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1 Apuntes para un esquema de periodización de las lenguas indígenas en El Salvador Raúl E. Azcúnaga López 1 [email protected] En esta comunicación presento una panorámica básica de las lenguas indígenas de El Salvador desde el momento del contacto con el castellano (s.XVI) hasta nuestros días. Aplico, de manera general la periodización de las fases de Bauman (1980). Introducción A la llegada de los conquistadores a las actuales tierras de El Salvador, el grupo indígena predominante era el que con el paso de los años se conoció como los pipiles 2 . Se ha establecido- con las dudas del caso- (Larde y Larín (1926), Jiménez (1937, 1959), Geoffroy Rivas (1969), Fowler (1983), Campbell (1986), Hasemann y Lara Pinto (1994) entre otros) que los pipiles llegaron de México producto de una serie de migraciones hacia al sur originadas por eventos dramáticos como la expansión y caída de Teotihuacan (al rededor de 600 d.C), el colapso de Tula (1200 d.C) y el surgimiento de Tenochtitlán (1300 d.C). Estas migraciones se presentan en términos generales así: “La expansión Teotihuacana iniciada por el 500 d.C dio lugar a un intenso movimiento migratorio en el centro de México que culminó con la dispersión, entre otros, de hablantes de nahua, quienes se dirigieron al Golfo de México y Soconusco alrededor del 800 d.C. De aquí habrían partido después para Centroamérica. (...) los chorotega-mangue que se asentaron en la región del Golfo de Fonseca en Honduras y la costa pacífica de Nicaragua, así como la península de Nicoya en Costa Rica, aunque emigraron primero fueron seguidos en un corto espacio de tiempo por los pipiles que se asentaron en la costa pacífica de occidente y el centro de El Salvador. Lo anterior concuerda con el relato de Torquemada en donde dice que los chorotega-mangue “iban en la delantera”. Los 1 Profesor de Lingüística de la Facultad Multidisciplinaria de Occidente, Universidad de El Salvador. Candidato a Doctor en Artes y Letras, con especialidad en Lingüística Teórica por la Universidad Nacional de Costa Rica. 2 La primera mención de los pipiles es en la cédula real de 1538, después hay otra referencia de Fray Francisco de Vásquéz. León-Portilla (1956:107) constata que la voz náhuat pipil- pipil significa infante, príncipe. Casalbé (cfr. 2002:274) destaca que el grupo indígena protomaya, los pocomames, llamaron pipiles a los indios que huían del altiplano mexicano en su paso por el territorio actual de Guatemala. Señala, Casalbé, sin dar las explicaciones lingüísticas del caso, que este nombre significa “ext raño o extranjero”. En la actualidad la palabra pipil se entiende como noble: pipil viene del nahuat pipiltin , plural de pilli que significa noble. La comunidad indígena se identifica a sí misma como nahua y reclama para su lengua el nombre de nawat o náhuat. Los estudiosos de la lengua hacen referencia al pipil (Másin (1926), Lardé (1926), Jiménez (1937, 1959), Araus (1960), Schultze Jena (1982), Campbell (1972, 1976, 1978, 1985), Maxwell (1981), Fowler (1983), Lemus (1985, 1997)) o al nawat o náhuat (Geoffroy Rivas 1969, 1973; Lemus 1988, King (2004)). Otro nombre para referirse de manera genérica a este grupo indígena es el gentilicio de indios cuzcatlecos, principalmente entre centroamericanos y el término se vuelve extensivo a los salvadoreños en general. Se usa pipil también para referir al náhuat de Centroamérica (Campbell 1985). Además, señala Campbell (1985) que otros han empleado la palabra pipil, para referir los dialectos nahuas del sur de Veracruz, Tabasco y Chiapas (Campbell 1985:5). Geoffroy Rivas (1969) utiliza pipiles o yaquis.

Esquema de periodización de las lenguas indígenas de El Salvador

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Panorámica desde una perspectiva histórica de las lenguas indígenas de El Salvador.

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Apuntes para un esquema de periodización de las lenguas indígenas en El

Salvador Raúl E. Azcúnaga López

1

[email protected]

En esta comunicación presento una panorámica básica de las lenguas indígenas de El

Salvador desde el momento del contacto con el castellano (s.XVI) hasta nuestros días.

Aplico, de manera general la periodización de las fases de Bauman (1980).

Introducción

A la llegada de los conquistadores a las actuales tierras de El Salvador, el grupo

indígena predominante era el que con el paso de los años se conoció como los pipiles 2.

Se ha establecido- con las dudas del caso- (Larde y Larín (1926), Jiménez (1937, 1959),

Geoffroy Rivas (1969), Fowler (1983), Campbell (1986), Hasemann y Lara Pinto

(1994) entre otros) que los pipiles llegaron de México producto de una serie de

migraciones hacia al sur originadas por eventos dramáticos como la expansión y caída

de Teotihuacan (al rededor de 600 d.C), el colapso de Tula (1200 d.C) y el surgimiento

de Tenochtitlán (1300 d.C).

Estas migraciones se presentan en términos generales así:

“La expansión Teotihuacana iniciada por el 500 d.C dio lugar a un intenso

movimiento migratorio en el centro de México que culminó con la dispersión,

entre otros, de hablantes de nahua, quienes se dirigieron al Golfo de México y

Soconusco alrededor del 800 d.C. De aquí habrían partido después para

Centroamérica. (...) los chorotega-mangue que se asentaron en la región del

Golfo de Fonseca en Honduras y la costa pacífica de Nicaragua, así como la

península de Nicoya en Costa Rica, aunque emigraron primero fueron seguidos

en un corto espacio de tiempo por los pipiles que se asentaron en la costa pacífica

de occidente y el centro de El Salvador. Lo anterior concuerda con el relato de

Torquemada en donde dice que los chorotega-mangue “iban en la delantera”. Los

1 Profesor de Lingüística de la Facultad Multidisciplinaria de Occidente, Universidad de El Salvador.

Candidato a Doctor en Artes y Letras, con especialidad en Lingüística Teórica por la Universidad

Nacional de Costa Rica. 2 La primera mención de los pipiles es en la cédula real de 1538, después hay otra referencia de Fray

Francisco de Vásquéz. León-Portilla (1956:107) constata que la voz náhuat pipil- pipil significa infante,

príncipe. Casalbé (cfr. 2002:274) destaca que el grupo indígena protomaya, los pocomames, llamaron

pipiles a los indios que huían del altiplano mexicano en su paso por el territorio actual de Guatemala.

Señala, Casalbé, sin dar las explicaciones lingüísticas del caso, que este nombre significa “extraño o

extranjero”. En la actualidad la palabra pipil se entiende como noble: pipil viene del nahuat pipiltin ,

plural de pilli que significa noble.

La comunidad indígena se identifica a sí misma como nahua y reclama para su lengua el nombre de nawat

o náhuat. Los estudiosos de la lengua hacen referencia al pipil (Másin (1926), Lardé (1926), Jiménez

(1937, 1959), Araus (1960), Schultze Jena (1982), Campbell (1972, 1976, 1978, 1985), Maxwell (1981),

Fowler (1983), Lemus (1985, 1997)) o al nawat o náhuat (Geoffroy Rivas 1969, 1973; Lemus 1988, King

(2004)). Otro nombre para referirse de manera genérica a este grupo indígena es el gentilicio de indios

cuzcatlecos, principalmente entre centroamericanos y el término se vuelve extensivo a los salvadoreños

en general. Se usa pipil también para referir al náhuat de Centroamérica (Campbell 1985). Además,

señala Campbell (1985) que otros han empleado la palabra pipil, para referir los dialectos nahuas del sur

de Veracruz, Tabasco y Chiapas (Campbell 1985:5). Geoffroy Rivas (1969) utiliza pipiles o yaquis.

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pipiles mismos no parecen haber llegado a El Salvador hasta el año 900 d.C. La

segunda gran migración atribuida a grupos nahuas, acaecida entre el 1200 y 1300

d.C., (...) se ha identificado como nonoalca. Su llegada constituyó una seria

amenaza militar y económica para los pipiles ya establecidos. El trastorno

provocado por la migración nonoalca condujo a la separación de grupos pipiles

tanto de Guatemala como de El Salvador que se trasladaron a la costa pacífica de

Nicaragua, irrumpiendo en territorio chorotega-mangue y subtiaba mangue

después de 1200 (...) Estos tardíos inmigrantes son los nicaraos,... ” (Hasemann y

Lara Pinto1994: 178).

Al momento de la conquista los pipiles se habían asentado en las regiones

occidental y central del país, desde el río Paz hasta el río Lempa; en la región noroeste,

hacia Chalatenango, y al oeste de El Salvador estaban los pocomames y chortis (cfr.

Larde y Larín 1952); había una expansión territorial maya tolteca hacia Chalchuapa

(Hasemann y Lara Pinto1994); los lencas, con algunos enclaves al oeste (Fowler 1989)

y ulúas se asentaban en la zona oriental (cfr. Larde y Larín 1952).

La lengua de los pipiles de El Salvador es el náhuat-pipil o pipil de El Salvador,

pertenece al subgrupo nahua de la familia Uto-azteca (Cambell 1985).

Desde el primer contacto de la lengua náhuat-pipil con el castellano hasta la

fecha se pueden establecer siguiendo la periodización de Bauman (1980), en términos

generales, las siguientes fases:

Fase I: De contacto con el castellano y otras lenguas indígenas

Las comunidades indígenas pipiles de El Salvador coexistían con otros grupos que

habitaban la zona, algunos que estaban desde antes de su llegada, formando parte de un

verdadero mosaico geopolítico, cultural y lingüístico. Diego de Palacio en Carta de

Relación a Felipe II sobre la provincia de Guatemala en 1576 señala con respecto a las

leguas en las comunidades salvadoreñas que:

“... en cada una de ellas (provincias) hay y hablan los naturales diferentes lenguas, que parece

fue el artificio más mañoso que el Demonio tuvo en estas partes para plantar discordia,

confundiéndolas con tantas y tan diferentes lenguas como tienen, que son:

(...) Los Yzalcos y costa de Guazacapán: la popoluca y pipil (...)

La de San Salvador: pipil y chontal (...)

En la de San Miguel: potón, ytaulepa, ulúa, la choluteca, mangue y chontal.”

En las provincias próximas (de Guatemala y Honduras), al norte y este de El Salvador:

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“A la de Chiapa: chiapaneca, zoque, mexicana, zozil, zeldalquelen.

En la Soconusco: la mexicana corrupta y la materna y vibeltlateca. (.....)

En la de los Suchitepeques y cuahutemala (Guatemala): mame (man) y achi, cuahutemalteca,

chicnauteca, hutateca, chirrichota (.....)

La Verapaz: poconchi, cacchi, colchi. (.....)

El valle de Accuastlan y el de Chiquimula de la Sierra: hacacuastleca y apay (.....)

En Onduras: ulúa, chontal y pipil (.....)

En la Taguzgalpa: la materna y mexicana (.....)

En las provincias próximas (Nicaragua y Costa Rica), al sur:

“Nicaragua: pipil corrupto, mangue, marivio, potón y chontal (...)

En la de Costa Rica y Nicoya: la materna y mangue (...)”

(Diego de Palacio 1576/2000: 36)

Se presenta en las anotaciones de Diego de Palacio, el problema de la

compresión de los nombres que utiliza para referirse a las lenguas (“materna” y

“chontal”); Herranz (cfr.1995) llega a la conclusión que la “lengua choluteca” de que

escribe De Palacio eran el mangue y la ulúa; además, agrega Herranz, citando Chapman

que “deben considerarse como lencas en la documentación colonial todo los indios que

aparecen bajo los términos “care, cerquin, putum o potom” “y los términos “taulepa” y

“pupuluca”. El término lenca se generalizó a partir de 1855 en que Squier (1897:217) lo utilizó

para denominar la lengua y el grupo indígena...” (Herranz 1995: 190).

Mapa Nº 1. Diócesis de Guatemala del siglo XVIII

Fuente: Pedro Costés y Larraz (1921/2000)

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Si bien para esta fecha -sigloXVII-, y hasta muy avanzado el siglo XIX3,

establecer los límites del territorio de cada provincia en Centro América es bastante

impreciso, para el caso de los pipiles se puede suponer la relación, dada la proximidad

de las comunidades y lenguas con grupos mayenses, lencas y ulúas, principalmente. Lardé

y Larín (1957) al estudiar 262 nombres de pueblos, villas y ciudades (toponimia) de El

Salvador encuentra glosas de las siguientes lenguas:

Lengua topónimo %

Náhuat o pipil 137 57.3%

Lenca 83 34.7%

Taulepáulua 13 5.4%

Chortí 6 2.5%

Total 239 100%

Cuadro Nº 1.

Fuente: Elaboración propia con base a los datos de Larde y Larín (1957)

El primer contacto del náhuat-pipil con el castellano, se da en 1524 con las

primeras expediciones de los conquistadores a Cuzcatlán, que estuvieron encabezadas

por el extremeño Pedro de Alvarado, encomendado por Hernán Cortés para la conquista

de los territorios actuales de Guatemala y El Salvador. De Alvarado narra los sucesos

en dos cartas de relación a Hernán Cortés. La primera con fecha, 11 de abril de 1524

desde Utatlán y la segunda, la más relevante para el caso salvadoreño es fechada el 27

de julio en Iximché o Quauhtemallan. Presenta De Alvarado en esta segunda carta la

bitácora de la expedición y narra su enfrentamiento con los Izalcos4.

Desde el primer cuarto del siglo XVI los españolas bajo la divisa colonizadora

fundaron en los territorios pipiles y lencas las provincias (ciudades) que llegarán tres

siglos después a aglutinarse con el nombre de El Salvador: San Salvador de Cuzcatlán

(1525); la Ciudad de los Caballeros (1530, de efímera existencia, fundada al oriente de

San Salvador, por el actual San Martín); la villa de San Miguel de la Frontera (1530 San

Miguel), Acajutla (1532) y la villa del Espíritu Santo de Sonsonate (1552). Y llagan a

Cihuatehucan en 1525 a la que llamarán posteriormente (1576 primera referencia) Santa

Ana (cfr. Lardé y Larín 1957).

3 Y siglo XX en el caso de las fronteras limítrofes entre El Salvador y Honduras.

4 Esta segunda carta de De Alvarado junto al denominado Códice de Glasgow –presentación de los

combates y traza de la ruta seguida- dan el panorama de la expedición-conquista de Cuscatlán (cfr.

Escalante Arce 2000).

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En esta etapa colonizadora, apunta Herranz (1995) al tratar la política lingüística

en Honduras, le corresponde el establecimiento de una política monolingüe castellana

que va de 1502 a 1569, política diseñada por los Reyes Católicos y continuada por

Carlos V basada en que “todos los naturales de América debían aprender

obligatoriamente el castellano” (cfr. Herranz 1995: 156).

Sin embargo, para este primer contacto del náhuat-pipil con el castellano se debe

tomar muy en cuenta que los conquistadores fundaron las ciudades con exiguas fuerzas

y los indígenas se alejaron de los asentamientos, dirigiéndose a los montes (montañas)

desarrollando en un primer momento prácticamente una convivencia paralela, alejados

los unos de los otros. Posteriormente, de manera paulatina se dará un proceso de

mestizaje en el que en un intercambio desigual se comienza a construir un mundo

simbólico sincrético con predominio de valores occidentales-cristianos. La lengua, se

puede decir, aplicando las fases de Bauman (1980) pasa de un estado de florecimiento a

un estado de resistencia.

De la época se tiene noticia, según Parada (1982), del desaparecido Manuscrito

Pipil, referido por Lehmann, que Parada “mantiene la hipótesis de sus existencia en el

conocido Manuscrito de Amatitlán (1559 –1562), conformado por 18 folios dobles

escritos en Pokoman, 14 en Pipil y 21 en Español....” (Parada 1982: 10)

Fase II: De bilingüismo (náhuat-castellano) y marginación

En el decurso de los siglos XVII y XVIII conforme el modelo administrativo

del reino se va instalando se desarrolla una situación de bilingüismo, favorecida por la

ordenanza de Felipe II de 1565 para que los predicadores aprendieran la lengua de cada

grupo de indios a su cargo; se inaugura con una Cédula Real de 1570 una política

bilinlingüe, para El Salvador de dos lenguas: el español para la administración y

funcionarios y el náhuat para la cristianización de los indios en estas tierras (cfr.

Herranz 1995: 162). La Iglesia seguirá oficiando en latín.

Esto vino a privilegiar el náhuat ante las demás lenguas indígenas que poco a

poco irán quedando reducidas. Se logra así a lo largo de los siglos XVI y XVII que el

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náhuat diera el salto a la escritura, específicamente el náhuatl de la Nueva España que

será reconocido, siguiendo la tradición latina como náhuatl clásico. Lo que condujo a la

idea errónea de considerar al pipil como un náhuatl corrupto, vulgar (hablado). Después

de todo, la provincia de San Salvador era periferia de Guatemala y Guatemala de Nueva

España, y, además, Centroamérica en la parte occidental y central era el sur de

Mesoamérica. No se mencionan artes (estudios gramaticales) del pipil en esta etapa de

la colonia.

Sin embargo, el privilegio del náhuat debe relativizarse pues al ser el castellano

la lengua de la administración pública, es la de la escuela, de manera que las élites

indígenas allegadas a los españoles irán adoptando en un proceso aún no muy

documentado, el castellano como su lengua; por otra parte, el fenómeno del mestizaje

tan notorio e importante en El Salvador, acelerará el aprendizaje del castellano en las

urbes de la época. Serán los indios de las zonas rurales quienes mantendrán la lengua,

en las ciudades y la floreciente clase mestiza se comunicará en castellano. El náhuat-

pipil pasa entonces, a la fase que Bauman (1980) llama de resistencia a un estado de

reclinación.

Fase III:De la marginación a la negación. La obsolescencia

Ya en la segunda mitad del siglo XVIII, Carlos III retomó la noción imperial de

el castellano como única lengua del reino (Cédula Real de 1770) y se desarrolla una

política monolingüe (cfr. Herranz 1995: 166), que viene a acelerar la marginación y

negación de las lenguas y culturas indígenas. En El Salvador esta política es coadyuvada

por las modernas ideas de la vida política y económica, ya que la élite criolla ve desde

muy temprano en el siglo XIX al indio como atraso y barbarie. Los indios y sus lenguas

cada vez son más arrinconados en los montes y presionados a una incorporación

humillante a la vida de la incipiente nación en el cultivo del añil y la explotación del

bálsamo.

La vida cultural de las provincias salvadoreñas privilegian el francés y el latín

como las lenguas del saber, de ciencias y artes; el latín como lengua de la iglesia y al

castellano como lengua oficial.

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Con el advenimiento de la independencia y las pugnas en torno a la

construcción del aparato de Estado, la situación para las comunidades indígenas llegará

a ser más crítica, al punto que a principios de la década del 30 del siglo XIX se dan

sublevaciones en Izalco, un motín en San Miguel y el levantamiento indígena de los

nonualcos de Anastasio Aquino (1833). La reforma liberal de finales el siglo XIX

agrava la situación de los indios, que para la fecha ya son una minoría ante mestizos y

españoles.

Los indios salvadoreños reciben el siglo XX como minoría desposeída (de tierra

y demás bienes), como comunidades que se enfrentan a la desintegración; como grupo

étnico marginado y como cultura y lengua excluidas.

Schuller (1928), citado por Del Río (1999:195) señala a propósito del oriente de

El Salvador:

“Indios Lenca, con sus arcos y flechas, aparecen cada semana en San Miguel,

una de las poblaciones más importantes de Oriente de la República de El

Salvador, donde estos indígenas, a pesar de sus escasos conocimientos del

castellano, acostumbran a vender con bastante provecho los productos de su

industria casera (mecates y otros objetos trenzados de pita), con cuyo lucro

luego se aprovisionan para sus hogares.” (Del Río 1999:195).

Mapa 2. Territorios pipil y lenca.

Fuente: Ethnologue.com (2005)

Medio siglo después constata Campbell, que en 1970 murió el último hablante lenca

salvadoreño (Campbell 1976), idioma, que se ha conocido como el lenca de Chilanga

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(Campbell l976, Arguedas 1987, Del Río 1999). De la extinción del ulúa se conoce

poco y el chortí fue de las lenguas que tempranamente se dejaron de hablar en El

Salvador.

El náhuat-pipil tiene su estocada más importante en el siglo XX con los sucesos

de 1932 en El Salvador. En el occidente del país miles de campesinos se levantan contra

los patrones y se produce la mantanza de indios (masacre del 32) con alrededor de 30

mil muertos, bajo la consigna de el indio es comunista.

Se desmantela la organización comunal indígena por considerarla una amenaza a la

seguridad del Estado y la democracia; se persigue cualquier forma de identificación

cultural indígena y se considera al náhuat lengua comunista de subversión.

Señala Campbell (1985): “... the goberment decree that Indian languages could no

longer legally spoken.” (1985:2)

Unos años antes del levantamiento, el americanista alemán Leonhard Schultze-

Jena, visitó la región de los Izalcos y recogió -de singular manera- relatos pipiles, que

sustentaron la publicación de Indiana II: Mytehn in der Muttersprache der Pipil von

Izalco in El Salvador (1935) del que se desprende casi medio siglo después en español

Mitos y leyendas de los pipiles de Izalco (1977) y Gramática pipil y diccionario

analítico (1982). Cerca de una década antes de la publicación de Schultze-Jena, Másin

(1926) publica su artículo “El pipil de Izalco” y posteriormente Jiménez (1937)

Idioma pipil de Cuzcatlán y Tunalá, hoy República de El Salvador en la América

Central.

Escritos que junto a otros listados de vocabulario documentan la lengua para este

período anterior a 1932 (período pre-32).

Después de los sucesos del 32, pasarán alrededor de 30 años para volver a tratar

el tema del náhuat, Jiménez (1959) saca a luz La lengua de los pipiles, sus relaciones

con el dialecto lenca y su distribución en El Salvador, un año más tarde Aráuz (1960)

El pipil de la región de los Itzalcos y a finales de la década de 1960 Geoffroy Rivas

(1969) El Nawat de Cuscatlán: apuntes para una gramática tentativa, trabajos que

documentan la lengua para lo que se le puede denominar período post-32. No se tienen

al momento datos demográficos y de sociolingüística que orienten el camino hacia la

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comprensión del fenómeno de la obsolescencia de la lengua, en la terminología Bauman

(1980).

Campbell (1985) en el período de 1970 a 1976 en diversas estadías recorre

comunidades nahuas salvadoreñas, recogiendo relatos de informantes nativos y señala

que:

“El pipil es poco usado, sólo lo hablan un pequeño grupo de mujeres mayores

principalmente en los departamentos de Sonsonate y Ahuachapán, al este de El

Salvador: Comazagua, Concepción de Ataco, Cuisnahuat, Chiltiupán, Izalco,

Jicalapa, Juayúa, Nahuilingo, Nahuizalco, Santa Catarina Mazaguat, Santa Isabel

Ishuatán, Santo Domingo de Guzmán, Tacuba y Teotepeque. El número exacto

de hablantes se desconoce, ya que muchos son recelosos a ser reconocidos como

hablantes (...) la lengua esta moribunda, los hablantes más jóvenes no hablan

fluido. Mientras los censos y otros reportes oficiales señalan un máximo de 2000,

mi suposición es que a lo mucho llegaran a al rededor de 200.” (Campbell

1985:2) (la traducción es mía).

Campbell, producto de este trabajo de campo publica The Pipil Language of El

Salvador (1985), que se suma a las gramáticas anteriores y que provee un rico

diccionario para futuras investigaciones sobre la lengua y que da la posibilidad de

trabajos contrastivos de diversa índole.

La lengua se puede decir, entonces, que se encuentra en un período avanzado de

extinción.

Fase IV: del silencio a la palabra, la revitalización.

De finales de la reciente guerra civil en El Salvador (1980-1992) a la fecha, se

ha ido desarrollando un creciente interés por los pueblos, culturas y lenguas indígenas

del país que llevan a pensar en un proceso de revitalización del náhuat. Varios

estudiosos, se han interesado por la elaboración de cartillas de alfabetización en náhuat

(Roque 1990, 2000, Ramírez 2002, King 2004); por debatir el tema de la revitalización

(Roque 1996 y Lemus 1999); por diagnosticar la situación de los pueblos indígenas

(Perfil de los pueblos indígenas de El Salvador 2004); por discutir aspectos de la lengua

(Lemus 1997a, 1997b, 1999, King 2004) y se han creado software para el aprendizaje

de la lengua náhuat (Ward 2001 y Tiberio 2005).

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Mapa Nº 3. Comunidades indígenas por departamento en El Salvador (2004).

Fuente: Perfil de los pueblos indígenas de El Salvador (2004).

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