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Estudios Sobre Participación

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Participación

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  • ESTUDIOS SOBRE PARTICIPACINProcesos, sujetos y contextos

    Ana Mara Prez Rubio

    Mercedez Oraisn(Coordinadoras)

  • Fecha de catalogacin: 11/10/2013

    Diagramacin: Carla Blanco

    2013 Estudios Sociolgicos EditoraMail: [email protected] Web: www.estudiosociologicos.com.ar

    Primera edicin: octubre de 2013.Hecho el depsito que establece la Ley 11723.Libro de edicin argentina.

    El presente libro puede ser descargado desde el sitio web de nuestra editorial.

    Estudios sobre participacin : procesos, sujetos y contextos / Ana Mara Prez Rubio ... [et.al.] ; compilado por Ana Mara Prez Rubio y Mara Mercedes Oraison. - 1a ed. - Ciudad Autnoma de Buenos Aires : Estudios Sociolgicos Editora; Corrientes: Universidad Nacional del Nordeste, 2013. E-Book.

    ISBN 978-987-28861-7-2

    1. Sociologa. 2. Participacin Poltica. I. Prez Rubio, Ana Ma-ra II. Prez Rubio, Ana Mara, comp. III. Oraison, Mara Mercedes, comp. CDD 303.4

  • ESTUDIOS SOBRE PARTICIPACINProcesos, sujetos y contextos

    Ana Mara Prez Rubio

    Mercedez Oraisn(Coordinadoras)

    Pablo BarbettiAndrea Bentez

    Laura Gonzlez FoutelCyntia Nuez

    Mercedes OrainsAna Mara Prez Rubio

  • Estudios Sociolgicos Editora:Estudios Sociolgicos Editora es un emprendimiento de Centro de Investigaciones y Estudios Sociolgicos (Asociacin Civil Leg. 1842624) pensado para la edicin, publicacin y difusin de trabajos de Ciencias Sociales en soporte digital. Como una apuesta por democratizar el acceso al conocimiento a travs de las nuevas tecnologas, nuestra editorial apunta a la difusin de obras por canales y soportes no convencionales. Ello con la finalidad de hacer de Internet y de la edicin digital de textos, medios para acercar a lectores de todo el mundo a escritos de produccin local con calidad acadmica.

    Comit Editorial / ReferatoGraciela Magallanes (Directora de Estudios Sociales sobre Subjetividades y Conflictos GESSYCO y docente de la Universidad Nacional de Villa Mara. Directora de la Revista Latinoamericana de Metodologa de la Investigacin Social -RELMIS-)Anglica De Sena (Dra. En Ciencias Sociales - UBA; Docente de la Universidad de Buenos Aires; Directora de la Revista Latinoamericada de Metodologa de la Investigacin Social - RELMIS).Ana Luca Cervio (Dra. en Ciencias Sociales - UBA; Investigadora Asistente CONICET)

  • A Mara del Socorro Foio, amiga y compaera en la tarea de investigar la realidad social de la regin, por su valiosa

    colaboracin en la lectura de este manuscrito y los sugestivos comentarios aportados.

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    ndice

    Prlogo, por Alberto L. Bialakowsky ........................................................ 11

    Introduccin .......................................................................................... 19

    La participacin como herramienta de politizacin de la desigualdadMaria Andrea Bentez .............................................................................. 25

    Participacin ciudadana y organizaciones comunitarias: espacios, prcticas y posicionamientos polticosMercedes Oraisn .................................................................................... 47

    Accin colectiva, construccin de espacio pblico y participacinLaura Gonzlez Foutel ............................................................................. 67

    Juventudes y participacin. La promocin de la participacin social y poltica de los jvenes desde el Estado. Reflexiones a partir de experiencias recientes en la provincia del ChacoPablo Barbetti .......................................................................................... 87

    El discurso de la participacin en la sociedad contemporneaAna Mara Prez Rubio .......................................................................... 109

    Participacin, capital social y MTD. Entre la compensacin y la institucionalizacin polticaCyntia Nuez ....................................................................................... 121

    Acerca de los autores .............................................................................. 139

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    PrlogoAlberto L. Bialakowsky

    Los significados de la participacin. Qu significa participar?

    La ciencia social tiene que vrselas con realidades que han sido ya nombradas, clasificadas, realidades

    que tienen nombres propios y nombres comunes, ttulos, signos, siglas. As so pena de asumir actos cuya lgica y necesidad ignora,

    debe de tomar como objeto las operaciones sociales de nominacin y los ritos de institucin a travs de los cuales esas realidades se cumplen...

    (Bourdieu, 1985: 65).1

    El concepto Participacin es un trmino ambiguo. Su uso es tan corriente que pierde especificidad y es preciso dotarlo de ella mediante su explicitacin. Comnmente, se entiende que participar es, en sus dos acepciones castellanas (lvarez Leguizamn, s/f ): formar parte o tener parte de algo o comunicar, y hacer partcipe a alguien de algo. (Cyntia Nuez). Del disparo de esta polisemia se trata esta obra: Estudios sobre participacin: procesos, sujetos y contextos, compilada con la direccin de Ana Mara Prez Rubio (Centro de Estudios Sociales de la Universidad Nacional del Nordeste) que nos es tan grato prologar, se trata de esta consustancialidad del trocar en forma constante y bivalente de verbo y sustanti-vo, praxis y transformacin.

    Participar en cualquier caso refiere a un todo, cul es ese todo? Sin duda, el sistema, pero acaso podemos definir el sistema. En este empeo el sociologizar lo ha intentado como su principal impronta desde el siglo XIX, pues en este marco se define sus partes, la relacin entre las partes que otorgan esquema para comprender las estructuras sociales de la poca, en este caso del capitalismo. Pero aqu, contemporneamente, el territorio se vuelve ms escarpado, pues incontables analistas se han empeado tanto en colocar adjetivos al sistema actual, con lo cual resulta difcil con semejantes mutaciones extraer una utopa de su ncleo de reproduccin de su carcter principal. As la praxis: partici-par, refiere en estos estudios a una diseccin transversal.

    1. Bourdieu, Pierre (1985), Qu significa hablar? Economa de los intercambios lingusticos, Akal / Univer-sitaria, Madrid.

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    Hay ms en esta historia porque tomar la parte o ser la parte lleva a referirse a la distribucin del poder, all aparece una nueva diversidad, pues si se trata de la eco-noma entonces los fundamentos explicativos tendrn que ver con las clases sociales, o bien si se trata de posiciones de jerarqua entonces se trata del estatus y ambas de-penden de su soporte: los colectivos sociales, la materialidad gregaria que les da exis-tencia; entre las infinitas luchas por el poder que abarcan el perseguir la acumulacin asimtrica de bienes como al propio goce del ejercicio del dominio sobre el otro. En consecuencia participar podra interrogar esta profusin. Este libro, justamente, as lo prueba. Este objeto puede tener mltiples lecturas, diversidad de facetas, emergencias y estratos. Solemos decir la ciencia se trata de una geometra, como la psicodinmica, hay niveles de superficie y profundidades, consciencia e inconsciencia. Hablar de par-ticipar significa investigar sus ncleos, sus bordes y estratificacin.

    En estas mltiples fases que trata la obra tomamos algunos de sus elementos, los que pensamos alientan entre otros a rescatar esta praxis necesaria sobre la comunidad en los lmites de la postsociedad (Ana Mara Prez Rubio), la participacin como ins-trumento de lucha frente a la desigualdad (Mara Andrea Bentez), los dilemas civiles en el espacio pblico (Laura Gonzlez Foutel), tensiones de la organizacin comunita-ria (Mercedes Oraisn), las juventudes y el objeto pblico (Pablo Barbetti), el capital social y la creacin de derechos (Cyntia Nuez). Sin duda el lector podr hacer este re-corrido situado en el nordeste argentino precisamente en las provincias de Corrientes y Chaco y sus ciudades principales y actores, lo local como holograma.

    Comunidad

    En relacin con la nocin de participacin adhiero a una perspectiva que -tomando como fuente al interaccionismo simblico- considera la imposibilidad

    constitutiva de ser individuo sin participar, no es posible no participar (Montero Maritza, 2006).

    La participacin constituye la experiencia social de vivir en el mundo desde el punto de vista de la afiliacin

    a las comunidades y la intervencin activa en ellas; siendo ineludible, el aprender est dado por la

    posibilidad de participar en el contexto social.Ana Mara Prez Rubio

    Esta afirmacin liminar tiene el carcter de una idea fuente, ya desde aqu se instala ese debate qu significa participar? La idea es sin duda totalizante, una inversin del pensamiento cartesiano pensamos luego existimos, participar requiere radicalmente de un otro. La condicin de agregacin define el objeto y el sujeto al mismo tiempo. Pero

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    no se trata de una ingenuidad, ya que esos sujetos objetivados poseen signaturas que revelan los rasgos de su modulacin social. Participar es una accin dialctica e histrica, que se aplica aqu en la obra al anlisis en las urbes de Corrientes y Resistencia, pero como toda muestra resulta icnica para introducir tesituras. Esta dialctica refiere a la constitucin didica de la modulacin social en el ejercicio del dominio, la direccin de los sujetos sujetados o la creacin como resistencia para crear derechos, para tener derecho a derechos. El efecto de participar siempre constituye un motivo de lectura, una brecha que irrumpe en la naturalizacin del lazo. Prez Rubio introduciendo la obra va a ese encuentro.

    Pero ms, porque las divisorias para participar refieren a un campo poltico del ms amplio espectro: pblico/privado, pobres/beneficiarios, hombre/mujer, adulto/joven y otras ms en que el campo social adquiere una cartografa residual, configurativa, acaso tambin se trata de niveles de participacin poltica y lo poltico gubernamental pue-de quedar sesgado, difuminado en la desagregacin de un sinnmero de agregaciones, temporalmente situadas como producto y resistencia de polticas focalizadas. Asoma as la tesis de lo pblico como sociedad desgajada, una re-invencin de la comunidad, una porcin social para eludir el acendrado individualismo, rubricado en esta unidimensio-nalidad por el pasaje social de las polticas neoliberales. Y ms, porque se trata, acaso, de una nueva fase social. Ciertamente el sistema capitalista se ha desprendido de sus ejes de sustentacin en relacin con el Estado de Bienestar, y las Ciencias Sociales permanecen an en deuda para interpretar este desencuentro, que con frecuencia, slo alcanza a adjetivar la barbarie con la privatizacin de lo pblico. Participar implicar entonces, en esta tesis, sentar un interrogante en la construccin, el rediseo, de las matrices del cambio social.

    Desigualdad

    la participacin ha sido abordada en su sentido poltico, en tanto estrategia de politi-zacin de la desigualdad, para lograr la restitucin de derechos, en los casos de colectivos

    sociales que han sido postergados en la obtencin de su reconocimiento material e identitario; y la redistribucin del poder, cuando la toma de decisiones est muy concentrada, o como

    herramienta para caminar hacia esos objetivos. Mara Andrea Bentez

    Se trata de la lucha en un espacio por un espacio, una tensin en un campo de fuer-zas y de hegemona, cercano a un juego de verdad que establece las fronteras sociales al modo que imaginara Kurt Lewin, pasando por el montaje del consenso y la cooptacin de la seccin gramsciana y ese absurdo trgico de la ley conservadora de las lites al dis-ciplinamiento, los avatares de la agregacin. Pero este juego no radica en el vaco social sino en la construccin histrica de este objeto como factura. Aqu la participacin se

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    constituye como dispositivo para negacin de la dominacin y la desigualdad estamen-taria. El desafo no slo consiste en el extraamiento del derecho sino en la creacin misma de lo poltico como instrumento que los condense, en este recorrer de la con-ciencia de subalternidad y especialmente reapropiacin de colectivos. El descubrimiento del participar es, en esta cara del holograma, la invencin del nos-otros como capacidad, como potencia negativa. As la identidad, la estrategia identitaria, constituye el ejerci-cio sobre el sujeto dividido que enfrenta estos dos obstculos, la otredad y la autonoma, reencuentro por cierto con la metfora hegeliana de la dilucin del amo. Las configura-ciones actuales de la modernidad como el Estado, los partidos, los estamentos sociales, las etnias colonizadas y sus caracteres imbricados que instituyen asimetras.

    Sociedad civil

    La accin colectiva repara en dos aspectos: a) el pasaje de lo individual a un nosotros me-diante la identificacin colectiva y b) el sentido que a tal accin atribuyen los sujetos.

    Rosenfeld (2005) advierte que en el actual contexto de cuestionamiento a la representacin democrtica se verifica la prdida de confianza y legitimidad en las instituciones que la encar-

    nan, colocando en una situacin crtica a la interaccin ms bsica entre sujetos y las estruc-turas socio - estatales. Como respuesta a ello, en muchos casos (por ejemplo Argentina 2001

    2002), la crisis provoca una accin colectiva, una participacin ampliada con posibilidades ciertas de producir nuevas identidades por fuera de las instituciones polticas (Melucci, 1991).

    Laura Gonzlez Foutel

    Porqu el establecimiento de la letra sobre la ciudadana en democracia resulta in-suficiente. Porqu acaso no ver un retorno en el futuro y sus races en el presente. La idea del progreso nos ha atravesado en la modernidad colonial. La idea de no retorno, la supuesta no reiteracin del sistema abarca buena parte de la literatura social, sin embar-go los sistemas perpetan estrategias de vasallaje, la fidelizacin a partir de la ficcin del subsidio clientelar, una divisin social que instituye desigualdades. No se trata de un patrn de estructuras sino de su rediseo permanente sobre esta lgica de la asimetra, ncleo del pensamiento nico. Ciertamente se recrean formas de dominacin pero sus carcteres pueden recuperar, como se demuestra, los signos que antes distinguan formas sociales superadas, la crisis como la lectura de su traspi, en cuanto la conciencia del individuo social de-vela la injusticia. Ciertamente toda injusticia depende en su campo cultural de equivalencias, del significado mismo del sacrificio existencial. Por ello el descubrimiento colectivo no puede ser sino mltiple en la reapropiacin civil y ciuda-dana de sus tres dimensiones, la comunicabilidad, la vitalidad gregaria y el sentido de la accin. Una recuperacin del interrogante podremos vivir juntos de Touraine, ya no slo dirigida al extrao, sino sobre la extranjerizacin de lo propio. As los espacios vitales, la alimentacin o la educacin, dos formas y una de nutrir, constituyen bienes y

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    argumentos de apropiacin. Quizs la traslacin a un regreso utpico del valor de uso sobre estos bienes. Pero tambin, este debate consiste en la prueba de otra lucha mvil, quizs la ms importante, la recreacin del mbito pblico-poltico, la praxis colectiva de los agrupamientos civiles de resistencia en su esencialidad performativa.

    Organizacin

    Interesa comprender, en el marco de la vida territorial, el rol que cumplen las organiza-ciones comunitarias en tanto moduladoras de ciertas prcticas y posicionamientos que pueden operar como facilitadores o condicionantes de la participacin. () Desde esta perspectiva, la nota caracterstica de la participacin ciudadana en tanto participacin poltica estara dada

    por posibilidad de incidir de manera indirecta o directa en la definicin de la agenda o las polticas pblicas a partir de la apropiacin y ampliacin del espacio pblico poltico.

    Mercedes Oraisn

    Podra decirse, con cierta audacia, que lo poltico no puede negar lo poltico. El pensamiento y la accin de la poltica neoliberal parte de esta apora, ficcional, de re-duccin del Estado, como si el poder que extiende no se tratara de un frreo dominio sobre lo social. Como seala Boaventura de Sousa Santos alcanza en sus consecuencias al fascismo social, su lmite se expresa en la forma de barbarie como consignan tam-bin diversidad de autores. As su profesado (in)dividualismo, tatuaje que impregna esta (post)modernidad, tropieza en el eslabn clave de sus polticas asistenciales. Pues proponer que el subalterno se contenga a s mismo, exige un andamiaje que promue-ve auto-gestarse. El dilema que se formula y que estallar en la forma de multitud expresando en su culminacin que se vayan todos, aquellos, se supone, que desde cualquier mscara no mutan los decisores polticos en el dominio gubernamental. Sin embargo, estas contradicciones, como la entropa del poder, no puede evitar que ese sujeto social pugne polticamente por una nueva realidad, aquella que lo espeje, lo reconozca, lo visibilice. Y ms all aspirar a tener derecho como productor asociado del mundo en comn. En estas escenas los instrumentos burocrticos y la raciona-lidad instrumental encubren las formas tcnicas neutrales de la ocupacin de la poblacin residual. Las organizaciones comunitarias y ciudadanas en estas modula-ciones, que pugnan desde abajo, luchan contra-hegemnicamente con imposiciones heredadas: de lo social a lo comunitario, de lo universal a lo focalizado, de lo poltico a lo impoltico. Ciertamente, la recuperacin de lo poltico tiene su oportunidad por medio de la organizacin civil que al tender a emanciparse abre la interrogacin sobre el aislamiento, el vnculo y los significados de la representacin.

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    Juventudes

    La juventud emerge como un grupo de agentes posibles de analizar con la modernidad: en el momento en que la mayora tiene acceso a la enseanza y se enmarca de esta forma en un

    proceso de moratoria de responsabilidades que en pocas anteriores no se daba. En conse-cuencia, la juventud pasa a ser objeto de discusin cuando los mecanismos de trnsito etario

    no coinciden con los de integracin social, cuando aparecen comportamientos definidos como disruptivos, porque los canales de trnsito de la educacin al empleo, de la dependencia a la

    autonoma, o de la transmisin a la apropiacin de valores, se vuelven problemticos.Pablo Barbetti

    Participar como se consignaba implica un otro, una mencin ineludible a lo gre-gario. Acaso emerge cuando la distribucin de poder se patentiza en una visin de oposiciones a la simetra entre los unos y los otros. Mientras las formas ideolgicas otorgan suficientes velos supuestamente no son necesarios los cambios sociales. Par-ticipar entonces se presenta como resistencia a esa inmovilidad. Pero tambin, pue-de pensarse como accin colectiva para descubrir un nuevo horizonte, un punto de partida. Los sntomas culturales han revelado que de aquella inexistencia social de la niez y juventud se ha pasado a su descubrimiento. Ciertamente en plural, pues los estratos sociales indican diferencias entre conjuntos juveniles incluso entre extremos abismales. A partir de la aplicacin de polticas neoliberales y sus efectos de ajuste y desempleo el pasaje a la inclusin ha quedado muy problematizado tanto en el sur como en el norte. Los ensayos gubernamentales post-neoliberales del sur apuntan a este descubrimiento en lo poltico y en lo social de las masas juveniles, sin embargo, los obstculos persistentes se tornan claves para ser interrogados. En estas diferentes fracciones juveniles el estadio juvenil representa para algunos slo una demora a la integracin, para otros detenciones de por vida.

    Qu sucede, en consecuencia, si la poltica desde el Estado fija objetivos con des-tino a re-conocer los sectores juveniles, sus derechos, su ciudadana. Por una parte ocurre una problematizacin acerca de si se trata, al cabo, de una simple estrategia de cooptacin, o bien por la otra, de potenciar las contradicciones que genera su llamamiento a participar. Especialmente si las y los jvenes se reapropian desde el llano a partir de esta estimulacin desde el poder poltico. Sin duda se trata de un debate a profundizar en el anlisis de su motorizacin, como en sus obstculos que en su ms amplio espectro abarcan tanto a los partidos, la economa y la educacin, como a la cultura.

  • Prlogo

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    Movimiento

    los movimientos sociales pueden ser pensados -de hecho lo son- como espacios de parti-cipacin poltica, dado que congregan a las personas a partir de su posicin de ciudadanos

    para discutir sobre asuntos que ataen a muchos y desde donde se desarrollan propuestas de transformacin o intervencin. Sin embargo, apelan a formas de identificacin (mujeres, des-ocupados, indgenas) y participacin grupal para articularse en una organizacin que excede

    a la lgica del sistema poltico el cual restringe las posibilidades de demanda en trminos de ciudadanos (individuales)

    Cyntia Nuez

    Desalojo social y crisis son dos caracteres del sistema que se reiteran y aceleran en su madurez. Sin embargo aquello que se pens excluido, retorna, lo expulsado y puesto en extincin re-emerge. El nuevo siglo XXI trae desde sus inicios (in)surgencias insospechadas por los cultores de la hegemona e incluso por los pen-sadores crticos. Las vanguardias de dichas emergencias no radican en los ncleos industriales como se pensaba, sino en los bordes de campesinos sin tierra, pueblos originarios, trabajadoras y trabajadores desocupados. El vaco, lo invisible, se pre-senta en escena para reivindicar su derecho a la existencia. Por fin el arrojo intelec-tual crtico latinoamericano sale de la sorpresa y renueva sus sujetos. Si en el siglo pasado las migraciones, siempre forzadas, y las guerras de alta intensidad suturaban la produccin de la poblacin sobrante, el cierre de las fronteras a las masas y los alcances ms limitados de los conflictos blicos reintroducen, junto con las polticas globales de ajuste, las problemticas del enclaustramiento de la fuerza de trabajo, el desalojo sin salida.

    La crisis social que acompaa la exclusin podra tener diversas consecuencias mortferas como tambin el desmantelamiento fragmentario, una agudizacin del individualismo, sin embargo ese caos liminar del 2001, tuvo una respuesta ines-perada: la organizacin de los des-ocupados, el redescubrimiento de la asamblea y del colectivo como instrumentos de la negacin de la negacin. En este punto la recuperacin del carcter gregario se hace instrumento de sobrevivencia y la accin gubernamental una operacin dilemtica. La participacin juega as en el largo pla-zo un rol a doble banda, impulsar la resistencia y al mismo tiempo abrir cauce a la subsuncin. Participar se conjuga nuevamente- en esta dimensin del movimiento social como un atributo indispensable, acaso capital social.

    Se deduce que habernos adentrado por algunas de las avenidas de esta obra no ha tenido otra intencin que establecer un dilogo con ella, y ms importante an, misin con que me honran los autores, establecer por este medio, por esta suerte de recorrido, convocar a su lectura y debate, pues lo lanzado siempre aguarda del lector para confirmar su existencia, para acordar, disentir o debatir sustancia sustantiva del participar en la esfera del conocimiento social.

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    Podramos finalizar reflexionando como vnculo para gestar esa complicidad que embarga esta invitacin a la lectura de este libro, a sus narrativas, a sus profundi-dades. Importa lo local hacerlo nuestro, importa hacer de la teora praxis, importa hacer los significados de la participacin interrogante social y testimonio. As dir inspiradamente Julio Cortzar: Hay momentos en que envidio al primer bonzo que se inmol por el fuego como gesto supremo de repugnancia ante lo que lo rodeaba. Pero a la vez s que se no es el camino. Un pueblo se bate all lejos por su dignidad y su felicidad en su ejemplo est el camino. De qu sirve escribir estas lneas que tanta gente tirar junto con el diario? De nada, piensa el bonzo y se pega fuego. Pero la verdadera nada, el triunfo de la entropa definitiva, estara en no escribirlas. Somos muchos los que seguiremos abrindonos paso en la indiferencia; como tantas otras veces en la historia, sabemos que en algn momento las manos empezarn a tenderse, las palabras se volvern verdad y vida.2 -

    2 Cortzar Julio (2008) Nicaragua. Tan violentamente dulce, Editorial Tierra del Sur, Buenos Aires, pgina 93.

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    Introduccin

    Este libro rene un conjunto de trabajos realizados en el marco de un proyecto de investigacin acerca de los procesos participativos en la actual sociedad, llevado a cabo en el Centro de Estudios Sociales de la Universidad Nacional del Nordeste, bajo el ttulo Subjetividad y praxis de la participacin (PIP 112-200801-01881 ), entre los aos 2008 y 2011. Se congregan aqu los resultados de tres aos de estudios refe-ridos al modo cmo se desarrollan las prcticas de participacin en el contexto actual a partir de los abordajes tericos y metodolgicos de los autores, los que discuten y reflexionan en torno a una diversidad de situaciones.

    El inters por abordar el estudio de la participacin ha sido el corolario de un tra-yecto que fuimos recorriendo en instancias previas, cuando analizbamos los procesos que configuran la tensin inclusin/exclusin. En ese momento, nos dimos cuenta que tal problemtica se despliega en al menos tres planos, uno material, vinculado con la produccin y reproduccin de las condiciones de vida; otro institucional y normativo, constituido por los elementos mediadores que contribuyen a construir y reificar el orden social, al tiempo que instituyen la inclusin como un derecho al que no todos pueden acceder; y finalmente, uno simblico que opera en los procesos de subjetivacin y construccin de la propia identidad.

    Tambin constatamos que, en general, la exclusin, definida como problema so-cial, tiende a identificarse con la pobreza y en consecuencia las polticas sociales que se ocupan de revertirla se vinculan, casi exclusivamente, con la asistencia en trminos materiales o en su defecto, su auto-gestin. Sin embargo, tales polticas descuidan un elemento fundamental: que la inclusin plena slo se alcanza a partir de la construc-cin de subjetividades autnomas, es decir, mediante la inscripcin activa del sujeto en el mundo. Esto supone resignificar el alcance de lo que comnmente se entiende por exclusin o inclusin, orientando la mirada hacia el modo en que los sujetos se constituyen como ciudadanos y se instalan en el mbito de lo pblico poltico. De ah, la importancia de la participacin en tanto habilita la posibilidad de erigirse a s mismos como sujetos activos, demandantes de derechos.

    Pero, con frecuencia, las instancias participativas se dirimen en mbitos signados por la asimetra, donde el propsito se encuentra ms prximo al disciplinamiento que a la emancipacin. Comprobaciones de este tipo, hechas en el marco del proyecto mencionado, junto a la constitucin de un discurso acerca de la participacin, que desde diferentes contextos y circunstancias convocaba al compromiso y al involu-cramiento, nos llevaron a preguntarnos en torno a los modos como discurre, actual-

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    mente, en esta regin y cul es su incidencia en relacin con la configuracin de la subjetividad.

    Sin embargo, el estudio de los procesos participativos no fue tarea sencilla. Se trata de una problemtica compleja, atravesada por tensiones y condicionada por numero-sos factores, en su doble carcter de discurso y prctica.

    Son mltiples los sentidos que se construyen en torno a la participacin, afecta-dos por las ideologas y los diferentes sistemas de representacin que se configuran al interior de las mismas. Pero, en los ltimos aos, se registra una tendencia feha-ciente por reconocerla como un concepto auto-positivo y elemento fundamental de toda organizacin que se pretenda democrtica. En este marco se inscriben los nue-vos movimientos sociales y sus demandas concretas de reivindicacin de derechos y de prcticas instituyentes buscando promover cambios profundos en las estructuras de nuestras sociedades y sus modos de vida. La participacin constituye aqu un recurso para la superacin de las situaciones de fragmentacin, contribuyendo a visibilizar la realidad social desde una perspectiva alternativa. Se reconocen sus posi-bilidades en el proceso de construccin poltica al poner en evidencia las injusticias e inequidades histricas que plantean negaciones a la ciudadana.

    Sin embargo, no siempre el juego de la participacin deriva en tal sentido; muchas convocatorias no se ajustan a genuinos valores democrticos sino que se asientan en perspectivas formales que encubren asimetras y desigualdades y que, finalmente, ope-ran como mecanismos de legitimacin de situaciones sociales injustas. Esto ha sido puesto en evidencia suficientemente en estudios propios y ajenos- acerca de las pol-ticas sociales neo-liberales que incorporaron a la participacin como un componente primordial, buscando el empoderamiento de los pobres. Se trataba de un intento por transformar hbitos, actitudes y valores que se consideraban asociados a la con-dicin de pobreza, en tanto al beneficiario de tal asistencia se lo presupona incapaz y carente de poder. De tales estrategias deriva un manejo ideolgico-poltico sustentado en lgicas asimtricas que configuran al otro como diferente e inferior, ocultando prcticas no democrticas y legitimadoras de la desigualdad.

    De esta manera, y tal como se seala en los diferentes captulos, la participacin deviene en disciplinamiento y convalidacin de decisiones que han sido previamente asumidas por otros. De ah la importancia de reflexionar en torno a su carcter ins-trumental en el que se fundamentan algunas de las intervenciones orientadas hacia diferentes colectivos.

    Pero, adems, hay que destacar la condicin de prctica social y situada de la par-ticipacin, y en tal medida vinculada a grupos especficos; lo cual habilita a pensarla desde diferentes dimensiones: una asociada a su contexto socio-histrico; otra centrada en los aspectos institucionales de los grupos (historia, trayectoria, lineamientos polticos e ideolgicos); y finalmente, una ltima referida a los sujetos que las conforman (sus perfiles, trayectorias personales, modos de relacin, motivaciones e intereses en torno a las experiencias participativas).

  • Introduccin

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    En consecuencia, los procesos participativos se concretizan en situaciones en las que entran en juego diferentes factores, los que pueden condicionar los procesos re-afirmando las construcciones simblicas previas o reorientndolas hacia definiciones alternativas. Las prcticas participativas, as, pueden desarrollarse tanto en contextos signados por la mxima asimetra como en otros en los que prevalecen criterios de horizontalidad y equidad, habilitando las posibilidades de incidencia en la toma de decisiones. En igual medida, y segn sea el propio posicionamiento de los sujetos im-plicados, los actores pueden ir desde un mnimo de involucramiento, siendo parte en tanto miembro de una comunidad, hasta el tener parte al ser consciente de la propia incidencia. Por ello, no es posible asumir posiciones extremas entre el determinismo y el optimismo ingenuo. Algunas experiencias analizadas revelan que aun cuando la par-ticipacin sea originada desde un encuadre de carcter asistencial, durante el proceso pueden operar ciertos factores movilizadores que deriven en efectos no previstos en la comunidad, promoviendo procesos de organizacin de los actores destinatarios que potencien su capacidad para interpelar a otros actores e instituciones. Estos aspectos son considerados en el captulo La participacin como herramienta de politizacin de la desigualdad presentado por Mara Andrea Bentez, en el que se muestra que algunas experiencias de participacin emergentes de grupos auto-convocados, entre los que prevalecen criterios de horizontalidad y simetra, pueden verse contaminadas por lgicas de la representacin que terminan disolviendo las formas de participacin ms espontneas y directas. Los anlisis presentados visibilizan la dimensin poltica de la participacin, lo que habilita discutirla en relacin con los procesos de demo-cratizacin en el espacio pblico y su actual protagonismo para la sociedad civil. En tal sentido, el captulo Participacin ciudadana y organizaciones comunitarias: espa-cios, prcticas y posicionamientos polticos de Mercedes Oraisn analiza los procesos de movilizacin y organizacin comunitaria que se registran en algunos barrios de la ciudad de Corrientes, y que dan cuenta de un nuevo contexto socio-poltico caracte-rizado por la desconfianza en las instituciones polticas y, al mismo tiempo, por una efervescencia de la participacin bajo las ms variadas formas. Lo que se observa, no obstante, es que estas nuevas formas de participacin, si bien suponen una revitali-zacin del entramado social y, en algunos casos, del espacio pblico, no conducen necesariamente a una institucionalizacin de la participacin poltica.

    Pero existen al mismo tiempo, otras experiencias participativas ms sistemticas y permanentes que logran generar incidencia, al instalar reclamos o denuncias que son tenidos en cuenta por el poder poltico administrativo. Las experiencias de participacin poltica se amplan en este sentido a la ocupacin del espacio pblico - poltico y a la formacin democrtica de la opinin pblica. En el captulo Accin colectiva, construc-cin de espacio pblico y participacin de Laura Gonzlez Foutel, se observa que grupos organizados de ciudadanos han presionado y logrado abrir canales de comunicacin con el Estado a partir de los cules, no slo generaron momentos de negociacin, sino una apertura y repolitizacin de los actores en los procesos polticos de toma de decisiones.

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    El acercamiento de los no decisores a los espacios de decisin es fundamental para cambiar la matriz de estas prcticas. Esta cuestin es abordada en el captulo Ju-ventudes y participacin. La promocin de la participacin social y poltica de los jvenes desde el Estado. Reflexiones a partir de experiencias recientes en la provincia del Chaco de Pablo Barbetti en la que se analiza la promocin desde el Estado de la participacin poltica y comunitaria de un colectivo que contaba con escasa visibilidad como actor social. No obstante, como decamos con anterioridad, aun cuando esto se gestiona en el marco de las polticas pblicas, la multiplicidad de instancias intervinientes y la confrontacin de visiones pueden, finalmente, hacer primar ideas restringidas que desactiven el sentido poltico de aquella prctica.

    De ah la importancia de considerar la vinculacin entre participacin y construc-cin de la subjetividad; en cada espacio, prctica, experiencia se dirimen relaciones de poder y tensiones derivadas de las distintas posiciones de los participantes y los diferentes factores -sociales y polticos- que habilitan u obstruyen la posibilidad de constituirse como sujetos autnomos o heternomos. Efectivamente, los sujetos so-ciales se constituyen en el dinamismo de la participacin social; en dichos espacios, tanto el sujeto como el otro son instituido e instituyente, y configuran un campo intersubjetivo y simblico que ayuda a organizar el medio ambiente o espacio social comn y compartido. La pregunta fundamental a la que habra de atender desde di-cha perspectiva refiere a la viabilidad que la experiencia participativa posee para lograr la subjetivacin de los sujetos y no su objetivacin. Este es el marco de anlisis que propone el artculo El discurso de la participacin en la sociedad contemporneas de Ana Mara Prez Rubio quien a partir de una encuesta analizada con estrategias multivariadas para datos textuales considera como se define el campo de la participa-cin en las ciudades de Resistencia y Corrientes y las razones que los sujetos reconocen en torno a su participacin.

    As, la construccin de sujetos sociales depender de las distintas prcticas, lgicas y relaciones sociales en las que se encuentran inmersos, al igual que de las representa-ciones que poseen en relacin de los procesos sociales y de s mismo. Tal como seala Bourdieu, tanto los habitus que los sujetos incorporan como las prcticas que derivan de su sentido prctico pueden operar como habilitadores o inhibidores dando origen alternativamente a estrategias de conservacin u ortodoxia o bien de subversin o hereja. Como resultado de profundos procesos de transformacin social, la sociedad actual est dando paso a la configuracin de nuevas subjetividades, emergentes de flujos divergentes, unos orientados a la conservacin de lo instituido y otros que bus-can desbordarlo y modificarlo. Mientras que por un lado parece haberse acentuado el impulso al individualismo y el retiro en la esfera privada, por otro se organizan nuevos modos de socialidad emptica que recuperan mediante lo afectivo y emocional el gusto por el estar juntos y el valor de lo comunitario.

    Sin embargo, frente a las estrategias reproductivistas se verifican otras, que con-tribuyen a definir puntos de fuga hacia formas alternativas de pensar lo social. En

  • Introduccin

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    estas prcticas es posible reconocer la recuperacin de lo pblico como opuesto a lo privado, mientras que lo poltico es pensado como un espacio de resistencia e inven-cin de una nueva ciudadana, y la posibilidad de incorporarse al espacio pblico por demandas de reconocimiento y subjetividad. Es mediante la participacin social activa que se constituyen los sujetos sociales, en la conciencia del propio ser y de sus posibilidades de accin. Los movimientos sociales brindan actualmente un lugar pri-vilegiado para la reflexin acerca de la potencialidad de estos espacios participativos en la constitucin de las subjetividades. Al respecto el captulo Participacin, capital social y MTDs. Entre la compensacin y la institucionalizacin poltica de Cyntia Nez considera a partir del anlisis de los movimientos sociales de la ciudad de Resistencia, su posicionamiento en relacin a las polticas sociales que los tienen como destina-tarios. Centrndose en el modo en que son resignificadas y apropiadas las nociones de participacin y capital social, las que tipifican el discurso oficial en relacin a tales polticas.

    Esta diversidad de formas de intercambio y participacin, presentadas en este libro, que parecen multiplicarse y complejizarse en la sociedad actual, constituyen prcticas insumisas y emancipatorias? O una vez ms tienden a la conservacin del orden establecido? No tenemos para eso una respuesta taxativa, porque junto a las estrategias reproductivistas se verifican otras que contribuyen a definir puntos de fuga hacia formas alternativas de pensar lo social. Si bien las opiniones resultan divergen-tes, su existencia aporta rasgos de optimismo para un imaginario futuro.-

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    La participacin como herramienta de politizacin de la desigualdad1

    Mara Andrea Bentez

    Introduccin

    Este artculo recoge resultados de mi labor en el marco del proyecto de investigacin Estudios sobre Participacin en contextos especficos, desarrollado en el Centro de Estudios Sociales (CES) de la Universidad Nacional del Nordeste, cuyo objetivo fue analizar experien-cias de participacin socio-comunitaria, vinculadas con el trabajo, la educacin y el hbitat.2

    En este contexto la participacin ha sido abordada en su sentido poltico, en tanto estrategia de politizacin de la desigualdad, para lograr la restitucin de derechos, en los casos de colectivos sociales que han sido postergados en la obtencin de su reconocimiento material e identitario; y la redistribucin del poder, cuando la toma de decisiones est muy concentrada, o como herramienta para caminar hacia esos objetivos. Esta perspectiva se apoya en algunos supuestos:

    en un orden social estructuralmente desigual que construye (y reproduce) relacio-nes de subalternidad, las prcticas de participacin implican el reconocimiento de un orden social injusto;no hay una sola desigualdad, sino diferentes formas de desigualdad configurando diferentes trayectorias segn grupos sociales; la desigualdad debe ser politizada, para ser superada; la prctica de la participacin como modo de interpelacin interesa cuestiones iden-titarias, es decir, la forma como se definen los sujetos de la relacin de participacin;

    1. Este artculo se origin en el trabajo titulado Participacin: hacia una redistribucin del poder, realizado como informe final del curso Desigualdad y Diversidad en Amrica Latina y el Caribe, a cargo del equipo docente formado por Carlos Eduardo Figari, Mario Pecheny y Daniel Jones en la Ctedra CLACSO-CROP de Estudios sobre Pobreza, en el que particip entre agosto y diciembre de 2008. Con una primera revisin fue presentado a la mesa redonda Discusiones en torno a la Participacin en el XVIII Congreso ALAS, realizado en Buenos Aires en septiembre de 2009. 2. Proyectos de Investigacin Participacin en contextos especficos: Laboral, Habitacional y Educacional PI 121/07, Acreditado en SGCyT UNNE, dirigido por Ana Mara Prez, 2008/2010 y el proyecto de inves-tigacin plurianual Inclusin y construccin de ciudadana subjetivacin y praxis de la participacin PIP CONICET 112-2008-01-01881.2009/2011. Directora: Ana Mara Prez.

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    la participacin como prctica terico/poltica puede constituir una herramienta para la comprensin y superacin de las desigualdades. Estas reflexiones conducen a una definicin de la participacin vinculada con la construccin de la capacidad de demandar y generar las condiciones para la implementacin de una interlocucin ms igualitaria con las instituciones que detentan el poder poltico.

    A lo largo de este artculo se presentan cada uno de estos supuestos que tienen como corolario una sistematizacin de formas de participacin segn agente promotor de los espacios participativos, en trminos de su potencial de politizacin.

    Con ese modelo se analizan a continuacin un conjunto de procesos participativos que tuvieron lugar entre 2005 y 2010, durante la implementacin de proyectos sociohabitacio-nales promovidos por el Estado, en el rea Metropolitana del Gran Resistencia (AMGR) de la provincia del Chaco.

    En ellos se intenta especialmente mostrar la relacin entre los actores, el impacto so-bre los procesos organizativos previos a la implementacin de las acciones habitacionales y la contribucin de estos procesos a la construccin de horizontes emancipadores para los grupos sociales destinatarios de la intervencin habitacional.

    I. La problematizacin de la desigualdad

    Partimos de un abordaje de la participacin que la entiende como una herramienta til para generar instancias de politizacin de la desigualdad. Esto es, como un instru-mento que permite el reconocimiento del carcter conflictivo de las relaciones sociales insertas en una sociedad con una estructura netamente desigual y el reconocimiento de los actores, individuales o colectivos, que disputan por crear, mantener o transformar esas relaciones. Es decir que la participacin crea las condiciones para poner la experien-cia individual en el marco de las desigualdades estructurales y en la experiencia colectiva (PAIVA: 2002).

    El reconocimiento de la desigualdad, implcita en la vida social, constituye un dis-parador para que los actores sociales emprendan acciones a veces individuales, a veces colectivas orientadas a visibilizar sus condiciones de vida desfavorables, y con ello iniciar diferentes estrategias para mejorar estas condiciones.

    Aqu entendemos que participar es construir la capacidad de demandar y generar las condiciones para la implementacin de otra interlocucin con las instituciones que detentan el poder poltico. Por lo tanto, la condicin de la participacin es el reconoci-miento de la desigualdad, pero a su vez la participacin como proceso crea las condicio-nes para una profunda concientizacin de las desigualdades.

    Entendida como estrategia para lograr la injerencia en la toma de decisiones en los temas que respectan a la propia vida, que se dirimen en la esfera pblica, la participacin es disparada por el reconocimiento sobre las propias condiciones de vida y las formas

  • La participacin como herramienta de politizacin de la desigualdad

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    de asimetra social, la intolerancia hacia la discriminacin y el maltrato, y las distintas formas de violencia simblica, etc.

    La participacin y el respeto por el otro diferente, en el marco del discurso nico de la globalizacin y la multiculturalidad, se tornaron polticamente correctos. Como advierte ZIZEK (1998), entre otros autores, este sujeto universalista que acepta al otro diferente lo hace desde una posicin de superioridad, lo que opera en realidad reforzan-do las asimetras. Es necesario sealar que en el marco de la trivializacin del discurso democrtico liberal, la participacin se ha constituido en una categora naturalizada como positiva, pero la prctica de la participacin puede adquirir un carcter mera-mente formal y enmascarador de las desigualdades, muchas veces resultando til para la legitimacin de prcticas no democrticas o regresivas socialmente.

    Con desigualdad se alude a las diferencias de poder y de posicin de los sujetos en la sociedad, las condiciones de etnia, lengua, religin, gnero, condicin sexual, etc., que han posicionado histricamente en un lugar subalterno a algunos actores o grupos.

    En la base de la experiencia de la desigualdad, hay operaciones sociales de construc-cin de un s mismo y de un otro, y esa regulacin sobre ese otro, a partir de lo que es per-mitido o sancionado, implica violencias sociales de dominacin que son reproducidas. El dominio puede expandirse y racionalizarse mediante la construccin de un otro antagnico e inferior (ZIZEK: 1998; BUTLER: 2001).

    En este sentido, la subalternidad es encarnada por los sujetos, constituye sus habitus, es la forma como incorporan su experiencia social, y esta historia hecha cuerpo organiza las conductas y las opiniones. Se trata de la condensacin de toda la historia individual, pero tambin, a travs de las experiencias formadoras de la primera infancia, de toda la vida colectiva de la familia y la clase. Es decir que la posicin de los sujetos en el espacio social es resultado de condiciones objetivas, y adems configura la manera de ver el mundo; es la matriz de explicacin del mundo. Por ello, tiende a reproducir aquellas condiciones objetivas (BOURDIEU: 1988)

    Cmo es posible sobreponerse a ese esquema de reproduccin de las condiciones estructurales?

    La posicin de los actores es fundante de la relacin de participacin, pero es en los procesos participativos en los que esta posicin puede ser problematizada, cimentando la construccin de la agencia (autodeterminacin y autonoma), en la medida que en se pro-muevan en los procesos participativos instancias de conocimiento reflexivo, el cual como advierte ZIZEK (1998) puede constituir un arma eficiente contra la violencia real y simblica implicada en las formas de concepcin del otro.

    Para LACLAU (2006) el surgimiento de actores emancipadores se origina en la demanda como unidad bsica de accin social. Segn este autor, la construccin de la demanda estructura la constitucin identitaria, en el sentido de que sita la enuncia-cin. Este planteo nos permite pensar la participacin articulada con la construccin de la demanda, en el que se construye un nosotros, una identidad colectiva, un lugar de enunciacin (clasista, tnica, de gnero, etc.).

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    La demanda por un lado expresa el reconocimiento de la asimetra y la unificacin, la articulacin de necesidades heterogneas.

    En esta instancia la participacin tiene un rol catalizador. Se hacen necesarias ins-tancias informativas, consultivas y de toma de decisiones colectivas con el fin de estruc-turar la demanda y la estrategia para demandar. Cuando se produce la frustracin de una peticin, se transforma en reclamo en la medida en que los agentes se consideran portadores de derechos que no les son reconocidos.

    Progresivamente la demanda particular se va extendiendo por equivalencia a otras demandas. Y se construye el enemigo el gobierno, la oligarqua, la clase dirigente, los ricos, el capitalismo, la globalizacin, etc., a la vez que la identidad de los que recla-man resulta trasformada tambin. Cuando las peticiones se van articulando con otras y unificando, puede ponerse en cuestin el orden institucional.

    Pero esto no es un proceso lineal, sino que involucra mltiples interlocuciones. En todo proceso organizativo se dan las condiciones de la representacin, definidas en el sentido de LACLAU (2006), considerando el rol activo que los representantes tienen en este proceso. Este autor se refiere al doble carcter de la representacin, en el explicando que el representante establece un discurso que argumenta a favor del inters que repre-senta, y los representados se identifican con este discurso, construyendo su identidad en el proceso mismo de la representacin para la participacin. De modo que se trata de complejas instancias de mediacin entre las necesidades y las demandas, en las que los representantes en gran medida, prefiguran el discurso de los representados.

    Hasta aqu tenemos que los procesos de participacin involucran procesos de reflexin o toma de conciencia de las posiciones de los sujetos en el espacio social y de las condi-ciones sociales de su existencia, y operan mediando entre la esfera privada y la pblica, para incidir en ella, creando las condiciones de posibilidad de la problematizacin de la desigualdad.

    II. La imbricacin entre diferentes formas de desigualdad

    Durante los aos 80 se produjeron dos procesos interdependientes en gran medida, pero especficos. Por un lado, el auge de los movimientos de autoafirmacin identitaria y lucha por los derechos de ciertos grupos sociales denominados minoras: feminismo, reivindicacin de los afrodescendientes y el movimiento de lucha por los derechos de los homosexuales, pueblos originarios, que denunciaban discriminaciones, abusos y violencias a niveles micro y macrosocial. Esto ha sido presentado por la literatura acadmica funda-mentalmente de manera descriptiva, dando cuenta de las nuevas identidades emergentes y contribuyendo a abrir el debate, a la revisin de procesos histricos y a la creacin de un discurso con relacin a la no discriminacin. Por otro lado, es tambin en los aos 80 cuando empiezan a visibilizarse en los escenarios latinoamericanos los cambios devenidos de las nuevas condiciones productivas, y que se expresaron concretamente en el aumen-

  • La participacin como herramienta de politizacin de la desigualdad

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    to de las condiciones de desempleo, pobreza y exclusin de crecientes sectores de la po-blacin. As, en los 90, emergen con fuerza los movimientos de trabajadores desocupados, aunque multiplicados en fracciones distinguibles, que reclamaban mejores condiciones de redistribucin de los recursos. Desde la academia muchos estudios han dado cuenta de estos como nuevos movimientos o la emergencia del nuevo sujeto histrico, etc.

    De modo que proliferaron estudios que investigaban ambos fenmenos, pero de ma-nera escindida: por un lado, se daba cuenta de la problemtica de la identidad y las luchas por el reconocimiento que hacan una bandera del respeto a las diferencias, y por otro, la problemtica de la cada vez ms desigual distribucin de la riqueza y la emergencia de movimientos sociales (en Argentina, por ejemplo, los denominados piqueteros).

    RAPISARDI (2003), entre otros autores, entiende que es necesario distinguir entre las nociones de diferencia y desigualdad, dado que cada una de ellas alude a formas de discriminacin conceptualmente distintas: las cuestiones identitarias y subjetivas que deben expresarse como diferencias, y la distribucin social desigual de los recursos. La diferencia se expresa en demandas sociales o luchas por el reconocimiento, y la desigual-dad se expresa en las demandas o luchas por la redistribucin.

    De modo que vamos a distinguir la desigualdad de clase (devenida de la perversa dis-tribucin de los recursos materiales), de la desigualdad identitaria o subjetiva (religiosa, de adscripcin ideolgica, de gnero, de sexualidad, de etnia, de nacionalidad, etc.).

    En la produccin y sostenimiento de la desigualdad, resulta imposible desligar las intersecciones de distribucin de recursos y aquellas polticas y culturales en las que invaria-blemente se produce y se mantiene la desigualdad, ya que ellas son constitutivas de las posibilidades de participacin y representacin de los sujetos en la bsqueda de mejores condiciones de vida.

    Pese a la distincin analtica, se deben tratar de manera complementaria, ubicando la construccin de subjetividades en el marco de las profundas desigualdades de clase.

    III. La desigualdad debe ser politizada, para ser superada

    El concepto de politizacin alude al reconocimiento de la conflictividad de las relaciones sociales insertas en una sociedad con una estructura netamente desigual, y el recono-cimiento de los actores individuales o colectivos que disputan por crear, mantener o transformar esas relaciones (PAIVA: 2002).

    Politizar es, por ejemplo: construir nuevas nociones sobre problemas y sujetos; contribuir a la emancipacin psicosocial: poner la experiencia individual en el mar-co de las desigualdades estructurales y en la experiencia colectiva; contribuir a la ciudadana en la construccin de sujetos de derecho y sujetos que ejercen derechos, sujetos de decisin, es decir, identidades ciudadanas.

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    Esta perspectiva se funda en una teora social crtica que tienda a hacer visible lo no aparente.

    La politizacin evita una visin desanclada de la realidad, en tensin con su contra-cara: la despolitizacin, que opera ocultando el carcter conflictivo estructural histrico de las relaciones sociales, mediante lenguajes que disfrazan el conflicto como un falso consenso o lo desplazan como diferencia o disenso sano al modo liberal, incurriendo en la judicializacin, victimizacin, naturalizacin y reduccin del conflicto social (es-tructural e histrico) a la experiencia individual.

    FRASER (1996), partiendo de un enfoque multidimensional, sostiene que una al-ternativa para la superacin de las desigualdades consiste en la aplicacin de una poltica bivalente o bipolar, que tienda a reparar las injusticias perpetradas en relacin con los sujetos definidos como pertenecientes a colectivos bivalentes. Una colectividad bivalente se define como aquella en la que la condicin de gnero, raza o sexualidad refuerza la diferencia de subalternidad de clase. FRASER, asimismo, aporta el concepto de paridad participativa, que se apoya en dos principios: normas bsicas de igualdad legal formal, que se logra por una parte como precondicin objetiva, asegurando la distribucin de recur-sos materiales de modo de afirmar la independencia y la voz de los participantes; y por otra parte, como una precondicin intersubjetiva, que interesa los modelos culturales de interpretacin y valoracin, asegurando el respeto mutuo y la igualdad de oportu-nidades para lograr estimacin. Esto depende de cada contexto, y debe partir de un posicionamiento epistmico-crtico y empricamente informado. El segundo principio es netamente epistemolgico, se vincula con la interpretacin de la relacin entre cultura y economa. Este posicionamiento terico-poltico, dualismo perspectivista, permite superar el economicismo y el culturalismo, en la medida en que son perspectivas que disocian ambas esferas de la vida social o reducen una a la otra. Incorporando esta visin es posible determinar la justicia de la prctica, independientemente de su institucio-nalizacin, determinando si la prctica en cuestin ampla o reduce las condiciones intersubjetivas y objetivas de paridad participativa.

    Segn FRASER (1996), una concepcin emancipatoria de lo poltico recupera una visin de la construccin identitaria que articula lo material y lo subjetivo rela-cin entre el orden de las determinaciones materiales y el orden de las significaciones, considerando los antagonismos y conflictos implicados en esa construccin, y supera la visin de la identidad basada en una idea sustancialista.

    En sntesis, no se puede redistribuir (superar la desigualdad) sin reconocer las dife-rencias para no caer en un universalismo falsamente homogeneizador y que en defini-tiva constituye una legitimacin de las desigualdades. Ello requiere pensar alternativas terico-polticas que involucren la participacin genuina, para poner en evidencia las estructuras sociales de dominacin y las relaciones de inequidad social.

    Se trata de un proceso complejo en el que tanto los actores implicados, las estructuras organizativas cuanto las relaciones estn impregnadas de los elementos hegemnicos que tienden a reproducir el orden social injusto.

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    IV. La construccin identitaria en la prctica de la participacin

    Como toda forma de relacin entre sujetos, en la experiencia de la participacin interesa la forma como se definen los sujetos.

    Las identidades sociales se elaboran a partir de las relaciones que oponen entre s a los diferentes agentes sociales cuando estos entran en contacto, y se expresan en sistemas de categorizacin utilizados por los diferentes grupos sociales e individuos para organi-zar sus relaciones de intercambios, identificacin y diferenciacin. Son el anverso y el reverso de un mismo proceso social que se da dentro del contexto de condicionamientos recprocos de las relaciones sociales. Es en ese marco en el que las representaciones iden-titarias pueden ser definidas.

    Las identidades sociales tienen una configuracin dinmica. Sus procesos de construccin, destruccin y reconstruccin y arbitrariedad como sealan algunos autores no dependen exclusivamente de la accin de cada individuo o grupo social, sino que se encuentran sujetos a la dinmica de las relaciones sociales en las que se inscriben.

    El concepto de estrategia identitaria expresa que los agentes sociales, en el marco de los condicionamientos estructurales, disponen siempre de cierto margen para utilizar de manera estratgica su identidad.

    Clase, gnero o adscripcin poltica son categoras clasificatorias construidas como representaciones sociales dentro de un campo de posiciones determinado, en el que actan y organizan la vida social.

    FRASER (1996) propone una concepcin de identidad como configuraciones, que articulan conjuntos de reclamos, remiten a los antagonismos que las articulan como configuraciones materiales en la cultura y que se pueden constituir, en funcin de prcticas de especificacin, en formas de experiencia de la desigualdad cultural, civil y econmica. Esta perspectiva (tributaria de los trabajos de BUTLER) entiende la identi-dad como construcciones discursivas, encarnadas en sujetos y, por tanto, cristalizaciones del intercambio de sentidos sociales que fijan relaciones disimtricas, las cuales son sus-ceptibles de ser desarticuladas a travs de estrategias deconstructivas.

    La construccin identitaria est implicada en la lucha de clases porque es en la con-frontacin micro o de largo alcance cuando los sujetos deben definirse a s mismos, construir un nosotros y construir otro, a fin de superar las condiciones de desigualdad, cuando la identidad se hace cuerpo. Expresarse como piquetero, mujer, indgena, pobre, discapacitado, etc., no convierte a ese sujeto solo en alguna de estas construcciones identitarias.

    Segn esta lnea, la primera condicin de la construccin identitaria es la recons-truccin identitaria.

    Es posible desarrollar este proceso en los espacios participativos, tal como lo conce-bamos ms arriba, entendindolos como mbitos de reflexin crtica en el transcurso de construccin de una demanda.

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    V. La participacin como prctica terico/poltica para la superacin de las desigualdades

    A efectos de revisar las formas de participacin segn quin las promueve y su potencial de politizacin, he elaborado un esquema que sintetiza tres tipos. En la consideracin de estos tipos se han atendido el agente promotor del proceso participativo, el involucra-miento de los actores participantes y la lgica de relacionamiento entre ellos.

    Espacios de participacin promovidos institucionalmente desde el poder insti-tuido legtimo (Estado)

    Se trata de mbitos de participacin generalmente orientados por la lgica liberal, en la que se interpela a los sujetos en tanto individuos. El tipo de involucramiento de los participantes es electoral, reduce la participacin al voto, o a travs de implementacin de consejos consultivos, referndum. Esas formas participativas se dan en una situacin alta-mente institucionalizada, y la lgica subyacente es la bsqueda de legitimacin social para sostener o reproducir hegemona. La democracia liberal es una democracia de muy baja intensidad, no garantiza condiciones de igualdad poltica. La participacin est circuns-cripta a los trminos del poder instituido, las identidades han sido definidas de antemano (en carcter de qu se convoca a la participacin), y por ello se trata de una forma en gran medida despolitizadora. El Estado, expresin ms acabada del poder instituido legtimo, cuenta con la suma de los capitales, de l emana la ley: expresin ms eficaz de racionali-zacin del dominio.

    Espacios de participacin promovidos por organizaciones sociales que disputan una porcin del poder instituido legtimo

    Basadas en organizaciones sociales que disputan una porcin del poder institui-do (partidos polticos, sindicatos, organizaciones sociales comunitarias, movimientos sociales), el tipo de involucramiento de los agentes participantes es la afiliacin, la militancia orgnica a travs de espacios de informacin, formacin, debate, asambleas de diversos niveles: plenarios, representantes segn algn criterio (elegidos o designa-dos), delegacin.

    Su lgica subyacente se estructura en una tensin entre su lgica de emergencia, asociada a la implementacin de una democracia participativa (dispositivo de democra-tizacin y politizacin), y su lgica de sostn en el sistema, basada en la reproduccin de la lgica representativa (como vimos ms arriba, despolitizadora), y pueden contribuir a la construccin de una ciudadana disciplinada.

    Generalmente se inician como construccin de una demanda, pero si estas son aten-didas por el poder instituido no pasan de meras peticiones, y ello resulta desmovilizador. En este sentido su potencial de politizacin se ve mellado porque pueden contribuir a la construccin de grupos disciplinados.

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    Espacios participativos promovidos desde el poder en constitucin Se vinculan con la implementacin de una propuesta de cambio. Los dispositivos

    de participacin implican procesos cogestionados o interinstitucionales. Es decir, en su base hay un reconocimiento de otros (Estado, universidad, iglesia, organizaciones so-ciales, etc.), y ello contribuye o crea las condiciones de posibilidad para la conformacin de un espacio no monopolizado. Se vinculan con la implementacin por adhesin de una propuesta de cambio (por ejemplo, en el campo del hbitat popular, de la educacin popular o de la economa social), induciendo la toma de conciencia de la posibilidad de reconstruccin de las formas de relacionamiento.

    La lgica subyacente en estas formas de participaciones es precisamente la bsqueda de constitucin de una identidad, y en ese proceso, el desvelamiento de categoras naturaliza-das, la bsqueda de empoderar a actores histricamente excluidos del ejercicio del poder y obtener con ello la restitucin de derechos, la construccin de ciudadana plena. Brindan la posibilidad de cuestionar los mecanismos que posibilitan y organizan jerarquizadamente el acceso a la representacin. Generalmente se implementan en experiencias piloto o de es-calas no masivas de alternativas educativas, habitacionales o de econmicas y combinadas.

    Cuando el poder en constitucin se estructura en relacin con demandas al poder instituido, puede articularse en alianzas multiclasistas que demanden cuestiones con-cretas e inmediatas, y pueden llegar a cuestionar el orden instituido. En este sentido, su capacidad de politizacin es muy alta (BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS, 2001).

    En los casos en que esta forma participativa es tomada por el poder instituido y se pretende su aplicacin masiva (por ejemplo, en la forma de polticas pblicas que promueven la participacin de grupos comunitarios y grupos sociales determinados), la participacin social asistida tcnico-polticamente, aunque se ve restringida a los tr-minos de la convocatoria y tiene como fin convalidar la accin estatal, al crear un m-bito de debate, es una forma de enorme potencial de politizacin. Contribuye a ello precisamente por la legitimacin derivada del poder institucionalizado y el alcance que pueden tener estas experiencias, que generalmente se reducen a experiencias piloto si son promovidas por organizaciones de la sociedad civil.

    En sntesis, cuando hablamos de participacin se hace referencia a la capacidad de demandar y generar las condiciones para la implementacin de otra interlocucin con las instituciones que detentan el poder poltico.

    En esa direccin, CARBALLEDA (2006) plantea que la intervencin en lo social debe generar nuevos interrogantes que se relacionen con la visibilidad, con hacer ver aque-llo que est oculto y que genera ms y nuevas formas de atadura. Construye la nocin de Problemticas Sociales Complejas para referirse al producto que surge de la tensin entre necesidades y derechos sociales y civiles; en un contexto signado por desigualdades sociales, emergencia de derechos subjetivos, incertidumbre entre las expectativa sociales y las posibilidades de alcanzarlas y crisis institucional. Tambin plantea la necesaria com-plejidad de la intervencin, que implica:

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    el fortalecimiento de una cultura de dilogo; establecer un equilibrio entre los intereses de las partes; estimular la emergencia de una voluntad de las partes a intercambiar informacio-nes, opiniones, y de llegar a compromisos; progresin en la autonoma decisional (estilo de desarrollo e instrumentos de poltica); capacidad de inclusin social (redistribucin social, participacin de la poblacin en las decisiones).

    Se trata de promover procesos participativos que propicien la construccin de demandas unificadas y reconstruir identidades basadas en subjetividades subalternas, a fin de politizar las condiciones que las configuraron como tales. Propiciando acti-vidades colectivas de acuerdo con diferentes contextos psicosociales, para compartir las experiencias individuales, ntimas, entre sujetos no profesionales y profesionales, y siguiendo el esquema de la educacin freyereana3, se pueden deconstruir viejos es-tigmas y construir un mbito de concientizacin de lucha por los derechos, de forma colectiva (PAIVA: 2002; CARBALLEDA: 2006).

    Estos espacios requerirn ciertas condiciones tanto de quienes los promuevan cuanto de quienes se sumen a ellos, y de la reflexin crtica, presente en todo el tras-curso, porque pueden convertirse en mbitos de legitimacin de las desigualdades. Es decir, no hay un esquema lineal que ligue posiciones subalternas en la estructura social, reconocimiento o toma de conciencia, bsqueda de estrategias racionalizadas de superacin, adscripcin de una identidad social, participacin activa en una orga-nizacin estructurada de lucha por la restitucin de derechos, mejores condiciones de vida. Por el contrario, se trata de un proceso complejo en el que tanto los actores implicados, las estructuras organizativas y las relaciones entre ellos estn impregnados de los elementos hegemnicos que tienden a reproducir el orden social injusto.

    VI. Procesos participativos de organizaciones sociales de destinatarios en intervenciones habitacionales estatales en trminos de su potencial de politizacin

    Como adelantbamos, las reflexiones que aqu planteamos orientaron el anlisis de un conjunto de casos de intervenciones habitacionales estatales de implementacin de proyectos de resolucin de las condiciones habitacionales, realizados en el marco de diferentes proyectos habitacionales, en la ciudad de Resistencia, Chaco.

    3. Las experiencias y formulaciones de PAULO FREIRE (que han creado una tradicin terico-poltica) en educacin popular emancipadora constituyen un referente para la implementacin de instancias de partici-pacin y reflexin crtica. 4. Ver la pgina oficial del programa http://www.vivienda.gov.ar/solidaridad/index.html

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    Los casos analizados han sido: el del barrio Chelliy, situado al N de Resistencia, originado en la toma de tierras lindantes al Barrio Toba en 2001 por parte de familias descendientes de originarios qom, donde se implement entre 2005 y 2007 el subpro-grama para poblacin indgena del Programa Federal de Solidaridad habitacional;4 el asentamiento Juan Jos Valle, situado en el rea S de la ciudad en el lmite con el muni-cipio de Barranqueras, donde residen familias ocupantes desde octubre de 2007, se en-cuentra en proceso de regularizacin dominial y de incorporacin al entramado urbano en el marco del Programa provincial Territorio Urbano;5 el barrio Vargas II, situado al NE de la ciudad, que data de 1982/83, donde se implement, entre fines de 2004 y fines de 2005, el programa Federal de Emergencia habitacional,6 todos consolidados en la misma localizacin de la ocupacin. El otro caso analizado es el asentamiento Mate Co-sido, situado en el SO de la ciudad, en un predio negociado con el gobierno provincial, tras el desalojo de los ocupantes del lugar originalmente ocupado en 2002. En este caso se estudi la primera etapa de ejecucin de viviendas a travs del programa provincial de Fortalecimiento Comunitario (FOCO), realizada entre 2005 y 2007.7

    Estas intervenciones estatales en materia de hbitat (regularizacin dominial, cons-truccin de viviendas y obras de infraestructura) constituyeron una respuesta de los organismos estatales a reclamos de organizaciones socio-comunitarias que conformaron esos asentamientos.8

    Aunque con diferencias de ndole organizativa y cultural, todos ellos constituyeron casos socialmente conflictivos y con una alta difusin meditica.

    Especficamente se estudiaron los procesos participativos, su devenir, en el marco de los procesos de mejora habitacional. El anlisis se centr en la incidencia de las organiza-ciones en la implementacin de los proyectos de mejora habitacional, y la relacin de las organizaciones y los organismos estatales en trminos de su capacidad de politizacin.

    El enfoque metodolgico empleado para este estudio es de tipo cualitativo, con base en datos obtenidos a travs de entrevistas en profundidad a lderes e integrantes de las organizaciones que promovieron las acciones colectivas de reclamo de la aten-cin habitacional y residentes de los barrios y entrevistas a tcnicos que fueron parte de la implementacin de los diferentes proyectos.9 Esta informacin se complet con

    5. Ver http://ipduv.chaco.gov.ar/frontend.php/pagina?id=1951&sm=76. Ver la pgina oficial del programa http://www.vivienda.gov.ar/emergencia/index.html7. Ver MARTNEZ TORRES (2007), en http://prejal.oit.org.pe/prejal/docs/sistprogemp.pdf , o bien: CAR-CAO DE LLANO Y BARRETO (2008), en http://www.unne.edu.ar/investigacion/com2008/T-003.pdf 8. Uno de los rasgos caractersticos de los asentamientos, desde fines de los 90 en el AMGR, es la organizacin de los colectivos sociales que producen la ocupacin de tierra (BENTEZ: 2003, 2005 y ss.), lo cual expresa una nueva politicidad de los sectores pobres urbanos, junto al piquete, los saqueos y los estallidos (MERKLEN: 2004). 9. La informacin de entrevistas a residentes del barrio Vargas II fue obtenida en el marco de mi colaboracin en el proyecto de investigacin PICTO UNNE 00100-2007, desarrollado entre 2008 y 2011 en el Instituto de Investiga-cin y Desarrollo en Vivienda (IIDVi) FAU UNNE, equipo responsable: Miguel ngel Barreto, Vctor Pelli. Equi-po de colaboradores: Laura Alcal, Mara Andrea Bentez, M. E. Fernndez, M. Gir, M. B. Pelli, V. Romagnoli.

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    datos obtenidos con observacin participante en actividades comunitarias realizadas en cada uno de los barrios mencionados, y con observacin no participante.

    El asentamiento Chelliy se conform en 2001 como producto de la ocupacin de tierras por parte de 150 familias, de las cuales el proyecto aqu referido alcanz a 46, asentadas en una parte del terreno cuya regularizacin dominial (negociacin con los dueos histricos, compra de los terrenos y traspaso a sus ocupantes) fue ms gil.10

    El proyecto de mejora habitacional, promovida desde la ocupacin por los ocupan-tes, se concret entre 2006 y 2007, y consisti en la regularizacin dominial, la cons-truccin de unidades de vivienda, en los lotes donde las familias ocupantes de hecho residan desde la ocupacin, relocalizacin de algunas familias por adecuacin al muevo trazado del barrio, apertura y perfilado de calles y obras de infraestructura (entuba-miento de un canal desage pluvial), mediante la implementacin de Plan Federal de Solidaridad Habitacional, Subprograma de viviendas para poblaciones indgenas, y el aporte de la Municipalidad de la ciudad de Resistencia y de la provincia a travs del Ins-tituto de Desarrollo Urbano y Vivienda (IPDUV), la Direccin Provincial de Vialidad (DPV), y Administracin provincial del Agua (APA) para la realizacin de las obras de infraestructura necesarias.

    Esta comunidad presentaba desde antes de su conformacin como asentamiento prcticas de organizacin colectiva para la resolucin de necesidades (obtencin de asis-tencia alimentaria, inclusin en planes sociolaborales y subsidios al desempleo), y con-taba con una organizacin institucionalizada: la Asociacin Chelliy. La constitucin de esta organizacin fue una de las condiciones para comenzar las negociaciones con la Municipalidad de Resistencia para la regularizacin dominial y con el IPDUV para la ejecucin de las viviendas. Es decir que la organizacin se constituy en el proceso de la ocupacin de la tierra, formacin del asentamiento y proceso de negociacin con el poder poltico en torno de la asistencia social y habitacional.

    Con relacin a la participacin de la comunidad, hay que sealar que los vecinos tuvieron una colaboracin plena en la etapa de toma de la tierra, resistencia de la ocupa-cin y demanda de la regularizacin dominial, instancias todas en las que la comunidad, a travs de representantes comunitarios organizados en la Asociacin Chelliy, fue pro-motora. Los reclamos se efectuaron a travs de medidas decididas en asambleas comu-nitarias: marchas desde el barrio hacia la casa de gobierno, presentacin de petitorios en los medios de prensa, etc.

    En la etapa de intervencin estatal, se identifica una participacin declinante. En cuanto al proyecto de reorganizacin de los lotes: es posible identificar una participa-cin asociada y asistida por el equipo tcnico que inclua a estudiantes universitarias

    10. Es conveniente aclarar que la ocupacin se produjo en un terreno perteneciente a dos propietarios diferen-tes, y la regularizacin dominial se realiz en plazos distintos. En 2010 se termin la ejecucin de las viviendas y obras destinadas a las familias asentadas en la otra parte del predio.

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    que actuaron de mediadoras entre los tcnicos municipales y del IPDUV y la empresa constructora a cargo de la ejecucin de las viviendas.11 Durante la ejecucin de las obras: se dio una participacin mediada por equipo tcnico, la comunidad realiz solamente el seguimiento de gestiones, mediante representantes comunitarios, los cuales operaron ahora como facilitadores comunitarios.

    La asociacin Chelliy no administr ningn fondo, fueron interlocutores. El pro-grama implementado no lo prevea y la organizacin no lo reclam. Pese a los inconve-nientes que debieron sortear las familias por el modo de produccin de las viviendas, no hubo conflictos con el poder poltico.12

    Esta organizacin inicial se fragment y en la actualidad operan en el asentamiento tres organizaciones sociales, aunque ellas no son antagnicas. Se han fijado objetivos y estrategias de demanda diferentes. (BENTEZ: 2008)

    En el asentamiento Mate Cosido, se las acciones habitacionales consistieron en la regularizacin dominial, construccin de unidades de vivienda para 26 familias en una porcin del terreno que qued libre de edificacin (donde los vecinos prevean la insta-lacin de equipamiento social), apertura y perfilado de calles, mediante la implementa-cin del Programa Provincial FOCO, de autoconstruccin con financiacin propia del IPDUV que se ha propuesto incorporar la participacin organizada de los beneficiarios mediante una compleja articulacin de actores institucionales y sociales, vigente entre 2001 y 2005, con variantes en la implementacin en ese perodo.

    Con relacin a la participacin de la comunidad en el proceso de la intervencin de habitacional, hay que sealar que cada una de las instancias, a excepcin de la de-finicin de los prototipos, se realiz con control de la comunidad en el marco del mo-vimiento territorial de liberacin (MTL) que nuclea a los residentes de asentamiento, y se constituy en la promotora de la toma de la tierra, resistencia de la ocupacin y negociacin de relocalizacin impulsada por la organizacin, pudiendo identificarse en esta fase del proceso una participacin plena, tanto en la ejecucin como en la asignacin. Esto redund en que la venta de las porciones de tierra ocupadas fuera casi nula, considerando que en otros asentamientos ocurre en un alto porcentaje.

    El programa provincial Plan Tierras propuso un esquema de distribucin de lotes en el predio (planimetra); los lotes se asignaron a cada familia por participacin directa

    11. El mencionado equipo universitario colabor en el proceso en el marco de la realizacin de sus trabajos finales de carrera, y operaron de mediadoras entre la comunidad y la empresa constructora, que ejecut las viviendas. Ver ALMANZA, IRIS (2005/ 06) Tesina final de Arquitectura V, UPB Gestin Participativa del Hbitat con 46 familias del barrio Cacique Chelliy, Resistencia, Chaco (indito. A disposicin en la biblio-teca de la FAU UNNE).12. No se consideraron las unidades existentes, a pesar de que el 16 % era recuperable. Estas fueron demo-lidas, y se construy sobre el terreno limpio, lo cual implic que las familias tuvieran que trasladarse a vivir con familiares o alquilar. El diagnstico del estado de las viviendas antes de la intervencin es de ALMANZA (2006), citado en BENTEZ (2008).

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    (asambleas) y en forma concertada, entre vecinos, en el marco del movimiento (partici-pacin plena) estableciendo prioridades: mayor necesidad (por situacin econmica o familiar) y considerando a quienes tenan una mayor asistencia y compromiso con las actividades del movimiento.

    En cuanto al modelo de las viviendas se construy un tipo estndar, en cuya defini-cin la comunidad no fue consultada.

    En lo referente a la ejecucin de las obras, se distinguen dos etapas. Entre enero de 2005 y enero de 2006, las viviendas se ejecutaron con el sistema de

    autoconstruccin de los destinatarios (esta participacin es como mano de obra bajo la direccin de un tcnico especializado). Segn los tcnicos entrevistados, atentaron con-tra esta experiencia la dilacin en la entrega de materiales y la escasa capacitacin de los autoconstructores (vecinos del barrio Mate Cosido). Finalmente, una tormenta derrib los paramentos de varias casas y se produjo un conflicto que paraliz la obra.

    Entre julio de 2007 y septiembre de 2007, se retom la obra por administracin de una empresa contratista que incorpor a algunos vecinos destinatarios para la ejecucin de la obra. La organizacin (MTL) controlaba que se cumpliera la contra-tacin y en su marco se decidi quines seran los beneficiarios de los contratos. El movimiento no particip de la administracin de fondos para ninguna instancia del proyecto, el programa implementado no lo prevea y la organizacin no lo reclam. Operaron como promotores, negociadores e interlocutores.

    En este caso, la organizacin preceda a la ocupacin de tierra, que fue una estrate-gia de visibilidad de las familias que la integraban. En todos los momentos del proceso intentaron poner los trminos de su relacin con el poder poltico mediante medidas de protesta. La contrapartida de esta actitud confrontativa por parte de este movimiento social respecto del gobierno fue la distancia de la localizacin definitiva, regularizando el barrio en un rea sin infraestructura, prcticamente sin servicios, y la proporcin de unidades de vivienda construidas en relacin con la cantidad de familias que residen en el asentamiento (26 unidades en la primera etapa, para un total de 200 familias que constituan el barrio). Esta organizacin se mantuvo unificada desde la ocupacin hasta la realizacin de las viviendas y sufri una ruptura en la ltima parte del proceso, plan-teada en trminos de antagonismo13 (BENTEZ, 2008).

    El asentamiento Juan Jos Valle, localizado en un terreno conocido como La Rubita, ubicado en el lmite del municipio de Resistencia y Barranqueras, que per-teneci histricamente al Ejrcito Argentino, alberga a 217 familias y se form por una ocupacin masiva en el ao 2007. Este asentamiento surge como una revancha de una organizacin de familias que en 1997 haban sido desalojadas de este predio

    13. La escisin sobrevino porque un grupo de residentes no acordaba con las estrategias de reclamo del movi-miento, que les implicaba escasa atencin por parte del gobierno en asistencia social.

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    y judicializados, cuando 500 familias lo ocuparon por primera vez y permanecieron all durante una semana.14

    Durante los aos que mediaron entre una y otra ocupacin, se gener una organi-zacin para afrontar colectivamente la falta de empleo. Conformaron tres cooperativas: una textil, una para fabricar juguetes de madera y la tercera de panadera, entre otras ac-ciones de tipo colectivas, buscando siempre el apoyo estatal para la radicacin definitiva en ese predio. (BENTEZ-QUINTANA: 2010).

    Finalmente en 2007, el triunfo eleccionario del partido de la oposicin cre las condiciones para volver a producir la ocupacin de La Rubita; esta vez 600 familias protagonizaron la toma, ahora con el nombre de asentamiento Juan Jos Valle.15 El compromiso del gobierno entrante con los ocupantes de gestionar el traspaso de la tierra y la realizacin de un proyecto de mejora habitacional gener gran expectativa en los protagonistas de la toma y en otras organizaciones y movimientos que operan en Re-sistencia y Barranqueras, y reclamaron un lugar en el predio. Entre otros, se cuenta al Movimiento el 17 de julio, que inici la construccin de un complejo habitacional de alrededor de 500 viviendas, y equipamiento social promovido por la Fundacin Madres de Plaza de Mayo. La inclusin de otros movimientos, algunos con sus propios pro-yectos habitacionales, gener conflictos entre los movimientos que se agregaban y los integrantes del asentamiento Juan Jos Valle.16

    Todas las familias estn afiliadas a alguna de las agrupaciones del lugar, que hacen las veces de gestoras ante las entidades pblicas, siendo la voz, visibilizndolos con el fin de ser escuchados. Dado que actualmente los programas de accin se llevan de manera conjunta, civiles y pblicos participan directamente en las instancias poltico-adminis-trativas involucradas de la situacin habitacional y ocupacional de los habitantes del asentamiento.

    Las obras previstas en La Rubita regularizarn la situacin de 1200 hogares en lo inmediato y de 3500 hogares en su tramo final.17

    La salida de las tensiones suscitadas por la legitimidad en la apropiacin del predio fue la construccin de un proceso de planeamiento de las acciones habitacionales que se desarroll en el marco de Territorio Urbano (TU)18, un programa destinado a in-

    14. La poblacin de este asentamiento est constituida en su mayora por jvenes que vivan con sus padres en situaciones de alto hacinamiento, en barrios prximos: Mariano Moreno, el Rawson o Villa Luzuriaga, Campo Zampa y algunos del Barrio Espaa (un barrio FONAVi de los 70) (BENTEZ-QUINTANA 2010).15. Juan Jos Valle, militar argentino que en 1956 encabez una fallida sublevacin cvico-militar contra la dictadura militar autodenominada Revolucin Libertadora. Derrotado el movimiento, Valle fue fusilado por orden de Aramburu, junto a otros revolucionarios.16. Portal de noticias: CHACODAPORDA.COM http://www.chacodiapordia.com/noticias17. Disponible en http://ipduv.chaco.gov.ar/frontend.php/pagina?sm=22&id=2007 (Consultado en julio de 2010).18. Que opera coordinadamente con el Programa PROMEBA PROMEBA (BID N. 940 Ar.), Mejora-miento de Barrios, dependientes ambos del Instituto de Desarrollo Urbano y Vivienda de provincia (IPDUV).

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    corporar los asentamientos en el entramado de la ciudad. La modalidad adoptada para la implementacin es la bsqueda del consenso entre las organizaciones y un equipo tcnico y poltico que se concret en la forma de una mesa interactoral e interinstitu-cional, integrada por referentes de cada una de las organizaciones que nuclean a los residentes del predio que abarca el proyecto y tcnicos de los programas promotores de la intervencin y organismos y empresas del estado de provisin de servicios. Esta instancia de informacin, puesta en comn de posiciones y negociacin de propues-tas por parte de la comunidad y los equipos tcnicos implicados tuvo una frecuencia quincenal y mensual, en el inicio del proceso, y se realizaban asambleas y reuniones barriales promovidas por los lderes y referentes de las distintas agrupaciones que con-forman el asentamiento, a veces, y otras promovidas y coordinadas por los tcnicos de los programas estatales involucrados, en las que los vecinos eran informados de los avances de las negociaciones en este mbito. Es decir, se oper en el marco del programa TU con una impronta de interrelacin profunda con la comunidad; de hecho, algunos vecinos ocupantes, destinatarios de las mejoras del plan, pasaron a ser contratados del Estado para la realizacin de tareas de relevamiento, mensuras y otras implicadas en la regularizacin dominial, y operaban como mediadores y faci-litadores comunitarios. Esto posibilit disminuir los niveles de conflictividad entre las agrupaciones y movimientos que integraban la poblacin destinataria final de la intervencin.

    Desde 2009 se estn haciendo las obras necesarias de relleno del suelo para la construccin de las viviendas ya con las transferencias dominiales.

    Vargas II es una villa antigua de la ciudad. Su origen es una ocupacin masiva reali-zada en 1982 por traslado de un grupo de familias durante las inundaciones por desbor-de del ro Paran. Su configuracin espacial mantiene la distribucin de las tradicionales villas, conservando la circulacin por senderos irregulares, a pesar de la implementacin de polticas de ordenamiento territorial para el traspaso de los terrenos a sus ocupantes.

    Este sector de la ciudad, que agrupa tambin al barrio Los Teros, padece proble-mas de anegacin, y por estar localizados sobre un tramo del trazado del terrapln de defensa. All opera desde el ao 2000 un movimiento poltico sindical que tiene proyeccin nacional: la Corriente Clasista y Combativa (CCC).19 No es la nica or-ganizacin social en el barrio, pero es identificada como la ms influyente entre los ve-cinos. Este movimiento tuvo un gran protagonismo en la emergencia del movimiento piquetero argentino, sus prcticas de protesta son las marchas, movilizaciones y cortes de calle, sentadas frente a las instituciones y quema de cubiertas, en consonancia con las prcticas que tiene el movimiento a nivel nacional.

    19. Es un brazo sindical y piquetero del Partido Comunista Revolucionario.

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    La ejecucin de las viviendas y las obras de infraestructura se realiz en el marco del Programa Federal de Emergencia Habitacional, que e