernos virtuosos” (EN, 1103b).

La Ética es saber teórico, no es puro practicismo moral. No nos reunimos en una clase de ética ni se escriben libros de Filosofía Moral para llevar a cabo sesiones de gimnasia moral. La Ética busca ante todo esclarecer, sistematizar y fundamentar los conocimientos acerca de la moral, de lo que hacen los hombres para vivir humanamente.

Pero ese esclarecimiento no se busca por mero placer intelectual, sino como contribución orientadora de la praxis moral. El conocimiento ético tiene una relación intrínseca y vinculante con la praxis moral. Si se acepta, por ejemplo, que la libertad es condición de posibilidad de la vida moral, no se puede querer por una parte que alguien se comporte moralmente y privarle a la vez de la libertad para hacerlo. Mejor dicho, se puede, pero no es intelectualmente coherente ni moralmente honrado quien lo hace a sabiendas. Los conocimientos éticos tienen consecuencias no sólo sobre nuestra vida intelectual, sino también sobre nuestra vida moral sobre la clase de personas que nos hacemos al comportarnos de acuerdo o en desacuerdo con ellos.

Si la ética trata de decir no sólo cómo son, sino cómo deben ser las conductas, no puede ser una ciencia empírica. Las ciencias empíricas de la conducta pueden decir cómo se comporta una persona y hasta quizás por qué, o cómo se comportan muchas personas o determinados grupos sociales. Pueden decirnos además cómo se valoran de hecho determinadas conductas en esta sociedad o en la otra, pueden además establecer correlaciones entre las conductas o valoraciones que estudia con otros datos objetivos, pero mientras se mantengan en el terreno de la ciencia empírica no pueden nunca constatar que esas conductas merecen ser valoradas positivamente y aquellas no.

Comparemos las dos afirmaciones siguientes.

1. “El 80% de los contribuyentes españoles no considera el fraude fiscal como algo moralmente malo”.

2. “En España es lícito defraudar a Hacienda”.

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Verdaderas o falsas, las dos afirmaciones se mueven en niveles diferentes. La primera afirmación es sociológica, la segunda es ética. La constatación primera, por sí sola, no dice si la segunda es verdad o no. La valoración segunda no decide nada acerca de la constatación primera. Un sociólogo que pague escrupulosamente sus impuestos, y un sociólogo que no tenga el menor escrúpulo en defraudar a Hacienda, si son buenos sociólogos y emplean métodos homólogos deberían llegar a resultados muy parecidos sobre el nivel de aceptación moral que tiene el fraude fiscal en una población determinada. Ese dato, por sí mismo, no hace ni verdadera ni falsa ninguna de las dos posturas éticas que mantienen. El sociólogo no puede afirmar científicamente que el fraude fiscal es lícito o ilícito, sino sólo que la población, o una parte de ella, lo ve como moralmente aceptable o rechazable. Quien estudia empíricamente las conductas y valoraciones morales, las estudia, por decirlo así, “desde fuera”, como conductas y valoraciones ajenas, tanto si las comparte como si no. Su relación con el objeto que estudia es la de describirlo con acierto y establecer correlaciones entre el fenómeno descrito y otros factores que lo explican o son explicados por él.

La Ética, en cambio, recoge las aportaciones de las ciencias empíricas, hechas “desde fuera”, objetivando las conductas y valoraciones humanas; pero en definitiva la Ética estudia la conducta humana “desde dentro”, es decir, desde el punto de vista del que tiene que actuar moralmente o del que tiene que juzgar moralmente esa conducta. Si se piensa que en España es lícito defraudar al fisco, uno no puede tener reparos de orden moral en hacerlo ni puede reprochar a los que lo hacen. Si se piensa lo contrario, es moralmente inconsecuente defraudar al fisco y alabar al que defrauda. Al decir que el fraude fiscal es lícito o no lo es, se abandona el campo de las meras constataciones empíricas y se entrega en el terreno normativo de la Ética. Quien hace una u otra afirmación ética se compromete a ser juzgado por ella cuando su conducta responda o no al criterio adoptado.

Por eso la Ética es un saber teórico-práctico, porque sus afirmaciones teóricas tienen implicaciones prácticas. El contexto original y final de toda teoría es la praxis; esto vale también para las ciencias empíricas y para las más contemplativas y teóricas: pero éstas hacen un corte que les permite situarse en una perspectiva objetivadora, despreocupándose de cómo se pueden insertar los conocimientos empírico-teóricos en la praxis humana. También la teoría filosófica tiene que saber mantener cierto grado de autonomía, no dejándose mediatizar por un practicismo que pretenda llegar a conclusiones prácticas sin esclarecer los planteamientos. La teoría, ni en ciencia, ni en filosofía, ni siquiera en Ética, no es mera esclava de la praxis; por eso mismo está en condiciones de suponer una auténtica interpelación crítica para la praxis.

La Ética es saber teórico acerca de la praxis humana, y siéndolo es como puede ser saber práctico. Pero siempre es saber y no mero actuar. Los límites de su dimensión práctica coinciden con los límites de su capacidad teórica de justificar racionalmente lo que dice. Cuando sobrepasa esos límites la Ética está diciendo más de lo que sabe, está abandonando el difícil campo de la pregunta filosófica y degenerando el difícil campo de la pregunta filosófica y degenera en fácil predicación moral, retórica, propaganda, etc.

Querer ir más lejos en Filosofía Moral de lo que en principio o de hecho da de sí la racionalidad humana (entendida por supuesto, sin raquitismos ni unilateralismos), por

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“práctico” que parezca en ocasiones, lleva a subordinar la verdad a la eficacia, lo cual no sólo es racional, sino termina por no ser humanamente eficaz.

La tesis 11 de Marx sobre Feuerbach (“Los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo de diversas maneras, lo que importa es transformarlo”), emplaza a toda filosofía a acudir a la cita de la urgencia histórica. La Ética no puede menos de acudir a esta cita, pero no para meter prisa, que ya hay bastante y no es lo suyo, sino para aportar la lucidez que buenamente pueda. Cabría añadir una tesis 12, apócrifa, tan banal y tan importante como la 11: “El mundo no hace más que transformarse de diversas maneras, lo que importa es saber cómo hay que mejorarlo”. La Ética no puede ir más lejos en su practicidad de aquello de lo que puede dar razón en su saber. La Ética nace de la vida y puede aportar algo a la vida, pero ella no es la vida. La vida humana tiene otros recursos para rellenar los huecos de saber con que casi siempre hay que actuar bajo la presión de las urgencias históricas.

Ética, técnica y otros saberes

La Ética no es ni mucho menos el único saber teórico-práctico. Otros muchos saberes teóricos tienen o pueden tener aplicaciones prácticas. Los saberes tecnológicos son saberes técnicos con fundamento científico. Los conocimientos teóricos de la física nuclear o de resistencia de materiales pueden dar lugar a aplicaciones técnicas sobre el uso de la energía nuclear o la construcción de edificios, puentes, etc. La diferencia fundamental entre Ética y técnica está en que la técnica (y la tecnología) es un saber meramente instrumental, mientras que la ética es un saber práctico que no sólo se ocupa de los medios, sino también de los fines.

La tecnología nuclear no nos dice si es bueno o no para los fines de la vida humana fabricar bombas atómicas o centrales nucleares. Sólo nos dice cómo debemos actuar en caso de que queramos producir unas u otras. Por eso se dice que los imperativos tecnológicos son hipotéticos, es decir, deben seguirse en la hipótesis de que se quieran obtener determinados fines. En cambio los imperativos de la Ética (“no matarás”, “no hagas a otros lo que no quieras que otros te hagan a ti”, etc.) son imperativos categóricos, incondicionales, pues nos dicen cómo debemos actuar en cualquier hipótesis 11. Quien tiene conocimientos y habilidades tecnológicas es un buen técnico o ingeniero. Quien tiene cualidades morales es bueno como hombre. Al ingeniero le recomendamos en la hipótesis de que alguien quiera valerse de esos conocimientos y habilidades para hacer algo de lo que con ellas pueda hacerse. En cambio cuando recomendamos a alguien por su honradez, lo estamos recomendando como ser humano, como fin en sí mismo, independiente de que pueda sernos útil para otros fines.

La distinción entre Ética y técnica es válida, pero hay que tener en cuenta qué cuestiones son puramente técnicas y dónde empieza la dimensión ética de las cuestiones. Y hay que caer en la cuenta de las complejas relaciones entre Ética y técnica en la vida real. En teoría la técnica acota su campo prescindiendo de otras consideraciones acerca de los fines y de valoraciones éticas. En la realidad de la vida social no hay utilización técnica que no

11 Cf. KANT, I. Fundamentación de la metafísica de las costumbres, c.II, AB 42ss. Colección Austral, Espasa Calpe, 1981, pp-61ss. Prescindimos aquí de la distinción entre imperativos hipotéticos asertóricos y problemáticos y de todo el tema de la felicidad.

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conlleve implicaciones morales. Si la técnica puede prescindir en abstracto de consideraciones éticas, lo contrario no es igualmente verdad. La Ética y la moral no pueden ser indiferentes a las posibilidades técnicas que permiten actuar con eficacia. Un médico o un ingeniero que por negligencia no tenga los conocimientos y habilidades para ejercer la medicina o la ingeniería con la eficacia posible, no sólo sería un mal médico o un mal ingeniero, sino que se haría merecedor de la descalificación moral llamándole irresponsable. El divorcio actual entre Ética y técnica (y entre “moralistas” y tecnólogos) lleva a las ideologías del moralismo y de la tecnocracia, con la que los diferentes grupos luchan por la dominación social; pero ese divorcio no contribuye a la humanización efectiva de la vida de los hombres 12.

¿Qué valora la moral?

La Ética intenta valorar las conductas humanas por los mismos criterios que debe hacerlo la vida moral. Ética y moral no valoran la operatividad de los medios, sino la humanidad tanto de los medios como de los fines. No basta, sin embargo, para caracterizar debidamente la Ética, decir que ésta se ocupa de los fines, mientras que todos los otros saberes prácticos o normativos se ocupan sólo de los medios.

Bajo el influjo de la razón instrumental tendemos a pensar que todo saber es o puramente teórico o es técnico. El concepto de una racionalidad práctica que no sea meramente instrumental se nos ha hecho extraño, aun cuando en los últimos decenios está siendo muy fuertemente reivindicado 13.

Sin embargo, la Ética no es ni mucho menos el único saber práctico que se ocupa no sólo de medios, sino también de fines. También el Derecho, la Medicina o la Pedagogía son saberes normativos o prácticos, no puramente instrumentales. Cada uno de estos saberes incluye una perspectiva valorativa que no es exclusiva ni primordialmente técnica: la convivencia social, la salud, el desarrollo de las potencialidades del ser humano.Ante este panorama no resulta del todo exacto definir la Ética como saber categóricamente normativo 14, como si todos los otros saberes prácticos fueran tan sólo hipotéticamente normativos. Es verdad que el Derecho, la Medicina o la Pedagogía tanto más se acercan a lo categóricamente normativo cuanto más están en juego contenidos éticos de su propia especialidad, alejándose del nivel puramente técnico. No es de extrañar esta cercanía a la Ética de estos saberes que se ocupan de aspectos tan centrales de lo humano. La diferencia, pues, entre Ética y otros saberes prácticos habrá qué buscarla sobre todo en la especialización de las perspectivas de lo humano que adopta cada uno de los saberes

12 Cf. HORTAL, A.: “La ciencia y la técnica como ideología”, Revista de Fomento social 34 (1979) 253-264. “El sujeto ético en la era tecnológica”, en DOU, A. (ed.): Aspectos éticos del desarrollo tecnológico, Mensajero, Bilbao, 1980, 185-212.13 HABERMAS, J: Conocimiento e interés, Taurus, Madrid, 1982, RAWLS, J.: Teoría de la justicia, FCE, Barcelona, 1978. RIEDENL, M (Hrsg.): Rehabilitierung der praktischenPhilosophie, Rombarch, Frebur, 1972. HABERMAS, J.: Teoría de la acción comunicativa, Taurus, Madrid, 1988/1989. APEL, K.O.: Transformación de la Filosofía, Taurus, Madrid, 1985. McINTYRE, A. Tras la virtud, Ed. Crítica, Barcelona, 1987. McINTYRE, A: Whose justice? Whic rationality? Univ. Of Notre Dame, Ind. 1988.14 “Nous riron donc, por etre coplets, que l´´eticque es la science catégoriquement normative des actes humaines, selon la lumiere naturelle de la raison ». Finance, J. : « Ethique generale », Presses de l´Université Gregorienne, Roma, 1967, p.14. (Subrayado del autor).

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prácticos.

La valoración ética y la valoración estética son más fáciles de distinguir y más difíciles de relacionar. Por de pronto tampoco la Estética es un puro saber teórico, ni menos aún un puro saber técnico; escapa a la razón instrumental que todo lo divide en medios y fines. Tampoco se limita a valorar sólo conductas humanas; toda realidad puede ser objeto de consideración estética. Ciertamente a quien le falta la dimensión estética en alguna de sus manifestaciones fundamentales le falta algo de la plenitud humana. Sin embargo, en la medida en que eso puede faltarle sin responsabilidad de su parte, la descalificación estética no tiene por qué ser ética. Sólo merecen valoración ética aquellas realizaciones o destrucciones de lo humano de las que somos responsables. No su falta de gusto o de sentido estético, que por su falta de sentido ético. La descalificación ética más central a la persona que la descalificación estética.

Resumiendo: la Ética es el saber teórico-práctico sobre la conducta humana en cuanto que ésta está encaminada consciente y libremente a vivir y convivir humanamente. Pero ¿Qué es lo humano? ¿Qué es una vida humana plenamente realizada? Son preguntas que nunca llegan a tener una respuesta exhaustiva. En este primer tomo de la Ética ni siquiera nos las planteamos. Nuestra aportación al esclarecimiento de esta cuestión central de la Ética queda para otro volumen.

Aquí nos ocupamos de algo previo y básico: la cuestión de en qué medida somos autores responsables de nuestra propia biografía. No preguntamos: ¿qué es actuar moralmente? Sino: ¿quién puede actuar moralmente? Nos ocuparemos de la dimensión social (Capítulo II), del desarrollo evolutivo (Capítulo III), de la persona dotada de conciencia y libertad, es decir, que sabe lo que hace (Capítulo IV) y quiere libremente hacerlo (Capítulo V) en sus decisiones (Capítulo VI). Ese es el autor de su biografía moral.

Bibliografía

ARANGUREN, J.L., Ética. Revista de Occidente, Madrid, 1958._____ Propuestas éticas, Tecnos, Madrid, 1993.CAMPS, V. La imaginación ética, Seix Barral, Barcelona, 1983.CORTINA, A. Ética mínima, Tecnos, Madrid, 1986.FRANKENA, W., Ética, Uteha, México, 1965.SAVATER, F. Invitación a la Ética, Anagrama, Barcelona, 1982.

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