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Toda nación es siempre una coral hacia la paz. Desde los tiempos de Kant así se proclama, pero se advierte que la paz no es solo ausencia de guerra sino también construcción de ciudadanía, como puente hacia la felicidad y plenitud de la sociedad. Por lo mismo, cada madrugada la nueva luz del día debe ser un llama- miento para buscar esas formas de bienestar y para convertirse en agen- tes de esa transformación. En especial dicha convocación debe llegar a los rectores y a los docentes, que son los que trabajan con las personali- dades en formación. Las nuevas pedagogías, dentro del aula tanto como fuera de ella, deben cifrarse en el poder de la palabra que conduzca al acuerdo en lugar de llevar al desacuerdo. Y en donde se enaltezcan los valores de la moral y la justicia, y se respete su integridad. Nada que eleve tanto la dignidad del ser humano, como enseñar. Y sobre todo, enseñar a enseñar. Colombia entera está movilizándose, en una u otra forma, hacia ese cla- mor. El cual representa la expresión de hacer patria unida y fecunda en su diversidad. Tal es nuestro mensaje: ser constructores de paz en una patria llena de justicia, de educación y de esperanza. ¡Seamos constructores de paz y grandeza! Belisario Betancur Presidente de la Fundación Santillana para Iberoamérica ESPECIAL EDUCACIÓN PARA LA PAZ DISPONIBLE EN PDF santillana.com.co/rutamaestra/ edicion-13/una-cultura-de-paz Una cultura de paz 54 Ruta maestra Ed.13

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Toda nación es siempre una coral hacia la paz. Desde los tiempos de

Kant así se proclama, pero se advierte que la paz no es solo ausencia de

guerra sino también construcción de ciudadanía, como puente hacia la

felicidad y plenitud de la sociedad.

Por lo mismo, cada madrugada la nueva luz del día debe ser un llama-

miento para buscar esas formas de bienestar y para convertirse en agen-

tes de esa transformación. En especial dicha convocación debe llegar a

los rectores y a los docentes, que son los que trabajan con las personali-

dades en formación.

Las nuevas pedagogías, dentro del aula tanto como fuera de ella, deben

cifrarse en el poder de la palabra que conduzca al acuerdo en lugar de

llevar al desacuerdo. Y en donde se enaltezcan los valores de la moral y

la justicia, y se respete su integridad. Nada que eleve tanto la dignidad

del ser humano, como enseñar. Y sobre todo, enseñar a enseñar.

Colombia entera está movilizándose, en una u otra forma, hacia ese cla-

mor. El cual representa la expresión de hacer patria unida y fecunda en

su diversidad.

Tal es nuestro mensaje: ser constructores de paz en una patria llena de

justicia, de educación y de esperanza. ¡Seamos constructores de paz y

grandeza!

Belisario BetancurPresidente de la Fundación Santillana para Iberoamérica

ESPECIALEDUCACIÓN PARA LA PAZ

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Una cultura de paz

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Educar para la paz, en un país que se atrevió a darle una salida negociada a un conflicto armado de más de cinco

décadas, constituye una obligación, un reto y la mayor contribución del sector educativo al afianzamiento de la paz como un proceso sostenible y duradero.

La obligación se formaliza en Colombia gra-cias a los artículos 22 y 41 y Constitución Política Nacional, de la cual se han despren-dido varias normas que son indicativas para el sector formal de la educación. Una de ellas y tal vez la más integral, la Ley 115 de 1994 que recoge los retos de una formación para la ciudadanía, esto es para la participación democrática, los derechos humanos, la con-vivencia pacífica, la justicia, la pluralidad, la diversidad, la libertad y la equidad. Más re-cientemente la Ley 1732 de 2014 que surge como resultado de un proceso en el que la rama legislativa colombiana consideró nece-sario crear una “Cátedra de la paz”.

El reto se crea desde 1994 y se revitaliza con las normativas que van surgiendo en términos de dar sentido a la pregunta: ¿qué es la edu-cación para la paz?

Para dar respuesta a semejante cuestiona-miento, hay que establecer varios elemen-tos. Según Abraham Magendzo et al: “la educación para la paz es una idea-fuerza de la educación para los derechos humanos. Se

considera la paz como un derecho humano de síntesis, esencial para educar hacia una nueva ética de solidaridad y para la no violencia di-recta, cultural y estructural, pues la violencia, en cualquiera de sus manifestaciones, es el espacio propicio para la violación a los dere-chos humanos”.

En el sistema educativo colombiano, educar para la paz tiene dos alcances posibles que se enmarcan en la garantía y el ejercicio de los derechos humanos que subyacen a la forma-ción para la ciudadanía.

Por una parte, educar para la paz es garanti-zar a todos los niños, las niñas y los jóvenes de Colombia una educación de excelencia como herramienta transformadora y motor de la igualdad del país. Por ello, todos los es-fuerzos por privilegiar la educación respecto de otros sectores tienen sentido en tanto que se plantean retos de excelencia en la calidad, la educación se hace accesible a todos y se disminuyen inequidades y exclusiones.

Por otra parte, educar para la paz en un sen-tido más concreto, es formar para la ciuda-danía, es decir, desarrollar competencias para la convivencia pacífica, la participación democrática, la pluralidad, la identidad y la valoración de diferencias.

Colombia es pionero en ese proceso, por ello desde el 2003 incluyó como parte del desa-

Olga Zárate M Coordinadora Programas

Transversales y Ciudadanas

Educar para la paz, un reto y un compromiso con el país

CONTEXTO NACIONAL

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Claves para la implementación de

la Cátedra por la Paz en Colombia. Ministerio de Educación Nacional de

Colombia http://santillana.com.co/rutamaestra/edicion-13/

min-educacion

DISPONIBLE EN PDF

rrollo de capacidades para el saber, el saber hacer y el ser, las competencias ciudadanas. En un con-texto de no violencia, los colegios del país en todo el currículo y en todos los ambientes de aprendiza-je, deben lograr que los estudiantes conozcan sus derechos y los ejerzan y que también desarrollen capacidades para escuchar activamente a los otros, para expresar opiniones, defender con argumentos puntos de vista, dimensionar el impacto que tienen en cada ciudadano y en la población, en general, las decisiones que se toman, manejar las emocio-nes, ponerse en el lugar de los otros, reconocer la dificultad del conflicto y las diferencias para resol-verlas de manera adecuada y generar alternativas de reconciliación. Estas son algunas competencias sin las cuales será muy difícil que el país logre la paz.

En concordancia con lo anterior, la Cátedra de la paz pone nuevamente en el debate público el papel de la educación para la paz. Pero el Ministerio está convencido de que la respuesta para su implemen-tación es formación para la ciudadanía por medio del desarrollo de competencias ciudadanas y, en esto, los colegios juegan un doble rol: mejorar la convivencia escolar y contribuir para que no se re-pita la violencia y se promuevan la reconciliación y el derecho a la verdad.

En Colombia hay múltiples avances relevantes y consenso en torno al rol fundamental que cumple la educación respecto a estos dos retos. Por ello, el Ministerio de Educación Nacional en trabajo arti-culado con las Universidades de los Andes, Exter-nado de Colombia y la Pedagógica Nacional está construyendo y validando con 60 docentes del país, el currículo para la paz.

Su estructuración identifica varias posibilidades de desarrollo que reconocen la autonomía escolar y las buenas prácticas que ya están teniendo los colegios en los territorios. Por ello reconoce varios espacios que propician la tarea de educar para la paz: asignaturas existentes de formación ciuda-dana, por ejemplo, de ética y valores, constitución y democracia, o la integración del tema en áreas obligatorias y fundamentales, específicamente en ciencias sociales, ciencias naturales o lenguaje, o mediante la integración interdisciplinar en proyec-tos transversales de educación ambiental, sexuali-dad, derechos humanos, entre otros. Y finalmente, como una nueva asignatura.

Esta propuesta se estructura por grados, desde transición hasta undécimo y en cada uno se inclu-yen cuatro ejes, con una afirmación general, unos desempeños generales y unos específicos. Ade-más, en cada grado se incorporan los estándares de competencias ciudadanas relacionándolos con las mallas curriculares y las secuencias didácticas diseñadas para el desarrollo de la educación para la paz en los establecimientos educativos del país.

Ahora bien, particularmente la escuela juega un papel fundamental porque en ella se materializa en buena medida la posibilidad de constituir es-cenarios de intercambio y participación realmen-te democráticos, y sería un error que esta acción se dejara concentrada solo en una cátedra, pues solo con obtener conocimientos los estudiantes no desarrollarán capacidades que les permitan enfrentar los retos de la sociedad contemporánea, mejorar su calidad de vida, respetar y solidarizarse con los otros, pensar el país de forma diferente y aportar su conocimiento, talento y creatividad a su desarrollo y crecimiento.

En consecuencia, el desarrollo de esas habilidades en los niños, las niñas y los jóvenes supone la po-sibilidad de repetición y consistencia en el apren-dizaje que requiere la noción misma de compe-tencias, la cual hace referencia a “saber hacer”, y para esto es necesario practicar, ensayar, evaluar y mejorar continuamente. La experiencia ha de-mostrado que el aprendizaje de las competencias ciudadanas solo se consolida tras la experiencia re-petida y consistente en todos los espacios de inte-racción. Una cátedra reduce esta posibilidad a una o dos horas semanales, con lo cual se minimiza la probabilidad de ponerlas en práctica de manera constante.

Con esto, el Ministerio quiere dejar claro que hay varias oportunidades para educar para la paz, pero sin duda este no es un reto que se resuelve con la transmisión de conocimientos sobre algunos te-mas en particular. Educar para la paz es una tarea ineludible y, tal como lo plantea la concepción li-beral del Estado, la educación de las nuevas gene-raciones constituye la posibilidad de sentar bases, no solo para la equidad social mediante la redistri-bución de las ganancias de las diversas capas que componen la sociedad, sino también —y quizás prioritariamente— una garantía para la perma-nencia de la sociedad.

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