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Coordinación General de Patrimonio Cultural e Investigación
Dirección Ejecutiva de Investigación
Estudio: Elaboración de monografías de los pueblos
Indígenas de México en el siglo XXI. Tekos de Chiapas
Autor: Dr. Carlos Gutiérrez Alfonzo
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Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas
Nuvia Mayorga Delgado
Directora General
Pablo Uribe Fuentes
Coordinador de Asesores
Eduardo Licona Suárez
Coordinador General de Infraestructura
José Luis Aguilar Licona
Coordinador General de Fomento a la Producción y Productividad Indígena
Juan Manuel García Romero
Coordinador General de Administración y Finanzas
César Miguel López García
Coordinador General de Patrimonio Cultural e Investigación
Víctor Manuel Rojo Leyva
Director Ejecutivo de Investigación
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Primera edición 2017
D.R. © 2017 Carlos Gutiérrez Alfonzo D.R. © 2017 Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas Av. México-Coyoacán 343, colonia Xoco, Delegación Benito Juárez C.P. 03330, Ciudad de México http://www.cdi.gob.mx ISBN 978-607-718-056-2 / Elaboración de monografías de los pueblos Indígenas de México en el siglo XXI. Tekos de Chiapas
Coordinador de la serie: Víctor Manuel Rojo Leyva Responsable de la edición: José Luis Reyes Utrera Corrección de estilo: Adriana Rangel García Encargada de la Fototeca Nacho López: Silvia Gómez Díaz
Se permite la reproducción de los contenidos, sin fines de lucro, siempre y cuando se cite la fuente.
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Presentación
Este proyecto fue desarrollado en 2015, como parte de la tarea de actualización de la
información etnográfica de los pueblos indígenas del país.
México ha vivido diferentes procesos de cambio que han modificado la configuración de su
diversidad cultural, uno de estos es aquél relacionado con el conflicto armado de Guatemala
en el siglo anterior, que dio origen al desplazamiento de miembros de diferentes pueblos
indígenas originarios de ese país y que arribaron a territorio mexicano, como es el caso de
integrantes del pueblo teko.
Por otra parte, en la tarea de actualización de la información se identifican dos tipos de
necesidades, en primer lugar, realizar proyectos de actualización que refleje los cambios
que acontecen en las realidades de los pueblos indígenas anteriormente descritos en
trabajos etnográficos; y por otra, emprender investigaciones para conocer aquellos pueblos
de los cuales se carece o se tiene poca información. En este sentido es importante tomar
en cuenta que en las diferentes series de monografías realizadas previamente por la CDI
no se han desarrollado investigaciones del pueblo teko, y no se tienen identificados otros
trabajos de investigación sobre ellos, a no ser de algunos documentos que describen sólo
ciertos aspectos generales o que, en su mayor parte, hacen alusión a quienes residen en
Guatemala.
De tal manera que este proyecto fue propuesto para contar con un documento sobre
el pueblo teko que forme parte de la serie de monografías Pueblos Indígenas de México en
el Siglo XXI, sobre los rasgos generales de este pueblo y en particular esclarecer sobre la
discusión de su existencia.
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Índice
Introducción……………………………………………………………… 1
El Estado mexicano y la región de estudio…………………………… 3
El énfasis puesto en la denominación lingüística…………………… 9
Los años ochenta y la llegada de los refugiados guatemaltecos…. 22
Las leyes internacionales y los derechos de los pueblos
Indígenas ……………………………………………………………. 24
Denominación lingüística-autoadscripción lingüística:
desavenencias …………………………………………………….. 36
El municipio de Mazapa de Madero ………………………………… 37
¿Existe el pueblo Teko?.................................................................. 60
Bibliografía……………………………………………………………… 69
Anexo 1. Cuadros y mapas …...………………………………………... 72
Anexo 2. Registro fotográfico ………………………………………….. 85
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Introducción
El presente documento es el resultado de la investigación denominada “Pueblos
indígenas de México en el siglo XXI. Tekos en el estado de Chiapas”, financiada por
la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, con el propósito de
conocer la existencia en el estado de Chiapas del pueblo teco. Para alcanzar el
objetivo, se diseñó el proyecto cuyo sustento fue la información bibliográfica y el
trabajo de campo. Resultaba pertinente colocar el énfasis en el surgimiento de esta
denominación lingüística, nunca antes utilizada por el Estado mexicano. La
existencia en años recientes de una lengua denominada como Teko fue evidenciada
por el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, el cual reportó, en 2008, en el
catálogo de lenguas indígenas publicado en el Diario Oficial de la Federación, que
había 53 hablantes de esa lengua (p. 86, tercera sección). El Censo de Población
2010 no registró cifra alguna que mostrara a esos hablantes. Con el auxilio del
director del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, tuve acceso a la versión
impresa del taller correspondiente a las lenguas mayas para la elaboración del
Catálogo de las Lenguas Indígenas Nacionales, el cual fue publicado en el Diario
Oficial del lunes 14 de enero de 2008. El “Taller de análisis de diversidad interna de
las agrupaciones maya, tsotsil, tseltal, tojolabal, K’iche’, Mam, Kaqchiquel,
Jakalteko, lacandón, qato´k, chól, chontal de Tabasco, Akateko, Q’anjob’al, Chuj,
Ixil, Q’eqchi’, Awakateko, y Teko” (Diario Oficial, tercera sección, p. 72), se realizó
del 16 al 18 de octubre de 2006, organizado por dicho Instituto, en San Cristóbal de
Las Casas.
Mi estancia en la región estuvo marcada por el conocimiento que tengo de
ella. Al estar en el campo, tuve en mente que en el Instituto Nacional de Lenguas
Indígenas el interés se centra en las agrupaciones lingüísticas. Con esta
denominación, aunque no se le define, en los documentos del Instituto se puntualizó
que interesa la lengua, como puede verse también en las palabras de la directora
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de investigación de dicho Instituto: “De antemano le informo que nuestra intención
es más documentar la lengua y aspectos de tipo sociolingüístico, así que lo que
podemos ofrecerle en estos momentos son las encuestas sociolingüísticas que se
levantaron con el fin de acompañar el registro de la lengua” (maestra Rosa María
Rojas Torres, directora de investigación del Instituto Nacional de Lenguas
Indígenas, recado electrónico recibido el 1 de diciembre de 2015). ¿El
reconocimiento de la lengua debe hacer pensar en la existencia de un pueblo que
la habla?
El municipio de Mazapa de Madero se ofrece como lugar donde viven los
hablantes de teco. En dicho municipio se ubicó, en 1978, el Centro Coordinador
Indigenista Mam-Mochó-Cakchikel, el que en años recientes ha extendido su área
de influencia hacia los municipios de Frontera Comalapa y Chicomuselo, para
atender a población que se reconoce como hablante de mam, hacia la zona popti-
jacalteca, en el municipio de Amatenango de la Frontera, y hacia la parte alta del
municipio de Tapachula, donde se asienta población que habla mam.
Al tratarse de una región que ha estado bajo la férula del Estado nacional,
resulta conveniente exponer la relación que el gobierno ha mantenido con esta
zona. De ello se habla en el primer apartado de este documento. En el siguiente, se
expone el énfasis que se ha puesto en la denominación lingüística para reconocer
a la población del municipio de Mazapa de Madero. Se sitúa, en el posterior, lo que
ocurría en los años ochenta del siglo pasado en relación con la llegada de los
refugiados. En el apartado subsecuente, se hace referencia a las leyes
internacionales y a los derechos de los pueblos indígenas. El último apartado está
dedicado a la población de Mazapa de Madero, a los cambios culturales e
identitarios: organización social, instituciones, ceremonias cívicas, fiestas
patronales, trabajo conjunto, diversas organizaciones, prácticas a partir de la
denominación religiosa.
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La identidad local que sobresale en Mazapa de Madero es la que se sostiene
en la práctica religiosa, cuya mayor feligresía se encuentra en las denominaciones
no católicas. La identidad indígena está en relación con las necesidades del Estado
nacional; a las solicitudes que al respecto se le hace a la población de ese lugar.
El Estado mexicano y la región de estudio
El conocimiento de los pueblos indígenas de México atraviesa por la comprensión
de las formas en que el Estado mexicano se ha relacionado con la población del
país. Sin obviar la historia de estas relaciones, resulta factible para los propósitos
de este trabajo colocar el punto de partida a principios de la década de los años
cincuenta del siglo XX, cuando se le dio forma al Instituto Nacional Indigenista. Al
definirse la nación mexicana, se enalteció el pasado prehispánico, el cual debía
estar visible mediante los sitios arqueológicos. Se puso el énfasis también en la
riqueza cultural que procedía de ese pasado, la cual debía ser salvaguardada por
el Estado mexicano. El proyecto nacional, analizó Guillermo de la Peña (1995: 116-
117), se definía por la conservación del pasado glorioso y por la imposición del
mestizaje que hiciera desaparecer las diferencias culturales de la población
mexicana. El Instituto Nacional Indigenista, observó de la Peña (1995: 119) fue la
institución gubernamental que tuvo como propósito impulsar la “incorporación” y la
“aculturación” de los indígenas. Una primera iniciativa académica para observar esta
población fue la de las “áreas culturales”, cuya definición recaía en la lengua. El
reconocimiento de una lengua implicaba que había una población hablante de ella.
Hubo una crítica a esta posición. Y en lugar de ella, se optó por hablar de “regiones
de refugio” -que habían sido conformadas en la época colonial, como una forma de
control de la población nativa-, una noción que ponía el énfasis en las relaciones
desiguales que la población indígena mantenía con las elites regionales. La labor
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indigenista iba a consistir en paliar esas relaciones desiguales para que los
indígenas pudieran incorporarse a la nación.
En los años setenta, del interior del mismo Instituto surgieron voces que
cuestionaron la política indigenista, que mostraron que los indígenas, a partir de sus
organizaciones, debían ser quienes definieran las relaciones que debían tener con
el Estado, el cual impulsó formas organizativas que hicieran ver que había un
cambio en la relación con la población indígena. Fue posible hablar de un
“indigenismo participativo” (De la Peña, 1995). El Estado mexicano alentó, como
una respuesta a lo estipulado en la ley de creación del Instituto Nacional Indigenista
-en la cual se preveía la representación de “los núcleos indígenas más importantes”-
, la formación de los Consejos Supremos, una figura extraída de las experiencias
de los yaquis y los tarahumaras que fue impuesta en todo el país. Mediante los
Consejos Supremos la población indígena estaría representada ante las instancias
gubernamentales; se trataba de una figura corporativa.
El Instituto Nacional Indigenista fundó en la Sierra Madre de Chiapas, en
1978, el Centro Coordinador Indigenista en Mazapa de Madero. Una investigación
previa, encargada por el INI al antropólogo Mauricio Rosas Kifuri, provocó que el
Centro se denominará de la siguiente manera: Centro Coordinador Indigenista
Mam-Mochó-Cakchiquel. Con base en la política indigenista imperante en ese
momento, fueron formados los consejos supremos para cada una de las
poblaciones reconocidas. El rubro de la educación, que también estaba dentro de
la política indigenista, fue atendido por medio de los promotores bilingües y de la
instalación de albergues escolares en zonas estratégicas. Los técnicos,
profesionistas especializados en ramas específicas, atendían cuestiones
relacionadas con la salud, el campo y la organización social. A esta institución, la
única del ámbito federal existente en la zona para atender a la población serrana,
acudían los pobladores de los municipios de Mazapa de Madero, Motozintla, El
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Porvenir, La Grandeza, Bejucal de Ocampo, Bellavista y Siltepec en busca de apoyo
para sus actividades diversas.
El Centro Coordinador Indigenista (CCI) trabajaba con la población de la
Sierra sin poner el énfasis en los aspectos culturales, como la lengua o las
manifestaciones culturales, las cuales eran escasas en virtud de las campañas de
mexicanización emprendidas por el Estado hacia los años treinta del siglo XX. Al
estar algún técnico del Centro Coordinador en alguna población serrana, podía
aparecer una palabra en mam, si por algún motivo interrogaba sobre la lengua a
alguien de ese lugar. Cuando acudían a Mazapa de Madero, al CCI, los habitantes
de las tierras altas se expresaban en español.
Para mostrar que había una especificidad cultural, la cual debía responder a
los llamados del Estado mexicano en términos del “indigenismo participativo”, hacia
finales de los años ochenta del siglo pasado, algunos pobladores serranos, con el
auxilio del Consejo Supremo mam, organizaron las “danzas”, escenificaciones
sobre determinadas costumbres, como la cosecha de maíz o la pedida de la novia.
Eran breves parlamentos que incluían pasajes que hacían reír a los asistentes; al
terminar éstos, empezaba el baile. Eran “danzas” que se escenificaban en los
festivales organizados por los gobiernos estatal y federal. Habían sido reelaboradas
a partir de los recuerdos de las personas mayores.
La región Sierra debe ser percibida a la luz de lo que observó Andrés Medina,
en 1967, en un recorrido por la región en el que participaron lingüistas, etnólogos y
antropólogos sociales en busca de datos para el proyecto de rescate etnográfico
financiado por el Museo Nacional de Antropología e Historia, y que después retomó
Carlos Navarrete, quien también formó parte de esa expedición, en su diario Un
reconocimiento de la Sierra Madre de Chiapas. Apuntes de un diario de campo,
publicado por la UNAM en 1978: “una serie de cambios sociales se está haciendo
sentir. Las lenguas nativas desaparecen rápidamente y casi se han extinguido las
viejas formas de organización social, política y religiosa, con la paulatina
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marginalización de la cultura nativa, a la vez que se hace manifiesto un nuevo orden
de valores a través del desarrollo capitalista que tiene lugar en la vecina región del
Soconusco” (6).
Esta marginalización de la “cultura nativa” fue estudiada por Susan Tharp
Garzon, en Mazapa de Madero, en 1985, cuyo texto se citará más adelante.
Al referirse a la población de la Sierra, Navarrete retomó el Censo General
de Población de 1960, según lo consignó Andrés Medina (1993) en sus “Notas
etnográficas de los mames de Chiapas”, y le agregó otros datos más. Para Mazapa,
anotó una población total de 4 471; habitantes en la cabecera: 651. Territorio en
Km2: 116.80. Densidad: 38.27. Ningún monolingüe; 1 491 bilingües. 40.44 % de
hablantes. Y para Amatenango, una población total de 9 484; de la cual, 320
habitaba en la cabecera. Territorio en Km2: 171.40. Densidad: 55.33. Consignó 13
monolingües y 1 114 bilingües, lo que dio un 14.50 % de hablantes. Si se compara
el dato de 1960 con el del censo de 2010, anotado líneas arriba, se hace visible que
el municipio de Mazapa ha crecido, en términos poblaciones, a ritmo muy lento. Es
una referencia entre la población el alto número de personas, hombres y mujeres,
que se desplazan en busca de mejores tierras o de un trabajo remunerado.
Según los datos anteriores, en Mazapa es donde había un número mayor de
hablantes de alguna lengua indígena, arriba del 40 %. Y en Amatenango, fueron
encontrados 13 monolingües. Y la población hablante estuvo por abajo del 15 %.
Con base en el texto de Andrés Medina (1993), Carlos Navarrete (1978) consignó
que en los municipios de la Sierra la lengua dominante era el mam. Y especificó que
había dos variantes: la de la zona alta, en donde están El Porvenir, Bejucal de
Ocampo, La Grandeza, Bellavista y Siltepec; y la de la zona baja, en donde están
ubicados Mazapa y Amatenango. La segunda lengua de la Sierra es el motozintleco
o mochó, escribió Navarrete, la cual se pensaba que había desaparecido
(Navarrete, 1978: 11-13).
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Carlos Navarrete citó, para mostrar la población existente en la zona baja
hacia el siglo XVI, la información proporcionada por el obispo Pedro Cortés y Larraz,
la cual está fechada en 1770:
En el pueblo de Cuilco hay familias de indios 80 con 245 personas
En el mismo hay familias de ladinos 57 con 244 personas
En el pueblo de Tectitlán hay familias 105 con 338 personas
En el pueblo de Tacaná hay familias de ladinos 35 con 182 personas
En el mismo hay familias de indios 380 con 1020 personas
En el pueblo de Amatenango hay familias 29 con 103 personas
En el pueblo de Mazapa hay familias 43 con 167 personas
En el pueblo de Motozintla hay familias 22 con 56 personas
De que resultan en esta feligresía familias 751 con 2355 personas
(Navarrete, 1978: 17).
Retomo estos datos para mostrar que se trata de pueblos que ya existían en el siglo
XVIII, con poca población y que mantenían relaciones comerciales con pueblos que
ahora forman parte de Guatemala. La formación de los Estados nacionales trajo
como consecuencia el establecimiento de fronteras, como la que se definió entre
México y Guatemala, en 1882. Antes de la firma de los Tratados de Límites entre
estos países, Motozintla, Mazapa y Amatenango pertenecían a Guatemala. Al
implantarse la frontera política, habitantes de aquel país se movieron hacia México
en busca de tierras para poder vivir. Se ha documentado una primera migración, a
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finales del siglo diecinueve, que se asentó en la parte alta de la Sierra; era mano de
obra que se desplazaba hacia las fincas cafetaleras ubicadas en el Soconusco.
Hasta la década de los ochenta del siglo XX, era imposible ver la Sierra
aislada del Soconusco, como expuso Juan Pedro Viqueira en su texto titulado
“Cuando no florecen las ciudades”: “El auge del café provocó una migración de una
amplitud única en la historia de Chiapas. Si en 1880, la población del Soconusco
sólo representaba un 7.2% del total de Chiapas, para 1940 ese porcentaje se había
incrementado al 18.2%. Por otra parte, a raíz del tratado de límites con Guatemala
de 1882, una zona de la vecina Sierra Madre (Motozintla, Mazapa y Amatenango
[de la Frontera]) se integró a México a cambio de la banda más sureña del
Soconusco (Ayutla), que pasó a formar parte de Guatemala.1 A las nuevas tierras
mexicanas de la Sierra Madre empezaron a llegar miles de campesinos
guatemaltecos --por lo general indígenas de lengua mam-- atraídos por la
posibilidad de hacerse de tierras --aunque fueran de mala calidad-- y de trabajar en
tiempo de cosechas en las cercanas fincas de café del Soconusco.2 Así, si en el
momento de su incorporación a México, la población de la Sierra sólo representaba
un 1.4% del total del estado, para 1940 el 7.5% de los chiapanecos vivían en las
escarpadas tierras de aquella región. A estas migraciones definitivas, hay que
sumar las estacionales de indígenas provenientes de los Llanos de Comitán y de
Los Altos, que acudían año tras año a levantar la cosecha de café” (Viqueira, 2009).3
Carlos Navarrete (1978) en su diario escribió lo siguiente sobre Mazapa de
Madero: “Este pequeño pueblo situado a 1039 mt. de altitud, le sigue en importancia
1 Sobre este acuerdo de límites, véase J. de Vos, Las fronteras de la frontera sur, pp. 102-111;
y M. A. Castillo, M. Toussaint Ribot y M. Vázquez Olivera, Espacios diversos, historia en común, pp. 117-128 y 145-159.
2 L. Waibel, La Sierra Madre del Sur. pp. 145-146. 3 F. Baumann, "Terratenientes, campesinos y la expansión de la agricultura capitalista en Chiapas";
y J. Rus, "El café y la recolonización de los Altos de Chiapas". A menudo se olvida que una parte importante de los trabajadores de las fincas provenían de la región de Comitán. W. Mahnken, Mi vida en los cafetales, p. 71, sí los menciona.
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a Motozintla en el camino que va hasta San Juan Chamique y Comalapa, pasando
por Amatenango. La población consiste en una calle larga empedrada, con algunas
calles cortas transversales, limitadas por la ladera de la montaña de un lado y por
el otro la barranca que baja a la vega del río” (1978: 32). En este pequeño
pueblo, la políticas del Estado mexicano descritas líneas arriba incidieron para que
las características culturales que pudieron haber pervivido empezaran a
desaparecer, como se expondrá más adelante. Dentro de este proceso de cambios,
está la discusión sobre el reconocimiento de la lengua que se habló en ese lugar:
¿cakchikel o Teko?
El énfasis puesto en la denominación lingüística
En el texto “Las lenguas de Chiapas” (2008, publicado en el atlas etnográfico Los
pueblos indígenas de Chiapas, el cual estuvo bajo la dirección de Margarita
Nolasco), Juan Pedro Viqueira consignó que cuando la conquista de México eran
habladas en Chiapas 12 lenguas distintas: “De la familia mayanse, el chol, el choltí,
el tzotzil, el tzeltal, el coxoh, el cabil (o chicomulteco), el mochó (o motozintleco), el
teco y el mam” (23). Resulta relevante observar que cinco de estas lenguas se
encontraban en una de las regiones por las que a finales del siglo XIX sería
establecida la frontera entre México y Guatemala. Las políticas coloniales y,
posteriormente, las del México independiente y las del México de la revolución
provocaron que varias lenguas desaparecieran, como el coxoh, el cabil y el teco,
según ilustró Viqueira en el texto citado; dos permanecen dentro de las identificadas
como en peligro de extinción: el mochó y el mam.
Un texto clave escrito por un académico, y fundamental para la discusión
contemporánea, en términos de adscripción lingüística de Mazapa de Madero es el
de Terrence Kauffman, publicado en 1969. Kauffman, quien estuvo en dicho lugar
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en 1967, se refirió a una nueva lengua mayanse, “el teco”, para diferenciarla del
cakchiquel hablado en Guatemala; y la situó en relación con la lengua hablada en
Tectitán, en Guatemala.
En los años ochenta del siglo pasado, fueron fijadas las lenguas indígenas
de Guatemala, y en un impulso para la diferenciación lingüística con el fin de obtener
recursos económicos del gobierno, se creó la academia de la lengua denominada
como “teco”. Con el texto de Kauffman (1969) y con las iniciativas de la academia,
miembros de ésta buscaron a quienes en Mazapa se reconocían como hablantes
de cakchiquel. Para el lingüista Balam Mateo, investigador del Centro de
Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología, unidad sureste, está ahí una
relación que aún no ha sido investigada (comunicación personal, diciembre de
2015).
Cuando se realizó el diagnóstico para el establecimiento del Centro
Coordinador Indigenista, en Mapaza de Madero, a finales de la década de los
setenta del siglo pasado, no se dio la identificación de algún grupo denominado
como Teko. Y sí se habló de la existencia en la región del mam, el mochó y el
cakchiquel.
En Sur profundo, libro en el que fueron analizadas las identidades de la
frontera México-Guatemala, Aída Hernández (2012) expuso la situación que se vive
en Mazapa de Madero respecto a la lengua que ahí se habla: “cada rato cambia de
opinión el gobierno [le dijo, en 2007, a Aída don Simón López, consejo supremo
cakchiquel] primero que había que dejar el idioma, luego que no hay que perderlo,
que se necesita para ser maestro bilingüe. Antes me nombran consejo supremo
cakchiquel porque hablo el idioma, ‘ora me dicen que siempre no, que lo que hablo
se llama Teko. No se ponen de acuerdo” (Hernández, 2012: 63).
Se ha registrado la lengua de Mazapa de Madero como cakchiquel, “pero
algunos lingüistas, ha explicado Andrés Medina, encuentran tanta diferencia con el
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que se habla en Guatemala que optaron por llamarlo “teco”, sin que haya acuerdo
al respecto. Otto Schuman no lo estaba, por ejemplo” (Andrés Medina,
comunicación personal, 7 de agosto de 2015).
En su diario de Campo, Carlos Navarrete utilizó el libro de Moisés de la Peña
titulado Chiapas económico, publicado en cuatro tomos en 1951, para referirse a los
habitantes de Mazapa. Para De la Peña, la población de Mazapa es mestiza, “y que
anteriormente fue el centro de ‘una antigua comunidad de indios cachiqueles que
casi ha desaparecido’” (Navarrete, 1978: 33). Navarrete mostró cómo esta definición
está lejos de la que dio Kaufman con base en estudios en la zona: “Este investigador
ha definido la posición lingüística de Mazapa y Amatenango en Chiapas, y de
Tectitán, La Laguna y Chiquihuil en Guatemala, como una lengua mayance que
había permanecido desconocida y a la que denomina teco” (Navarrete, 1978: 33).
Para lingüistas como Otto Schumann, anotó Navarrete, se trata de una variante del
mame y no la observó como una lengua independiente (Navarrete, 1978: 33).
Andrés Medina identificó cuatro variantes dialectales del mam en la región
Sierra. La primera fue la de las altas montañas; la segunda, la de Cacahoatán; la
tercera, la de Tuxtla Chico; y la cuarta, la de “Mazapa de Madero y Amatenango de
la Frontera, estudiada por Kaufman, y a la que considera una lengua diferente por
su grado de diferenciación” (Medina, 1993: 407). Para Andrés Medina, se hacía
necesario “una investigación intensiva” para reconocer “el habla de los diferentes
pueblos” (Medina, 1993: 446). Habría que colocar acá de nuevo la apreciación de
Otto Schumann, para quien esta cuarta variante no podía verse como distinta al
mame.
Al estar en Miravalle, en la parte alta de la Sierra, Carlos Navarrete encontró
lo siguiente: “Con respecto a las lenguas de la región, estos ancianos me
confirmaron la división lingüística que ya me habían indicado en Chimalapa, de que
la lengua de Chimalé y Miravalle es la misma que la de aquel lugar, donde
anteriormente convivió gente de habla motozintleca. También se entienden con la
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lengua de Amatenango, Mazapa y Tacaná, esta última en Guatemala, lo que ratifica
su filiación mam” (Navarrete, 1978: 43).
En las conclusiones de su diario de Campo, Carlos Navarrete escribió que
“originalmente el mochó colindaría con el mam, una de cuyas variantes –el teco- se
hablaba en Mazapa y Amatenango. No sabemos exactamente en qué momento el
mam comenzaría a penetrar desde Guatemala a estas tierras, pues a partir de fines
del siglo pasado su presión se hizo cada vez más fuerte, al extremo de haber
desplazado a la vieja lengua de Motozintla a sus límites actuales. De modo que si
con algún idioma mayance podríamos asociar nuestros sitios arqueológicos, sería
con esta lengua que en un momento llegó a tocar tierras de la costa” (Navarrete,
1978: 68).
En el siglo XX, los conflictos políticos en Guatemala intimidaron a la población
indígena de ese país, la que en gran cantidad se desplazó hacia México en busca
de refugio. Es probable que entre esta población hayan llegado a la Sierra Madre
de Chiapas y a la región fronteriza personas hablantes de la lengua de Tectitán,
Guatemala, conocida como Teko. Esa población no fue mayoritaria y se diseminó
por la geografía estatal sin que pesara la identidad étnica en su reconocimiento por
parte de las instancias del gobierno.
En el Sistema de Información Cultural del Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes, en el apartado correspondiente a las lenguas indígenas de
México, se anotó lo siguiente: “El nombre teco, empleado históricamente por la
población mexicana, designa a un grupo indígena y también a su lengua. Dicho
término proviene del náhuatl y parece ser una abreviatura castellanizada de ticteco,
cuyo significado no ha sido esclarecido. Los hablantes de teco llaman a su lengua
q-yool nuestra palabra. Otro nombre con el que suele denominarse esta lengua es
kaqchiquel” (www.sic.conaculta.gob.mx, consultado el 10 de agosto de 2015). Este
registro que he citado muestra el terreno movedizo por el que atraviesa la
adscripción lingüística. El nombre “teco” no ha sido utilizado por habitantes de
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México, como se afirma en el texto citado. El reconocimiento de la lengua no
significa que existe un pueblo que la hable. La afirmación anterior adquiere solidez
en un espacio como el que se describe en este texto, un espacio de frontera.
En el catálogo de las lenguas indígenas nacionales: variantes
lingüísticas de México con sus autodenominaciones y referencias geoestadísticas,
elaborado por el Instituto de las Lenguas Indígenas, se identifica así el teko: Qyool
(de Tectitán). Referencia geoestadística: Chiapas: Amatenango de la frontera:
Amatenango de la Frontera, Barrio Nuevo, Chiquisbil, El Porvenir, Granadillal, Las
Marías, Nuevo Amatenango, Sabinalito. Frontera Comalapa: Nuevo Mazapa.
Mazapa de Madero: Bacantón, Altamirano Uno, Chimalapa, Mazapa de Madero,
Nuevo Paraíso, Reforma, Tierra Blanca, Valle Obregón, Veracruz, Villa Hidalgo
(http://www.inali.gob.mx/clin-inali/html/v_teko.html).
En la monografía titulada Mames de Chiapas. Pueblos indígenas del México
contemporáneo, publicada por la Comisión Nacional para el Desarrollo de los
Pueblos Indígenas, en 2006, sus autores, Francisca Quintana Hernández y Cecilio
Luis Rosales, al caracterizar la lengua mam o mame, y describir la familia mayance
de ésta, con base en las cuatro grandes ramas (huasteco, yucateco, occidental y
oriental) que le son reconocidas a esta familia lingüística, expusieron que el mam
pertenece a la rama oriental, en la cual ubicaron también “el ixil, el aguacateco y el
teco o tectiteco, conocido en México como cakchiquel” (Quintana y Rosales, 2006.
Consulta hecha en la versión electrónica disponible mediante esta ruta:
www.cdi.gob.mx).
En la nota a pie de página número dos, ubicada en la página ocho, de
la monografía titulada Mochó. Pueblos indígenas del México contemporáneo,
Antonio García Zúñiga y Bruma Ríos Mendoza, escribieron este texto: “Algunos
investigadores como Otto Schumann (comunicación personal) dudan de que se
hable cakchiquel en los alrededores de Motozintla y sugieren que se trata de otro
idioma maya: teco” (García y Ríos, 2006, Consulta realizada por medio de la versión
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electrónica que se localiza de esta forma: www.cdi.gob.mx). Otto Schuman expuso
una posición contraria a la expuesta en el texto referido.
Entre 1984 y 1985, estuvo en Mazapa la antropóloga Susan Tharp Garzon,
quien, con la propuesta de Kauffman, identificó a hablantes de teco, lengua que,
según lo expuso en su texto, estudió por espacio de dos meses. Con los resultados
de su investigación, Tharp Garzon presentó, en diciembre de 1985, en la
Universidad de Iowa, la tesis para obtener el grado de maestra en Artes con
especialidad en Antropología. En ese texto expuso que encontró 91 hablantes de
teco, de acuerdo con la definición dada por Kauffman, quienes vivían en Mazapa;
de los cuales, 58 eran hombres; y 33, mujeres. Estas personas, reconoció Susan
Tharp, en el texto citado, se autodefinían como hablantes de cakchiquel; y ella
aclaró esto: “el nombre que le dan al teco”. Puntualizó que le fue difícil encontrar a
los hablantes de esta lengua llamada por ella teco y reconocida por las personas
como cakchiquel. En 1984, elaboró una lista de individuos que reconocieron
hablarla. Para esta labor, tuvo la ayuda de dos hombres, que se adscribieron como
hablantes de la lengua, y que habían sido informantes de Nora England, quien había
trabajado con ellos para identificar variaciones lingüísticas entre el mam y el teco.
Queda claro que a ella le interesaba encontrar a hablantes de una lengua, la cual,
con base en los planteamientos de Kauffman, decidió nombrar como teco, como
también lo había hecho Nora England. Al principio, Tharp anotó en la lista 77
nombres; otros más fueron incluidos cuando los informantes hicieron el esfuerzo de
identificar a posibles hablantes. A ella le interesaba tener una lista lo más completa
posible. Con este propósito, hizo una encuesta casa por casa, en todo el pueblo,
con la compañía de uno de sus informantes. Completó la lista en el verano de 1985,
la cual alcanzó a 91 personas. Pidió la ayuda de un hombre y una mujer para revisar
la información que había recopilado. Sus informantes dudaron: estaban lejos de
afirmar que la lista era correcta.
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De todas maneras, todos quienes aparecieron en la lista estuvieron de
acuerdo con ser identificados como hablantes de una lengua que Susan Tharp
llamaba teco; y las personas, cakchiquel. Ella tomó la determinación de excluir a
quienes hablaran un poco la lengua: estas personas no fueron consideradas como
verdaderos hablantes. Siempre estuvo en ella la duda. Y siempre tuvo el auxilio de
la población del lugar. En algunos casos, fueron incluidas personas a quienes se les
hacía ver como hablantes de la lengua; las identificaban el hermano o el padre. En
cambio, su informante principal ubicaba a una mujer a quien habría expulsado
porque no había nacido en Mazapa; se había casado con un habitante de ese lugar
y ahí había aprendido la lengua, con la familia de su esposo. Era una mujer que
llegó a Mazapa en 1915; y por ello decía que la lengua no le era ajena. Susan Tharp
se preguntó si su informante deseaba excluirla porque le parecía que no
manifestaba las habilidades expresivas de una nativa o porque había llegado a
integrarse a los hablantes de la lengua.
Susan Tharp encontró otro problema para construir una lista exacta de los
hablantes de la lengua. Vio que algunas personas tenían casa tanto en Mazapa
como en Motozintla. En un caso, la esposa y los hijos preferían estar en Motozintla;
pasaban más tiempo ahí. El padre era quien iba a Mazapa y pasaba noches en ese
lugar. En otro, una mujer viuda, mayor de edad, vivía por lapsos a lo largo del año
con cada uno de sus hijos. Y dos de estos hijos habían abandonado Mazapa. Y la
mamá se iba con ellos.
Susan Tharp, para 1985, con base en el texto que de ella se ha citado,
preveía que el número de hablantes de la lengua iría en descenso, sobre todo, por
el fallecimiento de las personas que lo hablaban. Ello muestra que eran las personas
mayores quienes habían sido identificadas como sus hablantes. Sus informantes le
dijeron, en 1984, que dependía de Dios que estuvieran vivos cuando ella volviera al
año siguiente.
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En las conclusiones a las que llegó, a mediados de los años ochenta del siglo
pasado, Susan Tharp reflexionaba acerca de la forma en que la lengua hablada en
Mazapa había dejado de ser un medio para la comunicación. Los abuelos que se
atrevían a expresarse por medio de ella eran vistos con recelo por sus nietos. Las
frases cortas que un joven pudiera intercambiar con su abuela no eran consideradas
como una conversación relevante. La esposa, de cuarenta años, nacida en Mazapa,
utilizaba el español para comunicarse con su esposo, quien también había nacido
en ese lugar. Al ser cuestionada sobre la pertinencia de utilizar la lengua del lugar,
la esposa respondió sonriendo: “No se puede”; dijo que le resultaba inapropiado.
La resistencia de la población a valerse de la lengua que Tharp en todo
momento llamó teco, a pesar de que los pobladores de Mazapa la denominaban
cakchiquel, puede tener explicación en el hecho de que la población se volvió
bilingüe y requería el español para relacionarse entre ella misma. Para Tharp, la
lengua había perdido su función en la localidad, su función primaria, la cual
consistiría en permitir la comunicación entre sus hablantes. Observó también que la
lengua no había adquirido ninguna función secundaria; no se volvió un aspecto de
la identidad étnica.
Las personas entrevistadas por Tharp asociaban el uso de la lengua con el
ser indígena. Veían la lengua como algo distintivo de los habitantes de Mazapa.
Estos reconocimientos le permitieron a Tharp observar que se mostraba cierto
orgullo por la lengua y por la pertenencia al lugar. Para Tharp, este orgullo no era
tan fuerte como para que se lograra que la lengua perviviera. Los jóvenes eran una
clara muestra de que los intereses de la localidad estaban dirigidos hacia afuera,
hacia la sociedad en general. Aprender la lengua del lugar era visto por estos
jóvenes como una pérdida de tiempo.
En 1985, último año que Tharp estuvo en Mazapa, el municipio había
contratado a un maestro, quien daría clases semanales en la lengua del lugar, las
cuales estaban abiertas para quien estuviera interesado en aprenderla. Al principio,
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asistieron algunos adultos. Después, sólo acudieron niños, de forma irregular, de
acuerdo con lo que el profesor le comentó a Susan Tharp. Los habitantes del lugar
criticaban al maestro, quien era reconocido por su conocimiento de la lengua, por la
forma en que la enseñaba. Creían que los niños estaban aprendiendo una
pronunciación incorrecta, mediante frases, con las cuales resultaba imposible que
desarrollaran cierta habilidad comunicativa. Tharp supo de la existencia de intentos
anteriores en los que se buscó enseñar la lengua del lugar, los cuales fracasaron.
Con la experiencia que ella conoció mientras estuvo en Mazapa, entre 1984 y 1985,
pudo percibir que había interés por parte del pueblo para que la gente aprendiera a
hablar la lengua. Y fue un intento más el que ella registró.
Susan Tharp concluyó, en su tesis de maestría que se ha estado citando, que
la pérdida de la lengua pudo estar ligada a la situación demográfica de Mazapa y a
acontecimientos históricos, los cuales se vieron marcados por cuestiones políticas,
sociales y económicas. Un hecho relevante es que Mazapa ha sido una localidad
pequeña. En 1920, cuando la imposición del español se hizo sentir en la zona,
habitaban en la localidad 341 personas, quienes no establecían contacto con las
poblaciones cercanas donde se pudiera hablar la lengua. Tharp marcó un dato que
resulta relevante: después de que pasó a formar parte de México, Mazapa perdió
contacto con Cuilco y Tectitán, las localidades más grandes en las que se hablaba
la lengua denominada como teco. A tal grado llegó la incomunicación que los
hablantes de Mazapa, escribió Susan Tharp, no sabían si la lengua nativa de
Tectitán era la misma que hablaban ellos.
Susan Tharp reconoció que la lengua de Mazapa decayó en su uso por la
influencia que sobre el lugar ejercieron ladinos hablantes de español que llegaron a
vivir ahí, procedentes de Guatemala, quienes establecieron pequeños negocios y,
en algunos casos, adquirieron tierras en el área. Con la influencia de ellos, se abrió
una escuela, en la cual, al menos a principios del siglo XX, eran admitidos
estudiantes indígenas.
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Para Tharp, estos inmigrantes ladinos adoptaron actitudes negativas hacia la
cultura tradicional de Mazapa, la cual era identificada como indígena. A Tharp le fue
imposible conocer qué tanto estas actitudes discriminatorias habían estado
presentes en el pueblo antes de la llegada de los ladinos. Para Tharp resultaba claro
observar que muchos indígenas aceptaron el reto y dejaron su lengua para luego
dedicarse a aprender el español. Debían enfrentar los retos impuestos con tal de
defender sus intereses. Y la lengua de los indígenas pasó a ocupar un segundo
sitio.
El período descrito por Susan Tharp corresponde al momento, entre los años
veinte y los años treinta del siglo pasado, en que al gobierno mexicano le era
indispensable incorporar a los grupos indígenas en la sociedad mexicana. Hubo
campañas con ese fin. Se prohibió que en las escuelas se hablará la lengua del
lugar. Algunos padres decidieron que sus hijos hablaran español en sus casas.
Susan Tharp registró que, en aquellos años, el gobierno federal mandó a un joven
indígena a estudiar a la ciudad de México, quien regresó a Chiapas como profesor.
Tharp percibió que las actividades de la iglesia protestante influyeron de
cierta forma para que en Mazapa se prefiriera hablar español. La alfabetización en
español y las oportunidades ofrecidas a los jóvenes para que estudiaran fuera del
lugar fueron dos acciones impulsadas por esta iglesia.
Con la información recopilada y con las entrevistas en el lugar, Susan Tharp
pudo concluir que los habitantes de Mazapa renunciaron a sus marcas de identidad
indígena: a la ropa, a las creencias religiosas tradicionales y a la lengua como
instrumento para relacionarse entre ellos mismos. Si alguna vez la tuvo, aunque
resulta difícil pensar que así haya sido por lo relatado líneas arriba, la etnicidad
perdió fuerza como principio organizacional de la estructura social de la localidad.
Al estudiar la estructura matrimonial, Tharp ultimó que la lengua en casa empezó a
ser el español y que los hijos de las familias visitadas por ella no aprendieron a
hablar la lengua del lugar. Al haberse incrementado el número de habitantes, la
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escasa tierra disponible fue insuficiente para que los habitantes de la localidad
sobrevivieran con base en la agricultura. La salida ante esta escasez fue la
búsqueda de terrenos o de fuentes de trabajo en otros lugares, cercanos o distantes.
Y las relaciones tuvieron como orientación las que eran definidas por la sociedad en
general, en las cuales el español ejercía su dominio. Nulo era el interés en aprender
la lengua que estaba dejando de tener un uso local. Mazapa, para el momento en
que Susan Tharp hizo esta investigación, atravesaba por la extinción de la lengua
que se hablaba en esa localidad.
La pérdida de una lengua, reflexionó Tharp, pasa por el bajo prestigio que
empieza a tener el que se haga uso de ella tanto en el ámbito familiar como en el
de la localidad. Se hace consciente el estigma que cae sobre quien habla la lengua
del lugar. Y este quebranto no se presenta solo. La gente dejó su vestuario
tradicional, sus casas, la religión y las prácticas de matrimonio al mismo tiempo en
que abandonaron su lengua. Esto indica que la gente vio la mayoría de los aspectos
de su identidad étnica de manera negativa. Susan Tharp puntualizó que la pérdida
de la lengua no necesariamente coincide con la pérdida de la etnicidad, y sugirió
que sería de gran ayuda examinar algunos casos donde una comunidad hubiera
mantenido su identidad étnica al perder su lengua. Aventuró que tal vez una
evaluación positiva de la lengua emitida por sus hablantes podría ayudar a mantener
esa identidad, aunque por razones funcionales la lengua no se usara.
Susan Tharp atisbó que el proceso reconocido por ella en Mazapa era similar
al que se vivía en Motozintla respecto al mochó. Al tener en frente los dos casos se
preguntó por las condiciones en las que han permanecido lenguas de las regiones
altas de Chiapas y Guatemala, las cuales se han visto sometidas a presiones
externas. Ella encontró una respuesta en la forma en que se ha relacionado, en
términos históricos, la localidad lingüística con la sociedad en general; la manera en
que los integrantes de la localidad se involucran en la vida de la sociedad determina
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si la lengua nativa se mantiene o no. Algunos contactos, especificó Tharp, con el
mundo de afuera no propician la pérdida de la lengua.
Al organizar su respuesta, Tharp estaba pensando en personas que sólo
salían de su localidad para hacer negocios o viajaban con cierta periodicidad a otras
áreas para trabajar; y debía ocurrir lo siguiente: quienes salieran debían
considerarse foráneos en su destino temporal y tener escaso contacto con la gente
de ahí. Así, de esta forma, afinó, Tharp, la lengua estaría segura. Y como parte de
estas relaciones, quienes llegaran a la localidad deberían encontrar barreras que
impidieran que trastocaran con grandes cambios la cultural local.
Si los miembros de la localidad se involucran en actividades que los llevan a
alejarse de su lugar y se sienten más conectados con la sociedad en general, más
identificados con ésta, la lengua puede perderse, como sería el caso de quienes
deben salir en busca de trabajo, sin posibilidades de retorno. Ante esta situación,
con seguridad, los jóvenes, sostuvo Susan Tharp, pueden ver inapropiadas algunas
formas de la vida tradicional. Si la lengua del lugar es vista desde esta perspectiva,
es probable que esta lengua desaparezca.
Con base en el análisis que hizo, Susan Tharp expuso, en la tesis que se ha
estado citando, que la razón principal de que las lenguas estuvieran muriendo tanto
en Mazapa como en las localidades aledañas fue que los miembros de estas
comunidades se habían identificado con el resto de la sociedad. Ellos percibían
como una ventaja el que aprendieran la lengua dominante con el propósito de
incorporarse a la vida de la nación.
Susan Tharp mencionó en su estudio los casos de las localidades de los Altos
de Chiapas y de Guatemala, las cuales no habían sufrido la misma transformación
cultural por la que había pasado Mazapa. Las razones de que esa transformación
no se hubiera dado en esa magnitud las encontró en la historia de ambas regiones.
Las comunidades de los Altos rechazaron, en el siglo XIX, ser parte de la sociedad
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nacional. Con el paso de los años, estas localidades desarrollaron estrategias de
supervivencia, entre las que se encontraba el rechazo al uso del español.
Para Tharp, Mazapa y las localidades vecinas carecían de estrategias
similares porque su contacto con las personas que hablaban español fue diferente.
Al ser una localidad aislada, ubicada en una zona montañosa, lejos de un centro
importante de población, Mazapa no era codiciada por los ladinos. San Cristóbal de
Las Casas y la ciudad de Guatemala fueron los principales centros administrativos
regionales durante la mayoría de los períodos coloniales y nacionales. Mazapa y
sus vecinos estaban lejos de estas áreas administrativas. Cuando los ladinos
migraron al área de Mazapa, a finales del siglo XIX, el pueblo incorporó a los nuevos
pobladores en lugar de rechazarlos. Esta reacción es comprensible porque los
pobladores de Mazapa no tenían una defensa institucional efectiva contra la
sociedad dominante, como fue el caso de los Altos, con sus jerarquías políticas y
religiosas locales.
Mediante este análisis, Susan Tharp esbozó que una localidad aislada puede
volverse más abierta y estar dispuesta a aceptar lo que viniera del exterior, a
diferencia de lo que podría ocurrir con aquella con una historia de contacto cercano
con un exterior amenazante. Tharp sugirió que para comprender por qué algunos
grupos de Mesoamérica han mantenido su lengua nativa y su cultura mientras que
otros las han perdido, deben verse, por un lado, las fuerzas que llevaron a la gente
a asociarse como parte de la sociedad y, por otro, las fuerzas que inhibieron esa
asociación.
Susan Tharp reveló que la adquisición, el uso y el rechazo de una lengua
están en estrecha relación con factores psicológicos, los cuales hacen aún más
complejas las preguntas sobre estos procesos. No se trata de encontrar
explicaciones que pudieran tener un carácter universal. Lo que se hace necesario
es impulsar investigaciones, mediante métodos comparativos, que ayuden a
identificar elementos comunes acerca del comportamiento de las lenguas bajo
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varias circunstancias, como los factores psicológicos, la organización social y
económica de la localidad lingüística y la situación de contacto con la sociedad en
general.
Los años ochenta y la llegada de los refugiados guatemaltecos
Susan Tharp, centrada en sus preocupaciones académicas, las que le hicieron
nombrar como “Teko” la lengua que se hablaba en Mazapa, y que los habitantes de
este lugar habían decidido identificar como “cakchiquel”, dejó ver cómo una
localidad con las características de la que eligió como objeto de estudio se
comportaba ante las presiones externas y ante la necesidad de sus habitantes de
ubicarse en el exterior con mejores herramientas que los llevaran a encontrar
medios de subsistencia.
Una década antes, entre 1970 y 1976, en la Sierra, el gobierno del estado de
Chiapas había impulsado un programa integral con el que se buscó paliar los
problemas económicos y alimentarios de los habitantes de la Sierra, según puede
leerse en el libro de Jesús Agustín Velasco Siles titulado El desarrollo comunitario
de la Sierra Madre de Chiapas. Un modelo de integración, publicado en 1979. En
diciembre de 1971, Jesús Agustín Velasco Siles viajó al municipio de El Porvenir,
en donde estuvo un mes, al frente de un equipo de trabajo que ofreció a la población
asistencia médica y educativa; dio también apoyo para el mejoramiento de las
viviendas y para impulsar la producción agrícola; se construyó un tanque para que
la población tuviera agua disponible. Ese grupo permaneció un mes en El Porvenir;
buscó mantener el contacto con los pobladores del lugar. Mediante su protección,
se formó el Consejo de Acción para el Desarrollo Comunitario en la Sierra Madre de
Chiapas (COADESMECH). El objetivo de este Consejo fue “lograr la integración
voluntaria a la vida económica productiva de México, con dignidad en el ejercicio de
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la libertad de los campesinos de esta sierra, y promover su participación activa,
consciente, responsablemente creativa” (Velasco Siles, 1979: 13). Lo que se
presenta en el libro de Velasco Siles es un estudio socioeconómico de la región
Sierra. “En términos generales, puede decirse que el monolingüismo indígena está
liquidado en este rincón del país, pues en todos los pueblos que visitamos la gente
mayor habla castellano, además de su lengua indígena. Muchos adultos se
avergüenzan de hablar la lengua indígena y los niños hablan más castellano. La
gente de estos lugares dice que antes se oía hablar mucho la lengua indígena, pero
desde que han tenido que ir a las fincas de café a trabajar han traído el castellano,
y ahora casi todos lo hablan” (Velasco Siles, 1979: 87).
Las realidades reconocidas por Velasco Siles en la Sierra son semejantes a
las descritas por Susan Tharp en su estudio que acá se ha citado. Hay una década
de diferencia entre la estancia de uno y de otra en la región. Tharp vio que eran casi
nulas las formas de organización que pudieran ser señaladas como de carácter
indígena. Velasco Siles, al observar la escasa organización de los pobladores de la
Sierra, propuso la formación del Consejo de Acción para el Desarrollo Comunitario
en la Sierra Madre de Chiapas (COADESMECH), una estructura ideada por quien
era en ese entonces gobernador del estado de Chiapas, Manuel Velasco Suárez,
papá de Velasco Siles. Con los textos citados líneas arriba, es posible observar que
la región Sierra adolece de condiciones que permitan el solvente bienestar de sus
pobladores. La característica que se le impone es la de ser expulsora de sus
habitantes, quienes, como lo señaló Tharp, buscan afianzarse en el terreno de
destino y desechan todo aquello que pudiera impedirles moverse con libertad, como
la lengua, por ejemplo.
Entre la publicación del libro de Velasco Siles y la estancia de Susan Tharp
en Mazapa, se produjo la llegada, entre 1980 y 1984, de miles de refugiados
guatemaltecos, quienes habían huido de Guatemala en virtud del conflicto armado
que les estaba arrebatando la vida a muchos de los pobladores del vecino país,
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sobre todo, a la población indígena. El establecimiento de los campamentos de
refugiados en los municipios de Frontera Comalapa, La Trinitaria, Las Margaritas y
Ocosingo, provocó que con el paso de los años, y al darse la posibilidad de que la
población venida de Guatemala en estas condiciones obtuviera la nacionalidad
mexicana, lenguas indígenas antes no reconocidas en México empezaran a
aparecer en los registros de población; dentro de estos casos estarían las lenguas
chuj, jacalteca y kanjobal, según lo ilustra Juan Pedro Viqueira (2008) en el cuadro
2 de su texto titulado “Las lenguas de Chiapas”, publicado en el libro Los pueblos
indígenas de Chiapas. Atlas etnográfico. Es un cuadro ilustrativo de cómo las
políticas del Estado mexicano han incidido en la población de la frontera sur. En el
censo de 1910 fueron registrados 4 521 hablantes de kanjobal; en 1921, 3. Y en las
décadas siguientes, no hubo un solo registro. Volvieron a aparecer en 1990, con 10
349 hablantes. Una explicación de esta ausencia puede encontrarse en el afán que
había de formar la nación mexicana, y en donde la escuela desempeñó un sitio
importante como espacio de mexicanización.
Las leyes internacionales y los derechos de los pueblos indígenas.
Con la modificación, en 2001, de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, mediante la cual se reconoció la composición pluricultural del país, se
abrió el espacio para el desarrollo de políticas públicas que habrían de buscar el
fortalecimiento de la lengua, la cultura y la identidad de los pueblos indígenas. Esta
reforma hacía eco de los acuerdos internacionales, como los establecidos en la
Convención Americana de Derechos Humanos, la cual fue suscrita en 1969, en
Costa Rica, y los del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo
sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países independientes; sobre todo, este
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cambio en la Constitución recogía el espíritu de los Acuerdos de San Andrés,
firmados en 1996, en los cuales se estipuló que el gobierno federal “se comprometía
a garantizar a los pueblos indígenas mejores niveles de bienestar, desarrollo y
justicia” (Diario Oficial de la Federación, lunes 14 de enero de 2008, p. 31), y dentro
de estos compromisos se encuentran los relacionados con el conocimiento de la
diversidad lingüística con el propósito de fortalecerla. En 2003, en el Diario Oficial
de la Federación, se dio a conocer la Ley General de Derechos de los Pueblos
Indígenas. Mediante esta Ley, se le dio al Instituto Nacional de Lenguas (INALI) la
potestad para velar por las lenguas indígenas del país: “El INALI es un organismo
descentralizado de la Administración Pública Federal, de servicio público y social,
con personalidad jurídica y patrimonio propio, sectorizado en la Secretaría de
Educación Pública, que tiene como objeto la promoción, fortalecimiento, la
preservación y el desarrollo de las lenguas indígenas que se hablan en el territorio
nacional, así como el conocimiento y el disfrute de la riqueza cultural de la Nación,
y la asesoría a los tres órdenes de gobierno (ejecutivo, legislativo y judicial) para
articular las políticas públicas necesarias en la materia” (García y Weller, 2007: 13).
El énfasis está puesto en el conocimiento de la diversidad lingüística existente en el
país. Se pretende hacer visible esa diversidad mediante criterios lingüísticos y no
por medio de criterios antropológicos que tiendan a la homogeneización, a la
identificación mecánica entre pueblo y lengua (García y Weller, 2007: 14). El INALI
“es la autoridad [en el sector educativo] en el diseño e instrumentación en materia
de políticas lingüísticas relacionadas con las lenguas indígenas nacionales” (García
y Weller, 2007: 118).
Según lo expuesto por Antonio García Zúñiga y Georganne Weller Ford, el
énfasis de la compleja labor del INALI está puesto en los criterios lingüísticos y en
la diversidad lingüística. Con esta posición, se busca romper con la noción de que
a cada lengua implica la existencia de un pueblo. Uno de los primeros proyectos del
INALI fue la elaboración del catálogo de lenguas indígenas nacionales, el cual fue
publicado, en 2008, en el Diario Oficial de la Federación: “El Catálogo refleja la
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insistencia del INALI en distinguir la diversidad en términos de amplitud (¿cuántas
lenguas indígenas se hablan en el país?) y diferencias (la convivencia en México de
11 familias lingüísticas)” (García y Weller, 2007: 118).
El Catálogo se elaboró de acuerdo con el siguiente procedimiento: En
términos de la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas, el
Consejo Nacional del INALI, “órgano colectivo de gobierno”, con base en la consulta
previa de “los estudios particulares de los Institutos Nacional de Antropología e
Historia (INAH) y Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), a
propuesta conjunta de los representantes de los pueblos y comunidades indígenas
y de las instituciones académicas que formen parte del propio Consejo, debe
elaborar el CATÁLOGO DE LAS LENGUAS INDÍGENAS” (Diario Oficial de la
Federación, lunes 14 de enero de 2008, p. 32). Y se basó en lo siguiente: “En esta
obra se cataloga la diversidad lingüística indoamericana de México con base en
criterios generales de genealogía lingüística, dialectología y sociolingüística,
considerando la información que el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI)
integró, automatizó, trabajó con pautas geoestadísticas, editó y publicó en el año
2005 mediante el Catálogo de lenguas indígenas mexicanas: Cartografía
contemporánea de sus asentamientos históricos (Cartografía INALI 2005)” (Diario
Oficial de la Federación, lunes 14 de enero de 2008, p. 34). Y éste fue el criterio
para la inclusión de las lenguas: “Las lenguas indígenas objeto del presente trabajo
son aquellas que cuentan con hablantes vivos que adquirieron alguna de ellas como
lengua materna y que la hablan con fluidez” (Diario Oficial de la Federación, lunes
14 de enero de 2008, p. 35).
El INALI organizó talleres con el propósito de conocer a los hablantes de las
lenguas indígenas. Uno de estos talleres “de análisis de la diversidad lingüística
para la elaboración del Catálogo de Lenguas Indígenas Mexicanas” se celebró en
la ciudad de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, del 16 al 18 de octubre de 2006.
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Participaron4 de la región de Mazapa de Madero las siguientes personas, quienes
se presentaron con estas palabras:
-“Buenos días a todos. Mi nombre es Fidelino López Hernández, soy hablante
de la lengua indígena cakchiquel, soy de Mazapa de Madero y también soy
instructor de mi lengua adscrito al Centro Estatal de Lenguas”.
- “Buenos días a todos. Mi nombre es Pablo García García, vengo del
municipio de Mazapa de Madero. Hablo la lengua cakchiquel. Actualmente estamos
colaborando en el proyecto de gramática.
- “Buenos días, compañeros. Mi nombre es Vedalmiro Morales Ramos,
también hablo la lengua cakchiquel de la región de Mazapa de Madero. Actualmente
estoy colaborando en el proyecto de Gramática y Diccionarios para las Lenguas
Indígenas de Educación Intercultural [en] Tuxtla Gutiérrez”.
Se trata de tres personas que han estado involucradas en la promoción de
actividades con las cuales se busca mantener viva la lengua que se conoce en
Mazapa de Madero. Fidelino López Hernández tiene 78 años de edad. Jóvenes que
deseaban obtener una plaza en el Sistema de Educación Indígena recurrían a él
para que les enseñara algunas palabras, algunas breves oraciones. Ha estado
cerca del Centro Estatal de Lenguas Arte y Literatura Indígenas para promover
talleres mediante los cuales los niños y los jóvenes se habrán de interesar por la
lengua. Pablo García García y Vedalmiro Morales Ramos son profesores del
Sistema de Educación Indígena, quienes impulsaron la publicación de la gramática
de la lengua cakchiquel.
Por un lado, estaba el interés del INALI en establecer el Catálogo y, por el
otro, estaba el trabajo que estaban haciendo las tres personas que acudieron al
4 Las palabras de las personas que participaron en el taller fueron tomadas de los archivos digitales
de las sesiones correspondientes, los cuales se encuentran en poder del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, y a los que tuve acceso.
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taller como representantes de la lengua cakchiquel. Se ha explicado líneas arriba
que al Instituto le interesaba llegar a establecer la diversidad lingüística existente en
el país. Se dijo durante los talleres que el Catálogo tenía “como objetivo principal
dar a conocer cuántas lenguas indígenas se hablan aquí en México. En esto
nosotros estaremos integrando también a otras lenguas que ya se encuentran en
territorio nacional, pero este objetivo está también dividido en otros objetivos
específicos, que están por supuesto relacionados con la propia Ley General de
Derechos Lingüísticos que tenemos en México y otras referentes al uso de las
lenguas indígenas en el mundo”. Lo que se buscaba con el Catálogo era poner en
práctica lo estipulado en la Ley General de Derechos Lingüísticos: “darle
reconocimiento pleno a las distintas lenguas nacionales y por consiguiente hacer
sujetos de derecho a los hablantes de las mismas”, se dijo durante la primera sesión
del taller.
Se explicó también que con la definición del Catálogo se “estaría dando
respuesta a los dos primeros objetivos que son los que la ley nos señala, que no
nos dice ni cómo, ni con quién hacer el Catálogo. Simplemente nos piden decir
cuántas lenguas hay en México […] A partir de la elaboración del Catálogo, nosotros
estaremos iniciando un proceso de difusión no sólo del Catálogo sino también de
cada una de las lenguas indígenas que aquí aparezcan, y también empezar a aplicar
la propia ley que señala que cada uno de los hablantes tenemos el derecho de
recibir la atención en nuestras lenguas en cualquier ámbito. Esto lo iniciaremos una
vez publicado el Catálogo”.
En este proceso de explicación de las características que iba a tener el
Catálogo, sobresale el énfasis puesto en el reconocimiento de las lenguas
nacionales y en que la Ley correspondiente es omisa respecto al procedimiento que
habría de seguirse para definir este instrumento.
Uno de los participantes en el taller llamó la atención acerca de las lenguas
minoritarias, las que sólo son habladas por las personas de la tercera edad: “Antes
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se hablaba en la casa, en la calle, en las asambleas, en la iglesia y donde quiera,
en los trabajos, pero ahora a veces ya los de tercera edad, los señores ya grandes,
ya les da vergüenza hablar. Mi preocupación es qué debemos de hacer para su
rescate, para su fortalecimiento. Pienso yo que se debe de incrementar algo para
su fortalecimiento porque si no se va a acabar. Pienso yo que sí hay que hacer algo.
Es como aquel niño o aquella persona que esté enfermo, lo que hay que hacer es
llevarlo con el médico para cuidarlo, para que sane, pero muchas veces solamente
a los grandes, a los que hablan, arriba de 50 mil habitantes, a esos se atienden más
y a los que son minorías ahí los tenemos ahí. Al contrario, a los de minoría debemos
ya de atenderlos para que no se acaben los que todavía aún los hablan. Esa es mi
preocupación, eso es mi inquietud. Ojalá que se haga algo para que no se acaben
los pocos hablantes que quedan, las diferentes lenguas principalmente [las que]
tienen minoría”.
En la preocupación externada se puso el énfasis en las condiciones en las
que se encuentran las lenguas minoritarias, cuyos hablantes se ven impedidos para
acceder a fuentes de financiamiento en virtud de estas mismas circunstancias. Con
base en esta intervención, se dijo que el INALI sería el espacio en el cual se daría
el reconocimiento de las lenguas: “a partir de que ahora se documente ese será el
nombre oficial […] Entonces es la oportunidad de que digamos cómo queremos que
nos llamen, por eso la importancia de la autodenominación. Y una vez que lo
registremos nosotros, así saldrá en el Catálogo”, se agregó.
Si bien en la Ley correspondiente hizo falta definir el procedimiento mediante
el cual el Catálogo sería formado, con base en las inquietudes expresadas en el
taller, se abrió el espacio para hablar de la “autodenominación”, la cual habría de
ponerse en relación con los conocimientos sobre las lenguas, forjados a partir de
los estudios lingüísticos.
En la exposición de lo que se conoce sobre las lenguas de la frontera sur
de Chiapas, organizada por Mariana Espino y Antonio García Zúñiga, se enseñó
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que en esta zona fronteriza están, entre otras, “el mochó, el mam, el cakchiquel o
así llamado cakchiquel […] y otras lenguas, las de origen guatemalteco que por
circunstancias históricas pasaron a formar parte de la riqueza cultural y lingüística
de México, lenguas como ixil en su momento, el ahuacateco, el acateco, el chuj, el
kanjobal, el quiché, el ikchi y cakchiquel”.
Mediante un mapa elaborado por Lyle Campbell, utilizado durante el taller,
se explicó la conformación de “zonas de influencia de diferentes lenguas”, mediante
las cuales se pretendió mostrar la diversidad lingüística de Chiapas: “Podemos ver
que el teco (o lo que se conoce como teco en Guatemala [y que] se habla en Cuilco,
en Tectitán y tal vez hasta Tacaná) tiene una parte de sus hablantes en México
desde tiempos ya remotos, o sea, no son... Se dice que son lenguas guatemaltecas
que vinieron a México, pero en realidad es una lengua que ha estado siempre en
disputa. Sabemos que esta parte de lo que es el actual estado de Chiapas siempre
estuvo en disputa entre Guatemala y México”.
En la exhibición de este conocimiento lingüístico, se esbozó esta aparente
disputa, que se dejó en el aire sin profundizar en ella antes de que fuera elaborado
el Catálogo. El responsable durante el taller de exponer dicho conocimiento
lingüístico expresó lo siguiente: “El teco que aquí tanto puede ser considerado que
hay confusión como también podría haber una disputa si no llegamos a un acuerdo,
posiblemente a esta lengua, que es pariente del mam, se le conozca aquí en México
como cakchiquel, pero habría que ver esto, si las personas que hablan cakchiquel
en México en realidad son hablantes de cakchiquel o de teco, pero dependerá de
cómo se adscriban esas personas. [El teco] se habla en Guatemala principalmente
en estos lugares: en Tectitán que también muchos han dicho que lo que se habla
en Tectitán en teciteco y no teco; en La Laguna, El Chiquigüil, El Rodeo, Santa Rosa
y Cuilco y también tengo entendido que en Tacaná, pero también hay discusión
sobre si lo que se habla es teco o tacaneco. En México, en dos municipios de la
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región sierra se habla el teco: Amatenango de la Frontera y Mazapa de Madero,
pero habría que ver si es teco o es cakchiquel”.
En esta disputa anunciada durante el taller organizado por el INALI, son
visibles, según lo expuesto en estas líneas, dos componentes: la autodenominación
y el conocimiento lingüístico. De acuerdo con lo publicado en el Catálogo, se impuso
el conocimiento lingüístico. Fue desoída la posición defendida por don Fidelino
López Hernández: “Soy hablante de la lengua que denominamos cakchiquel, vivo
en Mazapa de Madero, soy escritor porque me he dedicado a escribir mi lengua.
Hace rato se hizo referencias de la palabra “teco” que también así se califica el
nombre de nuestra lengua o de nuestro pueblo indígena, “teco”. Pero quiero hacer
mención que “teco” viene de la palabra sin duda “tectitán”, es un municipio del
Departamento de San Marcos, cerca de Tacaná o municipio de Tacaná, no sé. Creo
que Tectitán es municipio libre. Yo me he dado cuenta que en Tectitán hablan casi
parecido a lo que nosotros hablamos, pero quiero referirme con la palabra
“cakchijel”. Según las personas más avanzadas de edad tiene su historia por qué
es que le denominaron “cakchijel”, aunque sin duda no concuerda con el cakchiquel
de Guatemala, porque hace algunos años también estuvimos en un encuentro de
parte de Celali [Centro Estatal de Lenguas, Artes y Literatura Indígenas], en Unión
Juárez, y también llegó uno de la Academia de Guatemala y estuvimos ahí
cotejando palabras y casi no concordamos. Muy bien, ellos hablan el cakchiquel en
Guatemala, pero sin duda no sabemos por qué le denominaron cakchiquel.
Nosotros en Mazapa le denominamos cakchiquel porque tiene su historia, viene de
la palabra “okakiksquel” ya en español se dice “cakchiquel”. Ya con los vecinos de
Guatemala, los del municipio de Tectitán, ya hemos tenido plática con ellos y casi
nos entendemos con ellos, pero conozco a una persona que se llama Lorenzo, esta
persona siempre ha llegado conmigo y hemos tenido relaciones íntimas y él dice
que aún sus lenguas no tienen nombre, sin duda aquí en México le dicen “teco”
refiriéndose al municipio de Tectitán, pero ellos no tienen nombre todavía su lengua
sino él decía: “queremos ponerle va’aj, va’aj”, pero todavía no está definido”. Y por
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eso quiero hacer referencia acerca de nuestro pueblo indígena cakchiquel. Yo soy
de Mazapa y ahí estamos escribiendo y tenemos ya escritos, gracias también al
apoyo de aquí de Celali, que hemos estado trabajando junto con ellos y ya nos
hemos dedicado a la escritura. Por lo tanto, hago esta aclaración para conocimiento
de todos los compañeros que aquí están presentes, ya que con ese fin venimos y
nos sentimos contentos porque, además del español, sabemos otras lenguas que
le denominamos indígenas y siempre nos gusta tanto hablar como escribir y aún
enseñar. Yo soy hablante y yo hablaba en la escuela, pero tanto los maestros y aún
otros niños y niñas que no hablaban la lengua hacían burla, sin embargo no dejamos
de hablar. Y ahorita se está siendo apetecido las lenguas por aquellos que estaban
en contra. Así es que estamos luchando y queremos que esto agarre fuerza aquí en
Chiapas y trabajaremos unidos para que nuestras lenguas se sigan conservando.
Ahorita estamos trabajando con niños, con jóvenes y estamos ahí impulsando tanto
la escritura como también el habla nuevamente de nuestras lenguas indígenas”.
Don Fidelino López Hernández describió el panorama de la lengua que se conoce
en Mazapa de Madero. Él se reconoció como hablante de esa lengua y explicó cómo
se ha relacionado ésta con otras de Guatemala. Y en sus participaciones, enfatizaba
su procedencia: “En el caso de nosotros los cakchiqueles”. Además, preguntó
acerca de una situación generada por los desplazamientos de las personas hacia
otros lugares: “los meros hablantes estamos en Mazapa de Madero y Valle
Obregón, pero, por ejemplo, en Tapachula hay tres o cuatro familias que hablan
allá. En Villa Comaltitlán por lo mismo hay como unas cinco familias que hablan allá.
Nuevo Mazapa también. No sé si vaya a registrar también, no son todos, nada más
porque emigraron del pueblo y se fueron a vivir a otros lugarcitos, no sé si se vaya
a anotar eso”.
Don Fidelino participó con conocimiento de causa. Con las conclusiones a las que
llegaron los tres representantes de la zona de Mazapa de Madero se reafirmó la
posición que se explicó al principio del taller, como puede leerse en lo expresado
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por el profesor Vedalmiro Morales Ramos, al momento de explicar qué información
fue colocada en el mapa de la zona:
“Muy brevemente vamos a decirles quiénes somos los cakchiqueles. Aquí vemos
en este cuadro que se pudo concentrar el día de ayer, tenemos al grupo que hasta
hoy el pueblo de Mazapa lo reconoce como cakchiquel. Esta lengua se habla más
en el municipio de Mazapa, es ahí donde está el mayor número de hablantes.
Ayer registrábamos también y nosotros entendemos que por la situación geográfica
del municipio mucha gente tuvo que emigrar a otros lugares, se fueron a la Costa,
otros se vinieron a las partes de Frontera Comalapa, entonces está un poco
dispersa la población cakchiquel. Tenemos otros municipios que no están en este
cuadro, sin embargo los registramos ayer en el mapa. Están en el municipio de
Frontera Comalapa, Villa Comaltitlán y El Porvenir, es decir, se fueron a otros
lugares que pertenecen a otro municipio. Ahí tenemos a Mazapa de Madero,
Frontera Comalapa, El Porvenir y parece que también tenemos en Amatenango de
la Frontera. Si vemos aquí, la región abarca varios municipios y es precisamente
porque está muy dispersa la población cakchiquel y también debemos aclarar que
esta lengua está ya en una extinción bastante avanzada. Sin embargo, se está
tratando de rescatar esta lengua y estamos escribiendo la gramática que está a
punto de ser editada. La variante, pues, allá se conoce como cakchiquel, nada más,
cakchiquel, aunque dice Kauffman, un investigador lingüista, que es teco, porque
coincide con el hablante de Tectitán, que es Guatemala, pero ya veíamos el día de
ayer que si le ponemos tequiteco, si ponemos teco pues sería entonces la lengua
de Tectitán y eso corresponde a un gentilicio, y Mazapa sería mazapeño, entonces
ya no sabríamos cuál de los nombres, si es tequiteco o es mazapeño porque se
confunde y tiene que tener un nombre nada más la lengua. Entonces estamos en
desacuerdo con el nombre que le puso Kauffman porque es un gentilicio. Y si
hubiera tres o cuatro, pues ya no sabríamos ni qué nombre ponerle.
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Entonces, nosotros lo conocemos como cakchiquel la variante. Y los hablantes
nosotros nos decimos cakchiqueles: “Ahí viene un cakchiquel”; ellos son
cakchiqueles, ya hablando de plural, pero nosotros nos autodenominamos la lengua
cakchiquel y los hablantes también cakchiqueles. Y la etnia pues también, si nos
pregunta quiénes somos, pues pertenecemos a la etnia cakchiquel.
Aclaramos que hay muy poca investigación sobre estas lenguas. Ayer estábamos
comentando con los compañeros de Guatemala y no queda claro todavía qué
significa todavía la palabra cakchiquel. Nosotros en nuestro pueblo tenemos una
versión que dice que de acuerdo a la palabra “cakchi-quel”: “quedó solo”, pero esa
es una versión que no está todavía confirmada, así es que por lo pronto seguimos
manejando como variante cakchiquel, hablante cakchiquel y etnia cakchiquel”.
El profesor Vedalmiro explicó con claridad cómo se autodenominan quienes
conocen la lengua cakchiquel. Dijo que se trata de una lengua en extinción. Y apuntó
la exigencia de que había que definir la lengua de una sola manera. Y reiteró que
se trata de lo que ellos denominan cakchiquel. Y rechazó la definición dada por
Kauffman en 1969.
En el “Reporte de actividades correspondientes al [taller] de lenguas
mayanses”, que se llevó a cabo en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, del 14 al
18 de octubre de 2006, Mariana Espino Flores anotó, en su exposición, que “los
hablantes consultados declararon que no existen diferencias significativas entre las
hablas de México y Guatemala”. Como el criterio estipulado por el INALI era que la
lengua debía tener un solo nombre y que había que encontrar las diferencias
dialectales, los encargados de la elaboración del Catálogo de Lenguas Indígenas
optaron por llamar Teko, según la definición de Kauffman, a la lengua que los
habitantes de Mazapa de Madero denominan cakchiquel, según puede leerse en el
Diario Oficial de la Federación del 14 de enero de 2008. El Instituto Nacional de las
Lenguas Indígenas se enfrentó a una situación, la cual resolvió con base en criterios
lingüísticos y desoyó aquellos procedentes de la autodenominación.
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En la página del Sistema de Información Cultural del entonces llamado
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, se abrió un espacio, en noviembre de
2006, sobre la lengua denominada, por los criterios lingüísticos explicados líneas
arriba, como teco. Fueron anotados 210 hablantes, localizados en seis localidades,
que no fueron especificadas. Al describirla, se dijo lo siguiente: “El nombre teco,
empleado históricamente por la población mexicana, designa a un grupo indígena y
también a su lengua. Dicho término proviene del náhuatl y parece ser una
abreviatura castellanizada de ticteco, cuyo significado no ha sido esclarecido. Los
hablantes le llaman a su lengua q-yool/ nuestra palabra. Otro nombre con el que
suele denominarse esta lengua es kaqchikel” (Página del Sistema de Información
Cultural del CONACULTA, consultada el 10 de agosto de 2015).
Como se ha demostrado en este texto, no ha habido un uso histórico del
término teco por parte de la población mexicana. Quienes en Mazapa de Madero
conocen la lengua se resisten a llamarla como fue definida por Terrence Kaufman
en 1969.
La denominación lingüística teco se ha hecho con fines clasificatorios; la
autoadscripción mínima que ha aparecido ahora, producto de la búsqueda de un
representante de la lengua, como se ilustra con la designación de quien integra el
Consejo Consultivo de la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas,
responde a la vieja idea con la que se asocia lengua a pueblo, en el que debe
coincidir un grupo humano que se identifica por un origen, una lengua, una cultura
y una historia común. Con esta lógica, si en el Catálogo de las Lenguas Indígenas
aparece que hay hablantes de teco, debe haber un pueblo teco.
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Denominación lingüística-autoadscripción lingüística: desavenencias
El proceso descrito en esta investigación muestra las dificultades que aparecen al
estudiar las localidades de la frontera sur, en la que son visibles los rastros de las
políticas del Estado nacional que han tenido como fin la conformación de la nación
mexicana. En este espacio geográfico de frontera han tenido incidencia por lo
menos cuatro decisiones gubernamentales: la primera, el establecimiento de la
frontera, la que antes de su definición, en el siglo XIX, mostraba que los territorios
de Motozintla, Mazapa de Madero y Amatenango de la Frontera pertenecían a
Guatemala: la segunda, la construcción de la nación mexicana, a principios del siglo
XX, y la puesta en marcha de políticas que encaminaran a la población fronteriza
hacia la mexicanización; la tercera, la persecución de quienes hablaran una lengua
indígena, sobre todo en la década de los años treinta del siglo XX, una campaña
promovida por el gobierno del estado de Chiapas; la cuarta, la búsqueda de formas
de organización social, en la década de los años setenta, que permitieran que el
gobierno atendiera a la población indígena.
Habría que considerar también lo siguiente: se ha documentado que por Mazapa de
Madero, procedente de Guatemala, se desplazó hacia la Sierra una denominación
religiosa no católica. Es preciso completar esta complejidad descrita con la mirada
puesta en las características de la región de Mazapa de Madero: escasos terrenos
para el cultivo, lo cual obliga a que las personas en edad de trabajar se desplacen
hacia otras regiones del estado, del país o hacia Estados Unidos de Norteamérica.
A principios del siglo veinte, con el establecimiento de las plantaciones de café en
el Soconusco, los hombres iban hacia allá, en una migración temporal, como mano
de obra que era utilizada en el cultivo de este grano. En los años treinta del siglo
pasado, hubo quienes se desplazaron hacia la depresión central o hacia la selva en
busca de mejores tierras. A finales de los años ochenta del siglo pasado, jóvenes
del municipio de Mazapa de Madero habían empezado a migrar hacia
Coatzacoalcos, Veracruz. Los movimientos de población han sido hacia afuera pero
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también hacia adentro del municipio. Con la construcción de la carretera, en la
década de los setenta del siglo XX, que va de Frontera Comalapa a Huixtla, y que
comunica a la parte central del estado con el Soconusco, hubo gente que se
desplazó para ubicarse a orillas de esta vía; fue así como se formó con habitantes
de Hidalgo Tocanaque, por ejemplo, Villa Hidalgo, pequeña localidad que está cerca
de Mazapa de Madero, a finales de la década de los ochenta. Y como pudo haber
ocurrido en décadas anteriores con lugares como Sabinalito y Valle Obregón.
Con lo descrito hasta ahora, se observa una población que ha estado sujeta a
políticas gubernamentales, que se ha adecuado a ellas, que ha tratado de responder
a ellas. Están dentro de estas políticas las que tuvieron que ver con la instalación
del Centro Coordinador Indigenista, en Mazapa de Madero, en 1978, y las de
promoción de las lenguas indígenas, puestas en marcha en la primera década del
siglo XXI. Se ve, sobre todo, una población en movimiento, en busca de mejores
condiciones de vida; una población que está permeada también por los medios
electrónicos: cuando en 1987 hubo por primera vez señal de televisión en Mazapa
de Madero, se vio transformado el ritmo de las labores cotidianas; se amplió el
horario y la gente empezó a acostarse más tarde y a diferir momentos como el de
la cena, por ejemplo. En lugar de que el tiempo para ingerir los alimentos se
destinara a compartir lo que cada uno había hecho durante el día, la atención se
centraba en el televisor. Atraía más el televisor, por su novedad, que el radio, cuya
señal era inaudible por las condiciones geográficas, las cuales impedían el claro
desplazamiento de las ondas hertzianas.
El municipio de Mazapa de Madero
Mazapa de Madero es municipio libre del estado de Chiapas; está ubicado en la
región X Sierra Mariscal, de la que forman parte también los de Frontera Comalapa,
Motozintla, que es la cabecera distrital, Chicomuselo, Amatenango de la Frontera,
Bellavista, Bejucal de Ocampo, Siltepec, La Grandeza y El Porvenir. La cabecera
municipal se encuentra a 1 071 sobre el nivel del mar, entre montañas deforestadas,
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lo que la convierte en un territorio susceptible a inundaciones cuando las lluvias son
intensas. La parte más alta del municipio está a 2 700 metros sobre el nivel del mar,
en la que es perceptible la deforestación y en la que se aprecian pocos terrenos
cultivados. Sus colindancias son las siguientes: al norte, con el municipio de Bejucal
de Ocampo; al noreste, con el de Amatenango de la Frontera; al este, con la
república de Guatemala; al sur, con el municipio de Motozintla; y al oeste, con el de
El Porvenir. Tiene una superficie territorial de 114.3 km2, los cuales equivalen al
5.37% del espacio regional y al 0.15% de la extensión estatal (Plan de Desarrollo
Municipal, Mazapa de Madero, 2012-2015, p. 32).
Los censos y la población de Mazapa de Madero
De acuerdo con la encuesta intercensal 2015 del INEGI, el municipio de Mazapa de
Madero tiene 7 793 habitantes, que es la misma cantidad consignada en el Censo
de Población y Vivienda 2010. De la población total, 3395 fueron hombres; y 3450,
mujeres. Es un municipio clasificado como rural.
En el Plan de Desarrollo Municipal 2012-2015, con datos extraídos del Censo de
Población y Vivienda 2010, se anotó que existe una tendencia negativa respecto al
crecimiento de la población. Entre 1980 y 1990, se tuvo una tasa de crecimiento del
2.77%. El grupo de edad más numeroso es el que va de los 15 a los 64 años. La
lengua indígena que se identifica en el municipio es el mam, con 99 personas,
mayores de 3 años. Le sigue una lengua no especificada, con 42 hablantes.
En 1950, el municipio tenía una población de 4 454 habitantes. En 1980, de
5 959. En 1990, de 7 491. En 2000, de 7 180. En la década que va de 1980 a 1990,
hay un ligero incremento, de 1532 habitantes, que luego disminuye para luego
ascender un poco en 2010. Entre 2000 y 2010, la tasa de crecimiento fue del 0.83%.
Puede decirse que el incremento poblacional en la década de los ochenta pudo
deberse a la llegada al municipio de población guatemalteca que huía del conflicto
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armado que se vivía en el país vecino. Al encontrarse con tierras de baja calidad y
escasas, la población ubicada en Mazapa de Madero migró en busca de espacios
propicios para su manutención. Es probable que la colonia San Juan Carrizal, de
Frontera Comalapa, por ejemplo, se haya formado con algunas personas
desplazadas por esta oleada migratoria. Y al ser interrogadas, ahora, se presentan
como originarias de Bacantón, municipio de Mazapa de Madero. Hay que separar
el momento acá descrito del que se vivió en la zona de la Trinitaria, en la que fue
mayor el número de refugiados; acá, los lugares de nacimiento junto con la lengua
fueron cruciales para crear lazos entre quienes empezaron a vivir el refugio.
Es ilustrador ver también el movimiento poblacional en la cabecera municipal.
En 2012, había 2416 habitantes (1228 hombres y 1188 mujeres). Y en 2015, 1510
(695 hombres y 815 mujeres). La tendencia es a la baja, bajo el influjo de las
presiones que orillan a las personas a buscar mejores condiciones de vida, las
cuales son difíciles de encontrar en el mismo municipio.
Cambios culturales e identitarios en Mazapa de Madero
El municipio ha tenido una vocación agrícola, cuya producción se destina para el
autoconsumo. Las condiciones geográficas imposibilitan que haya productos en alta
cantidad destinados al mercado. La agreste tierra que los ejidatarios poseen es
insuficiente para distribuirla entre los hijos que van creciendo. Un panorama como
el anterior provoca la salida hacia otros lugares en busca de medios de subsistencia.
Cada vez es mayor el número de jóvenes, hombres y mujeres, que migran hacia
regiones como las de Cancún, Ciudad de México, el norte del país y los Estados
Unidos de Norteamérica. Puede ser una migración temporal o, como ha sido la
constante en los últimos años, una migración definitiva.
La relación de los ejidatarios con el Estado nacional, cuyo propósito en los años
treinta del siglo pasado fue formar la nación mexicana en el área de frontera, ha
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sido en términos de la denominación de aquellos como campesinos. La instalación
del Centro Coordinador Indigenista en 1978, en Mazapa de Madero, provocó que
ciertas personas que hacia el final de la década de los setenta del siglo pasado
tenían alrededor de cincuenta años empezaran a recordar palabras e historias que
les habían contado sus padres. Recordaban cómo, en los años treinta, a quienes
hablaban la lengua mam y vestían su indumentaria tradicional se les colocaba en la
plaza para vejarlos. Lo que se rememoraba tenía como fin poner el énfasis en lo
que se hacía en los tiempos cuando se llegó a la Sierra. Había la solicitud por parte
del Estado nacional de que los habitantes de esta región demostraran que formaban
parte de un pueblo indígena. Esta petición tuvo un proceso de reinvención
identitaria, como lo describió Aída Hernández Castillo (Hernández Castillo, 2001).
Una reinvención que fue en decadencia al disminuir los presupuestos federales y
estatales para incentivarla.
Organización social
El municipio está organizado en ejidos, colonias y barrios. El municipio tiene cuatro
núcleos agrarios (Núcleos Agrarios. Tabulado básico por municipio, Programa de
Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares, PROCEDE, abril de
1992-diciembre de 2006
http://www.inegi.org.mx/prod_serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/geografia
/publicaciones/Nucleos/tbe_chis.pdf), sin cartografía entregada, según se indica en
el documento citado. El ejido está normado, según la Ley Agraria, por la asamblea
general, la cual nombra al comisariado ejidal y al consejo de vigilancia.
El poder municipal está presente en las colonias y barrios por medio de los agentes
municipales.
Relación de localidades con sus respectivos agentes municipales para el
período que va de febrero de 2016 a febrero de 2017.
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N/P LOCALIDADES AGENTE MUNICIPAL PROPIETARIO
AGENTE MUNICIPAL SUPLENTE
01 CENTRO GRANADOS TALCANAQUE
ABELINO ZUNÚN GONZÁLEZ
GEREMÍAS SALAS VERDUGO
02 BARRIO SANTA ROSA HONORIO VERDUGO VELÁZQUEZ
LINDORO PÉREZ LÓPEZ
03 BARRIO COLINA VICTORIA
ABELINO PÉREZ DÍAZ
ERALDO VELÁZQUEZ DÍAZ
04 BARRIO CALERA EMIGDIO PÉREZ VELÁZQUEZ
MIGUEL GONZÁLEZ ORTIZ
05 BARRIO LAS FLORES NELI VELÁZQUEZ PÉREZ
RODOLFO PÉREZ GONZÁLEZ
06 BARRIO TOQUÍN MIGUEL PÉREZ
CATALINA PÉREZ
07 BARRIO EL PROGRESO
TERESO LÓPEZ LÓPEZ
VÍCTOR HUGO MORALES ORTIZ
08 BARRIO CALIFORNIA ISIDORO SALAS ROBLERO
GILBERTO BRAVO GONZÁLEZ
09 NUEVO GRANADOS FILEGONIO VELÁZQUEZ GONZÁLEZ
ISABEL VELÁZQUEZ DÍAZ
10 NUEVO POBLADO SAÚL ROBLERO PÉREZ
LUCIO GONZÁLEZ VELÁZQUEZ
11 COLONIA LA VERDAD DEL TRIUNFO
ADELFO RODRÍGUEZ ROBLERO
ROBERTO GONZÁLEZ ZACARÍAS
12 LIBERTAD FRONTERA ROMEO OLIVIO PÉREZ MORALES
OCTAVIO LÓPEZ DÍAZ
13 NUEVA LIBERTAD ARMANDO MORALES VELÁZQUEZ
SANTOS MEJÍA VELÁZQUEZ
14 TIERRA Y LIBERTAD IFRAIM PÉREZ MEJÍA
JULIO MORALES LÓPEZ
15 JORDÁN 2 ÓSCAR MEJÍA PÉREZ
BENJAMÍN BRAVO PÉREZ
16 COLONIA EL HORIZONTE
JOEL SOTO HERNÁNDEZ
DANIEL ELIAZAR MEJÍA MORALES
17 EJIDO EL HORIZONTE FRANCISCO MORALES MORALES
JACOBO SOLÍS PÉREZ
18 POBLADO CAMBIL FLORIBERTO VENTURA VELÁZQUEZ
ÁNGEL VERDUGO PÉREZ
19 COLONIA VILLA HIDALGO
FREDI SANTIAGO
AROLDO BERSAI
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GONZÁLEZ VÁZQUEZ
MARROQUÍN GARCÍA
20 COLONIA VALLE OBREGÓN
ARAEL PÉREZ HERNÁNDEZ
FLORENTINO RAMÍREZ MARROQUÍN
21 BARRIO TIERRA VERDE
LUIS FERNANDO GONZÁLEZ RAMÍREZ (BAUDILIO GONZÁLEZ)
ANIBAL ALBERTO ROBLERO GARCÍA
22 BARRIO VERACRUZ ROMARIO AGUSTÍN GONZÁLEZ VERDUGO
SIN SUPLENTE
23 COLONIA BACANTÓN ALTAMIRANO
DEIFILIO MARVEL VERDUGO PÉREZ
LEOVIGILDO GONZÁLEZ VERDUGO
24 COLONIA BACANTÓN UNO
ERNESTO SOTO GONZÁLEZ
GUADALUPE DÍAZ VERDUGO
25 HIDALGO TOCANAQUE ROMEO ROBLERO ROBLERO
ANATOLIO VÁZQUEZ PÉREZ
26 JUÁREZ CHEMALÉ FRANCISCO ZACARÍAS VELÁZQUEZ
ISAÍ SÁNCHEZ ESCALANTE
27 BARRIO NIÑOS HÉROES
CRISTÓBAL PÉREZ DÍAZ
SIN SUPLENTE
28 BARRIO NUEVA UNIÓN ELIGIO PÉREZ PÉREZ
JUAN HERNÁNDEZ PÉREZ
29 NUEVA INDEPENDENCIA
ALBERTO ESCALANTE LÓPEZ
ELIU VELÁZQUEZ VÁZQUEZ
30 REVOLUCIÓN MEXICANA
ORLANDO GONZÁLEZ MORALES
EFRAÍN MORALES ZACARÍAS
31 COLONIA OJO DE AGUITA
EUGENIO ISODORO RODRÍGUEZ
LEONARDO MORALES VÁZQUEZ
32 BARRIO NUEVO VERGEL
DARINEL GONZÁLEZ ROBLERO
MELIDO SALAS VÁZQUEZ
33 BARRIO NUEVA REVOLUCIÓN
JOVEL DÍAZ MORALES
SIN SUPLENTE
La cabecera municipal, en donde están los poderes, está excluida de esta relación,
y su clasificación se da en términos ejidales. La lista de agentes municipales permite
ver la división del municipio en colonias y barrios. La formación de unas y otros
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responde a intereses distintos. Por ejemplo, en los años ochenta del siglo pasado,
habitantes del ejido Hidalgo Tocanaque, que está en la parte alta de la Sierra,
decidieron descender a orillas de la carretera que comunica a Mazapa de Madero
con Amatenango de la Frontera, la cual viene de Comalapa, que es la misma que
atraviesa la Sierra, pasa por Motozintla y entronca con la carretera costera, en el
municipio de Huixtla. Y fue así como se formó la colonia Villa Hidalgo. Así ha
ocurrido con barrios como Nuevo Vergel, Nueva Unión: los pobladores de las tierras
altas del municipio se han acercado a la carretera, una decisión que facilita la
movilidad de las personas. Dentro de este movimiento hay que situar la ubicación
en la colonia Valle Obregón de la comisaría ejidal de Hidalgo Tocanaque.
Valle Obregón es una localidad con 326 habitantes, quienes, según comunicación
del secretario del comisariado ejidal, han dejado de hablar alguna lengua indígena.
Pocas personas mayores conocen el mam y el cakchikel. Don Herculano López,
habitante de Valle Obregón, municipio de Mazapa de Madero, tiene 83 años de
edad. Sabe el cakchiquel. Los jóvenes que buscan ser profesores bilingües recurren
a él para que les enseñe unas cuantas palabras. Se queja de que estos jóvenes
llevan dinero, del cual él no se beneficia. Don Herculano se vale para transmitir esas
cuantas palabras de la gramática cakchikel escrita por los profesores Vedalmiro
Morales y Pablo García, quienes trabajan en la Dirección General de Educación
Indígena, en Tuxtla Gutiérrez.
“Siembro cacahuate, cebolla y a veces tomate. Las cosechas han estado mal. Es
duro ser campesino, no como para los que reciben su sueldo cada mes. Ahora, para
sembrar cebolla, hay que comprar un bote que cuesta tres mil pesos. Antes se podía
comprar por poquito. Pero ahora no. El tomate para que se dé hay que aplicarle
muchos productos, que luego nos comemos. Por eso pienso que hay muchas
enfermedades ahora. Nos comemos todo eso. Tuve cargo cuando estuvo de
gobernador ese, al que amarraron… Absalón. Sí, Absalón [Castellanos Domínguez,
gobernador de Chiapas en el período 1982-1988]. Iba por varios lados para juntar a
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los cakchiqueles. Iba para Mazapa, para Amatenango, para Comalapa, para
Comitán. Pero ahora, el gobierno no sé qué piensa. Antes apoyaba. Ahora no.
Conozco la lengua pero ya no hay con quién hablarla. Somos pocos los que la
conocemos. Los jóvenes ya no se interesan por la lengua. Yo tuve siete hijos. Unos
están en Cancún, en Tapachula. Otros están acá. Hay uno acá abajo que ha hecho
sus cosas con trabajo. Éste [un joven como de veinticinco años, quien carga troncos
para hacer una cerca] fue rebelde. Yo corregí a mis hijos con tal de que estudiaran.
Estudiaron. Ahora, están bien. Ojalá usted pueda hacer algo por la lengua. Soy
pentecostés”.
Don Herculano López, habitante de Valle Obregón, municipio de Mazapa de Madero.
El barrio Tierra Verde, cuya denominación tiene que ver con cuestiones de política
partidista, es el resultado de la división que se produjo entre los habitantes del barrio
Veracruz, el cual colinda con la frontera guatemalteca. La mayor parte de los
pobladores se pasó al Tierra Verde; y en el de Veracruz sólo quedaron tres familias.
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Con la lista se puede ver también, por ejemplo, que el agente municipal suplente de
la colonia Villa Hidalgo fue regidor de Mazapa de Madero en el trienio 2012-2015,
según lo expuso en una entrevista que se tuvo con él en diciembre de 2015. Hay
una mujer, por lo menos, como agente suplente.
Instituciones
La localidad de Mazapa de Madero concentra los poderes municipales. Hacia ella
llegan representantes de las instituciones estatales o federales para promover algún
programa gubernamental. Dos programas atraen a las personas del municipio hacia
este lugar: el de los adultos mayores y el de Prospera. Los adultos mayores llegan
hacia las siete y media de la mañana. Se concentran en la Comisaría Ejidal. Ahí,
personas que trabajan en el programa entregan la cantidad programada por la
entidad financiadora a cada uno de los adultos, que en su mayoría son hombres.
Esta concentración provoca que unos cuantos comerciantes de la Sierra o de
Motozintla instalen pequeños puestos en los que ofrecen productos de la región,
como tomate de árbol o papa.
Puede haber campañas de capacitación, gestionadas por el DIF municipal. Y
trabajadores de la dependencia capacitadora se trasladan de Huixtla o Tapachula
para estar uno o dos días con mujeres u hombres de Mazapa. Puede ser un curso
impartido por una promotora del Instituto de Capacitación y Vinculación Tecnológica
del Estado de Chiapas, al que asisten alrededor de veinte mujeres de la cabecera
municipal. Se les enseña a tejer diademas (accesorio que las mujeres se colocan
en la cabeza para sostenerse el cabello). Los diseños son propuestos por la
capacitadora. Y las mujeres se dedican a aprenderlos, sin que ellas propongan
alguno que pudiera parecer atractivo.
Al caminar por la cabecera municipal llaman la atención los letreros pintados en las
paredes de las casas: propuestas partidistas para las elecciones intermedias del
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2015. Los anuncios de la feria del lugar, que acontece en el mes de septiembre, son
colocados en paredes de casas que están a orillas de la carretera. Y son letreros
llamativos en los que se dice cuáles son los grupos de música norteña que estarán
en esta celebración a San Martín Obispo.
Muestra del tipo de calle y del alumbrado de Mazapa de Madero.
En la cabecera municipal están dos escuelas del nivel preescolar (Eva Sámano de
López y Emiliano Zapata), una del de primaria (Francisco I. Madero), una del de
secundaria (vespertina: Niños Héroes) y una del sistema de telebachillerato
(telebachillerato 45 Vicente Riva Palacio).
Para el ciclo escolar 2015-2016, la secundaria Niños Héroes, la cual sólo da servicio
en la tarde, registró 110 alumnos. El 80 % de esta población proviene de Mazapa;
y el 20 % restante de los barrios cercanos a la cabecera municipal. Todos los
alumnos hablan español y son mexicanos. Son identificados mediante el acta de
nacimiento (información proporcionada por el director de la escuela).
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Los servicios de educación incluyen también los prestados por la Dirección General
de Educación Indígena. Este sistema adolece de los mecanismos que hagan posible
la educación según sus lineamientos. Un ejemplo es la escuela primaria de Villa
Hidalgo, municipio de Mazapa de Madero. Una de las aulas de la escuela, por el
logotipo y el símbolo que se ven a un lado de la puerta, fue construida al final de los
años ochenta y principios de los noventa del siglo pasado, con presupuesto
administrado por el Instituto Nacional Indigenista. En la localidad hay personas que
conocen la lengua cakchiquel, como don Aroldo Marroquín, que tiene 49 años. Fue
regidor del ayuntamiento de Mazapa en el trienio 2012-2015. El director de la
escuela nació en Motozintla, la ciudad que es el centro regional de la Sierra, y
conoce algunas palabras de la lengua mochó; los niños son instruidos en español,
refiere él.
Escuela primara de Villa Hidalgo, municipio de Mazapa de Madero.
En la memoria del profesor Veldalmiro Morales, quien elaboró, junto con el profesor
Pablo García, la gramática Cakchiquel, está vivo el momento cuando, hacia 1981,
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fue examinado por don Cirilo Ramos, en presencia del profesor Natalio Hernández,
trabajador de la Dirección General de Educación Indígena (DGEI), quien llegó de la
ciudad de México a Mazapa. El profesor Vedalmiro dijo unas cuantas palabras. Y el
profesor Natalio le estrechó la mano y le dijo que con eso era suficiente. Y así, el
profesor Vedalmiro se hizo profesor de la DGEI. Fue a buscar más jóvenes que
quisieran presentar el examen; encontró a algunos que rehusaron la oferta.
La secretaría de salud ofrece los siguientes servicios en tres localidades: En
Libertad Frontera, casa de salud; en Granados Talcanaque, centro de salud: y en
Mazapa de Madero, centro de salud. Con datos proporcionados por el director del
Centro de Salud de Mazapa de Madero, se pudo saber que las 426 viviendas de la
cabecera municipal tienen el servicio de agua entubada, la cual en ocasiones es
escasa. En las viviendas se utiliza como combustible gas y leña. El municipio brinda
el servicio de limpia, con un camión adecuado para tal fin y con personal que es
identificado por el uniforme que porta.
En los datos cedidos por el director del centro de salud de Mazapa de Madero se
percibió que la tabla relativa a identificar servicios tradicionales de salud está en
blanco. No se identificó ninguna partera, ningún yerbero, ningún curandero ni ningún
huesero.
El Instituto Mexicano del Seguro Social tiene unidades médicas rurales en Juárez
Chemale, Valle Obregón, El Horizonte y Verdad del Triunfo. Las cuatro unidades
están bajo la vigilancia del programa IMSS Prospera. El programa Prospera está
bajo la coordinación de la Secretaría de Desarrollo Social, cuya delegación regional
se ubica en Motozintla. Está unidad atiende el municipio de Mazapa de Madero,
además de los de Bejucal de Ocampo, Motozintla, El Porvenir y Siltepec. Están
dentro de su jurisdicción entre 28 000 y 30 000 familias.
En el lado sur de Mazapa de Madero estás las instalaciones del Centro Coordinador
para el Desarrollo Indígena Mam-Mochó-Cakchiquel-Poptí-Jacalteco, el cual fue
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fundado en 1978. Al principio de sus labores, cuando su denominación era como
Centro Coordinador Indigenista, dependiente del Instituto Nacional Indigenista, sus
labores estaban concentradas en los municipios de la parte alta de la Sierra, sobre
todo, en El Porvenir y La Grandeza. Había técnicos encargados de los programas
de salud, con médico general y odontólogo, de los de índole productiva, en los que
participaban el ingeniero agrónomo, el médico veterinario y el economista, y los de
índole cultural, a cargo del antropólogo. Estaba también el programa de albergues
escolares, que aún pervive; fueron instalados 12 albergues, que ahora son llamados
Casas del Niño Indígena. El único que se cerró fue el que se había situado en
Mazapa de Madero.
Entrada del Centro Coordinador para el Desarrollo Indígena. Mazapa de Madero.
La vocación del Centro cambió de acuerdo con las políticas nacionales. La actividad
del Centro se ha extendido hacia los municipios de Frontera Comalapa y
Chicomuselo, para atender a población que se reconoce como hablante de mam,
hacia la zona popti-jacalteca, en el municipio de Amatenango de la Frontera, y hacia
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la parte alta del municipio de Tapachula, donde se asienta población que habla
mam. Los proyectos son cada vez más escasos porque están sujetos a las reglas
de operación de la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI). De
acuerdo con el responsable de los proyectos productivos vigilados por el Centro
Coordinador, algunas poblaciones serían susceptibles de recibir apoyos
económicos por parte de la CDI; sin embargo, al no tener el 40 % o más de
hablantes de lengua indígena, esa posibilidad se diluye.
Existen otros programas, como el de justicia indígena, en los que es suficiente con
que los solicitantes se auto adscriban como miembros de algún grupo indígena para
que sean atendidos dentro de ese programa. Se les ofrece asesoría jurídica y
capacitación relacionada con esa área. En la encuesta intercensal 2015 del INEGI,
un dato atractivo es el que tiene que ver con el auto reconocimiento indígena en el
municipio de Mazapa de Madero, un lugar en el que el 95.88 % de los hombres
mayores de 3 años y el 97.66 % de las mujeres mayores de 3 años no hablan lengua
indígena (Cuadro 2). Ante la pregunta sobre si se reconoce como indígena, el 43.3
% de la población de Mazapa aceptó ese reconocimiento. ¿Cuáles son las
características sobre las que se sostiene esa afirmación? Los datos a los que se ha
tenido acceso y los recorridos de campo muestran que el porcentaje expuesto en la
encuesta intercensal está relacionado con el hecho de ubicarse como beneficiario
de algún programa gubernamental en el que la etnicidad puede ser un punto central;
un hecho que se torna difícil en virtud de las expectativas de los pobladores, quienes
tienen en mente la migración hacia lugares distantes. Lo que prevalece en Mazapa
de Madero es una identidad local marcada por la denominación religiosa no católica
que se profesa y por la migración, la que en los últimos años se ha incrementado.
Al recorrer las calles de Mazapa de Madero, sus 426 viviendas (Microdiagnóstico
del Instituto de Salud. Cuadro 4), asombra percibir el escaso tránsito de personas,
a diferencia de lo que sucede en Frontera Comalapa, cuyo parque central siempre
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está concurrido. En Mazapa, se ve cierto movimiento a la hora en que entran y salen
los alumnos de la escuela.
Las casas en su mayoría tienen paredes de block y techo de lámina (cuadro 4). Son
construcciones sencillas, con uno o dos cuartos y cocina. Viven en estas casas 192
familias nucleares y 141 familias extensas (cuadro 3). El número de familias
extensas es un dato que ayuda a ver cómo los padres alojan a los hijos, sobre todo,
a los hijos de los hijos, si éstos han emprendido el viaje en busca de trabajo.
La cabecera municipal es una pequeña localidad de un poco más de 1500
habitantes. Se extiende hacia el sur y hacia el norte, no más allá de cinco cuadras
del centro, donde se encuentran el palacio municipal y el parque. Hacia el oriente y
el poniente, hay sólo dos cuadras en cada lado. Puede resultar significativo que el
templo católico no se ubique en donde están el palacio municipal y el parque.
En la carretera, están dos tiendas grandes. Una de éstas, en la que también hay
una farmacia, es de una persona que trabajó en una institución federal y que,
además, fue presidente municipal hace varios trienios. Hacia el norte, sobre la
carretera, hay dos expendios de cerveza. Adentro del pueblo, hay pequeñas
tiendas, dos de regular tamaño se ubican en el área del parque. A un costado del
palacio está la biblioteca, en la que hay libros escolares, enciclopedias. Los últimos
libros editados en Chiapas que hay ahí fueron publicados por el Instituto Chiapaneco
de Cultura en los años noventa del siglo pasado. Es un espacio decoroso.
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Entrada sur a Mazapa de Madero, identificada como zona cakchiquel, cuya lengua
es sólo conocida por algunas personas mayores. Ha habido iniciativas sin mucho
éxito para promover el conocimiento de esta lengua entre los niños y jóvenes.
Dos servicios de Internet, conocidos como Cyber, tratan de atraer la atención de
niños y jóvenes. El servicio cuesta cinco pesos por hora. No son sitios tan
concurridos. La comisaría ejidal se ve animada cuando hay asamblea o cuando las
personas mayores del municipio llegan a Mazapa para cobrar algún apoyo
gubernamental. El campo de futbol, que está cerca de las instalaciones de la
Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, luce con unos
cuantos espectadores los fines de semana o cuando se programa algún torneo. El
auditorio de basquetbol es un espacio destinado para la práctica de ese deporte y
para jornadas que pueden ser de capacitación, promovidas por alguna institución
gubernamental, o de reuniones de diversa índole.
Las localidades del municipio tienen luz eléctrica. Los pobladores, en un porcentaje
considerable, contratan servicios de televisión con alguna de las compañías
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existentes en el país: Sky o Claro. En la cabecera municipal, en donde se colocó
una antena que da el servicio de telefonía móvil, los pobladores establecieron el
costo de la mensualidad para poder tener televisión por cable, ofrecida por una filial
asentada en Motozintla de una empresa nacional. El concesionario prefirió aceptar
el precio implantado que perder esa clientela. Es frecuente, al tener luz eléctrica e
Internet, que en las localidades del municipio sean instalados locales en los que se
dan rentadas computadoras conectadas al Internet. En la cabecera municipal no
existe ni telégrafo ni correo. Existe un sistema de radiocomunicación por medio del
cual las autoridades municipales establecen contacto con las localidades de su
jurisdicción.
Prácticas a partir de la denominación religiosa
Un rasgo preponderante de la identidad local de Mazapa de Madero está definido
por el credo que se profesa. En la cabecera municipal, la denominación no católica
dominante es la presbiteriana, con sus respectivos templos: “Espíritu Santo”,
“Príncipe de paz” y “Cristo viene”. Le sigue la Pentecostés, la cual tiene dos templos:
“Fuente de Agua Viva” y “Jardín de Dios”. Con un porcentaje menor de fieles están
la Iglesia Adventista del Séptimo Día y la Iglesia de Cristo en Restauración. El
templo católico está dedicado a San Martín de Obispo. Es el único templo católico
en el municipio de Mazapa de Madero. De las denominaciones no católicas, sobre
todo de la presbiteriana, existen templos en las localidades de esta circunscripción.
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El primer templo presbiteriano de Mazapa de Madero, cuyo credo empezó a
difundirse por la región a principios del siglo XX, en voz de personas que venían de
Guatemala.
Lo vínculos son establecidos a partir de la creencia religiosa. Es común que las
personas visiten a algún enfermo o a alguien que necesita “una palabra para
reconfortarse”. El credo religioso enseña que se tiene el aval para expresar esa
palabra, sin que ésta sea requerida por quien pudiera urgirla. La visita puede
hacerse en la mañana o en la tarde. Es reconocible quien lleva esa intención porque
camina con la Biblia bajo el brazo; una Biblia que por lo regular se guarda dentro de
un protector de piel.
Se entra en contacto con pobladores de otros lados por medio de la religión. El
reconocimiento se produce por esta vía. En ocasiones, se parte con la seguridad de
que en el lugar de destino se tendrá la protección de alguien que abrace el mismo
dogma. Antes que originario de Mazapa de Madero se es parte de determinado
credo, un lazo mucho más fuerte que el del lugar de nacimiento.
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Al estar sometido el municipio a constantes procesos de migración, es común que
los jóvenes, hombres o mujeres, se casen fuera de Mazapa de Madero. El vínculo
con los padres, quienes se quedaron en el lugar, se da ahora mediante el teléfono
móvil. Es frecuente que los padres vayan a visitar a los hijos al lugar donde éstos
trabajan.
La festividad de San Martín Obispo, en los años recientes, ha sido apropiada por
quien está en el cargo de presidente municipal. El brillo de la celebración está dado
por la participación de grupos de música que llegan del norte del país. Se impone la
música de banda. Se abre el espacio para comediantes que son populares por su
presencia en la televisión. Y un día se destina para que toquen marimbas que tienen
fama en el estado de Chiapas. En ocasiones, puede ser contratada alguna marimba
de Guatemala.
Las agrupaciones musicales son raras en el municipio. Por el impulso de un joven
de la cabecera municipal, se compró una marimba que es utilizada en los
encuentros promovidos por una dependencia estatal. Es de notar la existencia de
un mariachi cristiano en Villa Hidalgo.
Escasos ejemplos de organizaciones productivas
Es perceptible que en el municipio se tiende a llevar una vida centrada en el ritmo
marcado por las tareas inmediatas. Las personas acuden a la presidencia municipal
en busca de apoyo para reparar su casa o la tubería con la que se transporta el
agua a la colonia o el barrio. Son solicitudes enfocadas hacia lo inmediato. Las
personas mayores están a expensas de la ayuda que envía el gobierno. La escasez
de tierras de calidad provoca que las intenciones de los jóvenes y los adultos sean
colocadas en otras latitudes.
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Son raros los ejemplos de organizaciones enfocadas a la producción. En la
cabecera municipal y en Villa Hidalgo existen grupos de apicultores. En Mazapa 16
socios trabajan en conjunto. Se ayudan entre ellos. La apicultura fue promovida por
el Instituto Nacional Indigenista (INI), en 1978, cuando fue instalado el Centro
Coordinador Mam-Mochó-Cakchikel. En ese entonces, había 78 socios. La gente
se desesperó. Se mantuvieron 12. Hubo problemas después. Y se terminó la
asociación Flor de Xcopolé. En aquellos tiempos, recolectaban 160 toneladas;
ahora, 80 entre los 16 socios. Don B. de la Cruz, a quien se le quemó el apiario, en
2015, debe trabajar como taxista para hacerse de dinero que les permita vivir a él y
a su familia.
Don W. Roblero cultiva dos cuerdas de tomate en un invernadero que está en el
lado poniente de Mazapa. Ha pasado la cosecha. Se trata de un proyecto productivo
gestionado por el municipio para la localidad de Granados Talcanaque en el trienio
2012-2015. Los ejidatarios de esa localidad desistieron porque había que formar
una asociación. Ante tal negativa, el presidente municipal se lo propuso a don W.
Roblero, quien lo trabaja junto con uno de sus sobrinos.
En los dos ejemplos citados, los esfuerzos para mantener un trabajo colectivo de
gran alcance no prosperaron. Los productores de miel se fueron disgregando. Se
optó por grupos pequeños, en los que existen lazos de parentesco. Los hechos
adversos son afrontados por medio de la colaboración entre los apicultores. Don B.
de la Cruz pudo rehacer su apiario gracias a que cada uno de los miembros del
grupo le cedió una o dos colmenas. Esta manera de proceder no está en
consonancia con algún signo que se pudiera equiparar con rasgos de alguna
identidad indígena. En Granados Talcanaque, hubo aversión a la idea de producir
de manera colectiva. Si prevaleciera alguna noción centrada en la identidad
indígena, en la que muchas cuestiones son resueltas por medio de la fusión de
voluntades, la reacción hubiera sido a la inversa; se habría aceptado sin
miramientos el proyecto propuesto.
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La relación con Guatemala
El municipio tiene cuatro cruces fronterizos informales: Libertad Frontera, Horizonte,
Barrio Veracruz y San José. El lugar que está frente a Libertad Frontera, que
pertenece a Guatemala, se llama San Isidro; la contraparte de Horizonte, San
Antonio La Laguna; la del Barrio Veracruz, Esperanza: y la de San José, también
se llama Esperanza. Los cuatro accesos tienen carretera de terracería. Hay una
distancia, aproximada, de la carretera pavimentada hacia los cruces de unos ocho
o doce kilómetros, según el punto del que se trate.
Del crucero de Bacantón, en donde dos bodegas rebosan mercancías diversas, al
cruce del barrio Veracruz-La Esperanza hay una distancia de ocho kilómetros. Se
transita por una vía que va primero por donde alguna vez hubo un río de ciertas
dimensiones para después empezar a ascender. Es una vía amplia, con buen trazo,
que permite el movimiento de camiones de carga de diez o doce toneladas, sobre
todo, que proceden de Guatemala.
Existe un servicio de transporte colectivo que comunica al barrio Veracruz con
Motozintla. Los vehículos, en los que caben doce pasajeros, van en ocasiones con
pocos pasajeros hacia Motozintla. Es un tramo como de quince kilómetros que se
transita en veinte minutos, más o menos. Y vuelven las urban a veces llenas y con
carga en la canastilla. Viajan en estos colectivos personas de Guatemala que van a
Motozintla a comprar víveres y utensilios domésticos. Otro servicio de transporte
sale de ese cruce fronterizo hacia Tacaná, en el departamento de San Marcos. Son
dos horas de camino.
Un joven de Esperanza, Guatemala, dice que diez quetzales de tiempo aire se
convierten en veinte minutos para hablar por teléfono. El cambio de la moneda
estaba situado en cuarenta y cuatro quetzales por cien pesos. La existencia en el
cruce Veracruz-Esperanza de cuatro personas dedicadas a cambiar pesos por
quetzales o quetzales por pesos muestra la movilidad que existe en esa zona. Se
trata de dos poblaciones pequeñas. No son más de seis casas las que están en uno
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y otro lado. Cuando se le interrogó a un habitante de Tierra Verde, barrio que antes
pertenecía a Veracruz, sobre el lugar donde había nacido, dijo de inmediato: “Dice
la Constitución que el que nace en México es mexicano”, una expresión que acentúa
el presente; el pasado podría revelar una situación que se aleja de lo que se está
viviendo ahora.
Al tratarse de un cruce informal con enorme movimiento imperceptible, porque no
se ve la aglomeración de personas como sí ocurre en el de Ciudad Cuauhtémoc-La
Mesilla, es comprensible que existan conflictos por el control de todo lo que transita
por ese espacio. Por lo menos, los problemas estaban del lado mexicano; un asunto
que fue atendido por las autoridades municipales, quienes lo turnaron a la oficina
de Asuntos Agrarios de la ciudad de Tapachula.
Existen relaciones en las que priva cierta cordialidad entre los habitantes de ambos
lados de la frontera. Puede tratarse de familias que en los años recientes se han
acercado al límite nacional, en donde una parte de éstas decidió quedarse en el
lado guatemalteco y la otra resolvió ubicarse en el lado mexicano. Quienes viven en
México establecen contacto con las dependencias de los gobiernos estatal y federal
sin poner el énfasis en algún rasgo identitario. Les interesa ser reconocidos como
mexicanos. El ubicarse de este lado les permite una mayor libertad para moverse
por el territorio nacional.
Con cierta regularidad, producto de alguna festividad cívica, son organizados
torneos de basquetbol y futbol, en los que participan equipos, sobre todo, de Cuilco,
Guatemala, lugar con el que los pobladores de Mazapa mantienen contacto. En
ocasiones, los torneos se realizan en Cuilco. Y la presidencia de Mazapa de Madero
promueve que equipos de la cabecera municipal se trasladen hacia aquel lugar. En
otras, los torneos se hacen en Mazapa.
Don Fidelino López Hernández y el profesor Vedalmiro Morales Ramos, en
diferentes momentos, se han reunido con lingüistas de Tectitán, Guatemala, con la
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idea de intercambiar puntos de vista sobre la lengua que se conoce en Mazapa y la
de aquel lugar. Han sido encuentros breves. Se consigna el dato que para el
establecimiento del catálogo de las lenguas nacionales de México no fue invitada,
para participar en el taller correspondiente, ninguna persona de Tectitán.
Ceremonias cívicas
En el municipio de Mazapa de Madero, las ceremonias cívicas son aquellas
promovidas por la presidencia municipal. Se realizan de acuerdo con el calendario
oficial. Sobresalen las de las fiestas patrias y la del veinte de noviembre. Participan
en ellas habitantes del lugar, sobre todo, los alumnos de las escuelas. Los
programas están hechos en consonancia con la fecha que se conmemora. Está
lejos de ellos cualquier rasgo que haga ver la presencia de una identidad indígena
en el lugar. Los programas tienen la intención de remarcar la condición nacional de
quienes viven ahí.
Es la misma presidencia municipal la que impulsa la formación de comités diversos,
en respuesta a las iniciativas del gobierno estatal o del federal, como el de
protección civil o el de seguridad. Estos comités son integrados con representantes
de las colonias y los barrios, y están a las órdenes de las autoridades distritales
correspondientes. Deben responder a una agenda marcada por dichas autoridades.
Estos comités pueden ser visto como una muestra de trabajo conjunto, con base en
determinadas temáticas que llegan del exterior. Así, el agente municipal de alguna
colonia es visto como representante de determinado comité. Esa es la identificación
que se le da. En algunas reuniones es sólo el agente municipal; en otras, el
representante de cierto comité. Esas son las identidades que lo definen. Así puede
presentarse ante las dependencias que están asentadas en Motozintla, que es la
cabecera distrital.
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Una actividad que se generó hace poco tiempo es la provocada por la concurrencia
de las personas mayores a la cabecera municipal en busca del apoyo económico
que se les da por parte del gobierno. Este desplazamiento de personas le da cierta
vida a una de las calles del lugar.
Calle de Mazapa de Madero el día en que las personas mayores reciben apoyo
gubernamental.
Y están ahí como personas mayores. Es la edad la que los sitúa en ese lugar. No
es necesario ningún rasgo identitario para ser parte de este programa. Se produce
el encuentro entre conocidos, se conversa sobre cuestiones cotidianas relacionadas
con las condiciones del clima o la situación económica que se está viviendo.
¿Existen el pueblo Teko?
Las políticas de nacionalización impulsadas en las tres primeras décadas del siglo
XX por el Estado mexicano provocaron que los habitantes de Mazapa de Madero
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abandonaran su lengua y su vestuario. Otro factor determinante de la identidad local
de este municipio fue la llegada, en esas décadas, de denominaciones religiosas no
católicas, las cuales, con el propósito de asentarse en el país, respaldaban las
políticas gubernamentales. La investigadora Susan Tharp Garzon, quien estudió en
Mazapa de Madero la muerte de una lengua, mostró cómo la lengua conocida en
ese lugar había dejado de ser fundamental en las relaciones familiares. Había
dejado de hablarse en la casa, en las reuniones, en la calle. En los mayores estaba
el conocimiento de algunas palabras, de algunas expresiones. Estaban en ellos. Y
eran expresadas a petición de alguien, con cierta reserva. En la vida cotidiana, la
lengua había sido sustituida por el español.
Al final de la década de los ochenta, cuando se dio el reconocimiento de México
como país pluricultural, hubo un esfuerzo por recordar algunas palabras de la lengua
que se hablaba en Mazapa de Madero; se respondió a lo que el gobierno solicitaba.
Y fue creado un grupo de danza, con alrededor de diez personas, el cual
escenificaba algunas costumbres como la siembra del maíz o la pedida de la novia.
Se pedía financiamiento al Instituto Nacional Indigenista para comprar en
Guatemala la ropa y la marimba. Se presentaba en festivales regionales o estatales.
En el mismo período en que se fundó el Centro Coordinador Indigenista de Mazapa
de Madero se puso en marcha en la región el programa de educación indígena,
mediante la conducción de la Dirección General de Educación Indígena. Hubo
dificultades para seleccionar a quienes deberían formar parte de este sistema. La
decisión fue que con sólo conocer unas cuantas palabras de la lengua que en algún
tiempo se habló en Mazapa de Madero era suficiente para incorporarse a este
programa. Son más de treinta años de que se impulsó en la zona la educación
indígena, cuyos resultados son magros, sin incidir en la percepción que los alumnos
pudieran tener de su cultura local.
Las escasas acciones impulsadas por el gobierno se veían rebasadas ante el sólido
tejido que desde principios del siglo XX habían urdido las nominaciones religiosas
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no católicas. La mirada de los pobladores de Mazapa de Madero se había colocado
lejos de las gestiones gubernamentales. Y cuando eran impelidos a responder por
su condición indígena, entregaban una respuesta en consonancia con lo que se
solicitaba. Ese decir estaba alejado de cualquier práctica que ellos quisieran
reconocer como indígena.
Para la construcción de la identidad se requiere que en la memoria de los
pobladores de un lugar existan hechos que los impulsen a saber que se tiene cierta
procedencia. En la memoria de las personas mayores, quienes ahora tienen entre
setenta y ochenta años, está el momento en que los maestros prohibieron que se
hablara la lengua que se conocía en Mazapa de Madero. Esa lengua, prohibida,
dejó de ser un vehículo con el que los pobladores construyeran lazos, visiones,
posibilidades de enfrentar el diario vivir. El asidero mayor para construirse una
identidad local estuvo dado por la profesión de una fe no católica, la cual se sustenta
en relaciones que no buscan la formación de grandes colectividades. Se pertenece
a un templo, y es a partir de esta pertenencia que se establecen los vínculos con
miras a resolver situaciones cotidianas. Cada templo se va haciendo único, y se
vela por la feligresía. Si se disiente, se va hacia otra Iglesia o con la concurrencia
de varios divergentes se abre otra denominación, la cual puede pertenecer a la
misma Iglesia.
En los años ochenta del siglo pasado, Guatemala se vio envuelta en una guerra que
provocó el éxodo de varias comunidades que buscaron asentarse en México. Las
migraciones más intensas se dieron del lado norte del departamento de
Huehuetenango y en la región del Petén. Se llegó a un registro de ochenta mil
personas que tenían en México el reconocimiento como refugiados. El cincuenta
por ciento de esa población optó por regresar a su país. Y el otro cincuenta se quedó
en México. Las mayores concentraciones de refugiados se dieron en los municipios
de Las Margaritas, Frontera Comalapa y La Trinitaria. El campamento que adquirió
mayor relevancia por el número de pobladores, más de mil, fue el de La Gloria,
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ubicado en el municipio de La Trinitaria. El proceso de refugio revitalizó lenguas
como el chuj, el poptí-jacalteco y el kanjobal, la cual tiene ahora en México una
variante denominada acateco. De las dos primeras había población asentada en
México. Y el número de hablantes creció por la llegada de los refugiados.
La región Tectitán-Mazapa de Madero no vivió un proceso de éxodo como el
descrito líneas arriba. Y hubo poca población de Tectitán que salió hacia México en
aquella época, la cual se desplazó territorio adentro en busca de tierras productivas,
y no tan diezmadas como las existentes en esa zona, cuya erosión las hace
peligrosas y poco productivas. Le interesaba a esta población salvaguardar su
existencia, con un lugar seguro para vivir. Y en cuanto pudieron ubicarse, quienes
decidieron quedarse buscaron el reconocimiento primero como refugiados y luego,
con los hijos nacidos en el país, mediante la naturalización.
La población de Mazapa de Madero ha decrecido, según los datos censales
proporcionados por el director del Centro de Salud de este lugar. La escasa
disponibilidad de tierras ha provocado que la gente migre hacia lugares del estado,
del país y del extranjero. Quienes se van, mantienen el contacto con los padres, con
los familiares. Es probable que se vuelva para la época decembrina. Y el interés de
visitar de nuevo la localidad estará en relación con el vínculo familiar y no con alguna
celebración que congregue a una población mayor.
Con la idea de tener acceso a financiamiento gubernamental, algún joven que se ha
quedado en el lugar y que sabe de la existencia de ciertos fondos, busca la forma
de ganar alguna convocatoria con la cual pueda impulsar algún proyecto para
revitalizar la lengua o para que vuelva a existir el grupo marimbístico. En la
justificación del proyecto, se utiliza el lenguaje sancionado para el caso: se habla de
la importancia de la cultura de la localidad y de la pertinencia de que se siga tocando
la marimba, por ejemplo. Y esa cultura de la localidad, se ha observado, está más
en relación con la búsqueda de mejores condiciones de vida, lejos de cualquier
distintivo indígena.
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A partir del 2008, con la publicación del Catálogo de Lenguas Indígenas Nacionales,
se puntualizó que la lengua conocida en Mazapa de Madero debe ser denominada
como Teko, según estudios lingüísticos, por su parentesco con la que se habla en
el municipio de Tectitán, Huehuetenango, Guatemala. Este hecho provocó que se
hablara de la existencia del pueblo Teko. Se ha demostrado en esta investigación
que el reconocimiento de una lengua no implica la existencia de un pueblo que la
hable. Además, por lo que se ha vivido en la región, la tendencia ha sido el
abandono de la lengua, de la vestimenta y de las instituciones sociales en el ámbito
de la comunidad, las cuales pudieran ser identificadas como indígenas. La práctica
de la agricultura ha decrecido. Se cultivan pequeñas parcelas de hortalizas cuya
escasa producción se destina al mercado local. La subsistencia no está en función
de alguna relación con el ambiente a partir de técnicas rudimentarias. El ambiente
está deforestado. Los cerros lucen sin árboles abundantes, de ahí que esta zona se
haya visto golpeada por eventos climáticos como el ocurrido en 2005, el cual casi
destruyó la ciudad de Motozintla, que está a ocho kilómetros de Mazapa, hacia el
sur. La migración ha sido el medio de los habitantes del municipio de Mazapa de
Madero para buscar mejores condiciones de vida.
La política de reconocimiento lingüístico, puesta dentro de las funciones del Instituto
Nacional de las Lenguas Indígenas, debería estar enfocada también a observar
lenguas en peligro de extinción, sin que se pierda de vista el criterio lingüístico que
es su guía, un criterio fincado en un enfoque sincrónico, con el que se deja de lado
la historicidad de las lenguas. Con el juicio lingüístico expuesto en el Catálogo se
levantó la encuesta intercensal 2015, en la que se registra la existencia en Mazapa
de Madero de 303 hablantes de Teko, en los 834 hogares encuestados (INEGI.
Encuesta intercensal, 2015). La población mayoritaria fue localizada en Valle
Obregón, con 69 (INEGI. Encuesta intercensal, 2015). Y según la encuesta, en
Mazapa sólo hay hablantes de Teko. El secretario del comisariado ejidal de Hidalgo
Tocanaque, ejido al que pertenece Valle Obregón, fue enfático al decir que ahí la
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gente ya no habla la lengua y que algunos conocen palabras del mam y del
cakchikel.
Antes, se mostraba en las estadísticas que en Mazapa de Madero y en la parte sur
de Amatenango de la Frontera se conocía la lengua cakchikel. Ahora, con base en
la encuesta intercensal, la que se conoce en Mazapa es Teko y la de Amatenango
es cakchikel. Antes, se decía que la de ambos lugares era la misma lengua. Ahora,
se ha hecho la diferenciación acá señalada. En el Catálogo de Lenguas Indígenas,
cuya elaboración ha sido analizada en esta investigación, se anotó que el Teko
también se conocía en localidades del municipio de Amatenango de la Frontera. En
la encuesta, el territorio de esta lengua ha quedado reducido al municipio de Mazapa
de Madero.
En esta investigación, se ha procedido de acuerdo con lo siguiente: ha sido una
tendencia, al momento de definir a quienes son sujetos de investigación, a construir
“sujetos evanescentes, abstractos, conceptuales” (Viqueira, 2002: 395), lo cual trae
como consecuencia, señala Juan Pedro Viqueira, que se les vea dentro de
acontecimientos que no alteran su identidad misma ni su continuidad histórica.
Mediante este procedimiento, se cae en la “esencialización de los sujetos
narrativos”, a quienes se les ve sin cambio alguno a lo largo del tiempo y sin que
sea determinante en ellos el espacio en el que se mueven.
Se concluye esta investigación con cuatro voces, con las que se quiere enfatizar
cómo se mueven éstas en el espacio que les ha tocado vivir. La primera es la de
doña Lilia Velázquez Escalante.
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Doña Lilia Velázquez Escalante vive cerca de las oficinas del Centro Coordinador
para el Desarrollo Indígena, a un costado de las oficinas de la Dirección General de
Educación Indígena de Mazapa de Madero. Ante la aseveración (elaborada con
criterios lingüísticos, con los cuales se desoyó la autodenominación hecha por
representantes de la región de Mazapa de Madero) de que había en la zona
hablantes de TeKo, el gobierno federal se vio arrastrado a buscar el pueblo
relacionado con dicha lengua. Doña Lilia es una mujer entusiasta, quien tiene
deseos de aprender. Y con esas motivaciones, estuvo dispuesta a fungir como
representante del pueblo Teko ante la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos
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Indígenas. Ella asiste a las reuniones convocadas por dicha Comisión. Aprende. Y
a su regreso, en la localidad de Verdad El Triunfo, municipio de Mazapa de Madero,
donde nació, reúne a las mujeres para capacitarlas en las materias en las que ella
es instruida. Pocas mujeres acuden a su llamado. Los hombres no se presentan.
La segunda voz es la del letrero que el Instituto Nacional de las Lenguas Indígenas
colocó en la localidad de Villa Hidalgo, municipio de Mazapa de Madero.
El anuncio está colocado en el costado oriente de la localidad de Villa Hidalgo, a un
lado de la carretera. Si el Instituto Nacional de las Lenguas Indígenas hubiera
seguido el criterio académico-lingüístico con el que fue elaborado el Catálogo de las
Lenguas Indígenas Nacionales, se habría indicado que en esta localidad se habla
Teko. Acá, en el letrero, se hizo valer la autodenominación.
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La tercera voz es la de una señora del barrio Tierra Blanca, y es una clara síntesis
de lo que se vive en el municipio de Mazapa de Madero:
Está muy dura la crisis. Están muy bajos los negocios. Ya muy no se vende.
Antes, había café. Había negocio. Pasaba la gente de Guatemala. Pero el café se
acabó. Y la gente tuvo que buscar otro trabajo. Antes, llovía. Se sembraba cebolla,
frijol de riego. Ahora, nada. La gente sale a trabajar. Pero dice la Biblia que los
pajarillos comen. Dios no los deja. Así pasa con los humanos. Tenemos que comer.
Qué bueno que hay una palabra, que hay temor. Gracias a Dios que hay una
palabra, hay respeto. En otros lugares, hay rateros pero acá es tranquilo. Soy
pentecostés. Me entregué a los 20 años.
La cuarta voz es la de don Alejandro Gómez, consejero consultivo ante la
Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, representante del
pueblo cakchiquel y encargado de la oficina de Asuntos Religiosos en el municipio
de Mazapa de Madero, trienio 2015-2018:
Yo lo que le pido es que diga que acá no hay ningún Teko. Estamos
pensando hacer una reunión. La hagamos para hablar de esto. Acá hay puro
cakchiquel. Yo estoy como consejero cakchiquel. Pero si en México dicen que acá
hay tekos pues yo me retiro y ahí acabó el problema.
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Anexo 1. Cuadros y mapas
Cuadro 1
Población de 5 y más años que habla lengua indígena por lengua, según
condición de habla española y sexo, al 12 de junio de 2010
Lengua Total Habla español No habla español No especificado
Hombre Mujer Hombre Mujer Hombre Mujer
Cakchiquel
(Kaqchikel)
73 48 24 0 0 1
Mame
(mam)
8156 4358 3483 8 8 150 149
Jacalteco
(Jacalteko)
480 233 215 7 15 6 4
Motocintleco
(Qato’k)
87 42 26 0 0 17 2
Fuente: Censo de Población y Vivienda 2010. INEGI.
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Cuadro 2
Crecimiento medio anual. Mazapa de Madero. Cabecera municipal
Año Hombre Mujer Total
2012 1228 1188 2416
2013 953 1021 1974
2014 1001 1013 2014
2015 695 815 1510
Fuente: Cédula de microdiagnóstico familiar. Instituto de Salud en el estado de Chiapas. Jurisdicción Sanitaria número X. Motozintla. 2015.
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Cuadro 3 Composición familiar. Mazapa de Madero. Cabecera municipal
Familia nuclear 192
Familia extensa 141
Familia extensa compuesta 93
Total 426
Fuente: Censo de microdiagnóstico familiar. Instituto de Salud en el estado de Chiapas. Jurisdicción Sanitaria número X. Motozintla. 2015.
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Cuadro 4
Características de las viviendas. Mazapa de Madero. Cabecera municipal
T Concreto 189 E Lámina 237 C Madera 0 H Otros 0 O
Composición de la vivienda Número de UNO 228 cuartos DOS 187 por separado TRES 11
PA Tabique 0 RE Block 380 DES Madera 0 Cartón 0 Adobe 46
Cocina 426 Estancia 25 Comedor 78 Baño 426
P Cemento 345 I Tierra 81 S Madera 0 O Otro 0
TOTAL 426 Total 426
Fuente: Censo de microdiagnóstico familiar. Instituto de Salud en el estado de Chiapas. Jurisdicción Sanitaria número X. Motozintla. 2015.
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Cuadro 5 Población según programa. Mazapa de Madero. Cabecera municipal
Localidad Número de
familias Prospera Población general
Población cubierta por
seguro popular
Población cubierta por el
programa Prospera
Mazapa de Madero
118 1013 873 582
Fuente: Censo de microdiagnóstico familiar. Instituto de Salud en el estado de Chiapas. Jurisdicción Sanitaria número X. Motozintla. 2015.
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Cuadro 6 Estimadores de población de 3 años y más y su distribución porcentual según condición de habla indígena y condición de habla española por municipio y sexo
Municipio Sexo Población de 3 años y más
Total Condición de habla indígena. Habla lengua indígena. Condición de habla española
No habla lengua indígena
No especificado
Habla español
No habla español
No especificado
Mazapa de Madero
Hombres
3 543 3.98 98.58 0.00 1.42 95.88 0.14
Mazapa de Madero
Mujeres
3 723 2.18 96.30 0.00 3.70 97.66 0.16
Fuente: INEGI. Tabulados de la encuesta intercensal 2015. Fecha de elaboración: 08/12/2015.
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Cuadro 7 Estimados de la población de 3 años y más que lengua indígena y su
distribución porcentual según lengua por entidad federativa (catálogo del INALI)
Entidad Lengua indígena Porcentaje de población de 3
años y más que habla lengua indígena
Chiapas Kaqchikel 0.00
Chiapas Mam 0.59
Chiapas Teco 0.01
Fuente: INEGI. Tabulados de la Encuesta Intercensal 2015. Fecha de elaboración:
08/12/2015.
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Mapa de la zona Tectitán-San Juan Carrizal (Frontera Comalapa). Dibujó: Gontrán Villalobos. 2016.
80
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Mapa del municipio de Mazapa de Madero, Chiapas.
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Las calles de la cabecera municipal de Mazapa de Madero. Se elaboró en el departamento de infraestructura de la presidencia municipal. 2015.
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Zona Sierra-Soconusco. Protección Civil. Chiapas. 2015.
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Anexo 2. Registro fotográfico
En el parque, Frontera Comalapa, Chiapas. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca Nacho López, CDI.
La tarde en el parque, Motozintla, Chiapas. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca
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Conversación en el parque, Motozintla, Chiapas. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca
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Veracruz-Motozintla, Barrio Veracruz, Mazapa de Madero, Chiapas. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca Nacho López, CDI.
86
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Con bicicleta, Valle Obregón, Mazapa de Madero, Chiapas. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca Nacho López, CDI.
Alambrar, Mazapa de Madero, Chiapas. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca Nacho
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87
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En el río, Mazapa de Madero, Chiapas. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca Nacho
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Consejo Supremo, Mazapa de Madero, Chiapas. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca
Nacho López, CDI.
88
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En el mercado, Frontera Comalapa, Chiapas. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca Nacho
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De visita, Frontera Comalapa, Chiapas. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca Nacho
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Seco, Frontera Comalapa, Chiapas. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca Nacho López,
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De compras, La Mesilla, Guatemala. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca Nacho López,
CDI.
90
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Elección, La Mesilla, Guatemala. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca Nacho López, CDI.
De regreso de la escuela, Frontera Comalapa, Chiapas. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca Nacho López, CDI.
91
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Deporte, Amatenango, Amatenango de la Frontera, Chiapas. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca Nacho López, CDI.
Comiendo, Mazapa de Madero, Chiapas. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca Nacho
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92
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La familia, Mazapa de Madero, Chiapas. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca Nacho
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Transporte, Mazapa de Madero, Chiapas. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca Nacho
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93
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En bicicleta, Motozintla, Chiapas. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca Nacho López, CDI.
Poblado, Motozintla, Chiapas. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca Nacho López, CDI.
94
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En espera, Motozintla, Chiapas. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca Nacho López, CDI.
Venta de miel, Mazapa de Madero, Chiapas. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca Nacho
López, CDI.
95
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Caminando, Mazapa de Madero, Chiapas. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca Nacho
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Trasporte, Mazapa de Madero, Chiapas. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo, 2016. Fototeca Nacho
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96
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Caminos, Mazapa de Madero. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho López, CDI.
Poblado, Mazapa de Madero. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho López, CDI.
97
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Caminos, Agua Zarca, Frontera Comalapa. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho
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“En Río Guerrero”. Río Guerrero, Amatenango de la Frontera. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho López, CDI.
98
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“Transporte”. Carretera Frontera Comalapa-Motozintla. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho López, CDI.
Nuevo Amatenango, Amatenango de la Frontera. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca
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99
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“Transporte”. Carretera Frontera Comalapa-Motozintla. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho López, CDI.
“Amatenango”. Amatenango de la Frontera. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho López, CDI.
100
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“Desvío de Bacantón”. Mazapa de Madero. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho
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“Desvío Bacantón”. Mazapa de Madero. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho
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101
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“Poblado”. Río Bacantón, Mazapa de Madero. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho López, CDI.
“Habitación”. Barrio Tierra Verde, Mazapa de Madero. 2016. Autor: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho López, CDI.
102
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Barrio Tierra Verde, Mazapa de Madero. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho
López, CDI.
“Plática”. Barrio Tierra Verde, Mazapa de Madero. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho López, CDI.
103
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Col. Xoco. C.P. 03330.
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Barrio Tierra Verde, Mazapa de Madero. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho
López, CDI.
“Hacia arriba”. Barrio Veracruz, Mazapa de Madero. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho López, CDI.
104
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Col. Xoco. C.P. 03330.
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“Crucero”. Barrio Bacantón, Mazapa de Madero. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho López, CDI.
“Puente”. Bacantón, Mazapa de Madero. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho
López, CDI.
105
Av. México-Coyoacán No. 343
Col. Xoco. C.P. 03330.
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“Casas”. La Verdad del Triunfo, Mazapa de Madero. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio. Fototeca Nacho López, CDI.
Motozintla. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho López, CDI.
106
Av. México-Coyoacán No. 343
Col. Xoco. C.P. 03330.
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Bebidas tradicionales, Mazapa de Madero. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho López, CDI.
“Espera”. Nuevo Amatenango, Amatenango de la Frontera. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho López, CDI.
107
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“Tienda móvil”. Desvío a Francisco I. Madero, Amatenango de la Frontera. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho López, CDI.
“Comercio ambulante”. Desvío a Francisco I. Madero, Amatenango de la Frontera. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho López, CDI.
108
Av. México-Coyoacán No. 343
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Frontera Comalapa. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho López, CDI.
San Juan Carrizal, Frontera Comalapa. 2016. Fotógrafo: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho
López, CDI.
109
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Frontera Comalapa. 2016. Fotógrafo..p’: Efraín Ascencio Cedillo. Fototeca Nacho López, CDI.