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https://revues.imist.ma/index.php/DSCL ISSN : 2605-7573 NO 4 (2020) 54 Estudio de los elementos espaciales y temporales en Travesuras de la niña mala (2006) de Mario Vargas Llosa Bousselham EL OUARRAD Universidad Mohammed V- Rabat Resumen Cierto es que los estudios literarios acerca del espacio y el tiempo han estado tradicionalmente asociadas al establecimiento de relaciones armónicas entre los distintos componentes de la obra artística, pero han sido los estudios narratológicos los que han articulado y desarrollado este indisoluble binomio. En este sentido, Travesuras de la niña mala (2006) sobresale por la progresión en el tiempo y en el espacio que se manifiesta en la formación gradual tanto de la historia del relato como de la identidad de cada uno los principales personajes. En consecuencia, Mario Vargas Llosa eleva el espacio y el tiempo a la condición de protagonistas. El objetivo de este trabajo es estudiar los elementos espaciales y temporales de la novela Travesuras de la niña mala (2006) de Mario Vargas Llosa. En primer lugar, se hace un repaso teórico del cronotopo, como fue propuesto por Mijaíl Bajtín y a partir de algunas revisiones y relecturas actualizadas. En segundo lugar, se hace hincapié en el modo en que las coordenadas espacio-temporales cobran forma en Travesuras de la niña mala (2006) a través del discurso para dotar a esta novela de una singular coherencia textual. Tras el análisis, hemos llegado a comprobar que es muy reveladora y sugestiva la precisión y pulcritud con la que Mario Vargas Llosa despliega las coordenadas espacio-temporales que dan forma a Travesuras de la niña mala (2006): más que de simples menciones

Estudio de los elementos espaciales y temporales en

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https://revues.imist.ma/index.php/DSCL ISSN : 2605-7573

NO 4 (2020)

54

Estudio de los elementos espaciales y temporales en

Travesuras de la niña mala (2006) de Mario Vargas

Llosa

Bousselham EL OUARRAD

Universidad Mohammed V- Rabat

Resumen

Cierto es que los estudios literarios acerca del espacio y el tiempo

han estado tradicionalmente asociadas al establecimiento de

relaciones armónicas entre los distintos componentes de la obra

artística, pero han sido los estudios narratológicos los que han

articulado y desarrollado este indisoluble binomio.

En este sentido, Travesuras de la niña mala (2006) sobresale por la

progresión en el tiempo y en el espacio que se manifiesta en la

formación gradual tanto de la historia del relato como de la identidad

de cada uno los principales personajes. En consecuencia, Mario

Vargas Llosa eleva el espacio y el tiempo a la

condición de protagonistas.

El objetivo de este trabajo es estudiar los elementos espaciales y

temporales de la novela Travesuras de la niña mala (2006) de Mario

Vargas Llosa. En primer lugar, se hace un repaso teórico del

cronotopo, como fue propuesto por Mijaíl Bajtín y a partir de algunas

revisiones y relecturas actualizadas. En segundo lugar, se hace

hincapié en el modo en que las coordenadas espacio-temporales

cobran forma en Travesuras de la niña mala (2006) a través del

discurso para dotar a esta novela de una singular coherencia textual.

Tras el análisis, hemos llegado a comprobar que es muy reveladora

y sugestiva la precisión y pulcritud con la que Mario Vargas Llosa

despliega las coordenadas espacio-temporales que dan forma a

Travesuras de la niña mala (2006): más que de simples menciones

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de espacios y épocas, se trata de retratos meticulosos y detallistas de

marcos conductuales y valorativos filtrados por la subjetividad de

los protagonistas.

Palabras clave: Cronotopo literario; tiempo; espacio; identidad;

Mario Vargas Llosa.

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Study of spatial and temporal elements in The Bad

Girl (2006) by Mario Vargas Llosa

Bousselham EL OUARRAD

University Mohammed V- Rabat

Abstract

It is true that literary studies about space and time have traditionally

been associated with the establishment of harmonious relations

between the different components of the artistic work, but it has been

narratological studies that have articulated and developed this

indissoluble binomial.

The Bad Girl (2006) stands out for the progression in time and space

that manifests itself in the gradual formation of both the story and

the identity of each of the main characters. In this sense, Mario

Vargas Llosa elevates space and time to the status of protagonists.

The aim of this work is to study the spatial and temporal elements of

the novel The Bad Girl (2006) by Mario Vargas Llosa. First, there is

a theoretical review of the chronotope, as proposed by Mijaíl Bajtín

and from some review and rereadings. Second, emphasis is placed

on the way in which time-space coordinates take shape in The Bad

Girl (2006) through discourse to give this novel a singular textual

coherence.

After the analysis, we have come to see that the precision and

neatness with which Mario Vargas Llosa displays the space-time

coordinates that shape mischief of the The Bad Girl (2006) is very

revealing and suggestive. More than just mentions of spaces and

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epochs, these are meticulous and detailed portraits of behavioral and

evaluative frames filtered by the subjectivity of the protagonists.

Keywords: Literary chronotope; time; space; identity; Mario Vargas

Llosa.

Introducción

Numerosos estudios críticos han planteado que, al escribir

Travesuras de la niña mala (2006)1, el flamante y merecido ganador

del Premio Nobel de Literatura 2010 Mario Vargas Llosa ha vuelto

magistralmente a la exploración de la ficción de corte amoroso. La

novela encajaría perfectamente con el tono de La tía Julia y el

escribidor (1977), que en gran parte es el típico retrato

autobiográfico de las peripecias sentimentales que precedieron el

matrimonio del escritor peruano con su tía política Julia Urquidi

Illanes, y de las elucubraciones pictóricas y eróticas que encierran

respectivamente Elogio de la madrastra (1988) y Los cuadernos de

Don Rigoberto (1997).

Además de su ingeniosa y espectacular trama amorosa, TNM

destaca por la progresión en el tiempo y en el espacio que se

manifiesta en la formación gradual de la historia de la relación

tormentosa de dos amantes durante cuatro décadas: Ricardo

Somocurcio y Lily. Estos personajes forman parte de un tiempo

determinado y se mueven dentro de unos espacios urbanos

identificables y concretos: Lima, París, Londres, Tokio y Madrid.

Por lo tanto, esta variabilidad espacio-temporal ejercerá una marcada

influencia sobre los cambios de identidad de cada uno de estos

personajes.

En el presente trabajo nos proponemos deslindar los distintos

espacios que aparecen en la novela y su compleja red de

interconexiones temporales. En primer término, partiremos del

repaso de la teoría del cronotopo que estableció Mijaíl Bajtín

añadiendo las aportaciones de otros estudiosos. En segundo término,

1 De aquí en adelante TNM.

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analizamos el modo en que las coordenadas espacio-temporales

cobran forma a través de un peculiar entramado discursivo que dota

a esta novela de una compacta coherencia textual. Esto es, nos

detendremos en las relaciones entre tiempo y espacio y su

vinculación al elemento social, político, social y cultural de Lima en

los años 50, de París en los 60, de Londres en los 70 y de Tokio y

Madrid en los 80.

1. Acerca del cronotopo literario

El cronotopo, concepto derivado del griego ‘chronos’, ‘tiempo’,

y ‘topo’, ‘lugar o espacio’, fue incorporado por primera vez en el

campo literario por el teórico y filósofo ruso Mijaíl Bajtín. Fue

precisamente en su amplio ensayo “Las formas del tiempo y del

cronotopo en la novela” (1937-1938), incluido en Teoría y estética

de la novela (1975), donde deslinda el concepto y establece la

necesidad de considerar las coordenadas espaciales y temporales

como elementos susceptibles de ser sometidos a un análisis dentro

de la obra narrativa. El término fue prestado de las ciencias

matemáticas, exactamente de la teoría de la relatividad de Einstein y

luego se ha convertido en concepto clave para el estudio formal y

semiótico de la novela.

Teóricamente, Bajtín parte de esta definición inicial:

Vamos a llamar cronotopo a la conexión esencial de relaciones

temporales y espaciales asimiladas artísticamente en la literatura

[...] [y entendido] como una categoría de la forma y el contenido

[...] El tiempo se condensa, se comprime, se convierte en visible

desde el punto de vista artístico; y el espacio, a su vez, se intensifica,

penetra en el movimiento del tiempo, del argumento, de la historia.

Los elementos de tiempo se revelan en el espacio, y el espacio es

entendido y medido a través del tiempo (Bajtín, 1989: 237-238).

A partir de esta definición, podemos sacar en claro que el estudio

del cronotopo permite estructurar la secuencia narrativa en la que se

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llevan a cabo las acciones, el contexto y los acontecimientos. Por

decirlo de otra forma, este binomio determina dos elementos

fundamentales para el análisis del edificio formal que sostiene la

obra literaria. Bajtín lo expresa abiertamente cuando declara que el

espacio y el tiempo:

Son los centros organizadores de los principales acontecimientos

argumentales de la novela. En el cronotopo se enlazan y desenlazan

los nudos argumentales. Se puede afirmar abiertamente que a ellos

les pertenece el papel principal en la formación del argumento

(Bajtín, 1989: 400).

Más aún, estas dos dimensiones nos permiten, según estudios

recientes, analizar las múltiples formas en las que se proyecta y se

cristaliza el tiempo, la importancia del pasado respecto al presente y

al futuro, el comportamiento de los personajes en cada circunstancia,

la evolución de su interioridad, entre otros aspectos (Morson y

Emerson, 1990: 231). Cabe señalar que a pesar de algunas

diferencias sobre la prevalencia del tiempo sobre el espacio o

viceversa, hoy en día los estudiosos coinciden en atribuir al concepto

del cronotopo una importancia cardinal:

[...] su trascendencia se incrementa al convertirse en centro rector

y base compositiva de los géneros (muy especial, los narrativos). En

suma, el concepto de cronotopo eleva el espacio y el tiempo a la

condición de protagonistas de la estructura narrativa (Garrido,

1993: 209).

Según el propio Bajtín, el cronotopo aparece como una

herramienta imprescindible para que el tiempo se concrete,

materializándose en el espacio. Además, todo lo que ocurre en la

novela, todo lo que es acontecimiento toma naturaleza en el discurso

a través del cronotopo que, al mismo tiempo, hace que todos los

elementos se impliquen unos a otros. Es lo que el estudioso ruso

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denomina la “significación figurativa del cronotopo (Bajtín, 1989:

400-401). En esta relación indisoluble tiempo-espacio, la

temporalidad adquiere un significado especial y trasciende el orden

cronológico; es decir, ya no funciona sólo como una secuencia de

acciones, se vuelve tangible y permite la personificación de los

acontecimientos. Así, Bajtín afirma que el tiempo adquiere un

carácter concreto-sensitivo; en el cronotopo se concretan los

acontecimientos argumentales, adquieren cuerpo, se llenan de vida

(Bajtín, 1989: 400).

De hecho, los escenarios y los personajes van más allá del nivel

descriptivo gracias a la conjunción del tiempo y del espacio. Por ello,

los cronotopos poseen una carga emotiva y se pueden identificar

como escenas cruciales en el discurso narrativo:

En el marco de una obra, y en el marco de la creación de un autor,

observamos multitud de cronotopos y relaciones complejas entre

ellos, características de la obra o del respectivo autor. Los

cronotopos pueden incorporarse uno a otro, pueden coexistir,

combinarse, sucederse, compararse, confrontarse o encontrarse

completamente interrelacionados (Bajtín, 1989: 402-403).

En la actualidad, el concepto de cronotopo que desarrolló Bajtín

ha vuelto a cobrar importancia en la crítica literaria. Los estudios de

Holquist (2010), Morson y Emerson (1990), entre otros, apuntan

hacia una impostergable revalorización del término, debido a que su

aplicación abre nuevos caminos para el enriquecimiento de las

técnicas del análisis textual. Así pues, K. Clark y M. Holquist

mantienen que el estudio del cronotopo abunda en la original

concepción que expone Bajtín sobre el género novela. Ésta se

configura como un exponente de la visión del mundo en unas

coordinadas determinadas; supone:

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[...] la cristalización de los conceptos particulares de un tiempo

dado y un estrato social determinado en una sociedad especifica. Un

género, por tanto, que plasma históricamente una idea específica de

lo que significa pertenecer al género humano (Clark y M. Holquist,

1984: 275-294).

Morson y Emerson (1990:366) traen a colación que una de las

más productivas aplicaciones del estudio del cronotopo reside en la

relación entre la gente y los acontecimientos con el tiempo y el

espacio, desde un punto de vista social, histórico. Cada novela en

particular, y el género en su totalidad son los testimonios que mejor

lo reflejan. De ahí que pueda hacerse una lectura de Bajtín como

defensor del género novela por su aportación al desarrollo de la ética

como disciplina.

En resumidas cuentas, el cronotopo como categoría permite

apreciar la maestría del autor en el manejo de la técnica narrativa, es

decir, cómo es capaz de enlazar acontecimientos trascendentales en

la novela. La habilidad del escritor para estructurar los cronotopos

hace que en un mismo tiempo y espacio confluyan diferentes

discursos sociales y visiones de mundo, haciéndonos reflexionar

acerca de las ambivalencias psicológicas, morales y estéticas,

políticas, económicas y epistemológicas de una época (White, 2011:

425).

2. El cronotopo en Travesuras de la niña mala

En términos generales, adentrarse en los elementos espaciales y

temporales supone necesariamente comprobar qué rasgos de

personalidad poseen los sujetos novelescos, cuáles son sus motivos

para las acciones que llevan a cabo, cuáles sus reacciones antes unas

realidades precisas. TNM relata la tormentosa historia de amor que

viven los protagonistas, Ricardo Somocurcio y Otilia en siete

capítulos y cada uno de ellos corresponde a los tumultuosos cambios

políticos y sociales que acontecen en un tiempo y espacio diferentes:

Lima, París, Londres, Tokio y Madrid. Todas ellas aparecen como

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escenarios de este idilio que trasciende las fronteras del tiempo y del

espacio. En esta línea, pensamos que la inserción de estos personajes

en una época claramente establecida sirve al narrador para entregar

una mirada pormenorizada de los hechos históricos más relevantes

de la época, tanto en Perú, como también en Europa, Extremo

Oriente y el Caribe.

En este sentido, la singular génesis de las metrópolis en TNM

como realidad multifacética se desarrolla en el contexto de un

proceso marcadamente poético y no pueden ser interpretadas sin

tomar en consideración cada una de sus dimensiones: social, política,

económica o cultural. De acuerdo con Ítalo Calvino:

Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos,

signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos

los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son

sólo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de

recuerdos (Calvino, 1994:15).

En base a lo planteado hasta aquí, cabe subrayar que la ciudad

ocupa un sitio muy peculiar en TNM, ya que da cuenta de la riqueza

del discurso sociológico, ideológico y pasional empleado por Vargas

Llosa. Además, conviene resaltar que la mayoría de las imágenes

poéticas de las ciudades que aparecen en esta novela cobran vida y

se cristalizan en personajes literarios, transformándose al mismo

tiempo que los individuos y dejan su huella en cada uno de ellos. Por

consiguiente, la dinámica de la novela no procede de la imbricación

de distintas líneas narrativas o de la alternancia de los puntos de

vista, sino del ritmo impuesto por unos cortes temporales que cada

vez corresponden con diferentes metrópolis. Por eso no nos

sorprende José Miguel Oviedo cuando subraya que el proceso de

cambio de los sujetos es inherente a su ubicación geográfica:

Las metamorfosis de los personajes —que permanecen casi siempre

a la vista— y la acción misma están metódicamente ligadas al

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escenario concreto donde ellos se encuentran, pues, siguiendo el

designio del autor, cada capítulo ocurre en una ciudad distinta

(Oviedo, 2006:72).

El primer cronotopo corresponde a la capital peruana de los años

cincuenta. Todo el foco se proyecta sobre los barrios miraflorinos.

Así, se describe la vida en estos barrios de clase media, las

distracciones y las diversiones de los jóvenes, la música, los bailes y

las fiestas. Por lo demás, estos barrios constituyen el escenario donde

había tenido lugar el primer encuentro entre los dos protagonistas de

la novela. El narrador-protagonista refleja este ambiente afirmando

que:

Aquel verano extraordinario, en las fiestas de Miraflores todo el

mundo dejó de bailar valses, corridos, blues, boleros y huarachas,

porque el mambo arrasó. El mambo, un terremoto que tuvo

moviéndose, saltando, brincando, haciendo figuras, a todas las

parejas infantiles, adolescentes y maduras en las fiestas del barrio.

Y seguramente lo mismo ocurría fuera de Miraflores, más allá del

mundo y de la vida, en Lince, Breña, Chorrillos, o los todavía más

exóticos barrios de La Victoria, el centro de Lima, el Rímac y el

Porvenir, que nosotros, los miraflorinos, no habíamos pisado ni

pensábamos tener que pisar jamás (Vargas Llosa, 2006:10).

Sin lugar a dudas, Lima sobresale como una floreciente ciudad

cosmopolita, donde el conservadurismo contrastaba frontalmente

todavía con una incipiente modernidad. Es justamente aquí, valga la

redundancia, donde empezamos a tener los primeros datos sobre los

dos protagonistas. Ricardo Somocurcio, el narrador-protagonista, es

un adolescente limeño de clase media alta del barrio de Miraflores,

huérfano, romántico e inocente. Lily, la niña mala es una

adolescente chilena de 11 años de edad, delgada, coqueta, seductora

y desinhibida:

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La menor parecía la mayor y viceversa. La mayor se llamaba Lily y

era algo más bajita que Lucy, a la que le llevaba un año. Lily tendría

catorce o quince años a lo más y Lucy trece o catorce. El adjetivo

llamativa parecía inventado para ellas, pero, sin dejar de serlo,

Lucy no lo era tanto como su hermana, no sólo porque sus cabellos

eran menos rubios y más cortos y porque se vestía con más

sobriedad que Lily, sino porque era más callada y, a la hora de

bailar, aunque también hacía figuras y quebraba la cintura con una

audacia a la que ninguna miraflorina se atrevería, parecía una

chica recatada, inhibida y casi sosa en comparación con ese trompo,

esa llama al viento, ese fuego fatuo que era Lily cuando, instalados

los discos en el pickup, reventaba el mambo y nos poníamos a bailar

(Vargas Llosa, 2006:11).

La segunda referencia espacio-temporal a Lima se hace cuando el

protagonista, Ricardo, regresa al Perú modernizado de los años

ochenta. Como es sabido, esta época corresponde al ocaso del

régimen militar y la convocatoria de las elecciones generales de

1980, en las que salió vencedor Fernando Belaúnde Terry, quien

asumió el mando, recuperando de esta forma la democracia:

Pocos meses después, terminó por fin la dictadura militar en el Perú,

hubo elecciones, y los peruanos, en 1980, como desagraviándolo,

volvieron a elegir Presidente a Fernando Belaunde Terry, el

mandatario depuesto por el golpe militar de 1968. El tío Ataúlfo,

feliz, decidió celebrar el acontecimiento echando la casa por la

ventana: un viaje a Europa, donde nunca había puesto los pies.

Trató de que lo acompañara la tía Dolores, pero ella alegó que su

invalidez le impediría gozar del viaje y la convertiría en un estorbo.

De modo que el tío Ataúlfo vino solo. Llegó a tiempo para que

celebráramos juntos mis 45 años (Vargas Llosa, 2006:159).

El París mítico de los sesenta es el segundo cronotopo descrito en

el texto. Es un espacio marcado por la efervescencia y el frenesí de

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los debates políticos y de la actividad de las primeras organizaciones

internacionales. Allí es donde tiene lugar el primer reencuentro entre

los dos protagonistas. Ricardo cumple su sueño de toda la vida, vivir

en París, ciudad de la que su padre le hablaba cuando éste era niño.

Se inicia como traductor para la UUNESCO y se distraía con sus

traducciones, viajes y conferencias. Pero, por ser tan huidiza, la

actividad de intérprete funciona como metáfora para el protagonista,

que termina siendo alguien que […] sólo es cuando no es (Vargas

Llosa, 2006: 141):

Gracias a la rutina del trabajo en la Unesco fui saliendo poco a

poco de la crisis en que me dejó la desaparición de la ex chilenita,

ex guerrillera, la ex madame Arnoux. ¿Cómo se llama ahora? ¿Qué

personalidad, qué nombre, qué historia había adoptado en esta

nueva etapa de su vida? (Vargas Llosa, 2006:85).

Reaparece la niña mala que, para trasladarse a París, se afilia al

Partido Comunista, organismo del cual consigue la beca que le

permite llegar a París donde era obligatorio que, para trasladarse a

Cuba, hiciese escala en París. Allí coincide con Ricardo a principios

de los años sesenta tras el triunfo de la Revolución cubana y el inicio

del bloqueo económico de Estados Unidos a Cuba.

Nos parece relevante subrayar que, para la descripción de la

ciudad de las luces, Vargas Llosa se ha servido de escenarios

estratégicos, como el Barrio Latino y Montparnasse que reflejaban

fielmente la situación política y social de los años sesenta. Así, El

Barrio Latino (El Quartier Latin) acapara la atención tanto por su

gran influencia en la vida cultural de la ciudad -gracias a la afluencia

de artistas, intelectuales y militantes políticos de izquierda- como por

haberse convertido en el punto neurálgico de los diversos

movimientos estudiantiles que se habían forjado en aquel entonces:

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En esos comienzos de los años sesenta París vivía la fiebre de la

Revolución Cubana y pululaba de jóvenes venidos de los cinco

continentes que, como Paúl, soñaban con repetir en sus países la

gesta de Fidel Castro y sus barbudos y se preparaban para ello, en

serio o en juego, en conspiraciones de café. Además de ganarse la

vida en el México Lindo, cuando yo lo conocí, a los pocos días de

mi llegada a París, Paúl tomaba unos cursos de Biología en la

Sorbona, que abandonó también por la revolución (Vargas Llosa,

2006:29).

Por su parte, Montparnasse era un barrio bohemio, epicentro

intelectual y artístico de la capital francesa. Las referencias

culturales a este barrio son múltiples: salas de concierto, teatros,

cines, cafés, restaurantes, entre otros. Políticamente, el París descrito

en la novela corresponde al mandato de Charles De Gaulle que

proclama la IV República.

Desde una perspectiva cronotópica, los protagonistas alcanzan el

sueño de viajar y vivir en el extranjero, por lo que su ideología se

adapta a su situación espacio-temporal. Ideológicamente, Ricardo y

Otilia no son los mismos que se conocieron en Lima. Ya han dejado

de ser adolescentes que se profesaban un amor platónico. Por

consiguiente, no es casual ni gratuito que Miguel Oviedo (Oviedo,

2006: 72) deje constancia que París es uno de los hilos conductores

de la trama, cada vez que su presencia es una forma de mostrar la

fascinación de Vargas Llosa hacia por esta urbe, ya que forma parte

de su desarrollo intelectual. De hecho, el recorrido de la niña mala y

Ricardo permite realizar un viaje literario y cultural por la mítica

ciudad. De esta manera y de forma implícita, Mario Vargas Llosa

también da cuenta de los autores que han influido en su obra.

Nos parece importante destacar que, debido a su naturaleza, la

ciudad como cronotopo está estrechamente vinculada con los

conceptos del ‘camino’ y el ‘encuentro’ (Claudia Saraí Fernández-

López :2016). En este caso, los protagonistas se encuentran

casualmente cuando Ricardo acompaña a su amigo Paúl Escobar,

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quien recibía a los becarios, a una reunión de militantes del

Movimiento Revolucionario. En dicho encuentro se combinan

distintas ideologías y se intersectan los caminos de personas de

distintas jerarquías sociales. Todo esto queda reflejado en el viaje

que emprenden los jóvenes peruanos que llegan a París. En París, la niña mala se ha transformado en la camarada Arlette

y reaparece como una joven de alrededor de veinticinco años,

delgada, de piel pálida, y cuya vestimenta denota un nivel económico

claramente limitado. Ahora alberga el deseo de convertirse en

guerrillera y está a punto de irse a Cuba para hacer la revolución con

su partido comunista: el MIR:

La camarada Arlette tenía una silueta graciosa, una cintura

delgadita, una piel pálida, y aunque vestía, como las otras, con gran

sencillez —faldas y chompas toscas, blusas de percala y unos

zapatones sin taco y con pasadores de esos que venden en los

mercados—, había en ella algo muy femenino en la manera como

caminaba y se movía, y, sobre todo, en el modo de fruncir sus

gruesos labios al hacer preguntas sobre las calles que el taxi

atravesaba. En sus ojos oscuros, expresivos, titilaba algo ansioso

contemplando los bulevares arbolados, los edificios simétricos y la

muchedumbre de jóvenes de ambos sexos con bolsas, libros y

cuadernos que merodeaban en las calles y bistrots de los

alrededores de la Sorbona, mientras nos acercábamos a su hotelito

de la rué Gay-Lussac (Vargas Llosa, 2006:32).

No obstante, un par de años después y en la misma ciudad la niña

mala adopta otra máscara. Ahora con el nombre de madame Robert

Arnoux se convierte en una mujer rica y refinada que obtiene un

considerable estatus al casarse con un diplomático francés. Paris a la

sazón era una metrópoli ferviente e idealista que más tarde cae en el

desencanto (Villena:2007). El nombre “Arnoux” nos remite

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obligatoriamente a la obra de Flaubert La educación sentimental

(1868). Así y todo, la niña mala sigue con su idilio con Ricardo sin

dejar atrás sus ambiciones:

[…] cuando era todavía una mocosita […] tomó ya la temeraria

decisión de salir adelante, […] de dejar de ser Otilita la hija de la

cocinera y el constructor de rompeolas, de huir para siempre de esa

trampa, cárcel y maldición que era para ella el Perú, y partir lejos,

y ser rica […] aunque para ello tuviera que hacer las peores

travesuras, correr los riesgos más temibles […] hasta convertirse en

una mujercita fría, desamorada, calculadora, cruel (Vargas Llosa,

2006:323).

El tercer cronotopo corresponde al alocado Londres de los años

setenta. Durante estos años, esta ciudad se convierte en una urbe que

se expresa mediante la música, las drogas, el hipismo, el arte, la

liberación sexual y la psicodelia. Reina el desencanto por la

Revolución cubana y Londres, con sus palacios, sus salones, sus

teatros y sus sociedades culturales comienza a adquirir relevancia

como centro político y cultural por excelencia:

En la segunda mitad de los sesenta, Londres desplazó a París como

la ciudad de las modas que, partiendo de Europa, se desparramaban

por el mundo. La música reemplazó a los libros y a las ideas como

centro de atracción de los jóvenes, sobre todo a partir de los Beatles,

pero también de Cliff Richard, los Shadows, los Rolling Stones con

Mick Jagger y otras bandas y cantantes ingleses, y de los hippies y

la revolución psicodélica de los flower children. Como antes a París

a hacer la revolución, muchos latinoamericanos emigraron a

Londres a enrolarse en las huestes del cannabis, la música pop y la

vida promiscua. Carnaby Street sustituyó a Saint Germain como

ombligo del mundo. En Londres nacieron la minifalda, los largos

cabellos y los estrafalarios atuendos que consagraron los musicales

Hair y Jesus Christ Superstar, la popularización de las drogas,

comenzando por la marihuana y terminando por el ácido lisérgico,

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la fascinación por el espiritualismo hindú, el budismo, la práctica

del amor libre, la salida del ropero de los homosexuales y las

campañas del orgullo gay, así como un rechazo en bloque del

establishment burgués, no en nombre de la revolución socialista a

la que los hippies eran indiferentes, sino de un pacifismo hedonista

y anárquico, amansado por el amor a la naturaleza y a los animales

y una abjuración de la moral tradicional (Vargas Llosa, 2006:93).

Ricardo se instala en un barrio cosmopolita, artístico y de élite del

psicodélico Londres, Earl’s Court, en Kensington, poblado de gente

venida de Oceanía y habiendo, por ello, tomado el nombre de

Kangaroo Valley. Él y la niña mala vuelven a verse en el swinging

London:

Él le contaba cosas del Perú y ella de una Inglaterra que, desde la

perspectiva del swinging London, parecía prehistórica: niños y

niñas que hasta los dieciséis años permanecían en severos

internados y donde, salvo en los barrios mal afamados de Soho, St.

Paneras y el East End, la vida cesaba a las nueve de la noche. La

única diversión que se permitían Mrs. Stubard y su esposo era ir de

vez en cuando a algún concierto o a alguna ópera en el Covent

Carden. En las vacaciones de verano pasaban una semana en

Bristol, en casa de unos cuñados, y otra en los lagos de Escocia, que

a su esposo le encantaban. Mrs. Stubard nunca había salido de Gran

Bretaña (Vargas Llosa, 2006:103).

La niña mala aparece como Mrs. Richardson, la esposa de un rico

propietario de caballos en Newmarket. Finge ser mexicana,

apasionada de las carreras de caballos y se expresa con fluidez en el

idioma inglés. Sin embargo, este período representará, en palabras

de la niña mala esa muerte lenta rodeada de caballos (Vargas Llosa,

2006:177); Londres como cronotopo revela la importancia que posee

la urbe como una manera de representar la sociedad, puesto que en

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ella se dan cabida diversas clases sociales y diferentes

cosmovisiones que en cierto modo determinan la actitud de los

personajes ante los avatares de la vida.

El cuarto cronotopo corresponde a Tokio de los años ochenta y

comprende el cuarto capítulo de la novela. Se trata de un cronotopo

marcadamente emotivo para la protagonista, quien adopta esta vez

el nombre de Kuriko, empleada y pareja del enigmático Fukuda, un

jefe de la mafia más importante de Japón. Tokio se presenta como

una ciudad moderna y vanguardista y se insiste sobre todo en su vida

nocturna y licenciosa, opresiva y tenebrosa. Allí, el crimen

organizado, el tráfico de drogas y el contrabando lo controlaban casi

todo. Es así como El Château Meguru se convierte en un entorno

muy amplio espacialmente e intenso vivencialmente, ya que en él se

realizan todas las fantasías sexuales que se pueden imaginar. A pesar

de que se mencionan los barrios de Shinjuku o Nishi-Azama, el

narrador se detiene en la descripción del distrito de Ginza,

característico por su elitismo, su concentración de empresas

transnacionales y el elevado costo de vida:

Tokio era la ciudad más cara del mundo y, aunque alto, su salario

se estaba desintegrando con las correrías nocturnas por Ginza, el

barrio de la noche tokiota, que el Trujimán y Mitsuko realizaban,

visitando restaurantes, bares, cabarets, y, sobre todo, las casas de

cita, florón de la corona de la night life japonesa. ¡Pero, a quién le

importaba el dinero cuando la dicha estaba en la balanza! Porque

todo el exquisito refinamiento de la cultura japonesa no destellaba,

como seguramente creía yo, en los grabados de la época Meiji, ni

en el teatro Nó, ni en el Kabuki, ni en los muñecos del Bunruku. Sino

en las casas de cita o maisons claoes, allá bautizadas con el

afrancesado nombre de Cháteaux, el más famoso de los cuales era

el Cháteau Meguru, un verdadero paraíso de los placeres carnales,

donde se había volcado a manos llenas el genio japonés para

combinar la tecnología más avanzada con la sabiduría sexual y los

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ritos ennoblecidos por la tradición. Todo era posible en los

aposentos del Cháteau Meguru: los excesos, las fantasías, los

fantasmas, las extravagancias tenían un escenario y un instrumental

para materializarse (Vargas Llosa, 2006:164).

En su estancia en Japón, la niña mala vive una relación tormentosa

al lado del hermético Fukuda, quien la controla y la somete

constantemente a un sinfín de abusos. Ricardo, por su parte, se

sorprende por la nueva personalidad de la niña mala. Sin embargo,

en el fondo sigue siendo la misma niña mala, ambiciosa y egoísta

que para cumplir sus sueños, no duda en hacerse daño a sí misma

hasta llegar casi hasta autodestruirse.

El último cronotopo nos remite al Madrid de los años 80, en plena

Transición democrática. Ricardo se instala en Lavapiés, un barrio

antiguo poblado por inmigrantes y espejo de la multiculturalidad.

Por lo tanto, el narrador-protagonista nos ubica en un Madrid

cosmopolita, el de los teatros, de los cafés, de las tertulias y el de la

“movida” que se caracteriza por la fiesta, la música, la inmigración,

las drogas, la inmigración y la creación:

Hace cincuenta años el barrio madrileño de Lavapiés, antaño

enclave de judíos y moriscos, era considerado todavía uno de los

barrios más castizos de Madrid, donde se conservaban, como

curiosidades arqueológicas, el chulapo y la chulapa y demás

personajes de las zarzuelas, guapos de chaleco, gorra, pañuelo al

cuello y pantalones ajustados, y manolas embutidas en vestidos de

lunares, grandes aretes y sombrillas y pañuelos ceñidos sobre unas

caballeras recogidas en moños esculturales (Vargas Llosa,

2006:331).

Los dos protagonistas, ambos ahora en edad madura, con

alrededor de cincuenta años, conciben el amor de diferente manera.

Ricardo mantiene una relación con Marcella, una joven decoradora

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de escenografía que finge ser enamorada de él. Pero, más tarde,

debido a la indiferencia, la infidelidad, la frialdad y posterior

abandono de Marcella, la pareja se separa sin que Ricardo lo lamente

demasiado:

La verdad, no me afectó mucho saber que probablemente había

surgido un romance entre Marcella y el coreógrafo alicantino.

Nunca me había hecho muchas ilusiones sobre lo que duraría

nuestra relación. Y ahora, además, sabía que mi amor por ella, si

eso era amor, era un sentimiento bastante superficial. No me sentía

herido ni humillado; sólo curioso por saber cuándo tendría que

mudarme a vivir solo una vez más (Vargas Llosa, 2006:358-359).

Cabe indicar que el desenlace del relato no ocurre en Madrid, ya

que, debido al cáncer de la niña mala, la pareja decide partir a su casa

en las afueras de Sète, Francia. Aquí, el tiempo y el espacio cumplen

una sola función: preparar el escenario para la muerte de la

protagonista. En consecuencia, el traslado a la provincia supone el

fin del camino, mientras que la ciudad se aprecia como parte del

devenir de los personajes.

Conclusión

Este trabajo nos ha mostrado cómo los elementos espacio-

temporales permiten comprender de qué forma se estructura la

novela, su contexto social y cultural y la influencia de las urbes en el

desarrollo del relato. Es más, observar la novela desde una

perspectiva bajtiniana nos da la oportunidad de apreciar la destreza

del autor para ubicar acontecimientos en un tiempo y un espacio

determinados. De este modo, la variedad espacia-temporal en TNM

es un artificio formal compatible con las otras estrategias técnicas

que suele usar el novelista peruano.

En conclusión, es muy reveladora y sugestiva la pulcritud con la

que Mario Vargas Llosa describe las coordenadas espacio-

temporales que dan forma a TNM: más que de simples menciones de

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nombres y de épocas, se trata de retratos meticulosos y detallistas,

de barrios y calles, filtrados por la subjetividad de los protagonistas.

Este “realismo topográfico” (Collard, 2008: 348) no sólo refleja las

visiones y las vivencias de los personajes, sino que, por la

acumulación de detalles casi fotográficos, el lector logra repasar a

cámara lenta la historia de Lima en los años 50, París en los 60,

Londres en los 70 y Tokio y Madrid en los 80.

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