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Este libro recoge la participación de cuatro alumnos

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Este libro recoge la participación de cuatro alumnos del aula de Alustante en el concurso “Árboles singulares de la comarca de Molina de Aragón”, de la Asociación Micorriza en marzo de 2015.

Trata de tres árboles que nos enseñó Diego: el último pino de Motos (Dehesa de Motos), la noguera de los Valles (Alustante), el roble de El Campillo (Alcoroches)

“Los árboles podemos vivir sin los humanos, pero los humanos no podéis vivir sin los árboles”

Espero que os guste.

Flora.

Más libros de la Biblioteca de la vaca Flora en:

https://dl.dropboxusercontent.com/u/7260262/librotic/libro%20digital/bdlvf/biblioflora.htm

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Aula de Alustante

Árboles singulares Con fotos y dibujos de los autores/as

Colección Biblioteca de La Vaca Flora, nº 5

Curso 2014-2015

C.R.A. Sexma de La Sierra 12.03.2015

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El viejo roble de El Campillo (Alcoroches)

Aquel día habíamos ido a dar una vuelta por El Campillo, cerca de Alcoroches. Íbamos a hacer unas fotos a los quejigos. Estábamos muy cansados y cuando vimos unos bancos de piedra corrimos a sentarnos. Mi amigo Toni corría delante de todos, y, de repente, su pie se enganchó en algo y ¡zas! fue al suelo.

Era una tabla que parecía ser de una caja, y asomaba un poco del suelo.

Entonces Toni nos llamó, gritando. Todos nos acercamos con gran curiosidad.

Mi amiga Sofía propuso que la abriéramos, y entre todos la abrimos. Nos llevamos una gran sorpresa, porque allí dentro había un manuscrito muy antiguo, aunque aún se podía leer.

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Toni lo leyó en voz alta. El manuscrito decía así:

“Hoy, quince de abril de mil... [no se lee muy bien el año] nos hemos reunido junto al roble de El Campillo todos los representantes de la Sesma de la Sierra por primera vez para tratar temas importantes; por ejemplo, sobre los impuestos, para ver si hay que hacer algún camino y otras cosas.

Para empezar, y por estar un poco más cómodos, hemos buscado trece grandes bloques de piedra y los hemos puesto alrededor del viejo roble. En las piedras hemos grabado el nombre de los trece lugares de la Sesma de la Sierra: Alustante, Checa, Orea, Peralejos de las Truchas, Alcoroches, Adobes, Megina, Terzaga, Traid, Piqueras, Motos, Pinilla de Molina y Chequilla.

Cuando estábamos reunidos pasó una mujer por el camino, y nos dijo: “¡A ver si algún día las mujeres también podemos

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sentarnos ahí representando a nuestros vecinos”. El sesmero de Megina le contestó: “¡Anda mujer, vete a fregar!” La mujer replicó: “Yo no lo veré, pero eso llegará”.

Cuando se fue seguimos con nuestra reunión y tomamos estos acuerdos:

Primero: Cada vez que los sesmeros nos reunamos, lo haremos bajo el viejo roble de El Campillo.

Segundo: Cuando el roble se muera se elegirá el árbol más grande de El Campillo como nuevo roble que representará todas nuestras reuniones.

Ahora firmaremos todos estos acuerdos y los guardaremos en una caja bajo el roble. Después volveremos a nuestros lugares y contaremos esta bonita historia a todos.”

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El último viejo pino de Motos

(Entrevista para National Geographic, por John McPato, enviado especial)

En España, en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, en la provincia de Guadalajara, en la comarca de Molina de Aragón, en la Sesma de La Sierra, en el municipio de Alustante, en la localidad de Motos, en el paraje de La Dehesa… nos acercamos a un viejo pino solitario.

—Buenas tardes, señor pino.

—Buenas tardes, señor reportero.

—Señor pino, ¿puedo hacerte unas cuantas preguntas para mi revista? Los lectores quieren saber sobre su vida de cuando era pequeño y la vida de sus antepasados.

—Por supuesto que puedes, yo recuerdo muchas cosas de cuando era pequeño pero también sé

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algunas cosas que me dijo mi abuelo.

—Señor pino, ¿cómo es que antes donde ahora vives tú solo, formasteis una dehesa?

—Sr. McPato, nosotros antes no éramos dos colinas secas; éramos una gran dehesa que ahora se puede encontrar en los mapas. En la dehesa había muchos pinos y pasto para el ganado vacuno y caballar porque antes había un paisaje muy húmedo y verde.

—¿Cómo desapareció la dehesa?

—Poco a poco los pinos se fueron: a la construcción, para hacer barcos, para calentar a la gente, etc. Aquí te puedo dejar una foto para tu revista de hace cuarenta años en la que aún quedaban siete pinos.

—Vale, perfecto, cuando me vaya me la dejas. Una última pregunta: Cuando

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pasa el tractor con el arado, ¿te daña las raíces?

—Pues sí, me hace mucho daño y luego me cuesta mucho volver a echarlas porque ya soy bastante viejo.

—Bueno, me tengo que ir a hacer otra entrevista a otro árbol, hasta pronto.

—Adiós, buen viaje.

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El último pino de Motos

Un día mi padre me llevó andando desde Motos a Orihuela. Al rato nos sentíamos muy cansados, y nos sentamos junto a un viejo pino a descansar. Era el único pino que se veía por allí. Primero almorzamos, y mi padre no encontraba la navaja. Y como estábamos muy muy muy muy muy muy muy a gusto nos quedamos dormidos. Yo soñé que aquel pino me contaba una historia:

Hace mucho, mucho tiempo, en la época de los Reyes Católicos, existía un hombre al que le llamaban el Caballero de Motos, pero no porque fuera muy buena persona, sino porque iba a caballo y además era el jefe de un panda de bandidos. Iba montado en un caballo muy veloz, negro y alto que se llamaba Zeus. Muchas veces dejaban los caballos a pastar aquí, porque esto era una gran

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dehesa llena de pinos y hierba. El caballero, cuando quería, se iba a Alcoroches o a Orea con su banda y saqueaba lo que podía. Contra los bandidos los Reyes Católicos pusieron unos policías llamados la Santa Hermandad, que llevaban un uniforme con las mangas verdes.

Una vez el caballero y su banda se fueron a saquear Alcoroches. Poco después pasó por aquí un mercader al que habían robado y se cruzó con una patrulla de la Santa Hermandad. Al verlos les dijo: “¡A buenas horas, mangas verdes!”

El caballero y su banda se escondían en una especie de torre, pero después los pillaron.

Después me desperté y nos pusimos en camino a Orihuela. Tenía sed y busqué una botella de agua en la mochila. Pero mi padre solo metió gaseosa y como me gusta agitar las botellas de agua me

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explotó en toda la cara. Entonces encontré la navaja buscando un pañuelo para limpiarme. Le dije a mi padre que la llevaba yo en la mochila y él me contestó: “¡A buenas horas, mangas verdes!” Le pregunté: “Pero tú, ¿qué has soñado?” “Lo mismo que tu”.

Antes de marcharnos me despedí del pino: “Adiós y gracias por contarme tu historia”.

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La noguera de Los Valles en Alustante